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CAPITULO IV

Los Bosques

1. Los Bosques en la Colonia


1.1. Dualidad de enfoques

Los bosques fueron percibidos desde dos perspectivas una en la que el bosque es
fuente de materias primas necesarias para el desarrollo y otra que lo relaciona con Lo
“salvaje”, de modo que, de alguna manera, compite con las actividades y
requerimientos del mundo “civilizado”.
Los tiempos de los reyes católicos se promulgó el respeto por los montes y penalizaba
la tala de árboles, por otro, se favoreció y privilegió el establecimiento de instituciones
como la Mesta (gremio de ganaderos trashumantes), una de las entidades de mayor
impacto en la deforestación de España.

1.2. Los procesos de deforestación


Es posible establecer la relación entre los patrones e indicadores de desarrollo, y su
impacto en términos de deforestación. Existe una fuerte correlación entre los patrones
de propiedad, los modelos coloniales y la deforestación actual. En el modelo español,
se desarrolló el complejo sistema de las “encomiendas”, donde se privilegiaba el
monopolio y la propiedad de la Corona.

Sobre los índices de desarrollo del Perú colonial, Seminario y Zegarra (2014), estudio
sobre la producción y riqueza en las intendencias al final de la era colonial, estiman el
producto bruto interno generado en cada uno de las intendencias, que incluye las
variables poblacionales y de ocupación.
De acuerdo con esta información, al final del Virreinato e inicios de la República, la
mayor actividad productiva estuvo concentrada en la costa y en la sierra,
principalmente en los polos mineros.

La explotación de los recursos forestales durante la Colonia se basó en las siguientes


demandas:
 Obtención de energía, tanto para uso doméstico como para las diferentes
industrias, lo que incluía leña, taquia (excremento seco del ganado andino) y
tola
 Materiales de construcción para el desarrollo urbano
 Desmonte de bosques y matorrales para la expansión agropecuaria
 Explotación de especies forestales de interés económico, como la quina
2. Los bosques como fuente de energía
La principal fuente de energía durante la Colonia y hasta los inicios de la República fue
la leña, el carbón vegetal, la taquia y la tola. En 1855 Ramon castilla inauguró el primer
sistema de alumbrado público de Lima a gas. En 1860, se importó por primera vez el
kerosene.

2.1. El consumo doméstico de leña


Hasta el día de hoy la leña se mantiene como la principal fuente de energía en el
medio rural.

Registran la problemática del acelerado agotamiento de las fuentes de leña para las
ciudades. Schlaifer, citando a Cobo (1653), refiere que se quema más combustible en
un día en casa de un español, que en un mes en casa de un indio”

En la costa alcanzo unas 1 956,6 hectáreas, mientras que en cusco Tarma y Huamanga
alcanzó las 17 248,7 hectáreas. (EL 73 % era consumido por españoles) Esto explica la
baja producción de leña de los bosques altoandinos, en comparación con los bosques
costeros. a pesar de tener demandas energéticas similares la población de la sierra
requería mayor cantidad del recurso, debido al rendimiento de los bosques de la sierra
El desarrollo de los nuevos centros urbanos de la Colonia demando gran cantidad de
madera para su construcción

2.2. Las industrias y la demanda de combustibles utilizaban combustible principalmente de


la leña y el carbón vegetal

2.3. La minería colonial y la demanda de energía

Para tener una referencia de la magnitud de la demanda de combustible para el


procesamiento de minerales, se indica que hasta antes de 1582 solo en las minas de
Potosí se contaba con unos 6 000 hornos huayras. “La vista que de noche se podía
contemplar en las laderas del cerro, para J. de Acosta que habla de 6 000 wayrakuna
era un ‘agradable espectáculo’; para Lizárraga, ‘no parecía, sino que el pueblo se
abrasaba’” (Serrano, 2005). Sin embargo, Schlaifer, (1993) refiere que, en pocos años,
se pasó de 6 000 a 15 000 huayras en Potosí.

Durante el 1750-1850, la demanda de combustibles para el procesamiento de los


minerales ocasionó una severa deforestación y degradación de pastos naturales. Es
destacable, en este caso, que también se dio el efecto acumulativo desde el inicio de la
minería colonial.
2.4. La industria del jabón y sus dos vías de afectación sobre los bosques
Se realiza a través del cebo de los caprinos y la ganadería de caprinos en el norte fue
expansiva donde la depredación de bosques se relaciona con esto. La lejía era
indispensable para la fabricación de jabones el cual se obtenía de la quema de la leña
de algarrobo.

2.5. La industria del vidrio


Estudios realizados por Urteaga (2013) señalan que, entre los siglos XVII y XIX, un
horno de vidrio en España podía llegar a consumir unos 8 000 quintales de leña
durante unos seis meses, equivalentes a unas 800 toneladas de leña. En los obrajes del
vidrio del
Perú colonial en Ica, cada horno de vidrio de esta misma tecnología podría haber
consumido unas 323 hectáreas de bosques de huanrango y algarrobo cada seis meses.

2.6. La industria azucarera


Miguel Reyes, en el 2006, estudiando la industria azucarera colonial en Cuba, encontró
que se consumía 1 m3 de leña para producir 37 kilos de azúcar. Extrapolando este
rendimiento a los rendimientos de leña de los bosques de algarrobo y huarango de la
costa peruana, tendríamos que solo en el entorno de la hacienda Huaura, durante los
años 1701 a 1765 se habría producido la deforestación de unas 5 105 ha para la
obtención de leña que abasteciera los ingenios azucareros. Asimismo, para 1763, la
industria azucarera del Corregimiento de Trujillo, con una producción de 77 400
arrobas de azúcar, deforestaba unas 7 389,9 ha anualmente.
3. La ganadería
La introducción de ganado europeo significo la depredación del suelo y la cubierta
vegetal, esto es uno de los factores mas fundamentales que la minería en la
depredación de los bosques nativos
4. La explotación de especies forestales de interés comercial
Petitjean (1998) señalaba que, para obtener 20 000 arroba de corteza de cascarilla, era
necesario cortar 300 000 árboles. De acuerdo con los registros de cascarilla de los
puertos de Cádiz y el Callao, se tendría un total de 742 446 arrobas registradas entre
1752 y 1796, lo cual, de acuerdo con las estimaciones de Cáceres y Mutis, habría
significado la muerte de al menos 11 136 690 árboles de quina.

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