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INTRODUCCIÓN
EL ROMANTICISMO EN HISPANOAMÉRICA
¿Dónde estaba la raíz de este mal? ¿Cómo poner fin a él? Tales habrán de ser los
problemas que se plantee la nueva generación. La raíz de los mismos la encontrará en la
Colonia. Ésta se hallaba en las mismas entrañas de los hispanoamericanos. La Colonia
había formado la mente que ahora entorpecía el progreso. Allí estaba todo el mal. Para
desarraigarlo sería menester rehacer desde sus raíces, dicha mente. Urgía realizar una
nueva tarea: la de la emancipación mental de Hispanoamérica. A esta tarea se entregará la
nueva generación. La autonomía del intelecto fue la nueva bandera.
Así, en la misma forma como el europeo se entregó a la historia para encontrar en ella las
raíces de su futuro destino, el hispanoamericano se entregó a igual tarea para mostrar las
raíces que impedían la realización de su destino propio. Una serie de trabajos históricos, en
los que se hará patente la realidad negativa de Hispanoamérica, empezarán a surgir en los
diversos países de esta América. Se escriben agudos análisis históricos y sociológicos
sobre la realidad de la América hispana. Entre éstos se destaca el Facundo de Sarmiento, el
cual en su primera edición, publicada en 1845, lleva el siguiente y significativo
título: Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga. Y aspecto físico,
costumbres y hábitos de la República Argentina. Animado por la misma preocupación,
José Victorino Lastarria ha dado lectura, en 1844, en la Universidad de Chile, a una
memoria que provocará grandes discusiones: Investigaciones sobre la influencia social de
la Conquista y el sistema colonial de los españoles en Chile. Memoria que provoca la
pronta réplica de Andrés Bello, el cual se encargará de mostrar los elementos positivos de
la Colonia, con independencia de todos los errores que cometió y los defectos que éstos
implicaban. En México, José María Luis Mora escribe en 1837 su Revista política de las
diversas administraciones que la República Mexicana ha tenido hasta 1837, en la que hace
patente las raíces coloniales de la mayoría de los errores cometidos por estas
administraciones. En Cuba José Antonio Saco muestra, a través de su Historia de la
Esclavitud y de trabajos como su memoria sobre La vagancia en la isla de Cuba, el meollo
de los males que sufre la isla. En éstos, y otros trabajos más que surgen a lo largo del XIX,
los hispanoamericanos van mostrando el pasado que debe ser negado, a diferencia de los
europeos que mostraban en trabajos similares de historia y sociología el pasado que
debería ser afirmado.
Pero, al lado de esta preocupación por lo negativo, crece también la preocupación por lo
positivo, por ese algo propio de Hispanoamérica que debía ser potenciado. La América
hispana tenía un destino, menester era realizarlo. Se empieza a hablar de nación. Sólo que
esta idea, saben, no puede ser apoyada en la historia propia, como lo hacía el europeo. La
nación no la constituye ni el suelo ni la historia, sino el afán por una tarea común. Esto es
lo que hay que destacar: cuál es la tarea común propia de los pueblos hispanoamericanos.
La unidad debe encontrarse en el futuro a realizar, no en lo realizado, sin amarres
negativos con el pasado. Es algo que se quiere ser para dejar de ser lo que se ha sido.
Realizar este destino es la tarea propia de los pueblos en Hispanoamérica. Pronto se
empieza también a hablar sobre la necesidad de realizar una cultura, una literatura, una
gramática y una filosofía americanas. Todo esto como tarea a realizar, como algo que no
está hecho pero que, sin embargo, se encuentra ahí, esperando que se haga consciente.
No bastaba así, la independencia política frente a España, era menester dar un nuevo y
decisivo paso: el de la independencia cultural frente a Europa. De Europa —se dice— no
es ya mucho lo que se tiene que aprender. En Europa se sostiene aún el espíritu feudal, el
mismo espíritu del cual quiere Hispanoamérica libertarse. Europa es en un principio
España, después la Francia y la Inglaterra de las ambiciones coloniales. La misma Europa,
que en nombre de la civilización, ha bombardeado las costas del Perú y de Chile, la Europa
que invade a México. De esta Europa nada tiene la América que aprender. Habrá que
volver los ojos a lo propio. Debajo de ese mundo negativo que parece ser Hispanoamérica
deberá encontrarse algo positivo sobre el cual se podrá, en el futuro, construir una nueva
cultura.
INFLUENCIAS FILOSÓFICAS
Múltiples y abigarradas serán las influencias filosóficas que den la tónica a esta época, en
la que se empieza a discutir el porvenir de los pueblos de nuestra América. La enciclopedia
es sustituida por una multitud de corrientes filosóficas, en muchos aspectos contradictorias.
La realidad de los problemas hispanoamericanos, que se debatían, aglutina estas corrientes.
La ideología, el tradicionalismo francés, el eclecticismo, el utilitarismo, la escuela escocesa
y el socialismo romántico de Saint Simon, ofrecen las armas ideológicas de la generación
que pretende realizar la nueva emancipación hispanoamericana. Muchos de ellos beben
directamente en las corrientes de estas filosofías. Bello, durante su estancia de diplomático
en Londres, conoce a Bentham y a James Mill, y la filosofía de estos pensadores deja
honda huella en la del educador venezolano. El mismo pensamiento influye poderosamente
en el mexicano José María Luis Mora. El argentino Esteban Echeverría vive cinco años en
París, de 1825 a 1830, los cuales son suficientes para que reciba la influencia de las
diversas corrientes románticas en boga. El romanticismo social de Saint Simon, a través de
su discípulo Pierre Leroux, se deja sentir en el Dogma socialista de Echeverría. Su
influencia pronto se hace patente en varios de los miembros de su generación. Juan
Bautista Alberdi asimila estas influencias junto con el utilitarismo, el idealismo y el
eclecticismo. Sarmiento combina también todas estas influencias y lleva sus polémicas a la
vecina República de Chile. Echeverría, Alberdi y Sarmiento difunden sus ideas en el
Uruguay. La Revue Encyclopédique y Le Globe, donde se difunden las ideas socialistas de
Saint Simon y sus discípulos, son leídas y citadas en Argentina, Chile y Uruguay. El
chileno Francisco Bilbao recibe en Europa la enseñanza de Lamennais, Quinet y Michelet.
José de la Luz y Caballero, el maestro cubano, conoce en el viejo continente al idealismo
alemán y su expresión francesa, el eclecticismo de Cousin. Su conocimiento le lleva a
enfrentarse a estas doctrinas por considerarlas perjudiciales para el afán de independencia
de la isla de Cuba. El romanticismo, en su aspecto literario, ofrece también una serie de
ideas justificativas de los afanes de la nueva generación hispanoamericana. Victor Hugo y
Lamartine expresan, con su lirismo, el afán de libertad de estos hombres. Los
girondinos del segundo agrupan en Chile a la generación que habrá de luchar por realizar
las ideas del liberalismo en su patria. Lastarria se hace llamar Brissol; Francisco Bilbao,
Vergiaud; Pedro Ugarte, Dantón; Manuel Bilbao, Saint Just; y Santiago Arcos, Marat
(Vicuña Mackenna, 1902).
De todas y cada una de estas diversas doctrinas filosóficas se tomarán los instrumentos
necesarios y adecuados para los no menos diversos problemas que se van planteando a los
hispanoamericanos en su afán por reconstruir su realidad. En los tradicionalistas franceses,
Maistre, Chateaubriand, Benjamín Constant y De Bonald, se encontrarán las armas para
combatir el ingenuo utopismo en que habían caído los ilustrados. En ellos estudian sus
tesis sobre la incapacidad de los pueblos para autogobernarse. Nada tiene que ver la
voluntad del pueblo —dicen— para que exista el gobierno. Éste existe porque es necesario.
No hay contrato social; la sociedad no ha surgido porque un conjunto de voluntades
individuales así lo ha decidido. Todo lo contrario, el individuo se encuentra en sociedad
aun contra su voluntad, teniendo que responder de hechos que no han sido por él
realizados. El hispanoamericano está en este caso, se ha encontrado en una sociedad que no
ha sido hecha por él, una sociedad que tendrá que reformar si quiere que sea la propia. El
tradicionalismo ofrece así un instrumental crítico contra falsas ideas como las que hacían
del pueblo un sujeto puro de derechos, o contra constituciones que pretenden transformar,
por decreto, una realidad asentada en varios siglos de dominio colonial.