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Para comprender por qué el "Manifiesto" expresó durante tanto tiempo una
verdad, y sólo a finales del siglo XX se volvió en cierto modo falso, tenemos que
reconocer el carácter contradictorio de la teoría de Marx, siempre tratada erróneamente
como un bloque compacto. Hay, por así decirlo, un "doble Marx": dos teóricos en la
misma cabeza, que siguen vías de argumentación completamente diferentes. El Marx nº
1 es el Marx universalmente conocido, "exotérico" y positivo, el descendiente y disidente
del liberalismo, el político socialista de su tiempo y mentor del movimiento obrero, que
nunca quiso otra cosa que derechos civiles y un "salario justo para una jornada de
trabajo justa". Ese Marx nº 1 parece adoptar una perspectiva ontológica del trabajo,
incluyendo la ética protestante correspondiente, reivindicar la "plusvalía no pagada" y
querer sustituir la juridica "propiedad privada de los medios de producción" por la
propiedad estatal.
Y no cabe duda que éste es también el Marx del "Manifiesto Comunista", a cuyo
nivel su adjunto y coautor Engels se limitó toda su vida. Se trata del manifiesto de la
"lucha de clases", tal como ésta determinó el desarrollo del mundo moderno entre 1848
y 1989. "Vuestra justicia", le espetan Marx y Engels a la burguesía capitalista que, como
ellos, es todavía joven, "es sólo la voluntad de vuestra clase elevada a la categoría de
ley." Aunque se den las llamadas condiciones materiales, lo que en última instancia
define e impulsa la historia es la subjetividad íntegra de la voluntad consciente de
intereses sociales antagónicos: "clase contra clase", sin que se pregunte con más
precisión de qué modo fueron realmente constituídos esos sujetos colectivos sociales y
sus intereses. Aún se escucha aquí, de manera ingenua, el lenguaje de la filosofía
iluminista, según la cual la sociedad y su desarrollo pueden ser reducidos a actos de
voluntad conscientes, casi a la manera de las ciencias naturales.
Ese Marx nº 2 es el hasta hoy oscuro y poco conocido Marx "esotérico" y negativo,
el descubridor del fetichismo social y crítico radical del "trabajo abstracto" y de su
respectiva ética represiva, que caracterizan el moderno sistema productor de
mercancías. El Marx nº 2 orienta su análisis teórico no hacia los intereses sociales
inmanentes al sistema, sino hacia el carácter histórico del propio sistema. El problema
aquí ya no es la "plusvalía no pagada", o el poder jurídico de disposición de la propiedad
privada, sino la propia forma social del valor, que es común a las clases en lucha y la
primera causa del antagonismo de sus intereses. Esta forma es "fetichista", porque
constituye una estructura sin sujeto, "a espaldas" de todos los que en ella
participan, donde son conjuntamente sometidos al incesante proceso cibernético de una
transformación de energía humana abstracta en dinero.
Fuente: http://www.exit-
online.org/textanz1.php?tabelle=transnationales&index=4&posnr=107&backtext1=text1.ph
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