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HOMILETICA

PRESENTADO POR: Brayan Santiago Díaz Rivadeneira


FECHA: 08 de marzo de 2022
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CAPITULO VI - EL PREDICADOR
INTRODUCCIÓN
La persona del predicador, no ha de pasar desapercibida dentro de la predicación, pues es él el sujeto principal que la
lleva a cabo. No podemos negar que, en él influyen diversos aspectos y que la predicación como tal posee diversas
características e incluso limitaciones, exigiéndole una serie de capacidades, formación y competencias que le ayuden a
ejercer su misión evangelizadora; El predicador ha de colocarse en los zapatos del otro para conocer su realidad
aceptarla y sentirla y también ha de vivir desde su experiencia personal un lenguaje de reciprocidad entre su propio
testimonio de vida y la Palabra que predica.
I. ¿QUIEN PUEDE PREDICAR LA PALABRA?
La predicación es el oficio principal del Obispo, pero también los presbíteros son colaboradores de ellos, también los
diáconos, en comunión con el obispo y su presbiterio. La palabra de Dios se anuncia, tanto en la homilía como en la
formación catequética. La primera se halla reservada al sacerdote o al diácono y esto es porque el ministerio de la
predicación está unido al ministerio sacerdotal.
II. LA PERSONA DEL PREDICADOR
El predicador es servidor de la Palabra, realizando el gran encuentro, tanto de él mismo con los oyentes, como entre
Dios y los oyentes a través de él. Por ello el predicador tiene que descubrir la acción de Dios en la situación actual y
tiene que sentirse afectado personalmente.
III. CARACTERISTICAS DEL PREDICADOR
Se plantea una serie de exigencias en la personalidad y formación del predicador entre las cuales destacamos:
1. El Predicador del mensaje cristiano es un enviado: Todo predicador cristiano, está de alguna manera insertado en
la gran misión que parte del Padre y que desde Jesús pasó a los Doce; Lo que determina el ser del predicador es
especialmente el encargo dado por Jesucristo como una gran responsabilidad: La misión de anunciar la Buena Nueva.
2. El Predicador del mensaje cristiano es un testigo: Toda predicación solo es y puede ser Palabra de Dios, cuando
el predicador es fiel al mensaje que se le ha encomendado. Y es que no puede haber contradicción entre la Palabra y la
vida, tiene que haber testimonio y lealtad absoluta, para ser portavoz de lo divino.
3. El Predicador del mensaje cristiano es un traductor: El predicador ha de traducir todo, partiendo de un contexto
histórico hasta llegar a su propio tiempo. Esa traducción es una tarea seria y muy compleja, debido a los problemas de
lenguaje que en ello se puede encontrar, ya que todo tiene que ser con exactitud y fidelidad al contenido original.
4. El Predicador de mensaje cristiano es un comentador La traducción es siempre una nueva interpretación, de
modo que el predicador no es un mero mensajero de una noticia, sino que a su vez es intérprete y comentador,
convirtiéndose en un humilde servidor de la Palabra revelada.
IV. CONDICIONES ESENCIALES DEL PREDICADOR
El ser predicador se compone de dos elementos:
1. El elemento objetivo se basa en la misión: La predicación está fundada primariamente en la misión y vocación por
parte de la misma Iglesia y se basa secundariamente en el carisma del predicador.
2. El elemento subjetivo: La competencia del predicador: El predicador es un mediador y su labor posee muchos y
diversos significados y tareas. En esto encontramos como elemento fundamental las competencias, es decir, aquellas
capacidades que se pueden desear de un predicador entre las cuales resaltamos: a) la competencia jurídica: El
trasfondo de este concepto está en la organización social, es decir, los roles e incumbencias que le corresponden,
especialmente en el ámbito jurídico, cómo juez competente debido a su encargo pastoral. b) la competencia
profesional: el especialista es competente, por eso se oye su punto de vista y se pide sus aportes, se trata pues de una
competencia profesional. c) la competencia comunicativa: Se trata de la capacidad de hacer surgir, sobre todo
situaciones fecundas de comunicación en un alto grado de competencia personal y social. La capacidad de relación es
el fundamento de toda comunicación. El predicador ha de tener la capacidad de aceptar al otro como es y proceder con
la tradición propia en su modo.
V. DIMENSIONES DE LA FORMACION HOMILETICA
La exhortación pastores dabo vobis señala como objetivo de la formación permanente cuatro aspectos de la formación
sacerdotal integradas en una unidad interior: 1. La dimensión intelectual: El fundamento de la elocuencia es la
sabiduría. El estudio proporciona al predicador los conocimientos necesarios y le familiariza con la investigación
teológica para su actividad pastoral; 2. La dimensión pastoral: Son importantes los elementos: El objetivo (el encargo
de Jesús) y la situación en la que se vive. Por lo cual es fundamental discernir e interpretar los signos de los tiempos; 3.
La dimensión humana: En este aspecto se puede hablar de una competencia personal comunicativa y también de
encuentro. Se busca obtener comunicación viva con el pueblo, a través de una estima personal mutua y sensibilizada a
los procesos de comunicación al servicio del Evangelio; 4. La dimensión espiritual: La predicación no solo tiene un
tema, sino que hay que entenderla como una acción de la Iglesia. En este aspecto, es fundamental la espiritualidad, la
que nos hace comprender cómo actúa Dios en la historia y con nosotros.
VI. ACTITUDES QUE FAVORECEN LA COMUNICACIÓN
Cuándo se refiere la competencia homilética, es siempre una competencia comunicativa y ha de tener tres actitudes
básicas: 1. Aceptación incondicional del otro: Es cuando el predicador acepta los oyentes con respeto y se dirige a
ellos con cordialidad desinteresada, creando un buen clima de comunicación; 2. Compresión empática: Se la suele
describir como: "meterse en los zapatos del otro". Ello conlleva a que un predicador tiene que conocer los signos de los
tiempos y a sus oyentes; 3. Autenticidad: Se trata de aparecer tal cual somos. La personalidad del predicador es una
garantía de lo que se dice y se exige. La Palabra necesita buenos conductores.
VII. LAS EDADES DEL PREDICADOR
Dentro de la psicología evolutiva encontramos diversas fases de la vida del hombre, entre las que se destacan:
1. El Predicador joven: Muchas veces, se corre el peligro de una falta de material y una palabrería vacía, aunque si
bien el joven debe tener la autenticidad de mostrarse como joven. Otro peligro que puede correr es también la escasa
madurez. Sin embargo, encontramos ventajas de la juventud, específicamente el fuego, la intensidad, la energía y la
entrega.
2. El Predicador maduro: Es la edad más adecuada de todas. La madurez preserva de la exaltación juvenil y de la
resignación de la vejez; las ventajas de esta edad son: la madurez creciente y la fuerza tranquila recogida. Sin embargo,
también se puede caer en la tentación de seguir manteniendo esa etapa juvenil o pasar al otro extremo, incluso llegar al
peligro de la rutina, con un acostumbrarse a predicar y ello unido también a un posible estancamiento.
3. El Predicador mayor: Con la vejez, comienza el peligro del cansancio al recordar los mejores años y predicando
desde el pasado. Este peligro se debe evitar a través de una suficiente madurez, unida a la bondad y la sabiduría.
Cada fase de la vida tiene su importancia especial infringe influye en la persona de diversa manera.
VIII. LA PREDICACIÓN DE LOS LAICOS
Las personas responsables de la predicación (homilía), son los titulares de la misión sacerdotal, pero también en ciertas
circunstancias (de necesidad) se encuentran los fieles laicos, quiénes pueden ser testigos del anuncio del Evangelio con
sus palabras y cooperar con los ministros. Ellos han de recibir una formación adecuada y su predicación se puede dar a
través de una breve monición de un eventual testimonio o de jornadas especiales.
CONCLUSION
A lo largo de cada uno de estos capítulos, hemos logrado descubrir aspectos que influyen de una u otra manera en la
persona que comparte la Palabra y la misma predicación. Entre los cuales hay aspectos positivos y otros quizá un poco
negativos, que se empiezan a enfatizar y vislumbrar especialmente en este capítulo VI; Me llamó mucho la atención,
los aspectos de las edades del predicador, porque es muy acertado ya que, así como varían las edades, también el
mensaje de alguna u otra manera cambia, algunas veces de forma muy extrovertida, otras de forma más pasiva. Lo cual
pide continuar y mantener la madurez y la visión esperanzadora de la Buena Noticia, viviendo lo que se predica.

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