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Un país inapropiado para las niñas y los niños

Nuestra tasa de mortalidad infantil sigue siendo de dos dígitos.

Mario Luis Fuentes*

Hace 21 años entró en vigor en nuestro país la Convención sobre los Derechos de la Niña y el Niño. Este instrumento constituye
unparteaguas en la doctrina de los derechos humanos, porque incorporó por primera vez, explícitamente, los principios de
universalidad, integralidad, simultaneidad y no regresión, en materia de garantía de los derechos de la niñez.

Estos principios son fundamentales, porque al evaluar si son aplicados o no en México, permiten dimensionar el grado de
incumplimiento de los derechos de nuestras niñas y niños.

Para dar cuenta de lo que ocurre en esta materia, es importante destacar que cada año fallecieron anualmente en México —como
promedio en la última década— 31 mil 305 niñas y niños antes de cumplir un año de vida.

Asimismo, según el informe del secretario general de la ONU sobre la violencia contra los niños, somos uno de los países en que en
mayor medida se ejerce el maltrato y la violencia extrema contra la niñez. En efecto, según el INEGI, entre los años de 2001 a 2011
en nuestro país han muerto por homicidio 814 niñas y niños menores de un año; mil 142 entre uno y cuatro años de edad; 782 que
tenían entre cinco y nueve al momento de morir; además de mil 875 homicidios cometidos, en el mismo periodo, en contra de niñas
y niños de entre diez y 14 años de edad.

Nuestra tasa de mortalidad infantil sigue siendo de dos dígitos; en 2012 se calcula en alrededor de 12 decesos por cada mil nacidos
vivos; mientras que la tasa de mortalidad materna es equivalente a más del doble de la meta comprometida por el país en las Metas
del Milenio, las cuales deben cumplirse para el año 2015; en este 2012, se ubica en 50 muertes de mujeres por cada diez mil
nacidos vivos, cuando en 2015 debía situarse en alrededor de 22.

En este contexto, hay varias propuestas en el Congreso para crear una nueva ley general en materia de derechos de la niñez,
mismas que deberán ser analizadas apegándose sobre todo a la redacción e implicaciones que tiene el artículo 1º constitucional en
materia de garantía de derechos a la luz de las convenciones, acuerdos y tratados ratificados por el Estado mexicano.

La protección de los derechos de las niñas y los niños es una agenda de la máxima prioridad. Según los datos oficiales, más de
55% de quienes tienen menos de 18 años viven en pobreza; y de los 11.7 millones de personas en condiciones de hambre, 5.5
millones son niñas, niños y adolescentes.

Tenemos a más de tres millones de niñas y niños fuera de la escuela; más de 500 mil niñas y niños entre los ocho y los 14 años que
no saben leer ni escribir un recado, así como 2.7 millones que tienen que trabajar para completar los ingresos de sus familias.

Sin duda, requerimos de mejores leyes en la materia, pero sobre todo de una nueva institucionalidad que, más allá de la
desestructuración que hoy tiene, y de su focalización en las poblaciones ya vulneradas, sea capaz de garantizar que en México
ninguna niña o niño se quede atrás; porque de continuar por el sendero que vamos, seguiremos siendo, de manera condenable, un
país inapropiado para la infancia.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-11-19 02:33:00

JRA
Las flores del mal
Para México el mensaje es claro: sin duda debe llevarse a cabo un replanteamiento de las políticas de combate
al narcotráfico.

Mario Luis Fuentes*

Cuando Charles de Baudelaire publicó en 1857 Las flores del mal, la reacción del gobierno de Napoleón III consistió en acusarlo de
“ataques a la moral pública”. La obra por supuesto fue censurada y dejó de estarlo en Francia, de manera oficial, sólo hasta el año
de 1949. El motivo de la censura a Baudelaire reside no sólo en el contenido de este poemario, sino sobre todo en razón del texto
que publicaría en 1860 con el título deLos paraísos artificiales.

De acuerdo con algunos intérpretes, Los paraísos artificiales de Baudelaire constituyen un intento de fuga radical respecto de las
corrientes literarias dominantes, pero también de la moral y la visión de mundo modernas, ante las cuales la propuesta del primero
de los llamados “poetas malditos” se centra en la recuperación del placer y la vida sensual como forma de vida.

El tema tiene pertinencia en nuestros días ante la legalización del consumo recreativo de la mariguana en algunos estados de la
Unión Americana. En primer lugar esta medida resulta un duro cuestionamiento a las políticas prohibicionistas vigentes en todo el
mundo, y en los propios Estados Unidos, las cuales han llevado a un cruento enfrentamiento en diferentes países, entre las fuerzas
del orden y los cárteles dedicados al tráfico de drogas.

Para México el mensaje es claro: sin duda debe llevarse a cabo un replanteamiento de las políticas de combate al narcotráfico,
sobre todo porque no existe ninguna evidencia en torno a que, luego de seis años de duros combates, se hayan reducido los niveles
de producción, distribución y consumo.

En este debate hay un tema de fondo que no se ha planteado con la profundidad requerida: al parecer, el incremento en los niveles
de consumo y tráfico de estupefacientes, pero también de otros tráficos ilícitos, va de la mano con el debilitamiento del Estado de
bienestar, lo cual también debería llevar a la reflexión en torno a cómo hacer para fortalecer nuevamente al Estado y diseñar
mecanismos para la contención de la criminalidad y la violencia.

Hoy contamos con evidencia que permite asumir una asociación directa entre el consumo del alcohol y otras drogas ilegales, con el
crimen, tanto organizado como del orden común, por lo que una nueva política de prevención y reducción de la distribución y
consumo debería asumir que se trata de mercados complejos que involucran mucho más que una transacción entre el consumidor y
el distribuidor.

Desde esta perspectiva, el planteamiento sobre la legalización del consumo recreativo de la mariguana debe llevarnos a un serio
debate en torno a cómo construir una sociedad mucho más cohesionada y tolerante, en la que la hipotética libertad total para el uso
de todo tipo de sustancias no se convierta en una peligrosa trampa para quienes en la vulnerabilidad, la depresión y la frustración
que genera el modelo de desarrollo vigente, se convierten en vapuleadas presas de las adicciones.

Somos un país de víctimas en el que la muerte ha hecho presa del miedo y la desesperación a miles de familias en prácticamente
todo el territorio nacional; y es en su memoria por lo que debemos reflexionar en torno a los viejos y nuevos paraísos artificiales, a
fin de evitar que el dolor y la desesperación sigan una de las opciones predominantes, presentes y futuras, en nuestro país.

*Director del CEIDAS, A. C. 2012-11-12 02:25:00

JRA
La gravedad de las adicciones
Casi la mitad de quienes tienen entre 15 y 19 años ha consumido alcohol alguna vez en su vida.

Mario Luis Fuentes*

México enfrenta tres grandes retos estructurales en materia social y de salud pública, que en buena medida determinarán el futuro
de las relaciones sociales y de las políticas y las prioridades que deberán asumirse desde los tres órdenes de gobierno: la obesidad
y el sobrepeso; la diabetes y las cardiopatías; y el uso y abuso de sustancias adictivas.

Sobre el último tema, la Encuesta Nacional sobre las Adicciones nos revela asuntos de una gravedad mayor: la prevalencia del
consumo de las drogas ilícitas no se redujo, mientras que el uso y abuso de las llamadas “drogas lícitas” como el alcohol y el tabaco,
no sólo creció, sino que además se redujo la edad de inicio en el consumo y adicción a las mismas.

Según los datos disponibles, casi la mitad de quienes tienen entre 15 y 19 años ha consumido alcohol alguna vez en su vida; hecho
realmente preocupante porque, de acuerdo con la ley, ningún establecimiento tiene permitido vender bebidas alcohólicas o cigarros
a menores de edad.

Al respecto, es importante mencionar que, a pesar de que en algunas entidades se han implementado medidas como la prohibición
de las llamadas “barras libres” que permitían el consumo ilimitado de alcohol en bares, cantinas y los llamados “antros”, lo cierto es
que la venta y la permisividad ante el uso y abuso del alcohol entre los jóvenes es mayúscula.

Lo anterior es producto de una asociación entre la corrupción de las autoridades, principalmente en el nivel municipal, y la codicia
desmedida de los dueños de los restaurantes, cantinas y “discoteques”, ante lo cual se muestra la urgencia de diseñar mejores
mecanismos de control, supervisión y sanción en esta materia.

Lo peor de este tema es que se ha generado una cultura de consumo que lleva a miles de familias a asumir que es tal el grado de
inevitabilidad del alcoholismo, que es mejor que sus hijos “aprendan” a beber en sus propias casas, antes que en la calle, lugares
públicos o en otras casas donde “quién sabe qué más podrían conseguir”.

Según el Consejo Nacional para la Prevención de los Accidentes (Cenapra), cada año se pierden hasta tres puntos del PIB a causa
de los accidentes viales, y esto sin contar las secuelas discapacitantes y la pérdida de oportunidades para miles de mexicanas y
mexicanos todos los años.

Todo lo anterior obliga a hacer una crítica a las empresas productoras, distribuidoras y comercializadoras de alcohol y tabaco, pues
detrás del consumo absurdo de alcohol en nuestra sociedad, se encuentra también una infinita disponibilidad de bebidas, la cual es
siempre acompañada de intensas campañas publicitarias en las que, paradójicamente, se hacen llamados a la moderación y la
responsabilidad.

Como se dijo al principio, enfrentamos tres grandes problemas que, combinados, muestran la enorme fractura de todos los
instrumentos de protección social del Estado. Así, el alto y temprano consumo de alcohol; más la predisposición genética y la
creciente prevalencia e incidencia de diabetes; más una creciente tendencia en la prevalencia e incidencia de las enfermedades
isquémicas del corazón, constituyen una peligrosa combinación que, de acentuarse, no habrá sistema de seguridad social o
esquemas de cobertura médica y de previsión social que alcancen para atender con la calidad requerida a una población envejecida
y agobiada por padecimientos que, además, resultan sumamente costosos.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-11-05 01:26:00

JRA
La reforma laboral y la terca realidad
Mario Luis Fuentes*

Apartir de la lenta, pero gradual, democratización de la política y, con ella, de las instituciones del Estado, hemos vivido una especie
de esquizofrenia. Ésta consiste en asumir que los textos definen la realidad y, muy en particular, los textos del marco jurídico y
normativo.

En 2004, por ejemplo, se creó la Ley General de Desarrollo Social, un instrumento de vanguardia, pero cuyo impacto en la
cotidianidad ha sido marginal. De ese año, tanto el número como la proporción de pobres ha crecido; la desigualdad se mantiene
intocada y la carencia por acceso a la alimentación, por citar sólo un ejemplo, sigue afectando a más de 28 millones de mexicanos.

Asimismo, la falta de coordinación y complementariedad entre la Federación, las entidades y municipios ha crecido, profundizando
el desorden institucional, así como el federalismo social salvaje que priva en todos los ámbitos del desarrollo social.

En marzo de 2006 entró en vigor la reforma constitucional al artículo 18, por la cual se generó todo un nuevo catálogo de
disposiciones en materia de justicia penal para las y los adolescentes. Seis años después, no hay una sola entidad federativa que
haya concluido las adecuaciones consideradas en la Carta Magna.

Desde 2007 hay una ley para prevenir y sancionar la trata de personas; resultó tan inoperante que en 2012 tuvo que llevarse a cabo
una nueva reforma a fin de intentar que las entidades y el Distrito Federal asuman un nuevo catálogo de responsabilidades en la
materia.

Desde hace varios años se han incrementado las penas, tanto a nivel federal como local, para sancionar la extorsión y el secuestro;
ya hubo incluso una reforma constitucional en la materia, y los datos muestran cómo, al menos desde hace seis años, las
tendencias de ambos delitos van a la alza en todo el territorio nacional.

Estos ejemplos, que en evidencia no son exhaustivos, permiten sostener que el argumento por el que se asume que la reforma a la
Ley Federal del Trabajo constituye el detonante que necesitábamos para generar más empleos, resulta sumamente endeble.

Sin duda era necesario llevar a cabo una adecuación de la legislación laboral, sobre todo considerando que las coordenadas y
lógicas de la economía mundial se han transformado radicalmente en las últimas tres décadas; empero, asumir que una nueva
legislación permitirá crear el 1.2 millones de empleos que se requieren anualmente; reducir la informalidad e incrementar tanto el
ingreso como las prestaciones de las y los trabajadores, constituye un salto al vacío.

Impulsar un nuevo curso de desarrollo para el país implica reconstruir el mercado interno; diseñar una nueva estructura fiscal y
hacendaria para recaudar mucho más, pero también redistribuir mejor; construir una nueva política de fomento industrial y
reconducir el crecimiento, rescatando sectores como el de la producción rural y el turismo sustentables, así como la innovación, la
calidad y el valor agregado con base en la ciencia y la tecnología.

Crecer para la equidad y generar más empleos implica asumir que sin un Estado fuerte, capaz de dar sentido a la acción
institucional, así como a la iniciativa individual y ciudadana, regulando al mercado e imponiendo límites a la avaricia y el
enriquecimiento desmedido, la creación de empleos dignos, justos en salario y suficientes para todos, no será una meta alcanzable.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-10-29 01:24:00

JRA
El lenguaje del jefe del Estado
La vulgarización de la política comienza con la
vulgarización de la palabra, nos advertía el poeta Paz.
Mario Luis Fuentes

La política, en tanto que práctica civilizatoria, no puede ser entendida como ajena
al lenguaje de quienes son los responsables de su conducción cotidiana.
Aristóteles, por ejemplo, definía a la política como la práctica de la virtud
perfecta, por lo que la concebía como inseparable de la lógica y la retórica.

El lenguaje, debe decirse una y otra vez, es mucho más que las palabras y signos
que utilizamos cotidianamente para comunicarnos; constituye en esencia la
posibilidad de ser y de comprendernos como parte del mundo y, con ello, como
parte de la comunidad humana; de hecho, hay quienes afirman que la política
sólo pudo surgir anclada en un lenguaje y, por ello, en complejos sistemas
rituales, simbólicos, religiosos y culturales, todos sintetizados en palabras y
conceptos que transportan visiones del mundo y la vida.

Si esto es así y pensando en nuestra cotidianidad, el análisis de la política en


México debería partir de un profundo análisis del lenguaje que utiliza el jefe del
Estado y, a partir de su articulación discursiva, un análisis consecuente de cómo
hablan sus interlocutores y representantes de los Poderes de la Unión.

La vulgarización de la política comienza con la vulgarización de la palabra, nos


advertía el poeta Paz; y por esa razón es doblemente importante estar atentos no
sólo a “lo que se dice” sino, sobre todo, a “cómo se dice”.

El lenguaje del jefe del Estado nos revela quién es y cómo piensa; nos sitúa en el
“desde dónde” percibe y construye su idea de mundo y de lo que debe ser la
sociedad; de ahí la importancia de una actitud mesurada y reflexiva,
considerando que vivimos en un mundo en el que el vértigo comunicativo tiende
a paralizar los sentidos y a nublar la razón.

Esta reflexión es obligada a 39 días de que termine la administración de Felipe


Calderón y se inicie la que habrá de encabezar Enrique Peña Nieto. Es así,

JRA
porque en nuestro país, quien ocupa la titularidad del Poder Ejecutivo cumple
con un doble papel: la de ser simultáneamente jefe del gobierno y jefe del Estado.

Frente a lo anterior, en el marco de nuestro sistema presidencial, al ser


depositario de ambas responsabilidades, el Presidente de la República está
obligado siempre a la palabra mesurada y firme, como producto de una detallada
y detenida reflexión en torno a los problemas nacionales y sus posibles
soluciones.

Por ello, también el Presidente no puede hablar como si fuese secretario de Obras
Públicas o como representante, o hasta rehén, de grupos de interés; su lenguaje
debe transmitir la visión de un proyecto capaz de cohesionarnos en torno a un
proyecto compartido de nación.

Desde esta perspectiva uno de los mayores retos que tendrá el presidente Peña
Nieto se encuentra en articular un lenguaje capaz de dar orden y sentido a la
política nacional; un lenguaje capaz de construir consensos y coincidencias y de
exorcizar la intolerancia que ha caracterizado a la Presidencia en los últimos
años.

Sólo desde un lenguaje capaz de generar un clima de inclusión y diálogo franco,


el presidente Peña podrá promover la pacificación del país; lograr la
reconciliación nacional; atemperar la desigualdad; erradicar el hambre pero,
sobre todo, generar una vez más la esperanza de que podemos vivir en un país
con justicia y dignidad.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-10-22 00:00:00

JRA
Una carta abierta
Requerimos un nuevo curso del desarrollo que permita construir un país en el cual impere la justicia social.

Mario Luis Fuentes*

En una de sus más recientes intervenciones, el rector José Narro puso nuevamente los puntos sobre las “íes” en lo relativo a la
cuestión social de nuestro país. Su argumento es el siguiente: en México hemos invertido cientos de miles de millones de pesos en
la última década para combatir la pobreza, y el resultado al día de hoy se resume en la existencia de 52 millones de pobres; más de
seis millones de analfabetos y más de 2.5 millones de desocupados.

La semana pasada, el Programa Universitario de Estudios para el Desarrollo, junto con la Facultad de Economía y su Asociación de
Egresados —todos de la UNAM— llevó a cabo un coloquio titulado Globalización, Crisis y más Allá: por un México Social. En este
evento, la coincidencia central fue el señalamiento de que requerimos un nuevo curso del desarrollo que permita construir un país
en el cual impere la justicia social.

Otro de los resultados fue la construcción de una carta abierta dirigida al presidente electo Enrique Peña Nieto, así como a los
presidentes de las cámaras de Diputados y de Senadores, solicitando un diálogo en el cual puedan expresarse todas las voces y
visiones que existen en torno a lo social, con el fin de construir consensos sobre cómo garantizar a todas y a todos los mexicanos
un nivel de vida digno.

Entre los puntos propuestos para el diálogo destaco los siguientes:

Primero: cómo construir una economía generadora de empleos dignos y, al mismo tiempo, capaz de incluir mecanismos justos de
distribución de la riqueza.

Segundo: revisar y recuperar el sentido constitucional del salario mínimo, así como construir nuevos mecanismos para la protección
del ingreso de la población, en particular de la más pobre.

Tercero: impulsar un sistema universal de seguridad social que incluya mecanismos de previsión, renta básica y protección de la
salud.

Cuarto: rescatar al sistema educativo nacional, con el propósito de superar el rezago educativo, mejorar la calidad; garantizar la
cobertura universal y gratuita hasta el nivel superior; así como superar las desigualdades regionales y la exclusión de grupos, en
particular las poblaciones indígenas.

Quinto: Construir un nuevo sistema de seguridad alimentaria capaz de dar cumplimiento al mandato constitucional contenido en las
recientes reformas a los artículos 4 y 27.

Estas propuestas suponen avanzar simultáneamente en otros ámbitos, tales como una reforma hacendaria con pleno sentido social
y de carácter redistributivo; una nueva cultura de la legalidad y la garantía de seguridad para toda la población; así como un
rediseño del entramado institucional de la administración pública federal.

Estas ideas parten también del reconocimiento de que, según las proyecciones nacionales y de organismos internacionales, el
nuevo gobierno va a tener que dar resultados en medio de una crisis global que no termina; con un escenario de bajo crecimiento
(apenas 3.5% para 2013), y con una inflación amenazante por la crisis en los precios de los alimentos.

Sin duda atravesamos por momentos críticos que requieren del acuerdo de todas las voluntades para transformar una realidad que,
como sostenía el rector Narro, nos ha colocado ante la paradoja de ser una de las economías más grandes del planeta, a la par de
una de las más desiguales e inequitativas.

Éticamente esta situación es insostenible y de ahí la urgencia de avanzar hacia un verdadero México social.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-10-15 02:14:00

JRA
La amenaza municipal
Mario Luis Fuentes*

El video que apareció recientemente en redes sociales, en los que presuntos miembros del cártel de La Familia
Michoacana amenazan, intimidan y de hecho imponen “acuerdos” al presidente municipal de Teloloapan, Guerrero, nos revela al
menos tres situaciones preocupantes.

La primera de ellas es que, a pesar del inmenso despliegue de recursos humanos, materiales y técnicos a lo largo del sexenio en
materia de seguridad pública, los cárteles han mostrado una enorme capacidad de reacción, con lo que a cada golpe que reciben,
reaccionan de manera cada vez más sádica y virulenta.

La segunda es que la capacidad corruptora y de intimidación del crimen organizado no conoce límites. Por lo que se observa en el
citado video, el presidente municipal parece no ser parte de la delincuencia porque, de serlo, obviamente no habría necesidad de
grabarlo como lo hicieron; sin embargo, sorprende y azora la infinita debilidad de la máxima autoridad de un municipio, a cuyo
principal representante no le queda más que aceptar las oprobiosas condiciones exigidas por los delincuentes.

La tercera consiste en la confirmación de que en el marco de todo el entramado de la República, los municipios siguen siendo el
“eslabón más débil”; y que a pesar también de los multimillonarios recursos que se han invertido desde 1997, principalmente a
través del Ramo 33, no se ha logrado fortalecer, bajo estándares mínimos, a los gobiernos locales.

Para nadie es un secreto que los espacios de menor transparencia en la administración pública; con menores niveles de avance en
la mejora regulatoria; con menor capacidad para el manejo y fortalecimiento de las finanzas públicas; con la menor capacidad para
dinamizar la economía y generar empleos; así como con la menor capacidad para garantizar seguridad a sus habitantes, son
precisamente los gobiernos municipales.

De acuerdo con las cifras oficiales, los municipios mexicanos son los espacios en los que con mayor crudeza se refleja la
desigualdad y en donde se mantienen expresiones culturales de discriminación que se expresan en diferentes fenómenos de
exclusión, sólo por citar un ejemplo, en la tremendamente escasa participación política de las mujeres. Según el VI Informe de
Gobierno del Ejecutivo federal, únicamente 3% de las presidencias municipales son gobernadas por mujeres.

El artículo 115 constitucional fue reformado en 1997 para dotar a los municipios de mayores facultades y convertirlos en plenas
entidades de gobierno. Desde entonces, si algo ha quedado claro, es que no se han diseñado todavía los mecanismos adecuados
para cumplir y hacer cumplir el conjunto de responsabilidades y atribuciones constitucionales que tienen.

Ante las amenazas y los riesgos generados por el cambio climático; frente a los rezagos y desigualdades que persisten en materia
de infraestructura, oferta y calidad educativa; en la infraestructura y calidad de los servicios de salud; en materia de acceso a
infraestructura y servicios sociales básicos; y en la ya insoportable inseguridad pública y violencia que se ejerce en todos lados, es
evidente la urgencia de revisar el marco legal y programático con que contamos para fortalecer y potenciar las capacidades
municipales.

La instancia más relevante para la ciudadanía es siempre el primer nivel de gobierno; es ahí en donde los problemas más ingentes
se revelan en el día a día, y es también, ahí, en donde nuestra democracia y nuestro sistema político en general encuentran su
fractura más grande.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-10-08 01:18:00

JRA
Para salir de la crisis
México no puede seguir dependiendo de que la economía de EU se recupere para nuevamente crecer.

Mario Luis Fuentes*

La semana pasada se llevó a cabo en la Facultad de Economía de la UNAM, convocado por el Programa Universitario de Estudios
para el Desarrollo (PUED), el coloquio Globalización, Crisis y más allá: por un México Social. Independientemente de la pluralidad y
diversidad de las visiones y propuestas vertidas, lo más interesante fue la coincidencia generalizada en la necesidad de construir un
nuevo curso de desarrollo para el país.

La tarea no es sencilla porque, a pesar de que muchas de las reformas necesarias estarían en el terreno de la economía, lo primero
que deberíamos tener la capacidad de transformar es la política, pues es en ese terreno en el que debe ganarse lo que podríamos
llamar la disputa de las ideas.

Desde esta perspectiva, destaca que una de las preguntas planteadas en él haya sido la relativa a: ¿por qué si estamos
atravesando la mayor crisis financiera y económica global desde hace prácticamente un siglo, el neoliberalismo —el cual constituye
el sustrato ideológico y teórico del andamiaje financiero planetario— no ha logrado ponerse suficientemente en tensión?

Esta cuestión lleva necesariamente al análisis en torno a cómo piensan quienes toman las principales decisiones en nuestro país. El
planteamiento no es sencillo; al respecto, y sólo por citar un ejemplo, Rolando Cordera ha propuesto en diversas ocasiones llevar a
cabo un estudio de la dimensión y los alcances similares a los que el Banco Mundial denominó hace años “lo que piensan los
pobres”, pero en esta ocasión para saber “lo que piensan los ricos”.

Como puede verse, la mayor problemática que tenemos en nuestro país es cómo lograr crecer para garantizar equidad social. En el
Senado de la República ya se llevó a cabo hace algunos años un gran foro en el marco de la Ley para la Reforma del Estado, el
cual llevó el título de México ante la Crisis, ¿qué Hacer para Crecer?; en la UNAM existe un grupo de reflexión denominado Hacia
un Nuevo Curso del Desarrollo” (www.nuevocursodedesarrollo.unam.mx); mientras que otras organizaciones han planteado
medidas en ámbitos específicos para impulsar un desarrollo más justo.

A pesar de ello, el debate y las propuestas planteadas en esos y otros espacios no han bastado para permear en la discusión
cotidiana del Congreso ni mucho menos para incidir efectivamente en el diseño y la operación de las políticas públicas en los tres
órdenes de gobierno.

Si bien las conclusiones del coloquio comentado son vastas, la que a mi juicio puede considerarse como la de mayor impacto
apunta a la imperiosa necesidad de asumir que la crisis va a continuar prolongadamente; y que si esto es así, entonces todo nuestro
sistema de planeación y programación debería adecuarse a un entorno internacional en el que el concepto definitorio es el de la
incertidumbre.

México no puede seguir dependiendo siempre de que la economía de EU se recupere para nuevamente crecer, por lo que, citando
nuevamente a Cordera, es urgente adecuar nuestros esquemas de decisión respecto de las políticas sociales y económicas, a fin de
“nacionalizar” a la globalización e impulsar una nueva lógica de crecimiento con equidad.

En nuestro incierto contexto, es momento de hacer un alto y proponernos, como la gran nación que somos, recobrar el sentido de la
cohesión y la pertenencia a un proyecto cimentado en el cumplimiento universal de los derechos sociales.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-10-01 00:12:00

JRA
Responsabilidad republicana
Se han dado dos pasos importantes para la apertura de nuevos canales de diálogo...

Mario Luis Fuentes*

Concluida la gestión 2006-2012, el balance en lo social es negativo. Los indicadores evidencian serios estancamientos y
hasta retrocesos en áreas clave del desarrollo nacional. Aunado a ello, el deterioro de las capacidades para construir una
visión y acción compartida para el bienestar, ha llevado a que en lo social tengamos una República fragmentada y dividida.

Frente a ello, el mandato constitucional es claro: debe construirse un gobierno honrado, transparente, en el que la
austeridad y el carácter laico y federalista del Estado deben ser la constante de la vida cotidiana, y en el cual, tanto en el
ámbito público como el privado, se busque y promueva el respeto irrestricto al Estado de derecho.

Desde esta perspectiva, quizá el mayor reto que tendrá el Ejecutivo federal en este nuevo periodo de gobierno se encuentra
en impulsar un proceso para reconstruir a la República hoy fragmentada, sustentado en la diversidad y pluralidad de
visiones, y que consiga construir propósitos compartidos en aras de garantizar la justicia social de manera universal.

Para lograr lo anterior, el gabinete presidencial deberá ser capaz de actuar, no sólo con capacidad y eficacia administrativa,
sino sobre todo, con base en una intachable probidad ética tanto en su actuación como en sus declaraciones y apariciones
públicas.

Lo esperable entonces es un gobierno apegado a la más estricta ética republicana; es decir, un gobierno en el cual todas y
todos sus integrantes asumen un comportamiento ejemplar, buscando que su actuación tenga incluso efectos pedagógicos
en la población.

En ese sentido, debe reconocerse y saludar que en estos primeros días se han dado dos pasos importantes para la
apertura de nuevos canales de diálogo. El primero, se encuentra en el hecho de desistirse de la controversia constitucional
sobre la Ley General de Víctimas y, el otro, el haber propuesto e invitado a los partidos políticos a construir el llamado Pacto
por México.

Política y más Política —así, con mayúsculas— será la tarea titánica que deberá llevar a cabo la Presidencia, desde su
primer día, hasta el momento en que entregue la administración. Para lograrlo, su gabinete deberá actuar siempre con
criterios de inclusión, apertura al diálogo, respeto a la pluralidad y un asunto de una gran relevancia: mostrar humildad para
reconocer cuando se cometen errores y actuar con sobriedad y mesura a la hora de enumerar los avances.

No hay nada peor para un gobierno que el autoelogio. Desde esa lógica, la relación de este gobierno con los medios de
comunicación deberá manejarse con sumo cuidado y, sobre todo, avanzar hacia una mayor apertura y respeto a la libertad
de expresión, pero en especial, a generar las condiciones para ampliar la oferta y el número de opciones informativas, a fin
de que la población tenga mayores posibilidades de ver garantizado el derecho a la información.

Para México es urgente consolidar un régimen plenamente democrático, porque la competencia política, sin justicia social y
garantía plena de derechos, se convierte en un juego de reparto del poder, y en un mecanismo perpetuador de privilegios; y
es en esa construcción en la que la Presidencia se jugará su papel en la historia nacional, en la cual puede ubicarse como
el gobierno que sentó definitivamente un Estado democrático de bienestar.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-12-03 02:32:00

JRA
Para combatir la pobreza
Es indispensable diseñar un nuevo sistema de toma de decisiones basado en lo que bien podría denominarse
como “realismo social”.

Mario Luis Fuentes*

El debate en torno a cómo combatir la pobreza en México se ha centrado en dos ámbitos: el primero, relativo a la transformación y
quizá sustitución de los programas sociales vigentes. En el segundo se ha hecho énfasis en que de no haber generación de
empleos suficientes, no habrá política social que alcance para resarcir los efectos de un mercado concentrador de la riqueza y
promotor del individualismo más atroz.

Sin duda, ambas son condiciones necesarias para comenzar a abatir la pobreza en la que viven más de 52 millones de mexicanas y
mexicanos. Por una parte, es necesario llevar a cabo de inmediato un “reordenamiento” de la oferta pública de servicios y
programas sociales; y por la otra, es urgente cimentar una nueva economía generadora de empleos dignos.

Hay sin embargo una tercera consideración —desde mi punto de vista fundamental— que no se ha colocado al centro del debate ni
ha sido motivo de una discusión suficiente en el ámbito de la toma de decisiones públicas, la cual se sintetiza en la pregunta de:
¿qué hacer para aminorar la desigualdad?

Para el nuevo gobierno será indispensable reconocer que entraremos al año 2013 en medio de un escenario incierto; que las
proyecciones indican que los altos precios de los alimentos se mantendrán; que la economía internacional no logrará recuperarse, y
que en el mejor escenario, el país va a crecer entre 3.5 y 4%, con una inflación cercana o superior al 4% anual.

Por lo anterior, es indispensable diseñar un nuevo sistema de toma de decisiones basado en lo que bien podría denominarse como
“realismo social”, y desde el cual, el principal reto se encontraría en reconocer que se va a requerir de toda la política, y de todas las
políticas, para replantear las condiciones estructurales que nos han llevado al empobrecimiento masivo de la población.

Desde esta perspectiva, asumir que podemos eliminar en el corto plazo los programas de asistencia social constituye un error
similar al que implica pensar —como en el planteamiento de la OCDE— que manteniendo o mejorando los mecanismos de
transferencias de ingresos, bastará para abatir los inmensos rezagos que tenemos.

Modificar la desigualdad implica alterar las relaciones de poder; y ese es un asunto mayor porque desplaza el debate del análisis
gerencial de las políticas públicas al de la economía política y las relaciones y mecanismos a través de los cuales se distribuye y
concentra el poder político y la riqueza material y financiera.

Desde mi perspectiva, plantearse como prioridad fundamental combatir la pobreza no puede llevarse a cabo sin definir como
objetivo central del Estado cumplir a cabalidad el mandato del artículo primero de nuestra Constitución Política, el cual determina
que: “En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y
en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección”.

El mandato es claro, y en consecuencia no podemos interpretar por más tiempo los contenidos de nuestra Carta Magna como
simples tesis aspiracionales. Se trata de diseñar los mecanismos para su cumplimiento y con ello, como ya se dijo, alterar las
relaciones de desigualdad vigentes; empero, si esto ha de intentarse, se va a requerir un profundo fortalecimiento del Estado y de
sus instituciones.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-09-24 02:04:00

JRA
La ineludible rectoría del Estado
Mario Luis Fuentes*

Amedida que se aproxima la elección del mes de noviembre en Estados Unidos de América, el debate en torno a qué le
corresponde hacer al Estado arrecia en aquellas altitudes, pero también influye en buena medida el rumbo de la discusión en
Europa y al interior de los principales organismos financieros internacionales.

A diferencia de lo que ha ocurrido en otros procesos electorales, lo que estamos presenciando es una lucha por el predominio de
tesis generales de gobierno: por un lado, las de los republicanos, que apuestan por una nueva retirada del Estado, y las de los
demócratas, desde las cuales se pretende consolidar un nuevo sistema de protección social, así como un modelo de desarrollo que
permita crecer y generar empleos.

Como puede verse, lo que está en discusión es, en el fondo, cómo construir un nuevo pacto social; lamentablemente, en nuestro
país este debate no se dio con tal nivel de consistencia durante el proceso electoral que culminó recientemente; es cierto que
existen diferentes propuestas en torno a cómo generar un nuevo curso de desarrollo para México; empero, éstas no se han
confrontado abiertamente ni su nivel de discusión ha rebasado los ámbitos de la academia y de foros promovidos por
organizaciones de la sociedad civil.

Estoy convencido de que uno de los elementos que mayor “salud” podrían traer a la discusión política de nuestros días sería
precisamente un diálogo profundo en torno a dos temas fundamentales: cómo reducir la inaceptable desigualdad que nos
caracteriza y, simultáneamente, cómo erradicar el hambre y atemperar la pobreza en el corto plazo.

La idea de construir nuevos programas sociales no alcanza ya para abarcar la complejidad de la agenda social. En el fondo, la
cuestión no resuelta es cómo lograr procesos de redistribución del ingreso y, sobre todo, cómo relanzar la economía nacional para
generar los empleos requeridos para evitar que se continúe dilapidando el bono demográfico.

Un debate de esta naturaleza debería también hacer evidente que hay una tensión de alcances jurídicos en torno a las
responsabilidades del Estado en materia de política social. En efecto, la reciente reforma constitucional en materia de derechos
humanos —tomada en serio— tiene amplísimas implicaciones para el diseño del gobierno y de las políticas públicas.

Por ejemplo, ¿cómo hacer compatible la transferencia de ingresos condicionada para la generación de capacidades individuales,
cuando el mandato constitucional establece el cumplimiento universal de los derechos sociales contenidos en la propia Carta
Magna, pero también en los tratados, acuerdos y convenciones ratificados por el Estado mexicano?

Sin una economía con la capacidad de crecer por arriba del 5% anual y sin la generación de 1.5 millones de empleos que generen
al menos cinco salarios mínimos mensuales para las y los trabajadores, las políticas sociales seguirán siendo meramente
asistenciales, pues no habrá manera de romper con los ciclos intergeneracionales de la pobreza.

Al respecto, nuestra Constitución es muy clara: la rectoría del desarrollo le compete al Estado y, en ese sentido, el Congreso de la
Unión y la nueva administración que habrá de empezar el 1 de diciembre deberán lograr la construcción de un nuevo diálogo y
acuerdo, porque las verdaderas reformas estructurales, desde la perspectiva aquí planteada, no están en el sector laboral o en el
energético, sino en el terreno de los derechos a la justicia social.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-09-17 02:47:00

JRA
Agua y alimentos
Mario Luis Fuentes*

Puede sostenerse que México es un país que perdió desde hace tiempo la soberanía alimentaria, pero también la soberanía
“sanitaria”...

La crisis en el precio de los huevos ha puesto en evidencia tres grandes problemas que enfrentamos como país. El primero de ellos
—y el de mayor magnitud— es el relativo a la inseguridad alimentaria y el incumplimiento generalizado del derecho a la
alimentación.

El hecho de que la aparición de un brote de influenza aviar haya llevado a una escasez mayúscula y, con ella, a la especulación y el
incremento injustificado de precios, es una poderosa evidencia sobre la debilidad y la carencia de instrumentos del Estado para
enfrentar adecuadamente un evento de esta naturaleza.

La debilidad es doble: por un lado, no se tuvo la capacidad de incrementar de inmediato la capacidad de producción de aves; pero
por el otro, no contábamos con las vacunas suficientes para enfrentar un brote de esta magnitud.

Puede sostenerse que México es un país que perdió desde hace tiempo la soberanía alimentaria, pero también la soberanía
“sanitaria” pues carecemos, como ya se vio con la aparición del virus A-H1N1 en el año 2009, que no teníamos la capacidad de
producción inmediata de los fármacos requeridos.

El segundo problema que estamos enfrentando es el relativo a los efectos del cambio climático. En este momento fueron los
huevos, empero, ¿qué va a pasar una vez que el desabasto de granos y cereales sea mayor, como producto de la intensa sequía
que azota al territorio nacional?

Al iniciar el mes de septiembre, los embalses y los cuerpos de agua del país tienen un bajo nivel, por lo que urgen medidas de
apoyo al campo a fin de evitar que la pobreza extrema sea aún más severa y que los efectos de la falta de lluvia lleven al
incremento del número de personas que viven en pobreza alimentaria.

En un país en el que la obesidad y los padecimientos asociados, como la diabetes, obligarían a generar una nueva cultura
alimentaria sustentada en el consumo de alimentos sanos e inocuos pero, sobre todo, en la reducción de la ingesta de las enormes
cantidades de bebidas edulcoradas, no existen las condiciones para garantizar el acceso al agua limpia a toda la población.

El tercer gran problema que nos aqueja es el relativo a la prácticamente inexistente red de abasto popular, tanto en los ámbitos
urbanos como en los rurales. México carece de un sistema que permita evitar que los especuladores y acaparadores locales hagan
de las suyas; y que en los momentos de crisis perjudiquen a los más pobres y, de paso, a la economía nacional, pues los niveles
generales de la inflación muestran ya impactos preocupantes.

Alimentos y agua, los elementos más básicos para garantizar la salud y la vida humana, son bienes que están muy lejos de al
menos los 12 millones de mexicanos que viven en condiciones de pobreza extrema; pero también de 18.5 millones que viven en
vulnerabilidad por carencia de servicios en sus viviendas, así como de los 28 millones de vulnerables por carencia en el acceso a la
alimentación.

Los recursos con los que cuenta nuestro país permitirían resolver esta problemática en el mediano plazo. Sin embargo, lo que nos
ha faltado es la voluntad política para destinarlos a lo más elemental: garantizar que nadie va a enfermar o a morir porque no tuvo
agua que beber o porque no tuvo nada que comer.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-09-10 01:00:00

JRA
Un voto a favor del Estado
Mario Luis Fuentes*

Lo que debe estar en el centro de los debates de la Legislatura que se inicia es precisamente cómo dar cumplimiento al espíritu y
mandato de la Constitución.

Hay una disputa global, sintetizada en los discursos de los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos de América, respecto
del papel del Estado y los controles y límites que deben establecerse para que el mercado no permita nunca más que la voracidad y
la falta de controles y regulación, le permita al mundo privado abusar, especular y practicar la usura sin límites, pues eso fue lo que
dio como resultado el saqueo monumental que hoy tiene al borde del colapso a la economía planetaria.

En nuestro país este debate no se ha asumido con la profundidad necesaria; desde esta perspectiva la cuestión no es si se va a
continuar con lo que algunos llaman la “ruta privatizadora”, sino antes bien, ¿cómo vamos a garantizar que el Estado recobre los
instrumentos necesarios para darle cumplimiento a los mandatos de la Constitución?

Nuestra Carta Magna establece tres ámbitos de responsabilidad fundamentales para el Estado: el primero, que le da sentido a todo
lo demás: garantizar la justicia social para toda la población. Por ello se estableció en su primera parte las disposiciones a las que
Jorge Carpizo llamaba los derechos de la justicia social, porque el Constituyente del 17 asumió que el Estado debe evitar que haya
mexicanos que padezcan hambre o carencias en medio de la opulencia de unos cuantos.

El segundo ámbito es el relativo a la garantía de la seguridad y la protección de la vida y la integridad de todas las personas. Por
ello el mandato explícito de que es el Ministerio Público quien ejerce de manera exclusiva el ejercicio de la acción penal,
incorporando con ello, implícitamente, la idea del monopolio legítimo de la violencia reservado para el Estado. De ahí el principio
fundamental del artículo 17 relativo a que ninguna persona puede hacer justicia por propia mano ni reclamar su derecho a través del
ejercicio de la violencia.

El tercer ámbito definido por la Constitución consiste en la rectoría de los sectores clave de la economía. De ahí la relevancia de los
artículos 25 al 28, y el principio general relativo a que corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional.

Frente a lo anterior, las estadísticas oficiales son demoledoras. En México es imposible hablar de justicia social: la existencia de
más de 52 millones de pobres y la muerte anual de más de ocho mil personas a causa de la desnutrición constituyen un
despropósito inaceptable; no puede hablarse de seguridad en un país en el que anualmente se cometen más de 22 millones de
delitos, y en el cual sólo 12% son denunciados; y mucho menos se puede hablar de desarrollo cuando la economía ha crecido en
promedio, según los datos del Coneval, a un ritmo de 1.5% anual en las últimas dos décadas.

Lo que debe estar en el centro de los debates de la Legislatura que se inicia en este mes de septiembre, es precisamente cómo dar
cumplimiento al espíritu y mandato de la Constitución; y lo que deberá construir el nuevo Gobierno es la plataforma desde la cual el
Estado pueda recobrar lo que nunca debió ceder: la capacidad de garantizar la soberanía, la seguridad interior, el desarrollo
nacional y, con ello, la garantía de que, por el sólo hecho de ser mexicanos, tendremos acceso a la justicia social.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-09-03 00:36:00

JRA
No son los huevos
Lo que nuestro país y el campo mexicano necesitan es reconstruir las capacidades
locales para producir alimentos nutritivos e inocuos.

Mario Luis Fuentes*

Hay un error en la base de la explicación acerca de lo que está pasando en torno a la llamada “crisis del huevo”. Al respecto debe
reconocerse que lo que la detonó es el brote de influenza aviar y la consiguiente necesidad de sacrificar más de 11 millones de aves
en las granjas afectadas del estado de Jalisco.

El error se encuentra en asumir que esta crisis se trata exclusivamente del encarecimiento de los huevos. No se ha comprendido
que en el fondo lo que está fracturado es el sistema alimentario mexicano, pues la lógica irracional de mercado a la que fueron
subsumidos, tanto campo como las redes de distribución alimentaria en el país, nos ha llevado a la pérdida de la soberanía
alimentaria y a la incapacidad generalizada de garantizar a plenitud el derecho a la alimentación.

Para comprender lo anterior debe cambiarse la lógica del análisis y pasar de la medición estrictamente macroeconómica hacia una
comprensión amplia de la mortalidad y sus causas.

Por ejemplo, según el INEGI, entre los años 2001 y 2010, en México murieron más de 84 mil personas por desnutrición. De ellas,
más del 36% vivían en el sector rural. Lo inaceptable es que en nuestro país únicamente 23.5% de la población vive en el sector
rural, es decir, hay una muy alta sobre-mortalidad a causa de la falta de ingesta adecuada y suficiente de los alimentos.

Por otro lado, debe considerarse que fue precisamente el alza en los precios de los alimentos lo que provocó el incremento en más
de cuatro millones de personas, entre 2008 y 2010, en situación de carencia por acceso a la alimentación. Si a ello se agrega la
restricción impuesta en Rusia y China a la exportación de los alimentos, lo cual provocará un nuevo incremento en los precios del
maíz y el trigo, lo esperable es que la inflación en los alimentos sea mucho mayor que lo proyectado a inicios del año y,
posiblemente, un recrudecimiento de la pobreza.

El otro dato ampliamente conocido es el relativo a las muertes por diabetes, la cual está asociada, entre otras cosas, a la falta de
hábitos de vida saludables, pero también a la no disponibilidad de productos alimenticios de calidad y de bajo costo. Sólo en 2010
fallecieron en el país más de 70 mil personas por la diabetes y más de 80 mil por cardiopatías y enfermedades del aparato
circulatorio.

Lo que nuestro país y el campo mexicano necesitan —y con urgencia— es reconstruir las capacidades locales para producir
alimentos nutritivos e inocuos; y ello no se puede lograr sin una nueva política social capaz de reconstruir las redes de abasto,
estrategias eficaces de producción para el autoconsumo desde una doble perspectiva: la seguridad alimentaria de la población y la
construcción de una nueva cultura de desarrollo sustentable en el sector rural.

Para lograrlo, la nueva administración tendrá que lanzar, desde su primer día de gestión, una agresiva estrategia para abatir la
pobreza extrema. Sin duda, con los recursos con que contamos el hambre puede erradicarse en el corto plazo, pero se requiere la
voluntad política para tomar las medidas que urgen para asumir, como el gran mandato ético del nuevo sexenio, evitar que cada año
mueran más de ocho mil personas por desnutrición en nuestro país.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-08-27 02:38:00

JRA
Insurgencia criminal
Resulta tenebroso asumir que hay un proceso de rebelión en contra de las autoridades legalmente constituidas.

Mario Luis Fuentes

En el marco del Estado constitucional hay esferas que no pueden cederse y que, obviamente, no puede tolerarse que le sean
disputadas, porque entonces el orden que está en la base de su legitimidad y estabilidad es vulnerado, y con ello, la seguridad y el
bienestar de los ciudadanos se ve comprometido.

Para México, una de las situaciones más peligrosas que hemos enfrentado en los últimos años se encuentra en el hecho de que el
crimen organizado dejó de sólo dedicarse al trasiego de drogas para internarlas en territorio estadunidense, para generar un
mercado local de extendido consumo, el cual implicó, en una primera fase, generar un profundo proceso de corrupción de
autoridades en todos los órdenes y niveles.

Como segundo paso, la evidencia con que contamos muestra que los grupos de la delincuencia organizada comenzaron a pelear,
literalmente, calle por calle en diferentes ciudades del país: Ciudad Juárez en Chihuahua, Reynosa en Tamaulipas, Monterrey, en
Nuevo León, Apatzingán, en Michoacán, con el propósito de establecer territorios en los que la autoridad, en el sentido más amplio
del término, la ejercen ellos y solamente ellos.

Lo mismo ha ocurrido en amplias franjas del sector rural, en donde hay localidades e incluso municipios enteros, en los que el
gobierno es controlado y hasta ejercido por los narcotraficantes, utilizando al sicariatocomo mecanismo constante de intimidación,
extorsión, asesinato y confrontación con las autoridades legalmente establecidas.

Lo peor es que la cosa no se ha detenido ahí; pareciera que hemos entrado en una nueva fase que, como le ha denominado Ioan
Grillo, en su texto titulado El narco, consiste en una inédita forma de insurgencia delincuencial, cuyo propósito fundamental se
encuentra en el control político de zonas y regiones, a fin de conseguir el control, usufructo y expansión de todas las formas de los
tráficos ilícitos.

Ante el embate de las fuerzas policiales y de las propias Fuerzas Armadas del país, los narcotraficantes están asumiendo la
dirección y propiedad del tráfico de indocumentados, de la trata de personas, de la producción y distribución de piratería, de la
falsificación y venta de medicamentos, del robo de vehículos, el del secuestro y hasta del cobro por “derecho de piso y venta de
protección” en los miles de tianguis que existen en las calles del país.

Frente a lo anterior, hay signos de implicaciones inmensas que aún no se han discutido a cabalidad. Los casos de HSBC y de
Walmart, empresas globales en la mira del senado estadunidense por supuestos actos de corrupción y lavado de dinero, no son
ajenos a la violenta realidad que significa todo lo arriba descrito.

Así, resulta tenebroso asumir que hay un proceso de rebelión en contra de las autoridades legalmente constituidas, con el propósito
de usurpar sus funciones de seguridad, fiscalización y recaudación, y con ello disputar el control territorial y de actividades
económicas formales e informales en todo el país.

Por la cantidad de muertos que ha generado la guerra contra el narco; por la violencia asociada y derivada que se ha propiciado; por
el cambio en la fenomenología, objetivos y mecanismos que utiliza el crimen organizado, es urgente un radical cambio en la
estrategia de seguridad, porque al parecer, hoy, más que la amenaza del narco, estamos enfrentando un verdadero proceso de
insurgencia criminal en todos sus ámbitos y sus dimensiones.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-08-20 00:00:00

JRA
Paradojas
La mayor y peor parece ser la incapacidad de la inteligencia contemporánea para pensarse y criticarse
radicalmente a sí misma.

Mario Luis Fuentes*

Paradoxos era el término que usaban los griegos para definir una situación contraria a la opinión sensata. En retórica, Aristóteles la
definió como un conjunto de ideas o postulados falsos, pues a pesar de ser aparentemente coherentes, en el fondo su estructura
encierra siempre contradicciones insalvables.

Desde esta perspectiva, parece ser uno de los términos que de mejor manera permiten caracterizar adecuadamente el contexto
general de la crisis económica-financiera planetaria y, como parte del llamado “concierto de las naciones”, de nuestro país.

Ha quedado claro que esta crisis tuvo responsables directos e identificables: empresarios, políticos y directivos de los principales
organismos financieros internacionales, que no sólo cometieron errores en la toma de decisiones, sino que deliberadamente
mintieron, falsearon u ocultaron información, y se coludieron para robar y defraudar a millones de personas.

Esta crisis es inédita en origen y magnitud, porque no sólo fallaron los llamados “mecanismos de autorregulación” del mercado, sino
que además, fueron la avaricia y la mala entraña de cientos de personas que buscaron enriquecerse a niveles demenciales, y que
llevaron a una espiral perversa de saqueo mundial.

Si esto resulta ya de suyo paradójico, lo es más la inexplicable postura de la mayoría de las y los políticos en todo el mundo, pues
no atinan a asumir una lógica apegada a los criterios más elementales de la economía política: garantizar los equilibrios, sí, pero al
mismo tiempo generar las condiciones para el bienestar y la distribución justa de la riqueza.

De esta forma puede identificarse una segunda paradoja: se asume que el sistema financiero y económico global entró en una
nueva fase de crisis estructural, pues se rompió el principio fundamental de acceso y otorgamiento del crédito: la confianza. Empero,
esto no condujo a casi nadie a una crítica a profundidad de los valores y supuestos que le dan sustento y articulación al sistema
capitalista contemporáneo.

Resulta interesante observar, por ejemplo, que para fundamentar su teoría económica, Adam Smith se preocupó primero por darle
sustento lógico al sistema moral y de valores que subyace al espíritu del capitalismo, como le llamaría luego Max Weber.

Si esto es así, deberíamos ser capaces de cuestionarnos si en realidad el egoísmo nos lleva naturalmente a la generación del
bienestar colectivo, y si en serio la competencia a ultranza genera los estímulos e incentivos que los individuos requieren para
reaccionar positiva y productivamente. Desde esta perspectiva la pregunta de fondo es: ¿por qué si hay claridad sobre la crisis de
estos valores, siguen asumiéndose como la base esencial del pensamiento dominante, y como la guía irremediable para la toma de
decisiones económicas?

Quizá sea tiempo de pensar que los valores que dan sentido y organización a la economía son inviables e insostenibles, porque
conducen a lo demencial del significado que tiene el hecho de que cerca de mil millones de personas viven con hambre, amén de la
lógica destructiva y de depredación que ha puesto al planeta al borde del colapso ecológico.

Asumir que el objetivo de los mercados debe ser la promoción de la cooperación, la solidaridad y la ayuda mutua implicaría un
diseño radicalmente opuesto de políticas económicas y sociales a las que hoy tenemos. Empero, la mayor y peor paradoja parece
ser ésta: la incapacidad de la inteligencia contemporánea para pensarse y criticarse radicalmente a sí misma.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-08-13 00:15:00

JRA
Un tiempo atrapado
Será necesario un ejercicio de imaginación, a fin de impulsar en lo inmediato todo aquello que tenga viabilidad
y pertinencia.

Mario Luis Fuentes*

En política, como en la vida toda, el bien más escaso es el tiempo. Esta realidad la enfrentamos hoy en el hecho de que, a pesar de
existir un periodo sumamente largo entre el día de la elección y la toma de posesión del nuevo Presidente de la República, no
existen condiciones para la generación de los acuerdos que el país requiere.

Enrique Peña Nieto, virtual ganador de la elección, no puede desarrollar actividades públicas para la promoción de consensos, en
tanto que el TEPJF no haya determinado si se ratifica o no su triunfo. Esto reduce también sus márgenes de maniobra, pues a
medida que avanzan las semanas, se acercan también complejos procesos como la instalación de la nueva Cámara de Diputados y
la consabida disputa por sus órganos de dirección.

Tampoco puede avanzar en pronunciamientos públicos que permitan conocer cuál es su plataforma de gobierno; hacia dónde se
orientan sus propuestas y cuáles serían los criterios con base en los cuales se tomarán las nuevas medidas de política económica,
social y de seguridad pública, que son las tres agendas de mayor urgencia que tiene el país.

Por su parte, Andrés Manuel López Obrador sigue sumando elementos de desgaste a una izquierda dividida y confrontada en sus
grupos internos, mismos que probablemente se agudizarán una vez que venga la definición de las posiciones de coordinación de
sus grupos parlamentarios, así como la participación de sus legisladores en las comisiones clave en cada cámara legislativa.

Lo deseable después de la elección era que los partidos políticos construyeran puentes de encuentro y diálogo para acordar la
construcción de un nuevo curso de desarrollo para el país; al contrario de ello, las disputas crecen, los agravios se profundizan y la
polarización social parece incrementarse entre la frustración y el descontento generalizado de las y de los jóvenes.

Frente al escenario internacional de incertidumbre y riesgo, así como ante la amenaza de una nueva escalada de los precios de los
alimentos, lo que se evidencia como verdaderamente urgente es la necesidad de impulsar una nueva generación de políticas
públicas, no para la contención de la crisis, sino para detonar un proceso de crecimiento sostenido con equidad.

No hay muchas alternativas. Más aún, debe comprenderse que las condiciones previas a la elección se han modificado de manera
sustantiva y que algunas de las propuestas planteadas hace semanas, hoy serían prácticamente imposibles de concretarse. Por
ello, será necesario un ejercicio de imaginación, a fin de impulsar en lo inmediato todo aquello que tenga viabilidad y pertinencia, y
dejar para el mediano plazo las reformas y medidas que requieran procesos más complejos y de mayor envergadura, a fin de
acreditar que son esas efectivamente las medidas y reformas que necesitamos.

Enfrentamos un tiempo atrapado entre la discordia y el desacuerdo, lo cual abona todavía más al desánimo y el descontento social
que recorre al país. El reto se encuentra en impulsar una nueva lógica de actuación política que nos lleve a tender nuevos puentes,
cimentados por nuevos interlocutores, quienes tendrán la responsabilidad de devolverle al país el rumbo y el sentido extraviado.
Sólo así podremos, en el corto plazo, transitar hacia lo que sin duda es el anhelo de todos los mexicanos: vivir en un país solidario y
en el que el bienestar y la felicidad son posibles.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-08-06 03:28:00

JRA
Crece la incertidumbre
Requerimos una revisión a fondo de los supuestos desde los que estamos diseñando las políticas públicas

Mario Luis Fuentes*

Justo un día antes de que se iniciaran formalmente los Juegos Olímpicos se dio a conocer la noticia de que Inglaterra está
oficialmente en recesión, es decir, tiene tres meses consecutivos de crecimiento negativo, lo cual viene a traer lluvia sobre mojado al
ya de por sí complicado escenario europeo.

La interdependencia económica global nos ha situado en una encrucijada nunca antes vista. Por una parte, a pesar de ser una de
las economías de menor dimensión en Europa, Grecia constituye un eslabón tan relevante que no pueden darse el lujo de dejarla
hundir; y como contrapartida, España e Italia son tan grandes, que es prácticamente imposible generar un “rescate”.

China, India y Brasil, por su parte, son países que han visto ralentizado el portentoso ritmo de crecimiento. El primero de ellos pasó
de un ritmo de 10% anual en la década pasada, a un ritmo esperado por el FMI entre 8.4 y 8.6% para 2013; sin embargo, en su
conjunto, las economías emergentes crecerán alrededor de 5.4%, mientras que las llamadas economías avanzadas crecerán sólo
entre 1.4 y 1.6% entre 2012 y 2013.

Para la zona del euro las previsiones siguen siendo de pronóstico reservado, pues de acuerdo con el FMI y el Banco Mundial, la
crisis está todavía muy lejos de resolverse, lo que debe obligar a una revisión detallada de los mecanismos con que cuentan otras
regiones para prever y, sobre todo, para prevenir el contagio de parálisis e inestabilidad financiera.

Este escenario debe recordarnos que en nuestro país interactúan tanto factores externos como internos que pueden alterar, y muy
rápido, los equilibrios económicos que se han logrado mantener hasta ahora.

Un elemento como el brote de gripe aviar en el occidente del país ha puesto en tensión las proyecciones relativas al control y la
estabilidad de la inflación, pues a partir del incremento en el precio del huevo, el pollo y otros productos agrícolas, el índice de
precios al consumidor se ha situado muy por arriba de la meta anual fijada para 2012.

Así pues, lejos de calmarse las aguas, parece que sigue en ciernes la posibilidad latente de otro tsunami que, de no llevarse con
cuidado el proceso de transición gubernamental, puede detonar las señales de alarma entre los mercados financieros y nuevamente
detonar reacciones de pánico, como las que se han vivido en meses recientes con la salida masiva de dólares del país, como
producto de un ataque especulativo.

Por todo lo anterior, no es descabellado sostener que tal vez sea hora de tomar medidas no ortodoxas; por ejemplo, poner el énfasis
en la generación de empleos y en la elevación masiva del ingreso podría conducirnos a una nueva lógica de distribución de la
riqueza y a una dinámica de crecimiento con mayor equidad.

Lo que es un hecho es que no podemos seguir siendo un país con un crecimiento raquítico promedio de 1.5% en los últimos 10
años, con 2.44 millones de desempleados, con 14 millones de personas empleadas en la informalidad y una cifra similar percibiendo
menos de 120 pesos mensuales.

Para enfrentar la incertidumbre, hoy requerimos una revisión a fondo de los supuestos desde los que estamos diseñando las
políticas públicas, y asumir con seriedad el reto de construir a un gobierno capaz de recimentar un verdadero Estado de bienestar.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-07-30 01:25:00

JRA
Una crisis de ideas
Ante la calamidad han surgido numerosas propuestas, pero muy pocas preguntas fundamentales.

Mario Luis Fuentes*

Se ha dicho hasta el cansancio que la crisis por la que atraviesa el mundo tiene su origen en la desordenada actuación de las
entidades financieras internacionales. Ergo, la manera de solucionar el problema consistiría en regresar a la disciplina, aun cuando
ello implique la imposición de decisiones draconianas que impactan severamente en la posibilidad de felicidad y bienestar para
inmensas mayorías.

La reacción de los principales organismos financieros internacionales ante la mayor puesta en tensión del modelo de generación de
riqueza a nivel planetario en 90 años, fue no sólo lenta, sino carente de imaginación y de capacidad para replantear las ideas
fundamentales desde las cuales se piensa a la economía y a la política.

Me atrevo a sugerir que al igual que en la década de los 20 del siglo pasado, Einstein advertía que nuestra comprensión del
universo se debía fundamentalmente a que se había pensado que el tiempo y el espacio son cosas distintas, hoy nuestra
incomprensión de la crisis se deriva de que no se ha comprendido que economía y política se han convertido en dos caras de la
misma moneda.

Lo anterior se ha configurado de ese modo, no porque política y economía traten de lo mismo o porque los fenómenos de que se
ocupan, en tanto ciencias, tengan una misma consistencia o configuración. Se trata antes bien de una cuestión meramente factual.
Ha crecido a tal grado el poder económico de los dueños del dinero, que han logrado infiltrarse en prácticamente todos los
intersticios de decisiones relevantes en los aparatos del Estado.

De tal forma que, si en la década de los 40 del siglo pasado Keynes pudo construir un modelo de bienestar diseñado y guiado desde
el aparato del Estado, hoy sería verdaderamente difícil hacerlo sin antes refundar a las instituciones que le dan cuerpo al aparato de
la administración y a los órganos de decisión y representación estatales.

Desde esta perspectiva es de vital importancia comprender que hoy lo que se requiere es un replanteamiento de los mecanismos de
control institucional, es decir, de cómo se accede a los principales cargos de decisión, planeación y presupuestación, pues es en
estos ámbitos en los que se concreta la visión dominante.

¿Quiénes son y qué visión de país y de mundo portan los responsables de diseñar y regular la política económica del país?
¿Quiénes son y qué visión de país y de mundo portan los responsables de regular al mercado y a las instituciones financieras?
¿Qué visión portan, incluso, los responsables de operar y de darle cause y sentido a las instituciones políticas e incluso judiciales,
tales como el Congreso o la Suprema Corte de Justicia de la Nación?

Vivimos momentos aciagos en los que es mejor ponerle un freno a la confianza irracional y a la ideología del progreso instalada en
el poder y hoy más vigente que nunca, desde la cual se nos dice que todo marcha bien y que todo, por las leyes de la economía y
de la historia, habrá de ser mejor en algún momento.

Percibo que la crisis contemporánea tiene como substrato una severa crisis del pensamiento, la cual se nos revela en un hecho
fundamental: ante la calamidad han surgido numerosas propuestas, pero pocas, muy pocas preguntas fundamentales, y es en ello
en lo que en mayor medida nos estamos equivocando.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-07-23 01:43:00

JRA
Revertir el malestar
Las distancias entre quienes todo tienen y los demás se están ampliando continua y aceleradamente.

Mario Luis Fuentes*

Recorre al país una sensación de molestia y desesperanza. El proceso electoral no abrió los cauces para un diálogo renovado de
conciliación y, por el contrario, hay amplios sectores de la población que manifiestan un profundo agravio por lo ocurrido durante y
en los días posteriores a las campañas.

Es cierto que la protesta pública se ha dirigido fundamentalmente en contra de los medios de comunicación, bajo la demanda de
mayor democracia y pluralidad en la representación política. Sin embargo, en un análisis detenido, estos factores no alcanzan a
explicar la complejidad de lo social.

Desde mi perspectiva, los miles de jóvenes que han salido a las calles a manifestarse lo hacen también ante la realidad de que sus
posibilidades de acceder a un empleo digno son muy limitadas y que, al mismo tiempo, las brechas no sólo se mantienen, sino que
se ensanchan cada vez más.

Los datos que nos ofrecen los principales instrumentos de medición del ingreso y el empleo no dejan lugar a dudas: la
hiperconcentración de la riqueza continúa y las distancias entre quienes todo tienen y los demás se están ampliando continua y
aceleradamente.

Ante esta realidad, la política social vigente resulta limitada; en ese sentido, la evaluación del auditor superior de la Federación es
concluyente: sólo 5.87% de los beneficiarios del Programa Oportunidades dejaron de ser pobres, lo que muestra la urgencia no sólo
de transformar los programas de mayor envergadura presupuestaria, sino de vincular las decisiones de política económica con las
de la política social.

Es cierto que el país requiere reformas de mediano y largo plazos; empero, el gran reto que tendrá quien sea declarado Presidente
electo por el TEPJF consistirá en cómo generar un clima de certidumbre en el cual exista la seguridad de que las cosas
verdaderamente van a cambiar; que efectivamente se combatirá la desigualdad y habrá plenas garantías de diálogo y tolerancia
frente al disenso y las diferencias.

Para quienes viven el hambre, para quienes padecen una enfermedad en la soledad y la falta de atención, para quienes no cuentan
con los recursos para enviar a sus hijos a la escuela y para quienes no cuentan con una vivienda digna, no hay más tiempo, por lo
que será un despropósito mayor pedirles una vez más que esperen a que se lleven a cabo las reformas para que sus condiciones
de vida mejoren.

Ante la enorme complejidad que enfrentamos, debemos ser capaces de entender, entre otras cosas: que el malestar rebasa con
mucho la discusión sobre lo electoral; que el descontento surge no sólo ante la pobreza, por lo que debemos situarnos en los
ámbitos más profundos de la injusticia social; que la desigualdad va mucho más allá de lo económico y que se han generado
inaceptables ámbitos de exclusión y segregación; y que las violencias han rebasado los márgenes conocidos, al cobrar formas
inéditas de un sadismo sin límites.

Dar respuestas apropiadas a estas dimensiones de lo humano exige una revisión serena sobre cómo, partiendo de lo que hoy
tenemos, puede llevarse a cabo una reforma que permita diseñar una nueva política social que ayude a enfrentar los dilemas de
nuestro siglo, pero sobre todo que nos dé la capacidad, por demás urgente, de revertir el profundo malestar social en que se
encuentra el país.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-07-16 01:16:00

JRA
Nuestra frágil democracia
La dimensión procedimental de la democracia se ha consolidado.

Mario Luis Fuentes

El IFE, como órgano constitucional e integrado sustancialmente por ciudadanos, ha tenido la responsabilidad de conducir seis
procesos electorales federales entre 1997 y 2012. En ese lapso, hemos podido consolidar como país una importante capacidad de
promoción de la participación de las y los ciudadanos en la organización y el cuidado de los procesos electorales.

Soy de los que piensan que aun cuando tiene que mejorarse en muchos aspectos, la dimensión procedimental de la democracia se
ha consolidado, por lo que en los próximos años el reto consistirá en profundizar la vocación y las capacidades ciudadanas del IFE.

Si esto es así, ¿por qué entonces todas las elecciones terminan en los tribunales, con base en severas acusaciones de fraude,
compra de votos y manipulación de la voluntad de los ciudadanos, uso indebido de recursos públicos, y financiamientos ilícitos,
entre muchas otras cosas?

La cuestión es mayor y desde mi perspectiva va mucho más allá de lo que algunos asumen como una “cultura de la desconfianza”
de los mexicanos. Asumirlo así constituye un despropósito explicativo, porque implicaría desconocer que las prácticas que se
denuncian son únicamente un recurso retórico del perdedor para restarle legitimidad a su oponente.

Debemos ser capaces de denunciar y reconocer que todos los partidos políticos, en todo el país, recurren a prácticas tan burdas
como despreciables tales como la entrega de “utilitarios”, despensas, vales, material para construcción, dinero en efectivo o
“tarjetas” para adquirir cosas en tiendas departamentales.

De manera peligrosa, hemos construido una democracia en la que conviven las preferencias y simpatías auténticas con los partidos
y sus posiciones, con la emisión del voto a cambio de la entrega o el condicionamiento de bienes y servicios.

Sostengo que esta lógica va de la mano con los perversos círculos de desigualdad y pobreza que persisten en el país, los cuales
implican tal nivel de carencia e ignorancia para millones de mexicanos que los sitúa en el margen de acceder a recursos para
sobrevivir un mes, a cambio de la emisión de su voto a favor de una u otra opción política.

De igual forma puede suponerse una vinculación con la monetarización de las relaciones sociales implícita en las políticas y los
programas sociales, los cuales consisten fundamentalmente en la entrega condicionada de apoyos y recursos, bajo la idea de que lo
importante en la vida es tener dinero para consumir cosas.

Todo esto implica una ruptura ética, lo cual explica en buena medida la falta de acuerdos e irresponsabilidad a la hora de legislar o
gobernar, pues quienes acceden a los cargos de representación lo hacen mayoritariamente para recuperar e incrementar lo
invertido en la elección.

Nuestra democracia está en crisis, y lo que debemos exigir a los partidos es que impulsen de manera inmediata un profundo
proceso de autocrítica y transformación, pues de lo que se trata no es de contar con los recursos procedimentales para limpiar las
elecciones, sino de la consistencia ética para evitar ensuciarlas.

Debemos evitar a toda costa que el cinismo de las acusaciones sobre quién es peor siga determinando la lógica del debate público.
Lo que hoy requerimos construir es una nueva dinámica de diálogo, acuerdo y conciliación nacional, pues lo que está en juego es la
posibilidad o no de construir una nación capaz de garantizarle a todos el acceso efectivo a la justicia social.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-07-09 00:00:00

JRA
Lo social: el gran reto del Presidente electo
Debe quedar claro que, luego de la intensa campaña, los 52 millones de pobres siguen ahí.

Mario Luis Fuentes*

Al momento de escribir este artículo está en marcha la jornada electoral. Sea cual sea el resultado, quien sea elegido tendrá que
afrontar de inmediato, con decisión y responsabilidad, los enormes retos que tenemos como país.

Desde mi perspectiva, el mayor de todos se encuentra en la cuestión social. Para quien sea el presidente electo debe quedar claro
que luego de la intensa campaña, los 52 millones de pobres siguen ahí —12 millones de ellos en condición de hambre—; que 2.5
millones de mexicanos se encuentran sin empleo, y que hay aún casi 25 millones que no cuentan con acceso a los servicios de
salud.

No podrá obviarse que México es un país dolido e indignado ante las violencias y la injusticia; que los homicidios, los accidentes y
los suicidios forman también parte consustancial de la agenda social, y que debemos ser capaces de impulsar una nueva
generación de instituciones solidarias y sensibles ante el profundo dolor que existe en todo el territorio nacional.

El presidente electo no podrá omitir el hecho de que somos un país polarizado por la desigualdad, por lo que debemos demandarle
que en sus primeros mensajes se establezca con claridad que la principal prioridad de la nueva administración será la de cerrar las
inmensas brechas que nos dividen en lo económico, en lo social y hasta en lo cultural.

Sin duda, deberá comprenderse que la única manera de enfrentar con éxito estas cuestiones será a través de un pacto nacional
para reconciliarnos en lo político, pero también darle a nuestro país un nuevo curso de desarrollo, teniendo en el centro de todas las
decisiones públicas la meta de construir las condiciones necesarias para lograr la inclusión de todos.

El presidente electo tendrá la urgente tarea de iniciar, ya, un intenso proceso de diálogo para reconciliar al país; para sentar las
bases de la gobernabilidad y la interlocución respetuosa con todas las fuerzas representadas en el Congreso, y para impulsar las
reformas que serán necesarias en los próximos años para garantizar de manera integral y universal los derechos sociales para toda
la población.

Todo esto requiere la claridad suficiente para comprender que de lo que se trata es de reconstruir al Estado desde el Estado. Que la
gran disputa por la nación se encuentra en el restablecimiento de las capacidades de rectoría del desarrollo en las áreas
estratégicas que establece la Constitución, y en la redefinición de los límites que deben existir entre el Estado y el mercado a fin de
contar con mercados justos, eficientes y equilibrados.

Para lograr tal cometido, el presidente electo tendrá el desafío de comprender que, el día de ayer, las y los mexicanos elegimos, no
sólo al jefe del Gobierno, sino al jefe del Estado, por lo que no podrá asumirse como el portador o representante de la visión o
intereses de grupos, sino como el responsable de la articulación de un proyecto político y social capaz de cumplir y hacer cumplir
con el mandato de la Constitución.

Quienes viven el hambre; el desamparo ante la enfermedad y el dolor de ser o convivir con alguna de las miles de víctimas que hay
en el país, no tienen tiempo y, con ellos, México vive la urgencia de construir una nueva era para la justicia social.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-07-02 01:51:00

JRA
Las instituciones y los riesgos de la elección
La jornada electoral representará un severo reto a las autoridades de seguridad pública del país.

Mario Luis Fuentes

En seis días, México tendrá nuevamente una jornada que pondrá a prueba a las instituciones de la República. Por una parte, el IFE
tendrá tres retos de gran magnitud. El primero consistirá en instalar todas las casillas en todo el territorio nacional lo cual, de
verificarse, marcará el inicio de una jornada con certidumbre.

El segundo de los retos se presentará al momento de reportar el cierre de las casillas, ante lo cual lo deseable será un reporte sin
novedades o al menos sin incidentes mayores; de ambos procesos, el de apertura y cierre, dependerá en buena medida la
confiabilidad de la elección.

El tercer momento clave es la puesta en marcha y la operación del Programa Preliminar de Resultados Electorales (PREP), en cuyo
adecuado funcionamiento se centrará la mayoría de las miradas, en función de que el IFE ha prometido dar información, a partir de
hora temprana, de los resultados del Conteo Rápido, el cual, si se tiene un margen importante de confianza, confirmará la tendencia
de triunfo de alguno de los candidatos.

Por otro lado, la jornada electoral representará un severo reto a las autoridades de seguridad pública del país y, por supuesto, para
el Ejército Mexicano y la Marina-Armada de México. La cuestión es de la mayor relevancia porque el crimen organizado podría
intentar generar un clima de inseguridad que le restara legitimidad a la elección.

Desde esta perspectiva, las fuerzas del orden deberán garantizar, no sólo la paz y la estabilidad de la jornada, sino además deberán
vigilar y proteger todas las instalaciones estratégicas del país (presas, plantas generadoras de energía, refinerías, etcétera), a fin de
evitar que grupos delincuenciales puedan atentar contra ellas para empañar la elección.

Las otras instituciones que serán puestas a prueba son la Presidencia de la República y los gobiernos de las entidades y los
municipios, en particular de aquellas en las cuales se renovará la titularidad del Ejecutivo. En efecto, de ellos se espera, no sólo que
tengan las capacidades para promover una jornada democrática en orden, sino sobre todo imparcial y en la que el uso de los
recursos públicos no sea más que un vago recuerdo de nuestro pasado electoral.

A partir del domingo, la Fepade y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación tendrán la responsabilidad de recibir y
procesar, en los tiempos que marca la ley, todas las controversias, quejas, impugnaciones y recursos que interpongan ciudadanas y
ciudadanos interesados y garantizar en todo momento imparcialidad y plena garantía de la vigencia del Estado de derecho.

Todas estas cuestiones tienen que ver con las capacidades que en nuestro país se han generado en los últimos años y que van
desde la formación de personal experto y de equipos operativos hasta la infraestructura física y tecnológica requerida
para eficientar los procesos y mejorar la transparencia.

Por todo lo anterior, si algo se juega el próximo domingo, 1 de julio, será no sólo la legitimidad de los órganos electorales —que ya
es de por sí demasiado— sino sobre todo la fortaleza y madurez de nuestro sistema institucional; lo deseable es que así ocurra y
que tengamos una jornada que dé pie a una nueva lógica de diálogo y actuación democrática, en aras del bienestar de toda la
población.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-06-25 01:37:00

JRA
La desigualdad: el tema ausente
Estará por verse si quien gane tendrá la altura de miras para optar por la reconstrucción del Estado social.

Mario Luis Fuentes

La polarización y en los casos extremos, la segregación social, son síntomas inequívocos de que el modelo y curso de desarrollo
que se han elegido para el país se asemejan peligrosamente a una “marcha de los locos”, en la que los dirigentes caminan y nos
conducen, con una inexplicable euforia, al desfiladero del crecimiento nulo y la pauperización de las masas.

No es exagerado decir que las últimas dos administraciones constituyen uno de los periodos de mayor desperdicio de tiempo en
nuestra historia reciente, pues al parecer asumieron que el dictamen ciudadano de las urnas significaba una patente de corso para
mantener y agudizar las contradicciones económicas y sociales que nos aquejan.

Desde esta perspectiva, la lección histórica que deberá asumir quien resulte vencedor el próximo primero de julio, consiste en
asumir que no hay plazos eternos y que la ciudadanía, en particular los jóvenes, no están dispuestos a esperar más para que el
cambio económico y social se vean reflejados en sus condiciones inmediatas de bienestar.

Siendo las cosas así, sorprende que, a lo largo de la campaña que está a punto de concluir, el tema de la desigualdad no haya sido
abordado como el principal eje de articulación de las propuestas; menos aún se ha planteado con suficiencia el propósito de
reconstruir un Estado de bienestar, capaz de garantizar efectivamente y para todos, los derechos de la justicia social.

Quien resulte vencedor el primero de julio no podrá obviar que el reclamo de las y los jóvenes en las calles no sólo tiene como
trasfondo los déficits de la democracia, sino las inaceptables diferencias que se han establecido a manera de destino condenatorio a
vivir con lo mínimo indispensable.

En medio de este contexto, la lucha de los poderes fácticos por apoderarse cada vez de más, así como la amenaza del crimen
organizado a las instituciones de la República, siguen su curso con un nivel de éxito que debería provocar una reacción definitiva de
la clase política, con el fin de reconstruir al Estado desde la autoridad legítima del propio Estado.

No podemos caer una vez más en la trampa de creer que la cuestión más relevante consiste exclusivamente en reducir la pobreza.
Fernando Cortés ha demostrado que se puede lograr tal meta sin reducir la desigualdad y, por el contrario, que reducir la
desigualdad siempre ha permitido disminuir, en mayor medida y con mayor rapidez, los niveles de pobreza.

El reto implica una inmensa complejidad: se trata de crecer con y para la equidad; pero para ello se requiere un diálogo político
sereno, inteligente y verdaderamente democrático a fin de convencer, a quienes todavía piensan diferente, que la lógica de un
mercado sin un Estado fuerte nos puede hundir en una larga noche de pesadillas sociales inenarrables.

Los últimos 30 años nos muestran que el rechazo que hay desde el poder para abatir la desigualdad tiene como origen el hecho de
que lograrlo implica afectar intereses de los poderes fácticos y con ello alterar las relaciones de poder vigente; a cambio de ello, sin
embargo, la política recobraría la legitimidad del poder popular.

Estará por verse si quien gane tendrá la altura de miras para optar por la reconstrucción del Estado social y no por la vigencia de las
estructuras de desigualdad impuestas hasta hoy.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-06-18 01:33:00

JRA
La transición que viene
Hay altas probabilidades de que quien gane la Presidencia no sea el partido del gobierno.

Mario Luis Fuentes

En exactamente 21 días deberá iniciarse en nuestro país un nuevo proceso de transición del gobierno. En efecto, el 2 de julio, quien
haya sido la o el triunfador en la elección deberá enviar a la ciudadanía un claro mensaje de responsabilidad y convocar a un
diálogo nacional para la reconciliación y la unidad.

Simultáneamente entraremos a una extraña “zona gris” en la que si bien las decisiones siguen siendo responsabilidad ineludible
para el actual titular del Ejecutivo, la existencia de un presidente electo le da un giro fundamental a la lógica de los acuerdos
políticos que pueden construirse.

No es asunto menor que también habrá un nuevo “Congreso electo”, por lo que las y los representantes populares que resulten
elegidos tendrán también, en el nuevo rejuego democrático de nuestro país, que abonar inmediatamente a una renovada lógica de
entendimiento porque su toma de posesión, a diferencia del presidente, será el primero de septiembre.

Dado que hay altas probabilidades de que quien gane la Presidencia no sea el partido del gobierno, existe una preocupación
genuina en muchos sectores en torno a la actitud que tendrá el Ejecutivo si este escenario se concreta. Lo deseable, sin duda
alguna, es que la Presidencia asuma una actitud de incuestionable responsabilidad, e incluso de generosidad, para informar
puntualmente al equipo de quien triunfe en la elección, sobre el estado de la administración pública, pero sobre todo, de los
pendientes que recibirán una vez que se concrete la entrega del gobierno.

En el año 2000 el gobierno federal integró de inmediato un equipo de transición y dio certidumbre de respeto y reconocimiento, no
sólo al triunfo electoral, sino ante las dudas que existían sobre los mecanismos para llevar a cabo un proceso que evitara el
desorden y la incertidumbre institucional.

Esta es la tercera elección, en nuestra historia reciente, que podemos concebir como verdaderamente de competencia abierta. En
ese sentido, a estas alturas debería haber, como producto de una convicción democrática, mensajes claros de la Presidencia de la
República en torno a cómo está pensando llevar a cabo la entrega del gobierno, independientemente de quien resulte ganador.

De otro lado, quien obtenga la mayoría de los votos no tendrá tiempo que perder. Las urgencias nacionales son de tal magnitud que
exigen una intensa dinámica de trabajo con el fin integrar un sólido equipo que llegue al 1 de diciembre con claridad de visión y
unidad de propósito desde el primer día de la nueva administración.

Desde esa lógica, lo deseable será que quienes sean designados para dirigir los equipos de recepción inicien de inmediato
diagnósticos precisos sobre qué es lo que debe continuar y qué es lo que será necesario transformar tanto de inmediato como en el
mediano plazo a fin de consolidar la visión de la gestión 2012-2018.

La mayor prueba democrática que tendrá en ese sentido el presidente Calderón no se encuentra, como dicen algunos, en reconocer
o no el triunfo en caso de que gane la oposición. En eso no hay margen, la Constitución lo obliga. En realidad, la prueba más difícil
para las últimas 20 semanas de su mandato será la de cumplir con la responsabilidad de asumir una vocación republicana y
construir un proceso de transición para la certidumbre de la cosa pública en el país.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-06-11 01:45:00

JRA
La política que falta
Estamos atestiguando simultáneamente la otra cara de las movilizaciones.

Mario Luis Fuentes*

El pasado sábado se llevó a cabo una más de las múltiples manifestaciones masivas que se están sucediendo, semana tras
semana, en las calles del país, y en particular en la Ciudad de México.

La marcha del orgullo y dignidad lésbico-gay permitió que más de 30 mil personas —como se ha hecho en los últimos años—
expresaran, ya no sólo la exigencia de respeto a su derecho a la libre decisión y preferencia sexual, sino que incorporaron a sus
demandas la de incluir educación sexual de calidad y con información para la tolerancia y la no discriminación, en todas las
escuelas de del país.

El movimiento #YoSoy132, como se le denomina de manera generalizada a las recientes manifestaciones pacíficas de las y los
estudiantes universitarios, ha ido cobrando mayor capacidad de convocatoria y se ha convertido en una muy importante caja de
resonancia del malestar de millones de jóvenes sin oportunidades de educación ni empleo.

La semana pasada atestiguamos las reuniones que tuvo el movimiento encabezado por Javier Sicilia con los tres candidatos y la
candidata a la Presidencia de la República, dejando en claro, una vez más, que las y los políticos no alcanzan todavía a comprender
la dimensión del dolor, frustración, enojo y desesperación que recorre al país. Las miles de víctimas que han encontrado en Sicilia
una vía para exigir compasión y consuelo, siguen siendo soslayadas y de manera preocupante, las respuestas no pasan de ser las
mismas que hemos escuchado en los últimos años.

Estamos atestiguando simultáneamente la otra cara de las movilizaciones que, como en el caso de la CNTE, recurren al chantaje y
la violencia para acorralar a débiles autoridades que no son capaces de poner límite a prebendas y excesos, que nada tienen que
ver con los derechos laborales exigibles con base en la Constitución y la ley.

Frente a lo anterior, lo evidente es que una nueva generación, impulsada por las nuevas condiciones democráticas que comenzaron
a cristalizar a partir de 1997, ha desbordado a la mentalidad y las prácticas de una clase política que no se ha renovado con la
misma dinámica y profundidad.

Es un hecho que las respuestas que deben construirse no van a poder surgir de los mecanismos con que se ha hecho política en
los últimos años. Una nueva lógica de debate y exigencia ciudadana está surgiendo, por lo que lo exigible es que las y los políticos
profesionales tengan la capacidad de procesar —y rápidamente— los nuevos signos y códigos que la sociedad les está enviando.

Hasta hoy, nuestra democracia ha funcionado a través de convocatorias de los políticos para reunir a las personas a que escuchen
sus planteamientos y propuestas. Hoy la cuestión se ha invertido, y positivamente, porque la exigencia es que los políticos escuchen
a grupos organizados que están hartos de la corrupción, la pobreza y la desigualdad.

Hoy son más que necesarias la imaginación y la prudencia, dos de las mayores virtudes que puede tener quien se dedica a la
política, porque de éstas va a depender que México pueda aprovechar un importante momento que nos puede dar el impulso para
transitar hacia un Estado democrático de bienestar. La otra opción es mejor desecharla, porque de no transformarnos para bien,
millones de mexicanos continuarán transitando, tristemente, por el sendero de las víctimas.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-06-04 00:40:00

JRA
Un malestar expansivo
Será un error muy grave asumir que los jóvenes piden simplemente ser escuchados.

Mario Luis Fuentes*

Amplios sectores de la población mexicana se sienten profundamente agraviados por las condiciones de desigualdad y pobreza que
prevalecen en el país. En particular, miles de jóvenes universitarios han decidido manifestarse en las calles para demandar acceso
a oportunidades, más democracia y una mayor apertura de los medios de comunicación, en particular de la radio y la televisión.

Como resabio del México autoritario, hubo de inmediato voces que se adelantaron a explicar estas manifestaciones con el
argumento más reduccionista, y por lo tanto más peligroso: se trata de jóvenes manipulados que están siendo utilizados con el
propósito de “enrarecer” el ambiente electoral.

Por el contrario, quizás el elemento más interesante de este proceso electoral, sea precisamente la movilización de miles de
universitarias y universitarios que, independientemente de provenir de escuelas públicas o privadas, han logrado acercarse y
convocarse mutuamente para hacer patente su descontento y crítica al estado de cosas imperante.

Frente a esta severa crítica nuestra democracia enfrenta el reto de lograr que la protesta se vuelva expansiva; que el malestar
expresado en la voz de las y los universitarios logre permear en todos los intersticios de la vida social y, con ello, provocar que las y
los políticos no puedan ser omisos.

Será un error muy grave asumir que los jóvenes piden simplemente ser escuchados; peor aún, que se van a contentar con
discursos que apelan a la comprensión y a la defensa de la libertad, pues lo que parece estar hoy en las calles es la inequívoca
exigencia para contar con oportunidades de vida digna.

Si algo debemos comprender es que la protesta estudiantil va mucho más allá de las demandas que les atañen directamente; las
mantas, los cartelones y los mensajes que portaban en mano son muy claros: es necesario transformar el curso del desarrollo para
abatir las desigualdades y combatir la pobreza.

Todavía no sabemos hasta dónde van a llegar estas movilizaciones; lo que sí es un hecho es que la efervescencia seguirá al menos
hasta el día de la jornada electoral y que, de tomar una forma y estructura más organizada, este movimiento puede ser determinante
de muchas de las decisiones que deberá tomar quien gane la Presidencia de la República.

Lo que es más, ante tal nivel de crítica, el conjunto de las instituciones del país, es decir, no tiene otra alternativa sino la de
transformarse y con ello intentar transformar a México o, por el contrario, correr el riesgo de que la protesta social, hasta ahora
pacífica, pueda salirse de control.

En efecto, ante estas movilizaciones, nadie puede asumirse como no aludido; por ello es sorprendente que el jefe del Ejecutivo
sostenga que la crítica no está dirigida a él, cuando a todas luces el malestar expresado por las y los jóvenes en las calles debería
tomarse como un severo rechazo a todo el Estado mexicano.

Requerimos la consolidación de un régimen democrático capaz de procesar la crítica y el descontento; no en el sentido de la


asimilación o cooptación, sino en el de ser capaces de construir puentes de diálogo para resolver de manera consensuada y
pacífica nuestras diferencias.

Por lo pronto, lo que es urgente es lograr que la manifestación pacífica y pública del descontento se vuelva expansiva y con ella
buscar una transformación hacia un país próspero e incluyente de todos.

Director del CEIDAS, A. C. 2012-05-28 03:53:00

JRA
Defender la disidencia
Si la sociedad mexicana está polarizada y dividida es debido a las profundas brechas de desigualdad.

Mario Luis Fuentes*

Se ha dicho en distintos espacios que las campañas políticas dividen y polarizan a la población. Creo que hay un error de matiz en
esa idea y se encuentra en el hecho de que, en todo caso, la sociedad ya está polarizada y las campañas políticas lo que hacen es
exacerbar o canalizar los argumentos de crítica ante el malestar social.

Si la sociedad mexicana está polarizada y dividida es debido a las profundas brechas de desigualdad que existen en todo el
territorio nacional, además, desde luego, de las condiciones de pobreza, violencia e inseguridad que sitúan todos los días a miles de
personas y familias al límite de la existencia.

En este contexto es de llamar poderosamente la atención que en nuestra democracia están surgiendo nuevos espacios de crítica y
expresión del descontento, que se añaden a los tradicionales, tales como las marchas en las calles y los paros en escuelas y
centros de trabajo.

Las redes sociales como una expresión de lo que podría considerarse una nueva dimensión del espacio público en el siglo XXI nos
están dando una muestra muy interesante de lo que los sectores que tienen acceso a estas tecnologías —fundamentalmente clases
medias y aquellos con mayor escolaridad— tienen que decir respecto al malestar que existe frente a la política y los políticos.

Quizá lo más interesante del fenómeno de las redes es que permite ampliar la capacidad de convocatoria para dar cauce al
descontento; es decir, si tradicionalmente la movilización social dependía de grupos organizados, sindicatos o partidos políticos, hoy
esta limitación se está diluyendo ante la enorme capacidad de interconexión y comunicación en tiempo real.

En los dos últimos años hemos visto en numerosas ciudades del país manifestaciones ciudadanas a favor de la paz, y para
protestar en contra de personajes políticos, que en una buena medida han sido convocadas a través de las redes sociales, teniendo
un éxito mayúsculo. En esa lógica, el reto no está como quieren algunos, en regular a la red, sino en garantizar que la mayoría de la
población tenga acceso a ella.

En una democracia el disenso es fundamental; y hoy que las y los jóvenes están saliendo a las calles a manifestar su indignación, lo
que debemos preguntarnos es cómo canalizar esta enorme energía social; cómo darle sentido a la propuesta y cómo generar
nuevas condiciones de equidad y bienestar para todas y todos.

Ahora que voces autoritarias se asoman y se expresan por doquier, es más que nunca necesario comprender que la democracia sin
crítica, capacidad de manifestación y disenso estará siempre incompleta y, peor aún, no podrá consolidarse como un régimen
basado en una libertad sin cortapisas ni restricciones.

Desde mi perspectiva, lo único peligroso cuando la ciudadanía se manifiesta pacíficamente, por el motivo que sea, es la existencia
de una autoridad incapaz de garantizar la libre manifestación, reunión y expresión de las ideas o, peor aún, gente en el poder con
vocación de control.

Nuestra democracia está a prueba y lo deseable es que en todos los espacios de la política se tenga la inteligencia y la capacidad
suficientes para garantizar que los canales para el diálogo y el acuerdo estarán siempre abiertos, porque lo que está en juego es
nada menos que la libertad y la posibilidad de reconciliarnos como nación.

*Director del CEIDAS, A. C.

JRA
Inmensos ríos de violencia
Mi propuesta es que en el siglo XXI la política social debe incluir el abatimiento de la desigualdad, así como
replantear prioridades.

Mario Luis Fuentes*

En el año 2010 murieron asesinados en el país 442 niñas y niños menores de 14 años. De ellos, 60 tenían menos de un año, lo cual
da un promedio de un caso cada seis días; 123 más tenían entre uno y cuatro años, esto implica un caso cada tres días; 65 más
tenían entre cinco y nueve años al momento de ser asesinados, lo cual implica, otra vez, un caso cada seis días; mientras que 194
tenían entre diez y 14 años de edad, es decir, un homicidio cada dos días.

El cuadro anterior, horripilante a más no poder, se complementa con el dato relativo a los dos mil 234 homicidios de adolescentes
que al momento de ser asesinados tenían entre 15 y 19 años de edad, de los cuales mil 941 eran hombres y 292 eran mujeres. Esta
cifra implica un promedio de seis homicidios al día de jóvenes que estrictamente fallecen de manera prematura y violenta.

Adicionalmente en México murieron entre 2006 y 2010 un total de 148 mil 714 niñas y niños antes de cumplir su primer año de vida,
esto es, un promedio de 29 mil 742 al año o bien, un aproximado de 81 decesos diarios de menores de un año, de quienes en la
mayoría, la causa del deceso era en más del 50% de los casos, evitable.

En el año 2010 fallecieron en México un total de mil 78 mujeres durante el parto o a consecuencia del mismo; de ellas, 137 tenían
menos de 19 años, es decir, 12% del total, que fallecieron siendo aún niñas o adolescentes.

Igualmente en el año 2010, el INEGI reporta 768 muertes accidentales de menores de un año de edad; es decir, un promedio de
dos decesos al día; hubo también mil 298 casos de niñas y niños entre uno y cuatro años de edad; 773 decesos a causa de
accidentes en niñas y niños de cinco a nueve años; 977 casos en niñas y niños de diez a 14 años de edad, y la impresionante cifra
de tres mil 38 decesos accidentales en jóvenes de 15 a 19 años. En promedio, en 2010 murieron por accidentes 19 niñas, niños y
adolescentes al día.

En el mismo año señalado, el INEGI da cuenta de un suicidio cada dos días entre niñas y niños de diez a 14 años de edad; mientras
que entre la población de 15 a 19, en 2010 se presentaron 685 casos, es decir, un promedio de dos suicidios al día.

Todos estos datos apuntan a uno de los fenómenos de mayor complejidad, tanto para la comprensión científica y filosófica, como
para el diseño de marcos institucionales y políticas públicas que permitan evitar que las personas mueran de manera prematura por
causas prevenibles y más aún, evitables.

En México, la política social se planteó como gran objetivo combatir y reducir la pobreza; mi propuesta es que en el siglo XXI la
política social debe incluir el abatimiento de la desigualdad así como replantear prioridades; desde mi perspectiva, una nueva
política social debe partir del diagnóstico sobre la mortalidad en el país, pues ésta ha dejado de ser sólo una cuestión de salud
pública; en ella se sintetizan nuestras más grandes contradicciones y dilemas, así como las peores expresiones de los inmensos
ríos de violencia que han inundado el paisaje social de nuestros días.

2012-05-14 02:40:00

JRA
El 5 de mayo y el Estado laico
Mario Luis Fuentes*

Dedicado a la memoria de mi padre,


el general Raúl Fuentes Aguilar.

Apesar de que el movimiento de Independencia Nacional concluyó en 1821, el Estado mexicano no se consolidó sino hasta 1857,
año en que se llevó a cabo la gran Reforma Liberal y la cual tiene un significado especialísimo en la historia patria, no sólo por la
nacionalización de los bienes eclesiásticos, sino por la clara definición que se estableció de un Estado plenamente laico.

En ese sentido, la conmemoración de la Batalla del 5 de Mayo que se llevó a cabo el pasado sábado, debe recordarnos no sólo el
heroísmo y el talento del general Ignacio Zaragoza y de los zacapoaxtlas, sino también la vocación republicana que inspiró la
resistencia del entonces presidente Juárez y la llamada Generación del 57.

En ese sentido, hay un enorme despropósito del gobierno federal, al haber promovido la construcción de obras faraónicas, como la
Estela de Luz, la cual va en contra de la vida austera promovida por el presidente Juárez; así como la torpeza de haber retirado la
efigie del general Zaragoza de los billetes de 500 pesos.

Debe decirse que el gobierno nacional dilapidó tres momentos históricos que bien hubieran permitido convocar a la refundación del
pacto social; así, el conjunto de celebraciones con respecto al Bicentenario de la Independencia; el Centenario de la Revolución y
los 150 años de la Batalla de Puebla, no han pasado de ser una teatralidad que nos oculta lo que realmente debería importar: la
defensa del orden constitucional y un sólido compromiso con las instituciones de la República.

Desde esta perspectiva debe insistirse en la necesidad de una revaloración de nuestra historia, con el firme propósito de invocar a la
potencia vital e inspiración que pueden darnos el carácter extraordinario y el sentido de patria de hombres y mujeres extraordinarios.

Por ello, reducir la celebración de la Batalla de Puebla a una recreación hollywoodense de la historia constituye un grave error
porque nos quita la oportunidad de construir procesos de diálogo que, en la rememoración de un evento fundador de la nación
mexicana, permitirían proyectarnos hacia un futuro con mayor equidad y justicia, en particular para los más pobres y vulnerables.

Hoy que una vez más se perciben intentos de una restauración de privilegios a favor de la Iglesia católica; ahora que hay una
militarización efectiva de nuestras calles y, en un contexto de constante amenaza a las instituciones por el crimen organizado —el
cual hoy más que nunca tiene un carácter transnacional—, deberíamos retomar las lecciones históricas y el ejemplo de quienes, en
medio de la adversidad, lograron cohesionarse y triunfar sobre los enemigos de México.

La Generación del 57 luchó por construir un Estado de derecho basado en la Constitución y en la construcción de instituciones que
hasta hoy persisten; entre otras: la dirección de la beneficencia pública como expresión de la primera política social; el Registro Civil
como sinónimo de comprensión de la relevancia de la demografía en la planeación del desarrollo, y el juicio de amparo como
mecanismo protector de los derechos humanos.

Aprender de la historia no es fácil; a pesar de ello, buscar en la memoria es fundamental porque sólo desde el recuerdo sereno de lo
que hemos sido a lo largo del tiempo podremos mejorar el presente y construir desde ahora un futuro digno para todos.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-05-07 01:57:00

JRA
Día del Niño: un recuento
Caer en la celebración simplista y en las frases de lo considerado como políticamente correcto en el tema, nos
llevará siempre al ocultamiento de las carencias estructurales que se mantienen en México.

Mario Luis Fuentes*

Hoy se celebra en nuestro país el Día del Niño. Sin duda, se trata de un día festivo por lo que implica la vitalidad y alegría de las
niñas y los niños. Sin embargo, caer en la celebración simplista y en las frases de lo considerado como políticamente correcto en el
tema, nos llevará siempre al ocultamiento de las carencias estructurales que se mantienen en México.

Frente a lo anterior, es importante llevar a cabo un recuento de los rezagos pendientes de ser atendidos, a fin de tener claridad de
todo lo que nos falta por hacer en la materia.

En lo relativo a la supervivencia de las niñas y los niños, es importante decir que mantenemos indicadores propios de un país pobre.
La tasa de mortalidad infantil, un indicador síntesis de las condiciones en que vive la infancia en México, es de 13.7 decesos por
cada mil nacidos vivos, un indicador que no es congruente con el grado de riqueza e infraestructura existentes en el país.

El avance en la tasa de mortalidad por deficiencias nutricionales es demasiado lento: mientras que en el año 2006 era de 7.8
muertes por cada 100 mil menores de cinco años; al finalizar la administración se encuentra en un estimado de 5.4. Por su lado, la
tasa de mortalidad por enfermedades respiratorias sigue siendo muy alta: 18 fallecimientos por cada 100 mil menores de cinco
años.

Vinculada a la mortalidad infantil se encuentra también la razón de mortalidad materna, la cual es una de las más altas en la región:
50 decesos por cada 100 mil nacidos vivos, indicador que debe alertarnos de los enormes déficits que mantenemos en lo que
respecta al cumplimiento de los derechos las mujeres y de sus hijos.

Por otro lado, Coneval nos advierte que la pobreza es mucho mayor entre los menores de 18 años que entre la población mayor de
edad: 53.8% frente a 42% en 2010, respectivamente. En esa lógica es importante denunciar que 5.1 millones de niñas, niños y
adolescentes vivían en condiciones de hambre en ese mismo año.

Para finalizar el cuadro, basta señalar la inmensa violencia física que se ejerce en contra de la niñez; sólo entre 2005 y 2009 se
registraron en México más de cinco mil homicidios en contra de niñas, niños y adolescentes, lo cual evidencia que seguimos siendo
un lugar inapropiado para la niñez.

La enorme complejidad que implica la agenda de la infancia obliga a una reflexión mayor en torno a si el marco jurídico con que
contamos y, más aún, si el marco institucional para la atención de la niñez cuenta con las capacidades para dar cumplimiento al
principio del interés superior de la niñez.

Queda claro que ni el DIF ni la Sedesol u otras instancias responsables del cumplimiento de los derechos de los niños tienen a la
fecha los instrumentos y recursos requeridos para tal encomienda, por lo que es tiempo de pensar en una nueva institucionalidad
capaz de garantizar universal, integral y simultáneamente todos los derechos para todas las niñas y los niños de México.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-04-30 01:37:00

JRA
La ruptura
En México tenemos, tanto a nivel federal como local, verdaderos reyezuelos que hacen del servicio público el
espacio propicio para el enriquecimiento personal y la transa.

Mario Luis Fuentes*

México atraviesa por una etapa muy difícil: casi 14 millones de personas trabajan en la informalidad; hay más de 2.3 millones de
desocupados y más de 6.5 millones de trabajadores perciben ingresos mensuales por debajo del salario mínimo. A ello, debe
agregarse la dura realidad del trabajo infantil, situación en la que se encuentran más de tres millones de niñas, niños y
adolescentes, mientras que prácticamente 60% de la planta laboral no tiene acceso a las prestaciones de ley.

Cuando se discute sobre estos temas se hace énfasis en las causas estructurales relativas al ciclo económico; se habla de la
necesidad de avanzar hacia reformas estructurales y hacia la redefinición del marco institucional que es responsable de diseñar y
operar las políticas sociales; empero, quizás haga falta voltear la mirada y enfocarla en las cualidades y capacidades personales de
quienes toman las decisiones del Estado.

El ejemplo más preclaro de lo que esto significa se encuentra en este momento en la figura del rey de España quien, en medio de
una de las mayores crisis de desempleo que se vive en su país, se da el lujo de ir a un safari y de continuar con lo que la prensa
llama “su afición a la caza”.

Se olvida muy rápido que una de las más importantes causas que detonaron las revueltas de lo que ya se denomina como “la
primavera árabe” fue el exceso y la opulencia de los gobernantes, la cual podía darse a costa de la pauperización y la segregación
de las mayorías.

En México tenemos, tanto a nivel federal como local, verdaderos reyezuelos que hacen del servicio público el espacio propicio para
el enriquecimiento personal y la transa, mismas que se ven reflejadas en prácticas faraónicas que se traducen en compra de
vehículos de lujo, ropa de alto costo, joyas y otros accesorios que, por su precio, resultan ofensivos ante la desesperanza de la
pobreza que se vive en todo el país.

Llama poderosamente la atención que, a pesar de los cuantiosos recursos que se destinan al desarrollo a través de entidades y
municipios, se mantienen oprobiosos niveles de marginación y rezago social. Por ejemplo, sólo en el año 2012, el Presupuesto de
Egresos de la Federación consideró la cantidad de 482,155,473,745.00 de pesos para el Ramo 33.

¿A dónde fue a dar este dinero?; ¿de verdad esta cantidad no alcanza para hacer mucho más y potenciar los efectos de las
políticas y de los programas públicos?

Desde mi perspectiva, lo que está ocurriendo es que hay una profunda y arraigada corrupción que se concreta de dos maneras: el
desvío de recursos, pero también en la incapacidad e incompetencia en el ejercicio del gobierno y la operación de las políticas
públicas.

Por lo anterior, hoy más que nunca es exigible a todas y todos los que participan de la política y el poder público, actuar con base en
una actitud verdaderamente republicana; hacer de la austeridad una práctica cotidiana y retomar a la honestidad y a la capacidad de
gobierno como prácticas de civilidad que le den viabilidad y sentido a nuestra frágil democracia.

El admirado doctor Jesús Kumate me decía hace un año: la corrupción es el mal mayor de nuestro país; el diagnóstico es duro, pero
de no asumirlo, corremos el riesgo de estar invocando, con nefastas consecuencias para el Estado, una profunda y quizá
irreversible ruptura.

*Director del CEIDAS, A. C. 2012-04-23 02:00:00

JRA
Los niños incómodos y el mundo interior
del capital
Mario Luis Fuentes*

Abril ha sido considerado en las últimas décadas como “el mes del niño”. En este
contexto, apareció la semana pasada en redes sociales el video Los niños
incómodos, en el cual se representan las condiciones de inseguridad y corrupción
imperantes en el país; para lograrlo se utiliza la actuación de niñas y niños.

La aparición de este video ha generado un intenso debate sobre si es o no


legítimo utilizar a niñas y niños para representar los abominables vicios que
existen en el país.

Lo interesante es que la cuestión de fondo pasó de largo para la gran mayoría; y


ésta es la relativa a por qué, en medio del proceso electoral federal, una de las
empresas con mayores recursos e intereses en el país, como lo es Grupo Nacional
Provincial (GNP), convoca a otros grandes empresarios para financiar y difundir
un video que busca sembrar la sensación de caos y que todo está definitivamente
mal.

Nadie podría creer, así nada más, que el único interés de GNP es “promover la
conciencia” sobre las reprobables condiciones que persisten en México; así,
frente al efectismo del video las preguntas deben versar sobre para qué montar
una campaña con esta magnitud y recursos; es decir, ¿cuáles son los intereses que
están en juego y para qué invocar una vez más a la crítica total a la política?

Sloterdijk nos advierte: “La filosofía europea moderna guardó un silencio casi
por doquier contumaz sobre el acontecimiento capital de su tiempo: la toma del
mundo por las potencias mercantiles e imperiales y la desinhibición de los
actores en la pura acción de ataque”.

El video es sin duda maniqueo, porque intenta reducir la complejidad de la


realidad nacional a una lisa y llana cuestión de crítica a la política y al Estado,
como si el mercado y el mundo de los privados fuesen una panacea de pureza y
buenos propósitos.

JRA
Por ello, lo peligroso de esta ofensiva del mundo empresarial se encuentra en el
encubrimiento de que tanto el mundo de lo privado como el de la política son
corresponsables de la debacle mundial que hoy nos amenaza a todos, con el
mensaje aparente de que lo esperable es una figura providencial, aliada a sus
intereses, capaz de restituir el orden y el progreso en el país.

Desde mi perspectiva, por supuesto que el uso de niñas y niños en este video es
reprobable, pero no por los papeles y roles que se les asignan en la filmación,
sino por el interés de promover su visión de un país que estará en paz sólo hasta
que termine de imponerse el reinado de la empresa sobre la cosa pública.

Dice el autor de La crítica de la razón cínica: “El archivo euroamericano guarda


toda una enciclopedia del saber ofensivo… Innecesario decir que desde la
perspectiva actual se trata de un archivo infame…”

Lejos de lo que se denominó en el siglo pasado como “la teoría de la


conspiración mundial”, hoy contamos con evidencia suficiente sobre la
depredación económica y ecológica sin freno impuesta por los impulsores de la
“guerra de los codiciosos”. Por ello, en lo que deberíamos sondar detrás del video
de los niños incómodos es, parafraseando el título Sloterdijk, en el mundo
interior del capital.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-04-16 01:31:00

JRA
Construir un nuevo gobierno
Las mayores fracturas nacionales están en la infinita corrupción; en la crisis de
vocación y sentido de patria

Mario Luis Fuentes*

Tengo la convicción de que existe un profundo malentendido respecto de lo que significa la alternancia en la elección de
gobernantes y representantes populares. En nuestro país al menos, a partir de la alternancia en el año 2000, quien resulta triunfador
en las elecciones asume que cuenta con la legitimidad suficiente para imponer su visión y propuesta de gobierno.

En efecto, Vicente Fox propuso literalmente construir un gobierno “de empresarios, con empresarios y para empresarios”; postura
de suyo excluyente porque México es mucho más que su clase empresarial y mucho más que cualquier grupo o segmento
socioeconómico o poblacional.

De igual manera, a nivel estatal y municipal, quien logra el triunfo electoral, asume también que el voto es sinónimo de ratificación
de una propuesta, y no una muestra de rechazo al sectarismo y a la formación de gabinetes de “los amigos”.

Frente a lo anterior es preciso alertar que nuevamente se está intentando reducir la discusión en torno a qué tanto margen de
maniobra tendrá el ganador de las elecciones del 1º de julio. Es decir, se asume que si el vencedor obtiene una ventaja inferior a
dos puntos porcentuales, se verá obligado a negociar con quien quede en la oposición, mientras que si obtiene cinco puntos o más,
entonces contará con la capacidad para, una vez más, articular su equipo en función de los compromisos adquiridos.

Desde mi perspectiva, la candidata y candidatos a la Presidencia de la República, pero también a gobernadores en las seis
entidades en que habrá cambio en las gubernaturas, tienen el reto ético de —independientemente del margen de triunfo que
obtengan—, construir una nueva generación de consensos para responder a los retos del país y no para imponer su visión particular
del gobierno y la administración.

Ante la crisis de representatividad de los partidos políticos, el mayor reto se encuentra en construir verdaderos gobiernos para la
transición hacia un sólido Estado de bienestar; y eso no se logrará sino con las mejores mujeres y hombres, entendiendo por ellos a
quienes tienen, sí la capacidad técnica para la administración de la cosa pública, pero sobre todo, la autoridad moral y la probidad
intelectual para impulsar las reformas que le urgen al país.

Se ha dicho hasta ahora que se están aplicando “recetas equivocadas” para resolver los problemas nacionales; sin embargo, es
hora de asumir que no sólo se están tomando medidas erróneas, sino que el propio diagnóstico se ha construido de manera
equívoca.

Se asume que la economía no crece lo suficiente ni genera empleos ni cuenta con un adecuado sistema de bienestar, porque no se
han llevado a cabo las reformas necesarias para dinamizar al mercado. Por el contrario, sostengo que las mayores fracturas
nacionales están en la infinita corrupción; en la crisis de vocación y sentido de patria; y en la ingente desigualdad económica y social
que se ha prohijado a lo largo de las últimas décadas.

Quien obtenga el triunfo en las elecciones tendrá, pues, el reto de enfrentar estos males que aquejan a México, y para ello van a
requerir equipos de trabajo con la fuerza suficiente para enfrentar los intereses creados y a los poderes fácticos; de lo contrario,
tendremos, otra vez, “más de lo mismo”, lo cual generaría funestos resultados para nuestro ya de por sí atribulado país.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-04-09 00:54:00

JRA
La prioridad es la pobreza
Asumir a la pobreza como injusticia obligaría a una profunda reforma fiscal.

Mario Luis Fuentes*

El día sábado se consignó en algunos medios que los tres candidatos y la candidata a la Presidencia de la República coinciden en
un tema fundamental para nuestro país: abatir la ingente pobreza es la mayor prioridad y debe ser el primer objetivo para la próxima
administración que se iniciará el 1 de diciembre de este 2012.

Es importante que se registre esta coincidencia entre quienes aspiran a convertirse en primer mandatario de la nación. Empero, la
cuestión que queda por dilucidar es cómo se entiende a la pobreza y, en esa lógica, cuáles serán las medidas que se tomarán para
intentar resolver el problema más añejo e irresuelto a lo largo de los últimos siglos.

Desde esta perspectiva, es importante hacer notar que hay principalmente dos visiones frente al problema. Por una parte están
quienes piensan —de hecho lo creen casi al nivel de dogma— que la pobreza es resultado de los desajustes o las fallas en el
funcionamiento del mercado. En consecuencia asumen que lo necesario es mejorar el sistema de incentivos tanto individuales como
colectivos, a fin de que se dinamice el consumo y se propicie una espiral ascendente de crecimiento.

Por otra parte, estamos quienes pensamos que la pobreza es resultado de las relaciones de poder vigentes; es decir, se trata de un
fenómeno de injusticia social y económica, por lo que asumimos que en realidad la pobreza es resultado del sistema de
desigualdades generado a través de décadas y el cual opera con base en privilegios para unos cuantos, al grado que en el año
2010 el decil de más altos ingresos percibía 27 veces más que el decil más pobre.

Traducido a propuesta de gobierno, los primeros asumen a la pobreza como un conjunto de riesgos individuales frente a los cuales
debe generarse un sistema universal de cobertura de aseguramientos personales: acceso a la salud, renta básica y cobertura y
acceso a los servicios sociales básicos.

Por el contrario, quienes creemos que la pobreza es resultado de la injusticia asumimos que en términos generales los pobres son
víctimas, y que lo fundamental entonces es reconstruir el pacto social que nos da cohesión y sentido de pertenencia a la nación, a
fin de construir gobiernos capaces de replantear las relaciones entre el Estado y el mercado y, con ello, redistribuir equitativamente
los beneficios generados por la colectividad.

El debate que viene deberá darse con honestidad y definiendo con claridad de qué lado se está. Por una parte, asumiendo que es
profundizando las reformas y ampliando la cobertura de los programas de transferencia condicionada de ingresos; o, por la otra,
promoviendo un replanteamiento de los esquemas de planeación del desarrollo, rearticulando redes sociales y promoviendo una
política social de gente trabajando con gente.

Asumir a la pobreza como injusticia obligaría también a una profunda reforma fiscal y a tener la voluntad política de afectar intereses
y replantear el sistema de organización económica y social, no con el objetivo de ampliar a las clases medias, sino para evitar que la
desigualdad siga siendo la característica que nos determina socioeconómicamente.

Estas son las definiciones que se esperan de la candidata y los candidatos a Presidente de México, porque de la posición que
asuman dependerá sustantivamente el curso de desarrollo que tendrá nuestro país en los próximos años.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-04-02 00:30:00

JRA
La importancia del Estado laico
El laicismo se ha confundido, históricamente, con el anticlericalismo.

Mario Luis Fuentes*

Hay quienes consideran al carácter laico del Estado como una de las características o componentes de la democracia;
aunque esto es así, es relevante hacer una precisión, pues más que una “parte”, en realidad la separación del Estado de
cualquier culto o autoridad eclesial es precondición de la vida democrática y más aún, puede sostenerse que es uno de sus
fundamentos.

El laicismo se ha confundido también, históricamente, con el anticlericalismo; es decir, como un ataque o una muestra de
intolerancia en contra de un credo en particular, confusión a todas luces infundada pues, por el contrario, un Estado laico y
democrático es aquel que establece las garantías necesarias para que toda persona pueda profesar y ejercer a plenitud sus
libertades de pensamiento y credo.

Para la cultura política y cívica en Latinoamérica este asunto es de la mayor relevancia histórica, pues fue precisamente un
Estado clerical el que promovió la Conquista. Desde esa lógica, se formó en nuestro continente y en particular en México lo
que Mario de la Cueva llamó un “Estado que no terminaba de ser Iglesia y una Iglesia que no terminaba de controlar a todo
el Estado”.

Al finalizar la revolución de Independencia en el siglo XIX, la Iglesia católica era dueña de más de 80% de la riqueza
nacional y a lo largo de todo ese siglo se vivieron intensas disputas para lograr la redistribución de la tierra y el capital
acumulado por esa institución y lograr la consolidación de un Estado nacional.

Aun en el siglo XX, hubo varios intentos por restaurar los privilegios estamentales a favor del clero, lo cual desató la llamada
“guerra cristera”, y cuya naturaleza fue definida por quienes la promovieron, como una “guerra santa”.

Ninguna democracia puede fortalecerse si en las instituciones se ejercen influencias ajenas al propio funcionamiento
democrático; es decir, si sobre ellas se imponen poderes de decisión para privilegiar a uno u otro grupo económico, político
o religioso.

De ahí la importancia de que, quienes ejercen cargos públicos, tengan la madurez personal y política, así como una
profunda convicción democrática, para comprender que independientemente de sus creencias personales, el Estado no
puede comprometer recursos para promover a las autoridades del credo que profesan.

Hay un riesgo real para el orden institucional cuando un jefe de Estado se pliega ante el jefe de otro Estado con base en el
reconocimiento de una autoridad ajena a la emanada de nuestra Constitución y nuestras leyes. De ahí lo cuestionable de la
actitud mostrada por Vicente Fox al haberse arrodillado ante Karol Wojtyla; y de la que actualmente ha mostrado el
Presidente de la República frente al señor Josep Ratzinger.

En su calidad de jefes de Estado, las reglas y protocolos diplomáticos indican que el trato debe darse respetuosamente
entre pares. El problema, sin embargo, se encuentra cuando una de las partes asume una posición de sumisión ante quien
es el jerarca de la Iglesia a la que pertenece.

Este es uno de esos casos en los que la forma es fondo, y en el que el jefe del Estado mexicano, sea quien sea, está
obligado a mantener firmemente los principios constitucionales respecto del Estado laico, pues es con base en éste que su
propia libertad para creer en lo que mejor le parezca encuentra su fundamento.

*Director del CEIDAS, A. C. 2012-03-26 00:27:00

JRA
La sequía y el colapso
Cuando hacen falta el agua y la comida hay severas crisis sociales que derivan en actos de violencia...

Mario Luis Fuentes*

La de Xochicalco es una de las zonas arqueológicas más imponentes de nuestro país. Su dimensión y la majestuosidad de la
arquitectura obligan a quien la visita a maravillarse por la belleza y cosmovisión que encierran. Su nombre, una palabra náhuatl que
significa, según don Miguel León Portilla, “en el lugar de la casa de las flores”, nos da cuenta de lo espléndido que debió resultar el
panorama dentro y fuera de la extraordinaria ciudad.

Se piensa que por su majestuosidad, Xochicalco era un centro ceremonial que recibía artistas de todo Mesoamérica, quienes no
sólo venían a conocer lo que ahí existía, sino a enriquecer las artes que literalmente florecían por todo el lugar. El Templo de la
Serpiente Emplumada es una de las mayores muestras de ello.

Como muchas otras ciudades antiguas, ésta —ubicada en su mayor resplandor en el primer milenio de nuestra era— fue
súbitamente destruida y abandonada. Se piensa que el final de estas portentosas construcciones se debió a un terrorífico incendio
producto de una extendida revuelta popular.

La lección que habríamos de aprender de Xochicalco es que la causa de la revuelta fue el hambre provocada por una intensa
sequía, que convirtió —a decir de los expertos— en unos pocos meses, a una zona extraordinariamente florida, en una extensa
llanura seca y sin capacidad de ofrecer a sus habitantes el agua y la comida requeridas para sobrevivir.

Independientemente de que la clase sacerdotal y militar que dominaba la ciudad no era la responsable de la sequía, fue acusada de
estar maldita por los dioses, garantía de legitimidad de su poder; los templos, pues, fueron saqueados; se cree que muchos
sacerdotes y dirigentes fueron asesinados y, al final, la ciudad quedó deshabitada. El resto es historia.

Sin asumir que hay leyes históricas inmutables, una constante es que, cuando hacen falta el agua y la comida hay severas crisis
sociales que, en la mayoría de los casos, derivan en actos de violencia individual o colectiva que pueden poner en predicamento a
civilizaciones o culturas enteras.

México atraviesa por la peor sequía que hayamos visto en al menos 70 años; su impacto afecta de manera severa a más de 30%
del territorio nacional, mientras que otro 30% está viviendo consecuencias importantes en lo que a capacidades productivas se
refiere.

Hace años Carl Sagan advertía que el cambio climático traería como consecuencia la aparición de una nueva clase de migrantes:
los “refugiados ambientales” que simplemente se verían obligados a moverse definitivamente de sus lugares de origen como
consecuencia de los devastadores efectos del calentamiento global.

Hace unos días leíamos en la prensa nacional que hay cientos de indígenas y campesinos que están huyendo de sus comunidades
debido a la falta de agua y alimentos porque en sus regiones hace más de un año que no cae una gota de lluvia.

La seguridad alimentaria no ha sido agenda de la República en los años recientes. No se implementaron las medidas necesarias
para mitigar los efectos del cambio climático y hoy las consecuencias están a la vista de todos: el hambre y la sed, las más
elementales de las carencias que puede enfrentar cualquier ser vivo, están causando estragos por todos lados; recordándonos que,
de no actuar, no estamos del todo exentos de enfrentar un colapso social de proporciones mayores.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-03-19 02:03:00

JRA
Infames
Es de reconocerse a Epigmenio Ibara su capacidad para describir las redes y estructuras del poder.

Mario Luis Fuentes*

Se proyecta actualmente por el Canal 28 de televisión abierta y 128 del sistema Sky la serie titulada Infames. La realización
a cargo de Epigmenio Ibarra, además de ser una producción de alta calidad, centra el desarrollo de la historia en una
descarnada crítica sobre cómo se manejan los hilos del poder en nuestro país.

La serie está tan bien planteada que, después de darle seguimiento, no puede sino enfrentarse la sensación de que, por el
estado de cosas imperantes en el país, al parecer efectivamente “así es” como se establecen muchos de los acuerdos y se
definen algunos de los procesos de toma de decisiones.

Para incrementar el realismo, la serie tiene como principal locación el Palacio Nacional; en ese sentido es de reconocerse a
Epigmenio su capacidad para describir las redes y estructuras del poder, con lo que la elección de en dónde y cómo situar
su serie constituye un magnífico acierto en términos de “revestir” de verosimilitud a su producción.

Aristóteles entendía a lo verosímil como una estructura que, en la tragedia y aún en las fábulas, presentaba un
ordenamiento lógico que permite establecer una adecuada relación argumental de causa-efecto. Desde esta perspectiva, lo
verosímil —y de ahí la relevancia de hacer la distinción— no necesariamente se corresponde con lo verdadero.

A pesar de ello, para Aristóteles no hay tragedia posible ni, en sentido estricto, ningún acto poético —en el significado
radical de la poiesis— sin la presencia del argumento verosímil. De ahí que, a diferencia de Platón, Aristóteles considerase
que en la política, si bien el ideal consistía en la búsqueda y despliegue de la verdad, lo verosímil jugaba un papel
determinante en la estructura retórica del discurso político.

Ante la fuerza de las imágenes, no puede evitarse la sensación de escalofrío ante la posibilidad de que la realidad puede
ser todavía peor que la ficción, con lo que también se convierte en inevitable la sensación de que estamos al borde de
perder la capacidad de proteger, y hasta de reconstruir, a las instituciones del Estado.

Las precisiones aquí son, pues, relevantes, porque ante una serie televisiva de esta naturaleza, pueden generarse dos
posibles reacciones. La primera, que ya se suscitó ante casos como las entrevistas televisadas a capos como los
apodados JJ y La Barbie, consistente en una posible identificación de algunos jóvenes con sujetos de esta clase, ante la
imagen hiperreal, como le llamaría el filósofo Baudrilare, de que son no sólo audaces, sino exitosos.

La otra reacción, la deseable, es que ante la brutal condena de la corrupción y de la descomposición institucional, la
ciudadanía asuma tal nivel de indignación que pueda generarse como consecuencia un estado de ánimo ciudadano de
rechazo ante las prácticas delincuenciales que se auspician desde el poder.

Una democracia no puede prosperar si no es con base en la confianza de la ciudadanía en instituciones que, por su nivel de
transparencia, eficacia y capacidad de resolver problemas, se constituyan en los referentes de actuación, es decir, se
conviertan en espacios ejemplares y, en esa medida, pedagógicos para los ciudadanos.

La Real Academia de la Lengua define a la voz “infame” como algo muy malo o vil en su especie. Y eso es precisamente lo
que debemos evitar, que la infamia se convierta en la pauta y rasero de la vida democrática nacional.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-03-12 01:35:00

JRA
El difícil camino a la equidad
A pesar de los discursos institucionales, el grado de incumplimiento de los derechos de las mujeres es todavía
muy alto

Mario Luis Fuentes*

El título de esta colaboración es el mismo que utilizamos en la edición de marzo de la revista México social. El propósito es, con
motivo del Día de las Mujeres a conmemorarse el próximo jueves 8 de marzo, seguir insistiendo en que a pesar de los discursos
institucionales, el grado de incumplimiento de los derechos de las mujeres es todavía muy alto, lo cual compromete severamente la
construcción de una sociedad incluyente.

Por ejemplo, en el ámbito laboral, uno de los de mayor exclusión y desigualdad en contra de la población femenina, de los 18.4
millones de mujeres en condición de ocupación, sólo 480 son contabilizadas en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (IV
trimestre de 2011), como empleadoras.

Peor aún, 1.83 millones de las mujeres que desarrollan alguna actividad productiva no reciben salario, mientras que 3.32 millones
más perciben ingresos que están por debajo del salario mínimo. Como puede verse, 28% de la población femenina ocupada percibe
menos de 60 pesos al día por el trabajo que desempeña.

A lo anterior debe agregarse que otros 4.08 millones de mujeres que trabajan perciben apenas entre 61 y 120 pesos en promedio; y
en contraste hay sólo 1.13 millones que perciben ingresos por arriba de los cinco salarios mínimos. Es decir, por cada mujer que
logra un ingreso de 300 pesos o más al día, hay ocho que como máxima aspiración enfrentan un umbral de 120 o menos.

De todas las mujeres que trabajan, 64% no recibe prestaciones de salud por las actividades que desempeñan, mientras que 5.71
millones trabajan en el sector informal.

Estos datos son importantes porque en el análisis de las cuestiones relacionadas con la inequidad y discriminación contra las
mujeres, se omite generalmente el estudio de las desigualdades que existen entre la propia población femenina. Por ejemplo, el
hecho de que mientras que en Nuevo León la esperanza de vida promedio es de 77 años, en las zonas indígenas se alcanzan
apenas 60 años.

Por otro lado, a estas formas de violencia económica inter e intragénero, se agregan las violencias físicas y sexuales. Por ejemplo,
en los diez años que van de 1999 a 2008, el INEGI cuenta con información sobre 52 mil 412 casos de violación sexual, es decir, de
los cuales se estima que en 47 mil 170 las víctimas fueron mujeres. Así, se tendría un promedio de al menos una denuncia por
violación sexual cada dos horas; esto sin contar el alto número de casos que por intimidación, miedo, estigma o discriminación no
llegan al conocimiento de la autoridad.

Estos datos muestran sólo algunas de las dimensiones de la desigualdad y exclusión en que siguen viviendo las mujeres
mexicanas, lo que a la vez evidencia la enorme necesidad de una nueva propuesta de diseño del gobierno que tenga siempre como
eje de articulación una visión integral en torno a las cuestiones de género.

México no puede seguir siendo una nación en la que nacer en un determinado territorio, y en el que ser hombre o mujer, determine
el acceso al cumplimiento de los derechos humanos y sociales. Por el contrario, hace falta una gran reforma social en la que el tema
de la desigualdad y pobreza que afectan al menos a 40 millones de mujeres, deberá ser uno de los pilares fundamentales.

*Director del CEIDAS, A. C.

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2012-03-05 01:30:00

JRA
Ya es hora de pensar la entrega
Debe entenderse que el proceso de “entrega-recepción” es una cuestión de rendición de cuentas y de
transparencia...

Mario Luis Fuentes*

Si hay una tarea difícil de llevar a cabo con inteligencia y eficacia es la entrega de una administración; en ella se juega no sólo la
posibilidad de acreditar que las metas esenciales planteadas al inicio de un gobierno se cumplieron, sino también la credibilidad de
quienes tuvieron la responsabilidad de la conducción del aparato público.

Debe entenderse que el proceso de “entrega-recepción” es una cuestión de rendición de cuentas y de transparencia en el ejercicio
del gobierno; y que en ese sentido, más allá de la integración de los llamados “libros blancos”, lo esperable es un diagnóstico serio y
realista de todo lo que hace falta llevar a cabo para consolidar los procesos estructurales de la administración pública.

Por ejemplo, en 2010 y 2011, la Administración Pública Federal reconoció que no contaba con un diagnóstico preciso de la situación
de inseguridad pública y presencia del crimen organizado en el país. Al ser una de las principales agendas —si no es que la más
relevante del actual gobierno—, la pregunta es si ese diagnóstico ya se construyó y si la administración que iniciará en diciembre de
2012 contará con elementos adecuados para la toma de decisiones.

Otra cuestión relevante es no sólo qué se entrega, sino quién lo entrega; desde esta perspectiva la Presidencia de la República
enfrentará el reto de integrar un “equipo de transición” liderado por personas que cuenten con un pleno dominio de la
administración, pero sobre todo, con la credibilidad suficiente como para garantizar que no se provocará una parálisis de facto para
el nuevo gobierno.

La rendición de cuentas en una democracia exige no sólo orden administrativo y claridad en las cuentas nacionales, sino una
profunda convicción de servicio al Estado social de derecho, porque sólo así pueden anteponerse los intereses de la nación a los
particulares, y garantizar la viabilidad y continuidad del orden constitucional.

Frente a lo anterior, una opción será llevar a cabo una entrega “gerencial” o incluso triunfalista; la otra, asumir con altura de miras la
responsabilidad de dar cuenta del estado que guarda la administración del país, señalando con precisión qué es lo urgente, qué es
lo prioritario y qué es lo importante.

El entorno internacional de profunda incertidumbre, así como la crisis de la desigualdad, el desempleo y la pobreza en la que nos
hemos instalado desde hace al menos 20 años, son evidencia clara de que el país no tiene tiempo que perder en la generación de
un “nuevo aprendizaje” para el nuevo equipo de gobierno.

Así, el gran reto para quien resulte elegido en julio de este año, será el integrar un equipo capaz de recibir la administración y
generar los pactos políticos requeridos para poner en marcha de inmediato acciones de gran envergadura, e iniciar desde el 1º de
diciembre con un gobierno eficazmente activo.

A la actual administración le quedan sólo cerca de 185 días hábiles para concluir su gestión; visto así, lo exigible a todas y todos
aquellos con algún nivel de responsabilidad, es que comiencen a asumir esta agenda como uno de los temas centrales a solventar
en los días que están por venir.

De este modo, si algo es evidente, es que es hora de comenzar a pensar con seriedad cómo será, al finalizar el año, la entrega del
gobierno.

Director del CEIDAS, A. C.

2012-02-27 01:22:00

JRA
El desperdicio de la comunicación social
Mario Luis Fuentes*

En una democracia, las estrategias de difusión que utiliza la autoridad son clave para que todos los actores económicos, políticos y
sociales puedan tomar decisiones. Desde esta perspectiva, la oportunidad y la calidad de la información que se genera desde las
instituciones públicas es un factor determinante en la generación de capacidades y condiciones para el desarrollo.

En México, sin embargo, hay una enorme confusión entre lo que es la propaganda y la publicidad gubernamental. La primera tiene
como finalidad posicionar una visión y unas tesis de gobierno, con la idea de convencer a los ciudadanos de que se trata de la mejor
visión posible y más aún, busca generar adeptos y legitimar al poder, independientemente de los resultados reales.

El filósofo Habermas, por el contrario, entiende a la publicidad como aquellas acciones que desarrollan las instituciones para darle
carácter público a los mensajes, es decir, para convertirlos en elementos para una discusión política basada en la prudencia, sobre
las tesis desde las que un gobierno toma las decisiones.

Asumiendo esta perspectiva, lo que se hace en nuestro país en esta materia revela una absurda lógica de desperdicio de recursos.
Peor aún, estamos atrapados en una perniciosa dinámica en la que son los grandes consorcios de comunicación los que, ante la
mediocridad de la política, han logrado ser los grandes beneficiarios de esta perversa forma de entender la agenda de
comunicación.

En efecto, el problema aquí se encuentra en el gran fetiche de Occidente: el dinero. Esto es así, porque si se considera la cifra
recientemente dada a conocer de más de seis mil 400 millones de pesos de gasto en Comunicación Social de la Presidencia de la
República, la gran duda que surge es cómo y con qué criterios se ejerció tal magnitud de recursos.

Es cierto que los medios de comunicación son empresas que buscan obtener legítimamente ganancias; empero, hay mucho de
inmoral cuando en un país con casi 12 millones de personas en situación de hambre, el gobierno decide gastar sumas
estratosféricas en la emisión de mensajes alusivos a los “avances de la administración”.

Peor aún, se percibe el escenario, si se piensa en los más de dos mil 500 millones de pesos que Fundar identifica como gasto en
presupuestos para comunicación social de los gobiernos estatales y municipales, programados y ejercidos sólo en 2010.

Frente a lo anterior, hace falta un serio ejercicio de evaluación del impacto y utilidad de este gasto pues, a juzgar por diversas
encuestas, hay una enorme decepción en torno a la democracia; más de 80% desconfía de las instituciones más importantes y,
peor aún, más de 50% de los mexicanos cree que su futuro se encuentra seriamente comprometido.

Desde mi punto de vista, se han desperdiciado las actuales capacidades de comunicación para hacer llegar a la población mensajes
para la promoción de conductas deseables: buena salud, buena alimentación, prevención de la violencia, erradicación de la
discriminación, prevención de adicciones, capacidades para acceder a recursos públicos, y un largo etcétera que se ha dejado de
lado, a cambio de una lógica perversa de “pan y palo” con los medios, lo cual, en síntesis, permite decir que la comunicación social
en todo el país es hoy uno de los grandes desperdicios públicos, y que más daño le hacen a nuestra frágil democracia.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-02-20 01:17:00

JRA
El Estado amenazado
Lo exigible a quienes aspiran a dirigir al país es que puedan comportarse a la altura de la dimensión del reto...

Mario Luis Fuentes*

Las declaraciones del general secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván, durante la conmemoración de la
Marcha de la Lealtad han llenado de azoro y de una profunda preocupación a amplios sectores políticos y sociales.

El hecho de que el principal jefe del Ejército Mexicano (luego del jefe del Estado), reconozca que hay zonas del país en las
cuales “la delincuencia organizada se ha apropiado de las instituciones del Estado”, y que como resultado hoy se encuentra
amenazada la seguridad interior del país, representa una severa señal de alerta sobre el deterioro de las capacidades de
gobierno en todo el territorio nacional.

Pareciera que, aquello que el ministro Zaldívar llamó “el desorden generalizado de las instituciones”, en su ponencia con
respecto del caso de la guardería ABC, ha entrado en una nueva fase de franca descomposición que pone en riesgo la
viabilidad del Estado.

Tal proceso de acelerada pérdida de autoridad y legitimidad de las instituciones se debe fundamentalmente a la arraigada
corrupción de una inmensa cantidad de políticas y políticos que han llegado al poder con el exclusivo propósito de saquear
las arcas del erario o fortalecer posiciones de poder para la defensa de grupos que son de suyo esencialmente ilegítimos.

En ese sentido, lo que debemos ser capaces de evidenciar y denunciar es que también en el mundo de lo privado se prohíja
el deterioro del Estado gracias a la promoción y la práctica cotidiana de la mordida, el soborno y la compra de voluntades
políticas que terminan, con base en los recursos públicos, por incrementar inmensas fortunas personales.

Mi admirado maestro, el doctor Jesús Kumate, me decía recientemente: “La corrupción es el mal mayor de nuestro país”. La
realidad le da la razón tanto en el diagnóstico como en el reclamo: nos hace mucha falta, al parecer ahora más que nunca,
un verdadero sentido de nación.

Por ello sostengo que el diagnóstico del general secretario debe propiciar un rápido encuentro de quienes hasta ahora han
sido registrados por sus partidos o coaliciones, a fin de establecer un acuerdo de civilidad para que, gane quien gane las
elecciones, todos abonarán su capital político para construir un pacto para la refundación de nuestro orden institucional.

Quizá una propuesta así parezca impracticable; sin embargo, lo exigible a quienes aspiran a dirigir al país es que puedan
comportarse a la altura de la dimensión del reto que plantean los demasiados riesgos que han colocado al país entre la
espada y la pared.

Las y los ciudadanos tenemos no sólo el derecho sino la responsabilidad de exigir a nuestra clase dirigente que deje a un
lado la mezquindad, y que dé paso a una nueva lógica de generosidad republicana.

En los aciagos días de hambruna, violencia, desempleo y frustración social en que vivimos, no debemos olvidar que nuestra
dolida patria merece lo mejor de todos, y de un compromiso indeclinable con la paz y la honestidad, pues sólo con base en
una postura de profundo compromiso político, México podrá ser el país de legalidad y justicia que todos anhelamos al día
de hoy.

Con todo esto, lo que debemos reconocer y ante lo que debemos actuar con decisión, es que hay una amenaza real contra
el Estado mexicano y ésta se expresa sobre todo en las violencias y en la corrupción.

*Director del CEIDAS, A. C. 2012-02-13 01:27:00

JRA
Nuestra Constitución, a 95 años
El Estado mexicano vive en una situación permanente de incumplimiento constitucional.

Mario Luis Fuentes*

Ayer se conmemoró el 95º Aniversario de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, un texto que
sintetiza la mayoría de las aspiraciones y demandas por las que se originó la lucha armada en 1910 y que como país nos costó más
de un millón de muertos.

La historia, cuando su análisis se asume con seriedad, no será jamás un recuento anecdótico de hechos; menos aún la narración
cronológica de eventos emblemáticos; por el contrario, puede ser una fecunda fuente que nos orienta y nos da lecciones sobre
cuestiones fundamentales como la importancia de construir un proyecto de nación justa y generosa.

Frente a lo que ocurre en la Sierra Tarahumara y en general la existencia de 12 millones de personas que viven en el margen del
hambre todos los días en nuestro país, puede sostenerse que el Estado mexicano vive en una situación permanente de
incumplimiento constitucional, lo cual es de una gravedad mayúscula.

En ese sentido vale la pena destacar dos recientes reformas: la relativa a los derechos humanos y la relativa al interés superior de la
niñez. Si nos atenemos a su redacción, entonces el Estado se encontraría en una falta grave porque no tenemos evidencia de que
se esté destinando hasta el máximo de los recursos disponibles para la protección de los derechos de la niñez, que es lo que
implica la interpretación del nuevo texto.

El argumento para seguir incumpliendo con ese y otros derechos sociales es y ha sido siempre el mismo: no hay recursos
suficientes para hacerlo. Sin embargo, cabe hacer la pregunta de si con un Presupuesto de 300 mil millones de pesos anuales no es
posible evitar el hambre.

Desde mi perspectiva esa es la cuestión de fondo, porque entonces lo que estaría a debate es el sistema y la racionalidad con la
que se fijan las prioridades del Estado y los mecanismos para alcanzar las metas y objetivos trazados.

Lo más preocupante al día de hoy es que, una vez más, ni los precandidatos a la Presidencia de la República ni quienes aspiran a
un cargo en la Cámara de Diputados o de Senadores, han presentado un proyecto serio, a fin de construir las condiciones
estructurales requeridas para dar pleno cumplimiento a los mandatos constitucionales.

No será aceptable que una vez más las campañas políticas y el derroche de recursos que implican, se articulen sólo para movilizar
estructuras electorales, y que no se asuma la responsabilidad de construir las plataformas de diálogo que nos urgen para reconducir
el rumbo del país y abatir, pero ya, las oprobiosas condiciones de frustración y desesperanza nacional.

Desde esta perspectiva, será inaceptable que en las campañas se simule una vez más con la construcción de programas de
gobierno a través de los ya trillados “foros de análisis”, y se eluda la magnitud del reto que implica diseñar una nueva lógica de
gobierno dirigida a la ampliación constante del bienestar.

Honrar a quienes tuvieron el arrojo de construir una nueva Constitución para nuestro país hace 95 años, implica tener el arrojo
ahora de darle viabilidad y sentido a una nueva institucionalidad para asumir plenamente lo que a mi juicio es el más fuerte pilar y
herencia de nuestra historia patria: el anhelo imperecedero de concretar la Justicia Social.

*Director del CEIDAS

2012-02-06 00:00:00

JRA
Estrategias olvidadas
Deberían cimentarse las bases para un sistema de salud basado en la prevención y el autocuidado

Mario Luis Fuentes*

En los últimos años se han llevado a cabo varios estudios que nos alertan sobre el déficit de ciudadanía que enfrentamos en
América Latina, y desde luego en México; quizá los más destacados sean la Encuesta Nacional sobre Capital Social (2004), la
Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP) y, más recientemente, el Informe sobre la Democracia
en América Latina (PNUD-OEA, 2010).

Frente a la evidencia contenida en estos y otros estudios, una de las propuestas no asumidas por el gobierno federal es la de
incorporar, como uno de los principales ejes de las políticas sociales, la construcción e impulso a una nueva ciudadanía social.

Lograr lo anterior requiere, sin embargo, de un diseño deliberado de estrategias y acciones para la generación de capacidades tanto
de las personas, como de las familias y las comunidades, para asumir valores y actitudes de convivencia y tolerancia, respeto a las
diferencias, y fortalecimiento del sentido de identidad y pertenencia en torno a un proyecto compartido de país.

En esa lógica, la crisis de la influenza provocada por el virus AH1N1, nos mostró la importancia de las estrategias de comunicación
del gobierno, así como la urgencia de construir prácticas y hábitos en torno al cuidado de la salud.

Ahora que hay un rebrote de casos de influenza —aun cuando la Secretaría de Salud nos ha garantizado que está bajo control—, lo
que se hace evidente es el enorme olvido de las autoridades, en términos de mantener el enorme esfuerzo y los positivos resultados
que se alcanzaron en el control y manejo de la crisis sanitaria de hace dos años.

Estamos ante un muy buen momento para retomar las lecciones aprendidas; aun más si se considera que una ciudadanía social es
aquella que tiene claridad sobre cuáles son sus derechos, pero también es la que puede comprender que una de las formas de la
solidaridad consiste en actuar con base en la responsabilidad y el cuidado de la propia salud y la de los otros.

Desde esta perspectiva, el gobierno federal no puede asumir que su tarea puede limitarse a informar y garantizar que se cuenta con
suficiente abasto y disponibilidad de medicamentos.

Por el contrario, la estrategia institucional debería repensarse, y desde ahora deberían cimentarse las bases requeridas para
transitar hacia un sistema social de salud basado en la prevención y el autocuidado, vía la práctica cotidiana de hábitos saludables.

Esta política es una cuestión mayor porque debería dirigirse, sólo por mencionar algunos temas clave, a la prevención y disminución
de la obesidad; a la prevención y reducción de las violencias; a la prevención y disminución de los accidentes, no sólo los de
tránsito, sino las quemaduras, los ahogamientos y las caídas, las cuales provocan miles de lesiones y muertes al año.

El no escupir en la calle, el no saludar “de beso” cuando se tiene una infección, el lavarse continuamente las manos para evitar ser
un agente transmisor de enfermedades, el no tirar basura para evitar su acumulación en las calles, son todas prácticas de higiene,
sí, pero también prácticas de civilidad que exigirían un profundo cambio de mentalidad que no puede lograrse si no se consigue que
cada uno de nosotros se sienta parte fundamental del todo social. Y esto no sería otra cosa, sino consecuencia de la construcción
de una nueva ciudadanía.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-01-30 00:00:00

JRA
La reforma social y el próximo Congreso
Mario Luis Fuentes*

Si algo nos debe enseñar la dolorosa crisis que se vive en la Sierra Tarahumara, es que la hora de la justicia social no puede
posponerse más, y que el Estado debe recobrar sus capacidades para restablecer los equilibrios y contrapesos necesarios para
ponerle un alto a la ofensiva desigualdad que hasta ahora nos caracteriza.

Frente a esta realidad, somos cada vez más quienes estamos convencidos de que es urgente construir un nuevo acuerdo político
de alcances mayores en el país, a fin de garantizar que cada mexicana y mexicano tendrá los medios y las oportunidades para ver
cumplidas las garantías que la Constitución protege y reconoce.

Darle forma y viabilidad a tal pacto exige que el Congreso de la Unión juegue un papel protagónico en los próximos seis años,
asumiendo su doble responsabilidad de representar a la soberanía popular, así como de ser coadyuvante activo en la construcción
de un Estado democrático de bienestar.

Más aún, se va a requerir de un Congreso que tenga la capacidad de dialogar, de construir y de tener la audacia de cimentar,
mediante un nuevo marco jurídico e institucional, una nueva lógica de protección de los derechos humanos y sociales, vía la
garantía efectiva de los preceptos constitucionales.

En consecuencia, hoy los partidos políticos tienen la inmensa responsabilidad de postular en los cargos de representación popular a
las mejores mujeres y hombres, a fin de que a partir de septiembre, que se instalará la nueva Legislatura, se dé cause al ya
necesarísimo proceso de reconciliación nacional.

Por ello preocupa que la designación de candidatas y candidatos al Congreso se esté dando una vez más con base en los juegos
tradicionales del poder; que la lógica del chantaje y la simulación se estén imponiendo, y que la determinación de quiénes
accederán a las candidaturas plurinominales parece que obedecerá una vez más a los arreglos que establecerán los grupos de
interés y de poder fáctico tanto dentro como fuera de los partidos.

Desde esta perspectiva, quienes tienen la capacidad de decidir e incidir en la integración de las listas de las candidaturas, hoy están
frente a una prueba que no es exagerado calificar de histórica; porque si algo está claro es que los partidos ya no pueden seguir
nominando a personas ajenas al drama y a la emergencia nacional que enfrentamos.

Los partidos están obligados a decirnos por qué razón postulan a determinadas personas como candidatas o candidatos a
diputados y senadores; es decir, tienen la responsabilidad moral de decirnos a qué comisiones legislativas irá cada uno de sus
postulados porque, de otro modo, lo que ocurrirá es lo de siempre: un acomodo anodino en función de intereses que distan mucho
de ser los de la nación.

Las condiciones sociales, de violencia y de frustración que recorren el territorio nacional exigen la integración de un nuevo Congreso
técnicamente eficaz; políticamente íntegro y éticamente irreprochable; es decir, requerimos un Congreso “de las y los mejores”.

Es innegable que los precandidatos presidenciales tienen la capacidad de determinar e influir en la integración de las candidaturas,
por lo que el mayor reto que enfrentan es de índole política, pero sobre todo ética, pues de las decisiones que ahora respalden,
dependerá su capacidad o no de impulsar las grandes reformas que nuestro dolido país exige.

*Director del CEIDAS, A. C.

2012-01-23 01:34:00

JRA
La sequía, la pobreza y el desorden
Esto ha provocado la crisis no de un modelo de gobierno, sino de civilizaciones
enteras.

Mario Luis Fuentes*

México está viviendo una de las peores sequías en más de 75 años, la cual ha generado ya severas pérdidas en los ámbitos de la
agricultura y la ganadería, y peor aún, amenaza con provocar todavía más daños en términos de reducción de las superficies que
podrán cultivarse en los ciclos por venir.

Este fenómeno, aunado a la crisis económica internacional, obliga a plantear un escenario de agudización, y muy probablemente,
de un nuevo repunte en los niveles de pobreza en nuestro país, pues no debe olvidarse que fue precisamente el incremento en los
precios internacionales de los alimentos lo que provocó el “disparo” de pobres entre los años 2006 y 2008.

Asimismo, ante lo que debe alertarnos de esta sequía es la perniciosa retirada del Estado de las esferas de justicia elementales, en
este caso, del sistema alimentario nacional, el cual no puede, como ya se está viendo, ser dejado al libre juego de las fuerzas del
mercado, porque éste ha acreditado fehacientemente ser bastante imperfecto, así como generador de desequilibrios que se
traducen en hambre y miseria.

La inmensa ineficiencia de los programas que están sujetos a reglas de operación y que tienen como objetivo la superación de las
condiciones de vida en el ámbito rural, deberían ser otro elemento a revisión, pues por las evaluaciones que ha llevado a cabo el
Coneval puede asumirse que son programas regresivos del ingreso y que no promueven un desarrollo rural sustentable.

La sequía ha provocado la crisis no de un modelo de gobierno, sino de civilizaciones enteras; casos ejemplares los tenemos en la
América precolombina, mientras que en la modernidad europea y la impuesta en nuestro hemisferio, se han vivido severas
tensiones a lo largo de los siglos en función de los ciclos productivos y alimentarios, sobre todo cuando entran en crisis como
resultado de fenómenos meteorológicos.

La desigualdad y la pobreza, así como los desórdenes y padecimientos vinculados a una alimentación deficiente que persisten en el
país, tienen una estrecha relación con el acceso a medios elementales de subsistencia, por lo que un incremento en el desabasto o
en los precios de la canasta básica puede resultar devastador para millones de familias.

Según el reporte Global Risks, 2012, el cual será discutido en el próximo foro económico de Davos, la desigualdad y la pobreza, de
la mano de sistemas deficientes de gestión del cambio climático y la persistencia de un prolongado desempleo, son consideradas
como algunas de las mayores amenazas para las democracias occidentales y, en particular, debe llamar poderosamente la atención
que se cite a México como un ejemplo de concentración de todos esos males.

No hay duda de que el desorden generalizado que se vive en las instituciones y que se acentúa en la medida en que se dan los
relevos en el gabinete, nos ha colocado en márgenes que son cada vez menos manejables y, sobre todo, en escenarios de un
posible resquebrajamiento del pacto social, si esto continúa por la ruta en que vamos.

No hay duda de que a México le urge la refundación del pacto social, pero para ello se va a requerir no sólo de un replanteamiento
institucional, sino ético sobre el rumbo y dirección para atrevernos a ser, de una vez por todas, un verdadero Estado igualitario de
bienestar.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-01-16 01:49:00

JRA
Las propuestas de campaña
Lo que está en juego es mucho; la complejidad para hacer frente a nuestros retos no es fácil de ser descifrada.

Mario Luis Fuentes*

Más allá de que el inicio formal de la campaña presidencial está previsto para el mes de marzo, lo cierto es que la disputa por la
Presidencia de la República está en marcha abiertamente desde al menos el mes de noviembre del año pasado, con claras figuras y
liderazgos al interior de los principales partidos políticos nacionales.

En ese tenor, es interesante observar que más allá de frases y algunas formulaciones retóricas, las propuestas aún no se han
puesto sobre la mesa, ni tampoco se han abierto los canales de discusión seria sobre cómo se buscará resolver la inmensa lista de
problemas y dilemas nacionales que nos agobian.

Hasta ahora hemos escuchado algunas posiciones al interior del PRI y del PRD, mientras que en el PAN los precandidatos están
ocupados en descalificaciones, frases huecas y en el trabajo interno por conseguir los votos de su militancia.

En el contexto de complejidad política y social que vivimos, poco ayudan a clarificar las propuestas los llamados recurrentes a la
ética, el amor y la moral, en el caso de Andrés Manuel López Obrador, o la posición de pragmatismo anunciada por Enrique Peña
Nieto.

Lo urgente, en todo caso, sería comenzar a escuchar, tema por tema, cuáles son las propuestas específicas de transformación y
reforma, y en cuáles se asumirá el continuismo con respecto a lo que se ha venido haciendo no sólo en este sexenio, sino en las
últimas administraciones.

Por ejemplo, en las propuestas tanto del PRD como del PRI se sostiene que el combate a la pobreza es una prioridad. Sin embargo,
aún no se ha puesto a discusión si en el próximo gobierno se continuará aplicando el modelo del programa Oportunidades, el cual
se sustenta en la transferencia condicionada de recursos económicos. De este modo cabe preguntar: ¿Oportunidades seguirá
siendo el eje de articulación de las políticas sociales, o bien se transitará hacia otro modelo? De ser así, ¿cuáles serían sus nuevos
ejes de articulación?

¿Se continuará asumiendo que el reto está en el combate a la pobreza, o bien se planteará con seriedad abatir la desigualdad y
construir una nueva ciudadanía social?

Estas preguntas son relevantes, porque si algo es exigible a los candidatos es generar un proceso de debate y diálogo inteligente
para que, independientemente de quién resulte triunfador en el mes de julio, haya una agenda consensuada de reformas que
permitan, en el corto plazo, reconciliar al país en unidad y propósitos sociales compartidos.

En el fondo, lo anterior obliga a definiciones precisas sobre cuáles serán las prioridades de gobierno que habrán de asumirse una
vez resuelto el proceso electoral. Así, ¿se continuará con una política económica que asume la no intervención del Estado, o bien se
optará por la búsqueda de un nuevo modelo de bienestar que altere las lógicas de acumulación y concentración de la riqueza hasta
hoy vigentes?

Lo que está en juego es mucho; la complejidad para hacer frente a nuestros retos no es fácil de ser descifrada, y en caso de que lo
lográsemos, el reto que permanecería se ubica en cómo construir una profunda reforma institucional, jurídica, presupuestal y
programática de gran calado. Ante esto, la ciudadanía no espera sino respuestas claras, porque el hambre, la enfermedad y el
desempleo son cuestiones que no esperan en la vida cotidiana.

*Director del CEIDAS, A.C.

2012-01-09 01:26:00

JRA
2011
La dura realidad en la que cerramos 2011 debe ser el parangón con el cual deberemos medir y valorar el
proceso electoral del próximo año

Mario Luis Fuentes*

El recuento de fin de año puede llevarse a cabo desde muchas perspectivas; la que yo propongo es una que se base en un realismo
total, pero afirmando la idea de que las cosas pueden cambiar y —tal y como nos convoca Steiner— asumiendo que tenemos
derecho a todo, excepto a renunciar a la esperanza.

Cerramos, pues, 2011 en medio de un recuento sin fin de calamidades. Este año confirmamos que luego de la borrachera
neoliberal, México tiene más de 50 millones de sus habitantes en condiciones de pobreza frente a la paradoja de ser una de las más
grandes economías del planeta.

Concluyó el año y las violencias, lejos de aminorarse, parecen haber recobrado poderosos bríos, así como rostros que parecían
exorcizados, tal y como ocurrió en el inaceptable asesinato de dos estudiantes normalistas en el estado de Guerrero.

La impunidad sigue su curso: no hay, por ejemplo, respuestas claras ante los asesinatos masivos de migrantes, mexicanos y
centroamericanos, sepultados en fosas clandestinas, amén de los miles de desaparecidos y la angustia de sus familias; junto a ello,
los agravios se acumulan junto con el dolor de las víctimas de la corrupción y la impunidad asesinas, sobre todo en casos como la
Guardería ABC, en el cual, luego de más de un año, nadie ha podido o querido rendir cuentas claras.

La desigualdad, nuestra gran falla geológica en lo social, lejos de haberse reducido, en algunas regiones se ha profundizado, a tal
grado que algunos de los derechos sociales tienen hasta seis veces menor grado de cumplimiento en el sur-sureste del país,
respecto de lo que ocurre en entidades como el Distrito Federal.

Ante el desorden generalizado, las preguntas se acumulan y la incertidumbre crece: ¿qué va a ocurrir en 2012, un año electoral en
el que el riesgo de la pérdida de control efectivo sobre los distintos procesos es real, y en el que el crimen organizado se muestra
desafiante ante la autoridad del Estado?

No hay duda de que en el año que está por comenzar, la atención estará centrada en la elección del próximo jefe del Ejecutivo, pero
también en la elección de seis nuevos gobernadores en entidades en las que la crispación social y el clima de inseguridad son las
características principales.

Debemos estar conscientes de que el nuevo Congreso de la Unión, el cual tomará protesta tres meses antes que el nuevo Ejecutivo
federal, tendrá una enorme responsabilidad, por lo que la selección de los candidatos a cargos de representación popular será un
acto en el que los partidos políticos no pueden ni deben actuar sólo con base en la lógica de la resolución de los conflictos e
intereses internos, sino con la altura de miras requerida para garantizarle a la nación salir del estado de parálisis, desorden y
fragmentación en que hoy se encuentra.

La dura realidad en la que cerramos 2011 debe ser el parangón con el cual las y los ciudadanos deberemos medir y valorar el
proceso electoral del próximo año, porque de lo que no hay duda es de que la o el candidato ganador deberá ser aquel que muestre
la mayor capacidad para conciliar y dialogar fructíferamente, con todos los sectores, en aras de asumir, con la urgencia requerida, el
pacto social que nos identifica y cohesiona como país.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-12-19 02:10:00

JRA
Confrontar la desigualdad
Avanzar requiere una visión objetiva de la realidad y, hasta ahora, el Ejecutivo tiene un enorme saldo.

Mario Luis Fuentes*

En su más reciente discurso, el presidente Barack Obama recurrió una vez más a figuras que han tenido un amplio éxito en la
determinación del rumbo de los Estados Unidos de América en momentos de crisis. En esta ocasión, su invocación estuvo referida a
la construcción de una especie de new deal, en el cual el énfasis estuvo puesto no en la reducción de la pobreza, sino en el recorte
a las injusticias y las disparidades.

El tono y el sentido del discurso de Obama, quien enfrenta la mayor crisis económica de su país y global en 100 años, muestra no
sólo claridad en los objetivos, sino una posición social progresista en la que se asume implícitamente que el tema no es lograr
únicamente que los pobres tengan más ingresos, sino evitar que una vez más la codicia y un sistema de privilegios terminen por
fracturar el sentido de cohesión social y nacional.

Con distinto tono, aunque en el mismo sentido, la propuesta de rescate de Europa, liderada por Angela Merkel apunta no sólo a
restablecer el orden financiero y económico de la región, sino al interior de Alemania; reconstruir el pacto social, el cual, en palabras
de la Canciller, se ha erosionado debido al ensanchamiento de las brechas que hoy dividen a los alemanes.

En este escenario internacional resultan desconcertantes las declaraciones de Felipe Calderón, quien en el último discurso en que
tocó el tema, lejos de reconocer que nuestra “gran falla geológica” es la ofensiva concentración del ingreso, sostuvo que somos un
país en el que estamos avanzando, y aceleradamente, en la reducción de las disparidades.

Tal posición resulta incomprensible, sobre todo si se considera que el CONEVAL —órgano responsable de la medición oficial de la
pobreza— ha mostrado que la magra reducción en el índice de Gini se debe, no al mejoramiento de las condiciones de los más
pobres, sino a la marginal reducción de los ingresos en los deciles de más altos.

En un reciente diálogo, Fernando Cortés —investigador emérito del SNI y probablemente el experto más reconocido en esta
materia— argumentaba: sin duda puede reducirse la pobreza sin reducir la desigualdad, como ya ocurrió en Chile; sin embargo, la
evidencia muestra que si se abate la desigualdad, la pobreza disminuye más rápidamente, con la diferencia de que reduciendo la
desigualdad pueden promoverse mayores y mejores procesos de cohesión social.

Que en la antesala del proceso electoral que se llevará a cabo en 2012, el actual jefe del Estado se niegue a presentar a la nación
un diagnóstico realista de la situación en la que nos encontramos, constituye un enorme despropósito porque si a algo está obligado
a hacer el Presidente, es a entregar un panorama preciso de cuáles son los pendientes urgentes por resolver, pero también una
radiografía con proyecciones de mediano plazo que permitan transformar las condiciones que nos han llevado a ser un país injusto y
polarizado.

Si México ha de tener viabilidad, no va a ser sino transformando las condiciones estructurales que favorecen la concentración del
ingreso; una carga fiscal y distributiva inequitativa, y un reparto de bienes sociales diferenciado en calidad y cobertura, en
detrimento de quienes menos tienen. Avanzar en ese sentido requiere sin embargo una visión objetiva de la realidad, y hasta ahora,
el Ejecutivo tiene un enorme saldo.

*Director del CEIDAS, A.C.

2011-12-12 01:43:00

JRA
Los objetivos y las metas
Deberá impulsarse un nuevo federalismo y un realineamiento de los esquemas de distribución de los recursos
federales.

Mario Luis Fuentes

Hay una distinción elemental en el diseño de políticas y programas públicos, entre lo que son los objetivos y las metas. Los objetivos
sintetizan el conjunto de propósitos que tiene una administración, mientras que las metas tienen un carácter instrumental en el que
se resumen cuáles son los puntos específicos hacia los cuales se dirigen las acciones.

La distinción es de suma relevancia, porque en su estructura y lenguaje, las propuestas políticas que estaremos escuchando a partir
de ya, en medio de la carrera presidencial, y para la renovación de las gubernaturas que estarán en juego en 2012, nos revelarán
cuáles son las ideas, o bien, cuál es la dimensión de la carencia de las ideas que habrán de discutirse.

Por ejemplo, si se habla de que el objetivo central de las y los candidatos será abatir la pobreza, entonces será comprensible que se
diga que se seguirá haciendo más de lo mismo: se ampliará el Programa Oportunidades, quizá se le añadirán algunos componentes
y se tratará de dinamizar a la economía para reducir marginalmente el desempleo.

La cuestión que frente a una propuesta así debería plantearse es si México no requiere asumir con seriedad el objetivo de reducir la
desigualdad. Más aún, deberíamos cuestionarnos si el objetivo de la política social debería transformarse radicalmente y pasar, de
la mera "lucha contra la pobreza", a la construcción de una nueva ciudadanía social.

La diferencia es mayor, pues lo segundo implicaría una reforma fiscal para eliminar los privilegios; una reforma educativa capaz de
garantizar, además de cobertura universal, calidad, pertinencia y oportunidad en la enseñanza; la construcción de un sistema
universal de salud; así como una reforma económica capaz de generar empleos dignos suficientes para todos, lo cual, en su
conjunto, se traduciría necesariamente en menos pobreza.

Lo que afirmo aquí es que, si no se ha logrado romper con el ciclo intergeneracional de la pobreza, se debe a que no se han
planteado adecuadamente objetivos nacionales de largo alcance, tanto en dimensión como en temporalidad.

A pesar de que el sentido más elemental de justicia social obligaría a plantear algo así, esto se enfrenta a la dura realidad de la
existencia de poderes fácticos y grupos de interés, que verían afectadas sus fuentes de ingresos y poder.

De ahí la relevancia de documentos como el recientemente presentado por Mexicanos Primero, organización encabezada por
Claudio X. González, y desde la cual se ha asumido el planteamiento de nuevas metas para la educación, en función de objetivos
que, sin duda, son muy distintos a los que se tienen en el ámbito educativo y que en el debate que habrá de darse en 2012, más allá
de estar o no de acuerdo con ellos, no podrán ser simplemente soslayados.

La redefinición de nuestros objetivos y metas no será suficiente. Sería indispensable, para conseguirlos, transformar el entramado
institucional; reformar y alinear las leyes que protegen los derechos sociales para darles unidad y coherencia; tendría que
impulsarse un nuevo federalismo y un realineamiento de los esquemas de distribución de los recursos federales.

Todo ello exige de un pacto social de alcances mayores que, a su vez, implica voluntad política para intentar, como hace 101 años
que inició la Revolución Mexicana, transformar a nuestro país de una nación excluyente y de privilegios, en una verdadera
República social.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-12-05 00:00:00

JRA
Una propuesta por un México Social
No podemos soslayar las enormes urgencias que tiene nuestro país, sobre todo la de darle a los jóvenes la
oportunidad de la inclusión.

Mario Luis Fuentes*

Los días miércoles y jueves de la semana pasada se llevó a cabo el IV Diálogo Nacional por un México Social, convocado por el
recientemente creado Programa Universitario de Estudios sobre el Desarrollo, que coordina Rolando Cordera. Este evento tuvo
como propósito generar y enriquecer propuestas a fin de llevar a cabo las reformas que se requieren para reconstruir un sentido
compartido de justicia y acceso de todos al bienestar.

Algunas de las mayores coincidencias que se construyeron en este Diálogo fueron: a) reconstruir un Estado social de derecho,
cimentado en una profunda cultura democrática; b) redefinir los objetivos de la política económica, a fin de generar los empleos que
se requieren, así como mejorar los esquemas de distribución de la riqueza; c) redefinir el objetivo central de la política social, con el
fin de construir una nueva ciudadanía social; d) impulsar una reforma hacendaria que tenga como base un sistema social para la
equidad; e) cimentar una nueva conciencia ecológica que garantice un desarrollo sustentable de largo plazo, y f) reconstruir una
cultura para la legalidad y el acceso equitativo de la justicia.

En términos generales, el consenso construido se encuentra en que hoy, el más grande problema de México, no está sólo en cómo
reducir la pobreza, sino, sobre todo, en cómo abatir la inmensa desigualdad que nos confronta y nos divide.

Es un hecho que la gran reforma social que México necesita estaría “construida” por diferentes reformas de gran urgencia: la
primera de ellas, la educativa, sin la cual nuestra inserción y contribución a una globalización justa será siempre parcial y limitada.

La segunda, la reforma a la seguridad social, a fin de garantizar a todos el acceso universal y gratuito a la salud y a prestaciones
como los servicios de guarderías de calidad, así como seguro de desempleo o un sistema de renta básica universal.

La otra gran reforma es la hacendaria-fiscal, con el propósito de dar orden y sentido al federalismo social salvaje que hoy persiste y
que ha provocado la falta de coordinación y colaboración entre los distintos órdenes de gobierno, a la par que ha promovido la
corrupción y la debilidad de las entidades federativas frente a un mercado rapaz de provisión de bienes y servicios sociales.

Todo esto es necesario construirlo, con base en una economía centrada en la generación de empleos dignos, lo cual, en su
conjunto, permitiría darle viabilidad a un nuevo modelo de Estado de bienestar.

Una reforma social para México será posible en la medida en que el Estado recupere sus capacidades para ponerle freno a la
voracidad de un mercado desbocado; de establecer reglas claras y equitativas para el “juego económico-político”; así, mecanismos
para evitar que la desigualdad sea tal, que la mayor preocupación de la población siga siendo cómo sobrevivir, y no cómo participar
activamente en la construcción y perfeccionamiento constante de una democracia plenamente social.

Tal y como lo planteó en la clausura de este diálogo el rector José Narro, no podemos soslayar las enormes urgencias que tiene
nuestro país, sobre todo la de darle a los jóvenes la oportunidad de la inclusión y, con ello, un futuro en el que la unidad de propósito
esté cimentada en un sistema para el pleno cumplimiento de sus derechos.

*Director del CEIDAS, A.C.

2011-11-28 00:23:00

JRA
Incertidumbre y desánimo
Mario Luis Fuentes*

A medida que la complejidad nacional se profundiza, las instituciones se muestran cada vez más limitadas en sus
capacidades para responder a la urgencia nacional. Por ningún lado asoma la claridad requerida para reimpulsar el
desarrollo y construir un verdadero blindaje nacional frente a la crisis, europea y norteamericana, con base en la generación
de empleos y el mejoramiento de las condiciones de vida de los pobres.

Esta incapacidad institucional tiene distintas formas de expresarse; quizá la más emblemática en este momento sea el no
nombramiento de los consejeros del Instituto Federal Electoral, IFE, por parte del Congreso, lo cual muestra, no la
incapacidad para generar acuerdos, sino algo peor que se encuentra en el fondo: la cooptación de la democracia por grupos
de interés que buscan a toda costa proteger los privilegios de los que hoy son depositarios.

En sentido estricto, la “incompletud” en el IFE tiene como telón de fondo la escasa convicción democrática de los principales
responsables de las decisiones políticas en el país, pues al negarse a nombrar a los consejeros ciudadanos, lo que
muestran es un rechazo implícito a la verdadera ciudadanización de las instituciones democráticas.

No hay nada peor para una democracia que provocar, desde el propio ámbito institucional, un clima de incertidumbre que
profundiza el contexto de desorden generalizado en la economía y la política, lo cual está teniendo consecuencias
devastadoras en el bienestar y la seguridad de la población.

En ese sentido, también resulta riesgoso el retorno de tentaciones autoritarias que, en medio de la crispación social, pueden
encontrar espacios para sembrar el odio, la confrontación y promover procesos de conflicto que, por la experiencia histórica,
ya hemos visto que pueden tener finales desastrosos.

Hasta ahora, la indignación ha encontrado, aún de manera limitada, canales institucionales para su conducción y
procesamiento. Sin embargo, no debemos olvidar que siempre que hay población civil frente a autoridades armadas, se
encuentra el riesgo de que ocurra una locura y, con ella, una tragedia social.

Es un hecho que en México enfrentamos una profunda crisis de inteligencia: no se han diseñado los mecanismos para
procesar de manera adecuada el sentido de urgencia que se requiere para enfrentar las distintas fracturas que nos dividen y
confrontan: la fractura del mundo del trabajo, la educativa y, en general, la enorme falla geológica —como le llamó
Woldenberg— que constituye el conjunto de las desigualdades económicas y sociales.

Así, por ejemplo, tratar de movilizar a la sociedad promoviendo exclusivamente el consumo absurdo, puede ser una muy
mala idea, porque hoy es precisamente la capacidad de adquirir bienes lo que constituye una de las mayores expresiones
de exclusión social.

No puede haber un ánimo nacional positivo en medio de una economía que tiene a 2.7 millones de personas desocupadas;
a casi seis millones en el analfabetismo, a más de 32 millones de mayores de 15 años en condiciones de rezago educativo
y, por si fuera poco, a casi seis millones de niñas, niños y adolescentes fuera de la escuela.

México requiere recobrar el rumbo y esto no será sino a través de la reconstitución de las capacidades del Estado para
poner límites precisos a la voracidad de la codicia privada, pero sobre todo, para establecer ámbitos de rectoría y
competencia para darle un nuevo orden y sentido a la organización política y social de la nación.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-11-21 01:14:00

JRA
La UNAM y el futuro del país
No es exagerado decir que la Universidad ha hecho grandes aportes a la ciencia latinoamericana e incluso
global.

Mario Luis Fuentes

En memoria de mi padre, el general Raúl Fuentes Aguilar.

El jueves pasado, la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México designó, para un nuevo periodo de cuatro
años, al doctor José Narro Robles como rector de nuestra máxima casa de estudios. El tema es de relevancia nacional porque la
UNAM ha significado a lo largo de nuestra historia mucho de lo mejor que tenemos. Sin duda alguna, ha actuado con estricto apego
a la altura de las circunstancias y retos de cada época, aportando siempre conocimiento de vanguardia pero, sobre todo, claridad
ética sobre lo que nuestro país puede y debe ser.

Es posible afirmar, por ejemplo, que en el entramado institucional mexicano, si hay una institución que ha perdurado en misión y
propósito, esa ha sido la UNAM. Con el antecedente en la Real y Pontificia Universidad de México, creada en 1553, o si se quiere
en la historia reciente, a partir de la obtención de su autonomía en 1929, la Universidad es la institución con mayor hondura histórica
en el paisaje institucional mexicano.

La vocación social de nuestra máxima casa de estudios es innegable. No podría entenderse nuestra democracia contemporánea
sin, por ejemplo, el movimiento estudiantil de 1968.

Así, no es exagerado decir que la UNAM ha hecho grandes aportes a la ciencia latinoamericana e incluso global, y que las
humanidades, las artes y las ciencias sociales no tendrían su estatus actual sin la inmensa tarea editorial, de divulgación y difusión
que realiza nuestra Universidad.

No hay país desarrollado que no cuente con un sistema de educación liderado por las universidades que financia el Estado. Más
aún porque hoy sabemos que el principal sector de generación de riqueza se encuentra en la ciencia, la innovación y la generación
de conocimiento y, por ende, que la soberanía nacional depende, ya no tanto de los hidrocarburos, que algún día habrán de
agotarse, sino en la capacidad de generar saberes para construir un modelo de desarrollo sustentable ecológica y económicamente
en el largo plazo.

No dudo en afirmar que la Universidad Nacional cuenta con la capacidad suficiente para contribuir a recimentar al país; para liderar
una buena parte de los diálogos que nos hace falta construir para reconciliarnos como nación y ampliar los horizontes de lo que
México puede ser en el contexto regional y global.

Fortalecer a la UNAM implica necesariamente un deber ético del Estado y, con ella, al sistema de universidades públicas del país.
No podemos, como proyecto nacional, prescindir del saber y de la probidad ética que nos daría avanzar hacia un sistema educativo
nacional, liderado por universidades autónomas, gratuitas, laicas y con la capacidad de incorporar a todo aquel que así lo desee.

Por todo lo anterior requerimos que los poderes del Estado asuman una visión estratégica, pues, en el escenario de incertidumbre y
caos que viven México y el resto del mundo, lo que necesitamos es un sistema de universidades públicas que contribuyan a
construir las preguntas y respuestas que nos urgen para ser un país mejor.

México ya no tiene excusas y mucho menos tiempo para entender que, en el modelo de la universidad pública se encuentra una
buena parte del sentido de cohesión, identidad e inclusión social que hemos perdido en las últimas décadas.

*Director del CEIDAS, A.C. 2011-11-14 00:00:00

JRA
Es la hora de los políticos
Reducir la desigualdad implica afectar intereses.

Mario Luis Fuentes*

No hay dudas. La crisis de la deuda europea, expresada en su punto más álgido en lo que ya se conoce como “la tragedia Griega”,
ha terminado por confirmar que tanto en el mundo como en nuestro país ha terminado la hora de la tecnocracia.

Hay, sin embargo, una paradoja en todo esto, pues fue precisamente la política la que permitió el encumbramiento de un grupo de
“técnicos” en los principales espacios de decisión, y ha sido el sistema político el que ha sido incapaz de recuperar espacios de
soberanía, así como capacidades del Estado, a fin de garantizar el bienestar colectivo por arriba de los intereses de los particulares.

Es esta realidad la que obliga a impulsar un nuevo diálogo político, y ello implica reconocer que los mejores políticos no son
necesaria ni exclusivamente quienes ocupan los principales cargos tanto de representación como de gobierno.

Y es que hoy el sistema institucional está diseñado precisamente para impedir que sean los ciudadanos comprometidos con
la polis quienes tengan la oportunidad de acceder a los ámbitos de responsabilidad para la articulación de los pactos que son
urgentes para abatir la desigualdad y erradicar la pobreza.

Lo anterior implica reconocer que es impostergable reconducir los arreglos institucionales a fin de lograr re-articular a la República.
Esto es, lo urgente es asumir que el mandato constitucional respecto al cumplimiento pleno de los derechos humanos y sociales
para todos, debe ser acatado desde ya y sin cortapisas.

Reducir la desigualdad implica, sin embargo, afectar intereses. Implica romper con los monopolios que existen en prácticamente
todos los ámbitos de la producción y la prestación de servicios; implica también erradicar la corrupción del sector público a fin de
garantizar que los recursos serán utilizados con el propósito mayor de garantizar los derechos sociales. Reducir la desigualdad
implica también promover un nuevo modelo de desarrollo dirigido a eliminar las disparidades regionales y a propiciar la cohesión
social desde una nueva conciencia ciudadana y una renovada idea de nación compartida.

Todo lo anterior no será posible si no hay un verdadero pacto político de alcances nacionales, desde el cual puedan establecerse
nuevos objetivos para el desarrollo. Por ejemplo, no es lo mismo plantearse un modelo de crecimiento que da prioridad al control de
los llamados “fundamentales de la economía”, que uno diseñado para crecer con equidad.

Hoy que enfrentamos un contexto de una República fragmentada; con sectores empresariales que asumen que la política y el
gobierno son un estorbo; con poderes locales cuya preocupación central es proteger sus “islotes” de control; en medio de la
violencia y de la tensión que implica vivir en medio de océanos de encono y desigualdad, es urgente recuperar a la política como el
instrumento privilegiado para la reconciliación y la recuperación de la República.

Frente a ello, no debemos obviar que ninguna sociedad, en ningún momento de la historia, ha logrado claridad ética con base en la
técnica o la ideología sustentada en argumentos científicos. Por el contrario, cuando la política ha asumido al diálogo como eje
conductor de las decisiones de lo público se han abierto periodos de relativa estabilidad y sobre todo de modelos de gobierno
construidos desde la idea de garantizar el bienestar e incluso, la existencia de condiciones para la felicidad de la población.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-11-07 00:44:00

JRA
¿Qué pasaría sí...?
¿...la crisis económica y financiera europea no se corrige en el corto plazo..?

Mario Luis Fuentes*

El escenario de desorden generalizado, así como el contexto nacional de incertidumbre provocado por la violencia, la desigualdad y
la pobreza, nos obligan a preguntarnos qué pasaría si en el año 2012, en lugar de contar con un proceso electoral ordenado y
apegado al Estado de derecho, se profundizan las condiciones de riesgo y se incrementan los factores de inestabilidad.

Por ejemplo: ¿qué pasaría si la crisis económica y financiera europea no se corrige en el corto plazo; si a pesar de los esfuerzos y
programas de reestructuración de la deuda, Grecia continúa por la espiral descendente en la que ha caído en los últimos meses, y a
ella se suman Portugal, Irlanda y España? ¿Y qué pasaría si en este escenario el desorden y la protesta civil se generalizan y
provocan no sólo inestabilidad económica, sino política y social?

¿Qué pasaría si en Estados Unidos el presidente Obama no logra reelegirse y llega al poder un representante de la derecha más
conservadora y, en este escenario, la radicalización de las medidas antiinmigrantes, el racismo y las propuestas de rechazo pueden
agudizarse con consecuencias que son verdaderamente difíciles de prever?

¿Qué pasaría si aun con la reelección del presidente Obama la economía de Estados Unidos no logra reactivarse y activar un
proceso de crecimiento económico que nos dé un nuevo impulso en el sector exportador?

¿Qué pasaría si en México las bandas del crimen organizado deciden intentar obstaculizar el proceso electoral o incluso boicotear la
jornada electoral en distintas regiones en las cuales su presencia es no sólo palpable, sino ya determinante de las condiciones
socioeconómicas de regiones enteras?

¿Qué pasaría si, además, los delincuentes deciden avanzar hacia la desestabilización política y cometen nuevos atentados en
contra de candidatos en cualquiera de los niveles de gobierno en disputa, tal y como ya ocurrió en Tamaulipas, o atentados contra
prominentes políticos locales como en el caso de Colima?

¿Qué va a ocurrir si ninguno de los candidatos logra generar una propuesta que efectivamente se corresponda con la urgencia que
nos imponen los inmensos problemas que vivimos en México?

¿Qué pasaría si los niveles de desempleo se mantienen por arriba de 5% y los niveles de crecimiento siguen por la ruta mediocre de
2% promedio de los últimos 10 años?

¿Qué pasaría si ocurre una nueva tragedia, que en el contexto en que vivimos es cada vez más posible, de la dimensión de la
calamidad ocurrida en la guardería ABC, o bien el asesinato masivo producto del terror sembrado por el crimen organizado en
eventos verdaderamente siniestros como el del atentado al llamado Casino Royale?

Todas estas preguntas —y otras— son pertinentes porque es evidente que el marco institucional con el que contamos, así como la
creciente pérdida de legitimidad del gobierno federal, se están agudizando cada vez más con el paso de los meses, lo cual
compromete la capacidad del gobierno para intervenir eficazmente en caso de que la crisis crezca.

Sin un gobierno socialmente respaldado; sin un sistema de partidos diseñado para el acuerdo y el consenso; sin instituciones
sólidas y sin liderazgos políticos suficientes para procesar y enfrentar un escenario de caos, lo deseable es que ninguna de las
cuestiones planteadas llegue a presentarse porque, de hacerlo, nadie podría decir, a ciencia cierta qué es lo que podría ocurrir.

*Director del CEIDAS, A.C.

2011-10-31 01:20:00

JRA
Revuelta e indignación, ¿cuestión de tiempo?
Mario Luis Fuentes*

Los movimientos de protesta que se están dando en Europa constituyen un poderoso llamado de atención
ante la indignación, sin duda alguna legítima, que recorre a los principales circuitos del capitalismo global.

Parece de pronto inaudito que el país considerado como cuna de la civilización occidental esté hoy asolado
por la devastación económica, la violencia, la división interna y una profunda crisis social, que hasta hace 20
años era inimaginable, en el contexto de una Europa que se postulaba a sí misma como la alternativa al
poderío estadunidense.

El malestar cultural de hoy, sin embargo, no es de reciente aparición. Ya habíamos visto hace unos cuantos
años las violentas protestas en los suburbios franceses ante la exclusión social y la falta de oportunidades de
miles de jóvenes, en su gran mayoría inmigrantes africanos.

Por otro lado, las multitudinarias marchas y los plantones en Wall Street son también una muestra inequívoca
de que algo anda muy mal, y que estamos llegando al límite de lo tolerable en términos de proyecto social e
incluso civilizatorio; en este escenario, la crítica al modelo económico y sus consecuencias para la ecología y,
sobre todo, para el nivel de vida de millones de seres humanos que en el día a día se debaten entre el hambre
y la enfermedad.

Para México la situación resulta en no pocos sentidos paradójica. Por un lado, llama poderosamente la
atención que, a pesar de que las condiciones están dadas para que las protestas aparecieran, se vive en todo
el territorio nacional un malestar generalizado que no se ha traducido en movilización y organización.

En este contexto, es preciso considerar que la protesta en México ha tenido siempre canales de interlocución,
es decir, ha surgido en la mayoría de los casos de movimientos organizados a través de grupos populares o
sindicales o bien de grupos con claros liderazgos sociales; el dato es importante porque surge la duda en
torno a qué ocurriría si de pronto surgiera un movimiento de masas para protestar, sin un liderazgo
identificado de dirección, y con la capacidad para establecer diálogos y procesar demandas.

La cuestión no es menor y ya hemos tenido algunos antecedentes. El más reciente fue el de los jóvenes
llamados “emos”, que a través de las redes sociales lograron movilizar a miles para protestar ante las
agresiones de otras “comunidades urbanas”, producto del rechazo a la diferencia.

Llama aún más la atención que en los círculos políticos estos temas no parecen ser motivo de preocupación;
hay antes bien una especie de esquizofrenia en la que se le da la espalda a la realidad y todo se concentra en
el proceso electoral, como si lo único importante fuese la disputa por el poder, cuando en el fondo, el porqué
de esta disputa —que no debiera ser sino el abatimiento de la desigualdad— es marginado, sin comprender el
grado de urgencia que enfrentamos.

El hecho de que la mitad de la población viva en pobreza, 12 millones de ellos en pobreza extrema; que haya
28 millones de mexicanos con vulnerabilidad por acceso a la alimentación, y que al año estén muriendo miles
por causas violentas, son elementos de un peligroso caldo de cultivo que debe llevarnos a reconocer que
quizás en México la protesta y la movilización sean sólo cuestión de tiempo.

*Director del CEIDAS, A. C. 2011-10-24 01:03:00

JRA
Enfrentar la incertidumbre
Nuestra generación se encuentra ante un escenario global de incertidumbre económica y financiera, hoy
aderezada por otras crisis inéditas.

Mario Luis Fuentes*

La política, cuando se practica con el objetivo superior de garantizar la justicia social para la población nacional, no puede actuar
sino con audacia. Es necesario hacerlo así, porque los intereses creados, los poderes fácticos y los dilemas que impone el entorno,
amenazan siempre con generar estructuras de desigualdad, en aras de mantener los privilegios.

México vive ahora la encrucijada de continuar, inercialmente por la ruta construida desde hace 30 años o bien de actuar
responsablemente para la transformación y la reconstrucción de una verdadera república social, capaz de proteger a la población de
los viejos y los nuevos riesgos sociales que nos aquejan.

Esta audacia implica, sobre todo, replantear y redefinir cuáles son los objetivos de la política y, con ello, de las políticas específicas
en lo económico y en lo social. El tema es de la mayor relevancia porque no podemos continuar permitiendo que los objetivos del
Estado sean alcanzar, por sí mismo y sin otras miras, “el orden en los fundamentales de la economía y los equilibrios de los
mercados”, mientras que más de 12 millones de mexicanos viven en la pobreza más atroz.

Como nunca antes lo habían enfrentado las generaciones que nos precedieron, la nuestra se encuentra ante un escenario global de
incertidumbre económica y financiera, que hoy está aderezada por otras crisis inéditas en la historia humana: un proceso acelerado
de cambio climático junto con un deterioro ambiental mayúsculo, así como lo que Rifkin llamó el fin de la era del trabajo.

Los dilemas internos no son de menor escala: las amenazas que para la democracia significan la desigualdad, la pobreza, y las
violencias, en particular la del crimen organizado, así como conductas terriblemente arraigadas en la cultura nacional, como la
discriminación contra las mujeres y la corrupción, obligan a redefinir el rumbo, y eso no puede lograrse si no se replantean los
objetivos mayores de la política social.

Una noción de justicia social mayor implica colocar al centro de las decisiones públicas el propósito de construir una nueva
ciudadanía, protegida por un nuevo Estado social, en el que el cumplimiento de los derechos humanos, y la construcción de una
economía que crece para la equidad, son los pilares sobre los que se construye la convivencia social.

No podemos seguir permitiendo que 98% de las y los indígenas sean pobres o vulnerables; que el promedio educativo de las
personas con algún tipo de discapacidad no rebase los seis años; que cientos de niñas y niños mueran cada año por hambre, y que
miles de jóvenes se quiten la vida porque no hay esperanza ni futuro posible en sus entornos, ya sea familiares, escolares o incluso
a nivel comunitario.

Construir una república social, en el sentido más profundo del término, exige comprender que la economía debe estar al servicio de
la población; que la política social es mucho más que el mero combate a la pobreza, y que la incertidumbre no se combate
únicamente con transferencias monetarias, sino mediante complejos procesos de cohesión y solidaridad social.

Lo que debemos comprender, pues, es que no podemos seguir posponiendo la hora de la justicia, porque el hambre y la frustración
están ya a nuestra puerta y sus terribles efectos se viven siempre, en el aquí y el ahora.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-10-17 01:12:00

JRA
Cárdenas, una historia de congruencia
La lucha por la democracia que inició en 1987 ha tenido enormes frutos para el país.

Mario Luis Fuentes*

Es una buena noticia que en México no hemos perdido la capacidad de reconocer en la congruencia ética y política uno de los
principales valores que dan fundamento y viabilidad a la democracia. Más aún cuando este reconocimiento se hace explícito y es
avalado por las principales fuerzas políticas representadas en el Senado de la República.

En efecto, el hecho de que el Senado haya determinado otorgar la medalla Belisario Domínguez al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano envía un poderoso mensaje en el sentido de mostrar que una vida de rectitud moral sigue siendo asumida como digna de
ser, no sólo reconocida, sino mostrada como un ejemplo para todas y todos los mexicanos.

Esta presea lleva el nombre del senador chiapaneco, defensor de la República ante la usurpación y el golpe de Estado que
encabezara Victoriano Huerta, luego de derrocar al presidente Madero y ordenar su asesinato así como el del vicepresidente Pino
Suárez y de Gustavo A. Madero, cruelmente asesinado en La Ciudadela del Distrito Federal.

La vida de Belisario Domínguez fue una de apego a los principios liberales y de compromiso con la patria, lo cual le costó la vida
luego de —según narran los historiadores— un sangriento martirio y un brutal asesinato ordenado también por Huerta.

En función de lo anterior, la medalla Belisario Domínguez tiene como propósito reconocer a los hombres y las mujeres que han
prestado invaluables servicios a la nación o a la humanidad, a través de su obra escrita o de su trayectoria y acciones políticas o
sociales.

Desde esta perspectiva, la decisión del Senado en este año fue una de enorme dificultad porque al lado del ingeniero Cárdenas
fueron postuladas doña Rosario Ibarra de Piedra, incansable luchadora social y ejemplo de tenacidad y compromiso; Mario Molina,
premio Nobel de Química, y una larga lista de personalidades que han acreditado su pasión y su entrega por el país.

La lucha por la democracia que inició Cuauhtémoc Cárdenas, de la mano de otros luchadores, organizaciones e instituciones en
1987, ha tenido enormes frutos para el país; su confrontación con el poder derivó, de manera directa, en la ciudadanización del IFE;
fue una de las principales voces que exigieron la construcción de una Comisión Nacional de los Derechos Humanos con carácter
autónomo; su tenacidad logró que el Distrito Federal cambiara su estatuto de Gobierno y se convirtió en el primer mandatario de la
capital del país legítimamente electo por la ciudadanía.

Sin temor de exagerar, las instituciones democráticas con que hoy contamos no podrían entenderse sin la prudencia (en el sentido
griego del término) que el ingeniero Cárdenas ha mostrado a lo largo de su andar. Así, la decisión que ha tomado el Senado es una
muestra más de que requerimos, en estos tiempos de incertidumbre y tribulación, una radical transformación, articulada a través de
la convocatoria a las mujeres y los hombres que no sólo tengan dominio técnico de ciertas materias, sino que cuenten además con
la capacidad ética de asumir el liderazgo que México necesita.

La ceremonia de premiación de la medalla Belisario Domínguez nos recuerda lo importante que es para el país no sólo reconocer el
mérito de las y los mejores ciudadanos que tenemos, sino sobre todo, asumir que la ruta para una nación generosa e incluyente se
encuentra en la ética y la congruencia.

*Director del CEIDAS, A.C.

2011-10-10 01:03:00

JRA
¿Jefe de Estado o de partido?
Ha habido polémicas decisiones que alertan sobre los todavía frágiles equilibrios que existen entre los distintos
Poderes

Mario Luis Fuentes*

México ha tenido importantes avances en la consolidación de instituciones que, de un modo u otro, han permitido generar confianza
tanto entre los ciudadanos como entre las partes que se encuentran en disputa permanente por el poder político, por espacios de
representación popular o bien en la defensa legítima de intereses legalmente instalados en nuestro país.

Uno de ellos es la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la cual ha ido acreditando cada vez más una auténtica independencia y
autonomía, en tanto que es uno de los Poderes de la Unión, así como un cada vez mayor peso como garante constitucional y como
órgano impartidor de justicia entre las partes en conflicto.

A pesar de ello, ha habido polémicas decisiones que alertan sobre los todavía frágiles equilibrios que existen entre los distintos
Poderes, fundamentalmente entre el Ejecutivo y la Corte.

La primera de estas decisiones es la relativa a la sentencia emitida en el caso de la guardería ABC, pues aun cuando se definió que
sí hubo violaciones graves a los derechos de las niñas y los niños que fallecieron en ese trágico evento, la Corte no avanzó en la
determinación puntual de lo que el ministro Zaldívar llamó apropiadamente el “desorden generalizado” de las instituciones.

Ahora, la decisión “minoritaria” de la Corte en el sentido de mantener como “válidas” las reformas a los textos constitucionales de
San Luis Potosí y de Baja California, por las cuales se protege “la vida desde su concepción”, es preocupante no sólo por el revés
que significa para la protección de los derechos de las mujeres, sino porque abre la duda en torno a si, la y los ministros que votaron
a favor de mantener dichas reformas, tomaron la decisión apegándose estrictamente a un ejercicio de hermenéutica jurídica y
constitucional o, por el contrario, si a través del lenguaje jurídico justificaron una visión personal sobre el mundo y la vida.

Del otro lado, en un contexto de polarización social y política, mal hace el titular del Ejecutivo al pronunciarse sobre una materia que,
como pocas, polariza y confronta a la sociedad mexicana. Al ponerse abiertamente del lado de una de las posturas —la que
criminaliza a las mujeres que ejercen su libertad sexual y reproductiva— da la espalda a la obligada imparcialidad que debe guardar
como jefe del Estado y, en consecuencia, como defensor y garante de los equilibrios y contrapesos que le dan viabilidad al juego
democrático.

En este caso, el licenciado Calderón optó, como lo ha hecho en otros temas, por actuar como jefe de una visión particular al interior
de su partido político y su credo religioso, lo cual, en el escenario de confrontación cotidiana que vivimos, abre peligrosas ventanas
a las tentaciones autoritarias que, debe decirse, siempre están al acecho del menor resquicio para imponer, aun a la fuerza, su
visión del mundo, anulando con ello el derecho a la diversidad, la pluralidad y la libertad.

En este momento, México requiere un Presidente que actúe con base en la mesura, en la práctica cotidiana de la prudencia, porque
de ello dependerá en buena medida la consolidación de nuestra democracia y un paso adelante en el perfeccionamiento de un
sistema institucional que nos dé la garantía, a todos, de que podemos convivir no a pesar, sino gracias a las diferencias.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-10-03 00:37:00

JRA
El próximo gobierno
Hemos permitido que, durante décadas, los poderes fácticos usurpen los principales espacios de decisión del
poder.

Mario Luis Fuentes*

México enfrenta un muy largo recuento de calamidades, algunas acumuladas a través de décadas de autoritarismo,
incompetencia y omisiones de gobierno, otras generadas por condiciones adversas del entorno internacional; muchas más
de nuevo cuño, provocadas por una visión de gobierno limitada y dirigida estrictamente a “gerenciar” el desastre; y también
por una extendida corrupción y desorden institucional, los cuales se han profundizado en las dos últimas décadas.

En este escenario, una de los grandes retos que enfrentamos en México se encuentra en lograr restituir capacidades a la
política a fin de reconstruir un proyecto de país aceptado por todas las partes en disputa y que tenga como prioridad atender
de manera definitiva las agendas vinculadas a la cuestión social.

Nuestra generación ha sido, en ese sentido, responsable de muchos de los males que hoy nos aquejan. No hemos sido
capaces de generar los acuerdos necesarios para impulsar el crecimiento, ampliar y proteger de mejor manera los derechos
humanos, abatir la criminalidad y la delincuencia y, sobre todo, para erradicar la pobreza y reducir drásticamente la
desigualdad.

Hemos permitido que, durante décadas, los poderes fácticos usurpen los principales espacios de decisión del poder.
Tenemos autoridades que no arbitran; gobiernos que no ejercen la rectoría en los ámbitos en que deberían hacerlo,
instituciones desbordadas en funciones y capacidades por nuevas agendas de riesgos sociales, y una lista interminable que
apunta a una profunda pérdida de autoridad tanto en el gobierno federal como en los de los estados y los municipales.

Frente a lo anterior vale la pena preguntarnos: ¿quiénes nos gobiernan? La pregunta no es retórica; se trata de poner en
claro a quiénes responden los responsables de tomar las decisiones del Estado; en ese mismo sentido, vale preguntar ¿a
quiénes representan los integrantes del Congreso de la Unión? Y, también, ¿quiénes determinan las decisiones de mayor
peso en el Poder Judicial?

La crisis por la que atraviesa el Estado mexicano es esencialmente ética, porque hemos permitido que sean los intereses de
grupo y particulares los que guían y determinan la distribución del poder y la riqueza nacionales.

Los ciudadanos debemos, en medio de la disputa por la Presidencia de la República, exigir que el próximo gobierno se
integre de una manera distinta a como se ha venido haciendo en todos los niveles: pagando cuotas de campaña,
respondiendo a compromisos creados y cediendo ante las presiones de los intereses económicos que buscan siempre
incidir a favor de las compañías que representan.

Es tal el nivel de desorden, que el próximo gobierno tendrá el reto de asumir la altura de miras necesaria para organizar un
gobierno con los mejores hombres y mujeres del país; y aquí se habla no sólo de capacidad técnica y conocimiento de la
materia y temas de los que serán responsables, sino de una historia de vida a través de la cual se haya acreditado la
capacidad de liderazgo y de diálogo con todas las partes.

Un gobierno que tenga como secretarias y secretarios a personalidades con la fuerza moral para impulsar una nueva
generación de políticas y de pactos políticos con el fin de reorganizar al aparato institucional y promover un nuevo modelo
de justicia social que es urgente, por lo cual, lo deseable y exigible a quien ocupe la Presidencia, será que al menos,
garantice un gabinete con vocación y sentido de patria.

*Director del CEIDAS, A.C. 2011-09-26 01:16:00

JRA
El espejismo de los datos
El reto de construir un nuevo modelo de desarrollo pasa por la revisión crítica de las tesis generales del gobierno y, en esa
medida, por la construcción de una nueva generación de políticas sociales...

Mario Luis Fuentes*

La semana pasada se dieron a conocer los avances en los indicadores de seguimiento al cumplimiento de los Objetivos del Milenio. Los datos
disponibles muestran los avances que se han conseguido en materia de cobertura de servicios, mejoramiento de condiciones de salud, de
educación y de alimentación.

Estos avances encuentran su explicación en los esfuerzos desarrollados por múltiples instancias en todos los órdenes del gobierno y sitúan a
México como un país con un alto nivel de desarrollo humano.

Lo anterior es importante, pero de ello no se deriva que necesariamente las cosas van bien. Las mediciones nos permiten, sin duda, tener
una aproximación a la realidad, pero también pueden convertirse en “trampas” que hacen invisibles cuestiones relativas a lo social, y que no
pueden ser abarcadas a través sólo de indicadores numéricos.

Por ejemplo, decir que estamos bien porque de los más de 28 millones de viviendas hay 24.4 millones que disponen de agua potable,
constituye un despropósito. Esto, porque en esos 3.3 millones que no tienen agua, habitan al menos cuatro personas por vivienda, es decir,
13.2 millones de personas sin acceso al agua, población equivalente al total de habitantes de Guatemala.

En materia educativa enfrentamos una tragedia mayor. No sólo se trata de los pésimos resultados que tenemos año con año en las pruebas
de rendimiento escolar, sino de la falta de oportunidades de millones de personas que en pleno siglo XXI no tienen la capacidad de al menos
leer y escribir un recado, es decir, en condición de analfabetismo.

En ese sentido, es muy importante destacar que hay 5.4 millones de personas mayores de 15 años en condición de analfabetismo y, por si lo
anterior no fuera poco, en casi todos los reportes se omite señalar que 554 mil niñas y niños entre ocho y 14 años no saben leer ni escribir.

La lista de los rezagos en todos los ámbitos de lo social es interminable. Lo que se quiere mostrar aquí es que no podemos seguir asumiendo
“lecturas alegres” de las cifras oficiales.

Lo anterior implica que en México seguimos asumiendo tesis de gobierno que no han sido valoradas por ningún tamiz crítico.

Por ejemplo, ¿la cobertura y el acceso a ciertos bienes y servicios pueden ser asumidos como sinónimo del desarrollo?; o bien, ¿las líneas de
bienestar con los que se mide la pobreza son aceptables en un país con los recursos del nuestro?

Esto es relevante porque en los Estados Unidos de América es pobre quien tiene ingresos menores a mil dólares mensuales. En México, sólo
los deciles VIII, IX y X —es decir sólo 30% de los hogares— estarían en ese nivel de ingresos.

De acuerdo con el Consejo Nacional de la Evaluación de la Política de Desarrollo (Coneval), sólo 20% de los mexicanos cuentan con niveles
de bienestar adecuados, lo que evidencia la inmensa desigualdad de nuestra sociedad.

Asimismo, si se incorporase al IDH o al indicador de cohesión social un índice de violencia, sólo esta variable haría palidecer cualquier noción
de avance generalizado o de equidad.

Así, el reto de construir un nuevo modelo de desarrollo pasa necesariamente por la revisión crítica de las tesis generales del gobierno y, en
esa medida, por la construcción de una nueva generación de políticas sociales, dirigidas, no a paliar la pobreza, sino a garantizar
integralmente los derechos consagrados en la Constitución.
*Director del CEIDAS, A.C. 2011-09-19 00:00:00

JRA
La trampa de la mediocridad
Hay muchos riesgos para una democracia, uno de los mayores es que los políticos asuman la medianía como
meta de la actuación pública; resulta inaceptable que, si se aspira a la justicia social, se tenga en la mediocridad
el objetivo central de sus decisiones.

Mario Luis Fuentes

Nuestro país ha tenido desde hace 30 años un crecimiento sumamente mediocre. Los datos muestran que, entre 1980 y 2010,
apenas crecimos, en promedio anual, un dos por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita; sin embargo, si se toman como
referencia sólo los últimos 15 años, es decir, a partir de 1995, el crecimiento se situó entre uno y 0.5 por ciento per cápita.

El corolario de esta realidad, además de la grosera concentración del ingreso y de la conservación de privilegios para los que más
tienen, lo conocemos todos: más de la mitad de la población nacional vive en condiciones de pobreza de patrimonio, si se considera
la medición por “líneas de pobreza por ingresos” (57.7 millones de pobres), o si se prefiere, más de 52 millones de mexicanos en
pobreza multidimensional.

Las causas de esta trágica condición nacional son múltiples; sin embargo, hay factores claramente identificables y cuyo peso es
mayor en la determinación de muchas de nuestras calamidades. Quizás el más importante de ellos encuentra su explicación en la
renuncia a contar con un Estado fuerte, capaz de ordenar y darle sentido al desarrollo nacional.

Nadie puede negar a estas alturas que lo que ha ocurrido en casi todo el país es la continua retirada de la autoridad; la ideología
que intentó colocar el mercado como la principal institución y base de todo principio organizador de la sociedad, logró posicionarse a
tal grado que los propios políticos asumieron que su tarea se reducía simplemente a administrar gerencialmente al gobierno.

En efecto, la postura de Warren Buffet a través de la cual hace un llamado a la autoridad para que a quienes más tienen se les
cobren más impuestos, es la muestra más evidente de que, a quienes detentan los cargos públicos ya no se les ocurre siquiera
pensar en la posibilidad de tomar decisiones que afecten a los privilegiados de siempre; y esto no tiene otra explicación sino su
connivencia y su dependencia respecto de los barones del dinero.

Hay muchos riesgos para una democracia, pero uno de los mayores es que los políticos asuman la medianía como meta de la
actuación pública; así, resulta inaceptable que una República que aspira a la justicia social tenga en la mediocridad el objetivo
central de sus decisiones; que esto ha ocurrido en México en los últimos años es evidente a todas luces, y lo peor es que esta
actitud se ha trasladado a todas las esferas de lo público, teniendo quizá en la economía su ejemplo paradigmático.

Que un país como el nuestro, con las capacidades y recursos con los que contamos, recurrentemente se ponga como meta un
crecimiento por debajo de cinco por ciento anual, resulta un despropósito porque esta decisión significa llanamente que hemos
renunciado a la imaginación y la creatividad como motores de la inteligencia institucional; significa que hemos decidido hacer por
siempre más de lo mismo, esperando que el contexto internacional mejore para con ello nosotros “ser jalados” hacia mejores
condiciones. El complejo escenario nacional y mundial que enfrentamos y que al parecer será aún más incierto en 2012, nos obliga
a repensarnos, no en nuestras metas y objetivos, sino en los mecanismos y fundamentos con base en los que tomamos decisiones
y construimos el porvenir, el cual, por cierto, no tendrá mejor cara si no renunciamos a la mediocridad como destino inevitable.

*Director del CEIDAS, A.C.

2011-09-12 00:00:00

JRA
La democracia y la libertad de expresión
En tiempos de incertidumbre y violencia como los que vivimos hay pocos espacios tan relevantes de ser
protegidos como el de la prensa libre

Mario Luis Fuentes*

Las democracias han tenido siempre en la prensa libre uno de sus pilares fundamentales; sin libertad de expresión y sin una
adecuada garantía del derecho a la información se corre siempre el riesgo del autoritarismo, la corrupción, el mal gobierno y sin
duda alguna, un severo retroceso en cuanto a las posibilidades de una vida socialmente ordenada y digna se refiere.

En tiempos de incertidumbre y violencia como los que vivimos hay pocos espacios tan relevantes de ser protegidos como el de la
prensa libre. Sin un periodismo crítico y sin fuentes de información creíbles, la ciudadanía se ve ante el riesgo de enfrentar
problemas sin contar con datos de calidad, lo cual incrementa los riesgos de incumplimiento de los derechos de todos.

Para México, considerado uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo, es urgente avanzar en la construcción de un
nuevo esquema de justicia y protección para quienes han decidido dedicar su vida al servicio público a través de la tarea diaria de
informar con veracidad y con compromiso social.

En ese sentido, la condena por los recientes asesinatos de Humberto Millán, Marcela Yarce y Rocío González debe ser, no sólo
unánime, sino que debe movilizar a las autoridades a resolver con celeridad estos casos. Y no es que la vida de los periodistas
valga más que la de los cientos de personas que mueren violentamente cada mes, sino que en una democracia no podemos
permitir que nada ni nadie atente en contra de uno de los elementos que en mayor medida contribuyen a una vida libre para todos.

Por otro lado, debemos considerar que la autoridad no sólo está desbordada, sino que ante el desorden generalizado, está
incurriendo en graves excesos. En ese sentido, resulta a todas luces inaceptable el caso del gobierno del estado de Veracruz, en su
acusación de terrorismo a dos personas quienes, aun habiendo incurrido en el exceso de divulgar un rumor, no pueden ser
comparadas con quienes detonan bombas.

Debemos reconocer que, en una sociedad abierta, siempre será preferible el “libertinaje informativo” al autoritarismo y la censura. A
final de cuentas, la inseguridad pública y la percepción generalizada de que la autoridad está desbordada por los criminales no la
han inventado quienes hacen uso de las redes sociales.

Ante todas estas cuestiones, parece ser que el reto se encuentra en definir cómo, en el México del siglo XXI, podemos consolidar a
nuestra democracia, salvaguardando las garantías de las personas a decir lo que les venga en gana, sin el temor a ser reprimidos o
amedrentados por la fuerza autoritaria del Estado.

En su Historia y crítica de la opinión pública, el filósofo alemán Jürgen Habermas nos dice que la publicidad, entendida como aquello
que se construye para darle sentido a lo público, constituye la más importante mediación entre la política y la moral, pues es
justamente en el mundo de la publicidad de los ciudadanos, en el que se definen los aspectos más importantes de una cultura y
hasta de un modelo de civilidad.

La violencia y los atentados contra la prensa son a todas luces el extremo opuesto a dicha mediación, por lo que no es exagerado
decir que, en la protección de la prensa libre, nos va en buena medida la posibilidad de reconstruir éticamente un diálogo edificante
para nuestra República.

*Director del CEIDAS. A. C.

ceciliasotog@gmail.com

2011-09-05 00:00:00

JRA
Terror y distorsión
Lo esperable es que la autoridad tenga el valor de reconocer que su estrategia no funcionó.

Mario Luis Fuentes*

El gobierno federal ha reconocido por fin que en México las bandas del crimen organizado están utilizando tácticas de terror para
amedrentar y acorralar no sólo a la población, sino a las propias autoridades judiciales.

La estrategia de propaganda que han desarrollado estos grupos a través de las narcomantas, de los videos presentados en redes
sociales, losnarcomensajes que literalmente clavan en los cuerpos mutilados y torturados de sus víctimas, constituyen elementos
que generan miedo y muestran el grado de sadismo del que son capaces.

Me atrevo a sostener que esos y otros elementos permiten hablar de una nueva forma de terrorismo que ha tomado por sorpresa a
la autoridad. Se trata ya no sólo de las bombas al estilo de la ETA, sino de nuevas tácticas de violencia armada que son tan eficaces
como el asesinato masivo de poblaciones inocentes.

Frente a una táctica así, lo esperable sería, no sólo la acción de las policías y las agencias de investigación, sino una inteligente
estrategia de comunicación que desde el gobierno federal y los estatales permitiera contrarrestar los perniciosos efectos que al
parecer están teniendo los mensajes de los delincuentes en la expansión de una cultura de violencia y de apología del crimen.

Por ello sorprende que, en medio de la tragedia, el titular del Ejecutivo aparezca en red nacional, decretando el luto nacional,
hablando de la presencia del terrorismo en México, y simultáneamente se transmitan los mensajes triunfalistas del Quinto Informe
de Gobierno.

En las teorías de la comunicación, el concepto de “distorsión” es definido como “la deformación de las imágenes o las señales y que
es generada en su difusión o transmisión”. Eso es precisamente lo que está generándose desde la Presidencia con la emisión de
mensajes contradictorios.

Hechos como el del pánico generado en el estadio de futbol del equipo Santos, en Torreón, y ahora la barbarie asesina ejercida en
el Casino Royale de Monterrey, dan al traste a la estrategia de comunicación del Gobierno de la República porque, si bien es cierto
que hay países con mayores tasas de homicidios, lo es también el hecho de que no hay muchos lugares en el mundo en los que
aparezcan cuerpos colgados y acribillados en puentes peatonales, cabezas humanas arrojadas a las puertas de las dependencias
policiales, defensores de derechos humanos acribillados frente a las instalaciones de la autoridad, y un largo etcétera, que muestra
niveles de violencia que difícilmente pueden tener parangón con lo que ocurre en otras partes.

Es hora de la responsabilidad y, en función de ello, lo esperable es que la autoridad tenga el valor de reconocer que su estrategia no
funcionó: que los cárteles de la droga no han perdido ni capacidad operativa ni presencia territorial; que el crimen del orden común
ha tenido repuntes importantes en crímenes de alto impacto, como el secuestro, el rapto y las violaciones sexuales; que las policías
no han mejorado sustantivamente y que, en general, la población en todas las entidades hoy se siente mucho más insegura que en
el pasado.

Entre el terror y la distorsión de los mensajes de la comunicación del gobierno, la opción dejada a la ciudadanía es la de la
incertidumbre y el miedo; una fórmula a todas luces inadecuada, si lo que se busca es la consolidación de nuestra atribulada
democracia.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-08-29 00:00:00

JRA
Otros riesgos ante la crisis
Las protestas ya están en las calles alrededor del mundo y es muy probable que aparezcan pronto en nuestro
país

Mario Luis Fuentes*

Parece que el mundo contemporáneo tiene como una de sus características el ser un escenario de constantes tensiones. Hay de
hecho una serie de nuevos fenómenos, casi todos ellos extremos, que han comenzado a generar reacciones sociales, políticas y
culturales ante las cuales, como en casi todos los ejemplos históricos, la humanidad está poco preparada para procesarlos con
éxito.

Ha ocurrido así cuando, en medio de una severa crisis cultural, los ilustrados propusieron, a finales del siglo XVIII, un nuevo modelo
civilizatorio, basado en tres ejes: democracia política; un capitalismo incipiente como modo de producción universal; así como una
ideología sustentada en el discurso de los derechos humanos.

La cuestión derivó en una sangrienta guerra europea que llevó a una redistribución del poder político internacional; mientras que, en
nuestro continente, los movimientos libertarios provocaron una nueva dinámica sociopolítica planetaria y la aparición de la primera
gran superpotencia del siglo XIX: los Estados Unidos de América.

En el siglo XX, los resultados de la acelerada revolución económica-científico-tecnológica del siglo XIX llevó a un sangriento
reacomodo de fuerzas globales, expresado en la I Guerra Mundial. Por primera vez, el mundo pudo percibir la mecanización de la
guerra que, en casos como Verdún, llevó a la muerte a medio millón de personas.

Los efectos de la Gran Depresión, entre muchos otros factores, detonaron el posicionamiento del fascismo en países como España
e Italia, los cuales “pavimentaron” el camino al ascenso del régimen nazi en Alemania y su proyecto de exterminio.

Cambios en las economías y proyectos de gobierno en escala regional y nacional también han provocado sangrientas reacciones de
los grupos conservadores: Argentina, Uruguay y Chile son ejemplos de cómo las rancias aristocracias latinoamericanas
reaccionaron ante la posibilidad de ver afectados sus intereses.

Hoy, ante la mayor crisis económica y financiera global en los últimos 100 años, hay una nueva “oleada” de partidos de derecha que
han llegado al poder o que están avanzando en un rápido posicionamiento en el cual el discurso de la xenofobia, la discriminación,
el odio racial y el autoritarismo asoman peligrosamente, sin tener enfrente una propuesta progresista consolidada y capaz de
contener odiosas ideologías conservadoras que no buscan sino perpetuar privilegios.

Asumiendo que la historia jamás puede considerarse un proceso lineal, lo cierto es que ya hemos visto lo que ha ocurrido en otros
momentos de crisis: los fundamentalistas de derecha, pero también basados en ideologías de izquierda, buscan a toda costa
imponer sus visiones de mundo —en ocasiones con relativo éxito— provocando verdaderas catástrofes humanas ante las cuales la
responsabilidad de todos es garantizar el “imperativo categórico” propuesto por la Escuela de Frankfurt después de Auschwitz: “Que
la barbarie no se repita”.

Las protestas ya están en las calles alrededor del mundo y es muy probable que aparezcan pronto en nuestro país si la pobreza se
agudiza aún más, y si el empleo no logra una recuperación importante en el corto plazo. La pregunta es, ¿cuál será la reacción de
las instituciones si esto llegase a ocurrir? pero, sobre todo, ¿qué es lo que estamos construyendo como propuesta viable de cambio
para la justicia social?

Lo que es cierto es que, a pesar de todo, aún estamos a tiempo de construir salidas hacia la dignidad y la prosperidad nacional con
equidad.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-08-22 00:00:00

JRA
¿Quién manda en el Estado?
La crisis global nos ha situado en una disyuntiva sin precedentes y es momento de ubicarse a la altura de los
retos que tenemos enfrente

Mario Luis Fuentes*

Octavio Paz nos advertía hace casi 20 años que México estaba ante el riesgo de que los llamados “poderes fácticos” se decidieran
a “usurpar” los principales espacios de decisión del Estado. El riesgo era mayor, advertía el poeta, porque de hacerlo sería
soterradamente y bajo un modelo de apariencia democrática que podía llevarnos a tentaciones autoritarias de perniciosos efectos
para la mayoría de la población.

Así, es preciso advertir que el Estado ha perdido la mayor parte de sus instrumentos para regular efectivamente al mercado; que ha
perdido el control y la capacidad de garantizar la seguridad pública sobre diversos territorios en los que los decisores son los
“barones de horca y cuchillo; y que se ha mutilado de los recursos con que contaba, para intentar brindar niveles mínimos de
bienestar.

Por su parte, el fracaso social de la República pone a diario en tensión la legitimidad de la democracia, pues el reclamo
generalizado se centra en señalar que hoy el voto vale más, pero que la gente simplemente come menos.

En ese sentido, es tiempo de atrevernos a discutir si efectivamente los procedimientos establecidos por la Constitución garantizan el
carácter democrático de las instituciones estatales y, en consecuencia, si existen los candados suficientes para cerrar la puerta a
intereses que actúan en detrimento de la mayoría.

Ante el desorden generalizado que existe en el entramado institucional, es hora de cuestionar quién toma realmente las decisiones
en el país. Es decir, ¿realmente se legisla en San Lázaro o este espacio ha sido reducido a una “sala de legitimación” de los
acuerdos que se toman en “otra parte”? ¿La planeación del desarrollo nacional realmente se piensa y se construye en las
secretarías de Estado o éstas han sido también circunscritas a ser meras oficialías de partes de los intereses en disputa por el país?

La crisis global nos ha situado en una disyuntiva sin precedentes y es momento de situarse a la altura de los retos que tenemos
enfrente. Esto es así porque no podemos darnos el lujo de ser la “generación del fracaso”. No podemos permitir que el país y los
anhelos de una nación incluyente se nos vayan de las manos, porque fuimos incapaces de darle un profundo sentido de justicia a
nuestra República.

Desde mi perspectiva, el primer paso consiste en asumir que el pacto social está agotado; que las instituciones están desbordadas y
que ni el mercado ni el Estado están funcionando adecuadamente para garantizar que las personas tengan acceso a lo elemental
necesario para trabajar, curarse y educarse con dignidad.

Superar con éxito los dilemas que nos aquejan implica asumir con arrojo la responsabilidad de construir un rescate social de México,
pues no podemos ser omisos ante la descomposición de las instituciones y, menos aún, ser testigos mudos de la catástrofe que se
expresa en la realidad que padecen más de 50 millones de personas en pobreza.

Preguntarnos quién manda actualmente en el Estado puede abrir una nueva ruta de discusión y, sobre todo, darnos la posibilidad de
construir nuevas respuestas porque, en ello, nos va la posibilidad de darle sentido y visión a un proyecto de país para la equidad y la
inclusión, en un entorno global que cambia rápidamente, incierto, y que no nos da ya referentes para pensarnos desde fuera.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-08-15 00:00:00

JRA
La fuga de la realidad
Se cree que el gobernante debe decir “lo que el pueblo quiere escuchar”, posición frívola y ajena a la
democracia.

Mario Luis Fuentes*

Los gobiernos de hoy han caído en la perversa lógica de verlo todo a través de las encuestas. Los sistemas de toma de decisiones
se han consolidado con base en estudios de opinión pública y la mayoría de los políticos difícilmente proponen o dejan ver una
posición si no se fundamenta en resultados de sondeos y consejos de expertos en imagen pública.

La cuestión es perversa porque nace de una confusión inaceptable para quien ejerce el poder: se cree que el gobernante debe decir
“lo que el pueblo quiere escuchar”, posición, no sólo frívola, sino ajena a toda concepción verdaderamente republicana del ejercicio
democrático y de la consolidación de las instituciones.

En ese sentido, preocupa profundamente que los gobiernos, en todos sus niveles, no han sido capaces de diagnosticar
adecuadamente lo que ocurre en nuestra realidad social, y menos aún presentarlo en su dureza a la ciudadanía. Esta situación es
grave porque, si de algo son responsables, es de informar a la población del estado de cosas imperante. No puede ser de otro
modo, pues si se oculta o se “maquilla” la información, lo que se está haciendo es provocar, desde las instituciones del Estado, la
mentira política, el rumor y el desorden generalizado.

Es más grave aún, porque lo que está por venir para el país son tiempos de enorme incertidumbre. La disputa política de 2012
amenaza con convertirse en una marcada por una violencia criminal que, ya lo hemos visto en otras ocasiones, puede derivar en
violencia política. Basta con recordar que el año pasado el contexto electoral se manchó de sangre con el asesinato del candidato al
gobierno de Tamaulipas y el del ex gobernador de Colima.

En este 2011, Michoacán, una de las entidades con mayores niveles de violencia y más presencia del crimen organizado, marcará
el preámbulo de un contexto electoral sumamente complejo, en el que los grupos delincuenciales pueden asumir y plantear retos
mayores al Estado frente a una administración federal, y más frente las entidades, incapaces todavía de mostrar que efectivamente
es la autoridad quien ejerce el monopolio de la violencia.

Por si fuera poco, el entorno internacional no sólo está plagado de nubarrones negros, sino que ya nos ha mostrado el poderío de
varias “tormentas” que, más allá de disminuir en intensidad, amenazan con convertirse en verdaderos “huracanes” económicos que
podrían dejarnos en la ruina planetaria ante la cual, ya lo planteó el titular de Hacienda, no hay ninguna economía que pueda
contener sus efectos.

La pobreza masiva que nos agobia y que nos ofrece uno de los mayores reclamos éticos que hayamos enfrentado como país, exige
claridad, capacidad de autocrítica y tener la humildad suficiente para reconocer que vamos muy mal, pero que las cosas podrían
empeorar si no se toman decisiones de manera inmediata.

Reconocer lo anterior podría ser el primer paso para promover la construcción de un proceso de reconciliación nacional, por lo que
es urgente que quienes hoy detentan el poder tengan la capacidad de decirnos, con honestidad, el verdadero estado de cosas que
tenemos en el país; preparar a la población para lo que viene, y convocar a una gran alianza nacional para reconstruir un estado de
bienestar que nos dé protección a todos. Sólo así, evitando la fuga con la realidad, tendremos la oportunidad de enfrentarla.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-08-08 00:00:00

JRA
Algo anda muy mal
A pesar de algunos avances en educación y salud, la cuestión es que en 2010 hay casi 10 millones más de pobres
que los contabilizados en 2006.

Mario Luis Fuentes*

Los resultados de la medición multidimensional de la pobreza presentados por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política
Social (Coneval) no dejan lugar a dudas: las instituciones sociales están desbordadas y no hay programa que alcance para resarcir
el pésimo desempeño económico que tenemos, si éste es medido a través de los indicadores de desocupación y de las condiciones
críticas de ocupación.

A pesar de algunos avances en educación y salud, la cuestión es que en 2010 hay casi 10 millones más de pobres que los
contabilizados en 2006 y, si se considera sólo la medición de la pobreza por ingresos, la cifra es todavía peor, pues, según el
Coneval, habría 57.7 millones de pobres.

Ante esta información, lo esperable es que las autoridades tengan la capacidad de llevar a cabo un profundo ejercicio de autocrítica.
En ese sentido sorprende y sobre todo preocupa que no haya un solo funcionario en todo el país con la capacidad de reconocer que
las cosas no están bien. Todo lo que escuchamos fue que, a pesar de que estamos muy mal, las cosas funcionan muy bien, y que
de no ser por las políticas gubernamentales, estaríamos todavía peor.

La cuestión que no se considera en los gobiernos es que su responsabilidad constitucional no se encuentra en evitar que la gente
“esté peor”, sino en garantizar plenamente los derechos que están plasmados en la Carta Magna, y que no hacerlo implica
llanamente una violación, por omisión o incapacidad, de nuestro texto constitucional.

Que las cosas pueden plantearse de manera distinta es posible. En la década de los 70 del siglo pasado, los países escandinavos
tuvieron una reacción completamente distinta a la nuestra. Cuando se evidenció que más de 30% de sus poblaciones vivían en
condiciones inadecuadas de bienestar, asumieron que el problema era el modelo de desarrollo y refundaron su pacto social con
base en tres medidas fundamentales: brindar seguridad social gratuita y universal; construir un sistema educativo gratuito y
universal en todos los niveles, y erradicar la corrupción.

El argumento es simple y parte de un supuesto como el que sigue: “Cuando en una colectividad de 100 personas hay una o dos que
son pobres, puede asumirse que el problema es individual, por lo que deben diseñarse programas de asistencia para
reincorporarlos; empero, cuando entre 100 hay 30 que la pasan muy mal, el problema es social y compete a todos resolverlo”.

La fórmula no es muy difícil de construir en nuestro país. Recursos tenemos, pero lo que hace falta es voluntad política para alterar
las estructuras de acumulación y distribución de la riqueza social que nos han llevado a la catástrofe que hoy se expresa en el
hecho de que más de 90 millones de mexicanos son pobres o vulnerables.

Un dato al que se le puso poca atención en la reciente medición del Coneval es el relativo al grado de “cohesión social”, mediante el
cual podemos percibir qué tan desiguales somos. Este índice creció entre 2006 y 2008; volvió a hacerlo entre 2008 y 2010. Si el
número de pobres crece, es algo muy grave; que además se ensanchen las brechas de desigualdad lo hace aún peor y es lo que
debería llevarnos, pero ya, a reconocer que las cosas andan muy mal y que es momento de recomponerlas.

*Director del CEIDAS, AC

2011-08-01 00:00:00

JRA
Desigualdad y desempleo: síntomas de rupturas
México tiene una enorme deuda social con más de 50 millones de personas en situación de pobreza.

Mario Luis Fuentes*

El optimismo del que hacían gala las autoridades financieras y hacendarias hasta hace tres meses, enfrenta ahora la refutación de
una realidad que no hace sino confirmar la existencia, no sólo de una ruptura económica en nuestro país, sino dos de mayor calado
y profundidad: la de la ética y la de la política.

La ruptura ética se expresa sobre todo en el fracaso del modelo de desarrollo que hemos asumido desde hace décadas; es decir, un
sistema sociocultural sustentado en un individualismo dirigido a la más absurda de las actividades humanas: la producción y el
consumo sin límite de mercancías que son, ya no se diga innecesarias, sino plenamente superfluas.

Por su parte, la ruptura de la política se manifiesta en la alianza explícita de los grupos dirigentes con los dueños del sistema
económico; es decir, la política se plegó a los intereses y, con ello, al estilo y los propósitos de sociedad, promovido por los
beneficiarios del modelo de desarrollo imperante.

Todo esto tiene expresión en dos graves fenómenos, por las consecuencias en la calidad de vida de millones de personas. En
efecto, la concentración de la riqueza en unas cuantas manos provoca la aparición de océanos de desigualdad con la
correspondiente frustración y desesperanza de millones de jóvenes —principalmente— por la ausencia de un panorama de mejor
futuro.

El desempleo galopante en que se encuentran atrapadas alrededor de 2.7 millones de personas en nuestro país, no es sino el factor
que se encuentra en la base de la inmensa reducción que tuvieron los hogares mexicanos en sus ingresos, en el periodo que va de
2008 a 2010.

En efecto, ya muchos habíamos advertido que los datos sobre la pobreza con que contábamos en 2008 tenían una subestimación,
no por el método de cálculo, sino porque no recogían los efectos totales que tendría la crisis que estalló en septiembre de aquel
año, y que se agravó con la caída cercana a 10% del PIB en 2009.

México tiene una enorme deuda social con más de 50 millones de personas en situación de pobreza, y es claro que ya no se trata
sólo de un problema de diseño de políticas públicas, sino de diseño del gobierno, pues lo que está en el fondo de esta situación es
la ausencia de un pacto para la equidad y la justicia social.

Con base en esto, es posible afirmar la urgencia de repensarnos como sociedad y definir el México que queremos ser, desde hoy,
pero con horizontes de largo plazo que garanticen la suficiencia de recursos y el equilibrio ecológico; que permitan el acceso de
todos a una vivienda digna, a una educación de calidad, a un sistema de seguridad social universal, a servicios culturales y de
recreación de calidad; que permita erradicar la discriminación y que nos lleve a la erradicación de las brechas de desigualdad entre
norte, centro y sur, que hoy nos dividen y laceran como sociedad.

Como puede verse, el sendero por el que vamos en realidad es como un laberinto de Minos, por lo que el pacto que se requiere no
puede tener otro propósito que el de dar pleno cumplimiento a lo que está plasmado en la Constitución; empero, para lograr
construirlo habría que comenzar, ya, por devolver la ética a la política.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-07-25 00:00:00

JRA
Seis millones de nuevos pobres
Nadie puede sostener hoy que el rescate social de México no es la mayor emergencia nacional.

Mario Luis Fuentes*

No hay ni podrá haber un proyecto de civilidad democrática en una sociedad en la que la prácticamente la mitad de sus habitantes
son pobres y, peor aún, en donde la mayor parte de la riqueza se concentra en los dos deciles de mayor capacidad de ingresos.
Penosamente, este es el panorama que nos revela la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto en los Hogares (ENIGH, 2010), en la
cual se consigna la fuerte caída en los niveles de ingresos de las familias mexicanas entre 2008 y 2010.

Los resultados de la Encuesta comprueban además que un país puede crecer en su producto interno bruto (PIB), pero que las
condiciones que permiten la reproducción de la desigualdad y de los perversos círculos de la pobreza pueden mantenerse intactos.

La medición de las condiciones socioeconómicas y el cálculo oficial sobre el número de pobres los dará a conocer el Coneval a
finales de este mes; empero, es urgente, ya, construir la plataforma que muchos hemos propuesto para debatir con seriedad sobre
las reformas necesarias que permitan revertir las oprobiosas condiciones sociales que privan en nuestro país.

Ya ha habido interesantes ejercicios promovidos por distintas instancias, entre ellas, la UNAM y la Universidad de Guanajuato,
desde las cuales llevamos a cabo en 2010 los Diálogos del Bicentenario por un México Social y en los cuales se vertieron
sugerentes propuestas de cambio en los ámbitos de la educación, de la salud, de las políticas económica y fiscal y de las políticas
de combate a la pobreza.

Ante la evidencia con que contamos, nadie puede sostener hoy que el rescate social de México no es la mayor emergencia
nacional. Menos aún los gobiernos, tanto el Federal como los estatales, pueden continuar asumiendo que las políticas vigentes son
eficaces.

Desde mi perspectiva, el primer paso que debe darse es reconocer, por parte de todas las fuerzas y grupos políticos, que el modelo
económico no da para más; que las instituciones están desbordadas y requieren una profunda reforma y rearticulación orgánica y
funcional, y que el marco jurídico para la protección de los derechos sociales debe ser reformado para darle coherencia interna e
incorporar nuevas disposiciones que fortalezcan a las instituciones en su capacidad de cumplir con el mandato jurídico que tienen.

Se agotó el tiempo de esta administración para diseñar medidas de mayor eficacia con miras a reducir drásticamente la indignante
desigualdad en que vivimos, y para erradicar el hambre y la miseria que campean por todo el territorio. Pero lo que sí puede hacer
todavía la administración del presidente Calderón, es convocar a las mentes más lúcidas pero, sobre todo, con la autoridad moral
suficiente para construir un método que nos permita extraer propuestas en el menor tiempo posible y avanzar en la generación y
promoción de los acuerdos requeridos para reconstruir el pacto social.

No podemos, y no debemos contentarnos con el discurso del “no hay nada que hacer” o relativo a que son las “fuerzas del mercado”
las que nos han colocado en esta situación.

Debemos reconocer que detrás de la pobreza existen intrincadas relaciones de poder, de abuso, de explotación y, sobre todo, que
el mayor responsable de eso es el Estado, y que es a sus instituciones a las que les corresponde transformar a México en una
verdadera República social.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-07-18 00:00:00

JRA
Corrupción y parálisis
Lo peor es que en nuestro inconsciente colectivo siguen presentes ideas como “el que no transa no avanza”.

Mario Luis Fuentes*

En la década de los 80, el entonces Presidente de la República, Miguel de la Madrid, impulsó por primera vez un programa desde el
cual se reconocía explícitamente que la corrupción era uno de los mayores males del país y que en buena medida es uno de los
factores que paralizan y desvirtúan la tarea de gobernar.

Desde aquel famoso llamado a la “renovación moral del gobierno” hasta la reciente convocatoria a la denuncia ciudadana del
“trámite más inútil”, lo evidente es que ninguna administración ha sido capaz de erradicar o al menos de atemperar de manera
significativa la rampante corrupción que campea en todos los niveles y estructuras del gobierno.

A pesar de algunos avances institucionales, como la creación del IFAI, lo cierto sigue siendo que, según los informes más recientes,
la inmensa mayoría de los municipios mantiene elevados índices de “opacidad” gubernamental, mientras que en las entidades no se
ha logrado transitar hacia esquemas de efectiva rendición de cuentas de la ciudadanía.

Si se lleva a cabo un recuento sistemático y detallado en esta materia, se encontrará que no ha habido un año en el cual no se haya
presentado un caso escandaloso de corrupción; y vale decir escandalosos por partida doble: en primer lugar porque de suyo la
utilización de los cargos públicos para el enriquecimiento personal es una práctica detestable y, en segundo término, lo son por la
magnitud de los montos de los desfalcos, malversación de recursos y desvío de dinero del erario para campañas políticas y otras
acciones reprobables.

Lo peor de este escenario es que en nuestro inconsciente colectivo siguen presentes ideas, como “el que no transa no avanza”,
relativas a que “un político pobre es un pobre político” o bien que la gente “no pide que le den algo, sino que la pongan en donde
hay”.

Todas estas frases que se escuchan en las conversaciones cotidianas, muestran hasta qué grado el mexicano ha hecho parte de su
mentalidad la idea de que sólo en el margen de la ley pueden conseguirse triunfos dignos de ser asumidos como tales; que sólo a
través del abuso del poder y de la autoridad puede accederse a bienes y servicios públicos y que es únicamente mediante la
deshonestidad como puede aspirarse a la movilidad social.

Como contraparte, el diseño institucional sigue respondiendo a una lógica de obstaculización de la participación ciudadana y de la
facilitación de la administración pública. En efecto, el diseño de prácticas y procedimientos administrativos y de tramitología ha
llegado al absurdo de establecer tantos candados que perversamente se ha abonado, a final de cuentas, a que las personas se
vean “obligadas” a continuar fomentando la corrupción ante la imposibilidad de acceder de manera simple a los bienes y servicios a
los que la Constitución y sus leyes les dan derecho.

Cada año hay reportes de organismos no gubernamentales, a través de los cuales se miden de manera aproximada los costos
anuales que representan para el país los millones de actos de corrupción que se gestan día con día. Lo que no se ha medido aún, y
eso habría que hacerlo pronto, es el daño cultural y espiritual que se ha hecho a la ciudadanía a través de la perpetuación y el
fomento, desde la propia autoridad, de esta perniciosa plaga que es la corrupción.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-07-11 00:00:00

JRA
Un punto de partida
Seguimos siendo testigos de una terrible desigualdad que no se ha reducido y es probable que se haya
profundizado entre 2008 y 2010.

Mario Luis Fuentes*

El urgente diálogo social que nos hace falta sigue pendiente. Mientras tanto, seguimos siendo testigos de una terrible desigualdad
que, según los datos preliminares disponibles, no se ha reducido y es probable que se haya profundizado entre 2008 y 2010,
afectando por supuesto a los más frágiles y desprotegidos por el sistema económico y social.

Es evidente que las instituciones sociales de nuestro país se encuentran desbordadas y no se atisba por ningún lado cómo generar
un proceso de reformas que permitan reconstruir al entramado institucional, a fin de reorientar decisiones de planeación,
presupuestales y de política pública, a fin de abatir la pobreza y revertir la grosera concentración del ingreso que se vive en el país.

Ante esta realidad, en la edición de julio de la revista México Social(www.mexicosocial.org) se invitó a los presidentes de los tres
partidos políticos mayoritarios, así como a los coordinadores de los grupos parlamentarios mayoritarios en el Senado, a escribir en
torno a su visión sobre la cuestión social.

Me atrevo a sostener que el ejercicio es innovador porque permite que la población pueda acceda a los supuestos y principios
desde los cuales se diseñan políticas públicas, se plantean reformas legislativas y se critican las acciones de los gobiernos, en
función de las tesis programáticas de los partidos políticos y los grupos parlamentarios.

El ejercicio también es inédito, porque puede tomarse como un buen punto de partida para la identificación de coincidencias pero,
sobre todo, de las diferencias de posición sobre los temas más urgentes que deben movilizarnos como país, es decir, los vinculados
a la cuestión social, la protección de los derechos humanos y la atención de los grupos en mayores circunstancias de vulnerabilidad
social.

Como propósito mayor, la revista México Social se ha dado a la tarea de convocar a todas las visiones sobre las agendas relativas
al desarrollo, por lo que se seguirá invitando a escribir sobre su propuesta social a los principales responsables de impulsar la
transformación de las condiciones que permiten la persistencia de la pobreza y la reproducción de los ciclos perversos de la
desigualdad, la marginación y la exclusión.

Lo que hemos visto en las últimas semanas en nuestro país es que el diálogo es posible; que debatir las ideas y confrontar las
diferencias puede llevarse a cabo con civilidad, y que hacerlo a través de la palabra escrita puede contribuir enormemente a fin de
clarificar conceptos, supuestos, así como mentalidad, principios y valores de quien escribe.

Lo que no podemos es dejar constancia de que la voluntad para transformar el país no existe; que hemos renunciado al debate de
las ideas —que es desde donde puede y debe confrontarse a los intereses creados y a la influencia de los poderes fácticos— y que
le hemos dado la espalda a la vocación transformadora de la palabra que se expresa en libertad y que con honestidad se pone por
escrito.

Nos hace falta confrontar las visiones imperantes, pues los resultados que hemos obtenido en materia social presentan más saldos
que resultados positivos; y esa realidad exige de la responsabilidad y el compromiso de todos para definir y explicitar qué
entendemos por nociones como “el desarrollo” y, en ese sentido, atrevernos a generar nuevas propuestas que nos lleven a
garantizar justicia y dignidad para nuestra población.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-07-04 00:00:00

JRA
Democracia y esperanza
El necesario encuentro entre las víctimas y el Presidente se da porque los otros canales de representación y de
interlocución están fracturados.

Mario Luis Fuentes*

El diálogo abierto en el Castillo de Chapultepec entre los familiares de las víctimas y el titular del Ejecutivo federal marca un hito en
nuestra historia democrática reciente. Lo es, en primer término, porque fue la tragedia y el dolor de ciudadanos agraviados, no sólo
por el crimen, sino también por la autoridad, lo que llevó a miles de ciudadanos a movilizarse y a dar su testimonio sobre lo que han
vivido y recibido de autoridades corruptas en todos los niveles y órdenes de gobierno.

Es histórica también la civilidad del tono y la tesitura de lo que se dijo en ese encuentro. No hubo más agravios, aunque sí firmes
posiciones que revelan, por otro lado, la enorme distancia que hay entre las distintas visiones que se tienen desde el poder, por un
lado, y desde la ciudadanía, por el otro.

Lo que nos revela este diálogo, además, es que el necesario encuentro entre las víctimas y el Presidente de México se da porque
los otros canales de representación y de interlocución están fracturados. Ni el Congreso ni los gobiernos locales representan a
cabalidad los legítimos intereses y las demandas ciudadanas y por ello sorprende la capacidad del movimiento que encabeza Sicilia,
de ponerse más allá de las situaciones personales y proponer un cambio profundo de las instituciones del país.

No creo que el poeta esté exagerando cuando dice que estamos enfrentando una emergencia nacional y que por ello es urgente
refundar el pacto social. Frente a tal llamado, lo esperable es que las instituciones del Estado tengan la capacidad de comprender
que no se trata de “una persona” liderando un movimiento, sino que, en el dolor, las víctimas han encontrado a otra víctima, que
tiene la capacidad de hablar y decir lo que sienten y exigen.

Javier Sicilia no es un político; es un hombre que ha dedicado su vida a cultivar y honrar la palabra a través del lenguaje poético; y
en ese sentido vale la pena destacar lo que hubiera dicho Octavio Paz: el poeta no se sirve del lenguaje; por el contrario, le sirve y
trata de recrearlo. Por esta razón, las palabras de Sicilia calan hondo, porque nacen de la autenticidad de quien busca justicia antes
que un beneficio inmediato traducido en cargos públicos o dinero.

Por otra parte, la práctica de civilidad que se dio en el Castillo de Chapultepec, la semana pasada, abre la puerta a reasumir la
esperanza de que las cosas sí pueden cambiar; que el futuro no está cancelado y que, con base en el entendimiento y el respeto a
la diferencia, puede construirse un nuevo estado de cosas para el país.

Urge pues que el IFE, los partidos políticos, la Suprema Corte de Justicia y el Congreso, los gobiernos estatales y los municipales,
tengan la capacidad de comprender que la ciudadanía no está dispuesta a esperar más; que la urgencia de transformación está
enfrente y que no puede posponerse más un diálogo nacional para definir el país que queremos ser.

La ruta de reconciliación que ha abierto esta movilización de miles de víctimas agraviadas no puede dilapidarse por la mezquindad y
la necedad de algunos. Hoy tenemos una ventana abierta desde la que puede verse con claridad que la democracia y la esperanza
por un país mejor sí pueden ir de la mano.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-06-27 00:00:00

JRA
Un verano muy caliente
Los escenarios que enfrentamos no abren espacio para la dilación; exigen actuar en el aquí y el ahora

Mario Luis Fuentes*

Las inusuales temperaturas que se están registrando en todo el país parecen tener un espejo en la “temperatura político-social”. Por
una parte, el tono del discurso del titular del Ejecutivo, tanto en su contenido verbal como en su expresión corporal, ha subido de
tono, al grado de recurrir a una excitativa al Congreso para concretar las reformas que están en análisis.

Por otro lado, la protesta social, encabezada ahora de manera visible por el poeta Javier Sicilia, ha tomado un rumbo y un nivel no
imaginados hasta hace sólo unos meses, mientras que el ánimo ciudadano parece enconarse y radicalizarse frente a las distintas
violencias que se viven todos los días, desde el ámbito de los hogares hasta las más cruentas acciones del crimen organizado.

La movilización popular en Cherán, la reaparición de los chantajes de los profesores en Oaxaca, y los múltiples intentos de
linchamiento de presuntos delincuentes en distintas localidades de todo el país no son sino manifestaciones de una frustración
social compartida en todo el territorio, ante una sensación generalizada de que poco o nada mejora.

Del otro lado del mundo, la realidad impensable hasta hace unos años, de una Europa asolada por el desempleo, la cancelación de
expectativas para millones de jóvenes y, en síntesis, la posibilidad de la “quiebra” de países como Grecia, Portugal y España, deben
llevarnos a una reflexión que derive en la puesta en práctica de medidas de cambio para garantizar que por fin podremos crecer
para la equidad.

En este escenario, es preocupante que no se hayan generado todavía las propuestas para un amplio acuerdo, que convierta el
adverso escenario global en una coyuntura favorable para un recambio institucional para la justicia social. Así, nuestras principales
preocupaciones deberían centrarse en cómo construir un modelo de desarrollo generador de empleos dignos, que abran rutas de
oportunidad y bienestar para todos los mexicanos.

Así las cosas, vale la pena la alegoría en torno a que la sequía que se extiende en más de la mitad del territorio nacional tiene
también su correlato en una sequía de ideas para lograr la transformación que nos urge. La cuestión estriba en darnos cuenta de
que, a diferencia de la ausencia de lluvias, fenómeno ante el cual poco podemos hacer, ese estiaje de las ideas tiene como
fundamental traba la ausencia de voluntad política para poner en marcha la cimentación de acuerdos y consensos para un nuevo
pacto social en el país.

Los efectos que enfrentamos hoy en pérdidas millonarias en el campo mexicano se van a convertir en unas pocas semanas en un
escenario totalmente opuesto: lluvias torrenciales que pondrán en riesgo la integridad y el patrimonio de millones de personas.

Todo esto debería darnos para asumir una nueva forma de comprender el desarrollo, desde la mirada de una nueva relación de
solidaridad e integración norte-sur, lo cual exige poner en el centro el tema de cómo abatir la desigualdad.

Los escenarios que enfrentamos no abren espacio para la dilación, exigen actuar en el aquí y el ahora porque asumir que el nuevo
debate podrá comenzar una vez que se haya elegido al nuevo presidente de México constituye un salto al vacío que no podemos
darnos el lujo de tomar. Está por verse, pues, si habremos de aprender algo de este muy caliente verano.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-06-20 00:00:00

JRA
Nuestra fractura es ética
Resulta sintomático observar cómo a lo largo de la administración el tono del discurso de la Presidencia se ha
modificado.

Mario Luis Fuentes*

Pareciera que la penumbra se esparce por todo el país; que una negrura se enseñorea sobre todos y todo; que las salidas están
acotándose cada vez más y que el futuro se está extinguiendo y nuestras oportunidades de convertirnos en una sociedad justa se
han cancelado.

Es sintomático observar cómo a lo largo de la administración el tono del discurso y los contenidos de los mensajes de la Presidencia
de la República se han modificado: de un optimismo desbordado, que llamaba a la ciudadanía a construir “un país ganador”,
pasamos a una lógica de justificación de la violencia, para situarnos ahora en un ambiente de confrontación que se sustenta en la
apología a ultranza de todas las decisiones públicas.

El análisis del discurso es fundamental para comprender los fenómenos asociados al poder, porque nos permite deconstruir lo que
se dice, pero también la lógica de quien lo dice y, más todavía, desde dónde lo dice.

Desde esta perspectiva y de frente a los discursos públicos, la cuestión a dilucidar no se centra exclusivamente en quiénes dicen
qué, en si dicen la verdad, sino, sobre todo, si se les puede creer o no. En ese sentido el emisor del mensaje se vuelve central
porque en una sociedad atribulada por la injusticia, la mentira, la violencia y el odio asesino del crimen organizado, la estatura ética
resulta fundamental para lograr convertirnos en un diálogo fecundo.

Es indicativo además que, en la última década, han sido las víctimas las que han asumido el arrojo de levantar la voz, lo cual cobra
mayor relevancia cuando se trata de víctimas que tienen la capacidad de conmover a la opinión pública pero, sobre todo, de
movilizarla y convocarla a una acción transformadora de lo social.

Javier Sicilia habla con palabras mayores, sí, pero también, como lo diría Unamuno, habla con las manos, con el corazón, con el
estómago, habla hasta con los huesos, y por eso ha sido capaz de mover y conmover a miles de personas que, agraviadas o no,
víctimas o gente solidaria con quien ha vivido el dolor, han decidido creer que puede ofrecerles al menos la esperanza de que algo
bueno habrá de ocurrir.

Frente a todo lo anterior, es preocupante que la discusión en la que se ha centrado la mayoría se enfoca a la reforma de las
instituciones, de los marcos jurídicos o de los esquemas normativos y regulatorios; pero han sido muy pocas las voces que han
convocado a una reflexión que apunte a la refundación de los principios y valores que nos dan sentido y cohesión como país y que
al mismo tiempo podrían conducirnos a ser una república capaz de garantizar la libertad y la dignidad de todos sus habitantes.

El movimiento social desde el cual las víctimas están llamando a la transformación del país no puede esperar. Es tal el nivel del
dolor y el resentimiento, que no hay tiempo para que sea a través de las campañas políticas desde donde se construya un diálogo
para reformar al país.

Lo urgente ahora es cómo construir una plataforma para un gran acuerdo nacional, que independientemente de la disputa por los
cargos de elección popular, genere un marco de acción que tenga en la base un profundo proceso para la reforma ética de lo
público.

*Director del CEIDAS

2011-06-13 00:00:00

JRA
Por una República social
Se ha asumido que la pobreza es una cuestión temporal, que es sólo el resultado de los desajustes del
mercado...

Mario Luis Fuentes

La desigualdad se ha convertido en una perversa realidad cotidiana. Lo es, porque su presencia se ha “normalizado” en la sociedad
y porque pareciera que, pese a los perniciosos efectos que tiene, las instituciones del Estado han sido omisas en la construcción de
sistemas de redistribución de la riqueza para evitar que unos cuantos ganen casi todo y que, en contraposición, una inmensa
mayoría tenga muy poco.

Frente a esta realidad, la discusión pública que se ha asumido desde hace varios meses en torno a cuántos pobres hay en el país,
adolece de la pregunta fundamental: ¿por qué tantos son tan pobres?

Es una cuestión simple que a pesar de todo no ha querido discutirse con seriedad en el seno de las principales instancias de
decisión del país. Se ha asumido que la pobreza es una cuestión temporal, que es sólo el resultado de los desajustes del mercado y
que, tarde o temprano, gracias a los efectos benéficos de la acción pública, en el largo plazo todos accederemos al bienestar.

Sin embargo, esta visión es parcial y limitada, porque evita pensar en que hay responsables de que esta pobreza ocurra del modo
en que se presenta en México; que no se trata sólo de “fallas del mercado” sino de un sistema económico voraz diseñado para la
depredación y para lo que Marx llamaría el “triunfo de la guerra de los codiciosos”.

Es un hecho que no contamos con las instituciones ni con los mecanismos institucionales para garantizar justicia social a todos. Que
los problemas sociales han desbordado a nuestras capacidades e incluso a nuestro sistema jurídico, y que esta difícil situación nos
ha colocado en el límite de ser una sociedad que discrimina y que excluye a millones de personas.

Frente a ello tenemos dos opciones: dejar que las cosas sigan funcionando como hasta ahora o asumir el arrojo de restituirle el
sentido social a nuestra República y sustentarla en un pacto ético que tenga como propósito recobrar la esperanza y garantizar
condiciones y oportunidades para que todo aquel que así lo desee pueda realizar cualquier proyecto que se proponga.

Hoy estamos ante la posibilidad de cimentar un nuevo diálogo social pero, con ese fin, es indispensable que las mejores mentes y
las personas con mayor autoridad moral y credibilidad puedan sumarse para, a su vez, convocar a más voces y a más actores a
construir las rutas del México posible y deseable que todos anhelamos.

Ante la polarización que se prevé en las campañas políticas que se desarrollarán en el marco del proceso electoral de 2012 harán
falta, y en gran medida, el sosiego y la serenidad de miradas reflexivas, que puedan marcar la diferencia y llevar al país, con base
en acuerdos políticos fundamentales, hacia una nueva práctica de civilidad y democracia; es decir, hacia una verdadera polis, en el
sentido griego del término.

Ante la violencia y el encono, debemos reivindicar a la palabra, ponerla en libertad y aspirar, como nos convocaba el poeta Paz, a
vivir libres bajo la palabra libre.

Tenemos el compromiso y el reto de inventar un nuevo diálogo, que a su vez nos reinvente como país; por ello la mayor
responsabilidad que podemos asumir en el aquí y el ahora debe conducirnos a centrar todos nuestros esfuerzos en la construcción,
de una vez por todas, de una verdadera República social.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-06-06 00:00:00

JRA
La UNAM y el proyecto de país
Pareciera que las distintas crisis por las que atravesamos están llevando, aun sin planearlo, a que la ciudadanía
tome las calles y se apropie del espacio público para manifestarse en todos los sentidos posibles.

Mario Luis Fuentes*

El campeonato de futbol obtenido por el equipo de la Universidad Nacional Autónoma de México, y el ambiente social que generó a
su alrededor, obligan a la reflexión. No es menor que hace una semana, miles de personas hayan salido a la calle a celebrar un
triunfo deportivo y tampoco es menor la energía social que se percibe en las imágenes de euforia y júbilo de una cantidad inusitada
de personas que salieron a la calle, con el simple propósito de reunirse para festejar.

Hay en todo ello una cuestión de fondo: pareciera que las distintas crisis por las que atravesamos están llevando, aun sin planearlo,
a que la ciudadanía tome las calles y se apropie del espacio público para manifestarse en todos los sentidos posibles, lo cual
muestra que el nuestro no es un país inerme y ajeno a los grandes dilemas que tenemos enfrente.

Desde el “estamos hasta la madre” liderado por Javier Sicilia hasta el “cómo no te voy a querer” de la comunidad universitaria y
personas que simpatizan con la UNAM, hay una poderosa fuerza que nos enseña que la unidad de propósitos es posible y que sí
podemos construir un proyecto de país compartido y con fines mayores, como abatir la desigualdad, erradicar la pobreza, la
discriminación y el hambre y, ¿por qué no?, reducir el caudal de las violencias cuyos límites parecen estar desbordándose por todas
partes.

Uno de los grandes retos a que se enfrentan los políticos de nuestros días consiste precisamente en tener la inteligencia para
encauzar esta energía social y entenderla como una fuerza transformadora de nuestra realidad.

Muchos de los mejores de nuestros jóvenes están en esas multitudes que corean consignas y claman por un cese a la violencia y, lo
que queda claro ante tal nivel de manifestación, es que no hemos sido capaces de proteger sus derechos y de contar con un
sistema social que les brinde la oportunidad de ser lo que quieren ser.

Desde esta perspectiva, resulta un despropósito asumir que la mejor opción que podemos darles es convertir a las instituciones de
educación media y superior en academias de formación policial. Antes bien, debe comprenderse que el país requiere más de 1.3
millones de empleos anuales y que necesitamos ampliar la oferta educativa y, sin duda, reconstruir el modelo de desarrollo con el
firme propósito de crecer para la equidad.

Ante la urgencia de contar con mejores policías, resulta tramposo dirigir el discurso hacia el sistema de educación pública, como si
de la insuficiencia de mapas curriculares dirigidos a formar policías, se derivase la ola de violencia que nos aqueja; al contrario, ha
sido la corrupción, la fractura del mundo del empleo, la tragedia educativa y, en general, la ausencia de oportunidades, entre otros
factores, lo que ha provocado una ruptura social de proporciones mayores.

En este contexto, pensar en la UNAM y en otras instituciones públicas, como el IPN, la UAM y las universidades públicas de las
entidades, debe llevarnos a la reflexión sobre qué país queremos construir porque, sin duda alguna, un proyecto educativo que
promueva la inclusión puede estar en la base de la reconciliación y la reconstrucción de un proyecto nacional que garantice a todos
los derechos sociales que protege nuestra Constitución.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-05-30 00:00:00

JRA
Miedo y parálisis
La expansión progresiva de males como la diabetes es una de las realidades que más provocan temor.

Mario Luis Fuentes*

Recorre al país el fantasma del miedo. Tenemos un problema mayor, porque el temor generalizado que se percibe a lo largo y
ancho del territorio ya no se debe sólo a la violencia homicida del narcotráfico, o bien de la violencia común, que se expresa sobre
todo en el robo a vehículos y transeúntes, sino a otros factores y fenómenos de una complejidad ante la cual las instituciones no
cuentan ni con las capacidades ni con los recursos para brindar la atención requerida.

Uno de los mayores temores que enfrenta nuestra población es, por ejemplo, el de enfermarse de un padecimiento crónico-
degenerativo. La expansión progresiva de males como la diabetes es una de las realidades que más provocan miedo, porque se
sabe que, de adquirirla, la calidad de vida y la posibilidad de sobrevivir más allá de los 70 años se verán sumamente afectados;
amén del muy seguro proceso de empobrecimiento económico debido a los costos que genera un padecimiento como el señalado.

También hay un miedo que se percibe en todos los sectores económicos, porque nadie puede asumir que tiene asegurado un nivel
de ingreso para aspirar a una vejez sin dificultades. La precariedad del mundo de trabajo ha llevado a que los mexicanos tengamos
muy altas probabilidades de vivir prolongados periodos de desempleo o de ocupación informal, lo cual provoca vulnerabilidad por la
carencia de seguridad social.

Otro miedo es generado por distintas formas de violencia que se expresan, casi siempre, de manera cruel, en la vida cotidiana:
maltrato al interior de las familias; abuso cometido en contra de la pareja, en la mayoría de los casos en contra de las mujeres;
violencia en las relaciones de noviazgo; violencia, descuido, tratos degradantes o explotación en contra de las niñas y niños;
violencia en las escuelas expresado sobre todo ahora en el llamado bullying, el cual ha llevado ya a cientos, quizá miles, a dejar sus
escuelas.

Hay otros miedos provocados, también en su origen, por la pobreza y la desigualdad, y que están relacionados con fenómenos
como la migración. ¿Qué siente o piensa una familia cuyo jefe o jefa emprende un viaje incierto hacia Estados Unidos con la
finalidad de buscar un mayor ingreso? ¿Qué siente una madre o una esposa cuando sus hijos o su pareja deciden arriesgar la vida
para intentar darle dignidad a lo que tienen que enfrentar todos los días?

Ante todo lo anterior, las instituciones de la República están paralizadas; peor aún, la mayoría de sus titulares y responsables han
asumido el discurso por el que se afirma que, haciendo lo mismo, pero con más intensidad, lograremos salir adelante y resolver los
problemas que nos aquejan.

Lo que vemos en este escenario es que los principales liderazgos políticos nos responden sólo con el silencio o la diatriba, mediante
discursos que trivializan o que se dirigen a la descalificación llana, lo que incrementa la confusión, pero también la incertidumbre de
una ciudadanía que no encuentra dirigentes capaces de potenciar y dinamizar la energía social.

Lo que está claro es que hoy el miedo nos está llevando a la parálisis, por lo que urge impulsar una nueva forma de comprender y
de enfrentar nuestros problemas, pues, de no hacerlo, lo que asoma en puerta es una crisis social cuyas proporciones es difícil
imaginarlas.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-05-23 00:00:00

JRA
La corrupción, nuestro mayor mal
Habría que preguntar a dónde van a dar los más de 130 mil millones de pesos que anualmente generan esos
actos.

Mario Luis Fuentes*

} Los niveles de violencia y de expansión del crimen organizado que presenciamos no podrían explicarse si no fuese por una
corrupción generalizada que ha llevado a lo que ya puede considerarse una crisis institucional, agravada por la ineficacia del
servicio público en prácticamente todos los niveles y órdenes del gobierno.

En ese sentido, el argumento de que la violencia que hoy se vive se debe fundamentalmente a lo que dejaron de hacer gobiernos
del pasado es muy endeble, porque es sólo parte de la explicación de lo que está ocurriendo en nuestro país. La otra parte se debe
también a lo que se ha dejado de hacer en esta administración para abatir la corrupción y la falta de transparencia en distintas
esferas de las administraciones públicas.

El informe que presentó la semana pasada Transparencia Mexicana no deja lugar a dudas: la corrupción no sólo no se ha reducido,
sino que en los últimos años se agudizó, mostrando que se trata de una práctica arraigada en nuestra cultura cotidiana, y ante la
cual no se ha logrado, en los más de cuatro años de esta administración, generar las medidas que permitan promover su
erradicación.

A la transa consistente en dar y recibir dinero a cambio de favores, privilegios o permisividad ante la violación de la ley, también
debe añadirse la incapacidad, la ineficacia y las omisiones en la responsabilidad pública; es decir, también el incumplimiento del
deber que se le ha encomendado a los funcionarios, en todos los niveles, es una de las manifestaciones de la profunda corrupción
que hay en nuestro país.

Habría que preguntar a dónde van a dar los más de 130 mil millones de pesos que anualmente generan los actos de corrupción;
más aún, ante la constante evidencia de que son los agentes de tránsito y los policías locales los que en mayor medida han sido
señalados como los principales promotores y beneficiarios de estas perniciosas conductas.

Lo anterior cobra singular relevancia ante el repetido diagnóstico de que son las policías y las autoridades locales las que en mayor
medida actúan en tareas de protección y ayuda a las bandas del crimen organizado; hecho que debería llevar a un replanteamiento
de los esquemas de vigilancia, supervisión y control de las policías, y enfatizarlo con mucho mayor vehemencia en la propuesta de
la creación de un “mando único” en las entidades de la República.

El otro ámbito que genera amplias franjas de actos de corrupción es la asignación de obras y contratos para la adquisición de
bienes y servicios en el sector público. Esto ocurre porque, si bien hay responsabilidad en todos los órdenes de gobierno, también
es cierto que en los municipios no se han construido los mecanismos adecuados para exigir la transparencia y la plena rendición de
cuentas.

Es un hecho que una democracia no puede funcionar y perdurar si su cimentación moral está fracturada; si quienes detentan los
cargos públicos carecen de probidad ética y si no hay un sentido de servicio público generalizado.

Lamentablemente, a lo largo de nuestra historia, hemos sido incapaces de construir gobiernos e instituciones, orgánica y
funcionalmente eficaces pero, sobre todo, moralmente sustentadas. El reto es lograr edificarlas, y no hay duda de que es ahora el
tiempo para hacerlo.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-05-16 00:00:00

JRA
Frente al número, los nombres
Mario Luis Fuentes*

En solidaridad con las familias que han perdido, por la violencia, a alguno de sus seres queridos.

Se atribuye a Joseph Goebbels la frase relativa a que un muerto es una persona; miles de muertos son una estadística. Traer a
cuento esta idea es útil en nuestro contexto, porque la maquinaria perversa de la violencia siempre encuentra estrategias de
ocultamiento.

Calcular el número de muertos en cualquier confrontación es fácil porque nos exime indirectamente de un balance ético: los datos
son siempre enemigos del rostro, de la identidad del Uno que no puede ser indolentemente convertido en víctima, por la simple
razón de que se trata de “mi semejante”.

Hablar de 34 mil muertos hace fácil a la comunicación procesar los mensajes y esteriliza a la protesta social. Empero, como
pregunta vale plantear: ¿cuál sería la diferencia entre 100, 150, 10 mil o 100 mil muertos? La respuesta es: ninguna, porque la
muerte no es medible en esos términos.

Lo que es más, la muerte es lo absolutamente inconmensurable, porque implica el silencio absoluto de quien perece; e igualmente
es inconmensurable su correlato y antecedente: la vida como absoluto porque permite la presencia de la voz, del lenguaje, de la
expresión vital de la mirada de quien es, como todos nosotros, un ser humano.

La voz del poeta Sicilia llamando a colocar los nombres de los muertos —los de todos— en los muros de los edificios públicos, es un
poderoso e inédito referente de proporciones éticas mayores. Constituye una invocación a la memoria y a la renuncia del olvido de
la identidad y el rostro de quienes han sido víctimas de la violencia homicida que recorre al país. Así, la mayor solidaridad que
podemos tener con quienes han perdido a alguien es impedir que sus nombres caigan en el olvido.

En su bello libro: Formas de hablar sublimes, filosofía y poesía, Nicol explica que lo sublime del hablar poético no está sólo en el
significado de las palabras, sino en ese propio hablar, es decir, en la forma, estructura y sentido que tiene el invocar y dialogar.

Reivindicar los nombres frente al número nos puede llevar a la humanización de la política. Así, pensar poéticamente a los muertos
no es una cuestión retórica, sino ética y por lo tanto política; pensar en los nombres de los caídos es un asunto de responsabilidad,
al tiempo que una posibilidad para salir del círculo en el que estamos atrapados.

Por todo lo anterior, el reparto de culpas y reproches del presidente Calderón es equívoco. Lo es también la actitud estrictamente
pragmática de quienes han hecho de la tragedia agenda para la transa y el lucro de intereses personales, familiares y de grupo.

En ese sentido, el espanto de las fosas clandestinas no se encuentra sólo en la cantidad de personas ahí sepultadas; el espanto
proviene también del anonimato al que han sido condenadas las víctimas, invisibilidad que da un triunfo pleno a la violencia, porque
es en el ocultamiento del Nombre en donde la impunidad se alimenta.

Estamos obligados a construir una nueva ética que nos dé la posibilidad de vivir en solidaridad y con base en una ética de
responsabilidad sin medida con los otros. Sólo así lograremos anteponer, siempre y en todo caso, frente al número, los Nombres.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-04-18 05:00:00

JRA
Aprender a escuchar
¿Cómo convertir la energía ciudadana en un elemento transformador del país..?

Mario Luis Fuentes


La marcha contra la violencia que culminó en el Zócalo el día de ayer muestra una vez más a una ciudadanía agraviada y que le
exige a los políticos mexicanos tener la capacidad para reconocer que el rumbo del país no va bien y que es urgente reconstruir a
las instituciones, no sólo para que sean de verdad eficaces sino para que sean representativas del mandato popular.

Ante este clamor generalizado, uno y otro bandos se incriminan; por un lado, la parte oficial sostiene que comprende a los
ciudadanos pero que no va a modificar su estrategia; por la otra, hay posiciones interesadas que, retomando la crítica social, han
pretendido obtener ventaja política, sin asumir compromisos ni costos que nos lleven a terminar, no sólo con la violencia, sino con
sus trasfondos más oprobiosos: la desigualdad y la pobreza

La pregunta a la que no se ha podido dar respuesta aún es precisamente la de ¿cómo convertir la energía ciudadana en un
elemento transformador del país; así como darle cauce para reconstruir el tejido social mediante procesos de cohesión y unidad
nacional?

Es preocupante que los políticos hayan establecido desde hace muchos años un “divorcio” total entre sus investiduras y sus
representados. En efecto, en nuestro país, el lenguaje nos revela que los políticos se consideran por encima de los ciudadanos
cuando, en sentido estricto, la máxima práctica ciudadana debería estar expresada en la representación popular.

Son esa actitud de soberbia y ese sentido de superioridad lo que ha llevado a las élites dirigentes a no escuchar realmente al resto
de los ciudadanos. La escucha no implica solamente oír los argumentos de los demás, sino sobre todo estar dispuestos a reconocer
que se puede estar en el error y asumir con ello la responsabilidad de corregir o modificar su actuación.

En ese sentido, las convocatorias al diálogo se han convertido básicamente en una forma ofensiva de teatralidad, desde la cual se
asume que “platicar con los de enfrente” resuelve en automático los problemas y elimina la inconformidad.

Al no escuchar, los políticos no entienden que su deber se encuentra en asumir que ellos mismos son parte de la ciudadanía, con la
diferencia de que ellos han sido privilegiados con el mandato de servir a los demás.

Desde la Presidencia de la República, pasando por las gubernaturas y sobre todo en las municipales, el clamor por una
transformación social de México es recibido, prácticamente, en un símil al de las oficialías de partes, sólo que aderezado con la
presencia de los titulares de las dependencias más relevantes. El resultado, la incapacidad de comprender que lo urgente está en
una transformación de las instituciones, tarea que todavía nadie ha logrado encauzar y poner en marcha.

Cerrarse a escuchar de verdad, ha llevado a la imposibilidad, como nos decía el poeta Hölderlin, de saber profundamente unos de
otros; de esta forma, la incapacidad para oír el reclamo social nos ha llevado a la parálisis y a la enorme distancia que se ha
establecido, contraria a toda vocación democrática, entre los ciudadanos y quienes detentan cargos públicos.

Estamos ante un reto mayor y parece que en el fondo se trata de recomenzar desde cero, porque estamos frente a la necesidad de
que los políticos mexicanos estén de verdad dispuestos a aprender a escuchar.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-05-09 00:00:00

JRA
El día del trabajo y la carencia de ruta
La OCDE nos ubica una vez más como una de las economías, entre sus asociados, de mayor precariedad.

Mario Luis Fuentes*


Ninguna sociedad puede aspirar a la equidad si no hay oportunidades para que todos accedan a puestos de trabajo dignos. En su
más reciente informe, la OCDE nos ubica una vez más como una de las economías, entre sus asociados, de mayor precariedad y
con menores capacidades de dar impulso a un crecimiento sostenido.

Los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo mostraron para el mes de marzo una ligera recuperación de la tasa
de desocupación; sin embargo, el dato debe tomarse con sumo cuidado porque, tanto en 2008 como en 2009 y 2010, los meses de
marzo y diciembre han sido los de menores tasas, y la tendencia muestra que en abril y mayo la desocupación ha repuntado de
manera importante.

Al cierre del cuarto trimestre del año pasado las tasas de condiciones críticas de ocupación no se habían reducido significativamente
con respecto a los dos años previos; por citar sólo dos datos, basta destacar que 42% de los trabajadores remunerados en el país
no tienen acceso a las prestaciones de ley, mientras que 27.16% estaba en la informalidad.

En las últimas décadas, el gran reto de la economía ha sido cómo lograr periodos prolongados de crecimiento; meta en la que se ha
fallado rotundamente; así, ante las condiciones que enfrentamos, la pregunta clave ya no es únicamente ¿cómo y qué hacer para
crecer?, sino una previa: ¿para qué queremos crecer?

Es evidente que el objetivo central de una economía no puede ser el crecimiento per se. Entonces, el trasfondo es muy simple: se
busca crecer para mantener las estructuras de acumulación que se han consolidado en las últimas décadas, o bien el propósito
tiene un fin mayor, que es el de generar el bienestar colectivo.

Para crecer económicamente hay diversos mecanismos: integración declusters, dinamización de sectores estratégicos, atracción de
inversión extranjera directa, y un largo etcétera de recetas; empero, ninguna de ellas tiene la capacidad de orientar la distribución de
los ingresos.

Lo que hace falta, pues, es una estrategia integral construida deliberadamente para crecer con el propósito central de distribuir la
riqueza de manera justa; es decir, en lo que hemos fallado es en determinar claramente los fines, para después alcanzar un
consenso sobre los medios.

Este debate no se ha dado de manera suficiente. Es obvio que no hay ninguna ideología del “mal común” y que todos los partidos
políticos afirman buscar el bienestar del pueblo. Sin embargo, hasta ahora no se han puesto de acuerdo en cómo reducir la
desigualdad que, a final de cuentas, es lo que permitiría alcanzar mayores niveles de equidad, fin que hemos anhelado sin éxito
desde Los Sentimientos de la Nación, de Morelos.

Ayer se conmemoró una vez más el Día del Trabajo en medio de reclamos mutuos entre los partidos porque no se logró una
reforma integral a la Ley Federal del Trabajo que permita, de una vez por todas, proteger plenamente los derechos que la
Constitución garantiza a los trabajadores.

Por el contrario, lo que se hizo evidente otra vez es que no hay un proyecto para construir una nación justa, y sí una disputa cruenta
por apropiarse de la mayor tajada política y económica posible. De esa manera, no hay posibilidades de construir una economía
para la equidad.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-05-02 00:00:00

JRA
Nación a la deriva
Esta semana concluirá el Primer Periodo de Sesiones en el Congreso, y una vez más se repite la sensación de
que los legisladores son ajenos a la realidad

Mario Luis Fuentes*


México parece ir a la deriva. Es así no sólo por la incapacidad de conducción de quienes detentan la titularidad de las instituciones,
sino porque la clase política se ha negado a construir un sistema de acuerdos que permitan garantizar los derechos que la
Constitución nos reconoce a todos.

Esta semana concluirá el Primer Periodo de Sesiones en el Congreso, y una vez más se repite la sensación de que los legisladores
son ajenos a la realidad y que han construido una veleidosa burbuja desde la cual se han convertido en cómplices del desorden y la
confusión que hoy imperan en el país.

Si se lleva a cabo una revisión detallada de las reformas que han logrado aprobarse, salvo algunas excepciones impulsadas desde
el Senado, lo que salta a la vista es que son aquellas que no alteran las estructuras de poder; es decir, son propuestas que no
afectan las estructuras de desigualdad vigentes.

Preocupa el hecho de que, a unos meses de que se inicie el proceso electoral de 2012, una vez más el encono y la polarización
amenazan con convertirse en el tono y el ritmo de la disputa electoral, más allá de la generación de propuestas y, sobre todo, de la
clarificación de para qué se busca el poder político.

Transformar a México implica repensar cuáles son las alternativas que tenemos para evitar que más personas mueran cada año por
la inequidad en el acceso a la salud; erradicar el hambre y evitar que millones vivan en la pobreza, y construir una cultura en la que
el color de piel, las preferencias sexuales o el vivir con una discapacidad no sean motivo de rechazo, violencia o intolerancia.

Por todos lados reina el caos. La ley no se cumple. El crimen organizado controla territorios y su capacidad corruptora parece no
tener límite. Las muertes violentas se incrementan año con año y el malestar social crece ante la posibilidad nunca exorcizada de
una oleada de protestas que pueden llevar al límite a una democracia que no termina de madurar.

Más allá de los datos que se darán a conocer el próximo mes de julio a través de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto, la
percepción generalizada es que la pobreza persiste, el resentimiento ante la desigualdad parece agudizarse, el deterioro ambiental
no se ha contenido y que el desánimo generalizado se profundiza, signos todos que la clase política no está logrando comprender.

Los acuerdos que no llegan han postergado reformas en ámbitos clave. Es evidente que urge un nuevo modelo educativo, uno que
permita el acceso a todos a una educación oportuna y de calidad. Nadie duda que es impostergable la reforma del sector salud, a fin
de garantizar acceso universal. Ninguno de los actores políticos cuestiona que se necesita con premura una economía generadora
de empleos suficientes y dignos. Y nadie pone en cuestión la deuda ética que se expresa en la pobreza y la marginación.

Si en todo ello hay acuerdo desde hace al menos diez años, lo increíble es que aún no se haya elaborado al menos el método para
discutir cómo llevar a cabo las reformas y cómo construir los consensos necesarios para implementarlas. Y es esta incapacidad para
el diálogo inteligente lo que hoy tiene a nuestro presente y futuro a la deriva.

*Director del CEIDAS, A.C.

2011-04-25 05:00:00

JRA
Frente al número, los nombres
Mario Luis Fuentes*
En solidaridad con las familias que han perdido, por la violencia, a alguno de sus seres queridos.

Se atribuye a Joseph Goebbels la frase relativa a que un muerto es una persona; miles de muertos son una estadística. Traer a
cuento esta idea es útil en nuestro contexto, porque la maquinaria perversa de la violencia siempre encuentra estrategias de
ocultamiento.

Calcular el número de muertos en cualquier confrontación es fácil porque nos exime indirectamente de un balance ético: los datos
son siempre enemigos del rostro, de la identidad del Uno que no puede ser indolentemente convertido en víctima, por la simple
razón de que se trata de “mi semejante”.

Hablar de 34 mil muertos hace fácil a la comunicación procesar los mensajes y esteriliza a la protesta social. Empero, como
pregunta vale plantear: ¿cuál sería la diferencia entre 100, 150, 10 mil o 100 mil muertos? La respuesta es: ninguna, porque la
muerte no es medible en esos términos.

Lo que es más, la muerte es lo absolutamente inconmensurable, porque implica el silencio absoluto de quien perece; e igualmente
es inconmensurable su correlato y antecedente: la vida como absoluto porque permite la presencia de la voz, del lenguaje, de la
expresión vital de la mirada de quien es, como todos nosotros, un ser humano.

La voz del poeta Sicilia llamando a colocar los nombres de los muertos —los de todos— en los muros de los edificios públicos, es un
poderoso e inédito referente de proporciones éticas mayores. Constituye una invocación a la memoria y a la renuncia del olvido de
la identidad y el rostro de quienes han sido víctimas de la violencia homicida que recorre al país. Así, la mayor solidaridad que
podemos tener con quienes han perdido a alguien es impedir que sus nombres caigan en el olvido.

En su bello libro: Formas de hablar sublimes, filosofía y poesía, Nicol explica que lo sublime del hablar poético no está sólo en el
significado de las palabras, sino en ese propio hablar, es decir, en la forma, estructura y sentido que tiene el invocar y dialogar.

Reivindicar los nombres frente al número nos puede llevar a la humanización de la política. Así, pensar poéticamente a los muertos
no es una cuestión retórica, sino ética y por lo tanto política; pensar en los nombres de los caídos es un asunto de responsabilidad,
al tiempo que una posibilidad para salir del círculo en el que estamos atrapados.

Por todo lo anterior, el reparto de culpas y reproches del presidente Calderón es equívoco. Lo es también la actitud estrictamente
pragmática de quienes han hecho de la tragedia agenda para la transa y el lucro de intereses personales, familiares y de grupo.

En ese sentido, el espanto de las fosas clandestinas no se encuentra sólo en la cantidad de personas ahí sepultadas; el espanto
proviene también del anonimato al que han sido condenadas las víctimas, invisibilidad que da un triunfo pleno a la violencia, porque
es en el ocultamiento del Nombre en donde la impunidad se alimenta.

Estamos obligados a construir una nueva ética que nos dé la posibilidad de vivir en solidaridad y con base en una ética de
responsabilidad sin medida con los otros. Sólo así lograremos anteponer, siempre y en todo caso, frente al número, los Nombres.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-04-18 05:00:00

JRA
Poesía y protesta
El silencio anunciado por el poeta Javier Sicilia debe convocarnos a una reflexión serena sobre lo que implica,
pues estamos llegando al límite de una existencia que no es digna de ser llevadera.

Mario Luis Fuentes*


Un agravio moral recorre al país; la violencia asesina se ha transformado en una violencia terrorífica presentada en la figura de las
fosas clandestinas y las decenas de desconocidos que en ellas yacen; quizá migrantes, quizá víctimas de secuestro; todas vidas
segadas que, más allá de las curvas estadísticas, con las que pretenden minimizarse los hechos, nos alertan sobre el grado de
ruptura del tejido social que comenzamos a enfrentar.

No hay ya ninguna entidad del país en donde no se haya vivido un episodio de muerte brutal, provocado por los cárteles de la
droga; por ello, las marchas que se llevaron a cabo la semana pasada para exigir, tanto a las autoridades como a las bandas
criminales, que cese la mortandad que se ha generado en los últimos años, deben mover a las autoridades a tomar decisiones de
gran calado para responder al clamor de una ciudadanía lastimada y con una profunda sensación de inseguridad y miedo.

Ante este escenario, el silencio anunciado por el poeta Javier Sicilia debe convocarnos a una reflexión serena sobre lo que implica,
pues estamos llegando al límite de una existencia que no es digna de ser llevadera. La poesía escribe con palabras mayores, habría
escrito el filósofo Nicol, y por ello el silencio de un poeta no es sólo la renuncia a la escritura de una persona; es antes bien un
reclamo ético de quien ha logrado que ellenguaje hable.

La carta pública presentada por Sicilia sigue obedeciendo a una estructura poética, sobre todo si se entiende a la poiesis en su
sentido radical: creación pura; habitación del espacio por el lenguaje para apropiarse del mundo, creándolo.

Desde ahí nos convocó a pensar en los pactos necesarios para frenar la guerra; ante tal convocatoria debemos ser capaces de
abrirnos a la imaginación y a darle peso y sentido a las palabras; ¿por qué reducir la idea del pacto a la del armisticio y cese al
fuego?

Podríamos convertir la convocatoria en una invocación, que en sentido poético no es otra cosa sino el llamado a las musas para
inflamar la imaginación. ¿Por qué no ampliar la noción y el ámbito del pacto a una gran alianza nacional que, sustentada en un
proceso múltiple de diálogos y debates, nos lleve a clarificar el sentido y el rumbo para el país?

Es paradójico que la nuestra, la generación de los Centenarios, haya perdido la brújula y sea incapaz de la reconciliación. Por ello
no debemos callar y, en consecuencia, exigir que quien llegue al poder no gobierne una vez más sólo desde su visión de país.

El papel de la poesía en la modernidad, sostenía Octavio Paz, ha sido y es el de la crítica; la palabra poética de nuestra época nació
en un balde pletórico de protesta, y hoy, en nuestros atribulados días, no podría tener otro sentido que, desde la profundidad de la
inteligencia y el espíritu, animarnos a la rebeldía.

No podemos ser pasivos ni guardar silencio ante el oprobio, la incapacidad de los gobernantes y la corrupción, la pobreza, la
explotación y todos los demás agravios sociales; pues si algo revela el carácter violento y abusivo del poder, es precisamente la
palabra que nos revela en plenitud los rostros de la injustica. Si es así, apostemos pues por la poesía y la protesta.

* Director del CEIDAS, A. C.

2011-04-11 05:00:00

JRA
Hablar de la pobreza
El estar abiertos a una nueva forma de relacionarnos exigiría un nuevo pacto político-social.

Mario Luis Fuentes


Las últimas semanas han sido escenario de un debate público en torno al número de pobres que hay en el país, y sobre qué partido
es el responsable de la catástrofe social que implica la existencia de casi 50 millones de personas que carecen de los recursos
necesarios para vivir en un marco de dignidad y con la posibilidad de satisfacer sus necesidades como seres humanos.

Lo primero que debe decirse ante esta discusión es que el hecho de poner el énfasis en el número, revela desde ahora la
incomprensión de las partes sobre el fenómeno al que nos enfrentamos. Así, el que Humberto Moreira haya impuesto la agenda a
los precandidatos Cordero, Félix y Lozano, centrando la discusión en los escasos datos de que disponemos, implica la evasión,
tanto del PRI como del PAN, a discutir un modelo de desarrollo que se ha sustentado en la desigualdad en las últimas décadas.

Preocupa que, ante este escenario, Eduardo Sojo, presidente del INEGI, haya tomado partido en la discusión. Sostener que en
México hay mayor bienestar, en medio del uso político que se está dando a este debate, constituye un error porque pone en duda la
imparcialidad del Instituto; asunto lamentable porque si algo requerimos es que los organismos autónomos se mantengan al margen
de cualquier compromiso con las partes en disputa política en el país.

Por otro lado, es cierto que el Coneval ha avanzado en la generación de una poderosa metodología que nos da una noción más
amplia de la multidimensionalidad de la pobreza. Empero, todavía nos hace falta pasar del diagnóstico a la construcción de una
nueva generación de políticas sociales, porque las que hemos desarrollado no son capaces de orientar el crecimiento económico, ni
los mecanismos de acceso universal a servicios elementales y, por supuesto, al trabajo digno.

La discusión sobre la pobreza pierde seriedad cuando se somete a los “dimes y diretes”. La simplificación que se ha hecho del
tema, hasta situarlo como un asunto absurdo, impide asumir que en el fondo se trata de un problema sobre cómo hemos asumido lo
que son las relaciones entre las personas.

Es de fundamental interés para la nación asumir que, detrás de la discusión en torno a las desigualdades y la miseria en que viven
millones, se encuentra la relación fundamental sobre la que cimentamos la integración o, en su sentido opuesto, la destrucción, de
un “Nosotros”.

El estar abiertos a una nueva forma de relacionarnos exigiría un nuevo pacto político-social que pusiera, en el centro de las
decisiones sobre el desarrollo, la cuestión elemental de cómo ser más justos, y no exclusivamente sobre cómo ser más eficientes en
el aparato económico.

El filósofo Heidegger nos dice: “Ser pobre quiere decir: no carecer de nada, salvo de lo no necesario”. Reflexionar así, sólo por citar
una tradición de pensamiento distinta a la imperante, requiere tener la capacidad y la humildad para reconocer, que todavía
sabemos muy poco sobre cómo resolver el mayor reclamo ético del siglo XXI.

Por lo anterior, es dable sostener que el debate que estamos padeciendo sobre la pobreza en nuestro país no es sino justamente el
reflejo de la fractura espiritual que nos llevó a permitir que millones carezcan casi de todo. Y, eso, es lo que lo vuelve aún más
intolerable.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-04-04 05:00:00

JRA
Los programas sociales y la violencia
Mario Luis Fuentes*
El diseño y la operación de las políticas públicas exige la construcción de mecanismos de control y evaluación; esto es de vital
importancia porque permite, no sólo mejorar su impacto, sino detectar errores en sus procedimientos y en la ejecución de los
mismos y, por otra parte, identificar claramente los factores exógenos a las políticas, pero que afectan directamente su capacidad de
incidencia.

Uno de los enormes vacíos que tenemos en el ámbito de lo social es la carencia de estos mecanismos, pues a pesar de los
esfuerzos del Coneval, al que siguen asignándosele escasos recursos, las evaluaciones que se llevan a cabo continúan
enfocándose a la estructura y congruencia interna de los programas, pero no se ha logrado construir un gran sistema nacional de
evaluación del impacto de las políticas públicas.

Por otra parte, contar con diagnósticos precisos sobre los contextos en que operan los programas sociales puede permitir prever
riesgos, no sólo de incumplimiento en su ejecución, sino relacionados con barreras y amenazas para quienes son los responsables
de su operación en “campo”.

Por ejemplo, la aún deficiente política de protección civil con que contamos no ha sido capaz de avanzar hacia la formación de una
plantilla nacional de paramédicos y socorristas, que además de estar bien capacitados, cuenten con protocolos efectivos para su
autoprotección, más aún en el contexto de violencia y amenaza que se vive en lucha contra los cárteles de la droga.

Tenemos noticias de que en muchas comunidades los médicos no acuden porque pesan sobre ellos amenazas o deben recorrer un
camino rural muy peligroso; hay profesores que están dejando de atender escuelas comunitarias por las mismas razones y no
tenemos manera de medir o conocer la dimensión que tienen estos fenómenos.

Hay otras vertientes relacionadas con la capacidad operativa de los principales programas de asistencia y combate a la pobreza, en
territorios con presencia de los cárteles, respecto a los cuales ya hay registro de que son los capos quienes controlan su
organización y funcionamiento.

Existe toda una serie de reportes que muestran cómo una de las principales estrategias del crimen organizado es controlar amplias
bases sociales, lo que les da la oportunidad de ganar “legitimidad” ante localidades enteras.

Por lo anterior, si en el diagnóstico sobre la seguridad pública y el combate al narcotráfico y otras formas del crimen organizado,
como el trasiego de armas o la trata de personas, no se ha incluido un extenso estudio sobre las formas en que el crimen
organizado se vincula y busca controlar la operación territorial de algunos de los programas sociales más emblemáticos, corremos el
riesgo de que la política social se convierta, aun de forma no deseada, en uno de los anclajes de los grupos criminales.

En esa lógica, es evidente que para el narco no sería necesario controlar e incidir en todo el padrón de un programa como
Oportunidades, bastaría con sujetarlo a sus reglas en territorios clave e incluso mimetizarse de sus mecanismos y estrategias con el
fin de lograr el apoyo necesario para su operación en espacios que para ellos son estratégicos. De ocurrir, o peor aún, de estarse
dando desde ahora un escenario así, la gravedad del problema puede escalarse a dimensiones inéditas en el país; y eso vaya que
es altamente peligroso.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-03-28 05:00:00

JRA
Otra ética de consumo
Sería imposible que la humanidad tuviese un ingreso similar al de un japonés o un estadunidense promedio

Mario Luis Fuentes*


La tragedia de Japón abrió un debate global sobre la conveniencia o no de utilizar energía atómica para satisfacer las necesidades
energéticas globales. Esta nueva discusión tiene implicaciones que van de lo económico a lo moral; así, se han escuchado voces de
científicos, técnicos, economistas y hasta teólogos, desde las cuales se han propuesto argumentos a favor y en contra de la
utilización de esta fuente de energía.

Al respecto es interesante observar que el universo entero funciona en buena medida gracias a la energía nuclear. Nuestro propio
sol es un “gran reactor” que para estar encendido “paga la cuenta” de una milmillonésima parte de su materia cada año, lo que trae
como consecuencia la posibilidad de la vida en la Tierra; así que, en sentido estricto, nuestra existencia es producto de la energía
atómica.

La cuestión entonces no debería centrarse en si es ético o no provocar la fusión o fisión del átomo para generar energía; la pregunta
relevante, desde mi perspectiva, es ¿para qué estamos generándola?; el sentido que se otorga a la respuesta es el que podría
entonces calificarse como éticamente aceptable o inaceptable, y es sobre ello en torno a lo que deberíamos discutir.

Japón tiene un ingreso per cápita que oscila entre los 35 mil y los 38 mil dólares; cuatro veces superior al de un país como el
nuestro, o casi 30 veces el de una nación como Haití.

Es tal desigualdad la que vuelve problemática la pregunta sobre nuestras fuentes de energía, porque hasta ahora la utilización del
petróleo, el agotamiento de los bosques y la sobreexplotación del agua en amplias franjas del planeta, obedece a una lógica de
organización del poder y la economía mundial diseñada para que una minoría gane y la inmensa mayoría pierda.

Por ejemplo, si se suma la población de las 50 naciones con más alto ingreso, éstas no concentran más allá de 20% de la población
mundial, pero sí —dependiendo del método de medición— entre 60 y 80% de la riqueza. Es esta desigual distribución la que resulta
reprobable, y no en sí mismo el uso de una u otra fuente de energía.

Toda la evidencia de que disponemos muestra que, con las condiciones de desarrollo existentes, sería imposible que la humanidad
tuviese un ingreso similar al de un japonés o un estadunidense promedio; para ello sería necesario agotar los recursos de dos o tres
planetas como el nuestro.

Es claro. pues, que la discusión no puede centrarse exclusivamente en si vamos a generar o no más plantas nucleares; antes bien,
la pregunta pertinente debe orientarse a cuestionar para qué querríamos hacerlo. Si la respuesta es, para lograr que todos
elevemos nuestra capacidad de consumo pensando que puede asumir una tendencia infinita, lo paradójico del planteamiento lo
vuelve de inmediato inviable.

Es urgente revisar nuestros patrones de consumo. No podemos seguir construyendo casas sin paneles solares o sin sistemas para
el reciclaje del agua; no podemos seguir aspirando a tener dos, tres o más automóviles por familia; y en general no debemos seguir
asumiendo que el bienestar puede seguir entendiéndose como capacidad de consumo individual porque, de hacerlo, vamos a
continuar con este lamentable extravío gracias al cual perdimos la capacidad de, en libertad, comprender la profundidad de las
dimensiones de la posibilidad y la necesidad.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-03-21 05:00:00

JRA
Repensar las categorías
Mario Luis Fuentes
A Rolando Cordera,
por su doctorado honoris causa.

A México le urge una reforma social de gran calado. Debemos asumir que los grandes oligopolios son quienes determinan, a nivel
internacional y nacional, las rutas de la producción y los ritmos de la distribución; dinamitando con ello la noción clásica del mercado
como espacio para la igual y equitativa competencia, en la que todos tendríamos cabida.

Las categorías con que hoy se discute lo social y lo político están impregnadas, todas, de un economicismo feroz que no permite
redimensionar hasta dónde es posible un Estado social y, con ello, un pacto distinto al que nos ha sido impuesto hasta ahora.

Frente a un planteamiento así es pertinente preguntar, ¿hasta puede seguirse discutiendo en la misma lógica y con base en los
mismos conceptos y categorías desde los que hemos venido construyendo propuestas en las últimas tres décadas, si la evidencia
que tenemos apunta a un completo desastre ético y civilizatorio?

Los poderes fácticos que han impuesto una visión del mundo sustentada en la ganancia, el individualismo extremo y la generación
de privilegios para unos cuantos, han logrado que la discusión se concentre en lo que se llama “la gerencia pública”, y han
conseguido con éxito evitar la discusión fundamental, que no es otra sino la que tiene como propósito definir las rutas para construir
un proyecto de reconciliación e inclusión nacional.

De esta manera, se ha dado por sentado que estamos de acuerdo en cuáles son los objetivos de las instituciones públicas; como
ejemplo emblemático, está el caso de los Planes Nacionales de Desarrollo de las últimas administraciones, alrededor de los cuales
se han montado verdaderas teatralidades mediante las que se ha suplantado el diálogo social y la participación ciudadana.

Desde esta perspectiva, una nueva política social es no sólo posible, sino urgente. Lo es sobre todo si se considera que es el
Estado el responsable de conducir el proceso para la realización del bienestar y la calidad de vida de la población.

Requerimos repensar a la política social por fuera del círculo ideológico dominante, y partir, por ejemplo, de una pregunta que ya
Aristóteles se planteaba hace más de dos milenios: ¿Cómo hacer para lograr la felicidad del pueblo y la promoción de una
ciudadanía virtuosa?

Este es el tipo de preguntas desterradas hoy de la discusión pública, pero que de asumirlas con la seriedad y el alcance que
transportan, pueden llevarnos a retomar el rumbo del que hoy lamentablemente carecemos.

El reto se encuentra en construir una nueva política social que construya ciudadanía y Estado, porque es un hecho que no hemos
conseguido generar alternativas para que la democracia nos lleve a la cimentación de regímenes políticos con la fuerza ética
requerida para poner límites a los abusos de los privados.

La violencia, la pobreza, la depredación ecológica, y otros grandes problemas, no son sino producto de un sistema de organización
política, económica y social controlado por decisores que actúan a escala planetaria, y de cuyas decisiones depende, en ocasiones
en cuestión de minutos, la posibilidad de una vida digna para cientos de millones de personas.

La felicidad humana es quizás el bien más preciado y anhelado; empero, no podremos garantizar condiciones para su realización, si
no retomamos el control de nuestras vidas, lo cual pasa necesariamente, por reconstruir la institucionalidad estatal.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-03-14 05:00:00

JRA
El censo y el silencio
No debe olvidarse que México es un país en el que todo implica dimensiones mayores.

Mario Luis Fuentes


Los mecanismos de planeación de nuestro país prácticamente han desaparecido. De hecho, el sistema de planeación democrática
considerado en la Ley General de Planeación no funciona. Y en las entidades los llamados coplades se han convertido en meras
instancias de legitimación de las decisiones que se toman en torno a la construcción de los planes estatales de desarrollo.

Adicionalmente, la visión gerencial que priva en todas las instancias de la administración pública ha soslayado la construcción de
sistemas e instrumentos para generar información de calidad que permita, no sólo mejorar los esquemas para la toma de
decisiones, sino también con el fin de llevar a cabo evaluaciones de impacto de las políticas y los programas que se están
desarrollando.

Por lo anterior, no sorprende, aunque no deja de confrontar, el silencio generalizado en todas las esferas del gobierno con respecto
a los resultados definitivos del Censo de Población y Vivienda 2010.

Es un hecho que la información que proporciona el Censo no puede ser tomada como simples datos anecdóticos y sí debiera
generar una reflexión mayor en todos los órdenes de gobierno, a fin de modificar las políticas que sea necesario y, de inmediato,
llevar a cabo ajustes presupuestales a fin de atender las áreas prioritarias en las que el Censo evidencia que es urgente intervenir.

No debe olvidarse que México es un país en el que todo implica dimensiones mayores. Por ejemplo, hablar del porcentaje de
personas mayores de 15 años que son analfabetos, implica estarse refiriendo a la enorme limitación de derechos en que viven y han
vivido, durante muchos años, casi seis millones de personas.

Hablar de 13% de viviendas sin agua potable en su interior implica nada menos que unas 3.7 millones de casas en las que no hay
acceso al agua limpia, es decir, alrededor de 13 millones de personas que carecen de lo elemental para la higiene, la preparación
de los alimentos y, en términos generales, la sustentación de la vida.

El hecho de que sólo dos terceras partes de la población sea derechohabiente en alguno de los sistemas de salud implica que casi
40 millones de mexicanos viven la desprotección cotidiana ante la enfermedad, lo que debería llevarnos a acometer, de una vez por
todas, el reto de construir un sistema universal de salud, con estándares similares de calidad y acceso en todo el territorio nacional,
y no como ocurre ahora, en el que al parecer se trata a los mexicanos como si fuésemos de “primera, segunda y tercera categoría”.

No es aceptable que el embarazo adolescente siga siendo sumamente alto y que la reducción en indicadores clave, como la
mortalidad infantil, siga siendo tan lenta, pero sobre todo tan desigual en función de la zona de la que se trate, porque quedan
siempre en desventaja las poblaciones rurales y, más aún, las comunidades y los pueblos indígenas.

No podemos aspirar a una economía competitiva, capaz de generar empleos dignos para todos, en un país en donde el promedio
de escolaridad es de 8.6 grados y en el que sólo 29% de las viviendas cuentan con una computadora.

Por todo lo anterior, el silencio de las instituciones del Estado es simplemente inaceptable porque, según la evidencia que nos
muestra la información oficial, es hora de reconstruir el pacto social que nos da cohesión como país.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-03-07 05:00:00

JRA
Una ofensiva distancia
Mario Luis Fuentes
Aristóteles muestra, en su análisis sobre las constituciones de su época, cómo las distintas clases de gobierno pueden degenerar en
versiones antitéticas. La monarquía podía degenerar en una tiranía o la democracia en una oclocracia, sólo por citar dos ejemplos.

Retrayendo este ejemplo vale la pena pensar en qué tipo de sistema de gobierno hemos construido, en función de las personas y
los grupos de poder que éstas representan en los cargos que ostentan, ya sea que hayan sido elegidos democráticamente o bien
que hayan sido nombrados por algún funcionario con la autoridad legal para hacerlo.

Se dice que en México vivimos en una democracia. El inciso a) de la fracción segunda del artículo 3º constitucional es muy
importante en ese sentido porque establece que la educación “será democrática, considerando a la democracia no solamente como
una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social
y cultural del pueblo”.

La evidencia es dura y a la luz de tal mandato constitucional, se empeña en mostrarnos en el día a día lo lejos que nos encontramos
de ser un régimen plenamente democrático. En efecto, los millones de pobres y la inmensa desigualdad que nos caracteriza son la
expresión más dura de la violación, por omisión y acción, del precepto citado de nuestra Carta Magna.

Es preciso advertir, sin embargo, que nuestro carácter antidemocrático no es resultado ni del azar ni de una sugerida “incapacidad
genético-cultural” para el ejercicio y la exigencia de las libertades —heredada de siglos de caudillismo o del presidencialismo del
siglo XX— sino por la construcción de estructuras de poder económico y político que han “tomado por asalto” los principales
espacios de decisión y regulación de las instituciones del Estado.

Apelando nuevamente a Aristóteles, cabría decir que nuestro sistema de gobierno no sólo no degeneró, sino que de hecho fue
construido deliberadamente a través de los últimos 30 años, con base en una hibrisinédita en nuestra historia, a través de la cual se
ha disfrazado de democracia a una oclocracia, dirigida fundamentalmente por una plebe tecnocrática, la cual se ha enriquecido
hasta la saciedad en lo económico, pero empobrecida hasta el oprobio en lo espiritual, lo que la ha situado al servicio de los
intereses económicos y no a los de la Nación.

El llamado “bartolazo”, como se le dice ya al dislate verbal del secretario de Hacienda respecto a lo que puede hacerse con seis mil
pesos mensuales no es, considerando lo dicho hasta aquí, un mero “accidente verbal”. Se trata antes bien del reflejo de la ofensiva
distancia que existe entre la noción de país que tiene el grupo dirigente —que no gobernante— en México.

Se trata sobre todo de la expresión más acabada de la incomprensión de lo que significa la pobreza, cuando ésta se entiende
meramente desde la lógica de los indicadores y la estadística a modo, y cuando se asume que es resultado sólo de la incapacidad y
falta de capacidad emprendedora de los individuos.

La palabra pobreza es hoy síntesis de tristeza, frustración, carencia de anhelos, imposibilidad de poder aspirar a la felicidad y a la
realización individual y espiritual, como está asentado en nuestra Constitución de manera aspiracional. Lamentablemente, quienes
tienen la responsabilidad de hacerla cumplir mantienen frente a ella una ofensiva distancia.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-02-28 05:00:00

JRA
El factor corrupción
Lo que ocurre a través de internet se debe sobre todo a que está más allá del control de los poderosos.

Mario Luis Fuentes


Un tema preocupante en nuestro país es que en los últimos diez años no ha habido un solo mes en el que no haya un municipio,
una entidad de la República o incluso dependencias del gobierno federal, en el que no nos enteremos de casos de enriquecimiento
ilícito, violaciones flagrantes a la ley y a los derechos humanos con plena impunidad, o bien de actos de corrupción ligados a
procesos electorales para todo tipo de cargo o espacio de representación.

La cuestión es de singular relevancia, sobre todo si se piensa a la luz de las recientes revueltas que se han gestado en los países
árabes, en las cuales uno de los principales detonantes es la oprobiosa corrupción de los gobernantes, a costa del bienestar y de la
ruptura de cualquier posibilidad de una vida digna de su respectiva población.

Son los jóvenes, mujeres y hombres, quienes han levantado la mano para iniciar la movilización y han dado muestra a las
envejecidas “clases políticas” de su país que el mundo-red ha cambiado y que las condiciones y los métodos de participación
política se han transformado.

Tal como la radio, el cine y la televisión sorprendieron en el siglo XX debido a su capacidad de penetración en audiencias masivas,
ahora es la red de internet la que nos maravilla por sus capacidades técnicas pero, sobre todo, por su capacidad para hacer circular
informaciones más allá del poder de censura de los gobiernos e incluso de la “autocensura” que se imponen muchos medios a fin de
proteger sus intereses.

Puede sostenerse que lo que está ocurriendo a través de internet se debe sobre todo a que está más allá del control de los
poderosos. En ese sentido, las redes de internet utilizadas con un propósito de justicia y libertad constituyen de algún modo un
ejemplo antitético a lo que significa la corrupción.

México, un país catalogado como altamente corrupto, tiene el reto de convertir a la transparencia no sólo en un ejercicio de
peticiones de información a través de, paradójicamente, rígidos formatos en internet, sino en un estilo de vida y de gobierno, que
nos lleve a una efectiva democracia en la que sepamos con precisión qué y cómo lo está haciendo la autoridad.

Una lectura local sobre lo que está ocurriendo en el mundo árabe debe situarnos ante la exigencia de que, en la necesaria reforma
del Estado que nos falta, sean incluidos nuevos mecanismos para el control del gobierno, agenda que aún no se ha planteado en
toda su amplitud porque seguimos atrapados en la inercia de asumir que la reforma estatal es sinónimo de reformas al Cofipe.

En democracias que han demostrado ser eficaces, el control del gobierno mediante la supervisión y la transparencia del
presupuesto, pero también del diseño y la eficacia de la política pública, son elementos esenciales de los procedimientos y de las
estructuras orgánicas de las instituciones del Estado.

Así, ante el escenario global en el que estamos situados, un buen inicio para la erradicación de la corrupción y la impunidad podría
encontrarse en una profunda reforma a las instituciones de transparencia en el país, el IFAI, los organismos estatales de
transparencia, así como de la Auditoría Superior de la Federación, a fin de dotarlos de mejores instrumentos y capacidades, pues el
fortalecimiento de nuestra democracia pasa necesariamente por el fortalecimiento de estas instituciones.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-02-21 05:00:00

JRA
Lo social rumbo a 2012
No podemos admitir una vez más que las campañas políticas estén sustentadas en
la diatriba.

Mario Luis Fuentes


Ha empezado ya la carrera electoral rumbo a 2012 y los aspirantes han comenzado a manifestar abiertamente su intención de buscar las
candidaturas de sus respectivos partidos políticos.

No hay duda de que las agendas de mayor complejidad que deberán debatirse a lo largo de los próximos meses son las relativas a la
desigualdad y la pobreza, pues la elección de 2012 deberá ser aprovechada para generar un debate nacional de largo alcance, que lleve a
que este proceso sea verdaderamente democrático, en el sentido de decidir qué rumbo queremos darle a México y cómo vamos a hacer con
el fin de refundar el pacto para la cohesión y la equidad social.

Si bien es cierto que la definición de los candidatos obedece a lógicas de poder en el interior de los partidos, además de consensos y
acuerdos con grupos económicos y sociales, también lo es el hecho de que las condiciones que imperan en el país exigen que las
candidaturas estén determinadas por plataformas programáticas centradas en la transformación social de México.

Es momento de que no sea la propaganda electoral o el mejor “paquete de anuncios mediáticos” los que definan quién será el próximo
Presidente de la República y los representantes al Congreso, sino las propuestas y la inteligencia plasmada en una plataforma congruente
con los retos que tiene la nación.

En ese sentido será de singular relevancia la participación de la sociedad civil organizada para lograr incidir en la definición de agendas que,
independientemente de quién sea el nuevo titular del Ejecutivo Federal, esté obligado a incorporarlas como criterios transversales de su
propuesta de gobierno.

Por lo anterior debemos evitar que la disputa por el poder se convierta nuevamente en una estrategia generalizada de descalificaciones e
insultos, y que los agravios que se han generado en los últimos años se diriman con base en la inteligencia y la sensatez de las propuestas.

Ante este escenario, el CEIDAS, a través de su revista México Social, convocará a un proceso de análisis y evaluación de las propuestas
sociales de los precandidatos y, de los candidatos, una vez que se hayan registrado ante el Instituto Federal Electoral.

Para ello, se buscará la construcción de un espacio para el debate de las ideas, en el que organizaciones de la sociedad civil, expertos y
académicos podamos analizar y dar cuenta de todo lo que no se está incorporando en la discusión social, y para evidenciar las ausencias y
las deficiencias de las propuestas que estarán a prueba en el proceso electoral.

Lo que se estará buscando es crear un intenso proceso de diálogo que ponga a la cuestión social al centro de la discusión política y buscar
construir un “observatorio” de las candidaturas que pueda evolucionar hacia un poderoso instrumento de la sociedad para ejercer un eficaz
control del gobierno en lo que a las políticas sociales se refiere.

Lo que los ciudadanos no podemos admitir una vez más es que las campañas políticas estén sustentadas en la diatriba y las
descalificaciones personales. A México le urge un debate político de altura y es momento de que el Presidente de la República sea elegido
porque es la persona que en mayor medida puede conducir, con autoridad ética, un proceso de transformación que nos lleve a un país de
justicia, dignidad y posibilidades de felicidad para todos.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-02-14 05:00:00

JRA
Debatir sobre la trata de personas
Mario Luis Fuentes
La importancia de prevenir y combatir la trata de personas está más allá de todo debate. La magnitud que este crimen tiene en
México exige de acciones y medidas tanto legislativas como de política pública que estén centradas en las víctimas y que, mediante
un adecuado procesamiento del delito, logren garantizar una justicia plena para quienes han sido atrapadas y explotadas por las
redes de tratantes.

Desde el año 2004, en el cual se presentó la primera iniciativa para crear la ley ahora vigente, existe en nuestro país un fuerte
debate en torno a cómo puede lograrse la construcción de un sistema institucional con la capacidad de investigar adecuadamente el
delito, que permita la construcción de protocolos para los ministerios públicos y que contribuya al establecimiento de sistemas de
referencia y contrarreferencia para la adecuada atención de quienes han sido sometidas a las formas de explotación que se
consideran como trata de seres humanos.

El debate que se está desarrollando ahora versa sobre la necesidad o no de crear una nueva ley. Quienes están a favor de un
nuevo marco jurídico han argumentado que la ley vigente ha provocado distintos problemas procedimentales al momento de su
aplicación, y que al haber tipificado a la trata de personas como una de las formas de la delincuencia organizada, provoca la
inacción o la incapacidad de las autoridades locales.

Por otro lado, expertos como César Camacho y Patricia Olamendi sostienen que la ley vigente permitiría combatir de manera
efectiva el crimen de la trata de personas, siempre y cuando las autoridades competentes cumplieran con su responsabilidad de
implementar lo que está en el texto legal.

La información disponible respalda esta posición: el número de consignaciones y de personas procesadas por el delito en cuestión
es preocupantemente bajo; no se han creado mecanismos para erradicar la demanda; la cultura de violencia y discriminación contra
niñas y niños no ha sido combatida; ni las condiciones de pobreza, marginación y exclusión social que incrementan la vulnerabilidad
ante la trata se han transformado estructuralmente.

En este contexto, es importante destacar el profundo desinterés que han mostrado en este tema tanto el gobierno federal como los
de los estados. Como ejemplo basta citar el recién publicado Programa Nacional para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas, el
cual contiene graves errores conceptuales y deficiencias inaceptables en lo que se refiere a sus objetivos, metas y mecanismos de
evaluación.

Todas estas cuestiones lo que hacen evidente es que, asumir que el asunto es de mayor relevancia, se encuentra en la
modificación de la ley en la materia, puede llevar incluso al ocultamiento o la invisibilidad de todo aquello que social y
económicamente sitúa a las personas en tal vulnerabilidad, que pueden convertirse en víctimas de los tratantes.

Considerando lo anterior, no puede asumirse simplemente que la trata de seres humanos se ha combatido ineficazmente porque se
carece de un marco jurídico, pues adicionalmente, mientras en el país no haya el número suficiente de agentes investigadores; de
ministerios públicos especializados; de jueces capacitados para una adecuada interpretación y aplicación de la ley; y de policías
capaces de coadyuvar en la identificación y protección de las víctimas, lo que seguirá ocurriendo es que la impunidad continuará
como la principal característica en la impartición y procuración de justicia en materia de la trata de personas.

*Director del CEIDAS, A. C.

www.mexicosocial.org

2011-02-07 05:00:00

JRA
Combatir la trata de personas
Mario Luis Fuentes
El pasado 20 de enero, más de 50 intelectuales y activistas sociales, además de 57 organizaciones de la sociedad civil, firmamos un
desplegado para solicitar al Presidente de la República la derogación del Programa Nacional para Prevenir y Sancionar la Trata de
Personas.

Lo anterior, porque no puede tomarse en serio un documento que presenta el gobierno federal y en el que se sostiene que “los
efectos de la trata de personas … convulsionan los sentimientos de las víctimas”. En efecto, ante un texto con tales imprecisiones
conceptuales y múltiples errores relativos al diseño de la política pública, no puede sino surgir la preocupación y la exigencia de
mayor responsabilidad en temas de una complejidad como la implicada en todo lo relativo al delito de la trata de personas.

No puede aceptarse que un Programa Nacional asuma como principio que son los indígenas quienes mayoritariamente promueven
y alientan la comisión del delito de la trata de personas, porque es inadmisible que desde el gobierno se asuman posiciones racistas
y discriminatorias en contra de cualquier persona con base en su origen o pertenencia étnica.

Tenía razón el doctor Alejandro Poiré cuando hace días sostenía que el reto de seguridad pública que tenemos en el país no sólo es
relativo sólo al narcotráfico sino al complejo de la delincuencia organizada. Por ello, sorprende que, al tener clara esta dimensión, el
gobierno federal asuma con tal displicencia el delito de la trata de personas, un crimen que vulnera la libertad y dignidad de las
personas, limitando o imposibilitando el libre desarrollo de la personalidad de sus víctimas.

Sorprende aún más que, ante un desplegado como el que signamos, el secretario Francisco Blake haya hecho caso omiso a
nuestra petición, y la única respuesta obtenida sea el silencio, con lo que avala las enormes deficiencias del Programa que se
comenta.

No es de extrañar, pues, que el gobierno federal se haya mostrado ajeno a la discusión en torno a la propuesta de una nueva Ley
General para Prevenir y Combatir la Trata de Personas, porque, con ello pretende evitar la responsabilidad de asumir que el
problema no se encuentra en los posibles defectos que puede contener la ley actual, sino su ineficacia en el cumplimiento de lo que
hoy se tiene como mandato jurídico y reglamentario.

Resulta al menos de llamar la atención el hecho de que el citado Programa Nacional haya sido elaborado sin un diagnóstico previo y
por esto surge la pregunta: ¿cómo puede construirse un programa sin un diagnóstico que permita identificar necesidades de
recursos, materiales y humanos, población objetivo, metas y ámbitos de intervención prioritarios?

Frente a un delito como la trata de personas, no hay margen para la improvisación ni para las dilaciones. Se requiere, por lo que
implica en términos de violación de los derechos humanos de las víctimas, una intervención eficaz y oportuna de las autoridades de
todos los órdenes y niveles, pues en el fondo estamos ante un crimen que atenta contra la libertad y, en general, contra los
principales valores organizativos del Estado.

Requerimos un Programa integral para prevenir y combatir este crimen y por ello sería sano que el gobierno federal reconociera el
error que cometió al publicar un Programa con tantos defectos como el que ahora está vigente, y convoque a un verdadero diálogo
nacional para enfrentar con éxito a quienes intentan convertir en mercancías a los seres humanos que victimizan.

Director del CEIDAS. A. C.

2011-01-31 05:00:00

JRA
Los medios y la violencia
El hecho de que El JJ se presente arreglado para las cámaras, lo hace parecer un “modelo de éxito”....

Mario Luis Fuentes


En la década de los 70 del siglo pasado se dio un intenso debate para intentar dilucidar hasta dónde los medios de comunicación
tienen o no la capacidad de modificar u orientar la conducta y las acciones de la población. Surgieron así teorías en torno a la
capacidad de los medios para “influenciar”, “manipular” o “persuadir”, y se desarrollaron distintas líneas de crítica sobre su
importancia social o su posible uso para contribuir a la generación de relaciones de dominación y explotación.

A más de 30 años de este debate, la cuestión sigue sin respuestas claras y ahora que las tecnologías de la información han
evolucionado hacia la consolidación del llamado “espacio red”, o la blogósfera, como gustan de llamarle algunos, resulta pertinente
preguntarnos, una vez más, en dónde y con qué criterios pueden establecerse líneas o límites de actuación para los medios
informativos.

Por ejemplo, cabe preguntar hasta dónde la detención de un personaje como el denominado JJ y su inmediata exposición mediática
podría constituir incluso una apología del delincuente y el delito, antes que la urgente condena a quienes son los presuntos
responsables del sangriento escenario nacional que estamos presenciando desde hace años.

La entrevista que realizó Carlos Loret logra mostrar, a través de las preguntas planteadas al llamado JJ, la sicología violenta y cínica
de una persona que no tiene empacho en reconocer en red nacional, que se dedica al “narcomenudeo” y el trasiego de drogas.

Por otro lado, el hecho de que el llamado JJ aparezca vestido y arreglado para las cámaras, lo hace parecer un “modelo de éxito”
antes que un enemigo del orden público, un presunto responsable del intento de asesinato y quizá del asesinato de otras personas,
así como de varios delitos contra la salud.

La cuestión es, pues, ¿cómo lograr un equilibrio entre lo noticioso y lo apologético? ¿Cómo conseguir que los medios cumplan
efectivamente con su mandato legal de ser entidades de interés público?

Valga la cita de otro ejemplo: hace unos meses vimos un debate nacional sobre la publicidad de anuncios de servicios sexuales,
que presuntamente contribuyen a la comisión de delitos como la prostitución forzada o la trata de personas. La cuestión derivó
lamentablemente en una disputa de tipo político-económico entre empresas de comunicación, antes que, como ha ocurrido en otros
países, en una reflexión colectiva sobre la necesidad de que los medios contribuyan a erradicar, en la medida de sus capacidades y
responsabilidades, toda forma de maltrato, abuso y violencia.

Es un hecho que la libertad de expresión no puede tener otro límite que el respeto a los derechos humanos, y es sobre ese límite
acerca del que debe reflexionarse con seriedad. ¿Podemos permitir, por ejemplo, la exposición de cadáveres ensangrentados, sin
ninguna reserva sobre su identidad y dignidad? ¿Es válido asumir simplemente que los medios de comunicación son empresas y
que, como tales, responden de manera exclusiva a los criterios de la mínima inversión y la ganancia máxima?

Lo que se hace cada vez más evidente es la urgencia de un debate nacional responsable que permita el pleno ejercicio de la
libertad de expresión para que, en un marco de garantías plenas, los medios sean verdaderos aliados de la sociedad y no, como en
algunos casos ocurre, parte juez y parte victimarios.

Director del CEIDAS, A. C.

2011-01-24 05:00:00

JRA
La otra violencia
En numerosos países no se han dejado esperar las protestas por el alza generalizada en los precios de los
productos básicos, en particular en el sector energético y en el de los alimentos.

Mario Luis Fuentes


La pregunta sobre cuándo habrá una reacción social masiva de protesta ante la inequidad, la pobreza y la violencia recorre distintos
espacios que van desde las instituciones públicas, pasando por numerosas organizaciones de la sociedad civil y, desde luego,
distintos círculos académicos preocupados por la mala marcha del país.

En numerosos países no se han dejado esperar las protestas a causa del alza generalizada en los precios de los productos básicos,
en particular en el sector energético y en el de los alimentos.

Es un hecho que los efectos del capitalismo salvaje se han agudizado y reconcentrado de manera negativa entre los más pobres,
ante el azoro que causa observar cómo, ante la crisis que dio inicio en 2008, los centros de decisión político-financiera globales y
nacionales no han reculado y, muy por el contrario, han profundizado la lógica de despojo y codicia que dio origen al mayor
terremoto económico mundial conocido desde 1929.

Cuando hay hambre, hay tristeza, enojo, frustración; y esto no puede ser medido en las variables económicas tradicionales. Por ello,
la idea dominante en lo social, en torno a que sólo lo que se mide puede mejorarse, constituye una visión limitada, porque lo
humano es precisamente lo que se resiste no sólo a todo tipo mediciones, sino a cualquier definición que pretenda ser definitiva.

La pobreza y la injusticia son las formas soterradas de la violencia que se ha institucionalizado a través de las estructuras de
producción y distribución de la riqueza social; pero también en las estructuras jurídicas que hacen imposible la exigencia de
cumplimiento de los derechos humanos y, más aún, que impiden a los pobres, y en general a las víctimas, el acceso a la justicia
más elemental.

Esta violencia que, aun oculta y quizás hasta invisible para muchos, se cierne y mueve en todos los estratos sociales, puede
llevarnos a una repentina explosión de protestas a lo largo y ancho del país; otro escenario es que esa posible explosión podría
concentrarse en regiones que, por las características de descomposición social que ya viven, pueden convertirse definitivamente en
territorios fuera de control.

Es preocupante que a la violencia asesina y sangrienta que se está desarrollando en la lucha contra el narco, subyace otra que
consiste en el abuso, el maltrato, la discriminación y la exclusión que viven todos los días mujeres, niñas, niños y adolescentes en
todo el país. Destaca, por ejemplo, que los delitos sexuales son ya una de las principales categorías en la estadística delictiva del
fuero común.

Nadie podría saber cuándo podría ocurrir lo que varios han vislumbrado como la posibilidad de un “estallido social”. Lo que sí
sabemos es que todos los ingredientes para que suceda están presentes en prácticamente todas las ciudades, por lo que la actitud
más irresponsable que podríamos asumir es no construir, de manera urgente, una nueva generación de políticas públicas diseñadas
para enfrentar, en lo inmediato, la complejidad de lo social, y esto no se puede llevar a cabo sino con base en el diálogo y el
acuerdo político.

La inacción ante la violencia nos convierte en cómplices; también lo hacen la ineficacia y la negligencia. Ya no tenemos tiempo para
experimentos o improvisaciones; es la hora de las decisiones inteligentes y, sobre todo, la hora de los derechos humanos, lo que
implica, no otra cosa, sino justicia y dignidad para todos.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-01-17 05:00:00

JRA
Los migrantes y los derechos humanos
Mario Luis Fuentes
El secuestro masivo de migrantes recientemente documentado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos debe situarnos
ante la pregunta de si este grave problema se restringe exclusivamente al ámbito de la política migratoria o si bien deberíamos
revisar de manera integral la política de derechos humanos en nuestro país.

Estamos ante una horrible realidad en la cual la inseguridad pública acecha y amenaza a todos. Se trata de la pérdida de
importantes capacidades del Estado para evitar lo que hace siglos Hobbes hubiese llamado la muerte prematura y violenta de los
ciudadanos.

Así, lo que debemos comprender es que la construcción de la política de seguridad pública no puede centrarse únicamente en el
combate al crimen organizado. Se trata en todo caso de proteger a la población del fenómeno del crimen, que en su inmensa
mayoría sigue cometiéndose en lo que se denomina “el orden común”.

Del total de delitos que se cometen en el país, más de 90% corresponden a robos, daño en propiedad ajena, lesiones, fraude,
violación sexual, secuestro y otras categorías que obligan a revisar los esquemas de competencia y jurisdicción de los distintos
órdenes de gobierno.

En esa lógica, una política de seguridad pública centrada en las víctimas, desde un enfoque predominantemente preventivo, no
puede estar cimentada sino en la protección irrestricta de los derechos humanos, lo que está muy por arriba de cualquier criterio
migratorio, cuando de garantizar justicia se trata.

Es momento de considerar que la magnitud de la intensidad migratoria que se está presenciando a nivel continental no es sino una
de las aristas de la crisis del modelo de organización económica y política global. Lo que es más, existe la posibilidad de que el
éxodo masivo de Latinoamérica a Estados Unidos no sea sino una parte constitutiva de la descomposición —o quizá de una
recomposición que aún no alcanzamos a entender— del sistema mundo imperante.

Desde esta perspectiva, el fenómeno migratorio debe repensarse y discutirse desde una dimensión regional y debería abrir paso a
una nueva lógica de relación económica y política entre las naciones, a fin de lograr armonizar un modelo de desarrollo con equidad
y justicia para todos los países, y que permita la libre circulación de mercancías y personas, garantizando la viabilidad y el equilibrio
de las economías.

No podemos asumir simplemente que algo más habrá de realizarse para brindar una mayor seguridad para los migrantes irregulares
que pasan por nuestro territorio; lo que debe construirse ya es un nuevo pacto social, pensando en que en el mediano plazo debería
tener alcances regionales, desde el cual la migración no sea sinónimo de escape de la pobreza.

Los derechos de quienes tienen que dejar sus hogares y comunidades de origen porque ahí no existen condiciones de vida digna,
no pueden ser parte secundaria en la construcción del modelo de desarrollo que deseamos y requerimos para nuestro país.

El racismo, la xenofobia y otras formas de intolerancia deben ser erradicados, por lo que tenemos la responsabilidad de construir
una nueva visión de nación incluyente y protectora de los derechos humanos, independientemente del origen étnico o nacional de
las personas. A final de cuentas, como lo mostró desde hace tiempo Albert Camus, todos somos siempre extranjeros, incluso de
nosotros mismos.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-01-10 05:00:00

JRA
Ojalá...
A partir de hoy, todas las decisiones de la política estarán determinadas por la agenda de 2012; en esa lógica, la
primera aduana que habrá de disputarse es la del Estado de México.

Mario Luis Fuentes


Se inicia 2011 frente al cual los pronósticos económicos, políticos y sociales muestran un panorama, si no desolador, sí sumamente
preocupante. Aun cuando la expectativa de crecimiento económico se movió de 3.5% a 4% del PIB, esta dinámica alcanzará
apenas para paliar los efectos de la desestructuración que hemos presenciado, desde la década de los 90, del mundo del empleo.

A partir de hoy, todas las decisiones de la política estarán determinadas por la agenda de 2012; en esa lógica, la primera aduana
que habrá de disputarse es la del Estado de México en donde ni el PRD ni el PAN cuentan aún con candidatos capaces de disputar
un territorio en el que su gobernador goza de muy altos niveles de aceptación, amén del efecto de “regionalismo” que se da en las
entidades cuando su gobernador tiene la posibilidad de llegar a la Presidencia.

Ante este escenario, en función de la agenda monotemática que se autoimpuso la administración federal, estamos frente al riesgo
de una decisión del tipo “todo o nada” en la cual la estrategia se centraría en ir a una especie de “guerra total” contra el narcotráfico.

Lo anterior cobra mayor sentido si se considera que al presidente Calderón ya se le agotó el tiempo, pues la sensación de que la
lucha contra el narco ha sido ineficaz es cada vez mayor, incluso entre algunos sectores intelectuales que hasta hace algunos
meses apoyaban firmemente la estrategia presidencial.

Así, con un Presidente cada vez más acotado en sus capacidades de decisión y negociación, pues su agenda comenzará a
subsumirse cada vez más a la de los partidos políticos, la idea de ganar la guerra contra el narco a cualquier costo se convierte en
prácticamente la única salida ante la posibilidad real de perder la Presidencia.

Dicho de otro modo, se trataría de mostrar que la guerra contra el crimen organizado por fin está dando frutos, por lo que cambiar
de partido en el poder puede comprometerla, y por ello el mensaje de la “necesidad nacional” de no cambiar al partido en el
gobierno podría vislumbrarse como una de las principales banderas de campaña que comenzarán a desplegarse desde ya.

Un escenario caracterizado con los elementos que aquí se señalan es de alto riesgo para todos. Más violencia puede llevarnos a
una espiral de muerte aún más grave a la que hoy estamos presenciando, pero sobre todo, puede derivar en una violencia política
de proporciones mayores; los asesinatos de un candidato a gobernador y de un ex gobernador en 2010 así nos lo advierten.

Esta violencia podría también conducirnos a la inestabilidad y la parálisis institucional, pues hay algunas franjas del territorio en
donde ya se registra la imposibilidad de operación de varios programas públicos.

Otro problema es que esta administración se encamina hacia un cierre en cuyo proceso comienzan a incrementarse las sospechas
sobre posibles actos de corrupción y de ineficiencia, lo que compromete las capacidades de maniobra del Ejecutivo federal rumbo a
la culminación de su mandato.

El firme deseo que muchos tenemos es que la civilidad y la racionalidad imperen, y que sean el diálogo y el acuerdo democrático los
que den cause a los procesos que se avecinan; por ello, es dable decir que ojalá el diagnóstico inicial con que abrimos el año, esté
equivocado.

*Director del CEIDAS, A. C.

2011-01-03 05:00:00

JRA
Recuento 2010
Sin duda hay varios títulos que podríamos endilgar a este moribundo año que se nos fue: “el de la impunidad y
el narco”; “el del paro económico generalizado”; “el de los más de 30 mil asesinados”.

Mario Luis Fuentes


Pensar el 2010 en retrospectiva me lleva a pensar en la necesidad de construir un recuento de calamidades. Sin duda hay varios
títulos que podríamos endilgar a este moribundo año que se nos fue: “el de la impunidad y el narco”; “el del paro económico
generalizado”; “el de los más de 30 mil asesinados”; “el de la pobreza”, y un largo etcétera que no haría sino describir, cada uno,
sólo una de las dimensiones de la debacle política, económica y social en que estamos sumidos.

Es triste reconocer que para muy pocos éste será recordado como el Año del Bicentenario o del Centenario.

Más allá de la inauguración de estructuras entregadas en obra negra, los mexicanos no fuimos capaces de aprovechar, con
dignidad histórica, las fechas emblemáticas que nos pasaron, no sólo de noche sino, peor aún, entre el despilfarro y los frívolos
festivales, semejantes más a una kermés mal organizada, que a la celebración jubilosa de la libertad.

Cerramos 2010 con la noticia de que somos 112.3 millones de mexicanos, dato que implica enormes retos, pues no somos, ni de
lejos, un país en el que podamos vivir en un marco constitucional en el que los derechos humanos sean cumplidos a cabalidad. La
tragedia no es que seamos esa cantidad, como pretenden los herederos de Malthus, sino que lo somos en un país en el que la
desigualdad es la única directriz inamovible del aparato público.

La pesadumbre nos agobia y el desánimo cunde por todas partes. La violencia de toda talla y laya ha invadido como un cáncer a
todo el cuerpo social y ha hundido al país en una incertidumbre ante la cual los mensajes del presidente Calderón y su gabinete,
pero también de legisladores y gobernadores, no hacen sino acrecentar la estridencia del desorden que reina en todas partes,
porque lo que nos dicen simplemente está cada vez más alejado de la realidad que enfrentamos en el día a día.

¿Cómo no tener miedo en un país en el que el Estado debe reconocer su incompetencia e impunidad, ante una madre que por sus
propios medios logró dar con el paradero de los secuestradores y asesinos de su hijo?

¿Cómo no tener miedo en un país en el que una madre es asesinada, enfrente de un Palacio de Gobierno estatal, porque exige
justicia ante el asesinato brutal de su hija?

¿Cómo no tener miedo en un país en el que pueden viajar caravanas de camionetas blindadas con delincuentes armados hasta los
dientes, que siembran el terror ante la incapacidad de las autoridades?

Cerramos el año con más de 50 millones de personas en la pobreza; una desigualdad creciente y más de 2.5 millones de
mexicanos desempleados. Más de 20 millones de esos pobres viven el hambre y lo peor de todo es que no hemos sido capaces de
construir, ya no programas para el combate a la pobreza, sino un pacto social que permita, como en los ideales de Morelos, moderar
la opulencia y erradicar la indigencia.

Este no es el país que alguien en su sano juicio quiera heredar a sus hijos. Por ello, el recuento de las calamidades debe llevarnos,
aunque se escuche paradójico, a plantear una visión optimista de cambio, sustentada en un espíritu renovado de compromiso social
y de un profundo amor por México.

*Director del CEIDAS, A. C.

2010-12-20 05:00:00

JRA
La tragedia de los niños sicarios
El infante se ha convertido también en una especie de “chivo expiatorio mediático”.

Mario Luis Fuentes


Édgar Jiménez Lugo ha sido acusado de diversos asesinatos y otros crímenes. Se trata del niño que ha puesto de manifiesto la
profunda fractura social a que nos estamos enfrentando, pues sus presuntos delitos, todos cometidos con saña y crueldad, revelan
una nueva configuración del malestar cultural que nos abruma y aqueja.

Este niño se ha convertido también en una especie de “chivo expiatorio mediático”, que se configura, de inicio, con el uso de su
alias: El Ponchis. Como si los contenidos de la Convención sobre los Derechos del Niño en torno a los derechos a la identidad,
dignidad y seguridad, fuesen letra muerta, ya no sólo para las autoridades, sino también para los medios de comunicación.

El no haber sido capaces en las últimas décadas de construir sistemas de justicia centrados en las víctimas, nos ha impedido
comprender que niños como Édgar Jiménez son, a la vez, tanto victimarios como víctimas y, más todavía, puedo sostener que es
más lo segundo que lo primero.

Si como algunos especialistas en psiquiatría han dicho públicamente, Édgar tiene personalidad psicótica, entonces lo que
enfrentamos es un sistema de salud enormemente deficiente.

En efecto, en un país en el que toda la información disponible nos muestra a una sociedad agobiada por el estrés y la neurosis,
resulta inadmisible que los sistemas de salud no cuenten con servicios de salud mental, suficientes y de calidad; así como de
mecanismos para la protección de los diversos tipos de familias que hay en el país.

Si la historia de vida de Édgar está marcada por la violencia, entonces lo que el tétrico desenlace en el que está situada su historia
personal es resultado de una sociedad que en términos generales ha construido relaciones de maltrato, abuso y discriminación en
prácticamente todos los estratos y espacios sociales.

Es muy grave que en el Congreso haya voces que, ante el fenómeno de la violencia, se pronuncien por generar soluciones basadas
en más violencia: penas judiciales más severas, cárcel perpetua o incluso hay quienes se pronuncian por la pena de muerte.

Es más grave aún que las autoridades responsables de la justicia guarden silencio y no convoquen a una revisión integral, de la
mano de expertos en la materia, para atender y enfrentar lo que ya tenemos como problema, pero sobre todo evitar que haya más
niñas y niños explotados por el crimen organizado en actividades delincuenciales y para la “venta” de servicios sexuales.

Lo que no es aceptable es que la autoridad no fije una firme posición basada en la Convención de los Derechos del Niño y en sus
Protocolos Facultativos. Resulta además preocupante que esta situación esté tan fuera del conocimiento y el control del gobierno,
sobre todo a menos de cinco meses de que el Estado mexicano informe al alto comisionado de los Derechos Humanos sobre el
estado de cumplimiento de los derechos de la niñez en el país.

El caso de Édgar Jiménez es paradigmático, porque revela la profunda desprotección en la que vive la niñez mexicana. Porque
evidencia el rotundo fracaso de una política social que no está sustentada en una visión integral de protección de los derechos
humanos, y porque definitivamente nos echa en cara la terrible realidad de que México, en el siglo XXI, sigue siendo un lugar
profundamente inapropiado para la infancia.

*Director del CEIDAS, A. C.

2010-12-13 05:00:00

JRA
La política como esperanza
En nuestro país y en nuestros días, se ha convertido en un asunto de intriga, mentira, sedición.

Mario Luis Fuentes


Tenemos derecho a todo, excepto a renunciar a la esperanza, nos dice George Steiner. Tiene razón. Aún más la tiene, si se piensa
que esta renuncia es inaceptable cuando se habla de política y desde la política.

Aristóteles definía a la política como la práctica de la virtud perfecta, porque en ella se sintetizan la prudencia, la templanza, el juicio
racional que siempre busca el término medio pero, sobre todo, la búsqueda de la construcción de la felicidad de la comunidad
organizada.

De manera lamentable, en nuestro país y en nuestros días, la política se ha convertido en un asunto de intriga, mentira, sedición;
todas, prácticas contrarias al ideal civilizatorio sustentado en las ideas de la democracia que se han venido construyendo a lo largo
de los siglos y que nos han permitido, en muchos sentidos, tener la posibilidad de luchar por ideales que se sintetizan ahora, en
mucho, en la agenda de los derechos humanos.

El monopolio de los partidos políticos nos ha impuesto una lógica de ruptura, antes que de conciliación; de soliloquios en lugar de
diálogos; de odio y afrenta, que imposibilitan la convivencia respetuosa entre las diferencias.

En un escenario nacional asolado por la violencia y la pobreza, los discursos políticos suenan en su mayoría huecos. Se trata, casi
siempre, de mensajes que se pronuncian por todas partes basados en frases de moda, lo que hace más evidente la ausencia de un
proyecto nacional de inclusión.

Lo más peligroso y grave para México es que no se trata sólo de inconsistencia teórica o retórica, sino de un enorme vacío ético que
impide que, aun cuando haya propuestas inteligentes, éstas obtengan poco consenso y, en consecuencia, se vuelva imposible
construir acuerdos políticos.

En ese sentido, la presencia de personajes como Gabino Cué en el escenario del poder abre la posibilidad de renovar varios flancos
de la política nacional. El nuevo gobernador de Oaxaca ha generado en amplios espectros de la opinión pública nacional una alta
expectativa porque, a pesar de las enormes dificultades que se enfrentan en aquella entidad, cuenta con la legitimidad moral para
plantear un proceso de renovación y de reconciliación política.

Lo que el triunfo de Cué nos muestra en Oaxaca es que es posible llamar y convocar una vez más a la esperanza; y que esta
renovación no va a provenir, como antaño se pretendía, por decisión del poder del “centro”, sino, antes bien, de las regiones y las
entidades del país.

Los partidos políticos deben comprender que la política es, y nunca debió dejar de concebirse así, como una práctica ciudadana
anclada en el territorio, en lo local, porque es en las raíces más profundas de las comunidades, colonias y pueblos, en donde está el
germen de la transformación social de México.

La renovación ética del país implica una renovación de las mentalidades de quienes disputan y ejercen el poder. Hoy todos
argumentan que su interés es el bienestar de la gente; empero, pocos tienen un historial de vida y congruencia que permita generar
en la ciudadanía la disposición a participar, a involucrarse y a luchar, de manera colectiva, por ideales que a pesar de los políticos
no perderán jamás su vigencia: libertad, justicia social, equidad.

Se trata pues, de que la política pueda convocarnos una vez más de pelear con y por la esperanza.

*Director del CEIDAS, A. C.

2010-12-06 05:00:00

JRA

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