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UNIVERSITAT POLITÈCNICA DE VALÈNCIA

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID

MÁSTER EN HUMANIDADES ECOLÓGICAS, SUSTENTABILIDAD Y


TRANSICIÓN ECOSOCIAL

IVÁN ILLICH: PRECURSOR DEL


DECRECIMIENTO Y CRÍTICO DE LA
SOCIEDAD INDUSTRIAL

Pablo Alonso López


Dirigido por: Adrián Almazán Gómez
Madrid, 15 de octubre de 2021
Curso 2020-21
“«Que se vaya al infierno el futuro. Es un ídolo que devora a los hombres. Las
instituciones tienen futuro… pero la gente no tiene futuro. La gente solo tiene
esperanza»”1
Iván Illich.

“Si queremos, pues, hablar sobre el mundo futuro, diseñar los contornos teóricos de
una sociedad por venir que no sea hiperindustrial, debemos reconocer la existencia de
escalas y límites naturales. El equilibrio de la vida se expande en varias dimensiones
y, frágil y complejo, no transgrede ciertas barreras. Hay umbrales que no deben
rebasarse.” 2
Iván Illich

1
Entrevista inédita, cit. en David Cayley, Últimas conversaciones con Iván Illich. El Pez Volador, 2019,
p. 24.
2
Iván Illich, La convivencialidad, Virus, Madrid, 2021, p. 52.

2
Índice

1. Introducción. Perspectivas de colapso socio-ecológico y justificación de la necesidad

del decrecimiento.

2. La propuesta política del decrecimiento como recuperación de la autonomía frente a

la sociedad industrial.

3. Breve biografía intelectual de Iván Illich.

3.1. Los panfletos contra la sociedad industrial.

3.2. Obras genealógicas e historia cultural de la escasez.

4. Contraproductividad o retroprogreso, umbrales y límites al desarrollo.

5. La sociedad industrial como erosión de los comunes.

6. La alternativa: hacia una sociedad convivencial.

Conclusiones.

Bibliografía.

3
1. Introducción. Perspectivas de colapso socio-ecológico y justificación de la
necesidad del decrecimiento.

A comienzos de esta tercera década del siglo XXI, nuestras sociedades industriales
hiperdesarrolladas van directas al abismo del colapso socio-ecológico si nada consigue
ponerlo todo patas arriba en tiempo récord:

A lo sumo tenemos un lustro para asentar un debate amplio y transversal sobre los límites
del crecimiento, y para construir democráticamente alternativas ecológicas y energéticas que
sean a la vez rigurosas y viables. […] Una civilización se acaba y hemos de construir otra
nueva. Las consecuencias de no hacer nada —o hacer demasiado poco— nos llevan
directamente al colapso social, económico y ecológico. Pero si empezamos hoy, todavía
podemos ser las y los protagonistas de una sociedad solidaria, democrática y en paz con el
planeta3.

Pues bien, ha pasado exactamente un lustro. Tanto el actual sistema socioeconómico


como las narrativas culturales que lo legitiman se enfrentan a una crisis sin precedentes,
y todo indica que no se trata de una crisis cíclica más de acumulación capitalista, sino de
una crisis sistémica y terminal. El futuro de esta civilización termoindustrial4 se encuentra
gravemente comprometido por, al menos, tres grandes dinámicas sistémicas
interrelacionadas entre sí que, operando en conjunción, ofrecen una buena imagen de las
perspectivas de colapso socio-ecológico: la crisis climática, la crisis energética y de
materiales y la pérdida masiva de biodiversidad o Sexta Gran Extinción.

En 1972, fue publicado el primer informe al Club de Roma (The Limits to Growth5), que
puso sobre la mesa una advertencia ineludible para la humanidad: es imposible un
crecimiento económico infinito en un planeta de recursos finitos. En dicho documento,
elaborado por un grupo interdisciplinar de científicos liderados por Dennis y Donella

3
Jorge Riechmann, “El no actuar aquellos días… Apuntes sobre la crisis ecosocial”, Foro Transiciones,
2016, p. 50.
4
El prefijo “termo–” hace referencia al empleo estructural de energía fósil por parte de la sociedad industrial
que, por efecto insoslayable de las leyes de la termodinámica, se comporta como una megamáquina
disipadora de energía.
5
Luego, esta obra pionera fue revisada, mejorada y actualizada en dos ocasiones: 1992 y 2004. Dennis L.
Meadows (et. al), Más allá de los límites del crecimiento, EL PAIS/Aguilar, Madrid, 1992; Donella H.
Meadows, Jorgen Randers (et. al), Los límites del crecimiento 30 años después, Galaxia Gutenberg/ Círculo
de Lectores, Barcelona, 2006.

4
Meadows, especializados en dinámica de sistemas, se analizaba cómo de continuar las
pautas de crecimiento vigentes en una serie de parámetros básicos (uso de recursos,
emisión de contaminación, demografía, disponibilidad de alimentos…) se produciría,
durante nuestro siglo, una situación de extralimitación ecológica seguida de colapso.
También en esa década clave para la comprensión de nuestra ecodependencia como
sociedades humanas vio la luz La ley de la entropía y el proceso económico 6 (1971), obra
cumbre del economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen. Este libro clave abrió la
posibilidad de contemplar la actividad económica desde una perspectiva termodinámica,
en tanto que el uso de recursos materiales y energéticos inherente a cualquier
metabolismo socioeconómico no es ajeno a los principios biofísicos que rigen los
procesos de la Tierra. Con ello, se inauguró una nueva perspectiva, denominada
bioecononía —que más tarde se desarrollaría como economía ecológica— que trajo
consigo una posibilidad perdida de haber revitalizado la teoría económica neoclásica y
que la colocó en lugar que le corresponde, como un subsistema en el interior de los
sistemas vivos: la biosfera. Así, un sistema económico que se basa en el crecimiento
perpetuo y cuyo modelo industrial, lejos de integrarse en los ciclos naturales, por
definición renovables y sustentables, funciona como un acelerador termodinámico de la
entropía planetaria, está condenado, tarde o temprano, a ver su propio fin.

Hoy, medio siglo después de esa década de ilustración ecológica, comenzamos a vivir las
consecuencias de no haber tomado decisiones colectivas de calado para redirigir ese
rumbo previsto, una inacción que no ha hecho sino agravar la situación, pues ahora nos
encontramos con mucho menor margen temporal y de recursos —materiales y
energéticos— para poner en marcha una transición ecosocial justa, libre e igualitaria de
nuestras sociedades industriales, como hubiera sido deseable para evitar las peores
consecuencias de las ya inevitables discontinuidades a las que nos enfrentamos. Los
informes del IPCC hablan de una crisis climática cuyos efectos podrían durar décadas e
incluso siglos y que solo estamos a tiempo de mitigar si frenamos en seco las emisiones
de aquí a unos pocos lustros 7.

6
Nicholas Georgescu-Roegen, La ley de la entropía y el proceso económico, Fundación César Manrique,
1996. Disponible en versión digitalizada: http://fcmanrique.org/fcm-publicacion/la-ley-de-la-entropia-y-el-
proceso-economico-2/?cpg=3&lang=es
7
IPCC, Global Warming of 1.5 °C, IPCC 2018. Puede consultarse en https://www.ipcc.ch/sr15/. Resumen
en https://www.ipcc.ch/sr15/chapter/spm/

5
Por otro lado, nuestras sociedades industriales funcionan con alrededor de un 85% de
energía proveniente de fuentes no renovables (hidrocarburos fósiles y uranio).
Prácticamente toda la actividad socioeconómica y el estilo de vida que caracterizan la
“normalidad” de nuestra civilización, desde los sistemas agrarios 8 hasta el sistema
eléctrico, se sostienen mediante el uso masivo de energía fósil. La Agencia Internacional
de la Energía, así como gran cantidad de investigadores9 han afirmado con una base
empírica que el cénit de extracción del petróleo (peak oil) o bien se ha dado ya o es
inminente,10 lo que nos sitúa en sendas de descenso energético. De esta manera, el
agotamiento progresivo del conjunto de fuentes de energía de origen fósil —el pico de
producción del petróleo, gas natural y carbón— comienza a hacer sentir sus efectos en
las economías termoindustriales con el encarecimiento de materias primas y la energía
que se traducen en una inflación generalizada, los primeros cierres de fábricas 11 y rupturas
en las cadenas globales de suministros que ponen en jaque la oferta de productos finales
a disposición de los consumidores 12.

Pero también nos encontramos con problemas si pretendemos confiar en la narrativa que
nos ofrece una aparentemente amable y sencilla estrategia de reconversión de la matriz
energética a fuentes renovables, cuyos requisitos energéticos y de materiales,
especialmente de minerales y tierras raras 13, requieren del despliegue de estrategias
neocoloniales en las periferias —y crecientemente también, por fuerza, dentro de los
centros— del sistema-mundo. Basta con atender a las formas en las que el sistema

8
Helios Escalante, “La agricultura mundial, en la cuerda floja de los fertilizantes químicos”, El Salto, 2 de
febrero de 2020. Recuperado de: https://www.elsaltodiario.com/agricultura/agricultura-mundial-cuerda-
floja-fertilizantes-quimicos
9 Antonio Turiel, científico del CSIC y divulgador de referencia del pico del petróleo (The Oil Crash) en
castellano, estima que el pico del petróleo convencional (barato, eficiente y fácil de extraer) ocurrió en el
año 2015 y el pico global (incluyendo los derivados del petróleo no convencional) podría haberse superado
en 2018: “El fracaso político”, 4 de mayo de 2016; http://crashoil.blogspot.com.es/2016/05/el-fracaso-
politico.html. Un importante libro que resume estas cuestiones para un público no especializado, también
de Turiel es Petrocalipsis. Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar, Alfabeto, 2020.
10
En lo que se refiere al cenit del crudo de mejor calidad (petróleo convencional), la AIE lo sitúa a
regañadientes hacia 2006. IEA, World Energy Outlook 2010.
http://www.worldenergyoutlook.org/media/weo2010.pdf
11
“La crisis energética obliga a parar las primeras fábricas en Europa y puede que no sean las últimas”, El
Economista, 16 de septiembre de 2021. Recuperado de: https://www.eleconomista.es/empresas-
finanzas/noticias/11394283/09/21/La-escalada-de-precios-energeticos-obliga-a-parar-las-primeras-
fabricas-en-Europa-y-puede-que-no-sean-las-ultimas-.html
12
“Julien Bouissou, “Epices, laine, jouets, smartphones... les pénuries sont parties pour durer”, Le Monde,
6 de octubre de 2021. Recuperado de: https://www.lemonde.fr/economie/article/2021/10/06/trafic-
maritime-surcharge-dereglement-climatique-flambees-epidemiques-les-penuries-sont-bien-parties-pour-
durer_6097332_3234.html
13
Valero, A; Valero, A. (ed. Almazán, A). Thanatia. Los límites minerales del planeta, Icaria, 2021.

6
socioeconómico dominante, en alianza con el poder político de los estados, está
planteando la “solución” a la mencionada crisis energética para extraer dos conclusiones
básicas. En primer lugar, que no hay ninguna intención de abandonar la meta utópica del
crecimiento ilimitado, también en el uso de energía, como condición sine qua non, según
los marcos culturales dominantes, para la prosperidad y el bienestar social, lo cual
demuestra la limitación política en la que movemos y las enormes dificultades que esto
supone para hacer frente a situaciones de descenso energético. La estrategia consiste en
sustituir la eficacia y el nivel de energía disponible que ofrecen los combustibles fósiles
por fuentes de energía renovables. Pero, además de graves los problemas técnicos que se
han señalado para llevar a cabo dicha transición 14, los ya mencionados requerimientos
minerales para su puesta en marcha, suponen la ocupación explícita, violenta y no
democrática de territorios —normalmente en los espacios rurales y territorios
indígenas— para la instalación de infraestructuras, así como la puesta en marcha de
proyectos de neocolonialismo extractivista y energético 15 con los que se pretende
convertir a los países y regiones del sur global en productores de energía “limpia” y barata
para satisfacer las ingentes cantidades de energía demandadas por economías de las
sociedades opulentas y las urbes del norte global.

Una comprensión cabal de nuestra situación civilizatoria, echando mano de las valiosas
herramientas teórico-científicas desarrolladas hasta ahora, sabría ver que estas tres crisis
(climática, energética y de biodiversidad) no son sino la expresión ecológica de las
dinámicas de acumulación y crecimiento ilimitado del sistema socioeconómico
dominante: el capitalismo fosilista16 globalizado. Para poder seguir adelante, este sistema
necesita de la reproducción ampliada del capital, una trampa sistémica que comporta la
estructura de cualquier adicción: es preciso abandonarla a toda costa, pero hacerlo supone
un shock a corto plazo con múltiples efectos traumáticos para una civilización que es
absolutamente dependiente de ella para el funcionamiento de sus necesidades más básicas

14
De Castro, C; Capellán-Pérez, I. “Standard, Point of Use, and Extended Energy Return on Energy
Invested (EROI) from Comprehensive Material Requirements of Present Global Wind, Solar, and Hydro
Power Technologies”. Energies no13, 2020. https://doi.org/10.3390/en13123036
15
Àngel Ferrero, Jaume Portel, “Alemania, el Congo y el nuevo imperialismo energético europeo”, Público,
26 de septiembre de 2020. Recuperado de: https://www.publico.es/internacional/explotacion-africa-
alemania-congo-nuevo-imperialismo-energetico-europeo.html También, “El cable submarino más largo
del mundo enviará energía limpia desde Marruecos al Reino Unido”, World Energy Trade, 28 de septiembre
de 2021. Recuperado de: https://www.worldenergytrade.com/energias-alternativas/electricidad/el-cable-
submarino-mas-largo-del-mundo-enviara-energia-limpia-desde-marruecos-al-reino-unido
16
Andreas Malm, Capital fósil. El auge del vapor y las raíces del calentamiento global. Capitán Swing,
Madrid, 2020.

7
(alimentación, transporte, sistema de salud, etc.). Sin embargo, seguir enganchados al
crecimiento económico tan solo agrava nuestra situación de crisis ecológica y dificulta
aún más las posibilidades de recuperación en el futuro.

Como se concluye del planteamiento general que acabamos de exponer, la progresiva


reducción de la esfera material de la economía durante los próximos lustros y décadas, es
decir, el conjunto de los recursos que iremos teniendo disponibles para satisfacer nuestros
deseos y necesidades es un hecho consumado sobre el que no tenemos capacidad de
elección. Si, por decirlo de una forma más concreta, nos tomamos en serio los principios
de la termodinámica, la dinámica de la reproducción ampliada del capital y las
implicaciones de los crecimientos exponenciales que rigen todas las variables socio-
económicas y demográficas actuales 17, la contracción de las variables materiales que
nutren el actual sistema socio-económico no se presenta como una estrategia más entre
otras, sino que se trata del factum más determinante al que se van a enfrentar nuestras
sociedades industriales a lo largo del presente Siglo de la Gran Prueba18—término
acuñado por Jorge Riechmann y empleado ampliamente. La manera en la que se organice
políticamente ese aterrizaje forzoso de nuestras sociedades en los límites biofísicos del
planeta será la forma que tome la lucha de clases —o visto de otra forma: las formas de
emancipación humana— en esta nueva etapa poscrecentista que ya se está comenzando a
configurar.

2. La propuesta política del decrecimiento como recuperación de la autonomía


frente a la sociedad industrial.

Ante dichas perspectivas de colapso civilizatorio se han suscitado numerosas posibles


respuestas políticas de transición ecosocial, algunas de ellas radicalmente incompatibles
en términos político-morales y otras, aparentemente opuestas, que pueden llegar a ser
compatibles. Varias estrategias de transición, que a su vez provienen de diversas
tradiciones políticas están actualmente en el tablero de las opciones políticas para dar

17
Un excelente texto para acercarse a esta cuestión de la necesidad de ampliar la estrecha mirada del
pensamiento económico dominante: Jorge Riechmann, “Un poquito de física, un poquito de matemáticas,
un poquito de economía política”, Conferencia de apertura pronunciada en el XII Encuentro de Economía
Alternativa y Solidaria, Córdoba, 30 de abril de 2015.
18
Jorge Riechmann, El Siglo de la Gran Prueba, El Baile del Sol, Tenerife, 2013.

8
respuesta al colapso de la civilización industrial: Green New Deal, decrecimiento,
ecofascismo, liberalismo verde, son algunas de las más sonadas. No obstante, no es el
debate sobre las estrategias—sin duda importante— el que nos interesa abordar aquí pues,
en realidad, el dilema fundamental adopta una envergadura mayor, de carácter más
primario y decisivo, acorde a la magnitud de la encrucijada civilizatoria que afrontamos.

Por resumirlo brevemente, nos encontramos frente a una disyuntiva, como lo ha


enunciado en varias ocasiones Emilio Santiago Muiño: o nos empobrecemos o
matamos19. Esto se traduce, en términos políticos: un ecosocialismo descalzo 20 que
apueste por el decrecimiento libre, justo e igualitario y adopte la lujosa pobreza como
horizonte de vida buena o un ecofascismo 21 que a partir de la afirmación de que no hay
suficientes recursos para todos justifique la defensa del endogrupo y la ley del más fuerte
como los dos criterios que deben definir la supervivencia en un planeta desgastado.
Desafortunadamente, y poniendo a la historia por testigo, tenemos suficientes indicios
para pensar que es altamente probable que las élites políticas y económicas tratarán de
conservar sus privilegios a toda costa22, haciendo uso de los cuerpos represivos estatales
y las instituciones financieras para perpetuar el saqueo y sumisión de las clases
subordinadas de las periferias del sistema-mundo —entre las que se encuentra también el
mundo rural de los países del norte global— en un contexto en el que las desgastadas
fronteras de ampliación del capital forzarán un aumento en la tasa de explotación de las
clases trabajadoras y la implementación de medidas autoritarias para mantener a buen
recaudo las tasas de beneficio del capital.

Siendo estas opciones a todas luces indeseables para cualquier programa político
comprometido con un ideal emancipatorio, las únicas perspectivas posibles de alcanzar
el “reino de la libertad” en estos tiempos de mundo lleno y saturado23 pasan por una fuerte
distribución de la riqueza desde posiciones igualitaristas. De entre las diversas propuestas

19
Emilio Santiago Muiño, “«Será una vez Móstoles 2030»: una prefiguración utópica de la transición
ecosocial”, 15/15/15, 23 de marzo de 2019. Recuperado de: https://www.15-15-
15.org/webzine/2019/03/23/sera-una-vez-mostoles-2030-una-prefiguracion-utopica-de-la-transicion-
ecosocial/
20
Jorge Riechmann (et. Al), Ecosocialismo descalzo. Tentativas, Icaria, Barcelona, 2018.
21
Carl Amery, Auschwitz, ¿Comienza el siglo XXI?: Hitler como precursor, Turner, 2002.
22
Douglas Rushkoff, “La supervivencia de los más ricos y cómo traman abandonar el barco”, CTXT, 1 de
agosto de 2018. Recuperado de: https://ctxt.es/es/20180801/Politica/21062/tecnologia-futuro-ricos-pobres-
economia-Douglas-Rushkoff.htm
23
Ernest García, Ecología e igualdad. Hacia una relectura de la teoría sociológica en un planeta que se
ha quedado pequeño, Tirant Humanidades, Valencia, 2021.

9
políticas que confluyen en la primera de las dos opciones que planteábamos a partir de la
trágica dicotomía planteada por Muiño, hay una tradición más o menos consolidada de
pensamiento, que algunas veces converge en ciertos puntos con el dispositivo teórico del
marxismo y que otras muchas sigue su propio recorrido independiente, pero que ante todo
reivindica la categoría de sociedad industrial y sus lógicas propias como aquellas que
cambian todo el rumbo de la historia anterior. Estas corrientes anti-industriales señalan
que la sociedad industrial, más que un modo de producción es una forma de racionalidad
social, organiza y penetra en todos los ámbitos de la vida. De forma típica en la historia
reciente, la sociedad industrial se ha insertado en nuestras vidas en una estrecha
connivencia con el capitalismo, con el que ha caminado casi de forma paralela, aunque
también se ha dado históricamente bajo sistemas socioeconómicos no capitalistas, como
muestra de forma paradigmática el experimento soviético en el siglo XX. En cualquier
caso, la principal denuncia de la crítica anti-industrial es que este modo de organización
social ha actuado históricamente como acelerador de un proceso progresivo de erosión de
la autonomía haciendo a las comunidades humanas crecientemente dependiente de bienes
y servicios que solo son accesibles a través del estado o los mercados 24.

La reivindicación política de la autonomía guarda actualmente una gran vigencia.


Asistimos a una experiencia vital generalizada, inherente a las relaciones
socioeconómicas que se dan bajo el capitalismo industrial y que no hace sino ponerse más
de manifiesto después de estos últimos meses de pandemia —especialmente en el caso
de los sectores más vulnerables, como la juventud— de una absoluta falta de control sobre
las condiciones materiales de vida. Aunque esto no constituye ninguna novedad, pues
como ha señalado la tradición socialista, esta situación de desposesión y heteronomía se
encuentra en el ADN mismo de las estructuras de dominación capitalistas, de
profundizarse incluso más en esta situación de vulnerabilidad e inestabilidad vital —
escenario más probable de no producirse una fuerte reestructuración de las relaciones
socio-económicas imperantes— al producirse situaciones de incapacidad estructural por
parte del Estado y la mano invisible del mercado para dar repuesta a las necesidades
básicas de la población25 por el progresivo agotamiento de recursos disponibles, cundirá,

24
Aurélien Berlan, La fabrique des derniers hommes, La Decouverte, 2012.
25
No deja de ser paradigmático el caso de las gasolineras en situación de desabastecimiento en el Reino
Unido por la falta de transportistas para distribuir el gasóleo desde las refinerías, momento en el que el
Estado británico ha tenido que poner en suspenso uno de los fundamentos más básicos de la teoría
económica neoliberal: la libre competencia del mercado. “Londres suspende ley de competencia para

10
con gran seguridad, entre sectores aun mayores de la población, una sensación real de
abandono por parte de las instituciones que hasta ahora habían asegurado ciertas
condiciones mínimas de supervivencia, creando el riesgo real de hacer saltar por los aires
los resortes del pacto social de la democracia liberal.

Por ello, si no queremos que los efectos del colapso socio-ecológico al que se enfrentan
nuestras sociedades sirvan únicamente para profundizar en las diversas formas de
dominación contemporáneas, hundir en el desasosiego y justificar políticamente las
condiciones de precariedad —que es austeridad impuesta de forma heterónoma— para
las mayorías sociales que hoy viven instaladas en el cómodo horizonte de las clases
medias 26, tal diagnóstico debe ir acompañado de un proyecto político radical que se fije
como uno de sus objetivos fundamentales una progresiva recuperación de la autonomía
en sus tres dimensiones fundamentales: crítica, política, y material27. Esto es, la capacidad
para discernir de forma racional sobre las causas objetivas de la miseria colectiva y las
significaciones imaginarias —ideología— que las justifican (dimensión crítica),
establecer unos fines ético-políticos propios a través de mecanismos que permiten decidir
sobre ellos de forma radicalmente democrática (dimensión política), así como disponer
de los medios materiales básicos para lograr esos fines sin depender de la volátil
benevolencia de los estados o del interés privado de los mercados capitalistas (autonomía
material).

Como ha señalado Jorge Riechmann en varias ocasiones, el ecologismo se ha


caracterizado tradicionalmente por su reivindicación de tres valores esenciales: la
supervivencia, la biofilia y la autonomía28. Hoy en día, frente a las visiones apocalípticas
de lo que pueden llegar a suponer los peores escenarios políticos del colapso ecosocial

facilitar el suministro de gasolina”, Swiss Info, 26 de septiembre. Recuperado de:


https://www.swissinfo.ch/spa/r-unido-desabastecimietno_londres-suspende-ley-de-competencia-para-
facilitar-el-suministro-de-gasolina/46980778
26
Esta es una hipótesis propuesta por el sociólogo británico Guy Standing en El precariado. Una nueva
clase social, Pasado y Presente, 2013.
27
Adrián Almazán. Técnica y autonomía. Una reflexión filosófica sobre la no neutralidad de la técnica
desde la obra de Cornelius Castoriadis (tesis doctoral), Universidad Autónoma de Madrid, 2018. En esta
tesis doctoral el autor desarrolla profusamente esta triada de la autonomía, dos de cuyas dimensiones (crítica
y política) beben directamente de las reflexiones de Cornelius Castoriadis. Iván Illich sería un autor
imprescindible para pensar la tercera de ellas: la autonomía material.
28
Riechmann, Ecosocialismo descalzo… pp. 111-112.

11
proliferan los discursos centrados en la supervivencia 29 —que pueden tornarse realmente
peligrosos si se combinan con un darwinismo social en alza— que ponen en el centro la
vida como valor último y asumen la urgencia de organizarse políticamente para asegurar
las condiciones mínimas que la hacen posible. Por otro lado, en las últimas décadas, la
ética ecológica ha avanzado interesantes reflexiones acerca de la noción de biofilia como
aquella pulsión de origen psicobiológico que nos liga afectivamente al mundo natural,
nos produce una sensación de trascendencia y bienestar y que debería orientar muchas de
nuestras acciones individuales y colectivas para fundamentar posiciones que superen el
antropocentrismo imperante. Por último, el tercero de estos valores básicos del
ecologismo social vendría a reivindicar la autonomía como proyecto político, lo que
significa afirmar que no basta con mantenerse vivos bajo cualquier circunstancia o
fortalecer los vínculos que nos unen con el mundo natural, dos propósitos sin duda
legítimos pero que, incluso en caso de adoptar una centralidad de la que hoy en día sin
duda carecen, podrían acabar derivando en formas existencia totalmente carentes de
libertad —piénsese, por ejemplo, en algunas propuestas ecoautoritaristas 30
contemporáneas que asumen la existencia de una contradicción práctica entre los valores
de libertad y supervivencia— y, por tanto, de sentido.

Por ello, la propuesta política de la autonomía afirma que sin esa triple combinación de
valores, el ecologismo social se muestra incapaz de responder de forma completa a las
reivindicaciones históricas que le confieren todo su sentido y capaz de proponer vidas
dignas de ser vividas. Precisamente para elaborar esta última idea, la obra de un
“humanista radical” como Iván Illich se muestra tremendamente relevante para pensar
críticas y alternativas a la sociedad industrial desde, al menos, dos puntos de vista. En un
primer sentido, porque Illich forma parte de esa tradición de pensadores que reivindica la
recuperación de autonomía frente a la tiranía de la dependencia del mercado —sobre el
que afirmó que era creador de monopolios radicales31— y de las instituciones del estado.

29
Véase todo el movimiento anglosajón del “survivalism” o los “preppers”, personas que buscan su
salvación individual a través del almacenamiento de recursos y construcción de refugios aislados y
protegidos de los núcleos urbanos para cuando llegue el “momento” del colapso. Aunque, realmente, sería
muy dudoso poder hablar de ecologismo social al referirse a esas corrientes. También hay, sin duda una
postura muy valiosa en afirmar el valor de la vida humana y señalar las condiciones que la hacen
incompatible con el desaforado consumo de recursos y crecimiento exponencial de todas las dinámicas
básicas de nuestra civilización. Sobre esto, el movimiento neomalthusiano tiene mucho que decir. Cfr.
Ernest García, Ecología e igualdad…., 2021.
30
David Shearman y Joseph Wayne Smith, The Climate Change Challenge and the Failure of Democracy,
Praeger, 2007.
31
Illich, La convivencialidad… pp. 120-128.

12
Para Illich, tan solo una sociedad compuesta por individuos libres y austeros, que se
reconocen en una comunidad tejida por lazos recíprocos de solidaridad y de amistad
puede ser sustentable. La articulación concreta de una propuesta como esta se muestra
capaz convertir al viejo lema decrecentista de “vivir mejor con menos” en una experiencia
vital asumible e incluso ilusionante frente a las mencionadas alternativas que pretenden
imponer políticas de austeridad ejecutadas desde instituciones externas al control
democrático que, en el mejor de los casos, adoptan posturas de despotismo ilustrado,
cuando no directamente de saqueo y dominación.

Pero también, en un segundo sentido, Illich es un pensador de una actualidad enorme para
pensar en profundidad los presupuestos antropológicos que cimientan la propuesta del
decrecimiento como alternativa política si tenemos en cuenta que una buena parte de su
obra publicada a partir de los años ochenta responde al proyecto de investigar una historia
cultural de la escasez como consecuencia de los marcos culturales propios de la sociedad
industrial32. Pero no para reivindicarla como condición objetiva a superar mediante el
desarrollo de las fuerzas productivas o para proponer modelos de gestión racional de esa
escasez como dicta el presupuesto básico de toda la teoría económica neoliberal, sino para
denunciar esa escasez como una construcción propia de la Modernidad en última
instancia, precisamente en el momento histórico de mayor abundancia material que, sin
embargo, ha sido dado lugar a situaciones artificiales de escasez mediante el fomento del
individualismo, la envidia y la competencia que provocan la ruptura de las tramas de
apoyo mutuo y solidaridad en las que se asientan las sociedades tradicionales.

Las importantes contracciones metabólicas a las que se enfrentan actualmente nuestras


sociedades industriales por su choque con los límites biofísicos del planeta —y que se
van haciendo cada vez más palpables— plantean con gran apremio la defensa del
decrecimiento como una propuesta integral para la construcción de resiliencia local y
autonomía material. Un proyecto político que permitiría hacer frente de forma simultánea
a las dinámicas de desposesión y absoluta precariedad a las que aboca el actual sistema
socioeconómico, así como amortiguar sus impactos más severos sobre la biosfera al

32
Hans Achterhuis, La critique du modèle industriel comme histoire de la rareté. Une introduction à la
pensée d'Ivan Illich.”, Revue Philosophique de Louvain. Quatrième série, tome 89, n°81, 1991. pp. 47-62.
Recuperado de: https://www.persee.fr/doc/phlou_0035-3841_1991_num_89_81_6670

13
reducir sus requerimientos e impactos materiales. Frente a otras alternativas cercanas de
la familia ecosocialista —entre las que sin duda encontramos muchos puntos de
convergencia y diálogo fértil— la propuesta del decrecimiento sitúa a la autonomía en el
centro de sus reivindicaciones políticas concretas, respondiendo así a la que creemos que
constituye una de las aspiraciones básicas de toda vida humana que merezca la pena ser
vivida.

3. Breve biografía intelectual de Iván Illich.

Iván Illich (1926-2002) es un pensador atípico, ciertamente inclasificable. Cristiano,


anarquista, teólogo, historiador, sacerdote, profesor; ninguna de estas etiquetas consiguen
captar la envergadura y profundidad de sus planteamientos: nos encontramos sin ninguna
duda frente a un verdadero clásico contemporáneo del pensamiento crítico. Algunos de
sus comentadores más cercanos lo han calificado, tratando de resumir sus posiciones
vitales e intelectuales, de “humanista radical”33. Un pensador crítico e incisivo con los
problemas sociales de su tiempo, comprometido ante todo con la libertad del ser humano
como valor supremo. Graduado en lo que hoy puede denominarse Física del Estado
Sólido y experto en cristalografía, estudió después Filosofía y seguidamente Teología,
obteniendo posteriormente un doctorado en Historia, currículo que hace méritos para
hablar de Illich como un hombre espectacularmente dotado para el estudio 34.

Si tratamos de clasificar su pensamiento por afinidad con una corriente teórica


determinada, de nuevo nos encontraríamos en problemas. Desde luego que no se trata de
un autor que se maneje con las herramientas propias del edificio conceptual clásico del
marxismo —si es que lo hubiera en sentido estricto—. Sin embargo, sus reflexiones
tienen como telón de fondo moral indiscutible la búsqueda colectiva de la igualdad en
consonancia con una noción de libertad que no puede ser entendida fuera del proyecto de
autonomía y ligazón comunitaria. Tampoco nos encontramos frente a un clásico de la
ética ecológica, pues sus reflexiones no van dirigidas a realizar una argumentación
filosófica acerca de cómo deberíamos orientar la relación entre el ser humano y el resto

33
Braulio Hornedo, Iván Illich, un humanista radical. Antología, Ediciones La Llave, Barcelona, 2016.
34
Braulio Hornedo., “Vida y obra de Iván Illich. Actualidad de una propuesta radicalmente realista”, en La
convivencialidad, Virus, Barcelona, 2012. Este capítulo y el anterior citado son ambos muy recomendables
como acercamientos bastante completos a su biografía intelectual.

14
del mundo vivo, aunque sus aportaciones puedan ser valiosas para seguir pensando en ese
campo.

Como ocurre con cualquier autor, la relevancia de sus ideas para iluminar un presente
siempre confuso es mucho más importante que la filiación que podamos encontrarles.
Pese a ello, siempre es útil tratar de identificar la procedencia de sus deudas intelectuales
con el objetivo de lograr una comprensión más completa del contexto intelectual del que
se nutre su variado corpus teórico para aquellas personas interesadas en acercarse a
nuestro autor. En ese sentido, el propio Illich reconoce una filiación personal e intelectual
con el filósofo francés Jacques Ellul, indicando hacia él una “deuda incuestionable”, a
quien se dirige así en 1993:

“Profesor Ellul —preferiría mucho antes “maestro Jacques”— Me he emocionado con su


comparación de un maestro con un buey que, tirando del arado, abre un surco. He tratado de
seguirle en un espíritu filial, tomando todos los falsos pasos que ello implica. Espero que
acepte mi cosecha y que pueda reconocer algunas flores entre aquello que podría parecer un
manojo de malas hierbas. Puedo por ello expresar mi gratitud hacia un maestro al que debo
una orientación que ha afectado decisivamente a mi peregrinaje durante 40 años. En este
sentido, mi deuda es incuestionable […]”35

No por casualidad, Illich y Ellul son dos de los grandes críticos de la tecnología del siglo
XX y sus textos —en el caso de nuestro autor lo es en especial La convivencialidad, como
veremos más adelante— constituyen referencias fundamentales para desarrollar un
pensamiento crítico con la tecnología, campo aún muy incipiente dentro de los estudios
filosóficos en el que el pensador austríaco no ha obtenido aún un lugar de reconocimiento
debido, probablemente, entre otros factores, a la poca difusión de su obra en la academia,
la huida deliberada de todo tinte metafísico en su pensamiento, así como sus posiciones
políticas y filosóficas en el margen de la ortodoxia. De hecho, ambos autores —Ellul e
Illich— se encuentran unidos por una afinidad indiscutible y reconocida que encuentra su

35
Illich, I; Ellul, J. “Statements by Jacques Ellul and Ivan Illich”, Technology In Society. Vol. 17. No. 2.
pp. 233, 1995. (Trad. propia). El texto es una transcripción de las intervenciones de ambos ponentes en un
congreso internacional celebrado por la Universidad de Burdeos en noviembre de 1993, con el título de
“Técnica y sociedad en la obra de Jacques Elull”. La intervención de Illich tiene lugar en el acto de clausura
del congreso, un homenaje al autor del que se ocupa la temática del congreso, que asistió de forma
presencial y cuya intervención es una de sus últimas apariciones públicas antes de su muerte en mayo de
1994.

15
nexo en la tradición anarquista, lo que les sitúa en un punto marginal de partida que se
acentúa en el caso de Illich, al haber estado prácticamente toda su vida fuera de los
círculos académicos que sancionan la relevancia de los autores que pasan a formar parte
del canon de referencia.

Como crítico social36, Illich es uno de esos pocos autores en los que podemos encontrar,
aunque sea tan solo delineados, los principios rectores de una propuesta coherente y
relativamente completa de sociedad alternativa a aquella que critica, esto es, la sociedad
industrial. Como veremos más adelante, esos rasgos distintivos que componen la sociedad
convivencial propuesta por Illich se definen bastante bien, en términos generales, como
propios de una sociedad decrecentista. Es así porque la propuesta illichiana reúne buena
parte de las características propias de una propuesta de organización social consciente de
la necesidad del un descenso de la presión que ejerce el actual metabolismo socio-
económico industrial sobre los ecosistemas —si bien no es un autor que provenga del
campo científico de la ecología o las ciencias naturales— al mismo tiempo que propone
un auge del control democrático radical de los procesos, instituciones y requisitos
técnicos que configuran las condiciones de vida de dicho orden social. Por estas y otras
razones, estamos frente a un autor de primer orden y de especial relevancia para nutrir
muchos de los debates que conciernen a la ecología política contemporánea.

Por ello, entre su extensa obra, en este trabajo nos centraremos en desarrollar su faceta
como precursor del decrecimiento y crítico de la sociedad industrial, temática en la que
Illich sostiene posturas muy afines a las del ecosocialismo descalzo 37, o el socialismo
decrecentista38, variantes contemporáneas del ecomarxismo que han renunciado por
motivos ecológicos aunque también político-morales a la quimera del crecimiento
perpetuo como medio hacia la abundancia en igualdad que habría de consolidar la
emancipación del género humano. Sin olvidar el resto de su producción ensayística y la
envergadura, hasta ahora bastante poco conocida, de su obra humanística, es esta faceta
del pensamiento de Illich, la de pensador clave para el ecologismo político

36
Él mismo rehuía de esa etiqueta, cuando habitualmente se colocaban sus obras en la sección de
“Sociología” de las librerías. Lo cuenta David Cayley, op. Cit…
37
Jorge Riechmann (et. Al), Ecosocialismo descalzo…. También en Jorge Riechmann, El socialismo puede
llegar sólo en bicicleta. Ensayos ecosocialistas. Los Libros de la Catarata, 2012.
38
Timothée Parrique, Giorgos Kallis, “Decrecimiento: socialismo sin crecimiento”, Viento Sur, 26 de
febrero de 2021. Recuperado de: https://vientosur.info/decrecimiento-socialismo-sin-crecimiento/

16
contemporáneo la que más nos interesa poner de relevancia en este trabajo. En este
sentido, aunque Illich no es un pensador ecologista y por la temática de sus textos
tampoco encaja demasiado bien en la disciplina de la ecología política en sentido estricto,
sí que es un pionero de la propuesta política del decrecimiento y un prominente crítico de
la sociedad industrial, por lo que cabe situarlo junto a otros grandes autores de esta
tradición como, Henry David Thoreau, Ernst F. Schumacher39, André Gorz, Cornelius
Castoriadis o Bernard Charbonneau40.

Iván Illich es, además de todo esto, un pensador clave para comprender desde un punto
de vista histórico los fundamentos que han ido dando forma a ese conjunto de
instituciones filosófico-históricas que se dan cita en eso que desde la filosofía se ha
denominado Modernidad. En realidad, este sería el tema de investigación y preocupación
predilecto que recorre todo su pensamiento y desde el cual se puede comprender mejor la
totalidad de su obra en su conjunto. Daremos solamente una breve pincelada para que se
comprenda el interés que puede suscitar la obra de Illich para el estudio de la Modernidad.
La tesis fundamental de Illich es que la modernidad occidental es producto de la
perversión de los principios fundantes del cristianismo por parte de la Iglesia Católica
que, en su proceso de progresiva imbricación con el poder político y posterior
secularización fue imponiendo su impronta burocratizada al mundo moderno en que
vivimos. Así, en su afán de universalización, la institucionalización —este es uno de los
conceptos claves en su pensamiento— de los principios morales en normas, aún cuando
estas persiguen la consecución del Bien, acaban por asfixiarlo y lo extirpan de la libertad
y contingencia radical que lo hace posible. Según nuestro autor, este gesto de traición de
los principios del cristianismo por parte de la Iglesia Católica (“corruptio optimi quae est
pessima”41) otorgan su signo más íntimo a la cultura moderna occidental42.

De ahí que Illich se dedicara a realizar una crítica pormenorizada de dichas instituciones,
mostrando cómo la corrupción de los buenos principios del Evangelio cristiano acaba por

39
Illich colaboró en la obra colectiva Para Schumacher (1981).
40
Una buena forma de aproximarse a esta tradición de crítica a la sociedad industrial es la colección Les
précurseurs de la décroissance preparada por Serge Latouche en la editorial francesa Le passager
clandestin. Otra opción: Aux origines de la décroissance. Cinquante penseurs (coord. Biagni, C. et. Al.),
2017.
41
“La corrupción de lo mejor es lo peor”, sería la fórmula latina que emplearía Illich para referirse a esta
cuestión. David Cayley en Últimas conversaciones con Iván Illich. El pez volador, 2019, p. 63.
42
Ibíd., pp. 13-18.

17
volverse contra la libertad y la autonomía del individuo y la vida comunitaria. Así, su
crítica a la escolarización, la medicalización de la salud, la imposición de la visión
occidental del desarrollo sobre los pueblos o la tiranía de la tecnología moderna serían
los lugares concretos en los que Illich reconoce el resultado final de esa corrupción de
una cultura occidental preocupada hasta el extremo —patológico— con la cura del
sufrimiento y la institucionalización del bienestar humano.

En la breve panorámica de la obra de Illich que presentamos a continuación daremos por


buena la división propuesta por Jean Robert 43, uno de sus colaboradores más cercanos,
que establece una primera etapa de escritura en los denominados “panfletos” de crítica
contra la sociedad industrial (años setenta), seguida de una segunda etapa de ensayos de
carácter histórico y genealógico sobre la configuración del carácter de las sociedades
modernas (años ochenta).

3.1. Los panfletos contra la sociedad industrial.

Una de las mayores injusticias que se suelen cometer con el pensador austríaco es la de
reducirlo a un reformador de las instituciones educativas, dado el relativo éxito editorial
de su obra más conocida por el público general, La sociedad desescolarizada (1971). Sin
embargo, dicha crítica a la escuela moderna no debe ser entendida, ni mucho menos,
como el asunto nuclear de sus preocupaciones intelectuales sino como uno de los textos
que componen un trabajo mucho más amplio de crítica radical a las principales
instituciones de la sociedad moderna —tal y como comentábamos brevemente un poco
más arriba— un conjunto de obras publicadas en torno a la década de los setenta que
podemos nombrar, siguiendo la calificación del propio Illich, como sus panfletos contra
la sociedad industrial.

Las obras que conforman esta primera etapa se comprenden mucho mejor desde la
trayectoria biográfica de Illich durante sus años como sacerdote católico en América
Latina. Allí, nuestro autor se encontró una sociedad atravesada por la ideología del
progreso y con misiones de voluntarios estadounidenses que venían a traer la buena nueva
del desarrollo y la modernidad a dichos territorios. Con la voluntad de conformar una

43
Alfons Garrigós, “Convivencialidad y equidad en el pensamiento de Iván Illich. Reflexiones de un
maestro”, Stromata. Revista de cultura, nº 2, julio/diciembre, 2003, p. 2 (en su versión digitalizada).

18
visión crítica hacia estas dinámicas culturales que consideraba tan perjudiciales, ya hacia
finales de los cincuenta Illich fundó en el Centro Intercultural de Formación, mientras
ejercía como docente universitario de sociología en Nueva York. El objetivo de esta
institución fue, además de la enseñanza del español —formación lingüística que supone
un prerrequisito fundamental para relacionarse en condiciones de igualdad con los países
receptores de ayuda— lo que hoy denominaríamos un esfuerzo por introducir la
perspectiva descolonial entre los misioneros norteamericanos. En 1961, Illich decide
trasladarse a Cuernavaca, México, probablemente para poder realizar su trabajo más cerca
del terreno. En 1966 el CIF se convertiría en el Centro Intercultural de Documentación,
con sede permanente en el país centroamericano. Allí, Illich trataría de estimular
reflexiones críticas con la visión occidental del desarrollo, la ideología del progreso y el
papel de la Iglesia Católica en la difusión de dicha visión del mundo, debate incómodo
que le supuso fuertes desavenencias con Roma hasta culminar en su eventual salida de la
institución eclesiástica44.

El alcance intelectual y formativa del CIDOC no dejó de ampliarse con el paso del tiempo,
a pesar de que tan solo estuvo en funcionamiento durante una década, hasta la fecha de
1976. Hay quien ha mencionado incluso la posibilidad de hablar de una “Escuela de
Cuernavaca” en torno al CIDOC aquellos años. Una hipótesis de que, por la novedad
teórica que inauguraría dicha escuela de pensamiento, nos permitimos citar por extenso:

Así como la Escuela de Frankfurt desarrolló una teoría crítica –un conjunto de hipótesis,
supuestos, interpretaciones– acerca del carácter inherentemente contradictorio de las
sociedades industriales avanzadas en el contexto de la cultura de masas, la Escuela de
Cuernavaca formuló una teoría crítica propia y original, que respondía a los años de las crisis
del capitalismo industrial (o “tardío”) en las sociedades avanzadas y del proyecto del
“desarrollo” en el Tercer Mundo.

Ahora bien, aunque la Escuela de Cuernavaca comparte con la Escuela de Frankfurt el


diagnóstico de la racionalidad moderna como un proceso de reificación, las conclusiones que
cada una desprende de ese diagnóstico divergen esencialmente. A diferencia de la teoría
crítica de Frankfurt –que asume la modernidad como un callejón sin salida (Horkheimer y
Adorno) o confía en la capacidad de la razón para corregirse a sí misma (Habermas)–, la

44
Para esta etapa de su biografía intelectual, nos referimos al breve pero informativo prólogo de Braulio
Hornedo en La Convivencialidad, 2012, pp. 5-21.

19
teoría crítica de Cuernavaca propone una reconstrucción convivencial de la sociedad, busca
replantear el sentido de la modernidad y el progreso mediante una operación particular: una
inversión en las relaciones entre medios y fines, el sujeto y sus instrumentos. Esta inversión
implica, a su vez, una reivindicación de los ámbitos de comunidad, es decir, de las realidades
sociales y culturales exteriores a la esfera de la economía.45

Prueba de ello serían los seminarios estivales que se celebraban cada año y que atraían la
atención de grandes intelectuales de la época como Paul Goodman, Erich Fromm, Peter
Berger, Paulo Freire o Sergio Méndez Arceo, entre otros. Dichos seminarios estimulaban
reflexiones colectivas de gran interés que se irían recogiendo en los llamados Cuadernos
del CIDOC, pequeños libretos autoeditados que contienen la simiente de lo que
posteriormente serían sus panfletos contra la sociedad industrial de los años setenta. Así,
por ejemplo, se fue cuajando la idea para el citado libro de Illich sobre la escolarización:

Desde 1958, a partir de sus conversaciones con Everett Reimer, Illich, que era entonces
vicerrector de la Universidad Católica de Ponce, en Puerto Rico, empezó a percatarse de
que para la mayoría de los seres humanos el derecho a aprender se ve restringido por la
obligación a asistir a la escuela. A lo largo de los años 60, Illich y Reimer mantuvieron
vivo el diálogo sobre el tema que se hizo cada vez más sistemático en los dos seminarios
anuales que desde 1966 organizó en Cuernavaca Valentina Borremans, cofundadora y
directora del Centro Intercultural de Documentación. Buena parte de los frutos de las
discusiones, en que participaron centenares de personas, aparecieron en las publicaciones
del CIDOC.46

Entre estos panfletos, además del ya mencionado La sociedad desescolarizada (1971)47


se encuentran la denuncia de la sociedad tecnocrática en la que el individuo ha devenido
siervo de la máquina (La Convivencialidad48, 1973), la advertencia sobre la desigualdad
estructural vinculada al uso desproporcionado de energía en el modelo de transporte de
las sociedades hipermovilizadas (Energía y equidad49, 1974), la propuesta de

45
Beck, “Jean Robert, una poética del lugar”, Arquine, 21 de octubre de 2020. Recuperado de:
https://www.arquine.com/jean-robert-una-poetica-del-lugar/
46
Illich, “La crítica radical de la empresa escolar”, Opciones, nº 10, suplemento de El Nacional, México,
10 de julio de 1992. Conferencia presentada en Chicago en 1988, pp. 2-7.
47
Illich, La sociedad desescolarizada ed. Barral, Barcelona, (3ª. ed), 1976.
48
Illich. La convivencialidad, Virus Editorial, Barcelona, 2011.
49
Illich. Energía y equidad ed. Barral, Barcelona, 1974.

20
Alternativas 50 (1974) al modelo occidental de desarrollo para la “deyankificación” 51 de
la cultura, la crítica a la profesionalización de la salud en manos de un cuerpo de
profesionales (Némesis Médica52, 1976) o la violencia de la burocratización en el ámbito
del trabajo en el nombre de la democracia expuesta en El derecho al desempleo útil
(1978)53.

Las consecuencias de la lectura de las obras que acabamos de nombrar deberían suponer
una incómoda sacudida para todo aquel que tenga alguna querencia por las instituciones
y valores pensamiento dominante. Es en estos textos, por otra parte, bastante accesibles,
donde mejor se expresa la faceta de humanista radical de Illich, como le han descrito
algunos de sus más cercanos colaboradores, como Braulio Hornedo 54.

En 1973, en la introducción a La convivencialidad el propio Illich explica lo que sería por


entonces su proyecto intelectual:

Durante los próximos años quiero trabajar en un epílogo de la era industrial. Quiero describir
las mutaciones que afectan al lenguaje, al derecho, a los mitos y a los ritos, en la época actual
de productos estandarizados y escolarización. Quiero describir el ocaso del monopolio del
modo de producción industrial y la desaparición de las profesiones industriales generadas al
servicio de este modo de producción. […] Con miras a ese trabajo en preparación al mismo,
presento este manifiesto a la atención y crítica del público.55

Estas palabras demuestran que la intención de Illich, además de crítico radical de la


sociedad industrial fue siempre propositiva y, hasta cierto punto, logró definir los rasgos
básicos de esa sociedad que contemplaba en esta obra de 1973, junto con otros textos
publicados en los que se apunta a los elementos conformadores de esa nueva sociedad
incipiente que Illich rescata de un intenso diálogo con el pasado y, en concreto, con las
tradiciones vernáculas.

50
Illich, Alternativas, Joaquín Mortiz, México, 1974.
51
Noción propuesta por Achterhuis, pp. 47-48.
52
Illich, Némesis médica. La expropiación de la salud y otros escritos, Irrecuperables, 2020.
53
Illich, El derecho al desempleo útil y sus enemigos profesionales. Díaz y Pons, 2015. También publicado
como Desempleo creador, en algunas ediciones.
54
Braulio Hornedo, Iván Illich. Un humanista radical…
55
Illich, La convivencialidad…, p. 49.

21
3.2. Obras genealógicas e historia cultural de la escasez.

De hecho, en la preparación de ese proyecto de “epílogo de la era industrial”, Illich pronto


se daría cuenta de la tremenda importancia de comprender el valor heredado de las
sociedades preindustriales o —como él mismo prefería llamarlas— culturas vernáculas,
por lo que emprendería una amplia investigación de carácter histórico acerca de sus
cosmovisiones, sus saberes tradicionales, etc. Algunas de las obras más representativas
de este periodo son las que abordan cuestiones cómo los principios organizativos de
dichas sociedades en ausencia de reglas o leyes formales (El género vernáculo 56, 1982),
sus formas de ocupar el espacio (“El arte de habitar”57, 1984), sus formas mítico-poéticas
de entender la naturaleza (El H20 y las aguas del olvido58, 1985) o la importancia del libro
para la cultura moderna en contraposición a las formas de trasmisión de la tradición oral
(En el viñedo del texto59, 1993), entre otras muchas de un interés y valor inmenso60.

Los citados textos de este período adquieren si cabe una mayor profundidad y ambición
teórica, no tanto por la radicalidad o la lucidez de las ideas contenidas en ellos —sin duda
rasgos ya presentes en las obras de su etapa anterior— sino porque en ellos se deja
entrever un método de aproximación crítica más profunda a los fundamentos de las
sociedades modernas y sus instituciones que trata de rastrear su origen en sus elementos
históricos primitivos, un trabajo de investigación histórica que sitúa de lleno a Illich como
uno de los pensadores de referencia con contribuciones imprescindibles para llevar a cabo
una genealogía de la modernidad, como ha reconocido, por ejemplo, Charles Taylor61,
uno de los filósofos más renombrados por sus contribuciones al estudio de ese fenómeno
histórico al que llamamos Modernidad.

A partir de los años 1980, Illich comienza una etapa de escritura que Hans Achterhuis ha
interpretado como marcada por la noción de escasez. La escasez se convierte para Illich

56
Illich, Le genre vernaculaire ed. Seuil, Paris, 1982.
57
Illich, “El arte de habitar”, pronunciado como discurso ante el Royal Institute of British Architects en
York, Reino Unido, julio de 1984.
58
Illich, H2O y las aguas del olvido ed. Cátedra, Madrid, 1989.
59
Illich, En el viñedo del texto. Etología de la lectura: un comentario al Didascalicón de Hugo de San
Víctor, Fondo de Cultura Económica, México, 1993.
60
Las cuales, por las limitaciones temáticas y espaciales de este trabajo —que se centra sobre todo en sus
obras como crítico de la sociedad industrial— ahora no podemos tratar con suficiente dedicación. Sin
embargo, pueden encontrarse citadas en orden de publicación original en la bibliografía final.
61
Charles Taylor, “Preludio”, Últimas conversaciones con Iván Illich…, pp. 13-18.

22
en el presupuesto fundamental de la mirada de las sociedades modernas sobre la
realidad62, no solo para la teoría económica dominante, sino en todos los ámbitos de la
vida, lo cual supone un tremendo cambio cultural en la concepción de la relación social
con los otros. La noción cultural de escasez propia de las sociedades modernas está
profundamente conectada con el desarrollo de una noción individualista y egoísta del ser
humano. Esta perspectiva abre una interesante línea de investigación sobre la historia
ecológica de las ideas políticas63, a partir de la perspectiva de la de escasez —o su opuesta,
la abundancia— así como de las diversas concepciones de ser humano y las identidades
culturales que han sido determinantes para el desarrollo de tales planteamientos.

Al comienzo de esta genealogía encontraríamos a Thomas Hobbes, quien expone en su


Leviatán (1651) la conocida justificación de la necesidad de un Estado autoritario como
garante de la paz social entre individuos esencialmente competidores y atravesados por
el miedo al conflicto, la enfermedad o la escasez. Por el contrario, varios autores, desde
Jean-Jacques Rousseau al colapsológo Pablo Servigne64 han combatido esta noción de la
naturaleza humana como inevitablemente abocada al individualismo egoísta, tratando de
revisar los presupuestos básicos sobre los que se cimienta. Es, sin embargo, René Girard
(1961) de quien Illich recoge la idea de individualismo envidioso65 para comprender la
antropología filosófica que nace del presupuesto fundamental de la escasez moderna.

Por un lado, se trataría de una visión sesgada de la naturaleza humana, que obvia todo el
abanico de actitudes cooperativas y de ayuda mutua que son tan propias como las de
competencia en esa condición tan profundamente ambivalente del ser humano. Por otro
lado, es una noción fuertemente influida por un contexto sociohistórico muy determinado,
que es precisamente el de la modernidad, marcado por diversas formas de dominación y
control social, un sistema económico que degrada cuando no impide la autonomía
material más básica de las comunidades y fomenta la exaltación consumista del deseo y
la comparación constante con el otro explotando para los intereses económicos la
condición mimética del ser humano.

62
Ibíd., p. 52.
63
Pierre Charbonnier, Abondance et liberté. Une histoire environnementale des idées politiques. La
Découverte, 2020. Esta obra ha generado, sin embargo, una gran controversia, aún en curso, entre diversos
autores del ámbito de la ecología política.
64
Servigne, P, Chapelle, G. L’entraide, l’autre loi de la jungle, Les liens qui libérent, 2017.
65
René Girard, Mensonge romantique et vérité romanesque, Grasset, 1977.

23
Las sociedades tradicionales, plenamente conscientes del riesgo que supone la aparición
de la experiencia subjetiva y vivencial de la escasez para alguno de los miembros de la
comunidad, que activaría un amplio crisol de actitudes antisociales como el robo, la
rapiña, la envidia, el desprecio, el ensimismamiento o el alejamiento de la comunidad,
tenían muy presente la importancia de establecer relaciones de solidaridad y apoyo mutuo
solidificadas en instituciones propios de la moral o la religión:

No existe una experiencia posible de escasez en sociedades primitivas porque la aparición


de escasez equivale a la total destrucción de la comunidad. El espacio social, enteramente
estructurado por las obligaciones de la solidaridad, no esconde ningún lugar donde un
conjunto de recursos pueda parecer insuficiente para satisfacer las necesidades de todos. Esta
aparición equivale al colapso del espacio social y la destrucción de la sociedad. En las
sociedades primitivas, la experiencia de la escasez es igual a la de la violencia66

En cambio, en las sociedades modernas, que experimentaron progresivamente la


aparición de un contexto material de abundancia, sobre todo y de una manera mucho más
explosiva a raíz del descubrimiento y aprovechamiento de los combustibles fósiles, son
incapaces de concebir un gestión igualitaria de la escasez o la abundancia, sino que con
independencia del contexto material en el que se encuentren, se encuentran marcadas por
una noción egoísta e individualista de la naturaleza humana que supone la aparición de la
escasez como presupuesto subjetivo frente a cualquier contexto material dado. De
crecimiento de la desigualdad y violencia estructural de las dinámicas de acumulación
del capitalismo en los ciclos históricos de abundancia material, y la aún más peligrosa
noción de colapso total de los valores comunitarios de igualdad y fraternidad en un
contexto de decrecimiento material que no concibe de ningún modo posible la experiencia
igualitaria de la escasez como una solución razonable al problema, sino que se lanza a la
guerra hobbesiana del “todos contra todos”.

Es decir, que la escasez no se mide en términos absolutos o cuantitativos, sino que es una
cuestión de la relación que establece una sociedad con su contexto material. Como apunta
André Gorz, autor muy cercano a Illich, “así como no hay pobres cuando no hay ricos,

66
Paul Dumouchel, “L'ambivalence de la rareté”, in J.P. Dupuy, P. Dumouchel, L'Enfer des Choses, Paris,
Le Seuil, 1979, p. 164.

24
tampoco puede haber ricos cuando no hay pobres: cuando todo el mundo es «rico» nadie
lo es; de la misma forma cuando todo el mundo es «pobre». A diferencia de la miseria,
que es la insuficiencia de recursos para vivir, la pobreza es esencialmente relativa.”67

Siguiendo al propio Illich, el vínculo entre la sociedad industrial y los mecanismos


generadores de escasez, relación que la ideología del progreso nos presenta de modo
completamente opuesto, es bien claro:

La institución industrial tiene sus fines que justifican los medios. El dogma del crecimiento
acelerado justifica la sacralización68 de la productividad industrial, a costa de la
convivencialidad. La desarraigada sociedad actual se nos presente de pronto como un teatro
del horror, un espectáculo de sombras productoras de demandas generadoras de escasez.69

En conclusión, nuestro autor advierte que —adelantando algunas de las ideas que vendrán
a continuación— la pulsión productivista de la sociedad industrial, motivada por el
imaginario del progreso se torna, a partir de ciertos umbrales, en retroprogreso y propone
fundar una nueva relación entre los individuos y los medios materiales que estos tienen
disponibles que permite relativizar esa idea cultural de escasez. Desde la recuperación y
aplicación de valores denostados por las sociedades industriales como la austeridad o la
solidaridad sería posible una distribución de esa supuesta escasez de tal manera que esta
devendría en abundancia en tanto, dentro de una sociedad regida por los lazos
comunitarios, ningún miembro queda excluido de su acceso pues todo es compartido.

Si bien estas ideas propuestas por Illich aportan una perspectiva muy fértil en algunas de
las líneas teóricas de gran interés para la filosofía política contemporánea o la historia de
las ideas políticas, nos centraremos ahora en desentrañar las nociones centrales de la
primera etapa de los panfletos de Illich como andamiaje teórico para la fundamentación
de la propuesta política del decrecimiento, dejando aquí esta discusión a la espera de ser
continuada en investigaciones posteriores.

4. Contraproductividad o retroprogreso, umbrales y límites al desarrollo.

67
Gorz, A. Écologie et politique, Seuil, 1978, p. 37-38.
68
Cfr. Jacques Ellul, Los nuevos Los nuevos poseídos. Caracas, Monte Ávila Editores, 1978.
69
Illich, La convivencialidad, pp. 69-70.

25
Cuando se reflexiona acerca del choque de los límites de las sociedades industriales
contra los límites biofísicos del planeta lo más usual es que se esgriman argumentos de
tipo ecológico sobre el denominado “cambio global” —eufemismo con el que se define
a la crisis ecológica planetaria desde la ciencia de la ecología— que, por ejemplo, recurren
a la importante noción de extralimitación ecológica70, que nos permite apuntar hacia la
desproporción del impacto causado por las sociedades industriales sobre la biosfera. Si
bien esta es una línea de crítica e investigación empírica fundamental, se queda solo en
la dimensión ecológica de la insostenibilidad de nuestra civilización, ya que no atiende a
los efectos deshumanizantes71, igualmente problemáticos, de dichas dinámicas sobre las
sociedades humanas, provocados por las dinámicas de las distintas instituciones en las
que se encarna el funcionamiento de las sociedades industriales.

Illich, quien ya en la década de los setenta del siglo veinte intuía bien la insostenibilidad
social de estas dinámicas de crecimiento ilimitado para los fines de una sociedad
equitativa y cohesionada, introduce en su análisis, a través de la noción de
contraproductividad, una perspectiva que nos permite comprender los efectos
paradójicos asociados a la superación de ciertos umbrales en el modo de producción
industrial sobre la desigualdad o la pérdida de autonomía social también desde su
dimensión social. La noción de contraproductividad acuñada por Illich permite, en este
punto, aprehender la doble insostenibilidad, ecológica y social, de las sociedades
industriales, contribuyendo a un ejercicio fundamental de alfabetización ecosocial.

Como señala Jean-Pierre Dupuy, Illich, a diferencia de, por ejemplo, Castoriadis, no
utilizó de forma demasiado profusa el término de heteronomía en contraposición al de
autonomía, tal y como este binomio ha sido entendido dentro de la tradición filosófica72.
Sin embargo, dichas nociones son empleadas por nuestro autor para explicar el proceso
por el cual el modo o sistema de producción industrial —heterónomo— incurre en una

70
Rockstrom, Steffen et. Al., “Planetary boundaries: exploring the safe operating space for
humanity”. Ecology and Society 14(2): 32. Recuperado de:
http://www.ecologyandsociety.org/vol14/iss2/art32/
71
Somos conscientes del problemático trasfondo filosófico que implica el empleo de una noción como esta,
por las implicaciones metafísicas acerca la noción de ser humano que lleva implícitamente asociada. Sin
embargo, creemos que precisamente la obra de Illich puede ayudarnos a justificar plenamente su uso en la
crítica de las instituciones modernas, desde esa perspectiva de humanista radical que le caracteriza.
72
Jean-Pierre Dupuy, “Illich et la némesis industrielle”, L'Arc, Aix-en-Provence, 62, 1976.

26
contraproductividad al superar ciertos umbrales críticos, esto es, dejan de ser útiles a los
propios fines que estas instituciones dicen servir:

[El] equilibrio de la vida humana corresponde a una escala natural de determinada. Cuando
una iniciativa sobrepasa cierto umbral de esta escala, primero destruirá el fin para el cual fue
concebida y luego se convertirá en una amenaza para la sociedad en sí misma. Es menester
determinar con precisión estas escalas y parámetros dentro de los cuales resulta posible la
supervivencia humana73.

Es decir, que el funcionamiento “normal” de las sociedades industriales, además de


producir una incapacitación evidente para la supervivencia de los modos de producción
autónomos producen lo que Illich denomina retroprogreso, un proceso de avance
regresivo en ciertas capacidades y necesidades básicas del ser humano en aras de una
devoción ciega por la ideología progreso que se traduce en la expansión indefinida de los
modos de producción industriales con desastrosos efectos sociopolíticos y ambientales.
Illich aplicó, de forma destacada, este concepto contraproductividad o retroprogreso a
los ámbitos de la salud, la educación, el transporte o la energía, a través de la crítica a
dichas instituciones que se encuentran, en su mayoría, en las obras pertenecientes a su
primera etapa de los panfletos contra la sociedad industrial. El propio Dupuy explica de
una forma muy sencilla e ilustrativa lo que significa esta idea de contraproductividad de
Illich en la cotidianeidad de las sociedades industriales avanzadas:

En una sociedad escolarizada, la mayoría de las personas no tienen la oportunidad de ingresar


a la universidad y al mismo tiempo, sus conocimientos autodidactas se devalúan. En una
sociedad construida alrededor de sus carreteras, la mayoría de la gente no viaja en avión y,
al mismo tiempo, su capacidad para moverse a pie o en bicicleta se ve seriamente
obstaculizada. En una sociedad construida en torno a sus hospitales, la mayoría de la gente
no tiene acceso a los tratamientos que los médicos exigen para ellos mismos y al mismo
tiempo los remedios de la abuela son denigrados, abandonados y retirados del mercado74.

Hay que tomar con cautela estas palabras, que son mucho más evidentes si se piensa en
los sectores sociales institucionalmente marginalizados, implícita —por acceso
económico— o explícitamente —por prohibición legislativa de acceso a los medios

73
Illich, La convivencialidad… p. 51.
74
Dupuy, íbid. p. 45

27
industrializados o la negación jurídica de la legalidad de sus propios medios e
instituciones autónomos; con frecuencia ambas en conjunto—. Pensemos, por ejemplo,
en los colectivos racializados en Estados Unidos, donde no existe un sistema público de
salud o en los Grupos Autónomos Zapatistas, a los que el Gobierno Mexicano prohíbe
por ley los usos tradicionales de diversas especies de plantas medicinales mientras que
estos mismos usos son patentados por empresas privadas que comercializan su uso en
fármacos. Idealmente, las sociedades occidentales habrían resuelto este problema con la
invención de la clase media y el acceso universal a estos servicios —notablemente en
retroceso con la oleada neoliberal de privatizaciones desde los años 1970, precisamente
en la que escribe Illich— gracias al Estado del bienestar, que eliminaría el problema del
acceso, aunque mantendría el problema mayor de fondo de la creación de monopolios
radicales. Sin embargo, la crítica de Illich se sustenta en su concepción fundamental de
los excesos de la sociedad industrial: no tener en cuenta sus límites sociales y materiales,
es decir, pretender generalizar un modo de vida 75 que sólo puede conservarse a merced
de la desposesión de otros pueblos y otros territorios.

Quizá la aplicación más paradigmática de la noción de contraproductividad, y aquella en


la que esta encuentra un mayor grado de cercanía con el tipo de análisis propuestos desde
el ámbito de la ecología actualmente, sea la desarrollada a propósito de la energía. A este
respecto, nuestras sociedades termoindustriales se enfrentan de forma inminente a una
situación de progresivo descenso en el conjunto de energía disponible que puede adoptar
la forma de bruscas y súbitas discontinuidades sociales tales como apagones o
paralizaciones parciales de ciertos sectores industriales claves para el funcionamiento
básico del grado de complejidad al que estamos acostumbrados —y del que somos
profundamente dependientes— en las sociedades actuales. Tanto es así que hoy cunde,
con bastante desaliento, la idea de una crisis energética como preludio ineludible del
colapso ecosocial al que estaría abocada nuestra civilización industrial. Sin embargo,
Illich desconfía de esta noción de crisis energética sobre la cual llama la atención, al
tratarse, según nuestro autor de “un eufemismo que encubre una contradicción, indica
una frustración, consagra una ilusión. Encubre la contradicción inherente al hecho de

75
Resuenan aquí con fuerza las famosas palabras del presidente de los Estados Unidos, George Bush
durante la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, junio 1992): "The American way of life is not negotiable”
[El estilo de vida americano no es negociable].

28
querer alcanzar, al mismo tiempo, un estado social basado en la noción de equidad y un
nivel cada más elevado de crecimiento industrial”76.

De tal manera que, frente a la demanda creciente de energía per cápita —continúa Illich—
la única manera que tenemos:

[p]ara resolverla, es necesario alejar la ilusión que nuestra prosperidad depende del número
de esclavos que nos abastecen de la energía que disponemos. Para esto es necesario
determinar el umbral en el cual la energía corrompe, y unir a toda la comunidad en un proceso
político que alcance este conocimiento y que funde sobre éste una auto-limitación77.

Illich introduce así el necesario debate sobre el umbral óptimo en el uso de energía y, en
general, la escala de las instituciones y herramientas que una sociedad puede permitirse
para alcanzar cierto nivel deseable de bienestar social sin que esto suponga un deterioro
para los valores básicos como la igualdad, la cohesión y las posibilidades de
emancipación del conjunto de la sociedad. De aquí el famoso pasaje en el que Illich
declara que "el socialismo exige, para la realización de sus ideales, un cierto nivel en el
uso de la energía: no puede venir a pie, ni puede venir en coche, sino solamente a la
velocidad de la bicicleta" 78

De forma análoga, en el proceso de profesionalización de la salud en lo que hoy


conocemos como los sistemas sanitarios, profundamente dependientes de las frágiles
fuentes de financiación del Estado y de los avances en biotecnología, se producen, según
Illich, la superación de dos umbrales críticos. El primero de ellos tiene lugar en el
momento en que un paciente tiene una mayor probabilidad de que su dolencia sea tratada
por un médico con título universitario, dando lugar así al monopolio radical de la salud79.
El segundo “umbral de mutación” —quizá el más irracional— se produce cuando el
propio sistema de salud, en la aplicación de sus tratamientos, produce al menos tantas
deficiencias como enfermedades permite sanar80. Este segundo umbral de

76
Illich, “La importación de una crisis”, Energía y equidad, cit. En Iván Illich, Un humanista radical…p.
212.
77
Illich, íbid.
78
Illich, “La ilusión fundamental” (Energía y equidad), en Iván Illich. Un humanista radical, pp. 216.
79
Illich, “Dos umbrales de mutación”, La convivencialidad… p. 55. Según Illich, la superación de este
primer umbral tiene lugar en el año 1913.
80
Ibíd., p. 57.

29
contraproductividad pasa comúnmente a ser denominado como “efectos secundarios” por
la jerga sanitaria habitual, aplicando así la archiconocida y tramposa narrativa del “precio
a pagar por el progreso”81.

Siguiendo a Illich, la superación de dichos umbrales críticos por los sistemas sanitarios
modernos, con ese exceso de tecnificación “se ha traducido más en controlar las tasas
de incidencia que en aumentar la vitalidad de los individuos. En cierto sentido, la
industrialización, más que el hombre, es la que se ha beneficiado con los progresos de la
medicina; la gente se capacitó mejor para trabajar con mayor regularidad bajo
condiciones más deshumanizantes” 1. La actualidad de estos planteamientos, habida
cuenta de los asombrosos paralelismos que podemos identificar con las políticas públicas
empleadas durante la gestión de la covid-19, es evidente. En definitiva, los sistemas
sanitarios actuales parecen haber renunciado al noble objetivo de reforzar la vitalidad de
sus conciudadanos o de perseguir una preocupación genuina por la salud comprendida en
un sentido integral para pasar a cumplir la función de grandes mecanismos paliativos 82
encargados de poner a punto a los ejércitos industriales de mano de obra para su
disponibilidad en el trabajo productivo.

Todos estos análisis, que aquí hemos centrado en los análisis de Illich para los ámbitos
de la energía o la salud, ponen de manifiesto la relevancia de su noción retroprogreso
como la dinámica que inevitablemente —y no por malas prácticas o por desviaciones de
aplicación coyuntural— adoptan las sociedades industriales una vez superados ciertos
umbrales críticos. Dicha noción es central para la fundamentación de perspectivas críticas
contra las ilusiones progresistas que hoy dominan por doquier el imaginario colectivo,
tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político tradicional. En este sentido,
Illich sería, junto a autores como Walter Benjamin o William Morris, una referencia
imprescindible para esa tradición latente de una izquierda antiprogresista.

5. La sociedad industrial como erosión de los comunes.

81
Cfr. Rafael Sánchez Ferlosio, Hasta que no cambien los dioses, nada ha cambiado. Alianza, Madrid,
1986.
82
Byung-Chul Han, La sociedad paliativa, Herder, Barcelona, 2021.

30
Es muy conocida la expresión “tragedia de los comunes”83 para referirse al proceso por
el cual, individuos que, actuando de forma completamente racional desde un punto de
vista individual, acaban por producir una situación de irracionalidad o degradación desde
el punto de vista de la colectividad. Este tipo de paradoja se ha aplicado al uso de recursos
o espacios comunales, tradicionalmente entregados a la gestión democrática y el uso
colectivo por parte de las comunidades rurales.

Normalmente, la tradición marxista se ha aproximado a la cuestión de la erosión de los


comunes desde el caso histórico de los cercamientos de tierras campesinas (enclosures)
en Gran Bretaña desde, al menos, el siglo XVIII como ejemplo paradigmático y
fundacional de uno de las dinámicas esenciales del capitalismo: la privatización de los
medios de producción, dejando así a las sociedades campesinas en una situación de
vulnerabilidad extrema al verse desposeídos de los medios de subsistencia con los que
durante muchos siglos habían asegurado su propio sustento y obligando así al éxodo rural
a esos ejércitos proletarios que pasarían a depender de un salario en los talleres y fábricas
del incipiente capitalismo industrial en las grandes urbes.

De esta manera comienza precisamente uno de los textos clave para comprender a Illich
al que no se le ha prestado quizá la atención merecida por ser bastante más desconocido:
“El silencio es un bien comunal”84. Este inicia contando cómo sus alumnos, más o menos
versados en la literatura marxista, conocen bien esta historia de los cercamientos, que
constituye la primera imagen que se viene a la cabeza cuándo alguien saca a la palestra
la tragedia de los comunes. Para Illich, la lógica de expropiación que caracteriza a la
sociedad industrial excede ampliamente la dinámica de privatización de las tierras
comunales de las primeras fases del capitalismo industrial, pues entiende que ésta, de
hecho, se extiende a todos los ámbitos de la vida social y, además, encuentra un aliado
fundamental, comúnmente ignorado o soslayado en este tipo de análisis85, en las nuevas
tecnologías, presentadas habitualmente como dispositivos neutrales de progreso.

83
Acuñada por el ecólogo norteamericano Garrett Hardin en "The Tragedy of the Commons". Science 162
(3859): 1243–1248, 1968. Luego esta visión del asunto ha sido revisada y criticada por otros autores como
Elinor Ostrom, El gobierno de los bienes comunes: la evolución de las instituciones de acción colectiva,
Fondo de Cultura Económica, México, 2011.
84
Illich, “Silence Is a Commons”, CoEvolution Quarterly, nº 48, 1983, pronunciado originalmente como
una conferencia en inglés para el Simposio “La Ciencia y el Hombre” en Japón en 1982.
85
La relación entre la tradición marxista y su forma de aproximarse a la cuestión de la tecnología es muy
amplia y compleja, habiendo distintas corrientes más o menos identificables. Podemos situar a buena parte
de los pensadores marxistas en el marco general de la antropología productivista, una buena parte que

31
Para ilustrar con un ejemplo este proceso de erosión de los comunes por parte de las
tecnologías industriales Illich utiliza, de forma magistral, un objeto a priori poco
sospechoso de imponer dinámicas privativas: el altavoz. Por el contrario, la introducción
de este elemento en la vida cotidiana de las comunidades habría supuesto una enorme
distorsión en la gestión comunal del silencio, que fue, durante la mayor parte de toda la
historia de la humanidad, un bien —recurso, diría nuestro lenguaje economicista—
distribuido en condiciones de completa igualdad hasta que se vio alterado por la
introducción de este dispositivo electrónico producido en masa que permitía a sus
poseedores alzar su voz por encima de todos los demás. De esta manera, este instrumento
aparentemente inocuo convirtió al silencio en un bien por el cual había que empezar a
competir86. Por extensión de esa misma lógica, todos los medios de comunicación de
masas propios de la sociedad industrial, en manos de empresas privadas pero consumidos
por las grandes mayorías, como son la radio, la televisión o las redes sociales suponen la
introducción de dinámicas de competitividad —evidentemente por el beneficio
económico que comportan pero también por la hegemonía en la difusión de una
determinada “opinión pública”— así como relaciones de jerarquía por las asimetrías en
el acceso a la producción y el consumo de contenidos “informativos”.

Al igual que ocurre con el silencio, la introducción acrítica de máquinas o instituciones


que fundan una desigualdad en el acceso a los bienes comunales suponen la destrucción
de toda posibilidad de sociedad igualitaria pues suponen la aparición estructural de
dinámicas sistémicas de competencia y, por tanto, hacen inviable el proyecto de una
sociedad sustentable87, al producirse la necesidad de acaparar más que el prójimo en una
espiral potencialmente infinita de acumulación y crecimiento. Esto mismo ocurre, señala
Illich, en el ámbito de la ecología política cuando se habla sobre “recursos naturales” —
un término en sí mismo problemático—:

defiende de forma más o menos clara diversas variantes de determinismo tecnológico y una minoría de
autores que han contribuido a pensar críticamente acerca de la no neutralidad de la tecnología, entre ellos,
por ejemplo, Cornelius Castoriadis.
86
Illich, “Silence Is a Commons” … p. 4 (en versión digitalizada), las cursivas son mías. Recuperado de:
https://sursiendo.org/2012/05/illich-el-silencio-es-un-bien-comunal/
87
Recordemos que, para Illich, “sustentable” e “igualitarista” son en cierto sentido condiciones sinónimas
e indisociables. Véase, p.ej. Energía y Equidad o La convivencialidad.

32
Semejante transformación del entorno, de bien común a recursos productivos, constituye
la forma básica de la degradación ambiental. Esta degradación tiene una larga historia, que
coincide con la historia del capitalismo pero que de ningún modo puede reducirse a ella.
Por desgracia, la importancia de esta transformación ha sido ignorada o minimizada por la
ecología política hasta el día de hoy. Es necesario que se le reconozca si pretendemos
organizar movimientos para la defensa de lo que aún queda de los bienes comunales. Esta
defensa constituye la tarea pública crucial para la acción política actual. Tal tarea debe
emprenderse con urgencia, puesto que los bienes comunales pueden existir sin policía, pero
los recursos naturales no.88

Si el altavoz representa una de las muchas formas —ciertamente una fundamental— en


las que se produce la degradación de aquello que es común en manos de la
tecnocratización del mundo y las relaciones conviviales, la noción de “recursos naturales”
hace lo propio desde la perspectiva de su mercantilización, aunque no solo, pues también
adquiere una connotación profundamente productivista que concibe a la naturaleza como
recurso a disposición del ser humano para su dominio 89. Pero, claro está, la erosión de los
bienes comunales puesta en marcha por la sociedad industrial se extiende también más
allá de la degradación de los ecosistemas que posibilitan la subsistencia, sino que afecta
de forma integral a todos los ámbitos de la vida. En consecuencia, afirma Illich:

El asunto debería estar claro: cómo oponerse a la usurpación –que realizan los nuevos
artificios y sistemas electrónicos– de aquellos bienes comunales más sutiles y más íntimos a
nuestro ser que los campos de pastoreo y las calles. Bienes comunales que por lo menos son
tan valiosos como el silencio. El silencio, según las tradiciones occidental y oriental, es
necesario para que surja la persona. Nos lo arrebatan las máquinas que nos imitan.
Fácilmente podemos hacernos cada vez más dependientes de las máquinas para hablar y
pensar, del mismo modo que ya somos dependientes de las máquinas para trasladarnos.90

En realidad, toda la obra de Illich está plagada de esta constatación esencial: la sociedad
industrial, cuyo poder social reside en un cuerpo de especialistas que se arrogan el
conocimiento de “lo bueno” y se autolegitiman en nombre del progreso, extirpa de los

88
Ibídem.
89
Para profundizar en esta cuestión, es fundamental acudir a la noción de pseudo-dominio pseudo-racional
de Castoriadis, que puede encontrarse en varios lugares de su obra, por ejemplo, Castoriadis y Cohn-Bendit,
De la ecología a la autonomía, Mascarón, Barcelona, 1982.
90
Illich, “El silencio es un bien comunal”, Simposio “La Ciencia y el Hombre”, Japón, 1982, p. 4 (en su
versión digitalizada).

33
ámbitos comunitarios la autogestión de las cuestiones más elementales para la
supervivencia, donde estas tradicionalmente siempre habían residido, haciéndonos
profundamente dependientes de sus tecnologías e instituciones.

Así lo desarrolla también en Némesis Médica (1974), donde sostiene que la


profesionalización de la salud en manos de un cuerpo de especialistas constituye una de
las formas más básicas de expropiación de las sociedades modernas. En este sentido, nos
advierte de cómo, en nombre del progreso clínico, se ha producido ese intento consumado
de institucionalización del bienestar, que afecta incluso a la forma en que hoy en día se
viven episodios absolutamente decisivos en cualquier vida humana, como el nacimiento,
la enfermedad o la muerte, para los cuales “las casas se vuelven inhóspitas”91 y las
personas son relegadas a hospitales en los que pasan sus últimos días rodeados de objetos,
lugares y personas completamente ajenas a su propia memoria e identidad. La cura de la
enfermedad se torna un proceso impersonal dentro una trama burocrática de funcionarios
públicos que aplican tratamientos paliativos carentes de la ligazón afectiva que connota
la cercanía de los seres queridos o el sosiego de encontrarse en un lugar conocido.

Illich nos advierte así de la forma tan peculiar en que las sociedades industriales lidian
con las cuestiones más elementales —parafraseando a Thoureau— ese “afrontar los
hechos esenciales de la vida” que buscaba el pionero de la ética ecológica en su retirada
a los bosques, pero que, a diferencia del pensador norteamericano, para Illich no se
encuentran en el enfrentamiento cotidiano de la realidad a través del descubrimiento de
la individualidad que aporta la experiencia de la soledad o mediante el cultivo de las
habilidades manuales, sino que en nuestro autor adquieren siempre una dimensión
comunitaria, compartida, de interdependencia con el prójimo. A su propio modo, en sus
reflexiones sobre las causas y manifestaciones de la irracionalidad de la sociedad
moderna, Illich introduce la conciencia sobre la interdependencia radical, que está en la
base de la condición humana92 y que ha sido negada cuando no directamente arrancada e
imposibilitada por la sociedad industrial y sus herramientas. Esto nos lleva al siguiente
punto.

91
Illich, Némisis médica… p. 49.
92
Habría que añadir también ecodependencia para tener un marco más completo de los factores
constitutivos más elementales de nuestra condición humana, no tan alejada, por otra parte, de la de cualquier
ser vivo. Para esto, las aportaciones del pensamiento ecofeminista son fundamentales.

34
6. La alternativa: la sociedad convivencial.

En La convivencialidad, se concentran las ideas más propositivas de Illich. Este texto


supone, a nuestro entender, la obra cumbre de su primera etapa de panfletos contra la
sociedad industrial pues, en ella, Illich consigue apuntar los rasgos básicos de una
propuesta de sociedad alternativa en la que está implícita la superación de todas las
críticas a la sociedad industrial expuestas en sus otras obras anteriores de este periodo y
en cuyo seno debería poder ser posible el cumplimiento de su proyecto de vida buena.
Aunque nuestro autor no utiliza explícitamente esa formulación de cuño aristotélico, sin
embargo, ese ideal ético al que aspira es expresado —con gran belleza— en sus propios
términos, y en una muy buena síntesis del humanismo radical que caracteriza su
pensamiento:

“Al hombre que encuentra su alegría y su equilibrio en el empleo de la herramienta


convivencial, lo llamo austero. Conoce lo que en castellano podría llamarse la
convivencialidad; vive dentro de lo que el idioma alemán describe como Mitmenschlihkeit.
Porque la austeridad no es una virtud que implique aislamiento o reclusión en sí mismo.
Tanto para Aristóteles como para Tomás de Aquino la austeridad es el fundamento de la
amistad y la alegría. Al hablar de la alegría ordenada y creativa, Tomás definió la austeridad
como una virtud que no excluye todos los placeres, sino únicamente aquellos que degradan
la relación personal. La austeridad forma parte de una virtud que es más frágil, que la supera
y que la engloba: la alegría, la eutrapelia, la amistad.”93

Nos encontramos así, ya en un primer instante, con que la austeridad constituye un valor
fundamental de la sociedad convivencial94. Así, en los términos en los que la recupera, la
austeridad se distingue claramente del ascetismo en el sentido de renuncia estricta a los
placeres de este mundo para tratar de alcanzar un estado de santidad, una virtud moral
auspiciada por el cristianismo y que decantó en una moral secularizada —como señalaría
célebremente Nietzsche— sino que para Illich es el fundamento que hace posible la vida

93
Illich, La convivencialidad… p. 53-54.
94
“Convivencial” y no “convivial”, como habría debido de traducirse literalmente del francés, es el
neologismo escogido por Illich, quien gustaba de este tipo de innovaciones léxicas (algo similar sucede con
su uso del término “vernáculo”, como indica Cayley, íbid., pp. 52-53.) pues le permitían expresar de una
manera genuina nociones que aun no conseguía ver captada por ninguna de las palabras del vocabulario
moderno, remarcando y concentrando así los matices de su aportación personal a la fundación de esa nueva
sociedad jubilosa, austera y sencilla que propone en este libro.

35
de individuos libres en comunidad, pues la conciencia y el respeto por lo que es
compartido y limitado posibilita lo común en lugar de degradarlo, lo que la convierte en
una virtud política.

Pero además de lo que creemos que es una justa y necesaria reivindicación de los
principios éticos que inspiran su visión de la sociedad convivencial, tal y como ya
apuntábamos en la introducción, La convivencialidad introduce un cuerpo muy prolífico
de consideraciones críticas sobre la tecnología moderna y sus consecuencias sociales,
políticas y ambientales. Un buen ejemplo de ello lo hemos visto en el punto anterior a
propósito del altavoz y su disolución del régimen comunitario al que había pertenecido
históricamente el silencio como patrimonio universal. En este texto temprano de 1973,
Illich desarrolla con mucha mayor profundidad sus reflexiones sobre los aspectos
indeseables de la tecnología. Partiendo de la misma noción tan importante de umbrales,
Illich propone una distinción entre herramientas e instituciones conviviales y
herramientas manipuladoras95 que posibilita una crítica lúcida a las posiciones
tecnooptimistas que ven en el desarrollo de la tecnología la clave de la liberación del ser
humano:

Las máquinas pueden sustituir a los esclavos sólo dentro de ciertos límites, más allá de los
cuales conducen a una nueva forma de esclavitud. Debemos reconocer que la esclavitud
humana no la abolió la máquina, sino que solamente obtuvo un rostro nuevo, pues al
transponer cierto umbral, la herramienta se convierte de servidor en déspota.”96

La tesis básica de Illich que pretendemos rescatar en este punto, porque preconiza gran
parte de las posturas que hoy definen al decrecimiento como propuesta política de
autonomía es que una sociedad libre, justa, igualitaria y sostenible es aquella en la que
las herramientas —por “tools” aquí se ha de entender tecnologías— están al servicio del
ser humano: “llamo sociedad convivencial a aquella en que la tecnología está al servicio
de la persona integrada en la colectividad y no al servicio de un cuerpo de especialistas.
Convivencial es la sociedad en la que el hombre controla a la herramienta”97. Dicho de
otra manera, en la sociedad convivencial la tecnología está al servicio del ser humano

95
Illich, íbid., p. 53.
96
Íbid., p. 52.
97
Ibíd., p. 53

36
pues su aplicación está sujeta a criterios y fines democráticos. Esta es una aportación
fundamental a los debates actuales sobre ecología política y transiciones ecosociales, pues
buena parte del pensamiento ecologista —incluso aquel científicamente bien informado
y comprometido con la transición hacia sociedades sustentables— incurren en programas
tecnocráticos en los que las tecnologías ocupan el grueso de sus esperanzas y
compromisos políticos, al no ser capaces de articular una posición crítica con algunos de
sus efectos sociales y políticos más nocivos.

Por otro lado, en La convivencialidad encontramos valiosas reflexiones que permiten


avanzar en la crítica de la idea de la neutralidad de la tecnología en el sentido clásico en
el que el imaginario dominante del progreso —incluyendo buena parte del marxismo 98—
ha interpretado que su deseabilidad o no puede deducirse de la aplicación de la misma
lógica de la propiedad de los medios de producción. Por el contrario, Illich afirma de
forma contundente que:

El problema no es la propiedad jurídica de las herramientas, sino el descubrimiento de la


característica de algunas herramientas que hace que sea imposible que alguien las adquiera.
El concepto de propiedad no se puede aplicar a una herramienta que no se puede controlar…
Ciertas herramientas son destructivas sin importar quién las posea… inevitablemente
conducen a incrementar la reglamentación, la dependencia, la explotación a o la impotencia,
y arrebatan la convivencialidad, no solo a los ricos sino también los pobres99.

Hay que comprender en este punto, para captar con mayor precisión las implicaciones de
lo que Illich pretende decir con esta afirmación, que para nuestro autor una herramienta
no es simplemente un objeto técnico aislado, sino que se refiere a todo un complejo
sistémico de medios técnicos, en un sentido similar a la noción de “técnica” empleada por
Jacques Ellul100. Así, la propia sociedad industrial y el conjunto de medios técnicos que
definen su forma de organización social serían esa “herramienta que no se puede
descontrolar” y que, por lo tanto, es inherentemente destructiva por sus implicaciones
metabólicas, sociales y políticas.

98
Contaríamos como excepción la destacable noción de “fuerzas destructivas”, invirtiendo la clásica
formulación referida a la técnica como factor de producción (de riqueza y abundancia) propuesta por el
filósofo ecomarxista Manuel Sacristán.
99
Illich, La convivencialidad… pp. 27-28.
100
David Cayley, Últimas conversaciones con Iván Illich… p. 47.

37
A la luz de este breve resumen de lo que sería la una alternativa deseable de sociedad para
Illich puede trazarse con claridad la influencia que ha tenido su propuesta de
convivencialidad entre los defensores del decrecimiento como movimiento político y
cultural que pretende fundar una alternativa viable y sustentable de sociedad desde una
renovación de las perspectivas de vida buena a partir de coordenadas completamente
opuestas a las defendidas por la opulenta sociedad de consumo, con la reivindicación de
valores como la austeridad abundante o la introducción de tecnologías convivenciales en
consonancia con la limitación del entramado tecnoindustrial, pero que también introducen
otros factores determinantes como la relocalización de las relaciones y la actividad socio-
económica, la justicia ambiental o la crítica a la noción de desarrollo occidental. Muchos
autores, entre ellos de forma destacada Serge Latouche101, quien se convirtió en el
principal abanderado del movimiento por el decrecimiento en Francia han sido
profundamente influidos por los valores de austeridad convivencial de Illich. También,
desde nuestro país, otros autores como Joaquín Sempere 102, Jorge Riechmann103 o Carlos
Taibo104 han dado recorrido a la propuesta de sociedad convivencial de Illich.

La faceta de Illich como precursor del decrecimiento y su influencia en la revisión de las


posiciones ecomarxistas contemporáneas se hace aún más evidente si cabe en
afirmaciones como aquella en la que Illich advierte, posiblemente en uno de sus pasajes
más conocidos, que “el ideal propuesto por la tradición socialista no se podrá realizar
mientras no se inviertan las instituciones imperantes y no se sustituya la instrumentación
industrial por herramientas convivenciales”105. Y continúa, en una apostilla mucho
menos citada, aunque tremendamente esperanzadora y polémica a partes iguales: “[…]
por ello se debe saludar la crisis declarada de las instituciones dominantes como el
amanecer de una liberación revolucionaria que nos emancipará de aquellas instancias
que mutilan la libertad elemental del ser humano”106.

101
Latouche, La sociedad de la abundancia frugal. Contrasentidos y controversias del decrecimiento,
Icaria, 2012. También en Pequeño tratado del decrecimiento sereno, Icaria, 2009.
102
Sempere (et. Al.), Vivir (bien) con menos. Sobre suficiencia y sostenibilidad, Icaria, 2007.
103
Riechmann, El socialismo puede llegar sólo en bicicleta. Ensayos ecosocialistas. Los Libros de la
Catarata, 2012.
104
Taibo, En defensa del decrecimiento. Sobre capitalismo, crisis y barbarie. Los Libros de la Catarata,
2010.
105
Illich, íbid., p. 70.
106
Ibídem.

38
La veracidad de esa última afirmación, que no deja ninguna duda sobre el compromiso
férreo de Illich para con la emancipación del ser humano, prueba del humanismo radical
que le honra, tan solo podrá comprobarse a la luz del rumbo que decidan seguir nuestras
sociedades a lo largo de este Siglo de la Gran Prueba. Desde luego, si sus aportaciones
como precursor del decrecimiento a la propuesta política de la autonomía consiguieran
hacerse mayoritarias sobre las también posibles respuestas autoritarias y ecofascistas al
colapso civilizatorio en curso, la descomposición del actual sistema socioeconómico
podría convertirse en ese resquicio de luz que alumbre un mundo más libre, igualitario y
sustentable, en el que el horizonte de una sociedad convivencial, austera en medios pero
abundante en relaciones recíprocas de apoyo mutuo y amistad llene de sentido a la vida
humana y la haga digna de ser vivida.

Conclusiones.

En este trabajo hemos presentado a Iván Illich como uno de los precursores del
decrecimiento y uno de los más prominentes críticos de la sociedad industrial. Hemos
encontrado en este pensador polifacético a un referente intelectual imprescindible el
desarrollo de dichas cuestiones desde su prolífica e insuficientemente estudiada obra en
los entornos académicos, al menos en nuestro país —mucho más en Francia o los países
hispanohablantes, especialmente México. En breve, su denuncia de la dinámicas de
crecimiento ilimitado como una forma de irracionalidad social que derivan
necesariamente en una paradójica contraproductividad o retroprogreso, las reflexiones
acerca de la expropiación de todos aquellos bienes y ámbitos de la vida que
tradicionalmente habían pertenecido al ámbito de lo comunitario en manos del entramado
tecnoindustrial y su propuesta de una sociedad libre, justa e igualitaria que delinea el
contorno de una sociedad en la que la apuesta por el decrecimiento habría supuesto una
transformación radical de la vida social y económica constituyen aportaciones
fundamentales para nuestro presente. Sin embargo, no queremos dejar de insistir en que
lo hasta aquí presentado tiene la vocación de servir como un primer acercamiento a la
primera etapa de las obras de Illich, en la que desarrollaría de forma más explícita su
faceta como pionero del decrecimiento y crítico de la sociedad industrial.

Pero, además, en el proceso del proceso de elaboración de este texto, hemos podido
certificar que Illich es un pensador de una exuberancia y una amplitud temática que son

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inabarcables para un trabajo de estas características y cuya envergadura intelectual ni
siquiera alcanzábamos a imaginar al comenzar las primeras incursiones en su obra. Por
cuestiones obvias de extensión, tiempo y afinidad temática, no hemos podido prestar la
atención necesaria ni hacer justicia a su obra con la profundidad que esta merecería. A
pesar de ello, reconocemos la relevancia y vigencia del pensamiento de Iván Illich para
el estudio sistemático de al menos tres cuestiones que bien podrían ser desarrolladas en
investigaciones posteriores. En primer lugar, su reconocimiento como uno de los más
interesantes críticos de la Modernidad por parte de colegas y académicos versados en la
materia quienes lo sitúan como una referencia de primer orden —junto a autores como
Hans Blumenberg o René Girard— para pensar los orígenes de la cultura occidental, con
una postura novedosa dentro de las posiciones teóricas mantenidas dentro este ámbito de
estudio107. En segundo lugar, sus consideraciones críticas sobre el carácter
deshumanizador de la tecnología moderna lo sitúan en la estela de una lista de autores
que permiten elaborar una genealogía de la no neutralidad de la técnica —al lado, por
ejemplo, de su maestro Ellul, con quien sería interesante establecer conexiones e
influencias más profundas desde una perspectiva comparativa de sus obras—. Y, en tercer
lugar, como uno de los pensadores que permiten acercase a las ideas centrales de la
filosofía política —libertad, igualdad, autonomía— y sus presupuestos antropológicos
desde la perspectiva de una historia cultural de la escasez que él mismo habría
inaugurado108, en consonancia con líneas y debates teóricos ya en curso 109.

Por otro lado, algunas de las posiciones centrales de Illich que hemos abordado en este
trabajo no se encuentran exentas de posibles críticas. A modo de ejemplo, entendiendo
los principios político-morales últimos que están detrás de sus planteamientos, ¿no va
quizá demasiado lejos en su crítica a las instituciones asistenciales del estado, lo que hoy
denominamos “Estado del bienestar” y que es considerado por mucha gente como una de
las grandes conquistas de “los de abajo” frente a las contingencias de la vida? ¿o es quizá
una postura que va precisamente al fondo de cuestiones como la conexión entre la

107
Así lo recoge Charles Taylor su prólogo (“Preludio”) al libro de David Cayley, Últimas conversaciones
con Iván Illich… un magnífico estudio monográfico sobre esta cuestión a través de la transcripción de
varias entrevistas con Illich, que es de un gran interés para comprender las posiciones éticas que sustentan,
en última instancia, las posiciones críticas de nuestro autor con respecto a las instituciones del mundo
moderno.
108
Achterhuis, op. Cit.
109
Cfr. la polémica por la publicación del último libro del filósofo y antropólogo francés Pierre
Charbonnier, Abondance et liberté… y la réplica de Aurélien Berlan, que puede seguirse, por ejemplo, en
https://www.terrestres.org/2020/11/02/reecrire-lhistoire-neutraliser-lecologie-politique/

40
responsabilidad moral y sus traducciones políticas —como demostraría una comprensión
cabal del conjunto de su obra? Si bien no pretendemos ni mucho menos abrir ahora tales
debates, el dialogo fértil de muchos de nuestros pensadores de referencia con el fundador
de la Escuela de Cuernavaca, que encuentran en él aportaciones esenciales para avivar
sus propias tradiciones intelectuales 110, ponen de manifiesto su vigencia para pensar los
grandes temas filosóficos, políticos y culturales que nos preocupan hoy en día.

Sin lugar a duda, la lectura de la obra de Ilich supone la entrada a un universo de ideas de
un enorme valor e interés y con un gran potencial de investigación aún por explorar.

110
Jorge Riechmann, “Illich como piedra de toque”, Ecosocialismo descalzo… pp. 111-112.

41
Bibliografía

La extensa obra de Illich ha sido publicada en numerosos idiomas originales y por muchas
editoriales distintas. Su relativamente poca difusión y recepción por parte de los círculos
académicos hacen que sea algo difícil reunir con precisión todas sus obras en
castellano111. A continuación, presentamos una recopilación no exhaustiva, en proceso de
elaboración, de buena parte de las obras publicadas por Illich que hemos considerado
esenciales para la elaboración de este trabajo, según sus fechas de publicación original:

1. Obras de Iván Illich.

- ILLICH, I. La sociedad desescolarizada ed. Barral, Barcelona, (3ª. ed), 1976


[1971].
- ILLICH, I. La convivencialidad, Virus Editorial, Barcelona, 2011 [1973].
- ILLICH, I. Energía y equidad ed. Barral, Barcelona, [1974].
- ILLICH, I. Alternativas, Joaquín Mortiz, México, [1974].
- ILLICH, I. Némesis médica. La expropiación de la salud y otros escritos,
Irrecuperables, 2020, [1976].
- ILLICH, I. El derecho al desempleo útil y sus enemigos profesionales. Díaz y
Pons, 2015 [1978].
- ILLICH, I. El trabajo fantasma, Obras reunidas, vol II, Fondo de Cultura
Económica, México D.F., 2008 [1980].
- ILLICH, I. Profesiones inhabilitantes, H. Blume, Madrid, 1981.
- ILLICH, I. Para Schumacher, H. Blume, Madrid, 1981.
- ILLICH, I. Le genre vernaculaire Seuil, Paris, 1982.
- ILLICH, I. The Alphabetization of the Popular Mind, Pelican Books, 1988.
- ILLICH, I. Alternativas II, Joaquín Mortiz/Planeta, México, 1988.
- ILLICH, I. H2O y las aguas del olvido, Cátedra, Madrid, 1989.
- ILLICH, I. En el viñedo del texto. [Du lisible au visible: La naissance du texte,
Un commentaire du Didascalicon de Hugues de Saint-Victor, Cerf, Paris], 1991.

111
Ese esfuerzo editorial fue llevado a cabo por Fondo de Cultura Económica, en el que se encuentran
publicadas sus Obras Reunidas, en dos volúmenes.

42
- ILLICH, I. In the Mirror of the Past. Lectures and addresses (1978-1990) Marion
Boyars, 1992.

2. Ponencias, conferencias, artículos y otros textos de Illich.

- ILLICH, I. “Silence Is a Commons”, CoEvolution Quarterly, nº 48, 1983 [1982].


Recuperado en castellano de: https://sursiendo.org/2012/05/illich-el-silencio-es-
un-bien-comunal/
- ILLICH, I. “El arte de habitar”, pronunciado como discurso ante el Royal Institute
of British Architects en York, Reino Unido, julio de 1984.
- ILLICH, I. “La crítica radical de la empresa escolar”, Opciones, nº 10, suplemento
de El Nacional, México, 10 de julio de 1992. Conferencia presentada en Chicago
en 1988

3. Bibliografía secundaria.

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Une introduction à la pensée d'Ivan Illich.”, Revue Philosophique de Louvain.
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- AIE, World Energy Outlook 2010. Disponible en:
http://www.worldenergyoutlook.org/media/weo2010.pdf
- ALMAZÁN, A. Técnica y autonomía. Una reflexión filosófica sobre la no
neutralidad de la técnica desde la obra de Cornelius Castoriadis (tesis doctoral),
Universidad Autónoma de Madrid, 2018.
- ALMAZÁN, A. Técnica y tecnología. Cómo conversar con un tecnolófilo.
Taugenit, Madrid, 2021.
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2002.
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Pez Volador, 2019.
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