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La vida de Murray (1893-1988)

Depresión y compensación durante la niñez

La niñez de Henry Murray se caracterizó por el rechazo materno, por elementos de la


compensación adleriana a causa de un defecto físico y por una sensibilidad supranormal al
sufrimiento ajeno. Nacido en una familia rica, creció en la ciudad de Nueva York, en una casa
situada en el actual Centro Rockefeller. Pasaba el verano en Long Island Beach y de niño
acompañó a sus padres en cuatro largos viajes a Europa. A los psicólogos de la escuela
adleriana les encantaba saber que, como él mismo decía, algunos de sus primeros recuerdos se
centraban en esa existencia tan privilegiada (Triplet, 1993).

Otro recuerdo de su niñez resulta más fascinante. Murray lo llamó “el hecho más decisivo”
(Murray, 1967, p. 299). Cuando tenía unos cuatro años, estaba mirando la imagen de una
mujer triste sentada con su hijo, el cual tenía la misma expresión. Este fue el tipo de ilustración
melancólica que utilizaría más adelante en su prueba de apercepción temática. Su madre le
dijo: “La idea de la muerte es lo que les ha puesto tristes” (Murray, 1967, p. 299). Para Murray,
este recuerdo indicaba la muerte de los vínculos afectivos con su madre, ya que ella le destetó
de forma abrupta a los dos meses de edad porque, según creía él, prefería mostrarle afecto a
sus otros hermanos.

Aseguraba que las acciones de su madre le habían producido depresión a lo largo de toda la
vida, estado que constituía la esencia de su personalidad. Murray veía en su depresión la causa
de “la tristeza y la melancolía”, y procuraba disfrazarla en las actividades cotidianas adoptando
una actitud bulliciosa, optimista y extrovertida (Murray, 1967). Este desapego de la madre lo
llevaría a poner en tela de juicio el complejo de Edipo, dado que no coincidía con su
experiencia personal. Otra circunstancia que le hizo sensible a los problemas emocionales y al
sufrimiento fue su relación con dos tías que padecían trastornos psicológicos.

Murray padecía estrabismo y, a los nueve años, lo operaron en el comedor de su casa.


Corrigieron el defecto, pero un descuido del cirujano lo dejó sin visión estereoscópica. Por
mucho que se esforzara, jamás logró destacar en juegos como el tenis o el beisbol, porque no
podía enfocar ambos ojos en la pelota. No se percató del defecto visual hasta que ingresó a la
escuela de medicina, cuando un médico le preguntó si de niño había tenido problemas al
practicar deportes.

Este defecto físico y el tartamudeo lo impulsaron a compensar sus limitaciones. Cuando jugaba
futbol americano ocupaba la posición de mariscal de campo; nunca tartamudeaba cuando
llamaba las jugadas. Después de perder en una riña en el patio de la escuela, tomó lecciones
de boxeo y ganó el campeonato local de peso pluma. Más adelante admitiría que “en todo
esto había un factor adleriano” para compensar sus limitaciones (Murray, 1967, p. 302).

Educación

Después de asistir a Groton, una escuela de enseñanza media superior, Murray se inscribió en
la Universidad de Harvard. Estudió historia, pero obtuvo califi caciones mediocres porque
prefería “las tres R: ron, remar y romances” (Robinson, 1992, p. 27). Llegó al estudio de la
personalidad por una senda tortuosa. No le gustó el curso de psicología que había tomado en
la escuela superior y desertó después de la segunda lección. No volvió a tomar otro curso sino
años después, cuando él mismo impartió la materia.
En 1919 se graduó en la Escuela de Medicina de la Universidad de Columbia, en el primer lugar
de su grupo. También obtuvo un grado de maestría en biología en esa misma universidad y
enseñó fi siología en Harvard. Durante dos años hizo un internado en cirugía en un hospital de
Nueva York, donde formó parte del equipo que atendió al futuro presidente de Estados Unidos
Franklin D. Roosevelt, que sufría poliomielitis. Terminado el internado, Murray pasó dos años
en el Rockefeller Institute, donde efectuó investigaciones biomédicas de embriología.
Prosiguió sus estudios en el extranjero y, en 1927, la Universidad de Cambridge le otorgó el
doctorado en bioquímica.

La infl uencia de Carl Jung

La sensibilidad y empatía de Murray por la gente se reforzaron durante su internado, cuando


empezó a interesarse por los factores psicológicos de la vida de los pacientes. En 1923 leyó el
libro Tipos psicológicos de Carl Jung y quedó fascinado. “Una noche, cuando me dirigía a casa,
encontré el libro en la biblioteca de la escuela de medicina; estuve leyéndolo toda la noche y
todo el día siguiente (Murray, citado en Anderson, 1988, p. 147).

Pocas semanas después de concluida la lectura, Murray se encontró con un serio problema
personal. Se había enamorado de Christiana Morgan, una mujer casada muy hermosa, rica y
depresiva, que también había quedado profundamente impresionada por el libro de Jung. Tras
siete años de matrimonio, Murray no quería abandonar a su esposa, y confesaba que le
horrorizaba la idea del divorcio, pero tampoco quería renunciar a su amante, cuya naturaleza
jovial y artística contrastaba con la de su mujer. Murray insistía en que necesitaba a las dos.

El confl icto duró dos años, hasta que, por recomendación de Christiana, viajó a Zurich para
entrevistarse con Carl Jung. Pasaron un mes juntos, y Jung logró resolver el problema de
Murray mediante la instrucción y el ejemplo. Él también tenía un amorío con una mujer más
joven y sostenía su relación abiertamente, sin abandonar a su esposa. Aconsejó a Murray que
hiciera lo mismo, y éste siguió el consejo durante los siguientes 40 años.

Sin embargo, los actores principales de este drama se reunieron en Zurich antes, con Jung en
el papel de director. Así, ordenó que el marido de Christiana Morgan fuera analizado por Toni
Wolff, la amante de Jung. Además, él pasó largas horas con Christiana, analizado sus muy
extrañas visiones y sueños. Josephine, la esposa de Murray, se negó a desempeñar su papel.
Pasó 20 minutos escuchando a Jung, quien insistía en que Murray tenía que vivir con ella y con
su amante, y no tardó en decidir que Jung era un viejo lascivo (Robinson, 1992). No obstante, a
la larga convenció a la esposa de Murray y al marido de Christiana de que aceptaran el amorío.

El contacto personal de Murray con Jung y la resolución de su disyuntiva conyugal lo llevaron a


dedicarse a la psicología. Había tratado de resolver un problema personal y la psicología le
había dado una respuesta (Anderson, 1988). Jung no se limitó a resolver los problemas
personales y profesionales de Murray, sino que también hizo que se percatara de la extensión
y la importancia de las fuerzas inconscientes. Murray escribió al respecto: “En ese momento se
abrieron las compuertas de un mundo maravilloso. Había palpado el inconsciente” (1940, p.
153). La actitud de Murray hacia el hombre que le había ayudado en sus crisis cambia
radicalmente con el paso de los años. La aceptación inicial de las ideas de Jung se convirtió en
un rechazo absoluto. Más adelante diría que Jung “creía todo cuanto le dijera, siempre y
cuando coincidiera con su teoría, pero hacía caso omiso de todo lo que no encajara en ella”
(citado en Anderson, 1988, p. 155).

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