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Hechos 8

En este capítulo tenemos una descripción pequeña de la persecución que encaminaba Pablo,
a su vez la predicación del primer misionero (Felipe) nombrado por los once apóstoles (Cp.
6:5) y la conversión del etíope.
Leamos pues el primer versículo de este capítulo 8 de los Hechos:
"Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia
que estaba en Jerusalén, y todos, salvo los apóstoles, fueron esparcidos por las tierras de
Judea y de Samaria."
Saulo llegó a ser el perseguidor principal de la Iglesia. Esto hizo que la Iglesia se dispersara,
lo que realmente, contribuyó al crecimiento de la Iglesia.
Según el versículo 8 del capítulo 1 de los Hechos, Judea y Samaria eran los próximos
territorios en los cuales el Señor les había mandado que entraran. Judea abarcaba los
alrededores de Jerusalén, y Samaria la región al norte de Jerusalén. Continuemos leyendo los
versículos 2 y 3 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Unos hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él.
Saulo, por su parte, asolaba la iglesia; entrando casa por casa, arrastraba a hombres y
mujeres y los enviaba a la cárcel."
Éste era un fariseo fanático. Recordemos que más tarde escribió de sí mismo en su carta a
los Filipenses, capítulo 3, versículo 6, diciendo: "...en cuanto a celo, perseguidor de la
iglesia". Leamos ahora el versículo 4 del capítulo 8 de este libro de los Hechos:
"Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio."
Aquí vemos el efecto de la persecución. En realidad, no estorbó a la iglesia, sino que
promovió el crecimiento de la iglesia. Más tarde, el apóstol Pablo daría este mismo tipo de
testimonio después de que fuese echado en la cárcel de Roma. En su carta a los Filipenses,
capítulo 1, versículo 12, escribió: "Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han
sucedido, han contribuido más bien al progreso del evangelio".

Ahora veamos a Felipe como testigo principal después de la muerte de Estaban.


Capítulo 8, versículo 4: “Así que los que habían sido esparcidos iban predicando la
palabra…” Indica que no eran los apóstoles ya que se encontraban en Jerusalén, pero tal vez
se trate de los cristianos helenistas judíos dispersos por toda la región, quienes se convirtieron
tempranamente al evangelio. Es asombroso que la misión mundial de la iglesia fue
promovida, no por los Apóstoles, sino por Esteban y Felipe. Sin duda aquí la "palabra" debe
significar el evangelio, pero también se añade el enfoque no judío de Esteban (la Gran
Comisión, 1:8, Mateo 28:18-20, Lucas 24:47).
Ahora bien, El Señor Jesús había dicho que debían serle testigos en Jerusalén, en Judea, y en
Samaria. Ahora vemos que la Palabra se extendió hasta Samaria. Continuemos, versículo 6:
"La gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las
señales que hacía"
Recordemos que Esteban había ejercido dones junto con señales, y ahora vemos que a Felipe
le fueron dados aquellos mismos dones. Ahora, no todos los tenían. Fueron dados a los que
ocupaban puestos de autoridad, a quienes llevaban la Palabra de Dios al mundo. Llegó el día
cuando aquellos dones acompañados de señales desaparecieron. Desaparecieron después de
los tiempos de los apóstoles. Cuando el canon de la Escritura fue completado y establecido,
las credenciales de un verdadero hombre de Dios consistían en una doctrina Bíblica correcta,
antes que en aquellas señales. Continuemos con los versículos 7 y 8 de este capítulo 8 de los
Hechos:
"pues de muchos que tenían espíritus impuros, salían estos lanzando gritos; y muchos
paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad."
Espíritus inmundos, cp. 5:16. El evangelio había llegado entonces a Samaria. Felipe fue bien
recibido en Samaria y allí el evangelio trajo gran alegría.
Leamos el versículo 9 de este capítulo 8 de los Hechos, donde se comienza a hablar de: Simón
el mago.
"Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad y que
había engañado a la gente de Samaria haciéndose pasar por alguien importante."
Este hombre alegaba tener un don que era acompañado de señales, atribuyéndose gran
importancia. Continuemos con los versículos 10 y 11 de este capítulo 8 de los Hechos:
"A este oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, y decían: Éste
es el gran poder de Dios. Estaban atentos a él, porque con sus artes mágicas los había
engañado por mucho tiempo."
Estos hombres creían que Simón el mago era como un dios. Y lo mismo que le ocurrió a esa
gente, hay muchos hoy que son engañados. Estimado hermanos y hermanos, no seamos
engañados y procuren que nadie de estima para ustedes sea engañado o engañada por algún
hombre o mujer ni por su aparente poder. Aun si alguien está predicando la Palabra de Dios,
no miremos al hombre. Miremos a la Palabra de Dios y compruebe si la está presentando con
exactitud. Miremos a Dios. Volvámonos a Él. Cuando fijamos la mirada en una persona con
admiración, la apartamos del Señor Jesucristo. Y eso es lo que le ocurrió a la gente en
Samaria. Ahora, leamos el versículo 12:
"Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre
de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres."
Felipe predicó el evangelio en Samaria, y muchos hombres y mujeres creyeron. Simón se
encontró con Felipe y al parecer, hizo una profesión de fe bajo el ministerio de Felipe.
Considero que Simón fue el primer estafador religioso en la Iglesia, pero,
desafortunadamente, no el último. Profesó ser creyente durante el movimiento de renovación
de grandes repercusiones que tuvo lugar en Samaria, durante la visita de Felipe. Ahora, el
versículo 13 dice:
"También creyó Simón mismo, y después de bautizado estaba siempre con Felipe; y al ver
las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito."
Simón cumplió todo el ritual externo. Profesó creer, pero no experimentó una fe salvadora;
fue bautizado y llegó a ser amigo de Felipe. Sin embargo, no se convirtió. La mayoría de los
evangélicos “estudiosos” usa el término “creyente” con sentido definitivo, pero en algunos
pasajes del Nuevo Testamento (ejemplo, Juan 8:31) se sugiere una ligera conversión (Cp.
Juan 8:59). La fe inicial no es el criterio único (Cp. Mateo 13:1-9, 10-23; 24:13). La
constancia y la obediencia también son evidencia de una verdadera relación con Cristo.
Ahora, Leamos los versículos 14 al 16 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la
palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, una vez llegados, oraron por
ellos para que recibieran el Espíritu Santo, pues aún no había descendido sobre ninguno de
ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús."
Cuando los apóstoles se enteraron de que había un gran movimiento del Espíritu en Samaria,
enviaron a Pedro y a Juan para verificarlo. Y hallaron un gran grupo de creyentes que
profesaban, pero que realmente no habían sido renacidos espiritualmente. No habían sido
bautizados por el Espíritu Santo para formar parte de la iglesia. El Espíritu de Dios no
moraba en ellos. No eran salvos. Habían cumplido meramente una ceremonia externa. Y
como se de muchos de ustedes sabrán que, el ser bautizado en agua o cumplir alguna otra
ceremonia no nos vuelve automáticamente cristianos. Esto nos da los antecedentes para
explicarnos por qué Simón había logrado aprovecharse de los demás. Y le gustaba la idea
de hacer milagros. Ahora, leamos el versículo 17:
"Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo."
Este no puede ser un texto de prueba para la necesidad de imponer las manos. Este
procedimiento que no expresa el poder y la autoridad de los Apóstoles, por ello, no se repite
en Hechos.
Es necesario considerar esto a la luz de su contexto histórico. La comisión fue dada a los
apóstoles para que abrieran cada nueva región al Evangelio. En el día de Pentecostés, el
Evangelio fue proclamado en Jerusalén. Después, Pedro y Juan debían propagarlo a Samaria
y a Judea. El apóstol Pablo sería el apóstol a los no judíos. Así fue cómo se planteó la
comisión encargada por Jesús. Y ahora, la vemos cumpliéndose aquí en Samaria. Leamos
ahora los versículos 18 y 19 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu
Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a
quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo."
Simón el mago, quería pagar por el don. ¿Por qué? Porque este hombre era un estafador
religioso. Quería emplearlo para ganancia propia. ¡Cuántas alegaciones similares han sido
hechas desde entonces!
La persecución de fuera no dañó a la Iglesia. Dispersó a los creyentes y, como ya se ha
indicado, en realidad ayudó para la extensión del evangelio. Lo que dañó a la Iglesia fue la
entrada de personas que profesaban ser creyentes cuando en realidad no lo eran. La Iglesia
siempre resulta dañada desde sus mismas filas. Lo mismo ocurrió con el Señor Jesús. Fue
traicionado desde dentro. Uno de sus propios discípulos le traicionó ante su nación. Y su
propia nación le traicionó ante el Imperio Romano, y el Imperio Romano le crucificó.
Continuemos con los versículos 20 y 21 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios
se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es
recto delante de Dios."
Es por este motivo que este hombre no se había convertido. Simón Pedro declaró que su
corazón no era recto delante de Dios. No era un verdadero creyente. Su gran interés estaba
en el dinero. Eso era lo que realmente le importaba a este hombre. Ahora, versículos 22 y 23:
"Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el
pensamiento de tu corazón, porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que
estás."
Simón Pedro no se lo pudo decir más claro. Y ahora, veamos lo que ocurrió aquí en el
versículo 24:
"Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto
que habéis dicho venga sobre mí."
Ahora, Simón no pidió ser salvado, ni que orasen para que él recibiera la salvación.
Simplemente pidió que ninguna de estas cosas le sucediera. No me atrevería a decir, si este
hombre vino alguna vez a Cristo. Continuemos con el versículo 25:
"Ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en
muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio."
El evangelio comenzó su viaje hacia los confines de la tierra. Se aprecia que la iglesia empezó
en Jerusalén. Los apóstoles estaban allí y se estableció una iglesia. Pronto el centro de
operaciones se trasladaría a Antioquia, más tarde a Éfeso, luego a Alejandría, y después a
Roma.
Pasemos ahora a considerar el encuentro entre Felipe y el etíope:
En los capítulos 8, 9 y 10 encontramos el relato de tres notables casos de conversión. Creo
que éstos tres han sido escogidos para transmitirnos una lección concreta. El capítulo 8 nos
relata la conversión del etíope, de la raza de Cam. El capítulo 9 nos cuenta la conversión de
Saulo de Tarso, de la raza de Sem. Y el capítulo 10, nos relata la conversión de Cornelio, un
centurión romano, de la raza de Jafet. Recordemos que toda la familia humana está dividida
en estas 3 categorías. Se trató de una división etnológica y geográfica hecha después del
diluvio. Sem, Cam y Jafet, eran los hijos del patriarca Noé. Aquí encontraremos, pues, que
el Evangelio alcanzó a representantes de estas 3 divisiones de la humanidad.
También observaremos en estos ejemplos que, para que tenga lugar la conversión de una
persona, tienen que darse 3 factores. Estos 3 factores son evidentes en estas 3 conversiones
representativas.
1. La obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo había llevado a Felipe hasta Samaria, donde
se había producido un gran movimiento del Espíritu de Dios. Después el Espíritu Santo le
condujo a Gaza y nuevamente observamos la acción del Espíritu en el corazón del etíope. El
Espíritu de Dios se había adelantado para preparar a aquel corazón y también para preparar
al mensajero. Esta guía del Espíritu de Dios es absolutamente esencial. Lo que necesitamos
es que el Espíritu vaya delante de nosotros, prepare el camino y entonces nos llame para que
vayamos hacia donde Él se encuentre. Queremos dirigirnos hacia donde el Espíritu de Dios
se esté moviendo. Éste es el primer factor esencial de la conversión. Encontramos este factor
en acción en la conversión del etíope y también en la conversión de Saúl, y en la de Cornelio.
2. La Palabra de Dios. Dijo San Pablo en Romanos 10:17, "la fe es por el oír, y el oír, por la
palabra de Dios". Éste es el segundo factor esencial. El Espíritu Santo tomará las cosas de
Cristo y se las revelará al individuo. El Espíritu de Dios utiliza la Palabra de Dios. Pero, tiene
que haber un elemento humano. Ojo, que este elemento humano, es de lo más débil (Siervo
inútil) y que no es el que “gana almas para Cristo” como contemporáneamente objetan los
evangélicos.
3. El hombre o la mujer de Dios. El Espíritu de Dios utiliza a un mensajero de Dios, que
comunica Su Palabra para hacer que alguien se convierta en un hijo de Dios, alguien que ha
renacido espiritualmente. Veremos esto especialmente en la conversión del etíope.
La segunda parte de este capítulo 8 nos conduce a otra parte del ministerio de Felipe. Como
se aprecia, el Evangelio había entrado en Samaria y ya había muchos verdaderos creyentes
como resultado de la predicación del evangelio. Pero también observamos que fue en Samaria
donde la maldad entró en la Iglesia por medio de Simón el mago. Ahora, en contraste con
Simón el mago, llegamos ahora a la experiencia de Felipe con el eunuco etíope. Felipe guio
a este hombre a Cristo y el etíope se convirtió en un creyente genuino. Llegó a ser un
extraordinario hombre de Dios. Leamos ahora el versículo 26 de este capítulo 8 de los
Hechos:
"Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur por el camino que
desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto"
Samaria estaba situada en una región al norte de Jerusalén. Ahora, a Felipe se le dijo que se
dirigiera hacia al sur. Lo que conocemos como la franja de Gaza queda en el sur junto al
Mediterráneo. Ésta era la vía comercial por que se viajaba para volver a Egipto y a Etiopía.
Felipe había estado hablando a multitudes en Samaria y ahora fue enviado a un desierto.
Tiene que salir del lugar donde se había producido un gran movimiento del Espíritu de Dios
e ir a un lugar desierto, donde no había nadie. Sin embargo, cuando llegó allí, descubrió que
Dios tenía a alguien allí a quien él debía hablar de Cristo. Leamos los versículos 27 y 28 de
este capítulo 8 de los Hechos:
"Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace,
reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros y había venido a Jerusalén para
adorar, volvía sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías."
Vemos que aquel etíope estaba a cargo del tesoro de la reina. Era como un ministro de
Finanzas. En aquellos tiempos era también un funcionario muy importante. Y no viajaba
solo. Le acompañaban un séquito de sirvientes y funcionarios de menor rango. No iba sentado
en el carruaje sosteniendo con una mano las riendas, y con la otra un libro. Estaba sentado en
la parte posterior del carruaje y protegido del sol por un toldo. Tenía un chofer privado y
viajaba con toda comodidad.
Era un ciudadano de Etiopía, pero había venido a Jerusalén para adorar; lo que indicaba que
era un prosélito, es decir, un pagano convertido al judaísmo. Acababa de estar en Jerusalén,
el centro de la religión judía. Aunque el judaísmo era una religión establecida por Dios, él
había salido de la ciudad en un estado de oscuridad espiritual. Ahora bien, en capítulo 8 y
versículo 28: “…leyendo el libro del profeta Isaías” Este hombre posiblemente había
comprado un caro rollo de cuero del profeta Isaías, que medía más de 9 mts. de largo
(ejemplo, uno de los rollos encontrados en el Mar Muerto). Bajo la dirección del Espíritu
abrió el pasaje mesiánico de Isaías 53:7-8, y lo estaba leyendo.
En el versículo 29: “El Espíritu le dijo a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro»” El Espíritu
daba una orientación específica a Felipe. Ahora, veamos lo más importante del versículo 30:
“Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y le dijo: Pero ¿entiendes lo que lees?”
¡Qué pregunta más extraordinaria! Es posible leer las Escrituras y no comprender claramente
su significado.
Y veamos lo que ocurrió en los versículos 31 al 33 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguien no me enseña? Y rogó a Felipe que subiera y se sentara
con él. El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; y
como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca. En su humillación no
se le hizo justicia; mas su generación, ¿quién la contará?, porque fue quitada de la tierra su
vida"
Era obvio que había estado leyendo por algún rato y también debía haber leído los versículos
anteriores que dicen: "Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores,
experimentado en sufrimiento; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y
no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores;
¡pero nosotros le tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Mas él fue herido
por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el
castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como
ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el Señor cargó en él el pecado de todos
nosotros". Era evidente, pues, que el eunuco debió haber leído también estos versículos. Y
dicen aquí los versículos 34 y 35 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta
esto; de sí mismo o de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca y comenzando desde
esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús."
¡Qué maravilloso lugar para comenzar! Es que, cuando el Espíritu de Dios guía, las cosas se
revelan con claridad. Usará la Palabra de Dios. Y Pedro expresó con claridad, que la Palabra
de Dios es necesaria para una conversión. Él dijo que una persona no podía ser renacida
espiritualmente sin esa Palabra. Escuchemos lo que él dijo en su primera carta, capítulo 1,
versículos 23 al 25. Dijo el apóstol Pedro: "...pues habéis renacido, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para
siempre. Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la
hierba. La hierba seca, y la flor se cae, mas la palabra del Señor permanece para siempre.
Y ésta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada."
Ahora, cuando el Espíritu de Dios usa la Palabra de Dios, ¿qué sucede? Estos hombres
estaban en el carruaje hablando acerca de la Palabra de Dios. Felipe le estaba contando al
etíope acerca de Jesús. Y veamos lo que ocurrió aquí en los versículos 36 y 37 (el versículo
37 no aparece en los manuscritos más antiguos) de este capítulo 8 de los Hechos:
"Yendo por el camino llegaron a un lugar donde había agua, y dijo el eunuco: Aquí hay
agua, ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes.
Él respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios."
Recordemos que Felipe había tenido una experiencia con Simón el mago en Samaria. Por
eso, cuando este hombre pidió ser bautizado en agua, Felipe quiso estar seguro de que él creía
con todo su corazón. Y leemos aquí en los versículos 38 y 39:
"Mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó.
Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el eunuco no lo vio más;
y siguió gozoso su camino."
“descendieron ambos al agua (…) subieron del agua” No es un texto de prueba para la
inmersión, pero tampoco niego que la inmersión en el agua, no sea un método para ser
bautizados.
Se menciona aquí que Felipe fue llevado. Ya no era necesario que estuviera allí. Y el eunuco
etíope siguió entonces su camino y salió así de las páginas de la Escritura en su carruaje.
Siguió alegremente su camino. Ahora, ¿qué fue de este hombre etíope? la primera gran
Iglesia estuvo en África del Norte, mucho antes que hubiera Iglesias en otras partes. El
eunuco etíope evidentemente volvió, y por su testimonio y su influencia, se fundó allí una
gran Iglesia. Sería muy provechoso poder leer algo sobre la historia de la Iglesia en Etiopía.
Ahora, ¿qué fue de Felipe? Leamos el versículo 40:
"Pero Felipe se encontró en Azoto; y, al pasar, anunciaba el evangelio en todas las ciudades
hasta llegar a Cesarea."
Azoto es Asdod y estaba situada en las cercanías de Gaza. Para llegar a Cesarea (es probable
que Felipe y su familia viviera allí, tendría que pasar por Jope, donde está hoy Tel Aviv. Por
tanto, él salió predicando el evangelio mientras subía a lo largo de la costa hasta Cesarea. El
evangelio pues, había ido hasta Judea y a Samaria, y ahora estaba extendiéndose hacia otras
tierras. El eunuco llevaría el evangelio a Etiopía. Felipe lo estaba proclamando por la costa
hasta Cesareai.

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Estudio estructurado de la “Biblia de estudio MacArthur”, “Escuela Biblica: Siguiendo al
Maestro”, “El Históriano Lucas: Hechos, Tópicos en el significado original”. A su vez, con mi
comentario personal. Bendicionesii

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