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Trabajo sobre Susan Sontag por Gabriel Antonio Escurra Hernández.

A los alumnos que asistimos al seminario de Susan Sontag se nos permitió cambiar
el trabajo al uso por una reflexión crítica y comentada de una o dos fotos hechas por
nosotros o prestadas por otro fotógrafo. En mi caso, he seleccionado dos fotografías que le
dieron, a James Natchwey, dos premios World press photo. De arriba a abajo, la primera de
ellas, data de 1993, nos muestra a una madre somalí sosteniendo el cadáver de su hijo en el
contexto de la Guerra Civil Somalí. La segunda de ellas, le otorgó el premio de la academia
en 1995, al retratar en primer plano la cara destrozada por los machetazos de un joven Hutu
bajo la coyuntura del genocidio tutsi de 1994.
Trabajo sobre Susan Sontag por Gabriel Antonio Escurra Hernández.

¿La fotografía desvela el mundo o disuelve el mundo? ¿Es la fotografía y, en especial,


la fotografía de guerra, moralizante? ¿Causan las fotografías impactantes la concienciación
del público?

Todas estas preguntas vienen a mi mente al ver estas dos imágenes del periodista
de guerra James Natchwey quien, durante su carrera, ha cubierto catástrofes como la guerra
de Ruanda, la hambruna somalí o la hambruna en Darfur durante la década de los 90.
Nathwey sostiene el poder de la información de las fotografías, confía en su capacidad para
generar una masa crítica.

En esta idea queda implícita una visión sobre la capacidad de la fotografía, la


fotografía como prueba experiencial, ¿por qué? porque captura la experiencia. Fotografiar
es un acto de apresar el mundo, en la medida en que lo es, es una prueba para controlar lo
fotografiado y justificar o deslegitimar lo que se fotografía. Sin embargo, reconocer la
fotografía como prueba infalible de la experiencia, implica considerarla una certeza objetiva
de la misma. Por ello, Susan Sontag describe el acto de capturar el mundo como un acto
cognoscitivo del sujeto sobre el mundo. Asumimos acríticamente que la fotografía se desliga
de las artes miméticas, como la pintura, porque entendemos que el acto de fotografiar es
objetivo. No obstante, la fotografía captura la realidad mediada por la subjetividad del
fotógrafo.

La ambivalencia del fotografiar vuelve potencialmente peligrosa a la fotografía.


James Natchwey quiere cambiar la percepción de su público con unas fotografías que
muestran la deshumanización de la guerra pero, al mismo tiempo, la fotografía del joven
hutu se convierte en un componente de galerías artísticas. Por una parte denuncia la
hambruna somalí y, por otra parte, reduce la hambruna somalí a la fotografía inmortal que
él realiza. Parece que realza la experiencia que las fotografías capturan pero, en realidad,
desprecia la realidad en favor de su miniatura fotográfica:

“El fotógrafo permanece detrás de la cámara para crear un diminuto fragmento de otro
mundo: el mundo de imágenes que procura sobrevivir a todos.”1

Revelador es el comentario que hace Natchwey a Hillary Robert acerca de su faceta


como creador de exposiciones:

1
Sontag, Susan, Sobre la fotografía. Tr. esp. de Carlos Gardini; Edhasa, Buenos Aires, 1981. 4ª
reimpresión, Edhasa, Barcelona, 1996. Nueva edición: Alfaguara, Madrid, 2005, Pág. 27.
Trabajo sobre Susan Sontag por Gabriel Antonio Escurra Hernández.

“Mi trabajo está destinado a los medios de comunicación en el momento en el que tienen
lugar los eventos, por lo que se convierte en parte del diálogo diario de la gente. Pero un uso
secundario de las imágenes es contemplarlas fuera de ese contexto. La fotografía se centra en un solo
momento, pero también es atemporal. Cuando ves las imágenes aisladas de las noticias, las
contemplas de forma diferente.”

Pensemos en el acto fotográfico de James Natchwey acerca de los sujetos


fotografiados, en ambos, el fotógrafo prefiere la fotografía por encima de la actuación, se
distancia y se protege a través de la cámara. James Natchwey no está relacionándose con la
hambruna somalí ni con la guerra civil tutsi, está en ellas como fotógrafo y lo que quiere de
ellas es la información que el mundo recibe de sus fotografías. Por eso, en su conversación
con Hillary Robert, se autoproclama como mensajero de la inhumanidad del hombre, asume
que él, a través de sus fotografías, debe expandir lo que las cicatrices del joven Hutu quieren
contar.

Con esto, quiero llegar a las siguientes conclusiones, la aparente función


concienciadora de las fotos promueve la cosificación del contenido de las fotografías, en la
medida en que, fotografiar es un acto depredador. Por otra parte, nuestra recepción de
fotografías monstruosas, como las seleccionadas arriba, no despiertan la conciencia.

El acto de fotografiar supone perpetuar lo fotografiado toda vez que prevalece el


registrar antes que el vivir. Este hecho se observa en El hombre de la cámara de Dziga
Vertov, pero también se observa en Torre cayendo desde la Cruz de Natchwey o en las
palabras que responde a Hillary Robert cuando le pregunta si estableció relaciones en sus
trabajos como fotógrafo de guerra. James Natchwey contestó: “No es el papel que tengo. Voy
a lugares en los que hay conflicto y caos, y las cosas se mueven con rapidez. He establecido
relaciones en el momento, pero sigo adelante. La gente sigue adelante.”

Esta frase ejemplifica la relación distante del fotógrafo de guerra. Las dos fotografías
aquí comentadas, al igual que las fotografías que tomó tras la guerra de Kabul (1996, en
Afganistán) le hacen cómplice de lo que allí pasó. La fotografía es “una manera de alentar lo
qué ocurre.”2

El fotógrafo no actúa sino que contempla, es, ante todo, un depredador comedido.
Susan Sontag señala ejemplos visuales como Peeping Tom (1980) para expresar la medida
en la que la cámara es un instrumento técnico que violenta lo que fotografía, siempre que,
cuando fotografías algo, objetivas aquello que capturas. De nuevo, te apropias

2
Sontag, Susan, Sobre la fotografía. Tr. esp. de Carlos Gardini; Edhasa, Buenos Aires, 1981. 4ª
reimpresión, Edhasa, Barcelona, 1996. Nueva edición: Alfaguara, Madrid, 2005, Pág. 28.
Trabajo sobre Susan Sontag por Gabriel Antonio Escurra Hernández.

simbólicamente de lo que fotografías y, al mismo tiempo, cambias la cultura en la que


realizas la fotografía.

No es casualidad que James Natchwey sea estadounidense, aquel país al que Susan
Sontag acuñó la cuna del moralismo fotográfico. Dijo ella: “Pero aun en sus períodos más
moralistas, la fotografía documental era también imperiosa en otro sentido.”3 Más
esperanzador pero más depredador. Esperanzador porque se alejaba del intento de
neutralidad europea de fotógrafos como August Sander, depredador porque se apropian de
una realidad que le es ajena. El carácter principal que quiero mostrar es la perversión y el
voyeurismo sexual que está implícito en las fotografías de James Natchwey.

No obstante, aunque la relación del fotógrafo con el mundo sea sospechosa, su


intención moralizante quizá no esté adulterada. ¿Son los documentales de guerra de J.
Natchwey, generadores de conciencia moral? De nuevo, aquí no trataremos de enfocar las
fotografías desde una previa conciencia política (que es condición de posibilidad de la
afección moral de las fotografías), sino de su estética misma y la recepción del público. La
pregunta es: ¿De qué depende la recepción moral de una fotografía?

La repetición y el primer impacto son determinantes en el agravio moral que nos


produce una fotografía. En primera instancia, las fotografías de James Natchwey te
producen un sentimiento desolador, de pérdida de valores, humanidad y sentido. La
fotografía, tal como se presenta, apremia el desengaño de la conciencia. Tras esa epifanía
negativa, el dolor se puede quedar o desaparecer pero, sí se queda, tu conciencia moral ya
siempre estará enquistada por la fotografía que observaste. Entonces, ¿todo aquel que
conozca los testimonios fotográficos que se encuentran en Inferno de James Natchwey no
podrá ser ecpático o cruel? ¿La ampliación de las fotografías horripilantes inhibe la falta de
compasión del ser humano?

Desde luego que no. De nuevo, las paradojas de la fotografía se encuentran, también,
en la recepción fotográfica. El sufrimiento ajeno a menudo se vuelve un placer cuasi
pornográfico. Sin ir más lejos, solo hay que ojear páginas renombradas en internet (i.e:
http://www.videosgore.com/) para darse cuenta de que el primer impacto emocional de
una fotografía no implica necesariamente una conciencia ciudadana. En muchos casos
conduce, a través del tiempo y de la repetición, a la amoralidad del individuo, la anestesia
de su conciencia ciudadana y el voyeurismo sexual de su público. “La fotografía hace

3
Sontag, Susan, Sobre la fotografía. Tr. esp. de Carlos Gardini; Edhasa, Buenos Aires, 1981. 4ª
reimpresión, Edhasa, Barcelona, 1996. Nueva edición: Alfaguara, Madrid, 2005, Pág. 96.
Trabajo sobre Susan Sontag por Gabriel Antonio Escurra Hernández.

ordinario el horror”4 La fotografía normaliza y trauma, despierta y duerme la conciencia,


por igual5.

Bibliografía:

- Sontag, Susan, Sobre la fotografía. Tr. esp. de Carlos Gardini; Edhasa, Buenos
Aires, 1981. 4ª reimpresión, Edhasa, Barcelona, 1996. Nueva edición: Alfaguara,
Madrid, 2005.
- Hamilton, Rachel, «Creo en el poder de la información»: James Nachtwey conversa
con Hilary Roberts. Adjunto: https://www.canon.es/pro/stories/james-
nachtwey-memoria-interview/

4
Sontag, Susan, Sobre la fotografía. Tr. esp. de Carlos Gardini; Edhasa, Buenos Aires, 1981. 4ª
reimpresión, Edhasa, Barcelona, 1996. Nueva edición: Alfaguara, Madrid, 2005, Pág. 39
5
Ibídem.

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