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LOS SACRAMENTOS ORIENTADOS AL

SERVICIO DE LA COMUNIDAD CRISTIANA

José Luis Castrejón Malvaez y


Diego Iván Guancha Erazo

A manera de introducción

E
n este trabajo se discuten algunos de los problemas centrales de los
sacramentos orientados al servicio de la comunidad cristiana, a saber:
el del orden y el del matrimonio. Con este objetivo en mente, ofrecemos,
en la primera parte, un "encuadre" sintético del sacramento del orden; se
muestra que se participa del orden sagrado según un grado, y se señalan
algunas de las funciones que, por derecho, a cada orden le competen. En la
segunda parte se “discuten” los principales problemas en torno al sacramento
del matrimonio. Se aborda así, en forma sucesiva, la cuestión de los dos
sacramentos que se orientan a proveer al cristiano de recursos de gracia para
la función peculiar que, según el llamado de Dios, ha de cumplir en la lglesia.
El trabajo concluye enfatizando que, en los sacramentos, es Cristo quien actúa
y así ejerce su fuerza y su poder. Y que los hombres solo participamos
haciendo visible a Cristo vivo en medio de su Iglesia, aunque invisible.

1. El sacramento del orden

En este rápido análisis, conviene poner de relieve, porque afecta directamente


al tema que nos ocupa, que “el orden sagrado: es el sacramento que confiere al
cristiano una participación específica en el sacerdocio de Jesucristo, por la que
queda consagrado al culto de Dios y ejerce un ministerio jerárquico de
santificación, a la vez que de enseñanza y gobierno, en el Pueblo de Dios.”
(Roguet: 133) El principio de participación al que se alude se refiere a las
capacidades que permiten que cada persona sea parte de un grupo y aporte de
modo efectivo a la vida del conjunto, a partir de sus atributos y
potencialidades. Así, un hombre llamado al sacramento del orden, pone al
servicio de la Iglesia los dones la gracia que le fueron concedidos el día de su
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bautismo. Dicho de otro modo, hace “oblación de sí mismo” a la comunidad a
la que es consagrado servir.

El debate se ha enfrentado por largo tiempo un problema fundamental, que


bien ocupa un papel preponderante en las reflexiones teóricas y que puede
sintetizarse en la siguiente pregunta: “¿Qué es el sacerdocio?” Una función
mediatoria por la cual Cristo, y en El y por El, el cristiano, tributan culto a Dios
en representación de sus hermanos, los hombres, y, a la vez, dispensan a éstos
dones y gracias que proceden de Dios.” (228, negritas en el original). Ahora
bien, se puede ser mediador en un sentido propio y fundamental, como lo es
Cristo, mediador de redención del género humano. Tal como se cita en las
Sagradas Escrituras: “Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios
y los hombres, Jesucristo hombre.” (1 Tim 2, 5). Y se puede ser, igualmente,
mediador en un sentido secundario y complementario, como los son la Virgen
María, los apóstoles y los profetas, mediadores de intercesión. En este
segundo sentido, es que puede ser entendido el papel mediador de los
ministros del orden sacerdotal.

Punto de enorme importancia (y que también es consecuencia del


principio de participación) es la distinción establecida acerca de los tres
grados o niveles del sacramento del orden. Esto significa que, según en el
grado que se participe, así será la riqueza de la gracia participada, las
responsabilidades comunicadas, la plenitud del mandato recibido de Dios
para: i) “perpetuar su acción santificadora”, ii) “predicar el Evangelio”, iii)
“gobernar a la comunidad” y para iv) “santificar a los creyentes”. Esos grados
en que se participa del sacramento del orden son tres: el episcopado, el
presbiterado y el diaconado. Roguet en su obra, Los sacramentos. Signos de
vida es muy explícito al respecto; por eso buscamos en él un argumento de
autoridad. Dice, en efecto, en un apartado de su libro:

“El episcopado es el sacerdocio mayor o pleno, llamado también sumo


sacerdocio. En razón de su investidura sagrada, los obispos regulan el culto
de Dios centrado en la Eucaristía, y son los principales dispensadores de la
gracia a través de los sacramentos. Administran, en especial, la Confirmación
y el Orden Sagrado. Junto con la función sacerdotal, los obispos reciben, por
la consagración del Orden, también la de enseñar como maestros auténticos
(misión profética). y la de regir la grey como pastores (misión pastoral).

El presbiterado es el sacerdocio menor. En virtud del mismo, los


presbíteros celebran la Eucaristía y administran los sacramentos de la
Penitencia y de la Unción de los enfermos. Además de esta función
santificadora, los presbíteros cumplen también la de enseñar y regir, en
dependencia del obispo, las comunidades locales que presiden.

Por último, el diaconado es el grado inferior del Orden sagrado y


constituye un ministerio jerárquico, ordenado a la predicación de la Palabra,
al ser vicio de la comunidad y a la liturgia. Los diáconos administran el
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sacramento del Bautismo, guardan y distribuyen la Eucaristía, asisten y
bendicen los matrimonios, llevan el santo Viático a los moribundos, leen la
sagrada Escritura a los fieles, instruyen y exhortan al pueblo, presiden el culto
y la oración de los fieles, administran los sacramentos y presiden los ritos de
funeral y sepelio” (1968: 136 y siguientes).

Estos tres grados del sagrado orden, no deben hacernos olvidar del
sacerdocio ministerial al servicio del sacerdocio común de los fieles. Es de
conocimiento general que, cuando somos bautizados, la gracia nos confiere ser
sacerdotes, profetas y reyes. Por eso, participamos con todo derecho de las
celebraciones y los rituales llevados a cabo en ellas. Lo que nos permite
considerar, aunque sea muy superficialmente, el tema de la genuinidad y de la
autenticidad con que celebramos y anunciamos la Palabra y la Verdad que nos
salva. En consecuencia, todo bautizado tiene el derecho y la obligación de
ejercer su sacerdocio común para enseñar en nombre de Cristo, proponer las
verdades que la Iglesia resguarda, y de orar e interceder los unos por los otros.

2. El sacramento del matrimonio

El aprender a perdonar, comprender, aceptar están fuera del contexto de la


pareja y más aun de sacrificarse el uno por el otro, del matrimonio solo les
interesa la vivencia de la experiencia del momento, se divorcian con mucha
facilidad y no tienen ninguna duda en emparejarse, al momento de la
separación es muy difícil encontrar una fidelidad total. Según la Biblia, El amor
conyugal, expresado en palabras del Papa Paulo VI. “Es un amor plenamente
humano, sensible y espiritual al mismo tiempo, un amor total, fiel y exclusivo
hasta la muerte, además, un amor fecundo, que no se agota en la comunión de
los esposos, sino que está destinado a prolongarse en el ejercicio de la
paternidad”.

Es la unión amorosa de un hombre y una mujer con el propósito de la


procreación y la crianza de los hijos. Desde el punto de vista cristiano, el
matrimonio es un sacramento, instituido por Cristo. El propósito del
matrimonio sirve no solo al cuidado de los hijos, sino también a la "comunión
y el bien de la pareja". El matrimonio es una sabia fundación del Creador para
realizar su propósito de amor en los hombres y mujeres. Por medio de él, los
esposos progresan y crecen mutuamente y colaboran con Dios en la
procreación de nuevas vidas. “El matrimonio para los bautizados es un
sacramento que va unido al amor de Cristo su Iglesia, lo que lo rige es el
modelo del amor que Jesucristo le tiene a su Iglesia (Ef. 5, 25-32)”.

Sólo hay verdadero matrimonio entre bautizados cuando se contrae el


sacramento. El matrimonio se define como la alianza por la cual, el hombre y
la mujer se unen libremente para toda la vida con el fin de entregarse
adaptarse comprenderse y ayudarse mutuamente, procrear y educar a los

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hijos. Esta unión tiene un factor muy importante y es que está guiada por el
amor, que implica una serie de consentimientos internos y externos siempre
y cuando este bendecida por Dios, al ser sacramental hace que el vínculo
conyugal sea para toda la vida. Nadie puede romper este vínculo. (C.C. 1055).

En lo referente a su esencia, existe una distinción muy clara entre el


casarse y el estar casado. El casarse es el contrato matrimonial y el estar
casado es el vínculo matrimonial indisoluble. El matrimonio posee todos los
elementos de un contrato. Quienes se unen son el hombre y la mujer. El objeto
que es la entrega recíproca de los cuerpos para llevar una vida conyugal. El
consentimiento que ambos contrayentes expresan. Unos fines que son la
ayuda mutua, la procreación y educación de los hijos.

Es muy importante prepararse para asumir el matrimonio y conocer en


realidad de lo que es el desarrollo del mismo en la vida cotidiana para que los
impactos a futuro no sean nefastos. Prepararse al matrimonio no consiste en
una preparación para la boda, sino para la vida. La boda y los preparativos
para enfiestarse son muy fáciles y se preparan fácilmente, aunque nos cueste
tiempo y dinero. Es cuestión de unas semanas o meses, pero pasa pronto. Lo
importante es que la boda es el punto de inicio y no de llegada para una
realización para una vida de amor y de entrega.

El matrimonio requiere muchos esfuerzos, todo un largo caminar de la


vida para aprender a vivir en armonía con su pareja, el saber hacer feliz a su
familia. Es pues, muy importante prepararse para esta carrera de la a vida del
matrimonio, invertir tiempo, esfuerzo, ser capaces de desvelarse, de posponer
diversiones y momentos de descanso, entre otros, es poner las bases para
triunfar como esposos y como padres de familia. La vida del matrimonio se
prepara, aunque parezca que no, con mucha anticipación; a veces decimos que
se llega al matrimonio sin preparación, pero eso es mentira. El impacto en la
comunidad eclesial inicia desde los primeros años de la vida de cada miembro
de la comunidad, en su familia, aunque no siempre de una manera correcta; el
modo de portarse de sus padres ha dejado una huella, positiva, si la relación
de ellos era positiva o negativa, si su situación era negativa. Hemos ido
aprendiendo a ser hombres y mujeres de acuerdo a lo que vivimos y de
acuerdo al impacto de nuestra crianza bien sea en comunidad o dentro de la
familia.

Es importante que tengamos en cuenta lo que nos dice la Palabra de Dios


y la fe de la Iglesia. Un punto fundamental de partida es el reconocimiento de
la igualdad fundamental entre el hombre y la mujer. La historia de la creación
(Gen. 1 y 2) es clara acerca de esta igualdad, aunque en la práctica esto no
siempre se realice. Para que el "Sí" de los esposos sea un acto libre y
responsable y para que la alianza matrimonial tenga fundamentos humanos y
cristianos, sólidos y estables, en la preparación para el matrimonio es muy
importante que se tome conciencia de: El ejemplo y la enseñanza dados por
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los padres de familia, para imitar lo bueno y superar lo negativo. Que los
servidores y la comunidad cristiana sean vistos como "familia de Dios".

A manera de conclusión

Los sacramentos son actos que se celebran. En primer lugar, son actos que
realiza el mismo Cristo en, por y para la Iglesia y los bautizados. En
segundo lugar, se celebran con el fin fundamental de santificar a los
sujetos que reciben el sacramento. Y, en el caso de los sacramentos del
orden y del matrimonio debe subrayarse que, quienes se benefician de la
gracia comunicada por éstos, en realidad es una tercera figura: los fieles
(en el caso del sacerdocio ministerial) y los hijos (en el caso del
matrimonio). Recuérdese, pues, que ni el sacerdote ni los padres ejercen
su función por una potestad natural, sino que ejercen en función de la
gracia recibida por Cristo mismo el día que recibieron el sacramento. “Es
el mismo Cristo quien opera en todo sacramento”, para servirme de la
expresión de Roguet (1968: 13).

Referencias

Champlin, J. y Jarret, P. (2012). Juntos para toda la vida. USA: Liguori Pubns.

Keller, T. y Keller, K. (2020). El significado del matrimonio. USA: B&H


Publishing Group.

Larrañaga, I. (2018). Talleres de oración y vida. España: Impresiones Múltiple,


S.A.
Roguet, A.M. (1968). Los sacramentos. Signos de vida. Barcelona: Estela.

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