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fundamentales
M102
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TABLA DE CONTENIDO
PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Apocalíptico, autógrafo, autoritario, canon, confiable, corroborar, doctrina, epístola, inspiración, revelación
Por ejemplo, fue de Dios que Lucas creyera necesario investigar lo que habían escrito los testigos oculares de la
vida de Jesús. De esa manera pudo escribirlo todo por orden (Lc 1:14). Con frecuencia Pablo escribía para
contestar preguntas de las iglesias, para dar enseñanzas necesarias en ellas y para dar instrucciones a algunos
creyentes (1 Co 1:10-13, 7:1; Gá 1:6-7; 1Ti 1:3; Flm 10). Pero todo lo que escribió fue hecho mediante la inspiración
del Espíritu Santo.
Dos pasajes del Nuevo Testamento nos dan una valiosa vislumbre del tipo de inspiración que recibieron los
escritores. Pablo dice que “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2Ti 3:16). Pedro dice: “Ninguna profecía de la
Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos
hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2P 1:20-21).
Evidencias de la inspiración
Consideremos la aprobación de Jesús de las Escrituras del Antiguo Testamento, el cumplimiento de la profecía
bíblica y la unidad de los temas bíblicos.
1. Jesús demostró respeto y aprobó el Antiguo Testamento. Indicó su sentir acerca del Antiguo Testamento
de tres maneras. Primero, afirmó que estas Escrituras son eternas (Mt 5:17-18; Lc 10:26; 21:22; Jn 10:35).
Segundo, dijo que las Escrituras hablaban de él (Mt 26:24; Mr 9:12; Lc 18:31; 24:44; Jn 5:39). Tercero,
demostró su aceptación de la autoridad del Antiguo Testamento citándolo (Mt 4:4, 7, 10; 21:13; 26:31).
2. Se han cumplido las profecías bíblicas. El cumplimiento de muchas de sus predicciones con tanta precisión
indica la participación del Espíritu Santo. De ninguna manera esos acontecimientos los hubiera podido prever
ningún hombre inteligente. Sin embargo, muchos ya se han cumplido y otros se cumplirán a su debido
tiempo, por ejemplo, el lugar donde nació en Miqueas 5:2; la traición a Jesús en Salmos 41:9; la Forma de su
muerte en el Salmo 22.
3. La Biblia contiene unidad de temas. Aun cuando fue redactada por unos 40 autores por un período que
abarca cerca de 1600 años, la Biblia presenta un tema sobresaliente: la redención del hombre provista por
Dios mediante el sacrificio de su Hijo, Jesucristo. En las Escrituras no hay sino un solo sistema doctrinal, una
norma moral, un plan de salvación y un plan divino de las edades. Los libros, en lugar de contradecirse unos a
otros y confundir sus temas, se complementan unos a otros en forma armoniosa. Una serie maravillosa de
revelaciones se desenvuelve dramáticamente hasta culminar en el triunfo final sobre el mal.
Podemos ser inspirados por Dios para contribuir al avance de su reino, pero no a su revelación escrita. Después
de leer, estudiar y aplicar la enseñanza de las Escrituras, podemos decir con certeza que en verdad Dios nos ha
hablado clara y consecuentemente y que ha revelado por completo lo que deseaba comunicar. No se necesita
más.
Es importante que reconozcamos que Dios sigue hablando a su iglesia hoy por el don de la profecía, el Espíritu
sigue declarando a los creyentes la mente de Dios. Sin embargo, toda esa profecía, para ser recibida, debe estar
en armonía con la Palabra. Se da para edificar, exhortar y consolar a los creyentes (1Co 14:3). No puede sustituir
ni contradecir ni agregar a la revelación dada en la era apostólica como dirección general para la iglesia.
b. El Canon de las Escrituras
Se denomina ‘canon bíblico’ a la lista de libros que son aceptados por la Iglesia y otras confesiones cristianas
como texto sagrado de inspiración divina. Esa palabra se deriva del griego kanon, lo que significaba
originalmente ‘una caña o vara” y después se usó con el significado de una ‘vara de medir, regla o norma’.
Aplicada a las Escrituras, canon se refiere a los textos que han sido medido de acuerdo con cierto criterio y han
cubierto todos los requisitos para ser aprobados como la revelación inspirada de Dios. La Santa Biblia se
compone exclusivamente de los textos incluidos en los cánones del Antiguo y del Nuevo Testamento.
¿Cómo fueron unidos los muchos escritos de verdad revelada para formar un libro? ¿Cuándo se inició esa obra?
¿Cuál agencia, institución o personas fueron responsables de la formación de la Biblia?
La formación del Antiguo Testamento
A los 39 libros redactados antes de la llegada de Jesucristo les llamamos Canon del Antiguo Testamento. La
evidencia presentada por el historiador judío Josefo (año 95 d.C.) indica que los libros del Antiguo Testamento
fueron compilados bajo la supervisión de Esdras y los miembros de la Gran Sinagoga luego del regreso del exilio
en el siglo V a.C. Los escribas eruditos judíos los clasificaron esos textos en tres categorías —la ley, los profetas
y los escritos (narraciones) —y debían ser considerados por el pueblo de Dios como inspirados divinamente y su
única regla de fe y conducta.
La formación del Nuevo Testamento
Conocemos como Canon del Nuevo Testamento los escritos bíblicos redactados después de la muerte de Jesús
y del inicio de la Iglesia. Cuando junto con ellos circularon también otros tipos de literatura que pretendieron ser
sagrados, con el paso del tiempo la iglesia desarrolló un medio para reconocer las Escrituras divinamente
inspiradas y para darles el lugar debido en la práctica de las comunidades cristianas.
La regla (o canon) para las Escrituras del Nuevo Testamento era como sigue:
1. Debía haber sido escrito o apoyado por un apóstol o discípulo directo de un apóstol.
2. Su mensaje debía armonizar con las enseñanzas de los demás escritos aceptados como revelación de Dios.
3. Su contenido debía ser de tal carácter espiritual que se reconociera su inspiración divina por su efecto sobre
los oyentes y lectores.
4. Debía ser usado y aceptado universalmente por las iglesias como inspirado divinamente.
Desde muy temprano en la existencia de la iglesia, los 27 libros del Nuevo Testamento fueron medidos por este
criterio e informalmente aceptados como inspirados por Dios. Esto se reconoció oficialmente cuando, sobre una
base formal, el Concilio de Hipona (un grupo de líderes de las comunidades cristianas) anunció en el año 393 que
el canon de las Escrituras del Nuevo Testamento eran los 27 libros que se incluyen hoy en el mismo. La última
aprobación dio el Sínodo de Cartago (una conferencia de los obispos supervisores delegados por las
comunidades cristianas) en 419.
Por tanto, el canon del Nuevo Testamento surgió del acuerdo de los creyentes dirigidos por el Espíritu Santo
sobre lo que se hizo evidente a lo largo de los siglos.
PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Atributo, inmutable, manifestación, singularidad, materia, soberano, esencia, eternidad, inmaterial, ,
omnipotencia, omnipresencia, omnisciencia, unidad, trinidad, sustancia
I. La persona de Dios
¿Qué sabemos acerca de ese Dios? Examinemos algunos datos que conocemos acerca de nuestro Creador.
a. Dios es el ser original, diferente de nosotros
Dios es la persona original
¿Cuáles son las características esenciales de una persona? Una persona es aquella que tiene la capacidad de
pensar, sentir y decidir. Aunque Dios no tiene cuerpo, tiene inteligencia y la capacidad de pensar, sentir y tener
propósito que lleva a cabo. La Biblia revela que Él se comunica con los seres humanos (Sal 25:14) y la manera en
que éstos responden le afecta (Is 1:14). El piensa (Is 55:8) y toma decisiones (Gn 2:18). Todas estas son
características de un ser personal. Por tanto, Dios es un Ser personal.
No debemos considerar la personalidad del hombre como la norma para medir la personalidad de Dios porque
el modelo original de personalidad se encuentra en Dios, no en el hombre. La personalidad del hombre es similar
al original sólo en algunas características.
Dios es el Espíritu original
¿En qué piensa usted cuando cierra sus ojos y trata de imaginarse cómo es Dios? Dios no tiene forma alguna
porque es espíritu (Jn 4:24) y un espíritu es inmaterial. En Juan 1:18 dice que “a Dios nadie le vio jamás”
¿Qué implica la espiritualidad o la calidad de ser espíritu? Dios posee un ser singular, sustancial, distinto del
mundo (Ef 4:6; Col 1:15-17). Ser singular significa ser único. Ser sustancial significa tener sustancia, o una
naturaleza esencial, tener esencia. Los términos ‘sustancia’ y ‘esencia’ son muy similares cuando se usan en
relación con Dios. Se refieren a todas las cualidades o atributos que componen su naturaleza, los cuales a la vez
forman la base de todas sus manifestaciones externas.
Este Ser sustancial que es Dios es invisible, inmaterial y no se compone de partes. Dios es una sustancia
espiritual. Jesús dijo: “Un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lc 24:39). Puesto que
Dios no sólo es espíritu en el sentido estricto de la palabra, sino es el Espíritu original, no tiene las limitaciones
en las que pensamos cuando nos referimos a un ser humano o a otros seres espirituales. No tiene ninguna de las
propiedades o características que pertenecen a la materia. El apóstol Pablo lo describe como el “Rey de los
siglos, inmortal, invisible” (1Ti 1:17) y como “Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad,
que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” (1Ti 6:15-16).
Dios es Uno
Cuando decimos que Dios es uno, nos referimos a tres conceptos: la unidad numérica de Dios; la singularidad
de Dios; y la simplicidad de Dios.
1. La unidad numérica de Dios. Esto se refiere al hecho de que, numéricamente, Dios es un sólo ser. Y puesto
que hay un solo Ser divino, todos los otros seres existen por Él, de Él y para Él. Pablo, en 1 Corintios 8:6, dice:
“Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros
somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él”.
2. La singularidad de Dios. La Biblia enseña que sólo Dios es Dios, por lo tanto, es el único Dios. Versículos
bíblicos, como Deuteronomio 6:4 se refieren a la singularidad de Dios: “El Señor es nuestro Dios; el Señor es
uno.” La palabra hebrea traducida aquí como uno, también puede ser traducida como alguien único, la cual
es mejor traducción: "El SEÑOR nuestro Dios es el único SEÑOR” (NVI). Por tanto, sólo el que llamamos
‘Dios’ desde la Biblia, es el único Dios, el único que merece ser llamado así.
Este es el mensaje de Zacarías 14:9: “En aquel día el SEÑOR será el único Dios, y su nombre será el único
nombre.” Es decir, a nadie más se reconocerá como Dios y a nadie más se llamará ‘Dios’. Esta misma idea es
expresada claramente en Éxodo 15:11: ”¿Quién, SEÑOR, se te compara entre los dioses? ¿Quién se te
compara en grandeza y santidad? Tú, hacedor de maravillas, nos impresionas con tus prodigios.”
La respuesta, por supuesto, es que no hay otro. El Dios revelado en las Escrituras es el único y solo Dios.
3. La simplicidad de Dios. Esto significa el estado de ser libre de divisiones en partes. Dios es Espíritu y como
tal no puede ser dividido. El ser humano, en contraste, está compuesto: es tanto material (corporal) como
inmaterial (espiritual).
b. Dios es triuno
¿Cómo puede Dios ser uno y también triuno? Las palabras ‘triuno’ y ‘trinidad’ contienen los conceptos de unidad
y de tres (tri), de ser tres en la singularidad y la simplicidad de uno.
Al abordar este tema tan importante reconocemos que esta verdad puede ser conocida sólo mediante
revelación. Por tanto, recurrimos a lo que Dios ha revelado en las Escrituras como la base de nuestro estudio de
las siguientes preguntas respecto a la Trinidad.
¿Qué es la Trinidad? Son tres personas en una: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los eruditos que tratan de
describir con precisión estas distinciones en la Deidad usan términos diferentes. La variedad de términos que
usan sugiere que reconocen cuán difícil resulta describir la Trinidad.
En el Dios triuno no hay tres seres individuales que existen uno al lado de otro y a la vez separados
mutuamente. Más bien, existen sólo distinciones propias dentro de la esencia divina. Son de la misma
sustancia, iguales en gloria, poder, majestad y eternidad, y son una sola persona.
¿Cuál es la evidencia que apoya la Trinidad? Aunque la palabra Trinidad no se encuentra en ninguna parte
de la Biblia, la doctrina está revelada tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
El Antiguo Testamento fue escrito en el idioma hebreo. En hebreo, uno de los nombres de Dios, Elohim, está
en la forma plural. Por ejemplo, en Génesis 1:26 dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza”.
El Nuevo Testamento ofrece una clara revelación de Dios al enviar al Hijo al mundo (Jn 3:16; Gá 4:4; 1Jn 4:9).
También revela tanto al Padre como al Hijo al enviar al Espíritu Santo (Jn 14:26; 15:26; 16:7). En el Nuevo
Testamento observamos que el Padre le habla al Hijo (Mr 1:11; Lc 3:22); el Hijo disfruta de comunión con el
Padre (Mt 11:25- 26; Jn 11:41; 12:27-28); y el Espíritu Santo ora a Dios en los corazones de los creyentes (Ro
8:26-27).
¿Cuáles son las dificultades de la doctrina? ¿Por qué se nos dificulta tanto comprender la enseñanza de la
Trinidad? El ser humano simplemente no puede comprender la enseñanza acerca de la Trinidad basado
únicamente en su conocimiento y experiencia humanos. En nuestra existencia finita (limitada), nunca
podremos comprender lo infinito (aquello que no tiene límite). Pablo describe esta limitación del hombre en
su primera carta a los corintios: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; más entonces veremos cara a cara.
Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” (1Co 13:12).
La omnisciencia de Dios
Los seres humanos con frecuencia se esfuerzan mucho para descubrir hechos. Al estudiar para obtener
conocimiento, acumulamos hechos, pero parece que mientras más aprendemos, más comprendemos lo poco
que sabemos. Dios no tiene ese problema.
Como consecuencia de su eternidad y omnipresencia, no existe cosa alguna que no fuera del conocimiento del
Señor. El estado de su conciencia es ilimitado.
b. Dios es inmutable
Los seres humanos vivimos en un constante proceso de desarrollo, de cambios innumerables en cualquier área
de nuestro pensamiento, sentimientos, y ejercicio de la voluntad, así como también tenemos faltas que
necesitamos corregir. A cambio, Dios permanece siempre igual en todo aspecto. Él es perfecto, no necesita
desarrollar o cambiar nada en su carácter o sus atributos naturales. Es perfecto en todo sentido.
Puesto que Dios es incambiable, podemos tener confianza absoluta en Él y en Su palabra revelada. Eso nos
permite confrontar todas las situaciones de la vida con confianza, sabiendo que en todas las cosas Él obra para
nuestro bien (Ro 8:28). Quizá usted haya comparado pasajes como Números 23:19 y 1 Samuel 15:29, los cuales
dicen que Dios no cambia de parecer, con otros textos que dicen que se arrepintió o le pesó el haber hecho cierta
cosa (1 Samuel 15:11; Jonás 3:9-10). Esta actitud de Dios no se refiere a algún cambio fundamental en su carácter
o propósito. Siempre le ha indignado el pecado y siempre ha amado al pecador. No existe contradicción alguna
en el mensaje trasmitido. Sencillamente estamos observando que Dios reacciona en respuesta a la acción del
ser humano. Cuando el hombre cambia, por ejemplo, cuando se arrepienta, el trato que Dios le da al hombre
también cambia, pero esto no implica un cambio en la actitud de Dios o una alteración de sus principios.
c. Dios es soberano
Siendo el Dios que existe por sí mismo, no sólo es independiente para sí mismo, sino que también hace que
todas las cosas dependen de Él. Esta propia existencia de Dios encuentra expresión en la auto descripción Yo
Soy (Éx 3:14; Jn 8:58). Únicamente como existente por sí mismo, y como el Único Independiente, puede Dios
darnos la seguridad de que eternamente será el mismo en relación con la creación y con su pueblo. Este
concepto también se conoce como la soberanía de Dios.
Job 40:3-5 e Isaías 6:5-7 nos muestran que, si comprendemos verdaderamente la santidad de Dios, también
comprenderemos lo horrible del pecado. Cuando comprendamos la santidad perfecta de Dios, producirá
tristeza por el pecado, confesión de pecados y humildad en todos nosotros.
Las manifestaciones de la perfección moral de Dios
La santidad de Dios se manifiesta en Su rectitud. Esto quiere decir que no sólo lo que Dios es, sino todo lo
que hace corresponde a su bondad moral. Así que ha establecido un gobierno moral en el mundo. Esto
significa que ha dado leyes justas (imparciales y rectas) bajo las cuales debe vivir la gente.
La rectitud de Dios se expresa por su justicia. Su justicia es demostrada por su juicio al pecado. Debido a
que no puede tolerar el pecado, debe castigarlo donde aparece. Administra sus leyes justamente,
recompensa a los que las obedecen y castiga a los que las quebrantan.
La rectitud de Dios exige la santidad en su pueblo. No sólo es un Dios santo, sino que también demanda
que su pueblo sea santo. La santidad, como cualidad de la vida cristiana, es más que la actitud de no hacer lo
malo. También consiste en hacer lo bueno. En acción se expresa por una vida recta y hacer lo que el amor de
Dios nos dirige a hacer por los demás. Produce en nosotros un sentir o interés por los que nos rodean.
Con todo, aunque es perfectamente santo y está separado de los hombres, Dios ha hecho provisión para
terminar con esa separación. De acuerdo con Romanos 5:2 y Efesios 2:13-18, si deseamos acercarnos a Dios,
podemos hacerlo por los méritos de Jesucristo. Y 1 Pedro 3:18 nos dice que todas nuestras impurezas e injusticias
han sido cubiertas por nuestro Salvador para llevarnos a la presencia del Dios santo.
El motivo que conduce a Dios querer armonizar la repulsión del pecado a causa de Su santidad con la gracia
inmerecida que libremente otorga a los pecadores para poder recibirlos en Su presencia, está en la infinitud del
amor de Dios.
b. El amor de Dios
No podemos hacer nada para merecer o ganar el amor de Dios. Nada de lo que pudiéramos decir o hacer
obligaría a Dios a amarnos. Pero amar es parte de Su naturaleza. Ama al mundo. Nos ama a nosotros. Dios
demuestra en formas prácticas lo mucho que nos ama. La benignidad y benevolencia de Dios, Su misericordia,
paciencia y fidelidad, no son atributos separados en Él sino aspectos intrínsecos de Su carácter amoroso.
La benevolencia de Dios en el Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento, con frecuencia se presenta a Dios como guerrero grande y poderoso. Pero esto no
debe distraernos de reconocerlo también como un Dios amoroso.
Su paciencia con los pecadores. Uno de los ejemplos más sorprendentes de su amor lo muestra primero como
un iracundo destructor a punto de castigar a una ciudad impía. Pero no lo hace. ¿Por qué Dios no sigue adelante
con su plan? Porque espera que el arrepentimiento de los pecadores le de la oportunidad de demostrarles Su
misericordia (Jon 3:10; 4:11).
Su benevolencia para con Sus hijos. David, Isaías y Jeremías presentan a Dios como un padre. ¿Cuál
característica de un buen padre los condujo a hacer esta comparación?
Según David, Dios toma en cuenta que Sus criaturas humanas están indefensas y perecederas (Sal 103:13-14).
Isaías considera a Dios como un padre misericordioso (Is 63:16; 64:8).
Jeremías describe a Dios como el padre que, después de castigar a sus hijos desobedientes, tiernamente los
conduce de vuelta a su hogar (Jer 31:7-9).
Su voluntad de escuchar nuestro clamor. Le duele que los hombres sufran las consecuencias de sus errores y
pecados. Mire lo que dice respecto a la destrucción de Jerusalén: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese
vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo
hallé” (Ez 22:30). Si hubiera habido una persona justa que intercediera por la caída y que suplicara misericordia,
hubiera perdonado a la ciudad, a sus líderes y al pueblo.
b. El Sustentador de todo
La divina providencia
En Su soberanía Dios no sólo ha decido dar luz a la creación, sino también a preservar y sostener el universo por
medio de la divina providencia. Esta providencia abarca varios aspectos sin los que ni la vida ni los objetos
mismos pudieran existir.
La preservación (sostenimiento) del universo. Dios cuida o mantiene activamente el universo. Las Escrituras
demuestran que, después de su obra de creación, Dios sigue activamente cuidando todas las cosas (Sal 104). En
ello se incluye a personas y todos los animales (Sal 36:6), así como la protección ulterior de los rectos y justos
(Pr 2:8). Dios no sería soberano sí algo existiera u ocurriera en el universo ajeno a su voluntad y poder. Pasajes
tales como Nehemías 9:6 y Salmos 145:14-16 enseñan que Dios activamente preserva todas las cosas.
Hemos de reconocer que la preservación divina es necesaria porque todo lo que Dios creó, en esencia y acción,
depende absolutamente de Él. La criatura no tiene el poder interno para seguir existiendo sino por la voluntad
de su Creador. Por la palabra de su poder todo el universo es sostenido o mantenido (Heb 1:3).
La previsión y provisión para el futuro. Su providencia no sólo incluye la idea de preservación sino va mucho
más allá. También significa la capacidad que Dios tiene de anticipar cosas, ver el futuro, y planificar por
adelantado. Se refiere a forma en la que Dios dispone de las cosas con el fin de cumplir su propósito máximo en
la creación: el establecimiento de su reino bajo el gobierno de Jesucristo.
Algunos elementos de la providencia de Dios se relacionan con nosotros en lo que hacemos hoy:
Dios se relaciona personalmente con el mundo que ha creado.
El hace que todo en la naturaleza se mueva como se lo ha propuesto.
El capacita e impulsa a las personas a fungir como agentes morales responsables con la libertad de escoger
entre lo bueno y lo malo.
Si el hombre decide aceptar la salvación que Él le ha ofrecido, Dios le ha provisto ya vida eterna con todo el
gozo y el esplendor que concede su majestad.
Propósitos de la providencia
El gobierno de Dios se caracteriza por su interés en nosotros. Muchos pasajes revelan que Dios gobierna con el
propósito de lograr el bienestar de Su pueblo (Sal 84:11). El gobierno de Dios se caracteriza también por Su
interés en el desarrollo mental y moral de su pueblo: El trato de Dios con su pueblo a través de la historia ha
incluido enseñanzas a fin de que comprendan
1. lo que demanda de ellos;
2. que la naturaleza de Él es santa;
3. que el pecado es una ofensa contra Él y
4. que les ofrece el perdón de sus pecados y la reconciliación con El.
El gobierno de Dios tiene como meta principal Su propia gloria (Ef 1:1-14): Todas sus perfecciones se manifiestan
a través de Su gobierno. Esto significa que su divina providencia nos revela las cualidades de Su ser.
La distorsión del plan de Dios. Así como las Escrituras no dejan duda sobre el control soberano que Dios ejerce
sobre la creación, tampoco omite declarar cómo el pecado original del hombre ha afectado a la creación buena.
Indicios son:
Toda la naturaleza y sus habitantes fueron trastornados (Ro 8:22-23)
El reino de Dios se acercó con Jesús, es decir que entre la caída y la llegada del Salvador no era presente en la
tierra (Mt 3:2; Mr 1:15).
La obra de Jesucristo inicia el comienzo del reino de los cielos y el fin del reino de las tinieblas (Jn 12:31-32).
El Espíritu Santo ayuda a los discípulos a terminar el gobierno de Satanás (Jn 16: 8,11)
Dios apunta a una nueva creación bajo el gobierno de Jesucristo sobre una humanidad redimida (Fil 2:10-11).
¿Por qué un Dios soberano permitiera que las fuerzas del mal tengan poder sobre el mundo?
La facultad de libre elección. El Creador ha dado a su criatura más amada el libre albedrío para que la adoración
y obediencia a Él sea enteramente voluntaria. Esta libertad del ser humano vale más para Dios que cualquier
otra cosa y para preservarla, el Creador aceptó la temporal separación entre sí y el hombre, así como el trastorno
del orden natural del universo. Toda la Biblia tiene como tema principal la restauración de la creación bajo el
gobierno de Dios (Gn 3:15).
PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Ascensión, deidad, encarnación, exaltación, humanidad, intercesor, linaje, mediador, mortal, sobrenatural
I. La deidad de Jesucristo
Consideraremos hechos bíblicos respecto a la deidad de Cristo y la importancia de este aspecto de su persona:
a. Jesucristo tiene los atributos de Dios
Tiene atributos de la naturaleza divina
Jesús es revelado en la Biblia como el eterno Hijo de Dios (Jn 1:1; 1Jn 1:1; Miq 5:2). Ha existido desde siempre,
antes de toda creación y existirá para siempre (Heb 1:11-12; 13:8). Estos pasajes también declaran que Jesucristo
no cambia. Pablo declara que en Jesucristo habita toda la plenitud divina (Col 1:19; 2:9), que es el poder y la
sabiduría de Dios (1Co 1:24). Pablo hace referencia al misterio de Dios, del cual dice que es “Cristo, en quien
están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col 2:2-3). Conocía la naturaleza y el
fin de la presente era (Mt 24 y 25; Mr 13; Lc 21).
Estas características dan clara evidencia de la deidad absoluta de Jesucristo. En este punto es importante señalar
que, durante sus días en la tierra, Jesús cedió algunos de sus derechos al ejercicio independiente de sus
características divinas. Decidió no usar sus poderes divinos a partir del momento de asumir también la
naturaleza humana (Fil 2:6). Luego de reiterar la plena identidad divina de Jesús, se destaca su decisión de
‘vaciarse’, como lo expresa el vocablo griego.
Ejerce derechos divinos
Cristo ejerció derechos divinos que sólo Dios tiene. En los derechos divinos se incluye el recibir la adoración de
los hombres, el perdonar pecados, el tomar autoridad sobre la Palabra de Dios y el derecho a juzgar.
Jesús es objetivo de adoración (Mt 2:11; Jn 5:23; Fil 2:10-11)
Jesús ejerció su derecho de perdonar el pecado, el cual es reservado sólo para Dios (Mr 2:7). No vaciló en
ejercer ese derecho, aun cuando sus enemigos se enojaron (Mt 9:2-6).
Jesús interpreta las Escrituras según el que tiene autoridad sobre ellas (Mt 5:22, 28, 32, 34, 39, 44; Mr 2:27-28)
Todos serán resucitados y sometidos a juicio según su criterio (Mt 25:31-46; Jn 5:21-22).
Todo esto, el Cristo no sólo lo acepta como oveja llevada al matadero (Is 53:7), sino incluso lo busca porque
entiende que sin esta humillación voluntaria la misión no se puede cumplir (Lc 24;46), como lo expresa el apóstol
Pablo: “,,,no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.“ (Fil 2;6-8).
La excelencia de Cristo se denota en el precio que pagó para poder decir: “Consumado es” (Jn 19:30).
Jesucristo recibe la máxima exaltación
En continuación a su descripción de la humillación sufrida por Jesucristo, Pablo explica en Filipenses 2;9-11: “Por
lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el
nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda
lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
En su exaltación, Cristo recibió su lugar apropiado como Señor soberano (Hch 2:36; Ef 1:19-23). Jesús Dios
hombre es ahora doblemente Señor: como Dios que siempre era y siempre será, y como el hombre que venció
y recibió todo dominio y majestad. Porque la fe en Él es la condición puesta para la salvación de los seres
humanos, Él comisionó a sus discípulos que difundieran el mensaje de Su gobierno universal en toda la
humanidad (Mt 28:18-20).
Aunque su persona divina humana regresó al lado del Padre, de donde actúa en y por medio de Su iglesia,
dispuso que el Espíritu Santo de Dios continuara la obra en el mundo hasta que fuera completa.
PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Asociación, capacitación, componentes, corporal, igualdad, iluminar, inmersión, interpretar, motivar,
regeneración, saturar, sensibilidad
Se le adscribe un nombre que denota una función como persona. Jesús dijo: “Y yo rogaré al Padre, y os dará
otro Consolador” (Jn 14:16). Entre los griegos, el parakletos ejercía la función de un abogado defensor el que
hablaba a favor del acusado, y le orientaba a adoptar una conducta apropiada. Al Espíritu Santo se le llamó
Consolador el que fue enviado a tomar el lugar de Jesús y a desarrollar el ministerio de un consejero y abogado
quien orienta a su cliente. Esta responsabilidad demanda una personalidad con discernimiento, sentimiento y
sensibilidad, que pudiera actuar a nombre del Hijo de Dios.
Aunque el nombre puede diferir, la referencia es a la misma persona. Los diversos nombres sencillamente
identifican diferentes aspectos de su naturaleza y obra. Es muy significativo también el que Juan use
pronombres personales hablando del Espíritu Santo con lo cual se reconoce su personalidad.
Los actos del Espíritu Santo son acciones de carácter personal
Las acciones que la Biblia adscribe al Espíritu Santo no pueden ser llevado a cabo sino por personas.
• 2 Pedro 1:21 - El Espíritu Santo revela, motiva y capacita
• 1 Corintios 2:10 - Escudriña
• Hechos 13:2; Apocalipsis 2:7 - Habla, llama a personas al servicio
• Juan 15:26 - Testifica
• Hechos 16:6-7 - Dirige a su pueblo en el servicio, a veces prohibiéndoles o restringiéndoles alguna acción
• Romanos 8:26 - Intercede por nosotros
• Juan 14:26 – Enseña
• Juan 16:8-11 - Convence del pecado
• Juan 16:13 - Nos guía
• Juan 16:14 - Glorifica a Cristo
• Juan 3:5 - Nos regenera
PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Conciencia, consecuencias, contaminación, corrupto, deliberado, dicotomía, engaño, evolucionar, infalible,
inmortalidad, parecerse, pecado, rebeldía, semejanza, tricotomía
• Siendo instalado por Dios en esta función, el ser humano no es el dueño sino el mayordomo del planeta y
responsable al Señor por su forma de manejo. No puede disponer de la tierra que le fue dada a administrar
según su antojo sino debe procurar el mantenimiento de sus recursos y equilibrio de las especies.
• En su forma de administrar la creación, el ser humano debe reflejar ser creado como imagen y semejanza de
Dios, es decir, tiene que hacerlo con la misma actitud del Creador el que apunta a beneficiar a toda la
humanidad, no sólo a unos cuantos.
Creado a la imagen y semejanza de Dios
La diferencia más importante entre el hombre y el resto de la creación es que fue creado a la imagen de Dios
(Gn 1:26-27; 5:1; 9:6; 1Co 11:7; Stg 3:9). La frase ‘a imagen de Dios’ no significa que el hombre es una copia exacta
de Dios. La idea es que, de algunas maneras, se parece a Dios. Sólo al hombre le fue dada una existencia que
refleja al carácter del Creador. El ser humano tiene, por ende, algunas características que no las tiene ninguna
otra criatura. Veamos algunas:
Personalidad y naturaleza social. La base de la naturaleza social divina son los afectos de Dios, su amor. Por
toda la eternidad, Dios ha encontrado los objetos de Su amor en la Trinidad. Jesús dijo: “Como el Padre me ha
amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor… Este es mi mandamiento: Que os améis unos
a otros, como yo os he amado” (Jn 15:9,12). Aun cuando Dios es Espíritu, nuestro espíritu humano, en su forma
no corrompida, puede obrar recíprocamente con Su Espíritu divino, porque nosotros, como Dios, somos seres
personales. Podemos establecer comunión con Él en una relación personal y también, al igual que Él, tener
compañerismo con otros seres.
Conciencia de sí mismo. Como ser personal creado a la imagen de Dios, desde una edad muy corta el niño
comienza a sentir que es un individuo. Esta facultad hace del ser humano la única criatura que se plantea
preguntas sobre su propia existencia, el sentido de la vida, su origen y su eventual destino.
Semejanza moral. El hombre, como Dios, tiene la habilidad de distinguir entre lo bueno y lo malo.
Originalmente, la personalidad total del hombre se orientaba hacia Dios, consciente de la necesidad de escoger
entre lo bueno y lo malo. Una vez perdida esta libertad, en su sustituto existen códigos morales dentro de los
patrones sociales; acuerdos sobre lo que se consideran conductas loables, aceptables, reprobables o
condenables.
Naturaleza racional. El hombre tiene semejanza al ser racional de Dios por su intelecto y su habilidad de razonar
y de conocer a Dios y a los demás. Esta habilidad también se le conoce como ‘semejanza mental’ de su Creador.
A esto pertenece la facultad de pensamiento abstracto, es decir que el ser humano puede generar ideas no solo
sobre lo que experimenta en realidad, sino también sobre cosas inmateriales. Puede también establecer teorías
y planificar, intervenir en la naturaleza, inventar cosas, y cambiar el rumbo de su propia historia. Esto no sólo en
el campo material, sino también en cuanto a las condiciones económicas y de convivencia social.
Facultad creativa. El hombre tiene la facultad de crear y disfrutar de la belleza. Se parece a Dios en cuanto no
está contento con sólo hacer algo, sino que anhela que sea agradable y que resalte su capacidad e ingenio. Aun
cuando los criterios sobre lo que se considera hermoso varían entre culturas y épocas, la creación y el aprecio
del arte, así como la búsqueda de adornar objetos y a sí mismo, es común a toda la humanidad.
Habilidad de gobernar. El hombre es como Dios en su habilidad de ejercer dominio, de tomar control. En forma
limitada, esta habilidad que Dios le ha dado refleja el dominio de Dios sobre todo el universo. Entendiendo
gobierno como la persecución del bien común, ante todo se refleja en la facultad de buscar soluciones. La
humanidad busca intervenir analizando lo que existe para transformarlo en algo más útil a su propio desarrollo.
b. La naturaleza humana
Es verdad que el hombre es una criatura compleja: tiene un cuerpo funcional, una mente fértil y la habilidad de
distinguir entre lo bueno y lo malo. Estas son sólo unas cuantas de sus características más prominentes. Esta
descripción nos revela que el hombre tiene un aspecto material, o físico, que puede ser visto y otro inmaterial,
o no físico, que no se puede ver, medir o analizar en un laboratorio.
Sumisión o rebelión son, por lo tanto, opciones inherentes de las criaturas pensantes, como ángeles y hombres.
muerte (Gn 3:16-19).Y no solo del hombre, sino de la creación entera. “Fue sujetada a vanidad” (Ro 8:20), es
decir, que todo está destinado a perecer. La lucha diaria por el sostenimiento determina la vida. El producto del
trabajo es más duro de obtener y, con frecuencia, no es satisfactorio, a pasar del gran esfuerzo.
En el universo
El estado desordenado de la creación. Aun cuando Dios hizo una mundo bueno y hermoso, a causa de la caída
el universo entero sufre por la maldición del pecado (Gn 3:17-18). La creación visible no es en nada comparable
con su estado original. Su gemir, como lo llama Pablo, se manifiesta en las catástrofes naturales, pero también
en la cadena alimenticia donde para sobrevivir unos se alimentan matando a otros. Esto nos lleva a pensar que
el presente orden de la selva es el resultado de la maldición del pecado: el más fuerte domina al más débil y la
armonía de la naturaleza se interrumpe.
Victoria sobre el mal. Cuando Satanás y sus ángeles se rebelaron contra Dios, el pecado de los ángeles caídos
representó la oposición al gobierno de nuestro amante Padre celestial. El pecado del hombre parecía afirmar al
mal para siempre. Pero Dios no dejó sin respuesta a este ataque. Aun cuando el pecado proyectó su influencia
maligna sobre la humanidad, el mismo ser humano se levantó en su contra y venció su poder. Así como Dios lo
anunció en Génesis 3:15, Jesucristo hombre cumplió esta misión (Col 2:13-15).
La restauración del gobierno de Dios. Aun siendo vencido, el propósito de Satanás consiste en frustrar el plan
de Dios en cada área del universo. El pecado sigue imponiendo sus efectos sobre todos los descendientes de
Adán. La naturaleza pecaminosa esclaviza a los hombres y los conducirá a condenación, a menos que los hijos
de Dios actúan y con el mensaje del Evangelio les abren el camino al Salvador. Cada singular hombre convertido,
es un esclavo menos para el pecado, y un siervo de Dios más, hasta la completa restauración del reino de los
cielos aquí en la tierra.
PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Adopción, culpa, expiación, gracia, herencia, imputación, justificación, pecado, propósito, redención,
sacrificio, simiente, soberanía, sobreabundar
I. La disposición de Dios
a. Una demora para el propósito de Dios
La frustración temporal
Los primeros tres capítulos de Génesis nos presentan con una contradicción que parece irreconciliable.
Comienza con una creación de la que Dios mismo dice que es “buena”, y esto incluye al ser humano, Su criatura
preferida. Pero termina con que el Señor ordena la expulsión de los primeros hombres de Su presencia. Con
esto, Dios mismo se priva de ver realizado Su objetivo, ser adorado de forma voluntaria por los hombres.
La soberanía de Dios. Debemos tener siempre en mente que, en Su soberanía, Dios le dio a al hombre la
facultad de libre decisión, es decir, su obediencia y sumisión debían partir del ser humano mismo, no ser
impuestas. Es fácil de comprender la razón: sólo en libertad existe adoración verdadera.
La presciencia de Dios. Aun antes de toda la creación, en Su ser infinita, Dios sabía qué el hombre iría a abusar
de esta libertad y caer presa de la tentación al pecado. Pero Dios no sería Dios, si esto, en alguna manera, hubiera
influido en Su propósito original (Is 46:9-10). La palabra ‘consejo’ en este texto tiene un gran número de posibles
otras traducciones, entre ellas las que expresan una determinación o mandato. La creación del ser humano se
hizo tal como Él lo había determinado (Nm 23:19).
La culpa y la corrupción del hombre. Dos eran las consecuencias para la humanidad, y es importante que desde
ya distinguimos entre ellas ya que se extienden a todo ser humano.
La culpa. Es un concepto legal. Fue contratada por la ofensa hecha a Dios y heredada por los descendientes.
El hombre le debía al Señor, debía pagarlo, pero no tenía con qué.
La corrupción. Es un concepto moral y acarreó la pérdida de la imagen de Dios. No pudo ser recuperada por
los descendientes.
Con su muerte, los sacrificios sangrientos pasaron a ser innecesarios, porque «somos santificados mediante la
ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre» (Heb 10:10).
El justo murió por los injustos
En el hecho del sacrificio, la purificación del pecado se le concede al hombre porque su culpa es imputada al
animal sacrificado. En otras palabras, sacrificar es realizar una sustitución, una satisfacción vicaria. Pero en el
sacrificio de Jesús, sí es el derrame de su sangre, sí es su sangre misma, que sirve como satisfacción total (Heb
9:12; 1Jn 1:7; Ap 1:5). Esto no a causa de ser ‘sangre divina’, sino por ser sangre de un hombre sin pecado que
ofrece su vida justa para recibir el castigo de toda culpa.
Romanos 5:7-8: Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara
morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo
murió por nosotros.
La redención cumplida
Desde el inicio, la redención en el Nuevo Testamento se enfoca la necesidad de ser redimido del pecado (Lc
2:38). La humanidad entera está esclavizada por el pecado, y todos son «hijos de ira» (Ef 2:1–3; 2Ti 2:26).
• Jesucristo realiza esta redención (Ro 3:24; Gá 3:13) por medio de su sangre vertida en la cruz (Ef 1:7; Col 1:14).
• El dio “su vida en rescate por muchos” (Mt 20:28); “se dio a sí mismo en rescate por todos” (1Ti 2:6).
• La redención por Cristo no vence; es eterna (Heb 9:12).
En Cristo Jesús, Dios pagó el precio completo de la redención del género humano (Col 1:13). ¿A quién fue pagado
este precio? ¿Acaso al pecado, a las fuerzas del mal? No, es la readmisión en la presencia de Dios. Sólo al abrirse
de nuevo las puertas al reino de los cielos, el hombre pueda dejar atrás al reino de las tinieblas. Jesucristo es el
puente sobre el abismo de separación (Jn 14:6).
La redención abarca al hombre en todo y también fue pagada por todos los hombres (1Co 6:20; Ro 5:21). La
redención es liberación del poder de las tinieblas, a fin de vivir bajo la soberanía o el reino del amor de Dios.
b. Conversión, imputación, perdón, justificación
¿Qué se necesita para que el ser humano pudiera gozar de los beneficios de la expiación y redención? ¿Cómo
puede el hombre llegar a caminar sobre el puente? ¿Tiene que pagar un precio también?
Fe y arrepentimiento
El Nuevo Testamento es absolutamente claro en hacernos saber que nada de lo que somos o tenemos sería
suficiente para poner en marcha al proceso mediante el que Dios nos hace apto para ser recibido en Su
presencia. Pero también es claro es formular una condición a cumplir, y esa condición se conoce como
conversión. ¿Qué es la conversión? En breve, es la respuesta humana al conocer la gracia de Dios.
El favor inmerecido de Dios. Vimos que el obrar de la gracia de Dios sólo es efectivo a causa de la expiación
vicaria. Es decir, la gracia no es gratuita; costó el sacrificio en la cruz. Pero es gratuita para el ser humano, en
cuanto éste la recibe como favor totalmente inmerecido.
Que esta gracia no tiene límites se deduce de una simple declaración del apóstol Pablo: “…la ley se introdujo
para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.” Ya que el pecado es una
experiencia humana universal, abundante entre todos los hombres, la sobreabundante gracia de Dios también
se extiende a toda la humanidad.
La fe para salvación se vincula siempre con la gracia. El mensaje de la cruz y la capacidad de responder a él no
tienen requisitos de santidad, conocimiento, buenas obras, etc. sino solo de fe. Puesto que el espíritu del
incrédulo está muerto frente a Dios, no puede responder si no es por la gracia (Ro 4:16; Ef 2:8).
Creer en Jesús. La fe salvífica es la aceptación de la gracia por medio de la total confianza del hombre en Cristo,
Creer inicia con el impacto de la gracia de Dios en nuestras vidas. “Dios nos amó primero” es el punto de partida
para el desarrollo de una nueva experiencia de vida (1Jn 4:19).
Esa fe en Jesucristo tiene tres aspectos sobresalientes:
• Que Jesucristo es completamente Dios y que es completamente hombre (Jn 1:1, 14).
• Qué Jesucristo es el Salvador cuyo sacrificio salva al hombre de la condenación (Col 2:13-14)
• Que Jesucristo es el Señor, el gobernante del universo y de la propia vida (R0 10:9).
La fe es indispensable para la justificación. Cristo inmolado en la cruz efectuó la salvación de la humanidad. Sin
embargo, el hombre debe ser receptivo al significado de aquel acontecimiento. El acto fundamental del amor
de Dios espera una respuesta de los hombres. La fe es esa respuesta. Por nuestra fe somos justificados (Ro 1:17;
5:1; Gá 2:16). Cristo es el autor y consumador de la fe (Heb 12:2) y obra fe en nosotros por el Espíritu Santo (Jn
16:8-11). El Espíritu Santo llega a una persona como el resultado de oír y poder entender las buenas nuevas
cuando alguien habla de Cristo (Ro 10:17).
PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Barreras, comunidad, desafiar, dinamismo, doctrinal, edificar, ordenanzas, relación, blasfemia, confrontación,
consumación, desolar, dispersión, lagar, periodo
La iglesia invisible. En un sentido más amplio, la comunidad de creyentes que confiesa a Jesús como Señor
representa la iglesia universal, a la cual también se le llama la iglesia invisible. Este título incluye a todos los
creyentes de todas partes que participan de la misma fe y lealtad a Jesucristo.
Con frecuencia leemos la designación de la iglesia como iglesia de Dios o iglesia de Cristo en las Escrituras. Estos
calificativos señalan que el carácter significativo de la comunidad no se deriva de sus miembros, sino de su
cabeza, Jesucristo, el Hijo de Dios. Por tanto, la iglesia es una hermandad de pecadores redimidos por el Señor
Jesucristo. Sus miembros son uno en Cristo por medio del Espíritu Santo.
La identidad de la iglesia
Un solo cuerpo. En la Biblia se compara la iglesia con un cuerpo, una novia, un edificio, las ramas o pámpanos
de una vid y un rebaño. Este lenguaje figurativo se ha aplicado al creyente, a la iglesia local y a la universal. Un
solo creyente no constituye una iglesia, sino una iglesia es un cuerpo compuesto de muchos creyentes que se
ministran, se aman y se ayudan mutuamente.
Un cuerpo bajo una cabeza. Pero el cuerpo de creyentes tampoco constituye la iglesia si no está unido en
totalidad a su cabeza. Por eso la naturaleza de la iglesia puede explicarse de dos maneras. en primer lugar, es
una manifestación visible de la unión de los creyentes con Cristo; segundo, involucra las relaciones mutuas de
creyentes entre sí y frente al mundo. Donde la iglesia no piensa, habla, y actúa en total acuerdo con la
personalidad de su cabeza, pierde su identidad.
Era a una de estas iglesias, aparentemente exitosas y prósperas, a la que dice el Señor: “yo estoy a la puerta y
llamo” (Ap 3:20). Una iglesia que provocaba el asco a Dios (Ap 3:16) porque había olvidado su identidad en Cristo
y dejado al Señor Jesús por fuera de sus puertas.
El propósito de la iglesia
La Biblia enseña que la iglesia es el instrumento que Dios ha escogido para desempeñar funciones:
• Ser el espacio de adoración a Dios, de forma colectiva (Jn 4:20-24; compárese con Heb 10:25).
• Desarrollar en la práctica los medios para el crecimiento espiritual de los creyentes (Ef 4:13-16).
• Extender las buenas nuevas de salvación en Cristo a otras personas (Mt 16:18; 24:14; 28:18-20).
El objetivo del fiel ejercicio de esas funciones es la regeneración de la creación como espacio donde
• el nombre de Dios será santificado por medio de la santidad de los hombres (Mt 6:9)
• el reino de Dios habrá venido por completo (Mt 6:10)
• y toda criatura terrestre estará haciendo la voluntad de Dios (Mt 6:10).
b. El origen de la iglesia
Su comienzo espiritual
Igual que la misión de Jesucristo, la iglesia existió desde siempre en el plan de Dios (Ef 1: 4.5). Es decir, que en
Su presciencia de todo el porvenir, Dios no sólo diseñó al plan de salvación sino también definió a Su agente,
aquel grupo de personas que -una vez ascendido el Señor- se encargarían de difundir el plan en todo el mundo.
Jesús introdujo la idea de la iglesia como la comunidad del pueblo de Dios durante su ministerio terrenal.
Hablando en tiempo futuro, dijo: “Edificaré mi iglesia” (Mt 16:18). Hay que prestar atención al posesivo “mi”
porque nos da una clara indicación sobre la identidad de la iglesia como iglesia de Cristo. Sólo conservando esta
identidad puede reclamar su permanencia: “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”
Pablo indica en Efesios 1:19-23 que la resurrección y ascensión de nuestro Señor debía ocurrir antes de que la
iglesia pudiera establecerse y de que Jesús fuera la cabeza de la comunidad redimida. La resurrección y
ascensión de Cristo también fueron necesarias para que Jesús ministrara como sumo sacerdote eterno en favor
de su pueblo (la iglesia). Aún más, también podría repartirle a la iglesia los dones necesarios para su operación
(Heb 4:14-16, 7:25; Ef 4:7-12).
Su comienzo histórico
Tradicionalmente se acepta que la iglesia se inauguró en forma tangible en el día del Pentecostés, aunque los
creyentes ya se reunían desde antes. El Pentecostés tiene enorme importancia histórica, porque señala el día
cuando el diseño espiritual de la iglesia se manifiesta en forma social, por medio de los que en este día se unieron
a ella. El descenso del Espíritu Santo marcó el comienzo de una nueva era en la que los creyentes recibieron
poder divino para testificar de la gracia salvadora de Dios y su llamado universal a la salvación.
A partir de este momento se puede observar un vertiginoso crecimiento de la iglesia, extendiéndose no solo
geográficamente, sino de igual manera entre los que tengan origen étnico y cultural diferentes, entre diversos
estratos sociales y sin considerar patrones culturales de género, a sabiendas de que “Ya no hay judío ni griego;
no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gá 3:28). La
historia muestra que cada vez cuando la iglesia no practica esta verdad, genera sufrimiento para sí y para el
mundo.
a. El carácter de la iglesia
En la práctica de su identidad
Se entiende comúnmente como carácter el conjunto de actitudes con las que una persona reacciona a las
situaciones o experiencias de la vida, así como también la forma de expresarlas. En acuerdo con su identidad
espiritual como Iglesia de Cristo, el carácter de la iglesia no puede diferir del carácter de Jesucristo.
Mientras en el creyente individual el carácter está sujeto a una transformación gradual -lo que podemos llamar
‘crecimiento espiritual’, ‘santificación progresiva’ o sencillamente ‘el fruto del Espíritu’, la iglesia como ‘cuerpo
de Cristo’, con Cristo en la cabeza, o logra ostentar el carácter de su Señor, o no es Su iglesia.
El libro de Hechos declara que, desde el Día del Pentecostés en adelante, los creyentes actuaron como una
familia o unidad corporativa debido al descubrimiento de su identidad el Jesucristo. Se puede decir que la
manera en que la iglesia glorifica a Dios actúa en tres direcciones:
1. Hacia arriba, al adorarle los creyentes.
2. Hacia adentro, al edificarse los creyentes unos a otros.
3. Hacia afuera, al compartir el Evangelio a los incrédulos.
Algunas características de esos creyentes en la iglesia pentecostal primitiva podemos observar en el libro de
Hechos de los apóstoles:
• Tenían una norma doctrinal: la enseñanza de los apóstoles (Hch 2:42).
• Disfrutaban de compañerismo con otros creyentes (Hch 2:44).
• Observaban las ordenanzas del bautismo en agua y la Cena (Hch 2:41-42, 47; Mt 28:19; 1Co 11:23-26).
• Practicaban la ayuda mutua entre sí y para los necesitados (Hch 2:41; 4:32-35; 6:1-7).
• Instituían unos para predicar el Evangelio y a establecer comunidades de creyentes (Hch 8:14-17; 11:22).
En la convivencia cristiana
Dios diseñó a la iglesia de tal manera que su naturaleza fuera conocida mediante las relaciones de los creyentes.
Puesto que nuestra relación con Cristo es una experiencia espiritual, la única forma en que puede llegar a ser
una realidad visible radica en nuestras vidas. Podemos decirles a los demás lo que creemos y en efecto así lo
hacemos. Si nuestra vida se caracteriza por la bondad, la ausencia de egoísmo y verdadero amor cristiano, la
gente a nuestro alrededor tendrá la idea de que nuestra asociación invisible con Cristo es real. Sin embargo, si
no vivimos de acuerdo con nuestro testimonio verbal, los inconversos podrán decir: “¡Sus hechos hablan tan alto
que no nos dejan oír lo que ustedes nos dicen!”
En tiempos de Pablo existían fuertes barreras sociales que separaban a los judíos de los gentiles, a los esclavos
de los libres, a las mujeres de la sociedad. Fuera del Evangelio, no había forma de que se derribaran esas paredes.
Pero de muchas maneras, el Nuevo Testamento explica que la cruz de Cristo cambia todo (Gá 3:28).
El mensaje claro para los creyentes es este: Deben estar alerta y vivir en templanza día tras día, comprendiendo
que el juicio de Dios vendrá sobre los que rechazan la oferta de salvación que Dios les hace (1Ts 5:1-11). La
esperanza de los creyentes, entonces, consiste en que
• serán librados de la ira venidera de Dios;
• que tendrán el privilegio de ver a su Señor;
• que serán hechos como Él (1Jn 3:2).
Según 1 Corintios 15:50-54, en el momento del arrebatamiento los creyentes que viven serán transformados
instantáneamente de ‘mortales’ a ‘inmortales’. Esto significa que en sus cuerpos gloriosos nunca morirán. Los
creyentes que hayan muerto en Cristo resucitarán primero y serán transformados de ‘perecederos’ (que sufren
deterioro o destrucción) a ‘imperecederos’ (lo que nunca se deteriora). Puesto que la carne y la sangre —es decir,
nuestro cuerpo presente— no pueden heredar el reino de Dios, la indicación es que serán transformados en
cuerpos glorificados.
La recompensa de los creyentes
Varios pasajes bíblicos indican que los creyentes serán recompensados a base de su comportamiento cristiano
(Mt 16:27; 2Jn 8; Ap 22:12). Pablo, escribiendo a los miembros de la iglesia de Corinto, dijo: “Porque es necesario
que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo” (2Co 5:10). La palabra de la cual se traduce
‘tribunal’ es bema y significa ‘una tribuna para recompensar’. Al ser juzgados nosotros por Dios se revisará
nuestro servicio cristiano. Se tomará en consideración la calidad de lo que habremos hecho para Dios. ¿Cuál ha
sido el motivo de nuestro servicio? ¿Ha sido acaso una devoción sin egoísmo hacia Él? ¿O hemos servido
sencillamente para llamar la atención sobre nuestros talentos, habilidades y recursos? La Biblia revela
claramente que la calidad de nuestra obra será revisada y el servicio que pase la prueba de calidad, será
recompensado. El servicio motivado por el egoísmo y el orgullo no será recompensado (1Co 3:11-15).
b. La tribulación
En el discurso del monte de los Olivos, registrado en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21, Jesús responde a las
preguntas que le hicieron los discípulos: ¿Cuándo será destruido el templo actual y cuáles serán las señales de
su venida al final de las edades? Nos ayuda mucho a comprender la respuesta de Jesús y la alusión que hizo a las
profecías de Daniel, las cuales hablan de ciertos eventos del tiempo del fin (Mt 24:15).
La visión de Daniel
Cuán extraordinario fue que, cuando ya estaban por cumplirse los 70 años de cautiverio, un ángel fuera enviado
a revelar, por medio del profeta Daniel, el comienzo de un nuevo período. De acuerdo con la profecía de Daniel,
ese período se extendería por el mismo número de años cubierto por las violaciones del año sabático, o sea 490
años (es decir, setenta por siete). Según Daniel 9:24, las actividades que se completarían en este período
incluirían:
• Terminar la prevaricación, ponerle fin al pecado, expiar la iniquidad
• El comienzo de la justicia perdurable, el cumplimiento de la profecía, el ungimiento del Santo de los santos
El período se refirió inicialmente a siete semanas (49 años) y sesenta y dos semanas (434 años), haciendo un
total de sesenta y nueve sietes (483 años). Es una indicación muy precisa del tiempo: desde la proclamación del
mandamiento de restaurar y reconstruir a Jerusalén hasta terminar con un acontecimiento específico: la venida
del Mesías y su pronta muerte.
Se contempla la venida de dos príncipes: el Mesías (Jesús) y el príncipe que vendrá (el Anticristo), cuyos súbditos
destruirán la ciudad y el santuario (Dn 9:25-26). Entonces entra en juego una semana final, en la cual el príncipe
que vendrá (el Anticristo) hará un pacto con el pueblo judío para cubrir el período de siete años. Sin embargo, a
mediados de ese período, después de tres años y medio, ese príncipe que vendrá quebrantará el pacto, detendrá
la actividad religiosa judía y desolará (arruinará, dejará vacío) el templo, antes de su fin.
La interpretación de la visión
Obsérvese que el mandamiento de restaurar y reconstruir a Jerusalén fue dado en el año vigésimo de Artajerjes
(Neh 2:1-8). Una revisión cuidadosa de los registros históricos indica el año 445 a.C. para este decreto. En verdad
la ciudad fue reedificada en tiempos angustiosos. Entonces, después de 434 años apareció el Mesías
exactamente como fue profetizado. Los eruditos bíblicos han calculado fue 483 años después del decreto de
Artajerjes que Jesús, el Mesías, hizo su entrada triunfal en Jerusalén al concluir su ministerio terrenal (Lc 19:28-
38). Entonces, unos días después, se le quitó la vida por medio de la crucifixión.
La destrucción de la ciudad y del Templo después de la muerte del Mesías fue cumplida en el año 70 d.C. cuando
el ejército romano bajo mando de su príncipe Tito destruyó a Jerusalén, derribó sus muros, quemó el Templo y
no dejó piedra sobre piedra (Mt 24:2). Desde ese entonces, el pueblo judío fue esparcido por muchas regiones.
La septuagésima semana de Daniel. La evidencia bíblica señala que la iglesia espera el regreso del Señor para
ser arrebatada (1Co 15:50-52; 1Ts 4:13-17). Sin embargo, parece que el Espíritu Santo, quien opera a través de la
iglesia, está deteniendo al príncipe malvado en sus planes malévolos (2Ts 2:1-12). Tan pronto como la iglesia
sea arrebatada, se revelará este hombre de pecado. Entonces Dios dirigirá su atención de nuevo sobre Israel, al
pasar a su cumplimiento los eventos de la semana septuagésima.
El Anticristo. Daniel 9:26 habla de un príncipe que vendrá, mientras que el versículo 27 revela sus actividades.
Observe cuidadosamente que confirmará un pacto con muchos por “una semana” (siete años). Aparentemente
se desarrolle una crisis de gran magnitud en la región que indudablemente amenazará la paz mundial. En este
punto, el príncipe que vendrá (el Anticristo) aparecerá para establecer la paz. Sus logros diplomáticos serán
elogiados como un triunfo y los pueblos del mundo lo aclamarán como sin igual (Ap 13:4). Por un tiempo todo
marchará bien en la región, pero en medio del pacto el príncipe quebrantará su palabra (Dn 9:27).
El texto bíblico implica que eliminará los derechos religiosos y civiles de Israel. En lugar de su adoración
ortodoxa, establecerá un sacrilegio abominable (una odiosa y terrible violación de un lugar consagrado a Dios)
en el templo. Puesto que se deificará a sí mismo (dirá ser Dios) y demandará adoración (2Ts 2:4, 8-11; Ap 13:13-
15), aparentemente establecerá una imagen de sí mismo en el Templo reconstruido y demandará que los judíos
lo adoren o, de lo contrario, morirán.
Será ayudado por un agente especial, un falso profeta el que realizará milagros y ejercerá una poderosa
influencia sobre las personas (Ap 13:13; 16:13). Durante este mismo período habrá mucho caos y dificultades
para los judíos, ya que se desatarán tres series de juicios sobre los habitantes de la tierra. Ap 6, 8, 9, 15 y 16
describen la creciente ira de Dios que se desatará sobre el reino del “príncipe que vendrá” conforme pase el
tiempo.
El Armagedón: Daniel también observa que la oposición surgirá en varios frentes. Esta obligará al “hombre de
pecado” a mantenerse en movimiento para aplastar la oposición (Dn 11:40-45). Su gobierno mundial
evidentemente será destruido por la división al acercarse el tiempo del fin. Entonces, Dios juntará a los ejércitos
del mundo para la batalla. Sorprenderá a los ejércitos reunidos al invadirlos desde el espacio extraterrestre. El
resultado será indescriptiblemente aterrador (Ap19:19-21)
El acontecimiento
Observemos brevemente todo lo que ocurrirá en la revelación de nuestro Señor.
• La meta inmediata será la conclusión de la guerra que habrá escalado hasta niveles mundiales (Ap 16:12-21;
19:11-21).
• Nuestro Señor se revelará como Rey de reyes y Señor de señores. Satanás que hasta entonces habrá
reclamado el dominio de los pueblos de este mundo, será removido y Jesús, el Rey auténtico, asumirá su
oficio real.
• Jesús hará que los líderes de las fuerzas satánicas queden indefensos al lanzarlos rápidamente en el lago
ardiente (Apocalipsis 19:19-21
• Como resultado del retorno del Señor, el pueblo judío se volverá a Dios en arrepentimiento y contrición.
• Finalmente, la venida del Señor Jesucristo en gloria resultará en el establecimiento de un reino mundial de
justicia, el reino de mil años, o milenio. La indicación más clara de las condiciones para la entrada a este reino
se encuentra en Mt 25:31-46.
b. El milenio
Propósito del reino milenial
La Biblia habla de una era de rectitud y paz, de justicia y abundancia, en relación con la segunda venida de
nuestro Señor (Is 2:1-4; 65:20-22; Miq 4:1-5). En Apocalipsis 20:1-7 dice que el período será como de mil años.
La palabra ‘milenio’ se deriva del latín mille (mil) y anum (año) que significa sencillamente ‘mil años’. Es el
período donde la humanidad entera por primera vez podrá vivir en las condiciones de la creación antes de la
entrada del pecado en la humanidad.
Características del reino
Muchos pasajes bíblicos aumentan nuestro conocimiento acerca del gobierno y las condiciones espirituales que
existirán en el reino de Cristo. Veámoslas cuidadosamente.
• Será un reinado literal en la tierra (Zac 14:9).
• Incluirá a todas las personas que queden en la tierra (Salmo 72:8-11; Daniel 7:14; Mateo 25:31-32).
• Ya sin los efectos de la maldición, la tierra podrá producir alimento abundante sin necesidad de explotación
injusta ni de los hombres, ni de las especies, ni de la tierra (Is 35:1; Miq 4:1-4).
• Toda la gente obedecerá la ley del Señor. Este gobierno, aunque amable y bueno, también será firme. Juicio
y justicia perfectos serán el resultado (Sal 2:9; Is 11:4).
• Los súbditos del Rey en este reino terrenal aparentemente serán los sobrevivientes de la tribulación.
• La paz será la característica principal de este reino dirigido por el Príncipe de paz. Ya sin la influencia maligna
de Satanás, dejarán de existir la guerra (Is 9:5) y la muerte violenta. El reino animal pasará por una hermosa
transformación. Vivirán juntos en paz (Is 11:6-7).
• Aparentemente los creyentes redimidos ayudarán a administrar los asuntos del reino. (1Cor 6:2-3; Ap 5:10;
Mt 19:28).
• La gente tendrá el deseo de estar cerca de Dios y de las cosas espirituales. Estudiarán la Palabra de Dios y la
tierra “será llena del conocimiento de Dios” (Is 2:3; 11:9).
c. La nueva creación
El juicio de Satanás y de los impíos
Al final del milenio, Satanás será liberado de su confinamiento (Apocalipsis 20:7-10). De inmediato irá por toda
la tierra engañando a la gente de nuevo, alentando la rebelión contra el Señor. Grandes multitudes, se dice, se
unirán a sus fuerzas y se alistarán para pelear contra el pueblo de Dios en su ciudad capital. Después de esa
rebelión satánica final, llegará el tiempo del juicio.
Será un momento impresionante, ya que toda la creación será conmovida ante la presencia majestuosa de
Jesucristo. Todos los que hayan muerto sin aceptar la salvación de Dios serán resucitados para comparecer ante
el juicio del gran trono blanco (Ap 20:11-15). Los que comparezcan ante el gran trono blanco serán juzgados
sobre la base de sus obras, puesto que todos ellos murieron sin aceptar la salvación de Dios y sus nombres no se
hallarán en el libro de la vida.
Sobre la base de la justicia perfecta, cada incrédulo recibirá la sentencia de ser alejado para siempre de la
presencia de Dios. La Biblia habla de esto como lago de fuego y también como lugar de oscuridad y horror. Jesús
habló de ese horror e indicó que hará que mucha gente llore y cruja los dientes (Mt 8:12; 13:42; 22:13; 24:51;
25:30).
Cielos nuevos, tierra nueva
Aunque el milenio será en verdad una edad de oro, el creyente pasará de esta a la nueva era en la que Dios el
Padre será el todo en todo. En esa nueva creación, la separación entre cielo y tierra desaparecerá, Dios
establecerá Su omnipresencia en medio de Sus santos.
Lo que espera “al que persevere” (Mt 24:13) es algo indescriptible. Algunas ilustraciones hablan de oro y piedras
preciosas (Ap 21), pero tenemos que entender que esto es sólo un intento en lenguaje humano. Porque “Cosas
que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que
le aman” (1Co 2:9-10).