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Casi dos tercios (583 millones en 2007) de los hambrientos del mundo viven en Asia, el
continente más poblado, mientras que en el África subsahariana una de cada tres
personas (236 millones en 2007) sufre de desnutrición crónica.
También en Latinoamérica y el Caribe, que en 2007 consiguieron reducir el hambre
antes del alza de los precios de los alimentos, las nuevas subidas han incrementado el
número de personas hambrientas en la región.
Más allá de estas acciones hay que pensar en una estrategia global y a largo plazo.
Una de estas estrategias, o concepto, es el empoderamiento de las personas. Esto
quiere decir que, mediante su autogestión, los hombres y mujeres se sientan capaces
de usar esa caña de pescar sin que nadie se lo impida. Para ello es necesario dejar de
tratar a las personas que pasan hambre como objetos pasivos receptores de caridad,
sino como sujetos activos iguales que tienen capacidad de aportar y decidir, que tienen
dignidad y una cultura que se debe respetar. Asimismo, cabe destacar el papel de la
mujer, encargada de casi la totalidad de las actividades relacionadas con la
alimentación, la salud, la higiene y la educación. Sin embargo, las leyes y la comunidad
no siempre reconocen este papel de la mujer. Es necesario, por tanto, facilitarles el
acceso a recursos, información y libertad, ya que el hambre les afecta directamente,y
esto se va perpetuando en el tiempo (una mujer desnutrida da a luz a niños
desnutridos).