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Marcar el paso del tiempo en un mundo de relojes que hacen tictac y péndulos
oscilantes es un simple caso de contar los segundos entre “entonces” y “ahora”.
Los átomos de Rydberg son los globos sobre inflados del reino de las partículas.
Inflados con láseres en lugar de aire, estos átomos contienen electrones en
estados de energía extremadamente altos, orbitando lejos del núcleo.
Por supuesto, no todas las bombas de un láser necesitan inflar un átomo hasta
proporciones caricaturescas. De hecho, los láseres se utilizan habitualmente para
hacer cosquillas a los electrones en estados de mayor energía para una variedad
de usos, indica Science Alert.
Un segundo láser
Sin embargo, al ser animales cuánticos, sus movimientos no son como cuentas
que se deslizan sobre un diminuto ábaco, sino como una velada en la mesa de la
ruleta, donde cada rodar y saltar de la bola se comprime en un solo juego de azar,
dice Science Alert.
Al igual que las ondas reales en un estanque, tener más de un paquete de ondas
Rydberg ondeando en un espacio crea interferencia, lo que da como resultado
patrones únicos de ondas.
Fueron estas mismas “huellas dactilares” de tiempo las que los físicos detrás de
este último conjunto de experimentos se propusieron probar, demostrando que
eran lo suficientemente consistentes y confiables para servir como una forma de
marca de tiempo cuántica.
“Si estás usando un contador, tienes que definir cero. Empiezas a contar en algún
momento”, explicó a New Scientist la física Marta Berholts de la Universidad de
Uppsala en Suecia, quien dirigió el equipo, indica Science Alert.
Un antíquisimo reloj solar.
“El beneficio de esto es que no tienes que poner en marcha el reloj, solo miras la
estructura de interferencia y dices “está bien, han pasado 4 nanosegundos’”.
La nueva forma permite medir eventos tan fugaces como de solo 1,7
billonésimas de segundo.