Está en la página 1de 6

Certeza o aproximación: ¿a qué nos referimos cuando hablamos de ‘la

verdad’?

Hay muchos científicos que consideran obvio que la ciencia nos proporciona
verdades sobre el mundo y se molestan solo con la sugerencia de que podría
no ser así

Galileo Galilei

Por

Antonio Diéguez

13/09/2022 – 05:00

Los términos ‘verdad’ y ‘verdadero’ son problemáticos, porque pueden referirse


a muchas cosas distintas y porque son interpretados también de diversas
maneras. Se habla de la verdad de los hechos, de la verdad de una persona
(en el sentido de su autenticidad o de su honestidad), de la verdad de una
historia, de una novela, de una obra de arte, de unas opiniones, e incluso los
filósofos hablan a veces de la verdad de las cosas o de la “verdad del ser”.

Aquí interpretaremos el término ‘verdad’ como un predicado se refiere a


enunciados o proposiciones, como cuando decimos: el enunciado “la nieve es
blanca” es verdadero. Por lo tanto, en la ciencia, la verdad o falsedad será de
forma primaria un atributo de los enunciados científicos (por ejemplo, cuando
afirmamos que “a toda acción corresponde una reacción de igual magnitud y
sentido contrario” es un enunciado verdadero), aunque de forma derivada
puede aplicarse también a las teorías en su globalidad o a los modelos, y así
podemos decir que consideramos a la teoría de la relatividad como
aproximadamente verdadera o que el modelo Lotka-Volterra del
comportamiento de depredadores y presas, siendo estrictamente falso, puede ir
aproximándose a la verdad si se van eliminando algunas idealizaciones para
acercarlo a los sistemas reales.

El utilizar aquí el adverbio “aproximadamente” es importante, porque nadie


pretende que tengamos una verdad definitiva o absoluta sobre nada, ni siquiera
en la ciencia. Lo normal es atribuir a nuestros enunciados un cierto grado de
aproximación a la verdad o un cierto grado de verosimilitud (un término técnico
reivindicado por Karl Popper y sobre el que ha corrido mucha tinta).

Diversas definiciones de verdad han sido propuestas a lo largo de la historia y


gozan de cierta popularidad

Si dejamos de lado a los que consideran que la verdad no existe (postverdad),


o que es indefinible, o que es redundante, puesto que no hace más que
enfatizar el enunciado del cual se predica, sin añadirle nada a su contenido,
encontramos diversas definiciones de verdad que han sido propuestas a lo
largo de la historia y que gozan de cierta popularidad. Un relativista diría que lo
verdadero es lo que un determinado individuo, normalmente uno mismo, o una
determinada comunidad considera aceptable. Un coherentista diría que
verdadero es aquel enunciado que encaja bien, que es coherente, con el resto
de enunciados que aceptamos. Un pragmatista diría que lo verdadero es
aquello que alcanzamos cuando logramos un estado ideal de conocimiento,
como, por ejemplo, cuando alcancemos el final de la ciencia (si es que se
llegara a él alguna vez), o cuando establezcamos una comunidad ideal de
diálogo, capaz de manejar toda la información de forma no sesgada, o cuando
estemos en situación de justificar con plenas garantías epistémicas todo lo que
sostengamos.

Pero la definición que sigue siendo más popular es la definición clásica, que es
la que aceptan los filósofos llamados ‘realistas’. Según esta definición, la
verdad consiste en la correspondencia de nuestros enunciados con la realidad.
Esta definición no solo recoge el sentido que solemos darle a la verdad en la
vida diaria, sino que es la que ha centrado el debate en filosofía de la ciencia,
ya sea para asumir que cumple una función importante a la hora de entender el
progreso científico o para rechazar tal cosa.

Pretensiones modestas

Hay personas, incluyendo muchos científicos, que consideran obvio que la


ciencia nos proporciona verdades sobre el mundo y se molestan solo con la
sugerencia de que podría no ser así, como si eso fuera denigrante para la
ciencia. Al fin y al cabo, la ciencia ofrece conocimiento y el conocimiento es una
creencia verdadera con justificación. Sin embargo, no es infrecuente escuchar
a científicos que dicen que a ellos eso de la verdad les parece muy abstruso y
que sus pretensiones son mucho más modestas. Les basta con encontrar
alguna respuesta aceptable para los problemas que se les plantean. Les basta
también con elaborar hipótesis o modelos que permitan encajar los hechos
conocidos e, incluso, si todo va bien, predecir algunos nuevos, pero sin que eso
les lleve a comprometerse con la verdad de esas hipótesis más allá de esos
hechos. Hay quien confunde lo que es una teoría científica con el sentido que
damos a la palabra ‘teoría’ en contextos cotidianos

Para complicar más el asunto, hay personas que confunden lo que es una
teoría científica con el sentido que damos a la palabra ‘teoría’ en muchos
contextos cotidianos y que la hace casi sinónima de suposición que se elabora
sin demasiado fundamento o incluso sin evidencia alguna, y, que, por lo tanto,
es probablemente falsa (e.g. “tengo la teoría de que Trump es extraterrestre”).
En la ciencia, sin embargo, su significado es el contrario. Designa un conjunto
de enunciados (o de modelos), algunas veces En forma de leyes, que cuentan
con un sólido respaldo en la evidencia empírica, aunque, como todo en la
ciencia, puede ser revisable en función de nuevas evidencias que se vayan
encontrando. Este es el caso, por cierto, de la teoría de la evolución tanto como
lo es de la teoría cuántica.

La cuestión entonces es: ¿busca la ciencia la verdad? Pues depende. No es


una pregunta fácil. Unas veces sí la busca y otras veces no, pero lo interesante
es averiguar cuándo y por qué lo hace o no lo hace. Creo que es difícil negar
que la verdad juega un papel importante en al menos dos de los objetivos que
suelen señalarse a la ciencia: la predicción y la explicación de los fenómenos.
Si una predicción no es verdadera, no la consideramos como aceptable
científicamente (de hecho, la podemos utilizar en contra de la teoría de partida)
y si consideramos que una explicación no es verdadera, no nos la creemos y
solo podemos asumirla como un esbozo de explicación o como una explicación
tentativa, pero no como una explicación genuina. En cierto sentido podemos
decir que el modelo ptolemaico explicaba el movimiento de retrogradación de
los planetas, pero hoy sabemos que esa explicación mediante epiciclos era
falsa. Por eso sería más apropiado decir que el modelo ptolemaico trató de
explicar el movimiento de retrogradación, pero no consiguió una explicación
genuina.

Tecnología

Más complejas son las cosas si tomamos en cuenta otros fines de la ciencia,
como la comprensión del funcionamiento del mundo o su control tecnológico y
práctico. Podemos obtener una buena comprensión de los fenómenos
mediante modelos que, debido a su grado de abstracción o idealización, son
falsos hablando en sentido estricto (como la ley Boyle-Mariotte sobre los gases,
por ejemplo, o la ley del péndulo de Galileo). Asimismo, podemos obtener un
alto grado de control sobre los fenómenos (aunque habría que ver cuánto) con
hipótesis, modelos o teorías que no consideramos ahora o en su momento
como verdaderos. Podría responderse que estos modelos idealizados no son
estrictamente falsos, sino aproximadamente verdaderos. Por ejemplo, buena
parte de la ingeniería actual se basa en leyes y modelos de la mecánica
newtoniana que podríamos considerar como aproximadamente verdaderos en
ciertas condiciones.
Y lo mismo valdría para la ley del péndulo de Galileo o de la ley de los gases
ideales. Son verdaderas acerca de sistemas ideales que no existen en la
realidad, pero son lo suficientemente parecidos a los sistemas reales que nos
encontramos habitualmente. Sin embargo, no siempre es así. Hay modelos que
solo forzando mucho las cosas podrían considerarse como verdades
aproximadas. Así, el modelo ptolemaico fue una buena herramienta para la
navegación durante siglos, sin embargo, los epiciclos que postulaba no existen.
Además, en ocasiones se aceptan modelos incompatibles para entender
ciertos fenómenos y no pueden ser simultáneamente verdaderos.

El éxito práctico de una teoría no implica su verdad ni la verdad implica


necesariamente éxito práctico

En mi opinión, tenía razón el filósofo Larry Laudan, recientemente fallecido, en


que el éxito práctico de una teoría no implica su verdad ni la verdad implica
necesariamente éxito práctico. No obstante, pese a ello, o precisamente por
ello, el realista sostiene algo más modesto. El realista cree que en las ciencias
maduras un éxito predictivo y práctico prolongado en el tiempo y aplicado a
fenómenos de ámbitos diversos es una buena razón para suponer que la teoría
o las hipótesis que lo generan son aproximadamente verdaderas.

En todo caso, cuando el realista sostiene que nuestras mejores teorías


científicas actuales son aproximadamente verdaderas y que eso explica en
muchos casos su enorme éxito predictivo, explicativo y práctico, no se
compromete con la verdad de todos los componentes de una teoría, sino solo
con los aspectos que se consideran responsables realmente del éxito de la
misma y que presentan una cierta continuidad a lo largo del tiempo. El realista,
por ejemplo, puede aceptar la verdad aproximada del electromagnetismo de
Maxwell sin comprometerse, como es lógico desde nuestra perspectiva, con la
existencia del éter electromagnético que Maxwell utilizó para articular su teoría.

Hemos de aceptar, por otro lado, que, si bien la verdad es un valor epistémico
fundamental para la ciencia, no es el único valor epistémico que busca realizar.
La idea de que el único valor epistémico que busca la ciencia es la verdad se
conoce como veritismo, y no todo realista es un veritista. En la ciencia pueden
aceptarse (y aceptar no es creer) modelos que, a pesar de su reconocida
falsedad, o a pesar de no poder establecerse su verdad aproximada, son útiles
para hacer predicciones, para facilitar los cálculos o para comprender ciertos
fenómenos (y en esto tiene razón el instrumentalista).

Es importante tener en cuenta que lo que el realista pretende al defender la


centralidad de la verdad es dar una buena explicación del éxito predictivo y
práctico de la ciencia. No es una tesis sobre la psicología o las motivaciones de
los científicos particulares. A la gran mayoría de los científicos podría traerles
sin cuidado en su trabajo cotidiano eso de “buscar la verdad”, podrían estar
interesados únicamente en “hacer que las cosas funcionen lo mejor posible por
el momento”, y aun así la tesis realista podría seguir siendo correcta. Además,
no debe confundirse tampoco la verdad con la certeza. En la ciencia pueden
lograrse muchas verdades aproximadas, pero no tantas certezas como se cree.
En ella es frecuente tener que bregar con la incertidumbre, cosa que no sucede
en las pseudociencias ni en la charlatanería, según parece.

© TITANIA COMPAÑÍA EDITORIAL, S.L. 2022. España. Todos los derechos


reservados Condiciones Política de Privacidad Política de Cookies
Transparencia Auditado por ComScore

También podría gustarte