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MAGIA Y NATURALISMO
La convicción de que lo mejor tiene que ser lo más antiguo llega al punto de que muchos
historiadores de arte y arqueólogos no temen falsear la historia con tal de mostrar que el estilo
artístico que a ellos personalmente les resulta más atractivo es también el más antiguo.
Existen dos posturas
1. Se venera como más antiguo las formas decorativas ornamentales. (inclinaciones
autócratas y conservadoras)
2. Se venera como más antiguo las formas expresivas naturalistas e imitativas. (liberales y
progresistas)
Los testimonios que aun quedan del arte primitivo muestran de modo inequívoco la prioridad del
naturalismo.
Pero lo mas notable de ello no es que sea más antiguo que el estilo geométrico, sino que muestre
ya todos los estadios de evolución típicos de la historia del arte moderno.
No es un fenómeno instintivo, incapaz de evolución como los investigadores quieren presentar,
es un arte que avanza desde la fidelidad lineal a la naturaleza, hasta una técnica más ágil casi
impresionista que se mueve de forma mas espontánea.
“Este naturalismo no es en absoluto una fórmula fija, estacionaria, sino una forma viva y
movible, que intenta reproducir la realidad con los medios más variados, y ejecuta sus tareas
unas veces con la mayor destreza y otras con mínima habilidad”
Los dibujos infantiles y de las razas primitivas contemporáneas son racionales, no sensoriales.
Muestran lo que el niño y el artista primitivo conocen, no lo que ven realmente; no dan del
objeto una visión óptica y orgánica sino teórica y sintética.
“Por otra parte, la característica más peculiar de los dibujos naturalistas del Paleolítico es que
ofrecen la impresión visual de una manera tan directa y pura, tan libre de añadidos o
restricciones intelectuales, que hasta el Impresionismo moderno apenas nos es posible encontrar
un paralelo a este arte en el arte posterior”
Eran dibujos puros, ellos aún eran capaces de ver, simplemente con los ojos y sin tecnicidades,
matices delicados que nosotros sólo descubrimos con ayuda de instrumentos científicos.
Tal capacidad desaparece en el Neolítico, en el cual el hombre sustituye la inmediatez
de las sensaciones por la inflexibilidad y el estatismo de los conceptos, Pero el artista del
Paleolítica pinta todavía lo que está viendo realmente; no pinta nada más que lo que puede
recoger en un momento determinado y en una ojeada única.
Es un arte de hombres que, según todas las apariencias, vivían dentro de moldes inestables, casi
enteramente inorganizados, en pequeñas hordas aisladas, en un primitivo individualismo y que
probablemente no creían en ningún dios ni en un mundo más allá de la muerte.
Una vida puramente práctica, nada justificaría la presunción de que el arte sirviera para otro fin
mas que para procurar el alimento, todos los indicios aluden a que servía de medio a una técnica
mágica dirigida totalmente a inmediatos objetivos económicos. Esta magia nada tenía que ver
con lo que conocemos actualmente por religión, era una técnica sin misterio, un mero ejercicio.
El pintor y el cazador neolítico pensaba que con la pintura poseía ya la cosa misma, pensaba que
con el retrato del objeto había adquirido poder sobre el objeto; creía que el animal de la realidad
sufría la misma muerte que se ejecutaba sobre el animal retratado.
“la representación pictórica no era su pensamiento sino la anticipación del efecto deseado”
Cualquier otra explicación del arte paleolítico —la que lo interpreta, por ejemplo,
como una forma ornamental o expresiva— es insostenible. Hay toda una serie de datos
que se oponen a tal interpretación. Sobre todo, el hecho de que las pinturas estén a menudo
completamente escondidas en rincones inaccesibles y totalmente oscuros de las cavernas,
en los que no hubieran podido de ninguna manera ser una “decoración”.
La mejor prueba de que este arte perseguía un efecto mágico y no estético, al menos en su
propósito consciente, está en que en estas pinturas los animales se representaban frecuentemente
atravesados con lanzas y flechas.
NEOLÍTICO
ANIMALISMO Y GEOMETRISMO
Con esto comienza una organización en la vida del hombre, comienza la diferenciación de la
sociedad y los estratos en privilegiados y oprimidos, explotadores y explotados.
Se establece un orden del trabajo y las funciones, ganadería y cultivo, industria, trabajo
masculino y femenino.
“Los bosquimanos, que son, como el hombre paleolítico, nómadas y cazadores, permanecen
estacionados en la fase de la “búsqueda individual del alimento”, no conocen la cooperación
social, no creen en espíritus o demonios, están entregados a la burda hechicería y a la magia y
producen un arte naturalista sorprendentemente parecido a la pintura paleolítica.
Los negros de la costa occidental africana, en cambio, que practican la agricultura productiva,
viven en aldeas comunales y creen en el animismo, son estrechamente formalistas y tienen un
arte abstracto rígidamente geométrico como el hombre neolítico”
NATURALISMO GEOMETRISMO
- Forma de vida individualista - Conexión con la organización de
- Anárquica con falta de tradición comunidad
- Carencia de firmes convenciones - Visión del mundo orientada
- Cosmos mundano no trascendente - El más allá
Los creadores de las pinturas de animales del Paleolítico eran aparentemente cazadores
“profesionales” —esto se puede inferir casi con seguridad de su íntimo conocimiento de los
animales—, y no es probable que, como “artistas” o como quiera que fueran considerados,
estuviesen totalmente exentos de la obligación de procurarse el alimento.
La agricultura y la ganadería traen consigo largos períodos de ocio. El arte neolítico tiene
carácter de “arte rural”, no sólo porque sus formas impersonales y tendentes a lo tradicional
corresponden al espíritu conservador y convencional de los agricultores, sino también porque es
el producto de este ocio.
Cuanto más desarrollada está la etapa cuyo arte examinamos, más complicada es la trama de las
relaciones y más impenetrable es el fondo social con el que está en conexión. Cuanto mayor es la
antigüedad de un arte, de un estilo, de un género, más largos son los períodos de tiempo durante
los cuales la evolución se desarrolla según leyes propias, inmanentes, no “turbadas” por causas
exteriores; y cuanto más largas son estas fases autónomas de la evolución, más difícil es
interpretar sociológicamente los diversos elementos del complejo de formas en cuestión.
El fin del neolítico significa una nueva orientación de vida casi tan general y una revolución de
la economía y la sociedad casi tan profunda como en su principio.
NEOLÍTICO AQUI
- Transición del deterioro a la - Comienzo del comercio y la
producción, del individualismo artesanía independiente.
primitivo a la cooperación. - Formación de ciudades y mercados.
- Aglomeración y separación de la
población.
En Egipto y Mesopotamia los núcleos rurales continúan llevando en sus aldeas, dentro del
ámbito de su economía doméstica, su propia existencia, independiente del agitado tráfico de las
ciudades; y aunque su influencia decae de un modo continuo, el espíritu de sus tradiciones sigue
siendo perceptible en las últimas y más diferenciadas creaciones culturales urbanas de estos
pueblos.
El cambio decisivo para el nuevo estilo de vida tiene su expresión, sobre todo, en el hecho de que
la producción primaria ya no es la ocupación fundamental e históricamente más progresista, sino
que pasa a servir al comercio y a la artesanía.
Surgen aquí, en el Antiguo Oriente, bajo la presión más dura, muchas de las obras de arte de
mayor magnificencia.
Estas obras prueban que la libertad personal del artista no tiene ningún influjo directo en la
cualidad estética de sus creaciones. Toda voluntad artística tiene que abrirse camino a través de
las mallas de una tupida red; toda obra de arte se produce por la tensión entre una serie de
propósitos y una serie de obstáculos.
Los principales y durante mucho tiempo únicos mantenedores de los artistas fueron los
sacerdotes y los príncipes; sus más importantes lugares de trabajo se encontraron, pues, en los
regímenes religiosos y cortesanos.
Las obras de arte gigante, de la escultura monumental y la pintura mural, no fueron creadas
simplemente por sí mismas y por su propia belleza. Las obras plásticas no fueron encargadas
para ser expuestas, como en la Antigüedad clásica o en el Renacimiento, delante de los templos o
en el mercado; la mayoría de ellas estaban en la oscuridad de los santuarios y en lo profundo de
las tumbas.
El pintor y el escultor son y siguen siendo anónimos artesanos que no se muestran jamás
personalmente, desaparecen casi completamente detrás de su obra.
Ciertamente conocemos en Egipto nombres de arquitectos y escultores a los que les fueron
conferidos, como si fuesen altos funcionarios del Estado, especiales honores sociales; pero, en
conjunto, el artista sigue siendo un artesano innominado, estimado a lo sumo como fabricante de
su obra, pero no como una personalidad.
Sin embargo, la consideración del artista fue creciendo al pasar el tiempo, inclusive muchos
artistas pertenecen en el Imperio Nuevo ya a las más elevadas clases sociales, y en muchas
familias pasa a ser un trabajo generacional.
En los talleres de templos y palacios, y también en los talleres particulares, los artesanos trabajan
todavía dentro de una economía cerrada y autárquica, que sólo se diferencia de la agrícola del
Neolítico por ser incomparablemente más poderosa y por servirse exclusivamente del trabajo
ajeno y frecuentemente esclavo.
El mismo efecto produce también el sistema, igualmente viejo, de almacenar un surtido. Este
sistema permite al obrero trabajar en su hogar, pero le separa espiritualmente de su economía,
convirtiéndole en un trabajador que produce no para sí, sino para un cliente.
El extremoso cuidado y la habilidad pedagógica que los egipcios dedicaban a la formación de los
jóvenes artistas se perciben ya en los materiales escolares que han sobrevivido: vaciados en yeso
natural, reproducciones anatómicas de las distintas partes del cuerpo hechas con fines educativos
y, sobre todo, piezas de exposición que colocaban ante los ojos del alumno el desarrollo de una
obra de arte en todas las fases del trabajo.
“La aplicación de este método racionalista de trabajo a la actividad artística sólo resultaba
posible, naturalmente, por la costumbre de que el artista realizara siempre la misma tarea, de que
siempre le fueran encargadas las mismas ofrendas votivas, los mismos ídolos y monumentos
funerarios, los mismos tipos de retratos reales y privados. Y como en Egipto no fue nunca muy
estimada la originalidad en el hallazgo de los temas, sino que, más bien, estaba prohibida, toda la
ambición del artista se dirigía a la solidez y precisión de la ejecución, las cuales sorprenden
incluso en las obras menores y compensan la falta de independencia en la creación. La exigencia
de una forma final limpia, pulida, explica también que el rendimiento del arte egipcio, a pesar de
su organización racionalista del trabajo, fuera relativamente pequeño. La predilección de la
escultura por las obras en piedra, en la que a los ayudantes sólo se les podía encomendar el rudo
desbaste del bloque, y el maestro se reservaba el trabajo más fino de los detalles y el acabado
final; impuso de antemano límites estrechos a la producción”