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La salud y la complejidad
INTRODUCCIÓN
1
Menéndez, Eduardo, Morir de alcohol. Saber y hegemonía médica, Alianza Editorial Mexicana, México,
1990, pág. 83.
2
Merino González, Erica Carlota, Sistemas curativos yaquis. La identidad del curandero en su sistema médico
ritual, Tesis Licenciatura (Antropología Social), Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa,
2002, pág. 94.
anecdóticos. El médico en su formación de grado y posgrado muy difícilmente
aprende a manejar la enfermedad en otros términos que los de los paradigmas
biológicos.3
Esta es una concepción del cuerpo que lo fragmenta, y que tiene que ver con una
tradición de especializar cada vez más los saberes, así se crean especialidades
médicas muy acotadas: cardiología, oncología, alergología, geriatría, neurología,
odontología etc. Aludiendo al cuerpo como una máquina con partes que pueden
ser arregladas por separado. El tratamiento es sintomático, trata los síntomas de
los padecimientos, y como herramienta tiene modernas tecnologías para
diagnosticar y tratar patologías.
[…]la epidemiología trabaja con series históricas de corta duración. Se dice que
esta modalidad es producto de la desconfianza en la veracidad de los datos, y de
la necesidad no sólo de explicar los procesos actuales sino sobre todo de
solucionarlos. Sin negar la validez parcial de estas afirmaciones, creo que el
trabajo con series históricas cortas evidencia el dominio de una concepción según
la cual lo biológico no tiene historia. Es considerado una constante con una alta
autonomía respecto de las posibles determinaciones sociales.
3
Menéndez, Op. Cit. Pág. 96.
comunidad científica internacional. Y estos patrones son sólo relativamente
estables, característica que permite estudiar su vigencia en una sociedad concreta
y en un periodo determinado, pero que no debe hacer olvidar que están sometidos
al cambio histórico y al pluralismo cultural. 4
Ello se aterriza en una insuficiente cobertura de servicios a los más pobres, déficit
en infraestructura médica básica, una mayor polarización social al enfocar la oferta
a los segmentos de población con mayor poder adquisitivo, un encarecimiento de
los servicios derivado del uso intensivo de tecnologías, medicamentos e insumos
médicos, un mayor nivel de inflación en general y una caída del bienestar social de
la población.6
4
López Piñero, Losé María, Historia de la medicina, Alba libros, Madrid, pág. 45.
5
García Rodríguez, José F., “Bioética, salud pública y tecnología médica”, Salud en Tabasco, enero-agosto,
año/vol. 10, no. 1-2, Secretaría de Salud del Estado de Tabasco, Villahermosa, México, 2004, pág. 243.
6
Ibíd.
Un ejemplo claro es el caso de la industria farmacéutica. En México el grueso de
las ganancias de venta se lo llevan unos cuantos laboratorios trasnacionales, esto
quiere decir que existe una fuerte dependencia tecnológica en ese rubro. Las
políticas de salud, además, invierten muy poco en estrategias de prevención y
educación para la salud, más bien están enfocadas en la medicina curativa, no en
la preventiva. Este enfoque en las políticas públicas de salud privilegia al mercado
de fármacos a pesar de que en la actualidad hay evidencias de que los fármacos
sintéticos tienen efectos negativos colaterales a nivel ambiental, de salud humana
y en la cuestión económica. La industria de la salud está al servicio del capital.
CRÍTICAS
Este enfoque, basado en los fármacos que en gran parte atienden primero al
capital y después a los síntomas y no a las causas, -aunado al problema del
acceso a los servicios- no satisface las demandas de la población
Es por eso que los modelos médicos subalternos han subsistido, coexistido y en
muchos casos fortalecido en las prácticas de la población:
7
Crevenna, Pedro B.; Soria, Víctor; Alcocer, Jorge; Vega, Ernesto, Las trasnacionales de la salud. El
caso de la industria farmacéutica en México, Ediciones Taller Libro Abierto, 1ª. ed., México, 1983,
pág. 63.
Al atender a muchos pacientes [me di cuenta que] la explicación biologista y la
atomización llegaban a una frontera sin retorno. Fue cuando identifiqué la
necesidad de articular otros saberes, rebasar mi parcela de conocimiento que se
hacía obsoleta ante la complejidad de las circunstancias de nuestros tiempos.
Ése fue un salto en el cambio de actitud con el saber, aceptar que había que
construir las explicaciones en el campo de la salud con nuevos elementos, que no
fuera un círculo de los elogios mutuos sobre la razón y la verdad absoluta.8
Los industriales y científicos nos prometieron que ese siglo traería la posibilidad
para un futuro más alentador; se acabó el siglo y la promesa no se ha cumplido,
sólo existen nuevas formas de construcción corporal que cuestionan las lecturas y
diagnósticos vigentes de la medicina alópata. Los trabajadores de la salud sólo
buscaron nuevos fármacos e instrumentos sofisticados para aplicar una medicina
remedial, pero la sorpresa fue mayúscula: no encontraron las respuestas, sólo
8
López Ramos, Sergio, Prensa, cuerpo y salud en el siglo XIX mexicano (1840-1900), 1ª. edición, CEAPAC,
México, 2000, pág. 15.
9
Funtowicz, Silvio; Ravetz, Jerome, La ciencia posnormal. Ciencia con la gente, Centro Editor de América
Latina, Buenos Aires, 1993, pág. 23.
destellos y sombras que dejan entrever que el ser humano no es sólo cromosomas
y la materialización de un cuerpo.”10
Y los antropólogos se dan cuenta que hay que tomar en cuenta las concepciones
“En los hechos, las formas que asume la morbilidad son mucho más amplias y
complejas. No sólo al exterior se verifican otros eventos de morbilidad (pensados y
vividos como tales por las poblaciones, como son las enfermedades
“tradicionales”) que el modelo no podría captar, salvo modificando sus criterios
clasificatorios, sino que los mismos recursos técnicos de que se dispone en las
unidades médicas rurales lleva a que se formulen diagnósticos presuntivos o muy
vagos de enfermedades reconocidas por la medicina científica: es éste el caso de
la disentería amibiana, sobre cuya ocurrencia efectiva sólo puede dar sanción el
examen de laboratorio. Por lo demás, la escasa preparación del médico restringe
sensiblemente su labor cuando se enfrenta a padecimientos psicológicos y, en
general, ante la enfermedad mental.”11
Con esto quiero decir que la atención a la salud ya no debe verse como un
problema que puede resolverse con la ciencia normal: con la investigación médica,
biomédica y farmacéutica, con la clásica visión de fragmentar al cuerpo y súper
especializar a los médicos en cardiólogos, gastroenterólogos, ortopedistas,
dentistas, otorrinolaringólogos, oncólogos, psicólogos, etcétera. Porque el propio
ser humano es de lo más complejo que existe. Su cuerpo, nuestro cuerpo, no
puede acotarse sólo a eso. Se queda muy corta una visión tan fragmentada y
racional, como si el cuerpo fuera una máquina a la que quitándole, poniéndole y
cambiándole las piezas, se arreglara. Dejando de lado los orígenes de los
padecimientos, la relación entre los órganos, las emociones, los conflictos, la
cultura y los hábitos del sujeto.
10
López Ramos, Sergio (Coord.), Lo corporal y lo psicosomático. Reflexiones y aproximaciones I,
Plaza y Valdés, CEAPAC, 1ª. ed., Edo. de México, 2002, pág. 15.
11
Zolla, Carlos (et. al)”Medicina tradicional y enfermedad”, en Campos, Roberto (Comp.), La
antropología médica en México, Tomo 2, Instituto Mora, UAM, México 1992, pág. 84.
PLURALIDAD DE SABERES, PLURALIDAD DE SISTEMAS
Por ejemplo, “según los huaves las enfermedades se distinguen en: enfermedades
de Dios, enfermedades leves muy a menudo de carácter epidémico; narangic
“hecho por alguien”, enfermedad grave producida por vicisitudes causadas por una
acción humana (voluntaria o involuntaria) o por un nexo con un difunto; niing ahliy
“donde está”, enfermedad también bastante grave que afecta al tono14. Existen
también estados patológicos que escapan a esta catalogación (como el mal de
ojo) y que se podrían colocar en una cuarta categoría de contornos no muy
definidos ya que resulta de una exclusión y de un agrupamiento residual. (…) no
12
Op. Cit. Menéndez, pág. 85.
13
Op. Cit. Campos
14
Puede ser traducido como alma.
parece oportuno distinguir las enfermedades según su mayor o menor ubicación
en la nosología moderna, ya que el sistema huave es global e incorpora(…)
también a esta última.15
El agua contiene un ser que es su virtud, su fuerza, al igual que la tierra, los
bosques, las altas montañas y todo. Nosotros decimos que la fuerza roba la
energía de los seres humanos. Nos roba nuestra fuerza y nos debilita. Para que
esto no ocurra hay que hablar a la tierra (o al agua), hay que emprender esta
acción (…) para que nuestro espíritu no se quede allí”17
Existen también los brujos o hechiceros, que tratan padecimientos conocidos como
enfermedad echada o brujería, que, sólo ellos pueden curar. Estos actúan en
conjunto, se dice que se reúnen para hacerle ceremonias al diablo y también para
perjudicar al prójimo. Se cree, asimismo, que son capaces de transformarse en
animales y que, al hacerlo, es cuando se reúnen; pueden también ser nahuales.18
lo que nos justifica ver opciones de intervención que van más allá de la lógica
racional. Es decir, existen casos donde no son suficientes los recursos de análisis
Así pues, la medicina tradicional, presa del paradigma eurocéntrico donde las
políticas estatales, para la construcción del Estado-nación mexicano, han tomado
al blanco, al europeo o al estadounidense como modelo a seguir, el ideal a ser,
han querido “blanquear” a la población con políticas integracionistas,
“desindianizantes”, con “autoridades progresistas, ansiosas de probar que en su
pueblo ya no hay indios”21, el sistema médico tradicional o indígena, como parte de
ese conjunto que representa para ellos el atraso, ha cedido terreno en su práctica,
mas no se ha dejado de lado.
Una forma muy clara de dar cuenta de esta exclusión, no sólo política y racial, sino
también epistémica, es la escasa o nula atención que los médicos alópatas
prestan a las enfermedades clasificadas en el ámbito de la atención doméstica y
en el de los terapeutas tradicionales, exclusión de las otras prácticas y saberes
médicos; por eso, dicen Carlos Zola et. al. “estimamos pertinente enmarca el
19
López Ramos, Sergio, Zen, Acupuntura y Psicología, ed. Plaza y Valdes, México, 1997, pág. 20.
20
Práctica de campo que llevé a cabo en septiembre del 2010, con el Colegio de Estudios Latinoamericanos a
Las Margaritas, a la comunidad de Nuevo Jerusalén y a San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
21
Bonfil Batalla, México Profundo, una civilización negada, SEP- CIESAS, México, DF, 1987, Pág. 46.
estudio de estos padecimientos en el ámbito de la investigación epidemiológica
general”22
Sin embargo, las farmacéuticas son las que mejor se interesan por este tipo de
conocimientos tradicionales, sobre todo en la herbolaria, desembocando
lamentablemente en prácticas de bioprospección y biopiratería.
CONCLUSIONES
Abordar los problemas de salud de una forma sistémica al exterior (con los
problemas acabados de mencionar) y también al interior del cuerpo, es de suma
importancia, las terapias que ven al cuerpo de una manera integral son mucho
más completas y responden mejor las demandas de atención. Esta visión es la
que hace falta en la medicina hegemónica alópata para ser realmente eficaz en
tratar las causas y no los síntomas de los padecimientos.
Lo paradójico resulta, en todo caso, comprobar que tanto los partidarios a ultranza
del modelo médico hegemónico como los defensores incondicionales del modelo
antropológico divorcien aquello que en la práctica los enfermos suelen asociar y
considerar –poco importa si intuitiva o racionalmente- complementario y
provechoso.25
BIBLIOGRAFÍA
25
Op. Cit. Campos, pág. 91.
Aguirre Beltrán, Programas de salud en la situación intercultural, IMSS, México,
1980.
Bonfil Batalla, México Profundo, una civilización negada, SEP- CIESAS, México,
DF, 1987.
García Rodríguez, José F., “Bioética, salud pública y tecnología médica”, Salud en
Tabasco, enero-agosto, año/vol. 10, no. 1-2, Secretaría de Salud del Estado de
Tabasco, Villahermosa, México, 2004.
López Ramos, Sergio, Prensa, cuerpo y salud en el siglo XIX mexicano (1840-
1900), 1ª. edición, CEAPAC, México, 2000.
López Ramos, Sergio, Zen, Acupuntura y Psicología, ed. Plaza y Valdes, México,
1997.