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En punto de las 09:00 inicia la entrada de los visitantes, los estafetas gritan los
nombres de los que ya los espera su familia, hasta da gusto verlos como se
preparan para ver a sus familiares, bien bañaditos, peinaditos y los más pudientes
o “panques” como se les conoce aquí, hasta perfumados salen con mucha alegría;
ya son las 10 de la mañana, los estafetas, internos que gritan los nombres de
quienes ya deben salir a visita ya están muy activos, escucho que uno de ellos
grita, ¡ese Rodolfo!, al escuchar mi nombre le pido el boletito que me da acceso
del dormitorio al área de visita, sálgo al patio que es una explanada grande, al lado
norte de esta hay una especie de palapas, a un lado juegos para niños, en el
centro los puestos de artesanías ya empiezan con sus primeras ventas, al sur está
la lona grande que por su forma alguien la bautizó como la manta raya, aquí hay
mesas de metal, en la salida de dormitorios veo a Arturo que me espera, frente a
mi esta un reo al que no había visto, tal vez es nuevo, esto lo confirmo cuando se
acerca a quien parece ser su esposa con sus 2 hijos a quienes se abraza llorando
sin parar, esto es algo normal cuando vamos llegando, y vemos por primera vez a
nuestra familia desde que somos presos, abra algunos que no, pero la mayoría si
llora, llego con mi amigo, nos fundimos en un abrazo, se le salen las lágrimas,
volteo para que nadie se dé cuenta por pena y le digo:
- No llores, porque van a pensar que yo al igual que este, también voy
llegando.
El “chicote” es un señor que viene por secuestro, como de cincuenta y cinco años
de edad, con bigote largo, amarillo de tanto cigarro, su chamarra cazadora que
nunca supe que la lavara, sus botas vaqueras, con más años de uso que la
sentencia que le dieron, algunos le dan dulces a vender para que se gane unos
pesos.
Entre a trabajar en la policía municipal de Toluca, sin saber que viviría lo que
ahora estoy viviendo.
Después vi que mi acompañante me seguía preguntando sin decir nada, con los
ojos llenos de curiosidad, lo que hizo que mi cabeza siguiera con los recuerdos:
“Con diez años de experiencia como policía, y treinta y dos de edad, ya traía a mi
cargo una patrulla, con este tiempo, con experiencia y todo, sentimos miedo ante
una amenaza de peligro, fue en una madrugada de domingo como las 4:00 de la
mañana, circulaba en la colonia Álvaro Obregón, una de las más peligrosas del
municipio, por la hora no había personas en la calle, hay un cerro pequeño, subí a
esperar el amanecer, el estar solo se combinó con el cansancio de la jornada de
24 horas de trabajo, el sueño me venció, todavía no amanecía cuando me
despertó un ruido, llegaron a donde me encontraba siete u ocho jóvenes, quienes
me hablaron, imaginé que era una emergencia, baje el vidrio de la unidad
preguntando que se les ofrecía, el que se encontraba próximo a la ventanilla me
pidió un cigarro, al hablar de su boca salió un aroma a alcohol mesclado con
solvente y cigarro, un aroma que es conocido entre este tipo de personas, al que
ya estaba familiarizado, mientras los demás rodeaban la patrulla, al percatarme de
esto le contesté que no tenía cigarros, el dio unos pasos hacia atrás, pero se
regresó y me pidió cerillos, sin contestarle se dio la vuelta caminando cuesta abajo
del cerro, decidí retirarme, se escucharon dos balazos, que no supe de dónde
venían o quien los hizo, después cayeron piedras en la patrulla, por instinto o
miedo saque mi arma de cargo, hice dos disparos sacando la mano con el arma
por la ventanilla, de inmediato encendí la unidad retirándome lo más rápido que
pude.
Cometí el error de no pedir apoyo a mis compañeros, cinco minutos después por
la frecuencia de radio se escuchó que en el lugar donde estuvé, reportaban una
persona muerta por arma de fuego, al escuchar esto, de inmediato por teléfono
informé a mi superior lo sucedido, me cito en las oficinas de la dirección, ya en el
lugar le expliqué al comandante lo ocurrido, de ahí me llevaron a la fiscalía donde
declaré, me dijeron que era todo, que me retirara, el abogado del jurídico me dijo
que no habría problema, yo con confianza regresé a trabajar, en el trabajo algunos
compañeros me decían que me diera a la fuga, que no confiara en el abogado ni
en el ministerio público, ahora fiscalía, al enterarse mi esposa se veía preocupada,
mis hermanos también, otro error que cometí fue confiar en el abogado, y dejar
que las cosas transcurrieran a como venían, diez días después salió una orden de
aprehensión en mi contra, porque según las investigaciones de la policía judicial,
ahora llamada policía ministerial, daba como resultado que yo había sido quien le
quitó la vida a esa persona, acusándome de homicidio calificado, por lo que la
frase mencionada se cumplió en mí, no me fui al panteón, pero sí me fui a la
CARCEL”
“En esa celda permanecí ocho días, de los peores que he pasado en este lugar,
sobre todo el primero, no había dormido, mi mente pensaba en que en lugar de
avisarle a mi superior lo que había pasado, me hubiera quedado callado, tal vez
nunca se hubiera sabido la verdad, pensaba que no debí hacerle caso al abogado
en que no habría problema, que mejor hubiese huido como me lo recomendaron
algunos compañeros, lo que más me dolió fue pensar en qué pasaría con mi
esposa, con mis hijos, yo era el sustento de ellos, que harían ahora que estoy en
la cárcel, ¿se burlarían de ellos sus compañeros de escuela?, a mi esposa y
demás familia los verían con desprecio o señalarlos como familiares de un asesino
que está en la cárcel, me preocupó de donde saldría dinero para los gastos del
abogado, porque el que me pusieron del jurídico de la dirección de seguridad
publica ya no me defendió, después pensaba en que pronto aquí en el penal se
sabría que yo había sido policía, escuchaba que al llegar aquí les pegaban, los
extorsionaban, que tal vez me encontraría a alguien que en verdad había
detenido, que esté buscara venganza en contra mía, escuchaba conversaciones
donde decían que habían picado a fulano, que le pegaron al pancho porque no le
quiso regalar una moneda al cachacuas, observaba a mi alrededor, viendo solo
cosas que nunca imaginé cuando estaba en la calle, como el que un cigarro se
compartiera entre dos o más personas, que hay peleas hasta por cinco pesos, la
mayoría sin bañarse debido a la escases de agua y exceso de personas, todo esto
me atormentaba, y pensaba en mi mamá que falleció cuando yo era niño,
diciéndole en voz baja, “madre dame fuerza”, que gran cambio dio mi vida por un
error o una circunstancia que no esperaba, recordaba a mi esposa esmerándose
en tener mi uniforme bien limpiecito, planchadito, yo boleaba a diario mis zapatos
de trabajo, con el fin de tener una buena presentación ante la sociedad, decía yo,
volviendo a la realidad, me vi vestido con un pans azul roto de las rodillas, playera
del mismo color o más bien descolorida, ropa que me consiguió el Lalo para que
pasara desapercibido y que los demás no se dieran cuenta que acababa de llegar,
todavía traía los zapatos que usaba en el trabajo, con la diferencia que ahora
estaban sucios, que gran cambio por estar a la hora y lugar equivocado, que giro
tan drástico, de policía a preso, por suerte tengo un tío que junto con su esposa e
hijos me mandan un pans cada año, gracias a ellos y mi demás familia ya no ando
en las condiciones de cómo eran cuando llegué, después Lalo me presto tarjeta
para que avisara a mi casa dónde estaba yo, porque no me había comunicado,
cuando marque a casa me contesto mi esposa, le dije lo que había pasado la
noche anterior, tardo en contestar que no sabía nada, pero que lo imaginaba, me
pregunto que si estaba bien, que si me golpearon, me decía que los niños
preguntaron porque no llegue a dormir, todo esto con llanto, yo también lloraba de
coraje y tristeza, me dijo que haría lo posible junto con mi tío, un hermano de mi
mamá, quien es mi padre desde que ella murió y mi padre biológico me abandonó,
por venir a verme y checar que podrían hacer, la tarjeta se acabó, se cortó la
comunicación, regrese a la celda.
En la celda éramos veinticinco personas, el pasillo permanecía cerrado, en caso
de querer hacer una llamada telefónica, teníamos que pagar para salir al área de
teléfonos, entre otros inconvenientes”
Despedí a mi amigo, sin saber hasta cuando lo volvería a ver, o si lo veré alguna
otra vez en mi vida, se fue, regresé a la celda con sentimientos encontrados, por
una parte molesto por darme cuenta que Arturo solo venia por morbo, me reí,
pensando ¡que descarado!, por otro lado, contento por ver a quien a pesar de todo
es mi amigo, independientemente de que es grato estar con alguien a quien no
veías desde hace tiempo, agregando el mole y los doscientos pesotes que me
regaló, cuando me dio el dinero lamente no haberle contado nada, tal vez si lo
hubiese hecho me hubiera dado un quinientón.
FIN