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LFV 342

HECHOS 5:24-6:15

Continuamos hoy estudiando el capítulo 5 de los Hechos. Y en nuestro


programa anterior, vimos cómo los Apóstoles habían sido arrestados por
segunda vez y puestos en la cárcel, pero que un ángel del Señor los había
sacado de la cárcel y les había dicho que fueran al templo y anunciaran al
pueblo todo lo referente a esta vida nueva, lo cual ellos, obedientes,
hicieron. Y al día siguiente, cuando el sumo sacerdote y los que estaban
con él, se reunieron en concilio y enviaron a los alguaciles a que trajeran a
los Apóstoles de la cárcel: y fueron, pero no les encontraron en la cárcel. Y
entonces volvieron y dieron aviso diciendo que habían encontrado la cárcel
cerrada con toda seguridad y los guardas fuera de pie ante las puertas, pero
que cuando abrieron, no habían encontrado a nadie adentro. Y dijimos que
eso mismo había ocurrido en la resurrección de Jesucristo. La piedra no
fue corrida para que el Señor Jesús saliera. Él ya había salido cuando se
corrió la piedra que tapaba la entrada de la tumba. La piedra se corrió para
dejar entrar a aquellos que estaban afuera, como ocurrió aquí en esta
ocasión con los apóstoles. Continuemos hoy leyendo los versículos 24
hasta el 28 de este capítulo 5 de los Hechos:

24
Cuando oyeron estas palabras el Sumo sacerdote y el jefe de la
guardia del Templo y los principales sacerdotes, dudaban en qué
vendría a parar aquello. 25Pero viniendo uno, les dio esta noticia: Los
hombres que pusisteis en la cárcel están en el Templo y enseñan al
pueblo.
26
Entonces fue el jefe de la guardia con los guardias y los trajo sin
violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo. 27Cuando los
trajeron, los presentaron en el Concilio, y el Sumo sacerdote les
preguntó, 28diciendo:
— ¿No os mandamos estrictamente que no enseñarais en ese nombre?
2

Pero ahora habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis


echar sobre nosotros la sangre de ese hombre.

La gente estaba escuchando a los apóstoles, quienes fueron buenos testigos


en Jerusalén. Jesús les había dicho que el Evangelio debía ser proclamado,
comenzando por Jerusalén, y había sido predicado allí. Vemos que aquí
dice que habían llenado toda Jerusalén con sus enseñanzas. Continuemos
con el versículo 29:

29
Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron:
—Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Los apóstoles estaban obedeciendo lo que su Señor y Maestro les había


pedido hacer. A los creyentes se les pide que se sometan a las autoridades
civiles, siempre que éstas no entren en conflicto con un mandamiento de
Dios. Ahora, el versículo 30 de este capítulo 5 de Hechos dice:

30
El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis
colgándolo en un madero.

El Señor Jesús, había sido colgado en un madero; un simple madero


clavado en la tierra. Ahora el versículo 31 dice:

31
A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para
dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.

Y continuó Pedro diciéndoles cómo ellos habían sido testigos de estas


cosas y también el Espíritu Santo el cual Dios daba a los que le obedecían.
Y esas autoridades entonces, oyendo esta exposición de Pedro, se
enfurecieron y quisieron matarlos. Y observe usted lo que ocurrió aquí en
el versículo 34 de Hechos capítulo 5:

34
Entonces levantándose en el Concilio un fariseo llamado Gamaliel,
doctor de la Ley, venerado de todo el pueblo, mandó que sacaran fuera
3

por un momento a los apóstoles,

Gamaliel hizo salir a los apóstoles para que él pudiese hablar al Sanedrín.
Gamaliel, a propósito, fue el maestro del apóstol Pablo. Era un hombre
sobresaliente y muy respetado. Y les dijo aquí en los versículos 35 al 37:

35
y luego dijo:
—Israelitas, mirad por vosotros lo que vais a hacer respecto a estos
hombres, 36porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que
era alguien. A este se unió un número como de cuatrocientos hombres,
pero él murió, y todos los que lo obedecían fueron dispersados y
reducidos a nada. 37Después de este se levantó Judas, el galileo, en los
días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él,
y todos los que lo obedecían fueron dispersados.

Observemos que Gamaliel citó algunos ejemplos de los que habían


encabezado insurrecciones y que habían tenido seguidores. Y les hizo
notar que en cada uno de los casos, una vez que el líder había muerto, sus
seguidores se habían dispersado. De modo que les aconsejó que no
persiguieran a estos hombres, pues en este caso podría suceder lo mismo y
les dijo aquí, en los versículos 38 y 39.

38
Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres y dejadlos, porque si este
consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; 39pero si es de
Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra
Dios.

Gamaliel concluyó con un consejo excelente. Les dijo: “. . . si esta obra es


de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir.”
¡Qué interesante! ¿No le parece? El tiempo ha confirmado que esta obra
era de Dios. Ahora, veamos lo que hicieron ellos aquí en el versículo 40:

40
Estuvieron de acuerdo con él. Entonces llamaron a los apóstoles y,
después de azotarlos, les ordenaron que no hablaran en el nombre de
Jesús; y los pusieron en libertad.
4

Ahora, aquí hay algo que no estaba bien. Si estos hombres eran inocentes,
debían quedar en libertad. Y si eran culpables, debían detenerles y
castigarles. Castigarles y después dejarles en libertad fue un lamentable
subterfugio. Debieron haber escuchado con más cuidado el consejo de
Gamaliel. Leamos ahora los versículos 41 y 42 de este capítulo 5 de los
Hechos.

41
Ellos salieron de la presencia del Concilio, gozosos de haber sido
tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre de Jesús.
42
Y todos los días, en el Templo y por las casas, incesantemente,
enseñaban y predicaban a Jesucristo.

¡Mire usted a estos apóstoles! ¿No le parecen admirables? Se alegraron de


que habían podido sufrir injurias por causa del Señor Jesús.

¿Sabe usted estimado oyente, qué es el evangelio? El evangelio es una


persona. ¡Es el Señor Jesucristo! ¿Le conoce usted como su Salvador
personal? No hay una posición intermedia. O bien, confía en Él. O bien,
no confía en Él. O Él es su Salvador personal; o de otra manera, ¡usted no
tiene Salvador alguno! Ese fue el mensaje central, y los apóstoles no
cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.

Y así concluimos el capítulo 5 de los Hechos. Pasamos ahora, a

HECHOS 6:1-15

En este capítulo 6 tenemos el relato del nombramiento de los 7 diáconos y


el testimonio del diácono Esteban. Vemos ahora otro resultado de la
separación que se produjo en la Iglesia. Primero lo vimos en el caso de
Ananías y Safira. Eran creyentes salvos, pero no podían quedarse en la
Iglesia primitiva por haber albergado aquella mentira en sus vidas.
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La defección que observamos en este capítulo, una verdadera crisis,


condujo a la necesidad de elegir diáconos o servidores. El capítulo continúa
después con el relato de Esteban, uno de esos diáconos, y cuenta cómo fue
arrestado y juzgado por medio de falso testimonio. Leamos el primer
versículo de este capítulo 6 de Hechos, en el párrafo que relata

LA ELECCIÓN DE LOS DIÁCONOS

1
En aquellos días, como crecía el número de los discípulos, hubo
murmuración de los griegos contra los hebreos, que las viudas de
aquellos eran desatendidas en la distribución diaria.

Necesitamos reconocer que esto tuvo lugar al principio de la historia de la


Iglesia. Habían estado procurando vivir de una manera comunitaria, y
realmente tuvieron buen éxito, pero sólo por un tiempo breve. Luego las
pasiones humanas entraron en la Iglesia. Vimos cómo Ananías y Safira
tergiversaron su situación financiera y mintieron. Ahora, encontramos que
hubo críticas de los griegos contra los hebreos.

Ahora, debemos tener en cuenta que no se trató de un conflicto racial. Esta


no fue una demostración de antisemitismo. La palabra “griegos” aquí,
significa helenistas, es decir, los judíos de habla griega, formados en la
cultura griega. Por otra parte, los hebreos eran los que todavía seguían
detalladamente la ley mosaica, leyendo la Biblia en hebreo en las
sinagogas. Pues bien, ocurrió que se formó una disensión entre estos dos
grupos.

Se ha calculado que el número de miembros de la iglesia en aquel entonces


pudo haber llegado a los veinticinco mil. Y tenemos que destacar aquí, que
aquella Iglesia primitiva no era perfecta. Oímos decir a muchos a veces,
que “necesitamos volver a la Iglesia primitiva” y que la Iglesia primitiva
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era consciente del poder de Dios que actuaba en ellos, y que hoy nosotros
solo estamos conscientes de los problemas. Pero eso es solamente una
parte de la verdad. La Iglesia primitiva sí tenía poder, como ya hemos
dicho, pero también tenía sus problemas.

El alto nivel al cual el Espíritu había elevado a la Iglesia, fue interrumpido


por la intrusión de una división y confusión satánica. El reparto equitativo
de los bienes materiales que primero caracterizó a la Iglesia, cedió ante el
egoísmo de la vieja naturaleza humana. Y los griegos, evidentemente un
grupo minoritario, se sentían desatendidos y pidieron que sus viudas
recibieran igual consideración que las hebreas. Esta forma comunitaria de
vivir no resultaba tan bien como les hubiera gustado. Y así por último sus
quejas llegaron hasta los oídos de los mismos apóstoles. Ahora el versículo
2 de este capítulo 6 de los Hechos dice:

2
Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y
dijeron:
—No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios para servir a las
mesas.

Los apóstoles creían que no debían desistir de impartir la enseñanza de la


Palabra de Dios. Creían que era muy importante continuar en esa labor.
Sabían que si la descuidaban para servir a las mesas, eso sería su ruina
espiritual. Ellos debían pasar tiempo en la oración y en el estudio de la
Palabra de Dios. Y es importante que toda Iglesia reconozca esta necesidad
de la enseñanza Bíblica en la actualidad y la necesidad de contar con
personas que se dediquen plenamente a esta tarea. De otra manera, los
creyentes resultarán afectados por esta carencia espiritual. Ahora, leamos
los versículos 3 y 4 de este capítulo 6 de los Hechos:

3
Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete hombres de buen
testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes
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encarguemos de este trabajo. 4Nosotros persistiremos en la oración y en


el ministerio de la Palabra.

Los siete hombres tuvieron que ser nombrados debido a la crisis que se
había presentado. Los apóstoles creyeron que era importante que ellos no
tuvieran que llevar la responsabilidad de estos detalles, para poder así
dedicarse más a la oración y al ministerio de la Palabra de Dios.

Ahora, observemos los requisitos espirituales de estos siete hombres que,


como veremos, iban a asumir el cargo de la distribución diaria de los
recursos materiales. Constituyen un útil recordatorio para el ejercicio de
labores similares en la iglesia de nuestro tiempo.

Debemos decir que el cargo de diácono requiere espiritualidad, sabiduría y


oración. Estos hombres tenían que ser hombres de reconocido prestigio.
Su conducta tenía que ser intachable. El segundo requisito fue que estos
hombres debían ser llenos del Espíritu Santo. Debían estar controlados por
el Espíritu Santo, como dijo el apóstol Pablo en su carta a los Efesios,
capítulo 5, versículo 18. Además, debían ser hombres llenos de sabiduría.
Debían ser espirituales y capaces de realizar una aplicación de la verdad
espiritual a la vida práctica. Eso era de suma importancia. Es que el hecho
de que asumieran el cargo de la distribución diaria, podía inclinarles a tener
una visión desproporcionada de las cosas. Por tanto, era de la mayor
importancia que los diáconos fueran hombres que viesen estos asuntos
desde un punto de vista espiritual.

Veremos que uno de esos diáconos – Esteban, cumplía los requisitos


exigidos. El versículo 10 nos dice que a sus oyentes no les fue posible
resistir la sabiduría y el espíritu con que hablaba. Tenía una verdadera
convicción, era un hombre lleno de fe. No solo tenía la fe salvadora, sino
que también poseía la fe necesaria para cumplir su misión, una fe que
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testificaba. Lo importante no era la cantidad de su fe, sino el objeto de su


fe. Nos enteramos según el versículo 8, que Esteban estaba lleno del poder
de Dios. Esta fue, pues, la clase de personas elegidas como diáconos.
Leamos nuevamente el versículo 4 de este capítulo 6 de los Hechos:

4
Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra.

Ese sería el deber de los apóstoles. En cuanto a lo demás, dice el versículo


5.

5
Agradó la propuesta a toda la multitud y eligieron a Esteban, hombre
lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón,
Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía.

No podemos decir más en cuanto a los últimos cinco hombres que se


mencionan aquí, ya que no serán citados más en la Biblia. En cambio,
veremos que los primeros dos, Esteban y Felipe, serán mencionados
nuevamente al seguir nuestro estudio del libro de los Hechos. Todos estos
fueron hombres sobresalientes en la Iglesia primitiva. Aunque fueron
hombres elegidos para distribuir los alimentos y servir las mesas, según los
requisitos que ya vimos para tal oficio, evidentemente eran hombres
espirituales y así fueron reconocidos. Dice el versículo 6:

6
A estos presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les
impusieron las manos.

A veces parece que se le da un aspecto muy ceremonial y misterioso, y aun


casi mágico a la imposición de manos.

Hablamos de este asunto cuando estudiamos el libro de Levítico y los


sacrificios. El pecador ponía su mano sobre la cabeza del animal que iba a
ser sacrificado, y confesaba sus pecados. Eso quería decir que el animal
que iba a ser ofrecido ocupaba el lugar del pecador. La ofrenda era
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identificada con el pecador.

Cuando los apóstoles pusieron sus manos sobre las cabezas de los
diáconos, eso quería decir que ahora, los diáconos iban a ser sus
compañeros. Estarían juntos en este servicio a los demás y se identificarían
con ellos totalmente en este trabajo en la iglesia. Este acto designaba a
estos hombres como apartados para este oficio y denotaba su
compañerismo en las cosas de Cristo, y su posición como representantes
para el cuerpo colectivo de creyentes.

Observemos también que esto era un servicio social que estos hombres
realizaban. La Iglesia se hacía cargo de los suyos, y creemos que eso aun
debe realizarse hoy. La Iglesia primitiva tenía un programa para los
pobres, pero aparentemente incluía sólo a los miembros de la Iglesia. La
Iglesia actual también debiera cuidar de los suyos. Ahora, el versículo 7 de
este capítulo 6 de los Hechos dice:

7
La palabra del Señor crecía y el número de los discípulos se
multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los
sacerdotes obedecían a la fe.

Todavía en el día de hoy es importante que la Palabra de Dios crezca. Ese


es el propósito de este programa de radio, porque es nuestro deseo sincero
que la Palabra de Dios se difunda cada vez más.

Ahora, no pasemos por alto la última parte de este versículo que dice:
“también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.” Es decir, muchos
de los sacerdotes judíos se convirtieron al Señor. Es seguro que algunos de
ellos estaban sirviendo en el templo, cuando el velo o cortina que separaba
el lugar santo del lugar santísimo se rasgó en dos, en el momento que el
Señor Jesucristo murió en la cruz. Muchos de ellos deben haberse
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convertido a Cristo después de esa experiencia. Consideremos ahora

EL TESTIMONIO PÚBLICO DE EL DIÁCONO ESTEBAN

Esteban fue uno de los grandes hombres en la iglesia primitiva. Leamos el


versículo 8 de este capítulo 6 de los Hechos:

8
Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales
entre el pueblo.

Al parecer, estos diáconos eran como los apóstoles, en cuanto al ejercer los
dones que constituían señales milagrosas; o sea que llegaron a ocupar una
posición singular. Esteban fue un elocuente y poderoso testigo del
evangelio, lo cual despertó el odio de los saduceos hacia su persona.
Entonces, testigos falsos fueron llevados ante el concilio para acusar a
Esteban. Leamos los versículos 9 hasta el 15 de este capítulo 6 de los
Hechos:

9
Entonces algunos de la sinagoga llamada «de los libertos», y los de
Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, se levantaron para discutir
con Esteban. 10Pero no podían resistir la sabiduría y el Espíritu con que
hablaba. 11Entonces sobornaron a unos para que dijeran que lo habían
oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. 12Y
alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo,
lo arrebataron y lo trajeron al Concilio. 13Pusieron testigos falsos que
decían:
—Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este
lugar santo y contra la Ley, 14pues le hemos oído decir que ese Jesús de
Nazaret destruirá este lugar y cambiará las costumbres que nos
transmitió Moisés.
15
Entonces todos los que estaban sentados en el Concilio, al fijar los
ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.

Ahora veamos esta escena. Esteban fue llevado ante el Sanedrín y también
fueron traídos testigos falsos. Los testigos falsos dijeron la verdad, pero
sólo en parte. El Señor Jesús sí dijo que destruirían el templo y que Él lo
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levantaría nuevamente. Pero, Él estaba hablando de Su propio cuerpo. En


el juicio del Señor Jesucristo, los testigos falsos entendieron mal esa
declaración y la tergiversaron. Por tanto aquí también entendieron mal a
Esteban cuando él dijo que el templo en Jerusalén sería dejado desolado.
En realidad, el templo sin Cristo, ya había quedado desolado de todos
modos. Y ellos entendieron mal lo que Esteban les dijo, en cuanto a las
costumbres que les había dado Moisés. Por supuesto que los seres
humanos nunca han sido salvados por la ley, sino por la gracia. Pero la
salvación en los días de Moisés era por la gracia de Dios, del mismo modo
que en la actualidad. La acusación de ellos se basó sólo en una verdad
parcial. Ahora, según dice el versículo 15, vieron algo maravilloso en el
rostro de Esteban. Y creemos que este hombre se aproximó más a ser un
ángel, que cualquier hombre que jamás haya vivido. ¡Qué hermosa escena
esta que contemplamos aquí con Esteban frente al concilio – frente al
Sanedrín! En nuestro próximo programa iniciaremos el estudio del capítulo
7, donde veremos la defensa y el martirio de Esteban. Sólo nos queda
tiempo para hacer una reflexión. Por la obra de Jesucristo en la cruz, Dios
puede transformar a los seres humanos, a simples pecadores, en nuevas
personas. Al perdonar a quienes acuden a Él por la fe, Dios les conduce a
una nueva etapa, en la cual el Espíritu Santo trabaja en sus vidas, de
manera que se van pareciendo cada vez más a Jesucristo. Estimado oyente,
desde aquel principio de la iglesia cristiana, Dios transformó al mártir
Esteban y a muchísimas personas. ¿No quisiera usted ser una de ellas?

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