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Sontag

On photography. En realidad, imposible de traducir correctamente al español. Sobre


fotografía, en fotografía, tratado de fotografía… una mezcla de todos esos significados. Porque
si hay algo sobre lo que pensó y escribió Sontag con amor, pasión y acierto fue sobre
Fotografía. Se trata de una Sontag oculta, o al menos del pasado, pues este libro recoge seis
ensayos publicados entre 1973 y 1977, que tratan la fotografía como arte, desde múltiples
facetas y aspectos, que apenas se cita actualmente.

Y es que es en realidad un fenómeno extraño, esto de la fotografía. No nos damos cuenta del
hecho fotográfico porque estamos inmersos en él, es imposible considerar nuestra sociedad
moderna sin la fotografía, en todas y cada una de las acepciones. Como muestra Sontag, los
pioneros de la fotografía fueron los que ya plantearon las cuestiones que todavía nos
obsesionan a los fotógrafos, cuestiones siempre duales, encerradas en la continua disyuntiva
de arte o técnica, blanco y negro o color, belleza o fealdad, realidad o imaginación.

Hemos aprendido que lo que aparece en fotografía es real y más fácil de creer, pero también
sabemos lo fácil que es trucar una fotografía, y no sólo en el laboratorio. Un simple encuadre,
la elección de incluir y excluir ciertos sujetos y objetos mediante el visor, el efecto de elegir
una distancia focal y un diafragma determinados, dan al fotógrafo el inmenso poder de narrar
una realidad, de deformar un evento pero de la forma más elegante posible, contando sólo la
parte que interesa a sus propósitos. Así, corrientes de fotógrafos documentalistas han
intentado, sin conseguirlo, no influir en los sujetos de sus imágenes, cuando en realidad el
hecho de decidir tomar una imagen es una elección por la subjetividad y la parcialidad.

Otra escuela de fotógrafos cree en la imagen pura, tal y como es, tomada de la naturaleza y
mostrando la máxima expresión de la belleza. Pero a la vez, con la fotografía descubrimos que
la belleza reside en lo más cotidiano y simple, incluso en lo más horrendo y apocalíptico. La
fotografía demuestra a la pintura que cualquier cosa puede ser fotografiada, que un elemento
artístico puede ser cualquier cosa. Y apreciamos la belleza de una escena callejera cotidiana, la
simpleza de una hoja caída, pero también el poder de la imagen como herramienta de
revulsión social. La guerra, a la opresión, la dictadura, se enfrentan a cientos, miles de
fotografías de denuncia, transformando así el fotoperiodismo en un poder más de la prensa.
Muchos fotógrafos de modas fueron amantes de la fotografía social más despiadada, la que
muestra la mayor crueldad del hombre. Y sorprendentemente, lo encontraron natural.

Es difícil encontrar en el libro la opinión definitiva de Sontag sobre los fotógrafos, a los que a
veces considera depredadores o vampiros del espíritu de las cosas fotografiadas (como temía
Balzac), y otras como reporteros de la crudeza de la especie humana consigo misma, y de la
validez social del documento fotográfico. Posteriormente, Sontag asegura que la sociedad ya
está «vacunada» contra la fotografía social, y que una guerra o una muerte más en el papel no
afectará en lo más mínimo la conciencia. De hecho, parece que critica la pasividad del
fotógrafo ante la imagen tomada, como si fuera responsable de las vicisitudes o desgracias
capturadas en la máquina.
Las reflexiones de Sontag son, a veces, meditaciones sobre el plan fotográfico de fotógrafos
tan dispares como Diane Arbus y Ansel Adams, y reflejan de nuevo la dualidad de la fotografía.
Mis conocimientos de la historia del arte no son tan profundos para coincidir en su opinión de
que la fotografía liberó a la pintura del deber de la reproducción de la realidad, abriendo el
paso al impresionismo. Pero no puedo estar de acuerdo en su afirmación sobre el éxito de la
fotografía amateur. Según Sontag, los fotógrafos aficionados provienen principalmente de
países industrializados, donde el trabajo es una fuerte disciplina. Utilizan la fotografía como un
trabajo que realizar durante las vacaciones. Así, los japoneses, americanos y alemanes pueden
emplear su tiempo libre en hacer algo supuestamente útil. Sontag no cae en que un equipo
fotográfico es normalmente caro, y que estos países son precisamente los más ricos del
mundo. Tampoco aprecia Sontag una coincidencia entre esos aficionados y la localización de
las principales empresas de material fotográfico.

No creo que la obsesión del hombre común por la fotografía provenga de ninguna alineación o
molde previsto por sociedades industriales. Captar imágenes es captar recuerdos, detener el
tiempo, alejar la vejez. Podemos volver a nuestra niñez, rejuvenecer unas decenas de años
revisando unas cuantas viejas fotografías. Sontag se equivoca en la motivación principal del
aficionado, aunque acierte, en parte, en considerar absurda la obligación de fotografiarlo todo
que tienen algunos aficionados.

Sontag sí contrasta, y medita acertadamente, la forma de pensar de grandes fotógrafos, sobre


todo americanos, y nos muestra que cada uno de ellos tomaba imágenes de una forma
distinta, con intenciones a veces contrapuestas, entrando de nuevo en la dualidad que invade
todo el libro. También analiza las extrañas relaciones entre el surrealismo, el menos realista de
los movimientos artísticos, con la fotografía, el arte más realista, indicando cómo ambos, sin
apenas intentarlo, removieron la consideración de arte y de pieza artística. El último ensayo
contiene una disquisición sobre la disposición a la fotografía del pueblo chino que considero
totalmente parcial y trasnochada, aunque quizá me equivoque.

Éste último artículo data de 1977. Aunque menciona la presencia del vídeo como soporte
electrónico de imágenes, no conozco la opinión que tendría sobre el fenómeno de la fotografía
digital, que ha supuesto un abaratamiento considerable del material fotográfico y un acceso
rápido y sencillo a la imagen tomada: el ordenador. Pero en este mundo de la fotografía
digital, que ha arrinconado a la fotografía química tradicional a unos cuantos románticos y
artistas, siguen perdurando las cuestiones duales que Sontag pone de manifiesto en sus
artículos. Porque la fotografía no está apresada por la técnica, a pesar de ser el único arte que
necesita una máquina para su existencia. Eso sí, se añade una disyuntiva más: ¿digital o
analógico?
A pesar de la gran repercusión que tuvo en el momento de su publicación, se ha acusado el
libro de anticuado, a Sontag de no ser fotógrafa y por ello no conocer a fondo el problema, y a
los ensayos ejercicios literarios más que críticas artísticas. Apenas se citan estos ensayos en los
libros modernos de crítica fotográfica. Sin embargo, creo que el libro consiste en una poderosa
aproximación, parcial y desbalanceada pero tenaz, a la reflexión sobre el hecho fotográfico
como conjunto.

Sontag, también atrapada en su dualidad sexual, estuvo unida sentimentalmente a la famosa


fotógrafa Annie Lebovitz, relación apenas reconocida y sólo tardíamente proclamada. Su
obsesión por la fotografía, por todas las fotografías, pudo también hacerla cambiar de opinión
sobre la crueldad del fotógrafo. En su último libro publicado en vida, Regarding the Pain of
Others (2004), habla de la fotografía de guerra y parece refutar sus opiniones sobre la
incapacidad de emocionar de la crueldad fotografiada. Otro extraño juego de palabras;
considerando el dolor de otros, mirando el dolor de otros…

Dubois

Junto con los libros clásicos de Bourdieu, Freund, Barthes y Sontag, El acto fotográfico de
Dubois completa la biblioteca esencial de reflexión teórico-estética sobre la fotografía.
En este texto, complejo y al mismo tiempo aprehensible, Dubois nos introduce en la dimensión
revolucionaria de la fotografía que, según dice, reside en la naturaleza irreductible del acto de su
creación, el procedimiento puesto en acción que explicaría a cada imagen no como resultado de
una técnica sino como un dispositivo de comunicación que incluye en igual medida el momento
omnipresente de su creación y el de la recepción, también creativa. Estamos frente a una
imagen-acto, en el que el gesto de la producción y el acto de su "contemplación" son partes
constitutivas.
Así, la fotografía puede ser, y es, al mismo tiempo espejo del mundo real, transformación de esa
realidad de la que es parte y huella de un existente del que es referenica y habitualmente
testimonio inapelable, dando cuenta hasta qué punto ese medio mecánico, óptico-químico,
supuestamente objetivo, del que tantas veces se ha dicho en el plano filosófico que se efectuaba
en ausencia del hombre, de hecho implica ontológicamente la cuestión del sujeto, y más
especialmente el sujeto en proceso. Presentamos aquí la edición ampliada y definitiva de este
libro clásico con un nuevo prefacio del autor, especialmente preparado para esta ocasión.

Empezando con las teorías ontológicas de los años 80, seguiremos las líneas de pensamiento
que condujeron a las teorías de la fotografía. Iremos más allá de los cambios tecnológicos,
hacia un pensamiento más pragmático, vinculado con los usos de la imagen, y sobre todo
informado por las “teorías de mundos posibles” aplicadas al ámbito visual. La fotografía no
sólo representa la “imagen, testigo de lo que existió antes”, sino también una “imagen, ficción
de un mundo posible”, “sin referentes” y “plausible”. Estudiaremos las consecuencias de este
pensamiento sobre los temas del documento y del archivo, del almacén y de los flujos, de la
dinámica espacio-temporal, y de la “(no) fijación” de la imagen. Esta conferencia desarrolla las
ideas recopiladas en el nuevo prólogo de la edición argentina del libro El Acto Fotográfico (La
Marca Editora).

Tema
Su condición de socióloga por una parte y de fotógrafa por otra, le han servido como punto
de arranque para realizar un trabajo sobre el vínculo existente entre la fotografía y la
sociedad. Demuestra en su libro como el desarrollo de la imagen fotográfica está
íntimamente relacionado con la evolución social, y de que modo la fotografía ha cambiado
nuestra visión del arte y ha sido el punto de partida de los mass-media.
En la hª de la fotografía se ha pasado por diferentes etapas; primero como elemento de
pura representación hasta el reporterismo gráfico pasando por el uso masivo de las
cámaras fotográficas. Todos estos aspectos se abordan en “La fotografía como documento
social”, donde además se pone en evidencia de que modo la fotografía ha nivelado los
conocimientos, pero en que medida también desempeña un papel peligroso como
manipuladora para crear necesidades, vender mercancías y modelar pensamientos (pág.
187).
En todo caso, hay que recordar que la fotografía sólo es un instrumento y que son los que
están detrás los que las utilizan para manipular. Se trata, una vez más, de descargar el
peso negativo de la fotografía para situarlo en su verdadero sitio.

Gisèle Freund
Resumen
En opinión de esta autora, toda variación en la estructura social influye tanto sobre el tema
como sobre las modalidades de la expresión artística (pág. 7). La fotografía se encuentra
inmersa en la vida cotidiana, a fuerza de verla nadie lo advierte, en todas las capas
sociales y aquí reside su gran importancia política (pág. 8), ya que recibe idéntica
aceptación de todas las capas sociales.
Por lo tanto, la importancia de la fotografía no sólo reside en el hecho de que es una
creación sino sobre todo en el hecho de que es uno de los medios más eficaces de
moldear nuestras ideas y de influir en nuestro comportamiento (pág. 8). G. Freund pone en
evidencia la dependencia que existe entre las expresiones artísticas y la sociedad, y de
que modo las técnicas de la imagen fotográfica han transformado nuestra visión del
mundo.
Va más allá esta autora cuando señala como en su origen y su evolución, todas las formas
de arte revelan un proceso idéntico al desarrollo interno de las formas sociales (pág. 15).
Las mismas invenciones vienen determinadas por las necesidades de la sociedad y por las
experiencias y conocimientos anteriores.
Como ha sucedido a lo largo de la historia con muchos inventos, la fotografía sufrió en un
principio fuertes reticencias por parte de un público elitista que veía en esta nueva
invención un medio de vulgarizar la obra de arte. En un primer momento, el retrato tenía
ciertas cualidades artísticas hasta que el fotógrafo se tuvo que adaptar al gusto del público
masivo (la fotografía pasaba a ser una mercancía). Un ejemplo de esto es Disderi que creó
el retrato tarjeta de visita.
Como ya hemos dicho, desde el mismo momento de la invención de la fotografía se puso
en entredicho sus cualidades artísticas, haciendo hincapié en la condición de aparato
reproductor (pág. 67). En este sentido, la autora reconoce que casi todos los artistas le
negaron a la fotografía la dignidad de obra de arte. Diversas consideraciones estéticas al
igual que cierta aprensión por la competencia contribuyeron en mucho a ese juicio (pág.
79).
La fotografía a lo largo de su evolución se decantó como el medio adecuado para la
reproducción de la obra de arte (pág. 87). Muchas obras que hasta entonces permanecían
en los museos y en su amplia mayoría desconocidas para el público pudieron ser vistas
por primera vez por millares de personas. Otra industria directamente derivada de la
técnica de la reproducción fotográfica, es la tarjeta postal (pág. 90).
Otra cuestión de vital importancia es la incorporación de la imagen fotográfica a la prensa
diaria; lo que la sitúa como verdadera inauguradora de la era de los mass media, tanto en
su capacidad de llegar a todo el mundo como en lo que se refiere a las posibilidades de
manipular y dirigir al público. El nacimiento del fotoperiodismo se sitúa en Alemania.
Algunos ejemplos de cómo se manipulan las fotografías y de cómo dar un sentido
diametralmente opuesto al que pretendía el reportero se nos incluyen en este libro.
En una ocasión, y esta vez teniendo como protagonista a la propia autora del libro, unas
fotografías sobre la Bolsa de París que después de haber sido enviadas a varios medios
aparecieron en dos periódicos con títulos opuestos; en uno: “Alza en la bolsa de París” y
en otro: “Pánico en la bolsa de París”. Así la autora reconoce que era evidente que cada
publicación había dado a mis fotos un sentido diametralmente opuesto, correspondiente a
sus intenciones políticas. la objetividad de la imagen no es más que ilusión. Los textos que
la comentan pueden alterar el significado de cabo a rabo (pág. 142).
Según G. Freund, otro método de alterar el significado de las fotos es la manera de
yuxtaponerlas (cita el escándalo Simpson: en aquella ocasión, la prensa publicó junto a la
reina Mary fotografías de la miseria popular). Por consiguiente, para G. Freund, el uso de
la imagen fotográfica llega a ser un problema ético desde el momento en que puede servir
deliberadamente para falsificar los hechos (pág. 147). En otras ocasiones, los fotógrafos
se autocensuran y no muestran lo que no interesa a su periódico, gobierno, etc. Un caso
excepcional en el que los fotógrafos rompieron ese autocontrol fue la guerra de Vietnam.
Otro caso de manipulación fotográfica que, además, acarreó problemas judiciales: es el de
una fotografía de una pareja (chica joven / hombre maduro) en la barra de un bar. El
fotógrafo entrega la foto, entre otras, a su agencia. Primero se publicó en una revista
ilustrando un reportaje de tascas. Después se utilizó en otro medio para hablar de la
acción malsana de las bebidas alcohólicas. El hombre se enfada porque cree que le van a
tomar por un borracho. La situación empeora cuando una revista de escándalos reproduce
sin permiso la fotografía para acompañar un trabajo sobre prostitución. Esta vez el hombre
va a los tribunales.
Veamos ahora un ejemplo del gran impacto visual que tienen algunas fotografías y de
como se puede suscitar el escándalo por ello. Tenemos el caso del cantante de pop Michel
Polnareff que utilizó un cartel especial para anunciar su espectáculo: apareció en la
fotografía con una gran pamela y el “culo al aire”. Fue llevado a los tribunales y se le
condenó a pagar una multa.
Por otra parte, distingue esta autora dos grandes corrientes dentro de la fotografía
contemporánea, teniendo en cuenta los intereses de los fotógrafos:

 Los fotógrafos comprometidos por problemas humanos y sociales.


 La fotografía como medio de realizar sus aspiraciones artísticas personales.

Podemos decir, además, que el primer teórico de la fotografía fue Lazlo Moholy-Nagy (su
idea de la nueva visión); pero a partir de él han sido muchos los que han reflexionado
sobre el fenómeno de la imagen fotográfica. Así para la propia autora del libro, la fotografía
se dirige a la emotividad porque es capaz de suscitar emociones. En su inmediatez reside
su fuerza y también su peligro (pág. 185).
Al dirigirse a la sensibilidad, la fotografía está dotada de una fuerza de persuasión,
conscientemente explotada por los que la utilizan como medio de manipulación (pág. 186).
La credibilidad es su máximo poder. Pero, a pesar de que el número de imágenes cada
vez sea mayor, sólo unas pocas superan la simple representación, señala G. Freund (pág.
186).

Comentarios
El libro resulta muy interesante y didáctico para todos aquellos que quieran adentrarse en
los usos documentales y sociales de la fotografía. La narración está llena de ejemplos que
permiten seguir perfectamente la línea argumental de la autora.

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