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El hogar tiene que ser un lugar seguro para poder expresarse libremente sin
temor a las represalias. Esto incluye tanto las expresiones positivas (juegos, gritos,
risas, etc.), como las negativas (pataletas, malos humores, llanto, etc.). Respuestas
como: 'En mi casa te comportarás como yo mande' son indicaciones de que realmente
aquella no es su casa y es un lugar inseguro porque está condicionado a que se
comporte 'bien'.
Si sus padres no le hacen caso, el bebé nunca sabrá si sus sensaciones son
reales. Se convertirá en un ser pasivo e indeciso que esperará a que le den lo que
necesita en lugar de ir a buscarlo él.
3. Cariño y apoyo
Los niños necesitan cariño y apoyo incondicional. Debemos apoyar las decisiones
positivas de nuestro hijo y comentar y discutir las negativas (las que no gustan a los
padres). Así, el pequeño puede aprender a negociar o a convencer a los demás, y a
reconocer sus errores. El 'No, porque lo digo yo', no es una forma constructiva de
educar.
Otra consecuencia puede ser que el niño no aprenda a resolver conflictos. Si los
padres siempre dicen que sí a todo, no sabrá negociar y se encontrará en desventaja
cuando sea mayor.
Por un lado hay que tener cuidado de no ser rígido; por otro no debemos
pasarnos de permisivos. Hay que imponer un orden, sin ser autoritarios.
Debemos tener buena relación con ellos, pero no llegar a ser un amigo más. Hay
que respetarles, sin tener miedo a echarles una bronca si hace falta.
Parece una tarea imposible de realizar, pero la educación, más que una serie
de acciones, consiste en estar con los niños día a día. Si nosotros estamos
tranquilos y contentos, ellos también lo estarán.
No conviene dramatizar. Si nos equivocamos hoy, lo compensamos mañana.
Si estamos de mal humor y los tratamos injustamente, con pedir perdón y
explicarlo queda todo arreglado.
El secreto está en tener un contacto profundo y verdadero con los
hijos. No basta con estar simplemente en la misma habitación. Hay que
escucharles, mirarles sin prejuicios y aceptarles tal y como son. Cuando existe
este contacto profundo, los padres no tienen problemas para discernir qué hacer
en cada situación, pues sienten las necesidades de sus hijos como si fuesen las
suyas propias