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Este experimento consta de tomar una lapicera dejarla caer al suelo, luego
pregunto a mi auditorio: “¿Por qué se cayó la lapicera?”. Habitualmente la primera
respuesta es “por la gravedad” y algunas veces los participantes señalan que yo la solté.
Las dos respuestas son correctas. Tanto la gravedad como mi acción de soltar la lapicera
la hacen caer. Es así, como se interpreta que habitualmente los problemas también
involucran múltiples factores, pero cuando los analizamos no solemos analizar todas las
causas posibles.
La víctima y el protagonista
La víctima es la persona que sólo presta atención a los factores sobre los cuales
no puede influir y en el que se ve a sí misma como alguien que sufre las consecuencias
de circunstancias externas y para preservar su autoestima proclama su inocencia.
Cuando las cosas salen mal, busca a quién atribuir la culpa, señala con el dedo los
errores de otras personas.
En cambio, el protagonista presta atención a los factores sobre los cuales puede
influir. Se ve a sí mismo como alguien que puede responder a las circunstancias
externas y su autoestima es producto de hacer las cosas de la mejor manera. En sus
explicaciones se involucra a sí mismo, dado que comprende que ha contribuido
sustancialmente a la creación del problema.
Se adopta esta medida para protegernos de la culpa. Se quiere causar una buena
impresión y proyectar una imagen exitosa, o evitar la falta de brillo que implica el
fracaso. Al convertirse en víctimas, se intenta ocultar nuestra incompetencia, con la
finalidad de parecer más capaces de lo que realmente somos, aunque no sea agradable
admitirlo, solemos depender de la aprobación de otras personas para sentirnos
realizados y felices.
Asumir la postura del protagonista tiene un costo y aceptar la libertad supone dar
razón de las propias decisiones. La libertad y la responsabilidad son los dos lados de la
misma moneda. Si hiciéramos algo impulsados por una fuerza demoníaca, no
tendríamos que explicar por qué lo hicimos, en realidad, no habríamos sido nosotros,
sino el demonio quien en verdad lo hizo, pero si somos dueños de nuestros actos,
pueden preguntarnos cuáles son nuestros motivos.
La libertad demanda que reconozcamos de qué manera hemos contribuido a
crear un problema. La respons-(h)abilidad característica del protagonista es la antítesis
de la culpa-(h)abilidad propia de la víctima, la que se trata de justificar su posición
culpando a los demás. El poder es el premio a la responsabilidad; la obligación de
hacernos responsables de nuestras decisiones es su precio.
De víctima a protagonista
Por otro lado, un paso fundamental para dejar de ser víctima y convertirnos en
protagonista es expresarnos en primera persona en lugar de utilizar la tercera persona y
asumir la responsabilidad personal en lugar de adjudicársela a la causalidad exterior. Es
posible utilizar el lenguaje del protagonista incluso cuando ocurren cosas imprevistas.
Alberto, el protagonista
Alberto, es el ejecutivo de cuentas que llegó tarde a una reunión ¿Qué habría
ocurrido si Alberto hubiera actuado como un protagonista en lugar de hacerlo como una
víctima? El diálogo del episodio citado al principio de este capítulo muy probablemente
habría sido bastante diferente.
Juan le reclama a Alberto porque se había retrasado y Alberto tuvo una actitud
mesurada en la que reconoció su error.
¿Qué puede decirse de la conducta de Juan?
La integridad esencial
Esta distinción entre resultado y proceso nos permite observar nuestras acciones
de una manera diferente. Como puede verse, toda acción tiene dos propósitos, en la que,
actuamos para orientarnos hacia un resultado deseado y actuamos para expresar
nuestros valores.
Las personas objetan que el concepto de éxito más allá del éxito los priva de
motivaciones para ser exitosos. La integridad es un principio guía mejor que el éxito,
por dos motivos: implica excelencia, por lo cual estimula la plena dedicación a la
misión que tenemos que cumplir y en segundo lugar, ofrece una interpretación más
abarcadora que el éxito. Mientras que el éxito tiende a concentrarse en el subsistema
local y en el corto plazo, la integridad se concentra en las consecuencias sistémicas de
largo plazo.
El éxito, definido como obtener algo que deseamos, está notoriamente ausente
de esta lista de valores. Sin negar su importancia, el éxito, como todos los resultados
externos, es un objetivo intermedio en el camino hacia un fin superior, por ejemplo, la
felicidad.
Su experiencia de aprendizaje