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Carlos Mario Yory editor académico

Cesar Rodríguez García / Jorge Sánchez Ruiz / Álvaro


Ibatá Ceballos / Alberto Gómez Cruz / Mercedes Castillo
de Herrera / Luis Fique Pinto / Carlos Alberto Torres Tovar /
Jairo Rodríguez Leuro / Miguel Borja Gómez / Carlos Mario
Yory García
Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia

Pensando en clave de hábitat : una búsqueda por algo más que un techo / ed. Carlos
Mario Yory ; Cesar Rodríguez García … [et al.] -- Bogotá : Universidad Nacional
de Colombia. Facultad de Artes, 2008.
248 p. : il.

ISBN : 978-958-719-096-9

1. Desarrollo urbano - Aspectos socioeconómicos 2. Asentamientos urbanos


3. Viviendas – Aspectos económicos 4. Viviendas – Aprovechamiento del espacio
I. Yory, Carlos Mario, 1961-, ed. II. Rodríguez, Cesár Alfonso, 1955- III. Universidad
Nacional de Colombia (Bogotá). Facultad de Artes IV. Tít.

CDD-21 711.13 / 2008


Rector Moisés Wasserman


Vicerrector de Sede Fernando Montenegro
Decano Facultad de Artes Jaime Franky
Director Centro de Divulgación y Medios Alfonso Espinosa
Diseño y diagramación Maria Victoria Guerra
Corrección de estilo Javier Correa
Carátula Carlos Mario Yory sobre fotografías de Carlos Alberto Torres
Viñetas Obras escogidas de M.C. Escher

PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Primera edición: octubre de 2008
ISBN: 978-958-719-096-0
© DIB 2008
© Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Artes
CONTENIDO

INTRODUCCIÓN: PENSAR EL NUEVO SIGLO “EN CLAVE” DE HÁBITAT 12

HÁBITAT, SOCIEDAD Y CULTURA (César Rodríguez García) 28


La mutua dependencia y la planeación de la acción 28
La dimensión política 30
Hábitat, sociedad y cultura 31
Bibliografía 37

NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN ÉTICO-ESTÉTICA AL HÁBITAT


(Jorge Sánchez Ruíz) 40
Experiencia estética 42
Imagen-concepto 45
Forma sensible 47
Medios de re-presentación cualitativa 48
Cuerpo 49
Ética 50
Arte 52
Dualidad-triada 55
Conclusiones 57
Bibliografia 59

BASES CONCEPTUALES PARA EL ANÁLISIS ESPACIO-TEMPORAL DEL HÁBITAT


DESDE ENFOQUES SISTÉMICOS Y DE COMPLEJIDAD
(Álvaro Ibatá Ceballos y Alberto Gómez Cruz) 64
Un acercamiento teórico general: las trayectorias y las perspectivas 64
Acerca de las trayectorias 66
Caracterización actual de los asentamientos humanos y su hábitat 67
Acerca de las perspectivas 71
Reto: cualificar la ciudad y el territorio como hábitat. Entre el aquí, el ahora y el
proyecto de futuro 71
Reto: asumir desde paradigmas de complejidad propuestas para cualificar los
asentamientos humanos y su hábitat 71
Reto: identificación o construcción de técnicas de análisis espacio-temporal pertinentes
con los asentamientos humanos y su hábitat 76
Consideraciones finales 76
Bibliografía 78
EN TORNO A LA RELACIÓN ENTRE ECONOMÍAS Y CIUDADES EMERGENTES NO
FORMALES (Mercedes Castillo de Herrera) 82
Introducción 82
La economía y la ciudad informales en tanto categorías ideológicas 84
Consideraciones sobre el concepto de economía informal 86
Consideraciones sobre el concepto de ciudad informal 88
La economía y la ciudad emergentes no formales como categorías 91
Hacia una re-categorización de las diferentes formas de economía 92
Algunas consideraciones finales a manera de recomendaciones 96
Bibliografia 96

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN (Luís Fique Pinto) 102


Introducción 102
Un campo de conocimiento 104
Modelización 106
Hábitat 109
Los procesos 119
Esfera individual y hábitat 122
Espacio geográfico y hábitat 125
Bibliografía 129

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA, 1990 – 2008


(Carlos Alberto Torres Tovar) 132
Introducción 132
Breve reflexión sobre los problemas del hábitat y la vivienda en América Latina 135
El hábitat y la vivienda: constructores de ciudad 137
Los problemas del hábitat, la vivienda y la urbanización en Colombia: nuevos contextos
y redefinición de sus problemas 138
Algunos rasgos de la problemática del hábitat y la vivienda en Colombia 141
Algunas características que asumen el hábitat y la vivienda desde la década de los
años noventa 142
Déficit habitacional en Colombia 143
Oferta formal de vivienda 151
Financiación de la vivienda en Colombia 152
Sistema de financiamiento habitacional vigente en Colombia. Nuevas políticas
habitacionales 154
Subsidio Familiar de Vivienda 156
Problemas actuales del hábitat y la vivienda 161
Períodos y perspectivas desde donde se ha abordado el problema de la vivienda
en Colombia 161
El periodo actual 163
Hábitat y vivienda: mercancías o satisfactores de necesidades 164
La construcción de la vivienda 164
Definición de la problemática de vivienda social en la ciudad 166
Consideraciones generales 168
Algunas consideraciones sobre las políticas públicas 174
Bibliografía 176
LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS. LA DISEMINACIÓN DE LO
SUBALTERNO Y LO HEGEMÓNICO (Jairo Rodríguez Leuro) 182
Introducción 182
Primera parte: la región moral 184
Definición 184
Las regiones morales y el conflicto social en los sectores medios bogotanos 186
La definición de las “regiones morales“de los sectores medios 187
La región moral de los sectores medios 188
La primera región moral: el barrio en los sectores medios 189
El vecino. Su escenario: el barrio 190
Algunas preguntas para construir el contexto del vecino y sus relaciones de vecindad 192
Primera región moral de los sectores medios: el barrio y el rol del vecino en el
estilo de vida de los sectores medios 192
Segunda región moral de los sectores medios: el lugar de aprovisionamiento 193
Tercera región moral de los sectores medios: los lugares de recreación y esparcimiento 195
La geografía simbólica urbana: la región moral como espacio de conflicto por la
hegemonía cultural 195
La región moral o zona gris como una producción ideológica 195
Los ambientes de la sociabilidad en la región moral: expresión de la lucha por
la hegemonía 197
Las marcas en la ciudad y la producción ideológica 198
Las marcas y la producción ideológica 198
Ambientes residuales 199
Lo emergente 199
Lo dominantes 200
Bibliografía 201

LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN


(Miguel Borja Gómez) 204
Pertinencia del texto 204
Reseña histórica 206
Propuesta de hibridación estética 213
Indagaciones sobre las transformaciones del hábitat. ¿Existen modelos urbanos
estéticamente complejos? 216
Los barrios mixtos como entidades estética, tipológica y formalmente complejas 218
Bibliografía 221

CONTROL SOCIAL Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA: DE LA PLANIFICACIÓN A


LA ADMINISTRACIÓN PARTICIPATIVA, UNA ESTRATEGIA ENCAMINADA A LA
CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL HÁBITAT (Carlos Mario Yory García) 224
La planificación participativa y su papel en la formulación y ejecución de proyectos
colectivos de ciudad 224
La participación entendida como la puesta en obra del capital social 228
Bibliografìa 239

LOS AUTORES 244


INTRODUCCIÓN:
PENSAR EL NUEVO SIGLO
“EN CLAVE”
DE HÁBITAT
PENSAR EL NUEVO SIGLO “EN CLAVE” DE HÁBITAT

En el contexto del cambio de siglo que aún estamos viviendo, dos acon-
tecimientos históricos trascendentales han marcado los últimos años, abriendo un
nuevo escenario epocal al modificar la cara del panorama económico y político de
este emergente mundo global: la caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de
1989 (consecuencia directa de la Perestroika que impulsara Mijaíl Gorbachov en
1987 con ayuda del presidente de Japón, Seiichiro Nishi), y los atentados del 11 de
septiembre de 2001, en Nueva York.
En el primer caso, aludimos al colapso y caída del modelo socialista de la
URSSS que tuvo como consecuencia la propia desintegración de su Estado-nación;


Cabe destacar aquí que el objetivo de la Perestroika, que culminara emblemáti-
camente con la caída del muro de Berlín, no era éste, sino, por el contrario, reformar y
preservar el sistema socialista, adaptándolo al espíritu de los tiempos, de tal suerte que
proyectara en la sociedad soviética un cierto aire de empresa e innovación capaz de ade-
cuarse a las exigencias cambiantes del mercado moderno en el marco de un nuevo modelo
de gestión descentralizado; de este modo, si la construcción del “muro de Berlín” simbolizó
durante 28 años el contexto de la “Guerra fría” y de la división de Alemania, su famosa
“caída” entró a representar (salvo contadas excepciones) el fin de un modelo económico
y político finalmente con-vencido por los contundentes argumentos de la economía de
mercado de este nuevo mundo global y de su triunfalista modelo económico capitalista y
neoliberal.

12 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


en el segundo caso, nos referimos a una de las consecuencias más nefastas y des-
esperadas del modelo económico capitalista y sus secuelas de miseria y exclusión
social; nefastas, por poner en evidencia, no sólo la naturaleza y alcances de dos ti-
pos de terrorismo: uno que vuela edificios y personas en pedazos, y otro que, como
causa directa del anterior, atenta contra la autodeterminación de los pueblos, la
justicia social, el equilibrio ambiental y los derechos fundamentales (entre ellos la
vida, el alimento, el alojamiento digno y el trabajo), y desesperadas, porque dichas
consecuencias resultaron incapaces de medir hasta dónde la declaratoria mundial
de “guerra al terrorismo” que lanzara Estados Unidos a consecuencia de ese emble-
mático 11 de septiembre ha implicado un recorte generalizado de las libertades e,
incluso, en muchas partes, de los derechos básicos y fundamentales.
El hecho es que a partir de las situaciones antes descritas no han parado
ni la exclusión social, ni los atentados terroristas, ni la construcción de muros por
todo el planeta (y no precisamente para nuevas viviendas o para mejorar la gran
cantidad de viviendas deterioradas o en condiciones de miseria); muros que, junto
con los infamantes de ladrillo y concreto que separan naciones y pueblos enteros
con argumentos étnicos, religiosos o políticos, resultan, en su contundencia esté-
tica y simbólica (aunque no siempre material), tan eficaces como estos otros a la
hora de marcar barreras y diferencias; son los muros de la indiferencia, los muros de
la indolencia o, lo que quizá resulta peor aún, los muros de la ignorancia frente a la
importancia “del otro” para la propia supervivencia.
Pensar en “el otro” no es, entonces, una cuestión de filantropía o de sensi-
bilidad moral sino un asunto de vida; la justicia social es una necesidad ineludible
si queremos conservar el planeta para lo advenidero, hoy más que nunca, cuando
su sobrepoblación excede en más del doble su huella ecológica. La convivencia no
sólo es un tema de seguridad humana sino, y sobre todo, de bienestar y de calidad
de vida; de ahí que la preocupación por la propia calidad de nuestro ambiente re-
sulte ser la primera y fundamental en un momento en el cual el encumbramiento
del mercado y el posicionamiento de la llamada “economía global”, junto con el au-
mento desaforado en los precios del petróleo y de los alimentos, amenazan la ya
frágil calidad de nuestro hábitat y, con él, de la estabilidad mundial.


La huella ecológica se calcula sobre la base de la población que la capacidad de
carga de un determinado territorio está en condiciones de mantener; en este sentido, se ha
calculado la huella ecológica del planeta en alrededor de tres mil millones de personas,
poco menos de la mitad de su población actual.

iNtroducción 13
De este modo, así como en los fríos hielos canadienses año tras año se
forman, de manera distinta, “puentes” fractales espontáneos que permiten conec-
tar América con Asia en lo que se conoce como “el paso del Noroeste”, de la misma
manera es urgente y necesario construir puentes de comunicación entre los tradi-
cionales polos binarios que encarnan la pugna entre lo público y lo privado, entre
lo individual y lo colectivo, entre los países con economías fuertes y aquellos con
economías más débiles, entre la naturaleza y la tecnología, entre la razón y la emo-
ción y, finalmente, entre nuestras propias diferencias, a fin de no caer en fundamen-
talismos o en identidades cerradas, anquilosadas y chauvinistas.
Frente al pensamiento único, lineal y hegemónico, es indispensable cons-
truir nuevos pasos que den cuenta de la naturaleza compleja del hábitat humano
inmerso siempre en un contexto bio-diverso no menos complejo, exigente, frágil y
vulnerable; a fin de cuentas, compartimos con las demás especies un solo planeta
expuesto, hoy en día, no sólo a las implacables leyes del mercado, sino a dos revolu-
cionarios cambios universales: el cambio climático (producto, entre otras cosas, del
proyecto depredador y tecno-industrial de la modernidad) y el cambio de paradig-
ma civilizatorio que nos ha traído el desarrollo tecno-informacional y comunicacio-
nal; cambios que a su vez sirven de telón de fondo a la aguda crisis tanto ambiental
como social en que nos encontramos.
Con todo, no sólo el planeta sino el modelo neoliberal que lo ha conduci-
do los últimos 25 años ha hecho crisis, la utópica esperanza de que los mercados se
regulen a sí mismos asignando eficientemente sus recursos al bien público nunca
dejó de ser más que un inalcanzable ideal propio de la posición fundamentalista
que acompañó el modelo Tatcher-Reagan y, junto con ésta, el llamado “consenso
de Washington” que alentara la privatización y la liberalización. El resultado de esta
apuesta neoliberal (perversa de partida, en razón de su preocupación por la conser-
vación hegemónica del modelo capitalista) no ha sido el crecimiento económico
esperado sino el aumento de las contradicciones sociales, el debilitamiento de los
Estados-nación y la expoliación ambiental; situación agravada en aquellos países
que aunque pudieron haber crecido durante estos años, han visto que la riqueza se
ha quedado en los pocos bolsillos de la privilegiada cumbre social, alentando en sus
respectivos contextos un ya atávico y creciente apartheid.
En lo que concierne a la vivienda, acaso uno de los aspectos más sensibles
de la calidad del hábitat, no sólo es necesario aludir al enorme déficit tanto cuantitati-
vo como cualitativo del planeta, sino a la enorme amenaza que el modelo económico
vigente cierne sobre la tenencia, ya que, como señala Joseph Stiglitz (2008):

14 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Las casas recién construidas para millones de familias que no
podían pagarlas se deterioran a medida que se ven obligadas a
abandonar sus hogares y el gobierno ha tenido que intervenir,
por fin, para retirar las ruinas. En otras se extiende la plaga. De
modo que incluso los que han sido ciudadanos modelo, han
contraído prestamos prudentes y han mantenido sus hogares,
ahora se encuentran con que los mercados han disminuido el
valor de sus casas más de lo que habrían podido temer en sus
peores pesadillas (…) Millones de personas van a perder sus
ahorros de toda la vida al perder sus hogares (Diario El Espec-
tador. Bogotá, 13 de julio de 2008. Editorial, p. 54).

La conclusión es simple: el muro de Berlín no fue derribado sino que fue


desplazado a las fronteras del Mediterráneo y de las naciones más poderosas del
planeta con el fin de salvaguardar una particular y excluyente idea de mundo; la
pirámide social; imagen que durante tantos años sirviera para ilustrar las condicio-
nes de “arriba” y “abajo” de la sociedad, resulta acompañada ahora por una nueva
metáfora espacial, la del “adentro” y el “afuera” del modelo económico vigente que
tiende a suponer, dentro de la idea de pensamiento único, el “adentro” y el “afuera”
de la realidad, la realidad de la oferta y la demanda, la realidad de una economía de
aglomeración, la realidad del consumo como valor fundamental.
De manera paradójica, las políticas internacionales declaran, como conse-
cuencia de todo esto, la “guerra a la pobreza”, como si ésta fuera causa y no efecto
de la grave crisis en la que se mece el planeta; la inequidad y la exclusión social son
el verdadero enemigo, no la pobreza; a la consigna generalizada de las agencias de
cooperación internacional de “pinchar las bolsas de pobreza” (herederas de la famo-
sa frase del dictador venezolano Pérez Jiménez, de “guerra al rancho”), lo único que
cabe pensar es que ésta “se riegue” por doquier, lo cual resulta un hecho más que
consumado, aun sin necesidad de “pincharlas”. Dentro de esta lógica, ¿no serían las
“bolsas de riqueza” las que habría que pinchar? Lo cierto es que en un mundo en el
cual la complejidad se abre campo resulta a todas luces contradictoria la desespera-
da prevalencia de los polos binarios (del tipo dentro-fuera) que a toda costa se em-
peñan en impedir la construcción de esos “puentes” de los que antes habláramos.
De otra parte, el proceso del urbanización en que vivimos (el cual mucho
tiene que ver con los cambios mencionados) reclama, ya no sólo por el tema del
espacio (generación de suelo y búsqueda de equilibrios territoriales), sino por el del
tiempo, y nos referimos, no sólo al gobierno del llamado “tiempo real” de la globali-
zación, sino al escaso tiempo con el que contamos para salvar el planeta.

iNtroducción 15
En lo que se refiere al espacio, el proceso de urbanización no da tregua (Na-
ciones Unidas calcula que para el 2050, el 70% de la humanidad vivirá en ciudades);
a la ingente preocupación por el tema del suelo dónde vivir se debe sumar ahora la
pregunta por el cómo hemos de hacerlo en el marco de ese interés cada vez mayor
de los Estados y de las agencias multilaterales por el tema de la seguridad humana;
una seguridad que, para que resulte continua y sustentable, tendrá que apoyarse
menos en la presencia de cascos azules o de amenazas armamentistas y más en la
responsabilidad de los Estados y de sus ciudadanos por procurar y hacer valer la
exigibilidad y accequibilidad de los derechos fundamentales, el primero de ellos, la
vida y la dignidad, para así hablar de la propia calidad, de lo que en consecuencia
habría de ser un hábitat digno y sustentable.
La responsabilidad de la política pública tendría que ir mucho más allá de la
preocupación por la gestión del suelo, como correlato indispensable a la necesidad
de “abrir espacio” para el aumento de población, toda vez que a la par que se promue-
va la generación de techo nuevo y de mejoramiento para el antiguo es fundamental
diseñar los instrumentos y mecanismos capaces de gestionar también el riesgo y el
conflicto que, de suyo, supone la convivencia; esto es, pensar la vivienda humana en
“clave de hábitat” y no sólo de cobijo; una “clave” que debe ser leída y comprendida a
la luz de los derechos; el de poder tener un techo pero, sobre todo, el de poder con-
servarlo en el marco del propio derecho, no sólo a una territorialidad desde donde
poder construir la vida social, sino al trabajo, al alimento, a la salud, a la educación, a la
recreación y a la cultura. Temas inaplazables en cualquier agenda de política pública,
sobre todo en los países con economías más frágiles y vulnerables.
A este respecto, América Latina enfrenta el gran desafío que supone su-
perar lo que hasta ahora para nuestros países han resultado ser dos conceptos casi
antagónicos e irreconciliables: integrar crecimiento y desarrollo no puede seguir
siendo una esquiva utopía; si bien el modelo económico capitalista ha privilegiado
lo primero sobre lo segundo, es hora de pensar y posibilitar un nuevo modelo de
desarrollo económico y territorial integrado capaz de disminuir, tanto las enormes
disparidades en la distribución del ingreso, como los propios desequilibrios territo-
riales; es hora de demostrarle al mundo que, poniéndolo en el lenguaje de la globa-
lización que hasta ahora hemos construido (ya que podríamos pensar en otra clase
de globalización ¿por qué no la de la solidaridad o la de la cooperación?): pensar en
lo social también resulta “negocio”.
Desde esta perspectiva, la globalización tendría que ser una oportunidad
y no una amenaza para la justicia social o para el equilibrio ambiental, pero para que

16 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


esto sea posible es necesario construir los puentes que permitan, como en el ártico
canadiense, unir dos mundos, acaso por un mismo ideal: el de conservar el planeta
y de legarlo abierto, optimista y dispuesto a lo venidero.
Por lo anterior, el tema del hábitat que, con lo dicho, supera en mucho la
simple preocupación por la vivienda, deja de ser uno más de los muchos a reflexio-
nar para convertirse en la gran preocupación del siglo XXI sobre la cual se debe
volcar tanto el pensamiento como la acción.
La pregunta que se deriva de aquí no puede ser otra: ¿cómo hemos de
vivir los seres humanos en este nuevo contexto mundial y, en consecuencia ¿cuál
es el proyecto de habitación que en el marco de los imperativos antes planteados
habremos de construir en esta nueva modernidad agobiada por una flagrante crisis
tanto ambiental como social?
Bajo estas premisas, la Sede de Bogotá de la Maestría en hábitat de la
Universidad Nacional de Colombia ha conformado un equipo de investigadores
ocupados de atender los temas planteados, así como de proponer un enfoque del
tema orientado a la formación de profesionales idóneos capaces de hacer frente a
los complejos problemas antes descritos y que, en resumen, se expresan así:

El modelo de desarrollo de la economía mundial ha alterado


la vida cotidiana de muchas de las poblaciones de todos los
países en la medida en que ha reestructurado las prácticas


La Maestría en Hábitat que actualmente opera en las sedes de Bogotá, Medellín
y Manizales de la Universidad Nacional de Colombia, resulta de constatar un vacío en el
ámbito nacional en lo que tiene que ver con los programas de formación profesional de
alto nivel para tratar los asuntos del hábitat humano; su tema de estudio es el par hábitat
– vivienda (entendido como ente complejo y dinámico) y su objetivo es el desarrollo de
un proceso de reflexión investigativo en torno a las políticas nacionales e internacionales
dirigido al logro de un hábitat amable y a la consecución de una vivienda digna y ade-
cuada, en condiciones ambientales deseables y sustentables. La premisa asumida es que
“la vivienda constituye la articulación entre lo público y lo privado, lo íntimo y lo social, y
que en esa misma medida se requiere poder identificar los sistemas y relaciones que allí
interactúan como un todo complejo. Este es el punto de partida para incidir en los procesos
que condicionan la construcción del hábitat urbano, conduciéndolos hacia la realización
de un proyecto de sociedad que sea viable” (Documento inédito en torno a “La búsqueda
de una episteme para la visión compleja del hábitat” elaborado por el equipo de trabajo
de la Maestría. 2004).

iNtroducción 17
productivas, la organización social y las relaciones cultura-
les que en su conjunto han generado impacto en la confor-
mación socio-espacial. En Colombia, así como en la mayor
parte de los países latinoamericanos, el anterior modelo ha
incorporado gradualmente las esferas claves de la sociedad a
las dinámicas del mercado mundial, repercutiendo de mane-
ra directa en la calidad de vida de la población y por ende en
sus condiciones de habitabilidad. El hábitat donde se locali-
zan y viven las grandes mayorías urbanas queda marcado por
las más diversas vulnerabilidades, carencias y desequilibrios
de la población, que afectan a su vez las dinámicas sociales,
culturales, económicas, físico espaciales y ambientales, refle-
jándose en nuevas formas del habitar y del hábitat.
En esta perspectiva se constata un cambio en los paradigmas
que afectan las concepciones y prácticas de las disciplinas re-
lacionadas con los estudios y con la intervención del hábitat.
Estos cambios están orientados a la cooperación entre los
distintos saberes y disciplinas, lo que exige nuevos métodos y
espacios de experimentación interactivos. Estos acercamien-
tos están aportando nuevos conocimientos, consolidando
hallazgos teóricos, ratificando y ampliando metodologías
que en su conjunto configuran un cuerpo de conocimien-
tos abiertos a procesos disciplinarios e inter y trans-discipli-
narios (Documento inédito de auto-evaluación Maestría en
Hábitat. 2005).

Lo anterior, enmarcado en la búsqueda de una episteme para compren-


der y desarrollar la visión compleja del hábitat. En este orden de ideas, el presente
trabajo reúne algunas de las reflexiones desarrolladas por parte del cuerpo inves-
tigador de la Maestría (en su sede de Bogotá) orientadas a establecer relaciones
de correspondencia e inseparabilidad entre los temas del hábitat y los del habitar
tratados desde perspectivas tan diversas como la relación entre el hábitat, la socie-
dad y la cultura; las connotaciones ético-estéticas más frecuentemente asociadas al
hábitat; el análisis espacio-temporal del hábitat abordado desde enfoques sistémi-
cos y de complejidad; la informalidad urbana y algunas de sus implicaciones econó-
micas sobre el hábitat; la modelación conceptual para abordar el tema de manera
integral; la noción compleja del hábitat y su enorme deuda tanto social como am-
biental; las regiones morales que comporta la convivencia; la hibridación estética y
los sistemas de organización del habitar que caracteriza buena parte de los barrios
latinoamericanos, y la planeación participativa en tanto instrumento idóneo para
lograr la construcción social del hábitat.

18 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


De esta forma, lo que el equipo de investigadores aquí reunido pretende
es contribuir a la construcción de un marco epistémico para abordar la dimensión
compleja del hábitat en cuanto tal pues, tal como señala el documento elaborado
en esta dirección por la Maestría en el año 2003,

El hábitat humano, entendido como asunto complejo, com-


prende el ámbito en el cual los sujetos (individuales y colec-
tivos) establecen redes de relaciones con unas condiciones
materiales de naturaleza biótica, física y antrópica; las cua-
les, a partir de sus intercambios, hacen posible diversas for-
mas de habitar y de producción de técnicas que de manera
permanente configuran y transforman sus hábitos y las for-
mas de organización de su habitar (…). De este modo, las
relaciones del sujeto con el hábitat propician una diversidad
de lecturas e interpretaciones, algunas de las cuales alcan-
zan a estructurarse como teorías, conocimientos, métodos,
metodologías e instrumentos que configuran un campo
propio de conocimiento (Documento inédito coordinado
por la profesora Clara Eugenia Sánchez y titulado: “En bús-
queda de una episteme”. Maestría en Hábitat. Universidad
Nacional de Colombia. Bogotá. 2003).

Es así que

Este campo específico de conocimiento, para la visión com-


pleja del hábitat, se ocupa del entorno construido que sirve
de base para estructurar distintos sistemas de organización
y formalización cultural, institucional, económica, social,
ecológica y política del habitar. En síntesis, se corresponde
con la escala aprehensible por los sujetos que lo habitan y
centra el interés sobre los métodos y capacidad de compren-
der, intervenir, modelar, simular y reinscribir los procesos
inherentes al hábitat y al habitar.

Así, se pretende superar la insuficiencia demostrada por la


arquitectura y el urbanismo, la ingeniería, la economía, la
historia, la ecología, la política y las ciencias sociales para
abordar los problemas del hábitat contemporáneo. Abrirles
camino a interpretaciones que articulen las discontinuidades
propias de los procesos históricos, permitiendo replantear la
forma fragmentada de ver que caracteriza a la racionalidad
instrumental dominante en el mundo actual. Facilitando la
síntesis creativa de lo trans-disciplinar. Ir de lo simple a lo

iNtroducción 19
complejo es semejante a ir de lo concreto a lo abstracto y de
lo particular a lo general. Reflexionar sobre los procesos para
generar y gestionar un hábitat que sea incluyente y accesible
para todos los ciudadanos; que sea sostenible social, econó-
mica y ambientalmente y esté viabilizado por la comprensión
integral de los procesos que lo determinan (Op.Cit).

Sobre esta base, y en el contexto del presente trabajo, el profesor César


Rodríguez enmarca su reflexión en una particular mirada de la vida en general, y
de la vida humana en particular, resaltando el tema de la contextura profunda de
la interacción e interdependencia de la especie humana con el territorio que ocu-
pa, señalando la dimensión política que en tal sentido habría de caracterizar los
procesos “racionales” de planeación del territorio, de suerte tal que la dimensión
interactiva de nuestra relación con el mundo, en su carácter gnosio-emocional, sea
incorporada de forma explícita al interior de la naturaleza cultural y contingente de
tales procesos.
En este sentido, señala cómo la relación de mutua dependencia entre la
vida humana y el territorio, por un lado, y la anticipación racional de las característi-
cas de esa relación en la forma de la planeación, por otro, permiten comprender el
problema del actual estado precario de la vida en el planeta. Aspiración que en la
perspectiva de proponer respuestas a la misma supone la adopción y el desarrollo
de una mirada y de una forma de actuación sobre el territorio enmarcada en una
profunda dimensión política capaz de brindar respuesta a las múltiples afectacio-
nes que tal situación genera sobre la triada hábitat, sociedad y cultura.
Por su parte, el profesor Jorge Sánchez, inspirado en reflexiones desarro-
lladas por Félix Guattari, propone una serie de consideraciones para atender la con-
notación ético-estética del hábitat humano a la luz del pensamiento complejo y su
aspiración de entender la realidad como una trama o tejido de múltiples relaciones al
interior de un paradigma que enfatiza más en las relaciones entre las cosas, que en las
cosas mismas. Visión que permite entender el hábitat, no como una cosa entre otras,
sino como una imbricación de procesos vitales en permanente interacción.
De esta forma, ubica su preocupación en el marco de las siguientes pregun-
tas que, desde esta perspectiva, pudieran, en su resolución, tener alguna inherencia
en los procesos de reflexión, transformación y/o construcción del hábitat: ¿Qué im-
plicaciones tendría una aproximación ética-política-estética en la comprensión del
hábitat, entendido como realidad compleja y, así mismo, en nuestras acciones para
transformarlo? ¿Cómo entender esta nueva orientación? ¿Qué relaciones existen

20 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


entre la teoría de sistemas y una guía ético-estética? ¿Qué concepción de ética y es-
tética es la más adecuada para tratar la naturaleza compleja del hábitat?
Interrogantes que finalmente confluyen, a través de las respuestas que aquí
se les brindan, en la posibilidad real de trascender cualquier esquema dualista o mo-
ral frente a las relaciones entre ética y estética, indisolublemente contempladas en
este ensayo, para así proponer un esquema analítico de triadas categoriales interre-
lacionadas donde se abordan los múltiples lugares de encuentro entre ambos con-
ceptos gracias al reconocimiento de las sinergias que fluyen entre ambas al interior
de los distintos saberes y culturas; los cuales, precisamente a través de sus formas de
relación entre una y otra, dan respuesta y sentido a su particular idea del hábitat.
A su vez, los profesores Alberto Gómez y Álvaro Ibatá señalan la nece-
sidad de que el hábitat humano sea leído y entendido hoy, en el marco de la com-
pleja red de relaciones y emergencias que explican nuestro mundo global, interco-
nectado, fluido, veloz e interdependiente, donde lo trans-sectorial ha desplazado
a lo sectorial y donde temas como el del hábitat se presentan, a todas luces, como
ineludibles espacios de reflexión pluri, inter y transdisciplinar.
A este respecto anotan que se hace necesario reconocer que el camino re-
corrido por el proceso de urbanización presenta signos de crisis, dada su magnitud
e impacto. Emerge lo local-global, donde diferentes espacios y tiempos se relacio-
nan y construyen un sistema complejo y dinámico que sirve de contexto a nuevos
patrones de asentamientos de autonomías relativas. Esta nueva situación contrasta
con las lógicas individuales y sectoriales predominantes en las construcciones de
ciudad y territorio, hasta ahora aceptadas como válidas.
Tres retos proponen los investigadores para afrontar esta situación: el de
cualificar la ciudad y el territorio, entendiendo el hábitat en el marco de las relacio-
nes entre el aquí y el ahora y el proyecto de futuro; asumir, desde paradigmas de
complejidad, propuestas para cualificar los asentamientos humanos y su hábitat, y
llevar a cabo una identificación o construcción de técnicas de análisis espacio-tem-
poral pertinentes con la relación entre la sociedad y su entorno.
De otro modo, la profesora Mercedes Castillo señala en su trabajo tan-
to la inexactitud como la precariedad del concepto de “informalidad” para aludir
a las formas alternativas de la economía urbana que tanta importancia cobran en
nuestras ciudades; concepto que indistintamente se utiliza para hablar, tanto de la
economía, como de la ciudad con la intención dar cuenta del desarrollo emergente
de una y otra en el contexto de una misma realidad.

iNtroducción 21
Sobre esta base, expresa su desconfianza respecto al uso del adjetivo “in-
formal” para calificar a una cierta visión de la realidad socio-espacial latinoamericana,
pues el uso de este concepto frecuentemente está acompañado de un discurso que,
en materia de sus implicaciones sobre el hábitat, suele asociarse con la marginalidad,
sirviendo así para implementar y legitimar diversas políticas coyunturales que, a la
postre, terminan por estigmatizar “la espontaneidad” y recursividad de estos proce-
sos, combatiendo de tal forma su expresión pero no sus causas estructurales.
En este sentido, desarrolla una reflexión teórica orientada hacia la com-
prensión e interpretación de la relación entre economía y ciudad a través de una
mirada que trasciende los sesgos fiscalistas para ubicarse en el contexto de la
compleja madeja de relaciones sociales que, de una u otra manera, caracterizan y
definen tal relación.
A su vez, el profesor Luis Fique se propone el desarrollo de un modelo
conceptual para pensar el hábitat humano a partir de la identificación y valoración
de los recursos, dimensiones y categorías que, en su opinión, permitirían resaltar la
noción de proceso que éste comporta, particularmente en lo que tiene que ver con
la transformación del paisaje que mediante su apropiación hace de él la sociedad
para así dar cuerpo a la naturaleza simbólica y material de su entorno, entendido así
como hábitat construido; lo anterior con el fin de brindar elementos que conecten
la política, la tecnología, el ambiente y la sociedad; temas que, según el profesor
Fique, hasta ahora empiezan a relacionarse, pues tradicionalmente se habían abor-
dado de manera separada.
Desde aquí, reclama el texto la necesidad de superar la mirada excesiva-
mente física y funcional con la cual se ha tratado el tema, para investigar las prácti-
cas, los procesos y los modos concretos como social y ambientalmente surge y se
enmarca el habitar; para ello analiza, en primer lugar, la noción de modelo en su co-
rrelato científico y posteriormente presenta una propuesta de articulación y síntesis
entre diferentes modelos que busca construir una comprensión amplia y suficiente
del objeto de estudio en la que convergen la perspectiva técnico-arquitectónica, la
ambiental y la de la teoría de sistemas (en su mirada particular de las formas de vida;
mirada que entiende la materialidad como la concretización física de un patrón de
organización).
Por su parte, el profesor Carlos Torres llama la atención sobre los princi-
pales vacíos existentes en la escena pública nacional en torno a la real y auténtica
comprensión de la noción de hábitat, esto a pesar de que dicha noción ya cuenta
con un importante recorrido en el ámbito internacional a la luz, entre otras cosas,

22 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


de los numerosos encuentros internacionales llevados a cabo para abordar el tema
través de las propias políticas que al respecto lideran diferentes organismos inter-
nacionales de la talla de la Organización de las Naciones Unidas, la cual incluso creó
un programa específico en la materia.
Recalca a este respecto la deuda que la reflexión contemporánea sobre el
tema del hábitat tiene con los paradigmas de la complejidad y su mirada holística,
asociacionista e integral de los problemas; del mismo modo, señala la preocupa-
ción constante de este tema por procurar a la vez una armónica relación con la
naturaleza y una adecuada relación de convivencia entre los seres humanos en un
momento en el cual las tendencias mercantilistas del mundo actual convierten en
valor de cambio aquellos componentes del hábitat que, de suyo, ostentan un claro
valor simbólico y de uso: el ambiente, la naturaleza, la vida humana y, en este mis-
mo rango, la vivienda en cuanto tal.
De este modo, recalca la necesidad de abordar el tema desde una pers-
pectiva de derechos que sea capaz de reivindicar la dignidad humana con el fin
de superar los discursos retóricos y enfrentar los verdaderos retos que subyacen al
tema, tanto del hábitat en general, como de la vivienda en particular; es decir, el de
la sostenibilidad, el de la valoración de la vida humana en sus múltiples dimensio-
nes, el del desarrollo y el de la segregación socio-espacial.
A continuación, el profesor Jairo Rodríguez reflexiona sobre lo que llama
“los espacios simbólicos de los sectores medios desde la moralidad que está implí-
cita en la sociabilidad que desarrollan en la ciudad” en el marco de lo que Robert
Park denomina una “región moral”, para aludir a las formas de organización espon-
tánea que se dan en la sociedad a través de la convivencia o del disfrute, uso y/o
aprovechamiento de ciertos espacios comunes capaces de constituir un determina-
do orden simbólico.
En ese contexto, señala el valor de la espacialidad urbana, pues ella confi-
gura territorios simbólicos que de tal o cual manera retratan la identidad local gra-
cias a los diferentes niveles de sociabilidad que propician; situación que es descrita
en este capítulo mediante las aludidas “regiones morales”, las cuales hablan tanto
de las formas de afinidad como de las diferencias que caracterizan a los pobladores
de otras “regiones morales”; situación que constituye una particular forma de se-
gregación social en la cual se desenvuelve la permanente lucha por la hegemonía
cultural que caracteriza la propia construcción simbólica de la ciudad. En este con-
texto se resalta el valor del barrio como idóneo receptáculo de la vida cotidiana y,

iNtroducción 23
por tanto, como fundamental referencia a la hora de entender y/o caracterizar los
diferentes territorios simbólicos que describen una u otra “región moral”.
Posteriormente, el profesor Miguel Borja realiza un análisis en torno a lo
que pudiera denominarse “la naturaleza híbrida de los barrios mixtos” y sus formas
de estructuración y organización. Reflexión que se enmarca en la creciente tenden-
cia de desconfiguración de los antiguos barrios latinoamericanos (aunque de he-
cho ilustra su reflexión en el caso de la ciudad de Bogotá) cuyo carácter dependía,
en gran medida, de la imagen de unidad que fuesen capaces de proyectar.
Sobre esta base, propone reconocer la emergencia de un nuevo tipo de
estructuración socio-espacial derivada de los fenómenos de hibridación urbana
que viven hoy en día nuestras ciudades y que, entre otras cosas, atentan contra la
estructura tradicionalmente especializada de nuestros conglomerados urbanos y,
en consecuencia, contra la propia imagen de la ciudad; situación agravada por la
modificación constante de las políticas de planeamiento que no permiten la pro-
tección y continuidad de la presencia del perfil urbano históricamente construido y
socialmente apropiado.
A fin de cuentas, señala el autor, los barrios mixtos conforman una nueva
realidad urbanística que si bien no corresponde a una teorización que los respalde
y de tal forma promueva como modelo a imitar, ni tampoco hacen parte de un plan
general de ciudad, sí responden a las dinámicas, particularmente económicas y de
satisfacción de servicios que hoy en día, de manera más o menos espontánea, pre-
senta y ofrece la ciudad.
Finalmente, el editor académico de este trabajo cierra el conjunto con
una reflexión en torno al papel de la planificación participativa en los procesos de
construcción, transformación y apropiación social del hábitat; esto en razón del pa-
pel sustantivo que ésta cobra a la hora de concebir proyectos colectivos de ciudad.
Desde aquí, se contempla la posibilidad real de diseñar y aplicar instru-
mentos efectivos de control social que, por la vía de la autorregulación ciudadana
y la corresponsabilidad social, permitan trascender la planeación participativa para
proponer así esquemas territorializados de co-administración de la ciudad. Aspira-
ción enmarcada en la posibilidad de resemantizar el contrato social y, desde aquí,
fortalecer la democracia participativa en atención a lograr, por esta vía, tanto el for-
talecimiento del Estado como la recualificación y puesta en obra del capital social;
tareas que en todo tienen que ver con el mejoramiento integral de las condiciones
de habitabilidad en relación directa y co-substancial con el propio mejoramiento de
las condiciones de gobernabilidad-gobernancia y productividad de la ciudad.

24 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


El siglo XX, no cabe duda, fue el siglo de los ricos, al menos el siglo del
paradigma de la riqueza y de la concentración de capital al cual se orientó, desde
sus inicios, el proyecto globalizante de la modernidad; el siglo XXI, por su parte, es
y será el siglo de los pobres o, si se prefiere, el siglo del paradigma de la pobreza,
cuando justamente la excesiva concentración de riqueza y de desequilibrio en la
distribución del ingreso que heredamos del siglo anterior no pueden traer más que
un aumento de los desequilibrios territoriales y de la desigualdad.
Pensar el hábitat en tanto construcción social, como un asunto complejo,
justifica este libro; pensar el hábitat como un asunto de justicia y de derechos le otor-
ga fundamento y sentido; pensar el hábitat como algo más que un techo le pone un
reto: el de contribuir en la construcción de un nuevo “paso del noroeste” entre las
disciplinas del espacio (la arquitectura, la planificación urbana y el urbanismo, funda-
mentalmente) y las ciencias sociales, las económicas y las políticas; esto con el fin de
que sea posible abrir otro “paso”, particularmente trascendental en el espacio de las
ciudades, que permita poner de acuerdo a gobernantes y gobernados.
Sólo nos resta anotar que las reflexiones aquí contenidas no tienen otro
objeto que el de ahondar en unos pocos aspectos estratégicos –de los muchos que
supondría abordar la compleja madeja de problemas y temas relacionados con la
calidad del hábitat– en la perspectiva de abrir o renovar interrogantes capaces de
alentar, en cualquier caso, el compromiso ético, político y propositivo que como
humanos nos toca en relación con la satisfacción de nuestras demandas, no sólo
de cobijo, sino de justicia social; he ahí la urgencia de pensar, no sólo el nuevo siglo
sino el planeta mismo “en clave” tanto de hábitat como de habitar.

El editor académico

iNtroducción 25
HÁBITAT
SOCIEDAD
Y CULTURA
César Rodríguez García
HÁBITAT, SOCIEDAD Y CULTURA

La preocupación por el estado actual de la vida en general, y de la vida


humana en particular, pone sobre la mesa de discusión en el mundo entero el tema
de la contextura profunda de la interacción de la especie humana con el territorio
que ocupa.

La mutua dependencia y la planeación de la acción

Aceptando la existencia de una preocupación como la enunciada antes,


es necesario hacer un reconocimiento explícito del aspecto más notable asociado a
dicha interacción, es el que afirma que ésta supone la existencia de una influencia
mutua, compleja e intensa entre humanos y territorios, al punto que uno y otro se
han reconfigurado permanente y progresivamente a lo largo del tiempo por medio
de los procesos maravillosos de la evolución. Así, la calidad humana del mundo re-
sulta ser un contenido indiscutible de la realidad al punto que lo que comúnmente
llamamos Naturaleza es en esencia Naturaleza humanizada.
Esta relación interactiva de los seres humanos y el lugar exige, junto con
la necesidad, también indiscutible hoy día, de obrar con la anticipación y previsión
propias de la planeación racional de la acción, un par de nociones determinantes para

28 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


resolver los problemas asociados con la preocupación mencionada al principio sobre
la calidad de la vida. La dependencia interactiva y la planeación racional son las nocio-
nes centrales en la relación entre los humanos y el territorio. De la primera se puede
afirmar que es natural y necesaria; de la segunda, que es cultural y contingente.
Debido a la importancia que se le adjudica al control racional que se reali-
za en la planeación, por un momento y en este punto es conveniente ahondar en la
naturaleza contingente de ésta.
La condición opcional y provisional de la planeación racional, calidad que
se esconde en su naturaleza contingente, supone que una parte importante de las
acciones humanas no suceden enmarcadas en el cálculo, la medición y la precisión,
sino que, por el contrario, tengan como característica notable la espontaneidad y el
inmediatismo. Que muchas acciones no sucedan dentro de aquellos tres aspectos,
supone también que la intuición apoyada en la tradición y en el sentido común es
el recurso cognitivo propio de esas acciones que se emprenden sin las mediaciones
explícitas propias de la planeación. Aquí se puede precisar que una parte impor-
tante de la actividad de los humanos discurre sin la necesidad de una voluntaria,
deliberada, consciente y articulada consideración anterior a la acción misma.
Aun cuando los emprendimientos humanos se lleven a cabo y finalmente
realicen sus intenciones, no significa que para que tal cosa suceda se haya necesi-
tado previamente la mediación de un conjunto de reflexiones conscientes acerca
de la acción y, por consiguiente, que se haya tenido que constituir una anticipación
racional de los hechos del futuro. Sin embargo, aceptar que no todas las activida-
des humanas se encuentran reguladas por la razón es simultáneamente resaltar el
hecho de que la planeación también es un rasgo complementario de la tradición
y, por demás, muy valioso para la acción. Está claro que las acciones humanas cen-
tradas en el cálculo y en las mediaciones conscientes suponen la razón como lo
cognitivamente propio de ellas.
Pero sea predominantemente desde la intuición y la sospecha, tan impor-
tantes para la relación con el entorno, sea predominantemente desde la razón y la
probabilidad, la recurrencia y la regularidad, tan convenientes para las soluciones
certeras o, mejor aún, sea desde la más frecuente combinación de la intuición y la
razón, lo que parece más interesante es que siempre, y en cualquiera de las tres
situaciones, la relación entre vida humana y geografía se muestra con inmensa di-
versidad de formas y configuraciones físicamente observables.
De esta calidad importante del mundo de la vida humana que aquí nos
interesa son evidencias inobjetables las muchas y distintas culturas de humanos

Hábitat, sociedad y cultura 29


que se han ido sucediendo a lo largo del tiempo. Esta observación de la diversidad
propia de las manifestaciones de lo humano en el entorno va a ser útil en el siguien-
te apartado sobre la dimensión política de dicha relación.
Por ahora se puede decir que la relación de mutua dependencia entre vida
humana y territorio, y la anticipación racional de las características de esa relación
en la forma de la planeación, forman los dos elementos centrales para abordar el
problema del actual estado precario de la vida en el planeta.

La dimensión política

La relación entre la vida humana y el territorio, que se muestra compleja y


multiforme, no es, como ya se sugirió antes, una relación entre dos entidades singu-
lares: es una relación entre muy diversas configuraciones culturales con muy diversos
entornos geográficos. Detrás de la diversidad, especialmente de la que comportan
los contenidos culturales de las comunidades humanas, se encuentran los intereses
igualmente diversos y usualmente no coincidentes de los miembros de ellas.
Es en la función vida humana-territorio en la que se van constituyendo
los conjuntos de intereses, que en tanto no son por necesidad coincidentes, procu-
ran tensiones, contradicciones y conflictos entre grupos de sujetos con afinidades,
conjuntos nombrados usualmente como grupos de interés. La dinámica de estos
desacuerdos se escenifica en el territorio de las comunidades y marca al territorio
en tal medida que su forma se encuentra en relación directa con los intereses que
han definido los desacuerdos.
Para la presente reflexión se ha de entender lo expuesto en el párrafo an-
terior como la dimensión política de la relación entre la vida humana y el territorio.
Pero si lo político acontece en medio de dicha relación, con el ingrediente
de los intereses, la acción racional en el acontecimiento de la relación vida humana
y territorio se encarna en la planeación como anticipación consciente de los hechos
que emergen o son causados por tal relación. En tanto el encuentro entre la vida
humana y el territorio, signado por intereses de toda clase, esté mediado por el
instrumento sofisticado de la planeación racional, está bien claro que los aludidos
intereses tenderán a ser percibidos con mayor claridad y traspasarán el velo de lo
irracional, tan cercano a la intuición, para ubicarse en el plano expuesto de lo cons-
cientemente conocible y, por consiguiente, eventualmente comprensible.

30 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


De ahí proviene el valor más apreciable de la planeación racional de la ac-
tividad humana en el territorio, pues debido a esa curiosa cualidad, siempre existirá
la posibilidad de que abiertamente se pongan sobre el tapete los asuntos álgidos
de la comunidad y las intenciones que mueven a sus miembros. La trama tejida de
manera consciente entre lo humano, el lugar y los intereses que modelan la relación
de los dos primeros, es pura planeación con una profunda dimensión política.
La dimensión política de la interacción de doble vía de la vida humana y
el territorio, con la mediación de la planeación racional, no sólo como instrumento
de anticipación sino, de manera importante, como un revelador de los intereses en
conflicto, tiene una instancia de formalización socialmente necesaria en la ley.
Este conjunto de normas explícitas y bien articuladas, que por lo general
encarnan los intereses de los grupos, es la expresión escrita de una parte importante
de la dimensión política de la vida humana, de aquella parte que es susceptible de ser
representada de manera consciente y que por esto es diferente de las normas implí-
citas contenidas en las costumbres. La naturaleza de la ley, en tanto derecho positivo,
como se entienden las reglas de la convivencia y las prácticas sociales contenidas en
los códigos y constituciones, está determinada para el caso de la relación entre hom-
bre y territorio por tres ideas centrales: el hábitat, la sociedad y la cultura.
Según se caractericen estos términos y se precisen sus relaciones, la com-
prensión del problema del estado de la vida en general, y de la vida humana en
particular dentro del marco de la relación entre los seres humanos y el territorio,
será de una manera o de otra cualquiera.

Hábitat, sociedad y cultura

La importancia que se anotó al final del anterior aparte, de definir, o por lo


menos de caracterizar, tres especiales y fundamentales ideas y sus relaciones para
poder ocuparse con propiedad intelectual del específico asunto de la calidad de
la vida de las comunidades humanas asentadas en un territorio, parece fuera de
toda discusión. Así, se entiende el hábitat como territorio concreto, material y físico,
como el escenario; la sociedad como el conjunto general pero curiosamente muy
concreto de conexiones y rompimientos entre los sujetos componentes de las co-
munidades, como el actor, y la cultura, como el contenido que emerge de la relación
de los dos, escenario y actor, como la consecuencia necesaria de esa relación. Son

Hábitat, sociedad y cultura 31


estos tres temas los que se encuentran en el fondo de la relación más amplia y ge-
neral entre la vida humana y el territorio.
Entonces, se puede afirmar, generalizando, que dependiendo de la idea
que se tenga de hábitat, de sociedad y de cultura, las relaciones que se puedan re-
conocer en los hechos que comportan estos tres términos cambian de forma signi-
ficativa. Esta declaración supone sin dificultad el carácter relativo y, por consiguien-
te, polémico, de una teorización que se haga acerca de nociones genéricas, como
hábitat, sociedad y cultura, reflexión de tanta importancia, como ya se anticipó en
párrafos anteriores, para la definición de políticas relacionadas con el desarrollo de
los grupos humanos en los territorios que ocupan.
Por tanto, antes de cualquier consideración particular, es necesario deter-
minar la manera como en este texto se entienden los tres términos en cuestión
para poder abordar la tarea de estudiar la relación entre ellos, con la intención de
visualizar cómo inciden en la determinación de políticas que se hagan sobre la vida
humana y al territorio.
La noción fuerte de esta relación compleja es la de hábitat, palabra cuyo
sentido más preciso ha sido acuñado, entre otros, en el campo de estudio de la
biología y adoptado sin reserva en el ámbito especial de la ecología. A pesar de la
reducción que implica para una reflexión como la presente una perspectiva que es
propia de una ciencia dura, la autoridad intelectual que posee tal perspectiva por
su origen es incuestionable, y ante la necesidad de ir con cuidado en un ejercicio
intelectual que lo que más necesita es claridad, aquí se tendrá en consideración el
sentido de hábitat en su más básica y tal vez conveniente dimensión, aquella en la
que el término alude a un “lugar de condiciones apropiadas para que viva un orga-
nismo, especie o comunidad animal o vegetal”.
Sin embargo, es usual que para la comunidad del animal humano esta
precisa noción no incluya aquello que lo hace propiamente humano por lo que,
perdiendo lo que implica en claridad y concreción una definición como la anotada,
se abandona ante tal reserva una idea de hábitat que tiene la virtud de unirnos in-
disolublemente con todas las otras cosas vivas.
En este punto inicial hay que anotar, en favor de la utilización de una defi-
nición del diccionario de la lengua, que una definición como esta apela, en primer
lugar, al sentido que tiene una palabra en el ejercicio del lenguaje natural de una


Hábitat (del latín hab tat, 3ª persona de singular del presente indicativo del verbo
habitâre). 1. m. Ecología. Lugar de condiciones apropiadas para que viva un organismo,
especie o comunidad animal o vegetal. (Real Academia Española, 2001: 801).

32 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


comunidad en una época determinada. El diccionario quiere así capturar en cada
edición el significado y el uso presente de un término.
En segundo lugar, por no desconocer la existencia de otros sentidos acu-
ñados en entornos de trabajo especializados como los de la ciencia, el arte o la
política, incluye el diccionario sentidos técnicos de naturaleza especial, derivados
de convenciones circunstanciales hechas por expertos que resuelven asumir una
definición que les resulta más conveniente para sus propósitos. Por consiguiente, la
dificultad que se esconde detrás del carácter multisémico de una palabra se resuel-
ve aquí tomando su sentido simple, original, claro y, por demás, útil para el presente
trabajo, sentido que provee sin dificultad el diccionario de la lengua castellana.
De la misma manera con la que se trata la palabra hábitat, la palabra socie-
dad en su acepción simple, original, clara y conveniente refiere la existencia, en una
gran variedad de formas vivas, de agrupamientos de individuos de manera natural
o acordada.
Tales agrupamientos suceden según intereses en general convergentes y
se materializan en los esfuerzos propios de la supervivencia del grupo y, por exten-
sión, de los individuos que la conforman. La naturaleza gregaria de algunas formas
de vida, calidad aquilatada a lo largo de innumerables generaciones e incidencias
evolutivas, define la existencia necesaria de lo que nombramos, a veces con sentido
especializado, como sociedad.
Esta última forma parte del conjunto complejo de materiales concretos y
abstractos, acontecimientos e ideas, fenómenos y representaciones, que existen en
la forma de vida humana, vida, como todas, de extraordinaria elaboración evoluti-
va. Pero, una idea de sociedad que incluye las formas gregarias de vida compleja sin
excepción, permite reconocer en sociedades no humanas adaptaciones, ajustes y
cambios en el territorio que son en sí modelos de relación entre vida y entorno.
Puede ser útil recordar una definición de sociedad que la describe técnica-
mente pero que permite al mismo tiempo captar su dimensión más general. Dicen
T. W. Adorno y M. Horkheimer (1969: 23) que:


Sociedad (del latín societas, -âtis). 1. f. Reunión mayor o menor de personas,
familias, pueblos o naciones. 2. f. Agrupación natural o pactada de personas, que constitu-
yen unidad distinta de cada uno de sus individuos, con el fin de cumplir, mediante la mutua
cooperación, todos o alguno de los fines de la vida. 3. f. Agrupación natural de algunos
animales. Las abejas viven en sociedad. (Real Academia Española,: 1.413).

Hábitat, sociedad y cultura 33


Por ‘sociedad’, en el sentido más importante, entendemos
una especie de contextura interhumana en la cual todos de-
penden de todos; en la cual el todo sólo subsiste gracias a
la unidad de las funciones asumidas por los copartícipes, a
cada uno de los cuales, por principio se le asigna una fun-
ción; y donde todos los individuos, a su vez, son determi-
nados en gran medida por la pertenencia al contexto en su
totalidad. El concepto de sociedad, pues, designa más bien
las relaciones entre los elementos y las leyes a las cuales esas
relaciones subyacen, y no a los elementos y sus descripcio-
nes simples.

A pesar de la alusión a la humanidad está claro que todo el contenido de la


cita se puede predicar de otras formas de vida complejas sin cambiar una palabra.
La tercera noción de la relación es la de cultura. Su sentido general presen-
ta en esta ocasión una limitación notable especialmente en el mundo del lenguaje
natural o lenguaje de uso cotidiano, común y vulgar, pues es frecuente entender
en ese contexto que la cultura es una cualidad que se adquiere, por ejemplo, por
medio del esfuerzo de la educación, o en la adquisición y posesión de alguna cosa
que se asocia con una cultura particular, o en la asimilación de costumbres y com-
portamientos específicos.
De todas maneras, aunque estos y otros aspectos conforman la cultura
de una comunidad de organismos vivos humanos, no es, sin duda, una parte de la
cultura la que la define en su sentido total o, de modo general, se puede decir que
no es aceptable en este caso tomar la parte por el todo.
Con la cultura entendida como una cualidad adquirida solo se consigue
adjetivar la palabra permitiendo, por tanto, saber de los grados en que se tiene cul-
tura, pero impidiendo conocer, si es posible, lo que ella es. Para la reflexión cuida-
dosa de la relación entre hábitat, sociedad y cultura una concepción de esta última
como aquí se ha mencionado, reduciría el análisis del complejo a un asunto de ma-
yor o menor medida en tanto que uno de los elementos de la relación, la cultura, es
una entidad variable, pues se puede ser más o menos “culto”, mientras que respecto
de los términos de hábitat y sociedad solo es dable ser. Estos otros dos elementos
de la relación hábitat −sociedad− cultura, se representan lingüísticamente con pa-
labras descriptoras, sustantivos que identifican un estado de la realidad, un hecho.
Para el caso del presente trabajo la naturaleza fáctica que representan los términos
hábitat y sociedad debe definir la naturaleza y sentido del tercer término.

34 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Con lo anterior, se puede afirmar que la cultura es un hecho de natura-
leza abstracta existente siempre que el lugar y una forma viva se encuentran. Así,
tiene la cultura un carácter necesario en tanto se presenten lugar y vida de forma
simultánea.
Sin embargo, esta noción de cultura se encuentra con la dificultad, según
muchos, de desconocer que lo que así llamamos es un fenómeno exclusivamente
humano que apoya toda su humanidad en su naturaleza simbólica y en la habilidad
representativa del lenguaje de la especie, lo que además la hace propia y exclusiva
de la vida inteligente. Es probable que lo propiamente humano se perciba con clari-
dad si se considera que ya desde hace varias decenas de miles de años los humanos,
al enfrentar un medio adverso para su supervivencia, no esperan el transcurso de
las generaciones para que evolutivamente se sucedan ajustes adaptativos de tipo
anatómico sino que ellos hacen los ajustes necesarios al medio, cuidando o culti-
vando, en su sentido más amplio, el entorno en función de sus intereses (Attembo-
rough, 1987: 225-226).
En estas circunstancias, sería equivocado hablar de cultura en conjuntos
organizados de formas vivas distintos al animal humano. Más aún, resulta atrevido
afirmar el carácter vital antes que humano de la cultura cuando S. Freud (1969: 142)
en las primeras frases de su celebre texto “El porvenir de una ilusión” dice que:

La cultura humana –entendiendo por tal todo aquello en


que la vida humana ha superado sus condiciones zooló-
gicas y se distingue de la vida de los animales..... muestra,
como es sabido, al observador dos distintos aspectos. Por
un lado, comprende todo el saber y el poder conquistado
por los hombres para llegar a dominar las fuerzas de la Na-
turaleza y extraer los bienes naturales con que satisfacer las
necesidades humanas, y por otro, todas las organizaciones
necesarias para regular las relaciones de los hombres entre
sí y muy especialmente la distribución de los bienes natu-
rales alcanzables.

Ante tan definitiva declaración la acepción más general de cultura peca
por excesivamente abstracta e indeterminada. Pero es necesario precisar que la
idea de cultura que es apropiada para la reflexión acerca de la relación de los tres
elementos, hábitat, sociedad y cultura, está centrada más en la peculiaridad de ser
un aspecto de las cosas vivas que de ser una característica singular de lo humano.
Con esto es probable que se pueda des-antropologizar el tema y, al descorrer en lo

Hábitat, sociedad y cultura 35


posible el velo humanizador que encubre la relación, se observe una dimensión ob-
jetiva y por consiguiente determinante del encuentro entre el hábitat, la sociedad
y la cultura.
Aunque no sea el tema de la actual reflexión, conviene recordar que las
nociones de vida, vida inteligente, inteligencia, inteligencia natural y artificial, or-
ganismo, organicidad, símbolo y representación simbólica, tan importantes para
una definición de cultura, se han relativizado y ampliado en los campos de inves-
tigación y desarrollo especialmente de las ciencias duras clásicas y en algunas de
sus derivaciones como las de la neurociencia, la ecología, la biología evolutiva y la
bioquímica.
Se puede decir que no es suficiente la reducción de la idea de cultura al
fenómeno humano, pues se debe aceptar que otras formas vivas, cualquiera que
sea la definición de vida, operan de manera transformadora sobre el medio siempre
con el propósito de sobrevivir a los riesgos de su propia existencia. Pero si además
una acción como la descrita constituye pautas organizadas, regulares y eficaces,
como sin duda sucede, es posible hablar de un “cultivo” del entorno y por consi-
guiente hablar en general de algo como la cultura en las formas de vida complejas
presentes en medios ambientes específicos. Una consideración de la cultura como
la de las anteriores líneas es aplicable a la vida compleja sin reservas.
Al igual que en las otras dos nociones, la de hábitat y la de sociedad, ahora
la noción de cultura en este análisis toma su sentido de una parte de la definición
simple, original y clara que el diccionario de la lengua prescribe. Allí cultura es, en
un primer sentido, cultivar, criar y en consecuencia se pude decir que también es
cuidar. Ese significado posee el suficiente carácter general para usarlo al hablar de
las cosas vivas sin tener que cuestionar su pertinencia.
A pesar de todo lo anterior, en particular cultura también es, en cuanto a sus
contenidos, un complejo de conocimientos, teorías, creencias, saberes, leyes, normas,
costumbres, hábitos, apariencias, configuraciones, herramientas, territorios.
De la doble condición de la cultura como un contenido que emerge de la
relación entre vida y territorio en general y la cultura como un fenómeno exclusi-


Cultura (del latín cultura). 1. f. Significa cultivo, crianza. 2. f. Conjunto de conoci-
mientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. 3. f. Conjunto de modos de vida
y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una
época y grupo social (Real Academia Española de la Lengua: 483).

36 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


vamente humano, se desprende su pertinencia para la reflexión en curso, pues una
y otra idea sobre cultura reconoce su primordial condición de efecto de la relación
vida y territorio.

Bibliografía

Adorno, T. W. y M. Horkheimer (1969). La sociedad. Lecciones de sociología. Buenos Aires:


Editorial Proteo.
Attemborough, D. (1987). El planeta viviente. Barcelona: Editorial Salvat.
Freud, S. (1969). “El porvenir de una ilusión”, en Psicología de las masas. Madrid: Editorial
Alianza.
Real Academia Española (2001). Diccionario de la lengua española. Madrid: Editorial Real
Academia Española. Vigésima segunda edición.

Hábitat, sociedad y cultura 37


NOTAS
PARA UNA APROXIMACIÓN
ético-estética
al hábitat
Jorge Sánchez Ruiz
NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN
ÉTICO-ESTÉTICA AL HÁBITAT

El pensamiento de la complejidad se caracteriza por entender la realidad


como una trama o tejido de múltiples relaciones entre las cosas. Es un paradigma que
enfatiza más las relaciones entre las cosas, que las cosas mismas, que privilegia el
todo sobre las partes y que, por lo tanto, hace que las partes siempre deban consi-
derarse respecto a la totalidad en las cuales están inscritas y no de manera aislada,
entendiendo esa totalidad de manera dinámica como una serie de procesos en per-
manente evolución. Esta visión de múltiples relaciones dinámicas permite que el
hábitat no se entienda como una cosa, sino como un conjunto de procesos vitales
en permanente interacción, de la misma manera como la vida.
La mayoría de los autores que tratan el tema de la complejidad entienden
las dinámicas de estas múltiples relaciones a partir de la teoría de sistemas o del
pensamiento sistémico en razón de que estos dos referentes conceptuales parecen
proporcionar el modelo más aceptado de análisis y comprensión. Cabe señalar a
este respecto que la teoría de sistemas proviene, fundamentalmente, de las ciencias
físicas y naturales, en especial de la biología, de ahí que aborde el tema de la vida
como metáfora o modelo del nuevo paradigma.
Sin renunciar a los presupuestos de la complejidad aparece la propuesta
de Félix Guattari (2000) de considerar un nuevo paradigma de carácter ético-esté-
tico que se contrastaría con el pensamiento sistémico proveniente de las ciencias

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como modelo de comprensión de la complejidad, pues “parece urgente deshacerse
de todas las referencias y metáforas cientifistas para forjar nuevos paradigmas que
serán más bien de inspiración ético (política)-estético” (Guattari, 2000: 23) y aña-
de: “…recomposición de las prácticas sociales e individuales, que yo ordeno según
tres rúbricas complementarias: la ecología social, la ecología mental, y la ecología
medioambiental y bajo la égida ético-estética de una ecosofía” (Op. Cit.: 30)
¿Qué implicaciones tendría una aproximación ética-política-estética en la
comprensión del hábitat como realidad compleja y, así mismo, en nuestras accio-
nes para transformarlo? ¿Cómo entender esta nueva orientación? ¿Qué relaciones
existen entre la teoría de sistemas y una guía ético-estética? ¿Qué concepciones de
ética y estética son las más adecuadas para tratar la realidad compleja del hábitat
desde este paradigma ético-estético?
Para responder a estas preguntas se hace necesario hacer algunas distin-
ciones respecto a las nociones de estética y de ética que serían apropiadas dentro
de esta aproximación propuesta al paradigma de la complejidad, partiendo, por lo
tanto, de aceptar la complejidad como un tejido o trama de múltiples interacciones
dinámicas entre los componentes de la realidad; nos interesa destacar aquí, en es-
pecial, aquellas concepciones de ética y de estética que buscan establecer estas in-
terrelaciones o conexiones entre ellas, y no aquellas que solo hacen una descripción
aislada y autónoma de cada una; por tanto, no nos interesan las consideraciones
separadas de una y otra, sino las interacciones entre ambas, y además su conexión
con otros elementos, integrándolos todos a su vez en una totalidad dinámica y no
como relaciones determinadas de manera a priori y de manera absoluta.
Empezaremos por tanto a considerar la nociones de estética y de ética
que mejor se adapten a una visión compleja, destacando algunos temas que nos
resultan pertinentes para construir una aproximación de carácter ético-estético, es-
pecialmente aquellas oposiciones que una mirada compleja debe superar con la
finalidad de construir un modelo que sea útil para comprender la realidad compleja
y, desde aquí, el tema del hábitat; para ello abordaremos ahora algunos conceptos
básicos de estética y retomaremos luego la ética para, por último, relacionarlos con
los procesos concretos de su realización que en nuestro caso serán los del arte.
De acuerdo con lo anterior, en lo que sigue se van a identificar algunos au-
tores que resaltan una aproximación de carácter estético-ético como una alterna-
tiva a otras miradas que son de carácter más científico-técnico o económico. Estos
autores se han reunido, no sólo por el énfasis que tienen en destacar estos valores

NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN ÉTICO-ESTÉTICA AL HÁBITAT 41


sobre otros, sino por la manera de comprender cada uno de éstos y, especialmente,
las interrelaciones que se dan entre ellos.
En esta dirección, este texto buscará, como hemos dicho, interrelacionar
los valores de lo estético y lo ético con el conocimiento de lo real, con el valor
de verdad. De esta manera estamos integrando los tres valores tradicionales de
lo bello, lo bueno y lo verdadero, esta vez articulados e interrelacionados como
procesos evolutivos dentro de una totalidad compleja de carácter sistémico y di-
námico. Entendiendo además los procesos, no sólo como operaciones fisicotécni-
cas, sino como acciones humanas orientadas al cambio y a la creación misma de
nuestra realidad.

Experiencia estética

Iniciaremos con la visión de Noguera (2000 y 2004), no sólo por su enfo-


que de lo estético-ético, sino también por su interés en integrarlo dentro de una
visión de ambientalismo complejo.
Con respecto a la estética, se destaca lo que ella denomina una “estética
expandida”, concepto que distingue de la mirada del experto del área de la filosofía
del arte o de la teoría del arte y que considera “expandida” en el sentido de amplia-
da al contexto de la vida cotidiana. Por tanto, no se refiere al modo de apreciación
estética que realiza el experto, ya sea el crítico, el historiador o el artista, sobre la
recepción o producción de una “obra de arte” dentro del campo restringido de lo
artístico, sino a una estética entendida como la capacidad que tiene todo ser hu-
mano de percibir y sentir el mundo que le rodea, constituido por las cosas y los
seres humanos. Una “estética de la cotidianidad” concebida como la capacidad de
generar diversas formas, de “co-crear” (Noguera, 2000: 53); un “co-crear” que es una
recreación constante, en el sentido de interpretar y reconstruir el mundo alrededor,
operación que no sólo hace el artista, sino todos los seres humanos, además, en
todo momento.
Acercar la estética a lo cotidiano significa, por una parte, considerar lo es-
tético como una actividad que se da de manera más espontánea e integral que la
mirada especializada generalmente teórica o técnica del experto, y en donde se po-
nen en juego en nuestras acciones, no solamente la emoción, sino también la razón,
las creencias y los deseos. No obstante, esto no significa que no se requiera de una

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atención especial para que una experiencia corriente se convierta verdaderamente
en una experiencia estética.
Esta manera de considerar la estética nos permite, por otra parte, apre-
ciar no sólo las obras maestras del arte, sino todos aquellos objetos cotidianos que
constituyen el mundo construido cada día por los seres humanos y, en nuestro caso,
poder ver y sentir el hábitat popular desde una mirada diferente a la especializada,
académica o crítica, que tiende a aplicar cánones estéticos clásicos, como belle-
za, armonía, unidad, etc., o maneras o estilos que están de moda y que, por tanto,
juzgan su apariencia como desordenada, incompleta, fea, etc., conjuntamente con
sentimientos de rechazo y disgusto.
Sin embargo, desde esta mirada, estas producciones del hábitat popular
se constituyen como “construcciones de mundo” al proponer “otros” valores y cua-
lidades y así conformar “otra estética” tan válida como cualquier otra, y que, por lo
mismo, requiere ser apreciada sin imponer nuestros propios valores, sino más bien,
un diálogo de valores entre estéticas diferentes.
Otro autor que nos interesa en esta misma línea es Julio Carrizosa (2001),
quien caracteriza la visión ambiental compleja como constituida, entre otras cosas,
por un ver con referencia a un deber ser ético y estético, el cual debe ser fortale-
cido como equilibrantes de la dimensión dominante de lo económico. Este autor
presenta una estética ambientalista como una “estética del común”, una estética sin
artistas, una estética de la gente del común que sabe utilizar sus cinco sentidos y,
además, busca interrelacionar de manera dinámica esta estética con la dimensión
ética, con las formas de medir lo equitativo y justo, lo bueno y lo malo.
Estos autores en alguna medida están tratando de encontrar salidas al pa-
radigma dominante de carácter racional técnico y economicista. Algunas propuestas
surgen a partir de los derechos humanos o desde el arte y otras comienzan por los
derechos y terminan en el arte. Un ejemplo de esto último es la propuesta de Henry
Lefebvre (1968: 132) quien, a partir de los derechos humanos, específicamente del
derecho a la ciudad, planteó ya en los años sesenta una concepción de complejidad;
“¿Quién no desearía que la ciudad volviera a lo que fue: un acto y obra de un pensa-
miento complejo?, semejante realidad nunca podrá ser manejada como cosa, nunca
adquirirá rango instrumental. Ni siquiera para el más operativo conocimiento”.
Para lograr esto propone una teoría integral que vincule a la vez la ciudad
y la sociedad urbana, el hábitat y el habitar, y además, utilice los recursos tanto de
la ciencia como del arte. Este último, entendido como la “capacidad de transformar
la realidad, de apropiar en el nivel superior los datos de lo “vivido”, del tiempo, del

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espacio, del cuerpo y el deseo” (Op. Cit.: 146) Esto significa entender el hábitat urba-
no no sólo como un producto material sino especialmente como una obra, lo que
significa superar la noción de valor de cambio por el de valor de uso. Esta es una
propuesta que, actualizada con los ajustes pertinentes, sigue siendo válida como
guía para la comprensión de las relaciones ético-estéticas en el hábitat urbano.
En esta búsqueda, es interesante hacer notar que los autores que más nos
han interesado utilizan el término ético-estético de manera integrada, más que lo
ético y lo estético de manera separada, dando a entender su mutua relación indiso-
luble. Continuando con esta exploración de autores y de nociones, se hace necesa-
rio ampliar las consideraciones estéticas más allá del sujeto individual y superar la
apreciación corriente de que la estética se reduce solo a la experiencia subjetiva de
un individuo en particular, y entender, además, que si la estética es una experiencia
que se relaciona con la ética, conduce necesariamente a vincular a los otros, a lo
colectivo, a lo social.
En esta dirección encontramos a dos autores, Michel Maffesoli (1997) y
George-Hans Gadamer. El primero considera que lo estético no se puede reducir a
un comportamiento exclusivamente individual sino que es una manera de sentir
compartido, “en Grecia… el bien y la belleza, la ética y la estética estaban íntima-
mente ligados. No era un ideal individual sino una matriz colectiva” (Maffesoli, 1997;
142). Por su parte, Gadamer (1977 y 1991) busca superar el subjetivismo individua-
lista entendido como una simple reacción subjetiva del gusto personal y considera
que el gusto representa un momento nivelador, como un sentido común, “el gusto
es comunicativo, representa lo que en mayor o menor grado nos marca a todos”.
Este carácter inter-subjetivo y colectivo de la estética y la ética remite, en-
tonces, a una ética de la estética, es decir a un ethos constituido a partir de emocio-
nes compartidas en común, como un ideal comunitario, como un vibrar en común,
como un sentir al unísono, como un experimentar de manera colectiva un modo
de habitar. Es una estética de la recepción, recepción al mundo, recepción del mun-
do que se basa en la intuición. No es la sensibilidad aislada de un sentir personal
ensimismado sino como un sentir compartido con los demás. Más que los propios
sentidos involucra aquellos dispositivos sociales que nos permiten captar y sentir
juntos, que invitan a la solidaridad al compartir y emocionarnos juntos.
Hablando de dispositivos sociales productores de subjetividad, retoma-
mos a Guattari (2000), quien también trata de superar la subjetividad de un indi-
viduo y se enfoca más en los componentes o dispositivos colectivos, es decir, de
aquellos medios de generación de conocimiento, cultura, sensibilidad y sociabili-

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dad. Buscando que a través de éstos se logre una re-singularización colectiva e in-
dividual de la dimensión ético-estética de la realidad en una dirección contraria a la
producción estandarizada que estimulan los medios masivos.
De acuerdo con lo anterior, el sentido de este texto busca privilegiar una
mirada sobre la realidad, de manera específica sobre el hábitat humano, que se
aproxime a su comprensión desde una visión ético-estética, más que desde la visión
actualmente dominante de carácter científico, técnico, y económico. No obstante,
esto no significa desconocer la importancia que tiene lo técnico y económico, sino
enriquecer la mirada con otros elementos que busquen contrapesar su imposición
unilateral. Todo esto, para tratar de superar una problemática compleja del hábitat
de carácter ambiental, social y cultural.
Seguimos insistiendo en que un enfoque complejo de carácter ético-es-
tético exige establecer relaciones con los otros elementos considerados diferentes.
De esta manera, además, de las relaciones entre ética (valores) y estética (imagen)
conviene establecer interrelaciones con la teoría (concepto) y la práctica (reglas,
normas, política), o lo que tradicionalmente se ha definido como lo bueno, lo bello
y lo verdadero, buscando su actualización en la medida en que se busca establecer
más sus interrelaciones que su consideración aislada y además destacando siempre
su vinculación con un cuarto elemento de carácter dinámico: lo práctico, los proce-
sos concretos que llevan a la realización efectiva de esas interrelaciones a través de
procesos sociales (praxis) y procesos operativos (técnicos-poéticos).
De acuerdo con lo dicho, a continuación presentaremos algunos términos
o notas que es necesario precisar en sus relaciones con el fin de entender mejor un
acercamiento ético-estético al hábitat.

Imagen-concepto

Siempre ha existido una tensión entre la pura aspectualidad de la visión,


es decir, su apariencia y el significado, lo que lleva a reconocer que además de la
simple contemplación de la apariencia sensible aparece siempre asociado un de-
terminado significado. Sin embargo, en la experiencia estética existe un significado
relacionado con el concepto pero distinto a éste, ya que no se da de manera ab-
soluta y determinada previamente, sino que tiene una validez estética que solo se

NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN ÉTICO-ESTÉTICA AL HÁBITAT 45


da en el momento mismo de la experiencia y que no se subsume bajo conceptos
teleológicos o aprioris determinados o causales.
Es la percepción inmediata del fenómeno la que transforma los significa-
dos previos convencionales en significados con sentido. Es la experiencia estética
la que permite transformar los significados teóricos y abstractos recibidos en una
experiencia concreta de sentido, es la unión de los sentidos y el sentido, además, de
un modo consentido, es decir, compartido con los demás, ya que “solo en la visión
de lo particular, de la obra de lo individual, se pulsan (resuenan) los conceptos” (Ga-
damer, 1977). Por tanto, se busca relacionar el significado con la individualidad de
lo sensible, con el fenómeno, sin hacer del concepto el punto de referencia propio
de la experiencia estética. No se trata de la imposición del concepto, de carácter
abstracto y a priori, sino de permitir el desarrollo natural de las cosas (Maffesoli,
1997:20); de este modo, para superar el concepto hay que asociar arte y conoci-
miento, entendiendo uno y otro en su sentido más amplio. Es la realización con-
creta de lo abstracto, la interrelación de concepto y de teoría con la imagen, del
entendimiento con la imaginación.
Como Kant ya lo había dicho, intuición y concepto se dan interrelaciona-
dos: “la intuición sin conceptos es ciega y el concepto sin intuición es vacío”. Esta
exigencia resuelve la tradicional discusión entre teoría y práctica; no obstante, esta
dialéctica es luego transformada con la introducción de la interpretación como el
tercer elemento para conformar la tríada. Una vez más, la complementariedad del
logos y de la intuición (imaginación), permite comprender lo incomprensible, es
decir, el aspecto complejo de una realidad sensible que no se reduce a la pura y
simple razón.
Sin embargo, es necesario resolver estas dualidades, como veremos des-
pués, de manera que una no se imponga sobre la otra o que ambas desaparezcan
en una tercera, sino que se resuelvan a través de un tercer elemento que sirva de
intermediario para asi articular las tres en una tensión permanente. De las dualidades,
entonces, pasamos a las tríadas y de éstas a las cuaternas o cuadraturas, en la medida
en que se tiene en cuenta su dimensión dinámica, se consideran los procesos de rea-
lización concreta como un cuarto elemento.

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Forma sensible

Resaltar la dimensión estética del pensamiento implica fijar la atención en


lo sensible, en la apariencia, en lo que se hace ver y, por tanto, en lo que se constituye
como un pensamiento de la forma sensible, de la realidad en su existencia pura; es
decir, como fenómeno vivido antes de intentar reducirla mediante la explicación a sus
causas o a sus partes. Significa describir lo que es y no de dónde viene. Describir cómo
las cosas se manifiestan en sí mismas sin pretender explicarlas por relaciones exter-
nas. En este sentido cobra una significación distinta lo que hemos venido conside-
rando como descripción, la cual ha sido reducida a una simple técnica de recolección
objetiva de datos como paso previo a los procesos de análisis y explicación.
La descripción cualitativa se distingue de la descripción anónima y abs-
tracta propia de una realidad estática, acabada, que existe objetivamente de mane-
ra independiente de quien observa. Por tanto, nos interesa aquí apoyarnos en una
descripción que utilice la clase de lenguajes que vinculen al conocedor y lo que se
conoce mediante un proceso de interpretación del acontecimiento que aporte más
en la construcción del sentido, que la simple información objetiva. Es el caso de los
lenguajes narrativos.
Surge entonces la noción de forma, entendiendo por ésta la comprensión
de la manera como la totalidad se organiza. Más que reducir todos los fenómenos
complejos a un fenómeno simple y fundamental, se trata de comprender la totali-
dad, su forma, más que tratar de explicar analizando sus partes o determinando sus
causas. Sin embargo, la forma capta la totalidad de manera caracterizada resaltan-
do un aspecto que la define (Maffesoli, 1997: 159). Se trata de buscar la significación
de un fenómeno antes que centrarse en el descubrimiento de las explicaciones cau-
sales propias del determinismo (Aranda, 1997: 110).
La forma es, fundamentalmente, una noción cualitativa, no constituye una
magnitud que se pueda medir como sí se hace con la longitud, velocidad, masa, tem-
peratura, etc. La figura de un cuerpo, a diferencia de su materia o su volumen, no es
susceptible de incremento o disminución, por tal motivo, al no ser cuantificable esca-
pa al estudio científico riguroso (Maffesoli, 1997: 24-25). Es sobre esta base que pro-
ponemos la sustitución de la representación por la presentación misma de las cosas.
La representación ha sido la palabra clave de la modernidad, queriendo re-
presentar el mundo en su verdad esencial, universal e indeformable. La presentación
de las cosas, en cambio, es algo totalmente distinto. Se contenta con dejar ser lo que

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es y se esfuerza por resaltar la riqueza, el dinamismo y la vitalidad de este “mundo de
aquí”, invitando a la contemplación del mismo (Op. Cit.: 62). Lo máximo que se puede
hacer es trazar los contornos, describir la forma, esbozar las características sensibles;
así se hace obra de conocimiento sin realizar por ello una taxidermia que fija, cataloga
y pone orden dentro de un cuerpo de objetos muertos (Op. Cit.: 162).
Lo que se llama esteticidad es, precisamente, la comprensión respetuosa de
las diferentes maneras de ser de la realidad, no buscando reducirla sino destacando
su característica más relevante. La forma es una fuerza de atracción que acentúa, ca-
ricaturiza, exagera el rasgo, hace resaltar lo invisible, lo subterráneo, lo subliminal. El
pensamiento moderno, al destacar el análisis, la distinción, olvida que el todo posee
una fuerza específica que es cualitativamente distinta a las suma de sus partes.
Aquí es importante destacar el papel cognitivo de las imágenes, las cuales
no buscan la verdad unívoca, sino que apenas se contentan con señalar la paradoja,
la complejidad de cualquier cosa; por tanto, no pretenden trascender lo que es ma-
nifiesto, no aspiran a un más allá, sino sencillamente ajustarse a las apariencias, a las
formas que son evidentes resaltando la belleza intrínseca de las mismas. Comprender
los hechos en sí mismos, por sí mismos y no por lo que deberían ser (Op. Cit.: 154). De esta
manera, la descripción se configura como el fundamento mismo de un proceder que
es respetuoso de la realidad y que busca más acompañar que someter.

Medios de re-presentación cualitativa

La consideración de la “forma” nos lleva, entonces, a recuperar metodo-


logías de conocimiento, como la descripción, considerada en sí misma como un
proceso completo y no como un simple paso a posteriores procesos analíticos. Así
mismo, para explicar o hacer inteligible la presencia de las formas se recuperan
otros medios de carácter cualitativo, como las geometrías y la topología, que se
diferencian de la aritmética o del álgebra que son de carácter cuantitativo y que
acuden al cálculo y a la mera eficacia.
Aquí lo que interesa es la atención al grafismo, al dibujo, a la figura, a los
esquemas y a los diagramas, es decir, a los grafos en general para mostrar las for-
mas. Esto, sin olvidar siempre el diálogo con la palabra y el discurso, pues como ano-
ta Serres (1991: 72), “hacía falta una ciencia de lo cualitativo: la topología se instala
paulatinamente como estética rigurosa”.

48 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


A diferencia de la simple información objetiva, tenemos también el caso del re-
lato que no se preocupa de transmitir el acontecimiento en sí mismo considerándolo de
manera aislada, sino que lo incorpora a la vida misma del que lo cuenta para comunicarlo
como su propia experiencia a quien lo escucha. De este modo, “el narrador deja en él su
huella, como la mano del alfarero sobre el vaso de arcilla” (Guattari, 2000: 75). Dentro del
relato encontramos el recurso de la metáfora que juega un papel preferente dado que
integra los sentidos con el trabajo intelectual, integra lo sensible con lo inteligible, enten-
diendo lo sensible como lo que se percibe de la naturaleza humana y, por supuesto, de
los efectos sociales que ello supone; por tanto, aspectos como la pasión, el sentimiento, la
emoción y el afecto juegan un papel de primer plano (Maffesoli, 1997: 27).

Cuerpo

Otro tema que surge de nuestra preocupación por atender lo estético es


la recuperación integral del cuerpo (Noguera, 2000: 58), entendiendo corporeidad
como sensibilidad o dimensión estética, “mi sensibilidad me permite dar sentido a
las cosas, constituir mundo cultural, identidades simbólicas, formas familiares a las
cuales pertenezco y me pertenecen” (Op. Cit.: 57).
A este respecto, Husserl dirá que la corporeidad es el lugar donde se realiza
la trascendencia de mi yo hacia el mundo y hacia el otro y donde se constituye la
diferencia gracias a la sensibilidad, de lo que se infiere una idea de cuerpo entendido
no solo como sentidos sino como una integralidad entre razón y sensibilidad, entre
yo y mundo, entre el yo y el otro. En mi cuerpo, como órgano de percepción, se mani-
fiesta la multiplicidad de formas de constitución de las cosas. Hablamos entonces del
cuerpo entendido como lugar de deseo, de emoción, de pasión, de comprensión, de
aparición del hombre y, sobretodo, como lugar de construcción del lenguaje. No hay
otra forma de manifestación del otro sino a través de su lenguaje, de su gestualidad,
de sus formas de expresión.
La recuperación de la corporeidad lleva a superar el conocimiento exclusi-
vamente elaborado mediante un lenguaje teórico o intelectual y ampliarse a otros
lenguajes y discursos. De igual manera resulta importante entender que el cuerpo
es más que cerebro y que hay otros elementos a tener en cuenta, como la totalidad
de los sentidos, las destrezas, la posición, la localización, etc.

NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN ÉTICO-ESTÉTICA AL HÁBITAT 49


Una estética no sólo de la cotidianidad como proceso de recepción o cap-
tación del mundo, sino además como medio de expresión de comunicación, supe-
rando la imposición de la palabra y buscando recuperar el juego de los gráficos con
la palabra. Mostrar más que demostrar. De lo que se trata es de abrir nuevas formas
de re-presentación propias del nuevo paradigma.

Ética

Siguiendo con nuestras exploraciones de nociones pertinentes para cons-


truir nuestra visión estético-ética de compresión del hábitat, ahora veremos unas
consideraciones sobre el otro polo de nuestra dualidad, que es la ética. De acuerdo
con lo anterior, ¿cuál sería el tipo de eticidad que interesa para construir nuestro
paradigma estético-ético?
Recordemos que al tratar el tema de la estética se presentó la existencia
de sinergia entre estética y ética; de este modo, así como antes se destacaron al-
gunos temas fundamentales de la dimensión estética, aquí también se subrayará
una visión esencial de la ética como aquello que queremos o deseamos y que guía
nuestras decisiones y acciones; a fin de cuentas, la crisis cultural de valores y nor-
mas, la crisis ambiental exige un nuevo tipo de eticidad en las formas de relación de
la especie humana consigo misma y con los otros seres, que recupere el mundo de
la vida, que la objetivación ha negado.
Ética viene de ethos, que significa el carácter, naturaleza o disposición de
una persona. El ethos de una comunidad es el espíritu que preside sus actividades.
Ética la podemos entender como la interpretación de un modo de vida válido para
nuestra “época”. Un modo de vida que traducido en términos de hábitat significa un
modo de habitar. La función ética de nuestro hábitat debería ayudarnos continua-
mente a encontrar nuestro lugar y modo en un mundo cada vez más desorientado.
La ética debe ayudar a articular un ethos común, a descubrir nuestro lugar (Harries,
1998: 4) y, por tanto, la manera como los seres humanos existen en el mundo, su
manera de morar, de habitar, de vivir.
Por tanto, la ética que nos interesa destacar, más que un deber ser mora-
lista o un simple catálogo de normas, es una deontología o ética de las situaciones
que de tal suerte nos permita entender estas últimas en lo que tienen de efímero,
de oscuro, de equívoco, y también de grandioso (Maffesoli, 1997: 13). Las situacio-

50 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


nes se fijan en la pasión, en la emoción, en los afectos; por tanto, lo relevante aquí
es buscar un saber que sepa trazar la topografía de la incertidumbre y del azar, del
desorden y de la efervescencia, de lo trágico y de lo no racional, de todas las cosas
incontrolables, imprevisibles, pero no por ello menos humanas (Op. Cit.: 198). Esto
requiere una intuición activa capaz de captar en toda su concreción los valores coti-
dianos que compartimos con otros en el marco de un ideal comunitario. Un ideal que
debería decirnos cómo vivir en un mundo contemporáneo a partir de reconocer la
esencia y requerimientos del habitar.
La construcción de un ideal común, de una utopía posible, de un sueño
compartidos implica sueños de un mejor hábitat en el cual los seres humanos pro-
yecten sus esperanzas para un mejor habitar en esta tierra; sin embargo, esta dis-
tancia que existe entre el ideal y la vida corriente debe ser abolida, no sólo para
que se midan las condiciones existentes respecto a ese ideal sino, también, para
mejorarlo, para realizar ese ideal aquí en la tierra (Op. Cit.: 209).
El construir este ideal muestra la importancia de la vida imaginativa y de
las emociones, y aquí conectamos de nuevo con la experiencia estética. A la moral
política que había sido la marca de la modernidad le está sucediendo una “ética de
la estética”, más que un vínculo contractual, lo que se busca es un vínculo emocio-
nal en el que la imagen resulte ser un vector esencial de la socialización en todos los
ámbitos. La sinergia entre lo sensible y la sociabilidad está en el vínculo emocional.
En la actualidad estamos acostumbrados a entender la ética en su dimen-
sión moral como la aplicación de las normas y leyes establecidas y universales para
todos, aunque éstas ya no correspondan a un determinado ideal ni a las aspiracio-
nes y necesidades de una vida presente y cotidiana; por tanto, es necesario inter-
pretar estas normas para adecuarlas a nuestra propia situación.
El hábitat es una reacción a una interpretación de una manera de vida, de
una manera de habitar. De la misma manera como el significado de un texto no está
dado de manera simple e inmediata por lo escrito, de él pueden potencialmente
surgir diferentes lecturas. ¿Qué significado descubriremos? Depende, no sólo del
texto, de lo escrito, sino de cómo nos aproximamos a él, de nuestros intereses y
valores, de nuestros prejuicios y anticipaciones de significado, los cuales van a ser
puestos en juego en la medida en que nos enfrentamos al texto.
Aquí las normas y reglas establecidas, así como el mismo hábitat, son el
texto y nuestros intereses y valores corresponderían a un modo de habitar. Es la
interpretación de un orden no preciso sino lleno de conjeturas, de sueños de un
habitar ideal, “revelando el hábitat la re-presentación de un habitar ideal” que co-

NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN ÉTICO-ESTÉTICA AL HÁBITAT 51


rresponde a un sueño de habitar tanto del individuo como de la comunidad. Sin
rechazar los diversos deber-ser abstractos consideramos importante ir más allá para
constituir el único deber-ser vivido, que es el de la complejidad.

Arte

Además de las consideraciones sobre estética y ética, dentro de una visión


sistémica compleja, importa ver los procesos concretos en los cuales se reproducen
los conceptos antes expuestos de ética y estética. Como procesos prácticos apare-
cen entonces la praxis, la poiesis y la técnica. Desde nuestra visión estético-ética nos
interesa destacar los procesos poéticos propios del arte, tanto los que correspon-
den a su recepción y comprensión, como a su producción estética.
Ya considerados los valores de lo bello (estética) y del bien (la ética) nos
queda por tratar el valor de verdad (el arte). Respecto a la verdad, así como hemos
hecho con la estética y la ética, buscaremos seleccionar las aproximaciones que se
consideran más apropiadas para construir la visión que aquí nos ocupa; por tanto,
la consideración de verdad será la que corresponda a la noción de la “verdad del
arte”, diferente a la verdad absoluta propia del concepto teórico de la razón positiva.
Frente a quienes consideran que solo la ciencia produce conocimiento y que el arte
no es una actividad cognoscitiva, nos interesa destacar aquellas aproximaciones
que consideran que el arte es una modalidad de conocimiento (Gadamer, Good-
man, Deleuze) diferente a la ciencia y a la filosofía, pero igualmente válida para co-
nocer nuestra realidad.
El hábitat es un campo de estudio complejo que involucra concepciones
y metodologías múltiples de indagación y realización que provienen tanto de las
ciencias físico-naturales como de las ciencias humanas; sin embargo, más que tra-
tar de aplicar parcialmente una u otra de estas teorías o metodologías, buscamos
encontrar un tercer elemento que sirva de intermediación entre las dos, y que a
la vez esté compuesto por ambas partes; es el arte quien puede cumplir con esta
función de mediación, ya que logra articular tanto la dimensión física espacial per-
teneciente al dominio científico y técnico como la dimensión significativa propia de
la acción humana.
Mediante la obra, el arte está constituido, de una parte, por lo físico sen-
sible y, de otra parte, por su dimensión expresiva que de esta manera trasciende

52 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


el simple producto o cosa material. En la obra se perciben no sólo propiedades
estéticas sino que además se comprenden significados que tienen que ver con
nuestra situación en el mundo. Esto último es lo que más importa, ya que así
captamos el sentido de lo que experimentamos en la medida en que lo consi-
deramos continuamente como una situación concreta insertada en contextos
físicos y socio-culturales.
Comprender el hábitat como obra y no como un simple producto mate-
rial es captar su sentido como encarnación, inscripción, proyección en el lugar del
espacio y del tiempo, como manifestación en el hábitat de un modo de ser de la
sociedad y la cultura. Esta lectura del hábitat como obra requiere construir relacio-
nes entre el lugar y lo que lo rodea que trasciendan la simple descripción física para
tratar de captar su sentido. Es la recuperación tanto del valor de uso como de la
dimensión lúdica, de la apropiación del tiempo, del espacio y del cuerpo.
Es la articulación de una “estética cotidiana” conjuntamente con una “ética
situacional” para producir una “ética de la estética” y, por último, lograr su realiza-
ción por medio de los procesos propios del arte. En este punto surge el arte como el
modo de hacer característico de nuestra visión estético-ética del hábitat, que cons-
truye tanto apariencia como significado y sentido; no obstante, estos procesos son
complementarios de un hacer técnico-científico que construye cosas. Es decir, ha-
cer cosas que pueden ser útiles pero a su vez son significativas y construyen sentido
a partir de un ideal de habitar compartido con otros. Sin embargo, estos “otros” no
significan con todos, sino con los más próximos, con aquéllos que compartimos una
cultura, un modo de concebir, un habitar.
Entendemos por tanto el arte como un modo de conocer a través del jue-
go de posibilidades en medio del lenguaje, no es una actividad cerrada en sí misma,
referida solo a sí misma (como la concepción moderna del arte por el arte), sino una
forma de referirse a la realidad, de captarla y, más particularmente, como una forma
de hacer, una forma de crear y constituir la realidad misma, como una forma de cons-
truir mundo. En este contexto es pertinente recuperar la condición de verdad del
arte desde la cual éste es entendido como una forma cognoscitiva, como un modo
de conocimiento. El arte como la unidad entre la percepción espiritual de lo bello y
el orden verdadero del mundo (Gadamer).
El arte, fundamentalmente, es un hacer significativo, y, por tanto, una pro-
ducción de sentido que abre posibilidades de ser de la realidad, posibilidades de
sentido. Es un hacer que integra sensibilidad, pensamiento, creencias y destrezas y,
de tal forma, es más que un simple fabricar o producir cosas útiles; a este respecto

NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN ÉTICO-ESTÉTICA AL HÁBITAT 53


se puede afirmar que trasciende la cosa para llegar a crear sentido y significación, lo
cual es lo mismo que decir que crea la realidad humana.
El arte no es un hacer técnico o instrumental de carácter lineal que a partir
de unos fines busca los medios adecuados para su realización, sino una actividad
que busca los fines mismos en un juego con los medios. Producción que es creación
de sentido; apertura de posibilidades de ser para la realidad en tanto recepción del
mundo y, a la vez, en tanto guía para su transformación. Producción que es perma-
nente juego de medios y fines, de materiales y significados, de materia y de espíritu.
La apertura de sentido requiere trascender la simple materialidad de los medios y
alcanzar su significación; por tanto, estamos hablando del lenguaje como el medio
siempre presente entre las cosas y su sentido, entre el ser humano y el mundo.
Cuando hablamos de construir la realidad, nos referimos, no sólo a su
construcción física, sino también significativa y de sentido. La construcción social
del hábitat debe entenderse no sólamente como la producción material de la vi-
vienda por sus mismos habitantes sino, especialmente, como la construcción de
una manera de habitar, de un ideal de habitar, una manera de darle significado y
sentido a nuestra relación con los lugares.
No obstante, cuando hablamos del lenguaje del arte no hacemos referen-
cia al lenguaje corriente, sino al lenguaje simbólico que supera la simple función
de comunicación o transmisión de información y se convierte en el medio consti-
tuyente de la realidad misma en la medida en que entendemos la realidad humana
como constituida fundamentalmente por la significación y el sentido. El arte crea la
realidad en medio del lenguaje ya que el significado y la realidad al final son indife-
renciables (Bruner, 1994: 137).
La realidad es, por tanto, lo que uno estipula (y no lo que encuentra), la
mente es un instrumento para producir mundos. Desde el momento en que aban-
donamos la idea de que el “mundo” está allí para siempre de manera inmutable y la
reemplazamos por la idea de que lo que consideramos mundo es, en sí mismo, ni
más ni menos que una estipulación expresada en un sistema simbólico, podremos
considerar las innumerables formas que la realidad puede adoptar; tanto las reali-
dades creadas por el arte como las creadas por la ciencia.
Nos interesa, no sólo introducir los procesos que hacen realidad las in-
teracciones sugeridas de ética y estética, sino destacar su dimensión dinámica, su
permanente cambio y evolución. Parte esencial del arte es su énfasis en el hacer,
que es un hacer con el lenguaje, o juegos de lenguaje, donde el juego es perma-
nente movimiento entre sus elementos constitutivos, entre sus diversos aspectos

54 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


o dimensiones. Juego que, sin embargo, es un hacer imprevisible. El juego enfatiza
los procesos, las múltiples interrelaciones, la creación permanente de campos o ám-
bitos de relaciones entreveradas (López, 1991).
Dice Guattari (2000: 36) que liberarse de los paradigmas pseudo-científi-
cos compromete no sólo a la complejidad, sino a una lógica diferente de la que rige
la comunicación ordinaria, la inteligibilidad de los discursos y los campos de signifi-
cación. Es una lógica de las intensidades que se aplica a los agenciamientos existen-
ciales. Esta lógica resalta el movimiento, la intensidad de los procesos evolutivos, la
subjetividad y la existencia definiéndose, constituyéndose y, así mismo, desterrito-
rializándose permanentemente en medio de los agenciamientos o medios activos.
Se debe entender el arte como una producción dinámica y creativa de
múltiples ámbitos de relaciones entreveradas entre las cosas y sus sentidos en me-
dio del lenguaje. Sacar a la luz otros mundos que los de la pura información abs-
tracta, engendrar universos de referencia y territorios existenciales en los que la
singularidad y la finitud sean tenidas en cuenta por la lógica multivalente de las
ecologías (Op. Cit.: 76)

Dualidad-triada

Venimos de una lógica que se mueve en medio de dualidades en las que


convencionalmente hay una jerarquización de uno de los polos en detrimento del
otro (arte-ciencia, experiencia-razón, hombre-mujer, orden-desorden etc.). La de-
construcción de estas dualidades busca a veces invertir esta relación para mostrar
que ésta no es absoluta sino que es histórica y que es posible un valor distinto. Otra
solución a las dualidades consiste en una lucha entre ellas que lleve a superarlas en
un tercer elemento que las subsumiría. Es la dialéctica hegeliana de tesis, antíte-
sis y síntesis. Sin embargo, ya no se impone “resolver” los contrarios: “las oposicio-
nes dualistas tradicionales que han guiado el pensamiento social y las cartografías
geopolíticas están caducas. Las situaciones conflictivas continúan, pero introdu-
ciendo sis-temas multipolares” (Op. Cit.: 15).
La lógica multipolar para superar la lógica de las dualidades propone vin-
cular un tercer elemento, o “tercero excluido”, que sirva de elemento conector o
mediador para establecer relaciones entre los términos antagónicos o contradic-
torios, pero sin eliminarlos o remplazarlos por un tercero único, sino estableciendo

NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN ÉTICO-ESTÉTICA AL HÁBITAT 55


un diálogo permanente, manteniendo la tensión y su coexistencia. Se conserva el
juego de contrarios a través de este tercer elemento y se hace de manera dinámica
y evolutiva. Esto último implica la aparición de un cuarto elemento constituido por
los procesos mismos que ponen en movimiento los otros tres componentes. La tría-
da se convierte, por lo tanto, en una o cuaterna o “cuadratura” (Heidegger).
Ejemplo de lo anterior es la polarización tradicional entre sujeto y objeto.
Dialéctica en que en un momento predominaba el sujeto (racionalismo, idealismo,
romanticismo, etc. deducción); en otros momentos es el objeto (materialismo, posi-
tivismo, objetivismo, inducción) y, luego, la integración de esa relación sujeto-obje-
to por la consideración de un elemento mediador, como es la abducción. Todo esto
vinculado e interrelacionado a través de los juegos interpretativos del lenguaje. La
constitución de hombre y mundo en medio del lenguaje. Y no de un lenguaje abs-
tracto, universal, sino de un lenguaje vivo, activo, que se da en medio del aconteci-
miento y no de manera previamente dada o configurada.
Destacar una mirada específica de la ética y la estética no implica abando-
nar la ciencia ni la teoría. Aún más, estas distintas dimensiones encuentran su reali-
dad a través de su interacción, a través de la acción de los procesos que permiten su
juego. Procesos que son tanto de producción de cosas materiales como de obras de
sentido. Aquí, de todas maneras, dentro de un modelo complejo del hábitat, esta-
mos resaltando una aproximación, una entrada a la totalidad de componentes a tra-
vés del arte, lo cual se puede hacer también a través de la ciencia o de la filosofía.
Las interacciones no se dan establecidas de manera estática, fija de ante-
mano, sino que se requiere su relación dinámica y especialmente definir por donde
se entra a la totalidad. Ésta no debe entenderse como una estructura previamente
determinada o que para lograr su comprensión se deban conocer las relaciones una
a una hasta comprenderlas todas, sino que es una interacción simultánea en la que
cada vez se resalta una parte, pero sin perder su relación con la totalidad. Las partes
se constituyen plegando o desplegando la totalidad. La realidad está siempre ha-
ciéndose, realizándose, tramándose, tejiéndose, auto produciéndose.

56 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Conclusiones

Deshacerse de las metáforas cientificistas para adoptar un paradigma éti-


co-estético no implica, por tanto, abandonar los aportes que desde la ciencia sumi-
nistre una teoría de sistemas sino mantener las tensiones entre lo abstracto de un
conocimiento teórico y lo concreto de una experiencia sensible y valiosa a través de
un hacer que más que producir cosas produce la existencia humana misma, tanto
de manera individual como colectiva y continuamente reinventando los modos de
ser, re-singularizándolos.
“Los diferentes modos de aprehensión, ya sea por el concepto, ya sea por
el afecto y el precepto, son en efecto, absolutamente complementarios” (Deleuze y
Guattari, 2000: 25). Guattari propone en este sentido una consideración integrada
de tres ecologías. La ecología social, la ecología ambiental y la ecología mental, las
cuales deben concebirse en bloque como dependiendo de una disciplina común
ético-estética y como distintas las unas de las otras desde el punto de vista de las
prácticas que las caracterizan (Guattari, 2000: 78).

MUNDO
SOCIEDAD
LENGUAJE + PROCESOS AMBIENTE
símbolos

MENTE
hombre

Guattari define una intención ético-política de acuerdo a las tres ecologías


para la recomposición de las prácticas sociales e individuales:

Socialmente consistirá en desarrollar practicas específicas


que tiendan a modificar y a reinventar formas de ser en el
seno de la pareja, en el seno de la familia, del contexto ur-
bano, del trabajo, etc. Reconstruir las modalidades del ser-
en-grupo, mediante mutaciones existenciales que tienen
por objeto la esencia de la subjetividad, a través de prácticas
efectivas de experimentación.
Mentalmente, reinventando la relación del sujeto con el
cuerpo, el fantasma, la finitud del tiempo, los “misterios”
de la vida y de la muerte. Buscando antídotos a la unifor-
mización de las modas, a las manipulaciones de la opinión

NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN ÉTICO-ESTÉTICA AL HÁBITAT 57


por la publicidad, los sondeos, etc. Y su forma de actuar se
aproximará más a la del artista que a los profesionales “psy”
siempre obsesionados por un ideal caduco de cientificidad.
Sus efectos en la vida cotidiana individual, doméstica, con-
yugal de vecindad, de creación y de ética personal. Cultivar
el dissensus y la producción singular de existencia.
Ambientalmente, tal como existe en la actualidad la ecolo-
gía ambiental no ha hecho más que esbozar y prefigurar la
ecología generalizada que yo preconizo aquí. Defensa de la
naturaleza; oxígeno, ozono, gas carbonilo, etc. La creación
de nuevas especies vivientes, vegetales y humanas hace ur-
gente adoptar una ética ecosófica y una política focalizada
en el destino de la humanidad (Guattari, 2000: 19).

Comprender desde un enfoque ético y estético es comprender la diferen-


cia de lo individual y concreto dentro del contexto de lo general y universal. Solo en
el diálogo entre identidad y diferencia, entre lo local y lo global, se podrá compren-
der la complejidad (Aranda, 1997: 139). Los problemas locales requieren, para su
solución, de elementos no locales y la comprensión de algo exige la reducción del
fenómeno global a situaciones locales típicas cuyo carácter sobresaliente las vuelve
inteligibles. Semejante a la necesidad de quien viaja en avión de orientarse por una
cartografía que puede llegar a englobar la totalidad de la tierra describiendo sola-
mente las características más sobresalientes y generales, pero que una vez se aterri-
za se requiere caminar y vivir cada detalle en su experiencia inmediata y concreta.
Nada es más difícil de pensar que lo riguroso bajo la categoría de lo cul-
tural. Lo riguroso tiende a lo universal, tiende a lo a priori o a lo trascendental; ahí
está su mayor tendencia. Lo cultural tiende a lo relativo, a lo temporal, a lo singular,
a lo fantástico, ahí esta también su mayor tendencia (Serres, 1991: 72). Sin embargo,
tratar de relacionar opuestos como metáforas y teoría, sentimiento y pensamiento,
universal y singular, no significa siempre una mezcla indiscriminada de todo con
todo, no al mismo tiempo, sino que se deben encadenar en varios tiempos o mo-
mentos. La complementariedad no significa necesariamente simultaneidad sino
conexión, relación, entreveramiento.
Sin embargo, no se pretende buscar el equilibrio igual entre los distintos
componentes y aunque todo vale previamente, el acontecimiento exige asumir un
punto de vista, una posición, pues solo en la interpretación concreta se da la rea-
lidad de todo lo que hasta este momento era virtualidad, posibilidad y se vuelve
actualidad. En esta dirección, y dentro de las posibles alternativas viables y válidas,

58 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


este trabajo busca la aproximación desde la ética y la estética y, de manera más es-
pecífica, desde el arte como construcción de un mundo que guíe nuestra acción.
El aspecto más importante que se abre con las consideraciones anteriores
de lo estético-ético-teórico, es decir, del conocimiento práctico o del saber qué hacer
y sentir y del conocimiento teórico o saber qué pensar, es el estudio de las conexio-
nes entre todos ellos. No tanto como oposiciones dualistas, como se ha presentado
aquí, sino en un modelo compuesto de triadas en las cuales, además, los procesos, las
acciones serían el cuarto elemento dinamizador e interrelacionador de los anteriores.
Como la cuarteta que ya Aristóteles había definido para las cosas, hay causas mate-
riales, formales, finales y eficientes, las cuales requieren su actualización y reconstruc-
ción para adecuarse a una visión compleja que considere la realidad como creación
de campos o ámbitos de relaciones entreveradas. Lo que importa es la búsqueda de
un mundo fluyente lleno de pasajes o canales entre contrarios, entre lo local y lo glo-
bal, y el reconocimiento de sinergias entre saberes y culturas.

Busco el pasaje entre la ciencia exacta y las ciencias humanas


(Serres, 1991: 18).
Hoy menos que nunca puede separarse la naturaleza de la
cultura y hay que aprender a pensar “transversalmente” las
interacciones entre ecosistemas, mecanósfera y Universos
de referencias sociales e individuales (Guattari, 2000: 34).
El hábitat es soporte físico y trama ecológica; pero también
es referente de simbolizaciones y significaciones que confi-
guran identidades culturales y estilos étnicos diversos (Leff,
2000: 241).

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60 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Bases CONCeptuales
para el análisis
espacio-temporal
DEL hábitat
desde enfoques sistémicos
y de complejidad
Alberto Gómez Cruz
y Álvaro Ibatá Ceballos
BASES CONCEPTUALES PARA EL ANÁLISIS
ESPACIO-TEMPORAL DEL HÁBITAT
DESDE ENFOQUES SISTÉMICOS Y DE COMPLEJIDAD

Un acercamiento teórico general:


las trayectorias y las perspectivas

En algunas de sus reflexiones, Charles Dickens anota:

Fue el mejor de los tiempos, fue el peor de los tiempos,


Fue la era de la sabiduría, fue la era de la estupidez,
Fue la época de la creencia, fue la época de la incredulidad,
Fue la estación de la luz, fue la estación de la oscuridad,
Fue la primavera de la esperanza, fue el invierno de la des-
esperación,
Tuvimos todo ante nosotros, tuvimos nada ante nosotros,
Fuimos directo al cielo, fuimos directo al otro lado.

Los tiempos actuales señalan nuevos retos e incertidumbres cuando la


necesidad de alternativas y creatividad se referencian en torno a emergencias y a
fenómenos desconocidos, dada la diversidad problemática en el mundo, en parti-
cular en los últimos doscientos años. La comprensión del impacto de las dinámicas

64 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


históricas, su contextualización, el aquí y el ahora de lo que constituye el proceso
de configuración y evolución de los asentamientos humanos (hábitat), entendido
como “segunda naturaleza”, al decir de Segre, debe ser estudiado como sistema
complejo. Esta connotación invita, no sólo a ámbitos de reflexión de lo disciplinar
sino, también, de lo interdisciplinar y de lo transdisciplinar.
El mapa siguiente evoca la imagen de los asentamientos humanos en un
mundo interconectado dentro de un proceso acelerado de urbanización nunca an-
tes conocido. Los asentamientos humanos dejaron de ser solo puntos en un mapa
para dar paso a muchas nuevas configuraciones como ciudades de frontera, conur-
baciones nacionales o internacionales, corredores urbanos, áreas metropolitanas,
localidades, ciudades intermedias, ciudades-región; todas ellas contenidas unas en
otras y a diferentes escalas. Los asentamientos humanos pasaron así de ser un fenó-
meno aislado, a ser un fenómeno relativamente común y, en últimas, un fenómeno
global, interconectado y complejo.

Puente Terrestre Mundial


Fuente: http://www.wlym.com/~spanish/Prometeo/Prometeo_v2n9.pdf.

El planeta se ha urbanizado como nunca antes en su historia y algunas vi-


siones proponen la posibilidad de la ecumenópolis o asentamientos globalizados.
A todo esto ha contribuido no solo el desarrollo tecnológico del transpor-
te que relativiza distancias y tiempos sino también la idea universal de progreso o
desarrollo y, en particular, el proyecto cultural de la modernidad.

BASES CONCEPTUALES PARA EL ANÁLISIS ESPACIO-TEMPORAL 65


DEL HÁBITAT DESDE ENFOQUES SISTÉMICOS y DE COMPLEJIDAD
Acerca de las trayectorias

Las acciones contemporáneas sobre los asentamientos humanos y su há-


bitat se caracterizan, muy a menudo y en la práctica profesional genérica, por la di-
versidad de planes, programas y proyectos de diferente orden y nivel que el interés
individual y el mercado hipotéticamente regulan y direccionan en la búsqueda del
bienestar común. Normalmente, dicha acción tiene una visión sectorial. La formu-
lación de planes, programas y proyectos aún derivados de una política social es
independiente y se plantea en dimensiones como la económica, la cultural, la am-
biental, la urbana, la política, la geográfica, etc. La coherencia en su construcción se
define como la acción individual y sectorial en la búsqueda del bienestar común.
Sin embargo, la noción de hábitat debe responder, como muy bien lo ex-
presa Milton Santos (2000), a que

la organización del espacio habitado no es solamente una


comodidad técnica; es al mismo tiempo que el lenguaje, la
expresión simbólica de un comportamiento globalmente
humano. En todos los grupos humanos conocidos el hábitat
responde a una triple necesidad: la de crear un medio eficaz
técnicamente, la de asegurar un marco al sistema social y la
de poner orden, a partir de allí, en el universo circundante.

Así mismo señala María Clara Echeverría, en su documento de uso interno


para la Maestría en Hábitat: “El hábitat proviene de la acción de los moradores, es
móvil, la acción que lo sustenta debe ser variable.”
Desde la perspectiva anterior, al abordar el tema del hábitat siguen existien-
do tendencias y paradigmas emergentes que conservan las disciplinas como puntos
de referencia para el análisis, intentando así unos y otros esquemas de integración.
Esta tarea nos conduce a la posibilidad de enfoques inter-transdisciplinares.
Sobre esta base, consideramos necesario valorar, desde enfoques sisté-
micos y de complejidad, los fundamentos de los procesos que intervienen en el
análisis espacio-temporal; fundamentos que constituyen los paradigmas contem-
poráneos para efectuar el adecuado diagnóstico, evaluación y proposición de solu-
ciones a los problemas en la problemática del hábitat.
El llamado a la complementariedad que se aduce como una necesidad de
las herramientas de análisis actuales se convierte en referente central para repre-

66 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


sentar o modelar procesos complejos y dinámicos. Los asentamientos humanos y
su hábitat plantean retos tan conceptuales como operativos, que se caracterizan
por la incertidumbre, el azar y la fragilidad, lo cual requiere herramientas de análisis
distintas para su comprensión.

Caracterización actual
de los asentamientos humanos y su hábitat

Boisot (1996: 41), acerca del tema desarrolla su hipótesis de la convergen-


cia, según la cual:

En la euforia general que siguió al colapso del comunismo,


los artífices de las decisiones políticas en Occidente trata-
ron de dar sentido a los acontecimientos en Europa central
y oriental, y más tarde en la Comunidad de Estados Inde-
pendientes, y utilizaron un modelo que dentro de la evolu-
ción del ambiente económico mundial, había contribuido,
en gran medida, a organizar las teorías políticas y econó-
micas desde la segunda guerra mundial. En resumen, dicha
hipótesis sostiene que los países industrializados adquieren
las mismas maneras de tratar los problemas que enfrentan
y, por tanto, ciertas críticas respecto de las culturas de cada
nación serían más parecidas con el paso del tiempo. La con-
vergencia podría hallarse en los hábitos de los consumido-
res, la tecnología o las prácticas institucionales.

Es decir, se universaliza el carácter general de los procesos de acción en y


sobre el territorio afectando de tal suerte lo que se entiende por hábitat. Agrega:

Si buscáramos los orígenes de la hipótesis de convergen-


cia los encontraremos en los escritos del Renacimiento del
siglo XVI, en los cuales la idea de progreso se basa en la
divulgación de la racionalidad en las relaciones humanas, la
cual poco a poco reemplazó la de las tradiciones culturales
específicas que tenían una función de ordenamiento social
(Idem).

BASES CONCEPTUALES PARA EL ANÁLISIS ESPACIO-TEMPORAL 67


DEL HÁBITAT DESDE ENFOQUES SISTÉMICOS y DE COMPLEJIDAD
Esta noción local (europea) da paso a referentes universalizantes. Se hace
necesario reconocer que el camino recorrido por el proceso de urbanización pre-
senta signos de crisis dada la magnitud e impacto del proceso. La posibilidad de
un mundo global nos traslada a un contexto en el que ya no basta el estudio de lo
urbano en lo local. Emerge lo local-global, donde diferentes espacios y tiempos se
relacionan construyendo un sistema complejo y dinámico que sirve de contexto a
nuevos patrones de asentamientos poli-nivelados y de autonomías relativas. Esta
nueva situación contrasta con las lógicas individuales y sectoriales predominantes
en las construcciones de ciudad y territorio, hasta ahora aceptadas como válidas.
En el centro de esta reflexión existe, entonces, una tensión entre unidad y
diversidad, entre la unidad del Estado-nación y la diversidad de fenómenos emer-
gentes que ponen en tela de juicio la posibilidad de un mundo homogéneo.
La sectorialidad de los proyectos no solo se define institucionalmente; está
dada también desde donde se sitúa el sujeto que los formula, ya sea desde lo eco-
nómico, lo ambiental, lo político, lo social, o cualquier otro campo, así como también
desde procesos menos “visibles”, como son su interés, su visión y su voluntad.
Tal posicionamiento puede generar dualidades que en la acción final tien-
den a producir disyuntivas de elección equilibradoras, muy a menudo en el corto
plazo, y desequilibradoras en otras esferas a mediano y largo plazo. No es integral,
ya que se elige entre dimensiones como lo social o lo económico, lo público o lo
privado, lo ambiental o lo social, derechos o mercancías, personas o clientes; es de-
cir, reduce en sus categorías de operación un mundo complejo. Así, el proyecto que
hoy soluciona aparentemente los problemas, abre nuevos interrogantes y efectos
inesperados en el futuro.
De esta manera, el mundo se reduce a instituciones y personas que ope-
ran dual y unidireccionalmente, sean éstas del ámbito estatal, privado o mixto. Estas
lógicas excluyentes en la construcción del hábitat propician el aislamiento del co-
nocimiento de las personas, bloquean la comunicación entre las mismas y generan
crecientes fronteras y distanciamientos que van en contravía de la indivisibilidad
del espacio-tiempo de lo social.
La creación de nuevos órdenes más sostenibles y cualificados para los asen-
tamientos humanos y su hábitat –imperativo de la urbanización actual– se instalaría
en la autonomización de la imaginación, en el rompimiento con la funcionalidad exis-
tente, en la determinación de re-ligar lo separado y en la búsqueda y reconfiguración
de sentidos; tarea que habría de provenir de la ética y sus valores relacionales; de la
estética, entendida como acción refleja de la ética, de la ciencia y la tecnología, enten-

68 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


didas como acción práctica sobre lo material. Sólo desde aquí el hábitat dejaría de ser
un simple hecho material, de crecimiento cuantitativo, para convertirse en un ámbito
cualitativo de reflexión aplicado sobre el entorno de la vida.
El conflicto surge en la existencia de momentos posteriores que no anulan
o transforman momentos anteriores; por esto, la reflexión sobre los referentes o
paradigmas actuales permite develar las lógicas de significaciones e instituciones
históricamente adquiridas, preguntarse sobre las recurrencias y superar la repeti-
ción, muchas veces inútil, frente a lo emergente o lo desconocido.
Así como Boisot (1996: 54) lo sugiere:

El problema radica en que muchas de estas políticas adop-


tadas en occidente por economistas orientadores de mer-
cado y con poder de decisión en las sociedades posteriores
al socialismo, están fundamentadas en el punto de vista del
capitalismo que fomenta la creencia de que por ubicar las
grandes empresas del Estado en un ambiente de mercado
(por ejemplo, privatizarlas) de algún modo estarían eximi-
das de la amenaza de destrucción creativa al aumentar la
turbulencia.

O, como lo señala Fritjof Capra:

La competencia que fue vital en América para el pequeño


grupo de los primeros colonizadores y exploradores, méto-
do autosuficiente para los negocios, es parte del legado del
individualismo atomizado de John Locke, pero que ahora
es insano, incapaz de tratar con la intrincada red de las rela-
ciones ecológicas y sociales propias de las economías indus-
triales maduras. Todavía predomina la creencia de que, en
el gobierno y en los negocios, los bienes comunes se maxi-
mizarían si todos los individuos, los grupos y las institu-
ciones maximizan sus riquezas materiales –lo que es bueno
para la General Motors es bueno para los Estados Unidos–.
El todo se identifica con la suma de sus partes y este resul-
tado, ignora su interferencia recíproca. Las consecuencias
de esta falacia reduccionista ahora se hacen dolorosamente
visibles a medida que las fuerzas económicas chocan entre
sí cada vez más, rompen la estructura social y arruinan el
ambiente natural (Op. Cit.).

BASES CONCEPTUALES PARA EL ANÁLISIS ESPACIO-TEMPORAL 69


DEL HÁBITAT DESDE ENFOQUES SISTÉMICOS y DE COMPLEJIDAD
La crisis urbana, ambiental y social, indica que la idea de progreso, motor
conceptual y criterio de acción para la materialización de lo urbano, está en crisis.
Solo el esfuerzo (voluntad) por romper la clausura, sea de la historia personal (psi-
que) o de la institución, permitirá la emergencia de pensamiento alternativo frente
a este estado de cosas.
Explorar los nuevos umbrales y fronteras que plantea el momento actual
del proceso urbanizador para el hábitat sólo es factible en la medida que se tracen,
de manera autónoma, unos y otras desde el contexto mismo y no desde afuera; lo
cual supone entender las variables endógenas como acto de libertad, pero también
las exógenas, en cuanto relacionan lo uno con “lo otro”. La investigación sobre lo
fundamental del proceso nos remite, entonces, a la crisis contemporánea en torno
a la sostenibilidad de la vida, tanto humana como no humana, y al hecho de que
los asentamientos humanos y su hábitat ya no pueden ser entendidos de manera
independiente, sino de modo sistémico, múltiple y multi-conexo.
Surge de aquí el debate en tomo al principio antrópico: ¿Fue hecho el
mundo para el hombre? ¿Es él, el centro del universo? ¿Los asentamientos huma-
nos son hechos aislados o complejos? El espacio-tiempo, cada aquí y cada ahora,
ha planteado distintos retos a la humanidad, requiriendo de nuevos enfoques y
de nuevos conocimientos. Visto desde una perspectiva espacio-temporal plan-
tear respuestas a las preguntas anteriores nos exigiría colocar el pasado en pre-
sente para responderos si sirve lo mismo –el presente en presente, para entender
¿cómo estamos?– y el futuro en presente, para establecer cómo queremos ser.
En cualquier caso, reconociendo que existen varios tiempos, simultáneos y no si-
multáneos: en lo ambiental, en lo público, en lo territorial, en lo económico, en lo
cultural y en lo cósmico.
Por tanto, no siendo el tiempo uno y lineal, la concepción clásica de éste
no da cuenta de los múltiples procesos que constituyen el territorio y lo urbano
(hábitat); así, un proyecto no solo debe ser reflexionado en lo inmediatamente cam-
biante sino también en lo trascendente que da cuenta de la vida; a fin de cuentas
existen procesos trans-generacionales que implican mirar el tiempo-espacio de una
manera distinta. Auto-organizarse no es necesariamente auto-crearse. Se requiere
creatividad en la construcción de alternatividad. Lo permanente en lo humano, po-
siblemente ontológico, es la sociedad, su capacidad de socialización, lo cambiante
es la auto-­institución, o la capacidad de contextualizar en forma autónoma las pro-
puestas de institución y sentido.

70 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Acerca de las perspectivas

Reto: cualificar la ciudad y el territorio como hábitat. Entre


el aquí, el ahora y el proyecto de futuro

Solo la imaginación permite presentarse, no como objeto, sino como su-


jeto con actividad representativa; es decir, explora su relación con objetos y sujetos
pero no se ubica por fuera de ellos sino que permanece en el campo relacional de
sistemas múltiples conectados.
Visto así, en una realidad espacio-temporal, el “progreso” se presenta
como relativo. La comprensión del contexto se convierte en un proceso cognitivo
estratégico que pregunta por el sentido, por el proyecto de futuro y por el nuevo
conociendo que éste reclama. Este proceso se sitúa en un contexto en el que la
ciudad, que ha sido un fenómeno universal, nunca ha sido tan global y extendido
como ahora. La ciudad se concibe como lo “moderno” y lo rural como lo “atrasado”.
Incluso el territorio rural no es captado en toda su diversidad y sus relaciones con
la ciudad, aparecen como externalidades. En esta perspectiva se hace necesario
empezar a mirar con lógicas distintas el fenómeno de los asentamientos humanos,
reconociendo la aparición de relaciones y problemáticas emergentes.

Reto: asumir desde paradigmas de complejidad propuestas


para cualificar los asentamientos humanos y su hábitat

El proceso urbano contemporáneo tradicionalmente se ha visto como un


asunto de desarrollo (entendido como progreso material) que recurrentemente sitúa
la discusión en materia habitacional desde una perspectiva cuantitativa. Desde aquí,
una noción de hábitat integral debería ayudar a redefinir lo urbano y lo territorial
aportando una perspectiva cualitativa que incorpore los procesos de vida de los indi-
viduos y las comunidades involucradas. En este orden de ideas, consideramos priori-
tario enmarcar esta particular perspectiva a partir de tres referentes conceptuales.
En primer lugar, la dimensión de lo espacio-temporal (Iocal-global, ­tiempos
y estructura). El proceso intenso de urbanización a lo largo del siglo XX transforma a

BASES CONCEPTUALES PARA EL ANÁLISIS ESPACIO-TEMPORAL 71


DEL HÁBITAT DESDE ENFOQUES SISTÉMICOS y DE COMPLEJIDAD
la ciudad en un escenario múltiple y poli-nivelado; es decir, se mueve en diferentes
escalas. Una misma localidad puede ser parte de una frontera, de un área metro-
politana y mantener a la vez relaciones con otros sitios del globo. De esta manera
la tecnología ha relativizado el tiempo en cuanto a distancias y posibilidades de
comunicación. Independientemente del concepto de globalización económica se
ha ido construyendo una noción de localidad.
Comúnmente, el tiempo da la impresión de ser sólo uno; hoy se sabe que
lo local-global exige discernir en los procesos diferentes temporalidades ya que en
esta compleja relación aparecen diversidad y multiplicidad de tiempos y de proce-
sos no lineales sino simultáneos.
Esta connotación del espacio-tiempo sugiere, en primer lugar, que no
todo el conocimiento que hemos acumulado pertenece al reino de las leyes (enten-
didas como una serie de determinaciones e indeterminaciones conocidas) éstas no
abarcan la totalidad de lo posible ya que lo que en el pasado sirvió de referente no
necesariamente supone que en el futuro vaya a ser de utilidad dadas las condicio-
nes de incertidumbre y complejidad de los contextos actuales.
En segundo lugar, la discusión de los paradigmas actuales sobre el desa-
rrollo (objetividad-subjetividad y omnijetividad).
Al entender en su complejidad la ciudad y el territorio como hábitat, es de-
cir, como campo de relaciones, éste adquiere unas connotaciones distintas. Primera
y central: lo social cambia. No somos los “dueños” de la creación. Pero al relativizar
el principio antrópico como el eje de todo lo que hacemos en la vida, es fácil darse
cuenta de que todo está hecho para el desarrollo del hombre; es decir, no se entien-
de el hecho de estar en el mundo como humano sin pretender su dominio y control
total. Lo que aquí aparece son una serie de discusiones que no han sido resueltas.
Los elementos de esta crisis paradigmática ya están aquí.
Un primer paradigma gira en torno a lo económico. Es el paradigma de
desarrollo que se ha manejado por mucho tiempo. La racionalidad económica, par-
ticularmente en la modernidad, ha sido el eje del desarrollo. ¿Cómo se desarrolla-
ba un territorio? Como un gran “lote”, que no se consideraba un hábitat pues se
reducía, simplemente, a una superficie donde se implantaban industrias, puentes
o ciudades con la esperanza de que eso generase un desarrollo económico tal que
permitiese la construcción económica del mismo y, desde ahí, las condiciones de
supervivencia de sus habitantes.
Eso es lo que llamaríamos una visión objetiva: el territorio es para interve-
nirse y la empresa para el desarrollo de la economía y del mercado; en este contexto,

72 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


el territorio es objeto de intervención institucionalizada por parte de la empresa y del
Estado. Dentro de esta concepción, el territorio se ha entendido a través de una diná-
mica en la que lo político y lo social se supeditan, en gran medida, a lo económico.
Un segundo paradigma, derivado del pensamiento crítico de los años se-
senta, sugiere que lo urbano-territorial supone un espacio social y cultural contraí-
do por los sujetos. Aparece el tema de la descentralización y el tema de la partici-
pación ciudadana y comunitaria para hablarnos de un territorio que se construye
socialmente. Aquí lo importante es que la gente participe, que se fortalezca la socie-
dad civil; lo político resulta ser, al menos en apariencia, lo ordenador; no obstante
lo económico sigue siendo importante y lo ambiental sigue ocupando un espacio
estrecho. Desde esta perspectiva se pretende solucionar el problema entre los hu-
manos para después pensar el problema de lo ambiental.
Un tercer paradigma lo marca la preocupación por las condiciones de los
asentamientos humanos y su hábitat en, al menos, cuatro nuevas temáticas: susten-
tabilidad, equidad, gobernabilidad y conectividad.
En este punto, si el desarrollo se mira como un proceso cognitivo, la ante-
rior situación requiere empezar a construir, desde lo relacional (en cuanto lo emer-
gente), otras formas de conexión con la de vida, para lo cual posiblemente no hay
textos o referentes anteriores pues el hábitat, entendido como campo de relacio-
nes, es un entretejido de condiciones físicas, geológicas, ambientales, climáticas,
de recursos culturales y económicos que empiezan a hacer de cada solución algo
novedoso en su momento, en su tiempo y en su espacio.
Los fenómenos que transforman el hábitat no se inscriben sólo en un lu-
gar preciso, sino que tienen también un sentido temporal; se trata, fundamental-
mente, de entender la manera como el tiempo se inscribe en el espacio atendiendo
su capacidad social para modelarlo, para transformarlo.
En síntesis, las trayectorias y perspectivas presentadas en el ámbito mun-
dial y aplicadas a las ciudades latinoamericanas, sugieren que no son la excepción
de los cambios inducidos sobre el desarrollo urbano mundial, por factores sociales,
económicos, geopolíticos, culturales y tecnológicos. Algunos de ellos han dejado su
impronta en la trama urbana y suponen retos de primera magnitud para la prospe-
ridad económica y social de nuestros asentamientos.
Roberto Segre (1998) lo expresa muy bien, cuando dice, a propósito de los
marginales urbanos:

BASES CONCEPTUALES PARA EL ANÁLISIS ESPACIO-TEMPORAL 73


DEL HÁBITAT DESDE ENFOQUES SISTÉMICOS y DE COMPLEJIDAD
Concentrados en las 13 mega ciudades del mundo (de las
cuales cuatro son latinoamericanas: Buenos Aires, Ciudad
de México, Sao Pablo y Río de Janeiro), y en las restantes es-
calas de los asentamientos urbanos, ocupan precariamente
las áreas marginales, carentes de infraestructuras, servicios
sociales y básicamente puestos de trabajo estables. Su di-
mensión numérica hace que en algunas ciudades de Asia,
África o América latina, la economía informal resulta más
dinámica y significativa que la economía formal.

Y continúa diciendo que:

Las ciudades “globales”, según Félix Guattari y Saskia Sas-


sen, son los centros direccionales que orientan los destinos
de la humanidad, pero al mismo tiempo llevan en su seno
las profundas contradicciones del capitalismo avanzado o
el neoliberalismo. Una de las consecuencias más preocu-
pantes no es sólo la antítesis entre pobres y ricos, sino entre
ocupados y desocupados (Idem).

Del mismo modo, agrega:

No cabe duda que la complejidad actual de las funciones


urbanas hace imposible su integración dentro de un plano
unitario, tal como ocurrió hasta la ciudad industrial. El zo-
ning, defendido por la Carta de Atenas, identificado con la
separación de las funciones y la organización de estructuras
productivas fijas, fue superado por los nuevos condicionan-
tes del capital en la era post-industrial. Las organizaciones
móviles y flexibles, tanto a nivel nacional como internacio-
nal; la primacía de los flujos de comunicación y de transpor-
te, la dispersión de la vida productiva y social hacia los bor-
des, las estructuras diluidas, el predominio de los núcleos
puntuales sobre la dilatación del hábitat y la coexistencia
de actividades disímiles en espacios reducidos, generaron
nuevos modelos diferentes a la ciudad clásica (Idem).

Continúa:

El orden, tan buscado por la teoría urbana de la academia,


la disciplinada fluidez de la vida social admirada en París

74 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


por Baudelaire y Hegel, desapareció en la confusión coti-
diana de las calles de Manila o Hong Kong. En ellas, casas
de cartón subsisten adosadas a rascacielos de acero y cristal;
vendedores ambulantes aparecen frente a las lujosas bouti-
ques; poderosos y brillantes Mercedes Benz son flanquea-
dos por improvisados carruajes y bicicletas. El brillo de la
alta cultura es opacado por las manifestaciones populares
kitsch dominantes en el espacio urbano (Idem).

Después de la Segunda Guerra Mundial, anota Segre:

La avalancha migratoria del campo a la ciudad, produce la


proliferación de las villas miseria, callampas, favelas, po-
blaciones, pueblos nuevos, en la mayoría de las capitales
del Continente y del Caribe. El Estado “benefactor” carece
de recursos para afrontar el desmedido crecimiento de la
población pobre urbana, así como la creciente expansión
horizontal de los nuevos asentamientos. La presión espe-
culativa, el peso de las actividades comerciales y el proceso
de industrialización crean los grises suburbios (la ciudad
sin “cualidad”), la acumulación de edificios, talleres, comer-
cios, viviendas, servicios, con escaso control por parte de
las reglamentaciones urbanísticas vigentes.
Desaparecido el diseño o proyecto urbano, tampoco perdu-
ra la necesidad del arquitecto. La ciudad no es construida
por talentosos profesionales, sino por anónimos construc-
tores, ingenieros o empresarios, cuyos intereses económi-
cos se imponen sobre los valores culturales del entorno.
Resulta dramático constatar como el tema de la arquitec-
tura no integra el universo cultural de la población media.
Sólo quedaron resabios de formas y estilos del pasado o cli-
chés estereotipados de modelos de viviendas que cubrieron
el paisaje de las periferias, ricas y pobres, en las ciudades
latinoamericanas. A su vez, las tradiciones populares y el
folclore existentes en la ciudad colonial, desparecen en la
precariedad del hábitat de la subsistencia (Idem).

BASES CONCEPTUALES PARA EL ANÁLISIS ESPACIO-TEMPORAL 75


DEL HÁBITAT DESDE ENFOQUES SISTÉMICOS y DE COMPLEJIDAD
Reto: identificación o construcción de técnicas de análisis
espacio-temporal pertinentes con los asentamientos
humanos y su hábitat

La consideración explícita de las temporalidades urbano-territoriales ayu-


da a comprender los rasgos particulares de las relaciones entre dinámicas económi-
cas, sociales y ambientales. En especial resulta necesario reconocer las diferencias
de temporalidad, para luego entender mejor las condiciones que orientan las rela-
ciones de doble vía entre los distintos conjuntos de hechos.
Para este efecto ayudan los enfoques de complejidad que en sus repre-
sentaciones entienden la ciudad como un hábitat; es decir, como una globalidad
compuesta por elementos interdependientes relacionados con su entorno.
Desde esta perspectiva, la comprensión de la naturaleza particular del há-
bitat exige poner a un lado las construcciones científicas tradicionales que parten
de un principio de racionalidad clásica en el espacio-tiempo que les corresponde y
hacen necesario reconocer pluralidades y complementariedades del conocimiento
tanto objetivas, como subjetivas y omnijetivas para reconocer una diversidad de
lógicas de organización y entrelazamiento de planos racionales y no racionales.

Consideraciones finales

La acción contemporánea sobre los asentamientos humanos y su hábi-


tat, desde los criterios de desarrollo vigentes, se componen de infinidad de planes,
programas y proyectos que tocan una amplia gama de posibilidades: lo local, la
participación, la familia, el empleo, la economía, la asistencia, el ambiente, la paz, las
ciencias, lo internacional, lo regional, lo cultural, lo social, la investigación, la admi-
nistración pública, etc. Sin embargo, el creciente deterioro de todos los niveles de
la economía, de la mano del propio deterioro de lo humano y de la vida en general,
nos pone de hecho ante la repetición de más y más de lo mismo sin resultados tan-
gibles de sostenibilidad.
Visto desde los procesos espacio-temporales citados encontramos, al me-
nos para efectos de este escrito, algunos referentes que denotan recurrencias sobre
las cuales interrogarse.

76 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Un primer referente lo constituye la insistencia en ubicar al género hu-
mano como centro del mundo, lo cual restringe la comprensión de la relación con
otros géneros y en la práctica ha significado la destrucción no solo del tejido huma-
no sino también del tejido ambiental. La vida es trans-generacional.
Un segundo referente lo constituye la debilidad del conocimiento existen-
te para interpretar y relacionar el sinnúmero de alertas rojas (el aquí, el ahora y sus
contextos), que los procesos nos evidencian como recurrencias negativas, al reducir
la visión a enfoques en los que el hábitat se reduce a un objeto a ser intervenido,
mas no a verlo como sujeto a ser construido (actores y autonomías relativas) y me-
nos como un omnijeto (la vida y sus procesos, poblaciones humanas y no humanas)
en un fluir y permanecer trascendente.
Un tercer referente lo constituye la idea del cambio reducido a un movi-
miento pendular (dual) entre tendencia y contra-tendencia: Estado o mercado, lo
humano o lo no humano, esto o lo otro, pero que oculta la necesidad de interpretar
la realidad como simultaneidades inmersas en redes donde lo uno o lo otro borran
sus fronteras y requieren de patrones organizacionales y de análisis que por el mo-
mento no conocemos.
Un cuarto referente lo constituye la posibilidad de que el tejido social se
convierta en el “proyecto de proyectos”, es decir un espacio-tiempo de unidad des-
de donde se posibilite la sostenibilidad de tejidos humanos y ambientales en di-
ferentes escalas territoriales. Este tipo de decisión, más que técnica, es de carácter
ético filosófico.
Un quinto referente lo constituye, entonces, la revaloración de la relación su-
jeto-objeto. El desarrollo no tendría referentes exclusivamente materiales. El nivel de la
conciencia, o de los procesos cognitivos serían, también, un indicador de desarrollo.
Finalmente, el aquí y el ahora adquieren una multi-dimensionalidad ne-
cesaria, no se es sólo ciudadano del mundo (conciencia planetaria): se es también
ciudadano local, regional, nacional, ambiental, lo cual invoca un proyecto de vida
individual. Así, lo importante no es sólo el Estado nacional y la empresa, sino la vida
y con ella el centro de la vida, es decir, lo social.

BASES CONCEPTUALES PARA EL ANÁLISIS ESPACIO-TEMPORAL 77


DEL HÁBITAT DESDE ENFOQUES SISTÉMICOS y DE COMPLEJIDAD
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78 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


En torno
a la relación entre
economías y ciudades emergentes

no formales
Mercedes Castillo de Herrera
EN TORNO A LA RELACIÓN ENTRE ECONOMÍAS
Y CIUDADES EMERGENTES NO FORMALES

Introducción

Una de las características del modo de producción capitalista es la de ge-


nerar un remanente creciente de población que no se integra al proceso produc-
tivo. Esta masa de desempleados que Marx designó como superpoblación relativa
fue reconocida según tres formas: la masa flotante, entendida como un “flujo con-
tinuo que se absorbe y se repele constantemente cuando la maquinaria reemplaza
mano de obra permitiendo el desplazamiento de trabajadores de unas fábricas a
otras” (Ramírez y Suárez, 1987: 22); la latente, que llega del campo a medida que
la agricultura se moderniza, y la intermitente, que no encuentra un empleo esta-
ble y remunerado según el nivel mínimo promedio de salarios y de la que “todo
obrero forma parte… durante el tiempo que está desocupado o trabaja solamente
a medias” (Op. Cit.: 21). De estas tres formas que constituyen el ejército industrial
de reserva es la tercera la que podría asimilarse más a lo que se denominó “sector
informal de la economía” o “economía informal”.
Durante décadas se ha hablado tanto de la economía informal que po-
dría pensarse que se trata de una categoría superada, pero nunca se precisó lo que

82 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


se quería denominar exactamente con ella, ni sus alcances, ni sus implicaciones.
Hoy en día, con el desarrollo inusitado de las fuerzas productivas: el cambio en las
formas de organización de la producción y del trabajo, la deslocalización de la in-
dustria y el desarrollo de la tecnología en informática y comunicaciones y de los
transportes, el estudio de la economía informal vuelve a tomar relevancia, pues se
descubren las proporciones tan descomunales que ha adquirido, tanto que resulta
incierta su vinculación a un proceso productivo capitalista y, por ende, es absoluta
la contingencia en su inserción dentro de los circuitos económicos.
Este abordaje implica plantear, en primer lugar, una discusión que se ha
aplazado en el tiempo y es el hecho de que los conceptos de economía informal
siguen sin ser depurados y escindidos de otros conceptos paralelos que no necesa-
riamente tienen la misma significación.
Por otra parte, el impacto de la nueva fase en las formas de adaptación
del régimen de acumulación, llámese capitalismo global, post-fordista o informa-
cional, pero siempre en convergencia con la universalización del Estado neoliberal
y del paradigma sociocultural postmoderno (Ciccolella, 2003: 206), se ve reflejado
en procesos de desterritorialidad y trans-territorialidad de la producción y en una
nueva espacialización al interior de las ciudades y las regiones caracterizada, entre
otras cosas, por la deslocalización de las grandes empresas que privilegia la confor-
mación de maquilas y economías satélite y por la generación de nuevos usos para
las, hasta entonces, gigantescas fábricas o extensas zonas industriales, usos tales
como la realización de las mercancías (diversas ventas de bienes y servicios) o el
consumo de vivienda.
Esta “alteración de las condiciones espaciales y temporales de producción,
circulación y consumo, derivadas del proceso de cambio tecnológico que caracte-
riza al nuevo régimen de acumulación y su modelo productivo” (Torres, 2001. s/p.),
agrava o agudiza la estructura socio-económica-territorial y espacial, encareciendo
el precio del suelo urbano y potenciando las exclusiones al interior de las ciudades
al definir, por demás, una nueva red de ciudades y una nueva red de poderes al in-
terior de las regiones o los países.

EN TORNO A LA RELACIÓN ENTRE ECONOMÍAS 83


Y CIUDADES EMERGENTES NO FORMALES
La economía y la ciudad informales
en tanto categorías ideológicas

La economía y la ciudad emergentes no formales constituyen una mis-


ma realidad en tanto manifestaciones de la pobreza, de las desigualdades y de la
exclusión.
En primer lugar, la función del mercado ha estado ligada desde sus co-
mienzos a la ciudad, siendo uno de los grandes espacios públicos urbanos reco-
nocibles a través de la historia en las diversas sociedades que poblaron el mundo;
los mercados callejeros en la China, los diversos mercados en las puertas y calles
techadas de las ciudades musulmanas y el espacio dedicado específicamente a esta
función en las plazas de las ciudades europeas, la stoa de la ciudad griega y la plaza
de mercado (galerías o ferias) de la ciudad iberoamericana son expresiones espacia-
les de la actividad económica, no necesariamente localizadas en las periferias, sino,
por el contrario, en zonas centrales de las ciudades que adquirieron su carácter de
“informalidad” con el desarrollo del modo de producción capitalista.
En segundo lugar, en la ciudad no formal la vivienda no se puede ver des-
ligada del sitio de trabajo, por las múltiples relaciones que se establecen entre una y
otro: por un lado, la vivienda termina, en un gran número de casos, convertida en vi-
vienda productiva como una de las formas de generar ingresos a la familia; por otro,
la vivienda es producto o cristalización del sobre-trabajo y de múltiples privaciones
del trabajador y de su familia y, por tanto, surge de la sumatoria o superposición de
pequeños ingresos obtenidos con trabajos no formales y de consumos no realiza-
dos. De igual manera, el barrio es la materialización del trabajo y los ingresos de la
comunidad, siendo su trabajo no sólo instrumental sino también simbólico.
La ciudad y la economía informales, en tanto categorías universales, han
sido impuestas en el discurso, y en tanto categorías particulares han servido como
instrumento para proponer, justificar o simplemente imponer diferentes políticas
coyunturales.
En el primer caso, basta con analizar el tratamiento que se les ha dado a
las categorías economía y ciudad informal desde las tres grandes tendencias que las
han estudiado a partir de los años setenta, atendiendo a su significación inicial, a


Marginalistas o dualistas, estructuralistas y legalistas o neoliberales.

84 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


la evolución que han tenido a través del tiempo, a la presencia de conceptos que se
asocian a ellos y a las realidades que buscan comprender.
En el segundo caso, se pueden mirar las políticas diseñadas respecto a la
ciudad y a las economías informales aplicadas en los países latinoamericanos en
las que se puede leer fácilmente el seguimiento a las directrices trazadas por los
organismos de Naciones Unidas encargados para cada fin. Como ejemplo se puede
citar que a partir de una definición de ciudad informal hecha por los organismos es-
tatales en referencia a normas de ordenamiento y situación fiscal de los predios, és-
tos facilitan una regulación urbanística y jurídica para la titularidad de la propiedad
como fórmula para que las viviendas puedan ingresar en los circuitos de mercado
o sub-mercado.
Como efecto contrario a los propósitos de las reglamentaciones de cada
país aparece que la propiedad de las viviendas genera a sus “recién reconocidos”
propietarios unos costos que antes no tenían y que difícilmente pueden asumir,
tales como impuestos, servicios públicos regularizados, valorizaciones, plusvalías,
etc. Así, a la par de que sus viviendas se transforman en mercancías, el reconoci-
miento de la propiedad sobre ellas se convierte en una forma de ejercicio de poder
y control social.
Cabría anotar que las viviendas cuya titularidad ha sido regularizada cuen-
tan en las estadísticas en forma de reducción del déficit cuantitativo, aunque de ma-
nera efectiva no se aporte mucho a la reducción ni de éste ni del déficit cualitativo.
De igual manera, se puede partir de la definición de economía informal en
términos de ilegalidad jurídica y/o fiscal-tributaria para generar políticas de “forma-
lización” que facilitarían la inserción de las empresas personales o micro-empresas
en los circuitos de mercado. Una vez regularizadas, los volúmenes de transacciones
realizadas por ellas empiezan a generar impuestos y suman dentro de las cuentas
nacionales; además, las operaciones de estas empresas, ahora “formalizadas”, em-
piezan a viabilizar los procesos de maquila y a asumir costos que corresponden a
empresas transnacionales, ayudándoles a aumentar su cuota de ganancia.
Nos atrevemos a preguntar, entonces, hasta qué punto es posible considerar
los programas de mejoramiento de barrios, vengan de las administraciones locales o
estatales, y la profusión de programas de generación o apoyo a las mipymes (en algu-
nos países mypes) como una preocupación del Estado por mejorar las condiciones de
vida de la población; hasta dónde deben ser considerados como respuesta a la presión
social de una población creciente en condiciones de pobreza que exige sus derechos a
la ciudad, al trabajo, a una vivienda digna, al uso del espacio público, etc.; hasta dónde

EN TORNO A LA RELACIÓN ENTRE ECONOMÍAS 85


Y CIUDADES EMERGENTES NO FORMALES
tales programas deben entenderse como una forma de adaptación a las condiciones
exigidas por los grandes poderes económicos y hasta dónde deben entenderse como
un intento retardatario de frenar un proceso que parece inevitable. Estos interrogantes
constituyen una propuesta de reflexión, con un fuerte correlato crítico, a propósito de la
forma como son interpretadas las categorías principales de la investigación y es por ello
que su comprensión para los tiempos actuales resulta fundamental.

Consideraciones sobre el concepto de economía informal

Hablar de economía informal, no oficial, no registrada, paralela, irregular,


oculta, subterránea, sumergida, invisible, segundo empleo, segunda economía,
economía en la sombra, bolsa negra, sub-mundo económico, economía negra o,
simplemente, mercado negro, no es hablar de lo mismo, como generalmente se su-
pone. Siempre se han querido asimilar estos conceptos pero, en realidad, no tienen
el mismo significado.
La mal llamada “economía informal” ha sido definida como aquella economía
no registrada, es decir, la que se mantiene al margen de las cuentas nacionales; incluye a
los ‘cuenta propia’, a los trabajadores independientes y, entre otras cosas, al autoempleo.
Abarca una gama de trabajos tan amplia y tan heterogénea que se ha incluido allí des-
de el vendedor ambulante ubicado en el semáforo hasta el comerciante de la plaza de
mercado; desde el pequeño productor hasta el profesional independiente.
Sin embargo, la diversa literatura sobre el tema reúne bajo este nombre
también a la producción ilegal o clandestina de mercancías, a su tráfico y hasta a su
consumo:

No cabe duda de que en la economía informal hay activida-


des delictivas, como el tráfico de drogas, el tráfico de perso-
nas y el blanqueo de dinero (…). También existen otras ac-
tividades ilegales, como la evasión deliberada de impuestos.
Pero la mayoría de los que se encuentran en la economía
informal, aunque no están registrados o declarados, produ-
cen bienes y servicios legales (OIT, s.f:3).

Feige (en Portes y Haller, 2004: 10), por ejemplo, incluye dentro del sector
informal “las acciones de los agentes económicos que no adhieren a las normas

86 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


institucionales establecidas o a los que se les niega su protección”. Feige (1990: 990)
y Castells y Portes (1989: 12) afirman que “todas las actividades generadoras de in-
gresos no reguladas por el Estado en entornos sociales en que sí están reguladas
actividades similares”.

Con todo, es fundamental hacer precisiones y diferencia-


ciones, porque:
La cuestión terminológica –la discusión sobre el nombre
con que se la puede identificar más exactamente– tiene
importancia en cuanto detrás de las palabras está no sola-
mente la definición de un concepto sino también una valo-
ración del fenómeno en términos culturales e ideológicos.
Economía “informal”, por ejemplo, tiene implícita una con-
notación negativa, y destaca el hecho que muchas de tales
actividades mantienen una situación jurídica y tributaria
irregular, y que sus operaciones no aparecen registradas en
las cuentas nacionales (Razeto, s.f.).

Aquí resultan ambiguas las designaciones de informal y de marginal, dado


que el primer término no supone la “carencia de alguna forma” ni el segundo supo-
ne una marginalidad total (insignificancia o exclusión total del sistema oficial).
Tras una revisión exhaustiva (que no reproduciremos aquí por cuestiones
de espacio) realizada sobre la literatura acerca de la economía informal emergen, de
manera evidente, varias conclusiones que procedemos a plantear:

1. A pesar del tiempo transcurrido desde la aparición de la categoría


informal, varios de los conceptos que se han mezclado con ésta siguen sin ser se-
parados, precisados y semantizados. Hasta el momento no se han elaborado distin-
ciones entre la economía informal y otras formas de economía no oficial o no regis-
trada como la economía “negra”, la subterránea, la sumergida o el segundo empleo.
Esta diferenciación es, no sólo conveniente, sino absolutamente necesaria, tanto
para la academia como para desarrollar procesos de planificación, pues permitiría
clarificar el comportamiento de ciertas cadenas productivas, el origen y destino de
los flujos de dinero, dónde existe generación de capitales y dónde acumulación.
Como un ejemplo simple podría argumentar que no se pueden diseñar políticas del
mismo carácter para intentar integrar dentro de la economía formal (“formalizar”)
a la economía informal y a la economía subterránea, la cual deriva sus cuantiosos
ingresos justamente de la clandestinidad.

EN TORNO A LA RELACIÓN ENTRE ECONOMÍAS 87


Y CIUDADES EMERGENTES NO FORMALES
2. El concepto de economía informal de la Organización Internacional
del Trabajo se ha mantenido en el tiempo sin modificaciones significativas, desde su
aparición en los estudios de Kenya y Colombia realizados por Hart en 1969 y 1972.
3. La primera intencionalidad de Hart (1969) cuando habló de econo-
mía informal fue mostrar su enorme potencial como generador de recursos para
la supervivencia y proponer su análisis y comprensión como forma para inducir la
dinamización y el crecimiento de la economía. Esta propuesta fue recogida por Tok-
man (1978), Sethuraman (1981), Londoño (1984) y De Soto (1989); este último para
estimular la desregulación del Estado sobre los múltiples trámites que impiden la
expresión amplia del carácter empresarial de los trabajadores informales.

Posiblemente esta teoría ha tenido una gran acogida por parte de gobiernos
tanto del primer mundo como del tercero (especialmente en estos últimos) a través
del impulso a las mipymes, a pesar de consideraciones liberales como las que critican
Salama y Valier (1997), según las cuales la polarización en la concentración del ingreso
tiene una lógica como es la de producir el suficiente ahorro que permita generar vo-
lúmenes de inversión adecuados para el crecimiento económico. Una mejor distribu-
ción sólo tendría el efecto perverso de disminuir la inversión por la propensión de los
pobres al consumo ligada a su poca cultura de ahorro, al tiempo que un bajo ingreso
en estos sectores de la población les impulsaría a ser más productivos.
Sean las que sean las consideraciones que se quieran tener en cuenta para
justificar (y propender por) el funcionamiento más eficiente del mercado, el no res-
peto por sus formas de ser y de hacer y la presión por su reemplazo, termina empeo-
rando la situación de las personas que adoptan estas formas de vivir.

Consideraciones sobre el concepto de ciudad informal

Por ciudad informal tradicionalmente se han entendido las “zonas urbanas


que crecen espontáneamente, desequilibradamente escalonadas y montañosas, y
generalmente, extremamente pobres”. El DRAE define un asentamiento irregular
o asentamiento informal como el “lugar donde se establece una persona o una co-


Micro, pequeño y mediano empresarios.

http://www.vitruvius.com.br/arquitextos/arq000/esp100e.asp.

88 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


munidad que esta al margen de los reglamentos y/o las normas establecidas por las
autoridades encargadas del ordenamiento urbano”.

Con el término asentamiento irregular se hace referencia a


un conglomerado de edificaciones sobre terrenos fiscales
o privados ilegalmente ocupados, que carecen de la dota-
ción mínima de servicios públicos o privados, de acceso a
bienes sociales o de infraestructura de base como sanea-
miento, vialidad, transporte o iluminación. Los terrenos
ocupados no son en muchos casos aptos para viviendas
ya sea porque se inundan al estar ubicados a la vera de
arroyos contaminados, porque son linderos de accesos a
la ciudad o porque forman parte del área rural o rural-ur-
bana (Ávila, et alt, s.f. s/p).

Al contrario de lo que sucede con la categoría economía informal, respecto


de la ciudad no formal han aparecido variadas categorías para nombrar realidades
muy cercanas. Sin embargo, al igual que aquélla, todas las denominaciones se refie-
ren a lo “no formal” como lo patológico o anormal, desde los diferentes puntos de
vista desde los que se estudia: se habla de ciudad espontánea desde la arquitectura,
de ciudad informal desde la economía, de barrios ilegales desde los aspectos jurí-
dicos, de ciudad subnormal desde el punto de vista de la normativa, de desarrollos
incompletos, desde la planeación; así las ciencias sociales podrían hablar de barrios
obreros, de barrios populares o de ciudad marginal. En Colombia se habla de subur-
bios, de ciudad periférica, de barrios clandestinos, de invasiones o de barrios piratas
para referirse a los asentamientos irregulares; en Venezuela se habla de barrios de
ranchos; en Brasil, de favelas; en México, de barriadas o de colonias populares; en
Uruguay se llamaban cantegriles o asentamientos; en Chile se les denominaba cam-
pamentos de temporeros o simplemente campamentos y poblaciones callampa,
señalando la rapidez con la que se reproducían estos sectores; en Argentina se les
conocía como Villas de Emergencia o Villas Miseria, a partir de la novela de 1957 de
Bernardo Verbitsky, Villa Miseria también es América, en la que se describen las terri-
bles condiciones de vida de los migrantes internos en la Década Infame (DRAE).
Se han utilizado diferentes nombres para referirse tanto a las viviendas no
formales como a los barrios o a los sectores de ciudad donde se hallan, dependien-



Versión vigésima segunda de 2001, Disponible en http://es.wikipedia.org/wiki/
Chabola,consultada el 31 de marzo de 2006.

EN TORNO A LA RELACIÓN ENTRE ECONOMÍAS 89


Y CIUDADES EMERGENTES NO FORMALES
do del país e incluso la ciudad donde se aplique: chabola es un término utilizado en
España; en Colombia se habla de tugurios; en Venezuela se les denomina ranchos;
en Chile, mediaguas.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define, por ejem-
plo, chabola como la “vivienda de escasas proporciones y pobre construcción, que
suele edificarse en zonas subnormales”, o en asentamientos irregulares. Las chabo-
las, tugurios o ranchos, son “alojamientos que se instalan con materiales de desecho
de obras, plásticos, tablas de madera o uralita”, paroy y otros desechos industriales
e, incluso, desechos domésticos, “habitáculos que no reúnen las características y
condiciones para ser calificados de viviendas, ni son susceptibles de convertirse en
tales con una mejora de rehabilitación o transformación diferentes de las viviendas
prefabricadas o las infraviviendas que permiten procesos de mejoramiento ” (Idem).
Siguiendo a Geisse (1985), podría definirse como el sitio de confluencia de la pobre-
za de la ciudad y de la pobreza en la ciudad.
Pero la ciudad no formal no es sólo aquella que se expresa en asentamien-
tos no planificados. También aparece en las áreas centrales de las ciudades; de he-
cho, su primera localización fue allí, pero para entonces no existían las regulaciones
que hubieran hecho posible una consideración en este sentido; nos estamos refi-
riendo tanto a las zonas centrales de vivienda compartida (los barrios de tradición
que cayeron en deterioro abandonados por sus propietarios, las zonas de la ciudad
que perdieron funciones de cierta jerarquía y entraron en desuso y que conocemos
con los nombres de inquilinatos, vecindades o conventillos), como al espacio públi-
co asiento de innumerables actividades de las economías no formales.


Tela asfáltica.

Guillermo Geisse (1985) hace una distinción entre pobreza en la ciudad y pobre-
za de la ciudad. En la primera, incluye a las formas de pobreza que tienen que ver con la
población (nivel de ingresos, educacional, salud, seguridad social) y en la segunda, a as-
pectos meramente físicos urbanísticos (precariedad de la vivienda, de los servicios urbanos,
de la accesibilidad, etc.).

90 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


La economía y la ciudad emergentes
no formales como categorías

La economía no formal no se agota en una dimensión económica, sino


que atiende a una multiplicidad de dimensiones: social, cultural, espacial, territorial,
etc. La ciudad no formal no hace referencia, simplemente, a una condición física,
sino también a una condición socio-espacial económica y cultural que se expresa
como territorio.
Por tanto, la economía y la ciudad emergentes no formales constituyen
una misma realidad que se puede comprender bajo la categoría englobante com-
prehensiva de lo “no formal”. Esta categoría da cuenta de otras formas de hacer y
de entender la vida y la economía urbanas que se expresan en variadas prácticas
y procesos económico-territoriales urbanos no formales (y/o alternativos, es decir,
como emergencia resultante de la co-creación de otro mundo), y que se oponen a
un modo de producción ya establecido (formal) que, o bien tiende a incluirlos o a
excluirlos, o bien los tolera dentro de ciertas restricciones para seguir sirviéndose
tácitamente de ellos en sus irreversibles propósitos de acumulación.
Las economías y ciudades no formales, si bien no asumen la formalidad
del establecimiento, no son, como hemos señalado, completamente informales (ca-
rentes de toda forma), ni enteramente “marginales” (sin incidencia ni relevancia al-
guna en el aparato formal), sino que hacen emerger otras prácticas, “otras formas” y
procesos económicos que guardan relaciones recíprocas con otras prácticas, “otras
formas” y procesos de usar, habitar y transformar las ciudades formales.
La forma propia de economías y ciudades no formales no se puede com-
prender desde la categoría de lo “local” porque ésta privilegia la forma física y parti-
cular, sino desde un enfoque heterogéneo, diferencial, variadamente combinatorio
y dinámico del espacio como “territorio”. Esta nueva categoría permite dar cuenta
de “redes”, “coremas” (modelos: punto, línea, aire, red, gravitación, contacto, tropis-
mo, etc.) y “jerarquías” económicas y espaciales sujetas a mutaciones diversas de
mayor o menor velocidad que la categoría tradicional simplemente ignora o valora
de un modo siempre negativo.
Tanto la forma urbana como sus economías no formales hacen explícita
la diferencia y la diversidad, no sólo frente a la dominancia capitalista de occidente
en general, sino también frente a sus connotaciones individualistas, sexistas, racis-
tas o imperialistas. Espacialidades y economías no formales urbanas acuñan, por

EN TORNO A LA RELACIÓN ENTRE ECONOMÍAS 91


Y CIUDADES EMERGENTES NO FORMALES
consiguiente, semiologías, sentidos y valoraciones críticas del post-colonialismo, e
impregnan sus prácticas y relaciones de nuevas connotaciones anti neo-colonialis-
tas, feministas, gay, minorías, ONG, etnias, migraciones, desplazados, etc. Por con-
siguiente, los habitantes de la no formalidad adoptan una muy peculiar y variada
semiología, semántica y pragmática del espacio al interior y exterior de sus vivien-
das, de los puntos de venta de sus mercancías y productos, y de los sitios de trabajo,
callejeros o no.
Parte de esta pragmática se refleja en una constante exposición a si-
tuaciones de riesgo o de vulnerabilidad extremas. Indicadoras de este com-
portamiento son las formas variadas que adoptan los procesos y las prácticas
económicas (producción, intercambio, distribución, circulación, consumo), aso-
ciadas tanto a formas diversas de habitar, desplazarse, emplear o transformar
los espacios y servicios urbanos, como a formas diversas de relación e intercam-
bio social. En éstas se halla también una especie de fascinación por el riesgo y
el peligro que se asume, antes que optar por los mecanismos de participación-
presión sobre los organismos estatales, como fórmula para satisfacer sus nece-
sidades más inmediatas.

Hacia una re-categorización


de las diferentes formas de economía

La economía sumergida es definida por el Diccionario de la Real Academia


de la Lengua Española, en su versión vigésimo primera, como “aquella que se man-
tiene al margen de la legislación”, equiparando el término al de clandestino, que
significa “secreto, oculto, y especialmente hecho o dicho secretamente por temor
a la ley o para eludirla”. La economía sumergida es, pues, aquella economía que se
realiza de manera clandestina, lo que estaría dejando por fuera a las actividades
informales.
En la edición mencionada aparece definida como la “actividad económica
practicada al margen de los cauces legales, sin figurar en los registros fiscales ni
estadísticos” (DRAE). Esta definición ampliada entra a complicar las cosas, de nuevo,
al mezclar lo ilegal con lo que, simplemente, no se declara y tampoco suma dentro
de la contabilidad nacional.

92 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


El Webster Dictionary (2004) trae una definición en el mismo sentido:
“Hidden or concealed; clandestine”, “Of or relating to an organization involved in
secret or illegal activity”.
Feige (1990) propone una taxonomía según las normas institucionales de
las que se hace caso omiso en una actividad económica determinada reuniendo
bajo el término genérico economía subterránea cuatro sub-formas (en Portes y Ha-
ller, Op. Cit: 11):
1. La economía ilegal, que abarca la producción y distribución de bie-
nes y servicios prohibidos por la ley. Comprende las actividades como el narcotráfi-
co, la prostitución y los juegos de azar ilegales.
2. La economía no declarada, que consiste en la realización de accio-
nes que “soslayan o evaden las normas impositivas establecidas en los códigos tri-
butarios” (Feige: 991). El monto de los ingresos que deberían declararse a las autori-
dades impositivas, pero no se declaran, representa un ejemplo sumario de este tipo
de economía subterránea.
3. La economía no registrada, que comprende las actividades que
transgreden los requisitos de los organismos estadísticos del Estado en materia de
declaración. Su medida estricta es el monto de los ingresos que deberían registrarse
en los sistemas de cuentas nacionales pero no se registra.
4. La economía informal, que abarca las actividades económicas que
hacen caso omiso del costo que supone el cumplimiento de las leyes y las normas
administrativas que rigen las “relaciones de propiedad, el otorgamiento de licencias
comerciales, los contratos de trabajo, los daños, el crédito financiero y los sistemas
de seguridad social” y están excluidas de la protección de aquéllas (Beige: 992).
Recomendamos con Frey y Schneider (2000) no identificar la economía
subterránea con la ilegalidad. “Algunas actividades son perfectamente legales pero
no tienen obligaciones tributarias (debido a su pequeña escala, por ejemplo) y no
se registran en las estadísticas oficiales. Otras actividades también legales evaden
impuestos. Finalmente, existen actividades ilegales que no pagan impuestos (“como
la producción y distribución de drogas, la trata de blancas, el tráfico de armas, el co-
mercio de órganos, el cine snuff, el comercio de biodiversidad y el tráfico de flora y
fauna silvestre” (Idem).
Castells y Portes (1989) recuerdan que la diferencia fundamental entre la
economía formal y la informal guarda relación con la forma como el producto final
es producido o intercambiado y no con sus características mismas, proponiendo
tres categorías: actividades formales, actividades informales y actividades ilegales.

EN TORNO A LA RELACIÓN ENTRE ECONOMÍAS 93


Y CIUDADES EMERGENTES NO FORMALES
La economía oculta podría definirse, si nos atenemos a la definición del tér-
mino ‘oculto’ del diccionario, como aquella escondida, ignorada, que no se da a co-
nocer ni se deja ver ni sentir. Es decir, economía realizada de manera clandestina.
La utilización del concepto de economía oculta se diferencia del de infor-
malidad (que generalmente se asocia a “precariedad” aunque hay múltiples defini-
ciones) y al de ilegal (asociada a operaciones económicas pasibles de ser juzgadas
como delitos penales) (Narodowski, s.f.).
Una fuente importante de esta economía oculta son los sub-registros de
las empresas realizados como “una forma de ajuste en la cadena de valor, coman-
dada por la empresa con poder dentro del cluster, en general de alto beneficio, en
detrimento de las de baja rentabilidad” (Vincenso, 2000, en Narodowski). Así, la eco-
nomía oculta no estaría asociada necesariamente a la falta de capacidad compe-
titiva sino a la lógica del mercado de cada sector en particular, no siendo posible
que se circunscriba a los sectores tradicionales, intensivos en mano de obra, y sí,
más bien, a las cadenas de valor de la economía. Siguiendo la taxonomía de Feige
(1990), estaríamos hablando de la segunda sub-forma.
En la misma clasificación estaría también el mercado negro o bolsa negra,
definido como el comercio prohibido por las leyes, mercancía de producción legal o
ilegal, por la que no se han pagado impuestos de ingreso al país o cuyo intercambio
no es permitido por las legislaciones nacionales; en otras palabras, contrabando.
Igual sucede con la economía paralela que se asimila, generalmente, a los
comportamientos tipificados como de evasión fiscal, por lo que podía entenderse,
para efectos de las cuentas nacionales, como economía no registrada y, por tanto,
economía no oficial, aunque por su escala y actividades deba ser declarada.
Estas tres clasificaciones que integrarían la segunda sub-forma de Feige
constituyen actividad económica no registrada en la matriz input-output, tercera
sub-forma de Feige y por ser evasión fiscal constituyen una violación de la ley. La
economía informal también ha sido definida como:

…un sector residual de la economía capitalista: un sector


que concentraría al subempleo y la sub-remuneración,
siendo una especie de colchón amortiguador del desempleo
en el sector formal de la economía. En éste se encontrarían
aquellos trabajadores que no encuentran empleo en el sec-
tor formal, ya sea por la inexistencia de puestos o porque
carezcan de las calificaciones profesionales necesarias para
tener acceso a los puestos de trabajo demandados por el
sector formal (Lazarte, 2000: 11).

94 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Desde los países industrializados también se han elaborado definiciones
que tienen que ver más con actividades de auto-abastecimiento o de generación
de ingresos (Gershuny, 1978 y 1985; Pahl, 1980; Pahl y Wallace, 1985, en Portes y
Haller).
La definición de economía informal como segunda economía, quizás en
donde toma su mayor significado es en casos como los de la producción clandes-
tina de bienes de consumo realizada por los judíos en Georgia en la ex Unión So-
viética (citado por Portes y Haller) o la producción e intercambio –sobre todo éste
último– en Cuba, a raíz de las fuertes restricciones estatales.
Rivera Pizarro (1990) asimila al informal como sector invisible y lo define
como el conjunto de actividades generadas por individuos y familias que no tienen
opción de ingresar en procesos de trabajo de carácter estatal ni del capital privado,
al menos en forma estable y permanente.
Economía “invisible” también es una expresión negativa, aunque en ver-
dad alude más a la situación del observador que a la realidad observada; esta eco-
nomía es hoy invisible sólo para el que no quiere ver, o para quien mira la realidad
popular desde demasiado lejos (Razeto, Idem).
En Colombia se asume al ‘sector informal’ como un conjunto de unidades
dedicadas a la producción de bienes y prestación de servicios con la finalidad pri-
mordial de crear empleos y generar ingresos para las personas que participan en
esa actividad. Estas unidades funcionan típicamente en pequeña escala, con una
organización rudimentaria, en la que hay muy poca o ninguna distinción entre el
trabajo y el capital como factores de producción. Las relaciones de empleo –en los
casos en que existan– se basan más bien en el empleo ocasional, el parentesco o
las relaciones personales y sociales, y no en acuerdos contractuales que supongan
garantías formales (DANE, 1999).
Se consideran informales las unidades económicas de comercio, servicio e
industria cuya forma de organización es “sociedades de hecho” y/o “persona natu-
ral”, que no llevan contabilidad completa ni tienen o presentan estados financieros,
o que no tienen registro mercantil y que sean unidades pequeñas (menos de 10
personas ocupadas) (Alcaldía de Bogotá, 2004).

EN TORNO A LA RELACIÓN ENTRE ECONOMÍAS 95


Y CIUDADES EMERGENTES NO FORMALES
Algunas consideraciones finales a manera
de recomendaciones

1. Es fundamental partir del reconocimiento de que las economías y


las ciudades emergentes no formales denominadas de manera equivocada como
economía informal y ciudad informal, siguen sin ser comprendidas en su totalidad,
pues siempre se han hecho lecturas desde lo formal. La no formalidad continúa sin
ser leída desde ella misma.
2. Algunas teorías sobre la “economía informal” y sobre la “ciudad in-
formal” las han convertido en categorías ideológicas con el propósito de buscar los
mecanismos de “formalizar” su desarrollo en un intento por meterlas dentro de los
parámetros de funcionamiento del mercado.
3. Un primer paso para avanzar en esa comprensión es definir las cate-
gorías en un sentido más amplio, re-categorizarlas, re-significarlas, separando otras
categorías que han estado asociadas a ellas para reemplazarlas, complementarlas o
modificar su verdadero significado.
4. Buscar las soluciones a estas cuestiones a partir de la comprensión de
la economía no formal y de la ciudad no formal emergentes, entendidas como territorio,
como una sola realidad compleja y dinámica, particular dentro de la globalización.
5. A partir de este entendimiento, la planificación no podrá pretender
formalizar sino integrar.

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Hábitat:
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Introducción

La configuración contemporánea de una nueva crisis acerca de cómo vive


y cómo podrá vivir la humanidad en las ciudades del planeta –en una nueva onda
que, a la manera de ver de Alberto Saldarriaga, repite elementos de las crisis de
la ciudad industrial y de la ciudad moderna– obliga a hacer observación atenta y
ojalá inédita de los fenómenos de la realidad de nuestro medio y de la apropiación
que hacemos de él y a reconfigurar nuestras comprensiones e interpretaciones al
respecto.
La crisis ambiental contemporánea −planetaria, según Félix Guattari− ya
no es sólo de salubridad, de “funcionamiento“ o del confort, sino que se compren-
de relacionada con la necesaria recuperación y preservación de la integridad del
medio natural y construido, con la obtención del bien-estar humano y con el acceso
equitativo a los recursos y a los beneficios obtenidos de ellos.
De cara a reconfigurar nuestra comprensión es necesario reconocer el va-
lor que tiene el estudio contemporáneo del hábitat con el que buscamos redirigir
la mirada −tradicionalmente enfocada hacia las estructuras físicas o hacia las es-

102 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


tructuras sociales sólamente− hacia la interacción entre ambas. Es decir, observar
sus formas de relación en los procesos dinámicos y complejos en los cuales la so-
ciedad produce y se apropia de las estructuras físicas del medio. El “hilo conductor”
es, entonces, el interés por la problemática relacionada con el tercer aspecto de la
comprensión aludida, es decir, la relacionada, entre otros muchos aspectos, con el
acceso a los recursos, a los medios productivos y a los beneficios obtenidos y, desde
aquí, con el manejo que hacemos de ellos, aspectos problemáticos que por su valor
le dan sentido a una reflexión como la que se propone a continuación.
Mediante la comprensión de estas interrelaciones será posible abordar el pro-
blema, en forma tal vez inédita, y con ello contribuír en la reconfiguración de temas
ligados a las políticas y a la tecnología, elementos fundamentales en la definición de los
escenarios productivos; el mercado, como escenario predominante; la actuación profe-
sional en los procesos productivos; y la calidad del producto y su asequibilidad.
Con el fin de elaborar un marco para dicha comprehensión que permita
identificar y caracterizar aquellas interrelaciones, se ha venido elaborando un mo-
delo de comprensión en torno al tema del hábitat, cuyo estado se presenta en este
texto. Este modelo busca aportar en la construcción de la noción de hábitat, como
campo de estudio −no simplemente como objeto material− en el cual se elaboren
referentes para el adecuado manejo de realidades múltiples y diversas reciente-
mente reconocidas en el medio en que vivimos.
Como se planteó ya, los objetos de estudio e intervención tradicionales de
la actividad académica, profesional e institucional, en relación con lo que se ha lla-
mado hábitat, han sido, de acuerdo con las nociones que adelante se elaboran, sus
estructuras físicas y sus estructuras sociales, las cuales se han concebido y tratado
tradicionalmente de manera separada. Solo recientemente, la noción de hábitat ha
dado la posibilidad de identificar y definir un campo conceptual en el cual se “encuen-
tren” y consideren simultánea e integralmente. Precisar la noción de hábitat permite
vislumbrar nuevas explicaciones (redescripciones) de realidades que se han venido
denominando con la misma palabra, pero con un sentido restringido que las asocia
a las estructuras físicas solamente. La noción de hábitat, como campo conceptual, y
no como simple objeto material, sin embargo, aborda fenómenos que la materializan,
tales como: acciones, relaciones, procesos, significados y apropiaciones.

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN 103


Precisar la noción busca articular e integrar, entonces, la gran cantidad
y diversidad (complejidad), por una parte, de objetos, sujetos y fenómenos y, por
otra, de nociones, conceptos y categorías que deben ser considerados y relaciona-
dos ante la complejidad y dinamismo del hábitat como objeto de estudio10. El texto
se construye haciendo apropiación, contextualización e interpretación (operación-
interpretación) de proposiciones desarrolladas o presentadas por algunos autores.
La primera parte busca constituir, como marco metodológico, una com-
prensión de lo propuesto por dichos autores acerca de la Modelización como expli-
cación científica y el carácter de tal que tendría el cuerpo de conocimientos desa-
rrollado acerca del hábitat. La segunda parte presenta una propuesta de conexión
y síntesis entre diferentes modelos de comprensión, que busca construir una com-
prensión del objeto de estudio, como marco para la definición –o la simple identifi-
cación– de las categorías y conceptos propios del campo de estudio.

Un campo de conocimiento

Sin la pretensión –por lo menos aún– de adquirir un estatus científico11,


el desarrollo de una comprensión abstracta de las realidades que conceptualmente
vienen entendiéndose como hábitat, aspira a

10
“Una teoría de lo ambiental, en tanto voluntad científica de aplicar un método,
a un objeto, aparece como una especie de misión imposible, en cuanto a la posibilidad
de instituir una forma clásica de articular, por caso, leyes y fenómenos, dado sobre todo,
la aprehensión, incluso modelizada, de la enorme masa de datos fenoménicos que habría
que procesar” (Fernández, 2000:5).
11
“Un conocimiento científico supone, en principio, un desdoblamiento de la rea-
lidad en una vivencia que es la experiencia concreta, actual o virtual del cognoscente,
y en una imagen más o menos abstracta de lo conocido... La ciencia supone aún otra
condición –que ya Aristóteles reconocía– un conocimiento científico debe poder ser exac-
to e integralmente transmisible por medio de un discurso. Sólo una transmisión exacta e
íntegra puede dar sentido a la noción de progreso, acumulación y de refundición de los
conocimientos... Diremos, en estas condiciones, que explicar científicamente un fenómeno
es establecer un esquema conceptual o modelo abstracto y mostrar que este esquema se
integra en un esquema más comprehensivo, o bien como una de sus partes(modelo par-
cial), o bien como uno de sus casos particulares (submodelo). Asumimos aquí la imagen
de la ciencia contemporánea, es decir, la operacionalidad. La explicación debe implicar
necesariamente esta integración: establecer un esquema del fenómeno es preferible a des-

104 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


la construcción metódica de un campo coherente de cono-
cimiento, es decir, dotado de coherencia interna y externa.
Externamente tal coherencia se establece en relación con
otros saberes, mediante la posibilidad de que el campo res-
pectivo se muestre distinto y sea, al mismo tiempo, comple-
tado y complemento, en el proceso común de conocimiento
total de lo real. La coherencia interna se obtiene a través
de la separación de categorías analíticas que, por un lado,
puedan abordar la respectiva superficie de lo real, propia de
tal fracción del saber y, por otro lado, permitan la produc-
ción de instrumentos de análisis, extraídos del proceso his-
tórico. Los conceptos así destacados deben, por definición,
ser internos al objeto correspondiente,...y al mismo tiempo
constitutivos y operacionales.
A través de esta ambición de sistematizar imaginamos po-
der construir un marco analítico unitario que permita su-
perar ambigüedades y tautologías. De este modo estaremos
en condiciones de formular problemas y al mismo tiempo
de ver aparecer conceptos, según la observación de G. Can-
guilhem (1955), (Santos, 1966:18).12

De las proposiciones de Milton Santos cabe destacar la necesidad de de-


sarrollar –inicialmente, identificar– las categorías y los instrumentos de análisis y los
conceptos constitutivos del hábitat como objeto de estudio, “dotados de condicio-
nes de coherencia y operatividad” (Santos,1966:18).

cribirlo simplemente, puesto que se desvelan los elementos y sus relaciones mutuas. Y esto
aún no es explicar. Tomamos como explicación científica la relación de este esquema con
un esquema más amplio” (Rubio, 1993:64).
“La operación es una acción de transformación que se define por sus propiedades
formales. La operación se puede constituir, ella misma, en objeto de estudio; es decir, se
puede tematizar. La operación se puede generalizar y, además, está inscrita en la red ope-
ratoria. Encontramos operaciones tanto a nivel formal como a nivel de la construcción de
interpretaciones. Esto nos permite sugerir que la inteligibilidad, la credibilidad, la eficacia
propias del saber científico le vienen de sus carácter operatorio y es este carácter el que le
confiere a la ciencia su estatuto definitivo”. Cfr. Jean Ladriere, “El reto de la racionalidad.
Salamanca, Unesco-Sígueme, 1980, (citado por J. Rubio, 1993:65).

12
Los resaltados en todas las citas son del autor de este texto.

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN 105


Se registran aquí13 algunas reflexiones que buscan articular y contextua-
lizar la diversidad temática constitutiva del objeto de estudio y acotarla y referirla,
para reconocer en ella −e incluso darle− un valor relativo hacia “una conceptualiza-
ción multisectorial e integrativa..., trascendiendo la habitual enumeración de rubros o
aspectos estancos, típica de la planificación y gestión urbana convencional” (Fernán-
dez, 2000:11).

Modelización

Contextualizar, referir, articular esa diversidad temática relativa al hábitat


exige la construcción de un referente con respecto al cual se defina (delimite o expli-
que) la naturaleza de sus elementos y se reconozcan sus relaciones. Es claro, sin em-
bargo, que la definición (delimitación, acotación) lleva implícita el riesgo de dejar por
fuera del límite, o simplemente ignorar –por lo menos temporalmente– aspectos que
desde otros referentes puedan ser significativos. Parece ineludible asumir el riesgo
permaneciendo alerta ante las seguras exclusiones; a fin de cuentas:

es la realidad del todo lo que buscamos aprehender. Pero


la totalidad es una realidad fugaz, que está siempre desha-
ciéndose para volver a rehacerse. El todo es algo que está
siempre buscando renovarse para hacerse, de nuevo, otro
todo. Entonces, ¿cómo aprehenderlo?....
La primera idea a tener en cuenta es la de que el conocimien-
to presupone análisis, y la segunda idea esencial es la de que
el análisis presupone la división....Karel Kosik (1967,p. 30)
considera la descomposición del todo como ¨el rasgo más
característico del conocimiento. (Santos 1966:98).

En este sentido, y dado que parece ineludible asumir el riesgo que impli-
can la división de la totalidad y la definición de las partes, con ella escindida como
referente. R. Fernández (2000: 226 - 227), haciendo referencia a una metodología
para la evaluación y el diagnóstico en la investigación sobre problemáticas del de-
sarrollo en general, plantea que


13
“...a modo de resumen o estado del arte de los aportes existentes...” (Fernández
2000:1).

106 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


la carencia de modelos o patrones de referencia (a su vez, de-
terminados experimentalmente y mediante operaciones em-
píricas) es lo que hace pensar a muchos epistemólogos que el
actual estado de la investigación ambiental dista de poseer
estatus científico.
En las temáticas referentes a situaciones ambientales sus-
ceptibles de contener diferentes instancias problemáticas,
la posibilidad de una evaluación imaginada como compa-
ración referenciada a una condición o modelo ideal es bas-
tante compleja sino imposible, por cuanto la complejidad
de modelizar las diferentes variables que interactúan en
la situación ambiental, hacen prácticamente inexistente la
posibilidad de modelos genéricos. La extremada condición
casuística de las problemáticas ambientales urbanas impi-
den una medición cuasi canónica con un modelo y por lo
tanto es imposible evaluar –poner en valor– magnitudes y
calidades de desviación entre realidad y modelo.

Construir un modelo de comprensión de las realidades aprehensibles me-


diante el concepto de hábitat puede ofrecer un referente que permita desarrollar la
producción de un sistema de ideas que sea, al mismo tiempo, un punto de partida
para la presentación de un sistema descriptivo y de un sistema interpretativo... 14
(Santos, 1996:15). Sobre esta base:

Descripción y explicación son inseparables. Lo que debe


estar en el fundamento de la descripción es la voluntad de
explicación, que supone la existencia previa de un sistema.
Cuando éste falta, lo que resulta en cada ocasión son piezas
aisladas, distanciándonos del ideal de coherencia propio de
una determinada rama del saber y del objeto de pertinencia
indispensable (Op. cit: 16).

14
Milton Santos (1996:16), al referirse a la geografía, en forma muy pertinente –o
coincidente– con los estudios sobre el hábitat, dice: “Esta disciplina siempre ha pretendido
construirse como una descripción de la tierra, de sus habitantes y de las relaciones de estos
entre sí y con las obras resultantes, lo cual incluye toda acción humana sobre el planeta.
Pero ¿qué es una buena descripción?”.

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN 107


Explicar, que es dar ¨razones¨ o ¨causas¨15, supone contemporáneamente
“formalizar mediante la construcción de modelos”16, tal como lo plantea J. Rubio en
el texto aludido anteriormente; a fin de cuentas:

explicar solo tiene un sentido relativo. Nuestra concepción


descarta de entrada la idea de una explicación radical, total
y definitiva del fenómeno. Es decir, debemos comprender
que toda explicación tiene una historia y depende del siste-
ma de referencia adoptado provisionalmente como estruc-
tura de conexión de un esquema. Segundo, queda claro que
explicar no es necesariamente ¨ reducir¨ un esquema a otro.
Es posible, sin duda, que una explicación adopte la forma
de una ¨reducción¨ pura y simple” (Rubio, 1993:65)

J. Rubio (1993: Cfr. 32, 33, 66, 69, 72, 80) define la naturaleza de los mode-
los, así:
· En un proceso de interrogación no se pueden tener res-
puestas sin haber comprendido los términos del problema;
es decir, sin la constitución y la integración de los aconteci-
mientos en un contexto interrogativo. Es necesario remon-
tarnos al contexto que ha originado la pregunta.
· Los modelos serán vistos como estructuras que organizan
el campo de las cuestiones; construcciones teóricas que su-
ponen una definición precisa, exhaustiva y no demasiado
complicada.
· La teoría enuncia relaciones abstractas, el modelo sumi-
nistra como una realización concreta de esas relaciones. El
modelo ocupa una posición intermediaria entre la teoría y
la realidad que se puede observar (es, en este sentido, el re-
ferente para la observación). El modelo, en si mismo, es una
representación mental (en la cual el original se describe sin
ser construido).
· Lo importante no es que uno tenga que ver algo mental-
mente, sino que uno pueda operar sobre un objeto, por una
parte mejor conocido –y en este sentido más familiar– y,

15
Fenómenos anteriores a un efecto e irreductibles a éste (Rubio, 2002).
“...dar razones o causas es una formulación tradicional bastante ambigua y llena de
problemas para quienes quieren explicar fenómenos como la comunicación” (Rubio, 1993:
65). Veremos adelante, de acuerdo con las proposiciones de Luz Teresa Gómez, como, el
hábitat, como “cultivo de lo humano”, es “un espacio de lo lingüístico”.
16
“No es posible operar en un gran volumen de información (variables) sino forma-
lizando, modelizando, lo cual da posibilidades operatorias” (Rubio, 2002).

108 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


por otra, más rico en implicaciones –en este sentido más
fecudo en el plano de la hipótesis –.
· El modelo pertenece a la lógica del descubrimiento, no a la
lógica de la prueba.
· Lo importante es que el modelo solo tiene las propiedades
que le son asignadas por convención de lenguaje (describir
a diferencia de construir). El corazón del método consiste
en hablar de cierta manera. Su fecundidad consiste en que
sepamos servirnos de él. El poder esencialmente verbal de
ensayar nuevas relaciones “en un modelo escrito”. La ima-
ginación científica consiste en ver nuevas relaciones por
el rodeo de esa cosa “descrita”. La explicación científica es
una re-descripción de la realidad.
· Todo modelo científico, en el momento en el cual ofrece
una síntesis de sentido para un campo problemático, ins-
tituye un horizonte específico de visualización y de obje-
tivación (¿un punto de vista desde el cual ampliarse en una
mirada cónica?). El modelo nos permite reinventar lo real,
reestructurar el sentido para producir un vínculo interpre-
tativo inédito entre problema y solución. Los modelos como
redes metafóricas (las cosas son “vistas como”) proyectan
un mundo respondiendo a un campo de cuestiones. Así,
hablaremos del carácter hermenéutico de los modelos.
· De lo dicho hasta ahora podemos concluir que concebimos
la explicación científica fundada sobre la construcción de mo-
delos. Un doble tipo de relaciones concurre en la explicación:
por una parte las relaciones lógico-matemáticas que se dan
en el interior del modelo entre sus elementos; y, por otra, las
relaciones externas de enlace con otros modelos.

Hábitat

Con lo anterior como marco metodológico, cabe presentar el estado de


una comprensión del hábitat −objeto de estudio conceptual− o, como se ha dicho,
de las diversas realidades aprehensibles en él.
Se aspira a reconocer en la diversidad temática que esas realidades gene-
ran una suerte de categorías de análisis y de sus conceptos constitutivos y operacio-
nales, metodológicamente indispensables, de acuerdo con lo dicho hasta ahora.
En la noción básica, prácticamente axiomática, a partir de la cual se ha pro-
puesto por varios autores la construcción de la comprensión del medio ambiente

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN 109


−como realidad englobante de las comprendidas en el hábitat− se entiende “lo am-
biental como el campo de la realidad en el cual se establecen y definen interacciones
entre las esferas de la naturaleza y la sociedad... una articulación entre los superobje-
tos naturaleza y sociedad” (Fernández 2000: 3, 5), los dos polos de la relación ambien-
tal básica17. Se define ambiente, entonces, como:

un campo teórico en el cual se inscriben las problemáticas


presentes en la articulación sociedad / naturaleza. El con-
cepto en sí de ambiente alude aquello que ya no es ni so-
ciedad ni naturaleza, sino su interrelación... un espacio –el
medio– en el que se inscribe dicha articulación entre ofertas
de un soporte natural...y demandas de un grupo social...
El campo específico de las interrelaciones –aquello que de-
nominamos ¨lo ambiental¨– es básicamente un conjunto
de acciones tecnológico− productivas y de re-acciones eco-
lógicas... En este cruce de acciones... y de re-acciones... se
concentra sumariamente toda la problemática ambiental” 18
(Fernández 2000: 7,8).

17
Naturaleza y Sociedad han sido reconocidos en diversos contextos históricos,
científicos e ideológicos. Así, en diferentes enfoques se encuentran sus correspondientes:
en el ecológico, ecosistema y cultura; en el sistémico, sistema natural y sistema social; en
el territorial, territorio y población; en el Marxista, biosfera y hombre (O. Sáenz, 2002).
18
“La estructura científica del conocimiento trata de delimitar un campo teórico y un
campo práctico, ambos en una interacción continua, paro con una preeminencia episte-
mológica de lo teórico, en tanto definición y establecimiento de las leyes generales cien-
tíficas que estipulan la recurrencia de un determinado conjunto fenoménico... La teoría,
o más precisamente la teoría científica, constituye la forma epistemológica de delimitar o
demarcar los campos del conocimiento, en tanto sistema de conocimiento preciso de un
determinado espacio fenoménico. Así, la teoría científica suele definirse por la existencia
de un objeto de conocimiento y un método... de establecer correspondencias, a través de
la experimentación, entre la teoría y la práctica (como realidad fenoménica, que incluye fe-
nómenos naturales y fenómenos sociales o, más precisamente, en segundo caso, unidades
de praxis o prácticas) o las leyes y los fenómenos.
Los saberes modernos han visto una complejización de estas formas clásicas de estipu-
lación del conocimiento científico. Han aparecido objetos nuevos, en tanto más complejos
o resultantes de articulaciones de otros campos u objetos, y también métodos nuevos, en
tanto superación de la correlación clásica entre leyes y fenómenos. Por ejemplo, el método
propio de la teoría general de los sistemas, que se interesa más por los campos de relaciones
entre objetos que en los objetos en sí, aunque a la vez, instituye modélicamente al sistema
como un objeto (de conocimiento) nuevo.” (Fernández, 2000: 4).

110 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Aceptando con Chiapponni19 que el “ambiente” posee muchas caracterís-
ticas de sistema −está, evidentemente, constituido por partes que interactúan−, la
resolución20 de esa polaridad puede plantearse, desde la teoría general de los siste-
mas, en los procesos.21
Esta comprensión es completamente congruente con la que, en otras es-
calas y disciplinas, se encuentran en la arquitectura y en la biología:
El gráfico 1, desarrollado desde la disciplina arquitectónica22, en el cual
Vida, Lugar y Técnica se plantean como los referentes básicos del quehacer arqui-
tectural, coincide, en esta escala, con lo reconocido por diversos autores, pero muy
enfáticamente, para el análisis ambiental, por Milton Santos (1996: 27): “es sabido
que la principal forma de relación entre el hombre y la naturaleza, o mejor, entre el
hombre y el medio, viene dada por la técnica. Las técnicas constituyen un conjunto
de medios instrumentales y sociales, con los cuales el hombre realiza su vida, pro-
duce y, al mismo tiempo, crea espacio”.

19
Quien, de acuerdo con lo citado por Roberto Fernández (2000: 11, 12), “ha
llegado a formular una conceptualización del ambiente como sistema”.
20
La “evolución de las cosas mediante la oposición y la superación de la oposición”
corresponde al Principio Dialéctico Aristotélico, en el cual dos entidades en relación se
resuelven en otra.
21
Roberto Fernández (2000: 12) cita a R. García en Conceptos básicos para el estudio
de sistemas complejos, quien denomina como “nudo central del análisis de la dinámica de los
sistemas, al estudio de los procesos, que definen los cambios que tienen lugar en el sistema”
22
Presentado por Antonio Armesto en el Seminario “El proyecto como instrumento
de investigación en Arquitectura” U.N.,2001, citando a Antonio Monestirolli, “La Arquitec-
tura de la realidad”, Editorial El Serval, Colegio de Arquitectos de Cataluña.

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN 111


VIDA LUGAR

TECNICA

Gráfico N° 1 REFERENTES DE LA ARQUITECTURA


El gráfico 2, esquematiza la comprensión ambientalista de la relación en-
tre sociedad y naturleza hasta ahora presentada.

ACCIONES
Tecnológico - productivas
SOCIEDAD NATURALEZA
Demandas Ofertas
RE- ACCIONES
Ecológicas

Gráfico N° 2 LO AMBIENTAL

El gráfico 3 esquematiza la comprensión de las formas de vida desde la teo-


ría de sistemas23, en la cual las estructuras son la “corporeización física de un patrón
de organización”, son la materialización de unos componentes y de sus formas de
relación.

23
Capra (1998:174) propone el entendimiento del concepto de autoorganización
(autopoiesis) como patrón de organización de los sistemas vivos; de estructura disipativa
como su estructura; y de cognición, como el proceso vital.
“A través de sus interacciones con el medio, los organismos vivos se mantienen y renue-
van a sí mismos continuamente, utilizando para ello energía y recursos del medio. Además,
la continua autogeneración incluye también la habilidad para formar nuevas estructuras y
patrones de comportamiento. Veremos que esta creación de novedad, que da luigar al de-
sarrollo y la evolución, es un aspecto intrínseco de la autopoiesis” (Capra, 1998:181).

112 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


ESTRUCTURA

PROCESO

PATRON

Gráfico N° 3 LOS SISTEMAS VIVOS

Mientras la descripción de Patrón de organización implica


una cartografía abstracta de relaciones, la descripción de la
Estructura implica la de sus componentes físicos presen-
tes: sus formas, sus composiciones químicas, etc. (Capra,
1998:181).
Hasta aquí, esta comprensión abarca los sistemas vivos y los
no vivos. En un sistema vivo los componentes cambian
continuamente. Hay un flujo incesante de materia y ener-
gía a través del organismo. ... Esta sorprendente propiedad
de los sistemas vivos sugiere el proceso como tercer criterio
para una completa descripción de la naturaleza de la vida...
El proceso constituye el vínculo entre patrón y estructura...
el patrón de organización siempre está corporeizado por la
estructura del sistema, mientras que el vínculo entre patrón
y estructura reside en el proceso de continua corporeiza-
ción (Capra, Op.cit:173).

Los conceptos constitutivos de este modelo de comprensión de los siste-


mas vivos, trasladado24 a la comprensión de los fenómenos ambientales –el hábitat
entre ellos−25 permite elaborar distinciones necesarias en la definición de las cate-
gorías y conceptos constitutivos del campo de estudio de éste.

24
Ver en Jaime Rubio (1993:71) la construcción de modelos análogos, mediante la
traducción de un sistema de relaciones de un medio a otro.
25
La conceptualización de fenómenos del hábitat y del habitar mediante el traslado
de categorías de la biología puede verse, por ejemplo, en “Cartografía Social” (Restrepo,
Velasco, Preciado, 1998), en donde los conceptos de autoorganización y autorregulación,
germen o relación causativa, estructura disipativa, (p.p. 18, 19, 23) han sido adoptados
para la descripción de situaciones sociales referidas al hábitat y al territorio.

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN 113


Así, en la interrelación fundamental sociedad/naturaleza (acciones y re-ac-
ciones en la apropiación y construcción del medio) se ha reconocido esencialmente
un proceso de carácter cultural26. “El elemento del proceso establece el movimiento,
los cambios permanentes27 en la elaboración de las estructuras simbólicas que se
involucran a la estructura social” (Gómez, 2000:2) y −cabe agregar− a las estructuras
físicas, para transformarlas.
De esta manera, el concepto de proceso, en “lo ambiental” como sistema
vivo (gráfico 4), constituye la resolución del encuentro dialéctico entre las estructu-
ras sociales y las estructuras físicas (materialización de unos patrones). La esencia de
lo ambiental, estando aquí de acuerdo con Roberto Fernández (2000: 7), ya no alu-
de ni a las estructuras sociales, ni a las estructuras físicas (naturales o construidas),
sino a su interrelación, constituida desde aquí en los procesos.

ESTRUCTURAS PROCESOS ESTRUCTURAS


SOCIALES FÍSICAS

PATRONES

LO AMBIENTAL

Gráfico N° 4 “LO AMBIENTAL” COMO SISTEMA VIVO

26
Desde la biología se plantea que “una red autopoiésica no es un conjunto de
relaciones entre componentes estáticos (como, por ejemplo, el patrón de organización de
un cristal), sino un conjunto de relaciones entre procesos de producción de componentes.
Si estos procesos se detienen, lo hace también toda la organización. En otras palabras,
las redes autopoiésicas deben regenerarse continuamente para mantener su organización.
Esta es, por supuesto, una característica de la vida” (Capra 1998:181).
L.T. Gómez (2000:2) cita a N. García Canclini quien “ha construido en varios de sus
textos un concepto de cultura...autocomprensivo. Señala que la cultura es un conjunto de
procesos donde se elabora la significación de las estructuras sociales –y, habría que agre-
gar, de las estructuras materiales−, se las reproduce y se las transforma mediante operacio-
nes (acciones) simbólicas”, ver García Canclini, “Las culturas híbridas, Editorial Grijalbo,
México,1989 y “Consumidores y Ciudadanos”, Editorial Grijalbo, México, 1995.

27
Los cambios ya reconocidos por Capra (1998:173) como esencia de los siste-
mas vivos.

114 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


La naturaleza de estos procesos en el hábitat, que dan lugar –como sistemas
vivos− al desarrollo y a la evolución, se definen aún más cuando se ha considerado, des-
de diferentes ópticas, que la producción física y simbólica28 es la que los caracteriza29.
En este punto cabe evidenciar el paralelismo que, a diversas escalas, pre-
sentan las tres comprensiones aludidas anteriormente. En el gráfico 5 se superpo-
nen los gráficos 1, 2, y 4, mostrando que cada categoría (entidad dialéctica) tiene
su correspondiente en cada una de las escalas de comprensión. Así, la introducción
de la categoría estructura (materia, cuerpo) en la comprensión de lo ambiental ha
permitido precisar el carácter de sociedad y naturaleza (el medio), como estructuras
social y física respectivamente (material, corporal), diferente de “lo ambiental” (con-

28
“Es ampliamente conocida la tipología de acción social, propuesta por We-
ber, según la cual se pueden distinguir una actividad racional con vistas a un fin prác-
tico y una actividad comunicacional, mediada por los símbolos. J. Habermas (1968,
1973,1981,1985,1987) y otros autores retomaron esa cuestión, en extensión y en pro-
fundidad, para realzar el papel de la interacción en la producción de los sistemas sociales.
Partiendo del fenómeno técnico, G. Simonds (1958) ya había propuesto distinguir entre,
por un lado, una acción humana sobre el medio y, por otro, una acción simbólica sobre
el ser humano. Sin escribirlo explícitamente, B. Stiegler (1994; 25) aproxima esas dos
propuestas, cuando reinterpreta a Gehlen y Habermas, al realzar la oposición entre una
interacción mediada por las técnicas y su racionalidad y una interacción mediada por los
símbolos y por la acción comunicacional” (Santos, 1996: 268).
29
“¿Cuál es la forma más clara como el hombre evidencia su vínculo con la naturale-
za?. Es sin duda la producción. Marx ha señalado en “La introducción a la crítica de la eco-
nomía política”(Editorial Oveja Negra, 1973), que cuanto más nos remontamos hacia atrás
en la historia, encontramos a los hombres produciendo conjuntamente con otros hombres.
La historia medioambiental es la historia de la producción” L.T. Gómez (2000: 12).
“Las relaciones entre la naturaleza y la sociedad –es decir, las relaciones políticas o de
dominación entre un grupo social organizado que se apropia de un territorio− constituyen
un nivel eminente en la explicación de los procesos históricos, sustantivamente referido al
concepto de modo de producción, instituido por Marx. ...La idea permitió la disponibilidad
de un instrumento de análisis claro para el análisis histórico, cuyo cambio o decurso queda
definido por los cambios en los modos dominantes de producción, los cuales, por otra
parte, establecen formas precisas de relación entre las estructuras sociales y la intensidad
de la apropiación de la naturaleza como procedimiento de generación de riqueza. En todo
caso, la noción marxista acerca de una riqueza solo resultante de la aplicación de traba-
jo sobre la naturaleza, no solo resulta muy consistente para la aprehensión del progreso
histórico sino que, en cualquier caso, queda bierta para la incorporación de las variables
ambientales de análisis” (Fernández, 2000:18).

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN 115


ceptual: interrelaciones, procesos)30como cuerpo conceptual, en cuya constitución
resulta relevante la noción de patrón. En una comprensión del ambiente como siste-
ma vivo los procesos productivos resuelven la relación dialéctica entre las estructu-
ras social y física, dando lugar al desarrollo y a la evolución.

ESTRUCTURAS ESTRUCTURAS
SOCIALES FÍSICAS

SOCIEDAD NATURALEZA

VIDA LUGAR

TÉCNICA

ACCIONES

PROCESOS
PRODUCTIVOS

PATRONES

Gráfico N° 5 ARQUITECTURA – AMBIENTE – “LO AMBIENTAL” COMO SISTEMA VIVO

30
En este punto, como en otros de este texto donde se ha evidenciado la importan-
cia de enfocar observaciones y reflexiones en el proceso de construcción de conocimiento
de la realidad, se está reconociendo su naturaleza compleja. Está implícita la aceptación
de principios y conceptos desarrollados por el Pensamiento Complejo como: la conforma-
ción de redes, la existencia dialéctica (¿dialógica?) de acciones y retroacciones, la relación
hologramática en la dinámica del todo y la de las partes, los conceptos de fronteras y
límites y, como en este punto, el valor de las relaciones sobre el de los componentes.

116 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Reconociendo este carácter vital en lo ambiental −y en el hábitat, como parte
de él− puede plantearse el esquema de comprensión presentado en el gráfico 6. Allí,
el hábitat, como objeto de estudio (objeto conceptual) o campo de conocimien-
to (no como simple realidad material, corpórea)31 surge a partir, nuevamente, de
comprenderlo como la resolución de la relación entre las estructuras físicas y las
sociales en los procesos de producción material y simbólica.

Acciones

ESTRUCTURAS PROCESOS ESTRUCTURAS


SOCIALES PRODUCTIVOS FÍSICAS

Reacciones

Simbólicos-Materiales

HÁBITAT

PRACTICAS
DEL HABITAR

PATRONES
TENDENCIAS

Gráfico N° 6

Queda definido así lo esencial en el concepto de hábitat: los procesos vi-


tales en los cuales las estructuras sociales buscan apropiarse de los recursos del
medio para actuar −física y simbólicamente− sobre las estructuras físicas, “dándoles
sentido y significación” (Gómez, 2000:2).
El concepto de hábitat se complementa con la noción de “prácticas del ha-
bitar” (formas de habitar) que, ubicadas allí, buscan establecer una correspondencia
entre la teoría (el hábitat) y la práctica (el habitar) “como realidad fenoménica que
incluye fenómenos naturales y fenómenos sociales (unidades de praxis o prácticas)”
(Cfr. Fernández, 2000:4; ).

31
En este punto se confluye con lo planteado por Orlando Sáenz cuando dice que
“hábitat es una categoría que se refiere al entorno del ser humano” (estructura física con
un valor simbólico). “Hábitat no designa al objeto...es un punto de vista”, de esta manera,
“no es objeto real sino objeto científico” (O. Sáenz, 2002).

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN 117


Establecer esta correspondencia permite tener en las prácticas − y en los
procesos del habitar y sus patrones − un objeto real de observación como alterna-
tiva a las estructuras físicas y/o a las estructuras sociales− los objetos reales usual-
mente observados en la investigación.− Es claro, a la luz de las consideraciones pre-
cedentes, que estas últimas no ofrecen, consideradas aisladamente, la posibilidad
de mostrar la complejidad de las realidades (la multiplicidad de todas ellas), si apre-
hensibles mediante el concepto de hábitat.
La definición del campo conceptual constitutivo del hábitat se comple-
menta con las nociones de patrón y de tendencias, inherentes ambas a los procesos
y a las prácticas que, sin ser efectivamente objetos reales, son susceptibles de obser-
vación y, a partir de ella, de operación.
Este cuerpo conceptual constitutivo del hábitat se define, entonces, como
categoría dentro del campo de conocimiento de “lo ambiental” como sistema vivo.
Desde lo esencial de esta propuesta de comprensión integral −acciones y proce-
sos− se aspira a identificar los “conceptos constitutivos y operatorios... necesarios
para la construcción metódica de un campo coherente de conocimiento” (Santos,
1966:18).
Cabe anotar aquí que esta propuesta de comprensión tiene relación con
el modelo epistemológico desarrollado por K. Popper32, en el cual (ver gráfico 7) la
relación entre Sujeto (Mundo3, estructuras sociales) y Objeto (Mundo 1, estructuras
físicas) se resuelve en el lenguaje33. Vista a partir de esta consideración, la noción
de hábitat refuerza su carácter de objeto conceptual, producto de una operación de
lenguaje (es ya de hecho, como re-descripción de la realidad, un juego de lengua-
je34) y susceptible de otras operaciones de lenguaje.

32
Ver, por ejemplo, Sociedad abierta, universo abierto, Conversaciones con Franz
Kreuzer. Karl R. Popper.
33
L.T. Gómez (2000:2) señala al respecto que “la cultura en el sentido señalado
arriba (ver nota 17) supone lenguaje. Es decir, que la cultura sólo es posible en procesos
de sociabilidad. Los habitantes que hacen cultura son seres humanos que hablan con otros.
El cultivo de lo humano es un espacio de lo lingüístico, mejor del intercambio lingüístico,
es un espacio de intercambio de símbolos, de significantes y de significados que expresan,
desde cada ámbito de los interlocutores, racionalidades y poderes. En el lenguaje expresa-
mos nuestros habitus y con ellos aquello que consideramos legítimo.
“...en ese juego de los intercambios lingüísticos (y por supuesto de los no lingüísticos
que le son concomitantes) se establecen tensiones de intereses y de valores entre los ha-
blantes, porque lo cultural expresa las tensionalidades del Poder”.
34
Ver Jaime Rubio (1993: 52).

118 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


ESTRUCTURAS ESTRUCTURAS
SOCIALES FÍSICAS
HÁBITAT
Mundo 3 Mundo 1
SUJETO OBJETO

Mundo 2

LENGUAJE

Gráfico N° 7

Los procesos

Recapitulando lo pertinente para lo que sigue, la noción central, ahora, es


la de proceso, la cual surge de comprender la relación básica entre la apropiación y
la transformación que la sociedad hace del medio físico (natural y construido) −los
dos polos fundamentales de esa relación− dándole sentido como hábitat; en proce-
sos que son , en esencia, de producción simbólica y material.
“Los procesos ambientales, esto es las formas de apropiación y transfor-
mación de la naturaleza para obtener beneficios sociales, se desarrollan histórica-
mente como un juego de actores sociales, con diferentes roles, intereses y respon-
sabilidades” (Fernández, 2000: 67)
Luz Teresa Gómez de Mantilla (2000: 2 - 3), a partir de la teoría de la comuni-
cación a la que alude, plantea que la actividad humana en la construcción cultural es
un “espacio de intercambio lingüístico... que expresa racionalidades y poderes desde
el ámbito de cada uno de los interlocutores, en donde se establecen tensiones de in-

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN 119


tereses y de valores entre los habitantes”. Por otra parte afirma: “¿Cuál es la forma más
clara como el hombre evidencia su vínculo con la naturaleza? Es, sin duda, la produc-
ción... La historia medioambiental es la historia de la producción” (Op. cit.: 12).35
Los procesos de apropiación y transformación del medio físico −natural
y construido− , mediante los cuales se configura un hábitat, vistos de esta manera,
tienen carácter productivo.
La naturaleza de los procesos ambientales en la “formación” del hábitat, en
el que dan lugar −como sistema vivo− al desarrollo y la evolución, se acota aún más
considerando, desde diferentes ópticas, que la producción es material y simbólica.

Es ampliamente conocida la tipología de acción social pro-


puesta por Weber según la cual se pueden distinguir una
actividad racional con vistas a un fin práctico y una activi-
dad comunicacional, mediada por los símbolos. J.Habermas
(1968, 1973, 1981,1985, 1987) y otros autores retomaron
esta cuestión, en extensión y en profundidad, para real-
zar el papel de la interacción en la producción de los siste-
mas sociales. Partiendo del fenómeno técnico, G. Simonds
(1958)ya había propuesto distinguir entre, por un lado, una
acción humana sobre el medio y, por otro, una acción sim-
bólica sobre el ser humano. Sin escribirlo explícitamente, B.
Stiegler(1994, p. 25) aproxima esas dos propuestas, cuando
reinterpreta a Gehlen y Habermas, al realzar la oposición
entre una interacción mediada por las técnicas y su racio-

35
Otros autores, a partir de los desarrollos teóricos en la biología y en el pensamien-
to de sistemas, elaboran el concepto ambiental de proceso y su carácter productivo.
J. Carrizosa (2001: 96 y100) propone la comprensión de proceso como un “con-
junto de elementos interrelacionados en movimiento continuo; ... No se puede ver las cosas
ambientalmente y complejamente si no se percibe en ellas su propio cambio, su movimien-
to, .... Un primer paso es hablar más de procesos que de sistemas”.
M. Santos (1966: 109), propone un “esquema operacional para el análisis de la
situación actual” que permita “el conocimiento de los procesos subyacentes a la realidad
y… reconocer tendencias…”.
O. Yujnovsky (1971: 31), dedica el segundo capítulo a los “sistemas de decisión”
que considera el criterio definitorio dentro del modelo de comprensión de los procesos de
conformación urbana que busca “comprender cabalmente las fuerzas que operan en la
formación de la ciudad”. El modelo de comprensión desarrollado por Yujnovsky en 1971
tiene un interés especial, pues integró en forma visionaria, en un modelo urbano, los actua-
les planteamientos del pensamiento complejo y de la teoría de sistemas, y dejó planteadas
nociones como las de proceso, fuerzas, interrelaciones, tendencia, patrón, decisión.

120 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


nalidad y una interacción mediada por los símbolos y por la
acción comunicacional (Santos, 1996: 268).

Un proceso productivo de hábitat es, entonces, el conjunto de acciones y


retroacciones −materiales y simbólicas− desarrolladas, en unos contextos específicos,
entre numerosos y diversos agentes (sociales, empresariales, institucionales e, inclu-
so, individuales) para el desarrollo o consecución y utilización (apropiación) de los
recursos necesarios para la gestión, planeación, producción, distribución, uso, man-
tenimiento y/o transformación (adecuación) del medio físico. Es un proceso dinámi-
co −en movimiento cambiante- y complejo -pleno de variables e interrelaciones− de
toma de decisiones, en el cual cada agente actúa desarrollando estrategias y hacien-
do uso de técnicas que buscan atender a sus valores y satisfacer sus intereses.
Esta noción de proceso productivo incluye tanto la producción propia-
mente dicha −pública o privada− como los procesos más amplios o generales de
formulación y adopción de las decisiones sociales públicas, es decir, “los procesos
políticos que legitiman y concretizan la orientación de las políticas públicas” (Roth,
2002:20). Aquí se hace referencia a ellos como procesos productivos y procesos
políticos respectivamente. El desarrollo de los conceptos constitutivos correspon-
dientes a estas nociones de proceso es una de las vertientes de mayor interés en
la configuración del campo conceptual del hábitat. Los agentes/actores, sus moti-
vaciones en la actuación (valores, intereses, objetivos), sus estrategias para obtener
satisfacción (modalidades de acción y movilización, instrumentos de intervención,
lógicas en su comportamiento) y sus decisiones36 en la interacción (acción-reacción),
son elementos cualitativos inherentes a la noción de proceso. Su comprensión y
valoración cualitativa y su “medición” cuantitativa a la manera de indicadores, per-
mitirá desarrollar una “valoración acotada” de los fenómenos del hábitat. Será una
forma de hacer operativo el modelo de comprensión propuesto.
Sin embargo, el modelo no se agota en esta vertiente de reflexión. Cabe
registrar dos consideraciones adicionales provenientes de disciplinas diversas. Una
propone la inclusión de la esfera individual en el modelo, decisiva en los procesos
del hábitat, otra sugiere un paralelo con las nociones de espacio y paisaje desarro-
lladas en la geografía.

36
Éstas “representan la cristalización de un momento en el estado de la relación
de fuerzas entre los distintos actores que intervienen en el proceso de definición…” (Roth,
200:19).

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN 121


Esfera individual y hábitat

Los modelos de comprensión ambiental de la realidad aludidos por auto-


res como Roberto Fernández o Luz Teresa Gómez de Mantilla no integran explícita-
mente la esfera de lo individual como elemento o dimensión, en la cual se originan
acciones productivas simbólicas y materiales, definitivamente diferenciadas de las
de las originadas en la esfera social. Aún cuando estas acciones individuales son
consideradas por algunos autores como un simple intermediario que transmite los
patrones de actuación aprobados socialmente, es allí donde puede considerarse
que se gestan las acciones que generan los cambios en estos patrones37, precisa-
mente cuando cada uno de los individuos subvierte, en diferentes mediadas, ese
rol de intermediario.
De ahí que debamos articular lo comprendido hasta ahora con las pro-
puestas que llaman la atención hacia el reconocimiento del individuo como di-
mensión esencial38 en la comprensión de la realidad ambiental. Se propone aquí
una forma de articular los planteamientos desarrollados por R. Fernández desde
un pensamiento ambiental, escueto y operativista, con los de F. Guattari en su pro-
puesta “ecosófica”, despreocupada , por lo menos hasta ahora, de obtener esa ope-
ratividad.
El gráfico 8 muestra como, en la comprensión ambiental más escueta, la
relación ambiental básica −entre la esfera social y del medio ambiente− se resuelve
en la esfera productiva de carácter económico. El discurso político-ambiental con-
temporáneo plantea que la articulación/conciliación de los objetivos de la acción
humana en cada una de estas esferas, independientemente: el bienestar social, la
integridad de la naturaleza y el desarrollo económico, implica lograr la confluencia
equilibrada de tres nuevos objetivos surgidos en la articulación de las tres esferas:

37
Este es el caso de la función social del arte, desarrollado por individuos cuya acti-
tud vital esencial sería la de gestar comprensiones de la realidad, que ofrezcan alternativas
a los patrones convencionales de acción.
38
Félix Guattari y Niklas Luhmann, reconocen desde diferentes perspectivas la es-
fera individual. Luhmann diferencia individuo de sociedad cuando reconoce que el uno
es entorno del otro, el cual, a su vez, es considerado como sistema –el individuo es un
sistema cuyo entorno es la sociedad o viceversa−. Guattari proclama el valor de la esfera
individual y asienta en ella su propuesta Ecosófica.

122 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


equidad y eficiencia, habitabilidad y sostenibilidad, en un desarrollo sostenible39. Es-
tablecer los términos de factibilidad de dicho desarrollo implica llegar a redefinir
equitativamente40 los patrones de vida y de comportamiento −los estilos de vida−
de la especie humana en la tierra41.

HABITABILIDAD

SISTEMA SOCIAL SISTEMA NATURAL


Bienestar Integridad
D.S.

EQUIDAD SUSTENTABILIDAD
SISTEMA
ECONÓMICO
Desarrollo

Gráfico N° 8

39
“La Unión mundial de la conservación (Programa del Medio ambiente de las
Naciones Unidas y del Foro Mundial para la conservación de la Naturaleza) indicaba en
1991 que “el desarrollo sostenible implica mejora de la calidad de vida dentro de los lí-
mites de los ecosistemas”. Y con el fin de acomodar la idea de sostenibilidad a la ciudad,
el Consejo Internacional de Iniciativas Ambientales (ICLEI) propuso la siguiente definición:
“el desarrollo sostenible es aquel que ofrece servicios ambientales, sociales y económicos
básicos a todos los miembros de una comunidad sin poner en peligro la viabilidad de los
entornos naturales, construidos y sociales de los que depende el ofrecimiento de estos ser-
vicios” (Rueda, 1998).
40
“¿Cuáles son los “servicios ambientales, sociales y económicos básicos”? ¿Se
pueden “ofrecer a todos los miembros de la comunidad” los servicios propuestos sin que
ello redunde en contra de la sostenibilidad?. El problema global estriba en que los patro-
nes de vida y comportamiento propios de las metrópolis del mundo “desarrollado”, son
tan exigentes en recursos y tan pródigos en residuos, que su generalización al resto de la
población planetaria se revela hoy a todas luces insostenible. Por lo que... el objetivo de la
sostenibilidad global se encuentra hoy más relacionado con la equidad que con el desarro-
llo” (Rueda, 1998).
41
“Modos de vida” que, para lo que interesa aquí, pueden comprenderse como
el conjunto de valores, hábitos, expectativas y necesidades individuales, sociales e insti-
tucionales. Modos de vida que vienen siendo moldeados por las relaciones económicas,
mediante la llamada mass-mediatización.

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN 123


Por otra parte, con la intención de “abrir” esta comprensión, hacia otras
que viabilicen dicho cambio en los patrones de vida y comportamiento, cabe in-
tentar articular lo mensionado con la propuesta de Felix Guattari (ver gráfico 9) que
plantea la esfera individual (alrededor de la subjetividad individual −la psiquis−
construye una ecología mental) como dimensión de la realidad en la cual vislumbra
una posibilidad de construir condiciones para el cambio a partir de la producción
de una subjetividad −social e individual− re-singularizada y re-territorializada42.

ECOLOGÍA
MENTAL

Ecosofía

ECOLOGÍA ECOLOGÍA
SOCIAL MEDIOAMBIENTAL

Gráfico N° 9

En esta articulación (gráfico 10), los “estilos de vida” (patrones de vida y com-
portamiento) y la producción de las subjetividades individual y social, que están en
el centro de las preocupaciones de cada modelo y son el factor de resolución de las
problemáticas que los motivan, muestran la relación que se planteó en el párrafo an-
terior. Allí, la viabilidad de un “estilo de vida” que garantice un “desarrollo sostenible
–tal vez mejor, un eco-desarrollo− se obtendría a partir del reconocimiento del valor
de las subjetividades individual y social y de su producción simbólica, tan específica
e incidente en el desarrollo de la vida como la producción material de la actividad
económica. Individuo y actividad económica se ven allí en extremos opuestos; sin
embargo, es en el encuentro de la subjetividad con los patrones de vida inherentes a
las formas económicas dominantes donde se vislumbran las posibilidades de cambio
hacia el logro en condiciones de equidad de los objetivos surgidos de las tres esferas
inicialmente consideradas: eficiencia, habitabilidad y sostenibilidad.

42
“... alcanzar más rápidamente, como objetivo principal, los modos de producción
de la subjetividad, es decir de conocimiento, de cultura, de sensibilidad y de sociabilidad,
que dependen de sistemas de valor incorporal que desde ahora se sitúan en la raíz de los
nuevos agenciamientos productivos” (Guattari, 2000:45).

124 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


PRODUCCION
DE SUBJETIVIDAD Discurso orientado a la re-
composición de los mecanismos
sociales y de las actividades pro-
Re-singularizada ductivas (económicas).
Re-territorializada

MEDIO F. Guattari
SOCIEDAD AMBIENTE R.Fernández

PATRONES
DE VIDA Discurso que enfatiza el
cambio en los “estilos de vida”,
pero no en los patrones de la
relación productiva.
ACCIONES
PRODUCTIVAS
Económicas

Gráfico N° 10

Se trata de reconocer y buscar la confluencia del carácter productivo


esencial de la acción humana −producción material y producción simbólica− y la
naturaleza económica de las relaciones de producción, con el valor del conocimien-
to, la cultura, la sensibilidad y la sociabilidad −la subjetividad social e individual−
como actores (sujetos de acción), dimensiones éstas de la realidad en un conflicto
que aún no se comprende suficientemente. Intentar “abrir” el discurso oficializado
o institucionalizado del desarrollo sostenible, introduciendo la dimensión individual,
a partir de la propuesta de re-singularizar y re-territorializar las subjetividades o la
producción subjetiva (concepciones aún por aprehender y apropiar), es una alter-
nativa sugerente.

Espacio geográfico y hábitat

Enmarcadas en el pensamiento ambientalista surgen comprensiones pa-


ralelas o complementarias al concepto de hábitat y a sus nociones conexas. Al res-
pecto resulta útil resaltar la congruencia existente entre la comprensión planteada

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN 125


aquí y algunas de las comprensiones elaboradas por Milton Santos en relación con
el concepto de espacio geográfico (Santos, 2000).
Este autor propone, a partir de desarrollos de otros investigadores, “cues-
tionar... el equívoco epistemológico, heredado de la modernidad, de pretender tra-
bajar a partir de conceptos puros... no tenemos necesidad de amarrar nuestras teo-
rizaciones a dos formas puras: por un lado, el objeto y por otro, el sujeto-sociedad,
ya que naturaleza y sociedad ya no son los términos explicativos, sino, por el contra-
rio, requieren una explicación conjunta” (Santos, 2000:84, citando a Latour) 43.
Tal como se propuso antes, hábitat, comprendido como objeto de estudio
(objeto conceptual, abstracción de fenómenos para los cuales los procesos y sus pa-
trones son esenciales) o campo de conocimiento (no realidad material, corpórea),
surge como resolución de las relaciones (esencialmente acciones y retroacciones)
entre las estructuras físicas y las sociales, relaciones que, a su vez, acontecen en los
procesos productivos. Lo esencial del concepto de hábitat serían los procesos vita-
les en los cuales las estructuras sociales movilizan los recursos del medio, actuando
−material y simbólicamente− en apropiación de las estructuras físicas, dándoles
significación y sentido. Dicho de otra manera, el hábitat sería la estructura física apro-
piada en las prácticas del habitar44.
Por otra parte, Orlando Sáenz (2002) ha planteado que “hábitat no es una
cosa, es solo un referente de sentido, una estructura física con sentido. El barrio, por
ejemplo, es la coincidencia de una unidad social con una unidad física, concepto

43
“Siguiendo la propuesta de Michel Serres, Latour se pregunta ¿por qué entonces
en nuestra construcción epistemológica, no preferimos partir de los híbridos, en vez de par-
tir de conceptos puros?. Esta es la posición de Hägerstrand (1989, 1991) cuando propone
tratar de forma simultánea el mundo de la materia y el mundo del significado humano”
(Santos, 2000:85).
44
“La noción de apropiación referida tanto al espacio, los bienes, los recursos y
los hechos sociales... permite relacionar el objeto en sí, la imagen y la identificación en
un profundo y dinámico proceso que afectará tanto lo cognitivo, lo afectivo, lo funcional,
como lo satisfactorio en un proceso de retroalimentación constante. M.J. Chombart de
Lauwe (1978) da una definición clara de apropiación, que relaciona con el espacio, pero
que es extensible a todas las facetas antes mencionadas. “Apropiarse de un lugar –dirá−
no es únicamente hacer de él una utilización reconocida, es establecer con él una relación,
integrarlo a las vivencias propias, enraizarse, dejar en él la huella propia y convertirse en
actor de su propia transformación” (Rueda, 1998:3).

126 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


que M. Castells, planteó con anticipación. Una estructura física existe como hábitat
solo para quienes le otorgan un sentido”.45
Por su parte, Milton Santos, desarrollando la noción de espacio como for-
ma-contenido, dice: “Con cada acontecimiento la forma (estructura espacial) se re-
crea. Así, la forma-contenido no puede ser considerada solo como forma, ni solo
como contenido... Desde el momento en que el acontecimiento se realiza, la for-
ma, el objeto que lo acoge adquiere otra significación, proveniente de ese encuen-
tro. En términos de significación y de realidad, uno no puede ser entendido sin el
otro y, de hecho, uno no existe sin el otro. No pueden verse por separado” (Santos,
2000:86)46.
Se reafirma con esto que hábitat/espacio es una entidad conceptual inde-
pendiente de la estructura social o de la estructura física, las cuales ya no son térmi-
nos explicativos sino que encuentran en ella su explicación conjunta.
La congruencia de los dos términos en un mismo concepto se evidencia
al hacer una re-lectura de algunos apartes del texto de Milton Santos en el cual
enfatiza la distinción entre paisaje/estructura física y espacio/hábitat. Si se cambian
en el texto cada uno de los términos de Santos, por su correspondiente en nuestra
comprensión, el sentido no cambia.

Estructura física/ Paisaje (E.F.) y hábitat/espacio (H.) no


son sinónimos. La E.F. es el conjunto de formas que, en un
momento dado, expresa las herencias que representan las
sucesivas relaciones localizadas entre hombre y naturaleza
(medio físico en general). El H. es la reunión de esas formas
más la vida que las anima.
La E.F. se da como un conjunto de objetos reales-concretos.
En ese sentido, la E.F. es transtemporal, juntando objetos
pasados y presentes, una construcción transversal. El H.
es siempre un presente, una situación única. Cada E.F. se

45
El mismo planteamiento lo hace Milton Santos “Una casa vacía o un terreno bal-
dío, un lago, una selva, no participan del proceso dialéctico (con la sociedad), sino porque
les son atribuidos determinados valores, es decir, cuando son transformados en espacio
(hábitat). El simple hecho de existir como formas, es decir, como paisaje (estructura física),
no basta. La forma ya utilizada es algo diferente, pues su contenido es social. Se vuelve
espacio (hábitat) porque es forma-contenido.” (Santos, 2000: 91).
La comprensión corriente, inercial de hábitat lo hace coincidente con la estructura física
desprovista del sentido que le dan sus habitantes al habitarlo.
46
La noción de forma-contenido, inherente al concepto de espacio geográfico de
Santos, corresponde con la idea de los conceptos híbridos antes aludidos.

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN 127


caracteriza por una determinada distribución de formas-
objetos, provistas de un contenido técnico específico. El H.
resulta de la intrusión de la sociedad en formas-objeto. Por
ello esos objetos no cambian de lugar, pero cambian de fun-
ción, es decir, de significación, de valor sistémico. La E.F.
es, pues, un sistema material y, por esa condición, es rela-
tivamente inmutable; el H. es un sistema de valores, que se
transforma permanentemente.
El H. no puede ser estudiado como si los objetos materiales
que forman las E.F. tuviesen vida propia, y pudiesen expli-
carse por sí mismos. Sin duda, las formas son importantes.
Esa materialidad sobrevive a los modos de producción que
le dieron origen o a los momentos de esos modos de pro-
ducción...
A nuestro modo de ver, la cuestión a plantear es la de la
propia naturaleza del H., formado, por un lado, por el resul-
tado material acumulado de las acciones humanas a través
del tiempo y, por otro lado, por las acciones actuales que le
animan y que hoy le atribuyen un dinamismo y una funcio-
nalidad. E.F. y sociedad (estructuras sociales) son variables
complementarias cuya síntesis, siempre por rehacerse, vie-
ne dada por el H. humano.
Los movimientos de la sociedad (estructuras sociales), atri-
buyendo nuevas funciones a las formas... transforman la
organización del H., crean nuevas situaciones de equilibrio
y al mismo tiempo nuevos puntos de partida para un nuevo
movimiento.
En tanto que simple materialidad, ninguna parte de las E.F. po-
see, en sí, condiciones para provocar cambios en el conjunto
(Santos. 2000: 86 a 91).

Con esto es posible pensar que la comprensión elaborada hasta ahora −aún
cuando esté motivada por el conocimiento de fenómenos tal vez menos generales y
por tanto se enfoque hacia la definición de nociones operativas diferentes− encuen-
tre en la comprensión de Milton Santos un marco congruente desde donde la diferen-
cia entre los dos términos −espacio y hábitat− sería solo de escala.

128 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


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Reflexiones
sobre hábitat y vivienda
en Colombia,
1990 – 2008
Carlos Alberto Torres Tovar
REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT
Y VIVIENDA EN COLOMBIA, 1990 – 2008

Introducción

A pesar de su reciente aparición en la escena pública nacional y de su


aún corta realización material contrastada con la frecuencia de su uso discursivo
en la construcción de política pública en Colombia, la noción de hábitat tiene ya
un largo recorrido en el ámbito mundial; ésta surge y se fortalece a la luz de los
paradigmas de la complejidad, por una parte, y la preocupación constante por una
relación armónica con la naturaleza, por otra, y por último, por una necesidad de ir
comprendiendo, de una manera mucho más integral y plural, la lógica misma del
vivir humano.
Sin embargo, los paradigmas que dan origen a la idea del hábitat no son
los predominantes, a pesar del fuerte impacto que generaron sobre diversas ma-
neras de entender la ciencia, la relación ser humano - naturaleza, la vida social y
cultural, la lógica del mundo natural, el desarrollo y la economía, entre otros. Este
hecho, sumado a la omnipresencia de la tendencia neoliberal, tiene la habilidad de
interpretar a su manera cualquier noción o concepto, de darle una realidad mercan-
til y convertirlo en elemento funcional del mismo mundo en contra de cuya lógica
ese concepto surgió y se constituyó.

132 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


De esa manera, la noción de hábitat, a pesar de su amplio uso, no ha lo-
grado que los enfoques orienten realmente una desmercantilización del ambiente,
la naturaleza y la vida humana; por el contrario, ha incidido en la generación de
unas maneras alternativas de mercantilización y apropiación de estas esferas, que
trastocan los estilos de vida mas no las relaciones estructurales del ser humano con
el mundo.
Sin embargo, la noción de hábitat también se ha convertido en un ámbi-
to de reflexión para la revalidación de los derechos, como un enfoque particular y
reivindicatorio de la dignidad humana que pretende volver a posicionar, desde una
nueva perspectiva, la noción de condiciones necesarias para la vida de los seres hu-
manos; de cualquier manera, aún hoy es más fuerte la expresión retórica del hábitat
que sus manifestaciones y expresiones materiales.
En relación con los asentamientos humanos en general y con la vivienda
en particular, la noción de hábitat se refiere a la sostenibilidad y a las condiciones
en las que trascurre la vida humana. Esta especificación puede tomar diferentes
enfoques o énfasis; sin embargo, aquí se hace referencia a la posibilidad de trans-
formar y generar asentamientos humanos que permitan un equilibrio a mediano
y largo plazo mediante la optimización del uso de los recursos naturales y el suelo,
así como a la posibilidad de construir nuevas formas de relacionar los componentes
del desarrollo y a avanzar en la superación de las brechas y segregaciones socio es-
paciales que se expresan en los diferentes territorios urbanos y rurales, entre otros
aspectos.
El hábitat, entendido de esta manera, se refiere principalmente a los asen-
tamientos humanos de carácter urbano que por su materialidad y complejidad, re-
quieren hoy día de una reflexión urgente y a fondo con respecto a su sostenibilidad
y formas de construcción de equidad. Trasladando tal perspectiva al escenario polí-
tico, organizaciones y procesos sociales en el ámbito mundial, convocados en torno
al Foro Social Mundial (2004), han venido planteando la discusión por el Derecho a
la Ciudad47, como una manera de generar,

47
La Carta Mundial del Derecho a la Ciudad fue discutida y apoyada por distintas
entidades de derechos humanos, movimientos sociales, municipalidades, gobiernos locales,
gobiernos nacionales, foros nacionales de reforma urbana, universidades y organizaciones
no gubernamentales presentes en el Foro Social de las Américas (Quito, julio de 2004) y en
el Foro Mundial Urbano (Barcelona, septiembre de 2004). Como todo borrador, está abierto
a los comentarios y sugerencias de quienes trabajan y sueñan con una ciudad para todos. La
carta se propone construir un modelo sustentable para la sociedad y el modo de vida urbano,
basada en los principios de solidaridad, libertad, equidad, dignidad y justicia social.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 133


…el usufructo equitativo de las ciudades dentro de los prin-
cipios de sustentabilidad y justicia social y el derecho co-
lectivo de los habitantes de las ciudades, en especial de los
grupos vulnerables que le otorgan legitimidad de acción y
de organización, basado en los usos y costumbres, con el
objetivo de alcanzar el pleno ejercicio del derecho a un nivel
de vida adecuado (Foro Social Mundial, 2004. Carta Mun-
dial del Derecho a la Ciudad).

Expresiones como ésta, que son múltiples en el mundo y se presentan


desde los campos institucional y extra-institucional, pretenden poner de nuevo en
el centro de la discusión del desarrollo y la sociedad el tema de lo humano y de la
vida, como criterios guías superiores a los estructurados por el mercado. Además,
abordan todos los ámbitos de la vida de las ciudades, con un especial énfasis en los
sistemas de gobierno, la participación y la construcción de política pública.
En este escenario, el tema de la vivienda es inseparable de la discusión y
construcción del hábitat, constituyéndose una unidad fundamental indisoluble al
ser el escenario que por excelencia refleja y expresa la vida humana; por lo tanto,
el hábitat es el espacio en el que, de manera preferente, tienen lugar las prácticas
sociales y culturales del habitar humano.
El acceso a la vivienda y sus condiciones básicas para la vida son dos de
las expresiones más profundas de la segregación socio espacial que soportan las
actuales ciudades. La problemática de la vivienda, por tanto, no se puede reducir a
indicadores económicos, ya que ello significa un desconocimiento de los derechos
fundamentales de la gente y una fuente de conflicto permanente para las ciudades
colombianas y, por qué no, latinoamericanas.
La vivienda también es una expresión de la multiplicidad de sectores que
intervienen en la construcción de la ciudad, pues dado que es una necesidad irrem-
plazable y que (al menos en los países latinoamericanos) el Estado no ha sabido brin-
dar las condiciones para el acceso masivo a ésta, amplios sectores de la población
han tenido que resolver el problema de la mejor manera en la que han podido, auto-
produciendo su hábitat y su vivienda, de acuerdo con la disponibilidad territorial y de
recursos, ya sea con reconocimiento legal o mediante procesos informales.
Así, la vivienda es el mejor indicador que da cuenta de cómo la ciudad
la construyen todos los que allí moran, perteneciéndole a muchos, a pesar de que
incontables veces se intenta invisibilizar a los sectores vulnerables de la sociedad

134 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


que también participan en su producción y consumo, como son los sectores de po-
blación de más bajos recursos transformados en pobladores informales.

Breve reflexión sobre los problemas del hábitat y la vivienda


en América Latina

La irrupción tardía de la revolución industrial en América Latina desata


un proceso de urbanización creciente que se desarrolla entre los años treinta y cin-
cuenta, principalmente en las ciudades capitales; pero es realmente desde los años
cincuenta en adelante, cuando se desarrolla un proceso acelerado de urbanización
que ha significado la consolidación de un conjunto de ciudades que hoy presentan
un nivel de concentración de más del 75% de la población en áreas urbanas (PNUD,
2006). Durante los años 1950-2000, la ciudad latinoamericana se materializa en el
transcurso del siglo XX, tanto en su configuración físico espacial, como en tamaño y
población, con altos niveles de concentración y una baja respuesta a las dinámicas
y demandas derivadas del proceso de consolidación urbana.
El nivel de urbanización de la región pasó del 41,6% al 76,6% en 50 años,
con una población absoluta en este periodo de 333.629 millones de nuevos habi-
tantes viviendo en centros urbanos (Mc Donald, 2004a); esperándose que para el
año 2025, según estimativos de la Naciones Unidas (1993:164), el porcentaje de ur-
banización en la región llegué al 84,6%, con un incremento poblacional en ciudades
de 199.591 millones de nuevos habitantes.
Esta urbanización acelerada y en la mayor cantidad de los casos no pla-
nificada, ha llevado a la carencia generalizada entre los hogares urbanos de bajos
ingresos, localizados en áreas de asentamientos de origen informal, al no acceso a
saneamiento (50% de los hogares), el no acceso a redes de agua potable (22%), y el
irresoluble y permanente problema de la inseguridad de la tenencia de la vivienda
(8 millones a 2005) (Mc Donald, 2004b). Así mismo, y pese a su disminución, los
problemas físico espaciales de las viviendas continúan (15% de los hogares urbanos
habitan en viviendas elaboradas con materiales precarios) (Mc Donald, 2004b). A
ello han de sumarse los graves problemas de movilidad y los grandes costos socia-
les, ambientales y económicos que ellos generan.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 135


Las etapas recientes del crecimiento de la urbanización en América Latina
y el Caribe han estado mediadas por la búsqueda de la construcción de racionalida-
des en el ejercicio de la planeación, pretendiendo, mediante el impulso de planes
reguladores, planes maestros, planes estratégicos, entre otras figuras, armonizar
los procesos de estructuración y ordenación del territorio urbano; sin embargo, és-
tos no han producido la respuesta esperada; muy por el contrario, el avance de la
ciudad en todos sus órdenes refleja la construcción social de un territorio deses-
tructurado y fragmentado como resultado de los modelos de desarrollo económi-
co impuestos por fuera de los contextos presentes en América Latina y el Caribe;
modelos de desarrollo generalmente desequilibrados que no construyen equidad
y que pretenden obtenerla por la vía de la simple regulación. Como resultado de
estas lógicas de actuación se generan todo tipo de tensiones que se manifiestan en
la ciudad, marcadas por la desigualdad, tensiones que a nivel del territorio se expre-
san con búsquedas y respuestas individuales a la solución de los problemas como
el del hábitat y la vivienda, los cuales terminan siendo resueltos por la mayor parte
de la población por el mecanismo de la auto-producción como única vía alternativa
frente a la imposibilidad de cumplir con las exigencias establecidas por las dinámi-
cas del mercado formal.
La denominada ciudad informal se constituye, por tanto, en un espejo de
la ciudad formal en términos del no reparto equitativo de la riqueza generada y sus
complejos mecanismos de distribución. No es gratuito que la ciudad informal cons-
tituya aproximadamente el 50%48 de los territorios urbanos actualmente produci-
dos y que la magnitud que han adquirido hoy por su tamaño y problemática genere
preocupaciones sobre el desenvolvimiento futuro del modelo de desarrollo en un
mundo globalizado y urbanizado. Las cifras muestran que de un total de 6.134 mi-
llones de habitantes en esta aldea global (Naciones Unidas, 2002), 2.802 millones
–46%– (Banco Mundial, 2003) se encuentran en condición de pobreza y miseria. De
este conjunto, 180.000 millones corresponden a América Latina y el Caribe, que a su
vez habitan la ciudad informal.

48
El reporte global de las Naciones Unidas para el año 2004 presenta cifras por
países y regiones al respecto.

136 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


El hábitat y la vivienda: constructores de ciudad

Entre los elementos que se comparten con claridad en las problemáticas


del hábitat y la vivienda en la región se encuentran: una tendencia generalizada a
priorizar las políticas cuantitativas sobre las cualitativas; la aplicación de modelos que
no se adecúan a las características ambientales, topográficas y de contexto; la falta de
esquemas de participación ciudadana y una ausencia de proyectos para la regenera-
ción y repoblamiento de los centros urbanos en busca de ciudades más compactas y
menos extendidas. Esto, en gran medida, es consecuencia de una falta de vinculación
de la planificación urbana y la planificación sectorial del hábitat y la vivienda.
Así mismo, las ciudades, entendidas como motores del crecimiento y desa-
rrollo de los países, son sistemas que requieren de un adecuado marco de políticas
nacionales y locales, y de calidad en la gestión, para funcionar en forma coordinada
y ofrecer igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos de mejorar su calidad
de vida.
La pobreza urbana es necesario abordarla en forma integral; las interven-
ciones no pueden seguir siendo sectoriales; los problemas de desigualdad de ingre-
sos e inequidad, típicos de la pobreza urbana, están directamente relacionados con
la falta de poder y con la vulnerabilidad individual y colectiva.
Ante estos problemas, se plantea hoy en día que corresponde a los gobier-
nos locales, a través del diseño y ejecución de políticas públicas, encontrar respues-
ta a las necesidades y proveer satisfactores a los habitantes urbanos, asumiendo un
nivel adecuado de suministro de servicios públicos esenciales e infraestructura.
Señalar, entonces, los nuevos conflictos en la ciudad, significa empezar
por reconocer las principales contradicciones acumuladas, al igual que aquellas que
aún no han logrado ser resueltas y que a pesar del paso de los años siguen requi-
riendo de atención prioritaria. Entre los problemas presentes están los relacionados
en materia de habitabilidad y vivienda que siguen generando conflicto y que están
presentes en la ciudad, particularmente en la ciudad informal.
Se debe construir, entonces, una relectura de la ciudad en la que el hábitat
y la vivienda se aborden de manera colectiva; una lectura que recoja la diversidad y
la complejidad existente en los territorios urbanos, que reconozca la existencia de
lo informal. Para encontrar las soluciones necesarias, se requiere articular las formas
de producción informal de ciudad con las vías tradicionales de actuación desde lo
formal, entender las diferencias entre éstas y sus complementariedades.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 137


Esta relectura debe llevar a la actuación y al mejoramiento de las condicio-
nes de los asentamientos precarios, a la definición de unas normas mínimas (bási-
cas) de hábitat, vivienda y urbanización no sujetas de manera exclusiva al mercado
y al mundo financiero; debe conducir, además, a la reinterpretación actual del pro-
ceso de expansión y consolidación urbana en las ciudades, al establecimiento de
lineamientos para el reordenamiento territorial de las periferias y a la configuración
de instrumentos reales de planeación participativa con la capacidad de acción para
la toma de decisiones.
El reto de la ciudad latinoamericana futura radica en la construcción co-
lectiva de las políticas públicas para la ciudad, así como para el hábitat y la vi-
vienda; políticas que junto a los adecuados instrumentos de gestión y regulación
urbana superen el papel y se materialicen en la realidad, tanto en su configura-
ción como en su aplicación, a partir de un enfoque de derechos que se sitúe en el
contexto actual del conjunto de sus ciudadanos y los considere como iguales; se
trata de garantizar la responsabilidad de lo público como un bien común colecti-
vo y no de intereses particulares.

Los problemas del hábitat, la vivienda y la urbanización


en Colombia: nuevos contextos y redefinición de sus
problemas49

Hoy en día es necesario ocuparse de la identificación, caracterización y


reconocimiento de líneas de trabajo que contribuyen a comprender cuál es el com-
portamiento de los viejos y nuevos problemas del hábitat y la vivienda contempo-
ráneos en el contexto de los actuales procesos de urbanización en el caso colom-
biano; como también es necesario el reconocimiento de procesos y mecanismos de
intervención que contribuyan a la superación de sus problemáticas.
Desde esta perspectiva, el hábitat colombiano de comienzos del milenio
tiene rasgos comunes con muchas ciudades latinoamericanas, derivados del con-

49
Este aparte se basa en el texto en extenso que se produjo para la convocatoria de
la mesa: hábitat y urbanización: nuevos contextos y redefinición de sus problemas, en el
marco del seminario ACIUR 2008 (Diciembre 2007, María Clara Echeverría, Luis Dapena,
Luis Fernando González y Carlos Torres, Universidad Nacional de Colombia).

138 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


texto de globalización económica, de la mundialización de la cultura, de la trans-
formación en los roles, protagonismos y relaciones entre el Estado, de las fuerzas
del mercado y de las organizaciones sociales y comunitarias y, finalmente, de los
lineamientos internacionales establecidos para el desarrollo urbano. Pero, además,
está marcado por condiciones muy propias referidas a la inestabilidad derivada del
desplazamiento permanente de población producido por el conflicto interno co-
lombiano, a las particularidades de nuestros conflictos territoriales intra-urbanos
y al agravamiento de la crisis social, entre otros aspectos, lo cual ocasiona que sus
tendencias demográficas, sociales y espaciales sean diferentes a las de otros países
de América Latina.
Hoy, los problemas del hábitat, de la vivienda y de la urbanización se sitúan
en asuntos como la pobreza, las distintas formas de exclusión social y sus perspecti-
vas del desarrollo, el desplazamiento, la migración, el reasentamiento e inserción en
la vida urbana, la transformación del espacio urbano informal y formal de la ciudad;
lo anterior, junto a los impactos producidos sobre los hábitats de la población de
menores ingresos, la economía y la actividad inmobiliaria en la ciudad informal, las
políticas públicas de regularización y mejoramiento, y la transformación de los ac-
tores urbanos y de los movimientos sociales, a la par que las formas de participación
comunitaria y la acción inter-institucional.
Desde el reconocimiento de la multi-causalidad inherente a los problemas
del hábitat colombiano resulta necesario llevar a cabo reflexiones sobre políticas y
prácticas sociales desde las cuales se aborden alternativas para su investigación,
tratamiento y resolución, lo cual configura el siguiente panorama temático que está
por explorar y profundizar:

1. Problemáticas de los hábitats urbanos consolidados. Variaciones que vienen


sufriendo las problemáticas de los hábitats urbanos ya consolidados al ser impac-
tados por su gradual diferenciación frente al modelo global que se impone a la ciu-
dad contemporánea alterando los sentidos de los centros urbanos tradicionales, los
asentamientos ubicados en áreas de frontera centro-periferia, los barrios tradicio-
nales y las periferias fundadas desde mediados del siglo pasado.
2. Nuevos asentamientos urbanos de origen informal o formal habitados por po-
blación de bajos ingresos. Nuevas condiciones de gestación de los asentamientos
urbanos informales (que hoy no se localizan de manera exclusiva en las periferias)
o formales habitados por población de bajos ingresos y cambios en las formas de
densificación de las periferias o centros urbanos populares ocasionados, tanto por

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 139


el crecimiento vegetativo y la migración voluntaria, como por el desplazamiento
forzado. Cada vez son más difíciles las condiciones de llegada a la ciudad y a su vez
su localización y asentamiento en ésta. Para esta población cada vez existen menos
oportunidades de reconocimiento e integración social, laboral y territorial, de reali-
zación humana y de sostenibilidad a largo plazo en la ciudad.
3. Nuevas tensiones urbanas derivadas de los roles del mercado y de su interven-
ción inmobiliaria. Tensiones producto de la fuerza que viene adquiriendo el ejercicio
del mercado con sus intervenciones inmobiliarias sobre territorios de la ciudad y,
particularmente, los impactos sobre las poblaciones de menores ingresos o más
vulnerables de la ciudad; aquí es necesario atender a los procesos de gentrificación,
de guetificación y de acorralamiento de los sectores populares, a la adquisición de
predios populares, a la elevación en los costos de localización, al desmembramien-
to de los tejidos sociales y a la expulsión de la población económicamente débil.
4. Estrategias y formas de habitar la ciudad. Viejas y nuevas estrategias y formas
de habitar la ciudad donde aparecen, además de la conformación de asentamien-
tos y barrios delimitables, múltiples acciones de sujetos y grupos desde los cuales
se conforman tramas de hábitat, como el tejido de redes sociales, económicas, cul-
turales y espaciales que dan soporte a su existencia y sobrevivencia en el espacio de
la ciudad.
5. Tensiones territoriales en las zonas de frontera urbano-rural. Tensiones, que se
producen en los territorios urbano-rurales e impactan los procesos de urbanización
sobre los hábitats, la habitabilidad y la sostenibilidad en corregimientos, municipios
y regiones afectadas por ello. Allí son fundamentales asuntos como peri-urbaniza-
ción, procesos de urbanización de fronteras urbano-rurales, urbanización del suelo
rural próximo a la ciudad, áreas rur-urbanas, intersticios urbano-rurales, agricultura
urbana, sostenibilidad agroalimentaria y otros tratamientos.
6. Relaciones entre escalas territoriales municipales, metropolitanas y regiona-
les frente al hábitat. Experiencias y vacíos en las relaciones y la coordinación en las
relaciones intermunicipales, metropolitanas y regionales para el reconocimiento y
manejo de los problemas y tensiones territoriales referidas a las problemáticas del
hábitat y la vivienda.
7. Hábitats en pequeños municipios y en la ruralidad colombiana. Allí se hace
necesario reconocer la existencia de nuevas realidades y condiciones del hábitat y
sus alteraciones ante los impactos de la inestabilidad ocasionada por la fuerza de
las centralidades urbanas, el conflicto interno y los intereses económicos interna-
cionales sobre éstos.

140 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


8. Desarrollos teóricos, metodológicos y novedades investigativas del hábitat y del
habitar. Nuevas construcciones teóricas, metodologías y novedades investigativas
dentro de la reflexión sobre la problemática del hábitat y el habitar contemporáneo.

Algunos rasgos de la problemática del hábitat


y la vivienda en Colombia

El tema de la vivienda, mas no el del hábitat, ha sido una preocupación


constante en la política pública colombiana, aunque paradójicamente nunca ha
sido el tema prioritario. Ello ha significado que no se haya concebido una política
nacional permanente e integral –tampoco de Estado–, y que las propuestas adop-
tadas hayan estado muy lejos de resolver, así sea en un mínimo porcentaje, las de-
mandas acumuladas existentes en el país.
De otra parte, a pesar de la presencia que tiene en el discurso público, el
asunto de la vivienda es en Colombia un asunto privado, planeado, diseñado y eje-
cutado por entes privados, empresariales o no, mas que por el Estado en cualquiera
de sus expresiones de gobierno ya sean estos locales, regionales o nacionales.
Las políticas de vivienda en Colombia en los últimos años reducen el tema
a su problemática económica, la cual se relaciona con los sistemas de financiación
y políticas de asignación de subsidios. Sin embargo, el país no cuenta hoy con una
política integral de hábitat y vivienda que abarque aspectos como la calidad de
vida, de la vivienda, sus aspectos legales, formas de implantación, normas y están-
dares mínimos, incorporación tecnológica, aspectos culturales, seguridad y confort,
espacio público, acceso a equipamientos colectivos, entre otros. Así, el tema de la
vivienda ha pasado por diferentes lecturas:
1. En primera instancia se planteó como el factor ordenador de la ciu-
dad donde se pretendía la definición de modelos de unidades habitacionales integra-
les que tejieran ordenadamente la trama de la ciudad (años cincuenta y sesenta).
2. La búsqueda de soluciones particulares centradas en la autocons-
trucción y la tecnología (años setenta y ochenta).
3. A comienzos de los años noventa se interpretó que el Estado no de-
bía ser su ejecutor directo sino un facilitador de la iniciativa privada, convirtiéndola
en un problema de mercado.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 141


4. Finalmente, hoy (2008) el Estado se ha alejado de la responsabili-
dad social en esta materia, apartándose del mandato constitucional50.

Algunas características que describen el hábitat y la


vivienda desde la década de los años noventa51

La vivienda en Colombia presenta cambios significativos a partir de la dé-


cada de los noventa en relación con sus características anteriores, cambios que se
pueden sintetizar según sea su origen informal o formal. En relación con la auto-
producción de ciudad y el desarrollo de viviendas en asentamientos de carácter
informal se presenta la ocupación del espacio urbano, cada vez con mayor frecuen-
cia, en zonas de riesgo y alta vulnerabilidad por disminución de áreas urbanizables;
la disminución en el tamaño de los lotes y el encarecimiento del valor del suelo
urbano, así como la ampliación en el tiempo de consolidación de la vivienda de ori-
gen informal (más de 15 años); el mayor consumo de electrodomésticos por mayor
accesibilidad a conexiones a los servicios públicos domiciliarios, especialmente la
electricidad y el gas natural, lo cual ha significado a su vez el aumento de consumos
culturales globales por las posibilidades de acceso a antenas parabólicas, constitu-
yéndose en una de las principales formas de recreación y uso del tiempo libre por
parte de estos pobladores urbanos. Con respecto a las viviendas producidas bajo
el esquema formal y planificado de la ciudad y bajo los modelos normativos y ur-

50
La Constitución Política de Colombia 1991 en su Artículo 51 señala que: “…to-
dos los colombianos tienen derecho a vivienda digna. El Estado fijará las condiciones ne-
cesarias para hacer efectivo este derecho y promoverá planes de vivienda de interés social,
sistemas adecuados de financiación a largo plazo y formas asociativas de ejecución de
estos programas de vivienda”.
51
Este aparte es tomado del documento elaborado para CODHES en abril de 2008:
“la vivienda de la población desplazada en Colombia. un derecho vulnerado que deman-
da reparación”. Proceso nacional de verificación a la sentencia T-025 de 2004. Mesa de
expertos - derecho a la vivienda. La vivienda para población desplazada en Colombia.
Recomendaciones para la construcción de política pública y exigibilidad del derecho.

142 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


banísticos imperantes, ello ha significado el aumento de los plazos de financiación
hipotecaria hasta los 30 años52, entre otros.

Déficit habitacional en Colombia

El Departamento Nacional de Planeación –DNP– estimaba para 1990 el


déficit habitacional de Colombia cercano a 1.800.000 familias, equivalente al 29,0%
de los hogares del país (USAID et al, 1993). Precisaba, además, que en esos mo-
mentos cerca de 980.000 familias (54,0% del déficit), se encontraban en estado de
hacinamiento, que sumado al crecimiento demográfico, calculaba una demanda de
100.000 nuevas viviendas por año (DNP, 1990).
Fresneda (1998) señala que la situación de déficit de vivienda urbana en
Colombia para el año 1993 ascendía a 1.945.662 familias, de las cuales 813.658 ne-
cesitaban una vivienda nueva debido a los materiales inadecuados o al hecho de
convivir con otras familias, y 1.132.005 presentaban carencias cualitativas en térmi-
nos de hacinamiento, dotación de servicios básicos y materiales inadecuados.
Según los resultados del Censo General de Población del año 2005 (DANE),
el 36,2% de los hogares del país presentó necesidades habitacionales; frente al cen-
so de 1993 (53,6%), disminuyó en 17,44 puntos. En la cabecera el déficit afecta el
27,0% de los hogares, y en la zona rural, al 68,2%; con respecto a 1993, se registra-
ron reducciones de 18,30 y de 10,55 puntos, respectivamente. Ver gráfica y tabla
siguiente.

52
En el caso de la población de más bajos ingresos y que logra acceder a una so-
lución habitacional por la vía del mercado, se le hace entrega de una unidad habitacional
básica que oscila entre los 28 y 42 mts2, obligándose a seguirla desarrollando bajo el me-
canismo denominado de desarrollo progresivo, que trae como consecuencia, hoy en día,
la informalización de la vivienda formal.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 143


90
78,80
80
70 68,25

Porcentaje % 60 53,65
50 45,30
40 36,21
30 27,00

20
10
0
Total nacional Cabecera Resto
1993

2005

Gráfico N°1 Porcentaje de hogares en déficit


Total nacional, Cabecera y resto.
Censos 1993 y 2005
Fuente: Censo general de población y vivienda 2005, DANE.

Hogares %

Total 3.963.557 36,21

Cabecera 2.219.023 27,00

Resto 1.861.468 68,25

Tabla Nº 1. Número de hogares en déficit. Censo 2005.


Fuente: Censo general 2005. Resultados de población conciliada (a junio 30 de 2005). DANE

144 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


El déficit cuantitativo, cuya atención demanda la generación de unidades
habitacionales nuevas, asciende a 1.351.336 hogares y corresponde principalmente
(67,9%) al tipo cohabitación (hogares que comparten la vivienda con otros hoga-
res). La proporción restante (432.612 hogares) pertenece a categorías en las cuales
coexisten carencias críticas de la estructura de la vivienda (inexistencia de paredes y
pisos de tierra) con la falta de los servicios domiciliarios de acueducto y alcantarilla-
do, teniendo especial incidencia la existencia de hogares cuyas viviendas no cuen-
tan con servicios de alcantarillado y presentan pisos en tierra. Ver tabla adjunta.

% del déficit
Cabecera
Hogares

Hogares

Hogares
déficit

déficit
% del

% del

Resto
Total

Año 2005

Total hogares 100,00 10.924.541 100,00 8.309.837 100,00 2.614.704

Hogares sin déficit 63,79 6.968.765 73,00 6.066.181 31,75 1.908.734

Hogares en déficit 36,21 100,00 3.955.776 27,00 100,00 2.243.656 68,25 100,00 705.970

Hogares en déficit 12,37 34,16 1.351.366 12,56 46,52 1.043.716 11,71 46,52 328.407
cuantitativo

Hogares en déficit 23,84 65,84 2.604.411 14,44 53,48 1.199.940 56,54 53,48 377.563
cualitativo

Tabla Nº 2. Número de hogares en déficit 2005.


Fuentes: Boletín censo general 2005. Déficit de vivienda. DANE. Censo general 2005.
Resultados de población conciliada (a junio 30 de 2005). DANE

90
80 71,86
70
60 56,54
Porcentaje %

50
36,65
40
30 24,96
23,84
20
14,44
10 1993
0
2005
Total nacional Cabecera Resto

Gráfico N° 2. Porcentaje de hogares en déficit cualitativo Total nacional, Cabecera y resto. Censos 1993 y 2005.
Fuente: Censo general de población y vivienda 2005. DANE.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 145


Hogares %

Total 2.604.411 23,84

Cabecera 1.199.940 14,44

Resto 377.563 56,54

Tabla Nº 3. Número de hogares en déficit cualitativo. Censo 2005


Fuente: Censo general 2005. Resultados de población conciliada (a junio 30 de 2005). DANE.

25
20,34
20 17,00
15
Porcentaje %

12,37 12,56 11,71


10 6,95
5
0
Total nacional Cabecera Resto
1993

2005

Gráfico N° 3. Porcentaje de hogares en déficit cuantitativo.


Total nacional, Cabecera y resto. Censos 1993 y 2005.
Fuente: Censo general de población y vivienda 2005. DANE.

Hogares %

Total 1.351.366 23,84

Cabecera 1.043.716 12,56

Resto 328.407 11,71

Tabla Nº 4. Número de hogares en déficit cuantitativo. Censo 2005.


Fuente: Censo general 2005. Resultados de población conciliada (a junio 30 de 2005). DANE

146 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Cubrir las demandas a nivel cuantitativo y cualitativo de la vivienda actual
en Colombia es una tarea difícil53. Así mismo, deben solucionarse problemas como
el hacinamiento que se produce en las viviendas ofertadas a los sectores de pobla-
ción de bajos ingresos a través de programas de Vivienda de Interés Social –VIS– o
Vivienda de Interés Prioritario –VIP–. También se ha de reconocer que el problema
no es solo al interior de las viviendas sino que a su vez está en la infraestructura de
servicios comunales y equipamientos colectivos ofertados. Estos factores determi-
nan que el problema crezca en cantidad y empeore en calidad, tendencias que no
solo se mantienen sino que se agudizan dejando como única vía para acceder a
una solución de “vivienda digna”, la urbanización en la ciudad informal a través de
la autoprodución de la vivienda por parte de los pobladores urbanos y entre ellos
la población desplazada.
A nivel del déficit, el 61,0% corresponde a familias en circunstancias de po-
breza crítica, con NBI e ingresos inferiores a dos salarios mínimos legales, el 24,0%
de 2 a 4 smmvl y el 16,0% de 4 a 8 smmlv.
Para el año 2004, el documento CONPES 3305 sobre lineamientos para
optimizar la política de desarrollo urbano en Colombia señala que las

…estimaciones recientes muestran que al menos 1.3 millones


de hogares, que representan el 16% de los hogares urbanos,
se encuentran en condiciones de precariedad habitacional, es
decir, habitan viviendas sin servicios básicos, que están cons-
truidas en materiales inadecuados, presentan hacinamiento o
se encuentran en zonas de alto riesgo. Así mismo, de acuerdo
con información catastral, se calcula que el 16% del área neta
de uso residencial corresponde a asentamientos precarios en
las 5 principales ciudades del país.

Este mismo documento indica que “…superar el déficit de vivienda urba-


na, implica la construcción de 1.5 millones de unidades nuevas y el mejoramiento
de 830 mil adicionales” (CONPES, 2004), siendo éste uno de los retos más importan-
tes que enfrentan las ciudades colombianas en el mediano y largo plazo, metas que

53
Hoy día, los programas de mejoramiento barrial son los que resultan más exitosos
para atender el déficit cualitativo de la vivienda y la ciudad, produciendo efectos en la vida
y economía de los hogares.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 147


se esperaría alcanzar a partir de las decisiones y acciones de la política pública en
el año 2019.
Igualmente, para el año 2005 el DNP establecía que el crecimiento anual
del déficit cuantitativo de vivienda en el ámbito nacional se estima en 91.500 uni-
dades, que representan el 49% de los 185.500 nuevos hogares que se forman cada
año. En las 5 ciudades más grandes el crecimiento del déficit de vivienda asciende
a algo más de 47.655 unidades, o 50% de la demanda anual (95.655 hogares). Esta
demanda insatisfecha puede optar por la cohabitación, incrementar el nivel de ha-
cinamiento en el stock actual, o recurrir a una solución de vivienda en el mercado
informal (DNP. 2005). Ver gráficos 4 y 5.

200.000 185.500
2.500 2.319
91.500
160.000
2.000
3.568 Ha
120.000 47.655
95.655
94.000 1.500
Área (Ha)
Hogares

21.134 1.247 1.407 Ha


80.000
957
1.000
48.000 50.834 762 Ha
40.000 29.700 508
500 450
253

Nacional 5 áreas urbanas Bogotá Nacional 5 áreas urbanas Bogotá

Incremento de hogares Viviendas nuevas legales Incremento de hogares Viviendas nuevas legales

Gráfico Nº 4. Incremento hogares vs. incremento de vivi- Gráfico Nº 5. Incremento hogares vs. incremento
endas legales nacional, urbana y Bogotá año 2004. de viviendas legales nacional, urbana y Bogotá
Fuente: DANE. ECH 1999-2003 y Censo de edificaciones año 2004.
ajustado con licencias de construcción. Cálculos: Fuente: DANE. ECH 1999-2003 y censo de edifica-
DNP- DDUPA. ciones ajustado con licencias de construcción.
Cálculos: DNP-DDUPA

148 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Con respecto al déficit cualitativo de vivienda, el principal problema radi-
ca en los asentamientos de origen informal, que no cumplen con las condiciones
necesarias para la vida digna de las familias e individuos que habitan estos espacios
auto-producidos. Si bien está resuelta de la necesidad de tener un techo, eso está
muy lejos de ser una vivienda realmente habitable y digna. La encuesta de calidad
de vida –ECS– del DANE (2003) indica la existencia de 1.346.000 hogares en asenta-
mientos informales en Colombia que requieren acciones de mejoramiento barrial y
de vivienda, como se observa en la tabla siguiente:

Miles Participación

a. Hogares en viviendas no suscep-


224 17%
tibles de mejorar

b. Hogares que presentan déficit


cualitativo 847 63%
b1 Hacinamiento 315 23,4%
b2 Materiales inadecuados 134 9,9%
b3 Acueducto 47 3,5%
b4 Alcantarillado 350 26%

c. Riesgo 274 20,3%


Total 1.346 100%

Tabla Nº 5.
Hogares en asentamientos de origen informal. 2003
Fuente: DANE-ECV. 2003.

Así, al observar las cifras anteriores se presentan dos miradas rápidas so-
bre el aspecto del déficit en materia de vivienda, desde la relación que guardan el
déficit cualitativo y el cuantitativo y desde los hogares que presentan precariedad
en las condiciones de vida y la clasificación de estos. Este aspecto y sus diversas ma-
nifestaciones son fundamentales hoy para entender las acciones que se adelantan
en relación con el tema de mejoramiento de barrios y de vivienda, el cual puede ser
una de las alternativas presentes para la resolución del problema de vivienda en un
país en el que, según datos del Departamento Nacional de Planeación (2005), en las
principales ciudades del país, donde más de la mitad de la vivienda construida son
de origen informal.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 149


A su vez, el Mapa Nº 1 muestra la situación de esa problemática en el ám-
bito nacional, permitiendo distinguir la situación de las distintas regiones.

Mapa Nº 1
Asentamientos de origen informal por regiones

El déficit cualitativo y cuantitativo tiene que comenzar a comprenderse


en su justa dimensión, pues ambos estructuran una realidad que se ha configurado
de manera distinta en cada una de las ciudades y regiones del país y que por tanto
requiere de tratamientos diferentes para su resolución. Los números de los indica-
dores y estadísticas en general, como única manera de valorar estas problemáti-
cas terminan tergiversando las propiedades cualitativas del problema e impiden la
construcción de mejores soluciones.
Paralelo a los problemas del déficit están los relacionados con la escasez
de suelo urbanizable, los problemas de tenencia, los sistemas de financiamiento
habitacional, entre otros.
Como ya se señaló, a la situación anterior hay que agregar la escasez de
suelo urbanizable, unida a su alto nivel de concentración en pocos propietarios, lo
que favorece la especulación en este mercado, obstaculizando la provisión de vi-
vienda a los hogares de bajos ingresos. No hay oferta de suelo urbano para atender
esta demanda, ya que el suelo disponible se privilegia para atender otras activida-
des más rentables.
Junto al tema de déficit, está también el de la tenencia de la vivienda.
Según el Censo General (DANE, 2005), existe un parque habitacional calculado en
9.530.375 viviendas al IV trimestre del año 2007; de los cuales, el 62,9% son de ho-
gares propietarios (6.001.259 viviendas), el 30,6% están ocupadas por arrendatarios

150 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


(2.918.447 viviendas), y el 6,4% manifiesta habitar bajo alguna otra modalidad (usu-
fructo, posesión, etc.) (610.669 viviendas), lo anterior comprendido de un total de
10.924.541 hogares que se calculaban en el año 2005 (DANE, 2007).
La Vivienda de Interés Social –VIS– constituye una rama del sector de la
construcción que se encuentra mayoritariamente en manos privadas y que hoy por
hoy, no está orientada a los sectores de población de menores ingresos. Estos secto-
res se encuentran excluidos de las políticas que guían el sector construcción, pues
no cuentan con los recursos suficientes para acceder a las VIS y tampoco hay mayor
eficiencia en la entrega de subsidios y préstamos a través del sistema financiero,
que tampoco están pensados para esos pobladores de más bajos recursos.
De esa manera, la única vía de acceso a la vivienda para los sectores más
vulnerables de la población colombiana es a través de la apropiación ilegal de te-
rrenos (invasión de terrenos o acceso a un lote por vía de la urbanización pirata o
por procesos irregulares de parcelación) y a la auto-producción y autoconstrucción
de la vivienda.
Los datos oficiales revelan que a partir de los ajustes de planeación urbana
que se han hecho desde comienzos de la década de los años noventa, los índices
de urbanización informal están controlados; sin embargo, teniendo en cuenta la
cantidad de población desplazada que reciben las ciudades colombianas y las con-
diciones cualitativas de los asentamientos urbanos informales, esta afirmación se
puede poner en duda, ya que el hecho de haber aumentado la construcción de
VIS y VIP no implica que haya disminuido la población que resuelve el problema de
vivienda informalmente.

Oferta formal de vivienda

Del mismo modo, el nivel de construcción formal apenas logra satisfacer


el 51% de la demanda de vivienda existente en el país. Como lo manifiesta el docu-
mento Ciudades Amables (2005: 29):

…el sector de edificaciones ha presentado crecimientos


anuales muy superiores al resto de la economía desde 2001.
Esta recuperación obedeció, en gran medida, al auge de
los proyectos de vivienda de interés social en 2001 y 2002,
segmento inexistente durante el auge de los 90; y poste-

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 151


riormente, durante 2003- 2004, a los proyectos diferentes
a VIS, lo cual es importante por dos razones: por un lado,
en términos de política de vivienda es importante, pues in-
crementa el acervo y permite la movilidad de los hogares; y
por otro, es el tipo de vivienda que más recursos moviliza y
más empleo genera.

Con este panorama se pueden observar algunas cifras propias del sector
de la construcción correspondientes a las viviendas urbanas iniciadas desde el año
1990 hasta el año 2005. Ver gráfico Nº 6.

120.000
105.653
99.164
100.000

80.000
66.891

60.000 56.382 56.270


46.447

40.000
31.763
29.779 23.661
20.000
16.312
1.535
0 692

1990-1994 1994-1998 1998-2002 2002-2005

TOTAL VIS VIP

Gráfico Nº 6
Viviendas urbanas iniciadas, 1990-2005. Promedio anual
* A tercer trimestre del año 2005.
Fuente y cálculos: DNP-DDUPA. 2005.

Financiación de la vivienda en Colombia

El tema de la financiación es uno de los más problemáticos en el asunto


de la vivienda en Colombia. Por una parte, porque la financiación ha sido el centro
que dinamiza la vivienda, en cuanto a elemento estructurante de la política a partir
de los intereses y ganancias que ésta puede representar, lo que hace que se desvíe
la noción de vivienda como factor fundamental para la vida y dignidad humana.
De otra parte, la financiación se puede mirar también desde lo relativo a la canti-

152 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


dad de recursos que significa como dimensión; debido al hecho de que no existe
una política pública de Estado referente al tema de la vivienda, los recursos que se
asignan e invierten para este rubro dependen de la estructuración de jerarquías,
de prioridades coyunturales y corto-placistas en el sector público y de los intereses
particulares específicos de un momento u otro en el caso del sector privado (cons-
trucción, adquisición de terrenos, sector financiero, etc.).
Así, la vivienda se ha constituido en Colombia como el bien más costoso
que un hogar pueda tener; por lo tanto, la sociedad debería contar con un sistema
de financiación que garantice un mínimo de condiciones, tales como cuotas ajusta-
das al ingreso de las familias, amplios plazos y un sistema confiable y sostenible.
La crisis del sistema de Unidades de Poder Adquisitivo Constante –UPAC–
54
a mediados de los años noventa55 y la aparición del denominado sistema de uni-
dades de valor real –UVRv no han logrado devolverle al sistema financiero la cre-
dibilidad de los sistemas de financiamiento a largo plazo, lo que en la práctica ha
impulsado aún más el acceso informal a las soluciones habitacionales; vale la pena
recordar que el tema dio origen a un movimiento de los adjudicatarios y propie-
tarios de vivienda por las altas tasas de interés en la intermediación del mercado
hipotecario de la vivienda. Un ejemplo importante de esta crisis es la constante
devolución de inmuebles56 a las Corporaciones de Ahorro y Vivienda –CAV– y los
bancos por hogares que no lograron sostener el ritmo creciente de las cuotas finan-
cieras en relación con el tamaño de los ingresos familiares (ya sea en la forma de
reestructuraciones, pago parcial o dación en pago del bien). A ello hay que sumar
que la industria de la construcción y el sistema financiero no dan respuesta a la tota-

54
Sistema creado en los albores de los años setenta durante la presidencia de Mi-
sael Pastrana Borrero.
55
Debido al cambio en la forma de valorarlo, ubicándolo como uno más de los
mecanismos de fortalecimiento del sistema financiero, asumiendo tasas de financiación
insostenibles que desbordaron los ingresos reales de los deudores hipotecarios.
56
En el año 2001 se devolvieron 8.600 inmuebles y en el 2.002 fueron 6.500
inmuebles que se entregaron como dación de pago a las cajas y los bancos por imposibi-
lidad de amortización de las cuotas establecidas por el sistema de financiación establecido
–UVR. Según la Asobancaria, “…al cierre de 2002 los procesos en curso correspondientes
a demandas instauradas por los bancos hipotecarios alcanzaron un pico de 122 mil, y a
diciembre de 2006 el número se había reducido a 51 mil”. Cabe resaltar que, si bien esta
cifra sigue siendo alta, en los últimos cinco años el 84% de los procesos ha terminado por
acuerdo entre las partes 6 y sólo el 16% llegó hasta el remate del inmueble.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 153


lidad de los 185.500 hogares que se forman anualmente y a la demanda de vivienda
nueva que alcanza las 145.000 unidades nuevas57 por año.
En esta sociedad, con un alto riesgo de desempleo e inseguridad, la única
forma de acumulación segura a la que puede aspirar la mayoría de la población es
la propiedad de la vivienda, que además les permite constituir un patrimonio para
la familia o el hogar.

Sistema de financiamiento habitacional vigente


en Colombia. Nuevas políticas habitacionales

Para los estratos socioeconómicos con ingresos superiores a 4 smmlv, el


crédito hipotecario es el sistema de financiación habitacional, con una cuota inicial
equivalente al 30,0% del valor del inmueble y el excedente se financia en plazos que
oscilan entre los 10 y 30 años, con un sistema de tasas indexado bajo la figura de la
Unidad de Valor Real –UVR–.
Por otra parte, la política para la Vivienda de Interés Social –VIS– (Ley 3 de
1991) se desarrolla con base en el subsidio familiar de vivienda, consistente en un
aporte en dinero o especie (terreno), que otorga el gobierno nacional por una sola
vez al beneficiario, y que constituye un complemento de su ahorro, crédito, u otros
aportes para facilitarle el acceso a la vivienda, el cual se aplica en todas las zonas
definidas como suelo urbano en los planes de ordenamiento territorial (Ley 388 de
1997). El subsidio se puede usar para adquisición de vivienda nueva, construcción
en sitio propio o mejoramiento de vivienda.
El otorgamiento del subsidio se basaba, hasta el año 2007, en una tabla rela-
cionada con el tipo de vivienda (I, II, III y IV), su valor y su localización según el tamaño
poblacional del municipio. A partir del año 2008, el Ministerio de Ambiente, Vivienda
y Desarrollo Territorial modificó esta escala de acceso y se redujo a dos tipos de vivien-
da (VIS y VIP), y el monto del subsidio está asociado al tamaño de los ingresos familia-
res y a la clasificación en el SISBEN, siendo diferenciado en todos los casos.

57
De éstas, 40.000 corresponden a hogares con ingresos hasta de 4 smmlv –sala-
rios mínimos mensuales legales vigentes– y 70.000 corresponden a hogares con ingresos
hasta de 2 smmlv.

154 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


CCF FNV Valor Smmlv 2008

Ingresos (Smmlv) Puntaje Sisbén Valor SFV


(Smmlv)
461.500 (pesos col 2008)
Desde Hasta Desde Hasta

>0,00 1,0 0 10,88 22 10.153.000

>1,00 1,5 >10,88 14,81 21,5 9.922.250

>1,50 2,0 >14,81 18,75 21 9.691.500

>2,00 2,25 >18,75 20,72 19 8.768.500

>2,25 2,5 >20,72 22,69 17 7.845.500

>2,50 2,75 >22,69 24,66 15 6.922.500

>2,75 3,0 >24,66 26,63 13 5.999.500

>3,00 3,5 >26,63 30,56 9 4.153.500

>3,50 4,0 >30,56 34,50 4 1.846.000

Tabla Nº 6
Valor del Subsidio Familiar de Vivienda -SFV- de interés social urbano
Fuente: Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial. 2008.

Si bien el gobierno nacional reconoce que en el sistema de subsidios no


puede concentrar el éxito de su política de vivienda, fue definida para el cuatrienio
(2002-2006) como “Colombia un país de propietarios”, y para el cuatrienio (2007-
2010) como “vivienda: soluciones al alcance de todos”, en el marco del slogan “ciu-
dades amables”.
En este sentido, el gobierno de Uribe Vélez ha venido otorgando para su
desarrollo un rol estratégico al sector financiero; para ello ha generado una serie
de políticas específicas, herramientas e instrumentos financieros que incentivan la
utilización de crédito en la adquisición de vivienda, tales como el mecanismo de
créditos con cobertura contra la inflación, las cuentas ahorro para el fomento de la
construcción –AFC–, el leasing habitacional y la colocación de micro créditos inmo-
biliarios, incentivos para las entidades financieras y creación de nuevos operadores
privados, entre otros.
En general, el subsidio de vivienda aplica para estratos socioeconómicos
con salarios inferiores a 4 smmlv. Sin embargo, los sectores de población de menos

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 155


de 2smmlv no tienen acceso al crédito y resuelven el problema habitacional auto pro-
duciendo su vivienda y accediendo a redes informales de financiamiento no sujetas
de crédito y verificación. Son estos grandes sectores de población los que construyen
la mayor cantidad de viviendas y simultáneamente ciudad informal, que en el caso
colombiano constituye más del 30,0% del stock de las viviendas existentes.
El análisis regional es otro elemento importante en la problemática de la
vivienda, pues la política para ésta no es una prioridad pública en sí misma, más
allá de lo que puede significar como ganancia para la dinámica del mercado. En
parte ello se demuestra con la concentración de los escasos subsidios familiares de
vivienda que se entregan –y que por lo general no llegan a las capas más pobres de
la población–, los cuales se quedan en las grandes ciudades. Según cifras guberna-
mentales del año 2006, el 80% de estos subsidios se entrega en dos ciudades (Cali
y Bogotá), marcando un fuerte desequilibrio con las demás regiones y una concen-
tración potenciada desde la misma dinámica institucional del Estado.
Además, la política de subsidios del Estado colombiano ha sido dura y
criticada de forma reiterada por tres motivos: por una parte, que es totalmente in-
suficiente en comparación con la demanda de vivienda que existe en el país; por
otra parte, la ineficiencia en el manejo institucional ha hecho que los recursos se
retracen o se pierdan, y, por último, porque en realidad no ha estado orientada a los
sectores de población de más bajos ingresos y más necesitados, lo que refleja una
visión social muy precaria del Estado.

Subsidio familiar de vivienda

En términos generales, la concentración de subsidios nacionales de vi-


vienda en el caso de la ciudad de Bogotá, representan un 36,01%, los cuales inter-
namente indican mayor participación de las cajas de compensación familiar, con un
64,37%, seguido de los otorgados por la Caja Promotora de Vivienda Militar, con un
26,62%, y en último lugar por los otorgados por Fonvivienda.

156 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


FONDO NACIONAL CAJAS DE COMPENSA-
DE VIVIENDA CIÓN FAMILIAR

COMPARATIVO TOTAL
BOGOTÁ- SUBSIDIOS SUBSIDIOS SUBSIDIOS SUBSIDIOS
NACIÓN URBANOS URBANOS URBANOS URBANOS
ASIGNADOS ASIGNADOS AGOS02 ASIGNADOS AGOS02 ASIGNADOS AGOS02
AGOS02 JUL 06 JUN 06 JUN 06 JUN 06

NUMERO $MILLONES NUMERO $MILLONES NUMERO $MILLONES NUMERO $MILLONES

Bogotá 11.064 79.815 86.086 559.711 5.643 86.151 102.793 725.678

Bogotá (part %) 8.47 9.65 64.37 80.41 26.62 27.05 36.01 39.40

Nacional 130.566 827.448 133.733 696.057 21.195 318.480 285.494 1.841.984

Tabla Nº 7. Subsidios familiares de vivienda urbanos asignados


Periodo: Agosto 7 de 2002 - Agosto 7 de 2006

Ya se ha reiterado que constitucionalmente el derecho a la vivienda digna


está consagrado, no solo desde la nueva carta política del año 1991, sino desde las
reformas constitucionales que le anteceden. Sin embargo, la vivienda hoy, antes de
ser un problema de Estado, se ha convertido en una mercancía más, eliminando
toda la condición de bien necesario para el desarrollo de las actividades humanas.
La vivienda como problema colectivo que reclama la intervención de polí-
ticas públicas solamente aparece en Colombia en los años cuarenta con la creación
del Instituto de Crédito Territorial, responsable por 50 años de producir viviendas,
con una cifra de 500.000 soluciones alcanzadas que nunca pudieron atender la de-
manda presente y acumulada. Con su desaparición en los años noventa y el sur-
gimiento del INURBE, el Estado pasa de ser productor de vivienda a regulador de
mercado, asumiendo a través de los subsidios a la demanda una nueva forma de
promover el acceso a la vivienda. En este período adjudica por distintas modalida-
des un número equivalente a 1.200.000 soluciones, demostrando una mayor efi-
ciencia en la distribución financiera, pero abandonando la perspectiva de la calidad
de la vivienda, como se observa en las tablas siguientes.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 157


SUBSIDIOS ASIGNADOS 1991-2007

INURBE/ BANCO AGRARIO C.C.F. C.P.V.M. TOTAL


FONVIVIENDA
Prome-
dio
Subsidio
Subsidio

Subsidio

Subsidio

Subsidio

Subsidio
Mil ($)

Mil ($)

Mil ($)

Mil ($)

Mil ($)
($)
AÑOS

1.991 17.402 70.509 - - 9.128 17.840 1.949 33.152 28.479 121.501 4.266.334

1.992 40.313 48.026 20.165 22.363 10.028 34.315 3.028 58.516 73.534 163.220 2.219.653

1.993 57.490 89.002 38.912 43.762 22.066 18.966 2.547 44.060 121.015 195.790 1.617.899

1.994 65.760 155.691 81.206 68.885 14.381 42.447 4.338 59.916 165.685 326.939 1.973.256

1.995 71.380 136.691 40.888 52.028 33.227 60.082 4.097 23.826 149.592 272.627 1.822.470

1.996 49.390 89.168 50.441 62.057 31.922 87.165 4.058 22.421 135.811 260.811 1.920.397

1.997 57.479 118.974 25.201 54.353 93.694 141.751 3.120 20.923 125.494 336.001 2.677.427

1.998 19.966 44.828 12.369 31.612 28.847 121.631 6.046 46.100 67.228 244.171 3.631.984

1.999 21.369 120.853 3.085 8.414 20.374 98.908 5.150 45.578 49.978 273.753 5.477.470

2.000 22.226 127.692 12.345 46.646 20.069 119.750 3.535 36.388 58.175 330.476 5.680.722

2.001 32.139 208.760 12.582 51.697 32.139 208.760 3.677 41.877 80.537 511.094 6.346.077

2.002 15.012 108.907 9.650 40.227 32.178 233.760 3.638 45.078 60.478 427.972 7.076.491

2.003 20.441 141.570 9.370 39.172 24.840 163.126 4.534 60.667 59.185 404.535 6.835.088

2.004 36.763 256.079 14.979 72.940 32.696 181.541 4.793 70.562 89.231 581.122 6.512.561

2.005 46.871 206.799 12.954 66.051 39.427 266.126 7.166 112.860 106.418 651.836 6.125.242

2.006 38.538 298.689 12.882 75.771 48.796 341.774 6.101 104.439 106.317 820.673 7.719.114

2.007 14.138 108.299 9.506 57.749 18.298 130.704 2.897 50.873 44.839 347.625 7.752.738

TOTAL 626.677 2.330.537 366.535 793.727 458.110 2.268.646 70.674 877.236 1.521.996 6.270.146 4.119.686

Tabla Nº 8. Subsidios asignados 1991-2007. Fuente: Cálculos dirección del sistema habitacional – MAVDT

158 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Familias Subsidio

Vigencia Solicitudes Adjudicados % Solicitudes Adjudicados %

2000 45.903 12.345 21 180.848 46.646 19

2001 104.582 12.585 21 451.169 51.697 21


2002 94.751 9.650 16 396.090 40.227 16
2003 71.287 9.370 16 295.027 36.270 15
2004 87.321 15.250 26 390.830 68.986 28
TOTAL 403.844 59.200 1.713.964 243.826

Tabla Nº 9. Subsidios otorgados vs. solicitudes


Vigencias 2000-2004. Fuente: Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.

Del total de subsidios de vivienda otorgados en el ámbito nacional en 14


años, en Bogotá se han adjudicado 283.475 subsidios, que representan el 31,8% de
los hogares beneficiados, que recibieron en asignación monetaria la suma de 1,2 bi-
llones de pesos (4.838.710 USD), que equivalen al 37% de los recursos asignados en
el país58. La tabla siguiente muestra el comportamiento en el periodo 2004 - 2007.

58
Informe del contralor de Bogotá en el año 2005 sobre la situación en materia de
vivienda para la ciudad.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 159


TOTAL
MODALIDAD
2004 2005 2006 2007
SUBSIDIO
DE 2004-2007

CANTIDAD

CANTIDAD

CANTIDAD

CANTIDAD

CANTIDAD
VALOR

VALOR

VALOR

VALOR

VALOR
11.635.368.500
Lista viabilizada

1.481

1.481
del gobierno 11.636.368.500
nacional

6.513.349.500

609.948.000
813

887
Reasentamientos 7.123.297.500

74

11.958.966.733

5.329.500.000
Desplazamiento
1.216

1.716
500
17.315.466.733
forzoso
3.298.674.000

Vendedores
385

385
3.298.674.000
ambulantes

15.341.925.060
4.738.543.237

Mejoramiento de
1.011

4.140
20.080.468.297
vivienda
3.625.099.978

Construcción en
437

437

3.625.099.978
sitio propio
2.186.249.200

Mejoramiento de
466

466

2.185.249.200
ihabitabilidad

Resentimiento
966.984.480

por desalojo
108

966.984.480
de espacio
público
26.444.481.148

21.638.409.540

66.231.608.688
18.148.718
2.294

3.589

3.737

9.620

TOTAL

Tabla Nº 10. Subsidios y montos asignados 2004-2007.


Fuente: Contraloría Distrital. Bogotá. 2007

160 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


A pesar de que este tipo de subsidios distritales fue creado en el año 2005,
su principal impacto ha sido en población vulnerable que el esquema convencio-
nal de subsidios no acepta por no cumplir con el requisito de contar con ingresos
superiores a cuatro salarios mínimos. Por tanto, su mayor impacto se concentra en
las modalidades de mejoramiento de vivienda y desplazamiento forzado, y en un
tercer lugar en el rezago del gobierno nacional.
De igual modo, en el año 2004, el gobierno nacional expidió el Decreto
2060, por medio del cual se establecieron nuevas normas mínimas para vivienda de
interés social urbana, señalando que para la vivienda tipo 1 y 2 es admisible un lote
de hasta 35 m2 para vivienda unifamiliar y 120 m2 para vivienda multifamiliar, man-
teniendo sin modificación alguna las áreas públicas y comunales de cesión para
espacio público y equipamientos, generando por la vía normativa un aumento de
las densidades poblacionales y elevando los precios del suelo urbano. Se minimiza
el aislamiento posterior a 2 m2.

Problemas actuales del hábitat y la vivienda

Períodos y perspectivas desde donde se ha abordado el


problema de la vivienda en Colombia

Según Gilberto Arango (2001:227-263), existen tres grandes periodos me-


diante los cuales se puede delimitar el enfoque frente al problema de la vivienda
en Colombia. Éstos son: Periodo asistencialista, 1945 - 1972; Periodo de transición,
1973 - 1988; Periodo del mercado –que extenderíamos hasta hoy–, 1989 - 2008.
En relación con el último periodo, señala Arango que el sector público da
el paso definitivo hacia su conversión en un simple facilitador de mercado para la
dinámica de la vivienda en el país. La política frente al tema se convierte abierta-
mente en una propuesta centrada en la necesidad de fortalecimiento del mercado
de vivienda y del sector financiero como su principal actor.
A la luz de una época de auge del narcotráfico en el país, las pautas que
se encuentran para regularizar y controlar la dinámica de la vivienda y su papel en
el lavado de activos, la opción es formalizar ese papel por medio de la entrega del
control al sector financiero.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 161


Es de destacar que la Ley 3ª de 1991 reforma y suprime el Instituto de
Crédito Territorial –ICT–, entidad estatal responsable de la construcción de las solu-
ciones de vivienda popular en Colombia durante más de cincuenta años59, y crea el
Instituto Nacional De Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana –INURBE– como
instancia que a través del otorgamiento de subsidios económicos parciales procura
el acceso a soluciones de la denominada vivienda de interés social mediante el sis-
tema financiero regulado por la mencionada ley60.
Esta decisión de política pública ha permitido el mayor posicionamiento
de formas no reguladas de acceso a la vivienda o al suelo urbano, dadas las dificul-
tades para acceder al sistema financiero tradicional. Similar situación le sucedió al
Banco Central Hipotecario –BCH– que también desapareció e inició su proceso de
liquidación a mediados de la década de los años noventa como organismo institu-
cional promotor y constructor de vivienda y estándares para la misma. Para el año
2003 se suprime el INURBE61 y se establece el Fondo Nacional de Vivienda –Fonvi-
vienda–62 (Decreto 555/03).
Se crea la estrategia de subsidio a la demanda que tampoco logra abordar
a las capas más vulnerables de la población, a pesar de que lo señala como una de
sus intenciones; el manejo que estos subsidios adquieren es burocrático y politi-
quero y no logra tener un impacto de disminución en el costro final de la vivienda,
lo que sigue con la línea de la no asequibilidad.

59
El ICT, durante sus cincuenta años de existencia, edificó alrededor de 500.000
soluciones de vivienda en toda Colombia.
60
La Ley 3 de 1991 establece múltiples opciones de acceso y mejoramiento de la
vivienda, y plantea la necesidad de establecer variados mecanismos de financiación.
61
Durante el periodo 1999-2003 se financiaron 300.000 soluciones VIS.
62
Los objetivos planteados para el Fondo Nacional de Vivienda –Fonvivienda– son
consolidar el Sistema Nacional de Información de Vivienda y ejecutar las políticas del go-
bierno nacional en materia de Vivienda de Interés Social Urbana, en particular aquellas
orientadas a la descentralización territorial de la inversión de los recursos destinados a
Vivienda de Interés Social, administrando los recursos asignados en el Presupuesto Ge-
neral de la Nación en inversión para Vivienda de Interés Social Urbana; los recursos que
se apropien para la formulación, organización, promoción, desarrollo, mantenimiento y
consolidación del Sistema Nacional de Información de Vivienda y en general los bienes y
recursos de que trata el presente decreto.

162 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


El periodo actual

Estos tres periodos preceden la situación descrita al comienzo de este


apartado, la cual ilustra el momento que atraviesa la problemática de la vivienda en
el año 2008. Ésta se ha convertido en un elemento central de la especulación que
hoy penetra todas las dimensiones relacionadas con la construcción y mejoramien-
to del hábitat y la vivienda, tanto en la esfera pública, como en la privada.
La política habitacional que se adelanta dentro del actual modelo de de-
sarrollo propone como estrategia económico-financiera un modelo abierto de mer-
cado que se enmarca dentro del modelo económico neoliberal y a su vez se asume
como política que da sentido al concepto de nación y de pertenencia a las perso-
nas; sin embargo, este modelo representa en la práctica la usurpación de derechos
colectivos, la enajenación de los patrimonios familiares y sociales en provecho del
interés privado y de las grandes empresas nacionales y transnacionales.
En Colombia este modelo ha ampliado el déficit habitacional, el crédito63
se hace cada día más inaccesible, los estándares de habitabilidad y calidad para los
estratos medios de la población son cada vez menores, acercando a estos poblado-
res a las condiciones de los estratos socioeconómicos más bajos e incluso a los de
asentamientos de carácter informal auto-producidos.
Los cambios permanentes en materia de decisiones sobre política pública
de vivienda continúan desde el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Terri-
torial, responsable actual del manejo de estos temas, sin que se evalúen adecuada-
mente los resultados obtenidos previamente o se haga un seguimiento adecuado a
las decisiones tomadas años atrás. Hoy, a comienzos de 2008, se producen cambios
que se expresan a través de nuevos desarrollos a la Ley 708 de 200164, la cual hace
énfasis en la Vivienda de Interés Prioritario –VIP– tipos II y I; este último tiene como

63
María Mercedes Cuéllar, presidenta del ICAV señala que entre enero de 2000 y
junio de 2003, se desembolsaron 116.000 créditos hipotecarios por un valor de 2,6 billo-
nes de pesos. De este total, el 71% (82.1906 créditos) se destinaron a financiar VIS por un
monto de 1,25 billones de pesos. Al realizar el conteo se concluye que el 26% del número
de créditos de VIS se ubica en el rango comprendido entre 0 y 10 millones; otro 26%, en
la categoría de desembolsos menores entre 10 y 15 millones. En el caso de créditos dife-
rentes de VIS, el 87% es inferior a 60 millones. En el diario El Tiempo, 13 de septiembre de
2003.
64
Ley por la cual se establecen normas relacionadas con el Subsidio Familiar para
Vivienda de Interés Social y se dictan otras disposiciones.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 163


precio techo los 50 smmlv (23.075.000 pesos de 2008, 12.800 USD aproximadamen-
te), así como el impulso a los denominados macroproyectos (Decreto 4260 de no-
viembre de 2007)65 desde el gobierno nacional a través del Ministerio de Ambiente,
Vivienda y Desarrollo Territorial.

Hábitat y vivienda:
mercancías o satisfactores de necesidades

Los problemas del hábitat y la vivienda continúan siendo, en el caso de


América Latina, uno de los grandes problemas por atender de manera oportuna.
Los déficits que se presentan tienen múltiples aristas que reclaman de un conjunto
de políticas y acciones articuladas para atender las demandas acumuladas y prever
los escenarios de los próximos años. Sin embargo, la realidad política, social, econó-
mica y ambiental que afrontan nuestros países hace que ni las acciones ni los recur-
sos sean suficientes para atender todos los frentes que reclaman intervención.

La construcción de la vivienda

Al igual que lo que ocurre con otras necesidades básicas, existe un alto
porcentaje de la población que no está en condiciones de acceder a los bienes y
servicios indispensables para habitar un espacio apropiado. Esta realidad no se pue-
de abordar de manera individual debido a que estos sectores de la población se
encuentran condicionados por su ubicación en el espacio social y no cuentan con el
capital suficiente para su obtención (siendo el precio del suelo urbano determinado
de manera fundamental por el mercado).

65
“… el Plan Nacional de Desarrollo 2006-2010 incorporó dentro de los Pro-
gramas Integrales de Ciudades Amables la figura de Macroproyectos de Interés Social
Nacional –MISN–, definidos como el conjunto de acciones orientadas a la ejecución de
operaciones urbanas integrales, con capacidad de generar impactos en el conjunto de la
estructura espacial urbana y regional y de orientar el crecimiento general de las mismas.
Los MISN garantizan la actuación integral del Estado conjuntamente con la participación
del sector privado para la generación de suelo para VIS y la construcción e incorporación
de equipamientos e infraestructura de escala regional o nacional en el ordenamiento terri-
torial” (CONPES, 3476:3).

164 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


De acuerdo con María Carla Rodríguez (1998), uno de los factores que in-
tervienen en la dificultad de acceso al hábitat y la vivienda es la desigual distribu-
ción del sistema productivo que condiciona a los sectores de más bajos ingresos a
acceder a las mínimas condiciones de confort y habitabilidad.
La vivienda-suelo, entendida como mercancía, es un bien que se oferta y
demanda en el mercado. De acuerdo con lo expuesto por Nora Clichevsky (1998:22),
“…la tierra (suelo) es una mercadería especial, dado que no se produce como el res-
to de las mercaderías, es un bien que existe en la naturaleza. Lo que se produce son
subdivisiones de la misma y servicios que la definen como urbana…”.
El eje central de esta problemática son los sectores pobres urbanos, que
no resuelven sus necesidades de vivienda. Son los que habitan en una amplia gama
de asentamientos con alto nivel de precariedad (barrios informales, inquilinatos,
hoteles, entre otros) que conjugan una serie de deficiencias en la vivienda y sus ser-
vicios internos, en la infraestructura urbana y en los equipamientos barriales.
Se entiende que la necesidad de vivienda constituye un requerimiento
esencial del ser humano (Heller, 1986)66, fundamental para el desarrollo de la vida
cotidiana de las familias y hogares, es decir, para el desempeño de sus capacidades
esenciales en la obtención de recursos tendientes a lograr la formación e integra-
ción del individuo en la sociedad.
En el marco del estado neoliberal, las políticas habitacionales quedan
definidas como un problema de índole económico financiero macro-estructural
y la vivienda es problematizada como una necesidad de orden privado que cada
familia deberá resolver de manera individual. La vivienda así es definida y acepta-
da como un bien privado para el cual los recursos individuales constituyen la vía
exclusiva de acceso.
El proceso de reestructuración del aparato estatal y las lógicas guberna-
mentales, emprendidas desde comienzos de la década de los noventa, pone en jue-
go el contenido de integración social de la política habitacional y debilita el sentido

66
Cuando se habla de necesidades, se toma la definición de Agnes Heller (1986),
que establece que “…son necesidades de todos, todas aquellas posibles de ser satisfechas
en las actuales condiciones de desarrollo de capacidades humanas (técnicos, materiales y
culturales) que las comunidades o grupos sociales hacen deseables o reconocen como po-
sitivas para su desenvolvimiento y bienestar, en procesos comunicativos y reflexivos públicos
y a la vez que, consecuentemente, los individuos pueden aspirar legítimamente”.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 165


de la vivienda como bien público, restringiendo la responsabilidad del Estado y el
resultante gasto social destinado a ello.
Siguiendo a Pradilla (1982), se puede afirmar que la intervención estatal
en las sociedades capitalistas provoca que la vivienda promovida por el Estado sea
solo accesible a un grupo de ingresos altos y medios, y que por fuera de sectores
asalariados las acciones estatales sean de escala limitada y tiendan a reproducir
condiciones de marginalidad.
Contrario a la definición de vivienda como mercancía, se considera que
la falta de vivienda es una necesidad social, por lo que el acceso a la misma es un
derecho que debe ser satisfecho mediante la intervención del Estado (siendo éste
uno de los agentes sociales que interviene en el intercambio demandante, oferente
y regulador de las relaciones de transacción).
El Estado debe garantizar el acceso a una vivienda digna como un derecho
social implementando, para lograrlo, una política social que tenga como objetivo
el bienestar social, en un sentido amplio, tal como es definido por Margarita Rozas
Pagaza (1998: 20) cuando explica que “… el concepto de bienestar social no solo
se refiere a la suma de bienestares individuales sino a la creación de condiciones de
igualdad y de justicia social…”.

Definición de la problemática de vivienda social en la ciudad

Vivir en la ciudad no es solo ocupar una vivienda. También es contar con


unas condiciones de habitabilidad, una calidad ambiental en el lugar donde se vive
y tener acceso a los servicios públicos y sociales, al igual que a equipamientos. Cues-
tiones que indican que el tema no es solo la vivienda sino que es el hábitat el debe
ser abordado desde una perspectiva integral que contemple todos estos aspectos.
Como se mencionó antes, el “problema de la vivienda”, en particular la vi-
vienda para los sectores de más bajos ingresos, no es sectorial sino que, debido a su
magnitud, a su continuidad en el tiempo y a su progresivo incremento, es estructu-
ral de la ciudad y de la sociedad, y como tal debe ser considerado en la definición de
los proyectos para la transformación de la ciudad.
El derecho a la ciudad implica el derecho a un hábitat y a una vivienda dig-
na, el derecho al medio ambiente, y así podemos seguir enumerando todos los de-
rechos fundamentales, los derechos humanos, los derechos económicos, sociales y

166 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


culturales, que deberían estar plenamente garantizados por el Estado, incluyendo
la participación activa de la sociedad en su conjunto, y que en la actualidad se en-
cuentran vulnerados, generando exclusión y fragmentación social.
La vivienda no se puede entender solo como una unidad que acoge a la
familia o el hogar, sino que en lo físico espacial es un sistema integrado por el suelo,
la infraestructura de urbanización, los servicios públicos domiciliarios y los equipa-
mientos social-comunitarios. Por otra parte, es el conjunto de relaciones sociales,
económico-políticas y culturales que se desarrollan en una comunidad en un há-
bitat determinado, siendo “… los atributos colectivos del hábitat urbano los que
determinan en mayor medida la calidad de vida de los ciudadanos o lo que algunos
llaman el disfrute pleno del derecho a la ciudad…” (Florián, 2005). Estos atributos
colectivos del hábitat urbano se manifiestan en diversas escalas, tales como la esca-
la local (urbana o rural), de barrio, vecindario, a nivel de conjunto habitacional y de
agrupación de unidades de vivienda.
Los diversos atributos de la vivienda se expresan en aspectos funcionales,
espaciales o formales, tanto estéticos como significativos, materiales, ambientales,
incluyendo también todas las fases del proceso habitacional (planificación, progra-
mación, diseño, construcción, asignación y transferencia, alojamiento y manteni-
miento, seguimiento y evaluación).
En dicho proceso participan como agentes sociales los sistemas públicos,
privados, técnico profesionales y la población.Para los sectores de población de más
bajos ingresos y los grupos más vulnerables, la vivienda social se ha de entender
como la finalidad de la política de vivienda social, es decir que ésta “…no se justifica
por sus productos sino por sus efectos...” (Florián).
Una política en ese sentido y de provisión de servicios tiene por finalidad,
entre otros aspectos, los siguientes:

1. Reducir el déficit habitacional que, fundamentalmente, afecta a los sectores


de la población de más bajos ingresos y/o de recursos inciertos.
2. Mejorar las condiciones de la calidad de vida urbana que actualmente ofre-
cen los barrios auto-producidos de las ciudades, de modo tal que los servicios pú-
blicos y los equipamientos urbanos sean apropiados en forma socialmente justa y
equilibrada por todos los habitantes
3. Adelantar infraestructuras y/o condiciones de saneamiento al proceso de
urbanización.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 167


4. Componer áreas urbanas deprimidas o desestructuradas a partir de inter-
venciones que incorporen nueva vivienda.

Consideraciones generales

En este apartado, retomaremos algunas de las ideas planteadas a lo largo


del texto con la intención de reafirmarlas y comprender su carácter estructural.

1. Los problemas del hábitat y la vivienda en Colombia son inseparables de los


ritmos y dinámicas generales del proceso de urbanización. Las particularidades de
este último marcan profundamente los rasgos de la problemática habitacional, por
tanto ésta debe tratarse de manera integral con todo lo relacionado con el proble-
ma del desarrollo urbano.
2. Los procesos de urbanización en Colombia se han dado con base en dinámi-
cas de migración campo–ciudad y simultáneamente a partir de procesos de especu-
lación del suelo. De esta manera, estos mismos elementos se convierten en aspectos
estructurantes para comprender la problemática de la vivienda en Colombia.
3. La política de vivienda en Colombia se caracteriza más por ser una política
financiera que por ser un elemento que evidencie una visión sostenida a largo plazo
para enfrentar la magnitud de la problemática que se presenta en el país.
4. Las políticas planteadas hasta el momento como un posible alivio o solu-
ción del problema de la vivienda no han sido suficientes para enfrentarlo. Además
de la insuficiencia de recursos, esto evidencia la ausencia de voluntad política para
priorizar este tema (entendido tanto desde el aspecto de la construcción de nuevas
unidades como desde los aspectos del mejoramiento del hábitat, tanto en la escala
barrial como de la vivienda) dentro de la agenda pública, lo que, a su vez, implica
no comprender su importancia estratégica dentro del marco del ordenamiento te-
rritorial urbano.
5. Otro factor que refuerza lo anterior, es que –a pesar del paso del tiempo y
de la experimentación con diversas fórmulas de solución– el problema se ha agra-
vado, con base en los mismos elementos estructurales que han trascendido sin
hallar solución. Un ejemplo reiterado es la incapacidad del gobierno nacional de
proporcionar una vivienda digna a la población desplazada por el conflicto interno

168 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


por un mecanismo diferente al de los subsidios, dándoles el mismo tratamiento que
el de los pobres históricos de las ciudades.
6. El diseño y ejecución de la política de vivienda se ha entregado al sector
privado, la rama pública se ha limitado al papel de veedor y a la entrega de una
parte de los recursos, mas no ha marcado la lectura del problema. Por lo tanto, el
sector privado ha obtenido un “cheque en blanco” para disponer de las decisiones
que ha terminado orientando en torno a sus intereses particulares y sobre las que el
mayor beneficiado ha terminado siendo el denominado sector de la construcción,
que ha repuntado en sus grandes utilidades monetarias a lo largo de las dos últimas
décadas gracias a la construcción de Viviendas de Interés Social. Es decir, la política
de asignación de subsidios directos a la demanda han dinamizado el sector de la
construcción, antes que para atender a la población más vulnerable. Una evidencia
concreta de ello lo constituye el hecho de que un porcentaje importante de los
subsidios se traslade a los propietarios del suelo.
7. Lo anterior hace que, muchas veces, el tema de la solución de la problemá-
tica de la vivienda se confunda con el de la construcción, generando unilateralidad
en la mirada.
8. Haber optado por priorizar el mecanismo de subsidios por encima de otro
tipo de soluciones implica aceptar que la prioridad de la denominada política pública
de la vivienda no se centra en los sectores de población de menores ingresos, sino en
la población que es sujeto de crédito. Se asume que la mejor estrategia consiste en
“mejorar” la capacidad de pago de los más pobres con una ayuda individual.
9. Unido a lo anterior, es necesario comprender que los sectores de población
de más bajos ingresos han participado activamente en la construcción de ciudad
por medio de la auto-producción de vivienda, y en general del entorno urbano de
los barrios informales auto-producidos. Esto hace que el mejoramiento deba ser un
punto prioritario en la política de vivienda, pues la llamada ciudad informal cons-
tituye más del 24% del total de las áreas urbanizadas de las ciudades colombianas,
como ya se señaló.
10. La experiencia acumulada de la auto-producción de ciudad en Latinoamé-
rica, donde Colombia no ha sido la excepción, a lo largo de más de seis décadas
demuestra que los pobladores urbanos han sido capaces de auto-producir progre-
sivamente sus viviendas y con ellas su hábitat inmediato, disponiendo de mecanis-
mos de financiación acordes con sus condiciones de trabajo y de movilización de
recursos.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 169


11. El papel de los municipios es fundamental en la resolución del problema de
la vivienda, a partir de la implementación y profundización de la política de descen-
tralización; sin embargo, eso no ha sucedido, por falta de conciencia, posibilidades
e instrumentos eficaces, pero también porque la descentralización no ha sido un
proceso real en la mayoría de municipios y regiones del país.
12. Es clave recalcar permanentemente que el tema de la vivienda no puede
ni debe dedicarse a favorecer los sectores solventes de la sociedad, que es urgente
que se oriente hacía los sectores más desfavorecidos.
13. Por último, es importante recoger algunas de las recomendaciones en tor-
no al tema de la vivienda, que ha planteado Gilberto Arango (2001: 227-263) como
alternativas al manejo del mismo, las cuales aún continúan vigentes:

• Formular una ley integral de vivienda que atienda y garantice las condiciones míni-
mas de calidad, en términos de confort, habitabilidad, durabilidad y sostenibilidad.
• Garantizar una tenencia segura para la población económicamente más vulne-
rable.
• Establecer un régimen de compromisos y responsabilidades entre los diferentes
agentes sociales.
• Dotar de instrumentos eficaces a los municipios para que puedan intervenir en el
mercado del suelo urbano y la vivienda.
• Crear un sistema nacional de información sobre la población demandante de
vivienda.
• Educar a la población respecto al tema de la vivienda y su gestión.
• Sacar a la Vivienda de Interés Social de la esfera del mercado, facilitando el acceso
al crédito, estableciendo criterios claros de operación del mercado y garantizando
la calidad de las soluciones.
• Sincronizar la movilización de los recursos, la administración de los procesos y el
desempeño de los actores que intervienen en ellos.
Una política de vivienda comprometida con el desarrollo equilibrado de la
nación tiene que hacer posible su accesibilidad, mejorar la calidad de vida y garan-
tizar una tenencia segura para todos.
Sobre las alternativas a la oferta de vivienda se requiere la diversificación
de ofertas que generen condiciones de universalización y mayores impactos socia-
les y de integración urbana. Para ello, se ha de partir por reconocer que la solución
a los problemas de hábitat y vivienda, en el caso colombiano, no ha de ser solo una
vivienda nueva, sino un abanico de múltiples alternativas que van desde la vivienda

170 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


en arrendamiento o con opción de compra –leasing habitacional– hasta la plena
propiedad. Ello implica reconocer que es un proceso que implica gradualidad en el
tiempo.
El diseño de este abanico de posibilidades de solución para el acceso a
una vivienda digna para la población de más bajos ingresos permitirá determinar
el tipo de solución para cada hogar, o grupo específico, dependiendo de varios
factores, tales como sus condiciones étnicas y culturales, su situación actual, su
tiempo desplazamiento –en el caso de la población desplazada– y el tipo de ho-
gar, entre otras.
Ahora bien, es claro que la realización plena del derecho a la vivienda para
la totalidad de la población colombiana no puede darse a corto o, incluso, a media-
no plazo, siendo por tanto necesario diseñar distintas alternativas para solucionar
la precaria situación habitacional del colombiano analizando distintas formas de
tenencia segura que puedan irse asegurando, siempre con la perspectiva de con-
vertirlas en soluciones de largo plazo.
También es necesario reconocer que la política de vivienda ha sido fun-
damentalmente orientada hacia la generación de vivienda nueva y aunque se han
planteado otras alternativas, éstas no se han fomentado. Entre las soluciones a ob-
servar como algunas de las alternativas a la vivienda para la población colombiana
se enumeran las siguientes posibilidades:

1. Adquisición de vivienda nueva.


2. Adquisición de vivienda usada (frente al acceso a una vivienda usada se
requiere de un peritazgo más flexible para su valoración –ello implica acciones de
mejoramiento de vivienda y mejoramiento barrial).
3. Construcción en sitio propio (implica reconocer que ya se cuenta con un
lote urbanizable).
4. Mejoramiento de vivienda actual (se presentan casos en los cuales la pobla-
ción satisfizo por su propio esfuerzo el acceso a una vivienda pero ella requiere ser
mejorada y adecuada).
5. Adecuación de asentamientos de origen informal (implicaría la legalización
de títulos, mejoramiento de entorno y vivienda, etc.).
6. Propiedad colectiva de vivienda (es necesario pensar en formas de propie-
dad colectiva poco comunes en Colombia).
7. Sería posible estructurar programas de reciclaje de estructuras urbanas
para vivienda mediante la adquisición y readecuación de edificios abandonados y

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 171


vivienda usada que estén aptos estructuralmente, ya sea para vivienda nueva o vivi-
enda en alquiler, considerando distintas opciones de tenencia (propiedad colectiva,
arriendo de largo plazo, arriendo con opción de compra, entre otros, para algunos
grupos de población que encuentren albergue temporal en tanto acceden a una
vivienda definitiva).
8. Vivienda agro-productiva en los bordes urbanos y áreas rur-urbanas (suelos
de expansión), con el desarrollo de proyectos agroforestales, guardabosques, entre
otros.
9. Diseño de asentamientos humanos rurales.

Así mismo, en el diseño y concepción de las alternativas de vivienda para


la población de más bajos ingresos ha de tenerse en consideración el concepto de
vivienda productiva, ya que ésta no cumple una función única de dormitorio o lu-
gar de alojamiento. Ello ratifica el hecho de que la vivienda es entendida y apropia-
da como solución a una necesidad y no una mercancía que se configura para ser
comercializada.
Todos estos conceptos técnicos son tan importantes como la accesibilidad
y los esquemas novedosos y ágiles de tipo financiero dirigidos a las poblaciones de
menores recursos.
La vivienda tiene un papel decisivo en la calidad de vida y el hábitat de las
personas. El acceso a una vivienda digna no está limitado por factores de tipo tec-
nológico o de falta de insumos, sino por restricciones financieras, al absorber una
parte significativa del ingreso familiar. Sin políticas nacionales de vivienda, solo los
grupos de mayores ingresos podrán tener acceso a una vivienda.
En países con limitaciones de recursos, como los latinoamericanos, debe-
ría impulsarse la recuperación y rehabilitación de la vivienda y el aprovechamiento
máximo de las infraestructuras existentes.
La tendencia que se seguirá desarrollando como política pública en ma-
teria de habitabilidad y vivienda será el fortalecimiento de los sistemas nacional
y municipal de subsidios a la vivienda nueva, el apoyo a la definición de políticas
financieras para la construcción de nuevas soluciones habitacionales por parte de
la denominada industria de la construcción y el impulso a programas locales de
gestión del hábitat y entorno construidos para su mejoramiento. Ello, sumado a la
reducción cada vez mayor del número de metros cuadrados ofertados como so-
luciones formales habitacionales que hoy llegan en algunos casos a los 28 metros

172 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


cuadrados ofertados67; es decir, el déficit cuantitativo y cualitativo de vivienda con-
tinuará, sumado a la “supuesta” escasez de suelo urbanizable en la mayoría de las
ciudades, la sostenibilidad de los incrementos de cobertura en agua y saneamiento,
así como el desorden del transporte público.
En paralelo a esta situación del ámbito estatal y del mundo del merca-
do, el mercado informal de suelo urbano y la auto-producción de las viviendas en
asentamientos informales seguirá siendo, en el caso colombiano, la característica
mayoritaria y prioritaria para resolver el acceso a la vivienda, que hoy ya alcanza el
24% de las áreas urbanizadas, que suman más del 40% de la población que vive en
las ciudades colombianas68.
A todo ello hay que sumarle el abandono de las áreas centrales y los pro-
cesos de renovación y re-habilitación de las antiguas zonas residenciales de estra-
tos medios y altos, que está produciendo graves desequilibrios en el territorio de la
ciudad, con consecuencias graves sobre los niveles de calidad de vida, productivi-
dad y sostenibilidad de las ciudades.
Los documentos nacionales de política pública establecen que la gestión
del desarrollo urbano en Colombia ha de basarse en seis ejes de actuación:

1. Impulso a la renovación y redensificación urbana.


2. Mejora a las condiciones de los asentamientos precarios.
3. Mejora a la movilidad de las ciudades.
4. Prevención y mitigación de riesgos ambientales urbanos.
5. Mejora a la calidad de las áreas de expansión de las ciudades.
6. Ajuste institucional y normativo.


67
En las ciudadelas de Metrovivienda, en Bogotá, se observan proyectos de la
Constructora Bolívar con estas dimensiones.
68
El documento CONPES 3305 calcula que el área neta de uso residencial que
corresponde a asentamientos de origen informal construidos mediante el denominado de-
sarrollo progresivo, con enormes problemas de calidad, habitabilidad y sostenibilidad, en
las principales ciudades del país varía significativamente. En el caso de las cinco principales
ciudades, corresponde al 16% en promedio; para las ciudades con más de 300.000 habi-
tantes, el porcentaje es de 19% y en las que tienen entre 100.000 y 300.000 habitantes es
de 24%, lo cual implica una problemática más seria en términos relativos en este grupo de
ciudades.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 173


Algunas consideraciones sobre las políticas públicas

Las políticas públicas no se pueden limitar a atender solamente las pre-


existencias, sino que también han de actuar sobre las causas que generan las pro-
blemáticas del hábitat y la vivienda. Ello exige atender en paralelo acciones frente a
la legislación urbanística, establecer políticas de prevención y mejora de la vivienda
ya producida, y fiscalizae y controlar los nuevos asentamientos auto-producidos.
Así mismo, y como señala Nora Clichevsky, se deben generar acciones en torno a
políticas macro de generación de empleo y mejora en la redistribución del ingreso.
De lo contrario, estos programas se convierten en paliativos que pueden redundar
negativamente en la población pobre urbana.
Se han de implementar aspectos operativos en la agenda institucional
–institucionalidad, gobernabilidad y financiamiento– que configuren una propues-
ta de plan estratégico-instrumental que permita resolver los desafíos planteados
en horizontes temporales de corto, mediano y largo plazo. Agenda que se ha de
priorizar para conseguir avances sustantivos en el logro de la sostenibilidad urbana
y territorial en Colombia, que a su vez dialogue con una estrategia de acción según
los cinco ejes estratégicos propuestos en la agenda urbana para América Latina.
Para el caso colombiano, las prioridades serían así: 1. empleo e ingresos, 2.
suelo, 3. vivienda, 4. servicios públicos, y 5. espacio público.
Dado que el motor del actual modelo de desarrollo basa su accionar en el
mercado y con éste el dinero, se requiere por tanto garantizar que las sociedades
cuenten con mecanismos eficientes y efectivos de acceso a capital, para la inversión
y el consumo. Por tanto, el empleo se convierte en la pieza fundamental de todo
el engranaje, ya que al generar ingresos permite la rotación del capital a través del
consumo de mercancías que simultáneamente estimulan la producción y circula-
ción de mercancías en el ciclo económico de producción-distribución-consumo-
producción.
Desde esta perspectiva, la prioridad ha de ser la habilitación de empleo,
principalmente productivo, y de otros mecanismos que generen ingresos al con-
junto de la población para satisfacer sus necesidades básicas, acceder a bienes y
servicios, entre ellos la vivienda.
Por otra parte, en los escenarios urbano y rural el acceso a la tierra se con-
vierte en un anhelo de la población, sumado a un factor cultural que solo reconoce
como válida esta forma de acceso al suelo. Para el caso del suelo urbano se debe dis-

174 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


poner suelo urbanizable para que los sectores de población de más bajos ingresos
puedan acceder a la vivienda y desarrollar su hábitat. Ello implica la intervención
directa del Estado en su producción, en su intermediación y en la regulación en
función de la oferta privada, aplicando el principio establecido por la carta consti-
tucional (1991) sobre la prevalencia y predominio del interés general respecto del
interés particular (artículos 1º, 58 y 82)69.
Con la garantía del acceso a suelo urbanizable es posible ordenar los pro-
cesos de configuración del territorio urbano y, por tanto, implementar una política
de vivienda para sectores de bajos ingresos, ya sea a través de vivienda nueva ter-
minada, unidades básicas para desarrollo progresivo con acompañamiento técnico
o programas de lotes con servicios, entre otras modalidades. Es decir, el suelo ur-
banizable se convierte en el catalizador de las necesidades y demandas de acceso
a la vivienda y en un instrumento que combate de manera directa los procesos de
ocupación irregular del suelo.
Esta política de acceso a suelo urbanizable ha de estar acompañada de un
fuerte impulso a garantizar desde un primer momento condiciones básicas de cali-
dad de vida urbana. La disponibilidad del acceso a servicios públicos domiciliarios
e infraestructura contribuye de manera sustancial a la mejoría de las condiciones
de salubridad, recreación y generación de actividades productivas en la vivienda
(entre otros aspectos), al convertirse en factor de mejoramiento tanto de la vivien-
da como del hábitat construido, pues influyen en la generación de ingresos y en la
aparición de puestos de trabajo a través del desarrollo de la vivienda productiva.
Por su parte, el proceso de consolidación de las condiciones de mejora-
miento barrial, de las viviendas y el hábitat, así como la consolidación de los mismos,
exige la aparición y fortalecimiento del espacio público junto a los equipamientos,
tanto para la atención de las necesidades de seguridad social básica (educación,
salud, bienestar social) como para el disfrute de la recreación y el ocio (parques,
plazas, alamedas, ciclorrutas, etc.), así como la socialización y disfrute de lo público.
Ello exige su definición, construcción y adecuación, sumado a la implementación
de mecanismos adecuados de mantenimiento y sostenibilidad.

69
De otra parte, el ordenamiento del territorio en Colombia se fundamenta en tres
principios que se interrelacionan entre sí, los cuales enmarcan y fundamentan la acción de
las autoridades (Artículo 2º de la Ley 388 de 1997): 1. La función social y ecológica de
la propiedad. 2. La prevalencia del interés general sobre el particular. 3. La distribución
equitativa de las cargas y los beneficios.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008 175


El asocio de estos cinco aspectos permitiría conseguir avances sustantivos
en el logro de la sostenibilidad urbana y territorial en Colombia; sin embargo, la
realidad es otra, pues las acciones en cada uno de estos cinco ejes hoy tienen prio-
ridades distintas, al igual que niveles de actuación y decisión diferentes. Un ejem-
plo lo constituye el manejo del espacio público, cuya responsabilidad está asociada
exclusivamente al escenario municipal en tanto que la vivienda hace parte de las
escalas de actuación y preocupación nacional, regional y local. Ello demanda una
articulación de políticas y programas que le den la coherencia necesaria para poder
generar el efecto positivo de contribución a la superación de la pobreza y la preca-
riedad urbana en Colombia.
Como última consideración, es fundamental garantizar que se reconozca
la existencia de un alto porcentaje de población de muy bajos ingresos que seguirá
excluida y no será tomada en cuenta a través de los actuales mecanismos de la de-
nominada política de vivienda. Así mismo, es necesario reconocer que la solución
a la problemática del hábitat y la vivienda en Colombia no puede seguir estando
sustentada en la ampliación de estímulos a los propietarios de suelo urbano y la
denominada industria de la construcción, como tampoco al sistema financiero, que
fuerza a todos los colombianos a poseer una cuenta bancaria como política “obliga-
da de ahorro” (bancarización).
Es hora de pensar en alternativas efectivas que atiendan a los sectores de
población de más bajos ingresos, reconociendo la importancia y el aporte que éstos
han hecho a la generación de riqueza en la ciudad y la economía a través de los pro-
cesos de auto-producción del hábitat y la vivienda en las ciudades colombianas.

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178 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Las regiones morales
en los sectores
medios
La diseminación de lo
subalterno y lo hegemónico
EN LA CARACTERIZACIÓN
DEL HÁBITAT URBANO
Jairo Rodríguez Leuro
LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS.
LA DISEMINACIÓN DE LO SUBALTERNO
Y LO HEGEMÓNICO EN LA CARACTERIZACIÓN
DEL HÁBITAT URBANO

Introducción

La pretensión de este ensayo es reflexionar sobre la producción de los espa-


cios simbólicos de los sectores medios desde la moralidad que está implícita en la so-
ciabilidad que desarrollan en la ciudad. Por medio de las reglas para el encuentro, los
diseños arquitectónicos, las formas de presentarse en público, la moralidad se visibi-
liza. En últimas, en la ciudad se configuran territorios simbólicos en los cuales los gus-
tos e intereses se visibilizan constituyendo una atmósfera que habla de la identidad
de sus habitantes y define que la ciudad se configure mediante regiones morales.
En la sociabilidad que se genera en el barrio se visibiliza la moralidad que
regula las relaciones de los habitantes. En los consensos que regulan la vida cotidia-
na en el barrio se manifiestan las reglas, los territorios y los gustos que construyen
lo colectivo, pero además definen la diferencia con los otros que no lo habitan. Por
lo anterior, el barrio se constituye en uno de los territorios simbólicos que nos per-
miten abordar la moralidad de los sectores medios, constituyéndose en la primera
región moral de los mismos.

182 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Para los sociólogos Ledrut y Keller, las relaciones de contacto, los puntos
de unión, permiten observar la frecuencia de las relaciones de los habitantes de un
barrio. Si bien este aspecto es cuantitativo, además podemos destacar uno cuali-
tativo que tiene que ver con la intensidad de la vida barrial, la cual, junto al diseño
arquitectónico y al equipamiento de servicios colectivos, son aspectos importantes
en la definición de la personalidad y distinción del barrio (Gravano, 2005: 100).
En la obra de Ledrut se destacan varios aspectos: el primero se relaciona
con la articulación que el barrio tiene con la ciudad por medio de los desplazamien-
tos de los habitantes a los lugares de aprovisionamiento y recreación que están
fuera de éste. El segundo aspecto a resaltar es la reflexión que Ledrut hace sobre la
relativa autonomía que logran ciertos barrios en relación con el centro comercial y
recreativo de la ciudad (Op. Cit.: 99).
Estos aspectos nos ofrecen herramientas para proponer otros dos territo-
rios simbólicos de los sectores medios: el lugar de aprovisionamiento y el de espar-
cimiento. En cada una de ellos se realizan prácticas de sociabilidad que tienen un
significado para los participantes, por lo que se constituyen en espacio simbólico,
en este caso, para los sectores medios, al mismo tiempo que determinan procesos
de segregación con respecto a los otros habitantes de la ciudad.
Estas tres regiones morales –barrio, aprovisionamiento y recreación– se
convierten en un texto que narra la lucha por la hegemonía cultural en la construc-
ción de la ciudad, entendiendo que en las regiones morales de los sectores medios
se disemina la sociabilidad de los sectores campesinos y obreros en ascenso y aque-
lla que tiene como origen a los grupos que han caído de los sectores de la élite.
Gary McDonogh entiende que la producción del espacio urbano es el re-
sultado de la lucha ideológica por la hegemonía: la construcción física del barrio,
las reglas para el encuentro, las formas de presentación en público que tienen que
cumplir los habitantes del barrio, los usuarios de los espacios destinados a la re-
creación y al aprovisionamiento son todos aspectos que permiten ver las regiones
morales de los sectores medios como una arena en la que se desarrolla la lucha por
la hegemonía.

LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS. LA DISEMINACIÓN DE LO 183


SUBALTERNO Y LO HEGEMÓNICO EN LA CARACTERIZACIÓN DEL HÁBITAT URBANO
Primera parte: la región moral

Definición

Según Robert Park (1999: 81), en la ciudad

es inevitable que los individuos que buscan las mismas emo-


ciones, ya se trate de una carrera de caballos o de una gran
ópera, se encuentren de un tiempo a otro en los mismos
lugares. Como consecuencia, en la organización espontá-
nea de la vida urbana, la población tiende por sí misma a
segregarse, no solo en virtud de sus intereses, sino también
de acuerdo a sus gustos y a sus temperamentos.

Este tipo de organización espontánea que se da en el espacio urbano, Park


(Op. Cit.: 83) lo llama región moral, y afirma que

es un término que se aplica más bien a las áreas donde pre-


valece un código moral divergente –más de lo que sería
normal– por un gusto, una pasión o algún interés que se
arraiga directamente en la naturaleza del individuo. Puede
tratarse de un arte como la música o de un deporte como
la hípica… Una región de este tipo se diferencia de otras
agrupaciones sociales por el hecho de que sus intereses son
más inmediatos y más profundos. Por eso sus diferencias se
deben más a un aislamiento moral que intelectual.

El antropólogo Ariel Gravano considera que las regiones morales, de un


lado carecen de una perspectiva histórica que explique su conformación, y de otro,
no abordan el conflicto social como dimensión de su análisis. Por lo que para este
enfoque las regiones morales se plantean como algo natural, como un hecho con-
sumado y no problematizante.
Bajo esta perspectiva, las regiones morales aluden más al lugar del caos y
de “los desviados”, en donde prevalece un código moral divergente, que ha aquellos
lugares en donde se establece lo que se considera “normal”. Según Gravano, si se
parte de la definición de anormal es por que hay unos valores, normas, preferencias,
opiniones y objetivos compartidos por un grupo que se define como “normal”. Lo

184 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


que nos sugiere que las desviaciones a estos ejes normativos son frecuentes en la
realidad heterogénea de la gran ciudad (Gravano, 2005: 46).
Ahora bien, siendo conscientes de las críticas que se han realizado al con-
cepto de regiones morales, y aclarando que no es de nuestro interés retomarlo para
el análisis del estilo de vida de la clase media, sí podemos aceptar que este concep-
to nos sugiere la moralidad como dimensión para abordar el estilo de vida de los
sectores medios.
En principio abordaremos la moralidad que se expresa en la sociabilidad
como dimensión orientadora para indagar por el estilo de vida de los sectores me-
dios. Desde esta perspectiva, proponemos tres planos para indagar por la morali-
dad que está involucrada en esta sociabilidad. El primero es el de los valores que
están en juego en los encuentros. El segundo tiene que ver con las reglas del en-
cuentro que se sintetizan en la “cortesía”, el “tacto”, y los “buenos” modales. Un tercer
plano es el de la estética, que se materializa en las “escenografías” con sus colores,
los vestidos y los tipos de cuerpos que usualmente ponen en juego estos sujetos en
la sociabilidad.
Tomando como base estos tres planos, podemos introducirnos en el pro-
ceso de construcción del estilo de vida de los sectores medios; además, estos planos
marcan un camino para observar las formas de distancia social que elaboran frente
a los que no comparten los mismos valores, no tienen las mismas reglas –“buenos”
modales– y no usan las mismas estéticas. Es interesante recalcar que aquellos que
no cumplen con estas condiciones se les nombra, en el caso de Bogotá, de una ma-
nera particular, son los del “sur”, y aquellos que los cumplen son los del “norte”, a los
que también se les dice “gente de bien” por enumerar sólo algunos de los apelativos
como se nombra su identidad.
Pero esta moralidad que está en juego en la sociabilidad se realiza en va-
rios lugares de la ciudad, de tal manera que se configuran territorios simbólicos en
los cuales los intereses, gustos, e incluso temperamentos se visibilizan. Al mismo
tiempo, en estos territorios se segrega a los habitantes que no tienen las mismas
preferencias ni comportamientos.
De esta suerte, los sectores medios producen unos espacios simbólicos en
la ciudad demarcados por su sociabilidad que expresan una moralidad particular. En
estos espacios se establecen unos mecanismos de segregación que permiten que los
sectores medios se diferencien de otros grupos sociales, en especial de los obreros.
Llamaremos a estos espacios simbólicos “regiones morales” de la clase media.

LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS. LA DISEMINACIÓN DE LO 185


SUBALTERNO Y LO HEGEMÓNICO EN LA CARACTERIZACIÓN DEL HÁBITAT URBANO
En este sentido, las regiones morales de los sectores medios son, pues, la
expresión de su estilo de vida y el seguimiento a su sociabilidad nos permite ob-
servar los mecanismos de segregación con los cuales se distinguen socialmente de
otros, en especial de los sectores obreros.
Ledrut destaca tres espacios en los cuales se concentra la sociabilidad de
los habitantes de los barrios que él ha estudiado en la ciudad de Toulouse. El prime-
ro es el barrio, como lugar de vivienda; el segundo está definido por los lugares de-
dicados al esparcimiento y el tercero es el que se destina al aprovisionamiento. Estos
lugares permiten construir un mapa para abordar el estilo de vida de los sectores
medios en Bogotá.
En estos espacios se pueden observar los valores que regulan los encuen-
tros al igual que sus formas definidas desde la “cortesía”, el “tacto”, y los “buenos”
modales y sus estéticas o “escenografías” –con sus colores, sus vestidos y sus tipos
de cuerpos. En conclusión, podemos observar allí los intereses, gustos y formas de
comportamiento que caracterizan a los sectores medios, es decir su estilo de vida.

Las regiones morales y el conflicto social en los sectores


medios bogotanos

Las regiones morales de la clase media en Bogotá están demarcadas por


el conflicto social que ha caracterizado a la sociedad colombiana en los últimos 50
años. Desde la década de los años cincuenta, Bogotá, como capital de Colombia, ha
tenido que vivir grandes oleadas de inmigraciones de campesinos que huyen de la
guerra y/o que buscan oportunidades económicas.
De suerte, que en la capital colombiana una de las características de ma-
yor regularidad es el crecimiento constante de los sectores que poseen su fuerza
de trabajo, pero que no la pueden vender, lo cual los convierte en marginales, no
sólo en lo económico sino en lo socio-cultural. Ariel Gravano (2005: 93) retoma las
reflexiones de José Nun, quien dice que el ejército industrial de reserva, que en la
etapa del capitalismo competitivo tenía una clara función dentro del sistema (pro-
ducir la baja de los salarios), en América Latina es tan grande y numeroso que una
variación en su número no afecta el precio de los salarios.

186 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


En Bogotá, este fenómeno va acompañado del aumento de la economía
informal, de la subterránea y de otros fenómenos articulados a la ilegalidad. Todos
estos aspectos contribuyen a la construcción de un ambiente de inseguridad en
la ciudad en el que los medios de comunicación masivo han cumplido un papel
importante en su difusión, incluso en algunos momentos, sobredimensionándolos.
Estos aspectos han contribuido a la sensación de inseguridad que los sectores me-
dios han vivido.
Frente a este clima, los sectores medios reaccionaron por medio de la ins-
tauración de estrategias de seguridad para el desarrollo de su sociabilidad. Las re-
glas de acceso estrictas y los dispositivos de seguridad sofisticados se hicieron cada
vez más frecuentes y generaron procesos intensos de segregación urbana.
Este contexto conflictivo explica, en parte, que las regiones morales de
los sectores medios se demarquen nítidamente en el espacio urbano de Bogotá,
materializando de manera intensa el proceso de segregación; característica que no
sólo se presenta en el uso que los habitantes le han dado a la ciudad, sino en la dis-
tribución geográfica de los barrios.

La definición de las “regiones morales”


de los sectores medios

En principio, en la ciudad podríamos establecer tres espacios que se con-


figuran como regiones morales de los sectores medios: el lugar de residencia, el de
esparcimiento y el de aprovisionamiento.
Desde el interior de las regiones morales son los valores que circulan en
las interacciones los que convocan a cierto tipo de habitante de la ciudad, excluyen-
do a otros; del mismo modo se encuentran las reglas que definen el “buen” y “mal”
comportamiento como otro de los dispositivos para la definición y delimitación
simbólica de las regiones morales.
Desde el exterior de las regiones morales, la delimitación tiene como gran
protagonista los imaginarios sobre el uso del espacio urbano que se generan en
los habitantes de la ciudad. Uno de los actores que participan de manera impor-
tante en la construcción de los imaginarios son los medios de comunicación, de tal
manera que son algunos diarios los que desde sus columnas y secciones definen a

LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS. LA DISEMINACIÓN DE LO 187


SUBALTERNO Y LO HEGEMÓNICO EN LA CARACTERIZACIÓN DEL HÁBITAT URBANO
una zona como “peligrosa” y “pecaminosa”, mientras que otras son mostradas como
modelo de vida moderna.

La región moral de los sectores medios

En la sociabilidad se expresan corrientes de valores, de percepciones y de


concepciones de la vida que, en últimas, configuran una moralidad. La sociabilidad
permite identificar el estilo de vida, en este caso, de la clase media; visibiliza formas
de segregación y de inclusión que tienen que ver con el cumplimiento de reglas
que se ponen en juego en el encuentro, con las formas de expresarse oralmente,
con el tipo de vestido que hay que usar, con las reglas para comer, hablar e incluso
caminar, entre otras.
Es precisamente a la cristalización de una moralidad en la sociabilidad que
se conforma en un espacio simbólico en la ciudad lo que llamaremos “región moral”.
Sin embargo, la región moral no se suscribe al barrio, entendido como el mundo del
peatón, sino que además de este espacio –el barrio– la región moral se disemina por
el espacio urbano; en este sentido se agregan dos escenarios al ya constituido por el
barrio: los que se conforman en los lugares de esparcimiento y los que aportan los
lugares de aprovisionamiento.
La región moral configuraría al espacio urbano como un producto ideoló-
gico, ya que en la sociabilidad encontraríamos valores y formas que harían inteligi-
ble a estas configuraciones espaciales como producciones simbólicas que segregan
a un sector de la población e integran a otro; es decir, en la configuración espacial se
visibilizan las representaciones sociales de estos sectores sociales.
La primera región moral es el barrio, donde la sociabilidad tiene dos esce-
narios. El primero es el de la vida cotidiana, donde las interacciones más frecuen-
tes son: el encuentro en la esquina, en la tienda, en el parque o, en su defecto, en
la casa. El segundo escenario es el destinado a los encuentros que, mediados por
intereses específicos, exigen cierto tipo de organización formal: asociaciones de ve-
cinos y juntas de propietarios, entre otros.
La segunda y la tercera región moral estarían dadas por las relaciones de
los habitantes con la ciudad, en especial, con los centros de aprovisionamiento y
de recreación que están fuera del barrio. Partimos del hecho de que en los sectores
medios “la mayor parte de la población no puede ir caminando a su trabajo ni a

188 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


realizar compras al centro”, lo que nos plantea la ponderación de la relación entre
asentamiento o instalación y movimiento o circulación, dentro de la cual los barrios
conformarían también un resultado histórico producto del impulso a asentarse en
una comunidad local y a la vez movilizarse espacialmente alejándose de la misma
(Gravano, 2005).

La primera región moral: el barrio en los sectores medios

Para Ledrut (1974: 121), un barrio es aquella parte de la ciudad cuya po-
blación ha aumentado de tal manera que ya no puede continuar formando una
comunidad local. Plantea que:

en determinada fase evolutiva de las ciudades aparece una


diferenciación de dos zonas: el centro y los suburbios. Se
constituyen así barrios que en el pasado tendieron siempre,
en mayor o menor medida, a formar comunidades loca-
les. Cada uno de estos barrios tiene individualidad propia.
Debe su unidad –que lo convierte en parte distinta, dentro
de la ciudad por un lado, a los equipamientos y comporta-
mientos sociales relacionados con el barrio; por el otro, a
una organización espacial que se asegura límites hasta cier-
to punto netos y una cohesión más o menos fuerte.

En la elaboración conceptual de barrio que realiza Ledrut destacan una serie


de instituciones que deben hacer parte del barrio. Según este sociólogo, frecuentar
los comercios, las escuelas, la iglesia, las salas de reunión y de espectáculo, instalados
dentro de ciertos perímetros, contribuye a crear un barrio (Ledrut, 1974: 121).
Sin embargo, por un lado es preciso que estos equipamientos sean bas-
tante numerosos y se hallen próximos y que el sector pueda aislarse de la ciudad.
Por otro lado, asegura esta individualidad del barrio la existencia de un centro o eje
(que puede ser una plaza, una calle o un paseo público) donde están reunidos los
principales equipamientos.
También es menester que la disposición espacial lo separe, de manera
continua o discontinua, de los demás barrios. Ambas condiciones se interrelacio-
nan: la existencia de un núcleo de vida y las reuniones periódicas de los habitantes

LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS. LA DISEMINACIÓN DE LO 189


SUBALTERNO Y LO HEGEMÓNICO EN LA CARACTERIZACIÓN DEL HÁBITAT URBANO
tienden a crear límites a alguna distancia. Estos límites se constituyen tanto más
fácilmente si existen cortes o interrupciones.
Estos límites y extensión de los barrios dependen de la distancia que se
pueda recorrer sin esfuerzo, a pie, con el fin de utilizar el equipamiento. Para Ledrut,
“el barrio es el mundo del peatón”. El barrio tiene su personalidad colectiva que le
da identidad frente a otros barrios. Agrega que la intensidad de la vida del barrio es
un factor importante en la definición de su individualidad.
El barrio está constituido por una serie de unidades vecinales cuyas ca-
racterísticas constituyen la personalidad del barrio y lo diferencian del centro de la
ciudad y de otros barrios. Así, esta identidad que expresa el barrio no es la suma-
toria de las características de las unidades vecinales, convirtiéndose en la síntesis y
contribuyendo a generar una cierta autonomía.


El vecino. Su escenario: el barrio

Simmel (2002) llama sociabilidad al instante del encuentro; según él, es


una configuración pura que no tiene finalidad material, no tiene contenido, ni resul-
tado que estuviera, por así decirlo, fuera del momento sociable del encuentro como
tal. En el caso de los barrios, la sociabilidad más importante se da entre los vecinos,
aunque, por supuesto, podemos encontrar otros actores sociales, como los amigos
y los parientes.
Según Susan Keller (1979), el vecino, aunque se le ignore, existe por el he-
cho de estar próximo en el espacio físico, pero, una vez que interviene la distancia
cesa de existir la relación de vecindad como tal. La proximidad física es significativa
para la creación y el mantenimiento de las relaciones de vecindad, a diferencia de
la relación de amistad que puede hacerse en cualquier lugar: donde uno vive, se
divierte o trabaja.
Las relaciones entre vecinos están, en parte, colectivamente definidas y,
por tanto, tienen normas que las regulan socialmente; en cambio la amistad, por
lo general, suele ser una cuestión personal y privada, al igual que su regulación. El
nivel de intimidad entre vecinos está definido colectivamente, en la amistad la base
real es una reciprocidad estrecha enraizada en la confianza, el afecto y el respeto
mutuo (Keller, 1979: 53).

190 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


La relación de amistad se escoge, mientras que al vecino no. Partiendo
de la información que se ha obtenido hasta el momento en el caso de los sectores
medios, la elección del vecino esta mediada por tres aspectos: en primera instancia,
por la capacidad adquisitiva para adquirir vivienda; segundo, aparece el gusto por
un tipo de vivienda apartamento o casa en el que se desea vivir; en tercer lugar, está
mediada por el sitio de preferencia para vivir que puede ser cerca o en la ciudad70.
Según Susan Keller, el vecino al realizar algunas actividades que regular-
mente realizan los amigos o parientes lejanos puede reemplazarlos pero nunca
desplazarlos. Sin embargo, ser un buen vecino no es en absoluto lo mismo que ser
un buen amigo. Si se llega a edificar una buena amistad con el vecino, esta relación
amistosa desplaza a la relación vecinal.
El grado en que los individuos transforman las relaciones vecinales en re-
laciones de parentesco o amistad probablemente varía según el grupo y el contex-
to, pero una vez que se ha transformado así la relación vecinal, ésta ha dejado de
existir exclusivamente como relación vecinal. Los buenos vecinos, se ha dicho, son
amistosos pero no amigos
Para Susan Keller el rol de vecino se define de acuerdo a las expectativas
que el consenso común de los vecinos determine para esta función, es decir, que
tiene una significación local. Esta socióloga resalta tres características que debe te-
ner un vecino: 1) proximidad física, 2) la relación entre vecinos está en parte colec-
tivamente definida y tiene mayores consecuencias sociales que la amistad; y 3) la
relación de vecindad tiene un grado de intimidad menor que el de la amistad.
En palabras de Susan Keller, el rol de vecino encaja en una red de roles so-
ciales y su explicitación depende de la naturaleza de la estructura social que incluye
la densidad de la población, la distancia entre las viviendas, el nivel económico de
los habitantes, el grado de cooperación pedida o permitida entre los residentes y la
confianza generada por los individuos en los no parientes.

70
La distancia física no destruye la relación de parentesco porque es prescrita, se
tiene que reconocer, aunque no se tiene por qué apreciar; si el pariente se distancia física-
mente e incluso socialmente, ésta no desaparece. La relación de parentesco está regulada
por la tradición de la familia y por la colectividad a la que pertenece el sujeto.

LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS. LA DISEMINACIÓN DE LO 191


SUBALTERNO Y LO HEGEMÓNICO EN LA CARACTERIZACIÓN DEL HÁBITAT URBANO
Algunas preguntas para construir el contexto del vecino y
sus relaciones de vecindad

Puesto que ni las necesidades de los residentes ni las condiciones que dan
lugar a estas necesidades son universales, ni uniformes, encontramos considera-
bles variaciones en los contenidos de las relaciones de vecindad en cada uno de los
asentamientos.
Retomando a Susan Keller, rescatamos las siguientes variables que se de-
ben tener en cuenta en la construcción de las relaciones de vecindad: 1) El conteni-
do del rol de vecino, 2) su importancia respecto a otros roles, 3) la formalización y
rigidez de la definición y 4) el grado de consenso respecto a los derechos y deberes
asociados con este rol.
De estas variables surgen las siguientes preguntas en cuanto al rol del ve-
cino: ¿cuáles son los “buenos” y “malos” vecinos?, ¿cuáles son las formas de distin-
ción entre los vecinos?, ¿cómo es la distribución espacial de las viviendas?, ¿quiénes
regularmente frecuentan las viviendas?, ¿cuáles son los rituales familiares a los que
pueden asistir los vecinos?, ¿cuáles son las ayudas que se prestan entre vecinos?,
¿cuáles son las organizaciones en las que más se participaba como vecino?

Primera región moral de los sectores medios: el barrio y el


rol del vecino en el estilo de vida de los sectores medios

Según el profesor Gravano, para los sectores medios, el barrio es un sím-


bolo de distinción. Uno de los atributos de esta distinción es la personalidad co-
lectiva que esta relacionada con: la intensidad de la sociabilidad en el barrio, con
los tipos de la organización y con la autonomía frente a la ciudad de los centros
de aprovisionamiento, de recreación y de esparcimiento. La personalidad da cierto
prestigio al barrio definiendo uno u otro tipo de habitante.
Otro de los atributos del barrio que juega en su constitución como símbo-
lo de distinción de los sectores medios tiene que ver con el modelo arquitectónico,
es decir, con que ofrezca un equipamiento colectivo moderno, sistemas de segu-
ridad, facilidad para acceder a los lugares de trabajo y cierto modelo estético. Sin
embargo, parecería que la historia del barrio no juega ningún papel en la construc-

192 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


ción de la distinción de los barrios de los sectores medios, por el contrario, parecería
que es la búsqueda de lo nuevo lo que define la elección de la vivienda. Pero más
que hacer una afirmación sobre este tema, interesa hacer la pregunta sobre ¿cuál
es el grado de importancia que tiene la historia en la constitución del barrio como
símbolo de prestigio

Segunda región moral de los sectores medios: el lugar de


aprovisionamiento

Según Ledrut, algunas actividades de consumo no se pueden realizar en


el perímetro del barrio, generalmente son aquellas que se hacen con poca frecuen-
cia. En la medida en que la ciudad crece, estas actividades se realizan cada vez más
lejos del barrio, sobre todo en aquellos barrios que están mas alejados de los dife-
rentes centros comerciales lo que provoca que los espacios de consumo se amplién
a la ciudad
Las compras que se realizan a diario están generalmente cerca de la vi-
vienda, lo que hace que el consumidor sea dependiente en relación con el barrio.
Un equipamiento completo, particularmente en el plano comercial, permite una re-
lativa autonomía, por lo menos, con respecto a otras zonas de aprovisionamiento.
Los alimentos y las compras de menor cuantía tienden a efectuarse dentro del barrio
o en lugares cercanos. La poca importancia que se le da, dentro del presupuesto fa-
miliar, al consumo diario, en relación con las inversiones de alto costo son factor de
desplazamiento regular hacia áreas cercanas. Pero las compras más onerosas, como
vestimenta y artículos para el hogar, entre otras, “rara vez se realizan en el barrio, de-
bido al equipamiento insuficiente de comercios capaces de satisfacer tales necesida-
des” (Ledrut, 1968: 182).
A pesar de que el mercado permite la entrada libre de cualquier consumi-
dor, surgen una serie de filtros que impiden la participación en el consumo al que
lo desea hacer, el primero, claro esta, es la capacidad económica, luego encontra-
mos el gusto que define que tipo de almacén y de bien es apto para satisfacer el
deseo. Estos dos factores afectan las características arquitectónicas y estéticas de
los espacios dedicados a este tipo de actividad y las reglas de la sociabilidad que se
desarrollan en estos lugares.

LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS. LA DISEMINACIÓN DE LO 193


SUBALTERNO Y LO HEGEMÓNICO EN LA CARACTERIZACIÓN DEL HÁBITAT URBANO
Los bienes, el diseño arquitectónico y las características estéticas de los
mercados están en concordancia con los tipos de consumidores que usualmente
los frecuentan, lo cual, sumado a los valores y reglas que regulan la sociabilidad
practicada en estos lugares, determina formas de segregación simbólica y espacial,
de suerte que la configuración espacial y las formas de sociabilidad en el mercado
configuran otra región moral de los sectores medios.
En Bogotá, por ejemplo, en la década de los cincuenta, los sectores medios
se empiezan a alejar del centro histórico, por lo cual las distancias cada vez se hicie-
ron más amplias y se hizo necesario construir lugares de aprovisionamiento cerca
de sus residencias. Por lo anterior, para la década de los cincuenta, aparecieron los
almacenes de cadena que representaban lo más reciente en comercialización al por
menor y estaban relativamente cerca de los barrios de los nacientes sectores me-
dios. Luego, a mediados de los setenta, en las afueras de la ciudad, pero cerca de los
barrios de los sectores medios, surge el primer centro comercial- Unicentro-
Comprar, no sólo lo de moda, sino ir a comprar al lugar de moda, son dos
características que definen a un tipo de consumidor, por lo que su distinción tiene
que ver, no sólo por lo que compra y usa, sino por dónde lo compra y lo exhibe.
Estas prácticas de consumo determinan que el espacio urbano donde se realizan se
convierta en símbolo de distinción.
De otra parte, es necesario tener en cuenta que otro tipo de práctica de
consumo se realiza en las plazas de mercado, las cuales, más que simbolizar lo nuevo
representan al campesino sinónimo de lo “tradicional”. Surge entonces la pregunta
¿cuál es el significado de estas prácticas de consumo “tradicionales” en la distinción
de los sectores medios?
Por último, la importancia que históricamente para estos sectores ha te-
nido la finca- hacienda- como lugar de descanso y de esparcimiento permite que
surja la siguiente pregunta ¿cual es el papel que juega el campo como referente
para los integrantes de los sectores medios? Incluso, este interrogante se refuerza
al observar que en las últimas décadas la búsqueda de vivienda en pueblos cerca-
nos a la ciudad se ha convertido en un comportamiento recurrente en este tipo de
habitante urbano.

194 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Tercera región moral de los sectores medios: los lugares de
recreación y esparcimiento

En la década de los cincuenta, los sectores medios en Bogotá empiezan


a consumir nuevos espacios de recreación y esparcimiento. Estos escenarios son
presentados como los de moda e intentan estar al tanto de los últimos cambios en
las propuestas para el uso del tiempo libre asi como de las estéticas empleadas en
los países industrializados71.
Discotecas, teatros, restaurantes y almacenes, entre otros, buscaban atraer
a sus clientes por medio del “alo” de lo nuevo. De esta forma la moda aparece rela-
cionada con este sector social y la pregunta que surge es por el lugar que la moda
juega en las prácticas de recreación y esparcimiento; situación que tiene que ver
con los hábitos de recreación y esparcimiento, así como con el significado de los
lugares fuera del barrio para el encuentro; aquí lo que cuenta es el significado de
la familia en la recreación, la prácticas recreativas de los jóvenes y mujeres − y sus
formas de distinción − y el papel de la moda en las prácticas de recreación.

La geografía simbólica urbana: la región moral como


espacio de conflicto por la hegemonía cultural

La región moral, o zona gris, como una producción ideológica

Las regiones morales de los sectores medios se constituyen en una arena


en la que se escenifica la lucha por instituir un modelo cultural hegemónico. Gary
McDonogh “define la cultura de las ciudades como caracterizada por tensiones con-
tinuas en medio de sistemas simbólicos que configuran el espacio social y delimitan
las categorías y los grupos sociales” (Gravano, 2005: 149).

En la década de los cincuenta y sesenta en Bogotá la arquitectura y las formas de


71

decoración de estos lugares intentaban recrear los modelos que eran de moda en países
como Inglaterra y Estados Unidos.

LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS. LA DISEMINACIÓN DE LO 195


SUBALTERNO Y LO HEGEMÓNICO EN LA CARACTERIZACIÓN DEL HÁBITAT URBANO
Según McDonogh, “Las categorías urbanas significantes toman forma
dentro de conflictos tanto ideológicos como de poder político. Los sistemas de cla-
sificación social de los grupos dominantes se imponen en el sentido común del
promedio de los ciudadanos” (Op. Cit.: 149), por lo que los sistemas de clasificación
social de los grupos dominantes se materializan en la configuración del espacio
urbano o, dicho de otra manera, el espacio simbólico es producto de la lucha ideo-
lógica por la hegemonía.
A diferencia del estudio citado por el profesor Gravano en el que se re-
salta cómo el poder y el espacio se juntan en el “bar” para definir, en términos de
hegemonía, la virtud y su contrario, en el caso de los sectores medios el poder y el
espacio se juntan en cada una de las regiones morales para definir, en términos de
la hegemonía, las características que configuran el estilo de vida, pero, también,
aquellas que se distancian del modelo hegemónico de cultura.
Podríamos hablar de dos orígenes de los integrantes de los sectores me-
dios. Primero están los recién llegados y luego los que llevan varias generaciones
en esta posición social. Los recién llegados vienen por dos caminos. Por el primero
entran los que han ascendido socialmente, generalmente de extracción campesina
y obrera y, por supuesto, sus lugares y prácticas de sociabilidad tienen el sello del lu-
gar de origen cultural; aquí, sólo después de la primera generación, se ven procesos
de integración cultural con los sectores que han estado varias generaciones en este
espacio cultural –el de los sectores medios.–
Por el segundo camino entran los que han caído de los sectores de poder,
generalmente confinados a sitios subalternos dentro de la burocracia estatal y sus
ingresos escasamente les permiten tener ciertos consumos necesarios para mante-
ner la distinción.
En el interior de cada una de las regiones morales hay cruces y entre-cruces
de formas de sociabilidad, unas de origen campesino y obrero conviven e, incluso,
se mezclan con las del modelo hegemónico de cultura. Lo que hace que las regio-
nes morales sean un degradé con muchos grises, producido, precisamente, por la
heterogeneidad en las características de las prácticas de sociabilidad; lo cual permi-
te observar la lucha por la hegemonía cultural que se materializa en la ciudad.
En este sentido, el cruce de las lógicas dominantes con las de los domina-
dos y los sentidos profundos que se ponen en juego constituyen el eje central en
cada una de las regiones morales de los sectores medios. De esta manera, rescata-
mos el trabajo de Mc Donogh, quien nos sugiere que las ubicaciones en el espacio
que se generan con la atribución de un sentido moral distinto y “vicioso” (en el caso

196 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


de barrios que reúnen “colonias“ con mentalidades distintas a las del entorno), sirve
para producir una segmentación de la población urbana; esto es, para reforzar la
segregación mediante la cultura y sus significados.

Los ambientes de la sociabilidad en la región moral:


expresión de la lucha por la hegemonía

Partiendo de las diferentes prácticas de sociabilidad que componen los


sectores medios y que expresan la tensión entre lo subalterno y lo hegemónico,
en las regiones morales de los sectores medios de Bogotá encontramos los tipos
de sociabilidades que recogen, tanto la propuesta hegemónica, como otras formas
que se le distancian.
Para De Certau (1996:131), la reconstrucción de las regiones morales im-
plica entender el espacio como un texto “en el que los relatos efectúan un trabajo
que, incesantemente, transforma los lugares en espacios o los espacios en lugares”.
En las regiones morales de los sectores medios se diseminan las sociabili-
dades y valores de los sectores subalternos, lo cual podría asimilarse a los anti-tex-
tos del relato hegemónico; también encontramos las puertas que nos permiten la
entrada a otros paisajes, tal vez las formas de sociabilidad que cambiaron de signi-
ficado o las que son reliquias.
Rescatar los relatos que se han privatizado y depositan en los rincones
de los barrios, de las familias o de los individuos, permitirá descubrir la diversidad
que caracteriza las regiones morales de estos sectores. Los lugares se convierten
en relatores de viejas prácticas que están en desuso asi como de aquellas que las
reemplazan, el territorio se convierte en una serie de fragmentos de múltiples mo-
mentos, las décadas se superponen y en varias voces se cuenta la historia de este
sector social.
Según De Certau, los lugares son historias fragmentadas y replegadas, pasa-
dos robados a la legibilidad por el prójimo, tiempos amontonados que pueden des-
plegarse pero que están allí como relatos a la espera permaneciendo en estado de
jeroglífico; en fin, simbolizaciones enquistadas en el dolor o en el placer del cuerpo.
El espacio es un texto configurado desde las sociabilidades que nos relata, de manera
discontinua, con vacíos y con anti-textos, las luchas por la hegemonía cultural.

LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS. LA DISEMINACIÓN DE LO 197


SUBALTERNO Y LO HEGEMÓNICO EN LA CARACTERIZACIÓN DEL HÁBITAT URBANO
El espacio urbano como texto jerarquiza y ordena semánticamente la su-
perficie de la ciudad y pierde, poco a poco, su valor grabado, como las monedas
gastadas; si bien su capacidad de significar sobrevive a su primera determinación
porque se convierte en relato del conflicto por lo hegemónico.
El espacio urbano es una producción ideológica en la que se representa la
lucha por la hegemonía cultural, por lo que entendemos que los sectores medios
configuran el espacio urbano como una región moral llena de marcas que cuentan
su propia historia así como la del orden hegemónico en el que se inscriben o contra
el cual se rebelan.

Las marcas en la ciudad y la producción ideológica

Retomando a Raymon Williams (2000), podríamos plantear que el espacio


urbano como producción ideológica se expresa en las formas de marcar la ciudad
que a su vez se convierten en un relato de la historia de los sectores medios. En prin-
cipio podríamos hablar de tres tipos de marcas: dominantes, residuales y emergentes,
las que además nos sirven como guía para descifrar esta tensión entre lo subalterno
y lo hegemónico.

Las marcas y la producción ideológica

Al recorrer la ciudad se observan las marcas que los sectores medios han
realizado en el espacio urbano a lo largo de su viaje por el siglo XX. Encontramos
espacios que fueron habitados en los años treinta y otros de los sesenta y setenta
y por último los que recién se han producido. Un bricolaje de arquitectura y de
estéticas es tejido en el espacio urbano en el trasegar que estos sectores han he-
cho por la ciudad.

198 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Ambientes residuales

En la ciudad tenemos las marcas de ambientes que ahora son residuales


y que, por definición, han sido formadas efectivamente en el pasado, pero todavía se
hallan en actividad dentro del proceso cultural; no sólo –y a menudo ni eso– como
elemento del pasado, sino como efectivo elemento del presente. Estas marcas no son
expresadas o sustancialmente verificadas en términos de la cultura dominante; son,
no obstante, vividas y practicadas sobre la base de un remanente tanto cultural como
social de alguna formación o institución social y cultural anterior (Williams, 2000).
Los viejos cafés que en la década de los veinte y treinta fueron importan-
tes en Bogotá para el incipiente sector medio de la época, que eran lugares para
discutir la actualidad política y renovar los afectos y las alianzas políticas, ya para
la década de los setenta y ochenta fueron abandonados por este sector social y
lentamente empezaron a convertirse en lugar para el encuentro de sectores mar-
ginados. Ahora estos lugares son lugar de encuentro de los “gay”, los “viejos” y los
“bohemios”.

Lo emergente

También encontramos marcas de ambientes emergentes que, según Ray-


mond Williams (2000: 146), expresan significados, valores nuevos, nuevas prácticas,
nuevas relaciones y tipo de relaciones que se crean continuamente y que exponen
los elementos que son esencialmente alternativos o de oposición a la hegemonía. Sin
embargo, resulta difícil distinguir entre los elementos que constituyen efectivamente
una nueva fase de la cultura dominante y los que son efectivamente alternativos.
Esta dificultad hace que solo las marcas de los ambientes más evidentes se
puedan clasificar como alternativas. Podríamos dar por ejemplo las nuevas formas
de sociabilidad que los jóvenes de sectores medios, en la década de los sesenta, de-
sarrollaron como una propuesta crítica y alternativa a la de sus padres: comunas en
las ciudades y en el campo, comercios de trueque, fiestas alternativas, entre otras,
serían algunas de las formas que, por sus características tan particulares, se podrían
clasificar en esta área de la sociabilidad, en la medida que cuestionan el modelo
hegemónico. En el momento actual, podríamos ubicar como marcas emergentes

LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS. LA DISEMINACIÓN DE LO 199


SUBALTERNO Y LO HEGEMÓNICO EN LA CARACTERIZACIÓN DEL HÁBITAT URBANO
las desarrolladas por los jóvenes punkeros y metaleros en los bares, al igual que el
uso que hacen de la calle.
Para esta época, otros tipos de marcas que tienen elementos que juegan
como opositores a los de la hegemonía, son aquellos que tenían como origen cultu-
ral a los sectores campesinos y obreros. Los restaurantes con sus hábitos de comida
acompañados de sus estéticas y reglas para comer fueron, y son, espacios culturales
que contribuyen a la producción ideológica de oposición a lo hegemónico.
Las marcas dejadas por aquellos lugares para las prácticas de esparcimien-
to que tenían como origen a los sectores campesino y obrero fueron otro frente en
el que se exhiben valores de oposición a lo hegemónico. Al igual que aquellas mar-
cas que quedan por los hábitos de la “rumba”, constituyen otro producto ideológico
que se opone a los hegemónicos.

Lo dominante

Por último estarían las marcas de ambientes de sociabilidad dominantes


ligadas al modelo hegemónico de cultura. Lo nuevo, lo de moda, es el eje para la
búsqueda de estas marcas de la sociabilidad.
Los ambientes para las prácticas de compras que se desarrollan en los al-
macenes de moda y en los grandes centros comerciales, al igual que el baile en las
discotecas y las prácticas de comida en los restaurantes de moda – que además repre-
sentan los principios de buen gusto – son esgrimidos desde el modelo hegemónico.
Frente a esta clasificación, un poco aventurada de las marcas de los am-
bientes de la sociabilidad de la clase media, surgen varias preguntas con respecto a
los diferentes tipos propuestos: ¿cuáles son las formas de sociabilidad residuales?,
¿qué significado tienen para estos sectores?, ¿quiénes las usan? Para las formas de
sociabilidad emergente, se preguntaría ¿qué características tienen?, ¿quiénes las
usan?, ¿cuál es el sentido de su uso?, ¿cuál es el ciclo de vida de estas formas? En

200 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


cuanto a las dominantes, la pregunta básica es ¿qué significa lo moderno para los
que participan en estas formas?, ¿cuál es la función de la moda?, ¿qué sentido tiene
la moda en estas formas de sociabilidad?

Bibliografía
De Certeau, M. (1996). La invención de lo cotidiano. México: Editorial Universidad Iberoame-
ricana.
Gravano, A. (2006). El barrio en la teoría social. Buenos Aires: Editorial Espacio.
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Ledrut, R. (1974). El espacio social de la ciudad. Buenos Aires: Editorial Amorrortu.
Park, R. (1999). La ciudad. Barcelona: Ediciones El Sebral.
Williams, R. (2000). Marxismo y Literatura. Barcelona: Editorial Península.
Los barrios mixtos,
hibridación estética
y sistema de organización
en las zonas urbanas
de Bogotá
Miguel Borja Gómez
LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA
Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN

Pertinencia del texto

Actualmente, los sistemas urbanos se definen por unas determinadas ca-


tegorías establecidas por el sistema de ciudad que los cobijan; estas categorías se
establecen universalmente como relaciones que provienen de un hecho superior,
ya sea su vocación histórica, su implantación geográfica o sus relaciones económi-
cas. Tales categorías llevan a entender a la ciudad como un ente complejo, dándole
sentido a conceptos como hábitat en el marco de sectores, unidades o regiones y,
desde aquí, a otras categorías alojadas dentro de las primeras.
La ciudad hace unos años se entendía como una entidad con un nombre,
fraccionada en zonas definibles tanto física como mentalmente, con características
comunes y no comunes, con relaciones claras respecto de su estratificación y eco-
nomía en el marco de unos claros parámetros de gestión, construcción y elabora-
ción de infraestructuras.
Hoy en día la definición de un sistema urbano ya no es fácil de hacer por la
intersección de esas múltiples variables que van desde lo que se considera como los
“métodos” de vida urbana hasta las definiciones de las categorías que ello supone:
el barrio o la urbanización ya no son categorías vigentes, ya que la especialización

204 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


de la misma ciudad lleva a reducir las entidades de vivienda o de otras varias acti-
vidades en sectores más pequeños e independientes que traducen inquietudes de
la sociedad actual, por esta razón se han transformado en sistemas complejos que
son capaces de definir la existencia y comportamiento de las personas bajo hábi-
tos urbanos desde donde pretenden satisfacer sus necesidades de accesibilidad,
seguridad, consumo, etc. Lo que se suponía que era un hecho circunstancial en la
metrópoli, el fraccionamiento, es ahora una causa de transformación general sin
relaciones directas con el conjunto urbano.
Desde aquí, uno u otro sector de la ciudad se definen por su imagen den-
tro del contexto. La imagen urbana y su persistencia en el imaginario de la sociedad
perduran mientras se refuercen constantemente los lazos de la tradición, pero la
ciudad actual dentro del sistema económico imperante, modifica constantemente
el perfil urbano, más aun, si la sociedad urbana crece con nuevos habitantes sin una
profunda conciencia de lo que significa la imagen de la ciudad –así como la modi-
ficación constante de las políticas de planeamiento urbano– no se hace posible la
protección y continuidad de un perfil construido tradicionalmente por la propia
ciudad, así como la conservación de los valores que ello conlleva.
Los barrios mixtos establecen propiedades inconclusas o deterioradas de
esos valores pasados que en primera instancia corresponden con una determinada
imagen urbana que posee elementos y tipologías, recursos y formas apropiados, al
punto que podemos encontrar circunstancias disímiles en los tamaños de los lotes,
en su forma de ocupación, en lo heterogéneo de sus funciones y, por lo mismo, en
lo fraccionado de su perfil urbano. Así, en su representatividad, la fachada de las
construcciones, o la forma como ésta se presenta públicamente a la ciudad, estable-
ce, por lo general, muchos años de modificaciones y elaboraciones.
Los barrios mixtos surgen entonces como áreas urbanas que hoy no repre-
sentan modelos urbanos en el sentido académico. En el sentido práctico, si lo son,
han sido imitados de manera sistemática, ya que representan la realidad económica
de la ciudad, el modelo urbano para imitar e interpretar que está ligado al desarro-
llo de ésta; no obstante, no responden a un modelo aprobado socialmente debido
a que no representan los valores tradicionales de belleza, limpieza y seguridad.
El barrio mixto no es una forma urbana imitable porque no está ligada a
un plan general de la ciudad que nace de un centro; él es concéntrico en sí mismo
y establece sus propias jerarquías; ahora bien, estas jerarquías establecen valores
en esas zonas, ya sean residenciales, comerciales, industriales, etcétera, y como tal
generan un desarrollo cultural y económico predecible que puede mantenerse de-

LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA 205


Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN EN LAS ZONAS URBANAS DE BOGOTÁ
bido a un cuidadoso planteamiento del uso del suelo. Así, la ciudad residencial, o las
zonas de actividad comercial, se han valorizado o mantenido en evolución gracias
a que dicha jerarquización no se realiza de manera consciente en las zonas mixtas
sino que proviene del carácter circunstancial al cual responden las diferentes diná-
micas urbanas en el devenir de los éxitos o fracasos que, en cada sector, supone el
propio desarrollo urbanístico.

Reseña histórica

Aunque el concepto de mixtura urbana debería dejarse de lado –por el uso


reiterado del mismo en el análisis histórico de cualquier texto urbano de la ciudad–,
el hecho es que es necesario hacer una reflexión del surgimiento de la categoría de
lo mixto en la ciudad en su correlato de hibridación estética, la cual corresponde
con los procesos interculturales que han evolucionado en una u otra forma urbana
a través de “la reconversión económica y simbólica con que los migrantes adaptan
sus saberes para vivir en la ciudad” (García Canclini, 1990: 14).
Así, la ciudad histórica puede ser definida y llevada al campo social que en
combinación con las visiones del arquitecto redefinan la posición de la hibridación,
ya que en primer lugar esta condición es estética por su forma y apropiación.

Imagen 1. Plano de Bogotá, 1911, Autor Alberto Borda Tanco

206 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


El plano de Bogotá de 1911(1) nos remite a un estado ideal de la ciudad, el
de una forma urbana cerrada, geométricamente regulable, con usos y actividades
definidos en las vías principales; aquí, dando jerarquía al tejido urbano, aparecen
los equipamientos institucionales y comerciales que concentran las diferentes ac-
tividades, al igual que las zonas verdes dispuestas de manera estratégica, creando
condiciones de un hábitat volcado sobre sí mismo. No hay efectos normativos to-
davía debido al incipiente estado de la sociedad y de la economía urbana, y aunque
las vías de acceso e infraestructura ya estaban planteadas, no existía una visión de
la ciudad y de su potencial desarrollo.
El barrio mixto, como lo conocemos, es un núcleo de actividades que con-
vive por adherencia a otros núcleos similares o diferentes articulado a la ciudad por
las vías, esto en la primera parte de su origen y desarrollo, ya que si bien se entiende
por núcleo algo independiente y autosuficiente, éste mantuvo el cordón umbilical
con el centro de la ciudad reafirmando sus vínculos en sucesivas transformaciones
sin perder las características de su fundación; un hábitat autónomo, complejo en
actividades y con identidad.
Al crecer la ciudad, los barrios mixtos quedan encapsulados en medio de
otros desarrollos similares o de naturaleza contraria haciendo que sus actividades no
trascienden al desarrollo de la ciudad en general por quedar rezagados, muchas ve-
ces, tanto en inversiones como en infraestructura y, por lo mismo, enfrentando tradi-
ción contra modernidad bajo el entendido genérico de que las características de las
urbanizaciones debían tener un carácter de inmutabilidad asociado a una u otra idea
de identidad. Por el contrario, lo que la hibridación ofrece es la inexistencia de absolu-
tos en razón de las mismas contradicciones latentes en el desarrollo de la ciudad.

LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA 207


Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN EN LAS ZONAS URBANAS DE BOGOTÁ
Imagen 2. Plano de Bogotá, 1932, Autor Secretaría de obras Públicas Municipales

El plano que traemos de Bogotá de 1932(2) identifica la presencia de estas


unidades autónomas que crecen separadas de la ciudad bajo la tutela de la inicia-
tiva particular; esto debido a la falta de articulación entre la demanda de nuevos
asentamientos y un modelo de ciudad capaz de satisfacer las propias demandas de
vivienda, servicios públicos e infraestructura; bien se pueden llamar a estos nuevos
desarrollos “unidades secas” que suplen necesidades del centro urbano al dotar de
habitación a una nueva clase social emergente; de esta forma se constituyen en
verdaderos modernizadores urbanos al llevar a cabo una gestión autosuficiente;
son los barrios obreros, de comerciantes, trabajadores estatales o individuos inde-
pendientes.
Como tal, el barrio mixto es una respuesta inmediata a las deficiencias de la
ciudad en lo que respecta a necesidades básicas no cubiertas por décadas; en estas
condiciones quedarían parcialmente desarrollados por simple falta de planeamien-
to en el modelamiento de su estructura física y de su infraestructura de servicios.
Frente a este aislamiento, los barrios mixtos crearon una determinada cualidad de
hábitats entre lo culto y lo popular que da paso a un nuevo saber: el de lo híbrido.

208 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Imagen 3. Plano de Bogotá, 1923, Autor Manuel Rincón

Un fragmento de un plano de 1923(3), identifica un ejemplo de este par-


ticular proceso en el cual hay una ausencia de referencias urbanísticas y, al mismo
tiempo, una introspección de una unidad autónoma que se vale de las condicio-
nes del lugar para crear una identidad propia, un hábitat multi-condicionado por el
tiempo y por sus habitantes en una sucesión continua de búsquedas.
El plano de 1952(4) que vemos abajo condiciona los desarrollos mixtos a lí-
mites prediales, por lo general de origen histórico, sin que se establezca una unidad
de ciudad, al cual resulta necesaria para efectos de inversión e identidad urbana. Si
bien la visión de esta ciudad no es la que compartimos hoy, la misma predominó
durante el siglo XX, ya que sus límites coinciden con las vías principales que operan
en la actualidad; en ella se evidencia el carácter fraccionado de la ciudad así como
el alejamiento normativo de su realidad; de esta forma la norma deviene de ser un
instrumento matemático, intelectual y moderno de conciliación y regulación de in-
tereses en un vehículo promotor de exclusión y de segregación socio-espacial res-
pecto de aquello que se consideraba que no era digno representante de la ciudad
y del tipo de vivienda que de tal suerte encarnaba los valores estéticos y simbólicos
tradicionales.

LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA 209


Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN EN LAS ZONAS URBANAS DE BOGOTÁ
Imagen 4. Plano de Sectores Barriales de Bogotá, 1952

El barrio mixto se convierte, entonces, en una extraña mezcla de propues-


tas de vivienda con actividades comerciales e industriales que a nivel normativo se
referencian como áreas de actividad múltiple, definidas para el área central de la
siguiente manera en el Decreto 1042 de 1987: “son aquellas que por ser o estar previs-
tas como centro de empleo, por su localización estratégica dentro de la ciudad, por su
tendencia a una deseable mezcla de usos urbanos, constituyen sectores de atracción de
la actividad cotidiana” (D.A.P.D. Decretos Reglamentarios del Acuerdo 7 de 1979).
Si se hace caso a esta definición, corresponde con cualquier sector planifi-
cado destinado al ejercicio de actividades laborales. No obstante, dichos lugares nun-
ca fueron propuestos por la administración pública porque la ciudad ha crecido con
base en un planeamiento tan circunstancial como coyuntural; desde aquí, los hechos
urbanos se han adelantado, muchas veces, a las iniciativas de la administración públi-
ca que, en el tiempo, se ve simplemente obligada a legalizar o a institucionalizar, lo
cual no quiere decir que no haya lugares previstos para determinados usos.

210 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


No obstante, las actividades laborales suelen escaparse de las políticas de
planeación pues suelen provenir de iniciativas particulares, las cuales simplemente
toman los lugares que estén disponibles, provocando así una ineludible mezcla de
usos, factor desencadenante de la decadencia de los sectores por el deterioro que
propician a las estructuras físicas al no haber sido pensadas para actividades pesa-
das en movilidad y uso extensivo del predio.
Otro factor que incidió en la decadencia de estos sectores fue la incon-
secuencia de ciertos supuestos jurídicos que amparaban potenciales crecimientos
económicos mediante la mezcla de actividades, cuando en la práctica dicha mezcla
se rechazaba por no propiciar las características de autosuficiencia que se conside-
raban que podían hacer viables el desarrollo económico y cultural.
En 1987, la ciudad de Bogotá acusaba en sus áreas centrales un marcado
deterioro producto del traslado de muchas de sus actividades hacia la periferia (vi-
vienda, oficinas y comercio, entre otras). El barrio mixto ya existía allí desde hacía
varias décadas y se había consolidado gracias a la mezcla de viviendas y actividades
comerciales e industriales por iniciativa particular, lo cual daba cuenta de una espe-
cie de culto-popular por el bricollage funcional; a fin de cuentas, la estética redefine
el valor de la hibridación, ya que esta condición es la forma usual de la ciudad.
Valga señalar que permitir, y en algunos casos propiciar, que la ciudad se
deteriore, es una vieja táctica usada para favorecer procesos de especulación don-
de no se ve ni se siente la mano del Estado a la hora de proteger el bien público o
el particular. Sumado a los procesos normativos vacíos, por regla general, el barrio
mixto queda como una caricatura del pasado, sin ninguna reflexión socio-cultural
y, por ende, sin un claro futuro económico.
Al final, la percepción del progreso y de su consecuente imagen en la ciu-
dad, se queda en “lo representativo” y se reduce a pocas áreas metropolitanas, por
lo general de reciente creación en el mercado cultural e inmobiliario. Así, la ciudad
histórica no puede ser definida ni llevada al campo social por quedar atrapada en
una visión arcaica o arqueologizada de valores aparentes (como la austeridad de los
patrones presentes en la casa colonial o en uno que otro recurso urbanístico).

LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA 211


Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN EN LAS ZONAS URBANAS DE BOGOTÁ
Imagen 5. Plano de Zonificación del Acuerdo 6 de 1990, Bogotá, Autor D.A.P.D.

El plano oficial del acuerdo 6 de 1990(5) identifica las actividades múltiples


consolidadas, así como las industriales que se involucran por toda la ciudad seg-
mentando las áreas de vivienda y los cursos naturales de las quebradas. La forma
espontánea de la ciudad es el resultado de este proceso circunstancial en el que la
ciudad avanza en su crecimiento sin que el plano de acciones futuras, como éste,
identifique potencialidades y valores por quedarse, apenas, en un diagnóstico o, a
lo más en una propuesta de cómo consolidar la situación tendencial en los próxi-
mos diez años. Una visión especulativa de los usos del suelo que realza las condicio-
nes de los desarrollos mixtos y la autonomía de los mismos.
El acuerdo 6 estableció los tratamientos como herramienta para redefinir
los sectores de la ciudad que se consideraban deteriorados:

Es el manejo diferenciado de los sectores con normas que


regulan los aspectos del ordenamiento físico susceptibles
de cuantificación, gradación, restricción, bonificación, in-
centivo, tramite diferencial, y otras formas de regulación
sectorizada. Se establecen a partir de la valoración de los
elementos de la estructura urbana y se manifiestan a través

212 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


de la adopción de normas específicas (D.A.P.D., Decretos
Reglamentarios del Acuerdo 6 de 1990).

Normas sobre medidas para los barrios que se habían salido de los pa-
rámetros cuantificables y que poseían una dinámica propia. Si bien se pretendía
adelantarse al proceso activo de estos sectores, no había tiempo para entender y
regular las actividades, por lo general, espontáneas de dicha dinámica. La norma
especifica qué tratamiento se aplica a cada sector de la ciudad actuando como el
aglutinante y el catalizador que debe actualizar las estructuras urbanas. Nació ante
la ausencia de una visión global del ente metropolitano, y así se define en las inten-
ciones del tratamiento general de actualización:

La importancia de este tratamiento radica en que la ciudad


es un organismo que con el paso del tiempo madura y cam-
bia. La actualización está íntimamente ligada al objetivo de
la mejor actualización del suelo. Se aplica en áreas que han
perdido su vocación inicial y afrontan el reto de convertir-
se en áreas centrales, más representativas de la vida urbana
(D.A.P.D., Decretos Reglamentarios del Acuerdo 6 de 1990).

Propuesta de hibridación estética

La propuesta de hibridación estética se contempla como la consolidación


y continuidad de las actividades sociales que se realizan en el predio urbano más
allá de vivienda, por tanto se presenta en el marco de una superficie que posee la
virtud de contener cualquier actividad propia y necesaria de la vida económica y
social de la ciudad y del habitante. La forma de su concepción es la resultante de las
diversas redes y tramas urbanas que la definen y sus referencias son los procesos
históricos concebidos en un pasado reciente, así como en su estrecha relación con
lo ambiental.
Hibridar en lo urbano resulta ser, entonces, un procedimiento urbano
comprometido con el cruce de respuestas equitativas y de propuestas innovadoras
al entorno con el fin de facilitar su comprensión y desarrollo; esto para construir
hechos significativos y de calidad que se realicen no solo en el ámbito de la arqui-
tectura y del urbanismo sino en el de lo social y en el de lo económico.

LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA 213


Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN EN LAS ZONAS URBANAS DE BOGOTÁ
Imagen 6. Costado de manzana en el barrio San Fernando

Un papel muy importante cumple aquí la vivienda, principio-origen de


los sectores mixtos (6), ya que allí la calificación de la zona de habitación, enten-
dida como lugar en su carácter simbólico, acusa una relación indivisible con la
apropiación social. Así, el hecho de que sea grande o pequeña, con estereotipos
formales, con uno u otro concepto de funcionamiento, con o sin patio, o si re-
presenta a su propietario, resultan ser factores decisivos que la determinan. Los
contextos mixtos en la ciudad y donde se han realizado, no hay uno igual a otro,
no son idénticos a pesar de poseer una determinada identidad como similares
referencias históricas y culturales.
La realización de viviendas individuales y de edificios de múltiples usos
son los tipos comúnmente realizados, acompañados de otras actividades comercia-
les e industriales, en similares características de ocupación predial y de localización.
La vivienda y el comercio establecen parámetros simétricos con los factores de há-
bitat, no son solo las características ambientales, calidad de vida y condiciones de
habitabilidad las que se dan de una manera particular adaptadas a las necesidades
del momento.

214 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


De igual manera, otros condicionantes, como el papel de los equipamien-
tos, los institucionales o los centros de servicios comunes (como las zonas verdes)
han impulsado el desarrollo de la vivienda bajo aspectos de su injerencia en el teji-
do urbano, su funcionamiento y la representación social que manejan.
Actualmente hay un cambio de la imagen urbana y una renovación de los
usos que ha redundado en un deterioro de las estructuras manifiesto, entre otras
cosas, en la discontinuidad de la construcción, en la especialización de las activida-
des y en el abuso de prácticas asociadas con la especulación.
No obstante, en ocasiones se pretende establecer modelos en la elabo-
ración de la vivienda, pensada y realizada por sus habitantes, a través de prácticas
efectuadas por arquitectos, constructores o albañiles, los cuales establecen sus pro-
pias categorías estéticas, significados y relaciones contextuales a través de un pro-
ceso que se va dando en el tiempo; el propio tiempo que necesita una vivienda o un
sector para su consolidación espacial y socio-económica. Entre los ejemplos rele-
vantes de categorías paralelas que, de tal suerte empiezan a emerger se encuentran
aquellos barrios que han modificado sustancialmente las calidades de su hábitat.

Imagen 7. Plano de Bogotá, 1960, Autor IGAC

LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA 215


Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN EN LAS ZONAS URBANAS DE BOGOTÁ
Las categorías de la vivienda como modo de ser y como manera de habi-
tar, poseen actualmente un amplio espectro socio-cultural que les otorga y/o les re-
conoce su carácter de “proceso”. Así, la vivienda permanece como un catalizador de
iniciativas que la provee de argumentos para la re-creación de un ambiente propio
(en este caso artificial)(7); ambiente que constituye un hecho, el barrio o la urbani-
zación, y una situación paradigmática en la ciudad, la creación y consolidación de
un determinado sector que contiene diversos barrios, los cuales se han formalizado,
no solo de acuerdo con las múltiples tendencias sociales que les dan forma, sino
en consonancia con las múltiples condiciones que la ciudad le impone de manera
deliberada o espontánea.
Lo mixto, entonces, se orienta básicamente en la ciudad a la descripción
y comprensión de ese conjunto de viviendas cobijadas por el nombre de un barrio
que no remite a una o unas características específicas de homogeneidad que de tal
forma uniformicen las pautas sociales de aceptación de cómo vivir, y de qué manera
se debe habitar en la ciudad por cuanto tales barrios, en consecuencia “mixtos”, ob-
tienen su forma y construyen su estética en atención a las dinámicas que heredan
del medio social.
Es a esto a lo que denominamos como barrios mixtos, definidos así como
aquellos lugares de múltiples actividades que contrastan con la idea tradicional de
un sector residencial, están sujetos a fuertes dinámicas de especulación y sirven para
desarrollar cualquier actividad, incluso la vivienda. Un gran porcentaje de la ciudad
posee barrios mixtos, que son los que le han dado la fisonomía a la actual metrópoli;
se consideran no representativos y constantemente poseen un cambio en sus estruc-
turas físicas que se adecuan a las necesidades económicas del sector del que hacen
parte. Así, los barrios mixtos poseen una determinada unidad que forman centrali-
dades, las cuales han sido recogidas en las últimas regulaciones normativas con la
expectativa de trazar sobre ellas un claro campo de actuaciones futuras.

Indagaciones sobre las transformaciones del hábitat.


¿Existen modelos urbanos estéticamente complejos?

Esta preocupación es referida a los sectores ya consolidados que poseen


una determina carga histórica local, como en la Bogotá de 1797(8), pues, a fin de

216 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


cuentas, un modelo de estructura urbana es definido como aquel que representa,
de manera sintética, la forma de un conjunto urbano en que la masa de sus distintos
usos, que responden a las actividades de la vida urbana, están articulados entre sí y
con respecto a una red de comunicaciones en un sistema coherente, de modo que
se consiga un grado de accesibilidad suficiente al mínimo coste económico posible”
(López Candeira,1999: 33).

Imagen 8. Plano de Bogotá, 1797, Autor Carlos Francisco Cabrer

Los elementos enunciados en la cita anterior son físicos, de base formal.


De estos elementos suelen provenir los usos y las actividades que se consolidan de
acuerdo a la función que se les dé en atención a una u otra expresión socio-cultural,
vicisitudes que reafirman el carácter y la vocación del sector; de esta forma, los mo-
delos urbanos son complejos gracias a la interacción de sus tramas o redes físicas,
a la interacción de sus funciones y a la superposición de los diferentes parámetros
estéticos que allí tienen cobijo. Su naturaleza es progresiva y fluctuante, y como tal
cambia desde su inicio a la manera de una planta en la que el tiempo es el único
fundamento necesario para su consolidación y complejización.

LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA 217


Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN EN LAS ZONAS URBANAS DE BOGOTÁ
Los barrios mixtos como entidades estética,
tipológica y formalmente complejas

Desde el crecimiento progresivo de un tejido urbano hasta la realización


completa y total de un sector residencial, la ciudad constituye un collegium de es-
pacialidades entitativas que responden, en su diversidad de imágenes, a una cierta
lógica en el devenir histórico de su realización. En este caso, tal como lo plantea
Scruton, “No hay división entre razón práctica y comprensión estética”, ya que “esté-
tica es la comprensión correcta de ciertas capacidades mentales como la capacidad
de experiencia y la capacidad de juicio” (Scruton: 11).
Las realizaciones del “paisaje urbano”, sea cual fuere su época, categoría o
dimensión, han establecido parámetros formales complejos(9) que han interactua-
do con la capacidad de ver de sus habitantes o realizadores, creando códigos de
interpretación; imágenes que se consideran objetos, “ya que el objeto forma parte
de un estado mental”. Así, los diversos objetos urbanos nos hablan de una deter-
minada época y de como ésta puede explicarse a través del valor parlante de su
imagen a través del cual esta denota un cierto prestigio.

Imagen 9. Casa en el sector de Fontibón

Los barrios y urbanizaciones poseen en sí estas circunstancias; la urbani-


zación, o el barrio mixto, entendido como un evento, aportan un valor estético a la
ciudad que a la postre termina por configurar a ésta como una “colcha de retazos”

218 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


carente en todo de la anhelada homogeneidad tradicionalmente buscada por los
arquitectos teóricos o visionarios de la modernidad; a fin de cuentas la ciudad, en
gran medida, no la hacen los urbanistas ni los arquitectos sino el habitante común
propenso a fortalecer sus vínculos sociales mediante sus diferentes modos de ex-
presión; de esta suerte, la estética urbana que construye la práctica cultural, da for-
ma a la ciudad por encima de las normas dictaminadas por las oficinas de planea-
ción; las cuales quedan relegadas, muchas veces, al simple papel de “perseguidoras”
de la ilegalidad.
Actualmente los barrios mixtos son entidades formalmente complejas de-
bido a la diversidad de sus actividades socio-económicas donde contrasta la preva-
lencia de lo individual con la permanencia de las estructuras urbanas, lo cual entra
a caracterizar la naturaleza fraccionada del conjunto general en atención a la propia
capacidad de expresión (interpretación de la realidad) de los distintos inmuebles;
interpretación que llega a constituir una verdadera tipología que actúa como mo-
delo a replicar tantas veces como sea posible.
De acuerdo con el éxito de una u otra imagen así proyectada, la misma se
consolida al resultar apropiada por el habitante de la ciudad.

Imagen 10. Costado de manzana en el barrio la Estanzuela

LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA 219


Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN EN LAS ZONAS URBANAS DE BOGOTÁ
Según esto, son tales formas de tipologías emergentes las que entran a
caracterizar la heterogénea espontaneidad de los sectores mixtos a través de unos
patrones que en su naturaleza nunca fueron definidos o preconcebidos.
De otra parte, en los hábitats creados por compañías inmobiliarias o cons-
tructoras que se comprometen con la generación de sistemas urbanos completos
−desde la adquisición del terreno, hasta la venta de las viviendas que se preocupan
de responder a las tendencias culturales que impone el consumo− la tipología ya
no se vale de la simple idea de “mirar y copiar” puesto que es la publicidad, a través
de una determinada idea de “buen gusto”, la encargada de promover y de posicio-
nar un consecuente modelo social homogéneo que en consecuencia responde a
una oferta de tal naturaleza.

Imagen 11. Plano del Centro Urbano Antonio Nariño, ICT, 1951-1958

Así, la ciudad es, entre otras cosas, la resultante de una idea de eficiencia
ya establecida y puesta en práctica a través de diferentes tipos de gestión (pública
o privada), de unas normas urbanas, de unas actuaciones e, incluso, de unas teori-
zaciones, mal que bien, llevadas a la práctica unas y otras contribuyen, de diferente
manera, con los procesos de desarrollo y con la propia renovación de los sectores
urbanos, los cuales, de hecho, se modifican constantemente de una forma u otra a
la luz de un sentido práctico de la realidad para el cual la ciudad resulta ser un bien
económico.
En este sentido, si bien muchos de los bienes urbanos se han desprovisto
de una carga tanto social como cultural, los propietarios de los predios urbanos se
han volcado, muchas veces, y sin medidas que regulen su actuación en la ciudad,

220 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


a transformar física, funcional y significacionalmente su entorno a la luz de nuevas
vocaciones para el espacio habitado, introduciendo en el mismo nuevos caracteres
privilegiadamente comerciales e industriales; así las cosas, el predio de vivienda se
convierte en zona de producción sin la menor articulación con el entorno y, menos
aún, con las prácticas culturales que de manera tradicional lo caracterizaba; en este
punto la estética, como fenómeno de amplio espectro, consolida una imagen emer-
gente y fragmentaria de la ciudad, a la espalda de las pretensiones formales de los
arquitectos o, incluso, de ciertos sectores de la sociedad.
En este punto cabe preguntar: ¿qué papel ejerce en el desarrollo y gestión
del medio urbano un hábitat construido de tal forma?, ¿qué dicen estas transfor-
maciones a la vocación de uno u otro sector de la ciudad?, ¿ qué aportan al pensa-
miento urbano y al modelo de ciudad en general, en sus desarrollos prediales y en
sus indagaciones socio-culturales? Preguntas que quedan pendientes de resolver y
que se constituyen en importante tema de reflexión, no sólo para el planeamiento
urbano, sino para la construcción de una imagen de la ciudad que de manera plena
y satisfactoria nos muestre, tanto en lo que somos como en lo que queremos ser.

Bibliografía
Aprile-Gniset, J. (1992). La ciudad colombiana. Siglo XIX y siglo XX. Bogotá: Fondo de Pro-
moción de la Cultura, Banco Popular.
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mentarios del Acuerdo 7 de 1979 y el Acuerdo 6 de 1990. Bogotá.
Fundación Misión Colombia (1988). Historia de Bogotá. Bogotá: Villegas Editores.
García Canclini, N. (1990). Culturas híbridas, estrategias para entrar y salir de la modernidad.
México: Grijalbo.
López Candeira, J. (1999). Diseño Urbano, Teoría y Práctica. Editorial Munilla-Lería.
Martínez, C. (1976). Bogotá: Sinopsis sobre su evolución urbana. Bogotá: Escala.
Scruton, R. (1985). La Estética de la Arquitectura. Barcelona: Editorial Gustavo Gili.
Sociedad de Mejoras y Ornato (1938). Álbum de Bogotá. Bogotá.



Control social
y participación ciudadana:
de la planificación
a la administración participativa,
una estrategia encaminada
a la construcción social

del hábitat
Carlos Mario Yory García
CONTROL SOCIAL Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA:
DE LA PLANIFICACIÓN A LA ADMINISTRACIÓN
PARTICIPATIVA, UNA ESTRATEGIA ENCAMINADA
A LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL HÁBITAT

La planificación participativa y su papel en la formulación y


ejecución de proyectos colectivos de ciudad

La ya tradicional separación en el gobierno de las ciudades (particular-


mente en el contexto latinoamericano) entre Estado y sociedad, junto con la inefi-
cacia de una planificación normalmente de orden inmediatista y coyuntural que,
concebida fundamentalmente para legitimar un discurso de poder hegemónico, no
logra hacer partícipe al ciudadano común y, por tanto, no sólo adolece de “proyecto
colectivo” sino de noción concertada de futuro, acusa cada vez con mayor fuerza la
necesidad no solo de replantear la filosofía del gobierno de las ciudades y de sus es-
pecíficas estrategias de planificación, sino de constituir verdaderos pactos entre los
distintos actores sociales para que desde las adecuadas estrategias de participación
y control social se involucren en el gobierno mismo y en la construcción-transforma-
ción de la ciudad en la que viven.

224 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


El objetivo de lo anterior no es otro que el de buscar y propiciar una rela-
ción de correspondencia e inseparabilidad entre gobernabilidad y habitabilidad,
pues es tan absurdo tratar de gobernar una ciudad inhabitable como tratar de ha-
bitar una ciudad ingobernable, ya que, de hecho, y como lo demuestran las actuales
tendencias, gobernar una ciudad (en sentido amplio, distinto del simple adminis-
trar) es un asunto de sus habitantes.
Sobre esta base, nuestro interés fundamental en este trabajo apunta a escla-
recer el papel que el control social y la planificación participativa cumplen a la hora
de construir proyectos incluyentes y participativos de ciudad que, al brindar res-
puesta a las necesidades de la gente, logren promover los vínculos de pertenencia,
arraigo y compromiso de ésta con sus ciudades, mitigando en consecuencia tanto
el fenómeno de des-adscripcionalidad socio-espacial (indiferencia y desapego por
el propio entorno que muchas veces sus habitantes padecen) como el de emigra-
ción hacia países y sociedades mejor posicionadas económicamente.
De esta forma, lo que pretendemos aquí es establecer, de manera gene-
ral e introductoria, una serie de consideraciones propositivas orientadas al diseño
de políticas y acciones conducentes a aminorar la enorme distancia existente en el
contexto urbano latinoamericano entre Estado y sociedad, fundamentalmente a la
hora de definir políticas sociales que partan de procesos participativos e incluyentes de
planificación participativa y control social; aspiración que, en el marco de la presente
reflexión, establecemos desde la perspectiva del planteamiento topofílico72, en la
vía de proponer posibles caminos orientados a la concertación, al diálogo, a la cons-
trucción de consensos y a la resolución pacífica de conflictos.
Sobre esta base, la idea no es otra que proponer mecanismos efectivos de
acercamiento e inter-actuación entre el Estado y la sociedad orientados a fortalecer
la gobernabilidad, mejorar la habitabilidad e incrementar la productividad de las

72
El planteamiento topofílico –concepto derivado de las raíces griegas topos (lugar)
y philos (amigo)– tal como ha sido concebido por el autor en el marco de un posiciona-
miento crítico frente al estado del arte en la materia (ver bibliografía), apunta a atenuar
el impacto de la exclusión y la desigualdad social presente, en particular, en el contexto
urbano de América Latina, proponiendo una específica estrategia pedagógica de desa-
rrollo social sustentable enmarcada en el ámbito de la construcción social del hábitat. Su
objetivo fundamental apunta a la generación y aplicación de unos instrumentos específicos
de concertación multiactoral, derivados fundamentalmente de la planificación estratégica y
participativa, de la formación ciudadana y de la aplicación de principios de economía de
escala y solidaria.

CONTROL SOCIAL Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA: DE LA PLANIFICACIÓN 225


A LA ADMINISTRACIÓN PARTICIPATIVA, UNA ESTRATEGIA ENCAMINADA
A LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL HÁBITAT
ciudades y municipios latinoamericanos a partir del propio fortalecimiento de la
noción de lo público en cuanto tal.
En esta medida, y sobre la base del diseño de proyectos incorporativos de
ciudad derivados de aquí se considera que, si las personas tienen las condiciones
para participar activa y comprometidamente en la apropiación y/o recuperación
de su entorno, sin duda no solo se fortalecen los nexos de pertenencia de lo que
en consecuencia sería una ciudad de todos “hecha por todos”, sino que se promue-
ven el acercamiento y la comunicación entre los distintos actores tanto individua-
les como colectivos comprometidos de manera conjunta y corresponsable con su
construcción y preservación.
De esta forma, el propender por la autonomía y fortalecimiento de lo que
muchas veces se ha denominado demagógicamente el “poder local”, no tiene otro
sentido que el de la construcción de un orden social más justo, y con él, de un nue-
vo Estado a partir de la implementación de herramientas como la que suponen el
control social y la planificación participativa en el marco de la formación ciudadana
en la construcción de lo público.
A este respecto, el tema de la gobernabilidad resulta particularmente rele-
vante, toda vez que es solo desde el fortalecimiento del Estado (conseguido desde
el afianzamiento de su legitimidad, vía el consenso y la concertación) que la ciudad
en cuanto tal podrá, no solo fortalecer y optimizar sus condiciones de productivi-
dad, sino las de su propia habitabilidad y calidad de vida, mejorando en consecuen-
cia sus niveles de inclusión y equidad social.
En esta medida, la concepción de una clara, comprometida y concertada
noción de lo público supone, desde esta perspectiva, la determinación de unos li-
neamientos básicos propositivos desde los cuales se haga posible la elaboración
concertada de proyectos concretos de ciudad que, incorporando y potenciando los
intereses y diferencias de los potenciales actores comprometidos, redunden en la
construcción de ciudades multiculturales, pluralistas e incluyentes.
De esta forma, nuestra pretensión no es otra que la de contribuir, a tra-
vés de la realización de un marco conceptual pro-activo en la materia, en el ajuste
y/o definición por parte, tanto de los distintos gobiernos urbanos, como de la ciu-
dadanía en general, de los respectivos derroteros que, desde nuestra perspectiva,
posibiliten al interior del contexto socio-histórico de la ciudad latinoamericana, la
realización de proyectos concertados de ciudad basados en la aplicación de expe-
riencias concretas en materia de planificación participativa y control social.

226 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Lo que por esta vía se busca es que los prácticamente “anónimos” habitan-
tes de estas grandes urbes rescaten para sí el espacio que ocupan y hagan verda-
deramente suya, no solo la ciudad como generalidad, sino los lugares específicos y
comunes que habitan al interior de ella.
El aporte de esta reflexión está, entonces, en la línea de alentar y/o propo-
ner nuevas formas de control social derivadas de un esquema concreto de planifica-
ción participativa que, interviniendo de forma directa sobre el espacio de la ciudad,
contribuyan con la propia construcción de lo público en cuanto tal en el marco de
la descentralización administrativa que, de manera general (dado que en cada con-
texto tiene matices distintos), opera en las grandes ciudades latinoamericanas.
En este sentido, nuestra propuesta pretende constituir un consolidado
teórico y conceptual útil para la determinación concertada de políticas públicas
espaciales (y, consecuentemente, para el diseño de programas institucionales en-
caminados a la construcción, consolidación y apropiación de la ciudad latinoameri-
cana) y, en tal medida, para la construcción y apropiación de una idea colectiva en
torno a lo público en cuanto tal, basada en la inclusión y el “derecho del otro”.
En cualquier caso, si bien lo anterior supone reflexionar en torno a los ins-
trumentos que, en primer lugar, permitirían develar los intereses asociados a la par-
ticipación por parte de la ciudadanía en los procesos de diseño e implementación
de políticas públicas “espaciales” (lo cual no supone, para efectos del alcance del
presente trabajo, el diseño o la aplicación de dichos instrumentos)73, sí nos exige
reflexionar en torno a la definición de cuál debería ser su carácter y sus contenidos;
esto, en la ruta de viabilizar la definición, por parte de las administraciones urbanas
(en tanto se ocupan de atender lo público mismo), de la realización, aplicación y
evaluación de tales instrumentos, sobre la base de “abrir” el escenario de responsa-
bilidad a la activa participación de la ciudadanía pues, a fin de cuentas, la definición
de políticas públicas debe competer no solo al ente gubernamental sino a la ciuda-
danía en general.

73
Si bien este no es un objetivo directo del presente trabajo, sí lo es el del estable-
cimiento de la manera como, desde aquí, pudiera instrumentalizarse la presente reflexión
pues, a fin de cuentas, responder a preguntas sobre la definición y apropiación que hacen
los ciudadanos y ciudadanas de los recursos institucionales que ofrece el Estado, permite
adentrarse en una de las varias dimensiones de la apropiación de las nuevas formas de
gestión y reterritorialización de las relaciones de administración y gestión del territorio que
se han configurado (y que se están configurando).

CONTROL SOCIAL Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA: DE LA PLANIFICACIÓN 227


A LA ADMINISTRACIÓN PARTICIPATIVA, UNA ESTRATEGIA ENCAMINADA
A LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL HÁBITAT
Por lo anterior, la caracterización de una participación comunitaria vin-
culada a la construcción social del espacio de la ciudad, desde sus referentes de
“conexión social y compromiso”74 (Sudarsky,1998) y la indagación del papel de los
procesos organizacionales y asociativos (desde el referente de cooperación, solida-
ridad, confianza y tolerancia), abren un importante camino para la construcción de
un marco teórico, metodológico e instrumental que promueva procesos de gober-
nabilidad y de legitimidad institucional; condición fundamental para lograr el forta-
lecimiento de la democracia constitutiva de nuestros Estados-Nación en medio de
la flagrante crisis que en la actualidad éstos padecen.

La participación entendida
como la puesta en obra del capital social75

Sin lugar a dudas, uno de los grandes temas de la ciudad actual, junto al de
la competitividad, la sustentabilidad, el equilibrio ambiental, la descentralización, la
equidad social, los derechos humanos y la pedagogía social y ciudadana, es el de
la participación; al punto que una y otros se constituyen en verdaderos mitos-de-
rroteros para la democracia contemporánea; de hecho, hoy en día no existe ningún
plan de ciudad que de una u otra forma no incorpore estos conceptos; especie de
piezas de un ambiguo rompecabezas cuyo modelo final, en su imagen de unidad,
no alcanza a sustraerse de un proyecto ideologizado de ciudad enmarcado, hay que
decirlo, por la idea de ésta que más convenga a la economía mundial.
A fin de cuentas, no son ni mucho menos la filantropía, la conciencia am-
biental o el deseo de justicia social los que amparan estos principios, sino el interés
por el mantenimiento del orden económico y político establecido de tiempo atrás,

74
Tomado de manuscrito inédito elaborado por el autor en compañía de la profe-
sora Berta Niño, de la Universidad Nacional de Colombia.
75
Acápite ampliado del trabajo Ciudad y Sustentabilidad II (Yory, 2005) en el que,
bajo el mismo título, el autor incorpora su reflexión a un previo trabajo que para el efecto
realizara el investigador Jairo Chaparro por encargo de éste. Sobre esta base, y reco-
nociendo la autoría del texto básico al profesor Chaparro, la inclusión de comentarios y
argumentos nuevos incorporados por el autor de este artículo sobre el manuscrito original
exige considerar esta reflexión como una creación conjunta.

228 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


junto con el propio proyecto de la modernidad, en el marco del liberalismo (hoy en
día diríamos, del neoliberalismo) y del capitalismo global.
No es gratuito a este respecto que la modernización del Estado y el forta-
lecimiento institucional, dos de las líneas de crédito más queridas por las entidades
multilaterales concebidas para apoyar los procesos de desarrollo en América Latina,
se apoyen, justamente, en la promoción de la participación como instrumento ga-
rante de legitimidad; aspiración retórica en la mayoría de los casos que en realidad
apunta a la consolidación, por la vía de la “apertura del Estado” a la “consulta popu-
lar”, del fortalecimiento del orden hegemónico.
Tres ambiguos conceptos resultan en este punto particularmente imbrica-
dos con la participación ciudadana en cuanto tal: descentralización, planificación y
ciudadanía; respecto de los cuales, como frente a la propia noción de participación,
es necesario mantener una prudencial distancia crítica por cuanto en sí mismos no
son garantes, ni mucho menos, de justicia social; por el contrario, bien pueden ser-
vir, como efectivamente lo hacen en muchos casos, nada más que para garantizar la
supervivencia del statu quo.
Después de todo, la descentralización (particularmente en el caso de las
grandes ciudades latinoamericanas) no garantiza, ni mucho menos ofrece, el auto-
gobierno, sino, por el contrario, la subordinación a un centro incapaz de controlar la
inmensa vastedad y diversidad de éstas; desde aquí, a lo más apunta a optimizar la
administración de unos recursos a la luz de unos presupuestos funcionalistas de efi-
ciencia, eficacia y efectividad, no comprometiéndose para nada ni con la reestruc-
turación del Estado ni con la formulación colectiva de un imaginario de sociedad
deseable posible ni, mucho menos, con una reforma administrativa estructural que
vaya más allá de los principios funcionalistas antes señalados.
Por su parte, la planificación, aún en su dimensión participativa, no está
concebida para trascender el plano consultivo en el que en la mayoría de los casos
se inscribe y, de esta suerte, se presenta inocua a la hora de plantear proyectos
“concertados” de ciudad, ya que la verdad es que éstos resultan previamente “em-
pacados al vacío” (y, en el mejor de los casos, “puestos a la consulta”) siguiendo los
derroteros de las fashion city que por todas parte promueve el ineludible modelo
de la ciudad global.
En lo que respecta a la ciudadanía, pocos conceptos como éste resultan
tan afectados y manipulados por los distintos modelos de participación; toda vez
que sobre ésta reposa la participación misma y, por eso, tanto la base del contrato
entre el Estado y la sociedad, como su propio estatuto de orden y legitimidad.

CONTROL SOCIAL Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA: DE LA PLANIFICACIÓN 229


A LA ADMINISTRACIÓN PARTICIPATIVA, UNA ESTRATEGIA ENCAMINADA
A LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL HÁBITAT
A fin de cuentas, la ciudadanía, o mejor, la idea que cada época acuña de
ésta, no hace más que aludir a un modelo de comportamiento, tanto público como
privado, ligado inexorablemente a la propia idea de orden que establece, y de tal
suerte regula una sociedad a través del ejercicio de unos determinados dispositivos
puestos al servicio de unas correspondientes estructuras de poder; dispositivos que
en tanto instrumentos de una u otra tecnología política serán tanto más exitosos
cuanto más se internalicen moralmente en la sociedad; aspiración a la cual respon-
de, entre otras cosas, ese eufemismo burgués que resulta ser la autorregulación ciu-
dadana y, por esta vía, el denominado control social.
No obstante lo señalado, nuestro interés en este punto se concentra
menos en ampliar la reflexión en torno al carácter ideologizado y ambiguo de los
conceptos antes mencionados, que en ahondar en las enormes potencialidades
y oportunidades que éstos presentan para la construcción de un nuevo contrato
social derivado del diseño concertado de una arquitectura de la participación (de-
liberativa, proactiva y reglada por escenarios) orientada tanto a la modernización
del Estado como al fortalecimiento institucional por la vía de una reforma adminis-
trativa que, para efectos de este trabajo, señale los alcances y derroteros que en la
misma podrían cobrar la planeación participativa y el control social en el tema de la
construcción social del hábitat.
Después de todo, la participación no es sustentable como modelo abs-
tracto, y es necesario territorializarla y adecuarla a unas correspondientes dinámi-
cas sociales que la caractericen y maticen; por tanto, si bien no puede funcionar
sobre la base de un previo modelo de territorio, o de uno de sociedad, no puede
darse si no es a la luz de una determinada idea de ciudadanía cuya constitución se-
ría la tarea anterior a la de facto; es decir, desde el ejercicio mismo de la participación,
ésta tendría que orientarse. Desde esta perspectiva, compartimos la tesis de Tomás
Villasante (1997), quien afirma que la participación:

poco o nada parece tener que ver con el reequilibrio susten-


table de nuestros hábitats. Si la participación ciudadana no
está sirviendo para encontrar soluciones creativas ante los
problemas de degradación de nuestros espacios, entonces
seguirá perdiendo sentido, pues por sí misma, burocrati-
zada, se quedará en discusiones alejadas de las realidades
candentes y cotidianas de los ciudadanos.
La participación tiene que servir para la integración social,
para proyectos sustentables y adaptados a las característi-
cas concretas de cada territorio. En este sentido debemos

230 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


quitarle a la participación y a la integración mucho lastre
heredado de viejas concepciones anquilosadas. No nos in-
teresan modelos finalistas, sino prácticas y métodos “con-
tra-corriente” que abran nuevas potencialidades. Sabemos
que no es sustentable lo que se viene haciendo a modo de
participación ciudadana, ni para los objetivos de mantener
la calidad del hábitat, ni para la auto-educación de la ciuda-
danía en prácticas participantes.

Sobre la base anterior, asumimos de manera general la participación como


la interacción territorial entre grupos o personas en procesos de construcción de
bienes colectivos; de manera más restringida la entendemos como la interacción de
la ciudadanía con el Estado en los procesos de definición y aplicación de políticas
públicas; interacción que apunta a revelar necesidades y preferencias de la gente y
a obtener una atención más adecuada y oportuna a sus demandas, promoviendo
modificaciones en la calidad y la distribución de los bienes y servicios públicos.
En este sentido, la participación puede ser vista como un cambio de acti-
tud de los ciudadanos –pero, en nuestro caso, también como un cambio de actitud
del Estado– para asumirse como actores responsables de bienes públicos y de las
actividades que se desarrollan para su cualificación y adecuada distribución. Igual-
mente, podríamos decir que la participación se presenta cuando un determinado
“cuerpo social”, con intereses distintos (o no) a los gubernamentales, plantea propo-
siciones diferentes o no pensadas por el Estado, ya sea en procesos de planificación
y gestión, o en acciones y procesos de protección de derechos y bienes colectivos.
De cualquier forma, la participación tiene un carácter eminentemente
político en tanto se orienta a considerar asuntos que gobiernan la vida grupal y
social; en esta medida adquiere connotaciones distintas, en forma y contenido, de
conformidad a aquellos aspectos de los bienes públicos que interesan a los actores
en un momento determinado. Aspectos que, en términos generales, se encuentran
inmersos en procesos dinámicos de construcción y distribución de los bienes en
razón de la búsqueda de equidad, cobertura, calidad, eficiencia, y transparencia.
Por lo anterior, la participación es, ante todo, un tema que tiene que ver
con los contenidos y las formas que se dan en la interacción entre ciudadanía y Es-
tado o entre grupos y personas que se expresan en un momento dado de manera
colectiva frente a bienes públicos, constituyéndose así en sujetos políticos. Para ana-
lizar estos aspectos que configuran la participación hay que tener en cuenta que
los actores sociales y el Estado –así como los grupos y las personas– son fenómenos

CONTROL SOCIAL Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA: DE LA PLANIFICACIÓN 231


A LA ADMINISTRACIÓN PARTICIPATIVA, UNA ESTRATEGIA ENCAMINADA
A LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL HÁBITAT
dinámicos, condicionados y heterogéneos, lo cual produce distintos tipos y niveles
de participación. A su vez, ésta se desarrolla en momentos y escenarios específicos
que determinan su oportunidad y pertinencia.
De otra parte, es necesario tener en cuenta que la participación es un fenó-
meno muy variable que evoluciona a través del tiempo. De hecho, la participación
ciudadana es, con frecuencia, fuertemente activada por intereses parciales y solo
excepcionalmente por el interés general. En efecto, los actores sociales viven con
regularidad situaciones y procesos de fragmentación entre sí y también al interior
de sus estructuras de agrupación, como resultado del juego de intereses individua-
les y grupales de carácter social, económico y político que se encuentran atravesa-
dos por mentalidades determinadas que pugnan por prevalecer.
Podríamos afirmar, entonces, que excepto en casos muy aislados, no exis-
te la participación ciudadana motivada “en abstracto” por la protección y consolida-
ción del bienestar general y que el actor que más se aproxima a ésta, por su carácter
y función en la construcción y distribución de bienes públicos (valga decir, por su
utilidad), con arreglo a criterios de beneficio universal, es el Estado.
Pero, a su vez, este último se encuentra condicionado por los intereses y
visiones parciales de gobernantes y funcionarios que la sesgan y manipulan a su
coyuntural arbitrio; lo que no le quita importancia al hecho de su presencia, cada
vez más protagónica, en las constituciones de los distintos países (particularmente
en América Latina) donde la crisis de gobernabilidad y, con ella, el debilitamiento
del Estado, acusa la urgente necesidad de plantear un nuevo proyecto político o,
cuando menos, unas nuevas estrategias tanto más eficientes cuanto más acerquen
a gobernantes y gobernados.
Lo que ocurre, entonces, es una clara separación entre lo que está escrito
en el papel, respecto al “deber ser” de la participación, y lo que en realidad ocurre a
la luz del marco político-institucional en el que la misma pretende llevarse a cabo;
en este último caso, la participación se expresa como un conjunto desigual de in-
tereses y aportaciones ciudadanas que agencian motivaciones parciales en su inte-
racción con un Estado específico y concreto que responde a visiones ideológicas y
políticas particulares, pero que, de cualquier forma, tiene la obligación de velar por
el bienestar general.
En este contexto, los bienes públicos, que por definición son de carácter
universal, pueden llegar a confundirse con los llamados “bienes de club”, que son
aquellos que benefician a grupos determinados. De ahí que, muchas veces, la par-
ticipación se dirija (particularmente en el caso de América Latina) a reclamar del

232 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Estado que cumpla su papel de salvaguarda y constructor de bienes públicos, asu-
miendo que no existe otro actor que pueda cumplir con esa función.
En razón de lo anterior, la participación se presenta fuertemente asociada
al conflicto, actuando como una especie de alter ego del Estado, siendo capaz de
generar resultados tanto positivos como negativos para los directamente involu-
crados o para terceros excluidos de la interacción participativa.
Como quiera que sea, los actores sociales tienen distintas formas de rela-
cionarse con el Estado; están los que piensan problemas y quieren hacer parte de
las decisiones (éstos son los que participan); pero también están los que más que
pensar problemas, adoptan el lugar de la oposición per se (ni siquiera el necesario
papel de la oposición crítica) que, en consecuencia, los margina de la toma de deci-
siones y les reduce sensiblemente su capacidad participativa.
Estos últimos están estrechamente ligados a mentalidades polares y poco
complejas (de gran prosperidad en el contexto socio-político del sub-continente),
que establecen discursos a partir de estigmas y extremos, sin ahondar en las causas
ni, mucho menos, en las diversas facetas de los fenómenos. A su vez, aquellos ac-
tores que procuran, antes que proclamar su adhesión o disgusto hacia una política,
pensar los alcances de la misma en un contexto determinado, tienen la posibilidad
de influir de manera más significativa en las decisiones públicas.
Por otra parte, si miramos las formas de agrupación y expresión de los ac-
tores sociales, encontramos mecanismos viejos y nuevos de participación, como el
sindicato o la asociación gremial, en el primer caso, y el grupo cultural o juvenil, en
el segundo. Igualmente se presentan mecanismos formales, como las cooperativas,
e informales, como el grupo deportivo.
En otro sentido, el Estado desarrolla distintas formas de interacción con
los ciudadanos a través de mecanismos legales e institucionales previamente de-
finidos, los cuales no siempre garantizan mayores ni mejores niveles de participa-
ción, ya sea por la asimetría de las relaciones Estado-ciudadanía y líderes-ciudada-
nía, o por las distancias de los mecanismos con respecto a las mentalidades de los
actores sociales, por las dificultades en el acceso a la información en la que se basa
la participación, por las diferencias de lenguaje, y en general, por las dificultades de
comunicación.
Al parecer, lo más importante para desatar procesos de participación cons-
tructivos radica en la coordinación entre la voluntad política del Estado y la volun-
tad práctica de los actores sociales, para establecer mayores y más calificados niveles
de comunicación y reducir las asimetrías para la toma de decisiones. No obstante, lo

CONTROL SOCIAL Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA: DE LA PLANIFICACIÓN 233


A LA ADMINISTRACIÓN PARTICIPATIVA, UNA ESTRATEGIA ENCAMINADA
A LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL HÁBITAT
que ocurre en la mayoría de las grandes ciudades de América Latina es que, como
señala el investigador Carlos Torres (1998: 84. Cita a Duhau y Girola, 1990),

La estructura misma de la ciudad no ha permitido el de-


sarrollo de mecanismos efectivos de participación de la
comunidad en la toma de decisiones (...), ya que el Estado
concentra su acción y gestión de manera diferenciada de-
pendiendo del tipo de interés que tenga para las distintas
áreas de la ciudad, en correspondencia con los intereses de
la administración central y la institución. En otras palabras
no puede haber democratización política sin un cierto gra-
do de democratización económica y social76.

En este punto, lo prioritario es establecer la caracterización general de los


dos actores básicos que surgen de la reflexión anterior: el Estado y la comunidad,
con el fin de establecer la viabilidad real de la participación y, sobre todo, de la con-
certación, en el marco de la democracia existente. A este respecto anota Torres (Op.
Cit.: 85) que “el Estado ha operado como agente regulador de la dinámica urbana,
desarrollando mecanismos de gestión y acción independientes de la comunidad,
actuando como contenedor de la protesta social y desarrollando, en los momentos
álgidos, procesos de concertación ante la explosividad social”.
Por su parte, la comunidad “entiende y anhela la democracia en términos
de poder ejercer una participación real en todas las fases de la toma de decisiones
y en la gestión del desarrollo pero, ante todo, en la acción directa que se efectúa en
la superación concreta de las necesidades más sentidas” (Idem).
Cabe en este momento señalar que la participación no es un ejercicio más
de la democracia y, por tanto, una operación que responde a una única naturaleza;
en esta medida, es necesario reconocer en ella sus diferentes matices, si lo que se
quiere es poder contar con su valioso aporte en la construcción de un Estado que
fundamente su fortaleza en los consensos ganados a través de ella y no a través de
la imposición, más o menos arbitraria, de un determinado y privilegiado “principio
de razón dominante”.
En esta medida, nos dejaremos guiar por la clasificación que al respecto
lleva a cabo el investigador Leopoldo Múnera y que recoge Carlos Torres, en el do-

76
Por democratización se entiende “la progresiva nivelación de las posibilidades de
acceso a los bienes societales, a la información necesaria para asumir actitudes racional-
mente fundadas respecto de las decisiones colectivamente vinculantes y a la participación
en la toma de decisiones” (Duhau y Girola, 1990. Tomada del documento citado).

234 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


cumento citado, a través de los tipos de participación que expondremos, de manera
resumida, a continuación:

1. Participación subordinada: controlada y tutelada por el Estado, busca llenar


el vacío de la participación real y parte de aprobar lo previamente acordado, ha-
ciendo aparecer los actos de gobierno, como una construcción colectiva.
2. Participación delegatoria: las responsabilidades se delegan en la comunidad
para gerenciar los vacíos dejados por la ineficiencia o la no acción del Estado, privi-
legiando la llamada “gerencia de la pobreza”.
3. Participación sustitutiva: es la sustitución radical y excluyente del Estado
dado que la comunidad no quiere saber nada de éste.
4. Participación emancipatoria: busca una resocialización de la comunidad y el
Estado partiendo de la administración conjunta de sus mutuos recursos.

Desde esta perspectiva, y en la línea de promover una auténtica demo-


cracia participativa desde la cual se relegitime el papel de la representatividad, la
participación emancipatoria es, sin duda, la que más posibilita el desarrollo de un
proyecto sustentable de ciudad; no obstante, al contrastar los mecanismos legal-
mente establecidos para participar, con los procesos reales de participación ocurre,
con alguna frecuencia, que los mecanismos de participación más dinámicos en la
vida real, no han sido previstos en la norma; existiendo, frecuentemente entre éstos
y aquélla, enormes distancias solo salvables por la presencia de algunos débiles
niveles de proximidad, provenientes, muchas veces, del propio marco institucional
que ofrece el proceso de descentralización administrativa y funcional que, en la ac-
tualidad, siguiendo una tendencia mundial, promueven la totalidad de las grandes
ciudades del sub-continente.
Por tal motivo, las relaciones del Estado con los ciudadanos deben ser
analizadas a la luz de este importante marco, por cuanto el mismo se orienta a pro-
mover, en lo administrativo, mayores niveles de eficiencia y eficacia en la gestión
pública, a la vez que una respuesta más oportuna al conflicto social en aquellos
territorios y unidades de gobierno que se encuentran más cerca de los ciudadanos;
y en lo político, a fortalecer la autonomía de los ciudadanos para que decidan cómo
gobernar los asuntos colectivos a través de su interacción con el Estado y con otros
ciudadanos que son portadores de intereses y mentalidades diferentes.
En este sentido, es indispensable reflexionar acerca de cómo las políticas y
mecanismos de descentralización afectan las relaciones de participación y cómo es-

CONTROL SOCIAL Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA: DE LA PLANIFICACIÓN 235


A LA ADMINISTRACIÓN PARTICIPATIVA, UNA ESTRATEGIA ENCAMINADA
A LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL HÁBITAT
tas últimas afectan a las primeras. Al respecto, se pueden plantear dos hipótesis de
signo contrario. La primera: que a mayor descentralización, en términos absolutos
(cada unidad y territorio decide por su cuenta y riesgo), mayor y mejor participación y
mejores resultados en la gestión de lo público; y, la segunda: que la descentraliza-
ción requiere, para su adecuado funcionamiento, un centro fuerte que la oriente y le
fije reglas del juego en lo conceptual y lo técnico (mas no en lo político), lo cual hace
viable una cualificación sostenida de la participación.
Los procesos de participación se configuran, entonces, por una sucesión
de interacciones en las cuales los distintos fenómenos que se dan a su interior en-
sanchan o retraen, se estancan o crecen, de acuerdo con las mentalidades de los
actores involucrados, incluido aquí el Estado, por supuesto.
Ahora bien, la participación no es positiva en sí y por sí; más aún, puede ser
perjudicial en un momento determinado, ya sea por la falta de preparación de los
actores para participar, por el deterioro de la interacción o la falta de coordinación
entre los interesados, por el carácter parcial y excluyente que puede tener la inte-
racción en un momento dado o, entre otros aspectos, por la inexistencia o debilidad
de un aparato instrumental fuerte que la respalde.
Lo anterior exige desenmascarar el mito de la participación convertida,
muchas veces, en demagógica, inocua e insulsa participadera orientada a “conver-
tir” al anónimo habitante de la ciudad (mediante insidiosas e interminables capa-
citaciones) en persona (psicológicamente comprometida con una memoria histó-
rica); en sujeto (moralmente comprometido con una sociedad a la que se debe); en
ciudadano (contractualmente comprometido con su ciudad través de la aceptación
de unas reglas) y, finalmente, en consumidor (acríticamente dispuesto a ejercer des-
de allí su sentido de pertenencia).
Sobre esta base, resulta entonces vital preguntarnos por aquellos factores
que condicionan la calidad de la participación en la construcción-transformación del
hábitat en que se vive; tarea que, en última instancia, es la que determina, no sólo
la calidad de la descentralización política, sino del propio proyecto político de una
sociedad. A este respecto podríamos pensar que a mayor cantidad de interacciones,
mejor calidad. Sin embargo, ello no es necesariamente así, ya que la calidad está
asociada, principalmente, a la mentalidad de quienes intervienen en la interacción,
a su capacidad para pensar problemas y formular alternativas, y a su disposición
cultural para el diálogo.

236 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Una participación de calidad requiere de la autonomía de los actores77,
esto es, de la existencia de pensamiento propio en cada uno de ellos (constitui-
dos así como sujetos políticos), de forma tal que sea posible pensar conjuntamente
problemas “entre diferentes” para construir bienes públicos de manera compartida.
La ausencia de pensamiento propio lleva a los actores involucrados en uno u otro
proceso de participación a la adhesión o al rechazo de una u otra forma de pensa-
miento, provenga ésta del Estado o de cualquier otro interlocutor.
Cabe entonces preguntarse si en el caso particular de la ciudad latinoa-
mericana, la participación adquiere sentido en tanto proceso para consolidar pen-
samientos y actores en condiciones de aportar a la construcción de bienes públicos,
o si más bien se constituye, de acuerdo con los vicios políticos consuetudinarios
que predominan en el subcontinente, en un eficiente y sutil mecanismo de “control
social” y de legitimización del orden establecido.
En cualquier caso, lo que la participación pone en obra, necesariamente,
es el capital social78 de una determinada comunidad o colectivo. Al respecto, resulta
sugerente la propuesta de Francisco Gutiérrez (1998), de asumir el capital social
“como el conjunto de recursos que permite a la sociedad, o a un subconjunto de ella,
solucionar dilemas de acción colectiva”.
Dichos recursos podríamos enunciarlos como asociativos (formas de agru-
pación ciudadana formales e informales), administrativos (entidades públicas que
representan la colectividad), de gestión (proyectos para mejorar los bienes colecti-
vos) y comunicativos (mecanismos para la información, el diálogo y el debate entre
los actores); a su vez, la utilización que se hace de los mismos tiene que ver, en pri-

77
De forma general, se puede señalar que la autonomía es la capacidad del indivi-
duo o del grupo para determinar por sí mismo y en interacción con otros, qué hacer frente
a un determinado problema.
78
El capital social está dado por el tipo y la calidad de las relaciones entre indivi-
duos y actores en función del patrimonio colectivo y se asocia con aspectos como confian-
za, legitimidad y formas de agrupación horizontal. Por eso, la acumulación de capital social
se realiza en las estructuras de relaciones que se dan entre personas y actores sociales.

CONTROL SOCIAL Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA: DE LA PLANIFICACIÓN 237


A LA ADMINISTRACIÓN PARTICIPATIVA, UNA ESTRATEGIA ENCAMINADA
A LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL HÁBITAT
mer lugar, con cuál y cuánta información tienen los actores y cómo acceden a ella79
y, en segundo lugar, con la mentalidad de cada actor80.
Otro factor que afecta notablemente la calidad de la participación y sus
decisiones, está dado por la pluralidad de los actores que intervienen en ella. La si-
tuación deseable a este respecto es aquella en la que convergen constructivamente
actores de pensamiento académico, técnico, institucional y empírico. A su vez, re-
sulta igualmente importante reconocer como otra característica definitoria de ésta,
las diferencias y asimetrías existentes entre tales actores.
Ahora bien, cuando concebimos la participación en términos de interac-
ción en función de bienes y políticas públicas, estamos aludiendo a la incidencia de
los ciudadanos en el curso de la acción de la administración pública, el cual se orga-
niza a través de la definición, ejecución y evaluación de planes, programas y proyec-
tos que innegablemente tienen como base y correlato fundamental el territorio.
Así, la participación se puede reflejar en las configuraciones específicas
que a través de éste adquiere el Estado y, por lo mismo, debe entenderse como un
mecanismo fundamental en su propia construcción, en tanto componente político
esencial de la descentralización.
Diríamos entonces, para concluir, que la participación debe entenderse
como la necesaria interacción entre la ciudadanía y el Estado en procesos de defi-
nición y ejecución de políticas públicas en razón de las cuales se producen, a la vez
que se activan, determinadas construcciones de capital social y niveles específicos
de distribución, calidad, eficiencia y transparencia de los bienes públicos.
Actividad que supone, en primer lugar, la “adopción espacial” del territorio
como escenario común en el que, a través de una ágil y específica estrategia de co-
municación, han de dirimirse los intereses, de por sí diversos y asimétricos, entre los
diferentes actores sociales en razón de su actuación, de conformidad con los recur-
sos, mentalidades e intereses con que dispongan en cada caso; y, en segundo lugar,
la determinación de la planificación como mecanismo a través del cual la propia

79
No está de más recordar el viejo axioma: la base de la participación es la informa-
ción. La interacción participativa existe cuando se dan los siguientes requisitos: a) acceso
previo de las partes a información sobre el asunto que motiva la interacción, b) las partes
tienen condiciones para expresarse e involucrarse en el espacio de interacción, c) las partes
consideran las opiniones ajenas, ya sea de forma positiva o negativa, y d) las decisiones se
adoptan en relación con las ideas manifestadas en la interacción.
Las mentalidades condicionan el uso de los recursos y las características que éstos
80

asumen en un proceso determinado.

238 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


participación hace efectivos sus intereses sobre el territorio mediante la concerta-
ción y la determinación de respectivos compromisos y responsabilidades.

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LOS
AUTORES
LOS AUTORES

César Rodríguez García Escuela de Arquitectura de la Universidad


Arquitecto con estudios de pos- Nacional de Colombia, desde 1974.
grado en Filosofía, Universidad Javeriana.
Experiencia en Diseño Arquitectónico y Álvaro Ibatá Ceballos
Construcción desde el año 1978. Profesor Ingeniero Catastral y Geodesta,
Asociado de la Universidad Nacional de Universidad Distrital “Francisco José de Cal-
Colombia y docente desde 1978 en varias das”. Asesor y Consultor en las Especialida-
facultades de Arquitectura, entre ellas las de des de Sistemas de Información Geográfica
las universidades Javeriana, Católica, Jorge (SIG), Urbanismo y Ordenamiento Terri-
Tadeo Lozano, América, La Salle y Piloto, torial. Profesor de pregrado en la Escuela
en Bogotá, y la Universidad de San Buena- de Arquitectura y Urbanismo y posgrado en
ventura, en Cali. Directivo universitario en la Maestría en Hábitat y en la Maestría y
la Universidad Javeriana como Decano (E), Especialización en Instrumentos de Ordena-
Director del Departamento de Diseño Arqui- miento Territorial de la Facultad de Artes, de
tectónico y Director del Departamento de la Universidad Nacional de Colombia, sede
Estética, y en la Universidad Católica como Bogotá. Estudios en la Maestría de Ingenie-
Director del Área de Diseño Urbano. Asesor ría de Sistemas y Doctorado en Urbanismo
en temas sobre reforma curricular, acredita- en convenio con la Universidad Central de
ción, autoevaluación y diseño de proyecto Venezuela. Colaborador de la administra-
educativo. Asesor en la Universidad Católi- ción distrital por cerca de nueve años en el
ca en temas relacionados con educación y Departamento Administrativo de Catastro
desarrollo. Autor de diversos artículos y en- Distrital.
sayos especializados publicados en diversas
revistas universitarias y culturales. Alberto Gómez Cruz
Arquitecto, Universidad Nacio-
Jorge Sánchez Ruiz nal de Colombia. Diploma de Master of
Arquitecto de la Universidad Na- Arts con distinción en Planeación Urbana
cional de Colombia, sede de Bogotá. Ma- y Regional. Architectural Association ARAS,
gíster en Historia y Teoría de la Arquitectura Gran Bretaña. Certificado de Antropología
de la Universidad Nacional de Colombia. Social y Estudios de doctorado en Geogra-
Gestor y profesor de la Maestría en Hábitat, fía Humana, University College London,
Estudios de Vivienda de la Universidad Na- UCL, Inglaterra. Candidato a Doctor en Ur-
cional de Colombia, sede Bogotá. Investi- banismo, Universidad Central de Venezue-
gador en los campos de la fenomenología e la. Profesor Maestría Hábitat y Vivienda y
interpretación hermenéutica de la arquitec- Maestría en Desarrollo Territorial, Presidente
tura y del hábitat, de la complejidad y el há- Red de investigación Estudios en fenómenos
bitat y de la estética y la ética. Miembro del y procesos complejos para la alternatividad
PUI sobre Arte e Investigación y del PRIAC al desarrollo, líder grupo A en Complejidad,
(Programa Interdisciplinario de Ayuda co- alternatividad y desarrollo territorial.
munitaria) en Ciudad Bolívar. Profesor de la

244 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


LOS AUTORES

Mercedes Castillo de Herrera Banco Central Hipotecario, 1978-1990. Ha


Economista con Maestría en Ur- desarrollado su práctica profesional en el di-
banismo, Universidad Nacional de Colom- seño de proyectos, particularmente de vivien-
bia (Bogotá, 1986, 1993). Especialización da de interés social y equipamiento urbano,
en docencia universitaria, con énfasis en con los cuales ha obtenido diversos recono-
Administración Pública Territorial, ESAP (Vi- cimientos nacionales e internacionales. Autor
llavicencio, 1999) y candidata a doctora en de diversas investigaciones y publicaciones
Urbanismo por la Universidad Central de relacionadas con las políticas, los procesos
Venezuela (Caracas). Ha sido consultora de productivos y el desarrollo tecnológico en el
diferentes organismos estatales y asesora del sector VIS.
Ministerio de Cultura en el Plan Nacional
de Recuperación de Centros Históricos y del Carlos Alberto Torres Tovar
MAVDT en la construcción de un Marco de Arquitecto y Magíster en Urba-
Política sobre el tema de hábitat Sostenible. nismo, Universidad Nacional de Colombia.
Docente investigadora de varias universida- Diploma de Estudios Avanzados –DEA– en
des colombianas, con participación en diver- Urbanística y Ordenación del Territorio
sos seminarios en el área del urbanismo y en (2006), Universidad de Valladolid; estudios
los cursos de Econometría, Formulación de de doctorado en urbanismo, Universidad
modelos macroeconómicos, Formulación y Central de Venezuela (2003 - ), y doctora-
evaluación de proyectos, Macroeconomía y do en arquitectura y ciudad, Universidad de
Seminarios de Economía colombiana. Ac- Valladolid, España (2004 - ). Profesor Aso-
tualmente, docente invitada en la Maestría ciado, Universidad Nacional de Colombia;
en Hábitat – Estudios en Vivienda, de la Uni- Escuela de Arquitectura y Urbanismo, Insti-
versidad Nacional de Colombia en Bogotá. tuto de Investigaciones en Hábitat, Ciudad
& Territorio; Coordinador Académico Maes-
Luis Fique Pinto tría en Hábitat; Editor de la revista Bitácora
Arquitecto, Universidad Nacional Urbano-Territorial (indexada en categoría c
de Colombia, donde además es profesor – Colciencias, redalyc y clase); líder de los
Asociado desde 1982. Especialista en vivien- grupos de investigación “procesos urbanos
da, Fundación Rafael Leoz, Madrid, España. en hábitat, vivienda e informalidad” y “há-
Magíster en Hábitat-Estudios en vivienda, bitat y vivienda”, clasificados en categoría A
Universidad Nacional de Colombia, 2005 por Colciencias.
(“La habitabilidad de la VIS en los años no-
venta. Una explicación a partir de la políticas
públicas”, Tesis meritoria). Coordinador de la
Línea de Profundización en vivienda; Vicede-
cano académico 2004-2007. Director de la
Oficina de Proyectos, 1998-2000. Consul-
tor del PNUD, Min-desarrollo, 1997-1998.
Arquitecto de la Subgerencia Técnica del

245
LOS AUTORES

Jairo Rodríguez Leuro Carlos Mario Yory García


Economista, Universidad La Gran Arquitecto y Magíster en Filoso-
Colombia y Sociólogo, Universidad Nacio- fía, Universidad Javeriana. Especialista en
nal de Colombia. Maestría en Análisis de Cooperación para el Desarrollo de Asen-
Problemas Económicos Políticos Internacio- tamientos Humanos en América Latina y
nales Contemporáneos, Universidad Exter- África, por la Universidad Politécnica de
nado de Colombia. Actualmente realiza es- Madrid, y Doctor Suma Cum Laude en Geo-
tudios de Doctorado en Ciencias Sociales, grafía Humana, en la Universidad Com-
en la Universidad Nacional de Buenos Aires. plutense de esta misma ciudad (Programa
Ha realizado diversas investigaciones sobre Sociedad y Territorio). Ha sido Consultor y/o
vida cotidiana en sectores populares y sobre asesor de numerosas instancias nacionales
identidades juveniles de sectores populares. e internacionales (Colombia, Italia, España,
Actualmente es profesor en la Maestría de Kenya y El Salvador) en temas de desarrollo
Hábitat en la Universidad Nacional de Co- territorial integrado, planeación participati-
lombia y en la Maestría de Comunicación va y hábitat. Autor de más de cincuenta pu-
Social de la Universidad Javeriana. blicaciones, entre libros, cartillas, capítulos
de libros y artículos especializados (algunos
Miguel Borja Gómez de los cuales han sido traducidos a otros
Arquitecto. Profesor Asociado idiomas). Actualmente se desempeña como
Escuela de Arquitectura y Urbanismo Uni- docente e investigador en las Universidades
versidad Nacional de Colombia. Magíster Nacional y Javeriana, entidad esta última
en Historia de la Arquitectura Universidad donde dirige la Especialización en Espacio
Politécnica de Cataluña, profesional que ha Público. Miembro del Grupo de Trabajo
estado vinculado al Ministerio de Cultura, de CLACSO en Desarrollo Urbano desde
Dirección de Patrimonio, al Plan de Regulari- 2007.
zación y Manejo de la Universidad Nacional
de Colombia, Sede Bogotá, y al Departa-
mento Administrativo de Planeación Distrital,
entre otros, con énfasis en estudios urbanos,
hábitat y espacio publico, bienes de interés
cultural o inmuebles de conservación, do-
cencia en arquitectura y urbanismo.

246 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Este libro se terminó
de imprimir en Editorial Kimpres
en octubre de 2008

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