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La historia de Job y su ejemplo de fe

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La historia de Job nos da una gran lección: la esperanza del cristiano no está basada en el
arenoso fundamento de los sentimientos. Los que obran por principio contemplarán la
gloria de Dios más allá de las sombras, y confiarán en la segura palabra de su promesa. No
se les disuadirá de honrar a Dios, no importa cuán tenebroso parezca el camino.

La adversidad y las pruebas solamente les proporcionarán la oportunidad de mostrar la


sinceridad de su fe y amor. Cuando el alma esté deprimida, eso no será evidencia de que
Dios ha cambiado. “Es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” —Hebreos 13: 8. Si las nubes
inundan nuestra alma, no debemos creer que estamos olvidados. Nuestra fe debe abrirse
camino a través de la oscuridad.

JOB SE MANTUVO PERFECTO

“Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso
de Dios y apartado del mal”—Job 1: 1.

La abnegación, el sacrificio, el principio del reino de Dios, es odiada por Satanás, que niega
hasta su misma existencia. Desde el comienzo del gran conflicto él se ha esforzado por
demostrar que los principios de acción de Dios son egoístas, y trata del mismo modo a
todos los que sirven a Dios.

Casi al principio de la historia de este mundo se registra la vida de uno que fue objeto de
esta controversia de Satanás. De Job, el patriarca de Uz, el testimonio del Escudriñador de
corazones era: “No hay ninguno como él en la tierra, varón perfecto y honrado, temeroso
de Dios y apartado del mal”.

Satanás pronunció una despectiva acusación contra este hombre. “¿Por ventura Job teme a
Dios de balde? ¿No le has cercado en derredor, así a él como a su casa y a todo lo que tiene?”
. . . El Señor dijo a Satanás: “He aquí que todo lo que tiene lo doy en tu mano”. “He aquí que
él está en tu mano; mas guarda su vida”. Habiendo obtenido el permiso, Satanás quitó a
Job todo lo que poseía: ganados, rebaños, siervos, siervas, hijos e hijas, e “hirió a Job de una
úlcera maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza”.

CONFIANZA EN TIEMPO DE PRUEBA

“He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; por tanto, no menosprecies la
corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; él hiere, y
sus manos curan”—Job 5: 17, 18.

Nuestro Padre celestial no aflige o lastima voluntariamente a los hijos de los hombres. Tiene
su propósito en el torbellino y en la tormenta, en el incendio y en la inundación. El Señor
permite que vengan calamidades sobre su pueblo para salvarlo de mayores peligros. Desea
que cada uno examine su corazón estrecha y cuidadosamente, y entonces se acerque a
Dios para que Dios pueda acercarse a él.

Nuestra vida está en las manos de Dios. Él ve peligros que nos amenazan que nosotros no
podemos ver. Es el dador de todas nuestras bendiciones; el proveedor de todas nuestras
misericordias; el ordenador de todas nuestras experiencias. Puede permitir que vengan
sobre su pueblo lo que llena su corazón con tristeza, porque ve que éste necesita enderezar
la senda para sus pies, no sea que el cojo se salga del camino. Conoce nuestra condición y
recuerda que somos polvo. Aun los mismos cabellos de nuestra cabeza están contados.

Él obra a través de las causas naturales para enseñar a su pueblo a recordar que no lo ha
olvidado, sino que desea que abandone el camino que si le fuera permitido seguir de un
modo desenfrenado y sin reproche, los conduciría a gran peligro. Las pruebas nos llegan a
todos para inducirnos a investigar nuestros corazones, para ver si están purificados de todo
lo que contamina. El Señor está constantemente trabajando para nuestro bien presente y
eterno. Ocurren cosas que nos parecen inexplicables, pero si confiamos en el Señor y
esperamos pacientemente en Él, humillando nuestros corazones delante de Él, no permitirá
que el enemigo triunfe.
EL EJEMPLO DE JOB

Que nuestra fe sea como la de la historia de Job, para que podamos decir: “Aunque él me
matare, en él esperaré” —Job 13: 15. Aferrémonos a las promesas de nuestro Padre celestial
y recordemos cómo nos ha tratado antes porque “a los que aman a Dios, todas las cosas
les ayudan a bien”.

Las circunstancias más difíciles de la vida cristiana deberían ser las que proporcionen
mayores bendiciones. Las providencias especiales recibidas en las horas lóbregas deben
animar al alma en los futuros ataques de Satanás, y deben aparejar al siervo de Dios para
que permanezca firme en las fieras pruebas. La prueba de nuestra fe es más preciosa que
el oro. Debemos tener esa confianza en Dios que no es perturbada por las tentaciones y
los argumentos del engañador. Confiemos en la palabra del Señor.

La fe familiariza al alma con la existencia y la presencia de Dios.

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