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Otro recuerdo de su niñez resulta más fascinante. Murray lo llamó “el hecho más decisivo”
(Murray, 1967, p. 299). Cuando tenía unos cuatro años, estaba mirando la imagen de una
mujer triste sentada con su hijo, el cual tenía la misma expresión. Este fue el tipo de ilustración
melancólica que utilizaría más adelante en su prueba de apercepción temática. Su madre le
dijo: “La idea de la muerte es lo que les ha puesto tristes” (Murray, 1967, p. 299). Para Murray,
este recuerdo indicaba la muerte de los vínculos afectivos con su madre, ya que ella le destetó
de forma abrupta a los dos meses de edad porque, según creía él, prefería mostrarle afecto a
sus otros hermanos.
Aseguraba que las acciones de su madre le habían producido depresión a lo largo de toda la
vida, estado que constituía la esencia de su personalidad. Murray veía en su depresión la causa
de “la tristeza y la melancolía”, y procuraba disfrazarla en las actividades cotidianas adoptando
una actitud bulliciosa, optimista y extrovertida (Murray, 1967). Este desapego de la madre lo
llevaría a poner en tela de juicio el complejo de Edipo, dado que no coincidía con su
experiencia personal. Otra circunstancia que le hizo sensible a los problemas emocionales y al
sufrimiento fue su relación con dos tías que padecían trastornos psicológicos.
Este defecto físico y el tartamudeo lo impulsaron a compensar sus limitaciones. Cuando jugaba
futbol americano ocupaba la posición de mariscal de campo; nunca tartamudeaba cuando
llamaba las jugadas. Después de perder en una riña en el patio de la escuela, tomó lecciones
de boxeo y ganó el campeonato local de peso pluma. Más adelante admitiría que “en todo
esto había un factor adleriano” para compensar sus limitaciones (Murray, 1967, p. 302).
Educación
Después de asistir a Groton, una escuela de enseñanza media superior, Murray se inscribió en
la Universidad de Harvard. Estudió historia, pero obtuvo califi caciones mediocres porque
prefería “las tres R: ron, remar y romances” (Robinson, 1992, p. 27). Llegó al estudio de la
personalidad por una senda tortuosa. No le gustó el curso de psicología que había tomado en
la escuela superior y desertó después de la segunda lección. No volvió a tomar otro curso sino
años después, cuando él mismo impartió la materia.
En 1919 se graduó en la Escuela de Medicina de la Universidad de Columbia, en el primer lugar
de su grupo. También obtuvo un grado de maestría en biología en esa misma universidad y
enseñó fi siología en Harvard. Durante dos años hizo un internado en cirugía en un hospital de
Nueva York, donde formó parte del equipo que atendió al futuro presidente de Estados Unidos
Franklin D. Roosevelt, que sufría poliomielitis. Terminado el internado, Murray pasó dos años
en el Rockefeller Institute, donde efectuó investigaciones biomédicas de embriología.
Prosiguió sus estudios en el extranjero y, en 1927, la Universidad de Cambridge le otorgó el
doctorado en bioquímica.
Pocas semanas después de concluida la lectura, Murray se encontró con un serio problema
personal. Se había enamorado de Christiana Morgan, una mujer casada muy hermosa, rica y
depresiva, que también había quedado profundamente impresionada por el libro de Jung. Tras
siete años de matrimonio, Murray no quería abandonar a su esposa, y confesaba que le
horrorizaba la idea del divorcio, pero tampoco quería renunciar a su amante, cuya naturaleza
jovial y artística contrastaba con la de su mujer. Murray insistía en que necesitaba a las dos.
El confl icto duró dos años, hasta que, por recomendación de Christiana, viajó a Zurich para
entrevistarse con Carl Jung. Pasaron un mes juntos, y Jung logró resolver el problema de
Murray mediante la instrucción y el ejemplo. Él también tenía un amorío con una mujer más
joven y sostenía su relación abiertamente, sin abandonar a su esposa. Aconsejó a Murray que
hiciera lo mismo, y éste siguió el consejo durante los siguientes 40 años.
Sin embargo, los actores principales de este drama se reunieron en Zurich antes, con Jung en
el papel de director. Así, ordenó que el marido de Christiana Morgan fuera analizado por Toni
Wolff, la amante de Jung. Además, él pasó largas horas con Christiana, analizado sus muy
extrañas visiones y sueños. Josephine, la esposa de Murray, se negó a desempeñar su papel.
Pasó 20 minutos escuchando a Jung, quien insistía en que Murray tenía que vivir con ella y con
su amante, y no tardó en decidir que Jung era un viejo lascivo (Robinson, 1992). No obstante, a
la larga convenció a la esposa de Murray y al marido de Christiana de que aceptaran el amorío.