Está en la página 1de 3

Roma, 3 de Junio

Querido hermano «nombre»:

Yo, Pablo, soy apóstol de Jesucristo, enviado por la voluntad de Dios, de acuerdo con
la promesa de la vida que hay en la unión con Cristo Jesús. Te escribo esta carta, mi querido
hijo «nombre», deseando que tengas todas las bendiciones, la misericordia y la paz de Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo.

Al recordarte siempre en mis oraciones, día y noche, doy gracias a Dios, a quien
sirvo con una conciencia limpia como lo hicieron también mis antepasados. Me acuerdo siempre
de tus lágrimas en nuestra despedida y quisiera verte para llenarme de alegría. Pues me
acuerdo de la fe sincera que tienes. Tu abuela y tu madre tuvieron esa fe primero, y estoy
seguro de que tú también la tienes.

Por todo esto te recomiendo que avives el fuego de las capacidades que Dios te dio
cuando puse mis manos sobre ti. Pues Dios no nos ha dado un espíritu de miedo, sino un
espíritu de poder, de amor y de buen juicio. No tengas vergüenza, pues, de dar testimonio a
favor de nuestro Señor, ni tengas vergüenza de mí, que estoy preso por causa de él. Más bien,
acepta tu parte en los sufrimientos que vienen por causa del mensaje de salvación, conforme a
las fuerzas que Dios da. Dios nos salvó y nos llamó a llevar una vida consagrada a él, no por
nada bueno que hayamos hecho, sino porque así fue su propósito, y por el amor que nos ha
tenido por estar unidos a Cristo Jesús. Dios nos amó desde antes que el mundo comenzara, pero
ha demostrado este amor ahora con la venida de nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó el
poder de la muerte y, por medio del mensaje de salvación, sacó a la luz la vida que no puede
ser destruida.

Dios me nombró para anunciar este mensaje, y me envió como apóstol para enseñar a los
que no son judíos. Precisamente por eso sufro todas estas cosas. Pero no me da vergüenza,
porque yo sé en quién he puesto mi confianza, y estoy seguro de que él tiene poder para
guardar hasta aquel día lo que me ha encomendado.

Sigue el modelo de la enseñanza sana que te he dado, y vive en la fe y el amor que


tenemos por estar unidos a Cristo Jesús. Con la ayuda del Espíritu Santo que vive en
nosotros, cuida lo que Dios te ha confiado.

Como ya sabes, todos los de la provincia de Asia me abandonaron. Que el Señor tenga
misericordia de la familia de Javier, porque él muchas veces me trajo alivio, y no se
avergonzó de que yo estuviera preso. Al contrario, cuando estuvo en Roma no dejó de buscarme,
hasta que me encontró. Que el Señor le permita encontrar su misericordia al final de su vida
terrenal. Tú ya sabes muy bien cuánto nos ayudó en Efeso.

Y tú «nombre», hijo mío, recibe fuerzas de la bendición que tenemos por estar unidos
a Cristo Jesús. Lo que me has oído decir delante de muchos testigos, encárgalo a hombres y
mujeres de confianza que sean capaces de enseñarlo a otros.

Tú, pues, soporta los sufrimientos como un buen soldado en Jesucristo. Ningún soldado
en servicio activo se enreda en los asuntos de la vida civil, porque tiene que estar
completamente a las órdenes de su comandante. De la misma manera, el que toma parte en el
deporte no puede recibir ningún premio si no lucha de acuerdo con las reglas. El que trabaja
en el campo tiene derecho a ser el primero en recibir su parte de la cosecha. Piensa en lo
que digo, y el Señor te lo hará comprender todo.

Acuérdate de Jesucristo que resucitó de la muerte y que fue descendiente del rey
David. Este es el mensaje de salvación que yo predico. Por causa de este mensaje soporto
sufrimientos, hasta el de estar encadenado como un criminal; pero el mensaje de Dios no está
encadenado. Por eso soporto todo en bien de los que Dios ha escogido, para que ellos también
lleguen a tener la salvación gloriosa y eterna que viene de nuestra unión con Cristo Jesús.

Esto es muy cierto:


- Si hemos muerto con él, también viviremos con él; si sufrimos con él, tendremos
parte en su reino.
- Si le negamos, él nos negará también.
- Si no somos fieles, él sigue siendo fiel, porque Dios no puede negarse a sí mismo.

Recuérdales a todos esto, y encárgales delante del Señor que dejen de discutir por
cuestión de palabras. Estas discusiones no sirven para nada, lo que hacen es perjudicar a los
que oyen. Haz todo lo posible por presentarte delante de Dios como un trabajador aprobado,
que no tiene por qué avergonzarse, que usa debidamente el mensaje de la verdad. Evita
palabrerías mundanas y vacías, porque los que hablan así se hunden cada vez más en la maldad,
y sus enseñanzas se extenderán como el cáncer. Esto es lo que sucede con tantos que se han
desviado de la verdad diciendo que la resurrección ya pasó, y andan trastornando así la fe de
algunos. Pero Dios ha puesto una base que queda firme, la cual tiene una señal que dice: "El
Señor conoce a los que son suyos"; y: "Todos los que llevan el nombre de Cristo tienen que
apartarse de la maldad".
En una casa grande, no solamente hay objetos de oro y plata, sino también de madera y
barro; unos son para uso especial, y otros para uso común. Para ser de uso especial,
consagrado y útil al Señor, uno tiene que mantenerse limpio de todo lo malo; entonces será
útil para cualquier cosa buena.

Huye, pues, de las pasiones de la juventud y sigue una vida de rectitud, de fe, de
amor y de paz, junto con todos los que de corazón limpio invocan al Señor. No hagas acaso de
discusiones sin ton ni son; ya sabes que producen pleitos y peleas. Y un siervo del Señor no
debe andar en pleitos; al contrario, debe ser bueno con todos. Debe ser bueno para enseñar;
debe tener paciencia y corregir con corazón humilde a los rebeldes, esperando que Dios les
haga cambiar de actitud y conocer la verdad, para que se despierten y escapen de la trampa en
que el diablo los tiene presos para hacer de ellos lo que él quiere.

También debes saber que en los últimos tiempos vendrán días difíciles. Las gentes
serán egoístas, amantes del dinero, orgullosas y vanidosas. Hablarán en contra de Dios, no
obedecerán a sus padres, serán malagradecidos y sin respeto a la religión. No tendrán cariño
ni compasión, serán chismosos, no podrán dominar sus pasiones, serán crueles y enemigos de
todo lo bueno. Serán traidores, atrevidos, llenos de vanidad, que buscarán sus propios
placeres en vez de buscar a Dios. Seguirán muy bien las apariencias de la religión, pero
negarán el verdadero poder de ella.

No tengas nada que ver con esa clase de gente. Porque entre éstos hay los que se
meten en las casas y engañan a mujeres y hombres débiles, y cargados de pecado. Estos
arrastrados por toda clase de deseos, siempre están aprendiendo pero no pueden llegar a
comprender la verdad. Y así como los brujos Janes y Jambres se opusieron a Moisés, también
esa gente se opone a la verdad. Son hombres de mente pervertida, reprobados en lo que tiene
que ver con la fe. Pero no van a avanzar mucho, porque todo el mundo se dará cuenta de que
son unos tontos, así como les pasó a aquellos dos que se opusieron a Moisés.

Pero tú has seguido bien mis enseñanzas, mi manera de vivir, mi propósito, mi fe, mi
paciencia, mi amor y lo que he soportado al ser perseguido y al tener que sufrir. Sabes todo
lo que me pasó en las ciudades de Antioquía, Iconio y Listra, y las persecuciones que sufrí;
pero el Señor me libró de todo eso. Pues es cierto que todos los que quieren vivir
consagrados a Cristo Jesús, van a sufrir persecución; pero los malos y los engañadores irán
de mal en peor, engañando y siendo engañados.

Pero tú sigue firme en lo que has aprendido, de lo cual está convencido. Tú sabes
quien te lo enseñó, pues desde niño conoces las Sagradas Escrituras, que pueden instruirte y
llevarte a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús. Toda la Sagrada Escritura está
inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de
rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y bien preparado para hacer toda clase
de bien.

Delante de Dios y del Señor Jesucristo, que vendrá como rey a juzgar a los vivos y a
los muertos, te encargo mucho que prediques el mensaje; que insistas cuando hay oportunidad y
aun cuando no la hay. Convence, reprende y aconseja, con toda paciencia y enseñanza. Porque
va a llegar el tiempo en que la gente no soportará la enseñanza sana; más bien, según sus
propios caprichos, van a buscarse un montón de maestros que les enseñen sólo lo que ellos
quieren oír. Darán la espalda a la verdad, y harán caso a toda clase de cuentos. Pero tú
conserva siempre el buen juicio, soporta sufrimientos, dedícate a predicar el mensaje de
salvación, cumple bien con tu trabajo.

Yo ya estoy siendo ofrecido en sacrificio; ya se acerca la hora de mi muerte. He


peleado en la principal batalla, he corrido hasta llegar a la meta, he mantenido la fe. Ahora
me espera el premio de una vida de rectitud, que me dará el Señor, que es el juez justo. Y no
me lo dará solamente a mí, sino también a todos los que hayan deseado con amor su venida.

Haz lo posible por venir pronto a verme, pues todos me han abandonado. Solamente
Lucas está conmigo. Busca a Marcos y tráelo contigo, porque me puede ayudar en el trabajo.
Cuando vengas, tráeme la capa que dejé en Madrid en tu casa; también los libros y
especialmente mis papeles.

Alejandro el herrero me ha hecho mucho mal; el Señor le pagará según lo que ha hecho.
Tú cuídate de él, porque se ha puesto muy en contra de nuestro mensaje.

Cuando hice mi primera defensa ante las autoridades, nadie me ayudó; todos me
abandonaron. Espero que Dios no les tome en cuenta eso. Pero el Señor me ayudó y me dio
fuerzas, de modo que pude llevar a cabo la predicación del mensaje de salvación, y hacer que
lo oyera todo el mundo no judío. Así el Señor me libró de la boca del león; y me librará de
todo mal y me guardará para su reino en el cielo. !Gloria a él para siempre! Amén.

Saludos a todos los hermanos que se encuentran contigo. Procura venir antes del
verano a verme. Te mandan saludos las familias de creyentes que están aquí conmigo.
Que el Señor Jesucristo, esté contigo, y que Dios les bendiga a todos ustedes. Amén.

PABLO DE EFESO

También podría gustarte