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Es así como se establecen términos como el capital humano que cosifica a las personas
y pretende generar índices e indicadores de precios a la fuerza laboral conforme al
adoctrinamiento de esta, como también comprende una violencia simbólica directa e
interiorizada en la sociedad y es el pensamiento de que las personas con mayores
logros académicos -cada vez más técnicos y menos reflexivos- pueden acceder a una
mejor posición económica en la sociedad, lo cual ocasiona un ideal de logro individual
y de competencia inscrita a la acumulación de técnicas relevantes para el sistema
socioeconómico imperante y muchas de las veces en contradicción con las
necesidades de la sociedad en conjunto.
“La teoría del capital humano permite hacer unas profundizaciones fundamentales que
no existían en versiones anteriores de la teoría neoclásica. Primero, vuelve a la
tradición ricardiana y marxista y la amplía al considerar el trabajo como un medio de
producción producido, cuyas características dependen de la configuración total de las
fuerzas económicas. Segundo, rechaza el supuesto simplista del trabajo homogéneo y
centra su atención en la diferenciación de la población activa. Tercero, introduce en el
terreno del análisis económico instituciones sociales básicas (como la escuela y la
familia), relegadas antes a las esferas culturales o superestructurales” (Bowles &
Herbert, 2014)
Este proceso de mercantilización consolida, por un lado, la susceptibilidad de generar
acumulación de capital en el mercado de la educación superior y, por otro lado, el
adoctrinamiento y servilismo de las sociedades por medio del control de instituciones
que son llamadas a la normalización y encajonamiento de las personas a un sistema
socioeconómico predeterminado donde no se discuta el sistema en sí, sino a lo
máximo las consecuencias de este. Todo esto permitido y consolidado por la
intensificación de la parcialidad y particularidad de cada ciencia, donde se observa el
árbol cada vez más detalladamente sin entender el papel de este en el conjunto del
bosque.
Este sistema de subsidios a la demanda por medio de los programas Ser Pilo
Paga y ahora con el programa Generación E, no solo es injusto con el pueblo
colombiano al transferir las cargas de la educación superior a las familias y al
trasladar dineros públicos hacia los entes privados de educación superior, sino
que es ineficiente en términos económicos y ha generado un hueco fiscal de
alrededor de 2 billones de pesos para el año 2018, acusando un posible
detrimento patrimonial por medio de la emisión de este tipo de programas que
manifiestan inconfundiblemente el compromiso del estado por la privatización
del sistema y no por la dignidad del pueblo colombiano.
RESUMEN