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Socialismo verde: respuestas urgentes ante la crisis ecológica

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SEGUNDO TRIMESTRE
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GuerraGuerra
Mundial (1939-1955)
Mundial (1939-1955)
revista de debate teórico y político
1937-2021
Nuestra Bandera, número 251
Segundo trimestre de 2021

Revista de debate teórico y político


editada por el Partido Comunista de España (PCE)

Directora: Marga Sanz

Consejo de redacción:
Gloria Aguilar, Jaime Aja, Pedro Marset, Javier Moreno,
Eduardo Sánchez, Marga Sanz

Consejo editorial:
Gloria Aguilar, Jaime Aja, Clara Alonso, Estela Álvarez, Nazanín Armanian,
Joaquín Arriola, José Luis Centella, Elena Cortés, Paco Erice, Marga Ferré,
Paula Garvín, Eduardo Garzón, Belén Gopegui, Ramón Górriz, Julia Hidalgo,
José M. Mariscal, Pedro Marset, Manolo Monleón, Javier Moreno, Ángel
Olmos, Isabel Peña Rey, Higinio Polo, Sol Sánchez, Eduardo Sánchez,
Enrique Santiago, Marga Sanz, Anabel Segado, Pascual Serrano,
Francisco J. Sierra y Cristina Simó

Diseño y maquetación: Ángel Olmos


Corrección ortotipográfica: Javier Olmos
Impresión: Safekat

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ISSN: 1133-567X

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Esta revista se publica bajo una licencia


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Índice

e d i t o r i al

7
Socialismo verde: respuestas urgentes ante la crisis ecológica

POLÍ TIC A

17 ¿Quién teme al decrecimiento?  Eva García Sempere

25 El movimiento a favor del decrecimiento  Joaquim Sempere

33 Repensar la economía en la crisis ecosocial. Esbozos para una


transición ecosocialista  Santiago Álvarez Cantalapiedra

45 Ciencia y tecnología necesarias para una transición ecológica


decrecentista  Paula Navascués

55 Alternativas para reducir el impacto sobre la biodiversidad


en nuestra forma de producir y consumir  Pablo Jiménez

65 Consumo energético y decrecimiento: por qué no es posible


mantener los niveles de consumo energéticos actuales ni con
energías renovables  Álex García

75 ¿Podemos colapsar mejor?  Francisco del Pozo Campos,


Jesús Garrido Martínez y José Eduardo García Díaz

85 El decrecimiento: socialismo sin crecimiento


Timothée Parrique y Giorgos Kallis

91 Decrecimiento en el modelo agroganadero español 


Iria Costela Peña

101 Desigualdad, empleo y decrecimiento económico 


Vicente López


251
109 Cuidar lo común  Clara Alonso Jiménez

115 El gasto sanitario frente a la inversión en salud.


La salud en un contexto decrecentista  Carmen Franganillo

123 Una reforma fiscal para hacer las paces con la naturaleza.
Equidad para reemplazar al crecimiento  Carlos Sánchez Mato

131 Apuntes para la recuperación de la sostenibilidad


en el hábitat humano  Pablo Beltrán

139 El transporte: de la movilidad a la accesibilidad «sostenible»


Juan José Guirado

149 La economía circular, una reflexión desde la izquierda


ecosocialista  Xabier Pombo

157 Nuevos modelos de ocio y cultura  Amadeu Sanchis y Raúl Febrer

163 China: sociedad, medio ambiente y cooperación internacional.


Explorando vías hacia una sostenibilidad compartida mundial
Entrevista a Manuel Ruiz (entrevistado por Lucas Gutiérrez)

C U LTU RA

177 Arte y militancia  Manuel García

189 De la agitprop a la política de comunicación con Manuel


Vázquez Montalbán. Cómo escribir en Mundo Obrero, establecer
una buena política de comunicación y penetrar en los medios
hegemónicos  José Manuel Martín Medem

195 Antología para un periodismo del futuro 


Francisco Sierra Caballero

205 Nuestros momentos no se perderán en el tiempo, como lágrimas


en la lluvia. Sesenta años de la revista Nous Horitzons
Marc Rius Piniés


251
A U TOR I NV ITADO

211 Caso Bárcenas, anatomía de la corrupción 


Juan Moreno Redondo

C E NTENARIO DEL PARTIDO C O M UN I STA DE E SPA Ñ A


II. El PCE en la inmediata postguerra
y tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1955)

221 Diez días felices, diez años amargos. La Operación Reconquista


en la estrategia insurreccional del PCE  Ramón García Piñeiro

237 El PCE tras la Guerra Civil. Las diversas reestructuraciones


y la lucha clandestina  Carlos Fernández Rodríguez

251 Una década sin épica  Mirta Núñez Díaz-Balart


265 Documentos Centenario: Resolución del Pleno del Comité
Central. Sobre los cambios en la táctica del partido para lograr la
reconciliación de los españoles y acelerar la caída de la dictadura
del general Franco por la vía pacífica

269 Documentos Centenario: Un manifiesto estudiantil llama


a los universitarios. A la huelga

LIBROS

273 Sobre izquierda alternativa y cristianismo emancipador,


de Francisco Fernández Buey  Joaquín Arriola

279 Lo que está ocurriendo. (Sobre Así empieza todo. La guerra oculta
del siglo XXI, de Esteban Hernández)  J. M. Mariscal Cifuentes

251
Congreso de Mujeres Antifascistas (Madrid, 1934).
Socialismo verde:
respuestas urgentes
ante la crisis ecológica

A pesar de que el decrecimiento lleva hablándose y teorizándose desde hace


varios años, sin duda en este último año vuelve con fuerza.
Por una parte, los datos sobre el impacto del cambio climático y cómo este
7

parece acelerarse más de lo previsto inicialmente y las dramáticas cifras de


contaminación y pérdida de recursos naturales. Por otra, la pandemia que
todavía sufrimos, junto a la perspectiva de otras posibles pandemias de origen
zoonótico en el futuro, fruto de la destrucción de ecosistemas, la pérdida de
biodiversidad y la mayor vulnerabilidad sobrevenida de grandes colectivos
humanos por agresiones diversas (guerras como la de la «gripe española» de
1918 o la precariedad extendida tras la crisis financiera de 2008, etcétera) han
puesto de manifiesto que ya no basta con un desarrollo sostenible o con lo que
llaman un crecimiento verde: estamos ya asistiendo a una pérdida de recursos
o, por decirlo de otra manera, estamos ya asistiendo a un decrecimiento en
cuanto a elementos sustanciales para la vida: el agua, las tierras fértiles, la
biodiversidad, los recursos fósiles o las materias primas necesarias para el
desarrollo tecnológico… son algunos de los ejemplos de estos elementos.
Quienes apuestan por el decrecimiento como salida, a pesar de las
diferencias que pueden existir en cuanto a su concepción, coinciden en que
este pretende la disminución de la producción económica con el objetivo de
establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza,
pero también entre los propios seres humanos entre sí.
Comparten, también, el convencimiento de que sin reducir la producción
económica, responsable de la disminución de los recursos naturales y la
destrucción del medio, es imposible la conservación del medio ambiente.
Cuestionan, en este sentido, no solo el modelo económico capitalista por ser,
en esencia, el que encarna el afán de crecimiento ilimitado en un planeta con

251  editorial
recursos limitados, sino, también, el estilo de vida consumista —efectivo o
aspiracional— en el que estamos o queremos estar inmersos (nos referimos,
claro está, a aquellos países y clases sociales que pueden permitírselo).
Por tanto, quienes apuestan por el decrecimiento proponen una
disminución del consumo y la producción controlada y racional, cuya
transición se realizaría mediante la aplicación de principios más adecuados a
una situación de recursos limitados.
El mero hecho de aceptar una limitación en la producción de mercancías
plantea ya el meollo del debate, puesto que, si no es el núcleo del modelo
el crecimiento de mercancías en el mercado, esa variable ha de ser fruto de
una decisión colectiva, debatida y consensuada. La planificación reaparece
como guía que afecta a esa producción concreta y al conjunto de elementos
implicados. Ya no será Wall Street el que oriente la producción económica, sino
la representación de la voluntad democrática.
Pero nos equivocaríamos si pensáramos que el capitalismo no es
consciente de este descenso de recursos y la necesidad de decrecer en
términos materiales. Solo que pretende hacerlo de la misma manera que
8 concibe los derechos: solo habrá para quien pueda pagarlo. Y estos serán cada
vez menos.
En este número de Nuestra Bandera pretendemos abordar el debate y
reflexionar sobre qué significa el decrecimiento y cómo podemos plantear un
futuro en el que este no siga siendo planificado por el capitalismo. Para ello,
hemos querido repasar los distintos sectores y servicios que se verán afectados
y tratamos de poner sobre la mesa las principales medidas que habremos de
poner en marcha.
Algunos de los puntos ya están siendo objeto de un fuerte debate, como
es el caso de la energía, dado que el horizonte de 100 % renovables que nos
fijamos es imposible cumplirlo sin disminuir el gasto actual y el ritmo de
crecimiento.
La gestión de los residuos, la economía circular y la recuperación de las
materias primas necesaria para mantener la producción de distintos elementos
es otro de los temas clave en este debate, junto a la reflexión profunda de qué
modelo alimentario hemos de poner en pie para evitar seguir perdiendo tierras
fértiles y agotando recursos que nos pongan en peligro real.
Abordamos el modelo sanitario, de servicios, de cuidados y el modelo
industrial, así como la necesaria reforma fiscal que puede llevarnos a planificar
todo esto. Sin olvidar, por supuesto, una de las cuestiones que más preocupan
y con razón: el modelo de relaciones laborales y la ineludible reivindicación de
trabajar menos para trabajar todas y todos. Si, como sabemos, es imposible
mantener el ritmo de producción y consumo actual, también es imposible
aspirar a un pleno empleo de cuarenta horas semanales en nuestro ámbito. Es
evidente que esta ausencia de futuro para la juventud no puede ser el legado

251  editorial
de la sociedad «occidental» que luchó contra el fascismo o que alumbró
esperanzas con las revoluciones socialistas. Se convierte en necesidad la
asunción de mecanismos de planificación basados en la solidaridad y el
bienestar de la humanidad. Es hora de que la regulación internacional no
dependa de una Organización Mundial del Comercio, sino de una ONU guiada
por un marco de valores totalmente diferente.
El reto ahora es definir cómo redistribuimos empleo y riqueza, en qué
sectores y cómo llevarlo a cabo sin perder, aún más, capacidad adquisitiva.
Pensando, además, no solo en un entorno eurocéntrico, sino planetario:
¿cómo hacerlo para que quienes no llegan a los mínimos vitales puedan
alcanzar mejores cotas de bienestar? Y todo ello con la mirada puesta en la
batalla cultural que desafiamos: acabar con el modelo de consumo desbocado,
este modelo absurdo por el que valemos tanto como nuestra capacidad de
consumir cosas que no necesitamos.
Es un tema complejo, apasionante y produce angustia en muchas
personas, que ven cómo, ahora mismo, llegan a fin de mes a duras penas y
su acceso a bienes y servicios está francamente limitado. Pero hemos de ser
valientes y empezar a poner medidas a debate para construir una alternativa a 9
este sistema destructor del planeta y de nuestra vida.
Desde Nuestra Bandera aportamos a la reflexión este número, con el
que pretendemos empezar a hablar de qué implica el decrecimiento y cómo
podríamos iniciar el camino hacia una verdadera transición ecosocial desde
el convencimiento de que el socialismo al que aspiramos tendrá que partir de
un análisis descarnado de la realidad actual y el futuro de colapso al que nos
asomamos para garantizar que construimos un sistema de fuertes pilares que nos
lleve a universalizar los servicios y alcanzar una vida digna para todos y todas.
Para nosotras es evidente que solo el socialismo garantizará una vida
digna para todas. Pero ahora necesitamos recorrer un paso más: entender que
esta construcción, para que sea realmente sostenible en el tiempo y llegue a
todas, independientemente de dónde vivan, ha de hacerse bajo una nueva
perspectiva de redistribución de riquezas y recursos, cada vez más escasos. Y
todo ello dentro de un nuevo orden internacional multilateral, justo, solidario,
igualitario y en paz, imprescindible para una nueva organización de la vida.
El cambio de modelo económico que precisa el decrecimiento es
una tarea que implica una participación democrática de la ciudadanía de
dimensiones enormes y de composición política e ideológica obligatoriamente
diversa. A su vez, ha de ser en sí mismo de dimensiones suficientes como para
poder convertirse en beneficioso para toda la humanidad, con cooperación
heterogénea, garantizando flexibilidad suficiente y máxima coordinación. No
es posible perseverar en un tipo de conducta homogénea. Por último, ha de
ser una tarea apoyada en los avances éticos de la humanidad consciente, a
través de las organizaciones internacionales pertinentes. Supone, en definitiva,

251  editorial
entrar en una nueva etapa de la sociedad humana que recorra el paso desde la
confrontación hacia la cooperación.
Con el interés de abordar este debate, Nuestra Bandera pone a
disposición de sus lectores y lectoras un conjunto de trabajos que lo acometen,
completando su contenido con las secciones habituales y manteniendo la
contribución a la conmemoración del centenario del PCE.

De esta forma, la sección POLÍTICA se abre con el trabajo de Eva García


Sempere «¿Quién teme al decrecimiento?», que introduce el significado de
«decrecimiento» y algunas fuentes de las que parte, así como algunas de las
cuestiones en las que convergen los distintos puntos de vista que existen, con
el objetivo de centrar qué debería describir el decrecimiento que queremos
desde un punto de vista marxista y ecofeminista. Asimismo, se repasa algunos
de los puntos más conflictivos y los debates que existen actualmente sobre la
cuestión, tomando como punto de partida la situación actual medioambiental
a nivel planetario, que cualquier construcción socialista deberá tener en cuenta
si pretende ser creíble y sostenible en el tiempo.
10 Sigue «El movimiento a favor del decrecimiento», de Joaquim Sempere,
donde explicita una gran contradicción del industrialismo capitalista, que,
combinando innovación técnica con combustibles fósiles, ha aportado
abundancia y mejoras sin precedentes, pero a costa de destruir la biosfera y
saquear los recursos minerales. Expone que seguir creciendo solo conduce
al abismo: hace falta decrecer. En este texto se repasan algunos análisis y
propuestas de decrecimiento.
En «Repensar la economía en la crisis ecosocial. Esbozos para una
transición ecosocialista», Santiago Álvarez Cantalapiedra caracteriza el
momento actual de crisis general, donde sus múltiples dimensiones y sus
interconexiones están íntimamente ligadas a la forma en que el capitalismo
se estructura, funciona y se reproduce y, en particular, con la forma en que se
inserta en los sistemas sociales y naturales de los que forma parte. Plantea
que el esbozo de un programa ecosocialista de transición debe arrancar de un
diagnóstico certero de esa situación.
Paula Navascués, en su artículo «Ciencia y tecnología necesarias para
una transición ecológica decrecentista», plantea que la situación climática
actual nos obliga a tomar partido en los debates de transición ecológica y
decrecimiento. En este sentido, se pregunta qué papel deben jugar ciencia y
tecnología para un proceso favorable para la clase trabajadora. ¿Es necesaria
toda la tecnología disponible? ¿Hacia dónde deberíamos dirigir el desarrollo
tecnocientífico?
«Alternativas para reducir el impacto sobre la biodiversidad en nuestra
forma de producir y consumir» da título al trabajo de Pablo Jiménez donde
constata la pérdida de biodiversidad como un hecho innegable denunciado

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por el IPBES, que alertaba en 2019 sobre la posible extinción de un millón de
especies de aquí a finales de siglo, provocada por las actividades humanas. En
este artículo se pretende dar alternativas al modelo de producción y consumo
actual propiciado por el capital, que está en la base de la situación actual de
emergencia ecológica.
En «Consumo energético y decrecimiento: por qué no es posible
mantener los niveles de consumo energéticos actuales ni con energías
renovables», Álex García constata que la teoría del decrecimiento no es
especialmente brillante ni tampoco es muy popular y, sin embargo, es simple
y tan necesaria como revolucionaria. El planeta se dirige hacia un crecimiento
muy importante de la población mundial y a un aumento más que notable
del consumo energético en un contexto de emergencia climática. El sistema,
sin embargo, fía la solución a una suerte de capitalismo verde digital basado
en la implantación masiva de energías renovables. No obstante, señala, esto
posiblemente no sea ni suficiente ni posible, ya que depende de unas materias
primas críticas que son escasas.
«¿Podemos colapsar mejor?» es un trabajo conjunto de Francisco del
Pozo Campos, Jesús Garrido Martínez y José Eduardo García Díaz. El artículo 11
responde, a modo de guía de introducción, a las cuestiones habituales
que surgen al enfrentarnos al colapso civilizatorio por primera vez. La idea
principal es que estamos en una bifurcación de caminos: uno hacia sociedades
liberadoras e igualitarias, el otro hacia la extinción del ser humano.
En opinión de Timothée Parrique y Giorgos Kallis, autores de «El
decrecimiento: socialismo sin crecimiento», si la ideología del crecimiento es
el motor del capitalismo y base de explotación social y medioambiental, el
objetivo debería ser el socialismo sin crecimiento, y defienden que el nivel
de vida puede mejorar sin crecimiento si las riquezas y nuestro tiempo se
distribuyen y comparten. Mantienen que el socialismo y el decrecimiento son
dos conceptos poderosos para criticar el capitalismo y plantean que hay que
adherirlos en lugar de oponerlos.
Iria Costela Peña aporta al debate «Decrecimiento en el modelo
agroganadero español», un artículo que trata de explicar las claves que han
llevado al sector agroganadero español a estar donde está, los motivos por los
que un decrecimiento parece ya ineludible y las propuestas para lograr que
este sea justo, democrático y ordenado, y tenga en cuenta tanto a personas
productoras como a consumidoras.
«Desigualdad, empleo y decrecimiento económico» es el trabajo de
Vicente López, donde plantea que el crecimiento económico se sustenta en la
explotación de los recursos de nuestra biosfera y, dentro de ellos, también de
las personas para conseguir ese ansiado beneficio económico que mantenga de
forma indefinida el proceso de acumulación de capital. El decrecimiento debe
ser resultado de la lucha contra la desigualdad, la pobreza y la precariedad.

251  editorial
Clara Alonso Jiménez en su artículo «Cuidar lo común» se pregunta
si tiene algo que ver la sobrecarga de trabajo de cuidados de las mujeres
con el capitalismo. ¿Qué tienen en común el trabajo reproductivo y la relación
del capitalismo con la naturaleza? Sobre estas cuestiones reflexiona en su
trabajo, una mirada sobre las condiciones primordiales de posibilidad del
capitalismo mismo.
«El gasto sanitario frente a la inversión en salud. La salud en un contexto
decrecentista», de Carmen Franganillo, plantea que en una sociedad
capitalista donde el crecimiento continuo en el consumo es fundamental
para el sostenimiento del sistema, pero a la vez insostenible, se agudizan las
contradicciones de quienes quieren hacer de la salud un negocio. ¿Es necesario
invertir más en sanidad en los países con mayor desarrollo?
Carlos Sánchez Mato, en «Una reforma fiscal para hacer las paces con la
naturaleza. Equidad para reemplazar al crecimiento», plantea que abordar
la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la contaminación requiere
reducir el tamaño de determinados sectores de la actividad económica que
son nocivos desde el punto de vista ecológico y social. Hacer las paces con
12 la naturaleza supone abordar el reparto de las rentas e implementar una
reforma fiscal.
«Apuntes para la recuperación de la sostenibilidad en el hábitat humano»
es el trabajo de Pablo Beltrán, donde expone que las grandes aglomeraciones
y las actividades que se desarrollan en ellas son las máximas culpables
de la insostenibilidad de nuestro sistema socioeconómico, consecuencia,
fundamentalmente, de la forma que tienen. En opinión del autor, si queremos
un mundo habitable, no basta con incidir en la economía o en los hábitos
sociales: es necesario transformar el soporte físico que les da cabida.
Juan José Guirado en «El transporte: de la movilidad a la accesibilidad
“sostenible”» caracteriza el transporte como una actividad imprescindible. En
ella, líneas y nudos de su compleja red requieren un correcto diseño para
optimizar tiempos, ahorrar energía y disminuir emisiones contaminantes, pero
esas buenas intenciones se aplazan una y otra vez. En su opinión, hay un factor
que se obvia que nos dice que el tiempo se acaba: la crisis energética.
Xabier Pombo, desde la necesidad imperiosa de decrecer, en «La
economía circular: una reflexión desde la izquierda ecosocialista» plantea
la necesidad de trabajar todos los aspectos de la economía circular desde la
mirada de la izquierda ecosocialista, basada en el respeto al medio natural
en el que vivimos, en una profunda planificación de lo esencial, en el reparto
justo de los recursos y en una vida en la que tengamos en cuenta que lo
que nosotros utilizamos no puede basarse en la explotación de otros ni en
la explotación de recursos naturales de forma innecesaria. Mantiene que la
nueva revolución viene de la mano de una naturaleza que se rebela contra la
sobreexplotación del planeta.

251  editorial
En «Nuevos modelos de ocio y cultura», Amadeu Sanchis y Raúl Febrer
parten de que la cultura y el ocio no deben ser una simple moneda para
obtener beneficio económico, como entiende el capitalismo. Pero hay que
dignificar los sectores culturales en lo laboral y en lo económico, desde la
inversión pública. Una apuesta por la cultura inclusiva para todos y desde
todos.
Para cerrar la sección, bajo el epígrafe «China: sociedad, medio ambiente
y cooperación internacional. Explorando vías hacia una sostenibilidad
compartida mundial», Lucas Gutiérrez conversa sobre China y decrecimiento
con Manuel Ruiz, profesor titular de Ecología jubilado de la Universidad
Autónoma de Madrid.

La sección de CULTURA cuenta con el artículo de Manuel García «Arte y


militancia», donde reflexiona sobre la obra de una serie de artistas españoles
respecto al franquismo y conflictos del siglo XX (Oriente Medio y Vietnam) con
referencias a artistas europeos y españoles como Arroyo, Genovés, Ibarrola y el
Equipo Crónica, el Equipo Realidad y el Equipo Límite.
«De la Agitprop a la política de comunicación con Manuel Vázquez 13
Montalbán. Cómo escribir en Mundo Obrero, establecer una buena política de
comunicación y penetrar en los medios hegemónicos» es un trabajo de José
Manuel Martín Medem relativo al libro Cambiar la vida, cambiar la historia, de la
Editorial Atrapasueños, que reúne los artículos publicados por Manuel Vázquez
Montalbán en Mundo Obrero. En opinión del director de Mundo Obrero, dicho
libro no es el resultado de una arqueología periodística para recuperar sus
papiros. Es una pedagogía imprescindible para nuestra alfabetización mediática:
Manuel Vázquez Montalbán nos enseña cómo escribir en Mundo Obrero,
avanzar desde la agitación y la propaganda hacia la política de comunicación y
aprovechar las brechas en el sistema hegemónico de la información venérea.
En su artículo «Antología para un periodismo del futuro», Francisco
Sierra nos ofrece una visión e interpretación de la gigantesca obra de
Manolo Vázquez Montalbán sintetizada en diez puntos: 1) la estructura de
la información como poder, 2) los desequilibrios de esa información como
falta de democracia, 3) la actualidad de sus escritos al criticar la cultura del
estraperlo, 4) la persistencia de la violencia («Viva la muerte»), 5) el lugar
geopolítico al que nos arrincona la construcción de la UE con Maastricht,
6) la necesidad de un pensar contracorriente, 7) frente a la tecnocracia, «pensar
contracorriente», 8) una alternativa democrática, 9) de progreso y 10) la épica
del papel de la información en la construcción del futuro.
Por último, en «Nuestros momentos no se perderán en el tiempo, como
lágrimas en la lluvia. Sesenta años de la revista Nous Horitzons» el director
de dicha publicación, Marc Rius Piniés, relata y considera, en el aniversario
sobre el papel de esta revista nacida en la clandestinidad por iniciativa del

251  editorial
PSUC, sus seis décadas como reflejo de una cultura política y de los grandes
debates de la izquierda. Un espacio de reflexión al servicio de la acción política
transformadora.

La sección AUTOR INVITADO aborda el análisis de la corrupción en el sistema


capitalista y sus implicaciones en distintos órdenes de la vida. En este sentido,
contamos con el trabajo de Juan Moreno «Caso Bárcenas, anatomía de la
corrupción», donde el autor desgrana los principales hitos del más grave caso
de corrupción destapado en nuestro país en los últimos años, causa judicial en
la que el papel de la acusación popular ha sido clave. Al hilo de la historia del
caso, el autor hilvana las componendas corruptas que se dan entre el poder
económico y político en el modelo capitalista.

La sección CENTENARIO DEL PCE aborda el período 1939-1955 en la vida política


del Partido Comunista tanto en la inmediata postguerra como en el período
que se abre tras la Segunda Guerra Mundial.
Para la inmediata postguerra, contamos con los trabajos de Ramón García
14 Piñeiro y de Carlos Fernández Rodríguez.
Ramón García Piñeiro aporta «Diez días felices, diez años amargos. La
Operación Reconquista en la estrategia insurreccional del PCE». El autor
desgrana la táctica comunista en la década de los cuarenta, en la que el PCE
supuso que podría derribar el régimen de Franco mediante una combinación
de actividad guerrillera en el interior, levantamiento popular y apoyo armado
desde el exterior, pero —expone— los componentes de este engranaje
insurreccional solo se movilizaron durante la denominada Operación
Reconquista. Aunque la intentona se saldó con un fracaso y fue utilizada para
desencadenar una purga política, no por ello se alteró una estrategia opositora
basada en dos quimeras: la vulnerabilidad del franquismo y la predisposición
de los españoles a sublevarse.
«El PCE tras la Guerra Civil. Las diversas reestructuraciones y la lucha
clandestina» es el trabajo de Carlos Fernández Rodríguez, donde plantea que,
al finalizar la Guerra Civil española, el PCE lideró la oposición antifranquista
en un momento histórico de represión, fragmentación del partido —con tres
direcciones más la interior del país—, reorganizaciones clandestinas, divisiones
y luchas internas por el poder. En ese combate antifranquista, la militancia
comunista luchó desde la clandestinidad contra el fascismo en la década más
dura y autoritaria de la dictadura franquista.
Adentrándose en el final de los cuarenta, el artículo de Mirta Núñez
Díaz-Balart «Una década sin épica» analiza cómo el PCE reajusta su programa
para llegar a una población que empieza lentamente a despegar de la miseria
inducida por la dictadura franquista. Se abandona la guerrilla y se sitúa como
objetivo las acciones colectivas. La nueva línea política del partido empuja al

251  editorial
entrismo en los organismos del régimen. La pérdida de densidad ideológica se
compensa con la apertura a sectores más amplios de población. Pero señala
que la dictadura sigue siendo feroz en su represión y se ejecuta con frecuencia
abismal en paredón o a garrote. En el ámbito internacional —indica—, Estados
Unidos, tras el triunfo aliado en 1945, corre un velo sobre las alianzas pasadas
entre Franco, Hitler y Mussolini a cambio del establecimiento de bases
militares norteamericanas en territorio español.
Cerrando la sección, en Documentos Centenario se aporta la resolución
del Pleno del Comité Central del PCE de agosto de 1956, «Sobre los cambios
en la táctica del partido para lograr la reconciliación de los españoles y acelerar
la caída de la dictadura del general Franco por la vía pacífica», y el manifiesto
estudiantil «A la huelga», hecho público en Madrid el 1 de abril de 1956.

Por último, la sección LIBROS, donde contamos con la reseña de Joaquín


Arriola sobre la obra de Francisco Fernández Buey Sobre izquierda alternativa y
cristianismo emancipador y la de José M. Mariscal Cifuentes sobre Así empieza
todo. La guerra oculta del siglo XXI, de Esteban Hernández.
15
Para acabar, Nuestra Bandera agradece el asesoramiento y ayuda recibidos de
Eva García Sempere y de Pedro Marset, fundamentales en la conformación de
los contenidos de este número; igualmente, el trabajo a las autoras y autores
de las contribuciones que se aportan, así como el de quienes han posibilitado
que estas páginas vean la luz.  

251  editorial
Dirección del PCE (Valencia, 1937).
¿Quién teme al
decrecimiento?
Eva García Sempere

El capitalismo lleva en su seno el germen de su propia destrucción.


Karl Marx 17

Cuando un río se desborda, todos deseamos que decrezca para que


las aguas vuelvan a su cauce.
Serge Latouche

E n los últimos años, y quizá con más fuerza a raíz de la pandemia, vuelve
al debate la cuestión del decrecimiento. Pero ¿de qué hablamos cuando lo
hacemos de decrecimiento?
El concepto no es nuevo. Según algunos autores, el decrecimiento es una
corriente de pensamiento político, económico y social, una teoría, una ideolo-
gía o una perspectiva; en cualquier caso, coinciden en que pretende la dismi-
nución de la producción económica con el objetivo de establecer una nueva
relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, pero también entre
los propios seres humanos entre sí.
Comparten también el convencimiento de que, sin reducir la produc-
ción económica —responsable de la disminución de los recursos naturales y
la destrucción del medio—, es imposible la conservación del medioambien-
te. Cuestionan, en este sentido, no solo el modelo económico capitalista por
ser, en esencia, el que encarna el afán de crecimiento ilimitado en un planeta
con recursos limitados, sino también el estilo de vida consumista —efectivo
o aspiracional— en el que estamos o queremos estar inmersos (lógicamente,
aquellos países y clases sociales que pueden permitírselo).

251  política
Por tanto, quienes apuestan por el decrecimiento proponen una dismi-
nución del consumo y la producción controlada y racional, con una transición
que se realizaría mediante la aplicación de principios más adecuados a una si-
tuación de recursos limitados; algunos de estos principios son: escala reduci-
da, relocalización, eficiencia, cooperación, autoproducción (e intercambio),
democratización y horizontalidad, durabilidad y sobriedad. Sin embargo, no
coinciden todos los autores y autoras ni en todos los principios ni en la impor-
tancia de cada uno de ellos.
Nicholas Georgescu-Roegen, con la teoría enunciada sobre la bioecono-
mía en su obra The Entropy Law and the Economic Process (1971), forma parte de
los cimientos del decrecimiento, así como otros autores: Iván Illich, Hannah
Arendt. Especialmente interesantes son las corrientes decrecentistas que sur-
gen en Francia de la mano de Serge Latouche, el buen vivir latinoamericano o
las reflexiones y análisis que extrae el Club de Roma principalmente a través
del informe Meadows de 1972, que tiene como título bien conocido Los lími-
tes del crecimiento. Por otra parte, también encontramos a André Gorz, quien
entiende este concepto «utópico» como la forma más avanzada y no como la
18 más frustrada de lo que debe ser el socialismo.
Serge Latouche establece ocho pilares del decrecimiento que me parecen
interesantes en cuanto al repaso a las cuestiones prioritarias que habría que
abordar en la transición ecosocial necesaria: revaluar (sustituyendo valores
individualistas y consumistas por valores de cooperación), reconceptualizar
(buscando una nueva visión del buen vivir basado en calidad de vida y no en
acumular posesiones), reestructurar (avanzando hacia otros modelos de pro-
ducción y relaciones sociales), relocalizar (evitando, entre otras cuestiones, la
intensidad en el transporte), redistribuir (el reparto de riqueza tan necesario
en cualquier horizonte, pero especialmente en uno de recursos decrecientes),
reducir, reutilizar y reciclar.
Por otro lado, para Carlos Taibo el decrecimiento se engloba dentro de
un movimiento anticapitalista más amplio que aboga por la defensa de la pro-
piedad colectiva y autogestionada al mismo tiempo que se hace acompañar de
medidas que cancelan la ilusión del crecimiento indiscriminado. Advierte de
la existencia de eventuales modulaciones del decrecimiento que no se revelan
manifiestamente anticapitalistas y declara su alejamiento de esas vertientes.
Para Taibo, todo movimiento anticapitalista en el Norte, por necesidad, debe
ser decrecimentalista, autogestionario y antipatriarcal e internacionalista. Taibo
expresa así su pensamiento: «Prefiero hablar de perspectiva del decrecimiento,
y no de teoría del decrecimiento, y menos aún de este último concebido como
una ideología […] a mi entender el decrecimiento es un agregado que conviene
sumar a otras formulaciones teóricas o ideológicas, en la certeza, eso sí, de que
se trata de un agregado importante». Para el autor, y supongo que comparti-
réis conmigo lo acertado de su reflexión, el capitalismo y una eventual reforma

251  política
decrecentista chocarían frontalmente: el capitalismo se basa en el crecimiento
infinito, sin importar la finitud de los recursos necesarios para seguir engor-
dando sus beneficios. Por tanto, en sus propias palabras, «por sí solo, el pro-
yecto de decrecimiento es anticapitalista. El capitalismo no puede resistir una
lógica económica que reivindique reducciones en la producción y el consumo».
Por último, es imprescindible la mirada ecofeminista del decrecimiento,
representada en nuestro país, por ejemplo, por Yayo Herrero, antropóloga eco-
feminista, quien asegura que el decrecimiento «de la esfera material de la eco-
nomía» no es una opción, sino una «obligación».
Para la autora, y con ella muchas otras ecofeministas, el corazón de la tran-
sición ecosocial pasa necesariamente por recomponer o reformular de arriba
abajo el metabolismo económico: poner en el centro la vida de todas implica
necesariamente una redistribución radical de la riqueza y de las obligaciones
de cuidados. Porque, como resume de manera brillante, somos seres radical-
mente ecodependientes e interdependientes y, por tanto, necesitamos del me-
dio en que nos desarrollamos y nos necesitamos entre todos y todas, porque
no hay etapa de la vida donde no requiramos, de una u otra manera, cuidados.
Esta mirada ecofeminista que permite analizar y reconocer las situacio- 19
nes de opresión de clase, raciales, ambientales, de género es la que nos lleva
a (auto)dar la voz de alerta ante discursos decrecentistas que, como el green-
washing, no son solución y pueden esconder importantes prejuicios de clase.
En palabras de Yayo Herrero: «Hay que tener siempre en cuenta las diferencias
sociales. Que la situación de clase no te permita calentarte el agua o que no
puedas cocinar en tu casa porque te han cortado la luz. Discuto mucho con al-
gunos compañeros cuando hablan de autosimplicidad voluntaria. No podemos
confundirla con la desposesión forzosa. No es lo mismo aplicar esta transfor-
mación en personas con conciencia ecologista, con casas bien aisladas y con
una alimentación, que en personas que viven en casas mal aisladas y con mala
alimentación. La dimensión de la justicia social es clave» (Crític, 2019).
Probablemente esta sea una de las miradas más acertadas, porque, sin
duda, el decrecimiento causa sentimientos encontrados: existe incompren-
sión sobre el concepto, qué significa y cómo se puede aplicar. Y en el ámbito
de la izquierda, con una base tradicionalmente desarrollista y preocupada por
garantizar el acceso a los bienes y servicios necesarios para alcanzar una vida
digna, no cuenta con la aprobación mayoritaria, como sí ocurre con la lucha
contra el cambio climático o la necesaria protección ambiental para evitar las
catástrofes ecológicas o la pérdida de la biodiversidad.
Sin embargo, cada vez es más evidente que no resulta posible luchar con-
tra el colapso al que nos vemos abocados a cuenta de la crisis climática y am-
biental, que no es posible hacerlo sin dejar a nadie atrás y que, desde luego, la
anhelada transición ecosocial no será posible sin una drástica disminución del
uso de los recursos (energéticos y no).

251  política
También resulta evidente que tenemos ante nosotras, como civilización,
uno de los mayores retos de nuestra historia: enfrentar la fractura metabólica
consecuencia del desequilibrio entre el uso de los recursos y su capacidad de
recuperarse mientras, en paralelo, enfrentamos la fractura social, que, siendo
también consustancial al capitalismo, ha ido creciendo de manera imparable y
que, de algún modo «gracias» a la crisis de la covid, se ha puesto de manifies-
to en todo su esplendor.
Por tanto, a la luz de la evidencia que nos ha dejado la depredación neoli-
beral del planeta, la translimitación —la superación de la biocapacidad del pla-
neta— y el conocido como peak all son ya una realidad. Y con ellos un inevitable
decrecimiento. Podemos no verlo, no querer verlo e, incluso y muy probable-
mente, no quieran que lo veamos. Pero la realidad es tozuda: la disponibilidad
de petróleo disminuirá en la próxima década un 30 % y, como advierte la Agen-
cia de la Energía, en 2025 será imposible satisfacer la demanda actual de petróleo,
el pico de producción de gas se alcanzará en dos décadas y el del carbón en tres.
La disponibilidad de minerales o tierras raras, tan necesarias para la tecnología
actual, incluida la necesaria para las energías renovables, está comprometida
20 también y la carrera alocada de las empresas y los países por abrir nuevas minas
sin mirar dónde ni los impactos que causan es un indicador bastante notable.
Sabiendo esto, ¿cómo conjugamos un sistema que nos incita a cambiar
de dispositivo electrónico cada año, que nos recuerda que nuestra calidad de
vida depende de nuestro nivel de consumo y de nuestros viajes anuales a algún
destino lejano? Cuando no sea materialmente posible mantener el ritmo de
consumo energético —ni tan siquiera mediante el expolio de recursos ajenos
al que el capitalismo nos tiene tristemente acostumbradas— o cuando los mi-
nerales necesarios para el desarrollo de las renovables compitan también con
el desarrollo tecnológico, ¿qué y cómo priorizaremos? ¿Qué transporte será el
más imprescindible y qué apartaremos?
Pero también nos encontramos con los descensos en la disponibilidad
de agua, tan necesaria para la vida, para la agricultura e incluso para un sector
clave de nuestro país como es el turismo. ¿Qué ocurrirá cuando no haya sufi-
ciente para satisfacer la demanda? ¿Qué sector productivo dejaremos caer? O
lo que es aún más inquietante: ¿a quiénes se dejará caer?
La burbuja de la carne barata (y, en demasiadas ocasiones, también de
baja calidad) sabemos que es insostenible: ambientalmente, por el tremendo
impacto que los sistemas intensivos de producción tienen sobre la tierra, los
recursos, el agua… tanto en consumo como en generación de residuos inasu-
mibles para el sistema; socialmente, porque han ido desmantelando, y siguen
haciéndolo, el tejido productivo local y sostenible que, además, permite fijar
población al territorio, además de expulsar a quienes realizan otras activida-
des incompatibles con una fuente de residuos constante al lado; y nutricional-
mente, porque el modelo de dieta que la publicidad nos ha ido imponiendo

251  política
campaña tras campaña, abaratando costes a cuenta de nuestra salud, ha em-
pobrecido notablemente y alejado la reconocida dieta mediterránea de nuestra
alimentación diaria. Cuando estalle esta burbuja, cuando nuestro tejido pro-
ductivo haya desaparecido, ¿quién nos alimentará?
Y seguimos con dudas…, es imposible no tenerlas. Pero no solo eso, es
que es absolutamente necesario que, como izquierda, como comunistas, abor-
demos el gran debate que tenemos frente a nosotras y nos hagamos preguntas.
Hay que decirlo: tenemos miedo.
Miedo a que el decrecimiento suponga perder lo poco que tienen quie-
nes apenas llegan a mediados de mes. O que signifique perder más empleos y
ya no haya colchón familiar que nos sustente. Miedo a no tener acceso a los
servicios necesarios: salud, transporte, a que el ocio nos esté vedado. Miedo.
Sin embargo, como decíamos antes, la tozuda realidad se impone. Ya es-
tamos en un contexto de reducción de recursos. Y bien lo saben quienes no
quieren que abordemos este debate: cuando los alimentos están en mercados
de futuro, cuando el agua entra a cotizar en bolsa, cada vez que intentan abrir
una nueva mina para tratar de localizar minerales raros…, nos dicen que la
translimitación y el peak oil son una realidad que, inevitablemente, van acom- 21
pañadas de algún tipo de decrecimiento.
Por tanto, la cuestión clave no es decrecimiento sí o decrecimiento no,
sino qué tipo de decrecimiento, quién va a decrecer y, sobre todo, cómo lo va-
mos a hacer. La propuesta capitalista la conocemos bien: un decrecimiento al
servicio de nuevas transferencias de rentas del trabajo al capital, que permita
una mayor concentración de riquezas, gobernado por un puñado de corpora-
ciones sin atisbo de soberanía popular alguna y cuyos principales efectos ne-
gativos los paguen las de siempre: las empobrecidas, las desposeídas de todo.
El 71 % de las emisiones de CO₂ a nivel global proceden únicamente de
cien grandes empresas. Todas ellas hacen campañas sobre la importancia
de los actos individuales para combatir el cambio climático. Ninguna ha deja-
do de producir y generar beneficios económicos que se han quedado en muy
pocas manos ni tampoco han dejado de generar externalidades ambientales
que estamos pagando entre la mayoría. Esas mismas empresas y los gobier-
nos que las sustentan nos hacen creer que es posible una transición verde en
la que seguiremos consumiendo como hasta ahora, pero todo será eco y reno-
vable. Esto es lo que conocemos como greenwashing.
Pero saben perfectamente, y nosotros hemos de empezar a interiorizar-
lo, que esto no es respuesta alguna a la translimitación, al cambio climático, a
la crisis de biodiversidad ni a la crisis energética que enfrentamos. Es una ma-
niobra para consolidar el control de los recursos y del poder en esa transición
inevitable, en ese proceso de decrecimiento en el que estamos.
Ese decrecimiento en el marco capitalista no es una opción posible, al
menos no para nuestra clase, para la mayoría social de nuestro país, y mucho

251  política
menos para quienes habitan los países tradicionalmente expoliados y despo-
seídos de sus recursos.
Por lo que, para mantener un escenario (ya siento ser tan apocalíptica)
de exclusiones exponenciales, de desigualdades inéditas, en el que solo unos
pocos podrán acceder a los recursos necesarios para tener una vida digna y los
demás nos veremos abocados a la mera supervivencia, en una suerte de tran-
sición violenta a un mundo distópico (en el que muchas trabajadoras de paí-
ses empobrecidos ya viven), habrán de levantarse muchas más vallas, apostar
por medidas de contención, por represión violenta y por profundizar mucho
más en la farsa de la democracia neoliberal que aleja cada vez más la sobera-
nía del poder popular y las instituciones de las necesidades reales de la mayo-
ría de las personas.
¿Les suena? Lo encontramos, por ejemplo, en las bases de la política mi-
gratoria europea actual y es la salida ecofascista que proponen fuerzas como
la que representa Marine Le Pen, que ya hablan abiertamente de que los recur-
sos están agotándose y no hay para todos. Y que, por tanto, hay que blindarse
frente a los otros, los de fuera, las víctimas del expolio de años.
22 ¿Se imaginan cuando haya zonas enteras inundadas en los países y de-
saparezcan ciudades, tierras cultivables, posibilidad de trabajar…? ¿Qué hare-
mos? ¿Y cuando haya zonas convertidas en verdaderos desiertos? ¿Cuando las
pandemias, consecuencia de la devastación de ecosistemas para mantener un
agronegocio insostenible, sean el pan de cada día? ¿Cómo parar una catástro-
fe humanitaria a ese nivel?
Pues este escenario no hay que imaginarlo, es el que ya sufren millones
de trabajadoras en muchos países… y la respuesta tampoco es —como decía-
mos— la que se les está dando a las refugiadas climáticas, a los migrantes eco-
nómicos: necropolítica, violencia, represión, militarización…
En ese escenario, lamentablemente, la máxima aspiración para la inmen-
sa mayoría de nuestra clase se ve reducida a la mera supervivencia física, a te-
ner que elegir entre calentar la casa o comer…
Tenemos los datos y los análisis, pero hemos de encarar el problema con
tranquilidad y sin pausa. Entendiendo que existe una alternativa, que el de-
crecimiento es la única salida, pero que podemos elaborar una transición que
no solo garantice el acceso a lo necesario para todas —incluidas las que hasta
ahora tampoco lo han tenido.
Pero, para ello, lo primero que tenemos que hacer es combatir los miedos
que nos genera y los que nos quieren incorporar.
Que hemos de decrecer en términos globales el consumo de recursos na-
turales y de energía es una realidad inapelable. Pretender que se haga de igual
manera entre quienes nos han traído hasta esta situación, enriqueciéndose de
camino, y quienes estamos pagando las consecuencias de un sistema devora-
dor de recursos y personas es increíblemente perverso. Por eso, nuestra pro-

251  política
puesta de decrecimiento ecosocialista lleva inexorablemente como principio
la redistribución radical de la riqueza.
Que hemos de decrecer en términos materiales nuestra economía e in-
dustria es evidente. ¿Toda por igual? Claro que no, hemos de priorizar, deci-
dir qué y qué no es indispensable para la vida. Conocer los límites biofísicos
del planeta y decidir con ello qué crece y qué decrece. Por poner un ejemplo
extremo (o quizá no tanto), ¿tendríamos dudas entre usar el petróleo y sus
derivados para material quirúrgico o usarlo para comprar cualquier cacha-
rrito que no necesitamos y que se rompe en tres días? Por eso, nuestra pro-
puesta de decrecimiento ecosocialista conlleva una democratización radical
de la economía.
Llevamos años avanzando en tecnología, con niveles de crecimiento ma-
croeconómico desconocidos en otros momentos de la historia, con beneficios
crecientes para las grandes corporaciones y, sin embargo, con una protección
laboral y social decreciente. Cada vez trabajos más precarios, con peores con-
diciones y mal remunerados. Los Estados siguen sin dar respuesta a la necesi-
dad de cobertura social para garantizar la ruptura de la brecha de género y la
fractura de cuidados. 23
Nuestro modelo de decrecimiento tiene que enfrentar también el cambio
de modelo de relaciones laborales y de cuidados. Recuperar el viejo lema, con
más vigencia que nunca, de trabajar menos para trabajar todas.
¿Habrá pérdida de empleos? En algunos sectores, sin duda.
¿Habrá ganancia de empleos? En algunos sectores, sin duda.
¿Trabajar menos y mantener salarios? El horizonte posible y necesario.
La reducción de la jornada laboral, además de ser un principio básico para
la emancipación de la clase trabajadora, disminuiría la producción de bienes
y la saturación de mercados. ¿Qué sentido tiene, en términos sociales y am-
bientales, el exceso de producción? El único sentido es, netamente, buscar el
beneficio económico de unos pocos a los que no les importa nada qué ocurra
con el resto de sociedad ni con las generaciones venideras.
Ajustar la producción a las necesidades sociales, en el marco estricto de los
límites biofísicos del planeta y en el de la adaptación a los cambios medioam-
bientales ya irreversibles, es una necesidad impostergable y urgente.
¿Y esto es compatible en un sistema capitalista donde la médula es el li-
bre mercado, un sistema basado precisamente en el crecimiento infinito? Cla-
ramente no.
El ecologismo social ha asumido de manera clara y contundente que este
sistema no es compatible con la vida. Ahora a la izquierda nos toca asumir
que o hay cambio de sistema, desde la perspectiva del decrecimiento, plani-
ficando desde lo público y lo común, con la redistribución de la riqueza, una
democratización radical y garantizando la protección de la mayoría social y
especialmente de los más vulnerables, o será el capital el que diseñará ese de-

251  política
crecimiento a hombros de ideologías neoliberales, xenófobas y racistas, garan-
tizando el statu quo de quienes ya son dueños de prácticamente todo y dejando
en la cuneta a los demás.
Dicho de otra manera, o decrecemos juntas o nos decrecerán por separado.
¿Qué necesitamos para enfrentar un cambio de paradigma económico,
social y ambiental como el que debemos abordar con urgencia?
Para ello son necesarias políticas distintas a las que han venido ofrecién-
dose desde las políticas más o menos verdes del capitalismo de rostro amable,
pero que no es otra cosa que maquillaje verde de las políticas habituales de
competencia y crecimiento. Necesitamos políticas valientes que desde lo pú-
blico y desde lo común nos lleven a redistribuir la riqueza a través de impues-
tos ambientales, a planificar la necesaria reconversión industrial. Necesitamos
también políticas de transporte, de servicios públicos, de producción-distribu-
ción-consumo radicalmente diferentes. La clave es producir lo que necesitamos
como sociedad, siendo la mayoría social la que priorice qué es lo que necesi-
tamos y abandonando de una vez por todas el dogma de mercado de inventar
nuevas necesidades para producir más.
24 Esto es fundamental, hemos de hacerlo teniendo muy clara la vocación
democrática: esta planificación ha de ser hecha no solo para, sino por la pro-
pia sociedad. Y aquí sí, el papel y la responsabilidad de los pueblos es indis-
cutible: quién, cómo, cuándo y cuánto se decrece tendrá que ser planificado
meticulosamente por políticas hechas por la clase que en primer lugar y ma-
yoritariamente va a sufrir las consecuencias del cambio climático y la reduc-
ción de recursos. Asumiendo además que los cambios habrán de ser de raíz.
Una sociedad basada en otro modelo de relaciones económicas y labora-
les. Ajustando los usos a la capacidad de carga del sistema, mientras cubrimos
las necesidades de nuestra sociedad: la de aquí y ahora, la de allí y mañana.
Cuando Karl Marx escribió la famosa frase «El capitalismo lleva en su
seno el germen de su propia destrucción», no estaría pensando en la situación
de colapso ecológico y social a la que estamos asomados ahora mismo. Aun-
que hemos de reconocer que pocas frases dicen tanto en tan poco. Este siste-
ma, basado en la explotación de la clase trabajadora, en la apropiación de los
cuerpos y el tiempo de las mujeres y en la absoluta depredación de los recur-
sos naturales, basado también en el crecimiento infinito en un mundo finito,
lleva, en sí mismo, el germen de la destrucción.
Lo urgente ahora es diseñar un socialismo que lleve, en sí mismo, el ger-
men de un futuro sin fecha de caducidad.  

251  política
El movimiento a favor
del decrecimiento
Joaquim Sempere *

El industrialismo moderno: los antecedentes


25

É rase una vez una región llamada Europa, pequeña, muy dividida política-
mente, de gran vitalidad cultural y económica, que empezó a expandir-
se por todo el mundo. De esta expansión y de otras causas —en particular,
la desposesión de pequeños campesinos de sus tierras en la propia Europa—
obtuvo enormes acumulaciones de riqueza en pocas manos que empezó a ad-
ministrar con mentalidad mercantil. Del resto del mundo obtuvo no solo el
oro y la plata que agilizaron la circulación de dinero, sino también otras mu-
chas riquezas gracias al aprovechamiento de una naturaleza pródiga y a la ex-
plotación de mano de obra esclava en plantaciones y minas. Como resultado
de todo ello, se implantó en esa región un sistema económico de gran dina-
mismo, movido por la codicia de unas minorías ambiciosas. Este sistema, el
capitalismo, convertía la codicia en regla incorporada a las estructuras econó-
micas. La búsqueda del máximo beneficio dejaba de ser solo un impulso psi-
cológico y se convertía también en un imperativo estructural: la economía ya
no obedecía principalmente a las demandas y necesidades espontáneas de las
poblaciones, sino a una dinámica impersonal de acumulación y crecimiento.

* Estudios de Filosofía y Sociología. Fue miembro del CC del PCE y del CE del PSUC entre 1972
y 1980, publicó en Realidad y en Nuestra Bandera durante aquellos años y dirigió Nous Horit-
zons de 1975 a 1980. Fue traductor y luego profesor de Sociología en la Universidad de Bar-
celona de 1992 a 2011 (año en que se jubiló). Socio fundador del Coŀlectiu per un Nou Model
Energètic i Social Sostenible (CMES), dedicado a promover las energías renovables. Ha es-
crito, entre otros libros, El final de la era del petróleo barato (coord. con Enric Tello), Mejor con
menos y Las cenizas de Prometeo. Transición energética y socialismo (2018).

251  política
Paralelamente, la ebullición cultural de esas sociedades empujaba a buscar
mejoras en la producción de alimentos, en la higiene y en el cuidado de la sa-
lud. La población empezó a crecer. Esta dinámica tuvo lugar no solo en Euro-
pa —especialmente la occidental—, sino también en América del Norte y las
«otras Europas», y en el Japón.

Cambio crucial en el modelo energético

Entonces, a finales del siglo XVIII, se produce un cuello de botella energético.


Ya no bastan la energía del viento, de las corrientes de agua y del esfuerzo mus-
cular animal y humano; además, empiezan a agotarse los bosques, que pro-
porcionaban una fuente energética esencial: la leña. Se empieza a utilizar el
carbón mineral del subsuelo, al que luego, un siglo más tarde, se añadirán el pe-
tróleo y el gas. Se trata de restos vegetales y animales mineralizados millones
de años antes, que conservan el potencial energético absorbido en su momen-
to por la fotosíntesis. Estos nuevos combustibles fósiles se ofrecían con varios
26 rasgos que resultaron providenciales. Existían en cantidades enormes, incalcu-
lables, a muy escasa profundidad y, por tanto, al alcance de la mano. Eran, ade-
más, un recurso de stock que se puede almacenar y trasladar a voluntad, y por
tanto poseen una versatilidad enorme. Se pueden usar en cualquier momen-
to y lugar. Estos rasgos convertían estas fuentes de energía en recursos pode-
rosos para potenciar la producción y para someter aún más a los trabajadores
a la voluntad de los amos. El carbón se podía quemar en cualquier lugar, por
ejemplo donde hubiera aglomeraciones humanas, y a cualquier hora del día y
de la noche. Dio a la economía una versatilidad sin precedentes, de modo que
resultó altamente funcional a un sistema que perseguía la maximización per-
manente de la producción y el sometimiento del personal laborante a una dis-
ciplina mecánica controlable desde el poder empresarial.

Nuevo sistema agroalimentario


y explosión demográfica

De repente, pues, la economía de algunos países de la Europa occidental y de


América del Norte se disparó gracias a una inesperada abundancia energética.
Creció la oferta de productos industriales. Pero también creció la producción
de alimentos. La agricultura y la ganadería tradicionales respetaban los ciclos
naturales de nutrientes de la tierra: se devolvía a los suelos cultivables los nu-
trientes extraídos mediante la adición de estiércol y restos vegetales, o dejan-
do descansar la tierra (barbecho) para permitir la regeneración espontánea de
su fertilidad mediante procesos «digestivos» de la microflora y la microfauna.

251  política
El capitalismo, sin embargo, impuso otra gestión de los tiempos. Había que
intensificar las cosechas y la cría de ganado para alimentar a una población
que crecía exponencialmente desde el siglo XVIII. Y había que hacerlo a la vez que
se expulsaba a masas crecientes de trabajadores del campo para emplearlos
en las nuevas industrias en expansión, en administraciones más complejas y en
ejércitos que aseguraban las conquistas coloniales. El problema se resolvió con
fertilizantes extraídos del subsuelo, con maquinaria y más tarde con produc-
tos químicos para combatir plagas que, además, permitían evitar el barbecho
y obtener de la tierra una producción permanente. En conjunto, la agricultura y
la ganadería se sometieron cada vez más a la dinámica de crecimiento incesan-
te que el sistema requería —pues se gestionaban cada vez más según los ba-
remos propios del capitalismo.
Obsérvese que tuvo lugar una doble fractura metabólica, en el modelo
energético y en el agroalimentario. De un modelo energético renovable, con
energías de flujo basadas en la radiación solar (leña, fuerza muscular animal y
humana, viento, corrientes de agua), se pasó a depender de manera creciente
de un modelo no renovable basado en la quema de combustibles de stock del
subsuelo. La agricultura, por su parte, pasó también a depender de recursos no 27
renovables: fertilizantes químico-minerales, maquinaria movida por combusti-
bles fósiles y agroquímicos procedentes también de la corteza terrestre, todos
ellos fuertemente dependientes del uso de petróleo. El resultado conjunto de
la combinación de estos factores fue una abundancia material sin precedentes
en la historia humana y un gran crecimiento de la población mundial. La gen-
te se acostumbró a esa abundancia hasta no concebir la vida sin ella: las pri-
meras naciones industrializadas marcaron la pauta. El resto del mundo tomó
como objetivo alcanzar el tipo de civilización material de Occidente y gozar
también de esa abundancia. La historia de esos doscientos años de industria-
lización basada en combustibles fósiles estuvo marcada por conflictos bruta-
les, tanto los provocados por el colonialismo y su continuación neocolonial
como los derivados de las rivalidades entre las grandes potencias, con guerras
coloniales, dos guerras mundiales y, actualmente, un estado de guerra semi-
permanente repartida por distintos territorios en el mundo entero.

Los límites del crecimiento: agotamiento


de los combustibles fósiles y cambio climático

Pero hete aquí que se descubre que la quema masiva de combustibles fósiles
no podrá continuar indefinidamente —sus reservas se agotarán en la segunda
mitad de este siglo— y además provoca el calentamiento de la atmósfera y un
cambio climático preñado de amenazas para la humanidad. Ahora bien, ningu-
na sociedad humana puede vivir sin energía exosomática, de modo que resulta

251  política
obligado el paso a un modelo energético sin combustibles fósiles; y las nuevas
fuentes de energía solo pueden ser las renovables (pues la energía nuclear del
uranio resulta demasiado peligrosa para la salud). El círculo se cierra: de re-
pente nos damos cuenta de que debemos volver a las energías renovables de
nuestros antepasados.
Con algunos cambios importantes. Los saberes científico-técnicos nos han
dado el control de una forma de energía antes incontrolada: la electricidad. Y
nos facilitan nuevos medios para captar las viejas formas de energía de siempre:
radiación solar, viento, mareas, energía muscular animal (incluida la humana)
y otras. Por ejemplo, del viento y de la luz solar podemos obtener ventajas an-
tes desconocidas, como la electricidad. No obstante, este «retorno al pasado»
no va a ser fácil tras habernos acostumbrado a la superabundancia de stocks de
carbón, petróleo y gas. Con las renovables tendremos que depender de ener-
gías de flujo, con las que cuesta mucho obtener potencias elevadas (y por tanto
cuesta mucho mover grandes pesos, alcanzar altas velocidades u obtener ele-
vadas temperaturas) y cuesta mucho almacenar la energía para usarla cuando
nos convenga (como hoy hacemos fácilmente con los stocks de combustibles
28 fósiles). La inevitable transición energética a un modelo 100 % renovable, pues, va
a obligarnos a adoptar cambios muy importantes en nuestras maneras de vivir.
Las energías renovables modernas, como las antiguas, son inagotables.
Pero para captarlas y poder usarlas en nuestro provecho necesitamos espacio y
artefactos captadores. Y esos artefactos captadores consumen grandes cantida-
des de metales, algunos de ellos poco abundantes en el subsuelo de la Tierra.
Todo esto dibuja un futuro lleno de incertidumbres que, de entrada, sugiere la
necesidad de administrar con suma prudencia y moderación nuestros recur-
sos naturales. Hay ya muchas estimaciones sobre las reservas de metales en
la corteza terrestre que señalan perspectivas de escasez no solo de los com-
bustibles fósiles, sino también de muchos minerales metálicos y no metálicos.
Concretamente, algunos estudios señalan que, si con renovables se quisiera
disponer de las mismas cantidades de energía que hoy usamos, se agotarían
en pocos decenios muchos de los materiales con los que fabricamos los aero-
generadores, las placas fotovoltaicas, las redes eléctricas, los dispositivos di-
gitales, las baterías, los aparatos de electrólisis y otros artefactos necesarios
para desarrollar un nuevo modelo energético. Estamos hablando del cobre, co-
balto, níquel, litio, niobio, galio, indio, disprosio, platino y otros metales que
se usan en aerogeneradores y placas fotovoltaicas, o en baterías y electrólisis
para obtener hidrógeno verde.
Si a esto añadimos que nos encaminamos a una población mundial su-
perior a la actual y con unas demandas industriales crecientes (para alcanzar
el nivel de los países más ricos, que actúan como modelo a imitar), se dibu-
ja un futuro en el que la especie humana deberá —para sobrevivir— reducir
su dependencia de los recursos naturales, disminuir su consumo de energía y

251  política
materiales y transformar sus técnicas para conseguir los bienes y servicios ne-
cesarios para vivir —para vivir una vida materialmente más austera que la ac-
tual, pero humanamente viable— con insumos muy inferiores de recursos de
la Tierra. Esto significa detener el crecimiento económico y reducir los consumos
exagerados de hoy. En lo esencial, este fue el diagnóstico y la propuesta del es-
tudio de Donella Meadows y colaboradores titulado Los límites del crecimiento,
encargado por el Club de Roma y publicado en 1972. Puede formularse tam-
bién así: decrecer al menos hasta alcanzar una huella ecológica de la humani-
dad compatible con la capacidad de la Tierra de darnos medios para una vida
humana aceptable. Y una vez alcanzado un cierto equilibrio entre población
y recursos, mantener sistemas económicos sin crecimiento o de estado estacionario.
Estos son los parámetros que obligan a asumir el decrecimiento como objeti-
vo ineludible y urgente.

El decrecimiento como programa

Hay en el mundo de hoy movimientos ecologistas que proponen el decrecimien- 29


to como alternativa de sociedad. El más explícito es el movimiento decrecentista
o por el decrecimiento, un proyecto ético-político que invoca a pensadores como
Iván Illich, André Gorz, Lewis Mumford y Cornelius Castoriadis. Se inspira a
veces en las ideas del economista estadounidense de origen rumano Nicho-
las Georgescu-Roegen. El término «decrecimiento» (décroissance) se difundió
en Francia como tema militante en 2002 con la revista Silence, que llevaba por
subtítulo Écologie, Alternatives, Non Violence, y estuvo dirigida por V. Cheynet
y B. Clémencin. En 2004 la siguió La Décroissance, le Journal de la Joie de Vivre.
En la misma línea cabe mencionar a otro autor francés, Pierre Rabhi, de ori-
gen campesino argelino, autor de Hacia la sobriedad feliz. El proyecto editorial
más sólido, sin embargo, fue la revista teórica Entropia. Revue d’Étude Théori-
que et Politique de la Décroissance, aparecida en 2006, de la que se publicaron
una decena de números, con colaboraciones de Alain Gras, J. C. Besson-Girard
y Fabrice Flipo, entre otros. El principal impulsor y portavoz del movimiento
decrecentista ha sido el antropólogo francés Serge Latouche.
Este movimiento está vinculado con otros, como el de los «objetores de
crecimiento», el movimiento slow (slow food, slow cities…) y otros como los cas-
seurs de pub (contra la publicidad comercial). Se trata de una constelación de
movimientos, organizaciones, revistas, webs, etcétera, activos sobre todo en
países francófonos, que actualizan e impulsan ideas críticas contra el consu-
mismo, la destrucción ecológica y la globalización capitalista, a la vez que pro-
mueven iniciativas prácticas de vuelta a la tierra y formas de vida alternativas.
El movimiento de las «ciudades y pueblos en transición», que pertenece a esa
misma galaxia, se ha desarrollado, por su parte, en los países anglosajones.

251  política
En España una figura señera de esta tendencia es el sociólogo valenciano
Ernest Garcia, con un extenso y sólido historial de pensamiento ecologista que
entronca con las visiones más pesimistas de la crisis ecosocial. Garcia se hizo
eco desde muy pronto de las advertencias sobre el pico del petróleo y difun-
dió a los autores del colapso, tanto aquellos, como R. C. Duncan con su «teo-
ría Olduvai», que predicen una regresión civilizatoria como otros que ven en el
colapso una transición a una sociedad «a escala humana» (Howard y Elisabeth
Odum). Se trata de posiciones que, sin proponer siempre salidas, subrayan la
imposibilidad del crecimiento indefinido y señalan, por consiguiente, la inevi-
tabilidad de una u otra forma de decrecimiento. «Colapso», en este contexto,
no implica siempre hundimiento catastrófico de la sociedad en general, sino
de la actual forma de sociedad, con pérdida de la complejidad y reducción del ta-
maño de la economía, con menos uso de energía y recursos naturales. Puede
consistir en redimensionar las comunidades humanas conservando elemen-
tos de orden y civilización bajo parámetros simplificados, y puede resultar de
programas conscientes y deliberados más o menos controlados.
Hay que mencionar también las posiciones de quienes alertan contra las
30 ilusiones generadas por las energías de fuentes renovables. Hay quienes creen
que el modelo energético fosilista puede ser fácilmente reemplazado por un
modelo renovable, de tal manera que la sociedad industrial pueda proseguir
su curso sin grandes cambios. Frente a ellos, algunos estudiosos (en España
Antonio Turiel, Carlos de Castro, Pedro Prieto, entre otros) han llegado a la
conclusión de que esto no sería viable. Los estudios sobre reservas de minera-
les metálicos en la corteza terrestre sugieren que sería imposible disponer de
la cantidad desorbitada de energía que se usa en el mundo actual, porque los
captadores eólicos y fotovoltaicos requerirían cantidades inmensas de meta-
les que superan las reservas conocidas, como ya se ha dicho.
Latouche admite que las sociedades desarrolladas actuales no están pre-
paradas para un decrecimiento voluntario. Por eso no confía en partidos polí-
ticos para este objetivo y propone puntos programáticos que puedan asumir
las organizaciones existentes. Entre estos puntos cita: 1) una huella ecológica
igual o inferior a un planeta; 2) relocalizar, reducir costes de transporte, im-
poner ecotasas a los vehículos; 3) agricultura ecológica y campesina, con ali-
mentos locales y estacionales; 4) transformar los avances en productividad en
tiempo libre y en más puestos de trabajo; 5) impulsar los bienes relacionales,
como el saber, el arte, la participación en la vida social y política; 6) reducir el
uso de energía y pasar a las renovables; 7) penalizar la publicidad comercial;
8) moratoria en la innovación tecnocientífica (ITER, transgénicos, tren de alta
velocidad, autopistas, aviación, etcétera) y reorientación adecuada de la misma.
Se ha echado en cara a los decrecentistas que sus propuestas solo tienen
sentido para los países desarrollados ricos. Pero Latouche propone a las socie-
dades subdesarrolladas, con gran énfasis, que no se dejen seducir por el señue-

251  política
lo del «progreso» y el «desarrollo», que en realidad ha servido para someter esas
sociedades a nuevas formas de colonialismo económico y espiritual, a un sa-
queo ecológico gigantesco y a formas muy peligrosas de dependencia respecto
de los países ricos. Afirma que tampoco en los países subdesarrollados el cre-
cimiento es solución, aunque parezca lo contrario. Solo tendrían que crecer al-
gunas variables orientadas al bienestar social y habría que priorizar economías
autocentradas y autosuficientes basadas en la protección de los ecosistemas
locales y en técnicas simples adaptadas a los problemas y a los recursos locales,
introduciendo gradualmente técnicas más sofisticadas ecológicamente sosteni-
bles y económicamente viables. Una cuestión importante es huir del mimetis-
mo respecto de los países ricos y construir modelos propios de referencia con
aspiraciones austeras a satisfacer con suficiencia las necesidades básicas res-
petando los ecosistemas locales. En Haití, Jean-Bertrand Aristide, presidente
democráticamente elegido en tres ocasiones entre 1991 y 2004, lo formuló así
para su país: «Pasar de la miseria a una pobreza digna».
Jorge Riechmann es uno de los ecologistas españoles que más han com-
batido las ilusiones del crecimiento. Para él, hemos entrado ya en «el siglo de la
Gran Prueba». Propone un «ecosocialismo descalzo», que presenta más como 31
una guía para reconstruir algo habitable sobre las ruinas que como un progra-
ma que pueda servir para armar un movimiento propositivo de lucha. Y más
que fórmulas políticas, busca fomentar una nueva espiritualidad que en su mo-
mento sirva para esa reconstrucción.
Estas posiciones expresan un rechazo del desarrollismo y del culto al pro-
greso tecnoindustrial y una búsqueda de nuevos valores frente a la acumulación
de capital, la mercantilización y la homogeneización mundial como plasma-
ción de un supuesto universalismo ético y político. Este rechazo se asocia a
veces, entre los decrecentistas, con el rechazo de la tradición racionalista ilus-
trada; pero creo que hay unos márgenes más que suficientes para asumir ese
rechazo sin renunciar a esa tradición, de la que hay otras versiones (como la
que formula la filósofa catalana Marina Garcés en Una nueva ilustración radical).
Latouche, buen conocedor de algunas sociedades africanas, relaciona su
toma de posición decrecentista con un viaje suyo a Laos en los años sesenta,
donde conoció una sociedad no desarrollada, agraria, que vivía en armonía con
el medio ambiente natural, sin aspiraciones prometeicas a la abundancia, al
crecimiento económico y a la velocidad, que vivía sin prisas, que se contentaba
con poco. No propone para Europa lo que le sedujo en Laos, sino una frugali-
dad europea viable a partir de nuestra realidad y nuestra historia. No recha-
za tampoco el progreso técnico en su conjunto, sino que propone la adopción
selectiva de sus mejoras. El decrecentismo, como otras corrientes críticas de
la modernidad, nos interpela sobre el sentido de un sistema social que ha im-
puesto un orden de prioridades peculiar: enriquecernos materialmente, domi-
nar, poseer, acumular, vivir deprisa.

251  política
Durante años el lema decrecimiento fue visto con desconfianza incluso
por buena parte del ecologismo. Entre quienes confiaban en la acción políti-
ca, se creía que era un lema desmotivador y desmovilizador. Los sindicalistas
lo rechazaban por su aparente incompatibilidad con la creación de puestos de
trabajo y, por tanto, como creador de paro. Pero en menos de un decenio los
signos de catástrofe han ido tomando tal verosimilitud que no solo ya no sus-
cita reservas, sino que va siendo asumido cada vez por más personas y colec-
tivos. En 2015, el propio papa Francisco, en su encíclica Laudato si’, afirmaba
que se trata de detener la marcha, poner límites, incluso volver atrás y «aceptar
cierto decrecimiento» (§ 193). Me atrevo a decir que, entre quienes rechazan las
trampas e ilusiones del «capitalismo verde», el decrecimiento —en una u otra
de sus expresiones— aparece como un horizonte cada vez menos discutible.  

32

251  política
Repensar la economía
en la crisis ecosocial.
Esbozos para una transición
ecosocialista
Santiago Álvarez Cantalapiedra
Doctor en Economía. Director de FUHEM Ecosocial.
Director de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global

E stamos ante una crisis sistémica, general o de civilización, una crisis de ca-
rácter multidimensional que es ecológica, social y económica y que afecta
a los planos biofísico, productivo y reproductivo. Muchos de los acontecimien-
33

tos que vivimos —como la pandemia, el cambio climático, la brecha de la des-


igualdad, el déficit de cuidados o la polarización social y política— hay que
verlos como manifestaciones de esta crisis general que incluye vectores eco-
nómicos, ecológicos y políticos que se entrecruzan y exacerban mutuamente.
Estas manifestaciones son el punto de partida y la condición de posibilidad de
cualquier proceso de transición hacia el que nos encaminemos. La mejor for-
ma de pensar acerca del futuro es mirando el presente, pues lo que vaya a ser
se encuentra ya, aunque sea en estado larvario e incierto, entre nosotros. Por
eso es importante pararse en las manifestaciones actuales de la crisis, pues
estas son las condiciones que marcan lo que es posible dentro de lo deseable.
Si atendemos a las manifestaciones más relevantes de la dimensión ecológica
—el declive energético, las consecuencias de la desestabilización climática y las
amenazas a la salud pública derivadas de la pérdida de integralidad de la bios-
fera—, podremos concluir:

1. La reducción drástica de las posibilidades energéticas por el agotamiento


de los recursos fósiles impulsa una transición energética basada en reno-
vables de la que resulta necesario fijar unos requerimientos energéticos
menores que los actuales. La era de la abundancia energética basada en
los combustibles fósiles baratos es cosa del pasado y las fuentes energéti-
cas renovables presentan límites evidentes a su propia expansión (territo-
riales, materiales y destacados impactos sobre la biodiversidad asociados
a su escala).

251  política
2. El calentamiento global viene acompañado de un aumento de la frecuen-
cia e intensidad de los eventos climáticos extremos (olas de calor, sequías,
inundaciones, ciclones, etcétera), con unos efectos ecológicos y sociales
asociados que obligan a que la transición tenga que contemplar entre sus
objetivos la adaptación rápida a un clima cambiante en unas condicio-
nes mucho menos favorables que las que hemos disfrutado en los últi-
mos doce mil años.

3. La quiebra de la integralidad de la biosfera obliga, a su vez, a pensar la


transición en sus aspectos relacionados con la salud pública debido al au-
mento de la probabilidad de la presencia de pandemias como la que esta-
mos padeciendo en la actualidad.

En relación con las principales manifestaciones de la dimensión social, la con-


tradicción entre la producción mercantil y la reproducción social exige pen-
sar la transición tomando como punto de partida las profundas desigualdades
y crisis global de cuidados en la que estamos. Esta crisis surge, entre otras cau-
34 sas, del desmantelamiento de los sistemas de protección pública y de la nega-
tiva del capital a asumir a lo largo de las últimas cuatro décadas los costes de
la reproducción social, originando nuevas líneas de conflicto que descentran
y complementan, sin hacerlas desaparecer en ningún caso, las luchas obreras
tradicionales desencadenadas en el lugar de producción (Fraser, 2020).
A su vez, la manifestación más evidente de la dimensión económica de la
crisis sistémica es el desmoronamiento del orden social neoliberal vigente des-
de el inicio de la década de los ochenta del siglo pasado y la emergencia de un
nuevo orden social que, a falta de un término más preciso, podemos denomi-
nar provisionalmente como «posneoliberal», con sus implicaciones tanto en
el plano interno de los países como en el orden internacional.
Estas manifestaciones de las distintas dimensiones de la crisis constituyen
el punto de arranque de los procesos de transición. Pero no solo eso, además,
en cuanto manifestaciones específicas de una crisis general, son acontecimien-
tos que comparten una raíz común y, debido a ello, no se pueden entender, y
mucho menos resolver, haciendo abstracción del resto. Las múltiples dimen-
siones de la crisis y sus interconexiones están íntimamente ligadas a la forma
en que el capitalismo se estructura, funciona y se reproduce (Spash, 2020). De
ahí que la sociedad capitalista deba seguir siendo el objeto central de la críti-
ca analítica y de la práctica emancipadora que anime cualquier posible tran-
sición ecosocial.
Pero esa sociedad no puede entenderse de la manera habitual. Precisa-
mos de una visión ampliada de las formaciones sociales capitalistas que abar-
que no solo los aspectos productivos y mercantiles habitualmente analizados,
sino también las condiciones primordiales o necesarias para su funcionamien-

251  política
to y reproducción. Esa visión más amplia nos facilita detectar las contradic-
ciones y luchas que se desarrollan en su seno y que no serían bien percibidas
ni comprendidas por enfoques o miradas más parciales. Una visión ampliada
del capitalismo solo es posible a través de un enfoque inclusivo o integrador
(Álvarez Cantalapiedra et al., 2012).

La actividad económica desde un enfoque inclusivo

Por actividades económicas entendemos todas aquellas que producen, distribu-


yen y consumen bienes y servicios para una determinada población. En cuanto
actividad de aprovisionamiento, la economía involucra diferentes esferas de la
sociedad (las familias, el mercado, los comunes o el Estado), apropiándose de
los recursos naturales y haciendo uso de distintas funciones ambientales. En
consecuencia, es imposible pensar la economía en cuanto sistema de aprovisio-
namiento sin las articulaciones con las sociedades y con los sistemas naturales.
No todos los sistemas de aprovisionamiento tienen los mismos rasgos ni
funcionan del mismo modo. El capitalismo, en cuanto sistema de aprovisiona- 35
miento específico, se caracteriza por tres rasgos principales y una forma parti-
cular de control y uso del excedente. Veámoslo a través del siguiente esquema.

ACTIVIDAD ECONÓMICA CON CAPITALISMO

Dependiente

Población Consumo
Trabajo Consumo de reproducción clase
propietaria
Mercantil
Doméstico Asalariado

Desposesión Reposición
y privatización
recursos
M Producto M
y funciones social
ambientales Apropiación privada
Excedente

Privados
Domésticos Mercantil
Inversión
Amortización
MP
Riqueza
Consumo suntuario
Ociosa

Fuente: Álvarez Cantalapiedra y Martínez González-Tablas, 2013.

251  política
En esta representación de la actividad económica se puede observar la es-
pecificidad del sistema de aprovisionamiento capitalista. Ahí vemos el marcado
protagonismo que en este peculiar sistema de aprovisionamiento adquiere la
esfera mercantil a través de dos tipos de mercado: 1) un mercado de insumos
para la producción (M1) y 2) un mercado de bienes de consumo final para la
población (M2). Las otras esferas mencionadas —el ámbito doméstico, el co-
munitario de los comunes o el Estado— se encuentran implícitas o relegadas
en el capitalismo a un segundo plano, nunca anuladas en cuanto que resultan
necesarias para la reproducción económica, pero sí subordinadas y relegadas,
sin ocupar nunca el centro del escenario.
Ese protagonismo de la esfera del mercado solo se entiende a partir de
otros dos rasgos que han definido el capitalismo desde sus orígenes, cualquie-
ra que haya sido su forma histórica: la existencia de la propiedad privada y de
una fuerza de trabajo libre. Que la propiedad de los medios de producción sea
privada conlleva una división de clase entre los propietarios y los producto-
res. La existencia de una fuerza de trabajo libre ha de entenderse en un doble
sentido: primero en cuanto a su condición jurídica (pues no se trata de traba-
36 jo esclavo o servil); y segundo, en cuanto a que está libre (en su acepción de
exento) del acceso a los medios de producción, incluidos los derechos consue-
tudinarios de las tierras y otros recursos comunes que pudieran servir como
medios de subsistencia.
Ambos rasgos son los que conceden un protagonismo inusitado al primer
tipo de mercado, que hemos denominado M1; un mercado que representa has-
ta cierto punto una anomalía en la historia de los sistemas de aprovisionamien-
to. Esta anomalía es la originalidad propia de este sistema que denominamos
capitalismo. Privados los productores de los recursos y los derechos consue-
tudinarios por la privatización de los medios de producción y subsistencia, el
capitalismo utiliza los mercados para asignar el trabajo, los bienes inmuebles,
los bienes de capital, la tierra, las materias primas y el crédito. Los mercados,
en cuanto institución, existían con anterioridad al capitalismo, pero mayori-
tariamente como mercados de bienes y servicios finales (M2), y apenas como
mercados de insumos (M1).
Otra cuestión trascendental es quién se apropia del excedente y en qué
se emplea. El excedente es esa parte del producto social que excede a la que se
necesita para reabastecer lo que se ha usado en el transcurso de un ciclo de
actividad. Como muestra el esquema, en el capitalismo quien se apropia del
excedente es la clase propietaria y esa clase es la que decide sobre su uso, de-
terminando de esa forma dónde se invierten las energías colectivas y, por ende,
las cuestiones fundamentales acerca de cómo viven las personas en esa socie-
dad (es decir, de qué bienes disponen, en qué cuantía, con qué equilibrios en-
tre su empleo y la vida familiar, entre el ocio y otras actividades, etcétera). En
consecuencia, la deliberación sobre la buena vida o qué vida es la que merece

251  política
la pena ser vivida queda sustraída al conjunto de la sociedad en la medida en
que quienes deciden sobre tal particular son aquellos que se apropian y deci-
den sobre el uso del excedente.
Y finalmente, el uso del excedente como inversión está dirigido a la expan-
sión del capital. La satisfacción de las necesidades, en el caso de que se dé, única-
mente es el resultado de un esfuerzo indirecto, algo así como un efecto colateral,
porque el imperativo dominante en este sistema que llamamos capitalismo es la
acumulación del capital. Así pues, nos encontramos con la paradoja de un siste-
ma de aprovisionamiento que no se plantea como objetivo explícito cubrir las
necesidades humanas. Su objetivo, como señala Wallerstein (1988), es asocial y
su único imperativo es la acumulación incesante de capital (¡acumulad, acumu-
lad, malditos!), convertida en el motor de un sistema impersonal orientado por
la lógica del lucro privado que genera un «proceso autoexpansivo por el cual se
constituye a sí mismo en el sujeto de la historia, desplazando a los seres huma-
nos que lo han creado y convirtiéndolos en servidores suyos» (Fraser, 2020, p. 19).
La dinámica capitalista, animada por la acumulación de dinero converti-
do en capital o que aspira a serlo, no solo tiende a autonomizarse de la socie-
dad desanclándose de las necesidades humanas al tener por único objetivo o 37
intento primordial su propia autoexpansión, sino que además, en la medida
en que esto sucede, se revela incapaz de concebir que esa expansión pueda te-
ner algún límite. La acumulación de capital es la tendencia sin término y sin
medida para superar su propio límite y de ello se deriva que tampoco entien-
da de límites sociales y naturales.
Pero los límites físicos y sociales existen. El capitalismo, sin embargo, los
percibe como obstáculos que hay que remover y que exacerban sus tendencias.
Lo señala Chesnais (2009): «Estamos ante un sistema que incluso cuando está
confrontado a la sobreacumulación y a la sobreproducción, a una situación
donde la masa de plusvalía producida por las empresas no puede ser realizada,
no por ello deja de manifestar su ilimitada sed de plusvalía. Los obstáculos en-
contrados no hacen sino exacerbarla. Es lo que nos enseña la crisis ecológica».
Ante las constricciones físicas y las contradicciones sociales, el capitalismo de-
jado a la libre iniciativa de sus propios intereses no encuentra más respuesta
para el restablecimiento de su funcionamiento ordinario que sortear aquellos
obstáculos imponiendo la privatización y la mercantilización de los bienes y
servicios que se ofrecen desde otros ámbitos de abastecimiento ajenos a su
lógica (Estado, esfera doméstica y de los comunes o ámbito de la propiedad
comunal de los recursos sociales y naturales), relegando y subordinando esos
ámbitos a su propia dinámica.
Solo desde un enfoque inclusivo o integrador es posible percibir que la
capacidad histórica que ha mostrado el capitalismo para cambiar, ampliar y de-
sarrollar su propia estructura ha tenido que ver con la forma en que se inser-
ta en los sistemas sociales y naturales de los que forma parte. Esa articulación

251  política
ha provocado una doble fractura a lo largo de su historia que explica la natu-
raleza de la crisis ecosocial en la que estamos (Álvarez Cantalapiedra, 2019).

La crisis ecosocial como resultado


de la doble fractura metabólica y social

La primera fractura es metabólica y se muestra en un plano biofísico. Es el re-


sultado de los cambios que, desde la Revolución Industrial, el capitalismo ha
introducido en la forma de articular la economía con el sistema natural.
Con anterioridad a la Revolución Industrial las sociedades se organizaban
en el plano material a partir de los recursos bióticos (es decir, renovables), si-
guiendo un modelo de desarrollo acorde con la naturaleza, concebida esta no
solo como el hogar que alberga la vida y proporciona recursos, sino también
como la maestra que enseña a organizarlos (Naredo, 2006). Eran sociedades
que funcionaban sobre la base de fuentes energéticas renovables y apenas ge-
neraban residuos al cerrar sus ciclos de actividad.
38 Sin embargo, ese funcionamiento basado en fuentes renovables y cierre
de ciclos se fue abandonando en la misma medida en que se produjo el trán-
sito hacia la sociedad industrial. El industrialismo terminó imponiéndose gra-
cias al uso indiscriminado de las fuentes energéticas de origen fósil (primero
del carbón, luego del petróleo y el gas) y a una intensa actividad extractivista
que hizo que la actividad económica terminara por convertirse en un proce-
so lineal alejado de la idea de una economía circular: los recursos son extraí-
dos de la corteza terrestre hasta su agotamiento, son transformados en bienes
y servicios con destino al mercado (es decir, en mercancías) y, en el transcurso y
al final de ese proceso, se generan unos residuos (sólidos, líquidos y gaseosos)
que se vierten sobre la naturaleza alterando los ciclos naturales (los del carbo-
no, el oxígeno, el agua, el nitrógeno y el fósforo) y destrozando los ecosistemas.
Las peculiaridades de esta fractura metabólica han ido variando a lo lar-
go de la historia a medida que evolucionaba el capitalismo hasta alcanzar la di-
mensión de una crisis ecológica global desde el último tercio del siglo XX, cuando
la escala o el tamaño de la economía adquiere dimensiones planetarias.
La segunda fractura es social y ha acompañado al capitalismo desde su apa-
rición. El hecho de que la riqueza generada fuera apropiada privadamente por
una minoría provocó en sus orígenes una auténtica catástrofe social, tanto para
la población campesina, desposeída por el afán señorial de cercar y privatizar
los bienes comunales que constituían su medio de vida, como para la incipien-
te clase trabajadora, que quedó hacinada en condiciones insalubres en las ba-
rriadas industriales. Estos hechos provocaron que en las zonas de Europa que
protagonizaron la Revolución Industrial no mejoraran las condiciones de vida
de la mayoría de la población hasta mucho tiempo después. En las periferias

251  política
o países del Sur, marcados por una historia colonial y una inserción subordi-
nada a los centros de la economía mundial, los mecanismos de apropiación y
explotación se han prolongado por distintas vías hasta nuestros días, hasta el
punto de que ni siquiera hoy se garantizan unas condiciones de vida decentes
a sectores amplios de la población.
La dislocación social, como señaló Polanyi (1989), se ve acentuada como
consecuencia de los procesos de mercantilización espuria (o de tratamiento
como mercancías de ámbitos que no lo son) y lleva aparejada como resultado
la disolución en las gélidas aguas del cálculo mercantil de los vínculos socia-
les y de las instituciones tradicionales que otorgan seguridad y protección a la
gente. Esta sustitución de vínculos fraternos, de relaciones de vecindad y apo-
yo mutuo por relaciones mercantiles terminará socavando no solo las bases
comunitarias de una sociedad, sino también las condiciones necesarias para
la reproducción del propio sistema económico.
La fractura social —al igual que la metabólica— ha adoptado formas di-
versas según las fases por las que ha evolucionado el capitalismo a lo largo de
su historia, hasta provocar en la actualidad lo que conocemos como crisis glo-
bal de cuidados. 39

Materializaciones históricas de esta doble fractura

Estas fracturas, aunque inherentes al capitalismo, se han ido materializando


de forma diversa a lo largo del tiempo, lo que nos lleva a hablar de diferentes
formaciones sociales capitalistas y a recorrer las diferentes etapas que han ca-
racterizado al capitalismo contemporáneo.1
Desde finales del siglo XIX, momento en el que apareció el capitalismo or-
ganizado con rasgos contemporáneos, se han sucedido tres órdenes sociales,
cada uno de los cuales empieza y termina con una crisis estructural: la crisis
estructural de 1890 inauguró el orden liberal o «primera hegemonía financie-
ra»; la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado abrió la puerta al
orden socialdemócrata o «compromiso social keynesiano de izquierdas»; y la cri-

¹  Aterrizar en el plano de las formaciones sociales capitalistas requiere atender a regímenes de


acumulación, modelos de desarrollo y órdenes sociales. Nancy Fraser (2020) aborda las rea-
lizaciones históricas del capitalismo contemporáneo desde la perspectiva de los regímenes
de acumulación, distinguiendo al menos tres: 1) el régimen de capitalismo competitivo libe-
ral del siglo XIX; 2) capitalismo gestionado por el Estado de la segunda posguerra; 3) el capita-
lismo financiarizado y globalizador. Duménil y Lévy (2014) utilizan la noción de orden social
para caracterizar las mismas plasmaciones históricas en el capitalismo corporativo. Seguire-
mos a estos autores en la caracterización de las diferentes plasmaciones históricas del capi-
talismo contemporáneo.

251  política
sis de los años setenta del siglo XX precipitó el comienzo del orden neoliberal o
«segunda hegemonía financiera». La Gran Recesión, que se desencadena en el
año 2008, representa el inicio del tránsito hacia un orden emergente cuya suer-
te aún está por decidir y definir.
Cada orden social representa una configuración de poder definida por
los juegos de dominación y de compromiso entre clases y fracciones de clase;
refleja, por tanto, una determinada estructura social y un discurso ideológico
hegemónico que inspira y justifica las políticas y las intervenciones públicas.
Pero también cada orden social refleja modalidades específicas de apropiación
y expropiación de los recursos naturales y mecanismos específicos de repro-
ducción social. Por último, en cada orden las contradicciones de la sociedad ca-
pitalista adquieren un aspecto concreto incitando diferentes luchas para cada
etapa. La siguiente tabla sintetiza los aspectos sobre los que interesa centrar la
atención para comprender bien lo que ha significado cada uno de los sucesivos
órdenes sociales. Esos aspectos son los siguientes: 1) la cuestión distributiva;
2) los principales mecanismos a través de los que se efectúa la apropiación de
los recursos naturales; y 3) la institucionalización de las condiciones —socia-
40 les y políticas— que posibilitan la reproducción social.

Cuestiones clave Orden liberal Orden socialdemócrata Orden neoliberal

Reparto de los Conflicto «entre»


incrementos de e «intra» clases y
Conflicto productividad entre atenuación de la
Entre clases
distributivo clases sociales función mediadora
e intervención y redistributiva del
redistributiva del Estado Estado

Globalización,
Apropiación Relaciones neocoloniales
Colonialismo financiarización
de la naturaleza centro/periferia
y privatización

Creación de la Familia con dos


Condiciones
familia moderna El salario familiar fordista proveedores y
de reproducción
en su forma y estado de bienestar régimen de bienestar
social
restringida dual

En el orden liberal la tensión distributiva se dilucidaba principalmente en el


interior de la fábrica y se expresó básicamente a través de la contradicción en-
tre capital y trabajo; el colonialismo garantizaba que los recursos fluyeran ha-
cia las metrópolis y la reproducción de la fuerza de trabajo se solventó gracias
a la creación de un hogar en su forma restringida moderna como esfera separa-
da del ámbito productivo mercantil. En el orden socialdemócrata, en cambio, las

251  política
tensiones distributivas se aliviaron por el incremento de la productividad y gra-
cias a la intervención y la mediación del Estado, principalmente en sus funcio-
nes redistributivas; el suministro de recursos quedaba garantizado mediante la
implantación de unas relaciones centro/periferias favorables a las viejas metró-
polis tras el proceso descolonizador; y la reproducción social empezó a ser com-
partida entre los hogares y el Estado a través de la instauración de un «salario
familiar» y el desarrollo, al menos en las sociedades occidentales, de un estado
de bienestar. Bajo el orden neoliberal, por su parte, se acentuaron en el plano dis-
tributivo las tensiones «entre» e «intra» clases (los niveles de desigualdad se ase-
mejan a los de la Gran Depresión, pero con la diferencia de que no se muestran
únicamente entre propietarios y trabajadores, sino que se extienden también al
interior de los asalariados entre cuadros y clase trabajadora; asimismo, se acen-
túan las tensiones intercapitalistas entre el capital financiero y el productivo);
la globalización y la financiarización permiten acceder a los recursos naturales y
a la fuerza de trabajo de cualquier zona del mundo; y, en el plano reproductivo,
se pasa a un régimen de bienestar dual: por un lado, ya no basta con el salario
del cabeza de familia y se adopta la fórmula de la «familia con dos proveedores»,
lo que empuja a las mujeres —a las que tradicionalmente se les atribuía el pa- 41
pel de «amas de casa»— a convertirse masivamente en fuerza de trabajo asala-
riada; por otro lado, la privatización de los servicios públicos obliga a adquirir
toda o parte de la educación, de la salud o del cuidado de las familias en la esfe-
ra mercantil. El régimen de bienestar se convierte entonces en dual: mercantili-
zado para los que se lo pueden pagar y reducido al ámbito privado del hogar y a
un Estado residual para los que no dispongan del suficiente poder adquisitivo.
Si la globalización y la financiarización han supuesto que en esta etapa
neoliberal el capitalismo adquiera una escala mundial y que la fractura meta-
bólica se extienda por todo el planeta provocando una crisis ecológica global, el
régimen de bienestar dual ha ocasionado la actual crisis de cuidados. El progre-
sivo envejecimiento de la población y los cambios demográficos que experi-
mentan las sociedades occidentales, unido al cuestionamiento del papel del
Estado en la provisión del bienestar social y a las dificultades que encuentran
las mujeres para insertarse en el mundo laboral, teniendo que soportar dobles
jornadas de trabajo para poder responder a las responsabilidades tanto profe-
sionales como familiares, han provocado una profunda crisis de cuidados que
tiene además una dimensión internacional a través del alargamiento de las «ca-
denas globales de cuidados».
La crisis ecosocial, resultante de la combinación de la ecológica con la de
cuidados, expresa hasta qué punto se tensan en la fase actual del capitalismo
las articulaciones entre las esferas productiva y reproductiva. Y es que, aunque
el capitalismo alberga múltiples contradicciones, la más evidente en la actua-
lidad surge del hecho de que su funcionamiento socava las bases de su repro-
ducción. El capital necesita determinadas condiciones sociales y ambientales

251  política
para proseguir con su senda de acumulación y, al mismo tiempo, esa tendencia
a la acumulación ilimitada socava los procesos de reproducción social y ecoló-
gica sobre los que asienta sus cimientos.
Esa contradicción no anula ni desplaza otras contradicciones internas
que desestabilizan al capitalismo con crisis recurrentes, pero nos obliga ahora
a poner la atención no solo en sus componentes internos, sino, sobre todo y
especialmente, en la interacción con las condiciones primordiales —externas
al propio sistema económico— que posibilitan su reproducción; asimismo, nos
muestra que es en esas fronteras entre el sistema económico y la esfera repro-
ductiva y los sistemas naturales donde en mayor medida se están desplegan-
do hoy las luchas más relevantes (por el derecho a la vivienda, por la asistencia
sociosanitaria, las luchas feministas por la corresponsabilidad en los cuidados,
las ecologistas por los comunes, el agua, la calidad del aire, la tierra o la defen-
sa de la biodiversidad).
En este escenario de crisis ecosocial plagado de múltiples manifestaciones
(pandemia incluida) es en el que emerge hoy un nuevo orden social. Un orden
emergente que arranca de la Gran Recesión provocada por la crisis del neolibera-
42 lismo iniciada en el año 2008 y que aún no presenta unos contornos definidos,
pero en el que empiezan a despuntar como rasgos característicos los siguientes:
1) un cierto reequilibrio entre mercados y Estados, lo que influirá decisivamen-
te en la cuestión distributiva; 2) un retroceso de la hiperglobalización de la dé-
cada de los noventa del siglo pasado y un avance del nacionalismo económico
que, unido a la creciente pugna por los recursos estratégicos escasos y por las
exigencias derivadas de la creciente profundización de la digitalización, aven-
tura un recrudecimiento de las rivalidades y un incremento de la importancia
de la geopolítica (en todos los planos: el comercial, armamentístico, tecnológi-
co y geográfico) para garantizar el acceso y la seguridad en el suministro de los
recursos; 3) una creciente consciencia de las fallas del sistema de protección
social y del régimen de bienestar (particularmente evidenciadas con la pande-
mia) con claras implicaciones sobre las condiciones para la reproducción social.

Claves para una transición ecosocialista

Si la transición ecosocial no quiere quedarse en un mero enunciado, tendrá que


entenderse como el intento de superar la doble ruptura metabólica y social oca-
sionada históricamente por el capitalismo. Y hacerlo además en un momento
marcado por las múltiples manifestaciones de la crisis ecosocial y el desmoro-
namiento de un orden neoliberal que se está viendo desplazado por la emer-
gencia de otro alternativo.
Los intentos, tantas veces frustrados, de construir alternativas al capita-
lismo asumieron sin el menor esbozo de crítica ese tipo de metabolismo que

251  política
tiene detrás una visión fáustica de las relaciones entre la especie humana y la
naturaleza. De ahí la urgencia de ecologizar las fuerzas productivas y preservar
las bases ecológicas, sociales y políticas que posibilitan la reproducción de la
vida (Sempere, 2018). Tampoco se puede ignorar el hecho de que en la repro-
ducción social ámbitos como el doméstico y el comunitario resultan mucho
más relevantes que lo que pueda llegar a representar nunca el mercado. La eco-
logización de las bases energéticas y productivas de la economía y la redimen-
sión de todas las esferas concernidas en la reproducción social representan los
únicos pilares posibles sobre los que asentar un nuevo orden postcapitalista
en el que la distribución social de la producción esté en función de las necesi-
dades humanas y no de la demanda solvente.
En el tránsito hacia ese nuevo orden hay que reconocer el punto en el que
nos encontramos, pues el presente es la condición de posibilidad del futuro
y el cedazo que criba las alternativas, diferenciando aquellas que no pasan de
ser meros deseos de las que adquieren visos de probabilidad. En un presente
marcado por los límites ecológicos, el declive de las energías fósiles y la exis-
tencia de claras restricciones a la expansión indiscriminada de las renovables,
el horizonte de una sociedad de la abundancia correspondería al tipo de alter- 43
nativas que se mueven en el campo del deseo; por el contrario, la referencia a
una economía entendida como sistema de abastecimiento capaz de suminis-
trar equitativamente valores de uso para satisfacer las necesidades humanas
siguiendo criterios de suficiencia y contención resulta hoy mucho más realis-
ta y factible, sin dejar de ser menos deseable. Las transiciones socioeconómi-
cas de gran calado siempre han comportado un incremento importante en la
utilización de los recursos. La que ahora necesitamos tendrá que ir inevita-
blemente acompañada de una disminución radical en el uso de recursos y en
la emisión de residuos. El agotamiento de los recursos, el cambio climático y la
destrucción de la biodiversidad así lo exigen.
La piedra de bóveda reside en el control y uso del excedente, que no se
conseguirá solo con propuestas como las del Green New Deal ni con Planes
de Reconstrucción y Resiliencia como los planteados por la Comisión Europea.
Es preciso además cuestionar las relaciones sociales y de producción. Hacerlo
reclama adoptar nuevas formas de propiedad, repensar a fondo el significado
del trabajo (en todas sus formas, incluidos los trabajos de cuidados y comuni-
tarios) y, sobre todo, decidir democráticamente el destino del excedente social
y la orientación del complejo tecnocientífico.2 

2  Existen valiosos aportes en este sentido, principalmente procedentes del pensamiento ecofe-
minista y de las experiencias e iniciativas de la economía solidaria. Tampoco faltan propuestas
teóricas con el propósito de contribuir a la elaboración colectiva, discusión contradictoria y
experimentación social y política de alternativas sistémicas al capitalismo. Entre las más ela-
boradas, las de Wright (2014 y 2020), Schweickart (2011 y 2012) y Piketty (2019 y 2021).

251  política
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251  política
Ciencia y tecnología
necesarias para una transición
ecológica decrecentista

Paula Navascués
Física e ingeniera de materiales. Investigadora predoctoral en el
Instituto de Ciencia de Materiales de Sevilla (CSIC-Universidad de Sevilla).
Militante de la UJCE

En memoria de Javier Navascués,


quien me alertó sobre los verdes alemanes 45

E l debate climático y la transición ecológica están totalmente infiltrados en


nuestra vida diaria. Con la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sos-
tenible de la ONU a finales de 2015, la primera aparición de Greta Thunberg
en 2018 y la publicación ese mismo año del informe del Panel Interguberna-
mental de la ONU para el Cambio Climático, que alertaba sobre el aumento de
la temperatura media global y sus graves consecuencias, se produce un punto
de inflexión en el tratamiento del cambio climático por parte de los grandes
medios de comunicación. Las marxistas sabemos que esto no es casualidad ni
cosa de cómo ese día sopló el viento en las oficinas del Grupo PRISA. Estos
hechos significaron para el capitalismo a nivel global un punto de partida: que
dé comienzo la (visible) transición ecológica.
En el número 244 de Nuestra Bandera (2019) se concluye que, ante la crisis
ecosocial, para nosotras no hay otra salida que no sea la anticapitalista, femi-
nista y ecologista. Pero ¿qué papel ocupa en esta afirmación el decrecimiento?
Y en concreto, ¿qué relación debe establecerse entre decrecimiento y desarrollo
tecnocientífico en nuestra alternativa política al desastre ecológico?
La realidad que afrontamos a nivel climático es el eco de lo que el Club de
Roma sacó a la luz en 1972 con su conocido informe Los límites del crecimiento.
Este estudio de simulación de dinámica de sistemas llegó a una conclusión de-
terminante: no es viable el crecimiento ilimitado en un planeta limitado. Esta
afirmación, de una lógica aplastante, quedó demostrada entonces numérica-
mente con el modelo aplicado y hoy día con datos publicados en numerosos

251  política
estudios científicos.1 Es en los años setenta cuando surge el término «decre-
cimiento» por parte del matemático rumano Nicholas Georgescu-Roegen, co-
nocido por ser pionero en ligar termodinámica y economía, algo que hoy día
cobra gran importancia, como veremos más adelante.
Llegadas a este punto, se hace necesario aclarar dos aspectos que consi-
dero claves:

1. El primero sería el binomio decrecimiento-tecnología. Una de las críti-


cas al decrecimiento ha sido la del optimismo tecnológico, es decir, la te-
sis de que cualquier problema relacionado con el impacto de la actividad
humana en la naturaleza y la disponibilidad de materias primas podría
ser resuelto por medio de la tecnología. Es por ello por lo que, de mane-
ra errónea, en muchos foros se tiende a contraponer decrecimiento y tec-
nología. Pero esta tesis ha sido desmontada por estudios científicos que
demuestran que el consumo energético y de recursos requeriría de varios
planetas Tierra para ser sostenido teniendo en cuenta las tendencias ac-
tuales.2 Otra lección que no requiere mayor explicación nos la ha dado
46 la pandemia ocasionada por la covid-19.

2. El segundo sería el debate decrecimiento-transición ecológica. Se ha ten-


dido a asociar el primer término a los movimientos ecologistas y el segun-
do al capitalismo verde de rostro amable. Así, la transición ecológica se
asocia al Green New Deal de las clases dominantes.3 Debemos tener cui-
dado con este debate, que no es solo semántico, pues es obvio que hay
que transitar de las centrales térmicas tradicionales a las energías reno-
vables. Hay que pasar de los motores de combustión a los eléctricos y, en
los casos en los que no sea factible, al hidrógeno. La pandemia que esta-
mos experimentando ha demostrado que la clase trabajadora no se me-
rece renunciar a los últimos avances en medicina y farmacología.

Así, nos preguntamos: ¿qué herramientas nos puede proporcionar la tec-


nología actualmente disponible para abordar una transición ecológica decre-

1  Un ejemplo reciente: Duffy et al., Sci. Adv. 2021; 7: eaay1052. DOI: 10.1126/sciadv.aay1052.
2  Una herramienta visual para apreciar esto es el simulador Ecological Footprint, que te cal-
cula cuántos planetas harían falta para sostener tu modo de vida. Herramienta diseñada con
fines pedagógicos, pero que «peca» de situar la responsabilidad en el comportamiento indivi-
dual y no en el capitalismo global.
3  Creo importante distinguirlo de otras propuestas como el Green New Deal de Bernie San-
ders para Estados Unidos, que propone descarbonizar el sector energético en el año 2030, en
paralelo a la creación de veinte millones de empleos.

251  política
centista? ¿Es toda la tecnología disponible necesaria? Y en el mismo sentido,
¿qué camino debería tomar la ciencia en el futuro próximo para una transición
ecológica favorable a la clase trabajadora? Intentaré dar una breve respuesta a
esto centrándome en aquellos aspectos estratégicos para garantizar una vida
digna para nuestra clase. Todas estas ideas se encuentran situadas en un pla-
no horizontal, es decir, ninguna es más importante o urgente que otra y están,
además, todas ellas íntimamente correlacionadas.

De los combustibles fósiles a las energías renovables.


El debate de los minerales críticos

Cuando hablamos de transición energética nos referimos al proceso por el cual


nuestras sociedades van a pasar de un sistema energético basado en combus-
tibles fósiles a otro basado fundamentalmente en energías renovables (Fresco,
2020). Pero esa transición acarrea un problema: pasaríamos de depender de los
combustibles fósiles a hacerlo de otras materias primas críticas para la fabri-
cación de la ansiada tecnología. Esta tesis está cobrando fuerza en los deba- 47
tes ecologistas actuales, sobre todo si tenemos en cuenta que la extracción de
dichos minerales está implicando el sufrimiento de las más vulnerables, sien-
do un ejemplo claro las minas de cobalto en África. Asimismo, una aplicación
de las tecnologías renovables que no vaya pareja a la reducción del consumo
energético global y a un uso más eficiente de la energía provocaría que se al-
cancen los picos de extracción de dichas materias primas durante los próximos
años (Calvo et al., 2017). Es por ello que no deberíamos aceptar una transición
energética a la carta según los intereses de las clases dominantes, sino hacer
un ejercicio de crítica consciente y de estudio de la realidad material que en-
frentamos de cara a buscar posibles alternativas. Porque una actitud negativa
y depresiva ante la realidad imperante, como si la situación no tuviera arreglo,
no forma parte de la cultura política de las que luchamos por un mundo mejor.
Tenemos claro que hay que reducir el consumo energético global, elimi-
nando aquellos procesos que no contribuyen al desarrollo de una vida digna,
sino que tienen como único fin fomentar el consumismo y la especulación, con
la consiguiente concentración de riqueza en pocas manos. De igual manera, hay
que centrar el desarrollo científico y técnico en mejorar la eficiencia energéti-
ca de la tecnología disponible. Teniendo en cuenta todo esto, también hay que
asumir que siempre vamos a depender de las materias primas que nos propor-
ciona la corteza terrestre para la obtención de energía, al igual que se necesi-
tó y se sigue necesitando la biomasa para hacer fuego. No podemos caer en el
error de aspirar a la receta mágica de la no dependencia. Somos seres depen-
dientes de nuestro entorno, como representa el concepto marxiano de fractu-
ra metabólica entre ser humano y naturaleza.

251  política
Los debates más urgentes se centran en las tecnologías renovables que
aspiran a ser implementadas en masa durante los próximos años: la eólica y la
fotovoltaica. Recientemente se ha publicado una discusión muy interesante
al respecto en Climática (revista de La Marea) con texto del compañero Daniel
Carralero, especialista en fusión nuclear del CIEMAT y miembro del Observa-
torio Crítico de la Energía. En esta discusión, Carralero demuestra con nume-
rosos datos que ciencia y tecnología pueden disponerse —de hecho ya lo están
haciendo— para resolver los posibles puntos críticos que frenarían la aplica-
ción en masa de eólica y fotovoltaica. Algunos ejemplos de esto serían la sus-
titución del neodimio de los imanes permanentes de los aerogeneradores por
materiales avanzados de nitruro de hierro o cambiar plata por aluminio en los
contactos eléctricos en fotovoltaica. Son solo dos ejemplos de la multitud de
soluciones que puede promover la ciencia si centramos inteligencia y recur-
sos en resolver los puntos críticos que surjan en torno a la transición ener-
gética, haciéndolo desde una perspectiva decrecentista, postextractivista (es
decir, tendiendo a extraer lo necesario, fomentando los ciclos de reutilización
y reciclaje) y basada en el control democrático popular. Porque el capitalismo
48 global solo querrá aplicar soluciones que le aporten rendimiento económico,
independientemente de las consecuencias para la mayoría social que se vea
afectada por ello (migraciones climáticas, pobreza, enfermedades, etcétera).
Por otro lado, no debemos caer en el simplismo de que eólica y fotovoltai-
ca son suficientes, ni siquiera en sus formas más avanzadas ni pronosticando
mejoras para ellas como los avances en fotovoltaica de las celdas de colorante
y de perovskita. Estas fuentes de energía se caracterizan por ser intermitentes,
dependientes de las rachas de viento, del nivel de incidencia solar y de los ci-
clos día-noche. Por esto, deben ser combinadas con otras fuentes y sistemas
de almacenamiento de energía. Existen multitud de tecnologías ya disponibles
para ello, como la hidroeléctrica, la termosolar de concentración o las baterías,
entre otras. Debemos imaginar un sistema de producción de energía distribuido,
de cercanía, centrado en abastecer a núcleos poblacionales inmediatos, evitan-
do así pérdidas en el transporte. Dejaríamos de pensar en torno a gigantismos
para pasar a hacerlo en la pequeña escala (Sempere, 2019). Bajo esta propues-
ta, producción y almacenamiento de energía son conceptos interrelacionados.

El almacenamiento de energía, un concepto


necesariamente multidimensional

Esta idea nos conduce hacia otro debate de gran relevancia en la actualidad:
¿qué papel deben jugar las baterías? Contamos con cuatro estrategias para al-
macenar energía: en forma de calor, como energía mecánica —es decir, cinética
y potencial—, como energía química y como energía electroquímica (Fres-

251  política
co, 2020). Un ejemplo de almacenamiento en forma de calor sería utilizar el
excedente de energía de un aerogenerador para calentar las sales fundidas de
una central termosolar de concentración; en forma de energía mecánica (con-
cretamente potencial debido a la altura), mediante un embalse hidroeléctrico;
en forma química, utilizando la energía sobrante para fabricar hidrógeno por
electrólisis. Pero el discurso tiende a centrarse únicamente en el almacena-
miento de energía electroquímica, es decir, con baterías. Esto se convierte en
un problema cuando abordamos la concentración de dicho material en la Tie-
rra, con las consecuencias para las clases populares de Chile, Argentina y Bo-
livia, el Triángulo del Litio. Pero ¿por qué no damos más importancia a otras
tecnologías de almacenamiento energético? Los avances en nuevos materiales
abren, ante esta problemática, un abanico grande de posibilidades que permi-
tirían prescindir de las baterías para muchas aplicaciones. Un ejemplo sería el
diseño de dispositivos autogeneradores de energía con materiales piezoeléctri-
cos que generan carga eléctrica a partir del movimiento. Debemos luchar con-
tra la inelasticidad del discurso de las baterías, un discurso que no es neutral,
sino que tiene un motivo claro, pues su uso está planificado para un merca-
do que se prevé pujante durante las próximas décadas: el del coche eléctrico. 49

La electrificación del transporte. Lo que quiere


el capital y lo que necesitamos como pueblo

Cuando se habla de electrificación del transporte, el principal problema tec-


nológico a resolver para el capital es la sustitución de los motores de combus-
tión por motores eléctricos. Esto repercutirá, en la esfera del vehículo privado,
en la sustitución de millones de coches en nuestro país durante los próximos
años. El movimiento ecologista lleva décadas advirtiendo que el modelo indi-
vidualista y consumista de una persona = un coche es una barbaridad ecológica.
Además, responde a una necesidad creada por el sistema ante una problemá-
tica —la del transporte— que podría ser abordada mediante soluciones de
transporte público y colectivo. No podemos negar que el transporte deba elec-
trificarse y que, en ese sentido, las baterías tienen que jugar un papel principal,
pero esto debería generalizarse hacia el transporte colectivo y no hacia el indi-
vidual. Así, urge una completa electrificación y ampliación de la red ferroviaria
que comunique eficientemente nuestro país, en el que no son viables muchos
desplazamientos si no cuentas con vehículo privado.
Pero este debate debería ir más allá, con una enmienda a la totalidad del
sistema de transporte de mercancías que dé paso a una producción y consu-
mo de cercanía. Además, el vehículo eléctrico no cuenta con autonomía para
recorrer largas distancias, por lo que el hidrógeno verde asumiría un papel
protagonista para el transporte tanto por mar como por carretera cuando fue-

251  política
ra necesario. Así, países como Alemania u Holanda están centrando grandes
esfuerzos en el uso del amoniaco como combustible para barcos, una buena
prueba de la amplitud de miras del uso de combustibles verdes hidrogenados.

La nueva industria química sostenible:


verde, distribuida, planificada

Solamente la producción anual de amoniaco (NH₃) representa un 1,2 % de las


emisiones globales de CO₂, lo cual es mucho si tenemos en cuenta que nos re-
ferimos a un único proceso químico. La síntesis de amoniaco se lleva a cabo
mediante el proceso Haber-Bosch, que requiere elevadas presiones y tempera-
turas, así como el uso de catalizadores, que conlleva un elevado gasto energé-
tico que, en la actualidad, procede de combustibles fósiles. El amoniaco tiene
un papel trascendental en nuestra sociedad por su aplicación en la fabricación
de fertilizantes, lo que está directamente relacionado con la agricultura y por
tanto con la evolución demográfica. Aunque esta es su aplicación principal,
50 cuenta con muchas otras, como la energética descrita anteriormente por su
uso como vector (es decir, sistema de almacenamiento seguro) de hidrógeno,
así como en la industria textil. El amoniaco es solo un ejemplo ilustrativo que
nos demuestra que es crucial la investigación en procesos químicos alternativos
que requieran un menor coste energético, presiones y temperaturas bajas, así
como que no conlleven la emisión de sustancias nocivas a la atmósfera. Como
respuesta han surgido numerosas propuestas tecnológicas y muchas de ellas
cuentan con niveles de madurez elevados. Estas nuevas metodologías pueden
diseñarse para ir acopladas a fuentes de energía intermitentes, rompiéndose
así con el concepto de producir las veinticuatro horas los siete días de la sema-
na en plantas alimentadas por centrales térmicas que siguen el mismo ritmo.
Muchas de estas alternativas tecnológicas se encuentran todavía en fase
de proyecto piloto. Sin embargo, contamos con tecnologías de transición que
permiten atajar los principales inconvenientes de las plantas tradicionales, la
emisión de gases de efecto invernadero. Me refiero a las tecnologías de captura
y utilización de carbono (CCU), que capturan el CO₂ resultado de la oxidación
de combustible para obtener de nuevo un producto de alto valor añadido. Un
ejemplo sencillo es la reducción del CO₂ a monóxido de carbono (CO), un im-
portante reactivo en la industria química este último, pasando así de desecho
a producto. Aquí entra en juego uno de los conceptos más importantes de la
transición ecológica: la economía circular. Estas tesis también serían aplicables
a otros sectores, como la industria textil, la maderera, la siderúrgica, etcétera.

251  política
Economía circular, de desechos a productos.
Volver a reutilizar y reparar

Aunque hemos visto una aplicación de la economía circular a focos de emi-


sión de carbono, esta sería generalizable a cualquier actividad humana que
implique gestión de residuos. En términos generales, la economía circular se
define como el sistema cerrado por el cual un desecho vuelve a utilizarse para
fabricar un producto. Se encuentra estrictamente ligada al concepto de «eco-
diseño», la metodología que implica pensar un producto de modo que el reci-
claje de sus componentes sea factible técnicamente. La economía circular, sin
embargo, se encuentra limitada por el segundo principio de la termodinámica,
que dice que la entropía (es decir, el desorden) del universo siempre tiende a
aumentar. Así, pese a los esfuerzos puestos en el reciclaje de un objeto, siem-
pre habrá una pérdida de calidad, un porcentaje de materiales que no podrán
ser eficientemente reciclados. Por este motivo, algunos autores prefieren ha-
blar en términos de economía espiral (Valero, 2020). Esto debería alertarnos fren-
te al discurso optimista sobre la elevada eficiencia conseguida en el reciclaje
de baterías de ion litio. Sin menospreciar los beneficiosos avances al respecto, 51
siempre es oportuno recordarnos a los seres humanos que estos procesos es-
tán limitados y que seguimos dependiendo de la naturaleza pese a los eleva-
dos grados de desarrollo tecnológico.
Si bien el término «economía circular» nace tras la propuesta cradle to cradle
(«de la cuna a la cuna») de Braungart y McDonough a primeros de los 2000, en
mi opinión, la filosofía que subyace a todo esto no es más que la del sentido
común. Nos encontramos ante el «darle un segundo uso a todo» de nuestras
madres y abuelas. Utilizar los desechos del campo para hacer fuego en casa,
algo que hace años practicaba todo el mundo y a lo que ahora nos referimos
como biomasa y requiere mucha atención para evitar incendios indeseados. Pa-
ralelamente a la economía circular, debemos apostar por un incremento de las
otras erres: la reutilización y la reparación. Esto desembocaría en la creación
de nuevos puestos de trabajo en las plantas de gestión de residuos —comple-
jos innovadores de economía circular—, así como profesiones de, por ejemplo,
reparación de electrodomésticos y dispositivos electrónicos. Romperíamos así
la tendencia actual en la que compramos un dispositivo nuevo, porque es una
opción más económica, en lugar de repararlo o mejorarlo.

Tratamiento y conservación del agua

Cuando pensamos en procesos circulares, lo que se nos suele venir a la cabeza


es el ciclo integral del agua, un proceso que más o menos tenemos controlado
en los núcleos urbanos. Sin embargo, se estima que en España el 80 % del agua

251  política
se utiliza en la agricultura, lo que está provocando el agotamiento de recursos
hídricos tras años de abuso en actividades intensivas. Nos encontramos ante
un aumento de los períodos de sequía debido al cambio climático, así como
a la acidificación de los suelos y la contaminación de estos por el elevado uso
de fertilizantes, pesticidas y funguicidas. Tal y como afirma Eva García Sem-
pere en un artículo reciente en Nuestra Bandera: «[…] hacer frente al descenso
de recursos hídricos implica mucho más que sistemas de eficiencia en el uso
del agua en la agricultura […]. No estamos ante un problema de solución tec-
nológica ni económica […]» (García Sempere, 2021). Es decir, no queda otra
alternativa que no sea el paso a una agricultura extensiva, de cercanía y rege-
nerativa del suelo. Sin embargo, existen tecnologías ya disponibles que pue-
den ayudarnos cultivar la tierra en estas circunstancias. Por ejemplo, avances
en tratamientos de superficies que permitirían el crecimiento de la semilla en
condiciones de sequía, así como inhibir la aparición de hongos y plagas sin ne-
cesidad de funguicidas ni pesticidas.
Más allá de la agricultura y del uso responsable del agua en actividades
extractivas y del sector secundario, no deberíamos bajar la guardia respecto a
52 la calidad del agua de los núcleos urbanos, teniendo en cuenta los elevados ni-
veles de contaminación con los que nos hemos acostumbrado a convivir. Un
ejemplo llamativo de esto es la aparición de preocupantes concentraciones de
ibuprofeno y benzodiacepinas en el ciclo del agua, tras años de aumento en el
consumo de dichas sustancias. Los sistemas de depuración de agua empleados
hasta la fecha no pueden eliminar estas sustancias, que además se encuentran
en concentraciones no muy altas, pero que son las necesarias para modificar
las propiedades del agua, surgiendo así la necesidad de investigar nuevas me-
todologías que logren eliminarlas bajo esas condiciones.

La investigación básica, eje central irrenunciable

Como vemos, muchas tecnologías necesarias ya están disponibles o su grado


de madurez es muy alto. Estos avances han sido conseguidos gracias a la in-
vestigación básica, eje central del sistema científico y garante de la evolución
del conocimiento. La situamos, pues, frente a la investigación aplicada a obje-
tivos concretos para responder a necesidades puntuales y a la maximización
de beneficios. Sin la investigación básica no habría sido posible la rápida y efi-
ciente respuesta de la comunidad científica ante la covid-19. Y cabe aclarar que,
cuando hablamos de investigación básica, nos referimos a todas las ramas del
conocimiento. En mi opinión, una revisión de las ideas que cabe contemplar
en términos de investigación básica en nuestro país la acaba de realizar el CSIC en
lo que ha dado a conocer como las 14 Temáticas Estratégicas, una organización
interna de equipos de investigación de cara a los retos que tenemos como so-

251  política
ciedad. Asimismo, estas catorce temáticas se han visto plasmadas en la recien-
te publicación del Libro Blanco Desafíos Científicos CSIC 2030.
Para terminar, veo oportuno incidir en que, de entre toda la tecnología
disponible, debemos siempre juzgar críticamente cuál necesitamos como so-
ciedad y cuál no. Vivimos rodeadas de necesidades ilusorias, fruto del discur-
so consumista que ha calado en la sociedad. Así, entre los «puntos fuertes» del
futuro próximo nos encontramos con los coches autónomos, que representan
inversiones millonarias en todo el mundo pese a que, en mi opinión, tienen
una utilidad nula para la mayoría social.
No hace mucho tiempo una compañera de trabajo me dijo que nosotras,
las trabajadoras del sector científico, no somos más que granos de arena. To-
dos los días vamos a trabajar a nuestros centros de investigación, esperando a
que un día una empresa se fije en lo que hacemos y nos deje convertir nuestro
trabajo cotidiano en algo más que una publicación científica de un puñado de
páginas. Esta idea creo que muestra perfectamente el anhelo que hoy día tie-
nen miles de trabajadoras del sector científico de nuestro país. Trabajadoras
que, debe recordarse, no son solo personal investigador, sino también perso-
nal técnico y de gestión, como acertadamente recuerda en su discurso Comi- 53
siones Obreras. Clase trabajadora que estaría deseosa de poner su grano de
arena para hacer de toda la tecnología disponible, así como de la imaginable,
una realidad para nuestro pueblo.  

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251  política
Mundo Obrero, 28 de julio de 1936.
Alternativas para reducir
el impacto sobre la biodiversidad
en nuestra forma de producir
y consumir

Pablo Jiménez
Geógrafo. Magíster en Análisis y Gestión del Paisaje y del Territorio.
Coordinador de Esquerra de Menorca-Esquerra Unida.
Miembro del Área Federal de Medio Ambiente de IU.
Diputado balear de EUIB en el Grupo Parlamentario de Unidas Podemos

La pérdida de biodiversidad es un hecho innegable denunciado


por el IPBES, que alertaba en 2019 de la posible extinción de un 55
millón de especies de aquí a finales de siglo, provocada por las
actividades humanas. En este artículo se pretende dar alterna-
tivas al modelo actual de producción y consumo propiciado por
el capital, que está en la base de la situación actual de emer-
gencia ecológica.

L a visión cosmogónica dominante de la especie humana, a pesar de los enor-


 mes avances científicos de los últimos dos siglos que explican el origen y la
evolución del universo en el que se circunscribe la vida y explica el papel ecoló-
gico de cada especie, mantiene, no obstante, una antigua aura mitológica que
nos sitúa en su centro, rigiendo sus destinos y otorgándonos unilateralmen-
te el derecho a utilizar los recursos presentes en la naturaleza sin atender a su
función ecológica. Esta visión apuntalada en un sistema económico basado en
los dogmas del crecimiento continuo y del consumo sin freno nos lleva a una
situación de reducción significativa de la vida en términos de biodiversidad y
un incremento constante de la temperatura del planeta con preocupantes re-
percusiones sobre las propias condiciones de la vida.
Porque estos —la pérdida de biodiversidad y el cambio climático— son
los dos principales problemas ambientales que asolan no el planeta, que sigue
su propia lógica de intercambio de materia y energía, sino la supervivencia de
un número indeterminado de especies, entre las que no cabe descartar en un
tiempo impreciso la humana. La vida depende del frágil equilibrio en las con-
diciones fisicoquímicas del medio donde se desarrolle y, si esta situación sufre

251  política
algún tipo de cambio brusco o excesivamente rápido con respecto a los ritmos
de la evolución, pueden desencadenarse procesos de reordenación de los equi-
librios para que la vida, en cualquiera de sus formas, se mantenga en el plane-
ta. Esto no quiere decir que nuestra especie forme parte de la ecuación y no
seamos una de las prescindibles si nuestra capacidad de adaptación, hasta el
momento importante, no es suficiente para asumir biológicamente los cam-
bios significativos que se están produciendo en la biosfera y que pueden mul-
tiplicarse en las próximas décadas.
Es evidente por la enormidad de datos de los que ya disponemos que los
cambios que se están produciendo en cuanto a la biodiversidad y el calenta-
miento global son suficientemente significativos para comprender que la espe-
cie humana está alterando los patrones de funcionamiento de los ecosistemas.
Sabemos que el IPBES (organismo dependiente de la ONU) ya informó en 2019 1
de que la biosfera puede perder un millón de especies en un espacio de tiempo
reducido, teniendo en cuenta el lento marco evolutivo de las especies; de que
un 75 % de los ecosistemas están alterados; de que solo el 3 % de los océanos
se mantiene virgen; de que la población urbana se ha duplicado en los últimos
56 treinta años, con las consecuencias ambientales consiguientes; y de que la pér-
dida de ecosistemas costeros pone en peligro la vida de más de trescientos mi-
llones de personas por riesgo de inundaciones y huracanes.
El IPCC (organismo de la ONU responsable del estudio del clima) no
deja de alertarnos con sus continuos informes de que estamos llegando a un
punto sin retorno. Estamos a la espera del sexto informe de evaluación para
esta primavera, pero todos los indicios que ya vienen contemplados en el in-
forme del IPCC sobre cambio climático y usos de la Tierra 2 nos dan una idea
bastante precisa sobre degradación y desertificación de tierras, sobre deman-
da de alimentos, sobre producción agraria y cambios de temperatura con res-
pecto al período preindustrial.
La pregunta que se plantea ahora, más allá de los datos disponibles, es
qué hacer ante una situación seriamente preocupante para las generaciones
venideras, algo que debe dirimirse con alternativas precisas y concluyentes.
El sistema capitalista, en su respuesta a quienes se oponen a sus objetivos ex-
plotadores y esquilmadores, ha dispuesto de distintas estrategias de sometimien-
to, bien mediante el empleo de la fuerza, como ocurre en gran parte de los países
del Sur, o bien mediante la apropiación del relato y de la imagen de los oposi-
tores en los países del Norte con la utilización de políticas pseudoverdes, cono-

1 https://www.ipbes.net/sites/default/files/2020-02/ipbes_global_assessment_report_
summary_for_policymakers_es.pdf
2 https://www.miteco.gob.es/es/cambio-climatico/temas/impactos-vulnerabilidad-y
-adaptacion/guia-informe-especial-ipcc-usodelatierra_tcm30-504679.pdf

251  política
cidas como greenwashing o lavado verde, tan en boga hoy día. Algo que queda
muy claro en las políticas de recuperación económica en relación con el impac-
to de la pandemia de la covid-19, con nuevas transferencias de capital desde lo
público a los grandes conglomerados industriales y financieros, impregnando
el discurso de sostenibilidad, innovación y digitalización como nuevos ejes cen-
trales comunicativos. A modo de ejemplo, en los proyectos NextGeneration de
la Unión Europea, grandes empresas del sector energético como Endesa o Na-
turgy están ya posicionadas para recibir importantes sumas de un dinero que
habrá de devolverse en su día a cargo del erario, lo que supondrá, si no lo evita-
mos, nuevos recortes a los servicios públicos, como en la crisis del 2008.3
No puede haber más respuesta a estas estrategias, tanto las de siempre
como las nuevas, que plantear modelos alternativos. El sistema no es refor-
mable. La producción agrícola, pesquera, forestal y la extracción de materias
primas han crecido de forma exponencial desde los años cincuenta del pasado
siglo en relación inversa con la capacidad de recuperación de los ecosistemas,
que disminuye continuamente. Es imposible seguir así. El sistema en el que vi-
vimos se fundamenta en el crecimiento continuo de la producción, que implica
a su vez la necesidad del aumento del consumo por parte de la población para 57
mantener las tasas de ganancia del sistema, en un bucle perverso que no tiene
en consideración los límites finitos de los recursos del planeta. Es materialmen-
te imposible mantener estos índices de crecimiento económico sin colapsar.
Es necesario un replanteamiento absoluto de nuestra forma de vivir. Pero
se tiene que hacer desde el planteamiento colectivo para que tenga consecuen-
cias reales y visibles sobre la comunidad, sobre el común. Está extendida y acep-
tada la idea de la respuesta individual a los retos de la vida diaria en cuanto
a la repercusión ambiental: residuos, movilidad, energía, alimentación, agua.
La respuesta individual es ciertamente importante, pero no se puede hacer re-
caer sobre las personas una responsabilidad que supera en mucho su propia
capacidad de actuación teniendo en cuenta los mecanismos de producción y
de control globales. El capital transfiere su responsabilidad social, económi-
ca y ambiental, basada en una visión antropocéntrica de la vida, al individuo,
consciente de la imposibilidad de su respuesta. El capitalismo promueve, por
ello, esa imagen mítica del individuo —basta con seguir la estructura lineal de
los guiones de Hollywood para comprobarlo— como ente capaz de enfrentar-
se a cualquier injusticia, catástrofe o situación límite, lo que alimenta esa in-
teresada visión tan epopéyica como estéril.
La respuesta tiene que venir desde la conciencia colectiva de la población
que rompa con la dinámica suicida del hiperconsumismo. Debemos entender
desde ella nuestra relación con el consumo como un acto político (Laura Villa-

3 https://odg.cat/es/publicacion/guia-nextgenerationeu/

251  política
diego y Nazaret Castro) 4 en el que cuestionemos el modelo capitalista que nos
sumerge en una espiral de dependencia en la que la adquisición irresponsable
de bienes se convierte en elemento central de nuestras vidas. Hemos de replan-
tear nuestros hábitos de consumo siendo conscientes de lo que hay detrás de
cada compra en términos tales como: tipo y origen de materias primas, ener-
gía y agua consumidas en su fabricación o elaboración, tipo de envase utilizado
para su comercialización, procesos de distribución y gestión final del posible
desecho, además de las condiciones sociolaborales de las personas contratadas
o que hayan intervenido en el conjunto de los procesos de producción y consu-
mo. Solo desde esta conciencia colectiva podremos disponer de la fuerza sufi-
ciente para cercenar las bases de un sistema más frágil de lo que pensamos por
su extrema dependencia de un consumo que a su vez obedece exclusivamen-
te a nuestra voluntad, pero que es sumamente peligroso por las consecuencias
ambientales y sociales derivadas de la esquilmación continuada de los recursos
naturales, el uso de los combustibles fósiles y la explotación sin escrúpulos de
una parte importante de la población global, especialmente de los países del Sur.
¿Qué hacer entonces? ¿Cómo trabajar esa conciencia colectiva? ¿Cómo
58 reducir el impacto sobre la biosfera de nuestra forma de producir y consumir?
Sabemos, como lo sabemos de otras luchas, que el encuentro de lo local con lo
global da buenos resultados. El trabajo de calle, en asociaciones de vecinos, en
colectivos sociales, feministas, culturales y ambientalistas, nos abre las puertas
a un trabajo pedagógico esencial para contraponer una visión diferente a la que
vemos a diario, interpuesta por medios de comunicación de obediencia debida
a los dictados de los verdaderos amos de la gobernanza mundial. En esta labor
pedagógica no vale con aceptar de forma acrítica el discurso ambiental utilizado
de forma genérica, como estamos viendo con el Green New Deal, que cambia es-
cenarios, tecnología y actores, pero mantiene los mismos objetivos de acumula-
ción de capital a costa del mundo del trabajo y de la explotación sin límites de los
recursos naturales. El discurso de lo verde se ha extendido, pero ello no significa
que haya una verdadera intencionalidad por parte del poder político y económi-
co de cambiar las reglas del juego. Hoy día se habla de sostenibilidad, de residuo
cero, de economía circular, de renovables, pero es un discurso del que el capital
se apropia para vender una imagen verde que tiene poco que ver con sus acti-
vidades. Un ejemplo claro de esto último sería Ecoembes, una empresa que en
teoría debería reciclar todo aquello que se introduce en los contenedores ama-
rillos que pueblan las calles de nuestro país, pero de cuyo contenido realmente
solo recicla el 25 % y el resto acaba en vertederos e incineradoras. Una empresa
que actúa como lobby presionando al gobierno para que no instaure el Sistema

4  Laura Villadiego y Nazaret Castro (2014): Carro de combate: consumir es un acto político. Cla-
ve Intelectual.

251  política
de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) porque reduciría sus ingresos, que
paga estudios para contrarrestar las críticas que recibe a su gestión, todo ello
para mantener su tasa de ganancias, obtenidas de la venta de residuos a las em-
presas de tratamiento y sobre todo de la tasa de reciclaje o punto verde que pa-
gan obligatoriamente las empresas envasadoras. Es este un ejemplo que refleja
una situación bastante generalizada donde, tras una imagen de sostenibilidad,
se esconde el objetivo tradicional del capital: primar la maximización de los be-
neficios sin importar las consecuencias sociales y ambientales de sus actividades.
Es importante conocer lo que se mueve en torno a lo verde para disponer
de una visión amplia y crítica. No podemos vender el discurso de las renova-
bles sin un acercamiento valorativo a esta industria, ya que esto, actualmente,
lo compra hasta Vox. Es necesario preguntarse qué renovables y para qué. El
primer paso en educación y pedagogía transita por la formulación de pregun-
tas. Sostenibilidad y renovables ya forman parte del discurso del poder, que
no puede aceptarse sin más. Cualquier política se adjetiva de sostenible, todo
discurso se decora con esta palabra, trivializando finalmente el concepto. Las
renovables son hoy día fundamentales para mitigar los efectos del cambio cli-
mático, pero hemos de ser conscientes de su impacto sobre el territorio —vi- 59
sual, paisajístico y ambiental— y, por tanto, necesitan de una evaluación para
su localización. Los coches eléctricos son un avance en la reducción de los gases
de efecto invernadero, pero que esa afirmación sea totalmente válida depende
del origen de la electricidad —si fósil o renovable—. Así como también es im-
portante saber que las baterías de esos vehículos dependen de metales como
el litio o las tierras raras, que también son recursos finitos para cuya obtención,
además, se producen conflictos territoriales —como vemos en las protestas
actuales de Cáceres— e impactos ambientales graves que tienen una clara re-
percusión sobre la biodiversidad por contaminación de aguas y porque, al ser
minería a cielo abierto, afectan a las actividades agropecuarias y al paisaje. Ha-
blar de coches eléctricos como solución a la contaminación es cuando menos
una afirmación temeraria, pero consigue apoyos considerables entre personas
preocupadas con el cambio climático, cuando en realidad es una adaptación
de la industria automovilística a una nueva coyuntura productiva caracteriza-
da por la volatilidad de los precios del petróleo y la incertidumbre sobre las
reservas reales y de explotación de hidrocarburos; todo ello, además, apoya-
do de forma acrítica o interesada, según la interpretación, por gobiernos euro-
peos, estatales y autonómicos, y basado en el extractivismo del litio, asociado
a grandes compañías mineras con importantes relaciones con fondos de in-
versión.5 Los esfuerzos gubernamentales deberían preocuparse más bien por

5 https://www.elsaltodiario.com/mineria/poderosos-intereses-tras-el-litio-de-canaveral-en
-caceres

251  política
impulsar políticas de movilidad sostenible priorizando los traslados a pie, en
bicicleta, en tren en las distancias largas y en transporte público en las de ma-
yor proximidad, así como por reconfigurar el modelo de ciudad para hacerlas
vivibles como lugares de encuentro y sociabilidad.
Estos no son más que algunos ejemplos que pueden extenderse a otros
muchos en relación con cualquiera de los sectores productivos. Conocer es
fundamental para guiar nuestros pasos en nuestra forma de producir y con-
sumir. Solo se debe producir y consumir lo que es necesario para el bienestar
humano. Y de ahí esa necesidad pedagógica de transmitir ese conocimiento a
la mayor parte de la población para que pueda discernir claramente en su ac-
ción cotidiana.
Existe en la actualidad un debate en torno al propio concepto de consu-
mo para establecer un significado crítico alternativo al utilizado por el capi-
tal. El consumo, según este, es una pieza última fundamental en el proceso de
producción, distribución y puesta en el mercado de bienes y servicios, sin el
cual el propio capitalismo dejaría de existir. La diferencia con otra considera-
ción del concepto radicaría en la conciencia del acto y las consecuencias que
60 supone el hecho de consumir. Al tener en cuenta el agotamiento o deterioro
de los recursos naturales y los desequilibrios en los ecosistemas, establecemos
una categoría crítica que abre paso a un nuevo planteamiento y podemos dar
un significado preciso al concepto con la introducción de unos adjetivos, pu-
diendo hablar entonces de consumo responsable, pero también, si damos un
paso más, de consumo crítico y transformador, con la intención de promover
cambios socioambientales.6 Comprender el significado del acto de consumir
es el primer paso para plantear una alternativa crítica.7
Otro de los trabajos que podemos desarrollar para reducir el impacto so-
bre la biosfera en nuestra forma de producir y consumir es a través del trabajo
institucional, bien de forma delegada por parte de quien ejerce esta responsa-
bilidad o bien desde la presión ejercida desde las propuestas de activistas o co-
lectivos sociales diversos. Dependiendo obviamente de la correlación de fuerzas
existente en una institución con respecto a otras fuerzas políticas, en el caso de
que esta sea favorable es absolutamente indispensable aplicar con entereza y
convicción todas las políticas encaminadas a reducir, limitar o eliminar direc-
tamente, en los casos en que sea posible, todas las causas que supongan regre-
sión de los ecosistemas y de la biodiversidad. Como es comprensible, no es lo
mismo si el impacto de nuestras decisiones queda limitado a un término mu-

6 https://www.carrodecombate.com/2021/03/22/por-que-vamos-a-dejar-de-hablar-de-consumo
-responsable/
7 https://www.elsaltodiario.com/consumo-que-suma/10-talleres-diferentes-sobre-consumo
-critico-y-responsable-

251  política
nicipal que si llega a una comarca, una comunidad autónoma o el conjunto del
Estado. Pero, independientemente del alcance de nuestro potencial trabajo, las
metas deben ser las mismas. ¿Cuáles son las principales causas de la pérdida
de biodiversidad o de la degradación de los ecosistemas, pero también de otras
muchas alteraciones ambientales? Sabemos que las causas, también conocidas
como presiones directas sobre la pérdida de biodiversidad, son la destrucción
de hábitats, la sobreexplotación de recursos naturales, la proliferación de es-
pecies invasoras, la contaminación y el cambio climático.
La destrucción de hábitats se debe fundamentalmente a la expansión ur-
bana de las ciudades, con especial significado en el litoral y en zonas de monta-
ña afectadas por la ocupación turística, en la construcción de infraestructuras
viarias, ferroviarias, aeroportuarias y portuarias, y en el crecimiento de las zo-
nas agrarias de alta productividad. Ante esta ocupación tan grande del terri-
torio, los ecosistemas se ven seriamente dañados y su respuesta adaptativa es
muy baja, cuando no inexistente.
La sobreexplotación de recursos naturales viene dada por su esquilma-
ción, pues se extraen a una velocidad superior a la de su reposición. Ejemplo
claro de ello es la sobrepesca, que está agotando los recursos marinos y deja 61
muchas especies al borde de la extinción. La sobreexplotación afecta a todas
las especies, pero principalmente a grandes depredadores cuando su alimen-
tación depende de especies cuyas capturas han aumentado enormemente en
las últimas décadas.
La proliferación de especies invasoras viene dada por la introducción vo-
luntaria o accidental de animales o plantas en un ecosistema diferente al de
origen, lo que ocasiona graves alteraciones en el mismo y puede causar la pér-
dida de sus interacciones internas y por tanto de su viabilidad.
La contaminación de las actividades industriales, agrícolas, ganaderas y
urbanas afecta al aire, suelo y agua, y repercute sobre las condiciones de vida
de muchas especies en sus ecosistemas, llevándolos al borde del colapso, como
puede ocurrir en la actualidad en la Manga del Mar Menor (en Murcia).
El cambio climático se explica por el aumento de la temperatura media
de la atmósfera y de los océanos provocado por los gases de efecto invernade-
ro, en cuyo origen está la actividad productiva de nuestra especie. Las conse-
cuencias son cambios radicales en la distribución de ecosistemas y especies,
aumento del nivel del mar, reducción o desaparición de glaciares, reducción
o modificación de los límites de la banquisa ártica, desaparición de grandes
extensiones de coral, cambios en los sistemas climáticos locales y episodios
climáticos extremos, como sequías, inundaciones y tormentas de gran inten-
sidad. La repercusión de estos cambios afecta actualmente a todos los orga-
nismos vivos del planeta.
La pérdida de biodiversidad no es solo una mera cuestión ambiental, sino
que tiene repercusiones fundamentales sobre la economía, la salud, la cultura

251  política
o el acceso al agua, a los alimentos, a la energía. La biodiversidad resulta cla-
ve para la regulación del clima, la mejora de la calidad del agua, el control de
la contaminación, la salvaguarda de la polinización o el control de las inunda-
ciones y de los grandes incendios. La biodiversidad, en definitiva, nos brinda
unos servicios ecosistémicos indispensables que nuestra sociedad depredado-
ra no reconoce. Se trata, en definitiva, en un mundo en el que no ha calado to-
davía el discurso de la biodiversidad, de conseguir que la actividad humana se
muestre en equilibrio con las dinámicas propias de los ecosistemas. Cuidar la
biodiversidad es cuidarnos también como especie.
¿Cómo, entonces, podemos desde la acción institucional, directa o indi-
recta, influir para conseguir limitar al máximo las presiones descritas en un
plazo razonable? El fracaso de las Metas de Aichi 8 nos dice que hay que bus-
car fórmulas de presión que cambien las dinámicas actuales. La respuesta se
encuentra en un objetivo esencial que concentre todos los demás: el cambio
de modelo económico. Y si nos fijamos en nuestro entorno, dependiendo tam-
bién del alcance institucional de nuestra acción, podemos trabajar en esa línea.
Como sabemos, la suma de muchas acciones locales sirve para crear concien-
62 cia de cambio e impulsa la necesidad de nuevos retos de mayor recorrido. Se
puede, de esta forma, reducir localmente la sobreexplotación de los recursos
naturales, favoreciendo la pesca artesanal y planes de gestión pesquera a lar-
go plazo, derogando las autorizaciones de cultivos transgénicos, limitando al
máximo el uso de plaguicidas y herbicidas, favoreciendo la agricultura ecoló-
gica, la soberanía alimentaria y el consumo alimentario de proximidad, dene-
gando permisos para las macrogranjas de cerdos; reducir el consumo de agua
en actividades no esenciales, impulsando el uso de agua reciclada para riego de
parques y jardines, la doble canalización doméstica; fomentar el autoconsumo
energético y la eficiencia energética; limitar el suelo disponible para desarro-
llos urbanos y periurbanos, fomentando la planificación urbana compacta y la
rehabilitación de viviendas; eliminar los planes de construcción de infraestruc-
turas innecesarias de transporte; fomentar planes de movilidad sostenible que
reduzcan significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero; ela-
borar planes de economía circular que limiten al máximo la generación de resi-
duos; controlar la recogida, conducción y tratamiento de las aguas residuales
antes de su vertido a aguas continentales o marítimas; reestructurar el sector
turístico reduciendo el carácter exclusivo de su actividad en algunas regiones;
limitar el consumo a las necesidades perentorias del ser humano; trabajar por
la ampliación de Red Natura 2000 y acelerar la finalización lo más rápido po-

8  https://www.cbd.int/doc/strategic-plan/2011-2020/Aichi-Targets-ES.pdf y véase también


https://www.lavanguardia.com/natural/20200918/483529950693/fracaso-proteccion-diversidad
-biologica-informe-metas-aichi-convenio-onu.html

251  política
sible sus planes de gestión; potenciar la elaboración de planes de gestión fo-
restal tanto en espacios públicos como privados, así como impulsar políticas
forestales que garanticen su multifuncionalidad en cuanto a conservación y
aprovechamiento sostenible; mejorar la red de espacios naturales protegidos
y la de parques nacionales con más representación de los diversos ecosiste-
mas aún no catalogados; diseñar corredores ecológicos que comuniquen los
espacios protegidos para conseguir su comunicación a través de la continui-
dad ecológica; elaborar inventarios de especies invasoras tanto de flora como
de fauna y planes estrictos de erradicación tanto en espacio público como pri-
vado, así como prohibir las granjas de especies exóticas; fomentar el comercio
local y de proximidad, alentando los mercados locales y las fórmulas de pro-
ducción cooperativistas.
Y también promover un nuevo desarrollo rural en el que poder satisfacer
otras expectativas de vida alejadas de la escala de valores actualmente vigente,
basada en la posesión de bienes como referente de éxito social. Trabajar para
conseguir la reversión de las migraciones campo-ciudad con nuevas oportu-
nidades de trabajo y realización personal en el medio rural con actividades en
los campos agrarios, ganaderos, forestales, recuperación del patrimonio cul- 63
tural y etnográfico, rehabilitación del patrimonio arquitectónico, recuperación
de pueblos abandonados, recuperación de infraestructuras primarias sosteni-
bles del medio rural, gestión de recursos hídricos, implementación de la in-
dustria de transformación del sector primario, la industria cosmética basada
en una producción sostenible de materia prima, el turismo sostenible de bajo
impacto ambiental y la implementación de los acuerdos de custodia del terri-
torio. Todo ello pensado desde una visión de trabajo de colaboración públi-
co-comunitaria que ponga en valor las experiencias de lo colectivo y fórmulas
de autosuficiencia y autogestión.
Todas estas medidas pueden trabajarse desde lo local —y amplificarse ha-
cia instancias superiores— y su ejecución ya supondría un cambio hacia un
nuevo modelo de producción y consumo desde el momento en que atacan di-
rectamente al sistema al reducirse significativamente ambos.
La confluencia entre las iniciativas basadas en lo colectivo, lo pedagógico
y lo institucional es una oportunidad en nuestras manos para iniciar la tran-
sición ecosocial que necesitamos, para enfrentar la emergencia ecológica que
nos asola  

251  política
Webgrafía

https://www.climatica.lamarea.com/transformar-consumo-prevenir-pandemias/
https://ipbes.net/news/comunicado-de-prensa-las-contribuciones-de-la-diversidad-biol%
C3%B3gica-y-la-naturaleza-contin%C3%BAan-
https://www.cms.int/es/news/ipbes-publica-un-nuevo-informe-sobre-biodiversidad-y
-pandemias
https://www.ipbes.net/sites/default/files/2020-02/ipbes_global_assessment_report_summary
_for_policymakers_es.pdf
https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/2020/10/2020-AC6_es.pdf
https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/sites/4/2020/06/SRCCL_SPM_es.pdf
https://www.agenciasinc.es/Entrevistas/La-biodiversidad-es-el-seguro-natural-de-la
-vida-sin-ella-no-existiriamos

64

251  política
Consumo energético y
decrecimiento: por qué no
es posible mantener los niveles
de consumo energéticos actuales
ni con energías renovables
Álex García
Miembro de la Red Federal de Energía y del Área Federal de Medio Ambiente
de IU. Asistente local de los eurodiputados de IU en el Parlamento Europeo

H ay cuestiones que, aunque resulten evidentes, no son fáciles de apreciar.


Hablar de decrecimiento puede que a muchos de nuestros lectores se les
antoje como un capricho histriónico de ecologistas que quieren retrotraernos
65

a etapas anteriores de la historia. En una sociedad como la actual, el binomio


progreso-crecimiento es un axioma incuestionable. Pero al igual que la Edad
de Piedra no terminó por la falta de piedras, la edad del petróleo terminará an-
tes de que el mundo se quede sin este hidrocarburo.
Puedo compartir que el hecho de hablar del futuro, pongamos un hori-
zonte a treinta años vista, el 2050, sea complicado y se preste a realizar ejerci-
cios prospectivos que puedan resultar distópicos o incluso cercanos a la ciencia
ficción, por lo que siempre que lo hagamos deberemos ser extremadamente
rigurosos para esquivar con un mínimo de solvencia las burdas críticas de la
extrema derecha negacionista, que, ciega en sus postulados, piensa desde su
ingenuidad que el crecimiento económico basado en el desarrollismo expan-
sivo y en el aumento del consumo energético son realidades irrefutables de la
prosperidad occidental y que resultará ser perenne e imperturbable por los si-
glos venideros, sin ser conscientes (o, lo que sería peor, obviando de forma de-
liberada) los límites biofísicos del planeta.
Pongámonos en situación.

1. El Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Uni-


das publicó en 2019 el informe Perspectivas de la población mundial 2019:
Aspectos destacados,1 donde se hacía una serie de prospectivas que revela-

1 https://population.un.org/wpp/

251  política
ba algunos datos muy importantes. Lo más significativo: el mundo alber-
gará casi 9.700 millones de personas en 2050, que serán 11.000 millones
en 2100. Esto supone un incremento de 2.000 millones de personas en
los próximos treinta años.
Tan solo nueve países representarán más de la mitad del crecimiento
hasta el año 2050. Se trata, por orden de mayor a menor crecimiento, de
India, Nigeria, Pakistán, República Democrática del Congo (RDC), Etio-
pía, Tanzania, Indonesia, Egipto y Estados Unidos. Con estos ritmos, In-
dia superará a China como país más poblado en torno a 2027.
Por regiones, el estudio prevé que la población de África subsahariana
crezca un 99 % y se duplique para 2050. Europa y América del Norte segui-
rán siendo los países con un menor crecimiento, el 2 %, seguidos por Asia
oriental y sudoriental (3 %), América Latina y el Caribe (18 %), Asia central
y meridional (25 %), Australia y Nueva Zelanda (28 %), África septentrional y
Asia occidental (46 %) y Oceanía, sin Australia ni Nueva Zelanda (56 %).

2. La Agencia de Información Energética de Estados Unidos (EIA por sus


66 siglas en inglés: Energy Information Administration) prevé que el con-
sumo mundial de energía crecerá casi un 50 % entre 2018 y 2050. Según
el informe de evaluación International Energy Outlook 2019 (IEO2019) de
EIA,2 la mayor parte de este crecimiento provendrá de regiones donde el
consumo de energía está impulsado por un fuerte crecimiento económi-
co, particularmente en los países de Asia no pertenecientes a la OCDE.
Las economías más desarrolladas de la OCDE y en desarrollo no per-
tenecientes a la OCDE tienen perfiles de crecimiento muy diferentes de
consumo eléctrico. En promedio, EIA predice en su informe que el con-
sumo de electricidad en la OCDE crecerá 1 % anualmente entre 2018 y
2050, mientras que el consumo fuera de la OCDE crecerá un 2,3 % anual.

3. Nos encontramos inmersos en el cumplimiento de los Acuerdos de París


para combatir el cambio climático, toda vez que la comunidad interna-
cional es unánime en sus consideraciones sobre las catastróficas conse-
cuencias que tendrá para el planeta seguir calentándolo al ritmo actual.
En este sentido, todas las naciones, con mayor o menor intensidad o con-
tundencia, llevan los últimos años perfilando los planes necesarios para
ajustarse al necesario proceso de descarbonización de sus sociedades.
No obstante, los procesos de la llamada revolución digital y la transición
energética se están haciendo fundamentalmente desde un prisma abso-
lutamente liberal.

2 https://www.eia.gov/outlooks/ieo/pdf/ieo2019.pdf

251  política
4. Dichos procesos de descarbonización de las sociedades que se van dibuja-
do están fundamentalmente orientados a una fase de electrificación gra-
cias a dos elementos:

• una «transición energética» en el sector eléctrico, industrial y del


transporte basada en energías renovables que desplacen a las centra-
les de generación convencional, que impulsen la generación distri-
buida y el autoconsumo, que promuevan la fabricación de hidrógeno
verde, el almacenamiento a gran escala y los vehículos eléctricos
principalmente; y
• una «revolución digital» asentada sobre el despliegue de la tecno-
logía 5G que sea un vector dinamizador del Big Data, el blockchain,
las criptodivisas, la inteligencia artificial (IA) y el Internet de la Co-
sas (IoT), entre otros.

Aunque resulta difícil de estimar, existen distintos estudios que tra-


tan de cuantificar el consumo energético que suponen a día de hoy los
centros de datos y servidores sobre los que recae todo este proceso de di- 67
gitalización. Estos data center requieren de Internet, electricidad y refrige-
ración, por lo que es fácil entender que el consumo energético es elevado.
El voraz apetito de la sociedad del siglo xxi por los servicios digitales de
los últimos años implica un crecimiento sin precedentes en consumo, co-
nexiones y cantidad de información generada. Toda la actividad humana
que se realiza en Internet y en otras redes implica procesamiento de da-
tos, traslado y alojamiento de archivos; en pocas palabras, cada vez son
necesarios más servidores.
Un artículo del digital Newtral 3 recopila información interesante en
este sentido, de la que me parece procedente hacerme eco:

La evolución de las conexiones de redes móviles, el 5G, trae necesariamen-


te mayor consumo energético: 4 sus redes son más densas, y por lo tanto
necesitan más estaciones base. Además, la llegada de la quinta generación
no implica que se apaguen las redes existentes.
Bitcoin es una criptomoneda generada a partir de un conjunto de
procesos conocido como minería: se necesita más potencia informática a
medida que pasa el tiempo para resolver los acertijos criptográficos en los
que está fundado el sistema.

3 https://www.newtral.es/energia-centros-datos-contaminacion-renovables/20201111/
4 https://www.euractiv.com/section/energy/news/ericsson-5g-could-dramatically-increase
-network-energy-consumption/

251  política
Un análisis publicado por la revista Joule en el año 2019 afirmaba
que la minería de Bitcoin representa aproximadamente el 0,2 % del con-
sumo mundial de electricidad 5 y produce CO₂ equivalente a la ciudad de
Kansas, en Estados Unidos.
La Universidad de Cambridge, por su parte, desarrolló y publicó un
software para calcular en tiempo real el consumo energético anual que
implica la minería de Bitcoin a nivel mundial.6 Según esta aplicación, el
minado solamente de esta criptodivisa consume al año más electricidad
que toda Suiza.
En cuanto a la inteligencia artificial, decir que también se alimenta
de muchos recursos energéticos. Entrenar y ejecutar modelos de apren-
dizaje profundo para las máquinas implica procesar enormes cantidades
de datos. Un estudio de OpenAI de 2018 7 indicaba que en esos momen-
tos la cantidad de potencia informática necesaria para ejecutar grandes
modelos de IA se duplica cada tres meses y medio.
La cantidad de energía que consumen los servidores de datos se ha
estimado en 205 teravatios hora de electricidad (TWh) o el equivalente al
68 1 % de la energía que consume el mundo en un año. Otros estudios dicen
que este número es extremadamente conservador y que solo la Unión Eu-
ropea consumió la mitad de esa cantidad en 2020, sin entrar en cálculos
de países como Estados Unidos, China o Rusia. De lo que no hay duda es
de que la actividad computacional de los data centers se ha quintuplica-
do entre 2010 y 2018. Sin embargo, la cantidad de energía consumida en
ellos a nivel mundial ha crecido solo un 6 % durante el mismo período,
gracias a mejoras en eficiencia energética. Más difícil resulta hacer estas
proyecciones a treinta años vista, pero en buena lógica cabe esperar un
crecimiento en cualquier caso más que notable. Recordemos de nuevo
que las previsiones de crecimiento energético para 2050 prevén que se
dupliquen respecto a 2020.

Llegados a este punto, nos quedan claras algunas cosas. Uno, el mun-
do se dirige inexorablemente a un exponencial crecimiento de la población y
dos, el mundo está inmerso en un proceso de descarbonización de la econo-
mía que pivotará en múltiples factores, pero donde la transición energética y
la revolución digital serán elementos prioritarios y fundamentales. Y todo ello
conllevará un incremento de al menos un 50 % del consumo energético mun-
dial. Pues bien, cabe preguntarse si esas previsiones son realistas en términos

5 https://www.cell.com/joule/fulltext/S2542-4351(19)30255-7
6 https://www.cbeci.org/
7 https://openai.com/blog/ai-and-compute/

251  política
materiales. Es decir, ¿será posible instalar la cantidad de energías renovables
que sean capaces, por un lado, de sustituir el parque de generación actual y de
desarrollar los nuevos proyectos que serán necesarios para dar servicio al in-
cremento de las necesidades de las sociedades y sus economías? ¿Será posible
sustituir el parque automovilístico actual por uno basado en vehículos eléctri-
cos que también crecerá en la medida que crezcan la población mundial y las
economías de los países emergentes, con su consiguiente consumo eléctrico?
Pues para dar respuesta hay que atender a una cuestión crítica. Todas es-
tas tecnologías, los aerogeneradores de la industria eólica y los paneles solares
de las instalaciones fotovoltaicas, así como las baterías de los vehículos eléctri-
cos, requieren de un conjunto de materias primas, algunas de la cuales tienen
la consideración por parte de la Unión Europea de ser críticas por su escasez,
por su ubicación geográfica o por la dificultad para su extracción o separación
de otros componentes.
Como recuerda la profesora A. Valero, de la Universidad de Zaragoza (2021:
Límites minerales de la transición energética):

Pensemos que por ejemplo para producir 1 gigavatio (GW) de potencia eléctrica, 69
que es la equivalente a la que podría suministrar una central térmica de gas natu-
ral, se necesitan 200 aerogeneradores de 5 megavatios (MW) o bien 1.000 aeroge-
neradores de 1 MW. Esto implica el uso de unas 160.000 toneladas de acero, 2.000
de cobre, 780 de aluminio, 110 de níquel, 85 de neodimio y 7 de disprosio para
su fabricación. La central térmica en cambio habrá necesitado principalmente de
5.500 toneladas de acero, 750 toneladas de cobre y 750 de aluminio aproximada-
mente, o lo que es lo mismo, en peso, unas 25 veces menos de metales que en el
caso de la eólica. Dicho esto, la cantidad de materiales no es el aspecto más pre-
ocupante del problema, sino la variedad de los mismos. Mientras que en la cen-
tral térmica entran en juego metales convencionales y relativamente abundantes,
las nuevas tecnologías son altamente voraces en muchos elementos distintos, al-
gunos de ellos escasos en la naturaleza o bien controlados por unos pocos países.

Las tierras raras. Se denomina así a un conjunto de diecisiete elementos


de la tabla periódica compuesto por los quince lantánidos más el itrio (Y) y el
escandio (Sc). Al grupo de las tierras raras pertenecen varios elementos esencia-
les para el desarrollo de las nuevas tecnologías y las energías renovables, como
son el neodimio (Nd) y el disprosio (Dy) en los imanes permanentes en la eó-
lica. Además, encontramos cada vez mayor número y variedad de tierras raras
en iluminación eficiente (fluorescentes y LED), en vehículos o en la electróni-
ca en general. Estos elementos se extraen fundamentalmente de dos minera-
les, la monacita y la bastnasita, y a pesar de su nombre, no son especialmente
raros en la naturaleza, aunque requieren de mucha energía para poder obte-
ner los elementos por separado. Otro problema fundamental es que su produc-

251  política
ción está hoy día controlada en más de un 80 % por China, país que en 2011
hizo temblar a muchos gobiernos cuando limitó drásticamente sus exporta-
ciones a 24.000 toneladas, frente a la demanda exterior, que se cifró en unas
55.000-60.000 toneladas. ¿Por qué exportar tierras raras cuando pueden ex-
portar aerogeneradores, cuyo valor añadido es muchísimo mayor?
Otros dos elementos de los que se va a oír hablar mucho en los próximos
años son el litio (Li) y el cobalto (Co). Ambos son fundamentales para el desa-
rrollo de las baterías eléctricas.
El indio (In), el galio (Ga) y el teluro (Te) son otros tres elementos cla-
ve para las nuevas tecnologías y la energía solar fotovoltaica. El indio y el ga-
lio se encuentran en la tecnología fotovoltaica de capa fina llamada CIGS (por
sus siglas: cobre, indio, galio y selenio), mientras que el Te en las células de te-
lururo de cadmio (CdTe). Ambas tecnologías ofrecen las mejores prestaciones
en términos de eficiencia del mercado y es por ello que su producción va a ir en
aumento en los próximos años.
La profesora A. Valero continúa en su artículo ilustrándonos en los si-
guientes términos:
70
Conociendo la cantidad de recursos disponibles del planeta y la evolución de la
extracción, se puede estimar a través de las denominadas «curvas de Hubbert» el
año en que la demanda de minerales supere a la oferta (o el pico). Este modelo,
que se aplicó con éxito a los yacimientos de petróleo en el sur de Estados Unidos
por su creador Marion King Hubbert en los años cincuenta, lo hemos aplicado
nosotros a los minerales […]. Aunque son modelos teóricos y aproximados, pue-
den servir para establecer tendencias y alertar de posibles escaseces si se conti-
núa con los ritmos de producción actuales. […] A este ritmo y considerando los
recursos minerales publicados por el United States Geological Survey, el pico de
muchos minerales se alcanzaría antes de que acabase este siglo.
Al agotamiento de las minas hay que añadirle otro factor importante. Si las
menas más ricas se agotan, van quedando las menos concentradas, para las que
se necesita más energía por unidad de material extraído.
Con el aumento de energía, también hay asociado un aumento en el im-
pacto ambiental. Además de los inmensos «agujeros» que se hacen en la corte-
za en la minería de cielo abierto, las emisiones de CO₂ se disparan, ya que gran
parte de la energía empleada en la minería hoy en día es en forma de diésel para
transportar los miles de toneladas de roca extraída. Si actualmente la minería
es responsable según la Agencia Internacional de la Energía, de entre un 8 y un
10% del consumo de energía primario mundial y emisiones de CO₂, es probable
que, en el futuro, esta tasa aumente considerablemente.

Es decir, contaminaremos más para obtener las materias primas necesarias


para la fabricación de las tecnologías que están llamadas a contaminar menos…

251  política
Si analizamos ahora la demanda esperada hasta el 2050 de materiales ne-
cesarios para desarrollar la fotovoltaica, la eólica, la solar de alta temperatu-
ra o el vehículo eléctrico, teniendo en cuenta las proyecciones realizadas por
la Agencia Internacional de la Energía en su escenario 450 (que implica no
superar los 2° C de aumento global de temperatura), podemos detectar po-
sibles cuellos de botella que aparecerían para algunos elementos clave. Para
ello, en un estudio realizado por el Instituto CIRCE, establecieron tres tipos
de riesgo: muy alto, alto y medio, donde la categoría «muy alto» corresponde
a que la demanda acumulada superará los recursos disponibles, la categoría
«alto» a que la demanda acumulada superará las reservas y la categoría «me-
dio» a que la demanda anual sobrepasará la producción anual esperada cal-
culada con el modelo de Hubbert. La diferencia entre recursos y reservas se
encuentra en que los primeros son cantidades de minerales potencialmen-
te valiosos para las que hay prospectivas razonables de una eventual extrac-
ción económica; las reservas, en cambio, representan aquellas cantidades
de minerales que son valiosas y son legal, económica y técnicamente viables de
extraer hoy en día. Entonces las reservas son dinámicas y suelen aumentar a
medida que se encuentran nuevos depósitos minerales o el aumento de los 71
precios hace que determinadas minas no rentables en el pasado lo sean en
el presente. Los recursos, sin embargo, son más estáticos y son considerable-
mente mayores a las reservas.
Considerando las «tecnologías limpias» analizadas, los vehículos eléctri-
cos son aquellos que más materiales críticos demandarán, donde las posibles
limitaciones están centradas en los elementos necesarios para las baterías (li-
tio, cobalto, níquel). Además, podría haber otras limitaciones a la hora de fa-
bricar aleaciones de acero que necesiten cromo o molibdeno y también para la
fabricación de algunos equipos electrónicos. Por elementos, aquellos que pre-
sentan un mayor riesgo de suministro en el futuro son: teluro, plata, cadmio,
cobalto, cobre, galio, indio, litio, manganeso, níquel, estaño y zinc.
Llegados, pues, a este momento, cabe preguntarse cómo evitar entonces
estos problemas detectados en el suministro de materias primas clave.
En el lado de la oferta, si la demanda sigue aumentando, no podremos
prescindir nunca de la minería. Esto hará que nos enfrentemos a diversas con-
tradicciones, principalmente la conocida como el efecto Nimby (por sus siglas
en inglés: not in my backyard, es decir, «no en mi patio trasero»). Nadie desea
actividades extractivas cerca, debido a los impactos que generan, especialmen-
te ambientales, y preferimos relegarlas a terceros países, en muchos casos con
bajos o nulos estándares ambientales, sociales y laborales, aunque con ello ali-
mentemos situaciones neocoloniales dentro del juego geopolítico. Pero es que,
además, no renunciamos a la renovación constante de objetos tecnológicos
que requieren de la actividad minera para su fabricación: un televisor nuevo,
una tablet para el niño, el portátil más ligero, el reloj conectado al smartphone…

251  política
Es evidente que la lógica capitalista y el modelo de consumo desaforado for-
man parte de este juego perverso.
En cuanto al lado de la demanda, habrá que apostar firmemente por la
desmaterialización, es decir, la sustitución de materiales críticos por otros más
abundantes y la reutilización y reciclado. Para ello, será imprescindible diseñar
los productos pensando en su fin de vida, haciéndolos robustos, modulares y
fácilmente desensamblables y así entrar en la dinámica de la «economía circu-
lar». Esto permitirá reducir drásticamente los residuos, reutilizar y reparar los
productos dándoles una segunda, tercera, cuarta… vidas y recuperar los mate-
riales valiosos para reintroducirlos en el sistema productivo.
De hecho, una medida que debería ir ganando terreno es la de reducir el
consumo en la necesaria lógica del decrecimiento y abrir paso a nuevos mode-
los económicos que fomenten el «uso» más que la «posesión». Una economía
de los servicios en donde las empresas no vendan el producto, sino su función.
De esta forma, los objetos serán más robustos y al final de su vida los produc-
tores se encargarán de recuperar sus materiales valiosos y reintroducirlos en
el sistema de forma más eficaz.
72 Lo contrario es la aberración de la colonización espacial, que lleva años
sobre la mesa y que recientemente ha vuelto a estar en boca de mucha gente
tras el amartizaje de la misión Perseverance en febrero de este año. No es que
la misión científica esté mal. Al contrario, el conocimiento es bueno y necesa-
rio. El problema es asumir que hay que seguir basando el modelo en las premi-
sas de un sistema capitalista expansivo organizado en el crecimiento continuo,
que choca con los límites biofísicos del planeta. Es decir, no contentos con ello,
se empieza a avanzar en un estado general de opinión sobre la colonización
de otros planetas. Hasta qué punto llega el disparate cuando multimillonarios
excéntricos como Elon Musk proponen terraformar Marte a base de bombar-
deos atómicos y colonizar el planeta rojo.8
En definitiva, que no será fácil que la sociedad llegue a la conclusión de
que la solución, la única viable y sostenible, pasar por el decrecimiento. No
hay un estado de opinión favorable, pero los datos objetivos son tozudos. El
planeta no soporta un capitalismo verde en el que todas las multinacionales
y grandes fondos de inversión abandonen determinados nichos de negocio
por otros más verdes, porque existe el riesgo razonable de que ni sea suficien-

8 https://www.europapress.es/ciencia/misiones-espaciales/noticia-elon-musk-relanza
-propuesta-terraformar-marte-bombas-atomicas-20190819130323.html
Véanse también: https://www.lainformacion.com/management/elon-musk-plan-colonizar
-marte-mil-naves/2829617/
https://elpais.com/elpais/2019/10/31/ciencia/1572511628_336542.html
https://www.lne.es/oviedo/2021/02/19/estudiar-robotica-mineria-espacio-oviedo-35092871.
html

251  política
te, por un lado, ni existan recursos minerales para acometer las necesidades u
objetivos que se marcan. El papel lo aguanta todo, pero los límites biofísicos
del planeta son los que son. El decrecimiento no sé si es la mejor opción, pero
es la única válida, que deberá pasar por la eficiencia energética, los consumos
responsables y la economía circular. Ahora bien, el decrecimiento deberá ser
justo y equilibrado.
No será un proceso fácil y es posible que tampoco pacífico, porque en él
emergerá una nueva derivada de la lucha de clases. La resistencia de las élites
y los países desarrollados serán reticentes a aportar su justa cuota en dicho
equilibrio, porque es evidente que el esfuerzo no deberá ser equitativo, sino
proporcional, con mayor peso y esfuerzo de aquellos que durante siglos han
contribuido en mayor medida a la contaminación del planeta a través de un
desarrollismo expansivo y depredador de recursos en perjuicio de las nacio-
nes sobre las que ejercieron un imperialismo neocolonial. Pero esto lo deja-
mos para otra ocasión.  

73

251  política
¡Españoles! ¡Antifascistas! (Valencia, 1939).
¿Podemos colapsar mejor?
Francisco del Pozo Campos
Jesús Garrido Martínez
José Eduardo García Díaz
Activistas de Ecologistas en Acción

L a mejor manera de conseguir que una charla o conversación se desvirtúe sue-


  le ser mencionando la palabra «colapso». En el imaginario de los asisten-
tes comienzan a aparecer grandes extensiones yermas y personas harapientas
75

luchando por comida o combustible. No queda nada en pie, solo una ciudad
inalcanzable que suele resultar un mito, que yace bajo la arena y de la que solo
subsiste su fama. El cine nos ha inundado con películas distópicas y ha he-
cho un flaco favor a la humanidad pintando una única versión del colapso, un
futuro de dolor, lucha individual y descarnada, desesperanza y supervivencia.
¿Existen otras visiones del colapso? Pues sí y más realistas. Veamos por qué
creemos que el colapso se debe enfrentar como un futuro ilusionante, en el
que por supuesto habrá momentos duros.

¿Qué es el metabolismo social?

Marx fue el primero que teorizó sobre cómo la actividad humana se ubica en
los ciclos de materia y en el flujo de energía de la biosfera al analizar el inter-
cambio de materiales entre la sociedad y la naturaleza. Un siglo más tarde, dos
eminentes ecólogos proporcionan una base científica al definir el ecosistema
como una organización trófica caracterizada por unos ciclos materiales y por
un flujo de energía que posibilita la organización y complejización de la vida.
Lo más relevante de su contribución al tema que nos ocupa es la noción de me-
tabolismo circular, la naturaleza recicla el 100 % de los materiales y nuestra so-
ciedad industrial apenas el 5 %, es decir, se trataría de un metabolismo lineal
que extrae abundantes materias primas de la naturaleza al mismo tiempo que
acumula enormes cantidades de residuos en los ecosistemas.

251  política
El metabolismo social lineal conlleva una profunda alteración de los ci-
clos naturales (agua, carbono, nitrógeno y fósforo) que se manifiesta en tres
procesos interconectados: el cambio climático asociado a la saturación de la
atmósfera de gases de efecto invernadero, el agotamiento de los recursos ma-
teriales y energéticos, y la disminución de la biodiversidad. La acción conjun-
ta de los tres procesos nos aboca a un decrecimiento inevitable e incluso a un
posible colapso civilizatorio.

¿Qué significa «colapso civilizatorio»?

Determinados sistemas complejos, caracterizados por su alta jerarquización y


centralización, con un elevado número de nodos muy interconectados, muy
interdependientes, muy especializados y entre los que fluye un gran volumen
de información tienden a colapsar.
Nuestra sociedad actual se adapta perfectamente a esta definición. Los
nodos, personas y comunidades humanas (también especializadas), de las cua-
76 les nunca ha habido tantas ni tan interconectadas. El nivel de especialización
también es posible que sea el mayor de la historia, hoy en día algunos seres
humanos conocen con gran precisión el funcionamiento de algo tan comple-
jo como una célula, pero pueden ser incapaces de cambiar un enchufe o po-
ner una lavadora. También hemos alcanzado los niveles más altos de flujo de
información entre nodos, aunque la mayoría de esta información sea de «baja
calidad» (por ejemplo, los telediarios de Antena 3).
Al hablar de colapso de una estructura social, no estamos hablando del
fin del mundo ni del apocalipsis zombi, ni de las siete plagas 2.0; nos referi-
mos a la disminución drástica de la complejidad de forma relativamente rápi-
da y de manera que surja una estructura radicalmente distinta de la previa. En
cada lugar y momento se vivirá de una manera, y no será un proceso uniforme
ni en el tiempo ni en el espacio. Esto es un hecho que ha sucedido en práctica-
mente todas las civilizaciones que han surgido en nuestro planeta; de hecho,
cuando alguien de alguna cultura desaparecida pensaba que llegaba el fin del
mundo (y muchos lo dejaron escrito) no estaba muy equivocado, pero lo que
llegaba era el fin de su mundo. Esto no tiene nada de misterioso ni de conspi-
ranoico, sino que responde a los siguientes motivos:

• Las sociedades complejas se especializan cada vez mejor en unas condicio-


nes ambientales concretas y pierden capacidad de adaptación a cambios
en esas condiciones. Se podría decir que las sociedades también tienen
zona de confort.
• El incremento de la especialización disminuye el número de nodos gene-
ralistas y, por lo tanto, la potencialidad de adaptación frente a cambios.

251  política
No hay nadie con una visión general ni con los conocimientos necesa-
rios para adecuarnos a las nuevas situaciones. Ahí están nuestros políti-
cos intentando una y otra vez las mismas recetas.
• Su alta eficiencia hace que disminuya su necesidad de innovación. Tam-
bién produce que se maximice la utilización de los recursos y se limite el
margen de maniobra ante eventualidades.
• La mayor conectividad hace que los impactos se propaguen mejor y afec-
ten a más partes del sistema. En contraposición, esta mayor conectividad
aumenta la resiliencia. Pero puede llegar un momento en el que el primer
factor pese más que el segundo.
• Aumenta la captación de materia y energía para sostener más nodos más
especializados y más conectados.
• Tienden a sobrepasar los límites de los recursos disponibles. Además, el
crecimiento continuado está sujeto a la ley de rendimientos decrecien-
tes (al principio, los incrementos en complejidad suponen más beneficios
que costes. Pero el aumento continuado de la complejidad lleva a un pun-
to a partir del cual los rendimientos son menguantes, los costes para el
sostén de la complejidad aumentan más rápido que los flujos de entrada 77
disponibles).
• Algunos nodos acaparan más poder que otros, como grandes bancos o
ciudades, por lo que el colapso de estos nodos se expande al resto. Ya que
nadie es too big to fail («demasiado grande para quebrar»).
• Las redes horizontales son más resilientes, pero tienden a sustituirse por
redes jerárquicas en grandes sistemas complejos.

Nuestra civilización se encuentra en un punto en el que cada vez necesi-


tamos más combustibles fósiles, minerales, biodiversidad, agua y tierra culti-
vable y estos recursos cada vez son más escasos y de peor calidad (los mejores
y más accesibles fueron los primeros en extraerse), habiendo alcanzado algu-
nos su pico de extracción (momento a partir del cual se podrá extraer cada vez
menos, en vez de más) o están cerca de hacerlo. Además, hemos desatado un
cambio climático que reducirá la producción agrícola y hará cada vez menos
viable habitar determinados territorios.
Para entendernos, nuestro planeta con todos sus habitantes y sus recur-
sos es como una inmensa baraja de naipes. Nuestra civilización ha construi-
do un increíble castillo usando casi todos los naipes. Como todo castillo de
naipes, es frágil a la caída de alguna de sus cartas. Su complejidad es su mayor
debilidad, lo más probable es que se termine desmoronando por una peque-
ña brisa o por la caída de uno de sus elementos sin llegar a usar toda la baraja.

251  política
¿Se puede evitar el colapso?

Como hemos visto, las civilizaciones humanas, como sistemas complejos jerar-
quizados que son, tienden a colapsar, ya que requieren un crecimiento continua-
do en la captación de energía, mayor cuanto más alto es el grado de dominación.
Solo una sociedad altamente igualitaria podría evitarlo; por ejemplo, las pri-
meras sociedades agrícolas establecieron un equilibrio que no implicaba un
crecimiento de consumo; también un bosque maduro alcanza un estado que
le permite hacer frente a nuevas condiciones con pequeños cambios adapta-
tivos, por lo que las posibilidades de mantenerse en el tiempo son muy altas.
El capitalismo, sin embargo, afirma que hay que hacer todo lo contrario:
crecer, crecer sin límites. De hecho, lo necesita para no entrar en crisis. Bási-
camente nos hace un «chantaje sistémico»: o le dejamos que crezca al 3 % o
aumentan el paro y la conflictividad social. En los años setenta, la solución
neoliberal a la crisis fue el incremento de la explotación dentro del capitalis-
mo (precariedad laboral) y fuera (naturaleza, otras sociedades mediante la glo-
balización, más ámbitos de la vida, etcétera), y la expansión del crédito y de la
78 economía financiera (detraer plusvalía del futuro).
También es una trampa para el capital, que entra en crisis al serle imposi-
ble su reproducción ampliada. Esto en sí mismo no va a provocar un colapso
de la civilización, pero sí una fuerte crisis del sistema económico, que intentará
crecer pese a ser físicamente imposible, lo que hará que se profundicen algunas
de las causas anteriormente vistas, haciendo que nuestra civilización colapse.
Todo esto en un contexto en el que las bases naturales que sostienen la
vida humana se encuentran superadas y un proceso de cambio climático que
no se detendrá aunque paremos bruscamente nuestra actividad industrial. Ade-
más es posible que bucles de realimentación positiva que aceleran el proceso e
impiden el retorno a un equilibrio anterior ya se hayan activado. Por ejemplo,
la emisión de gas metano del permafrost, que es provocada por el cambio cli-
mático, a su vez aumenta la escala de este, liberando más gas metano.
Resumiendo, las causas últimas de los colapsos sociales no son perturba-
ciones climáticas o crisis económicas, sino el aumento de vulnerabilidad ante
estos hechos y en esta maraña interconectada que es nuestra actual sociedad
no tendrá una única causa, sino que se producirá por la incapacidad del siste-
ma de solventar una multiplicación de desafíos en distintos planos en una si-
tuación de falta de resiliencia: caída de Estados, crisis monetarias y financieras,
bloqueo de infraestructuras (caída de la red eléctrica, huelga en el transpor-
te), alzas en los precios de la energía o de determinados materiales, etcétera.
Los colapsos se dan en situaciones de altos niveles de estrés en distintos pla-
nos del sistema.

251  política
Entonces ¿por qué deberíamos hacer cosas?

Probablemente estemos asistiendo a la quiebra del capitalismo global, pero


ello no significa que sus dinámicas se detengan; es más, como podemos com-
probar, se está intentando una nueva fase de acumulación basada en la digi-
talización, el aumento del control social y más destrucción de la naturaleza,
relajando las medidas medioambientales para hacer rentable cualquier tipo de
extractivismo por ruinoso que sea.
Pero, si el capitalismo está en declive, otros órdenes sociales deben surgir.
Se puede decir que estamos en un cruce de caminos y que en cada momento
y en cada lugar serán las acciones de sus habitantes las que determinarán la
ruta a seguir. Grosso modo y teniendo en cuenta los múltiples grises que pue-
dan existir entre la media y las diversidades locales, hay dos posibles modelos
de sociedades futuras:

• El capitalismo no desaparecerá al ritmo menguante de las bombas que ex-


traen el combustible. En ese intento por alargar su agonía provocará más
sufrimiento, desaparecerán conocimientos y seres vivos que pueden ser 79
imprescindibles para que germinen sociedades más justas e igualitarias
en el futuro. Nos advierten los científicos que incluso puede llevarnos a
la extinción. Este escenario nos encamina hacia un capitalismo extremo,
también llamado fascismo, recortes de derechos, aumento de la siniestra-
lidad laboral, aumento de desigualdades, guerras por los recursos, hambre
y violencia que provoca migraciones masivas, impunidad para las élites y
represión para quien no puede aguantar más y sale a la calle.
• El otro horizonte nos muestra sociedades emancipadoras que comenzarán
a surgir cuando se vaya produciendo la quiebra de los poderes políticos y
económicos, posterior a una dura etapa de destrucción social. Estas socie-
dades ecocomunitarias surgirán de las luchas y experiencias que nazcan
ahora, y serán posibles por la incapacidad de los Estados y de los pode-
res actuales de movilizar recursos para acaparar más recursos y explotar
a otros seres humanos.

En cualquiera de los dos escenarios habrá un fuerte decrecimiento en lo


material y se basarán en fuentes energéticas renovables, menos concentradas,
menos versátiles, de difícil almacenaje y transporte y de bajo impacto ambien-
tal y económico. Esto configurará las sociedades de forma radical, pero la forma
final que adopten se encuentra dentro de las semillas de lucha y de las expe-
riencias que pongamos hoy en marcha.

251  política
¿Qué no se debe hacer para adaptarnos al colapso?

La «riqueza» que se genera conlleva una hipoteca autodestructiva que impide


su viabilidad. Como en una casa en llamas, debemos decidir como sociedad
qué caminos nos dirigen hacia la salida y cuáles nos llevan hacia el fuego; de
esto se deriva que el «dejar hacer» no es una opción. Cualquier transformación
que permita alumbrar sociedades sostenibles en la próxima década irá acom-
pañada de cambios sociales y políticos profundamente disruptivos.
El Green New Deal (GND) en su versión europea es un paquete de me-
didas con un fuerte intervencionismo estatal para mitigar y adaptar la Unión
Europea frente a la crisis climática. El GND debería ser el cuerpo de bomberos
que evalúa la situación y decide qué sectores salva y cómo para reducir el ries-
go de propagación de las llamas.
Pero las propuestas del GND están preñadas de soluciones milagrosas que
solo tienen por objetivo mantener el metabolismo social actual, dando dinero
a quienes ya tienen para que paguen a quienes trabajan. Tan inútil como tras-
ladar las llamas de un lado del edificio a otro sin apagarlas. Proponen la elec-
80 trificación y digitalización masiva de las actividades humanas, imposible en
palabras del mismo Banco Mundial (sí, la famosa ONG ecologista), que dice:
«Se estima que se requerirán más de 3.000 millones de toneladas de minera-
les y metales para la implementación de la energía eólica, solar y geotérmica».
Y añade: «Incluso si se incrementaran en un 100 % las tasas de reciclado para
minerales como el cobre y el aluminio, el reciclaje y la reutilización seguirán
siendo insuficientes para satisfacer la demanda de tecnologías de energía re-
novable y almacenamiento de energía». Esto se entiende mejor sabiendo que
actualmente se recicla aproximadamente el 1 %.
La digitalización supone también un incremento del gasto energético,
acelera el capitalismo y contribuye al deterioro medioambiental dificultando
la recuperación tras el colapso ecosocial. También genera alienación y hace
más probable un «capitalismo de la vigilancia», lo que nos pone en el camino
del ecofascismo. Socava la democracia: por un lado permite manipular elec-
ciones en ejemplos como la elección de Trump, que pudo haber sido facilita-
da por el trabajo en inteligencia artificial de la empresa Cambridge Analytica,
y por otro estamos viendo la protección y promoción que algunas redes so-
ciales facilitan a grupos y partidos de ultraderecha. Aumenta el poder político,
ya monstruoso, del oligopolio norteamericano de empresas digitales (Google,
Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) y en general aumenta la concentra-
ción de poder.
La implantación de nuevas tecnologías, como el 5G, que supone multipli-
car por diez la energía utilizada actualmente con el 4G, sin contar con la desme-
surada cantidad de dispositivos que tendrían que fabricarse y distribuirse, por
ejemplo multiplicando por cinco el número de antenas actualmente instaladas.

251  política
Como vemos, tanto la fe en la innovación y la tecnología como dejar que
las cosas sigan como hasta ahora sería como cortar la rama que nos sostiene o
cavar para salir del pozo. Dos soluciones que redundan en los males que nos
han traído hasta aquí y que solo servirán para que unos pocos continúen la
fiesta mientras las mayorías sufren, un poco más, sus consecuencias.

¿Qué horizonte tenemos?

Creemos que viviremos un largo declive. En sus inicios se podrán diferenciar


dos fases, marcadas por un punto de inflexión alrededor del comienzo de la
década de los treinta, que es cuando decaerá de forma importante la energía
disponible. En la primera, las opciones de cambios emancipadores serán pe-
queñas. En todo caso, esta etapa no será igual en todo el mundo y algunos espa-
cios hasta se podrán ver aliviados. En una segunda fase, habrá condiciones más
adecuadas para una reorganización social con unas bases más ecocomunitarias.
El proceso estará determinado por la capacidad que tengan las perso-
nas de cada territorio para articular comunidades, para defender su territorio 81
y para poner en práctica saberes que permitan una vida digna en los nuevos
escenarios. La lucha está asegurada, ya que el capital y sus grandes beneficia-
dos no estarán dispuestos a perder sus privilegios y eso será a costa de la des-
trucción de territorios, de su despoblación o de negar el acceso a bienes de las
gentes que los pueblan.

¿Cómo empezamos esta tarea?

Lo primero es empezar a imaginar horizontes posibles en positivo y ayudar a


imaginarlos a otras personas. Pensar en común cómo sería esa civilización me-
nos compleja, con menos energía y menor grado de dominación. No podemos
ir a ningún lado como sociedad sin haberlo soñado antes. En este punto, el
ecofeminismo nos enseña muchas cosas. Podemos elegir soñar con Mad Max
o con una sociedad más local, igualitaria y basada en los cuidados, alejada del
estrés y cercana a los aromas y sabores, a los momentos pasados en comuni-
dad, a una estructuración del trabajo pensando en el bienestar de quienes te
rodean, no en el beneficio de quien te paga.
Pensemos que desde los años ochenta el consumo energético per cápita
se ha multiplicado por cuatro. ¿Qué ha cambiado desde entonces? ¿Se te ha
pasado por la cabeza que quizás puedes vivir sin turismo intercontinental, sin
coche privado o sin consumo masivo? Una sociedad que se mueve menos pue-
de a la vez ser rica en muchos otros aspectos: las jornadas laborales podrían
ser más cortas, más trabajos comunitarios y más tiempo para los cuidados, la

251  política
socialización y la vida en común. Quizás en esas sociedades se evitarán pro-
blemas como la soledad no deseada o la violencia machista.
Una sociedad con menos energía dedica más población a la producción
de alimentos, algo que desde la revolución verde o industrialización del cam-
po se ha tildado de negativo; metáforas peyorativas como la del paleto, el in-
dígena o el payés, que viven del campo y no tienen cultura, no son casuales
(como los grandes clásicos La ciudad no es para mí o Cateto a babor). Pero una
civilización que pueda comer ecológico, de calidad y de proximidad, evitando
largas cadenas de suministro de alimentos, sería más justa e incluso sería ca-
paz de poblar esa España que fue vaciada mediante industrialización y expolio.
Una sociedad con recursos limitados puede provocar la lucha a sangre y
fuego por los recursos o mecanismos democráticos de reparto equitativo de
tierra de cultivo, energía o materiales. Las sociedades altamente jerarquizadas
tienden a lo primero y las más igualitarias a lo segundo. Los conflictos suelen
ser provocados por la necesidad de las élites de mantener su estatus.
Actualmente existen cada vez más iniciativas activas en cuestiones prác-
ticas como agroecología, permacultura, grupos de consumo, cooperativas,
82 ecoaldeas, redes de apoyo mutuo. Estas experiencias pueden parecer poco
importantes por el número de personas que movilizan, pero sus experiencias
y conocimientos tienen gran importancia para abrir camino hacia las socieda-
des que tendremos que crear en el futuro.

Para finalizar, algunos apuntes para enfocar este futuro

Siguiendo la idea de metabolismo social, las sociedades que tenemos que co-
menzar a crear se deben ajustar al funcionamiento de la biosfera, caracteriza-
do por el uso de la energía fotosintética —es decir, vivir con el salario del sol
actual— y por el mantenimiento de los ciclos biogeoquímicos. Si no se puede
reusar, reutilizar o reciclar, ¡no vale! Es decir, proponemos la transición desde
un metabolismo social lineal hacia otro circular en el que se disminuya la de-
pendencia de la energía externa (energía solar almacenada en forma de com-
bustibles fósiles) y se maximice el reciclado de los residuos orgánicos. Nuestra
supervivencia dependerá del desarrollo de cuatro principios estratégicos ge-
nerales para colapsar mejor.

a) Principio de adaptación. Será resiliente cualquier acción que nos aproxime


a un metabolismo social circular. Debemos programar y evaluar nuestras
actuaciones en relación con los límites biofísicos, contrastando continua-
mente las mismas con los datos experienciales. Este principio se asocia
al principio de biomímesis: conocer bien el funcionamiento de la natura-
leza e imitar ese funcionamiento en nuestras acciones. También supone

251  política
una transición desde una sociedad centrada en el sector industrial y en
el de servicios a una sociedad eminentemente agraria. Sencillo, observar
humildemente la naturaleza, imitarla y evaluar…, y vuelta a empezar.

b) Principio del pensamiento crítico. Evaluar cualquier propuesta teniendo


en cuenta diferentes perspectivas sin dogmatismos, con creatividad y sin
condicionarnos por el origen de la propuesta (aunque ideológicamente
nos parezca oportuna una acción, no la consideraremos adecuada hasta
que no comprobemos realmente su grado de eficiencia adaptativa). Nues-
tra cultura está tan llena de toxicidad hacia los otros y hacia el medio am-
biente que es necesario descolonizar nuestras cabezas de pensamientos
desarrollistas y deseos de consumo. No es fácil, es necesaria la autocríti-
ca y la creación de deseos nuevos.

c) Principio de complementariedad. Desarrollar todas aquellas sinergias que


incrementen nuestra capacidad adaptativa no solo potenciando el traba-
jo comunitario cooperativo, sino actuando a la vez en diferentes planos:
la creación de comunidades locales resilientes, autónomas y autoges- 83
tionadas; la coordinación de las mismas mediante redes capaces de dar
«saltos de escala»; y el uso de las instituciones (mientras se mantengan)
para crear ventanas de oportunidad y facilitar el desarrollo comunitario.
Incluso aprovechando estrategias «reformistas» (pactos verdes diversos,
Green New Deal, ODS y Agenda 2030, etcétera) para la creación de refe-
rentes organizativos locales. Tenemos que asumir que, por mucho que
nos identifique, nuestra estrategia en solitario no va a ser efectiva por sí
sola, vamos a tener que mantener la mente abierta y hacer alianzas.

d) Principio investigativo y del «saber hacer». La crisis ecosocial se caracte-


riza por la incertidumbre. Para enfrentarla, las personas deben desarrollar
su capacidad de trabajar problemas nuevos, de investigar. Toda investiga-
ción de la realidad requiere creatividad, espíritu crítico, cuestionamien-
to continuo de las ideas y una construcción conjunta del conocimiento
(consenso, negociación de los significados). Ese aprendizaje conducen-
te al cambio de las mentalidades y las conductas debe ir asociado a la ac-
ción y al saber práctico. En ese sentido, es fundamental contar tanto con
aquellos saberes tradicionales que nos puedan ser útiles como con el co-
nocimiento científico-técnico aprovechable. También debe ir asociado a
la esperanza, entendida aquí como una respuesta razonada al miedo.

Podéis contactar o seguirnos en @ColapsarMejor.  

251  política
Publicación hecha a mano por las mujeres presas en la cárcel de Ventas, Madrid.
El decrecimiento:
socialismo sin crecimiento*
Timothée Parrique **
Giorgos Kallis ***

En respuesta a las últimas opiniones publicadas en Le Monde Di-


plomatique sobre ecología y decrecimiento, Timothée Parrique y 85
Giorgos Kallis recuerdan en este artículo las razones por las que
un verdadero socialismo debe admitir que todo crecimiento in-
finito, necesariamente material, es imposible en nuestro mundo
viviente, que es finito. (N. de la R. de Terrestres).

A lgunos eminentes (eco)socialistas han esgrimido recientemente sus plumas


contra la idea de decrecimiento.1 Pensamos que esta crítica está mal dirigi-
da, puesto que el crecimiento es un problema que va más allá del capitalismo.
Un ecosocialismo sostenible debería rechazar toda asociación con la ideología

*  Este artículo fue publicado en la revista Terrestres bajo el título «Le décroissance: le socia-
lisme sans la croissance» y ha sido traducido por Pedro Marset Campos para Nuestra Bandera.
Originalmente apareció en Brave New Europe.

**  Timothée Parrique es doctor en Economía por el Centre d'Études et de Recherches sur le
Développement (Universidad de Clermont Auvergne, Francia) y el Centro de Resiliencia de
Estocolmo (Universidad de Estocolmo, Suecia).

***  Giorgos Kallis es profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde investiga sobre
economía ecológica. Estudió Ingeniería Ambiental en el Imperial College (Londres), Econo-
mía en la Universidad Pompeu Fabra y se doctoró en Políticas Ambientales en la Universidad
del Egeo (Grecia).

1  Recientemente: Michael Löwy (octubre de 2020): «Ecosocialismo y/o decrecimiento», el tex-


to «Tesis del IMT sobre la crisis climática», publicado en el sitio web In Defense of Marxism •

251  política
y terminología del crecimiento. Los socialistas del siglo XXI deberían empezar
a reflexionar sobre la forma en que se tendrían que organizar las economías
para que funcionen sin crecimiento. Quiérase o no, el crecimiento acabará por
agotarse. La cuestión es saber cómo y sobre todo cuándo, lo que nos permi-
tirá evitar una catástrofe social y ecológica antes de que sea demasiado tarde.

Todo crecimiento infinito


es ecológicamente insostenible

Los socialistas que critican el decrecimiento afirman que las raíces del proble-
ma son el capitalismo y el crecimiento capitalista, no el crecimiento econó-
mico. Pero hete aquí que ningún crecimiento económico es sostenible a largo
plazo. Un incremento del nivel de vida material necesita siempre más materia-
les e importa poco que la economía sea capitalista, socialista, anarquista o pri-
mitiva. Un aumento del nivel de vida material supone, por lo tanto, extracción
de materiales, con la consiguiente polución (pero no es verdad que se aplique
86 a todo incremento del nivel de vida en general, como veremos más adelante).
Hoy por hoy, y muy probablemente también mañana, el crecimiento económi-
co está ligado al uso de recursos naturales, que es lo que lo convierte en eco-
lógicamente nocivo.
Para el teórico marxista David Harvey, la idea de un crecimiento expo-
nencial es una locura económica, es la más imperdonable de las contradiccio-
nes del capitalismo. ¿Por qué los socialistas tratan de soslayar esta aberración?
Un crecimiento del 3 % anual significa una duplicación del tamaño de la eco-
nomía cada veinticuatro años, es decir, una economía diez veces más volumi-
nosa a finales de este siglo, lo que supone ritmos más rápidos. Reemplacemos
la economía por cualquier otro componente —energía, agua, bicicletas, ma-
sajes…— y la idea del crecimiento exponencial queda como una pura locura.
Reconozcamos el objetivo de crecimiento entre el 3 y el 5 % anual en lo que
en sí es: una simple fantasía de algunos emprendedores capitalistas sedientos
de acumulación.
Algunos socialistas sueñan con un «comunismo de lujo completamente
automatizado» (fully automated luxury communisme) en el que las nuevas tecno-
logías permitirían eliminar de la producción las consecuencias ecológicas ad-
versas. Esto, hasta el presente, jamás se ha producido, sino todo lo contrario, y
hay razones para dudar que se pueda producir en un futuro próximo. Se quie-

•  (junio de 2020), una conferencia de Olivia Rickson titulada Decrecimiento y neomalthusia-


nismo: una respuesta socialista (octubre de 2020) y el artículo de Leigh Phillips «Espejismos de
decrecimiento», en Le Monde Diplomatique (febrero de 2021).

251  política
ra o no, las economías obedecen a las leyes de la física. La termodinámica nos
dice que la energía no puede ser creada ni destruida, solo transformada, y que
su calidad disminuye inexorablemente con el tiempo. No hay tecnologías mi-
lagrosas que puedan conseguir una producción inmaterial. La economía está
fundamentalmente constituida (y limitada) por la ecología.
Sí que es cierto que algunas actividades contaminan menos que otras y
que potencialmente podrían seguir siendo usadas sin perturbar la biosfera. Por
ejemplo, el crecimiento del uso de energías solares tiene menos consecuencias
que el uso de las energías fósiles. Pero ello no quiere decir que el crecimien-
to de las energías solares pueda ser infinito. Una mejor organización de la pro-
ducción junto a nuevas tecnologías puede ser más eficiente en cuanto al uso
de los recursos, pero, si la cantidad de paneles solares aumenta exponencial-
mente, llegará un día en el que su producción topará con un muro biofísico,
sea en el ámbito de la disponibilidad de los recursos o en el ámbito de la salud
planetaria. En dos palabras, nada material puede crecer para siempre, sea una
economía capitalista o socialista.
En lugar de ser una solución, el crecimiento complica el problema. En efec-
to, es mucho más difícil descarbonizar la economía en las dimensiones actua- 87
les que hacerlo con unas dimensiones más pequeñas. Aún es más difícil o casi
imposible descarbonizar una economía que crece sin cesar, exponencialmente.
He aquí lo que sugerimos: el socialismo ha de tener en cuenta la exigen-
cia de sobriedad y estabilidad biofísica. Como vamos a mostrar enseguida, no
es un problema insuperable, puesto que la mayor parte de las actividades que
son hoy insuperables no tienen por qué darse en una economía socialista. La
mayor parte de la presión medioambiental es generada por actividades lucrati-
vas financieramente, pero con escaso valor añadido social. El objetivo debería
ser el socialismo sin crecimiento, un sistema económico sostenible ecológica-
mente que sea capaz de satisfacer nuestras necesidades sin caer en la locura
capitalista del crecimiento sin fin.

El crecimiento: acumulación mediante explotación

De la misma manera que el crecimiento económico está condicionado por los


límites ecológicos, también lo está por los límites sociales. El capitalismo ge-
nera sus beneficios a través de la explotación de los asalariados (la plusvalía,
en sentido marxista), pero igualmente explotando diversos tipos de trabajo
reproductivo no remunerado, como el cuidado de los/las niños/as y los traba-
jos domésticos. El capitalismo se beneficia de esta manera de ciertos recursos
y servicios ecosistémicos «gratuitos» (es decir, servicios que el capitalismo se
apropia sin compensación) que, junto al resto de los factores de producción
subremunerados, constituyen la fuente de los beneficios. En ese contexto, el

251  política
crecimiento económico perdura a expensas del tejido social, lo cual no es ver-
daderamente un crecimiento, sino más bien una apropiación de un valor pre-
existente pero no monetarizado.
El problema es que el crecimiento económico no toma en cuenta la sa-
lud de los factores de reproducción y conduce a su agotamiento. Trabajar cua-
renta horas a la semana deja poco tiempo para las actividades reproductivas,
que son, a su vez, esenciales: el descanso, la educación, las diversiones, pero
igualmente el cuidado a los otros y la participación política. A medida que la
producción se acelera, ejerce una presión sobre las capacidades reproductivas
de la comunidad. Y llega un momento en que se quiebra (vaya fastidio), lo que
se llama una recesión social. El PIB puede estar al alza, pero esa acumulación
monetaria se produce a través de la erosión de los factores reproductivos, fac-
tores necesarios para todo tipo de producción, incluso para la fabricación de
mercancías. Maximizar el crecimiento es como cortar la rama sobre la que des-
cansa la economía, una estrategia de corto alcance basada en la explotación
insostenible del trabajo reproductivo y de la naturaleza.
Si el socialismo desea acabar con la explotación en general, debe poner
88 fin al crecimiento. Sería un socialismo sin crecimiento. Una verdadera econo-
mía socialista repartiría el trabajo reproductivo de manera equitativa, alterna-
ría las tareas desagradables y remuneraría decentemente a todos los que llevan
a cabo trabajos esenciales para el buen funcionamiento de la comunidad, in-
cluso si ese trabajo no contribuye a la fabricación de una mercancía. En ausen-
cia de explotación social y ecológica, la economía sería para producir bienes y
servicios necesarios para la colectividad, lo que permitiría canalizar los bene-
ficios de la productividad hacia el tiempo libre.
Ciertos socialistas quieren la mantequilla y el valor monetario de la man-
tequilla. Quieren acabar con toda clase de explotación, pero continuar pro-
duciendo más y más. No es posible. Si todos los trabajadores olvidados del
capitalismo (humanos y no humanos) fuesen remunerados en su justo valor y
movilizados solo en el límite para tareas que no amenacen su salud, el creci-
miento potencial sería más bien débil y, en todo caso, limitado. Una economía
verdaderamente socialista debería ser también democrática y la democracia (en
tanto que participativa) enlentece las cosas (aquellos que han participado en
asambleas generales de la cooperativa local lo saben). Si el socialismo quiere
también disfrutar de la democracia, no puede pretender tener una economía
que crezca continuamente.

El bienestar no es una historia de crecimiento

La buena noticia es que podemos tener a la vez prosperidad sin crecimiento.


Empíricamente, los principales indicadores del nivel de vida, como el bienes-

251  política
tar, la salud o la educación, dejan de crecer después de lograr un umbral ade-
cuado por habitante —es lo que se llama el Well-being Turning Point («el umbral
del bienestar»)—. Por ejemplo, Portugal sobrepasa a Estados Unidos en tér-
minos de esperanza de vida pese a tener un 65 % menos de PIB por habitante
y ello es porque ambos países están bien por encima del umbral de bienestar
(Well-being Turning Point). Lo que se observa empíricamente se puede explicar
teóricamente: el nivel de vida depende de la producción de valores de uso que
satisfacen las necesidades reales y no de la acumulación de dinero al infinito.
Los socialistas lo saben muy bien: el PIB mide los valores de cambio y no
los de uso. No solamente el indicador no distingue entre actividades deseables
e indeseables, sino que ignora simplemente lo que no está monetarizado; por
ejemplo, la naturaleza y una parte del trabajo reproductivo. Por otra parte, no
tiene en cuenta las desigualdades. Lo que mide el PIB es el nivel de bienestar
del capitalismo, pero no el de la gente. Dejemos ya, pues, de considerar el cre-
cimiento económico como signo de progreso.
Se entiende que hay que desarrollar ciertos bienes y servicios. Sin embar-
go, no hablemos de «crecimiento» refiriéndonos a la mejora de ciertos ámbitos,
como el de la salud, la movilidad o la educación, puesto que no son objetivos 89
cuantitativos, sino cualitativos. Los niños pueden necesitar una educación po-
litécnica más libre y más holística. Ello precisa la existencia de un número li-
mitado de instalaciones escolares, de docentes y de métodos didácticos. Los
pacientes necesitan más contacto humano y cuidados más adaptados. No pre-
cisan una cantidad de cuidados en aumento exponencial, sino lo justo para
sentirse mejor. La gente que no tiene bici la precisa, pero no en un crecimien-
to anual perpetuo del 3 % en su producción.
Los valores de uso no responden a la lógica de lo infinito. Las necesida-
des humanas fundamentales, como la subsistencia, la protección, la libertad
o la identidad, tienen niveles de suficiencia en su satisfacción. Suficiente ali-
mentación para disfrutar de buena salud, suficiente espacio vital para ser fe-
liz, suficientes medios de movilidad para sentirse libre, etcétera. La idea de un
consumo exponencial para satisfacer unas necesidades limitadas es un discur-
so capitalista creado precisamente para legitimar el enriquecimiento de una
minoría mediante el superconsumo.
Ese es el argumento central del decrecimiento: el nivel de vida puede
mejorar sin crecimiento si redistribuimos y compartimos las riquezas, si nos
desprendemos de deseos artificiales, de bienes superfluos, y nuestro tiempo,
en lugar de destinarlo a obtener beneficios, a la valorización de los bienes
materiales, lo invertimos en valorizar las relaciones humanas. Resumiendo:
producir menos, compartir más, decidir juntos. Los países del Norte poseen
ya suficiente riqueza para que todo el mundo la pueda disfrutar. Si el pastel
no se hincha constantemente, hará falta aprender a compartirlo más equita-
tivamente.

251  política
El decrecimiento contra el capitalismo

La ideología del crecimiento es el motor del capitalismo y no comprendemos


por qué ciertos socialistas dudan a la hora de sumarse a la lucha contra este
fenómeno que nos empobrece a la vez social y ecológicamente. Repitámoslo:
un socialismo feliz, justo y sostenible debe desprenderse de la obsesión por
el crecimiento. El socialismo y el decrecimiento son dos conceptos poderosos
para criticar el capitalismo; adhirámoslos en lugar de oponerlos.
No temamos hablar de postcapitalismo. Ciertos marxistas acusan al «de-
crecimiento» de que nunca rechazamos explícitamente el capitalismo. Phillips
(2015), por ejemplo, considera el decrecimiento «como un pequeño y perma-
nente capitalismo». No es así. El decrecimiento no trata de miniaturizar el
capitalismo con minúsculas empresas asociadas a la obtención de beneficio,
minúsculos instrumentos financieros especulativos y minúsculos acuerdos de
libre cambio. Tampoco es situar al capitalismo en pausa ni enlentecerlo. Se tra-
ta de un sistema económico alternativo, una economía no solamente más pe-
queña y más lenta, sino fundamentalmente diferente de lo que hay hoy en día.
90 Algunos se preguntarán por qué centrarnos en el crecimiento y no en el
capitalismo. La respuesta es: porque el crecimiento nos obsesiona. Basta com-
parar la presencia de los términos «crecimiento económico» y «capitalismo»
en los periódicos. Como explica el historiador Gareth Dale, el crecimiento es
la ideología que ha transformado el interés muy específico de una élite (obte-
ner beneficios) en un objetivo general que se aplica a la sociedad en su con-
junto. Esta ideología no va a desaparecer porque se rechace y mucho menos
si se disfraza o adorna con adjetivos hermosos, como crecimiento «verde e in-
clusivo». Esta ideología es coriácea. El hecho de que haya sobrevivido hasta el
final del capitalismo (o al menos de cierto tipo de capitalismo) en los regíme-
nes exsocialistas debería hacernos reflexionar. Se puede vestir de crecimiento
rojo o verde en las palabras, pero la realidad es y será un vector de explota-
ción social y ecológica.
Si históricamente el crecimiento es el niño del capitalismo, hay que re-
conocer que ese niño le ha sacado ya una cabeza a la familia. El interés del ca-
pitalismo por la acumulación es promovido y legitimado por y en nombre del
crecimiento. La crítica al crecimiento es la más potente que se hace al propio
capitalismo. Una crítica que rechaza no solamente las instituciones del capita-
lismo, sino también su dinámica fundamental. Es por ello que el decrecimien-
to y el ecosocialismo son aliados naturales y no adversarios.  

251  política
Decrecimiento en el modelo
agroganadero español
Iria Costela Peña
Veterinaria y técnica de ganadería en COAG
(Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos).
Integrante de Biolíbere-Supermercado Cooperativo

L a vida nos sorprende cuando nos encontramos con que, separadas unos
  250 kilómetros una de otra, convivirán dentro de poco una granja de 20.000 1
vacas lecheras y otra de tan solo 40 2 en el Estado español. La de 20.000 se ins-
91

talará, si nada lo impide, en el pequeño municipio soriano de Noviercas, mien-


tras que la de 40 lleva tiempo funcionando con éxito en Megeces, un pueblo
de la provincia de Valladolid. Es factible que ambas explotaciones coexistan en
plena submeseta norte de la península ibérica bajo los requisitos de una mis-
ma normativa. Sin embargo —no nos engañemos— ni lo que producen ni lo
que aportan al territorio, ni lo que se espera de ellas es comparable.
Que el modelo de producción de alimentos se encuentra en disputa lo sa-
bemos, desde hace años, quienes trabajamos cerca del sector agrario. Sin em-
bargo, no tengo tan claro que el conjunto de la sociedad sepa de la existencia
de esta disputa ni intuya todo lo que nos jugamos en ella.
Para poder explicar el camino que nos ha traído hasta aquí, comenzaré
con el ejemplo del sector lácteo. No es ni mucho menos el único sector que
ha pasado por este trago. De hecho, todos los sectores agrícolas y ganaderos
han sufrido o sufrirán este proceso de reestructuración que los empuja a la
dicotomía del modelo a la que asistimos en este momento. Pero volvamos al
sector lácteo.

1 https://elpais.com/economia/2017/03/05/actualidad/1488743315_519115.html
2 http://www.crica.es/content/4-granja-crica

251  política
Cómo se llega al borde de este precipicio

En 1988 el Estado español contaba con cerca de 250.000 explotaciones 3 de-


dicadas a la producción de leche de vaca y, de media, cada una de ellas tenía
7 vacas. Desde ese momento hasta hoy, se producen una serie de cambios en
el sector que fuerzan la desaparición del 95 % de esas explotaciones (en enero
de 2021 solo quedan en nuestro país 12.045 ganaderías) 4 y la concentración
de animales en ellas (la media de vacas por explotación) pasa a 69. Es posible
que 69 vacas por explotación no nos parezca, a priori, un número demasiado
elevado, pero no perdamos de vista que se trata de una media calculada para
el conjunto del Estado (ese en el que coexisten explotaciones con miles de va-
cas y explotaciones con solo decenas de ellas).

CAÍDA DEL NÚMERO DE EXPLOTACIONES EN PARALELO A LA CONCENTRACIÓN


DE ANIMALES POR EXPLOTACIÓN EN EL ESTADO ESPAÑOL (2000-2021)

92 N. explotaciones N. vacas / explotación


. 

.

. 
. 

.

. 
 























Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Ministerio de Agricultura.

La gráfica anterior muestra la tendencia hacia la intensificación que ha


ido imponiéndose en el sector lácteo durante estas últimas décadas: menor

3  A lo largo de este artículo, emplearé recurrentemente la palabra «explotaciones». Quiero


señalar como algo importantísimo que las explotaciones agrícolas y ganaderas son gestiona-
das por personas. Al emplear este tipo de tecnicismos en aras de un mayor rigor, corremos el
riesgo de invisibilizar a las personas que habitan y trabajan en el medio rural y están al fren-
te de estos proyectos.
4  FEGA, 2021.

251  política

 Leche Explotaciones


, %
número de ganaderías con mayor número de vacas (y mayores rendimientos).
Pero también —y esto no podemos olvidarlo— menor número de personas al
frente de estos proyectos: en 2019 solo el 12,3 % de las ganaderías españolas
concentraron más de la mitad de la leche ordeñada ese año.

NIVEL DE CONCENTRACIÓN DE LA PRODUCCIÓN DE LECHE


EN EL ESTADO ESPAÑOL (2019)

 Leche Explotaciones


, %



 , %
, %


93

, %


Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Ministerio de Agricultura.

La evolución hacia el cambio de modelo que se observa de manera tan


clara en las gráficas anteriores no ocurre solo en el sector lácteo: de manera ge-
neralizada, las explotaciones agrícolas y ganaderas del Estado español llevan
tiempo alejándose del modelo familiar, social y profesional que, tradicional-
mente, ha existido en nuestro campo. Las causas de este alejamiento son múl-
tiples y varían en función de los sectores productivos y momento histórico a
los que nos refiramos. Sin embargo, existen algunos hitos o acontecimientos
más o menos comunes —no necesariamente consecutivos— que han defini-
do la reconversión del sector primario en estos últimos años:

1. Las administraciones públicas (autonómicas, estatales y europeas) promueven


que los sectores adopten cambios estructurales que, una vez implantados, serán
difíciles de revertir. No tiene por qué obligarse a nadie, sino que puede bas-
tar con ofrecer apoyo, con frecuencia a través de subvenciones, a quienes
ejecuten estos cambios voluntariamente en sus explotaciones. Al mismo
tiempo se persuade, desde las propias administraciones, universidades,
prensa especializada o personas de reconocido prestigio en el sector, de

251  política
que los cambios vendrán de la mano del progreso. Algunos ejemplos en
los inicios de la reestructuración en el caso del lácteo fueron el fomento
del uso de determinadas razas ganaderas 5 o de cierta maquinaria de or-
deño.6

2. La tendencia hacia la bifurcación del modelo. Mientras que un pequeño nú-


mero de explotaciones abraza sin reservas el esquema definido como
idóneo en la etapa anterior, otro se rebela contra él. Esta tendencia no
se inicia de manera espontánea, sino que muchas veces se fuerza —esta
vez sí— a través de imposiciones normativas o de mercado que consoli-
dan el modelo elegido. Claros ejemplos de estas imposiciones en el caso
del vacuno de leche fueron la eliminación de las cuotas lácteas 7 (impo-
sición normativa) o la utilización, por parte de las industrias lácteas, de
las llamadas «primas de volumen» 8 (imposición de mercado). Median-
te estas maniobras se trata de orientar todas las explotaciones para que
encajen en ese modelo hegemónico. Algunas de ellas optan por adaptar-
se a través de economías de escala (aumentando el número de animales,
94 incrementando rendimientos, produciendo más volumen, desligando la
producción de la tierra). Otras —las menos— optan por salirse de esa
lógica y apuestan por modelos alternativos con otro tipo de produccio-
nes y dinámicas de mercado (un ejemplo inspirador, en este caso, son las
granjas agroecológicas). Ningún productor o productora, en mi opinión,
elige ya de manera completamente libre; el entorno se ha transformado
en hostil y la búsqueda de rentabilidad, en unos casos, o el rechazo pro-
fundo al modelo impuesto, en otros, obliga a la toma de decisiones.

3. El momento que, probablemente, afronta ahora el sector lácteo en nuestro país.


Por un lado, tenemos ese pequeño número de explotaciones que concen-
tra una gran parte de la producción y representa la consolidación del mo-
delo fomentado desde los poderes públicos y empresariales (recordemos:

5  Como la raza frisona, más productiva pero menos resistente y adaptada al territorio.
6  Como los robots, que requieren elevados costes de mantenimiento y reparación, así como
el uso de piensos más caros.
7  El mercado lácteo europeo se desreguló en 2015 al eliminar el sistema que limitaba la pro-
ducción de leche en las explotaciones de la Unión Europea. La liberalización supuso el fin de
la contención de la producción de leche a nivel europeo y generó una fuerte crisis en los pre-
cios pagados en campo entre 2015 y 2017 (provocada por el incremento de la oferta).
8  Las industrias pagan un precio u otro por el litro de leche en función de características como su
nivel de grasa o proteína, pero también por el volumen de litros entregados. Así se fuerza a las/los
ganaderas/os a producir más cantidad de leche para obtener un mejor salario a final de mes.

251  política
en el Estado español solo el 12,3 % de las explotaciones producen ya el
53 % de la leche). En la otra punta, también un pequeño número de pro-
ductores/as que, en este caso, ha optado por oponerse al modelo impe-
rante y busca sus pequeños nichos de mercado. Y aquí llega la pregunta:
¿y el resto? ¿Y todas las explotaciones que no encajan en ninguno de los
dos extremos de este esquema dicotómico? En el caso del sector lácteo,
suponen nada más y nada menos que el 75 % 9 del total. Ganaderas/os
que llevan años resistiendo a través de su trabajo en el medio rural sin
ajustarse al modelo mayoritario, pero operando según sus lógicas. Co-
brando poco por su trabajo y soportando las presiones de una industria
alimentaria que, en su mayoría, es multinacional 10 y acumula un enorme
poder de negociación.11 Enfrentando, además, algunas violencias estruc-
turales y culturales de las que podríamos hablar largo y tendido en otro
artículo tanto o más extenso que este.12

Es ese porcentaje de explotaciones en tierra de nadie —ese 75 % en el caso


del sector lácteo, que se traduce en más de 300.000 explotaciones si ampliamos
al conjunto de sectores productivos presentes en nuestro país— el que debe- 95
ría preocuparnos más como sociedad y como consumidoras/es de alimentos,
porque de su capacidad para aguantar dependerán su no desaparición y nues-
tra soberanía alimentaria 13 en el futuro.

Lo local y lo global.
La cuestión de la soberanía alimentaria

Nuestra vida y nuestro consumo llevan años bailando al son de la globalización.


Sin querer eludir nuestra parte de responsabilidad individual —y me incluyo
en ese «nuestra», porque yo también consumo en este mundo globalizado—,

9  Explotaciones que producen entre 50.000 y 1.000.000 de kilogramos de leche al año (MAPA, 2019).
10  Existe influencia directa de los llamados mercados internacionales de futuros en la confor-
mación de los precios pagados en campo a nivel local (la Subasta de Fonterra en el caso de la
leche y los productos lácteos, o la Bolsa de Chicago en el caso de los cereales).
11  Las siete mayores industrias lácteas españolas controlan el 80 % del total de leche líquida
envasada de larga duración en España (MAPA, 2020).
12  Para profundizar en este tema, recomiendo muchísimo la lectura del libro Despoblación y
abandono de la España rural. El imposible vencido, de Luis del Romero Renau.
13  La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos, de sus países o uniones de Estados
a definir su política agraria o alimentaria (Vía Campesina). Es nuestro derecho a decidir qué
queremos comer y cómo queremos que se produzca esa comida.

251  política
tampoco podemos perder de vista que los postulados económicos, cultura-
les y políticos que definen la globalización llevan décadas conformando tanto
nuestro pensamiento como la priorización de nuestros deseos y necesidades
individuales y colectivas.
Aun así, durante las primeras horas y días de confinamiento e incerti-
dumbre generados por la pandemia, muchas de nuestras prioridades saltaron
por los aires cuando entendimos el significado de la palabra «esencial» y nos
dimos cuenta de la importancia de tener cerca aquello que garantizaría nues-
tra supervivencia: mascarillas, respiradores… y (más allá del anecdótico papel
higiénico) también alimentos.
Quisiera detenerme a señalar aquí que, durante esos primeros momentos
de la crisis sanitaria, nunca existió un riesgo real de desabastecimiento gracias
a la diversidad de alimentos producidos en nuestro país, así como al compro-
miso de nuestros/as productores/as. Sin embargo, durante días las televisio-
nes emitieron en bucle imágenes de estantes vacíos en supermercados y gente
llenando carritos de la compra. Esto, que nos impactó tanto, debería llevarnos
a reflexionar sobre el papel de los medios de comunicación en nuestra percep-
96 ción de ciertas cuestiones y su importancia.
Hace tiempo que los distintos gobiernos españoles apoyan sin reservas la
política comercial de la Unión Europea. El TTIP, el CETA o el Acuerdo Unión
Europea-Mercosur,14 entre otros muchos, son ejemplos de los llamados «acuer-
dos de nueva generación»; acuerdos entre la Unión Europea y terceros países
impulsados tras la crisis económica de 2008 cuyos objetivos son la armoniza-
ción normativa, la estandarización a la baja, la protección de las inversiones frente a
la soberanía democrática de los Estados y el establecimiento de nuevos marcos jurídi-
cos que den cobertura a nuevas estrategias predatorias de acumulación, tal y como
señalan Guamán y Moreno en su libro Empresas transnacionales y derechos hu-
manos. La necesidad de un instrumento vinculante (2018).
Con respecto a la alimentación, estos acuerdos operan para eliminar las
denominadas «barreras al libre comercio» entre países (¿acaso los intercam-
bios comerciales de alimentos no se realizan ya de manera «suficientemen-
te libre»?) 15 y, para ello, eximen del pago de aranceles 16 a ciertos productos y
crean un marco legal que facilita la importación de alimentos producidos en

14  Para más información recomiendo leer los informes publicados por COAG sobre los acuer-
dos TTIP, CETA y Mercosur.
15  En 2019, los Estados miembros de la Unión Europea exportaron mercancías agroalimenta-
rias, pesqueras y forestales por valor de 612.800 millones de euros; las importaciones fueron
de 601.346 millones de euros (MAPA). De media, los alimentos recorren casi 4.000 kilómetros
antes de llegar a nuestros platos (Amigos de la Tierra).
16  Los aranceles son tasas que gravan la importación de productos a nivel internacional.

251  política
condiciones más laxas a las exigidas en la Unión Europea 17 (y, en consecuen-
cia, a un coste muy inferior).
Los bajos precios a los que llegan esos alimentos a Europa contribuyen
decisivamente a la falta de rentabilidad que atraviesa nuestro sector primario,
ya que para nuestras explotaciones resulta imposible igualarlos (ni siquiera en
el caso de las más competitivas). El riesgo de deslocalización de la producción
hacia algunos de esos terceros países con los que firmamos acuerdos es tan
real que ya es un hecho en algunos sectores.18 Y la destrucción de tejido pro-
ductivo que ocasionaría ese desplazamiento de las producciones a otros paí-
ses sí limitaría enormemente la posibilidad de alimentarnos durante futuras
crisis. Todo esto también forma parte del diseño del modelo alimentario glo-
balizado impulsado por nuestras instituciones. Pero de estas posibles conse-
cuencias poco nos hablan los medios de comunicación.
No se trata de rechazar de plano la existencia de relaciones comerciales
con otros Estados, pero sí de exigir que esas relaciones sean equilibradas y jus-
tas para ambas partes, se centren en las personas —y no en las empresas— y
no pongan en jaque ni la supervivencia de sectores esenciales ni el respeto a
los modelos de producción elegidos soberanamente por los pueblos (sin en- 97
trar en la cuestión del respeto a los derechos humanos que, de nuevo, daría
para otro artículo).

Decrecimiento como opción o como obligación.


La necesidad de una planificación

Llamamos externalidades a aquellas consecuencias (positivas o negativas) de


los procesos económicos que no se traducen en precio. En el caso de la alimen-
tación, es ese margen en euros que creemos que nos ahorramos comprando
un producto muy barato, pero que, en realidad, sí estamos pagando —de ma-
nera indirecta— en forma de impactos sociales sobre la salud de las personas
o el medio ambiente.
La factura que llevamos décadas acumulando con el planeta es ya tan
enorme que ni la ciudadanía ni las administraciones han podido seguir miran-
do hacia otro lado. Ni el clima ni el territorio, ni nuestros cuerpos pueden se-

17  A diferencia de otros países, la Unión Europea prohíbe el uso de hormonas de crecimiento
para engorde de ganado o la descontaminación de canales (carne) con sustancias higienizan-
tes, por poner algunos ejemplos.
18  Moyca Grapes, SL, principal comercializadora europea de uva de mesa sin pepita (Totana,
Murcia), ya cuenta con hectáreas de producción en Argentina. El Ciruelo, empresa también
murciana especializada en producción de uva de mesa y otras frutas dulces, compró en 2019
2.400 hectáreas de producción en Brasil. (COAG, 2019).

251  política
guir soportando las externalidades que genera un modelo económico dañino
para la vida.
La agricultura y la ganadería contribuyen aproximadamente un 11,9 % al
total de las emisiones de gases de efecto invernadero estimadas para el Estado
español.19 Sin embargo, es importante advertir que estos datos sobre contribu-
ción por sectores no diferencian entre modelos productivos. No está claro qué
explotaciones partirán de una mejor situación para adaptarse a las exigencias
derivadas de los compromisos adquiridos tras el Acuerdo de París (de entrada,
se presupone que las pequeñas y alternativas tendrán menos dificultades, aun-
que, en mi opinión, eso está por ver). Pero lo que sí es seguro es que las que
operan dentro del modelo industrial ya están invirtiendo todos los recursos
necesarios para que el greenwashing 20 haga su magia. La incógnita, de nuevo,
volverá a estar en el gran número de explotaciones de dimensión intermedia
que se sitúa fuera de los extremos del modelo dicotómico.
La capacidad de resiliencia que necesitarán las explotaciones españolas
para afrontar el futuro deberá demostrarse, por tanto, no solo en términos de
mercado, sino también en términos medioambientales. El decrecimiento es ya
98 una cuestión ineludible para frenar la emergencia climática y también el sec-
tor agrario está llamado a decrecer. La cuestión ahora es decidir cómo hacerlo.
Del mismo modo que en su día se establecieron las bases del actual sis-
tema alimentario, el objetivo ahora es conseguir, a través de políticas públicas
y empresariales, que todos los agentes implicados asuman que hay que vol-
ver atrás, pero de manera justa, ordenada y democrática. Algunas propuestas
para la reflexión y el debate:

1. Es necesario un replanteamiento del modelo de producción de alimen-


tos, de eso no hay duda. Pero es imprescindible que se apoye en medi-
das y herramientas que garanticen que todas las explotaciones llamadas
a decrecer pueden hacerlo en condiciones dignas. Volver a un modelo de
producción respetuoso con las vidas de las propias personas productoras
será tanto o más necesario que volver a un modelo de producción respe-
tuoso con los límites del planeta. Esto es muy importante. La agricultura
y la ganadería son trabajos realizados por autónomas/os que requieren de
una gran dedicación y no están siendo adecuadamente remuneradas/os.
No podemos estar planteándonos la semana laboral de cuatro días en
las ciudades como propuesta para revertir la emergencia climática mien-

19  Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, 2020.


20  En castellano, «lavado verde»: intento por parte de las empresas de promover la percep-
ción de que sus productos, objetivos o políticas son respetuosos con el medio ambiente a fin
de aumentar sus beneficios.

251  política
tras hay personas en el medio rural que, desde hace años, no disfrutan de
unos días de vacaciones. Si acordamos colectivamente que deben asumir-
se nuevas pautas y exigencias orientadas a un decrecimiento, el trabajo
de producción de alimentos debe ser recompensado en forma de salarios
justos (igual que el resto de trabajos).

2. El cambio de modelo productivo deberá acompañarse con un cambio en


el modelo de transformación, distribución y consumo de alimentos. La
sensibilidad por lo sostenible y lo local experimenta una tendencia al alza,
pero, para que exista un verdadero impacto por variaciones en los patro-
nes de postproducción y consumo, estos deben acometerse a gran escala
y no quedar solo en proyectos minoritarios y autogestionados. Consumir
menos, consumir mejor y consumir cerca deberán ser cuestiones a tener
en cuenta.

3. Para evitar que estos cambios provoquen una subida del precio de los ali-
mentos inasumible para los/las consumidores/as será necesario articular
mecanismos que garanticen un reparto justo y equilibrado de los bene- 99
ficios generados a lo largo de toda la cadena campo-mesa. Créanme: hay
margen para ello; aunque, por supuesto, generará grandes resistencias
por parte de las grandes empresas (lo que me lleva al siguiente punto).

4. Es vital que la redefinición de todo el sistema alimentario sea consen-


suada a través de un proceso verdaderamente democrático. Y esto será,
probablemente, lo más difícil de conseguir. Con unos medios de comu-
nicación, unas empresas y unos poderes públicos empeñados en moldear
nuestro pensamiento y nuestras demandas, constituirá un verdadero reto
conseguir la solidaridad de intereses necesaria entre productoras/es y
consumidores/as para lograr estos cambios. Quienes tengamos la capa-
cidad de hacerlo deberemos contribuir políticamente a la imaginación de
escenarios posibles e ilusionantes que resulten movilizadores. Solo así
conseguiremos el necesario cambio de paradigma que nos lleve a exigir,
a empresas e instituciones, la construcción de futuros esquemas vitales
realizables.

5. El sector primario también es generador de numerosas externalidades


positivas consustanciales a la producción de alimentos. La presencia de
productoras/es en el medio rural genera beneficios para la sociedad que
actualmente no solo no se reconocen, sino que están siendo desprecia-
dos. Una falta de planificación en el decrecimiento tendría un impacto
sobre el mantenimiento del territorio, los pueblos, los ecosistemas y la
biodiversidad que no podemos asumir.

251  política
Volver a conectar los entornos urbanos y el campo es una tarea pendien-
te, pero imprescindible, para contribuir a un decrecimiento solidario y justo
con todas y todos. Busquémonos, escuchémonos, leámonos y esforcémonos
en entendernos. Solo decreciendo juntas y juntos construiremos el futuro.  

Bibliografía

Amigos de la Tierra en colaboración con BC3 Goldman, Emma: Feminismo y anarquismo.


(2020): La ganadería y su contribución al cam- Enclave.
bio climático. Guamán, Adoración y Moreno, Gabriel: Em-
Castro, Nazaret: La dictadura de los supermer- presas transnacionales y derechos humanos.
cados. Cómo los grandes distribuidores deci- La necesidad de un instrumento vinculante.
den lo que consumimos. Akal. Bomarzo.
COAG (2019): La evolución del modelo social y Ministerio de Agricultura, Pesca y Ali-
profesional de agricultura. mentación (2021): Situación de mercado.
Del Romero Renau, Luis: Despoblación y Sector vacuno lechero. 23 de febrero.
abandono de la España rural. El imposible — (2019): Informe anual de comercio exterior
100
vencido. Tirant Humanidades. agroalimentario, pesquero y forestal.
Escrivà, Andreu: Y ahora yo qué hago. Cómo Pérez Orozco, Amaia: Subversión feminista de
evitar la culpa climática y pasar a la acción. la economía. Aportes para un debate sobre el
Capitán Swing. conflicto capital-vida. Traficantes de Sueños.
Fondo Español de Garantía Agraria: Infor- PRODESCON para el Ministerio de Agricul-
mes mensuales de declaraciones de leche de tura, Pesca y Alimentación (2020): Estudio
vaca. de cadena de valor de la leche líquida de con-
sumo envasada.

251  política
Desigualdad, empleo
y decrecimiento económico
Vicente López
Director de la Fundación 1.o de Mayo

¿ El decrecimiento económico 1 es una elección política o una realidad fácti-


ca a la que se tienen que enfrentar las economías a largo plazo? ¿Es el cre-
cimiento económico necesario para la creación y dignificación del empleo? ¿Y
101

para una mayor equidad en la distribución de la renta? ¿Tiene sentido hablar


de decrecimiento desde la óptica del Estado nación? ¿Es viable políticamente
una alternativa centrada en el decrecimiento económico desde los parámetros
de la democracia liberal? ¿Es compatible el decrecimiento con el capitalismo?
Sería pretencioso querer contestar en este artículo a estas preguntas con la con-
tundencia reflexiva y documental que merecen. Sin embargo, en ellas apare-
cen algunos elementos que, en mi humilde opinión, deben tenerse en cuenta
a la hora de analizar el decrecimiento económico como una alternativa polí-
tica, social y económica a la situación sociolaboral y medioambiental que pa-
decemos. En este caso, como en otros muchos, la pregunta es lo que resulta
realmente interesante para el debate político. Intentaremos dar una respuesta

1  No utilizamos este término en el sentido de una reducción de la producción y consumo de


bienes y servicios en general que afecte de forma homogénea a todas las economías y estra-
tos sociales. Sigue siendo necesario el aumento, dentro de un modelo de producción sosteni-
ble, del consumo de bienes y servicios básicos en amplias capas de la población mundial en
situación de pobreza, del mismo modo que es necesaria y urgente la reducción del consumo
y la producción en los estratos de la población con más capacidad de consumo (una parte im-
portante de la población de los llamados países ricos). No olvidemos que la mitad de la po-
blación mundial vive con menos de 5,5 USD al día (https://www.bancomundial.org/es/news/
press-release/2018/10/17/nearly-half-the-world-lives-on-less-than-550-a-day).
Utilizamos el término «decrecimiento», pues, como contraposición a la idea dominan-
te que sitúa el crecimiento económico como objetivo necesario e indiscutible de las políticas
económicas dentro de un modelo: el capitalista.

251  política
más amplia a las tres primeras preguntas, aquellas que establecen la relación
entre decrecimiento, empleo y distribución del ingreso, dejando planteados
grosso modo algunos elementos a modo de respuesta al resto de interrogantes.
Existe amplia literatura científica que señala que el modelo económico
que rige el proceso de globalización económica, eufemismo de capitalismo,
tiene límites físico-energéticos y ecológicos evidentes. Así lo relata un texto
avalado por 15.000 científicos de 184 países que, dirigidos por William Ripple,
advierten del daño sustancial e irreversible que está sufriendo nuestro plane-
ta y que «el bienestar humano se verá seriamente comprometido por el clima
cambiante, la deforestación, la pérdida de acceso al agua dulce, la extinción
de especies y el crecimiento de la población humana», resaltando que «la hu-
manidad no está tomando las medidas urgentes necesarias para salvaguardar
nuestra biosfera en peligro». Cabe señalar que, al calibrar las «medidas urgen-
tes necesarias» para dicha salvaguarda, se le suele encoger el brazo a más de
uno, escorándose la acción política, como supone por ejemplo la socialdemo-
cracia del vitoreado programa denominado New Green Deal, hacia el pragma-
tismo y el posibilismo que marca la sobrevalorada y paralizante, como señala
102 Alain Deneault,2 gobernanza política.
El carácter extractivista de nuestra economía define nuestra forma de pro-
ducir, pero también de vivir. A veces se nos olvida que la producción necesita
demanda efectiva (como consumo o inversión) para ser económicamente via-
ble en una economía de mercado. Un consumo dinamizado por el deseo perma-
nente de tener, de encontrar, a través del objeto, una supuesta felicidad efímera
e incompleta.3 De ahí el empeño en extender e intensificar el consumo.4 Este
modelo hegemónico que extrae recursos naturales y humanos (no olvidemos
la transformación-explotación de la fuerza de trabajo para convertirla en tra-
bajo efectivo dentro del proceso productivo) para producir bienes y servicios
que se utilizan y se desechan no es viable a largo plazo. Se lo impide entre otros,
como ya denunció hace bastantes décadas Georgescu-Roegen, el principio de
entropía.5 No sería honesto por nuestra parte hablar de consumo en general sin
tener en cuenta que la mayor parte del mismo se produce en los países más ri-
cos y dentro de estos por parte de la población con mayor renta, que al fin y al
cabo determinan, como dijo Veblen,6 esa estética del consumismo depredador.

2  Alain Deneault (2017): Mediocracia: cuando los mediocres llegan al poder.


3  Zygmunt Bauman (2000): Trabajo, consumismo y nuevos pobres.
4  No debemos olvidar que los aumentos de productividad que requiere el proceso de acumu-
lación del capital necesitan de un crecimiento continuo de los mercados (consumo).
5  Nicolas Georgescu-Roegen (1971): La ley de la entropía y el proceso económico.
6  Sigue siendo interesante releer a Thortein Veblen en su trabajo Teoría de la clase ociosa.

251  política
El límite al crecimiento económico no es nuevo. Ya lo anunció, tras un in-
forme del MIT, en 1972, el Club de Roma. Una versión actualizada en 2012 de
dicho informe deja claro que nuestra huella ecológica sigue creciendo y supe-
ra con creces las capacidades físicas y biológicas de la Tierra. Negar este hecho
es sencillamente una estupidez.
Si aceptamos estos límites físicos y biológicos al proceso extractivo, nues-
tro «bienestar» económico medido en términos de capacidad de consumo de
bienes y servicios está en serio peligro. El modelo económico productivista,
consumista, petrodependiente y biocida, definido por la necesidad de acu-
mulación de capital, no parece que vaya a imperar eternamente en la Tierra.
Recordemos que la economía capitalista no está diseñada para satisfacer las
necesidades sociales o medioambientales, sino las necesidades de rentabilidad
del capital (beneficio). Digo esto porque a veces se nos olvida que las bases de
la economía de mercado, tanto el keynesianismo como el neoliberalismo,7 se
sustentan en el egoísmo individual y, como señala MacIntyre,8 en un emoti-
vismo ético que considera aceptables cualesquiera valores éticos.9
Esta evidencia científica solo es contestable, curiosamente, desde la pro-
pia perspectiva de la «ilusión científico-tecnológica».10 Se espera, desde una 103
óptica que podemos denominar tecno-optimista, que la ciencia y la tecnología
podrán reconducir estos obstáculos al crecimiento. El tecno-optimismo, que
podemos aproximar, por ejemplo, a la creencia de las bondades infinitas de la
I+D+i, es mayoritario en nuestra sociedad.11 Ni que decir tiene que esta es una
solución, si lo es realmente, de «final de tubería», que antepone la dinámica
económica dinamizada por el beneficio empresarial al principio de precaución.

7  Es sumamente interesante el análisis de las bases de la economía de mercado que realiza


José Manuel Naredo en su obra La economía en evolución. Historia y perspectiva de las categorías
básicas del pensamiento económico.
8  Alasdair MacIntyre (1981): Tras la virtud.
9  A modo de ejemplo, son tan defendibles el egoísmo, la ambición, la soberbia, la codicia…
como la generosidad, la compasión, la honradez o la bondad. En este marco de relatividad mo-
ral, solo la ley define lo que se puede o no se puede hacer. Un marco normativo donde preva-
lecen los intereses de la clase dominante.
10  Utilizamos la ciencia para resaltar los límites biofísicos al crecimiento y también para bus-
car soluciones dentro de la tecnociencia.
11  La covid-19, como otras enfermedades infecciosas de origen animal (origen zoonótico), es
el resultado de una forma de desarrollo que conlleva la invasión de espacios naturales y la ex-
plotación de animales. Sin embargo, los esfuerzos científicos se focalizan en la búsqueda de
una vacuna o un tratamiento farmacológico que sea eficaz contra el virus, no en un cambio en
nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza. Véase Ortiz, Gustavo (2020): «Pandemias, zoo-
nosis y comercio de animales silvestres», en Revista de Bioética y Derecho, núm. 50. Puede con-
sultarse en http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1886-58872020000300003

251  política
La reversión del deterioro medioambiental ya producido que pone en peligro
el crecimiento económico a largo plazo es uno de los objetivos de ese binomio
ciencia-tecnología. Así, seguimos contaminando acuíferos, talando bosques,
produciendo plásticos…, mientras esperamos los extractores de dióxido de car-
bono que limpien nuestro aire y eviten el calentamiento global, las tecnologías
para eliminar de los océanos el plástico o la ansiada consecución de una fuen-
te de energía limpia e infinita. Todo ello con el objetivo de mantener el mode-
lo económico actual y, con él, el crecimiento de la productividad y el consumo.
Una fe ciega en la tecnociencia que, mientras permanezca como ideario
hegemónico, alimentará el exceso que caracteriza la civilización neoliberal. Es-
tas nuevas tecnologías futuribles no están diseñadas para detener, sin embargo,
el proceso de acumulación, sino que servirán para mantener el motor del cre-
cimiento y, con él, las necesidades futuras de más materia y energía. Por otro
lado, como ya sabemos por la paradoja de Jevons, el aumento de eficiencia y
productividad en el uso de los recursos que permitirán estas nuevas tecnolo-
gías conllevará un crecimiento en el consumo de más recursos y energía. Ser-
virán para acercarnos más y más a ese colapso ecológico.
104 En resumen, el decrecimiento económico por agotamiento de recursos fí-
sicos, energéticos y biológicos no será solo una opción política, sino una reali-
dad a la que, tarde o temprano, deberá enfrentarse la humanidad.
Antes de analizar el trinomio decrecimiento-empleo-equidad, deberíamos
constatar las tendencias regresivas que tiene la economía global, cuyo objetivo
es el crecimiento económico en términos de empleo y distribución de la renta.
En este sentido, es también una evidencia que el proceso de globalización de la
economía capitalista, que irrumpe con fuerza en la economía mundial a partir
de la década de los años ochenta del pasado siglo, ha conllevado una acelera-
ción de las desigualdades sociales tanto entre países como dentro de cada país.
Piketti 12 señala precisamente que este siglo, si no hay cambios substanciales en
los marcos de regulación, será de bajo crecimiento y creciente desigualdad. Las
altas tasas de desempleo en ciertos colectivos, la creciente informalidad 13 y pre-
cariedad en el empleo, junto con el debilitamiento de las políticas redistributivas
por parte de los Estados (tanto desde la óptica del ingreso como del gasto públi-
co) aumentarán el nivel de vulnerabilidad e inseguridad de la clase trabajadora.

12  Thomas Piketty: El capital en el siglo xxi.


13  No debemos olvidar que, por ejemplo en Latinoamérica, el empleo informal alcanza a más
del 50 % de la población trabajadora (https://www.ilo.org/americas/temas/econom%C3%
ADa-informal/lang--es/index.htm). La pandemia ha disparado los niveles de pobreza
(https://www.cepal.org/es/comunicados/pandemia-provoca-aumento-niveles-pobreza-sin
-precedentes-ultimas-decadas-impacta).

251  política
Este hecho se ha podido constatar de forma clara no solo en épocas de
crecimiento económico (una reducción, por ejemplo, de la participación de la
remuneración de los asalariados y asalariadas en la renta nacional se ha redu-
cido de forma constante), sino sobre todo en épocas de recesión, como indica
el crecimiento de las desigualdades y la pobreza durante la Gran Recesión 14 o
en este último año de pandemia por la covid-19. El proceso de precarización
de la mano de obra y de redistribución regresiva de la renta toma fuerza pre-
cisamente en los momentos de crisis económica. El objetivo es obvio: recupe-
rar la tasa de beneficio para impulsar de nuevo el proceso de acumulación. La
riqueza se acumula más si cabe en los períodos de decrecimiento económico
dentro del modelo capitalista.
Estos datos señalan que el crecimiento del PIB no es una condición sufi-
ciente, y diría que ni necesaria, para la lucha contra las desigualdades sociales
y que el decrecimiento económico no planificado, en un modelo como el ac-
tual, aumenta la inequidad. Uno de los elementos clave que explican este pro-
ceso regresivo de distribución del ingreso y precarización de las condiciones
de trabajo es el debilitamiento que ha sufrido, bajo la batuta de las políticas
neoliberales, el poder de negociación de la clase trabajadora impuesto por los 105
gobiernos nacionales y supranacionales en las últimas décadas. El objetivo de
estas políticas de desregularización del mercado laboral y privatización de los
servicios públicos ha sido la reducción relativa del precio del trabajo a favor de
las rentas de capital o, lo que es lo mismo, un crecimiento del coste laboral real
siempre por debajo del aumento de productividad. Desde esta perspectiva de-
bemos entender también las políticas tendentes a la reducción de impuestos
y a una menor progresividad de los mismos, las reformas laborales impulsadas
por los gobiernos tendentes a aumentar la «flexibilidad» (precariedad) en el uso
de la mano de obra y la individualización y mercantilización de la relación la-
boral, o los procesos de privatización de los servicios públicos y la reducción
del gasto social. Son estas las bases que aseguran las crecientes desigualdades
sociales y también la recuperación o aumento del beneficio empresarial. En pa-
labras de Warren Buffet, «hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía,
la de los ricos, la que está haciendo esa guerra y vamos ganando».
El crecimiento económico en la economía de mercado no asegura ni el
pleno empleo ni un empleo más digno, ni un reparto más justo de la renta ge-
nerada.15 Pero se sigue pensando que será más fácil para la clase trabajadora

14 https://revistas.ucm.es/index.php/PADE/article/view/48736
15  Tampoco lo supuso en los llamados treinta años gloriosos del capitalismo que recorrie-
ron las economías del centro y del norte de Europa tras la Segunda Guerra Mundial en lo que
se llamó el pacto keynesiano de postguerra. Un pacto entre el capital y el trabajo «nacional»
que supuso una mejora en los procesos de redistribución de la renta entre los trabajadores  •

251  política
acceder a una renta suficiente y, con ella, a mejores condiciones de vida si hay
crecimiento económico. ¿Por qué? La razón es sencilla: el trabajo (asalariado
o por cuenta propia) sigue siendo en la actualidad la forma legitimada para el
acceso directo o indirecto a la renta. Y la demanda de trabajo, como es sabido,
es una demanda derivada que depende del volumen de producción de bienes
y servicios y, naturalmente, de la tecnología utilizada (más o menos intensi-
va en trabajo).
Sin el motor del binomio producción-consumo, no hay expectativas de
crecimiento económico y, por lo tanto, de aumento del nivel de empleo; y sin
él, las posibilidades de participación en el reparto de la renta de millones de
trabajadores y trabajadoras en la economía capitalista se ven frustradas. La pre-
gunta subsiguiente sería: ¿es posible conseguir el pleno empleo y que, además,
sea digno? La respuesta es no. El proceso de acumulación no solo extrae re-
cursos materiales y humanos, sino que necesita de un proceso de distribución
de la renta regresivo para mantener el proceso de acumulación de capital. Di-
cho de otra forma, requiere que la productividad se reparta de forma desigual
a favor de las rentas empresariales. Señala Joseph Stiglitz que «la ampliación y
106 profundización de la desigualdad no está dictada por leyes económicas inmu-
tables, sino por leyes que hemos escrito nosotros mismos». Creo que lo más
exacto sería decir que las leyes que nosotros generamos dinamizan este mode-
lo de crecimiento para alimentar la codicia de la clase capitalista.
De hecho, incluso cuando pensamos en el reparto del empleo, no olvida-
mos que este ya es un hecho a escala planetaria. Ahora bien, se realiza a través
de esas fórmulas que dinamizan no la inclusión y la equidad, sino la segmenta-
ción laboral y con ella la exclusión social de amplias capas de la sociedad (como
pueden ser las mujeres, los migrantes, las minorías étnicas, los jóvenes…). Las
distintas formas de precariedad (el desempleo, la informalidad, la temporalidad
o el tiempo parcial, por ejemplo) son mecanismos de reparto del empleo que,
sin embargo, no aseguran un salario ni una vida digna (los llamados trabajado-
res pobres). Sin embargo, aseguran el crecimiento del excedente empresarial.
Parafraseando a Jorge Riechmann, el cambio climático (y otras altera-
ciones ecológicas) y la desigualdad e injusticia social son los síntomas de una
enfermedad que se llama capitalismo.16 Por lo tanto, hablar de crecimiento
sostenible o de mejora de los niveles de redistribución de la renta a escala pla-

•  autóctonos de estos países, que, sin embargo, aseguraban sus procesos de acumulación a
través de las malas condiciones de trabajo y de vida de la mano de obra de inmigrantes, la ex-
clusión de las mujeres del mercado de trabajo (el vitoreado pleno empleo era solo para los hom-
bres) y un proceso acelerado de explotación de las economías menos desarrolladas.
16 https://ctxt.es/es/20170920/Politica/15167/cambio-climatico-riechmann-acuerdo-paris
-ecologia-medioambiente-ctxt.htm

251  política
netaria 17 es contrario a las consecuencias que en sí mismo tiene el proceso de
globalización económica.
A pesar de ello, hablamos de sostenibilidad, o redistribución en el marco
del Estado nación, olvidando que el «sistema mundo»18 ha ido perfeccionan-
do los procesos de explotación de las personas y los recursos medioambien-
tales a la vez que limitaba la capacidad de control del mercado por parte de
los Estados nación. Como ejemplos: la creciente importancia de las empresas
transnacionales y los procesos de internacionalización de las estructuras pro-
ductivas, en un mundo con amplia movilidad de capitales, limitaciones en la
movilidad de las personas y con instituciones de control supranacional que
aseguran el proceso de acumulación capitalista. De hecho, como hemos podido
ver en la última crisis, instituciones internacionales, por otro lado escasamen-
te democráticas, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o
la Organización Mundial del Comercio tienen como objetivo asegurar esa dis-
ciplina económica ortodoxa 19 de los gobiernos nacionales que, como se suele
señalar, «demandan los mercados». Básicamente la disciplina presupuestaria
con el consiguiente control del déficit público (sin aumento de impuestos) y
un proceso permanente de desregularización del mercado de trabajo. En estos 107
momentos, las políticas económicas nacionales están domesticadas por ins-
tancias supranacionales que aseguran el proceso de crecimiento económico
global. Pensemos, sin ir más lejos, en la intervención de la llamada Troika en
los países más afectados durante la Gran Recesión. En estos momentos, como
señala Amartya Sen, la justicia social solo puede entenderse desde una ópti-
ca global, no nacional.
En resumen, el capitalismo no solo tiene efectos negativos y límites en
términos medioambientales, sino que también los tiene en términos sociales.
Pero, para ser exactos, podríamos decir que los efectos sociolaborales que su-
pone a escala global el proceso de globalización económica construyen la base
no solo de la inequidad y la injusticia social, sino también de la insostenibili-
dad ambiental. A la pregunta «¿hasta qué punto está dispuesta la población a
aceptar los límites al crecimiento económico y el exceso del binomio produc-
ción-consumo?», podríamos anteponer «¿hasta qué punto está dispuesta la
población a aceptar la creciente desigualdad y precariedad que genera la eco-
nomía de mercado?». Christophe Dejours 20 señalaba que nos hemos acostum-

17  Soy de la opinión, como desarrolla Amartya Sen en su libro Idea de justicia como crítica a la
idea de justicia de Rawls, de que para hablar de justicia social se tiene que tener una perspec-
tiva global, no desde el Estado nación.
18  Siguiendo el concepto de Immanuel Wallerstein.
19  Tal y como describe el llamado consenso de Washington.
20  Cristophe Dejours (2016): La banalización de la justicia social.

251  política
brado a vivir con naturalidad en un ambiente de injusticia social creciente y
bajo una mentira institucionalizada que nos señala solo los éxitos económi-
cos y no el sufrimiento que los acompaña. Este sufrimiento puede ser social y
también medioambiental.
Sin embargo, siempre existe una esperanza para el cambio. A lo largo de
la historia, se han producido con mayor o menor éxito respuestas más o me-
nos revolucionarias, emancipadoras… en las que la clase social más baja se ha
rebelado contra unas condiciones de vida que se han considerado inaceptables
o bien ante la falta de recursos para desarrollar una vida digna. «Las compañías
poderosas no sabían que la línea entre el hambre y la ira es muy delgada», se-
ñalaba uno de los personajes de la novela Las uvas de la ira, de Steinbeck. Este
inconformismo social sin embargo nace, por desgracia, ante las situaciones
más precarias de vida.21
Un programa de redistribución de la riqueza y de reducción del tiempo de
trabajo a escala global, que suponga una transferencia neta constante del Norte
al Sur, debe ser prioritario y paralelo a la disminución de la capacidad de pro-
ducción o incluso eliminación de ciertas actividades productivas. No al revés.
108 Si el sistema capitalista es el problema, la solución pasa por paralizar el proce-
so de acumulación. El decrecimiento debería ser, precisamente, el resultado de
esta limitación de la riqueza y su concentración,22 verdadero motor del exceso
consumista, mejorando paralelamente los niveles de vida de amplias capas de
la población mundial. La disminución de la capacidad de consumo de la clase
ociosa, de ese 20 % que consume el 80 % de los recursos, parece el elemento
esencial. La política distributiva o de empleo a escala nacional o aquellas desti-
nadas a lo que se viene a denominar «desarrollo sostenible» (greenwashing) son
ineficaces para la lucha contra la desigualdad, la pobreza y, por lo tanto, contra
el problema ecológico que tenemos. ¿Y es esta necesidad de cambio compa-
tible con la democracia liberal? Se necesitaría un amplio consenso y concien-
ciación de una mayoría social que, sin embargo, está educada y domesticada
en el individualismo, el consumo compulsivo, la autoexplotación y el traba-
jo alienante. Una mayoría que, por lo tanto, debería enfrentarse a esa minoría
opulenta en un ambiente mediático, político, económico y jurídico hostil. Es
difícil, pero no imposible.  

21  En este caso merece la pena releer la novela de Émile Zola Germinal y analizar las razones
de la revuelta obrera que relata.
22  Siguiendo lo que señala Christian Neuhäuser, yo hablaría de prohibir los ricos y no solo por
cuestiones morales, sino por necesidad de supervivencia de la especie humana.

251  política
Cuidar lo común
Clara Alonso Jiménez
Feminista. Responsable del área institucional del PCE

«Lo que necesito es una esposa»


109

A rlie R. Hochschild, autora junto a Anne Machung de La doble jornada, cuen-


  ta en su epílogo lo difícil que fue para ella conciliar el cuidado de su hijo
pequeño, David, con el trabajo en la Universidad de Berkeley. Lo contradic-
torio que le resultaba hacer compatible su carrera profesional, sus reuniones
de trabajo y sus entrevistas con estudiantes con el gorgoteo, los berrinches y
los olores de su hijo, al que se llevaba a su despacho para poder cuidar de él
mientras trabajaba.
Para explicar cómo se sentía, utiliza el recuerdo de su padre, al que su ma-
dre iba a buscar a la salida del trabajo en coche, con ella y su hermano sentados
en la parte de atrás. Recuerda a su padre bajar con traje y maletín las escale-
ras hacia la salida de la oficina y a su madre sonriente, a la espera, agarrando
el volante. Lo que explica en el libro es que ella, cuidando de David mientras
atendía a sus estudiantes, se sentía como su padre y su madre a la vez. Era muy
común entre sus compañeras de trabajo la reflexión de que para hacer posible
su carrera en la universidad lo que necesitaban era una esposa que se hiciera
cargo de los cuidados.
Aunque muchas de las investigaciones de Hochschild se desarrollaron
en la década de los ochenta (dedicó más de ocho años a entrevistar a familias
estadounidenses con madres trabajadoras para conocer cómo hacían posible
lo que ella misma denomino «la doble jornada»), casi cuarenta años después
la realidad nos señala que todo sigue un poco igual. Por ejemplo, en España
1.941.800 mujeres tienen un contrato a tiempo parcial, frente a 712.900 hom-
bres. Entre las causas por las que trabajan con este tipo de contrato, el cuidado
de otras personas u obligaciones de otro tipo es en la que más diferencias se

251  política
aprecian entre mujeres y hombres. Continúan siendo las mujeres quienes ma-
yoritariamente (90,9 %) toman excedencias por cuidados de hijos/as (aunque
existe una leve tendencia a aumentar el número de hombres que las toman).
Algo similar ocurre con las excedencias por cuidado de familiares (81 % mujeres).
En el año 1987, la tasa de actividad de las mujeres era del 32 %. En 2020
es del 52,5 %. Las mujeres que participan en el mercado de trabajo han pasado
de ser algo menos de cinco millones a más de diez millones. Pero aún la tasa de
actividad media de los hombres supera a las mujeres en casi 11 puntos, con di-
ferencias significativas en función de la situación familiar y la presencia o no
de hijos en el hogar. Como ejemplo, en 2017 la tasa de empleo de las mujeres de
30 a 34 años era del 90 %, mientras que si había algún hijo menor de 3 años
caía hasta el 62 %. Mientras que 56.600 mujeres dejaron su trabajo para cuidar
a niños, adultos, enfermos, incapacitados o mayores (un 87 % del total), solo
8.100 hombres hicieron esto en el tercer trimestre de 2020. Y otro dato rele-
vante: 489.000 mujeres no están buscando empleo por cuidar a niños, adultos,
enfermos o incapacitados (un 92 % del total), mientras que 41.500 hombres no
buscan empleo por este motivo.
110 Y esto afecta no solo a la vida laboral de las mujeres, también a lo que vie-
ne después: en marzo de 2020, la pensión media de las mujeres era de 803 eu-
ros al mes, mientras que en los hombres ascendía a 1.225 euros. Las mujeres
perciben la mayoría de las pensiones más bajas: el 92 % de las de viudedad o
el 69 % de las prestaciones a favor de familiares. El 30 % de las pensiones a
mujeres requieren un complemento a mínimos. Las diferencias entre muje-
res y hombres siguen siendo muy pronunciadas: bases de cotización inferio-
res y vidas laborales interrumpidas por un desigual reparto de los cuidados de
la familia tienen como consecuencia pensiones menos cuantiosas en la vejez.
En el caso de las familias en las que madre y padre trabajan, el porcenta-
je de mujeres que realizan tareas domésticas a diario es muy superior al de los
hombres (84,5 % frente a 41,9 %). Esto tiene efectos determinantes en las vi-
das de las mujeres, como en su salud mental: en 2017, el 34 % de las mujeres
frente al 17 % de los hombres (franja edad más de 40) ha retirado al menos un
envase de antidepresivo, ansiolítico o hipnótico/sedante.
Si encima sumamos el impacto de la covid, el diagnóstico es peor: la po-
blación femenina se muestra como el grupo más vulnerable a la ansiedad, la
depresión y el estrés durante el confinamiento por la mayor carga que supuso
combinar el trabajo o teletrabajo con el cuidado de hijos y otros roles de género.
Como en el caso de las mujeres entrevistadas en La doble jornada, las mu-
jeres a día de hoy siguen siendo la parte más golpeada por la crisis de cuidados:
el número de horas del día sigue siendo el mismo, pero las tareas se han mul-
tiplicado por dos. Nos encontramos, como en 1988, con «mujeres tan afecta-
das por la falta de sueño que hablan del mismo como habla de la comida una
persona hambrienta».

251  política
Las trabajadoras entrevistadas en La doble jornada repetían: «Lo que nece-
sito es una esposa». Pero quizá lo que necesiten no sea una esposa, sino un uni-
verso laboral diferente que se adapte a las necesidades de cuidado no solo de
ellas, sino de la sociedad en su conjunto. Veamos qué hay detrás de todo esto.

La relación de la falta de sueño de las mujeres


con el capitalismo: los talleres ocultos del capital

Nancy Fraser publicó en febrero de 2020 Los talleres ocultos del capital, una re-
copilación de textos que pretende teorizar una visión ampliada de la sociedad
capitalista que atienda no solo a las contradicciones internas presentes en la
economía capitalista, sino también a aquellas contradicciones (inherentes)
que están suponiendo, en el capitalismo del siglo XXI, el colapso del sistema
en sí. Entre estos textos, destaca el publicado en 2014: «Tras la morada ocul-
ta de Marx». En el mismo, la tesis fundamental de Fraser es que los mercados
dependen para su propia existencia de relaciones sociales no mercantiliza-
das que proporcionan las condiciones primordiales de posibilidad de los mismos. 111
¿Y qué son estas condiciones primordiales de posibilidad? Tal y como re-
pasa la autora en la obra, la acumulación capitalista se logra mediante la ex-
plotación (el capital se expande mediante la extracción de plusvalías, a través
de la no compensación de una porción del tiempo de trabajo de los trabaja-
dores y trabajadoras). De modo similar, tal como señaló David Harvey, existe
un relato subyacente en la procedencia del capital, «una historia muy violen-
ta de desposesión y expropiación: un mecanismo de acumulación continuo, si
bien informal, que se mantiene junto al mecanismo formal de la explotación».
Tras esta reflexión, Fraser nos invita a volver a mirar, de nuevo, la «mo-
rada oculta de la producción» de Marx y a sumarle a la misma las condiciones
primordiales de posibilidad, esa desposesión y expropiación que enunciaba Har-
vey. «Si queremos realizar una interpretación correcta del capitalismo del si-
glo XXI —señala—, es fundamental analizar esas condiciones», esos talleres
ocultos del capital.
¿Y cuáles son los talleres ocultos del capital? Fraser señala tres: la repro-
ducción social; la naturaleza y los poderes públicos, que albergan, a su vez, las
contradicciones o tendencias a la crisis ecológica, de cuidados y política, tan ca-
racterísticas de nuestro tiempo.
El primero de ellos es la reproducción social, al que el feminismo llama
trabajo de cuidados. El capitalismo necesita de la reproducción social para exis-
tir y esa reproducción social necesita, indiscutiblemente, de la división sexual
del trabajo: una sociedad dividida por sexos en la que hombres y mujeres tie-
nen posiciones diferentes, de más y menos valor, y roles de género asignados
distintos. Los hombres en lo público, las mujeres en lo privado. Los hombres

251  política
en la producción, las mujeres en la reproducción. Los hombres como provee-
dores, las mujeres como ángeles del hogar. Los hombres en el trabajo remune-
rado, las mujeres en el remunerado y no remunerado. Los hombres ganando
más, las mujeres teniendo que trabajar cincuenta y un días más al año para
ganar lo mismo.
El capitalismo necesita de la reproducción social, del trabajo de cuidados,
para su propia existencia: la actividad reproductiva es absolutamente necesa-
ria para la existencia del trabajo remunerado, la acumulación del plusvalor y
el funcionamiento del capitalismo propiamente dicho. Como señala Fraser,
«el trabajo remunerado no podría existir en ausencia del trabajo doméstico, la
crianza de los hijos, la enseñanza, el cuidado afectivo y toda una serie de acti-
vidades que ayudan a producir nuevas generaciones de trabajadores y reponer
los existentes, además de mantener los vínculos sociales y las interpretacio-
nes compartidas».
Ya sea en el capitalismo del siglo XIX, en el capitalismo de Estado del XX
o en el financiarizado del XXI, el esquema se repite y la contradicción no se re-
suelve: hemos pasado de un modelo de familia de un único proveedor con sa-
112 lario a un modelo de familia de dos proveedores y la solución capitalista de
la crisis de cuidados es ofrecer a las trabajadoras de Google que congelen sus
óvulos para ser madres cuando hayan consolidado su carrera profesional. La
crisis de cuidados es una contradicción inherente al propio sistema capitalis-
ta y, al igual que las mujeres entrevistadas en La doble jornada, la solución no
es necesitar una esposa (ni de las cadenas globales de cuidados), sino subver-
tir el orden capitalista mismo.
Amaia Pérez Orozco, en Subversión feminista de la economía, explica, anali-
zando la crisis que se inició en 2008, que la misma era multidimensional: a su
esfera financiera, política y social se sumaba una específica que afectaba espe-
cialmente a las mujeres: la de cuidados. Esta crisis, sobre la que ya nos habían
hablado otras feministas antes, se caracterizaba por ser permanente y pronun-
ciada mucho antes de la crisis financiera. Poner la vida en el centro fue el re-
clamo feminista para hacer visible esta crisis y para evidenciar que, tal y como
estaba (y continúa) el modelo económico y social, la vida se hace sostenible
solo para la minoría de la minoría.

¿Dónde quedó la naturaleza?

Volviendo a Fraser y a sus talleres ocultos, la naturaleza se dibuja como otra


condición primordial de posibilidad. Convertida en un recurso irrenunciable para
el capital cuyo valor se presupone y se niega al mismo tiempo. «Tratada como
algo gratuito en las cuentas del capital, es expropiada sin compensación ni re-
posición, asumiendo implícitamente que se trata de algo infinito».

251  política
Igual que el capitalismo se construye bajo la lógica de demanda-sepa-
ración-destrucción del trabajo reproductivo, necesitándolo al mismo tiempo
que lo destruye, su relación con la naturaleza se articula desde la expropiación
sin límites: necesita de la naturaleza para existir y simultáneamente acaba con
ella. Como señala Yayo Herrero en Propuestas ecofeministas para un sistema car-
gado de deudas, «el ineficiente metabolismo agro-urbano-industrial impulsado
por la ideología neoliberal ha provocado la superación de los límites del pla-
neta […]. El divorcio entre las dependencias materiales de la vida humana y el
paradigma económico dominante está conduciendo a la humanidad a una si-
tuación de colapso».
Por último, la tercera condición primordial de posibilidad se sitúa en el plano
de los poderes públicos. Continuando la estela de las falsas dicotomías capi-
talistas, reflejadas en la artificial separación producción/reproducción o natu-
raleza/humanidad, localizamos la separación tan capitalista entre economía/
política como la señal de un capitalismo que necesita de los Estados para su
protección y el fortalecimiento de sus normas constitutivas, al tiempo que, sis-
temáticamente, los pone en cuestión.
113

¿Un horizonte? Las luchas por los límites


y el impulso del sistema estatal de cuidados.
Cuidar lo público y desde lo público

Si la economía feminista nos enseñó que la crisis de cuidados era permanente


y muy anterior a otras crisis financieras, políticas o económicas, su propuesta
de «poner la vida en el centro» señala el camino de la sostenibilidad. Además,
va de la mano de la propuesta de decrecimiento, que se dibuja de manera clara
a través del «vivir mejor con menos». La reducción del mercado, la producción
y el consumo para hacer también más sostenible la vida para el planeta. El re-
parto de cuidados y el necesario fortalecimiento de lo público para hacer más
grande lo común, absolutamente necesario cuando vienen mal dadas, como
nos ha enseñado la crisis de la covid.
En este sentido, Fraser siempre apunta la importancia de las luchas por los
límites, aquellas que se señalan específicamente a esas contradicciones inhe-
rentes al capitalismo y que tienen su expresión en una propuesta anticapita-
lista, ecologista y feminista que ponga la vida en el centro. Desde estas luchas
por los límites, se articula la propuesta política del sistema estatal de cuidados,
que sitúa en el centro de la política, superando la necesidad de la tríada fami-
lias-Estado-mercado, la defensa del común, en un contexto, además, en el que
el capitalismo se ha declarado «en guerra con la vida», como siempre explica
Herrero. Todas las personas somos seres interdependientes, todas vamos a ne-
cesitar, a lo largo de nuestra vida, el cuidado propio y ajeno. También vamos a

251  política
necesitar vivir en un planeta habitable, sano. Un mundo que se construye de
espaldas a eso es un mundo insostenible.
Una política de cuidados entendida como una política de transición con
un doble objetivo: resolver de manera urgente las cuestiones más acuciantes
de la crisis de cuidados (empleo de hogar, cuidados de niños/as, cuidados de
mayores y creación, profesionalización y dignificación de todos los trabajos
vinculados al cuidado) al tiempo que ir sentando las bases de un cambio sis-
témico. Desde esta perspectiva, los cuidados son entendidos desde una doble
óptica: como paradigma social y principio orientador en la reinvención del pro-
pio Estado, y como política pública propia e identificable dirigida a la configu-
ración de una reorganización socialmente justa.  

Bibliografía

Hochschild, Arlie R., y Machung, Anne: La Herrero, Yayo: Propuestas ecofeministas para
114 doble jornada. Familias trabajadoras y la re- un sistema cargado de deudas.
volución en el hogar. Pérez Orozco, Amaia: Subversión feminista
Fraser, Nancy: Los talleres ocultos del capital. de la economía.

251  política
El gasto sanitario frente
a la inversión en salud.
La salud en un contexto
decrecentista
Carmen Franganillo
Activista. Coordinadora del área de salud de IUCyL.
Miembro de la Plataforma en Defensa de la Sanidad Pública de León
y de la Coordinadora de Plataformas de CyL.
Coportavoz de la Red de Activistas de Salud de IU

L a salud es el tercer nicho de negocio a nivel mundial, solamente superado


  por las armas y el narcotráfico. El capital necesita un contexto económico
de continua expansión para mantenerse. Es por ello que uno de los modelos de
115

negocio por los que el neoliberalismo apuesta en su expansión es la privati-


zación de servicios sanitarios. Pero no es el único de este ámbito. También se
invierten cantidades ingentes de dinero en la creación de tecnología o nuevos
fármacos que, en muchas ocasiones, no aportan nada a los ya existentes. Crear
nuevos consumidores, convencer a la población de la necesidad de tomar suple-
mentos, influir en las decisiones de las sociedades científicas sobre los están-
dares de la salud. Ese es el objetivo del marketing farmacéutico, que se orienta
a la promoción de los productos y servicios de empresas del sector farmacia,
mientras el sector de alimentación compite en este ámbito con sus productos
supuestamente saludables y anuncios engañosos que prometen mejorar nues-
tra salud, vitalidad, productividad… Esto incluye no solo a los grandes labora-
torios, sino también a empresas relacionadas, como puntos de venta, empresas
proveedoras, asociaciones de pacientes, organismos oficiales y todos aquellos
que de forma directa o indirecta comuniquen en la industria. En una sociedad
donde se valora a las personas por su capacidad de producir o por su aparien-
cia, este negocio crece exponencialmente. Sin embargo, este crecimiento de
la intervención médica y del consumo no trae aparejado un crecimiento de la
salud de la población en su conjunto. La iatrogenia se ha convertido en una
de las principales causas de muerte en Occidente. Existe una relación entre el
aumento presupuestario en estos países y el aumento del intervencionismo en
sanidad sin que ello mejore los indicativos de salud de la población. La iatro-
genia se ha convertido en la tercera causa de muerte en países como Estados
Unidos, como indican numerosas publicaciones científicas.

251  política
La iatrogenia, sumada a los errores médicos, es la tercera causa de muer-
te en Estados Unidos tras las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, con
unos 250.000 fallecimientos anuales, según los cálculos publicados en la revis-
ta British Medical Journal. Estimaciones recientes indican que podrían elevar-
se a entre 210.000 y 400.000 los pacientes hospitalizados en Estados Unidos.
¿Y por qué se produce este hecho? La falta de control público sobre ensa-
yos clínicos, la inexistente farmacia pública o de empresas farmacéuticas esta-
tales, la lucha por las patentes, que se eternizan con una simple reformulación
del medicamento, el modelo educativo, que favorece que parte de la forma-
ción posterior a la universitaria sea en parte financiada por la farmaindustria,
la desregularización del mercado… El triunfo del neoliberalismo en este sec-
tor es absoluto.
Para que se dé el hecho paradójico de que aumentar el gasto público sa-
nitario no signifique un aumento de la salud de la población, el sector necesi-
ta dirigir los recursos hacia la medicina hospitalaria, arrebatando recursos a la
atención primaria para poder usarlos allí donde está el negocio. Para ello, en
los años noventa se pone en marcha en España el sistema de desmantelamien-
116 to de lo público y la eliminación de servicios en las zonas rurales. En realidad,
una copia de las fórmulas utilizadas anteriormente en Reino Unido y puestas
por escrito por primera vez aquí en el informe Abril Martorell en el año 1991,
encargado por el gobierno de Felipe González. Este informe, muy criticado en
su momento, aparentemente quedó relegado en el olvido. Sin embargo, sus
recomendaciones y fórmulas privatizadoras se han ido adoptando en las co-
munidades autónomas y en todo el Estado con la excusa de la crisis económi-
ca del 2006.
En el contexto de crecimiento continuo necesario es fundamental la acu-
mulación por desposesión y la expropiación de la salud. Aquí entra en juego la
apropiación de lo público por parte del sector privado de diferentes maneras.
Las derivaciones, privatizaciones y la gestión privada de hospitales públicos
que aumentan exponencialmente el gasto (sucede con el HUBU o el hospital
de Alzira, desprivatizado hace dos años) son fórmulas que no se han llevado a
cabo de repente, sino de una manera sutil y paulatina. Estas derivaciones co-
menzaron con la privatización de servicios no sanitarios dentro de los hospi-
tales y han ido ganando terreno hasta convertirse en una parte importante de
la inversión en sanidad. También aumenta el gasto farmacéutico, sin que se
plantee de manera seria el problema creado por el excesivo consumo de medi-
camentos ni la necesidad de una farmacia pública.
La mujer siempre ha sido un agente de salud. Aunque ello ha formado par-
te de la apropiación por parte del patriarcado del trabajo realizado por las mu-
jeres en beneficio de la comunidad, sin remuneración. En el ámbito doméstico
tenía un mejor conocimiento del uso medicinal de las plantas, adquirido a tra-
vés de la especialización en la recolección desde el Neolítico. Este conocimien-

251  política
to, que se basa en el ensayo/error, aunque no siempre es lo mejor para tratar
diversas dolencias, fue durante mucho tiempo y en diversos medios, como el
rural, el único al que las personas con menos recursos tenían acceso. Los cui-
dados son una parte importante del mantenimiento de la salud. Muchas tenían
la capacidad de atender al parto y se encargaban de la supervivencia de la pro-
le y la familia. Esos conocimientos se han perdido en el fenómeno de la expro-
piación de la salud. En la década de los cincuenta, la pobreza que afectaba a la
mayor parte de la población, las dificultades de acceso a una buena alimenta-
ción y la higiene (muchos pueblos no tenían agua corriente en sus casas), así
como la falta de equidad en el acceso a tratamientos y a los avances médicos,
además de la problemática laboral y de falta de derechos, hacían que la espe-
ranza de vida fuera considerablemente menor al resto de Europa.
Está claro que tanto las cuestiones económicas como la educación, que
generalmente van de la mano, son fundamentales en la salud. Sin una higiene
garantista y con unas duras condiciones de vida hasta mediados del siglo XX,
los españoles tenían menor esperanza de vida y peor salud en general, menor
tallaje, mayor mortalidad infantil, laboral, etcétera. Después, los avances en
la atención al parto gracias a las matronas y la lucha contra las principales en- 117
fermedades infecciosas, junto con las mejoras sociales que, a base de lucha y
movilizaciones, fue consiguiendo la clase obrera, aumentaron nuestra espe-
ranza y calidad de vida.
Con el desarrollismo llegó el acceso de la mayoría de la población a estas
mejoras, pero de forma paralela fue llegando, y no de forma casual, otro pro-
ceso distinto: la mercantilización de la salud. Se olvida lo social y comunita-
rio, las opiniones de expertos y la gestión de la tecnocracia comienzan a dar
sus frutos en forma de ganancias para las empresas, en especial las farmacéu-
ticas. El pensamiento crítico para manejar este fenómeno ha sido mermado en
nuestra sociedad mediante la manipulación de medios, publicidad y sistema
educativo. Somos incapaces de tomar decisiones sobre procesos vitales sin el
consejo de expertos.
Las enfermedades tienen sus causas, pero es la persona quien sufre los
efectos de la enfermedad y hay que ponerse en su lugar para comprender y me-
jorar los tratamientos. Hemos perdido poder sobre nuestras vidas. ¿Qué es lo
que le importa al paciente? La medicina actual evita esta pregunta, porque el
sistema neoliberal necesita, para su apropiación, el control del sistema de sa-
lud, que en realidad nos pertenece a todos nosotros.
La sanidad pública supone una gran parte del PIB mundial, con inversiones
irregulares que hacen que, generalmente, exista más gasto donde menos se ne-
cesita, con el aumento consiguiente de intervenciones innecesarias (iatrogenia).
A esto hay que sumar los gastos sanitarios en la privada. En nuestro país, a pesar
de las obras del ladrillazo sanitario, el gasto público está en retroceso, mientras
crecen exponencialmente los beneficios de la sanidad privada. El IDIS preten-

251  política
de acaparar parte de este gasto que, aun en retroceso, era en 2018 en España del
6,38 % y en Estados Unidos en torno al 13,78 %. Esto hace que las multinacio-
nales traten de controlar todo lo relacionado con la salud e intenten aumentar
el gasto al máximo, sin que ello suponga una mejoría en la salud de la población.
Se nos vende la fuente de la juventud, píldoras para la felicidad, para una
vida perfecta que el capitalismo promete para satisfacer sus propios intereses
frente a una realidad muy distinta. Se nos convierte en meros consumidores.
Los médicos, formados dentro del sistema, salvo un sector crítico en au-
mento, sobrevaloran las causas biológicas, bioquímicas, genéticas o las modi-
ficaciones anatómicas que explican algunas enfermedades. Suelen dar menos
importancia a las psicológicas y sociales. Consideran básicamente el aspecto
biológico de la salud. Esto no es un ataque a las profesionales de la salud, sino
al sistema, tanto al que nos rodea a todas como aquel en el que ellos se forman.
Es imprescindible la visión del paciente y sus familiares en el tratamien-
to de los problemas de salud. Esta visión lleva a respuestas prácticas, útiles y
menos costosas. Ignorar esta visión es expropiar la salud.
Hay medicamentos para casi todo, pero la lucha por las patentes de las
118 farmacéuticas deja sin posibilidades de acceso a medicamentos básicos a gran
parte de la población mundial y desdeña el estudio de enfermedades raras que
no corresponde a sus intereses de mercado. Las fases vitales por las que pa-
samos las personas en el transcurrir de la vida han sido convertidas en un ob-
jeto mercantil. Pastillas para que las niñas y niños no se muevan demasiado,
suplementos vendidos como saludables, estatinas, píldoras de juventud para
mejorar nuestros huesos, fortalecer los músculos, para la calvicie, la infertili-
dad, para no pensar… Para ajustarnos a los cánones que nos marcan las mul-
tinacionales. Mientras nos venden comida basura y dejan que el planeta se
sumerja en el caos ecológico, nos venden también los remedios para curarnos
de sus consecuencias.
Los diagnósticos, con frecuencia, imponen una estructura cultural que
implica un juicio de valor acerca de las conductas. Por ejemplo, la obesidad, la
hipertensión arterial, la vida sexual de las mujeres… Se produce una colisión
entre el médico, centrado en los datos clínicos, y el paciente, centrado en la
merma de sus capacidades. Así, las percepciones de sufrimiento son muy dis-
tintas incluso para iguales problemas de salud. Cada persona tiene una histo-
ria propia y por eso el impacto de una misma enfermedad es diferente en cada
una, dependiendo de sus circunstancias. Las enfermedades suelen ser de carác-
ter temporal, pero también pueden ser crónicas. Y en este caso la aceptación
de la enfermedad y los medios para afrontarla son importantes para combatir
sus efectos. Es la parte humana de la medicina. Y sobre todo en el momento
en el que el ser humano envejece, cuando se acerca la muerte, que el sistema
reconoce como un fracaso y no como parte del ciclo vital. En un mundo que
ni siquiera se permite pasar por momentos de duelo sin ansiolíticos, se escon-

251  política
de a nuestros mayores, encerrándolos entre muros y arrebatando a la vejez su
dignidad, su libertad y sus derechos al final de la vida.
Mención aparte merece la mercantilización del cuerpo de la mujer, a la
que venden todo tipo de productos milagrosos para que no escape a sus cá-
nones heteronormativos tomando decisiones por ella en cuanto a su cuerpo y
al proceso reproductivo, fomentado a través de revistas, prensa, anuncios de
televisión y presente en la sociedad hasta la saciedad. Nuestro cuerpo y capa-
cidad de reproducción es algo que solo a nosotras pertenece. En este sentido,
a modo de ejemplo, recordemos el aumento de mortalidad en los años vein-
te del siglo pasado, cuando los ginecólogos, varones, convirtieron el parto en
una especie de enfermedad e incluyeron todas las técnicas que experimenta-
ban. Joseph de Lee, considerado el padre de la obstetricia moderna, llevó el
parto al hospital como fórmula de prevención, pero el exceso de intervencio-
nes innecesarias tuvo sus consecuencias y provocó una epidemia de muertes
de madres, especialmente entre las mujeres que se podían permitir este tipo de
intervenciones.
En cuanto a la problemática en el mundo del trabajo, debemos hacer una
contextualización en el marco del desempleo y la crisis, donde nos encontra- 119
mos con la reforma laboral, que facilita los despidos por baja justificada y lleva
a las personas a disminuir los tiempos de reposo necesarios para su recupera-
ción, minimizando las bajas tanto por enfermedad común como por las profe-
sionales o accidentes laborales y que conduce a estadísticas engañosas en las
empresas, que junto a la disminución de personas afiliadas a la Seguridad So-
cial nos lleva a la perversa conclusión de que hay menos accidentes laborales.
El miedo a perder el empleo junto a los recortes en prevención de riesgos la-
borales provoca un incremento de los accidentes sin baja, a consecuencia del
miedo. En ningún momento se ha demostrado ni que exista un fraude ni que el
gasto en incapacidad laboral sea más elevado en nuestro país que en los países
de nuestro entorno. La OIT no considera absentismo las bajas por enfermedad.
Cada día vemos anuncios en televisión que nos proponen soluciones para
ser más productivos, como si el cansancio no fuera una consecuencia natural
de nuestro estilo de vida y de la presión del neoliberalismo. En estos anuncios
se nos transmite la idea de que las personas no productivas no forman parte de
ese modelo ideal, en una forma sutil y oculta de fascismo. En medio de la crisis
pandémica, se están buscando fórmulas para atajar las consecuencias psico-
sociales de la crisis sin solucionar los problemas de fondo, de índole económi-
ca. La sanidad en materia de salud mental necesita reforzarse necesariamente,
pero nunca puede sustituir a la intervención en los determinantes de la salud.
No sirve medicar y sobrediagnosticar depresiones a personas que han perdi-
do su empleo si la protección social es insuficiente, o a personas que desarro-
llan ansiedad por haber perdido su vivienda o por no poder pagar sus facturas.
Los problemas sociales necesitan soluciones sociales.

251  política
A esto hay que sumar un empeoramiento de la salud psíquica de los traba-
jadores, de las dificultades para la conciliación, los fraudes en la contratación,
la flexibilización en beneficio de las empresas, la «multifunción», la precariza-
ción, el aumento del desempleo… El estrés laboral acaba tratándose como una
enfermedad mental, cuando es fruto de políticas neoliberales y del aumento
de la presión sobre los obreros y el abandono de la medicina del trabajo, que,
en todo caso, queda en manos de las mutuas, filiales privadas de las empresas.
En estos casos, las personas no necesitan un médico (que también), sino lu-
cha sindical y por sus derechos. No podemos sustituir la lucha obrera por re-
cetas médicas.
Enfermedades como los ictus, infartos y diabetes, de gran prevalencia en
nuestra sociedad, podrían combatirse mediante fórmulas educativas y socia-
les: la reducción del estrés y de la mala alimentación, relacionada tanto con el
consumismo como con el avance de la pobreza, la salubridad del entorno, la
ecología y un nuevo modelo urbanístico en las ciudades, mejoras laborales y
la participación activa y consciente de la población en la toma de decisiones
serían mucho más eficaces y menos costosas en términos de eficiencia social
120 y de mejora de la calidad de vida. Necesitamos sentido común y más atención
primaria, y volver, a través de un sistema preventivista y social, a la medicina
de los cuidados. No se trata de renunciar a avances médicos ni de pensar que
son los profesionales de la salud los que reconducen nuestra sanidad hacia los
intereses de mercado, porque es el sistema en el que estamos inmersas el que
provoca esta situación. Aprendamos a usar los servicios de salud y a no dejar-
nos manipular por intereses economicistas. La intervención sobre los deter-
minantes de salud es más eficaz que el aumento del gasto en sanidad a partir
de un punto concreto, en el que el mayor gasto no implica mejoras en la salud
ni aumento de la esperanza de vida en la población.

Esperanza de vida

 Japón Francia
 España   Suiza
  


 Cuba España USA
   
 USA
 USA 
 
 . . . . . . .
Inversión en sanidad
$/ per cápita

251  política
Es fundamental cambiar el paradigma del modelo sanitario y de salud
para ganar en eficiencia y eficacia, y realizar las inversiones en el lugar adecua-
do, sin caer en el modelo de mercado. El modelo actual, hospitalocéntrico, es
una fórmula eficaz para derivar fondos públicos hacia las empresas privadas,
fomentando no solo el intervencionismo excesivo, sino un modelo corrupto
en el que se mueven grandes cantidades de dinero y, con ello, la compra de
aparataje innecesario o las derivaciones, privatizaciones de servicios de todo
tipo y las mal llamadas colaboraciones público-privadas (la vampirización de
lo público por lo privado), así como la corrupción. En este contexto, el decre-
cimiento económico podría verse como una solución para repensar el sistema
en su conjunto y orientarlo en términos de eficiencia social y de la mejora de
la salud de la población, y no en términos de negocio.
La actuación sobre los determinantes y el estudio de los indicadores de
salud es fundamental para lograr esa eficiencia y en ello deben implicarse las
instituciones a todos los niveles. Estos determinantes son la educación, los in-
gresos, el empleo, el urbanismo, el medioambiente, lo sociodemográfico, la ge-
nética, lo psicosocial y conductual, los hábitos de vida, etcétera. Y su influencia
en la salud de las personas es del 90 %, frente al 10 % que representa el siste- 121
ma sanitario en sí. Como ejemplo, la diferencia en la esperanza media de vida
entre un barrio con alta renta per cápita y bien diseñado frente a un barrio po-
bre es de diez años. Las inequidades en lo social, las diferencias entre clases
sociales o según el origen étnico, o las dificultades de acceso en igualdad de
condiciones en zonas rurales tienen una repercusión directa en la salud y un
importante costo social y económico para las personas y las sociedades. Otro
factor importante es una buena educación para la salud.
Las desigualdades entre países se relacionan con las diferencias económicas
entre ellos, agudizadas por el imperialismo capitalista. La posición que ocupan
en el sistema de producción global es un reflejo de la historia y el desarrollo de
la geopolítica neoliberal y el reparto de recursos. La desigualdad se mide por los
efectos conjuntos de dos tipos de desigualdades: entre y dentro de los países, y
la interacción de los determinantes de cada una de ellas. Además, los períodos de
crisis son acompañados por el empeoramiento de las condiciones de salud de las
poblaciones. Con la desintegración de la URSS o la crisis de 2008, muchos países
europeos entraron en recesión e implementaron políticas de austeridad, lo que
supuso el deterioro de las condiciones de salud de sus respectivas poblaciones.
Queda patente, entonces, que las desigualdades sociales y económicas
tienen propiedades patogénicas.
Como conclusión, observamos que la solución no está solo en determi-
nar cuánto, sino cómo se invierte y si se hace o no desde lo público. Esto, que
podría parecer obvio a simple vista, ha sido reclamado durante décadas por ac-
tivistas y plataformas en defensa de la sanidad pública sin que se haya puesto
remedio al despilfarro frente a la eficiencia en materia de salud.  

251  política
Bibliografía

Gotzsche, Peter: Medicamentos que matan y OMS: Diez datos sobre las inequidades sanita-
crimen organizado. rias y sus causas.
Gervás, Juan, y Pérez-Fernández, Mercedes: Mauricio Lima Barreto: Desigualdades en sa-
El encarnizamiento médico con las mujeres. lud. Una perspectiva global.
— La expropiación de la salud. Alberto del Pozo: que me lo ha enseñado
British Medical Journal: Datos de gasto todo.
sanitario. FADSP: determinantes de la salud.
Plataforma NoGracias.org

122

251  política
Una reforma fiscal
para hacer las paces
con la naturaleza.
Equidad para reemplazar
al crecimiento
Carlos Sánchez Mato
Profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas
de la Universidad Complutense de Madrid.
Responsable de elaboración programática de Izquierda Unida

N aciones Unidas, a través del Programa para el Medio Ambiente (PNUMA),


ha puesto encima de la mesa la necesidad de «hacer las paces con la natu-
raleza» para responder a la crisis climática, a la pérdida de biodiversidad y a la
123

contaminación, que amenazan la vida tal y como la conocemos.1 Los cambios


medioambientales causados por la acción de los seres humanos «amenazan el
progreso conseguido durante siglos al causar descomunales pérdidas econó-
micas y millones de muertes prematuras y que el bienestar de las futuras ge-
neraciones esté en peligro, a menos que en la próxima década se reduzcan las
emisiones de dióxido de carbono en un 45 % para 2030, comparadas con los
niveles de 2010, y que para 2050 se alcancen emisiones netas cero».
No se trata de un reto menor y abordarlo con garantías de solucionar-
lo requiere transformar la relación de la humanidad con el planeta y obliga a
plantearse de forma ineludible la disminución de los flujos de materia de la eco-
nomía global. Una idea del decrecimiento enunciada al principio del siglo xxi
por economistas preocupados por la ecología y posdesarrollistas como Latou-
che (2009) o Victor (2008), que tenían claro que para conseguir alcanzar este
objetivo era imprescindible reducir el tamaño de determinados sectores de la
actividad económica que son nocivos desde el punto de vista ecológico y tam-
bién social,2 además de disminuir sensiblemente la generación de residuos.
La reducción de los flujos de materia utilizados en la actividad económica
debe centrarse, lógicamente, en el porcentaje de la población más responsable

1 https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/34948/MPN.pdf?sequence=3
2  Combustibles fósiles, vehículos todoterreno, plásticos de un solo uso, chalets adosados o el
marketing son productos o servicios insostenibles.

251  política
de las emisiones de gases de efecto invernadero. En concreto es el 1 % más rico de
la población mundial el que ha ocasionado más del doble que las causadas por
los 3.100 millones de personas que conforman el 50 % más pobre. Según el in-
forme de Oxfam titulado Combatir la desigualdad en las emisiones de carbono,3 «el
cambio climático está indisolublemente unido a la desigualdad económica: se
trata de una crisis impulsada por las emisiones de gases de efecto invernadero
generadas por los ricos, pero que afecta fundamentalmente a los más pobres»
y en el mismo informe se resalta la magnitud de la brecha social y el abismo
contaminante que acompañan a los niveles de consumo y la huella de carbo-
no que generan enriquecidos y empobrecidos en el planeta.
Por eso la disminución de los flujos de materia agregados, aunque se cir-
cunscriban a las sociedades desarrolladas y, de forma especial, se centren en
pautas de consumo realizadas por la parte de la población más responsable de
las emisiones, conllevará una reducción de la actividad económica agregada
medida en términos de producto interior bruto. Y eso en las sociedades capi-
talistas, que asimilan crecimiento a progreso y a mejoras del bienestar social,
supone un grave problema. ¿Quién querría seducir a las personas con medidas
124 que causasen efectos asimilables a los que produce una recesión?
Porque en los ciclos de crisis, cada vez más frecuentes en el capitalismo,
las empresas prescinden de sus trabajadoras y trabajadores, empezando por
quienes aportan menos valor añadido, es decir, por quienes perciben un sala-
rio inferior y sufren mayor debilidad contractual. El incremento del desempleo
empieza por el precariado, pero el efecto del empeoramiento de las expectati-
vas y la reducción que conllevan un menor consumo y una disminución de la
inversión reproduce el efecto y se recrudecen los despidos, con lo que se com-
promete, en mayor medida aún, la capacidad que tienen las personas para pa-
gar los bienes básicos, como la vivienda, alimentos o suministros elementales.
Sin embargo, optar por el decrecimiento es algo muy diferente a sufrir una
recesión, porque se trata de cambiar parámetros fundamentales de la propia
economía capitalista, los cuales, por cierto, son incompatibles con el propio
sistema, que requiere crecimiento per se para poder funcionar.
Requiere abordar la reconversión industrial y del sistema productivo de ac-
tividades contaminantes y socialmente innecesarias para recolocar a trabajado-
ras y trabajadores en sectores socialmente útiles y compatibles con un desarrollo
que no esquilme recursos por encima de su capacidad de regeneración y que no
comprometa a las próximas generaciones. Todo ello debe ir acompañado de la
reducción del tiempo de trabajo con el incremento del salario percibido por hora
de trabajo para compensar la reducción salarial que el menor tiempo dedicado

3 https://oxfamilibrary.openrepository.com/bitstream/handle/10546/621052/mb-confronting
-carbon-inequality-210920-es.pdf

251  política
al mismo conllevaría. Se trata de reducir la actividad económica agregada en los
países de elevados ingresos al tiempo que se mejora el nivel de desarrollo hu-
mano y bienestar. Hacer la transición hacia una economía sostenible supondrá
estimular el crecimiento de los sectores relacionados con las energías renova-
bles, la reutilización y el reciclaje, los servicios de alquiler, los consumos colecti-
vos, la agricultura ecológica, reorientar las actividades económicas a lo local o la
producción industrial no contaminante. El resultado algebraico de las activida-
des económicas que crezcan y las que disminuyan en términos de PIB depende-
rá más de la valoración e importancia monetaria que asignemos a cada partida.
Para poder abordar esta transformación hay que abordar el reparto de las
rentas que existen, porque en eso consiste el elemento central de una economía
del decrecimiento que impugna la habitual consideración de que el crecimiento
sustituye la equidad. Ese atajo asume que impulsar el crecimiento económico
aumentará las rentas y, como mucho, que dicho incremento permitirá que re-
bose parte del mismo y caiga en forma de migajas al resto de la población. Sin
embargo, repartir las rentas existentes de forma equitativa supone poner en
cuestión los intereses de la clase dominante. El crecimiento capitalista genera
escasez, de hecho la necesita, lo que ya fue descrito en 1804 por Maitland, a la 125
sazón titular del condado de Lauderdale, en la famosa paradoja que lleva ese
nombre,4 que señalaba la correlación inversa existente entre la riqueza priva-
da y la pública, de tal forma que «un aumento de la primera solo puede darse
a costa de la disminución de la segunda». En la actualidad, esto se ve impul-
sado por el factor ecológico, que deja en evidencia que la gran aceleración del
crecimiento económico capitalista, es decir, de la riqueza privada, se ha pro-
ducido a costa de un agotamiento igualmente extraordinario de la biosfera, es
decir, de un expolio del «valor sin coste» que ofrece la naturaleza. En definiti-
va, esa desestabilización del medio que sostiene la vida humana ha sido sacri-
ficada para cebar el crecimiento de esa riqueza privada.
Resolver esa situación de crecimiento insostenible requiere establecer lí-
mites al uso sin coste de la biosfera, con techos en las emisiones de dióxido de
carbono y reducciones en el uso de materia y energía hasta niveles compati-
bles con que los seres humanos podamos habitar el planeta. Pero eso nos obli-
ga a encontrar respuesta a la demanda implícita que precisa el capitalismo a
la hora de sustituir los insumos y materias primas que obtenía a coste cero y
que provenían de la naturaleza. Exacerbar la explotación de las trabajadoras
y los trabajadores o generar nuevas formas de extracción de la plusvalía sería
la adaptación con la que el camaleónico sistema podría compensar la desapa-
rición de ese factor de acumulación que se extingue.

4  La paradoja de Lauderdale fue desarrollada en la investigación Inquiry into the Nature and
Origin of Public Wealth and into the Means and Causes of its Increase.

251  política
Pero también por ese lado, el de incrementar la explotación, tiene el siste-
ma capitalista un obstáculo, porque, con anterioridad al estallido de la pande-
mia y la crisis económica que la ha seguido, el VIII Informe FOESSA, publicado
en 2019, señalaba que la exclusión social estaba profundamente enquistada
en la estructura social de nuestro país y que se encontraban en esa situación
8,5 millones de personas, el 18,4 % de la población, lo que suponía 1,2 millo-
nes más que en 2007. Representaban el rostro de la sociedad estancada y un
«nutrido grupo de personas para quienes el ascensor de la movilidad social no
funciona y no es capaz de subir siquiera a la primera planta». De este ya ele-
vado número de personas, casi la mitad, 4,1 millones, sufrían exclusión social
severa en sus diferentes formas: vivienda insegura e inadecuada, desempleo
persistente, precariedad laboral extrema e invisibilidad para los partidos po-
líticos. En la misma línea iban los datos de la Red Europea de Lucha contra la
Pobreza y la Exclusión Social,5 que en su examen de la evolución del indicador
AROPE señalaba a España cómo líder en el crecimiento del riesgo de pobreza
y exclusión social desde 2008 y que la recuperación y el crecimiento econó-
mico a partir de 2013 dejaron fuera a gran parte de las personas más vulnera-
126 bles. Si la renta media se incrementó un 8,8 % con respecto a la de 2008, la de
la cuarta parte más empobrecida de la población solo lo hizo el 2,3 %, cuatro
veces inferior a la media. La precariedad laboral provoca que el hecho de te-
ner empleo haya dejado de ser un factor de protección ante la pobreza. De he-
cho, prácticamente una de cada tres personas en situación de pobreza trabaja.
Y todo lo anterior ha empeorado por el impacto que ha tenido la covid-19
en la salud y también en la economía de las personas. Millones de empleos per-
didos o en riesgo de perderse y múltiples amenazas que afectan, sobre todo, a
las personas más vulnerables. En concreto en España, el número de hogares
que tienen a todos sus miembros activos en paro subió en 2020 en 183.900,
un 18,1 % respecto a 2019, hasta situarse en 1.197.000, la mayor cifra en un cie-
rre de año desde 2017, según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA).
Incrementar la explotación no parece un camino que resuelva la situa-
ción del capital.
Como indican acertadamente Dietz y O’Neill (2013), si el crecimiento pue-
de sustituir a la igualdad, siguiendo idéntica lógica, la equidad podría sustituir al
crecimiento. Es decir, conseguir un reparto justo de las rentas existentes mejora-
rá el bienestar humano y podrá alcanzar los objetivos sociales sin crecimiento y
sin absorber flujos adicionales de energía y materia. Para lograrlo hay que reducir
el tiempo de trabajo, garantizando salarios dignos y empleo, blindar la inversión
en los servicios públicos, especialmente en los básicos, como la sanidad, la edu-
cación, la atención a mayores, la vivienda y los suministros básicos como elec-

5 https://eapn.es/ARCHIVO/documentos/documentos/1602601812_informe_arope_2020.pdf

251  política
tricidad o agua. Todo ello se puede y debe proporcionar a las personas sin que
el ingreso que tengan pueda significar una barrera para acceder a esos derechos.
Y repartir las rentas existentes pasa por la necesidad de abordar una re-
forma integral de nuestro sistema tributario, que se caracteriza por problemas
que lo lastraban y que eran la falta de suficiencia, su deficiente equidad y un
nivel de economía sumergida y fraude fiscal muy superior al de los países de
nuestro entorno.
Del estudio sobre opinión pública y política fiscal publicado en septiem-
bre de 2019 por el CIS se puede deducir que una mayoría de ciudadanos ya
pensaba antes de la pandemia que el gasto público en los distintos capítulos
sociales no era el suficiente y eran partidarios de mejorar los servicios públicos
aun cuando eso conllevara pagar más impuestos. Asimismo, la gran mayoría
de los encuestados entendía que los impuestos no se pagan justamente, que
no paga más quien mayor capacidad económica tiene, y que existe bastante
o mucho fraude, sin que la administración haga lo suficiente para luchar con-
tra él. Además, esta percepción de los ciudadanos es transversal, pues dichas
mayorías se dan en todos los espectros de votantes de los distintos partidos.
Por tanto, los ciudadanos coinciden en la necesidad de dar respuesta a los tres 127
problemas principales de nuestro sistema fiscal.
La explicitación de los problemas descritos se expresa cuando vemos
cómo la presión fiscal en España, es decir, el conjunto de los impuestos y con-
tribuciones sociales en relación con el PIB, situó a nuestro país como el sép-
timo país con menor presión fiscal de los diecinueve de la eurozona en el año
2019, con un 35,2 % del PIB, según los datos publicados por la oficina estadís-
tica Eurostat. Únicamente Irlanda (22,7 %), Lituania (30,4 %), Letonia (31,4 %),
Malta (32,1 %), Estonia (33,3 %) y Eslovaquia (34,6 %) contaban en 2019 con
una presión fiscal inferior a la de nuestro país.
Pero la comparación óptima y adecuada no debería ser con la media de la
eurozona o de la Unión Europea. Más bien, España estaría obligada a mirar hacia
los países que deberíamos aspirar a emular en cuanto a prestaciones y realiza-
ción de políticas públicas. España no solamente está a 6,4 puntos porcentua-
les de la media de la zona euro (41,6 %), también es especialmente llamativa la
distancia sideral que nos separa de las tres grandes economías del euro que su-
peraron el 40 %: Francia situó su presión fiscal en el 47,4 %, Italia en el 42,6 % y
Alemania en el 41,9 %. Tendríamos que incrementar nuestro ingreso público en
casi 76.000 millones de euros para situarnos al nivel de la media de la eurozona
o más de 156.000 millones de euros anuales para situarnos al nivel de Francia.
Como vemos, hacen falta más ingresos públicos. Pero en absoluto se trata
de una subida de impuestos generalizada, sino de más justicia fiscal. Porque si de
algo adolece nuestro país es de ese elemento fundamental, dado que las ren-
tas y patrimonios elevados se han visto favorecidos de manera continuada con
disposiciones legales que han aligerado su contribución a la hacienda pública.

251  política
Las grandes líneas de una reforma fiscal con fuerte impronta redistributi-
va pasan por afrontar una reforma fiscal que, con criterios de progresividad ya
fijados en el artículo 31 de la Constitución española, se tome definitivamente
en serio la redistribución y la capacidad de acción colectiva a través de las ad-
ministraciones públicas.
De 2007 a 2019, el impuesto cuya recaudación creció más es el más regre-
sivo e injusto para la gente: el impuesto sobre el valor añadido (IVA), casi en un
37 %. El impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF), el impuesto que
pagan las personas asalariadas, aumentó su recaudación en el mismo período
en un 28 %. Mientras tanto, el impuesto de sociedades redujo su recaudación
un 33 %. ¿Acaso esta bajada espectacular se debe a que las empresas ganaron
menos dinero en 2019 que en 2007? No. Después de una década de crisis, los re-
sultados contables de las empresas en 2019 eran superiores a los de 2007. Tam-
poco es que lo que esté ocurriendo es que no pagan aquí porque las grandes
compañías transnacionales españolas se hayan internacionalizado y abonen
sus tributos en otros lugares del mundo. No es así. De hecho, la información de
la Agencia Tributaria indica que las 112 grandes multinacionales con matriz es-
128 pañola tuvieron en 2017 una cifra de negocios mundial de 806.441 millones de
euros, unos beneficios netos globales de 88.398 millones y un impuesto sobre
sociedades devengado a nivel mundial de 14.786 millones, un 16,7 %. Aun sien-
do reducida la carga fiscal media, esta no es homogénea, ya que un 40,2 % de las
grandes empresas transnacionales, 45 en concreto, acumulan el 39,4 % del be-
neficio neto, pero únicamente aportan el 5,5 % del impuesto mundial devenga-
do con un tipo efectivo medio del 3,1 %. Y en el caso más extremo, 32 empresas
multinacionales españolas, con un beneficio de 28.884 millones de euros, pa-
garon un tipo efectivo de impuesto de sociedades del 1,5 % en todo el mundo.6
Es imprescindible erradicar la planificación fiscal agresiva con la que deri-
van los beneficios que obtienen en España a países de muy baja o nula tributa-
ción, consiguiendo al final un efecto profundamente injusto: que esas grandes
empresas contribuyan de media menos de la mitad que una PYME, cuyo tipo
medio efectivo está cercano al 15 %.
El resultado de todo ello es que el impuesto de sociedades ha disminui-
do su peso un 1,4 % sobre el PIB, reduciendo casi a la mitad el esfuerzo, ni mu-
cho menos satisfactorio, con el que contribuían las empresas hasta 2007. Si se
hubiera mantenido el mismo porcentaje de aportación tributaria de 2007, un
3,3 % del PIB, se habrían ingresado en estos trece años casi 210.000 millones
de euros más que los que han entrado en la caja procedentes de las empresas

6 https://www.agenciatributaria.es/AEAT.internet/Inicio/_componentes_/_Notas_de_prensa/
Las_multinacionales_espanolas_pagan_por_el_Impuesto_sobre_Sociedades_a_nivel_mundial
_el_12_6__de_su_beneficio.shtml

251  política
de este país.7 Para que la opinión pública pueda medir la magnitud de esta
cantidad, basta decir que, si se hubiesen dedicado a sanidad, los presupues-
tos habrían podido ser superiores en un 23 % a los efectivamente consignados.
Además de abordar una contribución superior al erario público por parte
de las grandes empresas, hay que abordar también las aportaciones por renta,
patrimonio y sucesiones de grandes fortunas y reconsiderar e incluso elimi-
nar las exenciones fiscales que solamente facilitan la acumulación de capital
a quienes más tienen.
Para ello es ineludible la reforma del tributo actualmente existente para
la conversión del impuesto de patrimonio en un impuesto sobre la riqueza y
grandes fortunas, impidiendo las bonificaciones que realizan determinadas
comunidades autónomas.8 El nuevo tributo deberá alcanzar el 1,5 % del patri-
monio total, frente al 0,16 % actual, y proporcionaría 9.000 millones de euros
adicionales a las arcas públicas.
También es imprescindible modificar el tributo para suplementar el ac-
tual tipo impositivo del 0,03 % hasta llegar al 1 % de los depósitos bancarios,
tributo muy reducido si lo comparamos con el coste de mercado de un aval
económico de un importe tan significativo como los depósitos que las admi- 129
nistraciones públicas estamos garantizando y que aportaría unos 12.000 mi-
llones de euros adicionales a la hacienda pública.
Es imprescindible fortalecer la presión impositiva sobre las transacciones
financieras (especialmente las más especulativas). Por eso es fundamental gra-
var no solo la compra de acciones, sino también los derivados financieros, con
un 0,3 %. Los argumentos a favor del ITF son más destacados si analizamos el
trato preferencial que se da al sistema financiero, en cuanto que la mayor parte
de las operaciones se encuentran exentas en el impuesto sobre el valor añadido
(IVA). El coste de esta exención supone al año 7.040 millones de euros según
la AIReF. Incluso haciendo una previsión de una reducción de las operaciones
en un 60 %, la recaudación podría ascender a más de 15.000 millones anua-
les incluyendo todas las acciones cotizadas, renta fija negociada y derivados.
Además es imprescindible abordar la reforma de la imposición medioam-
biental para imponer tributos que reflejen los costes ambientales de ciertas
actividades económicas con fuerte impacto y así dar una señal en el precio
de los productos derivados, desestimulando su consumo frente a alternati-
vas más respetuosas. Una de las actuaciones pasa por fijar un precio al carbo-
no, basado en el principio de «quien contamina paga», que permita acelerar el

7 https://www.agenciatributaria.es/AEAT.internet/datosabiertos/catalogo/hacienda/Informes
_anuales_de_Recaudacion_Tributaria.shtml
8  Madrid bonifica el 100 % ese tributo, por lo que exime de su pago a algo más de 18.000 con-
tribuyentes con un patrimonio medio de 10 millones de euros.

251  política
proceso de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en la lu-
cha contra el cambio climático. Para mitigar la regresividad que iría asociada
a la tributación del carbono, se adoptarían medidas que reduzcan o práctica-
mente eliminen los efectos sobre las rentas más bajas, de forma que la transi-
ción energética y la lucha contra el cambio climático sean justas, igualitarias y
equitativas. Para compensar a las rentas más bajas, que serían las más afecta-
das por una subida impositiva a la energía, se pueden usar fórmulas como la
utilización de «cheques verdes», transferencias para compensar a los hogares
más pobres, modificar el mínimo exento del IRPF o incorporar una deducción
específica condicionada por renta y de carácter reembolsable, como la de ma-
ternidad, para que, en el caso de no haber realizado importe alguno en este im-
puesto, no impida obtener del Estado la correspondiente devolución tributaria.
Por último, hay que atajar la elusión y el fraude, uno de los mayores las-
tres para la justicia fiscal y para el impulso de las políticas públicas. La eco-
nomía sumergida supone en España en torno al 20 % del PIB, claramente por
encima del 15 % de la media europea. La pérdida de recaudación que sufre la
hacienda pública con respecto a la media de la Unión Europea y con la actual
130 presión fiscal ascendería a más de 22.000 millones de euros y ese es el objeti-
vo inmediato que hay que alcanzar.
En definitiva, dado que tenemos bienes comunes limitados y decrecien-
tes, la única posibilidad de justicia es la distribución equitativa en el acceso a
la riqueza. Es posible técnicamente e ineludible para comenzar a hacer las pa-
ces con el planeta.  

Bibliografía

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2017. Véase https://www.agenciatributaria Building a sustainable economy in a world of
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251  política
Apuntes para la
recuperación de la
sostenibilidad en
el hábitat humano
Pablo Beltrán
Urbanista

E l entorno condiciona de forma determinante la existencia de los seres vi-


vos. La forma física de un lugar tiene un efecto sobre aquellos animales o
plantas que lo habitan y, por tanto, de igual manera la planificación de ciuda-
131

des y pueblos e incluso de las infraestructuras que los conectan o de las áreas
intermedias, no construidas pero transformadas, y hasta la organización de las
zonas que llamamos naturales —en definitiva, el territorio habitado que cons-
tituye el hábitat humano— condicionan nuestra vida, nuestra felicidad, nues-
tras relaciones sociales y hasta nuestra economía.
La configuración de nuestras poblaciones determina quién y cómo pue-
de usarlas: el acceso al espacio y a los servicios públicos, la facilidad o inco-
modidad para desplazarse al lugar de trabajo o de estudio, la posibilidad o no
de relacionarse entre el vecindario, la percepción de seguridad, el contacto
con el entorno vegetal, la tranquilidad o el estrés que podamos experimen-
tar; cuestiones que, en definitiva, se pueden resumir en el llamado derecho a
la ciudad,1 que, como cualquier otro derecho, es nuestra responsabilidad po-
lítica defender por sí mismo y porque, como decíamos, afecta a los demás as-
pectos de nuestra vida.
Por ejemplo, una calle vecinal con tráfico intenso provocará, entre otras
cosas, que las personas mayores salgan menos de sus viviendas por miedo a ser
atropelladas, o que padres y madres no se atrevan a dejar que sus hijos e hijas
puedan jugar solos o ni siquiera utilizar su propia calle, aunque sea acompañados,
como sí ocurre (y sobre todo ocurría) en calles poco transitadas. O si se planifi-
ca un conjunto de viviendas sin transporte público a decenas de kilómetros de

1  Término acuñado por Henri Lefebvre.

251  política
la actividad económica de una población, eso supondrá que la mayor parte de
sus habitantes estén obligados a grandes desplazamientos, que ocuparán mu-
cho tiempo de su actividad diaria y disminuirán su calidad de vida (más aún si
se trata de alguien que no tenga la posibilidad de disponer de vehículo propio).
Además, la sostenibilidad ambiental de las ciudades y pueblos también
está determinada por su planificación y posterior construcción. El urbanismo
influye en la huella ecológica 2 —esto es, el impacto ambiental causado por
nuestros consumos energéticos y sus correspondientes emisiones de gases con-
taminantes o nuestras necesidades de recursos— de nuestras poblaciones, que
difiere según su forma y los hábitos a los que nos veamos obligados por esta, la
calidad de sus edificaciones o los servicios públicos de los que dispongan, que
serán más o menos eficientes también dependiendo de la configuración urbana.
La contaminación atmosférica o acústica es menor en una pequeña ciu-
dad en la que sus habitantes puedan realizar la mayoría de sus desplazamientos
caminando que en un «barrio dormitorio» periférico conectado a los servicios
por una carretera que obliga a todo el mundo a coger el coche. Un pueblo en
el que el ayuntamiento promocione que las viviendas estén bien aisladas o que
132 tenga una planificación urbanística que se preocupe por su orientación con-
sumirá mucha menos calefacción y aire acondicionado que otro sin normati-
va que influya en estos aspectos.
Las decisiones urbanísticas incluso tienen impacto en la actividad so-
cioeconómica de un lugar y en el reparto de su riqueza, que no será igual si
se protege al pequeño comercio que si se promocionan y facilitan las grandes
superficies. Un gran hipermercado en un barrio provocará el cierre de algunas
pequeñas panaderías, pescaderías o fruterías, pero un centro comercial perifé-
rico además sacará la actividad productiva de las zonas habitadas, con lo que
no permitirá ningún tipo de comercio en áreas en las que sus habitantes pre-
fieren desplazarse kilómetros para realizar todas sus compras.
Estos ejemplos no son fenómenos inevitables, sino consecuencias del
modelo económico especulativo basado en un urbanismo insostenible que
consume y fragmenta el territorio, produce un gasto energético y material con
la consecuente emisión de gases contaminantes, crea desigualdades y favore-
ce la acumulación de la riqueza, e incluso fomenta el individualismo hacien-
do que se pierdan las relaciones sociales y los vínculos con el territorio y con
quienes lo habitan. Es imprescindible, por tanto, que se produzca un cambio
en la planificación urbanística, especialmente en las ciudades y áreas metro-
politanas, y pasemos de la ciudad dispersa con expansión ilimitada que lle-
va décadas reproduciéndose a recuperar un modelo de urbanismo compacto,
complejo y a la vez amable.

2  Concepto desarrollado por William Rees y Mathis Wackernagel en 1996.

251  política
Desde hace siglos, se ha usado el suelo y las propiedades inmobiliarias
como bien de mercado, pero las últimas décadas, tras haber cambiado nues-
tro modelo de ciudad y adoptar un urbanismo disperso, han acelerado e incre-
mentado exponencialmente la degradación de las poblaciones en los aspectos
comentados.3 Las utopías de ciudades ideales 4 durante el siglo xix, probable-
mente provocadas por la insalubridad de las ciudades transformadas por la revo-
lución industrial (que también provocan grandes operaciones de higienización,
aunque puntuales, como los trabajos haussmanianos),5 desembocaron en las
teorías de urbanismo racionalista concretadas en la Carta de Atenas, redacta-
da en 1933 por Le Corbusier y otros arquitectos participantes en el IV Congre-
so Internacional de Arquitectura Moderna (aunque publicada en 1942), que
proponía principalmente la separación de usos —las viviendas alejadas del co-
mercio, las oficinas o los equipamientos— en diferentes áreas de la ciudad y el
práctico abandono de las calles y plazas como espacios de relación —para que
se usaran solo como vías de comunicación y acceso—, situando las viviendas
en grandes edificios en altura separados entre sí por grandes distancias, sin re-
lación con el espacio público, con la pretensión de que este suelo intersticial
fuera prácticamente un bosque. 133
Ambas teorías acabaron confluyendo y se materializaron en algo diferente,
contaminadas por intereses económicos de grandes empresas, especialmente
los fabricantes de vehículos privados o petroleras —que, por ejemplo, a prin-
cipios del siglo xx consiguieron la desaparición de los tranvías y después prác-
ticamente del transporte público en Los Ángeles—,6 que sabían que las áreas
urbanas amplias con baja densidad obligaban al uso del coche, o especulado-
res del suelo, a los que les interesaba ocupar el máximo territorio para aumen-
tar su negocio.
El resultado, como decíamos, especialmente en Norteamérica, pero tras-
ladado posteriormente al resto del mundo, es la existencia de ciudades disper-
sas con grandes extensiones de viviendas unifamiliares sin servicios públicos
—en las que son más complicadas las relaciones sociales y, especialmente, la
construcción del tejido vecinal, con lo que sus habitantes tienden al indivi-
dualismo y al conservadurismo, que obligan al uso del vehículo privado y que
consumen infinitamente más energía, materiales y suelo que las poblaciones
compactas—, interconectadas entre sí por enormes infraestructuras y que de-

3  Del inglés urban sprawl.


4  El exponente más conocido es la propuesta de Howard, pero también cabe señalar el fa-
lansterio de Fourier.
5  Operaciones urbanísticas en París, en el siglo xix, que destruyeron zonas degradadas para
trazar grandes avenidas, planificadas por el barón Haussmann.
6  Referencia al llamado gran escándalo del tranvía de Estados Unidos.

251  política
dican todo su suelo libre a dar acogida al tremendo número de coches que son
necesarios y que, en consecuencia, dificultan enormemente la independencia
de las personas vulnerables y las tareas de cuidados que necesitan servicios
públicos de calidad o que el espacio sea accesible universalmente, y provocan
la concentración de la riqueza con grandes operaciones urbanísticas o exten-
sos centros económicos y comerciales que dificultan enormemente la subsis-
tencia de pequeñas actividades repartidas por el territorio, que beneficiarían a
un mayor número de personas.
Hay que repensar la ciudad para hacerla más humana. Cada vez están más
extendidas las teorías para transitar hacia una ciudad sostenible, en el sentido
amplio del término —social, económica y ecológicamente— y suelen coincidir
en la necesidad de recuperar aquello que siempre ha funcionado en cada lugar.
No se trata de utilizar avances tecnológicos —como las llamadas smart
cities, defendidas por grandes empresas por motivos obvios— para parchear
problemas, sino de transformaciones profundas recuperando valores espacia-
les o arquitectónicos que podríamos calificar de tradicionales, pero que se han
ido reproduciendo a lo largo de la historia por su funcionalidad práctica. Re-
134 cuperar la calle como lugar de encuentro o volver a las viviendas de calidad y
adaptadas al medio, por ejemplo.
Es fundamental evitar en lo posible nuevos crecimientos y centrar todos
nuestros esfuerzos en rehacer el hábitat construido, especialmente el desarro-
llado en las últimas décadas. Igual que arquitectónicamente es más sostenible
la rehabilitación de un edificio que la nueva construcción por el consumo de
materiales y la energía necesaria para transformarlos y colocarlos, también lo
es rehabilitar un barrio existente antes que construir uno nuevo, aunque este
sea planificado con criterios de sostenibilidad. Además, el suelo es un recur-
so finito y normalmente se ocupa el más fértil (uno de los factores que deci-
den un nuevo asentamiento es la calidad de la tierra adyacente o la cercanía al
agua corriente), con lo que perdemos un recurso que nos es útil para una eco-
nomía local diversificada y sostenible.
La transformación de lo construido debe centrarse fundamentalmente en
la recomplejización de las grandes áreas de un solo uso. La zonificación plan-
teada por el urbanismo racionalista e incorporada en la legislación y planifica-
ción urbanística actual provoca grandes áreas de un solo uso que incluso han
dado lugar al fenómeno de los campus o «ciudades de»: complejos especiali-
zados y aislados del tejido de la ciudad que provocan la necesidad de grandes
desplazamientos, despilfarran recursos y desaprovechan las posibles sinergias
que crearían sus actividades.
En la medida de lo posible, hay que llenar las zonas residenciales de ac-
tividad económica, de pequeño comercio y lugares de trabajo ocupados por
los mismos habitantes de esos barrios; debe haber equipamientos de escala de
barrio que sustituyan a las grandes acumulaciones de polideportivos, colegios,

251  política
institutos y demás edificios públicos que han proliferado en las últimas déca-
das en una gran parte de los municipios del Estado español, porque la activi-
dad generada por ellos puede retroalimentar la actividad socioeconómica de
los barrios y creará más cuantos más puntos de actividad existan; incluso pue-
den introducirse actividades industriales no contaminantes, tales como áreas
logísticas reducidas que faciliten el reparto de productos de kilómetro cero en
pequeños vehículos no contaminantes.
Esta mixturización de usos afecta principalmente de forma positiva a la
reducción de desplazamientos contaminantes, porque aumenta la probabilidad
de que los habitantes de una zona con mezcla de usos realicen su actividad
diaria en lugares cercanos a su vivienda, lo que posibilita el movimiento a pie
o en bicicleta a la mayoría. Se están extendiendo proyectos de este tipo en-
tre grandes ciudades, tales como La Ville Du Quart d’Heure,7 que aspira a que
ningún habitante de París tarde más de quince minutos en ir al trabajo, al co-
legio o al mercado.
Esa recomplejización puede tener como efecto inmediato la reducción de
las emisiones contaminantes, pero también es más eficiente en otros aspectos,
puesto que la diversidad de usos hace que una misma zona pueda tener acti- 135
vidad durante más tiempo a lo largo del día, en lugar de usarse un área duran-
te la mañana para trabajar o estudiar y otro durante la noche para descansar
y dormir, con el ahorro de suelo, energético, de materiales y de recursos que
ello supone. Y parte de este ahorro se puede destinar a la mejora de las vivien-
das o a la contratación de más trabajadores públicos para paliar las molestias
que se pudieran producir.
La centralización de las ciudades, áreas metropolitanas o territorios de
mayor escala también provoca parte de los problemas que crea la zonificación
(un centro urbano tal y como se concibe en la actualidad, y cada vez más, no
deja de ser una zona con un uso concreto) y debe solucionarse con el reparto
a lo largo de las zonas urbanas de los grandes polos atractores que no pueden
dividirse o hacerse a escala más pequeña —tales como hospitales o centros
universitarios—, pero no en la periferia y alejados del resto de la ciudad, sino
integrados en el tejido urbano y continuándolo, siempre que el tamaño lo per-
mita. Es decir, es preferible repartir las diferentes facultades y escuelas antes
que crear un campus; es mejor construir separados un juzgado provincial y
un hospital comarcal, porque toda la actividad que se genera en ellos creará un
pequeño polo urbano que evitará la saturación —con sus consecuentes pro-
blemas— que viven actualmente los centros de las ciudades.
Por otro lado, esta recuperación se tiene que hacer aumentando la den-
sidad de población. La mayor parte de la gente rechaza esta idea porque pue-

7 eldiario.es/internacional/promesa-estrella-alcaldesa-paris-servicios_1_1067256.html

251  política
de remitir a la pérdida de la escala humana en forma de grandes edificaciones
o infraestructuras, pero es imprescindible encontrar el equilibrio entre estas
y las grandes extensiones de viviendas unifamiliares: hablamos de que peque-
ños edificios de viviendas, todas con grandes terrazas para no obviar la necesi-
dad de espacios de expansión privados, puedan compartir calle con las típicas
casas de pueblo, que tienen huerto trasero. Estas configuraciones necesitan
menos cantidad de materiales —para la misma cantidad de gente hay menos
metros de calle, con sus correspondientes infraestructuras de alcantarillado o
alumbrado público— y en consecuencia, menos mantenimiento, consumen
menos energía —exponen menos superficie de vivienda al aire, con lo que hay
menos intercambio energético posible entre interior y exterior—, los servicios
públicos son más eficientes —igualmente, para el mismo número de habitan-
tes hay que barrer menos o recorrer menos metros en el camión de la basura, o
puede funcionar el transporte público, que es insostenible para zonas con baja
densidad— y es más probable que el pequeño comercio, que se nutre princi-
palmente de habitantes muy cercanos, subsista.
Y se ha mencionado tantas veces el pequeño comercio porque es funda-
136 mental para un reparto justo de la riqueza, además de los beneficios ambien-
tales y sociales que tiene: se estima que el pequeño comercio crea dos puestos
de trabajo por cada empleo en una gran superficie.8 Con la recomplejización
y densificación descritas se facilitaría mucho su proliferación, pero además es
necesario evitar con normativa y fiscalidad local o autonómica la aparición y
continuidad de centros comerciales, porque se dedican recursos públicos en
infraestructuras de acceso y energéticos o para la recogida de residuos que aca-
ban repercutiendo en el beneficio privado de grandes empresas.
Todas estas acciones requerirán un gran esfuerzo, muchos recursos y, pro-
bablemente, bastante tiempo; lo que es obvio es que tenemos que evitar seguir
yendo en esta dirección, paralizar nuevos crecimientos y comenzar a planifi-
car la transición necesaria: el contexto actual es propicio y, por primera vez en
mucho tiempo, existen herramientas administrativas y recursos para ello. Pero
es fundamental, como decíamos, transformar el hábitat, el soporte físico, para
poder cambiar nuestros hábitos, comportamientos y consumos insostenibles.
Es cierto que únicamente depende de voluntad política, por ejemplo, la
promoción del transporte público en detrimento de los vehículos privados a
motor, pero, como comentábamos antes, un autobús solo funciona razonable-
mente bien en áreas con una densidad de población suficiente —y más aún
para tranvías o trenes de cercanías, que son más sostenibles que el transpor-
te colectivo por carretera—. Si nos centramos únicamente en cambiar los mo-
dos de transporte, actuaremos solo sobre una parte del problema y, además, es

8 ecologistasenaccion.org/19553/destruccion-de-empleo-por-grandes-superficies/

251  política
probable que no funcione todo lo bien que deseamos, porque los usuarios, si
continúan habitando espacios zonificados y poco densos, no puedan ver sus
necesidades de movilidad cubiertas. Y por supuesto, la sustitución de los co-
ches con motor de combustión por los eléctricos no es la solución: contando
con la fabricación, su ciclo de vida completo no supone una eliminación de la
emisión de gases contaminantes 9 y siguen provocando el resto de problemas
que ya provocan los turismos.
Sin embargo, es eficiente y se puede actuar de forma más sencilla sobre
el espacio público. Las calles y plazas siempre han sido necesarios lugares de
encuentro, convivencia y actividad social, pero, desde la segunda mitad del si-
glo xx hasta hace poco, la mayor parte de los lugares no construidos se han
dedicado casi en exclusiva al paso y almacenamiento de vehículos privados.
Afortunadamente, desde hace años se está revertiendo esa tendencia, espe-
cialmente en el centro de las ciudades, aunque aún queda mucho camino —se
estima que todavía se dedican tres cuartas partes del espacio público al asfal-
to— y no siempre se encuentran las mejores soluciones: las peatonalizaciones
y las vías ciclistas a veces son necesarias donde se requiere que los transpor-
tes circulen rápido, pero la tendencia actual, como norma general, es la de las 137
llamadas plataformas únicas o compartidas, en las que pueden circular indis-
tintamente peatones y vehículos, pero a velocidades muy bajas, porque se ha
comprobado que la segregación entre modos favorece el uso del vehículo pri-
vado, al encontrar menos impedimentos para su uso.
Es necesario, pues, analizar la red urbana y planificar una jerarquización
viaria en la que se escojan algunas calles —las mínimas indispensables— don-
de se estime que existe espacio suficiente para segregar las circulaciones entre
velocidades altas (de vehículos a motor), medias (de bicicletas o VMP) y bajas
(de peatones) y calmar el tráfico en el resto —evitando el lenguaje de carre-
tera— con estrategias amables (arbolado y mobiliario urbano, por ejemplo);
existen proyectos interesantes, como el de las Superilles de Barcelona,10 en los
que se agrupan manzanas para que la circulación principal de vehículos se pro-
duzca en el perímetro y las calles interiores sean fundamentalmente vecinales.
Y es importante que ese espacio público recuperado y pacificado esté ro-
deado de edificación, evitando los vallados tanto de parques o plazas como
de jardines privados, promoviendo el contacto directo con las fachadas de los
edificios.
Como decíamos, aunque alcanzar el paradigma del hábitat urbano soste-
nible es complicado y requerirá de mucho tiempo, sí que es imprescindible que
toda la nueva planificación urbanística tenga los criterios de sostenibilidad ra-

9 newtral.es/cuanto-contamina-fabricar-coches-electricos-y-recargar-las-baterias/20191207/
10 ajuntament.barcelona.cat/superilles/es/

251  política
dical —en sus tres acepciones: la ambiental, la social y la económica— que ya
hemos comentado y comenzar a realizar pequeñas acciones, coordinadas por
esos proyectos generales locales o comarcales, que puedan ir transformando
poco a poco nuestras poblaciones.  

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138
derecho de la ciudad a la revolución urbana.
Akal.

251  política
El transporte: de la
movilidad a la accesibilidad
‘sostenible’
Juan José Guirado *

S on muchas las variables (y las intenciones) a considerar cuando emplea-


mos, tantas veces a la ligera, la palabra «sostenible». ¿Qué es lo que quere-
mos «sostener»? Para muchos se trata de «sostener lo insostenible»: su estilo
139

de vida, necesitado de una economía en perpetuo crecimiento o, en el mejor e


improbable caso, estacionaria.
Otros, dándose cuenta de que la realidad pone límites a esas intencio-
nes, dan un paso más y están dispuestos a modificar sus hábitos, reducir con-
sumos y desplazamientos, por lo común de forma más cosmética que radical,
porque es difícil renunciar a una forma de vida a la que todos nos hemos acos-
tumbrado y que además está fuertemente condicionada por unas relaciones
espaciales y temporales (residencia y trabajo, acceso a bienes y servicios) que
difícilmente pueden alterarse sin consecuencias problemáticas.
Por eso las conductas individuales bienintencionadas chocan con una es-
tructura social que las reconduce y se reducen habitualmente a «cuidados pa-
liativos» para la deseada sostenibilidad.

Circular para llegar

Aunque el movimiento es una realidad universal, el de los seres animados en


general y en especial el de los humanos tiene siempre alguna finalidad, una
meta. Esta palabra puede usarse en sentido intencional, pero literalmente sig-

*  Juan José Guirado, doctor arquitecto y profesor jubilado de la Universidad de Vigo. Federa-
ción de pensionistas de Comisiones Obreras. Milita en el Partido Comunista desde 1971 y ac-
tualmente es miembro del Comité Nacional del PCG.

251  política
nifica que la finalidad del movimiento físico es siempre la llegada. No alcanzar-
la condena el movimiento al fracaso.
Se mueven las personas para relacionarse y mueven las cosas. Esto esta-
blece una primera diferencia entre el movimiento de viajeros y el transporte
de toda clase de objetos.
La movilidad de personas y el trasiego de productos se realizan hoy a una
escala descomunal. Los viajes son imprescindibles, desde los diarios más inme-
diatos (a veces no tanto) entre el lugar de residencia y el de trabajo hasta los
más largos, periódicos u ocasionales a que obliga la actividad de muchos pro-
fesionales. En cuanto al transporte, son contadas las mercancías procedentes
de lugares próximos al de llegada.
Los viajes de placer son menos indispensables, pero también parecen ne-
cesarios dentro de nuestra economía, vistos los estragos que causa su dismi-
nución a sectores enteros de la sociedad.
Dada la enorme diversidad espacial y temporal del transporte de mercan-
cías y viajeros, se impone establecer una primera clasificación según su varie-
dad y su amplitud. Transporte de personas y de objetos, urbano e interurbano,
140 transporte nacional o internacional, marítimo o terrestre, de gigantescas má-
quinas o de mínimos componentes electrónicos, están todos en función de su
volumen, sus contenedores y las vías utilizadas. Pero todos tienen en común
el empleo de materiales y el consumo de energía. Con los límites que esto im-
pone, además de otras consideraciones ecológicas (contaminación de aire y
agua, usos del suelo, residuos…), es arduo problema adaptar las estructuras
actuales a lo que pueda considerarse sostenible.

Por tierra, mar y aire

Palabras de resonancias bélicas nos llevan a una primera aproximación al tema.


Desde la antigüedad, el transporte marítimo tuvo la ventaja de la máxima li-
bertad de desplazamiento, porque no necesita vías que haya que trazar y man-
tener. También por eso los límites de tamaño son más elásticos y la capacidad
de carga de personas o mercancías mucho mayor. Además, el empleo, hoy muy
mermado, pero al que en algún momento habrá que volver, de la energía eóli-
ca para mover las embarcaciones lo hace el medio más sostenible, aunque no
sea el más rápido.
Los demás medios de transporte requieren infraestructuras costosas y tie-
nen limitada su capacidad.
Junto al transporte acuático, marítimo o fluvial, el ferrocarril es, entre los
medios terrestres, el más ventajoso en cuanto a volumen, dada la gran capa-
cidad de unas vías que ocupan poco espacio pero permiten convoyes de gran
longitud. Como en el barco, su gran masa inerte hace que, una vez lanzado el

251  política
tren, la velocidad casi constante ahorre energía, a costa de una menor manio-
brabilidad en relación con otros vehículos.
El transporte aéreo es, junto al automóvil, el más insostenible. De modo
general, puede decirse que existe una relación inversa entre velocidad y sosteni-
bilidad. El ahorro de tiempo se logra a costa de despilfarro material y energético.

Movilidad y accesibilidad

Hasta aquí hemos considerado los medios desde el punto de vista del recorrido
entre el origen y el destino, y de la eficacia en términos de capacidad y velocidad,
obviando las dificultades que aparecen en los dos extremos del camino. Pero las
mayores complicaciones para cualquier medio de transporte no están en la vía,
una vez disponible, sino en los puntos de partida y llegada. Los nudos de la red,
puntos de encuentro de rutas, son conflictivos. Y es ahí donde necesitamos dis-
tinguir dos conceptos: la movilidad, referida a la vía, y la accesibilidad, a los lugares.
La movilidad remite a las personas o mercancías que se trasladan, mi-
diendo los desplazamientos según el espacio recorrido, el tiempo invertido y 141
la cantidad de personas o la masa de mercancías que se mueven de un lugar a
otro. Se refiere, pues, a la capacidad de la vía.
En cambio, la accesibilidad se vincula al encuentro de trayectorias. Las que
llevan a personas u objetos a su destino, ese lugar de encuentro entre quienes
buscan o se buscan. Bienes, servicios y contactos, clientes y suministros han
de coincidir en un determinado espacio.
Entre origen y destino hay fluidez, pero en ambos extremos hay turbu-
lencia. Trayectos rápidos y lentos, cortos y largos, despejados o tortuosos se
entremezclan y estorban unos a otros. Hay, pues, una diferencia fundamental
entre el nítido diseño de las vías y el complejo de esos puntos de encuentro.
En particular, los centros urbanos, centros comerciales, grandes merca-
dos, estaciones, puertos y aeropuertos requieren un tratamiento especial. La
base de su diseño es la resolución de encuentros conflictivos. Cuanto mayores
son el tamaño y la complejidad, más difícil es la solución, hasta un momento
crítico en que todo el sistema puede colapsar.
Por eso, en el curso del actual crecimiento incesante y acelerado habrá
que echar el freno o incluso dar marcha atrás. La dificultad será tanto mayor
cuanto más avanzado y complejo sea el proceso. No es fácil disminuir el flu-
jo de personas y materiales, esa enorme mole en movimiento, y menos hacer-
lo en poco tiempo.
Como bien supo ver Colin Buchanan, autor del famoso (y extrañamente
no reeditado) libro Traffic in Towns, el mayor problema del transporte no está
en las vías, sino en la capilaridad necesaria para la redistribución en sus termi-
nales. Hay que considerar, además, la vigencia para estos flujos de la paradoja

251  política
de Jevons, por cuanto más facilidades para el tráfico conducen a más conges-
tión de las vías ampliadas.
Los puntos de encuentro entre los diferentes modos de desplazarse requie-
ren un diseño cuidadoso para compatibilizar tamaños y velocidades. La huma-
nización de los centros urbanos ha progresado mucho en los últimos tiempos.
Barcos, trenes y aviones se detienen en sus respectivos puertos y en ellos se rea-
liza una transferencia intermodal a otros medios y a otra escala. Desaparecida
la tracción animal, el tráfico motorizado que la sustituyó está en permanente
conflicto con el peatonal. Aceras, pasos de peatones y semáforos fueron las úni-
cas defensas del caminante hasta la adopción de otras medidas de templado del
tráfico, como limitaciones drásticas de la velocidad, badenes y elevaciones de
la calzada, cambios en el pavimento, estrechamientos y otros obstáculos que
dificultan el movimiento de los vehículos. Se trata de lograr que, frente a una
ciudad en la que reine el coche con refugios limitados para el peatón, sea este
el dueño de la vía y el vehículo, cuando se haga necesaria su presencia, deba
moverse con absoluto respeto a la preferencia peatonal.
Otros modos intermedios entre el coche y la marcha a pie se han popula-
142 rizado recientemente. El uso de la bicicleta aumenta con la peatonalización de
los centros urbanos y fuera de ellos tropieza aún con la escasez de vías especí-
ficas seguras. Irrumpe con fuerza el patinete eléctrico. Ambos y el monopatín,
que emplea un sector joven de la población, no están carentes de riesgos, tan-
to para sus usuarios como para los viandantes: todo depende de la velocidad.
En términos generales, frente al predominio absoluto del automóvil, se
ha impuesto una variedad de vehículos ligeros más fácilmente compatibles
con las áreas humanizadas.
En cuanto a la comparación entre el transporte público y el privado, son
innegables las ventajas del colectivo en cuanto a capacidad, ahorro energéti-
co y menor generación de emisiones contaminantes.
Pero el insatisfactorio diseño de estaciones, puertos, aeropuertos y cen-
tros de distribución no es el mayor obstáculo que el gigantismo crecentista co-
loca ante sí mismo.

Limitaciones

El desequilibrio entre producción y capacidad de consumo está en el origen


de las crisis capitalistas desde el principio. En frase de Engels: «La colisión se
hace inevitable cuando la amplitud de los mercados no puede seguir el ritmo
de la ampliación de la producción». Sobrepasadas ahora todas las fronteras,
esa amplitud ya no es ampliable. La geografía impone sus leyes.
Porque a los desequilibrios propios de este modo de producción se aña-
den ahora los límites planetarios, en cuanto a espacio disponible, materiales

251  política
y energía. Por eso las crisis de ahora mismo son una confusa mezcla de sobre-
producción y dificultades para la producción, sobreconsumo y subconsumo.
Una mezcla explosiva que revienta las costuras del sistema.
Cuando a todo este proceso se suma alguna dificultad sobrevenida y cu-
riosamente «no esperada», como la actual crisis sanitaria, muchas de las activi-
dades que alimentan los flujos sufren enormemente y la disminución de esos
flujos repercute en el transporte.
El transporte marítimo, el más eficiente y masivo, está en gran medida pa-
ralizado y con él un proletariado flotante, abandonado a su suerte en cualquier
puerto, mientras se lavan las manos navieros, fletadores y los países en que
en el mejor de los casos recalan los barcos, si no quedan inmovilizados en alta
mar. Escribe Renán Vega Cantor:

Los propietarios de los barcos son preferentemente europeos o japoneses, pero


sus trabajadores son de Filipinas, Bangladesh, China, Indonesia… Estos desem-
peñan los más diversos papeles: cocinan, limpian camarotes, manejan la sala de
máquinas, reparan y arreglan desperfectos. Están sometidos a terribles condicio-
nes laborales, que poco han cambiado en los últimos cinco siglos, porque el mar 143
es un lugar salvaje por sus peligros naturales y porque allí no opera ninguna le-
gislación, y menos laboral. Burlar cualquier disposición se facilita porque existe
un engranaje de ilegalidad consentido en el comercio marítimo, en el que se combinan
el Estado de la bandera del barco, el Estado del puerto, el Estado de origen de
los marineros y el Estado en que está registrada la empresa. En estas condicio-
nes, cuando un proletario flotante quiere reclamar, como dice Rose George, «¿a
quién se dirige, si ha sido contratado por una agencia de mano de obra en Mani-
la, en un barco de propiedad estadounidense, con bandera panameña y contra-
tado por un chipriota en aguas internacionales?».

De 1.200.000 trabajadores empleados en el transporte marítimo, la terce-


ra parte está ahora mismo abandonada en los barcos y otros tantos que debe-
rían sustituirlos también están desempleados, así que el desamparo alcanza a
800.000 trabajadores.
Enorme es también el impacto en el transporte aéreo de pasajeros, aunque
no tanto en el de mercancías, porque es grande el absurdo mercado mundia-
lizado de alimentos perecederos que recorren medio mundo hasta los lugares
de consumo, simplemente porque el coste del transporte lo cubre ampliamen-
te el bajo precio de la mano de obra en los países de origen.
Todo esto ha de variar no tardando mucho, cuando el precio de los com-
bustibles alcance cotas insoportables al agotarse las fuentes. Entonces habrá que
recurrir al consumo de bienes producidos en entornos cada vez más cercanos.
La búsqueda de sustitutos para las energías fósiles lleva a soluciones de
muy corto alcance. Una de ellas es la fractura hidráulica, que ha permitido que

251  política
durante algún tiempo Estados Unidos recupere un puesto importante en la
producción de combustibles, pero a la corta vida de los yacimientos explota-
bles se une que es un negocio ruinoso, posible gracias a enormes inyecciones
de capital público para su prospección y explotación.
Otro tanto ocurre con la «economía del hidrógeno». Parece que hay una
fórmula mágica para obtener más energía de la que se emplea en producirla,
contradiciendo las leyes de la física. Sería un buen ejemplo de perfecta «eco-
nomía circular», otra edición del perpetuum mobile, en contradicción con lo que
enseña la termodinámica:

Un químico alemán en Torres Vedras


hacía macarrones con las piedras;
luego, invirtiendo las operaciones
extraía piedras de los macarrones.

De este modo, el químico alemán


deja las cosas como están…
144
Esta invención, como la del coche eléctrico, no tiene en cuenta los costes
de producción, sino solo los del movimiento del vehículo. En todos los casos,
la obtención y el almacenamiento de energía comportan pérdidas respecto a
la empleada en el proceso completo y requieren materiales que hay que obte-
ner y elaborar (consumiendo energía, naturalmente).
Solamente la naturaleza puede proporcionarla y de dos formas, una de ellas
no renovable: la energía fósil, almacenada durante cientos de millones de años
y consumida en un tiempo un millón de veces más corto; la otra, la renovable,
no está disponible en cantidades comparables y para ponerla a punto se re-
quiere, por el momento, recurrir a la primera. Los molinos hay que fabricarlos
y transportarlos, y para eso hace falta mucha energía… fósil, por ahora.

Síntomas, causas y… ¿soluciones?

¿Por qué se plantean ahora con tanta fuerza los problemas del transporte? En
realidad, no hay un único plano ni única escala espacial y temporal en los que
se manifiestan. Podemos esquematizar sus aspectos en tres campos diferen-
ciables, pero estrechamente relacionados:

• la congestión de las vías y los nudos de encuentro


• la contaminación y el cambio climático
• el agotamiento de las fuentes de energía y materiales

251  política
El primer campo es fundamentalmente sintomático: es el primero que
se percibe y al que se buscan soluciones planificadoras de los espacios, basa-
das en la ordenación del territorio y el urbanismo. Es y ha sido una constante
en todos los tiempos, aunque en las etapas de crecimiento se manifiesta con
mayor fuerza.
El cambio climático es una realidad innegable y difícil de limitar. Aquí es
fácil relacionar el síntoma comprobado con la contaminación que lo causa y,
siendo el transporte la mayor fuente de polución atmosférica, se buscan so-
luciones que limiten las emisiones de gases de efecto invernadero, obviando
que algunas de esas soluciones pueden causar otras contaminaciones. En el
tiempo, su horizonte es impreciso, dada la continuidad del proceso y su rela-
tiva gradualidad.
El último campo permanece oculto para muchos, porque, a diferencia de
los otros dos, es la causa que el sistema capitalista-crecentista no puede digerir. El
sistema, desde luego, puede planificar y ordenar a su manera los territorios,
puede transformar la forma de circular con soluciones tecnológicas más o me-
nos tramposas o efímeras, pero no puede hacer que crezca sin fin la energía
renovable, disponible en tiempo real, que es la solar y sus derivadas eólica e hi- 145
dráulica, porque la fósil almacenada en tiempo acumulado no puede renovarse a
un ritmo suficiente para la escala a la que hemos llegado. Este es, pues, el fac-
tor limitante. Aquí el tiempo tiene un horizonte mucho más preciso y predeci-
ble, pero mucho más indigesto.

El punto de mira

Hay entonces dos puntos de vista y un punto ciego. Como el tema es conflictivo,
la visión cercana pretende resolver lo más aparente, que se ve inmediatamen-
te. En lo que nos ocupa, esto se reduce a una cuestión de ordenación espacial.
Reorganizar viales y espacios, humanizar, peatonalizar…
Entonces, el enfoque es urbanístico. Tradicionalmente comenzaba por
la ordenación general del territorio, descendiendo a la de las ciudades hasta
llegar a los estudios de detalle. Esto ocurría cuando se pensaba en términos
crecentistas, de nuevos desarrollos. Todavía esta estructura que quiere man-
tenerse sigue hablando de relanzar esos procesos. Conservar lo que hay, dan-
do un nuevo impulso a la máquina, en cuanto sea posible de nuevo y mientras siga
siéndolo. Esto o es retórica, o es engaño.
En el segundo abordaje, la degradación del medio ambiente y la pérdida
de biodiversidad son evidentes, pero las soluciones, basadas casi siempre en
buenas palabras y buenas intenciones, en la práctica se aplazan sine die. Mien-
tras tanto, se pone énfasis en la humanización de las ciudades, que en la práctica
solo se aplica a los centros urbanos, porque el tejido territorial es demasiado

251  política
amplio y los grandes escenarios escapan en la práctica al presentismo que go-
bierna el escenario del capital.
Dejo para el final la tercera visión, la más conflictiva y pudorosamente
oculta.

Punto de vista del diseño

Tomado del artículo «Transporte y movilidad, claves para la sostenibilidad»,


de Luis M. Jiménez Herrero:

La movilidad sostenible

• Mejora y coordinación de las redes de transporte colectivo.


• Liberación de espacio viario para su uso por los vehículos del transpor-
te colectivo.
• Mejora de las estaciones y terminales del transporte colectivo para au-
146 mentar su atractivo.
• Mejora de la imagen pública del transporte colectivo y de sus cualida-
des sociales y ambientales.
• Reducción del consumo energético, de las emisiones contaminantes y
del ruido producido por los vehículos del transporte colectivo.

La accesibilidad sostenible

Creación de proximidad
• Acercamiento/descentralización de las grandes unidades de servicios y
equipamientos hasta el radio de acción de las personas andando o de
la bicicleta.
• Recuperación de la habitabilidad integral del conjunto o de partes del
tejido urbano, con el fin de evitar la especialización en alguno de los
usos y la expulsión del resto.
• Rehabilitación/creación de alguna de las funciones urbanas (empleo, co-
mercio, zonas verdes y de esparcimiento) en piezas concretas de la ciudad,
con el fin de eludir su satisfacción a través de desplazamientos lejanos.

Incremento de la accesibilidad peatonal y ciclista


• Promoción e incentivos para los desplazamientos andando y en bicicleta.
• Creación de redes de itinerarios peatonales y ciclistas.
• Supresión de barreras para peatones y ciclistas.
• Rehabilitación cultural de los desplazamientos peatonales y ciclistas.

251  política
La visión del ecologismo

Ecologistas en Acción llega a estas conclusiones sobre las cuentas ecológicas


del transporte:

•  Gran incremento de la movilidad de personas. […] En veinte años se ha pro-


ducido un incremento en los kilómetros por habitante superior al 50 % […]
asentado principalmente en el automóvil y el avión, los dos medios con ma-
yores impactos socioambientales […].
•  Fuerte aumento del trasiego de mercancías. […] Los años de expansión econó-
mica estuvieron directamente correlacionados con un fuerte incremento […].
•  Un 40 % de las emisiones de gases de efecto invernadero son imputables al
transporte. […] Las emisiones de gases de efecto invernadero debidas al trans-
porte […] llegan hasta el 40 % si […] se contabilizan las emisiones generadas
en todo el ciclo de vida de los medios de transporte, y no solo en la fase de
desplazamiento.
•  Avión y automóvil, los más despilfarradores. […] El automóvil sigue siendo
el medio más ineficiente en áreas urbanas y metropolitanas. 147
•  Gran ocupación de suelo. El suelo transformado para permitir el desplaza-
miento de vehículos en todo el Estado equivale a 820.000 campos de fútbol
—una superficie mayor que la de la Comunidad de Madrid—, de los que la
mayor parte (más del 90 %) corresponde al requerido para el transporte por
carretera.
• El automóvil, el más caro […].

La clave de la insostenibilidad

Finalmente, llegamos al secreto (y es ya un secreto a voces, aunque sea uno de


esos temas de los que no hablamos). Todos los problemas del transporte, como
de la producción en general, se asientan en dificultades energéticas insalvables,
aunque confluyan otras variables, también asociadas al modelo crecentista.
Antonio Turiel es un investigador del CSIC especializado en el tema ener-
gético. Dada su larga experiencia, me remito a su blog The Oil Crash. De sus
muchos artículos publicados, he seleccionado unos pocos:

•  Sobre el tiempo que se nos echa encima: «El legado de Santa Bárbara».
•  Sobre la economía del hidrógeno: «La fiebre del hidrógeno».
•  Sobre el coche eléctrico: «El coche eléctrico, un grave error» y «Usted va a pa-
gar el coche eléctrico, aunque nunca tenga uno».  

251  política
Bibliografía

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Sanz, Alfonso: Movilidad y accesibilidad: un es- análisis comparativo. https://www.ecolo
collo para la sostenibilidad urbana. http:// gistasenaccion.org/wp-content/uploads/
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Publica/Ficheros/fic6.pdf crashoil.blogspot.com/2010/06/el-coche
RFL: Transporte marítimo y ecología. https:// -electrico-un-grave-error.html
rflcargo.com/transporte-maritimo-y — Usted va a pagar el coche eléctrico. https://
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Vega Cantor, Renán: El interminable sufri- -va-pagar-el-coche-electrico.html
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livariana. https://prensabolivariana.org/
2021/02/26/el-interminable-sufrimiento
-del-proletariado-flotante/
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wikipedia.org/wiki/Colin_Buchanan_
(town_planner)
— Informe Buchanan sobre el tráfico en las ciuda-
des. https://en.wikipedia.org/wiki/Traffic
_in_Towns

251  política
La economía circular,
una reflexión desde la
izquierda ecosocialista
Xabier Pombo
Corresponsable de la Red de Economía Circular y Residuos de IU

La economía circular: la nueva moda


de la que todos hablan

¿ Es la economía circular una nueva moda de la que todos hablan? ¿Es la eco-
nomía circular un mero argumento de marketing para las empresas, grandes
o pequeñas? ¿Es la economía circular un nuevo mantra carente de contenido,
149

pero que todos añaden a los títulos de sus informes en la batalla por alcanzar
subvenciones públicas? ¿Es la economía circular una nueva moda ecoverde
que viene a llenar nuestras bolsas de la compra?
La ya manida idea de que debemos cambiar la forma en la que se produ-
ce y consume de una economía lineal a una circular hoy ya no es suficiente.
En una Europa en la que cada uno de nosotros consumimos catorce toneladas
de materias primas al año, el modelo lineal de consumo hacía que estas ter-
minasen perdidas y desperdiciadas en vertederos o incineradoras, muchas de
ellas tras un brevísimo tiempo de uso. El nuevo tiempo, en el que producción
y consumo implican compartir, alquilar y reutilizar, reparar, renovar y reciclar
materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear
un valor añadido y de esta forma extender el ciclo de vida de los productos, si
bien es un buen comienzo, ya no es suficiente.
Lo cierto es que tristemente la economía circular es todo eso, pero tam-
bién es mucho más, es una oportunidad que tiene un planeta superexplota-
do de dejar de serlo, es una oportunidad para el ahorro de materias primas, es
una nueva forma de pensar, organizar, diseñar y producir en la empresa. Es una
oportunidad para un cambio de modelo no solo de producción, sino también
de relación laboral. Es, en definitiva, una oportunidad que, si sabemos tener
una mirada distinta, podría ser un elemento de cambio en lo empresarial, pero
sobre todo en lo social y por supuesto en lo medioambiental.
El modelo capitalista nos ha llevado a vivir como si dispusiésemos de
1,75 planetas para consumir; eso se traduce en que al llegar agosto ya hemos

251  política
consumido lo que podríamos consumir en todo el año en cuanto a materias
primas. ¿Y esto cómo es posible? Si consumimos más es porque lo tenemos,
claman los incrédulos del cambio climático. Lo cierto es que una parte de la
población del planeta consume muy por encima de las posibilidades de este,
mientras empobrece y explota a la mayoría del planeta y de las personas. Ade-
más de lo cual, los recursos y las materias primas son cada vez más escasos y
su extracción es más costosa; esto ya no es discutible, porque así lo aseguran
los mismos defensores del modelo capitalista, su extracción nos cuesta más
y no solo en términos económicos y ecológicos, sino también por las crueles
guerras que generamos para su control y producción.

La economía circular: una política central


para la Unión Europea

Si bien para la Unión Europea es una iniciativa emblemática, no podemos dejar


de identificar que las políticas de la Unión Europea sobre el tema están desti-
150 nadas meramente y en palabras textuales a «mejorar los resultados económi-
cos al tiempo que se reduce el uso de los recursos»; esto define desde el primer
momento un fin meramente economicista y genera una situación claramen-
te contrapuesta en una economía de libre mercado, donde el interés empre-
sarial siempre prevalece: los resultados económicos frente a la explotación de
los recursos naturales.
Otro fundamento para la Unión Europea respecto a la economía circular
es «identificar y crear nuevas oportunidades de crecimiento económico e impul-
sar la innovación y la competitividad de la Unión Europea»; está claro que para
quienes defendemos el ecosocialismo esta frase es en sí misma un ataque a la
sostenibilidad del planeta que, si la unimos a la siguiente afirmación de la Unión
Europea —«garantizar la seguridad del suministro de recursos esenciales»—, nos
encontramos ante el continuo cóctel explosivo del capitalismo sobreexplotador,
ya que sabemos que no existe crecimiento posible donde los límites de consumo
de materias primas se han superado hace tiempo. Sabemos que garantizar los re-
cursos esenciales desde el modelo neoliberal capitalista significa la explotación
de recursos a cualquier precio; la creación de guerras por las materias primas y la
explotación de pueblos, llevados incluso a la esclavitud, con tal de mantener el
poder sobre las ansiadas materias primas. Y cómo no, «luchar contra el cambio
climático y limitar los impactos medioambientales del uso de los recursos». Está
claro que esta declaración dentro de los fundamentos de la Unión Europea, que
compartimos muchos, es un oxímoron cuando lo que se prioriza, tal como he-
mos comentado anteriormente, es el crecimiento económico y la competitividad.
Lo cierto es que cuando la Unión Europea nos habla de «una estrategia
destinada a convertir a la Unión Europea en una “economía circular” basada en

251  política
una sociedad del reciclado a fin de reducir la producción de residuos y utilizar-
los como recursos» no esconde que lo que hay detrás es una evidencia funda-
mental: los recursos necesarios para el sostenimiento de la economía europea
no solamente son escasos, sino que mayoritariamente son importados de ter-
ceros países ajenos a la Unión Europea. Es este y no otro el principal proble-
ma que pretende paliar la Unión Europea.
Empezamos a adentrarnos en la tormenta perfecta de la crisis de las ma-
terias primas esenciales. Hoy ya nadie pone en entredicho la crisis del petró-
leo como fuente principal de energía que mueve el planeta y todos nos hemos
visto inmersos en la loca carrera sobre las fuentes renovables de energía como
la solución a la misma. Pero ¿es esto cierto? Sí, en parte, pero no si analizamos la
cantidad de materias primas necesarias para realizar un cambio de fuente de
energía sin realizar a la vez un cambio de modelo económico y de vida.
Pongamos un ejemplo: los coches contaminan y los diésel más, afirmación
que hemos oído todos y que ha producido no pocos problemas en el sector del
automóvil. Pues bien, la solución desde la economía tradicional, dominada por
el capitalismo de mercado, es generar una nueva necesidad: cambiemos de co-
che, un nuevo flamante y sostenible coche eléctrico o híbrido. Pero, si analiza- 151
mos la «solución», nos daremos cuenta de que cambiar la flota de coches actual
contaminante a una flota «limpia» requiere una gran cantidad de materias pri-
mas, sobre todo de materias primas esenciales que en la actualidad son difíciles
o caras de conseguir, cuando no insuficientes para las necesidades requeridas.
Como ya hemos indicado, esta y no otra es la preocupación de la Unión
Europea en cuanto a economía circular: la falta de materias primas para se-
guir produciendo de más, para consumir de más, y para que ello sea posible se
han tomado una serie de medidas en las que se basarán las principales políti-
cas de la Unión Europea: residuos, recuperación de materiales, obsolescencia
programada. Estas y otras medidas de las que en algún momento podemos lle-
gar a afirmar: «Si solo se cumpliesen estas medidas, mejoraríamos algo». Pero,
tristemente, ni las medidas son suficientes ni tan siquiera estas son aplicadas
por los países miembros; sobradamente conocidas son las multas que nuestro
país recibe de la Unión Europea por no cumplirlas o la reciente demanda con-
tra el gobierno por parte de organizaciones medioambientalistas por no cum-
plir los mínimos exigidos en gestión de residuos para el 2020.
Además, en relación con las materias primas, hay que tener en cuenta al-
gunos elementos que son esenciales para poner en marcha las energías ver-
des del futuro, como son las denominadas «tierras raras».1 Se denominan así
una serie de materias primas esenciales para el desarrollo de las nuevas tecno-

1  Datos extraídos de Límites minerales de la transición energética, de Alicia Valero Delgado, Ins-
tituto CIRCE, Universidad de Zaragoza.

251  política
logías y las energías renovables. Podemos encontrarlas en la iluminación con
LED, vehículos, electrónica y en las eólicas. Su producción se ha multiplicado
por siete en los últimos cuarenta años. Esas tierras raras no son especialmen-
te extrañas en la naturaleza, aunque requieren mucha energía para poder ob-
tener los elementos que contienen por separado.
Otro de los problemas para Europa es que un 80 % de su producción es
china y este país limitó drásticamente sus exportaciones a 24.000 toneladas,
frente a la demanda exterior, que se cifró en unas 55.000-60.000 toneladas. Pe-
riódicos como el Wall Street Journal o el Financial Times ya alertaron de que «al
controlar la llave de la exportación, China llegará a controlar el desarrollo glo-
bal de las nuevas tecnologías sostenibles».
Como se puede ver, para Europa es imprescindible la recuperación de es-
tos minerales esenciales, entre otros, ya que cuanto más se recupere menos
se dependerá del exterior, porque tristemente Europa depende en cuestión de
materias primas del exterior.

152 Cómo definir la economía circular desde la izquierda

Para la Unión Europea, la economía circular es un «concepto económico» que


se «interrelaciona con la sostenibilidad, y cuyo objetivo es que el valor de los
productos, los materiales y los recursos (agua, energía…) se mantenga en la
economía durante el mayor tiempo posible, y que se reduzca al mínimo la ge-
neración de residuos».
La izquierda debe ir más allá y definir la economía circular como el con-
junto de medidas que nos permitan generar una sociedad más acorde y respe-
tuosa con el medio ambiente, siendo este el fin y no el meramente económico,
y desarrollando un modelo en el que, si bien todo lo que se diseñe para la uti-
lización personal o colectiva esté pensado en parámetros de durabilidad, reu-
tilización y reciclaje de todos los componentes, hagamos especial hincapié en
la forma de consumir actual y modifiquemos el concepto mismo de personas
consumidoras por el de usuarias.
Los y las consumidoras son un producto del capitalismo que hace que
consumamos lo que no necesitamos y consumamos de más para producir de
más, incluso si lo que se produce no llega jamás a consumirse. Sin embargo, la
persona usuaria es consciente y está formada: utiliza un producto cuando lo
necesita y no siente la necesidad de acaparar productos de forma innecesaria.
Esto requiere un cambio de modelo y un cambio en las costumbres, algo
que muchos dirán que es imposible, pero las costumbres cambian rápidamen-
te cuando hay interés. Algunos todavía recordamos cuando llevábamos las bo-
tellas vacías a la tienda y esta nos devolvía un dinero, o bien no nos cobraba el
nuevo casco. Esto cambió rápidamente cuando el capital se dio cuenta de que

251  política
generar un consumo lineal en el que no hace falta devolver el casco no solo era
más rentable, porque ya no necesitaban embotelladoras cercanas al punto de
consumo y por tanto se lo ahorraban generando grandes fábricas en un país y
distribuyendo para todos, sino que además se producía más, ya que, al no re-
tornar los cascos, se hacía necesario fabricar nuevos cascos, la perfecta cuadra-
tura del círculo capitalista. Este es uno de los muchos ejemplos en los que las
«costumbres» se han ido modificando y no nos hemos dado cuenta. Como se
ve, las costumbres se cambian fácilmente cuando al capital le interesa.
El problema al que nos enfrentamos desde la izquierda es sencillo, pero su
resolución es compleja: producimos productos para los cuales se precisan mate-
rias primas, pero esas materias primas son finitas; por tanto, el modelo produc-
tivo tiende a un colapso, ya que sin materias primas no hay producción. Así de
sencillo, consumimos más de lo que tenemos porque el modelo capitalista pro-
duce de más para consumir de más, y esto es así porque este modelo ha conver-
tido a la ciudadanía en personas consumidoras.
Es, por tanto, fundamental que el nuevo modelo comience por generar per-
sonas usuarias y no consumidoras. Un usuario no se ve impelido a consumir sin
control, un usuario utiliza lo que necesita en un momento determinado para cu- 153
brir una necesidad y, sobre todo, no necesita la propiedad del producto, solo poder
utilizarlo durante el período determinado en el que lo precisa. Un ejemplo bási-
co: la mayoría tenemos un taladro para hacer cuatro agujeros al año. ¿Es necesa-
rio comprar un taladro, si podemos pedirlo, utilizarlo y devolverlo? Está claro que
no. Por tanto, es irrefutable que el paso de personas consumidoras a usuarias solo
nos aporta un mayor bienestar. Y sobre todo un menor uso de recursos esenciales.
Este nuevo modelo requiere algo que será difícil de entender incluso para
algunos miembros de la izquierda. Requiere de un consenso sobre qué es lícito
producir y qué no; qué es esencial para la vida de la sociedad en su conjunto; qué
elementos son imprescindibles y por tanto susceptibles de ser producidos y cuáles
no suponen un aporte para la sociedad y por tanto es innecesario gastar energía y
materias primas en ellos. Pongamos otro ejemplo de lo que podemos ver innece-
sario: la fabricación de armamento. ¿Es necesario gastar miles de millones de di-
nero, generalmente público, en armamento que solo sirve para producir muerte
y opresión? La mayoría creo que afirmaremos que no. Pero pongamos otro ejem-
plo que será más controvertido: ¿es necesario producir coches para todo el mun-
do? No debería ser necesario y no lo sería en una sociedad en la que se priorice el
transporte público, con un modelo distinto de ciudad, donde las empresas no se
encuentren separadas de las tramas urbanas y por tanto no requieran grandes tras-
lados de población a las afueras, una ciudad donde las zonas de compra vuelvan
a estar diseminadas por los barrios y no alejadas de ellos en grandes superficies.
Por supuesto, habrá que tener un mínimo de vehículos destinados a servi-
cios públicos esenciales e incluso los necesarios para traslados ocasionales,
pero estos no tienen por qué ser en propiedad, porque el espejismo capita-

251  política
lista de resolver el problema de la contaminación mediante el coche eléctrico
no se sustenta, ya que no hay materias primas suficientes para la generación
de baterías. Necesitamos vehículos eléctricos, pero también está claro que re-
quieren una planificación en la que se cubran los servicios públicos y esencia-
les, y sobre todo un refuerzo de los servicios públicos en movilidad sostenible.

Aplicación de la economía circular


en el ámbito empresarial

Es fundamental que la industria pase por una nueva remodelación en las for-
mas y en los objetivos que adapte sus formas de hacer en el consumo y las
formas de vender sus mercancías para cambiar de un modelo depredador del
medio ambiente y explotador de las personas a un nuevo modelo en el que las
materias primas vuelvan a ser parte de los ciclos productivos una vez termina-
da la vida útil de los productos, un modelo circular que requiere de un cambio
no solo en las formas, sino en las mentalidades industriales. Para que esto sea
154 una realidad, es imprescindible que todos los productos estén diseñados des-
de el primer momento para ser reutilizados en un futuro o reciclados en cada
uno de sus componentes de una forma sencilla. También se debe monitorizar
y medir el consumo de recursos incluyendo las huellas de suelo, agua, gases
de efecto invernadero y materiales para lograr ser sostenibles con el planeta.
Es necesario desarrollar leyes y normativas que definan claramente qué
es economía circular y qué es marketing no solo para definir cómo se diseñan
los productos, sino también cuánto deben durar, y acabar con la obsolescencia,
otra lacra del capitalismo. Fue una mera decisión de un grupo de empresas que
el 23 de diciembre de 1924 decidieron que las bombillas duraban demasiado y
que había que hacer que fallasen para poder vender más; así «vio la luz» esta
lacra que según algunos cálculos nos cuesta, de media, entre 40.000 y 50.000
euros por persona a lo largo de nuestra vida.
Existen diferentes tipos de obsolescencia en los que todos reconoceremos
haber caído. La obsolescencia de función, cuando un producto es sustituido
por otro con capacidades y características superiores. Es decir, la misma línea
de dispositivo con capacidades superiores al anterior. La juventud lo recono-
cerá rápidamente en el caso de los móviles o las consolas. La obsolescencia de
calidad se nos aplica cuando el producto debe ser cambiado por mal funcio-
namiento. Por lo general, el mal funcionamiento es programado por el mismo
fabricante con el fin de forzar su renovación a las personas que consumen el
producto electrónico. Estaréis pensando en esa impresora o esa tostadora que
no sabes por qué dejó de funcionar. La más lesiva, probablemente, es la obsoles-
cencia de deseo, cuando se sustituye un dispositivo electrónico por cuestiones
de moda. Esta es la más común y, a pesar de que el producto es completamen-

251  política
te funcional, se persuade a las personas para que adquieran el nuevo modelo,
motivando su sustitución. También es aplicable a la ropa e incluso a los vehícu-
los: cambiamos o tiramos productos por pura moda.

Decrecimiento o ecofascismo

La imperiosa necesidad de decrecer es algo no solo innegable, sino que se va a


dar queramos o no. El debate, pues, es cómo se hace, cómo se articula y quién
y para qué se decrece.
Es evidente que, si no existen materias primas suficientes para continuar
con la depredación del planeta, algo debemos cambiar. Existe una coletilla
muy utilizada por economistas, empresarios, sindicalistas y políticos, que es
el «desarrollo sostenible»; si bien esto en sí es un oxímoron, porque no pue-
de haber desarrollo que no implique quebrantar la sostenibilidad del planeta;
por tanto, es mucho más adecuado que hablemos de decrecimiento sosteni-
ble o de decrecimiento sin más.
Cuando mentamos la palabra «decrecimiento», los economistas capita- 155
listas se echan las manos a la cabeza y comienzan la perorata de «Estos nos
quieren llevar a la prehistoria». Ya hubo un político vasco que dijo que sin la
central nuclear de Lemoiz estábamos condenados a comer solo berzas en Eus-
kadi. Pues bien, la central no se hizo y la mayoría de la gente come e incluso
se ilumina. Pero las personas en general no comparten el concepto: «¿Cómo
voy a decrecer, si llego justo a fin de mes?». Por tanto, creo que es importante
definir quién, cómo, dónde y cuándo hay que decrecer y, sobre todo, debemos
tener claro que lo fundamental es quién decide sobre quién decrece, ya que,
si entre todos y todas decidimos las formulas éticas del decrecimiento, este se
hará de una forma sostenible para la sociedad y el planeta; de lo contrario, las
élites decidirán por nosotros y eso significa más recortes para las clases popu-
lares y opulencia de unos pocos.
Decrecer es imperioso, no solo vale con reutilizar y reciclar, porque el sis-
tema capitalista es depredador y solo un cambio radical puede hacer viable la
vida del ser humano en el planeta. Es necesario que trabajemos todos los as-
pectos de la economía circular, pero no en los parámetros económicos de la
Unión Europea, que son los del capital; es fundamental tener una mirada des-
de la izquierda ecosocialista basada en el respeto al medio natural en el que vi-
vimos, basada en una profunda planificación de lo esencial en el reparto justo
de los recursos y en una vida en la que tengamos en cuenta que lo que nosotros
utilizamos no puede apoyarse en la explotación de otros ni en la explotación
de recursos naturales de forma innecesaria. La nueva revolución viene de la
mano de una naturaleza que se rebela contra la sobreexplotación del planeta.  

251  política
Juventud Reclusa, publicación hecha a mano por las mujeres presas
en la cárcel de Ventas (Madrid, 1946).
Nuevos modelos de ocio
y cultura
Amadeu Sanchis
Raúl Febrer
Red de Activistas de la Cultura de Izquierda Unida

L a relación que se da entre ocio y cultura en nuestra sociedad capitalista vie-


  ne marcada por una relación dependiente del beneficio económico, solo
roto cuando son las administraciones públicas las que intervienen en ayuda
157

de la cultura o directamente en su rescate, como estamos viendo durante la


crisis actual.
Desde la izquierda, los nuevos modelos de ocio y cultura deben venir cla-
ramente marcados por una preponderancia de esta última. Solo así la perspec-
tiva mercantilista no será preponderante y las relaciones laborales que se den
en esos nuevos modelos no estarán basadas en la temporalidad y la precarie-
dad, tan presentes hasta ahora cuando hablamos de cultura.
Es importante destacar que, para la izquierda, y así lo entiende el actual
gobierno de coalición, la cultura debe ser vista como un sector estratégico en
sí mismo, independientemente de su relación con el ocio, ya que esta puede y
debe ser tanto un motor económico como (y esta es la clave del debate) el vec-
tor educativo sobre el que basar una democracia avanzada.
Nuestra perspectiva nos lleva a hablar de cultura inclusiva, desde la cual
debemos hacer una clara distinción entre esta y el término tan de moda en nues-
tros días, «ocio inclusivo». Esta distinción entre cultura y ocio, que es necesa-
ria y, por qué no decirlo, imprescindible para un claro posicionamiento de qué
tipo de cultura queremos y para qué, debería tenerse en cuenta para todo tipo
de cultura, pero especialmente para su especificidad en materia de inclusión.
De unos años hasta ahora, se habla de ocio inclusivo, del derecho de to-
dos a disfrutar del ocio, y es necesario, no cabe la menor duda, pero es aún más
necesario si este derecho se aborda desde la cultura como concepto. El ocio es
entendido como lo que hacemos en nuestro tiempo libre, inicialmente desde
nuestra libre elección.

251  política
Por el contrario, la cultura es algo mucho más amplio, es un ejercicio de
aprendizaje a través de nuestros sentidos, es la punta de lanza desde la que dar
forma a nuestros ideales. Entendido esto último, no se puede pensar en una
cultura educativa y formativa y al mismo tiempo no resaltar el hacerla accesi-
ble, de una manera real y tangible, para todos y todas.
Ahora vayamos con el segundo binomio del concepto «cultura inclusiva».
Empecemos por lo más básico: ¿qué es la inclusión? Si nos limitamos a
su definición, según la RAE es la acción de incluir. Y ¿qué es incluir? Pues, se-
gún la RAE, poner una cosa en el interior de otra o dentro de sus límites. Es
decir, en cierta forma, hacer de dos cosas una sin que ambas pierdan sus carac-
terísticas. Si pensamos en la vida de la palabra, podemos encontrar que apare-
ce asociada a la pedagogía como concepto teórico que surge en torno a 1990 y
viene a sustituir a «integración».
La diferencia entre lo uno y lo otro es que en la integración es la persona
que tiene características diferentes la que se tiene que adaptar, mientras que
en la inclusión se cambia el sistema para incluir a todos. Por eso la relación de
la cultura con nuevos modelos de ocio se hace compleja, si queremos ir más
158 allá de su mero consumo, que, sin restarle la importancia que tiene en apoyo a
los y las profesionales de la cultura, se queda corta en la concepción del cam-
bio social que buscamos los y las comunistas.
La integración a través del ocio es, pues, una pata más del paternalismo
de clases. Y si nos vamos más atrás en el tiempo, todo aquel que no cumplía
con lo esperado, con lo marcado, simplemente era excluido, a menos que ofre-
ciera espectáculo, divertimento.
Pudiéramos pensar que ese paso histórico significó un cambio estable
para acabar con esa exclusión social de la que hablamos, pero por desgracia la
respuesta es negativa.
La cultura sigue siendo en muchas ocasiones una cultura de clases. Una
cultura que no llega a todos y todas. No cabe duda de que es un fruto del capi-
talismo y su cultura. Y aquí enlazamos con la diferencia que hacíamos al prin-
cipio, la cultura capitalista apuesta por un ocio vacío de ideas, de finalidad
transformadora, con un envoltorio innegablemente atractivo para su consumo
masivo, pero ajeno al compromiso social crítico que se le espera.
La dependencia de la cultura de la iniciativa privada ha privado en mu-
chos casos una libertad de acción política, al hacerla dependiente. Pero tam-
bién es cierto que una ayuda pública desmedida puede ser una tentación de
manipulación y control ideológico que vuele por los aires el necesario plura-
lismo creativo sin censuras ni cortapisas de ningún tipo, como ocurre en las
dictaduras y regímenes autoritarios.
Lamentablemente, en el Estado español la administración pública no ha
hecho de la inversión cultural una de sus prioridades, más allá de una inver-
sión deficiente en red de bibliotecas o museos. La creación ha quedado en ma-

251  política
nos no del artista, sino de contratos privados relacionados con los beneficios
económicos a obtener. Bien sabemos que, cuando la administración no da res-
puestas adecuadas, la fragilidad de los trabajadores y las trabajadoras se acre-
cienta y la cultura desde una perspectiva inclusiva no iba a ser una excepción.
Es por todo ello que desde la izquierda debemos plantear la cultura como
un elemento coeducativo cuya relación con el ocio no tenga una base consumis-
ta capitalista, sino más bien alternativa, aunque se den obviamente relaciones
económicas y laborales entre ambos, siendo probablemente uno de los pocos
sectores donde la relación entre lo público y lo privado es necesaria siempre.
Esto no quita que la cultura deba ser considerada como un sector estratégico
de la economía, pero con un trato y consideración diferentes de otros secto-
res como la industria o el transporte.
Para el PCE, la cultura ha estado dentro de la batalla ideológica, y así lo
teorizamos y lo llevamos a la práctica durante la lucha contra la dictadura a
través del concepto creado por Santiago Carrillo de la alianza entre las fuerzas
del trabajo y de la cultura, que desarrolló ampliamente en 1967 en Nuevos en-
foques a problemas de hoy. La importancia de esta nueva alianza en la lucha por
el socialismo se evidenció en los debates que se abrieron en el partido y apa- 159
recieron en varios números de la revista Revolución y Cultura, y fue ratificada
como línea de trabajo en el VIII Congreso del PCE. Esta estrategia sería clave
en el crecimiento del partido entre nuevos sectores profesionales y se ha man-
tenido en el tiempo, adaptándose a los ciclos del capitalismo actual.
Esa visión de la cultura y de sus activos profesionales ha tenido como ob-
jetivo una dignificación de la misma, a la vez que construir una alternativa a la
salida reaccionaria a la crisis capitalista de nuestro país, primero en 2011 con
la llegada del PP al gobierno central y después frente a la amenaza constante
de un PP radicalizado en unión con la extrema derecha contra el gobierno de
coalición entre Unidas Podemos y el PSOE.
Con el nuevo gobierno cobra, por tanto, más sentido, si cabe, una rela-
ción no consumista entre la cultura y los modelos de ocio que pueden surgir a
través de la misma. Es momento de reivindicar, pues, una acción política que
defienda que la cultura no quede reducida a unas instituciones privadas, don-
de solo pueda acceder una élite, sino como un derecho garantizado por parte
de las administraciones públicas. Una política que defienda que no deben es-
catimarse esfuerzos ni presupuesto para apoyar cuantas iniciativas permitan a
los creadores y creadoras acercar su obra a la ciudadanía, muy especialmente
a las clases trabajadoras, muy a menudo despreciadas como público potencial.
El soporte de la administración se convierte así en algo fundamental para
el plural mundo de la cultura, haciéndose eco de las demandas de los creadores
y creadoras, así como del conjunto de trabajadores y trabajadoras de la cultu-
ra que realizan tareas técnicas o administrativas fundamentales para el desa-
rrollo de la misma.

251  política
La importancia del momento es tal que desde IU recogemos y hacemos
nuestras las reivindicaciones de programadores culturales, productoras, edito-
riales, sindicatos de actores y actrices, asociaciones de promotoras, así como
otras a título individual. Todas ellas han quedado reflejadas en los programas
sectoriales y de gobierno, así como en el programa marco autonómico y mu-
nicipal. Y lo más importante, en las medidas para configurar un escudo social
de ayuda a la cultura ante la pandemia.
Precisamente en un momento tan complicado como el actual, pensamos
que hay que centrarse en cómo la covid-19 ha sacado a la luz la relación perni-
ciosa entre cultura y los modelos de ocio basados exclusivamente en el beneficio
rápido, sin consolidar una industria potente, capaz de aguantar el envite que la
pandemia le ha lanzado. De hecho, podemos afirmar sin temor a equivocarnos
que el mundo de la cultura ha sido uno de los más duramente golpeados por la
crisis sanitaria provocada por la pandemia del coronavirus, precisamente por
esa dependencia del consumismo y unas ayudas públicas poco constantes en
el mejor de los casos, a pesar de que este sector está incluido, paradójicamen-
te, entre los más frágiles de cuantos existen en el sufrido tejido productivo es-
160 pañol. En nuestro país, la cultura siempre ha tenido que lidiar con aquello de
que su consumo debe ser gratuito o barato, como algo accesorio a nuestras
vidas, malviviendo de espaldas a la importancia que se le da en otros países.
Es por ello por lo que, desde nuestro punto de vista, el actual gobierno,
que desde un principio ha demostrado tener una especial sensibilidad para con
la cultura, ha de continuar ampliando el plan de choque elaborado hace ahora
un año, para que realmente sea capaz de paliar los efectos devastadores que la
postpandemia está teniendo en todos los sectores de la cultura.
Como en tantas otras ocasiones, las crisis desatan las paradojas del capi-
talismo y de aquellos que más lo defienden. Estas aparecen de manera descar-
nada cuando queda claro que solo la ayuda estatal puede taponar una sangría
de empleos y una crisis estructural. Por eso hay que aprovechar la situación
que la crisis nos ofrece para introducir cambios en los hábitos de consumo cul-
tural que dejen de perpetuar la precariedad como hasta ahora, así como su ale-
jamiento de las opciones de ocio de la clase trabajadora. Los nuevos modelos
de ocio deben descansar, pues, con la cultura como base en su conjunto, ela-
borada desde la coordinación del conjunto de asociaciones del sector con el
objetivo de implementar ayudas a desarrollar por comunidades autónomas y
ayuntamientos. Hay que lanzar el mensaje de que las instituciones públicas se
comprometen a hacer de la cultura un sector estratégico real de nuestra eco-
nomía y nuestra sociedad.
Es necesario hacer efectivas las ayudas y aligerar su tramitación adminis-
trativa, si realmente queremos que el sector privado colabore con lealtad con
el público y este, a su vez, pueda sentar las bases de un nuevo modelo de rela-
ción entre ocio y cultura, sobre todo si recordamos que las pérdidas fueron el

251  política
año pasado de 950 millones de euros, con un 53 % de despidos. El sector más
castigado fue el de la música y las artes escénicas, que depende muchísimo de
los eventos en directo, seguido del sector audiovisual.
Para eso es importante que de una vez por todas se proceda a un cambio
de las relaciones laborales en el mundo del ocio con base en la cultura, ya que
es importante recordar que el trabajo de la mayoría de l@s artistas y, por tan-
to, del personal técnico, auxiliar, tiene un carácter intermitente, lo que acaba
siendo un problema a la hora de poder crear un mínimo de estabilidad labo-
ral en el sector.
El plan de choque aprobado por el Ministerio de Cultura, coordinado con
las consejerías y concejalías de cultura, es una oportunidad de oro no solo para
convertir la cultura en ese sector clave tantas veces reclamado, sino para demos-
trar a creador@s, conciertos al aire libre o en salas de conciertos, bares musicales,
medios especializados, espacios escénicos, librerías, promotoras, editoriales y
discográficas o salas de exposiciones que la subsistencia será cosa del pasado.
A pesar de ser frecuentemente reivindicado, el concepto de cultura de An-
tonio Gramsci debería servirnos para acercarnos más a la realidad de las per-
sonas que, de una manera u otra, están vinculadas al mundo de la cultura. Si 161
el fundador del Partido Comunista Italiano afirmaba que la cultura era «la po-
tencia fundamental de pensar y de saber dirigirse en la vida», la evolución de
las sociedades capitalistas, desde de 1945, amplían y hacen más complejo aún
este concepto, a partir de la irrupción de una cultura de masas que a su vez
tiene ribetes contraculturales, como sucederá con la eclosión del rock and roll
y del pop art.
Imposible que dicha cultura de masas resultara ajena a los ataques invo-
lutivos del neoliberalismo; por el contrario, será presa de una industria voraz
que a la vez crea un público consumidor que se desentiende de los trabajado-
res y trabajadoras del sector.
Si nos centramos en las medidas tomadas para el retorno paulatino de las
actividades culturales, observaremos que, incluso para las autoridades sanitarias,
hay una justificada preocupación en velar por la salud del público, pero una es-
casa referencia a esa misma salud de los profesionales del sector, que es lo que
ha provocado un debate encendido sobre los destinos de las ayudas públicas.
Por ejemplo, en el caso de las artes escénicas los coreógrafos quieren ga-
rantizar la seguridad de los trabajadores que se encuentran encima del escena-
rio, difícil de preservar con unas actuaciones en permanente movimiento; por
no hablar de la seguridad en el backstage, con camerinos que no resistirían ya
de por sí una inspección de sanidad.
La cultura, al haberse profesionalizado, debe ser vista también como un
campo de batalla laboral. Así, aunque no suele tenerse en cuenta, hay claras
diferencias entre trabajador@s y empresa, donde l@s primer@s apuestan por
que se mantengan los ERTE, mientras que los segundos solo los aceptan si el

251  política
Estado les cubre pérdidas y negocia devoluciones de abonos y entradas. En
este sentido, hay que recordar que el IVA cultural del 21 % se aplica sobre todo
a los cachés de l@s artistas, mientras que las entradas gravan con el 10 % de
IVA, lo que explica que desde IU pidamos la reducción de este último al 4 % y
al 10 % para toda la cultura.
El impacto, por tanto, aún durísimo, no debe olvidar las condiciones sa-
nitarias no solo del público, sino también de l@s trabajador@s en teatros, sa-
las de conciertos, espacios públicos o festivales de todo tipo, asegurando en
todo momento el cumplimiento de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales.
Por ello, l@s trabajador@s del sector siguen solicitando la intervención inme-
diata del Ministerio de Trabajo en este nuevo escenario, más allá del propio
Ministerio de Cultura. Algo similar ya se ha producido en países como Fran-
cia o Alemania.
Sirva como ejemplo de lo anterior el caso de los festivales de música, mo-
delo de ocio donde los haya, escenario de intereses contrapuestos entre or-
ganizadores, artistas y público de compleja conciliación, lo que nos sirve de
ejemplo para abrir nuestro concepto de cultura en una sociedad capitalista. La
162 cancelación de los mismos el año pasado llevó a una polémica respecto a la
devolución de las entradas.
Aun siendo bien vista la existencia del bono lanzado por nuestro minis-
terio en su momento, dando la opción de solicitarlo durante sesenta días o pe-
dir el retorno del importe abonado, desde las asociaciones de consumidores se
apuntaba que lo que estaba sucediendo era una resistencia a las devoluciones,
mientras que desde los promotores se afirmaba que esto no era así, ya que las
asociaciones de consumidores no contemplan que la devolución de las entra-
das se convierta en un problema, porque con ellas se adelantan pagos a pro-
veedores y, lo más importante, se paga el caché a l@s artistas. Es entonces una
devolución de un dinero que ya ha sido adelantado, lo que se convierte en un
problema de primera magnitud en caso de verse abocado a realizarse. Es un
ejemplo de la complejidad de la relación entre cultura y unos modelos de ocio
donde el consumo es una de sus bases más importantes.
En definitiva, en un futuro cercano deberá superarse la dicotomía entre
una cultura desde una perspectiva coeducativa y otra que dé lugar a modelos
de ocio, ya que no solo están interrelacionadas, sino que desde la colabora-
ción podrán acabar subvirtiendo el andamiaje de una cultura elitista al servi-
cio de los poderosos.  

251  política
China: sociedad, medio
ambiente y cooperación
internacional.
Explorando vías hacia una
sostenibilidad compartida mundial

Entrevista a Manuel Ruiz


Profesor de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid
Entrevistado por Lucas Gutiérrez
Doctor en Ecología con mención internacional

Conversamos sobre China y decrecimiento con Manuel Ruiz, pro-


fesor titular de Ecología, jubilado, de la Universidad Autónoma 163
de Madrid. La entrevista, por parte de Nuestra Bandera, fue rea-
lizada el 9 de abril de 2021 por Lucas Gutiérrez.

N uestra Bandera: China inicia este año 2021 habiendo declarado el fin de la
pobreza extrema en un país donde se ha logrado mejorar las condiciones
de vida de más de ochocientos millones de habitantes en las últimas décadas.
Manuel Ruiz Pérez: Realmente estoy asombrado de lo que ha conseguido
China en esa dimensión de pobreza material. Cuando yo empecé a ir por Chi-
na, hace ahora veinticinco años, en 1994 fue mi primer viaje, ya llevaba quince
años del inicio de la reforma y, aun así, era un país extremadamente rezagado.
Además, China se ha convertido en una especie de posible escenario alterna-
tivo para otros países que estaban en situaciones parecidas o peores.

NB: En este sentido, como biólogo-ecólogo que conoce China desde hace vein-
ticinco años, ¿qué te ha llamado más la atención desde un punto de vista am-
biental y social durante estas últimas tres décadas de viajes a China?
MRP: Desde el punto de vista social, cuando yo empecé a ir por allí, la
gente vivía en condiciones muy básicas. En Beijing no había iluminación noc-
turna prácticamente. En un nivel de actitudes, cuando yo llegue allí la gente
no veía el tema ambiental, para ellos el tema urgente era sobrevivir, tanto para
el campesino como para los dirigentes políticos.
Sin embargo, en este período de veinticinco años la mentalidad ha bas-
culado totalmente hacia las cuestiones medioambientales. Ahora hay una

251  política
preocupación ambiental seria, he visto los cierres forzados de fábricas muy
contaminantes, las consideraciones de restauración de paisajes a la China, que
tiene una interpretación de paisaje canónico o ideal diferente a la nuestra y
cuya conciencia ambiental es mayor de lo que se dice en Europa. Esta trans-
formación reciente ha sido radical.

NB: Desde que fuimos juntos en 2004 a realizar la investigación forestal en


Anji (provincia de Zhejiang), ¿qué es lo que más te han aportado, a nivel huma-
no, todos esos años de trabajo, de visitas a amigos y a otros colegas en China?
MRP: Los dos o tres primeros años, entre 1994 y 1997, me miraban con
una cierta suspicacia, como si estuviesen observándome y tratando de co-
nocer mis intenciones. Pero, desde que mis colegas en China entendieron
que yo iba allí realmente a trabajar con ellos, han sido, de todos los equipos
con los que he trabajado, los más abiertos y los que más me han facilitado
la investigación, los que más han trabajado y con los que más artículos he-
mos publicado. Y no ha sido por el dinero, porque lo que ofrecíamos de apo-
yo económico era relativamente poco. Estaban buscando esa oportunidad
164 de mirar al mundo exterior y participar en proyectos internacionales para
aprender juntos.

NB: Reconociendo el gran mérito de la enorme transformación social vivida en


China, en términos de contribución a la reducción de la pobreza mundial, no
obstante, la humanidad en nuestro conjunto nos enfrentamos, por un lado, a
la desigualdad y, por otro, a las consecuencias ambientales de dichas relacio-
nes humanas desiguales. ¿Estamos posiblemente ante dos de los mayores re-
tos de la sociedad mundial y también de la sociedad China?
MRP: Sí lo estamos y hay un tercero. Yo creo que el triángulo que cons-
tituye el gran desafío de la humanidad en este momento está formado por el
desafío ambiental, de base material biofísica; el aumento de la desigualdad; y
el marco asimétrico de relaciones internacionales.
Desde ese punto de vista, hay que considerar dos cosas: primero, el gran
factor de peso de China es su tamaño; un país de más de mil cuatrocientos
millones de personas no es sencillo de manejar, es extremadamente complejo.
Además, los índices de desigualdad empleados habitualmente son sensibles a
los tamaños de población a los que se están aplicando, lo cual distorsiona la
imagen real que se analiza. Para que nos hagamos una idea de la desigualdad,
China, con sus mil cuatrocientos millones de personas, sería comparable en
cuanto a población, haciendo un cálculo aproximado, a toda Europa —y me
refiero desde los Urales hasta el cabo de San Vicente— y a toda África, que su-
marían unos mil setecientos millones de personas, lo cual nos da una idea de
su magnitud. Si calculas el índice de disparidad y desigualdad entre Europa y
África, te sale un índice mucho más elevado.

251  política
Siendo la desigualdad uno de los mayores retos de la humanidad, a ni-
vel global la desigualdad planetaria se ha acortado en cierta medida. Y eso que
algunos destacan como gran logro del sistema global mundial es falso. La in-
mensa mayoría de ese acortamiento de la desigualdad se debe precisamente
al tirón gigantesco de China a escala mundial.

NB: ¿Qué crees que ha cambiado, si comparamos la situación actual con la


que describieras hace casi quince años en tu artículo «China y el medio am-
biente global»?
MRP: A finales de la primera década de este siglo, China se sitúa como el
país más emisor de dióxido de carbono del mundo. Cuando yo escribí mi ar-
tículo, todavía no lo era, mientras que en los años 2010-2012 China ya estaba
aplicando políticas interesantísimas de reducción de la contaminación. Toda-
vía con resultados insuficientes, porque no hay que olvidar que trasladar todo
un cambio de mentalidad y de procesos de producción a mil cuatrocientos mi-
llones de personas es muy complicado.
Por otra parte, un debate serio debe considerar si existe preocupación o
no, si es política del gobierno central de China controlar y corregir los proble- 165
mas ambientales o no lo es. Además, también debe considerar cuáles son las
tendencias que se están dando y si los dos ámbitos, políticas y tendencias, es-
tán asociados o no. Asimismo, lo que el gobierno central dice tarda en llegar a
las bases y, con frecuencia, llega ya bastante transformado. Eso está muy estu-
diado y el diálogo o la confrontación desde arriba hacia abajo, o desde abajo
hacia arriba, forma parte de todo el proceso político en China.
Por ejemplo, hacia 2017 o 2018, basándose en datos de satélite, se detectó
un importante foco de contaminación de clorofluorocarbonos, con gran poder
destructor de la capa de ozono, que estaba situado en China. La noticia saltó
a los medios de comunicación internacionales, que lo presentaron como un
ejemplo más de engaño y falta de transparencia e interés por parte del gobier-
no chino. Un análisis riguroso debería dilucidar si aquello formaba parte de la
política del gobierno chino o no. Yo decía que el problema existía y era muy
grave, pero que no era política del gobierno chino, sino incapacidad o insufi-
ciencia de control. Curiosamente, en los últimos meses se han publicado sen-
dos artículos que muestran una importante reducción de estas emisiones en
China de los que apenas se ha hecho eco la prensa internacional.

NB: China en el tema de las energías renovables está siendo la punta de lanza
en la inversión internacional. ¿Qué tienes que decir al respecto?
MRP: En los circuitos especializados lo saben y lo aplauden, aunque en
algunos casos lo pueden ver como un problema de competencia económica
con Occidente, porque están siempre con el tema de la competencia desleal,
de si copia tecnología, con algo de verdad y mucho de falsedad en esos argu-

251  política
mentos. En los medios populares no saben que China lidera los cuatro sectores
de energía renovable más importantes. Lidera en cuanto a inversión, no nece-
sariamente en cuanto a tecnología, aunque en algunos aspectos su tecnología
puede igualar e incluso superar a Estados Unidos, Europa o Japón.
El balance es de luces y sombras. Luces es todo lo que están haciendo
con las renovables, que es impresionante. Las sombras son todavía la enorme
dependencia de combustibles fósiles y sobre todo del carbón en China, que es
el más agresivo para el clima de todos los combustibles fósiles. Entonces, si
tú quieres puedes presentar uno o puedes presentar el otro, aunque deberían
presentarse ambos. En Occidente, la estrategia es: las luces de China las apa-
gas, las ocultas, y las sombras las resaltas y las oscureces más e incluso añades
sombras inexistentes. Yo creo que nuestra obligación es presentar las luces y
las sombras, si no se pierde la objetividad y la capacidad de entender a ese país.
Esto se aplica tanto a cuestiones ambientales como políticas, económicas, so-
ciales o geoestratégicas.

NB: ¿Crees que existe alguna diferencia cualitativa en el modo en que estos
166 problemas medioambientales se enfocan en China en comparación con las lla-
madas «democracias liberales»?
MRP: Creo que la diferencia fundamental emana de la relación entre po-
lítica y economía. Mientras que en las democracias neoliberales la política es
fundamentalmente la marioneta controlada por la economía, en China la po-
lítica sigue en buena medida controlando la economía. Eso permite que, si tie-
nen un gobierno consciente y con ganas de transformar en la buena dirección
social y ambiental, puedan dirigir la maquinaria económica hacia estos obje-
tivos. China creo que es consciente de muchos de sus problemas ambientales
y quiere abordarlos en la buena dirección. Otra cosa distinta es que vaya a la
velocidad requerida para llevar esta transformación hacia un modelo sosteni-
ble. Mi opinión es que la velocidad actual es insuficiente.
No obstante, lo que es parecido a las democracias neoliberales es que Chi-
na sigue teniendo como objetivo un modelo de sociedad de consumo que no es
extrapolable al conjunto del planeta y, por lo tanto, no es sostenible. Compa-
rando los tres grandes bloques, China, en términos per cápita, está aproxima-
damente a la par con los promedios de la Unión Europea en materias primas,
en consumo físico y energético. Está bastante por debajo en términos per cá-
pita de Estados Unidos. Si ese modelo de consumo lo extrapolas no solamente
a China, Unión Europea y Estados Unidos, sino que metes India, metes otras
zonas de Asia, África o Latinoamérica, eso no lo aguanta el planeta.

NB: En el sentido que decimos que la política está al mando en China, esto
también confiere un medio o largo plazo de planificación y de incidencia po-
lítica que no hay en Occidente.

251  política
MRP: Creo que la planificación, sin duda, es importante. Aunque no sé
si lo de China es solamente eso o es, en buena medida, también la flexibilidad
basada en una filosofía y en una visión del mundo bastante distinta de la nues-
tra, de adaptarse, plegarse, circunvalar los obstáculos.

NB: Eso me recuerda al bambú, que hemos estudiado en nuestros viajes a China.
MRP: Sí, es un «modelo bambú», frente al «modelo roble» (más rígido),
lo que caracteriza a China: es más flexible. Y en ese sentido, en parte es plani-
ficación, indicativa, pero en parte también es capacidad de adaptarse y resistir
el desgaste; si no me salen las cosas por aquí, voy a buscarlo por otro lado. La
Nueva Ruta de la Seda es una respuesta de esa adaptación. Porque China hace
quince o veinte años no tenía la Nueva Ruta de la Seda en la cabeza: China lo
que quería era conseguir el puesto de responsabilidad compartida que le corres-
pondía por tamaño de población y economía en el gobierno mundial, lo que le
negaban descaradamente tanto a nivel de los organismos financieros como en
los organismos políticos de representación internacional, ambos diseñados y
controlados fundamentalmente por Estados Unidos. Ante estos bloqueos sis-
temáticos, China le da la vuelta y lanza el proyecto de Nueva Ruta de la Seda. 167

NB: Hablemos ahora de las opciones del decrecimiento en China. Mediante


la propuesta de civilización ecológica, China llama a construir un modelo eco-
nómico basado en un crecimiento económico, al que no renuncia, basado en
una mayor calidad, más eficiente en los recursos y menos contaminante. De
momento, todavía no aparece el decrecimiento en la primera línea política en
China y tampoco en otros lugares del mundo. Uno de los datos es que China
se ha comprometido a alcanzar la neutralidad climática en 2060.
MRP: Es un tema complejo y daría para horas hablar de ello. No soy un
especialista en decrecimiento, pero sí estoy convencido de que tiene mucho
que ver con calidad y no cantidad, con velocidades más lentas y, sobre todo,
tiene que ver con reparto, con equitatividad frente a desigualdad, que es lo
que generan los modelos actuales. En ese sentido, el decrecimiento no está
presente como objetivo político ni en China ni en ningún otro país. La memo-
ria de la población china de un pasado reciente con menor acceso material es
demasiado cercana; igual que la historia necesita un poco de tiempo para ha-
cerla, la conciencia acerca de la importancia o no del decrecimiento tarda un
cierto tiempo. Habrá algunos grupos más concienciados en China que lo estén
pensando, pero no participan mucho en este debate; en este momento es un
debate más en Occidente, porque lo tenemos algo más antiguo y eso ha per-
mitido esa maduración temporal. Por desgracia, no veo ni a China ni a ningún
otro país planteando abiertamente el decrecimiento, entendido como redis-
tribución y rediseño de valores y objetivos. Respecto a la pregunta de si tiene
capacidad, ahí el problema no es tanto tecnología como política. Si podemos

251  política
reformularla de alguna manera, sería algo parecido al debate del socialismo en
un solo país: ¿puede haber decrecimiento en un solo país?

NB: Creo que el tema del decrecimiento no puede darse en un solo país. Si se
produce una transición hacia un decrecimiento socialmente inclusivo, para
que asimismo tenga un efecto ambiental positivo, el proceso ha de ser glo-
bal, aunque al mismo tiempo debe iniciarlo y liderarlo el país o regiones que
están en la cima material de consumo, economía y tecnología. Y ya no sola-
mente por justicia y equidad, sino, por otro lado, por posibilidades reales de
aplicar dicho decrecimiento en el uso de los recursos y ecosistemas. Porque,
si lo aplica solamente China u otro país o región que esté por debajo tecnoló-
gica, económica y militarmente, lo pueden bloquear, lo pueden atacar, como
se estaba viendo con la guerra comercial de Trump, que parece que será se-
guida por Biden.
MRP: Estamos totalmente de acuerdo. En el fondo, el poder es un con-
cepto abstracto, ejercer fuerza para tu propio beneficio, obligar a otros a hacer
lo que a ti te interesa que hagan, aunque sea en detrimento de sus propios in-
168 tereses. Pero ese concepto abstracto se asienta sobre una base material, tec-
nológica, financiera y militar. De modo que ese cambio de modelo, que para
mí es totalmente necesario, solo lo podría materializar el que esté arriba y con
capacidad, si no de obligar a los otros, de ser invulnerable en caso de dar ese
primer paso. Es uno de los grandes desafíos de la humanidad, porque se tiene
que hacer, pero no sé quién ni cómo lo va a poder hacer. Si hubiese un gobier-
no global multilateral, multipolar, con repartos más apropiados de poder, sería
más fácil de negociar eso. Pero el modelo actual no va por ahí, aquí está el mo-
delo de utilizar la debilidad del otro para arrancarle concesiones y/o destruirlo.

NB: Estamos hablando de crecimiento y decrecimiento, se ha visto a nivel


global una dificultad técnica de desligar, de separar, el crecimiento económi-
co de mercancías o de productos del crecimiento agregado de uso de mate-
riales y energía.
MRP: Creo que un cierto proceso de desmaterialización va a ser impres-
cindible. Yo creo en la tecnología, que tiene un papel importante. Pero la tec-
nología no es neutra, puede ser un arma de doble filo, no es un bloque único
ni homogéneo, es parte del problema y parte de la solución. No tenemos ni
podemos rechazar algunas de las opciones tecnológicas.
Sin embargo, esta idea de que nos vamos desmaterializando y ahora po-
demos seguir creciendo más y a cambio consumiendo menos recursos tampo-
co es cierta. La tecnología tiene sus propios horizontes y límites. Luego está
el factor rebote, lo haces más eficiente y barato con menos consumo material
por unidad de producto y consumes muchas más unidades, aumentando el
consumo total agregado.

251  política
Además, el principio de prevención tendríamos que usarlo mucho más
y debería ser una pieza fundamental de la política. Debería ser casi filosófico,
como el sentido de la vida y qué es el ser humano, qué es lo que queremos ser,
qué es lo que nos hace felices, qué es lo que yo necesito de verdad. Esa dife-
rencia entre necesidad y deseo que nos permite renunciar a lo superfluo. Yo
no conozco ningún país que esté ahora mismo con un planteamiento centra-
do en el decrecimiento y, ciertamente, China parece estar muy lejos de ello.

NB: ¿No crees que hablar de decrecimiento sin afrontar simultáneamente el


problema del capitalismo y su desigualdad sistémica puede ser contraprodu-
cente a los intereses de las clases y grupos sociales más oprimidos?
MRP: Están ineludiblemente asociados. No puedes hablar de una cosa sin
hablar de la otra. Es tan absurdo y contraproducente hablar de decrecimien-
to sin abordar el problema de explotación, desigualdad, redistribución y cam-
bio de modelo político como hablar de cambio de modelo y de socialismo sin
plantear un cambio en la base material y en la relación de la sociedad con el
resto de la naturaleza. Para ver la totalidad, debes tener una perspectiva muy
amplia. Como no somos capaces, nos centramos en lo parcial. Si tu motivo es 169
la lucha política para el cambio social, vas a estar metido en el tema de la igual-
dad; pero la igualdad es parte esencial de lo ambiental y lo ambiental es parte
esencial de la igualdad. Y el decrecimiento no lo puedes plantear solo en tér-
minos ambientales, lo tienes que plantear también en términos sociales. Y de
justicia, también la justicia necesita el reconocimiento de los límites de la na-
turaleza sin caer en el estereotipo malthusiano.

NB: Se menciona mucho el tema de si el marxismo del siglo XIX es producti-


vista o no, si está presuponiendo un crecimiento económico ilimitado, etcé-
tera, cosas que se han rebatido por otros lados y se reconoce implícitamente
la visión metabólica que tienen los propios fundadores del marxismo en el si-
glo XIX. En cualquier caso, ¿no son acaso las mismas condiciones materiales y
la evidencia disponible que tenemos ahora en el siglo XXI las que nos obligan
a replantearnos ciertas premisas acerca del crecimiento económico de la ac-
tualidad? Es decir, ante la evidencia de los hechos, que una expansión econó-
mica acelerada, sin límites, es imposible y nos lleva hacia un problema grave
de degradación ambiental y de la propia salud humana.
MRP: El marxismo es una importante corriente progresista que surge en
el siglo XIX, pero no es la única que nos permite abordar este tema. Y al igual
que decía Lenin (aunque aplicado a otro tema) en La enfermedad infantil del iz-
quierdismo en el comunismo, las posturas que comentas denotan, más que en-
fermedad, un estado todavía poco evolucionado en la capacidad analítica de
quienes las plantean así. Yo no creo que denote mala fe, fundamentalmente
creo que denota que nos falta a todas las personas que nos preocupan estos

251  política
temas hacer un poco más los deberes. Yo animo a que abramos los ojos y dia-
loguemos. El problema también es que ha habido un error en algunos secto-
res ecologistas o afines al decrecimiento. Ahí el hueso duro de roer es aceptar
como uno de los grandes pensadores a quien para mí es un personaje sinies-
tro de la historia, que es Malthus. Pero utilizar a Malthus como paradigma
de los límites de la naturaleza puede provocar un rechazo al propio concep-
to de límite. Eso es un problema todavía no bien resuelto. Ha habido diversos
intentos, pero todavía no se ha conseguido una ubicación apropiada del tema.

NB: Vemos que se produce una clara contradicción entre las mayores emisio-
nes históricas acumuladas totales de Estados Unidos y Europa occidental y
las mayores emisiones actuales de China. ¿Qué autoridad moral puede tener
el llamado primer mundo para exigir a los demás que limiten su contamina-
ción sin querer reducir la propia en Estados Unidos (por ejemplo, el caso de
Trump y el Acuerdo de París)?
MRP: Bueno, cuando estás con el agua al cuello y subiendo de nivel es ló-
gico que te preocupe más quién está vertiendo agua ahora que quién echó el
170 primer metro de agua. Lo que pasa es que si le dices a China (o a India): «Mira,
vamos a ayudarte en esta transición y para ello, en vez de agobiarte, te vamos
a echar una mano», ahí puedes exigirle que reduzca drásticamente sus emisio-
nes, sobre todo si tú haces tanto o más que ellos. Lo que no puedes hacer es,
por un lado, machacarla con todo esto y no apoyarla en estas transiciones y
en las medidas que está tomando, y al mismo tiempo criticarla porque no lo
está haciendo.
Yo estoy dispuesto a aceptar la parte de verdad que tiene la crítica si lo
hago desde un enfoque y actitud de predicar con el ejemplo y querer ayudar a
esos países en esta transición. Si no lo hacemos, no estamos moralmente au-
torizados. Eso nos traslada a dos niveles: el nivel individual y el estatal. A ni-
vel estatal, no hay ningún país desarrollado que esté moralmente autorizado a
dar lecciones. A nivel individual, pues ahí es distinto. Puede que sí, puede que
haya individuos o colectivos que a nivel particular hayan hecho cambios y re-
nuncias… y se sientan moralmente autorizados. Pero son dos escalas distintas.
Yo separaría el individuo o colectivos que actúan con conciencia y principios
morales y los gobiernos y Estados que lo hacen mediante políticas.

NB: Y también son dos momentos históricos distintos: China se ha incorpora-


do a un proceso de expansión económica mucho más reciente.
MRP: China no puede permitirse el «lujo» de contar con otros dos siglos
de destrucción ambiental, tiene que reaccionar rápidamente. El margen de ma-
niobra que nos queda es pequeño. Y te digo China por no decir India, que está
en una fase expansiva de uso del carbón, al contrario de China, que empieza
a reducirlo. India, como siga así, podría acabar alcanzando a China…, pero da

251  política
lo mismo, son países que no han tenido tiempo de reacción. Quizás nuestra
obligación es señalar las dos responsabilidades, la antigua y la actual, y pedir
responsabilidad colectiva y pedir que trabajemos todos juntos para resolver
los problemas del cambio ambiental global, que además de al clima afecta a la
biodiversidad, suelos, aguas…

NB: La cooperación internacional, lo hablábamos antes, es clave en este asunto…


MRP: Es la clave.

NB: Sí, es clave en este asunto, sin ella no hay solución…; frente a la compe-
tencia, cooperación. En ese sentido, ¿crees que el proyecto de la Nueva Ruta
de la Seda está teniendo un carácter transformador, en cuanto que supone una
mejor redistribución en el poder internacional?
MRP: Yo creo que la Nueva Ruta de la Seda es el proyecto que toca de lle-
no en los tres lados de este gran triángulo de desafíos humanos: la parte am-
biental, la parte de equidad social y la parte de estrategias y gobierno mundial.
Y en dos de ellos podría tocarlo positivamente, pero en uno no creo que lo to-
que positivamente. 171
En temas de igualdad y equidad, no me cabe la menor duda de que, a pe-
sar de todos los problemas, a pesar de todas las dificultades, a pesar de que
China busca lógicamente su propio interés, a pesar de todo, es la mejor opor-
tunidad que está teniendo el llamado tercer mundo. Ante la oportunidad cero,
cualquier otra es mejor, y la Nueva Ruta de la Seda le está ofreciendo oportu-
nidades reales de desarrollo. Y por mucho que critiquen con propaganda los
errores de China, que los está cometiendo, en este sentido, por mucho que la
critiquen, el balance creo que va en la buena dirección.
En lo que concierne a la parte geoestratégica, en el reparto del poder mun-
dial, si consigue mantenerla y aplicar exitosamente el 50 % de los proyectos,
creo que sería un puntal geoestratégico importantísimo para la propia China
y su incorporación al liderazgo mundial, al que habría que sumar otros países
o regiones en la actualidad desposeídos.
Donde no estoy tan seguro es en el tema ambiental y no porque los pro-
yectos chinos sean particularmente malos, que tienen sus cosas buenas y ma-
las. Aquí se olvida, por ejemplo, la contribución a la instauración del nuevo
modelo energético que China está desarrollando en estos países. Si sumamos
la hidráulica más las nuevas renovables, el paquete de energías renovables que
está instalando China en diversos países de la Nueva Ruta de la Seda, especial-
mente en África, es más grande que el de los combustibles fósiles y la tenden-
cia es a ir adquiriendo un peso creciente.
Está claro que las infraestructuras son fundamentales para la aceleración
económica de un país, está claro que la energía es importante sobre todo en
sitios como África, donde la mayoría de la población no tiene acceso a la elec-

251  política
tricidad…, lo que no está claro es dónde nos paramos. Y lo que está claro para
mí es que trasladar niveles de consumo material como los que tiene China en
este momento al resto del planeta subdesarrollado no es viable desde un pun-
to de vista ambiental y humano. De ahí que tengamos que repensarnos global-
mente el modelo y resaltar la parte redistributiva más que la expansiva, algo
que ni China ni nadie parece estar haciendo por ahora.

NB: Yo estaba pensando en qué condiciones se deben dar para que la Nueva
Ruta de la Seda se convierta en palanca de difusión tecnológica, transferencia
tecnológica al tercer mundo.
MRP: Está pasando ya, no tanto como debiera, pero ya está pasando en
informática, en telecomunicaciones, en agricultura, en capacitación de sani-
dad pública, en educación, en ingenierías de otros tipos…, no solamente en
energía. No está pasando a la velocidad que debería, pero todo esto está ocu-
rriendo ya. Lo sé bien, porque he estado en diversos rincones de África y he
vivido en Latinoamérica y en Asia. Yo eso lo conozco y mi impresión es que
China y la Nueva Ruta de la Seda están tratando de aumentar esa capacidad
172 de transferencia, aunque a veces pueda haber límites no solo en el interés y la
capacidad china de hacerlo, sino también en la de los países receptores en re-
cibirla e incorporarla.

NB: Es un cambio cualitativo a mejor.


MRP: Yo diría que probablemente, casi con certeza, se podría reequili-
brar mejor todavía a favor de los otros, hacia las sociedades locales, porque
los chinos son seres humanos, con los mismos errores y defectos que tenemos
en todos lados, con sus ambiciones e intereses propios. Pero es lo mejor que
se les está ofreciendo a estos países menos desarrollados. Si nos cargamos eso
y no damos nada a cambio, estamos cometiendo un error grave. De nuevo, el
reto está en «salvar al bebé limpiando el agua de la palangana» y yo creo que
la Nueva Ruta de la Seda está evolucionando en muchos aspectos en la buena
dirección y corrigiendo algunos errores detectados. En la medida que lo sigo,
creo que ofrece oportunidades y los líderes y poblaciones de esos países lo sa-
ben y las aprovechan.

NB: Dada la actualidad e importancia del tema, ¿cómo debemos interpretar el


hecho de que el virus SARS-CoV-2 se haya transmitido, según los informes de
la Organización Mundial de la Salud, a partir de una zoonosis en China? Este
tipo de virus emergentes lleva ya unas décadas en tendencia global creciente,
lo cual, según las publicaciones científicas, se relaciona fundamentalmente con
el proceso de cambio de usos del suelo, deforestación, degradación y fragmen-
tación de hábitats, lo que simplifica enormemente los ecosistemas y sus re-
des tróficas, facilitando la transmisión de los patógenos hacia los humanos. Se

251  política
ha visto en México, Estados Unidos, regiones de África, Asia, Europa. ¿Cómo
crees que debemos afrontar estos retos para la salud humana y qué implica-
ciones tiene para la sociedad en China y el mundo? ¿Cómo ha gestionado Chi-
na la irrupción de la pandemia, a la vista de los datos de casos de la covid-19?
MRP: Bueno, en realidad el informe de la OMS presenta cuatro posibles
escenarios de origen del virus, que son analizados usando una escala de 1 (muy
improbable) a 5 (muy probable). El origen zoonótico directo o a través de un
huésped intermedio corresponde a los dos primeros escenarios, siendo la zoo-
nosis con huésped intermedio la más probable según el informe (valoración
entre probable y muy probable). Los otros dos escenarios son introducción a
través de alimentos refrigerados o congelados (posible) y el escape desde un
laboratorio (muy improbable). El informe no es concluyente e insiste en seguir
investigando las distintas hipótesis, pero va a ser realmente difícil encontrar
suficientes pruebas para conseguir un consenso indiscutido sobre el origen
del SARS-CoV-2, aunque por ahora la gran mayoría de expertos se decantan
por el origen zoonótico (a pesar de la insistencia de Estados Unidos y varios
otros países en elevar las probabilidades del escape de un laboratorio; según
ellos, chino, por supuesto). 173
En cualquier caso, hay suficiente evidencia de que factores como la densi-
dad de población, la alteración del medio natural, la disminución de biodiver-
sidad y las prácticas agrarias superintensivas, especialmente las grandes granjas
industriales de animales, favorecen la aparición de nuevas enfermedades y la
intercomunicación física (personas y mercancías) favorece su expansión y con-
versión en pandemias. China puntúa muy alto en todos estos factores de riesgo.
Sobre la gestión de la pandemia, creo que China y otros países y territo-
rios de Asia del Este la han gestionado mucho mejor que nosotros. Mi idea es
que las autoridades chinas, sobre todo a nivel local, que es donde se enfrenta-
ron directamente y en primera instancia al problema, reaccionaron al inicio con
demasiada cautela, dudas y recelos. Pero esta fase fue breve (más breve de lo
que aquí se nos dice) y, una vez entendido lo que pasaba, supieron movilizar a
la población, a técnicos sanitarios, investigadores, y consiguieron pararla casi
totalmente. Esto no es solo mérito político, es también fruto de la experien-
cia de esas zonas de Asia, dado que en lo que va de siglo han sufrido diversos
brotes de epidemias víricas (SARS-Covid-1, MEARS, gripe aviar…) que les han
dado experiencia y conciencia del riesgo. Hay también otros factores cultura-
les, dado que en el este y sudeste de Asia la visión social, el interés colectivo
siguen teniendo un peso importante, mientras que en las democracias neoli-
berales occidentales el individuo se ha erigido casi en la única vara de medir.
A riesgo de alargarme en exceso, merece la pena reflexionar sobre la hi-
pocresía y propaganda que nos invaden en este tema. En los primeros meses
de la pandemia, todo eran descalificaciones, acusaciones y dudas sobre la ve-
racidad de los datos de China frente a la supuesta honestidad y transparencia

251  política
de los nuestros. A mitad del verano pasado, ya era evidente que China había
contenido la pandemia y la mejor prueba era la dificultad que estaba tenien-
do para testar las distintas vacunas que estaban desarrollando ante la falta de
contagios propios, lo que le obligaba a buscar acuerdos de cooperación y tes-
tarlas fundamentalmente fuera de este país. La maquinaria de propaganda oc-
cidental dejó de hablar de datos de China (aunque mantiene la narrativa en
torno a las primeras semanas), pero curiosamente diversos estudios compa-
rativos liderados por investigadores occidentales para evaluar el éxito de las
distintas medidas no farmacéuticas (confinamientos, rastreo, distanciamiento
social…) han excluido a China (y a veces a Vietnam; sí suelen incluir a Taiwán,
Hong Kong y Singapur) de la comparación. No sé los motivos de esta exclu-
sión, pero una posible hipótesis sería evitar que salga bien parada la experien-
cia china frente a las medidas tomadas en nuestros países.

NB: ¿Cómo piensas que se encuentra posicionada la sociedad china con res-
pecto a una transición hacia una sociedad ambientalmente viable y social-
mente más justa que, además, pueda favorecer esa cooperación internacional?
174 MRP: Es difícil de saber, pero hay dos o tres consideraciones que habría
que hacer. La primera, un aspecto de la sociedad china en general es que tie-
nen bastante confianza en su gobierno. Y le dan bastante apoyo y credibilidad.

NB: Según un estudio de Harvard, el gobierno central de China tiene un 90 %


de apoyo entre los jóvenes.
MRP: Hay una fundación estadounidense, la Pew Research Foundation,
que hace análisis de tipo global y en los últimos años ya no sacan tanto a Chi-
na en comparación con otros países, quizás porque no quieren que se sepa el
resultado… La estrategia es que cuando hay algo positivo o luminoso del con-
trario se lo apagan, lo están apagando, igual que han apagado el tema del con-
trol de la pandemia y otras cosas, pero los datos eran clarísimos, y eso que la
intensa propaganda antichina de los últimos años ha surtido su efecto, sobre
todo en la opinión pública occidental.
Que lo apoyen y estén detrás no quiere decir que sea al 100 % ni que todo
lo que haga el gobierno chino sea necesariamente positivo y se acepte sin re-
chistar. Pero los datos que daban estos análisis globales comparativos situaban
a China entre los gobiernos con más respaldo de su población y con porcenta-
jes por encima del 70 %, que ya es un nivel muy alto. Si el enfoque que da ese
gobierno es generalmente positivo y la población le va siguiendo en ese cami-
no y lo ve también así, es algo esperanzador. Pero, de nuevo, el enfoque chino
es más de compartir y expandir desarrollo y tecnología que de reducción de
consumo material en el tema del decrecimiento con el consiguiente cambio
de modelo. Al mismo tiempo, tampoco he visto aquí esa actitud hacia el cam-
bio; esto del decrecimiento aquí tampoco se da, a decir verdad. Además, son

251  política
minorías muy minoritarias las que dicen o decimos este tipo de cosas. No so-
mos masa, no somos pueblo llano.

NB: Al final, posiblemente se tenga que imponer la fuerza de la realidad cuan-


do vengan los problemas. Llegaremos tarde.
MRP: Será así, pero va ser tarde y va a ser más difícil de hacer y el resulta-
do va a ser más penoso y de deterioro a más largo plazo…, y el estado sosteni-
ble final, si se consigue, va a ser de menos calidad de lo que se podría conseguir
si lo hiciéramos ahora. Pero el problema está de nuevo en cómo lo transfor-
mas. Las posibilidades de convencer probablemente aumentarán a medida
que se deteriore el medio ambiente. Al mismo tiempo, es una carrera que va
en contra nuestra, porque si tú solo convences cuando ya estemos 2,5 °C por
encima de la media global preindustrial, cuando tenemos un planeta donde la
corriente del Golfo se está debilitando y no sabemos qué va a pasar, aunque
sabemos que va a haber cambios bestiales y oscilaciones brutales en las con-
diciones climáticas y desplazamientos inimaginables de la población…, ¡es que
da miedo! ¿De qué nos vale ser tan lúcidos, si no podemos hacerlo, transfor-
marlo? De ahí la urgencia e importancia de actuar ahora, cada quien según su 175
conciencia y posibilidades.

NB: Muy bien Manuel, pues te agradezco mucho la entrevista.


MRP: A ti por la charla, ha sido muy agradable, muy interesante, siem-
pre digo que aprendo mucho de vosotros, mis antiguos doctorandos y jóve-
nes colegas.  

251  política
Mundo Obrero manuscrito en el penal de Burgos, julio de 1947.
Arte y militancia
Manuel García *
Crítico e historiador del arte

L a historia del trabajo artístico colectivo y comprometido políticamente en


  España tiene algunos antecedentes en la escena artística europea.
Antes de la labor individual de artistas como Eduardo Arroyo, Juan Ge-
177

novés o Agustín Ibarrola y de crearse, en el pasado siglo, los grupos artísticos


españoles del Equipo Crónica (1964-1981), el Equipo Realidad (1967-1977) y fi-
nalmente el Equipo Límite (1988-2002), el artista y escritor francés Jean Jacques
Lebel (París, 1936), ante los excesos represivos de los militares franceses en Ar-
gel (1958-1964), promovería la realización del cuadro Grande tableau antifascis-
te collectif (1960), obra de los pintores Enrico Baj (1924-2003), Roberto Crippa
(1921-1972), Gianni Dova (1925-1991), Erró (1932), Antonio Recalcati (1938) y
el propio Lebel, expuesto por vez primera en la Galeria Brera de Milán en 1961.
Apenas diez días más tarde de su exhibición, por orden del fiscal italiano Lui-
gi Costanza y por la acusación de que el cuadro ofendía «el honor y prestigio del
papa Juan XXIII», ordenaría secuestrar la obra, que pasaría veinte años retenida
en la misma comisaría donde, años después, sería lanzado por la ventana, tras un
interrogatorio por la policía, el militante anarquista Giuseppe Pinelli (1928-1969).
Grande tableau antifasciste collectif (1960) es, seguramente, una de las pri-
meras experiencias colectivas de un arte militante, y denunciaba la tortura co-
lonial en Argelia, que en esos años luchaba por su liberación. En este caso, se
denunciaba la violación colectiva por paracaidistas franceses de Djamila Bou-
pacha (Argel, 1938), militante argelina del Frente de Liberación Nacional.

*  Autor de los libros Exiliados (1995), Max Aub: textos sobre artes (2005), Memorias de posguerra
(2014), etcétera, y de los catálogos de las exposiciones Renau (1978), Homenaje a Miguel Hernán-
dez (1985), Genaro Lahuerta (1987), Les cobertes de l’avenir (1993), Homenaje a Manuela Ballester
(1995), El universo de Max Aub (2003), Josep Renau, fotomontador (2006), etcétera.

251  cultura
Gilles Aillaud: Vietnam.
178 La bataille du riz, 1968.

Según unas declaraciones sobre el tema de Jean-Jacques Lebel: «Tuve la


idea de proponerles a cinco amigos míos pintar un gran cuadro de cuatro por
cinco metros, pues estaba completamente indignado y profundamente trau-
matizado por un hecho histórico que tuvo lugar en Argel. La violación de una
joven argelina de veintiún años militante del Front de Libération Nationale».1

Vivre et laisser mourir ou la fin tragique


de Marcel Duchamp, 1965

Apenas unos años después de esa experiencia colectiva, los artistas Gilles Ai-
llaud (París, 1928-2005), Eduardo Arroyo (Madrid, 1937-2018) y Antonio Re-
calcati (Milán, 1938) realizarían la obra Vivre et laisser mourir ou la fin tragique
de Marcel Duchamp (1965).
Esta obra colectiva se expuso a través del proyecto Figuration narrative
dans l’art contemporain, que organizó el crítico de arte Gerald Gassiot-Talabot
(1929-2002) en las galerías Europe y Creuze de París en el otoño de 1965. La

1  «J’ai eu l’idée de proposer à cinc de mes amis de peindre ce grand tableau de quatre mètres
sur cinq, car j’ai été totalment bouleversé, vraiment profondement traumatisé par un fait his-
torique qui s’est déroulé à Alger. C’est à dire le viol, d’une jeune militante algérienne de 21 ans,
qui était vierge et musulmane et qui était militante du FLN (Front de Libération Nationale)».

251  cultura
Eduardo Arroyo: Ronda de noche con porras (1975-1976).

pintura comprendía un total de ocho lienzos y representaba el asesinato del 179


pintor Marcel Duchamp y la escenificación del posterior entierro por los ar-
tistas Arman, Oldenburg, Rauschenberg, Raysse, Restany y Warhol. La repre-
sentación de este hecho luctuoso del padre del ready-made provocó un gran
escándalo en la escena artística parisina y la reacción de diversos artistas eu-
ropeos, como Peter Klassen, Jacques Monory, José Pierre y Henri Télémaque,
que firmaron una petición titulada Le troisième degré de la peinture. A esa pro-
testa se sumarían firmando el manifiesto Les curés exagèrent los artistas Bertho-
lo, Bertini, Castro, Restany, Segui y Voss.
La razón de ser de ese cuadro y su título la explicaría, años más adelante,
Eduardo Arroyo en una entrevista con J. P. Ameline y B. Ajac,2 donde argumen-
ta que, en la confrontación entre Duchamp y Picasso y lo que representaba, en
el mercado del arte, la opción Duchamp, él se manifestaba en contra de este
artista: «Entonces comprendí que se había acabado, que era la puerta abierta
a todo lo que detesto: el mercado oficial del arte, el doble mercado, las obras
destinadas exclusivamente al museo. Todo lo que detesto viene de ahí y noso-
tros sabíamos muy bien por qué había que asesinar a Duchamp».3

2  Jean Paul Ameline y Benédicte Ajac: Entretien avec Eduardo Arroyo, 2 de noviembre de 2007,
reproducida en el catálogo Figuration narrative. París, 1960-1972, pp. 283-287, Centre Georges
Pompidou, 2008.
3  Eduardo Arroyo: «Alors, j’ai compris que c’était fini, que c’était la porte ouverte à tout ce
que je déteste: le marché officiel, le double marché, les oeuvres destinés exclusivement au mu-
sée. Tout ce que je déteste vient de ça et nous savions très bien pourquoi il fallait l’assasiner».

251  cultura
Diez años mas tarde, con motivo de la Bienal de Venecia, el pintor Eduar-
do Arroyo realizaría la obra Ronda de noche con porras (1975-1976), que eviden-
ciaría su compromiso político antes de regresar a España.
Aquella experiencia colectiva marcaría una pauta en relación al concepto
subjetivo del artista como creador individual de una obra, algo que determina-
ría, en cierto modo, la opción de equipo que, desde España, seguirían los ar-
tistas integrados en el Equipo Crónica y el Equipo Realidad y luego, años más
tarde, en el Equipo Límite.

El mural de La Habana, 1967

Otra experiencia colectiva es la que, en los años sesenta y a iniciativa de Wifre-


do Lam y Carlos Franqui, se planteó con la presentación del Salón de Mayo en
Cuba. Esa manifestación de artistas creada en 1943 en París con el nombre de Sa-
lon de Mai se iba a mostrar por primera vez en América Latina a través de Cuba.

180

Mural Cuba colectiva, La Habana, 1967.

251  cultura
El gobierno de Fidel Castro invitaría a un centenar de artistas, galeristas
y críticos de arte europeos para que expusieran su obra y sus ideas en Cuba.
A esa convocatoria serían invitados artistas españoles como Pablo Picas-
so, Joan Miró, Antoni Tàpies, Francisco Bores, Antonio Saura, Eduardo Arroyo,
el Equipo Crónica, etcétera, pero en el mural Cuba colectiva, que se realizó el
17 de julio de 1967, solo aparece la participación personal de Eduardo Arroyo.
Hoy, ese mural en forma de espiral representa una expansiva espiral ecléc-
tica en la que intervinieron más de cien artistas, como Santiago Armada (Cuba),
Eduardo Arroyo (España), Polo Castellanos (México), Gudmundur Erró (Islan-
dia), Ernesto González Puig, Alain Jouffroy (Francia), Raúl Martínez (Cuba), Ro-
berto Matta (Chile), Jacques Monory (Francia), Amelia Peláez (Cuba), Bernard
Rancillac (Francia) y Domingo Ravenet, Mariano Rodríguez y Luis Miguel Valdés,
todos ellos cubanos. Hoy en día es uno de los ejemplos emblemáticos de una
pintura colectiva en plena efervescencia cultural del régimen de Fidel Castro.
El Salón de Mayo inauguraría en La Habana, el 30 de julio de 1967, una
muestra colectiva con más de doscientas obras de los artistas Gilles Aillaud,
Francisco Bores, Enrico Baj, Anne Breivik, Jean Clerte, Lucio del Pezzo, An-
tonia Eiriz, Tetsumi Kudo, Julio Le Parc, Lea Lublin, René Magritte, Man Ray, 181
Roberto Matta, Raúl Milián, Tomás Oliva, Vera Pagava, Pablo Picasso, Arthur
Luiz Piza, Serge Poliakoff, René Portocarrero, Antonio Saura, Antonio Seguí,
Jo Stang, Saul Steinberg, Arvid Udbjorg, etcétera.
Al cabo de los años, Adelaida de Juan, crítica de arte cubana, escribiría lo
siguiente sobre esta experiencia artística: «Es sin duda un hecho relevante en
el historial de artes plásticas de la importancia del Salón de Mayo que su ini-
cial presencia americana haya sido precisamente en La Habana».4
Por su parte, la historiadora del arte cubana Llilian Llanes recordaría en
otro artículo de la misma revista que el Salón de Mayo iba a tener lugar mien-
tras se celebraba en La Habana la Primera Conferencia de la Organización La-
tinoamericana de Solidaridad y el Encuentro de la Canción Protesta en la Casa
de las Américas, por lo que: «La intensidad de los proyectos en los que estaba
envuelta la nación cubana le habían dado una capacidad de convocatoria in-
ternacional sin precedentes, de manera que a todo tipo de encuentro, reunión
o congreso que se organizara asistían personalidades de muy alto nivel, polí-
ticos, creadores, científicos, toda clase de profesionales cuya proyección inter-
nacional era ampliamente reconocida».5

4  Adelaida de Juan: «Lam trae París a La Habana», en La Jiribilla. La Habana, del 8 al 14 de sep-
tiembre de 2012.
5  Llilian Llanes: «El Salón de Mayo en La Habana», en La Jiribilla. La Habana, del 8 al 14 de
septiembre de 2012. Es autora, asimismo, del libro Salón de Mayo de París en La Habana, julio de
1967 (La Habana: Arte Cubano Ediciones, 2012).

251  cultura
182

Juan Genovés: El abrazo, 1976.

Juan Genovés y la pintura de masas

Quien inicia una obra pictórica claramente comprometida contra el franquis-


mo y ofrece un testimonio de la represión del régimen en la postguerra es sin
lugar a dudas el pintor valenciano Juan Genovés (1930-2020).
Precisamente fue el escritor Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003) en
el texto Genovés, el pintor y su sombra, quien analizaría el paso del artista del rea-
lismo social a otros espacios de la libertad del artista: «Liberado del argumento,
de la idea, de la intención histórica, el artista penetra en el templo idealizado
del arte donde le esperan las verdaderas masas. […]. Aquel Genovés tenía su
poética y eso le distinguía de muchos creadores prometedoramente miméti-
cos, pero incapaces de dar avisos sobre su singularidad».6
Aquellas figuras humanas corriendo, espantadas, por la calle y observa-
das desde la lejanía fueron evolucionando hasta llegar a la pintura de El abra-
zo (1976), que devino la imagen de la Transición española y símbolo de la

6  Manuel Vázquez Montalbán: «El pintor y su sombra», en el catálogo Genovés. Retrospectiva,


1992-2002. Museo de Bellas Artes de México, octubre-noviembre de 2002, pp. 25-29.

251  cultura
propuesta de reconciliación de los españoles. Con motivo de la recuperación
de esa obra, la periodista Silvia Hernando escribiría en el diario El País:

Cuando en 2016 el lienzo fue trasladado, en calidad de préstamo, al Congreso de


los Diputados —donde se exhibió junto a bustos de los presidentes republica-
nos Manuel Azaña y Niceto Alcalá Zamora y de la feminista Clara Campoamor—,
Genovés declaró que se trata de una obra que busca representar a «las miles y
miles de personas que luchamos para que nuestro país no fuera diferente; este
cuadro representa la reconciliación de los españoles».7

Pero la idea del abrazo, según apuntó en su día una investigadora del Centre
George Pompidou, ya la había expresado, en otro cuadro, diez años antes. Geno-
vés añadiría: «Me había olvidado que hace diez años había pintado otro cuadro».
Pero lo importante de ese cuadro es que se convirtió en un cartel con el
que la Junta Democrática reclamó, en 1976, la amnistía.
Genovés, militante entonces del Partido Comunista de España, expresa-
ría con esa obra, como la posterior dedicada a las masas, lo que Josep Renau
definiría como «el espacio del miedo». 183

Los grabados de Agustín Ibarrola

Si hay un artista comprometido con su


obra contra el franquismo, es el pintor
Agustín Ibarrola (Basauri, 1930).
Las primeras expresiones plásti-
cas de Ibarrola las daría a conocer en la
muestra de la Estampa Popular de Vizca-
ya en 1962, en la que intervendrían, asi-
mismo, los grabadores Dionisio Blanco,
María Dapena y José Ortega.
En el periplo que va de la muestra
de Estampa Popular de Vizcaya (1962) a
la Bienal de Venecia (1976), Ibarrola de-
sarrolla una obra pictórica y sobre todo
de grabador que da testimonio de la lu-
cha del proletariado vasco de ese período.

Agustín Ibarrola: Manifestación rota, ca. 1967.

7  Silvia Hernando: «El abrazo que fue símbolo de la Transición», en El País, 25 de mayo de 2020.

251  cultura
Agustín Ibarrola: Paisaje de Euskadi, ca. 1967.

Como testimoniaría el propio Iba-


rrola en una entrevista con Gandía Ca-
simiro: «En Vizcaya se fundó Estampa
Popular dando continuidad a las mo-
vilizaciones que iniciamos el año 1954
por los pueblos mineros e industriales
con exposiciones, recitales y debates».8
Una actividad en la que estaban
poetas como Blas de Otero y Gabriel
Celaya y que supuso que en 1976 lo de-
tuvieran y metieran en la cárcel.
Ese percance no impidió que su
magna obra Paisaje de Euzkadi (1975) y
algún grabado suyo se expusieran en
184 la Bienal de Venecia.

El Equipo Crónica, 1964-1981

La creación del Equipo Crónica, integrado inicialmente por los pintores Rafael
Solbes (1940-1981), Joan Antoni Toledo (1940-1995) y Manuel Valdés (1942),
coincidiría con el desarrollo del movimiento artístico de la Estampa Popular
de Valencia (1964-1968), que seguiría, en cierto modo, el discurso artístico pro-
movido desde Madrid en 1959 por el artista José Ortega (1921-1990).
Desde 1966, el Equipo Crónica estaría integrado exclusivamente por Sol-
bes y Valdés, y una de las características de su obra, aparte de la técnica de las
pinturas planas, el uso del proyector de opacos y la realización de series, se-
ría la de interpretar algunas obras y a algunos artistas de la historia del arte.
¿Copia o interpretación?, planteaba la crítica de arte de entonces.
Años más tarde, en una entrevista con Manolo Valdés tras recibir el Pre-
mio Nacional de Artes Plásticas en 1983, confesaría: «Esa es una vieja polémica,
pero aunque es una polémica superada, siempre está ahí: ¿copia o interpreta-
ción? Que además de ser una polémica es un hecho, una realidad a la que te
enfrentas».9

8  José Gandía Casimiro (1996): «Los relatos Estampa Popular», en el catálogo de la exposición
Estampa Popular. Valencia: Instituto Valenciano de Arte Moderno, pp. 104-108.
9  Manuel García (1984): Entrevista con Manolo Valdés. Valencia, diciembre. (Inédita).

251  cultura
185

Equipo Crónica: Paredón tres, 1975-1976.

El Equipo Crónica, con motivo de su participación en la Bienal de Vene-


cia, presentaría la serie Variaciones sobre un paredón (1975), que era la respues-
ta pictórica a los últimos fusilamientos de Franco. Seguramente, la obra más
comprometida de Solbes y Valdés en la Transición española.
Antes de que los integrantes del Equipo Crónica se dedicaran a revisar o
interpretar la historia del arte y de que realizaran una obra políticamente más
comprometida, hay que citar una serie de pinturas, como El general (1965), Me-
tamorfosis del piloto (1965), América, América (1965), Vietnam (1966) y Concentra-
ción (1966), en las que se evidencia el compromiso de los artistas con la lucha
contra el franquismo o la guerra del Vietnam y el movimiento democrático es-
tudiantil, al que contribuyeron con portadas de publicaciones universitarias
como Sou (Valencia, 1967-1968) y Módulo 68 (Valencia, 1967-1968) o la revis-
ta Suma y Sigue. Arte y Arquitectura (Valencia, 1966).10

10  Véase el catálogo de la exposición Coŀlectius Artístics a València sota el franquisme. Valencia:
Instituto Valenciano de Arte Moderno, 2015.

251  cultura
186
Equipo Realidad:
Estudio de
cabezas, 1975.

El Equipo Realidad y los cuadros de historia

Apenas un par de años antes de que Rafael Solbes y Manolo Valdés hicieran la
serie Variaciones sobre un paredón (1975), presentada en la Bienal de Venecia de
1976, el Equipo Realidad, integrado por Jorge Ballester y Joan Cardells, reali-
zaría la serie Cuadros de historia (1974), que presentarían en la Sala Vinçon de
la capital catalana incluyendo obras como Reconocimiento del cadáver de Cal-
vo Sotelo por el juez de guardia y el médico forense en el cementerio de la Almudena
de Madrid en julio del 36, Muerte de un republicano fotografiado por Robert Capa o
Vista del Alcázar de Toledo durante el asalto del 36.
El Equipo Realidad interpretaba así, con la misma técnica que Rafael Sol-
bes y Manolo Valdés, escenas de la Guerra Civil española, que incluirían en el
libro La Guerra Civil del Equipo Realidad. Cuadros de historia (1973-1976), con un
texto del profesor Facundo Tomás (Valencia, 1981).
La historia y la política aparecían entre las inquietudes de estos artistas
valencianos que en los tiempos de la Transición democrática marcarían una
pauta en la pintura española comprometida, como lo había hecho años antes
Juan Genovés en la Bienal de Venecia de 1966.

251  cultura
187

Equipo Límite: Donde había gallo, ahora canta gallina, 1998.

Según concluye en un texto Gandía Casimiro: «El Equipo Realidad pintó


las fotografías de la Guerra Civil objetivando las mediaciones, es decir, tanto las
erosiones encontradas como los efectos provocados por el proyector y los azares
objetivos en cada acto de pintar, accidentes, anécdotas personales, caprichos».11

La obra feminista del Equipo Límite

Esa idea del Equipo Crónica y el Equipo Realidad de trabajar en equipo, que
ponía en cuestión la creación subjetiva del artista, resucitaría, unos años más
tarde, con la aparición en la escena plástica española del Equipo Límite (1988),
integrado por las jóvenes pintoras Esperanza Casa y Carmen Roig, ambas na-
cidas en 1967 y formadas en la Facultad de Bellas Artes de Valencia.

11  José Gandía Casimiro (1993): «Hoy tengo una duda: quizás no eran ellos quienes pintaban,
sino que lo hacían sus imágenes», en el catálogo de la exposición Equipo Realidad. Instituto
Valenciano de Arte Moderno, pp. 18-21.

251  cultura
Su pintura estuvo influenciada por el Equipo Crónica en lo que se refie-
re a la ejecución técnica. Sin embargo, se distanciarían evidentemente de Sol-
bes y Valdés por la iconografía, referida al mundo del kitsch, tatuajes, fondos
psicodélicos y destacando la viveza del color y una temática de clara referen-
cia al feminismo.
Una obra, a veces, que, desde el lenguaje del cómic, cuestionaba la ma-
nipulación de la mujer en el siglo xx. Niñas saeteadas de espadas bajo la ben-
dición de los curas, mujeres atadas de pies y manos al lado de unas geishas,
mujeres peleonas acosadas por vírgenes y tigres. Toda una iconografía neopop
que evidenciaba la explotación religiosa, iconográfica y política de la mujer en
el mundo moderno.
Según afirmaría el profesor Fernando Castro Flórez: «Moviéndose más
allá del pastiche o de la moda reaccionaria de la nostalgia, el Equipo Límite
plantea una pintura narrativa, sosteniendo un importante diálogo con una tra-
dición moderna muy fecunda en Valencia (Equipo Crónica, Estampa Popular
o Equipo Realidad)».

188
Conclusiones

Al revisar, aunque sea brevemente, algunas propuestas plásticas colectivas eu-


ropeas y la trayectoria más concreta de artistas españoles como Juan Geno-
vés, Agustín Ibarrola y los colectivos del Equipo Crónica, el Equipo Realidad y
el Equipo Límite observamos que desde mediados del siglo xx hubo, por par-
te de una serie de artistas, no solo una preocupación temática sobre los con-
flictos políticos internacionales —guerras de Oriente Medio y del Vietnam—,
sino también respecto a la dictadura franquista del período.
Un compromiso que se evidenciaría en la mayor parte de la producción
artística de la Estampa Popular de Valencia (1964-1967), que luego asumirían
en su obra pictórica el Equipo Crónica y el Equipo Realidad y al cabo de unos
años, en el tema de la mujer, el Equipo Límite.  

251  cultura
De la agitprop a la política
de comunicación con Manuel
Vázquez Montalbán.
Cómo escribir en Mundo Obrero,
establecer una buena política de comunicación
y penetrar en los medios hegemónicos

José Manuel Martín Medem


Director de Mundo Obrero

E l libro Cambiar la vida, cambiar la historia, de la Editorial Atrapasueños, que


reúne los artículos publicados por Manuel Vázquez Montalbán en Mundo
Obrero, no es el resultado de una arqueología periodística para recuperar sus
189

papiros. Es una pedagogía imprescindible para nuestra alfabetización mediá-


tica. Manuel Vázquez Montalbán nos enseña cómo escribir en Mundo Obrero,
avanzar desde la agitación y la propaganda hacia la política de comunicación
y aprovechar las brechas en el sistema hegemónico de la información venérea.
«El comunista es un ser humano consciente de la necesidad de la emanci-
pación individual y colectiva y de que su fuerza depende en buena manera de
su poder de convocatoria». Es un párrafo del artículo titulado «Nuestra ima-
gen», que Mundo Obrero publicó en 1976 con la firma de «Manuel Sánchez Mol-
batán». Un artículo que se podría incluir ahora en nuestro periódico como si
no tuviera cuarenta y cinco años. Así escribía MVM y así es el periodismo que
necesitamos en Mundo Obrero. Para los militantes del partido, los simpatizan-
tes o los que simplemente quieren saber qué pensamos, decimos y hacemos los
comunistas, la única información útil es la que se convierte en conocimiento
para la participación y la intervención política con capacidad crítica.
En la izquierda todavía estamos desarrollando la estrategia y los instru-
mentos para dar acceso a más y mejor información a las mayorías contamina-
das por los abusos y las trampas de los grandes medios de comunicación. Los
abusos de la concentración de la propiedad en los medios comerciales, del se-
cuestro gubernamental del servicio público y del bloqueo de las iniciativas so-
ciales. Las trampas que convierten las supuestas informaciones en tratamientos
para imponer sensaciones orientadas por el poder político y económico.

251  cultura
De la agitprop a la política de comunicación

En agosto de 1936, el presidente de la República, Manuel Azaña, les dijo a un


grupo de periodistas extranjeros: «Si desean valorar acertadamente la situación
y conocer a los que saben lo que quieren, lean Mundo Obrero». El historiador
Fernando Hernández Sánchez recuerda en su libro Guerra o revolución «el gi-
gantesco aparato de agitprop del PCE en la Guerra Civil que, por su estructura,
campos de acción y dimensiones, se podría calificar como una megafactoría
de producción de contenidos ideológicos que utilizó todas las formas posibles,
desde la prensa y la literatura, pasando por el grafismo y el teatro, hasta los
modernos medios audiovisuales (la radio y el cine) con su enorme capacidad
de sugestión y adoctrinamiento en una sociedad con elevadas tasas de analfa-
betismo». El PCE ya hacía entonces lo que seguimos procurando: poner la co-
municación al servicio de la clase trabajadora, la que más ha dado al mundo y
la que menos tiene. Incluyendo la información. Mundo Obrero, en digital y en
papel, intenta convertir ahora en una buena política de comunicación lo me-
jor de lo que fue una gran capacidad de agitación y propaganda.
190 En las respuestas militantes contra la avalancha de información envene-
nada, me parece que se cometen con demasiada frecuencia dos errores muy
peligrosos. Que además suelen producirse combinados. La lectura de solo lo
que coincide con lo que pensamos y la reacción furiosa al escribir contra lo que
se combate. Con la lectura unilateral se pierde capacidad para elaborar mejo-
res argumentos y con la escritura volcánica reducimos la posibilidad de inter-
cambiar buenas informaciones para mejorar el conocimiento de la resistencia.
El periodismo furioso es el que se orquesta con poco piano y muchos tambo-
res. Con demasiado acompañamiento y escasa melodía. La buena melodía es
lo que establece una identidad y un significado contra el ruido. Es lo más im-
portante y lo más difícil de escribir. Con los tambores se denuncia lo que hay
que cambiar. Con la melodía se explica cómo y por qué. Creo que al elaborar
la política de comunicación del PCE hay que debatir cuidadosamente sobre la
proporción más conveniente del piano y de los tambores en Mundo Obrero.
Para poder decir que contribuimos a valorar acertadamente la situación. Es una
tentación gratificante la de escribir de manera ardiente con consignas y gri-
tos de resistencia, pero me parece que no es el procedimiento más adecuado
para que la información sea una herramienta eficaz y contundente. MVM es-
cribía para Mundo Obrero con calidad, inteligencia y sentido del humor. Ingre-
dientes imprescindibles para el mientras tanto de la emancipación informativa.

251  cultura
El nuevo analfabetismo

MVM consiguió el reconocimiento mayoritario en el periodismo y como no-


velista. Casi todos hemos devorado sus artículos y sus relatos, pero creo que
muy pocos han valorado como se merecen sus tres libros de teoría de la co-
municación. Escribió en la cárcel Informe sobre la información (1963), todavía
incuestionable como referencia histórica, y después El libro gris de TVE (1973)
y más tarde Historia y comunicación social (1980), el más completo de los tres.
Teniendo en cuenta que el primero lo escribió con veintitrés años y encarce-
lado por el franquismo, sin poder contar con una buena documentación, sor-
prende no solo por la exacta descripción de aquel escenario de los medios de
comunicación, sino sobre todo por su capacidad de advertir ¡en 1963! sobre
muchas de las dificultades que ahora nos agobian.

• La concentración en la propiedad y la informatización en los procedi-


mientos establecerán las características estructurales en la evolución de
los medios de comunicación.
• Se establecerán poderosas redes de televisión internacional. 191
• Después del franquismo, la propiedad de las empresas de comunicación
será una magnífica inversión política y económica.
• La comunicación será procesada como una mercancía y la oligarquía finan-
ciera se apoderará de las grandes corporaciones de la información y del en-
tretenimiento, combinando el beneficio económico y la rentabilidad política.
• El poder económico convertirá a los otros cuatro (ejecutivo, legislativo,
judicial e informativo) en los dedos de su mano.
• La falta de una formación cultural sólida y continua, sin elementos de dis-
tancia crítica y de comprensión de la realidad, provocará una entrega to-
tal al imperio de los grandes medios de comunicación.

MVM no solo fue el primero que nos informó sobre la información, sino
además uno de los pocos que durante cuarenta años insistió constantemente
sobre la necesidad de la alfabetización mediática y de que la izquierda consi-
guiera establecer su propia política de comunicación. Denunciaba que «nunca
están al alcance de la mayoría social todos los instrumentos que hacen posible
la lectura de un medio de comunicación, es la imposición de un nuevo analfa-
betismo: la mayoría silenciada está incapacitada para una lectura que permita
el conocimiento de la realidad más allá de su madriguera electrodoméstica» y
reclamaba «que en las escuelas se enseñe a leer los medios, es decir, a descodi-
ficarlos». En el Panfleto desde el planeta de los simios (1995), recordando sus «cua-
renta años de predicar en el desierto», dejó su penúltima invocación: «Si aún
queda una cierta capacidad de fijar criterios progresistas en la educación, que se
aplique a introducir la enseñanza obligatoria de la descodificación mediática».

251  cultura
El hachazo audiovisual del PSOE

Lo que MVM advertía en Historia y comunicación social (¡1980!) nos sirve toda-
vía como referencia fundamental cuando el PSOE prepara un hachazo audio-
visual. Con ese libro, su exploración más ambiciosa, nos lleva desde el origen
comercial de la información hasta el gran negocio de lo que denomina neoli-
beralismo persuasivo: «La progresiva conversión de la comunicación en per-
suasión social para orientar el consumo de ideas y mercancías».
Resumo a continuación su diagnóstico:

• En el momento en que la prensa se convierte en un fenómeno de masas,


se establece ya su carácter de aparato ideológico al servicio de las clases
dominantes.
• La Revolución francesa había puesto en evidencia el poder de las masas
y el factor organizativo de ese poder que desempeñaba la comunicación
social a través de sus tres pivotes fundamentales: las libertades de expre-
sión, reunión y asociación.
192 • El ariete de la libertad de informar lo utilizó la burguesía para penetrar
en la fortaleza del Antiguo Régimen y, una vez en el poder, domesticar la
información y convertirla en una técnica de dominio de la conciencia co-
lectiva.
• La comunicación, como sistema de conformación de conciencias, opinio-
nes y actuaciones históricas, se ha convertido en material estratégico de
primera categoría para la sutil manipulación por parte del poder.
• Los medios de comunicación, incluso cuando se han reglamentado como
servicio público, no han conseguido superar los límites convencionales
de lo establecido.
• Cualquier nuevo medio que nazca dentro del sistema se instrumentaliza-
rá a partir de una organización industrial y como tal buscará beneficios y
esa complacencia del público que garantiza la audiencia.

El comando neoliberal del PSOE pretende ahora fortalecer el negocio de


las televisiones comerciales, jibarizar el servicio público y eliminar las inicia-
tivas sociales. Es lo que quiere imponer con la reforma de la Ley General de la
Comunicación Audiovisual.
El comando neoliberal, mutación más agresiva del comando Rubalcaba
que colonizó RTVE, establece en su proyecto de reforma limitar al 25 % la pre-
sencia de TVE en el reparto gubernamental de las licencias estatales (entre-
gando el 75 % a los negocios audiovisuales), prohibir las emisoras de iniciativa
social y consolidar el modelo del Partido Popular para privatizar o cerrar las
televisiones de las comunidades autónomas. Lo mismo en la radio. Sin emi-
soras de iniciativa social, el 65 % para las comerciales y solo el 35 % para RNE.

251  cultura
El hachazo convertiría el servicio público esencial en un servicio de in-
terés económico general y reduciría drásticamente el pluralismo informati-
vo: mucho negocio, poco servicio público y nada para las iniciativas sociales.
Mientras la emancipación informativa reclama un avance hacia el equi-
librio entre los tres sectores, la reforma del comando neoliberal del PSOE re-
trocede descaradamente.
Hay que comparar lo que formalmente protege la ley actual con lo que
desampara el proyecto de reforma.
Dice la Ley General de la Comunicación Audiovisual que se debe proteger
«el derecho a que la comunicación audiovisual se preste a través de una plura-
lidad de medios públicos, comerciales y comunitarios». La reforma reduciría
el pluralismo a «medios públicos y de titularidad privada». Retrocediendo de
tres patas (público, negocio y social) a solo dos (públicos y privados), con la
hegemonía de los negocios audiovisuales.
Es una operación de Nadia Calviño, la Isabel Díaz Ayuso del PSOE. Las
dos hablan como si fueran tontas, pero son las más listas para darles todas las
ventajas (todo el poder informativo y comercial) a los negocios.
193

La democratización de la información

Hay que leer con mucha atención lo que MVM escribía para Mundo Obrero
¡en 1977!:

Los comunistas que explícitamente hemos elegido la construcción de un socia-


lismo en libertad hemos enseñado todas nuestras cartas, todo el instrumental de
que disponemos para llegar al socialismo por la vía democrática y para garanti-
zar el ejercicio de las libertades una vez conquistado el poder. La usura de la li-
bertad que caracteriza a muchos regímenes socialistas se debe, por una parte, a
la situación del bloqueo contrarrevolucionario a la que les somete el imperialis-
mo y, por otra, a vicios no desterrados, enquistados en un momento dado de la
construcción del socialismo en aquellos países. Nosotros no queremos construir
ese socialismo y al mito de las libertades recortadas y manipuladas por la bur-
guesía hemos de oponer la reivindicación intransigente de las libertades como
mecanismos de participación de las mayorías y garantía de que la dinámica his-
tórica no se detendrá nunca.

Manuel Vázquez Montalbán lamentaba «la falta de una estrategia ope-


rativa en la izquierda para inventar un nuevo lenguaje que comunique ideas
nuevas de una nueva manera». En nuestra militancia comunista sorprendía la
capacidad crítica de MVM cuando en Historia y comunicación social (1980) se-
ñalaba a los supuestos leninistas que bloqueaban la información y el debate en

251  cultura
el partido: «La filosofía leninista convierte la comunicación en una herramien-
ta de acción histórica dirigida por los sectores más lúcidos, un instrumento en
manos de la vanguardia para elevar la conciencia histórica del proletariado y
guiarle hacia el objetivo final de la destrucción del sistema capitalista. Pero el
presupuesto leninista se ha llevado hasta unas últimas y discutibles consecuen-
cias que en la práctica arrasan cualquier posible discrepancia». Si esta adver-
tencia sobre la degeneración de la información revolucionaria resultaba polémica
en 1980, con lo que MVM escribió en Informe sobre la información se adelantaba
cuarenta años a los debates sobre la democratización de la información que se
desarrollaron con los gobiernos progresistas en América Latina en torno al so-
cialismo del siglo XXI. Asumiendo que la información era un instrumento es-
tratégico para la Unión Soviética, tanto para la cohesión interna como para la
defensa externa, MVM lamentaba que «nunca haya sido emprendida una real
investigación para comprender las posibilidades prácticas de la libertad de ex-
presión en el seno de un Estado socialista».

194 Desde dentro

MVM recorrió un camino muy bien elaborado para llegar desde el periodismo
clandestino de Mundo Obrero hasta las páginas más leídas del diario El País sin
renunciar a «la emancipación individual y colectiva», consiguiendo una sóli-
da presencia en todos los medios de comunicación (prensa, radio y televisión)
además de la popularidad de sus novelas. La habilidad y la capacidad para pe-
netrar por las brechas del imperio de los medios hegemónicos es la tercera lec-
ción de MVM después de demostrar que se puede hacer un buen periodismo
beligerante y advertir sobre la necesidad de la alfabetización mediática de la
izquierda y de la mayoría social, que necesita saber quién controla y cómo se
manejan los medios de comunicación.  

251  cultura
Antología para un
periodismo del futuro *
Francisco Sierra Caballero
www.franciscosierracaballero.net

Q uienes nos formamos, en la década de los ochenta, en el mejor oficio del


mundo, como definía el gran Gabo el periodismo, teníamos en Manuel
Vázquez Montalbán un referente, un faro iluminador de ventanas y puertas
195

abiertas donde airear el tardofranquismo sociológico que todo lo inundaba


en forma de liberalismo ramplón o autoritarismo extremo, hoy, por cierto, de
viva actualidad, si uno piensa en detalle, cabalmente, la coyuntura política. La
ejemplaridad de Vázquez Montalbán como periodista era debida a una amplia
miríada de méritos, empezando por ser un modelo de la virtud revoluciona-
ria que, pese a hacer gala o elogio de lo anexacto, por la épica del compromi-
so, no dejaba día tras día de poner en evidencia, como recuerda Rosa Regàs en
el prólogo de Cambiar la vida, cambiar la historia (Atrapasueños, Sevilla, 2020),
los males de esta patria, donde con demasiada ligereza se confunde la moral
con el oscurantismo, la fe con la esclavitud, la patria con el feudo y el consu-
mo compulsivo con la liberación y el progreso mal entendidos. En este empe-
ño, Manolo no renunció nunca al cultivo de las buenas formas, a la estética
clásica del periodismo reposado, del que terminó por convertirse en su prin-
cipal valedor. Su escritura, como en otro registro distinto el florido estilo de
Paco Umbral, dio testimonio definitivo y fue una clara demostración, léase por
ejemplo como evidencia esta antología, del arte de tratamiento anatómico de
la actualidad como una periodística de la excelencia en la que la calidad no es
ajena ni mucho menos renuncia al compromiso político e intelectual. Cargado

*  Intervención de Francisco Sierra Caballero en la presentación del libro de Manuel Vázquez


Montalbán Cambiar la vida, cambiar la historia (Sevilla: Atrapasueños Editorial, 2020), organi-
zada por la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM) en Antiquarium (Sevilla, 20 de fe-
brero de 2021).

251  cultura
de ironía, este periodista total que fue Vázquez Montalbán alumbró páginas
excelsas del columnismo patrio con inteligencia, sentido del humor, humil-
dad, distancia y mucha sabiduría popular que tanto y tan bien conocía, desde
lo concreto, fuera en el fútbol, los bares o a través de los paisajes urbanos de
su Barcelona querida transitando barrios como El Raval, por los que deambuló,
desde siempre, su alter ego, Pepe Carvalho. Pero no viene al caso reseñar aquí
las virtudes del oficio de Vázquez Montalbán, una tarea harto inútil, por más
que conocida y que a diario era ratificada por millones de lectores. Sí conviene,
eso sí, apuntar a modo de recordatorio, por apenas ser de dominio público, que
el genio y magisterio que demostró en vida nuestro periodista de cabecera fue
debido, en parte, más allá de la figura de escritor y gran poeta que siempre
fue, al interés que manifestara siempre, a lo largo de su vida, por la comuni-
cación y la trama del periodismo como actividad esencial para la democracia.
De hecho, Vázquez Montalbán (MVM) contribuyó decisivamente a los estu-
dios de comunicación y fue doctor honoris causa por la UAB en Bellaterra por
sus aportes al campo de la comunicología. Su ensayo Historia y comunicación
social (1980) fue por más de tres décadas una obra de consulta obligada en las
196 bibliotecas de las facultades de comunicación en España. En sus propios ar-
tículos reflexionó recurrentemente, como pueden ver en la antología compi-
lada del Archivo Histórico del PCE, sobre la RTVE, sobre la cultura de masas,
la ideología, el periodismo y la manera de perfilar desde la izquierda una van-
guardia informativa que contribuyera al cambio sociocultural necesario en Es-
paña. Tales intereses no siempre coincidieron en el tiempo con las líneas de
actuación preferente de la dirigencia de la izquierda, pero ello no minó la vo-
luntad de entender y pensar un campo apenas explorado, en tanto que aguje-
ro negro, por el movimiento obrero y la teoría marxista.
Ahora, dado que en nuestro país informa quien quiere y como puede y
que los males que identifica MVM, como bien señala en la introducción del li-
bro nuestro director de Mundo Obrero, José Manuel Martín Medem, siguen vi-
vos, conviene, con ocasión de la presentación de este volumen organizada por
la Fundación de Investigaciones Marxistas en el Antiquarium de Sevilla, sacar
algunas lecciones de la lectura para nuestro tiempo a modo de vindicación de
un periodismo por venir y de una crítica que debe seguir cultivándose, como
nos legara a lo largo de su productiva y enjundiosa obra desde el complicado
mirador de la izquierda insobornable.
En las siguientes páginas, se proponen, a este respecto, diez ideas fun-
damentales, a modo de discusión, con las que acometer el reto de una lectu-
ra a contrapelo de la historia de su crítica periodística a partir de esta valiosa
obra que ha desempolvado Atrapasueños rescatando del olvido algunas de las
mejores páginas del periodismo comprometido y militante que tanto echa-
mos en falta en la actualidad. Valgan las siguientes anotaciones, acotadas al
margen, para una crítica de la marginalidad u obliterado interés sobre un tipo

251  cultura
de práctica profesional no tanto en desuso como denostada por una errática
concepción de la tarea de los informadores. Un abordaje histórico-estructural
del sistema dominante de comunicación en España revela, no obstante, cómo
puso en evidencia MVM que:

1.  La estructura de la información, del poder de mediación social en España,


sigue aquejada de alta concentración de la propiedad, extrema mercan-
tilización, dependencia de la oligarquía financiera e industrial, con una baja
calidad, escasa o nula oferta cultural, incluso en los medios públicos, y, por
añadidura, tendencialmente orientada al aislamiento y persecución de las vo-
ces disidentes, sea en forma de ley mordaza o por el despido y arrinconamiento
de periodistas independientes que cuestionan esta lógica de funcionamiento,
como hemos podido comprobar en Canal 9 o RTVE y hoy por hoy en Canal Sur.
En palabras de MVM, el monopolio de los medios de comunicación auténtica-
mente uniformadores y masivos sigue en manos del poder, se sigue utilizando
el chantaje y la consigna para evitar las discrepancias de los medios informati-
vos de libre empresa, se anuncia todo tipo de puniciones contra la propaganda
opositora, se discrimina a las fuerzas democráticas más dinámicas y operantes 197
para que no tengan ni siquiera capacidad mínima de respuesta frente a la apa-
bullante máquina de persuasión del terror y la propaganda televisiva herede-
ras del franquismo sociológico.
El texto de MVM está escrito en plena Transición, pero podría aplicarse
hoy a nuestro ecosistema informativo, entre el anticomunismo y el periodis-
mo de declaraciones al servicio de los intereses creados. Desde entonces, el
modelo de propaganda claro que ha variado y las lógicas de captura se perfec-
cionan desplegando nuevos dispositivos de censura y control social, pero en
esencia la determinación del modelo hegemónico descrito en los artículos de
Cambiar la vida, cambiar la historia o en otros ensayos conocidos del autor si-
gue vigente y su necesaria crítica nos interpela para plantear una política de-
mocrática de desconcentración y apertura del espacio mediático a otras voces
y corrientes diversas de opinión, como el movimiento feminista, hoy estigma-
tizado por la matriz oligárquica colonial que ha dominado la configuración del
Estado en España.

2.  Los desequilibrios en la estructura real de la información y la falta de demo-


cracia informativa solo pueden ser superados desde la articulación con-
trahegemónica de un movimiento y política de lo común que haga posible la
reapropiación del espacio mediático. En otros términos, es irremplazable una
revolución cultural que eduque a la ciudadanía empezando por la decodifica-
ción informativa, hoy que vivimos en la era de la burbuja de las redes sociales
y la doctrina del shock. Pues, como ya advirtiera Vázquez Montalbán, segui-
mos sufriendo la ocupación de las conciencias por las bases militares del fren-

251  cultura
te ideológico del duopolio televisivo, entre el universo Planeta y Berlusconi,
con medios públicos a la deriva, que el capitalismo de plataformas refuerza y
sostiene de forma intensiva, tal y como hemos visto en golpes de Estado re-
cientes, sea en Estados Unidos o en Brasil, del Norte al Sur global. En otras
palabras, las multitudes hipnotizadas pueden ser domesticadas a falta de cul-
tura sin sueño, por lo que toda política de la representación democrática pasa
por la intervención a este nivel.

3.  La cultura del estraperlo sigue dominando el sistema político en Espa-


ña y tiene fuentes próximas que alimentan y amplifican los dispositi-
vos de dominio que nos retrotraen a la Guerra Civil, socavando las conquistas
democráticas de la clase trabajadora gracias en buena medida al control de la
información socialmente accesible por la ciudadanía. Así, hoy como ayer, los
herederos de Franco siguen llevando el dinero a Suiza, el emérito primero, y
reciben amnistías fiscales mientras los medios minimizan estas graves actua-
ciones alejando al pueblo de la fiscalización social de la economía, de los oli-
gopolios eléctricos o los hombres de negro instalados en España al servicio de
198 los intereses de Bruselas, de los Draghi y macarras de la moral que operan en
la opacidad y, como denunciara Guy Debord, en el arte del secreto como parte
de la necesaria lógica del Estado parapolicial, Villarejo incluido. En otras pala-
bras, el búnker económico es el principal obstáculo que nos separa de una de-
mocracia de calidad. Mientras sigan esquilmando el erario público, en la lógica
de la cultura del estraperlo, no será posible avanzar en la consolidación del Es-
tado social y de derecho. Antes bien, son constatables los retrocesos históri-
cos vividos antes y después de 2008. Pues ellos, no se olvide, tal y como dejó
escrito Vázquez Montalbán, siguen conspirando en la sombra, moviendo peo-
nes ocultos comprados en la batalla por los intereses creados sin moral y ética
posible: solo el principio de estómagos agradecidos. Si lee los artículos de este
volumen y sigue la actualidad de los Inda, Villarejo, Negre y tantos otros gace-
tilleros de la difamación, podrá colegir el lector que el fino análisis de nuestro
autor nos ayuda a caminar en este capitalismo zombi nacional, más que nada
para aprender del pasado y desbrozar el camino futuro en el presente.

4.  La actualidad de sus escritos es más que evidente cuando la política del
capitalismo de amiguetes en España rinde de nuevo tributo a la muerte
con la deriva política voxiferante. Cuando, como recuerda MVM, alguien gri-
ta «Viva la muerte» no es que esté dispuesto a morir, es que tiene propensión
a matar. Y en esto los herederos naturales del franquismo sociológico no es
que emulen a Trump, es que nunca se equivocan de objetivo. Por ello tratan
de destruir la cultura que les excluye, porque apuesta por el futuro, y aterrori-
zan a la población en Canarias o los barrios pobres de la periferia de las gran-
des ciudades lo mismo que convocan a las fuerzas militares del golpismo, en

251  cultura
pleno siglo XXI, siguiendo el guion reeditado como farsa de la serie de nues-
tros episodios nacionales por todos conocidos. Cito literal a Manuel Vázquez
Montalbán en este punto: «La derecha nunca tiene en cuenta ni su cotidiana
y a veces bien disimulada represión de las libertades, ni el recurso a la situa-
ción de excepción que convoca en cuanto está a punto de perder el control de
la situación por vía electoral», como ha sucedido hoy con el gobierno de Es-
paña. «Se está creando así —advertía MVM— la falsa impresión colectiva de
que el fascismo se ha ido y nadie sabe cómo se ha ido. ¿Dónde se han metido
los que ayer se pasaban el día expresando su adhesión inquebrantable a los
principios del Movimiento Nacional?». Los pregoneros de la barbarie siguen,
cual ejército de imagineros mayores, en alerta con su perpetua clientela, apro-
vechando la desinformación, el malestar social y, claro está, el patrocinio del
latrocinio de la banca y la oligarquía económica. En suma, la lección que he-
mos de sacar de sus escritos es que el gran fantasma familiar del franquismo
sociológico es la conjura de la reacción cuando ha visto en peligro la supervi-
vencia de sus privilegios materiales e ideológicos. Desde entonces, decía Ma-
nolo, crecimos sorprendidos, como en los tebeos de la época, que siempre el
derecho de conquistar se tradujera en un poder mediocre, cruel, corrupto y en 199
ocasiones grotesco, y en cuanto ha habido oportunidad de echar a estos fan-
tasmones se ha hecho, dentro de lo que cabe, al parecer, añadiríamos nosotros,
no de forma precisamente determinante. No quieren irse del todo, como en el
CGPJ. «Conspiran, perpetúan un poder paralelo basado en el miedo y si llegan
a conseguir sus propósitos de recuperar el castillo, pasarán a degüello a todo
bicho viviente. Odian la vida. Es la perpetua frustración de los fantasmas». Por
ello, hoy como en 1977, lo peligroso del franquismo diluido en el aire y en las
aguas es su mutación en irracionalismo político basado en la deseducación y
la desinformatsia, que se disfraza a veces de radical impaciencia ante los insu-
ficientes progresos de la historia. Conviene por lo mismo tomar en cuenta la
advertencia preclara de MVM en abril de 1977: «Se está armando de argumen-
tación y desquite moral a la reacción franquista y se están prefabricando nue-
vas hornadas de fascistas morales, que pasando de todo llegarán a desfilar, de
buen o mal grado, al paso de la oca. La principal parte de esa responsabilidad
la asume el franquismo y los que se empeñaron en no desfranquizar didácti-
camente al país. Quisieron hacer una reforma desde la legalidad y han prescin-
dido de la pedagogía colectiva que hay en una ruptura». Sería hora de hacerlo,
antes de que nos arrepintamos, como ya advirtieran insistentemente el autor
y más recientemente Julio Anguita.

5.  El agudo y fino análisis de Vázquez Montalbán da en el clavo desde este


punto de vista de la geopolítica que hace posible tal estado de la cuestión
considerando la situación periférica y dependiente de España en el escenario
europeo e internacional. En palabras del autor, hemos pasado del eurocomu-

251  cultura
nismo como posibilidad al eurocarterismo como realpolitik. Nos han robado la
esperanza en un proyecto, el de Maastricht, fruto del cambiazo liderado por el
PSOE, y nos roban la cartera a diario sin pudor ni pausa que haga posible re-
cuperación alguna: primero Felipe González y hoy los peones de la Troika, efi-
caces empleados y opinadores de toda laya siempre dispuestos a robarnos la
cartera. El reto, en este escenario, avizorado por nuestro autor en plena tran-
sición democrática, es qué hacer.

6.  Un punto de partida inexcusable es pensar contracorriente. El compro-


miso intelectual sigue siendo una tarea irrenunciable ante el microcos-
mos de la catástrofe planificada del servocapitalismo feudal, imperante en el
país, ahora que nos han proscrito pensar o incluso en la universidad está mal
visto quienes nos damos a la teoría y a cultivar el pensamiento, siendo incluso
catedráticos universitarios, por no hablar de una lectura marxista de nuestra
contemporaneidad. En esta era neobarroca de retorno a las tinieblas, estamos
siendo abocados al pensamiento único del capital, por lo que es preciso recla-
mar, por la humanidad y la propia supervivencia de la especie, un trabajo de la
200 inteligencia en pro del cambio social. Ahora, cómo compaginar política y pen-
samiento, teoría y praxis. MVM lo sintetiza magistralmente en las páginas de
este libro póstumo: la función del político es utilizar cotidianamente un pu-
ñado de verdades seguras y abocadas a resultados. Y la función del intelectual,
en cambio, es cuestionar las verdades seguras, arriesgarse a errores cotidianos
y tratar de acertar en balances y previsiones. La memoria del político —dejó
escrito— es necesariamente frágil. La del intelectual es poética. El político co-
rrige su memoria cada mañana. El intelectual la recupera, esclavo de nostalgias
y esperanzas. Esta es la esencia del discurso a lo Benjamin que nos propone.
La supervivencia como creatividad, la palabra escrita para la paz y la denun-
cia del espectáculo de la injusticia que nos sulivejan, anclados en la ética ante
las arbitrariedades de este sistema capitalista arbitrario, embarcados en la es-
tética de la resistencia, escribiendo y pensando con los vencidos y la potencia
de la razón como ciencia en progreso. Ello implica vindicar una figura, citan-
do a Toni Domenech, de homo versatilis que cuestiona el privilegio de pensar,
pero que a veces no está bien visto en los partidos comunistas por verse como
esnobismo, sacerdocio o diletantismo. En un tiempo de lucha ideológica, los
frentes culturales son, no obstante, estratégicos, tal y como supo concretar, a
modo de síntesis, en su último congreso, el PCE.

7.  En la misma línea de actuación, de la lectura de Cambiar la historia, cam-


biar la vida se concluye que, sin duda, necesitamos más periodistas tribu-
nos populares, intelectuales orgánicos con pulsión plebeya, con fino humor o
ironía y las armas de la crítica para desnudar el poder. Periodistas educadores,
en el sentido de Gramsci, o militantes, como vindicara Rodolfo Walsh. Cuan-

251  cultura
do pareciera que, desde 1980, la función intelectual es inútil, más necesario es
el quiebre y diagnóstico de lo real concreto, confabulando dispositivos eman-
cipadores para liberarnos de la asfixia y el colapso. Frente al tecnocratismo y
la opinión servil de los opinadores de la nada, el periodismo a lo Montalbán
es una intervención partisana necesaria, una cultura periodística perturbado-
ra que piensa y apunta, que describe y moviliza, que educa y enriquece, que
nos hace sonreír y soñar. Frente al descrédito y falta confianza de unos medios
y profesión denostados (léase el CIS a tales efectos), frente a la desconexión y
el aislamiento de la doctrina del shock en forma de propaganda del régimen
del IBEX 35, el columnismo y la praxis periodística que crea puentes, estable-
ce nodos de conexión y construye futuro según el principio esperanza son una
potente alternativa para intervenir y transformar nuestro futuro en común. La
lectura de la obra de Manuel Vázquez Montalbán nos hace recordar, en este
sentido, que es necesario cultivar esta línea de dirección, que hay periodistas
comprometidos, que es posible una comunicología de la praxis, un periodis-
mo para el común de la gente y, por lo mismo, por la posibilidad y por las im-
plicaciones que ello conlleva, esta debiera ser una de las principales hipótesis
comunistas. 201

8.  La apuesta por una alternativa transformadora para la función social de


la prensa pasa por la lógica del don. El oficio de periodista, decía el maes-
tro Kapucinski, solo puede ser desempeñado por buenas personas. MVM es
un caso prototípico de otra forma de informar, en la teoría, como concepción,
y sobre todo en la práctica. Como explica Francesc Salgado en La construcció
de la identitat periodística de Manuel Vázquez Montalbán. De la censura a la tran-
sició (1960-1978), tesis doctoral de 2009, el periodista voraz que fue Manolo
cultivó siempre con devoción el ejercicio profesional sin renunciar a ser bue-
na persona. Como alumno de la antigua Escuela Oficial de Periodismo en Bar-
celona, en la que, como escribe en sus memorias Miquel de Moragas, tuvo el
aprecio de sus profesores y colegas, siempre destacó por su ejemplaridad, por
lo que, para cubrir los gastos de su formación, la Asociación de la Prensa (gra-
cias a los recursos financieros aportados por la titularidad de la Hoja del Lunes)
otorgó una beca a Manuel Vázquez Montalbán de mil pesetas al mes en 1959,
y así pudo cursar el tercer curso de Periodismo en Madrid, junto a Josep Per-
nau, Lidia Falcón y Wifredo Espina, entre otros. Y cuando fue detenido por la
policía en los pasillos de la escuela acusado de participar en una campaña de
propaganda clandestina, siendo interrogado y torturado en comisaría, ante el
intento de algunos profesores afectos al régimen de expulsarle, el propio di-
rector, Claudio Colomer, y los profesores Néstor Luján y Horacio Sáenz Gue-
rrero frenaron la tentativa. Ya era querido, admirado y respetado, por la virtud
como profesional en ciernes, por su compromiso democrático. Y de esta ex-
periencia en el mundo y de su maestro Manuel del Arco aprendió que el me-

251  cultura
jor oficio del mundo consiste no en otra cosa que ver, oír y contar bien. Claro
que, como en la Universidad Complutense, décadas después, el germen del
oficio en España nacía imbuido del «espíritu nacional», tal y como escribie-
ra irónicamente Vázquez Montalbán en Triunfo, a propósito de una suerte de
reencarnación de cualquier fase última conservadora del reinado de Isabel II,
la formación impartida basculaba entre Donoso Cortés y Menéndez y Pelayo,
como un armario integrista desplomado, día a día, «sobre nuestras torvas ca-
bezas de hijos del siglo». Quizás por ello, por la querencia que tuvo de profe-
sores y alumnos, fue contratado como profesor, a petición de los delegados de
clase, el curso 1968-1969 para dictar la cátedra Sixto Cámara y, por lo mismo,
por mediación del profesor Moragas, impartió clases de Historia de la Comu-
nicación en la Autónoma de Barcelona el curso 1974-1975, siendo, además de
buena persona, un excelente docente capaz de aportar ensayos de referencia
en un terreno yermo por la herencia de la dictadura, al menos en conocimiento
teórico y conciencia social. De la decencia a la docencia, en fin, siguió el cami-
no previsible para alguien que sabía, al cabo de la calle, dónde habita el olvido
y cómo anidar la esperanza.
202

9.  En estas y otras experiencias y peripecias vitales, MVM demostró que,


pese a la aparente correlación de debilidades que nos imponen las fuer-
zas de la reacción, es posible construir alternativas democráticas. Hoy como
en el período de la Transición, que aborda en la antología, es viable un perio-
dismo por venir que en sus escritos no deja de vindicar en la justa medida que
ello sería garantía de un tiempo de vida, de un tiempo de lo común, un tiem-
po propiciatorio para la acción de los comunistas, por más que, como advier-
te MVM, nos sigan recordando con la imagen estereotipada de la Comuna de
París. Frente a tal discurso, hoy en uso, incluso en sede parlamentaria, a modo
de descalificativo, cabe definir «comunista» no como un superhombre, o una
supermujer, cito literal, sino como un ser humano consciente de la necesidad y
las reglas de la emancipación individual y colectiva, consciente de que su fuerza
depende en buena manera de su poder de convocatoria, de aquí el empeño por
ejercer la labor de informar y contar la actualidad si hemos de procurar cambiar
la historia, mudar nuestras vidas, alentar la esperanza de un progreso mejor.

10.  Arte y oficio que muestra la belleza de la épica, del periodismo com-
prometido, del periodismo reposado, del buen hacer cuando el re-
gistro de la actualidad es anatomía de la realidad, y proyección, una lectura a
contrapelo de la historia nos enseña lo que a diario debíamos leer o escuchar
en los medios. Sabemos que la periodística no es una ciencia predictiva, sino
prescriptiva, pero también que toda información tiene una dimensión, inevi-
tablemente, proyectiva, como deja entrever el profesor Gómez Mompart en la
laudatio del Doctorado Honoris Causa que recibió en la UAB Vázquez Mon-

251  cultura
talbán. Hablamos, en palabras del editor Joaquín Recio, de la dialéctica entre
memoria y deseo, pasado y futuro, historia y vida, que se ha manifestado en el
binomio revolucionario generacional Marat/Sade, de cambiar la historia/cam-
biar la vida. El compromiso con la historia, con la realidad social, con la tribu,
con la memoria individual y colectiva, que se traduce en Manolo en la necesi-
dad de comunicar, de intervenir en la realidad, de dar voz, de servir de escriba
de la realidad, es la que da sentido a este oficio y, en consecuencia, la que nos
emplaza también a dar una respuesta crítica para imaginar otra realidad posible.

Este es el legado que nos dejó el autor, peatón bonzo de la historia, cronista
del antagonismo, inmerso en la lucha, militando en la vanguardia, agudizando
la mirada y hasta recuperando la poética de las ironías de la historia. Por todo
ello y muchas cosas más que nos interpelan en el ámbito de la comunicación,
el libro de artículos en Mundo Obrero que aquí reseñamos no es una antología
del pasado, es una ventana abierta al presente-futuro, al principio esperanza,
a la utopía de un periodismo por/venir que es capaz de trascender las tecnolo-
gías de dominio: de Facebook a Google, de Internet y la NSA a los dispositivos
de videovigilancia de la era del perfilado y el Big Data. Ahí es nada.   203

Referencias

Sierra, Francisco (2019): Introducción a la co- — (1979): La palabra libre en la ciudad libre. Bar-
municología. Madrid: ACCI. celona: Gedisa.
Vázquez Montalbán, Manuel (2020): Cam- — (1973): El libro gris de TVE. Barcelona: Edi-
biar la vida, cambiar la historia. Sevilla: Atra- ciones 99.
pasueños Editorial. — (1963): Informe sobre la información. Barce-
— (1980): Historia y comunicación social. Bar- lona: Fontanella.
celona: Bruguera.

251  cultura
Mundo Obrero manuscrito. Prisión de Ocaña, 1948.
Nuestros momentos
no se perderán en el tiempo,
como lágrimas en la lluvia.
Sesenta años de la revista
Nous Horitzons

Marc Rius Piniés


Politólogo. Profesor asociado de Ciencia Política de la UB y del Máster
de Análisis Político. Director de la Fundació Nous Horitzons

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas


más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la 205
Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiem-
po, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.
Roy Batty, en Blade Runner, 1982

E ste año la revista Nous Horitzons cumple sesenta años. Por este motivo se ha
publicado un número especial, como un homenaje, felicitación y como una
reivindicación de la fuerza de la razón y la reflexión. Para que todos nuestros
momentos no se pierdan en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Un home-
naje a los hombres y mujeres, a los militantes, a los compañeros y compañe-
ras que lo han hecho posible. A los que lo hicieron durante la clandestinidad
y la oscuridad de la dictadura, desde México, cruzando la frontera desde Fran-
cia para hacerla llegar a Cataluña. Jugándose la vida para defender la vida. A
los que dejaron páginas enteras llenas de inteligencia, de luz, de ideas, de ga-
nas de libertad y justicia, de voluntad de enseñar y aprender, de reflexión para
entender el mundo. De dar a conocer lo que el fascismo quería esconder. Un
reconocimiento a los que han hecho que esta revista se publique en catalán,
siempre, cuando el conflicto lingüístico era poder acabar en la cárcel.
También es una felicitación, ¡estamos de cumpleaños! En tiempos llenos
de incertidumbres y de angustias, donde encontrarnos es un riesgo, felicité-
monos porque cuando apenas sabemos qué pasará el próximo mes sí sabemos
que tenemos un legado, que compartimos valores y proyectos, pase lo que pase,
para construir un mundo lleno de libertad, igualdad y fraternidad. ¿Cuántas
veces, en estos sesenta años, pareció que no había ni solución ni esperanza?

251  cultura
¿Cuántas veces se cayó para volver a levantarnos después? Si la gente del PSUC,
el PCE y tantos y tantas lo hicieron durante la negra noche, nosotros no deja-
remos de hacerlo ahora.
Nous Horitzons es también una defensa enconada de la reflexión para la
acción. De la convicción de que la política sin pensamiento es pura gesticula-
ción. Que las ideologías se transforman, pero que sin ellas la política se que-
da en el corto plazo, sin rumbo, atrapada entre anécdotas y modas. Y si una
cosa sabe la izquierda es que poder sin ideología, gobiernos sin una visión del
mundo acaban convirtiéndolos en simples gestores de la realidad. Es sencillo,
pero parece que habrá que reivindicarlo, si no se lee, no se comprende. Si no
hay espacios de reflexión, la acción se convierte en estados de ánimo vulne-
rables a cualquier circunstancia. Pensar sigue siendo un acto revolucionario.
La historia de esta revista es paralela a la de nuestra historia más recien-
te. Inicialmente trimestral, nació en 1960 con el nombre de Horitzons, aunque
se contemplaron otros, como Perspectiva, Mirador o Trajectòria. En 1962 pasó
a llamarse Nous Horitzons por un problema de marcas registrales, puesto que
existía en México una publicación con el mismo nombre. Nace como resulta-
206 do de una decisión del secretariado del PSUC, que buscaba una apertura hacia
el frente cultural, más allá de la implantación en el mundo del trabajo. Que-
ría ser una mezcla de alto nivel académico, cuidada calidad formal e interven-
ción política. La dirección inicial durante la clandestinidad estaba en manos de
Francesc Vicens, en París. Muchos artículos se escribían en Barcelona, don-
de Francesc Vallverdú ejercía de jefe de redacción. Sin embargo, no era extra-
ño recibir colaboraciones desde Praga o Moscú. Se imprimía en México DF y
se distribuía hacia el resto de América Latina, Europa y, de forma clandestina,
por supuesto, a España y Catalunya. La revista tenía subscriptores en veintidós
países. En 1969 pasó a imprimirse en Marsella. La mera solidez física —por así
decirlo— de Nous Horitzons daba ánimos, en una medida nada despreciable, a
los militantes en particular y a los marxistas en general. Finalmente, en 1977
fue legalizada y sigue publicándose de forma ininterrumpida hasta el día de hoy,
con su número 221 en 2020. En sus páginas se reflejan firmas y reflexiones que
dan una panorámica de sesenta años vistos desde la izquierda por hombres y
mujeres que forman parte de la historia del pensamiento: Manuel Sacristán, Te-
resa Pàmies, Josep Moix, Josep Fontana, Cipriano García, Dolors Calvet, Rafael
Vidiella, Gregori López Raimundo, Giulia Andolfi, Jordi Solé Tura, Oriol Bohi-
gas, Ovidi Montllor, Enrico Berlinguer, Antoni Tàpies, Eric Hobsbawm, Quim
Sempere, Montserrat Roig, Ignacio Ramonet, Francesc Vallverdú, Jordi Solé-Tu-
ra, Francesc Roca, Andreu Mayayo, Manolo Vázquez Montalbán, Enric Cama,
Daniel Innenarity o Jordi Amat. Está claro que el trabajo en red y la conexión
entre grupos afines, aunque fuera analógica y a menudo artesanal en sus ini-
cios, forma parte de nuestra cultura política. Al citar estos nombres parece fá-
cil convocar en un mismo espacio a grandes referencias del marxismo catalán,

251  cultura
artistas, intelectuales de referencia, dirigentes políticos, así como referencias
españolas e internacionales. Sin embargo, es una muestra del prestigio de la
revista, del gusto por la reflexión y por su pluralismo y transversalidad. Como
explicaba Andreu Mayayo, Nous Horitzons era la revista del catalano-marxis-
mo, que comparaba con Serra d’Or, la revista montserratina, en el binomio ca-
tólico-comunista, del antifranquismo catalán.
La revista tenía un precedente inmediato. Entre 1957 y 1959 o 1960 el Co-
mité de Intelectuales de los PSUC sacó la primera revista marxista de crítica
y política cultural editada en la Cataluña del franquismo: Quaderns de Cultura
Catalana. Salieron muy pocos números, pero estaba totalmente escrita e im-
presa en el interior. Constaba de más de veinte páginas por número. La impre-
sión y el primer peldaño de distribución corrieron a cargo de un equipo muy
reducido, pero eficaz, que dirigió el historiador Josep Fontana. Es muy posi-
ble que la aparición de los Quaderns acelerara la de Nous Horitzons, con la que
la dirección del partido pretendía vehicular las energías de un grupo de estu-
diantes y exiliados. Lo hacía, además, para «competir» con Serra d’Or, revista
en catalán y antifranquista publicada por la Abadía de Montserrat. Nous Ho-
ritzons es desde sus inicios un referente del antifranquismo, pero era más que 207
una revista de partido, se consolidó como un espacio común transversal. Más
adelante consigue convertirse en un material de formación política durante
la Transición, con Quim Sempere como director. Sus aportaciones en políti-
ca económica son constantes. En la década de los setenta recoge artículos del
Coŀlectiu Enric Cerdà y en la década de los ochenta y noventa de economis-
tas liderados por Francesc Roca. Se trata de un claro ejemplo de las llamadas
revistas teóricas, hermana de Nuestra Bandera. Sin embargo, como dejó escri-
to Manuel Sacristán, «aspirábamos a elaborar y comprender la realidad con la
teoría disponible y con la crítica. Mucha realidad, toda la posible, igual la bási-
ca que la más sofisticada. Quizás parezca ridículo, a la vista del resultado, pero
el hecho es que cuando menos la redacción de Horitzons en el interior quiso
practicar desde el comienzo un programa gramsciano, un programa de cróni-
ca dialéctica concreta, como la cultura real. Esto no es interpretación a poste-
riori: este programa era explícito y querido por los redactores. Y su realización,
por modesta que fuera, permitió a Nous Horitzons algunos aciertos que no da
vergüenza de recordar: por ejemplo, haber tratado seriamente los problemas
de la mujer cuando no eran muchas las mujeres (y menos aún los hombres)
conscientes de esta problemática».
A partir del nuevo siglo, sus páginas recogen los debates de la nueva iz-
quierda, del ecologismo y del feminismo con mucha intensidad. Una reflexión
conectada siempre con su contexto, con la realidad y con las ganas de saber e
innovar. La revista aspira a continuar siendo una plataforma de reflexión teó-
rica, política y cultural, un estímulo al debate y un instrumento para progresar
en la comprensión de los fenómenos nuevos de nuestra sociedad con la clara y

251  cultura
expresa intención de contribuir al desarrollo de una cultura democrática y eco-
socialista, humanista y crítica; será como siempre una revista catalana y escrita
en catalán, hecha a partir de la convicción de que no hay pensamiento universal
si no arraiga en la realidad concreta —y por tanto, también nacional— que cada
cual vive. Sin embargo, como afirma Giaime Pala, historiador y autor de Cultu-
ra clandestina. Los intelectuales del PSUC bajo el franquismo, sobre la relación en-
tre intelectuales y partidos de izquierdas: «Hoy el panorama es completamente
distinto respecto a hace treinta o cuarenta años: en la actualidad las direcciones
de todos los partidos políticos están formadas en su gran mayoría por personas
con una elevada formación académica. Y esto es algo que pasa también en los
partidos de izquierdas o en las siglas de la llamada “nueva política”, que están
liderados sobre todo por intelectuales o académicos precarios. Hace cuarenta
años esto era impensable, ya que los partidos formaban (e incluían en sus ór-
ganos de dirección) a militantes procedentes de las fábricas, del campo, del co-
mercio de proximidad y de la construcción. Es evidente que la segmentación y
la parcelización que ha experimentado el mundo del trabajo manual desde los
años ochenta, además de poner en dificultad al ámbito sindical, ha mermado
208 su capacidad para seguir proporcionando cuadros políticos a los partidos y de
incidir en sus vidas internas. Y esto es algo que considero negativo y peligroso.
La izquierda tiene que volver a ser representativa de la sociedad en la que ac-
túa y en nombre de la cual quiere gobernar; y ha de esforzarse por volver a dar
dignidad (moral, material y política) al mundo del trabajo».
El 60 aniversario de Nous Horitzons ha coincidido con el nombramiento
de Yolanda Díaz como vicepresidenta del gobierno, mientras el PCE celebra el
centenario de su fundación. El PCE participó en los gobiernos de la Segunda
República durante el período de la Guerra Civil, sin embargo no ejerció una vi-
cepresidencia. El PSUC ostentó por su parte la cartera de Trabajo, en manos de
Josep Moix. Al final, los aniversarios se cruzan, los caminos convergen y la cul-
tura de lucha y gobierno pervive casi un siglo después. También nuestra pro-
funda convicción antifascista. La extrema derecha no es nueva. Pero desde el
fin de la Segunda Guerra Mundial no se había normalizado tanto su discurso,
no había influido tanto en la agenda pública ni había tenido tanta representa-
ción parlamentaria como ahora. Pocos países europeos escapan a esta dinámi-
ca y España, finalmente, no ha sido una excepción. En la mayoría de casos, han
existido tradicionalmente cordones sanitarios y pactos para aislar a estas fuer-
zas y su discurso. Pero la barrera se ha empezado a romper. Los conservadores
británicos han quedado impregnados por las tesis xenófobas de la UKIP, a raíz
del Brexit. En Francia, la saga Le Pen pervive. En Italia, la Liga o ahora Fratelli
d’Italia se reconocen como herederos de Mussolini. En España, nos encontra-
mos con la bienvenida más generosa y rápida vista en Europa a un partido de
extrema derecha, homófobo, xenófobo y nostálgico del franquismo, por parte
de PP y Cs. Hungría y Polonia son directamente gobiernos ultra.

251  cultura
Ante tal impacto, se proponen interpretaciones que nos pueden ayudar a
entender lo que está sucediendo. El miedo y el rechazo a la inmigración, a las
minorías progresivamente más visibles, la pérdida de soberanía hacia poderes
ocultos y globales, la desafección hacia los partidos tradicionales pueden ser
algunas de las causas que ayudan a perfilar el porqué de lo que está pasando.
Pero ¿y si analizamos también el fenómeno desde una perspectiva de historia
vital, de experiencia íntima vivida por los votantes? Cuando miramos nuestras
vidas, cuando nos preguntan cómo nos va, a menudo repasamos el pasado, ex-
plicamos el presente y proyectamos esperanzas para nuestro futuro y el de los
nuestros. Hoy, muchos hombres y muchas mujeres tienen una sensación real
de presente insatisfactorio y de miedo al futuro. Es una combinación muy inten-
sa emocionalmente que tendrá consecuencias también en el comportamiento
electoral. Algunos no cambiarán sus fidelidades o seguirán sin participar, pero
habrá otros que pueden decidir cambiar de voto, arriesgar, optar por aquello que
nunca tenían previsto hacer. Ante un duro presente y un futuro incierto, que no
cumplirá las expectativas esperadas (ni las propias ni las de los más cercanos),
existe un recurso seguro, sólido, balsámico: el pasado, aquello que fuimos; res-
catar nuestro momento glorioso. Ante el desequilibrio vital presente, personal 209
y colectivo, se busca un reequilibrio que devuelva la armonía pasada. Algunas
ofertas electorales lo ofrecen en forma de futuro esperanzador. ¿Cómo? Recupe-
rando la fórmula mágica del éxito, ya conocida y contrastada, por haberla vivi-
do o porque ha sido transmitida por la familia, las películas o la escuela. Trump,
el Brexit, Le Pen operan sobre imaginarios de pasado «imperial», de liderazgo
político, económico y cultural, con una identidad clara, con referentes históri-
cos y simbólicos. Los tres ofrecen soluciones diversas a problemas diversos, en
materia de inmigración, economía o seguridad. Tienen políticas concretas. Pero
lo relevante es que detrás de todas estas medidas y programas hay un sentido
común general, un discurso global y emocional, una moral de referencia: vol-
ver a aquello que un día nos hizo grandes. Cuando Trump, por ejemplo, niega
el cambio climático, lo hace en términos de política medioambiental y de inte-
reses empresariales. Pero también en términos de discurso moral. Make Ameri-
ca Great Again es volver a antes de la globalización, del cambio climático, de la
visibilidad de las minorías y de las mujeres. Todo forma parte de lo mismo. Es
decir, negar el cambio climático como metáfora de la recuperación de los USA
auténticos: trabajadores que tienen trabajo, coche, consumen, con petróleo in-
finito. Trump ha identificado un imaginario tradicional, el American Dream, con
una política, crear puestos de trabajo. Al vincularlas, conecta la vida real con
una metáfora de fuerte contenido épico como país. El American Dream es que tú
tengas un buen trabajo. Es difícil encontrar un mensaje más efectivo. En el caso
británico, el protagonista fue el UKIP, siglas del Partido de la Independencia del
Reino Unido. Un nombre que ya expresa un leitmotiv muy claro, recuperar aque-
llo que nos han quitado. ¿Cómo celebró su líder, Nigel Farage, la victoria del

251  cultura
Brexit? Proponiendo que el 23 de junio, día del referéndum, fuera proclamado
oficialmente Día de la Independencia (recuperada). El UKIP habla de inmigra-
ción, de recuperar la soberanía, de ahorrar gastos destinados a la burocracia de
Bruselas. El discurso visible es este, las propuestas son estas. Pero el argumen-
to de fondo, latente, es volver a ser el Reino Unido líder de la Commonwealth,
la Gran Bretaña de Thatcher y Churchill (Boris Johnson, pro-Brexit de última
hora, también utiliza este último como referente). La narración basada en la re-
cuperación de un pasado mitificado para encarar un presente insatisfactorio y
un futuro negro es una característica común de estos discursos. La nostalgia, el
recuerdo de un tiempo feliz, evocar emociones son herramientas de fuerte po-
tencia movilizadora. Todos buscamos libros, canciones, películas, series, amigos
y conversaciones que nos hagan sentir bien, que nos vuelvan a dar esperanzas
cuando estamos abatidos y desencantados, a menudo recurriendo a los buenos
momentos vividos, a la nostalgia. ¿Por qué la política tendría que quedar fuera
de esta estrategia íntima y personal para sobrevivir a la adversidad?
No podemos perder tiempo. Hace falta que reflexionemos juntos y juntas
sobre qué ha pasado y cómo hemos llegado hasta aquí, pero hay que respon-
210 der, hay que dar una respuesta inmediata. Una respuesta con vocación mayo-
ritaria, lejos de proclamas grupusculares y melancólicas consignas. Respuestas
centradas en la responsabilidad de quien incorpora las tesis de extrema dere-
cha, las blanquea y amplifica, no solo sobre quienes tienen la marca registrada.
Una respuesta que incluya a la mayoría, en términos democráticos y sociales.
En el caso español y catalán, que incluya una salida dialogada, inclusiva y que
rompa trincheras en el bucle infinito del procés. Y todo esto con la recuperación
de la visión de un espacio precursor de la lucha contra el fascismo, el PSUC,
como precedente y guía de luchas que creemos olvidadas, pero que están muy
presentes. Estamos en un estado de emergencia democrática. Ideas antiguas
y ultra se nos presentan hoy en nuevos formatos como pretendidamente mo-
dernas. Se banaliza el mal. La izquierda tiene que salir de su zona de confort
y vincular la justicia social, la transición ecológica y el fortalecimiento demo-
crático como la mejor respuesta a la causa principal del ascenso de la extrema
derecha, la crisis económica y la precarización de las condiciones de vida de
miles de hombres y mujeres. Al miedo, a la incertidumbre y a la extrema dere-
cha se les puede ganar, con política con mayúsculas.
Y para hacer política siempre hay que reflexionar. Pensar para actuar. De-
lante de la aceleración de los procesos políticos hay que tener mirada larga pues-
ta en el horizonte. Cuando se cumplen sesenta años es fácil pensar en cómo
ha pasado el tiempo. Pero Nous Horitzons siempre ha representado saber dar
valor al tiempo, a saber de dónde venimos para saber a dónde vamos, siempre
adelante, con la fuerza de la razón y el sentimiento profundo que nos une por
un mundo más justo, más sostenible, mejor.
Sempre tindrem Nous Horitzons.  

251  cultura
Caso Bárcenas,
anatomía de la corrupción
Juan Moreno Redondo *

D urante esta primavera se ha celebrado el juicio oral por el que se han enjui-
ciado una parte de los hechos y conductas relacionados con los denomina-
dos papeles de Bárcenas, en concreto los hechos relacionados con la reforma
211

de la sede de Génova del PP abonada con dinero negro, mientras que la pieza
relativa a las irregularidades sobre la contratación pública en relación a los pa-
gos en dinero opaco reflejados en la contabilidad del extesorero popular con-
tinúa investigándose en el Juzgado Central n.o 5 de la Audiencia Nacional. Ha
sido este primer juicio por la caja B del Partido Popular el cénit de este caso
hasta el momento, transcurridos ya más de ocho años desde que conocimos
esos documentos y las implicaciones políticas y económicas que tenían. Un
caso apasionante desde un punto de vista jurídico penal, pero torticeramente
lamentable desde la óptica social y política por lo que supone de parasitación
de lo público, deslegitimación del sistema democrático y depravación ética.
Pero, ahora que se ha desarrollado este primer juicio oral, conviene vol-
ver la vista atrás y hacer un poco de memoria sobre cómo comenzó el caso.
A mediados de enero del año 2013 conocimos gracias a una pieza judicial
del caso Gürtel cómo el extesorero nacional del Partido Popular, Luis Bárce-
nas, escondía en Suiza más de veinte millones de euros, lo que abrió numero-
sas especulaciones sobre el origen de esos fondos así como sobre el manejo de
dinero negro en la sede de Génova 13. Días después, los conocidos como pa-
peles de Bárcenas se publicaron en el diario El País, en concreto el 31 de ene-

*  Juan Moreno Redondo es jurista de formación y abogado especialista en derecho penal y


constitucional. Militante de IU y PCE, actualmente desempeña la labor de asesor jurídico del
Grupo Parlamentario de Unidas Podemos en el Congreso de los Diputados. Abogado del equi-
po #QuerellaBarcenas.

251  autor invitado


ro de 2013, documentación mayormente manuscrita en la que se destripa la
contabilidad opaca del Partido Popular desde comienzos de los años noventa
hasta el año 2008 y donde quedaban patentes tanto la íntima relación entre el
PP y el poder empresarial como el desaforado ánimo de lucro de los dirigen-
tes populares. Al final una ramificación de la trama Gürtel develaba la cabe-
za del pulpo corrupto que era la dirección nacional del PP, en la que Gürtel no
era más que un tentáculo.
La sociedad española no salía de su asombro ante tamaña muestra de co-
rrupción política y económica y por el hecho de que la Fiscalía no adoptase
ninguna medida ante estos manuscritos, que recogían un gran número de pre-
suntas «donaciones ilegales» que por su cuantía y por ser realizadas por em-
presas constructoras que estaban contratando con la administración pública
apuntaban a claros ilícitos penales.
Ante la realidad de unos hechos que se nos iban presentando día a día
en los medios de comunicación, que atribuían al extesorero del partido en el
gobierno, Luis Bárcenas, una serie de pagos no declarados por contratistas de
obra pública al partido en el que este trabajaba desde la época de Fraga y que
212 dejaban al descubierto una íntima relación de intereses entre diversas empre-
sas constructoras y dicho partido, gracias a la cual se ha podido determinar la
financiación ilegal de la formación conservadora, la sociedad en su conjunto
esperaba que o bien se produjera la imputación judicial del tesorero y de los
mencionados contratistas, o bien se interpusiera una querella por parte de la
Fiscalía contra estas revelaciones que afectaban al Partido Popular.
Ni la una ni la otra se produjeron, solamente una tibia investigación de
la fiscalía anticorrupción aunque no judicializada de los hechos y que no pa-
recía que fuera a elevarse a juzgado alguno, con el peligro de malograr un pro-
cedimiento por la prescripción de algunos delitos. Tras un mes de cautelosa
espera y arduo trabajo de documentación y elaboración jurídica, se produce la
interposición de la querella de Izquierda Unida, Ecologistas en Acción, la Aso-
ciación Libre de Abogados, Justicia y Sociedad y Federación Los Verdes, en con-
creto el 28 de febrero de 2013, hace ahora más de ocho años; querella criminal
que rápidamente fue admitida a trámite, el 11 de marzo, y supuso un impulso
decisivo para poner en marcha una verdadera investigación judicial del caso.
Si no era en ese mes de febrero de 2013, ¿cuándo? Si no eran IU y el res-
to de colectivos, ¿quién? Era, pues, una querella oportuna y necesaria. Estába-
mos ante unos hechos cuya gravedad, incluso hoy, aún no es completamente
apreciable en toda su extensión, por lo que, para lograr una investigación efi-
caz, además de la querella había que impulsar un apoyo social fuerte y decidido.
Ante un acontecimiento como este, en el que se pone de manifiesto de forma
tan evidente el modus operandi de la corrupción en el reino de la burbuja inmo-
biliaria, que es la realidad palpable de que este sistema está podrido, el proce-
dimiento que abrimos no podía quedarse en un mero procedimiento penal al

251  autor invitado


uso, sino que tenía que dar un paso más allá para poner en marcha un cambio
urgente y necesario. Nuestra querella y lo que comportaba a nivel social gene-
ró una fuerte reacción de apoyo a la acusación popular, apoyo que se materia-
lizó con una campaña, «Queréllate tú», que recogió más de 30.000 adhesiones
en pocas semanas.
A partir de ese momento empezó una larga carrera de obstáculos, algu-
nos de los cuales repasaremos en este artículo. Esta incompleta lista de zanca-
dillas y trabas no hace sino reforzar la importancia y necesidad de la acusación
popular en un Estado que se pueda llamar de derecho y más si, como aparen-
temente es el caso, buena parte de los mecanismos del propio Estado tratan
de dificultar el esclarecimiento de la verdad, como luego hemos conocido de
forma fehaciente.
La querella recayó en el Juzgado Central de Instrucción n.o 3 de la Audien-
cia Nacional, a cargo del magistrado Gómez Bermúdez. Tras unas maniobras
como mínimo irregulares, en las que el posteriormente recusado juez Enrique
López, muy afín al PP, impuso en la Sala de Apelación su criterio, el caso que-
dó en manos de otro juez presumiblemente menos problemático, Pablo Ruz,
sustituto y sin plaza fija en el Juzgado Central de Instrucción n.o 5. 213
La respuesta del PP fue rápida y parecía contundente. Anunciaron que se
iban a querellar contra Izquierda Unida por injurias y calumnias, aunque nun-
ca lo hicieron, ya que no llegaron a atreverse más que a una endeble demanda
de conciliación que fue alegremente ignorada por quienes habíamos impulsa-
do la querella. Solo Álvarez Cascos se querelló contra un abogado de la acusa-
ción popular, Enrique Santiago (abogado del equipo jurídico que conformaba
la coalición social #QuerellaBarcenas y actual secretario general del PCE), que-
rella que evidentemente tampoco prosperó.
En las primeras fases de la instrucción, llegaron a estar imputadas hasta
treinta y seis personas, incluidos los presidentes de las principales construc-
toras de este país: Juan Miguel Villar Mir, presidente de OHL; Luis del Rivero,
de Sacyr; etcétera. Pero esa instrucción se cerró de forma muy apresurada por
el traslado a la plaza de origen del juez instructor, traslado polémico, forzado y
de indudable carácter político ejecutado por un CGPJ controlado, por delante
y por detrás, por el Partido Popular y los intereses económicos que represen-
ta. En abril de 2015 Pablo Ruz concluyó que no se había acreditado la vincu-
lación entre las donaciones ilegales y la adjudicación de grandes contratos de
obra pública, y eso a pesar de que en muchos casos la «donación» se producía
el mismo día en que la licitación a la empresa beneficiada se publicaba en el
BOE. Tras la marcha de Ruz, solo quedaron media docena de imputados: los
extesoreros Bárcenas y Lapuerta, el exgerente del PP y los responsables de la
empresa de arquitectura que había reformado, cobrando en B, la sede del PP.
Resulta notable destacar cómo los dueños de esta empresa de arquitectura,
Unifica, ahora juzgados, habían aprovechado la amnistía fiscal del 2012 con el

251  autor invitado


dinero opaco que habían cobrado del PP y otras empresas constructoras du-
rante la década pasada, amnistía fiscal del gobierno Rajoy que es una nueva
muestra de cómo el capitalismo político sabe dar instrumentos al capitalismo
económico para que siempre salga ganando, aunque incumpla flagrantemen-
te la legislación vigente.
También resulta poco entendible que en enero de 2015 la Sección Cuar-
ta de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional acordara el fin de la prisión
provisional de Luis Bárcenas. Paradójicamente, los magistrados señalaban que
Bárcenas no había colaborado con la instrucción de la causa, pues había mos-
trado «opacidad» en la «cadena de declaraciones vagas y confusas que ha pres-
tado en el devenir procesal», aunque pese a ello le excarcelaron, pese a que se
sabía que acumuló hasta cuarenta y ocho millones de euros en sus cuentas
suizas y que era el arquetipo del contable que, como en el caso del mafioso
neoyorquino Al Capone, todo sabía y todo anotaba. «Hacemos lo que pode-
mos», decía por otro lado el famoso mensaje del presidente del gobierno al
extesorero. Con su excarcelación se frenó de nuevo la vacilante colaboración
del extesorero con la justicia, colaboración que no ha vuelto a practicar has-
214 ta este año 2021, cuando se ha visto de nuevo con su cuerpo en prisión tras
la condena por Gürtel y necesita arrepentimiento de cara a obtener permisos
penitenciarios.
Toda esta historia judicial se producía mientras se realizaban, tras un ím-
probo trabajo de la acusación popular, que ha promovido o participado en
casi trescientas diligencias, como la declaración del propio extesorero, Luis
Bárcenas, en julio de 2013 y que incluso ha sido llevada al cine, testificales de
la plana mayor del PP (Arenas, Zaplana, Cascos, Cospedal, Rato, etcétera), di-
ligencias de prueba cuyo resultado habría hecho dimitir a todo el gobierno en
cualquier país decente. Lidiando, por paradójico que suene, con una Fiscalía
que más bien actuaba como defensa de los imputados; con más que sospecho-
sos relevos en la UDEF (Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la Poli-
cía), cuya jefatura ha cambiado nada menos que en tres ocasiones durante los
cinco años transcurridos entre la revelación del asunto y la caída de M. Rajoy;
o teniendo que recusar constantemente, casi siempre con la oposición de la
Fiscalía, a jueces que claramente estaban posicionados a favor del PP, como el
caso de Enrique López, que directamente vemos cómo ha trabajado estos úl-
timos años como consejero madrileño de Justicia en el gobierno Ayuso.
Y todo esto ocurría sin que supiésemos, aunque intuíamos, que desde el
gobierno de Mariano Rajoy se estaban produciendo todo tipo de sucias ma-
niobras para desbaratar la investigación, entre ellas la denominada Operación
Kitchen, orquestada desde el máximo nivel político, que hizo uso de las cloacas
del Estado para tratar de hacer naufragar la investigación. No solo no lo con-
siguieron, sino que años después, como divina justica poética, vemos a buena
parte de la cúpula del Ministerio del Interior, incluido el ministro Fernández

251  autor invitado


Díaz, siendo investigada por esos hechos por la Audiencia Nacional bajo la se-
ria acusación de malversación de caudales públicos y revelación de secretos.
Pero como la corrupción sistémica siempre deja rastro y ramificaciones
insospechadas, las conexiones de los papeles de Bárcenas con otras causas
abiertas, como Gürtel, Lezo o Púnica, cuyas revelaciones nos han escandaliza-
do semana tras semana durante años, permitieron volver a reclamar la reaper-
tura de la causa y la imputación de muchos de estos constructores y políticos
ante las nuevas evidencias de sus presuntas conductas delictivas, reapertura
que fue un hecho cuando en el año 2017 el juez titular del Juzgado Central de
Instrucción n.o 5, José de la Mata, ordenó reabrir la causa contra los empresa-
rios, investigación que sigue abierta a día de hoy y en la que se están obtenien-
do, poco a poco, notables avances.
Conviene recordar aquí que, siendo gravísimo e inaceptable, el princi-
pal problema para el interés público no estaba tanto en las comisiones del
3 % o similar que se pudieran pagar de forma ilícita, sino en el 97 % restante:
esta dinámica de conseguir comisiones condicionó claramente el despilfarro
en grandes obras de infraestructura de transporte, muchas veces inútiles o no
ajustadas a las necesidades de la sociedad. Ahí están, sin necesidad de buscar 215
ejemplos más lejanos, las nueve autopistas de peaje, todas ellas diseñadas y
licitadas cuando era ministro de Fomento Álvarez Cascos, y que luego hemos
visto rescatar al gobierno de Mariano Rajoy (también identificado como M.
Rajoy) movilizando fondos públicos para sus antiguos pagadores, asumiendo
el conjunto de la sociedad una factura multimillonaria que en realidad es un
pago por los favores prestados. Por no hablar de los diversos paquetes legisla-
tivos en beneficio de esas empresas pagadoras, porque, como sostenía el juez
Giovanni Falcone respecto a la mafia italiana, la corrupción no solo se plas-
ma adjudicando irregularmente obra pública, sino también aprobando legis-
lación hecha a la medida del corruptor, por ejemplo minorando los controles
medioambientales para la construcción.
Por eso no sorprende conocer que mientras la deuda del «grupo Fomento»
—esto es, el ministerio y las empresas públicas como Adif o Aena— por haber
construido por encima de nuestras posibilidades es de alrededor de 40.000 mi-
llones de euros, los recortes en educación y sanidad se cuantifican en 8.000 y
12.000 millones, respectivamente. No hay ninguna duda de qué y quiénes eran
los que le importaban a ese gobierno trufado de corruptelas. Así, se puede afir-
mar que la coalición de intereses entre corruptores y corruptos ha tenido una
importancia capital en el devenir pasado, presente y futuro del desarrollo eco-
nómico de nuestro país, en el impulso descontrolado de un modelo de creci-
miento y creación de empleo basado casi en exclusiva en las grandes obras y
en la construcción, modelo que fácilmente puede considerarse que ha respon-
dido más a los intereses de los adjudicatarios de obras y desarrollos urbanísti-
cos que a los verdaderos intereses de la ciudadanía.

251  autor invitado


El hundimiento de la economía ligada al ladrillo y a la obra en general lle-
vó a este país al estallido de la burbuja financiera, al endeudamiento imparable
de las familias y el Estado, a los rescates multimillonarios al sector financiero
privado y, como consecuencia de lo anterior, a unos niveles de paro insopor-
tables, llegando a tener al 26 % de la población activa en situación de desem-
pleo, a un despedazamiento de los servicios públicos básicos ofrecidos a los
ciudadanos y a la mutilación de los derechos sociales.
Y todo ello estrechamente ligado a las exigencias de las instituciones gu-
bernamentales españolas y europeas, y de los mercados financieros, para que
la economía nacional asuma la deuda que el modelo de desarrollo ligado a la
construcción y la creación de infraestructuras de dudoso interés general ha ge-
nerado, modelo en el que las deudas privadas finales son asumidas por la econo-
mía nacional, mientras que los beneficios fueron recogidos en exclusiva por las
grandes empresas constructoras y los directivos que las dirigían, entre los que
se encuentran los empresarios contra los que se dirigió la #QuerellaBarcenas.
Para comprender adecuadamente la dimensión política y económica de
los papeles de Bárcenas, debe recordarse que España es el país europeo con
216 más kilómetros de autovías y autopistas, muchas de ellas de peaje, que han
precisado del rescate con dinero público para evitar su quiebra, con más ki-
lómetros de alta velocidad y con más aeropuertos sin servicio, siendo el país
que más fondos ha dedicado a grandes obras en porcentaje del producto in-
terior bruto (PIB), en contraste con los escasos fondos dedicados a atención
social. Y eso a pesar de las continuas denuncias que desde los movimientos
ciudadanos y ecologistas se han venido realizando durante años, evidencian-
do una endeble legislación medioambiental o la inversión insostenible en in-
fraestructuras multimillonarias, que ha quedado cristalizada en estaciones
fantasma, aeropuertos vacíos, edificios públicos inutilizados, transportes al
servicio de una selecta élite.
Lo voceros del corrupto laissez faire intentaron justificar esas grandes
obras en pro del desarrollo económico general, pese a las sospechas, entonces
de unos pocos, que hoy con la aparición de los papeles de Bárcenas y las pos-
teriores sentencias de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo quedan
confirmadas, ya que ha quedado claramente evidenciado que desde el poder
público se ha venido impulsando un modelo de desarrollo del que al final solo
se han beneficiado los directamente interesados en la ejecución de las obras y
aquellos que han cobrado de los anteriores.
Mientras se justificaban esas grandes obras en aras del desarrollo eco-
nómico general, muchas organizaciones y particulares venían apuntando el
posible lucro ilícito de unos pocos, sospechas que tras la revelación de los do-
cumentos atribuidos a Luis Bárcenas han pasado a ser clarividentes demostra-
ciones de la arbitrariedad que desde el poder público se ha venido utilizando
a la hora de impulsar un modelo de desarrollo del que solo se han beneficia-

251  autor invitado


do los directamente interesados en la ejecución de las obras y planeamientos,
mecánica criminal que por otra parte no deja de ser un reflejo de la típica prác-
tica capitalista que ya conocemos desde que se instauró en Europa, y especial-
mente en España, el modelo capitalista liberal, modelo en el que las grandes
inversiones del Estado, como en ferrocarriles u obras hidráulicas, iban siem-
pre ligadas a tramas corruptas que compraban a los políticos de turno para al-
zarse con adjudicaciones públicas o cambiar la legislación que convenía a su
afán de lucro frente al interés social.
La diferencia con esas prácticas corruptas de ese liberalismo capitalista
del siglo XIX, que por otra parte eran las mismas que se dieron durante todo el
franquismo, es que la capacidad de perseguir e investigar este tipo de prácticas
inasumibles en un Estado de derecho ha crecido notablemente, aunque el esta-
mento judicial sigue manteniendo una actitud timorata a la hora de perseguir a
los responsables máximos de este tipo de tramas y le cueste sobremanera con-
denar a la pata más fuerte del binomio corrupto, en este caso el poder empre-
sarial. Como hemos visto en el juicio que se ha desarrollado esta primavera, los
principales responsables políticos, como Aznar y Rajoy, apenas han tenido que
acudir a declarar como testigos para realizar una actuación teatral en el papel de 217
amnésicos, mientras los empresarios corruptores esperan, mientras envejecen,
el desenlace de la investigación que sobre ellos lentamente trata de abrirse paso.
Esta constatación de la dificultad de enjuiciar a los máximos responsa-
bles de la corrupción no nos debe hacer olvidar que M. Rajoy tuvo que sopor-
tar en junio de 2018 la primera moción de censura que ha salido adelante en la
historia democrática de nuestro país, moción de censura que tuvo su causa en
la sentencia de la Audiencia Nacional en la pieza Época I de Gürtel, sentencia
luego confirmada por el Tribunal Supremo en la que se daba plena credibili-
dad a la contabilidad B elaborada por Luis Bárcenas y que de forma tangen-
cial afectaba al tentáculo corrupto de Gürtel. Un mensaje claro enviado desde
el Congreso de los Diputados, sede de la soberanía popular: la corrupción no
puede salir gratis y menos aún si es sistémica.
Llegados a este punto, conviene preguntarse qué habría pasado con todo
este escandaloso asunto de no estar la acusación popular, de no existir la fi-
gura que aúna las voces de la ciudadanía de a pie y que, a través del traba-
jo durante estos cinco años de los abogados y abogadas que integramos esta
acusación, ha hecho que sigamos luchando para que esta grave corrupción no
quede impune. El PP ha intentado varias veces suprimir la acción popular o al
menos limitarla, por lo que cabe ahora hacer una defensa férrea por la plena
persistencia de esta institución constitucional de acusación ligada al impul-
so ciudadano y que el PSOE trata de rebajar en su propuesta de nueva Ley de
Enjuiciamiento Criminal.
En todo caso, para finalizar, cabe hacer la reflexión sobre la importancia
de la organización popular a la hora de asumir el papel de control de lo que

251  autor invitado


sucede en el ámbito de la relación entre lo público y lo privado, de cómo el
control popular es fundamental para hostigar las prácticas corruptas, especial-
mente las ligadas a los grandes intereses económicos, haciendo frente a la es-
tafa generalizada que desde muchos consejos de administración se diseña para
el egoísta enriquecimiento de unos pocos. Organización del control popular
que debe a su vez ser sumamente exigente con el poder judicial y su verdadera
implicación en la lucha y persecución de la corrupción sistémica y en la gene-
ración de un estado de opinión que impulse a jueces y magistrados a demos-
trar que realmente son útiles para acabar con prácticas antisociales, que son
útiles para el cambio social o, de lo contrario, optan por mantenerse de perfil
sin molestar al poder económico. Ahora son los jueces los que están bajo el es-
crutinio de los ciudadanos y deberán asumir un papel u otro, o bien el de los
jueces italianos que lucharon contra la corrupción mafiosa, pagando incluso
con su vida esa lucha, o el de los jueces latinoamericanos que durante déca-
das permitieron la palmaria impunidad de los corruptos y sus corruptores.  

218

251  autor invitado


Centenario del PCE
1921-2021

II. El PCE en la
inmediata postguerra
y tras la Segunda
Guerra Mundial
(1939-1955)
Diez días felices,
diez años amargos.
La Operación Reconquista
en la estrategia insurreccional
del PCE

Ramón García Piñeiro


Profesor del IES Galileo Galilei, de Navia (Asturias)

E l último ciclo insurreccional del PCE concluyó por agotamiento en 1952, fecha
en la que Santiago Carrillo presentó un balance autocrítico del rumbo seguido
por la organización desde el final de la Guerra Civil. Lamentó los millones de pe-
221

setas dilapidados y los miles de camaradas inmolados en el altar de la resistencia


armada, pero, sobre todo, «el carácter enormemente combativo y ofensivo» de los
planteamientos sostenidos durante más de una década, haciendo caso omiso de
la realidad española e internacional, sin asumir la magnitud de la derrota ni sus
devastadoras consecuencias «en la composición y conciencia de la clase obrera»,
persuadidos de la fragilidad de un régimen cuyo derrumbamiento se consideraba
inminente e impertérritos «con el arma al brazo», «siempre atacando». Por impa-
ciencia y vanguardismo, no se detectaron los síntomas de fatiga y desmoraliza-
ción ni se contempló la hipótesis de proceder a un repliegue ordenado de fuerzas,
ni se exploraron métodos alternativos de oposición, como la infiltración en las
organizaciones del régimen. Por el contrario, se sobrestimó la lucha guerrillera, a
la que se concedió un protagonismo desmesurado, circunstancia que coadyuvó
a la fagocitación del partido, del que se proyectó una imagen distorsionada por
«concepciones terroristas y sectarias» que tuvo como corolario el aislamiento de
los comunistas de «las masas».1 En la hora del responso por la táctica fallida, se
omitió que la resistencia armada, cuyo clímax se alcanzó con las incursiones pi-
renaicas del otoño de 1944, representó el principal desafío planteado al régimen
de Franco y, en lo personal, le proporcionó a Santiago Carrillo la rampa de lanza-
miento de su ascenso político. Sobre el vínculo existente entre aquella operación,
el insurreccionalismo del PCE y la forja de su liderazgo versa la siguiente reflexión.

1  «Informe de Santiago Carrillo», 3 de marzo de 1952, AHPCE.

251  Centenario PCE 1921-2021


Cara a España

El pacto de no agresión firmado por Alemania y la Unión Soviética en agosto


de 1939 sumió a los comunistas españoles exiliados «en el desconcierto men-
tal y emocional», acentuó su aislamiento y precipitó la huida hacia América o
la Unión Soviética de los dirigentes refugiados en Francia, donde fueron trata-
dos como conmilitones de los nazis, pero distó de desactivarlos como antifas-
cistas.2 Desde mayo de 1940, cuando el espejismo de la drôle de guerre («guerra
de broma o falsa») dejó paso a la ocupación alemana, prefiguraron por instin-
to, incluso precediendo a los propios franceses, los primeros focos de resis-
tencia armada al invasor.3 La movilización espontánea obtuvo respaldo oficial
desde junio de 1941, tras el desencadenamiento de la ofensiva nazi contra la
Unión Soviética, cuando la dirección del PCE recomendó a su militancia que
ocupara el lugar que le correspondía en el nuevo escenario bélico. Promovió
que, en concordancia con la diversidad ideológica de las fuerzas aliadas, gal-
vanizaran plataformas de resistencia en las que cupieran todos los enemigos
del totalitarismo. En el ámbito político, propuso una convergencia de amplio
222 espectro, denominada Unión Nacional Española (UNE), cuyo proceso de ges-
tación en Francia se escenificó en tres actos: como mera declaración de inten-
ciones mediante un llamamiento dirigido al PSOE el 1 de agosto —se divulgó
un anticipo el 24 de junio—, aportando un manifiesto programático el 16 de
septiembre del mismo año y, por último, con la formalización de una platafor-
ma multipartidista en el «Congreso de Grenoble», celebrado de hecho cerca
de Montauban el 7 de noviembre de 1942, donde se exhortó a los españoles a
empuñar las armas.4 La iniciativa fue trasladada a España por Jesús Monzón,
quien auspició la creación de la Junta Suprema de Unión Nacional (JSUN) el 1
de septiembre de 1943 y fomentó su ramificación mediante la constitución de
trescientas juntas locales, pero sin dotarlas de un brazo armado.5
Asimismo, con los grupos de combatientes dispersos por la zona libre de
Francia formaron en abril de 1942 el XIV Cuerpo del Ejército Guerrillero, recon-
vertido desde mayo de 1944 en Agrupación de Guerrilleros Españoles (AGE),
cuando ya disponían de unidades distribuidas por casi toda Francia, aunque
con mayor presencia al sur del Loira, en las que se llegaron a enrolar 10.231 ac-
tivistas. Desde el principio se integraron en una fuerza análoga, Francotirado-
res y Partisanos, auspiciada por el PCF, y, posteriormente, se supeditaron a las

2  Manuel Azcárate (1994: 198).


3  Sixto Agudo (1985: 38).
4  Reconquista de España, noviembre-diciembre de 1942.
5  Hartmut Heine (2008: 85).

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Fuerzas Francesas del Interior, en las que confluyeron todos los grupos de re-
sistencia armada, pero en todo momento preservaron su autonomía funcio-
nal y la especificidad de sus objetivos.6 Aunque desalojaron a los alemanes de
dieciocho departamentos y contribuyeron a la liberación de más de cincuenta,
así como de un centenar de pueblos, renunciaron a prolongar su persecución
hasta las puertas de Berlín, ya que supeditaban la derrota nazi al hundimiento
del franquismo. Como este siempre había sido el objetivo prioritario, en el ve-
rano de 1944 convergieron hacia los Pirineos para que no los utilizaran como
«carne de cañón» y para que España no quedara al margen del vendaval anti-
fascista que barría Europa.7
El nuevo frente político-militar pretendía el aislamiento del franco-fa-
langismo, del que formaba parte el «casadismo», mediante la convergencia de
las organizaciones que formaron parte del Frente Popular con las fuerzas con-
servadoras no totalitarias, pero las reacciones ante la propuesta de sus poten-
ciales aliados oscilaron entre la cautela y la hostilidad.8 Aunque a la derecha
española no le incomodaba el programa político de UNE, en el que se renun-
ciaba al principio de la legitimidad republicana, deshojaba la margarita entre
sostener un régimen cuyo destino parecía vinculado a las potencias del Eje o 223
tender la mano a un enemigo tan demonizado como el PCE. Más renuentes
se mostraron los dirigentes de izquierda con su nuevo «bandazo político», ya
que proponía un contubernio con los artífices del baño de sangre que había
anegado a los españoles. Para ellos se trataba de otra engañifa del PCE para
contrarrestar su aislamiento, recuperar la iniciativa política y hegemonizar el
movimiento. Con todo, tanto en España como en Francia, se mostraron más
receptivos con la iniciativa los republicanos, socialistas y anarquistas de base
partidarios de la unidad antifascista, de sustituir la pasividad por la acción y
de recuperar la autoestima mediante la lucha, los cuales fueron desautoriza-
dos por sus organizaciones no bien colaboraron con UNE.
Con su proyecto insurreccional, UNE encuadró militarmente y dotó de
objetivos políticos a los huidos que sobrevivían en España de la comisión de
atracos y, a la par, proporcionó el gozne con el que ensamblar la euforia de-
satada por la liberación de Francia con el vuelco político en España. Las par-
tidas diseminadas por España precedieron a la guerrilla del mismo modo que
las incursiones pirenaicas fueron el colofón de un movimiento iniciado por
los republicanos que habían contribuido a la derrota del nazismo.9 El PCE les

6  Geneviève Dreyfus-Armand (2000: 168).


7  Joaquín Arasanz (1994).
8  Vicente Uribe (2019: 211).
9  Testimonio de Julián Antonio Ramírez Hernández.

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proporcionó un plan de ataque concreto y acicateó su combatividad con fal-
sas expectativas sobre la fragilidad del régimen de Franco y la predisposición
de los españoles a rebelarse, pero con ello no hizo más que encauzar y enca-
bezar un clamor compartido por los maquisards españoles.10 Hacia los Piri-
neos convergieron espoleados por los llamamientos de UNE, pero también
por las ocupaciones de consulados y cámaras de comercio españolas, las ma-
nifestaciones antifranquistas, los desfiles, las noticias publicadas en la prensa,
las emisiones radiofónicas, los discursos de los políticos y las proclamas que,
en un clima de desbordada exaltación antifascista, pregonaban que había lle-
gado «la hora de España».11
La Operación Reconquista comenzó en septiembre de 1944 con la incur-
sión de comandos guerrilleros por más de una treintena de pasos pirenaicos
como avanzadilla, jalonamiento y maniobra de distracción, pero el principal
contingente, compuesto por 4.000 combatientes, abrió brecha el 19 de oc-
tubre por el valle de Arán y prolongó su avance hasta la localidad de Viella.12
Permaneció desplegado en sus inmediaciones hasta que el 28 de octubre se
optó por la retirada, dejando un saldo de muertos en combate que se ha esti-
224 mado entre los 25 y los 129 activistas, a los que habría que añadir 241 heridos
y 218 capturados. En otros cómputos se cifran los detenidos en 700 y los falle-
cidos en 323, porque se prolonga el recuento hasta finales de 1945, con lo que
el porcentaje de bajas se eleva al 10 % de los movilizados.13 Para suscitar reac-
ciones de apoyo tanto dentro como fuera de España, se encareció a los gue-
rrilleros que se comportaran «como liberadores, no como ocupantes».14 Por
ello, evitaron el combate con la clase de tropa, no así con «las fuerzas de re-
presión profesionales», y, en el territorio reconquistado, cercenaron cualquier
atisbo de violencia innecesaria por motivos políticos o ideológicos. Abolieron
las cartillas de racionamiento, distribuyeron subsistencias almacenadas, resta-
blecieron la venta libre de productos y condonaron las multas impuestas por
la Fiscalía de Tasas. Particular empeño pusieron en que el culto religioso no
se viera interrumpido y, sobre todo, en disipar cualquier inquietud en los cu-
ras, a los que se invitó a participar en las corporaciones municipales de UNE

10  Reconquista de España, febrero-marzo de 1944 y 8 de octubre de 1944. Lucha, n.o 14, octu-
bre de 1944.
11  «Manifiesto del comité de UN de Perpignan», 21 de agosto de 1944. Jesús Benito Bermejo
(1990: 390).
12  Ferrán Sánchez (2001: 11).
13  Andrés Sorel (1975: 38). Ferrán Sánchez (2010: 80).
14  Francisco Aguado (1975: 72). Daniel Arasa (1984: 52).

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que se constituyeron.15 Alcanzados los objetivos, sostuvo Carrillo, se retira-
ron del valle «bendecidos por los sacerdotes», porque habían propiciado que
los araneses de los dieciséis pueblos «liberados» disfrutasen de «los diez días
más felices de sus vidas».16

Radiografía de un fracaso

El fiasco de las invasiones pirenaicas, dada la superioridad bélica de las fuer-


zas franquistas, no debe ser puesto en relación con el precipitado repliegue
adoptado no bien se habían cumplido diez días desde el comienzo de la incur-
sión principal, sino más bien con no haber sido capaces de suscitar durante
ese lapso algún tipo de reacción, de lo que dependía su éxito. Esta no podía
proceder del interior, porque la quimera del supuesto ambiente insurreccio-
nal que campaba en España, así como la invocada evidencia de la descomposi-
ción del régimen de Franco, fueron utilizadas como revulsivo para galvanizar
a los exiliados que regresaron con las armas en la mano, pero ambos señue-
los se desvirtuaban en el caso de Monzón, quien llevaba más de un año so- 225
breviviendo clandestinamente en España. Durante ese tiempo constató que la
combinación de violencia, represión y censura impuesta por las autoridades
franquistas provocaba como acto reflejo que cualquier incitación a la movi-
lización, aunque fuera testimonial y pacífica, fuera recibida con muestras de
temor, aprensión y hastío por parte de la población.
No eran más receptivas a llamamientos insurreccionales las partidas de
huidos agazapadas por el interior, las cuales en el otoño de 1944 distaban
de estar articuladas en el anhelado Ejército Guerrillero de UNE. Un miem-
bro de su alto mando, Celestino Uriarte, reconoció que las infiltraciones pi-
renaicas no habían sido secundadas porque no se «había hecho preparativo
alguno». Existían focos de actividad insurgente, pero aislados, deslavazados y
lastrados por la diversidad de expectativas de sus componentes. De esta hete-
rogeneidad hicieron gala, en particular, las partidas asentadas entre Málaga y
Granada, en parte vinculadas a la militancia comunista exiliada en el norte de
África, entre la que Monzón carecía de influencia. Más energías se dedicaron
a vertebrar las dispersas por Ciudad Real, Toledo, Ávila y Extremadura, con las
que se pretendía conformar un Ejército del Centro que, llegado el momento,
se desplegara en movimiento envolvente sobre la capital, pero este proceso de
gestación no había superado su fase embrionaria. Menos halagüeñas eran las

15  Reconquista de España, n.o 46, 19 de diciembre de 1944. «Carta de Lucía a Santi», 22 de octu-
bre de 1944. Nuestra Bandera, 1 de enero de 1945. Fernández Martínez (2002: 51).
16  «Conferencia de Santiago Carrillo», Unidad y Lucha, noviembre de 1944.

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perspectivas en el norte, donde por propia iniciativa los huidos se habían do-
tado de estructuras organizativas de resistencia, como la pionera Federación
Guerrillera de León-Galicia o el Comité de Milicias Antifascistas de Asturias.
Sus promotores pusieron en entredicho las credenciales multipartidistas de
UNE y se mostraron renuentes a secundar su proyecto insurgente, toda vez
que no concurrían las circunstancias propicias. Los delegados de UNE que
contactaron con ellos lamentaron que estuvieran instalados en una «cómoda
pasividad», a la espera de que las fuerzas aliadas adoptaran algún tipo de ini-
ciativa. Mayor receptividad encontraron en la cántabra Brigada Machado, a la
que encomendaron misiones de distracción y retención de fuerzas coincidien-
do con la ofensiva pirenaica, pero ningún cometido asignaron al comunista
Fernández Ladreda, jefe de la guerrilla asturiana, quien dejó constancia de su
indignación por no haber sido avisado de que se estaba gestando una opera-
ción de semejante envergadura.17
Si se carecía de medios propios para inquietar en frente abierto al ejérci-
to y se descartaba que un acto de fuerza de esta índole pudiera concitar mues-
tras explícitas de apoyo por parte de la aherrojada población antifranquista,
226 ¿qué otros factores deberían concurrir para que el ataque no quedara en un
gesto quijotesco tan extemporáneo como inútil? Examinadas las decisiones
en su contexto y descartadas las motivaciones espurias o conspiratorias atri-
buidas a los promotores de la asonada, cabe inferir que supeditaron su éxito
al eco que pudieran suscitar en la coalición de potencias antifascistas. Ni en
las valoraciones más acerbas del episodio se ha dejado de reconocer que se
movió ficha coincidiendo con el apogeo del avance aliado en Europa, cuan-
do los republicanos involucrados en la resistencia francesa clamaban por que
se «hiciera algo» y sus estrategas proclamaban que había llegado el momen-
to «de volcar sobre España todo lo que tenemos en Francia».18 Las volunta-
des de unos y otros se enardecieron con interrogantes del siguiente tenor:
¿cabría esperar una coyuntura más propicia para extender la llama de la in-
surgencia a España que el momento en el que la euforia de la liberación en
Francia alcanzaba la cresta de la ola? Una vez que las tropas aliadas se aleja-
ran del escenario español y confluyeran sobre Berlín, ¿volverían al rescate de
los antifranquistas si estos tomaban la iniciativa de levantarse contra Franco?
Asumido el control por el gobierno francés y pacificado el territorio, ¿podría
subsistir, cohesionada y dispuesta para el ataque, una fuerza armada autóno-
ma de republicanos españoles cuya finalidad no fuera otra que catalizar una
chispa de insurgencia allende los Pirineos? Desde la perspectiva de las vani-
dades personales, también se ha sostenido que se precipitó la ofensiva para

17  «Guerrilleros», jacquet 43, AHPCE. Ramón García (2007: 296). Valentín Andrés (2008: 195).
18  «Informe de Carmen de Pedro», 15 de septiembre de 1944, AHPCE.

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rentabilizar el éxito como catapulta que proyectara a sus promotores hasta
la cúpula directiva del PCE.19
Antes de que se consumara la previsible desmovilización de los republi-
canos españoles incorporados a los engranajes de la maquinaria bélica antifas-
cista, ¿qué reto más sugestivo y congruente con sus aspiraciones se les podría
brindar que ocupar una porción del territorio español, como el valle de Arán,
para que se atrincheraran en la posición prevaliéndose de su intrincada oro-
grafía, de sus defensas naturales, de su tortuosa comunicación por el puerto
de la Bonaigua con el resto de España —el túnel de Viella no se había termi-
nado— y de las inclemencias del invierno pirenaico? Ante este hecho consu-
mado, si lograban mantener la posición durante unas semanas, ¿tolerarían los
aliados que el ejército de un gobierno fascistoide masacrara en ese reducto a
un contingente de españoles compuesto por veteranos de la resistencia a la
ocupación nazi de Francia? Desde esta perspectiva, cabe sostener que el mo-
vimiento táctico promovido por Monzón al sur de los Pirineos iba dirigido no
a las exangües fuerzas disponibles en el interior, sino a remover la conciencia
de «los pueblos democráticos», a los que quiso recordar que no habría paz en
el mundo mientras perdurara un reducto de «hitlerismo». Su mayor error de 227
cálculo fue presuponer que, una vez dado el paso, no dejarían en la estacada a
quienes tanta sangre habían derramado por la causa antifascista.20
Pese a su afán por integrar a la derecha antifalangista en UNE y a la so-
breactuada tolerancia de la que hicieron gala sus guerrilleros en el territorio
español fugazmente ocupado, se le puede reprochar, dada la experiencia de la
Guerra Civil, que no previera que las potencias occidentales preferían la con-
solidación de un fascismo de opereta y maleable en España antes que promo-
ver un proceso de desestabilización política del que los comunistas pudieran
sacar tajada. De hecho, sus líderes presentían que, expugnados los bastiones
del totalitarismo, esa era la opción preferible en una Europa cuya parte oriental
gravitaría hacia la Unión Soviética y en cuya parte occidental los comunistas
pretenderían traducir su contribución a la victoria en rédito electoral. Mon-
zón ignoró que a los norteamericanos no les importaba que el remoto valle de
Arán se convirtiera en la «masada del antifascismo español», principalmente
porque descartaban cualquier distracción que les desviara de la ruta hacia Ber-
lín, a donde querían llegar antes que los soviéticos.21 No tuvo en cuenta que,
para Churchill, ningún otro sistema político preservaría mejor los intereses
del imperio británico que el franquista, como demostró desdeñando una co-
yuntura propicia para ocupar Gibraltar. El 24 de mayo de 1944 dejó constan-

19  Secundino Serrano (2005: 518).


20  Reconquista de España, n.o 39, noviembre de 1944.
21  Rachel Linville (2014: 76).

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cia en el Parlamento de su inhibición y apoyo implícito al dictador señalando
que la forma de gobierno que prevaleciera en España era un asunto que con-
cernía exclusivamente a los españoles. Tampoco reparó en la empatía a bene-
ficio de inventario exhibida por el general De Gaulle durante el desfile de la
victoria celebrado el 17 de septiembre de 1944 en Toulouse. Los elogios a los
republicanos incluidos en su discurso por su contribución a la derrota del na-
zismo no fueron óbice para que los emplazara a que se alejaran de los pasos
pirenaicos.22 El presidente del gobierno provisional no quería abrir un conflic-
to diplomático con el vecino del sur, al que agradecía que se hubiera mostrado
respetuoso con el territorio francés durante la ocupación nazi.23 Los repulgos
anticomunistas de los citados no hicieron mella en Stalin, pero el mandatario
soviético ya había acordado con Churchill un reparto de áreas de influencia
y no parecía dispuesto a añadir el caso español a los motivos de fricción que
tenía con sus aliados. Aunque tanto Líster como Ibárruri dejaron constancia
de su apoyo a la insurgencia española, su prioridad consistía en dotarse de un
glacis defensivo con la promoción de gobiernos afines en los países de Euro-
pa oriental liberados por su ejército.24
228

La paternidad de la retirada

Los detractores de la Operación Reconquista han recurrido a un argumento


irrefutable para respaldar su punto de vista: no consagró a quien ordenó el ata-
que, más bien supuso su ostracismo político, sino a quien dispuso la retirada,
cuya paternidad ha sido objeto de controversia. El mérito del repliegue se lo
atribuyó el teniente coronel López Tovar, cuyo relato de los acontecimientos
deja entrever hasta qué punto estaba embargado por un esquizofrénico esta-
do de ánimo. Aceptó dirigir la operación, pese a que la tildó de «descabellada,
disparate y sin perspectiva de éxito», porque carecían de armamento para en-
frentarse al ejército español, no contaban con la ayuda del ejército francés, no
estaban en condiciones de salvaguardar la presencia de un gobierno de Unión
Nacional en el valle de Arán, el enemigo estaba prevenido y, como pudo consta-
tar por «los enlaces enviados al interior para que tomaran el pulso de la pobla-
ción», el PCE no existía, UNE era desconocida, se recibía a los guerrilleros con
hostilidad y ningún español aguardaba su presencia para sublevarse.25 Como

22  Santiago Blanco (1977: 499). Secundino Serrano (2005: 21).


23  Irene Abad y José Antonio Angulo (2001: 77).
24  Daniel Arasa (2005: 421).
25  Evelyn Mesquida (2020).

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no estaba dispuesto a que «se sacrificaran miles de republicanos al capricho de
los dirigentes políticos y militares de AGE», rehusó establecer objetivos con-
cretos, desobedeció reiteradamente la orden de atacar Viella y, mientras no se
vieran arropados por la prometida insurrección popular, supeditó toda manio-
bra ofensiva a dos prioridades: minimizar las bajas y mantener asegurada la
comunicación con Francia. Convencido de que «cuanto más entrásemos, más
víctimas nos costaría salir», el 26 de octubre dispuso que se iniciaran los pre-
parativos de repliegue y dos días después ordenó que se procediera a la eva-
cuación al filo de la medianoche.26 No se descarta que Tovar hubiera optado
por la insólita táctica de «avanzar reculando» e incluso que hubiera dispues-
to la retirada motu proprio, pero guerrilleros como Sixto Agudo han puesto en
solfa que hubiera dejado constancia de un estado de ánimo tan «derrotista»,
ya que misiones de tal calado no se encomendaban a quienes pronosticaban
su fracaso de antemano.27
En todo caso, a quien encumbró el repliegue fue a Santiago Carrillo, un
líder emergente, pero cuyo prestigio seguía anclado a su etapa como dirigen-
te juvenil, al que convenía el espaldarazo de un acto de autoridad y osadía de
esta índole para consolidar su ascenso político. Coincidiendo con las incur- 229
siones pirenaicas, según su propia versión, ultimaba en Orán los preparati-
vos para desembarcar en las costas malacitanas encabezando un contingente
compuesto por más de medio centenar de guerrilleros, no tanto para respaldar
los planes de Monzón revitalizando un nuevo foco insurreccional como para
disputarle el control de la organización desde el interior. Renunció a este pro-
pósito, puesto en entredicho porque no era propio de dirigentes de su rango,
por orden de Dolores Ibárruri, quien le encomendó que se dirigiera a Francia
para hacerse cargo de la situación, pero sin instrucciones precisas sobre cómo
debería proceder.28 Hacia Arán se desplazó carcomido por las dudas no por
la pertinencia del ataque, sino por la recepción que le podrían dispensar los
más combativos cuando descubrieran que pretendía desmovilizarlos. Dado
su escaso bagaje como dirigente comunista del más alto rango, temía que se
desembarazaran de él por «derrotista» si les obligaba a regresar rumiando una
nueva derrota. No bien contactó con «sus jefes» para ser informado del curso
de las operaciones y una vez que planteó lo inconveniente que era prolongar
una ofensiva que, según le confesaron, mantenían «solo por disciplina», dis-
puso que se procediera a la retirada. Como esta se verificó con celeridad y di-
ligencia, los expertos han concluido que la orden de repliegue ya estaba dada
cuando llegó Carrillo.

26  Santiago Álvarez (1988) figura entre quienes conceden «pleno valor» al testimonio de Tovar.
27  Sixto Agudo (2003). Fernando Martínez (2002: 9 y 57).
28  Dolores Ibárruri (1985: 566). Fernando Hernández (2015: 163).

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En ulteriores revisiones de su proceder sostuvo que, camino de la frontera,
había detectado una maniobra envolvente protagonizada por un destacamen-
to de spahis (caballería africana) para cercar a los guerrilleros y masacrarlos,
argumento que esgrimió para desactivar a los partidarios de mantener la po-
sición a toda costa, pero en su primer informe no ocultó que «se enteró des-
pués» del supuesto pacto alcanzado entre los militares franquistas y el general
Caillaux, «un reaccionario jefe de la frontera», para que no retornara ninguno
vivo a Francia.29 Se atribuyó, con su arrojo y determinación, el haber evitado
«una carnicería por pocas horas», afirmación que más tarde retomó para argu-
mentar que la intentona había sido urdida por Franco y Monzón, sin descartar
la connivencia francesa, para dejar inerme al PCE. Pero, pese a que «intervino
a tiempo», no pudo evitar que cundiera la desconfianza de los guerrilleros ha-
cia «el mando», al que culpaban de la derrota, ni que la Alianza Democrática,
fundada el 9 de septiembre de 1944 por republicanos, socialistas y anarquistas
como alternativa a UNE, utilizara el fiasco para corroborar que los caudillos
comunistas conducían al matadero a quienes daban crédito a sus patrañas.30

230
El método de la «matrioshka»

La «guerra de los diez días» marcó un punto de inflexión en el PCE, ya que fue
utilizada para zanjar la etapa de desenvolvimiento autónomo que, tanto en
España como en Francia, había caracterizado a la organización entre 1939 y
1944. Sus principales dirigentes sostuvieron que la decisión de atacar por los
Pirineos había sido adoptada por Monzón sin contar con su plácet, pero el
desconocimiento aducido tanto en la versión oficial de la operación como en
los testimonios publicados ha sido puesto en entredicho por la crítica espe-
cializada. Aunque esta admite que la orden concreta de cruzar el «Rubicón pi-
renaico» no emanó del Buró Político, considera acreditado que sus miembros,
pese a la distancia, no ignoraban que, en el verano de 1944, incluso desde el
mes de enero, los guerrilleros españoles diseminados por Francia se estaban
concentrando en sus inmediaciones con la intención de infiltrarse en España.
La apelación a la insurrección realizada desde el interior en el mes de junio
por la JSUN concordaba con las directrices divulgadas por la cúpula directi-
va exiliada mediante emisiones radiofónicas, principalmente a través de Ra-
dio España Independiente, en las que, sin una concreción de cómo ni cuándo
proceder, también se recomendaba pasar a la acción con gestos enérgicos que
catalizaran un levantamiento popular. En sendos llamamientos del 6 de junio

29  Secundino Serrano (2003: 137). Santiago Carrillo (1976: 121).


30  «Informes de Santiago Carrillo», 6 de febrero y 30 de junio de 1945, AHPCE.

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y del 24 de septiembre de 1944, Ibárruri incitaba a reconquistar la libertad re-
produciendo el modelo insurreccional francés.31 Por comunicados de esta ín-
dole, Monzón, quien siempre sostuvo que mantuvo informados a Ibárruri y
Carrillo de sus propósitos, se sentía ratificado.32
Tras el fiasco, la cúpula directiva se desmarcó de la movilización para que
no cupiera duda de que dimanaba de un desempeño acéfalo prolongado con-
tra su voluntad durante un lustro. Como no ignoraban que, tras la firma del
pacto germano-soviético, había cundido cierta desazón entre la militancia al
comprobar que sus líderes se habían parapetado tras seguras barreras, ya fue-
ra en América o la Unión Soviética, y que, dada esta huida, carecían de la pá-
tina de heroísmo que distinguió a quienes habían participado directamente
en el proceso de reconstrucción experimentado a ambos lados del Pirineo en
circunstancias muy adversas, magnificaron el revés para demostrar que, si la
militancia no se atenía disciplinada y jerárquicamente a las instrucciones que
emanaran de la legítima dirección, estaban abocados a despeñarse en el abismo.
La supuesta insensatez del paso dado en Arán fue propalada para exonerar al
Buró Político de comparecer ante una organización que no solo había sido ca-
paz de levantarse por su propio pie, sino que tuvo arrestos para desencadenar 231
un ataque frontal al franquismo —a la postre sería el único— sin su concurso,
circunstancia que, de hecho, dejaba malparada su condición de dirigentes.33
Lejos de responder por el delito de absentismo que les pudo haber sido
imputado, al caracterizar la fugaz incursión en territorio español como una
debacle sin paliativos se dispuso de un argumento irrefutable para recuperar
el control de la organización, propósito que se supeditó al prioritario objetivo
de defenestrar a quienes habían protagonizado su reconstrucción en España y
Francia hasta configurar, como Dolores Ibárruri reconoció ante López Tovar
cuando llegó a París en 1945, «un hermoso partido».34 Los cargos esgrimidos
para propiciar un relevo que excluyera la rendición de cuentas e insidiosas dis-
quisiciones sobre quién ostentaba la legitimidad para ponerse al frente de la
organización se fueron ensamblando, de menor a mayor, como una muñeca
rusa, pero en este caso recrecida y deformada hasta el esperpento. La primera
andanada descalificatoria se sostuvo con imputaciones de contenida morda-
cidad, como «suficiencia y vanidad», no desbordó el ámbito de la controver-
sia política y tuvo como destinatario preferente de las diatribas a Monzón, el

31  Dolores Ibárruri: «El movimiento guerrillero, vanguardia de la lucha armada por la recon-
quista de España», 24 de septiembre de 1944, AHPCE.
32  Martorell (2000: 125). Fernando Martínez (2002: 12).
33  Manuel Azcárate (1994: 283).
34  Vicente López Tovar (1986): «Biografía de Vicente López Tovar, coronel de los guerrilleros
españoles en Francia». Toulouse.

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advenedizo que suplantó a los verdaderos dirigentes cuando abandonaron la
zona del escenario iluminada por la ofensiva nazi y los piquetes de ejecución
franquistas.
A Monzón no le fueron reconocidos los méritos adquiridos a pie de obra,
porque, para empezar, la dirección oficial del PCE le reprochó que ni él mis-
mo sabía qué pretendía cuando cursó la orden de desencadenar desde Francia
una ofensiva masiva, cuya «amplitud y profundidad fuera la mayor posible»,
contra territorio español. Sostuvo Carrillo que a finales de agosto de 1944 ha-
bía dispuesto que concentraran el grueso de las fuerzas en un punto determi-
nado del Pirineo, que abrieran una cabeza de puente en la vertiente española
y que se hicieran fuertes en ella mediante el «desencadenamiento de toda una
serie de acciones secundarias de diversión y hostigamiento a todo lo largo de
la frontera», propósito del que se desdijo llegado el momento de las operacio-
nes. En una carta posterior, al parecer, reformuló el plan inicial matizando
que más bien se trataba de promover innúmeros focos de actividad guerrillera
en la vertiente sur del Pirineo para suscitar un estado de alarma generalizado,
pretensión que Carrillo juzgó descabellada «por las condiciones del terreno, la
232 falta de objetivos fundamentales, porque es una zona con población atrasada
y por la fuerte concentración de tropas franquistas».35 También se ha sosteni-
do que en sus instrucciones figuraba como prioridad la ocupación de Andorra,
donde dispondrían de una emisora de radio para incitar a la insurrección en
España y suscitar la solidaridad internacional del antifascismo.36
Se acumularon contra él cargos de diverso calado, como la insuficiencia
de la propaganda, la subestimación de los cuadros de dirección enviados desde
el exilio, el escaso impulso dado a la guerrilla urbana, que no se hubiera reali-
zado labor de zapa dentro del ejército, el menosprecio de las luchas de masas
y, sobre todo, que no se hubieran creado las condiciones propicias para la in-
surrección nacional, cuyo estallido dejó al albur de «la espontaneidad» popu-
lar, pero sin que, de momento, cupiera inferir de la reprimenda otro propósito
que restablecer la jerarquía del partido y dejar patente quiénes eran los legí-
timos titulares de la función directiva. La crítica formulada «de buena forma»
a principios de 1945 todavía no eludía la mención de méritos no desdeñables,
como un reconocimiento explícito de la pluralidad alcanzada y la actividad
desplegada por la Junta Suprema, tanto por las nuevas incorporaciones («un
destacado miembro de la CEDA», los sindicatos católicos agrarios, la masone-
ría y los carlistas) como por los contactos establecidos con socialistas, repu-
blicanos y anarquistas para ultimar su adhesión, sin escatimarse los elogios
por las conversaciones mantenidas con personas representativas de institu-

35  «Informe de Santiago a Ibárruri», 6 de febrero de 1945, AHPCE. Carlos Fernández (2020: 986).
36  Luis Zaragoza (2009: 133).

251  Centenario PCE 1921-2021


ciones hasta entonces poco receptivas, como el consejero político de Juan de
Borbón, el cardenal Segura y oficiales del ejército español del más alto rango,
pese a que, en el apartado de la correlación de fuerzas en la Junta, se le repro-
chó que la derecha tuviera mayor protagonismo que comunistas, socialistas
y cenetistas juntos.
Pero, como no aplicaba la línea política del partido, pretendía romperlo
con una conducta fraccional, rehuía el control de su dirección, no aceptaba la
crítica y «descuidaba la vigilancia contra la provocación», los logros reconoci-
dos no fueron óbice para que Carrillo resolviera poner coto a su «trabajo ca-
ciquil» conminándole a que regresara a Francia y compareciera ante él para
«discutir» cara a cara sobre el «camino peligroso» por el que discurría. Cual-
quier conato de resistencia a presentarse, sentenció, sería interpretado como
un enfrentamiento con la dirección y, en consecuencia, no se vacilaría en ata-
jarlo con las más drásticas medidas, ya que ponía en almoneda la unidad del
partido, un principio que había que preservar a toda costa. En su caso, no fue
necesario adoptarlas, porque se interpuso la policía, que detuvo a Monzón el
8 de junio de 1945 en Barcelona, hasta donde se había desplazado para esta-
blecer un aparato propio de enlaces que le facilitara el paso de la frontera, ya 233
que no se fiaba del proporcionado por el partido. Los clavos de su ataúd po-
lítico los remachó Carrillo en 1948, cuando revisó su actitud a la «luz del co-
municado de Bucarest». Desde esta perspectiva, los errores de diagnóstico, la
ambigüedad táctica, el aventurerismo y la vanidad del pasado fueron reformu-
lados como expresión inequívoca del poliédrico burgués corrupto, intelectual
reaccionario, espía franquista, agente norteamericano y bandido titista que
coexistían en Monzón, al que atribuyó el propósito de «liquidar al partido» y
aniquilar a «nuestros militantes» en Arán, imputación ratificada por Ibárruri
en el informe que presentó al V Congreso del PCE, celebrado en 1954.37 Pa-
sados los años, expurgó sus recuerdos de descalificaciones de esta laya, pero
siguió utilizando «la descabellada iniciativa de la invasión» como pieza de con-
vicción para sentenciar que Monzón era un provocador.38

Diez años amargos

La Operación Reconquista fue utilizada como guillotina para descabezar a los


líderes que quisieron utilizar los méritos acumulados en las resistencias fran-
cesa y española como trampolín hacia la dirección del PCE. La correlación
existente entre la intentona y la subsiguiente purga política que defenestró a

37  «A la luz del comunicado de Bucarest», en Nuestra Bandera, n.o 28, junio-julio de 1948.
38  Santiago Carrillo (1993: 413).

251  Centenario PCE 1921-2021


sus principales promotores ha contaminado el enjuiciamiento de la moviliza-
ción guerrillera del otoño de 1944. La sombra del ucase a Monzón y sus par-
tidarios ha planeado sobre las revisiones benevolentes, del mismo modo que
se ha querido revestir a los detractores con el sambenito de carrillistas.39 En
todo caso, el PCE no alteró su rumbo, ya que mantuvo incólume su estrategia
opositora, anclada en un proyecto insurreccional sostenido por dos quimeras:
la vulnerabilidad del franquismo y la predisposición de los españoles a suble-
varse. Para arrimar el ascua al polvorín, no se extrajo de la experiencia otra
enseñanza que sustituir el ataque frontal por la infiltración de partidas gue-
rrilleras desde el exterior para que reactivaran múltiples focos de resistencia
armada, los cuales, secundados por la población, coadyuvarían al colapso del
régimen.40 El coste humano y político de la denominada «política de pasos»
fue ingente, pero no se depuraron responsabilidades por ello.
Insertada en su contexto, la iniciativa no fue tan disparatada como, por
cálculo político, se ha sostenido. Cierto que se partió de premisas falsas y que
se previeron reacciones improbables, pero los ingredientes del engranaje insu-
rreccional puestos en movimiento, compuesto por la combinación de guerrilla
234 en el interior, colaboración popular y apoyo armado desde el exterior, no di-
ferían de los que habían conducido a la victoria en Francia, se estaban refren-
dando con éxito en Yugoslavia y serían reproducidos en Grecia. Ni que decir
tiene que, en el caso español, concurrían circunstancias particularmente ad-
versas, pero se creyeron superables, porque es propio de comunistas antepo-
ner el optimismo de la voluntad al pesimismo de los hechos.  

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Juventud manuscrito. Prisión de Burgos.
El PCE tras la Guerra
Civil. Las diversas
reestructuraciones
y la lucha clandestina
Carlos Fernández Rodríguez *

E n el seno de las fuerzas republicanas que combatieron en la Guerra Civil


se produjo una profunda división que tuvo como principal acontecimien-
to ejemplificante el golpe de Casado, producido entre el 5 y el 6 de marzo de
237

1939. Este hecho conllevó la muerte de centenares de republicanos y una pro-


funda huella de desunión, que se extenderá a lo largo del exilio, afectando a la
oposición antifranquista, donde el PCE fue el principal partido político de la
lucha contra la dictadura. Un inicio de resistencia caracterizada por una falta
de preparación y organización para la clandestinidad y el trabajo ilegal, como
fue denominada por las altas esferas comunistas españolas; marcada por una
represión feroz por parte de las nuevas autoridades y por una coyuntura de
la política internacional en pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.
Antes de que terminara el conflicto bélico español, algunos dirigentes co-
munistas, como Palmiro Togliatti y Pedro Checa, dejaron instrucciones para
preparar la evacuación de todos los comunistas posibles hacia tierras levanti-
nas y la reorganización del partido para trabajar en la ilegalidad.1 La realidad

*  Carlos Fernández Rodríguez es doctor en Historia por la Universidad Complutense. Su la-


bor de investigación ha sido diversa, destacando la oposición al franquismo y la historia social
en la militancia comunista. A lo largo de estos años ha escrito artículos para congresos, pe-
riódicos y revistas y tiene varias publicaciones: Madrid clandestino. La reestructuración del PCE,
1939-1945 (2002), La lucha es tu vida. Retrato de nueve mujeres republicanas combatientes (2008),
Yuncler, un viaje por la historia (2017) y Los otros camaradas. El PCE en los orígenes del franquismo
(1939-1945). Forma parte del grupo del proyecto de investigación Madrid, una ciudad en guerra,
1936-1953 y de Historia social, ambos de la UCM.

1  Fernando Hernández Sánchez (2015): Los años de plomo. La reconstrucción del PCE bajo el pri-
mer franquismo (1939-1953). Madrid: Crítica, p. 90.

251  Centenario PCE 1921-2021


que le tocó vivir a la militancia comunista en esta etapa del proceso histórico
del PCE fue muy dura y complicada. Con un partido dividido, donde los prin-
cipales cuadros políticos y militares estaban exiliados en Francia, en la Unión
Soviética y en América, con unos espacios de sociabilidad y camaradería afec-
tados por la clandestinidad, la fidelidad a su partido y el culto a la personali-
dad de sus principales dirigentes (Dolores Ibárruri y Pepe Díaz). Con la gran
cantidad de republicanos detenidos, fusilados y exiliados, la labor de comba-
te contra el fascismo no era la más propicia.
El inicio de la reestructuración del PCE tuvo lugar en las principales ciu-
dades del país, destacando Madrid, donde aquellos cuadros que no habían
sido detenidos decidieron organizarse en pequeños grupos, sin ninguna nor-
ma establecida, para saber quiénes de sus camaradas no habían sido arresta-
dos. Para ello constituyeron un sistema de enlaces con la intención de obtener
información entre los comunistas detenidos y de esta manera ayudar en la me-
dida de lo posible a las familias de los presos —la militancia creó pequeños
comités de ayuda, realizando acciones clandestinas como había desarrollado
el Socorro Rojo Internacional (SRI): reparto de comida y apoyo moral a los
238 camaradas represaliados y perseguidos, esconder en sus casas a estos últimos,
etcétera—, con la intención de poco a poco desarrollar una estructura orga-
nizativa clandestina más amplia.
Una de las misiones fue la formación de militantes que se fueran familia-
rizando con el trabajo clandestino. Desde los inicios de la posguerra, se crea-
ron pequeños grupos de comunistas con la idea de que tenían que hacer algo
para reorganizar el partido y formar un frente común a la dictadura franquista.
Dentro de las cárceles se crearon las primeras células para unificar a los mili-
tantes que tenían el apoyo exterior de los comités de ayuda. El hecho de con-
seguir la integración de militantes, cotizantes y simpatizantes fue uno de los
principales objetivos una vez finalizada la Guerra Civil.
La clandestinidad fue el contexto que les tocó vivir a aquellos luchado-
res antifranquistas. La adquisición de lugares seguros donde establecerse, la
documentación necesaria para pasar desapercibidos y unas pautas de com-
portamiento estrictas eran básicas en la supervivencia clandestina. Una de las
principales preocupaciones de las distintas direcciones de las delegaciones y
comités del PCE en el interior del país fue imponer unas estrictas instruccio-
nes de seguridad para que fueran seguidas a rajatabla por la militancia. Sin em-
bargo, la práctica fue distinta, ya que muchos de los miembros de los comités
del partido incumplieron esas normas de seguridad. El miedo y la desconfian-
za eran latentes por la presencia policial y la posibilidad de que alguno de los
supuestos camaradas fuera un delator o confidente de la policía. La idea de su-
pervivencia estaba inmersa en cada uno de los opositores al régimen.
Debido al descontrol y a la desorganización imperante en aquellos prime-
ros meses de posguerra, los comunistas utilizaban el boca a boca para unificar

251  Centenario PCE 1921-2021


a los distintos grupos de camaradas existentes en las ciudades. La organización
clandestina comunista más extensa, preparada y donde estuvieron los prin-
cipales dirigentes políticos (aquellos que no se exiliaron y los que llegaron de
Francia y de territorio americano) fue la de Madrid. Esta fue el centro del po-
der del comunismo español desde la clandestinidad y desde donde se aplica-
ron las principales directrices antifranquistas y las líneas políticas a seguir. En
el caso concreto del Comité Provincial del PCE de Madrid (en un principio lle-
garon a convivir tres comités diferentes, sin conocer su existencia entre ellos),
se dividía en células de barrio y estas a su vez se encuadraban en cuatro sec-
tores, los cuales tenían contacto entre sí por medio de una red de enlaces. Es-
tos sectores tenían diversas funciones: captación de elementos e individuos
para aumentar la organización, acciones de agitación y propaganda, ayuda a
perseguidos, presos y familiares dentro de la organización del SRI, etcétera.
Los conatos de restructuración de los comités (ya fueran provinciales, re-
gionales o centrales, con sus respectivos sectores, radios o células) en las distin-
tas regiones donde había militantes organizados, aunque estuvieran dispersos,
no duraban mucho debido al gran número de detenciones ocurridas por la
presión de las fuerzas del orden franquistas y a la caída de las redes de enlaces. 239
Sin embargo, tras cada detención, a pesar de las dificultades que entrañaba la
reconstrucción clandestina, otro grupo de comunistas reemplazaba al que ha-
bía sido detenido. En el trabajo clandestino fue importante la presencia de do-
micilios y estafetas clandestinas para esconder a camaradas que estuvieran en
peligro y recibir correspondencia con información y paquetes de propaganda
de unos comités a otros. También lo fue la movilización de las mujeres como
enlaces, puntos de apoyo y estafetas, además de que muchas de ellas estuvie-
ron en la primera línea de combate contra la dictadura, incluso en las guerrillas.
La difusión de la propaganda clandestina comunista jugó un destacado
papel durante la Guerra Civil, ya que en casi todas las secretarías de agitación
y propaganda y en sus medios de edición y reproducción tenían una multico-
pista, una máquina de escribir, clichés, tintas, papel y personal para llevar a
cabo este tipo de trabajos. Pero en los meses que siguieron al final de la con-
tienda no hubo una estructura para montar un sistema de propaganda clan-
destina por la falta de material, como papel y utensilios para llevar a cabo la
impresión de cualquier tipo de publicación (sobre todo del periódico Mundo
Obrero, solo podían hacer tiradas en pequeñas máquinas imprentas de ciclos-
til consistentes en bonos de ayuda y de cotización del SRI), y de profesionales
dedicados a su tirada. Debido a ello, los militantes pegaban banderitas con los
colores republicanos, que eran engomadas en diferentes lugares públicos, para
conmemorar alguna fecha determinada (el 14 de abril, el 16 de febrero, etcéte-
ra) y pintaban en las paredes variedad de proclamas, inscripciones y frases rei-
vindicativas («¡Viva la República! ¡Fuera Franco! ¡Viva el Partido Comunista de
España!», etcétera). Cuando la organización clandestina tuvo una estructura

251  Centenario PCE 1921-2021


más consolidada, el PCE del interior de España dedicó grandes esfuerzos hu-
manos y materiales al aparato de agitación y propaganda, dentro de su capaci-
dad orgánica de partido. El reforzamiento de ese aparato movilizó gran parte
del trabajo clandestino, el aumento de la incorporación de los instrumentos
propagandísticos clandestinos y el cuidado del personal que se dedicaba a la
tirada de las publicaciones periódicas, folletos y manifiestos clandestinos (las
direcciones clandestinas daban la orden a los diferentes sectores y radios de
que, si había alguna máquina de escribir, imprenta o personal cualificado, se
lo hicieran llegar para utilizarlos en su aparato de propaganda y, una vez in-
corporados a la organización, se ocultaba la maquinaria y a los linotipistas, ti-
pógrafos e impresores en domicilios seguros). De igual manera, la policía y la
guardia civil franquista concedieron mucha importancia a la secretaría de pro-
paganda del principal partido antifranquista. Muestra de ello es la gran canti-
dad de investigaciones que dedicaron al estudio, búsqueda e indagaciones de
las principales actividades de propaganda desplegadas y sus miembros desta-
cados. Todo esto fue recogido en publicaciones de uso interno para el desarro-
llo del trabajo de las fuerzas y cuerpos de seguridad franquistas.
240 Una de las primeras reestructuraciones de la organización clandestina
comunista se desarrolló en el campo de concentración de Albatera (Alicante),
donde estaban confinados algunos de los dirigentes que formaron parte de los
organigramas superiores del partido y no pudieron exiliarse: Jesús Larrañaga,
Enrique Sánchez, Ramón Ormazábal, Manuel Asarta, etcétera. Estos, junto con
otros cuadros, organizaron una primera dirección, cuya misión fue la de prepa-
rar las condiciones de clandestinidad del partido en el exterior del campo, con
la ayuda de camaradas que no habían sido detenidos en Valencia y en Alicante.
También prepararon la fuga de Albatera de algunos de los principales cuadros.
En Madrid, los contactos entre camaradas se realizaron de manera espon-
tánea y heterogénea. La primera reorganización del PCE en la capital de Espa-
ña, que había sido preparada incluso antes de que terminara el conflicto bélico,
fue la de Matilde Landa Vaz, antigua secretaria provincial del SRI. En los pocos
días que estuvo en libertad antes de ser detenida el 4 de abril de 1939, intentó
reunir al mayor número de camaradas posible y creó un Comité Provincial en
Madrid. Uno de los principales cometidos encargados a Landa fue intentar la
evasión de Guillermo Ascanio, Domingo Girón y Eugenio Mesón de la cárcel
de Porlier, que habían sido detenidos por las fuerzas casadistas. (Esta misión
se extendió a las diferentes reorganizaciones de la dirección comunista en la
clandestinidad hasta julio de 1941, fecha en la que fueron fusilados).2 Desde

2  Causa sumarial contra Eugenio Mesón, Domingo Girón, Guillermo Ascanio y dieciocho más
(fueron fusiladas doce personas), julio de 1943, Causa n.o 52012, Fondo Madrid, Lg. 3157, Ar-
chivo General e Histórico de Defensa (AGHD).

251  Centenario PCE 1921-2021


el interior de la prisión, estos tres dirigentes estuvieron al corriente de las ac-
tividades clandestinas de sus compañeros a través de notas. Incluso hubo al-
gunas referencias a que la dirección del PCE en Madrid estaba controlada por
ellos desde la prisión. El siguiente intento de reestructuración del PCE y de la
JSU llevada a cabo por Enrique Sánchez, José Cazorla, Amable Donoso y Ra-
món Torrecilla también fracasó por la fuerte represión policial, que originó
numerosas detenciones.
La salida de los principales dirigentes del PCE y de la JSU de España pro-
vocó un cierto sentimiento de abandono y de sorpresa entre parte de la mili-
tancia comunista. Desde Moscú, algunos dirigentes del Buró Político del PCE
redactaron informes críticos sobre las debilidades del partido, el paso del tra-
bajo a la ilegalidad y las medidas que tomaron y deberían tomar para resolver
la problemática de organización. El secretario general del PCE, José Díaz, in-
dicaba lo siguiente sobre las tareas que los comunistas en el interior del país
tenían que realizar en la clandestinidad:

Dada la situación actual, no se puede todavía plantear prácticamente el proble-


ma de la creación en el interior de una dirección ilegal única para todo el país, 241
sino la formación de órganos de dirección para las diferentes provincias, direc-
tamente ligados con el secretariado del partido en el extranjero. […] Se dará una
atención especial: a) a la instrucción de los cuadros y de todo el partido para el
trabajo ilegal, para evitar que errores, imprudencias y la falta de vigilancia revo-
lucionaria faciliten la represión fascista; b) a la lucha contra la penetración de
agentes del enemigo en las filas de nuestra organización ilegal.

Joan Comorera manifestó en otro informe que antes de finalizar la Gue-


rra Civil y con motivo de organizar el trabajo clandestino en la denominada
ilegalidad, el Comité Central decidió estructurar direcciones de tres cuadros
cada una. No obstante, ante la falta de experiencia del trabajo clandestino, el
hecho de estar acostumbrados a los hábitos organizativos en el gobierno re-
publicano y a la juventud de los militantes que no habían caído en el campo
de batalla o detenidos, no podían garantizar la solidez de las tareas en clandes-
tinidad. En este sentido, aprovecharon la experiencia del Partido Comunista
Portugués y enviaron a un camarada para establecer la conexión con Galicia
y Asturias, dos llegaron a Euskadi, otro a los Pirineos aragoneses, otro al Le-
vante y el último iría a Orán. Todos ellos eran cuadros políticamente seguros
que conocían las zonas donde fueron enviados y, si estaban en el extranjero,
podrían tener facilidades para entrar en España.
Otros dirigentes fueron más críticos con la salida de la dirección del par-
tido. En un informe (cuya autoría podría ser de Enrique Castro Delgado) se
expresaba que los cuadros políticos y militares tenían que haberse quedado
en España para orientar al pueblo y a la militancia comunista, ya que dejaban

251  Centenario PCE 1921-2021


a ambos sin una dirección y esto provocó la paralización en las decisiones a
tomar por los comunistas españoles, dejándoles sin iniciativa alguna. El des-
concierto y el no saber qué hacer fue la tónica generalizada entre los militan-
tes y simpatizantes del partido, el cual sobrestimó las fuerzas del enemigo y
subestimó las propias y que toda esa lucha conllevaría la ruptura de todos los
frentes. Todo ello provocaría que el PCE fuera considerado como el principal
responsable de la pérdida de la Guerra Civil.3
El contexto internacional también afectó al PCE en aquellos primeros
años. El pacto germano-soviético de agosto de 1939 causó un profundo des-
concierto y división entre la militancia comunista y con las demás fuerzas po-
líticas republicanas. A las diferentes direcciones comunistas les costó bastante
tiempo demostrar y persuadir a sus camaradas en el interior de las cárceles
y en la clandestinidad de que dicho acuerdo se había producido para que la
Unión Soviética ganara tiempo para reforzar su defensa y su ejército. El de-
safío por el poder entre los miembros de las estructuras superiores del PCE,
divididos entre la Unión Soviética, Francia y México, fue una constante a lo
largo de toda la década de los cuarenta del siglo pasado. En el primero de los
242 países recibieron a varios miles de refugiados comunistas, seleccionados en-
tre los dirigentes españoles y de la Komintern, de los que los principales di-
rectivos eran José Díaz y Dolores Ibárruri. Desde tierras soviéticas salieron, en
distintas fechas, varios de los más destacados dirigentes comunistas españo-
les (entre ellos Vicente Uribe, Pedro Checa, Isidoro Diéguez, Sebastián Zapi-
raín, Antonio Mije, Joan Comorera, Pedro Martínez Cartón, Santiago Carrillo,
etcétera, y con posterioridad Jesús Hernández y Francisco Antón) hacia dis-
tintos países americanos, cuyo centro más importante sería México, estable-
ciéndose aquí el secretariado (también destacaron La Habana y Buenos Aires).
Llevaban la misión de controlar a la emigración republicana, hacer frente a la
presencia de las demás fuerzas republicanas, evitar la extensión de los ene-
migos trotskistas según los postulados de la Komintern, ayudar a los diversos
partidos comunistas americanos y establecer un contacto directo con España
a través de barcos que pudieran llevar mensajes hasta tierras portuguesas. En
Francia hubo otro núcleo directivo formado por comunistas confinados en
campos de concentración y otros libres, dirigidos teóricamente por Carmen
de Pedro, aunque en la práctica quien reorganizó el PCE en territorio francés
fue Jesús Monzón.
Mientras tanto, en el interior de España la militancia no dejaba de traba-
jar en sus intentos por reorganizar el partido e impulsar la lucha antifranquis-

3  Partido Comunista de España: «La situación de España y las tareas actuales del Partido», 8 de
julio de 1939, Carpeta 20; «Actividades del Partido en el extranjero después de la derrota. In-
forme de Comorera», 1939, sin fecha, Carpeta 20; y «Notas sobre las debilidades del Partido»,
4 de febrero de 1940, Carpeta 21, Archivo Histórico del PCE (AHPCE).

251  Centenario PCE 1921-2021


ta. Calixto Pérez Doñoro salió de Albatera con destino a Madrid para unificar
a los grupos de comunistas dispersos con el objetivo de crear un comité clan-
destino de mayor envergadura. En la ayuda que obtuvo destacaba el militan-
te polaco y agente de la Komintern José Wajsblum Hermán, llegado a España
durante la Guerra Civil para ayudar a la causa republicana. Entre todos ellos
crearon la Comisión Central Reorganizadora en los primeros meses de 1941 y
decidieron que fuera dirigida por alguien con una mayor preparación política.
Wajsblum manifestó que conocía a la persona idónea para el cargo, Heriber-
to Quiñones, un comunista de origen moldavo para algunos y para otros de la
región de la Besarabia, antiguo Imperio ruso. Quiñones (nombre obtenido en
el registro civil de Gijón cuando llegó a España, en 1930) era otro agente de
la Internacional Comunista. Este dirigente desarrolló una de las estructuras
más importantes y extensas de aquellos primeros años de lucha clandestina.
Su proposición política fue recogida en el denominado Anticipo de orientación
política (hasta que se redacte el anteproyecto de tesis).4 En este, Quiñones dejó
plasmadas sus líneas principales de actuación: la creación de una Unión Na-
cional con cabida a todas las personas antifranquistas (no quería reestablecer
el Frente Popular), con la instauración de una república popular, junto a la 243
Constitución de 1931. El presidente del gobierno republicano sería Juan Ne-
grín y la dirección del partido tenía que ser dirigida e instaurada en el interior
del país. A lo largo de los meses que lideró el PCE clandestino, Quiñones de-
sarrolló un importante aparato de agitación y propaganda aplicando grandes
recursos y esfuerzos a la tirada y difusión del periódico Mundo Obrero, boleti-
nes, panfletos y octavillas para que fueran repartidos por el resto de comités
provinciales (se organizaron estructuras clandestinas en Andalucía, Galicia, Le-
vante, Asturias, Cantabria, Salamanca, Valladolid, Zaragoza, Segovia, Albacete,
Guadalajara y contactos con Cataluña) entre militantes y simpatizantes, con
el objetivo de aumentar la acciones de lucha antifranquista con las directrices
políticas del nuevo organigrama. La dirección quiñonista extendió la organi-
zación por medio de varios cuadros vascos, quienes tenían a su vez contacto
con el PCE de América.
De esta manera fue como la dirección del PCE en México supo de la exis-
tencia de Quiñones y la política desarrollada, con la cual no estuvieron de
acuerdo desde su comienzo (el agente internacionalista criticó con dureza la
salida del país de los principales dirigentes comunistas españoles). Debido a
ello, Uribe quiso recuperar el control de la organización en España y enviaron
a varios dirigentes españoles a Portugal, conocidos como el Grupo de Lisboa

4  Causa sumarial contra Heriberto Quiñones, 1942, Causa n.o 109539, Fondo Madrid, Caja 3786,
AGHD y DGS Brigada Móvil, fotocopia de un documento original que ha sido ocupado a su au-
tor, Heriberto Quiñones, organizador actual del Partido Comunista de España, 1942, AFNFF,
Doc. 27042, Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH).

251  Centenario PCE 1921-2021


(entre los que estaban Jesús Larrañaga, Isidoro Diéguez y Manuel Asarta). A la
vez llegaron a España dos jóvenes comunistas, Eleuterio Lobo y Perpetua Rejas,
para preparar la llegada de los anteriores al país y colaborar en la reestructu-
ración de la JSU. No obstante, estos dos comunistas fueron detenidos y Lobo
actuó como delator policial, facilitando información de la dirección comunis-
ta en América, en Portugal y en España. Como consecuencia de ello, provocó
gran cantidad de detenciones en los dos países europeos, entre ellos los miem-
bros del Grupo de Lisboa, que fueron entregados por la policía salazarista a la
franquista y fueron fusilados en Madrid el 21 de enero de 1942. Todo esto deri-
vó en la prohibición por parte de Quiñones a toda la militancia de tener cual-
quier contacto con la dirección del partido en el exterior y el empeoramiento
de las relaciones entre ambas cúpulas dirigentes. Otro precepto que Quiño-
nes estableció fue el seguimiento de unas estrictas normas de seguridad para
evitar las numerosas detenciones, pero en la práctica estas no se respetaron,
ya que las caídas se multiplicaron, entre ellas la del propio Quiñones, sus co-
laboradores y gran cantidad de comunistas en todo el país. Heriberto Quiño-
nes fue detenido en diciembre de 1941 y fusilado el 2 de octubre de 1942. Tuvo
244 que estar sentado en una silla debido a la parálisis que tenía en la columna de
las palizas sufridas. Antes de ser fusilado gritó: «¡Viva la III Internacional!».5
Desde las direcciones del PCE en el exilio, sobre todo la americana, se empezó
una campaña antiquiñonista acusándole de traidor, delator, sectario, trotskis-
ta, etcétera. Dicha situación se extendió a otros dirigentes en tiempos en los
que el estalinismo se estableció en los partidos comunistas internacionales.
Las nuevas reorganizaciones que tuvieron lugar a lo largo de 1942 si-
guiendo los dictámenes de México censuraron todo lo que había estado rela-
cionado con el quiñonismo. El anterior Comité Provincial de Madrid creó un
Comité Central Provisional con Jesús Bayón como secretario general y con la
ayuda de dirigentes como Ramón Guerreiro, Agapito del Olmo o Juan Fuen-
tes. El encargado de enlazar con los diferentes comités provinciales fue Calix-
to Pérez Doñoro.
En abril de 1942 llegó a Madrid el comunista vasco Jesús Carrera Olascoa-
ga como enviado de la delegación del PCE en Francia (bajo las órdenes de Jesús
Monzón), quien en un primer momento formó parte del organismo directivo
provisional como instructor político. A finales de 1941, Carrera ya había esta-
do en Madrid para hablar con Quiñones. Este le explicó la política de Unión
Nacional, cómo desarrolló la organización y las discrepancias mantenidas con
la dirección de México. Carrera le entregó una carta de Uribe, indicándole que
las directrices del partido estaban en América y en la Unión Soviética y tam-
bién le dio algunos ejemplares del periódico Reconquista de España, que editaban

5  Entrevista a Josefina Amalia Villa, noviembre del 2001.

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en Francia. Quiñones no acató las indicaciones que Carrera le había llevado
y, por motivos de seguridad, tampoco le facilitó un informe con los nombres
de sus colaboradores, tal y como pidió el enviado del país vecino. Tras su se-
gunda visita a España, el dirigente vasco regresó al país vecino para informar
de lo acontecido en la organización de Quiñones, de la situación política del
partido en la clandestinidad y de cómo era la realidad del país. Carrera regre-
só por tercera vez a España y, ante las detenciones del equipo directivo recién
creado, tuvo que hacerse cargo del puesto de máximo responsable del PCE en
el interior del país. A pesar de las caídas, la militancia aumentó en número y
en comités provinciales. El contacto con estos fue dividido entre Calixto Pé-
rez en Andalucía, Luis Espinosa en la zona de Levante y Carrera con la zona
norte peninsular; también tenía comunicación con Galicia y con Cataluña. El
trabajo de solidaridad con los presos, perseguidos y sus familias aumentó de-
bido al trabajo del Frente Nacional de Ayuda. De igual manera crecieron las
recaudaciones a través de las cotizaciones de los militantes y los simpatizan-
tes. Otro incremento tuvo lugar en la actividad propagandística, con más pu-
blicaciones periódicas y folletos, debido a la utilización de una máquina tipo
Minerva y otra multicopista, propiedad del Provincial madrileño.6 245
El contacto entre las direcciones del PCE en España y en Francia era cada
vez más frecuente. En el segundo de los países, Monzón estableció la Unión
Nacional de España y editó el periódico Reconquista de España. El máximo di-
rigente navarro se rodeó de un grupo de camaradas eficientes: Carmen de Pe-
dro, Gabriel León Trilla, Manuel Azcárate, Asensio Arriolabengoa, Manuel
Gimeno, etcétera.
En los primeros meses de 1943, llegó a Madrid, enviado por la delegación
del PCE en Francia, Manuel Gimeno. Tenía como labor organizar una confe-
rencia nacional del partido en la clandestinidad y preparar la posterior llegada
de Monzón al país. Gimeno entregó a Carrera un informe del dirigente nava-
rro donde resumía las actividades que habían desarrollado en el país galo y el
aviso de envío de otros dirigentes que le ayudarían en la reestructuración del
partido. Pero este trabajo no se pudo llevar a cabo porque Carrera fue deteni-
do en marzo de ese mismo año y, además de él, gran cantidad de camaradas y
el mayor archivo clandestino del PCE en el interior de España con documen-
tación fechada desde finales de la Guerra Civil. Gimeno se hizo cargo de la or-
ganización con la ayuda de miembros del Comité Provincial de Madrid que no
habían sido detenidos. Tuvieron gran importancia las secretarías de propagan-
da, que adquirieron varias máquinas de impresión para realizar tiradas del pe-
riódico Reconquista de España y manifiestos de la Unión Nacional. En estos se

6  Carlos Fernández Rodríguez (2020): Los otros camaradas. El PCE en los orígenes del franquis-
mo (1939-1945). Prensas de la Universidad de Zaragoza, pp. 373-420.

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podía ver la nueva orientación política, donde se daba mayor protagonismo
a las fuerzas políticas no solo comunistas. La Unión Nacional se presentaba
como un conglomerado de fuerzas políticas y sindicales y de personalidades
antifranquistas cuyo objetivo era el mismo: acabar con Franco y la Falange.
Sin embargo, a pesar de hacer creer que en los comités de Unión Nacional ha-
bía presencia de miembros de otras organizaciones políticas de izquierdas e
incluso algunas personas de derechas y monárquicas, la realidad era diferen-
te, porque quienes estaban detrás de todo ello eran el PCE y sus militantes.7
Jesús Monzón llegó a Madrid en septiembre de 1943 para hacerse cargo
de la delegación del PCE en el interior con la ayuda de otros comunistas que
habían colaborado con él en Francia: Trilla, Gimeno, Arriolabengoa, Sixto Agu-
do, etcétera. Una de las primeras acciones que realizó fue la constitución de la
Junta Suprema de Unión Nacional (JSUN), de la cual sería presidente. Gimeno
regresó a Francia para dirigir la organización española en el país vecino. Mon-
zón y su colaborador más cercano, León Trilla, realizaron un manifiesto donde
se recogían los principales postulados políticos de la Junta Suprema. Durante
el tiempo en el que estuvo la dirección monzonista dirigiendo las directrices
246 clandestinas del PCE, su labor fue extensa tanto a nivel de agitación y propagan-
da como en el desarrollo de la extensión del trabajo en los diferentes comités
provinciales. También difundían noticias exageradas y falsas, como concen-
traciones multitudinarias en la Ciudad Universitaria o enfrente de las emba-
jadas aliadas para protestar o conmemorar alguna fecha específica. Este tipo
de comportamiento hay que extrapolarlo al contexto histórico de la Segunda
Guerra Mundial, en el cual, a la vez que intentar movilizar e impulsar a la lu-
cha a la masa militante, también querían dar un toque de atención a los países
aliados ante una futura posible intervención de estos para derrocar a Franco.
Entre principios de 1943 y mediados de 1944, fueron llegando a Espa-
ña distintos cuadros dirigentes procedentes de la dirección del partido en
Argentina, la cual estaba liderada por Santiago Carrillo. Los jóvenes que lle-
garon al país (Casto García Roza, Antonio Seoane, Pedro Canals, José Gómez
Gayoso, Celestino Uriarte, Agustín Zoroa, etcétera), a través de barcos mer-
cantes, tenían la tarea de informarse sobre la línea política que el partido ha-
bía desarrollado y enviar un informe a la dirección del PCE en América. Roza
desplazó eventualmente en el poder a Monzón y creó una Comisión de Or-
ganización como máximo organismo, ayudado por Canals, Seoane y Gayoso,
con Monzón como asesor. En esa coyuntura, se inició un enfrentamiento en-
tre los monzonistas y los dirigentes enviados desde territorio americano. Los
primeros hicieron ver a la militancia comunista clandestina que Roza no es-

7  Partido Comunista de España: «Unión Nacional para la Salvación de España», Documentos


del PCE, Carpeta 24, febrero de 1943, AHPCE.

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taba en condiciones de ocupar el cargo de máximo responsable porque tenía
problemas de estrés y nervios, por lo que tuvo que ser relegado y enviado a
Francia. Aparte de la problemática con Roza, Monzón también tuvo encon-
tronazos con los comités provinciales del PSUC y del Levante. El primero, por
hacerse con el poder entre los dirigentes llegados de México (Margarita Abril
y Josep Serradell) y los colaboradores de Monzón (Pérez Martí y Arriolaben-
goa). En el caso del Levante, el problema fue por las acusaciones de la delega-
ción del PCE a Demetrio Rodríguez «Centenera», secretario general de dicho
comité, de infiltrado y chivato policial.8
La situación de emoción personificada en los republicanos españoles que
formaban parte de la Resistencia francesa contra los nazis y la relevancia ob-
tenida por los guerrilleros españoles en ella (dentro de la Agrupación de Gue-
rrilleros Españoles y esta en el interior de las Fuerzas Francesas del Interior)
fomentaron el proyecto de que esa era la ocasión de reconquistar España bajo
una línea de lucha armada. Para ellos, esto provocaría un levantamiento popu-
lar y, como consecuencia, presionaría a las potencias aliadas para acabar con
Franco y establecer una democracia. Esa falsa ilusión en la práctica no hizo
desestimar la decisión de realizar la operación Reconquista de España en oc- 247
tubre de 1944.
Monzón y su equipo dirigente estuvieron divulgando la idea en publica-
ciones y folletos de la JSUN desde el año anterior. Un ejército compuesto por
unos cinco o seis mil guerrilleros penetró en España por los Pirineos con la
misión de ocupar una franja de territorio y establecer un gobierno provisio-
nal. La lucha duró unas semanas y terminó con la derrota guerrillera a manos
de un ejército de más de cuarenta mil soldados franquistas. También coinci-
dió con la llegada a la zona de Santiago Carrillo, que había llegado desde Ar-
gel, tras pasar por Toulouse y decidir, junto a otros jefes militares, la retirada
de las tropas guerrilleras, porque la prolongación del combate supondría la
detención y muerte de muchos guerrilleros.
En el seno del PCE se inició un cambio de postura tras la invasión del va-
lle de Arán y la llegada de Carrillo como máximo responsable de la organiza-
ción en Francia. Este último dirigente proyectó una empresa de difamación y
acusaciones contra Jesús Monzón, como había ocurrido años atrás con la fi-
gura de Quiñones. Zoroa, tras regresar de un viaje a Francia, le hizo entrega a
Monzón de unos informes, entre ellos la carta abierta de la delegación del Co-
mité Central del interior, escrita por Carrillo, en la que se denunciaba la polí-
tica llevada a cabo por el partido en España y en territorio francés, la falta de

8  Causa sumarial contra Francisco García Buendía y otros más, 1944, Causa n.o 289, Fondo
Valencia, Caja 20465, AGHD y Partido Comunista de España, «Informe de Roza» firmado Al-
fredo, Documentos del PCE, Jacques 47-51, 25 de noviembre de 1945, AHPCE.

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confianza de las masas obreras y de la militancia comunista en su política de
Unión Nacional, y le comunicaba que tenía que ir al país vecino para dar ex-
plicaciones de su trabajo. Un cambio generacional y de política tenía lugar en
el interior del PCE. Los dirigentes comunistas que habían liderado la lucha
antifascista iban a dar paso a unos nuevos cuadros más jóvenes y sumisos a la
burocracia soviética.
En un primer momento, Monzón se negó a ir a Francia temiendo por su
vida, pero finalmente decidió acudir por sus propios medios; no lo pudo con-
seguir, porque cuando estaba en Barcelona, a la espera de pasar la frontera,
enfermó y fue detenido en casa de unos camaradas del PSUC. El que fuera
el máximo responsable del aparato clandestino fue juzgado y condenado a
treinta años, tras obtener la ayuda de amigos de la infancia con cargos impor-
tantes en el entramado franquista. Carrillo inició una campaña contra su per-
sona acusándole de traidor, espía, colaboracionista, etcétera, que originó su
expulsión del PCE y el relevo de los puestos de dirección de los cuadros que
habían trabajado con Monzón. En el proceso histórico del partido se inició
una época dominada por el estalinismo más férreo, con denuncias y purgas
248 contra aquellos camaradas acusados de enemigos de Stalin y del comunismo.
Carrillo siguió con la política de lucha armada para intentar derrocar a Fran-
co mediante la organización de diversas agrupaciones guerrilleras en todo el
país entre 1944 y 1947.
La organización clandestina del PCE desde el final de la Guerra Civil es-
pañola hasta finales de la década de los años cuarenta estuvo marcada por el
desmembramiento de sus principales dirigentes en diferentes continentes,
una militancia perseguida y represaliada y la lucha interna por el poder entre
las distintas reorganizaciones llevadas a cabo, inexpertas en la lucha clandes-
tina. Unas direcciones del interior que, una vez que caían, eran rápidamente
reemplazadas por nuevos núcleos y comités organizativos, muchas veces de
forma voluntaria, sin saber en ocasiones las unas de la existencia de las otras.
Hubo psicosis en la cultura militante de miedo a ser detenido por las delacio-
nes y las infiltraciones de provocadores, que acabaron con el encarcelamien-
to y el fusilamiento de muchos comunistas, el desánimo de muchos de ellos y
de ellas y con el desgaste de la organización clandestina comunista. El cambio
generacional tuvo lugar con la llegada de Carrillo al poder. De veteranos mi-
litantes experimentados en muchos combates clandestinos, cuyo partido era
su espacio vital como comunistas y con una camaradería especial, se dio paso
a un grupo de jóvenes dirigentes llegados de América, obedientes y dogmáti-
cos para con la madre patria rusa y su líder, Stalin, pero con inexperiencia en
el campo de batalla de la clandestinidad y desconocedores de la realidad vivi-
da en España. Con el final de la lucha armada guerrillera, con las políticas sec-
tarias y estalinistas realizadas por los partidos comunistas en pleno inicio de
la Guerra Fría y con sus dirigentes burocráticos y fieles a una organización rí-

251  Centenario PCE 1921-2021


gida y jerarquizada, como se convirtió el PCE del momento, y tras la reunión
celebrada en 1948 con el líder supremo, se inició un cambio de estrategia en
el terreno del combate de la oposición antifranquista. El acercamiento en la
década de los años cincuenta a la lucha de masas y a la introducción en los
sindicatos verticales franquistas no fue fácil y conllevó múltiples errores e in-
seguridades. Una militancia comunista desmembrada, encarcelada y exiliada y
una organización interior clandestina, aislada a nivel internacional y dividida
del resto de agrupaciones antifranquistas. Este era el desalentador panorama
político en el que se encontraba el PCE en los inicios de las primeras luchas
sindicales, anteriormente a la política de Reconciliación Nacional y convertir-
se en un partido de masas.  

Bibliografía

Fernández Rodríguez, Carlos (2020): Los Hernández Sánchez, Fernando (2015): Los
otros camaradas. El PCE en los orígenes del años de plomo. La reconstrucción del PCE 249
franquismo (1939-1945). Prensas de la Uni- bajo el primer franquismo (1939-1953). Ma-
versidad de Zaragoza. drid: Crítica.

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Revista Mujeres Españolas, n.o 16 (México, 1953).
Una década sin épica
Mirta Núñez Díaz-Balart *
Profesora titular de la Universidad Complutense de Madrid

U n reciente artículo de Manuel Rivas revivió en mí el recuerdo de tantos


compañeros que daban la cara en los actos universitarios; algunos de ellos
eran conocidos miembros del PCE. Había muchos militantes del PCE en la Uni-
251

versidad Complutense de Madrid y también de otros partidos comunistas a su


izquierda que dominaban las asambleas. Entonces, ya había muerto Franco y
la esperanza de una ruptura total con su legado parecía posible. Sin embargo, la
aceptación por parte del PCE de la bandera monárquica había hendido en
la izquierda una herida que supuró durante mucho tiempo.
Muchos de ellos, como nos cuenta Manuel Rivas, habían sido apaleados
«por comunistas», lo que ocurrió de forma muy frecuente en aquella España
hasta la muerte de Franco. Todavía en los primeros años de la Transición las
huestes de la ultraderecha campaban a sus anchas:

A Graciliano Ramos, escritor brasileño, autor de una novela que debería figu-
rar en el Antiguo Testamento, la titulada Vidas secas, lo detuvieron varias veces
cuando era un joven periodista. A cada poco, lo prendían y le daban una tremen-
da paliza. Él preguntaba por qué y le gritaban: «¡Por comunista, cabrón!». Pero
Graciliano Ramos no era comunista ni cabrón. Hasta que llegó un día, más que

*  Mirta Núñez Díaz-Balart es profesora titular de la Universidad Complutense de Madrid. Au-


tora de numerosos artículos sobre prensa, propaganda y memoria histórica. Tiene publicados
cinco libros en solitario, algunos de los cuales han sido especialmente relevantes: (1992): La
prensa de guerra en la zona republicana durante la Guerra Civil española, 1936-1939. Madrid: De
la Torre, 3 vols. (su tesis doctoral, accésit de la Academia de Doctores). En 1997, junto a An-
tonio Rojas Friend: Consejo de guerra. Los fusilamientos en el Madrid de la posguerra, 1939-1945.
Madrid: Compañía Literaria.

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maltrecho por la paliza, en que decidió hacerse comunista. Pensó: «Si me están
martirizando por ser comunista, por lo menos tener el carné de comunista» […].1

La década de los cincuenta carece de la épica de la que le precede, pero


miles de los encarcelados seguían siendo comunistas y ello implicaba determi-
nados procedimientos para su supervivencia una vez que estaban en la prisión.
Lo que se heredó en parte de la década precedente, cuando se podía matar a
palos y maltrato a un preso y no pasaba nada. Pero el nexo común entre am-
bas es la organización, por un lado, para la supervivencia y, por otro, para ero-
sionar el poder de la dictadura.
En los cincuenta, ya están presentes nuevas modalidades de agresión. La
compañera de Telesforo Torres contaba en una carta, fechada el 2 de agosto
de 1955, en Madrid:

El día 28 (en el mes de julio) cuando dormía en su celda un preso político, entró
un preso común y le pegó una paliza. Pues bien, metieron en celdas al político y
ahora han hecho lo mismo con todos, en celdas, sin paquete, ni cartas ni nada;
252 pero a los comunes, nada […].2

Fernando Hernández Sánchez hace en su estudio un repaso detallado de


la militancia comunista, en la que se crea y consolida su implicación en la pri-
mera línea de la lucha antifranquista, y afirma: «La de los cuarenta fue una dé-
cada perdida para el PCE».3
Todavía en los cincuenta, se puede hablar del infinito castigo y dificulta-
des que significaba sobrevivir encarcelado. Por parte del preso, se sabía vigi-
lado y se cuidaba mucho lo que se decía. A veces, se escapaban asuntos de la
vida común, como este:

[…] Ya le dije a […] lo de la niña, se puso muy contento y me encargó transmitir-


te su felicitación. Me dijo que no te escribe porque está muy ocupado… Yo creo
que la verdadera razón es que su mujer es extremadamente celosa y teme que
la correspondencia asidua contigo pudiera crearle dificultades conyugales […].4

1  Rivas, Manuel: «La vida es un texto con erratas», en El País Semanal, n.o 2.212, 17 de febrero de
2019, p. 10. Un amigo comunista me contaba que le tuvo que contar a su padre, que había sido
de la División Azul, que era comunista. Él contestó: «Hubiera preferido que fueses maricón».
2  Penal de Ocaña. 1.20.1 Llamamientos 1953, diciembre 15. Carta al Comité Español de la Paz
sobre la prisión y torturas a Telesforo Torres y Luis Arribas. Caja 39, carpeta 10.5.
3  Hernández Sánchez, Fernando (2015): Los años de plomo. La reconstrucción del PCE bajo el pri-
mer franquismo (1939-1953). Barcelona: Crítica, p. 330.
4  AHPCE, Caja 39, Carta n.o 16, Barcelona, 8 de junio de 1952.

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Las campañas políticas viajan en letra de molde

Los presos políticos hacían llegar sus reivindicaciones por encima de los mu-
ros y de las fronteras a través de las cartas, que constituían la fórmula para
componer campañas dentro y fuera de España. Los presos eran una platafor-
ma para hacer llegar la voz de las cárceles fuera de ellas. Las conmemoraciones
eran la ocasión para aunar firmas «con motivo del 30 aniversario de la Gue-
rra Civil»5 o con un «mensaje de los presos a la opinión pública internacional
agradeciendo su solidaridad».6
En el exterior, el destinatario podía ser institucional, por ejemplo, la ONU,
pues los últimos acuerdos del franquismo bajo el patrocinio de Estados Uni-
dos la convertían en uno de los objetivos donde agitar, una y otra vez, la cau-
sa de la España democrática. Se seguía agitando con cartas como las que se
enviaban al «al Comité Español de la Paz sobre la prisión y torturas de Teles-
foro Torres y Luis Arribas».7
Tras reconocer las inmensas pérdidas en militantes de primera línea en
condiciones muchas veces terribles —torturados o, en ocasiones, tiroteados
con la aplicación de la ley de fugas en el ámbito guerrillero—, para nosotros, 253
sin embargo, la década de los cuarenta es la que convierte al PCE en el parti-
do por antonomasia del antifranquismo, que va a lograr encabezar la resisten-
cia, aunque sea a costa del heroísmo y del sacrificio.
Los testimonios de los que sobrevivían en Madrid al paso por la Direc-
ción General de Seguridad son referenciales. La historia que cuenta Fernan-
do Hernández Sánchez sobre Asunción Rodríguez, «Choni», es una de ellas y
tiene carácter épico tras sobrevivir a las torturas durante setenta y ocho días
y sus conocidos «interrogatorios».
En los años cincuenta se recupera la memoria de algunas acciones reali-
zadas por la guerrilla. En ese marco, encontramos artículos, folletos y libros
dedicados a Ramón Vía Fernández, un madrileño que fue voluntario contra
la insurrección golpista, luego luchó contra el golpe de Casado y logró salir
de España hacia el norte de África para más tarde incorporarse a la guerrilla
malagueña. Allí desembarcó hasta ser detenido en 1945. Vía se hizo conocido
por su fuga en el llamado «grupo de los veintiséis» y da fe de haber constitui-
do «sesenta y cinco comités de unidad y de lucha y de la distribución regular

5  «Cartas desde la cárcel al pueblo argentino con motivo del 30 aniversario de la Guerra Ci-
vil». Llamamientos 1958, julio/1967, octubre AHPCE.
6  1952, julio/1972. Caja 39, carpeta 4.4.
7  AHPCE. «Carta al Comité Español de la Paz sobre la prisión y torturas de Telesforo Torres
y Luis Arribas», Caja 40, carpeta 9.1.

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de 4.000 ejemplares del periódico clandestino Por la República. Detenido y mo-
lido a palos, fue asesinado el 1 de junio de 1946».8
Hablamos de las inmensas dificultades de supervivencia de cualquier ac-
tividad organizada de matiz político en el marco del fascismo puro y duro de la
primera década, a lo que se sumaban las dificultades de articular una respues-
ta, por nimia que pareciera, desde la clandestinidad. Sin embargo, la lucha he-
roica de los militantes no debe evitar reflexionar sobre el inmenso coste que
tuvo.9 Para la población trabajadora, la vida era francamente difícil. Uno de
los fenómenos que perviven en la época es la falta de viviendas.

Solo en Madrid, el déficit de viviendas en 1957 se cifraba oficialmente en 60.000-


70.000, pero hasta entonces las autoridades habían desarrollado un plan cohe-
rente con el que hacer frente a la situación; lo que explica la proliferación de
chabolas y el hacinamiento humano tanto en la periferia como en los barrios
desfavorecidos de la capital.10

A un coste quizás demasiado alto, el PCE gesta la lucha contra la dictadu-


254 ra en el interior de ese magma de disconformidad, silencio y solidaridad entre
los sometidos a prisión y entre aquellos que pensaban diferente a la ideología
oficial. Allí es donde crea su reconocimiento político, al tiempo que se posi-
ciona ante un exilio también perseguido y vilipendiado, con incidencia limi-
tada en la realidad española.
El exilio mantuvo su corazón e inspiración en la República y su poten-
cial retorno a España a través de una posible acción política. La estrategia en
el interior la marcaba el PCE a un alto coste de «caídas» y de heroísmo, de ce-
rrazón con sus purgas y sus capillas, y de apertura a las nuevas realidades a
partir del triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial. En todo caso, también
en el exilio se llegó a una conclusión, reiterada por parte de sus protagonis-
tas: «Tampoco hubo ya ninguna posibilidad de reactivar nada desde Francia».11
La creación de los activistas, la creación de comités muy variados: unos
dedicado a las cárceles, otros de ayuda a los familiares de los presos, otros de
evacuación… La militancia vivía muy implicada en la otra guerra, la de la su-

8  Vía Fernández, Ramón (2013): Yo acuso. Así es la justicia de Franco. Escrito en la cárcel de Má-
laga. Madrid (Puente de Vallecas): Ediciones de la Dehesa-Asociación de Amistad Primero de
Mayo, 2013, p. 14.
9  Hernández Sánchez, op. cit., p. 110.
10  Cazorla, Antonio (2010): Miedo y progreso. Los españoles de a pie bajo el franquismo, 1939-1975.
Madrid, p. 201.
11  Martín Ramos, José Luis (2021): Historia del PCE. Madrid: Catarata, p. 174.

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pervivencia; paralelamente, del desarrollo de una urdimbre sobre la que tejer
la organización política.
Es una historia dura, de luchas y fracasos, de supervivencia y persecu-
ción, de heroísmo, traiciones y derrotas. Pero también de éxitos en el estable-
cimiento de la estructura básica del partido en la clandestinidad que vincule
exterior e interior, con todas sus dificultades.
En los cincuenta vuelven las nuevas acciones colectivas, quizás menos
heroicas que en los cuarenta pero igualmente difíciles y de ardua realización,
entre ellas la huelga de tranvías de Barcelona en 1951 12 o la participación en
las elecciones sindicales del régimen a partir de 1950. Esto último era la prime-
ra expresión de esa nueva política de integración en los organismos del fran-
quismo, algo que, evidentemente, fue un revulsivo.
Max Gallo recuerda cómo, a través de las sucesivas crisis en España, «cada
exhibición pública de fuerza (de la oposición) se ve acompañada por la represión
del régimen. En los sucesos de 1957 y 1958, destacados dirigentes fueron conde-
nados, como Simón Sánchez Montero a veinte años y Miguel Núñez a quince.13
Las memorias de éste último, además de un hermoso título (La revolución
y el deseo), son jugosas en cuanto a la vida en la prisión política y el debate so- 255
bre la reorganización del PCE en los años cincuenta:

En 1951, el gobierno francés abrió la frontera con España para sus ciudadanos.
Este hecho significó un claro reconocimiento del régimen franquista […] se con-
firmaba la necesidad del «viraje», de abandonar viejas formas de lucha armada y
de poner en pie nuevas formas de opción política, utilizando todas las «posibi-
lidades» legales que existían y las que podríamos ir creando, participando en las
organizaciones del régimen, en todos los ámbitos de su estructura […].14

La política emprendida caló positivamente en la militancia a todos los ni-


veles. Desde la militancia de base a Miguel Núñez, que llegaría a ser diputado
por Barcelona por el PCE, defienden su desarrollo.
El procedimiento seguía siendo el habitual:

Antes que empiecen los «incidentes», huelgas, boicots o cualquier otra cosa, el
régimen actúa con vigilancias y registros; después, va a la caza de aquellos que

12  Jorge Semprún noveló dicha huelga en su segunda obra, ¡Libertad para los 34 de Barcelona!,
según reseña de Raquel Vidales con motivo de la publicación de su obra completa en Jorge
Semprún (2021): Teatro completo, M. Aznar Soler y Felipe Nieto (eds.). Sevilla: Renacimiento.
Reseña en El País (Babelia), 20 de marzo de 2022, p. 7.
13  Gallo, Max (1976): Historia de la España franquista. París: Ruedo Ibérico, p. 282.
14  Núñez, Miguel (2002): La revolución y el deseo. Barcelona: Península, p. 246.

251  Centenario PCE 1921-2021


se han señalado durante las manifestaciones y las detenciones, otros registros
y despidos del trabajo […].15

El testimonio de Víctor Manuel Bayón, un minero asturiano militante


del PCE, nos habla de un joven que se hizo hombre en la posguerra en una
Asturias masacrada con la minería militarizada: «El carbón y el acero se con-
sideraban materiales estratégicos, para cubrir los altos cupos de producción
programados. En las minas, había que trabajar doce y catorce horas diarias,
incluidos algunos domingos. Los salarios eran de miseria y las condiciones de
trabajo y de seguridad, deplorables». A ello se sumaban «las patrullas de fa-
langistas que sembraban el terror con ensañamiento, odio y venganza» mien-
tras en el cuartel de la guardia civil se repartían bofetadas y maltratos de todo
tipo. Como relata Bayón, «los obispos y curas formaban parte activa de la re-
presión y, además, utilizaban el púlpito para hacer proclamas y delaciones».16
Algunas voces críticas consideran que «el PCE fue incapaz de entender
que la autarquía, el hambre y el estraperlo estaban consolidando unas nuevas
y complejas relaciones de sumisión y adhesión a la dictadura».17 Parecía evi-
256 dente que había indicios de una mejora económica, jaleados por la propagan-
da del régimen, que iban calando, poco a poco, en la población.

La llegada de los años cincuenta supuso un cambio en el modelo de delincuencia. La


mejora de la situación socioeconómica condujo a la aparición de otro tipo de
delitos que, aunque todavía orientados a la propiedad, tenían como objeto el lu-
cro por encima de la necesidad de alimentarse.18

En los prolegómenos de esa década, se pone punto final a la estrategia de


lucha armada, en la que España nuevamente se quedó sola. La ayuda a la gue-
rrilla o maquis no llegó a España. Una vez fracasada la invasión de 1944 des-
de Francia, quedó determinado el aislamiento de España y su reinserción en

15  Gallo, M., op. cit., p. 281.


16  Bayón García, Víctor Manuel (2011): Crónica de una lucha. Mi actividad en el Partido Comunis-
ta de España. León: PCE León, pp. 15-16. Agradezco a Francisco Erice su entrega.
17  La necesidad de una rebelión contra el opresor no se cumplió, dada la dureza de la repre-
sión, pero las estrategias de supervivencia predominaron en la soledad de aquellos terribles
cuarenta en los que se sobrevivía con los lazos de solidaridad. Véase Jorge Marco: «El pan para
los ricos, el hambre para los pobres. Hambre y estraperlo en el discurso del Partido Comunis-
ta de España (1939-1952)», en M. A. del Arco, op. cit., p. 265.
18  Miralles Alted, Lázaro (2020): «Supervivencia y comunidad bajo el hambre. La delincuen-
cia en los barrios populares durante el franquismo […]», en M. A. del Arco Blanco (ed.): Los
«años del hambre». Historia y memoria de la posguerra franquista. Madrid: Marcial Pons, p. 246.

251  Centenario PCE 1921-2021


el marco occidental de la mano de Estados Unidos. Así se plantea en una his-
toria del propio partido:

[…] el PCE elaboró una política a más largo plazo, de repliegue de la lucha de
guerrillas y de pasar a la utilización de las formas legales de lucha, de modo par-
ticular, dentro de los sindicatos verticales […]. Esta justa política permitirá con-
seguir en poco tiempo un nuevo auge de las acciones obreras que se manifestó
con fuerza visible en la huelga general de Barcelona, de 1951 […].19

El cambio se impuso y en él empezó a destacar la figura de Santiago Carrillo:

Todo el PCE en España pasaba a estar controlado por Carrillo y con ello un cam-
bio de táctica con el movimiento guerrillero como principal guía en la lucha
contra el régimen en una coyuntura internacional (entre 1945 y 1947) donde los
períodos más complicados para Franco habían pasado con el final de la Segun-
da Guerra Mundial.20

La mirada del régimen español a hechos tan traumáticos como el ajusti- 257
ciamiento de Mussolini, Clara Petacci, Storaro y otros miembros del Partido
Fascista italiano, fotografiados una vez habían sido colgados boca abajo pública-
mente, debió hacer pensar (en silencio) a Franco y a los suyos en esa posibilidad.
El régimen busca acallar toda oposición con el recurso a la mano dura de
siempre mientras se reduce progresivamente el número de presos políticos.
Las necesidades propagandísticas y los nuevos padrinos exteriores forzaban
estas dos caras. Lo cierto es que en los cincuenta es constatable una progre-
siva reducción de presos políticos y así era publicitado en la propaganda de
la dictadura.
En el primer lustro de la década, aún se fusilaba por delitos atribuidos
cometidos supuestamente durante la Guerra Civil y en la posguerra. Aún eran
miles los presos que se hallaban en las cárceles o en el trabajo penitenciario
forzado. Todavía se calculaba la existencia de casi veinte mil detenidos en-
tre 1943 y 1952, con fusilamientos de manera regular hasta bien entrados los
años cincuenta.21

19  El PCE en sus documentos, 1920-1977. Madrid: HOAC, 1977, p. 11.


20  En su detalladísima obra sobre el PCE en los años cuarenta, Carlos Fernández apunta las
líneas que se desarrollarán en el siguiente decenio en Fernández Rodríguez, Carlos (2020):
Los otros camaradas. El PCE en los orígenes del franquismo (1939-1945). Zaragoza: Prensas de la
Universidad de Zaragoza, p. 1063.
21  Suárez, Ángel, y Equipo 36 (1976): Libro blanco sobre las cárceles franquistas, 1939-1976. Pa-
rís: Ruedo Ibérico, pp. 94, 98 y 103.

251  Centenario PCE 1921-2021


Un paso adelante y dos atrás

La nueva estrategia en los cincuenta era abandonar la vía insurreccional e in-


filtrar las organizaciones del régimen para ponerlas al servicio de un nuevo
objetivo. Treglia afirma que, en realidad, al igual que en el caso del nacimien-
to de Comisiones Obreras, se trata de «[…] una versión defendida por la lite-
ratura militante, deseosa de contar con un mito fundacional para el fenómeno
y, en realidad, tuvo su origen geográficamente plural y cronológicamente an-
terior a la fecha indicada».22 Esta estrategia fue denominada «entrismo», un
término que hizo bastante fortuna en épocas posteriores para definir la estra-
tegia del trostkismo.
Las elecciones sindicales a partir de 1950 se convirtieron en una vía para
socavar desde dentro al régimen, en un largo proceso. Según Treglia, se trata-
ba de «[…] una táctica de penetración dentro de las estructuras sindicales del
régimen». Una táctica, cuyas directrices se atribuyen a Stalin en 1948, «[…] que
atravesó una fase de intensa incertidumbre en su aplicación hasta la huelga ge-
neral de Barcelona de 1951 […]». En estas fechas aún se denuncian las artimañas
258 de la propaganda institucional, en la cual se sigue hablando de «confusión sis-
temática» entre detenidos de derecho común y los demás y se siguen utilizan-
do eufemismos para no hablar de presos políticos, sino de delitos no comunes.
Todavía se señala el «espectáculo inhumano de largas “cuerdas de presos”
que son trasladados de una prisión a otra». La historia del poeta Miguel Her-
nández, finalmente fallecido en prisión de tuberculosis, es su mejor expresión.
No será hasta el bienio 1956-1958 cuando se refrende la línea emprendi-
da con «[…] el ciclo de huelgas y protestas del bienio 1956-1958 para confir-
mar las expectativas».23
A pesar de todo, aún hoy se discute la corrección de la línea emprendi-
da: «Las elecciones sindicales siguieron siendo denunciadas por Mundo Obrero
como una farsa franquista. El PCE no participó en ellas, aunque luego pudiera
incorporar al partido algún enlace sindical de manera individual».24

Nuevos vectores de lucha

Otra punta de lanza se dirigía al exterior, donde el cambio de rumbo marcado


por la nueva década era visible para todos. El exterior era, de nuevo, ese con-
texto fundamental para determinar el aislamiento o la rentrée de España en el

22 Treglia, op. cit., p. 68.


23 Treglia, op. cit., p. 27.
24  Martín Ramos, José Luis, op. cit., p. 179.

251  Centenario PCE 1921-2021


entorno mundial. Esto último obtuvo su bautismo oficial con la firma de los
pactos con Estados Unidos en 1953 y con la incorporación de la España fran-
quista a la ONU en 1955.
En la clandestinidad, no será hasta «el giro táctico de 1956 cuando se
plantee la llamada Jornada para la Reconciliación Nacional, un enfoque que,
realmente, estaría vigente hasta la Transición política. Nuevos hitos jalonan
el fin de la década, como la convocatoria de acudir a las elecciones de enlaces
y jurados de 1957, la huelga minera de 1958 y la convocatoria de la huelga na-
cional pacífica del 18 de junio de 1959. Santiago Carrillo, en el exilio francés,
señala ciertas particularidades de la situación y evidencia el cambio de men-
talidad, al igual que los roces entre dirigentes:

La experiencia conocida hasta entonces era que al fascismo solo se le había de-
rrotado militarmente. Muchos no podían imaginar una salida pacífica y lo esen-
cial era popularizar la huelga, difícil pero deseable, para que el cambio no fuera
una simple combinación entre líderes.25

Paralelamente, se desarrolla un delicado proceso de retirada de la guerri- 259


lla. Aún se asesinaba a garrote vil a sus integrantes, como al guerrillero comu-
nista Eugenio Sierra, en 1954. Lo cierto es que, según Miguel Ángel del Arco,
«España estaba lejos del nivel económico del mundo occidental. De hecho, los
avances de los cincuenta no redujeron las distancias con Europa ni superaron
el atraso de la posguerra. El agotamiento de la ayuda americana hacia 1958
puso al sistema al borde del colapso».26
Herbert Matthews, famoso periodista norteamericano desde los años
de la Guerra Civil, ofrece una interesante perspectiva sobre aquella España y
también de cómo se publicitaba (hoy se diría «se vendía») en Estados Unidos.
Lo escrito por Matthews, por una parte, parece un manual para viajeros car-
gado de tópicos y estereotipos sobre España y, por otra, un cambio de tercio
en cuanto a la relación entre la metrópoli post-1945 y la España franquista. El
que fuera reportero del New York Times durante cuarenta y cinco años parte
diciendo que la mayoría de los estadounidenses se había convencido de que
Franco y su régimen eran «buenos para España», pero también de que «el ge-
neralísimo Francisco es —para usar una palabra nueva— fascistoide, con unos
antecedentes políticos repugnantes y una reputación funesta a lo largo y ancho

25  Carrillo, Santiago (2012): Mi testamento político. Barcelona: Círculo de Lectores-Galaxia Gu-
tenberg, p. 235.
26  Del Arco, Miguel Ángel, y Hernández Burgos, Claudio (eds.), 2020: «Los años cincuenta, algo
más que una década bisagra», en Esta es la España de Franco. Los años cincuenta del franquismo
(1951-1959). Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza, p. 50.

251  Centenario PCE 1921-2021


del mundo democrático y es muy desafortunado que tengamos que aliarnos
con el […]». El resultado final es que «el enemigo es el totalitarismo, no única-
mente el comunismo. La lucha por la libertad en el mundo no se puede ganar
hasta que el comunismo y el fascismo sean derrotados […]».27 Para el consu-
mo interno, afirma que «es difícil imaginar lo que España hubiera hecho sin
esta ayuda que salvó al país de una gran miseria y de una inflación severa».28
La política de reconciliación nacional es la nueva estrella definitoria de
la situación y aparece casi en cada texto del partido: «La política de reconcilia-
ción nacional ha sido frecuentemente presentada como una maniobra táctica
del PCE para romper su aislamiento y constituir un amplio frente partidario
contra la dictadura». Se trataba de un cambio estratégico con «la voluntad de
establecer una relación lo más amplia posible entre el PCE y la sociedad espa-
ñola».29 Lo cierto es que ya el Primer Congreso del PSUC, en 1956, se realizaría
bajo la bandera política de «Por la reconciliación nacional, por una solidari-
dad catalana».
El éxito del PCE en erigirse en el referente fundamental del antifranquis-
mo se basó en que esa línea política consiguió ampliar las bases mucho más
260 allá del mundo que dejó la Guerra Civil. Para la nueva sociedad, el PCE crea
con los presos incluso ya liberados una red de andamiaje en la nueva sociedad
española. Por lo tanto, se trata no solo de laborar políticamente en las cárce-
les, sino fuera de ellas. A ello contribuyó involuntariamente el Patronato de
Redención de Penas por el Trabajo al prohibir retornar al antiguo lugar de re-
sidencia, lo que sirve también para extender los enlaces del partido. Hermut
Heine atribuye al centralismo democrático «la mayor eficacia del partido fren-
te a sus rivales ideológicos».30
Marcos Ana, el preso político que pasó veintitrés años en las cárceles
franquistas, escribe en sus hermosas memorias que «en 1956 se planteó la po-
lítica de reconciliación nacional. Superar la división de la Guerra Civil se ha-
cía ya impostergable. Fue una operación de gran calado político para aislar a
la dictadura y crear una nueva relación de fuerzas, basada en una nueva reali-
dad. De hecho, su poema A España se ve acompañado del subtítulo En su Jor-
nada por la Reconciliación Nacional».31

27  Matthews, Herbert (2006): El yugo y las flechas (original: The Yoke and the Arrows). Madrid:
Espasa Calpe, p. 170.
28 Matthews, op. cit., p. 145.
29  Martín Ramos, op. cit., p. 182.
30 Bueno et al., p. 398.
31  Ana, Marcos (seudónimo de Fernando Macarro), 2008: Decidme cómo es un árbol. Memoria
de la prisión y de la vida. Barcelona: Umbriel-Tabla Rasa, pp. 184 y 186.

251  Centenario PCE 1921-2021


Los conflictos menudearon en aquellos años, porque, como afirma Ca-
zorla, «cuando el profundo fracaso económico se hizo evidente, el régimen
arguyó que la miseria se debía a las consecuencias de la Guerra Civil (en espe-
cial, a las destrucciones de los “rojos”), a las dificultades de la Guerra Mundial,
a la sequía y al boicot internacional», ocultando el papel que tenía una políti-
ca económica tan errónea como la autarquía.32
Con la declaración programática de 1956, se inicia la ruptura estratégica
por la democracia y la conquista de la mayoría, no solo de las clases trabaja-
doras. En parte, se reconduce el llamado jornadismo, es decir, acciones puntua-
les para aunar fuerzas políticas contra la dictadura en torno a determinadas
propuestas acompañadas de su escenificación pública, como la ocupación del
Paraninfo en febrero de 1957, las huelgas obreras en la primavera de 1957, re-
petidas para concluir en una Jornada de Reconciliación Nacional el 5 de mayo
de 1958, y una huelga nacional pacífica el 18 de junio de 1959.
El PCE se mantuvo activo en la enunciación y desarrollo de estrategias
para la demolición del franquismo desde dentro. Desde fuera, poco a poco, la
República se radicaba en su carácter testimonial con la lejanía de las institu-
ciones supervivientes en París o en México. 261
Una vez más, las potencias democráticas europeas y el gigante norteame-
ricano, en su máximo esplendor, habían aceptado la «solución Franco», a pesar
de su origen espúreo. La metrópoli estadounidense dictaba el statu quo de la
posguerra mundial y determinó apadrinar al franquismo en las instituciones
internacionales. A pesar de la denuncia pública de condena de la ONU contra
el régimen franquista en 1946, un nuevo orden internacional determinaría la
búsqueda de un lugar bajo el sol, en este caso una entente con Estados Uni-
dos. A cambio de bases militares norteamericanas en territorio español. Así
se planteaba en una editorial de Mundo Obrero de la época:

Tras sus amos de Washington, los franquistas comienzan a anunciar como in-
minente la firma del monstruoso contrato por el cual se pretende consumar la
venta de España al imperialismo yanqui […].33

Una voz que se pretende como cercana a los trabajadores, la de Raimundo


Fernández Cuesta, secretario general del Movimiento, denuncia abiertamente
que ha sido «la especulación inmoral y el deseo de enriquecerse rápidamente»
lo que ha llevado a esta situación, sin señalar a la propia entraña del régimen.

32  Cazorla, A. (2020): Miedo y progreso. Los españoles de a pie bajo el franquismo, 1939-1975. Ma-
drid: Alianza, p. 129.
33  Núñez Díaz-Balart, Mirta (2018-2019): «Evocación y olvido de la represión de posguerra en
el tardofranquismo», en Revista de Historia Actual. Cádiz, n.o 16-17, p. 29.

251  Centenario PCE 1921-2021


Franco siempre juega a dos barajas, por un lado, dar una cierta satisfac-
ción a los que piden cambio y, por otro, no tocar la estructura oligárquica y
militarista del régimen.
La propaganda de los presos comunistas sigue insistiendo en algo que ya
hemos oído: «Los presos políticos españoles no son delincuentes pues la causa
por la que están en prisión es la de haber luchado contra la política reacciona-
ria franquista de la dictadura, que no solo no propicia el avance social de Es-
paña sino que nos ha retrotraído en este orden cien años […]».34
El «caudillo» se apoya de esta manera sobre un amplio abanico de corrien-
tes y personalidades. Sostenido por Estados Unidos, servido por la Guerra Fría,
gobernando un país sólidamente encuadrado por potentes fuerzas del orden
y en el que la «burguesía» (en un sentido amplio) le sostiene, «poseyendo me-
dios de información, disponiendo del apoyo de la Iglesia, el régimen parece
dispuesto a comenzar una nueva etapa. ¿Qué puede la oposición contra él?».35
El PCE demostró una amplia capacidad para enunciar estrategias políti-
cas y propagandísticas, aunque fuera bastante arduo llevarlas a cabo. La polí-
tica de propaganda militante a militante, probada con gran esfuerzo en cada
262 ocasión, evidenció una vez más su eficacia y su crecimiento. Ello implicó que
no fueran muchos los que inicialmente daban la cara a un alto coste personal
y que, con cierta facilidad, se tildara de fracaso cuando no concitara —algo
muy difícil— el apoyo de multitudes.
El gran éxito era la supervivencia de la organización, que no era aplasta-
da episódicamente con decenas de encarcelamientos, y la lenta extensión del
conocimiento político de las propuestas de un Partido Comunista que había
sido tantas veces señalado como el gran y casi único enemigo del régimen.  

Bibliografía

Ana, Marcos (seudónimo de Fernando Ma- Bueno, M.; Hinojosa, J.; García, C. (coords.),
carro), 2008: Decidme cómo es un árbol. 2007: Historia del PCE. I Congreso, 1920-
Memoria de la prisión y la vida. Barcelona: 1977. Madrid, vol. I.
Umbriel-Tabla Rasa. Carrillo, Santiago (2012): Mi testamento po-
Bayón García, Víctor Manuel (2011): Crónica lítico. Barcelona: Galaxia Gutenberg-Círcu-
de una lucha. Mi actividad en el Partido Co- lo de Lectores.
munista de España. León: PCE León. — (1993): Memorias. Barcelona: Planeta.

34  AHPCE, Caja 39, Carpeta 1, Burgos, 1964, marzo.


35  Gallo, Max (1976): Historia de la España franquista. París: Ruedo Ibérico, p. 231.

251  Centenario PCE 1921-2021


Cazorla, Antonio (2010): Miedo y progre- Martín Ramos, José Luis (2021): Historia del
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Del Arco, Miguel Ángel; Hernández Bur- morias. Barcelona: Península.
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zón: contribución a la crítica del posmoder- obrero. Madrid: Eneida.
nismo. Madrid: Siglo XXI. Vía Fernández, Ramón (2013): Yo acuso. Así
Fernández Rodríguez, Carlos (2021): Los es la justicia de Franco. Escrito en la cárcel de
otros camaradas. El PCE en los orígenes del Málaga. Madrid (Puente de Vallecas): Edi-
franquismo (1939-1945). Zaragoza: Prensas ciones de la Dehesa, Asociación de Amis-
de la Universidad de Zaragoza. tad 1.o de Mayo. Folleto.
Gallo, Max (1971): Historia de la España fran-
quista. París: Ruedo Ibérico.
Hernández Sánchez, Fernando (2015): Los
años de plomo. La reconstrucción del PCE bajo
el primer franquismo (1939-1953). Barcelo-
na: Crítica. 263

251  Centenario PCE 1921-2021


Cartel de la delegación en México del PCE (México D. F., 1953).
Documentos centenario

Resolución del pleno


del Comité Central. 1
Sobre los cambios en la táctica
del partido para lograr la
reconciliación de los españoles
y acelerar la caída de la dictadura
del general Franco por la vía pacífica

E l Comité Central del Partido Comunista de España reunido en sesión


plenaria ha discutido, como primer punto de su orden del día, un in-
forme presentado por la camarada Dolores Ibárruri sobre Los cambios en
265

la táctica del partido para lograr la reconciliación de los españoles y acelerar la


caída de la dictadura del general Franco por la vía pacífica.
Después de una amplia discusión donde han intervenido 34 cama-
radas, el pleno del Comité Central decidió aprobar por unanimidad el
informe sobre este punto del orden del día.
El Comité Central considera que la política del partido se haya fiel-
mente reflejada en dicho informe, concebido en la línea de la declara-
ción del Comité Central 2 del mes de junio, en que se fijaba la actitud
del partido ante la actual situación en España, y que ha tenido un eco
profundo en el país.
El Comité Central considera que la tarea fundamental de todas las
organizaciones y militantes del partido consiste actualmente en asimilar
profundamente esa política, por medio del estudio de ambos documen-
tos y del contraste fecundo de opiniones; en aplicarla, con la máxima
iniciativa y espíritu creador, desterrando todo sectarismo, en las condi-

1  Resolución del Pleno del Comité Central del PCE, de agosto de 1956.
2  Declaración del Comité Central del PCE de junio de 1956: Por la reconciliación nacional, por una
solución democrática y pacífica del problema español. Véase http://www.filosofia.org/his/h1956rn.htm

251  Centenario PCE 1921-2021


ciones concretas en que se desarrolle la actividad de cada organización;
en difundirla ampliamente entre las masas, mediante una propaganda
ágil y mediante las acciones unidas, por limitados que sean sus objeti-
vos, con todas las demás fuerzas sociales y políticas que se oponen a la
dictadura del general Franco.

  

La idea central de nuestra política reside en la posibilidad de un cambio


pacífico en España, de la supresión de la dictadura sin una nueva guerra
civil. Esta posibilidad se basa en el hecho de que en estos últimos tiem-
pos han ido perfilándose en la vida nacional nuevas formaciones polí-
ticas, desgajadas algunas de ellas del conglomerado que constituía la
base social del régimen franquista. Estas fuerzas —de signo monárqui-
266 co, demócrata-cristiano y liberal principalmente— se ven impelidas, en
primer lugar por muy directas razones económicas, a enfrentarse con la
orientación monopolista y militarista de la política económica del Esta-
do y con la detentación por Falange de los resortes esenciales del poder.
Esta reagrupación de fuerzas se produce en el marco de la descom-
posición acelerada de la dictadura, en cuyas organizaciones políticas
y de masas se han producido ya cambios importantes. Los movimien-
tos estudiantiles a lo largo del pasado curso escolar, las grandes accio-
nes reivindicativas de la clase obrera de Navarra, Euskadi y Cataluña,
en abril y mayo, han puesto de relieve la fragilidad del régimen actual,
su incapacidad para seguir gobernando con los mismos métodos que
hasta ahora. Por otra parte, el desarrollo de la política de coexistencia y
de colaboración entre los Estados, independientemente de sus diferen-
cias de régimen social, influye poderosamente en la situación interior
de España, favoreciendo la posibilidad de cambios pacíficos en nuestro
país. Importantes fuerzas reclaman el retorno a la tradicional política
de neutralidad y el establecimiento de relaciones comerciales, cultura-
les y diplomáticas con todos los países.
Ahora bien, la condición para que los cambios hacia la democracia
se produzcan pacíficamente reside en el entendimiento entre las diversas
fuerzas de izquierda y derecha españolas. A conseguir ese entendimien-
to que abriría en nuestra historia una era de paz civil, de convivencia de-

251  Centenario PCE 1921-2021


mocrática, se orienta resueltamente nuestra política de reconciliación
nacional. Su contenido es claro: terminar con la división abierta por la
Guerra Civil, enterrar odios y rencores, liquidar tanto el espíritu de cru-
zada como de revancha, cancelar todas las causas judiciales de la guerra
y del período posterior, restablecer la legalidad demócrata parlamentaria.
Esta orientación es el desarrollo lógico de nuestra política de fren-
te nacional, su aplicación a la coyuntura de debilitamiento del régimen,
de coincidencia posible entre fuerzas hasta ahora opuestas o dispersas.
Actualmente, de una u otra forma, el espíritu de reconciliación nacio-
nal, en efecto, en el fondo de las soluciones y programas inmediatos que
propugnan las fuerzas políticas de izquierda y de derechas más impor-
tantes de nuestro país. Sobre esa base puede llegarse al entendimiento
necesario, a la coalición de todas las fuerzas que discrepan de la dicta-
dura franquista.
Por su parte, el Partido Comunista de España está dispuesto a con-
cluir pactos, compromisos y alianzas con todos los grupos políticos que, 267
por diferentes causas, se hallan interesados en terminar con la situación
actual, a establecer con estas fuerzas cualquier acuerdo que, por parcia-
les que sean sus objetivos, adelante la hora de la reconciliación nacional.

  

En la situación actual, el problema de la unidad de acción de la clase


obrera, de las relaciones entre el Partido Comunista y el Partido Socialis-
ta, adquiere singular importancia. Por ello, el Pleno del Comité Central
del Partido Comunista de España aprueba por unanimidad la propues-
ta formulada por su secretario general, camarada Dolores Ibárruri, de
enviar una carta al Comité Director del Partido Socialista Obrero Espa-
ñol proponiéndole iniciar el diálogo con el fin de llegar a la unidad de
acción entre los dos partidos de la clase obrera española.
En el campo republicano, para las fuerzas tradicionalmente de la iz-
quierda española así como para las nuevas fuerzas de signo liberal que
irrumpen en la vida política de nuestro país, la unidad de la clase obrera,
y muy concretamente el acuerdo entre el Partido Socialista y el Partido
Comunista, representaría un poderoso factor de movilización, actuaría
como un aglutinante irresistible de todas ellas. Para las fuerzas de la de-

251  Centenario PCE 1921-2021


recha española que ayer apoyaron al régimen franquista o le otorgaron
una neutralidad benevolente, la unidad de acción de los dos partidos de
la clase obrera de nuestro país representaría una garantía de cambios
pacíficos. Para las masas trabajadoras, a su vez, dicha unidad de acción
constituiría una seguridad en cuanto al desarrollo de la democracia es-
pañola en el porvenir.
Todo, pues, llama a un diálogo cordial entre las direcciones de am-
bos partidos, a un acuerdo que refuerce y acelere la unidad de acción
entre trabajadores socialistas y comunistas, cuyas inmensas posibilida-
des han demostrado prácticamente las recientes luchas reivindicativas
en Navarra, Cantabria y Euskadi.
Por todas estas razones, el Partido Comunista de España conside-
ra que la unidad de la clase obrera se sitúa en el centro de la política de
reconciliación nacional. Para conseguirla, todos nuestros esfuerzos se-
rán pocos. Para conseguirla, es preciso orientar nuestra labor no solo
268 a las organizaciones socialistas y cenetistas, sino también a los obreros
católicos de las Hermandades y Juventudes de Acción Católica, hacia los
grupos sindicales disidentes de Falange ansiosos de justicia social y de-
fraudados por tatos años de promesas incumplidas. Con unos y otros
tenemos divergencias, pero puede unirnos, de hecho nos une, lo esen-
cial: el interés general de los trabajadores.

  

En los momentos actuales de extrema agudización del proceso de cri-


sis de la dictadura, el desenlace depende de la actividad de las masas. El
Comité Central se dirige a todas las organizaciones y militantes del Par-
tido Comunista, para que, al frente de aquellas, refuercen su labor de
orientación y dirección bajo las banderas del mejoramiento radical de las
condiciones de vida del pueblo, de las libertades democráticas y de la re-
conciliación nacional.  

251  Centenario PCE 1921-2021


Documentos centenario

Un manifiesto estudiantil llama


a los universitarios 1
Por los medios universitarios de Madrid circula profusamen-
te, además del segundo número del periódico clandestino
estudiantil Realidad, el siguiente manifiesto:

A la huelga
E n este día, aniversario de una victoria militar que sin embargo no ha
resuelto ninguno de los grandes problemas que obstaculizaban el
desarrollo material y cultural de nuestra patria, los universitarios ma-
269

drileños nos dirigimos nuevamente a nuestros compañeros de toda Es-


paña y a la opinión pública. Y lo hacemos precisamente en esta fecha
—nosotros, hijos de los vencedores y de los vencidos— porque es el día
fundacional de un régimen que no ha sido capaz de integrarnos en una
tradición auténtica, de proyectarnos a un porvenir común, de reconci-
liarnos con España y con nosotros mismos.
Nos dirigimos a la opinión pública para hacer constar, por encima
de todo, nuestra adhesión entusiasta a la petición universitaria del 1 de
febrero, que ha adquirido para toda la universidad española un signi-
ficado ejemplar y un valor programático. Aquella petición, elaborada,
firmada y difundida dentro de la más estricta legalidad, sigue y seguirá
siendo la expresión más concreta de nuestras aspiraciones y objetivos,
aunque las circunstancias actuales impidan provisionalmente que la in-
mensa mayoría de los universitarios manifiesten su aprobación a aque-
llos principios poniendo su firma al pie del documento.
A los universitarios e intelectuales vinculados a la universidad que
encabezaron aquella petición, hacemos constar nuestra solidaridad. Ellos

1  Publicado en París en la revista España, n.o 13, el 19 de abril de 1956.

251  Centenario PCE 1921-2021


supieron darnos a todos motivos de esperanza y razones para actuar.
Contra ellos y contra la universidad entera, que los apoyaba unánime-
mente, se desató una brutal represión oficial y una grosera campaña de
calumnias. Además, hubimos de sufrir la provocación de grupos armados
de una bandería jurídica y políticamente inhabilitada para mantener el
orden público, definitivamente expulsada de una convivencia nacional.
Las autoridades, además de solidarizarse con aquellos facinerosos,
han violado su propia legalidad suspendiendo un fuero de cuya vigencia
pródiga tenemos por cierto los españoles poca noticia. El gobierno solo
ha sabido oponer a nuestras razones el recurso a la fuerza, bien precario
recurso, así lo ha demostrado la historia. Pero es más: en los momentos
en que todas las naciones del mundo, del este y del oeste, han conside-
rado que España podía formar parte de Naciones Unidas, el gobierno
actual ha demostrado que no está en condiciones de cumplir los acuer-
dos internacionales que ha suscrito. En contradicción flagrante con la
270
carta de Naciones Unidas y con la Declaración Internacional de los De-
rechos del Hombre, textos básicos con carácter obligatorio para todos
los Estados miembros, el gobierno ha actuado y sigue actuando de ma-
nera injusta, arbitraria y brutal. Así, en estos mismos días, siete nuevos
universitarios e intelectuales han sido detenidos, entre ellos un com-
pañero nuestro, premio extraordinario de la Universidad de Barcelona
y miembro de la carrera diplomática.
Todas estas razones son las que nos mueven a llamar a los univer-
sitarios a una acción coordinada y decidida, en estos próximos días en
que se reúne en Madrid el Consejo ejecutivo de la Unesco. No es que
pensemos que este u otro organismo internacional deba resolver nues-
tros problemas: afirmamos que el porvenir de España solo está en ma-
nos de los españoles. Pero la presencia de la Unesco en Madrid pone de
manifiesto la doblez del gobierno actual, su incapacidad jurídica para
servir a los fines de cualquier organización internacional encargada de
velar por la paz y por los derechos humanos más elementales.
Por tanto, llamamos a los universitarios a unirse en torno a los si-
guientes puntos esenciales: 1) Libertad de todos los detenidos y sobre-
seimiento de los procesamientos en curso. 2) Reposición en sus cargos
de Pedro Laín Entralgo, nuestro rector magnífico y presidente de la co-
misión española en la Unesco, y de Manuel Torres López, decano de

251  Centenario PCE 1921-2021


los estudiantes de la Facultad de Derecho, reintegración al edificio de
San Bernardo de todos los cursos de esta licenciatura. 3) Celebración
del Congreso Nacional de Estudiantes, con todas las garantías necesa-
rias para evitar interferencia del aparato policial del Estado y de la orga-
nización que tan burdamente se atribuye la representación estudiantil.
Así queda definida nuestra posición, la posición de la universidad
madrileña. Para hacerla patente nos declaramos en huelga de cuarenta
y ocho horas los días 12 y 13 de abril de 1956, sin perjuicio de las inicia-
tivas de cada grupo universitario en cada situación concreta, que pue-
da modificar, ampliar o precisar esta iniciativa general.  

Madrid, 1 de abril de 1956

¡Universitario, difunde esta hoja: que todos tus compañeros la conozcan!


271

251  Centenario PCE 1921-2021


V Congreso del PCE (Praga, 1954).
Sobre izquierda alternativa
y cristianismo emancipador,
de Francisco Fernández Buey
Joaquín Arriola

Sobre izquierda alternativa y cristianismo 273


emancipador. Francisco Fernández Buey
(2021): Rafael Díaz-Salazar (ed.).
Madrid: Editorial Trotta, SA, colección
Estructuras y Procesos. Religión,
366 pp. Español. ISBN: 978-8498798456

Estamos ante un libro de memoria y de


recuerdo. Recuerdo de Francisco Fernán-
dez Buey (FFB) (1943-2012), uno de los
intelectuales comunistas más relevantes
de nuestro tiempo y país. Recuerdo per-
sonal que abre el editor, Rafael Díaz-Sala-
zar, con una apología de su persona y de
su forma de entender el marxismo («Un
intelectual gramsciano abierto al cristia-
nismo emancipador») y cierra con una do con tonos tremebundos Heine [sic]
carta personal de FFB dirigida a él mis- Müller no sé cómo va a ser impedida»
mo en 1990 que termina con una profe- (p. 360).
sión de fe comunista: «No conozco más En una bien cuidada edición, Díaz-Sa-
cultura que la comunista para hacer fren- lazar recoge un conjunto de textos di-
te al fascismo, el racismo y el nazismo. Si versos —ensayos, prólogos, entrevistas
esta quiebra, la época del hombre-má- orales y escritas, cartas…— en los que
quina-idiotizante que viene anuncian- se hace memoria de la relación de Fer-

251  libros
nández Buey con la religión, con los cris- La conciencia que recorre todas las
tianos y con el cristianismo durante las páginas del libro es la de una gran derro-
últimas dos décadas de su vida. ta histórica del movimiento comunista,
Los textos aparecen ordenados en que se expresa con la desaparición del
tres partes: los que tratan específicamen- socialismo en Europa del Este, la crisis
te de la relación de un intelectual comu- de la deuda en América Latina y que se
nista con la religión; los referidos a tres prolonga en la derrota del movimiento
personalidades clave en la visión del cris- obrero en los países de capitalismo avan-
tianismo que merece la pena en opinión zado ante la ofensiva neoliberal del ca-
de Fernández Buey: Bartolomé de las Ca- pital. Pero una derrota para la que no se
sas, Simone Weil y José María Valverde. ha encontrado aún explicación convin-
De Girolamo Savonarola, cuyo interés le cente ni alternativa orgánica. En esa ta-
llevó a editar una publicación parcial de rea, un ajuste de cuentas teórico, incluso
sus escritos políticos en 2000, nos dice con el Padre Fundador, es una condición
el editor que por razones de espacio no imprescindible: «El hombre no tolera ser
se ha recogido el texto de la introduc- el único que quiere el bien. Le hace falta
ción que redactó para ese libro («Guía un aliado todopoderoso. Si ese aliado no
274 para la lectura de Savonarola»). En una es espíritu será materia. Se trata simple-
tercera parte, se sitúan los textos polí- mente de dos expresiones diferentes del
ticos en forma de tres entrevistas y una mismo pensamiento fundamental. Solo
carta ya mencionada, en los que resue- que la segunda expresión es defectuo-
na la importancia del programa y la nece- sa. Es una religión mal construida. Pero
saria refundación de la izquierda: «Para es una religión. No es por lo tanto sor-
decirlo de manera que me pueda enten- prendente que el marxismo siempre haya
der todo el mundo: en este momento tenido un carácter religioso. Tiene en co-
no solo el gran capital, sino incluso una mún con las formas de la vida religiosa
institución tan decadente y envejecida más severamente combatidas por Marx
como la Iglesia católica u organizaciones un gran número de cosas, y —notable-
no gubernamentales nacidas hace cuatro mente— de haber sido frecuentemente
días tienen más vínculos y más presen- utilizado como opio del pueblo. Pero es
cia internacional que la izquierda política. una religión sin misticismo, en el verda-
Lo cual es nefasto para los trabajadores dero sentido de la palabra».
del mundo y es una ridiculez de dimen- Estas palabras de Simone Weil en su li-
siones históricas, sobre todo teniendo bro Profesión de fe resuenan como un eco
en cuenta que esta izquierda de la que en estas otras de Manuel Sacristán re-
estamos hablando nació anunciando la cogidas en la introducción del libro que
mundialización del capital y declarando comentamos: «[…] el marxismo es una
que los obreros no tienen patria. Así que, tradición del movimiento emancipatorio
vista la cosa de esta perspectiva, no hay moderno, del movimiento obrero. Si hay
duda de que la izquierda política tiene que hacer analogías peligrosas, y es muy
que refundarse. O resucitar, diríamos al- peligrosa la que lleva a decir que el mar-
gunos…» (p. 321). xismo es un sistema científico, es la cien-

251  libros
cia; puestos a hacer analogías me parece de la cultura europea sobre otras cul-
mucho menos falsa la ideología según la turas. Pero también porque su pensa-
cual el marxismo es una religión obre- miento pone ante el espejo a la propia
ra. Me parece mucho menos falso decir cultura y se atreve a argumentar la auto-
que el marxismo es una religión que “el crítica de la misma, precisamente frente
marxismo es una ciencia”. Porque una re- al etnocentrismo y al racismo que han
ligión tiene numerosos elementos de co- acompañado históricamente al pensa-
nocimiento científico […]. La aplastante miento humanista e ilustrado» (p. 165);
mayoría de los militantes marxistas han en Simone Weil (1909-1943), capaz de
sido fieles de una religión; no han sido intuir todas las implicaciones de la vida
cultivadores fríos de unos teoremas, en desgraciada de los seres humanos: «No
absoluto» (p. 43). hay duda de que esta sensibilidad [ante
Una derrota de estas dimensiones el sufrimiento] tiene en ella una dimen-
solo se puede calificar como derrota mo- sión profundamente religiosa y mística.
ral. Y aquí tenemos un comunista lúcido, Pero lo admirable, en su caso, es que esta
buscando entre los escombros, pero ex- dimensión religiosa de su pensamiento
tendiendo la mirada más allá de la ciudad haya ido de la mano con la preocupación
derruida y saqueada, nuevos horizontes social y el interés por la ciencia, y que 275
morales sobre los que reconstruir un pro- haya cuajado en una coherencia prác-
yecto eficaz para los empobrecidos del tica que nos deja sin palabras para ca-
planeta. FFB cree encontrar en el mo- lificar su conducta» (p. 201). José María
vimiento alterglobalizador y en la con- Valverde (1926-1996) representa la ex-
fluencia de las fuerzas rojas, verdes y periencia de lucha compartida con un
moradas los principales mimbres para la militante que desde una moral diferen-
reconstrucción. Pero entiende que hace te comparte la misma ética comunista
falta situar en el terreno cultural la bata- ejemplo de lo que FFB denomina «paso
lla principal. Y la reflexión sobre el sufri- del diálogo a la alianza» (p. 63): «Se re-
miento es lo que le lleva a posar la mirada quiere cierta sensibilidad, y no solo polí-
en Bartolomé de las Casas (1474‑1566) y tica, para ir contra la corriente; la misma
su capacidad de expresar políticamente sensibilidad, por cierto, que se requeri-
(utópicamente) el sentimiento de indig- ría años atrás para llamar cortésmente
nación ante el sufrimiento y su capacidad la atención sobre la imposibilidad me-
de comprender el problema del otro: «Si tafísica de cosas que otros creíamos po-
el pensamiento de Las Casas nos sigue sibles. Y ahí viene el punto en el que se
interesando hasta el punto de haberse juntan, según creo, el cristiano y el co-
convertido en un elemento importan- munista. El tipo de comunismo que José
te de la filosofía de la liberación desde María defendía en los últimos años, tan
la década de los setenta del siglo XX en vinculado a la solidaridad con los pue-
referencia obligada del nuevo indigenis- blos empobrecidos de América Latina,
mo en estos últimos años, es, sobre todo, se puede explicar, me parece, a partir de
porque Las Casas contribuyó a destruir una vivencia cristiana como poca gente
las falacias inductivistas y naturalistas puede tener. No es ninguna casualidad

251  libros
el que una buena porción de los comu- tas. Tampoco ha habido aquí un diálogo
nistas que hoy queda, en un mundo en comparable al que se estaba producien-
el que el comunismo se ha hecho muy do en Italia y en Francia» (p. 149).
minoritario, se declaren al mismo tiem- Conviene recordar que el debate mar-
po cristianos. Pues para los comunistas xismo-cristianismo tiene un componen-
“científicos”, para los que no dieron im- te fuertemente práxico en las décadas
portancia a las razones del corazón, para de los sesenta y setenta del siglo XX. Se
los convencidos de que la utopía había trata de articular la lucha en los movi-
sido superada de una vez por todas gra- mientos de liberación de América Latina
cias al materialismo dialéctico, el mundo —Cristianos por el Socialismo, Teología
se vino abajo el día en que descubrieron de la Liberación—, reforzar el marco de
que la dialéctica no era el mejor de los alianzas político-sociales, programáticas
métodos científicos» (p. 290). y electorales en los países de Europa oc-
Es esta búsqueda permanente de ra- cidental con partidos comunistas legales
zones morales para rearmar el proyecto y fuertes (PCF, PCI) o recomponer la he-
emancipador, su programa y su utopía gemonía del poder socialista en países
(en el sentido de las blochianas razones con fuerte contestación interna en Euro-
276 o principios para la esperanza), el reco- pa del Este (Primavera de Praga, Polonia,
nocimiento de la imposibilidad que tiene Hungría…). Por el contrario, dado el mo-
la conciencia laica contemporánea para mento histórico que se vivía en España
«comunicar a los otros una concepción en esos años, la confluencia no fue práxi-
pesimista desesperanzada de la esperan- ca, sino práctica: sin las organizaciones
za» (p. 117), lo que parece animar a FFB obreras cristianas, el movimiento sindi-
a buscar y participar en el «diálogo» en- cal no hubiera sido la punta de lanza de
tre marxistas y cristianos, de forma más la lucha antifranquista.
directa y bilateral en los años noventa, y Cuando se plantea el diálogo en térmi-
más integrada en el proyecto de los fo- nos teórico-prácticos, las organizaciones
ros sociales y el movimiento altergloba- políticas marxistas, en particular la más
lizador en el siglo XXI. extensa entre ellas, el PCE, participa en
La importancia política del diálogo no una reflexión de la que carece de expe-
impide que FFB reconozca que «Todos riencia, cuyos objetivos no tiene claros y
los intentos cuya meta haya sido abrir prima en consecuencia el pragmatismo
un diálogo fecundo entre tradiciones, un y el coyunturalismo, que se puede detec-
diálogo en el que las partes se escuchen tar, por ejemplo, en las contribuciones
sin desnaturalizarse, han sido hasta el de Manuel Azcárate de bienvenida a los
momento muy limitados» (p. 57); «no se cristianos al partido, separando la prácti-
puede decir que hubiera cuajado en Es- ca política colectiva de las creencias rele-
paña un encuentro teórico entre mar- gadas al ámbito de lo individual. En este
xistas y cristianos similar al que estaba sentido, hay que reconocer que en Espa-
siendo potenciado por algunas autorida- ña, cuando se quería buscar intervencio-
des de algunos países de Este de Europa, nes de cierta relevancia teórica, la parte
por la jerarquía vaticana o por los jesui- cristiana del asunto, incluyendo la cris-

251  libros
tiano-marxista (Comín, Sánchez Bolado, cristiana, en particular la católica, donde
Díez-Alegría, Reyes Mate, Rafael Belda, la historicidad radical y la tradición como
Rafa Aguirre, Llanos…) estaba mucho fuente de verdad hace que la reinterpre-
mejor preparada intelectualmente que tación permanente del texto, la herme-
la marxista, limitada en su mayor parte néutica, sea práctica normalizada.
al círculo de Sacristán y FFB. Quizá la pregunta principal que puede
Por eso tienen un gran valor histórico, hacer la tradición comunista a la cristia-
y por tanto político, los materiales reco- na no se sitúa en el plano moral, sino en
gidos en este volumen. Apuntan a una el de la mística. Porque lo que sorpren-
necesidad no solo de corregir el rumbo, de no es la reacción ante el sufrimien-
sino de reconstruir el armazón del bar- to humano y la respuesta ante el clamor
co que antes del naufragio llamábamos por la justicia, que se identifica en las
comunismo. figuras que más le llaman a atención a
Aunque para los apremios de enfren- FFB. Más importante es entender cómo
tar la derrota histórica del movimiento de un grupo de desheredados que dicen
obrero FFB no puede acudir más que a que Dios no es un ser inaccesible en un
los debates antiguos y externos. Lo que cielo metafísico, sino un hombre que ha
le lleva a mirar con atención las «prácti- muerto crucificado como delincuente en 277
cas de misericordia», que se sustentan una provincia lejana del Imperio romano,
siempre en el espíritu de rebeldía ante cómo de ese hecho histórico surgen la
el sufrimiento de las masas deshereda- religión, la cultura y la civilización más
das y reconoce que, al menos en la his- longeva de la historia conocida. Cómo
toria de Europa, hasta la Ilustración, pero es que una derrota radical, significada
también después, van casi siempre de la en la muerte de Dios en la cruz, mucho
mano de cristianos más o menos hete- más profunda que la que ha sufrido el
rodoxos (Thomas Münzer, Moro, Savo- movimiento comunista y obrero (a fin de
narola, Las Casas, Weil…). cuentas, Marx murió plácidamente dor-
Pero el mismo contexto de fragilidad mido en una silla antes de la victoria del
del diálogo no evita que, pese a la volun- comunismo y Lenin en una cama antes
tad de escuchar en la historia el hilo de de su derrota), se convierte en la victo-
la rebeldía ante el sufrimiento, en oca- ria más persistente de la historia.
siones se pierda por las ramas. No es la compasión, sino la mística, la
La distinción que FFB hace entre «re- fuerza cultural y moral del cristianismo
ligiones del Libro», donde se expresarían que requiere una nueva interpretación
los valores morales de la justicia, la igual- por parte de las corrientes emancipado-
dad y la solidaridad, y las «religiones del ras. Las de base cristiana también, pero
Templo», donde se concreta una práctica sobre todo el marxismo tiene ahí un va-
institucional de conservación y apoyo al cío que recientemente ha llamado la
poder (p. 123), se ha quedado algo des- atención de algunos marxistas de esa tra-
contextualizada. No se puede situar en el dición estructuralista que tan poco agra-
mismo plano la relación con el «Libro» de daba a FFB o a Manuel Sacristán. Para
las religiones hebraica o islámica, con la Alain Badiou es a san Pablo y no tanto a

251  libros
Las Casas a quien hay que escuchar ne- diálogo fe-creencia que se pueda articu-
cesariamente y de quien hay que apren- lar a una experiencia de liberación huma-
der, si el proyecto comunista quiere tener na en el siglo XXI.
algún futuro. Giorgio Agamben —tam- El libro que ahora presentamos sirve
bién deslumbrado como FFB por Simo- como expresión y recuerdo de una eta-
ne Weil— recuerda en El reino y la gloria pa que se cierra y otra que se puede (o
o en El tiempo que resta. Comentario a la no) abrir. FFB nos muestra que la religión
Carta a los Romanos que san Agustín o To- no es una práctica individual, sino un fac-
más de Aquino son más relevantes para tor social y político de primer orden, y
la intelección del mundo moderno que puede ser de opresión o de liberación.
Tomás Moro o Savonarola, para entender Para que se incardine en un proyecto de
la posibilidad de un mundo en el que el emancipación comunista, ciertamente,
verdadero Dios deje de ser el poder de hacen falta comunistas dispuestos a oír
unos hombres sobre otros, en cualquie- en la corriente de los tiempos la voz de
ra de sus manifestaciones —el poder de los oprimidos, compadecerse y rebelar-
las religiones, del dinero, del capital…—. se. Pero dispuestos también a revisar su-
También Slavoj Žižek (El títere y el enano) puestas verdades que ya sucumbieron
278 intuye algo de esto, aunque se le escapa con las críticas de Marx a Feuerbach y
la profundidad del desafío. que paradójicamente forman parte de
En esta búsqueda nos encontramos la idea dominante entre los comunistas
ante la posibilidad de una nueva etapa en ateos sobre el carácter de las religiones
el colloquium interruptus entre marxismo (el opio del pueblo, el Dios hecho a ima-
y cristianismo en el que no sea la religión gen del hombre y demás lugares comu-
como «fenómeno sociológico» (p. 55) el nes). En esta tarea, como se constata en
terreno en el que establezca la comuni- este libro, Francisco Fernández Buey fue
cación (ciencia-religión), sino la fe, en un un ejemplo a tener siempre presente.  

251  libros
Lo que está ocurriendo
J. M. Mariscal Cifuentes

Así empieza todo. La guerra oculta del siglo XXI. 279


Esteban Hernández Jiménez (2020):
Ariel. Política y pensamiento.
272 pp. Encuadernación en rústica.
ISBN: 978-84-344-3296-3

No es lo mismo preguntarse por lo que


ha ocurrido que por lo que está ocurrien-
do. El modo de conocer «cosista» propio
de la modernidad se impuso a pesar de nández refiriéndose a la «trampa de Tucí-
Hegel, a pesar de Marx. Nos fijamos, si dides», término ciertamente manoseado
es que lo hacemos, en lo que hay, en las en los últimos tiempos que, sin embar-
cosas o hechos; ensoñamos con la ra- go, nuestro autor rejuvenece al hacer-
zón lo que debería haber y, a partir de nos ver que la trampa, en verdad, se la
ahí, nos encorajamos con una realidad hizo Pericles.
que no nos gusta y resolvemos sus dile- ¿Qué es lo que está ocurriendo? ¿Cómo
mas éticos apelando a un mundo ideal. distinguirlo de lo que ocurre? Introducien-
Este utopismo barato, este idealismo de do la genética en la consideración de la
tercera mano se fija en las cosas y obvia esencia de las cosas, fijarse en un pun-
los procesos, y esta es la manera en que to, en un hecho, en un acto e indagar en
terminamos confundiendo efectos con la dinámica genética de su aparición así
causas. «Es sorprendente cómo llamamos como en qué se podría convertir. Para no
destino a lo que es consecuencia de las confundir efectos con causas, por ejem-
acciones humanas», señala Esteban Her- plo, para no caer en el error de consi-

251  libros
derar al nuevo radicalismo de derecha que acontece hoy. Y es que la escritura
como causa de degradación del sistema de Esteban Hernández es menos propia de
«democrático», cuando la verdad es la la erudición que de la sabiduría, es de-
fórmula inversa, conviene atender a los cir, no usa su erudición para mostrarse
procesos y, digámoslo claramente, al pro- a sí mismo, sino para mostrar lo que hay,
ceso dialéctico que habita en cada histo- usando las palabras para lo que son, para
ria y que la enlaza a su vez con la Historia. comunicar-nos, huyendo y anulando la
Si practicando el noble arte de pasear condición posmoderna que con palabras
por los estantes de una librería nos topa- nos dice que las palabras no valen nada y
mos con un volumen cuyo título sea Así que lo habitable del mundo se resuelve
empieza todo, es probable que nuestra vis- en los márgenes. Hernández, al contrario,
ta se dirija a comprobar la sección en la se sitúa en la realidad efectiva y quizás
que nos encontramos. No, no se trata de ahora se entienda el «todo» al que se re-
divulgación científica sobre el Big Bang. fiere el título: para saber que estamos
Tampoco se trata de un libro de filosofía. en un bosque no es necesario conocer
Pero, ciertamente, si alguien de la librería cada uno de los árboles que lo compo-
leyese el libro antes de colocarlo en una nen. Aunque este «todo» del título no
280 sección, tendría serias dificultades para sea El Todo (tampoco, ni lo pretende, es
hacerlo sin más en la sección «Política». un tratado ontológico), lo cierto es que
Y ello es porque Esteban Hernández re- en apenas 250 páginas se describen los
curre elegantemente a herramientas con- procesos, las agencias y las estructuras
ceptuales propias de la historia, la ética, la que pueden dar cuenta de una buena
filosofía, la ciencia, la tecnología, la eco- parte de lo que está ocurriendo, espe-
nomía, la política e incluso de la estética. cialmente de las quiebras y las fallas en
Les haré una revelación o, como se dice la composición y dirección del sistema.
ahora, un spoiler: no entenderán el título Unas fallas que tienen que ver con los
hasta que terminen de leerlo, pero les ade- cambios radicales que se están producien-
lanto que se trata de una advertencia, al do en el capitalismo, que llamamos radica-
modo en que nos la haría el sabio de las les no porque sean cambios de raíz, sino
tabernas. Pero, a diferencia del fatalismo en la raíz. ¿Cómo se resuelve ahora la ley
propio que podría indicar tal advertencia del valor? ¿Cómo el poder militar ha sos-
en labios de un escéptico, Así empieza todo tenido al dólar? ¿Cómo la inteligencia ar-
nos describe un círculo, no un punto en tificial puede arrojarnos a un mal sueño
una línea, es decir, nos indica también, y totalitario? ¿Qué grietas atraviesan el pro-
sobre todo, un nuevo comienzo posible. yecto europeo? ¿Qué es la cultura y en
Los lectores de esta revista, que ten- qué terreno juega? ¿Cómo es posible que
demos a ser marxistas más allá de Marx, los perdedores del modo de globalización
encontrarán en este libro a Marx más allá capitalista no se encuentren en un pro-
del marxismo, es decir, como un clásico yecto de superación? ¿Cuál es el carácter
entre otros que, como clásico, lo es por- de la mutación antropológica que el in-
que es capaz de sugerir con claridad im- dividualismo consumista está causando
portantes pistas de interpretación de lo en nuestro ser humanos? ¿Cómo exacta-

251  libros
mente se está produciendo y en manos de yo, con que al menos seamos capaces
quién el proceso de concentración econó- de formularnos tal pregunta asumiendo
mico-financiera? ¿Cómo se está desnacio- todas las consecuencias de su respuesta.
nalizando la economía española? ¿En qué Al pensamiento biempensante, ya sea el
clase de teatro se han convertido las ins- de las élites indolentes que desde el mar-
tituciones? ¿Por qué la batalla de ideas y gen o la atalaya nos hablan de un «deber
de proyectos ha devenido en convertir lo ser» para que seamos los demás los que
común, antaño espacio de reunión, en es- nos manchemos las manos, ya sea el de
pacio de enfrentamiento, de visibilización las élites «culturales» de cierta izquier-
de una culpa pietista en el otro? da a la que le repugnan las manos callo-
Por tratar de responder a estas pre- sas manchadas de barro, a todos ellos,
guntas (con éxito, estimo) resulta tan les molesta el gusano en la manzana y,
amena como esclarecedora la lectura lejos de explicarse cómo ha llegado allí,
de este libro, porque estamos habitua- deconstruyen la manzana para que no
dos, por desgracia, a «ignorar los proble- haya gusano. Pero el gusano sigue ahí.
mas de fondo y prestar toda la atención No les desvelaré la respuesta al qué
a asuntos escasamente relevantes», un hacer que Hernández da, pero sí les daré,
síntoma, demuestra Hernández, típico con Spinoza, una pista que resume tanto 281
de los órdenes en decadencia. No se tra- el contenido del libro como el riesgo al
ta, por lo tanto, de que el autor se halle que intelectuales como Esteban se en-
iluminado por la verdad, sino de cómo frentan: «Y de tal suerte, no cesarán de
da luz y claridad a lo que permanece es- preguntar las causas de las causas, hasta
condido en nuestra vida cotidiana e in- que os refugiéis en la voluntad de Dios,
cluso en nuestra militancia cotidiana. No ese asilo de la ignorancia […]. Y de aquí
hay que afinar la vista, sino, simplemen- proviene que quien investiga las verda-
te, mirar al lugar adecuado, que, más deras causas de los milagros y procura,
allá del ser de las cosas, está en su sien- tocante a las cosas naturales, entender-
do. De ahí que el contenido de este li- las como sabio y no admirarlas como un
bro difícilmente podrá ser invalidado necio sea considerado hereje e impío, y
por lo que suceda. Por ejemplo, aunque proclamado tal por aquellos a quien el
el libro está escrito en plena pandemia vulgo adora como intérpretes de la natu-
pero antes de la derrota de Trump, esta raleza y de los dioses. Porque ellos saben
última no impugna el proceso de deca- que, suprimida la ignorancia, se suprime
dencia del imperio, cuyas grandes tec- la estúpida admiración, esto es, se les
nológicas están siendo, sin embargo, las quita el único medio que tienen de argu-
grandes vencedoras; ni tampoco la pan- mentar y de preservar su autoridad».1  
demia nos debe hacer ignorar que las fa-
llas que ha evidenciado ya estaban ahí.
¿Qué hacer? La vieja pregunta leninis-
ta reaparece al final del libro. No les re-
velaré la respuesta, ni la que da el autor
pretende ser definitiva. Le basta, creo 1  Ética I. Apéndice.

251  libros
Revista de Historia de la FIM
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núm. 1 | 2016 núm. 6 | 2018

núm. 2 | 2016 núm. 7 | 2019

Núm. 8
Revista de Historia de la FIM Núm. 8, 2o semestre de 2019

La revolución alemana: Perspectivas y contingencias


www.fim.org.es

La revolución alemana:
Perspectivas y contingencias
ISSN: 2529-9808

núm. 3 | 2017 núm. 8 | 2019

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