Está en la página 1de 14

TERCER BLOQUE

TERCER BLOQUE LA INTERNACIONALIZACIÓN DEL SINHOGARISMO EN ESPAÑA 1. La


inmigración en el siglo XXI: marco de análisis. 2. Los trabajadores inmigrantes en España 3. Procesos
migratorios históricos. 4. La inmigración en el mundo 5. La inmigración en España 6. España como país
receptor de inmigrantes 7. Los inmigrantes “sin hogar” 8. Integración versus normalización de los inmigrantes
en España. 9. Factores exclusógenos entre la población inmigrante 10. Datos sobre inmigrantes “sin hogar”
en España 11. Escenarios de futuro 12. La integración de los inmigrantes: ámbitos de actuación.

Indicación bibliográfica para la preparación del tema: - Pedro Cabrera, Inmigrantes y sinhogarismo en España.
Informe Nacional 2001-2002 (Formato electrónico. Material del curso).
- Mª Rosario Sánchez Morales, “La internacionalización de la exclusión social extrema en España:
Tendencias y escenarios de futuro” en Revista Sistema, Monográfico Inmigración y Exclusión Social, Madrid,
Enero 2006.
Mª Rosario Sánchez Morales y Susana Tezanos Vázquez, “Los inmigrantes “sin hogar” en España. Un caso
extremo de exclusión social” en Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, nº 55, Madrid, 2004,
págs. 45-64 (Formato electrónico. Material curso)
- Mª Rosario Sánchez Morales, “Los extranjeros “sin hogar” en España de principios del siglo XXI:
tendencias y escenarios de futuro” en José Félix Tezanos (ed.), Tendencias en exclusión social y políticas de
solidaridad. Octavo Foro sobre Tendencias Sociales, Editorial Sistema, Madrid, 2005, págs. 385-410. -Mª
Rosario Sánchez Morales, “En los límites de la exclusión social. Inmigración y sinhogarismo en España”,
Revista Papers, 2012
- José Félix Tezanos, “Nuevas tendencias migratorias y sus efectos sociales y culturales en los países de
recepción. Doce tesis sobre inmigración y exclusión social”, Reis, nº 117, 2007, págs. 11-34

1. LA INMIGRACIÓN EN EL SIGLO XXI: MARCO DE ANÁLISIS (Fuente Sistema 93-104, tema 3


Inmigración y ciudadanía en España.1.2 Sociedades del siglo XVI en déficits de ciudadanía).
Las migraciones de finales del siglo XX y principios del XXI constituyen el fenómeno social que más está
afectando a las concepciones del mundo y los estilos de vida de las sociedades occidentales, Miles de personas
desplazadas desde y hacia todos los países del mundo, están poniendo en jaque unas estructuras sociales y un
orden político que han permanecido sin cuestionar durante siglos.
La hasta ahora tibia implicación de los gobiernos en busca de soluciones de raíz y no simples parches, a la
diversa problemática relacionada con las migraciones pone en relieve 2 cuestiones elementales: 1. Una
evidente crisis de gestión resolutiva ante las transformaciones de efecto multiplicador derivadas de las mismas.
2. La ausencia de una verdadera toma de conciencia de la responsabilidad que tienen de asumir las
consecuencias de unos cambios sociales que también han contribuido a generar.

Las migraciones actuales son el resultado de una de las graves paradojas de la dinámica capitalista de nuestros
días. Por un lado, se defiende la desregulación de bienes, servicios y capitales y, a su vez, se imponen todo
tipo de restricciones al desplazamiento de miles de personas que movidas por la interdependencia de países y
mercados ven en la emigración la forma de escapar de una pobreza que también esos mismos procesos han
contribuido a reforzar.
Sin embargo, existe una fortísima resistencia a admitir la urgente necesidad de implantar determinados
cambios institucionales que ajusten las formas de organización y sus actuaciones a las nuevas realidades
sociales.
Uno de los cambios prioritarios es el relativo a la consideración y trato desigual que se da a las personas
inmigrantes en las sociedades de asentamiento y que se construye a partir de una atribución
diferenciada de derechos. Salvo los derechos fundamentales, en los demás derechos se dan diferentes niveles
de desigualdad de estatus legal entre españoles y extranjeros.
El grado mínimo correspondería a los derechos sociales en los que encontramos, al menos, 3 situaciones:
a) Los derechos reservados a los españoles y a los extranjeros residentes.
b) Por otro, los derechos en los que se da equiparación entre nacionales y extranjeros (sea cual sea su situación
legal).
c) Derechos en los que se da por hecho la equiparación, pero requiere cumplir la obligación de estar inscrito
en el padrón.
El grado máximo de exclusión corresponde, sin duda, a los derechos políticos cuyo ejercicio está reservado a
los ciudadanos nacionales de nuestro país.
Hasta que llegue el momento de la igualdad están, pero no son miembros totales de la sociedad. Como ya
ocurriera en la Atenas clásica, viven extranjeros residentes o en cierto sentido “metecos” a los que se niega su
condición de ciudadano.
Los inmigrantes se ven abocados a conseguir la nacionalidad como única forma de incorporarse a la sociedad
en términos de igualdad respecto a los ciudadanos autóctonos.
2. LOS TRABAJADORES INMIGRANTES EN ESPAÑA (3º Foro págs. 567-602)
A lo largo de la historia, la población no ha permanecido estática, sino que se ha movido de un país a otro y
de un continente a otro. En tiempos recientes se han producido grandes movimientos de población que han
permitido la configuración de nuevos países.
Por movimientos migratorios se entienden los desplazamientos masivos de población, ya sea dentro de un
país, de las zonas rurales a las ciudades, ya sea de unos países a otros.
La mayor parte de los cambios sociales se producen lentamente, y se perciben con el paso de los años pero
algunos aparecen bruscamente y su impacto se percibe en el día a día. El caso de las inmigraciones en España
es uno de los fenómenos más rápidos y que ha producido una percepción más inmediata entre la población
autóctona. En poco más de diez años el número de extranjeros que residía en España se multiplica por 4, en
1992 habría 393.100 y en 2003 serían 1.647.011 una cifra tan elevada permite presumir que una cierta
proporción de todos ellos, a pesar de tener toda la documentación en regla, podrían estar expuestos a
situaciones de precariedad y en total o parcial exclusión social.

Para conocer la situación demográfica de los inmigrantes en España, en primer lugar, se trata de conocer qué
estructura por edades y por sexos aportan los inmigrantes. Se trata de una población joven pero adulta, las
diferencias por sexos se aprecian escasamente en la pirámide de edad. Si bien los países latinoamericanos
vienen más mujeres, en África y el Magreb vienen más hombres. Respecto a las edades las personas que
vienen a nuestro país en edad de jubilación vienen a un país más cálido y barato que sus países de origen y,
por otro lado, las migraciones económicas de África de 29 años de media, seguidos de los asiáticos 32 años y
latinoamericanos 33 años de media.
El trabajo es habitualmente el elemento central de la inclusión social en las sociedades desarrolladas. Su
importancia en los extranjeros se aprecia en la complejidad de los permisos de trabajo otorgados. (Existen 10
tipos diferentes de permisos de trabajo).
Prácticamente en todas las CCAA hay un número mayor de permisos en el sector servicios a excepción de
Andalucía, Extremadura, Murcia y La Rioja que destacan en el sector agrario. En el sector industria destacan
Cataluña, Comunidad Valenciana y Madrid.
Las tasas de actividad de los hombres extranjeros son superiores a la de los autóctonos, aunque el desempleo
es superior entre los extranjeros.
La cualificación de las personas extranjeras es superior a la autóctona, pero ello no tiene un reflejo en sus
posibilidades de empleo. A los extranjeros les cuesta que se les reconozca sus estudios, lo que les
lleva a realizar trabajos poco cualificados a pesar de que tengan capacidad para desempeñar otros puestos de
trabajo.
3. PROCESOS MIGRATORIOS HISTÓRICOS (Fuente: distintos procesos migratorios (Reis 26-27)
a) El modelo transatlántico: Tiene lugar en el siglo XIX y primera parte del XX para la formación y desarrollo
de nuevas naciones: Australia, Canadá y Países Latinoamericanos. La filosofía de los inmigrantes es “hacer
las Américas” y “empezar una nueva vida en un nuevo mundo”, tratando de mejorar sus perspectivas vitales
en una tierra de oportunidades. Se realiza a través de un gran viaje, abandonando el país de origen por motivos
ideológicos, políticos, religiosos, económicos, etc. En los países receptores se utiliza la emigración para
conformar una población suficiente y reclutar fuerza de trabajo cualificada y no cualificada. La acogida es
pautada (con papeles), controlada (Isla de Ellis) y arraigadura (adquisición de la ciudadanía en un país de
inmigrantes). La actitud de estos inmigrantes es de querer integrarse, manteniendo unos lazos relativos y
mixtos con el país de origen y con contactos escasos y decrecientes. La integración cultural es tendencialmente
total, adquiriendo una nueva ciudadanía.
b) El modelo norte-europeo: Tiene lugar en los años 60 y 70 del siglo XX, para el desarrollo de las economías
norte-europeas, en el periodo posterior a la II Guerra Mundial (Alemania, Suiza, Países Escandinavos, Francia,
etc). La filosofía de los inmigrantes es la de ahorrar, mejorar para comprar una vivienda en el país de origen
o poner un negocio. Se va por un tiempo acotado pensando en regresar. En los países receptores se utiliza la
inmigración para disponer coyunturalmente de fuerza del trabajo (no muy cualificada) durante un periodo de
expansión económica. La acogida es legalizada y temporal (modelo de trabajador invitado). La actitud de
estos inmigrantes es con una visión temporal, manteniendo fuertes vínculos con el país de origen (no procede
el mestizaje) con contactos amplios y constantes, repatriación de las ganancias, ahorros, etc.
La integración cultural es nula o escasa y se mantiene la ciudadanía de origen.
c) Modelo actual: Tiene lugar a principios de del siglo XXI, en una economía globalizada con un mundo
desigualitario, para tener un “ejército laboral de reserva” para trabajos de poca calidad.
La filosofía de estos inmigrantes es de sobrevivir y tener acceso a oportunidades y SSSS, para poder vivir
mejor y ofrecer un futuro a sus hijos y “mantener” o ayudar a familiares en el país de origen.
Se realiza a través de un viaje (a veces sin papeles con flujos de ida y vuelta) en un afincamiento sin romper
amarras (perspectiva de doble vida).
En los países receptores no hay modelos de acogida y amplios espacios “alegales” (o no legalizados) y
oportunismos y abusos económico-empresariales.
Estos inmigrantes están a camino entre 2 modelos y 2 culturas, manteniendo con el país de origen lazos fuertes
y con contactos muy amplios y heterogéneos. No se integran, ni les dejan integrarse.
La integración cultural es parcial y se refuerzan identidades culturales previas y el modelo de ciudadanía es
una ciudadanía múltiple y difusa.
Ahora estamos ante un patrón migratorio en el que se parte de una concepción distinta de ciudadanía (casi
una multiciudadanía o policiudadanía), a caballo entre 2 ámbitos socioculturales y con un alto grado de
movilidad intergeográfica, que está facilitada por las nuevas condiciones de la sociedad global de la
información y de la comunicación, con el consiguiente abaratamiento de los costes del transporte y la
comunicación. De esta manera, en nuestros días prácticamente se está desarrollando una nueva modalidad de
nacionalidad de doble circuito (entre el país de origen y el de acogida) con frecuentes viajes, comunicaciones
constantes por internet, teléfonos móviles, etc. Y la realización de transferencias dinerarias a los países de
origen con efectos equilibradores indirectos positivos.
4. LA INMIGRACIÓN EN EL MUNDO. (Revista Sistema páginas 57-92, REIS, tesis; Sistema pág. 15)
La emigración debe plantearse como un problema que requiere de la cooperación bilateral o multilateral y
global entre países de destino y de origen, ya que ambas partes se necesitan y realizan su correspondiente
contribución: los países de destino con su acogida e integración de inmigrantes y los de origen con su trabajo,
su aportación demográfica y de mano de obra de ciertas ramas de producción y servicios.
La raíz de los problemas de la migración está en las condiciones extremas de pobreza y desarticulación
política y económica que se dan en amplias zonas del mundo
Detrás de los actuales procesos migratorios no hay sólo el influjo de la atracción política que suscitan los
países ricos a través de la universalización de la difusión de imágenes por los medios de comunicación, sino,
también, y sobre todo detrás del impulso migratorio existe un proceso de huida de zonas donde las carencias
y la pobreza alcanzan dimensiones impropias de la dignidad humana y donde no se vislumbran esperanzas de
futuro en el marco de las actuales condiciones de globalización asimétrica.
Las consecuencias negativas del actual proceso de dualización mundial han dado lugar a que millones de
personas ven en la inmigración la única esperanza de sobrevivir con mayor dignidad, ellos o sus familias.
La causa última de las migraciones económicas se encuentra en la desigual distribución de la renta entre los
distintos países del planeta. La constatación de fuertes desigualdades obliga a preguntarse sobre el concepto
de globalización. ¿Es la globalización causa directa o indirecta de los movimientos migratorios? La
globalización significa una internalización creciente de la producción de bienes y servicios, así como de los

flujos de capital. Supone que las decisiones de producción se toman a escala de todo el plante y que los
capitales se desplazan con enorme facilidad con la liberalización de los flujos comerciales y de capital. Sin
embargo, la evolución es desigual. Paradójicamente las personas encuentran muchos más obstáculos que los
objetos para moverse.

Estamos ante uno de los procesos migratorios más extenso (por su número), más intenso (por su ritmo) de la
historia. Destaca su carácter no controlado y sus múltiples efectos socioculturales que están produciendo en
las sociedades de acogida.
La dinámica migratoria que está teniendo lugar en el horizonte de principios del siglo XXI tiene un
considerable alcance sociológico, económico y cultural, en la medida en que se sustancia en torno a las grandes
fronteras de la pobreza y desigualdad social y en la medida en que conecta con 2 universos geográficos
afectado por modelos de crecimiento demográfico muy distintos.
Desde una perspectiva histórica de largo plazo, estamos, ante una lógica migratoria que obedece a razones
globales y personales muy complejas.
La emigración debe plantearse como un problema que requiere de la cooperación bilateral o multilateral y
global entre los países de destino y de origen.
El debate sobre la emigración, como comentábamos anteriormente, suele estar vinculado a las situaciones de
precariedad económica, pobreza, marginalidad o exclusión que dificultan la integración en las sociedades de
destino. La población que protagoniza los flujos de población preocupante es aquella que sufre exclusión
social, ocupa los puestos de trabajo más peligrosos, insalubres y molestos, pasando a ocupar la cabeza en toda
estadística de precarización, bajos salarios o siniestralidad laboral. También sufren una clara segregación en
la escala social y de acceso a los servicios como la vivienda o la educación, siendo especialmente grave la
situación de las mujeres, puesto que en ella confluyen 3 de las principales causas de exclusión: la étnica, la
social y la de género.
Todos los estudios reflejan una tendencia generalizada al crecimiento de las desigualdades, tanto en cada país
como a nivel comparativo. La inmigración ha crecido hacia las sociedades desarrolladas, la mayoría huyendo
de la pobreza. Una pobreza que no es obra de la fatalidad, sino que tiene su causa principal en el orden
económico y financiero neoliberal global, como reconoce la ONU, gobiernos y diferentes analistas del mundo.
No encontrará solución ni una respuesta razonable, hasta que no se ataque a fondo su principal causa
generadora, aplicando auténticas políticas de desarrollo integral y sostenible a favor de los países pobres.
La inmigración es, por su propia naturaleza, un fenómeno global y sistémico. Su globalidad no sólo opera en
el ámbito exterior sino también interno de la gestión de políticas nacionales o europeas sobre inmigración.

5. LA INMIGRACIÓN EN ESPAÑA (VER LOS TRABAJADORES INMIGRANTES EN ESPAÑA (3º


Foro págs. 567-602) pongo Informe del defensor del pueblo 2013. Los datos que ponen se repiten en la anterior
pregunta o están desfasados). Yo no pondría nada de esto, pero para consultar está bien. En términos relativos,
la población inmigrante ha sufrido un duro ajuste durante la crisis económica (su tasa de paro aumentó del
17% que se registraba en 2008 hasta el 29% a finales de 2009, llegando al 36,53% en enero de 2013). En el
caso de los inmigrantes, confluyen un gran número de factores que les hacen más proclives a estos recortes
del empleo: por un lado, se ocuparon fundamentalmente en los sectores hoy más afectados y, por otro, tienen
una menor antigüedad laboral y un mayor índice de temporalidad en sus contratos. En definitiva, son los más
expuestos a reestructuraciones laborales, aunque en una medida bastante similar a la de los nacionales que se
encuentran en sus mismas condiciones. Sin embargo, la rotundidad de las cifras presentadas sigue sin ir
acompañada del importante descenso, pronosticado desde el inicio de la crisis, del número de residentes
legales en España: en el año 2006 residían legalmente en el país tres millones de personas; al finalizar el año
2010 el número de personas que residían legalmente en nuestro país rozaba los cinco millones, y en junio de
2013 el número de extranjeros residentes en España se sitúa en 5.503.977 personas. Lo que sí se ha producido
es un descenso significativo del número de personas que intentan acceder de manera irregular a nuestro país.
Asimismo, sigue descendiendo el número de solicitudes de autorizaciones de trabajo y residencia temporales
(en junio de 2013, por tercer trimestre consecutivo, desciende el número de este tipo de autorizaciones,
situándose en 268.083 autorizaciones iniciales en vigor). Como se ha indicado, los últimos datos oficiales,
correspondientes al mes de junio de 2013, señalan que 5.503.977 personas extranjeras residen legalmente en
España; de ellas: 49,11% (2.702.867 personas) son residentes en régimen comunitario (es decir, nacionales de
otros Estados miembros de la UE y sus familiares. También se incluyen en este régimen a los familiares
extranjeros de los españoles) y el 50,89% (2.801.110 personas) son residentes en régimen general (es decir,
trabajadores nacionales de terceros países y sus familiares). Respecto de esta cifra es interesante destacar que
el 80% está en edad laboral y que más del 76% son titulares de residencia de larga duración (lo que quiere
decir que han adquirido el derecho a residir en España tras haber permanecido legalmente aquí durante cinco
años). Durante el año 2013 se ha apreciado un ligero aumento en el número de quejas tramitadas por el área
de Migraciones e Igualdad de Trato. Resulta destacable el incremento en el número de quejas interpuestas por
ciudadanos españoles sobre situaciones que afectan a personas extranjeras con las que mantienen vínculos
familiares. Por ello, como se señaló en informes anteriores, cada vez más la política de inmigración y, más
allá de ella, la gestión de la extranjería es cuestión que afecta tanto a los no nacionales como a los españoles
y, muy especialmente, a los millones de conciudadanos que por razón de sus vínculos afectivos, familiares,
profesionales, laborales o comerciales se ven concernidos por procedimientos y actuaciones administrativas
como las que diariamente supervisa el Defensor del Pueblo.
6. ESPAÑA COMO PAÍS RECEPTOR DE INMIGRANTES. En concreto, España es el segundo país del
mundo (tras Estados Unidos) en promedio anual de inmigrantes acogidos durante el período 2000-2005 y el
primero en lo concerniente a la proporción que éstos representan respecto a la población de origen Aunque en
el Informe (PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano 2004, Mundiprensa, Madrid, p. 87, y ONU, Informe
del Consejo Económico y Social, de 25 de enero de 2006, sobre «Seguimiento de la población mundial, con
especial referencia a la migración internacional y el desarrollo) se deslizó una cierta crítica a España por
«carecer de datos sobre emigración». España pasó en pocos años de una situación en la que éramos
suministradores de la población a ser receptores netos de la misma, las cifras españolas de inmigrantes han
alcanzado a las de los países europeos con más tradición. Los aspectos cualitativos otorgan al fenómeno de
España una relevancia adicional.
La preocupación surgida en España obedece al carácter aluvional de los flujos de población que se han
concentrado temporal y espacialmente. Mientras que las sociedades europeas se han ido habituando
paulatinamente a la presencia de personas de distintos orígenes y costumbres, aquí la entrada se ha producido
en un relativo corto plazo lo que hace más difícil asimilar la normalidad de este hecho diferencial. Más todavía
cuando la distribución geográfica es desigual. Cuando en zonas pequeñas existe una concentración importante
de población inmigrante, el bajo porcentaje general no es tal y, así, es frecuente que en este tipo de lugares
donde estallen de cuando en cuando focos de violencia xenófobos, amplificando la importancia del problema.
Con carácter general, la libre movilidad de los factores productivos permitiría que éstos se desplazaran de los
mercados donde obtienen peor retribución relativa hacia los de mejores rendimientos. En principio, la
inmigración afectaría a los trabajadores de baja cualificación y se acrecienta la diferencia salarial entre
trabajadores cualificados y menos cualificados.
La importancia de este fenómeno dependerá del carácter complementario o sustitutivo de la mano de obra
foránea en relación con la autóctona. a) Si los trabajadores extranjeros llenan los nichos de empleo del
mercado segmentado de los países de destino realizando tareas que los nativos no quieren asumir, la
productividad de los países receptores aumentará y también sus salarios. b) Si ambos compiten por los mismos
puestos de trabajo, se genera un exceso de oferta de mano de obra y una consiguiente caída de salarios (peligro
de dumping social).
7. LOS INMIGRANTES “SIN HOGAR” El Concepto sociológico de los “sin hogar” (“sin techo”,
“transeúnte”, “indigente”) Es un fenómeno fundamentalmente urbano, propio de la sociedad industrial, aunque
en el mundo rural se dé el caso del “transeúnte” de paso. Los “sin techo” niegan ser “transeúntes”, viven en la
calle de forma casi permanente. Muy raramente van a algún albergue de “transeúntes”. Muchas veces viven
en un mundo imaginario, racionalizan su situación como un estilo de vida elegido que pueden abandonar
cuando quieran. El Consejo de Europa definió a esta población en 1992 como personas o familias sin vivienda
propia y condenadas a vivir en la calle o como vagabundos, a veces están alojados temporalmente en refugios
o centros de acogido públicos o privados, con voluntarios o con amigos y familiares. Son personas con un
modus vivendi basado en la supervivencia, en situación de pobreza extrema y son objeto de una fuerte
estigmatización. En ocasiones sus vivencias son el resultado de carencias, fracasos y problemas que les han
ido introduciendo en la calle.
En España, la incorporación de inmigrantes a la población sin techo/sin hogar supone una novedad histórica
que exige, entre otras cuestiones, la readecuación conceptual a las nuevas realidades emergentes, la actuación
de los mecanismos preventivos de lucha contra la exclusión social, el replanteamiento de los recursos de
atención para este colectivo y su estudio continuado, con la finalidad de prever los escenarios tendenciales.
Los conceptos de personas sin techo y persona sin hogar se utilizan indistintamente para referirse al grupo
social que vive sin un techo, sin un hogar, en definitiva, sin un marco propio de inserción social. Una
comprensión de las trayectorias de vida de las personas más desarraigadas socialmente obliga a ir más allá de
la exclusión que padecen en términos situacionales; esto es, ir más allá de la falta de un espacio físico en el
que poder ubicarse. Lo cierto es que cuando se emplea el término sin techo se enfatiza, como su nombre indica,
la ausencia de un techo, de un espacio de habitabilidad digno en el que poder vivir. Bajo esta conceptualización
se esconde un abanico de opciones, que abarca desde la de aquellas personas que se encuentran literalmente
en la calle, a las situaciones de precariedad en la vivienda, las cuales van desde el chabolismo al hacinamiento
en el que viven muchos inmigrantes. Ahora bien, más allá de la terminología que se utilice, como denominador
común, se trata de hombre y mujeres que se encuentran en la vivencia de un proceso de pérdida del nicho
afectivo, social y personal en el que desarrollarse y proyectarse como seres humanos. Además, son personas
que van perdiendo la motivación, la autoestima, y que apenas disfrutan de derechos, máxime cuando en el
caso de los inmigrantes “sin papeles” su presencia se trata de invisibilizar.
¿Responde esta situación y, por consiguiente, este perfil sociológico al del joven inmigrante que llega a
España con ganas de reinicia una nueva vida, ante la falta de oportunidades en su país? Generalmente, en esta
primera fase no son personas “sin techo/sin hogar”. Se trata mayoritariamente de varones jóvenes, con buena
salud (mental y física), fuertemente motivados, que suelen mantener relaciones con sus familiares en sus países
y que disponen de una cierta red social de apoyo a su llegada. Su inicio es precario, especialmente para los
que llegan primeros de un grupo o de una familia y, por ello, se ven en la necesidad de utilizar los recursos
disponibles para este colectivo (dispositivos de emergencia, recursos de campaña contra el frío, albergues,
comedores, etc.).
Pero, ¿qué variables y factores pueden convertir a estos jóvenes inmigrantes a caer en su exclusión social y
con ello a formar parte del colectivo de personas “sin techo”/”sin hogar”? Muchos llegaros como inmigrantes
económicos, pero tras el transcurso de los años, sus circunstancias se fueron complicando hasta llegar, en
algunos casos, a un nivel de deterioro y desestructuración tan evidente que pasaron a formar parte de ese
colectivo. Se trata de personas que llegan con un estado físico, moral y mental perfecto, pero que se encuentran
que no tienen medios económicos para poder pagarse una habitación, se encuentran en la calle y duermen en
la calle. El proceso de continuar en la calle sí puede afectar a esa persona a deteriorarse. Para evitar estos
casos, se necesitaría un apoyo de acogida, de orientación, de apoyo básico durante los primeros meses de
llegada... si no se presta, se corre el riesgo de que la persona se vaya deteriorando y, llevado al extremo, se
convierta en un sin techo.
Los inmigrantes económicos llegan a España para reiniciar sus vidas, partiendo de una situación de extrema
vulnerabilidad. La mayoría en sus países vivían bajo circunstancias muy precarias y los procesos migratorios
de éstos obedecen a la lógica de la desesperación, de la boca oreja y al efecto engañoso de la televisión. Otra
cuestión es cuando, tras largos y penosos viajes, llegan a sus países de destino y se dan cuenta que sus
expectativas tienen pocas posibilidades de cumplirse y que la integración no es fácil.
En España cabe diferenciar tres zonas geográficas de procedencia de la inmigración: países latinoamericanos,
continente africano y los procedentes de la antigua área comunista del este de Europa.
La inmigración latinoamericana es, en principio, la que tiene mayores posibilidades de integración en la
sociedad española, porque pueden comunicarse desde un principio sin dificultad y culturalmente se
desenvuelven; sin embargo, no significa que todos los consigan. Suelen acceder a los trabajos más precarios
y sin ningún tipo de garantías.
Para los inmigrantes procedentes del continente africano tiene menos posibilidades de integrarse en la
sociedad española. La salida de estos inmigrantes de sus países de origen hasta la llegada a Europa puede
suponer un viaje de varios meses e incluso años. A su llegada a España, tras la vivencia de sucesos tan
estresantes, se han de enfrentar a una realidad, que no era la que imaginaban. Algunos cuentan con redes de
apoyo, pero tienen graves dificultades de integración, de acceder a trabajos, a viviendas.
En lo referente a las personas inmigrantes de Europa del este, en general son varones con alta cualificación,
disponen de estudios universitarios y, aunque desconocen nuestro idioma y proceden de culturas similares a
las nuestras, tienen más probabilidades de iniciarse en nuestro país. También tienen gran facilidad para
comunicarse con sus familias y así no rompen sus vínculos, esto no exime de que, entre las gentes de la calle,
se detecte un importante volumen de hombre y mujeres procedentes de estos países.
En cualquier caso, bien sean procedentes de un lugar u otro, hay personas que aunque empiezan con gran
precariedad, “salen adelante”.
Los factores exclusógenos que convierten a un inmigrante económico en un “sin techo”, en el sentido más
extremo de la palabra son: ▪ Factores estructurales: ilegalidad jurídica administrativa, política laboral, política
de vivienda, educación, insuficiencia de recursos sociales, política inmigración.

▪ Factores familiares/relacionales: Falta de redes sociales y familiares de apoyo. ▪ Factores personales:


Personalidad, género, edad, raza, nacionalidad, idioma, habilidades, descualificación laboral, problemas de
salud, déficit emocional. ▪ Factores culturales: Choque cultural, racismo social y biológico, xenofobia.

8. INTEGRACIÓN VERSUS NORMALIZACIÓN DE LOS INMIGRANTES EN


ESPAÑA. (Esto es lo más aproximado que he encontrado). (SISTEMA pág. 319 – 325)
La protección social depende básicamente del empleo que es la fuente por excelencia de derechos sociales en
nuestro sistema protector, si bien no exclusiva. La inserción laboral genera derechos sociales a la asistencia
sanitaria, el desempleo, la protección de los hijos o a una pensión contributiva. Ahora bien, la extensión de
los derechos sociales en el Estado de Bienestar español tiene también lugar por vía asistencial o simplemente
por la condición de ciudadano o residente, en lo que han jugado un papel fundamental los Ayuntamientos y la
CCAA.
En este sentido hay que destacar dos hechos importantes que han favorecido la extensión de los derechos
sociales y, en concreto, la asistencia sanitaria y el acceso a los servicios sociales, de los ciudadanos no
comunitarios, residentes legalmente y en situación irregular: la aplicación de la Ley Orgánica de derechos y
libertades de los extranjeros en España y las leyes de servicios sociales de las CCAA que en general
contemplan asistencia para extranjeros. Hay cuatro ámbitos en los que el Estado de Bienestar español facilita,
directamente o con el concurso de las ONG de inmigración u entidades generalistas, el acceso a determinadas
prestaciones por vía contributiva y no contributiva o por vía asistencial o de manera global, mediante planes
específicos para la integración social de los inmigrantes.
El derecho a la asistencia sanitaria es contemplado por la Ley 4/2000 en su artículo 12 en los cuatro supuestos
antes mencionados, que favorecen la cobertura de la población extranjera. La protección por desempleo de la
población trabajadora no comunitaria está asegurada por la misma Ley 4/2000 que contempla que los
extranjeros tienen derecho a ejercer una actividad remunerada por cuenta propia o ajena, así como el acceso a
la Seguridad Social. Con el paso del tiempo ha aumentado el porcentaje de los beneficiarios de tipo
contributivo frente a los de tipo asistencial, lo cual es un indicador de una relativa creciente estabilidad
contractual de este colectivo.
Los inmigrantes extranjeros acuden indistintamente a los servicios sociales públicos y privados. Sin embargo,
existe una cierta especialización institucional de forma que los servicios sociales privados atienden sobre todo
a los inmigrantes extranjeros con mayores dificultades, en situación irregular y que se encuentran en la primera
fase de su integración en España. Por el contrario, a los servicios públicos acuden sobre todo los inmigrantes
que están consolidando su situación sociolaboral en España.
Existe una cierta especialización de la red privada en la atención a los inmigrantes que están en situación
irregular o en trámites de legalización. Suelen realizar una labor de acogida en las que priman las situaciones
de exclusión social.
Los centros de servicios sociales contribuyen a resolver los problemas puntuales de los inmigrantes,
normalmente ayudas de emergencia, alojamiento temporal y ayudas económicas. Las prestaciones económicas
ocupan el primer lugar en las ayudas que proporcionan los servicios sociales seguidas de las prestaciones de
hogar y alojamiento que suponen un tercio de las prestaciones recibidas.
España ha pasado globalmente en los últimos quince años de la aplicación de políticas de control a otras de
ordenación de la emigración y de cierta integración en el Estado de Bienestar. Sin embargo, estas políticas
han sido fluctuantes y el control y la exclusión social han tenido mayor peso que las políticas de integración
social. Incluso éstas, cuando se han desarrollado, han estado sobre todo en función más de las exigencias del
mercado de trabajo que de las necesidades sociales de los inmigrantes. Por otra parte, ha habido un cierto
reparto de papeles entre la instituciones públicas y privadas, al Estado le corresponde la función de control, a
las CCAA la función de apoyo a los mercados de trabajo de los inmigrantes mediante sus sistemas de bienestar,
a los Ayuntamientos la función de integración social y finalmente a las organizaciones voluntarias la función
de acogida y creación de un clima favorable.

9. FACTORES EXCLUSÓGENOS ENTRE LA POBLACIÓN INMIGRANTE EN ESPAÑA. (SISTEMA


pág. 33-35, Tercer foro 39-49)
Uno de los sectores que padece especialmente condiciones críticas de discriminación es el de la mujeres, que
en su mayor parte trabajan en actividades donde los niveles de informalización, e incluso los abusos, son muy
elevados, como ocurre en el servicio doméstico y en la recogida de ciertos productos agrícolas.

TERCER BLOQUE

Las condiciones de trabajo también son un importante factor de discriminación, sobre todo, en la medida que
en la tasa de paro entre los inmigrantes es mayor que la de los españoles. La precarización de las condiciones
laborales tiene traducciones extremas en determinados aspectos relacionados con el trabajo. Uno de ellos es
la propia accidentalidad laboral. Los datos muestran una mayor incidencia de los accidentes laborales de
extranjeros, siendo ellos los que sufren con mayor intensidad los principales efectos de la desregulación del
mercado laboral.
Los factores de segregación que conducen a una exclusión más genérica de los inmigrantes son:
- Segregación educativa: Con el aumento producido en el número de plazas ocupadas por extranjeros, se ha
acentuado la escasez de recursos escolares, concentrándose el alumnado inmigrante en colegiáis públicos,
llegando a darse un doble circuito educativo, al tiempo que la insuficiencia específica de los programas de
apoyo escolar para inmigrantes produce su segregación a itinerarios curriculares destinados a alumnado con
fracaso escolar. - Discriminación en el acceso a la vivienda, tanto por razón de precio y escasez, como por la
creciente desconfianza que se muestra hacia ellos. - Sanidad: Los problemas idiomáticos y culturales merman
sus derechos. - Ciudadanía incompleta: La carencia de derecho al voto de la gran mayoría de inmigrantes hace
que sus necesidades y reivindicaciones apenas sean consideradas por los partidos políticos. La conjunción de
tantos elementos de vulnerabilidad, marginación y rechazo componen un cuadro que, desde el punto de vista
global, tiende a perfilar en la sociedad española espacios muy diferenciados de pertenencia cívica y de
integración, al tiempo que, desde el punto de vista personal, da lugar a trayectorias de mayor riesgo de
exclusión.

Factores de exclusión
Factores familiares: - Falta de arraigo familiar. - Carencia de vivienda propia y/u otras propiedades. Factores
personales/culturales: - Diferencias idiomáticas y/o culturales y de costumbres. - Repudio, estigmatización y
prejuicios culturales de la población de origen.

Factores laborales: - Infidencia de la movilidad ocupacional descendente - Precariedad, con escasos


extremos que bordean el cuasiesclavismo. - Utilización de mano de obra barata y en la economía sumergida.
- Mayores tasas de paro y estacionalidad. - Alta tasa de accidentalidad.
Factores sociales y ubicacionales: - Tendencias a la guetización. - Discriminaciones latentes o expresas en
el acceso a determinados lugares. - Problemas residenciales. - Segregación educativa y dificultades de
formación.
Factores políticos: - Carencia de derecho a voto. - Falta de instancias de representación e interlocución. -
Carencias administrativas (sin papeles, etc.) - Vivencias restringidas de la condición ciudadana.
La exclusión social, pues, debe ser entendida como la etapa final de un itinerario exclusógeno en el que
inciden procesos subyacentes bastante complejos, de los que nadie puede quedar totalmente prevenido en una
sociedad de riesgo. Por ello, un estudio riguroso sobre este tema no debe abordarse fijando la atención
simplemente en aquellos que han llegado a las estaciones finales del itinerario, sino que debe atender a toda
la trayectoria social, profundizando en la verdadera naturaleza de los procesos de exclusión social, en las
circunstancias que los alientan, en los factores pueden compensar, en los riesgos de entrar en el túnel, y sobre
todo en el contexto de actitudes y opiniones que rodean el fenómeno.
Una buena parte de los estudios sobre el tema están intentando perfilar un mapa concreto de los riesgos de
entrar en la exclusión social, analizando los factores fundamentales que determinan las percepciones
colectivas sobre estas situaciones. En general, tanto los especialistas como la mayoría de los ciudadanos
tienden a considerar que tener o no tener trabajo, y el tipo de trabajo que se tiene, constituye la principal
barrera delimitadora en la exclusión social. Sin embargo, en la medida en que la experiencia laboral no puede
divorciarse de un conjunto más amplio de vivencias sociales es necesario que su consideración prioritaria sea
contemplada en el marco general de variables diversas.
En esta perspectiva dinámica la exclusión social vendría caracterizada como una situación de alta
vulnerabilidad en la que los mecanismos de prevención, de asistencia o de apoyo social-relacional no existen
o no son capaces de restablecer un mínimo equilibrio de reinserción o integración. De una manera más rotunda
sería el punto crítico al que se llega “cuando todo falla”.
10. DATOS SOBRE INMIGRANTES “SIN HOGAR” EN ESPAÑA Estimar el número de inmigrantes
«sin hogar» en España es muy difícil dada la ilegalidad administrativa en la que viven buena parte de los
inmigrantes. Según los últimos datos oficiales del INE relativos al año 2002 hay 2.254.807 extranjeros (5,4%
de la población), a los que habría que añadir la cifra de los inmigrantes «sin papeles»14. Los «sin papeles» o
indocumentados suelen ser varones jóvenes, que responden al perfil del inmigrante económico, aunque cada
vez hay más mujeres, menores no acompañados, personas mayores y en edad de jubilación. Europa es el
continente del que proceden la mayoría de los extranjeros que viven en nuestro país, seguidos por los de
África, Amé- rica y Asia15, Ecuador, Marruecos, Colombia, Rumania, Argentina, Perú, Reino Unido, Italia,
China, Bulgaria, Ucrania, Cuba, Nigeria, Portugal son los países con mayor número de residentes (Boletín
Estadístico de Extranjería e Inmigración, 2004). Son mayoritariamente varones, aunque se han ido acortando
las distancias respecto a las mujeres. Las mujeres proceden sobre todo de Europa, de los países
latinoamericanos y trabajan en el servicio doméstico. Los varones provienen de América Latina, África y los
países del Este y se ubican laboralmente en la agricultura y en el sector servicios. Por Comunidades
Autónomas, con diferencia, Madrid y Cataluña, en concreto las ciudades de Madrid y Barcelona16, son los
principales núcleos de atracción, y en los que se concentra la internacionalización del sinhogarismo. Se trata,
fundamentalmente, de personas indocumentadas. Según Pedro Cabrera y Gabriela Malgesini si en 1996 un
8% de las personas «sin hogar» eran inmigrantes, en 2004 la cifra se ha elevado al 30% (Cabrera y Malgesini,
2002). Si incluimos a los atendidos en albergues/ centros de acogida y recursos de urgencia algunos estudios
sitúan el porcentaje en un 30% (Cabrera, 2003, pág. 12). Además, «. En algunos dispositivos, de ser una
porción residual, ha pasado a ser el ochenta y tantos por ciento. (por ejemplo). Hay comedores en Madrid en
los que el 80% son extranjeros». Son, fundamentalmente, hombres, aunque cada vez se observa una mayor
presencia de mujeres. Tienen trabajos muy precarios, con condiciones laborales pésimas y con una alta
incidencia de fases de inactividad laboral. Los países de origen han variado a lo largo de los años. A principios
de la década de los noventa del siglo XX, en plena crisis de los Balcanes, hubo muchas personas procedentes
de la antigua Yugoslavia y croatas en general. En los últimos años, se ha detectado un aumento de ciudadanos
de la antigua Europa del Este (Rumania, Bulgaria, Polonia). De un modo constante marroquíes y
subsaharianos, principalmente de Senegal, Nigeria, Sierra Leona y Camerún. En menor medida, hay europeos
(portugueses, alemanes y franceses) y latinoamericanos (ecuatorianos, peruanos, cubanos y colombianos).
Con una muy limitada presencia encontramos asiáticos y personas de Oceanía. En la precitada investigación
realizada por Pedro Cabrera y Graciela Malgesini se puso de manifiesto que del total de inmigrantes que
acudían a los servicios de atención para personas «sin hogar», el 31% eran norteafricanos, el 24%
latinoamericanos, el 24% procedían de la Europa del Este, el 11% de la Unión Europea (sobre todo de
Portugal) y el 8% eran subsaharianos. Por nacionalidades e importancia numérica, marroquíes, ecuatorianos,
portugueses, rumanos, colombianos, argelinos, búlgaros y ucranianos (Cabrera y Malgesini, 2002, págs. 50-
51). Transcurridos varios años desde la presentación de estos datos, se confirma esta tendencia al estudiar las
últimas memorias disponibles del Centro de Acogida San Isidro (Centro Municipal de Acogida San Isidro,
2002) y del Albergue para varones San Juan de Dios (Albergue San Juan de Dios, 2003), ambos de Madrid.
Representan el paradigma de macrocentros, que atienden a los «sin hogar» crónicos y con mayor deterioro. El
porcentaje de población extranjera atendida en San Isidro, en el año 2002 fue de un 27,42%. Algunos internos
no se ajustaron al perfil tradicional del «sin hogar» y aun así hicieron uso del centro como lugar de alojamiento
en momentos puntuales. También hubo personas que lo utilizaron durante periodos de tiempo más dilatados.
Padecían problemáticas añadidas que hicieron preciso cubrir sus necesidades básicas y promover
intervenciones individualizadas. En San Juan de Dios, el porcentaje de extranjeros que acudió en el año 2003
ascendió al 56,14 (1.825 personas), de las cuales 1.686 (51,86%) no eran de la Europa comunitaria y 139
(4,28%) eran ciudadanos europeos comunitarios. Por áreas geográficas, varones provenientes de Europa
Occidental (47,80%), de África del Norte y del África subsahariana (18,88%), de la Europa del Este (18,79%),
de América del Sur (8,43%), de la Antigua URSS-CEI (3,84%), de América Central y del Caribe (0,68%), de
Asia (1,11%) y, a mucha distancia, de Oceanía (0,03%). A la luz de lo expuesto, cabe concluir este epígrafe
verificando que la internacionalización del sinhogarismo en España es una realidad desde hace años. El
fenómeno se dispara en la segunda mitad de los años noventa del siglo XX, sin que, inicialmente, se supiera
cómo acometer la llegada de un volumen tan extraordinario de personas que «a la desesperada» dejaron sus
países en busca de mejores oportunidades de vida para ellos y, a medio plazo, también para sus familias, a las
que deseaban traer a nuestro país. La tendencia seguida en los últimos años y el futuro previsible, punto del
que nos ocuparemos con posterioridad, habría hecho necesario adaptarse a las nuevas circunstancias. La
realidad nos muestra que aproximadamente un 10% de los inmigrantes que llegaron a España hace años se
han convertido en personas «sin hogar», entre otras razones por no haber sido dispuestas desde la iniciativa
pública medidas de actuación preventivas y asistenciales de largo alcance. La envergadura de la problemática
llevó a que se desplegaran algunos recursos que, en estos momentos, están saturados.

11. ESCENARIOS DE FUTURO

(SISTEMA pág. 36-39, Tercer foro 12-53)) La tendencia hacia un aumento exponencial de la población
extranjera en España, que ha crecido desde 625.907 personas en 1981 a una cifra de 4.229.113, según las
últimas cifras oficiales (julio de 2005), perfila una pauta de crecimiento que, como ya hemos apuntado, nos
puede situar en 2010 en una cifra de 7.700.000 personas. El crecimiento de la población inmigrante en España
se acelera en la última década del siglo XX, y se acentúa en la primera década del siglo XXI, conformando un
fenómeno complejo que presenta muchas facetas y que tiene muchas implicaciones sociales. En la medida
que estamos ante un aumento acelerado, que se produce sin las previsiones pertinentes, hay que prever que se
generen impactos sociales cada vez más acusados entre la población española, al tiempo que, por su propia
magnitud, cada vez tenderán a plantearse problemas más serios de falta de acogida (e integración) y de
insuficiencia y desajustes de las políticas tendentes a tal fin, tanto en el plano económico laboral como en el
administrativo. De esta manera, la concurrencia de las condiciones de magnitud e improvisación y las
crecientes dificultades de asimilación económica producen, en sí mismas, efectos exclusógenos específicos.
Es decir, las imprevisiones y la carencia de un modelo adecuado de integración, razonablemente ajustado a la
realidad, con sus correspondientes políticas prácticas, se están convirtiendo en un factor inicial de exclusión.
El papel atribuido a la inmigración como ejército laboral de reserva, barato y sumiso, queda perfectamente
reflejado en los datos estadísticos. Los inmigrantes se encuentran ocupados básicamente en la construcción,
la agricultura y en algunos servicios (restaurantes, hoteles, servicio doméstico, etc.), con todas las
circunstancias parejas de la temporalidad habitual que afecta a muchas de estas actividades. En algunos
sectores la población ocupada emigrante ya representa una proporción notable (un 17,8 por 100 en la
agricultura y un 19 por 100 en la construcción). A los problemas de la precariedad se unen, pues, los de la
temporalidad propia de determinadas actividades y, como ya hemos resaltado, los del paro, que
verosímilmente tenderá a crecer entre la población inmigrante, especialmente si se mantienen los actuales
flujos de llegada y si la economía española no experimenta a corto plazo un salto espectacular que estimule
un crecimiento notable de la demanda de servicios y de otras actividades económicas con fuerte componente
de empleo. Lo cual no parece muy plausible. Si a todo lo anterior sumamos que los inmigrantes están
realizando en su mayor parte trabajos manuales poco cualificados, muchas
veces mal pagados, y que tienden a ocupar los «nichos» laborales más degradados de la economía sumergida,
tendremos un panorama de conjunto que nos ilustra sobre las tendencias que, verosímilmente, van a seguir en
los próximos años los procesos de vulnerabilidad exclusión social a los que nos estamos refiriendo. El aumento
previsible de la población extranjera en los próximos años, que en cualquier caso se producirá como
consecuencia de los reagrupamientos familiares, la mayor natalidad y las inercias del efecto «llamada»,
tenderá a desbordar cada vez más claramente los umbrales «funcionales» de la oferta laboral que la economía
española genera, sobre todo en un periodo de retraimiento económico. Por lo que la oferta de trabajo
inmigrante sólo podrá expandirse, en gran parte, «hacia abajo», es decir, hacia la economía sumergida y hacia
una mayor precarización. Lo cual hará aumentar más los riesgos de exclusión social en el horizonte 2010 y,
paralelamente, las necesidades de más recursos por parte de los servicios asistenciales. El paro masivo que
afecta especialmente a los jóvenes, a las mujeres y a los sectores menos integrados socialmente, confiere
nuevos perfiles a la cuestión social. El problema central en las sociedades avanzadas a principios del siglo
XXI no es el de las malas condiciones específicas de los trabajos formales, sino las malas condiciones sociales
generales en que se encuentran muchos de los que no tienen trabajo o tienen un mal empleo. El reto actual,
por lo tanto, no estriba solamente en lograr una mejor inserción social de los asalariados por medio de mejoras
en las condiciones laborales y económicas del trabajo, sino en lograr una inserción social de quienes no tienen
trabajo y quedan fuera de las oportunidades del sistema.

12.LA INTEGRACIÓN DE LOS INMIGRANTES. ÁMBITOS DE ACTUACIÓN. (SISTEMA pág. 319


– 325)
La protección social depende básicamente del empleo que es la fuente por excelencia de derechos sociales en
nuestro sistema protector, si bien no exclusiva. La inserción laboral genera derechos sociales a la asistencia
sanitaria, el desempleo, la protección de los hijos o a una pensión contributiva. Ahora bien, la extensión de
los derechos sociales en el Estado de Bienestar español tiene también lugar por vía asistencial o simplemente
por la condición de ciudadano o residente, en lo que han jugado un papel fundamental los Ayuntamientos y la
CCAA. En este sentido hay que destacar dos hechos importantes que han favorecido la extensión de los
derechos sociales y, en concreto, la asistencia sanitaria y el acceso a los servicios sociales, de los ciudadanos
no comunitarios, residentes legalmente y en situación irregular: la aplicación de la Ley Orgánica de derechos
y libertades de los extranjeros en España y las leyes de servicios sociales de las CCAA que en general
contemplan asistencia para extranjeros.

Hay cuatro ámbitos en los que el Estado de Bienestar español facilita, directamente o con el concurso de las
ONG de inmigración u entidades generalistas, el acceso a determinadas prestaciones por vía contributiva y no
contributiva o por vía asistencial o de manera global, mediante planes específicos para la integración social
de los inmigrantes. El derecho a la asistencia sanitaria es contemplado por la Ley 4/2000 en su artículo 12 en
los cuatro supuestos antes mencionados, que favorecen la cobertura de la población extranjera. La protección
por desempleo de la población trabajadora no comunitaria está asegurada por la misma Ley 4/2000 que
contempla que los extranjeros tienen derecho a ejercer una actividad remunerada por cuenta propia o ajena,
así como el acceso a la Seguridad Social. Con el paso del tiempo ha aumentado el porcentaje de los
beneficiarios de tipo contributivo frente a los de tipo asistencial, lo cual es un indicador de una relativa
creciente estabilidad contractual de este colectivo. Los inmigrantes extranjeros acuden indistintamente a los
servicios sociales públicos y privados. Sin embargo, existe una cierta especialización institucional de forma
que los servicios sociales privados atienden sobre todo a los inmigrantes extranjeros con mayores dificultades,
en situación irregular y que se encuentran en la primera fase de su integración en España. Por el contrario, a
los servicios públicos acuden sobre todo los inmigrantes que están consolidando su situación sociolaboral en
España. Existe una cierta especialización de la red privada en la atención a los inmigrantes que están en
situación irregular o en trámites de legalización. Suelen realizar una labor de acogida en las que priman las
situaciones de exclusión social. Los centros de servicios sociales contribuyen a resolver los problemas
puntuales de los inmigrantes, normalmente ayudas de emergencia, alojamiento temporal y ayudas económicas.
Las prestaciones económicas ocupan el primer lugar en las ayudas que proporcionan los servicios sociales
seguidas de las prestaciones de hogar y alojamiento que suponen un tercio de las prestaciones recibidas.
España ha pasado globalmente en los últimos quince años de la aplicación de políticas de control a otras de
ordenación de la emigración y de cierta integración en el Estado de Bienestar. Sin embargo, estas políticas
han sido fluctuantes y el control y la exclusión social han tenido mayor peso que las políticas de integración
social. Incluso éstas, cuando se han desarrollado, han estado sobre todo en función más de las exigencias del
mercado de trabajo que de las necesidades sociales de los inmigrantes. Por otra parte, ha habido un cierto
reparto de papeles entre la instituciones públicas y privadas, al Estado le corresponde la función de control, a
las CCAA la función de apoyo a los mercados de trabajo de los inmigrantes mediante sus sistemas de bienestar,
a los Ayuntamientos la función de integración social y finalmente a las organizaciones voluntarias la función
de acogida y creación de un clima favorable.

También podría gustarte