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Narcotráfico en Latam
Por otro lado, los narcotraficantes cuentan con el apoyo de los pueblos en
donde se realiza tal actividad. Sus pobladores siempre están dispuestos a
cubrirlos. No podría explicarse de otra manera
5Desde mediados del siglo XIX hasta mediados de la década de 1980, Perú y
Bolivia fueron los dos principales países proveedores tanto de hoja de coca
como de cocaína refinada a los mercados estadounidenses, europeos y otros
mercados mundiales (Paul Gootenberg, 2008: 1-14 y passim). En 1985, Perú
producía aproximadamente el 65% del suministro mundial de hoja de coca,
mientras que Bolivia cultivaba aproximadamente el 25% y Colombia el 10% o
menos (Bagley, 2009a: 25; Clawson y Lee III, 1998: 12-16). Con las “victorias
parciales” logradas por la guerra contra las drogas liderada por EE.UU. en el sur
de los Andes a finales de los años ochenta y principios de los noventa -en
concreto, los programas de erradicación de cultivos financiados por EE.UU. en el
Chapare boliviano bajo el mandato del presidente Víctor Paz Estensoro después
de 1986 (Operación Horno Explosivo) y los presidentes Hugo Banzer/Jorge
Quiroga de 1998 a 2002 (Plan Dignidad), junto con la interrupción por parte del
presidente peruano Alberto Fujimori del “puente aéreo” entre la región cocalera
del Alto Huallaga en Perú y los laboratorios clandestinos de coca situados en
Colombia a mediados de la década de 1990, el cultivo de coca en los Andes se
trasladó rápidamente a Colombia a mediados y finales de la década de 1990. 7
En el año 2000, se calcula que Colombia cultivaba el 90% de la hoja de coca del
mundo, mientras que la producción en Perú y Bolivia se reducía a mínimos
históricos (Bagley, 2009a: 29; ONUDD, 2006).
Consecuencias
Prevención
Política preventiva. Una política preventiva de Estado en materia de
narcotráfico, debería apuntar a tres objetivos fundamentales: (i) controlar los
precios del mercado de las drogas prohibidas, de tal modo que no resulte
atractivo a los carteles venderlas en Costa Rica y así busquen otros países;
(ii) empadronar a la mayor cantidad de adictos, para ofrecerles un plan de
desintoxicación; y (iii) reducir la inseguridad causada por los crímenes
cometidos por narcodependientes, que roban y matan para lograr las dosis
del día.
No me atrevo a aconsejar cuál droga alternativa, pues eso deben decirlo los
especialistas; pero pienso en la metadona, también conocida como dolfina (de
‘dolor’ y finis : fin del dolor), que es un psicofármaco sintetizado del opio,
cuyos efectos, similares a los de la morfina, de acción prolongada, han
permitido su utilización para tratar el síndrome de abstinencia y la
desintoxicación de fármacodependientes.