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PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN
Clase 1: Presentación
Estimados estudiantes:
Hoy comenzamos las clases. Será una manera nueva de encontrarnos por un tiempo, que
implicará una experiencia de trabajo conjunta y diferente a la habitual. El uso del término
experiencia no es azaroso ya que haremos hincapié en ella en el desarrollo de toda la materia. La
experiencia cultural y la experiencia investigativa son fundamentales y podemos decir que han sido
fundacionales en la construcción de nuestra asignatura y en los objetivos a lograr.
Contrariamente al sentido común que diría que la experiencia es acumulativa, que “cuanto
más se experimenta más se sabe” o “que la experiencia se hace en la práctica”, como si esta fuera
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un momento a- teórico, vacío de conceptos, John Dewey (1936)1 afirma que la experiencia no es
exclusivamente empírica. La empiria es pensada desde una red de conceptos y una red de
experiencias previas que dan significado a experiencias nuevas. En toda experiencia hay elementos
conceptuales que la organizan. Dewey vincula el hacer y el pensar, de alguna manera separados en
la tradición occidental y aclara que la experiencia misma como tal es incompleta, y por esa razón
es inevitable e irremediable el error. “La íntima conexión entre el obrar y el sufrir es lo que
llamamos experiencia” (1986, p.110).
Caruso y Dussel (1998) sostienen que este modo de pensar la experiencia no sólo liga lo
conceptual y lo empírico, sino que une las acciones y los pensamientos. Lo que hagamos puede
plantear cambios para lo que pensamos y viceversa, lo que experimentamos puede modificar
nuestros conceptos.
En este sentido conviene recordar y subrayar el modo en que Sigmund Freud (1856 -1939)
construye y nos transmite su obra. Sus textos nos muestran una permanente puesta en tensión e
interrogación entre sus construcciones teórico-conceptuales y la práctica clínica. Su escritura
muestra justamente cómo la práctica interpela la teoría que él mismo ha construido. Su posición
ética no es la de verificar, sostener a ultranza sus ideas y demostrarlas, sino todo lo contrario,
modifica sus conceptualizaciones y al mismo tiempo su práctica.
Proponemos entonces hacer en el cursado de esta materia una experiencia que por un lado
será una experiencia investigativa y por otro lado una experiencia cultural.
2 Cuaderno de bitácora: Mar. Libro en que se apunta el rumbo, velocidad, maniobras y demás accidentes de la navegación. En la
marina mercante, se conoce con el nombre de cuaderno de bitácora al libro en el que los marinos, en sus respectivas guardias,
registraban los datos de lo acontecido. Etimológicamente procede del latín habitaculum-de hábito habeo; indoeuropeo ghabh, dar,
recibir. Antiguamente se decía bitácula > bitácora.
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señales, detalles, trazos, pliegues, gestos que producirán sentidos -diferentes de los previos-. Es
decir, que no se trata de una experiencia de constatación de sentidos previos, ni búsquedas de
evidencias para confirmar teorías. El Trabajo de Campo, parafraseando a Guber, es trabajo con las
personas con las que tratamos de entender-nos, y es desde este campo que tiene que
reconfigurarse/resignificarse la teoría.
Para finalizar este punto les dejamos unas citas de Adorno (1956) del capítulo “El ensayo
como forma” de su texto Notas de literatura, que trabajaremos también a lo largo del año.
3 Cullen hace referencia y parafrasea en este párrafo a Ecco, U.( 1985) El nombre de la rosa, Barcelona: Lumen.
Pueden ver la película para comprender a qué se refiere Cullen en su libro que trabajaremos a lo largo del año.
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Es decir que “el ensayo se abstiene de reducirlo todo a un principio, (y lo hace) acentuando
lo parcial frente a lo total, en su carácter fragmentario (…) el ensayo no apunta a una construcción
cerrada, deductiva o inductiva” (1965:19). Y continúa: “El ensayo retrocede espantado ante la
violencia del dogma de que el resultado de la abstracción, el concepto atemporal e invariable
reclama dignidad ontológica en vez del individuo subyacente y aferrado por él” (1965:20).
Winnicott, sostiene que el punto de partida de la constitución del sujeto es el niño recién
arrojado al mundo, que esforzada y creativamente, debe ir construyendo sus fronteras y,
paradójicamente, consolando su soledad. El niño espera a la madre y, en la demora, crea. Esa
frontera de transición es nombrada como tercera zona o espacio potencial, y allí pertenecen los
objetos transicionales, la manta, el peluche, el juego, la literatura, la cultura en general.
Ese lugar de las experiencias culturales que Winnicott llamó espacio potencial o tercera
zona, no se hace de una vez y para siempre.
Siguiendo a Montes, podríamos decir que ensanchar esa frontera no sólo nos “hace sentir
vivos”, como señala Winnicott, sino que, tal como ocurre con Sherezada, en Las mil y una noche
permite demorar la muerte durante mil y una noches,
fabricando con sabiduría y paciencia, una red de resistencia contra la ferocidad del rey
Schariar, cuando, a pura palabra, impide que el alfanje caiga en su nuca y la degüelle, como
antes a cada una de las pobres esposas por un día de ese revanchista implacable (Montes,
2000, p.16).
Dice Enrique Lynch (1987) que la tradición ha puesto en Sheherezade el arquetipo del
cuentero. La prodigiosa inventiva, la seducción, la trama, la ceremonia del cuento y el inevitable
enlace que lo une con los otros cuentos. Sin embargo la lección de Sheherezade, nos “invita a
comprobar cómo de hecho la verdad se disemina en innumerables cuentos” (p. 14).
Para finalizar estas ideas introductorias a nuestra materia los invitamos a leer un breve
párrafo Giorgio Agamben (2011) en Infancia e Historia
Porque jamás ha habido experiencias tan desmentidas como la guerra de trincheras, las
económicas por la inflación, las corporales por el hambre, las morales por el tirano. Una
generación que había ido a la escuela en tranvías tirados por caballos estaba parada bajo el
cielo en un paisaje en el cual las nubes seguían siendo iguales y en cuyo centro, estaba el frágil
y minúsculo cuerpo humano.
Sin embargo hoy sabemos que para efectuar la destrucción de la experiencia no se necesita en
absoluto de una catástrofe y que para ello basta sencillamente con la experiencia en una gran
ciudad. Pues la jornada del hombre contemporáneo casi no contiene nada que todavía no se
pueda traducir en experiencias: ni la lectura del diario, tan rica en noticias que lo contemplan
desde una inalcanzable lejanía, ni los minutos pasados en el auto en un interminable
embotellamiento, tampoco el viaje a los infiernos en subterráneo, ni la manifestación que de
improviso bloquean la calle, ni la niebla de los gases lacrimógenos que se disipa lentamente
entre los edificios del centro, ni siquiera los breves disparos del revolver retumbando en alguna
parte, tampoco la cola frente a las ventanillas en una oficina o la visita al país de Jauja del
supermercado. El hombre moderno vuelve a su casa extenuado por un fárrago de
acontecimientos- divertidos o tediosos, insólitos o comunes, atroces o placenteros- sin que
ninguno de ellos se haya convertido en experiencia (pp.7-8).
En este sentido, retomamos la noción freireana en torno a lo inédito viable, entendiendo que
estamos atravesando una situación límite como producto del avance necrófilo de las políticas
neoliberales. Dussel (2020) sostiene que es la naturaleza la que hoy nos interpela y que se
manifiesta como un signo del final de la Modernidad y como anuncio de una Nueva Edad del
Mundo. El desafío se constituye en que:
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partiendo de la experiencia de la necro-cultura de los últimos cinco siglos, debamos ante todo afirmar la
Vida por sobre el capital, por sobre el colonialismo, por sobre el patriarcalismo y por sobre muchas
otras limitaciones que destruyen las condiciones universales de la reproducción de esa Vida en la Tierra.
Esto debiera ser logrado pacientemente en el largo plazo del Siglo XXI que solo estamos comenzando. En
el silencio de nuestro retiro exigido por los gobiernos para no contagiarnos de ese signo apocalíptico
[…] tomemos un tiempo en pensar sobre el destino de la Humanidad en el futuro (Dussel, 2020).
El inédito viable implica la percepción del futuro como abierto a una posibilidad aún no
vivenciada pero que es posible empezar a materializar. Kohan (2020) plantea que lo inédito viable
significa que el porvenir no fue aún experimentado como tal y, al mismo tiempo, que él no es
negativamente utópico, sino afirmativamente posible, realizable, exigible. De esta forma, la
educación nos puede posibilitar, a través de la comprensión crítica, reflexiva y dialógica de lo que
estamos siendo, una transformación de aquello que nos hace ser lo que estamos siendo
(consumidores, individualistas) para que podamos ser de otra manera. Para que podamos estar en el
mundo y con el mundo de otra manera, es decir, más próximos con las necesarias acciones
solidarias que afirman la vida y problematizando las imposiciones de las lógicas instituidas que nos
hacen estar siendo lo que raramente pensamos y cuestionamos.
Ilustración abstracta, como marco del texto “Y en esos cuentos vivió para siempre”
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Fuentes bibliográficas
Kohan, W. (2020). Paulo Freire más que nunca. Una biografía filosófica. Buenos Aires: CLACSO.
Montes, G. (2000). La frontera indómita: en torno a la construcción del espacio poético. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica.
Acompañamos el escrito por ilustraciones de Claudia Legnazzi tomadas del cuento Había una vez
de María Teresa Andruetto, que se inspira en Las mil y una noches para crear historias de mujeres que
cuentan historias:
Andruetto, M. T. (2017). Había una vez. Ilustrado por Legnazzi, C. Buenos Aires: Calibroscopio.