Está en la página 1de 2

El imperio modelado por Augusto y ampliado por Trajano había cambiado para el

siglo III d. C., la cooperación social y la confianza mutua habían desaparecido. Los romanos
habían dejado de ser ciudadanos libres para quedar vinculados a la tierra o a sus
ocupaciones, fundamentalmente debido a los cambios introducidos en el sistema tributario.
Por otra parte, las tribus germánicas (los bárbaros) ejercían una presión creciente sobre las
fronteras septentrionales del Imperio.
Cuando Diocleciano accede al poder, en el 284 d. de C., se encuentra con un
imperio en vías de descomposición, demasiado grande y complejo como para ser
gobernado por una sola persona. Para reorganizar el estado crea las figuras de cuatro
emperadores que se reparten las tareas de gobierno: dos de ellos con el mismo rango de
Augusto, asistidos, cada uno de ellos, por otro emperador subordinado, designado como su
sucesor, con el rango de César. Diocleciano gobernará la mitad grecoparlante del Imperio,
el Imperio de Oriente (Grecia, Asia Menor y Egipto), en tanto que el otro co-emperador,
Maximiano, gobernará la otra mitad de habla latina, el Imperio de Occidente (Italia, las
Galias, Britannia, África e Hispania). La ciudad de Roma deja de ser el centro occidental del
gobierno.
Diocleciano abdicó el año 305, retirándose a su palacio fortificado de Spalato y
obligando a Maximiano a seguir su ejemplo. El ingenioso sistema de la tetrarquía fracasó
enseguida, cuando los dos césares restantes (Constancio Cloro, en Occidente, y Galerio, en
Oriente) se encontraron con otros aspirantes a la sucesión, iniciándose un periodo de
intrigas que derivó en una nueva guerra civil. En Occidente, la rivalidad estaba establecida
entre Constantino, en Trier, y Majencio, en Roma. En el 312, Constantino invadió Italia y
derrotó a Majencio, adoptando la cruz y las primeras letras del nombre Christos como
emblema de sus legiones, y deviniendo así emperador único de Occidente. A partir de esa
fecha, Constantino apoyó la religión cristiana, convirtiéndose en su máximo defensor.
Constantino siguió su lucha con los césares orientales, hasta conseguir restablecer la
antigua concentración de poder en una sola mano, en el 324: el Imperio Romano volvía a
estar unificado.
Constantino, enfrentado al creciente deterioro de la situación política en Occidente,
decidió trasladar la capital del Imperio a Oriente. El emplazamiento elegido por el
emperador para la nueva capital fue la antigua ciudad fenicia de Bizancio, en una península
que conecta el mar Negro con el mar de Mármara y el Egeo. En el 330, fue consagrada bajo
el nombre de Constantinopla. Una vez trasladada la capital, los centros de la administración
política y religiosa tendieron a fusionarse. Entretanto, en Occidente, los asuntos políticos y
religiosos se dejaron un tanto de lado ante la invasión bárbara.
En el 379 asume el emperador Teodosio quien en el 392, prohíbe totalmente el
paganismo e impuso el cristianismo. Luego, con la muerte de Teodosio en el 395 se divide
el Imperio Romano en Oriente, con capital en Constantinopla, y Occidente, cuya capital en
el 402 pasó a ser Ravenna.
Occidente fue invadido varias veces por los pueblos germánicos del norte,
provocando varias revueltas económicas y políticas. Los primeros fueron los visigodos,
quienes saquearon Roma en el 410; tras ellos, se sucedieron, diversas invasiones hacia el
interior de Italia y a través de todo el Imperio Occidental. Sin embargo, los invasores no
trajeron cambios drásticos inmediatos en el terreno religioso ya que muchos ya se habían
convertido al cristianismo, los efectos políticos, sociales y económicos de tales invasiones
resultaron devastadores.
A ellos siguieron los vándalos, que atravesaron Italia destruyendo todo. En el 476
el último emperador romano de Occidente, Rómulo Augusto, fue depuesto por Odoacro (un
bárbaro) marcando así la caída del Imperio Romano de Occidente. Finalmente, en el 493,
Teodorico estableció el reino de los ostrogodos en Italia.

También podría gustarte