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All content following this page was uploaded by Robert Pérez Fernández on 27 May 2014.
Introducción
Ya en el año 1966, José Bleger llamaba la atención respecto al camino que hasta
ese entonces había recorrido la Psicología, en su afán de comprender e intervenir en el
campo de la subjetividad. Dicho autor señalaba como esta disciplina había comenzado
tratando de entender al individuo, para desde allí comprender los grupos.
Posteriormente trasladó estas categorías a las instituciones, para integrar luego todos
estos esquemas en la comprensión de la comunidad1. Desde la crítica a este camino,
formulaba su propuesta sobre una Psicología de los Ámbitos, invirtiendo ese recorrido,
de forma de “retomar el estudio de las instituciones con modelos de la Psicología de la
comunidad, el estudio de grupos con modelos de la Psicología institucional y de la
comunidad, y el estudio de individuos con los modelos de la Psicología de grupos,
comunidad e instituciones” (Bleger, 1966: 48), abordando cada ámbito con el más diverso
arsenal teórico técnico.
1
El planteo de Bleger refiere a distintos ámbitos que él grafica con cuatro elipses crecientes, donde cada
una contiene la anterior pero es mayor. El primer ámbito es denominado psicosocial o individual,
relacionado con el mundo interno de la persona; el siguiente sociodinámico, referido a los vínculos con
los grupos; el otro es el institucional y finalmente, el mayor es el comunitario (Bleger, 1966)
2
Al respecto, véase: Salvarezza, 1988; Catullo, 1998 y 2004; Kabanchik, 1999; Berriel, 2003; Zarebski,
2005. También en esta línea, pueden consultarse las investigaciones que hemos realizado desde la
Universidad de la República: Berriel y Pérez, 2002, 2004, 2006 y 2007; Berriel, Paredes y Pérez, 2006; Pérez,
2007. Finalmente, en UDELAR, 2007, se puede encontrar un panorama actualizado de la investigación
Psicogerontológica en Iberoamérica al año 2007.
1
e histórico que produce y habilita determinadas significaciones y sentidos, que nunca son
individuales.
En este aspecto, coincidimos plenamente con Berriel cuando sugiere que, “tal vez,
parafraseando a José Bleger, también respecto a la Psicología y la Psicología Social
aplicadas al estudio de la Vejez y el Envejecimiento haya llegado el momento ya no
sólo de producir sus nociones a partir de su propio campo, sino, yendo más allá, desde
ahí, hacer su contribución a los cuerpos nocionales generales de la Psicología” (2003:
13).
La ciencia, como otro tipo de construcción social,5 ha tenido mucho que ver con
la construcción de este modelo deficitario de vejez. Los primeros estudios sistemáticos
surgen desde la medicina, lo cual ha llevado a que la investigación científica en esta
3
Al respecto pueden consultarse el excelente y clásico libro de Simone de Beauvoir (1970)
4
Salvarezza traduce como viejismo el término “ageism”, introducido por Butler y Lewis en 1973 (citado
por Salvarezza, 1988: 23), para designar una serie de actitudes y conductas sociales negativas hacia los
viejos.
5
A pesar de los ingenuos esfuerzos de quienes pretenden ubicar a la ciencia en una categoría casi
religiosa de “objetiva” y por lo tanto, ahistórica.
2
área fuese considerada, durante mucho tiempo, como patrimonio y dominio exclusivo
de dicha disciplina. La Psicología hegemónica 6, ha colaborado a reforzar esto,
ubicándose desde una perspectiva de subordinación de los procesos psicológicos
(llamados por algunas corrientes como “procesos mentales”) a las condicionantes
biológicas o ambientales, sin una perspectiva teórica propia de los procesos subjetivos.
En 1961, James Birren (citado por Lehr, 1988) plantea que históricamente se
pueden delimitar tres períodos en la investigación científica sobre el envejecimiento. El
período inicial va de 1835 a 1918 y es caracterizado por estudios antropométricos
(mediciones de los sentidos, de la talla, etc.). En muchos casos se intenta relacionar
estos resultados con el rendimiento mental de las personas. En el año 1909, Nascher
introduce el término Geriatría, planteándolo en forma paralela al ya existente concepto
de Pediatría, creando un nuevo campo para la medicina. Dicho investigador trató de
encontrar relaciones entre el entorno social y las modificaciones de las funciones
fisiológicas.
3
la investigación científica. Plantea Lehr (1988) que del análisis de los Congresos de
dicha Asociación, se puede deducir un cambio en el enfoque de la investigación,
simultáneo al desarrollo de disciplinas como la Sociología o la Psicología. Es así que
hasta 1960 la mayoría de los trabajos presentados se centraban en el cambio de
rendimiento y de las funciones superiores. A partir de ese año hay un avance cada vez
mayor de los trabajos sobre la Psicología de la Personalidad, sobre la Psicología Social
(norteamericana) y de la investigación sociológica. Como vemos, el cambio en el
enfoque temático de la Psicología que se da en esos años, no implica un cambio en el
paradigma de investigación y conceptualización del tema envejecimiento, el cuál sigue
pensando desde la perspectiva positivista de síntesis y reducción.
4
incidencia de lo sociocultural. Por lo tanto, la conducta a fomentar para con los viejos,
ya sea en los profesionales, como en el resto de la sociedad, es ayudarlos en este
“alejamiento” de las actividades. Más allá de las críticas que ha recibido esta teoría, así
como a su invalidación científica posterior8, su influencia llega hasta nuestros días,
pudiendo ver sus efectos en muchas de las propuestas que actualmente se realizan para
ancianos o en el posicionamiento de muchos profesionales.
En forma casi simultánea a esta teoría - muchas veces como reacción - varios
autores comienzan a desarrollar la llamada "teoría de la actividad", de la cual Maddox
(citado por Lehr, 1988) es uno de los principales representantes. Este investigador, que
trabajó entre 1962 y 1965 en el estudio longitudinal de la Universidad de Duke, sostiene
que las personas deben mantenerse siempre con actividades. La vejez, sostiene, implica
una acumulación de pérdidas (jubilación, roles, estatus, seres queridos, etc.), por lo que
se deben realizar actividades sustitutas para evitar caer en estados depresivos. De esta
teoría también se han derivado varias consecuencias que se expresan actualmente en
algunas propuestas técnicas, fundamentalmente en el área social y recreativa, en las
cuales los viejos deben estar siempre en una especie de "activismo". La finalidad de
estas actividades es el "hacer algo" en sí mismo, estar en movimiento, independiente de
su sentido. Algo así como una forma de que pase el tiempo...
Ambas teorías parten del mismo modelo involutivo en el ciclo vital, donde el
envejecer conlleva en sí mismo la noción de declive en todas las áreas del ser. Se parte
de un modelo unidireccional y universal involutivo, congruente con el viejismo
(Salvarezza, 1988) y otros estereotipos sociales negativos, los cuáles refuerzan.
8
La población estudiada fue de ancianos institucionalizados.
5
Otra forma de construir el envejecimiento. Algunos aspectos teóricos de la vejez
como producción subjetiva.
9
En el año 2005, en la ciudad de Buenos Aires se lleva a cabo el Primer Congreso Iberoamericano de
Psicogerontología, creándose allí el Grupo Iberoamericano de Psicogerontología (GIP), compuesto por
académicos y científicos de este campo. A fines del año 2007, en Montevideo se llevó a cabo el II
Congreso Iberoamericano. Para una actualización respecto a las investigaciones y estudios
Psicogerontológicos remitimos a las Memorias de este Congreso (UDELAR, 2007).
6
Estos estudios nos señalan como el envejecimiento es un proceso complejo,
donde intervienen diversos factores, no existiendo un modo único de envejecer, sino que
lo que impera es la diversidad y heterogeneidad. El ser viejo no tiene la misma
significación para el sujeto que vive en una ciudad capital de un país desarrollado
económicamente, a la que se le puede dar en una tribu del Amazonas. No es lo mismo
ser viejo o vieja en una ciudad con mucha población, que en un medio rural. Pero
tampoco es lo mismo ser viejo o vieja en nuestra actual sociedad occidental capitalista,
que serlo en una comunidad de algunos de los pueblos originarios de América que aún
mantienen su cultura y hábitat. En las personas viejas que hay detrás de cada uno de
estos ejemplos, si bien pueden compartir los años que los separan de su nacimiento, la
significación del envejecer y de su actual etapa, cómo se perciban en tanto viejos y sus
vínculos, serán muy distintos, en función de lo esperado socialmente.(Pérez, 2007)
7
Desde la perspectiva psicológica, el paso del tiempo en sí mismo, no tiene
significado ni sentido. Este sentido es el que le puede adjudicar la propia persona, en
función de su cultura, su historia, su deseo, etc.. De esta forma, la vejez, se constituye
también en una producción subjetiva que involucra diferentes dimensiones de la
comunidad, asentándose en el plano psíquico y vincular, en los cuáles se construirán los
sentidos de lo que será el envejecimiento y la vejez, tanto en el plano social como
individual y grupal (Berriel y Pérez, 1996).
Es así como el paso del tiempo, sus efectos sobre el cuerpo y los sentidos que se
le adjudiquen al mismo, serán clave a la hora de pensar los procesos psíquicos. Este
paso del tiempo no es un campo unidireccional sino que está compuesto por diferentes
dimensiones y ritmos que coexisten y se potencian entre sí, en complejos procesos que
van produciendo sentido. Los procesos biológicos, dentro de su inmanencia respecto a
otros procesos, expresan una de estas lógicas temporales. En la dimensión subjetiva se
inscriben otras temporalidades, donde intervienen diferentes atravesamientos de orden
simbólico e imaginario. Así, existe un tiempo identitario (Castoriadis, 1990),
compatible socialmente, que mide entre otras cosas los años que separan a una persona
de su nacimiento. Otro tiempo imaginario (Castoriadis, 1990), subjetivo por excelencia,
que es el que singulariza, otorga un sentido a la realidad, a partir de una determinada
historicidad. También interviene un "tiempo social", (Neugarten, citada por Salvarezza,
1988) que determina y marca determinados acontecimientos desde lo que se espera
socialmente. Por su parte, los procesos inconscientes tienen su propia lógica temporal,
distinta del sistema Percepción-Conciencia. Aquí, la energía psíquica transita libremente
por distintas cadenas asociativas, ligando representaciones de diverso origen histórico.
Estos impulsos son inalterables, no inciden en ellos el paso de los años y se rigen por el
principio de placer (Pérez, 1996).
**************************
Hace más de 10 años que presentábamos estas hipótesis que sostienen la vejez
como una producción subjetiva. Las mismas, surgen inicialmente de nuestro trabajo
clínico con mayores. Las investigaciones que desarrollamos en este tiempo, a la vez que
reafirman las mismas, comienzan a darle un sustento conceptual y empírico mayor.
8
referimos a un sujeto que tendrá determinadas características, las cuáles lo definirán a
lo largo de toda su vida sin importar la cantidad de años que lo separen de su
nacimiento: su deseo será irreductible e indestructible y no disminuirá con el paso del
tiempo. Lo que cambiará a medida que avancen los años, son las estrategias del deseo,
en función de la habilitación – prohibición social de las mismas, a los sentidos
colectivos producidos en torno a la edad y el lugar social de ese sujeto10.
Esto último fue puesto de manifiesto a partir de los resultados de un estudio que
realizamos junto a Fernando Berriel, con mayores de 65 años de la ciudad de
Montevideo (Berriel y Pérez, 200211). En dicha investigación surge que los viejos de
Montevideo consideran mayoritariamente que el entorno espera de ellos cualidades
altamente positivas, aspectos útiles y poco conflictivos para los demás, siendo los
aspectos que harían a una riqueza propia del sujeto para sí mismo, lo que perciben
como menos esperado socialmente. Esta percepción de un medio altamente exigente se
encuentra mediatizada por la familia, la cuál se presenta en una doble vertiente de
sentido para los adultos mayores: por un lado es el contacto afectivo inmediato y
protector; por otro, el medio familiar es el que censura más fuertemente todo lo que
tiene que ver con el orden del deseo y la sexualidad. Esto, si bien es percibido por
personas de ambos sexos, se da más fuertemente en las mujeres.
10
Respecto al lugar social del viejo, resulta muy interesante el análisis histórico que realiza Simone de
Beauvoir, sobre las actitudes e imágenes de las sociedades históricas respecto a los viejos, concluyendo
que “todas las civilizaciones conocidas se caracterizan por la oposición de una clase explotadora y clases
explotadas. La palabra vejez abarca dos especies de realidades profundamente diferentes según se
considere ésta o aquella” (1970: 255-256).
11
Se trató de una investigación sobre las transformaciones en la imagen corporal concomitantes a los
cambios somáticos de la vejez y su relación con las producciones subjetivas del proceso de
envejecimiento. Se utilizó un diseño que articuló metodologías cualitativas y cuantitativas durante dos
años. Partiendo de los materiales cualitativos (Historia de vida, grupos de discusión y talleres con técnicas
corporales) se construyó un formulario de datos, que incluyó tres escalas diseñadas específicamente para
esta investigación: Escala de Percepción de Expectativas Sociales, Escala de Autopercepción y Escala
de Autopercepción Corporal (EAPC). El instrumento resultante fue aplicado a una muestra representativa
estadísticamente de la población mayor de 65 años de Montevideo (n=619).
9
Anteriormente hemos señalado el desvalorizado lugar social que los mayores
ocupan en nuestras sociedades contemporáneas. También hemos planteado como el
imaginario social instituido se construye por prácticas discursivas y extra-discursivas.
Los resultados de la investigación antes señalada visibilizaron algunas de estas prácticas
de los adultos mayores montevideanos, en los cuales, si bien se identifican factores
positivos en cuanto a la salud, se constatan otros negativos que llevan a ubicar esta
población en una situación de vulnerabilidad: percepción de un medio social censurador
del deseo, mediatizado por la familia; dificultad para elaborar estrategias que afronten
cambios futuros; disminución de la red social; disponibilidad de mucho tiempo libre
junto a una escasa participación en actividades colectivas y fuera del hogar (Berriel y
Pérez, 2002).
Podemos pensar esta situación, en parte, como uno de los efectos del viejismo en
los sujetos, que son los que a su vez lo construyen. En la vejez, tradicionalmente se ha
tomado un rasgo o un aspecto de este proceso para desde allí asignar (asignarse)
determinados sentidos y significaciones a los sujetos. Este es uno de los principales
mecanismos de discriminación hacia los viejos que vemos en nuestra actual cultura
occidental, donde a partir de la imagen de los cuerpos viejos, se producen una serie de
sentidos negativos, en un medio donde impera una estética de lo joven “bello”12.
12
Aquí nos referimos a los hegemonismos y a las relaciones sociales de poder y dominación. No se trata
de oponer joven – viejo, sino de la estética hegemónica de control al servicio del consumo y la frivolidad,
que al día de hoy promueve determinado modelo de “joven – sano – adaptado – exitoso – individual”
vinculado al consumo de diversos productos. Esta estética produce a su vez su contrapartida o
contramodelo: al joven pobre o con rasgos corporales diferentes al modelo exitoso -indígenas, negros,
gordos, etc.- desde la cultura dominante se asignan significados y sentidos que asocian joven con
delincuencia, violencia o adicciones. En este “otro” modelo de joven, se produce un desplazamiento de
sentidos, que hacen que queden asociados a los aspectos negativos de la vejez. Para pensar este tema,
resulta interesante el ya clásico aporte realizado por Dorfman y Mattelart, 1972, así como el excelente
estudio de David Le Breton, 1995.
13
Este estudio es parte del proyecto “Reproducción biológica y social de la población uruguaya: una
aproximación desde la perspectiva de género y generaciones”, que es una iniciativa de varias instituciones
académicas gubernamentales y no gubernamentales, convocadas por el Fondo de Población de Naciones
Unidas en Uruguay. Un capítulo de este estudio refiere a los adultos mayores. En el mismo se realizó una
encuesta general sobre población en Uruguay. A partir de los datos de encuesta, cada componente
profundizó los mismos con metodologías cualitativas. En el caso de los adultos mayores, utilizamos una
estrategia metodológica que combinó dos técnicas: entrevistas en profundidad individuales y grupos de
discusión focalizada. La población objeto de estudio fueron hombres y mujeres de 65 a 75 años.
10
Ante estos cambios subjetivos, existe una clara diferencia de género: los varones
se presentan con menor plasticidad para los cambios, mientras que las mujeres se
sienten más exigidas por el paradigma emergente.
Una de las conclusiones de dicho estudio, fue que la imagen del cuerpo no es un
proceso unívoco ni predeterminado biológica o psicológicamente, sino que es una
construcción compleja, constituida por un conjunto de mecanismos de producción de
sentidos que se da a lo largo de la vida, en un determinado tiempo social, histórico y
cultural (Berriel y Pérez, 2006: 77).
14
Se trató de un estudio de tipo analítico que investigó algunas de las hipótesis surgidas de la anterior
investigación sobre imagen del cuerpo (Berriel y Pérez, 2002), pero ahora enfocado ya no en los viejos,
sino en el proceso de envejecimiento. De esta forma se estudiaron las transformaciones que la imagen del
cuerpo, como constructo psicosocial, presenta en adolescentes, jóvenes, adultos y adultos mayores de
Montevideo, en relación con la representación social de la familia, el trabajo y la salud. La muestra estuvo
constituida por 989 personas. Metodológicamente se aplicó un cuestionario y la Escala de
Autopercepción Corporal (EAPC) para estudiar la imagen del cuerpo, y entrevistas en profundidad
grupales con cada colectivo para analizar las representaciones sociales de las instituciones referidas.
15
A modo de ejemplo, en el grado de apertura o cierre del cuerpo a las experiencias de orden sensorial,
sensual y estético, se comportan de forma más similar los dos grupos de mujeres extremos de la muestra
(adolescentes y viejas), que los adolescentes mujeres y hombres o los viejos mujeres y hombres entre sí
(Berriel y Pérez, 2006)
11
Proyecto de vida e imaginario social en la construcción del sujeto. Una dimensión a
incluir en la clínica con el proceso de envejecimiento
Pues bien, hasta aquí algunos aspectos teóricos y prácticas de la vejez como
producción subjetiva. Veamos algunas connotaciones de esta perspectiva en el trabajo
clínico psicológico.
El otro tipo de clínica señalado por Joaquín Rodríguez (2004), es la clínica móvil,
que refiere a aquella que trabaja a partir de problemas y no de certezas, con dispositivos
que permitan la apertura de interrogantes, en un proceso de crítica y deconstrucción de
la realidad, del imaginario social instituido.18 En este tipo de clínica móvil, en el caso
del trabajo con viejos y viejas, la edad de las personas es un dato más, que cobra sentido
no por aspectos universales o esenciales, sino por las significaciones adjudicadas a esa
etapa vital por el sujeto y la relación de esto con su historia, con el potencial de sus
vínculos, de su deseo y de la construcción de su proyecto vital.
16
Un interesante panorama de los diversos tipos de propuestas psicoterapéuticas para mayores se pueden
consultar en Krassoievitch, 1993.
17
Un ejemplo de este tipo de lectura prejuiciosa de la vejez es el clásico libro de Zimberg y Kauffman,
titulado “Psicología normal de la vejez” (el resaltado es nuestro).
18
Del cual, la psicología hegemónica de tipo causal y organicista es un ejemplo de su reproducción y
prácticas.
12
este tipo de intervención, que no trabaja con los síntomas (aunque los incluye en su
análisis), sino con sujetos y con su sufrimiento.
Cuando aplicamos este enfoque al trabajo con adultos mayores vemos que,
contrariamente a lo que se plantea desde las concepciones prejuiciosas sobre el
envejecimiento, el trabajo psicológico con adultos mayores, como cualquier trabajo
clínico con adultos, nos remite a la dimensión de los deseos, anhelos, afectos,
identificaciones, regímenes de afectaciones, independiente de la edad.
19
A modo de ejemplo, en una consulta donde haya un déficit de memoria, es necesario poder discriminar
si el mismo se debe a un trastorno de memoria menor, a una depresión o al inicio de una demencia, pues
implicarán estrategias de intervención psicoterapéuticas diferentes. Al respecto véase Berriel y Pérez,
2007.
20
Las demencias tipo Alzheimer nos dan un ejemplo de ambas clínicas. Desde la clínica sedentaria, lo
que prima es un déficit neurofisiológico del Sistema Nervioso Central, el cual produce trastornos
cognitivos primero, y conductuales y psiquiátricos después, lo cual la constituye en una enfermedad
médica, donde la psicología solo puede aportar medidas de entorno o estimulación cognitiva en algunos
casos. Sin embargo, la clínica móvil nos introduce en una perspectiva psicológica, desde la cual este tipo
de demencias implican una falla en la elaboración de una serie de conflictos ubicados en el plano del
proyecto identificatorio. Significa una destrucción de la identidad y una pérdida del proyecto vital y de la
temporalidad. Mientras en la clínica sedentaria se trabaja con la enfermedad de Alzheimer, en la móvil se
trabaja con los sujetos, que les pasan varias cosas, entre ellas, tener una enfermedad de Alzheimer, por lo
que, en función de la singularidad del caso, se montarán diferentes dispositivos de intervención
psicoterapéutica (individual, de pareja, familiar, grupal, de red, de estimulación, etc.). Un desarrollo de
esto lo hemos presentado en Berriel y Pérez, 2007.
13
subjetividad reflexiva, capaz de deliberación y de voluntad'.” (Berriel,
Lladó y Pérez, 1995: 15)
El proyecto de vida está constituido por la distancia que media entre un yo actual
y un yo futuro, con la consiguiente paradoja que señala Aulagnier (1994) de búsqueda
de alcanzar ese yo futuro, pero a la vez manteniendo esa distancia, que es la que abre a
la dimensión del proyecto identificatorio y del deseo. Es en el proyecto identificatorio
donde se asentarán los modelos y emblemas identificatorios, quienes direccionarán el
deseo y el proyecto vital. Estos emblemas, que son cristalizaciones de sentido,
enunciados, imágenes, etc., son vehículos del imaginario social, pasando a ser un
componente importante en la construcción del sujeto y su identidad.
Es cierto que en los últimos tiempos han cambiado mucho las prácticas de la
familia (aumento de hogares monoparentales, divorcios, trabajo de la mujer, etc.), pero
el núcleo duro de sentidos de la misma sigue intacto, lo que a su vez, invisibiliza la
14
diversidad en las configuraciones vinculares y las prácticas que la sustentan. Cuando lo
diferente es percibido, es considerado como una desviación y consiguientemente
sancionado. Tal es el caso de las expresiones de la sexualidad en los viejos o las
diferencias de género, entre otras.
15
o Psicoterapéutico
o Nuevos ámbitos de intervención, como por ej., el campo de las
demencias.
Referencias Bibliográficas
16
generaciones. Reproducción social y biológica de la población uruguaya. Tomo
I, estudio cualitativo. Montevideo: Trilce, pp. 19 – 124. Disponible en URL en:
www.psico.edu.uy/servicio/spv.htm (citado el 10 de enero de 2008)
BERRIEL, F.; LLADÓ, M.; PÉREZ, R. (1995) “Por los viejos tiempos: Reflexiones
sobre la práctica psicológica en el campo de la vejez”. En: Universidad de la
República, Facultad de Psicología (1995). Segundas Jornadas de Psicología
Universitaria. Montevideo: Multiplicidades, pp. 12-16. Disponible en URL:
Revista de Psicogerontología Tiempo, Nº 1 (1998):
http://www.psiconet.com/tiempo/.
17
KRASSOIEVITCH, M. (1993) Psicoterapia Geriátrica. México: F.C.E..
LE BRETON, D. (1995) Antropología del cuerpo y modernidad. Bs. As. : Nueva Visión
18
ZIMBERG, N.; KAUFFMAN, I. (1976) Psicología normal de la vejez. Ed. Paidós; Bs.
As. 1976
19