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LONDRES, ARQUETIPO DE LA CIUDAD EUROPEA.

En el siglo XIX Londres era el centro financiero del mundo, un puerto fluvial de
actividad intensa y el principal núcleo industrial del país. Además centralizaba la red
nacional de carreteras y ferrocarriles, como revelaban sus grandes estaciones, y era,
también, la capital del comercio de consumo con grandes almacenes.
Sin embargo, una tercera parte de la población londinense vivía en la pobreza.

La antigua convivencia de clases sociales en los viejos cascos urbanos dio paso a una
diferenciación por barrios, de manera que las grandes ciudades se convirtieron, en
grandes centros fabriles, comerciales, administrativos, bancarios y de servicios,
priorizando la funcionalidad por sobre la habitabilidad: esto generó una fuerte
segregación social entre sus barrios. Así, los muelles y grandes zonas del sur de
Londres constituían barriadas degradadas y hacinadas, de calles y casas insalubres,
marcadas por la prostitución y el crimen. El West End, por el contrario, incorporaba los
barrios elegantes de los magníficos edificios de estilo clásico de la aristocracia y las
clases acomodadas, ideales para la vida social.
Las facilidades de comunicación que proporcionaron ferrocarriles, tranvías, autobuses
y bicicletas, permitieron la instalación de factorías y fábricas en las periferias,
apareciendo cinturones industriales y barriadas obreras, además de población que, por
trabajo, se desplazaba diariamente desde localidades aledañas.

LA EXPANSIÓN ESPACIAL DE MADRID.

El interior es un núcleo central que constituye el centro administrativo y comercial de la


ciudad, en él confluyen las diversas actividades de la población: gran concentración de
población flotante y lugar de tránsito entre los diferentes barrios de la ciudad. Al Sur se
instala durante esta época fundamentalmente la pequeña industria. También en este
sector se encuentran las casas de vecindad, muchas de ellas de dudosa salubridad,
ocupadas por artesanos, empleados y comerciantes.
La Villa de Madrid, fundada por un emir cordobés en el siglo IX, fue un insignificante poblachón
hasta su designación como Corte fija de la Monarquía Hispánica por Felipe II en 1560. Desde
entonces tuvo varias etapas de crecimiento:
* Hasta 1860. Es la ciudad del Antiguo Régimen o casco histórico (actual Distrito Centro) y
ocupa el recinto acotado por la tapia de Felipe IV a mediados del siglo XVII ( 1). En la actualidad
se encuentra degradado en su mayor parte, tras el proceso de terciarización de los años 60 y
70 del siglo XX.
* De 1860 a 1950. Es la ciudad burguesa. Tras el derribo de la tapia, se aplica el Plan Castro
de Ensanche de Madrid. Surge un barrio cuadriculado (2) de clase adinerada y bien
urbanizado: Barrio de Salamanca, Chamberí, etc. Hoy está en proceso de terciarización y
empiezan a notarse los problemas del centro histórico. Las clases altas se han desplazado al
noroeste de la zona metropolitana.
Más alejadas, surgen las primeras periferias obreras (3), de deficiente urbanismo: La
Prosperidad, La Guindalera, los Cuatro Caminos, etc. Hoy, tras un abandono y degradación
absolutos, se han recuperado con el derribo de gran parte de sus edificios y su sustitución por
otros de calidad y la llegada de clases media y alta, dada su posición cercana al centro.
* De 1950 hasta finales del siglo XX. Con el inicio del crecimiento económico acelerado desde
1960, la ciudad ha crecido enormemente en torno a las carreteras nacionales-radiales por la
inmigración masiva de la España rural hasta 1980. Varios municipios cercanos de carácter rural
son anexionados a la capital (4) y se convierten en barrios industriales periféricos (Fuencarral,
los Carabancheles, Barajas, Vallecas, etc). Además los municipios más alejados siguen el
mismo proceso, aunque conservan su autonomía municipal. Es la llamada zona metropolitana
(5): Getafe, Móstoles, Pozuelo, Alcalá de Henares, Alcobendas, etc. En los años 80 y 90, por la
crisis económica, se detienen crecimiento espacial, demográfico e inmigración, llegando incluso
a perder población absoluta la capital por el abandono de población hacia la zona
metropolitana.
* Primeras décadas del siglo XXI. El auge de la construcción y del "ladrillazo" atrae una fuerte
inmigración extranjera de Latinoamérica, Europa del Este y del Magreb, lo que conlleva una
nueva expansión espacial, la recuperación demográfica y la clasificación de las poblaciones
metropolitanas según nivel económico: un sur y este modestos frente a u norte y noroeste de
clases altas.
Algo excluidos de esta dinámica se encuentran los municipios más alejados de la Comunidad
Autónoma, que siguen siendo rurales, aunque algunos pueden denominarse rururbanos, por
estar algo afectados por su cercanía a la zona metropolitana: Navalcarnero, Arganda, Collado
Villalba, etc.
Las zonas adyacentes a la Gran Vía, dan cabida a los comercios de lujo, a
sociedades particulares, hoteles y salas de espectáculos.La burguesía y las
clases acomodadas se orientan fundamentalmente en el Ensanche.

El cinturón del Extrarradio que rodea la ciudad se forma a partir de los


pequeños núcleos de casas que de forma anárquica se construyen a lo largo
de las vías de tráfico. Fuera del extrarradio la población está constituida por
núcleos de empleados y obreros que se trasladan a diario a Madrid para
ocupar puestos de trabajo en el Sector Servicios o en la industria, estos
núcleos carecen de los servicios públicos.

La ausencia de ordenanzas, la falta absoluta de instalaciones sanitarias y de


comunicaciones constituyen el rasgo común de estas aglomeraciones urbanas.

EL COTIDIANO DE LA CIUDAD

En esas grandes ciudades se modificó radicalmente la vida colectiva, adquiriendo un


carácter impersonal y anónimo, donde la ascendencia tradicional de las familias se
encerraba cada vez más en sus propios círculos y ámbitos, volcada cada vez menos a
lo religioso. La presencia en las calles de grandes masas y la aparición de nuevas
formas de cultura colectiva (como el "music-hall", la prensa, los espectáculos
deportivos y el cinematógrafo) daban cuenta de este cambio. 
. La clase obrera industrial, adquirió en la última etapa del siglo XIX, estabilidad y
conciencia de su identidad como clase, por lo que los países europeos experimentaron
la aparición de grandes sindicatos, huelgas y conflictos laborales.

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