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El cuidado.

Un aporte del papa Francisco a la Doctrina Social de la Iglesia


Mary Betty Rodríguez Moreno*

Introducción
La Doctrina Social de la Iglesia, tiene como punto de partida la reflexión de la realidad
circundante desde el Evangelio. A partir del papa León XIII, la enseñanza de la Iglesia,
centrada en Jesucristo, ha estado en consonancia con la situación del ser humano en la
sociedad, en el mundo. En esa línea, el papa Francisco -en correspondencia con el tiempo
presente- durante su Ministerio ha hecho un llamado a los cristianos y no cristianos a cuidar
la tierra, la Casa común como él la ha llamado. Las consecuencias del dominio despótico de
la tierra, la construcción de una sociedad del descarte, han puesto en evidencia la fragilidad
del lugar que habitamos. Por tanto, de cara al Evangelio y a la obra de Dios en Jesucristo,
hemos sido criados para cultivar y cuidar la tierra, como un legado, pero también una
responsabilidad.

En la encíclica social del papa Francisco, la Laudato Si’, él hace un llamado a todos los
seres humanos a cuidar la tierra, ante la crisis ambiental y social en la que nos encontramos.
Así, en este capítulo se aborda la relevancia del cuidado, desde la perspectiva bíblica,
teniendo presente que somos parte de la tierra, somos tierra y estamos llamados a ver el
mundo con los ojos de Dios, quien por amor puso todos los bienes de la creación en manos
del ser humano. Desde este punto, se hace referencia a la importancia de cultivar y cuidar la
tierra, pero también incluir el descanso de todo lo creado, como signo de cuidado y
protección de la vida. Desde esta perspectiva, en un segundo momento se plantea el
pensamiento social del papa Francisco, que está estrechamente unido al Evangelio. Nada
más social y espiritual que el cuidado de la vida, como expresión del compromiso cristiano.

* Aspirante al Doctorado en Teología, en la Pontificia Universidad Javeriana. Magister en Teología


Bíblica por la Universidad de Deusto, Bilbao; Bachiller y Licenciada en Teología por la Pontificia
Universidad Javeriana; Bachiller en Filosofía, por la Pontificia Universidad Javeriana. Docente-
Investigadora, perteneciente al Grupo de Investigación de Pensamiento Social de la Iglesia (PSI) en
la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana.https://orcid.org/0000-0003-1028-
269X
/https://scienti.minciencias.gov.co/cvlac/visualizador/generarCurriculoCv.do?cod_rh=0000904627
2

El papa, unido también a la reflexión y práctica social de la Iglesia, presenta el cuidado


desde la crisis socioambiental que vivimos en la actualidad. Por ello, acercarse al cuidado
desde el servicio y la reflexión teológica, conduce a visibilizar la tierra como una obra
creadora de Dios, fértil y fuerte, pero también frágil y delicada, que requiere de cuidado, de
entretejer relaciones que propendan por un cambio en las prácticas cotidianas de todos los
seres humanos, con particular atención de quienes ostentan el poder económico en el
mundo. La conclusión, quiere remitir nuevamente a la acción conjunta de la humanidad,
insistencia del papa, por prácticas que conlleven al cuidado, a partir de la responsabilidad y
la eminente urgencia de unirnos por el cuidado de la Casa común.

1. Una clave del cuidado: Ver con los ojos de Dios

1.1. El cuidado desde el punto de vista de la responsabilidad

En el relato de la creación, las indicaciones que Dios le da a Adán1 es trabajar,


custodiar/cuidar la tierra (Cfr. 2,15). El cuidado de la tierra está en el contexto de
prepararla, y mantenerla en su cultivo, lo que indica que la realidad del trabajo productivo
está dentro del buen propósito de Dios para el ser humano en cuanto el cuidado de la vida
en general. Custodiar/cuidar es una responsabilidad que está muy estrecha con la vida de
todos los seres, cuando reconocemos que hacemos parte de la tierra, que somos tierra.

De hecho, el Génesis señala que estamos conectados con todo y con todos, estableciendo
una relación intrínseca entre la creación y el ser humano. Es claro que el ser humano es
creado a partir de la misma tierra, es fruto de ella, parte integral del equilibrio vital. Sin

1
“Adam (de Adamá: tierra roja) ha sido hecho de la tierra, ha nacido de ella y tiene en sí todos sus
componentes, desde los más simples hasta los más complejos. Tiene de los cielos y del agua, de los animales
y de los vegetales, del espacio y del tiempo, del movimiento y del entendimiento. Es una imagen completa de
la creación de D’s y está en la capacidad de entenderla en los órdenes prescritos. Pero Adam no es D’s sino la
suma de lo que D’s hizo por eso, situándose en lo creado (siendo de acuerdo a lo creado), puede gobernar la
creación; estando en ella y no sobre ella, sus límites son la creación misma y por fuera de ella no es adamá (la
tierra que permite estar vivo) sino caos y vacío, que son el desorden y, en consecuencia, el no entendimiento”.
Cardona Ramírez y Ángel. “La impronta bíblica de la Laudato Si’. Diálogo a dos voces entre la encíclica y los
inicios del Génesis, 320-321.
3

embargo, no se desconoce la separación y la distinción que hay en la tierra, como una


realidad que fortalece la vida, pues la diversidad es connatural a la existencia. “El ser
humano no existe si no acepta su diversidad – diversidad, pero no fractura- de los otros y
de Dios. Y como un hecho para muchos seres humanos contradictorio, la diferencia permite
la comunión”2.
La visión fragmentada de la tierra y sus habitantes impide vivir en cercanía y cuidado. En
esa visión se sustenta la lógica de la depredación, sin importar que al destruir la naturaleza,
se está atentando contra la vida de los seres humanos, de quienes la defienden. Se olvidan
los derechos colectivos y se vulneran los saberes, usos y costumbres que hacen parte del
cuidado de la vida. Por lo mismo, se invisibiliza a los pueblos para destruir el territorio y
los medios para vivir.

Así, la tarea a partir de Gn 2,15, se puede entender en clave de cuidado, que consta de una
mirada integral del mismo. El cuidado empieza por reconocer la fragilidad que somos y
posteriormente la de todo lo creado. Por ello, en principio se ha de cuidar la propia vida, la
Adamá. Sin cuidar en primer lugar lo que soy, la propia tierra, no se tiene la posibilidad de
cuidar a los otros seres humanos y todo lo que hay en la creación. El cuidado empieza por
aquello que tenemos cerca, entendiendo que estamos juntos en la tierra y que el ser humano
ha de reconectarse con toda la vida, sentirse parte de ella. El cuidado de la vida en general
conlleva “tener claridad frente a la interdependencia de la vida humana con su desarrollo
humano, social y natural. (…) Cuidar de los otros supone el reconocimiento del otro como
alguien que existe y que tiene valor”3.

En este sentido, el cuidado de sí es una manera de cuidar de los otros; es cuidar lo que se
piensa y a la vez como se actúa. Conocimiento y cuidado de sí implica conciencia,
sabiduría y experiencia del ser creatural; una revisión continua de la forma de actuar y
comportarse consigo mismo y con los demás, para humanizar las formas y procedimientos
en el trato personal y social. El cuidado se gesta de dentro hacía afuera, en la aceptación de

2
Ibid., 308.
3
Garcés Giraldo y Giraldo Zuluaga. “El cuidado de sí y de los otros en Foucault, principio orientador para la
construcción de una bioética del cuidado”, 197.
4

la vida en su fragilidad, de la creación como un don de Dios que le brinda al ser humano
grandes beneficios.

En esta línea, cuidar y cultivar la tierra hace referencia al ser mismo, por una sana
preocupación de si con relación al modo de vida, en relación con la creación, con las otras
personas, con el entorno social. Cuidar y cultivar es interesarse por mejorar las condiciones
de vida personales, sociales y ambientales, en el reconocimiento de la tierra como aquella
que sostiene la vida humana. Sin duda, una acción que lleve a la protección, al cuidado de
la vida en toda sus expresiones, se sustenta en el no maltratar4; cultivar y recibir con
generosidad tanto de la tierra como de las otras personas aquello que nos brindan para la
construcción de espacios que propendan por el bienestar de todos.

Por otra parte, Génesis 2,8 relata que Dios plantó un jardín en Edén, donde puso a Adán a
quien había formado, y en 2,15 reitera que tomó a Adán y lo dejó en el jardín de Edén, para
que lo cultivara y cuidara. Claramente Dios le estaba legando la obra de sus manos a Adán
como encargado de ella. Por tanto, el cuidado emerge desde una actitud contraria a la
dominación. Es decir, que el cuidado está a la base de una estrategia de vida, propuesta por
Dios al ser humano, que se ha olvidado, negado y silenciado por siglos.

Encargarse del buen estado de la tierra es lo que le corresponde a Adán (ser humano),
respetando un territorio que no le pertenece y del cual forma parte en su perfección, pero
también en su fragilidad. Por consiguiente es imprescindible que el ser humano no olvide
su deber con la tierra, su conexión y vínculo estrecho con ella, que cada uno ha de ocupar
su lugar, que nada sobre la tierra existe sin lo que le rodea y que nada se basta a sí mismo5.

Es solo en las actuales circunstancias, en los últimos cincuenta años que el ser humano ha
considerado de nuevo su responsabilidad con la obra de Dios y el lugar que ocupa en la
creación, que no puede ser de dominación, como única prerrogativa al ser imagen y

4
Véase Garcés Giraldo y Giraldo Zuluaga. “El cuidado de sí y de los otros en Foucault, principio orientador
para la construcción de una bioética del cuidado”, 196.
5
Véase Acosta Rodríguez, “La palabra de Dios para la salvaguarda de la creación: Una reflexión desde la
Biblia para restablecer la alianza Dios-humanidad-Creación”, 135.
5

semejanza de Dios. Todo lo contrario, su tarea es velar por la conservación (cuidado) de la


tierra, disponiendo las medidas que resulten urgentes ante los daños ocasionados. Para el
ser humano no cuidar y, a la inversa dominar, ha sido la afectación que viene sufriendo en
sí mismo, por la destrucción que ha provocado.

En la actualidad, los profundos daños ocasionados al lugar que habita (la tierra) el ser
humano, han llevado a que surja, en algunos la conciencia de su posición en la tierra:

Frente a una concepción de apropiación abusiva por parte del ser humano, emergen otras
maneras de vivir, ver y entender, de percibir, concebir y operar el mundo, las cosas y la
naturaleza. De modo diferente, el cuidado sería tanto la consideración como el
comportamiento humano que no irrumpe agresivamente en la realidad, sino que la deja ser,
la cultiva para que crezca6.

En otras palabras, el acto reflexivo de algunos seres humanos, la revisión de la forma como
se ha obrado con la tierra, los desarrollos tecnológicos que se han implementado para su
explotación y el rumbo que están tomando sus prácticas, necesariamente conducen a
replantearse la manera en que está procediendo, en contra de la tierra y al mismo tiempo de
sí mismo.

El libro del Génesis sitúa el horizonte del cuidado de la vida, de manera frontal y
claramente pedagógica, en una responsabilidad que parte del reconocimiento de la
pertenencia intrínseca a la tierra, y que por tanto, entraña cuidado y cultivo. El cuidado es
una actitud vital, una práctica personal y social proyectada al bien común, que surge de la
misma actitud de Dios con toda su creación. Por tanto, el cuidado forma parte de los gestos
de amor de Dios con su creación y por ende, del ser humano con todo lo creado, al ser
imagen y semejanza de Dios.

6
Rivadeneyra Fentanes, “Curar el cuidado herido”, 65.
6

1.2. El cuidado desde el punto de vista del descanso

Al final del capítulo 1 del Génesis encontramos que la obra creadora de Dios no culminó
con la creación del ser humano a su imagen y semejanza, con la bendición y con la
afirmación de la bondad de todo lo creado (Cfr. Gn 1,27-31). En Génesis 2, al comienzo se
narra que Dios el día séptimo da por concluida su obra creadora y descansó. Asimismo,
bendijo y santifico el séptimo día, pues en él Dios cesó, descansó (‫ ָׁש ַבת‬/šā·ḇaṯ) de toda su

obra creadora (Cfr. Gn 2, 2-3). El texto insiste en el tema de haber terminado su obra
creadora y además en el descanso.

El séptimo día señala su importancia en la obra creadora de Dios, en un obrar fundamental


para el cuidado de la vida: el descanso. Aquella actividad destinada al ser humano, como un
espacio para recobrar la vida y cuidar la creación. Sin este séptimo día el cuidado se hace
inoperante; la obra creadora culmina con el descanso, que conlleva el cuidado de la vida, de
la creación. El descanso hace parte del ser imagen y semejanza de Dios, de ser hombres y
mujeres libres con la capacidad de detenerse para cuidar y cuidarse, entre otras cosas,
garantizando condiciones de vida digna, propias del ser libres. Negar el descanso es atentar
contra la creación, los seres humanos y contra Dios:

“Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás tus trabajos, pero
el día séptimo es el día de descanso en honor de Yahvé, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni
tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en
tu ciudad. Pues en seis días hizo Yahvé el día del sábado y lo santificó” (Ex 20,8-11). El
mandamiento del sábado cierra los preceptos para con Dios y abre los mandamientos para
con la sociedad7.

De esta manera el relato de la creación consagra el cuidado como la forma más humana y
divina de proteger la tierra, todo cuanto hay en ella, y al ser humano. Descanso supone, no
explotar, ni al ser humano ni a la tierra. La falta de descanso genera agotamiento,
enfermedad, incapacidad para dar fruto; es lucrarse sin mesura de la tierra y de los seres
humanos. De ahí que en la obra creadora Dios establezca el descanso como la forma

7
Acosta Rodríguez, “La palabra de Dios para la salvaguarda de la creación: Una reflexión desde la Biblia
para reestablecer la alianza Dios-humanidad-Creación”, 136.
7

privilegiada de cuidar la vida, pues este permite el restablecimiento de vigor, de la vitalidad


de todo cuanto hay en la tierra y también del ser humano.

No se desconoce que en Génesis Dios también bendice al ser humano y además le dice que
domine la tierra (Cfr. Gn 1,28), pero no es un dominio ilimitado, considerando que el ser
humano es superior a la creación, es distinto y aun así igual a ella. El dominio, no es porque
él sea diferente a la creación sino que es más importante y a la vez parte de ella. El hecho
de ser creación, ser tierra, no le concede el derecho a tomarla como un objeto, como una
propiedad: “el hombre está llamado a hacer de la creación un uso a la vez dominado y
apropiado: dominado en cuanto es el primus inter pares en la creación y apropiado en
cuanto que forma parte de la misma”8.

Aquella primacía que Dios le ha otorgado al ser humano, no quiere decir que él deje de ser
creatura, tierra. Por lo cual comportarse con todo lo creado, entendiendo el dominio como
superioridad y propiedad es más un trato despótico, manteniendo un desequilibrio entre la
tierra y él, considerándola externa a él, estableciendo un uso ilegítimo de la creación.

Por eso insiste el Papa Francisco en que el descuido de la naturaleza es signo del descuido
del hombre que, en una forma de alienación con lo creado, no es capaz de concebir que el
daño a la creación es un daño hacia si mismo, tal como entienden quienes son capaces de
hacer un uso apropiado y dominado: un crimen contra la naturaleza es un crimen contra
nosotros mismos y un pecado contra Dios (Laudato Si’ No. 8)9.

En este sentido, según el relato de la creación (Gn 2,2-3) y el precepto de Éxodo (20,8-11),
las condiciones de igualdad, de la tierra y de la humanidad, reconocen el derecho al
descanso, al restablecimiento de la vida, al cuidado, como un acto de justicia. No obstante,
poco ayuda la piedad si existen relaciones de explotación, de dominio despótico, de
superioridad, que rompen los vínculos con la tierra y con los hermanos/as, provocando un
desequilibrio que contamina y destruye la vida, que niega el descanso a la tierra, a los
animales y a la humanidad, especialmente a los pobres.

8
Álvarez Alonso, “Una lectura filológico-lingüística de la Encíclica Laudato Si. Reflexiones en torno a los
conceptos de uso, dominio y propiedad, 761.
9
Álvarez Alonso, “Una lectura filológico-lingüística de la Encíclica Laudato Si. Reflexiones en torno a los
conceptos de uso, dominio y propiedad, 762.
8

Consecuencias de lo anterior, se evidencian en el daño ambiental causado por la


desigualdad, el acaparamiento, políticas ambientales mal llamadas de desarrollo que
favorecen los megaproyectos que explotan sin descanso, sin tregua y que se evidencian en
el extractivismo, la minería, el monopolio de las semillas, los productos transgénicos, la
exploración petrolera, la deforestación de grandes territorios que son el pulmón de la tierra,
etc. Estas políticas ambientales, no reconocen el valor del descanso, de dejar a la tierra y a
los seres humanos -especialmente a los pobres- recuperarse de la explotación a la que son
sometidos; prima son usos de dominio despótico.

Son prácticas que necesitan desplazar a los campesinos de sus regiones, expropiar de sus
tierras por ejemplo a los indígenas en América Latina, eliminar y apropiarse de las fuentes
hídricas, sobre explotar la tierra con los monocultivos, las incesantes fumigaciones que la
agotan y matan al ser humano. Todas estas acciones no reconocen la magnitud del
descanso, de dejar descansar la tierra y al ser humano como un beneficio que redunda en el
bienestar de todos, incluso de los mismos explotadores10.

Lo anterior, dejar descansar toda lo creado, el fondo es un llamado a reconstruir esa imagen
y semejanza de Dios que hay en cada persona, que no irrumpe ni obra agresivamente con el
territorio y sus habitantes. El cuidado, aquella actitud de Dios con su creación y olvidada
por el ser humano, es un requerimiento por empezar a incluir en la vida de los explotados
(tierra y pobres) el derecho al descanso. Este descanso, que realiza Dios en el día séptimo
entraña un modo distinto de entender la creación, de plantearse la vida de la tierra y del ser
humano; es deconstruir y cambiar las prácticas dominantes, depredadoras y abusivas que
tenemos con la tierra y especialmente con los más frágiles que se encuentran en nuestro
contexto, en esta única tierra11.

Por consiguiente, reconocer en nuestras acciones lo que está pasando con la vida de la tierra
y los más pobres, además de conducirnos a la reflexión de cara al cultivo, cuidado y

10
Véase Acosta Rodriguez, “La palabra de Dios para la salvaguarda de la creación: Una reflexión desde la
Biblia para reestablecer la alianza Dios-humanidad-Creación”138.
11
Véase Mendes, “Laudato Si’: el cuidado de la casa común y la lógica del don”, 2.
9

descanso de todo lo creado, significa abordar los desafíos que conlleva la explotación sin
medida de la tierra y de los pobres (campesinos e indígenas que viven en los territorios más
vulnerados por los megaproyectos). La imagen de la divinidad que pone al ser humano para
cultivar y cuidar la tierra (Cfr. Gn 2,15) constituye la responsabilidad de ver con los ojos de
Dios aquello que se llama progreso y desarrollo económico. Es evidente que estas dejan de
lado cualquier consideración del cultivar, cuidar y dejar descansar la tierra y los seres
humanos; acciones, que establecen una nueva relación con el medio ambiente y sus
habitantes.

2. El cuidado en el pensamiento social del papa Francisco.

El papa Francisco durante su Ministerio ha logrado que la Iglesia establezca una nueva
conexión con varios lugares de la tierra que antes pasaban desapercibidos, ante la gravedad
de la crisis ambiental y cultural, pero que son primordiales para la vida en general12. De
esta forma, favoreció la toma de conciencia de muchos cristianos, sobre el cuidado de la
Casa Común como una responsabilidad con el cuidado de la vida humana13. De hecho, el
cambio climático, los grandes desastres naturales y sociales que se viven en la actualidad
impiden vivir de espaldas a la realidad, pues son situaciones que tocan la vida de las
mayorías14. Además, no comprender que el dominio sobre la tierra está en términos de
cultivo y cuidado por el bien de todos, es desconocer la consecuencia de nuestros actos,
personales y sociales de cara a la crisis que vive la tierra y en ella el ser humano.

El tema del cuidado ha estado en el pensamiento social del papa Francisco desde el
comienzo de su Ministerio, tal como lo planteó en la Exhortación Apostólica Evangelli
Gaudium15. En ella, el papa, expone la necesidad de cuidar de los más frágiles, precisando
la distinción entre dos actitudes humanas: 1- Considerar que somos beneficiarios de todo
cuanto existe, tratando el conjunto de la creación con dominio despótico, desconociendo
que estamos estrechamente unidos a ella, pues somos tierra (Adamá). 2- Considerar que

12
Véase Carta Encíclica Laudato Si’, No. 214
13
Véase Carta Encíclica Laudato Si’, No. 8.
14
Véase Álvarez de los Mozos, “Defender al pobre y proteger la naturaleza, 86.
15
Véase Madrigal, “El cuidado de la Casa común. Releyendo «Laudato Si’» en su quinto aniversario”, 499.
10

somos custodios/cuidadores de las demás criaturas, para no dejar a nuestro paso solo
destrucción y muerte, afectando nuestra vida y la de las futuras generaciones16.

Es claro que la crisis ambiental, no es un tema de la situación actual del mundo. Todo lo
contrario, el papa Francisco hace eco de la Enseñanza Social de la Iglesia a los problemas
socioambientales desde la promulgación de la Carta encíclica Rerum Novarum en 1891 por
León XIII, hasta la Carta encíclica Laudato Si’17, en la que hace memoria del camino
realizado por sus predecesores18. Más aún, Francisco reconoce el aporte y el trabajo pionero
de la Iglesia Ortodoxa, del Consejo Mundial de Iglesias y otras comunidades, en la
preocupación por la crisis ambiental19.

Por ello, reconociendo el camino realizado sobre el tema y la urgencia de tener en la misión
de la Iglesia y del mundo en general, la prioridad por la tierra (la crisis socioambiental), el
papa ha insistido en el cuidado de la Casa común. Este que al mismo tiempo es el cuidado
de la vida de los pobres, puesto que ellos son los primeros en sufrir por el deterioro de la
tierra, la Casa común. Y paradójicamente, los pobres, los descartados, en principio, son los
más conscientes del cuidado del territorio, ya que también son los primeros en padecer las
consecuencias de la degradación de la tierra. El papa en su mensaje para la celebración de
la “54 Jornada mundial de la paz”, recuerda que el cuidado de la tierra es una tarea que
Dios le ha legado al ser humano, siendo custodio de la creación:

16
Véase Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, sobre el anuncio del evangelio en el mundo actual No.
215.
17
Véase Francisco, Carta Encíclica Laudato Si’, No. 3-6.
18
Véase Madrigal, “El cuidado de la Casa común. Releyendo «Laudato Si’» en su quinto aniversario”, 504-
505. Asimismo, Jaime Tatay, en su libro presenta el camino de la Iglesia con referencia al tema ecológico,
desde León XIII hasta Francisco (2015) en la promulgación del la Carta Encíclica Laudato Si’. El autor,
incluye, además del Magisterio Social de la Iglesia, las Conferencias episcopales, instancias no magisteriales
como el Pontificio Consejo Justicia y Paz, la Pontificiae Academia Scientiarum, el Consejo Pontificio de la
Cultura, la Comisión Teológica Internacional, el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, las
declaraciones de la iglesias cristianas: el Consejo Mundial de las Iglesias, la Evangelical Environmental
Network y la Anglican Communion. Es una investigación, que señala el esfuerzo que en los últimos tres siglos
se ha venido realizando en cuanto a la necesidad de cuidar la tierra, reconociendo que es limitada como los
seres humanos y que hace falta un cambio de mentalidad, que nos ayude a preservar la vida. Véase Tatay,
Ecología integral. La recepción católica del reto de la sostenibilidad: 1891 (RN) – 2015 (LS). Introducción,
XXIII-XXXI.
19
Ibid. No. 7-9.
11

En el relato bíblico de la creación, Dios confía el jardín “plantado en el Edén” (Cf. Gn 2,8)
a las manos de Adán con la tarea de “cultivarlo y cuidarlo” (Cf. Gn 2,15). Esto significa,
por un lado, hacer que la tierra sea productiva y, por otro, protegerla y hacer que mantenga
su capacidad para sostener la vida. Los verbos “cultivar” y “cuidar” describen la relación de
Adán con su casa-jardín e indican también la confianza que Dios deposita en él al
constituirlo señor y guardián de toda la creación20.

Es un mensaje y un llamado a la conciencia de los cristianos y no cristianos que el papa ya


había hecho en la Laudato Si’ en el 201521. Aquí Francisco señala la relevancia del cuidado
en dos perspectivas: 1- en lo grave que ha sido tener al ser humano como centro de la
creación y por lo mismo, el impacto de esta comprensión errada para la protección de la
vida en general. 2- En la constatación de la interconexión de todo lo creado y la
responsabilidad que ello implica con el cuidado de los más vulnerables, entre ellos los
pobres y la tierra.

El hecho de cuidar la tierra y a los más pobres, supone el cuidado de la propia vida; el daño
o cuidado que provocamos a otro(s), lo estamos suscitando a sí mismos. En consecuencia,
el cuidado de la tierra y de los seres de la naturaleza ha de estar unido al cuidado de los
pobres. Para el papa “no puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres
de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y
preocupación por los seres humanos”22.

El cuidado es una noción que encierra la totalidad de la vida, una visión integral de la
misma, por tal razón equivale al reconocimiento de que todo está conectado, el ser humano
con los otros, con la comunidad y con la naturaleza en su totalidad23. Es decir, que el
cuidado, en Francisco está planteado a partir del bien común. Por tanto, prescindir de este,
es sustraerse de la responsabilidad con la vida en todas sus expresiones, es olvidar que
tenemos un origen común, un lugar común en el que desarrollamos la existencia y un futuro
compartido, que hemos de construir juntos24. Así, hace un llamado a toda la humanidad en

20
Francisco, 54 Jornada mundial de la paz. La cultura del cuidado como camino de paz, 2.
21
Véase Francisco, Carta Encíclica Laudato Si’, No. 67.
22
Francisco, Carta Encíclica Laudato Si’,97.
23
Véase Madrigal, “El cuidado de la Casa común. Releyendo «Laudato Si’» en su quinto aniversario, 501.
24
Véase Francisco, Carta Encíclica Laudato Si’, 202.
12

la búsqueda de alternativas de desarrollo de cara a los daños socioambientales que afectan a


los más pobres y que desconocen el futuro de las próximas generaciones y del planeta.

Por ello, el enfoque del papa, en el fondo reconoce que el cuidado ocupa un lugar
fundamental en la vida del ser humano, de las relaciones con los otros, del planeta e incluso
con Dios. Tan fundamental es el cuidado -aun si queremos verlo sin implicaciones
cristianas, de fe- que uno de los primeros signos de civilización fue un fémur roto que se
había curado25. En este sentido, la arqueología también nos lleva a repensar y valorar cómo
el ser humano, se humaniza cuando realiza un proceso de protección de la vida. La
reflexión sobre el impacto que tienen nuestros actos a nivel socioambiental hace parte de
todos los ámbitos de la existencia. Y el papa, a través de su Ministerio ha insistido en que la
responsabilidad de cuidar la vida en todas sus formas tiene connotaciones que interpelan
incluso a los no cristianos. “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a
los niños que están creciendo? Esta pregunta no afecta solo al ambiente de manera aislada,
porque no se puede plantear la cuestión de modo fragmentario”26.

En esta línea, Francisco subraya la conexión que existe entre todo lo creado, como un
llamado al cuidado de manera integral; todo está conectado, insiste cinco veces en la
Laudato Si’27. No se puede pensar que los actos individuales, se quedan aislados, es una
constatación sobre el sentido de la acción humana de cara a la ecología y a la vida social.
La concientización de la interconexión ha de propiciar, hacer surgir un nuevo estilo de vida,
según el papa Francisco28.

25
Véase García Uribe, “Cuidar en la era tecnocientífica: de la finitud al superhombre”, 53.
26
Francisco, Laudato Si’, No. 160.
27
Véase Francisco, Laudato Si’, No. 16. 91. 117. 138. 240.
28
Véase Madrigal, “El cuidado de la Casa común. Releyendo «Laudto Si’» en su quinto aniversario”, 503
13

2.1. El servicio en el cuidado, en el papa Francisco

Para Francisco una cara del cuidado de la vida, del cuidado integral, se encuentra en el
servicio29. Servir significa cuidar la fragilidad, pues desde el Evangelio son los rostros
sufrientes y desprotegidos a quienes Jesús invita a mirar y actuar. Son personas de carne y
hueso a quienes Jesús nos invita a cuidar y a defender30. El servicio no es servilismo,
siempre mira el rostro del hermano y busca su promoción. El papa destaca que el ser
humano “ha sido creado para amar, en medio de sus límites brotan inevitablemente gestos
de generosidad, solidaridad y cuidado31. El amor se convierte en servicio y cuidado que se
extiende a las relaciones sociales y con la naturaleza. “hace falta volver a sentir que nos
necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo,
que vale la pena ser buenos y honestos”32.

Así, el cuidado en la lógica del servicio rompe la lógica del aprovecharse, tanto de la tierra
como de los seres humanos. Las acciones están en procura de cuidar, de realizar gestos
cotidianos de servicio desinteresado, como una huella de uso y cuidado de los bienes de la
creación. Se sirve cuando se cuida y se busca verdaderamente el bien común, como una
responsabilidad con los demás y con el mundo. El egoísmo desconoce al otro como parte de
sí, explota la naturaleza y al hermano/a, dejando en el mundo una huella de violencia, de
maltrato y ruina. La “destrucción de todo fundamento de la vida social termina
enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses, provoca el surgimiento
de nuevas formas de violencia y crueldad e impide el desarrollo de una verdadera cultura
del cuidado del ambiente”33.

Tania Ávila, en su reflexión sobre el cuidado, siguiendo al papa Francisco, resalta que
además de pensar las formas que nos ayudan -sirven- para cuidar la vida, está el

29
Véase Francisco, Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, sobre el anuncio del evangelio en el mundo
actual No. 199.
30
Véase Francisco, Carta encíclica Fratelli Tutti, No. 115.
31
Véase Francisco, Laudato Si’, No. 58. No obstante, Miguel Rubio en el análisis de la antropología que
presenta la Laudato Si’, subraya la imagen diferenciada y polivalente del ser humano. Véase Rubio,
“Laaudato si’: Una teología de la creación en perspectiva ecológica”, 105-106
32
Francisco, Laudato Si’, No. 229.
33
Ibid.
14

sentipensar. Se trata de volver nuevamente a sentir con el otro, con la tierra, para pensar
cómo nos relacionamos, cómo le servimos a ese “otro” para preservar la existencia de todos
los seres de la creación, incluyendo a la humanidad. Sin embargo, se ha de considerar que
la sociedad moderna pasa por un periodo complejo, teniendo en cuenta que estamos
influenciados por un sistema de globalización, que facilita aspectos como la comunicación
y el intercambio de conocimiento desde el internet, pero al mismo tiempo deshumaniza las
relaciones sociales, se mercantiliza, se sirve agresivamente del ser humano y los bienes de
la creación, y saquea la tierra34.

A su vez, en el mundo se genera una cultura de competencia e individualismo entre los


seres humanos, una cultura de no cuidado. En ese modelo de globalización no hay cabida
para el valor trascendente de la vida cotidiana, para establecer relaciones35. Evidentemente
los retos de este tiempo se centran en construir relaciones solidarias y de cuidado a nivel
personal, social y con la Casa común.

Pensar en la categoría Cuidado desde el servicio, en clave de la encíclica Laudato si’, la


exhortación Querida Amazonía, y Fratelli Tutti, es comprenderla de manera integral y no
fragmentada, por lo mismo en servicio al bien común. En palabras de Bidegain y Calderón
a propósito del cuidado, que históricamente ha estado en mano de las mujeres, pero que
aquí se refiere a lo cotidiano en cuanto a los bienes y servicios, que le permiten al ser
humano alimentarse, educarse, estar sano y vivir en un hábitat propicio. Ellas definen el
cuidado, citando a Joan tronto, como:

una actividad específica que incluye todo lo que hacemos para mantener, continuar y
reparar nuestro mundo, de manera que podamos vivir en él tan bien como sea posible. Ese
mundo incluye nuestros cuerpos, nuestro ser y nuestro ambiente, todo lo que buscamos para
entretejer una compleja red del sostenimiento de la vida36.

34
Véase Ojeda Ortíz, Las escuelas pasan a la acción en el cuidado de la Casa común: proyecto ¡Yo puedo!,
207-208.
35
Véase Luciani, “Francis and the Pastoral Geopolitics of Peoples and Their cultures. A Structural Option for
the Poor”, 185.
36
Bidegain y Calderón, Los cuidados en América Latina y el Caribe, 24.
15

Esta mirada del cuidado suscita la necesidad de pensar el tema, no sólo desde lo individual,
y el sometimiento, es decir que orienta la discusión hacía pensarse el cuidado como bien
relacional, como un servicio que privilegia el bien de la tierra y el ser humano. En suma,
que implica la inter-relación con el otro, con la comunidad y con la tierra. Incluso, esta
inter-relación nos hace volver sobre la pregunta del papa en la Laudato Si’ ¿qué tipo de
mundo queremos dejar a los que nos siguen, a los niños que están creciendo? Es la pregunta
del papa que retoma Ojeda Ortiz en su trabajo sobre el cuidado de la Casa común, a partir
de la Escuela; allí reitera que los más afectados por el deterioro del medio ambiente, son los
pequeños37. Este planteamiento por lo pronto nos conduce a una racionalidad que pasa por
el sentir con el otro y este otro no solo humano, sino con toda la creación. Siendo así, el
cuidado brota de esta conexión, de esta inter-relacionalidad.

Asimismo, cuando se reflexiona el cuidado desde el servicio, brota el reconocimiento de la


vulnerabilidad humana y de la toda la tierra, que nos lleva a admitir, aun con dificultad, la
interdependencia y nos obliga a establecer relaciones de mutuo cuidado.

De hecho, desde que nacemos, el trabajo de cuidados nos permite crecer, socializarnos,
adquirir un lenguaje, unos valores y una identidad y autoestima básicas. Desarrollo personal
que tiene lugar a través de los bienes, servicios y cuidados tanto biofísicos como
emocionales históricamente producidos fundamentalmente por mujeres en o desde los
hogares38.

Por tanto, la vida misma en su esencia depende de los cuidados, de la relación que se va
tejiendo por medio de este y en el que juega un papel fundamental las otras personas,
generando relaciones de reciprocidad libres de asumir o no.

Ahora bien, el papa Francisco en la Laudato Si’ reafirma que el auténtico cuidado de la
creación es inseparable de la fraternidad39. Es una relación-interacción, que se construye en
virtud del cuidado, cuya referencia en sus prácticas, a lo largo de los siglos ha estado en las
manos de las mujeres. Sin duda, hay saberes relacionados con el cuidado pertenecientes a

37
Véase Ojeda Ortíz, “Las escuelas pasan a la acción en el cuidado de la Casa común: proyecto ¡Yo puedo!”,
209.
38
Carrasco, “El Cuidado como bien relacional: hacia posibles indicadores”, 52.
39
Véase Francisco, Laudato Si’, No. 70.
16

genealogías de mujeres, “que fueron desplazados por los masculinos: el afecto, la


solidaridad, el vínculo y sobre todo, el cuidado”40. Con todo, ya en la década de los setenta
se advirtió sobre el reto de pensar el cuidado como un tema no solo de las mujeres sino de
toda la sociedad41. Y es un hecho que para Francisco, el cuidado es una tarea de toda la
humanidad. Si bien, es interesante hacer memoria que el cuidado como un servicio amoroso
y de protección de la vida ha estado en manos de mujeres.

2.2. Teología del cuidado

Del mismo modo, a partir de la Teología del cuidado, se hace un llamado desde el prever,
prevenir y controlar; prever las señales de los tiempos futuros, prevenir situaciones de
degradación de nuestra tierra y de toda la especie humana y controlar los riesgos de
autodestrucción de la humanidad. Daño que desde hace años es conocido. De ahí que, el
cuidado sea un llamado a cuidarnos y cuidar de nuestra Casa común, la madre tierra, que
«gime y sufre dolores de parto» (Rm 8, 22). O sea, un dolor que se puede soportar desde la
acción, porque cuando amamos cuidamos, cuando cuidamos amamos y siempre buscamos
el bien, y así debe hacerse con nuestra Casa común. Con certeza, que el cuidado es también
una opción de los ecoteólogos, que los lleva a formar la conciencia crítica de cara a la Casa
común42.

Evidentemente, la Teología del cuidado, se centra en exhortar a cuidar de los más frágiles,
de los más pobres, pues ellos necesitan de cuidado, en aquel reconocimiento en los más
vulnerables el rostro de Dios. “La lectura creacionista fundamenta la responsabilidad social
por el otro en el hecho de que todos fueron creados iguales por el mismo padre, y eso no

40
Rivadeneyra Fentanes, “Curar el cuidado herido”, 64.
41
Véase Vega y otros, Experiencias y vínculos cooperativos en el sostenimiento de la vida en América Latina
y el sur de Europa, 16. En efecto, Rafael Rivadeneyra Fentanes, presentó en el 2015, siguiend a Carol
Gilligan quien en los años setenta puso el cuidado en el núcleo del debate ético al rescatar la marginaliza voz
moral de las mujeres, que “existe otra forma de enfrentar la vida y saberla. Esta sería una relación no
apriorística ni abstracta, sino corporal: una potencia o capacidad de recreación femenina que, para la
emancipación moderna, también debiera ser masculina”. Rivadeneyra Fentanes, “Curar el cuidado herido”,
63-64.
42
Véase Zapata Muriel y Martínez Trujillo, “Ecoteología: aportes de la teología y de la religión en torno al
problema ecológico que vive el mundo actual”, 100.
17

solo hermana sino que compromete y reclama justicia”43. La tierra es tan fértil, fuerte,
dotada de grandezas, pero al mismo tiempo es débil, frágil y delicada. “Todos podemos
colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su
cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades”44.

Asimismo, se ha de sentipensar la categoría de cuidado, en clave de cuatro dimensiones: 1-


el cuidado de la propia existencia; 2- el cuidado del otro, 3- el cuidado del entorno; 4- en la
relación con Dios. De esta manera, cuando se logra este conjunto de cuidados, se está
siendo cuidadoso/a en la relación con la Divinidad45.

En este sentido, el cuidado involucra modos de acción cotidianas y estructurales; tejer


relaciones de cooperación, de corresponsabilidad y de dialogo con el otro. Este camino del
cuidado nos fortalece nos llena de vida, nos impulsa a la creatividad y a entretejer
relaciones sanas46. No obstante, desde una postura crítica se reafirma que asumir el cuidado
tiende a ser complejo, dado que el sistema económico centra su interés en la acumulación
de riquezas, creando necesidades innecesarias. Es decir el consumo desmedido, dejando de
lado la trascendencia de la dignidad humana y la importancia de las relaciones solidarias47.

Sin embargo, asumir en la acción cotidiana el cuidado, conlleva la transición de un


paradigma de consumo y competencia, a un paradigma de pensamiento integral inspirado
en la vida de Jesús. Deconstrucción de un nosotros, que facilite el tejido de una red de
cuidado y permita afrontar la crisis socioambiental que menciona la encíclica Laudato Si’48.
Necesitamos aprender a cooperar, necesitamos una conversión de mentalidad, de actitud, de
colaboración, para un co-cuidado, para co-crear un sistema colaborativo. Un caminar juntos

43
Cuda, Francisco y la Teología de la cultura: discernimiento sobre violencia-misericordia en la modernidad
postsecular, 601.
44
Francisco, Carta Encíclica Laudato Si’, 14.
45
Véase Ávila Meneses, “El cuidado”, Aguapanelazo, 2m 10s.
46
Véase Francisco, Carta Encíclica Fratelli Tutti, No. 162.
47
Véase Bugallo, “Cuidado socio.ambiental y economía de los recursos. Tensiones y controversias hacia una
ética ambiental”, 35-36; Castilla, “Tragedia de los recursos de uso común y ética ambiental individual
responsable frente al calentamiento global”, 66-67.
48
Véase Francisco, Laudato Si’, No. 139.
18

y juntas, en sinodalidad, teniendo en cuenta una herramienta de conversión integral que


consta de tres elementos: Desaprender-Aprender-Reaprender49.

En definitiva, cuidado es identificar los principios, los valores y las actitudes que dan un
sentido a la vida no solo del ser un humano, sino de la tierra, para un buen vivir, además de
las acciones necesarias para ello. Preocuparse por las necesidades del otro, por la comida,
salud, techo y otros aspectos indispensables, es un acto de cuidar. No necesariamente el
cuidado es paternalista, pues el paternalismo nos lleva a ser sumisos, callar, esperar que
todo nos lo den y que no nos esforcemos.

Para el papa Francisco el cuidado del ser humano, especialmente de los más pobres y
vulnerables está dentro de las grandes preocupaciones y tareas de los cristianos y no
creyentes. El cuidado no es una acción aislada de la vida cotidiana, hace parte de las
prácticas responsables diarias, tanto de la gente en general, igual que de los Estados, de las
multinacionales que dejan sus residuos tóxicos en los países en desarrollo y de las
empresas, sobre todo si comprende que en su vocación orientada a producir riqueza y
mejorar el mundo, ha de incluir la creación de puestos de trabajo, como parte ineludible de
su servicio al bien común50.

Conclusión

En suma, a partir del pensamiento del papa Francisco sobre el cuidado, que retoma el
trabajo y los conocimientos de sus predecesores, pero también de otros pueblos, podemos
decir que el cuidado es la capacidad de afirmarnos como seres humanos, que tenemos la
responsabilidad de cuidar de nuestro entorno, de la tierra, así como este entorno debe cuidar
de nosotros. De esta manera creamos relaciones que sean cuidadosas; cambiando así, la
cultura del egoísmo a la cultura del cuidado. Si estamos cuidándonos, cuidamos de los
demás, de la naturaleza y al mismo tiempo estamos cuidando nuestra relación con la
divinidad, con Dios. La responsabilidad con el cuidado de la vida en todas sus expresiones

49
Véase Ávila Meneses, “El cuidado”, Aguapanelazo, 49 m40s
50
Véase Francisco, Carta Encíclica Laudato Si’, No. 51. 129. 177.
19

es un compromiso de todos, un cuidado que nos lleva a preocuparnos por el destino de la


Casa común.

Es evidente que el papa Francisco, nos presenta desafíos sobre el cuidado, en cuanto al
reconocimiento y toma de conciencia de nuestra conexión con todo lo creado, de nuestra
vocación de servicio, que en últimas redunda en bien de todos, en el bien común. De igual
manera, que el cuidado, de la tierra y el ser humano es una tarea conjunta, que se puede
aportar a partir de la construcción colectiva de conocimiento en espacios de laboratorio
social. Estas pueden contribuir a generar fisuras en las estructuras capitalistas, en pro del
cuidado de la vida a partir de la co-creación de experiencias. Por supuesto que se ha de
tener como premisa el dialogo intercultural de saberes que nos sitúa como eje de
transformación y promueve el caminar juntos y juntas en el cuidado de la vida en Casa
común.

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