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Las sucesivas reformas universitarias desde una retrospectiva histórica y crítica

A inicios del siglo XX, las crecientes demandas de sectores medios urbanos de la población y en el
marco de procesos de modernización societal (urbanización, industrialización y consolidación de los
estados-nación), se generó una agenda de democratización y expansión de las universidades y se
dieron transformaciones internas, ligadas a las ocurridas por el cambio de instituciones elitistas a
instituciones educativas, que también participaron en la democratización del conocimiento y en los
procesos de movilidad social ascendente.

En el caso de la universidad ecuatoriana, ese fue el momento de emergencia de los principios de


cogobierno, autonomía universitaria, libertad de cátedra, acceso a la docencia por concursos
públicos de merecimientos y oposición, la investigación como función de la universidad, la extensión
universitaria y el compromiso con la sociedad (Tünnermann, 2008).

En definitiva, hace algo más de un siglo, se produjo un nuevo esquema, protagonizado por las
universidades públicas, las cuales, a su vez, introdujeron con fuerza otros principios como la laicidad
y la gratuidad.

A esto se le conoce como la primera reforma universitaria, directamente relacionada con la llamada
Reforma de Córdoba, la cual, a través del Manifiesto Liminar del 21 de junio 1918, introduce
profundas reformas de la nueva universidad latinoamericana, que rompieron con la atadura tenaz
del conocimiento al poder religioso y civil.

Posteriormente, los procesos de modernización liberal de la sociedad producen importantes efectos


en la configuración del sistema de educación superior:

La segunda reforma suele ser concebida, por el mainstream, como “la mercantilización y
diferenciación de la educación superior” (Rama, 2006: 11). Se señala que, a las crecientes
demandas por ampliar la cobertura universitaria se sumaron problemas estructurales
económicos, crisis fiscales y quiebres en los órdenes constitucionales (dictaduras), que
pusieron límites a los presupuestos de las universidades públicas. De esta forma, se dio el
“golpe final” a la expansión del financiamiento público, para darle tratamiento a las
demandas de cobertura (Rama, 2006: 12). La solución fue la creación de universidades
públicas con menores costos y con el consiguiente deterioro de la calidad. También se
crearon barreras educativas para impedir el acceso automático de los bachilleres y el
panorama se completó con la habilitación para aumentar, sin regulación ni discrimen, la
oferta de instituciones privadas. La consecuencia fue la creación de un sistema dual: “una
educación pública cada vez más elitizada socialmente […] basada en cupos y exámenes de
conocimientos asociados a las limitaciones del financiamiento público, y por el otro un
sector privado pagante y con restricciones de acceso a consecuencia de los costos de las
matrículas, dada la desigual distribución de la renta en la región” (Rama, 2006: 12, cit. por
Ramírez, 2013, 9-10)

Para poder visualizar más a profundidad esta determinación social del campo educativo
universitario, es preciso remontarnos a lo que fue el periodo anterior. Como evidencia de cómo la
universidad ecuatoriana ha estado históricamente en tensión con las directrices políticas de los
gobiernos de turno, y por ende, en lucha permanente por su autonomía. Para citar un caso suscitado
en el siglo XIX,

en 1869 el expresidente García Moreno consideró que la Universidad Central del Ecuador
(UCE) no formaba profesionales deseables, pues aportaban muy poco al desarrollo Nacional.
Por este motivo, y después de un intenso debate, decidió declarar disuelta la UCE para crear
–a partir de este hecho histórico– las Escuelas Politécnicas, una nueva figura universitaria
con la función de proveer a la nación de técnicos profesionales más especializados en áreas
fundamentales para el progreso del país. Para cumplir con esta misión, las Escuelas
Politécnicas necesitaban una base académica actualizada, sólida y vinculada a avances
tecnológicos de nivel mundial. Para contar con la plataforma requerida, García Moreno
acudió al Papa Pío IX y le solicitó el envío de expertos jesuitas que ejercerían las cátedras en
las nuevas IES (Ganga y Maluk, 2015:23 )

Como ya se mencionó, ya en el siglo XX, el desarrollo y crecimiento de la universidad pública se vio


directamente afectada por las condiciones de la economía nacional. Así pues

El boom petrolero de 1973 fue aprovechado para impulsar la matrícula en las entidades
públicas de las primeras urbes del país, como Quito, Guayaquil y Cuenca, desde inicios de los
setenta hasta finales de los ochenta (Carvajal, 1990) y de esa manera lograr sobrevivir en un
medio neoliberal y competitivo. Hubo que aprender a sobrellevar la situación financiera y
convivir con las herramientas del mercado: se amplió la oferta académica por medio de un
desproporcionado incremento de las carreras y se adoptaron y promovieron estrategias de
captación de alumnos y disminución de costos (Pacheco, 2008, cit. por Ganga y Maluk, 2015:
24)

Mejorar cualitativamente la educación universitaria en el Ecuador fue una tarea infructuosa


achacable tanto a la incapacidad política y a las políticas neoliberales de los sucesivos
gobiernos como a la extrema corporativización de los organismos reguladores del sistema
universitario, producto a su vez de una autonomía distorsionadamente entendida, que degradó
en profundidad la educación superior ecuatoriana.

Desde esa época hasta entrado el siglo XXI, hubo un notable crecimiento en el tamaño de las
universidades públicas, así como la emergencia de universidades privadas, acorde la presencia del
modelo de “economía de mercado” en el Ecuador, con el aparecimiento del consiguiente modelo de
“mercantilización de la educación superior” en el país:

la educación superior creció un 18.7% anual entre los años 1974 y 1978, y un 5% anual en los
años 90, durante los cuales las mujeres y los pueblos indígenas tuvieron una creciente
participación (…) El crecimiento de la demanda fue compensado parcialmente por el
crecimiento del sector privado. En los 70 había tan solo un par de universidades privadas.
Entre 1998 y 2002 el Congreso Nacional estableció la creación de 12 universidades. (OEI,
2013, cit. por Ganga y Maluk, 2015:24)

Hasta el 2013, existían en el país 41 universidades privadas, de las cuales 9 eran cofinanciadas por el
Estado y 32 auto-financiadas. A ese año, las universidades públicas eran 29 del total de 70
existentes, lo que ya reflejaba el crecimiento de la educación superior de carácter privado, en
consonancia con el modelo mercantil de la universidad.

Si bien la nueva Carta Política (2008) y los consecuentes cambios legales, institucionales y en las
políticas públicas y papel del Estado derivados de ésta, redefinieron las coordenadas de la
transformación de la educación superior, hasta esos años el sistema de educación superior
ecuatoriano en una situación de grave y profunda crisis estructural, que se remontaba a la década de
1980.
Las instituciones encargadas de su gestión, regulación y administración habían instrumentalizado a la
universidad ecuatoriana para asimilarla a las necesidades del poder político y, mediante este, a la
mercantilización de la educación superior. El gobierno de la Revolución Ciudadana enfrenta esta
crisis estructural aprobando en 2010 la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES)

la llamada segunda reforma universitaria (Rama, 2006: 46-77) la educación superior conoció
un sistema “auto-regulado” por las propias autoridades de las universidades y escuelas
politécnicas (UEP), lo que hizo del gobierno universitario un tema de equilibrio y negociación
de micro-poderes que llevó al sistema hacia el inmovilismo y la conservación del statu quo.
Esta “auto-regulación”, mimetizada con la terminología de la autonomía, devino en
autarquía que priorizó la resolución de los problemas inmediatos de las instituciones de
educación superior (IES) e impidió que el CONUEP y el CONESUP, respectivamente, generen
y lideren políticas públicas a pesar de la existencia de dos leyes de educación superior (1982
y 2000, respectivamente). El organismo de acreditación creado con la LOES del 2000 (el
CONEA), si bien menos sensible a la injerencia directa de las autoridades universitarias, no
pudo escapar a la lógica autárquica del conjunto del sistema (Santos,272 en Ramirez )

El problema de fondo parecía ser la ausencia de una política pública que coordine y direccione el
sistema, lo que fue enfrentado por el gobierno de la revolución ciudadana. Sin embargo, las
reformas legales e institucionales impulsadas durante buena parte de la gestión del gobierno de
Rafael Correa (2010-2017) han sido objeto de dos evaluaciones diametralmente opuestas. Por un
lado, las que surgen desde la propia orilla del oficialismo, y por otro, desde sectores críticos.

En el primer caso, se identifican una serie de logros ligados a la calidad y cobertura de la educación
superior, así como a la vinculación de ésta con los procesos de desarrollo redistributivo del país:

la tercera ola de transformación de la educación superior se caracteriza por haber


desmercantilizado la oferta, tanto en términos de cantidad como calidad. A su vez, se
identifica con la creación de universidades públicas descentralizadas territorialmente,
buscando el fortalecimiento de polos de desarrollo local en el marco de una estrategia
nacional (…) Por otra parte, la creación de la nueva oferta universitaria e infraestructura
científica busca empujar cualitativamente un sistema que desarrolle tecnología, investigue
para generar conocimiento en función de nuestras necesidades y potencialidades, y con esto
genere innovación social. Dentro del mismo espectro, esta tercera ola de transformaciones
busca fomentar la formación en artes y humanidades y poner el énfasis en la formación de
formadores/educadores (…) Finalmente, una particularidad de este proceso de reforma que
está en curso es la formación de especialistas de cuarto nivel (de maestrías y doctorado) que
cursan sus estudios en el exterior. La recuperación de lo público no solo pasa por romper de
raíz con procesos privatizadores y mercantilizantes de la educación superior, sino por la
recuperación de lo común de interés público que empuje la construcción de una democracia
humana sostenible (Ramírez, 2016:42)

Para los críticos y detractores de la política de educación superior desplegada por la revolución
ciudadana, ésta se caracterizaría, por el contrario, por varias falencias. Por un lado, por lo que
denominan la adopción de un “paquete completo de las tecnologías neoliberales” en cuanto a
rankings, revistas indexadas, número de patentes, creación de una “universidad politécnica propia”
en desmedro de las otras politécnicas de prestigio (en referencia a Yachay), así como la aplicación de
pruebas de ingreso basadas en exámenes estandarizados de lenguaje y matemáticas (Ospina, en
Cabrera, 2017:14).
Por otra parte, también existen cuestionamientos hacia lo que se identifica como una imposición
estatal de corte verticalista de “escalas y protocolos, sin participación de las universidades y sin una
referencia informada de la realidad nacional (…) esquemas de control político vestidos de evaluación
(que han provocado)una supuesta excelencia y someter el acceso a la educación a las reglas de una
meritocracia individualista (…) para la apropiación política, antidemocrática, del diseño académico
(Brehil, en Cabrera, 2017:25)

Entre 2017 y 2021 el gobierno de Lenin Moreno, a tono con su políticas regresivas y de
estancamiento de los procesos de cambio a todo nivel, prácticamente cayó en la inercia en la
aplicación de las normativas, estancando el proceso de mejoramiento de la calidad de la educación
superior y aún afectándolo, con la serie de recortes que hizo al presupuesto de la universidad
pública, profundizado en la coyuntura de la pandemia. Ahora, con el gobierno de Lasso, las
reformas a la LOES pretenden volver al modelo mercantilista de la universidad no solamente
mediante el aumento de severos recortes en las asignaciones presupuestarias a universidades
públicas y cofinanciadas, sino también abriendo el camino hacia la des-regulación del sistema de
educación superior y de su desvinculamiento con los procesos de desarrollo del país.

Bibliografía

Cabrera Santiago et. al. (Eds.) “Las reformas universitarias en el Ecuador (2009-
2016).Extravíos, ilusiones y realidades”, UASB, 2017

Ganga, Francisco y Silvia Maluk, “Análisis descriptivo del gobierno universitario ecuatoriano:
una mirada desde los cambios legislativos”, REDIE. Revista Electrónica de Investigación Educativa,
vol. 19, núm. 2, abril-junio, 2017, pp. 22-37 Universidad Autónoma de Baja California Ensenada,
México.

Minteguiaga, Analía y Carlos Prieto del Campo, “El papel estratégico del personal académico
en la transformación de la educación superior en Ecuador. Los actores del cambio en la reinvención
de la universidad ecuatoriana”.
https://docplayer.es/210739632-Analia-minteguiaga-y-carlos-prieto-del-campo.html

Ramírez, René. “Tercera ola de transformación de la Educación Superior en Ecuador. Hacia la


constitucionalización de la sociedad del buen vivir”, Secretaría Nacional de Educación Superior,
Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT), 2013,
https://www.ecotec.edu.ec/material/material_2015F1_CSC244_110_51821.pdf

Ramírez, René . “Universidad urgente para una sociedad emancipada”. SENESCYT-IESALC,


2016.

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