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Plácido Ferrándiz

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UNA INTRODUCCIÓN
AL CRISTIANISMO BÍBLICO

Plácido Ferrándiz A., Marzo 2016


en Novelda (Alicante)

2ª Edición aumentada: Junio 2016


3ª Edición revisada y aumentada: 2018
4º Edición revisada y aumentada: Octubre 2020

© Los derechos de lo que en esta obra sea del Señor Jesús, son de Él, y por
tanto de su Cuerpo; si algo no es conforme a su Palabra, no se recomienda
reproducir en ningún modo por su bien, sino más bien olvidar. En el primer
caso, se permite la reproducción total, con la única condición de citar la
fuente, a fin de que pueda comprobarse y preservarse la autenticidad del
texto.

Publicado por: Obed Ediciones


placido.ferrandiz@gmail.com
Documento PDF en Din A5, para imprimir como libro tamaño
cuartilla.

Blog: https://obediakonia.blogspot.com/
Blog: https://introcristianismobiblico.blogspot.com
Facebook: https://www.facebook.com/placido.ferrandiz

3
4
Las citas bíblicas son tomadas generalmente de la traducción ‘Reina
Valera Actualizada 2006’, cotejada con diversas traducciones y, para el
Nuevo Testamento, con el Interlineal académico del Nuevo
Testamento griego-español de Francisco Lacueva, y el Nuevo
Testamento Griego 5ª edición revidada.

El católico bien puede usar una traducción católica de estudio para


comprobar la fidelidad de los textos.

5
SUMARIO

● Aclarando los términos ........................................................... 8

Capítulo 1: El Evangelio (Buenas Noticias): un mensaje de


vida o muerte que es necesario desempolvar ........... 13

Capítulo 2: ¿Cuáles son esas Buenas Noticias? (Un breve


resumen) ................................................................. 17

Capítulo 3: El ser humano fue creado con un propósito ........... 18

Capítulo 4: El ser humano fracasó y cayó del propósito de Dios 25

Capítulo 5: Las Buenas Noticias acerca de Jesús y la venida del


Reino de Dios .............................................................................. 34

Capítulo 6: La respuesta al Evangelio que Dios espera .............. 61

Capítulo 7: La salvación que nos hace aptos para el Reino y para


alcanzar el propósito original de Dios. El aspecto individual ...... 71
I. La salvación y sus tiempos ................................................ 72
II. 1ª etapa de la salvación: la salvación de nuestro espíritu ... 75
III. 2ª etapa de la salvación: la salvación de nuestra alma ...... 89
IV. 3ª etapa de la salvación: la salvación de nuestro cuerpo ... 118

Capítulo 8: La salvación que nos hace aptos para el Reino y para


alcanzar el propósito original de Dios. El aspecto social ......... 122

I. Origen, naturaleza y misión de la Asamblea de Jesús


el Mesías ............................................................................... 123

II. La vida normal de la Asamblea del Rey de Dios ............... 134


1. El anuncio del Evangelio ............................................ 134
2. La vida de la Iglesia es la vida en la que conocemos
a Dios .......................................................................... 137

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3. La vida de la Iglesia es la vida donde expresamos
al Dios trino ........................................................ 141
4. La vida de la iglesia es una vida de servicio,
cuidado y edificación mutuos ................................ 145
5. El Alimento celestial de la Asamblea de Dios ....... 151
6. En comunicación con Dios ..................................... 154
7. La vida de la iglesia es conforme al modelo ordenado
por Dios: 'los odres nuevos'.…................................. 155
- las iglesias locales ........................................... 157
- el liderazgo y gobierno en las iglesias locales .. 162

III. La historia de la Iglesia y el principio del remanente ..... 171

● Apéndice I: Resumiendo algunos hitos fundamentales en la


formación y desarrollo del Catolicismo Romano .................... 207

● Apéndice II: Sobre la interpretación literal del Reino


mesiánico milenial ("milenarismo") ....................................... 234

● Apéndice III: Breve testimonio biográfico del autor ............... 250

● Bibliografía …………………………………………………. 255

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ACLARANDO LOS TÉRMINOS

 "Introducción"

"Introducción" en primer lugar porque mi propósito es presentar tan


solo una panorámica inicial del cristianismo bíblico para que el lector
pueda hacerse una primera idea, no exhaustiva, pero suficiente, del
mismo. "Introducción" en segundo lugar porque el cristianismo
bíblico es una llamada divina a tomar un camino de vida, demanda
una decisión, es eminentemente práctico, es una experiencia de vida.
Por tanto, aquí sólo estaremos apuntando descriptivamente esa
experiencia vital a la que todo ser humano está llamado.

 "Al Cristianismo"

El primer nombre por el que se identificaba al grupo de los que


seguían a Jesús como discípulos era “los del Camino”:

“1 Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los


discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote, 2 y le pidió cartas
para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos
hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a
Jerusalén” (Hechos 9:1-2).

Los que seguían a Jesús, los discípulos de Jesús, eran 'los de este
Camino', en referencia al movimiento originado por Jesús de Nazaret.
En realidad, Jesús vino a enseñar el camino de regreso a Dios, porque
todos andábamos en nuestros propios caminos, desobedientes y
rebeldes a Dios, esclavos del pecado y del poder de la muerte:

“Hay un camino que al hombre le parece derecho, pero que al


final es camino de muerte” (Proverbios 14:12).

Entonces“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;


nadie viene al Padre, sino por Mí” (Juan 14:6).

8
El Camino del Señor es el Señor Jesús mismo.

"Camino" hace referencia a la manera de conducirse en la vida, la


manera de vivir. El Camino de Dios, el Camino del Señor Jesús, es la
manera de vivir conforme a la voluntad de Dios. Y es algo concreto
que se puede aprender:

“24 Llegó entonces a Éfeso cierto judío llamado Apolos, natural


de Alejandría, hombre elocuente y poderoso en las Escrituras. 25
Este había sido instruido en el Camino del Señor; y siendo
ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas
acerca de Jesús, aunque conocía solamente el bautismo de Juan.
26 Comenzó a predicar con valentía en la sinagoga, y cuando
Priscila y Aquilas le oyeron, le tomaron aparte y le expusieron
con mayor exactitud el Camino de Dios” (Hechos 18:24-26).

En las sagradas Escrituras este Camino recibe varios nombres, que


indican diferentes aspectos del mismo:
 El Camino de Dios (Mateo 22:16; Marcos 12:14; Lucas 20:21;
Hechos de los Apóstoles18:26)
 El Camino del Señor (Hechos de los Apóstoles 18:25)
 El Camino de salvación (Hechos 16:17)
 El Camino de justicia (Mateo 21:32; 2Pedro 2:21)
 El Camino de paz (Romanos 3:17)
 El Camino recto (2Pedro 2:15)
 El Camino de la verdad (2Pedro 2:2)
 El Camino que lleva a la vida (Mateo 7:14)

Pero muy pronto, y por primera vez en Antioquía de Siria, se comenzó


a llamar "cristianos" a los discípulos de Jesús:

"Y sucedió que se reunieron todo un año con la iglesia y


enseñaron a mucha gente. Y los discípulos fueron llamados
cristianos por primera vez en Antioquía" (Hechos de los
Apóstoles 11:26).

9
Fue, pues, un nombre dado por los que observaban desde fuera.
Decían: estos son seguidores de Jesús considerado "el Cristo"
(enseguida veremos el significado e implicaciones de ese término).

En realidad, como alguien señaló, hay en el Nuevo Testamento (la


segunda parte de la Biblia) cuatro grandes designaciones para el
asunto básico que en él se desarrolla, la verdad vital a la que se
refiere: ‘el Evangelio’, ‘el Camino’, ‘la Fe’ y ‘el Testimonio’. Aquello
que ahora ha venido a ser conocido como «cristianismo» fue entonces
expresado por alguno de estos cuatro nombres.

Por tanto, este libro es una introducción al Evangelio (buenas noticias)


de Dios; una introducción al Camino de Dios, a la manera de vivir
conforme a la voluntad de Dios según Jesús de Nazaret; una
introducción a la Fe en el sentido del depósito (contenido) de la
revelación de Dios al hombre; una introducción al Testimonio que
Dios ha dado al mundo en su Hijo Jesús.

 "Bíblico"

Me adhiero a la corriente de aquellos cristianos (sobre cuyos hombros


escribo este libro1) que vienen tratando de redescubrir el cristianismo
en sus fuentes, tal como salió de las manos de Jesús y sus apóstoles
guiados por el Espíritu de Jesucristo y quedó registrado en el Nuevo
Testamento. Antes de ser afectado por siglos de teologías y tradiciones
de hombres, modificado al beber en fuentes diferentes a la Biblia, y
desfigurado por la infidelidad y miseria humanas.

Tratamos aquí de presentar, pues, el Cristianismo tal como es


enseñado en las sagradas Escrituras, tratando con toda honestidad de
interpretarlas:
a) conforme a los criterios comunes de la sana interpretación
b) y los criterios que la Palabra misma de Dios suministra para
interpretarse a sí misma.

1
Ver la bibliografía.

10
Quien desee considerar esto con más detalle y examinar la
justificación de los criterios de interpretación que asumimos, puede
descargar gratuitamente mi estudio “La Interpretación de la Biblia”
en Scribd.

Por eso, como no podría ser de otra forma, todo el tiempo estaré
tratando de poner al lector en contacto directo con la Palabra de Dios.
El fruto espiritual de la lectura de este libro dependerá en gran medida
de la lectura atenta de los textos bíblicos que se aportan, ya sea los
directamente reproducidos, o los meramente sugeridos en las citas
bíblicas (por cuestión de espacio). Quien pida a Dios con corazón
sencillo la luz de su Espíritu para entender, no quedará defraudado.

Apelo a la responsabilidad, honestidad y conciencia del lector para


que haga sus propias comprobaciones.

Para cualquier duda u objeción, quedo a disposición del lector por


medio del correo electrónico aportado más arriba.

11
12
Un mensaje de vida o muerte que es necesario desempolvar

“14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea


predicando el evangelio de Dios, 15 y diciendo: "El tiempo se ha
cumplido, y el reino de Dios se ha acercado.
¡Arrepentíos y creed en el evangelio!"
(Evangelio de Marcos 1:14-15).

"Evangelio" es un término griego que significa "buenas noticias". Se


usaba para referirse a la proclamación pública de un gran evento
histórico que cambiaba la situación de los oyentes y que requería una
respuesta; por ejemplo, una victoria en la guerra o la ascensión de un
nuevo rey. Esto nos ayuda a entender que

el Evangelio acerca de Jesús y el Reino de Dios


es la proclamación pública de hechos o eventos
históricos trascendentales para la Historia del Mundo
y el destino de cada ser humano:
de la respuesta que cada uno dé a esa proclamación
depende su salvación eterna
o su condenación eterna.

Este anuncio tiene poder para salvar a todos los que creen, también a
ti, que estás leyendo esto:

"Porque no me avergüenzo del evangelio; pues es poder de Dios


para salvación a todo aquel que cree..." (Romanos 1:16).

Los hechos que se proclaman son bien definidos y sencillos de


entender por cualquiera, los cuales fueron presenciados por testigos

13
oculares que convivieron con Jesús de Nazaret2. Ellos primeramente
dieron testimonio oral de los mismos, y luego registraron su
testimonio en los escritos que se conocen como "el Nuevo
Testamento", la segunda parte de la Biblia. La mayoría de ellos
pagaron por ese testimonio con sus propias vidas.

La fiabilidad histórica y credibilidad de esos escritos y su trasmisión


hasta nosotros está avalada por sólidas y contundentes evidencias que
están a disposición de cualquier persona que desee honestamente
comprobar la verdad. Puedes encontrar mi estudio "La credibilidad y
fiabilidad de la Biblia" aquí:

https://es.scribd.com/document/437709136/Credibilidad-y-
confiabilidad-de-la-Biblia-pdf

Es cierto que la debilidad y la tendencia humana a la corrupción es


grande. También es cierto que además el diablo odia y busca destruir
la Biblia y todas las cosas de Dios, y se emplea a fondo para que las
personas la ignoren, duden de su credibilidad y veracidad, y la
desechen como mera palabra de hombres, de modo que así sean
privadas de la Revelación y la Salvación de Dios.

Yo viví un tiempo en Orihuela, por donde pasa el río Segura, si es que


a aquello se le podía llamar 'río'. Las aguas eran negras, el olor
horroroso, sobre todo en verano... Cada ciudad por la que el río pasa
restaba caudal y añadía carga de contaminación, especialmente a su
paso por Murcia. A medida que uno iba remontando ciudades hacia su
nacimiento, podía comprobar que el caudal del río era mayor y el
color del agua mejor. El río no nace en Murcia, viene de Albacete.
Pero tampoco nace en Albacete, sino en Jaén, cerca de Santiago-
Pontones. Allí nace cristalino el Segura.

Ocurre algo similar con el Cristianismo. Tan pronto como el río echó a
correr, recibió merma y contaminación en cada estación histórica.
2
Compruébalo en 2ªPedro 1:16; 1Juan 1:1-3; Lc 1:1-4; Hechos 1:1-3; 1ªCor
15:6-8; Hch 10:39-42; 1ªPe 5:1; Hch 1:9; Hch 2:22; Hch 26:24-26.

14
Algo positivo se iba perdiendo, y algo negativo y extraño se iba
añadiendo, resultando alterado y contaminado el conjunto3. Y
desgraciadamente el cristianismo que hemos conocido y
experimentado no siempre coincide con el cristianismo bíblico.

Esta tendencia a la corrupción es grande, ¡pero más grande es el poder


de Dios para preservar su mensaje y hacerlo llegar a todo aquel que
busque la verdad de todo corazón!

¡Por eso Dios, en su sabiduría, nos dejó la Biblia!: así Dios aseguró
que cualquiera, en cualquier lugar y época histórica, pueda regresar si
quiere a comprobar el Cristianismo en sus fuentes, es decir, el
Cristianismo como salió de las manos de Jesús y sus discípulos
enviados a proclamar y enseñar su mensaje. Un mensaje que ha
transformado millones de vidas de todas las épocas, razas y culturas, y
que ha impactado decisivamente en la historia del mundo.

De modo que, sea cual sea tu idea del Cristianismo, y tu postura


respecto de él, te invito ahora considerar las Buenas Noticias de Dios
en sus fuentes, y examinar por ti mismo algunos de los pasajes
centrales de las Sagradas Escrituras donde son presentadas. Es un
asunto demasiado importante como para no buscar la verdad al
respecto.

¡Date un momento para atender este mensaje que viene de lo Alto! No


tienes nada que perder, y sí mucho que ganar. Un alto en tu camino
puede ser decisivo para tu destino eterno, y para vivir desde hoy
mismo una vida plena. No descartes el Evangelio que te puede salvar
sin considerarlo detenidamente, pues es salvación "para los que
creen", pero para los que no creen es una sentencia de condenación,
porque el Evangelio es Dios mismo ofreciendo su salvación, por
tanto, rechazarlo es rechazar la salvación, y permanecer bajo el
justo juicio de Dios:

3
Ver una síntesis de este proceso histórico degenerativo en al Apéndice I.

15
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda,
mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo
para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él. El que cree en él no es condenado; pero el que no cree ya ha
sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito
Hijo de Dios. Y ésta es la condenación: que la luz ha venido al
mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz,
porque sus obras eran malas" (Juan 3:16-19).

"...El que viene del cielo (es decir, Jesús) está por encima de
todos. Testifica de lo que ha visto y oído, y nadie recibe su
testimonio. El que recibe su testimonio atestigua que Dios es
veraz. Porque el que Dios envió habla las palabras de Dios, pues
Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo y ha
puesto todas las cosas en su mano. El que cree en el Hijo tiene
vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida,
sino que la ira de Dios permanece sobre él" (Juan 3:32-36).

Pido a Dios que tus ojos y tus oídos y tu corazón, estimado lector, sean
abiertos para recibir el Evangelio de Dios si todavía no lo has hecho, o
no con la suficiente claridad.

16
¿CUÁLES SON ESAS BUENAS NOTICIAS?

El Evangelio de Dios es un mensaje de salvación, sumamente


profundo y rico, cuyo contenido es:

a) la Persona misma de Jesús de Nazaret,


b) su anuncio y enseñanza,
c) y su obra salvadora.

Podemos resumir así lo elemental del Evangelio que Dios, en su amor,


ha mandado proclamar a todos los hombres:

 El Reino de Dios, el Gobierno de los Cielos sobre la Tierra, ya


ha irrumpido en la actual era de nuestra Historia.

 Jesús de Nazaret es:

► el Hijo eterno de Dios hecho hombre (su identidad),

► y el Mesías o Cristo de Dios (su misión), es decir, la


persona escogida por Dios para traer Su Reino, su Gobierno, a
la tierra, derrotando a Satanás, “el dios de este mundo”, y su
imperio maligno.

 Dada nuestra condición “caída” a causa del Pecado, Jesús el


Cristo realizó la tremenda obra de salvación que necesitamos
para poder entrar en el Reino de Dios, la cual llevó a cabo por
medio de:

► su muerte expiatoria en la cruz por nuestros pecados,

► y su resurrección de entre los muertos para


posibilitarnos un nuevo comienzo.

17
 Jesucristo fue exaltado al Trono de Dios, se le dio toda
autoridad como Señor del universo, y fue designado Juez de
vivos y muertos. Y es inminente su regreso en gloria y poder
para juzgar al mundo con justicia y asumir el gobierno del
mundo estableciendo el Reinado eterno de Dios.

 Dios manda a todos los hombres que se arrepientan de su


rebeldía y sus pecados y crean estas Buenas Noticias para
recibir su rica y gran salvación, que nos reconcilia con Dios,
nos libra de su justo juicio y nos hace aptos para entrar en Su
Reino.

***

Estimado lector, si todavía no conocías estas Buenas Noticias o no has


recibido a Jesús aún, lo que acabas de leer está siendo usado por Dios
en estos momentos para hablarte a ti personalmente:

"Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios


os exhorta por medio nuestro, rogamos en nombre de Cristo:
¡Reconciliaos con Dios! (...) Y así nosotros, como colaboradores,
os exhortamos también que no recibáis en vano la gracia de
Dios; porque dice: 'En tiempo favorable te escuché, y en el día de
la salvación te socorrí'. ¡He aquí ahora el tiempo más
favorable! ¡He aquí ahora el día de salvación!" (2ª Carta a los
corintios 5:20: 6:1-2)

***

Permíteme acompañarte, con la ayuda de Dios y de las Escrituras, a


entender mejor este crucial mensaje de Dios.

18
EL SER HUMANO FUE CREADO CON UN
PROPÓSITO

Muchos se están dejando arrastrar por la creencia, contraria a toda


evidencia, de que este universo existe por azar, sin ningún propósito ni
sentido (es decir: ¡que es absurdo!). Y es cierto que si no hubiera Dios,
así sería todo, incluidas nuestras vidas: un absurdo. ¡Pero hay Dios!, y
ha revelado en la Biblia que Él ha creado el universo como un espacio
de encuentro, ¡como el escenario para tener una relación viva y
amorosa contigo y conmigo!

Dios se propuso crear al Ser Humano, al Género Humano (ese es el


significado de la palabra hebrea ‘adam’), en la complementariedad de
varón y mujer. Adán es el varón y la mujer juntos como una sola
carne. Y se propuso hacerlo 'a su imagen y semejanza'. De la misma
manera que un guante es diseñado 'conforme a la imagen y semejanza'
de la mano que ha de contener, ¡el ser humano fue hecho como un
recipiente para contener la Vida de Dios, para contener a Dios
mismo!

Así, Dios nos diseñó con tres partes formando una unidad: cuerpo,
alma y espíritu:

“Entonces el SEÑOR Dios formó al hombre del polvo de la


tierra (cuerpo), y sopló en su nariz
aliento de vidas (espíritu); y fue el
hombre alma viviente" (Génesis
2:7).

“...el mismo Dios de paz os santifique


por completo; y que todo vuestro ser:
espíritu, alma y cuerpo, sean
guardados...” (1ª Tesalonicenses 5:23)

19
a) el cuerpo (‘basar’ en hebreo, ‘soma’ en griego), la parte más
externa, es el órgano que nos vincula al mundo físico y visible, y nos
permite relacionarnos y desenvolvernos en él. Está constituido por los
sentidos físicos, los diferentes sistemas, aparatos y órganos biológicos,
los instintos y pasiones naturales necesarios para la reproducción y
supervivencia;

b) el ‘aliento’ o espíritu (‘neshamá’ y ‘ruaj’ en hebreo, ‘pneuma’ en


griego), la parte más interna, es creado por el mismo Aliento de Dios,
“el Padre de los espíritus” (Heb 12:9), y con él es dada la vida. Es el
órgano que nos capacita para la comunicación y comunión con Dios
(el cual es Espíritu, es decir, de naturaleza espiritual, invisible); y nos
capacita también para contenerlo a modo de vaso: nuestro espíritu
humano tiene la forma de Dios, por eso ninguna otra cosa puede
llenarlo, por eso ninguna otra cosa puede satisfacernos plenamente,
¡estamos hechos para lo eterno! Su función básica es la conciencia, la
voz de Dios en el interior del hombre aprobando el bien y condenando
el mal.

Pero en el texto hebreo original la expresión aparece en plural


“aliento de vidas” (enseguida vemos esto);

c) el alma (‘nefesh’ en hebreo, ‘psijé’ en griego) resultó del contacto


del espíritu con la materia, del ‘aliento de vidas’ insuflado en la nariz
de la figura hecha con el polvo de la tierra. Es la personalidad del
hombre, su carácter, el ‘yo’, dotado de:

- mente (razón, memoria, imaginación…),


- emoción (sentimientos, afectos…)
- y voluntad (preferencias, intenciones, motivaciones, capacidad de
elegir y decidir...).

¿Por qué, entonces, dice "aliento de vidas", en plural? El Nuevo


Testamento, usando el rico vocabulario griego, nos muestra tres clases
de ‘vida’:

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 la vida ‘bio’ (biológica),
 la vida ‘psijé’ (vida psíquica, vida del alma),
 y la vida ‘zoé’ (la Vida divina, eterna).

Dios insufló vida ‘biológica’ y ‘psíquica’ en Adán, pero además le fue


dado un espíritu capaz de recibir la Vida ‘zoé’ al comer de "el fruto del
árbol de la Vida".

Las primeras páginas de la biblia expresan este propósito del Creador


simbolizado en el 'árbol de la vida' que colocó en el centro del jardín
de Edén, invitando al Hombre a comer de él. Comer del 'árbol de la
vida' significaba recibir la Vida divina (vida ‘zoé’) como vida propia
para vivir por medio de ella.

El objetivo de crear al hombre con este diseño y ofrecerle la Vida


divina era capacitarlo para señorear, gobernar, reinar sobre toda la
Tierra en unión con Dios, en su Nombre, conteniéndole,
representándole, expresándole. Y así:

a) 'cultivar' el jardín de Edén: desarrollar la Tierra según los propósitos


de Dios,

b) y 'guardarlo': protegerlo, defenderlo de la infiltración de ‘la


serpiente’ -Satanás- y su Pecado de rebelión.

Para lo cual Dios se puso en el centro del jardín representado por el


'Árbol de la Vida', ofreciéndose para ser ‘comido’...

"Y plantó el Señor Dios un jardín en Edén, en el oriente, y puso


allí al hombre que había formado. El Señor Dios hizo brotar de
la tierra toda clase de árboles atractivos a la vista y buenos para
comer; también en medio del jardín, el árbol de la vida y el
árbol del conocimiento del bien y del mal. Tomó, pues, el Señor
Dios al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo
cultivase y lo guardase (...) Y el Señor Dios mandó al hombre
diciendo: "Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero

21
del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás,
porque el día que comas de él, ciertamente morirás" (Génesis
2:8-17).

Al igual que el alimento que comemos y asimilamos nos da vida y nos


constituye físicamente, Dios usa esta imagen para mostrarnos su deseo
de habitar en nosotros, ser nuestra Vida, ser el elemento que constituye
todo nuestro ser, para llenarnos y que su gloria sea expresada por
medio de nosotros. Tal árbol es una figura de Cristo. El Nuevo
Testamento nos revela que Cristo es el Árbol de Vida, cuyo fruto es la
Vida Zoé de Dios:

"Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna (el
fruto), y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la
vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (1ª Carta
de Juan 5:11-12).

“Comer” espiritualmente equivale a “creer”, “confiar”, “aceptar”,


“recibir”. De este modo, al recibir al Hijo, el espíritu humano sería así
habitado por Él, en una comunión de Vida y Amor, llenando desde allí
el alma, y por medio del cuerpo, gobernar (reinar) sobre la creación
entera. Aquí está revelado desde el principio el Propósito de Dios:

"Entonces dijo Dios: 'Hagamos al hombre a nuestra imagen,


conforme a nuestra semejanza, y tenga dominio sobre los peces
del mar, las aves del cielo, el ganado, y en toda la tierra, y sobre
todo animal que se desplaza sobre la tierra'. Creó, pues, Dios al
hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer
los creó. Dios los bendijo y les dijo: 'Sed fecundos y
multiplicaos. Llenad la tierra; sojuzgadla y tened dominio sobre
los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se
desplazan sobre la tierra" (Génesis 1:26-28).

22
¡Este es el altísimo y excelente Propósito para el que Dios nos creó y
diseñó! ¡Este es el sentido de la vida humana!

Y para que el Hombre pudiera entrar en este compañerismo con Dios,


en esta alianza de amor, Dios le dio libre albedrío, ‘a su imagen y
semejanza’. Pero no una libertad absoluta (que sólo pertenece a Dios),
el ser humano no tiene potestad para crearse a sí mismo, ni asignarse
un propósito o finalidad. El libre albedrío del hombre es una libertad
‘relativa’, es decir, que está ‘en relación’ al Propósito para el que fue
concedida; y una libertad ‘responsable’, es decir, ha de ‘responder’
de sí misma ante el Creador. Al aceptar el Plan de Dios, la libertad
humana se realiza a sí misma al alcanzar el propósito para el que fue
dada. De otro modo se frustra a sí misma, yerra el blanco para el que
fue dada. Eso es lo que significa la palabra ‘pecado’: ‘errar el
blanco’...

23
24
EL SER HUMANO FRACASÓ
Y CAYÓ DEL PROPÓSITO DE DIOS

Pero nuestros primeros padres decidieron comer del único árbol que
estaba prohibido: "el árbol del conocimiento del bien y del mal", sin
hacer caso a la advertencia de Dios:

"El Señor Dios hizo brotar de la tierra toda clase de árboles


atractivos a la vista y buenos para comer; también en medio del
jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y
del mal (...) Y Señor Dios mandó al hombre diciendo: 'Puedes
comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del
conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que
comas de él, ciertamente morirás'" (Génesis 2:8-17).

Vemos pues dos árboles, dos frutos, representando dos caminos, dos
opciones de vida alternativas, contrarias, incompatibles. Es importante
fijarse que no se trata de escoger entre “el bien” y “el mal”, sino entre
“la vida” y “el conocimiento del bien y el mal”. Y es claro que al
contraponer ambos árboles y sus frutos, se está dando a entender que
“el árbol del conocimiento del bien y del mal” es el árbol de la muerte,
que produce muerte. ¡La elección, pues, es entre la vida y la muerte!

Pero veamos más detalladamente, a la luz de toda la Escritura, en qué


consiste una y otra elección, qué implican:

comer del fruto del comer del árbol del


árbol de la vida conocimiento del bien
y del mal
Escoger aceptar el Propósito de Escoger rechazarlo, para andar
Dios para el Ser Humano conforme la propia voluntad

25
Escoger ‘alimentarse’, vivir, Escoger ‘alimentarse’, vivir, de
de Dios, de su Vida (zoé), uno mismo, de los recursos de su
en unión con Él propia vida natural (biológica y
psíquica), independientemente de
Dios, de espaldas a Él
Escoger reconocer al Creador, su Escoger no reconocer al Creador,
autoridad, sus derechos, y ni su autoridad, ni sus derechos,
reconocerse criatura dependiente ni reconocerse criatura
de Dios, viviendo en dependiente del Creador, sino
agradecimiento, amor y andar en rebelión, en
obediencia a Él. desobediencia e insumisión, en-
diosándose: pretendiendo ponerse
a sí mismo en el centro,
ocupando el lugar que
corresponde a Dios, decidiendo el
bien y el mal aparte de Dios.

Así precisamente formuló su engañosa oferta “la serpiente antigua,


que es el diablo y Satanás”4:

"...Ciertamente no moriréis. Es que Dios sabe que el día que


comáis de él (del árbol del conocimiento del bien y del mal),
vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios, conociendo el
bien y el mal" (Génesis 3:4-5).

Esta fue la esencia de la rebelión satánica contra la Autoridad de Dios,


mucho antes de la creación del ser humano, la cual fue el origen del
mal en el universo:

"Tú has dicho en tu corazón: ’Subiré al cielo en lo alto; hasta las


estrellas de Dios levantaré mi trono y me sentaré en el monte de
la asamblea, en las regiones más distantes del norte. Subiré sobre
las alturas de las nubes y seré semejante al Altísimo" (Isaías 14:

4
Ver Apocalipsis 12:9

26
13-145).

Esto es la esencia de lo que la Biblia llama "Pecado" (errar el


blanco), el fruto prohibido que "comieron" nuestros primeros padres,
con unas consecuencias catastróficas.

No es casual que Satanás se presentara en Edén bajo la forma de una


serpiente: él 'encantó' a su presa, la Raza humana representada en
Adán (varón y mujer), y la mordió inyectándole su veneno: la
rebelión, el Pecado... dándoles así muerte. Porque lo que les ocultó en
su mentira es que vivir del árbol del conocimiento conlleva que el bien
y el mal siempre van juntos: tratando de hacer el bien al margen de
Dios, siempre acabamos produciendo mal. No les dijo que en ese
conocimiento, separados de Dios, no hay vida, sino muerte...

El veneno del Pecado que Satanás inyectó en Adán y su mujer dañó,


alteró, pervirtió la estructura de la naturaleza humana, que vino a
ser una naturaleza pecaminosa, “vendida al poder del Pecado”6, el
cual opera como una Ley que le empuja inexorablemente a cometer
'pecados'.

Seguramente leer esto te incomoda, y hasta te repugna y te hace


daño... pero si uno padece una enfermedad mortal, no hay otro camino
para salvarse que reconocer el diagnóstico del médico competente y
aceptar el remedio. Lo que Dios dice acerca de nuestra presente
condición es terrible, y nuestra primera reacción es rechazo, tapar
nuestros oídos, huir... ¡Pero es la verdad, y dichoso el que permanece a
la escucha de lo que Dios dice!

El ser humano se convirtió en ‘un ser pecador'. No sólo 'hacemos'


pecados, sino que después de la Caída 'somos' pecadores. El
'Pecado' es como la raíz, 'los pecados' son los frutos naturales de esa
5
Ver Isaías 14:12-17 y Ezequiel 28:12-19, donde la Escritura nos revela la
historia de "Lucero", ahora Satanás, por detrás de ciertos gobernantes
tiránicos.
6
Ver Romanos 7:14

27
raíz:

E inexorable vino el fruto del pecado: la muerte, tal como había


advertido Dios, porque no puede ser otra la consecuencia de rechazar
la vida ‘zoé’, la Vida eterna de Dios. Desconectarse de Aquel que es la
Fuente de la Vida verdadera, conduce naturalmente a la muerte. Por
medio del pecado de Adán entró la muerte en el mundo:

“...porque la paga del pecado es muerte...” (Romanos 6:23a)

"Por esta razón, así como el pecado entró en el mundo por medio
de un solo hombre y la muerte por medio del pecado, así también
la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron"
(Romanos 5:12).

Cuando Adán y Eva se reprodujeron, reprodujeron lo que tenían: esta


naturaleza caída como la estamos describiendo. Como descendientes
de Adán, al venir a este mundo todos nosotros heredamos
naturalmente su naturaleza caída:

28
'...por la desobediencia de un hombre, los muchos fueron
constituidos pecadores...' (Romanos 5:19).

Así, habiendo sido creados para vivir eternamente, quedamos a


merced del poder de la muerte.

Primero murió el espíritu humano, quedando inhabilitados para


percibir a Dios y comunicarnos con Dios, y por tanto, para alcanzar el
glorioso propósito para el que fuimos creados:

"...porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios"


(Romanos 3:23).
El yo del hombre, el alma humana,
perdió la orientación del espíritu,
que le conecta con Dios. Incapaz de
seguir a Dios en su espíritu y
obedecerlo poniendo su cuerpo a su
servicio, el alma quedó hinchada
(desfigurada) en su propia
autosuficiencia; y controlada por el
Pecado, se convirtió en un 'ego' que
sólo puede vivir para sí mismo.
Dios quedó destronado del corazón
humano, y ahora es el 'YO' quien
gobierna. El ‘Yo’ esclavizado por el Pecado.

El cuerpo quedó desestructurado: los instintos y apetitos naturales con


que el Creador lo dotó se desordenaron, tendiendo a desviarse de la
finalidad para la que fueron puestos, convirtiéndose en impulsos
pecaminosas que inclinan el alma humana al pecado: son "la bajas
pasiones", los malos deseos o "concupiscencias".

Enfermedades psíquicas y físicas, discapacidades, deformidades,


degeneración.., vinieron sobre la Humanidad como consecuencias del
Pecado y manifestaciones del poder de la Muerte sobre el alma y el
cuerpo del Hombre, hasta que finalmente la muerte se extiende a todo

29
su ser consumándose con la muerte corporal, regresando al polvo de
donde fue tomado.

Pero el pecado y la muerte también se extienden por las relaciones


humanas, introduciéndose la mentira, la dominación, las
desigualdades, las injusticias, las violencias, la codicia... Las cuales
han ido cristalizando en estructuras económicas y sociales que matan a
millones de seres humanos y destruyen la naturaleza...

Finalmente, debido a que Dios creó al Hombre como cabeza de la


Creación, había sometido el destino de toda la Creación al destino del
Género Humano. De modo que cuando la Humanidad cayó por su
rebelión contra el Creador, toda la Creación quedó sujeta a la
esclavitud de la corrupción:

"Pues la creación aguarda con ardiente anhelo la manifestación


de los hijos de Dios. Porque la creación ha sido sujetada a la
vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa de aquel que
la sujetó, en esperanza de que aun la creación misma será
librada de la esclavitud de la corrupción, para entrar a la
libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda
la creación gime a una, y a una sufre dolores de parto hasta
ahora" (Romanos 8:19-22).

El Mundo se volvió así un Sistema hostil a Dios, a todo lo de Dios, a


la vida misma.., bajo el dominio de Satanás, "el príncipe de este

30
mundo", como le llamaba Jesús. ¿Por qué? Como hemos visto, Dios
delegó su Autoridad en Adán para gobernar el mundo en Su Nombre.
Pero al desobedecer a Dios y seguir la voz de "la serpiente antigua,
que es el diablo y Satanás", Adán entregó la autoridad sobre el mundo
a Satanás. Por eso, una de las tentaciones con que el diablo tentó a
Jesús para apartarlo del Plan de Dios fue así:

"Al llevarle a una altura, le mostró todos los reinos de la tierra


en un momento. Y el diablo le dijo: —A ti te daré toda autoridad,
y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y la doy
a quien yo quiero. Por esto, si tú me adoras, todo será tuyo"
(Lucas 4:5-7).

Y el apóstol y evangelista Juan dice, enseñado por Jesús, en su


primera carta:

"Sabemos que (...) el mundo entero está bajo el maligno"


(1ª Juan 5:19).

El mundo, en este sentido, es el sistema mundial satánico: el 'orden'


conforme al cual está configurado este mundo bajo su poder. Sistemas
políticos y económicos, sistemas de trabajo y consumo, religiones,
ideologías y filosofías, culturas y modas, ciencia y tecnología, medios
de comunicación, formas de ocio y distracción, multimedia... son
realidades secuestradas o promovidas por "el dios de este mundo" y
trenzadas por él como una sutil red para tener cautiva a la gente, para
estimular nuestra naturaleza pecaminosa, y distraernos y ocuparnos
con el fin de alejarnos de Dios y su propósito.

A causa de su desobediencia el Hombre fue expulsado del Paraíso, de


la dulce comunión con el Creador, para enfrentarse a un profundo
exilio, lejos del destino para el que fue creado. Las apariencias
engañosas y la mentira constituyen la esencia de este Sistema
mundano maligno, generado por Satanás, para tratar de llenar en el
Ser Humano ese clamoroso vacío y nostalgia...

31
Este es el diagnóstico que Dios hace de nuestra condición. A
menudo muchos al oír hablar de la salvación de Dios preguntan que de
qué hemos de ser salvados. Ahora ya lo puedes entender: ¡De esta
trágica condición en la que hemos caído es de lo que necesitamos
ser salvados!

A lo largo de la historia, el ser humano ha buscado por todos los


medios escapar de esta situación, pero si somos sinceros debemos
reconocer que nuestros intentos son en vano, como se puede
comprobar al estudiar nuestra Historia, y diariamente...
 ni la educación ni la cultura nos están salvando;
 ni el moralismo, ni la ética, ni la declaración de los derechos
humanos nos están salvando;
 ni las ideologías, ni las revoluciones sociales y políticas nos
están salvando;
 ni las buenas obras ni la religiosidad humana, es decir, lo que
'nosotros' pretendemos hacer para ganarnos el favor de Dios,
tampoco nos están salvando... ¡ninguna de estas cosas puede
salvarnos del Pecado y sus destructivas consecuencias!

Ninguna acción o poder humano puede modificar nuestra condición.


Todos los planes para su transformación, si nacen de nuestra vieja
naturaleza caída, serán infructuosos, una mera capa externa de barniz.
Por eso el mundo no ha mejorado moralmente hablando desde Caín y
Abel, más bien empeora; lo único que progresa es el maquillaje de la
naturaleza caída para ocultar su podredumbre, la sofisticación de su
maldad y el alcance de su poder autodestructivo.

¡Solamente si pudiéramos morir y nacer de nuevo, con una naturaleza


liberada y una nueva clase de vida...! ¡Solamente si alguien más fuerte
pisara la cabeza de Satanás y sus demonios, habría esperanzas de
transformar la condición perdida de la Humanidad...!

Pues bien: ¡¡justamente de eso tratan las Buenas Noticias acerca de


Jesús y la venida del Reino de Dios que Dios ha mandado proclamar a
todos los hombres!!

32
******

Dios sabía que la creación de seres personales, con inteligencia y libre


albedrío, implicaba la posibilidad de la rebelión, pero si quería unas
criaturas aptas para entrar en una verdadera comunión de amor con Él,
era necesario permitir esa terrible posibilidad para dar lugar a
interlocutores con libre albedrío. La rebelión ocurrió, el mal apareció
en su Creación, pero no le vino de sorpresa a Dios, lo previó de
antemano (presciencia), y Su eterno Propósito al crear seguiría
adelante de todos modos, sólo que era necesario incluir en su Plan una
obra para rescatar y salvar al Hombre y tratar con Su enemigo...

33
LAS BUENAS NOTICIAS ACERCA DE JESÚS
Y LA VENIDA DEL REINO DE DIOS

Una parábola para ilustrar el significado de la venida del Reino de


Dios a este mundo caído bajo el poder de Satanás.

Había un hábil hombre de negocios, honrado y trabajador, que llegó a


una ciudad muy pobre de un país muy pobre, y de la nada levantó una
gran empresa con todo el equipamiento necesario para generar
sustento y bienestar a todas las familias de la ciudad. Después de
formar e instruir a los habitantes de aquella ciudad, delegó en ellos la
gestión del negocio, y se volvió a su casa, quedando pendiente de la
marcha de la empresa.

Un día llegó un forastero a aquella ciudad, que con intrigas y sutiles


engaños, consiguió hacerse con el gobierno de la empresa, de modo
que casi sin darse cuenta, todos terminaron cautivos de su dominio
tiránico. Con el tiempo, se acostumbraron a la esclavitud; aquel
hombre perverso les proporcionaba un atractivo sistema de
entretenimiento y distracción, y el poderoso cuerpo de capataces que
implantó disuadía a cualquiera que pudiera pensar en escapar.

Entonces llegaron noticias de esto al fundador y dueño de la empresa,


el cual envió un mensajero a la ciudad: '¡el dueño de la empresa ya
está de camino, viene a recuperar su empresa!' Un gran revuelo se
levantó en toda la ciudad, y por supuesto el embaucador se preparó
para oponer una feroz resistencia. Cada habitante de aquella ciudad se
vio ante el desafío de decidir de qué lado se iba a poner en este
conflicto que se acababa de desatar...
_________________________

34
Es un hecho claramente establecido por la Escritura que en el universo
existen dos reinos en guerra el uno contra el otro: el Reino de Dios y
el reino de Satanás, y que la Raza humana está involucrada en esa
guerra, lo quiera o no.

El Reino de Dios es la esfera donde Dios gobierna, el ámbito donde es


reconocida su Autoridad y se hace su Voluntad. En el universo sólo
existen dos opciones: o la Autoridad de Dios o la rebelión satánica
contra la Autoridad de Dios. “El que no está conmigo, contra mí
está”, dijo Jesús (Mateo 12:30). La cuestión decisiva que debe
enfrentar todo mortal es escoger si va a sujetarse a la Autoridad de
Dios y pertenecer a su Reino, o si va a seguir a Satanás en su rebelión
y formar parte del reino de la tinieblas. La guerra espiritual que ruge
en el universo gira alrededor de esto, y no hay neutralidad posible: no
sujetarse a Dios es lo que hizo y define a Satanás, si escogemos ese
camino automáticamente nos alineamos con él.

Pues bien: en medio de esta dramática situación de la Humanidad y de


nuestro mundo bajo el dominio de las tinieblas, apareció Jesús de
Nazaret por los caminos del Israel del siglo I con un anuncio
revolucionario:

"Después que Juan (el Bautista) fue entregado, Jesús vino a


Galilea proclamando el evangelio de Dios, y diciendo: El
tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos, y creed en el evangelio" (Evangelio según Marcos
1:15).

Dicho con otras palabras:

¡¡ Dios viene para someter toda la Tierra a su Gobierno


por medio de su Mesías prometido;
viene a reinar sobre esta Tierra !!

Los poderes de muerte que ahora gobiernan el planeta:


poderes económicos, políticos, ideológicos, religiosos

35
y espirituales, van a ser derribados.
¡¡Cambiad radicalmente vuestra manera de pensar y vivir!!
¡¡ Creed a Dios,
reconoced Su Autoridad ,
reconoced a Su Cristo,
y sujetaos a su Gobierno!!

Una esperanza de salvación ya había sido dada a la Humanidad desde


el mismo momento de la Caída: Dios prometió que un descendiente de
la mujer (Eva) aplastaría la cabeza de la serpiente 7; descendiente que
vendría por la línea de Abraham, de Isaac, y de Jacob/Israel; que se
sentaría en el trono David, rey de Israel, el Mesías anunciado por los
antiguos profetas de Israel8.

Estas promesas dadas a Israel las cumplió Dios enviando a su propio


Hijo como hombre, en calidad de "Mesías" (en hebreo), "Cristo" (en
griego), "Ungido" (en castellano), es decir, el Rey investido del
Espíritu de Dios para gobernar en nombre de Dios. Así se le anunció a
María, la virgen de Nazaret de la que iba a nacer, y a José, con quien
estaba desposada:

"...José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque


lo que ha sido engendrado en ella es del Espíritu Santo. Ella
dará a luz un hijo; y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará
a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se
cumpliese lo que habló el Señor por medio del profeta, diciendo:
'He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarán su
nombre Emanuel, que traducido quiere decir: Dios con
nosotros'" (Mateo 1:20-23).

"...He aquí concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y


llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo
del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David.
Reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no
7
Génesis 3:15
8
Por ejemplo Isaías 9:6-7

36
habrá fin. Entonces María dijo al ángel: —¿Cómo será esto?
Porque yo no conozco varón. Respondió el ángel y le dijo: —El
Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra, por lo cual también el santo Ser que nacerá será
llamado Hijo de Dios" (Lucas 1:31-35).

Y así lo confirmó Él mismo a sus discípulos:

"Les dijo: —Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondió
Simón Pedro y dijo: —¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente! Entonces Jesús respondió y le dijo: -Bienaventurado
eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni
sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Evangelio según
Mateo 16:15-17).

J esús de Nazaret, pues, es el Hijo de Dios engendrado por Dios


Padre en la eternidad; ¡es Dios mismo!, que descendió de los
cielos, que se hizo un ser humano como nosotros. No fue sólo un
buen hombre, ni siquiera un gran hombre: Él es el Dios-hombre, "Dios
manifestado en carne". Verdadero Dios y verdadero hombre a la vez.

Jesús es el Logos de Dios, es decir, la Palabra viviente de Dios, que


estaba en el seno del Padre y vino para revelárnoslo cabalmente, de
primera mano, y revelarnos cuál es su carácter y sus propósitos 9. Jesús
nos reveló la verdad acerca de Dios, del Hombre y del Mundo, y es el
único camino para acceder a Dios y a su Vida, la Luz que ilumina a
todo hombre:

"Jesús le dijo: —Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie


viene al Padre, sino por mí" (Evangelio de Juan 14:6).

"Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en


tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12).

9
Ver por ejemplo Evangelio de Juan 1:1-18, y 1ª Carta de Timoteo 3:16.

37
R eveló la compasión del Padre hacia nuestra Raza caída, pasó
por esta tierra haciendo el bien, sanando y liberando a todos los
oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él 10. Él vino "para
deshacer las obras del diablo", para atar al "hombre fuerte" (satanás),
saquear su reino y recuperar el botín (nosotros):

"Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le


sanó, de manera que el mudo hablaba y veía. Toda la gente
estaba atónita y decía: —¿Acaso será éste el Hijo de David?
Pero al oírlo, los fariseos dijeron: —Este no echa fuera los
demonios sino por Beelzebul, el príncipe de los demonios. Pero
como Jesús conocía sus pensamientos, les dijo: —Todo reino
dividido contra sí mismo está arruinado. Y ninguna ciudad o
casa dividida contra sí misma permanecerá. Y si Satanás echa
fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido. ¿Cómo, pues,
permanecerá en pie su reino? (...) Pero si por el Espíritu de Dios
yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros
el reino de Dios. Porque, ¿cómo puede alguien entrar en la casa
de un hombre fuerte y saquear sus bienes a menos que primero
ate al hombre fuerte? Y entonces saqueará su casa. El que no
está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge,
desparrama" (Mateo 12:22-30).

V ivió una vida perfecta conforme a la voluntad de Dios, sin


pecar jamás contra Dios, cumpliendo así el Propósito para el que
fue creado el Hombre. Él llevó nuestra naturaleza humana a su plena
realización.

E n la crucifixión de Jesús, Dios llevó a la muerte


toda la vieja Creación, y en su resurrección,
inauguró una nueva Creación. Necesitamos
detenernos más aquí, porque aquí está el corazón de la hazaña

10
Ver 1ª Carta de Juan 3:8 y Hechos de los Apóstoles 10:38.

38
salvífica del Mesías, Jesús.

Recordemos la terrible condición en que ha venido a caer la


Humanidad conforme al diagnóstico divino:
 la naturaleza pecaminosa
 la conducta pecaminosa
 bajo el poder de Satanás y su sistema mundano maligno
 bajo el poder de la Muerte
 destituidos del Propósito de Dios para nosotros
 afectando toda la Creación con nuestro pecado

La solución de Dios: pasarnos por la muerte y ofrecernos un nuevo


comienzo.

¿Cómo? Por medio de un "segundo Adán", otro Cabeza de la


Humanidad, una segunda oportunidad: Jesús.

Desde el punto de vista de Dios, Adán no es sólo un individuo, él


representa a toda la Humanidad, a toda la raza humana. Yo, como mi
padre, de algún modo estábamos ya presentes en las entrañas de mi
abuelo; si mi abuelo no hubiera existido, o hubiera muerto antes de
tiempo, ni mi padre ni yo existiríamos. Del mismo modo, toda la raza
humana estaba contenida, incluida, en Adán. Todo ser humano es
heredero de Adán, lo que fue y tuvo Adán, es lo que somos y tenemos
nosotros.

Como vimos anteriormente, Adán desobedeció a Dios, mordió el


anzuelo de la serpiente, y se tragó el veneno del Pecado. Con él cayó
toda la Humanidad, y no solo la Humanidad, sino la Creación entera,
pues Dios ha unido el destino de toda la Creación al destino de la
Humanidad. Adán, pues, es un Hombre corporativo, que representa e
incluye la Humanidad caída, la Creación caída.

¡Pero Dios nos levantó otro Adán!, pues el primero "era figura del que
había de venir" (Romanos 5:14b); nos levantó otro Hombre
corporativo: Jesucristo. Dios le constituyó 'el último Adán',

39
porque recapitula en sí mismo toda la vieja Humanidad y la vieja
Creación:

“Así también está escrito: El primer hombre, Adán, fue hecho


alma viviente. El último Adán, espíritu que da vida. Sin embargo,
el espiritual no es primero, sino el natural; luego el espiritual. El
primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es
del cielo. Como es el terrenal, así son también los que son
terrenales; y como es el celestial, así son también los que son
celestiales. Y tal como hemos traído la imagen del terrenal,
traeremos también la imagen del celestial. Y esto digo,
hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de
Dios; ni lo que se corrompe hereda lo incorruptible” (1Corintios
15:45-50)

Sobre esta base podemos ahora entender mejor:

J esús murió por nuestros pecados. Nuestros pecados nos separan


de Dios y nos colocan bajo el justo juicio de Dios. La vida
perfecta de Jesús lo cualificó como "el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo".

Dios instruyó a Moisés acerca de lo que un israelita tenía que hacer


cuando buscaba el perdón por su pecado: presentaba al sacerdote un
cordero sano, sin defecto ni mancha; el sacerdote le imponía las
manos como signo de identificación con la víctima, como cargando
sobre ella el pecado, y luego era sacrificado, de modo que el pecado
era destruido con el cordero.

Todo aquello era sólo una figura de Cristo y su sacrificio: Jesús es el


verdadero "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan
1:29). Él aceptó voluntariamente que Dios su Padre cargara sobre Él
todos los pecados de la Humanidad:

"Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero a

40
fin de que nosotros, habiendo muerto para los pecados, vivamos
para la justicia" (1ª carta de Pedro 2:24).

En sus últimas tres horas en la cruz, Jesús cargó sobre sí todo el mal
del universo, todo el pecado y sus consecuencias. Y atrajo sobre sí
todo el castigo, toda la ira divina que nos correspondía a nosotros.
Cada uno de tus pecados y de los míos fueron puestos sobre Él. Eso
significa esa tremenda afirmación que de no estar en la Escritura nadie
se atrevería siquiera a pensar: "Al que no conoció pecado, Dios le hizo
pecado" (2ª Corintios 5:21).

Jesús usó una imagen acerca de esto, que es la del fuego en la granja:
la gallina reúne a sus pollos bajo las alas y, cuando el fuego ha
arrasado todo a su paso, aparece una gallina muerta, abrasada y
calcinada, pero con sus polluelos vivos11. Jesús consintió en ir a la
cruz, entre otras cosas, para tomar sobre sí el juicio que pesaba sobre
nosotros. Él fue ajusticiado por nuestros delitos, por nuestra rebelión,
para que nos diéramos cuenta a tiempo de que "Si con el árbol verde
hacen estas cosas (Jesús, inocente), ¿qué se hará con el seco
(nosotros, culpables de rebelión)?" (Lucas 23:31).

Si nos cobijamos bajos sus alas, bajo su sacrificio expiatorio, por la fe,
quedamos a cubierto del fuego de la ira de Dios sobre el pecado. Si
rechazamos a Jesús y el significado de su sangre derramada...
quedamos al descubierto:

"El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece
al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre
él" (Juan 3:36).

El sacrificio de Jesús y su significado ya fue anunciado por Dios por


medio de sus profetas:

“...Nosotros le tuvimos por azotado, como herido por Dios, y


afligido. Pero él fue herido por nuestras transgresiones, molido
11
Evangelio de Mateo 23:37

41
por nuestros pecados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él,
y por sus heridas fuimos nosotros sanados. Todos nosotros nos
descarriamos como ovejas; cada cual se apartó por su camino.
Pero Yhaveh cargó en él el pecado de todos nosotros. El fue
oprimido y afligido, pero no abrió su boca. Como un cordero, fue
llevado al matadero; y como una oveja que enmudece delante de
sus esquiladores, tampoco él abrió su boca (...) Por su
conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con
los pecados de ellos (...) Porque derramó su vida hasta la muerte
y fue contado entre los transgresores, habiendo él llevado el
pecado de muchos e intercedido por los transgresores” (Isaías
53:1-12).

Así Jesús ya pagó por todos, saldó la condena que había contra
nosotros, todos nuestros pecados fueron crucificados con Cristo y
borrados para siempre. Cómo esto se hace realidad efectiva para
nosotros lo veremos enseguida.

J esús murió en nuestro lugar. En la cruz Jesús no sólo cargó con


todos nuestros pecados, ¡sino con cada uno de nosotros! Porque
nuestro problema no son sólo nuestros pecados, sino nuestra
naturaleza misma, corrompida por el poder del pecado. Hace dos mil
años, en aquella cruz, Dios nos puso a todos en Cristo, y nos crucificó
con Él:

"Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado


juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea anulado, a
fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha
muerto ha sido justificado del pecado" (Carta a los romanos 6:6-
7).

"Porque el amor de Cristo nos constriñe, habiendo juzgado así:


que uno murió por todos, por consiguiente todos murieron" (2ª
carta a los corintios 5:14).

42
J esús murió por toda la Creación. Y como venimos diciendo, no
sólo cargó con nosotros, sino con toda la Creación. Jesús murió en
la cruz como 'último Adán', recapitulando en sí mismo toda la vieja
creación adámica. Y se hundió con ella en la muerte. ¡¡En la muerte de
Cristo, pues, fue extinguida toda la vieja creación!!:

"Pero vemos a Jesús, coronado de gloria y de honra, quien fue


hecho un poco inferior a los ángeles para padecer la muerte, a
fin de que por la gracia de Dios gustase la muerte por todas las
cosas" (Carta a los hebreos 2:9, conforme al texto griego).

J esús aplastó la cabeza de la serpiente. Satanás, siendo una


criatura, quiso hacerse Dios, y arrastrar al Hombre por el mismo
camino, frustrando temporalmente el Plan de Dios. El Hijo, sin
embargo, recorrió el camino inverso de la rebelión, el camino de la
verdadera realización del Hombre conforme al Propósito de Dios:

"...Cristo Jesús, existiendo en forma de Dios, no consideró el ser


igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí
mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los
hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí
mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!
(Carta a los filipenses 2:5-8).

Porque Jesús no podía llevar adelante el Plan del Padre si Él mismo


no superaba como hombre la prueba de toda criatura: sujetarse a la
Autoridad de Dios o vivir por sí mismo siguiendo la rebelión de
Satanás. Por eso Jesús fue probado en todo igual que nosotros
(Hebreos 4:15). Si el diablo lograba apartar a Jesús tan sólo un
milímetro de la voluntad del Padre, si hubiera conseguido hacer
fracasar al "segundo Adán", todo quedaría irremediablemente
frustrado.

Por otra parte, el único modo en que Jesús podía introducir el Reino
de Dios en medio de este kosmos dominado por Satanás era por la

43
perfecta obediencia al Padre.

Por eso mientras el Señor Jesús avanzaba en el cumplimiento de la


misión que el Padre le encomendó, el diablo esperaba cada
oportunidad para probarle y apartarlo de su obediencia al Padre. Hasta
el último segundo había tiempo, un desliz de Jesús en el último
momento habría malogrado toda su trayectoria y frustrado el Plan de
Dios. Le vemos pues usando al apóstol Pedro para apartarle del
camino de la muerte redentora (Mc 8:31-33) y tentando a Jesús
incluso estando él en la cruz, por medio de los que le rodeaban:

“Y los que pasaban le insultaban, meneando sus cabezas y


diciendo: —¡Ah! Tú que derribas el templo y lo edificas en tres
días, ¡sálvate a ti mismo y desciende de la cruz! De igual
manera, burlándose de él entre ellos mismos, los principales
sacerdotes junto con los escribas decían: —A otros salvó; a sí
mismo no se puede salvar. ¡Que el Cristo, el rey de Israel,
descienda ahora de la cruz para que veamos y creamos! También
los que estaban crucificados con él le injuriaban” (Marcos
15:29-32).

Si hubiera descendido, todo se habría perdido. Pero ¡gracias a Dios!


¡¡Jesús venció!! Mientras que el diablo creyó que había destruido a
Jesús, en realidad su obediencia hasta la muerte estaba destruyendo al
diablo, estaba aplastando la cabeza de la serpiente.

Jesús, como el ’último Adán’, estaba cumpliendo las promesa de


Génesis 3:15, la maldición de Dios sobre la serpiente antigua:

"Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y


su descendencia; ésta te herirá en la cabeza cuando tú le herirás
en el talón".

F ue sepultado y descendió al lugar de los muertos (Seol o Hades),


de donde rescató a todos los que desde Adán esperaban la venida

44
del Salvador, y se los llevó al cielo con Él12.

R esucitó corporalmente al tercer día. No para volver a esta vida


mortal, sino que su cuerpo fue saturado por la Vida eterna, libre
del poder de la Muerte. Porque la salvación de Dios es integral:
incluye también nuestra corporalidad, la materia. Dios le levantó de
entre los muertos, sueltos los dolores de la Muerte, por cuanto era
imposible que fuese retenido por ella. La Muerte sólo tiene autoridad
sobre aquello que ha sido tocado por el pecado; puesto que Cristo
nunca pecó, la Muerte no tenía autoridad sobre Él. Si Jesús murió fue
porque entregó su vida voluntariamente a la Muerte, para cumplir la
voluntad del Padre de salvarnos:

"Por eso me ama el Padre, porque Yo pongo Mi vida, para


volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que Yo de Mí mismo la
pongo. Tengo potestad para ponerla, y tengo potestad para
volverla a tomar. Este mandamiento recibí de Mi Padre" (Juan
10:17-18).

Jesús el Mesías había descendido al Hades y derrotado a Satanás


arrebatándole su poder sobre el Hades y la Muerte:

"...No temas; Yo soy el Primero y el Ultimo, y el Viviente; estuve


muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Y tengo
las llaves de la Muerte y del Hades" (Apocalipsis 1:17-18).

"Así que, por cuanto los hijos son participantes de sangre y


carne, de igual manera El participó también de lo mismo, para
destruir por medio de la muerte al que tiene el imperio de la
muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de
la muerte estaban durante toda la vida sujetos a esclavitud"
(Carta a los hebreos 2:14-15).

Por la resurrección, la humanidad completa de Jesús fue saturada por


la Divinidad. Se convirtió en el Precursor de todos los que serán
12
Ver Hechos 2:22-32 con Efesios 4:8-9 y 1ª carta de Pedro 4:6.

45
glorificados a su Imagen, el Primogénito de muchos hermanos que
han de ser llevados a la Gloria:

"Porque convenía a Aquel para quien y por quien son todas las
cosas, que al llevar muchos hijos a la gloria perfeccionase por
los sufrimientos al Autor de la salvación de ellos" (Carta a los
hebreos 2:10).

P or su resurrección, Jesús en su humanidad fue hecho "espíritu


vivificante"13, es decir, capaz de impartir a otros el Espíritu Santo
que satura todo su Ser, para que habite permanentemente en ellos; y
por medio del Espíritu, impartirse a Sí mismo como Vida, la Vida
divina, la vida "zoé".

El Espíritu Santo es el Espíritu del Padre y del Hijo. Es Dios junto con
el Padre y el Hijo. El único Dios vivo y verdadero, que se nos ha
revelado en la Biblia, es el Padre, el Hijo (Jesucristo) y el Espíritu
Santo. No son tres dioses: las tres Personas divinas son una sola
cosa, un solo Dios. Dios se ha revelado a Sí mismo progresivamente.
En medio del politeísmo, Él primeramente se reveló como el único
Dios vivo y verdadero. Pero cuando llegó la plenitud del tiempo,
envió a su Hijo, Jesucristo; y Él nos reveló que existe una pluralidad
de Personas el interior del único Dios. El único Dios vivo y verdadero
es una comunión de amor entre tres Personas, distinguibles pero
inseparables, co-eternas, y ‘co-inherentes’, es decir: cada una de ellas
habita en las otras y es habitada por las otras. Es el misterio del Dios
trino o triuno, que trasciende toda capacidad de nuestra limitada
mente, pero que nos ha sido revelado para que lo podamos disfrutar.
De este misterio brotan el resto de verdades reveladas en la Biblia.

Así pues, por la cruz Cristo quitó todas las cosas negativas, por el don
de Su Espíritu imparte todas las cosas positivas, todas las bendiciones
de Dios, todas la riquezas de su salvación.

13
1ª Carta a los corintios 15:45

46
A scendió a los cielos, y Dios el Padre le coronó de gloria y
honra, y le sentó a su diestra en Su Trono: en cuanto hombre
fue constituido Señor de señores, Rey de reyes y Juez de vivos y
muertos.

Dios quiso desde el principio que el Hombre, en dependencia y


comunión con Él, gobernara y reinara sobre todo. El primer Adán
fracasó, ¡pero el segundo triunfó! Por su obediencia perfecta como
hombre, Jesús se convirtió en "el Hombre conforme al Plan de Dios",
y el Padre le dio todo su poder y autoridad sobre todas las cosas.

Dios mostró en Jesús que el camino a la gloria, el camino para


sentarse en el Trono de Dios, no es la rebelión ni la independencia
satánica, sino la dependencia y la obediencia a la Voluntad de Dios:

"...Cristo Jesús, existiendo en forma de Dios, no consideró el ser


igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí
mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los
hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí
mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!
Por lo cual también Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el
nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de
Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la
tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese para gloria
de Dios Padre que Jesucristo es Señor" (Carta a los filipenses
2:5-11).

Como Señor, ahora Jesús tiene toda la Autoridad y Poder de Dios,


tiene el dominio sobre toda la Creación, visible e invisible. ¡Jesús es
"Kyrios"! Es decir, Señor.

En el Antiguo Testamento, "Kyrios" era un término reservado


exclusivamente a Dios. Por tanto, al aplicarlo a Jesús, Dios está
declarando la divinidad de Su propio Hijo hecho hombre.

Además, los emperadores romanos se aplicaban el término a sí

47
mismos para autodivinizarse (siguiendo a Satanás) y autoproclamarse
"señores del mundo", hasta el punto de reclamar adoración. Proclamar
en el Imperio Romano que Jesús era el Kyrios, el Señor de señores, y
negarse a participar en el culto al emperador, significaba entrar en
conflicto directo con el dios de este mundo que opera por detrás de los
poderes terrenales... En menos de 250 años, los emperadores romanos
lanzaron diez terribles persecuciones contra los cristianos, desde
Nerón (año 64) hasta Diocleciano (año 303).

Así acusaban a los cristianos sus enemigos:

"Como no los encontraron, arrastraron a Jasón y a algunos


hermanos ante los gobernadores de la ciudad, gritando: '¡Estos
que trastornan al mundo entero también han venido acá! Y Jasón
les ha recibido. Todos éstos actúan en contra de los decretos del
César, diciendo que hay otro rey, Jesús'. El pueblo y los
gobernadores se perturbaron al oír estas cosas" (Hechos de los
Apóstoles 17:6-8).

Como Mesías / Cristo / Rey, Jesús fue confirmado en su misión de


traer el Reino de Dios a la Tierra.

"Sepa, pues, con certidumbre toda la casa de Israel, que a este


mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho
Señor y Cristo" (Hechos de los Apóstoles 2:36).

Como Juez de vivos y muertos, Dios el Padre delegó en Él todo el


juicio:

"Porque el Padre no juzga a nadie, sino que todo el juicio lo dio


al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El
que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió" (Juan
5:22-23).

"Por eso, aunque antes Dios pasó por alto los tiempos de la
ignorancia, en este tiempo manda a todos los hombres, en todos

48
los lugares, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día
en el que ha de juzgar al mundo con justicia por medio del
Hombre a quien ha designado, dando fe de ello a todos, al
resucitarle de entre los muertos" (Hechos 17:30-31).

49
FASES DEL ESTABLECIMIENTO DEL REINO

Ahora bien, el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra por el


Mesías Jesús ocurre en varias fases o etapas:

"Puesto que la muerte entró por medio de un hombre, también


por medio de un hombre ha venido la resurrección de los
muertos. Porque así como en Adán todos mueren, así también en
Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su orden:
(1) Cristo, las primicias;
(2) luego los que son de Cristo, en su venida.
(3) Después el fin, cuando él entregue el reino al Dios y Padre,
cuando ya haya anulado todo principado, autoridad y poder.
Porque es necesario que él reine hasta poner a todos sus
enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será
destruido es la muerte. Porque ha sujetado todas las cosas
debajo de sus pies. Pero cuando dice: 'Todas las cosas están
sujetas a Él', claramente está exceptuando a Aquel que le sujetó
todas las cosas. Pero cuando Aquél le ponga en sujeción todas
las cosas, entonces el Hijo mismo también se sujetará al que le
sujetó todas las cosas, para que Dios sea el todo en todos"
(1ª carta a los corintios 15:21-28).

Veamos esto con más detalle a la luz de otros pasajes de las Escrituras
que hablan de esto. No son realidades fáciles de captar a la primera,
pero con perseverancia y la luz del Espíritu, podremos ir entendiendo.

L a irrupción: "el Reino de los Cielos se ha acercado a


vosotros".

Con Jesús, el Reino de Dios, el Gobierno de los Cielos sobre la Tierra,


irrumpió en la era presente de la Historia humana.

Como hemos dicho, el Reino de Dios es la esfera donde Dios


gobierna, el ámbito donde es reconocida Su Autoridad y se hace Su

50
Voluntad. Jesús como hombre fue probado y tentado en todo igual que
nosotros, pero por su perfecta obediencia a Dios su Padre, el Reino de
Dios encontró un hombre sobre el que "posarse", por así decir, sobre
esta Tierra. Donde Adán fracasó, Jesús triunfó, y llegó a ser el Hombre
conforme al Propósito de Dios. Y su obediencia y fidelidad perfecta
hasta la muerte le cualificó como Mesías para llevar adelante el
Propósito de Dios.

P rimera fase: la era de la gracia, un plazo para la oferta general


de perdón a los rebeldes y pecadores.

Una vez resucitado y glorificado en el Trono de Dios, y hecho


"espíritu vivificante", Jesús el Cristo derramó el Espíritu Santo
sobre la comunidad de discípulos que había reunido en torno a Sí
mismo, los que habían creído en Él y le habían seguido:

Así el Pueblo de Dios fue refundado en torno a Jesús, el Mesías: la


"Ekklesia", es decir, la Asamblea o Iglesia, incluyendo en un solo

51
pueblo, en un solo Cuerpo, a judíos (Israel) y no judíos (los "gentiles":
las demás naciones):

"En otras generaciones, no se dio a conocer este misterio a los


hijos de los hombres, como ha sido revelado ahora a sus santos
apóstoles y profetas por el Espíritu, a saber: que en Cristo Jesús
los gentiles son coherederos, incorporados en el mismo cuerpo y
copartícipes de la promesa por medio del evangelio" (Efesios
3:5-6).

El término griego "ekklesia" significa "la asamblea de los llamados a


salir fuera". Los que creen las Buenas Noticias acerca de Jesús y la
venida del Reino de Dios, y se someten a su gobierno
voluntariamente, salen del reino de las tinieblas, del sistema satánico,
para entrar a formar parte de la Asamblea del Mesías, el “Nuevo
Hombre”:

"Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles


en la carne, erais llamados incircuncisión por los de la llamada
circuncisión que es hecha con mano en la carne. Y acordaos de
que en aquel tiempo estabais sin Cristo, apartados de la
ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, estando
sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo
Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos habéis sido
acercados por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz,
quien de ambos nos hizo uno. El derribó en su carne la barrera
de división, es decir, la hostilidad; y abolió la ley de los
mandamientos formulados en ordenanzas, para crear en sí
mismo de los dos hombres UN SOLO HOMBRE NUEVO,
haciendo así la paz. También reconcilió con Dios a ambos en un
solo cuerpo, por medio de la cruz, dando muerte en ella a la
enemistad. Y vino y anunció las buenas nuevas: paz para
vosotros que estabais lejos y paz para los que estaban cerca, ya
que por medio de él, ambos tenemos acceso al Padre en un solo
Espíritu. Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino
conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.

52
Habéis sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de
los profetas, siendo Jesucristo mismo la piedra angular. En él
todo el edificio, bien ensamblado, va creciendo hasta ser un
templo santo en el Señor. En él también vosotros sois juntamente
edificados para morada de Dios en el Espíritu" (Efesios 2:11-22).

La Asamblea mesiánica no es una organización religiosa, no es una


institución de hombres, sino una nueva creación, la porción de la vieja
Humanidad que va siendo redimida e in-corporada a Cristo (es decir,
introducida en su Cuerpo), el Cabeza de la Nueva Humanidad:

"De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es; las
cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2ª Carta
a los corintios 5:17).

De esta forma, en esta era la Iglesia de Jesucristo es la esfera del


Reino de Dios, el ámbito de esta Tierra donde Dios reina, la reunión
de los pecadores que están reconociendo a Jesús como el Salvador y
como Rey y Señor del mundo, y están deponiendo su rebeldía y
sometiéndose voluntariamente a su señorío. Es el pueblo donde Cristo
ya reina hoy.

S egunda fase: tal como prometió, en breve Jesucristo va a volver


en gloria y poder para poner fin a esta era, juzgar el mundo con
justicia e inaugurar la era mesiánica de la que hablaron los profetas:
el Milenio (que significa ‘mil años’), el Reino de los Cielos en su

53
manifestación visible sobre toda la Tierra14:

"Por tanto, arrepentíos y convertíos para que sean borrados


vuestros pecados; de modo que de la presencia del Señor vengan
tiempos de refrigerio y que él envíe al Cristo, a Jesús, quien os
fue previamente designado. A él, además, el cielo le debía recibir
hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de las
cuales habló Dios por boca de sus santos profetas desde tiempos
antiguos" (Hechos de los Apóstoles 3:19-21).

Cuando el Señor Jesús regrese, acontecerán varias cosas:

1) La restauración de Israel. Jesucristo salvará a la nación de


Israel de su rebeldía y sus pecados. Israel, como nación, rechazó a su
Rey entregándolo a los romanos para crucificarlo. Tal como Cristo
había profetizado en varias ocasiones15, por no haber reconocido la
visita de Dios y haber rechazado el camino de paz (salvo un resto),
Jerusalén fue arrasada por los romanos, el templo destruido y los
judíos dispersados por todas las naciones. Esto ocurrió primero en el
año 70 de nuestra era, y definitivamente en el año 135. Debido al
pecado de Israel, el Evangelio de la salvación se dirigió a las demás
naciones. Dios usó el fracaso de Israel para bendecir al mundo:

"Digo, pues: ¿Han tropezado para que cayesen? De ninguna


manera; pero por su traspié vino la salvación a los gentiles, para
provocarles a celos. Mas si su traspié es la riqueza del mundo, y
su menoscabo la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más lo será su
plenitud?" (Romanos 11:11-12).

Pero ya los antiguos profetas anunciaron que Dios les traería de nuevo
a la tierra que les dio en herencia, para purificarlos y restaurar la
14
Al interpretar literalmente lo que las Escrituras dicen acerca del Reino
mesiánico o Milenio ("Milenarismo"), algunos nos acusan de “literalismo”,
o de decir lo mismo que los llamados "Testigos de Jehová". Respondemos a
esta objeción en el segundo Apéndice al final del libro.
15
Mateo 24:1-2; Lucas 13:34-35; 19:28-44.

54
nación. Esto comenzó a ocurrir en 1.948, y es una de las señales de los
tiempos de que el regreso del Cristo está cerca.

Israel va a sufrir (está sufriendo ya) una oposición creciente de todas


la naciones; será engañado y caerá bajo el poder del Anticristo, hasta
que por instigación de Satanás todas las naciones se vengan contra
Israel en la batalla de Armagedón. Entonces Jesucristo los salvará y
todo Israel como nación se volverá a Jesucristo, por fin lo reconocerán
como su Rey, e Israel y la Iglesia serán un solo rebaño bajo el único
Pastor, Jesucristo:

"Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, no sea


que presumáis de sabios: que ha acontecido a Israel
endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de
los gentiles; y luego todo Israel será salvo, según está escrito:
"Vendrá de Sion el Libertador, y apartará de Jacob la
impiedad. Y éste es Mi pacto con ellos, cuando Yo quite sus
pecados".
Según el evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero
según la elección, son amados por causa de los padres. Porque
irrevocables son los dones de gracia y el llamamiento de Dios.
Pues así como vosotros en otro tiempo erais desobedientes a
Dios, pero ahora se os ha concedido misericordia por la
desobediencia de ellos, así también éstos ahora han sido
desobedientes, para que por la misericordia concedida a
vosotros, también a ellos les sea ahora concedida misericordia.
Porque Dios a todos encerró en desobediencia, para tener
misericordia de todos" (Romanos 11:25).

2) Jesús destruirá el imperio mundial del Anticristo que ha de


surgir por el poder de Satanás provocando 'una Gran Tribulación'
sobre todo el mundo:

"Pero inmediatamente después de la tribulación de aquellos días,


el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor. Las estrellas
caerán del cielo y los poderes de los cielos serán sacudidos.

55
Entonces se manifestará la señal del Hijo del Hombre en el cielo,
y en ese tiempo harán duelo todas las tribus de la tierra, y verán
al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder
y gran gloria" (Evangelio según Mateo 24:29-30).

"Ahora, con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo


(...) Nadie os engañe de ninguna manera; porque esto no
sucederá sin que venga primero la apostasía y se manifieste el
hombre de iniquidad, el hijo de perdición. Este se opondrá y se
alzará contra todo lo que se llama Dios o que se adora, tanto que
se sentará en el templo de Dios haciéndose pasar por Dios (...) Y
entonces será manifestado aquel inicuo, a quien el Señor Jesús
matará con el soplo de su boca y destruirá con el resplandor de
su venida. El advenimiento del inicuo es por operación de
Satanás, con todo poder, señales y prodigios falsos, y con todo
engaño de injusticia entre los que perecen, por cuanto no
recibieron el amor de la verdad para ser salvos" (2ª carta a los
tesalonicenses 2:1-10).

Y el Anticristo y su Falso Profeta será echado en el lago de fuego, el


lugar preparado por Dios para el diablo y sus ángeles.

3) Con la venida de Cristo acontecerá "la primera resurrección" y


“El Tribunal de Cristo”, porque por medio de Cristo ha venido la
resurrección de los muertos para todos los hombres:

"Pero ahora, Cristo sí ha resucitado de entre los muertos, como


primicias de los que durmieron. Puesto que la muerte entró por
medio de un hombre, también por medio de un hombre ha
venido la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán
todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados" (1ª
Carta a los corintios 15:20-22).

Pero habrá dos tipos de resurrección:


1) la primera: resurrección de vida, cuando Cristo vuelva, de la cual
participarán todos los que fueron salvos por la fe en el Mesías, desde

56
Adán.

2) la segunda: resurrección de condenación, al final del Milenio, para


los que rechazaron a Dios y su Mesías:

"Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán


despertados, unos para vida eterna y otros para vergüenza y
eterno horror" (Daniel 12:2).

"No os asombréis de esto, porque vendrá la hora cuando todos


los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán, los que
hicieron el bien para la resurrección de vida, pero los que
practicaron el mal para la resurrección de condenación" (Juan
5:28-29).

Entonces, cuando Cristo regrese, los creyentes que ya durmieron


resucitarán primero, los que queden vivos en ese momento serán
arrebatados y transformados para recibirle en los aires, y Cristo
juzgará a su pueblo (el Tribunal de Cristo); no para salvación o
condenación, sino para recompensar a los cristianos fieles y purificar a
los demás. Los cristianos que hayan sido fieles y hayan seguido a
Jesús con obediencia, reinarán con Cristo durante el Milenio sobre la
naciones supervivientes de la Gran Tribulación y el juicio de Cristo...16

4) El juicio a las naciones. Porque después de juzgar a su pueblo,


Cristo juzgará a todas las demás naciones, todos los que no
creyeron el Evangelio y queden vivos cuando Cristo vuelva. Serán
juzgados por el trato que hayan dado a "los hermanos más pequeños"
de Jesucristo, sus discípulos. Unos irán al fuego eterno, y otros serán
recompensados entrando, en su condición mortal, al Reino de Cristo17:

"Cualquiera que os dé un vaso de agua en mi nombre, porque


sois de Cristo, de cierto os digo que jamás perderá su
16
Ver por ejemplo 1ª Tesalonicenses 4:13-18; 1ª Pedro 4:17; 2ª Corintios
5:10; Apocalipsis 20:6.
17
Ver Mateo 25:31-46 con 10:42 y 18:6-15.

57
recompensa" (Marcos 9:41).

5) Entonces Jesucristo establecerá su Reino sobre toda la Tierra


durante mil años (el Milenio), durante los cuales Satanás será echado
en la cárcel del abismo:

"El séptimo ángel tocó la trompeta. Y en el cielo se oyeron


grandes voces que decían: "El reino del mundo ha venido a ser
de nuestro Señor y de su Cristo. Él reinará por los siglos de los
siglos" (Apocalipsis 11:15).

"Vi a un ángel que descendía del cielo y que tenía en su mano la


llave del abismo y una gran cadena. El prendió al dragón,
aquella serpiente antigua quien es el diablo y Satanás, y le ató
por mil años. Lo arrojó al abismo y lo cerró, y lo selló sobre él
para que no engañase más a las naciones, hasta que se
cumpliesen los mil años. Después de esto, es necesario que sea
desatado por un poco de tiempo" (Apocalipsis 20:1-3)...

T ercera fase: al final del Milenio, Satanás será desatado una vez
más para poner a prueba a las naciones. Esta última rebelión será
aplastada por Jesucristo, y el diablo será definitivamente "echado en el
lago de fuego y azufre", el basurero del Universo, donde todo lo que
no es conforme al Propósito de Dios será desechado por toda la
eternidad.

Entonces se celebrará el Juicio Final ante el Gran Trono blanco,


ante el cual desaparecerán los cielos y la tierra. Y todos los demás
muertos de toda la Historia humana comparecerán ante el Gran Juez
de toda la Tierra: Jesucristo. Cada uno será juzgado conforme a sus
obras, y todo aquel que no sea hallado inscrito en "el Libro de la Vida"
será lanzado al Lago de Fuego (Apocalipsis 20:7-15).

Entonces Dios hará nuevas todas las cosas: un Cielo nuevo y una
Tierra nueva en los que habitará la justicia. Y de junto a Dios

58
descenderá la Nueva Jerusalén: la Ciudad de Dios, la Humanidad
redimida y glorificada conforme al Propósito original de Dios:

"No vi en ella templo, porque el Señor Dios Todopoderoso, y el


Cordero, es el templo de ella. La ciudad no tiene necesidad de sol
ni de luna, para que resplandezcan en ella; porque la gloria de
Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara. Las naciones
andarán a la luz de ella, y los reyes de la tierra llevan a ella su
gloria. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no
habrá noche. Y llevarán a ella la gloria y la honra de las
naciones. Jamás entrará en ella cosa impura o que hace
abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en
el libro de la vida del Cordero.

Después me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como


cristal, que fluye del trono de Dios y del Cordero. En medio de la
avenida de la ciudad, y a uno y otro lado del río, está el árbol de
la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto. Las
hojas del árbol son para la sanidad de las naciones. Ya no habrá
más maldición. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y
sus siervos le rendirán culto. Verán su rostro, y su nombre estará
en sus frentes. No habrá más noche, ni tienen necesidad de luz de
lámpara, ni de luz del sol; porque el Señor Dios alumbrará sobre
ellos, y reinarán por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 21 -
22:5).

59
60
LA RESPUESTA AL EVANGELIO
QUE DIOS ESPERA

Una vez que hemos oído y entendido el Evangelio de Dios, ¿cuál es la


respuesta que Dios espera de nosotros para concedernos la salvación
que Cristo ha logrado para nosotros, y que nos hace aptos para entrar
en Su Reino?

¿Habrá que buscar la intercesión de la virgen María o de los santos?


La Escritura no lo enseña en ningún lugar, más bien prohíbe orar a
nadie que no sea Dios mismo. Y dice:

"Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los


hombres, Jesucristo hombre, quien se dio a sí mismo en rescate
por todos..." (1ª carta a Timoteo 2:5-6).

"Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre


debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos"
(Hechos de los Apóstoles 4:12).

¿Habrá que esforzarse durante mucho tiempo para portarse bien y


llegar a ser suficientemente bueno delante de Dios? ¿habrá que hacer
méritos, muchas buenas obras, para ganarse el favor de Dios? ¿habrá
que hacer muchos rezos y asistir a muchas ceremonias religiosas?
¿habrá que peregrinar descalzo a algún santuario?

¡Nada de todo eso! ¡Dios mira el corazón, la realidad de nuestra vida!


Y la Escritura enseña claramente que la salvación es un don, un regalo
(gracia) de Dios que hemos de "recibir" por medio de la fe:

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de


vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie
se gloríe. Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo

61
Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de
antemano para que anduviésemos en ellas" (Carta a los efesios
2:8-10).

Las obras son importantes, pero estas son el fruto de la salvación


recibida por fe. Son "obras de fe". Porque sin fe son "obras
muertas", "...Pues todo lo que no proviene de fe es pecado" (Carta a
los romanos 14:23).

Desde que Jesucristo envió a sus discípulos por todo el mundo a


anunciar estos hechos, Dios manda a todos los hombres que se
arrepientan de su rebeldía y sus pecados y crean estas Buenas
Noticias para recibir su rica y gran salvación, que nos reconcilia con
Dios, nos libra del juicio venidero y nos hace aptos para entrar en Su
Reino.

Escuchemos directamente a Jesús y sus apóstoles:

"... Jesús vino a Galilea predicando el evangelio de Dios, y


diciendo: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha
acercado. ¡Arrepentíos y creed en el evangelio!" (Marcos 1:14-
15).

Y después de resucitar les dijo a sus discípulos:

"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El


que cree y es bautizado será salvo; pero el que no cree será
condenado" (Marcos 16:15-16).

El día que Jesús derramó desde el cielo Su Espíritu sobre sus


discípulos y nació la Iglesia (Pentecostés), los apóstoles de Jesús, por
boca de Pedro, anunciaron el Evangelio a los judíos que estaban en
Jerusalén para la fiesta:

"Entonces, cuando oyeron esto, se afligieron de corazón y


dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: —Hermanos, ¿qué

62
haremos? Pedro les dijo: —Arrepentíos y sea bautizado cada
uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de
vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque
la promesa es para vosotros, para vuestros hijos y para todos los
que están lejos, para todos cuantos el Señor nuestro Dios llame.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba
diciendo: —¡Sed salvos de esta perversa generación! Así que los
que recibieron su palabra fueron bautizados, y fueron añadidas
en aquel día como tres mil personas" (Hechos de los Apóstoles
2:37-38).

Más tarde, se cuenta de otro discípulo de Jesús, Felipe:

"Pero cuando creyeron a Felipe mientras anunciaba el evangelio


del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban
hombres y mujeres (...) Los apóstoles que estaban en Jerusalén,
al oír que Samaria había recibido la palabra de Dios, les
enviaron a Pedro y a Juan, los cuales descendieron y oraron por
los samaritanos para que recibieran el Espíritu Santo. Porque
aún no había descendido sobre ninguno de ellos el Espíritu
Santo; solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.
Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu
Santo" (Hechos de los Apóstoles 8:12-17).

Y la práctica y enseñanza del apóstol Pablo era así:

"Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda


su casa. Y muchos de los corintios que oían, creían y eran
bautizados" (Hechos de los Apóstoles 18:8).

"... Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con


tu boca que Jesús es el Señor, y si crees en tu corazón que Dios
le levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el
corazón se cree para justicia, y con la boca se hace confesión
para salvación. Porque la Escritura dice: Todo aquel que cree en
él no será avergonzado. Porque no hay distinción entre judío y

63
griego, pues el mismo que es Señor de todos es rico para con
todos los que le invocan. Porque todo aquel que invoque el
nombre del Señor será salvo" (Carta a los romanos 10:8-13).

A la luz de estos y otros pasajes similares, vemos que la respuesta que


Dios espera cuando hemos oído el Evangelio es que lo recibamos, lo
cual se expresa en varios actos de obediencia:
 arrepentimiento
 fe
 bautismo en agua
 bautismo en el Espíritu por la imposición de manos

E l arrepentimiento y la fe. En cuanto al arrepentimiento, la


Escritura usa dos términos relacionados:

- 'metanoeo', que significa cambiar totalmente la manera de pensar, y


se suele traducir como "arrepentimiento".
- 'epistrofe', que significa volverse, dar media vuelta, para caminar en
la dirección opuesta, y se traduce "conversión".

Lo que Dios espera de todo aquel que oye el Evangelio es que, a la luz
de semejantes noticias, acepte un cambio radical en toda su manera de
pensar y de vivir.

En cuanto a la fe, se trata no sólo de creer que Dios existe, sino de


creerle, creer que es veraz, que es digno de confianza, que su Palabra
es verdadera. La fe es aceptar, recibir, y permite que todas las
realidades proclamadas por el Evangelio se hagan efectivas para el
creyente:

"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo


que no se ve" (Carta a los hebreos 11:1).

Así pues, Dios espera que cada uno reconozca todos sus pecados y
que se los confiese a Dios: que llame "pecado" a lo que Él llama

64
"pecado", que condene los pecados en su vida como Él los condena, y
que determine en su corazón abandonarlos:

- idolatría, es decir, dar a otras personas o cosas la primacía y


adoración que sólo corresponde a Dios, y rendirles culto: dioses
falsos, santos y vírgenes, entretenimiento, trabajo, dinero, fama, poder,
sexo, uno mismo..;

- usar el Nombre de Dios en vano, sin reverencia ni respeto, sin


honrarlo; blasfemar (injuriar) contra de Él, hablar mal de él;

- deshonrar a los padres, desobedecerlos o no sujetarse a ellos


mientras estamos bajo su autoridad;

- el homicidio, el aborto, el odio, el rencor, la venganza, las peleas, el


insulto, la injuria, el falso testimonio o calumnia..;

- el robo, la estafa, el fraude, la mentira, el engaño..;

- el adulterio, la fornicación (cualquier ejercicio del sexo fuera del


pacto de amor matrimonial), los malos pensamientos, las perversiones
sexuales (homosexualismo, lesbianismo, transexualismo,
bestialismo...);

- la codicia, la avaricia, la envidia...

- las diversas prácticas relacionadas con el ocultismo (contacto con las


fuerzas sobrenaturales oscuras) y las religiones orientales: horóscopo,
tarot, curanderos, yoga, reiki y cualquier forma de medicina o
psicología de la Nueva Era, magia de cualquier color, adivinación,
videncia, meditación trascendental, astrología, viajes astrales,
meditación trascendental, contactos angelicales, hipnosis, dones
paranormales, ouija, amuletos, espiritismo, masonería,
brujería/hechicería, satanismo...

En resumen, toda transgresión de la Ley de Dios, toda desobediencia y

65
rebelión contra el Creador, toda falta de amor al Creador y al prójimo.

Dios espera que cada uno abandone su antigua manera de pensar para
creer a Dios, para creer Su Evangelio, todas estas Buenas Noticias que
hemos presentado aquí. Y como consecuencia de lo anterior, Dios
espera que dé media vuelta y abandone su antigua manera de vivir
rebelde y desobediente para someterse a partir de ese momento al
gobierno de Jesús como su Rey y su Señor.

Es necesaria una fe real, viva, "creer de corazón", lo cual se


manifestará naturalmente en el "confesar con la boca" a Jesús como
el Salvador y el Señor.

El bautismo en agua y en el Espíritu

"Respondió Jesús y le dijo: —De cierto, de cierto te digo que a


menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: —¿Cómo puede nacer un hombre si ya es
viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su
madre y nacer? Respondió Jesús: —De cierto, de cierto te digo
que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne
es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es" (Evangelio de
Juan 3:3-5).

"Bautismo" significa "inmersión", "sumergirse en".

Bautismo en agua.

Dios ha dispuesto que todo el que crea el Evangelio sea sumergido en


agua para que, por medio de la fe, sea unido a Cristo en su muerte y
resurrección. Al ser sumergido en el agua, el creyente es sumergido en
la muerte de Cristo, de modo que su viejo hombre es sepultado en las
aguas purificadoras. Al salir del agua, el creyente es renace como una
nueva creación en Cristo, participa de la vida resucitada de Cristo:

66
"¿Ignoráis que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús
fuimos bautizados en su muerte? Pues, por el bautismo fuimos
sepultados juntamente con él en la muerte, para que así como
Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del
Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque
así como hemos sido injertados con él en la semejanza de su
muerte, también lo seremos en la semejanza de su resurrección"
(Carta a los romanos 6:3-5).

El agua por sí sola no tiene ningún poder. La eficacia de este mandato


de Jesús está en la fe de la persona bautizada en las realidades
espirituales representadas. El orden en toda la Escritura es claro:

1º: creer después de oír, tener una fe personal,


2º: bautizarse.

Por tanto, el bautismo de niños que todavía no han alcanzado el uso de


razón, que no pueden "oír, comprender y creer" el Evangelio, no es
válido. Esta es una de las cosas que han sido trastornadas a lo largo de
la historia de la Cristiandad, con consecuencias funestas, pues no
todos los que vienen siendo llamados 'cristianos' han nacido
verdaderamente de nuevo, y la Iglesia dio paso a la 'Cristiandad', que
incluye verdaderos y falsos cristianos.

Bautismo en el Espíritu.

Juan el Bautista, preparando el camino a Jesús el Mesías, decía:

"Yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en el Espíritu


Santo" (Evangelio según Marcos 1:8).

Y Jesús, después de resucitar, instruía así a sus discípulos:

"Y estando juntos, les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino


que esperasen el cumplimiento de la promesa del Padre, 'de la

67
cual me oísteis hablar; porque Juan, a la verdad, bautizó en
agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo
después de no muchos días' (...) recibiréis poder cuando el
Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, y me seréis testigos
en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la
tierra" (Hechos de los Apóstoles 1:4-8).

"He aquí yo enviaré el cumplimiento de la promesa de mi Padre


sobre vosotros. Pero quedaos vosotros en la ciudad hasta que
seáis investidos del poder de lo alto" (Evangelio según Lucas
24:49).

Este bautismo en el Espíritu se recibe por medio de la imposición de


manos sobre la cabeza del bautizado. Significa que el bautizado acepta
colocarse bajo la autoridad del Señor Jesús como Cabeza de Su
Cuerpo, que es la Iglesia, y así participa del Espíritu de Cristo. Por
eso, el bautismo en el Espíritu es simultáneamente "bautismo en el
Cuerpo de Cristo", es decir, el creyente es sumergido, introducido en
el Cuerpo de Cristo, quedando unido así orgánicamente a Cristo la
Cabeza y a los demás creyentes como miembros del único Cuerpo de
Cristo. "Orgánicamente" significa “en una unión viviente”. Jesús
ilustró este tipo de unión orgánica hablando de la vid y los sarmientos:
"Yo soy la vid, vosotros los sarmientos..." (Juan 15:5).

La Iglesia de Jesucristo no es un club al que uno se apunta, ni una


organización a la que uno se adscribe, ni una institución en la que uno
se registra. Es un organismo viviente en el que uno es injertado
sobrenaturalmente por el Espíritu:

"Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos


miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son
muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque por
un solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo,
tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos
se nos dio a beber de un solo Espíritu" (1ª carta a los corintios
12:12-13).

68
El don del Espíritu tiene dos aspectos complementarios: envuelve al
creyente por fuera (bautizados), y lo llena por dentro (beber). Por la fe
en Cristo "bebemos" al Espíritu para que more en nosotros de manera
permanente; y también nos "reviste de poder" para ser testigos
valientes de Cristo ante el sistema maligno de este mundo.

Todos estos aspectos de la respuesta que Dios espera de todos los


hombres son confirmados por la Carta a los hebreos, donde se les
llama "las doctrinas elementales de Cristo", y "el fundamento" sobre
el que comienza a edificarse la vida cristiana:

"Por tanto, dejando las doctrinas elementales de Cristo, sigamos


adelante hasta la madurez, sin poner de nuevo el fundamento del
(1) arrepentimiento de obras muertas,
(2) de la fe en Dios,
(3) de la doctrina de bautismos,
(4) de la imposición de manos,
(5) de la resurrección de los muertos
(6) y del juicio eterno" (Hebreos 6:1-2).

Anteriormente ya hemos presentado las doctrinas fundamentales


acerca de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y ahora
hemos completado estas doctrinas elementales con las cuatro
primeras, en cuyo centro se encuentra la fe. Todos estos aspectos
forman una unidad, pero el núcleo principal, el alma de todos ellos,
es la fe, porque "sin fe es imposible agradar a Dios" (Carta a los
hebreos 11:6). Lo demás es la fe viva obedeciendo, la fe en acción.

69
70
LA SALVACIÓN QUE
NOS HACE APTOS PARA EL REINO
Y PARA ALCANZAR
EL PROPÓSITO ORIGINAL DE DIOS (I).
EL ASPECTO INDIVIDUAL.

El Hijo de Dios ha venido al mundo para deshacer las obras de


Satanás: para redimir al Hombre caído, para liberarlo del dominio de
las tinieblas, para restaurarlo, y capacitarlo para cumplir el Propósito
para el que Dios lo creó. Por medio de la cruz de Cristo ha dado
muerte a todas las cosas negativas; por medio del don del Espíritu
ha introducido todas las cosas positivas, todas las bendiciones de la
salvación que nos capacitan para alcanzar nuestro glorioso destino en
Dios.

Cristo ya consumó la obra de la salvación que necesitamos, el


Evangelio la proclama, y ahora el Espíritu Santo la hace efectiva para
todo aquel que cree:

"Porque no me avergüenzo del evangelio; pues es poder de Dios


para salvación a todo aquel que cree..." (Carta a los romanos
1:16)

"Además, hermanos, os declaro el evangelio que os prediqué y


que recibisteis y en el cual también estáis firmes; por el cual
también sois salvos, si lo retenéis como yo os lo he predicado. De
otro modo, creísteis en vano" (1ª carta a los corintios 15:1-2).

"Por esta razón, nosotros también damos gracias a Dios sin


cesar; porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis
de parte nuestra, la aceptasteis, no como palabra de hombres,
sino como lo que es de veras, la palabra de Dios quien obra en

71
vosotros los que creéis" (1ª carta a los tesalonicenses 2:13).

Pero la salvación ganada por Cristo, que nos hace aptos para entrar en
el Reino de los Cielos, es integral, y tan grande que sólo por etapas
nos la podemos apropiar y disfrutar.

La salvación y sus tiempos

Observamos que la Escritura en unos pasajes habla de la salvación de


los creyentes en pasado, o como un hecho consumado; en otros, en
presente, como algo que está en proceso todavía, creciendo; y en
otros, como algo que se espera en el futuro.

a) en pasado

“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del


Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1Jn 5:13).

“En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y


pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, conforme a la
corriente de este mundo y al príncipe de la potestad del aire, el
espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia. En otro
tiempo todos nosotros vivimos entre ellos en las pasiones de
nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de la mente; y
por naturaleza éramos hijos de ira, como los demás. Pero Dios,
quien es rico en misericordia, a causa de su gran amor con que
nos amó, aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida
juntamente con Cristo. ¡Por gracia sois salvos! Y juntamente con
Cristo Jesús, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares
celestiales… Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y
esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para
que nadie se gloríe. Porque somos hechura de Dios, creados en
Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de
antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef 2:1-10).

b) en presente

72
“…ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque
Dios es el que produce en vosotros tanto el querer como el hacer,
para cumplir su buena voluntad” (Flp 2:12-13).

"...desead como niños recién nacidos la leche de la Palabra no


adulterada, para que por ella crezcáis para salvación" (1ª Pedro
2:2);

c) en futuro

“Luego, siendo ya justificados por su sangre, cuánto más por


medio de él seremos salvos de la ira. Porque si, cuando éramos
enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su
Hijo, cuánto más, ya reconciliados, seremos salvos por su vida”
(Rm 5:9-10).

“Y haced esto conociendo el tiempo, que ya es hora de


despertaros del sueño; porque ahora la salvación está más
cercana de nosotros que cuando creímos” (Rm 13:11).

“…que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para


la salvación preparada para ser revelada en el tiempo final”
(1Pe 1.5).

Esto demuestra claramente que la salvación del pecador pasa por


varias fases o etapas antes de llegar a la glorificación total. Y cuando
estudiamos de cerca este hecho, descubrimos dos cosas:

Por un lado, que los tiempos de la salvación están relacionados


directamente con la constitución tripartita del ser humano: espíritu,
alma y cuerpo. Cuando Adán pecó, lo primero que murió fue su
espíritu, quedando incapacitado para la comunión con Dios (“el día
que comas de él, ciertamente morirás” (Gn 2:17). Luego su alma se
fue distorsionando y quedando bajo el poder del pecado y de las
pasiones del cuerpo de pecado. Lo último en morir fue su cuerpo (¡a
los 930 años!). Es como cuando uno desenchufa un ventilador, pero

73
este todavía sigue rodando por un tiempo. Pues bien, la salvación de
Dios recorre ahora ese mismo camino:

- la regeneración del espíritu al creer, cuando recibimos el Evangelio;


- la transformación del alma el resto de la peregrinación terrenal;
- y la resurrección del cuerpo cuando Cristo regrese.

Por otro, vemos también que:

> a veces se habla de la salvación por medio de la sola fe, y como algo
seguro e irrevocable que no se puede perder;

> y otras veces como algo condicionado, que depende de cumplir


ciertas exigencias, y es dado como recompensa que se puede perder.

Puesto que la Escritura no se contradice a sí misma, debemos


entender, pues, que hay aspectos ‘irrevocables’ de la salvación que nos
apropiamos por la sola fe, y aspectos que en algún sentido susceptibles
de pérdida dependiendo del cumplimiento de ciertos requisitos.

Un estudio detenido de este tema excede nuestro propósito, aunque sí


necesitamos un entendimiento básico. Comprobemos, pues, estas
cosas considerando las tres etapas por las que el creyente, de acuerdo a
la constitución de su ser, se va apropiando de ‘una salvación tan
grande’.

74
1ª etapa de la salvación:
la salvación de nuestro espíritu.

Recapitulemos todo lo que ocurre en esta primera etapa en todo aquel


que recibe el Evangelio, en todo aquel que cree todas las Buenas
Noticias que Dios ha mandado proclamar a todos los hombres, y que
básicamente es esto: por medio de la fe, todo lo que Cristo logró, se
hace efectivo para el creyente:

L a redención. Significa liberación mediante el pago de un rescate.


Con la Caída Dios perdió al Hombre, que quedó “esclavo” bajo
el poder del Pecado, de Satanás y de la Muerte; también bajo la
sentencia de la Ley de Dios. Liberarnos de esa situación le constó a
Cristo su propia vida. Su sangre es el precio de nuestra libertad:

“Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para ser servido, sino
para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos
10:45).

"Tened presente que habéis sido rescatados de vuestra vana


manera de vivir, la cual heredasteis de vuestros padres, no con
cosas corruptibles como oro o plata, sino con la sangre preciosa
de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación"
(1ª carta de Pedro 1:18-19).

“Ellos entonaban un cántico nuevo, diciendo: "¡Digno eres de


tomar el libro y de abrir sus sellos! Porque tú fuiste inmolado y
con tu sangre has redimido para Dios gente de toda raza,
lengua, pueblo y nación” (Apocalipsis 5:9).

E l perdón de los pecados. El que cree el Evangelio recibe la


primera y básica bendición:

"Todos los profetas dan testimonio de él (Jesús), y de que todo

75
aquel que cree en él recibirá perdón de pecados por su nombre"
(Hechos de los Apóstoles 10:43).

La fe en la sangre de Jesús quita la lista de delitos que nos pone bajo


el juicio de Dios, que nos separa de Dios y nos condena a la perdición
eterna en el infierno. Nos libra de la ira y el juicio venideros que
merecen nuestros pecados.

Tal fe, si es genuina, se manifiesta en arrepentimiento sincero y la


confesión de nuestros pecados a Dios, incluyendo la restitución del
daño que hayamos hecho a otros en la medida que sea posible.

L a justificación delante de Dios. Nuestros pecados son


injusticias, transgresiones de la Ley de Dios, y nos convierten en
personas injustas, culpables, delante de Dios, incapaces además de
cumplir la Ley de Dios por la debilidad de nuestra naturaleza
pecaminosa. Pues bien, Dios ha revelado que cuando ponemos nuestra
fe en Jesús, y en que en la cruz Él ya pagó el justo castigo por nuestros
injusticias derramando su sangre, somos limpiados y declarados justos
delante de Dios:

"Pues nadie llegará jamás a ser justo ante Dios por hacer lo que
la ley manda. La ley sencillamente nos muestra lo pecadores que
somos. Pero ahora, tal como se prometió tiempo atrás en los
escritos de Moisés y de los profetas, Dios nos ha mostrado cómo
podemos ser justos ante él sin cumplir con las exigencias de la
ley. Dios nos hace justos a sus ojos cuando ponemos nuestra fe
en Jesucristo. Y eso es verdad para todo el que cree, sea quien
fuere. Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta
gloriosa establecida por Dios, siendo justificados gratuitamente
por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.
Dios le ha presentado públicamente a él como sacrificio de
expiación por medio de la fe en su sangre..." (Carta a los
romanos 3:20-25.- Nueva Traducción Viviente)

¡Gratuitamente! ¡Un regalo! No es por algún mérito u obra que tú

76
hagas:

"... siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la


redención que es en Cristo Jesús" (Romanos 3:24).

"Ahora bien, al que obra no se le cuenta el salario como gracia,


sino como deuda; mas al que no obra, sino que cree en aquel
que justifica al impío, su fe le es contada por justicia" (Romanos
4:4-5).

"En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y


pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, conforme a la
corriente de este mundo y al príncipe de la potestad del aire, el
espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia. En otro
tiempo todos nosotros vivimos entre ellos en las pasiones de
nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de la mente; y
por naturaleza éramos hijos de ira, como los demás. Pero Dios,
quien es rico en misericordia, a causa de su gran amor con que
nos amó, aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida
juntamente con Cristo. ¡Por gracia sois salvos! Y juntamente con
Cristo Jesús, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares
celestiales, para mostrar en las edades venideras las
superabundantes riquezas de su gracia, por su bondad hacia
nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por
medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es
por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura de
Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que
Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas"
(Efesios 2:1-10).

No somos salvos "por" obras, sino por gracia (don, regalo), por
medio de la fe; pero sí somos salvos "para" las obras que Dios ha
preparado para que realicemos. Las obras son fruto de haber recibido
la salvación por medio de la fe. Las obras demuestran que nuestra fe
es auténtica, pero no sirven para salvarse. Dios sólo salva y declara
justo a quien pone su fe en su Hijo Jesús.

77
L a reconciliación y la paz con Dios, y la liberación de la ira
venidera. Una vez quitado el problema de nuestros pecados y
nuestras injusticias, somos reconciliados con Dios. Toda deuda nuestra
para satisfacer la justicia de Dios está pagada por Cristo, estamos en
paz con Él y con nuestra conciencia, y ya no seremos objeto de la ira
venidera que Él derramará sobre los pecadores, porque su Justicia no
dejará el pecado impune:

"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por
medio de nuestro Señor Jesucristo, Pero Dios demuestra su amor
para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió
por nosotros. Luego, siendo ya justificados por su sangre,
cuánto más por medio de él seremos salvos de la ira. Porque si,
cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la
muerte de su Hijo, cuánto más, ya reconciliados, seremos salvos
por su vida" (Romanos 5:1-10).

L a liberación del poder del Pecado. Porque en la cruz Dios no


puso sobre Cristo sólo nuestros pecados, sino ¡a nosotros
mismos! Dios nos puso a todos en Él y nos crucificó con Él, nuestro
viejo hombre, nuestra vieja naturaleza corrupta, fue crucificada con
Él, para que el creyente no sea más esclavo de ella:

"... Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos


todavía en él? ¿Ignoráis que todos los que fuimos bautizados en
Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Pues, por el
bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte,
para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por
la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de
vida. Porque así como hemos sido injertados juntamente con él
en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la
semejanza de su resurrección. Y sabemos que nuestro viejo
hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo
del pecado sea destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del
pecado; porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado.

78
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con
él. Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos,
ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en
cuanto murió, para el pecado murió una vez por todas; pero en
cuanto vive, vive para Dios. Así también vosotros, considerad
que estáis muertos para el pecado, pero que estáis vivos para
Dios en Cristo Jesús. No reine, pues, el pecado en vuestro
cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus malos deseos. Ni
tampoco presentéis vuestros miembros al pecado, como
instrumentos de injusticia; sino más bien presentaos a Dios como
vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como
instrumentos de justicia" (Romanos 6:2-12).

La fe en esta realidad espiritual, y actuar en consecuencia, es el


secreto de una vida victoriosa sobre el pecado.

L a liberación de la jurisdicción y la maldición de la Ley de


Moisés, que condena a muerte a todo aquel que no cumpla todo
lo que en ella está escrito:

"Porque todos los que se basan en las obras de la ley están bajo
maldición, pues está escrito: Maldito todo aquel que no
permanece en todas las cosas escritas en el libro de la Ley para
cumplirlas" (Gal 3:10).

Dios entregó la Torah (Ley o Instrucción) a Israel, por medio de


Moisés, para mostrar que el ser humano está tan dañado por el pecado
que es incapaz de obedecer a la justicia de Dios. La Ley fue dada para
mostrarnos cuán pecadores somos, y llevarnos a Cristo, nuestro único
Salvador; fue dada para llevarnos a la justicia que es por la fe:

"...como está escrito: No hay justo ni aun uno; no hay quien


entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se apartaron, a una
fueron hechos inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni
siquiera uno (...) "Pues nadie llegará jamás a ser justo ante Dios

79
por hacer lo que la ley manda. La ley sencillamente nos
muestra lo pecadores que somos. Pero ahora, tal como se
prometió tiempo atrás en los escritos de Moisés y de los profetas,
Dios nos ha mostrado cómo podemos ser justos ante él sin
cumplir con las exigencias de la ley. Dios nos hace justos a sus
ojos cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo. Y eso es verdad
para todo el que cree, sea quien fuere. Pues todos hemos pecado;
nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios,
siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús. Dios le ha presentado
públicamente a él como sacrificio de expiación por medio de la
fe en su sangre..." (Carta a los romanos 3:10-12. 20-25 - Nueva
Traducción Viviente).

Una vez que una persona ha confiado en Cristo para su salvación, su


justicia ya no depende de guardar la Ley de Moisés, ni total ni
parcialmente. La Ley de Moisés no es
1) ni el fundamento para la justificación del pecador,
2) ni la regla de vida para el cristiano.

El cristiano ya no está bajo el régimen de la Ley sino bajo el régimen


de la gracia, bajo la Ley de Cristo, siendo guiado por Su Espíritu, que
no sólo conduce al cristiano conforme a los mandamientos de Cristo,
sino que le da el poder para obedecer a Cristo y vencer al pecado:

"...vosotros también habéis muerto a la ley por medio del cuerpo


de Cristo, para ser unidos con otro, el mismo que resucitó de
entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque
mientras vivíamos en la carne, las pasiones pecaminosas
despertadas por medio de la ley actuaban en nuestros miembros,
a fin de llevar fruto para muerte. Pero ahora, habiendo muerto a
lo que nos tenía sujetos, hemos sido liberados de la ley, para
que sirvamos en lo nuevo del Espíritu y no en lo antiguo de la
letra" (Carta a los romanos 7:4-6).

"Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, ya que no

80
estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (Romanos 6:1:14).

“18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley


(...) 25 Ahora que vivimos en el Espíritu, conduzcámonos según
las normas del Espíritu (lit. griego)" (Gálatas 5:18.25).

Estar "bajo la ley" y estar "en la gracia" son dos situaciones


incompatibles que no se pueden mezclar:

a) respecto de los de la ley les dice:


"Porque todos los de las obras de la ley están bajo maldición,
pues escrito está: 'Maldito todo aquel que no permanece en
todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas' (...) y
la ley no es de fe, sino que dice: 'El que hace estas cosas vivirá
por ellas'" (Gal 3:10-12).

b) de los de la fe dice:
"Desde luego, es evidente que por la ley nadie es justificado
delante de Dios, porque 'el justo vivirá por la fe'" (Gal 3:11). No
sólo "será justificado por la fe" sino "vivirá, andará, por la fe".

T raslado del reino de Satanás al Reino de Jesucristo. Por el


pecado de Adán todos hemos venido a estar bajo el poder de
Satanás y su reino. Pero Dios, por medio de su muerte conjunta con
Cristo, también libra al creyente de eso:

"El nos ha librado de la autoridad de las tinieblas y nos ha


trasladado al reino de su Hijo amado" (Carta a los colosenses
1:13)

Eso no quiere decir que se acaban todos los problemas del creyente
con Satanás y sus huestes, pero cambia completamente su posición: ya
no pertenece a su reino ni está bajo su autoridad, ahora es de Cristo y
pertenece a Su Reino.

81
"...El mundo entero está bajo el maligno", pero el redimido ya no
pertenece a ese sistema mundano satánico, aunque todavía vive en
medio de él:

"Pero lejos esté de mí el gloriarme sino en la cruz de nuestro


Señor Jesucristo, por medio de quien el mundo me ha sido
crucificado a mí y yo al mundo" (Carta a los gálatas 6:14).

"Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes


que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo.
Pero ya no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo; por
eso el mundo os aborrece" (Evangelio según Juan 15:18-19).

E l don del Espíritu Santo. Es la segunda bendición básica y


principal, que trae todas las cosas positivas.

"Pedro les dijo: 'Arrepentíos y sea bautizado cada uno de


vosotros en el nombre de Jesucristo para (1) perdón de vuestros
pecados, y (2) recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la
promesa es para vosotros, para vuestros hijos y para todos los
que están lejos, para todos cuantos el Señor nuestro Dios llame'"
(Hechos de los Apóstoles 2:38-39).

Cuando creemos en el Señor Jesús nos hacemos uno con Él en nuestro


espíritu. Nuestro espíritu humano queda unido a su Espíritu que mora
en nosotros: “Pero el que se une con el Señor, un espíritu es (con él)”
(1Cor 6:17).

Con la etapa inicial de la salvación, pues, el Espíritu trae a nuestro


espíritu al Señor Jesús con todas las bendiciones de Dios en Cristo. Es
en nuestro espíritu que ya estamos resucitados, ascendidos y
glorificados en los lugares celestiales en Cristo (Ef 2:5-6; Rm 8:30).

El Espíritu Santo de Dios y de Jesucristo es derramado en sus dos


aspectos:

82
1. "en" el creyente para habitar para siempre en su espíritu. El
Espíritu trae también la presencia de Cristo, que está sentado en el
Trono en los cielos, a morar en el creyente. El Espíritu trae también
todo lo que Cristo es y ha logrado para aplicarlo a la vida del creyente.
Por medio del Espíritu, Cristo vive su vida perfecta y victoriosa en el
creyente y le guía;

2. "sobre" el creyente para fortalecerlo con poder para servir a Cristo


y dar testimonio de Él incluso hasta la muerte, si es necesario; también
para capacitarlo con sus dones sobrenaturales con los cuales servir a
Cristo y a la edificación de Su Cuerpo, que es la Iglesia.

L a regeneración o nuevo nacimiento. El Espíritu Santo viene a


habitar en el espíritu del creyente, que en ese momento es re-
generado, lo que Jesús llamaba "nacer de nuevo/de lo Alto":

"Respondió Jesús y le dijo: —De cierto, de cierto te digo que a


menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: —¿Cómo puede nacer un hombre si ya es
viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su
madre y nacer? Respondió Jesús: —De cierto, de cierto te digo
que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne
es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles
de que te dije: "Os es necesario nacer de nuevo." El viento sopla
de donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabes ni de dónde
viene ni a dónde va. Así es todo aquel que ha nacido del Espíritu"
(Evangelio según Juan 3:3-8).

"En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de él, pero
el mundo no le conoció. A lo suyo vino, pero los suyos no le
recibieron. Pero a todos los que le recibieron, a los que creen en
su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios, los cuales
nacieron no de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la
voluntad de varón, sino de Dios" (Juan 1:10-13).

83
Ya vimos que como hijos de Adán heredamos una naturaleza
envenenada por el poder del Pecado. La existencia que nos viene dada
por nuestro nacimiento natural no es apta para el Reino de Dios. El
que no nace “de arriba” por medio del agua y del Espíritu, no puede
ver el Reino ni entrar en él. El Reino de Dios es de tal naturaleza que
aquellos que deseen entrar necesitan una naturaleza similar,
correspondiente, que armonice. El Reino de Dios pertenece al ámbito
del Espíritu, y para acceder a él es necesaria una naturaleza
"espiritual".

"Lo que nace de la carne, carne es", y siempre lo será. El burro nace
burro, con una naturaleza de burro, que le impulsa naturalmente a
actuar como un burro. Un burro no puede actuar como un león, porque
no tiene la naturaleza de un león. El burro no puede rugir como un
león, correr como un león, comer como un león... por más que lo
intente. Sólo si naciera como león podría vivir como león. Del mismo
modo, ningún "nacido de la carne" puede ser ciudadano del Reino de
Dios ni vivir la vida del Reino, a menos que nazca del agua y del
Espíritu de Dios (la 3ª enseñanza elemental de Cristo: "doctrina de
bautismos").

Sin una nueva naturaleza, la vida del Reino le resultará sencillamente


imposible; aún más: ¡aplastante! No podrá vivir, por ejemplo, la
pureza sexual del Reino (Mateo 5:27-30), ni la indisolubilidad del
matrimonio según el Reino (5:31-32; 19:1-9), ni la no violencia y
amor a los enemigos propias del Reino (5:38-48), ni perdonar 'setenta
veces siete', es decir, siempre (18:21-22), ni la confianza en Dios
respecto a las necesidades básicas (6:24-34), ni seguir al Rey Jesús
aún renunciando al propio yo (10 34,39), ni la persecución por causa
de seguirle (5:10-12)...

El Reino es una nueva forma de vida que requiere un nuevo principio


de vida. El nuevo nacimiento consiste así en que un ser humano
recibe por medio del bautismo en agua y en el Espíritu un nuevo
principio vital, una nueva naturaleza: la naturaleza divina, y un nuevo
tipo de vida: la Vida divina.

84
"Su divino poder (de Dios) nos ha concedido todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad por medio del conocimiento de
aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia. Mediante
ellas nos han sido dadas preciosas y grandísimas promesas, para
que por ellas seáis hechos participantes de la naturaleza divina,
después de haber huido de la corrupción que hay en el mundo
debido a las bajas pasiones" (2ª carta de Pedro 1:3-4).

Hay atributos esenciales de Dios que son exclusivos de Él y que no


comunica a sus criaturas: su Deidad, su Omnipotencia, su
Omnisciencia, su Omnipresencia... Pero hay otros atributos que
constituyen su Naturaleza, su Carácter, de los cuales Él desea que
participemos: su amor, su justicia, su santidad, su pureza, su bondad,
su misericordia, su fidelidad... Por el nuevo nacimiento también
participamos de su Vida divina, eterna:

"Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es


necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo
aquel que cree en él tenga vida eterna. Porque de tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna"
(Evangelio según Juan 3:14-16).

"De cierto, de cierto os digo que el que oye mi palabra y cree al


que me envió tiene vida eterna. El tal no viene a condenación,
sino que ha pasado de muerte a vida" (5:24)

Es necesario recibir la Vida Divina en nosotros por el nuevo


nacimiento para poder "ver" el Reino de Dios que está amaneciendo, y
para poder entrar en él, y poder vivir el tipo de existencia que le es
propio.

L a filiación divina y la herencia. La salvación que recibimos por


medio de la fe nos hace nacer verdaderamente de Dios, con la

85
naturaleza y la Vida de Dios. Al introducirnos en Cristo, el Hijo,
somos hechos hijos de Dios, miembros de su Familia, y por tanto, co-
herederos con Cristo de todas las cosas, del mundo, de todas las
riquezas de gloria:

"En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de él, pero
el mundo no le conoció. A lo suyo vino, pero los suyos no le
recibieron. Pero a todos los que le recibieron, a los que creen en
su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios, los
cuales nacieron no de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de
la voluntad de varón, sino de Dios" (Juan 1:10-13).

"Con gozo damos gracias al Padre que os hizo aptos para


participar de la herencia de los santos en luz" (Carta a los
colosenses 1:12).

"El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu


de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos
herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que
padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados" (Romanos 8:16-17).

Hay una parte de la herencia, la que se recibe en el reino milenial, que


sólo disfrutaremos si somos fieles seguidores de Cristo soportando
incluso padecer por su causa.

E l sello y las arras del Espíritu. Porque no sólo somos hechos co-
herederos de Dios, sino herencia misma de Dios:

"En El (Cristo) asimismo fuimos designados como herencia,


habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace
todas las cosas según el consejo de Su voluntad, a fin de que
seamos para alabanza de Su gloria, nosotros (los judíos) los que
primeramente esperábamos en Cristo. En El también vosotros
(los gentiles), habiendo oído la palabra de la verdad, el evangelio

86
de vuestra salvación, y en El habiendo creído, fuisteis sellados
con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra
herencia, hasta la redención de la posesión adquirida, para
alabanza de Su gloria" (Carta a los efesios 1:11-14).

Por un lado, los creyentes llegamos a ser la herencia de Dios para su


disfrute. Cuando somos salvos, Dios puso en nosotros Su Espíritu
Santo como sello para marcarnos e indicar que le pertenecemos.

Por otro lado, heredamos a Dios como nuestra herencia para nuestro
disfrute. El Espíritu Santo es las arras, es decir, el anticipo, la garantía,
de nuestra herencia plena. Él no sólo asegura nuestra herencia, sino
que como anticipo nos permite gustar de antemano la herencia que
recibiremos completa en el futuro; es una prueba de lo que vamos a
heredar de Dios en plenitud:

"...los que fueron una vez iluminados, que gustaron del don
celestial, que llegaron a ser participantes del Espíritu Santo, que
también probaron la buena palabra de Dios y los poderes del
mundo venidero..." (Carta a los hebreos 6:4-5).
______________

Este es un breve resumen de las ricas y abundantes bendiciones


espirituales que recibimos en Cristo Jesús cuando somos salvos por
medio de la fe.

Pero esto es sólo el principio del Camino del Señor, que se extiende
hasta la eternidad:

"Pero la senda de los justos es como la luz de la aurora que va en


aumento hasta que es pleno día" (Proverbios 4:18).

La salvación de nuestro espíritu ocurre en un momento, y es


definitiva e irreversible, no se puede perder.

Todos los dones recibidos en esta etapa de la salvación son para

87
siempre y no se pueden perder: “Porque irrevocables son los dones
de gracia y el llamamiento de Dios” (Rm 11:29); “...estando
convencido de esto: que el que en vosotros comenzó la buena obra,
la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Flp 1:5-6). “Además,
él os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día
de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por medio de quien
fuisteis llamados a la comunión de su Hijo Jesucristo, nuestro
Señor” (1Cor 1:8-9). “Y ésta es la voluntad del que me envió: que
yo no pierda nada de todo lo que me ha dado, sino que lo resucite en
el día final. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que
mira al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y que yo lo resucite en el
día final (Jn 6:39-40). “Yo les doy vida eterna, y no perecerán
jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las ha
dado, es mayor que todos; y nadie las puede arrebatar de las manos
del Padre” (Jn 10:28-29). “Así que no es la voluntad de vuestro
Padre que está en los cielos que se pierda ni uno de estos pequeños”
(Mt 18:14).

Cuando Dios, en Cristo, escoge a alguien, y lo predestina, y lo llama,


y lo redime, y lo justifica, y le da su Espíritu, y lo adopta como hijo,
y lo incorpora a Cristo, ¡lo hace para siempre! Dios no se equivoca,
ni falla, ni se vuelve atrás. Incluso en el plano natural ¿puede acaso
alguien dejar de ser hijo de su padre? Sobre este hecho se asienta ‘la
seguridad de la salvación’ que trae la paz verdadera y el gozo
permanente al creyente para afrontar su carrera cristiana…

En cambio, la salvación de nuestra alma es un proceso, en el que


se requiere nuestra cooperación activa y perseverante, y nuestra
negligencia e infidelidad sí puede acarrear pérdida para nuestra
alma...

88
2ª etapa de la salvación:
la salvación de nuestra alma

Esta es la etapa más larga y compleja. Imposible mencionar siquiera


todo lo que está implicado en ella. Sólo podemos apuntar aquí los
asuntos principales para poder tener un vislumbre de los desafíos de la
vida cristiana.

Es un hecho enseñado por la Escritura que el alma del creyente no es


salva automáticamente cuando cree en el Señor, sino que todavía debe
ser ganada para el Señor. El Espíritu Santo, dirigiéndose a los ya
creyentes, dice:

“Por vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas” (Lc


21:19); “Pero el que persevere hasta el fin será salvo” (Mt
24:13).

“Por lo tanto, desechando toda suciedad y la maldad que


sobreabunda, recibid con mansedumbre la palabra implantada,
la cual puede salvar vuestras almas” (Stg 1:21).

“A él le amáis, sin haberle visto. En él creéis; y aunque no lo


veáis ahora, creyendo en él os alegráis con gozo inefable y
glorioso, obteniendo así el fin de vuestra fe, la salvación de
vuestras almas” (1Pe 1:8).

Ante este hecho podemos comprender a qué se refiere la Escritura


cuando nos enseña que debemos ‘trabajar’ en nuestra salvación: se
refiere no a la salvación inicial, que es por la sola fe, sino a la
salvación de nuestra alma:

“…ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque


Dios es el que produce en vosotros tanto el querer como el
hacer, para cumplir su buena voluntad” (Flp 2:12-13)18.

18
Ver también Rm 2:6-7; 1Tes 5:9; 1Tim 2:15; 4:16; 2Pe 1:5-11.

89
Pero ¿en qué sentido debemos hacer algo por nuestra salvación, si
Cristo ya lo hizo todo?

A propiarnos, por la fe, de todas las provisiones de la salvación


y aplicarlas a nuestro diario vivir.

Como hemos visto, en Cristo el Pecado y nuestra carne pecaminosa (el


viejo hombre) han sido realmente crucificados, y Satanás y sus
huestes vencidos. Pero eso no quiere decir que ya no están presentes
en la vida y la experiencia del creyente. La salvación inicial no los ha
quitado de su experiencia.

Por un lado, toda nuestra salvación ya fue lograda por Cristo, por otro
lado, la obra del Espíritu ahora consiste en aplicarla efectivamente a
toda la vida del creyente, con la cooperación necesaria de este. Una
cosa es la salvación ‘objetiva’ lograda por Cristo en la cruz, perfecta y
completa; y otra cosa es la ‘experiencia subjetiva’ de esa salvación.

Conforme enseña la Escritura, aunque el que ha creído en Cristo ha


recibido todas esas bendiciones de la salvación inicial, la salvación de
su alma depende de que aplique progresivamente a su alma, a toda su
vida, los logros de Cristo en la cruz y su victoria sobre todos nuestros
enemigos, por el poder del Espíritu que mora en él.

Esa es la misión y la obra principal del Espíritu Santo: revelar a


Cristo y su Obra redentora en todas sus riquezas, y aplicarlos a la
vida del creyente.

"Porque en él (el Evangelio) la justicia de Dios se revela por fe y


para fe, como está escrito: Pero el justo vivirá por la fe"
(Romanos 1:17).

La fe es necesaria tanto para recibir la salvación inicial como para el


diario vivir, pues por medio de ella todo lo que es de Cristo pasa a
nosotros por el poder y la obra de su Espíritu.

90
Con el nuevo nacimiento nuestro espíritu muerto es re-generado y
habitado por el Espíritu del Señor Jesús. Este es el punto de partida
imprescindible de la vida cristiana. Ahora la salvación debe extenderse
desde allí progresivamente al resto de nuestro ser. En esta etapa es
necesario permitir que Jesucristo, que por el Espíritu Santo habita en
el espíritu del creyente, también conquiste, sane, restaure, libere,
renueve, transforme y llene nuestra alma:

 la parte mental: pensamientos, conceptos, recuerdos, uso de la


imaginación..;

 la parte emotiva: sentimientos, preferencias, afectos, deseos..;

 y la parte volitiva: intenciones, propósitos, motivaciones, decisiones,


modo de vivir..;

 incluso nuestro cuerpo mortal está llamado a ser alcanzado por el


poder purificador, sanador y vivificador del Espíritu de Jesucristo.

A este proceso lo llama también la Escritura "la santificación": Dios


es un Dios santo, puro, apartado de todo mal, y quiere apartarnos para
Sí mismo y hacernos participar de su santidad. Apartarnos y
purificarnos de toda la corrupción y maldad del Pecado, de Satanás y
del mundo maligno, y saturar de Sí mismo todo nuestro ser:

"Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación (...)


Apartaos de toda apariencia de mal. Y el mismo Dios de paz os
santifique por completo; que todo vuestro ser: espíritu, como
alma y cuerpo, sea guardado sin mancha en la venida de nuestro
Señor Jesucristo" (1ª carta a los tesalonicenses 4:3; 5:22-23).

91
C onocer y experimentar a Cristo como nuestro sanador y
libertador.

Cuando Jesús inició su ministerio público presentó su misión como el


cumplimiento de una profecía mesiánica del profeta Isaías:

"El Espíritu del Señor Yhaveh está sobre mí, porque me ha


ungido Yhaveh. Me ha enviado para anunciar buenas nuevas a
los pobres, para vendar a los quebrantados de corazón, para
proclamar libertad a los cautivos y a los prisioneros apertura de
la cárcel..." (Isaías 61:1; Evangelio según Lucas 4:16-21).

Los autores de los evangelios resumían de vez en cuando el trabajo de


Jesús así:

"Su fama corrió por toda Siria, y le trajeron todos los que tenían
males: los que padecían diversas enfermedades y dolores, los
endemoniados, los lunáticos y los paralíticos. Y él los sanó"

92
(Mateo 4:24).

Y el apóstol Pedro lo resumía más tarde de este modo:

"Vosotros sabéis el mensaje que ha sido divulgado por toda


Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que
predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, y a cómo Dios le
ungió con el Espíritu Santo y con poder. El anduvo haciendo el
bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios
estaba con él" (Hechos de los Apóstoles 10:37-38).

Y Jesús encargó a Su Iglesia proseguir este ministerio en Su Nombre y


en el poder de Su Espíritu.

Cuando el Señor nos rescata del dominio de las tinieblas nos


encuentra a la mayoría de nosotros en un estado lamentable debido al
tiempo que hemos vivido bajo la esclavitud del Pecado, de Satanás y
sus demonios. Necesitamos pasar por las manos de nuestro Médico
celestial para ser sanados, liberados y restaurados, y estar en
condiciones de poder servirle:

"Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y


redimido a su pueblo. Ha levantado para nosotros un cuerno de
salvación (un Salvador poderoso)... Salvación de nuestros
enemigos y de la mano de todos los que nos aborrecen... para
concedernos que, una vez rescatados de las manos de los
enemigos, le sirvamos sin temor, en santidad y en justicia
delante de él todos nuestros días" (Evangelio según Lucas 1:68-
75).

Nuestra alma es como un vaso para ser llenada por Dios, y que su
gracia y su vida fluyan hacia este mundo necesitado. Pero si el vaso
está "ocupado", manchado o agrietado, toda provisión de Dios no
encontrará lugar, o será obstruida o contaminada, o sencillamente se
escurrirá y se perderá por los resquicios de nuestras heridas y ataduras
malignas sin tratar.

93
Ser sanados de dolencias corporales y/o espirituales, de quebrantos del
corazón o heridas del alma, y ser liberados de herencias malignas, de
maldiciones, de influencias de espíritus malignos, son preciosas y
necesarias bendiciones para comenzar con buen pie la carrera
cristiana:

"(El Señor) sana a los quebrantados de corazón y venda sus


heridas." (Salmo 147:3).

"Oh Señor, tú rompiste mis cadenas!" (Salmo 116:16).

Y en este punto, como en toda la vida cristiana, la Palabra de Dios y


de Cristo ocupa un lugar central:

"Hijo mío, pon atención a mis palabras; inclina tu oído a mis


dichos. No se aparten de tus ojos; guárdalos en medio de tu
corazón. Porque ellos son vida a los que los hallan, y medicina
para todo su cuerpo" (Libro de Proverbios 4:20-22).

"Por tanto, Jesús decía a los judíos que habían creído en él: —Si
vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis
discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres"
(Evangelio según Juan 8:31-32).

L a transformación por la renovación de la mente. Porque la


salvación de nuestra alma comienza por nuestra mente, la cual es
un campo de batalla:

"...porque cual es su pensamiento en su mente, tal es él..." (Libro


de Proverbios 23:7).

El alma del creyente ha estado mucho tiempo controlada por Satanás.


Ha vivido mucho tiempo con una mentalidad configurada por los
engaños y mentiras de Satanás y sus demonios, por su sistema
mundano maligno, y por la práctica (esclavitud) del pecado; todo lo

94
cual ha dado más y más poder a la muerte sobre su alma y su cuerpo.

"En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y


pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, conforme a la
corriente de este mundo y al príncipe de la potestad del aire, el
espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia. En otro
tiempo todos nosotros vivimos entre ellos en las pasiones de
nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de la mente; y
por naturaleza éramos hijos de ira, como los demás" (Carta a los
efesios 2:1-3).

"... en otro tiempo estabais apartados y erais enemigos por tener


la mente ocupada en las malas obras..." (Carta a los colosenses
1:21).

Por eso necesitamos permitir que la Palabra de Dios y de Cristo


renueve toda nuestra manera de pensar:

"No os conforméis a este mundo; más bien, sed transformados


por la renovación de vuestra mente, de modo que comprobéis
cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta"
(Romanos 12:2).

"...porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino


poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. Destruimos
los argumentos y toda altivez que se levanta contra el
conocimiento de Dios; llevamos cautivo todo pensamiento a la
obediencia de Cristo" (2ª Carta a los corintios 10:4-5).

"Pero nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el


Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos
ha dado por Su gracia, lo cual también hablamos, no con
palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que
enseña el Espíritu, interpretando lo espiritual con palabras
espirituales. Pero el hombre almático (centrado y dominado por
su alma) no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque

95
para él son necedad, y no las puede entender, porque se han de
discernir espiritualmente. En cambio el hombre espiritual
(guiado por el Espíritu) juzga todas las cosas; pero él no es
juzgado por nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor?
¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo"
(1ª carta a los corintios 2:12-16).

La mente del creyente no debe conformarse a este sistema mundano


maligno, sino renovar su manera de pensar, por medio de la Palabra de
Dios, para que tener la mente de Cristo, y ser así trans-formado
(cambiar de forma).

“Con respecto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos del


viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos; pero
renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo
hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y
santidad de verdad” (Ef 4:22-24).

La Palabra de Dios, las enseñanzas de Jesucristo, registradas en la


Biblia, son una Palabra viva, poderosa y eficaz para salvar nuestra
alma, restaurarnos, y hacernos crecer hacia la madurez:

“Por lo tanto, desechando toda suciedad y la maldad que


sobreabunda, recibid con mansedumbre la palabra implantada,
la cual puede salvar vuestras almas ("psijé")” (Santiago 1:21).

A plicar la cruz a nuestra 'carne' (la vieja naturaleza caída),


con sus pasiones y deseos desordenados, y al Pecado.

Como hijos de Adán, aunque seamos salvos seguimos llevando dentro


de nosotros día y noche, todos los días de nuestra vida en esta tierra,
un enemigo formidable: nuestra propia naturaleza caída y pecaminosa
habitada por el Pecado. El ‘cuerpo de pecado', el 'viejo hombre'
todavía está presente, todavía es posible pecar y hacerse esclavo del
pecado, todavía es posible ‘andar en la carne’... Y puesto que "la paga

96
del pecado es muerte", somos advertidos:
"Porque los que viven conforme a la carne piensan en las cosas
de la carne; pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas
del Espíritu. Porque poner la mente en la carne es muerte, pero
poner la mente en el Espíritu es vida y paz. Pues la intención de
la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de
Dios, ni tampoco puede. Así que, los que viven según la carne no
pueden agradar a Dios (...) Así que, hermanos, somos deudores,
pero no a la carne para que vivamos conforme a la carne. Porque
si vivís conforme a la carne, habéis de morir..." (Romanos 8:5-8.
13a).

Contra este enemigo el creyente debe aplicar el poder de la cruz a su


viejo hombre como enseña el Espíritu por la Palabra:

"...porque los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne


con sus pasiones y deseos" (Carta a los gálatas 5:24).

¿Pero cómo se hace esto en la práctica?

1. "sabiendo": "Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo


viviremos todavía en él? ¿Ignoráis que todos los que fuimos
bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Pues,
por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte,
para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la
gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.
Porque así como hemos sido injertados con él en la semejanza de su
muerte, también lo seremos en la semejanza de su resurrección. Y
sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con
él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya no
seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto ha sido
justificado del pecado" (Romanos 6:1-7).

2. "considerándose": "Así también vosotros, considerad que estáis


muertos para el pecado, pero que estáis vivos para Dios en Cristo
Jesús" (Romanos 6:11).

97
3. "presentándose": "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo
mortal, de modo que obedezcáis a sus malos deseos. Ni tampoco
presentéis vuestros miembros al pecado, como instrumentos de
injusticia; sino más bien presentaos a Dios como vivos de entre los
muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia"
(Romanos 6:12-13).

4. "bajo la gracia": "Porque el pecado no se enseñoreará de


vosotros, ya que no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (Romanos
6:14).

Porque si tratamos de cumplir la Ley de Dios con nuestras fuerzas,


fracasaremos. El secreto de la victoria está en "recibir la abundancia
de la gracia y el don de la justicia por medio de Jesucristo" (Romanos
5:17) y "andar en el Espíritu", dejándose guiar por Él, para disfrutar
de "la Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús que nos libra de la ley
del pecado y de la muerte" (Romanos 8:1-2; Gálatas 5:16-25):

"...pero si por el Espíritu hacéis morir las prácticas de la carne,


viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de
Dios, éstos son hijos de Dios" (Romanos 8: 13b-14)

V encer a Satanás y sus huestes aplicando la victoria de Cristo.


El discípulo de Jesús debe aprender que está involucrado en una
"guerra espiritual", contra adversarios "espirituales", librada con
"armas espirituales".

Antes de ser salva la persona no podía percibir este conflicto espiritual


que se está librando entre el Reino de Dios y el reino de Satanás,
porque estaba cautiva bajo el dominio de las tinieblas, cegada por
Satanás. Pero al ser trasladada por Jesucristo desde ese dominio
tenebroso a su propio Reino, el discípulo va a comenzar a percibir y
experimentar la realidad de esta guerra y la oposición de Satanás a
Cristo y todos los suyos.

98
"Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el diablo, como león
rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar. Resistid al
tal, estando firmes en la fe, sabiendo que los mismos sufrimientos
se van cumpliendo entre vuestros hermanos en todo el mundo. Y
cuando hayáis padecido por un poco de tiempo, el Dios de toda
gracia, quien os ha llamado a su eterna gloria en Cristo Jesús, él
mismo os restaurará, os afirmará, os fortalecerá y os
establecerá" (1ª carta de Pedro 5:8-10).

Cuando el creyente nuevo es bautizado en el Espíritu, comienza a


despertar al mundo espiritual y las cosas de Dios. Pero también va a
descubrir que existe un mundo espiritual maligno, y que necesita
aprender a luchar contra él y a usar las armas espirituales de la luz:

"Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza.


Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis hacer
frente a las intrigas del diablo; porque nuestra lucha no es
contra sangre ni carne, sino contra principados, contra
autoridades, contra los gobernantes de estas tinieblas, contra
espíritus de maldad en los lugares celestiales. Por esta causa,
tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el
día malo, y después de haberlo logrado todo, quedar firmes.
Permaneced, pues, firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad,
vestidos con la coraza de justicia y calzados vuestros pies con la
preparación para proclamar el evangelio de paz. Y sobre todo,
armaos con el escudo de la fe con que podréis apagar todos los
dardos de fuego del maligno. Tomad también el casco de la
salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios,
orando en todo tiempo en el Espíritu con toda oración y ruego,
vigilando con toda perseverancia y ruego por todos los santos"
(Carta a los efesios 6:10-18).

"Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;


porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas" (2ª carta a
los corintios 10:3-4).

99
Y así como Jesús dedicó gran parte a expulsar demonios y liberar a
todos aquellos que se acercaban a Él con fe, sus discípulos son
equipados con la autoridad de su Nombre y el poder de su Espíritu
para proseguir ese ministerio:

"Los setenta volvieron con gozo, diciendo: —Señor, ¡aun los


demonios se nos sujetan en tu nombre! El les dijo: —Yo veía a
Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí, os doy autoridad
de pisar serpientes, escorpiones, y sobre todo el poder del
enemigo; y nada os dañará" (Evangelio según Lucas 10:17-19).

Allá donde el Reino de los Cielos se hace presente, el reino de las


tinieblas debe retroceder, y el Señor Jesús ha querido contar con sus
discípulos para esta apasionante empresa.

P oner la cruz entre el mundo maligno y nosotros, y


santificarnos: apartarnos de él para Dios.

Como hemos mencionado, con la Caída "el mundo" se volvió en un


Sistema hostil a Dios, a todo lo de Dios, a la vida misma.., bajo el
dominio de Satanás, "el príncipe de este mundo". Es el sistema
mundial satánico: el 'orden' conforme al cual está configurado este
mundo bajo su poder. Sistemas políticos y económicos, sistemas de
trabajo y consumo, religiones, ideologías y filosofías, culturas y
modas, ciencia y tecnología, medios de comunicación, formas de ocio
y distracción, multimedia... son realidades ‘secuestradas’ o
promovidas por "el dios de este mundo" y trenzadas por él como una
sutil red para tener cautiva a la gente, para estimular nuestra
naturaleza pecaminosa, y distraernos y mantenernos ocuparnos, ya sea
en cosas "buenas" o en cosas vanas, con el fin de alejarnos de Dios y
su propósito.

Ese sistema satánico, representado por las autoridades judías (la


religión) y por los romanos (el poder político), crucificó al Autor de la
vida. En la cruz fue expuesta la maldad de este sistema deicida y

100
homicida, que también odia a los seguidores de Jesús... Por eso un
discípulo de Jesús debe amar a todos los hombres y llevarles la luz de
Cristo, pero no puede amar el sistema mundo ni tener amistad con él:

"Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes


que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo.
Pero ya no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo; por
eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he
dicho: ’El siervo no es mayor que su señor.’ Si a mí me han
perseguido, también a vosotros os perseguirán. Si han guardado
mi palabra, también guardarán la vuestra. Pero todo esto os
harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me
envió" (Evangelio según Juan 15:18-21).

"No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si


alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él; porque
todo lo que hay en el mundo -los deseos de la carne, los deseos
de los ojos y la soberbia de la vida- no proviene del Padre sino
del mundo. Y el mundo está pasando, y sus deseos; pero el que
hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1ª carta de
Juan 2:15).

"Pedís, y no recibís; porque pedís mal, para gastarlo en vuestros


placeres. ¡Gente adúltera! ¿No sabéis que la amistad con el
mundo es enemistad con Dios? Por tanto, cualquiera que quiere
ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios ¿O suponéis
que en vano dice la Escritura: El Espíritu que él hizo morar en
nosotros nos anhela celosamente?" (Santiago 4:3-5).

Por tanto, respecto del mundo, el discípulo también debe aprender a


aplicar la cruz. Puesto que todavía estamos en el mundo, necesitamos
usar de él, pero como no somos de él, necesitamos usarlo con
sabiduría y prudencia, sin entregarle nuestro corazón, separándonos
(santificándonos) de todo mal:

"Pero lejos esté de mí el gloriarme sino en la cruz de nuestro

101
Señor Jesucristo, por medio de quien el mundo me ha sido
crucificado a mí y yo al mundo" (Carta a los gálatas 6:14).

"Pero os digo esto, hermanos, que el tiempo se ha acortado. En


cuanto al tiempo que queda, los que tienen esposas sean como si
no las tuvieran; os que lloran, como si no lloraran; los que se
alegran, como si no se alegraran; los que compran, como si no
poseyeran; y los que disfrutan de este mundo, como si no
disfrutaran de él. Porque el orden presente de este mundo está
pasando" (1ª carta a los corintios 7:20-31).

"Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es


la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. ¿Quién es el
que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de
Dios?" (1ª carta de Juan 5:4-5).

La fe nos une orgánicamente con Jesús, de modo que su Vida en


nosotros nos capacita para vencer el poderoso sistema mundano
satánico.

R enunciar a nuestra vida independiente y aprender a ser


guiados por el Espíritu de Cristo.

Es un hecho enseñado por la Escritura que el alma del creyente no es


salva automáticamente cuando cree en Jesús, sino que todavía debe
ser "ganada" para el Señor:

"Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —Si alguno quiere venir en


pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el
que quiera salvar su vida (griego: "psijé") la perderá, y el que
pierda su vida ("psijé") por causa de mí la hallará. Pues, ¿de qué
le sirve al hombre si gana el mundo entero y pierde su alma
("psijé")? ¿O qué dará el hombre en rescate por su alma
("psijé")?" (Evangelio según Mateo 16:24-26).

El Espíritu Santo dice, dirigiéndose a los ya discípulos:

102
“Por vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas ("psijé")”
(Lc 21:19).

Como hemos visto anteriormente, la palabra griega "psijé" (de


donde viene 'psique', 'psíquico', 'psicología'...) significa
indistintamente "vida" o "alma". Y es nuestro "Yo", nuestro "Ego",
nuestro "sí mismo", nuestra alma, la vida del alma.

De manera que Jesús nos muestra el modo paradójico como


nuestra alma se salva: perdiéndose a sí misma, negándose a sí
misma, negándose a vivir por y para sí misma, para vivir por la Vida
de Cristo, siguiendo su Espíritu.

Hemos visto que nuestros primeros padres, en lugar de "comer del


árbol de la vida", es decir, en lugar de recibir la Vida divina como vida
propia para vivir por medio de ella, escogieron "comer del árbol del
conocimiento del bien y del mal", es decir, escogieron vivir
independientes de Dios, por sus propios recursos, poniéndose a sí
mismos como el centro, llenándose de sí mismos en lugar de llenarse
de Dios.

La consecuencia fue la muerte, que comenzó por el espíritu, el órgano


que nos capacita para percibir a Dios y relacionarnos con Él. Así el
alma humana perdió el norte (la dirección del espíritu en comunión
con Dios), y se hinchó, se llenó de sí misma convirtiéndose en un Ego
que sólo vive para sí mismo. Al mismo tiempo, quedó esclavizada a
las pasiones y deseos del cuerpo desestructurados y desquiciados.

Ahora, una vez "regenerado" el espíritu del creyente con la Vida


divina por el Espíritu de Jesucristo que viene a morar en él, el creyente
recupera la comunicación vital con Dios, y dispone de todas las
provisiones espirituales necesarias para seguir "comiendo del fruto del
árbol de la vida": aprender a negar su vida independiente y
comenzar a vivir por el poder de la Vida de Cristo que mora en su
espíritu, dejándose guiar por Su Espíritu en todo su vivir. A esto se
refiere Jesús cuando dice:

103
"Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame"

¡En eso consiste ser un discípulo o seguidor de Cristo! Y es así como


ganará su alma y recibirá como recompensa participar con Cristo en el
Reino milenial: sólo aquel que ha puesto su vida bajo el gobierno de
Cristo, será digno de entrar en el Reino venidero para reinar con Él.
De lo contrario, "será echado fuera, donde es el llanto y el rechinar de
dientes", como una disciplina purificadora, para que los hijos de Dios
"no sean condenados con el mundo19". Enseguida veremos esto más
despacio.

L a conformación a Cristo. Porque el objetivo, la meta última y


gloriosa a la que se dirige todo este proceso de la "trans-
formación" (cambio de forma) de nuestra alma, es ser "con-formados"
a la imagen de Cristo, el Hijo de Dios, que es el Hombre perfecto
conforme al Propósito original de Dios:

"Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen,


conforme a nuestra semejanza..." (Génesis 1:26).

"Él (Cristo) es la imagen del Dios invisible..." (Carta a los


colosenses 1:19); “el resplandor de su gloria” y “su expresión
exacta” (Carta a los hebreos 1:3).

"Sabemos que a los que antes conoció, también los predestinó


para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo; a fin
de que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que
predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos
también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó"
(Romanos 8:29-30).

Tener la mente de Cristo; tener el mismo sentir que hubo en Cristo


Jesús; escoger libremente hacer Su voluntad y vivir por Él y para Él,
19
1ª carta a los corintios 11:13.

104
de la misma manera que Jesús escogió siempre hacer la voluntad del
Padre y vivir por Él y para Él. ¡Esa es la meta!

Porque recordemos cómo fuimos diseñados y para qué.

Fuimos diseñados con una naturaleza de recipiente, dispuesta para ser


llenada. Dios nos creó para ser contenido y expresado por nosotros.
Dios es el Contenido que da sentido al recipiente que es el Ser
Humano, y realiza su destino. Aceptar esto, reconociéndose 'criatura',
es la humildad. ¡Y el principio de la sabiduría!

El 'Pecado' consiste en rebelarse contra este diseño y propósito


divino, y pretender convertirse en contenido de sí mismo: una
naturaleza de recipiente pretendiendo ser el contenido de sí misma.
Esto es el orgullo. En ese intento la naturaleza humana ha quedado
desfigurada, frustrada, vacía... devino un engendro monstruoso (si
pudiéramos verlo con los ojos de Dios... ¡en eso consiste el
arrepentimiento o conversión: vernos con los ojos de Dios!). En
realidad, detrás de cada pecado late esta locura de auto-inventarse al
margen del propósito divino, colocándose en el lugar de Dios, en-
diosándose.

¡Esto es el mal!, y el origen de todos los males, cuyo destino final es


la muerte como frustración eterna del propio ser, separado para
siempre del Dios por quien y para quien fue creado. Por eso nuestra
vieja naturaleza debe morir; por eso Dios la puso en Cristo y la
crucificó en la cruz.

En cambio Jesús realizó la naturaleza humana conforme al diseño y la


voluntad de Dios: vino enviado por el Padre, no por su propia cuenta;
en nombre del Padre, no en su propio nombre (Jn 5:43); vino a hacer
la voluntad del Padre, no la suya propia (Jn 4:34; 6:38; Lc 22:42); no
hizo nada por cuenta propia, sino las obras que el Padre le dio para
cumplirlas (Jn 5:19.36); no vivió por sí mismo, sino por el Padre (Jn
6:57); su doctrina no era de Él, sino del Padre (Jn 7:16), no hablaba
por cuenta propia, sino lo que había oído de parte del Padre (Jn

105
8:26.28); siempre hizo lo que agradaba al Padre (Jn 8:29); no buscó su
gloria, sino la del Padre (Jn 8:49-50).

Jesús es "EL HIJO", cuya naturaleza consiste en RECIBIRLO


TODO DEL PADRE, su ser entero está constituido por el Padre, por
eso lo expresa perfectamente:

"Si me habéis conocido a mí, también conoceréis a mi Padre... El


que me ha visto a mí, ha visto al Padre... Las palabras que yo os
hablo, no las hablo de mí mismo, sino que EL PADRE QUE
MORA EN MÍ hace sus obras. Creedme que yo soy en el Padre, y
el Padre en mí" (Jn 14:7-11).

El Padre era y es el contenido de Jesús:

"...en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad"


(Col 2:9).

Ahora Jesús quiere transmitirnos su naturaleza 'filial':

"Pero a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre,


les dio potestad de llegar a ser hijos de Dios" (Jn 1:12).

Jesús desea que nos nutramos de Él (por la fe), que es el Árbol de la


Vida, para constituirnos y saturarnos y ser nuestro contenido, y que así
podamos expresarle:

"El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo


en él. Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el
Padre, de la misma manera el que me come también vivirá por
mí" (Jn 6: 56-57).

El propósito de la salvación no es otro que restaurar al Ser


Humano a su original y glorioso destino: contener y expresar a
Dios.

106
"Si alguno me ama -dice Jesús-, mi palabra guardará (a modo de
recipiente). Y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos
morada en él" (Juan 14:23).

L os valores y el estilo de vida propio del Reino de Dios. Cuando


el creyente se deja guiar por el Espíritu de Jesucristo que mora en
él, comenzará progresivamente a manifestar en todas las áreas de su
vida la naturaleza y el carácter de la Vida de Cristo.

La justicia de Cristo, es decir, su manera de vivir 'ajustada' a la


Voluntad de Dios, pasa a ser la justicia del cristiano.

"Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de


Dios, atestiguada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios
por medio de la fe/fidelidad de Jesucristo, para todos los que
creen..." (Romanos 3:21-22, conforme al texto griego).

En realidad Cristo mismo, que es la justicia y la santidad


personificadas, pasa a ser la justicia y la santidad del cristiano20.

Todo lo que Cristo es y todo lo que logró en su perfecta humanidad,


pasa al cristiano por obra del Espíritu; está a su disposición por medio
de la fe, para que con la ayuda del Espíritu se lo vaya apropiando
progresivamente en su experiencia.

Un discípulo va a reconocer en Jesús a su Maestro, enviado por Dios


para enseñar la verdad acerca de todas las cosas, y buscará la palabra
del Maestro para conducirse en todos los aspectos de su vida:

"Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. El que tiene mis


mandamientos y los guarda, él es quien me ama. Y el que me ama
será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él"
(Evangelio según Juan 14:15.21).

"El que dice: "Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos es


20
1ª carta a los corintios 1:30.

107
mentiroso, y la verdad no está en él. Pero en el que guarda su
palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios ha sido
perfeccionado. Por esto sabemos que estamos en él. El que dice
que permanece en él debe andar como él anduvo" (1ª carta de
Juan 2:4-6).

En el llamado 'Sermón del Monte' (Mateo 5-7), Jesús expone la


Carta Magna del Reino de Dios. Es uno de los lugares de la Escritura
donde se describen los rasgos de la vida 'cristiana' en el Reino de
Dios, que son los rasgos de Cristo mismo aplicados a las diversas
áreas de la vida humana: la pobreza en espíritu (dependencia de Dios),
la mansedumbre, la aflicción y el hambre y la sed hasta que la justicia
se imponga en nuestra vida y en esta tierra, la misericordia, la
limpieza/pureza de corazón, reconciliar y hacer la paz, padecer
persecución por causa de la justicia y el nombre de Jesús; el
testimonio colectivo de la comunidad de discípulos al mundo como
una sociedad alternativa; no dañar al prójimo; honrar el matrimonio
entre el varón y la mujer en fidelidad hasta la muerte; no jurar (hablar
siempre la verdad); no vengarse, no responder al mal con el mal, sino
con el bien, amando a los enemigos, haciéndoles el bien, orando por
ellos; no practicar la justicia y nuestra religión para que nos alaben,
sino de corazón, dando para las necesidades del prójimo, ayunando y
orando al Padre en lo secreto; sin acumular bienes ni poner nuestro
corazón en el dinero, sin preocuparse por el futuro, sino confiando en
Dios y buscando prioritariamente que Él reine; no juzgar con
hipocresía a los demás; pedir y buscar a Dios con confianza; hacer por
el prójimo lo que queremos que los demás hagan con nosotros;
esforzarse por entrar por esta puerta estrecha y avanzar por este
camino angosto, que lleva a la vida; discernir por sus frutos a los que
dicen venir en nombre de Dios, pero son lobos rapaces... En resumen:
no seguir a Jesús sólo de boquilla, sino haciendo la voluntad de Dios.

La Vida divina sembrada por el Espíritu de Jesucristo en el creyente lo


capacita para la vida del Reino de Dios, reproduciendo el carácter de
Cristo, en lo cual está la bienaventuranza, la felicidad.

108
Un discípulo buscará en la Palabra de Dios todas las manifestaciones
de esta Vida; buscará aprender de su enseñanza y su ejemplo para
practicarlo. Y esto no como una mera imitación externa: ser cristiano
es permitir que Cristo manifieste su vivir en nuestra propia vida:

“Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino


que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en
la fe/fidelidad del Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí
mismo por mí” (Carta a los gálatas 2:20).

"Porque para mí el vivir es Cristo..."


(Carta a los filipenses 1:21).

Y es en la medida que vamos siendo conformados a Cristo, y que


seguimos sus mandamientos, que nuestras relaciones van siendo
sanadas y restauradas.

S antificar (apartar para Dios) nuestro cuerpo mortal y


apropiarnos del poder vivificante de Dios.

Como hemos visto, con la Caída nuestro cuerpo quedó


desestructurado: los instintos y apetitos naturales con que el Creador
lo dotó se desordenaron, tendiendo a desviarse de la finalidad para la
que fueron puestos, convirtiéndose en impulsos pecaminosos que
inclinan el alma humana al pecado: son "la bajas pasiones", los malos
deseos o "concupiscencias".

El cuerpo del Hombre fue hecho esclavo del Pecado y la Muerte y


envenenado por su corrupción. La Escritura lo llama "cuerpo de
pecado y de muerte", dice que "está muerto por el pecado"21, por
tanto:

"...esto digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden


heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredar la
21
Ver Romanos 6:6 y 7:24, y 8:10.

109
incorrupción" (1ª carta a los corintios 15:50).

Pero hay esperanza para nuestro cuerpo, porque la salvación de Dios


es integral, como vamos a ver en la tercera etapa de la salvación. Y
mientras dure nuestra peregrinación por este mundo debemos
"santificar" nuestro cuerpo, purificarlo y separarlo de todo mal para
Dios.

Debemos consagrar todo nuestro ser al Señor, presentándole nuestro


cuerpo y nuestros miembros como instrumentos de justicia, como
sacrificio vivo, santo y agradable a Dios; no obedeciendo sus malos
deseos de modo que el pecado reine en nuestro cuerpo mortal, sino
poniéndolo bajo disciplina22; teniendo dominio sobre el propio ‘vaso’
“en santificación y honor, no con bajas pasiones, como los gentiles
que no conocen a Dios”23:

"Huid de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el


hombre cometa está fuera del cuerpo, pero el fornicario peca
contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es
templo del Espíritu Santo, que mora en vosotros, el cual tenéis
de Dios, y que no sois vuestros? Pues habéis sido comprados por
precio. Por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo" (1ª carta
a los corintios 6:18-20).

Por último, también podemos aprender a apropiarnos por la fe del


poder de la resurrección con que el Padre puede vivificar nuestros
cuerpos mortales mediante el Espíritu que mora en nosotros, para que
podamos servirle por medio del cuerpo:

"Pero si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a


causa del pecado, no obstante el espíritu vive a causa de la
justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los
muertos mora en vosotros, el que resucitó a Cristo de entre los
muertos también vivificará a vuestros cuerpos mortales
22
Ver Romanos 6:12-13; 7:15-23; 12:1; 1Cor 9:24-27.
23
1ª carta a los tesalonicenses 4:4-5, conforme al texto griego.

110
mediante su Espíritu que mora en vosotros" (Romanos 8:10-11).

L a salvación del alma, la disciplina divina y el Reino. Es


necesario comprender la relación entre estas cosas.

Por un lado, pues, nacimos de nuevo en un momento cuando creímos,


pero por otro lado:

“Es preciso que a través de muchas tribulaciones entremos en el


reino de Dios” (Hch 14:22),

“... siempre debemos dar gracias a Dios por vosotros, hermanos,


como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo sobremanera
y abunda el amor de cada uno para con los demás; tanto que
nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de
Dios, a causa de vuestra perseverancia y fe en todas vuestras
persecuciones y aflicciones que estáis soportando. Esto da
muestra evidente del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos
por dignos del reino de Dios, por el cual también estáis
padeciendo” (2Tes 1:3-59),

“... por eso, hermanos, procurad aun con mayor empeño hacer
firme vuestro llamamiento y elección, porque haciendo estas
cosas no tropezaréis jamás. Pues de esta manera os será
otorgada amplia entrada en el reino eterno de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo” (2Pe 1:10-11).

Multitud de pasajes como los anteriores nos muestran que la salvación


del alma y la entrada en el reino mesiánico (el Milenio) como
recompensa están ligadas. Cuando Cristo vuelva, las naciones serán
juzgadas en 'el juicio de las naciones' (Mt 25:31-46), pero antes, los
creyentes, en el ‘Tribunal de Cristo’, para determinar disciplinas,
recompensas y la posición en el Reino, “porque es necesario que
todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que
cada uno reciba según lo que haya hecho por medio del cuerpo, sea
bueno o malo” (2Cor 5:10).

111
Sobre la base de la gracia, el creyente tiene ahora una responsabilidad
por la salvación de su alma, y si falla, sufrirá pérdida. No la pérdida de
todo lo que recibió por la fe en su salvación inicial, pero sí una
pérdida disciplinaria, temporal, más o menos grave según el caso:
“Porque el Señor disciplina al que ama y castiga a todo el que recibe
como hijo (…) Él nos disciplina para bien, a fin de que participemos
de su santidad… Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de
gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los
que por medio de ella han sido ejercitados… Mirad bien que ninguno
deje de alcanzar la gracia de Dios” (Hebreos 12:4-15).

El mundo protestante, por reacción al catolicismo, ha descartado


algunos elementos de verdad yéndose al otro extremo, como es el caso
de la disciplina divina para salvación del alma. La doctrina católica
del ‘purgatorio’ está desenfocada y carece del entendimiento bíblico
acerca de todo lo que hemos expuesto acerca de la salvación inicial y
del tribunal de Cristo en el Milenio, pero responde a ‘algo’ que sí
enseña la Escritura: que Dios disciplina a sus hijos, incluso en la era
venidera, para salvación de sus almas.

El Nuevo Testamento está lleno de exhortaciones a la fidelidad y la


perseverancia, a ser ‘vencedores’, para ser recompensados y entrar en
el Reino, y de avisos y advertencias de castigo y pérdidas para los
infieles y negligentes, especialmente contra los que se vuelven atrás
(apostasía), al mundo, para vivir como los incrédulos 24. Dios comenzó
la obra buena en cada uno de sus hijos, y está comprometido a llevarla
a término (Flp 1:6), pero en la medida que un hijo falla en la
responsabilidad de su llamado y se aparta, su Padre ejercerá
disciplina: “pero siendo juzgados, somos disciplinados por el Señor,
para que no seamos condenados con el mundo” (1Cor 11:32). Puede
ser una enfermedad, o debilitamiento, o incluso una muerte prematura
(1Cor 11:30); o cuando el Señor vuelva, puede ser la pérdida de la
recompensa y la corona de vencedor en la era venidera (Mt 5:46-47;
24
Para profundizar en esta distinción bíblica entre salvación y Reino, y la
disciplina paternal a los creyentes, recomiendo el libro “El Evangelio de
Dios”, de Watchman Nee: http://comunioncristiana.net/libros-watchman-nee

112
Lc 6:35; 1Cor 3:8.14; 1Cor 9:25-27; 2Tim 4:9; 2Jn 1:8; Stg 1:12; Ap
2:10; 3:11), unos azotes (Lc 12:47), ser echados fuera del Reino como
siervo inútil (Mt 5:25-26; 8:11-12; 24:45-51; 25:1-30; Ef 5:5; Gal
5:21), o incluso gustar temporalmente del ‘daño de la segunda muerte’
para los que vivieron como los incrédulos (Lc 12:45-48 con Ap 2.11;
Mt 5:22.29-30): 'hijo mío, puesto que quisiste vivir como los impíos,
deberás gustar disciplinariamente el destino de los impíos, para que
puedas participar de mi santidad'.

La parábola de Jesús sobre las diez vírgenes (25:1-13) enseña


claramente acerca de los creyentes que no se ocupan en su salvación,
que no aplican por el Espíritu las provisiones de la cruz y la
resurrección a su alma, conformándose a Cristo. Hay creyentes
prudentes que no sólo tienen aceite (el Espíritu) en la lámpara (el
espíritu regenerado y habitado por el Espíritu -Prv 20:27) sino también
en la 'vasija' (el alma -2Cor 4:7), y hay creyentes necios que aunque
fueron regenerados, se durmieron en los laureles y no se esforzaron en
la gracia (2Tim 2:1) ejercitando su fe para que el Espíritu llenara y
transformara su corazón. Este aceite en la vasija (el alma transformada
por el Espíritu) no es gratuito, requiere esfuerzo, es personal e
intransferible, hay que pagar un precio personal (25:9-10).

Hay cristianos genuinos 'espirituales', y cristianos genuinos 'carnales'


(1Cor 3:1-3), ambos son salvos, pero los segundos todavía andan en la
carne, lo cual produce muerte (Rm 8:13).

El Señor nos puso sobre el fundamento de la salvación inicial en


Cristo, ahora espera que ‘sobre-edifiquemos’ con oro (la vida divina
en nosotros), plata (las provisiones de la redención) y piedras
preciosas (las riquezas del Espíritu); pero si en lugar de eso sobre-
edificamos con madera, heno y hojarasca (recursos humanos sin la
calidad divina), sufriremos pérdida:

“Pero cada uno mire cómo edifica encima, porque nadie puede
poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es
Jesucristo. Si alguien edifica sobre este fundamento con oro,

113
plata, piedras preciosas, madera, heno u hojarasca, la obra de
cada uno será evidente, pues el día la dejará manifiesta. Porque
por el fuego será revelada; y a la obra de cada uno, sea la que
sea, el fuego la probará. Si permanece la obra que alguien ha
edificado sobre el fundamento, él recibirá recompensa. Si la
obra de alguien es quemada, él sufrirá pérdida; aunque él
mismo será salvo, pero apenas, como por fuego” (1Cor 3:10-
15).

También el Antiguo Testamento tipifica nuestra responsabilidad en la


salvación de nuestra alma: “

No quiero que ignoréis, hermanos, que todos nuestros padres


estuvieron bajo la nube, y que todos atravesaron el mar. Todos
en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar. Todos
comieron la misma comida espiritual. Todos bebieron la misma
bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los
seguía; y la roca era Cristo. Sin embargo, Dios no se agradó de
la mayoría de ellos; pues quedaron postrados en el desierto.
Estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que
no seamos codiciosos de cosas malas, como ellos codiciaron. No
seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se
sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó para divertirse.
Ni practiquemos la inmoralidad sexual, como algunos de ellos la
practicaron y en un sólo día cayeron 23.000 personas. Ni
tentemos a Cristo, como algunos de ellos le tentaron y
perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de
ellos murmuraron y perecieron por el destructor. Estas cosas les
acontecieron como ejemplos y están escritas para nuestra
instrucción, para nosotros sobre quienes ha llegado el fin de
las edades. Así que, el que piensa estar firme, mire que no
caiga” (1Cor 10:1-12).

Muchos sacrificaron el cordero, untaron su puertas con su sangre,


comieron de él, salieron de Egipto, fueron bautizados en la nube y en
el agua, participaron en el Pacto... (todo ello simboliza la salvación en

114
su primera etapa), pero no perseveraron y a causa de su incredulidad
no pudieron entrar en la Tierra, símbolo de la plenitud de la vida
cristiana en Cristo, quedaron dando vueltas por el desierto donde
perecieron sin entrar en la Tierra, en el reposo. Esto es una advertencia
para nosotros: podemos ser salvos y no ‘heredar la Tierra', el Reino
mesiánico. Lo que podemos ‘perder' no es la salvación, sino la
herencia. Somos hijos, pero desheredados por no perseverar y por la
incredulidad, privados de heredar el Reino (la era mesiánica, el
Milenio), para poder 'participar de Su santidad' en los nuevos cielos y
la tierra nueva, después del Milenio. La salvación inicial no se pierde,
pero algo se puede perder: la salvación de nuestra alma para reinar con
Cristo en el Milenio:

“Fiel es esta palabra: Si morimos con él, también viviremos con


él. Si perseveramos, también reinaremos con él. Si le negamos,
él también nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel,
porque no puede negarse a sí mismo” (2Tim 2.11-13).

Sólo aquel que ha puesto su alma bajo el gobierno de Cristo, será


digno de entrar en el Reino venidero para reinar con Él. Si hemos
sido fieles y vencedores, heredaremos la tierra en la era del Reino y
reinaremos con Cristo; si somos infieles y le negamos, Él también nos
negará ‘disciplinariamente’ dejándonos fuera del Reino (Mt 10:32-33;
7:21-27; 25:12; Lc 13:23-25); pero Él es fiel, y después que se haya
completado su disciplina para hacernos participar de su santidad,
llevará su obra en nosotros a término, no puede negarse a Sí mismo.

Toda la carta a los Hebreos es una dramática exhortación a la


perseverancia de los creyentes, "no sea que NOS deslicemos" (2:1). Se
dice 'nos', los creyentes, dando por supuesto la posibilidad de
'deslizarse', de 'endurecerse por engaño del pecado' (3:13), de
'quedarse atrás' (4:1-2). Se exhorta a 'hacer un esfuerzo por entrar en el
reposo que queda para el Pueblo de Dios' (4:11), porque si
permanecen 'inmaduros'... qué versículos tan tremendos siguen:

"Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y

115
gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del
Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios
y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez
renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí
mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio" (6:4-6).

¿Acaso estas características se pueden predicar de alguien no


regenerado: ser iluminados, gustar el don celestial, hechos partícipes
del Espíritu Santo, gustar la buena palabra de Dios y los poderes del
siglo venidero? Sin embargo da por posible que 'recaigan', si no fueran
creyentes no podrían 're-caer', si no fueran creyentes sí quedaría
todavía la posibilidad de ser renovados para arrepentimiento.

“Porque si los que se han escapado de las contaminaciones del


mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo se enredan de nuevo en ellas y son vencidos, el
último estado les viene a ser peor que el primero. Pues mejor les
habría sido no haber conocido el camino de justicia, que
después de conocerlo, volver atrás del santo mandamiento que
les fue dado. A ellos les ha ocurrido lo del acertado proverbio:
El perro se volvió a su propio vómito; y "la puerca lavada, a
revolcarse en el cieno” (2Pe 2:20-22).

“No desechéis, pues, vuestra confianza, la cual tiene una gran


recompensa. Porque os es necesaria la perseverancia para que,
habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis lo prometido;
porque: Aún un poco, en un poco más el que ha de venir vendrá
y no tardará. Pero mi justo vivirá por fe; y si se vuelve atrás (es
algo posible), no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos
de los que se vuelven atrás para perdición, sino de los que tienen
fe para la preservación del alma” (Hb 10:35-39).

Vemos pues que nuestra alma es un campo de batalla, en donde


todavía puede haber pérdida, y Satanás todavía puede retener o
ganar terreno.

116
3ª etapa de la salvación: la salvación de nuestro cuerpo.

Finalmente, hay una dimensión futura de nuestra salvación, cuando


llegue también a nuestro cuerpo mortal, "la redención de nuestro
cuerpo", la resurrección corporal, para que todo nuestro ser
completo participe de la gloria de Cristo:

"¡Si sólo en esta vida hemos tenido esperanza en Cristo, somos


los más miserables de todos los hombres! Pero ahora, Cristo sí
ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que
durmieron. Puesto que la muerte entró por medio de un hombre,
también por medio de un hombre ha venido la resurrección de
los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, así
también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su
orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su
venida. Después el fin, cuando él entregue el reino al Dios y
Padre, cuando ya haya anulado todo principado, autoridad y
poder. Porque es necesario que él reine hasta poner a todos sus
enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será
destruido es la muerte" (1ª carta a los corintios 15.19-26).

"Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también


esperamos ardientemente al Salvador, el Señor Jesucristo. El
transformará nuestro cuerpo de humillación para que tenga la
misma forma de su cuerpo de gloria, según la operación de su
poder, para sujetar también a sí mismo todas las cosas" (Carta a
los filipenses 3:20-21).

"Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en


corrupción; se resucita en incorrupción. Se siembra en deshonra;
se resucita con gloria. Se siembra en debilidad; se resucita con
poder. Se siembra cuerpo natural; se resucita cuerpo espiritual.
Hay cuerpo natural; también hay cuerpo espiritual. Así también
está escrito: el primer hombre Adán llegó a ser un alma viviente;
y el postrer Adán, espíritu vivificante. Pero lo espiritual no es
primero, sino lo natural; luego lo espiritual. El primer hombre es

117
de la tierra, terrenal; el segundo hombre es celestial. Como es el
terrenal, así son también los terrenales; y como es el celestial,
así son también los celestiales. Y así como hemos llevado la
imagen del terrenal, llevaremos también la imagen del celestial.
Y esto digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden
heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredar la
incorrupción.

He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos


seremos transformados en un instante, en un abrir y cerrar de
ojos, a la trompeta final. Porque sonará la trompeta, y los
muertos serán resucitados sin corrupción; y nosotros seremos
transformados. Porque es necesario que esto corruptible sea
vestido de incorrupción, y que esto mortal sea vestido de
inmortalidad. Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción
y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la
palabra que está escrita: ¡Sorbida es la muerte en victoria!
¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu
aguijón?" (1ª carta a los corintios 15:42-55).

Y puesto que Dios vinculó el destino de toda la Creación material al


de la Humanidad, la salvación de toda la Creación depende de la del
Hombre, la cual será manifestada con la resurrección de los hijos de
Dios:

"Pues tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente
no son dignos de compararse con la gloria venidera que en
nosotros ha de revelarse. Porque la creación observa
ansiosamente, aguardando con anhelo la manifestación de los
hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por
su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó, con la
esperanza de que también la creación misma será libertada de
la esclavitud de corrupción, a la libertad de la gloria de los hijos
de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a
una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo esto, sino
que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del

118
Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos,
aguardando con anhelo la plena filiación, la redención de
nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la
esperanza que se ve, no es esperanza; porque ¿quién espera lo
que ya ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con perseverancia
y anhelo lo aguardamos" (Romanos 8:18-25).

119
120
LA SALVACIÓN QUE
NOS HACE APTOS PARA EL REINO Y
PARA ALCANZAR
EL PROPÓSITO ORIGINAL DE DIOS (II).
EL ASPECTO SOCIAL.

Venimos mostrando que la salvación provista por Dios es con miras a


restaurar al Ser Humano a su original y glorioso destino: contener y
expresar a Dios, representarle y gobernar el mundo en estrecha
comunión con Él. Pero esto no es sólo individualmente, sino
corporativamente, como la Asamblea de Cristo.

"Habéis sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de


los profetas, siendo Jesucristo mismo la piedra angular. En él
todo el edificio, bien ensamblado, va creciendo hasta ser un
templo santo en el Señor. En él también vosotros sois juntamente
edificados para morada de Dios en el Espíritu". (Ef 2:20-22).

De hecho, la transformación individual es la base necesaria para


que sea posible la edificación de la Iglesia de Cristo como Casa y
Morada para Dios. La Iglesia, la Asamblea de Cristo, no puede ser
edificada si los creyentes no son transformados por la salvación de
Dios.

121
I. Origen, naturaleza y misión de la Asamblea de Jesús el
Mesías.

Hemos expuesto ya que Jesús el Cristo, una vez resucitado y


glorificado en el Trono de Dios, y hecho "espíritu vivificante", re-
fundó el Pueblo de Dios derramando el Espíritu Santo sobre la
comunidad de discípulos que había reunido en torno a Sí mismo, los
que habían creído en Él y le habían seguido.

También que "el bautismo en el Espíritu" es simultáneamente


"bautismo en el Cuerpo de Cristo", es decir, los creyentes son
sumergidos, introducidos, en el Cuerpo de Cristo, quedando unidos así
orgánicamente a Cristo la Cabeza y a los demás creyentes como
miembros del único Cuerpo de Cristo. "Orgánicamente" significa en
una unión viviente: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos..." (Juan
15:5). Por tanto, la Iglesia de Jesucristo no es un club al que uno se
apunta, ni una organización a la que uno se adscribe, ni una institución
en la que uno se registra. Es un organismo viviente en el que uno es
injertado sobrenaturalmente por el Espíritu:

"Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos


miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son
muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque en un
solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo, tanto
judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos
dio a beber de un solo Espíritu" (1ª carta a los corintios 12:12-
13).

Y hemos visto que el término griego "ekklesia" significa "la


asamblea de los llamados a salir fuera": los que creen las Buenas
Noticias acerca de Jesús y la venida del Reino de Dios, y se someten
a su gobierno voluntariamente, salen del reino de las tinieblas, del
sistema satánico, para entrar a formar parte de la Asamblea del
Mesías, que es "el Nuevo Hombre".

Para no perder el hilo, y comprender mejor lo que sigue,

122
recapitulemos brevemente lo visto hasta aquí.

En medio del conflicto provocado por la rebelión satánica, secundada


por la Humanidad, contra la Autoridad Dios, apareció Jesús
proclamando la llegada del Reinado de Dios por medio de Su Mesías:
Jesús mismo, el Hijo del Dios viviente.

Su anuncio iba acompañado de una llamada al arrepentimiento, a


cambiar la dirección de la vida, y a un nuevo nacimiento mediante la
fe, pues la naturaleza humana caída estaba bajo juicio de Dios y
sentencia de muerte y no puede entrar en el Reino de Dios.

Para que este nuevo nacimiento fuera posible, Jesús tuvo que morir en
la cruz terminando la vieja creación corrompida por la rebelión, y tuvo
que resucitar para introducir una nueva Creación, una nueva
Humanidad.

Todo lo que consiguió Jesús en la cruz está contenido en el Espíritu


Santo, el cual fue enviado y dado a sus discípulos, y sigue siendo
enviado y dado a todos los que creen. Es por la fe que recibimos el
Espíritu, y con Él, todas las provisiones conseguidas por Cristo. Ahí se
pone en marcha, como hemos expuesto, el proceso de transformación
del creyente en la dirección que Dios se había propuesto desde
siempre:

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para


que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que
El sea el Primogénito entre muchos hermanos” (Romanos
8:29).

Jesús es el supremo Modelo. Con Él el Reino de los cielos fue


introducido en el mundo: Él fue el primer hombre que se dejó
gobernar completamente por Dios, que renunció a seguir su propia
voluntad para obedecer la Voluntad de Dios. Jesús, como 'Hijo del
Hombre' -la síntesis representativa de la Humanidad-, fue el ámbito
donde el Reinado de Dios irrumpió en la vieja Creación y se hizo

123
efectivo.

Ahora los creyentes renacidos tienen la capacidad de ir siendo


transformados conforme a ese Modelo: Jesucristo. Porque Dios el
Padre ha querido tener muchos hijos semejantes a su Hijo.

Jesús, el Uni-génito -único- Hijo de Dios, a través de su muerte y


resurrección fue hecho el 'Primo-génito de muchos hermanos', el
primero y mayor de otros muchos, sus pequeños hermanos. Como el
grano de trigo caído en tierra (muerto), fructificó (resucitó) en una
multitud de granos (hijos de Dios):

“Pero quiso YaHWeH quebrantarle, sometiéndole a


padecimiento. Cuando El se entregue a sí mismo como ofrenda de
expiación, verá descendencia...” (Isaías 53:10a)

¡Así empezó a ampliarse y extenderse el Reino de Dios, el ámbito


sobre el que Dios reina por medio de su Rey!

Jesucristo fue constituido Cabeza, es decir, que Cristo es un Hombre


corporativo, una Persona Colectiva (por así decir), que incluye a todos
los que han nacido de nuevo por la fe: el Nuevo Hombre. Ahora el
Cristo completo es Jesucristo como Cabeza más los creyentes como su
Cuerpo, como una unidad indisoluble, debido a que por todas sus
venas corre la misma Vida de Dios, y respiran el mismo Espíritu:

Jesucristo (Cabeza)
+ la asamblea de los creyentes renacidos (Cuerpo)
= el Cristo total, el nuevo Hombre.

"...y sometió todas las cosas bajo Sus pies (de Cristo), y lo dio
por Cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es Su
Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo" (Carta a
los efesios 1:22-23).

"... nosotros, siendo muchos, somos un solo Cuerpo en Cristo y

124
miembros cada uno en particular, los unos de los otros"
(Romanos 12:5).

Como hemos visto, cuando alguien nace de nuevo pasa de 'estar en


Adán' a 'estar en Cristo', convirtiéndose automáticamente en miembro
del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. La Iglesia, pues, ciertamente
tiene una forma exterior visible según el modelo y los principios
establecidos por Dios (como vamos a ver), pero no es una
organización religiosa, no es un institución, mucho menos un edificio
físico. La Iglesia es un organismo vivo: es Cristo en los creyentes y
los Creyentes en Cristo, es el Cuerpo viviente de Cristo, una nueva
Creación:

"A éstos (a sus santos), Dios ha querido dar a conocer cuáles son
las riquezas de la gloria de este misterio entre las naciones, el
cual es: Cristo en vosotros, la esperanza de gloria" (Carta a los
colosenses 1:27).

"De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es; las
cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2ª carta
a los corintios 5:17).

La vida cristiana se desenvuelve, pues, en dos dimensiones que van


estrecha e indisolublemente unidas: la individual y la corporativa o
eclesial. Cuando uno nace de nuevo, nace 'en el Cuerpo de Cristo'.
Cuando uno recibe el Espíritu, y con Él todas las riquezas de Cristo, lo
recibe 'en el Cuerpo de Cristo'. Uno se relaciona con Cristo individual
y corporativamente.

En la Asamblea de Cristo cabe el individuo, pero no el individualismo.


Cuando uno viene a Cristo, es convertido en 'piedra viva' para ser
edificada, junto con las demás piedras, como Casa de Dios, Templo
espiritual:

“...porque por medio de Él (Cristo) los unos y los otros tenemos


entrada por un mismo Espíritu al Padre. Por eso, ya no sois

125
extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y
miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento
de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo
Jesucristo mismo. En él todo el edificio, bien coordinado, va
creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien
vosotros también sois juntamente edificados para morada de
Dios en el Espíritu” (Carta a los efesios 2:18-22).

“Acercándoos a El, Piedra viva, desechada por los hombres,


mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como
piedras vivas, sois edificados como Casa espiritual hasta ser un
sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables
a Dios por medio de Jesucristo... Mas vosotros sois un linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para
posesión de Dios, a fin dé que anunciéis las virtudes de Aquel
que os llamó de las tinieblas a Su luz admirable; vosotros que en
otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios;
que en otro tiempo no se os había concedido misericordia, pero
que ahora se os ha concedido misericordia” (1Pedro 2:4-10).

¡Este Cristo total es el Hombre que Dios ha estado buscando desde


el principio, para ser contenido en él, para ser expresado y
representado por él en medio de su Creación, para señorear la Tierra
(el Reino) en su Nombre!:

“Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a


nuestra semejanza; y señoree (...) Creó, pues, Dios al hombre a
su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó.
(Génesis 1:26-27).

En Jesucristo, Dios se ha conseguido el Hombre que buscaba, que


incluye también varón y mujer, el Nuevo Adán: Cristo y la Iglesia,
conformando la nueva Raza celestial, la nueva Humanidad.

Dios creó primero al varón, él es la imagen y la gloria de Dios, y quiso


darle 'una ayuda idónea', adecuada, semejante a él, la cual sacó y

126
formó del costado de Adán durante su sueño profundo: “Esta será
llamada varona (ishah), porque fue tomada del varón (ish)” (según
original hebreo). Ella fue creada para él, y es su gloria:

"Entonces YaHWeH Dios formó al hombre del polvo de la tierra.


Sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre llegó a ser alma
viviente (...) "Dijo además YaHWeH Dios: "No es bueno que el
hombre esté solo; le haré una ayuda idónea (...) Entonces
YaHWeH Dios hizo que sobre el hombre cayera un sueño
profundo; y mientras dormía, tomó una de sus costillas y cerró la
carne en su lugar. Y de la costilla que YaHWeH Dios tomó del
hombre, hizo una mujer y la trajo al hombre. Entonces dijo el
hombre: Ahora, ésta es hueso de mis huesos y carne de mi carne.
Esta será llamada varona (ishah), porque fue tomada del varón
(ish). Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer, y serán una sola carne"" (Génesis 2:7.18.21-
24).

"Pues Adán fue formado primero; después, Eva" (1ª carta a


Timoteo 2:13).

"... él (el varón) es la imagen y la gloria de Dios; pero la mujer


es la gloria del hombre. Porque el hombre no procede de la
mujer, sino la mujer del hombre. Además, el hombre no fue
creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre" (1ª
carta a los corintios 11:7-9)25.

De la misma forma que Dios sacó a la mujer de las entrañas del varón,
también sacó a la Iglesia del costado de Cristo: carne de su carne y
hueso de sus huesos, para realizar juntos ese Plan divino:

“Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus
mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, pues
25
Todo lo cual en ningún modo es un justificación para el machismo, porque
en el concepto bíblico, la diferencia entre el hombre y la mujer no es de
naturaleza ni dignidad, sino meramente funcional.

127
nadie odió jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo
cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros
de su cuerpo, de su carne y de sus huesos” (Efesios 5:28-30).

Pues Adán era “figura del que había de venir”, y el misterio del
matrimonio entre el hombre y la mujer es una figura del misterio de
Cristo y la Iglesia26. El Hombre fue creado en dualidad sexual para
representar el misterio de Cristo y la Iglesia: en el Plan de Dios el
prototipo es la pareja formada por Cristo y la Iglesia, y a imagen del
prototipo fue establecido el matrimonio: la mujer fue creada para el
varón y es la gloria del varón porque la Iglesia es para Cristo y la
gloria de Cristo. El Padre quiso dar al Hijo ‘una ayuda idónea’, para lo
cual Cristo tuvo que dormir el sueño de la muerte en la cruz para que
de su costado abierto manaran las fuentes de las que nace su esposa: la
Iglesia.
Así pues, el Hijo del Dios viviente se ha multiplicado a Sí mismo por
medio de su encarnación, su muerte en la cruz, su resurrección, su
glorificación como hombre a la diestra de Dios, y su envío del Espíritu
Santo, extendiendo así en medio de la vieja Creación el ámbito donde
Dios vuelve a gobernar. La Iglesia es la comunidad del Rey, el
nuevo y definitivo Pueblo de Dios, la nación gobernada por Dios,
la parcela del mundo recobrada por Dios, en la cual se ha iniciado
la renovación del Universo.

El Espíritu de Jesucristo es el portador de ese Mundo venidero, el


Reino de los Cielos, y al ser dado por Él a Su Iglesia, esta se
convierte, en medio del viejo Mundo, en la embajada del Reino de
Dios, el territorio en el que rigen la leyes y los poderes del Mundo
Futuro.

Pero el conflicto sigue, ahora concentrado en la Iglesia. La Iglesia es


un embajada en territorio hostil: el mundo bajo el maligno (1Juan
5:19). La Iglesia está en guerra espiritual contra el reino de Satanás, en
el Nombre poderoso de Jesús, prolongando el trabajo de su Maestro,

26
Ver Romanos 5:14 y Efesios 5:22-33.

128
que vino para deshacer las obras del diablo (1Juan 3:8b). La Iglesia
ha sido designada por Dios como Novia del Rey, como co-
laboradora suya para la extensión de su Reino, para recuperar
para Dios a la Humanidad caída arrancándola del dominio de
Satanás y trasladándola al Reino del Hijo amado, y reconquistar
la Tierra para Dios.

Esta es la misión de la Iglesia, colaborar en la obra que Dios está


llevando a cabo de sujetar todas las cosas bajo el mando y la
soberanía de Cristo, poniendo todos sus enemigos bajo sus pies.
(Nadie lea esto pensando que hablamos de estrategias y armas
mundanas, las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
espirituales, poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas
(2Corintios 10:3-4), “...porque no tenemos lucha contra sangre y
carne, sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda
la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y,
habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñida
vuestra cintura con la verdad, vestidos con la coraza de justicia y
calzados los pies con el celo por anunciar el evangelio de la paz.
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los
dardos de fuego del maligno. Tomad el yelmo de la salvación, y la
espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Orad en todo tiempo
con toda oración y súplica en el Espíritu, y velad en ello con toda

129
perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:12-18)).

Y es que Dios tenía un Plan, una Voluntad, un Propósito, una Meta


u Objetivo supremo, escondido en su corazón desde toda la
eternidad, que empezó a revelarnos en Génesis y que nos fue
revelada plenamente cuando llegó la plenitud de los tiempos

“... 9 El nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad, según


el beneplácito que se propuso en Cristo, 10 a manera de plan
para el cumplimiento de los tiempos: que en Cristo sean
reunidas bajo una cabeza todas las cosas, tanto las que están en
los cielos como las que están en la tierra.

... que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os


dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento
de él; 18 habiendo sido iluminados los ojos de vuestro
entendimiento, para que conozcáis cuál es la esperanza a que os
ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los
santos, 19 y cuál la inmensurable grandeza de su poder para con
nosotros los que creemos, conforme a la operación del dominio
de su fuerza. 20 Dios la ejerció en Cristo cuando lo resucitó de
entre los muertos y le hizo sentar a su diestra en los lugares
celestiales, 21 por encima de todo principado, autoridad, poder,
señorío y todo nombre que sea nombrado, no sólo en esta edad
sino también en la venidera. 22 Aun todas las cosas las sometió
Dios bajo sus pies y le puso a él por cabeza sobre todas las cosas
para la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que
todo lo llena en todo".
(Efesios 1:9-10.18-23).

Dios nos ha revelado el sentido de todas las cosas, la razón de ser de


todo lo creado: dárselo en herencia a su amado Hijo (Heb 1:2),
para que Él sea Cabeza de todas las cosas, para que todas las
cosas sean reunidas bajo su soberanía, para que él tenga en todo la
primacía, la preeminencia, para que todo sea llenado por Él y todo
le exprese a Él:

130
"12 Con gozo damos gracias al Padre que os hizo aptos para
participar de la herencia de los santos en luz. 13 El nos ha
librado de la autoridad de las tinieblas y nos ha trasladado al
reino de su Hijo amado, 14 en quien tenemos redención, el
perdón de los pecados. 15 El es la imagen del Dios invisible, el
primogénito de toda la creación; 16 porque en él fueron creadas
todas las cosas que están en los cielos y en la tierra, visibles e
invisibles, sean tronos, dominios, principados o autoridades.
Todo fue creado por medio de él y para él. 17 El antecede a
todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten. 18 Y además, él
es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. El es el principio, el
primogénito de entre los muertos, para que en todo él sea
preeminente; 19 por cuanto agradó al Padre que en él habitase
toda plenitud, 20 y por medio de él reconciliar consigo mismo
todas las cosas, tanto sobre la tierra como en los cielos, habiendo
hecho la paz mediante la sangre de su cruz" (Colosenses 1,12-
20).

Como podemos comprobar, en el centro de este Propósito eterno de


Dios de hacer a su Hijo Cabeza de todas las cosas, se encuentra la
Iglesia, su Cuerpo. Ella es la Compañera de Cristo, la Novia que un
día llegará a ser su Esposa (Apocalipsis 19:7-9; 21:9ss), cuando ella
haya madurado y esté preparada y gloriosa (Efesios 5:25-27). Ella es
el primer lugar donde debe cumplirse este Plan de Dios, ella debe
aprender a sujetarse en todo a su futuro Esposo, para que Él pueda
sujetarse el resto de la Humanidad y de la Creación. Si la Iglesia no se
sujeta a Cristo Cabeza, a su soberanía, a su reinado, Cristo no
podrá sujetarse el universo. Esta es la dramática responsabilidad de
la Iglesia.

Al final de la Historia de la salvación habrá un Hombre (Cristo) y una


Mujer (la Iglesia), llenos de la gloria de Dios, gobernando una Nueva
Tierra (Apocalipsis 21-22:5), dando cumplimiento a la Voluntad eterna
de Dios, que fue frustrada temporalmente en Adán y Eva. Esta Pareja
celestial sí cumple su responsabilidad de vivir por medio de la Vida de
Dios y enfrentar al enemigo para establecer el Reinado de Dios en la

131
tierra, para que la Voluntad de Dios se haga en la Tierra como se hace
en el Cielo.

Cristo y la Iglesia son ahora el Nuevo Hombre destinado a gobernar la


Tierra en Nombre de Dios, expulsando de ella al Adversario. La
Iglesia es el territorio donde el Reino de los Cielos que viene ya es
efectivo, y es también la base de operaciones desde donde Jesús, el
Rey, se está sujetando a sí mismo todas las cosas, hasta que todo sea
puesto bajo sus pies, para que Dios sea todo en todos (1Corintios
15:20-28).

132
II. La vida normal de la Asamblea del Rey de Dios

Enfoquemos para ver desde más cerca la Comunidad del Rey, la


Iglesia, y consideremos brevemente algunos aspectos centrales de la
vida del Cuerpo de Cristo en el Reino, bajo la soberanía de su Rey,
Jesús, y su misión.

La Iglesia es el instrumento escogido por Dios para la transformación


del mundo, ella ha recibido el encargo, la misión, de llevar adelante el
Plan de Dios en el mundo. Y esta misión la realiza por lo que hace,
pero aún más importante por lo que es, por la vida y la relaciones que
manifiesta al mundo en sí misma.

1. El anuncio del Evangelio


"Porque todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo.
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y
cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin
haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán sin que sean
enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los
que anuncian el evangelio de las cosas buenas! Pero no todos
obedecieron el evangelio, porque Isaías dice: Señor, ¿quién ha
creído a nuestro mensaje? Por esto, la fe es por el oír, y el oír por
la palabra de Cristo. Pero pregunto: ¿Acaso no oyeron? ¡Claro
que sí! Por toda la tierra ha salido la voz de ellos; y hasta los
confines del mundo, sus palabras" (Romanos 10:13-18).
Todo empieza con el anuncio de las Buenas Noticias del Reinado de
Dios y de la salvación en Cristo Jesús, y la proclamación de Jesús
como Señor. La Iglesia es enviada así a rescatar para Dios el mayor
número posible de personas. El Señor, que vino a buscar y salvar lo
que estaba perdido (Lucas 19:10; 1Timoteo 1:15), envía a su
comunidad de discípulos como 'pescadores de hombres' (Mateo 4:19),
a rescatar a una humanidad náufraga, subiéndola al Arca de la
Salvación: Cristo. Dios quiere que todos los hombres se salven y
vengan al pleno conocimiento de la verdad (1Timoteo 2:3-4). Para

133
esto disponen de la Palabra de Dios eficaz y poderosa. El anuncio de
todas estas Buenas Noticias es el poder (Romanos 1:16) por el que
muchos son despertados, arrancados del viejo mundo que agoniza
(Gálatas 1:4), trasladados del dominio de las tinieblas al reino del Hijo
amado (Colosenses 1:13-14), introducidos en el Cuerpo de Cristo
(Efesios 2:17.22), la Nueva Humanidad. La Palabra de la Verdad tiene
el poder para hacer que los que estaban muertos en sus pecados (Juan
8:24; Efesios 2:1-3) renazcan a una vida nueva (1Pedro 1:23), reciban
la Vida misma de Dios (Juan 3:36; 6:63.68; Filipenses 2:16; 1Juan
5:13), y el Espíritu de Dios (Romanos 8:15-16). Tan sólo hay una
condición: aceptar por la fe esta Palabra de Dios, creer de todo
corazón en Jesús, el Rey de Dios, el Hijo del Dios viviente, como
Salvador y Señor (Romanos 10:1-17).

Pero la Iglesia no anuncia el Evangelio sólo para salvar gente de la


perdición, de la ira venidera, y sentarla cómodamente en un sofá:

"Jesús se acercó a ellos y les habló diciendo: "Toda autoridad me


ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado. Y he aquí, yo estoy
con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo
28:18-20).
Es decir, introducidlos en la vida del Reino, y edificadlos como
Cuerpo de Cristo y Casa de Dios. En la Iglesia los nuevos creyentes
son introducidos progresivamente en toda esta salvación de Dios en
Cristo que estamos describiendo aquí.

Este es un trabajo como de cantería, en diversas fases. Primero se


cortan las piedras vivas en la cantera del mundo y se van acumulando.
Como hemos dicho, la palabra 'iglesia' viene de 'ek-klesia', los
"llamados afuera". Esas piedras son 'santificadas' del mundo
(separadas para Dios) para ser edificadas y servir al fin grandioso que
hemos visto: ser conformadas a Cristo, edificadas como su Cuerpo y
Compañera, para colaborar en la reunificación de todas las cosas bajo

134
Cristo, Cabeza y Señor del universo.

Entonces, estas piedras 'separadas', antes de poder ser usadas en la


construcción de la Ciudad de Dios, deben ser pulidas y preparadas,
deben adquirir la forma adecuada. La Iglesia es, pues, también el
espacio donde los recién nacidos son introducidos tanto en los
contenidos de la fe (la Verdad de Dios) como en el vivir cristiano (la
experiencia de la Verdad), tanto en su dimensión individual como
corporativa:

- Aprenden todas las cosas que Jesús enseñó e hizo, y son introducidos
en todos los misterios de Dios y del Reino de los Cielos (1Corintios
2:1; Mateo 13:11), y en cómo apropiarse de todas esas riquezas por la
fe, y hacerlas experiencia;

- Son introducidos en el seguimiento de Jesús, pues ya han sido


capacitados por el nuevo nacimiento para obedecer a Jesús, siguiendo
sus mismas pisadas y viviendo como Él vivió.

En la Iglesia los nuevos creyentes aprenden a ser 'discípulos',


seguidores del Rey Jesús (eso significa 'cristianos'), rindiéndole
completamente sus voluntades y sometiéndose a sus órdenes en todas
las áreas de sus vidas: personal, matrimonial, familiar, laboral, social...
Porque han comprendido que“Si vosotros permanecéis en mi palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres” (Juan 8:31b-32).

Por el nuevo nacimiento han entrado en el Reino de Dios, bajo el


gobierno de Jesús, ahora están capacitados para vivir ese modo de
vida, para responder a sus exigencias, y empiezan a descubrir su
naturaleza y potencialidades.

-Aprenden a andar en el Espíritu, dejándose guiar por Él en todas las


cosas, avanzando en el proceso de despojarse de la vieja naturaleza,
para que la imagen del Hijo vaya siendo reproducida en ellos
(Romanos 8:29; Efesios 4:22-24; Colosenses 3:9-10), individual y

135
corporativamente. Nada del viejo mundo puede entrar en el nuevo. Ya
no serán ellos los que viven, será Cristo quien vivirá en ellos (Gálatas
2:20).

- Aprenden, como piedras vivas, a ser edificados como un solo Cuerpo


sobre la Roca: Jesucristo revelado por el Padre y confesado por los
discípulos, para levantar la Morada de Dios con los hombres, la
Familia de Dios (Mateo 16:13-18; 1Pedro 2:4-8; Efesios 2:19-22).

2. La vida de la Iglesia es la vida en la que conocemos a Dios.

Esta es la primera y principal ocupación de la Iglesia. Lo primero no


es el hacer, sino el conocer; el hacer vendrá como consecuencia. Claro
que el concepto bíblico de 'conocer' no se reduce a un conocimiento
meramente intelectual, es el conocimiento producido por el amor, por
la comunión vital.

Lo que Dios quiere y pide primeramente es que sus hijos e hijas le


conozcan, este es uno de los motivos por los que el Hijo de Dios vino
al mundo, para revelarnos al Padre:

“Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios


verdadero, y a quien has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado
en la tierra, acabando la obra que me diste que hiciese... He
manifestado Tu nombre a los hombres que del mundo me diste.”
(Juan 17:3-6a).

Por eso en la Iglesia del Nuevo Testamento 'perseveraban en la


doctrina de los apóstoles' (Hechos de los Apóstoles 2:42).

La doctrina de los apóstoles es lo que ellos enseñaban. Y lo que ellos


enseñaban giraba todo en torno a Jesús, el Cristo:
a) quién era Jesús (su Persona, su identidad)
b) qué hizo (su vida y su obra, especialmente su muerte y
resurrección)

136
c) qué enseñó (sus enseñanzas, sus mandamientos, su doctrina).

“Y todos los días, en el templo y de casa en casa, no cesaban de


enseñar y anunciar la buena nueva de que Jesús es el Cristo”
(Hechos de los Apóstoles 5:42).

La Doctrina de los Apóstoles es, pues:

 la Doctrina 'de' Jesucristo, es decir, lo que él enseñó con


palabras y obras. Jesús prometió a sus apóstoles:

"Pero el Ayudador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi


nombre, él os enseñará todas las cosas y os hará recordar todo lo
que yo os he dicho" (Juan 14:26).

 y 'sobre' Jesucristo, el significado profundo de su identidad y


su obra, revelado por el Espíritu a los apóstoles, conforme
también a la promesa de Jesús:

"Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero ahora no las


podéis sobrellevar. Y cuando venga el Espíritu de verdad, él os
guiará a toda la verdad; pues no hablará por sí solo, sino que
hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que han de
venir. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo hará
saber. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por esta razón dije que
recibirá de lo mío y os lo hará saber" (Juan 16:12-15).

"En el primer relato escribí, oh Teófilo, acerca de todas las cosas


que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue
recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el
Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido. A éstos
también se presentó vivo, después de haber padecido, con
muchas pruebas convincentes. Durante cuarenta días se hacía
visible a ellos y les hablaba acerca del reino de Dios" (Hechos de
los Apóstoles 1:1-3).

137
Así que la ocupación principal en la vida de la Asamblea de Dios es
atender a la enseñanza de los Apóstoles para crecer juntos en el
conocimiento de la Persona de Jesús, su Obra y sus enseñanzas, de
modo que la Iglesia lo experimente, disfrute y obedezca para el avance
del Reino de Dios. Este es el asunto principal de las reuniones de la
Iglesia.

En su enseñanza acerca de Jesús, los Apóstoles usaban las Escrituras


del Antiguo Testamento, porque Jesús les abrió el entendimiento para
que comprendieran que todo el Antiguo Testamento apunta a Cristo, lo
anuncia, lo prefigura:

“44 Y les dijo: —Estas son las palabras que os hablé, estando
aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen todas
estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés, en los
Profetas y en los Salmos. 45 Entonces les abrió el
entendimiento para que comprendiesen las Escrituras, 46 y les
dijo: —Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo
padeciese y resucitase de los muertos al tercer día; 47 y que en
su nombre se predicase el arrepentimiento y la remisión de
pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”
(Lc 24:44-47).

Así que las iglesias se reunían para:


a) leer y escudriñar las Escrituras judías (el Antiguo Testamento)
b) escuchar el testimonio y la enseñanza de los Apóstoles (el
Nuevo Testamento).

Al principio su enseñanza era oral, luego comenzaron a ponerla por


escrito en sus cartas a diversas iglesias, y antes de partir con el Señor
se preocuparon de que quedara memoria escrita de todo lo referente a
Jesús (2Pedro 1:14-15), y que esos escritos circularan entre las iglesias
para ser leídas y aprendidas (Colosenses 4:16: 1Tesalonicenses 5:27).
Finalmente el Espíritu del Señor guió a la Iglesia primitiva para
guardar y reunir los escritos apostólicos que llegaron a conformar el
Nuevo Testamento (Lucas 1:1-4). Ambos Testamentos juntos forman

138
la Biblia, la cual es la Revelación completa de Dios al Hombre, la
Palabra de Dios entregada a la Iglesia para nutrirla y guiarla. Porque
la Palabra de Dios tiene el poder de dar vida, es luz para iluminar el
Camino recto del Señor, el Camino de la salvación y la plenitud en la
comunión con Dios:

“14 Pero persiste tú en lo que has aprendido y te has


persuadido, sabiendo de quienes lo has aprendido 15 y que
desde tu niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales
te pueden hacer sabio para la salvación por medio de la fe que
es en Cristo Jesús. 16 Toda la Escritura es inspirada por Dios y
es útil para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección,
para la instrucción en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios
sea perfecto, enteramente capacitado para toda buena obra”
(2Timoteo 3:14-17).

De modo que los discípulos de Jesús perseveraban “unidos en amor,


hasta alcanzar todas las riquezas de la perfecta certidumbre de
entendimiento, hasta alcanzar el pleno conocimiento del misterio de
Dios, es decir, Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de
la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:2-3).

En la Iglesia, pues, es donde los creyentes crecen juntos en el


conocimiento de Dios revelado en Cristo Jesús:

"Por esta razón doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma
nombre toda familia en los cielos y en la tierra, a fin de que,
conforme a las riquezas de su gloria, os conceda ser
fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior;
para que Cristo habite en vuestros corazones por medio de la fe;
de modo que, siendo arraigados y fundamentados en amor, seáis
plenamente capaces de comprender, junto con todos los santos,
cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de
conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento;
para que así seáis llenos de toda la plenitud de Dios" (Efesios
3:14-19).

139
Hoy las iglesias locales deben seguir el patrón original y reunirse
asiduamente para escuchar y meditar la Palabra de Dios, por medio de
la cual se nos descubren “las inescrutables riquezas de Cristo”
(Efesios 3:8). Una iglesia o un cristiano que no se alimenta
constantemente de la Palabra de Dios, no puede subsistir, ni avanzar,
ni crecer... Como dijo Jesús: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo
4:4; Deuteronomio 8:3).

3. La vida de la Iglesia es la vida donde expresamos al Dios triuno.


"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles y en la
comunión (en griego: "koinonía")..." (Hechos de los Apóstoles
2:36-42).
La palabra griega 'koinonía' es muy rica, significa: comunión (=
común unión), comunidad, confraternidad, compañerismo, asociación
mutua íntima, relación estrecha, participación (tener parte en), ayuda o
apoyo mutuo.

La vida que nos hace aptos para entrar en el Reino de los Cielos es
una vida compartida: la Vida divina, que nos convierte en hijos de
Dios, por tanto, verdaderos hermanos los unos de los otros.

En el Cuerpo de Cristo, que es la Asamblea/Iglesia del Dios viviente


(1Timoteo 3:15), Dios nos concede la gracia de poder participar de
las mismas relaciones que se dan en el seno de la Comunidad
Divina: entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; relaciones de
igualdad y unidad en la diferencia personal, de entrega, de amor, de
comunión...; o dicho de otro modo: el Dios triuno quiere ser
expresado en la vida de su Asamblea, incluidas las dimensiones
materiales.

Una de las señales distintivas que acompañaron el nacimiento de la


Iglesia en Pentecostés fue la comunión de vida y de bienes. Esto no
significa la desaparición 'legal' de la propiedad privada, cada uno

140
sigue siendo propietario 'legal' de sus bienes. Significa que los
cristianos son uno en Cristo, son una verdadera familia, por cuyas
venas espirituales corre la misma Vida de Dios, y ya nadie llama suyo
propio nada de lo que tiene. Reconocen LIBREMENTE que todos
sus bienes pertenecen al Señor, y que son meros administradores de
lo que poseen, atentos a los intereses del Señor y las necesidades de
los hermanos:

“Y todos los que creían se reunían y tenían todas las cosas en


común (...) La multitud de los que habían creído era de un solo
corazón y una sola alma. Ninguno decía ser suyo propio nada de
lo que poseía, sino que todas las cosas les eran comunes (...) No
había, pues, ningún necesitado entre ellos, porque todos los que
eran propietarios de terrenos o casas los vendían, traían el
precio de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles. Y era
repartido a cada uno según tenía necesidad.” (Hechos de los
Apóstoles 2:44; 4:32-35).

Esto ocurría primeramente al interior de cada iglesia local, pero


también entre iglesias locales:

“En aquellos días descendieron unos profetas de Jerusalén a


Antioquía. Y se levantó uno de ellos, que se llamaba Agabo, y dio
a entender por el Espíritu que iba a ocurrir una gran hambre en
toda la tierra habitada. (Esto sucedió en tiempos de Claudio).
Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía,
determinaron enviar una ofrenda para ministrar a los hermanos
que habitaban en Judea. Y lo hicieron, enviándolo a los ancianos
por mano de Bernabé y de Saulo” (Hechos 11:27-30).

La Iglesia supera tanto al individualismo capitalista como al


colectivismo comunista: los individuos retienen su libertad, pero esta
es puesta por el amor al servicio del bien común, con especial
atención a los miembros necesitados.

En la vida del Reino que se vive en la Iglesia las personas deben


liberarse del dominio de Mamón, dios de las riquezas, el dios Dinero,

141
porque es un señor incompatible con el Señor Jesús: "Nadie puede
servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y amará al otro, o se
dedicará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a
las riquezas" (Mateo 6:24).

Por tanto, del mismo modo que al interior de la Deidad existe


igualdad entre las tres Personas divinas, pues las tres comparten la
misma Naturaleza y Esencia divina, así también al interior de la
Iglesia existe esa igualdad al haber sido hechos partícipes de la misma
naturaleza divina (2Pedro 1:4). La nueva vida en Cristo hace que lo
que antes era motivo de división entre los hombres ya no lo sea:

"Así que, todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo


Jesús, porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo os
habéis revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, no hay
esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros
sois uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3:27-28).

"...porque os habéis despojado del viejo hombre con sus


prácticas, y os habéis vestido del nuevo, el cual se renueva para
un pleno conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo
creó. Aquí no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión,
bárbaro ni escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es todo y en
todos (Colosenses 3:9-11).

Este es 'el evangelio de la paz', en Cristo son derribados todos los


muros de separación, por su sangre son reconciliados todos los
hombres en un solo Cuerpo:

"Y acordaos de que en aquel tiempo estabais sin Cristo,


apartados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la
promesa, estando sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero
ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos
habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque él es
nuestra paz, quien de ambos nos hizo uno. El derribó en su
carne la barrera de división, es decir, la hostilidad; y abolió la

142
ley de los mandamientos formulados en ordenanzas, para crear
en sí mismo de los dos hombres un solo hombre nuevo,
haciendo así la paz. También reconcilió con Dios a ambos en
un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando muerte en ella a la
enemistad. Y vino y anunció las buenas nuevas: paz para
vosotros que estabais lejos y paz para los que estaban cerca, ya
que por medio de él, ambos tenemos acceso al Padre en un solo
Espíritu. Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino
conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.
Habéis sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de
los profetas, siendo Jesucristo mismo la piedra angular. En él
todo el edificio, bien ensamblado, va creciendo hasta ser un
templo santo en el Señor. En él también vosotros sois juntamente
edificados para morada de Dios en el Espíritu" (Efesios 2:12-
22).

En la Iglesia hay pues igualdad por razón de la Vida que se participa


en común, pero también hay diversidad por razón de la diversidad de
dones y funciones repartidos por el Espíritu:

"4 Ahora bien, hay diversidad de dones; pero el Espíritu es el


mismo. 5 Hay también diversidad de ministerios (servicios), pero
el Señor es el mismo. 6 También hay diversidad de actividades,
pero el mismo Dios es el que realiza todas las cosas en todos. 7
Pero a cada cual le es dada la manifestación del Espíritu para
provecho mutuo (...) 27 Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de
Cristo, y miembros suyos individualmente. 28 A unos puso Dios
en la iglesia, primero apóstoles, en segundo lugar profetas, en
tercer lugar maestros; después los que hacen milagros, después
los dones de sanidades, los que ayudan, los que administran, los
que tienen diversidad de lenguas" (1Corintios 12:4-7;27-28).

La Iglesia es un Cuerpo, donde cada uno es un miembro, y cada


miembro tiene uno o varios dones y funciones necesarios para el
funcionamiento del Cuerpo (ver Romanos 12:5-8 y 1Corintios 12): de
profecía, de servicio, de enseñanza, de exhortación, de dar, de

143
presidencia, de misericordia, de obras poderosas, de sanidad, de
ayudar, de administrar, de lenguas, de interpretación de lenguas, de
sabiduría, de ciencia, de milagros, de discernimiento de espíritus...

Y esto nos lleva al siguiente punto:

4. La vida de la iglesia es una vida de servicio, cuidado y


edificación mutuos.

Incluso la división que existía en el Pueblo de Dios entre el pueblo


(laicos) y los sacerdotes, fue abolida por Jesús en la cruz, como
expone claramente la Carta a los Hebreos. El Señor Jesús aborrece la
división entre clero y laicos, como dice en el libro de Apocalipsis (lo
veremos más adelante). La existencia de un clero no es conforme a la
enseñanza del Nuevo Testamento.

Dios escogió al pueblo de Israel en conjunto para que constituyera "un


reino de sacerdotes". Esa es su intención original:

"Ahora pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi pacto,


seréis para mí un pueblo especial entre todos los pueblos.
Porque mía es toda la tierra, y vosotros me seréis un reino de
sacerdotes y una nación santa." Estas son las palabras que dirás
a los hijos de Israel" (Éxodo 19:5-6).

El concepto de 'sacerdocio' tiene que ver con el servicio a Dios: Dios


siempre ha querido un pueblo totalmente consagrado a su servicio,
ocupado íntegramente en 'los asuntos de Dios'.

El origen de la división "clero sacerdotal / pueblo (laicos)" en el


Pueblo de Dios está en la idolatría. En el Sinaí el pueblo adoró el
becerro de oro, se hicieron 'sacerdotes del becerro de oro', un ídolo, un
demonio. Moisés se puso a la entrada del campamento y dijo: "¿Quién
está por el Señor? Júntese conmigo" (Ex 32:26). Y se juntaron con él
toda la tribu de Leví, las demás tribus no se consagraron al Señor.

144
Desde ese momento la nación de Israel no podía ser un reino de
sacerdotes, el sacerdocio quedó reducido a una parte del Pueblo
(Aarón y los levitas); el Pueblo de Dios y los sacerdotes de Dios
llegaron a ser dos grupos distintos. El sacerdocio se convirtió en el
privilegio de una sola familia, y se caracterizaba por ser una 'clase
mediadora': los sacrificios y ofrendas, la confesión de los pecados, la
unción y santificación de las personas, el contacto con Dios... todo
debía ser hecho 'por medio de los sacerdotes'.

El Templo del Antiguo Testamento estaba estructurado en tres


compartimentos: el atrio exterior, el santo y el santísimo, aislado por
un velo, en el cual estaba el Arca de la Alianza con las tablas, y donde
Dios moraba en medio del Pueblo. Al lugar santísimo, es decir, a la
presencia de Dios, sólo podía entrar el sumo sacerdote una vez al año.
El acceso a Dios estaba completamente vedado al pueblo.

Cristo terminó con el sistema del clero/laicado. Él no pertenecía al


linaje sacerdotal ni levita de Israel. Fue un 'laico'. Pero como nos dice
toda la Carta a los Hebreos, con su muerte, resurrección y ascensión se
convirtió en el Sumo Sacerdote, el único y verdadero, que entró en el
verdadero lugar santísimo, el cielo, consiguiendo la redención
definitiva y abriendo un camino (Él mismo), para que todos los que en
él creen tengan acceso libre a la presencia de Dios:

"Así que, hermanos, teniendo plena confianza para entrar al


lugar santísimo por la sangre de Jesús, por el camino nuevo y
vivo que él nos abrió a través del velo (es decir, su cuerpo), y
teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe,
purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los
cuerpos con agua pura" (Hebreos 10:19-22).

"13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo


estabais lejos habéis sido acercados por la sangre de Cristo (...)
ya que por medio de él, ambos (Israel y las demás naciones)
tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu" (Ef 2:13.18).

145
El sacrificio de Cristo en la cruz, según Hebreos, lleva a su fin todo el
sistema sacrificial-sacerdotal del Templo del Antiguo Testamento. El
Antiguo Pacto/Testamento sellado por medio de Moisés, era símbolo y
figura; ahora Cristo trajo la realidad de las cosas celestiales, y lo
antiguo fue abolido:

"8 Porque reprendiéndoles dice: "He aquí vienen días, dice el


Señor, en que concluiré con la casa de Israel y con la casa de
Judá un nuevo pacto (...) 13 Al decir "nuevo", ha declarado
caduco al primero; y lo que se ha hecho viejo y anticuado está a
punto de desaparecer" (Carta a los Hebreos 8:8.13).

- Ahora el verdadero Templo, lugar de la presencia de Dios, es el


Cuerpo de Cristo: la Iglesia:

"Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él;


porque santo es el templo de Dios, el cual sois vosotros"
(1Corintios 3:17).

- Ya no hacen falta más sacrificios porque la sangre de Cristo, el


verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, ha
conseguido el perdón de los pecados para todos los que creen en él:

"Pero ahora, él se ha presentado una vez para siempre en la


consumación de los siglos, para quitar el pecado mediante el
sacrificio de sí mismo" (Hebreos 9:26).

- Queda abolida la distinción entre el Pueblo de Dios y los sacerdotes


de Dios: ahora toda la Iglesia es un pueblo sacerdotal, todos los
redimidos tienen libre acceso a Dios, como hemos visto. No hay más
mediadores que Cristo:

"Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los


hombres, Jesucristo hombre, quien se dio a sí mismo en rescate
por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo"
(1Timoteo 2:5-6).

146
En la Iglesia de Jesucristo, conforme al Nuevo Testamento, todo
cristiano es un sacerdote, alguien que consagra toda su existencia al
servicio de Dios (Romanos 12:1-2), dedicado plenamente al servicio
de Dios y su Reino, pues no hay compartimentos estancos en la
existencia cristiana: adoración, oración, comunión, trabajo,
testimonio, misión... todo la vida del cristiano es un sacrificio de
alabanza a Dios.

Ahora tenemos un sólo y eterno Sumo Sacerdote: Jesucristo, y en él


todos los creyentes sin distinción son 'un reino de sacerdotes':

“Acercándoos a él, la Piedra Viva -que fue ciertamente


rechazada por los hombres, pero delante de Dios es elegida y
preciosa-, también vosotros sed edificados como piedras vivas en
casa espiritual para ser un sacerdocio santo, a fin de ofrecer
sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de
Jesucristo” (1Pedro 2:4-5).

“Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación


santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel
que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable” (1Pedro
2:9).

“Al que nos ama y nos libró de nuestros pecados con su sangre, y
nos constituyó en un reino, sacerdotes para Dios su Padre; a él
sea la gloria y el dominio para siempre jamás. Amén” (Ap 1:5b-
6).

Es, pues, la Asamblea/Iglesia la que en conjunto actúa como sacerdote


entre Dios y el resto de la Humanidad. La iglesia tiene la misión de
interceder ante Dios por la Humanidad perdida y doliente. Y tiene la
misión de ser 'bendición para todas las naciones' (Génesis 12:3), es
decir, traer vida a todas las naciones. La iglesia es un reino sacerdotal
para bendecir a las naciones. ¿Cómo? Siendo testigos de Cristo,
proclamando su Evangelio integral, viviendo la vida del Reino bajo la
soberanía del Cristo, siendo la luz que ilumina las tinieblas del mundo,

147
la sal que preserva a la tierra de la corrupción, la ciudad situada en lo
alto como sociedad alternativa para atraer a las naciones:

"Acontecerá en los últimos días que el monte de la casa del


Señor será establecido como cabeza de los montes, y será
elevado más que las colinas; y correrán a él todas las naciones.
Muchos pueblos vendrán y dirán: 'Venid, subamos al monte del
Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus
caminos, y nosotros caminemos por sus sendas'. Porque de Sion
saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor. El juzgará
entre las naciones y arbitrará entre muchos pueblos. Y
convertirán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en
podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se
adiestrarán más para la guerra. ¡Oh casa de Jacob, venid y
caminemos a la luz del Señor!" (Isaías 2:2-5).

"Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor,


¿con qué será salada? No vale más para nada, sino para ser
echada fuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz
del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser
escondida. Tampoco se enciende una lámpara para ponerla
debajo de un cajón, sino sobre el candelero; y así alumbra a
todos los que están en la casa. Así alumbre vuestra luz delante de
los hombres, de modo que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5:13-
16).

"Hacedlo todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis


irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de
una generación torcida y perversa, en la cual vosotros
resplandecéis como luminares en el mundo, llevando en alto la
palabra de vida..." (Filipenses 2:14-16)

El vocabulario sacerdotal del Nuevo Testamento se aplica sólo a


Cristo o al pueblo de Dios en su conjunto, jamás a individuos
concretos. Hay liderazgo y gobierno en las iglesias neotestamentarias,

148
pero no tiene nada que ver con una casta que monopolice el
sacerdocio, como veremos enseguida.

Así pues, todo creyente, hombre o mujer, joven o anciano, es un


sacerdote, con derecho de ocuparse de las cosas del Templo de Dios,
de la Casa de Dios, que es la Iglesia, de ofrecer sacrificios espirituales,
entrando con libertad y directamente, sin intermediarios, en la
presencia de Dios.

Por eso el Nuevo Testamento hace hincapié en la responsabilidad


corporativa. Es toda la asamblea de los creyentes la que está llamada a
llevar a cabo las funciones de servicio, cuidado y edificación mutuos.
Los hermanos y las hermanas (= toda la iglesia) son llamados a:
 animar a los desanimados (1Tesalonicenses 5:14)
 apoyar a los débiles (1Tesalonicenses 5:14)
 abundar en la obra del Señor (1Corintios 15:58)
 amonestarse unos a otros (Romanos 15:14)
 enseñar los unos a otros (Colosenses 3:16)
 profetizar todos (1Corintios 14:31)
 servirse los unos a los otros (Gálatas 5:13)
 sobrellevar los unos las cargas de los otros (Gálatas 6:2)
 preocuparse los unos por los otros (1Corintios 12:25)
 amarse unos a otros (Romanos 13:8; 1Tesalonicenses 4:9)
 honrarse y preferirse los unos a los otros (Romanos 12:10)
 mostrarse bondadosos y compasivos los unos a los otros
(Efesios 4:32)
 edificar los unos a los otros (Romanos 14:19; 1Tesalonicenses
5:11b)
 ser tolerantes y pacientes unos con otros (Efesios 4:2;
Colosenses 3:13)

149
 exhortarse unos a otros (Hebreos 3:13; 10:25)
 estimularse unos a otros al amor y a las buenas obras (Hebreos
10:24)
 animarse los unos a los otros (1Tesalonicenses 5:11a)
 orar unos por otros (Santiago 5:16)
 practicar la hospitalidad entre unos y otros (1Pedro 4:9)
 tener comunión unos con otros (1Juan 1:7)
 confesar los pecados unos a otros (Santiago 5:16)
 disciplinar a los miembros en pecado (1Corintios 5:3-5; 6:1-6)
 amonestar a los desordenados (1Tesalonicenses 5:14).

Las reuniones de la Iglesia no son aquellas en las que hay uno frente al
resto de la asamblea, sino que cada uno trae la porción de Cristo que
ha recibido para nutrir al resto del Cuerpo:

"¿Qué significa esto, hermanos? Que cuando os reunís, cada


uno de vosotros tiene un salmo o una enseñanza o una revelación
o una lengua o una interpretación. Todo se haga para la
edificación" (1Corintios 14:26).

Por el bautismo y la imposición de manos, el cristiano es colocado en


el Cuerpo bajo Cristo como Cabeza. El suministro de Vida de la
Cabeza le llega como miembro del Cuerpo. Como ya vimos, el
Cuerpo de Cristo no es una organización religiosa, es un Organismo
vivo, es una comunión viviente gracias al Espíritu de Vida. Cada
miembro tiene algo de Cristo que debe suministrarlo a los demás, ya
sea en lo material o en lo espiritual. Por eso la Iglesia genuina busca
espontáneamente la vida en común, el estrechar relaciones, el
compartir bienes espirituales y materiales para el provecho mutuo...

150
5. El Alimento celestial de la Asamblea de Dios.

"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión,


en el partimiento del pan..." (Hechos de los Apóstoles 2:42).

El Señor Jesús, poco antes de ser detenido y crucificado, mientras


celebraba por última vez con sus discípulos la fiesta de la Pascua, la
liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, ordenó recordar su
muerte por medio del partimiento del pan, comiendo el pan y
bebiendo el vino, porque “si no coméis la carne del Hijo del Hombre
y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Juan 6:53):

“Porque yo recibí del Señor la enseñanza que también os he


transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado,
tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: 'Tomad,
comed. Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido. Haced
esto en memoria de mí'. Asimismo, tomó también la copa
después de haber cenado, y dijo: 'Esta copa es el nuevo pacto en
mi sangre. Haced esto todas las veces que la bebáis en memoria
de mí'. 26 Todas las veces que comáis este pan y bebáis esta
copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que él venga” (1Cor
11:23-26).

La muerte del Señor es tan preciosa a su santos. El sacrificio de Cristo


en la cruz, realizado una sola vez y para siempre, donde su cuerpo
fue desgarrado y su sangre derramada para nuestra salvación, es la
fuente de donde nace la Iglesia. Es una hazaña tan grandiosa, hay
tantísima provisión espiritual en ella, que los cristianos no podemos
más que agradecer con sumo gozo al Señor este mandato suyo. A esa
fuente acude la Iglesia una y otra vez para recibir Vida, para adorar y
bendecir al Señor que nos amó y murió por nosotros, para expresarle
nuestro amor.

El Señor ha preparado una mesa (1Corintios 10:21), un banquete, del


cual sólo tienen derecho a participar sus redimidos, los hijos de Dios
que Él compró con su preciosa sangre y que reúne en torno a Él en un

151
mismo Cuerpo. En ese banquete el Señor se da a sí mismo como el
Pan del cielo para alimentar a su Iglesia:

"Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de
este pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré por la vida del
mundo es mi carne. Entonces los judíos contendían entre sí,
diciendo: —¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Y Jesús
les dijo: —De cierto, de cierto os digo que si no coméis la carne
del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
eterna, y yo lo resucitaré en el día final. Porque mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que
come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él. Así
como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, de la
misma manera el que me come también vivirá por mí. Este es el
pan que descendió del cielo. No como los padres que comieron y
murieron, el que come de este pan vivirá para siempre" (Juan
6:51-58).

Jesús no estaba invitando a practicar la antropofagia, como algunos


(entonces y hoy) interpretaron. A ellos Jesús les respondió: "El
Espíritu es el que da vida; la carne no aprovecha para nada. Las
palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (Juan 6:63).
No encontramos base bíblica ni para la interpretación fisicalista
católica27 ni para la interpretación meramente simbólica del
protestantismo. ¿Cuál es el alimento que necesitamos para nuestros
espíritus inmortales? Necesitamos el cuerpo partido y la sangre
derramada del Hijo de Dios hecho hombre, es decir, necesitamos
alimentarnos de su muerte. Eso representan el pan y el vino. Y cuando
los tomamos poniendo nuestra fe en lo que representan, realmente
recibimos los elementos nutritivos para nuestra vida espiritual que
provienen de la muerte vivificante de Cristo y su preciosa humanidad
llena de obediencia y amor al Padre y de servicio humilde a los
hombres... hasta la entrega de la propia vida. El pan sigue siendo pan,
27
Basada en la interpretación del monje benedictino Pascasio Radberto en el
s. IX.

152
y el vino sigue siendo vino, pero realmente por la fe "comulgamos" al
Señor, es decir, tenemos una comunión efectiva con Él que nos nutre
espiritualmente.

Cuando la Asamblea de Cristo se reúne para partir el pan, está


anunciando su muerte... hasta que Él vuelva, y amanezca la era del
Reino de los Cielos.

Con la Cena del Señor (1Corintios 11:20) manifestamos y


celebramos también el misterio del único Cuerpo de Cristo. Comemos
de un único Pan, Jesucristo entregado, y nos convertimos en un único
Pan: muchos granos, molidos por el Espíritu, mezclados con el aceite
del Espíritu, y horneados por el horno del amor del Espíritu, para
formar un solo Pan, una fraternidad de amor. Este es un momento
central en la 'koinonía' de la Iglesia:

"La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de


la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión
del cuerpo de Cristo? Puesto que el pan es uno solo, nosotros,
siendo muchos, somos un solo cuerpo; pues todos participamos
de un solo pan" (1Corintios 10:16-17)

A causa de nuestros pecados y rebeliones, una copa fue dispuesta


para que la bebiésemos: la copa del vino de la ira de Dios
(Apocalipsis 14:10). Pero Cristo se ofreció en nuestro lugar y la
bebió hasta la heces, de modo que ahora se ha convertido para
nosotros en “copa de bendición”, pues por su muerte somos librados
de la ira y nos llegan todas las bendiciones de Dios.

¿Qué otra cosa puede hacer la Asamblea de Cristo sino acordarse


periódicamente de esta maravilla con profunda acción de gracias?

6. En comunicación con Dios.

"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión,

153
en el partimiento del pan y en las oraciones" (Hechos de los
Apóstoles 2:42).

La oración es la comunicación con Dios, en comunión íntima con Él.


Por la oración escuchamos a Dios; reconocemos su grandeza y sus
atributos y sus hechos salvíficos en adoración y alabanza; le
expresamos nuestro amor y devoción; le damos gracias por sus ricas y
abundantes bendiciones; le presentamos nuestras angustias y
problemas; le pedimos por Sus intereses y por nuestras necesidades...

La Iglesia también se dedica asiduamente a la oración en sus diversas


modalidades, a crecer en la comunión íntima con Dios el Padre y con
el Señor Jesús.

Como "reino de sacerdotes", la Asamblea de Cristo tiene acceso a la


presencia de Dios para interceder por la necesidades del mundo, para
hacer descender del Cielo las bendiciones y provisiones que necesita
este mundo roto y cautivo del poder de las tinieblas. Por medio de la
oración la Iglesia puede mover el poder de Dios para el cumplimiento
del Plan de Dios sobre la Historia humana, derrotando toda oposición
espiritual maligna que se mueve por detrás de los poderes terrenales.

7. La vida de la iglesia es conforme al modelo ordenado por Dios:


'los odres nuevos'.

"Tampoco echan vino nuevo en odres viejos, porque los odres se


rompen, el vino se derrama, y los odres se echan a perder. Más
bien, echan vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan"
(Mateo 9:17).

Jesús está hablando aquí de la imposibilidad de que la novedad de


vida que Él estaba introduciendo pudiera ser contenida por las
estructuras de la vieja religión de los judíos. Cristo trajo un
contenido nuevo, pero también el continente apropiado para poder
contenerlo. Podríamos decir "las estructuras que ordenan y sostienen

154
la vida del Cuerpo de Cristo".

Lo más importante es la vida, pero en toda la naturaleza


comprobamos que la vida fluye por medio de ciertos canales y es
sostenida por ciertas estructuras. Así también en la Asamblea/Iglesia
de Cristo, que es un organismo viviente: el Cuerpo de Cristo.

Ya hemos hablado de algunos aspectos que estructuran la vida divina


en la Iglesia: las enseñanzas fundamentales de Cristo para ser
introducidos en el Reino, las actividades fundamentales entorno a las
cuales gira la vida de la Iglesia... Pero avancemos un poco más.

En el Antiguo Testamento hay una figura tipológica de la Iglesia: el


Tabernáculo de reunión, donde Dios habitaba en medio de su pueblo.
Dios mandó a Moisés construirlo dándole la siguiente advertencia:
'Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado
en el monte' (Hebreos 8:5). Moisés recibió de Dios, en la íntima
comunicación que tuvo en el monte Sinaí, la visión del modelo, de
los planos divinos para la construcción del Tabernáculo. Allí se
detallan con abrumadora meticulosidad, el propósito, el diseño,
mobiliario, el orden, los materiales, los edificadores, la consagración
de los sacerdotes, sus actividades, sus vestiduras... hasta sus
calzoncillos! He contado al menos diez veces la frase que Dios repite
a Moisés: 'Haz todo conforme al modelo' (Ex 25:9.40; 26:30; 27:8;
31:6.11; 36:1; 39:32.42-43).

¿Qué nos dice todo esto? Que Dios es muy celoso de la edificación de
su Casa, que no ha dejado ningún detalle a nuestra iniciativa o
imaginación humanas:

“Tú, hijo de hombre, muestra a la casa de Israel esta casa, y


avergüéncense de sus pecados; y midan el diseño de ella. Y si se
avergonzaren de todo lo que han hecho, hazles entender el diseño
de la casa, su disposición, sus salidas y sus entradas, y todas sus
formas, y todas sus descripciones, y todas sus configuraciones, y
todas sus leyes; y descríbelo delante de sus ojos, para que

155
guarden toda su forma y todas sus reglas, y las pongan por
obra. Esta es la ley de la casa: Sobre la cumbre del monte, el
recinto entero, todo en derredor, será santísimo. He aquí que
esta es la ley de la casa” (Ezequiel 43:10-12).

La Iglesia existe en la mente de Dios desde antes de la fundación del


mundo. Él la pensó y la diseño según su Voluntad en todos sus
detalles, y nos llama a colaborar en su edificación siempre y cuando lo
hagamos 'conforme al modelo'. Este modelo es el que se nos ha
revelado en el conjunto de las enseñanzas y prácticas de Jesús y
sus apóstoles, recogidas en el Nuevo Testamento. Estos son los
'odres nuevos', provistos por Dios, que pueden contener
adecuadamente el Vino nuevo, que es la Vida nueva en el Espíritu de
Jesucristo. Estimo necesario resaltar someramente dos aspectos que
considero de suma importancia por la situación actual de la
Cristiandad:

 Las Iglesias locales

El Nuevo Testamento usa la palabra 'iglesia' en dos sentidos:


a) universal ('La' Iglesia): cuando se refiere al conjunto de los
creyentes de todos los tiempos y lugares;
b) local ('las' Iglesias): cuando se refiere al conjunto de los
creyentes en un determinado tiempo y lugar, en una localidad.

Si nos preguntamos según el Nuevo Testamento cuál es el criterio


que permite "dividir" legítimamente "La Iglesia universal", el
único Cuerpo de Cristo, en una pluralidad de "iglesias locales",
descubrimos que se trata de un criterio meramente práctico,
geográfico; no hay ninguna otra razón legítima. Si nos preguntamos
según el Nuevo Testamento cuáles son los límites de una iglesia
local que permiten diferenciarla legítimamente de las otras,
descubrimos que son los límites de cada localidad.

La Iglesia local es la Iglesia universal en un lugar concreto. La Iglesia


universal está representada y expresada en cada localidad, ciudad,
pueblo, municipio o aldea por el conjunto de los creyentes que allí

156
viven. Cada Iglesia local es el lugar en donde se hace visible,
concreta, palpable, la iglesia universal.

Cada Iglesia local debe representar la unidad de la Iglesia universal,


por eso no puede haber dos iglesias en una misma localidad. El
principio que vemos en todo el Nuevo Testamento sin excepción es
'una localidad, una iglesia', que incluye por derecho a todos los que
en un lugar han creído en el Salvador y Señor Jesucristo.

En los primeros tres capítulos del libro de Apocalipsis, el Señor Jesús


revela que cada iglesia local está representada en el cielo por un
candelero de oro. Cada candelero en el cielo se corresponde con la
iglesia de una ciudad en la tierra:

"10 Y estando en espíritu en el día consagrado al Señor oí


detrás de mí una gran voz, como de trompeta, 11 que decía:
Escribe lo que ves en un rollo, y envíalo a las siete iglesias: a
Éfeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardis, a Filadelfia
y a Laodicea. 12 Y me volví para ver la voz que hablaba
conmigo, y vuelto, vi siete candelabros de oro, 13 y en medio de
los siete candelabros, a uno semejante al Hijo del Hombre (...)
16 En su diestra tenía siete estrellas (...) 19 Escribe, pues, las
cosas que has visto, y las que son, y las que están a punto de
suceder después de estas: 20 El misterio de las siete estrellas
que viste en mi diestra, y los siete candelabros de oro: Las siete
estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete
candelabros son las siete iglesias" (Apocalipsis 1:10-20).

No hay un solo versículo en las Escrituras donde aparezca en una


ciudad más de una iglesia. No existe autorización bíblica para eso. En
el Nuevo Testamento tenemos:
 "la iglesia que estaba en Jerusalén" (Hechos 8:1)
 "la iglesia que estaba en Antioquía" (Hechos 13:1)
 "la iglesia en Cencrea" (Romanos 16:1)
 "la iglesia de Dios que está en Corinto" (1Corintios 1:2)
 "la iglesia de los laodicenses" (Colosenses 4:16; Apocalipsis

157
3:1)
 "la iglesia de los tesalonicenses" (1Tesalonicenses 1:1)
 "la que está en Babilonia" (1Pedro 5:13)
 "la iglesia en Efeso" (Apocalipsis 2:1)
 "la iglesia en Esmirna" (Apocalipsis 2:8)
 "la iglesia en Pérgamo" (Apocalipsis 2:12)
 "la iglesia en Tiatira" (Apocalipsis 2:18)
 "la iglesia en Sardis" (Apocalipsis 3:1)
 "la iglesia en Filadelfia" (Apocalipsis 3:7).

Aplíquese el principio a nuestra comarca:

Cuando los cristianos de Corinto empezaron a hacer grupos según sus


apóstoles preferidos, fueron reprendidos por el apóstol Pablo:

158
“Porque se me ha informado de vosotros, hermanos míos, por los
de Cloé, que entre vosotros hay contiendas. Me refiero a que uno
de vosotros está diciendo: "Yo soy de Pablo", otro "yo de
Apolos", otro "yo de Pedro" y otro "yo de Cristo". ¿Está dividido
Cristo? ¿Acaso fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O habéis
sido bautizados en el nombre de Pablo?" (1Corintios 1,11-13)

Cuando la Palabra habla de 'las iglesias' siempre se refiere a una


región, que abarca varias localidades, por tanto, varias Iglesias locales:
por ejemplo Judea (Hechos 9:31), Siria y Cilicia (Hechos 15:41),
Galacia (Gálatas 1:2)... Por eso tampoco puede haber una Iglesia que
abarque más de una localidad. En el NT no hay Iglesias 'comarcales',
'provinciales' o 'diocesanas', 'regionales', 'nacionales',
'internacionales'... La Iglesia universal no es una Iglesia internacional
o mundial, es el Único Cuerpo de Cristo expresado en cada localidad.
La Iglesia de Roma no tiene jurisdicción fuera de Roma. La expresión
visible de la Iglesia universal indicada por la Escritura es la Iglesia
local, y la comunión de igual a igual entre las diversas iglesias locales.

La base bíblica de la unidad en el sentido local es el único Cuerpo


de Cristo en la localidad: ciudad, pueblo, municipio o aldea. Toda
otra base de unidad (unos estatutos creados por hombres, un
ministerio preferido, selección de verdades bíblicas enfatizadas...)
constituye una división, un pecado de división, que el apóstol Pablo
clasifica como "obra de la carne" (1Cor 3:1-4; Gal 5:19-20). Si yo soy
un creyente que vive en Novelda, pertenezco a la Iglesia local de
Novelda, la Iglesia de Dios que vive en Novelda, junto con todos los
que aquí también han creído con sincero corazón. Si me mudo a vivir
a Aspe, entonces soy automáticamente miembro de la Iglesia local de
Aspe.

Cada Iglesia local es autónoma en organización y administración; eso


sí, en comunión lo más estrecha posible con el resto de iglesias
locales, especialmente las más próximas.

Tristemente, tal como Jesús profetizó, debido a muchas cosas que han
ocurrido a lo largo de la Historia de la Cristiandad, este es uno de los

159
elementos del “odre” de la Iglesia neotestamentaria que se perdió. A lo
largo de los siglos una iglesia local, la de Roma, capital del imperio,
fue extendiendo ilegítimamente su jurisdicción sobre las demás
iglesias locales, dando lugar a un sistema religioso mundial (el
Catolicismo). Luego, la Reforma evangélica del siglo XVI comenzó a
recuperar algunos elementos del cristianismo bíblico, pero siguió
produciendo muchas divisiones hasta hoy creando gran confusión y
mal testimonio ante el mundo. Ahora generalmente suele haber varios
grupos de cristianos en una misma localidad que bajo distintos
nombres andan cada uno por su lado. Hoy la Familia de Dios está
dividida.

Y ¿qué ocurre si en mi localidad hay varios grupos cristianos,


diferentes confesiones y denominaciones? A pesar de las divisiones
que hemos creado los hombres, a los ojos de Dios sigue habiendo una
sola iglesia en tu localidad, que incluye a todos esos creyentes
divididos. La "unidad del Espíritu" es un hecho que no se puede
cambiar: todos los que están en Cristo son un mismo y único Cuerpo.
Pero no todos 'guardan' este hecho (casi nadie), dejan de manifestarlo
visiblemente:

"Por eso yo, prisionero en el Señor, os exhorto a que andéis como


es digno del llamamiento con que fuisteis llamados: con toda
humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos los unos
a los otros en amor; procurando con diligencia guardar la
unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo
y un solo Espíritu, así como habéis sido llamados a una sola
esperanza de vuestro llamamiento. Hay un solo Señor, una sola
fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, quien es
sobre todos, a través de todos y en todos" (Efesios 4:1-6).

La senda para regresar a la norma bíblica es salir de las divisiones y


volver a establecerse sobre la base bíblica de la unidad: el Cuerpo de
Cristo en la localidad. Los que quieren obedecer al Señor no
participarán en las divisiones, pero sabrán que los que participan en
ellas son hermanos y miembros de la misma y única Iglesia local. Se

160
reunirán sobre el terreno de la localidad, por eso no se considerarán
'otra iglesia' en la ciudad, sino 'una parte de la única iglesia de la
ciudad'. Y clamarán a Dios para que con su poder restaure su iglesia
local dividida y les reúna a todos en torno al único Nombre del Señor
Jesús sobre la base bíblica de la unidad.

 El liderazgo y gobierno en la Iglesias locales

"Entonces Jesús los llamó y les dijo: —Sabéis que los


gobernantes de los gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que
son grandes ejercen autoridad sobre ellos. Entre vosotros no
será así. Más bien, cualquiera que anhele ser grande entre
vosotros será vuestro servidor; y el que anhele ser el primero
entre vosotros, será vuestro siervo. De la misma manera, el Hijo
del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar
su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:25-28).

Hay liderazgo en la Iglesia, pero algunos han entendido mal este texto,
y llaman 'servicio' al hecho de enseñorearse. No es que cuando uno se
hace grande entonces es un servidor, sin que es cuando uno sirve a los
demás como un esclavo cuando se hace grande. Olvidémonos de las
formas de liderazgo que conocemos en el mundo, Jesús hablaba de
otra cosa:

"Pero vosotros, no seáis llamados Rabí; porque uno solo es


vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis a
nadie vuestro Padre en la tierra, porque vuestro Padre que está
en los cielos es uno solo. Ni os llaméis Guía, porque vuestro Guía
es uno solo, el Cristo. Pero el que es mayor entre vosotros será
vuestro siervo" (Mateo 23:8-11).

La Iglesia sólo tiene una Cabeza, Jesucristo, el cual ejerce su


soberanía sobre la Iglesia DIRECTAMENTE, POR MEDIO DEL
ESPÍRITU (porque el Padre, el Hijo y el Espíritu son
inseparablemente el mismo y único Dios). Si hay un liderazgo

161
legítimo en la Iglesia, este no puede oscurecer de ningún modo el
reinado directo de Cristo sobre su Iglesia, sino que debe reconocer,
representar, expresar que es Él la única Autoridad que gobierna,
controla, dirige, decide, guía, enseña... Cualquier otra 'cabeza' que se
levante en medio de la Iglesia está usurpando el reinado directo de
Cristo sobre su Iglesia.

Esto conduce a la sumisión mutua en el Cuerpo, expresando el tipo


de relaciones que se dan al interior de la Comunidad Divina:
'sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo' (Efesios 5:21):

"Asimismo vosotros, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y


revestíos todos de humildad unos para con otros, porque: 'Dios
resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes'" (1Pedro
5:5).

"...completad mi gozo a fin de que penséis de la misma manera,


teniendo el mismo amor, unánimes, pensando en una misma cosa.
No hagáis nada por rivalidad ni por vanagloria, sino estimad
humildemente a los demás como superiores a vosotros mismos;
no considerando cada cual solamente los intereses propios, sino
considerando cada uno también los intereses de los demás. Haya
en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo
Jesús: Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a
Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y
hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo
haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!"
(Filipenses 2:2-8).

Si el Hijo de Dios se despojó de su rango, se humilló tomando forma


de esclavo, debe haber la misma forma de pensar en las iglesias
respecto del liderazgo cristiano.

Así, pues, Cristo, por el Espíritu, establece "autoridades delegadas"


en Sus iglesias, pero entendida y ejercida tal autoridad delegada
dentro de estos límites marcados por Jesús. Si hay alguien en la Iglesia

162
con autoridad no es porque él la reivindica, sino porque en sujeción a
la única Cabeza, expresa Su Autoridad, y la asamblea puede reconocer
en ese miembro la Autoridad misma de Cristo. Es un asunto de vida
espiritual, de madurez espiritual.

Sobre estas bases firmes, podemos aproximarnos ahora al modelo


neotestamentario de liderazgo. El cual es de una riqueza, diversidad y
pluralidad asombrosas. Algunos de los términos que usa el Nuevo
Testamento son bien conocidos, pero los conocemos con su contenido
alterado. Por ejemplo, el Nuevo Testamento habla de 'diáconos',
'presbíteros' y 'obispos', pero con un significado diferente al concepto
desarrollado por el Catolicismo, la Iglesia Ortodoxa, los anglicanos u
otras denominaciones cristianas.

El primer término que aparece en el Nuevo Testamento es el de


'obrero', los obreros que trabajan en la viña del Señor. Pues atención:
todo creyente, hombre o mujer, está llamado a ser un obrero que
trabaja en la edificación del Cuerpo de Cristo. Cristo no quiere a
nadie ocioso en su Cuerpo.

Para que todos lleguen a ser obreros responsables y activos, el Señor


da a la Iglesia ciertos dones especiales, los cuales son personas,
capacitadas por Dios para capacitar al resto, de modo que todos
lleguen a ser capaces de trabajar en La Obra, El Ministerio (es
decir: el Servicio), que es la edificación del Cuerpo de Cristo:

"Y él mismo (Cristo ascendido) constituyó a unos apóstoles, a


otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros,
a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para
la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos alcancemos
la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser
un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo. Esto, para que ya no seamos niños, sacudidos
a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina,
por estratagema de hombres que para engañar, emplean con
astucia las artimañas del error; sino que, siguiendo la verdad con

163
amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo. De
parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la
cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su
crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada
uno de los miembros, para ir edificándose en amor (Efesios
4:11-16).

Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros son dones de


Cristo a su Iglesia para capacitar a todos los santos, a todos los
creyentes, a fin de que todos ejerzan sus responsabilidades en la
edificación del Cuerpo de Cristo, de la Iglesia, porque todo cristiano
es un obrero en la Obra de la edificación de la Casa de Dios.

Aquí estos 'apóstoles' no se refiere a "los Doce". Los Doce tuvieron


un carácter único, irrepetible, de fundamento, como testigos oculares
de la vida, muerte y resurrección de Jesús; pero la Escritura habla de
otros 'apóstoles' posteriores, como servidores para la edificación del
Cuerpo. Son un grupo de personas apartadas especialmente para la
Obra de Dios. 'Apóstol' significa 'enviado'. Ahora es el Espíritu Santo
el que los nombra, constituye y envía, como ocurrió con Pablo y
Bernabé (Hechos 13:2; 14:4), Andrónico y Junias (Romanos 16:7);
estudiando el contexto podemos ver que también se considera
apóstoles a Apolos y Sóstenes (1Corintios 4:9), y a Silvano y Timoteo
(1Tesalonicenses 2:6)... Estos recibieron un encargo especial del Señor
y fueron 'enviados' para predicar el Evangelio y establecer Iglesias,
colocando sus fundamentos; son 'plantadores de Iglesias'. Hoy se suele
decir "misioneros" (enviados con una misión), pioneros en llevar el
Evangelio a un lugar y establecer la Iglesia allí. También tienen la
misión de administrar los misterios de Dios (1Cor 4:1) y perfeccionar
a las iglesias. Su campo de acción suele ser una región, siendo lo
normal que haya un equipo de obreros apostólicos.

Los profetas, en el Antiguo Testamento, tenían como principal misión


hablar al pueblo en nombre de Dios; hacer volver al pueblo extraviado
a las sendas antiguas, al buen camino; consolarlo y darle esperanza en
las horas difíciles; predecir el futuro para advertir, esperanzar o

164
preparar al Pueblo de Dios. Este servicio es el que desempeñan
también los profetas del Nuevo Testamento. Su campo de acción
puede ser local, pero en algunos casos su misterio puede alcanzar al
mundo entero.

Los evangelistas son enviados especialmente a predicar el Evangelio


entre los no creyentes, para traerlos a la fe. También pueden limitarse
al ámbito local o extenderse más allá.

Los pastores/maestros tienen un encargo especial por el cuidado de


los demás, por enseñar los misterios y riquezas de la Palabra de Dios,
nutrir, acompañar hacia la madurez...

Pero centrándonos específicamente en el interior de cada iglesia local,


hemos de considerar dos figuras principales: los ancianos y los
diáconos.

"A los ancianos entre vosotros les exhorto, yo anciano también


con ellos28, testigo de los sufrimientos de Cristo y también
participante de la gloria que ha de ser revelada: Apacentad el
rebaño de Dios que está a vuestro cargo, cuidándolo no por la
fuerza, sino de buena voluntad según Dios; no por ganancias
deshonestas, sino de corazón; no como teniendo señorío sobre
los que están a vuestro cargo, sino como ejemplos para el
rebaño. Y al aparecer el Príncipe de los pastores, recibiréis la
inmarchitable corona de gloria. Asimismo vosotros, jóvenes,
estad sujetos a los ancianos; y revestíos todos de humildad unos
para con otros, porque: Dios resiste a los soberbios pero da
gracia a los humildes" (1Pedro 5,1-5).

'Pastores', 'obispos' (palabra griega que significa ‘sobreveedores’ o


‘supervisores’), y ancianos (en griego: ‘presbíteros’) son tres términos
seculares que usa el Nuevo Testamento para referirse al liderazgo en
las iglesias locales. Los tres se refieren a las mismas personas. En cada

28
Pedro era apóstol del grupo de los Doce, pero también era 'anciano', junto
con otros, en la Iglesia local de Jerusalén.

165
iglesia local recae una responsabilidad especial sobre los ancianos,
que son miembros 'autóctonos' de la iglesia local (no importados para
una temporada). Son simples hermanos, reconocidos por el resto de la
asamblea y también por el apóstol (o apóstoles) que fundó esa iglesia
local (Tito 1:5), por su mayor madurez espiritual, los cuales reciben
del Señor el encargo de 'pastorear' la Iglesia, por eso se les llama
también 'pastores'. Ellos son responsables por enseñar, instruir,
corregir, proteger, cuidar, nutrir, a la asamblea local. Su función
especial es vigilar, 'supervisar' (en griego: 'episcopeo') la vida de la
iglesia local, por eso también se les llama 'obispos'. Siempre es una
responsabilidad compartida, un equipo de ancianos/pastores/obispos,
un 'presbiterio' por cada iglesia local.

En el libro de Hechos de los Apóstoles podemos ver sintetizado esto


que hemos dicho: que ancianos, pastores y obispos es lo mismo,
siempre en plural, para cada localidad y sus responsabilidades:

"17 Desde Mileto, Pablo envió a Efeso e hizo llamar a los


ancianos de la iglesia (...) 28 Tened cuidado por vosotros mismos
y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo os ha puesto
como obispos, para pastorear la iglesia del Señor, la cual
adquirió para sí mediante su propia sangre" (Hechos 20:17.28-
29).

Es el Espíritu Santo quien los pone. La Iglesia local y el apóstol sólo


los reconoce y confirma. Jamás se habla de un obispo, pastor o
anciano 'único', siempre es un equipo en cada iglesia local. El
paulatino abandono de este principio fue dando lugar a la estructura
jerárquica y papal que conocemos hoy en el Catolicismo (ver apéndice
I).

También existen en cada iglesia local 'los diáconos'. 'Diakonía' no


significa otra cosa que 'servicio'. Todos deben servir, pero algunos son
apartados especialmente para la administración de las asuntos de la
Iglesia (economía, por ejemplo), y para el servicio de los pobres. En la
recién nacida Iglesia de Jerusalén, la Iglesia proveía para las

166
necesidades de sus viudas (y hermanos necesitados), que no tenían
quien las cuidara, para lo cual fueron nombrados siete diáconos
(Hechos 6:1-7). También el Espíritu Santo nos ha dejado el nombre de
alguna diaconisa insigne, como “Febe, diaconisa de la iglesia en
Cencrea” (Romanos 16:1).

Así pues, la Iglesia local está constituida por la asamblea de los


santos, entre los cuales (no sobre los cuales) sirven los obispos y los
diáconos:

"Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús; a todos los santos en


Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos"
(Filipenses 1:1)

De modo que, la asamblea de todos los santos, servidos, cuidados,


nutridos, instruidos, y capacitados por los apóstoles, profetas,
evangelistas, pastores y maestros, ancianos, diáconos, “asidos a la
verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo,
de quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las
coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su
medida, produce el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí
mismo en amor” (Efesios 4:15-16).

******

Esto, pues, está llamada a ser la Asamblea de Cristo: la embajada de


Dios en la tierra, su base de operaciones, el territorio donde Él
gobierna en Cristo, en el que rigen sus leyes, y su voluntad es
obedecida aquí en la Tierra como en el cielo. Ella es las primicias del
Mundo Venidero (Santiago 1:18), el lugar donde se gustan los poderes
de ese Mundo Venidero (Hebreos 6:5). Está llamada a ser el lugar
donde todas las naciones podrán contemplar y aprender qué ocurre
cuando Dios reina por medio de su Cristo: florece la vida, la
justicia, la fraternidad, el gozo y la paz. Porque sólo donde Dios reina
por medio de su Cristo desaparecen la injusticia, las desigualdades,
los pobres... Por eso es inútil esperar los valores del Reinado de Dios

167
de una manera integral, consistente y duradera fuera del ámbito donde
Él reina. Los pobres y las víctimas deben también creer, arrepentirse
de sus pecados, nacer de nuevo, y someterse bajo el Reinado de Dios,
el Gobierno de Cristo, si quieren encontrar liberación radical e
integral. No es que la Iglesia pretenda condicionar su ayuda a que las
personas reconozcan a Jesús el Cristo, a la manera de 'hazte cristiano y
entra en nuestro chiringuito eclesiástico si quieres recibir nuestra
ayuda'; no, los cristianos estamos llamados a hacer el bien a todos
gratuitamente. La cuestión ineludible es que donde no se acepta a
Cristo este no puede obrar su liberación plena. No se pueden
disfrutar los beneficios que resultan del gobierno de Cristo allá
donde no se recibe a Cristo como Salvador, Rey y Señor; donde no
se le permite gobernar.

Esta es la Iglesia que brilla cual luminar en medio de las tinieblas del
mundo, poniendo de manifiesto la verdad del mundo. Es como sal,
que preserva al mundo de su total corrupción. Por eso recibe los
ataques de todos los enemigos de Dios, que incitan al hombre a pecar,
a rebelarse contra Dios, camino de su autodestrucción: la vieja
naturaleza corrompida, el espíritu del mundo, Satanás y todos los
poderes espirituales de maldad que dominan todavía la tierra. La
Iglesia en esta lucha sólo tiene que mantenerse en la victoria alcanzada
ya por Cristo en la cruz, es lo único que Dios ha querido necesitar para
actuar en el mundo. Cristo ya ha destruido estos poderes en su raíz
(Colosenses 2:14-15), y su fin está garantizado. La Iglesia debe
mantener puro su testimonio, su posición, sin permitir que el enemigo
se infiltre: Mammón y sus espíritus de codicia; espíritus de
dominación; espíritus de lujuria, fornicación y adulterio; espíritus de
engaño y apostasía... La iglesia, aunque está en el mundo, no debe
contaminarse con el espíritu del mundo (2Corintios 6:14 – 7:1), debe
mantenerse firme en la fe que vence al mundo (1Juan 5:4-5).

En este conflicto con los poderes que dominan el mundo, el Cuerpo no


va a tener un destino diferente de su Cabeza: la persecución y la
muerte (Mateo 5: 10-12; Marcos 13:9-13; 2Timoteo 3:12). Pero del
mismo modo que el sufrimiento de la Cabeza ha sido usado por Dios

168
para traer vida al mundo, lo mismo ocurre con el sufrimiento del
Cuerpo (Isaías 53:1-12; 2Corintios 4:8-12). De modo que su
resistencia hasta la muerte será su victoria. Los cristianos no aman
tanto su vida terrenal como para temer la muerte (Apocalipsis 12:11),
saben que los que pierdan su vida por causa de Cristo y el Evangelio,
la ganarán para siempre (Mateo 10:39; Juan 12:25).

Los cristianos hacen el bien a todos en lo que pueden, ya sea en su


conducta privada o profesional. Oran por los gobernantes (1Timoteo
2:1-2) y respetan y acatan las leyes (Romanos 13:1-7), siempre y
cuando no entren en conflicto con su obediencia y lealtad absoluta a
Dios (Hechos 5:29). Cooperan en la medida de lo posible al bienestar
de todos, pero no esperan que mejore o se reforme el Sistema de este
mundo, el orden de cosas mundano, por naturaleza contrario y hostil a
Dios; no se comprometen con él en ningún modo, ni caen en la trampa
de que el elevado fin que persiguen justifique usar cualquier medio;
sobre todo rechazan tocar su poder, siguiendo el ejemplo de Cristo
(Juan 6:9-15). Su misión es ser testigos, testigos de Cristo (Hechos
1:7-8), testigos del Mundo venidero, con obras y palabras, con su vida
individual y como comunidad de discípulos.

Aunque están en el mundo, y necesitan usar de él sobriamente


mientras dure su peregrinación (1Corintios 7:29-31), no son de este
mundo (Juan 15:19), están muertos para el mundo (Gálatas 6:14), su
vida está con Cristo escondida en Dios (Colosenses 3:3). Su destino
no es este mundo tal como ahora está, son peregrinos y extranjeros en
este mundo (Hebreos 11:13), no tienen aquí morada permanente,
buscan la civilización que está por venir (Hebreos 13:14), la que tiene
fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios (Hebreos 11:10).
Y esperan la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador
Jesucristo (Tito 2:13), el cual pondrá fin definitivamente a los grandes
problemas de la humanidad, y establecerá su Reino eterno, en el cual
reinarán con Cristo todos los santos que hayan sido fieles.

No obstante, alguien podrá decir al oír todo esto: pero ¡¿dónde está
esta Iglesia?! Ciertamente, ¿es esto lo que vemos cuando miramos la

169
Cristiandad actual?

170
III. LA HISTORIA DE LA IGLESIA Y EL PRINCIPIO
DEL REMANENTE.
No sólo Satanás y todas sus huestes trabajan en contra del Plan de
Dios. No sólo la Humanidad en general vive en rebelión contra Dios.
Hemos de reconocerlo: los seres humanos no somos de fiar, la historia
del Pueblo de Dios también es una historia de rebelión e infidelidad
permanente. Él nos ha dado todo lo que podía darnos para ser fuertes,
fieles, vencedores: ¡una salvación tan grande!, ¡a Su propio Hijo!; Él
redime nuestra libertad caída, pero jamás nos fuerza, espera que
ejerzamos nuestra libertad liberada. Y nosotros fallamos una y otra
vez...

Pero Dios no se asusta ante la debilidad e infidelidad humana,


“porque Él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos sólo
polvo” (Salmo 103:14). Y es precisamente sobre el fondo oscuro de
nuestra miseria que contrasta luminosamente la Fidelidad de Dios, la
cual está ejerciendo en dos sentidos:

- Primero en perdonarnos y salvarnos. Por eso no podemos más que


dar gracias a Dios y alabarle, porque ¡eterna es su Misericordia, e
inmensa su Gracia!. Una y otra vez nos ofrece su perdón, nos lava, nos
vuelve a poner en pie, y nos fortalece para continuar el camino:

"Y éste es el mensaje que hemos oído de parte de él y os


anunciamos: Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas. Si
decimos que tenemos comunión con él y andamos en tinieblas,
mentimos y no practicamos la verdad. Pero si andamos en luz,
como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la
sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado. Si decimos
que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la
verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él
es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de
toda maldad. Pero si decimos que no hemos pecado, le hacemos
a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros" (1Juan 1:5-10).

171
"El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los
confiesa y los abandona alcanzará misericordia" (Proverbios
28:13).

Este es un aspecto de su Fidelidad que mira principalmente a nuestra


necesidad debido a la Caída.

- Pero hay un segundo aspecto que mira más al Plan original, a los
intereses de Dios: Dios es Fiel a su Designio eterno, y lo cumplirá. Y
lo cumplirá con la cooperación de al menos algunos hombres y
mujeres. Porque Él no sólo nos salva y perdona "setenta veces siete"
(siempre), sino que también desea hacernos colaboradores suyos para
realizar sus planes: sujetar todas las cosas bajo el gobierno de Cristo,
por medio de la Iglesia, convertida esta en su Compañera y Esposa
gloriosa, convertida en un Templo santo para morada del Dios altísimo
en medio de esta Tierra.

Es aquí donde descubrimos un maravilloso principio del actuar de


Dios, que nos llena de esperanza y de coraje, el principio del
remanente. Dios es todopoderoso, y no necesita del hombre para
cumplir sus deseos, ¡pero ha querido necesitar del ser humano!
Cuando ocurrió la rebelión de Satanás y sus ángeles, Dios podría
haberla aplastado en un momento, pero quiso en su soberana Voluntad
que fuera otra criatura la que venciera a Satanás y su rebelión: el
Hombre. Dios nos creó para la comunión con Él, pero también para
restaurar su Autoridad en el universo, especialmente en la Tierra,
venciendo en su Nombre al enemigo, para el pleno cumplimiento de
su Propósito eterno. Muchos se conforman con ser salvos del infierno,
pero no escuchan el llamamiento a colaborar con los planes de Dios.
Dios llama a todos a participar de su Obra, pero cuando el conjunto
falla, Él se reserva, por su poder y gracia, un resto, un remanente,
con el cual sigue avanzando sus planes en la Tierra.

Los demás creyente genuinos son salvos, y disfrutarán de la eternidad


con Dios, pero no entrarán en el Reino cuando Cristo regrese, se
perderán toda la era del Reino milenario, perderán su galardón y su

172
corona: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos
en el reino de Dios” (Hechos 14:22); “No todo el que me dice: Señor,
Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de
mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).

No nos escandalizamos, pues, de los fracasos e infidelidades. La


guerra espiritual en la que está inmersa la Iglesia es muy dura (Juan
15:18-21; 2Timoteo 3:12; Hebreos 12:1-4; Apocalipsis 2:10), muchos
caen en el camino bajo alguno de esos poderes del mal. Las mismas
iglesias, igual que Israel, han sido heridas, paralizadas o derrotadas
por los poderes de las tinieblas, se han mundanizado, y han perdido su
testimonio (Mateo 24:9-13.24; Hechos 20:29-30; 2Pedro 2:1-2;
Apocalipsis 2:4-5; 3:1-3; 3:15-17). Pero Dios, ahora igual que
siempre, se reserva un resto, un remanente, que en representación de
todos y para bendición de todos mantiene en alto el estandarte
(Isaías 10:21; 11:11; 37:31-32; Jeremías 23:3; Ezequiel 1422; Abd
1:17; Miqueas 4:6-8; Sofonías 3:11-20; Mateo 21:43; Romanos 11;
Apocalipsis 2:7.11.17.26; 3:5.12.21), y a través de los cuales Dios
sigue avanzando sus planes.

Este remanente no es escogido por ser mejor que los demás, sino por
pura gracia de Dios, debido a la Fidelidad a sí mismo: “Así, pues,
también en este tiempo ha quedado un remanente conforme a la
elección de la gracia” (Romanos 11:5). En realidad todos están
llamados, pero finalmente pocos son los escogidos (Mateo 22:14), no
porque Dios no quiera, sino porque no todos quieren todo lo que Dios
quiere. Y este remanente no es escogido tampoco para su propio
beneficio, sino para beneficio del conjunto: “Ahora bien, si la masa
ofrecida como primicias es santa, también lo es la masa restante; y si
la raíz es santa, también lo son las ramas” (Romanos 11:16). Dios
escoge siempre el remanente “para bendición de todas las familias de
la Tierra" (Génesis 12:3b). Como aquel comando de guerra que lucha
por tomar una base enemiga, muchos caen por el camino, pero otros
van recogiendo el estandarte hasta que finalmente la batalla es ganada
y el estandarte de la victoria es colocado en lo alto; ¿de quién es la
victoria? ¿sólo de los que sobrevivieron? ¡NO!, es la victoria de toda

173
la nación que representan, incluyendo a los caídos, incluyendo a los
que se quedaron en casa por cobardía o por pereza. Aunque aquellos
no podrán disfrutar de la misma gloria...

Adán y Eva fallaron, y perdieron el Paraíso. Pero Dios cubrió su


desnudez y les dio la bendita Promesa de la salvación (Génesis 3:15).
Toda la Humanidad se corrompió después hasta el límite, de modo que
a Dios le dolió en su corazón haber creado al Hombre, y decretó el
juicio del diluvio... ¡pero se reservó un resto, un remanente, con el que
empezar de nuevo y continuar con sus planes: Noé y su familia. La
Humanidad que vino después de Noé tampoco quiso escuchar a Dios,
más bien siguieron a Satanás pretendiendo 'tocar al cielo' con las obras
de sus manos (Babel), y Dios tuvo que desecharles de nuevo y seguir
sus planes con un solo hombre y su esposa: Abraham y Sara, a partir
de los cuales Dios crearía un pueblo de su especial propiedad del cual
nacería el Salvador del mundo, bendición para todas las naciones (no
sólo para el remanente).

Ese Pueblo fue levantado gracias a la fidelidad de un hombre, Moisés;


fue un pueblo de dura cerviz, rebelde a Dios, desde su nacimiento. Y
sólo gracias a Moisés fue llevado desde la esclavitud a la Tierra
prometida. Una vez allí, cuando la llama que simbolizaba al Pueblo de
Israel estaba a punto de apagarse, Dios levantó otro hombre, Samuel,
por medio del cual sería introducido David como rey de Israel, y el
período de oro del Pueblo de Israel. Iba a ser de la descendencia de
David que Dios iba a levantar al verdadero Rey del Pueblo de Dios:
Jesús.

Una vez más el Pueblo se desvió de los caminos de Dios, desoyendo


Su voz a través de los profetas enviados, y Dios los desechó
permitiendo que todo el Pueblo fuera conquistado y exiliado por el
imperio de Babilonia. Cuando parecía que había llegado el fin del
Pueblo de Dios, debido a su infidelidad congénita, Dios movió el
corazón de algunos en el exilio para que regresaran a Jerusalén a
'reconstruir el Templo' (recordemos: una figura de la Iglesia, de la
restauración de la Iglesia conforme al propósito original de Dios).

174
Y así Dios, en la era del Antiguo Pacto, se reservó siempre un resto
fiel, por medio del cual fue posible la venida del Mesías salvador. Allí
estaban Zacarías y Elisabet (padres de Juan el bautista), o el anciano
Simeón y la profetisa Ana, recibiendo al niño Jesús, como
representantes de los 'anawim', los 'pobres de Yahveh', el remanente
que se mantenía esperando en Dios.

Entonces llegó Jesús, el Mesías. Él era el Hijo de Dios, que se


despojó de sus prerrogativas y gloria divinas para hacerse en todo
semejante a los hombres, y como hombre ('el Hijo del Hombre'),
enfrentarse a Satanás y al Pecado. ¡¡Y VENCÍÓ!! ¡¡Aleluya!! ¡¡Gloria
y alabanza a nuestro Gran Dios!! Dios por fin consiguió un hombre
fiel, un hombre fiel a Dios y vencedor sobre Satanás; Él, por medio de
su muerte y resurrección, fue hecho Cabeza de una Nueva
Humanidad, una nueva Raza celestial, a través de la cual Dios
cumpliría sus propósitos eternos: "Hagamos al Hombre...".

Pero la historia de la infidelidad continúa. El conjunto de la Iglesia, al


igual que Israel, también ha fallado, lo cual ya fue profetizado
abundantemente en el Nuevo Testamento, tanto por Jesús como por
los apóstoles. Comprobémoslo con algo de detenimiento porque es
importante saber que el Señor ya contaba con esto, para ver después
que estaba también preparada la respuesta.

"Tened cuidado por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre


el cual el Espíritu Santo os ha puesto como obispos, para
pastorear la iglesia del Señor, la cual adquirió para sí mediante
su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida
entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán
la vida al rebaño; y que de entre vosotros mismos se levantarán
hombres que hablarán cosas perversas para descarriar a los
discípulos tras ellos (Hechos 20:28-30).

"También debes saber esto: que en los últimos días se


presentarán tiempos difíciles. Porque habrá hombres amantes de
sí mismos y del dinero. Serán vanagloriosos, soberbios,
blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin

175
afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes,
crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos,
envanecidos y amantes de los placeres más que de Dios. Tendrán
apariencia de piedad, pero negarán su eficacia. A éstos evita"
(2Timoteo 3:1-5).

"Porque vendrá el tiempo cuando no soportarán la sana doctrina;


más bien, teniendo comezón de oír, amontonarán para sí maestros
conforme a sus propias pasiones, y a la vez que apartarán sus
oídos de la verdad, se volverán a las fábulas" (2Timoteo 4,3-4).

En la carta que Pablo escribió a la Iglesia de Éfeso, se puede


contemplar una Iglesia muy preciosa, creciendo hacia la plenitud de
Cristo. Poco después, en el libro de Apocalipsis, el Señor escribe
también por medio de Juan a la Iglesia de Éfeso, aprecia las cosas
buenas de la Iglesia, pero le hace un grave reproche, que está en la
base de la desviación de la Iglesia:

“Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda,


por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras
obras; pues si no, vendré a ti, y quitaré tu candelero de su lugar,
si no te has arrepentido” (Apocalipsis 2:4-5).

La Iglesia ha empezado a apartarse de las cosas del principio, de la


centralidad de Cristo como PRIMER AMOR de la Iglesia. Y el Señor
le advierte que su candelero puede ser removido. El candelero de oro
es el símbolo de la Iglesia local, que ilumina la ciudad en la que vive.
Por cada Iglesia local hay un candelero en el cielo (Apocalipsis 1:20).
Jesucristo es “el que anda en medio de los siete candeleros de oro”
(Apocalipsis 2:1), es decir, en medio de todas las iglesias locales. Y si
una Iglesia local se aparta del Señor y no se arrepiente, puede perder
su posición. En muchos lugares hay cristianos, pero no hay expresión
de la iglesia local, han perdido 'el candelero'.

En esas cartas que el Señor resucitado escribe a 'las siete Iglesias' de


Asia (simbolizando todo el conjunto de las Iglesias), podemos apreciar
en general los derroteros por los que empiezan a desviarse y

176
corromperse las Iglesias (Apocalipsis 2-3): todo empieza con el
abandono del 'primer amor', de 'las obras del principio', después
vienen otras cosas:
 “La enseñanza de los nicolaítas, la que yo aborrezco” ('niko'
+ 'laos': victoria sobre el pueblo), es decir, la reintroducción
del clero en la Iglesia, de una casta sacerdotal intermediaria
que se enseñorea del pueblo.
 “La enseñanza de Balaam, que enseñaba a Balac a poner
tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas
a los ídolos, y a cometer fornicación” , la reintroducción de la
idolatría (adoración de ídolos, imágenes, sacrificios) en la
Iglesia.
 “Tengo contra ti que toleras a esa mujer Jezabel, que dice ser
profetisa, y enseña y seduce a mis siervos a fornicar y a comer
cosas sacrificadas a los ídolos”; Jezabel era la esposa pagana
del rey Acab, que introdujo enseñanzas idólatras en el Pueblo
de Dios y mataba a los profetas de Dios. Esto volvía a ocurrir
en la Iglesia: los paganos se habían introducido en la Iglesia
con sus enseñanzas paganas, y desplazaban a los que hablaban
en nombre del Señor.
 “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás
muerto”; ya quedan sólo las apariencias, 'parece' una iglesia,
pero sólo queda el cascarón, por dentro está muerta.
 “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá
fueses frío o caliente! Así que, por cuanto eres tibio, y no
caliente ni frío, estoy por vomitarte de Mi boca. Porque tú
dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa
tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado,
miserable, pobre, ciego y desnudo”. ¿Hacen falta más
comentarios?...

Si este era ya el panorama de las iglesias a finales del siglo I, podemos


comprender lo lejos que se ha ido la Cristiandad respecto de 'el
principio', respecto del espíritu, la vida y el modelo querido por el
Señor. De hecho, más bien la Escritura profetiza que la cosa irá a peor,
y que antes de que venga el Señor aumentará la apostasía (el abandono

177
de la fe, del cuerpo de verdad revelado) y el poder del Anticristo
(2Tesalonicenses 2:1-12).

Escuchemos ahora las profecías del Señor acerca de las cosas que iban
a suceder (y han sucedido) en esta etapa del Reino de Dios antes que
Cristo regrese. Son tres parábolas seguidas las que hablan de esto:

a) En la parábola del trigo y la cizaña, cuyo significado explicó


Jesús mismo un poco más adelante (Mateo 13:24-30. 36-43), nos
reveló que un hombre (el Hijo del Hombre, Jesús) sembró buena
semilla (los hijos del reino) en un campo (el mundo -el campo no es la
Iglesia-), pero un enemigo (el diablo) sembró de noche cizaña (los
hijos del malo) entre el trigo; ambas semillas y plantas son muy
parecidas, por lo que es peligroso separarlas antes de la cosecha (el fin
de la era). Entonces “enviará el Hijo del Hombre a Sus ángeles, y
recogerán de Su reino todo lo que sirve de tropiezo, y a los que hacen
iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el
crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el
reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga”.

“Entrarán en medio de vosotros lobos rapaces”, decía Pablo al


presbiterio de Éfeso. Los hijos del diablo se infiltrarán en medio de la
Iglesia, y la saquearán.

b) En la parábola del grano de mostaza (Mateo 13:31-32) vemos


que una semilla que produce normalmente un arbusto se convierte en
un árbol, sufre un crecimiento desmesurado, anormal, por lo que en él
vienen a anidar 'las aves del cielo'. Unos versículos antes, en la
parábola del sembrador, vemos que 'las aves del cielo' simbolizan a 'el
malo' (el diablo). Tenemos entonces que los límites de la Iglesia se han
desdibujado, ha crecido de una manera anormal, incluyendo cosas que
no debían ser incluidas, lo que da pie a que el enemigo tome
posiciones en ella.

c) En la parábola de la levadura (Mateo 13:33) tenemos una mujer


que 'esconde' levadura en medio de tres medidas de harina,

178
fermentando así toda la masa. La mujer en la Escritura es una figura
de la Iglesia, tanto cuando es fiel como cuando es infiel (prostituta,
adúltera). Las tres medidas de harina simbolizan a Cristo y su obra
perfecta, el Pan puro; y la levadura simboliza un elemento de
corrupción, como 'la levadura de los fariseos y de los saduceos'
(Mateo 16:6), y también la corrupción del Pecado:

"Vuestra jactancia no es buena. ¿No sabéis que un poco de


levadura leuda toda la masa? Limpiaos de la vieja levadura,
para que seáis una nueva masa, como sois sin levadura; porque
Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido sacrificado. Así que
celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura
de malicia y de maldad, sino con pan sin levadura, de sinceridad
y de verdad" (1Corintios 5:6-8).

Tenemos profetizada aquí la iglesia infiel, mezclando con la Obra


perfecta de Cristo otros elementos 'de malicia y de maldad' que
corrompen todo el conjunto.

Entre medias de estas tres parábolas Jesús dijo: “Todo esto habló
Jesús en parábolas a las multitudes, y sin parábolas no les hablaba
nada; para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta, cuando
dijo: "Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde
la fundación del mundo" (13:34). Son 'cosas escondidas' a los de
fuera, pero están ahí, conocidas por Dios desde antes de la fundación
del mundo, y reveladas por el Señor a sus discípulos: “a vosotros os
ha sido dado conocer los misterios del reino de los cielos; mas a ellos
no les ha sido dado” (Mateo 13:11). “Estas cosas os he dicho para
que no tengáis tropiezo... Pero os he dicho estas cosas para que
cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os había hablado de
ellas... ” (Juan 16:1-4).

Teniendo pues en cuenta todas estas profecías, volvamos a las cartas


que el Señor resucitado envió a las siete iglesias. Sabemos que
Apocalipsis es un libro profético, por eso vemos que esas siete iglesias
tienen varios niveles de significación. Tienen un nivel de significado

179
histórico, eran siete iglesias locales situadas en siete ciudades de Asia
en el s. I (recordemos: 'una ciudad, una iglesia, un candelero'): Éfeso,
Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Entonces
somos informados de su situación y lo que el Señor dijo a esas siete
iglesias locales históricas.

En un segundo nivel, sabemos que el "7" significa en la Biblia


totalidad o compleción, por lo que podemos leer aquí también el
mensaje del Señor a las iglesias locales de todos los tiempos y lugares.
Al final de la carta a cada Iglesia local, dice “El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las Iglesias”. Los principios espirituales que
el Señor puso de manifiesto al hablar a aquellas iglesias tipo,
conciernen a todas las iglesias en cualquier lugar y tiempo.

Por último, nos detendremos en un tercer nivel de significado, el


profético. Hay muchas riquezas escondidas en la Escritura, el Espíritu
Santo ha ido guiando a diversos siervos de Dios a lo largo de la
historia para ir desentrañándolas: “Mas el Consolador, el Espíritu
Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, El os enseñará todas
las cosas, y os recordará todo lo que Yo os he dicho... Pero cuando
venga el Espíritu de realidad, El os guiará a toda la verdad; porque
no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oye, y

180
os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 14:16; 16:13). En
el momento oportuno de madurez histórica, algunos de estos siervos
de Dios han visto que estas siete iglesias anticipan proféticamente las
etapas por las que iba a discurrir la historia de la Iglesia, el lugar del
remanente que Dios se reserva ('los que vencieren...'), y las
indicaciones que da el Espíritu al remanente acerca de la senda de
Dios en tiempos de ruina de la cristiandad.

Ante la interpretación profética que sigue, pues, recomendamos lo que


recomienda la Escritura respecto de toda profecía: “No apaguéis al
Espíritu. No menospreciéis las profecías. Sometedlo todo a prueba;
retened lo bueno” (1Tesalonicenses 5:19-21).

Veamos algunas observaciones previas acerca de esta profecía de


Apocalipsis:

- La situación de cada iglesia representa un período de la historia de la


Iglesia.
- Los nombres que usa tienen contenido profético.
- Cinco iglesias fueron reprendidas por el Señor, una no fue reprendida
pero tampoco recibió elogio del Señor, y sólo una fue elogiada sin
reprensión ninguna, todo lo cual indica lo que agrada al Señor.
- En las cuatro últimas se menciona la venida del Señor, lo que quiere
decir que esos cuatro tipos de iglesia permanecerán hasta la venida del
Señor; cuando regrese, encontrará creyentes en esas cuatro
condiciones o situaciones.
- al interior de todas las iglesias aparece la figura de 'los que
vencieren'. Estos 'vencedores' son el remanente del que venimos
hablando, los cuales no son más que 'cristianos normales' en medio de
la anormalidad o subnormalidad. A ellos dirige el Señor promesas de
recompensa según la situación en que viven.

1ª.- La primera iglesia/período: Éfeso.

Es el primer período, tras la era apostólica. Éfeso significa 'deseable'.

181
El período que siguió a la muerte de los apóstoles seguía siendo
deseable para el Señor, alaba ciertas cosas de esta iglesia: que no
soporta a los malos, que ha probado a los falsos apóstoles (seguía
habiendo apóstoles, genuinos y falsos, la iglesia debía discernir), que
aborrece las obras de los nicolaítas, aquellos trataban de reintroducir
una clase mediadora en la Iglesia, negando el sacerdocio de todos los
creyentes (en esta época todavía fueron resistidos). Pero hubo un
reproche, el Señor advirtió contra el gran peligro que empezaba a
asomar: perder el primer amor y las obras del principio.

2ª.- La segunda iglesia/período: Esmirna.

Significa 'amargura', representa el período de las persecuciones bajo el


imperio romano hasta que el emperador romano Constantino toleró el
cristianismo (año 313). Aunque esta iglesia no recibió ningún elogio,
tampoco ningún reproche, y sí mucho consuelo. Las palabras del
Señor son una fuente de consuelo para los cristianos de todas las
épocas que viven esta situación.

3ª.- La tercera iglesia/período: Pérgamo.

Que significa 'matrimonio', o "muy casado", y representa el período


iniciado a principios del s. IV, cuando el emperador Constantino
acepta el cristianismo ("Edicto de Milán", año 313), y poco después el
emperador Teodosio lo impone como religión imperial (año 391).
Satanás cambió de estrategia, pasó de usar el imperio para perseguir a
la iglesias a usarlo para 'asimilarlas' y corromperlas. La Iglesia perdió
su 'separación' (santidad) respecto del mundo, y su ruina se aceleró.

Pégamo todavía no ha negado la fe única, pero aquí ya empezó a


tolerarse 'la doctrina de los nicolaítas', el liderazgo en las iglesias se
fue redefiniendo de regreso al judaísmo (y al paganismo). También el
Señor reprochó aquí que se toleraba a los que tenían 'la doctrina de
Balaam', que incitó a los israelitas a tomar esposas moabitas

182
(matrimonio), las cuales trajeron consigo sus ídolos, llevando a Israel
a la fornicación, física y espiritual (idolatría). La estrategia de Balaam
es borrar la separación entre la iglesia y el mundo, con lo cual el
camino a la idolatría queda abierto.

Esto está ya tipificado en el Antiguo Testamento. A causa de la


idolatría, el reino de Israel fue dividido en dos: Judá al sur e Israel al
norte. Cuando cayó el reino de Israel bajo el imperio Asirio, trajeron
gentes de Babilonia para repoblar las ciudades de Israel, como
Samaría y otras. Se produjo una mezcla sincrética entre la fe en el
Dios de Israel y las creencias paganas que traían de Babilonia: por un
lado rendían culto a Dios, pero al mismo tiempo continuaban el culto
a sus viejos ídolos:

"Todo esto sigue igual hasta el día de hoy. Ellos continúan con
sus prácticas antiguas en vez de adorar verdaderamente al
SEÑOR y obedecer los decretos, las ordenanzas, las
instrucciones y los mandatos que él les dio a los descendientes
de Jacob, a quien le cambió el nombre por el de Israel" (2Reyes
17:34).

Del mismo modo, los paganos que fueron introducidos en la


Cristiandad por la fuerza (imperial), trajeron consigo sus creencias y
prácticas paganas; cambiaron los nombres de sus viejos ídolos por
nombres cristianos, como las diversas advocaciones de María y los
nombres de los santos, para poder continuar con 'sus prácticas
antiguas'. Y como eso, se introdujeron muchas otras creencias y
prácticas, que luego los teólogos trataron de justificar ('cristianizar')
con argumentos totalmente ajenos a la Palabra de Dios.

Las siguientes cuatro iglesias, aunque representan períodos distintos,


son cuatro tipos de iglesia que permanecerán hasta que el Señor
regrese, pues en todas se menciona su venida:

4ª.- La cuarta es Tiatira.


Para su etimología hay varios significados posibles: 'torre alta',

183
'abundancia de sacrificios continuos', o 'mujer dominante'). Después
de Constantino, la Iglesia no sólo se unió con el mundo, sino que fue
exaltada por él. El cristianismo se convirtió en religión oficial del
imperio, apoyada por el poder político. Este es el período de la Edad
Media, hasta el s. XVI, en que la Iglesia Católica Romana alcanzó
todo su poderío, incluso coronando a los emperadores.

El Señor usa palabras cada vez más severas, se puede advertir el grado
de desolación a que ha llegado la iglesia. “Tengo contra ti que toleras
a esa mujer Jezabel, que dice ser profetisa, y enseña y seduce a Mis
esclavos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos”.
Jezabel, en el Antiguo Testamento, fue mujer pagana gobernando el
Pueblo de Dios, induciendo a la fornicación, la idolatría y los
sacrificios (1Reyes 16-21). La unión de la iglesia con el mundo llega
aquí a su culmen. Ella es la mujer de la parábola de la levadura que
veíamos antes: que mezcla "tradiciones de hombres" (Marcos 7:1-13)
y paganismo (levadura) con la obra perfecta de Cristo (tres medidas de
harina), pervirtiendo todo. Sí, pervive la fe de Cristo, pero mezclada y
en confusión con multitud de elementos extraños, quedando aquella
deformada. Se aceptan muchas prácticas y creencias paganas
revistiéndolas con un ropaje cristiano superficial. Luego, teólogos,
papas y concilios vendrán a elaborar sutiles discursos para legitimar
todos estos cambios. Así el Catolicismo se ha formado a base de
menoscabar la integridad y autoridad de la Palabra de Dios.

Veamos algunos de esos cambios que introdujo en la Cristiandad el


llamado "giro constantiniano"29. Pero no sin antes expresar un clamor
del corazón:

Tristeza por mis amigos católicos

Hago mío algo que dijo el apóstol Pablo hablando de sus hermanos
judíos, pero aplicándolo yo a mis amigos católicos:
Digo la verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia da
29
La pista inicial de este análisis la debo a mi hermano en Cristo Antonio
González.

184
testimonio conmigo en el Espíritu Santo de que tengo una gran
tristeza y continuo dolor en el corazón; porque desearía yo
mismo ser separado de Cristo por el bien de mis hermanos...
(Rom 9:1-3)", los católicos.

Es cierto que muchos son contados como católicos de forma sólo


nominal, sólo por tradición y costumbre social. Pero son millones los
católicos sinceros, con un profundo amor por Cristo, y vidas tan
entregadas, en ocasiones hasta el heroísmo... Pero desgraciadamente la
buena voluntad y la buena intención no es garantía contra el error, y
yerran el blanco por el engaño del sistema religioso que los tiene
cautivos y los desvía de 'el Camino del Señor' (Hechos 18:25).
"Porque yo les doy testimonio de que tienen celo por Dios, pero no de
acuerdo con un conocimiento pleno" (Romanos 10:2). El error se
vence con el conocimiento de la verdad... y con la voluntad
subsiguiente de abandonarlo, cueste lo que cueste.

Es sumamente difícil para un creyente aceptar que su fe, profesada


sinceramente, habitualmente recibida de seres queridos, que ha
moldeado su identidad desde la infancia, ha sido secuestrada por un
sistema religioso que es una falsificación, una elaborada falsificación
del cristianismo. Si además uno vive de ese sistema, la cosa se
complica aún más... Es mi propia experiencia, pues yo fui cura
católico.

Es muy difícil y doloroso, pero es un derecho y un deber que mis


hermanos católicos conozcan la verdad acerca del sistema religioso
católico, conformado lentamente a lo largo de muchos siglos,
mediante un proceso en el que se han ido mezclando sutil y
orgánicamente elementos válidos del cristianismo bíblico y genuino
con elementos extraños a las enseñanzas de Cristo y sus apóstoles.

Es difícil y doloroso, pero las buenas noticias son que no se trata de


perder lo que para uno es tan valioso, no se trata de apostatar de la fe
en Jesucristo y apartarse de Su Iglesia, sino de abandonar el sistema
religioso que retiene cautiva nuestra fe para reencontrar la genuina fe

185
bíblica, el genuino 'Camino del Señor' (Hechos 18:25), tal como lo
enseñó Jesús y sus apóstoles y ha quedado registrado en el Nuevo
Testamento (sobre la base del Antiguo) como norma suprema de la fe
y la vida cristianas.

Hablamos y escribimos estas cosas por amor a nuestros amigos


católicos, porque el sistema religioso católico impide que las personas
profesen y experimenten el cristianismo genuino.

Y estos son algunos de esos cambios que se fueron introduciendo en la


etapa de Tiatira:

■ La unión de la Iglesia con el mundo provocó que la mayoría se


hacían cristianos, pero cambiando los contenidos del cristianismo.
Muchos que no habían nacido de nuevo entraron en la Iglesia por
otros intereses, llegando incluso a puestos de gobierno. Es el
cumplimiento de la parábola del grano de mostaza, que crece de un
modo anormal, cobijando dentro de sí todo tipo de 'pájaros' (véase la
historia del papado).

■ Muy relacionado con esto, el bautismo pasa a ser un rito de


nacimiento, en lugar de ser la confirmación externa de la fe genuina
del corazón con la que se inicia el seguimiento de Cristo y la
pertenencia a la comunidad de los que libremente han aceptado ser sus
discípulos.

■ Cediendo a la tentación del poder (‘tener más poder para para hacer
más y mejor bien’) que ya fue ofrecida a Jesús y que rechazó, se
aceptó una nueva actitud ante la violencia: con la bendición de los
dirigentes eclesiásticos los poderes públicos persiguen las herejías y
las otras religiones; los cristianos pueden ser soldados; los cargos
políticos y el uso de la violencia que comportan (juzgar, multar,
embargar, encarcelar, ejecutar…) ya no son un impedimento para ser
cristianos. Y al igual que Jezabel mataba a los profetas de Dios, la
Iglesia en este período se apoyó en el poder político para empezar a
perseguir y matar no sólo a los herejes, sino a los cristianos que

186
querían vivir la fe auténtica. Pasó de ser perseguida, a ser
perseguidora y asesina, incluso de cristianos genuinos (“Viene la hora
cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios” -
Juan 16:2b).

■ Como la vida normal del Reino (Mateo 5-7) resulta inviable para
personas no regeneradas, comienza a rebajarse el listón hacia una ética
más fácilmente ‘generalizable’ a toda la sociedad, quedando relegada
como ‘consejos evangélicos’ a una clase de cristianos especializados:
los religiosos.

■ En teoría, ahora toda la sociedad es "iglesia", pero en la práctica el


término se comienza a reservar a los clérigos, a los monjes y a los
templos (edificios paganos reconvertidos). Ellos son ahora la iglesia
‘visible’, pues ya no hay iglesias locales visibles. Y reaparece así la
división entre clérigos y laicos: la doctrina nicolaíta quedó
plenamente consagrada en este período: la clase mediadora, la casta
sacerdotal, el sacerdocio del Antiguo Testamento.

Esto, muy de la mano con la progresiva formación del sistema


sacramental católico, oscurece la naturaleza de la salvación en Cristo
y la forma de acceder a ella y disfrutarla, interponiendo un sistema
ritual de carácter mágico que crea dependencia de esa clase
intermediaria (el clero).

■ Se adopta la forma administrativa y territorial del imperio (curia,


nuncios, diócesis...), perdiéndose el concepto bíblico de la iglesia
local. Ahora la Iglesia es una pirámide jerárquica, a imagen del
imperio, y aparece el 'episcopado monárquico', un obispo de la
localidad se encumbra sobre los demás. Roma encumbra a un único
obispo, que además, por la capitalidad imperial, extiende su
jurisdicción sobre todos los cristianos del mundo, comenzando a
formarse así "el papado".

El 'papa' romano además se empieza a atribuir títulos que


corresponden a las Personas Divinas: con el título de 'Sumo Pontífice'

187
(= máximo Puente, máximo intermediario entre Dios y los hombres)
usurpa algo que pertenece sólo a Cristo, el único Sumo Sacerdote; le
usurpa al Padre el título de 'Santo Padre'; le usurpa al Espíritu Santo el
título de 'Vicario de Cristo en la tierra', 'vicario' es el que está puesto
en representación de otro, y la Palabra de Dios sólo permite aplicar
esto al Espíritu Santo y al Cuerpo de Cristo (la Iglesia en su conjunto),
nunca a un cargo eclesiástico.

■ Los templos paganos pasaron a ser templos cristianos. En el Nuevo


Testamento el Templo de Dios es la Iglesia, la asamblea de los
creyentes, ahora se llama 'iglesia' a los edificios, como en el
paganismo.

■ Se introduce en Iglesia la adoración de la diosa, como en todas las


religiones paganas. La adoración a la Madre y al Hijo tiene su origen
en la religión de Babilonia (luego hablaremos del 'misterio de
Babilonia' en Apocalipsis). Esta religión se esparció de Babilonia a
todas las naciones, cuando el hombre fue dispersado sobre la faz de la
tierra por causa de la construcción de la torre de Babel - de la religión
babilónica proceden todas las religiones de la tierra-, por eso también
Egipto tenía una diosa, Grecia tenía una diosa, Roma tenía una diosa...

Como en el cristianismo no había diosa, el nombre de María, la madre


de Jesús, empezó a ser encumbrada de hecho (nunca oficialmente)
como una diosa, por más que no se quiera reconocer. Se la empezó a
rendir culto y a otorgar títulos que no tienen base bíblica ninguna, que
menoscaban o usurpan la unicidad, centralidad y exclusividad del
papel salvador y mediador de Cristo: "mediadora de todas las gracias",
"co-redentora"... Algunos de esos títulos revelan las influencias
paganas, como 'Reina del cielo' (era el título de la diosa pagana cuyo
culto está condenado en la Biblia - Jeremías 7:17-17; 44:16-29 -).

Un título tan familiar y querido a los católicos como 'Teotokos'


(Madre de Dios), que puede ser aceptable en un sentido, terminó por
favorecer esa exaltación-endiosamiento de María. La Palabra de Dios
habla siempre de María como 'la madre de Jesús', pero jamás da pie a

188
llamarla 'madre de Dios' ni a dirigirse a ella en oración. No debemos
fiarnos de nuestros razonamientos y 'deducciones' humanas, “para
que en nosotros (decía el apóstol Pablo) aprendáis a no ir más allá de
lo que está escrito” (1Corintios 4:6): María es madre de Jesús, el cual
es hombre y Dios simultáneamente, por lo cual María es la madre del
Hijo de Dios, ciertamente, pero 'en cuanto a su humanidad', no en
cuanto a su divinidad; el Hijo de Dios es preexistente a María, todo
fue creado por Él y para Él, también María. ¿Acaso Dios puede tener
madre? ¿no nos recuerda esto demasiado al culto babilonio de 'la diosa
madre y el hijo'? Los apóstoles confesaban plenamente la divinidad de
Jesús, ¿por qué entonces jamás se llama a María 'madre de Dios' en el
Nuevo Testamento? ¿por qué jamás se dirige nadie a ella en oración?
De hecho, a partir del día de Pentecostés, María desaparece de las
Escrituras. De seguir la lógica católica, deberíamos rendir culto
también a los padres de María como 'los abuelos de Dios", o a Juan el
bautista como "el pariente de Dios"...

María tiene el altísimo privilegio de haber sido escogida para dar al


Hijo de Dios una naturaleza humana; ella le concibió virginalmente,
por obra del Espíritu Santo, ella "concibió del Espíritu Santo". Esto sí
está atestiguado por la Escritura (Mateo 1:18-23; Lucas 1:26-38). Pero
aún aquí el catolicismo va de nuevo 'más allá de lo que está escrito' al
afirmar la 'virginidad perpetua' de María; en esto no sólo va más allá
de lo escrito, sino en contra de lo escrito. Cuando Dios explica a José
lo que ha ocurrido en María y le ordena que la reciba como esposa,
este obedeció, la recibió por esposa, y continúa diciendo: “Y no la
conoció hasta que dio a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús”
(Mateo 1:25). Lo que está escrito es que José no la 'conoció'
(expresión semítica para referirse al acto marital) "hasta que" dio a luz
a Jesús; que a partir de entonces José y María engendraron otros hijos
'de manera natural' está también confirmado por la Escritura. De Jesús
decían sus paisanos de Nazaret “¿No es éste el hijo del carpintero?
¿No se llama Su madre María, y Sus hermanos, Jacobo, José, Simón y
Judas? Y Sus hermanas, ¿no están todas con nosotros? ¿De dónde,
pues, tiene éste todas estas cosas?” (Mateo 13:55-56). En
Pentecostés, junto con los apóstoles y discípulos, “todos éstos

189
perseveraban unánimes en oración, con las mujeres, y con María la
madre de Jesús, y con Sus hermanos” (Hechos 1:14). Aquel 'Jacobo'
(Santiago), el primer hermano carnal de Jesús, llegó a ser un anciano
notable en la Iglesia de Jerusalén, participante protagonista en el
primer concilio de la Iglesia (Hechos 15:13-21), 'Jacobo, el hermano
del Señor' (Gálatas 1:19). Jacobo el apóstol, el hermano de Juan, ya
había sido decapitado por Herodes (Hechos 12:1-2).

■ La idolatría se infiltró camuflada en la Iglesia con el culto a María y


los santos, y la fabricación y veneración de imágenes. Se hicieron
imágenes de Jesús, de María, de los santos... Como en Grecia y en
Roma había un panteón de dioses, cada uno para una necesidad, María
en sus distintas 'advocaciones' y los santos son usados para disfrazar
es práctica pagana: ahora se reza a Santa Bárbara cuando truena, a San
Pancracio para tener trabajo, a San Antonio para encontrar novio...
Son dioses paganos con nombres cristianos. Jamás se menciona en la
Escritura que podamos orar o pedir a nadie más que al Padre, a Jesús o
al Espíritu Santo. Jamás. Se empezó a adorar incluso el símbolo de la
cruz, convirtiéndolo en un ídolo... En la enseñanza catecumenal de los
diez mandamientos desaparecieron el primero y el segundo:

“Y habló Dios todas estas palabras, diciendo:


Yo soy el SEÑOR tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto,
de la casa de servidumbre.
(1º) No tendrás otros dioses delante de mí.
(2º) No te harás imagen, ni semejanza alguna de lo que está
arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de
la tierra.
No te inclinarás a ellas ni las honrarás; porque yo, el SEÑOR tu
Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres
sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que
me aborrecen, y muestro misericordia a millares, a los que me
aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:1-6).

Los mandamientos de Dios nunca son arbitrarios o sin sentido. Hay un


peligro para la fe en las imágenes, pues nos coloca muy cerca del gran

190
pecado de la idolatría: adorar o venerar como Dios lo que no es Dios,
con la subsiguiente exposición de los creyentes a la influencia
demoníaca, pues tras los ídolos (que no son nada en sí), actúan los
demonios, como enseña la Palabra de Dios (1Corintios 10:20-21).

Dios es Espíritu, el Altísimo y Trascendente a todo, lo cual obliga al


ser humano a una relación 'espiritual', en espíritu. Él nos creó para ello
'a su imagen', con un espíritu de naturaleza semejante a la Suya. Es 'en
el espíritu' que hemos de aprender a vivir y a relacionarnos con Dios

"Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos


adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque
también el Padre busca a tales que le adoren. Dios es espíritu; y
es necesario que los que le adoran, le adoren en espíritu y en
verdad" (Juan 4:23-24).

***

Necesitamos aquí, en el período de Tiatira, detenernos a considerar


brevemente uno de los misterios de la Escritura: EL MISTERIO DE
BABILONIA. La Biblia está atravesada por el conflicto entre dos
ciudades: Jerusalén y Babilonia. Estas dos ciudades son también dos
mujeres, la Novia/Esposa de Cristo y la Gran Ramera; son dos
principios, dos orígenes y dos desenlaces distintos en la consumación
de los siglos. La primera es la manifestación y el cumplimiento cabal
del eterno misterio de Dios en Cristo. La última es la máxima
expresión histórica del llamado “misterio de la iniquidad”, es decir, de
la rebelión satánica, secundada por el hombre, contra Dios y su
Voluntad.

Babilonia viene de 'Babel', del intento humano, a imagen de Satanás,


de 'asaltar los cielos' por sus propios medios (Génesis 11:4). Fundada
por Nimrod, el primer poderoso en la tierra (Génesis 10:8-11). Un
hombre violento y ambicioso, que prefigura al Anticristo. Un hombre
con voluntad de poder y dominio universales.

191
En la visión de Daniel, las grandes civilizaciones e imperios
mundiales aparecen representados por una gran estatua cuya cabeza de
oro es Babilonia y su rey (Daniel 2). Babilonia representa la suma
total de la civilización humana edificada al margen de Dios, con
todo el atractivo y la seducción que operan sobre el alma humana.
Y su ambición es convertirse en un poder universal de alcance
global. Pues ella es "la gran ciudad que reina sobre los reyes de la
tierra". Babilonia es un símbolo más general del sistema mundano
construido por el hombre a lo largo de los siglos, bajo cautividad
satánica, con el fin de someter todas las cosas a los deseos impíos de
su corazón.

Ahora bien, Babel es madre de muchas ciudades que con el paso del
tiempo se convirtieron en los mayores enemigos del Pueblo de Dios:
Nínive, la capital de los crueles y sanguinarios asirios; Babilonia, la
antigua Babel renovada bajo el dominio del soberbio rey caldeo
Nabucodonosor; Roma, cuyos emperadores persiguieron, echaron a
los leones y asesinaron a los cristianos durante los tres primeros siglos
(el período de Esmirna):

“y en su frente un nombre escrito: MISTERIO, BABILONIA LA


GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS
ABOMINACIONES DE LA TIERRA. Vi a la mujer ebria de la
sangre de los santos, y de la sangre de los testigos de Jesús; y
cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro” (Apocalipsis
17:5-6).

En el período de Tiatira, la Cristiandad proto-católica fue asimilada y


contaminada por 'Babilonia' (en su versión 'imperio romano'). La
Iglesia de Roma vino a convertirse en otra 'hija de Babilonia', un
sistema político-religioso salido de ella, el cristianismo mezclado,
deformado e infiltrado por el mundo, sus valores, y su religión. Los
que conocen la historia de la Iglesia en este período saben que esto es
así. El cautiverio de Israel en Babilonia es un tipo o figura de Tiatira:
el pueblo de Dios cautivo por el sistema religioso idólatra. De
Babilonia llamó Dios a unos cuantos a salir y regresar a Jerusalén para

192
reconstruir el Templo arruinado (ver Esdras 1), figura de la
restauración de la Iglesia neotestamentaria.

No obstante, parte del pueblo del Señor está en Babilonia; el Señor


reconoce parte de su pueblo en el sistema babilónico; por eso dice:
"Pueblo mío, salid de ella, para que no seáis partícipes de sus
pecados, ni recibáis parte de sus plagas" (Apocalipsis 18:4). En el
sistema religioso falso hay hijos legítimos de Dios que están
engañados y mezclados allí, y el Señor los llama a salir de ese sistema,
de Babilonia, “he aquí, Yo (Cristo) la arrojo en cama (a Jezabel, la
mujer pagana que prostituye al Pueblo de Dios), y en gran tribulación
a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella.
Y a los hijos de ella heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que
Yo soy el que escudriña las entrañas y los corazones; y os daré a cada
uno según vuestras obras” (Apocalipsis 2:22-23).

Para que no participéis de sus blasfemias, de su idolatría, de su


connivencia con dictaduras sangrientas, de su oscura especulación
financiera, de su encubrimiento de la pederastia... ¡Salid de ella,
pueblo mío!, ¡Salid de ella, pueblo mío!, ¡Salid de ella, pueblo
mío!!.

¡La ira final de Dios será contra este sistema religioso perverso que le
ha robado a su Pueblo!! (Apocalipsis 18).

Este sistema religioso mundial ha venido así a ser una potente


herramienta de control de las personas, muy codiciada por gente
poderosa y perversa que siempre ha anhelado dominar el mundo, y
que se han ido infiltrando en las altas jerarquías de este poderoso
sistema religioso para ponerlo al servicio de sus intereses. Lo terrible
es que el último imperio de esta era, el imperio del Anticristo, del que
habla la profecía bíblica, está YA haciendo eso...

"Y vi una mujer sentada sobre una bestia escarlata... vestida de


púrpura y escarlata... Yo te explicaré el misterio de la mujer y de
la bestia que la lleva..." (Apocalipsis 17:3.7).

193
"El que tenga oídos para oír, que oiga"...

De todos modos, no parece que todos los hijos de Dios que están en
Babilonia vayan a salir de ella:

“Pero a vosotros, a los demás de Tiatira, a cuantos no tenéis esa


enseñanza, y no habéis conocido lo que ellos llaman las
profundidades de Satanás, Yo os digo: No os impondré otra
carga; pero lo que tenéis, retenedlo hasta que Yo venga”
(Apocalipsis 2:24-25).

Este es el remanente en Tiatira. Cuando el Señor regrese para separar


el trigo y la cizaña, recogerá trigo de entre Babilonia, antes de que
caiga sobre ella el juicio de Dios. Algunos nombres prominentes del
remanente en Tiatira son Francisco de Asís y sus compañeros;
místicos como Taulero, Madame Guyon, el hermano Lorenzo,
Fenelón...

Amplío lo referente al Catolicismo en el apéndice I.

5ª.- La quinta iglesia/período es Sardis.

Significa 'escapados', Sardis 'escapa' de Tiatira, es el período iniciado


en el s. XVI con la Reforma protestante. Sardis es la reacción de Dios
a Tiatira, un avivamiento para despertar respecto a la condición de
Tiatira y emprender el camino de regreso a la Iglesia del Nuevo
Testamento. Este fue un momento clave en este mover del Señor para
recuperar lo perdido. Algunas cosas notables que se recobraron son:

a.- La salvación o justificación por la fe: en una época en la que el


perdón y el cielo se vendían por dinero, por medio de "indulgencias"
para recaudar dinero para la construcción de la basílica de san Pedro
en Roma, redescubrieron que lo que nos salva y nos hace justos
delante de Dios no son nuestros méritos ni nuestras obras (menos si

194
son rituales), sino la fe en Jesucristo y su preciosa sangre, que borra
todos nuestros pecados y nos da el poder de llegar a ser hijos de Dios.
La salvación es un don que Dios nos regala gratuitamente, por fe, en
su Hijo Jesús (Romanos 3:21-25; Efesios 2:5-9). Las obras también
tienen su lugar, pero no para alcanzar la salvación, sino como su fruto
natural, como ya vimos.

b.- La autoridad suprema de la Palabra de Dios. Como


excelentemente expresó un apreciado siervo de Dios, "la Iglesia no
tiene autoridad sobre las Escrituras para cambiarlas, añadir algo,
omitir alguna de sus partes, o hacerlas decir algo diferente de lo que
por sí mismas dicen; es el Espíritu Santo el que tiene Autoridad sobre
la Iglesia y le impone las Sagradas Escrituras, enseñándole con ellas,
para que ella testifique al mundo. Y cuando la Iglesia obedece al
Espíritu de Cristo que enseña con la Escritura, es guiada a toda
verdad. La autoridad de la Iglesia descansa, pues, en la medida en
que ella esté bajo la autoridad del Espíritu que le enseña con las
Escrituras y las establece; asimismo, la autoridad de la 'tradición'
(eclesiástica y teológica) es válida en la medida en que tal tradición
sea fiel al Espíritu que enseña con las Escrituras y las establece. La
Iglesia no tiene ninguna autoridad inherente en sí misma que sea
independiente del Espíritu y de las Escrituras":

"Le preguntaron los fariseos y los escribas: —¿Por qué no andan


tus discípulos de acuerdo con la tradición de los ancianos, sino
que comen pan con las manos impuras? Y les respondió diciendo:
—Bien profetizó Isaías acerca de vosotros, hipócritas, como está
escrito: Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está
lejos de mí. Y en vano me rinden culto, enseñando como
doctrina los mandamientos de hombres. Porque dejando los
mandamientos de Dios, os aferráis a la tradición de los
hombres. Les decía también: —¡Bien desecháis el mandamiento
de Dios para establecer vuestra tradición! Porque Moisés dijo:
Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldice a su padre o a
su madre muera irremisiblemente. Pero vosotros decís que si
alguien dice a su padre o madre: "Aquello con que hubieras sido

195
beneficiado de parte mía es Corbán" -es decir, una ofrenda a
Dios-, ya no le permitís hacer nada por su padre o su madre. Así
invalidáis la palabra de Dios mediante vuestra tradición que
habéis trasmitido, y hacéis muchas cosas semejantes a éstas"
(Marcos 7:5-13).

c.- El sacerdocio universal de todos los creyentes. Como explica el


Espíritu Santo en la carta a los Hebreos, el antiguo sacerdocio del
Antiguo Testamento fue abolido por el sacrificio de Cristo en la cruz;
ya no hay más división en el Pueblo de Dios entre 'clero' y 'laicos'.
Ahora todo cristiano por el bautismo es sacerdote, es decir, tiene
acceso directo a Dios, sin intermediarios, para ofrecer sacrificios
espirituales agradables a Dios. ¡Sacrificios 'espirituales', no rituales!:
no hablamos de la religión ritual; es la vida entera del cristiano, vivida
conforme al Espíritu de Cristo, el sacrificio vivo que Dios espera
(Romanos 12:1). Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote, nuestro 'Sumo
Pontífice', es decir, el Puente que nos da a todos acceso a Dios. No hay
otros 'pontífices' ni mediadores ni intermediarios. ¡Todos los demás
somos hermanos!

Pero también Sardis tiene una grave reprensión del Señor:

“Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás
muerto. Sé vigilante, y afirma las cosas que quedan, las que
están a punto de morir; porque no he hallado que tus obras
hayan sido acabadas delante de Mi Dios. Acuérdate, pues, de
cómo las has recibido y oído; y guárdalas, y arrepiéntete. Pues si
no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré
sobre ti” (Apocalipsis 3,1-3).

Con Sardis se empezó algo de Dios, pero se quedó a medias, "no he


hallado que tus obras hayan sido acabadas". La forma de la Iglesia
siguió siendo la de Tiatira: la división clero/laicos permaneció en la
práctica, cambiando el nombre; ahora en lugar de la iglesia imperial
católica aparecieron las iglesias 'nacionales o estatales' protestantes,
pero permanecía la unión de la iglesia con el mundo, con los poderes

196
políticos de cada nación (por esto estas iglesias también tienen las
manos manchadas con la sangre de otros hermanos cristianos).

Luego surgieron varios grupos cristinos 'disidentes', que ya no basaban


sus límites en la nación, sino en ciertas doctrinas que enfatizaban.
Surgieron así las 'iglesias independientes', y luego fueron apareciendo
poco a poco más y más 'denominaciones' dentro del mundo
protestante. Aunque todavía no se recuperó la iglesia local, el terreno
y los límites bíblicos para congregarse, todo esto fue providencia de
Dios para salir de la 'iglesia mundial' e ir regresando progresivamente
al Nuevo Testamento.

'Sé vigilante, y afirma las cosas que quedan, las que están a punto de
morir'. La llama se apaga con el tiempo, y hay que avivarla: la historia
del protestantismo es una historia de avivamientos. Como dijo
alguien: 'la primera generación recibe la bendición, la segunda trae la
organización, y la tercera la degradación'. Este ciclo se ha repetido una
y otra vez, cada 'denominación' recibió una gracia en sus inicios, algo
se recobró de la iglesia neotestamentaria, luego se quiso conservar por
medio de 'organización', y finalmente la llama se fue apagando... Y
aparece otra denominación con otra bendición... 'tienes nombre de
que vives, y estás muerto'. Hay muchos 'nombres' en el mundo
evangélico/protestante, pero 'los odres viejos' no pueden contener
adecuadamente 'el Vino nuevo', y la vida se desvanece pronto, dejando
por doquier cascarones y pieles secas, como la serpiente cuando muda
su piel.

"Pero tienes unos pocos en Sardis que no han manchado sus


vestiduras, y andarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos'.
Este es el remanente en Sardis. También este 'trigo' encontrará el
Señor cuando vuelva, entre los que destacan (con sus limitaciones y
serios errores de algunos) los grandes reformadores del s. XVI como
Lutero, Calvino, Zwinglio, Melanchton; o la reforma más radical de
los anabaptistas; o nombres como John Knox, John Wesley, Jorge Fox
(los cuáqueros), D.L. Moody, C.H. Spurgeon, C. Finney, G.
Whitefield, William Booth...

197
6ª.- La sexta Iglesia/período es Filadelfia.

Significa 'amor fraternal'. Así como Sardis sale de Tiatira, Filadelfia


sale de Sardis. Este nuevo mover del Espíritu tuvo su momento clave
durante el s. XIX, aunque el Espíritu lo estuvo preparando desde
mucho antes; y tampoco surgió acabada de una vez, ¡todavía está
madurando! Filadelfia es la Iglesia que retorna a la enseñanza, la vida
y el espíritu de los apóstoles, es la restauración de la iglesia
neotestamentaria, por eso sólo recibe elogios del Señor a pesar de su
pequeñez: “... pues (aunque eres) pequeño, están teniendo poder y has
guardado Mi palabra, y no has negado Mi Nombre” (literal del
griego).

"Has guardado mi palabra". La Palabra de Dios es restaurada en su


autoridad por encima de credos, doctrinas particulares y tradiciones.
La Palabra de Dios integral, con toda su riqueza, su amplitud y sus
límites.

"No has negado mi Nombre". Cesan la multitud de nombres, que


dividen a los hijos de Dios. Sólo hay un Nombre, en torno al cual
deben encontrarse en comunión todos los creyentes. El Nombre de
Jesucristo es suficiente para identificarse y distinguirse del mundo.
Todos los creyentes son 'los hermanos', 'los santos', así los denomina
la Escritura. 'Cristianos', a secas.

Y el acento principal vemos que está en el amor mutuo (Filadelfia)


recobrado, sin clases mediadoras, sin estructuras piramidales
imperiales, “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a
otros; como Yo os he amado, que también os améis unos a otros. En
esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si tenéis amor los unos
con los otros” (Juan 13:35). Por fin, saliendo de la 'iglesia mundial',
de las 'iglesias nacionales', de las 'iglesias independientes o
denominacionales', se empezaba a regresar poco a poco al terreno del
Cuerpo, y a la iglesia local.

En el primer tercio del s. XIX, en Irlanda, el Espíritu movió a un

198
grupo de creyentes a amar a todos los hijos de Dios,
independientemente de la denominación a la que pertenecieran. De la
mano de la Escritura comenzaron a 'ver el Cuerpo', el único Cuerpo de
Cristo, más allá de las divisiones creadas por los hombres. Vieron que
el sistema 'monopastoral' en el que uno monopoliza la administración
y predicación en la Iglesia no era bíblico. Empezaron, pues, a reunirse
sobre la base del Cuerpo de Cristo, y la adoración sencilla, libre y
espiritual, conforme a la Escritura. Declararon su intención de no
establecer otra denominación, se llamaban entre sí sencillamente
'hermanos' (así han sido conocidos como 'el movimiento de los
Hermanos'), recibiendo a todos los que el Señor había recibido.

Por ese tiempo, este mover de Dios se produjo simultáneamente en la


Guayana británica, en Italia, Arabia, Londres, Plymouth, Bristol, y
poco a poco casi en el mundo entero.

El regreso a la Iglesia neotestamentario fue mucho más completo que


en la Reforma protestante. Las riquezas bíblicas que rescataron son
incontables. Nombres como J.N. Darby, J.G. Bellet, George Müller,
C.H. Mackintosh, George Cutting, F.W. Grant, y otros muchos, fueron
muy usados por el Señor como dones para Su Iglesia. Aunque todavía
no vieron con claridad el terreno 'local' de la iglesia neotestamentaria,
y cayeron derrotados dividiéndose entre ellos (falló el amor fraternal)
y resbalando todavía al terreno 'denominacional'.

“Yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu
corona” (3:11). En las otras iglesias la corona es una promesa a los
vencedores, aquí es una posesión. Pero una posesión que hay que
guardar y defender, porque existe el peligro de perderla. El reto de
Filadelfia es retener su posición contra los grandes peligros que la
amenazan: regresar a Sardis, perder el amor fraternal, deslizarse a
Laodicea (como veremos después)...

Pero antes de pasar a Laodicea es conveniente detenernos en otros


hitos importantes en la aparición de Filadelfia: algunos precedentes y
algunos desarrollos recientes, muy sobresalientes. Entre los

199
precedentes que fueron preparando la aparición de Filadelfia, son
dignos de mención:

- el movimiento de retorno a la sencillez evangélica de Francisco de


Asís (s. XIII), en pleno apogeo de la pompa y el poder del papado, y
con un acento marcado en 'el amor fraternal';

- el movimiento de Pedro Valdo (los pobres de Lyón), coetáneos y en


la misma línea que Francisco de Asís, pero siendo forzados
(excomulgados) a dar el paso de 'salir de Babilonia'.

- Pedro Chelcicky y los Hermanos Checos s. XV, enfatizando la


separación entre la Iglesia y el mundo con las consecuencias que
implica de renuncia al poder, la injusticia social y la violencia.

- El conde Zizendorf, un conde que en su feudo comenzó a reunir a los


cristianos que eran perseguidos aun por los de la Reforma 'oficial'; y
comenzaron a tener una vida de iglesia más parecida a la primitiva; los
llamaron los Hermanos Moravos, porque vivían en Moravia.

- Los reformadores radicales del s. XVI. Surgieron simultáneamente a


la Reforma 'oficial', perseguidos tanto por ellos como por Roma, y ya
vieron las limitaciones de la Reforma 'oficial' respecto a la vida y la
forma de la Iglesia, por eso avanzaron más allá hacia la iglesia
neotestamentaria recuperando elementos muy valiosos, como 'el
bautismo de creyentes'. Vieron que el mandato de bautizarse en el
Nuevo Testamento es 'para los que han creído en el Señor Jesucristo',
por tanto capaces de tal decisión y de ser conscientes de su
significado. Por eso sus enemigos les llamaron 'anabaptistas'
(rebautizadores). Vieron que la fe no se hereda; aunque haya que dar
testimonio de ella a los hijos, debe ser un acto personal, libre y
consciente. La fe como herencia cultural, no elegida personalmente,
más aún si es impuesta, es uno de los factores que impide la
separación entre la Iglesia y el mundo.

También vivieron la importancia del seguimiento Jesús como se

200
describe básicamente en el 'Sermón del Monte' (Mateo 5-7); la
separación del mundo, que incluye la separación de la Iglesia y el
Estado; la vivencia de la 'koinonía'' (comunión de bienes) cristiana...
Entre ellos destacan nombres como Conrad Grebel, Félix Manz,
Michael Sattler, Hans Denk, Hubmair, Juan Hut (de donde surgieron
luego los hutteritas), Menno Simons (los menonitas)... todavía no
vieron la iglesia local, y derivaron en nuevas 'denominaciones'.

En cuanto a lo más reciente, hemos de citar los nombres de hermanos


y siervos de Dios que han sido en el s. XX muy usados por el Señor
para alcanzar cotas muy altas en la manifestación de Filadelfia, en el
regreso a la Iglesia neotestamentaria: T. Austin Sparks en Inglaterra,
Bakth Singh en la India, Prem Pradham en Nepal y Nee To Seng
(Watchman Nee) en China. Watchman Nee fue dotado por el Señor
para hacer confluir lo mejor de todas las líneas de restauración y
renovación del Espíritu, incluida la línea de la vida interior que
arranca con los místicos católicos: Juan Tauler (Alemania s. XVI),
Miguel de Molinos (España s. XVII), Madame Guyon (Francia s.
XVII), Fenelón, el hermano Lorenzo (Francia s. XVII), y sigue con
otros del ámbito evangélico (William Law, Andrew Murray, Evan
Roberts, Jessie Penn-Lewis...), llevándolas a un desarrollo teórico y
práctico sobresalientes. El espíritu, la vida y la forma de la iglesia
neotestamentaria alcanzaron aquí un alto grado de recuperación,
incluido el terreno de la iglesia local y el liderazgo del Nuevo
Testamento. Obras del hermano Nee como 'El Hombre espiritual', 'La
liberación del espíritu' o 'La vida normal de la Iglesia', son de gran
ayuda para quienes quieren descubrir Filadelfia.

Como mencioné al principio, es sobre los hombros de todos estos


creyentes y siervos de Dios que escribo este libro.

Descubrimos con gozo que existen herederos actuales de esta


corriente en Chile, Colombia, Brasil, Argentina, EE.UU., Europa,
China y muchos otros lugares.

La senda de Filadelfia ha quedado establecida. Como decíamos, el

201
reto de Filadelfia está en retener lo que tiene: la centralidad de
Jesucristo como Primer Amor de la Iglesia; el amor fraternal del
principio; la integridad de la enseñanza y la práctica de los Apóstoles
y la Iglesia neotestamentaria; sin jactancia ni arrogancia, sabiendo que
también en Tiatira y en Sardis (y en Laodicea) hay personas salvas,
hijos de Dios, recibiendo a todos los que Cristo recibe y amándoles
aunque ellos no correspondan, evitando resbalar hacia su principal
peligro: Laodicea.

7ª.- La séptima y última iglesia/período es Laodicea.

Laodicea puede representar Filadelfia cuando fracasa, cree ser algo en


sí misma y cae en el orgullo espiritual. La fraternidad de discípulos
bajo el gobierno espiritual de Cristo deriva en 'el derecho del pueblo'
(eso significa Laodicea), el derecho y la opinión de cada uno en el
pueblo:

“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses
frío o caliente! Así que, por cuanto eres tibio, y no caliente ni
frío, estoy por vomitarte de Mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico,
y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no
sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y
desnudo” (Apocalipsis 3:15-17).

Esto recuerda a lo de 'perder el amor primero', el amor se empieza a


perder, ni frío ni caliente, 'ni chicha ni limoná'. Creen que lo tienen
todo, pero al perder lo esencial (el amor fraternal, el Señor como
Primer Amor), no tienen ya nada. Sólo hay orgullo y manifestación
externa. El Señor dice: ¡repugnante, no lo trago!

Pero Laodicea representa el último período de la Iglesia en el tiempo


del fin, antes del regreso del Señor, tiempo de apostasía y frialdad
espiritual.

La situación de Laodicea es tan grave ¡que el Señor ha tenido que

202
salirse fuera de la Iglesia!, y desde fuera toca a la puerta llamando a
arrepentimiento, a ver si recupera al menos algunos 'vencedores': “He
aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la
puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (v.20).

******

Después de este recorrido histórico-profético (2) podemos comprender


un asunto importante: de estos cuatro tipos de 'iglesias' que encontrará
el Señor a su vuelta, ha dejado muy claro cuál es la voluntad del Señor
para Su Iglesia: Filadelfia. ¿Qué haremos ahora, querido/a lector/a?

Muy seguramente, en la localidad donde tú y yo vivimos, la iglesia


local está dividida y en ruinas. Lo más probable es que haya distintos
grupos cristianos divididos, pertenecientes a Tiatira, Sardis y
Laodicea. Pero independientemente de la situación en que se
encuentren los cristianos de la localidad, el Señor nos ha revelado su
voluntad, y nos llama a ser 'vencedores', a seguir la senda de Filadelfia
con la ayuda de Su gracia, a salir de donde haya que salir y a
establecernos sobre la base bíblica de la unidad: el Cuerpo de Cristo
en la localidad, y ser una expresión bíblica de la Iglesia local
conforme a su Propósito.

En la primera carta de Pablo a Timoteo, la Iglesia todavía era 'La Casa


de Dios, que es la Iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la
verdad” (3:15). En la segunda que le escribe, al final de su vida, Pablo
habla ya de una 'Casa grande' en la que se mezcla lo honroso con lo
vil, y da esta recomendación acerca del camino de los 'vencedores' en
medio de la iglesia en ruinas:

"A pesar de todo, el sólido fundamento de Dios queda firme,


teniendo este sello: 'Conoce el Señor a los que son suyos' y
'Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del
Señor'. (Nota: 'iniquidad' es todo aquello que no es conforme a la
norma de Dios). Pero en una casa grande, no solamente hay
vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro.

203
Además, hay unos para uso honroso y otros para uso común. Así
que, si alguno se limpia de estas cosas, será un vaso para honra,
consagrado y útil para el Señor, preparado para toda buena
obra. Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la
fe, el amor y la paz con los que de corazón puro invocan al
Señor" (2Timoteo 19:22).

Quienes siguen la senda de Filadelfia tienen paz, porque a pesar de la


confusión y de la cizaña en medio del trigo, el Señor conoce a los
suyos. Se apartan de todo aquello que no agrada al Señor, pero se
juntan con todos aquellos que de corazón puro invocan al Señor. Y
mientras claman al Señor para que restaure Su testimonio en su
localidad y levante en ella a Filadelfia, viven ya en la medida de lo
posible conforme al patrón de Filadelfia.

"Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos:
Santificado sea tu nombre, venga tu reino, sea hecha tu voluntad,
como en el cielo así también en la tierra" (Mateo 6:9-10).

El Nombre de Dios deber ser santificado para que venga su Reino,


entonces se hará su Voluntad en la Tierra igual que se hace en el cielo.
Por tanto, la clave está en la santificación del Nombre de Dios. En el
capítulo 36 del libro del profeta Ezequiel aprendemos lo que eso
significa. Lo que viene a decir, parafraseando, es lo siguiente:

"Habíamos sido infieles a la alianza con Yahvéh. Habíamos


derramado sangre y adorado ídolos. Dejamos de ser un pueblo
según su corazón. Y fuimos vencidos, desterrados y dispersados
por todas las naciones. Los demás pueblos decían por doquier:
¡Ese es el pueblo de Yahvéh! ¡Este Yahvéh debe ser un pobre
Dios, puesto que ha sido incapaz de impedir que su pueblo fuera
desposeído de su tierra! Entonces habló Dios: 'No hago esto por
consideración a vosotros, casa de Israel, sino por mi santo
nombre, que vosotros habéis profanado entre las naciones donde
fuisteis. Yo santificaré mi gran Nombre… y las naciones
sabrán que yo soy Yahvéh, cuando yo, por medio de vosotros,

204
manifieste mi santidad a la vista de ellos.

 ¿Y cómo, entonces, manifestarás la santidad de tu Nombre?


Dice Yahvéh: Os recogeré por las naciones, os reuniré de todos
los países y os llevaré a vuestra tierra... De todas vuestras
miserias e idolatrías os he de purificar. Os daré un corazón
nuevo y os infundiré una mentalidad nueva; arrancaré de
vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi Espíritu y haré que caminéis según mi
voluntad…Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios".

Apliquemos esto a nuestros días: Dios ha comprometido su Nombre


con la Iglesia, y la Iglesia está en ruinas; cuando el mundo mira a la
Iglesia no hablan bien de Dios: el Nombre de Dios es blasfemado en
medio de las naciones a causa de la deplorable condición de la Iglesia.
Pero Dios va a santificar su Nombre: va a reunir a su Iglesia dividida y
dispersa, la va a lavar de todas sus basuras, les va a dar un corazón
nuevo que le obedezca, va a derramar su Espíritu en ellos para
convertirlos realmente en un Pueblo conforme a su Voluntad:

SANTIFICA TU NOMBRE, es decir,


¡REÚNE Y RENUEVA A TU PUEBLO!
¡RESTÁURALO CONFORME A TU PLENO PROPÓSITO!
¡Que tu pueblo renovado prepare así los caminos para
QUE VENGA TU REINO!

Este es el corazón de lo que Jesús enseñó a sus discípulos acerca del


contenido de la oración. Primero los intereses de Dios, luego los
nuestros (el sustento, el perdón, la protección).

Jesús dio abundantes advertencias a sus discípulos sobre la necesidad


de velar y estar preparados para su venida. Se nos exhorta a que
“vivamos en esta era sobria, justa y piadosamente, aguardando la
esperanza bienaventurada: la manifestación de la gloria de nuestro
gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:12b-13). Velamos y nos
preparamos para su venida cuando colaboramos con el Señor en la

205
restauración de Su Iglesia, cuando dejamos que reine sobre nosotros,
cuando dejamos que Él gobierne todas las dimensiones de nuestra
vida, individual y eclesialmente, cuando trabajamos por alcanzar y
mantener la posición de Filadelfia. El Señor no puede reinar en el
mundo si primero no reina en la Iglesia. Este es el gran desafío de la
Iglesia y su responsabilidad para que la justicia, la fraternidad, la paz y
el gozo del Reino de Dios se extiendan a toda la Tierra.

"El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró el


banquete de bodas para su hijo" (Mateo 22:2).

¡Jesús viene pronto! Y "El Espíritu y la esposa dicen: "¡Ven!" El que


oye diga: "¡Ven!" El que tiene sed, venga. El que quiere, tome del
agua de vida gratuitamente" (Apocalipsis 22:17).

206
APÉNDICE I

RESUMIENDO ALGUNOS HITOS FUNDAMENTALES


EN LA FORMACIÓN Y DESARROLLO
DEL CATOLICISMO ROMANO

Para la elaboración de este apéndice sigo básicamente la introducción


de la imprescindible y monumental obra de José Grau sobre el tema:
"Catolicismo romano: origen y desarrollo" (Ediciones Evangélicas
Europeas), haciendo libremente algunas aportaciones adicionales
donde lo he estimado conveniente.
____________________

Dice el profesor F.F. Bruce en su obra “The Spreading Flame”: “No es


en los manejos de los jerarcas eclesiásticos que debemos buscar las
más verdaderas evidencias del puro cristianismo... No vamos tan lejos
como aquel escritor del s. XVII que dijo que 'la verdadera Iglesia hay
que buscarla en cada generación entre aquellos que fueron
excomulgados por la Iglesia visible'; pero no obstante, el genuino
espíritu de Cristo se halla a veces en sitios insospechados. Después de
todo, esto cabe esperar cuando pensamos que Cristo mismo fue
considerado como muy poco ortodoxo por los dirigentes de su
comunidad religiosa”. Y añadimos nosotros, tampoco sus discípulos
fueron tratados mucho mejor. El apóstol Pablo testificó ante el
gobernador de Cesarea que “conforme a aquel camino que llaman
herejía, así sirvo al Dios de mis padres” (Hechos de los Apóstoles
24:14).

No queremos decir con esto que todo lo que, a lo largo de los siglos,
ha sido tildado de herejía no lo fuera, porque ha habido tiempos y
lugares en los que la herejía y el error se les ha llamado por su
verdadero nombre. Las condenas de los errores cristológicos
emanadas de los primeros Concilios Ecuménicos, por ejemplo,
significaron el triunfo de la verdadera ortodoxia y la repulsa de
peligrosas herejías. Sin embargo, también es verdad que cuando
algunas instituciones eclesiásticas han dejado de ser la expresión

207
genuina de la Iglesia de Cristo -cosa que desgraciadamente ha
sucedido a menudo-, a la verdad se la ha llamado mentira y al error
dogma de fe. Mas tampoco esto debe extrañarnos; el Pueblo de Dios
antes de Cristo vivió la misma tragedia; basta la lectura de los profetas
para darnos cuenta de ello.

En su aspecto interno, la Iglesia es la unión vital, orgánica,


producida por el Espíritu, entre Cristo y los creyentes: es “el Cuerpo
de Cristo”. La Iglesia no es una organización, sino un organismo, es
un asunto de “vida”.

En su aspecto externo, la Iglesia universal (eso significa 'católica')


es la Asamblea de todos los redimidos, todos los que han creído que
Jesús es el Cristo y el Hijo del Dios viviente, nacidos de nuevo por
medio de la fe. Se manifiesta visiblemente mediante las iglesias
locales (una por localidad). Cada iglesia local está compuesta por la
comunión de todos aquellos que en una determinada localidad han
sido hechos partícipes del Evangelio, y se aprestan a cooperar, en la
medida de sus dones, en la edificación del Cuerpo de Cristo y la
extensión y desarrollo del Reino de Dios.

La Biblia enseña que Cristo es el Fundamento único y la Cabeza


única de la Iglesia, exaltada ahora en los cielos, a la diestra del Padre.
El Espíritu Santo, enviado por Cristo para guiar a su pueblo, es el
Vicario único de Cristo en la Iglesia. Y las Sagradas Escrituras,
registro de la verdad revelada, son el medio ordinario a través del cual
el Espíritu Santo enseña y edifica a la Iglesia, y obra en el mundo para
salvación de los pecadores.

Los Apóstoles enseñaron a las iglesias locales que el Espíritu de


Jesucristo levanta en cada iglesia local algunos hermanos más
maduros en la fe (“presbíteros” en griego) para servir a la iglesia
enseñando la Palabra de Dios, cuidando (pastoreando) a los hermanos
y supervisando (“episkopeo” en griego) la vida de la Iglesia; ayudados
en ello por los diáconos, que se ocupan de las necesidades materiales
de la vida de la Iglesia. En el Nuevo Testamento, los presbíteros, los

208
obispos y los pastores son las mismas personas: un grupo en cada
iglesia local. He aquí un ejemplo típico de una iglesia local según el
Nuevo Testamento: “Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús; a todos
los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y
diáconos” (Flp 1:1).

Cada iglesia local está en comunión con las demás, pero es


responsable por sí misma sólo ante su Cabeza soberana: Cristo, que la
gobierna por su Espíritu. El derecho de existencia de una Iglesia local
no depende de si otras Iglesias las reconocen como a tal, ni tampoco
de si las leyes del Estado la reconocen. De modo que la verdadera
Iglesia Católica, en sentido bíblico, es la comunión de todas las
iglesias locales de la tierra en pie de igualdad.

Pero la Iglesia surge en el tiempo y en el espacio. Opera dentro de los


límites de esta humanidad pecadora y se mueve en medio de un
mundo que, por naturaleza, le es hostil. Todo esto da lugar a la
Historia de la Iglesia, una historia que se entrelaza con la tragedia de
la Humanidad, la tragedia de una raza caída. Lo humano y lo divino,
la acción del Espíritu y la del pecado, los principios espirituales y los
influjos mundanos se dan cita en esta epopeya, que es en realidad la
lucha de la Luz contra las tinieblas; y sólo una mirada iluminada por
el Espíritu y las Escrituras que él mismo inspiró, puede discernir la
línea que separa ambas, cuándo la Iglesia queda convertida en
“sinagoga de Satanás” o cuándo el Espíritu infunde nueva vida a los
restos de un cadáver eclesiástico.

No obstante, en medio del error y la perversidad de lo humano, la


dirección y el cuidado del Espíritu Santo en favor del verdadero
Cuerpo de Cristo se ponen de manifiesto en el hecho de que la verdad
del Evangelio no ha podido ser extinguida jamás de manera completa,
aunque a veces parecía estar a punto de perecer ahogada. El poder de
Dios para salvación no ha sido impedido por la debilidad o la
iniquidad del hombre. Los poderes del infierno no han prevalecido en
contra de la Esposa del Cordero, aunque hayan triunfado mil veces
sobre lo no es más que caparazón, institución y organización humanas,

209
cuando no mundanas.

De todas estas consideraciones se sigue que la tarea del historiador de


la Iglesia consiste no solamente en trazar los desarrollos progresivos
de la Iglesia visible en la verdad, sino también las obstrucciones que
dicha verdad ha sufrido, las aberraciones de que ha sido víctima y las
traiciones y apostasías con que ha sido apuñalada.

Nos es necesario distinguir aquí entre la “Cristiandad” (con sus


instituciones y organizaciones religiosas), y la genuina “Iglesia de
Jesucristo”. Por “Cristiandad” entendemos todos aquellos grupos
que profesan ser cristianos, independientemente de lo genuino de
su fe o de la lealtad que en realidad guarden a la Palabra de Dios.
La genuina Iglesia de Jesucristo es la Iglesia de acuerdo a la
enseñanza y práctica de Cristo y los apóstoles tal como consta en
el Nuevo Testamento. En los primeros siglos, la genuina Iglesia de
Jesucristo coincide bastante con su concreción institucional visible.
Pero aunque ya al final de la era apostólica hay señales de la
decadencia de la Iglesia, es sobre todo a partir del año 313 que se pone
de manifiesto la tensión entre ambas realidades.

Con el paso del tiempo, y muy especialmente a partir del 5º Concilio


ecuménico, las dos empiezan a diferenciarse y a distanciarse cada vez
más la una de la otra. Como decía Nicolás Berdiaev “pocas cosas
expresan más elocuentemente la mezquindad humana, la deslealtad y
el fraude como la historia de los concilios ecuménicos”. Llega un
momento en que la historia de los Concilios es la historia de sólo
unas instituciones mundanalizadas. Se trata sin embargo de
eventos que deben ser conocidos porque han moldeado a
cristiandades enteras y sin los cuales es imposible comprender ni
siquiera la situación religiosa del mundo de nuestros días.

También después de la Reforma que el Espíritu Santo obró en la


Iglesia en el s. XVI, muchas de las instituciones que de ella surgieron
cayeron también gradualmente en una postración doctrinal y
espiritual, retrocediendo en lugar de avanzar hacia la genuina

210
expresión de la Iglesia de Jesucristo.

Tenemos en la Historia un valioso defensor de la verdad. El


Catolicismo Romano ha confeccionado una historia conciliar para uso
de las masas, que no es más fiel a veces a la verdad que las películas
históricas 'made in Hollywood'. Poco preocupado por la teología o la
historia, el mundo lo acepta todo sin discernimiento. Nosotros, como
cristianos bíblicos, tenemos el derecho a enjuiciar todo lo que atañe a
la Religión por la norma de la Palabra de Dios y a comprobarlo por el
dictamen imparcial de la Historia.

Este estudio de la historia de la Iglesia, tomando como pauta y


referencia los varios concilios, nos ofrece la posibilidad de apreciar el
proceso de decadencia del la Iglesia apostólica y la formación gradual
del Catolicismo Romano que hoy conocemos.

La Cristiandad puede narrar la evolución de su trayectoria histórica en


cuatro grandes períodos:
1) La época primitiva
2) La época Católica
3) La época Católica romana
4) La época moderna de las Iglesias.

1) DE LA IGLESIA PRIMITIVA A LA IGLESIA CATÓLICA


ANTIGUA.

Muchos siglos de accidentada historia de la Cristiandad nos separan


del tiempo del Nuevo Testamento, de la vida práctica de la Iglesia
conforme al pleno propósito de Dios tal como Jesús y sus apóstoles la
enseñaron y establecieron en las iglesias.

Al principio tenemos las iglesias locales fundadas por los Apóstoles:


"la iglesia que estaba en Jerusalén" (Hch 8:1), "la iglesia que estaba
en Antioquía" (Hch 13:1), "la iglesia en Cencrea" (Rm 16:1), "la
iglesia de Dios que está en Corinto" (1Cor 1:2), "la iglesia de los
laodicenses" (Col 4:16; Ap 3:1), "la iglesia de los tesalonicenses"

211
(1Tes 1:1), "la que está en Babilonia" (1Pe 5:13), "la iglesia en Efeso"
(Ap 2:1), "la iglesia en Esmirna" (Ap 2:8), "la iglesia en Pérgamo"
(Ap 2:12), "la iglesia en Tiatira" (Ap 2:18), "la iglesia en Sardis" (Ap
3:1), "la iglesia en Filadelfia" (Ap 3:7).

Ninguna Iglesia dominaba sobre las demás. Había absoluta igualdad


entre ellas. Todas se hallaban igualmente bajo la norma de la Palabra
apostólica. La Cristiandad primitiva era verdaderamente apostólica
porque estaba fundada y arraigada en la autoridad de los apóstoles
(Efesios 2:20). Esta autoridad fue ejercida personalmente en vida de
los apóstoles y luego por medio de sus escritos, preservados en el
Nuevo Testamento para ser norma exclusiva de fe y práctica para la
Iglesia de todos los tiempos. Este es el significado profundo del Canon
de las Escrituras cristianas: todas las Iglesias del Imperio, y las de más
allá de sus fronteras, fueron reconociendo gradual y unánimemente los
escritos que el Espíritu Santo inspiró a sus siervos para que ejercieran
la misma autoridad que los del Antiguo Testamento. Es así como la
Iglesia Primitiva conservó su apostolicidad. Fue una Iglesia apostólica
porque trató de someterse a la enseñanza de los apóstoles.

Hacia finales del s. II, encontramos no sólo un gran número de


comunidades cristianas independientes en todo el mundo civilizado,
sino también el concepto de un cuerpo ecuménico, la Iglesia Católica
(es decir, Universal), manifestada de manera local y visible en las
varias iglesias locales. Esta Iglesia Católica tiene ciertas características
que la distinguen de otros grupos, incluso de algunos que acaso
pudieran pretender el nombre de 'cristianos', como por ejemplo los
gnósticos. La principal de estas características es que posee una “regla
de fe”, un cuerpo o canon de literatura sagrada reconocido que
constituye la norma por la cual ha de juzgarse todo lo que se enseña
como materia de fe y práctica. A finales del s. II podemos reconocer
con perfecta claridad la Iglesia Católica, el canon católico, y la fe
católica. Por lo que se refiere a la administración, las Iglesias locales
eran independientes, cada una estaba gobernada por sus propios
obispos o ancianos, pero se hallaba vivo un sentimiento de mutua
obligación que les impedía olvidar la unidad que las ligaba a todas

212
juntamente en Cristo (F. F. Bruce, “The Spreading Flame).

Pero ya en los últimos escritos del Nuevo Testamento, el Espíritu


Santo hablaba proféticamente de 'lobos rapaces en medio del rebaño' y
'hombres que hablan cosas perversas para arrastrar tras sí a los
discípulos' (Hechos 20:29-30); falsos hermanos, es decir, creyentes no
genuinos (2Cor 11:26; Gal 2:4); personas que “se apartarán de la fe,
prestando atención a espíritus engañosos y a doctrinas de demonios”
(1Timoteo 4,1-3); cristianos con una conducta corrupta que 'profesan
piedad, pero niegan la eficacia de ella' (2Timoteo 3,1-5); cristianos
que sólo escuchan a quienes les halagan sus oídos (2Timoteo 4,3-4);
“falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías
destructivas, llegando aún hasta negar al soberano Señor que los
compró” (2Pedro 2,1-2); aparición de 'anticristos': personas que
niegan la encarnación del Hijo de Dios (1Juan 2,18-19); hombres
perversos que bajo el nombre de cristianos se entregaban a toda clase
de iniquidades y a quienes los fieles toleraban (2Pedro 2,10-14; Judas
4 y 8-13); iglesias que han 'abandonado el primer amor y las obras del
principio', que se han unido al poder del mundo, que toleraban a los
que tenían la doctrina de Balaam y de los nicolaítas y a la falsa
profetisa Jezabel, que estaban en realidad muertas, o tan tibias que
iban a ser vomitadas por el Señor (Apocalipsis 2 y 3).

También ya en el s. II algunos llamados ‘padres de la Iglesia’


comenzaron a colocar las bases para el sistema religioso romano-
católico, y el ‘giro constantiniano’ en el s. IV acabaría imponiéndolo
como religión oficial del imperio romano durante diez oscuros siglos.
Con buena intención, se fueron acumulando ideas extrañas a la
enseñanza y práctica apostólicas como por ejemplo bajo la excusa de
querer preservar mejor la catolicidad de la Iglesia. Esta había
consistido en la unánime adhesión de todas las iglesias a una misma
norma de fe, la norma del canon apostólico.

1) En el s. II aparece incipiente la idea de que para conservar su


catolicidad, las iglesias debían organizarse jerárquicamente bajo un
obispo y un ministerio sacerdotal completamente sujeto a él. Se

213
introdujo así una distinción antibíblica entre 'obispo' y 'presbítero',
y la aparición del 'episcopado monárquico' en cada localidad. Se
pasó de la norma apostólica: un colegio de presbíteros-obispos, a una
jerarquía encabezada por un obispo al cual se someten los demás
presbíteros.

Gradualmente el obispo fue tenido como superior al presbítero. Entre


quienes prepararon el camino que luego llevó a esta situación, merece
citarse a Ignacio de Antioquía (año 115). Ignacio ve a Cristo en cada
obispo, mientras que en su opinión el colegio de presbíteros representa
a los Apóstoles.

2) Esta teoría se fue acompañando de la formación paulatina de un


sistema sacramental como medio y canal para obtener la salvación.

3) La idea de una sucesión apostólica de los obispos aparece con


Cipriano, obispo de Cartago. Los obispos fueron tenidos cada vez más
por 'sucesores de los Apóstoles' y los que presidían en regiones cuyas
iglesias habían sido fundadas por los Apóstoles creyeron poseer una
preeminencia especial. Posteriormente se levantará un 'metropolitano',
un obispo 'primus inter pares' (primero entre iguales) que acabará
convirtiéndose en el Primado, o primer obispo del país. Más tarde, el
obispo de la capital del Imperio, a su vez, pretenderá ser el 'primus
inter pares', el César eclesiástico, de toda la Cristiandad, acumulando
cada vez más y más prerrogativas y poder...

Ya en tiempos de Ignacio de Antioquía, a principios del s. II, se habla


de la Iglesia universal (católica). Y en el s. IV, Agustín de Hipona
afirma que la Iglesia es católica “porque está diseminada por todo el
mundo”. Pero estos conceptos se mezclan con ideas bastardas. La
Iglesia del Imperio se creyó apostólica y católica no tanto porque
siguiese fiel a las enseñanzas apostólicas registradas en el canon de la
Escritura sagrada y porque estuviese esparcida por todo el orbe gracias
al primitivo impulso misionero, sino porque estaba gobernada por un
episcopado que creía hacer las veces de los Apóstoles. La teoría de la
sucesión apostólica dio al episcopado el medio de asegurar el carácter

214
de la "nueva catolicidad" de la Iglesia. Nueva respecto al original
bíblica, pero antigua respecto al Catolicismo Romano y papal que
surgió después, como veremos.

Esta alteración de la Iglesia apostólica para convertirse en el


Catolicismo episcopal, fue formulado por Cipriano de Cartago en
estos términos: “La unidad de la Iglesia se funda en el apostolado y se
basa en el episcopado. La promesa de Cristo a Pedro en Mateo 16:18
fue dada a Pedro como representante, no como jefe de los Apóstoles
(Juan 20:21). Por medio de la ordenación, el oficio apostólico, con la
promesa inherente al mismo, pasó de los Apóstoles a los obispos. Este
oficio monárquico representa en las comunidades cristianas la unidad
de la Iglesia. Y así como los Apóstoles eran todos iguales, así también
los obispos están ahora en pie de igualdad. Cada uno de ellos es
sucesor de Pedro y heredero de la promesa dada a Pedro primero, pero
en él dada también a todos los demás. El que se opone al obispo se
separa de la Iglesia” (P. Kurtz, History of de Christian Church, I, pp.
69, 11-116).

La supuesta apostolicidad de ciertas sedes sustituyó gradualmente a la


verdadera apostolicidad de las doctrinas y las prácticas. Y las
reuniones de obispos en sínodos y concilios, primero locales, después
regionales, y por último generales, fueron desviándose de la norma de
la asamblea de Jerusalén, en donde la Iglesia se sometió a la autoridad
de la Palabra de Dios y al testimonio de los Apóstoles. En su lugar, el
testimonio episcopal suplantó, a veces sin darse cuenta perfecta de
ello, aquel testimonio apostólico.

4) La tendencia jerarquizante, inherente en el sistema del episcopado,


fue alimentada por la noción afín del “sacerdocio especial” como de
institución divina. Si bien Cristo había abolido el sistema sacerdotal y
cúltico del Antiguo Testamento y había establecido el sacerdocio de
todos los creyentes, los conceptos del Antiguo Testamento fueron
recuperados y aplicados a los que presidían en las iglesias. La
distinción entre el clero y los laicos, una vez fue introducida, llevó
pronto a la preeminencia de los primeros.

215
5) Con el edicto de tolerancia del emperador Constantino (313) y
luego el edicto de Tesalónica (380) en el que se imponía el
cristianismo como religión oficial del Imperio, vino la conversión
nominal (no real) e inclusión de grandes masas paganas al
cristianismo; y la perversión del concepto de catolicidad que fue
hecho casi coextensivo e identificado al de la ciudadanía romana.
Muchas de las desviaciones se debieron a la mentalidad pagana de las
nuevas generaciones de cristianos. Después de 'convertir' al Imperio,
la Iglesia se estaba convirtiendo al espíritu de aquel. Entonces la
corrupción de la Cristiandad se aceleró.

6) La administración eclesiástica copió las formas de gobierno de


la administración imperial. Constantino dividió el Imperio en
prefecturas sobre las que colocó un Praefectus praetorio; estas
prefecturas se dividían en 'diócesis' sobre las que gobernaba un
'vicarius'; y las diócesis se subdividían en provincias, en las que
mandaba un 'rector'. El oficio de obispo 'metropolitano' trató de ser el
equivalente del 'rector' de una provincia romana y el título de
'patriarca' trató de corresponder en el plano eclesiástico al Prefecto. Se
llamó 'parroquia' al distrito sobre el cual un obispo ejercía su
jurisdicción; el distrito del metropolitano se llamó 'eparquía', y el del
patriarca, 'diócesis'. La aplicación de estos términos no fue uniforme,
según la evolución que tomaba el gobierno de las iglesias.

Conforme a toda esa lógica, los obispos de las ciudades más


importantes adquirieron cierta preponderancia por encima de los
demás. Los obispos de las capitales pidieron una posición eclesiástica
igual a la que en lo civil ejercían los gobernadores imperiales. El
Concilio de Nicea confirmó la preponderancia de los obispos de
Roma, Alejandría y Antioquía. El 2º Concilio general de
Constantinopla (381) se asignó al obispo de Constantinopla el primer
rango de honor después del obispo de Roma. Estos obispos, así
distinguidos y diferenciados de los demás, tomaron el título de
“patriarcas”. A partir del s. IV, el patriarca de Constantinopla exigió
el mismo rango de honor que el obispo de Roma. La lógica de sus
argumentos era diáfana: si Roma ocupaba una primacía de honor

216
(primero entre iguales) ello se debía a que era la capital del Imperio.
Mas, una vez trasladada esta a Constantinopla, era de esperar que
también se transfiriera la misma dignidad honorífica del patriarca
romano. El 4º Concilio ecuménico, el de Calcedonia (451), puso al
patriarca de Oriente, el obispo de Constantinopla, en pie de perfecta
igualdad con su colega de Roma y lo invistió con el poder de recibir y
juzgar quejas que pudiera levantarse en contra de los metropolitanos
de cualquier diócesis. El mismo concilio elevó a la dignidad de
patriarca al obispo de Jerusalén, otorgándole la jurisdicción sobre la
tierra de Israel. Así quedaron constituidos los 5 patriarcados del
Catolicismo antiguo.

La antigua igualdad que presidía las relaciones entre las distintas


iglesias locales, pasó primero al plano de las Iglesias nacionales y
culminó, en el s. IV, en el concepto de que católico significa unión
entre los principales obispos e Iglesias del Imperio. No existe todavía
un obispo universal superior a los demás, pero empiezan a
manifestarse incipientes las pretensiones de algunas sedes patriarcales
a la primacía.

7) Incipientes pretensiones al primado de la sede romana. Se creía


entonces que el apóstol Pedro había ejercido como obispo de Roma en
los últimos días de su vida, creencia legendaria que no tiene base
ninguna y que durante siglos se apoyó únicamente en la fábula de los
escritos llamados “Pseudo-clementinas”, una vasta novela con fines
didácticos que en ningún modo son dignas de fe.

Esta leyenda sirvió para que Roma fuese tenida como la primera de las
comunidades apostólicas, sobre todo en Occidente, en donde ninguna
Iglesia pretendía entonces haber sido fundada o pastoreada por
Apóstoles. Pero fue sobre todo su posición de capital del Imperio,
encrucijada del mundo, la que le valió la preponderancia sobre otros
episcopados. Pero todavía se trataba de una mera primacía de honor
que a lo máximo que extendía su autoridad era a examinar las causas
que los obispos de Occidente quisieran someter a su consideración.

217
La idea de “Iglesia Católica” llegó con estas corrientes a confundirse e
identificarse con la “Iglesia del episcopado”. Pero no todavía con la
“Iglesia de Roma”. La Iglesia Católica es episcopal en aquel tiempo,
aún no es romana.

8) En el plano doctrinal, si bien teóricamente sólo se aceptaban las


Escrituras como norma de fe, en realidad fue generalizándose la
práctica de atribuir a los cánones de los sínodos y concilios, y a las
opiniones de los antiguos maestros cristianos, una autoridad casi
igual a la que tenían los textos bíblicos. Mientras los decretos
conciliares se inspiraron en las Escrituras, como ocurrió en gran
número de las resoluciones de los primeros cuatro concilios generales,
no se vislumbró ningún peligro. Pero, al introducirse filosofías y
costumbres por completo ajenas al Evangelio, pero veneradas con la
misma veneración que antaño se reservara únicamente a la Palabra de
Dios, quedó abierta la puerta para toda clase de extravíos que
deformaron a la Iglesia.

Menospreciada la autoridad de la Palabra de Dios, grandes errores


empezaron a introducirse en la Iglesia, tales como la mediación de los
ángeles en lugar de la mediación única de Jesucristo que enseñan las
Escrituras (1Tim 2:5), y la adoración de la Virgen María. Los antiguos
dioses del politeísmo pagano reaparecieron bajo la forma de ángeles y
'santos' que debían ser venerados y honrados en el culto por los fieles.
A mediados del s. II, aparece ya la veneración de la memoria de los
mártires, al principio en forma inocente, que tomó pronto aspectos de
verdadera idolatría (Eusebio, Historia Eclesiástica, IV, 15). Los
sacramentos fueron convertidos en “misterios” provistos de poderes
mágico sujetos a la voluntad del clero; consecuentemente, el centro de
gravedad del Evangelio cristiano pasó del a fe en Cristo a la fe en los
misterios sacramentales. Ya no se precisaban el conocimiento de la
Palabra y la convicción del Espíritu Santo para ser salvo; las gentes
eran hechas 'cristianas' por medio de la magia sacramental de los
sacerdotes. La predicación de la palabra apostólica había traído luz,
pero el ritual sacerdotal introducido en la Iglesia volvió a las tinieblas
del paganismo.

218
Al lado de las Escrituras se coloca “la Tradición”, término vago que,
sin embargo, incluye ya entonces los cánones de los concilios y los
dichos de los antiguos 'padres'.

La máxima autoridad de la Iglesia Católica antigua residía en los


concilios ecuménicos, parlamento de todos los obispos de la
Cristiandad, y expresión de la igualdad teórica de todas las sedes y
todos los prelados. Estos concilios eran convocados (y confirmados)
por el emperador, quien convertía los cánones en decretos de ley
obligatorios en todo el Imperio.

Tal era el carácter de la Iglesia Católica antigua en contraste con la


Iglesia Católica primitiva. Es la Iglesia de los primeros 8 concilios
ecuménicos. Pero al mismo tiempo va apareciendo, tímido al principio
pero pujante y arrogante después, su concepto rival: el Catolicismo
romano.

2) DE LA IGLESIA CATÓLICA ANTIGUA A LA IGLESIA


CATÓLICA ROMANA.

Para comprender la evolución que culminaría con el papado teocrático


de Inocencio III y la definición de la infalibilidad pontificia de Pío IX
en el Concilio Vaticano I, hemos de tener una visión muy clara de la
posición única que la ciudad de Roma y, por ende, la sede
episcopal romana, tuvieron dentro de la Iglesia Católica antigua.

Los defensores del sistema papal creen que la primacía del obispo de
la Iglesia romana sobre las demás Iglesias fue un hecho reconocido en
toda la Cristiandad desde los primeros siglos. La Historia, sin
embargo, da el más absoluto mentís a tal pretensión.

En la carta del apóstol Pablo a la comunidad cristiana de Roma, alaba


la reputación con que es estimada por todos los cristianos (Rm 1:8),
pero no menciona ninguna prerrogativa inherente a la misma y
desconocida por las demás. No obstante, el hecho de que fuera la
Iglesia de la capital del Imperio, en donde se daban cita cristianos de

219
todas las razas y regiones, por ser camino o residencia obligada de
muchos, como explica Ireneo, convirtió a la sede romana en un foco
importante de la Cristiandad, el más influyente y conocido, que pronto
le valió el título de “primus inter pares” (primero entre iguales),
reconocido por todo el episcopado y que todavía hoy admiten las
llamadas “Iglesias ortodoxas” de Oriente al referirse a la primacía
romana. La Iglesia de Roma se destaca porque es muy grande,
muy antigua y muy conocida de todos; a lo cual se añade la errónea
creencia de que fue fundada por Pedro y Pablo. La muerte de los dos
grandes apóstoles en Roma es una cosa, pero ellos no fundaron esa
Iglesia.

Y con todo, nada se sabe en tiempos de Ireneo (s. II) de ningún


privilegio personal o particular del obispo de dicha Iglesia. La
importancia es la Iglesia de Roma, no del obispo de Roma.

La caída de Jerusalén el año 70, la dispersión de los principales


dirigentes cristianos, y el martirio de los Apóstoles Pedro y Pablo
en Roma, abrieron el camino para que la capital del Imperio fuera
convirtiéndose gradualmente en el centro de la conciencia oficial de la
Cristiandad. En una época cuando cundía la idea, antibíblica, de que la
apostolicidad estaba ligada más a la transmisión mágica de la
ordenación que a la fidelidad al mensaje apostólico, y más también al
hecho material de la fundación de una Iglesia dada por parte de un
apóstol, que a la lealtad de esta Iglesia hacia la verdad apostólica, es
natural que el recuerdo del martirio romano de los dos apóstoles más
insignes, aumentara de manera supersticiosa el prestigio de la sede
romana.

La pretensión romana de ser en un sentido especial “la sede de Pedro”


no se oye hasta el tercer siglo. Antioquía podía pretender, y lo
pretendió, la misma denominación, la cual hizo apoyada en más
sólidas razones, ya que fue en tiempo de los Apóstoles el segundo
centro apostólico más importante después de Jerusalén.

Pero con la llegada del cristianismo a la gran capital imperial, el brillo

220
de la religión universal quiso ser añadido al poder también universal
del Imperio. Cierto que el Evangelio se oponía al paganismo romano.
La ramera del Apocalipsis constituía el símbolo con el que el apóstol
Juan describió la perversidad del espíritu romano. Pero, cuando la
Iglesia se estableció en este centro del paganismo y del Imperio, los
cristianos vieron en ellos el triunfo de Cristo sobre los dioses falsos.
En un sentido fue así. Y los creyentes de todas partes pagaron a la
sufrida y pujante Iglesia romana un tributo de admiración y
veneración parecido al que los paganos rendían a la gloria terrena de
la capital del mundo. Ahí estaba el peligro.

En el s. IV, la admiración por la Iglesia de Roma empezó a


confundirse con la admiración por Roma misma. El propio emperador
hacía gala de profesar el cristianismo y toda la fuerza del Imperio
parecía estar al servicio de la Iglesia, luego que Constantino y sus
sucesores protegían cada vez más la instauración del cristianismo
como religión oficial del Estado. Las posibilidades que brindaba la
nueva situación no escaparon a la perspicacia de los prelados de la
capital imperial...

Otro factor que cooperó a este engrandecimiento de la sede romana,


fue paradójicamente el traslado de la capitalidad del Imperio a
Constantinopla. Sirvió en gran manera para elevar la sede romana a
una altura que le permitiría luego convertirse en la señora de la
Cristiandad occidental. Ahora que ya no albergaba al emperador,
precisaba de alguna otra figura que encarnara tan bien como él las
tradiciones romanas. Y así, el manto del emperador, cayó sobre las
espaldas del obispo romano. Cuando aquél fue a regir sus dominios
desde Constantinopla confió al obispo de Roma muchos cargos
civiles, y la autoridad anexa a los mismos. Al detener el papa León a
los Hunos, a las puertas de Roma, lo hizo no sólo en nombre de la
Iglesia de Roma, sino también en nombre de la ciudad de Roma.

De hecho, el obispo de Roma, quedó convertido en la máxima


autoridad, no sólo religiosa sino también civil, de la antigua capital,
centro y símbolo de la vieja gloria del Imperio, que poco tenía que ver

221
con el Evangelio...

Siglos más tarde, las invasiones bárbaras, procedentes del norte,


separarían a gran parte de la Iglesia Europea Occidental del resto del
Imperio, confinado a su sector oriental en Bizancio. El obispo de
Roma llegaría entonces a ser el único jerarca supremo en Occidente,
no sólo de la Iglesia, sino del poder civil también, que compartirá o
legará en los reyes bárbaros.

Símbolo de este proceso es la adopción por parte del obispo de


Roma del título pagano de “Pontifex Maximus”, título al que había
renunciado el emperador Graciano en 378, a instancias seguramente
del obispo Ambrosio de Milán. Hasta él, lo habían ostentado todos sus
predecesores -tanto paganos como cristianos- como cabezas oficiales
de la antigua religión romana pagana. Los obispos romanos lo
adoptaron para sus pretensiones de supremacía sobre los demás
obispos.

Ya vimos como el Catolicismo antiguo estaba organizado


episcopalmente alrededor de la tutela moral de varios patriarcas. Tres
estaban en Oriente: Jerusalén, Alejandría y Antioquía. En Occidente
había uno sólo: Roma. Al trasladarse la capitalidad imperial a
Constantinopla, esa sede adquirió rango patriarcal, también en
Oriente. La situación geográfica de la distribución patriarcal favorecía
a Roma, el único patriarcado de Occidente.

Mientras la influencia y autoridad del 'romano pontífice' aumentaba en


el nuevo Occidente de las tribus bárbaras, las provincias de los
patriarcas orientales se veían diezmadas. En los siglos VII y VIII, el
Islam comenzó sus incursiones, que dominó el norte de África, cuna
de Tertuliano, Cipriano y Agustín, y conquistó hasta la misma
Constantinopla (s. XV). El Islam toleró el cristianismo en las tierras
conquistadas, pero las Iglesias de esas regiones perdieron su libertad
de acción. En marcado contraste, Roma continuó aumentando su
prestigio patriarcal y gozando de plena iniciativa. En la Edad Media,
la sede romana ocupa una posición única entre los demás patriarcados,

222
única en primer lugar por su primacía de honor que mediante falsos
documentos (la Decretales pseudo-isidorianas) es convertida en
primacía de gobierno y más tarde de magisterio; única también por su
posición geografica como cabeza de la Cristiandad occidental; y única
por la libertad de movimientos que tiene.

Los obispos de Roma no tuvieron muchos reparos en aprovecharse de


su situación privilegiada por tantos conceptos. Esta época en que
Occidente, con la nueva savia aportada por los pueblos bárbaros, se
extiende, y el Oriente, por el contrario, se bate en retirada, fue el
período en que el papado promulgó sus más atrevidas
pretensiones. De su antigua posición de “primus inter pares”, pasó a
querer asumir el título de Soberano Pontífice de toda la
Cristiandad. Como estaba a su alcance hacerlo, y dispuso del poder
secular para ello, ahogó el desarrollo y la independencia que pudieran
tener las otras Iglesias de Occidente: Milán, las Galias, Germania,
España y Gran Bretaña. Las jurisdicciones de estas Iglesias fueron
limitadas y controladas por Roma, sus liturgias nacionales
romanizadas hasta su casi total extinción, y su clero obligado a
someterse y conformarse a los usos y leyes romanas.

El Código del emperador Justiniano fue la base legal, entre otras, de


estos atropellos. Este emperador no podía, desde Constantinopla,
atender todas las cuestiones relacionadas con el gobierno eclesiástico
y civil de Italia y de Occidente. En su famoso Código, convirtió al
obispo de Roma en el primer juez eclesiástico de todo Occidente, al
que habrán de sujetarse todas las demás Iglesias de esta área del
Imperio.

Cuando más tarde, los cruzados de Occidente reconquistaron algunas


de las sedes orientales en poder musulmán, Roma impuso la creación
de nuevos patriarcados allí: los llamados “patriarcados latinos”, en
sustitución de los legítimos patriarcados nacionales de estos pueblos.
La Iglesia romana puso claramente de manifiesto sus intenciones y
demostró que sólo la hegemonía total de Roma sobre las demás
Iglesias podría satisfacerla. La mayoría de los historiadores

223
concuerdan al afirmar que los “cruzados latinos” son más
responsables de la división entre Roma y Oriente, que las
controversias teológicas que llevaron al cisma del papa Nicolás I con
Focio, el año 891. Los obispos de Roma aspiraban a una mayor
autoridad: la que consistía en centralizar y acaparar en sus manos toda
autoridad. Sin esta centralización de autoridad no hubiera habido
Papado.

Pero para que el Catolicismo antiguo, episcopal-patriarcal, llegara a


transformarse en Occidente en el Catolicismo nuevo, es decir: el
Catolicismo romano, hubo necesidad también de que apareciera una
nueva formulación de las relaciones entre la Iglesia y el Estado.

Por un lado, en el Imperio oriental bizantino tomó cuerpo el


“bizantinismo” o “cesaropapismo”: el emperador de Bizancio, por
su condición de cristiano, y por haber sido ungido para desempeñar su
alto cargo, se consideraba máximo jefe tanto del Imperio como de la
Iglesia. La Iglesia oriental obtuvo protección y una situación de
privilegio mundano, al precio de convertirse en un mero departamento
de religión del gobierno.

Roma deseaba otro tipo de arreglo o compromiso. Aislada en


Occidente, no tuvo que sufrir tanto como los patriarcas orientales las
injerencias del Emperador. Los reinos bárbaros al irrumpir en el
Imperio vinieron a cambiar este estado de cosas más favorablemente
todavía para Roma, pues ofrecieron a esa los instrumentos para
conseguir la hegemonía eclesiástica deseada. Los francos acariciaron
siempre la idea de que sus territorios fuesen considerados como la
continuación del antiguo Imperio romano en su parte occidental. El
año 800, Carlomagno fue coronado por el papa como emperador
del “Sacro Imperio Romano”. Por esta acción, el patriarca de
Occidente proclamó su independencia total de Constantinopla, es
decir: del emperador bizantino. Y como que había sido el papa quien
había coronado a Carlomagno, de ahí se infirió que también él, el
papa, tenía igual poder para deponer a los monarcas cuando así lo
exigiesen los intereses de la Iglesia, que en este caso eran casi siempre

224
los intereses del Papado.

Los canonistas romanos desarrollaron la teoría de que al papa


pertenecen las dos espadas: la espiritual y la temporal, aquella
usada por el papa mismo, y esta por el rey, pero siempre de acuerdo
con el pontífice romano como el más alto poder cívico-religioso del
mundo. Estas teorías encontraron la base de su argumentación en los
documentos que falsamente se atribuyeron a la antigüedad, con citas
espúreas de padres de la Iglesia y cánones de sínodos. La proliferación
de tales falsificaciones ayudó de tal manera a la realización del
Papado, que el historiador Döllinger dice que sin ellas no hubiera
habido Papado.

Como es de suponer, las teorías romanas produjeron continuos


conflictos entre la Iglesia y los reinos que surgieron en Occidente.
Tales conflictos se sintetizan en la llamada “lucha de las
investiduras”, la cual no consistió solamente en la defensa que la
Iglesia hizo de su derecho a escoger y ordenar obispos, sino que
también fue la defensa del Estado frente a las intromisiones del
Papado. Toda la Edad Media está llena de estas controversias entre el
papa y los monarcas europeos para precisar los límites de ambas
jurisdicciones que la teoría romana deseaba dar al papa.

Gregorio VII, Inocencio III y Bonifacio VIII dejaron bien sentado que
al Romano Pontífice deben someterse todos los demás poderes, civiles
y religiosos, porque él es 'el más grande soberano del universo'. Es la
Hierocracia Papal, que representa la contrapartida del cesaropapismo
de Oriente.

Los documentos espúreos se prodigaron con profusión porque la


ignorancia universal de aquellos tiempos era imposible de ejercer el
menor sentido crítico. Se inventaron las famosas “Decretales
pseudo-isidorianas”, falsos escritos que pretenden hacer creer que
Constantino regaló a los papas grandes posesiones y privilegios
imperiales, además de la ciudad de Roma. Con estas 'Decretales'
empezó en realidad el poder temporal del Papado, pues ellas le

225
servían de documentación que avalaba su ocupación de tierras
italianas. Al mismo tiempo, y para evitar las injerencias del poder
feudal en los asuntos de las Iglesias, las falsas 'Decretales' afirmaban
que los obispos sólo debían obediencia al papa de Roma. Así, el
episcopado buscaba librarse en Occidente de la opresión civil y
feudal, pero se entregaba al yugo romano.

Los concilios llegaron a ser meros sínodos papales en los que la


suprema autoridad del papa rige como norma absoluta. De hecho, el
antiguo gobierno episcopal de la Iglesia, que hallaba su máxima
expresión en la forma sinodal (amplias asambleas de obispos), fue
reemplazado por la ejecutoria irrecusable de la Curia romana
compuesta por los cardenales con el papa el frente. Cesó en
Occidente la Iglesia Católica antigua, episcopal y conciliar, para
dar paso a la nueva Iglesia Católica, romana y papal. Este cambio
llevado a cabo en la Cristiandad occidental en los siglos XI y XII
equivale a una verdadera revolución que transformó (deformó)
drásticamente la constitución de la Iglesia Católica. A partir de
entonces, lo católico, en Occidente, se identifica con lo romano.

Tal vez ningún otro pontífice como Inocencio III vio cumplidas las
ansias hierocráticas del Papado (s. XIII). Pero en menos de un siglo
los papas tuvieron que marchar exiliados a Avignón, en donde fueron
convertidos en juguete de los reyes de Francia. Siguió después la gris,
decadente y nada edificante historia del Papado de los siglos XIV
y XV; las condiciones internas de la Iglesia (romana) parecían probar
que el papa no era capaz siquiera de gobernar la Iglesia.

Agentes activos en la gestación del nuevo Catolicismo romano papal,


fueron las órdenes religiosas, factor decisivo en la ejecución de los
planes pontificios. En el plano teórico, la teología escolástica ayudó a
la formulación intelectual de dichos planes, preparando el terreno para
las grandes definiciones dogmáticas que, siglos después, dibujaron de
manera definitiva la estructura ideológica del romanismo.

Sin embargo, el hecho de que ni siquiera en Trento fue posible todavía

226
definir la superioridad del papa sobre el Concilio, es decir: sobre los
obispos colegiadamente reunidos, prueba por un lado lo que le costó al
obispo de Roma la consecución de sus designios; y por el otro, revela
la paciencia y la inteligencia que fueron dedicadas a este esfuerzo
secular. El resurgimiento de la teoría conciliar, después de los grandes
pontificados de Hildebrando (Gregorio VII), Inocencio III y Bonifacio
VIII, es un ejemplo de lo que costó inculcar en la conciencia religiosa
del mundo (incluso Occidente) la nueva teoría papal. En realidad, el
Papado no vio su triunfo completo y final sino hasta el s. XIX, en el
Concilio Vaticano I. Ejemplo, pues, también de la tenacidad paciente,
digna de quienes, herederos de la ciudad y la gloria de los antiguos
césares romanos, como estos no dejaron nunca de luchar para imponer
su hegemonía en el mundo.
_____________________________

Podemos ahora resumir, ordenándolas, las causas que favorecieron el


triunfo de la idea papal. Los factores de orden histórico que ganaron
para Roma la preeminencia sobre las demás Iglesias occidentales son
los siguientes:

1º. La destrucción de Jerusalén, que rompió el centro natural de la


Cristiandad a donde hasta entonces habían sido elevadas las
cuestiones más importantes (Hechos de los Apóstoles 15), y movió la
dispersión del más importante núcleo de dirigentes cristianos.

2º. El carácter cosmopolita de la ciudad de Roma, que prestó a la


Iglesia de la capital del Imperio su carácter representativo y universal.

3º. El martirio de Pedro y Pablo en Roma, que ligó los nombres de los
insignes apóstoles a la Iglesia de la capital, según la costumbre de la
época, que daba más importancia a la sucesión sacramental que a la
doctrinal. De ahí se seguiría, probablemente, la creencia legendaria de
que estos mismos apóstoles habían fundado la Iglesia de Roma.

4º. El traslado de la capitalidad de Roma a Constantinopla, que dejó a


la Iglesia romana en plena libertad de movimientos para desarrollar su

227
propia hegemonía eclesiástica en Occidente.

5º. El hecho de que Roma fuese el único patriarcado occidental. De


ahí que los emperadores residentes en Constantinopla ensanchasen los
poderes jurisdiccionales del obispo de Roma para que, en nombre de
la autoridad imperial, dirigiese la disciplina eclesiástica de Occidente
y hasta civil y política. El Código de Justiniano vino a legalizar este
estatuto especial de la sede romana.

Hasta aquí, no obstante, los privilegios de que goza la Iglesia romana


tienen que ver más con su sede que con su obispo, atañen más a la
Iglesia de Roma en su conjunto que a los papas romanos en particular.
Su importancia es la que deriva de circunstancias históricas,
geográficas y políticas, y no es hasta el s. III, cuando en Roma se oye
por primera vez que su Iglesia es la sede de Pedro de manera especial.
Si la teoría romanista respondiese a la verdad, los hechos históricos se
hubieran producido en sentido inverso; primero la importancia del
obispo de Roma, por su carácter de Vicario de Cristo, y luego, en
lugar muy secundario, el valor circunstancial de la ciudad en donde tal
obispo resida.

6º. Las invasiones bárbaras, que separaron todavía más a Roma tanto
de la Cristiandad oriental como del control imperial de Bizancio. La
coronación de Carlomagno por el papa León sella esta separación y
provee a la sede romana de más medios seculares con los que
desplegar su influencia. Hasta entonces, la primacía de Roma, en
líneas generales, fue desarrollada de conformidad y dentro de los
límites del orden episcopal existente en la Iglesia Católica antigua. A
partir de ahora, las pretensiones papales chocarán cada vez más con el
concepto de la Iglesia Católica antigua hasta producir la ruptura con
Oriente cuya Cristiandad quiere permanecer fiel al mismo.

7º. Las donaciones de extensos territorios que los reyes francos


hicieron a los papas. Esto inauguró la historia de los Estados
Pontificios, o poder temporal de los papas, que convierten aún más a
la sede romana en un reino de este mundo.

228
8º. La proliferación de documentos espúreos (especialmente las
“Decretales Psudo-Isidorianas”) , apoyando las pretensiones romanas,
que dieron el soporte teórico a estas y las promovieron al mismo
tiempo. El deseo de los obispos de verse libres del poder feudal
multiplicó estas falsificaciones mediante las cuales el episcopado se
declaraba sujeto sólo al romano Pontífice. Así acabó la Curia romana
con el sistema episcopal tradicional y dio fin en Occidente al régimen
Católico antiguo. En su lugar, las poderosas y pujantes órdenes
religiosas (Cluny sobre todo, más tarde los jesuitas...) sirvieron de
ejército avanzado para la realización de los planes romanos.

9º. La romanización de las liturgias y usos canónicos tradicionales de


las otras Iglesias de Occidente, que terminó con la independencia de
estas.

10º. La irrupción del Islam en regiones de larga tradición cristiana,


que sirvió indirecta y hasta paradójicamente, a los fines del Papado.
La conquista musulmana acalló la voz independiente de las
importantes Iglesias de África y, por un tiempo, la de España. Le
hubiera resultado muy difícil, por no decir imposible, a Roma el
conseguir la completa sumisión de la Cristiandad africana y oriental,
exponentes del Catolicismo conciliar antiguo. Sin el Islam, no hubiera
habido Reconquista en España y, por consiguiente, la voz vigorosa de
la Iglesia de los concilios de Toledo se hubiera añadido al testimonio
de las otras cristiandades católicas antiguas. El consenso unánime del
norte de África, España, Siria y Arabia, entre otros pueblos, hubiera
hecho imposible la hegemonía papal. He aquí como Mahoma, sin
quererlo, se prestó al juego de Roma.

11º. La teología escolástica, que tomó de las Decretales espúreas la


base para su doctrina sobre el papa. La misma teología de Tomás de
Aquino se resiente de la influencia de estas falsificaciones medievales,
de los que saca muchas de las supuestas citas patrísticas con que
formular la teología romana de la Iglesia. Con todo, el eminente
dominico fue víctima, no fautor, del engaño. Esta teología, falseada en
su misma base, se impuso a toda la Cristiandad occidental.

229
Lo que el Catolicismo es hoy lo debe a aquel período, el cual fue
definitivamente canonizado en los concilios de Trento (s. XVI) y
Vaticano I (s. XIX). La lucha por la hegemonía fue titánica, y Roma la
consiguió en Occidente (nunca completamente en Oriente) sólo al
cabo de muchos siglos de forcejeo. El camino que conduce a los
obispos de carácter neotestamentario, desde su función de pastores y
supervisores de la comunidad cristiana romana, hasta el puesto de
Pontífices Máximos, cabezas de Occidente y árbitros de Iglesias y
reyes, sentados sobre los laureles y las glorias del mismo Imperio
romano, es un camino largo y complejo.

Vemos, pues, que no son causas bíblicas, sino accidentes históricos,


los que explican el Papado romano. Los textos bíblicos que luego
fueron presentados para intentar apoyar las prerrogativas papales,
fueron aducidos después que las principales circunstancias históricas
consideradas hubieron hecho su aparición. La exégesis de los antiguos
padres de la Iglesia, nunca vio en tales pasajes de la Escritura lo que
Roma pretende descubrir en ellos. El Pontificado romano es fruto de
una conjunción de avatares históricos, ligado al tradicional y antiguo
impulso romano de conquista y dominio.

3. DE LA ÉPOCA CATÓLICA-ROMANA A LA ÉPOCA


MODERNA DE LAS IGLESIAS.

El clamor unánime de la Edad Media, después del experimento de la


hierocracia pontificia y cuando el Papado hubo bosquejado los
principales elementos de sus pretensiones, se resumía en el grito de
¡Reforma!. El estado de la Iglesia latina, dominada por la Curia
romana, era tal que por todas partes se pedía la reforma “en la cabeza
y en los miembros”. Nueve concilios medievales no lograron, sin
embargo, llevar a cabo esta ansiada renovación. El papado pudo
conquistar la Cristiandad occidental, pero no supo reformarla.

En el s. XVI, la impotencia de Roma para llevar a cabo la mudanza


que la Iglesia tanto necesitaba resultó evidente y manifiesta. El soplo
del Espíritu no quiso utilizar las estructuras jerárquicas normales del

230
romanismo, y se valió de un simple monje alemán para “iniciar” el
camino de regreso al Evangelio.

La Reforma evangélica no trató, como el movimiento conciliarista


intracatólico, de volver al antiguo Catolicismo episcopal-sinodal, sino
que buscó la vuelta de la Iglesia a su primitiva pureza bíblica. Ni la
autoridad del papa (antibíblica y cimentada en el oportunismo
histórico y documentos espúreos), ni la de los concilios (en progresivo
declive y en perenne contubernio con los intereses seculares y
mundanos), sino la autoridad de la Sagrada Escritura como norma
única y suficiente de fe y práctica, fue el mensaje y el lema de la
Reforma: “Sola Scriptura”. Al volver a colocar la Biblia como
suprema pauta de la Iglesia, la Reforma del s. XVI comenzó a someter
de nuevo el Cristianismo a la autoridad apostólica y a la Palabra de
Dios, haciendo factible el ideal de una Cristiandad en renovación
constante (“semper reformanda”).

Pero Roma no sólo rechazó la Reforma, sino que la atacó con todas
sus fuerzas. El concilio de Trento significa la reacción romana, “la
contrarreforma”. Allí se fraguó de manera casi completa el dogma
católico-romano. Lo que nosotros hoy entendemos por Catolicismo
no es el que conocieron los “padres de la Iglesia”, ni los antiguos
concilios, ni siquiera el de los primeros siglos de la Alta Edad
Media, sino el desarrollado en el medioevo posterior y definido
dogmáticamente en Trento y, después, en el Vaticano I.

En Trento, en su afán visceral por contrarrestar la Reforma evangélica,


el Catolicismo Romano consagró su distorsión de la visión bíblica del
ser humano y los efectos de la Caída en él, con todas las
implicaciones que ello tiene para comprender la salvación y el vivir
cristiano. Oscureció la naturaleza de la salvación en Cristo y la
forma de acceder a ella y disfrutarla, interponiendo un sistema
ritual de carácter 'mágico' (automático, independiente de la fe del
receptor) que crea dependencia de una clase intermediaria (el clero).

Desde entonces, la Cristiandad en general aparece dividida en tres

231
grandes grupos principales:
- Iglesias Ortodoxas de Oriente,
- Iglesia Católica-romana.
- e Iglesias Protestantes, surgidas de la Reforma.

Las respectivas posiciones de cada sector van solidificándose más y


más.

Las Iglesias ortodoxas, anquilosadas y aferradas a sus viejas


tradiciones, parecen más una reliquia de museo que verdaderas
comunidades cristianas.

La Iglesia Católica Romana sigue fiel a su ideario medieval, pero trata


de adaptarlo a los nuevos tiempos, sobre todo a partir del s. XX. Pero,
por esta misma fidelidad que se debe a sí misma, se encuentra ligada a
los graves errores que ha canonizado en el pasado. El Concilio
Vaticano I hizo infalible al papa, con lo que el apartamiento de Roma
de las doctrinas evangélicas se hizo todavía más grande y grave. Sin
embargo, la lógica de su propia historia tenía que llevarla a este
resultado.

Dentro del Cristianismo Protestante, el hecho de que la Reforma


evangélica no fue suficientemente radical, generó Iglesias Protestantes
Nacionales que reprodujeron graves errores del Catolicismo
constantiniano: ciertas estructuras eclesiásticas, la pervertida unión
Iglesia-Estado, la intolerancia religiosa y el uso de la violencia “en el
nombre de Dios”... La influencia de factores ajenos al verdadero
espíritu del Evangelio ha llevado a algunos grupos a la apostasía, y a
otros a un protestantismo nominal muerto espiritualmente. Pero otros,
impulsados por su fidelidad a la Palabra y su celo por la gloria de
Dios, han seguido saliendo una y otra vez de las estructuras religiosas
envejecidas para avanzar hacia una expresión más fiel de la Iglesia de
Jesucristo, de la Iglesia Apostólica.

Si alguna moraleja se desprende de este conjunto o resumen de hechos


es la siguiente: las meras instituciones eclesiásticas -aunque tengan

232
sus raíces en los más poderosos movimientos espirituales del pasado-,
necesitan renovarse constantemente. El elemento humano, pecador,
que en ellas subsiste tiende a la corrupción. Sólo un espíritu
genuínamente bíblico, en perpetua actitud de reforma a la luz del
Evangelio, constituye la garantía válida para los cristianos y las
Iglesias. Porque en el orden interno, la Iglesia incluye a todo creyente
genuino nacido del Espíritu, pero en el orden externo, el único modelo
perfecto Iglesia se halla en las Escrituras, en la enseñanza y la práctica
de Jesús y sus apóstoles, no en las instituciones y organizaciones
religiosas históricas.

"A pesar de todo, el sólido fundamento de Dios queda firme,


teniendo este sello: 'Conoce el Señor a los que son suyos' y
'Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del
Señor'. Pero en una casa grande, no solamente hay vasos de oro
y de plata, sino también de madera y de barro. Además, hay unos
para uso honroso y otros para uso común. Así que, si alguno se
limpia de estas cosas, será un vaso para honra, consagrado y
útil para el Señor, preparado para toda buena obra. Huye, pues,
de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la
paz con los que de corazón puro invocan al Señor" (2Timoteo
2:19-22).

233
APÉNDICE II:

SOBRE LA INTERPRETACIÓN LITERAL


DEL REINO MESIÁNICO MILENIAL
("MILENARISMO").

Como decía más arriba, al interpretar literalmente lo que las Escrituras


dicen acerca del Reino milenial del Mesías (‘de mil años’,
‘Milenarismo’) después de su segunda venida, algunos nos acusan
despectivamente de "literalistas" y de decir lo mismo que los mal
llamados "Testigos de Jehová".

¿Por qué nosotros pensamos que la interpretación literal es la correcta,


la bíblica?

Al igual que ocurre con la Revelación divina acerca de los orígenes en


el libro de Génesis, el diablo odia también especialmente el último
libro de la Biblia, el Apocalipsis, y específicamente esta verdad del
Reino milenial mesiánico, pues ahí se habla de su derrota definitiva y
la recuperación completa de la Tierra para Dios para el cumplimiento
de su Propósito eterno: habitar en ella en medio de su pueblo. Satanás,
pues, trae sobre este asunto toda la confusión y polémica posible. No
podemos entrar aquí a fondo en todo este asunto, pero, además de todo
lo que ya hemos expuesto acerca del Reino de los Cielos hasta ahora,
enfocaremos en algunas evidencias adicionales del sentido literal de
esta profecía.

En primer lugar, diremos que nuestra referencia suprema en cuanto a


la fe y la interpretación de la Escritura es la misma Palabra de Dios,
no los Testigos de Jehová, ni los papas, ni ningún teólogo famoso.
Como hemos dicho al principio, estamos tratando con toda la
honestidad posible por nuestra parte de regresar al cristianismo en sus
fuentes: al cristianismo "bíblico".

Allá donde estimamos que los Testigos de Jehová, o los Católicos, o


los Luteranos, o quien sea, concuerdan con la Palabra de Dios,

234
podemos concordar con ellos. Allá donde estimamos que ellos se
apartan de la Palabra de Dios, no podemos concordar con ellos. Los
Testigos de Jehová se apartan gravemente de la fe bíblica en
multitud de puntos, por ejemplo al negar la divinidad de Jesucristo,
negar al Espíritu Santo como una Persona divina (y por tanto, al negar
la Trinidad), al negar la resurrección corporal de Cristo, y en otras
muchas cosas que sería muy largo enumerar aquí... Pero aciertan
cuando interpretan literalmente el Reino milenial del Mesías, Jesús;
solo que incluso en este punto son muchas las falsedades en que lo
envuelven; lo cual forma parte de ese esfuerzo satánico por ensuciar
también esta trascendental verdad para que sea descartada por los
perezosos e incautos sin discernimiento.

El caso es que no es a los Testigos de Jehová a los que seguimos, ni


mucho menos, sino a la Palabra de Dios en la Biblia, la cual habla
literalmente de ese Reino venidero. Resumiremos, pues, brevemente
las razones principales por las que pensamos que la venida del Reino
de los cielos que anunciaba Jesús debe interpretarse como un
Reino literal del Mesías Jesús sobre todas las naciones de la
Tierra, que pasa por diversas fases (como hemos expuesto), y cuya
manifestación visible será después de la segunda venida de Cristo
en gloria y poder: Jesucristo en persona gobernará el mundo con
justicia con sus seguidores fieles.

1) El Antiguo Testamento abunda en referencias al reinado "político"


(literal) del Mesías sobre todas las naciones de la Tierra, con capital en
Sión (Jerusalén): el lugar escogido por Dios para habitar, para
comenzar a recuperar la Tierra para sí del dominio de Satanás y para
gobernar toda la Tierra:

"¡Grande es YHaWeH y digno de suprema alabanza, en la ciudad


de nuestro Dios, en el monte de su santuario! ¡Qué hermosa
altura! El gozo de toda la tierra es el monte Sion por el lado
norte, la ciudad del Gran Rey" (Salmo 48:1-2).

235
"Porque YHaWeH ha elegido a Sion y la ha deseado como
morada suya: 'Este es mi lugar de reposo para siempre. Aquí
habitaré, porque lo he deseado. Lo bendeciré con abundante
provisión; a sus necesitados saciaré de pan. Asimismo, vestiré de
salvación a sus sacerdotes, y sus fieles darán voces de júbilo.
Allí haré surgir el poderío de David; he preparado una lámpara
para mi ungido (= Mesías, Cristo). A sus enemigos vestiré de
vergüenza, pero sobre él resplandecerá su corona'" (Salmo
132:13-18).

Es por este motivo que desde entonces este punto de la Tierra se ha


convertido en el lugar más disputado de la Historia: en Sión
(geográfica y tipológicamente) se concentra la oposición satánica al
Propósito eterno de Dios30.

Como ya hemos expuesto, el objetivo de crear al Hombre y ofrecerle


la Vida divina era capacitarlo para señorear, gobernar, reinar sobre
toda la Tierra (el Reino) en unión con Dios, en su Nombre,
representándole, expresándole, conteniéndole. Y así 'labrar' el jardín
de Edén (cultivar, desarrollar la Tierra según los propósitos de Dios) y
'guardarlo' (protegerlo, defenderlo de la infiltración de "la serpiente" -
Satanás- y su Pecado de rebelión). Dios delegó su Autoridad en Adán
para gobernar el mundo en Su Nombre. Pero al desobedecer a Dios y
seguir la voz de "la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás",
Adán entregó la autoridad sobre el mundo a Satanás. Desde entonces
"...el mundo entero está bajo el maligno" (1ª Juan 5:19). Esto no tiene
nada de simbólico o alegórico: es una realidad bien palpable. La
recuperación de la Tierra para Dios, para restablecer su Reino por
medio del Nuevo Hombre en Cristo, no puede ser menos literal si
queremos hacer justicia a la Revelación bíblica y no convertir el
cristianismo en una broma, un mero espiritualismo ahistórico o un
mero idealismo utópico...

30
Para profundizar en la naturaleza de ese conflicto crucial a la luz de las
Escrituras, ver mi libro "El conflicto árabe-israelí. Una aproximación
bíblico-histórica" en https://goo.gl/Kme8nw

236
Después de la Caída, el reinado del Dios del cielo comenzó a tocar
nuestra Tierra cuando Dios se hizo un pueblo para sí y lo liberó
"literalmente" de la esclavitud y el dominio del Faraón en Egipto. En
la otra orilla del Mar Rojo, en medio de cánticos de liberación, se hace
la primera mención:

"Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad,


en el lugar que has preparado como tu habitación, oh YHaWeH,
en el santuario que establecieron tus manos, oh Señor. YHaWeH
reinará por siempre jamás" (Éxodo 15:17-18).

Por medio del profeta Samuel, Israel fue constituido un reino


"literal" en la tierra prometida por Dios a Abraham, cuyo reyes
(=mesías, cristos, ungidos) estaban para representar el gobierno de
Dios sobre su pueblo.

El rey de Israel más eminente fue David, que conquistó Jerusalén, y al


cual Dios le prometió que su trono "literal" sería establecido para
siempre, por medio de un descendiente suyo:

"Cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo


levantaré después de ti a un descendiente tuyo, el cual procederá
de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará una casa a mi
nombre, y yo estableceré el trono de su reino para siempre"
(2Samuel 7:12-13).

Cuando este Reino cayó "literalmente" bajo el dominio de


Nabucodonosor, rey de Babilonia, la promesa de Dios a David sostuvo
la esperanza del pueblo: un descendiente de David, un "hijo de
David", sería levantado por Dios para librar a Israel de sus enemigos y
establecer el Reino de Dios sobre toda la Tierra desde Sión. Así lo
anunciaron de parte de Dios los profetas de Israel:

"...Lo dilatado de su dominio y la paz no tendrán fin sobre el


trono de David y sobre su reino, para afirmarlo y fortalecerlo
con derecho y con justicia, desde ahora y para siempre. El celo

237
de YHaWeH de los Ejércitos hará esto" (Isaías 9:1-7).

"En los últimos días, el monte de la casa del SEÑOR será el más
alto de todos, el lugar más importante de la tierra. Se levantará
por encima de las demás colinas, y gente del mundo entero
vendrá allí para adorar. Vendrá gente de muchas naciones y
dirán: «Vengan, subamos al monte del SEÑOR, a la casa del
Dios de Jacob. Allí él nos enseñará sus caminos, y andaremos en
sus sendas. Pues de Sión saldrá la enseñanza del SEÑOR; de
Jerusalén saldrá su palabra». El SEÑOR mediará entre las
naciones y resolverá los conflictos internacionales. Ellos
forjarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en
herramientas para podar. No peleará más nación contra nación,
ni seguirán entrenándose para la guerra" (Isaías 2:2-4. Nueva
Traducción Viviente).

Por favor, lea completos estos tres impresionantes salmos


mesiánicos, referidos a la entronización del Mesías y su futuro
reinado, que aquí abrevio por cuestión de espacio:

"...Que florezcan todos los justos durante su reinado; que haya


prosperidad abundante hasta que la luna deje de existir. Que
reine de mar a mar, y desde el río Éufrates hasta los extremos de
la tierra. Los nómadas del desierto se inclinarán ante él; sus
enemigos caerán a sus pies sobre el polvo. Los reyes
occidentales, de Tarsis y de otras tierras distantes, le llevarán
tributo. Los reyes orientales, de Sabá y de Seba, le llevarán
regalos. Todos los reyes se inclinarán ante él, y todas las
naciones le servirán. Rescatará a los pobres cuando a él clamen;
ayudará a los oprimidos, que no tienen quien los defienda. Él
siente compasión por los débiles y los necesitados, y los
rescatará. Los redimirá de la opresión y la violencia, porque sus
vidas le son preciosas..." (Salmo 72. NTV).

"¿Por qué se enojan tanto las naciones? ¿Por qué pierden el


tiempo haciendo planes inútiles? Los reyes de la tierra se

238
preparan para la batalla, los gobernantes conspiran juntos en
contra del SEÑOR y en contra de su ungido. «¡Rompamos las
cadenas! —gritan—, ¡y liberémonos de ser esclavos de Dios!».
Pero el que gobierna en el cielo se ríe; el Señor se burla de ellos.
Después los reprende con enojo; los aterroriza con su intensa
furia. Pues el Señor declara: «He puesto a mi rey elegido en el
trono de Sión, en mi monte santo». El rey proclama el decreto
del SEÑOR: «El SEÑOR me dijo: “Tú eres mi hijo. Hoy he
llegado a ser tu Padre. Sólo pídelo, y te daré como herencia las
naciones, toda la tierra como posesión tuya. Las quebrarás con
vara de hierro y las harás pedazos como si fueran ollas de
barro”». Ahora bien, ustedes reyes, ¡actúen con sabiduría!
¡Quedan advertidos, ustedes gobernantes de la tierra! Sirvan al
Señor con temor reverente y alégrense con temblor. Sométanse al
hijo de Dios, no sea que se enoje y sean destruidos en plena
actividad, porque su ira se enciende en un instante. ¡Pero qué
alegría para todos los que se refugian en él!" (Salmo 2. NTV).

"El SEÑOR le dijo a mi Señor: «Siéntate en el lugar de honor a


mi derecha, hasta que humille a tus enemigos y los ponga por
debajo de tus pies». El SEÑOR extenderá tu poderoso reino
desde Sión, y gobernarás a tus enemigos..." (Salmo 110).

Aunque a veces los profetas usaban símbolos, el contenido de sus


profecías son siempre eventos históricos, que se han ido cumpliendo
"literalmente". No hay justificación ninguna para interpretar simbólica
o alegóricamente o espiritualizadamente este evento histórico central
en el Plan de Dios anunciado por los profetas.

Por medio del profeta Daniel, Dios reveló a Nabucodonosor, rey de


Babilonia, el futuro de la Historia humana hasta la venida del Reino
de Dios: una sucesión de imperios "literales" que terminan siendo
destruidos por la venida del Reino de Dios (ver Daniel 2 y 7). El
imperio babilónico fue literal; el imperio persa fue literal; el imperio
griego fue literal; el imperio romano fue literal. No hay justificación
ninguna para pensar que los dos imperios restantes profetizados en esa

239
serie no serán literales: el imperio de la bestia (del Anticristo), y el
Reino de Dios, en el cual participará su pueblo.

Daniel profetizó la muerte del Mesías (9:26) y su ascensión a los cielo


y entronización y reino eterno:

"Estaba yo mirando en las visiones de la noche, y he aquí que en


las nubes del cielo venía alguien como un Hijo del Hombre.
Llegó hasta el Anciano de Días, y le presentaron delante de él.
Entonces le fue dado el dominio, la majestad y la realeza. Todos
los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su dominio es
dominio eterno, que no se acabará; y su reino, uno que no será
destruido" (Daniel 7:13-14).

Todas estas profecías eran las que nutrían la esperanza de Israel, y


lo que los judíos entendían cuando Juan el Bautista y Jesús
aparecieron anunciando "la venida del Reino de los Cielos". No se
puede entender lícitamente de qué clase de "reino" hablaba Jesús en
su predicación si se lo saca de su contexto. Y el contexto en el que
vivió y habló Jesús fue el pueblo de Israel, configurado por la
Revelación de Dios en el Antiguo Testamento, especialmente toda
su tradición profética y 'apocalíptica', que habla precisamente de la
intervención de Dios en la Historia Humana para juzgar, hacer
justicia e instaurar su Reino sobre esta Tierra.

Las interpretaciones alegorizantes, simbólicas, espiritualizantes, de


lo que la Escritura no presenta como símbolo o alegoría, no hacen
justicia al contexto del texto: la tradición del judaísmo bíblico en el
que se insertó Jesús; interpretaciones que han aparecido
precisamente a medida que la Cristiandad se ha apartado de las
raíces judías bíblicas de su fe, especialmente por la influencia
helenística (de la cultura y filosofía griega).

Pues bien, el Nuevo Testamento es el anuncio de que todas estas


promesas y profecías se cumplen en Jesús de Nazaret.

240
2) Los discípulos de Jesús, como todos los judíos, creían en el reino
mesiánico literal, y Jesús mismo enseñó acerca del reino mesiánico
literal.

Cuando Herodes se enteró por los sabios de Oriente que había nacido
en Belén el Rey de Israel (descendiente de David) anunciado por los
profetas (y los astros), no mandó matar a los niños de Belén por una
expectativa "simbólica" o "alegórica" de la venida del reino mesiánico
profetizada, sino porque se esperaba un Rey "literal".

En la llamada "entrada triunfal de Jesús en Jerusalén", pocos días


antes de ser crucificado, la muchedumbre le aclamó como el 'hijo de
David' que se sentaría en su trono para traer el Reino esperado; el rey
manso y humilde que entraría en Jerusalén a lomos de un burrito,
como profetizó Zacarías (Mt 21:4-5). Los fariseos le dijeron que les
reprendiera, pero Jesús lo confirmó:

"Los que iban delante y los que le seguían aclamaban: —


¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David! ¡Hosanna en
las alturas!" (Marcos 11:9-10). "Entonces, algunos de los
fariseos de entre la multitud le dijeron: —Maestro, reprende a
tus discípulos. El respondió diciéndoles: —Os digo que si éstos
callan, las piedras gritarán" (Lucas 19:39-40).

Relea la parábola de Jesús del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30) y la


interpretación que hizo el mismo Jesús, donde expone claramente la
realidad simbolizada en la parábola. No ya símbolos, sino realidades
"literales":

"El campo es el mundo. La buena semilla son los hijos del reino,
y la cizaña son los hijos del maligno. El enemigo que la sembró
es el diablo. La siega es el fin de la era, y los segadores son los
ángeles. De manera que como la cizaña es recogida y quemada
en el fuego, así será el fin de la era. El Hijo del Hombre enviará
a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que causan

241
tropiezos y a los que hacen maldad, y los echarán en el horno de
fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes. Entonces los justos
resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene
oídos, que oiga" (Mateo 13:38-43).

Jesús enseñó tanto de la realidad presente del Reino de los Cielos


como de su manifestación futura:

"Y cuando los fariseos le preguntaron acerca de cuándo había de


venir el reino de Dios, les respondió diciendo: —El reino de Dios
no vendrá con advertencia. No dirán: "¡Mirad, aquí está!" o
"¡Allí está!" Porque el reino de Dios está en medio de vosotros
(su realidad presente). Dijo a sus discípulos: —Vendrá el tiempo
cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre y no lo
veréis. Os dirán: "¡Mirad, aquí está!" o "¡Mirad, allí está!" Pero
no vayáis ni les sigáis. Porque como el relámpago que
resplandece ilumina el cielo de un extremo al otro, así también
será el Hijo del Hombre en su día (su venida futura)" (Lucas
17:20-24).

"Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola,


por cuanto estaba cerca de Jerusalén y porque ellos pensaban
que inmediatamente habría de ser manifestado el reino de
Dios. Dijo, pues: "Cierto hombre de noble estirpe partió a un
país lejano para recibir un reino y volver (...) en cuanto a
aquellos enemigos míos que no querían que yo reinara sobre
ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia. Después de
decir esto, iba delante subiendo a Jerusalén (para realizar la
redención de la humanidad caída por medio de su muerte)"
(Lucas 19:11-28).

En el centro de la enseñanza de Jesús sobre como orar al Padre, se


encuentra la petición de que el Reino de los Cielos venga a esta Tierra.
Una oración que Jesús espera que los creyentes sigamos haciendo
hasta que efectivamente Él vuelva e instaure su Reino en la Tierra:

242
"...venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así
también en la tierra" (Mateo 6:10).

Después de resucitar, Jesús estuvo apareciéndose durante 40 días a sus


discípulos antes de ascender para ser entronizado como Señor y Rey
por el Padre. Y les enseñaba acerca del Reino de Dios (Hechos 1:1-3).
Pues después de convivir con Jesús tres años y medio día y noche, y
este tiempo después de su resurrección, los discípulos seguían
teniendo un concepto "literal" del Reino venidero, ¡y Jesús no les
corrigió!, sólo les dijo que todavía no era el tiempo de su
manifestación visible, se abría la era para entrar voluntariamente en el
Reino, la era de la Iglesia, como ya vimos:

"Por tanto, los que estaban reunidos le preguntaban diciendo: —


Señor, ¿restituirás el reino a Israel en este tiempo? El les
respondió: —A vosotros no os toca saber ni los tiempos ni las
ocasiones que el Padre dispuso por su propia autoridad. Pero
recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre
vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaria y hasta lo último de la tierra" (Hechos 1:6-8).

Y es que él mismo les alimentó esa expectativa "literal":

"Y vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis


pruebas. Yo, pues, dispongo para vosotros un reino, como mi
Padre lo dispuso para mí; para que comáis y bebáis en mi mesa
en mi reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce
tribus de Israel" (Lucas 22:28-30).

"Entonces respondió Pedro y le dijo: —He aquí, nosotros lo


hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué hay, pues, para
nosotros? Jesús les dijo: —De cierto os digo que en el tiempo de
la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el
trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido os sentaréis
también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de
Israel" (Mateo 19:27-28).

243
El problema de Israel y los discípulos de Jesús no era la expectativa
del reinado literal del Mesías, sino su ignorancia de que primero el
Mesías debía entregar su vida para realizar la salvación del mundo:

"...Entonces él les dijo: —¡Oh insensatos y tardos de corazón


para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era
necesario que el Cristo padeciese estas cosas y que entrara en
su gloria? (...) Y les dijo: —Estas son las palabras que os hablé,
estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen
todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés,
en los Profetas y en los Salmos. Entonces les abrió el
entendimiento para que comprendiesen las Escrituras, y les dijo:
—Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese y
resucitase de los muertos al tercer día; y que en su nombre se
predicase el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas
las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois
testigos de estas cosas" (Lucas 24:13-53).

3) Los textos principales sobre el Milenio en el libro de Apocalipsis


del apóstol Juan:

"El séptimo ángel tocó la trompeta. Y en el cielo se oyeron


grandes voces que decían: 'El reino del mundo ha venido a ser
de nuestro Señor y de su Cristo. El reinará por los siglos de los
siglos'. Y los veinticuatro ancianos, que estaban sentados en sus
tronos delante de Dios, se postraron sobre sus rostros y adoraron
a Dios diciendo: 'Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso,
que eres y que eras, porque has asumido tu gran poder, y reinas.
Las naciones se enfurecieron, pero ha venido tu ira y el tiempo
de juzgar a los muertos y de dar su galardón a tus siervos los
profetas y a los santos y a los que temen tu nombre, tanto a los
pequeños como a los grandes, y de destruir a los que destruyen
la tierra'" (Apocalipsis 11:15-18).

"Vi a un ángel que descendía del cielo y que tenía en su mano la

244
llave del abismo y una gran cadena. El prendió al dragón,
aquella serpiente antigua quien es el diablo y Satanás, y le ató
por mil años. Lo arrojó al abismo y lo cerró, y lo selló sobre él
para que no engañase más a las naciones, hasta que se
cumpliesen los mil años. Después de esto, es necesario que sea
desatado por un poco de tiempo. Y vi tronos; y se sentaron sobre
ellos, y se les concedió hacer juicio. Y vi las almas de los
degollados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de
Dios. Ellos no habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni
tampoco recibieron su marca en sus frentes ni en sus manos.
Ellos volvieron a vivir y reinaron con Cristo por mil años"
(Apocalipsis 20:1-4).

En el libro de Apocalipsis hay muchas figuras y símbolos, pero


siempre son explicados por las Escrituras mismas, o bien en el
mismo libro, o bien en otros libros proféticos: las bestias son
imperios, el mar son las naciones, la mujer es el pueblo de Dios, el
gran dragón es Satanás... ¡Pero el Reino de Dios sobre esta tierra no
es ninguna figura o símbolo, es la realidad misma del Propósito
eterno de Dios a través de toda la Biblia!

4) La Iglesia primitiva, durante sus tres primeros siglos, entendió


el Reino milenial de una manera literal.

Papías de Hierápolis (discípulo directo del apóstol Juan); Ireneo de


Lyón (discípulo de Papías); Melitón de Sardis (una de las iglesias a las
que fue dirigido Apocalipsis originalmente); Policarpo de Esmirna
(otra de las iglesias a las que fue dirigido Apocalipsis originalmente);
Justino Mártir; Apolinar de Hierápolis; Tertuliano de Cartago;
Victorino de Petavio; Lactancio; Ambrosio de Milán; Agustín de
Hipona al principio... Todos estos eran destacados líderes cristianos
primitivos que entendían literalmente el reino milenial. Eran
"milenaristas" o "quiliastas" (del griego "jilioi": mil).

Si hay algo de anti-milenarismo en la iglesia primitiva fue para

245
combatir no el milenarismo bíblico, sino las primeras versiones
adulteradas: el milenarismo gnóstico de Cerinto (ya a finales del s.I) o
el milenarismo exaltado de Montano (s. II).

5) La aparición de otras interpretaciones diferentes del Milenio a


partir del s. IV.

Esta expectación milenarista predominante en la iglesia primitiva


sostuvo la esperanza de los cristianos perseguidos durante los tres
primeros siglos, fortaleciéndolos para no doblar sus rodillas ante los
emperadores autodivinizados, proclamando que no era el César el
Señor del mundo, sino Jesús el Cristo.

Después, muchos cristianos consideraron "el giro constantiniano" (la


unión de la Cristiandad con el Imperio) como el triunfo del
cristianismo y el comienzo del Milenio. Como vieron que el gran
imperio se había 'cristianizado', por lo menos por fuera, pensaron que
prácticamente había llegado el Milenio; y se fue dando lugar a otras
interpretaciones:

- "la interpretación amilenarista": la escuela teológica de


Alejandría, que promovió el sistema alegórico de interpretación de las
Escrituras por encima del histórico-gramático, comenzó a interpretar
que el Milenio es algo simbólico, que representa el triunfo del
cristianismo sobre el mundo.

- "la interpretación post-milenarista": la segunda venida de Cristo


sería 'después' (post-) del Milenio, entendiendo que este era ese
'triunfo' del cristianismo: el "imperium christianum".

El historiador de la Iglesia Eusebio de Cesarea 31, favorable a la


herejía arriana y amigo del emperador Constantino, parece uno de los
31
Citamos aquí libremente a Gino Iafrancesco en su excelente libro que
recomendamos "Aproximación al Apocalipsis", en la introducción del tomo I
y el cap. 67 del tomo II. Descargable en internet.

246
primeros en comenzar a proponer esta interpretación.

Por otra parte, en reacción contra los excesos entusiastas de Montano


(alrededor del año 150 d.C.) surgieron algunas respuestas
desequilibradas contra el montanismo. Como el montanismo era
literalista y se basaba en el Apocalipsis, entonces comenzaron a
rechazar a los cristianos que creían en el milenio literal y los
consideraban los herejes. Después ya no sólo rechazaron a la
interpretación milenarista, sino que rechazaron incluso el Apocalipsis,
porque el Apocalipsis era el que daba pie para eso. Comenzó, pues, a
surgir, en una vertiente, un rechazo al libro del Apocalipsis, porque
decían que el Apocalipsis era prácticamente el culpable de la "herejía"
de los mil años y todas esas cosas.

En Roma, por el año 210, uno de los presbíteros de Roma, que se


llamaba Cayo de Roma, escribió contra Montano, y en sus escritos
contra Montano y el montanismo también atacó al milenarismo y
atacó al Apocalipsis. Entonces, otro presbítero de Roma, uno que
había aprendido de Ireneo, que se llamaba Hipólito de Roma, escribió
una obra contra Cayo, refutando de una manera tremenda todo lo que
era el ataque anti-apocalíptico y anti-milenarista, siendo él un hombre
ortodoxo. A partir de la obra que escribió Hipólito contra Cayo de
Roma en occidente se respetó mucho el Apocalipsis. Pero como las
obras no circulaban tan rápido, por allá en el oriente, por Georgia y
por Armenia, se demoraron mucho en aceptar el Apocalipsis, y
heredaron después ese escepticismo de los alegoristas. Los alegoristas,
que no querían hablar de un milenio literal, no sólo rechazaron la
interpretación literal, sino que rechazaron el libro mismo del
Apocalipsis.

Agustín de Hipona, uno de los grandes teólogos cristianos, que


inicialmente era milenarista, en su libro “La Ciudad de Dios” cambió
de postura, interpretando la era del Reino milenario aplicándola al
tiempo de la Iglesia, desde la ascensión de Cristo hasta su segunda
venida. Y aunque nunca condenó el milenarismo, su enorme influencia
en la Cristiandad, junto con la influencia de la escuela alegorista

247
alejandrina, prácticamente durante la Edad Media el alegorismo
prevaleció sobre la interpretación literal. A algunos cristianos o
pequeños grupos que todavía mantenían la posición de la Iglesia
primitiva que era literal, milenarista, los consideraban herejes
"kiliastas". Aún hoy, para el Catolicismo y el Protestantismo
tradicional, esta interpretación se considera típica de grupos sectarios
'fundamentalistas' y 'herética' (para el Catolicismo), declarando así
heréticos a los profetas, a Jesús y sus discípulos y a toda la Iglesia
primitiva.

En la edad moderna, el Milenarismo se interpretó en formas pseudo-


religiosas y secularizadas (Milenio sin Dios ni Cristo), y aparecieron
los pseudo-mesianismos y milenarismos utópicos de diferentes
ideologías (como el paraíso comunista) y nacionalismos (la idea de la
nación redentora).

Por ejemplo, "es la idea de la nación destinada, según el plan divino


de salvación, a redimir el mundo. Desde la desintegración del 'Sacro
Imperio Romano Germánico' (post-milenarista), existió en casi todas
las naciones de Europa un nacionalismo aureolado religiosamente. El
mesianismo político de Hitler y de su "reino milenario" fue la terrible
pero breve caricatura alemana de esa idea"32.

Cierto sector 'progresista' del Catolicismo, influidos por el


milenarismo secularizado marxista, interpreta el Milenio como una
utopía, un ideal de justicia que sostiene la lucha de los cristianos por
transformar el mundo de acuerdo a los valores del Reino de Dios.
Hablan de "construir el Reino", un lenguaje que nunca usa la
Escritura, la cual habla de "entrar en el Reino", sometiéndose al
gobierno de Cristo, y cuya puerta de entrada es el nuevo nacimiento,
pues el viejo hombre caído no puede ver ni entrar en el Reino de Dios
si no pasa por la muerte y la resurrección juntamente con Cristo, como
hemos expuesto aquí. Es un híbrido cristiano-marxista que adultera
ambas visiones, que son irreconciliables.
32
"La venida de Dios. Escatología cristiana", Jürgen Moltman, cap. 13, pag.
225.

248
Mucho más se puede decir de este tema, pero creo que con esto queda
sobradamente justificada bíblicamente la interpretación literal del
Milenio.

249
APÉNDICE III
BREVE TESTIMONIO BIOGRÁFICO DEL AUTOR

Tal vez la curiosidad lleve al lector a leer estas notas autobiográficas


antes de leer el libro. Algunas cosas las entenderá mejor después de
leerlo. En cualquier caso, mi vida va siendo conformada por lo que
presento en este libro.
___________________________

El primero de cinco hijos, nací en 1970 en Novelda (Alicante) de unos


padres católicos comprometidos. Mis queridos padres, a quienes debo
tanto, fueron desde la infancia un ejemplo de fe viva y entrega
generosa a los demás, lo mejor que han sabido y han podido. Aunque
ahora considero que el Catolicismo es un sistema religioso que ha
deformado gravemente el cristianismo bíblico, fue ahí donde comencé
a conocer a Jesús de una manera viva y personal, y desde que tengo
uso de razón recuerdo amar a Jesús de corazón. A los 13 años oí
claramente la llamada del Señor a servirle y decidí consagrarle mi
vida, decisión que nunca ha cambiado. Para ello, y según mi
entendimiento en aquel momento, ingresé en el seminario para
prepararme al sacerdocio. Allí estudié 11 años: la secundaria y los 6
años de preparación al sacerdocio.

Impactado por una orden religiosa católica ("los hermanitos de


Jesús"), cuya peculiaridad era la vida entre los más pobres para
testimoniarles el amor de Dios, estuve a punto de renunciar a recibir la
ordenación sacerdotal para entrar en dicha orden, pero finalmente mi
obispo me presionó y fui ordenado sacerdote en 1995, sirviendo en
una parroquia de Elche durante unos 3 años.

Pero en el ejercicio del sacerdocio, por un lado comencé a


experimentar muchas contradicciones con la Palabra de Dios y con mi
llamamiento personal; por otro fui muy influido por la llamada
'teología de la liberación' y la noviolencia gandhiana, y renuncié a mi
sueldo con la intención de ir a vivir entre los pobres dependiendo

250
exclusivamente del Señor.

Por ese tiempo, debía ir a prestar el servicio militar finalizadas ya las


prórrogas por estudio. Y motivado por esas influencias y el 'sermón
del monte' (una mezcla), decidí declararme 'objetor de conciencia' al
servicio militar en una forma peculiar: participando en una campaña
de 'desobediencia civil' anti-militarista (insumisión), con el objetivo
de concienciar a la sociedad acerca de la noviolencia como alternativa
para resolver los conflictos y reclamar la desaparición de los ejércitos.
Como consecuencia de ello, fui condenado por 'deserción' y
condenado a 20 meses de cárcel, que cumplí en una prisión militar.

Durante esa etapa conocí el anarquismo, y fabriqué mi propia


'ideología' mezclando elementos del anarquismo, la teología de la
liberación, la noviolencia ghandiana y la Biblia.

Entonces conocí a María, mi preciosa y amada esposa, y junto con


otro matrimonio decidimos vivir en comunidad y fundar una
cooperativa de trabajo conforme a nuestros principios ideológicos.

El Señor, en su misericordia, vino a mi encuentro y me bendijo con


una profunda desazón respecto de la vida que había escogido, y
releyendo un día los evangelios, el Señor tocó de nuevo mi corazón:
"Vosotros no me elegisteis a mí; más bien, yo os elegí a vosotros...”
(Jn 15:16). Renovando mi búsqueda del Señor, en 2002 recibí el
Evangelio de manos de otro ex-sacerdote católico convertido a la fe
evangélica (Antonio González). Jesús me abrió los ojos para
comprender el Evangelio como nunca antes, de una manera personal y
viva: "vi" con los ojos del corazón el significado de la muerte de
Cristo en la cruz por mis pecados y el regalo de la salvación. Fue una
verdadera crisis -en el sentido positivo-, una conversión, un salto
cualitativo en mi conocimiento personal de Jesucristo. E inicié una
nueva etapa de crecimiento en el Señor. Poco después abandoné
definitivamente el Catolicismo (por las razones que expongo en este
libro, aunque las fui descubriendo progresivamente) y comencé a
ganarme la vida como albañil/fontanero.

251
El Señor, en su providencia, me permitió ir conociendo y entrando en
contacto con movimientos cristianos de regreso al cristianismo
bíblico.

Primero el anabaptismo, donde comprendimos que el bautismo de


infantes no es bíblico, sino el bautismo de creyentes: recibido
después de escuchar, entender y recibir con una fe personal el
Evangelio de Jesucristo. De modo que me (re)bauticé en 2006, y mi
esposa en 2008. Nuestro anhelo es que también nuestros tres hijos
reciban también con esa fe a Jesús como su Salvador y su Señor y le
rindan sus vidas.

Aunque manteníamos una relación activa con algunos hermanos


anabaptistas, estaban geográficamente lejos de nosotros, y vivíamos
una cierta soledad y desamparo, pues avanzar por esta senda no es
cosa de masas, y más en un país de profundas raíces católicas y
atrincherado por siglos contra este mover de Dios (incluso en un
tiempo persiguiendo sangrientamente a sus escasos representantes en
estas tierras). Así que oré al Señor, nuestro Pastor y Maestro, pidiendo
que Él mismo directamente nos sostuviera, nutriera y guiara. ¡Y
damos gracias a Dios que respondió a mi oración! De formas
providenciales, el Señor nos fue dando a conocer más y más de la
Obra de restauración de Su Iglesia que está llevando a cabo en el
mundo, poniéndonos en contacto con hermanos e iglesias de diversos
lugares, y los escritos de muchos hermanos, de diferentes épocas y
lugares, que Dios ha usado y está usando en esa Obra, algunos de los
cuales menciono en este libro.

Dios nuestro Padre ha tenido a bien revelar a Su Hijo de manera


creciente en nosotros, así como su eterno Propósito de edificarle una
Esposa a su Hijo, para por medio de ella establecer su Reino sobre
esta Tierra, y llenar y saturar de Cristo todas las cosas.

Y la visión de esa Obra de restauración que está llevando a cabo el


Señor, nos ha dado también nueva luz acerca de la historia de la
Iglesia, y de cómo transitar, en medio de la confusión que vive la

252
Cristiandad, por la senda de la restauración. Por tanto, dejando las
organizaciones religiosas cristianas, con la ayuda de Dios tratamos de
obedecer a esta visión (como la expongo en este libro), por más
minoritaria que sea esta senda...

“La presencia del Señor Jesús entre los congregados en Su Nombre,


la unción y guía del Espíritu Santo,
la Biblia
y el amor fraternal,
parece ser cuanto ellos necesitan”

He necesitado 20 años para 'comenzar' a comprender realmente a qué


me llamó el Señor a los 13 años, creciendo gradualmente en el
conocimiento personal del Señor Jesús y sus planes e intereses.
Mirando atrás, veo ahora que mi amor, mi respuesta y mi celo, eran
genuinos, pero 'no de acuerdo a un pleno conocimiento' (Rm 10:2).
Veo la iniquidad de las ideologías y teologías de los hombres, por las
que me dejé llevar en mi ignorancia de la Palabra de Dios, mezclando
esta con elementos extraños y contrarios a la misma. He pedido
perdón al Señor por tantas cosas... entre ellas por el pecado de
rebelión a su Autoridad, al no someterme a las autoridades superiores
constituidas por Él (Rm 13:1-7). El Señor, por medio de Su Palabra,
ha venido cambiando completamente nuestra manera de pensar en
todo...

Finalmente, después muchos rodeos y resistencias, hoy renuevo con


una nueva conciencia mi consagración al Señor y a su servicio, para
obedecer su mandato de anunciar el Evangelio a cuantos pueda, para
cooperar en la edificación de la Iglesia según la parte que el Señor me
va encomendando, y para librar la buena batalla espiritual en el
contexto de los peligrosos tiempos finales que vivimos, cuando el
regreso del Señor es ya tan inminente. Siempre en total dependencia
de Él, pues la Obra es de Dios, y nosotros sin Él no podemos hacer
nada, por lo que permanezco en la escuela de Cristo, esperando cada
día sus órdenes...

253
¡Mi alabanza y acción de gracias a Dios por tanta misericordia como
ha tenido y tiene conmigo!

¡Al Rey de los siglos, al inmortal, invisible y único Dios, y a su Cristo,


sean la honra y la gloria por los siglos de los siglos! Amén.

254
BIBLIOGRAFÍA

- “Nueva evidencia que demanda un veredicto”, Josh McDowell,


Ed. Mundo Hispano.

- Gino Iafrancesco (en internet):


 “Sílabo de Bibliología”
 “Hagamos al Hombre a nuestra imagen y semejanza”
 “Frente a la Caída”
 “Provisiones de la Cruz”
 “Provisiones de la Resurrección y la Ascensión”
 “Opúsculo de Cristología”
 “Consideraciones acerca de la Iglesia”
 “Edificando a la Iglesia”

- Watchman Nee: (en internet)


 “El Hombre Espiritual”, Ed. Clie
 “La Vida Cristiana Normal”
 “La Vida Cristiana Normal de la Iglesia”
 “La Ortodoxia de la Iglesia”
 “El Evangelio de Dios”

- “El Eterno Propósito de Dios”, Frank Viola (en internet)

- “Concilios”, Javier Gonzaga (pseudónimo), International


Publications, Gran Rapids. Publicado después con su verdadero
nombre: “Catolicismo Romano: Orígenes y Desarrollo”, de José Grau,
Ediciones Evangélicas Europeas.

- “La Fe en la Periferia de la Historia”, de Juan Driver, Ed. Semilla.

255

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