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UNIVERSIDAD CATOLICA DE HONDURAS

SAGRADO CORAZON DE JESUS

TEMA: CARTA ENCICLICA FIDES ET RATIO DEL PAPA


JUAN PABLO II

Asignatura: Filosofía
Sección: 1200
CATEDRATICO: Lic. DORIAN VIGIL.

ALUMNA: FABIOLA ALEXANDRA ZELAYA RODRIGUEZ


N: DE CUENTA: 0801-1999-11327

Comayagüela m.d.c 10 de noviembre del 2022

Introducción
El autor en esta carta comienza exponiendo un concepto general de la fe y la
razón y su relación entre ellas y cito: “Son como las dos alas con las cuales el
espíritu humano se eleva hacia a la contemplación de la verdad” Esta frase es
como la síntesis de las cuestiones tratadas en la encíclica. Aunque existen
diversidad de culturas, idiomas, razas, todos coincidimos en la continua
buscada de la verdad, pues todo hombre desea saber, y busca la verdad, el
hombre es definido como aquel que busca la verdad.

En esta encíclica, Juan Pablo II, propone que la separación de entre Fe y


Razón, trae consigo consecuencias negativas. El papa, haciendo un estudio
más profundo, indica que la razón, encuentra su apoyo más preciso en la fe,
mientras que la fe cristiana, tiene necesidad de una razón que se fundamente
en la verdad, para justificar la plena libertad de sus actos.

La fe y la razón no se contradicen, la razón se perfecciona por el conocimiento


de la fe, porque la razón sola no puede llegar al conocimiento de Dios, sin
embargo ninguna filosofía puede abarcar toda la verdad con referencia al
sentido último, pues, tampoco, la filosofía puede prescindir del conocimiento
teológico, porque si es así el hombre no podrá responder a las preguntas
fundamentales sobre su existencia, la verdad contenida en la revelación debe
ser comprendida a la luz de la razón , mas no refutada ni contraria, pues La
Sagrada Escritura nos presenta con sorprendente claridad el vínculo tan
profundo que hay entre el conocimiento de la fe y de la razón.

Cuando el mundo es analizado desde el punto de vista de la razón, la fe no


rebaja la autonomía de la razón, ayuda a comprender al hombre que Dios se
hace presente y actúa en esos actos mientras la razón es valorada pero no
sobrevalorada ya que esta puede afirmar, pero es más amplia la fe. La fe libera
la razón en cuando que le permite coherentemente su objeto de conocimiento y
colocarlo en el orden supremo.

Para el autor existe un vínculo entre la fe y la razón, según lo atestiguan las


escrituras, este afirma tres reglas para entender la razón y la fe, primero que el
conocimiento del hombre es un camino que no tiene descanso, este no obtiene
una respuesta instantánea sino que es el producto de mucha paciencia; una
segunda regla es que este camino no se puede recoger con orgullo,
nadie puede pensar que su fruto es una conquista personal y una tercera regla
es la razón debe reconocer el termino de Dios, así con su transcendencia
soberana y su amor en el gobierno del mundo.
Cuando uno se aleja de estas reglas, el hombre se expone al riesgo del
fracaso, ello lo impide poner en orden su mente y asumir una orden adecuada
consigo mismo y para el ambiente que lo rodea. “El temor del Señor es el
principio de la sabiduría”
San Pablo relata en los hechos de los Apóstoles, cuando llego a Atenas la cual 
estabarepresentada por muchas estatuas, le llamó la atención un altar y
aprovechó enseguida la oportunidad para ofrecer una base común sobre la
cual iniciar el anuncio del kerigma. El Apóstol pone
de relieve una verdad que la Iglesia ha conservado siempre: en lo más profund
o del corazón del hombre está el deseo y la nostalgia de Dios. De diversos
modos y en diversos tiempos el hombre ha demostrado que sabe expresar este
deseo íntimo. “El hombre es el único ser en toda la creación visible que no sólo
es capaz de saber, sino que sabe también que sabe por eso se interesa por la
verdad real de lo que se le presenta. Nadie puede permanecer sinceramente
indiferente a la verdad de su saber.” Y es cuando el hombre se plantea las
interrogantes ¿Tiene sentido la vida? ¿Hacia dónde se dirige? ¿existe una vida
posterior.? Ni el filósofo ni el hombre corriente deben de sustraerse a estas
preguntas.

De la respuesta que se dé a estas preguntas, depende una etapa decisiva de la


investigación; si es posible o no, alcanzar una verdad universal y absoluta. Los
filósofos han tratado a través de los siglos, de expresar esta verdad, dando vida
a diferentes escuelas de pensamiento. Sin embargo, hay otras respuestas que
el hombre encuentra, a través de convicciones o experiencias personales, de
tradiciones familiares o culturales o de itinerarios existenciales en los cuales se
confía en la autoridad de un maestro.

La sed de verdad está tan radicada en el corazón del hombre que tener que
prescindir de ella comprometería la existencia, es suficiente observar en la vida
cotidiana como cada uno de nosotros lleva en sí mismo la urgencia de algunas
preguntas esenciales y a la vez abriga en su interior al menos un indicio de las
correspondientes respuestas. En cierto modo filosófico, cada hombre posee
concepciones filosóficas propias con las cuales orienta su vida, con esta
interpreta sus alternativas personales y regula su comportamiento. El
florecimiento de estas verdades implica que estas mismas verdades puedas
ser puestas en duda y discutidas por medio de una actividad critica del
pensamiento. Santo Tomás argumentaba que la luz de la razón y de la fe,
proceden ambas de Dios, y reconoce que la naturaleza, objeto propio de la
filosofía, puede contribuir a la comprensión de la revelación divina. Así la fe,
supone y perfecciona a la razón. Esta última iluminada por la fe, es liberada de
la fragilidad y de los límites que derivan de la desobediencia y del pecado, y
encuentra la fuerza necesaria para elevarse al conocimiento del misterio de
Dios.
El autor expone como una filosofía que no responda ala cuestión sobre el senti
do corre el peligro de degradar la razón a funciones puramente
instrumentales. “Para estar en consonancia con la palabra de Dios es
necesario, ante todo, que la filosofía encuentre de nuevo su dimensión
sapiencia de busque de sentido último y doblar de la vida”. En la encíclica se
realiza un análisis que señalan los límites de algunos sistemas filosóficos
contemporáneos que rechazan la instancia metafísica de una apertura
perpetua a la verdad. Algunos de los sistemas que no están abiertos a las
exigencias fundamentales de la verdad, tales como historicismo, pragmatismo,
eclecticismo y nihilismo, no puedes asumidos como filosóficas para explicar la
fe. “Una teología sin horizonte metafísica no conseguirá ir más allá del análisis
de la experiencia religiosa" y será incapaz de "expresar con coherencia el valor
universal y trascendente de la verdad revelada”.

El Papa parte de la experiencia de que todo hombre desea saber, y de que la


verdad es el objeto propio de ese deseo. El hombre, con su razón, que
pregunta siempre y sobre todas las cosas, tiene la posibilidad de alcanzar la
verdad sobre su existencia, una verdad que por su naturaleza es "universal",
válida para todos y para siempre, y "absoluta", es decir, definitiva: "las hipótesis
pueden ser fascinantes, pero no satisfacen". El hombre busca la verdad, pero
"esta búsqueda no está destinada sólo a la conquista de verdades parciales,
fácticas o científicas. Su búsqueda tiende hacia una verdad ulterior que pueda
explicar el sentido de la vida; por eso es una búsqueda que no puede encontrar
respuesta más que en el absoluto". Esta verdad se logra no sólo por vía
racional, sino también mediante la confianza en el testimonio de los otros, lo
cual forma parte de la existencia normal de una persona: "En la vida de un
hombre, las verdades simplemente creídas son mucho más
numerosas que las adquiridas mediante la constatación personal".

La Sagrada Escritura contiene, de manera explícita o implícita, una serie de


elementos que permiten obtener una visión del hombre y del mundo de gran
valor filosófico.

En fin, la palabra de Dios plantea el problema del sentido de la existencia


y ofrece su respuesta orientando al hombre hacia Jesucristo, el Verbo de Dios,
que realiza en plenitud la existencia humana.

Una filosofía que no responda a la cuestión sobre el sentido corre el peligro de


degradar la razón a funciones puramente instrumentales. "Para estar en
consonancia con la palabra de Dios es necesario, ante todo, que la filosofía
encuentre de nuevo su dimensión sapiencial de búsqueda del sentido último y
global de la vida".

En conclusión, el mensaje de la encíclica es una reacción ante esa situación


cultural, y propone la capacidad de la razón para conocer a Dios,
la verdad fundamental de la existencia, en ese mismo plano, reafirma que tal
capacidad metafísica de la razón es un dato necesario para la fe, de cómo que
la fe se desarrollaría al margen u opcional a la razón seria deficiente incluso
como fe. La capacidad de la razón para conocer la verdad de Dios, del mundo,
es necesario una filosofía abierta al interrogante de la existencia.

Creo que el Papa se ve obligado a escribir esta encíclica con el motivo de


reconciliar a la razón y la fe, la teología y la filosofía moderna. Expresa que "lo
más urgente hoy es llevar a los hombres a descubrir su capacidad de conocer
la verdad”.” Una de las mayores amenazas en este fin de siglo es
la tentación de la desesperación". La Iglesia está profundamente
convencida de que fe y razón «se ayudan mutuamente», ejerciendo
recíprocamente una función tanto de examen crítico y purificador, como de
estímulo para progresar en la búsqueda y en la profundización. Para
conocer la verdad de Dios, de nosotros mismos y del mundo es necesaria una
filosofía de una dimensión metafísica. Es necesaria una filosofía abierta a los
interrogantes fundamentales de la existencia. ¿Será que el origen de esa crisis
está en el hecho de que el hombre ya no es capaz de pensar o deliberar como
corresponde? El plantea que la razón científica no es un adversario para la fe,
porque ha renunciado a interesarse por las verdades últimas y definitivas de la
existencia, limitando su horizonte a los conocimientos experimentables.

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