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Indicación bibliográfica para la preparación del tema: - Pedro Cabrera, Inmigrantes y sinhogarismo en España.
Informe Nacional 2001-2002 (Formato electrónico. Material del curso).
- Mª Rosario Sánchez Morales, “La internacionalización de la exclusión social extrema en España:
Tendencias y escenarios de futuro” en Revista Sistema, Monográfico Inmigración y Exclusión Social, Madrid,
Enero 2006.
Mª Rosario Sánchez Morales y Susana Tezanos Vázquez, “Los inmigrantes “sin hogar” en España. Un caso
extremo de exclusión social” en Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, nº 55, Madrid, 2004,
págs. 45-64 (Formato electrónico. Material curso)
- Mª Rosario Sánchez Morales, “Los extranjeros “sin hogar” en España de principios del siglo XXI:
tendencias y escenarios de futuro” en José Félix Tezanos (ed.), Tendencias en exclusión social y políticas de
solidaridad. Octavo Foro sobre Tendencias Sociales, Editorial Sistema, Madrid, 2005, págs. 385-410. -Mª
Rosario Sánchez Morales, “En los límites de la exclusión social. Inmigración y sinhogarismo en España”,
Revista Papers, 2012
- José Félix Tezanos, “Nuevas tendencias migratorias y sus efectos sociales y culturales en los países de
recepción. Doce tesis sobre inmigración y exclusión social”, Reis, nº 117, 2007, págs. 11-34
Las migraciones actuales son el resultado de una de las graves paradojas de la dinámica capitalista de nuestros
días. Por un lado, se defiende la desregulación de bienes, servicios y capitales y, a su vez, se imponen todo
tipo de restricciones al desplazamiento de miles de personas que movidas por la interdependencia de países y
mercados ven en la emigración la forma de escapar de una pobreza que también esos mismos procesos han
contribuido a reforzar.
Sin embargo, existe una fortísima resistencia a admitir la urgente necesidad de implantar determinados
cambios institucionales que ajusten las formas de organización y sus actuaciones a las nuevas realidades
sociales.
Uno de los cambios prioritarios es el relativo a la consideración y trato desigual que se da a las personas
inmigrantes en las sociedades de asentamiento y que se construye a partir de una atribución
diferenciada de derechos. Salvo los derechos fundamentales, en los demás derechos se dan diferentes niveles
de desigualdad de estatus legal entre españoles y extranjeros.
El grado mínimo correspondería a los derechos sociales en los que encontramos, al menos, 3 situaciones:
a) Los derechos reservados a los españoles y a los extranjeros residentes.
b) Por otro, los derechos en los que se da equiparación entre nacionales y extranjeros (sea cual sea su situación
legal).
c) Derechos en los que se da por hecho la equiparación, pero requiere cumplir la obligación de estar inscrito
en el padrón.
El grado máximo de exclusión corresponde, sin duda, a los derechos políticos cuyo ejercicio está reservado a
los ciudadanos nacionales de nuestro país.
Hasta que llegue el momento de la igualdad están, pero no son miembros totales de la sociedad. Como ya
ocurriera en la Atenas clásica, viven extranjeros residentes o en cierto sentido “metecos” a los que se niega su
condición de ciudadano.
Los inmigrantes se ven abocados a conseguir la nacionalidad como única forma de incorporarse a la sociedad
en términos de igualdad respecto a los ciudadanos autóctonos.
2. LOS TRABAJADORES INMIGRANTES EN ESPAÑA (3º Foro págs. 567-602)
A lo largo de la historia, la población no ha permanecido estática, sino que se ha movido de un país a otro y
de un continente a otro. En tiempos recientes se han producido grandes movimientos de población que han
permitido la configuración de nuevos países.
Por movimientos migratorios se entienden los desplazamientos masivos de población, ya sea dentro de un
país, de las zonas rurales a las ciudades, ya sea de unos países a otros.
La mayor parte de los cambios sociales se producen lentamente, y se perciben con el paso de los años pero
algunos aparecen bruscamente y su impacto se percibe en el día a día. El caso de las inmigraciones en España
es uno de los fenómenos más rápidos y que ha producido una percepción más inmediata entre la población
autóctona. En poco más de diez años el número de extranjeros que residía en España se multiplica por 4, en
1992 habría 393.100 y en 2003 serían 1.647.011 una cifra tan elevada permite presumir que una cierta
proporción de todos ellos, a pesar de tener toda la documentación en regla, podrían estar expuestos a
situaciones de precariedad y en total o parcial exclusión social.
Para conocer la situación demográfica de los inmigrantes en España, en primer lugar, se trata de conocer qué
estructura por edades y por sexos aportan los inmigrantes. Se trata de una población joven pero adulta, las
diferencias por sexos se aprecian escasamente en la pirámide de edad. Si bien los países latinoamericanos
vienen más mujeres, en África y el Magreb vienen más hombres. Respecto a las edades las personas que
vienen a nuestro país en edad de jubilación vienen a un país más cálido y barato que sus países de origen y,
por otro lado, las migraciones económicas de África de 29 años de media, seguidos de los asiáticos 32 años y
latinoamericanos 33 años de media.
El trabajo es habitualmente el elemento central de la inclusión social en las sociedades desarrolladas. Su
importancia en los extranjeros se aprecia en la complejidad de los permisos de trabajo otorgados. (Existen 10
tipos diferentes de permisos de trabajo).
Prácticamente en todas las CCAA hay un número mayor de permisos en el sector servicios a excepción de
Andalucía, Extremadura, Murcia y La Rioja que destacan en el sector agrario. En el sector industria destacan
Cataluña, Comunidad Valenciana y Madrid.
Las tasas de actividad de los hombres extranjeros son superiores a la de los autóctonos, aunque el desempleo
es superior entre los extranjeros.
La cualificación de las personas extranjeras es superior a la autóctona, pero ello no tiene un reflejo en sus
posibilidades de empleo. A los extranjeros les cuesta que se les reconozca sus estudios, lo que les
lleva a realizar trabajos poco cualificados a pesar de que tengan capacidad para desempeñar otros puestos de
trabajo.
3. PROCESOS MIGRATORIOS HISTÓRICOS (Fuente: distintos procesos migratorios (Reis 26-27)
a) El modelo transatlántico: Tiene lugar en el siglo XIX y primera parte del XX para la formación y desarrollo
de nuevas naciones: Australia, Canadá y Países Latinoamericanos. La filosofía de los inmigrantes es “hacer
las Américas” y “empezar una nueva vida en un nuevo mundo”, tratando de mejorar sus perspectivas vitales
en una tierra de oportunidades. Se realiza a través de un gran viaje, abandonando el país de origen por motivos
ideológicos, políticos, religiosos, económicos, etc. En los países receptores se utiliza la emigración para
conformar una población suficiente y reclutar fuerza de trabajo cualificada y no cualificada. La acogida es
pautada (con papeles), controlada (Isla de Ellis) y arraigadura (adquisición de la ciudadanía en un país de
inmigrantes). La actitud de estos inmigrantes es de querer integrarse, manteniendo unos lazos relativos y
mixtos con el país de origen y con contactos escasos y decrecientes. La integración cultural es tendencialmente
total, adquiriendo una nueva ciudadanía.
b) El modelo norte-europeo: Tiene lugar en los años 60 y 70 del siglo XX, para el desarrollo de las economías
norte-europeas, en el periodo posterior a la II Guerra Mundial (Alemania, Suiza, Países Escandinavos, Francia,
etc). La filosofía de los inmigrantes es la de ahorrar, mejorar para comprar una vivienda en el país de origen
o poner un negocio. Se va por un tiempo acotado pensando en regresar. En los países receptores se utiliza la
inmigración para disponer coyunturalmente de fuerza del trabajo (no muy cualificada) durante un periodo de
expansión económica. La acogida es legalizada y temporal (modelo de trabajador invitado). La actitud de
estos inmigrantes es con una visión temporal, manteniendo fuertes vínculos con el país de origen (no procede
el mestizaje) con contactos amplios y constantes, repatriación de las ganancias, ahorros, etc.
La integración cultural es nula o escasa y se mantiene la ciudadanía de origen.
c) Modelo actual: Tiene lugar a principios de del siglo XXI, en una economía globalizada con un mundo
desigualitario, para tener un “ejército laboral de reserva” para trabajos de poca calidad.
La filosofía de estos inmigrantes es de sobrevivir y tener acceso a oportunidades y SSSS, para poder vivir
mejor y ofrecer un futuro a sus hijos y “mantener” o ayudar a familiares en el país de origen.
Se realiza a través de un viaje (a veces sin papeles con flujos de ida y vuelta) en un afincamiento sin romper
amarras (perspectiva de doble vida).
En los países receptores no hay modelos de acogida y amplios espacios “alegales” (o no legalizados) y
oportunismos y abusos económico-empresariales.
Estos inmigrantes están a camino entre 2 modelos y 2 culturas, manteniendo con el país de origen lazos fuertes
y con contactos muy amplios y heterogéneos. No se integran, ni les dejan integrarse.
La integración cultural es parcial y se refuerzan identidades culturales previas y el modelo de ciudadanía es
una ciudadanía múltiple y difusa.
Ahora estamos ante un patrón migratorio en el que se parte de una concepción distinta de ciudadanía (casi
una multiciudadanía o policiudadanía), a caballo entre 2 ámbitos socioculturales y con un alto grado de
movilidad intergeográfica, que está facilitada por las nuevas condiciones de la sociedad global de la
información y de la comunicación, con el consiguiente abaratamiento de los costes del transporte y la
comunicación. De esta manera, en nuestros días prácticamente se está desarrollando una nueva modalidad de
nacionalidad de doble circuito (entre el país de origen y el de acogida) con frecuentes viajes, comunicaciones
constantes por internet, teléfonos móviles, etc. Y la realización de transferencias dinerarias a los países de
origen con efectos equilibradores indirectos positivos.
4. LA INMIGRACIÓN EN EL MUNDO. (Revista Sistema páginas 57-92, REIS, tesis; Sistema pág. 15)
La emigración debe plantearse como un problema que requiere de la cooperación bilateral o multilateral y
global entre países de destino y de origen, ya que ambas partes se necesitan y realizan su correspondiente
contribución: los países de destino con su acogida e integración de inmigrantes y los de origen con su trabajo,
su aportación demográfica y de mano de obra de ciertas ramas de producción y servicios.
La raíz de los problemas de la migración está en las condiciones extremas de pobreza y desarticulación
política y económica que se dan en amplias zonas del mundo
Detrás de los actuales procesos migratorios no hay sólo el influjo de la atracción política que suscitan los
países ricos a través de la universalización de la difusión de imágenes por los medios de comunicación, sino,
también, y sobre todo detrás del impulso migratorio existe un proceso de huida de zonas donde las carencias
y la pobreza alcanzan dimensiones impropias de la dignidad humana y donde no se vislumbran esperanzas de
futuro en el marco de las actuales condiciones de globalización asimétrica.
Las consecuencias negativas del actual proceso de dualización mundial han dado lugar a que millones de
personas ven en la inmigración la única esperanza de sobrevivir con mayor dignidad, ellos o sus familias.
La causa última de las migraciones económicas se encuentra en la desigual distribución de la renta entre los
distintos países del planeta. La constatación de fuertes desigualdades obliga a preguntarse sobre el concepto
de globalización. ¿Es la globalización causa directa o indirecta de los movimientos migratorios? La
globalización significa una internalización creciente de la producción de bienes y servicios, así como de los
flujos de capital. Supone que las decisiones de producción se toman a escala de todo el plante y que los
capitales se desplazan con enorme facilidad con la liberalización de los flujos comerciales y de capital. Sin
embargo, la evolución es desigual. Paradójicamente las personas encuentran muchos más obstáculos que los
objetos para moverse.
Estamos ante uno de los procesos migratorios más extenso (por su número), más intenso (por su ritmo) de la
historia. Destaca su carácter no controlado y sus múltiples efectos socioculturales que están produciendo en
las sociedades de acogida.
La dinámica migratoria que está teniendo lugar en el horizonte de principios del siglo XXI tiene un
considerable alcance sociológico, económico y cultural, en la medida en que se sustancia en torno a las grandes
fronteras de la pobreza y desigualdad social y en la medida en que conecta con 2 universos geográficos
afectado por modelos de crecimiento demográfico muy distintos.
Desde una perspectiva histórica de largo plazo, estamos, ante una lógica migratoria que obedece a razones
globales y personales muy complejas.
La emigración debe plantearse como un problema que requiere de la cooperación bilateral o multilateral y
global entre los países de destino y de origen.
El debate sobre la emigración, como comentábamos anteriormente, suele estar vinculado a las situaciones de
precariedad económica, pobreza, marginalidad o exclusión que dificultan la integración en las sociedades de
destino. La población que protagoniza los flujos de población preocupante es aquella que sufre exclusión
social, ocupa los puestos de trabajo más peligrosos, insalubres y molestos, pasando a ocupar la cabeza en toda
estadística de precarización, bajos salarios o siniestralidad laboral. También sufren una clara segregación en
la escala social y de acceso a los servicios como la vivienda o la educación, siendo especialmente grave la
situación de las mujeres, puesto que en ella confluyen 3 de las principales causas de exclusión: la étnica, la
social y la de género.
Todos los estudios reflejan una tendencia generalizada al crecimiento de las desigualdades, tanto en cada país
como a nivel comparativo. La inmigración ha crecido hacia las sociedades desarrolladas, la mayoría huyendo
de la pobreza. Una pobreza que no es obra de la fatalidad, sino que tiene su causa principal en el orden
económico y financiero neoliberal global, como reconoce la ONU, gobiernos y diferentes analistas del mundo.
No encontrará solución ni una respuesta razonable, hasta que no se ataque a fondo su principal causa
generadora, aplicando auténticas políticas de desarrollo integral y sostenible a favor de los países pobres.
La inmigración es, por su propia naturaleza, un fenómeno global y sistémico. Su globalidad no sólo opera en
el ámbito exterior sino también interno de la gestión de políticas nacionales o europeas sobre inmigración.
TERCER BLOQUE
Las condiciones de trabajo también son un importante factor de discriminación, sobre todo, en la medida que
en la tasa de paro entre los inmigrantes es mayor que la de los españoles. La precarización de las condiciones
laborales tiene traducciones extremas en determinados aspectos relacionados con el trabajo. Uno de ellos es
la propia accidentalidad laboral. Los datos muestran una mayor incidencia de los accidentes laborales de
extranjeros, siendo ellos los que sufren con mayor intensidad los principales efectos de la desregulación del
mercado laboral.
Los factores de segregación que conducen a una exclusión más genérica de los inmigrantes son:
- Segregación educativa: Con el aumento producido en el número de plazas ocupadas por extranjeros, se ha
acentuado la escasez de recursos escolares, concentrándose el alumnado inmigrante en colegiáis públicos,
llegando a darse un doble circuito educativo, al tiempo que la insuficiencia específica de los programas de
apoyo escolar para inmigrantes produce su segregación a itinerarios curriculares destinados a alumnado con
fracaso escolar. - Discriminación en el acceso a la vivienda, tanto por razón de precio y escasez, como por la
creciente desconfianza que se muestra hacia ellos. - Sanidad: Los problemas idiomáticos y culturales merman
sus derechos. - Ciudadanía incompleta: La carencia de derecho al voto de la gran mayoría de inmigrantes hace
que sus necesidades y reivindicaciones apenas sean consideradas por los partidos políticos. La conjunción de
tantos elementos de vulnerabilidad, marginación y rechazo componen un cuadro que, desde el punto de vista
global, tiende a perfilar en la sociedad española espacios muy diferenciados de pertenencia cívica y de
integración, al tiempo que, desde el punto de vista personal, da lugar a trayectorias de mayor riesgo de
exclusión.
Factores de exclusión
Factores familiares: - Falta de arraigo familiar. - Carencia de vivienda propia y/u otras propiedades. Factores
personales/culturales: - Diferencias idiomáticas y/o culturales y de costumbres. - Repudio, estigmatización y
prejuicios culturales de la población de origen.
(SISTEMA pág. 36-39, Tercer foro 12-53)) La tendencia hacia un aumento exponencial de la población
extranjera en España, que ha crecido desde 625.907 personas en 1981 a una cifra de 4.229.113, según las
últimas cifras oficiales (julio de 2005), perfila una pauta de crecimiento que, como ya hemos apuntado, nos
puede situar en 2010 en una cifra de 7.700.000 personas. El crecimiento de la población inmigrante en España
se acelera en la última década del siglo XX, y se acentúa en la primera década del siglo XXI, conformando un
fenómeno complejo que presenta muchas facetas y que tiene muchas implicaciones sociales. En la medida
que estamos ante un aumento acelerado, que se produce sin las previsiones pertinentes, hay que prever que se
generen impactos sociales cada vez más acusados entre la población española, al tiempo que, por su propia
magnitud, cada vez tenderán a plantearse problemas más serios de falta de acogida (e integración) y de
insuficiencia y desajustes de las políticas tendentes a tal fin, tanto en el plano económico laboral como en el
administrativo. De esta manera, la concurrencia de las condiciones de magnitud e improvisación y las
crecientes dificultades de asimilación económica producen, en sí mismas, efectos exclusógenos específicos.
Es decir, las imprevisiones y la carencia de un modelo adecuado de integración, razonablemente ajustado a la
realidad, con sus correspondientes políticas prácticas, se están convirtiendo en un factor inicial de exclusión.
El papel atribuido a la inmigración como ejército laboral de reserva, barato y sumiso, queda perfectamente
reflejado en los datos estadísticos. Los inmigrantes se encuentran ocupados básicamente en la construcción,
la agricultura y en algunos servicios (restaurantes, hoteles, servicio doméstico, etc.), con todas las
circunstancias parejas de la temporalidad habitual que afecta a muchas de estas actividades. En algunos
sectores la población ocupada emigrante ya representa una proporción notable (un 17,8 por 100 en la
agricultura y un 19 por 100 en la construcción). A los problemas de la precariedad se unen, pues, los de la
temporalidad propia de determinadas actividades y, como ya hemos resaltado, los del paro, que
verosímilmente tenderá a crecer entre la población inmigrante, especialmente si se mantienen los actuales
flujos de llegada y si la economía española no experimenta a corto plazo un salto espectacular que estimule
un crecimiento notable de la demanda de servicios y de otras actividades económicas con fuerte componente
de empleo. Lo cual no parece muy plausible. Si a todo lo anterior sumamos que los inmigrantes están
realizando en su mayor parte trabajos manuales poco cualificados, muchas
veces mal pagados, y que tienden a ocupar los «nichos» laborales más degradados de la economía sumergida,
tendremos un panorama de conjunto que nos ilustra sobre las tendencias que, verosímilmente, van a seguir en
los próximos años los procesos de vulnerabilidad exclusión social a los que nos estamos refiriendo. El aumento
previsible de la población extranjera en los próximos años, que en cualquier caso se producirá como
consecuencia de los reagrupamientos familiares, la mayor natalidad y las inercias del efecto «llamada»,
tenderá a desbordar cada vez más claramente los umbrales «funcionales» de la oferta laboral que la economía
española genera, sobre todo en un periodo de retraimiento económico. Por lo que la oferta de trabajo
inmigrante sólo podrá expandirse, en gran parte, «hacia abajo», es decir, hacia la economía sumergida y hacia
una mayor precarización. Lo cual hará aumentar más los riesgos de exclusión social en el horizonte 2010 y,
paralelamente, las necesidades de más recursos por parte de los servicios asistenciales. El paro masivo que
afecta especialmente a los jóvenes, a las mujeres y a los sectores menos integrados socialmente, confiere
nuevos perfiles a la cuestión social. El problema central en las sociedades avanzadas a principios del siglo
XXI no es el de las malas condiciones específicas de los trabajos formales, sino las malas condiciones sociales
generales en que se encuentran muchos de los que no tienen trabajo o tienen un mal empleo. El reto actual,
por lo tanto, no estriba solamente en lograr una mejor inserción social de los asalariados por medio de mejoras
en las condiciones laborales y económicas del trabajo, sino en lograr una inserción social de quienes no tienen
trabajo y quedan fuera de las oportunidades del sistema.
Hay cuatro ámbitos en los que el Estado de Bienestar español facilita, directamente o con el concurso de las
ONG de inmigración u entidades generalistas, el acceso a determinadas prestaciones por vía contributiva y no
contributiva o por vía asistencial o de manera global, mediante planes específicos para la integración social
de los inmigrantes. El derecho a la asistencia sanitaria es contemplado por la Ley 4/2000 en su artículo 12 en
los cuatro supuestos antes mencionados, que favorecen la cobertura de la población extranjera. La protección
por desempleo de la población trabajadora no comunitaria está asegurada por la misma Ley 4/2000 que
contempla que los extranjeros tienen derecho a ejercer una actividad remunerada por cuenta propia o ajena,
así como el acceso a la Seguridad Social. Con el paso del tiempo ha aumentado el porcentaje de los
beneficiarios de tipo contributivo frente a los de tipo asistencial, lo cual es un indicador de una relativa
creciente estabilidad contractual de este colectivo. Los inmigrantes extranjeros acuden indistintamente a los
servicios sociales públicos y privados. Sin embargo, existe una cierta especialización institucional de forma
que los servicios sociales privados atienden sobre todo a los inmigrantes extranjeros con mayores dificultades,
en situación irregular y que se encuentran en la primera fase de su integración en España. Por el contrario, a
los servicios públicos acuden sobre todo los inmigrantes que están consolidando su situación sociolaboral en
España. Existe una cierta especialización de la red privada en la atención a los inmigrantes que están en
situación irregular o en trámites de legalización. Suelen realizar una labor de acogida en las que priman las
situaciones de exclusión social. Los centros de servicios sociales contribuyen a resolver los problemas
puntuales de los inmigrantes, normalmente ayudas de emergencia, alojamiento temporal y ayudas económicas.
Las prestaciones económicas ocupan el primer lugar en las ayudas que proporcionan los servicios sociales
seguidas de las prestaciones de hogar y alojamiento que suponen un tercio de las prestaciones recibidas.
España ha pasado globalmente en los últimos quince años de la aplicación de políticas de control a otras de
ordenación de la emigración y de cierta integración en el Estado de Bienestar. Sin embargo, estas políticas
han sido fluctuantes y el control y la exclusión social han tenido mayor peso que las políticas de integración
social. Incluso éstas, cuando se han desarrollado, han estado sobre todo en función más de las exigencias del
mercado de trabajo que de las necesidades sociales de los inmigrantes. Por otra parte, ha habido un cierto
reparto de papeles entre la instituciones públicas y privadas, al Estado le corresponde la función de control, a
las CCAA la función de apoyo a los mercados de trabajo de los inmigrantes mediante sus sistemas de bienestar,
a los Ayuntamientos la función de integración social y finalmente a las organizaciones voluntarias la función
de acogida y creación de un clima favorable.