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VERDADES

fundamentales

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TABLA DE CONTENIDO

CLASE 1 LAS SAGRADAS ESCRITURAS: LA REVELACIÓN VERBAL DE DIOS .…….………. 2


I. La revelación de Dios, su forma y propósito …..……….……………….…………………. 2
II. La exclusividad de las Escrituras ……………………………………………….……….…….. 4

CLASE 2 EL DIOS VERDADERO .………………………………………………………..…..…………. 6


I. La persona de Dios …..……….……………….……………………………………….…………. 6
II. La naturaleza de Dios y sus atributos .…….……………………..……………….….…….. 8

CLASE 3 EL CARÁCTER MORAL Y LAS OBRAS DE DIOS .………………………..…..…………. 10


I. Los atributos morales de Dios …..……….………………………………………….…………. 10
II. La obra creadora de Dios y la divina providencia …….………..……………….….…….. 12
III. Los mensajeros de Dios ………………………………………………………………………….. 14

CLASE 4 JESUCRISTO: MANIFESTACIÓN VISIBLE DEL DIOS INVISIBLE .…………………... 16


I. La deidad de Jesucristo …………...……….………………………………………….…………. 16
II. La humanidad de Jesucristo …….………..……………….……………………………..…….. 17
III. La unión de dos naturalezas en Cristo ……………………………………………………….. 18
IV. La excelencia en Cristo …………………………………………………………………………… 20

CLASE 5 EL ESPÍRITU SANTO: DIOS EN NOSOTROS ……………………………..…..…………. 21


I. La persona divina del Espíritu Santo …..……….………………………………..…………. 21
II. El ministerio del Espíritu Santo ………..…….……………………..……………….….…….. 23

CLASE 6 LA HUMANIDAD: SU PROPÓSITO Y SU PROBLEMA ……………………………..…. 26


I. Origen, naturaleza y propósito del hombre …..……….………………………………….. 26
II. El origen y la naturaleza del pecado ………..…….………………………….…….….…….. 29
III. Las consecuencias del pecado …………………………………………………………………. 30

CLASE 7 SALVACIÓN: LA INSUPERABLE GRACIA DE DIOS …….…………………………..…. 32


I. La disposición de Dios …..…………………………..……….………………………………….. 32
II. El sacrificio de Jesús …………………..………..…….………………………….…….….…….. 34
III. La obra del Espíritu Santo ……….………………………………………………………………. 37

CLASE 8 LA IGLESIA Y LOS EVENTOS FUTUROS …….………………………………………..…. 38


I. La iglesia, su origen y su propósito …..………………………..………………….………….. 38
II. La bienaventurada esperanza y la tribulación …………………………………………….. 41
III. La revelación de Jesucristo y la nueva creación …………………………………………… 43

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LAS SAGRADAS ESCRITURAS: REVELACIÓN VERBAL DE DIOS – CLASE 1


Es la revelación puesta por escrito que Dios ha hecho de sí mismo y de su creación. Es maravilloso comprender
que decidió usar a hombres sometidos a su voluntad para que fueran los autores de las Sagradas Escrituras.
Resulta inspirador estudiar los datos acerca de cómo los escritos de más de 40 hombres que cubren un período
de 1600 años fueron preservados divinamente y hoy los tenemos en la Biblia.
Delimitación de temas: La fuente principal de todas las doctrinas es la Biblia, nuestras Sagradas Escrituras.
Competencia específica: Dar evidencias que la Biblia es en verdad la Palabra de Dios.
Propósito: Comprender la importancia de las Sagradas Escrituras y de su correcta interpretación.
BOSQUEJO DE LA LECCIÓN
I. La revelación de Dios, su forma y su propósito
II. La exclusividad de las Escrituras
OBJETIVO DE LA LECCIÓN
 Definir términos relacionados con la inspiración de las Escrituras.
 Declarar por qué se necesita una revelación escrita de Dios.
 Explicar lo que significan la exclusividad y la autoridad de las Escrituras.
 Discutir el lugar de autoridad que deberían tener las Escrituras en la vida de los creyentes y en la iglesia.

PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Apocalíptico, autógrafo, autoritario, canon, confiable, corroborar, doctrina, epístola, inspiración, revelación

I. La revelación de Dios, su forma y propósito


a. La necesidad de tener una revelación verbal escrita
Sin la revelación de Dios, el hombre natural no estaría consciente de su condición desesperanzada ni de su
necesidad de ayuda. A fin de comprender por qué se necesita una revelación de Dios, tenemos que conocer el
significado de la palabra ‘revelación’ en relación con Dios. Significa que Dios revela o da a conocer a la gente lo
que de otra manera no podrían conocer acerca de Él y de sus propósitos. Puesto que Dios es grande y amoroso,
y puesto que el hombre necesita ayuda desesperadamente para resolver su problema de pecado, esperaríamos
que Dios le comunicara claramente al hombre lo que Él es y lo que desea que haga el hombre. Aún más sería
muy lógico asegurar que esa revelación estuviera protegida para que la gente pudiera obtener ese conocimiento
sin que se distorsionara de ninguna manera. Por tanto, como se esperaría, Dios hizo provisión para que su
revelación fuera preservada en forma escrita.
b. La inspiración a los autores bíblicos
Definición de la inspiración
Creemos que las Escrituras son la revelación infalible (sin error) de Dios de sí mismo y de sus propósitos en la
vida de los hombres; que fueron redactadas por autores humanos bajo la inspiración del Espíritu Santo. Son la
comunicación escrita de Dios de la verdad divina que puede descubrirse sólo al ser revelada por Dios al hombre.
Al decir ‘Sagradas Escrituras’ nos referimos a los escritos que conocemos como el Antiguo y el Nuevo
Testamento, los 66 libros de la Biblia. Por inspiración queremos describir la operación del Espíritu Santo en la
cual Él guio o supervisó a los autores de las Escrituras en la selección de las ideas y pensamientos que debían
incluir. Fue una influencia especial para una tarea especial. Dios puso en la mente y el corazón de los escritores
de las Escrituras lo que Él quería que expresaran. Escribieron bajo la administración o dirección del Espíritu
Santo. El Espíritu Santo guardó a los escritores de todo error y toda omisión al registrar lo que Dios quería que
dieran a conocer. Con todo, es extraordinario que Dios haya usado la personalidad de los autores humanos para
registrar su revelación. El estilo o vocabulario de cada libro de las Escrituras es característico de su autor y su
carácter humano.

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Por ejemplo, fue de Dios que Lucas creyera necesario investigar lo que habían escrito los testigos oculares de la
vida de Jesús. De esa manera pudo escribirlo todo por orden (Lc 1:14). Con frecuencia Pablo escribía para
contestar preguntas de las iglesias, para dar enseñanzas necesarias en ellas y para dar instrucciones a algunos
creyentes (1 Co 1:10-13, 7:1; Gá 1:6-7; 1Ti 1:3; Flm 10). Pero todo lo que escribió fue hecho mediante la inspiración
del Espíritu Santo.
Dos pasajes del Nuevo Testamento nos dan una valiosa vislumbre del tipo de inspiración que recibieron los
escritores. Pablo dice que “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2Ti 3:16). Pedro dice: “Ninguna profecía de la
Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos
hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2P 1:20-21).
Evidencias de la inspiración
Consideremos la aprobación de Jesús de las Escrituras del Antiguo Testamento, el cumplimiento de la profecía
bíblica y la unidad de los temas bíblicos.
1. Jesús demostró respeto y aprobó el Antiguo Testamento. Indicó su sentir acerca del Antiguo Testamento
de tres maneras. Primero, afirmó que estas Escrituras son eternas (Mt 5:17-18; Lc 10:26; 21:22; Jn 10:35).
Segundo, dijo que las Escrituras hablaban de él (Mt 26:24; Mr 9:12; Lc 18:31; 24:44; Jn 5:39). Tercero,
demostró su aceptación de la autoridad del Antiguo Testamento citándolo (Mt 4:4, 7, 10; 21:13; 26:31).
2. Se han cumplido las profecías bíblicas. El cumplimiento de muchas de sus predicciones con tanta precisión
indica la participación del Espíritu Santo. De ninguna manera esos acontecimientos los hubiera podido prever
ningún hombre inteligente. Sin embargo, muchos ya se han cumplido y otros se cumplirán a su debido
tiempo, por ejemplo, el lugar donde nació en Miqueas 5:2; la traición a Jesús en Salmos 41:9; la Forma de su
muerte en el Salmo 22.
3. La Biblia contiene unidad de temas. Aun cuando fue redactada por unos 40 autores por un período que
abarca cerca de 1600 años, la Biblia presenta un tema sobresaliente: la redención del hombre provista por
Dios mediante el sacrificio de su Hijo, Jesucristo. En las Escrituras no hay sino un solo sistema doctrinal, una
norma moral, un plan de salvación y un plan divino de las edades. Los libros, en lugar de contradecirse unos a
otros y confundir sus temas, se complementan unos a otros en forma armoniosa. Una serie maravillosa de
revelaciones se desenvuelve dramáticamente hasta culminar en el triunfo final sobre el mal.

II. La exclusividad de las Escrituras


Cuando hablamos de la exclusividad de las Escrituras, queremos decir que sólo la Biblia es la revelación
completa de la verdad escrita de Dios.
a. La culminación de la revelación divina
En Juan 16:12-15 vemos que la verdad adicional sería revelada por el Espíritu Santo. Esta verdad incluiría eventos
futuros (“cosas que habrán de venir”), dirección e iluminación (“tomará de lo mío, y os lo hará saber”) y aún
más doctrina (“toda la verdad”) esencial para vivir de manera que le agrade a Dios (“Él me glorificará”). Como
por el año 64 o 65 d.C. ya habían sido escritos los evangelios y varias de las epístolas que circulaban en las
iglesias. Unos 25 o 30 años después, el apóstol Juan recibió el Apocalipsis. El Espíritu Santo, después de capacitar
al apóstol para recibir esta revelación, aparentemente culminó lo que habría de revelarnos.
Ahora que ya tenemos las Escrituras completas, no debemos agregarles ni quitarles nada. Dios reveló
progresivamente su voluntad y propósito a lo largo de un período de 1600 años. Ya no necesitamos más. Dios
ha dicho todo lo que tiene que decirnos sobre sí mismo y su plan para nosotros. Esto significa que la inspiración
del Espíritu Santo que nos produjo la Palabra de Dios en forma escrita ya no está a disposición de nosotros hoy.
Fue dada exclusivamente a los escritores de las Escrituras.

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Podemos ser inspirados por Dios para contribuir al avance de su reino, pero no a su revelación escrita. Después
de leer, estudiar y aplicar la enseñanza de las Escrituras, podemos decir con certeza que en verdad Dios nos ha
hablado clara y consecuentemente y que ha revelado por completo lo que deseaba comunicar. No se necesita
más.
Es importante que reconozcamos que Dios sigue hablando a su iglesia hoy por el don de la profecía, el Espíritu
sigue declarando a los creyentes la mente de Dios. Sin embargo, toda esa profecía, para ser recibida, debe estar
en armonía con la Palabra. Se da para edificar, exhortar y consolar a los creyentes (1Co 14:3). No puede sustituir
ni contradecir ni agregar a la revelación dada en la era apostólica como dirección general para la iglesia.
b. El Canon de las Escrituras
Se denomina ‘canon bíblico’ a la lista de libros que son aceptados por la Iglesia y otras confesiones cristianas
como texto sagrado de inspiración divina. Esa palabra se deriva del griego kanon, lo que significaba
originalmente ‘una caña o vara” y después se usó con el significado de una ‘vara de medir, regla o norma’.
Aplicada a las Escrituras, canon se refiere a los textos que han sido medido de acuerdo con cierto criterio y han
cubierto todos los requisitos para ser aprobados como la revelación inspirada de Dios. La Santa Biblia se
compone exclusivamente de los textos incluidos en los cánones del Antiguo y del Nuevo Testamento.
¿Cómo fueron unidos los muchos escritos de verdad revelada para formar un libro? ¿Cuándo se inició esa obra?
¿Cuál agencia, institución o personas fueron responsables de la formación de la Biblia?
La formación del Antiguo Testamento
A los 39 libros redactados antes de la llegada de Jesucristo les llamamos Canon del Antiguo Testamento. La
evidencia presentada por el historiador judío Josefo (año 95 d.C.) indica que los libros del Antiguo Testamento
fueron compilados bajo la supervisión de Esdras y los miembros de la Gran Sinagoga luego del regreso del exilio
en el siglo V a.C. Los escribas eruditos judíos los clasificaron esos textos en tres categorías —la ley, los profetas
y los escritos (narraciones) —y debían ser considerados por el pueblo de Dios como inspirados divinamente y su
única regla de fe y conducta.
La formación del Nuevo Testamento
Conocemos como Canon del Nuevo Testamento los escritos bíblicos redactados después de la muerte de Jesús
y del inicio de la Iglesia. Cuando junto con ellos circularon también otros tipos de literatura que pretendieron ser
sagrados, con el paso del tiempo la iglesia desarrolló un medio para reconocer las Escrituras divinamente
inspiradas y para darles el lugar debido en la práctica de las comunidades cristianas.
La regla (o canon) para las Escrituras del Nuevo Testamento era como sigue:
1. Debía haber sido escrito o apoyado por un apóstol o discípulo directo de un apóstol.
2. Su mensaje debía armonizar con las enseñanzas de los demás escritos aceptados como revelación de Dios.
3. Su contenido debía ser de tal carácter espiritual que se reconociera su inspiración divina por su efecto sobre
los oyentes y lectores.
4. Debía ser usado y aceptado universalmente por las iglesias como inspirado divinamente.
Desde muy temprano en la existencia de la iglesia, los 27 libros del Nuevo Testamento fueron medidos por este
criterio e informalmente aceptados como inspirados por Dios. Esto se reconoció oficialmente cuando, sobre una
base formal, el Concilio de Hipona (un grupo de líderes de las comunidades cristianas) anunció en el año 393 que
el canon de las Escrituras del Nuevo Testamento eran los 27 libros que se incluyen hoy en el mismo. La última
aprobación dio el Sínodo de Cartago (una conferencia de los obispos supervisores delegados por las
comunidades cristianas) en 419.
Por tanto, el canon del Nuevo Testamento surgió del acuerdo de los creyentes dirigidos por el Espíritu Santo
sobre lo que se hizo evidente a lo largo de los siglos.

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c. La interpretación de las Escrituras


Todas las Escrituras deben ser analizadas e interpretadas a la luz de la enseñanza de la Biblia como un todo y de
manera cristocéntrica, es decir, que también el Antiguo Testamento debe interpretarse desde la perspectiva de
Jesucristo. Si aprendemos y aplicamos este principio, edificaremos nuestra vida cristiana sobre una base sólida.
No nos atrevamos a basar nuestra vida y acciones en algún versículo o texto aislado. Si no seguimos este
principio, experimentaremos serias dificultades.
Dios nos ayuda a comprender las enseñanzas de su Palabra. Su Espíritu Santo no sólo inspiró a los hombres que
escribieron las Escrituras, sino que ilumina la mente de los que las leen. El Espíritu alumbra la mente del creyente
para comprender lo que lee. Sin la ayuda del Espíritu, nadie puede comprender las Escrituras debidamente,
porque el pecado ha oscurecido la mente. Pero cuando el Espíritu Santo mora en el creyente nacido de nuevo,
nos aclara las verdades de la Palabra de Dios y nos ayuda a interpretarlas correctamente (Ro 1:21; Ef 1:18; 1Co
2:6-16; y 1Jn 2:20,27).
d. La autoridad de las Escrituras
¿Qué importancia damos a la Biblia en relación con nuestra vida y voluntad? Las Escrituras, desde el principio
hasta el final, revelan el sentir de Dios en este asunto. Sabemos que deben ser la autoridad final en todo lo que
se refiere a la fe y la conducta (2Ti 3:16-17). Desde muy temprano en su comunicación con la gente, Dios reveló
su voluntad y propósito. También les dio a conocer que esperaba que conocieran sus mandamientos y actuaran
de acuerdo con ellos: “Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás” (Dt 12:32).
Incluso dijo que los probaría para ver si comprendían su palabra y la obedecían (Dt 13:3).
No debemos ser llevados por maravillas, señales, milagros o el simple entretenimiento, ni por lo que nos aleje
de las verdades de la Palabra de Dios. El continuar nuestra relación con Jesucristo consiste en vivir por su
Palabra: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15:10). Los mandamientos que
Jesús nos exige cumplir en todo sentido son: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.” (Lc 10:25-28). Podemos
demostrar nuestro amor a Cristo por nuestra obediencia a su voluntad revelada: “Vosotros sois mis amigos, si
hacéis lo que yo os mando” (Jn 15:14). La Palabra de Dios es verdad (Jn 17:17). Por tanto, debemos tomarla
como nuestra autoridad suprema en lo que toca a nuestra vida personal y la iglesia.

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EL DIOS VERDADERO – CLASE 2


“¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?” (Job 11:7), podemos
contestar: “¡No!” El gran problema que confrontamos en nuestros esfuerzos para comprender a Dios radica en
que el ser finito no puede comprender al Infinito. Fuera de la revelación que tenemos en las Escrituras sobre la
naturaleza y las características o atributos de Dios, no existe forma alguna de conocer el Ser de Dios. Sólo
cuando Él se revela a sí mismo en su naturaleza y características podemos obtener algún conocimiento de su
Ser divino. Por tanto, lo que ha revelado de sí mismo es preciso, pero es sólo una revelación parcial de su
persona.
Delimitación de temas: La comunicación entre Dios y los hombres, el conocimiento sobre los aspectos de Su
persona, naturaleza y características, el estudio de la revelación de Dios en las Escrituras.
Competencia específica: Conocer la revelación especial de Dios en la Biblia para obtener conocimiento de Él.
Propósito: Estudiar acerca de Dios y apreciar el interés de Él por cada uno de nosotros que lo motivó a revelarse
progresivamente a través de los tiempos, llegando al punto culminante de revelación en Su Hijo.
BOSQUEJO DE LA LECCIÓN
I. La persona de Dios
II. La naturaleza de Dios y sus atributos
OBJETIVO DE LA LECCIÓN
 Formar y discutir conceptos sobre la persona y los atributos naturales de Dios.
 Explicar por qué el conocimiento de los atributos naturales de Dios puede aumentar la fe de una persona.
 Apreciar las cualidades de la naturaleza de Dios por los que puede conocer y suplir las necesidades humanas.

PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Atributo, inmutable, manifestación, singularidad, materia, soberano, esencia, eternidad, inmaterial, ,
omnipotencia, omnipresencia, omnisciencia, unidad, trinidad, sustancia

I. La persona de Dios
¿Qué sabemos acerca de ese Dios? Examinemos algunos datos que conocemos acerca de nuestro Creador.
a. Dios es el ser original, diferente de nosotros
Dios es la persona original
¿Cuáles son las características esenciales de una persona? Una persona es aquella que tiene la capacidad de
pensar, sentir y decidir. Aunque Dios no tiene cuerpo, tiene inteligencia y la capacidad de pensar, sentir y tener
propósito que lleva a cabo. La Biblia revela que Él se comunica con los seres humanos (Sal 25:14) y la manera en
que éstos responden le afecta (Is 1:14). El piensa (Is 55:8) y toma decisiones (Gn 2:18). Todas estas son
características de un ser personal. Por tanto, Dios es un Ser personal.
No debemos considerar la personalidad del hombre como la norma para medir la personalidad de Dios porque
el modelo original de personalidad se encuentra en Dios, no en el hombre. La personalidad del hombre es similar
al original sólo en algunas características.
Dios es el Espíritu original
¿En qué piensa usted cuando cierra sus ojos y trata de imaginarse cómo es Dios? Dios no tiene forma alguna
porque es espíritu (Jn 4:24) y un espíritu es inmaterial. En Juan 1:18 dice que “a Dios nadie le vio jamás”
¿Qué implica la espiritualidad o la calidad de ser espíritu? Dios posee un ser singular, sustancial, distinto del
mundo (Ef 4:6; Col 1:15-17). Ser singular significa ser único. Ser sustancial significa tener sustancia, o una
naturaleza esencial, tener esencia. Los términos ‘sustancia’ y ‘esencia’ son muy similares cuando se usan en
relación con Dios. Se refieren a todas las cualidades o atributos que componen su naturaleza, los cuales a la vez
forman la base de todas sus manifestaciones externas.

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Este Ser sustancial que es Dios es invisible, inmaterial y no se compone de partes. Dios es una sustancia
espiritual. Jesús dijo: “Un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lc 24:39). Puesto que
Dios no sólo es espíritu en el sentido estricto de la palabra, sino es el Espíritu original, no tiene las limitaciones
en las que pensamos cuando nos referimos a un ser humano o a otros seres espirituales. No tiene ninguna de las
propiedades o características que pertenecen a la materia. El apóstol Pablo lo describe como el “Rey de los
siglos, inmortal, invisible” (1Ti 1:17) y como “Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad,
que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” (1Ti 6:15-16).
Dios es Uno
Cuando decimos que Dios es uno, nos referimos a tres conceptos: la unidad numérica de Dios; la singularidad
de Dios; y la simplicidad de Dios.
1. La unidad numérica de Dios. Esto se refiere al hecho de que, numéricamente, Dios es un sólo ser. Y puesto
que hay un solo Ser divino, todos los otros seres existen por Él, de Él y para Él. Pablo, en 1 Corintios 8:6, dice:
“Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros
somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él”.
2. La singularidad de Dios. La Biblia enseña que sólo Dios es Dios, por lo tanto, es el único Dios. Versículos
bíblicos, como Deuteronomio 6:4 se refieren a la singularidad de Dios: “El Señor es nuestro Dios; el Señor es
uno.” La palabra hebrea traducida aquí como uno, también puede ser traducida como alguien único, la cual
es mejor traducción: "El SEÑOR nuestro Dios es el único SEÑOR” (NVI). Por tanto, sólo el que llamamos
‘Dios’ desde la Biblia, es el único Dios, el único que merece ser llamado así.
Este es el mensaje de Zacarías 14:9: “En aquel día el SEÑOR será el único Dios, y su nombre será el único
nombre.” Es decir, a nadie más se reconocerá como Dios y a nadie más se llamará ‘Dios’. Esta misma idea es
expresada claramente en Éxodo 15:11: ”¿Quién, SEÑOR, se te compara entre los dioses? ¿Quién se te
compara en grandeza y santidad? Tú, hacedor de maravillas, nos impresionas con tus prodigios.”
La respuesta, por supuesto, es que no hay otro. El Dios revelado en las Escrituras es el único y solo Dios.
3. La simplicidad de Dios. Esto significa el estado de ser libre de divisiones en partes. Dios es Espíritu y como
tal no puede ser dividido. El ser humano, en contraste, está compuesto: es tanto material (corporal) como
inmaterial (espiritual).
b. Dios es triuno
¿Cómo puede Dios ser uno y también triuno? Las palabras ‘triuno’ y ‘trinidad’ contienen los conceptos de unidad
y de tres (tri), de ser tres en la singularidad y la simplicidad de uno.
Al abordar este tema tan importante reconocemos que esta verdad puede ser conocida sólo mediante
revelación. Por tanto, recurrimos a lo que Dios ha revelado en las Escrituras como la base de nuestro estudio de
las siguientes preguntas respecto a la Trinidad.
 ¿Qué es la Trinidad? Son tres personas en una: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los eruditos que tratan de
describir con precisión estas distinciones en la Deidad usan términos diferentes. La variedad de términos que
usan sugiere que reconocen cuán difícil resulta describir la Trinidad.
En el Dios triuno no hay tres seres individuales que existen uno al lado de otro y a la vez separados
mutuamente. Más bien, existen sólo distinciones propias dentro de la esencia divina. Son de la misma
sustancia, iguales en gloria, poder, majestad y eternidad, y son una sola persona.
 ¿Cuál es la evidencia que apoya la Trinidad? Aunque la palabra Trinidad no se encuentra en ninguna parte
de la Biblia, la doctrina está revelada tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

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El Antiguo Testamento fue escrito en el idioma hebreo. En hebreo, uno de los nombres de Dios, Elohim, está
en la forma plural. Por ejemplo, en Génesis 1:26 dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza”.
El Nuevo Testamento ofrece una clara revelación de Dios al enviar al Hijo al mundo (Jn 3:16; Gá 4:4; 1Jn 4:9).
También revela tanto al Padre como al Hijo al enviar al Espíritu Santo (Jn 14:26; 15:26; 16:7). En el Nuevo
Testamento observamos que el Padre le habla al Hijo (Mr 1:11; Lc 3:22); el Hijo disfruta de comunión con el
Padre (Mt 11:25- 26; Jn 11:41; 12:27-28); y el Espíritu Santo ora a Dios en los corazones de los creyentes (Ro
8:26-27).
 ¿Cuáles son las dificultades de la doctrina? ¿Por qué se nos dificulta tanto comprender la enseñanza de la
Trinidad? El ser humano simplemente no puede comprender la enseñanza acerca de la Trinidad basado
únicamente en su conocimiento y experiencia humanos. En nuestra existencia finita (limitada), nunca
podremos comprender lo infinito (aquello que no tiene límite). Pablo describe esta limitación del hombre en
su primera carta a los corintios: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; más entonces veremos cara a cara.
Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” (1Co 13:12).

II. La naturaleza de Dios y sus atributos


Si Su personalidad comprende la esencia del ser de Dios -Espíritu uno y triuno-, la naturaleza se refiere al
conjunto de características que de forma natural pertenecen al Ser divino.
a. Dios es infinito e ilimitado
La eternidad de Dios
Dios no tiene progenitores, no tiene antepasados. Entonces, ¿cómo o de dónde se originó Dios? Esa pregunta
tiene una respuesta muy sencilla. ¡No tiene origen! Siempre ha existido en eternidad. Por ello podemos decir:
Dios es eterno. En nuestra mente podemos considerar la eternidad como ese estado no sujeto a tiempo, infinito
(sin límite) cuando toda la creación estaba presente sólo en los pensamientos divinos. Pero aquí nuestras mentes
finitas (limitadas) son incapaces de comprender la idea de infinidad, de un estado ilimitado no sujeto al tiempo.
El hecho es que la eternidad es la infinidad de Dios en relación con el tiempo. Él es el único que habita en la
eternidad. El hombre está sujeto al pasado, al presente y al futuro, pero Dios habita solamente en el presente.
Para Dios, tanto el pasado como el futuro son lo mismo que el presente. Dios es eterno en dos maneras:
1. Nunca comenzó su existencia; siempre ha sido (Sal 90:2).
2. Su existencia nunca terminará (Dt 32:40; Sal 102:27). Dios no está sujeto al transcurrir del tiempo, es eterno.
La omnipotencia de Dios
Omnipotencia describe el hecho de que Dios es todopoderoso. ¡Puede hacer todo lo que quiere! Ese poder
absoluto de Dios se nos muestra en las Escrituras en relación con
1. la creación (Gn 1:1) y el sustento de todas las cosas por la palabra de su poder (Heb 1:3);
2. el establecimiento del Reino (Lc 1:35, 37);
3. los milagros (Lc 9:43)
4. la base para nuestra fe (1Co 2:5; 2Co 4:7);
5. el cuidado divino del creyente (1P 1:5).
La omnipresencia de Dios
La omnipresencia de Dios no significa que Dios tiene la misma relación con todos. Él está en la tormenta, pero
no en la misma forma en que lo está con dos de sus hijos que sinceramente oran pidiendo su dirección (Nah 1:3;
Mt 18:20). Tampoco significa que Dios esté en las cosas. Más bien, da a entender que en el mismo instante y en
todo el universo, no haya un lugar físico o espiritual que quedara fuera de la atención y del alcance de Dios.

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La omnisciencia de Dios
Los seres humanos con frecuencia se esfuerzan mucho para descubrir hechos. Al estudiar para obtener
conocimiento, acumulamos hechos, pero parece que mientras más aprendemos, más comprendemos lo poco
que sabemos. Dios no tiene ese problema.
Como consecuencia de su eternidad y omnipresencia, no existe cosa alguna que no fuera del conocimiento del
Señor. El estado de su conciencia es ilimitado.
b. Dios es inmutable
Los seres humanos vivimos en un constante proceso de desarrollo, de cambios innumerables en cualquier área
de nuestro pensamiento, sentimientos, y ejercicio de la voluntad, así como también tenemos faltas que
necesitamos corregir. A cambio, Dios permanece siempre igual en todo aspecto. Él es perfecto, no necesita
desarrollar o cambiar nada en su carácter o sus atributos naturales. Es perfecto en todo sentido.
Puesto que Dios es incambiable, podemos tener confianza absoluta en Él y en Su palabra revelada. Eso nos
permite confrontar todas las situaciones de la vida con confianza, sabiendo que en todas las cosas Él obra para
nuestro bien (Ro 8:28). Quizá usted haya comparado pasajes como Números 23:19 y 1 Samuel 15:29, los cuales
dicen que Dios no cambia de parecer, con otros textos que dicen que se arrepintió o le pesó el haber hecho cierta
cosa (1 Samuel 15:11; Jonás 3:9-10). Esta actitud de Dios no se refiere a algún cambio fundamental en su carácter
o propósito. Siempre le ha indignado el pecado y siempre ha amado al pecador. No existe contradicción alguna
en el mensaje trasmitido. Sencillamente estamos observando que Dios reacciona en respuesta a la acción del
ser humano. Cuando el hombre cambia, por ejemplo, cuando se arrepienta, el trato que Dios le da al hombre
también cambia, pero esto no implica un cambio en la actitud de Dios o una alteración de sus principios.
c. Dios es soberano
Siendo el Dios que existe por sí mismo, no sólo es independiente para sí mismo, sino que también hace que
todas las cosas dependen de Él. Esta propia existencia de Dios encuentra expresión en la auto descripción Yo
Soy (Éx 3:14; Jn 8:58). Únicamente como existente por sí mismo, y como el Único Independiente, puede Dios
darnos la seguridad de que eternamente será el mismo en relación con la creación y con su pueblo. Este
concepto también se conoce como la soberanía de Dios.

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EL CARÁCTER MORAL Y LAS OBRAS DE DIOS – CLASE 3


Cuando los medios de comunicación reportan acerca de alguna tragedia que haya ocurrido a un creyente. ¿acaso
no se pregunta por qué Dios lo permite? Con frecuencia nos llenamos de dudas ante las aparentes injusticias y
comenzamos a cuestionar a Dios. Estudiando las características morales de Dios; veremos que el Dios que nos
creó de ninguna manera pudiera tener una intención otra que buena para con sus criaturas. También
conoceremos que es Él mismo que mantiene activamente su creación y nos provee todo lo necesario para entrar
en su reino. Sin embargo, nos permite tomar nuestras propias decisiones y llevar la responsabilidad de ellas así
como experimentar las consecuencias.
Delimitación de temas: Las características morales de Dios —su amor y santidad— y la forma en que actúa en
el mundo hoy.
Competencia específica: Comprender que todo lo que pasa tiene un propósito. La meta divina consiste en que
estemos preparados para su reino eterno, por lo cual obra activamente para que la alcancemos.
Propósito: Explicar las características morales de Dios y su importancia para sus criaturas.
BOSQUEJO DE LA LECCIÓN
I. Los atributos morales de Dios
II. La obra creadora de Dios y la divina providencia
III. Los mensajeros de Dios
OBJETIVO DE LA LECCIÓN
 Amar y apreciar a Dios más todavía como resultado de comprender mejor sus características y sus obras.
 Describir la actividad de Dios en la creación, preservación y gobierno soberano del universo.
 Explicar razones por las cuales los creyentes en ocasiones sufren en la providencia de Dios, mientras que
aparentemente la impiedad se queda sin castigo.
PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Creador, creativo, exaltado, expiación, intervenir, justicia, misericordia, moral, perfección, providencia,
santidad

I. Los atributos del carácter moral de Dios


Estas características son reveladas en el trato de Dios con los seres humanos e incluyen la santidad de Dios y el
amor de Dios. En primer lugar, consideraremos la santidad de Dios.
a. La santidad de Dios
A Dios le interesaba ser conocido entre las naciones por una característica específica. Deseaba que le llamaran
el Santo (Ez 39:7). Así como es imposible que Dios cometa un error intelectual porque lo sabe todo, por su
santidad es imposible que cometa un error moral. La santidad es una característica de Dios que expresa la
perfección de todo lo que es. Es la base de todas sus acciones. Por tanto, todo lo que hace es recto y bueno.
La palabra santidad contiene la idea de separación. El Ser divino perfecto está exaltado, es decir, elevado por
sobre el pueblo pecaminoso y el mal.
La bondad moral de Dios
La bondad de Dios describe que Él es perfectamente bueno en sentido moral. Por tanto, Dios se deleita en la
justicia y la bondad y se separa del mal y lo condena. Dios le pidió a Moisés que señalara límites al monte Sinaí
(Éx 19:12-13; 21-25). Quería que la nación de Israel comprendiera que el pueblo pecaminoso debe ser separado
del Dios santo. En muchas otras referencias del Antiguo Testamento se recalca la santidad de Dios. Is 59:2 y
Habacuc 1:13 enseñan que el pecado separa a Dios del pueblo pecaminoso y separa a ese pueblo pecaminoso
de Dios.

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Job 40:3-5 e Isaías 6:5-7 nos muestran que, si comprendemos verdaderamente la santidad de Dios, también
comprenderemos lo horrible del pecado. Cuando comprendamos la santidad perfecta de Dios, producirá
tristeza por el pecado, confesión de pecados y humildad en todos nosotros.
Las manifestaciones de la perfección moral de Dios
 La santidad de Dios se manifiesta en Su rectitud. Esto quiere decir que no sólo lo que Dios es, sino todo lo
que hace corresponde a su bondad moral. Así que ha establecido un gobierno moral en el mundo. Esto
significa que ha dado leyes justas (imparciales y rectas) bajo las cuales debe vivir la gente.
 La rectitud de Dios se expresa por su justicia. Su justicia es demostrada por su juicio al pecado. Debido a
que no puede tolerar el pecado, debe castigarlo donde aparece. Administra sus leyes justamente,
recompensa a los que las obedecen y castiga a los que las quebrantan.
 La rectitud de Dios exige la santidad en su pueblo. No sólo es un Dios santo, sino que también demanda
que su pueblo sea santo. La santidad, como cualidad de la vida cristiana, es más que la actitud de no hacer lo
malo. También consiste en hacer lo bueno. En acción se expresa por una vida recta y hacer lo que el amor de
Dios nos dirige a hacer por los demás. Produce en nosotros un sentir o interés por los que nos rodean.
Con todo, aunque es perfectamente santo y está separado de los hombres, Dios ha hecho provisión para
terminar con esa separación. De acuerdo con Romanos 5:2 y Efesios 2:13-18, si deseamos acercarnos a Dios,
podemos hacerlo por los méritos de Jesucristo. Y 1 Pedro 3:18 nos dice que todas nuestras impurezas e injusticias
han sido cubiertas por nuestro Salvador para llevarnos a la presencia del Dios santo.
El motivo que conduce a Dios querer armonizar la repulsión del pecado a causa de Su santidad con la gracia
inmerecida que libremente otorga a los pecadores para poder recibirlos en Su presencia, está en la infinitud del
amor de Dios.
b. El amor de Dios
No podemos hacer nada para merecer o ganar el amor de Dios. Nada de lo que pudiéramos decir o hacer
obligaría a Dios a amarnos. Pero amar es parte de Su naturaleza. Ama al mundo. Nos ama a nosotros. Dios
demuestra en formas prácticas lo mucho que nos ama. La benignidad y benevolencia de Dios, Su misericordia,
paciencia y fidelidad, no son atributos separados en Él sino aspectos intrínsecos de Su carácter amoroso.
La benevolencia de Dios en el Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento, con frecuencia se presenta a Dios como guerrero grande y poderoso. Pero esto no
debe distraernos de reconocerlo también como un Dios amoroso.
Su paciencia con los pecadores. Uno de los ejemplos más sorprendentes de su amor lo muestra primero como
un iracundo destructor a punto de castigar a una ciudad impía. Pero no lo hace. ¿Por qué Dios no sigue adelante
con su plan? Porque espera que el arrepentimiento de los pecadores le de la oportunidad de demostrarles Su
misericordia (Jon 3:10; 4:11).
Su benevolencia para con Sus hijos. David, Isaías y Jeremías presentan a Dios como un padre. ¿Cuál
característica de un buen padre los condujo a hacer esta comparación?
 Según David, Dios toma en cuenta que Sus criaturas humanas están indefensas y perecederas (Sal 103:13-14).
 Isaías considera a Dios como un padre misericordioso (Is 63:16; 64:8).
 Jeremías describe a Dios como el padre que, después de castigar a sus hijos desobedientes, tiernamente los
conduce de vuelta a su hogar (Jer 31:7-9).
Su voluntad de escuchar nuestro clamor. Le duele que los hombres sufran las consecuencias de sus errores y
pecados. Mire lo que dice respecto a la destrucción de Jerusalén: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese
vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo
hallé” (Ez 22:30). Si hubiera habido una persona justa que intercediera por la caída y que suplicara misericordia,
hubiera perdonado a la ciudad, a sus líderes y al pueblo.

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El ejemplo supremo en el Nuevo Testamento


La evidencia mayor y definitiva del amor de Dios se encuentra en el Nuevo Testamento. Esta demostración
contundente se observa cuando Dios tomó naturaleza humana y vino al mundo a pagar la pena de nuestros
pecados. Cobró la terrible paga del pecado en la muerte de Jesucristo hombre. Proveyó nuestra salvación a un
costo sin medida — su propia vida (Jn 3:16).
Es únicamente por este acto de amor de Dios que el hombre tiene esperanza de salvación y vida eterna. Porque
el Hijo del hombre no vino para condenar sino para rescatarnos (Jn 3:17; Mr 10: 45).
Puesto que Dios nos ama tanto, sabemos que nunca permitirá que nos ocurra algo que no sea para nuestro bien
si le amamos. Podemos confiar plenamente en Su amor sin importar cuáles sean nuestras circunstancias. Su
amor nos libra del temor y sus tormentos (1 Jn 4:18; 2Ti 1:7) aun donde humanamente pudiéramos desesperar.

II. La obra creadora de Dios y la divina providencia


La inalcanzable y singular importancia de Dios para el ser humano se explica contemplando Su obra. Por ella,
Dios se hizo a la vez el creador de vida de la que participamos, como Su sustentador. Sin Él, sencillamente no
existimos. Siendo la obra de Dios la expresión directa de Su persona, por qué el Ser supremo del universo es
importante para nosotros por lo que es a la vez por lo que hace.
a. El Creador de todo
La primera obra de Dios fue la creación del universo (Gn 1 y 2). Por el ejercicio de su poder creador, Dios hizo
que existiera todo el universo visible e invisible. En ello se incluyen los sistemas del universo material (las galaxias
y sistemas planetarios con todos los cuerpos celestiales), y todas las órdenes de seres incluyendo los seres
espirituales, excepto Él mismo. Esta creación se declara con claridad en las Escrituras.
La creación original
El relato bíblico revela una serie de actos creadores que, en conjunto, componen un gran proceso de creación
(Gn 1, 2 y Salmos 33:6). El hecho de la creación tiene significado para nuestras vidas de varias maneras:
La preexistencia del Creador. El conocimiento de que el Creador del universo existía antes de todas las cosas
ha de maravillarnos ante la grandeza y majestad eternas de Dios, así como hacernos comprender nuestra
insignificancia en comparación con Él.
La creación de todo desde la nada. Esto quiere decir que antes de que Dios emprendiera la creación, la única
existencia era la Suya. Por ende, todo lo demás que existe, incluyendo el universo entero y cada átomo en sus
partículas, salió de Dios mismo y no de algún otro elemento preexistente. Aun las cosas ‘artificiales’ creadas por
seres humanos son combinaciones nuevas de diferentes elementos de la naturaleza, pero el Creador de todo
produjo todas las cosas sólo desde sí mismo.
Los derechos del Creador. Su función única como Creador de todas las cosas le confiere a Dios la posición de
ser Señor de toda la creación. Él tiene un merecido derecho sobre sus criaturas. Para el ser humano esto se
manifiesta en la adoración y el servicio obediente al Padre celestial (1Cr 29:11; Ez 18:4).
La nueva creación
La enseñanza bíblica sobre la creación es básica para nuestra fe ya que nunca podríamos esperar y entregarnos
plenamente para salvación eterna a alguien de menor poder que el Creador revelado en las Escrituras. Los actos
creadores de Dios no están limitados a lo que ha hecho en el pasado. Juan 3:3, 2 Corintios 5:17, Gálatas 6:15 y
Salmos 51:10 declaran que Dios purifica los corazones de aquellos que se arrepienten de sus pecados y acuden
a Él en fe. Estos pasajes también nos enseñan que cuando una persona se vuelve a Dios para salvación, nace otra
vez y se convierte en nuestra criatura, o nueva creación. Por tanto, los actos creadores de Dios incluyen la
creación espiritual que ocurre cuando una persona acepta a Jesucristo como Salvador. El día en el que la nueva
creación de Sus hijos abarca a la humanidad, la nueva creación será completa (Ro 8:19-21).

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b. El Sustentador de todo
La divina providencia
En Su soberanía Dios no sólo ha decido dar luz a la creación, sino también a preservar y sostener el universo por
medio de la divina providencia. Esta providencia abarca varios aspectos sin los que ni la vida ni los objetos
mismos pudieran existir.
La preservación (sostenimiento) del universo. Dios cuida o mantiene activamente el universo. Las Escrituras
demuestran que, después de su obra de creación, Dios sigue activamente cuidando todas las cosas (Sal 104). En
ello se incluye a personas y todos los animales (Sal 36:6), así como la protección ulterior de los rectos y justos
(Pr 2:8). Dios no sería soberano sí algo existiera u ocurriera en el universo ajeno a su voluntad y poder. Pasajes
tales como Nehemías 9:6 y Salmos 145:14-16 enseñan que Dios activamente preserva todas las cosas.
Hemos de reconocer que la preservación divina es necesaria porque todo lo que Dios creó, en esencia y acción,
depende absolutamente de Él. La criatura no tiene el poder interno para seguir existiendo sino por la voluntad
de su Creador. Por la palabra de su poder todo el universo es sostenido o mantenido (Heb 1:3).
La previsión y provisión para el futuro. Su providencia no sólo incluye la idea de preservación sino va mucho
más allá. También significa la capacidad que Dios tiene de anticipar cosas, ver el futuro, y planificar por
adelantado. Se refiere a forma en la que Dios dispone de las cosas con el fin de cumplir su propósito máximo en
la creación: el establecimiento de su reino bajo el gobierno de Jesucristo.
Algunos elementos de la providencia de Dios se relacionan con nosotros en lo que hacemos hoy:
 Dios se relaciona personalmente con el mundo que ha creado.
 El hace que todo en la naturaleza se mueva como se lo ha propuesto.
 El capacita e impulsa a las personas a fungir como agentes morales responsables con la libertad de escoger
entre lo bueno y lo malo.
 Si el hombre decide aceptar la salvación que Él le ha ofrecido, Dios le ha provisto ya vida eterna con todo el
gozo y el esplendor que concede su majestad.
Propósitos de la providencia
El gobierno de Dios se caracteriza por su interés en nosotros. Muchos pasajes revelan que Dios gobierna con el
propósito de lograr el bienestar de Su pueblo (Sal 84:11). El gobierno de Dios se caracteriza también por Su
interés en el desarrollo mental y moral de su pueblo: El trato de Dios con su pueblo a través de la historia ha
incluido enseñanzas a fin de que comprendan
1. lo que demanda de ellos;
2. que la naturaleza de Él es santa;
3. que el pecado es una ofensa contra Él y
4. que les ofrece el perdón de sus pecados y la reconciliación con El.
El gobierno de Dios tiene como meta principal Su propia gloria (Ef 1:1-14): Todas sus perfecciones se manifiestan
a través de Su gobierno. Esto significa que su divina providencia nos revela las cualidades de Su ser.
La distorsión del plan de Dios. Así como las Escrituras no dejan duda sobre el control soberano que Dios ejerce
sobre la creación, tampoco omite declarar cómo el pecado original del hombre ha afectado a la creación buena.
Indicios son:
 Toda la naturaleza y sus habitantes fueron trastornados (Ro 8:22-23)
 El reino de Dios se acercó con Jesús, es decir que entre la caída y la llegada del Salvador no era presente en la
tierra (Mt 3:2; Mr 1:15).
 La obra de Jesucristo inicia el comienzo del reino de los cielos y el fin del reino de las tinieblas (Jn 12:31-32).
 El Espíritu Santo ayuda a los discípulos a terminar el gobierno de Satanás (Jn 16: 8,11)
 Dios apunta a una nueva creación bajo el gobierno de Jesucristo sobre una humanidad redimida (Fil 2:10-11).

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¿Por qué un Dios soberano permitiera que las fuerzas del mal tengan poder sobre el mundo?
La facultad de libre elección. El Creador ha dado a su criatura más amada el libre albedrío para que la adoración
y obediencia a Él sea enteramente voluntaria. Esta libertad del ser humano vale más para Dios que cualquier
otra cosa y para preservarla, el Creador aceptó la temporal separación entre sí y el hombre, así como el trastorno
del orden natural del universo. Toda la Biblia tiene como tema principal la restauración de la creación bajo el
gobierno de Dios (Gn 3:15).

III. Los mensajeros de Dios


Para llevar a cabo sus planes, Dios se sirvió y sigue usando a diferentes intermediadores o agentes:
 A Jesucristo, encarnación de Su propia persona y la obra hecha por Él en su humanidad.
 A los hombres que se le rindan voluntariamente en sumisión. A partir de Jesucristo, todo discípulo que de
verdad sigue y sirve al Maestro.
 A los ángeles, enviados por Dios a sus servidores humanos para la trasmisión de mensajes especiales o la
ayuda oportuna donde el desarrollo del plan de Dios lo hace necesario. ¿Quiénes son los ángeles?
a. Los ángeles, criaturas espirituales de Dios
El vocablo ‘ángel’ en los idiomas originales en que se escribió la Biblia significa ‘mensajero’. Debido a que la
palabra se usa en formas diferentes, debemos considerar el contexto en cada caso para determinar su
significado correcto. Por lo general, sin embargo, cuando la Biblia habla de ángeles se refiere a ciertos seres
espirituales y sobrenaturales que, según se demuestra, son mensajeros de Dios especiales.
Las características de los ángeles
Los ángeles son espíritus inmortales. Hebreos 1:14 dice: “¿No son todos espíritus ministradores, enviados
para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”. Los seres humanos no pueden ser descritos
como espíritus porque poseen una naturaleza compuesta de materia y espíritu. Puesto que los ángeles son
espíritus, no poseen cuerpo físico. Hablando de los ángeles caídos, Efesios 6:12 habla de su naturaleza
incorpórea: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra… huestes espirituales de maldad
en las regiones celestes.”. Como seres de pura espiritualidad, los ángeles son inmortales, pero no disponen de
atributos espirituales reservados a Dios, como por ejemplo la omnipresencia y omnisciencia.
Los ángeles carecen de sexo. Aunque a algunos ángeles se les ha dado nombres masculinos (Gabriel y Miguel),
esto tiene que ver con su función de mensajero que en tiempos bíblicos se ejercía por sexo masculino.
Los ángeles son seres personales. Igual que los seres humanos y Dios mismo, los ángeles demuestran los
aspectos básicos de la personalidad: intelecto (2S 14:20; Lc 4:34), emociones (Lc 15:10; Ap 12:12) y voluntad (2Ti
2:26).
Las limitaciones de los ángeles
Los hombres son criaturas preferidas a los ángeles. A pesar de ser mortales y sin los poderes sobrenaturales
de los ángeles, la Biblia muestra que el servicio a Dios que prestan aquellos seres espirituales incluye su servicio
a los seres humanos. Esta distinción se observa, por ejemplo, en Hebreos 2:16: “Porque ciertamente no socorrió
a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham.” De hecho, el hombre es mientras tanto “poco
menor que los ángeles” (Sal 8:4-5), pero en el futuro estará en un nivel más alto (1Co 6:3; Heb 2:7).
La revelación profética vetada a los ángeles. Hablando de los profetas en cuya b0ca Dios puso anuncios que
no eran destinados a ellos y los oyentes de su tiempo, sino que sólo se podían entender luego de la venida del
Espíritu Santo, Pedro agrega que a los ángeles no se les dio esta iluminación.
La evangelización, un privilegio humano. Una distinción muy significativa es que, mientras los ángeles le
sirven a Dios como mensajeros, la proclamación de las buenas nuevas es tarea encomendada exclusivamente a
los discípulos de Cristo (1P 1:12).

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b. El ministerio de los ángeles


Los ángeles adoran a Dios. Entre las descripciones de ángeles reveladas en las Escrituras se encuentran
aquellos que están en la presencia de Dios adorándole (Sal 103:20; 148:2; Is 6:1-7). Elevan sus voces en poderosos
cantos de alabanza, porque Él es digno de recibir su alabanza. Le adoran por lo que es, lo que ha provisto y los
medios que ha usado para lograr la redención. (Compare Apocalipsis 5:9-12 con 5:13-14.)
Los ángeles son espíritus ministradores. Como espíritus ministradores, los ángeles son enviados a servir a los
que heredarán la salvación (Heb 1:14). Observe cómo este servicio angelical fue provisto tanto en tiempos del
Antiguo como del Nuevo Testamento:
 Pablo, como preso y bajo circunstancias muy peligrosas, fue consolado por un ángel (Hch 27:23-24).
 Felipe fue dirigido en el ministerio por un ángel (Hch 8:26).
 Cornelio recibió ayuda de un ángel en su búsqueda de un lugar más satisfactorio ante Dios (Hch 10:3-7).
 Pedro fue librado milagrosamente por un ángel (Hch 12:7-10).
 Jesús, por lo menos en dos ocasiones registradas, fue fortalecido por los ángeles (Mt 4:11; Lc 22:43).
 Eliseo fue protegido del poderoso ejército de Siria por una hueste de ángeles santos (2R 6:8-23).
 David reconoció, después de escaparse de Ahimelec (1S 21:10-22:1) que había sido protegido y librado por los
ángeles (Sal 34:7).
Los ángeles son agentes del juicio. Al cumplir la voluntad de Dios, los ángeles también han sido agentes del
juicio castigando a los enemigos de Dios (2Reyes 19:35; Hch 12:23).
Los ángeles involucrados en batallas espirituales. Al comparar Daniel 10:13 con Efesios 310; 6:12 observamos
que las batallas espirituales son continuas en el plano celestial, Estas batallas son libradas por las fuerzas del mal
para hacer caer las mentes y los afectos de los seres humanos, sus almas inmortales, pero que estando en Cristo,
ahora deben ser ganadas por el creyente y la iglesia (Stg 4:7; 1P 5:8) , mientras los ángeles pueden intervenir
para ayudarles.

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JESUCRISTO: MANIFESTACIÓN VISIBLE DEL DIOS INVISIBLE – CLASE 4


Jesús vino al mundo para mostrarnos cómo es el Padre. Es la representación visible del Padre, quien es invisible.
Jesús tiene las características naturales y morales de Dios. Por el milagro de la encarnación, asumió también la
naturaleza y la forma del ser humano. De esa manera les dio expresión a las cualidades de Dios y comunicó éstas
a los seres humanos. Jesús dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14:9).
Delimitación de temas: La enseñanza doctrinal sobre Jesucristo.
Competencia específica: Ser capaz de presentar evidencia bíblica de la deidad y humanidad de Cristo.
Propósito: Exponer la naturaleza y el propósito de la encarnación.
BOSQUEJO DE LA LECCIÓN
I. La deidad de Jesucristo
II. La humanidad de Jesucristo
III. La unión de las dos naturalezas en la persona de Jesucristo
IV. Las obras de Jesucristo
OBJETIVO DE LA LECCIÓN
 Conocer y comprender la persona y naturalezas de Cristo
 Identificar las obras de Cristo y su significado.
 Amar más a Cristo como resultado de conocerle mejor.

PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Ascensión, deidad, encarnación, exaltación, humanidad, intercesor, linaje, mediador, mortal, sobrenatural

I. La deidad de Jesucristo
Consideraremos hechos bíblicos respecto a la deidad de Cristo y la importancia de este aspecto de su persona:
a. Jesucristo tiene los atributos de Dios
Tiene atributos de la naturaleza divina
Jesús es revelado en la Biblia como el eterno Hijo de Dios (Jn 1:1; 1Jn 1:1; Miq 5:2). Ha existido desde siempre,
antes de toda creación y existirá para siempre (Heb 1:11-12; 13:8). Estos pasajes también declaran que Jesucristo
no cambia. Pablo declara que en Jesucristo habita toda la plenitud divina (Col 1:19; 2:9), que es el poder y la
sabiduría de Dios (1Co 1:24). Pablo hace referencia al misterio de Dios, del cual dice que es “Cristo, en quien
están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col 2:2-3). Conocía la naturaleza y el
fin de la presente era (Mt 24 y 25; Mr 13; Lc 21).
Estas características dan clara evidencia de la deidad absoluta de Jesucristo. En este punto es importante señalar
que, durante sus días en la tierra, Jesús cedió algunos de sus derechos al ejercicio independiente de sus
características divinas. Decidió no usar sus poderes divinos a partir del momento de asumir también la
naturaleza humana (Fil 2:6). Luego de reiterar la plena identidad divina de Jesús, se destaca su decisión de
‘vaciarse’, como lo expresa el vocablo griego.
Ejerce derechos divinos
Cristo ejerció derechos divinos que sólo Dios tiene. En los derechos divinos se incluye el recibir la adoración de
los hombres, el perdonar pecados, el tomar autoridad sobre la Palabra de Dios y el derecho a juzgar.
 Jesús es objetivo de adoración (Mt 2:11; Jn 5:23; Fil 2:10-11)
 Jesús ejerció su derecho de perdonar el pecado, el cual es reservado sólo para Dios (Mr 2:7). No vaciló en
ejercer ese derecho, aun cuando sus enemigos se enojaron (Mt 9:2-6).
 Jesús interpreta las Escrituras según el que tiene autoridad sobre ellas (Mt 5:22, 28, 32, 34, 39, 44; Mr 2:27-28)
 Todos serán resucitados y sometidos a juicio según su criterio (Mt 25:31-46; Jn 5:21-22).

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b. Jesucristo es declarado ser Dios


Las declaraciones de Jesús sobre su persona
Jesús hizo declaraciones definidas de que era Dios. Ya cerca de la hora de su muerte, apeló a los apóstoles para
que aceptaran estas declaraciones sobre la base de sus obras maravillosas (Jn 14:11).
 Les declaró a los judíos que Él y el Padre eran uno (Jn 10:30)
 Al ser juzgado ante el concilio, Jesús declaró que era el Hijo de Dios (Lc 22:70-71; Jn 10:36; 19:7)
 Aseguró que la salvación se obtenía sólo a través de Él (Jn 10:9)
 Dijo que Él era el único acceso al Padre (Jn 14:6).
 Dijo que nadie podía hacer nada si no lo capacitaba Él (Jn 15:5)
 Durante su ministerio de enseñanza dio testimonio de su preexistencia (Jn 8:58; 17:5).
 Instruyó a sus discípulos a que oraran en su nombre (Jn 16:23)
Jesús recibe descripciones y nombres que indican su deidad
Es llamado Hijo de Dios. Los escritores inspirados con frecuencia se refieren a Él como ‘el Hijo de Dios’. Una
voz del cielo en dos ocasiones diferentes lo proclamó como ‘mi Hijo’ (Mt 3:17; 17:5).
Se habla de él como ser Dios. También se cita a Isaías 9:6, donde se iguala con el Padre eterno: ”El niño sería
llamado Emanuel, que significa ‘Dios con nosotros’” (Mt 1:23).
Es presentado como la Palabra de Dios. El apóstol Juan escribió que Jesús era el Verbo -del griego logos, en
latín verbum- que traduce ‘Palabra’. La Palabra de Dios es el pensamiento de Dios convertido en acción; es lo
que dice Dios para crear (Gn 1:3; Col 1:16; Heb 1:2) y expresado en tal forma que los seres humanos lo puedan
comprender. Dios no está separado de su creación, se ha revelado a sí mismo en persona del Hijo. Juan declara
que la Palabra o el Verbo (Jesús) era Dios desde la eternidad (Jn 1:1-2).
Es persona divina en toda la eternidad. La deidad descendió a vivir por un tiempo entre hombres y mujeres
(Juan 1:14), pero agregar una naturaleza humana a su naturaleza de Dios no alteró su personalidad divina. El
apóstol Pablo escribió que estamos “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de
nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tit 2:13).
II. La humanidad de Jesucristo
a. Jesús es el ser humano según el propósito de Dios
Jesús es hombre igual que todos los hombres
• Jesús nació y creció como todo ser humano (Lc 2:6–7, 12 y 52)
• Experimentó las necesidades físicas humanas (Mt 4:2; Jn 4:6; 19:28)
• Experimentó estados de ánimo como todo hombre (Mt 15:32; Lc 22:44; Jn 11:35)
• Fue objeto de tentación (Mt 4:3,5,8)
• Tomó decisiones conscientes. Por ejemplo, decidió rechazar la tentación (Mt 4:4,7,10). También decidió
cumplir su misión a precio de su vida (Mt 16:21; Jn 10:18).
Jesús es como ningún otro hombre
• Fue creado como el primer Adán, sin naturaleza de pecado: “…el santo ser” (Lc 1:35).
• Pero a diferencia de éste, decidió en ejercicio de su libre voluntad humana, permanecer fiel a Dios como lo
muestra su negación de aceptar las propuestas de Satanás y el cumplimiento de la misión recibida a precio
de su vida.
• Con esto, Jesús es el primer y único ser humano que en todo responde al propósito de Dios para la
personalidad humana. Esto lo convierte a un lado en un reto, al otro lado en un modelo (Ef 4:13), porque
también los que creen en él han sido creados de nuevo, regenerado por el Espíritu Santo, con una naturaleza
libre de corrupción (Jn 3:3; 2Co 5:17; Tit 3:5).

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b. Jesús es titulado como hombre


Los títulos aplicados a Jesús también hacen referencia a su humanidad.
• Fue llamado “hijo de David”, e ”hijo de Abraham” (Mt 1:1; Mt 9:27; Lc 18:38)
• Fue comparado con Juan el Bautista, Elías, Jeremías y otros profetas (Mt 16:14)
• Fue llamado ‘Maestro’. Es la forma como la mayoría de las personas habla de Jesús, incluyendo a sus
opositores. Hay más de 50 referencias en los evangelios (Mt 9:11; Mr 10:17; Lc 12:13; Jn 13:14; 20:16)
• Jesús es el “Hijo del Hombre”. Es el título el que Jesús aplica a sí con mayor frecuencia. Esto puede tomarse
como una referencia a su humanidad, pero en realidad representa con claridad el cumplimiento de su obra (y
su reclamo de supremacía absoluta del Señor del universo que le será otorgado (Dn 7:13-14; Lc 9:58).

III. La unión de dos naturalezas en Cristo


¿Cómo fue posible que el Hijo de Dios eterno, quien está en igualdad de posición con el Padre y es de la misma
sustancia del Padre, fuera hecho un ser humano como nosotros? Algunas personas que trataron de explicar la
encarnación subrayaron tanto la humanidad de Jesús que prácticamente negaron su deidad. Otros hicieron lo
opuesto: subrayaron su deidad hasta el punto de casi negar su humanidad. Con el tiempo, los líderes de la iglesia
de los primeros siglos pudieron llegar a una definición de la encarnación que hasta hoy se considera básica para
la fe cristiana acerca de la persona de Jesús.
a. La encarnación
La encarnación se refiere a la unión de la deidad con la humanidad en Jesucristo. Da a entender que el eterno
Hijo de Dios tomó también una naturaleza humana. Con esta acción, Dios obró de una manera totalmente nueva
en el mundo cuando su Hijo “se hizo carne”. Los evangelistas relatan numerosas evidencias de esta doble
naturaleza de la persona divina Jesucristo.
Las características de la encarnación
Jesús se conectó a una línea genealógica. Los evangelios según Mateo y Lucas registran una ascendencia
humana de Cristo. Mateo traza su linaje hasta el rey David y más allá, hasta Abraham el patriarca (Mt 1:1-17).
Tenía dos objetivos en mente:
 Presentar a Jesús como parte de la descendencia de David y, por ello, heredero del trono de Israel. De otra
manera, ningún judío lo aceptaría como su Rey o Mesías.
 Probar que Jesús, como descendiente de Abraham, era el heredero de la promesa a través del cual todas las
familias de la tierra serían bendecidas (Gn 22:17-18).
Lucas traza el linaje de Jesús aún más allá, hasta Adán, el primer hombre (Lc 3:23-38). De esta manera deja
claramente establecido que la humanidad de Jesús tiene el mismo origen que la de los primeros seres humanos,
es decir, que era creación de Dios directamente, sin intervención de padre o madre humanos.
Jesús experimentó todas las etapas del desarrollo humano. Tanto Lucas como Mateo concuerdan en el
propósito de subrayar el hecho de la experiencia humana de Jesús: el que desde su concepción espiritual creció
dentro de una mujer y que nació de ella en un parto natural (Mt 1:18 -25; Lc 1:35; 2:7).
Como ya explicado, aunque podemos leer que Jesús formó parte de una línea de antepasados humanos, hemos
de tener cuidado y señalar que no tuvo padres humanos naturales. Su concepción fue muy diferente de la de
todos los demás hombres porque su origen era igual al de los primeros hombres. Lucas registra la escena en la
que el ángel le anuncia a María que pronto quedaría embarazada. Su reacción inmediata fue: “¿Cómo será esto?
pues no conozco varón” (Lc 1:34). A su pregunta sobre el embarazo milagroso que le presentaba una situación
aparentemente imposible, el ángel le recordó a María que “nada hay imposible para Dios” (Lc 1:37). La
concepción de Jesús fue única; con todo, su gestación y nacimiento fueron enteramente comunes.
Jesús fue concebido por el poder del Espíritu Santo en la virgen María. En este acto singular, creador, Dios
irrumpió en la cadena de generaciones humanas y surgió un ser sobrenatural

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Los propósitos de la encarnación


La encarnación era un acto necesario por diferentes motivos. Con la encarnación, Dios echó a andar Su plan de
redención en la tierra (Jn 6:50-51): Dios se encarnó para compartir su propia vida eterna con los hombres.
• Para satisfacer al agravio del pecado. La justicia de Dios demandaba el castigo de los pecadores y la muerte
había entrado a la creación por este motivo. Pero solamente la muerte de un hombre sin culpa podía
satisfacer la deuda de pecado que la humanidad tenía con Dios
• Para poder morir. Dios se hizo hombre para poder morir y proveerle al hombre la salvación.
• Para mostrar la humanidad según Su voluntad. Desde la caída de Adán no hubo en la tierra ningún hombre
que fuera tal cómo Dios los había hecho (Ro 3:23). Jesús, en su humanidad, decidió ser este hombre y nos
proveyó el ejemplo apropiado (1Pedro 2: 21- 25). Al examinar sus respuestas a la condición humana, podemos
identificamos con él y reconocer que la meta de la vida cristiana es la semejanza a Cristo (Ro 8:29).
• Para revelarse a la humanidad. Por su encarnación Jesús reveló el Padre a la humanidad en toda su
incomparable excelencia y bondad (Jn 14:7-11). La única manera en que los hombres vieran a Dios era hacerse
humanamente visible y en su ser humano reflejar la identidad de Dios (Jn 1:18).
• Para experimentar la vida humana. Dios se encarnó para ser justo. Algún día toda la humanidad será juzgada
y el único Juez que podrá juzgar a los hombres justamente tiene que comprender qué significa vivir lo que los
hombres vivan (Hebreos 2:17–18)
b. Jesús, el Dios hombre
La unión en un solo ser
Cuando hablamos de la naturaleza humana y la naturaleza divina de Cristo, nos referimos a su ser o realidad
esencial.
En Jesús, todas las cualidades, propiedades o atributos que una persona pueda usar para describir a Dios se
aplican a Él. Por tanto, Él es Dios, no sólo ‘como Él’, sino Dios mismo. Cuando decimos que Jesús tiene una
naturaleza humana, queremos decir que Jesucristo no es sólo Dios que habita en un cuerpo de hombre, sino que
es hombre en cuerpo, alma y espíritu.
No dejó de ser Dios cuando se hizo hombre. No cambió su deidad por su humanidad. Más bien, le agregó una
naturaleza humana a su naturaleza divina. Por tanto, gracias a su encarnación, es tanto Dios como hombre, el
Dios hombre que une la verdadera deidad y la verdadera humanidad en un ser personal divino. Por ello existe
tal comunión de cualidades en Él que podemos referirnos a El apropiadamente ya sea como a Dios o como a
hombre. La designación más exacta, preferida por los teólogos, es: “Jesucristo es persona divina con
naturaleza divina y naturaleza humana.”
La coexistencia de dos naturalezas
Esta unión, también conocida como ‘unión hipostática’ porque se refiere a que una parte de la sustancia de Dios
unió a sí esta completa humanidad, tiene unas características de las cuales tenemos que ser conscientes:
• Las dos naturalezas son inseparables. Desde la encarnación y por toda la eternidad, Jesucristo es Dios
hombre. Juan relata su visión en Apocalipsis 1:17-18: “No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo,
y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén.”
• Las dos naturalezas son incambiables. Aunque por siempre juntos, ninguna de sus naturalezas cambia. Lo
divino, divino está. Lo humano, humano está.
• Las dos naturalezas son indivisibles. No cambian porque en su sustancia son indivisibles cada una: la divina es
espiritual, y la humana es de cuerpo, alma y espíritu.
• Las dos naturalezas son inconfundibles. Siendo incambiables e indivisibles, tampoco se pueden fusionar ni
mezclar. La divina no toma dominio sobre la humana, ni la humana podría influir a la divina. La santidad, la
entrega a la misión, la voluntad de agradar al Padre y la compasión con los hombres que mostró Jesús, son
manifestación de su naturaleza humana. Es así, que somos llamados a imitarle en todo.

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IV. La excelencia de Cristo


a. En su persona
El carácter de Jesús maravilla a la gente hasta hoy. Se admiraron por su comportamiento y actitud bajo todo
tipo de circunstancias. Es tan extraordinario porque no sólo es un carácter que refleja exactamente la forma de
ser de Dios, sino porque al mismo tiempo es el carácter de la perfección humana.
Jesús demostró su amor a Dios. Su santidad era tan notable que uno de sus más allegados declaró que “no hizo
pecado, ni se halló engaño en su boca” (1P 2:22). Sus enemigos no pudieron probar que tuviera pecado (Jn
8:46).
Jesús demostró su amor de muchas maneras. Su espíritu fue de genuina humildad y mansedumbre. Cuando
comenzó su ministerio público, fue motivado por el deseo de servir (Mt 20:28). Como amo y maestro, ilustró el
verdadero significado del servicio (Mr 10:45). Fue amable con el pecaminoso (Jn 8:11), con el que dudaba (Jn
20:29) y con los que lo abandonaron (Lucas 22:61; Juan 21:15).
Ningún ser humano es capaz de observar una conducta semejante desde sí mismo. Jesús no era un ser humano
como todos. Nació sin pecado, pero hubiera podido elegir pecar. Su firme voluntad de agradar a Dios antes que
cualquier otra cosa, es el modelo al que sus discípulos deben seguir.
b. En su misión
El título hebreo Mesías se aplicó con frecuencia a Jesús. La forma griega de ese nombre es Cristo. La traducción
de ambos vocablos se refiere a uno que es ‘ungido’. Aun cuando la definición judía de la persona y obra del
Mesías es muy diferente de la que tenemos de Cristo, comparten la idea de una persona enviada por Dios para
cumplir una misión que traiga la victoria final al plan de Dios. Para poder hacerlo, el Cristo acepta la humillación
hasta los extremos.
Jesucristo acepta la máxima humillación
• Renuncia a usar sus privilegios divinos y encarna en una posición social baja (Lc 2:7; Mr 6:3;)
• Aguanta la burla, el rechazo, la traición incluso de su familia, amigos y seguidores (Lc 4:28; Jn 7:5; )
• Sufre la agresión y finalmente la muerte dolorosa y espiritualmente extrema (Is 53:3; 2Co 5:21)

Todo esto, el Cristo no sólo lo acepta como oveja llevada al matadero (Is 53:7), sino incluso lo busca porque
entiende que sin esta humillación voluntaria la misión no se puede cumplir (Lc 24;46), como lo expresa el apóstol
Pablo: “,,,no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.“ (Fil 2;6-8).
La excelencia de Cristo se denota en el precio que pagó para poder decir: “Consumado es” (Jn 19:30).
Jesucristo recibe la máxima exaltación
En continuación a su descripción de la humillación sufrida por Jesucristo, Pablo explica en Filipenses 2;9-11: “Por
lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el
nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda
lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
En su exaltación, Cristo recibió su lugar apropiado como Señor soberano (Hch 2:36; Ef 1:19-23). Jesús Dios
hombre es ahora doblemente Señor: como Dios que siempre era y siempre será, y como el hombre que venció
y recibió todo dominio y majestad. Porque la fe en Él es la condición puesta para la salvación de los seres
humanos, Él comisionó a sus discípulos que difundieran el mensaje de Su gobierno universal en toda la
humanidad (Mt 28:18-20).
Aunque su persona divina humana regresó al lado del Padre, de donde actúa en y por medio de Su iglesia,
dispuso que el Espíritu Santo de Dios continuara la obra en el mundo hasta que fuera completa.

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EL ESPÍRITU SANTO: DIOS EN NOSOTROS – CLASE 5


¿Se ha preguntado alguna vez por qué Jesús dijo a sus seguidores: “Os conviene que yo me vaya” (Jn 16:7)? Se
debió a que, en su humanidad, estaba limitado a una existencia terrenal y sólo podía estar en un lugar a la vez.
Sin embargo, sabía que cuando viniera el Espíritu Santo a continuar con su ministerio, ya no habría limitaciones
ni del tiempo que podría permanecer, ni en la obra que podría hacer. A través del Espíritu Santo, Dios no sólo
nos transforma según Su propósito, sino que también permanece con nosotros y nos capacita para realizarlo.
Aún más, toma residencia entre y en nosotros y nos ofrece dirección personal y colectiva, comunión, consuelo
y capacitación para todas nuestras necesidades espirituales y el trabajo en Su obra.
Delimitación de temas: La persona y obra del Espíritu de Dios.
Competencia específica: Presentar evidencias de la deidad del Espíritu Santo y de Su lugar como director de la
iglesia y transformador personal.
Propósito: Que la persona y obra del Espíritu hagan un fuerte impacto en la vida personal con mayor significado
que antes.
BOSQUEJO DE LA LECCIÓN
I. La persona divina del Espíritu Santo
II. El ministerio del Espíritu Santo
OBJETIVO DE LA LECCIÓN
 Enumerar los elementos básicos de personalidad que posee el Espíritu Santo y explicar su significado.
 Describir el misterio del Espíritu Santo en relación con los incrédulos, los creyentes y la Iglesia.
 Cultivar conscientemente el fruto del Espíritu en la vida diaria.

PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Asociación, capacitación, componentes, corporal, igualdad, iluminar, inmersión, interpretar, motivar,
regeneración, saturar, sensibilidad

I. La persona divina del Espíritu Santo


a. La deidad del Espíritu
Cuando consideramos la naturaleza de Dios se analiza su esencia y se observa una serie de cualidades
característicamente divinas. La Palabra inspirada nos muestra que estas cualidades se aplican de igual manera
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Por tanto, es necesario recalcar que el Espíritu Santo es Dios verdadero, que
posee las características de la personalidad y la naturaleza divinas, y que la deidad del Espíritu Santo queda
establecida también por Sus relaciones con las otras personas de la Trinidad, así como por las obras que realiza
y los nombres divinos que le son aplicados.
Características de naturaleza divina
• Es eterno. La palabra eterno significa ‘infinito en duración: que no tiene principio, ni fin, ni limitación
temporal’. Es, por tanto, una característica de Dios. El inspirado escritor a los Hebreos declara que Él es el
“Espíritu eterno” (Heb 9:14).
• Está presente en todas partes (es omnipresente). El salmista David declaró: “¿A dónde me iré de tu
Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” (Sal 139:7-).
• Lo sabe todo (es omnisciente). Pablo, al describir esta característica divina a los creyentes corintios, dijo que
“nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1Co 2:10-11).
• Es todopoderoso (omnipotente). Es decir, tiene el poder y la habilidad de realizar todo lo que Dios desea,
sin limitación alguna (Lc 1:35; Hch 1:8).

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Títulos de naturaleza divina


Cuando el apóstol Pedro le habló a Ananías, le dijo que al mentir al Espíritu Santo en realidad le había mentido
a Dios (Hch 5:1-4), lo que da a entender que Pedro le atribuyó deidad al Espíritu Santo. El apóstol Pablo también
afirmó este hecho declarando que somos transformados en semejanza a Cristo por el Espíritu Santo que es el
Señor (2Co 3:17-18). En el contexto de las Escrituras del Antiguo Testamento, sólo a Dios se le titulaba ‘Señor’.
Asociaciones a las personas divinas
Varios pasajes bíblicos revelan la deidad del Espíritu Santo por sus asociaciones con las personas divinas en Su
identidad y obra.
• Mediante su asociación con las otras personas de la Trinidad. Observamos aquí una igualdad esencial de
personas, así como de deidad esencial. Así se hace en la identificación de la presencia trinitaria de Dios en el
bautismo -“…bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”-; también en el
reconocimiento de la persona trinitaria de Dios en la bendición apostólica -“La gracia del Señor Jesucristo, el
amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo…”- (2Co 13:14)
• Mediante su asociación con la obra de la Trinidad. El capítulo 12 de 1 Corintios presenta a la iglesia
a. como el cuerpo de Cristo (v. 27).
b. Dios pone en este cuerpo diversos ministerios para ayudarla en su desarrollo (v. 28).
c. El Espíritu Santo en forma soberana (con poder máximo) reparte dones para ese cuerpo (v. 11).
En Hechos 28:25-28, Pablo declara al Espíritu Santo como autor de la las palabras registradas en Isaías 6:9-10,
las cuales, según el profeta, fueron dichas por Dios mismo. La comparación revela que, puesto que el Espíritu
Santo representa al Padre, actúa como agente y a nombre del Padre en la tierra. Varios otros pasajes corroboran
tal declaración: Él “recordará todo” y “guiará a toda la verdad” (Jn 14:26; 16:13) lo que es necesario para todo
creyente (Ro 8:14).
b. La personalidad del Espíritu Santo
Que el Espíritu Santo es inequívocamente una persona se deduce con claridad de la descripción de sus
características, así como de los nombres, pronombres y actos del Espíritu y del trato personal que recibe.
Componentes esenciales de la personalidad del Espíritu de Dios
Como expuesto anteriormente, la personalidad tiene tres componentes esenciales: intelecto (la habilidad de
pensar); sensibilidad (la habilidad de sentir); y voluntad (la habilidad de tomar decisiones). Según las Escrituras
se observan estos tres elementos en la personalidad del Espíritu Santo.
• Pablo hace referencia a “la intención del Espíritu” (Ro 8:27. Intención presupone tener facultad intelectual.
• El apóstol también le atribuye sensibilidad al Espíritu Santo (Ro 15:30). Es decir, se refiere a la habilidad del
Espíritu de sentir, en este caso, de sentir amor, y su habilidad de expresar sentimiento.
• Finalmente, el apóstol les explica a los creyentes corintios las acciones soberanas del Espíritu Santo, en lo que
se refiere a su facultad de decidir sobre el reparto de dones a los creyentes como Él lo determine o lo decida
(1Co 12:11).
Se le aplican nombres personales al Espíritu Santo
Se le dan nombres que lo asocian con las personas divinas. También se lo llama el Espíritu de Dios y el Espíritu
Santo de Dios (Ef 4:3; 1Jm 4:2), el Espíritu de Cristo (Ro 8:9), el Espíritu de Jesucristo (Fil 1:19) y el Espíritu de
Jesús (Hch 16:7 [NVI]).
Se le aplican nombres relacionados con cualidades. Se le llama el Espíritu de verdad (Jn 14:17), el Espíritu de
vida (Ro 8:2), el Espíritu de gracia (Heb 10:29), el Espíritu de adopción (Ro 8:15; Gá 4:5-7), el Espíritu Santo
prometido (Hch 1:5), el Espíritu de santidad (Ro 1:4), el abogado (1Jn 2:1), y el consolador (Jn 14:16, 26).

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Se le adscribe un nombre que denota una función como persona. Jesús dijo: “Y yo rogaré al Padre, y os dará
otro Consolador” (Jn 14:16). Entre los griegos, el parakletos ejercía la función de un abogado defensor el que
hablaba a favor del acusado, y le orientaba a adoptar una conducta apropiada. Al Espíritu Santo se le llamó
Consolador el que fue enviado a tomar el lugar de Jesús y a desarrollar el ministerio de un consejero y abogado
quien orienta a su cliente. Esta responsabilidad demanda una personalidad con discernimiento, sentimiento y
sensibilidad, que pudiera actuar a nombre del Hijo de Dios.
Aunque el nombre puede diferir, la referencia es a la misma persona. Los diversos nombres sencillamente
identifican diferentes aspectos de su naturaleza y obra. Es muy significativo también el que Juan use
pronombres personales hablando del Espíritu Santo con lo cual se reconoce su personalidad.
Los actos del Espíritu Santo son acciones de carácter personal
Las acciones que la Biblia adscribe al Espíritu Santo no pueden ser llevado a cabo sino por personas.
• 2 Pedro 1:21 - El Espíritu Santo revela, motiva y capacita
• 1 Corintios 2:10 - Escudriña
• Hechos 13:2; Apocalipsis 2:7 - Habla, llama a personas al servicio
• Juan 15:26 - Testifica
• Hechos 16:6-7 - Dirige a su pueblo en el servicio, a veces prohibiéndoles o restringiéndoles alguna acción
• Romanos 8:26 - Intercede por nosotros
• Juan 14:26 – Enseña
• Juan 16:8-11 - Convence del pecado
• Juan 16:13 - Nos guía
• Juan 16:14 - Glorifica a Cristo
• Juan 3:5 - Nos regenera

El trato personal entre el Espíritu Santo y el creyente


Algunos pasajes demuestran que, en la relación entre el creyente y el Espíritu, éste puede ser probado o tentado
(Hch 5:9), contristado (Ef 4:30), se le puede mentir (Hch 5:3), se puede blasfemar y hablar en contra de Él (Mt
12:31, 32), se le puede resistir (Hch 7:51) e insultar (Heb 10:29). Una fuerza impersonal no está sujeta a tal trato.
c. Los símbolos del Espíritu Santo
Los símbolos son figuras del lenguaje que representan a características y cualidades, pero también la presencia
espiritual de una persona o su reflejo como idea en la mente humana. El gran número de símbolos del Espíritu
Santo nos dan un indicio de las manifestaciones multiformes de su personalidad y obra.
• Mateo 3:11 - Fuego. El fuego destruye lo impuro.
• Mateo 3:16 – Paloma. La paloma representa mansedumbre.
• 1 Reyes 19:16; 1 Juan 2:20 - Aceite de unción. Unción por el Espíritu Santo Los reyes y los profetas del Antiguo
Testamento eran ungidos con aceite como señal de aprobación de su servicio por el Señor.
• Lucas 11:13 – Don. El Espíritu Santo es el don del Padre para nosotros.
• Juan 7:37-39 - Ríos de agua viva. El Espíritu Santo nos llena hasta que el ser interior rebosa de nueva vida.
• 2 Corintios 1:22; Efesios 1:13-14 - Sello, arras, depósito. El Espíritu Santo es dado como garantía de nuestra
vida eterna con el Padre.
• Juan 20:22; Ezequiel 37:9 - Soplo, viento. El Espíritu Santo es el soplo de Dios que nos da vida.

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II. El ministerio del Espíritu Santo


Aun cuando no comprendemos sus misterios (Jn 3:8, podemos, sin embargo, ver los efectos de su ministerio.
En primer lugar, podemos examinar algunas áreas generales de sus actividades reveladas en las Escrituras. Estas
revelaciones mencionadas en la Biblia presentan un cuadro completo de la persona del Espíritu Santo y el amplio
alcance de su ministerio.
a. En relación con el mundo incrédulo
Además de su participación en la creación y en la providencia, el Espíritu Santo también desempeña Su
ministerio en el mundo. De acuerdo con Juan 16:8-11, “convence al mundo de pecado, justicia y juicio”.
• El Espíritu Santo convence al mundo del pecado de vivir apartado de Dios por cuanto no cree en Jesucristo.
• El Espíritu Santo revela a los hombres que pueden recibir justificación (ser declarados justos por Dios) porque
Jesucristo ya cumplió su misión.
• El Espíritu Santo convence a los incrédulos que el juicio de Dios sobre el mal ya fue ejecutado cuando la
muerte fue vencida en la resurrección de Jesús.
Sin embargo, para que el Espíritu Santo pueda llegar a la conciencia de los hombres incrédulos, es necesario que
capte la atención del hombre sin fe. Este acto es la tarea principal de los creyentes como personas individuales
y de la comunidad de la iglesia en su totalidad.
b. Entre los creyentes
En la formación del nuevo hombre
En la regeneración del nuevo hombre. Nos hacemos creyentes mediante la obra del Espíritu Santo. Cuando
éramos incrédulos, estábamos muertos espiritualmente, pero al acercarnos a Dios en arrepentimiento y fe
nacimos espiritualmente. Pasamos a ser nueva creación (2Co 5:17). Nacimos de nuevo por el Espíritu de Dios y
recibimos una nueva naturaleza (Jn 3:5-7; Ef 2:5). Los teólogos le llaman ‘regeneración’ a este proceso (Tit 3:5).
Por el proceso de santificación (1P 1:2). Cuando somos regenerados por Él, el Espíritu Santo establece su
presencia en nosotros con el fin de ser un catalizador de la santificación progresiva. Sin Su presencia el hombre
no tiene la capacidad de hacerlo. Porque descubrimos que tenemos dos naturalezas: una relacionada con
nuestra existencia anterior, otra con la nueva humanidad espiritual. Descubrimos que la primera está aún sujeta
a las tentaciones, pero que podemos resistir gracias a la presencia del Espíritu que nos guía día tras día hacia una
vida victoriosa, de semejanza a Cristo. El creyente, pues, no puede excusarse en su naturaleza humana que le
hace pecar.
Por la iluminación espiritual en el entendimiento de las Escrituras (Jn 14:26; 15:26; 16:13). Para entender
correctamente las cosas de Dios, ningún maestro mejor que Dios mismo. El Espíritu Santo está dispuesto a
revelarles las verdades divinas a los que lo buscan con fe (1Co 2:12-14).
Por la ayuda en nuestra comunicación con Dios (Ro 8:26). Esto significa que el Espíritu Santo representa
nuestras necesidades ante el Padre celestial.
Por producir Su fruto en la transformación del carácter del creyente. Para evitar la carnalidad (el ceder a los
deseos de la carne) o la espiritualidad superficial, necesitamos andar en el Espíritu. En lugar de manifestar las
obras de la carne (Gá 5:19-21), produciremos el fruto del Espíritu: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23). Estas cualidades, o ‘el fruto’, son características
formadas por medio del Espíritu Santo. Deberíamos revisar más de cerca nuestras actitudes, relaciones y
acciones para ver si demuestran estas características o si muestran la falta de dicho fruto.

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En la dotación con dones espirituales


Por el bautismo con el Espíritu Santo. La relación estrecha del Espíritu Santo con el creyente se ilustra en la
Biblia con varios términos descriptivos. Uno es el bautismo, lo que significa ‘inmersión’ (Hch 1:5). Igual a lo que
sucede cuando una persona es sumergida en agua, este bautismo espiritual deja al creyente completamente
empapado.
¡Cuán glorioso es saber que nosotros, simples seres humanos, tenemos la posibilidad de ser saturados por Dios,
que nos puede llenar por completo con Su propio ser! Esto da a entender otro término que describe la relación
del creyente con el Espíritu: ser lleno del Espíritu (Hch 2:4; 4:31). Cuando un recipiente está lleno, no tiene
capacidad para recibir más. De la misma manera, el Espíritu desea darnos tanto de su poder y gloria que ya no
podremos recibir más.
Entonces tendremos el poder, la sabiduría y el dinamismo necesarios para agradar y servir a Dios con efectividad
dentro del cuerpo de Cristo. Podemos ser llenos del Espíritu en repetidas ocasiones, así como fueron los
creyentes de la iglesia primitiva. Al aumentar nuestra capacidad, Él seguirá llenándonos hasta nuevos niveles
con toda su plenitud. A los creyentes se les amonesta a ser “llenos del Espíritu” (Ef 5:16). ¡Qué nuestro deseo
sea ser llenos del Espíritu!
Por la dotación con el poder del Espíritu para testificar (Hch 1:8). Surgen problemas cuando tomamos la
decisión de compartir las buenas nuevas con los demás. Las circunstancias, las personas y los malos espíritus
tratan de impedírnoslo. Necesitamos poseer un poder especial para vencer todos los obstáculos y ser resilientes
frente a las dificultades. El Espíritu de Dios es la fuente de poder que necesitamos para la efectividad de nuestro
testimonio.
c. En relación con la Iglesia
Por medio de los dones para los creyentes
Como cuerpo, la dotación de los creyentes por medio del Espíritu Santo le provee a la Iglesia estas capacidades:
1. Poder para evangelizar.
2. Sabiduría y el valor necesario para defender la fe.
3. Dones apropiados para el ministerio a todo el cuerpo de Cristo, así como también a individuos en particular.
4. Liderazgo humano para conducir la obra según la dirección por el Espíritu.
5. La visión e inspiración necesarias para cumplir la Gran Comisión.
Como director de la iglesia y de su misión
Pero el Espíritu Santo no solo edifica la iglesia a través de cada uno de sus miembros. Su obra más transcendente
está en indicarle la dirección que debe tomar con el fin de responder al propósito de Dios. El libro Hechos de los
apóstoles nos muestra la frecuente intervención del Espíritu Santo como director de la iglesia:
• Hechos 2:1-6 - La dotación con idiomas foráneas.
• Hechos 8:29 – El envío a una persona extranjera.
• Hechos 10:44-45 – La inclusión de los gentiles a la bendición espiritual.
• Hechos 13:1-4 – La selección de los misioneros y la definición de su destino.
• Hechos 16:6-10 – La determinación del rumbo de las misiones.
El Espíritu Santo dirige la iglesia a través de la iluminación, la palabra profética, y las visiones y la iglesia debe
hacerle caso como lo hicieron Pablo y sus acompañantes.
¿Comprende ahora cuánto debemos depender del Espíritu Santo para la vida espiritual, la fortaleza, la visión, la
efectividad en el servicio, la ayuda en momentos de pruebas y la madurez personal? Adore al Espíritu Santo
como la presencia de Dios en usted. Sienta el deseo de crecer y desarrollarse hasta ser la persona espiritual que
El desea que usted sea. Sea sensible a su voz, sus súplicas, su corrección y sus amonestaciones. Cuando uno se
da cuenta de la dirección del Espíritu Santo en su vida, se le ve hasta en sus pensamientos y conversaciones. Tal
persona disfrutará la prosperidad integral.

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LA HUMANIDAD: SU PROPÓSITO Y SU PROBLEMA – CLASE 6


La gente tiene una amplia variedad de respuestas para explicar el origen del hombre. Los filósofos razonan; los
evolucionistas presentan sus argumentos; los científicos sociales especulan. Los intentos seculares de explicar
el origen y el desarrollo del hombre nos dejan vacíos donde suponen que el hombre es un simple accidente, sin
significado ni propósito. En contraste, el salmista reflexiona sobre su origen y le dice a Dios: “Te alabaré; porque
formidables, maravillosas son tus obras. . . Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron
luego formadas, sin faltar una de ellas” (Sal 139:14 16).
La obediencia a Su palabra es el único medio por el que podemos hacer realidad el gran potencial que Dios nos
ha dado. Sin embargo, la desobediencia nos estorba para alcanzar nuestro potencial máximo aquí y por toda la
eternidad. Estudiaremos lo que dice la Biblia acerca del origen y las consecuencias del pecado.
Delimitación de temas: El origen del ser humano y su caída en pecado
Competencia específica: Valora la obra de Dios en el ser humano y es esfuerza por agradecerle Su amor.
Propósito: Comprender que el propósito de Dios al crear al ser humano no fue para ser corrompido y ser esclavo
del pecado sino para la alabanza de Su gloria en libertad.
BOSQUEJO DE LA LECCIÓN
I. Origen, naturaleza y propósito del hombre
II. El origen y la naturaleza del pecado
III. Las consecuencias del pecado
OBJETIVO DE LA LECCIÓN
 Declarar los puntos de vista bíblicos sobre el origen y propósito del hombre.
 Identificar los elementos que componen a un ser humano.
 Declarar lo que podemos aprender de las Escrituras acerca del origen del pecado.
 Describir la naturaleza y las consecuencias del pecado.

PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Conciencia, consecuencias, contaminación, corrupto, deliberado, dicotomía, engaño, evolucionar, infalible,
inmortalidad, parecerse, pecado, rebeldía, semejanza, tricotomía

I. Origen, naturaleza y propósito del hombre


La Biblia contesta razonable y directamente la pregunta ¿de dónde proviene el hombre? Da evidencia del origen,
el propósito y el destino del hombre. Nos revela que el ser humano es una creación especial de Dios. El ser
humano es singular. Las Escrituras lo declaran acto divino especial. “Así dice Jehová… Yo hice la tierra, y creé
sobre ella al hombre” (Is 45:11-12).
a. El origen del hombre
La creación especial
En la creación del hombre Dios realizó un acto especial. Primero formó al hombre de elementos materiales;
después le sopló el aliento de vida (Gn 2:7); de esa manera el hombre se convirtió en ser viviente.
Ese soplo divino le impartió al hombre una naturaleza espiritual que le dio una posición muy por encima de todas
las otras criaturas mencionadas en Génesis 1. Aún más, la orden de Dios de que pone al ser humano en posición
de gobernante sobre la tierra indica la gran distancia que hay entre el hombre y todas las otras criaturas
terrenales del orden creado (1:28). También podemos observar el interés especial de Dios en el ser humano
cuando lo bendijo con la capacidad de reproducirse (Gn 1:28; 5:2) para que pudiera llenar la tierra con la raza
humana y le confirió la capacidad de dominar sobre todas las otras criaturas y las plantas.
Este dominio, sin embargo, está sujeto a condiciones:

VERDADES FUNDAMENTALES M102


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• Siendo instalado por Dios en esta función, el ser humano no es el dueño sino el mayordomo del planeta y
responsable al Señor por su forma de manejo. No puede disponer de la tierra que le fue dada a administrar
según su antojo sino debe procurar el mantenimiento de sus recursos y equilibrio de las especies.
• En su forma de administrar la creación, el ser humano debe reflejar ser creado como imagen y semejanza de
Dios, es decir, tiene que hacerlo con la misma actitud del Creador el que apunta a beneficiar a toda la
humanidad, no sólo a unos cuantos.
Creado a la imagen y semejanza de Dios
La diferencia más importante entre el hombre y el resto de la creación es que fue creado a la imagen de Dios
(Gn 1:26-27; 5:1; 9:6; 1Co 11:7; Stg 3:9). La frase ‘a imagen de Dios’ no significa que el hombre es una copia exacta
de Dios. La idea es que, de algunas maneras, se parece a Dios. Sólo al hombre le fue dada una existencia que
refleja al carácter del Creador. El ser humano tiene, por ende, algunas características que no las tiene ninguna
otra criatura. Veamos algunas:
Personalidad y naturaleza social. La base de la naturaleza social divina son los afectos de Dios, su amor. Por
toda la eternidad, Dios ha encontrado los objetos de Su amor en la Trinidad. Jesús dijo: “Como el Padre me ha
amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor… Este es mi mandamiento: Que os améis unos
a otros, como yo os he amado” (Jn 15:9,12). Aun cuando Dios es Espíritu, nuestro espíritu humano, en su forma
no corrompida, puede obrar recíprocamente con Su Espíritu divino, porque nosotros, como Dios, somos seres
personales. Podemos establecer comunión con Él en una relación personal y también, al igual que Él, tener
compañerismo con otros seres.
Conciencia de sí mismo. Como ser personal creado a la imagen de Dios, desde una edad muy corta el niño
comienza a sentir que es un individuo. Esta facultad hace del ser humano la única criatura que se plantea
preguntas sobre su propia existencia, el sentido de la vida, su origen y su eventual destino.
Semejanza moral. El hombre, como Dios, tiene la habilidad de distinguir entre lo bueno y lo malo.
Originalmente, la personalidad total del hombre se orientaba hacia Dios, consciente de la necesidad de escoger
entre lo bueno y lo malo. Una vez perdida esta libertad, en su sustituto existen códigos morales dentro de los
patrones sociales; acuerdos sobre lo que se consideran conductas loables, aceptables, reprobables o
condenables.
Naturaleza racional. El hombre tiene semejanza al ser racional de Dios por su intelecto y su habilidad de razonar
y de conocer a Dios y a los demás. Esta habilidad también se le conoce como ‘semejanza mental’ de su Creador.
A esto pertenece la facultad de pensamiento abstracto, es decir que el ser humano puede generar ideas no solo
sobre lo que experimenta en realidad, sino también sobre cosas inmateriales. Puede también establecer teorías
y planificar, intervenir en la naturaleza, inventar cosas, y cambiar el rumbo de su propia historia. Esto no sólo en
el campo material, sino también en cuanto a las condiciones económicas y de convivencia social.
Facultad creativa. El hombre tiene la facultad de crear y disfrutar de la belleza. Se parece a Dios en cuanto no
está contento con sólo hacer algo, sino que anhela que sea agradable y que resalte su capacidad e ingenio. Aun
cuando los criterios sobre lo que se considera hermoso varían entre culturas y épocas, la creación y el aprecio
del arte, así como la búsqueda de adornar objetos y a sí mismo, es común a toda la humanidad.
Habilidad de gobernar. El hombre es como Dios en su habilidad de ejercer dominio, de tomar control. En forma
limitada, esta habilidad que Dios le ha dado refleja el dominio de Dios sobre todo el universo. Entendiendo
gobierno como la persecución del bien común, ante todo se refleja en la facultad de buscar soluciones. La
humanidad busca intervenir analizando lo que existe para transformarlo en algo más útil a su propio desarrollo.
b. La naturaleza humana
Es verdad que el hombre es una criatura compleja: tiene un cuerpo funcional, una mente fértil y la habilidad de
distinguir entre lo bueno y lo malo. Estas son sólo unas cuantas de sus características más prominentes. Esta
descripción nos revela que el hombre tiene un aspecto material, o físico, que puede ser visto y otro inmaterial,
o no físico, que no se puede ver, medir o analizar en un laboratorio.

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El aspecto material (físico) del ser humano


La Biblia hace referencia al cuerpo continuamente. En cuanto y al cuerpo del creyente, lo declara templo del
Espíritu Santo y nos amonesta a honrar a Dios con el cuerpo (1Co 6:15, 19-20. ¿Qué valor le da la Biblia al cuerpo
humano en general? 1
Aunque se nos enseña que el aspecto no físico del hombre es más importante que el físico (Mt 10:28), no se nos
induce a considerar nuestros cuerpos como despreciables o malos en sí. Por el contrario, a lo largo de todas las
Escrituras se expresa una constante preocupación por la salud y el bienestar del cuerpo, especialmente en
cuanto a la responsabilidad por la existencia material de los demás. Jesús hace de esto un criterio de nuestra
identidad cristiana (Mt 25:31-46). La parábola del buen samaritano traza la diferencia entre los que parecen
espirituales, pero no se preocupan por la situación física del agredido y el buen samaritano que le prestó atención
y lo atendió (Lc 10:30-36). En Santiago 2:15-16 encontramos afirmación de este principio.
Los aspectos inmateriales (no físicos)
La Biblia menciona el alma y el espíritu en 1 Tesalonicenses 5:23 los cuales, junto con el cuerpo, representan a la
persona total. Sin embargo, en Mateo 10:28 parece que el alma representa todo nuestro aspecto inmaterial.
¿Somos seres dicótomos o tricótomos? ¿Son el alma y el espíritu lo mismo o son diferentes? Algunos eruditos
bíblicos creen que cuando Dios creó al hombre, sopló en él sólo un principio: el alma viviente. Otros eruditos
bíblicos creen que son dos elementos: uno es el alma, el principio de la vida la vida racional, emocional y volitiva;
otro es el espíritu, donde reside la facultad humana de entrar en comunión con Dios.
Existen varios elementos importantes de la vida racional. Reconocerá usted que los primeros tres también son
aspectos de la personalidad:
• El elemento intelectual. Es la habilidad de comprender, razonar, recordar, todo lo que llamamos ‘la mente’.
• El elemento emocional. Es la habilidad de desarrollar sentimientos, de ser afectado por la experiencia.
• La voluntad. Es la facultad de decidir, seleccionar, actuar. Es una habilidad impuesta, es decir, un ser humano
no solo puede, sino tiene que decidir siempre. El hombre piensa, pero puede decidir no hacer caso a sus
pensamientos; el hombre siente, pero puede decidir ir en contra de sus sentimientos. Pero en ningún
momento de su vida consciente, no afectada por una enfermedad mental, puede dejar de decidir.
• La conciencia. Es el conocimiento de sí mismo en relación con una norma conocida de lo bueno y lo malo.
La inmortalidad del hombre
¿Qué le sucede al hombre al morir? No se nos da muchos detalles, pero la Biblia nos señala algunas cosas que
revelan que hay vida después de la muerte. La muerte física es lo que sucede cuando el cuerpo deja de funcionar.
El cuerpo se descompone en los elementos materiales de los que consiste (Gn 3:19), pero en la resurrección final
también volverá a existir, aun de forma transformada (Ro 8:23; 1 Co 6:12-20).
Pero la parte inmaterial del hombre, a la que la Biblia se refiere como alma o espíritu, sigue existiendo. Muchos
pasajes de la Biblia confirman esta verdad:
• Lucas 23:43: “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.”
• 2 Corintios 5:8: “Más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.”
• Filipenses 1:22-23: “Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué
escoger teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor.”
• Juan 5:24: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación,
mas ha pasado de muerte a vida.”
c. El propósito del ser humano
El hombre es una creación especial no por casualidad. En su origen refleja la imagen y semejanza de Dios con
un propósito bien definido: la alabanza de la gloria de Dios. Cada una de las características de la personalidad
humana que examinamos es un requisito necesario para que el hombre pueda cumplir con este propósito de
manera voluntaria, espontánea y libre. Dios usa a los hombres restaurados en Cristo para que la humanidad
entera pueda volver a cumplir su propósito original (Is 45:23; Fil 2:10-11; Ro 8:19)

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II. El origen y la naturaleza del pecado


El pecado puede ser definido como desobediencia y falta de conformidad con las leyes que Dios ha establecido
para la dirección de sus criaturas racionales.
a. El pecado según las Escrituras
El pecado original
En la aparición del pecado en el Edén se observan dos fases consecutivas: la tentación y la caída.
La tentación. La tentación se ofrece como una opción válida y prometedora (Gn 3:6).
• Promete satisfacción “…era bueno para comer”. Aquí no se trata de la satisfacción del hambre; es la
satisfacción basada únicamente en la consideración del propio deseo sin preocupación por terceros,
derechos, normas, etc.
• Promete placer “…tenía buen aspecto”. Muestra las características de lo bajo criterios propios se considera
apetecible, sin tomar en cuenta si bajo criterio de Dios también lo sea.
• Promete poder “…era deseable para adquirir sabiduría”. Con frecuencia se cita la sentencia del filósofo
renacentista Francis Bacon “Conocimiento es poder”. Habla de sabiduría en sentido de Proverbios 3:7, donde
se hace claro que la clase de conocimiento que se deseaba era la de poder determinar lo que es bueno y lo
que es malo (Is 5:20).
La caída. Esa transgresión se diferencia de todas las siguientes en cuanto que es un acto de oposición a Dios
que no se relaciona con la naturaleza del primer Adán, -todavía inocente-, sino únicamente con su voluntad. La
Biblia describe esa ‘caída’ en una sola frase (Gn 3:6). En ella observamos
• la premeditación seguida por la acción (“vio… así que tomó de su fruto y comió”)
• la permisividad del que no interviene para impedir la transgresión;
• la intención de normalizar el pecado como conducta aceptable (“Luego le dio a su esposo”)
• la complicidad (...también él comió”).

El antecedente del pecado


Génesis 3 registra la primera ocasión en la que el hombre pecó. Sin embargo, no se da ninguna explicación de la
repentina aparición de la figura que personifica al mal, la serpiente, en medio de un espacio de convivencia entre
el hombre y Dios. Es a través de textos posteriores que obtenemos una ilustración de sus motivos.
Tanto en el pasaje de Isaías 14:12-14, como de Ezequiel 28:11-19, la profecía obviamente habla de reyes
poderosos que amenazaron a Israel, pero que últimamente fracasarán, destruidos por su propio orgullo. Sin
embargo, la descripción excede a una referencia simple a acontecimientos terrenales y concuerda también con
las palabras de Jesús sobre la caída de Satanás. En Ezequiel es el rey de Tiro el que se describe en términos que
nos hacen ver la persona de Lucero (o Lucifer, el ‘porta-antorcha’), arrojando un tanto de luz sobre el motivo de
su rebelión y confirmando la consecuente expulsión de Satanás de las esferas celestiales.
La Biblia dice que “se halló maldad” en esta criatura y nos da a entender que no se trata algo que Dios le hubiera
puesto -había sido sin falta de su creación- sino que se generó en la misma naturaleza del ser:
• la mente inteligente que analizaba sus propias cualidades;
• el sentimiento de ser superior a todos lo demás y obtener reconocimiento;
• la facultad de elegir su actuación.

Sumisión o rebelión son, por lo tanto, opciones inherentes de las criaturas pensantes, como ángeles y hombres.

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b. La naturaleza del pecado


Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, el pecado aparece bajo distintos conceptos que, no
obstante, tienen todos algo en común: la negación de alinearse al propósito original de Dios para la creación y
la humanidad. Entre ellos están:
• Transgresión (Ro 5:14-17). Transgresión significa infracción o violación de la propiedad o los derechos de otra
persona. Dios ha fijado ciertos límites morales para el hombre a los cuales nos referimos como leyes. Cuando
una persona viola esos límites, comete pecado, ignora la ley de Dios. No importa cuán grande o pequeña sea
la transgresión, una vez que se cruce la línea del límite, es pecado (1Jn 3:4).
• Errar al blanco (Éx 20:20). No quiere decir que el pecado sea un simple error. Expresa que la persona peca
porque no apunta al propósito que Dios ha fijado. Peca porque no se alinea con el plan que Dios traza.
• Egoísmo (Sal 119:36; Fil 2:3). Es el pecado elemental porque sigue a los deseos de otro ser al que pone por
encima de Dios, la persona misma. El veredicto de Jesús es: “Ninguno puede servir a dos señores” (Mr 6:24).
• Rebelión (Éx 23:21; 1S 24:11). Rebelarse es desobedecer u oponerse a una autoridad superior. Es una
insurrección en contra de los principios establecidos por Dios.
• Contaminación o mancha (Santiago 1:27). Cuando alguien peca intencionalmente, está consciente de su
mala acción, porque su conciencia lo condena. El sentido de culpa instigado por el pecado le hace estar
consciente de su mancha o contaminación (inmundicia).

III. Las consecuencias del pecado


a. La humanidad caída
Separación entre Dios y la humanidad
El conocimiento y la conciencia de que habían desobedecido a Dios les produjo de inmediato un sentido de culpa
a Adán y a Eva. Perdieron su inocencia y sus conciencias condenaron su acción. Experimentaron la muerte
espiritual (Gn 2:17) y fueron expulsados del perfecto huerto del Edén a una vida muy diferente de la que habían
experimentado hasta entonces.
La consecuencia más grave era que los hombres dejaron de ser imagen y semejanza de Dios. No significa que
se perdieron todas las cualidades personales que Dios le había dado al hombre, sino que el espíritu humano se
volvió incapaz de relacionarse con Dios, y así, también perdió la inmortalidad de su parte material.
Naturaleza pecaminosa
El pecado de Adán y Eva no sólo corrompió sus corazones sino también los de sus descendientes. La Biblia
declara que un solo pecado llegó a ser un principio corruptor que fue trasmitido a cada uno de sus descendientes,
a todo ser humano (Ro 5:12). El mundo entero quedó bajo el poder del pecado (Gá 3:22) y por esa esclavitud nos
convertimos en “hijos de ira” (Efesios 2:3). Esta naturaleza pecaminosa les impide a las personas agradar a Dios.
Pablo explica que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”.
Los seres humanos son egoístas y rebeldes por naturaleza. Según Pablo, el pecado no es un acto que se comete
sino la condición humana (Ro 3:23). Todos los hombres nacen en estado de corrupción, por tanto, el pecado es
una realidad existencial que confrontamos a diario en nosotros mismos y en los demás. La conducta pecaminosa
de la humanidad señala también la necesidad de gobierno en la sociedad (Jue 21:25). Este gobierno, a pesar de
que sufre de los mismos males que la sociedad, tiene el objetivo hacer posible la convivencia entre pecadores.
b. La creación sufriente
La existencia terrenal
Gozando de inmortalidad, Adán y Eva no conocían las enfermedades ni los dolores en el huerto del Edén.
Después de la caída, las enfermedades, el envejecimiento, la muerte es el destino humano. El dolor, el cansancio
y el agotamiento físico forman parte del proceso que se inició por el pecado, el cual conduce finalmente a la

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muerte (Gn 3:16-19).Y no solo del hombre, sino de la creación entera. “Fue sujetada a vanidad” (Ro 8:20), es
decir, que todo está destinado a perecer. La lucha diaria por el sostenimiento determina la vida. El producto del
trabajo es más duro de obtener y, con frecuencia, no es satisfactorio, a pasar del gran esfuerzo.
En el universo
El estado desordenado de la creación. Aun cuando Dios hizo una mundo bueno y hermoso, a causa de la caída
el universo entero sufre por la maldición del pecado (Gn 3:17-18). La creación visible no es en nada comparable
con su estado original. Su gemir, como lo llama Pablo, se manifiesta en las catástrofes naturales, pero también
en la cadena alimenticia donde para sobrevivir unos se alimentan matando a otros. Esto nos lleva a pensar que
el presente orden de la selva es el resultado de la maldición del pecado: el más fuerte domina al más débil y la
armonía de la naturaleza se interrumpe.
Victoria sobre el mal. Cuando Satanás y sus ángeles se rebelaron contra Dios, el pecado de los ángeles caídos
representó la oposición al gobierno de nuestro amante Padre celestial. El pecado del hombre parecía afirmar al
mal para siempre. Pero Dios no dejó sin respuesta a este ataque. Aun cuando el pecado proyectó su influencia
maligna sobre la humanidad, el mismo ser humano se levantó en su contra y venció su poder. Así como Dios lo
anunció en Génesis 3:15, Jesucristo hombre cumplió esta misión (Col 2:13-15).
La restauración del gobierno de Dios. Aun siendo vencido, el propósito de Satanás consiste en frustrar el plan
de Dios en cada área del universo. El pecado sigue imponiendo sus efectos sobre todos los descendientes de
Adán. La naturaleza pecaminosa esclaviza a los hombres y los conducirá a condenación, a menos que los hijos
de Dios actúan y con el mensaje del Evangelio les abren el camino al Salvador. Cada singular hombre convertido,
es un esclavo menos para el pecado, y un siervo de Dios más, hasta la completa restauración del reino de los
cielos aquí en la tierra.

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SALVACIÓN: LA INSUPERABLE GRACIA DE DIOS – CLASE 7


Nos encontramos en el punto más bajo, más oscuro de la historia humana y de la creación entera. La humanidad
era culpable de haber ofendido a Dios, cayendo en la tentación del pecado. La imagen de Dios en el ser humano
se había destruido, la naturaleza humana corrompida. Lo peor: el mismo hombre no tenía ningún medio para
volver a su Creador. Aun así, Dios no renunció a Su propósito con la creación. Ninguna fuerza del mal pudiera
impedir que un día la humanidad se inclinaría en adoración y sumisión voluntaria delante de Él y pudiera volver
a gozar de Su presencia.
Delimitación de temas: El plan de Dios para la salvación del hombre.
Competencia específica: Explicar las diferentes fases del proceso salvífico.
Propósito: Comprende la salvación como obra de la Trinidad y anhela alinearse a Su propósito final.
BOSQUEJO DE LA LECCIÓN
I. La disposición de Dios
II. El sacrificio de Jesús
III. La obra del Espíritu Santo
IV. La nueva humanidad
OBJETIVO DE LA LECCIÓN
 Demostrar la necesidad del hombre de ser salvado.
 Identificar las etapas sucesivas del plan de Dios.
 Describir el resultado de la salvación para el ser humano.

PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Adopción, culpa, expiación, gracia, herencia, imputación, justificación, pecado, propósito, redención,
sacrificio, simiente, soberanía, sobreabundar

I. La disposición de Dios
a. Una demora para el propósito de Dios
La frustración temporal
Los primeros tres capítulos de Génesis nos presentan con una contradicción que parece irreconciliable.
Comienza con una creación de la que Dios mismo dice que es “buena”, y esto incluye al ser humano, Su criatura
preferida. Pero termina con que el Señor ordena la expulsión de los primeros hombres de Su presencia. Con
esto, Dios mismo se priva de ver realizado Su objetivo, ser adorado de forma voluntaria por los hombres.
La soberanía de Dios. Debemos tener siempre en mente que, en Su soberanía, Dios le dio a al hombre la
facultad de libre decisión, es decir, su obediencia y sumisión debían partir del ser humano mismo, no ser
impuestas. Es fácil de comprender la razón: sólo en libertad existe adoración verdadera.
La presciencia de Dios. Aun antes de toda la creación, en Su ser infinita, Dios sabía qué el hombre iría a abusar
de esta libertad y caer presa de la tentación al pecado. Pero Dios no sería Dios, si esto, en alguna manera, hubiera
influido en Su propósito original (Is 46:9-10). La palabra ‘consejo’ en este texto tiene un gran número de posibles
otras traducciones, entre ellas las que expresan una determinación o mandato. La creación del ser humano se
hizo tal como Él lo había determinado (Nm 23:19).
La culpa y la corrupción del hombre. Dos eran las consecuencias para la humanidad, y es importante que desde
ya distinguimos entre ellas ya que se extienden a todo ser humano.
 La culpa. Es un concepto legal. Fue contratada por la ofensa hecha a Dios y heredada por los descendientes.
El hombre le debía al Señor, debía pagarlo, pero no tenía con qué.
 La corrupción. Es un concepto moral y acarreó la pérdida de la imagen de Dios. No pudo ser recuperada por
los descendientes.

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Los remedios temporales


Aun así, al expulsar al hombre de Su presencia, Dios comienza a darle instrumentos por los que el hombre
pudiera continuar respondiendo a las comunicaciones de la voluntad y provisión divina.
 Dios cubre la corrupción espiritual del ser humano (Gn 3:21). El hombre quedó al desnude delante de sí mismo.
Por primera vez no se atrevió a mostrarse tal como era. Sin tener semejanza con Dios, todo su ser era
entregado a muerte. Dios, temporalmente, cubrió esta condición. Posteriormente se establecieron, por
medio de la Ley, una serie de purificaciones y distanciamientos de las cosas sagradas, en relación con diversos
asuntos de la naturaleza corporal humana.
 Dios exige el pago de la culpa. Los sacrificios son remedios temporales para hacerlo. En la generalidad de los
sacrificios ofrecidos a Dios bajo la Ley se supone en el que lo ofrece la consciencia de que la muerte, como
juicio de Dios, estaba sobre él. Por ello, se había de dar muerte a un sustituto, un animal, para que fuera
aceptado de parte de Dios.
El anuncio de la gracia
Incluso antes de remover a los hombres caídos de Su presencia, Dios anuncia que este estado no será para
siempre. Por esta razón se conoce a Génesis 3:15 como el ‘Proto-evangelio’, quiere decir, un anuncio anticipado
de las buenas nuevas, aun cuando todavía había mucho tiempo que transcurrir antes de realizarse. De Génesis
3:15 podemos deducir:
• “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya”: entendemos que la
humanidad quedó esclavizada por el pecado, pero siempre, y en vano, luchará para liberarse, hasta que llegue
el verdadero, el que no se encuentra dominado por el mal, ni le cederá. Jesucristo cumplirá esta misión, pero
luego de él, todos sus seguidores están llamados a hacer igual que él.
• “…ésta te herirá en la cabeza”: la herida a la cabeza será letal.
• “…tú le herirás en el calcañar”: el mal continuará causando daño hasta la victoria final del bien.
A lo largo del Antiguo Testamento se deja claro que todo esfuerzo humano no alcanza ni para pagar por la culpa,
ni para transformar la corrupción. Un ejemplo ilustra muy bien cómo Dios mismo interviene para pagar por la
humanidad: en el sacrificio de Isaac (Gn 22), Él no permite que el muchacho sea sacrificado; en su lugar ha
provisto un sustituto que es entregado y sacrificado en lugar del que representa las futuras generaciones que
descienden de Abraham. Debe prestarse atención a la explícita mención del Dios que provee (Gn 22:13-14).
b. El Nuevo Pacto
En el Nuevo Pacto se demuestra de qué manera la justicia y la misericordia de Dios no se oponen entre sí. Pablo,
en Romanos 8:20, declara que toda la creación fue sometida a la muerte por voluntad de Dios (“Porque la
creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad…”). No obstante, continúa inmediatamente: “sino
por causa del que la sujetó en esperanza”. La esperanza siempre formaba parte del plan de Dios, ¡Él no iba a
permitir que Su propósito se frustrara!
Cuando las condiciones en el mundo humano estuvieron a la altura de poder difundir el mensaje de Cristo “sin
impedimentos” (Hch 28:31), los provisorios temporales quedaron invalidados. Dios estableció un Nuevo Pacto
entre sí y la humanidad, un pacto en el que Él -como Padre, Hijo, Espíritu Santo- pagaría también la parte que
corresponde a la humanidad.
Profetizado en el Antiguo Testamento
Entre las muchas profecías sirven dos para describir el efecto que tendrá el Nuevo Pacto:
• Isaías 9:2. “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte,
luz resplandeció sobre ello.” Mateo utiliza este texto para relatar el comienzo del ministerio de Jesús (4:16).
• Ezequiel 36:26. “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra
carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.” Pablo hará uso de esta imagen para describir
la transformación interna que es efecto de este acto (2Co 3:3;v).

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Explicado en el Nuevo Testamento


De las enseñanzas neotestamentarias podemos extraer la eminencia del Nuevo Pacto:
Es el único pacto vigente. El autor de la carta a los Hebreos se toma tiempo en explicar (capítulo 8)
la superioridad de Jesucristo sobre los sumos sacerdotes que entraron en el lugar santísimo;
la superioridad de su sangre derramada frente al sacrificio de los animales;
la superioridad del mismo Lugar Santísimo, estando Jesús en la presencia de Dios.
De ahí concluye que Dios “Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se
envejece, está próximo a desaparecer.” (Heb 8:13).
Su efecto atraviesa el tiempo. La misericordia de Dios mostrada en el Antiguo Testamento, su comunión con
algunos hombres a pesar de que eran contaminados por naturaleza, y la justificación -la declaración de que eran
liberados de la culpa- se debe al efecto de la cruz. (Ro 3:21-26). Al mismo tiempo, este efecto también alcanza
a los creyentes a lo largo de la historia, hasta llegar a nosotros hoy, y más allá, hasta nuestro propio futuro y él
de las generaciones venideras que cumplan el requisito de la fe.

II. El sacrificio de Jesús


a. La expiación vicaria y la redención
El sacrificio de expiación
Al establecer los sacrificios como parte de la ley, solo el holocausto -palabra que expresa lo que sube- tenía poder
expiatorio. Los sacrificios se realizaron según ritos prescritos y con fines de aplacar la indignación de Dios por la
ofensa del pecado (Nm 1:53; 16:46 y 18:5). Debía tener ciertas características para ser válido:
• Era un sacrificio entero (1S 7:9), es decir, quemado totalmente, menos la sangre. El animal que se sacrificaba
debía ser íntegro, macho y sin defecto.
• Era un sacrificio hecho por el pecado. Se combinaba con el holocausto, pero tenía su propia ceremonia.
• Luego de imponerle las manos, el sacerdote procedía a la inmolación del animal por medio de la degollación.
En ella se ofrecía la sangre pura en la que aún estaba la vida de la víctima.
• Con la sangre eran ungidos los cuernos del altar, rociado siete veces el velo del tabernáculo o del templo (Lv
4) o, en el día de la expiación, la tapa del arca (Lv 16:15).
Se puede resumir que la expiación fue instituida por Dios como medio de recibir la satisfacción por la culpa del
pecado. Mientras bajo la Ley, el sacerdote no era sino un funcionario de Dios, y la sangre nada más que el medio
que Dios acepta, el oficio sacerdotal de Cristo puso fin a todas las imperfecciones antiguas.
En la expiación por medio de Jesucristo,
• Jesús es el Sumo Sacerdote que lo ofrece como intermediador entre Dios y la humanidad.
• Jesús es la víctima inmolada para que con su sangre pague por la culpa.

Con su muerte, los sacrificios sangrientos pasaron a ser innecesarios, porque «somos santificados mediante la
ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre» (Heb 10:10).
El justo murió por los injustos
En el hecho del sacrificio, la purificación del pecado se le concede al hombre porque su culpa es imputada al
animal sacrificado. En otras palabras, sacrificar es realizar una sustitución, una satisfacción vicaria. Pero en el
sacrificio de Jesús, sí es el derrame de su sangre, sí es su sangre misma, que sirve como satisfacción total (Heb
9:12; 1Jn 1:7; Ap 1:5). Esto no a causa de ser ‘sangre divina’, sino por ser sangre de un hombre sin pecado que
ofrece su vida justa para recibir el castigo de toda culpa.
Romanos 5:7-8: Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara
morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo
murió por nosotros.

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La redención cumplida
Desde el inicio, la redención en el Nuevo Testamento se enfoca la necesidad de ser redimido del pecado (Lc
2:38). La humanidad entera está esclavizada por el pecado, y todos son «hijos de ira» (Ef 2:1–3; 2Ti 2:26).
• Jesucristo realiza esta redención (Ro 3:24; Gá 3:13) por medio de su sangre vertida en la cruz (Ef 1:7; Col 1:14).
• El dio “su vida en rescate por muchos” (Mt 20:28); “se dio a sí mismo en rescate por todos” (1Ti 2:6).
• La redención por Cristo no vence; es eterna (Heb 9:12).

En Cristo Jesús, Dios pagó el precio completo de la redención del género humano (Col 1:13). ¿A quién fue pagado
este precio? ¿Acaso al pecado, a las fuerzas del mal? No, es la readmisión en la presencia de Dios. Sólo al abrirse
de nuevo las puertas al reino de los cielos, el hombre pueda dejar atrás al reino de las tinieblas. Jesucristo es el
puente sobre el abismo de separación (Jn 14:6).
La redención abarca al hombre en todo y también fue pagada por todos los hombres (1Co 6:20; Ro 5:21). La
redención es liberación del poder de las tinieblas, a fin de vivir bajo la soberanía o el reino del amor de Dios.
b. Conversión, imputación, perdón, justificación
¿Qué se necesita para que el ser humano pudiera gozar de los beneficios de la expiación y redención? ¿Cómo
puede el hombre llegar a caminar sobre el puente? ¿Tiene que pagar un precio también?
Fe y arrepentimiento
El Nuevo Testamento es absolutamente claro en hacernos saber que nada de lo que somos o tenemos sería
suficiente para poner en marcha al proceso mediante el que Dios nos hace apto para ser recibido en Su
presencia. Pero también es claro es formular una condición a cumplir, y esa condición se conoce como
conversión. ¿Qué es la conversión? En breve, es la respuesta humana al conocer la gracia de Dios.
El favor inmerecido de Dios. Vimos que el obrar de la gracia de Dios sólo es efectivo a causa de la expiación
vicaria. Es decir, la gracia no es gratuita; costó el sacrificio en la cruz. Pero es gratuita para el ser humano, en
cuanto éste la recibe como favor totalmente inmerecido.
Que esta gracia no tiene límites se deduce de una simple declaración del apóstol Pablo: “…la ley se introdujo
para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.” Ya que el pecado es una
experiencia humana universal, abundante entre todos los hombres, la sobreabundante gracia de Dios también
se extiende a toda la humanidad.
La fe para salvación se vincula siempre con la gracia. El mensaje de la cruz y la capacidad de responder a él no
tienen requisitos de santidad, conocimiento, buenas obras, etc. sino solo de fe. Puesto que el espíritu del
incrédulo está muerto frente a Dios, no puede responder si no es por la gracia (Ro 4:16; Ef 2:8).
Creer en Jesús. La fe salvífica es la aceptación de la gracia por medio de la total confianza del hombre en Cristo,
Creer inicia con el impacto de la gracia de Dios en nuestras vidas. “Dios nos amó primero” es el punto de partida
para el desarrollo de una nueva experiencia de vida (1Jn 4:19).
Esa fe en Jesucristo tiene tres aspectos sobresalientes:
• Que Jesucristo es completamente Dios y que es completamente hombre (Jn 1:1, 14).
• Qué Jesucristo es el Salvador cuyo sacrificio salva al hombre de la condenación (Col 2:13-14)
• Que Jesucristo es el Señor, el gobernante del universo y de la propia vida (R0 10:9).
La fe es indispensable para la justificación. Cristo inmolado en la cruz efectuó la salvación de la humanidad. Sin
embargo, el hombre debe ser receptivo al significado de aquel acontecimiento. El acto fundamental del amor
de Dios espera una respuesta de los hombres. La fe es esa respuesta. Por nuestra fe somos justificados (Ro 1:17;
5:1; Gá 2:16). Cristo es el autor y consumador de la fe (Heb 12:2) y obra fe en nosotros por el Espíritu Santo (Jn
16:8-11). El Espíritu Santo llega a una persona como el resultado de oír y poder entender las buenas nuevas
cuando alguien habla de Cristo (Ro 10:17).

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El reconocimiento de la propia depravación. Sin el reconocimiento profundo de no merecer la gracia, el


arrepentimiento del ser humano queda incompleto. Si se cree tener todavía alguna cualidad que pueda agradar
a Dios, que no necesita ser transformada, consecuentemente esta área se escapará del arrepentimiento. Sólo
el que está convencido de la propia bancarrota puede aspirar a la gracia.
Anticipado por Juan el Bautista (Mt 3:8, 10), Jesús clama por arrepentimiento (Mr 1:15; Lc 13:1ss), poniendo
énfasis en la limpieza interior y total (Mt 18:3-4; Lc 5:32). El arrepentimiento es un cambio total en la dirección
de vida, una firme renuncia a la vida del pecado y la determinación de andar por los caminos de Cristo.
La Biblia antepone el arrepentimiento a la salvación (Hch 3:19; 8:22; 17:30; 2Co 7:9; Heb 6:1; Ap 2:21), y al
bautismo (Hch 2:38), y lo relaciona con la fe (Hch 20:21) y el perdón (Lc 24:47). Este regreso a Dios (1P 2:25) es a
la vez un don de Dios (Ro 2:4; 2 Ti 2:25).
Una reacción en cadena
Lo que ocurre en el momento de la conversión son actos instantáneos de Dios que desencadenan procesos que
duran hasta el fin de la vida terrenal.
El perdón de Dios. El perdón de Dios para el hombre pecador es una de las más distintivas doctrinas del
cristianismo. Producto enteramente del amor divino, se hace posible sobre el fundamento de la imputación. El
perdón viene a ser, entonces, la poderosa extensión de Dios hacia el hombre, que remueve el obstáculo y hace
posible la consiguiente regeneración de la criatura humana. Sin el perdón, que solo Dios puede conceder, el
hombre está irremisiblemente condenado a la perdición eterna (Mr 16:16). Por eso, el mensaje del perdón es
una maravillosa esperanza de vida.
Dios quiere perdonar, pero sin faltar a Su justicia. Es cuando entra en función la imputación.
La imputación de la paga. La imputación ocurre cada vez cuando un ser humano, con razón de su confianza en
Cristo, invoca el juicio del Señor, pidiendo perdón. Es por lo tanto de suma importancia distinguir entre
imputación y expiación.
• La expiación tuvo lugar una sola vez en la historia. Es acto exclusivo de Jesús en la cruz, independiente de
alguna petición ni mérito del ser humano. Porque Cristo “se hizo pecado” (2Co 5:21), es decir, fue hecho el
objeto del castigo y pagó por ello.
• La imputación es el acto mediante el cual la persona convertida recibe el beneficio individual de la expiación;
es similar a un cruce de cuentas. Su pecado es remitido cargado a la cuenta de Cristo, y éste ya había pagado
por ello, así que la persona queda libre. a la cruz, lo que hace posible su siguiente justificación –su liberación
de la condena que corresponde al pecador- y lo habilita para ser perdonado.
El ser humano bajo el juicio. Al clamar por perdón, el hombre sabe que se encuentra expuesto al juicio de Dios,
pero también sabe que lo puede hacer porque tiene fe en que Jesucristo ya recibió el castigo. Recibe el pleno y
suficiente perdón; suficiente porque ahora, totalmente libre de culpa, justificado delante de su Señor, está
puesto en libertad. Martín Lutero era fascinado por el uso que Pablo hace de las palabras de Habacuc 2:14. En
Romanos 1:17 leemos: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito:
Mas el justo por la fe vivirá.” Quiere decir, ‘el que es declarado justo por causa de su fe, vivirá (no morirá).’
Hasta aquí nos hemos ocupado del instante de la salvación, de lo que es consecuencia directa del momento de
la conversión. Es una salvación instantánea, obrada por Dios en base del sacrificio de Jesús que, nos liberó de la
culpa.
Esto, sin embargo, no significa que el hombre justificado ya fue liberado de su naturaleza corrompida, para lo
que serán necesarios aún más pasos en el camino a la salvación.

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III. La obra del Espíritu Santo


a. Regeneración, santificación, adopción
Hay que tener presente lo dicho anterior: que el sacrificio de Jesús nos libera de la culpa del pecado, nos
reconcilia con Dios, y nos hace apto parar iniciar un proceso, el proceso de la santificación.
Pero no afecta a la naturaleza corrompida. Dios no pone remiendas ni parches. Dios hace nuevas todas las cosas.
Esto vale con más razón, por supuesto, para el ser humano mismo. Dios hace una creación nueva (2Co 5:17)-
El nuevo nacimiento. Como regeneración se entiende el cambio radical que el Espíritu Santo realiza en el
hombre cuando este es justificado. Es un verdadero nuevo nacimiento (Jn 3:6-7) ya que la parte inmaterial del
ser humano renace de forma que nuevamente pueda llevar la imagen de Dios.
• La iniciativa para el nuevo nacimiento pertenece a Dios y se efectúa por el Espíritu Santo (Jn 1:13; 3:5, 8) una
vez que el hombre haya sido justificado.
• El nuevo nacimiento produce una nueva criatura con un nuevo estilo de vida (Ro 8:2). No es posible entender
ni explicar racionalmente este cambio, pero
• sus resultados son evidentes (Lc 3:8; Jn 3:8).
• Del nuevo nacimiento se defiere una condición totalmente nueva para el estado del ser humano. Hacemos
bien tomar muy en serio al hombre nuevo en nosotros, ya que ostenta las mismas características que Jesús:
su naturaleza no está corrompida.
La carnalidad. Sin embargo, la naturaleza pecaminosa, perteneciente al viejo hombre, no desaparece sin más.
Es preciso dejarla morir por falta de alimento. En sus constantes amonestaciones de vivir según el Espíritu, de
desarrollar el fruto espiritual, de cambiar el vestido, Pablo y demás autores dejan claro que la decisión a quién
seguir, sigue vigente. Lo que cambió es la posibilidad del creyente en Cristo de hacerlo.
La nueva criatura en Cristo. Jesucristo es la verdadera imagen de Dios (Col 1:15; 2Co 4:4), y, por ello, el
verdadero hombre (Jn 19:5), el Segundo Adán. En Cristo, por la fe, el hombre encuentra que es transformado a
la semejanza de Dios (2Co 3:18), para la alabanza de Su gloria.
La nueva criatura se encuentra en un constante proceso de santificación. Lo que empezó como declaración de
Dios con efecto instantáneo, debe ser comprobado día tras día hasta su gradual realización:
• siendo santo y sin mancha (Ef 1:5)
• tendiendo plenitud de Dios al comprender su amor (Ef 3:19)
• imitándolo como un hijo al padre (Ef 5:1)
• amando con entrega (Ef 5:2)
Una familia nueva. La adopción es el acto por el que una persona recibe como hijo a uno que no lo es por
descendencia, y le confiere todos los derechos y obligaciones de esa posición. Sobre la adopción de la nueva
criatura leemos en el Nuevo Testamento:
• La adopción es un acto soberano y gratuito de Dios (Ef 1:5), por el que, sin mérito humano y en base a la
redención consumada en la cruz (Gá 4:5), Él da al creyente en Cristo la posición de hijo suyo (Jn 1:12).
• La posición de hijo contrasta con la del esclavo (Ro 8:15; Gá 4:7) o la de un menor bajo tutela (Gá 3:25, 26).
• Como hijo adoptado, el creyente puede tener confianza en Dios en vez de temor (Mt 7:11; Ro 8:15).
• La adopción confiere al creyente el derecho a la herencia junto con Cristo (Ro 8:17). Esta herencia, con una
palabra se describe como “todo” (Heb 1:2; Ef 1:18).
b. Vida cristiana
La persona nacida de nuevo, ya libre del dominio del pecado, se encuentra en el crecimiento y el progreso
espirituales cuya meta es la perfección, el llegar a ser semejante a Cristo (Mt 13:23; Jn 3:5; Ro 8:29; Ef 4:24; 1P
1:21–23). Sería imposible para el hombre de naturaleza pecaminosa, pero posible mediante el Espíritu Santo y
sus medios de la gracia: el bautismo y la Cena del Señor. Ambos no son asuntos de índole individual, sino
implican a la gran sociedad de hombres nuevos, la Iglesia de Cristo.

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LA IGLESIA Y LOS EVENTOS FUTUROS – CLASE 8


Revelación, recompensa y descanso: La iglesia es la comunidad del pueblo de Dios, por eso Jesús estableció una
comunidad de personas con un mismo sentir, Su Iglesia, para que por medio de ella se cumpla la voluntad de
Dios. La iglesia es la comunidad del pueblo de Dios cuyas relaciones los unos con los otros se basan en sus
relaciones personales con Jesucristo. La Biblia tiene mucho que decir acerca del cumplimiento del plan de Dios
para su pueblo. En su primer mensaje después de pentecostés, Pedro declaro que Dios restauraría en el futuro
todas las cosas, luego Pablo revelo la naturaleza de lo que les espera a los creyentes. La creación espera la
manifestación del programa redentor de Dios.
Delimitación de temas: La iglesia, el instrumento que Dios escogió para glorificarse y extender las buenas
nuevas en el mundo llegando así la consumación del plan de Dios para la humanidad.
Competencia específica: Comprender la naturaleza de la iglesia y la tensión de los tiempos en el plan de Dios.
Propósito: Ser partícipes de la misión de la iglesia en el mundo y vivir en la esperanza bienaventurada.
BOSQUEJO DE LA LECCIÓN
I. La iglesia, su origen y propósito
II. La esperanza bienaventurada y la tribulación
III. La revelación de Jesucristo y la nueva creación
OBJETIVO DE LA LECCIÓN
• Definir el vocablo ‘Iglesia’ y distinguir sus definiciones.
• Declarar cuando comenzó la iglesia y apoyar el conocimiento con evidencias bíblicas.
• Explicar el propósito y el proceso de la tribulación.
• Conocer el orden de los eventos finales y sus significados.

PALABRAS CLAVES: (el discípulo deberá buscar su significado como actividad extra clase)
Barreras, comunidad, desafiar, dinamismo, doctrinal, edificar, ordenanzas, relación, blasfemia, confrontación,
consumación, desolar, dispersión, lagar, periodo

I. La Iglesia, su origen y su propósito


a. ¿Qué es la Iglesia?
Cuando la Biblia habla de la Iglesia no se refiere a ciertos edificios como lo solemos hacer hoy, sino a ciertas
personas que la forman. Tampoco se refiere a la iglesia como una organización. Las personas que identifican la
palabra ‘iglesia’ de esta manera, la relacionan con una denominación, por ejemplo, la iglesia bautista, la iglesia
metodista, la iglesia luterana u otras.
La naturaleza de la iglesia
En el sentido bíblico hay dos definiciones de la palabra iglesia:
La iglesia tangible. Las raíces griegas que componen la palabra ekklesía, nos presentan el cuadro de personas
que han respondido al llamado de Dios. Después de responder a ese llamado y de confesar a Jesús como Señor,
pasan a formar parte de la familia de Dios. Se dedican a la tarea de compartir el Evangelio como su Señor lo ha
pedido. Generalmente hablando, podemos decir que la iglesia, según el uso del Nuevo Testamento, se refiere a
la comunidad del pueblo de Dios.
La palabra comunidad -koinonía- es importante para describir la iglesia porque habla de creyentes que se han
organizado para hacer la voluntad de Dios y se reúnen con el propósito de disfrutar de compañerismo y
participar juntos en la adoración a Dios. Ese espíritu de comunidad se describe en Hechos 2:42-47.
Pero hablar de la iglesia sólo como comunidad de los santos no expresa que la iglesia no tiene existencia propia
sino por el Señor Jesucristo y que tampoco puede ser iglesia sin la presencia del Espíritu Santo en ella.

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La iglesia invisible. En un sentido más amplio, la comunidad de creyentes que confiesa a Jesús como Señor
representa la iglesia universal, a la cual también se le llama la iglesia invisible. Este título incluye a todos los
creyentes de todas partes que participan de la misma fe y lealtad a Jesucristo.
Con frecuencia leemos la designación de la iglesia como iglesia de Dios o iglesia de Cristo en las Escrituras. Estos
calificativos señalan que el carácter significativo de la comunidad no se deriva de sus miembros, sino de su
cabeza, Jesucristo, el Hijo de Dios. Por tanto, la iglesia es una hermandad de pecadores redimidos por el Señor
Jesucristo. Sus miembros son uno en Cristo por medio del Espíritu Santo.
La identidad de la iglesia
Un solo cuerpo. En la Biblia se compara la iglesia con un cuerpo, una novia, un edificio, las ramas o pámpanos
de una vid y un rebaño. Este lenguaje figurativo se ha aplicado al creyente, a la iglesia local y a la universal. Un
solo creyente no constituye una iglesia, sino una iglesia es un cuerpo compuesto de muchos creyentes que se
ministran, se aman y se ayudan mutuamente.
Un cuerpo bajo una cabeza. Pero el cuerpo de creyentes tampoco constituye la iglesia si no está unido en
totalidad a su cabeza. Por eso la naturaleza de la iglesia puede explicarse de dos maneras. en primer lugar, es
una manifestación visible de la unión de los creyentes con Cristo; segundo, involucra las relaciones mutuas de
creyentes entre sí y frente al mundo. Donde la iglesia no piensa, habla, y actúa en total acuerdo con la
personalidad de su cabeza, pierde su identidad.
Era a una de estas iglesias, aparentemente exitosas y prósperas, a la que dice el Señor: “yo estoy a la puerta y
llamo” (Ap 3:20). Una iglesia que provocaba el asco a Dios (Ap 3:16) porque había olvidado su identidad en Cristo
y dejado al Señor Jesús por fuera de sus puertas.
El propósito de la iglesia
La Biblia enseña que la iglesia es el instrumento que Dios ha escogido para desempeñar funciones:
• Ser el espacio de adoración a Dios, de forma colectiva (Jn 4:20-24; compárese con Heb 10:25).
• Desarrollar en la práctica los medios para el crecimiento espiritual de los creyentes (Ef 4:13-16).
• Extender las buenas nuevas de salvación en Cristo a otras personas (Mt 16:18; 24:14; 28:18-20).
El objetivo del fiel ejercicio de esas funciones es la regeneración de la creación como espacio donde
• el nombre de Dios será santificado por medio de la santidad de los hombres (Mt 6:9)
• el reino de Dios habrá venido por completo (Mt 6:10)
• y toda criatura terrestre estará haciendo la voluntad de Dios (Mt 6:10).

b. El origen de la iglesia
Su comienzo espiritual
Igual que la misión de Jesucristo, la iglesia existió desde siempre en el plan de Dios (Ef 1: 4.5). Es decir, que en
Su presciencia de todo el porvenir, Dios no sólo diseñó al plan de salvación sino también definió a Su agente,
aquel grupo de personas que -una vez ascendido el Señor- se encargarían de difundir el plan en todo el mundo.
Jesús introdujo la idea de la iglesia como la comunidad del pueblo de Dios durante su ministerio terrenal.
Hablando en tiempo futuro, dijo: “Edificaré mi iglesia” (Mt 16:18). Hay que prestar atención al posesivo “mi”
porque nos da una clara indicación sobre la identidad de la iglesia como iglesia de Cristo. Sólo conservando esta
identidad puede reclamar su permanencia: “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”
Pablo indica en Efesios 1:19-23 que la resurrección y ascensión de nuestro Señor debía ocurrir antes de que la
iglesia pudiera establecerse y de que Jesús fuera la cabeza de la comunidad redimida. La resurrección y
ascensión de Cristo también fueron necesarias para que Jesús ministrara como sumo sacerdote eterno en favor
de su pueblo (la iglesia). Aún más, también podría repartirle a la iglesia los dones necesarios para su operación
(Heb 4:14-16, 7:25; Ef 4:7-12).

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Su comienzo histórico
Tradicionalmente se acepta que la iglesia se inauguró en forma tangible en el día del Pentecostés, aunque los
creyentes ya se reunían desde antes. El Pentecostés tiene enorme importancia histórica, porque señala el día
cuando el diseño espiritual de la iglesia se manifiesta en forma social, por medio de los que en este día se unieron
a ella. El descenso del Espíritu Santo marcó el comienzo de una nueva era en la que los creyentes recibieron
poder divino para testificar de la gracia salvadora de Dios y su llamado universal a la salvación.
A partir de este momento se puede observar un vertiginoso crecimiento de la iglesia, extendiéndose no solo
geográficamente, sino de igual manera entre los que tengan origen étnico y cultural diferentes, entre diversos
estratos sociales y sin considerar patrones culturales de género, a sabiendas de que “Ya no hay judío ni griego;
no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gá 3:28). La
historia muestra que cada vez cuando la iglesia no practica esta verdad, genera sufrimiento para sí y para el
mundo.
a. El carácter de la iglesia
En la práctica de su identidad
Se entiende comúnmente como carácter el conjunto de actitudes con las que una persona reacciona a las
situaciones o experiencias de la vida, así como también la forma de expresarlas. En acuerdo con su identidad
espiritual como Iglesia de Cristo, el carácter de la iglesia no puede diferir del carácter de Jesucristo.
Mientras en el creyente individual el carácter está sujeto a una transformación gradual -lo que podemos llamar
‘crecimiento espiritual’, ‘santificación progresiva’ o sencillamente ‘el fruto del Espíritu’, la iglesia como ‘cuerpo
de Cristo’, con Cristo en la cabeza, o logra ostentar el carácter de su Señor, o no es Su iglesia.
El libro de Hechos declara que, desde el Día del Pentecostés en adelante, los creyentes actuaron como una
familia o unidad corporativa debido al descubrimiento de su identidad el Jesucristo. Se puede decir que la
manera en que la iglesia glorifica a Dios actúa en tres direcciones:
1. Hacia arriba, al adorarle los creyentes.
2. Hacia adentro, al edificarse los creyentes unos a otros.
3. Hacia afuera, al compartir el Evangelio a los incrédulos.
Algunas características de esos creyentes en la iglesia pentecostal primitiva podemos observar en el libro de
Hechos de los apóstoles:
• Tenían una norma doctrinal: la enseñanza de los apóstoles (Hch 2:42).
• Disfrutaban de compañerismo con otros creyentes (Hch 2:44).
• Observaban las ordenanzas del bautismo en agua y la Cena (Hch 2:41-42, 47; Mt 28:19; 1Co 11:23-26).
• Practicaban la ayuda mutua entre sí y para los necesitados (Hch 2:41; 4:32-35; 6:1-7).
• Instituían unos para predicar el Evangelio y a establecer comunidades de creyentes (Hch 8:14-17; 11:22).
En la convivencia cristiana
Dios diseñó a la iglesia de tal manera que su naturaleza fuera conocida mediante las relaciones de los creyentes.
Puesto que nuestra relación con Cristo es una experiencia espiritual, la única forma en que puede llegar a ser
una realidad visible radica en nuestras vidas. Podemos decirles a los demás lo que creemos y en efecto así lo
hacemos. Si nuestra vida se caracteriza por la bondad, la ausencia de egoísmo y verdadero amor cristiano, la
gente a nuestro alrededor tendrá la idea de que nuestra asociación invisible con Cristo es real. Sin embargo, si
no vivimos de acuerdo con nuestro testimonio verbal, los inconversos podrán decir: “¡Sus hechos hablan tan alto
que no nos dejan oír lo que ustedes nos dicen!”
En tiempos de Pablo existían fuertes barreras sociales que separaban a los judíos de los gentiles, a los esclavos
de los libres, a las mujeres de la sociedad. Fuera del Evangelio, no había forma de que se derribaran esas paredes.
Pero de muchas maneras, el Nuevo Testamento explica que la cruz de Cristo cambia todo (Gá 3:28).

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En la iglesia no existen nacionalidades, ni distinciones según orígenes étnicos o condiciones anteriores.


Todos son “conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Ef 2:17-19). La relación con Cristo
derriba distinciones sociales y une a todas las personas que llegan a formar parte de la familia de Dios. Como
miembros del mismo cuerpo, estas personas debían unirse en espíritu y propósito (Fil 2:2). Debían ser amables
y compasivos unos con otros. Jesús dio a este requisito la categoría de un nuevo mandamiento: “Un
mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos
a otros” (Jn 13:34-35).
Vemos entonces que las relaciones entre los creyentes se han de caracterizar por el amor. Este principio es tan
importante que puede ser usado como medidor de precisión para determinar nuestra relación con Dios: “El que
dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas” (1Jn 2:9).
En la unidad universal
En las muchas comunidades cristianas que pronto surgieron dondequiera llegaron creyentes, existía una
conciencia implícita: ser parte de algo mayor. A esto contribuyó la difusión de la enseñanza apostólica -
primeramente, por los apóstoles en persona; pronto a través de las epístolas, la narración de los evangelios y de
la historia de la primera iglesia. Pero también contribuyó la práctica de la hospitalidad fraternal y los lazos de
solidaridad establecido entre comunidades que no se conocían de forma personal, pero se entendían como
miembros de la misma familia.
Resumimos, por tanto, que por naturaleza la iglesia es espiritual. Al mismo tiempo es, también es una
comunidad práctica en la que los creyentes demuestran sus relaciones mutuas y con su Señor. Es, por ende, una
comunidad de creyentes en la que damos y experimentamos amor verdadero. Puesto que el amor es la
característica principal de la relación espiritual, este mismo amor debe ser manifestado para con nuestro Señor
Jesucristo, en la congregación local y frente a la sociedad humana, como objetivo del deseo de Dios.

II. La esperanza bienaventurada y la tribulación


a. El regreso del Señor
La esperanza bienaventurada
Así se llama la gloriosa aparición de nuestro gran Señor y Salvador Jesucristo (Tit 2:11-14). Su aparición también
traerá consigo la destrucción de toda autoridad que se opone a Dios.
En las horas finales antes de su muerte, nuestro Señor les reveló a los discípulos la base de la esperanza del
creyente. Habló de la casa del Padre con sus muchas moradas. Les dijo que se iba a preparar lugar para ellos (y
para todos los que creen en él). Además, les aseguró que, así como los iba a dejar, también regresaría para
llevárselos a vivir con él (Jn 14:1-3). Este mensaje de esperanza fue confirmado por los ángeles que aparecieron
después de la ascensión de Jesús. Ellos dijeron: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo,
así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hch 1:11). Pablo, por revelación divina, declaró que los creyentes
esperan con ansia la redención de sus cuerpos (Romanos 8:23), los cuales serán transformados cuando aparezca
el Señor Jesucristo (Fil 3:20-21).
Las Escrituras indican que la venida del Señor incluye dos aspectos: una venida por los creyentes, y luego, una
venida con ellos. A su venida por los creyentes se le llama el arrebatamiento y, a su venida con ellos, la revelación.
El arrebatamiento de los creyentes
En 1 Tesalonicenses 4:17 leemos que los creyentes serán “arrebatados” (o raptados, en algunas traducciones)
para encontrar al Señor en el aire y ser llevados al lugar prometido en Juan 14:1-3. En 1 Corintios 15:50-52 Pablo
indica que los cuerpos mortales de todos los creyentes serán transformados instantáneamente para estar listos
para el cielo. Ese evento ocurrirá repentinamente. En dondequiera que se encuentre un creyente, será
arrebatado de pronto. La Biblia compara este evento repentino con la llegada de un ladrón en la noche (1 Ts
5:2).

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El mensaje claro para los creyentes es este: Deben estar alerta y vivir en templanza día tras día, comprendiendo
que el juicio de Dios vendrá sobre los que rechazan la oferta de salvación que Dios les hace (1Ts 5:1-11). La
esperanza de los creyentes, entonces, consiste en que
• serán librados de la ira venidera de Dios;
• que tendrán el privilegio de ver a su Señor;
• que serán hechos como Él (1Jn 3:2).

Según 1 Corintios 15:50-54, en el momento del arrebatamiento los creyentes que viven serán transformados
instantáneamente de ‘mortales’ a ‘inmortales’. Esto significa que en sus cuerpos gloriosos nunca morirán. Los
creyentes que hayan muerto en Cristo resucitarán primero y serán transformados de ‘perecederos’ (que sufren
deterioro o destrucción) a ‘imperecederos’ (lo que nunca se deteriora). Puesto que la carne y la sangre —es decir,
nuestro cuerpo presente— no pueden heredar el reino de Dios, la indicación es que serán transformados en
cuerpos glorificados.
La recompensa de los creyentes
Varios pasajes bíblicos indican que los creyentes serán recompensados a base de su comportamiento cristiano
(Mt 16:27; 2Jn 8; Ap 22:12). Pablo, escribiendo a los miembros de la iglesia de Corinto, dijo: “Porque es necesario
que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo” (2Co 5:10). La palabra de la cual se traduce
‘tribunal’ es bema y significa ‘una tribuna para recompensar’. Al ser juzgados nosotros por Dios se revisará
nuestro servicio cristiano. Se tomará en consideración la calidad de lo que habremos hecho para Dios. ¿Cuál ha
sido el motivo de nuestro servicio? ¿Ha sido acaso una devoción sin egoísmo hacia Él? ¿O hemos servido
sencillamente para llamar la atención sobre nuestros talentos, habilidades y recursos? La Biblia revela
claramente que la calidad de nuestra obra será revisada y el servicio que pase la prueba de calidad, será
recompensado. El servicio motivado por el egoísmo y el orgullo no será recompensado (1Co 3:11-15).
b. La tribulación
En el discurso del monte de los Olivos, registrado en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21, Jesús responde a las
preguntas que le hicieron los discípulos: ¿Cuándo será destruido el templo actual y cuáles serán las señales de
su venida al final de las edades? Nos ayuda mucho a comprender la respuesta de Jesús y la alusión que hizo a las
profecías de Daniel, las cuales hablan de ciertos eventos del tiempo del fin (Mt 24:15).
La visión de Daniel
Cuán extraordinario fue que, cuando ya estaban por cumplirse los 70 años de cautiverio, un ángel fuera enviado
a revelar, por medio del profeta Daniel, el comienzo de un nuevo período. De acuerdo con la profecía de Daniel,
ese período se extendería por el mismo número de años cubierto por las violaciones del año sabático, o sea 490
años (es decir, setenta por siete). Según Daniel 9:24, las actividades que se completarían en este período
incluirían:
• Terminar la prevaricación, ponerle fin al pecado, expiar la iniquidad
• El comienzo de la justicia perdurable, el cumplimiento de la profecía, el ungimiento del Santo de los santos
El período se refirió inicialmente a siete semanas (49 años) y sesenta y dos semanas (434 años), haciendo un
total de sesenta y nueve sietes (483 años). Es una indicación muy precisa del tiempo: desde la proclamación del
mandamiento de restaurar y reconstruir a Jerusalén hasta terminar con un acontecimiento específico: la venida
del Mesías y su pronta muerte.
Se contempla la venida de dos príncipes: el Mesías (Jesús) y el príncipe que vendrá (el Anticristo), cuyos súbditos
destruirán la ciudad y el santuario (Dn 9:25-26). Entonces entra en juego una semana final, en la cual el príncipe
que vendrá (el Anticristo) hará un pacto con el pueblo judío para cubrir el período de siete años. Sin embargo, a
mediados de ese período, después de tres años y medio, ese príncipe que vendrá quebrantará el pacto, detendrá
la actividad religiosa judía y desolará (arruinará, dejará vacío) el templo, antes de su fin.

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La interpretación de la visión
Obsérvese que el mandamiento de restaurar y reconstruir a Jerusalén fue dado en el año vigésimo de Artajerjes
(Neh 2:1-8). Una revisión cuidadosa de los registros históricos indica el año 445 a.C. para este decreto. En verdad
la ciudad fue reedificada en tiempos angustiosos. Entonces, después de 434 años apareció el Mesías
exactamente como fue profetizado. Los eruditos bíblicos han calculado fue 483 años después del decreto de
Artajerjes que Jesús, el Mesías, hizo su entrada triunfal en Jerusalén al concluir su ministerio terrenal (Lc 19:28-
38). Entonces, unos días después, se le quitó la vida por medio de la crucifixión.
La destrucción de la ciudad y del Templo después de la muerte del Mesías fue cumplida en el año 70 d.C. cuando
el ejército romano bajo mando de su príncipe Tito destruyó a Jerusalén, derribó sus muros, quemó el Templo y
no dejó piedra sobre piedra (Mt 24:2). Desde ese entonces, el pueblo judío fue esparcido por muchas regiones.
La septuagésima semana de Daniel. La evidencia bíblica señala que la iglesia espera el regreso del Señor para
ser arrebatada (1Co 15:50-52; 1Ts 4:13-17). Sin embargo, parece que el Espíritu Santo, quien opera a través de la
iglesia, está deteniendo al príncipe malvado en sus planes malévolos (2Ts 2:1-12). Tan pronto como la iglesia
sea arrebatada, se revelará este hombre de pecado. Entonces Dios dirigirá su atención de nuevo sobre Israel, al
pasar a su cumplimiento los eventos de la semana septuagésima.
El Anticristo. Daniel 9:26 habla de un príncipe que vendrá, mientras que el versículo 27 revela sus actividades.
Observe cuidadosamente que confirmará un pacto con muchos por “una semana” (siete años). Aparentemente
se desarrolle una crisis de gran magnitud en la región que indudablemente amenazará la paz mundial. En este
punto, el príncipe que vendrá (el Anticristo) aparecerá para establecer la paz. Sus logros diplomáticos serán
elogiados como un triunfo y los pueblos del mundo lo aclamarán como sin igual (Ap 13:4). Por un tiempo todo
marchará bien en la región, pero en medio del pacto el príncipe quebrantará su palabra (Dn 9:27).
El texto bíblico implica que eliminará los derechos religiosos y civiles de Israel. En lugar de su adoración
ortodoxa, establecerá un sacrilegio abominable (una odiosa y terrible violación de un lugar consagrado a Dios)
en el templo. Puesto que se deificará a sí mismo (dirá ser Dios) y demandará adoración (2Ts 2:4, 8-11; Ap 13:13-
15), aparentemente establecerá una imagen de sí mismo en el Templo reconstruido y demandará que los judíos
lo adoren o, de lo contrario, morirán.
Será ayudado por un agente especial, un falso profeta el que realizará milagros y ejercerá una poderosa
influencia sobre las personas (Ap 13:13; 16:13). Durante este mismo período habrá mucho caos y dificultades
para los judíos, ya que se desatarán tres series de juicios sobre los habitantes de la tierra. Ap 6, 8, 9, 15 y 16
describen la creciente ira de Dios que se desatará sobre el reino del “príncipe que vendrá” conforme pase el
tiempo.
El Armagedón: Daniel también observa que la oposición surgirá en varios frentes. Esta obligará al “hombre de
pecado” a mantenerse en movimiento para aplastar la oposición (Dn 11:40-45). Su gobierno mundial
evidentemente será destruido por la división al acercarse el tiempo del fin. Entonces, Dios juntará a los ejércitos
del mundo para la batalla. Sorprenderá a los ejércitos reunidos al invadirlos desde el espacio extraterrestre. El
resultado será indescriptiblemente aterrador (Ap19:19-21)

La revelación de Jesucristo y la nueva creación


a. Jesucristo revelado ante el mundo
La culminación de la maldad
Mientras ocurren los eventos del período de la tribulación, los creyentes estarán con su Señor. Al aumentar la
ola de impiedad y al llegar la condición pecaminosa del hombre a su punto culminante, ocurrirá el segundo
aspecto de la venida del Señor: su revelación a los pueblos del mundo y a los ejércitos de la tierra reunidos (Ap
1:7; 19:11-21). En esa ocasión, los creyentes vendrán con el Señor cuando regrese a la tierra (Col 3:4). En esa
ocasión, entonces, las condiciones en la tierra habrán alcanzado niveles insoportables a causa de la impiedad y
el egoísmo del hombre.

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El acontecimiento
Observemos brevemente todo lo que ocurrirá en la revelación de nuestro Señor.
• La meta inmediata será la conclusión de la guerra que habrá escalado hasta niveles mundiales (Ap 16:12-21;
19:11-21).
• Nuestro Señor se revelará como Rey de reyes y Señor de señores. Satanás que hasta entonces habrá
reclamado el dominio de los pueblos de este mundo, será removido y Jesús, el Rey auténtico, asumirá su
oficio real.
• Jesús hará que los líderes de las fuerzas satánicas queden indefensos al lanzarlos rápidamente en el lago
ardiente (Apocalipsis 19:19-21
• Como resultado del retorno del Señor, el pueblo judío se volverá a Dios en arrepentimiento y contrición.
• Finalmente, la venida del Señor Jesucristo en gloria resultará en el establecimiento de un reino mundial de
justicia, el reino de mil años, o milenio. La indicación más clara de las condiciones para la entrada a este reino
se encuentra en Mt 25:31-46.
b. El milenio
Propósito del reino milenial
La Biblia habla de una era de rectitud y paz, de justicia y abundancia, en relación con la segunda venida de
nuestro Señor (Is 2:1-4; 65:20-22; Miq 4:1-5). En Apocalipsis 20:1-7 dice que el período será como de mil años.
La palabra ‘milenio’ se deriva del latín mille (mil) y anum (año) que significa sencillamente ‘mil años’. Es el
período donde la humanidad entera por primera vez podrá vivir en las condiciones de la creación antes de la
entrada del pecado en la humanidad.
Características del reino
Muchos pasajes bíblicos aumentan nuestro conocimiento acerca del gobierno y las condiciones espirituales que
existirán en el reino de Cristo. Veámoslas cuidadosamente.
• Será un reinado literal en la tierra (Zac 14:9).
• Incluirá a todas las personas que queden en la tierra (Salmo 72:8-11; Daniel 7:14; Mateo 25:31-32).
• Ya sin los efectos de la maldición, la tierra podrá producir alimento abundante sin necesidad de explotación
injusta ni de los hombres, ni de las especies, ni de la tierra (Is 35:1; Miq 4:1-4).
• Toda la gente obedecerá la ley del Señor. Este gobierno, aunque amable y bueno, también será firme. Juicio
y justicia perfectos serán el resultado (Sal 2:9; Is 11:4).
• Los súbditos del Rey en este reino terrenal aparentemente serán los sobrevivientes de la tribulación.
• La paz será la característica principal de este reino dirigido por el Príncipe de paz. Ya sin la influencia maligna
de Satanás, dejarán de existir la guerra (Is 9:5) y la muerte violenta. El reino animal pasará por una hermosa
transformación. Vivirán juntos en paz (Is 11:6-7).
• Aparentemente los creyentes redimidos ayudarán a administrar los asuntos del reino. (1Cor 6:2-3; Ap 5:10;
Mt 19:28).
• La gente tendrá el deseo de estar cerca de Dios y de las cosas espirituales. Estudiarán la Palabra de Dios y la
tierra “será llena del conocimiento de Dios” (Is 2:3; 11:9).
c. La nueva creación
El juicio de Satanás y de los impíos
Al final del milenio, Satanás será liberado de su confinamiento (Apocalipsis 20:7-10). De inmediato irá por toda
la tierra engañando a la gente de nuevo, alentando la rebelión contra el Señor. Grandes multitudes, se dice, se
unirán a sus fuerzas y se alistarán para pelear contra el pueblo de Dios en su ciudad capital. Después de esa
rebelión satánica final, llegará el tiempo del juicio.

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Será un momento impresionante, ya que toda la creación será conmovida ante la presencia majestuosa de
Jesucristo. Todos los que hayan muerto sin aceptar la salvación de Dios serán resucitados para comparecer ante
el juicio del gran trono blanco (Ap 20:11-15). Los que comparezcan ante el gran trono blanco serán juzgados
sobre la base de sus obras, puesto que todos ellos murieron sin aceptar la salvación de Dios y sus nombres no se
hallarán en el libro de la vida.
Sobre la base de la justicia perfecta, cada incrédulo recibirá la sentencia de ser alejado para siempre de la
presencia de Dios. La Biblia habla de esto como lago de fuego y también como lugar de oscuridad y horror. Jesús
habló de ese horror e indicó que hará que mucha gente llore y cruja los dientes (Mt 8:12; 13:42; 22:13; 24:51;
25:30).
Cielos nuevos, tierra nueva
Aunque el milenio será en verdad una edad de oro, el creyente pasará de esta a la nueva era en la que Dios el
Padre será el todo en todo. En esa nueva creación, la separación entre cielo y tierra desaparecerá, Dios
establecerá Su omnipresencia en medio de Sus santos.
Lo que espera “al que persevere” (Mt 24:13) es algo indescriptible. Algunas ilustraciones hablan de oro y piedras
preciosas (Ap 21), pero tenemos que entender que esto es sólo un intento en lenguaje humano. Porque “Cosas
que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que
le aman” (1Co 2:9-10).

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