Está en la página 1de 4

"EL PROBLEMA DE LA DESIGUALDAD ECONÓMICA DEL SIGLO XIX"

 INTEGRANTES:

 Yuliana Rosmery Llocclla Sicha U21309786


Administración de Negocios Internacionales
 Dylan Stefano Sagastegui Arias
 Mary Sherly Ortega Chavez
 Christian Jesus Quispe González
 Karolyn Yamunaque Hermoza

Pregunta: ¿Cuáles fueron los problemas de la desigualdad económica durante las últimas
décadas del siglo XIX"

Tema: “El problema de la desigualdad económica durante las últimas décadas del siglo
XIX"

Hipótesis: La sociedad colonial peruana se caracterizó por estar socialmente jerarquizada,


donde los únicos que poseían la totalidad de los derechos y beneficios eran los colonos y
autoridades políticas y religiosas. Asimismo, las transiciones democráticas en la región
llevaron al poder a gobiernos con políticas económicas muy contrapuestas y con diferentes
visiones de los sectores que impulsan el crecimiento.

Contextualización: Los países con políticas «ortodoxas» (Chile, Colombia y Perú)


promovieron la inversión extranjera en el sector primario exportador (minería, petróleo,
pesca, soja, etc.), que era considerado como el principal motor de crecimiento, e
implementaron políticas fiscales y monetarias conservadoras. Así se creó un clima de
confianza para los inversores y se produjo una estabilidad en el tipo de cambio y en los
precios.

Justificación:  Es importante analizar las diferentes variables asociadas a la persistencia de


la desigualdad.

 
INTRODUCCIÓN:

La etnicidad jugó un papel de exclusión social para la sociedad formada, pues la Corona
española estableció una república de españoles y otra de indios que se relacionaron
únicamente a través del control que ejerció el Estado representado por los corregidores.
Así, los españoles y sus descendientes contaron con privilegios para acceder a tierras ricas
para la explotación de recursos naturales. Sin embargo, esta clase constituye alrededor del
10% de la población mientras que el grupo de los indígenas oscilaba entre 56% a 60%, a
pesar de que en el proceso de colonización se eliminó a una proporción considerable.

No obstante, la mayoría de la población latinoamericana, particularmente la que sobrevive


en condiciones de indigencia, no puede hacer suyas las promesas de libertad e igualdad
contenidas en la democracia, debido a que las mencionadas extremas desigualdades
sociales no solo restringen, sino impiden el acceso a los recursos sociales e institucionales,
materiales y simbólicos que le permitan desarrollar de manera autónoma sus intereses,
individuales y colectivos. Por otro lado, los mestizos que fueron incrementándose y
fortaleciéndose como grupo social también participaron en los mismos rubros que los
españoles, pero con menores rangos pues ocuparon puestos como alcaldes de pueblos
pequeños, cobradores de impuestos y correos mayores. Mientras que los indígenas vivían
bajo una economía de auto subsistencia, obligados a pagar tributos y a emplearse en
trabajos como peones mineros. Este aparente consenso sobre la presencia de intolerables
desigualdades y la necesidad de reducirlas, o hasta de eliminarlas, se ha formado durante
las últimas décadas y se ha incorporado recientemente en la agenda política; anteriormente,
los individuos y las organizaciones que las denunciaban y buscaban corregirlas, juntamente
con las discriminaciones sociales y culturales que acompañan tales situaciones, eran
reprimidos por regímenes oligárquicos, cuyos voceros no tenían reparos en justificar dichas
reacciones alegando que las demandas reformistas amenazaban destruir las jerarquías
sociales y raciales que fundamentaban la civilización “occidental y cristiana”.

 
CONCLUSION:

En resumen, estos diversos análisis concluyen que las extremas desigualdades y los
elevados niveles de pobreza que presenta América Latina generan consecuencias perversas
para los individuos y las colectividades con el consiguiente deterioro de la cohesión social.
Los países con políticas «heterodoxas» que promueven esfuerzos para una mejor
distribución de los frutos del crecimiento, incrementaron el gasto social y promovieron, con
mayor o menor énfasis, la diversificación productiva; en particular, en el mercado interno.
Los países con políticas «ortodoxas» promovieron la inversión extranjera en el sector
primario exportador (minería, petróleo, pesca, soja, etc.), que era considerado como el
principal motor de crecimiento, e implementaron políticas fiscales y monetarias
conservadoras que crearon un clima de confianza para los inversores y condujeron a tipos
de cambio y precios estables. Pero en Perú, el Estado independentista que se formó, heredó
el elitismo presente en la época colonial. No existían leyes que velaran por igual a toda la
población, por el contrario, se seguía beneficiando a una élite privilegiada. No se contó con
fuertes políticas públicas que permitieran una mejor distribución de ingresos entre la
población, entre ellas el acceso a la educación, que fue un privilegio para pocos y que
reforzó la exclusión. Las diferencias raciales fueron las que continuaban marcando la
desigualdad en la nación. Según el censo de 1876, el Perú tuvo una población de raza
indígena que conformó el 57,6% de los habitantes, donde la principal ocupación de la
fuerza laboral fue la agricultura. Asimismo, cerca del 85% de la población no sabía ni leer
ni escribir pues solo una minoría tuvo acceso a una buena educación, que fueron en su
mayoría las personas consideradas de raza blanca. Este panorama ha ido variando
significativamente durante las últimas décadas. Los cambios que la región ha
experimentado en este lapso, simultáneamente con las dramáticas transformaciones que se
observan a escala planetaria, han contribuido a intensificar la participación social y política,
y a instaurar regímenes democráticos en la mayoría de los países latinoamericanos,
mientras los regímenes autoritarios y las violaciones a los derechos humanos son
repudiados por organizaciones sociales, representaciones políticas y entidades
internacionales.

 
 

A mediados del siglo XX, la desigualdad de ingresos aumentó significativamente. Esto


demuestra que el nivel de desigualdad en el Perú se mantuvo alto durante aquel siglo,
debido a los cambios en la composición de la población y en la política económica del país,
en el que también se desarrollaron las industrias y se lograron establecer derechos
igualitarios para los excluidos del siglo XIX. La desigualdad de ingresos en el siglo pasado
aumentó frente a los profundos cambios experimentados, los cuales crearon una senda de
crecimiento económico.

Estos resultados comprueban que a finales de siglo XIX, Perú fue una sociedad con un
importante nivel de desigualdad en los ingresos, lo cual va acorde con la hipótesis de los
autores antes mencionados para el caso de América Latina, donde sostienen que las
sociedades de 1870 ya contaban con un nivel de desigualdad de ingresos que fue
aumentando al pasar de siglo.

También podría gustarte