Explicar un comportamiento ético en el desempeño laboral y social.
Una gran fuente de los problemas o conflictos cotidianos radica en las
diferencias que tenemos en nuestros valores, en la forma de ver el mundo, en la suposición que hacemos de la gente y en las creencias que apoyan las decisiones que se asumen en el enfrentamiento de dichos hechos. Por esta razón, una apuesta por concretar los valores en un marco de la convivencia y la resolución pacífica de conflictos y/o problemas lo está “en saber estar en la realidad”; pues no se puede desconocer que hay quienes confunden la realidad con sus impulsos instintivo y otros confunden la realidad con sus ideales. Así el hombre realista y racional, que es el que sabe estar en la realidad de manera consciente creando sentidos y posibilidades positivas y justas para la vida humana, seguramente será aquel, que convierte sus diferencias con otros, en un espacio de crecimiento personal y colectivo que se responsabiliza de sus actos y decisiones frente a las opciones de solución y de construcción de consenso. 12.1. El término convivencia El Diccionario de la Real Academia Española en su 22da edición (2001), manifiesta el siguiente significado sobre Convivencia. F. Acción de convivir. Convivir. (Del lat. convivere) Vivir en compañía de otro u otros, cohabitar. 12.2. El conflicto en las relaciones interpersonales: 1 La aparición del conflicto o problemas de convivencia en la vida cotidiana comparten tres premisas: El conflicto es una construcción humana, pues en este participan seres humanos. Es imposible no reaccionar frente a un conflicto o problema, así la respuesta sea de negación o evitación de este, pues el conflicto también es un hecho comunicacional que da cuenta de los valores y creencias que están en juego. Se comporta en forma de ciclo, es decir, lo constituyen fases, que se cierran en función a la respuesta frente al mismo, sus consecuencias y el marco de los valores de sus participantes. 12.3. Diferenciación y estratificación sociales: En todo grupo humano organizado se distinguen los individuos, además de sus caracteres y condiciones físicas, por diversas características y condiciones sociales: por los bienes materiales que poseen, por la posición que ocupan en la escala social, por sus gustos, usos y costumbres, por sus creencias, por su educación y, en fin, por muchas otras cualidades heredadas o adquiridas, pero antes que todo por el papel que desempeñan dentro del grupo. La diferenciación social es, por consiguiente, una característica universal de las sociedades humanas, puesto que resulta esencial para su mantenimiento y supervivencia. En toda sociedad, animal o humana, se necesita de una cierta división del trabajo. En las sociedades de animales la división del trabajo está determinada por una especialización biológica del organismo de los individuos, que reaccionan genética e instintivamente en forma fija ante ciertos estímulos así, la complicada estructura y la minuciosa organización funcional de las sociedades de insectos, tales como las hormigas y las abejas, son una consecuencia de la diferenciación fisiológica. Esto no ocurre, como ya hemos visto, a nivel de las relaciones humanas, en las que las pautas del comportamiento social están regidas 1 por la cultura y se logra la coordinación de las diferentes funciones de sus miembros a través de los papeles que desempeñan en la vida social, en sus interacciones con cada uno de los demás, controladas por normas, reglas o patrones. Los miembros del grupo deben ser inducidos a cumplir ciertas tareas y adquirir la pericia necesaria para desempeñarlas. Es así como la división del trabajo determina la diferencia social, sin la cual probablemente no sobreviviría ninguna sociedad. Se manifiesta que la división biológica de los seres humanos, en hombres y mujeres, constituye la base fundamental para la clasificación social más elemental que pueda encontrarse en cualquier lugar, pero las más veces el hecho no ha sido bien explicado. Además, en toda sociedad es también evidente que existe alguna división o diferenciación no determinan la aparición de los estratos sociales. Lo que determina la estratificación social es la verdadera división del trabajo que se produce por la especialización, conjuntamente con el desarrollo de la técnica y el control de los excedentes de la producción por parte de un grupo o sector del agradado social. Siempre que la sociedad muestra una serie graduada de posiciones decimos que está estratificada. En consecuencia, se puede definir la estratificación social como un tipo de diferenciación social que entraña desigualdad y se refiere a la existencia de una jerarquización sistemática de las posiciones sociales. Cuyos ocupantes se consideran entre ellos superiores, iguales o inferiores en los asuntos que atañen a las relaciones sociales. Dicho de otra manera, la estratificación social es la disposición de los miembros de una sociedad en capas o estratos. Los estratos sociales son colectividades de personas que ocupan posiciones de jerarquía igual o parecida. 12.4. Lógica que explica la aparición y dinámica de los conflictos y/o problemas de convivencias humana: Parten de la existencia de necesidades insatisfechas, de percepciones de riesgo o amenaza frente las cuales se plantea la necesidad de una respuesta, así como de la aparición de oportunidades para cuyo aprovechamiento es necesaria la movilización. 1 En este marco de necesidades, riesgos y oportunidades, se generan diversas percepciones, “marcos interpretativos”, sobre la existencia o no de derechos vulnerados, de la justicia o injusticia de la situación que se vive, de la necesidad de actuar o responde, de la legitimidad y eficacia de acciones reivindicativas. Encontramos que la actuación del Estado –ya sea través de las políticas que promueve o implementa, así como por su ausencia o desatención cuando su actuación es requerida- es clave para plantear la necesidad de convertir la percepción de un derecho vulnerado en una demanda específica. En otras palabras, la gran mayoría de conflictos son de una u otra manera consecuencia de la acción o inacción del Estado, y no tanto resultado de procesos de organización surgidos “desde abajo”. Se plantea a continuación la generación de demandas explícitas por parte de algún sector de la población ante alguna autoridad pública. Lo importante aquí es registrar que el paso de necesidades o percepción de afectación de derechos no genera automáticamente una demanda. Para ello se requiere un mínimo nivel de organización y de capacidad de definir un interés específico y formular un reclamo o propuesta. La explicación de la persistencia de situaciones estructurales de pobreza, marginalidad o exclusión se halla precisamente en la dificultad que tienen algunos peruanos para formular demandas y hacerlas representar en la arena política. 12.5. Raza y racismo Raza es otro término que aparece indirectamente cuando se habla de identidad cultural. Por ejemplo: de los lambayecanos se dice que son descendientes de tres “razas”, una prehispánica que es la “raza moche” y las otras dos que llegaron con la invasión y la conquista, la “raza blanca” conformada por los españoles y la “raza negra” atribuida a los africanos que llegaron en condición de esclavos. Además, se manifiesta que cada una de estas “razas” es biológicamente diferente. Sabemos que estas nociones no se ajustan totalmente a la realidad genética y en ello radica la importancia de especificar y delimitar el concepto de raza. 1 El significado de raza tradicionalmente refiere ciertos rasgos biológicos compartidos por un determinado grupo dentro de la misma especie humana, en contraste con la existencia de otro supuesto grupo humano. Para ello se tiene en cuenta caracteres fenotípicos superficiales como color de piel, estructura y color de cabello, forma de los labios y nariz. Esto genera la clasificación de los seres humanos en diferentes razas: blanca, amarilla, negra y cobriza o Europaeus, Asiaticus, Africanus y Americanus, todas ellas supuestamente, desde el punto de vista biológico, distintas. El término adecuado que se recomienda para identificar a un grupo de individuos con características más o menos similares en lo físico, es el de etnia o grupo étnico; sin embargo, hay que resaltar que su significado va mucho más allá de lo biológico, pues engloba principalmente lo cultural. De manera que utilizar y aplicar el término “raza” para caracterizar a los grupos humanos es muy peligroso, pues a partir de ello surgen teorías racistas que justifican la creencia de que existen “razas” superiores e inferiores. También aparecen grupos humanos que se sienten superiores a otros y, por tanto, en mucho de los casos con derecho a dominar, discriminar o eliminar al grupo considerado inferior. La historia, por ejemplo, nos revela muchos casos terroríficos donde se utilizaron las ideas racistas para imponer la situación de esclavitud y servidumbre, como sucedió en los estados antiguos y medievales. De la misma manera estas ideas sirvieron también para incentivar la invasión y sometimiento de pueblos americanos (Incas, Mayas, Aztecas, etc.) considerandos salvajes, en los siglos XV, XVII. En el siglo XX sirvió para alentar el exterminio y persecución de minorías y otros grupos sociales, como la del pueblo judío durante la Alemania Nazi o el sistema de Apartheid en Sudáfrica. En 1993 estas ideas racistas también estuvieron presentes en la masacre de la minoría tutsi en 1 Ruanda; del mismo modo la limpieza étnica emprendida por los serbios en la antigua Yugoslavia a partir de 1991 estuvo alentada por ideas racistas que condujeron a la eliminación de por lo menos 480 mil personas según cálculos de la ONU.
12.6. Un problema muy complejo en el Perú: el racismo
Líneas arriba hemos mencionado muy brevemente el racismo. Es necesario ampliar un poco más el análisis de este problema en el Perú. Debemos reconocer que este tema es muy complejo al aparecer de distintas formas en los estratos sociales que conforman la sociedad peruana, por lo tanto, su manifestación difiere de un grupo a otro y al interior de los mismos grupos. Los estudios de Nelson Manrique (2004) dan un panorama general del problema. Haciendo un análisis histórico, Quijano manifiesta que en tiempos coloniales el racismo era muy marcado entre el español y el indígena; esto se manifestó en asesinatos masivos, explotación, trato inhumano y discriminación. Además, muchos europeos consideraban a los indígenas como salvajes y en el extremo de los casos anulaban su condición de humanos. Al respecto Graus y Moura (2005) indican que: La duda de la condición humana de los indígenas de considerarlos seres primitivos y en muchos casos animales fue debido a la mala interpretación de los españoles en torno al modo de vida, costumbres, ritos o “cultos” extraños que los indígenas practicaban y que no fue entendida por los europeos, confundiendo estas costumbres con prácticas bárbaras llenas de herejías e ignorancia y, por supuesto, estaban en contra de las “buenas costumbres” (p.24). En el siglo XVI, uno de los que cuestionaban la humanidad de los indígenas fue el literato e historiador español Juan Ginés de Sepúlveda, personaje de fuerte influencia en la corte de Carlos V. Ginés de Sepúlveda, quien seguía las ideas de Aristóteles, que planteaban que por naturaleza, unos hombres son libres y los otros esclavos, los primeros 1 están para mandar y los otros para ser mandados, para ser esclavos, justificó el sometimiento a la fuerza de las “razas inferiores”, entre ellas las ubicadas en América prehispánica. Además, apostaba que cualquier medio era bueno para imponer la supremacía de Europa sobre América. Ante tal situación se generaron sendos debates con Erasmo de Rotterdam y Fray Bartolomé de las Casas quienes asumieron una posición de defensa del poblador indígena. A pesar que en el siglo XVI las ideas de éste último prosperaron no cambió en nada el trato racista y la explotación de los indígenas por los españoles. Asimismo, los negros corrían la misma suerte, y más adelante los mestizos tendrían otra realidad, otro trato por ser hijos de españoles. Sin embargo, el hecho de provenir de la unión con una indígena no los excluía de ser marginados. Pues éstos tenían una procedencia que se veía como indeterminada, es decir se le incluía tanto en el ámbito indígena como en el español. Ante esta situación el mestizo, por la marcada discriminación racial, se vio obligado a establecerse preferentemente en las áreas urbanas e integrarse en el sistema de valores cultural del español. Con el proceso de independencia no se solucionó el problema, al contrario, las ideologías racistas sirvieron para justificar la dominación de los criollos sobre el “indio” (que era un término de manera despectiva, en ese entonces, era empleado para designar al poblador rural de la costa, la sierra y de la región selvática), los afrodescendientes y los mestizos. De esta manera se justificaba la miseria, la pobreza y la exclusión económica en la que vivían la gran mayoría de peruanos y atribuían esta situación a un problema biológico y a la existencia de razas “superiores” e “inferiores” con ciertas virtudes, cualidades y capacidades. Por lo tanto, los de “raza inferior” eran los más desposeídos entre ellos el indígena, el negro y en cierta medida el mestizo. Se afirmaba que ellos no podían encontrar la felicidad, la superación, ni acceder a cargos públicos porque biológicamente e intelectualmente no eran capaces. De tal forma que, muchos declaraban que el atraso cultural del Perú era por la presencia de la masa indígena. Así que se proponía erradicar 1 este problema por intermedio del mestizaje biológico, es decir, “mezclar la raza indígena con otras más vigorosas”. Otros proponían, según Manrique, “redimir al indio por medio de la educación. La redención del indio consistía en que éste dejaría de serlo. No eliminarlos físicamente sino culturalmente. El etnocentrismo cultural” (2004). José Carlos Mariátegui, refiere que en la actualidad no existe un cambio sustancial en torno a este problema y hoy las actitudes de menosprecio y conductas racistas se manifiestan de una manera “sutil”. Como vemos el racismo “se resiste a morir”. 12.7. Hacia una región y país de personas con cultura ciudadana: Presentamos los componentes del diálogo como dinamizador de procesos democráticos ante los problemas de convivencia: El saber escuchar implica una actitud de respeto y de valoración del otro como persona, una manifestación de tolerancia, de responsabilidad. Escuchar aporta al diálogo como un estímulo para que la persona se sienta libre de concretar y presentar con palabras su mundo interno. Escuchar sirve como un espejo en el que la otra persona puede llegar a una mayor comprensión a partir del descubrimiento de nuevos significados de lo que dice, es un momento para acoger cálidamente al otro desde el reconocimiento de sus necesidades e interés es como legítimas. Nos permite mirar el mundo desde el punto de vista del otro tratando de reconocer y comprender las emociones y las razones de esa posición. El saber expresar nuestras ideas, nuestras emociones, nuestras expectativas, nuestras necesidades, nuestra manera de ver el mundo es el otro gran componente del diálogo. Supone no sólo expresarnos con eficiencia sino cordialmente, ser claros en nuestra percepción de 1 la realidad es una de muchas y que de esta manera se va construyendo el vínculo comunitario que sustenta un sentido de pertenencia más fuerte. Saber expresar también supone la capacidad ser abiertos honestos en los que sentimos, necesitamos y pensamos, es una oportunidad de construir la confianza con el otro al compartir nuestra vulnerabilidad. Si realmente aceptamos que un conflicto es una realidad humana por naturaleza, que existe en cada rincón del planeta, que es propio a nuestro desarrollo y formación como habitantes del mundo, que no podemos evitarlo, que toda nuestra vida vamos a vivir en y con conflictos de todo tipo; si aceptamos eso, tenemos que aceptar que es necesario, fundamental e ineludible comenzar a comprenderlo, reconocerlo y atenderlo como expresión de una ciudadanía plena y de nuevas formas de relacionarnos como seres humanos. Es pertinente dejar de creer que en la democracia no existen los conflictos: democracia y conflicto se encuentran estrechamente vinculados. La democracia sólo se construye y existe desde la existencia de los conflictos. Ellos permiten el desarrollo de procesos deliberativos, de discusión, de toma de decisiones, de respeto y de tolerancia a la diversidad; donde existe la posibilidad de llegar a acuerdos, asumiendo el disenso y la divergencia como posibilidad de crecimiento. El tratamiento del conflicto desde una perspectiva democrática nos constituye como sujetos, nos permite mantener nuestras diferencias frente al resto y mantener nuestra individualidad sin dejar de perder los vínculos cooperativos. Nuestra concepción sobre conflicto descansa en nuestras creencias y experiencias vividas y en la correlación que hacemos entre los resultados negativos frente a un conflicto y la visión que tenemos sobre él. Es decir, nuestras creencias afectan nuestras respuestas ante el conflicto y como consecuencia se refuerzan nuestras creencias con respecto al conflicto. Un conflicto surge cuando dos o más personas que se relacionan perciben diferencias incompatibles o amenazas hacia sus recursos, 1 ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE
1. Realice el análisis reflexivo de la expresión: “Se convive en armonía en el
necesidades y valores. El tipo de respuesta que demos determina si el conflicto aumenta, disminuye o se resuelve.
Introducción al derecho internacional privado: Tomo III: Conflictos de jurisdicciones, arbitraje internacional y sujetos de las relaciones privadas internacionales