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La timidez es un rasgo de la personalidad que está presente en el 15% de los niños menores
de seis años.
En la adolescencia, la timidez es aún más latente. La timidez infantil puede aparecer a partir
del primer año del bebé, justo cuando inician sus miedos a la separación de sus padres. En
estos casos, es una reacción habitual, una respuesta lógica del pequeño ante lo
desconocido. Alrededor de los tres años, se debe enfrentar a un nuevo contexto social:
el inicio del periodo escolar. Esta etapa puede acentuar esta conducta retraída hacia las
situaciones nuevas.
Los padres deben estar alerta ante estas señales, con el fin de intentar evitar que estos
primeros signos de timidez puedan acrecentarse y derivar más adelante en una dificultad
para establecer relaciones sociales.
Sin embargo, gracias a la intervención positiva de sus padres y su entorno, más de la mitad
de estos pequeños superan esta cualidad genética y no son tímidos cuando crecen. El
factor genético, por tanto, no es determinante. De hecho, Kagan y su equipo también
concluyen que el 20% de los niños que no muestran signos de timidez en la infancia pueden
después desarrollar este rasgo de su personalidad, a raíz de experiencias sociales negativas
o de unas condiciones familiares inadecuadas.
Apego inseguro: el vínculo afectivo que crea el niño con sus padres es fundamental para su
desarrollo psicológico. Cuando esos lazos no se establecen adecuadamente, ya sea porque
los padres no tienen tiempo o porque se produce un distanciamiento emocional, se genera
un apego inseguro, que generalmente causa un retraimiento social y, como resultado, un
patrón de comportamiento tímido. Si el niño crece sabiendo que tendrá el cariño y el apoyo
incondicional de al menos uno de sus padres, se sentirá seguro y se convertirá en una
persona independiente. Al contrario, si percibe que no puede contar con sus padres, ese
sentimiento de inseguridad se generalizará al resto de las relaciones y a la imagen que tiene
de sí mismo, por lo que es muy probable que desarrolle una timidez patológica.
"La falta de interacciones del menor tímido puede derivar en posteriores déficits afectivos
y emocionales". Al no integrarse igual que el resto de sus compañeros en el grupo, el
pequeño puede llegar a aislarse, lo que provocará el rechazo por parte de los demás.
Los niños que ya en la edad preescolar muestran signos evidentes de timidez tienen mayor
riesgo de fracasar en el ámbito académico. "Los niños tímidos tienden a pasar inadvertidos
en la guardería y no se involucran en las actividades de la clase". Asimismo, el
comportamiento no problemático de estos pequeños provoca "que reciban poca atención
por parte del profesorado".
Si tu hijo es tímido:
No le fuerces a enfrentar situaciones sociales nuevas, es mejor que antes se sienta
cómodo con las situaciones que ya puede manejar. Es conveniente que le plantees
nuevos retos, pero sin agobiarle porque cada niño tiene su propio ritmo de aprendizaje
y debemos respetarlo.
No le ridiculices ni le hagas sentir diferente al resto de los niños, al contrario, explícale
que la timidez es algo que le ocurre a muchas personas.
Apóyale de manera incondicional, muestra comprensión y confía en sus capacidades. El
niño debe saber que sus padres le aman y aprecian por quién es, no a pesar de quién
es.
No le des una importancia excesiva al problema ya que ello podría representar una
fuente de tensión adicional para el niño.
No permitas verbalizaciones negativas sobre sí mismo, como “no sirvo para nada” o
“nunca podré hablar en clase”, en su lugar, explícale que se trata de ideas exageradas y
que un problema en un área no significa que tenga menos valor en otras. Resalta
siempre sus características positivas.
Ayúdale a enfrentar las situaciones nuevas que representan un desafío, pero sin caer en
la sobreprotección. El objetivo no es hacer las cosas en su lugar, sino disminuir el nivel
de ansiedad para lograr que el niño se sienta cómodo y pueda superar la timidez.
Elógiale cada vez que logre sobrepasar alguna de sus barreras y afronte con éxito una
situación social, por pequeña que sea. De esta forma no solo le estarás motivando sino
que le estarás indicando que va en la dirección adecuada y que es posible vencer la
timidez.
Potenciar la interacción del niño con sus coetáneos y con otras personas
Disminuir el nivel de retraimiento e inactividad
Fortalecer su autoestima
Desarrollar su inteligencia emocional
Reducir la ansiedad vinculada con las interacciones grupales y/o las situaciones sociales
Corregir los estilos de pensamiento inadecuados que llevan al niño a desvalorizarse
Aumentar sus habilidades sociales