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Patricia Cook
Capítulo 3, The Routledge Handbook of Military Ethics. Editado por George R. Lucas (2015)
¿Qué hace que la profesión militar sea profesión? Todas las profesiones utilizan el logro
intelectual y el aprendizaje, y todas las profesiones prestan servicio. La profesión de las armas
es la máxima en cada uno de estos aspectos, involucrando el aprendizaje académico en varias
disciplinas, y la dedicación de cuerpo y alma al servicio al público. La profesión es única en el
sentido de que la aspiración hacia su actividad más destacada, matar, descalificaría al
aspirante para ser miembro de ella. Todas las profesiones tienen un código de conducta, pero
las fuerzas militares tienen, además, una arena moral muy compleja que sus miembros deben
navegar. Estos son los puntos que se desarrollarán en este capítulo.
Uno de los temas de este libro es el estatus profesional del oficial militar. Estamos invocando
el significado tradicional de “profesional” y no su significado coloquial. Tradicionalmente, una
profesión se distingue por cuatro características: 1) su aprendizaje especializado, 2) la
asociación de sus miembros en un gremio, 3) la autorregulación de sus miembros por parte
del gremio y, sobre todo, 4) su compromiso inequívoco con el bien público.1 Los médicos,
abogados y el clero ejemplifican las profesiones entendidas en este sentido tradicional. A
veces escuchamos el término “profesional” usado en otros sentidos: en contextos cotidianos
contemporáneos, a veces se refiere simplemente a alguien a quien se le paga por una actividad
(por ejemplo, un tenista profesional en lugar de un aficionado), o a alguien cuyo trabajo
especializado es una actividad de toda la vida (por ejemplo, una secretaria profesional). Sin
embargo, aquí usamos “profesional” en el sentido de las profesiones tradicionales, con sus
características distintivas específicas.
Por lo tanto, estamos presentando en este libro la “profesión de las armas”. Hay al menos dos
razones para el énfasis en su estatus como profesión. En primer lugar, esto enfatiza el hecho
de que, a pesar de que la organización militar tiene una jerarquía muy marcada, ésta no opera
(o no debería operar) como una burocracia. Los oficiales militares no son funcionarios que
son simples engranajes dentro de la máquina de una organización. No son, o no son
1 Los cuatro atributos de una profesión normalmente citados son: “(1) conocimiento generalizado y especializado, (2)
orientación principal hacia el bien de la comunidad, (3) código ético interno, y (4) recompensas que generalmente
simbolizan logros profesionales.” Ver B. Barber, “Some problems in the sociology of professions,” Daedalus 92, no. 4
(1963), citado en J. A. Jackson, “Professions and professionalization: Editorial introduction,” Profession and
Professionalization Volume 3: Sociological Studies (New York: Cambridge University Press, 1970): 1–16. Para una
discusión detallada sobre la naturaleza y la sociología de las profesiones, ver Elliott A. Krause, Death of the Guilds (New
Haven, CT, and London: Yale University Press, 1996): 14–20.
Una profesión como ninguna otra Patricia Cook
El prestigio que normalmente se otorga a las profesiones está bien ganado. Las profesiones
tradicionales se aprenden excepcionalmente, involucrando un cuerpo de conocimiento que
requiere años de estudio y un aprendizaje prolongado. El dominio del profesional ni siquiera
puede ser aproximado por una persona del común, y a veces este último debe depender
totalmente de este dominio. La persona del común debe confiar en el médico cuando está
enfermo, en el abogado cuando se enfrenta a asuntos legales y en las fuerzas armadas para su
seguridad. Ninguna persona por si misma podría esperar tener todas las diversas formas de
experiencia y conocimiento que uno necesita en la vida normal. Cada uno de nosotros debe
depender de los profesionales, y el hecho de esta dependencia da lugar al ethos del servicio
público que define al profesional.
El profesional tradicional es libre de ganar dinero, de cobrar por los servicios prestados y, por
lo tanto, de ganarse la vida utilizando su experiencia. Lo que define al profesional, sin
embargo, es que antepone el bien del cliente a su ganancia monetaria. Esta es una confianza
sagrada. Es similar a la confianza que se le tiene a un fiduciario (aunque “fiduciario” es un
2 Esta es la tesis del capítulo de Don Snider “American military professions and their ethics” en este libro.
3 George Lucas, Ethics and the Military Profession: The Moral Foundations of Leadership (Upper Saddle River, NJ:
Pearson, 2004): xi–xii.
4 En los Estados Unidos, el control civil sobre las fuerzas militares haría parecer que la profesión militar no es realmente
autónoma en el sentido de las profesiones tradicionales. Sin embargo, cualquiera que haya trabajado en cercanía a las
fuerzas militares de los EE.UU. sabe que estas establecen muchos de sus estándares propios, desde los valores que rigen
su organización hasta las reglas de encuentro. El Código Unificado de Justicia Militar (UCMJ) funge como documento
legal, pero estipula además muchos estándares morales tale como “conducta inapropiada de un oficial y un caballero”
(artículo 133). Los tribunales militares y el cuerpo de abogados y jueves militares (JAGC) ejercen la autorregulación que
caracteriza a un gremio profesional.
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término legal) de anteponer el bien del cliente al suyo propio.5 El profesional no podría hacer
su trabajo en ausencia de confianza. Por ejemplo, los pacientes no acudirían al médico si no
confiaran en que, cuando estén enfermos y vulnerables, su cuidado será la primera prioridad.
Esta confianza también es notablemente integral: por ejemplo, confiamos en que el
profesional anteponga el bien del cliente aun cuando exista un claro conflicto de intereses.6
Cuando vamos al médico, confiamos en que lo que nos recete estará basada en nuestras
necesidades como paciente; incluso si el hospital del médico obtiene ingresos de alguna
prueba o tratamiento en particular, confiamos en que la prueba se ordenará por el bien del
paciente. Así como lo señalan Snider y Martin Cook la profesión de las armas, al igual que la
medicina, el derecho, la teología y la enseñanza, es una profesión de confianza social.7
Los profesionales han hecho tradicionalmente un juramento que los compromete a defender
los estándares morales de su gremio.8 Estos estándares son en sí mismos un sello distintivo de
la autonomía y la autorregulación de las profesiones, aunque tienden a derivarse de la sagrada
confianza de servir principalmente al bien del cliente (o el bien público) interpretado a través
del conocimiento especializado de las mejores prácticas. No hay duda de que las fuerzas
militares están orientadas al bien público: después de todo, el servicio militar puede incluir “el
último sacrificio”, sacrificar la vida. Pero es importante tener en cuenta que la profesión de las
armas tiene una compleja estructura de principios para anteponer el bien público al propio:
5 “El deber fiduciario es el deber legal de actuar exclusivamente en beneficio de los intereses de un tercero. Las partes que
deben cumplir este deber son llamados fiduciarios. Los individuos a quienes se les debe este deber se llaman principales.
Los fiduciarios no deberán obtener ganancias por la relación que tiene con sus principales a menos de que los principales
expresen consentimiento informado. Tienen además ello deber de evitar conflictos de intereses entre ellos y sus
principales o entre sus principales y los otros clientes del fiduciario. El deber fiduciario es el más estricto deber de cuidado
que reconoce el sistema legal de EE.UU.” Ver: www.law.cornell.edu/wex/fiduciary_duty.
6 En contextos no profesionales, un conflicto de intereses – incluso la apariencia de un conflicto de intereses - se
considera como algo no ético. Este estándar se suspende, sin embargo, en ámbitos profesionales. Es integral para la
confianza que se deposita en el profesional la idea de que este no permitirá que nada se sobreponga a los intereses de su
cliente. Si buscamos los servicios de un abogado, por ejemplo, confiamos que proveerá una representación legal entusiasta
sin importar los puntos de vista personales del abogado. Compare esto a las ocupaciones no profesionales. Nunca
suponemos, por ejemplo, que un vendedor que está hablando maravillas de las virtudes de un carro en su concesionario
está poniendo los intereses del comprador primero que los suyos. Un empleado del gobierno, en otro ejemplo, debe
físicamente demostrar la ausencia de conflictos de intereses en la asignación de contratos que le corresponde otorgar. En
cambio, se asume que el profesional, casi por definición, está por encima de permitir que los intereses de cualquiera entren
en conflicto con los de su cliente o el público.
7 La confianza de la ciudadanía es un prerrequisito para la efectividad de las fuerzas militares en una democracia, y, en los
EE.UU., la confianza pública sobre sus fuerzas militares se ha evidenciado una y otra vez. Para saber más sobre la
confianza y las profesiones de confianza social, ver Don Snider, “American military professions and their ethics” y Martin
Cook, “Military ethics and character development,”, ambas en este libro.
8 Los juramentos que toman los oficiales militares varían de país a país, pero el código moral de cualquier profesional
militar incluye la discriminación y alguna versión de proporcionalidad y de moderación. Ver Shannon French, Code of the
Warrior: Examining Warrior Values Past and Present (Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 2003).
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mayores riesgos físicos para cumplir sus objetivos militares que los que incurriría en conflictos convencionales” (ver la
viñeta en FM 3-24/7-13) y “Asumir estos riesgos es una parte esencial del ethos del guerrero” (7-21).
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Una diferencia más crítica entre la profesión de las armas y todas las demás profesiones
tradicionales no está marcada por la muerte y el peligro, sino por el hecho de matar. Más
específicamente, la profesión militar se distingue por exigir a sus practicantes que hagan algo
que enfáticamente no quieren hacer: herir y matar intencionalmente a otros seres humanos.
Esto es categóricamente diferente de lo que se requiere del abogado, el médico e incluso el
12 Ver la sección IV del capítulo de Don Snider’s (“American military professions and their ethics,” en este libro), citando
al Dr. James Toner: “incluso cuando los soldados no están muriendo, deben estar preparándose para morir.”
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Por definición, el militar profesional es y debe ser reacio a matar. Cualquiera que estuviera
ansioso por matar, que buscara la acción militar por la emoción de hacerlo, o que de alguna
manera disfrutara matando, sería por esa razón excluido de ingresar o permanecer en las
fuerzas militares. Un Rambo, para quien “matar es tan fácil como respirar”, no sería aceptado.
Incluso alguien que quisiera matar al enemigo por ira o venganza sería cuestionable para ser
parte de la profesión. Aquiles no habría sido un buen militar profesional. De hecho, el carácter
del verdadero profesional militar se distingue por la virtud del autocontrol: Sôphrosunê,
incluso más que la valentía, es una virtud fundamental.13 El sublime autocontrol que
caracteriza el ethos de los militares se muestra en su decoro y se celebra en sus ceremonias.
En la práctica, el autocontrol es el modus operandi del profesional militar: la proporcionalidad
y la discriminación están por encima de todas las formas de restricción.
El vivir con esta paradoja – que el profesional militar debe ser reacio a matar y, sin embargo,
en cierto sentido permanecer bastante listo para hacerlo – ha teñido la práctica militar a lo
largo de la historia. Si volvemos a Platón, vemos el problema que plantea la necesidad de la
república ideal de una clase militar especializada, los Guardianes. Con su temperamento feroz
y su riguroso entrenamiento marcial, los Guardianes tenían un poder sin igual en la ciudad. La
república necesitaba que fueran feroces para su defensa, pero ¿qué impediría que los
Guardianes usaran la violencia entre ellos o, alternativamente, cooperaran entre sí y
controlaran la ciudad por la fuerza? Platón propone una larga educación para los Guardianes
como respuesta parcial a este problema. Desde la más tierna infancia, los Guardianes están
acostumbrados a tratar a sus conciudadanos como amigos, con quienes literalmente tienen
todas las cosas en común.14 Los forasteros son tratados como enemigos amenazantes.
13 El término griego Sôphrosunê es muy difícil de traducir. En la literatura antigua desde Homero hasta Aristóteles, este
significa auto-control, restricción y discreción (aunque también puede usarse como la virtud humana común que podría
traducirse como moderación o templanza). La cito aquí como el nombre de la virtud característica del profesional militar
porque es una excelencia que se encuentra en la interface entre el carácter y el intelecto (al igual que la phronesis o
prudencia) y porque está estrechamente asociada al auto-conocimiento.
14 No existe la propiedad privada en la república “ideal” de Platón. Todo es propiedad comunitaria, incluso las esposas y
los hijos. Esto se estipula en parte para anular el problema de los Guardianes rapaces. (Republic 375 b–c, 416 a–c).
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15 Vale la pena notar que los perros, incluso los “nobles cachorros”, no podrían entrenarse para ejercer la “discriminación”
que exige el jus in bello. Como bromea Platón: “El perro, cuando sea que ve a un extraño, se pone bravo; y cuando es un
conocido, le da la bienvenida, aunque el primero no le ha hecho ningún mal ni el segundo ningún bien” (Republic 376 a).
El perro, en otras palabras, distingue entre familiares y extraños y no entre aquellos que son violentos y aquellos que son
inocentes.
16 Dave Grossman, On Killing: The Psychological Cost of Learning to Kill in War and Society (New York: Little, Brown
Keen, Faces of the Enemy: Reflections of the Hostile Imagination: The Psychology of Enmity (New York: Harper & Row,
1986).
18 Citado en Michael W. Brough, “Dehumanization of the enemy and the moral equality of soldiers,” in Michael W.
Brough, John W. Lango, and Harry van der Linden, Eds., Rethinking the Just War Tradition (Albany, NY: State
University of New York Press, 2007): 152.
19 “Exploring the brain,” Think: The Online News Source for Case Western Reserve University (Fall/Winter2013):
http://case.edu/think/fallwinter2013/discover/dehumanizing-the-enemy.html#.U_N2Fvk8Ar5
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hacer frente a las demandas estratégicas y de rendimiento que exige el combate”. Sin
embargo, “las tropas que generan un intenso disgusto y desprecio para ayudarlos a matar
tendrán más dificultades para reajustarse a la vida civil una vez que termine la violencia”, dice
French. “Es importante que nuestras tropas sepan que han luchado con honor. Pero no hay
honor en matar subhumanos”.20
Así que la profesión militar es única en este sentido. Su propósito moral es defender al
inocente y salvaguardar los derechos y la justicia, pero su actividad principal, en el nivel
prerreflexivo o instintivo, es abominable. Una de las tareas de esta singular profesión es
regular y reconciliar esta cruda tensión. Yo diría que la tensión debe abordarse
filosóficamente, ya que aparentemente desafía el sentido común. A menudo escucho el chiste
(de civiles que no tienen vínculos estrechos con las fuerzas militares) de que la “ética militar”
es un oxímoron. La idea parece ser que, al recurrir a la guerra, renunciamos a la ética y
confiamos estrictamente en el poder. Esta idea, aunque profundamente equivocada, a veces
surge incluso entre personas que han visto de primera mano los escrúpulos que nos frenan en
una guerra justa.
20 El profesor Anthony Jack, cuyas investigaciones en ciencia cognitiva en Case Western Reserve indican que el cerebro
funciona de una manera distinta cuando se objetiva a cuando se deshumaniza, añade: “Creemos que solo los psicópatas
pueden de manera permanente evitar la reexaminación de sus acciones desde una perspectiva empática”. Luego continúa:
“Objetivar es una solución necesaria pero temporal. Para que nos sintamos completamente humanos, debemos ser capaces
de reconciliar las acciones que tomamos hacia nuestros compañeros humanos. Esto es más fácil de lograr si se ha
objetivado de una manera limitada por un buen motivo, aunque aún a veces requiere reajustes y tristeza. Esta situación es
mucho más dura psicológicamente se usted ha descendido hasta el odio y el desprecio”. Ver:
http://blog.case.edu/think/2013/06/06/a_way_of_thinking_may_enable_battle_but_prevent_war_crimes
21 “La decisión ética más difícil que he tomado fue comprometerme a actuar contra blancos vivos en el terreno antes de
entrar a esa arena. Revertí hacia la justificación moral: que actos terroristas tales como el 11 de septiembre habían
ocurrido y que seguirían atacándonos si no hacíamos lo que nos pedían nuestros superiores. En el fragor de la batalla la
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idea agustiniana/tomista de que la violencia se ejerce como último recurso para frustrar el
triunfo del mal. Muchos señalan que no quieren matar gente. Los pilotos, en particular,
informan que se unieron a las fuerzas militares porque les encantaba volar y querían “servir a
su país”. Perfeccionaron sus habilidades de aviación, solo para encontrarse en una guerra
volando aviones que llevan armamento. Este es, en cierto sentido, el mayor logro: estos son
aviadores de élite que vuelan los aviones tecnológicamente más sofisticados del planeta y, por
ello, se encuentran en una posición codiciada. Por otro lado, ser el portador de la bomba
nunca fue parte de la aspiración de nadie. Nadie creció queriendo lanzar las bombas que
matan a la gente. Estos jóvenes aviadores tienen que luchar para superar su aversión a matar
personas, perfectos extraños, en tierra. Incluso si se trata de combatientes uniformados,
incluso si el objetivo se despeja de acuerdo con las reglas de enfrentamiento, incluso si la
misión es en apoyo cercano de las tropas aliadas en el terreno, estos pilotos no quieren matar,
mutilar ni destruir.
Un estudiante, piloto de F/A18, describió cómo su ambición consciente había sido ser piloto
de combate, no un asesino. Él contó cómo la realización completa pareció desarrollarse para él
durante la Escuela de Supervivencia, Evasión, Resistencia y Escape (SERE). Los “captores” de
la escuela SERE “nos golpeaban y exigían [que les dijeran] por qué estábamos matando a sus
hijos”. Como estudiante-capturado, este aviador descubrió que no sabía. Su aspiración juvenil
de convertirse en piloto no tenía nada que ver con el combate:
Solo quería ser piloto y no me di cuenta de que podría tener que matar gente,
y realmente no tenía idea de cuáles eran las políticas de los Estados Unidos
sobre los problemas mundiales. En primer lugar, convertirse en piloto es sin
duda una tarea difícil. El entrenamiento es muy intenso y difícil. Los
estudiantes de vuelo tienen muy poco control sobre qué plataforma volarán
eventualmente. Los dilemas éticos generalmente no surgen ya que están fuera
de nuestro control. Tampoco hay capacitación específica sobre los peligros de
matar personas, ya sea intencional o no, como resultado de nuestra misión. . .22
Así, aunque pudiéramos pensar que debería ser obvio que ser un aviador militar implicará
combates violentos y peligro mortal, existe, al menos en algunos casos, una disyunción entre
la aspiración y la realidad. Rectificar esta disyunción, forjar las conexiones psicológicas y
morales detrás de ella, es una tarea distintiva de la profesión de las armas.
justificación era un asunto puramente de supervivencia cuando nos disparaban: ellos o nosotros”. Esto es de un ensayo
escrito para la clase “Ética y desarrollo moral” dictada en la Escuela Naval de Posgrados de Monterrey. El autor, que
mantendré anónimo, era un capitán de corbeta de la Armada al momento de escribirlo (2012).
22 Esto es de un ensayo escrito para la clase “Ética y desarrollo moral” dictada en la Escuela Naval de Posgrados de
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ERIC BYER: Tenemos que hablar. Necesito que dejes de hacer lo que estás haciendo y
te des la vuelta, es una orden.
[Aaron Cross lo ignora, baja la puerta trasera de un camión y deposita su rifle de
francotirador, cierra la puerta trasera y se vuelve hacia Byer]
BYER: Nos jodieron, fue mala información de inteligencia, ¿de acuerdo? Nadie sabía
que esas personas estaban allí. Sería perfectamente normal que una persona tuviera
dudas sobre la moralidad de lo que te acabamos de pedir que hicieras.
AARON CROSS: ¿Es eso una pregunta, señor?
BYER: No, no lo es. Sintonízate con lo que estoy tratando de decirte. ¿Sabes lo que es
un Devorador de Pecados?
[Cross niega con la cabeza]
BYER: Bueno, eso es lo que somos. Somos los Devoradores de Pecados. Significa que
tomamos el excremento moral que encontramos en esta ecuación y lo enterramos en
lo más profundo de nosotros para que el resto de nuestra causa pueda permanecer
pura. Ese es el trabajo. Somos moralmente indefendibles y absolutamente necesarios.
¿Entiendes?23
Aunque la película no desarrolla esta idea, parece resonar con algo en mis alumnos: sienten
que el soldado en combate —nos atrevemos a decir, el militar profesional— funciona,
metafóricamente, como un Devorador de Pecados. Un Devorador de Pecados es una persona
que toma ceremonialmente los pecados de otra persona. Históricamente, la práctica
pertenece a la Europa de los siglos XVIII y XIX, aunque también guarda cierto parecido con la
ceremonia del chivo expiatorio judío. El Devorador de Pecados era “un chivo expiatorio
humano contratado para asumir las transgresiones morales de su cliente y cualesquiera que
fueran las consecuencias en el más allá”.24 Una familia cristiana contrataría a un Devorador de
Pecados para consumir ritualmente un trozo de pan que fue puesto sobre el cuerpo de un ser
querido muerto, en la creencia de que los pecados no perdonados de la persona muerta
serían asumidos por el Devorador de Pecados. El Devorador de Pecados del pueblo cargaba
con los pecados del difunto por el resto de su vida mortal, volviéndose cada vez más vil con
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cada rito adicional. Por lo general, era expulsado de la sociedad y vivía en la pobreza y la
soledad.
La sugerencia del personaje de la película es que es parte del trabajo del profesional militar
hacer más que soportar esta carga psicológica; también debe “enterrarlo muy adentro”. De
hecho, “ese es el trabajo”. Ahora, no estoy sugiriendo que tomemos la evaluación de este
personaje de la película sobre cuál es el trabajo; Creo, de hecho, que no puede tener toda la
razón. Mi punto es que el militar profesional debe necesariamente lidiar con eso, y que esto es
exclusivo de la profesión militar. Ciertamente, hay algunos oficiales que están de acuerdo con
la evaluación del personaje de la película. El estudiante que primero llamó mi atención sobre
esta cita pensó que expresaba el deber del guerrero de sacrificar su propia paz mental, tal vez
incluso la santidad de su propia alma, en el curso de la batalla. El guerrero tiene que superar
sus sentimientos humanos naturales y darse cuenta, como él mismo dijo, de que “hacer daño
a otros puede ser necesario y aceptable para lograr los objetivos militares. . . cosas que en
nuestra vida personal nunca serían aceptadas”.
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propósito moral puede verse afectado por lapsos de jus in bello; algunos incluso han
argumentado que la moralidad de una guerra justa puede ser anulada por una conducta
inmoral por parte del guerrero.25 Si pensamos en el tipo de advertencias que se dan en
vísperas de la batalla, ejemplificada en el famoso discurso del teniente coronel Tim Collins,
usualmente se exhorta al guerrero a mantener pura la causa principal.26 El principio aquí es
incontrovertible: no se pueden violar los derechos humanos en nombre de la protección de
los derechos humanos, y no se puede dañar a los inocentes si realmente se está luchando en
su nombre. En la práctica, sin embargo, es posible que nunca se obtenga esta coherencia
basada en principios.
Mis conclusiones de todo esto suenan acordes con las conclusiones de otros autores. En
primer lugar, el oficial militar se encuentra efectivamente en la situación del profesional
tradicional. He estado sugiriendo que la profesión de las armas puede ser, de hecho, la más
exigente de las profesiones precisamente en los aspectos que definen el profesionalismo:
conocimiento, ethos y servicio público. Las actividades del profesional militar requieren
conocimientos, habilidades y discernimiento que solo pueden adquirirse a través del estudio
y el aprendizaje permanentes. Y la necesidad de conocimiento, habilidad y discernimiento del
profesional militar parece estar aumentando: el nivel de dominio sobre conocimiento
indispensable, aunque obviamente mayor para aquellos en los niveles más altos de mando, es
considerablemente alto incluso para el oficial subalterno. El ejemplo del coronel MacFarland
que ofrece Alasdair MacIntyre ilustra cómo, en la guerra contemporánea, el oficial en el
25 Un principio fundamental de la doctrina moderna de Guerra justa, enfatizada fuertemente en el concepto de “la
Convención de la Guerra” que propone Michael Walzer en su obra fundacional Just and Unjust Wars (New York: Basic
Books, 1977), es que los principios de jus ad bellum (la justificación para declarar la guerra) y de jus in bello (la conducta
de los combatientes durante la guerra) son categorías separadas y distintas sin ninguna relación entre sí. Pero esto no se
fundamenta ni en la historia ni en la práctica actual. Desde el siglo XVI, el erudito jesuita español Francisco Suarez
reemplazo la tercera categoría Tomasina de “intención correcta” en jus ad bellum con el requerimiento de medios
“correctos” o “apropiados” para conducir las hostilidades, argumentando que el requisito de compromiso con una
intención correcta implica específicamente un compromiso a hacer la guerra justa solo a través de medios justos. (De
Caritate, discp. 13.1.4). Esto estableció una conexión sólida entre dos jurisdicciones de justicia en la Guerra, y
ciertamente implicaba que ningún conflicto armado que pudiera ser legítimo o permisible estaba moralmente justificado si
este no era conducido con medios justo. [Para ambas selecciones y análisis profundos de estos textos, ver G. Reichberg,
H. Syse, and E. Begby, Eds., The Ethics of War: Classical and Contemporary Readings (Oxford: Blackwell, 2006): 339–
370.] En la era actual de Guerra “híbrida”, “no convencional”, o “irregular”, esta conexión, y la posibilidad de
deslegitimar una causa justa al usar medios no justos de guerra, ha pasado al frente de la atención. Ver, por ejemplo,
George R. Lucas, Jr., “New rules for new wars: International law and just war doctrine for irregular war,” Case Western
Reserve Journal of International Law 43, no. 3 (2011): 677–705.
26 Lt. Col. Tim Collins, “UK troops told: Be just and strong,” BBC News (March 20, 2003):
http://news.bbc.co.uk/2/hi/uk_news/2866581.stm
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27 Verl el capítulo de Alasdair MacIntyre, “Military ethics: A discipline in crisis,” en este libro. MacIntyre cita también a
Emile Simpson en cuanto a la tesis de que los oficiales en el campo de batalla de hoy toman decisiones tanto militares
como políticas.
28 Esto es de un ensayo escrito para la clase “Ética y desarrollo moral” dictada en la Escuela Naval de Posgrados de
última operación. El mando [de nuestro grupo en el portaaviones] diseñó estudios de caso y los implementó a través del
método socrático para ayudar a las tripulaciones aéreas articular y auto-criticar sus respuestas a una pregunta muy
importante en combate, ‘¿bajo qué circunstancias usted se negaría a lanzar una bomba requerida por un soldado en el
terreno?’ La complejidad de esa cuestión moral es muy difícil de explicar en los límites de este ensayo. Requiere un
conocimiento exhaustivo de la doctrina táctica, procedimientos operacionales estandarizados, y reglas de encuentro. Lo
que es fácil de entender es que llegar a una decisión hace un llamado a una conexión entre creencias, normas, y certezas
morales universales.”
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apropiado, porque la tecnología es compleja hoy en día y requiere un estudio sostenido. Sin
embargo, eso se ha adelantado a la educación liberal al estilo de John Paul Jones que se
desarrolla en la Armada de los Estados Unidos. La mayoría de los oficiales en estos días son
expertos técnicos en algún campo, pero es posible que no lleguen a la profesión con la
profundidad de educación de sus predecesores. Las fuerzas militares, como organización,
estarán bien servidas en la medida en que valoren y enfaticen dicho aprendizaje.
Considere ahora el ethos de la profesión militar. Una vez más, al igual que las profesiones
tradicionales, las fuerzas militares tienen un código distintivo que se inculca y se hace
cumplir dentro de la propia profesión. Le pertenece un conjunto particular de virtudes o
excelencias de carácter. Otras obras enumeran las virtudes específicas del carácter que el
profesional militar exalta. He tratado de señalar otras que, desde el punto de vista de un
extraño, veo que se practican, aunque no tengan nombres conocidos. Hasta cierto punto, los
detalles del ethos militar emergen de la práctica de la profesión misma, pero el ethos también
está informado desde el exterior por los tratados y convenciones, además de la voluntad
política del público al que sirve. Quiero reiterar, en este sentido, la carga sin precedentes que
pesa sobre los militares como profesión. Las fuerzas militares de hoy operan con un telón de
fondo de acciones del siglo XX que se comprometieron a nunca más repetir (guerra de
trincheras, bombardeo masivo, Vietnam). Tienen que desarrollar tácticas para nuevos tipos
de guerra y descubrir cómo pueden luchar contra el terrorismo sin convertirse ellos mismos
en terroristas. En recientes esfuerzos de contrainsurgencia, han tenido que encarnar la ley y
el orden entre la población local para encarnar la bondad misma. Estas pueden ser señales de
una crisis conceptual, o cambio de paradigma, que el profesor MacIntyre sugiere que puede
estar sobre nosotros. Siguiendo la tesis de MacIntyre, la guerra moderna invita a los militares
a repensar la profesión, reevaluar sus virtudes cardinales y agregar otras conceptualmente
nuevas a lo que se espera del oficial ideal (por ejemplo, la prudencia política).30 En cualquier
caso, estamos viendo las viejas virtudes marciales, que ya eran logros difíciles, siendo
sometidos a nuevas y rigurosas pruebas. Imagínese responder solo al "fuego preciso" (como
decreta el manual de Petraeus) sin apretar el gatillo cuando cada instinto que tiene detecta
peligro. Imagine una regla de enfrentamiento (ROE) que permita una respuesta al fuego solo
donde se pueda identificar al tirador. La excelencia de carácter que permitiría a un soldado
30Ver Alasdair MacIntyre’s chapter, “Military ethics: A discipline in crisis,” en este libro para su discusión sobre la
prudencia política.
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funcionar en tal situación parece ser diferente, y quizás más que, la virtud tradicional de la
valentía.
Una cosa está clara: nada de lo que se conoce con el nombre de “entrenamiento” podría
preparar a los miembros de las fuerzas militares para manejar tales circunstancias. La
obediencia (que podría equipararse con el buen soldado en el modelo militar burocrático de
cadena de mando) sería una virtud bastante menor en el cuadro que estoy esbozando.
Ciertamente, no existe un libro de reglas o un código formalizado que pueda aplicarse
simplemente al servicio de cualquiera de estos fines. Es tarea de cualquier profesión, incluida
la profesión de las armas, identificar las virtudes relevantes y suscribir las excelencias de
carácter que permitirán a los practicantes lograr sus fines. Mi propia opinión es que esta
tarea requiere una erudición considerable y exige aprender en sociología, historia, filosofía y
más. La profesión de las armas tiene que ser, en otras palabras, una profesión erudita.
Al mismo tiempo, esta es una profesión singular, una profesión erudita como ninguna otra.
Uno de los principios que animan lo que se conoce como ética militar es que el soldado es un
agente moral de pleno derecho, y no un mero peón del Estado. Los secuaces de Hitler (para
citar el ejemplo más atroz, aunque trillado) no estaban justificados en sus acciones porque
estaban "siguiendo órdenes". El profesional militar está obligado por su honor a no obedecer
una orden ilegal o inmoral. Nótese la atribución de facto aquí de tener cierta experiencia en
derecho y filosofía (ética). También se impone al oficial militar un dilema psicológico: debe
ser reacio a hacer exactamente lo que necesitamos que haga, matar. Su código no puede ser
un simple primum non nocere. Apuesta su propia paz mental – tal vez la santidad de su alma –
a que podrá reconciliar esta disonancia. Su cometido sagrado es mantener pura nuestra
causa. Simplemente no existe un servicio público comparable.
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