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El conocimiento de la lengua va de la mano de la comunicación; habilidades y saberes que se

ejercitan y adquieren gracias a la práctica de comentarios como el que realizaremos a


continuación. Asimismo, este ejercicio favorece la comprensión lectora, pues ayuda al alumno
a aprender a prestar atención a la forma y al contenido del texto, unidad comunicativa
fundamental. Teniendo en cuenta el peso que se le otorga al bloque de comunicación en la
normativa vigente dentro de la materia Lengua castellana y literatura, el comentario de texto
ocupará un lugar especial en la adquisición de las competencias clave. Por ende, no podemos
dejar de practicarlos y de dar las herramientas necesarias para su satisfactoria elaboración.

El presente comentario se divide en dos partes. En primer lugar, hablaremos sobre cómo se
construye el texto para que sea coherente. En segundo lugar, detallaremos cuales son los
mecanismos cohesivos que posibilitan la coherencia del texto; todo esto sin perder de vista
cuál es su ámbito de uso: el literario.

Así pues, en primer lugar, hablaremos sobre el plano del contenido, la coherencia de este
texto. Debemos fijarnos primero en su estructura externa: se trata de un texto literario en
verso, un poema, de métrica irregular y formado por cuatro estrofas. Su ámbito es el literario
y, por su naturaleza de poema y su superestructura, estamos ante un texto expositivo.

En cuanto a su estructura interna o macroestructura, Van Dijk distingue tres tipos de


coherencias. En primer lugar, tenemos la coherencia global, que se compone de un tema y una
tesis. El tema de este texto es el paso del tiempo; su tesis, es decir, la idea que defiende el
autor, es exponer que ya no le queda vida, que pasado el calor de la juventud lo que se vive no
es vida. La voz poética comienza con su identificación con elementos llenos de vida y calor,
energía, curiosidad, para acabar en la oscuridad que llega con el paso del tiempo. Estas ideas
se organizan en dos tres partes: la primera está compuesta por los ocho primeros versos y
trata sobre la juventud; la segunda la conforman los tres versos siguientes, que tratan sobre la
vejez; la tercera es el cierre, el final, la nada. Esta estructuración de las ideas de la que se
compone la coherencia lineal-estructural nos indica una progresión temática de tema
constante, llamada así por Bernard Combettes. En cuanto a la microestructura, la coherencia
local, el orden de los constituyentes es gramatical; es decir, estamos ante enunciados
categóricos, según Casado Velarde, lo que facilita la lectura del poema y su comprensión.

En lo que respecta al plano de la expresión, a los mecanismos cohesivos que utiliza el autor,
debemos hacer hincapié en el ámbito del texto: el literario. Debido a esto, el poema se
compone de metáforas continuadas que están sobre en relación con la juventud y la vejez. Es
decir, las metáforas presentes en el texto podríamos dividirlas en dos campos asociativos. Las
que encontramos en la primera parte están ligadas a la “primavera” (segundo 2 verso) de la
vida: la adolescencia, a la que se hace referencia en el sexto verso de forma directa. Todas ellas
están asociadas a la luz, al calor, a la alegría, a una subida literal, física, y figurada (“subí”, en el
séptimo verso) que se contrapone a la caída (“caí”, en el décimo verso) que llega con la vejez.
La última etapa vital también lleva asociadas otras metáforas, referidas a la oscuridad, a la
“sombra” (verso noveno), a la infinitud que acompaña a la muerte en ese “mundo insaciable”
(décimo verso), infinito. Así pues, este juego de antónimos se extiende a lo largo del poema a
través de las distintas metáforas que lo componen, sintetizándose en juventud-subida-luz
frente a vejez-caída-oscuridad.

Así, al menos, lo experimenta la voz poética, que explicita que es su experiencia con la deixis
personal del primer verso (“yo”) y en uso de la primera persona en los verbos.
Verbos que forman un círculo, el ciclo vital de la voz poética. Siempre en pasado, el poema
comienza con una forma del pretérito que da sensación de movimiento aunque se trate de un
estado ya pasado y acabado: “fui”. A este lo siguen los verbos asociados a la juventud, la
curiosidad y la alegría, y después los relacionados con la caída en las sombras: la vejez.
Finalmente, acaba con una forma pretérita del verbo ser que inspira quietud, la sentencia de
haber llegado al fin: el cierre del círculo que fue su vida, contada desde el presente, desde esos
días sin vida.

Así pues, este texto utiliza mecanismos cohesivos de forma entremezclada, involucrando la
metáfora con la antítesis y jugando con los tiempos verbales para que el lector acompañe a la
voz poética en su recorrido vital. Gracias a estos mecanismos el autor ha logrado crear un
texto coherente y bien cohesionado a la vez que lírico.

Bibliografía

“El comentario lingüístico: metodología y práctica”, Francisco Marcos Marín

“Marcadores del discurso”, José Portolés

“Comentario pragmático de textos literarios”, Salvador Gutiérrez Ordóñez

“Cómo se hace un comentario de texto”, José Carlos Aranda

“Semántica estructural” A.J. Greimas

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