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EDUCAR PARA SER FELICES. ¿Cómo puedo hacer para que mi hijo sea féliz?

El ser humano persigue la felicidad y huye del sufrimiento. Pero algunas personas
malinterpretan esta máxima filosófica. Creen que el camino más corto para ser feliz es evitar el
más mínimo sufrimiento y estar todo el día rodeados de gente que hace lo que nosotros
queremos, que nos tratan con amabilidad y nos dicen y hacen todo lo que pensamos que nos
merecemos.

Esta forma de pensar nos lleva a razonamietos del tipo:

A: Mi hijo se lo merece todo.

B. Dispongo de los medios suficientes para hacer que mi hijo no sufra.

C: Luego, ¿Por qué voy a privar a mi hijo de lo que desea?

Cuando el niño es pequeño, es posible que podamos evitar el sufrimiento del niño. Ya que sus
relaciones se limitan a la que tiene con nosotros, los padres. Sin embargo a medida que crece,
el niño se va enfrentando a relaciones más complejas, compañeros de clases, profesores,
vecinos, amigos, novios, etc. Donde el niño no será aceptado de forma incondicional como lo
ha sido hasta ahora en casa, donde al niño se le quiere por encima de todo pese a sus
defectos y trastadas.

En las relaciones diarias todo es más complicado. La gente no conoce profundamente a


nuestros hijos como lo conocemos nosotros, y su conducta y personalidad va a ser juzgado por
un solo gesto, por lo que a veces pueden ser juzgados erróneamente, o bien puede ser que
cosas que a nosotros no nos parecen mal, a ciertas personas no les parece bien. Por lo que ese
afecto incondicional que el niño sentía hasta ahora ya no va a sentirlo y pensará que los demás
no lo quieren.

Desde un punto de vista psicológico es una equivocación educar concediendo todos los
caprichos y obviando cualquier incomodidad. El niño mimado se torna más exigente, soporta
menos el infortunio y se derrumba ante cualquier acontecimiento. Desafortunadamente la
pauta de otorgarle todo lo que le apetece y sobreprotegerlo ante las dificultades cotidianas es
muy tentadora sobre todo en niños en los que se sabe que han sufrido más de la cuenta cosas
por la que no debería haber pasado ningún niño jamás.

Los niños consentidos, a los que se obsequia inmerecidamente y se les evita la más minima
contrariedad, no suelen ser los más felices. Y probablemente de adultos lleven peor los reveses
y sufran más. Si la educación es preparación para la vida, resulta erróneo inundar de regalos
superfluos y no fijar normas de conducta, porque los asuntos no siempre se resuelven como se
ha planeado y los tropiezos y penurias son connaturales a la especie humana.

Los padres que crían a sus hijos entre algodones y los protegen con urnas de cristal les hacen
un flaco favor.

“La adinerada madre de un artista, en su lecho de muerte, prohibió reñir a su hijo y ordenó
complacer todos sus deseo. A pesar de que los tutores cumplieron lo dispuesto en el testamento,
el muchacho no fue feliz en su juventud y terminó suicidándose. “
Los estilos educativos influyen en el desarrollo de la personalidad del joven. Las investigaciones
revelan que tanto los niños de familias caracterizadas por la rigidez como los de hogares más
permisivos son mucho más pasivos, dependientes, retraídos, conformistas y sumisos, que los
higos que combinan interés y atención el establecimiento de pautas de conducta consistentes
y claras.

El niño educado con laxitud soporta poco la desdicha, el educado con rigidez disfruta poco del
placer. Ninguno de estos estilos educativos contribuye a educar a niños felices.

- Estilo educativo permisivo: Se caracteriza por un control deficitario del niño, por tener
normas de conducta escasas, una actitud disciplinaria de blandura y una tendencia
emocional de los padres tendentes a la ansiedad. Eso junto a un afecto excesivo por sus
hijos, junto a una comunicación excesiva hace que los niños toleren poco la desdicha.
- Estilo educativo autoritario: se caracteriza por un control excesivo, normas de
conducta numerosa y rígida, una actitud disciplinaria de intransigencia y una
tendencia emocional de los padres de ira. Que junto a un afecto deficitario y una
comunicación deficitaria pueden hacer que el niño no sienta placer por anda.
Para criar a un niño feliz, hay que impedir que lo pase mal sufriendo innecesariamente y
conseguir que lo pase bien disfrutando con juegos, películas divertidas o haciendo cosas que a
él le gusten Pero.. También hay que enseñarle a afrontar problemas, aguantar pequeñas
incomodidades, guardar el turno, respetar a los demás, tener paciencia. Educar para ser
felices no quiere decir mimar sino fomentar la autonomía infantil para que sepa resolver cada
vez con menos ayuda las nuevas situaciones que se le plantean hasta alcanzar el
funcionamiento independiente propio del adulto.

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