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COMUNIÓN
4, DELITOS Y PENAS TIPIFICADOS EN EL CIC
Bajo la rúbrica «De las penas para cada uno de los delitos», el CIC distingue diversas
categorías delictivas, y tipifica dentro de cada una de ellas varios delitos, para los que
establece la pena correspondiente. cada una de esas categorías orienta sobre los bienes
jurídicos que se protegen penalmente en cada caso.
Delitos contra la religión y la unidad de la Iglesia (cc. 13641369). Comprende, entre otros,
los delitos de apostasía, herejía y cisma; communicatio in sacris prohibida; entrega de los
hijos para ser bautizados o educados en religión acatólica; profanación de la Eucaristía;
etc.
Delitos contra las autoridades eclesiásticas y contra la libertad de la Iglesia (cc. 1370-
1377). Además del atentado contra el Romano Pontífice y contra otras autoridades,
incluye diversos supuestos de desobediencia; la inscripción en asociaciones que
maquinan contra la Iglesia (p. ej., masónicas); coacciones a la libertad de acción de la
Iglesia; profanación de cosas sagradas; etc.
Usurpación defunciones eclesiásticas y delitos en su ejercicio (cc. 1378-1390). Entre
estos delitos se tipifican diversas conductas ilícitas en el ejercicio de funciones de la
potestad de orden o de jurisdicción (atentado de celebración eucarística sin ser sacerdote;
solicitación en confesión; simonía; usurpación de oficio; negociación con los estipendios;
soborno; abuso de potestad; etc.).
Crimen de falsedad (cc. 1390-1391). Esta categoría comprende los delitos de denuncia
falsa y calumniosa, y diversos tipos de falsedad documental.
Delitos contra obligaciones especiales (cc. 1392-1396). Incluyen diversas infracciones de
deberes propios de los clérigos y de los religiosos, así como de las obligaciones derivadas
de una pena legítimamente impuesta,
Delitos contra la vida y la libertad del hombre (cc. 1397-1398). Por su gravedad, se
tipifican como delito canónico —con independencia de que estén o no penados en las
correspondientes legislaciones estatales— el aborto procurado y diversos atentados
contra las personas (homicidio, mutilación, rapto, etc.).
La CDF tiene reservada la competencia para juzgar y sancionar los delitos más graves
contra los sacramentos y contra la moral (Cf. PB, art. 52; M.p. Sacramentorum sanctitatis
tutela, de 30.IV.2001). Una carta de la CDF, de 18.V.2001 , enumera los delitos contra la
santidad de la Eucaristía Y de la penitencia y contra la moral reservados a esta
Congregación.
d) Momento extintivo
Algunas penas—las expiatorias impuestas por un tiempo determinado— y otras sanciones
cesan al cumplirse el tiempo para el que se impusieron, o una vez realizadas las obras
mandadas. En los demás sos, para que el reo deje de estar sujeto a la pena es necesaria
una intervención de la autoridad: un acto jurídico de remisión de la pena (Cf. 1354-1361).
Se suelen distinguir —conservando la terminología que usaba el Código anterior—— dos
modalidades de remisión: absolución para las censuras, y dispensa, para las demás
sanciones.
La absolución es un derecho del delincuente que ha incurrido en una censura, una vez que
se haya enmendado, cesando en su contumacia. Por consiguiente, tras comprobar
adecuadamente este extremo (Cf• c. 1358 l), la autoridad debe absolver, ya que se ha
cumplido la finalidad primaria de la pena medicinal.
Según el c. 1347 2, «se considera que ha cesado en su contumacia el reo que se haya
arrepentido verdaderamente del delito, y además haya reparado convenientemente los
daños y el escándalo o, al menos, haya prometido seriamente hacerlo».
La dispensa, en cambio, es una concesión que depende de la decisión que adopte la
autoridad competente, después de valorar las circunstancias del caso particular conforme
a las disposiciones de los cc. 1354-1361.
Tanto la dispensa como la absolución se conceden mediante acto administrativo (vide
VII, 4), dado por la autoridad ejecutiva competente. Los cc. 1354-1357 determinan la
autoridad competente para la remisión según las características de la pena de que se trate.
Hay, sin embargo, dos casos especiales de gran interés práctico en relación a la absolución
de las censuras. En primer lugar, todo sacerdote, aun desprovisto de facultad para confesar
(también el sacerdote válidamente ordenado que haya perdido la condición jurídica
clerical), absuelve válida y lícitamente a cualquier penitente que esté en peligro de muerte
de cualesquiera censuras y pecados, aunque se encuentre presente un sacerdote aprobado
(Cf. c. 976). Y, en segundo lugar, en el denominado caso urgente o de agobio moral,
previsto por el c. 1357 1, el confesor puede remitir en el fuero interno sacramental
cualquier censura latae sententiae de excomunión o de entredicho (no de suspensión) que
no haya sido declarada, si resulta duro al penitente permanecer en estado de pecado grave
durante el tiempo que sea necesario para que la autoridad competente provea. El confesor
puede incluso suscitar esa aflicción moral, haciendo considerar al penitente, p. ej., lo que
significa estar en pecado grave, con el fin de poder absolverle en el fuero interno de la
censura de excomunión o entredicho, y de poder administrarle así también la absolución
sacramental (de lo contrario no sería posible, porque lo impiden dichas penas). Para la
remisión de las censuras en el fuero interno sacramental basta la fórmula habitual del
sacramento, unida a la intención de absolver la censura según las normas del Derecho. Al
conceder la remisión, el confesor ha de imponer al penitente la obligación de recurrir (en
el sentido de acudir) en el plazo de un mes, bajo pena de reincidencia, a la autoridad
competente o a un sacerdote que tenga ordinariamente la facultad de absolver de esa
censura, y de atenerse a sus mandatos. Entretanto, el confesor impondrá al penitente una
penitencia conveniente, así como la reparación del escándalo y del daño causado si es
urgente. El recurso a la autoridad puede también hacerse por medio del confesor, sin
indicar el nombre del penitente (Cf. c. 1357 ss 2). Ese mismo deber de recurrir Io tendrán
también quienes fueron absueltos en peligro de muerte, conforme al c. 976, de una censura
impuesta, declarada o reservada a la Santa Sede, si salen de ese peligro (Cf. c. 1357 3).
El organismo que recibe ordinariamente el recurso a la Santa Sede sobre una censura
reservada es el tribunal de la Penitenciaría Apostólica.