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Patricia Aguirre2
Laura Pautassi3
1. Introducción
Debido a este criterio, durante las primeras décadas del siglo XX, en Argentina el pro-
blema de la desnutrición infantil, aunque extendido, se veía como un tema familiar, la
malnutrición regional se pensaba un problema de educación o de ingresos. Siempre refi-
riendo la responsabilidad a los propios individuos que “fallaban” en alimentar y alimen-
tarse en un contexto pródigo, ya fuera porque no sabían, no podían o no querían. Al vivir
en el “granero del mundo” el problema de la alimentación se consideraba fuera del ámbito
social porque había producción suficiente y se la reducía a un problema individual, a lo
sumo familiar y siempre transitorio (no estructural) que se desplegaba y resolvía en el
1
Capítulo del libro De Alfonsín a Macri. Política Social en Democracia. 1983-2019 . G. Gamallo Compi-
lador. Eudeba. Buenos Aires 2022-
2
Doctora en Antropología (UBA) Profesional del Departamento de Nutrición del Ministerio de Salud por
más de 30 años. Actualmente Docente e Investigadora del Instituto de Salud Colectiva -Universidad Na-
cional de Lanús-
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Investigadora Principal CONICET y Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires. Directora del
Grupo de Trabajo Interdisciplinario Derechos Sociales y Políticas Públicas.
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Se trata de una ecuación que parte de la producción + importación + stock del año anterior a lo que debe
restársele la exportación, lo que se retira como semillas para volver a producir más las pérdidas en el pro-
ceso de transporte e industrialización. Esta concepción fue prevaleciente en las sociedades nacionales y los
imperios coloniales desde el pasado remoto. En su análisis de la Geopolítica del Hambre (Castro, 1951)
revisa área por área el mapa del hambre mundial y concluye que no son los recursos naturales sino la
organización socio-económica (y el colonialismo esclavista como su versión más cruel) el origen del ham-
bre, en un planeta que empezaba saberse poblado y proyectar un futuro malthusiano. La Declaración Uni-
versal de Derechos Humanos de 1948 desplaza el concepto de recursos naturales hacia el reconocimiento
del derecho en la alimentación (art. 25), que posteriormente es recogida en la mayoría de las Pactos y
Tratados internacionales.
1
ámbito privado con voluntad, con caridad (sujeto/sujeto) o con asistencia (institución/su-
jeto).
Al no existir una reflexión social sobre las causas, ya sea desde el ámbito de las institu-
ciones públicas como desde las organizaciones de la sociedad civil y la academia, las
respuestas estatales se concentraron en acciones tendientes a solucionar los síntomas con
acciones puntuales que tomaron la forma de planes y programas de emergencia, que se
conciben como transitorios que se prolongan a lo largo del tiempo, sin reparar en las
causas y transformando la transitoriedad en la regla. Así, es en el campo de la alimenta-
ción donde se inician los programas sociales focalizados y que han caracterizado a la
política social Argentina durante el período bajo análisis.
Cabe señalar otro de los rasgos sobresalientes de esta etapa fue la incorporación de una
agenda de derechos humanos, la cual caracterizó a la política desde la recuperación de-
mocrática con la ratificación de numerosos Pactos y Tratados internacionales, como el
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) realizada
por Ley 23313 de 1986. En este Pacto, los Estados “reconocen el derecho de toda persona
a un nivel de vida adecuado para sí y su familia, incluso alimentación, vestido y vivienda
adecuados, y a una mejora continua de las condiciones de existencia” (Art. 11, PIDESC)
y en el apartado siguiente, reconoce “el derecho fundamental de toda persona a estar
protegida contra el hambre” y enumera una serie de medidas que deben adoptar los Es-
tados parte, como la mejora en métodos de producción, conservación y distribución de
alimentos hasta el perfeccionamiento o la reforma de los regímenes agrarios de modo
que se logren la explotación y la utilización más eficaces de las riquezas naturales. Asi-
mismo, se comprometen a garantizar una distribución equitativa de los alimentos mun-
diales en relación con las necesidades. Posteriormente, Argentina adopta otros Pactos in-
ternacionales y con la reforma Constitucional de 1994 (art. 75 inc. 22) les otorga supre-
macía jurídica, quedando el país comprometido a garantizar el derecho a la alimentación
de manera inseparable con la dignidad inherente de la persona humana y en interdepen-
dencia con otros derechos humanos. En 1996, se aprueba el Protocolo de San Salvador
en el ámbito del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, que reconoce en el ar-
tículo 12 el derecho a la alimentación adecuada, el cual es recién ratificado por Argentina
en 2003.
Con este marco normativo internacional, los compromisos de Argentina amplían el reco-
nocimiento de la alimentación no asimilándolo solo a un conjunto de calorías, proteínas
y otros elementos nutritivos sino que asume obligaciones positivas y negativas que debe
satisfacer y que son de cumplimiento inmediato y exigible a todos los poderes del Estado,
para lo cual deben utilizar al máximo de los recursos disponibles, tal como está estable-
cido en los Pactos de Derechos Sociales y en otros Tratados de Derechos Humanos. Por
lo mismo, en caso de violaciones a este derecho, las personas deben disponer de recursos
jurídicos y políticos necesarios para exigir el cese inmediato de la vulneración de este
derecho, al mismo tiempo que pueden solicitar que se reparen los daños y que se dispon-
gan las medidas necesarias para evitar su reiteración. Adicionalmente los Estados se en-
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cuentran en obligación de establecer mecanismos de vigilancia o monitoreo de la realiza-
ción del derecho a la alimentación adecuada (Pautassi, 2012; Pautassi y Carrasco, 2015).
Sin embargo, y tal como se analizará a continuación, el reconocimiento de la alimentación
como derecho no conforma el fundamento de las políticas de este extenso período, sino
que se ha concentrado en programas dirigidos a población en condiciones de vulnerabili-
dad.
Así, Argentina transitó entre 1983 y 2019 un período democrático atravesado por severas
crisis económicas, sociales e institucionales de distinto alcance, con cambios relevantes
en la estructura productiva y en menor medida sobre la estructura impositiva, en la que
perduran sesgos regresivos y donde el crecimiento de la pobreza ha caracterizado a esta
etapa, con impacto diferencial en término de género y sobre la alimentación. Y tal como
fue señalado, las respuestas estatales se concentraron en programas y no en la definición
de una política alimentaria.
Debido a ello, el abordaje se realiza a partir del análisis de los programas alimentarios
nacionales, con la salvedad que no son más que componentes del sistema alimentario.
Cabe destacar, que esta falta de consideración de la alimentación como derecho humano
y como tal, universal, integral e interdependiente de otros derechos5, se traduce en la au-
sencia de fuentes de información sistemáticas con lo cual la inobservancia del derecho de
acceso a la información, tendrá implicancias en los demás derechos humanos, sean civi-
les, políticos, económicos, sociales o culturales (DESC). En consecuencia, se ha recurrido
para el análisis a diversas fuentes de información secundarias, lo que no permite realizar
una periodización exacta sino plantear un escenario de contexto.
El capítulo se organiza a partir de ciclos presidenciales, considerando cinco períodos que
hemos clasificado de la siguiente manera: i) la recuperación democrática, que comprende
la presidencia de Raúl Alfonsín (1983-julio1989); ii) los programas del ajuste -julio de
1989 a diciembre de 1999- con las dos presidencias de Carlos Menem; iii) la transición y
crisis institucional, entre diciembre de 1999 a mayo 2003 con el gobierno de la Alianza
(1999-2001) y el gobierno provisional de Eduardo Duhalde (diciembre de 2001 a mayo
de 2003), iv) el desembarco de los derechos, que comprende el período de mayo 2003 a
5
Declaración y Programa de Acción de Viena de la Conferencia de Derechos Humanos de 1993 establece:
“Todos los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes y están relacionados entre
sí. La comunidad internacional debe tratar los derechos humanos en forma global y de manera justa y
equitativa, en pie de igualdad y dándoles a todos el mismo peso. Debe tenerse en cuenta la importancia de
las particularidades nacionales y regionales, así como de los diversos patrimonios históricos, culturales y
religiosos, pero los Estados tienen el deber, sean cuales fueren sus sistemas políticos, económicos y cultura-
les, de promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades fundamentales” (Carrasco et al,
2016).
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diciembre de 2015 (presidencias de Néstor Kirchner y los dos mandatos de Cristina Fer-
nández) y por último, v) la administración de los programas entre diciembre 2015 a di-
ciembre de 2019 con la presidencia de Mauricio Macri. El fundamento de esta clasifica-
ción no refiere a etapas cronológicas, sino que incorpora los cambios políticos e ideoló-
gicos de cada administración de gobierno respecto a la cuestión alimentaria, y que marcan
diferencias significativas, a pesar de la continuidad de los programas. Le sigue un apar-
tado dedicado a la producción de información especializada en materia nutricional a partir
de diversas encuestas y su impacto en el campo de las políticas públicas.
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La cocina, como como institución, se encuentra atravesada por relaciones sociales que se instalan en la
comida a través de los valores que dan sentido a la elección de los productos y su combinatoria, tanto como
a través de la producción y distribución de los alimentos que se utilizan y la tecnología aplicada en produ-
cirlos, prepararlos, distribuirlos, consumirlos y disponer de sus restos. Estas operaciones prácticas y sim-
bólicas dan como resultado los platos característicos de una cocina, con la legitimación de su consumo por
determinados sectores sociales, géneros y/o edades junto a los efectos esperados y constatados en el cuerpo
de los comensales. La alimentación es producto y produce relaciones sociales y son estas relaciones las que
dan forma a la cocina que se comparte, que identifica a las personas y las liga a su espacio y su tiempo,
construyendo un patrimonio pero también una epidemiología ya que deja su huella en los cuerpos y condi-
ciona una manera específica de enfermar y morir. (Aguirre, 2007)
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a definir su régimen de bienestar. Durante esa década se crearán las primeras instituciones
de asistencia social alimentaria, principalmente destinadas a niñas y niños, como el caso
de los comedores escolares (en 1932) dependientes del Consejo Nacional de Educación
(ley 11.597) o la Junta Nacional de Ayuda al Niño (en 1934) para "socorrer al niño en
edad escolar con alimentos y vestido" (Britos et al, 2003). El modelo higienista consolida
la apreciación de las familias en situación de pobreza y vulnerabilidad como objeto de
regulación y disciplinamiento, de acuerdo con su morfología y responsabilidades asigna-
das en el marco de la promoción de la nuclearización de las familias (Torrado, 2003).
En 1936, la Ley Palacios (12.341) constituye el primer intento serio de dar respuesta
desde el Estado a los problemas de salud y alimentación de la población materno infantil
en situación de pobreza (Biernat y Ramaciotti, 2008) ya que incorpora características de
formulación similares a las de otros países con regímenes de bienestar robustos, promo-
viendo -con carácter de obligatorio- el amamantamiento hasta el cuarto mes de vida de la
niña o niño, al mismo tiempo que prohíbe la “lactancia mercenaria” y establece la entrega
de leche en polvo para liberar de la lactancia a la mujer obrera (Idiart, 2007: 27-54). Crea
además la Dirección Nacional de Maternidad e Infancia dependiente del ministerio del
Interior, ya que no existía el Ministerio de Salud, que se establecerá en 1949. Durante el
gobierno justicialista (1945-1955) la asistencia social se concentra en la Fundación Eva
Perón con acciones de entrega directa de alimentos y acciones de educación alimentaria.
En esta etapa se sientan las bases del régimen de bienestar en Argentina, caracterizado
como un híbrido institucional de corte meritocrático (Barbeito y Lo Vuolo, 1992) donde
la base de sustentación fue la conformación de familias con varones proveedores y muje-
res amas de casa, de corte nuclear y donde todas las responsabilidades de cuidado, espe-
cialmente la alimentación, se delegaron de manera exclusiva en las mujeres consolidando
una injusta división sexual del trabajo y del cuidado que perdura hasta la actualidad (Pau-
tassi, 2007).
A partir de 1952, y dentro del Ministerio de Salud, esta Dirección organiza la entrega de
leche en forma regular y en todo el país en centros materno-infantiles, con el objetivo
explícito de controlar la mortalidad infantil consecuencia principalmente de la desnutri-
ción y de la diarrea estival (Biernat y Ramaciotti, 2008). En 1967 se comienza a fortificar
los alimentos, y con la sanción de la ley N°17.259/67 se agregó yodo como yoduro de
potasio a la sal de consumo humano y animal reduciendo la incidencia de bocio endémico
e idiosia. En 1973 hacia el final del gobierno de facto del general Lanusse, se promulga
la ley 20.445 que incorpora al Presupuesto Nacional una partida específica para sostener
el Programa Materno Infantil y la compra de leche.7
Si bien el interés del capítulo es analizar los últimos 36 años, debe señalarse que la historia
de la asistencia siempre se encuentra presente, ya sea en el patrón de consumo o en la
pervivencia de estos dos programas, los cuales aún con modificaciones prácticas y con-
ceptuales, continúan hasta el presente.
El otro rasgo distintivo de las políticas alimentarias en Argentina, es que no fueron dise-
ñadas en base a diagnósticos basados en datos técnicos, sino que en general fueron el
resultado de múltiples tensiones y luchas dentro y fuera de las burocracias asistenciales.
Allí debe agregarse que factores altamente sensibles, como el hambre, la pobreza, la des-
nutrición, fueron los fundamentos de muchos de los programas alimentarios analizados,
7
Es el primer rubro de gastos del Ministerio de salud y que equivale aproximadamente a 19 millones de
kilos.
5
sumados a importantes sesgos de género en la responsabilidad de las mujeres en el hogar,
que dieron como resultado programas diseñados en base a presunciones y sin evidencia
empírica que los sustentara, urgidos por cubrir necesidades que se percibían pero cuyo
alcance no se conocía ni en profundidad ni en magnitud. Asimismo la mayoría de estos
programas tenían objetivos difusos (combatir la pobreza, mejorar el acceso, contribuir a
paliar la emergencia), con poca coherencia entre necesidad (anemia) y programa (fortifi-
cación), y con múltiples operatorias, que no responden a la complejidad de la alimenta-
ción sino a la opacidad de la meta. De allí que en general no se han realizado evaluaciones
de estos programas. El resultado, es el entramado de programas alimentarios que convi-
ven con un conjunto de medidas y acciones que no son consideradas del campo de la
alimentación pero que tienen una clara incidencia en ella y se ubican en diversas áreas
estatales.
Cuadro N 1
Tipología de los programas alimentarios de Argentina desde 1950 a 2015
Decreto 2002-2003
PEA 328/2002 Familias pobres
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POSOCO Ley 23767 1989-2005 Comedores comunitarios
Fondos de 2001-2008
Vale Más PNSA Familias pobres
Esta lógica fragmentada, asistencial y de polarización social, que como se verá a lo largo
del capítulo se profundizó a partir de los años noventa, se refleja en todas las áreas de la
alimentación.
Aunque durante este período los programas de maternidad e infancia y comedores esco-
lares continuaron y aún mejoraron sus prestaciones, a partir de haber triplicado el presu-
puesto en 1985 y haber realizado la primera evaluación de los comedores, la estrella de
la política alimentaria del gobierno de Alfonsín fue el PAN.
7
Si bien era evidente la precarización de la alimentación luego de las desastrosas políticas
del gobierno militar, los datos que fundamentaron la problemática alimentaria y el PAN
como solución, eran pocos y solo abarcaban algunas jurisdicciones. No se disponía de
datos e información estadística a nivel nacional, subnacional e internacional puesto que
Argentina era uno de los pocos países latinoamericanos que en 1983 no integraba la red
de cooperación sobre el Sistema de Vigilancia Alimentaria y Nutricional (SISVAN) de
la Oficina Regional de FAO, por lo cual se desconocía la prevalencia de desnutrición
infantil y sus tendencias. Solo el Instituto de Nutrición del Noroeste realizaba mediciones
del estado nutricional demostrando la existencia de desnutrición crónica en la mitad de
las niñas y niños en edad escolar, y en una cuarta parte de los niños y niñas menores de 5
años. No hubo antropometría a nivel nacional o encuestas nacionales de salud, nutrición
o consumo que brindaran un dato cierto.8 Así el programa fue planificado para 700.000
hogares pero en el momento de mayor demanda llegó a 1.300.000 hogares (Aguirre,
1988).
El PAN, aprobado por Ley 23.056 de marzo de 1984, constituyó la primera política ma-
siva de asistencia alimentaria “dirigida enfrentar la crítica situación de deficiencia ali-
mentaria aguda de la población más vulnerable y de pobreza extrema”. Originalmente
fue concebida como una política de emergencia, en la misma línea que muchos otros
programas sectoriales, para enfrentar la coyuntura y con una duración de 2 años, prorro-
gable. En sus fundamentos, definió su población a partir de cuatro criterios de riesgo
considerando una implementación decreciente a medida que el desarrollo económico hi-
ciera innecesaria la asistencia. En la práctica, se establecieron tres niveles de vulnerabili-
dad: vivienda precaria, desocupación y presencia de mujeres embarazadas y/o niñas y
niños menores de seis años. Si bien la caja de alimentos se planteaba como una unidad
que se sumaría de acuerdo a la cantidad de personas en la vivienda o el nivel de pobreza,
(por ejemplo si había personas desnutridas, si había personas mayores, si la capacidad de
sostén era mayor que una persona activa sobre cinco personas inactivas) la oferta terminó
estabilizándola en la entrega de una caja por hogar fuera cual fuese su composición.
La prestación consistía en una caja conteniendo 14 kg de comida, fue diseñada por nutri-
cionistas y con un contenido uniforme para todo el país.9 Se repartía en una reunión men-
sual de 20 madres con un agente del programa (agentes PAN), quienes atendían cerca de
800 hogares en áreas urbanas y 200 hogares en zonas rurales. En las reuniones se impar-
tían elementos de educación alimentaria y se instrumentaban los subprogramas.
8
Inclusive la Encuesta de Gasto e Ingreso de los Hogares de INDEC se aplicó recién en 1985. En 1984 se
realizó un nuevo procesamiento del Censo de Población de 1980 para construir el índice de Necesidades
Básicas Insatisfechas (NBI) y el mapa de la pobreza, que registró un 30% de pobreza estructural, pero estos
datos llegaron cuando el PAN ya estaba implementado.
9
En su fórmula original contenía: 2 kg de leche en polvo, 1 litro de aceite, 1,5 kg de fideos secos, 2 kg de
polenta de maíz, 2 kg de harina de trigo, 3 latas de 340 gr de corned beef, 1 kg de azúcar y 1 kg de arroz.
En total 65.190 kcal, es decir el 23% de las recomendaciones mensuales de energía para una familia tipo,
39% de las recomendaciones de proteínas, 20,95% del calcio y 17,2% del hierro (Aguirre, 1988). Con el
paso del tiempo y los problemas presupuestarios, la composición fue cambiando hasta llegar a 30 tipos
diferentes de cajas.
8
ii. Huertas: este programa en el marco de un convenio con INTA, proveía semillas,
asesoramiento técnico y en algunos casos herramientas. Hasta 1987 se repartieron
108.400 paquetes de especies varias de semillas, y la provincia de Neuquén fue
una de las pocas que recibió herramientas
iii. Compras comunitarias: que consistía en la compra al por mayor de alimentos,
artículos de limpieza o librería, cuya logística se organizaba a partir de las reunio-
nes.
Aunque la ley dedica ocho párrafos a normatizar el trabajo voluntario y las donaciones,
suponiendo una movilización solidaria en torno a la alimentación que el Estado Nacional
encauzaría, nada de esto ocurrió. El programa se financió exclusivamente con aportes del
tesoro nacional que alcanzaron al 1,2% del PBI implicando un fuerte nivel de inversión
pública entre los diversos subcomponentes. A pesar del declamado fundamento en dere-
chos sociales y la invocación a la participación comunitaria, los resultados que más se
destacan son la distribución mensual de la caja con alimentos y el hecho de ponerlo en
funcionamiento en todo el país en 5 meses (comenzó en mayo de 1984) en un momento
político por demás convulsionado. Una evaluación de los resultados sociales del PAN
subraya la presencia positiva del Estado en las zonas de mayor pobreza, y la movilización
que generó en torno a la alimentación, sin embargo -aún invocando el derecho- fue asis-
tencialista en su concepción tanto como en términos del análisis presupuestario, donde la
caja se impuso a cualquier otra actividad), con marcados sesgos de género y con un diseño
centralizado y homogéneo.
Familias incorpora-
Años Presupuesto en U$S das Cajas entregadas
9
2.2. Los programas del ajuste: 1989-1999
10
Desde la bancada opositora de la Cámara de Diputados se denunciaba que “se ha gastado el 64% del
presupuesto en concepto de gastos de impresión, traslados y comisiones bancarias”, diario La Prensa,
Buenos Aires, domingo 25 de marzo de 1990. Las largas colas desde la madrugada frente a la CGT y su
derivación a los municipios y ministerios, cuando se les acababan las chequeras, terminaron de desprestigiar
la operatoria de la primera experiencia de una prestación cuasi monetaria.
10
El otro Programa creado en 1990 en el marco de la crisis, por resolución del Consejo
Directivo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA y el Ministerio (en
ese momento Secretaría) de Desarrollo Social fue el Proyecto Integrado “Promoción de
la Autoproducción de Alimentos (ProHuerta)”, con el objetivo de promover una mejora
en la seguridad alimentaria en los sectores con mayor vulnerabilidad de la población. Este
programa, vigente a la fecha, se propone tanto en zonas rurales pero también urbanas,
promover la agroecología para el auto-abastecimiento, la conformación de sistemas loca-
les de producción, el arraigo y la organización social; a través de la capacitación, la asis-
tencia técnica, el desarrollo de tecnologías apropiadas y el financiamiento de proyectos
productivos. (INTA, 2020)
De acuerdo con datos del INTA, en 2020, se registran más de 4.000.000 de personas
destinatarias, la conformación de una red federal de 9.192 promotores voluntarios, de las
cuales el 67 % son mujeres, 744 ferias agroecológicas y la coordinación con más de 3000
organizaciones e instituciones. Agrega la información oficial que del total de las huertas
establecidas en todo el territorio, aproximadamente el 97 % son familiares.11
Respecto al agro, se inicia el proceso de sojización con la importación del modelo esta-
dounidense de agricultura de monocultivo químico (extractivista) basado en transgénicos
(y su paquete tecnológico-financiero) que promovieron la apertura del campo argentino.
En materia de industria alimenticia, en esta década se produjeron fusiones y adquisiciones
de empresas alimentarias nacionales por parte de los grandes holdings transnacionales.12
11
De acuerdo con información oficial, el 70% de las huertas se encuentran en zonas urbanas o periurbanas,
y el programa, en la actualidad además del abastecimiento de las familias, avanza con la comercialización
de los excedentes, la producción agroecológica, acceso al agua potable y promoción de ferias y mercados
de proximidad. Si bien en sus orígenes se fomentaron huertas comunitarias generando los grupos de trabajo
según asentamiento barrial, esta experiencia fue particularmente conflictiva y duró poco. En cambio,
cuando se formaron los grupos según redes preexistentes ya fueran familiares, vecinales o amistosas, al
compartir confianza y objetivos se crearon huertas colectivas que sobrevivieron e instalaron la práctica.
Cuando había terreno en la casa se promovió la huerta familiar. Con esta modalidad flexible de huertas
familiares, escolares, comunitarias y colectivas se viene avanzando desde los espacios periurbanos y desde
las poblaciones vulnerables para promover la autoproducción no solo por necesidad sino por las múltiples
funciones sociales y culturales de la huerta. Aguirre (2011).
12
A modo de ejemplo la fusión de Terrabussi con Nabisco y luego ésta a Kraft.
11
local. En paralelo, este proceso de apertura económica genera mayores restricciones ali-
mentarias no en la disponibilidad sino en la accesibilidad, en contextos de alto desempleo
y pobreza creciente.
Otra de las características de la política, iniciada en los años noventa, fue la descentrali-
zación. Se transfirieron los programas, en la mayoría de los casos de manera directa por
decreto, sin procesos de negociación, a los niveles administrativos locales. El problema
es que en general no se transfirieron los recursos correspondientes, como por ejemplo en
el caso de las partidas presupuestarias en el Programa de Maternidad e Infancia (PMI) se
descentralizó la compra de leche, suponiendo que el recurso humano para su implemen-
tación lo aportaría la provincia, hecho que no ocurrió o en muchos casos resultó clara-
mente insuficiente, promoviendo el aumento de las inequidades territoriales e interjuris-
diccionales.
Se consideraba que los comedores debían ser espacios barriales informales o dependien-
tes de ONGS, donde la alimentación fuera parte integral de programas de estimulación
temprana, actividades educativas y recreativas tendientes a fortalecer el desarrollo comu-
nitario. Estos comedores, que todavía existen en todo el país y que continúan mayorita-
riamente a cargo de mujeres, fueron cuestionados porque su única función terminó siendo
la entrega de comida, ya sea en viandas o porciones, y en general brindan prestaciones en
forma irregular, de baja densidad nutricional, con alta exposición a riesgos higiénico-
sanitarios ya que están en manos de voluntarios o personal semi calificado, (Britos et al,
2003).
En 1993 como consecuencia de la oferta del Banco Mundial de créditos para mejorar el
estado nutricional de las próximas generaciones surge el PROMIN (Programa Materno
Infantil y Nutrición) que luego sumaría financiamiento del Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Su pro-
12
pósito era reforzar las acciones del Programa Materno Infantil mejorando la infraestruc-
tura, el equipamiento de baja complejidad, articulando una red de Centros de Desarrollo
Infantil y capacitando los efectores en las nuevas modalidades de gestión de la atención
en salud. Estaba focalizado en la población materno infantil de las áreas urbanas con ma-
yor pobreza estructural, en consecuencia se implementó solo en 16 de las 24 jurisdiccio-
nes del país.
Este programa operó de manera doblemente focalizada: en áreas con más del 30% de
población NBI y en la población infantil que asiste a comedores escolares o comunitarios,
con gestión descentralizada transfiriendo fondos a las provincias. Consistió en el primer
y tímido intento de coordinación de programas alimentarios que, visiblemente, se super-
ponían al llegar a la misma población e iniciar algún tipo de supervisión en los comedores
comunitarios manejados por Organizaciones no Gubernamentales (ONG). Su diseño
preveía la transformación de los comedores en Centros de Cuidado Infantil y el refuerzo
de la alimentación a través de la asistencia directa, con cajas PRANI (similares a las cajas
PAN y PROMIN) distribuidas 7 u 8 veces al año a familias cuyos niñas y niños asistieran
a comedores. En la práctica incidió poco en el funcionamiento de los comedores y terminó
convertido en un programa de entrega de cajas. Fue discontinuado en el año 2000.
13
necesaria habida cuenta de la promoción del régimen de capitalización individual y de la
ley de Solidaridad Previsional.13
Coherente con la fragmentación social que produjo el menemismo, las cocinas también
se polarizaron. El cambio en los patrones de consumo se verifica en el análisis de las
Encuestas de Gasto de los Hogares del INDEC (1985 -solo AMBA- y 1996, 2006, 2012
en todo el país) que permite observar cómo los sectores de bajos ingresos han ido per-
diendo diversidad en sus canastas de consumo (Díaz Córdoba, 2015).
13
Esta norma congeló los haberes previsionales al 1° de abril de 1991, sin actualización según el índice
general de remuneraciones sino por las variaciones del AMPO, un índice mucho menos favorable para los
jubilados. Esta política llevó a protestas sistemáticas y a la creación de un partido político (el Partido
Blanco) en defensa de los intereses de las personas mayores..
14
Si se reemplaza metodología de cálculo de NBI por Línea de Pobreza, la cobertura nacional se elevaba
al 38%, que equivalente al 74% de la cobertura meta del programa.
14
Analizando la serie histórica de las encuestas de gasto, se observa que a pesar de todas
sus crisis, y por lo menos en la segunda mitad del siglo XX Argentina había sido uno de
los pocos países de América Latina con un patrón de consumo unificado (todos los sec-
tores comían los mismos alimentos según la Encuesta 1965). Sin embargo a partir de la
ENGHO 1996 este patrón unificado se rompe y aparecen “comidas de pobres y comidas
de ricos” pero con una característica inédita: se transforma el sentido del hambre y co-
mienza a crecer el sobrepeso y la obesidad en la pobreza, el “hambre oculto” que ya no
está asociado a “no comer” sino a “comer mucho” pero de alimentos nutricionalmente
poco densos (Aguirre, 2006). Esos déficits de nutrientes son el resultado de dietas pobres
en verduras, frutas, lácteos, legumbres y cereales integrales al mismo tiempo que el so-
brepeso se apoya en el exceso de azúcares en la forma de harinas refinadas, productos de
panadería, bebidas azucaradas, postres y golosinas, todos productos con baja densidad de
nutrientes.
Este hecho sucede en consonancia con el resto del mundo: los cuerpos de los pobres acu-
san la existencia de una cocina de la escasez, mostrando su malnutrición desplegada si-
multáneamente como déficit (de micro y macro nutrientes) y sobrepeso (de grasas e hi-
dratos de carbono). Los más afortunados, con su cocina de la abundancia, alta cocina o
comida de ricos, tendrán más probabilidad de ser delgados y eutróficos.
Ante este horizonte global que pretende absorberlo todo en un único estilo de vida (y de
comida) se asiste a una tímida revalorización del horizonte local, en el surgimiento de
procesos de patrimonialización de alimentos, preparaciones y platos como marcadores de
identidad y en las “denominaciones de origen”. Y estas situaciones con alto grado de po-
larización caracterizaron a este período, con consecuencias de largo plazo, tal como se
analiza a continuación.
Uno de los intentos más enérgicos del Ministerio de Desarrollo fue tratar de diseñar una
base única de destinatarios del conjunto de los programas alimentarios. Esta carencia ha-
bla del grado de fragmentación de las políticas y programas durante el menemismo, ade-
más de los vicios de transparencia en la gestión de los recursos y los espacios de super-
posición y prácticas asistenciales y clientelas que se generaron. El hecho que cada pro-
grama, aún los de un mismo Ministerio tuviera su padrón, habilitaba una serie de inter-
mediaciones y múltiples “ventanillas” en todos los niveles jurisdiccionales. Esta multipli-
cidad dificultaba el monitoreo externo ya que solo el responsable de la ejecución tenía el
estado inicial, la evolución de la cobertura y eventualmente los datos finales.15 Esta situa-
ción se trasladaba a la política de transferencias a ONGs para que gerenciaran, la que
15
Durante el menemismo se levantó la bandera de la tecnificación de los cuadros del Ministerio de Desa-
rrollo Social, separado del Ministerio de Salud en 1997, el monitoreo y la evaluación de las políticas y
programas alimentarios no se realizó en términos técnicos o nutricionales sino que fueron evaluaciones
15
había sido aún más descontrolada, inclusive se identificaron un número importante de
organizaciones creadas ad hoc para recibir los fondos del Ministerio.
En esta etapa se elaboran las guías alimentarias para la población argentina (GAPA) di-
señadas como herramientas para la educación alimentario nutricional, con el objetivo de
estimular consumos de alimentos diversos y promover hábitos alimenticios saludables a
través de información nutricional para guiar las compras. Las guías fueron elaboradas
conjuntamente entre Ministerio de Salud, Desarrollo Social, la UBA y distintos grupos
de profesionales de la Asociación Argentina de Nutricionistas Dietistas (AADYND) en
el año 2000 y publicadas en 2002, en base a recomendaciones de OPS y de UNICEF.16
Después de los trágicos sucesos de diciembre de 2001, en el marco de una crisis econó-
mica y social que provoca la renuncia del presidente Fernando De la Rúa, se abre un
período de alta inestabilidad con la rápida asunción y renuncia de cinco presidentes en
diez días. Finalmente la asunción de Eduardo Duhalde a la presidencia, y dos años de
gobierno de transición, forjaron una fuerte política de contención de la emergencia social.
Esta situación de emergencia evidenciada en 57% de la población viviendo bajo la línea
de pobreza y cerca de un 40% en indigencia, promovió una fuerte asistencialización de
los programas alimentarios.
Por decreto 108/2 se crea el PEA (Programa Emergencia Alimentaria) destinado a trans-
ferir recursos a las provincias para la implementación de sus programas. Ese año se de-
clara la Emergencia Sanitaria y Alimentaria (ley 27.519) como respuesta a la desnutrición
que había tomado estado público y sacudía las tapas de los diarios. El mismo periodismo
que en los diez años de convertibilidad había consensuado la política de ajuste y apertura,
en esa etapa cuestiona y lamenta los resultados marcados en los cuerpos, sin tomar en
cuenta los procesos que habían llevado a ese estado de cosas. El diario La Nación inicia
una cruzada periodística: “El Hambre más Urgente” recolectando 1.160.902 firmas que
adherían a la propuesta del Grupo Sophia, Poder Ciudadano, Grupo Vox Populi y Red
Solidaria que de esta manera se convierte en iniciativa popular y llevan el proyecto al
congreso (Arcidiácono, 2012) Así, constituye la única iniciativa popular que logró tomar
estado parlamentario desde la inclusión de dicha acción en la Constitución de 1994 (art.
39).
Cabe señalar que la emergencia alimentaria fue declarada por el Decreto 108/2002 y fue
sucesivamente prorrogada por las siguientes normas: por el Decreto 1121/2003 (hasta el
10/12/2003); por el Decreto 1069/2003 (hasta el 31/12/2004); por el Decreto 1693/2004
(hasta el 31/12/2005); por la Ley 26.077 (hasta el 31/12/2006); por la Ley 26.204 (hasta
31/12/2007); por la Ley 26.339 (hasta el 31/12/2008), por la Ley 26.456 (hasta el
31/12/2009), por la Ley 26.563 (hasta el 31/12/2011); por la Ley 26.729 (hasta el
31/12/2013); por la Ley 26.896 (hasta 31/12/2015); por la Ley 27.200 (hasta el
31/12/2017), por la Ley 27.345 (hasta el 31/12/2019), y por la Ley 27.519 (hasta el
economicistas (eficiencia, eficacia y efectividad) aún la satisfacción del usuario se tomaba con parámetros
de la teoría económica de la elección racional. Tal evaluación económica y no nutricional era coherente
con su origen, ya que derivaban de créditos de organismos financieros internacionales y las prestadoras
querían vigilar su inversión siendo no pocas veces cómplices al suavizar informes para liberar nuevos des-
embolsos (Aguirre et al, 2004).
16
Las guías fueron actualizadas en 2016,
http://www.alimentosargentinos.gob.ar/HomeAlimentos/Noticias/noticia/noticia.php?n=114 pero si bien
fueron las más importantes no fueron las únicas , por ejemplo el PROHUERTA, también distribuyó ma-
nuales de alimentación saludable a lo largo de las diversas etapas, http://prohuerta.inta.gob.ar/
16
31/12/2022). Asimismo, en el año 2002 se declaró la emergencia social por medio de la
Ley 25.561, la cual fue también sucesivamente prorrogada (Carrasco, 2020). Estas medi-
das dan cuenta de una estrategia tanto a nivel presupuestario como de legitimidad política
respecto al funcionamiento sectorial y particularmente en materia de insumos de los su-
cesivos programas, los que como se analiza a lo largo del capítulo, se incrementan en los
períodos de crisis.
Las propuestas y recomendaciones del foro sirvieron para la redacción del Plan Nacional
de Seguridad Alimentaria (PNSA) que fue elevado por el Ministerio de Salud como pro-
yecto de ley. En diciembre de 2002, se aprueba por unanimidad el contenido de este plan
(ley 25.724: Programa de Nutrición y Alimentación Nacional)17. Reglamentada la ley en
enero de 2003 se crea el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria que toma el nombre
instalado por la prensa “El Hambre más Urgente”, afortunadamente sin sus contenidos.
En consonancia con la definición de la política alimentaria en estos casi treinta años, que
lejos de contemplar una política sumaba planes asistenciales, de tipo compensatorio que
se sucedían sin demasiada innovación (Arcidiácono, 2012), la permanencia y la tecnifi-
cación de las plantas funcionales fue agradablemente bienvenida pero la verdadera inno-
vación va a ser la promesa de un programa de ingreso universal que luego terminará en
la Asignación Universal por Hijo/a para la protección social (AUH). La política
alimentaria del período kirchnerista se mantuvo en la tradición de corte asistencialista, de
manera que las retenciones móviles se vieron como temas económicos y fiscales, o la
obesidad como tema médico, sin que se avanzara en un abordaje de la política alimentaria
en su integralidad y como se encuentra entre los objetivos del PNSA. La multiplicidad de
programas se acentuó en el marco del creciente deterioro alimentario de la población, y
las respuestas fueron programas superpuestos destinados a la misma población y sin avan-
zar en políticas de corte transversal. Pese a que el propio PNSA en su artículo 1 estableció
17
que “es deber indelegable del Estado garantizar el derecho a la alimentación de toda la
ciudadanía” no hubo coordinación ni integridad interinstitucional. Sin embargo, el mejo-
ramiento del acceso en el derecho a la alimentación es indiscutible en esta etapa, aunque
su ejercicio es mucho más amplio y comprende un conjunto de acciones y obligaciones
interdependientes (Pautassi, 2016).18
La primera etapa de consolidación del PNSA, estuvo marcada por la coordinación de las
políticas sociales dirigidas a la seguridad alimentaria, integrando los diversos programas
en una dirección única desde el Ministerio de Desarrollo Social, buscando intervenciones
masivas pero descentralizando la operatoria en las provincias. El giro discursivo en la
política alimentaria lo marca el decreto N°1018/2003 donde se reglamenta la ley que crea
e implementa el PNSA a partir de julio de ese año con la Resolución Ministerial 2040/03.
En ese decreto, la problemática alimentaria fue definida en otros términos (derecho a la
alimentación), por otros actores (técnicos) y en un contexto económico (post-default,
post-devaluación), social (40% de la población por debajo de la línea de la pobreza) y
político diferente a la historia inmediata de los programas.
Tres fueron los programas implementados desde el MDS: el Plan Manos a la Obra, el
Plan Nacional de Seguridad Alimentaria y el Plan Familias por la inclusión social. En la
implementación del PNSA, se estableció a la Comisión Nacional de Nutrición y Alimen-
tación (CNNA) a cargo la coordinación del programa, con la participación de represen-
tantes de los Ministerios de Salud, MDS, de Educación, de Economía, MTEySS, de Or-
18
En 2004, FAO aprobó las Directrices Voluntarias en apoyo a la realización progresiva del derecho a una
alimentación adecuada en el contexto de seguridad alimentaria nacional, buscando proveer a los Estados
herramientas para efectivizar el derecho a la alimentación adecuada.
19
La ministra Alicia Kirchner lo manifestaba de esta manera: “Nosotros hablamos de titulares de derecho,
no de beneficiarios [...] no objetos pasivos receptores de políticas focalizadas, paternalistas y clientelares.
Hemos reformulado las políticas sociales, cambiando la modalidad de oferta de programas, reemplazamos
las experiencias asistencialistas, fragmentarias del pasado, por una política integral..”. (Documento sobre
Políticas Sociales en el Bicentenario, citado en Demonte, 2016)
18
ganizaciones de la Sociedad Civil (OSC) debidamente acreditadas y organismos interna-
cionales, como el caso de UNICEF y con un representante por cada gobierno provincial
(Arcidiácono y Carrasco, 2012). Esta iniciativa se replicó en Comisiones Provinciales y
Comisiones Municipales, pero en la práctica la operatoria quedó a cargo del Ministerio
de Desarrollo Social y sus efectores, dejando como función central de la Comisión la
convalidación de los informes del Ministerio, con lo cual pronto perdió funciones e inte-
rés (Demonte, 2016).
Las intervenciones que el PNSA financió desde 2003 fueron: a) Asistencia Alimentaria a
las familias; b) Asistencia Alimentaria Directa; c) Asistencia en Comedores Escolares; d)
Asistencia en Comedores Infantiles; e) Asistencia en Comedores de organizaciones de la
sociedad civil; f) Asistencia Alimentaria para situaciones especiales, que hagan a pautas
sociales y culturales; g) Asistencia para personas desnutridas y celíacos; h) Autoproduc-
ción de alimentos; i) Asistencia a huertas familiares; j) Asistencia a huertas comunitarias;
k) Asistencia a huertas escolares; l) Asistencia a granjas familiares; m) Asistencia a gran-
jas comunitarias; n) Estimulación temprana y Desarrollo Infantil; o) Educación Alimen-
taria nutricional; p) Orientación en compras comunitarias; q) Asistencia Técnica y Capa-
citación; r) Formación de agentes de seguridad alimentaria (madres cuidadoras, agentes
sanitarios, promotores sociales, maestros, jefes y jefas de hogar, estudiantes, profesiona-
les, voluntarios, otros); s) Fortalecimiento de la gestión por medio de cooperación técnica
a equipos provinciales y municipales; t) Equipamiento básico a efectores; u) Supervisión
y Monitoreo de la ejecución del Plan; v) Evaluación del Estado nutricional de la pobla-
ción.22
20
La FAO (2004) entiende por seguridad alimentaria “cuando todas las personas tienen en todo momento
acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades ali-
mentarias y sus preferencias en cuento a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana. Los cuatro
pilares de la seguridad alimentaria son la disponibilidad, el acceso, la estabilidad en el suministro y la
utilización biológica”
21
A modo de ejemplo, el primero que incorpora un marco de derechos fue el Plan Jefes y Jefas de Hogar
Desocupados (2002) en sus fundamentos el Estado garantiza el derecho familiar a la inclusión social (Dec.
565/02), tal como se analiza en otro capítulo de este libro
22
Resolución Ministerio de Desarrollo Social Nº 2040 de 2003.
19
El PNSA significó una importante mejora en las políticas alimentarias destinadas a los
sectores vulnerables por su cobertura y presupuesto, no obstante, no implicó cambios
sustantivos en la forma de concebir e implementar las políticas alimentarias. Continuó
primando una lógica de reparto de alimentos o transferencias para el sostenimiento de
comedores. Si en los años 90 eran las ONGs las que gestionaban, ahora intermediaban las
organizaciones sociales y barriales en el marco de la economía social, lo que introduce
nuevos actores en el campo de la implementación de los programas sociales. Si bien el
análisis de la inclusión de estos nuevos actores comunitarios transciende los objetivos de
este trabajo, si se advierte un posicionamiento e interlocución importante en torno a la
cuestión alimentaria.
Respecto al presupuesto, y tal como se expone en el siguiente cuadro, fueron incremen-
tándose de manera sostenida.
Gasto deven-
Porcen- Crédito final en Gasto deven-
Crédito final Gasto deven- gado en pesos Gasto deven-
taje de pesos argentinos gado Variación
Año (en pesos ar- gado (en pesos argentinos gado Variación
ejecu- constantes (año nominal inter-
gentinos) argentinos) constantes real interanual
ción (%) 2003)* anual
(año 2003)*
20
2010 1.914.726.780 1.862.522.900 97.3
672.873.227 654.527.741 40 % 10,9 %
*Nota: Deflacionado con variación de Indice de Precios al Consumo (IPC) del Instituto Nacional de Esta-
dística y Censos hasta 2006; con IPC 4 provincias (Chubut, Neuquén, Jujuy y Santa Fe) entre 2007 y 2012
(tasas de diciembre sobre diciembre del año anterior). Ver Messina (2015)
Fuente: Carrasco y Pautassi (2015) en base a datos del Ministerio de Economía de la Nación,
Cuenta de Inversión años 2003 a 2012 referida al PNSA.
Uno de los aspectos destacados por el propio Ministerio fue la bancarización de las trans-
ferencias que se produce hacia 2007 con la incorporación de una tarjeta magnética. Más
allá de su impacto efectivo, desde la visión oficial, esto se destaca en tanto puede generar:
“Fortalecimiento de la autonomía, libre elección de los alimentos, impulso hacia una
compra responsable de alimentos variados, mejoramiento del control y seguimiento del
programa, mejoramiento en la periodicidad de la prestación aumentando la cobertura
anual, fortalecimiento de la economía local, bajo gasto operativo” (MDS, 2012, citado
en Arcidiácono y Carrasco, 2012)23.
Por otra parte, los informes de la Auditoría General de la Nación (AGN) destacan que el
valor nutricional de las prestaciones es insuficiente para cumplir con las metas propuestas
en la programación y que los aportes monetarios tampoco aseguran una efectiva contri-
bución para reducir la inseguridad alimentaria o al menos la brecha de indigencia, desta-
cando la falta de regularidad en las entregas de las prestaciones y la existencia de retrasos
en la ejecución de los convenios con las jurisdicciones, así como un bajo nivel de ejecu-
ción de los recursos disponibles. También este organismo de contralor ha señalado la falta
de criterios objetivos en la selección de titulares de las prestaciones, quedando personas
por fuera del plan, aún estando en condiciones de ser incluidas en el mismo (Carrasco y
Pautassi, 2015).
El PNSA quedó atrapado en una retórica de derechos pero en la práctica las políticas
implementadas fueron de tipo asistencialistas, en tanto no se transformó la operatoria sino
que se mantuvieron muchos elementos comunes de los programas anteriores. Esta tensión
se mantiene a lo largo del período, inclusive una vez pasada la emergencia y en un con-
texto de crecimiento económico que se mantiene hasta la crisis del 2008.
23
Esta propuesta venía siendo sostenida desde los años 90 por el CESNI y el antecedente inmediato fue el
Vale Ciudad en Ciudad Autónoma de Buenos Aires 2004 y Vale Más de la Provincia de Mendoza dentro
del PNSA.
21
Enfermedades No Transmisibles coordinado por la Dirección de Promoción y Protección
de la Salud y Control de ENT con el objetivo de reducir la mortalidad, morbilidad y dis-
capacidad creada por el sedentarismo y enfermedades cónicas como diabetes, cardiovas-
culares, enfermedad renal, respiratoria, cáncer, hipertensión, dislipidemia-colesterol, so-
brepeso-obesidad, tabaquismo y alcoholismo.
Con esta estrategia se aborda la génesis alimentaria de las enfermedades crónicas que son
la principal preocupación a nivel internacional y local. Es que las sociedades que han
entrado en la transición epidemiológico-nutricional, hoy se preocupan tanto por la escasez
como por la abundancia, habida cuenta que se modificaron las representaciones que ha-
bían dominado en las sociedades del pasado donde los ricos eran gordos y los pobres
flacos (Aguirre, 2006). En el nuevo milenio, la tendencia -en los sujetos y en las pobla-
ciones- es al crecimiento de la malnutrición que superpone ambas problemáticas. Super-
pone todos los problemas del déficit (de micro y macro nutrientes) a todos los problemas
de la abundancia (consumo de alimentos ricos en energía y pobres en calidad).24
Si durante siglos la política alimentaria tuvo como fin asistir a quienes no podían comer,
el desafío de este milenio es crear un ambiente social donde se pueda comer de manera
cultural y nutricionalmente adecuada. La “sociedad obesogénica” marca la importancia
del ambiente social en la producción de la enfermedad, liberando al sujeto tantas veces
culpabilizado que se transformaría ahora en una víctima dónde su sobrepeso u obesidad
serían producto de la sobre-adaptación a un medio social que lo obliga a llevar un estilo
de vida que lo enferma (Aguirre, 2017).
24
La obesidad en la pobreza es particularmente cruel porque encubre el hambre y la desnutrición tras el
tamaño de la cintura. Tal como fue la respuesta de Alfonsín cuando una persona le reclamó “nos estamos
muriendo de hambre” y el respondió “a vos no te va tan mal gordito” (Aguirre, 2006).
22
dancia con nuestra historia de fragmentación institucional, las políticas de salud que abor-
daron esta problemática no fueron diseñadas para implementarse de manera interdepen-
diente con las acciones del Ministerio de Desarrollo Social, encargado de intervenir en
las condiciones de alimentación de los sectores más vulnerables y en condiciones de po-
breza.25
25
Estos sectores, con impacto diferencial en niños, niñas y adolescentes, tienen más probabilidad de ser
malnutridos ya que tanto en el hogar como en los comedores institucionales toman comidas saturadas de
hidratos, grasas y azúcares, porque son los alimentos más baratos en la estructura de precios y forman los
“alimentos de carestía”.
26
Cerca de 50 economías en el mundo -en general países en desarrollo especializados en productos prima-
rios- aplican retenciones móviles (sliding scales dutys) a sus exportaciones como una forma para captar una
porción de la renta proveniente de sus recursos naturales (Colombia al café) en ausencia de firmas estatales
que exploten de manera directa los recursos naturales (como Chile el cobre o México el petróleo). Se trata
de un instrumento admitido por la OMC (Organización Mundial del Comercio) y utilizado por un tercio de
sus miembros (Piermartini, 2004). En la política alimentaria mundial observamos que el norte subsidia
mientras el sur retiene y en la OMC ambos se acusan de entorpecer el libre comercio.
23
La sobre-ganancia agrícola es equivalente entonces a la renta de un monopolio. Las re-
tenciones, según Ricardo, no gravan las ganancias del productor, que tienden a su nivel
medio o normal, sino la renta de la tierra basada en las extraordinarias condiciones del
suelo para cultivar granos como en el caso de Argentina, frutas secas en Turquía, o extraer
diamantes como en Sudáfrica (Aguirre, 2007)
24
La denominada política alimentaria, no fue de un efectivo cumplimiento de derechos,
sino que se mantuvo el carácter asistencial de los programas. Aún así hubo avances sig-
nificativos, más allá de la disponibilidad de presupuesto. En el Ministerio de Salud -que
normatiza lo que significa la alimentación humana y los alimentos “adecuados”- se sin-
cronizaron las categorías respecto a las normas internacionales, se realizaron por primera
vez en el país encuestas nacionales para conocer el estado nutricional y los factores de
riesgo, se realizaron planes de acción para enfrentar las ENT aún a pesar de la poderosa
industria agroalimentaria.
La característica paradojal de esta política alimentaria fue que abordó múltiples campos
sin un objetivo común. A pesar de lo declamado podemos decir que no había una política
o que ésta pecaba de incoherente, porque lo que se decía no tenía un correlato con lo que
se hacía, con agentes actuando de manera inconexa e inconsciente de su rol en la alimen-
tación de la población: el ministerio de economía (el caso de las retenciones es particu-
larmente revelador en este caso) manejó el patrón alimentario vía precios, el banco central
a través de la fijación del tipo de cambio. Tanto la AFIP como el poder legislativo en
ningún momento avanzaron con la transformación estructural del sistema impositivo
(IVA a los alimentos), respecto de los servicios (luz, gas, transportes) subsidiados, los
que impactaron en la canasta de manera no calculada, especialmente en la región metro-
politana de Buenos Aires. Por su parte, el sistema de Ciencia y Técnica ha cedido años
de investigación y desarrollo subsidiando algunos actores de la cadena agroalimentaria y
no a otros, por ejemplo de los 5 transgénicos aprobados en 2015, 2 fueron íntegramente
desarrollos científicos argentinos, a los que acompañaron 18 eventos transgénicos apro-
bados desde 2003 a 2015 con un área sembrada que creció de 12.500 a 24.000 pese a los
discursos en contrario. Y solo estamos nombrando algunos de los actores de peso -y ol-
vidados- de la política alimentaria.
25
de Reparación Histórica de la Agricultura Familiar destinado al agricultor y a la ag ricul-
tura familiar y empresas familiares agropecuarias que desarrollen actividad agropecuaria
en el medio rural […] con la finalidad prioritaria de incrementar la productividad, segu-
ridad y soberanía alimentaria y de valorizar y proteger al sujeto esencial de un sistema
productivo ligado a la radicación de la familia en el ámbito rural, sobre la base de la
sostenibilidad medioambiental, social y económica” (art. 2, Ley 27.118). A ello agrega la
conformación del Registro Nacional de Agricultura Familiar (RENAF) al cual deben ins-
cribirse obligatoriamente las familias comprendidas. Otro de los aspectos que regula es
la creación de un Banco de Tierras para la Agricultura Familiar (artículo 16°), señalando
que las tierras se adjudicarán “en forma progresiva a los agricultores y agricultoras fami-
liares registrados en el RENAF, y/o habitantes urbanizados que por diversas razones de-
muestren voluntad de afincarse y trabajar en la agricultura familiar, campesina e indígena,
de acuerdo al procedimiento que a tal fin establezca la autoridad de aplicación, mediante
adjudicación en venta, arrendamiento o donación” (artículo 17°). También la ley alude a
la regularización dominial (artículo 18°), y prevé la instrumentación de un programa es-
pecífico y permanente para el relevamiento, análisis y abordaje integral de la situación
dominial de tierras de la agricultura familiar, campesina e indígena, a lo que agrega que
se promoverá la eliminación de todos los estereotipos y brechas de género (Antoniou et
al, 2017). Si bien la norma establecía 180 días para su reglamentación, recién en septiem-
bre de 2020 se anunció que se avanzaría en esta dirección.
En el último período analizado, diciembre 2015-2019, con la presidencia del Ing. Mauri-
cio Macri, la política alimentaria va a estar como nunca antes dedicada a servir a la eco-
nomía, no solo por su carácter compensatorio, sino que se va a utilizar la enorme capaci-
dad del Estado para incidir antes en la producción que en el consumo (que había sido la
bandera de su antecesora). A esto se dirige la aprobación de 18 eventos transgénicos en
solo cuatro años y la reducción de las retenciones. A diferencia de todos los demás can-
didatos, Macri había señalado como una promesa de campaña la eliminación total de las
retenciones en 5 años. Sin embargo se reimplantarán a medida que la crisis deje vacías
las arcas del Estado y las anunciadas inversiones no lleguen.
En similar dirección, en agosto de 2019 a través del Dec. 567/19, se eliminó el 21% del
IVA para toda la población y con una duración de cuatro meses hasta el traspaso de mando
al presidente Alberto Fernández. Los alimentos comprendidos incluyen una canasta de
consumo, sin considerar criterios de salud ya que subsidia productos nutricionalmente no
recomendables. Así, la canasta se integra con productos como aceites de girasol, maíz y
26
mezcla; pastas secas; leche, yogures; yerba, mate cocido, té, harinas de trigo, polenta, pan
rallado; conservas de hortalizas, de frutas y legumbres de todas las marcas que se encuen-
tran en las góndolas. El objetivo fue que estos productos no siguieran el mismo aumento
que la inflación y no deterioraran aún más la capacidad de compra de los hogares.
Era esperable que ante los problemas económicos y ante la presión de la industria y la
poderosa COPAL (Coordinadora de Industrias de Productos Alimenticios) fracasara la
política regulatoria a través del etiquetado frontal de los envases de los alimentos indus-
triales, que por otra parte, no fue enviado al Congreso, a pesar de tener el aval técnico y
académico y de haber evaluado las experiencias de Chile27, Uruguay y de haber firmado
compromisos en ese sentido con el MERCOSUR en julio 2017. Por su parte, desde la
Secretaría de Gobierno de Salud de la Nación también recomendaron el sistema de ad-
vertencias ya que lo considera como de mejor desempeño a la hora de informar a los
consumidores en particular los grupos en condiciones de vulnerabilidad (UNICEF,
2019a).
Otro de los objetivos que el Ministerio de Desarrollo Social buscó priorizar, al menos los
primeros dos años, fue romper con la intermediación de las organizaciones sociales y
barriales, estableciéndose relaciones Estado-sujeto, que para la segunda mitad de su ges-
tión, y ante el deterioro socioeconómico, retoma el diálogo y las articulaciones. La mo-
dalidad de las prestaciones alimentarias sigue siendo la misma: tarjetas y comedores (es-
colares, comunitarios y merenderos). En la primera etapa del mandato de la ministra Ca-
rolina Stanley, las partidas de asistencia alimentaria transfieren más que la inflación pla-
nificada, luego se desmoronan al mismo tiempo que la canasta de consumo promedio
aumenta en un 241,33% entre diciembre de 2015 al mismo mes de 2018, dando cuenta
del incremento de personas que demandan asistencia alimentaria (Ierullo, 2019)
27
En el caso de Chile, se produjo una disminución en la compra de bebidas azucaradas, en la cantidad de
sodio y azúcares en alimentos envasados y particularmente se destaca una aceptación social relevante res-
pecto a la presencia del etiquetado (UNICEF, 2019a)
28
La secretaría de Agricultura de la Nación también sufrió transformaciones que fueron en un movimiento
de jerarquización (Ministerio de Agroindustria), desjerarquización y nuevamente al final del mandato del
presidente Macri fue transformado de Secretaría de Gobierno de Agroindustria y nuevamente en Ministerio
de Agricultura, Ganadería y Pesca (Dec. 533/19).
27
El presupuesto para las tarjetas alimentarias pasó de 1421 millones de pesos a 3150 mi-
llones, que de acuerdo con Ierullo (2019) sufrió un recorte real del 19,7%, mientras que
para comedores escolares fue del 27,6%, y solamente tuvo un incremento el presupuesto
para comedores comunitarios: pasó de 356 millones a 890 millones de pesos (creció un
8,1% respecto del valor de la canasta alimentaria) (Ierullo, 2019).
En efecto, los últimos datos analizados por UNICEF (2019b) muestran que en 2019 un
42% de los niños, niñas y adolescentes vivían bajo la línea de pobreza (5,5 millones de
chicos y chicas) y un 8,6% vive en hogares que no alcanzan a cubrir la canasta básica de
alimentos. Por su parte, el 48% de los niños, niñas y adolescentes sufren al menos una
privación en sus derechos básicos y fundamentales. Las consecuencias de la crisis en la
vida de los niños, niñas y adolescentes tienen muchas aristas y son todas graves: dejan de
jugar, trabajan de forma remunerada y no remunerada, dejan espacios públicos por inse-
guridad, padecen desnutrición o mala alimentación, están dispuestos a hacer sacrificios
para ayudar a sus familias, tienen preocupaciones y stress que dañan su desarrollo y afec-
tan el ejercicio de sus derechos, incluido el derecho a la educación (UNICEF, 2019b).
28
3. La evidencia empírica en la cuestión alimentaria
Tal como fue señalado, Argentina carece un registro sistemático del estado nutricional,
y todas las investigaciones se realizan sobre datos fragmentarios. La principal fuente de
información lo constituyen las ENNyS y las Encuestas Nacionales de Factores de Riesgo,
pero que si bien son un esfuerzo importante, no satisfacen la demanda de información
requerida.
Las encuestas también identifican deficiencias de calcio, vitaminas A, C y B12 que pre-
sentan a su vez resultados mas severos por nivel socioeconómico y por distribución re-
gional, alertando sobre los problemas nutricionales de baja talla y obesidad se en niñas y
niños de pueblos originarios de Chaco, Formosa, Misiones, Salta y Jujuy que demandan
atención en los centros de salud, a los que se suma la desnutrición aguda. (Nuñez, 2015).
La obesidad es importante en las niñas y niños escolarizados, que además siguió cre-
ciendo, ya que pasó al 19,4% entre 2007 y 2012, como lo señala la encuesta en escolares
(Ministerio de Salud, 2012) y la ENNYS que consigna un 20% entre 2006 y 2018.31
Los déficits de nutrientes que todas las encuestas señalan son el resultado de dietas pobres
en verduras, frutas, lácteos, legumbres y cereales integrales, al mismo tiempo que el so-
brepeso se apoya en el exceso de azúcares en la forma de bebidas azucaradas (gaseosas)
postres y golosinas, con cereales refinados y baja densidad de nutrientes. El cambio en
los patrones de consumo se verifica en el análisis de las Encuestas de Gasto de los Hoga-
res del INDEC (1985-2018) que ya hemos mencionado que permite observar cómo los
sectores de bajos ingresos han ido perdiendo diversidad en sus canastas de consumo sus-
tituyéndola por alimentos ricos en hidratos de carbono.
29
Ministerio de Salud. Encuesta Nacional de Nutrición y Salud. Buenos Aires: Ministerio de Salud, 2007.
Disponible en http://goo.gl/M9uPSi.
30
Realizadas en 2005, 2009 y 2013, 2018 por el Ministerio de Salud de Nación.
31
En el capítulo XX de políticas educativas en este libro, se encuentran vinculaciones claves al respecto.
29
A lo largo del período bajo análisis se observa un distanciamiento entre la naturaleza del
problema y la propuesta programática cuando se parte de un enfoque reductor. Por ejem-
plo, considerar que la anemia obedece a la falta de hierro y ofrecer como solución la
fortificación -tal como se señaló que fueron medidas a lo largo de varios períodos histó-
ricos- es desconocer que en Argentina la anemia como problema sanitario es de origen
nutricional tanto como multifactorial. Superando la mirada reductora de la política actual
podríamos observar los “efectos concurrentes” tales como : la ligadura precoz del cordón
en el momento del nacimiento, la maternidad temprana en muchas adolescentes, el breve
intervalo intergenésico, la mala nutrición durante el embarazo, la incorporación temprana
de semisólidos, la baja práctica de la lactancia materna exclusiva, el uso de alimentación
complementaria inadecuada (con baja densidad de nutrientes). La leche fortificada es solo
un eslabón más en la multicausalidad, que tiene efecto al considerarla integralmente
JUNTO con los otros determinantes (Abeya Glardon, 2016). Estas interrelaciones, como
también la propia evidencia empírica deberían ser utilizadas como base necesaria para las
políticas de alimentación sin embargo lo que ha dominado en el pasado y sigue domi-
nando en el presente es un enfoque lineal y reductor causa-efecto.
Cuadro 5
Evolución de medición de exceso de peso (sobrepeso + obesidad).
Población Argentina.
Año %
2005 49,0%
2009 53,4%
2013 57,9%
2018 61,6%
30
Es importante tener en cuenta que el sobrepeso aumenta el riesgo de tener problemas de
salud y enfermedades crónicas, siendo de mayor preocupación en la población joven en
la cual la proporción en niños/as en edad escolar llega a ser de 3 de cada 10 con problemas
de exceso de peso.
A su vez, la emaciación32, que en la ENNyS (2018) alcanza al 1,6% de niñas y niños
menores de 5 años en áreas urbanas donde la autoproducción es improbable, sumado al
contexto económico altamente inestable con niveles de precarización de la alimentación
global, muestra que al menos -y con todos los límites que hemos señalado, los programas
alimentarios implementados han alcanzado a la población con mayores niveles de vulne-
rabilidad.
32
La malnutrición se define comparando variables como el peso, la talla y la edad de los niños y niñas
con patrones de crecimiento estandarizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando pre-
sentan valores superiores a -2 desvíos standard se llaman: emaciación que es el peso bajo para la talla, o
retraso del crecimiento si se presenta bajo peso para la edad. (http://www.who.int/nutrition/topics/mode-
rate_malnutrition/es/index.html)
31
mitad obesidad (32,4%) con una diferencia de más de 10 puntos porcentuales entre el
primer y el quinto quintil (35,2% y 25,5%, respectivamente), lo cual da cuenta de la
inequidad distributiva y de la presencia de fenómenos como la obesidad en la pobreza, en
tanto indicador de desnutrición crónica. En síntesis, y a partir de datos vinculados a fac-
tores de riesgo, el ejercicio del derecho a la alimentación adecuada, aún debe ser garanti-
zado.
Sobrepasados por las demandas sociales los programas obturan con una única prestación
problemas complejos (leche en el PMI, cajas en el PAN, bolsones en el PRANI, comedo-
res en FOPAR) por lo que la evaluación de resultados se vuelve administrativa (cantidad
de leche/bolsones/raciones entregadas) en lugar de tomar en cuenta la calidad de esas
raciones y la comensalidad en los comedores y los efectos no deseados del comedor en la
dinámica familiar, particularmente en la reproducción de patrones androcéntricos.
32
Todos los programas de asistencia directa se basan en la entrega de alimentos ricos en
energía con baja densidad nutricional (harinas, fideos, aceites, azúcar) es comprensible
ya que son adquiridos en cantidad a la industria agroalimentaria del eje fluvial industrial
que por su escala puede proveerlos y sostener el precio (y el tiempo) de las licitaciones
del Estado. Son alimentos secos, con procesos de envasado y conservación que favorecen
su logística y stock. Además son alimentos que se encuentran en el patrón de consumo de
las personas más pobres, lo que asegura que no serán rechazados. Y 35 años de entrega
estatal ya los han legitimado como alimentos de carestía. Esas razones hacen que el Es-
tado los entregue cada vez que planifica asistencia directa.
Pero ¿son efectivamente los más convenientes para la alimentación de la población? Los
datos de consumo de las Encuestas de Gasto de los Hogares, el crecimiento de las enfer-
medades no transmisibles y particularmente la obesidad en la pobreza, registradas en las
encuestas de factores de riesgo sugieren que aquello que le falta a la alimentación (de
todos los sectores pero más de la población objetivo de todos los programas) son produc-
tos frutihortícolas, los más caros de la estructura de precios (caros en precio, en tiempo
de preparación, en tiempo de conservación y en acompañamiento del consumo). Si bien
se ha recomendado -desde algunos sectores- que estos productos podrían entrar si se des-
centraliza la operatoria (porque se recurriría a los productores locales/regionales) la prác-
tica indica que no es así, ya sea en el nivel nacional como hemos analizado a lo largo del
capítulo, pero también a nivel local, los programas siempre entregan harinas. En conse-
cuencia, la recomendación es llevar adelante un análisis de los programas y su impacto
en la producción, el empleo y la identidad local, porque viendo sus ventajas: seguramente
cambiaría la composición de la asistencia directa.
Mientras los programas históricos formaban parte de un proyecto de país de largo alcance
(la ley Palacios era un medio para mejorar la alimentación infantil, la iodación pretendía
integrar regiones enteras a la producción o los comedores escolares se inscribían en un
proyecto de educación igualadora) los programas creados después del retorno de la de-
mocracia abandonaron la política y la planificación para atender el presente inmediato.
Se legitiman en la atención de la emergencia o de situaciones puntuales. Esta mirada de
corto plazo provocó que fueran abiertamente asistencialistas y antes que nutricionales
tendieran -con y a partir de la comida- a lograr cierto control social. La invocación a los
derechos no modifica esta situación como vimos con el PNSA.
Se repiten las mismas recetas tanto en las prestaciones como en la operatoria. De cajas a
bolsas (PAN, PROMIN, PRANI), de reuniones a individuos, de agentes pagos a volunta-
rios, de viandas a comedores, siempre se termina recurriendo a la mujer-madre-cocinera,
sin cuestionar las relaciones sociales de género y su impacto en la crianza y en la alimen-
tación. La gran innovación en la operatoria en 35 años fue la inclusión de nueva tecnolo-
gía para la transferencia condicionada de ingresos que se implementa a partir de 2004 con
tarjetas bancarias (PNSA) aumentando la autonomía y la transparencia pero sin llegar a
terminar con el clientelismo y las intermediaciones varias.
33
Estado encargada de implementarlos, estos múltiples actores operan con sus propias ló-
gicas y compiten antes que colaboran entre sí para su realización (el caso del PMI-PRO-
MIN con burocracia pública e internacional compitiendo por la misma prestación en la
misma población es un ejemplo claro en ese sentido). Es por ello que se avanzó central-
mente en un reconocimiento de derechos retórico y no efectivo.
La falta de datos e información periódica, tanto actual como histórica que permita realizar
estudios sobre la evolución del problema a tratar, conspira contra un buen diseño (como
en el caso del PAN), y como fue analizado, gran parte de ellos se basaron en percepciones
y no en evidencia empírica. El hecho de implementar los programas al mismo tiempo que
se producen los datos para justificar su existencia hace a los diseños muy costosos y poco
ágiles. Al ser programas de corto plazo, pensados siempre en contextos de emergencia,
la tensión entre técnicos que pretenden planificar y políticos que necesitan resultados se
agudiza, y los programas avanzan a ciegas reparando situaciones que pudieron ser pre-
vistas.
Del análisis realizado a lo largo del capítulo respecto de los programas implementados a
lo largo de estos 35 años, se desprende que una política alimentaria no debería empezar
y terminar en ellos, debería ser anterior y además debería ir más allá: analizando con
criterio alimentario y nutricional las acciones de los distintos ministerios (ya sea econo-
mía, agricultura, u obras públicas) de manera de integrarlos, de incluir el enfoque de gé-
nero y de derechos, anticipándose a sus impactos alimentarios, muchas veces catastrófi-
cos.
34
Solo en la medida que se supere el enfoque de emergencia como práctica política, el
programa como herramienta, los sesgos de género y la asistencia como respuesta, se podrá
avanzar hacia una política alimentaria que necesariamente se defina como universal,
territorialmente integrada y bajo patrones de igualdad y no discriminación. La experiencia
recorrida impone un cambio estructural y urgente, superador de los programas y que
reconozca efectivamente que la alimentación es un derecho que debe ser ejercido y
garantizado a cada persona en toda su integralidad.
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