Autor: Barreira Delfino, Eduardo A.: Microjuris online (3-10-2002) Cita: MJ-DOC-2483-AR | ED, 212-649 | MJD2483 Sumario: 1. AUTORIDAD DE APLICACIÓN. - 2. FACULTADES DE LAS PROVINCIAS. - 3. FACULTADES REGLAMENTARIAS DE LA ACTIVIDAD FINANCIERA. - 4. EJERCICIO DE LAS FACULTADES REGLAMENTARIAS. Existe una realidad internacional que viene desde hace largos años indicando que la política monetaria de los países se ha convertido en un instrumento fundamental de estabilización macro- económica. De allí que los bancos centrales no sólo hayan adquirido solidez y poderío institucional sino que también cada vez es mayor el predicamento de que los bancos centrales deben tener independencia del poder político. Funda esta concepción, el lugar trascendente que ocupa el sistema bancario y financiero en el circuito económico. Nadie duda de que el sector financiero administra la mayor parte de los activos monetarios de la economía, lo que le permite estar en condiciones de ofrecer y conceder créditos a las empresas y a los particulares (incluso al sector público). Para lograr la satisfacción de las necesidades crediticias, el sistema opera una transformación y una sincronización de montos y plazos, entre los depósitos y los préstamos, procurando conformar un círculo virtuoso. Y este fenómeno macro-económico con multiplicidad de derivaciones micro- económicas, explica y justifica el rol que tiene la banca central y el predicamento enunciado más arriba, a lo cual nuestro país no es ajeno. En efecto, la ley 24.144 [EDLA, 1992-328] regula el funcionamiento del Banco Central de la República Argentina, asignándole misiones, funciones y competencias específicas, entre ellas, la supervisión de las entidades financieras sujetas a la ley 21.526 [EDLA, 71-813], cuyo art. 4º dice: "Artículo 4º El Banco Central de la República Argentina tendrá a su cargo la aplicación de la presente ley, con todas las facultades que ella y su Carta Orgánica le acuerden. Dictará las normas reglamentarias que fueren menester para su cumplimiento, a cuyo efecto deberá establecer regulaciones y exigencias diferenciadas que ponderen la clase y naturaleza jurídica de las entidades, la cantidad y ubicación de sus casas, el volumen operativo y las características económicas y sociales de los sectores atendidos, dictando normas específicas para las cajas de crédito.Ejercerá también la fiscalización de las entidades en ella comprendidas (texto según la ley 25.782 [EDLA, 2003-B- 66])". 1 - Autoridad de aplicación Dentro del marco normativo desarrollado, la ley asigna al Banco Central el rol de autoridad de aplicación del régimen legal de las entidades financieras, con carácter exclusivo y excluyente. El Estado nacional actúa persiguiendo el bien común, para lo cual debe realizar distintas funciones, las que están a cargo de diversos órganos, conforme sea la competencia asignada a cada uno de ellos. El poder del Estado es uno solo; tal la noción de la unidad del poder, atraído por la unidad del fin para cuyo logro existe y por la propia unidad del Estado. Pero el poder se desglosa o descompone en funciones (BIDART CAMPOS, GERMÁN, Derecho Político, LEA, pág. 351). Entre estas funciones están las denominadas ejecutivas, que son realizadas permanentemente y que consisten en ejecutar la ley, con miras a orientar y canalizar los actos y conductas de los administrados hacia los objetivos deseados como así también resolver las situaciones concretas que se presenten y entren en conflicto con esos objetivos de gobierno. Pero a veces, estas funciones que competen al Estado nacional son atribuidas a un nuevo ente separado de la misma, dotado de personalidad jurídica y constituido por órganos que expresan la voluntad de ese ente. Es decir, que tales funciones son ejercidas por el Estado pero indirectamente, a través de organismos especiales. Este fenómeno de la descentralización administrativa importa la distribución de competencias públicas entre entidades administrativas independientes del poder central con personalidad jurídica propia y con un ámbito de competencia territorial o funcional exclusivo. Su razón de ser se fundamenta en la especialización técnica y profesional que exigen ciertas funciones del Estado, lo que torna necesario crear determinados organismos para que tengan a su cargo tales funciones especiales y actúen desvinculados del poder central, con el fin de lograr la optimización de su prestación al gozar la autoridad de aplicación del régimen de que se trate, de mayor inmediatez, especialización y celeridad. Bajo este enfoque, el Banco Central fue creado y es reconocido como entidad descentralizada y autárquica del Estado nacional, para ser el órgano ejecutor de la ley de entidades financieras y de conducción y contralor del sistema financiero (art. 1º, Carta Orgánica aprobada por ley 24.144). O sea que el Banco Central es un organismo integrante del Estado como entidad autárquica para cumplir las funciones inherentes al ámbito mencionado. En este sentido, el art. 4º, inc. b) de la Carta Orgánica aprobada por ley 24.144, asigna al Banco Central la función de "vigilar el buen funcionamiento del mercado financiero y aplicar la ley de entidades financieras y demás normas que, en su consecuencia, se dicten". Ergo, queda bien delimitado el campo de actuación del Banco Central al atribuírsele competencia territorial (todo el país) y funcional (regulación monetaria y superintendencia de la actividad financiera). De modo tal que la intervención del Banco Central, en el campo financiero, es excluyente de cualquier otra autoridad. Resulta que, en la actual organización institucional del país, los bancos y entidades financieras tienen una singular importancia en la economía moderna y nacional, por cuanto ellos son depositarios del crédito público. De allí surge la necesidad de la intervención estatal para supervisar, regular y establecer normas precisas que garanticen toda operación de las que se trata. Procede apuntar que, si una actividad se proyecta sobre toda la sociedad, gravita en ella, incide en su ordenamiento y en su estabilidad, va de suyo que interesa al Estado. Y es por esta alta razón, que el Estado legisla, regula y controla dicha actividad y se le otorga poder al Banco Central para la fiscalización del funcionamiento de los bancos y entidades financieras. La medida de la intensidad de ese interés del Estado está en relación directa con la mayor o menor incidencia o gravitación que precisamente la actividad misma tenga sobre la sociedad en su conjunto; es decir, sobre "lo público". De más está decir que la actividad bancaria y financiera tiene honda resonancia en la dinámica de la sociedad. Es por ello que se ha dictado la ley de entidades financieras y afines y se le ha otorgado poder al Banco Central para la fiscalización permanente del funcionamiento de aquéllas (CNCrim. Fed, sala I, 11-4-79, LL, 1979-B-417). No caben dudas, entonces, de que existe un evidente interés público en la materia regulada por la ley 21.526 y, es por esta razón, que se delega en el Banco Central la fiscalización permanente de las entidades financieras y sus actividades. Es que la razón esencial en la que se sustenta la potestad fiscalizadora consiste en el resguardo de la estabilidad y del equilibrio de las transacciones financieras, que hacen al orden público financiero, considerando toda la comunidad en su conjunto, toda la sociedad en general. En esa línea, se entiende la razón por la que el contralor es permanente y que comprende desde la autorización para operar hasta la cancelación de la misma. Tal enfoque no vulnera principios constitucionales, pues precisamente, la razones de bien público y de necesario gobierno a que responde la legislación reguladora y ordenadora de la actividad bancaria y financiera, encuentran base normativa en las cláusulas del art. 67, incs. 5°, 16 y 28 de la Constitución Nacional (CS, 29- 7-63, LL, 112-716; CS, 19-11-81, ED, 97-812; etc.), o sea, del art. 75, incs.6º, 18 y 32 después de la reforma de 1994, referidas a las atribuciones del Congreso de la Nación. Sin embargo, aunque acorde con lo expuesto, procede resaltar que la ley 24.144 introduce la novedad de crear la Superintendencia de Entidades Financieras y Cambiarias como órgano desconcentrado, dependiente funcionalmente en forma directa del Presidente del Banco Central. Es decir, que la Superintendencia no sale de la órbita del Banco Central, no se configura un nuevo sujeto público de derecho sino que es parte integrante del Banco Central pero con especial autonomía y facultades primordialmente de tipo ejecutivo, recayendo en el Directorio del Banco Central las funciones esenciales relacionadas con las políticas sobre el funcionamiento del sistema financiero y de las entidades que lo componen en su calidad de agentes autorizados. A través de la creación de la Superintendencia, se ven diferenciadas las funciones primordiales del Banco Central como encargado de la política monetaria, de las funciones que le competen como supervisor del funcionamiento del sistema financiero. Queda así estatuido el denominado poder de policía financiero que no es otra cosa que la potestad asignada por ley para llevar adelante la función fiscalizadora o supervisora, que comprende los aspectos siguientes: - El "control de legalidad" respecto al encuadramiento legal, reglamentario y estatutario de los actos celebrados por las entidades financieras y, específicamente, por el órgano de dirección y administración. - El "control de gestión" acerca del mérito, oportunidad o conveniencia de la actuación ponderando la prudencia, acierto y eficacia en el manejo de los intereses comunes, especialmente, en lo atinente al resguardo de la liquidez y solvencia comprometida. Es importante resaltar la trascendencia de la fiscalización en el ámbito bancario y financiero. En la tarea de control del funcionamiento de las entidades financieras, la lógica y el tecnicismo de la operatoria indica que ella debe realizarse en sede administrativa, a través de un ente altamente especializado. El ejercicio del denominado "poder de policía financiero" no parece ser una función de la judicatura. Desde lejos viene la máxima de que los jueces juzgan, no administran y esta función de juzgar se encuentra en un tramo más elevado que la de administrar ese poder asignado. La función de vigilar, supervisar, monitorear, prevenir, anticiparse con cautela, es típicamente administrativa. En esta tesitura, tal función es previa, es anterior a la función judicial. Sería una instancia originaria, primaria, inicial, para derivar luego -en su caso- a la función juzgadora, de revisión judicial de actos celebrados en la instancia administrativa. En función de lo expuesto, considero que el rol del Banco Central como autoridad legal de supervisión exclusiva y excluyente, tiene pleno fundamento jurídico y, a la vez, económico, por la gravitación que el funcionamiento de las entidades financieras tiene sobre la sociedad y los intereses generales e individuales que se encuentran comprometidos alrededor de la actividad, circunstancia que deriva hacia una inexorable convergencia del derecho privado y del derecho público. 2 - Facultades de las provincias Existe una línea de pensamiento que sostiene la tesis de que las provincias pueden ejercer el poder de policía financiero, sobre las entidades que desarrollen sus actividades dentro de su respectiva jurisdicción, al entender que dicha potestad es uno de los poderes no delegados en la Nación, conforme lo prescripto por el art. 121 de la Constitución Nacional (ex 104 anterior a la reforma de 1994). Diversas constituciones provinciales han previsto el condicionamiento de la autorización local; tal es el caso de Neuquén, Córdoba, Mendoza, La Rioja, La Pampa o Santiago del Estero. Incluso algunas de esas provincias han dictado leyes sobre el particular. En esta tesitura se encuentran enroladas las provincias de La Pampa (ley 816), Entre Ríos (ley 7789), Río Negro (ley 2243), San Luis (ley 4609), Neuquén (ley 1552), Santa Cruz (ley 2043) (BENÉLBAZ, HÉCTOR y COLL, OSVALDO, Sistema bancario moderno, Buenos Aires, Depalma, 1994, I-285). Las citadas leyes determinan que las entidades financieras que decidan realizar sus actividades dentro del territorio provincial, deben contar con la previa autorización de la provincia y quedar sujetas a su fiscalización, de modo de cuidar que la entidad a instalarse contribuya a la promoción de la economía local o que la plaza financiera no llegue a saturarse o que la canalización de los fondos que recaude no se desvíe hacia préstamos fuera del ámbito provincial. ¿Cómo se concilian los postulados de las leyes provinciales citadas con la afirmación de la legislación nacional que erige al Banco Central como única autoridad de aplicación y contralor de la normativa financiera en todo el territorio del país? ¿Cómo se solucionarían los conflictos de competencia que pudieren emerger entre la Nación y las provincias por la aplicación de normas y facultades que se superponen, se interrelacionan, se contradicen, o incluso se contraponen? Es bien sabido que el ejercicio del poder de policía puede ser exclusivo del Estado nacional (por haber sido delegado), concurrente con las provincias o exclusivo de las provincias (por no haber sido delegado). Al respecto, no me cabe duda de que las entidades financieras tienen una singular importancia en la economía moderna y nacional, por cuanto ellas son depositarias del crédito público que crea la confianza del inversor o ahorrista y así acumulan dinero para conceder en préstamo un capital que da poder adquisitivo a empresas comerciales, industriales y aun a particulares para ayudar a su desarrollo económico-financiero, adquirir mercaderías o producir bienes o para abonar materias primas y mano de obra. Por ende, sus derivaciones y su incidencia sobre la economía del país, se relacionan de modo directo con fines federales de superior jerarquía. De allí el carácter federal que la Corte Suprema de Justicia de la Nación reiteradamente ha asignado a la ley de la materia. Así, la política monetaria, crediticia y cambiaria y las lógicas actividades de fiscalización de dichas políticas, constituyen actividades exclusivas y excluyentes del Banco Central, por constituir la ley de entidades financieras una ley especial de carácter federal. El concepto de "ley especial" es sinónimo de "legislación federal" y comprende aquellas leyes que, sin pertenecer a las estructuras dogmáticas de los Códigos de fondo, está facultado a dictar el Congreso Nacional en miras de un interés nacional y con aplicación a todo el territorio de la República. Pero además, se ha puntualizado acertadamente que compete al Estado nacional reglar todo lo atinente al comercio de las provincias entre sí, en uso de la llamada "cláusula de comercio" contenida en el art. 75, inc. 13 de la Constitución Nacional (ex 67, en el texto anterior a la reforma de 1994), por lo que, participando la actividad financiera (intermediación en el cambio de dinero) de la naturaleza y características de las actividades comerciales (intermediación en el cambio de cosas) y no existiendo dudas de los alcances extraterritoriales de la operatoria financiera en sus diversas modalidades, es evidente que se trata de una actividad que encuadra dentro de la materia del comercio interprovincial o transprovincial, cuya reglamentación y gobierno han sido expresamente delegados al Estado nacional, razón por la cual ello queda vedado a los Estados provinciales, según el art. 108 de la Constitución Nacional (hoy 126 luego de la reforma de 1994) (GIMÉNEZ LASSAGA, EDUARDO, Facultades provinciales de autorización y fiscalización, Publicación de las 1ª Jornadas de Derecho Bancario del año 1988, pág.157). Bajo otra perspectiva, es sabido que el llamado poder de policía tiene dos criterios interpretativos acerca de sus alcances naturales, a saber: - Limitado y Circunscripto a los ámbitos de la salubridad, moralidad y seguridad de la población. - Amplio y Comprensivo de todos aquellos aspectos que hagan al bien común o al bienestar general. Contestes con lo expresado, el poder de policía desde su concepción amplia -hoy predominante- en lo atinente a la actividad financiera, permite concluir que compete exclusiva y excluyentemente al Estado nacional, por delegación expresa de lo que es materia federal. En cambio, el poder de policía desde su concepción limitada, compete a los Estados provinciales, pudiendo dictar normas sobre ubicación de las entidades actuantes en su jurisdicción, permisos y habilitaciones en materia de seguridad e higiene, horarios de funcionamiento al público, etcétera. Incluso en forma concurrente con el Estado nacional; concurrencia que debe ser a título de colaboración con el Banco Central, para la plena y eficaz vigencia de la legislación en la materia. En caso de colisión, la normativa y las facultades federales siempre deberán prevalecer sobre aquellas de índole local. Reitero, no me caben dudas de que, de conformidad con la interpretación literal de la Constitución Nacional, sus cláusulas asignan precisamente al Gobierno nacional la competencia exclusiva para legislar en lo ateniente al tráfico comercial y bancario que se desarrolle en todo el territorio del país como así también para reglamentar esa materia delegada por las provincias al poder federal. Resulta ilustrativo el Informe presentado por OTTO NIEMEYER en el año 1933, en la antesala de la creación del Banco Central de la República Argentina, en cuya parte pertinente dice así: El sistema económico está expuesto en la Argentina a tensiones más grandes que aquellas experimentadas en países de estructura económica más diversificada. Una base tan poco firme ofrece problemas especiales para las instituciones de crédito de un país. Los bancos reaccionan en forma sumamente sensible contra toda variación en las demandas que le dirigen la industria y el comercio y, si no se ejerce ningún control central para amortiguar el efecto de esas variaciones, las fluctuaciones creadas por las causas generales tienden a intensificarse alternativamente por inflaciones y contracciones violentas del crédito bancario. En la Argentina no existe un control central o de coordinación de los bancos, y el sistema monetario del país, según lo establecen las leyes 2741 y 3871 (cuando funciona y no está interrumpido por efecto de leyes de emergencia), tiende a favorecer antes que a suavizar aquellas expansiones y contracciones alternadas. En teoría, el volumen de la circulación es regulado no por la política deliberada de un Banco Central, sino automáticamente por la afluencia y salida de oro en la Caja de Conversión. [.] No es probable que país alguno que sufre fluctuaciones naturales tan acentuadas en sus actividades económicas como la Argentina, pueda soportar por mucho tiempo un ajuste automático tan directo y rígido entre la cantidad del medio circulante y el balance de pagos externos. Si bien es verdad que una cierta correlación entre ambos es de fundamental importancia, cuando ella llega a ser demasiado rígida, el engranaje se rompe por su propia falta de elasticidad (LORENZO, HÉCTOR H., Funciones del Estado a través del Banco Central, Buenos Aires, Edición del Autor, 2001, pág.310). Estimo elocuentes estos conceptos, porque explican la trascendencia institucional del Banco Central y su naturaleza federal, a los fines de permitir una conducción monetaria unificada en su diseño e independiente en su gestión. 3 - Facultades reglamentarias de la actividad financiera Toda ley sustancial -como es la ley 21.526- por su naturaleza, es general, objetiva y obligatoria, razón por la cual deja para su reglamentación, todos aquellos aspectos necesarios o convenientes para posibilitar una adecuada aplicación o ejecución de la normativa de fondo. Por ende, la reglamentación de la ley sustancial tiene por finalidad determinar la forma de aplicarla, interpretarla o ejecutarla, fijando las pautas para ello. Ergo, los alcances de las facultades reglamentarias están en razón inversa de los detalles y las precisiones que la ley contiene. La norma reglamentaria persigue determinar las circunstancias de lugar, tiempo y modo como la ley debe llevarse desde el esquema lógico de su formulación hasta la realidad vital que tiene la vocación de regir. En materia financiera son más amplias las facultades reglamentarias que se reconocen a las autoridades de aplicación, cuando más esquemáticas son las leyes que rigen la actividad. Pero aunque el grado de ejercicio de la facultad reglamentaria puede ser relativamente mayor o menor, de todas maneras existe y es una herramienta fundamental para influir decididamente sobre la situación y actuación de las entidades financieras y sobre la tarea que desarrollan dentro de la comunidad. A nivel del derecho comparado, esta facultad reglamentaria suele estar atribuida a dos tipos distintos de autoridad: - Cuando se trata de reglamentar las actividades que influyen sobre el concierto general de la economía, el órgano competente suele ser el banco central o la junta monetaria o el ministerio del ramo. - Cuando simplemente se trata de disciplinar formas de comportamiento bancario que hacen a la liquidez y solvencia como al buen funcionamiento de los agentes autorizados a intermediar financieramente, la potestad reglamentaria se sitúa normalmente en el órgano de contralor y supervisión operativo, el cual puede ser el propio banco central u otra entidad autónoma distinta. En nuestro país, el Banco Central tiene asignada la competencia para reglamentar ambos aspectos, con el propósito de afirmar una conducción unívoca en materia de política monetaria y de supervisión bancaria, en virtud de considerarse más eficiente y estabilizadora. Recuérdese que la potestad reglamentaria pertenece al Poder Ejecutivo Nacional, conforme al art. 99, inc. 2º de la Constitución Nacional (ex 86, inc. 2º anterior a la reforma de 1994) y ello es así "en virtud del principio de la división de los poderes, es decir, el de la relativa independencia que cada uno de los poderes tiene para obrar dentro de su propia esfera (BIELSA, RAFAEL, Derecho Administrativo, Buenos Aires, Depalma, 1957, II-182). Dicha norma constitucional sirve de apoyatura para el dictado de los denominados decretos "reglamentos de ejecución", que tienden a facilitar la ejecución de una ley, cuando ella deba ser aplicada por la misma Administración. Ahora bien, tal concepción es trasladable al Banco Central, en su carácter de organismo del Estado nacional, con propia personalidad jurídica, circunstancia que lo erige en un ente de administración indirecta que deriva del Poder Legislativo nacional, para cumplir el rol de autoridad de aplicación del régimen legal de las entidades financieras. Consecuentemente, su intervención para tal cometido lleva implícita la facultad de dictar las normas reglamentarias que sean menester, siempre que sean dictadas en uso facultades explícitamente conferidas por ley. Si bien, como principio, la reglamentación de las leyes corresponde al Presidente de la Nación, nada obsta para que la ley asigne a un organismo descentralizado o autárquico, como es el Banco Central, la facultad de dictar normas específicas a las cuales debe ajustarse la actividad financiera, cuando están de por medio las exigencias provenientes de la complejidad de las funciones del Estado, toda vez que las atribuciones de que se trata no son aquellas a las que puede considerarse como indelegables en razón de su naturaleza (CS, 7-11-69, ED, 29-552). La jurisprudencia de nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación es pacífica en la consideración de que existe una delegación de facultades propias del Poder Legislativo en el Banco Central de la República Argentina, del denominado poder de policía financiero y bancario, entidad pública que el Congreso ha creado para delegarle esa función, con sustento en las atribuciones que la Constitución le asigna. Pues bien, en forma sintética puede decirse que la función de policía financiera y bancaria del Estado nacional abarca esencialmente dos aspectos; la de emitir moneda de curso legal forzoso en todo el ámbito de la República Argentina y la de autorizar, regular y fiscalizar el funcionamiento del sector financiero y bancario, actividades para cuyo desarrollo el legislador ha creado una misma autoridad administrativa independiente: el Banco Central de la República Argentina (MERTEHIKIAN, EDUARDO, Servicio Público, Policía y Fomento, Buenos Aires, Ediciones RAP, 2004, pág. 709 y sigs.). Siguiendo esta línea de pensamiento, la jurisprudencia ha confirmado en reiteradas oportunidades que las normas reglamentarias de carácter general (resoluciones, circulares, comunicaciones, disposiciones, etc.), en ejercicio de facultades delegadas, revisten el carácter de leyes en sentido material y que constituyen una regla social obligatoria, que, como tal, tiene carácter imperativo y es de observancia obligatoria. Ello, en virtud de que se considera que las normas reglamentarias son establecidas en atención a intereses sociales públicos y colectivos, para posibilitar el ejercicio eficaz del poder de policía y de fiscalización y coadyuvar al cumplimiento de los fines perseguidos por la ley principal. A su vez, no debe olvidarse que la actividad financiera tiene una naturaleza muy peculiar por su carácter sistémico, que la diferencia de otras de carácter comercial y es, precisamente, esa particularidad, la que conduce a la necesidad de ajustarse a disposiciones especiales y al control exclusivo del Banco Central. Más aún, en esa tesitura las disposiciones de la superintendencia y demás circulares emanadas del Banco Central, podrán ser opuestas a terceros contratantes con entidades financieras, siempre que las mismas sean válidas a la luz de los principios que informan el derecho constitucional, o sea que hayan sido dictadas en ejercicio de las funciones que por ley le corresponden y sólo dentro del marco que tal ley le fija. O sea, que si las mismas son válidamente dictadas, vinculan no sólo a las entidades a las que están dirigidas sino también a quienes contratan con ellas (CNCom., sala C, 2-8-90, causa "De Padova c. Citibank NA"). Adviértase que los terceros que contratan con las entidades financieras saben de antemano que su cocontratante es un ente sujeto a la fiscalización y superintendencia del Banco Central y, en consecuencia, debe cumplirse con las disposiciones e instrucciones que la autoridad rectora haya dictado, puesto que en caso contrario puede ser pasible de las sanciones previstas en el art. 41 de la ley 21.526. La actividad financiera, por su complejidad, dinámica, trascendencia y tecnicismo, exige una regulación prudencial, permanente y profesionalizada, pero si bien la facultad reglamentaria que se reconoce al Banco Central es amplísima, ello no significa que sea ilimitada. Los límites, a mi entender, están dados por cuatro principios rectores, a saber: - Adecuación a la ley sustancial, no alterando su sentido ni incurriendo en desviaciones de su letra ni de su espíritu. - Inadmisibilidad de situaciones nuevas no previstas en las leyes de fondo. - Irretroactividad de su aplicación, cuidando de no afectar derechos adquiridos, en consonancia con lo prescripto por el art. 3º del cód.civil. - Circunscripción al tratamiento de los aspectos operativos y técnicos de la actividad financiera y su contralor como así también el funcionamiento social de las entidades dejando de lado los aspectos orgánicos societarios, según el tipo de constitución, cuestión que compete a otros organismos de jurisdicción local. Téngase presente que las normas reguladoras de la actividad bancaria constituyen un derecho especial, no común, de características ya no sólo privatistas sino con un marcado color publicístico, de naturaleza claramente federal, lo que explica que la ley troncal -ley 21.526- y el conjunto de normas reglamentarias, sean ajenos por su naturaleza a la materia comercial codificada, exorbita sus límites, por lo que no se encuentra incorporada al Código de Comercio. Otro enfoque que no debe desdeñarse dentro del objetivo normativo principal de la regulación prudencial, consiste en la resolución de problemas de riesgo moral que genera la actividad, teniendo en cuenta que la base de la dinámica bancaria reside en la captación de fondos de depositantes -en su mayoría pequeños ahorristas- quienes no tienen capacidad ni información para monitorear eficientemente el comportamiento del banco acerca del destino que el mismo haya dado a los fondos depositados. Por último y en función de una perspectiva macro-económica, otro ángulo a ponderar, para justificar la regulación prudencial bancaria y financiera, es el que tiene que ver con las posibilidades de que las entidades insolventes les generen externalidades negativas a las entidades solventes (DEWATRIPONT, MATHIAS y TIROLE, JEAN, The prudential regulation of banks, Cambridge, MIT Press, 1994). 4 - Ejercicio de las facultades reglamentarias El Banco Central cumple su cometido reglamentario a través del dictado de "circulares" y "comunicaciones" que revisten el carácter de actos administrativos de alcance general, por lo que su eficacia (fuerza y poder para obrar) hacia terceros depende de su publicación (art. 11, ley 19.549 [ED, 42-917]). De tal modo, sus efectos recién se producirán una vez publicados: - Desde el día que expresamente se determine (art.2º, cód. civil y art. 103, decreto 1759/72). - Después de los ocho (8) días contados a partir del día siguiente al que tuvo lugar su publicación oficial (art. 2º, cód. civil y art. 103, decreto 1759/72), de no haberse fijado expresamente el inicio de su vigencia. De no efectuarse la publicación de la circular, el pertinente acto administrativo no adquiere vigencia y, por consiguiente, no existe obligación de cumplimiento por parte de los destinatarios, o bien los destinatarios pueden presentarse espontáneamente y tomar conocimiento del acto, para pedir el cumplimiento del mismo. La falta de vigencia puede acarrear también que el propio Banco Central rectifique su decisión y deje sin efecto el acto. Pero también cabe señalar que las entidades financieras sujetas a la ley 21.526, a mi criterio, no revisten carácter de terceros ante el Banco Central sino de vinculados, a raíz del sometimiento a su fiscalización, por lo cual, la publicidad de las disposiciones emanadas del ente rector, se rige por otros parámetros, a saber: - Las notificaciones se llevan a cabo mediante comunicaciones electrónicas a través del "Sistema de Telecomunicaciones del Área Financiera" (STAF), considerándose válidas y eficaces, a todos sus efectos legales y probatorios, a partir del día siguiente al de la fecha que figure en sus respectivos textos, una vez que los mensajes hayan ingresado en las bandejas de entrada de los usuarios del sistema (entidades financieras y otros oportunamente habilitados), salvo que se prevea una fecha determinada de entrada en vigencia. - Las entidades no podrán alegar el desconocimiento de la normativa, una vez cursada por el Banco Central la transmisión electrónica de la comunicación pertinente, a partir de la cual se torna de aplicación obligatoria. De modo, que la eficacia jurídica de las normas que dicte el Banco Central se desdobla en dos segmentos conforme su entrada en vigencia: para la entidad financiera, desde la notificación electrónica recibida, y para los terceros, desde la publicación en el Boletín Oficial, conforme lo prescripto por el Código Civil. Esta doble segmentación puede generar que un tercero sea notificado por la entidad de una norma general cuya publicación aún está pendiente, en cuyo caso toma conocimiento de la misma a partir de ese momento y queda sometido a sus prescripciones, siendo improcedente excusarse en no cumplir bajo el pretexto de que resta la publicación oficial. En otro orden de ideas, el sistema de emisión de circulares y de comunicaciones del Banco Central está estructurado de la manera que se explicita seguidamente. Las normas -una vez ordenadas- están agrupadas en circulares, cada una de las cuales contendrá el texto de un tema que, a su vez, está dividido en capítulos, cuya numeración de páginas será independiente. A cada "circular" se le asigna además de su título temático, la sigla correspondiente a su abreviatura (ejemplo: temario "Circulación Monetaria", abreviatura CIRMO; temario "Títulos Públicos Nacionales", abreviatura TINAC; temario "Liquidez y Solvencia", abreviatura LISOL; temario "Operaciones Pasivas", abreviatura OPASI; temario "Operaciones Activas", abreviatura OPRAC; etc.). La abreviatura tiene por finalidad facilitar las tareas de ubicación e identificación de las normas. Las emisiones, modificaciones, aclaraciones o informaciones relativas a las "circulares" que se dictan, son dadas a conocer mediante "comunicaciones" según el grupo ("A", "B" o "C") al que pertenece, los que se diferencian por su contenido y alcances, a saber: - Comunicaciones "A" que tratan temas inherentes a aquellos aspectos normativos de carácter permanente. - Comunicaciones "B" que se refieren a los aspectos normativos de carácter transitorio o circunstancial. - Comunicaciones "C" que tienen carácter informativo. Esta distinción no afecta la categoría de las normas, que revisten igual naturaleza y obligatoriedad, en su caso. Por último, resta señalar que las comunicaciones pueden comprender uno o más temarios, conforme sea el contenido de la medida adoptada y sus derivaciones técnicas. BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA RECOMENDADA PARA ACTUALIZAR EL TEMA: MUIÑO, Orlando M.: “LA REFORMA A LA CARTA ORGÁNICA DEL BANCO CENTRAL DE LA REPÚBLICA ARGENTINA (Mediante Ley 26.739) ¿AVANCE O RETROCESO? En Estudios de Derecho Empresario, Escuela Comercialista de Córdoba y sus proyecciones, ed. Universidad Nacional de Córdoba, vol. 18, publicado: 2019-04-29, p. 278 y revista online: www.revistas.unc.edu.ar