Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Este trabajo intenta retomar algunas cuestiones planteadas por el análisis narrativo en
Ciencias Sociales –en particular aquéllas que permiten relacionar narrativa e identidades- para
aplicarlas al estudio de exhibiciones museográficas vinculadas a Patagonia, estudio orientado
a explorar la inserción de los museos en los procesos de alterización y comunalización1.
Esta propuesta tiene como marco el proyecto de investigación “Pedagogía, alteridad y
representación. Un estudio sobre políticas de exhibición cultural en el sur argentino”, el que
se propone “relevar, analizar y sistematizar algunos dispositivos de construcción de
identidades y diferencias que operan como interpelaciones ideológicas, anudando las
subjetividades a procesos colectivos de comunalización y alterización que diagraman
imaginarios vinculados a Patagonia”2; se trata de un estudio de representaciones de diferencia
cultural, con relación a las dimensiones de género, raza, etnicidad, nacionalidad y edad –entre
otras- . Se propone focalizar en políticas y procesos de exhibición cultural, entendiendo por
‘exhibición cultural’ a aquellos eventos que –articulando objetos, textos, imágenes, sonidos,
etc. – crean sistemas de representación densos e intrincados (Hall, 1997), cuyo punto nodal es
‘mostrar’, poniendo en marcha interpelaciones a sujetos –individuales y colectivos.
Desde esta perspectiva resulta posible pensar a los museos en términos ‘exhibición’, en tanto
son espacios en los que se exponen los bienes que se consideran constitutivos del patrimonio
de un grupo y se escenifican sus narrativas fundantes3.
Los museos han funcionado como espacios públicos depositarios de la cultura, vinculados a la
conservación del patrimonio y la transmisión de la historia. Inicialmente creados hacia el siglo
XVI para el atesoramiento de bienes considerados como máximos exponentes de la
‘civilización’ (Laumonier, 1993) y vinculados posteriormente a la conformación de los
estados nación, se convierten en lugares clave para la conservación del patrimonio material,
tal cual éste fuera definido por los sectores hegemónicos (Canclini, 1990), y en forma
concomitante, en lugares clave para la enunciación de la historia legítima.
De esta forma, a través de una narrativa histórica y un repertorio visual vinculado a la nación,
han intervenido en la definición quiénes somos ‘nosotros’ y quiénes son ‘los otros’; al definir
la cultura legítima y las identidades legítimas, los museos resultan dispositivos implicados en
los procesos de alterización y comunalización (Rodríguez de Anca y Villarreal, 2007).
En una primera aproximación a los museos, mi presunción es que las exhibiciones
museográficas tienden a cristalizar y normalizar identidades a través de un interjuego entre
patrimonio y narrativa histórica, en el que lenguaje, objetos, imágenes combinan su poder
performativo y persuasivo. Entiendo ‘performativo’ en el sentido que, retomando la noción de
actos de habla de a Austin, plantea Gorlier: “un acto que hace lo que dice en el acto mismo de
decirlo.” (2005: 170); podemos extender esta idea a otras formas de representación, tales
como dibujos y fotografías, y sus múltiples entretejidos; en este sentido, un acto performativo
hace emerger ‘algo’ que no existía con anterioridad al acto de enunciación – representación. A
su vez, como señala Gorlier (2005), resultan actos que a través del despliegue de ciertos
contenidos, tienen la finalidad de producir algún tipo de cambios en el destinatario. Como
señala White, entra aquí en juego por lo tanto el poder persuasivo de la retórica (Mendiola,
1999).
Nuestra apuesta4 es devolver la representación cristalizada de identidades e historia que nos
ofrecen los museos a los juegos del lenguaje y la representación, juegos necesariamente del
orden de lo político.
En este trabajo me aproximaré a la forma en que los museos inscriben ‘lo indígena’ en
relación a identidades locales y provinciales vinculadas Patagonia. En primer lugar, trabajaré
algunas relaciones entre museo, narrativa e identidad, para lo que también será necesario traer
a colación la noción de patrimonio; intentaré retomar algunos desarrollos teóricos,
refiriéndolos a las exhibiciones museográficas, para lo que me apoyaré en las visitas
realizadas a algunos museos en Patagonia5. Luego, abordaré específicamente el análisis de dos
museos de la provincia de Neuquén: el Museo Gregorio Álvarez (Neuquén) y el Museo
Carmen Funes (Plaza Huincul)
1
Siguiendo a Brow entiendo por ‘comunalización’ a un proceso activo de configuración de pautas de conducta
promueven un sentido de pertenencia o ‘comunidad’ (Brow, James. “Notes on Community, Hegemony, and the
Uses of the Past”. En: Antrhopological Quaterly 63, 1990. Ed. mimeo). Siguiendo a Briones, entiendo por
procesos de alterización aquellos procesos culturales a través de los cuales la diversidad humana es construida
como diferencia (Briones, Claudia, La alteridad del "Cuarto Mundo". Una deconstrucción antropológica de la
diferencia. Ediciones del Sol, Buenos Aires, 1998).
2
Proyecto de investigación “Pedagogía, alteridad y representación. Un estudio sobre políticas de exhibición
cultural en el sur argentino”, CEPINT, FACE, UNCo. Director: Raúl Díaz. Co-directora: Ana Alves.
Actualmente en curso.
3
Estoy refiriéndome fundamentalmente a los museos históricos y/o etnográficos; sin embargo, los museos de
ciencias no han sido ajenos a la configuración de identidades: geografía y naturaleza –especialmente bajo la
forma de ‘recursos’ y de ‘paisaje’- también ocupan un lugar entre los bienes patrimoniales. Por otra parte, según
nuestras primeras recorridas por los museos de Patagonia, muchos de ellos son imposibles de ubicar en una
tipología restrictiva, ya que abarcan secciones relativas a la etnología, las ciencias biológicas, históricas,
paleontológicas, artísticas, etc., a veces en significativas yuxtaposiciones y entrecruzamientos. Asimismo, los
museos se organizan a veces en circuitos, en los cuáles las características de cada uno se van definiendo en
relación a otros. Una mención particular merecen los museos y centros paleontológicos, en tanto los
‘dinosaurios’ se han convertido en una importante marca de Patagonia que es preciso desentrañar.
4
Si bien las afirmaciones del presente trabajo son de mi exclusiva responsabilidad, es preciso señalar que estas
reflexiones las venimos trabajando en el seno del equipo de investigación con el que compartimos la entrada a
los museos; de allí la oscilación entre el plural y el singular en este escrito.
5
Hasta el momento he visitado el Museo Leleque y el del Desembarco en Puerto Madryn, ambos en la provincia
de Chubut; los Museos Gregorio Álvarez y Paraje Confluencia de la ciudad de Neuquén; el Museo Carmen
Funes, en Plaza Huincul (Neuquén) y el Museo Perito Pascasio Moreno, en Bariloche (Pcia. de Río Negro).
6
De hecho, existen en los depósitos de los museos objetos que nunca han sido exhibidos y tal vez nunca lo sean.
7
Aunque no desaparece… Recuerdo que la visita al Museo Paraje Confluencia (Neuquén) me dejó una
sensación de desazón. Si bien la muestra de fotografías que constituía el armazón de la muestra tenía varios
puntos débiles, no pasaba centralmente por ahí el problema. La cuestión eran los objetos. La palangana y la jarra
de Talero, el imponente y maravilloso escritorio de Don Jaime (antes de Roca), un escritorio del antiguo Concejo
Municipal con dos teléfonos, y algunos otros objetos dispersos por las salas de exposición, no hacían más que
evidenciar vacuidad. En palabras de Dussel (2007) no lograban crear un ‘orden de digno de ser mirado’
8
“La gente dice que hago colapsar o que disuelvo la distinción entre hecho y ficción, entre literatura e historia:
lo hago con el fin de mostrar lo que tienen en común como productos de enunciados performativos que son de
naturaleza retórica, y cuyo efecto es el de la construcción ideológica de la realidad”, según expresa H. White en
la entrevista que le fuera realizada por Mendiola (1999).
vinculado a y representativo de la identidad mapuce; pero en exhibiciones particulares puede
ser articulado como un ‘objeto religioso araucano’ o como ‘una artesanía neuquina’. En el
caso de los museos histórico-etnográficos en particular, los objetos se integran a una narrativa
histórica en un sentido restringido.
Una particularidad del despliegue narrativo en los museos es que no se agota en los aspectos
lingüísticos, sino que las palabras se conjugan necesariamente con imágenes y objetos, lo que
plantea aristas particulares para su abordaje.
“¿Una imagen vale más que mil palabras?”, se pregunta Malossetti Costa. “Imágenes que
pretenden dejarnos mudos, que nos sobrepasan, palabras que no alcanzan a dar cuenta de lo
que una imagen sí puede; pero, a la vez, palabras incisivas, explicativas, que ponen sentido e
intentan hacer hablar a aquellas imágenes que parecen ofrecer resistencia.” (Malossetti Costa,
2007: 7). Siguiendo a esta autora, podemos afirmar que “la imagen es irreductible a la
palabra. La excede, la desborda. Hay algo en la imagen (ese efecto de presencia, de estar ahí,
de mirarnos, de manifestarse) que no alcanza a ser traducible en palabras”; sin embargo, es en
el “atravesamiento transformador de la palabra por la imagen y de la imagen por la palabra”
donde se construye sentido y se juega el poder de la imagen.
Los objetos, por su parte, se nos presentan con la fuerza de la realidad misma, el objeto
sencillamente está y es. Sin embargo, nuevamente, presentan un carácter elusivo, en tanto no
pueden ser simplemente aprehendidos en su totalidad: los objetos convocan a los sentidos, y
el acceso siempre es limitado. Por otra parte, también requieren su atravesamiento por
palabras, a la manera que Malosetti señalara en relación a las imágenes.
Es en los espacios y en líneas de articulación y de fractura entre textos, imágenes y objetos
que el museo se constituye en un campo posible de significaciones.
El despliegue y el cierre narrativo no sólo se producen en la historia contada a través de los
textos, sino en la disposición de los objetos y, muy particularmente, en los recorridos
propuestos o impuestos por el museo; la narrativa no sólo se lee o escucha, sino que se
‘camina’, se realiza corporalmente. De esta forma, si bien los visitantes tal vez puedan eludir
o administrar la lectura de rótulos, carteles y otros textos, difícilmente pueden evitar los
recorridos o hacer una lectura de sus implicancias, por lo que el manejo de los espacios en el
museo resulta crucial en la producción de sentidos.
En un museo, objetos, textos, imágenes se disponen espacialmente en las exhibiciones, dando
lugar a una combinación de lógicas taxonómicas, propias del ordenamiento de una colección,
9
Excepto en aquellos casos en que son creaciones especialmente destinadas a los museos, lo cual nos pone frente
a otro tipo de interrogantes, tales como los implicados en la noción de ‘simulacro’.
y narrativas, poniendo en articulación y tensión dos posibles operaciones de representación de
identidades: coleccionar y narrar. Estas lógicas de representación se despliegan materialmente
y adquieren consistencia en las diferentes formas de distribución de los espacios,
ordenamiento de las colecciones y de los textos, produciendo particulares efectos de sentido
que es necesario analizar.
Recorriendo museos
Antes de comenzar con la visita a los museos Gregorio Álvarez y Carmen Funes quisiera
advertir que la exhibición que realiza un museo no empieza ni termina en una muestra
particular, sino que involucra distintas facetas del museo como artefacto cultural: su folletería,
sus visitas guiadas, su estrategia publicitaria, las narrativas acerca del museo puestas en
circulación en el espacio público, su misma localización física. No pretendo ahora dar una
visión totalizadora que abarque todos estos aspectos en relación a los museos abordados, sino
que centraré mi análisis básicamente en las representaciones de los pueblos originarios,
retomando para ello la construcción de las narrativas históricas que motorizan, poniendo
especial énfasis en los efectos de sentido de las distribuciones espaciales y la combinación de
secuencias narrativas y ordenamientos taxonómicos, y utilizando discrecional y
estratégicamente, aquellos otros aspectos que pudieran contribuir a la perspectiva propuesta.
En la primera de las salas, la muestra se despliega en una doble secuencia, a saber: una
secuencia de grandes afiches (con una importante cantidad de texto y algunas imágenes) sobre
las paredes y otra secuencia de vitrinas con ‘restos, objetos y materiales’10 que se despliega en
forma correlativa, prácticamente enfrentando una vitrina a cada afiche. Esta doble secuencia
está estructurada centralmente por un ordenamiento cronológico, marcado por los afiches; se
inicia con la prehistoria y finaliza con las “Campañas y ocupamiento militar de la Patagonia”
11
.
Los objetos se reordenan entonces primariamente en función de su antigüedad; los
provenientes de excavaciones arqueológicas12 se agrupan siguiendo el sitio de procedencia,
mientras que los correspondientes al registro ‘histórico’ (luego del contacto con sociedades
occidentales) se sub-agrupan según las características tecnológicas de producción: cerámicas,
platería, otras. Existe una serie de vitrinas diferenciadas por su forma y ubicadas por fuera de
la secuencia: dos de ellas situadas transversalmente, contienen materiales provenientes de dos
sitios arqueológicos específicos: un alero del Chocón y la mina de sal de Truquico; otras
cuatro, paralelas a la línea histórica de vitrinas, están ocupadas dos de ellas por objetos de
cerámica, y las otras dos por un ‘toqui’ y un ‘tapahue’.
10
Extraído del afiche de presentación de la muestra.
11
Tomando los títulos de los afiches, la secuencia es: Teorías del Poblamiento americano; Sociedades de
cazadores recolectores; Cueva Haichol; ¿Qué es el arte rupestre?; Los siglos de contacto XVI y XVII; El
Neuquén indígena de los siglos XVIII y XIX; Campañas y ocupamiento militar de la Patagonia. Todos estos
afiches presentan el mismo formato. Intercalado en la secuencia de afiches se encuentra otro de distinto formato
que recupera parte un artículo escrito por arqueólogos en relación al sitio Chenque Haichol.
12
Una importante parte de los materiales exhibidos provienen de Chenque Haichol.
Si bien espacialmente ambas salas presentan continuidad espacial, lo que sugiere una
continuidad entre lo que se exhibe en unas y otra -continuidad que también se expresa en el
formato de los afiches y las vitrinas- existe una discontinuidad en el registro temporal y en las
formas y calidad de los bienes exhibidos; discontinuidad que podríamos definir como un
‘salto al presente’. Las vitrinas de la segunda sala presentan tejidos en telar, algún tallado en
madera e instrumentos definidos como mapuce, así como un telar, una rueca y su huso. Casi a
excepción de estos tres últimos, los bienes aquí exhibidos no difieren sustancialmente de los
que pueden hallarse en los comercios locales que ofertan artesanías, en particular ‘Artesanías
Neuquinas’13 (de hecho se informa que varios de los bienes exhibidos han sido donados por
este sociedad del estado provincial; el telar, por ejemplo, se encuentra identificado con el
nombre de la ‘artesana’ que lo produjera –ARTESANA: XXXXX- a la manera en que se hace
en los certificados de autentificación de los productos vendidos).
En esta sala, también pueden encontrarse dos afiches referidos a la actualidad del pueblo
mapuce; uno de ellos incluye un mapa del Neuquén con ubicación de las comunidades, y una
lista de las comunidades, su ubicación y su población; el otro, bajo el título ‘Nación mapuche:
legado y presente’, incluye fotos y texto. El texto de ambos afiches resulta particularmente
significativo, en tanto que en ellos se expresa, en el primer caso, el carácter dinámico de los
procesos de constitución de comunidades, y en el segundo, la existencia de interpretaciones
conflictivas en relación al denominado proceso de ‘araucanización’. Sin embargo, al tiempo
que pone en evidencia el carácter dinámico y conflictivo de los procesos históricos y de las
narrativas que intentan dar cuenta de ellos, desactivan inmediatamente la dimensión política,
reduciéndolos a un problema de ‘desactualización de datos’, en el primer caso, y en el
segundo, volviendo a instalar la ‘actualidad’ del pueblo mapuce en un registro culturalista, a
13
‘Artesanías Neuquinas’ es una sociedad del estado provincial encargada de la promoción y comercialización
de ‘artesanías’ mapuce -acompañadas del correspondiente certificado de autenticidad- con destino al mercado
tanto nacional como internacional; se hace efectivo así “un doble ejercicio de apropiación económico y cultural
(los objetos vendidos como artesanías ya no son mapuce, sino ‘neuquinos’)” (Rodríguez de Anca y Villarreal,
2007).
través de la descripción de la ‘religiosidad’ y la ‘cultura y cosmovisión’, subrayada por tres
fotografías: dos de ellas son ilustrativas del ‘nguillatun’ y la tercera muestra a una anciana
mapuce con un kulxug (foto que además hemos reconocido en revistas y folletos).
De esta forma, ni los afiches ni los carteles informativos acerca de distintas dimensiones de la
vida mapuce incorporados a las vitrinas logran disipar la sensación de hallarnos frente a una
feria artesanal.
El despliegue espacial de la muestra combina narrativa histórica y taxonomías (más o menos
explícitas u implícitas) en el ordenamiento de objetos, textos e imágenes. Para quien recorre la
muestra, queda claro que la misma propone un recorrido temporal desde los orígenes de la
humanidad hasta el Neuquén actual; sin embargo, el efecto conclusivo de la narrativa no está
dado tanto por la narración histórica sino por efecto de una taxonomía traducida
espacialmente: la distinción entre bienes patrimoniales arqueológicos e históricos, y bienes
patrimoniales del presente, que por los formatos de exhibición remiten a lo artesanal y a una
folklorización de lo indígena. La ambigüedad que caracteriza la perspectiva de la muestra en
relación a la inscripción de lo indígena queda expresada en estos efectos de sentido, que liman
las asperezas de los aspectos conflictivos y posicionamientos críticos, reduciendo estos
últimos a una ‘corrección política’ expresada en algunas declaraciones puntuales.
Pero no son estos modelos las primeras marcas de lo que hallaremos en el museo, ya que a lo
largo de la ruta carteles de distinto tipo y porte habrán ido alertando nuestra atención al
respecto; a lo que se suman los dinosaurios-tacho de basura y los dinosaurios-juegos de plaza
-si accedemos a Plaza Huincul desde la cordillera- o el inmenso dinosaurio de hierro que,
junto a una torre petrolera, nos recibe si es que venimos desde el este, desde la ciudad de
Neuquén.
‘Descubrí el pasado’ reza la leyenda que inicia el largo paredón que nos lleva hasta las puertas
del museo. Y que continúa con una anticipatoria y a la vez enigmática frase: ‘Descubrí el
pasado-Museo Carmen Funes- Cuna de Dinosaurios’
El Museo Carmen Funes puede caracterizarse como museo histórico-paleontológico14.
Las alas destinadas a las secciones histórica y paleontológica difieren sustancialmente en sus
aspectos arquitectónicos: una parte más antigua, que fuera originalmente hospital y más tarde
escuela, hasta llegar finalmente a convertirse en museo, caracterizada por sus paredes macizas
y aberturas estrechas y enrejadas, contrasta con otra más ‘moderna’, una estructura de mayor
altura, con amplias aberturas vidriadas, a través de las cuales llegan por momentos a fundirse
exterior e interior, según luminosidades y perspectivas. La primera, será la morada de la
‘exhibición histórica’15; la segunda, la de la ‘exhibición paleontológica’.
Al entrar a la exhibición histórica se produce un efecto ‘túnel del tiempo’, menos por el efecto
retrospectivo logrado que por el efecto ‘túnel’, dada por la estrechez del pasillo inicial y el
14
Esto en función de sus secciones permanentes. Existe un espacio de exhibición central en el cual es posible
encontrar muestras de arte u otro tipo.
15
También se alojan en este sector los laboratorios, archivo, sala destinada a distintas actividades, todos espacios
de acceso restringido en forma absoluta o parcial al visitante.
abigarramiento de objetos exhibidos en la pequeña sala (en contraste con los amplios espacios
de la sala de exhibición paleontológica). Y allí nos encontramos con YPF en su plenitud:
gigantografías con fotos ilustran la primera perforación realizada en el año 1916 y el aspecto
de la zona en esa época.
Se exhiben allí mismo la placa y libro de partes del pozo PATRIA (tal el nombre de aquella
primera perforación), así como una reconstrucción del monolito erigido para un aniversario de
la perforación del 1º pozo, varias y variadas placas recordatorias de distintos tamaños,
mobiliario y elementos del hospital de YPF, a los que siguen objetos vinculados al comercio
(caja registradora, primer surtidor), a la industria textil (una escardadora, un telar ‘mapuche’)
y a la educación (mobiliario escolar).
Todos los objetos se reordenan en esta sala en función del protagonismo de YPF, desde su
centro marcado por la reproducción del monolito. En la sala siguiente, máquinas de escribir
organizadas según secuencia temporal y de complejidad tecnológica, mobiliario escolar,
imprenta evocan nuevamente una historia narrada en términos de modernidad y progreso.
A la vuelta de un recodo, y luego de atravesar un pasillo en el que se expone una abigarrada
galería de fotografías de la vida social de la época, desembocamos finalmente en un pequeño
hall dominado por la figura de Carmen Funes, la Pasto Verde:
“…la mujer considerada la primera pobladora cristiana de la zona, después de haber estado
involucrada a las tropas del Ejército Argentino en la Campaña del Desierto.”16
Allí, repentinamente – y si es que ya no lo olvidamos- cobra algún sentido el telar mapuce17.
La figura de la ‘primera pobladora cristiana’ y la mención a la ‘Campaña del Desierto’ nos
remiten a un ‘otro’ ausente en la exhibición histórica que propone el museo Carmen Funes. La
presencia de una ausencia. Un telar mapuce, sin rotular, agrupado junto a otros instrumentos
vinculados a la industria textil, tales como una escardadora, podría pasar desapercibido (y tal
vez de eso se trate)18. La presencia de una ausencia. En la trama narrativa que hilvana la
exhibición histórica del Museo Carmen Funes de Plaza Huincul el telar es el único elemento
que remite a la existencia del pueblo mapuce, caracterización identitaria que se disuelve al
verse incluido aquél como un elemento textil. La desparticularización (Brow, 1990) y la
recontextualización operadas disipan cualquier posibilidad de reconocimiento del pueblo
mapuce como sujeto social.
El texto que refiere a la Pasto Verde, finaliza con la siguiente frase:
“Jean Cocteau decía que prefería el mito a la historia, porque la historia está hecha de
verdades que terminan convirtiéndose en mentiras, mientras que el mito, está hecho de
ficciones que a la larga se revelan verdaderas. Gracias por su visita”
Curioso cierre para una exhibición histórica… La solidez de la realidad recreada
prácticamente por el traslado de las instituciones modernas al museo a través de los objetos,
se disuelve ante la figura mítica de la ‘Pasto Verde’ que cierra la exhibición histórica.
“Con la imagen de Carmen Funes de Campos, la Pasto Verde, dueña y señora de la aguada de
Plaza Huincul desde el año 1900 hasta 1916, queremos despedirlo hasta su próxima visita”19
La figura de Carmen Funes quiebra el ordenamiento cronológico y obliga a un trabajo de
reordenamiento y de reinterpretación por parte del visitante20.
Y en este trabajo no pueden estar ausentes los dinosaurios...
16
Caracterización extraída del texto que acompaña un cuadro sobre la Pasto Verde exhibido en el esta sala; el
otro elemento exhibido en una vitrina es un baúl que le perteneciera. Si bien excede el marco de este escrito,
cabe señalarse el importante trabajo realizado sobre la figura de la Pasto Verde desde la historia, los discursos
escolares, la literatura, que podría llamarse de ‘limpieza' (siguiendo a Brow, 1990)
17
Y de paso, nos enteramos también por qué el museo se llama Carmen Funes.
18
O convertirse en un gran signo de interrogación.“Sólo cuando sospechamos que nos hallamos ante la historia
incorrecta empezamos a preguntarnos cómo un relato estructura (o ‘distorsiona’) nuestra visión del estado real
de las cosas. Y finalmente empezamos a preguntarnos cómo el relato mismo moldea eo ipso nuestra experiencia
del mundo” (Bruner, 2002:22)
19
Cartel con el que cierra la exhibición histórica.
20
A diferencia de la exhibición del Museo Gregorio Álvarez, que textualiza la necesidad del trabajo de
interpretación y la posibilidad de apertura interpretativa, el Carmen Funes posiciona al visitante en dicho trabajo,
aunque acota los parámetros posibles.
Al salir de la exhibición histórica nos encontramos nuevamente con ellos… Los dinosaurios
hilvanan el pasado más remoto (un pasado anterior a YPF, a Carmen Funes, a los
invisibilizados pueblos originarios, incluso a cualquier humano) con el presente de Plaza
Huincul; la muestra anuda al dinosaurio objeto de la ciencia con el dinosaurio fetiche cultural
(Mitchell, 1998), alimentado por y alimento de las industrias culturales.
*
Licenciada en Ciencias Antropológicas y Especialista en Estudios Sociales y Culturales.
Docente e investigadora de la Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional del
Comahue. Integrante del CEPINT (Centro de Educación Popular e Intercultural, FACE,
UNCo). ardeanca23@yahoo.com.ar
BIBLIOGRAFIA
Briones, C. (1998) La alteridad del "Cuarto Mundo". Una deconstrucción antropológica de
la diferencia. Buenos Aires: Ediciones del Sol.
Brow, J. (1990) “Notes on Community, Hegemony, and the Uses of the Past”.
Antrhopological Quaterly. 63, 1-7
Bruner, J. (1986) Realidad mental y mundos posibles. Los actos de la imaginación que dan
sentido a la experiencia. Barcelona: Gedisa.
(2002) La fábrica de historias. Derecho, literatura, vida. Buenos Aires: FCE.
22
Y en el ámbito escolar en particular, lo que no resulta un dato menor, ya que buena parte del público que asiste
a estas muestras son alumnos y alumnas de escuelas de las localidades en que se asientan y zonas aledañas.
Clifford, J. (1997). Itinerarios transculturales. Barcelona: Gedisa
Cruces, F. (1998) Problemas en torno a la restitución del patrimonio. Una visión desde la
antropología. Revista Alteridades, 8, 75-84.
Dussel, I. (2007) Argentina en las exposiciones universales (1867-1911). Huellas de la cultura
material de la escuela en la constitución de un orden escolar ‘digno de ser mirado’. En
Actas del Congreso Internacional de Historia de la Educación, SAHE. Buenos Aires.
García Canclini, N. (1990) El porvenir del pasado. En Culturas híbridas. Estrategias para
entrar y salir de la posmodernidad. México: Grijalbo-Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes.
Gorlier, J. C. (2005) Construcción social, identidad, narración. La Plata: Ediciones Al
Margen
Hall, S. (1997). Representation: Cultural representations and signifying practices. Glasgow:
SAGE Publications.
Laumonier, I. (1993) Museo y sociedad. Buenos Aires: CEAL
Malossetti Costa, L. (2007) Imágenes y palabras. Curso virtual FLACSO.
McLaren, P. (1994) La contranarrativa, la amnesia colonial y la identidad del mestizaje:
hacia una pedagogía crítica de la formación de la identidad posmoderna. Paraná:
Cuadernos Universidad Nacional de Entre Ríos- Facultad de Ciencias de la Educación.
Mendiola, A. (1999) Hayden White: la lógica figurativa en el discurso histórico moderno.
Entrevista a H. White. Revista Historia y Grafía, enero-junio.
http://elnarrativista.blogspot.com/2007/01
Mitchell, W.J.T (1998) The last dinosaur book. Hong Kong:The University Chicago Press.
Rodríguez de Anca, A. y Villarreal, J. (2007) Patagonia en los museos-museos en Patagonia:
breve guía para un itinerario en construcción. En Actas de XVIII Jornadas de
Investigación de la Facultad de Ciencias Humanas. Santa Rosa, La Pampa.
White, Hayden (1992) El contenido de la forma. Barcelona: Paidós.