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Resumen:
En el presente artículo, el autor señala que tanto jueces y fiscales parecen encontrar la claridad
que necesitan para comprender el significado de las disposiciones penales analizadas por el
pleno del Supremo Tribunal, que se convierte así, en el órgano más influyente de interpretación
y aplicación normativa en el sistema judicial peruano.
Sin embargo, el peso instructivo de los Acuerdos Plenarios no debe cimentarse solo en la
jerarquía funcional del colectivo autor, sino y sobre todo, en la corrección jurídica de su proceso
formativo definida por la coherencia argumentativa de su estructura y el uso de las pautas más
elementales aceptadas por la ciencia hermenéutica.
Palabras Clave:
Labor monofiláctica, acuerdos plenarios, interpretación, participación necesaria, tercero
interesado, comprador de influencia, estado de necesidad, bien jurídico protegido, tráfico de
influencias.
1
Abogado por la Universidad de Piura. Ex fiscal penal y ex juez superior.
Breves consideraciones sobre la composición del delito tráfico de influencias 2
La Corte Suprema peruana desde hace buen tiempo dedica grandes esfuerzos a formular guías
de interpretación y aplicación de diferentes disposiciones legales, vía la elaboración de los
Acuerdos Plenarios. Jueces y fiscales parecen encontrar la claridad que necesitan para
comprender el significado de las disposiciones penales analizadas por el pleno del Supremo
Tribunal, que se convierte así, en el órgano más influyente de interpretación y aplicación
normativa en el sistema judicial peruano.
Sin embargo, el peso instructivo de los Acuerdos Plenarios no debe cimentarse solo en la
jerarquía funcional del colectivo autor, sino y sobre todo, en la corrección jurídica de su proceso
formativo definida por la coherencia argumentativa de su estructura y el uso de las pautas más
elementales aceptadas por la ciencia hermenéutica. Como expresa Castillo Alva2, los
pronunciamientos de la Corte Suprema deben expresar la interpretación correcta y razonada del
derecho cumpliendo así su función nomofiláctica, pero también deben constituirse en
instrumentos de control de la actividad judicial de los órganos inferiores mediante la igualitaria
aplicación del derecho, ello como manifestación de su función de uniformidad. El juez no puede
asentar la legitimidad de su decisión en su mero poder formal; la sociedad moderna le exige
razones3; solo una motivada-dígase razonada- actuación decisoria dota de validez jurídica y
reconocimiento social a la labor del juez.
2. La estructura literal del dispositivo consignado en el artículo 400 del código penal.
La estructura lingüística de un texto legal debe ser el primer necesario insumo de la tarea
interpretativa razonable. Se interpreta el enunciado, siempre. Y el enunciado es siempre un
conjunto ordenado de palabras. Si sostengo que voy a interpretar, no puedo sino avocar mi
atención y fijar como objeto del conocimiento al enunciado: el dispositivo legal reflejado en un
texto escrito. El fruto cognoscitivo del análisis sobre el enunciado será la norma por él expresada
y que se descubre o asigna-dependiendo de la concepción que sobre la interpretación se tenga-.
Al respecto Gustini4 enseña que son 03 las teorías de la interpretación que luchan
por imponerse en el mundo jurídico: i) una teoría cognoscitivista, que ve en la
interpretación un acto de conocimiento- se descubre el significado del texto legal-
; ii) una teoría escéptica, que entiende a la interpretación como un acto de
voluntad- decidir el significado a atribuir- y iii) una teoría ecléctica o intermedia,
para la cual indistintamente a interpretación puede ser un acto de
descubrimiento o un acto de imputación de significado.
2
Castillo Alva, José Luis & Castillo Córdova, Luis, “El precedente judicial y el precedente constitucional”, ARA
Editores, Lima, 2008, p. 102.
3
Aarnio, Aulis, “Lo Racional como Razonable. Un tratado sobre la justificación jurídica”, Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, Madrid, 1991, p.29.
4
Guastini, Ricardo, “Interpretar y argumentar”, 2da. Edición, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Madrid, 2014, p.29.
Daniel Mayta Reátegui 3
Si el agente es un funcionario o servidor público, será reprimido con pena privativa de libertad no
menor de cuatro ni mayor de ocho años e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36º
del Código Penal y con trescientos sesenta y cinco a setecientos treinta días-multa.
Como destaca Roxin, el legislador expresa las prescripciones usando nada más que palabras; lo
que no se derive de ellas no está ordenado, no rige, de modo tal que cuando el juez sobrepase
con su análisis el tenor literal de la ley violenta la autolimitación del Estado en el ejercicio de su
potestad punitiva y elimina la legitimación democrática de su función. 6 La ley tiene como campo
de aplicación una determinada sociedad cuyos cambios también deben impulsar adaptaciones
aplicativas: si la sociedad evoluciona igual debe ocurrir con el significado del texto legal, pero
toda interpretación, para ser válida y legítima, no debe implicar una voladura de la forma en que
la ley se ha plasmado.7
5
El juez solo subsume, no interpreta.
6
Roxin, Claus, “Derecho Penal. Parte General. Tomo I. Fundamentos. La Estructura de la Teoría del Delito”.
Thomson Reuters, Madrid, 2006, p. 152.
7
BGH St 10. Citada por Roxin, o.c. p. 153.
Breves consideraciones sobre la composición del delito tráfico de influencias 4
Los fundamentos dogmáticos del por qué es imposible la punición de la actividad del tercero
interesado o del comprador de la influencia podrían haber sido ampliados y profundizados en lo
esencial. Un analista extremo diría que la Corte Suprema impone un criterio sobre la
participación delictiva a manu militari, si consideramos que son poco esclarecedoras las razones
de “imposibilidad material” bajo cualquier circunstancia del aporte del comprador de influencia en
el acto de invocación de influencia, como la calidad de participación necesaria del acto del tercero
interesado o su incapacidad para configurar los elementos básicos del tipo penal.
3.1.1. Sobre la afirmada “imposibilidad material” bajo cualquier circunstancia del aporte
del comprador de influencia en el acto de invocación de influencia.
Un ejemplo que concrete tan tajante aseveración, hubiere dado luces acerca de su corrección. Al
lector del Acuerdo Plenario le queda la tarea de desarrollar los pormenores argumentativos de
la imposibilidad del tercero interesado en contribuir con el proceder del autor del tráfico de
influencia, en especial, de colaborar con la invocación de la influencia, que, según la Corte
Suprema, contiene el verbo rector y es la condición sine qua non de toda clase de participación
delictiva. No hay explicación del por qué no existe ningún supuesto en el que la contribución del
tercero interesado pueda consistir en apoyar el alarde de la ascendencia por parte del autor del
delito.
De la mención relativa a que para ser cómplice en este delito se debe aportar a la realización del
verbo rector, esto es, en la invocación de influencias, surge otra debilidad del fundamento 8 del
Acuerdo Plenario: ser incoherente con las reglas y criterios casi unánimes referidos a la
estructura y efectos de la consumación delictiva. Nos explicamos.
8
La consumación, representa el perfeccionamiento de la obra delictiva. Aquí el autor ha logrado vulnerar el
bien jurídico protegido a través de la aplicación del proyecto ideado y ejecutado.
2.- Cuando es viable atribuir la participación delictiva. Y es que luego de la consumación del acto principal
ningún aporte de terceros puede representar un hecho penalmente relevante.
La consumación formal acontece cuando han tenido vida cada uno de los componentes típicos de
la figura penal: todos sus elementos descriptivos y normativos. Si el texto del artículo 400 del C.P
registra los elementos descriptivos recibe, hace dar o prometer para sí o para un tercero, donativo
o promesa o cualquier otra ventaja o beneficio, como integrantes de su plena realización, aunados
a la invocación de influencias, no ha sido razonable la expresión de la Corte Suprema que
delimita la consumación del delito con la sola mención de la capacidad de inmiscuirse expresada
por el autor.
3.1.2. La calidad de participación necesaria del acto del tercero interesado como sustento
de la impunidad de su conducta.
La Corte Suprema sanciona que la sola condición de partícipe necesario extingue la punición de
cualquier acto que lleve a cabo el tercero interesado o comprador de la influencia en el contexto
de la realización del delito de tráfico de influencias. Está expresada así una regla jurídica: el
partícipe necesario no puede ser concebido, en ningún caso, como cómplice de dicha figura
penal.
Nuevamente en este apartado del Acuerdo Plenario son escasas las razones dogmáticas
ofrecidas para validar la regla jurídica impuesta y, lo que es peor, podría descubrirse un empleo
sesgado de los fundamentos doctrinarios y dogmáticos inherentes a la construcción del partícipe
necesario.
En el fundamento 9 encontramos:
“En sentido estricto, el “comprador o solicitante de influencias” no presta ningún tipo de
colaboración en la comisión del delito ─o, más concretamente, en la acción típica prevista por el
tipo penal─, en la medida que él es partícipe necesario de un delito de encuentro, su colaboración
“necesaria”, o enmarcada dentro del rol típico, resultaría impune desde la perspectiva de la
complicidad [Abanto Vásquez, Manuel: Los Delitos contra la administración pública en el Código
penal peruano, Lima, 2001, p. 472]”
La figura penal del partícipe necesario tiene lugar en los supuestos en los que un delito está
construido por el legislador de tal forma que implica la forzosa intervención de 2 o más personas.9
La doctrina diferencia dos modalidades delictivas en las cuales se presenta la participación
necesaria:
a. Delitos de convergencia. Predicable de los tipos penales que presuponen la
contribución de los intervinientes en un mismo sentido. Por ejemplo, la asociación para
delinquir (art. 317 C.P) o la conspiración para la rebelión, sedición o motín (artículo 349
del C.P). Los esfuerzos de los actores del crimen están orientados a afectar el bien
jurídico mediante un proceder conjunto y armonioso.
b. Delitos de encuentro. En estos casos la perpetración del delito convoca la contribución
de diferentes personas que lo hacen desde distintas e individuales perspectivas.
9
García Cavero, engloba este tipo de delitos en los llamados delitos plurisubjetivos. García Cavero, Percy,
“Derecho Penal. Parte General”, Segunda Edición, Lima, 2012, págs. 392-393.
Breves consideraciones sobre la composición del delito tráfico de influencias 6
Villavicencio Terreros cita como referencias al cohecho (art. 393 C.P) y el autoaborto
(art. 114 C.P) (Villavicencio, 2013, p. 308) 10 Los comportamientos de los intervinientes
no tienen un origen común, ni están vinculados causalmente, pero llega un momento del
desarrollo de las acciones que tienen un punto de coincidencia para producir la
afectación al bien jurídico.
La Corte Suprema sostiene que el tráfico de influencia en un delito de encuentro y que el tercero
interesado o comprador de influencia es un partícipe necesario, en consecuencia, su conducta
jamás dará lugar a la complicidad y, por ende, a la punición.
Sin embargo, un sector importante de la doctrina penal y la jurisprudencia comparadas han
confeccionado tres supuestos condicionantes de la impunidad del actuar del partícipe
necesario11 y en ninguno de ellos se inserta, totalmente, la conducta del tercero interesado o
comprador de la influencia, pues:
a. No es titular del bien jurídico protegido.
b. No se encuentra en una situación análoga al estado de necesidad.
c. No hay razones suficientes para concluir, prima facie, que su colaboración es
mínimamente necesaria.
A. La titularidad del bien jurídico por parte del partícipe necesario como razón de la
impunidad de su actuación.
Nadie puede ser castigado por el ataque realizado o causado a un bien jurídico que le pertenezca.
Esa es la regla de impunidad aplicable a la constelación de casos en la que el partícipe necesario
afecta un valor de su titularidad. Como enseña Roxin, no es posible agredir jurídico penalmente
relevante bienes jurídicos propios.12 Jescheck y Weingend postulan por su parte que tanto la
doctrina como la jurisprudencia alemana convienen en que la impunidad del partícipe necesario
se da en la medida que la disposición penal persigue precisamente su protección.13
10
Villavicencio Terreros, Felipe, “Derecho Penal. Parte General”, Cuarta Reimpresión, GRIJLEY, Lima, 2013, p.
308.
11
Roxin, Claus, o.c. págs. 221-225
12
Roxin, o.c., p. 205
13
Jescheck, Hans- Heinrich y Weigend, Thomas, “Tratado de Derecho Penal. Parte General” Volumen II,
Instituto Pacífico, Lima, 2014, p. 1044.
14
Cancio Melía explica así la postura dogmática vigente: “Cuando el titular de un bien jurídico (“víctima”)
emprende conjuntamente con otro (“autor”) una actividad que puede producir una lesión de ese bien jurídico la
actividad que surge de ese riesgo debe ser atribuido al ámbito de responsabilidad preferente de la víctima en la
medida que:
De allí se comprenda que no merece castigo quien instiga a un tercero para que colabore en su
suicidio, finalmente trunco. Sin embargo, el asistente sí merecerá sanción en virtud del artículo
117 del C.P.15
Empero, en el Acuerdo Plenario nada se dice sobre la demostración que el partícipe necesario en
el delito en análisis experimenta una coyuntura personal sustancialmente adversa,
extremamente apremiante, que explique y justifique se vea obligado a intervenir en la
configuración del delito, sin efectos punitivos.
Con la regla fijada por la Corte Suprema sería irrelevante desde el prisma penal, la asistencia que
brinde el tercero interesado para que el vendedor de la influencia provoque en un funcionario
público una determinación injusta, vinculada, por ejemplo, a la consecución de riqueza
patrimonial o algún beneficio distinto de la recuperación de un bien tan preciado como la
libertad individual. Siguiendo la línea argumentativa de la Corte Suprema, se daría una situación
de irresponsabilidad penal en el millonario empresario quien pretendiendo conseguir la
exoneración de una justa multa administrativa -insignificante para la economía de la empresa-
entrega el dinero pedido por el vendedor de influencia para que interceda ante el funcionario
competente.
La situación de necesidad no recae en el interesado, ni está protegiendo bienes trascendentes y
personalísimos, pero el criterio judicial en estudio lleva a exonerar de responsabilidad penal al
inescrupuloso empresario, por el mero hecho de ser partícipe necesario.
C. No hay razones suficientes para concluir, prima facie, que su colaboración es
mínimamente necesaria.
La Corte Suprema dictamina, a raja tabla, que en el tráfico de influencias la actividad del tercero
interesado o del comprador de influencia es siempre una mínima colaboración. Literalmente
expresó:
15
Artículo 113.- Instigación o ayuda al suicidio
El que instiga a otro al suicidio o lo ayuda a cometerlo, será reprimido, si el suicidio se ha consumado o
intentado, con pena privativa de libertad no menor de uno ni mayor de cuatro años.
16
Para Jescheck y Weigend, el partícipe necesario debe sufrir un estado emocional idóneo para hacer
comprensible una colaboración al delito que resulte impune y ello solo es posible cuando hay una sustancial
disminución de la culpabilidad. Jescheck, Hans- Heinrich y Weigend, Thomas, o.c. p. 1044.
17
Roxin, Claus, o.c. p. 222.
Breves consideraciones sobre la composición del delito tráfico de influencias 8
Jakobs enfatiza que: “No obstante, no hay un principio con validez general del tenor de que
mantenerse dentro del papel mínimo preserve de punición. El acreedor, en el favorecimiento de
acreedores, o una de las partes, en la prevaricación de abogado, a lo sumo, están, pues, libres de
responsabilidad en casos excepcionales (p.ej., de falta de dolo o de prohibición de regreso); pero en
general determinan responsabilidad.”19
Jeschek y Weingend, también tienen por justificada la punición del partícipe necesario, aunque
reduciéndola a los casos donde no exista una situación análoga al estado de necesidad o cuando
el partícipe es titular del bien jurídico afectado. 20
Poco respaldo dogmático y doctrinario, así como una parca sustentación jurídica, padece la regla
de eliminación de pena elaborada por la Corte Suprema a favor del tercero interesado o del
comprador de la influencia. No negamos que en el Acuerdo Plenario bajo observación era posible
inclinarse por liberar de castigo al partícipe necesario en el tráfico de influencia, pero se hacía
imprescindible un ejercicio argumentativo lo suficientemente riguroso que explique las razones
del alejamiento de la doctrina, en especial la de Jakobs, la cual en otro apartado de esta
confección judicial es tomada como apoyo justificativo de otra de sus determinaciones.21
18
Roxin, Claus, o.c., p. 226.
19
Jakobs, Gunther, “Derecho Penal. Parte General. Fundamentos y Teoría de la Imputación”, Marcial Pons,
2da edición corregida, Madrid, 1997, p.841-842.
20
Jescheck , Hans Heinrich y Weigend, Thomas, o.c. p. 1045.
21
Fundamento 10.
Daniel Mayta Reátegui 9
Conforme al fundamento 14° del Acuerdo Plenario, el bien jurídico protegido en las influencias
reales es el correcto funcionamiento de la administración pública en tanto el sujeto activo logra
determinar la voluntad del funcionario o servidor público. El funcionario se corrompe por la
influencia que sobre él ejerce el sujeto activo.
22
Supra 2.
Breves consideraciones sobre la composición del delito tráfico de influencias 10
Es por ello que enumera los modos de consumación del delito tomando en cuenta la recepción
directa, el hacer dar o el hacer prometer la ventaja por parte del autor y no hace depender el
perfeccionamiento del delito mediante de la producción del ejercicio eficiente de la influencia
sobre el funcionario.24
La postura de Abanto Vásquez es aún más confrontacional con el criterio de la Corte Suprema.
Este doctrinario dice enfáticamente: “Debe observarse que a diferencia de las legislaciones
extranjeras (p.ej., los artículos 428 y 429 del C.P. español de 1995) el tipo penal peruano no exige el
ejercicio efectivo de influencia sobre un funcionario público determinado.”25.
Salinas Siccha plantea que la influencia real exige constatar relaciones verídicas entre el
traficante y el funcionario público, pero aclara que “No es necesario verificar si el funcionario o
servidor público de la administración jurisdiccional o administrativa realiza lo prometido por el
traficante.”26
23
Rojas Vargas, Fide, “Delitos contra la Administración Pública”, GRIJLEY, Lima, 2002, p.559.
24
Idem, p.568
25
Abanto Vásquez, Manuel, “Los delitos contra la Administración Pública en el Código Penal Peruano”, Palestra,
Lima, 2003, p.529.
26
Salinas Siccha, Ramiro, “Delitos contra la Administración Pública”, GRIJLEY, Lima, 2014, p. 588.
Daniel Mayta Reátegui 11
5. Bibliografía.