Está en la página 1de 20

LA BIOÉTICA: un puente entre la ciencia y el humanismo.

Por: John Mario Montoya Montoya


‘’La Bioética es una “ciencia” o rama del saber que consiste fundamentalmente en servirse de las ciencias de la vida y la
biotecnología para mejorar la calidad de vida de las personas, el fortalecimiento de los derechos humanos y el respeto
de la dignidad humana’’.
La bioética podría definirse como “el estudio sistemático de la conducta humana en el ámbito de las ciencias de la vida y
del cuidado de la salud, examinada a la luz de los valores y de los principios morales” (Encyclopedia of Bioethics, 2014).
Desde sus inicios, la bioética se ha propuesto como un “puente” entre dos culturas que, no obstante, al mostrarse como
autónomas e independientes, fundan sus objetivos en el conocimiento y en la preservación de la vida; se trata, de un
lado, de las ciencias de la salud, que han puesto su mirada en los avances que puedan mejorar la calidad y durabilidad de
la vida; y de otro lado, las ciencias humanas, que muestran su disposición para analizar los valores que permiten al ser
humano generar mejores condiciones para vivir en sociedad. El entorno en el que se vive y las relaciones que se
establecen con ese entorno, no sólo hacen de los seres humanos seres sociales, sino también y fundamentalmente,
seres biológicos. Teniendo esto como punto de partida, la bioética entrelaza la salud y la vida, que no deben verse como
entidades separadas, ni construir discursos distantes entre sí. Las sociedades contemporáneas enfrentan a cada
momento retos que ponen en situación de discusión el tratamiento que se da a la existencia humana desde distintas
perspectivas (ética, política, social y cultural).
La bioética ha conseguido desarrollar un importante cuerpo doctrinal, convirtiéndose en una de las ramas de estudio
más desarrolladas de la ética. La Bioética comanda reflexiones críticas con enfoque social, en torno a temas relacionados
con la salud humana, el bienestar de la persona, su relación con la naturaleza, etcétera. Estas reflexiones dan ocasión al
planteamiento de interrogantes sobre los alcances, implicaciones y limitaciones de los desarrollos biotecnológicos
modernos y los retos que se enfrentan en relación con aquellas problemáticas que repercuten en la condición viva de las
sociedades y de los individuos.

En torno a la noción y origen de la Bioética


En las últimas décadas ha surgido con un ímpetu y una fuerza extraordinaria un nuevo saber: la bioética. A nivel
epistemológico se discute si efectivamente la bioética es una ciencia novedosa o si, mas modestamente, no es sino una
aplicación de la vieja ética -o, si se prefiere, de la ética médica- a nuevos problemas y situaciones que han ido
apareciendo con los adelantos tecnológicos. En cualquier caso, la terminología que se utiliza es relativamente novedosa
-para comenzar bioética es un neologismo acuñado recientemente a partir de los vocablos griegos bios y ethos, que
vendría a significar algo así como “ética de la vida”- y se ha extendido desde 1970, partiendo de EEUU, su lugar de
origen, como una inmensa mancha de aceite por toda la faz de la Tierra.
Al margen de las discusiones académicas un tanto bizantinas -sobre si es o no una nueva ciencia- la bioética puede
definirse de la manera siguiente: “es el estudio sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias de la vida y
del cuidado de la salud, en cuanto que dicha conducta es examinada a la luz de los valores y de los principios morales”.
Como puede verse el objeto de este nuevo saber es amplísimo: la conducta humana en todo lo que tiene que ver con la
vida y con la salud. Es decir, en el objeto de estudio de la bioética quedarían comprendidas la ética, la deontología
médica, la biología, la medicina, la antropología, la sociología, la ecología o ética ambiental, etc.

Concepto:
El término bioética fue utilizado por primera vez por Van Rensselaer Potter como una propuesta de una nueva disciplina
que sirviera como un puente entre dos culturas: la científica, en torno a la vida y al medio ambiente, y la humanista
centrada en la ética.
Aunque no existe una sola manera de definir a la bioética, la Bioética se puede definir como el estudio sistemático de las
dimensiones de la moral- incluyendo a la visión moral, las decisiones, la conducta y las políticas- de las ciencias de la vida
y del cuidado de la salud, empleando una variedad de metodologías éticas en un contexto multidisciplinario.
La bioética ha evolucionado hacia un movimiento internacional que abarca los aspectos tradicionales de la ética médica,
la ética ambiental, los debates sobre los derechos de las futuras generaciones, el desarrollo sostenible, etc. La bioética
es una instancia de juicio práctico que se ejerce en circunstancias concretas y a la que se le asigna una finalidad práctica
a través de diferentes formas de institucionalización. La bioética se concibe como un campo interdisciplinario de
especialistas y como un movimiento social y cultural de los ciudadanos. Es un área de conocimiento que se refiere a la
moralidad de las nuevas formas de nacer, morir, curar y cuidar.

Principios Fundamentales de la Bioética:


Históricamente, debemos remitirnos a la redacción en el año 1978 de uno de los primeros documentos escritos sobre
bioética: el Informe Belmont. Este Informe solo consideraba tres principios (autonomía, beneficencia y justicia). Un año
más tarde, la clásica formulación es la de Tom Beauchamp y James Childress con los cuatro principios básicos aceptados
universalmente (autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia). La expresión “principios bioéticos básicos” se
refiere a aquellos criterios generales que sirven como base para justificar muchos de los preceptos éticos y valoraciones
particulares de las acciones humanas.
Dentro de la bioética, la corriente principialista es una de las aproximaciones teóricas directamente relacionada con el
desarrollo de la disciplina. En el centro de la misma se encuentran los principios ampliamente conocidos que se han
retomado en la mayoría de los documentos éticos y normativos. Entre ellos, el más conocido es el Informe Belmont
elaborado por la Comisión Nacional para la Protección de Personas Objeto de la Experimentación Biomédica y de la
Conducta (1978). Dicho Informe expresó los principios de respeto a las personas, de beneficencia y de justicia.
Posteriormente, estos principios fueron ampliados y aplicados para la ética biomédica por Beauchamp y Childress. Son
los siguientes:
1. Respeto por la Autonomía. Se refiere a la necesidad de respetar, tanto en acciones como en actitudes, a la
capacidad y al derecho que poseen las personas para decidir entre las opciones que a su juicio son las mejores
entre las diferentes posibilidades de las que se les haya informado, conforme a sus valores, creencias y planes de
vida. Son decisiones respecto a su cuerpo y a su salud, tanto en términos de intervenciones como de
investigación. Este principio sustenta la necesidad de contar con un consentimiento informado y del derecho a
negarse a una intervención o participación en una relación clínica o de investigación. No se refiere a la no
interferencia con las decisiones del otro. Implica la obligación de crear y de mantener las condiciones para tomar
decisiones autónomas al tiempo que se ayuda a despejar el temor y otras situaciones que destruyen o
interfieren con las acciones autónomas. De este principio se desprende el deber de proteger a quienes no tienen
esta capacidad.

La autonomía juega un papel sustantivo en la auto-definición y el auto-determinamiento como personas libres


que, más allá de las presiones externas, vislumbran la importancia de actuar, pensar y decidir con libertad. El
respeto por la autonomía exige que se reconozcan a cada sujeto moral los siguientes derechos:

— Derecho a tener sus propios puntos de vista.


— Derecho a tomar sus propias opciones.
— Derecho a actuar en conformidad con su escala de valores.
En conclusión: Es la obligación de respetar los valores y opciones personales de cada individuo en aquellas decisiones
básicas que le atañen. Este principio se fundamenta en una cualidad exclusiva de la especie humana: el libre albedrío.
Constituye el fundamento para la obligación del consentimiento libre e informado que se le plantea al paciente como
persona libre de decidir sobre su propio bien y al que no se le puede imponer en contra de su voluntad, por medio de la
fuerza o aprovechándose de su ignorancia
2. Beneficencia. Este principio considera la necesidad de evaluar las ventajas y las desventajas, los riesgos y los
beneficios de los tratamientos propuestos, o de los procedimientos de investigación, con el objeto de maximizar
los beneficios y disminuir los riesgos. Tiene una dimensión positiva que implica el deber inquebrantable de llevar
a cabo acciones específicas encaminadas a procurar el bienestar de las personas, defender sus derechos,
prevenir el daño, eliminar las condiciones que le generan riesgo, malestar y dolor, entre otras.
El principio de beneficencia, que hace referencia al deber de proporcionar bienestar a la sociedad, plantea la
obligación moral de actuar objetivamente en beneficio de los demás, lo que va mucho más allá de la simple
benevolencia como mera actitud o disposición de querer el bien para los demás. Bajo el título de beneficencia
están amparados otros dos principios:

— La beneficencia positiva, que obliga a obrar benéficamente en favor de los demás.


— La utilidad, que obliga a hacer balance entre los beneficios y los inconvenientes.
En conclusión. Es la obligación ética de "hacer el bien" y ayudar a los demás en sus necesidades como uno de los
principios hipocráticos fundamentales. En el clásico modelo paternalista, el médico podía imponer su propia manera de
hacer el bien sin contar con el consentimiento del paciente. El actuar ético postula que este principio debe estar
subordinado al de autonomía; no se puede buscar hacer el bien en función de hacer un daño. Por ejemplo: el
experimentar en humanos por el ‘bien de la humanidad’, no se debe hacer sin contar con el consentimiento voluntario
de los sujetos, y menos sometiéndolos a riesgos o causando daños.

3. No Maleficencia. No se debe infligir daño o hacer mal. Este principio obliga a evitar el daño físico o emocional y
el perjuicio en la aplicación de procedimientos o de intervenciones. El principio de No maleficencia, hace
referencia a la obligación que tenemos los seres humanos de no causar daño de manera intencionada a ningún
ser vivo, bien sea desde el ejercicio de una profesión o en las acciones cotidianas. La No maleficencia se
relaciona con la clásica expresión latina primum non nocere, que traduce: “lo primero es no hacer daño”, y que
en buena hora ha adoptado como el fundamento de la ética médica. Beuchamp y Childress afirman que las
obligaciones de este principio son negativas, pese a que son claramente distintas de las que impone el principio
de beneficencia, que pueden considerarse como positivas. Las obligaciones del principio de No maleficencia
vinculan con más fuerza que las del de beneficencia; dicho con mayor precisión: la No maleficencia contiene
cuatro obligaciones generales:
— No se debe hacer mal o daño.
— Se debe prevenir el mal o daño.
— Se debe eliminar el mal o daño.
— Se debe hacer o promover el bien.
En conclusión: Consiste en el respeto por la integridad del ser humano. Este principio plantea un aspecto de la ética
médica tradicional que obliga al profesional a "no hacer daño" (Primum Non Nocere), pero lo relativiza al considerar que
el médico no está obligado a seguir la voluntad del paciente si la juzga contraria a su propia formación ética y moral. Por
ejemplo: si un médico estima contra su conciencia practicar un aborto, este principio lo autoriza a oponer un rechazo a
esta demanda (objeción de conciencia), pero tiene la obligación de referir a la paciente a otro colega que haga la
intervención.

4. Justicia. Es el principio por el cual se pretende que la distribución de los beneficios, los riesgos y los costos en la
atención sanitaria o en la investigación, se realicen en forma justa. Es decir, que se distribuyan equitativamente
entre todos los grupos de la sociedad, tomando en cuenta la edad, el sexo, el estado económico y cultural, y
consideraciones étnicas. Se refiere, asimismo, a que todos los pacientes en situaciones parecidas deban tratarse
de manera similar y con las mismas oportunidades de acceso a los mejores métodos diagnósticos y terapéuticos.
El principio de justicia tiene que ver con lo que es debido a las personas, con aquello que les pertenece o les
corresponde de alguna manera. En el ámbito médico la “especie” de justicia que interesa es la justicia
distributiva, referida a la distribución equitativa de los derechos, beneficios, responsabilidades y cargas en la
sociedad. Todo ello emerge como un problema de distribución, debido a la desproporción entre bienes escasos
y múltiples necesidades, en particular cuando un determinado bien es insuficiente para todos. Para determinar
la distribución de cargas y beneficios es necesario acudir a criterios de justicia. El criterio formal utilizado
comúnmente en las teorías de justicia distributiva se atribuye a Aristóteles, quien planteaba que: “Casos iguales
se deben tratar igualmente y casos desiguales se deben tratar desigualmente”, aunque también se ha hecho
famosa la definición de Ulpiano (jurista romano que vivió entre los siglos II-III d. C.): “Dar a cada uno lo suyo”. En
ambos casos son criterios formales por su elevado grado de abstracción, esto significa que adolecen de
contenidos concretos y de puntos de vista alternativos para establecer la igualdad o proporcionalidad de la
distribución. Por esta razón resulta necesario recurrir a criterios materiales de justicia distributiva. Según
Beuchamp y Childress, los criterios materiales que especifican e identifican las características relevantes para
recibir un trato igualitario, son los siguientes:
— A cada persona una porción igual.
— A cada persona según sus necesidades.
— A cada persona según sus esfuerzos.
— A cada persona según su aportación.
— A cada persona según su mérito.
— A cada persona según las reglas de intercambio en un mercado libre.
En conclusión: - Garantiza la distribución equitativa de costos y beneficios de los recursos sanitarios disponibles.
Establece la equidad en las relaciones entre los seres humanos. "Todos los seres humanos tienen iguales derechos para
satisfacer sus necesidades"(justicia distributiva). Se trata de regular la distribución de los recursos limitados en salud,
insuficientes para la satisfacción de todas las necesidades y solicitudes de asistencia sanitaria.
Puede decirse que el enfermo actúa guiado por el principio ético de autonomía, el médico por el de beneficencia y no
maleficencia, y la sociedad, a través de políticas de salud, en base al principio de justicia. Como hemos visto, la bioética
está dotada de un amplio catálogo de principios básicos, que como guías de acción son orientaciones para tomar
decisiones frente a los dilemas éticos relacionadas con la vida, en todas sus manifestaciones y planos: la naturaleza, las
personas y la sociedad.

Características de la bioética:
La bioética es una disciplina joven, dinámica y en continuo desarrollo, con claras características que la identifican:
 Laica. Busca acuerdos racionales entre personas de diversas filiaciones religiosas o ateas. Es tolerante y se desvincula
formalmente de las referencias religiosas.
 Pluralista. Acepta, reconoce y promueve la diversidad de enfoques y posiciones morales de los individuos y trata de
alcanzar acuerdos razonables entre diversas posturas dentro de una discusión que parta de mínimos compartidos.
Reconoce la pluralidad no sólo como un hecho sino como un valor.
Al ser plural y laica, declara en favor del pluralismo y en contra de las vías y soluciones dogmáticas. La bioética
proporciona los conocimientos necesarios para promocionar valores ciudadanos y para que el debate social no se
contamine con informaciones y actitudes alarmistas y dogmáticas (Capdevielle y Medina Arellano, 2018).
 Autónoma. Es libre de influencias políticas, religiosas y económicas. Reconoce la capacidad de autorregulación del ser
humano.
--Racional, filosófica y discursiva. Porque las intervenciones están reguladas según los valores éticos y morales de la
cultura con base a la dignidad humana. La realidad ética no se conoce a priori sino a través de la reflexión sobre las
consecuencias de las decisiones.
 Multidisciplinaria. Comprende aspectos filosóficos, científicos, sociales, antropológicos, psicológicos, técnicos, legales,
del cuidado de la salud y de la investigación en salud. La evaluación ética necesita de la colaboración de todas las
disciplinas implicadas (medicina, derecho, biología, filosofía, etc.) Esta característica es la base de los "Comités de Ética".
Lo Multidisciplinar convoca al debate sobre la valoración ética de la vida. En dicho debate participan diferentes áreas de
conocimiento, siendo importantes las biociencias (y sus respectivas tecnologías), la filosofía (principalmente la ética) en
conjunto con la jurisprudencia y el bioderecho (Chan, Ibarra Palafox y Medina Arellano, 2018).
 Intermediadora. Promueve mecanismos razonados y racionales para la toma de decisiones difíciles y para resolver
conflictos.
 Regulatoria o procedimental. Apoyo a los protocolos, procedimientos, cuerpos colegiados.
 Humana y Aplicada. Porque reflexiona y cuestiona problemas reales, cotidianos y concretos; y nuevas formas de la
vida y salud del hombre, y su relación con el entorno social y ambiental.
-- Civil y social. Llama a proyectarse en un plano ético de reconocimiento. La bioética equivale, en estos términos, a
“cobrar conciencia de la existencia”, porque es consciente quien sigue naturalmente los dictados de la vida, pero a su
vez quien, en términos sociales, despliega un éthos ciudadano, es decir, un estado de comprensión del respeto a la vida
y a los derechos humanos.
-- Formativa-informativa. Dirige una mirada crítica a las posiciones reduccionistas de la vida (humana y no humana), con
el propósito de recalar en los derechos que afirmen la libre manifestación de los individuos, al margen de sus diferencias
constitutivas. En los planos formativo e informativo, la bioética tiene mucho para ofrecer no sólo a campos del
conocimiento de la biología y la ecología, sino también al desarrollo social, proponiendo modelos incluyentes e
implementando perspectivas multidisciplinarias.
-- Prejurídica y metajurídica. Define, pondera y entiende los principios que fundamentan el cuidado y la preservación de
la vida como un requisito fundamental que pone en un plano de convergencia a la Bioética con las ciencias jurídicas
(Medina-Arellano, 2015). El jurista español Carlos María Romeo Casabona plantea: “La expresión española “Bioderecho”
ha sido tomada del término inglés Biolaw, que viene utilizándose en la literatura norteamericana desde comienzos de los
años ochenta de la pasada centuria, y se ha consolidado también en otros idiomas: Biodroit, Biorecht, Biodiritto,
Biodireito […] El Bioderecho abarca el Derecho biomédico como una parte —en todo caso importante— del mismo, pero
también otras aproximaciones jurídicas relacionadas con la materia viva (animales y plantas), considerada en cuanto tal
y en su entorno natural” (medioambiente)(Romeo Casabona, 2011, p. 146).
-- Universal. Invita a pensar la bioética como un área de conocimiento de espectro universal, respondiendo a las
necesidades de las sociedades contemporáneas, en las que se enfrentan a cada momento retos relacionados con el
tratamiento que se debe dar a la existencia humana, a las especies vivas y a sus ambientes. Teniendo en cuenta lo
anterior, identificar la universalidad como una de las principales características de la bioética no constituye como tal un
ideal quimérico, porque la realidad ética es válida para todos los seres humanos sin distinción alguna y en cualquier
lugar. Las decisiones deben ir más allá de los convencionalismos morales pues se aspira a decisiones responsables por
vía del acuerdo intersubjetivo pero con base en acuerdos objetivos de mínimos como lo son los derechos humanos.
En conclusión, como características básicas, la bioética, es secular, aconfesional, al no identificarse con ningún credo en
particular. Propone una discusión abierta donde tengan cabida todas las corrientes del pensamiento, y donde, con el
respeto de las libertades de conciencia individuales, se busquen racionalmente puntos de entendimiento sobre los
mínimos exigibles a todos por igual. Es plural al conjugar diferentes posturas hacia la búsqueda soluciones que
beneficien a todos, dentro del concepto, de que solo a través de la universalización se logra una ética verdaderamente
humana. Es multidisciplinaria, dado que la complejidad de los temas que trata requiere del concurso de diferentes
profesiones. Es una ética autónoma, crítica y racional. Finalmente, su enfoque es global al enfrentar los problemas
planteados en todos los ámbitos de las ciencias de la vida. Con estas características, ofrece un espacio para la discusión
de los graves problemas que han surgiendo como consecuencia del desarrollo científico y tecnológico.

Objetivos
Como hemos visto, la bioética nació con el objetivo de establecer una profunda reflexión ética sobre las múltiples
implicaciones sociales y ambientales de las intervenciones científicas - tecnológicas, dentro del contexto histórico actual
de un acelerado y desenfrenado desarrollo tecno-científico. Sus objetivos actuales son:
▪ Estudiar el impacto de las innovaciones biotecnológicas
▪ Identificar los límites de las intervenciones del hombre sobre la vida, la biosfera y el medio ambiente.
▪ Fomentar el debate racional multidisciplinario en el análisis bioético.
▪ Establecer un "puente" entre el conocimiento humanístico y el científico-tecnológico.
A partir de su origen en el siglo pasado, la bioética ha tenido un recorrido histórico corto, pero enriquecido con códigos,
declaraciones universales y principios fundamentales que, como orientaciones éticas mínimas universalmente
aceptadas, sirven para tomar decisiones en la solución de los conflictos bioéticos

Ámbitos de la bioética.
Aunque es muy ambicioso pretender encasillar la bioética, sin embargo, se pueden mencionar unos campos, o
delimitaciones que la relacionan con los diversos saberes, disciplinas o conocimientos. Con base en eso podemos
mencionar que la bioética se relaciona con los demás saberes así:
a) con las ciencias de la vida,
b) la bioética clínica,
c) las ciencias sociales aplicadas,
d) con el medio ambiente, y
e) las humanidades y la jurídica.
En cuanto a la bioética de la vida, es quizá el campo más conocido de aplicación y tal vez el más extenso, cubriendo
temáticas como el inicio u origen de la vida, el fin de la vida, la procreación, la bioética animal y vegetal, la manipulación
de la vida, el aborto, la eutanasia y claro está la genética (gen-ética).
En la bioética clínica, con su participación como micro y meso bioética, estableciendo políticas sanitarias en la relación
sanitaria- usuarios y las formas de regulación y protección. En cuanto a su relación con las ciencias sociales aplicadas,
vemos las políticas tendientes al control poblacional y demográfico pasando por el aborto, sin olvidar los avances
tecnológicos para prolongar, mejorar o extender la vida y la selección poblacional, incluyendo su relación con la
evolución cultural.
La bioética medioambiental, tiene en cuenta el avance de la tecnología y las llamadas “tecno ciencias” en relación con la
vida del planeta y la supervivencia de la especie humana, la investigación y experimentación humana, los daños a la
ecología y los usos y procesos energéticos, pasando por el uso, mejora, control y manejo del suelo y subsuelo.
En cuanto a las ciencias humanas y la jurídica, se observa su relación con los valores éticos, con la filosofía, etc., sin
olvidar que la sociedad requiere para su progreso normas y regulación que permite mantener la sana convivencia entre
las personas, con diversidad de creencias religiosas y concepciones culturales.
Todos estos ámbitos de aplicación permiten esclarecer un poco el panorama de la bioética como ciencia aplicada al
control y gestión de proceso de investigación y desarrollo, intrínsecamente ligada a ellos e imprescindible para que el
llamado “progreso” se realice de una forma responsable con la vida y el planeta. Esto sin desestimar que a la luz de la
ciencia y la técnica puede considerarse una forma de intervención social en el desarrollo de la ciencia y la técnica en sí
mismas.
Mientras algunos defienden la libertad de la investigación (libertad de investigación) con base en que “es fundamental
para el progreso del saber y se justifica por el derecho de la humanidad de conocer y por los beneficios que sus
resultados puedan traer para las personas y su salud o bienestar” (Dausset, 199, citado por De Lora, 2008, 268); sin
embargo, la oposición a este tipo de libertad no se ha dejado esperar, los reparos a investigaciones potencialmente
riesgosas es cada día más evidente, las llamadas “sociedades del riesgo” como lo propone Ulrich Beck(1986, traducido
por Navarro, 1998) presentando diversos argumentos también válidos, entre los cuales destaca el de “estaríamos
jugando a ser Dios”, más aun cuando la clonación es un hecho y se puede llegar a producir réplicas de diversos seres
vivos idénticas o mejoradas.
No se debe olvidar que la bioética es pluridisciplinar y por ende suscita muchos problemas de comunicación y lenguaje,
más aún cuando las disciplinas confrontadas provienen de dominios diferentes (las ciencias naturales y las humanas), y
de sociedades con diferentes creencias y concepciones éticas y de valores (Garzón, 2000:27).

Factores que han influido en su desarrollo: |


*Los avances técnico-científicos:
* La ingeniería genética
* Las técnicas de reproducción humana
* Las nuevas fronteras en el trasplante de órganos
* Los nuevos progresos técnicos en la práctica de reanimación

Temas que se discuten actualmente en la bioética:


Tratando de ser más concretos podemos dar la siguiente lista -si no exhaustiva, por lo menos bastante completa- de los
temas que se estudian y discuten actualmente en la bioética.
1) Tópicos que tienen que ver con la reproducción humana: control de la natalidad, aborto, inseminación artificial,
fecundación in vitro, manipulación de gametos y embriones, maternidad subrogada, clonación, diagnostico
prenatal, consultas genéticas, terapia génica, eugenesia y esterilización.
2) Intervenciones en el patrimonio genético: manipulación de ADN tanto humano como no humano; proyecto
genoma humano que concluyo recientemente
3) Intervenciones que tienen que ver con el fin de la vida humana: atención y cuidados de los enfermos
terminales, obstinación terapéutica, eutanasia en sus diversas modalidades, suicidio asistido, etc.
4) Manipulación del cuerpo humano y de sus órganos: trasplante de órganos, injertos y prótesis.
5) Manipulación de la conducta y de la personalidad: neurocirugía, modificaciones de la conducta por medios
electrónicos, químicos, psicotrópicos, etc.
6) Manipulación de seres y medios vivos no humanos: plantas y alimentos transgénicos, experimentos con
animales, armas biológicas, etc.
7) Experimentación con seres humanos y con sus elementos germinales: gametos y embriones humanos
8) Problemas ocasionados por las modernas tecnologías en nuestro hábitat natural: ecología y ética ambiental,
sobrepoblación humana, destrucción de ciertas especies, etc.
9) Problemas que tienen que ver con la justa y equitativa distribución de los recursos sanitarios: tales recursos
son siempre escasos en el amplio campo de la salud socio-comunitaria, frente a las necesidades siempre
crecientes y cada día más difíciles de satisfacer, incluso desde el punto de vista meramente económico. Estos
problemas habría que analizarlos dentro del llamado “principio de justicia”.
Es muy difícil pretender abarcar en una lista los diferentes temas relacionados directa o indirectamente con la bioética,
tan solo a título de ejemplo, con fines didácticos pudiéramos enumerar algunos:
 Los relacionados con el comienzo de la vida humana: la anticoncepción, el aborto, la reproducción asistida en
sus diferentes formas, la inseminación artificial, la fecundación in vitro, células madres, clonación de embriones,
el genoma humano y la manipulación genética.
 Los vinculados con el final de la vida humana: el morir con dignidad, la eutanasia, el suicidio asistido, la
limitación de métodos terapéuticos en enfermos terminales, el derecho a rechazar medidas terapéuticas, el
diagnóstico de muerte.

 Los relacionados con la calidad de la vida humana: cantidad vs. calidad de vida, justicia distributiva, derecho a la
salud, derecho a la atención sanitaria, derechos humanos.

 Los relacionados con la ética ecológica: desde sus inicios la bioética se planteó como una disciplina orientada al
estudio de todos los problemas que afectan la calidad de la vida humana y por ende de todos aquellos factores
que pudieran provocar deterioro del ambiente, con el consecuente daño que se pueda provocar al ser humano y
a la vida en general sobre el planeta, no habrá vida humana sana sin una adecuada preservación del medio
ambiente. De forma tal, que la bioética incluye entre sus temas de estudio: la ética demográfica, la
contaminación ambiental, la conservación del medio ambiente, el resguardo ambiental para futuras
generaciones, etc.

 Los relacionados con la ética de la investigación biomédica. Con relativa frecuencia seres humanos son
sometidos a diferentes procedimientos diagnósticos y terapéuticos experimentales, sin que estos conozcan las
consecuencias de los mismos y sin su adecuado consentimiento. Uno de los campos de acción de la bioética, a
través de los Comités de Bioética para la Investigación, está orientado al estudio y aprobación de los protocolos
de investigación, con la finalidad de garantizar fiel cumplimiento de las normas éticas en el desarrollo de los
mismos.
Como se ve es amplísimo el espectro de los tópicos que se abordan en la bioética: todos los que de alguna manera
tienen que ver con la vida humana y, especialmente, con su inicio y con su fin.
Los factores que de diversas maneras, han intervenido en la génesis de la bioética van desde los progresos científicos -
tecnológicos en diversos ámbitos (ingeniería genética, tecnologías reproductivas de seres humanos) pasando por un
nuevo concepto de salud y calidad de vida (autonomía del enfermo, derechos del paciente, salud reproductiva, etc)
hasta una nueva concepción de la ética que ha pasado de ser una moral fundamentada en creencias religiosas, códigos
deontológicos y supuestos metafísicos hasta configurarse -o al menos intentarlo- como un saber estrictamente racional,
laico, secular, democrático (en cuanto resultado de acuerdos mayoritarios y decisiones racionales) que puede ser
compartido, en principio, por cualquier persona de cualquier religión o ideología.

Problemas actuales:
Tiene que ver con la intervención biotécnica en la vida humana desde el nacimiento a la muerte y entre ellos se tiene los
siguientes:
Problemas éticos derivados de las profesiones sanitarias: Transfusiones de sangre, los temas de definición de la muerte,
eutanasia, suicidio asistido, prolongación de la vida mediante trasplantes de órganos, reproducción humana asistida o
mediante fertilización in vitro, aborto, todos los asuntos implicados en la relación médico-paciente.
Problemas de la investigación, en particular la investigación biomédica, que tanto pueden transformar al hombre:
Manipulación genética, contracepción, esterilización, aborto, tecnologías reproductivas (inseminación artificial,
donación de gametos, crioconservación de gametos y preembriones humanos, bancos de esperma) o como la
fecundación y/o fertilización in vitro o por ahora sólo hipotética clonación humana, etc. Y los temas de experimentación
humana y animal, control de la conducta (psicofarmacología y psicocirugía).
Problemas ecológicos, del medio ambiente y la biosfera: Necesidad de conservación del medio ambiente, como
mantener el equilibrio entre las especies y el respeto hacia los animales y la naturaleza, impedir el uso de energía
nuclear, controlar el crecimiento de la población mundial y el incremento del hambre en los países pobres, etc.

Dilemas bioéticos actuales


"No todo lo técnicamente correcto y posible, puede ser considerado éticamente bueno y admisible"
Desde hace unos 50 años, el gran desarrollo de las ciencias biomédicas ha desencadenado una cantidad de nuevos
problemas y conflictos éticos. Estos dilemas afectan fundamentalmente dos etapas sensibles en la existencia del ser
humano: el comienzo y el fin de la vida. En la actualidad, el médico dispone de nuevas y trascendentes tecnologías que
tienden a transformar la naturaleza humana y que han colocado a la sociedad frente a situaciones hasta ahora
desconocidas, planteando graves dilemas que requieren un amplio debate bioético. Desde el primer día hasta el último
en la vida de una persona, la bioética pretende dar un contenido moral a las intervenciones médicas, con base al respeto
por el valor fundamental de la vida y de la dignidad de la persona, actuando así en diferentes ámbitos de acción:

* Área de la reproducción humana


- Diagnóstico prenatal
- Prácticas anticonceptivas y abortivas
- Esterilización femenina y masculina
- Inseminación artificial, fecundación in vitro y transferencia de embriones
- Eugenesia fetal

▪ Área de la ingeniería genética


- Terapia de enfermedades genéticas
- Investigación con células madres pluripotenciales
- Clonación
- Alimentos y animales transgénicos

▪ Área de los trasplantes orgánicos


- Donación voluntaria de órganos
- Trasplantes de órganos (corazón, riñones, hígado, pulmones)
- Dilemas éticos por estados sexuales conflictivos (identidad sexual)
- Cirugía de la transexualidad (cambio de sexo)

▪ Área de la senescencia
- Eutanasia activa e intencional
- Homicidio por compasión
- Suicidio asistido
- Escarnio terapéutico

▪ Área de la experimentación con humanos


- Importancia del consentimiento libre e informado. El experimento científico debe tener un fin benéfico y ser ejecutado
de tal manera que evite todo sufrimiento físico, mental y daño innecesario.
Todos estos dilemas éticos, son suficiente para darnos una idea de lo amplio y complejo es el campo de acción de la
bioética, al considerarla como una rama de la ética encargada de los problemas generados por el ejercicio de la
biomedicina.

Dilemas éticos
 Eutanasia
 Interrupción embarazo
 Objeción de conciencia
 Trasplante de órganos
 Transfusión de sangre
 Reproducción asistida y clonación

La Eutanasia: Este término procede del griego eu=bueno y thanatos=muerte, por lo tanto, etimológicamente su
significado es el de "buena muerte". La definición de la Real Academia Española, explica que se correspondería con “el
acortamiento voluntario de la vida de quien sufre una enfermedad incurable para poner fin a sus sufrimientos”, esta
definición es recogida en la normatividad. Genera controversias en la sociedad y en los profesionales en su trabajo
diario, ya que plantea un dilema entre la ley y la ética.

Interrupción embarazo: En obstetricia, el aborto es la expulsión del producto de la concepción cuando ésta no es
viable, si fuese viable se denominaría parto prematuro. Incluye el aborto espontáneo y el provocado, aunque no tiene
aplicación jurídica. Desde el punto de vista de la medicina legal, "aquellos que pueden constituir delito, originados por
conductas intencionales o imprudentes del hombre". No tiene en cuenta la viabilidad del feto o su aptitud para la vida
extrauterina. Legalmente, es la "muerte del feto voluntariamente originada, bien destruyéndolo en el seno materno,
bien expulsándolo prematuramente del vientre de la madre". Es provocar la interrupción del embarazo.

Objeción de conciencia: Contempla la posibilidad de objeción de conciencia de los profesionales sanitarios


directamente implicados en la interrupción voluntaria del embarazo, sin que el acceso y la calidad asistencial de la
prestación puedan resultar menoscabadas. El rechazo o la negativa a realizar la intervención de interrupción del
embarazo por razones de conciencia es una decisión siempre individual del personal sanitario directamente implicado
en la realización de la interrupción voluntaria del embarazo, que debe manifestarse anticipadamente y por escrito. En
todo caso, los profesionales sanitarios dispensarán tratamiento y atención médica adecuados a las mujeres que lo
precisen antes y después de haberse sometido a una intervención de interrupción del embarazo.

Trasplante de órganos: Es la utilización terapéutica de órganos humanos que consiste en sustituir un órgano
enfermo, o su función, por otro sano procedente de un donante vivo o muerto. La "extracción" sería el proceso por el
cual se obtiene el órgano para su posterior trasplante, en uno o en varios receptores. Principios Bioéticos en el
trasplante de órganos: • Principio rector es el de autonomía del paciente (se trata de evitar con ello el comercio de
órganos). • Principio de beneficencia exige el éxito del trasplante para el donante y para el receptor. • Principio de
justicia obliga a evitar discriminaciones, por ejemplo, trasplantes en seropositivos.

Transfusión de sangre: Por estar regulados normativamente, se establecen los requisitos técnicos y condiciones
mínimas de la hemodonación y de los centros y servicios de transfusión, para el establecimiento de las normas de
calidad y de seguridad de la sangre humana y de los componentes sanguíneos, para garantizar un alto nivel de
protección de la salud humana, así como la determinación de los requisitos y condiciones mínimas de la obtención,
preparación, conservación, distribución, suministro y utilización terapéutica de la sangre y sus componentes, y,
asimismo, respecto a los locales, material, instrumental y personal de los centros y servicios de transfusión sanguínea:
1. La donación de sangre y de componentes sanguíneos son actos voluntarios y altruistas. A estos efectos, se define la
donación voluntaria y altruista como aquélla en la que la persona dona sangre, plasma o componentes celulares por su
propia voluntad y no recibe ningún pago por ello, ya sea en efectivo o en alguna especie que pueda ser considerada
sustituto del dinero. Pequeños presentes como reconocimiento o el reembolso de los costes directos del
desplazamiento son compatibles con una donación voluntaria no remunerada.
2. El empleo del tiempo necesario para efectuar una donación de sangre será considerado a todos los efectos como
cumplimiento de un deber de carácter público y personal.
3. Se garantizará a los donantes de sangre la confidencialidad de toda la información facilitada al personal autorizado
relacionada con su salud, de los resultados de los análisis de sus donaciones, así como de la trazabilidad futura de su
donación.
4. Los candidatos a donantes de sangre recibirán información previa por escrito acerca de las condiciones y actividades
que excluyen de la donación y de la importancia de no dar sangre si le son aplicables algunas de ellas.
5. Los candidatos a donantes de sangre o componentes sanguíneos serán sometidos a un reconocimiento previo a cada
extracción, realizado, mediante cuestionario y entrevista personal a cargo de un profesional sanitario debidamente
cualificado.
6. La sangre y los componentes sanguíneos utilizados con fines terapéuticos o destinados a la elaboración de productos
sanitarios deberán proceder de personas cuyo estado de salud no suponga efectos nocivos en el donante ni en el
receptor. Los centros de transfusión sanguínea verificarán cada donación de sangre y componentes para proteger la
salud tanto del donante como del receptor.

Reproducción asistida y clonación: Sobre técnicas de reproducción humana asistida, que sigue un criterio abierto al
enumerar las técnicas que, según el estado de la ciencia y la práctica clínica, pueden realizarse hoy día. Habilita a la
autoridad sanitaria correspondiente para autorizar, previo informe de la respectiva Comisión de Reproducción Humana
Asistida, la práctica provisional y tutelada como técnica experimental de una nueva técnica; una vez constatada su
evidencia científica y clínica, el Gobierno, mediante supervisión legal, puede actualizar la lista de técnicas autorizadas. El
diagnóstico genético preimplantacional abre nuevas vías en la prevención de enfermedades genéticas que en la
actualidad carecen de tratamiento y a la posibilidad de seleccionar preembriones para que, en determinados casos y
bajo el debido control y autorización administrativos, puedan servir de ayuda para salvar la vida del familiar enfermo,
pero estos procedimientos deben regularse para no vulnerar las reglas de la bioética. Esta Ley tiene por objeto:
1. Regular la aplicación de las técnicas de reproducción humana asistida acreditadas científicamente y clínicamente
indicadas.
2. Regular la aplicación de las técnicas de reproducción humana asistida en la prevención y tratamiento de
enfermedades de origen genético, siempre que existan las garantías diagnósticas y terapéuticas suficientes y sean
debidamente autorizadas por la respectiva Comisión de Reproducción Humana Asistida.
3. La regulación de los supuestos y requisitos de utilización de gametos y preembriones humanos crioconservados.

El dolor y la muerte
Los desarrollos o progresos de la medicina -según como se mire- en los últimos años han desembocado, a veces, en la
prolongación de una “vida artificial” para muchos enfermos: se les alimenta por vía intravenosa, se les hace respirar con
un aparato eléctrico, se les estimula el corazón cuando éste quiere detenerse, etc. El caso extremo se presenta con
enfermos en coma irreversible y con una vida puramente vegetativa. ¿Cuándo hay que desconectar los aparatos?
¿Cuándo puede decirse de un enfermo en coma que está todavía vivo? Se ha llegado a elaborar una nueva concepción
de la muerte: muerte cerebral. Y a los enfermos que sufren intensamente sin ninguna esperanza de recuperación ¿hay
que dejarlos morir en una situación desesperada? Reaparece así el tremendo problema de la Eutanasia con todos sus
equívocos y ambigüedades. Desde otro punto de vista, el llamado “encarnizamiento terapéutico” es otra consecuencia
inesperada de los “avances” en tecnologías médicas. ¿Hasta dónde hay que llevar la lucha por la vida? ¿Cuándo hay que
tener el coraje de aceptar el “fracaso” y definitivamente “tirar la toalla”? Actualmente en algunas ocasiones se usa y
abusa de terapias cuyos resultados son terriblemente inciertos. Por ejemplo, los efectos de la quimioterapia
anticancerosa son con demasiada frecuencia aleatorias y su eventual eficacia terapéutica se obtiene al precio de una
elevada toxicidad.
Por otro lado, la preocupación por el dolor va llenando un espacio cada vez mayor en la ética médica. Hasta el punto
que algunos piensan que la lucha contra el dolor, en un futuro no muy lejano, vendrá a desplazar a la lucha contra la
muerte, como el primer objetivo de la medicina. En cualquier caso, el dolor también se ha convertido en objeto directo
de terapias especificas a través de la aparición de “clínicas del dolor”.
Estos son algunos de los temas que han ido apareciendo o reapareciendo en el panorama variopinto y heterogéneo de la
bioética. Por supuesto que no los hemos mencionado a todos: en los últimos años ocupan las primeras paginas de los
medios de comunicación los problemas referentes a terapias genéticas, las posibles aplicaciones del proyecto “genoma
humano”, las eventuales modificaciones del patrimonio genético de la humanidad, la oportunidad de la clonación de
seres humanos, las aplicaciones terapéuticas de la clonación de células embrionarias, etc.
A través de éstos tópicos tan diversos entre sí, en todos ellos la bioética se encuentra siempre ante un dilema: ¿son
legítimas o ilegitimas las practicas y las técnicas que se utilizan? Aunque parezca paradójico, los que trabajan en este
vasto campo -interdisciplinario- de la bioética quieren que haya algunas reglas, pero no una reglamentación detallista,
quieren pautas morales, pero no normas jurídicas. La bioética aspira a realizar su función en un clima de libertad, de
negociación, de compromiso, de acuerdos y consensos, aunque sean parciales y provisionales.
Desde el punto de vista propiamente ético, algunos principios parecen adquirir una importancia cada vez mayor. El
primero, sin duda, es el ya formulado hace tiempo por Kant, a tenor del cual nunca se puede tratar a un ser humano
como simple medio u objeto. De ahí la relevancia dada al “consentimiento informado” y a la autonomía del paciente. El
segundo principio tiene que ver con el carácter cada vez mas secular, laico y pluralista de nuestras sociedades. Es un
hecho que todo lo que se refiere a la legitimidad de las intervenciones sobre la procreación, sobre la vida y la muerte del
ser humano, se encuentra con convicciones y reacciones diferentes en nuestras sociedades. La cuestión fundamental en
tal contexto- con un grado de dificultad no inferior a la de hallar la cuadratura del círculo- consiste en proponer máximas
y principios prácticos de acción que, siendo comunes y aceptados por todos, respeten al mismo tiempo la diversidad de
esas convicciones y creencias. De ahí la importancia dada al intercambio de pareceres, al diálogo, a las negociaciones, a
las transacciones y a los acuerdos operativos, aunque sean provisionales y parciales.

EL DERECHO A MORIR DIGNAMENTE:


El derecho a morir dignamente es un tema que toma relevancia en la sociedad colombiana cada cierto tiempo,
generalmente incitado por situaciones nacionales o internacionales difundidas en los medios de comunicación acerca de
casos de suicidio asistido, eutanasia, excesos de tratamientos, entre otros. A pesar de su discusión ocasional, la muerte
digna o, más bien, la necesidad de “muerte digna” es una realidad que se vive todos los días en la práctica clínica
hospitalaria; pero poco o casi nada se habla de ella.
En esencia, la eutanasia no es sinónimo de muerte digna. Se entiende por Eutanasia el acto en sí de producir la muerte
en un paciente que padece sufrimiento físico o sicológico insoportable, se encuentra en estado terminal, y que es
solicitada por él mismo. Entre tanto, el morir con dignidad es el derecho que tienen todas las personas de decidir y
manifestar su deseo de aceptar o rechazar procedimientos, ya sean médicos o quirúrgicos, cuando padece una
enfermedad irreversible e incurable y que se encuentra en un estado de salud terminal.
Puesto en palabras más simples, el morir con dignidad es el derecho de cualquier persona a morir sin necesidad de ser
sometido a procedimientos que invadan su cuerpo y aumenten el sufrimiento con dolores crueles e insoportables en un
ambiente cálido, sin dolor y en compañía de sus familiares y amigos más cercanos, si así lo deseara.
La idea que el hombre tiene del “derecho a morir con dignidad” ha dominado el debate bioético contemporáneo
relacionado con el final de la vida humana. Muchos de los autores que abogan por el derecho a una “muerte digna”,
entienden que éste incluye el derecho a disponer de la propia vida mediante la eutanasia o el suicidio médicamente
asistido, basándose para ello en el respeto a la libertad individual o autonomía del paciente. Se afirma, así, que nadie
tendría derecho a imponer la obligación de seguir viviendo a una persona que, en razón de un sufrimiento extremo, ya
no lo desea. De acuerdo con esta línea de pensamiento, en situaciones verdaderamente extremas, la eutanasia y la
asistencia al suicidio representarían actos de compasión (beneficencia); negarse a su realización podría suponer una
forma de maleficencia. La fuerza de esta línea de argumentación aumenta, en la medida en que el contacto con
pacientes en situaciones límite nos lleva a comprender la problemática existencial que subyace a las solicitudes de
eutanasia y asistencia al suicidio.

Muerte digna:
La muerte digna es la muerte que, deseada por una persona, se produce asistida de todos los alivios y cuidados
paliativos médicos adecuados, así como con todos los consuelos humanos posibles. En otras palabras; una muerte digna
es el hecho y el derecho a finalizar la vida voluntariamente sin sufrimiento, propio o ajeno, cuando la ciencia médica
nada puede hacer para la curación de una enfermedad mortal. Hoy en día, el avance de los medios técnicos, la obsesión
por la salud y la prolongación de la expectativa de vida en las sociedades modernas conllevan en la práctica la negación
del dolor y de la muerte misma, lo que provoca, más o menos directamente, que el concepto de Muerte Digna, o el más
clásico de Eutanasia, estén de absoluta actualidad, discusión y debate.
Los conceptos morir con dignidad o derecho a una muerte digna han despertado extensas discusiones y existen
perspectivas muy diferentes. Para algunos es sinónimo del derecho a disponer de la propia vida, basados en el principio
de autonomía —por ejemplo, el suicidio asistido o la eutanasia—; mientras que para otros se trata de la posibilidad de
morir sin dolor, con serenidad, acompañado y reconciliado consigo mismo y con los demás. Morir con dignidad es un
acto humano que se asume de acuerdo con la visión metafísica y religiosa de cada uno.
Para hablar de muerte digna es necesario precisar que la muerte, en sí, tiene un significado diferente en cada persona,
dependiendo de la edad, las tradiciones, la cultura, la religión, entre otros; además, es una situación inevitable que cada
persona enfrentará tarde o temprano, independientemente de su nivel socioeconómico, cultura, origen, educación, etc.
Por desgracia, cada día la aceptación de la muerte como parte inherente de cada uno es menos frecuente.
La poca aceptación de la muerte en la sociedad actual está dada por múltiples factores. Uno de ellos es la
“hospitalización de la muerte”. Cada día la muerte se aleja más de la vida cotidiana y “se hospitaliza”, ya que la muerte
sucede con mayor frecuencia en los hospitales. El patrón cultural de morir en casa perduró durante muchos años y aún
persiste en algunas zonas rurales. Los enfermos agonizantes eran llevados a casa, donde morían en compañía de sus
familiares y, la mayoría de las veces, con asistencia espiritual, lo que hacía que toda la familia experimentara qué era la
muerte, la veían en su propia casa y eran conscientes de ella. La aparición de los hospitales con tratamientos médicos
que auguraban curación y prolongación de la vida, llevó a los pacientes a hospitalizarse. La muerte y el morir cada vez
más se fueron separando de la vida corriente.
Hoy en día, los pacientes críticos son llevados a los hospitales y allí son recluidos en las unidades de cuidado intensivo,
donde hay pocas horas de visitas e, incluso, cuando un paciente está agonizando o muere, el acceso de la familia es
limitado. Los pacientes terminales con poca o ninguna expectativa de vida son también aislados en el último cuarto de
hospitalización y pocas veces son visitados o atendidos por el grupo tratante. El proceso de la muerte y el morir se ha
convertido en un suceso escondido de la vida cotidiana, aun para muchos médicos. Este hecho lleva a que la mayoría de
las personas no hayan experimentado la muerte de un familiar o amigo de forma cercana, lo cual hace más difícil la
interiorización de la muerte como parte del proceso normal de la vida diaria.
La medicina de hoy en día ha logrado prolongar la vida y combate multitud de enfermedades antes mortales; pero no
puede evitar la muerte. En ocasiones, el intento de prolongar la vida falla y, paradójicamente, lo que consigue es
prolongar la muerte o, más bien, la agonía, lo que aumenta el sufrimiento del paciente y sus familiares, con excesos
terapéuticos sobre la falsa base de la defensa ilimitada de la vida. En realidad, es sorprendente lo que la medicina
moderna ha logrado. “Si un paciente no puede respirar, se soluciona con un tubo endotraqueal y un ventilador; si tiene
una infección en la sangre, se inician antibióticos potentes y se hacen seguimientos continuos; si tiene mucho líquido
alrededor del pulmón, se pone un tubo en el tórax; si el corazón para su actividad, se inicia un masaje cardiaco y se dan
medicamentos para mantener su actividad, y así se podrían enumerar millones de acciones que los médicos hacen a
diario” [Internet -The Boston Globe]. No obstante, una de las acciones más difíciles en la práctica clínica actual
atomizada en especialidades es reconocer cuándo las intervenciones no cambian el panorama general y reconocer que
la solución de problemas específicos no podrá mejorar el cuadro clínico global; en otras palabras, identificar cuándo no
se está beneficiando integralmente al paciente. Si hacemos una analogía tradicional, esta es la adaptación de la medicina
al refrán “no poder ver el bosque porque los árboles nos lo impiden”.

Conceptos similares al de la muerte digna.


No cabe duda de que la Eutanasia, el Suicidio Asistido o la Muerte Digna son conceptos que muy a menudo, y sobre todo
a nivel periodístico, se confunden; y es que, en muchas ocasiones, devienen sinónimos. Muerte Digna y Eutanasia se
deben diferenciar, por las características propias de la tipología de la Eutanasia entre las que cabe distinguir:
- La Eutanasia directa consiste en adelantar la hora de la muerte en caso de una enfermedad incurable, y que admite
dos posibilidades; la Eutanasia directa y activa que es la causación de la muerte indolora a petición del afectado cuando
se es víctima de enfermedades incurables progresivas y la Eutanasia directa y pasiva por la que se precipita la muerte
mediante la abstención de efectuar actos médicos necesarios para la continuación de la precaria vida objeto de la
misma.
- La Eutanasia indirecta en la que la intención básica no es acortar la vida sino aliviar el sufrimiento, consiste en
procedimientos terapéuticos que suelen tener como efecto secundario la muerte; por ejemplo, la sobredosis de morfina
para calmar los dolores, cuyo efecto secundario, como se sabe, es una abreviación de la vida.

Otros conceptos similares a diferenciar de la muerte digna son los siguientes :


- La Muerte Digna y el Suicidio. Evidentemente, y nosotros lo compartimos, en multitud de ocasiones el suicidio no es el
acto simple, u omisión voluntaria, de poner, inmediatamente fin a la propia vida. El suicidio, muchas veces, o casi
siempre, es más una “voluntad de no vivir” que una “voluntad de morir”. Para ello, basta con un análisis pormenorizado
de los actos previos al acto suicida o la lectura de las cartas que con frecuencia deja escritas el suicida. La más
importante diferencia posible entre Suicidio y Muerte Digna habrá de situarse en la intervención, o no, de una tercera
persona en el acto letal.
- Muerte Digna y Suicidio Asistido se diferencian en que en el segundo concepto siempre se proporcionan por un
tercero y de forma intencionada y con su autorización a una persona los medios o procedimientos para suicidarse. En el
Suicidio Asistido no existe, como en la Eutanasia, una enfermedad o dolencia vital previa y se resume en la ayuda activa
en la muerte inminente, de alguien que desea hacerlo. La persona que realiza este acto de cooperación no tiene que ser,
necesariamente, un profesional sanitario. Penalmente Eutanasia y Suicidio Asistido se diferencian de modo fundamental
en lo que está contemplado en la legislación colombiana, ya sea en el Codigo Penal o en la Jurisprudencia (Sentencias: T-
366/1993; T-493/1993; T-123/1994; C-239/1997; T-970/2014; C-327/2016; C-233/2021).

Regulación Normativa en Colombia


El derecho a morir libremente es un derecho regulado en el ordenamiento jurídico colombiano básicamente a través de
la Jurisprudencia de la Corte Constitucional. La ausencia de legislación hace que cobre más valor la Resolución 1216 de
2015, dictada por el Ministerio de Salud como protocolo en los casos de eutanasias. Para la materialización del derecho
se hace necesario además de un desarrollo legal, una mayor capacitación a quienes directamente se relacionan con las
exigencias jurisprudenciales (médicos).
Por medio de la Sentencia T-970 de 2014, la Corte Constitucional ordenó al Ministerio de Salud y Protección Social
impartir una directriz para la conformación de los Comités Científicos interdisciplinarios, cuya función principal será la de
garantizar el derecho a la muerte digna de los pacientes en fase terminal que soliciten el amparo de este derecho, y que
el mismo se materialice con la aplicación del procedimiento de muerte anticipada. En consecuencia, el Ministerio
expidió la Resolución 1216 de 2015. La Corte exhortó al Congreso a reglamentar lo pertinente. Sin embargo, la
aplicación de la Resolución 1216 de 2015 es un avance en este tema; y puesto que los criterios para acceder a la garantía
al derecho de la muerte digna contenidos en la Resolución son los establecidos por la Corte Constitucional, los mismos
deberían ser tenidos en cuenta para el análisis y la eventual reglamentación en el Congreso.
¿Quién lo puede solicitar? Cualquier enfermo en fase terminal mayor de 18 años, quien manifieste a su médico tratante
su intención de garantizar su derecho a la muerte digna a través de un procedimiento de muerte anticipada. El derecho
también se configura en los casos de pacientes mayores de 18 años de edad que estén inconscientes o en incapacidad
de manifestar su deseo, pero que lo hayan dejado previamente manifiesto mediante un documento de voluntad previa.
¿Quién es un enfermo en fase terminal? Se define como enfermo terminal aquel que es portador de una enfermedad o
condición patológica grave, que haya sido diagnosticada en forma precisa por un médico experto, que demuestre un
carácter progresivo e irreversible, con pronóstico fatal próximo o en plazo relativamente breve, que no sea susceptible
de un tratamiento curativo y de eficacia comprobada, que permita modificar el pronóstico de muerte próxima; o cuando
los recursos terapéuticos utilizados con fines curativos han dejado de ser eficaces.

Antecedentes normativos:
En Colombia a partir del año 1991 se ha dado la llamada constitucionalización del derecho. Con este movimiento se ha
logrado que los derechos fundamentales cobren una mayor importancia que la que tenían en razón de la vigencia de la
Constitución de 1886.
La importancia de los derechos fundamentales sumada a la laicidad del Estado – principio rector de todo el
ordenamiento- ha conllevado a que, en casos como aborto, derechos de los homosexuales, legalización de drogas y, por
supuesto, eutanasia, se presenten choques que se trasladan de lo meramente social a lo jurídico.
Antes de hablar del tema en concreto, es justo mencionar un artículo de la Constitución colombiana que servirá como
fundamento: el artículo 94, el cual reza así: “La enunciación de los derechos y garantías contenidos en la Constitución y
en los convenios internacionales vigentes, no debe entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la
persona humana, no figuren expresamente en ellos”.
Bajo el presupuesto de que no hay taxatividad en los derechos, son varios los que han tenido un fundamento
constitucional, pero sobre todo un desarrollo jurisprudencial. La dignidad, el mínimo vital, la seguridad personal, son
ejemplo de ello. Otros aparecen como una especie de combinación de principios, como es el caso del derecho a morir
dignamente
La demanda de inconstitucionalidad en contra del tipo penal de homicidio por piedad dio paso en Colombia, en el año
de 1997, a una doctrina constitucional en favor de la eutanasia. La Corte Constitucional ha trazado una línea
jurisprudencial con respecto a las condiciones necesarias para que pueda hablarse de eutanasia, es decir, para que se
pueda quitar la vida a una persona –en condiciones especiales- sin que esto represente consecuencias penales.
El debate en Colombia, si bien se inició hace más de 20 años, está vivo. De hecho, parece haber tomado recientemente
un nuevo aire. Es por eso que surge la necesidad de realizar esfuerzos investigativos para poder determinar qué
contexto jurídico rodea a la práctica de la eutanasia en Colombia.
La idea en este acápite era mostrar que el derecho a una muerte digna como un derecho fundamental, esta contenido
básicamente dentro del núcleo del derecho a la dignidad, teniendo como base una línea jurisprudencial de la Corte
Constitucional que fija el alcance de las medidas que serán tomadas para garantizar un derecho hoy día protegido como
fundamental: el derecho a morir dignamente.

La muerte digna un derecho fundamental:


Hablar de la muerte digna como un derecho fundamental implica hablar de una serie de concepciones que, incluso,
escapan de ser algo meramente jurídico. Por el contrario de eso, se hace necesario que se incluyan al debate
concepciones propias de la bioética, que, así como tienen un contenido o una materialización jurídica, tienen al igual un
contenido ontológico o deontológico.
Ese estudio del ser y del deber ser, de manera conjunta, resulta especialmente problemático toda vez que se introducen
al debate concepciones propias de la moral. Y esa moral, amiga y enemiga del derecho, genera que posiciones subjetivas
se vean como murallas difíciles de derribar.
La vida y la muerte pueden ser vistas de diversas maneras y en este escrito corresponde hacer una aproximación a esas
formas de verlas. Por supuesto aquí corresponde hacer un análisis integrado donde se expongan diferentes visiones,
sean religiosas, filosóficas, bioéticas o jurídicas.
En particular, sobre la bioética se puede decir que presenta debates en cuanto a la naturaleza en general, las personas y
La sociedad. Corresponde aquí tomar en consideración más lo que dice en el plano de las personas. Gilbert Hottois
(2007) menciona así lo que trata la bioética en este aspecto: “en el plano de las personas: medicina de conveniencia (de
confort, de deseo); procreación asistida por médico (desde la contracepción hasta la clonación); experimentación
humana; diagnóstico; pruebas, consejería genética; eutanasia; cuidados paliativos; obstinación (ensañamiento
terapéutica(o); trasplante de órganos y de tejidos; definición del inicio y del final de la vida humana; (in)disponibilidad
del cuerpo humano… todas estas preocupaciones repercuten en diversos grados si se abordan desde el punto de vista
social. (p. 20)”
A partir de allí se puede ir construyendo la base para hablar de la muerte digna como un derecho fundamental. Pero la
construcción de los fundamentos de ese derecho fundamental muestra como necesario hablar en términos genéricos
del derecho a la dignidad, de tanto impacto en la jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana. Teniendo claro lo
que significa la vida, la muerte y la dignidad, se puede hablar en conjunto de la muerte digna como principio
constitucional fundamental.
La bioética precisamente se nutre de esas divergencias en las definiciones puesto que la justificación de diversas
prácticas radica en la forma en que se acepte la definición de uno u otro concepto. Se puede mencionar que la existencia
jurídica (que bien podría denominarse “vida jurídica”) de una persona inicia, en virtud de lo dispuesto en nuestro Código
Civil, luego de la separación total del nacido de la madre, habiendo espirado por lo menos por un instante; sin embargo,
la protección se adelanta en algunos aspectos, por lo que es posible de hablar de los derechos del nasciturus.
Así como hay debate sobre en qué momento inicia la vida de una persona (no en términos jurídicos), hay discrepancias
sobre la forma de afrontar esa vida. La religión impone una serie de principios morales sobre los cuales se debe llevar la
existencia humana so pena de contrariar los mandatos divinos de Dios. A lo largo del mundo hay distintas
cosmovisiones de este tipo, y ellas terminan influyendo en el derecho a la muerte digna debido a que el respeto a la vida
se hace un valor infranqueable más fuerte que cualquier principio como el de dignidad. Sin embargo, la cosmovisión de
una religión en particular es la que determina mayoritariamente la oposición a la eutanasia y el derecho a morir
dignamente, o por lo menos es así en nuestro contexto histórico y geográfico: la religión católica.
Pero, más allá de hablar de la vida, corresponde aquí hablar de la muerte. Centrando el debate, corresponde ir por
partes. La muerte puede verse desde un aspecto médico, desde un aspecto religioso (fundamentalmente católico, por lo
dicho por algunos autores), desde un aspecto bioético, desde un aspecto jurídico, etc. Y es así como se construye la
argumentación sobre las distintas posiciones.
Médicamente no hay mucho que debatir. La muerte es la ausencia de vida. La vida se manifiesta a través de unos signos,
los cuales, al no presentarse, hacen que se determine la muerte de una persona. Los profesionales de la medicina
hablan de ausencia de ritmo cardiaco, ausencia de pulsos periféricos, ausencia de movimientos respiratorios, pupilas
midriáticas no reactivas, ausencia de reflejos corneales, ausencia de respuesta ante estímulos dolorosos. Esta cantidad
de criterios suponen una superación de la visión tradicional de antaño, la cual limitaba la muerte al momento del cese
de actividades cardíacas y respiratorias.
La muerte ha sido definida tradicionalmente como “el cese de todas las funciones vitales”, identificando “a los muertos
con aquellos que carecían de aliento y a los que no les latía el corazón…”. De esta manera se determinaba a partir del
“cese de actividades respiratorias y cardíaca o circulatoria…”. Así, tradicionalmente, el momento de la muerte era
considerado a partir “de la parada cardiorrespiratoria estable”. A través del desarrollo tecnológico y los avances de la
medicina se han encontrado métodos que permiten mantener artificialmente las actividades respiratorias y cardíacas
durante un período de tiempo indefinido. Esto conllevó a la necesidad de reconsiderar el criterio tradicional de
diagnóstico de la muerte”. (KhanGolan, 2008, p. 139)
Por supuesto hablar de muerte es mucho más complejo. Más allá de lo biológico, está lo religioso, lo social, lo cultural,
etc. Verónica Suárez Rienda explica: “De otro lado, uno de los términos centrales del presente artículo es,
evidentemente, la muerte. No es un concepto de único significado ya que, al igual que la noción de persona, es
influenciada desde el prisma social, cultural y científico del que se mire. Para el ser humano no sólo se da un tipo de
muerte (biológica), sino que el manto de ésta también cubre todo cuanto es efímero ya sea un objeto, ideales políticos,
un grupo étnico, un sistema social, etc. En esta línea, Louis Vincent Thomas apunta a la existencia de cuatro tipos de
muerte (Thomas, 1991: 12-13): “biológica” (con la correspondiente putrefacción del cadáver), “muerte psíquica”
(entrañando enfermedades como el autismo), “muerte social” (reclusión y alejamiento de toda actividad social dentro
del grupo, comunidad o sociedad) y, por último, “muerte espiritual” (producida por un pecado mortal dentro de la fe
cristiana). Las mayores dificultades provienen al intentar hallar una definición unánime de muerte –en nuestro caso–
biológica. Ejemplo de ello lo tenemos en la ciencia médica la cual, aún considerada de gran rigor, no logra mantener
posiciones lo suficientemente precisas y universales: mientras la medicina de tradición occidental considera la muerte de
una persona a partir del cese definitivo de actividad del cerebro, otras ciencias médicas de corte cultural más oriental –
como la japonesa– tienen en consideración otros criterios para certificar una defunción”. (p. 52)
Esto demuestra que al hablar del derecho a morir dignamente se deben tener en cuenta argumentos de todo tipo. Eso
sí, se debe respetar la existencia de un marco general sobre el cual se debe configurar el derecho: la Constitución Política
de 1991.
En resumen, la vida y la muerte pueden verse desde los siguientes aspectos:
a) Médico o biológico,
b) Religioso,
c) Bioético (que puede ser una combinación de varios),
d) Jurídico
Estos confluyen en el debate sobre el derecho a morir dignamente y constituyen criterios tanto justificadores como
limitadores para la tarea del legislador. Aunque visto el panorama colombiano, el cual desarrolla ciertos aspectos
trascendentales, son criterios que han tenido relevancia en la tarea desarrollada por la Corte Constitucional.

Dignidad Humana
En este escrito no se tendrá en cuenta el significado de “dignidad” en sentido ontológico sino deontológico. El deber ser
muestra la dignidad humana como un derecho fundamental de las personas, o por lo menos lo es así en el contexto
jurídico colombiano. Si bien la Constitución no hace mención expresa de este principio dentro del capítulo De los
derechos fundamentales (artículo 11 y siguientes), es posible que este se colija del espíritu de la Carta. Por lo menos
esta es la tesis que ha manejado la Corte Constitucional, y como reflejo de esto algunas leyes han expresado la
importancia y la primacía del derecho a la dignidad humana, como lo es, por ejemplo, el Código Penal colombiano.
Catalina Botero Marino (2006) explica que como derechos fundamentales no sólo deben entenderse los que
expresamente reconoce la Constitución de 1991 (los de aplicación directa del artículo 85 y los susceptibles de ser
amparados por un juez del Capítulo I del Título II) sino también otros que no aparecen enunciados: los que conforman el
Bloque de Constitucionalidad y los derechos fundamentales innominados, y justamente dentro de este último grupo se
encuentra la dignidad humana. Botero Marino (2006) tiene como derechos innominados con desarrollo jurisprudencial
el de dignidad humana, el del mínimo vital, el de seguridad personal y el de estabilidad laboral reforzada en sujetos de
especial protección constitucional.
Sobre el derecho a la dignidad humana ha dicho la doctora Botero Marino (2006): “ A partir de una interpretación
sistemática de la Constitución, la Corte Constitucional ha indicado que la dignidad humana es un derecho fundamental
cuyos titulares son únicamente las personas naturales. Según la Corte el derecho a la dignidad tiene un triple objeto de
protección: (i) la autonomía individual, (ii) las condiciones materiales para el logro de una vida digna y (iii) la integridad
física y moral que resulte necesaria para lograr la inclusión social de una persona excluida o marginada. En resumen, lo
que protege el derecho a la dignidad humana es el derecho a vivir como se quiera, el derecho a tener una vida digna, y el
derecho a vivir sin humillaciones. Finalmente, la Corte indicó que el mecanismo de protección de este derecho es la
acción de tutela. De acuerdo con la Corte, por regla general, la dignidad se “tutela” de manera paralela y simultánea con
otros derechos fundamentales con los cuales guarda una estrecha relación, como la vida, la igualdad, el trabajo, el libre
desarrollo de la personalidad, la salud, el mínimo vital, la identidad personal y la propia imagen, entre otros”.
Esto muestra que la Corte ha entendido que la dignidad humana implica la protección del individuo en varias
direcciones. Puede pensarse que se extrae el principio de la combinación de otros derechos fundamentales que guardan
relación, como lo es el libre desarrollo de la personalidad, la intimidad y las libertades de culto, de conciencia, entre
otras.
La Sentencia T-881 de 2002 es una jurisprudencia clara para definir el derecho a la dignidad humana. No es la primera en
hablar del tema ya que, por ejemplo, la sentencia que despenalizó la eutanasia usa este principio como uno de los
argumentos más fuertes a la hora de defender el derecho a morir dignamente.
En la Sentencia T-881 de 2002 (M.P. Eduardo Montealegre Lynett) se dijo lo siguiente sobre el derecho a la dignidad
humana: “Una síntesis de la configuración jurisprudencial del referente o del contenido de la expresión “dignidad
humana” como entidad normativa, puede presentarse de dos maneras: a partir de su objeto concreto de protección y a
partir de su funcionalidad normativa. Al tener como punto de vista el objeto de protección del enunciado normativo
“dignidad humana”, la Sala ha identificado a lo largo de la jurisprudencia de la Corte, tres lineamientos claros y
diferenciables: (i) La dignidad humana entendida como autonomía o como posibilidad de diseñar un plan vital y de
determinarse según sus características (vivir como quiera). (ii) La dignidad humana entendida como ciertas condiciones
materiales concretas de existencia (vivir bien). Y (iii) la dignidad humana entendida como intangibilidad de los bienes no
patrimoniales, integridad física e integridad moral (vivir sin humillaciones). De otro lado al tener como punto de vista la
funcionalidad, del enunciado normativo “dignidad humana”, la Sala ha identificado tres lineamientos: (i) la dignidad
humana entendida como principio fundante del ordenamiento jurídico y por tanto del Estado, y en este sentido la
dignidad como valor. (ii) La dignidad humana entendida como principio constitucional. Y (iii) la dignidad humana
entendida como derecho fundamental autónomo”.
Este derecho fundamental autónomo termina permeando muchas situaciones de la vida de las personas. Tanto es así
que el derecho penal se cimenta sobre estos. Tanto el Código Penal como el Código de Procedimiento Penal, leyes 599
de 2000 y 906 de 2004, respectivamente, hacen mención de él, además del reconocimiento de los principios derivados
del derecho internacional. Hoy día no existe discusión sobre la presencia de este principio rector en todo el
ordenamiento.
Por supuesto en materia de eutanasia también hace presencia el derecho fundamental a la dignidad humana. Es por eso
que en Colombia se puede hablar de “derecho a morir dignamente” o de “muerte digna”. Ángela Aparisi Miralles
(2013), se refiere a este principio como el “fundamento de un bioderecho global”, lo cual muestra como autores le han
dado una alta trascendencia al mismo. La bioética, entonces, debe entenderse en razón de la dignidad de las personas,
sobre la cual no se puede pasar so pena de incurrir en transgresión de valores fundamentales.
Muerte digna. Si se entiende y se acepta el principio de dignidad humana como ese valor fundamental que proscribe los
sufrimientos, las humillaciones, y además protege al individuo en su elección sobre el modo de vivir, la muerte digna
viene siendo una actitud frente a la muerte donde no se toleren los sufrimientos injustificados, cuando ya no hay
esperanzas reales de vida.
Así como la dignidad humana debe predicarse dentro de escenarios como la reclusión en un centro carcelario, debe
entrar a predicarse en el lecho de muerte de una persona. La pérdida de la dignidad no se justifica en razón de creencias
por fuera de las necesidades del individuo. Es decir, aceptar el derecho a una muerte digna es aceptar que las creencias
personales no pueden llegar a cercenar el modo de vida (o de muerte, si se quiere) de una persona, la cual, ante todo,
tiene el derecho a escoger sobre cómo afronta ese momento.
Casos como los del padre del caricaturista Matador o la esposa del magistrado Jaime Arrubla Paucar son emblemáticos
en la lucha por alcanzar una verdadera materialización del derecho a morir dignamente. El Diario El Espectador (2015),
en la voz de Cecilia Orozco Tascón, sintetiza estos dos casos así:
“El caso del padre del caricaturista Matador, paciente terminal de cáncer, a quien los médicos le negaron, en principio,
su deseo de acabar con su hondo sufrimiento, puso en la agenda informativa el tema del derecho a morir dignamente.
Por eso, y con todo respeto por su familia, le pido que nos recuerde quién fue su esposa y qué le sucedió cuando su vida
quedó en suspenso. Mi esposa fue Consuelo Devis Saavedra. Era abogada de la Universidad del Rosario. A los 35 años de
edad tuvo un accidente de tránsito. Ella conducía su automóvil cuando chocó contra una tractomula. En ese momento
iba con mi pequeña hija y su niñera. Quedó en coma y en estado vegetativo (funciones vitales básicas inconscientes). Así
vivió durante 15 años”.
El Diario El País (2014) documentó también un caso de muerte (no) digna: “Casos hay muchos, pero recuerda el de un
señor con esclerosis lateral amiotrófica, ELA, que ya le había afectado la función pulmonar y tenía una insuficiencia
respiratoria muy fuerte. Él quería que lo ayudaran a morir, pero sus familiares no lo permitían por sus convicciones
religiosas. Los cuidados paliativos no le dieron un alivio suficiente y falleció en medio de una asfixia y una angustia muy
grandes. Tan dolorosa que sus hijos tuvieron que recibir apoyo psicológico intensivo, al pensar que le habían negado ese
derecho a morir dignamente”.
Como se ve, estos casos muestran lo que representa la negación de este derecho. Surgen preguntas como las
siguientes: ¿acaso puede considerarse una vida digna la que lleva un paciente en estado vegetativo –sin opciones de
recuperarse- por 15 años? ¿Acaso puede considerarse una vida digna la que lleva un sujeto cuya enfermedad le
proporciona una serie de dolores insoportables para al ser humano? ¿Acaso puede considerarse una vida digna la que
lleva una persona postrada en una cama en estado de inconsciencia permanente y vegetativo con diagnóstico de
padecer una enfermedad terminal, grave incurable, progresiva e irreversible? Es allí donde se tiene que revisar el tema
desde las ópticas que se documentaron: tanto la bioética, la religión y el mismo derecho pueden mostrar oposición, pero
el respeto por las libertades personales debe primar sobre las concepciones que pueda llegar a tenerse por la
cosmovisión que se quiere, respetables, por cierto, pero no superiores a lo que sienta y crea el sujeto que está en las
condiciones que se han aceptado como fundamentales para que pueda hablarse de la necesidad de practicar una
eutanasia.
La Dignidad Humana es un valor intrínseco al ser humano, que le da derecho a no ser instrumentalizado ni despreciado
por un trato que le equipara a un valor de cambio, despreciando su naturaleza de miembro del reino de los fines, es
decir, de ser un sujeto que determina sus propios fines y es fin en sí mismo. La capacidad de autogobierno lo sitúa por
encima de “todos los demás seres del mundo que no son hombre”, y, por tanto, no pude ser tratado como uno de ellos.
(…) La dignidad de toda persona procede de su valor intrínseco como tal, como miembro de la humanidad y como ser
autónomo y libre que determina sus propios fines y no es intercambiable por ninguno de sus semejantes (singularidad).
(Boladeras, 2009, p. 61,62)

Retos de la Bioética:
Hoy día constatamos que la bioética tiene importantes retos a superar en su implementación y desarrollo, dado por:
• Respeto de la dignidad personal y a la vida como un valor en sí.
• Respeto hacia la especie humana y la solidaridad entre seres humanos, lo que permite valorar la libertad y la
convivencia en sociedad al comprender cuáles son los deberes con el prójimo. La vida en sociedad, para que sea pacífica,
justa y saludable, debe dirigirse hacia fines comunes, o sea, hacia el bien común.
• Respeto a la biosfera y a la biodiversidad. Su trascendencia es el resultado de haber tomado conciencia de que del
cuidado del medio ambiente dependerá la calidad de vida de las personas, y que se supone debe ser cuidado y
protegido para las futuras generaciones.
De esta manera, la bioética surge como una nueva disciplina que va más allá del conocimiento médico actual, para llegar
a constituir la máxima expresión de un nuevo espíritu científico, de un "verdadero humanismo", real, positivo y
trascendente, formador y custodio de vida y esperanza para beneficio de toda la humanidad, teniendo en cuenta los
principios fundamentales y orientadores para una mejor calidad de vida de las personas como son: el respecto por las
libertades fundamentales, el respeto por la dignidad humana y el respeto por los Derechos Humanos.

---

También podría gustarte