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Socialismo verde:
Socialismo verde:
respuestas urgentes
respuestas urgentes
anteante
la crisis ecológica
la crisis ecológica
Consejo de redacción:
Gloria Aguilar, Jaime Aja, Pedro Marset, Javier Moreno,
Eduardo Sánchez, Marga Sanz
Consejo editorial:
Gloria Aguilar, Jaime Aja, Clara Alonso, Estela Álvarez, Nazanín Armanian,
Joaquín Arriola, José Luis Centella, Elena Cortés, Paco Erice, Marga Ferré,
Paula Garvín, Eduardo Garzón, Belén Gopegui, Ramón Górriz, Julia Hidalgo,
José M. Mariscal, Pedro Marset, Manolo Monleón, Javier Moreno, Ángel
Olmos, Isabel Peña Rey, Higinio Polo, Sol Sánchez, Eduardo Sánchez,
Enrique Santiago, Marga Sanz, Anabel Segado, Pascual Serrano,
Francisco J. Sierra y Cristina Simó
ISSN: 1133-567X
Esta revista ha recibido una ayuda a la edición, del Ministerio de Cultura y Deporte, para su
difusión en las bibliotecas públicas del Estado, para la totalidad de los números del año.
e d i t o r i al
7
Socialismo verde: respuestas urgentes ante la crisis ecológica
POLÍ TIC A
251
109 Cuidar lo común Clara Alonso Jiménez
123 Una reforma fiscal para hacer las paces con la naturaleza.
Equidad para reemplazar al crecimiento Carlos Sánchez Mato
C U LTU RA
251
A U TOR I NV ITADO
LIBROS
279 Lo que está ocurriendo. (Sobre Así empieza todo. La guerra oculta
del siglo XXI, de Esteban Hernández) J. M. Mariscal Cifuentes
251
Congreso de Mujeres Antifascistas (Madrid, 1934).
Socialismo verde:
respuestas urgentes
ante la crisis ecológica
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recursos limitados, sino, también, el estilo de vida consumista —efectivo o
aspiracional— en el que estamos o queremos estar inmersos (nos referimos,
claro está, a aquellos países y clases sociales que pueden permitírselo).
Por tanto, quienes apuestan por el decrecimiento proponen una
disminución del consumo y la producción controlada y racional, cuya
transición se realizaría mediante la aplicación de principios más adecuados a
una situación de recursos limitados.
El mero hecho de aceptar una limitación en la producción de mercancías
plantea ya el meollo del debate, puesto que, si no es el núcleo del modelo
el crecimiento de mercancías en el mercado, esa variable ha de ser fruto de
una decisión colectiva, debatida y consensuada. La planificación reaparece
como guía que afecta a esa producción concreta y al conjunto de elementos
implicados. Ya no será Wall Street el que oriente la producción económica, sino
la representación de la voluntad democrática.
Pero nos equivocaríamos si pensáramos que el capitalismo no es
consciente de este descenso de recursos y la necesidad de decrecer en
términos materiales. Solo que pretende hacerlo de la misma manera que
8 concibe los derechos: solo habrá para quien pueda pagarlo. Y estos serán cada
vez menos.
En este número de Nuestra Bandera pretendemos abordar el debate y
reflexionar sobre qué significa el decrecimiento y cómo podemos plantear un
futuro en el que este no siga siendo planificado por el capitalismo. Para ello,
hemos querido repasar los distintos sectores y servicios que se verán afectados
y tratamos de poner sobre la mesa las principales medidas que habremos de
poner en marcha.
Algunos de los puntos ya están siendo objeto de un fuerte debate, como
es el caso de la energía, dado que el horizonte de 100 % renovables que nos
fijamos es imposible cumplirlo sin disminuir el gasto actual y el ritmo de
crecimiento.
La gestión de los residuos, la economía circular y la recuperación de las
materias primas necesaria para mantener la producción de distintos elementos
es otro de los temas clave en este debate, junto a la reflexión profunda de qué
modelo alimentario hemos de poner en pie para evitar seguir perdiendo tierras
fértiles y agotando recursos que nos pongan en peligro real.
Abordamos el modelo sanitario, de servicios, de cuidados y el modelo
industrial, así como la necesaria reforma fiscal que puede llevarnos a planificar
todo esto. Sin olvidar, por supuesto, una de las cuestiones que más preocupan
y con razón: el modelo de relaciones laborales y la ineludible reivindicación de
trabajar menos para trabajar todas y todos. Si, como sabemos, es imposible
mantener el ritmo de producción y consumo actual, también es imposible
aspirar a un pleno empleo de cuarenta horas semanales en nuestro ámbito. Es
evidente que esta ausencia de futuro para la juventud no puede ser el legado
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de la sociedad «occidental» que luchó contra el fascismo o que alumbró
esperanzas con las revoluciones socialistas. Se convierte en necesidad la
asunción de mecanismos de planificación basados en la solidaridad y el
bienestar de la humanidad. Es hora de que la regulación internacional no
dependa de una Organización Mundial del Comercio, sino de una ONU guiada
por un marco de valores totalmente diferente.
El reto ahora es definir cómo redistribuimos empleo y riqueza, en qué
sectores y cómo llevarlo a cabo sin perder, aún más, capacidad adquisitiva.
Pensando, además, no solo en un entorno eurocéntrico, sino planetario:
¿cómo hacerlo para que quienes no llegan a los mínimos vitales puedan
alcanzar mejores cotas de bienestar? Y todo ello con la mirada puesta en la
batalla cultural que desafiamos: acabar con el modelo de consumo desbocado,
este modelo absurdo por el que valemos tanto como nuestra capacidad de
consumir cosas que no necesitamos.
Es un tema complejo, apasionante y produce angustia en muchas
personas, que ven cómo, ahora mismo, llegan a fin de mes a duras penas y
su acceso a bienes y servicios está francamente limitado. Pero hemos de ser
valientes y empezar a poner medidas a debate para construir una alternativa a 9
este sistema destructor del planeta y de nuestra vida.
Desde Nuestra Bandera aportamos a la reflexión este número, con el
que pretendemos empezar a hablar de qué implica el decrecimiento y cómo
podríamos iniciar el camino hacia una verdadera transición ecosocial desde
el convencimiento de que el socialismo al que aspiramos tendrá que partir de
un análisis descarnado de la realidad actual y el futuro de colapso al que nos
asomamos para garantizar que construimos un sistema de fuertes pilares que nos
lleve a universalizar los servicios y alcanzar una vida digna para todos y todas.
Para nosotras es evidente que solo el socialismo garantizará una vida
digna para todas. Pero ahora necesitamos recorrer un paso más: entender que
esta construcción, para que sea realmente sostenible en el tiempo y llegue a
todas, independientemente de dónde vivan, ha de hacerse bajo una nueva
perspectiva de redistribución de riquezas y recursos, cada vez más escasos. Y
todo ello dentro de un nuevo orden internacional multilateral, justo, solidario,
igualitario y en paz, imprescindible para una nueva organización de la vida.
El cambio de modelo económico que precisa el decrecimiento es
una tarea que implica una participación democrática de la ciudadanía de
dimensiones enormes y de composición política e ideológica obligatoriamente
diversa. A su vez, ha de ser en sí mismo de dimensiones suficientes como para
poder convertirse en beneficioso para toda la humanidad, con cooperación
heterogénea, garantizando flexibilidad suficiente y máxima coordinación. No
es posible perseverar en un tipo de conducta homogénea. Por último, ha de
ser una tarea apoyada en los avances éticos de la humanidad consciente, a
través de las organizaciones internacionales pertinentes. Supone, en definitiva,
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entrar en una nueva etapa de la sociedad humana que recorra el paso desde la
confrontación hacia la cooperación.
Con el interés de abordar este debate, Nuestra Bandera pone a
disposición de sus lectores y lectoras un conjunto de trabajos que lo acometen,
completando su contenido con las secciones habituales y manteniendo la
contribución a la conmemoración del centenario del PCE.
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por el IPBES, que alertaba en 2019 sobre la posible extinción de un millón de
especies de aquí a finales de siglo, provocada por las actividades humanas. En
este artículo se pretende dar alternativas al modelo de producción y consumo
actual propiciado por el capital, que está en la base de la situación actual de
emergencia ecológica.
En «Consumo energético y decrecimiento: por qué no es posible
mantener los niveles de consumo energéticos actuales ni con energías
renovables», Álex García constata que la teoría del decrecimiento no es
especialmente brillante ni tampoco es muy popular y, sin embargo, es simple
y tan necesaria como revolucionaria. El planeta se dirige hacia un crecimiento
muy importante de la población mundial y a un aumento más que notable
del consumo energético en un contexto de emergencia climática. El sistema,
sin embargo, fía la solución a una suerte de capitalismo verde digital basado
en la implantación masiva de energías renovables. No obstante, señala, esto
posiblemente no sea ni suficiente ni posible, ya que depende de unas materias
primas críticas que son escasas.
«¿Podemos colapsar mejor?» es un trabajo conjunto de Francisco del
Pozo Campos, Jesús Garrido Martínez y José Eduardo García Díaz. El artículo 11
responde, a modo de guía de introducción, a las cuestiones habituales
que surgen al enfrentarnos al colapso civilizatorio por primera vez. La idea
principal es que estamos en una bifurcación de caminos: uno hacia sociedades
liberadoras e igualitarias, el otro hacia la extinción del ser humano.
En opinión de Timothée Parrique y Giorgos Kallis, autores de «El
decrecimiento: socialismo sin crecimiento», si la ideología del crecimiento es
el motor del capitalismo y base de explotación social y medioambiental, el
objetivo debería ser el socialismo sin crecimiento, y defienden que el nivel
de vida puede mejorar sin crecimiento si las riquezas y nuestro tiempo se
distribuyen y comparten. Mantienen que el socialismo y el decrecimiento son
dos conceptos poderosos para criticar el capitalismo y plantean que hay que
adherirlos en lugar de oponerlos.
Iria Costela Peña aporta al debate «Decrecimiento en el modelo
agroganadero español», un artículo que trata de explicar las claves que han
llevado al sector agroganadero español a estar donde está, los motivos por los
que un decrecimiento parece ya ineludible y las propuestas para lograr que
este sea justo, democrático y ordenado, y tenga en cuenta tanto a personas
productoras como a consumidoras.
«Desigualdad, empleo y decrecimiento económico» es el trabajo de
Vicente López, donde plantea que el crecimiento económico se sustenta en la
explotación de los recursos de nuestra biosfera y, dentro de ellos, también de
las personas para conseguir ese ansiado beneficio económico que mantenga de
forma indefinida el proceso de acumulación de capital. El decrecimiento debe
ser resultado de la lucha contra la desigualdad, la pobreza y la precariedad.
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Clara Alonso Jiménez en su artículo «Cuidar lo común» se pregunta
si tiene algo que ver la sobrecarga de trabajo de cuidados de las mujeres
con el capitalismo. ¿Qué tienen en común el trabajo reproductivo y la relación
del capitalismo con la naturaleza? Sobre estas cuestiones reflexiona en su
trabajo, una mirada sobre las condiciones primordiales de posibilidad del
capitalismo mismo.
«El gasto sanitario frente a la inversión en salud. La salud en un contexto
decrecentista», de Carmen Franganillo, plantea que en una sociedad
capitalista donde el crecimiento continuo en el consumo es fundamental
para el sostenimiento del sistema, pero a la vez insostenible, se agudizan las
contradicciones de quienes quieren hacer de la salud un negocio. ¿Es necesario
invertir más en sanidad en los países con mayor desarrollo?
Carlos Sánchez Mato, en «Una reforma fiscal para hacer las paces con la
naturaleza. Equidad para reemplazar al crecimiento», plantea que abordar
la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la contaminación requiere
reducir el tamaño de determinados sectores de la actividad económica que
son nocivos desde el punto de vista ecológico y social. Hacer las paces con
12 la naturaleza supone abordar el reparto de las rentas e implementar una
reforma fiscal.
«Apuntes para la recuperación de la sostenibilidad en el hábitat humano»
es el trabajo de Pablo Beltrán, donde expone que las grandes aglomeraciones
y las actividades que se desarrollan en ellas son las máximas culpables
de la insostenibilidad de nuestro sistema socioeconómico, consecuencia,
fundamentalmente, de la forma que tienen. En opinión del autor, si queremos
un mundo habitable, no basta con incidir en la economía o en los hábitos
sociales: es necesario transformar el soporte físico que les da cabida.
Juan José Guirado en «El transporte: de la movilidad a la accesibilidad
“sostenible”» caracteriza el transporte como una actividad imprescindible. En
ella, líneas y nudos de su compleja red requieren un correcto diseño para
optimizar tiempos, ahorrar energía y disminuir emisiones contaminantes, pero
esas buenas intenciones se aplazan una y otra vez. En su opinión, hay un factor
que se obvia que nos dice que el tiempo se acaba: la crisis energética.
Xabier Pombo, desde la necesidad imperiosa de decrecer, en «La
economía circular: una reflexión desde la izquierda ecosocialista» plantea
la necesidad de trabajar todos los aspectos de la economía circular desde la
mirada de la izquierda ecosocialista, basada en el respeto al medio natural
en el que vivimos, en una profunda planificación de lo esencial, en el reparto
justo de los recursos y en una vida en la que tengamos en cuenta que lo
que nosotros utilizamos no puede basarse en la explotación de otros ni en
la explotación de recursos naturales de forma innecesaria. Mantiene que la
nueva revolución viene de la mano de una naturaleza que se rebela contra la
sobreexplotación del planeta.
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En «Nuevos modelos de ocio y cultura», Amadeu Sanchis y Raúl Febrer
parten de que la cultura y el ocio no deben ser una simple moneda para
obtener beneficio económico, como entiende el capitalismo. Pero hay que
dignificar los sectores culturales en lo laboral y en lo económico, desde la
inversión pública. Una apuesta por la cultura inclusiva para todos y desde
todos.
Para cerrar la sección, bajo el epígrafe «China: sociedad, medio ambiente
y cooperación internacional. Explorando vías hacia una sostenibilidad
compartida mundial», Lucas Gutiérrez conversa sobre China y decrecimiento
con Manuel Ruiz, profesor titular de Ecología jubilado de la Universidad
Autónoma de Madrid.
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PSUC, sus seis décadas como reflejo de una cultura política y de los grandes
debates de la izquierda. Un espacio de reflexión al servicio de la acción política
transformadora.
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entrismo en los organismos del régimen. La pérdida de densidad ideológica se
compensa con la apertura a sectores más amplios de población. Pero señala
que la dictadura sigue siendo feroz en su represión y se ejecuta con frecuencia
abismal en paredón o a garrote. En el ámbito internacional —indica—, Estados
Unidos, tras el triunfo aliado en 1945, corre un velo sobre las alianzas pasadas
entre Franco, Hitler y Mussolini a cambio del establecimiento de bases
militares norteamericanas en territorio español.
Cerrando la sección, en Documentos Centenario se aporta la resolución
del Pleno del Comité Central del PCE de agosto de 1956, «Sobre los cambios
en la táctica del partido para lograr la reconciliación de los españoles y acelerar
la caída de la dictadura del general Franco por la vía pacífica», y el manifiesto
estudiantil «A la huelga», hecho público en Madrid el 1 de abril de 1956.
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Dirección del PCE (Valencia, 1937).
¿Quién teme al
decrecimiento?
Eva García Sempere
E n los últimos años, y quizá con más fuerza a raíz de la pandemia, vuelve
al debate la cuestión del decrecimiento. Pero ¿de qué hablamos cuando lo
hacemos de decrecimiento?
El concepto no es nuevo. Según algunos autores, el decrecimiento es una
corriente de pensamiento político, económico y social, una teoría, una ideolo-
gía o una perspectiva; en cualquier caso, coinciden en que pretende la dismi-
nución de la producción económica con el objetivo de establecer una nueva
relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, pero también entre
los propios seres humanos entre sí.
Comparten también el convencimiento de que, sin reducir la produc-
ción económica —responsable de la disminución de los recursos naturales y
la destrucción del medio—, es imposible la conservación del medioambien-
te. Cuestionan, en este sentido, no solo el modelo económico capitalista por
ser, en esencia, el que encarna el afán de crecimiento ilimitado en un planeta
con recursos limitados, sino también el estilo de vida consumista —efectivo
o aspiracional— en el que estamos o queremos estar inmersos (lógicamente,
aquellos países y clases sociales que pueden permitírselo).
251 política
Por tanto, quienes apuestan por el decrecimiento proponen una dismi-
nución del consumo y la producción controlada y racional, con una transición
que se realizaría mediante la aplicación de principios más adecuados a una si-
tuación de recursos limitados; algunos de estos principios son: escala reduci-
da, relocalización, eficiencia, cooperación, autoproducción (e intercambio),
democratización y horizontalidad, durabilidad y sobriedad. Sin embargo, no
coinciden todos los autores y autoras ni en todos los principios ni en la impor-
tancia de cada uno de ellos.
Nicholas Georgescu-Roegen, con la teoría enunciada sobre la bioecono-
mía en su obra The Entropy Law and the Economic Process (1971), forma parte de
los cimientos del decrecimiento, así como otros autores: Iván Illich, Hannah
Arendt. Especialmente interesantes son las corrientes decrecentistas que sur-
gen en Francia de la mano de Serge Latouche, el buen vivir latinoamericano o
las reflexiones y análisis que extrae el Club de Roma principalmente a través
del informe Meadows de 1972, que tiene como título bien conocido Los lími-
tes del crecimiento. Por otra parte, también encontramos a André Gorz, quien
entiende este concepto «utópico» como la forma más avanzada y no como la
18 más frustrada de lo que debe ser el socialismo.
Serge Latouche establece ocho pilares del decrecimiento que me parecen
interesantes en cuanto al repaso a las cuestiones prioritarias que habría que
abordar en la transición ecosocial necesaria: revaluar (sustituyendo valores
individualistas y consumistas por valores de cooperación), reconceptualizar
(buscando una nueva visión del buen vivir basado en calidad de vida y no en
acumular posesiones), reestructurar (avanzando hacia otros modelos de pro-
ducción y relaciones sociales), relocalizar (evitando, entre otras cuestiones, la
intensidad en el transporte), redistribuir (el reparto de riqueza tan necesario
en cualquier horizonte, pero especialmente en uno de recursos decrecientes),
reducir, reutilizar y reciclar.
Por otro lado, para Carlos Taibo el decrecimiento se engloba dentro de
un movimiento anticapitalista más amplio que aboga por la defensa de la pro-
piedad colectiva y autogestionada al mismo tiempo que se hace acompañar de
medidas que cancelan la ilusión del crecimiento indiscriminado. Advierte de
la existencia de eventuales modulaciones del decrecimiento que no se revelan
manifiestamente anticapitalistas y declara su alejamiento de esas vertientes.
Para Taibo, todo movimiento anticapitalista en el Norte, por necesidad, debe
ser decrecimentalista, autogestionario y antipatriarcal e internacionalista. Taibo
expresa así su pensamiento: «Prefiero hablar de perspectiva del decrecimiento,
y no de teoría del decrecimiento, y menos aún de este último concebido como
una ideología […] a mi entender el decrecimiento es un agregado que conviene
sumar a otras formulaciones teóricas o ideológicas, en la certeza, eso sí, de que
se trata de un agregado importante». Para el autor, y supongo que comparti-
réis conmigo lo acertado de su reflexión, el capitalismo y una eventual reforma
251 política
decrecentista chocarían frontalmente: el capitalismo se basa en el crecimiento
infinito, sin importar la finitud de los recursos necesarios para seguir engor-
dando sus beneficios. Por tanto, en sus propias palabras, «por sí solo, el pro-
yecto de decrecimiento es anticapitalista. El capitalismo no puede resistir una
lógica económica que reivindique reducciones en la producción y el consumo».
Por último, es imprescindible la mirada ecofeminista del decrecimiento,
representada en nuestro país, por ejemplo, por Yayo Herrero, antropóloga eco-
feminista, quien asegura que el decrecimiento «de la esfera material de la eco-
nomía» no es una opción, sino una «obligación».
Para la autora, y con ella muchas otras ecofeministas, el corazón de la tran-
sición ecosocial pasa necesariamente por recomponer o reformular de arriba
abajo el metabolismo económico: poner en el centro la vida de todas implica
necesariamente una redistribución radical de la riqueza y de las obligaciones
de cuidados. Porque, como resume de manera brillante, somos seres radical-
mente ecodependientes e interdependientes y, por tanto, necesitamos del me-
dio en que nos desarrollamos y nos necesitamos entre todos y todas, porque
no hay etapa de la vida donde no requiramos, de una u otra manera, cuidados.
Esta mirada ecofeminista que permite analizar y reconocer las situacio- 19
nes de opresión de clase, raciales, ambientales, de género es la que nos lleva
a (auto)dar la voz de alerta ante discursos decrecentistas que, como el green-
washing, no son solución y pueden esconder importantes prejuicios de clase.
En palabras de Yayo Herrero: «Hay que tener siempre en cuenta las diferencias
sociales. Que la situación de clase no te permita calentarte el agua o que no
puedas cocinar en tu casa porque te han cortado la luz. Discuto mucho con al-
gunos compañeros cuando hablan de autosimplicidad voluntaria. No podemos
confundirla con la desposesión forzosa. No es lo mismo aplicar esta transfor-
mación en personas con conciencia ecologista, con casas bien aisladas y con
una alimentación, que en personas que viven en casas mal aisladas y con mala
alimentación. La dimensión de la justicia social es clave» (Crític, 2019).
Probablemente esta sea una de las miradas más acertadas, porque, sin
duda, el decrecimiento causa sentimientos encontrados: existe incompren-
sión sobre el concepto, qué significa y cómo se puede aplicar. Y en el ámbito
de la izquierda, con una base tradicionalmente desarrollista y preocupada por
garantizar el acceso a los bienes y servicios necesarios para alcanzar una vida
digna, no cuenta con la aprobación mayoritaria, como sí ocurre con la lucha
contra el cambio climático o la necesaria protección ambiental para evitar las
catástrofes ecológicas o la pérdida de la biodiversidad.
Sin embargo, cada vez es más evidente que no resulta posible luchar con-
tra el colapso al que nos vemos abocados a cuenta de la crisis climática y am-
biental, que no es posible hacerlo sin dejar a nadie atrás y que, desde luego, la
anhelada transición ecosocial no será posible sin una drástica disminución del
uso de los recursos (energéticos y no).
251 política
También resulta evidente que tenemos ante nosotras, como civilización,
uno de los mayores retos de nuestra historia: enfrentar la fractura metabólica
consecuencia del desequilibrio entre el uso de los recursos y su capacidad de
recuperarse mientras, en paralelo, enfrentamos la fractura social, que, siendo
también consustancial al capitalismo, ha ido creciendo de manera imparable y
que, de algún modo «gracias» a la crisis de la covid, se ha puesto de manifies-
to en todo su esplendor.
Por tanto, a la luz de la evidencia que nos ha dejado la depredación neoli-
beral del planeta, la translimitación —la superación de la biocapacidad del pla-
neta— y el conocido como peak all son ya una realidad. Y con ellos un inevitable
decrecimiento. Podemos no verlo, no querer verlo e, incluso y muy probable-
mente, no quieran que lo veamos. Pero la realidad es tozuda: la disponibilidad
de petróleo disminuirá en la próxima década un 30 % y, como advierte la Agen-
cia de la Energía, en 2025 será imposible satisfacer la demanda actual de petróleo,
el pico de producción de gas se alcanzará en dos décadas y el del carbón en tres.
La disponibilidad de minerales o tierras raras, tan necesarias para la tecnología
actual, incluida la necesaria para las energías renovables, está comprometida
20 también y la carrera alocada de las empresas y los países por abrir nuevas minas
sin mirar dónde ni los impactos que causan es un indicador bastante notable.
Sabiendo esto, ¿cómo conjugamos un sistema que nos incita a cambiar
de dispositivo electrónico cada año, que nos recuerda que nuestra calidad de
vida depende de nuestro nivel de consumo y de nuestros viajes anuales a algún
destino lejano? Cuando no sea materialmente posible mantener el ritmo de
consumo energético —ni tan siquiera mediante el expolio de recursos ajenos
al que el capitalismo nos tiene tristemente acostumbradas— o cuando los mi-
nerales necesarios para el desarrollo de las renovables compitan también con
el desarrollo tecnológico, ¿qué y cómo priorizaremos? ¿Qué transporte será el
más imprescindible y qué apartaremos?
Pero también nos encontramos con los descensos en la disponibilidad
de agua, tan necesaria para la vida, para la agricultura e incluso para un sector
clave de nuestro país como es el turismo. ¿Qué ocurrirá cuando no haya sufi-
ciente para satisfacer la demanda? ¿Qué sector productivo dejaremos caer? O
lo que es aún más inquietante: ¿a quiénes se dejará caer?
La burbuja de la carne barata (y, en demasiadas ocasiones, también de
baja calidad) sabemos que es insostenible: ambientalmente, por el tremendo
impacto que los sistemas intensivos de producción tienen sobre la tierra, los
recursos, el agua… tanto en consumo como en generación de residuos inasu-
mibles para el sistema; socialmente, porque han ido desmantelando, y siguen
haciéndolo, el tejido productivo local y sostenible que, además, permite fijar
población al territorio, además de expulsar a quienes realizan otras activida-
des incompatibles con una fuente de residuos constante al lado; y nutricional-
mente, porque el modelo de dieta que la publicidad nos ha ido imponiendo
251 política
campaña tras campaña, abaratando costes a cuenta de nuestra salud, ha em-
pobrecido notablemente y alejado la reconocida dieta mediterránea de nuestra
alimentación diaria. Cuando estalle esta burbuja, cuando nuestro tejido pro-
ductivo haya desaparecido, ¿quién nos alimentará?
Y seguimos con dudas…, es imposible no tenerlas. Pero no solo eso, es
que es absolutamente necesario que, como izquierda, como comunistas, abor-
demos el gran debate que tenemos frente a nosotras y nos hagamos preguntas.
Hay que decirlo: tenemos miedo.
Miedo a que el decrecimiento suponga perder lo poco que tienen quie-
nes apenas llegan a mediados de mes. O que signifique perder más empleos y
ya no haya colchón familiar que nos sustente. Miedo a no tener acceso a los
servicios necesarios: salud, transporte, a que el ocio nos esté vedado. Miedo.
Sin embargo, como decíamos antes, la tozuda realidad se impone. Ya es-
tamos en un contexto de reducción de recursos. Y bien lo saben quienes no
quieren que abordemos este debate: cuando los alimentos están en mercados
de futuro, cuando el agua entra a cotizar en bolsa, cada vez que intentan abrir
una nueva mina para tratar de localizar minerales raros…, nos dicen que la
translimitación y el peak oil son una realidad que, inevitablemente, van acom- 21
pañadas de algún tipo de decrecimiento.
Por tanto, la cuestión clave no es decrecimiento sí o decrecimiento no,
sino qué tipo de decrecimiento, quién va a decrecer y, sobre todo, cómo lo va-
mos a hacer. La propuesta capitalista la conocemos bien: un decrecimiento al
servicio de nuevas transferencias de rentas del trabajo al capital, que permita
una mayor concentración de riquezas, gobernado por un puñado de corpora-
ciones sin atisbo de soberanía popular alguna y cuyos principales efectos ne-
gativos los paguen las de siempre: las empobrecidas, las desposeídas de todo.
El 71 % de las emisiones de CO₂ a nivel global proceden únicamente de
cien grandes empresas. Todas ellas hacen campañas sobre la importancia
de los actos individuales para combatir el cambio climático. Ninguna ha deja-
do de producir y generar beneficios económicos que se han quedado en muy
pocas manos ni tampoco han dejado de generar externalidades ambientales
que estamos pagando entre la mayoría. Esas mismas empresas y los gobier-
nos que las sustentan nos hacen creer que es posible una transición verde en
la que seguiremos consumiendo como hasta ahora, pero todo será eco y reno-
vable. Esto es lo que conocemos como greenwashing.
Pero saben perfectamente, y nosotros hemos de empezar a interiorizar-
lo, que esto no es respuesta alguna a la translimitación, al cambio climático, a
la crisis de biodiversidad ni a la crisis energética que enfrentamos. Es una ma-
niobra para consolidar el control de los recursos y del poder en esa transición
inevitable, en ese proceso de decrecimiento en el que estamos.
Ese decrecimiento en el marco capitalista no es una opción posible, al
menos no para nuestra clase, para la mayoría social de nuestro país, y mucho
251 política
menos para quienes habitan los países tradicionalmente expoliados y despo-
seídos de sus recursos.
Por lo que, para mantener un escenario (ya siento ser tan apocalíptica)
de exclusiones exponenciales, de desigualdades inéditas, en el que solo unos
pocos podrán acceder a los recursos necesarios para tener una vida digna y los
demás nos veremos abocados a la mera supervivencia, en una suerte de tran-
sición violenta a un mundo distópico (en el que muchas trabajadoras de paí-
ses empobrecidos ya viven), habrán de levantarse muchas más vallas, apostar
por medidas de contención, por represión violenta y por profundizar mucho
más en la farsa de la democracia neoliberal que aleja cada vez más la sobera-
nía del poder popular y las instituciones de las necesidades reales de la mayo-
ría de las personas.
¿Les suena? Lo encontramos, por ejemplo, en las bases de la política mi-
gratoria europea actual y es la salida ecofascista que proponen fuerzas como
la que representa Marine Le Pen, que ya hablan abiertamente de que los recur-
sos están agotándose y no hay para todos. Y que, por tanto, hay que blindarse
frente a los otros, los de fuera, las víctimas del expolio de años.
22 ¿Se imaginan cuando haya zonas enteras inundadas en los países y de-
saparezcan ciudades, tierras cultivables, posibilidad de trabajar
? ¿Qué hare-
mos? ¿Y cuando haya zonas convertidas en verdaderos desiertos? ¿Cuando las
pandemias, consecuencia de la devastación de ecosistemas para mantener un
agronegocio insostenible, sean el pan de cada día? ¿Cómo parar una catástro-
fe humanitaria a ese nivel?
Pues este escenario no hay que imaginarlo, es el que ya sufren millones
de trabajadoras en muchos países… y la respuesta tampoco es —como decía-
mos— la que se les está dando a las refugiadas climáticas, a los migrantes eco-
nómicos: necropolítica, violencia, represión, militarización…
En ese escenario, lamentablemente, la máxima aspiración para la inmen-
sa mayoría de nuestra clase se ve reducida a la mera supervivencia física, a te-
ner que elegir entre calentar la casa o comer…
Tenemos los datos y los análisis, pero hemos de encarar el problema con
tranquilidad y sin pausa. Entendiendo que existe una alternativa, que el de-
crecimiento es la única salida, pero que podemos elaborar una transición que
no solo garantice el acceso a lo necesario para todas —incluidas las que hasta
ahora tampoco lo han tenido.
Pero, para ello, lo primero que tenemos que hacer es combatir los miedos
que nos genera y los que nos quieren incorporar.
Que hemos de decrecer en términos globales el consumo de recursos na-
turales y de energía es una realidad inapelable. Pretender que se haga de igual
manera entre quienes nos han traído hasta esta situación, enriqueciéndose de
camino, y quienes estamos pagando las consecuencias de un sistema devora-
dor de recursos y personas es increíblemente perverso. Por eso, nuestra pro-
251 política
puesta de decrecimiento ecosocialista lleva inexorablemente como principio
la redistribución radical de la riqueza.
Que hemos de decrecer en términos materiales nuestra economía e in-
dustria es evidente. ¿Toda por igual? Claro que no, hemos de priorizar, deci-
dir qué y qué no es indispensable para la vida. Conocer los límites biofísicos
del planeta y decidir con ello qué crece y qué decrece. Por poner un ejemplo
extremo (o quizá no tanto), ¿tendríamos dudas entre usar el petróleo y sus
derivados para material quirúrgico o usarlo para comprar cualquier cacha-
rrito que no necesitamos y que se rompe en tres días? Por eso, nuestra pro-
puesta de decrecimiento ecosocialista conlleva una democratización radical
de la economía.
Llevamos años avanzando en tecnología, con niveles de crecimiento ma-
croeconómico desconocidos en otros momentos de la historia, con beneficios
crecientes para las grandes corporaciones y, sin embargo, con una protección
laboral y social decreciente. Cada vez trabajos más precarios, con peores con-
diciones y mal remunerados. Los Estados siguen sin dar respuesta a la necesi-
dad de cobertura social para garantizar la ruptura de la brecha de género y la
fractura de cuidados. 23
Nuestro modelo de decrecimiento tiene que enfrentar también el cambio
de modelo de relaciones laborales y de cuidados. Recuperar el viejo lema, con
más vigencia que nunca, de trabajar menos para trabajar todas.
¿Habrá pérdida de empleos? En algunos sectores, sin duda.
¿Habrá ganancia de empleos? En algunos sectores, sin duda.
¿Trabajar menos y mantener salarios? El horizonte posible y necesario.
La reducción de la jornada laboral, además de ser un principio básico para
la emancipación de la clase trabajadora, disminuiría la producción de bienes
y la saturación de mercados. ¿Qué sentido tiene, en términos sociales y am-
bientales, el exceso de producción? El único sentido es, netamente, buscar el
beneficio económico de unos pocos a los que no les importa nada qué ocurra
con el resto de sociedad ni con las generaciones venideras.
Ajustar la producción a las necesidades sociales, en el marco estricto de los
límites biofísicos del planeta y en el de la adaptación a los cambios medioam-
bientales ya irreversibles, es una necesidad impostergable y urgente.
¿Y esto es compatible en un sistema capitalista donde la médula es el li-
bre mercado, un sistema basado precisamente en el crecimiento infinito? Cla-
ramente no.
El ecologismo social ha asumido de manera clara y contundente que este
sistema no es compatible con la vida. Ahora a la izquierda nos toca asumir
que o hay cambio de sistema, desde la perspectiva del decrecimiento, plani-
ficando desde lo público y lo común, con la redistribución de la riqueza, una
democratización radical y garantizando la protección de la mayoría social y
especialmente de los más vulnerables, o será el capital el que diseñará ese de-
251 política
crecimiento a hombros de ideologías neoliberales, xenófobas y racistas, garan-
tizando el statu quo de quienes ya son dueños de prácticamente todo y dejando
en la cuneta a los demás.
Dicho de otra manera, o decrecemos juntas o nos decrecerán por separado.
¿Qué necesitamos para enfrentar un cambio de paradigma económico,
social y ambiental como el que debemos abordar con urgencia?
Para ello son necesarias políticas distintas a las que han venido ofrecién-
dose desde las políticas más o menos verdes del capitalismo de rostro amable,
pero que no es otra cosa que maquillaje verde de las políticas habituales de
competencia y crecimiento. Necesitamos políticas valientes que desde lo pú-
blico y desde lo común nos lleven a redistribuir la riqueza a través de impues-
tos ambientales, a planificar la necesaria reconversión industrial. Necesitamos
también políticas de transporte, de servicios públicos, de producción-distribu-
ción-consumo radicalmente diferentes. La clave es producir lo que necesitamos
como sociedad, siendo la mayoría social la que priorice qué es lo que necesi-
tamos y abandonando de una vez por todas el dogma de mercado de inventar
nuevas necesidades para producir más.
24 Esto es fundamental, hemos de hacerlo teniendo muy clara la vocación
democrática: esta planificación ha de ser hecha no solo para, sino por la pro-
pia sociedad. Y aquí sí, el papel y la responsabilidad de los pueblos es indis-
cutible: quién, cómo, cuándo y cuánto se decrece tendrá que ser planificado
meticulosamente por políticas hechas por la clase que en primer lugar y ma-
yoritariamente va a sufrir las consecuencias del cambio climático y la reduc-
ción de recursos. Asumiendo además que los cambios habrán de ser de raíz.
Una sociedad basada en otro modelo de relaciones económicas y labora-
les. Ajustando los usos a la capacidad de carga del sistema, mientras cubrimos
las necesidades de nuestra sociedad: la de aquí y ahora, la de allí y mañana.
Cuando Karl Marx escribió la famosa frase «El capitalismo lleva en su
seno el germen de su propia destrucción», no estaría pensando en la situación
de colapso ecológico y social a la que estamos asomados ahora mismo. Aun-
que hemos de reconocer que pocas frases dicen tanto en tan poco. Este siste-
ma, basado en la explotación de la clase trabajadora, en la apropiación de los
cuerpos y el tiempo de las mujeres y en la absoluta depredación de los recur-
sos naturales, basado también en el crecimiento infinito en un mundo finito,
lleva, en sí mismo, el germen de la destrucción.
Lo urgente ahora es diseñar un socialismo que lleve, en sí mismo, el ger-
men de un futuro sin fecha de caducidad.
251 política
El movimiento a favor
del decrecimiento
Joaquim Sempere *
É rase una vez una región llamada Europa, pequeña, muy dividida política-
mente, de gran vitalidad cultural y económica, que empezó a expandir-
se por todo el mundo. De esta expansión y de otras causas —en particular,
la desposesión de pequeños campesinos de sus tierras en la propia Europa—
obtuvo enormes acumulaciones de riqueza en pocas manos que empezó a ad-
ministrar con mentalidad mercantil. Del resto del mundo obtuvo no solo el
oro y la plata que agilizaron la circulación de dinero, sino también otras mu-
chas riquezas gracias al aprovechamiento de una naturaleza pródiga y a la ex-
plotación de mano de obra esclava en plantaciones y minas. Como resultado
de todo ello, se implantó en esa región un sistema económico de gran dina-
mismo, movido por la codicia de unas minorías ambiciosas. Este sistema, el
capitalismo, convertía la codicia en regla incorporada a las estructuras econó-
micas. La búsqueda del máximo beneficio dejaba de ser solo un impulso psi-
cológico y se convertía también en un imperativo estructural: la economía ya
no obedecía principalmente a las demandas y necesidades espontáneas de las
poblaciones, sino a una dinámica impersonal de acumulación y crecimiento.
* Estudios de Filosofía y Sociología. Fue miembro del CC del PCE y del CE del PSUC entre 1972
y 1980, publicó en Realidad y en Nuestra Bandera durante aquellos años y dirigió Nous Horit-
zons de 1975 a 1980. Fue traductor y luego profesor de Sociología en la Universidad de Bar-
celona de 1992 a 2011 (año en que se jubiló). Socio fundador del Coŀlectiu per un Nou Model
Energètic i Social Sostenible (CMES), dedicado a promover las energías renovables. Ha es-
crito, entre otros libros, El final de la era del petróleo barato (coord. con Enric Tello), Mejor con
menos y Las cenizas de Prometeo. Transición energética y socialismo (2018).
251 política
Paralelamente, la ebullición cultural de esas sociedades empujaba a buscar
mejoras en la producción de alimentos, en la higiene y en el cuidado de la sa-
lud. La población empezó a crecer. Esta dinámica tuvo lugar no solo en Euro-
pa —especialmente la occidental—, sino también en América del Norte y las
«otras Europas», y en el Japón.
251 política
El capitalismo, sin embargo, impuso otra gestión de los tiempos. Había que
intensificar las cosechas y la cría de ganado para alimentar a una población
que crecía exponencialmente desde el siglo XVIII. Y había que hacerlo a la vez que
se expulsaba a masas crecientes de trabajadores del campo para emplearlos
en las nuevas industrias en expansión, en administraciones más complejas y en
ejércitos que aseguraban las conquistas coloniales. El problema se resolvió con
fertilizantes extraídos del subsuelo, con maquinaria y más tarde con produc-
tos químicos para combatir plagas que, además, permitían evitar el barbecho
y obtener de la tierra una producción permanente. En conjunto, la agricultura y
la ganadería se sometieron cada vez más a la dinámica de crecimiento incesan-
te que el sistema requería —pues se gestionaban cada vez más según los ba-
remos propios del capitalismo.
Obsérvese que tuvo lugar una doble fractura metabólica, en el modelo
energético y en el agroalimentario. De un modelo energético renovable, con
energías de flujo basadas en la radiación solar (leña, fuerza muscular animal y
humana, viento, corrientes de agua), se pasó a depender de manera creciente
de un modelo no renovable basado en la quema de combustibles de stock del
subsuelo. La agricultura, por su parte, pasó también a depender de recursos no 27
renovables: fertilizantes químico-minerales, maquinaria movida por combusti-
bles fósiles y agroquímicos procedentes también de la corteza terrestre, todos
ellos fuertemente dependientes del uso de petróleo. El resultado conjunto de
la combinación de estos factores fue una abundancia material sin precedentes
en la historia humana y un gran crecimiento de la población mundial. La gen-
te se acostumbró a esa abundancia hasta no concebir la vida sin ella: las pri-
meras naciones industrializadas marcaron la pauta. El resto del mundo tomó
como objetivo alcanzar el tipo de civilización material de Occidente y gozar
también de esa abundancia. La historia de esos doscientos años de industria-
lización basada en combustibles fósiles estuvo marcada por conflictos bruta-
les, tanto los provocados por el colonialismo y su continuación neocolonial
como los derivados de las rivalidades entre las grandes potencias, con guerras
coloniales, dos guerras mundiales y, actualmente, un estado de guerra semi-
permanente repartida por distintos territorios en el mundo entero.
Pero hete aquí que se descubre que la quema masiva de combustibles fósiles
no podrá continuar indefinidamente —sus reservas se agotarán en la segunda
mitad de este siglo— y además provoca el calentamiento de la atmósfera y un
cambio climático preñado de amenazas para la humanidad. Ahora bien, ningu-
na sociedad humana puede vivir sin energía exosomática, de modo que resulta
251 política
obligado el paso a un modelo energético sin combustibles fósiles; y las nuevas
fuentes de energía solo pueden ser las renovables (pues la energía nuclear del
uranio resulta demasiado peligrosa para la salud). El círculo se cierra: de re-
pente nos damos cuenta de que debemos volver a las energías renovables de
nuestros antepasados.
Con algunos cambios importantes. Los saberes científico-técnicos nos han
dado el control de una forma de energía antes incontrolada: la electricidad. Y
nos facilitan nuevos medios para captar las viejas formas de energía de siempre:
radiación solar, viento, mareas, energía muscular animal (incluida la humana)
y otras. Por ejemplo, del viento y de la luz solar podemos obtener ventajas an-
tes desconocidas, como la electricidad. No obstante, este «retorno al pasado»
no va a ser fácil tras habernos acostumbrado a la superabundancia de stocks de
carbón, petróleo y gas. Con las renovables tendremos que depender de ener-
gías de flujo, con las que cuesta mucho obtener potencias elevadas (y por tanto
cuesta mucho mover grandes pesos, alcanzar altas velocidades u obtener ele-
vadas temperaturas) y cuesta mucho almacenar la energía para usarla cuando
nos convenga (como hoy hacemos fácilmente con los stocks de combustibles
28 fósiles). La inevitable transición energética a un modelo 100 % renovable, pues, va
a obligarnos a adoptar cambios muy importantes en nuestras maneras de vivir.
Las energías renovables modernas, como las antiguas, son inagotables.
Pero para captarlas y poder usarlas en nuestro provecho necesitamos espacio y
artefactos captadores. Y esos artefactos captadores consumen grandes cantida-
des de metales, algunos de ellos poco abundantes en el subsuelo de la Tierra.
Todo esto dibuja un futuro lleno de incertidumbres que, de entrada, sugiere la
necesidad de administrar con suma prudencia y moderación nuestros recur-
sos naturales. Hay ya muchas estimaciones sobre las reservas de metales en
la corteza terrestre que señalan perspectivas de escasez no solo de los com-
bustibles fósiles, sino también de muchos minerales metálicos y no metálicos.
Concretamente, algunos estudios señalan que, si con renovables se quisiera
disponer de las mismas cantidades de energía que hoy usamos, se agotarían
en pocos decenios muchos de los materiales con los que fabricamos los aero-
generadores, las placas fotovoltaicas, las redes eléctricas, los dispositivos di-
gitales, las baterías, los aparatos de electrólisis y otros artefactos necesarios
para desarrollar un nuevo modelo energético. Estamos hablando del cobre, co-
balto, níquel, litio, niobio, galio, indio, disprosio, platino y otros metales que
se usan en aerogeneradores y placas fotovoltaicas, o en baterías y electrólisis
para obtener hidrógeno verde.
Si a esto añadimos que nos encaminamos a una población mundial su-
perior a la actual y con unas demandas industriales crecientes (para alcanzar
el nivel de los países más ricos, que actúan como modelo a imitar), se dibu-
ja un futuro en el que la especie humana deberá —para sobrevivir— reducir
su dependencia de los recursos naturales, disminuir su consumo de energía y
251 política
materiales y transformar sus técnicas para conseguir los bienes y servicios ne-
cesarios para vivir —para vivir una vida materialmente más austera que la ac-
tual, pero humanamente viable— con insumos muy inferiores de recursos de
la Tierra. Esto significa detener el crecimiento económico y reducir los consumos
exagerados de hoy. En lo esencial, este fue el diagnóstico y la propuesta del es-
tudio de Donella Meadows y colaboradores titulado Los límites del crecimiento,
encargado por el Club de Roma y publicado en 1972. Puede formularse tam-
bién así: decrecer al menos hasta alcanzar una huella ecológica de la humani-
dad compatible con la capacidad de la Tierra de darnos medios para una vida
humana aceptable. Y una vez alcanzado un cierto equilibrio entre población
y recursos, mantener sistemas económicos sin crecimiento o de estado estacionario.
Estos son los parámetros que obligan a asumir el decrecimiento como objeti-
vo ineludible y urgente.
251 política
En España una figura señera de esta tendencia es el sociólogo valenciano
Ernest Garcia, con un extenso y sólido historial de pensamiento ecologista que
entronca con las visiones más pesimistas de la crisis ecosocial. Garcia se hizo
eco desde muy pronto de las advertencias sobre el pico del petróleo y difun-
dió a los autores del colapso, tanto aquellos, como R. C. Duncan con su «teo-
ría Olduvai», que predicen una regresión civilizatoria como otros que ven en el
colapso una transición a una sociedad «a escala humana» (Howard y Elisabeth
Odum). Se trata de posiciones que, sin proponer siempre salidas, subrayan la
imposibilidad del crecimiento indefinido y señalan, por consiguiente, la inevi-
tabilidad de una u otra forma de decrecimiento. «Colapso», en este contexto,
no implica siempre hundimiento catastrófico de la sociedad en general, sino
de la actual forma de sociedad, con pérdida de la complejidad y reducción del ta-
maño de la economía, con menos uso de energía y recursos naturales. Puede
consistir en redimensionar las comunidades humanas conservando elemen-
tos de orden y civilización bajo parámetros simplificados, y puede resultar de
programas conscientes y deliberados más o menos controlados.
Hay que mencionar también las posiciones de quienes alertan contra las
30 ilusiones generadas por las energías de fuentes renovables. Hay quienes creen
que el modelo energético fosilista puede ser fácilmente reemplazado por un
modelo renovable, de tal manera que la sociedad industrial pueda proseguir
su curso sin grandes cambios. Frente a ellos, algunos estudiosos (en España
Antonio Turiel, Carlos de Castro, Pedro Prieto, entre otros) han llegado a la
conclusión de que esto no sería viable. Los estudios sobre reservas de minera-
les metálicos en la corteza terrestre sugieren que sería imposible disponer de
la cantidad desorbitada de energía que se usa en el mundo actual, porque los
captadores eólicos y fotovoltaicos requerirían cantidades inmensas de meta-
les que superan las reservas conocidas, como ya se ha dicho.
Latouche admite que las sociedades desarrolladas actuales no están pre-
paradas para un decrecimiento voluntario. Por eso no confía en partidos polí-
ticos para este objetivo y propone puntos programáticos que puedan asumir
las organizaciones existentes. Entre estos puntos cita: 1) una huella ecológica
igual o inferior a un planeta; 2) relocalizar, reducir costes de transporte, im-
poner ecotasas a los vehículos; 3) agricultura ecológica y campesina, con ali-
mentos locales y estacionales; 4) transformar los avances en productividad en
tiempo libre y en más puestos de trabajo; 5) impulsar los bienes relacionales,
como el saber, el arte, la participación en la vida social y política; 6) reducir el
uso de energía y pasar a las renovables; 7) penalizar la publicidad comercial;
8) moratoria en la innovación tecnocientífica (ITER, transgénicos, tren de alta
velocidad, autopistas, aviación, etcétera) y reorientación adecuada de la misma.
Se ha echado en cara a los decrecentistas que sus propuestas solo tienen
sentido para los países desarrollados ricos. Pero Latouche propone a las socie-
dades subdesarrolladas, con gran énfasis, que no se dejen seducir por el señue-
251 política
lo del «progreso» y el «desarrollo», que en realidad ha servido para someter esas
sociedades a nuevas formas de colonialismo económico y espiritual, a un sa-
queo ecológico gigantesco y a formas muy peligrosas de dependencia respecto
de los países ricos. Afirma que tampoco en los países subdesarrollados el cre-
cimiento es solución, aunque parezca lo contrario. Solo tendrían que crecer al-
gunas variables orientadas al bienestar social y habría que priorizar economías
autocentradas y autosuficientes basadas en la protección de los ecosistemas
locales y en técnicas simples adaptadas a los problemas y a los recursos locales,
introduciendo gradualmente técnicas más sofisticadas ecológicamente sosteni-
bles y económicamente viables. Una cuestión importante es huir del mimetis-
mo respecto de los países ricos y construir modelos propios de referencia con
aspiraciones austeras a satisfacer con suficiencia las necesidades básicas res-
petando los ecosistemas locales. En Haití, Jean-Bertrand Aristide, presidente
democráticamente elegido en tres ocasiones entre 1991 y 2004, lo formuló así
para su país: «Pasar de la miseria a una pobreza digna».
Jorge Riechmann es uno de los ecologistas españoles que más han com-
batido las ilusiones del crecimiento. Para él, hemos entrado ya en «el siglo de la
Gran Prueba». Propone un «ecosocialismo descalzo», que presenta más como 31
una guía para reconstruir algo habitable sobre las ruinas que como un progra-
ma que pueda servir para armar un movimiento propositivo de lucha. Y más
que fórmulas políticas, busca fomentar una nueva espiritualidad que en su mo-
mento sirva para esa reconstrucción.
Estas posiciones expresan un rechazo del desarrollismo y del culto al pro-
greso tecnoindustrial y una búsqueda de nuevos valores frente a la acumulación
de capital, la mercantilización y la homogeneización mundial como plasma-
ción de un supuesto universalismo ético y político. Este rechazo se asocia a
veces, entre los decrecentistas, con el rechazo de la tradición racionalista ilus-
trada; pero creo que hay unos márgenes más que suficientes para asumir ese
rechazo sin renunciar a esa tradición, de la que hay otras versiones (como la
que formula la filósofa catalana Marina Garcés en Una nueva ilustración radical).
Latouche, buen conocedor de algunas sociedades africanas, relaciona su
toma de posición decrecentista con un viaje suyo a Laos en los años sesenta,
donde conoció una sociedad no desarrollada, agraria, que vivía en armonía con
el medio ambiente natural, sin aspiraciones prometeicas a la abundancia, al
crecimiento económico y a la velocidad, que vivía sin prisas, que se contentaba
con poco. No propone para Europa lo que le sedujo en Laos, sino una frugali-
dad europea viable a partir de nuestra realidad y nuestra historia. No recha-
za tampoco el progreso técnico en su conjunto, sino que propone la adopción
selectiva de sus mejoras. El decrecentismo, como otras corrientes críticas de
la modernidad, nos interpela sobre el sentido de un sistema social que ha im-
puesto un orden de prioridades peculiar: enriquecernos materialmente, domi-
nar, poseer, acumular, vivir deprisa.
251 política
Durante años el lema decrecimiento fue visto con desconfianza incluso
por buena parte del ecologismo. Entre quienes confiaban en la acción políti-
ca, se creía que era un lema desmotivador y desmovilizador. Los sindicalistas
lo rechazaban por su aparente incompatibilidad con la creación de puestos de
trabajo y, por tanto, como creador de paro. Pero en menos de un decenio los
signos de catástrofe han ido tomando tal verosimilitud que no solo ya no sus-
cita reservas, sino que va siendo asumido cada vez por más personas y colec-
tivos. En 2015, el propio papa Francisco, en su encíclica Laudato si’, afirmaba
que se trata de detener la marcha, poner límites, incluso volver atrás y «aceptar
cierto decrecimiento» (§ 193). Me atrevo a decir que, entre quienes rechazan las
trampas e ilusiones del «capitalismo verde», el decrecimiento —en una u otra
de sus expresiones— aparece como un horizonte cada vez menos discutible.
32
251 política
Repensar la economía
en la crisis ecosocial.
Esbozos para una transición
ecosocialista
Santiago Álvarez Cantalapiedra
Doctor en Economía. Director de FUHEM Ecosocial.
Director de la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global
E stamos ante una crisis sistémica, general o de civilización, una crisis de ca-
rácter multidimensional que es ecológica, social y económica y que afecta
a los planos biofísico, productivo y reproductivo. Muchos de los acontecimien-
33
251 política
2. El calentamiento global viene acompañado de un aumento de la frecuen-
cia e intensidad de los eventos climáticos extremos (olas de calor, sequías,
inundaciones, ciclones, etcétera), con unos efectos ecológicos y sociales
asociados que obligan a que la transición tenga que contemplar entre sus
objetivos la adaptación rápida a un clima cambiante en unas condicio-
nes mucho menos favorables que las que hemos disfrutado en los últi-
mos doce mil años.
251 política
to y reproducción. Esa visión más amplia nos facilita detectar las contradic-
ciones y luchas que se desarrollan en su seno y que no serían bien percibidas
ni comprendidas por enfoques o miradas más parciales. Una visión ampliada
del capitalismo solo es posible a través de un enfoque inclusivo o integrador
(Álvarez Cantalapiedra et al., 2012).
Dependiente
Población Consumo
Trabajo Consumo de reproducción clase
propietaria
Mercantil
Doméstico Asalariado
Desposesión Reposición
y privatización
recursos
M Producto M
y funciones social
ambientales Apropiación privada
Excedente
Privados
Domésticos Mercantil
Inversión
Amortización
MP
Riqueza
Consumo suntuario
Ociosa
251 política
En esta representación de la actividad económica se puede observar la es-
pecificidad del sistema de aprovisionamiento capitalista. Ahí vemos el marcado
protagonismo que en este peculiar sistema de aprovisionamiento adquiere la
esfera mercantil a través de dos tipos de mercado: 1) un mercado de insumos
para la producción (M1) y 2) un mercado de bienes de consumo final para la
población (M2). Las otras esferas mencionadas —el ámbito doméstico, el co-
munitario de los comunes o el Estado— se encuentran implícitas o relegadas
en el capitalismo a un segundo plano, nunca anuladas en cuanto que resultan
necesarias para la reproducción económica, pero sí subordinadas y relegadas,
sin ocupar nunca el centro del escenario.
Ese protagonismo de la esfera del mercado solo se entiende a partir de
otros dos rasgos que han definido el capitalismo desde sus orígenes, cualquie-
ra que haya sido su forma histórica: la existencia de la propiedad privada y de
una fuerza de trabajo libre. Que la propiedad de los medios de producción sea
privada conlleva una división de clase entre los propietarios y los producto-
res. La existencia de una fuerza de trabajo libre ha de entenderse en un doble
sentido: primero en cuanto a su condición jurídica (pues no se trata de traba-
36 jo esclavo o servil); y segundo, en cuanto a que está libre (en su acepción de
exento) del acceso a los medios de producción, incluidos los derechos consue-
tudinarios de las tierras y otros recursos comunes que pudieran servir como
medios de subsistencia.
Ambos rasgos son los que conceden un protagonismo inusitado al primer
tipo de mercado, que hemos denominado M1; un mercado que representa has-
ta cierto punto una anomalía en la historia de los sistemas de aprovisionamien-
to. Esta anomalía es la originalidad propia de este sistema que denominamos
capitalismo. Privados los productores de los recursos y los derechos consue-
tudinarios por la privatización de los medios de producción y subsistencia, el
capitalismo utiliza los mercados para asignar el trabajo, los bienes inmuebles,
los bienes de capital, la tierra, las materias primas y el crédito. Los mercados,
en cuanto institución, existían con anterioridad al capitalismo, pero mayori-
tariamente como mercados de bienes y servicios finales (M2), y apenas como
mercados de insumos (M1).
Otra cuestión trascendental es quién se apropia del excedente y en qué
se emplea. El excedente es esa parte del producto social que excede a la que se
necesita para reabastecer lo que se ha usado en el transcurso de un ciclo de
actividad. Como muestra el esquema, en el capitalismo quien se apropia del
excedente es la clase propietaria y esa clase es la que decide sobre su uso, de-
terminando de esa forma dónde se invierten las energías colectivas y, por ende,
las cuestiones fundamentales acerca de cómo viven las personas en esa socie-
dad (es decir, de qué bienes disponen, en qué cuantía, con qué equilibrios en-
tre su empleo y la vida familiar, entre el ocio y otras actividades, etcétera). En
consecuencia, la deliberación sobre la buena vida o qué vida es la que merece
251 política
la pena ser vivida queda sustraída al conjunto de la sociedad en la medida en
que quienes deciden sobre tal particular son aquellos que se apropian y deci-
den sobre el uso del excedente.
Y finalmente, el uso del excedente como inversión está dirigido a la expan-
sión del capital. La satisfacción de las necesidades, en el caso de que se dé, única-
mente es el resultado de un esfuerzo indirecto, algo así como un efecto colateral,
porque el imperativo dominante en este sistema que llamamos capitalismo es la
acumulación del capital. Así pues, nos encontramos con la paradoja de un siste-
ma de aprovisionamiento que no se plantea como objetivo explícito cubrir las
necesidades humanas. Su objetivo, como señala Wallerstein (1988), es asocial y
su único imperativo es la acumulación incesante de capital (¡acumulad, acumu-
lad, malditos!), convertida en el motor de un sistema impersonal orientado por
la lógica del lucro privado que genera un «proceso autoexpansivo por el cual se
constituye a sí mismo en el sujeto de la historia, desplazando a los seres huma-
nos que lo han creado y convirtiéndolos en servidores suyos» (Fraser, 2020, p. 19).
La dinámica capitalista, animada por la acumulación de dinero converti-
do en capital o que aspira a serlo, no solo tiende a autonomizarse de la socie-
dad desanclándose de las necesidades humanas al tener por único objetivo o 37
intento primordial su propia autoexpansión, sino que además, en la medida
en que esto sucede, se revela incapaz de concebir que esa expansión pueda te-
ner algún límite. La acumulación de capital es la tendencia sin término y sin
medida para superar su propio límite y de ello se deriva que tampoco entien-
da de límites sociales y naturales.
Pero los límites físicos y sociales existen. El capitalismo, sin embargo, los
percibe como obstáculos que hay que remover y que exacerban sus tendencias.
Lo señala Chesnais (2009): «Estamos ante un sistema que incluso cuando está
confrontado a la sobreacumulación y a la sobreproducción, a una situación
donde la masa de plusvalía producida por las empresas no puede ser realizada,
no por ello deja de manifestar su ilimitada sed de plusvalía. Los obstáculos en-
contrados no hacen sino exacerbarla. Es lo que nos enseña la crisis ecológica».
Ante las constricciones físicas y las contradicciones sociales, el capitalismo de-
jado a la libre iniciativa de sus propios intereses no encuentra más respuesta
para el restablecimiento de su funcionamiento ordinario que sortear aquellos
obstáculos imponiendo la privatización y la mercantilización de los bienes y
servicios que se ofrecen desde otros ámbitos de abastecimiento ajenos a su
lógica (Estado, esfera doméstica y de los comunes o ámbito de la propiedad
comunal de los recursos sociales y naturales), relegando y subordinando esos
ámbitos a su propia dinámica.
Solo desde un enfoque inclusivo o integrador es posible percibir que la
capacidad histórica que ha mostrado el capitalismo para cambiar, ampliar y de-
sarrollar su propia estructura ha tenido que ver con la forma en que se inser-
ta en los sistemas sociales y naturales de los que forma parte. Esa articulación
251 política
ha provocado una doble fractura a lo largo de su historia que explica la natu-
raleza de la crisis ecosocial en la que estamos (Álvarez Cantalapiedra, 2019).
251 política
o países del Sur, marcados por una historia colonial y una inserción subordi-
nada a los centros de la economía mundial, los mecanismos de apropiación y
explotación se han prolongado por distintas vías hasta nuestros días, hasta el
punto de que ni siquiera hoy se garantizan unas condiciones de vida decentes
a sectores amplios de la población.
La dislocación social, como señaló Polanyi (1989), se ve acentuada como
consecuencia de los procesos de mercantilización espuria (o de tratamiento
como mercancías de ámbitos que no lo son) y lleva aparejada como resultado
la disolución en las gélidas aguas del cálculo mercantil de los vínculos socia-
les y de las instituciones tradicionales que otorgan seguridad y protección a la
gente. Esta sustitución de vínculos fraternos, de relaciones de vecindad y apo-
yo mutuo por relaciones mercantiles terminará socavando no solo las bases
comunitarias de una sociedad, sino también las condiciones necesarias para
la reproducción del propio sistema económico.
La fractura social —al igual que la metabólica— ha adoptado formas di-
versas según las fases por las que ha evolucionado el capitalismo a lo largo de
su historia, hasta provocar en la actualidad lo que conocemos como crisis glo-
bal de cuidados. 39
251 política
sis de los años setenta del siglo XX precipitó el comienzo del orden neoliberal o
«segunda hegemonía financiera». La Gran Recesión, que se desencadena en el
año 2008, representa el inicio del tránsito hacia un orden emergente cuya suer-
te aún está por decidir y definir.
Cada orden social representa una configuración de poder definida por
los juegos de dominación y de compromiso entre clases y fracciones de clase;
refleja, por tanto, una determinada estructura social y un discurso ideológico
hegemónico que inspira y justifica las políticas y las intervenciones públicas.
Pero también cada orden social refleja modalidades específicas de apropiación
y expropiación de los recursos naturales y mecanismos específicos de repro-
ducción social. Por último, en cada orden las contradicciones de la sociedad ca-
pitalista adquieren un aspecto concreto incitando diferentes luchas para cada
etapa. La siguiente tabla sintetiza los aspectos sobre los que interesa centrar la
atención para comprender bien lo que ha significado cada uno de los sucesivos
órdenes sociales. Esos aspectos son los siguientes: 1) la cuestión distributiva;
2) los principales mecanismos a través de los que se efectúa la apropiación de
los recursos naturales; y 3) la institucionalización de las condiciones —socia-
40 les y políticas— que posibilitan la reproducción social.
Globalización,
Apropiación Relaciones neocoloniales
Colonialismo financiarización
de la naturaleza centro/periferia
y privatización
251 política
tensiones distributivas se aliviaron por el incremento de la productividad y gra-
cias a la intervención y la mediación del Estado, principalmente en sus funcio-
nes redistributivas; el suministro de recursos quedaba garantizado mediante la
implantación de unas relaciones centro/periferias favorables a las viejas metró-
polis tras el proceso descolonizador; y la reproducción social empezó a ser com-
partida entre los hogares y el Estado a través de la instauración de un «salario
familiar» y el desarrollo, al menos en las sociedades occidentales, de un estado
de bienestar. Bajo el orden neoliberal, por su parte, se acentuaron en el plano dis-
tributivo las tensiones «entre» e «intra» clases (los niveles de desigualdad se ase-
mejan a los de la Gran Depresión, pero con la diferencia de que no se muestran
únicamente entre propietarios y trabajadores, sino que se extienden también al
interior de los asalariados entre cuadros y clase trabajadora; asimismo, se acen-
túan las tensiones intercapitalistas entre el capital financiero y el productivo);
la globalización y la financiarización permiten acceder a los recursos naturales y
a la fuerza de trabajo de cualquier zona del mundo; y, en el plano reproductivo,
se pasa a un régimen de bienestar dual: por un lado, ya no basta con el salario
del cabeza de familia y se adopta la fórmula de la «familia con dos proveedores»,
lo que empuja a las mujeres —a las que tradicionalmente se les atribuía el pa- 41
pel de «amas de casa»— a convertirse masivamente en fuerza de trabajo asala-
riada; por otro lado, la privatización de los servicios públicos obliga a adquirir
toda o parte de la educación, de la salud o del cuidado de las familias en la esfe-
ra mercantil. El régimen de bienestar se convierte entonces en dual: mercantili-
zado para los que se lo pueden pagar y reducido al ámbito privado del hogar y a
un Estado residual para los que no dispongan del suficiente poder adquisitivo.
Si la globalización y la financiarización han supuesto que en esta etapa
neoliberal el capitalismo adquiera una escala mundial y que la fractura meta-
bólica se extienda por todo el planeta provocando una crisis ecológica global, el
régimen de bienestar dual ha ocasionado la actual crisis de cuidados. El progre-
sivo envejecimiento de la población y los cambios demográficos que experi-
mentan las sociedades occidentales, unido al cuestionamiento del papel del
Estado en la provisión del bienestar social y a las dificultades que encuentran
las mujeres para insertarse en el mundo laboral, teniendo que soportar dobles
jornadas de trabajo para poder responder a las responsabilidades tanto profe-
sionales como familiares, han provocado una profunda crisis de cuidados que
tiene además una dimensión internacional a través del alargamiento de las «ca-
denas globales de cuidados».
La crisis ecosocial, resultante de la combinación de la ecológica con la de
cuidados, expresa hasta qué punto se tensan en la fase actual del capitalismo
las articulaciones entre las esferas productiva y reproductiva. Y es que, aunque
el capitalismo alberga múltiples contradicciones, la más evidente en la actua-
lidad surge del hecho de que su funcionamiento socava las bases de su repro-
ducción. El capital necesita determinadas condiciones sociales y ambientales
251 política
para proseguir con su senda de acumulación y, al mismo tiempo, esa tendencia
a la acumulación ilimitada socava los procesos de reproducción social y ecoló-
gica sobre los que asienta sus cimientos.
Esa contradicción no anula ni desplaza otras contradicciones internas
que desestabilizan al capitalismo con crisis recurrentes, pero nos obliga ahora
a poner la atención no solo en sus componentes internos, sino, sobre todo y
especialmente, en la interacción con las condiciones primordiales —externas
al propio sistema económico— que posibilitan su reproducción; asimismo, nos
muestra que es en esas fronteras entre el sistema económico y la esfera repro-
ductiva y los sistemas naturales donde en mayor medida se están desplegan-
do hoy las luchas más relevantes (por el derecho a la vivienda, por la asistencia
sociosanitaria, las luchas feministas por la corresponsabilidad en los cuidados,
las ecologistas por los comunes, el agua, la calidad del aire, la tierra o la defen-
sa de la biodiversidad).
En este escenario de crisis ecosocial plagado de múltiples manifestaciones
(pandemia incluida) es en el que emerge hoy un nuevo orden social. Un orden
emergente que arranca de la Gran Recesión provocada por la crisis del neolibera-
42 lismo iniciada en el año 2008 y que aún no presenta unos contornos definidos,
pero en el que empiezan a despuntar como rasgos característicos los siguientes:
1) un cierto reequilibrio entre mercados y Estados, lo que influirá decisivamen-
te en la cuestión distributiva; 2) un retroceso de la hiperglobalización de la dé-
cada de los noventa del siglo pasado y un avance del nacionalismo económico
que, unido a la creciente pugna por los recursos estratégicos escasos y por las
exigencias derivadas de la creciente profundización de la digitalización, aven-
tura un recrudecimiento de las rivalidades y un incremento de la importancia
de la geopolítica (en todos los planos: el comercial, armamentístico, tecnológi-
co y geográfico) para garantizar el acceso y la seguridad en el suministro de los
recursos; 3) una creciente consciencia de las fallas del sistema de protección
social y del régimen de bienestar (particularmente evidenciadas con la pande-
mia) con claras implicaciones sobre las condiciones para la reproducción social.
251 política
tiene detrás una visión fáustica de las relaciones entre la especie humana y la
naturaleza. De ahí la urgencia de ecologizar las fuerzas productivas y preservar
las bases ecológicas, sociales y políticas que posibilitan la reproducción de la
vida (Sempere, 2018). Tampoco se puede ignorar el hecho de que en la repro-
ducción social ámbitos como el doméstico y el comunitario resultan mucho
más relevantes que lo que pueda llegar a representar nunca el mercado. La eco-
logización de las bases energéticas y productivas de la economía y la redimen-
sión de todas las esferas concernidas en la reproducción social representan los
únicos pilares posibles sobre los que asentar un nuevo orden postcapitalista
en el que la distribución social de la producción esté en función de las necesi-
dades humanas y no de la demanda solvente.
En el tránsito hacia ese nuevo orden hay que reconocer el punto en el que
nos encontramos, pues el presente es la condición de posibilidad del futuro
y el cedazo que criba las alternativas, diferenciando aquellas que no pasan de
ser meros deseos de las que adquieren visos de probabilidad. En un presente
marcado por los límites ecológicos, el declive de las energías fósiles y la exis-
tencia de claras restricciones a la expansión indiscriminada de las renovables,
el horizonte de una sociedad de la abundancia correspondería al tipo de alter- 43
nativas que se mueven en el campo del deseo; por el contrario, la referencia a
una economía entendida como sistema de abastecimiento capaz de suminis-
trar equitativamente valores de uso para satisfacer las necesidades humanas
siguiendo criterios de suficiencia y contención resulta hoy mucho más realis-
ta y factible, sin dejar de ser menos deseable. Las transiciones socioeconómi-
cas de gran calado siempre han comportado un incremento importante en la
utilización de los recursos. La que ahora necesitamos tendrá que ir inevita-
blemente acompañada de una disminución radical en el uso de recursos y en
la emisión de residuos. El agotamiento de los recursos, el cambio climático y la
destrucción de la biodiversidad así lo exigen.
La piedra de bóveda reside en el control y uso del excedente, que no se
conseguirá solo con propuestas como las del Green New Deal ni con Planes
de Reconstrucción y Resiliencia como los planteados por la Comisión Europea.
Es preciso además cuestionar las relaciones sociales y de producción. Hacerlo
reclama adoptar nuevas formas de propiedad, repensar a fondo el significado
del trabajo (en todas sus formas, incluidos los trabajos de cuidados y comuni-
tarios) y, sobre todo, decidir democráticamente el destino del excedente social
y la orientación del complejo tecnocientífico.2
2 Existen valiosos aportes en este sentido, principalmente procedentes del pensamiento ecofe-
minista y de las experiencias e iniciativas de la economía solidaria. Tampoco faltan propuestas
teóricas con el propósito de contribuir a la elaboración colectiva, discusión contradictoria y
experimentación social y política de alternativas sistémicas al capitalismo. Entre las más ela-
boradas, las de Wright (2014 y 2020), Schweickart (2011 y 2012) y Piketty (2019 y 2021).
251 política
Bibliografía
251 política
Ciencia y tecnología
necesarias para una transición
ecológica decrecentista
Paula Navascués
Física e ingeniera de materiales. Investigadora predoctoral en el
Instituto de Ciencia de Materiales de Sevilla (CSIC-Universidad de Sevilla).
Militante de la UJCE
251 política
estudios científicos.1 Es en los años setenta cuando surge el término «decre-
cimiento» por parte del matemático rumano Nicholas Georgescu-Roegen, co-
nocido por ser pionero en ligar termodinámica y economía, algo que hoy día
cobra gran importancia, como veremos más adelante.
Llegadas a este punto, se hace necesario aclarar dos aspectos que consi-
dero claves:
1 Un ejemplo reciente: Duffy et al., Sci. Adv. 2021; 7: eaay1052. DOI: 10.1126/sciadv.aay1052.
2 Una herramienta visual para apreciar esto es el simulador Ecological Footprint, que te cal-
cula cuántos planetas harían falta para sostener tu modo de vida. Herramienta diseñada con
fines pedagógicos, pero que «peca» de situar la responsabilidad en el comportamiento indivi-
dual y no en el capitalismo global.
3 Creo importante distinguirlo de otras propuestas como el Green New Deal de Bernie San-
ders para Estados Unidos, que propone descarbonizar el sector energético en el año 2030, en
paralelo a la creación de veinte millones de empleos.
251 política
centista? ¿Es toda la tecnología disponible necesaria? Y en el mismo sentido,
¿qué camino debería tomar la ciencia en el futuro próximo para una transición
ecológica favorable a la clase trabajadora? Intentaré dar una breve respuesta a
esto centrándome en aquellos aspectos estratégicos para garantizar una vida
digna para nuestra clase. Todas estas ideas se encuentran situadas en un pla-
no horizontal, es decir, ninguna es más importante o urgente que otra y están,
además, todas ellas íntimamente correlacionadas.
251 política
Los debates más urgentes se centran en las tecnologías renovables que
aspiran a ser implementadas en masa durante los próximos años: la eólica y la
fotovoltaica. Recientemente se ha publicado una discusión muy interesante
al respecto en Climática (revista de La Marea) con texto del compañero Daniel
Carralero, especialista en fusión nuclear del CIEMAT y miembro del Observa-
torio Crítico de la Energía. En esta discusión, Carralero demuestra con nume-
rosos datos que ciencia y tecnología pueden disponerse —de hecho ya lo están
haciendo— para resolver los posibles puntos críticos que frenarían la aplica-
ción en masa de eólica y fotovoltaica. Algunos ejemplos de esto serían la sus-
titución del neodimio de los imanes permanentes de los aerogeneradores por
materiales avanzados de nitruro de hierro o cambiar plata por aluminio en los
contactos eléctricos en fotovoltaica. Son solo dos ejemplos de la multitud de
soluciones que puede promover la ciencia si centramos inteligencia y recur-
sos en resolver los puntos críticos que surjan en torno a la transición ener-
gética, haciéndolo desde una perspectiva decrecentista, postextractivista (es
decir, tendiendo a extraer lo necesario, fomentando los ciclos de reutilización
y reciclaje) y basada en el control democrático popular. Porque el capitalismo
48 global solo querrá aplicar soluciones que le aporten rendimiento económico,
independientemente de las consecuencias para la mayoría social que se vea
afectada por ello (migraciones climáticas, pobreza, enfermedades, etcétera).
Por otro lado, no debemos caer en el simplismo de que eólica y fotovoltai-
ca son suficientes, ni siquiera en sus formas más avanzadas ni pronosticando
mejoras para ellas como los avances en fotovoltaica de las celdas de colorante
y de perovskita. Estas fuentes de energía se caracterizan por ser intermitentes,
dependientes de las rachas de viento, del nivel de incidencia solar y de los ci-
clos día-noche. Por esto, deben ser combinadas con otras fuentes y sistemas
de almacenamiento de energía. Existen multitud de tecnologías ya disponibles
para ello, como la hidroeléctrica, la termosolar de concentración o las baterías,
entre otras. Debemos imaginar un sistema de producción de energía distribuido,
de cercanía, centrado en abastecer a núcleos poblacionales inmediatos, evitan-
do así pérdidas en el transporte. Dejaríamos de pensar en torno a gigantismos
para pasar a hacerlo en la pequeña escala (Sempere, 2019). Bajo esta propues-
ta, producción y almacenamiento de energía son conceptos interrelacionados.
Esta idea nos conduce hacia otro debate de gran relevancia en la actualidad:
¿qué papel deben jugar las baterías? Contamos con cuatro estrategias para al-
macenar energía: en forma de calor, como energía mecánica —es decir, cinética
y potencial—, como energía química y como energía electroquímica (Fres-
251 política
co, 2020). Un ejemplo de almacenamiento en forma de calor sería utilizar el
excedente de energía de un aerogenerador para calentar las sales fundidas de
una central termosolar de concentración; en forma de energía mecánica (con-
cretamente potencial debido a la altura), mediante un embalse hidroeléctrico;
en forma química, utilizando la energía sobrante para fabricar hidrógeno por
electrólisis. Pero el discurso tiende a centrarse únicamente en el almacena-
miento de energía electroquímica, es decir, con baterías. Esto se convierte en
un problema cuando abordamos la concentración de dicho material en la Tie-
rra, con las consecuencias para las clases populares de Chile, Argentina y Bo-
livia, el Triángulo del Litio. Pero ¿por qué no damos más importancia a otras
tecnologías de almacenamiento energético? Los avances en nuevos materiales
abren, ante esta problemática, un abanico grande de posibilidades que permi-
tirían prescindir de las baterías para muchas aplicaciones. Un ejemplo sería el
diseño de dispositivos autogeneradores de energía con materiales piezoeléctri-
cos que generan carga eléctrica a partir del movimiento. Debemos luchar con-
tra la inelasticidad del discurso de las baterías, un discurso que no es neutral,
sino que tiene un motivo claro, pues su uso está planificado para un merca-
do que se prevé pujante durante las próximas décadas: el del coche eléctrico. 49
251 política
ra necesario. Así, países como Alemania u Holanda están centrando grandes
esfuerzos en el uso del amoniaco como combustible para barcos, una buena
prueba de la amplitud de miras del uso de combustibles verdes hidrogenados.
251 política
Economía circular, de desechos a productos.
Volver a reutilizar y reparar
251 política
se utiliza en la agricultura, lo que está provocando el agotamiento de recursos
hídricos tras años de abuso en actividades intensivas. Nos encontramos ante
un aumento de los períodos de sequía debido al cambio climático, así como
a la acidificación de los suelos y la contaminación de estos por el elevado uso
de fertilizantes, pesticidas y funguicidas. Tal y como afirma Eva García Sem-
pere en un artículo reciente en Nuestra Bandera: «[…] hacer frente al descenso
de recursos hídricos implica mucho más que sistemas de eficiencia en el uso
del agua en la agricultura […]. No estamos ante un problema de solución tec-
nológica ni económica […]» (García Sempere, 2021). Es decir, no queda otra
alternativa que no sea el paso a una agricultura extensiva, de cercanía y rege-
nerativa del suelo. Sin embargo, existen tecnologías ya disponibles que pue-
den ayudarnos cultivar la tierra en estas circunstancias. Por ejemplo, avances
en tratamientos de superficies que permitirían el crecimiento de la semilla en
condiciones de sequía, así como inhibir la aparición de hongos y plagas sin ne-
cesidad de funguicidas ni pesticidas.
Más allá de la agricultura y del uso responsable del agua en actividades
extractivas y del sector secundario, no deberíamos bajar la guardia respecto a
52 la calidad del agua de los núcleos urbanos, teniendo en cuenta los elevados ni-
veles de contaminación con los que nos hemos acostumbrado a convivir. Un
ejemplo llamativo de esto es la aparición de preocupantes concentraciones de
ibuprofeno y benzodiacepinas en el ciclo del agua, tras años de aumento en el
consumo de dichas sustancias. Los sistemas de depuración de agua empleados
hasta la fecha no pueden eliminar estas sustancias, que además se encuentran
en concentraciones no muy altas, pero que son las necesarias para modificar
las propiedades del agua, surgiendo así la necesidad de investigar nuevas me-
todologías que logren eliminarlas bajo esas condiciones.
251 política
ciedad. Asimismo, estas catorce temáticas se han visto plasmadas en la recien-
te publicación del Libro Blanco Desafíos Científicos CSIC 2030.
Para terminar, veo oportuno incidir en que, de entre toda la tecnología
disponible, debemos siempre juzgar críticamente cuál necesitamos como so-
ciedad y cuál no. Vivimos rodeadas de necesidades ilusorias, fruto del discur-
so consumista que ha calado en la sociedad. Así, entre los «puntos fuertes» del
futuro próximo nos encontramos con los coches autónomos, que representan
inversiones millonarias en todo el mundo pese a que, en mi opinión, tienen
una utilidad nula para la mayoría social.
No hace mucho tiempo una compañera de trabajo me dijo que nosotras,
las trabajadoras del sector científico, no somos más que granos de arena. To-
dos los días vamos a trabajar a nuestros centros de investigación, esperando a
que un día una empresa se fije en lo que hacemos y nos deje convertir nuestro
trabajo cotidiano en algo más que una publicación científica de un puñado de
páginas. Esta idea creo que muestra perfectamente el anhelo que hoy día tie-
nen miles de trabajadoras del sector científico de nuestro país. Trabajadoras
que, debe recordarse, no son solo personal investigador, sino también perso-
nal técnico y de gestión, como acertadamente recuerda en su discurso Comi- 53
siones Obreras. Clase trabajadora que estaría deseosa de poner su grano de
arena para hacer de toda la tecnología disponible, así como de la imaginable,
una realidad para nuestro pueblo.
Bibliografía
Braungart, Michael, y McDonough, William García Sempere, Eva (2021): «El ecofascis-
(2003): Cradle to cradle (de la cuna a la cuna). mo que viene», en Nuestra Bandera, 250,
Rediseñando la forma en que hacemos las co- pp. 89-95.
sas. Madrid: McGraw-Hill/Interamericana Sempere, Joaquim (2019): «Cambio climáti-
de España SAU. co: amenaza y oportunidad», en Nuestra
Calvo, Guiomar, et al. (2017): «Assessing Bandera, 244, pp. 29-35.
maximum production peak and resource Valero, Alicia (2019): «Límites minerales de la
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Analyzing the influence of extractable glo- Valero, Antonio, y Valero, Alicia (2020):
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and Recycling, 125, pp. 208-217. nomía en espiral», en Luis M. Jiménez-He-
Carralero, Daniel (2021): «Especial: ¿Pueden rrero y Elena Pérez Lagüela (coords.):
los minerales críticos impedir la transición Economía circular-espiral. Transición hacia
energética? Partes I, II y III», en Climática, un metabolismo económico cerrado. Madrid:
revista de La Marea. Ecobook Editorial del Economista.
Fresco, Pedro (2020): El nuevo orden verde.
Cómo la transición energética cambiará el
mundo. Valencia: Barlin Libros.
251 política
Mundo Obrero, 28 de julio de 1936.
Alternativas para reducir
el impacto sobre la biodiversidad
en nuestra forma de producir
y consumir
Pablo Jiménez
Geógrafo. Magíster en Análisis y Gestión del Paisaje y del Territorio.
Coordinador de Esquerra de Menorca-Esquerra Unida.
Miembro del Área Federal de Medio Ambiente de IU.
Diputado balear de EUIB en el Grupo Parlamentario de Unidas Podemos
251 política
algún tipo de cambio brusco o excesivamente rápido con respecto a los ritmos
de la evolución, pueden desencadenarse procesos de reordenación de los equi-
librios para que la vida, en cualquiera de sus formas, se mantenga en el plane-
ta. Esto no quiere decir que nuestra especie forme parte de la ecuación y no
seamos una de las prescindibles si nuestra capacidad de adaptación, hasta el
momento importante, no es suficiente para asumir biológicamente los cam-
bios significativos que se están produciendo en la biosfera y que pueden mul-
tiplicarse en las próximas décadas.
Es evidente por la enormidad de datos de los que ya disponemos que los
cambios que se están produciendo en cuanto a la biodiversidad y el calenta-
miento global son suficientemente significativos para comprender que la espe-
cie humana está alterando los patrones de funcionamiento de los ecosistemas.
Sabemos que el IPBES (organismo dependiente de la ONU) ya informó en 2019 1
de que la biosfera puede perder un millón de especies en un espacio de tiempo
reducido, teniendo en cuenta el lento marco evolutivo de las especies; de que
un 75 % de los ecosistemas están alterados; de que solo el 3 % de los océanos
se mantiene virgen; de que la población urbana se ha duplicado en los últimos
56 treinta años, con las consecuencias ambientales consiguientes; y de que la pér-
dida de ecosistemas costeros pone en peligro la vida de más de trescientos mi-
llones de personas por riesgo de inundaciones y huracanes.
El IPCC (organismo de la ONU responsable del estudio del clima) no
deja de alertarnos con sus continuos informes de que estamos llegando a un
punto sin retorno. Estamos a la espera del sexto informe de evaluación para
esta primavera, pero todos los indicios que ya vienen contemplados en el in-
forme del IPCC sobre cambio climático y usos de la Tierra 2 nos dan una idea
bastante precisa sobre degradación y desertificación de tierras, sobre deman-
da de alimentos, sobre producción agraria y cambios de temperatura con res-
pecto al período preindustrial.
La pregunta que se plantea ahora, más allá de los datos disponibles, es
qué hacer ante una situación seriamente preocupante para las generaciones
venideras, algo que debe dirimirse con alternativas precisas y concluyentes.
El sistema capitalista, en su respuesta a quienes se oponen a sus objetivos ex-
plotadores y esquilmadores, ha dispuesto de distintas estrategias de sometimien-
to, bien mediante el empleo de la fuerza, como ocurre en gran parte de los países
del Sur, o bien mediante la apropiación del relato y de la imagen de los oposi-
tores en los países del Norte con la utilización de políticas pseudoverdes, cono-
1 https://www.ipbes.net/sites/default/files/2020-02/ipbes_global_assessment_report_
summary_for_policymakers_es.pdf
2 https://www.miteco.gob.es/es/cambio-climatico/temas/impactos-vulnerabilidad-y
-adaptacion/guia-informe-especial-ipcc-usodelatierra_tcm30-504679.pdf
251 política
cidas como greenwashing o lavado verde, tan en boga hoy día. Algo que queda
muy claro en las políticas de recuperación económica en relación con el impac-
to de la pandemia de la covid-19, con nuevas transferencias de capital desde lo
público a los grandes conglomerados industriales y financieros, impregnando
el discurso de sostenibilidad, innovación y digitalización como nuevos ejes cen-
trales comunicativos. A modo de ejemplo, en los proyectos NextGeneration de
la Unión Europea, grandes empresas del sector energético como Endesa o Na-
turgy están ya posicionadas para recibir importantes sumas de un dinero que
habrá de devolverse en su día a cargo del erario, lo que supondrá, si no lo evita-
mos, nuevos recortes a los servicios públicos, como en la crisis del 2008.3
No puede haber más respuesta a estas estrategias, tanto las de siempre
como las nuevas, que plantear modelos alternativos. El sistema no es refor-
mable. La producción agrícola, pesquera, forestal y la extracción de materias
primas han crecido de forma exponencial desde los años cincuenta del pasado
siglo en relación inversa con la capacidad de recuperación de los ecosistemas,
que disminuye continuamente. Es imposible seguir así. El sistema en el que vi-
vimos se fundamenta en el crecimiento continuo de la producción, que implica
a su vez la necesidad del aumento del consumo por parte de la población para 57
mantener las tasas de ganancia del sistema, en un bucle perverso que no tiene
en consideración los límites finitos de los recursos del planeta. Es materialmen-
te imposible mantener estos índices de crecimiento económico sin colapsar.
Es necesario un replanteamiento absoluto de nuestra forma de vivir. Pero
se tiene que hacer desde el planteamiento colectivo para que tenga consecuen-
cias reales y visibles sobre la comunidad, sobre el común. Está extendida y acep-
tada la idea de la respuesta individual a los retos de la vida diaria en cuanto
a la repercusión ambiental: residuos, movilidad, energía, alimentación, agua.
La respuesta individual es ciertamente importante, pero no se puede hacer re-
caer sobre las personas una responsabilidad que supera en mucho su propia
capacidad de actuación teniendo en cuenta los mecanismos de producción y
de control globales. El capital transfiere su responsabilidad social, económi-
ca y ambiental, basada en una visión antropocéntrica de la vida, al individuo,
consciente de la imposibilidad de su respuesta. El capitalismo promueve, por
ello, esa imagen mítica del individuo —basta con seguir la estructura lineal de
los guiones de Hollywood para comprobarlo— como ente capaz de enfrentar-
se a cualquier injusticia, catástrofe o situación límite, lo que alimenta esa in-
teresada visión tan epopéyica como estéril.
La respuesta tiene que venir desde la conciencia colectiva de la población
que rompa con la dinámica suicida del hiperconsumismo. Debemos entender
desde ella nuestra relación con el consumo como un acto político (Laura Villa-
3 https://odg.cat/es/publicacion/guia-nextgenerationeu/
251 política
diego y Nazaret Castro) 4 en el que cuestionemos el modelo capitalista que nos
sumerge en una espiral de dependencia en la que la adquisición irresponsable
de bienes se convierte en elemento central de nuestras vidas. Hemos de replan-
tear nuestros hábitos de consumo siendo conscientes de lo que hay detrás de
cada compra en términos tales como: tipo y origen de materias primas, ener-
gía y agua consumidas en su fabricación o elaboración, tipo de envase utilizado
para su comercialización, procesos de distribución y gestión final del posible
desecho, además de las condiciones sociolaborales de las personas contratadas
o que hayan intervenido en el conjunto de los procesos de producción y consu-
mo. Solo desde esta conciencia colectiva podremos disponer de la fuerza sufi-
ciente para cercenar las bases de un sistema más frágil de lo que pensamos por
su extrema dependencia de un consumo que a su vez obedece exclusivamen-
te a nuestra voluntad, pero que es sumamente peligroso por las consecuencias
ambientales y sociales derivadas de la esquilmación continuada de los recursos
naturales, el uso de los combustibles fósiles y la explotación sin escrúpulos de
una parte importante de la población global, especialmente de los países del Sur.
¿Qué hacer entonces? ¿Cómo trabajar esa conciencia colectiva? ¿Cómo
58 reducir el impacto sobre la biosfera de nuestra forma de producir y consumir?
Sabemos, como lo sabemos de otras luchas, que el encuentro de lo local con lo
global da buenos resultados. El trabajo de calle, en asociaciones de vecinos, en
colectivos sociales, feministas, culturales y ambientalistas, nos abre las puertas
a un trabajo pedagógico esencial para contraponer una visión diferente a la que
vemos a diario, interpuesta por medios de comunicación de obediencia debida
a los dictados de los verdaderos amos de la gobernanza mundial. En esta labor
pedagógica no vale con aceptar de forma acrítica el discurso ambiental utilizado
de forma genérica, como estamos viendo con el Green New Deal, que cambia es-
cenarios, tecnología y actores, pero mantiene los mismos objetivos de acumula-
ción de capital a costa del mundo del trabajo y de la explotación sin límites de los
recursos naturales. El discurso de lo verde se ha extendido, pero ello no significa
que haya una verdadera intencionalidad por parte del poder político y económi-
co de cambiar las reglas del juego. Hoy día se habla de sostenibilidad, de residuo
cero, de economía circular, de renovables, pero es un discurso del que el capital
se apropia para vender una imagen verde que tiene poco que ver con sus acti-
vidades. Un ejemplo claro de esto último sería Ecoembes, una empresa que en
teoría debería reciclar todo aquello que se introduce en los contenedores ama-
rillos que pueblan las calles de nuestro país, pero de cuyo contenido realmente
solo recicla el 25 % y el resto acaba en vertederos e incineradoras. Una empresa
que actúa como lobby presionando al gobierno para que no instaure el Sistema
4 Laura Villadiego y Nazaret Castro (2014): Carro de combate: consumir es un acto político. Cla-
ve Intelectual.
251 política
de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) porque reduciría sus ingresos, que
paga estudios para contrarrestar las críticas que recibe a su gestión, todo ello
para mantener su tasa de ganancias, obtenidas de la venta de residuos a las em-
presas de tratamiento y sobre todo de la tasa de reciclaje o punto verde que pa-
gan obligatoriamente las empresas envasadoras. Es este un ejemplo que refleja
una situación bastante generalizada donde, tras una imagen de sostenibilidad,
se esconde el objetivo tradicional del capital: primar la maximización de los be-
neficios sin importar las consecuencias sociales y ambientales de sus actividades.
Es importante conocer lo que se mueve en torno a lo verde para disponer
de una visión amplia y crítica. No podemos vender el discurso de las renova-
bles sin un acercamiento valorativo a esta industria, ya que esto, actualmente,
lo compra hasta Vox. Es necesario preguntarse qué renovables y para qué. El
primer paso en educación y pedagogía transita por la formulación de pregun-
tas. Sostenibilidad y renovables ya forman parte del discurso del poder, que
no puede aceptarse sin más. Cualquier política se adjetiva de sostenible, todo
discurso se decora con esta palabra, trivializando finalmente el concepto. Las
renovables son hoy día fundamentales para mitigar los efectos del cambio cli-
mático, pero hemos de ser conscientes de su impacto sobre el territorio —vi- 59
sual, paisajístico y ambiental— y, por tanto, necesitan de una evaluación para
su localización. Los coches eléctricos son un avance en la reducción de los gases
de efecto invernadero, pero que esa afirmación sea totalmente válida depende
del origen de la electricidad —si fósil o renovable—. Así como también es im-
portante saber que las baterías de esos vehículos dependen de metales como
el litio o las tierras raras, que también son recursos finitos para cuya obtención,
además, se producen conflictos territoriales —como vemos en las protestas
actuales de Cáceres— e impactos ambientales graves que tienen una clara re-
percusión sobre la biodiversidad por contaminación de aguas y porque, al ser
minería a cielo abierto, afectan a las actividades agropecuarias y al paisaje. Ha-
blar de coches eléctricos como solución a la contaminación es cuando menos
una afirmación temeraria, pero consigue apoyos considerables entre personas
preocupadas con el cambio climático, cuando en realidad es una adaptación
de la industria automovilística a una nueva coyuntura productiva caracteriza-
da por la volatilidad de los precios del petróleo y la incertidumbre sobre las
reservas reales y de explotación de hidrocarburos; todo ello, además, apoya-
do de forma acrítica o interesada, según la interpretación, por gobiernos euro-
peos, estatales y autonómicos, y basado en el extractivismo del litio, asociado
a grandes compañías mineras con importantes relaciones con fondos de in-
versión.5 Los esfuerzos gubernamentales deberían preocuparse más bien por
5 https://www.elsaltodiario.com/mineria/poderosos-intereses-tras-el-litio-de-canaveral-en
-caceres
251 política
impulsar políticas de movilidad sostenible priorizando los traslados a pie, en
bicicleta, en tren en las distancias largas y en transporte público en las de ma-
yor proximidad, así como por reconfigurar el modelo de ciudad para hacerlas
vivibles como lugares de encuentro y sociabilidad.
Estos no son más que algunos ejemplos que pueden extenderse a otros
muchos en relación con cualquiera de los sectores productivos. Conocer es
fundamental para guiar nuestros pasos en nuestra forma de producir y con-
sumir. Solo se debe producir y consumir lo que es necesario para el bienestar
humano. Y de ahí esa necesidad pedagógica de transmitir ese conocimiento a
la mayor parte de la población para que pueda discernir claramente en su ac-
ción cotidiana.
Existe en la actualidad un debate en torno al propio concepto de consu-
mo para establecer un significado crítico alternativo al utilizado por el capi-
tal. El consumo, según este, es una pieza última fundamental en el proceso de
producción, distribución y puesta en el mercado de bienes y servicios, sin el
cual el propio capitalismo dejaría de existir. La diferencia con otra considera-
ción del concepto radicaría en la conciencia del acto y las consecuencias que
60 supone el hecho de consumir. Al tener en cuenta el agotamiento o deterioro
de los recursos naturales y los desequilibrios en los ecosistemas, establecemos
una categoría crítica que abre paso a un nuevo planteamiento y podemos dar
un significado preciso al concepto con la introducción de unos adjetivos, pu-
diendo hablar entonces de consumo responsable, pero también, si damos un
paso más, de consumo crítico y transformador, con la intención de promover
cambios socioambientales.6 Comprender el significado del acto de consumir
es el primer paso para plantear una alternativa crítica.7
Otro de los trabajos que podemos desarrollar para reducir el impacto so-
bre la biosfera en nuestra forma de producir y consumir es a través del trabajo
institucional, bien de forma delegada por parte de quien ejerce esta responsa-
bilidad o bien desde la presión ejercida desde las propuestas de activistas o co-
lectivos sociales diversos. Dependiendo obviamente de la correlación de fuerzas
existente en una institución con respecto a otras fuerzas políticas, en el caso de
que esta sea favorable es absolutamente indispensable aplicar con entereza y
convicción todas las políticas encaminadas a reducir, limitar o eliminar direc-
tamente, en los casos en que sea posible, todas las causas que supongan regre-
sión de los ecosistemas y de la biodiversidad. Como es comprensible, no es lo
mismo si el impacto de nuestras decisiones queda limitado a un término mu-
6 https://www.carrodecombate.com/2021/03/22/por-que-vamos-a-dejar-de-hablar-de-consumo
-responsable/
7 https://www.elsaltodiario.com/consumo-que-suma/10-talleres-diferentes-sobre-consumo
-critico-y-responsable-
251 política
nicipal que si llega a una comarca, una comunidad autónoma o el conjunto del
Estado. Pero, independientemente del alcance de nuestro potencial trabajo, las
metas deben ser las mismas. ¿Cuáles son las principales causas de la pérdida
de biodiversidad o de la degradación de los ecosistemas, pero también de otras
muchas alteraciones ambientales? Sabemos que las causas, también conocidas
como presiones directas sobre la pérdida de biodiversidad, son la destrucción
de hábitats, la sobreexplotación de recursos naturales, la proliferación de es-
pecies invasoras, la contaminación y el cambio climático.
La destrucción de hábitats se debe fundamentalmente a la expansión ur-
bana de las ciudades, con especial significado en el litoral y en zonas de monta-
ña afectadas por la ocupación turística, en la construcción de infraestructuras
viarias, ferroviarias, aeroportuarias y portuarias, y en el crecimiento de las zo-
nas agrarias de alta productividad. Ante esta ocupación tan grande del terri-
torio, los ecosistemas se ven seriamente dañados y su respuesta adaptativa es
muy baja, cuando no inexistente.
La sobreexplotación de recursos naturales viene dada por su esquilma-
ción, pues se extraen a una velocidad superior a la de su reposición. Ejemplo
claro de ello es la sobrepesca, que está agotando los recursos marinos y deja 61
muchas especies al borde de la extinción. La sobreexplotación afecta a todas
las especies, pero principalmente a grandes depredadores cuando su alimen-
tación depende de especies cuyas capturas han aumentado enormemente en
las últimas décadas.
La proliferación de especies invasoras viene dada por la introducción vo-
luntaria o accidental de animales o plantas en un ecosistema diferente al de
origen, lo que ocasiona graves alteraciones en el mismo y puede causar la pér-
dida de sus interacciones internas y por tanto de su viabilidad.
La contaminación de las actividades industriales, agrícolas, ganaderas y
urbanas afecta al aire, suelo y agua, y repercute sobre las condiciones de vida
de muchas especies en sus ecosistemas, llevándolos al borde del colapso, como
puede ocurrir en la actualidad en la Manga del Mar Menor (en Murcia).
El cambio climático se explica por el aumento de la temperatura media
de la atmósfera y de los océanos provocado por los gases de efecto invernade-
ro, en cuyo origen está la actividad productiva de nuestra especie. Las conse-
cuencias son cambios radicales en la distribución de ecosistemas y especies,
aumento del nivel del mar, reducción o desaparición de glaciares, reducción
o modificación de los límites de la banquisa ártica, desaparición de grandes
extensiones de coral, cambios en los sistemas climáticos locales y episodios
climáticos extremos, como sequías, inundaciones y tormentas de gran inten-
sidad. La repercusión de estos cambios afecta actualmente a todos los orga-
nismos vivos del planeta.
La pérdida de biodiversidad no es solo una mera cuestión ambiental, sino
que tiene repercusiones fundamentales sobre la economía, la salud, la cultura
251 política
o el acceso al agua, a los alimentos, a la energía. La biodiversidad resulta cla-
ve para la regulación del clima, la mejora de la calidad del agua, el control de
la contaminación, la salvaguarda de la polinización o el control de las inunda-
ciones y de los grandes incendios. La biodiversidad, en definitiva, nos brinda
unos servicios ecosistémicos indispensables que nuestra sociedad depredado-
ra no reconoce. Se trata, en definitiva, en un mundo en el que no ha calado to-
davía el discurso de la biodiversidad, de conseguir que la actividad humana se
muestre en equilibrio con las dinámicas propias de los ecosistemas. Cuidar la
biodiversidad es cuidarnos también como especie.
¿Cómo, entonces, podemos desde la acción institucional, directa o indi-
recta, influir para conseguir limitar al máximo las presiones descritas en un
plazo razonable? El fracaso de las Metas de Aichi 8 nos dice que hay que bus-
car fórmulas de presión que cambien las dinámicas actuales. La respuesta se
encuentra en un objetivo esencial que concentre todos los demás: el cambio
de modelo económico. Y si nos fijamos en nuestro entorno, dependiendo tam-
bién del alcance institucional de nuestra acción, podemos trabajar en esa línea.
Como sabemos, la suma de muchas acciones locales sirve para crear concien-
62 cia de cambio e impulsa la necesidad de nuevos retos de mayor recorrido. Se
puede, de esta forma, reducir localmente la sobreexplotación de los recursos
naturales, favoreciendo la pesca artesanal y planes de gestión pesquera a lar-
go plazo, derogando las autorizaciones de cultivos transgénicos, limitando al
máximo el uso de plaguicidas y herbicidas, favoreciendo la agricultura ecoló-
gica, la soberanía alimentaria y el consumo alimentario de proximidad, dene-
gando permisos para las macrogranjas de cerdos; reducir el consumo de agua
en actividades no esenciales, impulsando el uso de agua reciclada para riego de
parques y jardines, la doble canalización doméstica; fomentar el autoconsumo
energético y la eficiencia energética; limitar el suelo disponible para desarro-
llos urbanos y periurbanos, fomentando la planificación urbana compacta y la
rehabilitación de viviendas; eliminar los planes de construcción de infraestruc-
turas innecesarias de transporte; fomentar planes de movilidad sostenible que
reduzcan significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero; ela-
borar planes de economía circular que limiten al máximo la generación de resi-
duos; controlar la recogida, conducción y tratamiento de las aguas residuales
antes de su vertido a aguas continentales o marítimas; reestructurar el sector
turístico reduciendo el carácter exclusivo de su actividad en algunas regiones;
limitar el consumo a las necesidades perentorias del ser humano; trabajar por
la ampliación de Red Natura 2000 y acelerar la finalización lo más rápido po-
251 política
sible sus planes de gestión; potenciar la elaboración de planes de gestión fo-
restal tanto en espacios públicos como privados, así como impulsar políticas
forestales que garanticen su multifuncionalidad en cuanto a conservación y
aprovechamiento sostenible; mejorar la red de espacios naturales protegidos
y la de parques nacionales con más representación de los diversos ecosiste-
mas aún no catalogados; diseñar corredores ecológicos que comuniquen los
espacios protegidos para conseguir su comunicación a través de la continui-
dad ecológica; elaborar inventarios de especies invasoras tanto de flora como
de fauna y planes estrictos de erradicación tanto en espacio público como pri-
vado, así como prohibir las granjas de especies exóticas; fomentar el comercio
local y de proximidad, alentando los mercados locales y las fórmulas de pro-
ducción cooperativistas.
Y también promover un nuevo desarrollo rural en el que poder satisfacer
otras expectativas de vida alejadas de la escala de valores actualmente vigente,
basada en la posesión de bienes como referente de éxito social. Trabajar para
conseguir la reversión de las migraciones campo-ciudad con nuevas oportu-
nidades de trabajo y realización personal en el medio rural con actividades en
los campos agrarios, ganaderos, forestales, recuperación del patrimonio cul- 63
tural y etnográfico, rehabilitación del patrimonio arquitectónico, recuperación
de pueblos abandonados, recuperación de infraestructuras primarias sosteni-
bles del medio rural, gestión de recursos hídricos, implementación de la in-
dustria de transformación del sector primario, la industria cosmética basada
en una producción sostenible de materia prima, el turismo sostenible de bajo
impacto ambiental y la implementación de los acuerdos de custodia del terri-
torio. Todo ello pensado desde una visión de trabajo de colaboración públi-
co-comunitaria que ponga en valor las experiencias de lo colectivo y fórmulas
de autosuficiencia y autogestión.
Todas estas medidas pueden trabajarse desde lo local —y amplificarse ha-
cia instancias superiores— y su ejecución ya supondría un cambio hacia un
nuevo modelo de producción y consumo desde el momento en que atacan di-
rectamente al sistema al reducirse significativamente ambos.
La confluencia entre las iniciativas basadas en lo colectivo, lo pedagógico
y lo institucional es una oportunidad en nuestras manos para iniciar la tran-
sición ecosocial que necesitamos, para enfrentar la emergencia ecológica que
nos asola
251 política
Webgrafía
https://www.climatica.lamarea.com/transformar-consumo-prevenir-pandemias/
https://ipbes.net/news/comunicado-de-prensa-las-contribuciones-de-la-diversidad-biol%
C3%B3gica-y-la-naturaleza-contin%C3%BAan-
https://www.cms.int/es/news/ipbes-publica-un-nuevo-informe-sobre-biodiversidad-y
-pandemias
https://www.ipbes.net/sites/default/files/2020-02/ipbes_global_assessment_report_summary
_for_policymakers_es.pdf
https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/2020/10/2020-AC6_es.pdf
https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/sites/4/2020/06/SRCCL_SPM_es.pdf
https://www.agenciasinc.es/Entrevistas/La-biodiversidad-es-el-seguro-natural-de-la
-vida-sin-ella-no-existiriamos
64
251 política
Consumo energético y
decrecimiento: por qué no
es posible mantener los niveles
de consumo energéticos actuales
ni con energías renovables
Álex García
Miembro de la Red Federal de Energía y del Área Federal de Medio Ambiente
de IU. Asistente local de los eurodiputados de IU en el Parlamento Europeo
1 https://population.un.org/wpp/
251 política
ba algunos datos muy importantes. Lo más significativo: el mundo alber-
gará casi 9.700 millones de personas en 2050, que serán 11.000 millones
en 2100. Esto supone un incremento de 2.000 millones de personas en
los próximos treinta años.
Tan solo nueve países representarán más de la mitad del crecimiento
hasta el año 2050. Se trata, por orden de mayor a menor crecimiento, de
India, Nigeria, Pakistán, República Democrática del Congo (RDC), Etio-
pía, Tanzania, Indonesia, Egipto y Estados Unidos. Con estos ritmos, In-
dia superará a China como país más poblado en torno a 2027.
Por regiones, el estudio prevé que la población de África subsahariana
crezca un 99 % y se duplique para 2050. Europa y América del Norte segui-
rán siendo los países con un menor crecimiento, el 2 %, seguidos por Asia
oriental y sudoriental (3 %), América Latina y el Caribe (18 %), Asia central
y meridional (25 %), Australia y Nueva Zelanda (28 %), África septentrional y
Asia occidental (46 %) y Oceanía, sin Australia ni Nueva Zelanda (56 %).
2 https://www.eia.gov/outlooks/ieo/pdf/ieo2019.pdf
251 política
4. Dichos procesos de descarbonización de las sociedades que se van dibuja-
do están fundamentalmente orientados a una fase de electrificación gra-
cias a dos elementos:
3 https://www.newtral.es/energia-centros-datos-contaminacion-renovables/20201111/
4 https://www.euractiv.com/section/energy/news/ericsson-5g-could-dramatically-increase
-network-energy-consumption/
251 política
Un análisis publicado por la revista Joule en el año 2019 afirmaba
que la minería de Bitcoin representa aproximadamente el 0,2 % del con-
sumo mundial de electricidad 5 y produce CO₂ equivalente a la ciudad de
Kansas, en Estados Unidos.
La Universidad de Cambridge, por su parte, desarrolló y publicó un
software para calcular en tiempo real el consumo energético anual que
implica la minería de Bitcoin a nivel mundial.6 Según esta aplicación, el
minado solamente de esta criptodivisa consume al año más electricidad
que toda Suiza.
En cuanto a la inteligencia artificial, decir que también se alimenta
de muchos recursos energéticos. Entrenar y ejecutar modelos de apren-
dizaje profundo para las máquinas implica procesar enormes cantidades
de datos. Un estudio de OpenAI de 2018 7 indicaba que en esos momen-
tos la cantidad de potencia informática necesaria para ejecutar grandes
modelos de IA se duplica cada tres meses y medio.
La cantidad de energía que consumen los servidores de datos se ha
estimado en 205 teravatios hora de electricidad (TWh) o el equivalente al
68 1 % de la energía que consume el mundo en un año. Otros estudios dicen
que este número es extremadamente conservador y que solo la Unión Eu-
ropea consumió la mitad de esa cantidad en 2020, sin entrar en cálculos
de países como Estados Unidos, China o Rusia. De lo que no hay duda es
de que la actividad computacional de los data centers se ha quintuplica-
do entre 2010 y 2018. Sin embargo, la cantidad de energía consumida en
ellos a nivel mundial ha crecido solo un 6 % durante el mismo período,
gracias a mejoras en eficiencia energética. Más difícil resulta hacer estas
proyecciones a treinta años vista, pero en buena lógica cabe esperar un
crecimiento en cualquier caso más que notable. Recordemos de nuevo
que las previsiones de crecimiento energético para 2050 prevén que se
dupliquen respecto a 2020.
Llegados a este punto, nos quedan claras algunas cosas. Uno, el mun-
do se dirige inexorablemente a un exponencial crecimiento de la población y
dos, el mundo está inmerso en un proceso de descarbonización de la econo-
mía que pivotará en múltiples factores, pero donde la transición energética y
la revolución digital serán elementos prioritarios y fundamentales. Y todo ello
conllevará un incremento de al menos un 50 % del consumo energético mun-
dial. Pues bien, cabe preguntarse si esas previsiones son realistas en términos
5 https://www.cell.com/joule/fulltext/S2542-4351(19)30255-7
6 https://www.cbeci.org/
7 https://openai.com/blog/ai-and-compute/
251 política
materiales. Es decir, ¿será posible instalar la cantidad de energías renovables
que sean capaces, por un lado, de sustituir el parque de generación actual y de
desarrollar los nuevos proyectos que serán necesarios para dar servicio al in-
cremento de las necesidades de las sociedades y sus economías? ¿Será posible
sustituir el parque automovilístico actual por uno basado en vehículos eléctri-
cos que también crecerá en la medida que crezcan la población mundial y las
economías de los países emergentes, con su consiguiente consumo eléctrico?
Pues para dar respuesta hay que atender a una cuestión crítica. Todas es-
tas tecnologías, los aerogeneradores de la industria eólica y los paneles solares
de las instalaciones fotovoltaicas, así como las baterías de los vehículos eléctri-
cos, requieren de un conjunto de materias primas, algunas de la cuales tienen
la consideración por parte de la Unión Europea de ser críticas por su escasez,
por su ubicación geográfica o por la dificultad para su extracción o separación
de otros componentes.
Como recuerda la profesora A. Valero, de la Universidad de Zaragoza (2021:
Límites minerales de la transición energética):
Pensemos que por ejemplo para producir 1 gigavatio (GW) de potencia eléctrica, 69
que es la equivalente a la que podría suministrar una central térmica de gas natu-
ral, se necesitan 200 aerogeneradores de 5 megavatios (MW) o bien 1.000 aeroge-
neradores de 1 MW. Esto implica el uso de unas 160.000 toneladas de acero, 2.000
de cobre, 780 de aluminio, 110 de níquel, 85 de neodimio y 7 de disprosio para
su fabricación. La central térmica en cambio habrá necesitado principalmente de
5.500 toneladas de acero, 750 toneladas de cobre y 750 de aluminio aproximada-
mente, o lo que es lo mismo, en peso, unas 25 veces menos de metales que en el
caso de la eólica. Dicho esto, la cantidad de materiales no es el aspecto más pre-
ocupante del problema, sino la variedad de los mismos. Mientras que en la cen-
tral térmica entran en juego metales convencionales y relativamente abundantes,
las nuevas tecnologías son altamente voraces en muchos elementos distintos, al-
gunos de ellos escasos en la naturaleza o bien controlados por unos pocos países.
251 política
ción está hoy día controlada en más de un 80 % por China, país que en 2011
hizo temblar a muchos gobiernos cuando limitó drásticamente sus exporta-
ciones a 24.000 toneladas, frente a la demanda exterior, que se cifró en unas
55.000-60.000 toneladas. ¿Por qué exportar tierras raras cuando pueden ex-
portar aerogeneradores, cuyo valor añadido es muchísimo mayor?
Otros dos elementos de los que se va a oír hablar mucho en los próximos
años son el litio (Li) y el cobalto (Co). Ambos son fundamentales para el desa-
rrollo de las baterías eléctricas.
El indio (In), el galio (Ga) y el teluro (Te) son otros tres elementos cla-
ve para las nuevas tecnologías y la energía solar fotovoltaica. El indio y el ga-
lio se encuentran en la tecnología fotovoltaica de capa fina llamada CIGS (por
sus siglas: cobre, indio, galio y selenio), mientras que el Te en las células de te-
lururo de cadmio (CdTe). Ambas tecnologías ofrecen las mejores prestaciones
en términos de eficiencia del mercado y es por ello que su producción va a ir en
aumento en los próximos años.
La profesora A. Valero continúa en su artículo ilustrándonos en los si-
guientes términos:
70
Conociendo la cantidad de recursos disponibles del planeta y la evolución de la
extracción, se puede estimar a través de las denominadas «curvas de Hubbert» el
año en que la demanda de minerales supere a la oferta (o el pico). Este modelo,
que se aplicó con éxito a los yacimientos de petróleo en el sur de Estados Unidos
por su creador Marion King Hubbert en los años cincuenta, lo hemos aplicado
nosotros a los minerales […]. Aunque son modelos teóricos y aproximados, pue-
den servir para establecer tendencias y alertar de posibles escaseces si se conti-
núa con los ritmos de producción actuales. […] A este ritmo y considerando los
recursos minerales publicados por el United States Geological Survey, el pico de
muchos minerales se alcanzaría antes de que acabase este siglo.
Al agotamiento de las minas hay que añadirle otro factor importante. Si las
menas más ricas se agotan, van quedando las menos concentradas, para las que
se necesita más energía por unidad de material extraído.
Con el aumento de energía, también hay asociado un aumento en el im-
pacto ambiental. Además de los inmensos «agujeros» que se hacen en la corte-
za en la minería de cielo abierto, las emisiones de CO₂ se disparan, ya que gran
parte de la energía empleada en la minería hoy en día es en forma de diésel para
transportar los miles de toneladas de roca extraída. Si actualmente la minería
es responsable según la Agencia Internacional de la Energía, de entre un 8 y un
10% del consumo de energía primario mundial y emisiones de CO₂, es probable
que, en el futuro, esta tasa aumente considerablemente.
251 política
Si analizamos ahora la demanda esperada hasta el 2050 de materiales ne-
cesarios para desarrollar la fotovoltaica, la eólica, la solar de alta temperatu-
ra o el vehículo eléctrico, teniendo en cuenta las proyecciones realizadas por
la Agencia Internacional de la Energía en su escenario 450 (que implica no
superar los 2° C de aumento global de temperatura), podemos detectar po-
sibles cuellos de botella que aparecerían para algunos elementos clave. Para
ello, en un estudio realizado por el Instituto CIRCE, establecieron tres tipos
de riesgo: muy alto, alto y medio, donde la categoría «muy alto» corresponde
a que la demanda acumulada superará los recursos disponibles, la categoría
«alto» a que la demanda acumulada superará las reservas y la categoría «me-
dio» a que la demanda anual sobrepasará la producción anual esperada cal-
culada con el modelo de Hubbert. La diferencia entre recursos y reservas se
encuentra en que los primeros son cantidades de minerales potencialmen-
te valiosos para las que hay prospectivas razonables de una eventual extrac-
ción económica; las reservas, en cambio, representan aquellas cantidades
de minerales que son valiosas y son legal, económica y técnicamente viables de
extraer hoy en día. Entonces las reservas son dinámicas y suelen aumentar a
medida que se encuentran nuevos depósitos minerales o el aumento de los 71
precios hace que determinadas minas no rentables en el pasado lo sean en
el presente. Los recursos, sin embargo, son más estáticos y son considerable-
mente mayores a las reservas.
Considerando las «tecnologías limpias» analizadas, los vehículos eléctri-
cos son aquellos que más materiales críticos demandarán, donde las posibles
limitaciones están centradas en los elementos necesarios para las baterías (li-
tio, cobalto, níquel). Además, podría haber otras limitaciones a la hora de fa-
bricar aleaciones de acero que necesiten cromo o molibdeno y también para la
fabricación de algunos equipos electrónicos. Por elementos, aquellos que pre-
sentan un mayor riesgo de suministro en el futuro son: teluro, plata, cadmio,
cobalto, cobre, galio, indio, litio, manganeso, níquel, estaño y zinc.
Llegados, pues, a este momento, cabe preguntarse cómo evitar entonces
estos problemas detectados en el suministro de materias primas clave.
En el lado de la oferta, si la demanda sigue aumentando, no podremos
prescindir nunca de la minería. Esto hará que nos enfrentemos a diversas con-
tradicciones, principalmente la conocida como el efecto Nimby (por sus siglas
en inglés: not in my backyard, es decir, «no en mi patio trasero»). Nadie desea
actividades extractivas cerca, debido a los impactos que generan, especialmen-
te ambientales, y preferimos relegarlas a terceros países, en muchos casos con
bajos o nulos estándares ambientales, sociales y laborales, aunque con ello ali-
mentemos situaciones neocoloniales dentro del juego geopolítico. Pero es que,
además, no renunciamos a la renovación constante de objetos tecnológicos
que requieren de la actividad minera para su fabricación: un televisor nuevo,
una tablet para el niño, el portátil más ligero, el reloj conectado al smartphone…
251 política
Es evidente que la lógica capitalista y el modelo de consumo desaforado for-
man parte de este juego perverso.
En cuanto al lado de la demanda, habrá que apostar firmemente por la
desmaterialización, es decir, la sustitución de materiales críticos por otros más
abundantes y la reutilización y reciclado. Para ello, será imprescindible diseñar
los productos pensando en su fin de vida, haciéndolos robustos, modulares y
fácilmente desensamblables y así entrar en la dinámica de la «economía circu-
lar». Esto permitirá reducir drásticamente los residuos, reutilizar y reparar los
productos dándoles una segunda, tercera, cuarta… vidas y recuperar los mate-
riales valiosos para reintroducirlos en el sistema productivo.
De hecho, una medida que debería ir ganando terreno es la de reducir el
consumo en la necesaria lógica del decrecimiento y abrir paso a nuevos mode-
los económicos que fomenten el «uso» más que la «posesión». Una economía
de los servicios en donde las empresas no vendan el producto, sino su función.
De esta forma, los objetos serán más robustos y al final de su vida los produc-
tores se encargarán de recuperar sus materiales valiosos y reintroducirlos en
el sistema de forma más eficaz.
72 Lo contrario es la aberración de la colonización espacial, que lleva años
sobre la mesa y que recientemente ha vuelto a estar en boca de mucha gente
tras el amartizaje de la misión Perseverance en febrero de este año. No es que
la misión científica esté mal. Al contrario, el conocimiento es bueno y necesa-
rio. El problema es asumir que hay que seguir basando el modelo en las premi-
sas de un sistema capitalista expansivo organizado en el crecimiento continuo,
que choca con los límites biofísicos del planeta. Es decir, no contentos con ello,
se empieza a avanzar en un estado general de opinión sobre la colonización
de otros planetas. Hasta qué punto llega el disparate cuando multimillonarios
excéntricos como Elon Musk proponen terraformar Marte a base de bombar-
deos atómicos y colonizar el planeta rojo.8
En definitiva, que no será fácil que la sociedad llegue a la conclusión de
que la solución, la única viable y sostenible, pasar por el decrecimiento. No
hay un estado de opinión favorable, pero los datos objetivos son tozudos. El
planeta no soporta un capitalismo verde en el que todas las multinacionales
y grandes fondos de inversión abandonen determinados nichos de negocio
por otros más verdes, porque existe el riesgo razonable de que ni sea suficien-
8 https://www.europapress.es/ciencia/misiones-espaciales/noticia-elon-musk-relanza
-propuesta-terraformar-marte-bombas-atomicas-20190819130323.html
Véanse también: https://www.lainformacion.com/management/elon-musk-plan-colonizar
-marte-mil-naves/2829617/
https://elpais.com/elpais/2019/10/31/ciencia/1572511628_336542.html
https://www.lne.es/oviedo/2021/02/19/estudiar-robotica-mineria-espacio-oviedo-35092871.
html
251 política
te, por un lado, ni existan recursos minerales para acometer las necesidades u
objetivos que se marcan. El papel lo aguanta todo, pero los límites biofísicos
del planeta son los que son. El decrecimiento no sé si es la mejor opción, pero
es la única válida, que deberá pasar por la eficiencia energética, los consumos
responsables y la economía circular. Ahora bien, el decrecimiento deberá ser
justo y equilibrado.
No será un proceso fácil y es posible que tampoco pacífico, porque en él
emergerá una nueva derivada de la lucha de clases. La resistencia de las élites
y los países desarrollados serán reticentes a aportar su justa cuota en dicho
equilibrio, porque es evidente que el esfuerzo no deberá ser equitativo, sino
proporcional, con mayor peso y esfuerzo de aquellos que durante siglos han
contribuido en mayor medida a la contaminación del planeta a través de un
desarrollismo expansivo y depredador de recursos en perjuicio de las nacio-
nes sobre las que ejercieron un imperialismo neocolonial. Pero esto lo deja-
mos para otra ocasión.
73
251 política
¡Españoles! ¡Antifascistas! (Valencia, 1939).
¿Podemos colapsar mejor?
Francisco del Pozo Campos
Jesús Garrido Martínez
José Eduardo García Díaz
Activistas de Ecologistas en Acción
luchando por comida o combustible. No queda nada en pie, solo una ciudad
inalcanzable que suele resultar un mito, que yace bajo la arena y de la que solo
subsiste su fama. El cine nos ha inundado con películas distópicas y ha he-
cho un flaco favor a la humanidad pintando una única versión del colapso, un
futuro de dolor, lucha individual y descarnada, desesperanza y supervivencia.
¿Existen otras visiones del colapso? Pues sí y más realistas. Veamos por qué
creemos que el colapso se debe enfrentar como un futuro ilusionante, en el
que por supuesto habrá momentos duros.
Marx fue el primero que teorizó sobre cómo la actividad humana se ubica en
los ciclos de materia y en el flujo de energía de la biosfera al analizar el inter-
cambio de materiales entre la sociedad y la naturaleza. Un siglo más tarde, dos
eminentes ecólogos proporcionan una base científica al definir el ecosistema
como una organización trófica caracterizada por unos ciclos materiales y por
un flujo de energía que posibilita la organización y complejización de la vida.
Lo más relevante de su contribución al tema que nos ocupa es la noción de me-
tabolismo circular, la naturaleza recicla el 100 % de los materiales y nuestra so-
ciedad industrial apenas el 5 %, es decir, se trataría de un metabolismo lineal
que extrae abundantes materias primas de la naturaleza al mismo tiempo que
acumula enormes cantidades de residuos en los ecosistemas.
251 política
El metabolismo social lineal conlleva una profunda alteración de los ci-
clos naturales (agua, carbono, nitrógeno y fósforo) que se manifiesta en tres
procesos interconectados: el cambio climático asociado a la saturación de la
atmósfera de gases de efecto invernadero, el agotamiento de los recursos ma-
teriales y energéticos, y la disminución de la biodiversidad. La acción conjun-
ta de los tres procesos nos aboca a un decrecimiento inevitable e incluso a un
posible colapso civilizatorio.
251 política
No hay nadie con una visión general ni con los conocimientos necesa-
rios para adecuarnos a las nuevas situaciones. Ahí están nuestros políti-
cos intentando una y otra vez las mismas recetas.
• Su alta eficiencia hace que disminuya su necesidad de innovación. Tam-
bién produce que se maximice la utilización de los recursos y se limite el
margen de maniobra ante eventualidades.
• La mayor conectividad hace que los impactos se propaguen mejor y afec-
ten a más partes del sistema. En contraposición, esta mayor conectividad
aumenta la resiliencia. Pero puede llegar un momento en el que el primer
factor pese más que el segundo.
• Aumenta la captación de materia y energía para sostener más nodos más
especializados y más conectados.
• Tienden a sobrepasar los límites de los recursos disponibles. Además, el
crecimiento continuado está sujeto a la ley de rendimientos decrecien-
tes (al principio, los incrementos en complejidad suponen más beneficios
que costes. Pero el aumento continuado de la complejidad lleva a un pun-
to a partir del cual los rendimientos son menguantes, los costes para el
sostén de la complejidad aumentan más rápido que los flujos de entrada 77
disponibles).
• Algunos nodos acaparan más poder que otros, como grandes bancos o
ciudades, por lo que el colapso de estos nodos se expande al resto. Ya que
nadie es too big to fail («demasiado grande para quebrar»).
• Las redes horizontales son más resilientes, pero tienden a sustituirse por
redes jerárquicas en grandes sistemas complejos.
251 política
¿Se puede evitar el colapso?
Como hemos visto, las civilizaciones humanas, como sistemas complejos jerar-
quizados que son, tienden a colapsar, ya que requieren un crecimiento continua-
do en la captación de energía, mayor cuanto más alto es el grado de dominación.
Solo una sociedad altamente igualitaria podría evitarlo; por ejemplo, las pri-
meras sociedades agrícolas establecieron un equilibrio que no implicaba un
crecimiento de consumo; también un bosque maduro alcanza un estado que
le permite hacer frente a nuevas condiciones con pequeños cambios adapta-
tivos, por lo que las posibilidades de mantenerse en el tiempo son muy altas.
El capitalismo, sin embargo, afirma que hay que hacer todo lo contrario:
crecer, crecer sin límites. De hecho, lo necesita para no entrar en crisis. Bási-
camente nos hace un «chantaje sistémico»: o le dejamos que crezca al 3 % o
aumentan el paro y la conflictividad social. En los años setenta, la solución
neoliberal a la crisis fue el incremento de la explotación dentro del capitalis-
mo (precariedad laboral) y fuera (naturaleza, otras sociedades mediante la glo-
balización, más ámbitos de la vida, etcétera), y la expansión del crédito y de la
78 economía financiera (detraer plusvalía del futuro).
También es una trampa para el capital, que entra en crisis al serle imposi-
ble su reproducción ampliada. Esto en sí mismo no va a provocar un colapso
de la civilización, pero sí una fuerte crisis del sistema económico, que intentará
crecer pese a ser físicamente imposible, lo que hará que se profundicen algunas
de las causas anteriormente vistas, haciendo que nuestra civilización colapse.
Todo esto en un contexto en el que las bases naturales que sostienen la
vida humana se encuentran superadas y un proceso de cambio climático que
no se detendrá aunque paremos bruscamente nuestra actividad industrial. Ade-
más es posible que bucles de realimentación positiva que aceleran el proceso e
impiden el retorno a un equilibrio anterior ya se hayan activado. Por ejemplo,
la emisión de gas metano del permafrost, que es provocada por el cambio cli-
mático, a su vez aumenta la escala de este, liberando más gas metano.
Resumiendo, las causas últimas de los colapsos sociales no son perturba-
ciones climáticas o crisis económicas, sino el aumento de vulnerabilidad ante
estos hechos y en esta maraña interconectada que es nuestra actual sociedad
no tendrá una única causa, sino que se producirá por la incapacidad del siste-
ma de solventar una multiplicación de desafíos en distintos planos en una si-
tuación de falta de resiliencia: caída de Estados, crisis monetarias y financieras,
bloqueo de infraestructuras (caída de la red eléctrica, huelga en el transpor-
te), alzas en los precios de la energía o de determinados materiales, etcétera.
Los colapsos se dan en situaciones de altos niveles de estrés en distintos pla-
nos del sistema.
251 política
Entonces ¿por qué deberíamos hacer cosas?
251 política
¿Qué no se debe hacer para adaptarnos al colapso?
251 política
Como vemos, tanto la fe en la innovación y la tecnología como dejar que
las cosas sigan como hasta ahora sería como cortar la rama que nos sostiene o
cavar para salir del pozo. Dos soluciones que redundan en los males que nos
han traído hasta aquí y que solo servirán para que unos pocos continúen la
fiesta mientras las mayorías sufren, un poco más, sus consecuencias.
251 política
socialización y la vida en común. Quizás en esas sociedades se evitarán pro-
blemas como la soledad no deseada o la violencia machista.
Una sociedad con menos energía dedica más población a la producción
de alimentos, algo que desde la revolución verde o industrialización del cam-
po se ha tildado de negativo; metáforas peyorativas como la del paleto, el in-
dígena o el payés, que viven del campo y no tienen cultura, no son casuales
(como los grandes clásicos La ciudad no es para mí o Cateto a babor). Pero una
civilización que pueda comer ecológico, de calidad y de proximidad, evitando
largas cadenas de suministro de alimentos, sería más justa e incluso sería ca-
paz de poblar esa España que fue vaciada mediante industrialización y expolio.
Una sociedad con recursos limitados puede provocar la lucha a sangre y
fuego por los recursos o mecanismos democráticos de reparto equitativo de
tierra de cultivo, energía o materiales. Las sociedades altamente jerarquizadas
tienden a lo primero y las más igualitarias a lo segundo. Los conflictos suelen
ser provocados por la necesidad de las élites de mantener su estatus.
Actualmente existen cada vez más iniciativas activas en cuestiones prác-
ticas como agroecología, permacultura, grupos de consumo, cooperativas,
82 ecoaldeas, redes de apoyo mutuo. Estas experiencias pueden parecer poco
importantes por el número de personas que movilizan, pero sus experiencias
y conocimientos tienen gran importancia para abrir camino hacia las socieda-
des que tendremos que crear en el futuro.
Siguiendo la idea de metabolismo social, las sociedades que tenemos que co-
menzar a crear se deben ajustar al funcionamiento de la biosfera, caracteriza-
do por el uso de la energía fotosintética —es decir, vivir con el salario del sol
actual— y por el mantenimiento de los ciclos biogeoquímicos. Si no se puede
reusar, reutilizar o reciclar, ¡no vale! Es decir, proponemos la transición desde
un metabolismo social lineal hacia otro circular en el que se disminuya la de-
pendencia de la energía externa (energía solar almacenada en forma de com-
bustibles fósiles) y se maximice el reciclado de los residuos orgánicos. Nuestra
supervivencia dependerá del desarrollo de cuatro principios estratégicos ge-
nerales para colapsar mejor.
251 política
una transición desde una sociedad centrada en el sector industrial y en
el de servicios a una sociedad eminentemente agraria. Sencillo, observar
humildemente la naturaleza, imitarla y evaluar…, y vuelta a empezar.
251 política
Publicación hecha a mano por las mujeres presas en la cárcel de Ventas, Madrid.
El decrecimiento:
socialismo sin crecimiento*
Timothée Parrique **
Giorgos Kallis ***
* Este artículo fue publicado en la revista Terrestres bajo el título «Le décroissance: le socia-
lisme sans la croissance» y ha sido traducido por Pedro Marset Campos para Nuestra Bandera.
Originalmente apareció en Brave New Europe.
** Timothée Parrique es doctor en Economía por el Centre d'Études et de Recherches sur le
Développement (Universidad de Clermont Auvergne, Francia) y el Centro de Resiliencia de
Estocolmo (Universidad de Estocolmo, Suecia).
*** Giorgos Kallis es profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde investiga sobre
economía ecológica. Estudió Ingeniería Ambiental en el Imperial College (Londres), Econo-
mía en la Universidad Pompeu Fabra y se doctoró en Políticas Ambientales en la Universidad
del Egeo (Grecia).
251 política
y terminología del crecimiento. Los socialistas del siglo XXI deberían empezar
a reflexionar sobre la forma en que se tendrían que organizar las economías
para que funcionen sin crecimiento. Quiérase o no, el crecimiento acabará por
agotarse. La cuestión es saber cómo y sobre todo cuándo, lo que nos permi-
tirá evitar una catástrofe social y ecológica antes de que sea demasiado tarde.
Los socialistas que critican el decrecimiento afirman que las raíces del proble-
ma son el capitalismo y el crecimiento capitalista, no el crecimiento econó-
mico. Pero hete aquí que ningún crecimiento económico es sostenible a largo
plazo. Un incremento del nivel de vida material necesita siempre más materia-
les e importa poco que la economía sea capitalista, socialista, anarquista o pri-
mitiva. Un aumento del nivel de vida material supone, por lo tanto, extracción
de materiales, con la consiguiente polución (pero no es verdad que se aplique
86 a todo incremento del nivel de vida en general, como veremos más adelante).
Hoy por hoy, y muy probablemente también mañana, el crecimiento económi-
co está ligado al uso de recursos naturales, que es lo que lo convierte en eco-
lógicamente nocivo.
Para el teórico marxista David Harvey, la idea de un crecimiento expo-
nencial es una locura económica, es la más imperdonable de las contradiccio-
nes del capitalismo. ¿Por qué los socialistas tratan de soslayar esta aberración?
Un crecimiento del 3 % anual significa una duplicación del tamaño de la eco-
nomía cada veinticuatro años, es decir, una economía diez veces más volumi-
nosa a finales de este siglo, lo que supone ritmos más rápidos. Reemplacemos
la economía por cualquier otro componente —energía, agua, bicicletas, ma-
sajes…— y la idea del crecimiento exponencial queda como una pura locura.
Reconozcamos el objetivo de crecimiento entre el 3 y el 5 % anual en lo que
en sí es: una simple fantasía de algunos emprendedores capitalistas sedientos
de acumulación.
Algunos socialistas sueñan con un «comunismo de lujo completamente
automatizado» (fully automated luxury communisme) en el que las nuevas tecno-
logías permitirían eliminar de la producción las consecuencias ecológicas ad-
versas. Esto, hasta el presente, jamás se ha producido, sino todo lo contrario, y
hay razones para dudar que se pueda producir en un futuro próximo. Se quie-
251 política
ra o no, las economías obedecen a las leyes de la física. La termodinámica nos
dice que la energía no puede ser creada ni destruida, solo transformada, y que
su calidad disminuye inexorablemente con el tiempo. No hay tecnologías mi-
lagrosas que puedan conseguir una producción inmaterial. La economía está
fundamentalmente constituida (y limitada) por la ecología.
Sí que es cierto que algunas actividades contaminan menos que otras y
que potencialmente podrían seguir siendo usadas sin perturbar la biosfera. Por
ejemplo, el crecimiento del uso de energías solares tiene menos consecuencias
que el uso de las energías fósiles. Pero ello no quiere decir que el crecimien-
to de las energías solares pueda ser infinito. Una mejor organización de la pro-
ducción junto a nuevas tecnologías puede ser más eficiente en cuanto al uso
de los recursos, pero, si la cantidad de paneles solares aumenta exponencial-
mente, llegará un día en el que su producción topará con un muro biofísico,
sea en el ámbito de la disponibilidad de los recursos o en el ámbito de la salud
planetaria. En dos palabras, nada material puede crecer para siempre, sea una
economía capitalista o socialista.
En lugar de ser una solución, el crecimiento complica el problema. En efec-
to, es mucho más difícil descarbonizar la economía en las dimensiones actua- 87
les que hacerlo con unas dimensiones más pequeñas. Aún es más difícil o casi
imposible descarbonizar una economía que crece sin cesar, exponencialmente.
He aquí lo que sugerimos: el socialismo ha de tener en cuenta la exigen-
cia de sobriedad y estabilidad biofísica. Como vamos a mostrar enseguida, no
es un problema insuperable, puesto que la mayor parte de las actividades que
son hoy insuperables no tienen por qué darse en una economía socialista. La
mayor parte de la presión medioambiental es generada por actividades lucrati-
vas financieramente, pero con escaso valor añadido social. El objetivo debería
ser el socialismo sin crecimiento, un sistema económico sostenible ecológica-
mente que sea capaz de satisfacer nuestras necesidades sin caer en la locura
capitalista del crecimiento sin fin.
251 política
crecimiento económico perdura a expensas del tejido social, lo cual no es ver-
daderamente un crecimiento, sino más bien una apropiación de un valor pre-
existente pero no monetarizado.
El problema es que el crecimiento económico no toma en cuenta la sa-
lud de los factores de reproducción y conduce a su agotamiento. Trabajar cua-
renta horas a la semana deja poco tiempo para las actividades reproductivas,
que son, a su vez, esenciales: el descanso, la educación, las diversiones, pero
igualmente el cuidado a los otros y la participación política. A medida que la
producción se acelera, ejerce una presión sobre las capacidades reproductivas
de la comunidad. Y llega un momento en que se quiebra (vaya fastidio), lo que
se llama una recesión social. El PIB puede estar al alza, pero esa acumulación
monetaria se produce a través de la erosión de los factores reproductivos, fac-
tores necesarios para todo tipo de producción, incluso para la fabricación de
mercancías. Maximizar el crecimiento es como cortar la rama sobre la que des-
cansa la economía, una estrategia de corto alcance basada en la explotación
insostenible del trabajo reproductivo y de la naturaleza.
Si el socialismo desea acabar con la explotación en general, debe poner
88 fin al crecimiento. Sería un socialismo sin crecimiento. Una verdadera econo-
mía socialista repartiría el trabajo reproductivo de manera equitativa, alterna-
ría las tareas desagradables y remuneraría decentemente a todos los que llevan
a cabo trabajos esenciales para el buen funcionamiento de la comunidad, in-
cluso si ese trabajo no contribuye a la fabricación de una mercancía. En ausen-
cia de explotación social y ecológica, la economía sería para producir bienes y
servicios necesarios para la colectividad, lo que permitiría canalizar los bene-
ficios de la productividad hacia el tiempo libre.
Ciertos socialistas quieren la mantequilla y el valor monetario de la man-
tequilla. Quieren acabar con toda clase de explotación, pero continuar pro-
duciendo más y más. No es posible. Si todos los trabajadores olvidados del
capitalismo (humanos y no humanos) fuesen remunerados en su justo valor y
movilizados solo en el límite para tareas que no amenacen su salud, el creci-
miento potencial sería más bien débil y, en todo caso, limitado. Una economía
verdaderamente socialista debería ser también democrática y la democracia (en
tanto que participativa) enlentece las cosas (aquellos que han participado en
asambleas generales de la cooperativa local lo saben). Si el socialismo quiere
también disfrutar de la democracia, no puede pretender tener una economía
que crezca continuamente.
251 política
tar, la salud o la educación, dejan de crecer después de lograr un umbral ade-
cuado por habitante —es lo que se llama el Well-being Turning Point («el umbral
del bienestar»)—. Por ejemplo, Portugal sobrepasa a Estados Unidos en tér-
minos de esperanza de vida pese a tener un 65 % menos de PIB por habitante
y ello es porque ambos países están bien por encima del umbral de bienestar
(Well-being Turning Point). Lo que se observa empíricamente se puede explicar
teóricamente: el nivel de vida depende de la producción de valores de uso que
satisfacen las necesidades reales y no de la acumulación de dinero al infinito.
Los socialistas lo saben muy bien: el PIB mide los valores de cambio y no
los de uso. No solamente el indicador no distingue entre actividades deseables
e indeseables, sino que ignora simplemente lo que no está monetarizado; por
ejemplo, la naturaleza y una parte del trabajo reproductivo. Por otra parte, no
tiene en cuenta las desigualdades. Lo que mide el PIB es el nivel de bienestar
del capitalismo, pero no el de la gente. Dejemos ya, pues, de considerar el cre-
cimiento económico como signo de progreso.
Se entiende que hay que desarrollar ciertos bienes y servicios. Sin embar-
go, no hablemos de «crecimiento» refiriéndonos a la mejora de ciertos ámbitos,
como el de la salud, la movilidad o la educación, puesto que no son objetivos 89
cuantitativos, sino cualitativos. Los niños pueden necesitar una educación po-
litécnica más libre y más holística. Ello precisa la existencia de un número li-
mitado de instalaciones escolares, de docentes y de métodos didácticos. Los
pacientes necesitan más contacto humano y cuidados más adaptados. No pre-
cisan una cantidad de cuidados en aumento exponencial, sino lo justo para
sentirse mejor. La gente que no tiene bici la precisa, pero no en un crecimien-
to anual perpetuo del 3 % en su producción.
Los valores de uso no responden a la lógica de lo infinito. Las necesida-
des humanas fundamentales, como la subsistencia, la protección, la libertad
o la identidad, tienen niveles de suficiencia en su satisfacción. Suficiente ali-
mentación para disfrutar de buena salud, suficiente espacio vital para ser fe-
liz, suficientes medios de movilidad para sentirse libre, etcétera. La idea de un
consumo exponencial para satisfacer unas necesidades limitadas es un discur-
so capitalista creado precisamente para legitimar el enriquecimiento de una
minoría mediante el superconsumo.
Ese es el argumento central del decrecimiento: el nivel de vida puede
mejorar sin crecimiento si redistribuimos y compartimos las riquezas, si nos
desprendemos de deseos artificiales, de bienes superfluos, y nuestro tiempo,
en lugar de destinarlo a obtener beneficios, a la valorización de los bienes
materiales, lo invertimos en valorizar las relaciones humanas. Resumiendo:
producir menos, compartir más, decidir juntos. Los países del Norte poseen
ya suficiente riqueza para que todo el mundo la pueda disfrutar. Si el pastel
no se hincha constantemente, hará falta aprender a compartirlo más equita-
tivamente.
251 política
El decrecimiento contra el capitalismo
251 política
Decrecimiento en el modelo
agroganadero español
Iria Costela Peña
Veterinaria y técnica de ganadería en COAG
(Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos).
Integrante de Biolíbere-Supermercado Cooperativo
L a vida nos sorprende cuando nos encontramos con que, separadas unos
250 kilómetros una de otra, convivirán dentro de poco una granja de 20.000 1
vacas lecheras y otra de tan solo 40 2 en el Estado español. La de 20.000 se ins-
91
1 https://elpais.com/economia/2017/03/05/actualidad/1488743315_519115.html
2 http://www.crica.es/content/4-granja-crica
251 política
Cómo se llega al borde de este precipicio
251 política
, %
, %
93
, %
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Ministerio de Agricultura.
251 política
que los cambios vendrán de la mano del progreso. Algunos ejemplos en
los inicios de la reestructuración en el caso del lácteo fueron el fomento
del uso de determinadas razas ganaderas 5 o de cierta maquinaria de or-
deño.6
5 Como la raza frisona, más productiva pero menos resistente y adaptada al territorio.
6 Como los robots, que requieren elevados costes de mantenimiento y reparación, así como
el uso de piensos más caros.
7 El mercado lácteo europeo se desreguló en 2015 al eliminar el sistema que limitaba la pro-
ducción de leche en las explotaciones de la Unión Europea. La liberalización supuso el fin de
la contención de la producción de leche a nivel europeo y generó una fuerte crisis en los pre-
cios pagados en campo entre 2015 y 2017 (provocada por el incremento de la oferta).
8 Las industrias pagan un precio u otro por el litro de leche en función de características como su
nivel de grasa o proteína, pero también por el volumen de litros entregados. Así se fuerza a las/los
ganaderas/os a producir más cantidad de leche para obtener un mejor salario a final de mes.
251 política
en el Estado español solo el 12,3 % de las explotaciones producen ya el
53 % de la leche). En la otra punta, también un pequeño número de pro-
ductores/as que, en este caso, ha optado por oponerse al modelo impe-
rante y busca sus pequeños nichos de mercado. Y aquí llega la pregunta:
¿y el resto? ¿Y todas las explotaciones que no encajan en ninguno de los
dos extremos de este esquema dicotómico? En el caso del sector lácteo,
suponen nada más y nada menos que el 75 % 9 del total. Ganaderas/os
que llevan años resistiendo a través de su trabajo en el medio rural sin
ajustarse al modelo mayoritario, pero operando según sus lógicas. Co-
brando poco por su trabajo y soportando las presiones de una industria
alimentaria que, en su mayoría, es multinacional 10 y acumula un enorme
poder de negociación.11 Enfrentando, además, algunas violencias estruc-
turales y culturales de las que podríamos hablar largo y tendido en otro
artículo tanto o más extenso que este.12
Lo local y lo global.
La cuestión de la soberanía alimentaria
9 Explotaciones que producen entre 50.000 y 1.000.000 de kilogramos de leche al año (MAPA, 2019).
10 Existe influencia directa de los llamados mercados internacionales de futuros en la confor-
mación de los precios pagados en campo a nivel local (la Subasta de Fonterra en el caso de la
leche y los productos lácteos, o la Bolsa de Chicago en el caso de los cereales).
11 Las siete mayores industrias lácteas españolas controlan el 80 % del total de leche líquida
envasada de larga duración en España (MAPA, 2020).
12 Para profundizar en este tema, recomiendo muchísimo la lectura del libro Despoblación y
abandono de la España rural. El imposible vencido, de Luis del Romero Renau.
13 La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos, de sus países o uniones de Estados
a definir su política agraria o alimentaria (Vía Campesina). Es nuestro derecho a decidir qué
queremos comer y cómo queremos que se produzca esa comida.
251 política
tampoco podemos perder de vista que los postulados económicos, cultura-
les y políticos que definen la globalización llevan décadas conformando tanto
nuestro pensamiento como la priorización de nuestros deseos y necesidades
individuales y colectivas.
Aun así, durante las primeras horas y días de confinamiento e incerti-
dumbre generados por la pandemia, muchas de nuestras prioridades saltaron
por los aires cuando entendimos el significado de la palabra «esencial» y nos
dimos cuenta de la importancia de tener cerca aquello que garantizaría nues-
tra supervivencia: mascarillas, respiradores… y (más allá del anecdótico papel
higiénico) también alimentos.
Quisiera detenerme a señalar aquí que, durante esos primeros momentos
de la crisis sanitaria, nunca existió un riesgo real de desabastecimiento gracias
a la diversidad de alimentos producidos en nuestro país, así como al compro-
miso de nuestros/as productores/as. Sin embargo, durante días las televisio-
nes emitieron en bucle imágenes de estantes vacíos en supermercados y gente
llenando carritos de la compra. Esto, que nos impactó tanto, debería llevarnos
a reflexionar sobre el papel de los medios de comunicación en nuestra percep-
96 ción de ciertas cuestiones y su importancia.
Hace tiempo que los distintos gobiernos españoles apoyan sin reservas la
política comercial de la Unión Europea. El TTIP, el CETA o el Acuerdo Unión
Europea-Mercosur,14 entre otros muchos, son ejemplos de los llamados «acuer-
dos de nueva generación»; acuerdos entre la Unión Europea y terceros países
impulsados tras la crisis económica de 2008 cuyos objetivos son la armoniza-
ción normativa, la estandarización a la baja, la protección de las inversiones frente a
la soberanía democrática de los Estados y el establecimiento de nuevos marcos jurídi-
cos que den cobertura a nuevas estrategias predatorias de acumulación, tal y como
señalan Guamán y Moreno en su libro Empresas transnacionales y derechos hu-
manos. La necesidad de un instrumento vinculante (2018).
Con respecto a la alimentación, estos acuerdos operan para eliminar las
denominadas «barreras al libre comercio» entre países (¿acaso los intercam-
bios comerciales de alimentos no se realizan ya de manera «suficientemen-
te libre»?) 15 y, para ello, eximen del pago de aranceles 16 a ciertos productos y
crean un marco legal que facilita la importación de alimentos producidos en
14 Para más información recomiendo leer los informes publicados por COAG sobre los acuer-
dos TTIP, CETA y Mercosur.
15 En 2019, los Estados miembros de la Unión Europea exportaron mercancías agroalimenta-
rias, pesqueras y forestales por valor de 612.800 millones de euros; las importaciones fueron
de 601.346 millones de euros (MAPA). De media, los alimentos recorren casi 4.000 kilómetros
antes de llegar a nuestros platos (Amigos de la Tierra).
16 Los aranceles son tasas que gravan la importación de productos a nivel internacional.
251 política
condiciones más laxas a las exigidas en la Unión Europea 17 (y, en consecuen-
cia, a un coste muy inferior).
Los bajos precios a los que llegan esos alimentos a Europa contribuyen
decisivamente a la falta de rentabilidad que atraviesa nuestro sector primario,
ya que para nuestras explotaciones resulta imposible igualarlos (ni siquiera en
el caso de las más competitivas). El riesgo de deslocalización de la producción
hacia algunos de esos terceros países con los que firmamos acuerdos es tan
real que ya es un hecho en algunos sectores.18 Y la destrucción de tejido pro-
ductivo que ocasionaría ese desplazamiento de las producciones a otros paí-
ses sí limitaría enormemente la posibilidad de alimentarnos durante futuras
crisis. Todo esto también forma parte del diseño del modelo alimentario glo-
balizado impulsado por nuestras instituciones. Pero de estas posibles conse-
cuencias poco nos hablan los medios de comunicación.
No se trata de rechazar de plano la existencia de relaciones comerciales
con otros Estados, pero sí de exigir que esas relaciones sean equilibradas y jus-
tas para ambas partes, se centren en las personas —y no en las empresas— y
no pongan en jaque ni la supervivencia de sectores esenciales ni el respeto a
los modelos de producción elegidos soberanamente por los pueblos (sin en- 97
trar en la cuestión del respeto a los derechos humanos que, de nuevo, daría
para otro artículo).
17 A diferencia de otros países, la Unión Europea prohíbe el uso de hormonas de crecimiento
para engorde de ganado o la descontaminación de canales (carne) con sustancias higienizan-
tes, por poner algunos ejemplos.
18 Moyca Grapes, SL, principal comercializadora europea de uva de mesa sin pepita (Totana,
Murcia), ya cuenta con hectáreas de producción en Argentina. El Ciruelo, empresa también
murciana especializada en producción de uva de mesa y otras frutas dulces, compró en 2019
2.400 hectáreas de producción en Brasil. (COAG, 2019).
251 política
guir soportando las externalidades que genera un modelo económico dañino
para la vida.
La agricultura y la ganadería contribuyen aproximadamente un 11,9 % al
total de las emisiones de gases de efecto invernadero estimadas para el Estado
español.19 Sin embargo, es importante advertir que estos datos sobre contribu-
ción por sectores no diferencian entre modelos productivos. No está claro qué
explotaciones partirán de una mejor situación para adaptarse a las exigencias
derivadas de los compromisos adquiridos tras el Acuerdo de París (de entrada,
se presupone que las pequeñas y alternativas tendrán menos dificultades, aun-
que, en mi opinión, eso está por ver). Pero lo que sí es seguro es que las que
operan dentro del modelo industrial ya están invirtiendo todos los recursos
necesarios para que el greenwashing 20 haga su magia. La incógnita, de nuevo,
volverá a estar en el gran número de explotaciones de dimensión intermedia
que se sitúa fuera de los extremos del modelo dicotómico.
La capacidad de resiliencia que necesitarán las explotaciones españolas
para afrontar el futuro deberá demostrarse, por tanto, no solo en términos de
mercado, sino también en términos medioambientales. El decrecimiento es ya
98 una cuestión ineludible para frenar la emergencia climática y también el sec-
tor agrario está llamado a decrecer. La cuestión ahora es decidir cómo hacerlo.
Del mismo modo que en su día se establecieron las bases del actual sis-
tema alimentario, el objetivo ahora es conseguir, a través de políticas públicas
y empresariales, que todos los agentes implicados asuman que hay que vol-
ver atrás, pero de manera justa, ordenada y democrática. Algunas propuestas
para la reflexión y el debate:
251 política
tras hay personas en el medio rural que, desde hace años, no disfrutan de
unos días de vacaciones. Si acordamos colectivamente que deben asumir-
se nuevas pautas y exigencias orientadas a un decrecimiento, el trabajo
de producción de alimentos debe ser recompensado en forma de salarios
justos (igual que el resto de trabajos).
3. Para evitar que estos cambios provoquen una subida del precio de los ali-
mentos inasumible para los/las consumidores/as será necesario articular
mecanismos que garanticen un reparto justo y equilibrado de los bene- 99
ficios generados a lo largo de toda la cadena campo-mesa. Créanme: hay
margen para ello; aunque, por supuesto, generará grandes resistencias
por parte de las grandes empresas (lo que me lleva al siguiente punto).
251 política
Volver a conectar los entornos urbanos y el campo es una tarea pendien-
te, pero imprescindible, para contribuir a un decrecimiento solidario y justo
con todas y todos. Busquémonos, escuchémonos, leámonos y esforcémonos
en entendernos. Solo decreciendo juntas y juntos construiremos el futuro.
Bibliografía
251 política
Desigualdad, empleo
y decrecimiento económico
Vicente López
Director de la Fundación 1.o de Mayo
251 política
más amplia a las tres primeras preguntas, aquellas que establecen la relación
entre decrecimiento, empleo y distribución del ingreso, dejando planteados
grosso modo algunos elementos a modo de respuesta al resto de interrogantes.
Existe amplia literatura científica que señala que el modelo económico
que rige el proceso de globalización económica, eufemismo de capitalismo,
tiene límites físico-energéticos y ecológicos evidentes. Así lo relata un texto
avalado por 15.000 científicos de 184 países que, dirigidos por William Ripple,
advierten del daño sustancial e irreversible que está sufriendo nuestro plane-
ta y que «el bienestar humano se verá seriamente comprometido por el clima
cambiante, la deforestación, la pérdida de acceso al agua dulce, la extinción
de especies y el crecimiento de la población humana», resaltando que «la hu-
manidad no está tomando las medidas urgentes necesarias para salvaguardar
nuestra biosfera en peligro». Cabe señalar que, al calibrar las «medidas urgen-
tes necesarias» para dicha salvaguarda, se le suele encoger el brazo a más de
uno, escorándose la acción política, como supone por ejemplo la socialdemo-
cracia del vitoreado programa denominado New Green Deal, hacia el pragma-
tismo y el posibilismo que marca la sobrevalorada y paralizante, como señala
102 Alain Deneault,2 gobernanza política.
El carácter extractivista de nuestra economía define nuestra forma de pro-
ducir, pero también de vivir. A veces se nos olvida que la producción necesita
demanda efectiva (como consumo o inversión) para ser económicamente via-
ble en una economía de mercado. Un consumo dinamizado por el deseo perma-
nente de tener, de encontrar, a través del objeto, una supuesta felicidad efímera
e incompleta.3 De ahí el empeño en extender e intensificar el consumo.4 Este
modelo hegemónico que extrae recursos naturales y humanos (no olvidemos
la transformación-explotación de la fuerza de trabajo para convertirla en tra-
bajo efectivo dentro del proceso productivo) para producir bienes y servicios
que se utilizan y se desechan no es viable a largo plazo. Se lo impide entre otros,
como ya denunció hace bastantes décadas Georgescu-Roegen, el principio de
entropía.5 No sería honesto por nuestra parte hablar de consumo en general sin
tener en cuenta que la mayor parte del mismo se produce en los países más ri-
cos y dentro de estos por parte de la población con mayor renta, que al fin y al
cabo determinan, como dijo Veblen,6 esa estética del consumismo depredador.
251 política
El límite al crecimiento económico no es nuevo. Ya lo anunció, tras un in-
forme del MIT, en 1972, el Club de Roma. Una versión actualizada en 2012 de
dicho informe deja claro que nuestra huella ecológica sigue creciendo y supe-
ra con creces las capacidades físicas y biológicas de la Tierra. Negar este hecho
es sencillamente una estupidez.
Si aceptamos estos límites físicos y biológicos al proceso extractivo, nues-
tro «bienestar» económico medido en términos de capacidad de consumo de
bienes y servicios está en serio peligro. El modelo económico productivista,
consumista, petrodependiente y biocida, definido por la necesidad de acu-
mulación de capital, no parece que vaya a imperar eternamente en la Tierra.
Recordemos que la economía capitalista no está diseñada para satisfacer las
necesidades sociales o medioambientales, sino las necesidades de rentabilidad
del capital (beneficio). Digo esto porque a veces se nos olvida que las bases de
la economía de mercado, tanto el keynesianismo como el neoliberalismo,7 se
sustentan en el egoísmo individual y, como señala MacIntyre,8 en un emoti-
vismo ético que considera aceptables cualesquiera valores éticos.9
Esta evidencia científica solo es contestable, curiosamente, desde la pro-
pia perspectiva de la «ilusión científico-tecnológica».10 Se espera, desde una 103
óptica que podemos denominar tecno-optimista, que la ciencia y la tecnología
podrán reconducir estos obstáculos al crecimiento. El tecno-optimismo, que
podemos aproximar, por ejemplo, a la creencia de las bondades infinitas de la
I+D+i, es mayoritario en nuestra sociedad.11 Ni que decir tiene que esta es una
solución, si lo es realmente, de «final de tubería», que antepone la dinámica
económica dinamizada por el beneficio empresarial al principio de precaución.
251 política
La reversión del deterioro medioambiental ya producido que pone en peligro
el crecimiento económico a largo plazo es uno de los objetivos de ese binomio
ciencia-tecnología. Así, seguimos contaminando acuíferos, talando bosques,
produciendo plásticos…, mientras esperamos los extractores de dióxido de car-
bono que limpien nuestro aire y eviten el calentamiento global, las tecnologías
para eliminar de los océanos el plástico o la ansiada consecución de una fuen-
te de energía limpia e infinita. Todo ello con el objetivo de mantener el mode-
lo económico actual y, con él, el crecimiento de la productividad y el consumo.
Una fe ciega en la tecnociencia que, mientras permanezca como ideario
hegemónico, alimentará el exceso que caracteriza la civilización neoliberal. Es-
tas nuevas tecnologías futuribles no están diseñadas para detener, sin embargo,
el proceso de acumulación, sino que servirán para mantener el motor del cre-
cimiento y, con él, las necesidades futuras de más materia y energía. Por otro
lado, como ya sabemos por la paradoja de Jevons, el aumento de eficiencia y
productividad en el uso de los recursos que permitirán estas nuevas tecnolo-
gías conllevará un crecimiento en el consumo de más recursos y energía. Ser-
virán para acercarnos más y más a ese colapso ecológico.
104 En resumen, el decrecimiento económico por agotamiento de recursos fí-
sicos, energéticos y biológicos no será solo una opción política, sino una reali-
dad a la que, tarde o temprano, deberá enfrentarse la humanidad.
Antes de analizar el trinomio decrecimiento-empleo-equidad, deberíamos
constatar las tendencias regresivas que tiene la economía global, cuyo objetivo
es el crecimiento económico en términos de empleo y distribución de la renta.
En este sentido, es también una evidencia que el proceso de globalización de la
economía capitalista, que irrumpe con fuerza en la economía mundial a partir
de la década de los años ochenta del pasado siglo, ha conllevado una acelera-
ción de las desigualdades sociales tanto entre países como dentro de cada país.
Piketti 12 señala precisamente que este siglo, si no hay cambios substanciales en
los marcos de regulación, será de bajo crecimiento y creciente desigualdad. Las
altas tasas de desempleo en ciertos colectivos, la creciente informalidad 13 y pre-
cariedad en el empleo, junto con el debilitamiento de las políticas redistributivas
por parte de los Estados (tanto desde la óptica del ingreso como del gasto públi-
co) aumentarán el nivel de vulnerabilidad e inseguridad de la clase trabajadora.
251 política
Este hecho se ha podido constatar de forma clara no solo en épocas de
crecimiento económico (una reducción, por ejemplo, de la participación de la
remuneración de los asalariados y asalariadas en la renta nacional se ha redu-
cido de forma constante), sino sobre todo en épocas de recesión, como indica
el crecimiento de las desigualdades y la pobreza durante la Gran Recesión 14 o
en este último año de pandemia por la covid-19. El proceso de precarización
de la mano de obra y de redistribución regresiva de la renta toma fuerza pre-
cisamente en los momentos de crisis económica. El objetivo es obvio: recupe-
rar la tasa de beneficio para impulsar de nuevo el proceso de acumulación. La
riqueza se acumula más si cabe en los períodos de decrecimiento económico
dentro del modelo capitalista.
Estos datos señalan que el crecimiento del PIB no es una condición sufi-
ciente, y diría que ni necesaria, para la lucha contra las desigualdades sociales
y que el decrecimiento económico no planificado, en un modelo como el ac-
tual, aumenta la inequidad. Uno de los elementos clave que explican este pro-
ceso regresivo de distribución del ingreso y precarización de las condiciones
de trabajo es el debilitamiento que ha sufrido, bajo la batuta de las políticas
neoliberales, el poder de negociación de la clase trabajadora impuesto por los 105
gobiernos nacionales y supranacionales en las últimas décadas. El objetivo de
estas políticas de desregularización del mercado laboral y privatización de los
servicios públicos ha sido la reducción relativa del precio del trabajo a favor de
las rentas de capital o, lo que es lo mismo, un crecimiento del coste laboral real
siempre por debajo del aumento de productividad. Desde esta perspectiva de-
bemos entender también las políticas tendentes a la reducción de impuestos
y a una menor progresividad de los mismos, las reformas laborales impulsadas
por los gobiernos tendentes a aumentar la «flexibilidad» (precariedad) en el uso
de la mano de obra y la individualización y mercantilización de la relación la-
boral, o los procesos de privatización de los servicios públicos y la reducción
del gasto social. Son estas las bases que aseguran las crecientes desigualdades
sociales y también la recuperación o aumento del beneficio empresarial. En pa-
labras de Warren Buffet, «hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía,
la de los ricos, la que está haciendo esa guerra y vamos ganando».
El crecimiento económico en la economía de mercado no asegura ni el
pleno empleo ni un empleo más digno, ni un reparto más justo de la renta ge-
nerada.15 Pero se sigue pensando que será más fácil para la clase trabajadora
14 https://revistas.ucm.es/index.php/PADE/article/view/48736
15 Tampoco lo supuso en los llamados treinta años gloriosos del capitalismo que recorrie-
ron las economías del centro y del norte de Europa tras la Segunda Guerra Mundial en lo que
se llamó el pacto keynesiano de postguerra. Un pacto entre el capital y el trabajo «nacional»
que supuso una mejora en los procesos de redistribución de la renta entre los trabajadores •
251 política
acceder a una renta suficiente y, con ella, a mejores condiciones de vida si hay
crecimiento económico. ¿Por qué? La razón es sencilla: el trabajo (asalariado
o por cuenta propia) sigue siendo en la actualidad la forma legitimada para el
acceso directo o indirecto a la renta. Y la demanda de trabajo, como es sabido,
es una demanda derivada que depende del volumen de producción de bienes
y servicios y, naturalmente, de la tecnología utilizada (más o menos intensi-
va en trabajo).
Sin el motor del binomio producción-consumo, no hay expectativas de
crecimiento económico y, por lo tanto, de aumento del nivel de empleo; y sin
él, las posibilidades de participación en el reparto de la renta de millones de
trabajadores y trabajadoras en la economía capitalista se ven frustradas. La pre-
gunta subsiguiente sería: ¿es posible conseguir el pleno empleo y que, además,
sea digno? La respuesta es no. El proceso de acumulación no solo extrae re-
cursos materiales y humanos, sino que necesita de un proceso de distribución
de la renta regresivo para mantener el proceso de acumulación de capital. Di-
cho de otra forma, requiere que la productividad se reparta de forma desigual
a favor de las rentas empresariales. Señala Joseph Stiglitz que «la ampliación y
106 profundización de la desigualdad no está dictada por leyes económicas inmu-
tables, sino por leyes que hemos escrito nosotros mismos». Creo que lo más
exacto sería decir que las leyes que nosotros generamos dinamizan este mode-
lo de crecimiento para alimentar la codicia de la clase capitalista.
De hecho, incluso cuando pensamos en el reparto del empleo, no olvida-
mos que este ya es un hecho a escala planetaria. Ahora bien, se realiza a través
de esas fórmulas que dinamizan no la inclusión y la equidad, sino la segmenta-
ción laboral y con ella la exclusión social de amplias capas de la sociedad (como
pueden ser las mujeres, los migrantes, las minorías étnicas, los jóvenes…). Las
distintas formas de precariedad (el desempleo, la informalidad, la temporalidad
o el tiempo parcial, por ejemplo) son mecanismos de reparto del empleo que,
sin embargo, no aseguran un salario ni una vida digna (los llamados trabajado-
res pobres). Sin embargo, aseguran el crecimiento del excedente empresarial.
Parafraseando a Jorge Riechmann, el cambio climático (y otras altera-
ciones ecológicas) y la desigualdad e injusticia social son los síntomas de una
enfermedad que se llama capitalismo.16 Por lo tanto, hablar de crecimiento
sostenible o de mejora de los niveles de redistribución de la renta a escala pla-
• autóctonos de estos países, que, sin embargo, aseguraban sus procesos de acumulación a
través de las malas condiciones de trabajo y de vida de la mano de obra de inmigrantes, la ex-
clusión de las mujeres del mercado de trabajo (el vitoreado pleno empleo era solo para los hom-
bres) y un proceso acelerado de explotación de las economías menos desarrolladas.
16 https://ctxt.es/es/20170920/Politica/15167/cambio-climatico-riechmann-acuerdo-paris
-ecologia-medioambiente-ctxt.htm
251 política
netaria 17 es contrario a las consecuencias que en sí mismo tiene el proceso de
globalización económica.
A pesar de ello, hablamos de sostenibilidad, o redistribución en el marco
del Estado nación, olvidando que el «sistema mundo»18 ha ido perfeccionan-
do los procesos de explotación de las personas y los recursos medioambien-
tales a la vez que limitaba la capacidad de control del mercado por parte de
los Estados nación. Como ejemplos: la creciente importancia de las empresas
transnacionales y los procesos de internacionalización de las estructuras pro-
ductivas, en un mundo con amplia movilidad de capitales, limitaciones en la
movilidad de las personas y con instituciones de control supranacional que
aseguran el proceso de acumulación capitalista. De hecho, como hemos podido
ver en la última crisis, instituciones internacionales, por otro lado escasamen-
te democráticas, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o
la Organización Mundial del Comercio tienen como objetivo asegurar esa dis-
ciplina económica ortodoxa 19 de los gobiernos nacionales que, como se suele
señalar, «demandan los mercados». Básicamente la disciplina presupuestaria
con el consiguiente control del déficit público (sin aumento de impuestos) y
un proceso permanente de desregularización del mercado de trabajo. En estos 107
momentos, las políticas económicas nacionales están domesticadas por ins-
tancias supranacionales que aseguran el proceso de crecimiento económico
global. Pensemos, sin ir más lejos, en la intervención de la llamada Troika en
los países más afectados durante la Gran Recesión. En estos momentos, como
señala Amartya Sen, la justicia social solo puede entenderse desde una ópti-
ca global, no nacional.
En resumen, el capitalismo no solo tiene efectos negativos y límites en
términos medioambientales, sino que también los tiene en términos sociales.
Pero, para ser exactos, podríamos decir que los efectos sociolaborales que su-
pone a escala global el proceso de globalización económica construyen la base
no solo de la inequidad y la injusticia social, sino también de la insostenibili-
dad ambiental. A la pregunta «¿hasta qué punto está dispuesta la población a
aceptar los límites al crecimiento económico y el exceso del binomio produc-
ción-consumo?», podríamos anteponer «¿hasta qué punto está dispuesta la
población a aceptar la creciente desigualdad y precariedad que genera la eco-
nomía de mercado?». Christophe Dejours 20 señalaba que nos hemos acostum-
17 Soy de la opinión, como desarrolla Amartya Sen en su libro Idea de justicia como crítica a la
idea de justicia de Rawls, de que para hablar de justicia social se tiene que tener una perspec-
tiva global, no desde el Estado nación.
18 Siguiendo el concepto de Immanuel Wallerstein.
19 Tal y como describe el llamado consenso de Washington.
20 Cristophe Dejours (2016): La banalización de la justicia social.
251 política
brado a vivir con naturalidad en un ambiente de injusticia social creciente y
bajo una mentira institucionalizada que nos señala solo los éxitos económi-
cos y no el sufrimiento que los acompaña. Este sufrimiento puede ser social y
también medioambiental.
Sin embargo, siempre existe una esperanza para el cambio. A lo largo de
la historia, se han producido con mayor o menor éxito respuestas más o me-
nos revolucionarias, emancipadoras… en las que la clase social más baja se ha
rebelado contra unas condiciones de vida que se han considerado inaceptables
o bien ante la falta de recursos para desarrollar una vida digna. «Las compañías
poderosas no sabían que la línea entre el hambre y la ira es muy delgada», se-
ñalaba uno de los personajes de la novela Las uvas de la ira, de Steinbeck. Este
inconformismo social sin embargo nace, por desgracia, ante las situaciones
más precarias de vida.21
Un programa de redistribución de la riqueza y de reducción del tiempo de
trabajo a escala global, que suponga una transferencia neta constante del Norte
al Sur, debe ser prioritario y paralelo a la disminución de la capacidad de pro-
ducción o incluso eliminación de ciertas actividades productivas. No al revés.
108 Si el sistema capitalista es el problema, la solución pasa por paralizar el proce-
so de acumulación. El decrecimiento debería ser, precisamente, el resultado de
esta limitación de la riqueza y su concentración,22 verdadero motor del exceso
consumista, mejorando paralelamente los niveles de vida de amplias capas de
la población mundial. La disminución de la capacidad de consumo de la clase
ociosa, de ese 20 % que consume el 80 % de los recursos, parece el elemento
esencial. La política distributiva o de empleo a escala nacional o aquellas desti-
nadas a lo que se viene a denominar «desarrollo sostenible» (greenwashing) son
ineficaces para la lucha contra la desigualdad, la pobreza y, por lo tanto, contra
el problema ecológico que tenemos. ¿Y es esta necesidad de cambio compa-
tible con la democracia liberal? Se necesitaría un amplio consenso y concien-
ciación de una mayoría social que, sin embargo, está educada y domesticada
en el individualismo, el consumo compulsivo, la autoexplotación y el traba-
jo alienante. Una mayoría que, por lo tanto, debería enfrentarse a esa minoría
opulenta en un ambiente mediático, político, económico y jurídico hostil. Es
difícil, pero no imposible.
21 En este caso merece la pena releer la novela de Émile Zola Germinal y analizar las razones
de la revuelta obrera que relata.
22 Siguiendo lo que señala Christian Neuhäuser, yo hablaría de prohibir los ricos y no solo por
cuestiones morales, sino por necesidad de supervivencia de la especie humana.
251 política
Cuidar lo común
Clara Alonso Jiménez
Feminista. Responsable del área institucional del PCE
251 política
aprecian entre mujeres y hombres. Continúan siendo las mujeres quienes ma-
yoritariamente (90,9 %) toman excedencias por cuidados de hijos/as (aunque
existe una leve tendencia a aumentar el número de hombres que las toman).
Algo similar ocurre con las excedencias por cuidado de familiares (81 % mujeres).
En el año 1987, la tasa de actividad de las mujeres era del 32 %. En 2020
es del 52,5 %. Las mujeres que participan en el mercado de trabajo han pasado
de ser algo menos de cinco millones a más de diez millones. Pero aún la tasa de
actividad media de los hombres supera a las mujeres en casi 11 puntos, con di-
ferencias significativas en función de la situación familiar y la presencia o no
de hijos en el hogar. Como ejemplo, en 2017 la tasa de empleo de las mujeres de
30 a 34 años era del 90 %, mientras que si había algún hijo menor de 3 años
caía hasta el 62 %. Mientras que 56.600 mujeres dejaron su trabajo para cuidar
a niños, adultos, enfermos, incapacitados o mayores (un 87 % del total), solo
8.100 hombres hicieron esto en el tercer trimestre de 2020. Y otro dato rele-
vante: 489.000 mujeres no están buscando empleo por cuidar a niños, adultos,
enfermos o incapacitados (un 92 % del total), mientras que 41.500 hombres no
buscan empleo por este motivo.
110 Y esto afecta no solo a la vida laboral de las mujeres, también a lo que vie-
ne después: en marzo de 2020, la pensión media de las mujeres era de 803 eu-
ros al mes, mientras que en los hombres ascendía a 1.225 euros. Las mujeres
perciben la mayoría de las pensiones más bajas: el 92 % de las de viudedad o
el 69 % de las prestaciones a favor de familiares. El 30 % de las pensiones a
mujeres requieren un complemento a mínimos. Las diferencias entre muje-
res y hombres siguen siendo muy pronunciadas: bases de cotización inferio-
res y vidas laborales interrumpidas por un desigual reparto de los cuidados de
la familia tienen como consecuencia pensiones menos cuantiosas en la vejez.
En el caso de las familias en las que madre y padre trabajan, el porcenta-
je de mujeres que realizan tareas domésticas a diario es muy superior al de los
hombres (84,5 % frente a 41,9 %). Esto tiene efectos determinantes en las vi-
das de las mujeres, como en su salud mental: en 2017, el 34 % de las mujeres
frente al 17 % de los hombres (franja edad más de 40) ha retirado al menos un
envase de antidepresivo, ansiolítico o hipnótico/sedante.
Si encima sumamos el impacto de la covid, el diagnóstico es peor: la po-
blación femenina se muestra como el grupo más vulnerable a la ansiedad, la
depresión y el estrés durante el confinamiento por la mayor carga que supuso
combinar el trabajo o teletrabajo con el cuidado de hijos y otros roles de género.
Como en el caso de las mujeres entrevistadas en La doble jornada, las mu-
jeres a día de hoy siguen siendo la parte más golpeada por la crisis de cuidados:
el número de horas del día sigue siendo el mismo, pero las tareas se han mul-
tiplicado por dos. Nos encontramos, como en 1988, con «mujeres tan afecta-
das por la falta de sueño que hablan del mismo como habla de la comida una
persona hambrienta».
251 política
Las trabajadoras entrevistadas en La doble jornada repetían: «Lo que nece-
sito es una esposa». Pero quizá lo que necesiten no sea una esposa, sino un uni-
verso laboral diferente que se adapte a las necesidades de cuidado no solo de
ellas, sino de la sociedad en su conjunto. Veamos qué hay detrás de todo esto.
Nancy Fraser publicó en febrero de 2020 Los talleres ocultos del capital, una re-
copilación de textos que pretende teorizar una visión ampliada de la sociedad
capitalista que atienda no solo a las contradicciones internas presentes en la
economía capitalista, sino también a aquellas contradicciones (inherentes)
que están suponiendo, en el capitalismo del siglo XXI, el colapso del sistema
en sí. Entre estos textos, destaca el publicado en 2014: «Tras la morada ocul-
ta de Marx». En el mismo, la tesis fundamental de Fraser es que los mercados
dependen para su propia existencia de relaciones sociales no mercantiliza-
das que proporcionan las condiciones primordiales de posibilidad de los mismos. 111
¿Y qué son estas condiciones primordiales de posibilidad? Tal y como re-
pasa la autora en la obra, la acumulación capitalista se logra mediante la ex-
plotación (el capital se expande mediante la extracción de plusvalías, a través
de la no compensación de una porción del tiempo de trabajo de los trabaja-
dores y trabajadoras). De modo similar, tal como señaló David Harvey, existe
un relato subyacente en la procedencia del capital, «una historia muy violen-
ta de desposesión y expropiación: un mecanismo de acumulación continuo, si
bien informal, que se mantiene junto al mecanismo formal de la explotación».
Tras esta reflexión, Fraser nos invita a volver a mirar, de nuevo, la «mo-
rada oculta de la producción» de Marx y a sumarle a la misma las condiciones
primordiales de posibilidad, esa desposesión y expropiación que enunciaba Har-
vey. «Si queremos realizar una interpretación correcta del capitalismo del si-
glo XXI —señala—, es fundamental analizar esas condiciones», esos talleres
ocultos del capital.
¿Y cuáles son los talleres ocultos del capital? Fraser señala tres: la repro-
ducción social; la naturaleza y los poderes públicos, que albergan, a su vez, las
contradicciones o tendencias a la crisis ecológica, de cuidados y política, tan ca-
racterísticas de nuestro tiempo.
El primero de ellos es la reproducción social, al que el feminismo llama
trabajo de cuidados. El capitalismo necesita de la reproducción social para exis-
tir y esa reproducción social necesita, indiscutiblemente, de la división sexual
del trabajo: una sociedad dividida por sexos en la que hombres y mujeres tie-
nen posiciones diferentes, de más y menos valor, y roles de género asignados
distintos. Los hombres en lo público, las mujeres en lo privado. Los hombres
251 política
en la producción, las mujeres en la reproducción. Los hombres como provee-
dores, las mujeres como ángeles del hogar. Los hombres en el trabajo remune-
rado, las mujeres en el remunerado y no remunerado. Los hombres ganando
más, las mujeres teniendo que trabajar cincuenta y un días más al año para
ganar lo mismo.
El capitalismo necesita de la reproducción social, del trabajo de cuidados,
para su propia existencia: la actividad reproductiva es absolutamente necesa-
ria para la existencia del trabajo remunerado, la acumulación del plusvalor y
el funcionamiento del capitalismo propiamente dicho. Como señala Fraser,
«el trabajo remunerado no podría existir en ausencia del trabajo doméstico, la
crianza de los hijos, la enseñanza, el cuidado afectivo y toda una serie de acti-
vidades que ayudan a producir nuevas generaciones de trabajadores y reponer
los existentes, además de mantener los vínculos sociales y las interpretacio-
nes compartidas».
Ya sea en el capitalismo del siglo XIX, en el capitalismo de Estado del XX
o en el financiarizado del XXI, el esquema se repite y la contradicción no se re-
suelve: hemos pasado de un modelo de familia de un único proveedor con sa-
112 lario a un modelo de familia de dos proveedores y la solución capitalista de
la crisis de cuidados es ofrecer a las trabajadoras de Google que congelen sus
óvulos para ser madres cuando hayan consolidado su carrera profesional. La
crisis de cuidados es una contradicción inherente al propio sistema capitalis-
ta y, al igual que las mujeres entrevistadas en La doble jornada, la solución no
es necesitar una esposa (ni de las cadenas globales de cuidados), sino subver-
tir el orden capitalista mismo.
Amaia Pérez Orozco, en Subversión feminista de la economía, explica, anali-
zando la crisis que se inició en 2008, que la misma era multidimensional: a su
esfera financiera, política y social se sumaba una específica que afectaba espe-
cialmente a las mujeres: la de cuidados. Esta crisis, sobre la que ya nos habían
hablado otras feministas antes, se caracterizaba por ser permanente y pronun-
ciada mucho antes de la crisis financiera. Poner la vida en el centro fue el re-
clamo feminista para hacer visible esta crisis y para evidenciar que, tal y como
estaba (y continúa) el modelo económico y social, la vida se hace sostenible
solo para la minoría de la minoría.
251 política
Igual que el capitalismo se construye bajo la lógica de demanda-sepa-
ración-destrucción del trabajo reproductivo, necesitándolo al mismo tiempo
que lo destruye, su relación con la naturaleza se articula desde la expropiación
sin límites: necesita de la naturaleza para existir y simultáneamente acaba con
ella. Como señala Yayo Herrero en Propuestas ecofeministas para un sistema car-
gado de deudas, «el ineficiente metabolismo agro-urbano-industrial impulsado
por la ideología neoliberal ha provocado la superación de los límites del pla-
neta […]. El divorcio entre las dependencias materiales de la vida humana y el
paradigma económico dominante está conduciendo a la humanidad a una si-
tuación de colapso».
Por último, la tercera condición primordial de posibilidad se sitúa en el plano
de los poderes públicos. Continuando la estela de las falsas dicotomías capi-
talistas, reflejadas en la artificial separación producción/reproducción o natu-
raleza/humanidad, localizamos la separación tan capitalista entre economía/
política como la señal de un capitalismo que necesita de los Estados para su
protección y el fortalecimiento de sus normas constitutivas, al tiempo que, sis-
temáticamente, los pone en cuestión.
113
251 política
necesitar vivir en un planeta habitable, sano. Un mundo que se construye de
espaldas a eso es un mundo insostenible.
Una política de cuidados entendida como una política de transición con
un doble objetivo: resolver de manera urgente las cuestiones más acuciantes
de la crisis de cuidados (empleo de hogar, cuidados de niños/as, cuidados de
mayores y creación, profesionalización y dignificación de todos los trabajos
vinculados al cuidado) al tiempo que ir sentando las bases de un cambio sis-
témico. Desde esta perspectiva, los cuidados son entendidos desde una doble
óptica: como paradigma social y principio orientador en la reinvención del pro-
pio Estado, y como política pública propia e identificable dirigida a la configu-
ración de una reorganización socialmente justa.
Bibliografía
Hochschild, Arlie R., y Machung, Anne: La Herrero, Yayo: Propuestas ecofeministas para
114 doble jornada. Familias trabajadoras y la re- un sistema cargado de deudas.
volución en el hogar. Pérez Orozco, Amaia: Subversión feminista
Fraser, Nancy: Los talleres ocultos del capital. de la economía.
251 política
El gasto sanitario frente
a la inversión en salud.
La salud en un contexto
decrecentista
Carmen Franganillo
Activista. Coordinadora del área de salud de IUCyL.
Miembro de la Plataforma en Defensa de la Sanidad Pública de León
y de la Coordinadora de Plataformas de CyL.
Coportavoz de la Red de Activistas de Salud de IU
251 política
La iatrogenia, sumada a los errores médicos, es la tercera causa de muer-
te en Estados Unidos tras las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, con
unos 250.000 fallecimientos anuales, según los cálculos publicados en la revis-
ta British Medical Journal. Estimaciones recientes indican que podrían elevar-
se a entre 210.000 y 400.000 los pacientes hospitalizados en Estados Unidos.
¿Y por qué se produce este hecho? La falta de control público sobre ensa-
yos clínicos, la inexistente farmacia pública o de empresas farmacéuticas esta-
tales, la lucha por las patentes, que se eternizan con una simple reformulación
del medicamento, el modelo educativo, que favorece que parte de la forma-
ción posterior a la universitaria sea en parte financiada por la farmaindustria,
la desregularización del mercado… El triunfo del neoliberalismo en este sec-
tor es absoluto.
Para que se dé el hecho paradójico de que aumentar el gasto público sa-
nitario no signifique un aumento de la salud de la población, el sector necesi-
ta dirigir los recursos hacia la medicina hospitalaria, arrebatando recursos a la
atención primaria para poder usarlos allí donde está el negocio. Para ello, en
los años noventa se pone en marcha en España el sistema de desmantelamien-
116 to de lo público y la eliminación de servicios en las zonas rurales. En realidad,
una copia de las fórmulas utilizadas anteriormente en Reino Unido y puestas
por escrito por primera vez aquí en el informe Abril Martorell en el año 1991,
encargado por el gobierno de Felipe González. Este informe, muy criticado en
su momento, aparentemente quedó relegado en el olvido. Sin embargo, sus
recomendaciones y fórmulas privatizadoras se han ido adoptando en las co-
munidades autónomas y en todo el Estado con la excusa de la crisis económi-
ca del 2006.
En el contexto de crecimiento continuo necesario es fundamental la acu-
mulación por desposesión y la expropiación de la salud. Aquí entra en juego la
apropiación de lo público por parte del sector privado de diferentes maneras.
Las derivaciones, privatizaciones y la gestión privada de hospitales públicos
que aumentan exponencialmente el gasto (sucede con el HUBU o el hospital
de Alzira, desprivatizado hace dos años) son fórmulas que no se han llevado a
cabo de repente, sino de una manera sutil y paulatina. Estas derivaciones co-
menzaron con la privatización de servicios no sanitarios dentro de los hospi-
tales y han ido ganando terreno hasta convertirse en una parte importante de
la inversión en sanidad. También aumenta el gasto farmacéutico, sin que se
plantee de manera seria el problema creado por el excesivo consumo de medi-
camentos ni la necesidad de una farmacia pública.
La mujer siempre ha sido un agente de salud. Aunque ello ha formado par-
te de la apropiación por parte del patriarcado del trabajo realizado por las mu-
jeres en beneficio de la comunidad, sin remuneración. En el ámbito doméstico
tenía un mejor conocimiento del uso medicinal de las plantas, adquirido a tra-
vés de la especialización en la recolección desde el Neolítico. Este conocimien-
251 política
to, que se basa en el ensayo/error, aunque no siempre es lo mejor para tratar
diversas dolencias, fue durante mucho tiempo y en diversos medios, como el
rural, el único al que las personas con menos recursos tenían acceso. Los cui-
dados son una parte importante del mantenimiento de la salud. Muchas tenían
la capacidad de atender al parto y se encargaban de la supervivencia de la pro-
le y la familia. Esos conocimientos se han perdido en el fenómeno de la expro-
piación de la salud. En la década de los cincuenta, la pobreza que afectaba a la
mayor parte de la población, las dificultades de acceso a una buena alimenta-
ción y la higiene (muchos pueblos no tenían agua corriente en sus casas), así
como la falta de equidad en el acceso a tratamientos y a los avances médicos,
además de la problemática laboral y de falta de derechos, hacían que la espe-
ranza de vida fuera considerablemente menor al resto de Europa.
Está claro que tanto las cuestiones económicas como la educación, que
generalmente van de la mano, son fundamentales en la salud. Sin una higiene
garantista y con unas duras condiciones de vida hasta mediados del siglo XX,
los españoles tenían menor esperanza de vida y peor salud en general, menor
tallaje, mayor mortalidad infantil, laboral, etcétera. Después, los avances en
la atención al parto gracias a las matronas y la lucha contra las principales en- 117
fermedades infecciosas, junto con las mejoras sociales que, a base de lucha y
movilizaciones, fue consiguiendo la clase obrera, aumentaron nuestra espe-
ranza y calidad de vida.
Con el desarrollismo llegó el acceso de la mayoría de la población a estas
mejoras, pero de forma paralela fue llegando, y no de forma casual, otro pro-
ceso distinto: la mercantilización de la salud. Se olvida lo social y comunita-
rio, las opiniones de expertos y la gestión de la tecnocracia comienzan a dar
sus frutos en forma de ganancias para las empresas, en especial las farmacéu-
ticas. El pensamiento crítico para manejar este fenómeno ha sido mermado en
nuestra sociedad mediante la manipulación de medios, publicidad y sistema
educativo. Somos incapaces de tomar decisiones sobre procesos vitales sin el
consejo de expertos.
Las enfermedades tienen sus causas, pero es la persona quien sufre los
efectos de la enfermedad y hay que ponerse en su lugar para comprender y me-
jorar los tratamientos. Hemos perdido poder sobre nuestras vidas. ¿Qué es lo
que le importa al paciente? La medicina actual evita esta pregunta, porque el
sistema neoliberal necesita, para su apropiación, el control del sistema de sa-
lud, que en realidad nos pertenece a todos nosotros.
La sanidad pública supone una gran parte del PIB mundial, con inversiones
irregulares que hacen que, generalmente, exista más gasto donde menos se ne-
cesita, con el aumento consiguiente de intervenciones innecesarias (iatrogenia).
A esto hay que sumar los gastos sanitarios en la privada. En nuestro país, a pesar
de las obras del ladrillazo sanitario, el gasto público está en retroceso, mientras
crecen exponencialmente los beneficios de la sanidad privada. El IDIS preten-
251 política
de acaparar parte de este gasto que, aun en retroceso, era en 2018 en España del
6,38 % y en Estados Unidos en torno al 13,78 %. Esto hace que las multinacio-
nales traten de controlar todo lo relacionado con la salud e intenten aumentar
el gasto al máximo, sin que ello suponga una mejoría en la salud de la población.
Se nos vende la fuente de la juventud, píldoras para la felicidad, para una
vida perfecta que el capitalismo promete para satisfacer sus propios intereses
frente a una realidad muy distinta. Se nos convierte en meros consumidores.
Los médicos, formados dentro del sistema, salvo un sector crítico en au-
mento, sobrevaloran las causas biológicas, bioquímicas, genéticas o las modi-
ficaciones anatómicas que explican algunas enfermedades. Suelen dar menos
importancia a las psicológicas y sociales. Consideran básicamente el aspecto
biológico de la salud. Esto no es un ataque a las profesionales de la salud, sino
al sistema, tanto al que nos rodea a todas como aquel en el que ellos se forman.
Es imprescindible la visión del paciente y sus familiares en el tratamien-
to de los problemas de salud. Esta visión lleva a respuestas prácticas, útiles y
menos costosas. Ignorar esta visión es expropiar la salud.
Hay medicamentos para casi todo, pero la lucha por las patentes de las
118 farmacéuticas deja sin posibilidades de acceso a medicamentos básicos a gran
parte de la población mundial y desdeña el estudio de enfermedades raras que
no corresponde a sus intereses de mercado. Las fases vitales por las que pa-
samos las personas en el transcurrir de la vida han sido convertidas en un ob-
jeto mercantil. Pastillas para que las niñas y niños no se muevan demasiado,
suplementos vendidos como saludables, estatinas, píldoras de juventud para
mejorar nuestros huesos, fortalecer los músculos, para la calvicie, la infertili-
dad, para no pensar… Para ajustarnos a los cánones que nos marcan las mul-
tinacionales. Mientras nos venden comida basura y dejan que el planeta se
sumerja en el caos ecológico, nos venden también los remedios para curarnos
de sus consecuencias.
Los diagnósticos, con frecuencia, imponen una estructura cultural que
implica un juicio de valor acerca de las conductas. Por ejemplo, la obesidad, la
hipertensión arterial, la vida sexual de las mujeres… Se produce una colisión
entre el médico, centrado en los datos clínicos, y el paciente, centrado en la
merma de sus capacidades. Así, las percepciones de sufrimiento son muy dis-
tintas incluso para iguales problemas de salud. Cada persona tiene una histo-
ria propia y por eso el impacto de una misma enfermedad es diferente en cada
una, dependiendo de sus circunstancias. Las enfermedades suelen ser de carác-
ter temporal, pero también pueden ser crónicas. Y en este caso la aceptación
de la enfermedad y los medios para afrontarla son importantes para combatir
sus efectos. Es la parte humana de la medicina. Y sobre todo en el momento
en el que el ser humano envejece, cuando se acerca la muerte, que el sistema
reconoce como un fracaso y no como parte del ciclo vital. En un mundo que
ni siquiera se permite pasar por momentos de duelo sin ansiolíticos, se escon-
251 política
de a nuestros mayores, encerrándolos entre muros y arrebatando a la vejez su
dignidad, su libertad y sus derechos al final de la vida.
Mención aparte merece la mercantilización del cuerpo de la mujer, a la
que venden todo tipo de productos milagrosos para que no escape a sus cá-
nones heteronormativos tomando decisiones por ella en cuanto a su cuerpo y
al proceso reproductivo, fomentado a través de revistas, prensa, anuncios de
televisión y presente en la sociedad hasta la saciedad. Nuestro cuerpo y capa-
cidad de reproducción es algo que solo a nosotras pertenece. En este sentido,
a modo de ejemplo, recordemos el aumento de mortalidad en los años vein-
te del siglo pasado, cuando los ginecólogos, varones, convirtieron el parto en
una especie de enfermedad e incluyeron todas las técnicas que experimenta-
ban. Joseph de Lee, considerado el padre de la obstetricia moderna, llevó el
parto al hospital como fórmula de prevención, pero el exceso de intervencio-
nes innecesarias tuvo sus consecuencias y provocó una epidemia de muertes
de madres, especialmente entre las mujeres que se podían permitir este tipo de
intervenciones.
En cuanto a la problemática en el mundo del trabajo, debemos hacer una
contextualización en el marco del desempleo y la crisis, donde nos encontra- 119
mos con la reforma laboral, que facilita los despidos por baja justificada y lleva
a las personas a disminuir los tiempos de reposo necesarios para su recupera-
ción, minimizando las bajas tanto por enfermedad común como por las profe-
sionales o accidentes laborales y que conduce a estadísticas engañosas en las
empresas, que junto a la disminución de personas afiliadas a la Seguridad So-
cial nos lleva a la perversa conclusión de que hay menos accidentes laborales.
El miedo a perder el empleo junto a los recortes en prevención de riesgos la-
borales provoca un incremento de los accidentes sin baja, a consecuencia del
miedo. En ningún momento se ha demostrado ni que exista un fraude ni que el
gasto en incapacidad laboral sea más elevado en nuestro país que en los países
de nuestro entorno. La OIT no considera absentismo las bajas por enfermedad.
Cada día vemos anuncios en televisión que nos proponen soluciones para
ser más productivos, como si el cansancio no fuera una consecuencia natural
de nuestro estilo de vida y de la presión del neoliberalismo. En estos anuncios
se nos transmite la idea de que las personas no productivas no forman parte de
ese modelo ideal, en una forma sutil y oculta de fascismo. En medio de la crisis
pandémica, se están buscando fórmulas para atajar las consecuencias psico-
sociales de la crisis sin solucionar los problemas de fondo, de índole económi-
ca. La sanidad en materia de salud mental necesita reforzarse necesariamente,
pero nunca puede sustituir a la intervención en los determinantes de la salud.
No sirve medicar y sobrediagnosticar depresiones a personas que han perdi-
do su empleo si la protección social es insuficiente, o a personas que desarro-
llan ansiedad por haber perdido su vivienda o por no poder pagar sus facturas.
Los problemas sociales necesitan soluciones sociales.
251 política
A esto hay que sumar un empeoramiento de la salud psíquica de los traba-
jadores, de las dificultades para la conciliación, los fraudes en la contratación,
la flexibilización en beneficio de las empresas, la «multifunción», la precariza-
ción, el aumento del desempleo… El estrés laboral acaba tratándose como una
enfermedad mental, cuando es fruto de políticas neoliberales y del aumento
de la presión sobre los obreros y el abandono de la medicina del trabajo, que,
en todo caso, queda en manos de las mutuas, filiales privadas de las empresas.
En estos casos, las personas no necesitan un médico (que también), sino lu-
cha sindical y por sus derechos. No podemos sustituir la lucha obrera por re-
cetas médicas.
Enfermedades como los ictus, infartos y diabetes, de gran prevalencia en
nuestra sociedad, podrían combatirse mediante fórmulas educativas y socia-
les: la reducción del estrés y de la mala alimentación, relacionada tanto con el
consumismo como con el avance de la pobreza, la salubridad del entorno, la
ecología y un nuevo modelo urbanístico en las ciudades, mejoras laborales y
la participación activa y consciente de la población en la toma de decisiones
serían mucho más eficaces y menos costosas en términos de eficiencia social
120 y de mejora de la calidad de vida. Necesitamos sentido común y más atención
primaria, y volver, a través de un sistema preventivista y social, a la medicina
de los cuidados. No se trata de renunciar a avances médicos ni de pensar que
son los profesionales de la salud los que reconducen nuestra sanidad hacia los
intereses de mercado, porque es el sistema en el que estamos inmersas el que
provoca esta situación. Aprendamos a usar los servicios de salud y a no dejar-
nos manipular por intereses economicistas. La intervención sobre los deter-
minantes de salud es más eficaz que el aumento del gasto en sanidad a partir
de un punto concreto, en el que el mayor gasto no implica mejoras en la salud
ni aumento de la esperanza de vida en la población.
Esperanza de vida
Japón Francia
España Suiza
Cuba España USA
USA
USA
. . . . . . .
Inversión en sanidad
$/ per cápita
251 política
Es fundamental cambiar el paradigma del modelo sanitario y de salud
para ganar en eficiencia y eficacia, y realizar las inversiones en el lugar adecua-
do, sin caer en el modelo de mercado. El modelo actual, hospitalocéntrico, es
una fórmula eficaz para derivar fondos públicos hacia las empresas privadas,
fomentando no solo el intervencionismo excesivo, sino un modelo corrupto
en el que se mueven grandes cantidades de dinero y, con ello, la compra de
aparataje innecesario o las derivaciones, privatizaciones de servicios de todo
tipo y las mal llamadas colaboraciones público-privadas (la vampirización de
lo público por lo privado), así como la corrupción. En este contexto, el decre-
cimiento económico podría verse como una solución para repensar el sistema
en su conjunto y orientarlo en términos de eficiencia social y de la mejora de
la salud de la población, y no en términos de negocio.
La actuación sobre los determinantes y el estudio de los indicadores de
salud es fundamental para lograr esa eficiencia y en ello deben implicarse las
instituciones a todos los niveles. Estos determinantes son la educación, los in-
gresos, el empleo, el urbanismo, el medioambiente, lo sociodemográfico, la ge-
nética, lo psicosocial y conductual, los hábitos de vida, etcétera. Y su influencia
en la salud de las personas es del 90 %, frente al 10 % que representa el siste- 121
ma sanitario en sí. Como ejemplo, la diferencia en la esperanza media de vida
entre un barrio con alta renta per cápita y bien diseñado frente a un barrio po-
bre es de diez años. Las inequidades en lo social, las diferencias entre clases
sociales o según el origen étnico, o las dificultades de acceso en igualdad de
condiciones en zonas rurales tienen una repercusión directa en la salud y un
importante costo social y económico para las personas y las sociedades. Otro
factor importante es una buena educación para la salud.
Las desigualdades entre países se relacionan con las diferencias económicas
entre ellos, agudizadas por el imperialismo capitalista. La posición que ocupan
en el sistema de producción global es un reflejo de la historia y el desarrollo de
la geopolítica neoliberal y el reparto de recursos. La desigualdad se mide por los
efectos conjuntos de dos tipos de desigualdades: entre y dentro de los países, y
la interacción de los determinantes de cada una de ellas. Además, los períodos de
crisis son acompañados por el empeoramiento de las condiciones de salud de las
poblaciones. Con la desintegración de la URSS o la crisis de 2008, muchos países
europeos entraron en recesión e implementaron políticas de austeridad, lo que
supuso el deterioro de las condiciones de salud de sus respectivas poblaciones.
Queda patente, entonces, que las desigualdades sociales y económicas
tienen propiedades patogénicas.
Como conclusión, observamos que la solución no está solo en determi-
nar cuánto, sino cómo se invierte y si se hace o no desde lo público. Esto, que
podría parecer obvio a simple vista, ha sido reclamado durante décadas por ac-
tivistas y plataformas en defensa de la sanidad pública sin que se haya puesto
remedio al despilfarro frente a la eficiencia en materia de salud.
251 política
Bibliografía
Gotzsche, Peter: Medicamentos que matan y OMS: Diez datos sobre las inequidades sanita-
crimen organizado. rias y sus causas.
Gervás, Juan, y Pérez-Fernández, Mercedes: Mauricio Lima Barreto: Desigualdades en sa-
El encarnizamiento médico con las mujeres. lud. Una perspectiva global.
— La expropiación de la salud. Alberto del Pozo: que me lo ha enseñado
British Medical Journal: Datos de gasto todo.
sanitario. FADSP: determinantes de la salud.
Plataforma NoGracias.org
122
251 política
Una reforma fiscal
para hacer las paces
con la naturaleza.
Equidad para reemplazar
al crecimiento
Carlos Sánchez Mato
Profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas
de la Universidad Complutense de Madrid.
Responsable de elaboración programática de Izquierda Unida
1 https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/34948/MPN.pdf?sequence=3
2 Combustibles fósiles, vehículos todoterreno, plásticos de un solo uso, chalets adosados o el
marketing son productos o servicios insostenibles.
251 política
de las emisiones de gases de efecto invernadero. En concreto es el 1 % más rico de
la población mundial el que ha ocasionado más del doble que las causadas por
los 3.100 millones de personas que conforman el 50 % más pobre. Según el in-
forme de Oxfam titulado Combatir la desigualdad en las emisiones de carbono,3 «el
cambio climático está indisolublemente unido a la desigualdad económica: se
trata de una crisis impulsada por las emisiones de gases de efecto invernadero
generadas por los ricos, pero que afecta fundamentalmente a los más pobres»
y en el mismo informe se resalta la magnitud de la brecha social y el abismo
contaminante que acompañan a los niveles de consumo y la huella de carbo-
no que generan enriquecidos y empobrecidos en el planeta.
Por eso la disminución de los flujos de materia agregados, aunque se cir-
cunscriban a las sociedades desarrolladas y, de forma especial, se centren en
pautas de consumo realizadas por la parte de la población más responsable de
las emisiones, conllevará una reducción de la actividad económica agregada
medida en términos de producto interior bruto. Y eso en las sociedades capi-
talistas, que asimilan crecimiento a progreso y a mejoras del bienestar social,
supone un grave problema. ¿Quién querría seducir a las personas con medidas
124 que causasen efectos asimilables a los que produce una recesión?
Porque en los ciclos de crisis, cada vez más frecuentes en el capitalismo,
las empresas prescinden de sus trabajadoras y trabajadores, empezando por
quienes aportan menos valor añadido, es decir, por quienes perciben un sala-
rio inferior y sufren mayor debilidad contractual. El incremento del desempleo
empieza por el precariado, pero el efecto del empeoramiento de las expectati-
vas y la reducción que conllevan un menor consumo y una disminución de la
inversión reproduce el efecto y se recrudecen los despidos, con lo que se com-
promete, en mayor medida aún, la capacidad que tienen las personas para pa-
gar los bienes básicos, como la vivienda, alimentos o suministros elementales.
Sin embargo, optar por el decrecimiento es algo muy diferente a sufrir una
recesión, porque se trata de cambiar parámetros fundamentales de la propia
economía capitalista, los cuales, por cierto, son incompatibles con el propio
sistema, que requiere crecimiento per se para poder funcionar.
Requiere abordar la reconversión industrial y del sistema productivo de ac-
tividades contaminantes y socialmente innecesarias para recolocar a trabajado-
ras y trabajadores en sectores socialmente útiles y compatibles con un desarrollo
que no esquilme recursos por encima de su capacidad de regeneración y que no
comprometa a las próximas generaciones. Todo ello debe ir acompañado de la
reducción del tiempo de trabajo con el incremento del salario percibido por hora
de trabajo para compensar la reducción salarial que el menor tiempo dedicado
3 https://oxfamilibrary.openrepository.com/bitstream/handle/10546/621052/mb-confronting
-carbon-inequality-210920-es.pdf
251 política
al mismo conllevaría. Se trata de reducir la actividad económica agregada en los
países de elevados ingresos al tiempo que se mejora el nivel de desarrollo hu-
mano y bienestar. Hacer la transición hacia una economía sostenible supondrá
estimular el crecimiento de los sectores relacionados con las energías renova-
bles, la reutilización y el reciclaje, los servicios de alquiler, los consumos colecti-
vos, la agricultura ecológica, reorientar las actividades económicas a lo local o la
producción industrial no contaminante. El resultado algebraico de las activida-
des económicas que crezcan y las que disminuyan en términos de PIB depende-
rá más de la valoración e importancia monetaria que asignemos a cada partida.
Para poder abordar esta transformación hay que abordar el reparto de las
rentas que existen, porque en eso consiste el elemento central de una economía
del decrecimiento que impugna la habitual consideración de que el crecimiento
sustituye la equidad. Ese atajo asume que impulsar el crecimiento económico
aumentará las rentas y, como mucho, que dicho incremento permitirá que re-
bose parte del mismo y caiga en forma de migajas al resto de la población. Sin
embargo, repartir las rentas existentes de forma equitativa supone poner en
cuestión los intereses de la clase dominante. El crecimiento capitalista genera
escasez, de hecho la necesita, lo que ya fue descrito en 1804 por Maitland, a la 125
sazón titular del condado de Lauderdale, en la famosa paradoja que lleva ese
nombre,4 que señalaba la correlación inversa existente entre la riqueza priva-
da y la pública, de tal forma que «un aumento de la primera solo puede darse
a costa de la disminución de la segunda». En la actualidad, esto se ve impul-
sado por el factor ecológico, que deja en evidencia que la gran aceleración del
crecimiento económico capitalista, es decir, de la riqueza privada, se ha pro-
ducido a costa de un agotamiento igualmente extraordinario de la biosfera, es
decir, de un expolio del «valor sin coste» que ofrece la naturaleza. En definiti-
va, esa desestabilización del medio que sostiene la vida humana ha sido sacri-
ficada para cebar el crecimiento de esa riqueza privada.
Resolver esa situación de crecimiento insostenible requiere establecer lí-
mites al uso sin coste de la biosfera, con techos en las emisiones de dióxido de
carbono y reducciones en el uso de materia y energía hasta niveles compati-
bles con que los seres humanos podamos habitar el planeta. Pero eso nos obli-
ga a encontrar respuesta a la demanda implícita que precisa el capitalismo a
la hora de sustituir los insumos y materias primas que obtenía a coste cero y
que provenían de la naturaleza. Exacerbar la explotación de las trabajadoras
y los trabajadores o generar nuevas formas de extracción de la plusvalía sería
la adaptación con la que el camaleónico sistema podría compensar la desapa-
rición de ese factor de acumulación que se extingue.
4 La paradoja de Lauderdale fue desarrollada en la investigación Inquiry into the Nature and
Origin of Public Wealth and into the Means and Causes of its Increase.
251 política
Pero también por ese lado, el de incrementar la explotación, tiene el siste-
ma capitalista un obstáculo, porque, con anterioridad al estallido de la pande-
mia y la crisis económica que la ha seguido, el VIII Informe FOESSA, publicado
en 2019, señalaba que la exclusión social estaba profundamente enquistada
en la estructura social de nuestro país y que se encontraban en esa situación
8,5 millones de personas, el 18,4 % de la población, lo que suponía 1,2 millo-
nes más que en 2007. Representaban el rostro de la sociedad estancada y un
«nutrido grupo de personas para quienes el ascensor de la movilidad social no
funciona y no es capaz de subir siquiera a la primera planta». De este ya ele-
vado número de personas, casi la mitad, 4,1 millones, sufrían exclusión social
severa en sus diferentes formas: vivienda insegura e inadecuada, desempleo
persistente, precariedad laboral extrema e invisibilidad para los partidos po-
líticos. En la misma línea iban los datos de la Red Europea de Lucha contra la
Pobreza y la Exclusión Social,5 que en su examen de la evolución del indicador
AROPE señalaba a España cómo líder en el crecimiento del riesgo de pobreza
y exclusión social desde 2008 y que la recuperación y el crecimiento econó-
mico a partir de 2013 dejaron fuera a gran parte de las personas más vulnera-
126 bles. Si la renta media se incrementó un 8,8 % con respecto a la de 2008, la de
la cuarta parte más empobrecida de la población solo lo hizo el 2,3 %, cuatro
veces inferior a la media. La precariedad laboral provoca que el hecho de te-
ner empleo haya dejado de ser un factor de protección ante la pobreza. De he-
cho, prácticamente una de cada tres personas en situación de pobreza trabaja.
Y todo lo anterior ha empeorado por el impacto que ha tenido la covid-19
en la salud y también en la economía de las personas. Millones de empleos per-
didos o en riesgo de perderse y múltiples amenazas que afectan, sobre todo, a
las personas más vulnerables. En concreto en España, el número de hogares
que tienen a todos sus miembros activos en paro subió en 2020 en 183.900,
un 18,1 % respecto a 2019, hasta situarse en 1.197.000, la mayor cifra en un cie-
rre de año desde 2017, según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA).
Incrementar la explotación no parece un camino que resuelva la situa-
ción del capital.
Como indican acertadamente Dietz y O’Neill (2013), si el crecimiento pue-
de sustituir a la igualdad, siguiendo idéntica lógica, la equidad podría sustituir al
crecimiento. Es decir, conseguir un reparto justo de las rentas existentes mejora-
rá el bienestar humano y podrá alcanzar los objetivos sociales sin crecimiento y
sin absorber flujos adicionales de energía y materia. Para lograrlo hay que reducir
el tiempo de trabajo, garantizando salarios dignos y empleo, blindar la inversión
en los servicios públicos, especialmente en los básicos, como la sanidad, la edu-
cación, la atención a mayores, la vivienda y los suministros básicos como elec-
5 https://eapn.es/ARCHIVO/documentos/documentos/1602601812_informe_arope_2020.pdf
251 política
tricidad o agua. Todo ello se puede y debe proporcionar a las personas sin que
el ingreso que tengan pueda significar una barrera para acceder a esos derechos.
Y repartir las rentas existentes pasa por la necesidad de abordar una re-
forma integral de nuestro sistema tributario, que se caracteriza por problemas
que lo lastraban y que eran la falta de suficiencia, su deficiente equidad y un
nivel de economía sumergida y fraude fiscal muy superior al de los países de
nuestro entorno.
Del estudio sobre opinión pública y política fiscal publicado en septiem-
bre de 2019 por el CIS se puede deducir que una mayoría de ciudadanos ya
pensaba antes de la pandemia que el gasto público en los distintos capítulos
sociales no era el suficiente y eran partidarios de mejorar los servicios públicos
aun cuando eso conllevara pagar más impuestos. Asimismo, la gran mayoría
de los encuestados entendía que los impuestos no se pagan justamente, que
no paga más quien mayor capacidad económica tiene, y que existe bastante
o mucho fraude, sin que la administración haga lo suficiente para luchar con-
tra él. Además, esta percepción de los ciudadanos es transversal, pues dichas
mayorías se dan en todos los espectros de votantes de los distintos partidos.
Por tanto, los ciudadanos coinciden en la necesidad de dar respuesta a los tres 127
problemas principales de nuestro sistema fiscal.
La explicitación de los problemas descritos se expresa cuando vemos
cómo la presión fiscal en España, es decir, el conjunto de los impuestos y con-
tribuciones sociales en relación con el PIB, situó a nuestro país como el sép-
timo país con menor presión fiscal de los diecinueve de la eurozona en el año
2019, con un 35,2 % del PIB, según los datos publicados por la oficina estadís-
tica Eurostat. Únicamente Irlanda (22,7 %), Lituania (30,4 %), Letonia (31,4 %),
Malta (32,1 %), Estonia (33,3 %) y Eslovaquia (34,6 %) contaban en 2019 con
una presión fiscal inferior a la de nuestro país.
Pero la comparación óptima y adecuada no debería ser con la media de la
eurozona o de la Unión Europea. Más bien, España estaría obligada a mirar hacia
los países que deberíamos aspirar a emular en cuanto a prestaciones y realiza-
ción de políticas públicas. España no solamente está a 6,4 puntos porcentua-
les de la media de la zona euro (41,6 %), también es especialmente llamativa la
distancia sideral que nos separa de las tres grandes economías del euro que su-
peraron el 40 %: Francia situó su presión fiscal en el 47,4 %, Italia en el 42,6 % y
Alemania en el 41,9 %. Tendríamos que incrementar nuestro ingreso público en
casi 76.000 millones de euros para situarnos al nivel de la media de la eurozona
o más de 156.000 millones de euros anuales para situarnos al nivel de Francia.
Como vemos, hacen falta más ingresos públicos. Pero en absoluto se trata
de una subida de impuestos generalizada, sino de más justicia fiscal. Porque si de
algo adolece nuestro país es de ese elemento fundamental, dado que las ren-
tas y patrimonios elevados se han visto favorecidos de manera continuada con
disposiciones legales que han aligerado su contribución a la hacienda pública.
251 política
Las grandes líneas de una reforma fiscal con fuerte impronta redistributi-
va pasan por afrontar una reforma fiscal que, con criterios de progresividad ya
fijados en el artículo 31 de la Constitución española, se tome definitivamente
en serio la redistribución y la capacidad de acción colectiva a través de las ad-
ministraciones públicas.
De 2007 a 2019, el impuesto cuya recaudación creció más es el más regre-
sivo e injusto para la gente: el impuesto sobre el valor añadido (IVA), casi en un
37 %. El impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF), el impuesto que
pagan las personas asalariadas, aumentó su recaudación en el mismo período
en un 28 %. Mientras tanto, el impuesto de sociedades redujo su recaudación
un 33 %. ¿Acaso esta bajada espectacular se debe a que las empresas ganaron
menos dinero en 2019 que en 2007? No. Después de una década de crisis, los re-
sultados contables de las empresas en 2019 eran superiores a los de 2007. Tam-
poco es que lo que esté ocurriendo es que no pagan aquí porque las grandes
compañías transnacionales españolas se hayan internacionalizado y abonen
sus tributos en otros lugares del mundo. No es así. De hecho, la información de
la Agencia Tributaria indica que las 112 grandes multinacionales con matriz es-
128 pañola tuvieron en 2017 una cifra de negocios mundial de 806.441 millones de
euros, unos beneficios netos globales de 88.398 millones y un impuesto sobre
sociedades devengado a nivel mundial de 14.786 millones, un 16,7 %. Aun sien-
do reducida la carga fiscal media, esta no es homogénea, ya que un 40,2 % de las
grandes empresas transnacionales, 45 en concreto, acumulan el 39,4 % del be-
neficio neto, pero únicamente aportan el 5,5 % del impuesto mundial devenga-
do con un tipo efectivo medio del 3,1 %. Y en el caso más extremo, 32 empresas
multinacionales españolas, con un beneficio de 28.884 millones de euros, pa-
garon un tipo efectivo de impuesto de sociedades del 1,5 % en todo el mundo.6
Es imprescindible erradicar la planificación fiscal agresiva con la que deri-
van los beneficios que obtienen en España a países de muy baja o nula tributa-
ción, consiguiendo al final un efecto profundamente injusto: que esas grandes
empresas contribuyan de media menos de la mitad que una PYME, cuyo tipo
medio efectivo está cercano al 15 %.
El resultado de todo ello es que el impuesto de sociedades ha disminui-
do su peso un 1,4 % sobre el PIB, reduciendo casi a la mitad el esfuerzo, ni mu-
cho menos satisfactorio, con el que contribuían las empresas hasta 2007. Si se
hubiera mantenido el mismo porcentaje de aportación tributaria de 2007, un
3,3 % del PIB, se habrían ingresado en estos trece años casi 210.000 millones
de euros más que los que han entrado en la caja procedentes de las empresas
6 https://www.agenciatributaria.es/AEAT.internet/Inicio/_componentes_/_Notas_de_prensa/
Las_multinacionales_espanolas_pagan_por_el_Impuesto_sobre_Sociedades_a_nivel_mundial
_el_12_6__de_su_beneficio.shtml
251 política
de este país.7 Para que la opinión pública pueda medir la magnitud de esta
cantidad, basta decir que, si se hubiesen dedicado a sanidad, los presupues-
tos habrían podido ser superiores en un 23 % a los efectivamente consignados.
Además de abordar una contribución superior al erario público por parte
de las grandes empresas, hay que abordar también las aportaciones por renta,
patrimonio y sucesiones de grandes fortunas y reconsiderar e incluso elimi-
nar las exenciones fiscales que solamente facilitan la acumulación de capital
a quienes más tienen.
Para ello es ineludible la reforma del tributo actualmente existente para
la conversión del impuesto de patrimonio en un impuesto sobre la riqueza y
grandes fortunas, impidiendo las bonificaciones que realizan determinadas
comunidades autónomas.8 El nuevo tributo deberá alcanzar el 1,5 % del patri-
monio total, frente al 0,16 % actual, y proporcionaría 9.000 millones de euros
adicionales a las arcas públicas.
También es imprescindible modificar el tributo para suplementar el ac-
tual tipo impositivo del 0,03 % hasta llegar al 1 % de los depósitos bancarios,
tributo muy reducido si lo comparamos con el coste de mercado de un aval
económico de un importe tan significativo como los depósitos que las admi- 129
nistraciones públicas estamos garantizando y que aportaría unos 12.000 mi-
llones de euros adicionales a la hacienda pública.
Es imprescindible fortalecer la presión impositiva sobre las transacciones
financieras (especialmente las más especulativas). Por eso es fundamental gra-
var no solo la compra de acciones, sino también los derivados financieros, con
un 0,3 %. Los argumentos a favor del ITF son más destacados si analizamos el
trato preferencial que se da al sistema financiero, en cuanto que la mayor parte
de las operaciones se encuentran exentas en el impuesto sobre el valor añadido
(IVA). El coste de esta exención supone al año 7.040 millones de euros según
la AIReF. Incluso haciendo una previsión de una reducción de las operaciones
en un 60 %, la recaudación podría ascender a más de 15.000 millones anua-
les incluyendo todas las acciones cotizadas, renta fija negociada y derivados.
Además es imprescindible abordar la reforma de la imposición medioam-
biental para imponer tributos que reflejen los costes ambientales de ciertas
actividades económicas con fuerte impacto y así dar una señal en el precio
de los productos derivados, desestimulando su consumo frente a alternati-
vas más respetuosas. Una de las actuaciones pasa por fijar un precio al carbo-
no, basado en el principio de «quien contamina paga», que permita acelerar el
7 https://www.agenciatributaria.es/AEAT.internet/datosabiertos/catalogo/hacienda/Informes
_anuales_de_Recaudacion_Tributaria.shtml
8 Madrid bonifica el 100 % ese tributo, por lo que exime de su pago a algo más de 18.000 con-
tribuyentes con un patrimonio medio de 10 millones de euros.
251 política
proceso de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en la lu-
cha contra el cambio climático. Para mitigar la regresividad que iría asociada
a la tributación del carbono, se adoptarían medidas que reduzcan o práctica-
mente eliminen los efectos sobre las rentas más bajas, de forma que la transi-
ción energética y la lucha contra el cambio climático sean justas, igualitarias y
equitativas. Para compensar a las rentas más bajas, que serían las más afecta-
das por una subida impositiva a la energía, se pueden usar fórmulas como la
utilización de «cheques verdes», transferencias para compensar a los hogares
más pobres, modificar el mínimo exento del IRPF o incorporar una deducción
específica condicionada por renta y de carácter reembolsable, como la de ma-
ternidad, para que, en el caso de no haber realizado importe alguno en este im-
puesto, no impida obtener del Estado la correspondiente devolución tributaria.
Por último, hay que atajar la elusión y el fraude, uno de los mayores las-
tres para la justicia fiscal y para el impulso de las políticas públicas. La eco-
nomía sumergida supone en España en torno al 20 % del PIB, claramente por
encima del 15 % de la media europea. La pérdida de recaudación que sufre la
hacienda pública con respecto a la media de la Unión Europea y con la actual
130 presión fiscal ascendería a más de 22.000 millones de euros y ese es el objeti-
vo inmediato que hay que alcanzar.
En definitiva, dado que tenemos bienes comunes limitados y decrecien-
tes, la única posibilidad de justicia es la distribución equitativa en el acceso a
la riqueza. Es posible técnicamente e ineludible para comenzar a hacer las pa-
ces con el planeta.
Bibliografía
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251 política
Apuntes para la
recuperación de la
sostenibilidad en
el hábitat humano
Pablo Beltrán
Urbanista
des y pueblos e incluso de las infraestructuras que los conectan o de las áreas
intermedias, no construidas pero transformadas, y hasta la organización de las
zonas que llamamos naturales —en definitiva, el territorio habitado que cons-
tituye el hábitat humano— condicionan nuestra vida, nuestra felicidad, nues-
tras relaciones sociales y hasta nuestra economía.
La configuración de nuestras poblaciones determina quién y cómo pue-
de usarlas: el acceso al espacio y a los servicios públicos, la facilidad o inco-
modidad para desplazarse al lugar de trabajo o de estudio, la posibilidad o no
de relacionarse entre el vecindario, la percepción de seguridad, el contacto
con el entorno vegetal, la tranquilidad o el estrés que podamos experimen-
tar; cuestiones que, en definitiva, se pueden resumir en el llamado derecho a
la ciudad,1 que, como cualquier otro derecho, es nuestra responsabilidad po-
lítica defender por sí mismo y porque, como decíamos, afecta a los demás as-
pectos de nuestra vida.
Por ejemplo, una calle vecinal con tráfico intenso provocará, entre otras
cosas, que las personas mayores salgan menos de sus viviendas por miedo a ser
atropelladas, o que padres y madres no se atrevan a dejar que sus hijos e hijas
puedan jugar solos o ni siquiera utilizar su propia calle, aunque sea acompañados,
como sí ocurre (y sobre todo ocurría) en calles poco transitadas. O si se planifi-
ca un conjunto de viviendas sin transporte público a decenas de kilómetros de
251 política
la actividad económica de una población, eso supondrá que la mayor parte de
sus habitantes estén obligados a grandes desplazamientos, que ocuparán mu-
cho tiempo de su actividad diaria y disminuirán su calidad de vida (más aún si
se trata de alguien que no tenga la posibilidad de disponer de vehículo propio).
Además, la sostenibilidad ambiental de las ciudades y pueblos también
está determinada por su planificación y posterior construcción. El urbanismo
influye en la huella ecológica 2 —esto es, el impacto ambiental causado por
nuestros consumos energéticos y sus correspondientes emisiones de gases con-
taminantes o nuestras necesidades de recursos— de nuestras poblaciones, que
difiere según su forma y los hábitos a los que nos veamos obligados por esta, la
calidad de sus edificaciones o los servicios públicos de los que dispongan, que
serán más o menos eficientes también dependiendo de la configuración urbana.
La contaminación atmosférica o acústica es menor en una pequeña ciu-
dad en la que sus habitantes puedan realizar la mayoría de sus desplazamientos
caminando que en un «barrio dormitorio» periférico conectado a los servicios
por una carretera que obliga a todo el mundo a coger el coche. Un pueblo en
el que el ayuntamiento promocione que las viviendas estén bien aisladas o que
132 tenga una planificación urbanística que se preocupe por su orientación con-
sumirá mucha menos calefacción y aire acondicionado que otro sin normati-
va que influya en estos aspectos.
Las decisiones urbanísticas incluso tienen impacto en la actividad so-
cioeconómica de un lugar y en el reparto de su riqueza, que no será igual si
se protege al pequeño comercio que si se promocionan y facilitan las grandes
superficies. Un gran hipermercado en un barrio provocará el cierre de algunas
pequeñas panaderías, pescaderías o fruterías, pero un centro comercial perifé-
rico además sacará la actividad productiva de las zonas habitadas, con lo que
no permitirá ningún tipo de comercio en áreas en las que sus habitantes pre-
fieren desplazarse kilómetros para realizar todas sus compras.
Estos ejemplos no son fenómenos inevitables, sino consecuencias del
modelo económico especulativo basado en un urbanismo insostenible que
consume y fragmenta el territorio, produce un gasto energético y material con
la consecuente emisión de gases contaminantes, crea desigualdades y favore-
ce la acumulación de la riqueza, e incluso fomenta el individualismo hacien-
do que se pierdan las relaciones sociales y los vínculos con el territorio y con
quienes lo habitan. Es imprescindible, por tanto, que se produzca un cambio
en la planificación urbanística, especialmente en las ciudades y áreas metro-
politanas, y pasemos de la ciudad dispersa con expansión ilimitada que lle-
va décadas reproduciéndose a recuperar un modelo de urbanismo compacto,
complejo y a la vez amable.
251 política
Desde hace siglos, se ha usado el suelo y las propiedades inmobiliarias
como bien de mercado, pero las últimas décadas, tras haber cambiado nues-
tro modelo de ciudad y adoptar un urbanismo disperso, han acelerado e incre-
mentado exponencialmente la degradación de las poblaciones en los aspectos
comentados.3 Las utopías de ciudades ideales 4 durante el siglo xix, probable-
mente provocadas por la insalubridad de las ciudades transformadas por la revo-
lución industrial (que también provocan grandes operaciones de higienización,
aunque puntuales, como los trabajos haussmanianos),5 desembocaron en las
teorías de urbanismo racionalista concretadas en la Carta de Atenas, redacta-
da en 1933 por Le Corbusier y otros arquitectos participantes en el IV Congre-
so Internacional de Arquitectura Moderna (aunque publicada en 1942), que
proponía principalmente la separación de usos —las viviendas alejadas del co-
mercio, las oficinas o los equipamientos— en diferentes áreas de la ciudad y el
práctico abandono de las calles y plazas como espacios de relación —para que
se usaran solo como vías de comunicación y acceso—, situando las viviendas
en grandes edificios en altura separados entre sí por grandes distancias, sin re-
lación con el espacio público, con la pretensión de que este suelo intersticial
fuera prácticamente un bosque. 133
Ambas teorías acabaron confluyendo y se materializaron en algo diferente,
contaminadas por intereses económicos de grandes empresas, especialmente
los fabricantes de vehículos privados o petroleras —que, por ejemplo, a prin-
cipios del siglo xx consiguieron la desaparición de los tranvías y después prác-
ticamente del transporte público en Los Ángeles—,6 que sabían que las áreas
urbanas amplias con baja densidad obligaban al uso del coche, o especulado-
res del suelo, a los que les interesaba ocupar el máximo territorio para aumen-
tar su negocio.
El resultado, como decíamos, especialmente en Norteamérica, pero tras-
ladado posteriormente al resto del mundo, es la existencia de ciudades disper-
sas con grandes extensiones de viviendas unifamiliares sin servicios públicos
—en las que son más complicadas las relaciones sociales y, especialmente, la
construcción del tejido vecinal, con lo que sus habitantes tienden al indivi-
dualismo y al conservadurismo, que obligan al uso del vehículo privado y que
consumen infinitamente más energía, materiales y suelo que las poblaciones
compactas—, interconectadas entre sí por enormes infraestructuras y que de-
251 política
dican todo su suelo libre a dar acogida al tremendo número de coches que son
necesarios y que, en consecuencia, dificultan enormemente la independencia
de las personas vulnerables y las tareas de cuidados que necesitan servicios
públicos de calidad o que el espacio sea accesible universalmente, y provocan
la concentración de la riqueza con grandes operaciones urbanísticas o exten-
sos centros económicos y comerciales que dificultan enormemente la subsis-
tencia de pequeñas actividades repartidas por el territorio, que beneficiarían a
un mayor número de personas.
Hay que repensar la ciudad para hacerla más humana. Cada vez están más
extendidas las teorías para transitar hacia una ciudad sostenible, en el sentido
amplio del término —social, económica y ecológicamente— y suelen coincidir
en la necesidad de recuperar aquello que siempre ha funcionado en cada lugar.
No se trata de utilizar avances tecnológicos —como las llamadas smart
cities, defendidas por grandes empresas por motivos obvios— para parchear
problemas, sino de transformaciones profundas recuperando valores espacia-
les o arquitectónicos que podríamos calificar de tradicionales, pero que se han
ido reproduciendo a lo largo de la historia por su funcionalidad práctica. Re-
134 cuperar la calle como lugar de encuentro o volver a las viviendas de calidad y
adaptadas al medio, por ejemplo.
Es fundamental evitar en lo posible nuevos crecimientos y centrar todos
nuestros esfuerzos en rehacer el hábitat construido, especialmente el desarro-
llado en las últimas décadas. Igual que arquitectónicamente es más sostenible
la rehabilitación de un edificio que la nueva construcción por el consumo de
materiales y la energía necesaria para transformarlos y colocarlos, también lo
es rehabilitar un barrio existente antes que construir uno nuevo, aunque este
sea planificado con criterios de sostenibilidad. Además, el suelo es un recur-
so finito y normalmente se ocupa el más fértil (uno de los factores que deci-
den un nuevo asentamiento es la calidad de la tierra adyacente o la cercanía al
agua corriente), con lo que perdemos un recurso que nos es útil para una eco-
nomía local diversificada y sostenible.
La transformación de lo construido debe centrarse fundamentalmente en
la recomplejización de las grandes áreas de un solo uso. La zonificación plan-
teada por el urbanismo racionalista e incorporada en la legislación y planifica-
ción urbanística actual provoca grandes áreas de un solo uso que incluso han
dado lugar al fenómeno de los campus o «ciudades de»: complejos especiali-
zados y aislados del tejido de la ciudad que provocan la necesidad de grandes
desplazamientos, despilfarran recursos y desaprovechan las posibles sinergias
que crearían sus actividades.
En la medida de lo posible, hay que llenar las zonas residenciales de ac-
tividad económica, de pequeño comercio y lugares de trabajo ocupados por
los mismos habitantes de esos barrios; debe haber equipamientos de escala de
barrio que sustituyan a las grandes acumulaciones de polideportivos, colegios,
251 política
institutos y demás edificios públicos que han proliferado en las últimas déca-
das en una gran parte de los municipios del Estado español, porque la activi-
dad generada por ellos puede retroalimentar la actividad socioeconómica de
los barrios y creará más cuantos más puntos de actividad existan; incluso pue-
den introducirse actividades industriales no contaminantes, tales como áreas
logísticas reducidas que faciliten el reparto de productos de kilómetro cero en
pequeños vehículos no contaminantes.
Esta mixturización de usos afecta principalmente de forma positiva a la
reducción de desplazamientos contaminantes, porque aumenta la probabilidad
de que los habitantes de una zona con mezcla de usos realicen su actividad
diaria en lugares cercanos a su vivienda, lo que posibilita el movimiento a pie
o en bicicleta a la mayoría. Se están extendiendo proyectos de este tipo en-
tre grandes ciudades, tales como La Ville Du Quart d’Heure,7 que aspira a que
ningún habitante de París tarde más de quince minutos en ir al trabajo, al co-
legio o al mercado.
Esa recomplejización puede tener como efecto inmediato la reducción de
las emisiones contaminantes, pero también es más eficiente en otros aspectos,
puesto que la diversidad de usos hace que una misma zona pueda tener acti- 135
vidad durante más tiempo a lo largo del día, en lugar de usarse un área duran-
te la mañana para trabajar o estudiar y otro durante la noche para descansar
y dormir, con el ahorro de suelo, energético, de materiales y de recursos que
ello supone. Y parte de este ahorro se puede destinar a la mejora de las vivien-
das o a la contratación de más trabajadores públicos para paliar las molestias
que se pudieran producir.
La centralización de las ciudades, áreas metropolitanas o territorios de
mayor escala también provoca parte de los problemas que crea la zonificación
(un centro urbano tal y como se concibe en la actualidad, y cada vez más, no
deja de ser una zona con un uso concreto) y debe solucionarse con el reparto
a lo largo de las zonas urbanas de los grandes polos atractores que no pueden
dividirse o hacerse a escala más pequeña —tales como hospitales o centros
universitarios—, pero no en la periferia y alejados del resto de la ciudad, sino
integrados en el tejido urbano y continuándolo, siempre que el tamaño lo per-
mita. Es decir, es preferible repartir las diferentes facultades y escuelas antes
que crear un campus; es mejor construir separados un juzgado provincial y
un hospital comarcal, porque toda la actividad que se genera en ellos creará un
pequeño polo urbano que evitará la saturación —con sus consecuentes pro-
blemas— que viven actualmente los centros de las ciudades.
Por otro lado, esta recuperación se tiene que hacer aumentando la den-
sidad de población. La mayor parte de la gente rechaza esta idea porque pue-
7 eldiario.es/internacional/promesa-estrella-alcaldesa-paris-servicios_1_1067256.html
251 política
de remitir a la pérdida de la escala humana en forma de grandes edificaciones
o infraestructuras, pero es imprescindible encontrar el equilibrio entre estas
y las grandes extensiones de viviendas unifamiliares: hablamos de que peque-
ños edificios de viviendas, todas con grandes terrazas para no obviar la necesi-
dad de espacios de expansión privados, puedan compartir calle con las típicas
casas de pueblo, que tienen huerto trasero. Estas configuraciones necesitan
menos cantidad de materiales —para la misma cantidad de gente hay menos
metros de calle, con sus correspondientes infraestructuras de alcantarillado o
alumbrado público— y en consecuencia, menos mantenimiento, consumen
menos energía —exponen menos superficie de vivienda al aire, con lo que hay
menos intercambio energético posible entre interior y exterior—, los servicios
públicos son más eficientes —igualmente, para el mismo número de habitan-
tes hay que barrer menos o recorrer menos metros en el camión de la basura, o
puede funcionar el transporte público, que es insostenible para zonas con baja
densidad— y es más probable que el pequeño comercio, que se nutre princi-
palmente de habitantes muy cercanos, subsista.
Y se ha mencionado tantas veces el pequeño comercio porque es funda-
136 mental para un reparto justo de la riqueza, además de los beneficios ambien-
tales y sociales que tiene: se estima que el pequeño comercio crea dos puestos
de trabajo por cada empleo en una gran superficie.8 Con la recomplejización
y densificación descritas se facilitaría mucho su proliferación, pero además es
necesario evitar con normativa y fiscalidad local o autonómica la aparición y
continuidad de centros comerciales, porque se dedican recursos públicos en
infraestructuras de acceso y energéticos o para la recogida de residuos que aca-
ban repercutiendo en el beneficio privado de grandes empresas.
Todas estas acciones requerirán un gran esfuerzo, muchos recursos y, pro-
bablemente, bastante tiempo; lo que es obvio es que tenemos que evitar seguir
yendo en esta dirección, paralizar nuevos crecimientos y comenzar a planifi-
car la transición necesaria: el contexto actual es propicio y, por primera vez en
mucho tiempo, existen herramientas administrativas y recursos para ello. Pero
es fundamental, como decíamos, transformar el hábitat, el soporte físico, para
poder cambiar nuestros hábitos, comportamientos y consumos insostenibles.
Es cierto que únicamente depende de voluntad política, por ejemplo, la
promoción del transporte público en detrimento de los vehículos privados a
motor, pero, como comentábamos antes, un autobús solo funciona razonable-
mente bien en áreas con una densidad de población suficiente —y más aún
para tranvías o trenes de cercanías, que son más sostenibles que el transpor-
te colectivo por carretera—. Si nos centramos únicamente en cambiar los mo-
dos de transporte, actuaremos solo sobre una parte del problema y, además, es
8 ecologistasenaccion.org/19553/destruccion-de-empleo-por-grandes-superficies/
251 política
probable que no funcione todo lo bien que deseamos, porque los usuarios, si
continúan habitando espacios zonificados y poco densos, no puedan ver sus
necesidades de movilidad cubiertas. Y por supuesto, la sustitución de los co-
ches con motor de combustión por los eléctricos no es la solución: contando
con la fabricación, su ciclo de vida completo no supone una eliminación de la
emisión de gases contaminantes 9 y siguen provocando el resto de problemas
que ya provocan los turismos.
Sin embargo, es eficiente y se puede actuar de forma más sencilla sobre
el espacio público. Las calles y plazas siempre han sido necesarios lugares de
encuentro, convivencia y actividad social, pero, desde la segunda mitad del si-
glo xx hasta hace poco, la mayor parte de los lugares no construidos se han
dedicado casi en exclusiva al paso y almacenamiento de vehículos privados.
Afortunadamente, desde hace años se está revertiendo esa tendencia, espe-
cialmente en el centro de las ciudades, aunque aún queda mucho camino —se
estima que todavía se dedican tres cuartas partes del espacio público al asfal-
to— y no siempre se encuentran las mejores soluciones: las peatonalizaciones
y las vías ciclistas a veces son necesarias donde se requiere que los transpor-
tes circulen rápido, pero la tendencia actual, como norma general, es la de las 137
llamadas plataformas únicas o compartidas, en las que pueden circular indis-
tintamente peatones y vehículos, pero a velocidades muy bajas, porque se ha
comprobado que la segregación entre modos favorece el uso del vehículo pri-
vado, al encontrar menos impedimentos para su uso.
Es necesario, pues, analizar la red urbana y planificar una jerarquización
viaria en la que se escojan algunas calles —las mínimas indispensables— don-
de se estime que existe espacio suficiente para segregar las circulaciones entre
velocidades altas (de vehículos a motor), medias (de bicicletas o VMP) y bajas
(de peatones) y calmar el tráfico en el resto —evitando el lenguaje de carre-
tera— con estrategias amables (arbolado y mobiliario urbano, por ejemplo);
existen proyectos interesantes, como el de las Superilles de Barcelona,10 en los
que se agrupan manzanas para que la circulación principal de vehículos se pro-
duzca en el perímetro y las calles interiores sean fundamentalmente vecinales.
Y es importante que ese espacio público recuperado y pacificado esté ro-
deado de edificación, evitando los vallados tanto de parques o plazas como
de jardines privados, promoviendo el contacto directo con las fachadas de los
edificios.
Como decíamos, aunque alcanzar el paradigma del hábitat urbano soste-
nible es complicado y requerirá de mucho tiempo, sí que es imprescindible que
toda la nueva planificación urbanística tenga los criterios de sostenibilidad ra-
9 newtral.es/cuanto-contamina-fabricar-coches-electricos-y-recargar-las-baterias/20191207/
10 ajuntament.barcelona.cat/superilles/es/
251 política
dical —en sus tres acepciones: la ambiental, la social y la económica— que ya
hemos comentado y comenzar a realizar pequeñas acciones, coordinadas por
esos proyectos generales locales o comarcales, que puedan ir transformando
poco a poco nuestras poblaciones.
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138
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Akal.
251 política
El transporte: de la
movilidad a la accesibilidad
‘sostenible’
Juan José Guirado *
* Juan José Guirado, doctor arquitecto y profesor jubilado de la Universidad de Vigo. Federa-
ción de pensionistas de Comisiones Obreras. Milita en el Partido Comunista desde 1971 y ac-
tualmente es miembro del Comité Nacional del PCG.
251 política
nifica que la finalidad del movimiento físico es siempre la llegada. No alcanzar-
la condena el movimiento al fracaso.
Se mueven las personas para relacionarse y mueven las cosas. Esto esta-
blece una primera diferencia entre el movimiento de viajeros y el transporte
de toda clase de objetos.
La movilidad de personas y el trasiego de productos se realizan hoy a una
escala descomunal. Los viajes son imprescindibles, desde los diarios más inme-
diatos (a veces no tanto) entre el lugar de residencia y el de trabajo hasta los
más largos, periódicos u ocasionales a que obliga la actividad de muchos pro-
fesionales. En cuanto al transporte, son contadas las mercancías procedentes
de lugares próximos al de llegada.
Los viajes de placer son menos indispensables, pero también parecen ne-
cesarios dentro de nuestra economía, vistos los estragos que causa su dismi-
nución a sectores enteros de la sociedad.
Dada la enorme diversidad espacial y temporal del transporte de mercan-
cías y viajeros, se impone establecer una primera clasificación según su varie-
dad y su amplitud. Transporte de personas y de objetos, urbano e interurbano,
140 transporte nacional o internacional, marítimo o terrestre, de gigantescas má-
quinas o de mínimos componentes electrónicos, están todos en función de su
volumen, sus contenedores y las vías utilizadas. Pero todos tienen en común
el empleo de materiales y el consumo de energía. Con los límites que esto im-
pone, además de otras consideraciones ecológicas (contaminación de aire y
agua, usos del suelo, residuos…), es arduo problema adaptar las estructuras
actuales a lo que pueda considerarse sostenible.
251 política
tren, la velocidad casi constante ahorre energía, a costa de una menor manio-
brabilidad en relación con otros vehículos.
El transporte aéreo es, junto al automóvil, el más insostenible. De modo
general, puede decirse que existe una relación inversa entre velocidad y sosteni-
bilidad. El ahorro de tiempo se logra a costa de despilfarro material y energético.
Movilidad y accesibilidad
Hasta aquí hemos considerado los medios desde el punto de vista del recorrido
entre el origen y el destino, y de la eficacia en términos de capacidad y velocidad,
obviando las dificultades que aparecen en los dos extremos del camino. Pero las
mayores complicaciones para cualquier medio de transporte no están en la vía,
una vez disponible, sino en los puntos de partida y llegada. Los nudos de la red,
puntos de encuentro de rutas, son conflictivos. Y es ahí donde necesitamos dis-
tinguir dos conceptos: la movilidad, referida a la vía, y la accesibilidad, a los lugares.
La movilidad remite a las personas o mercancías que se trasladan, mi-
diendo los desplazamientos según el espacio recorrido, el tiempo invertido y 141
la cantidad de personas o la masa de mercancías que se mueven de un lugar a
otro. Se refiere, pues, a la capacidad de la vía.
En cambio, la accesibilidad se vincula al encuentro de trayectorias. Las que
llevan a personas u objetos a su destino, ese lugar de encuentro entre quienes
buscan o se buscan. Bienes, servicios y contactos, clientes y suministros han
de coincidir en un determinado espacio.
Entre origen y destino hay fluidez, pero en ambos extremos hay turbu-
lencia. Trayectos rápidos y lentos, cortos y largos, despejados o tortuosos se
entremezclan y estorban unos a otros. Hay, pues, una diferencia fundamental
entre el nítido diseño de las vías y el complejo de esos puntos de encuentro.
En particular, los centros urbanos, centros comerciales, grandes merca-
dos, estaciones, puertos y aeropuertos requieren un tratamiento especial. La
base de su diseño es la resolución de encuentros conflictivos. Cuanto mayores
son el tamaño y la complejidad, más difícil es la solución, hasta un momento
crítico en que todo el sistema puede colapsar.
Por eso, en el curso del actual crecimiento incesante y acelerado habrá
que echar el freno o incluso dar marcha atrás. La dificultad será tanto mayor
cuanto más avanzado y complejo sea el proceso. No es fácil disminuir el flu-
jo de personas y materiales, esa enorme mole en movimiento, y menos hacer-
lo en poco tiempo.
Como bien supo ver Colin Buchanan, autor del famoso (y extrañamente
no reeditado) libro Traffic in Towns, el mayor problema del transporte no está
en las vías, sino en la capilaridad necesaria para la redistribución en sus termi-
nales. Hay que considerar, además, la vigencia para estos flujos de la paradoja
251 política
de Jevons, por cuanto más facilidades para el tráfico conducen a más conges-
tión de las vías ampliadas.
Los puntos de encuentro entre los diferentes modos de desplazarse requie-
ren un diseño cuidadoso para compatibilizar tamaños y velocidades. La huma-
nización de los centros urbanos ha progresado mucho en los últimos tiempos.
Barcos, trenes y aviones se detienen en sus respectivos puertos y en ellos se rea-
liza una transferencia intermodal a otros medios y a otra escala. Desaparecida
la tracción animal, el tráfico motorizado que la sustituyó está en permanente
conflicto con el peatonal. Aceras, pasos de peatones y semáforos fueron las úni-
cas defensas del caminante hasta la adopción de otras medidas de templado del
tráfico, como limitaciones drásticas de la velocidad, badenes y elevaciones de
la calzada, cambios en el pavimento, estrechamientos y otros obstáculos que
dificultan el movimiento de los vehículos. Se trata de lograr que, frente a una
ciudad en la que reine el coche con refugios limitados para el peatón, sea este
el dueño de la vía y el vehículo, cuando se haga necesaria su presencia, deba
moverse con absoluto respeto a la preferencia peatonal.
Otros modos intermedios entre el coche y la marcha a pie se han popula-
142 rizado recientemente. El uso de la bicicleta aumenta con la peatonalización de
los centros urbanos y fuera de ellos tropieza aún con la escasez de vías especí-
ficas seguras. Irrumpe con fuerza el patinete eléctrico. Ambos y el monopatín,
que emplea un sector joven de la población, no están carentes de riesgos, tan-
to para sus usuarios como para los viandantes: todo depende de la velocidad.
En términos generales, frente al predominio absoluto del automóvil, se
ha impuesto una variedad de vehículos ligeros más fácilmente compatibles
con las áreas humanizadas.
En cuanto a la comparación entre el transporte público y el privado, son
innegables las ventajas del colectivo en cuanto a capacidad, ahorro energéti-
co y menor generación de emisiones contaminantes.
Pero el insatisfactorio diseño de estaciones, puertos, aeropuertos y cen-
tros de distribución no es el mayor obstáculo que el gigantismo crecentista co-
loca ante sí mismo.
Limitaciones
251 política
y energía. Por eso las crisis de ahora mismo son una confusa mezcla de sobre-
producción y dificultades para la producción, sobreconsumo y subconsumo.
Una mezcla explosiva que revienta las costuras del sistema.
Cuando a todo este proceso se suma alguna dificultad sobrevenida y cu-
riosamente «no esperada», como la actual crisis sanitaria, muchas de las activi-
dades que alimentan los flujos sufren enormemente y la disminución de esos
flujos repercute en el transporte.
El transporte marítimo, el más eficiente y masivo, está en gran medida pa-
ralizado y con él un proletariado flotante, abandonado a su suerte en cualquier
puerto, mientras se lavan las manos navieros, fletadores y los países en que
en el mejor de los casos recalan los barcos, si no quedan inmovilizados en alta
mar. Escribe Renán Vega Cantor:
251 política
durante algún tiempo Estados Unidos recupere un puesto importante en la
producción de combustibles, pero a la corta vida de los yacimientos explota-
bles se une que es un negocio ruinoso, posible gracias a enormes inyecciones
de capital público para su prospección y explotación.
Otro tanto ocurre con la «economía del hidrógeno». Parece que hay una
fórmula mágica para obtener más energía de la que se emplea en producirla,
contradiciendo las leyes de la física. Sería un buen ejemplo de perfecta «eco-
nomía circular», otra edición del perpetuum mobile, en contradicción con lo que
enseña la termodinámica:
¿Por qué se plantean ahora con tanta fuerza los problemas del transporte? En
realidad, no hay un único plano ni única escala espacial y temporal en los que
se manifiestan. Podemos esquematizar sus aspectos en tres campos diferen-
ciables, pero estrechamente relacionados:
251 política
El primer campo es fundamentalmente sintomático: es el primero que
se percibe y al que se buscan soluciones planificadoras de los espacios, basa-
das en la ordenación del territorio y el urbanismo. Es y ha sido una constante
en todos los tiempos, aunque en las etapas de crecimiento se manifiesta con
mayor fuerza.
El cambio climático es una realidad innegable y difícil de limitar. Aquí es
fácil relacionar el síntoma comprobado con la contaminación que lo causa y,
siendo el transporte la mayor fuente de polución atmosférica, se buscan so-
luciones que limiten las emisiones de gases de efecto invernadero, obviando
que algunas de esas soluciones pueden causar otras contaminaciones. En el
tiempo, su horizonte es impreciso, dada la continuidad del proceso y su rela-
tiva gradualidad.
El último campo permanece oculto para muchos, porque, a diferencia de
los otros dos, es la causa que el sistema capitalista-crecentista no puede digerir. El
sistema, desde luego, puede planificar y ordenar a su manera los territorios,
puede transformar la forma de circular con soluciones tecnológicas más o me-
nos tramposas o efímeras, pero no puede hacer que crezca sin fin la energía
renovable, disponible en tiempo real, que es la solar y sus derivadas eólica e hi- 145
dráulica, porque la fósil almacenada en tiempo acumulado no puede renovarse a
un ritmo suficiente para la escala a la que hemos llegado. Este es, pues, el fac-
tor limitante. Aquí el tiempo tiene un horizonte mucho más preciso y predeci-
ble, pero mucho más indigesto.
El punto de mira
Hay entonces dos puntos de vista y un punto ciego. Como el tema es conflictivo,
la visión cercana pretende resolver lo más aparente, que se ve inmediatamen-
te. En lo que nos ocupa, esto se reduce a una cuestión de ordenación espacial.
Reorganizar viales y espacios, humanizar, peatonalizar…
Entonces, el enfoque es urbanístico. Tradicionalmente comenzaba por
la ordenación general del territorio, descendiendo a la de las ciudades hasta
llegar a los estudios de detalle. Esto ocurría cuando se pensaba en términos
crecentistas, de nuevos desarrollos. Todavía esta estructura que quiere man-
tenerse sigue hablando de relanzar esos procesos. Conservar lo que hay, dan-
do un nuevo impulso a la máquina, en cuanto sea posible de nuevo y mientras siga
siéndolo. Esto o es retórica, o es engaño.
En el segundo abordaje, la degradación del medio ambiente y la pérdida
de biodiversidad son evidentes, pero las soluciones, basadas casi siempre en
buenas palabras y buenas intenciones, en la práctica se aplazan sine die. Mien-
tras tanto, se pone énfasis en la humanización de las ciudades, que en la práctica
solo se aplica a los centros urbanos, porque el tejido territorial es demasiado
251 política
amplio y los grandes escenarios escapan en la práctica al presentismo que go-
bierna el escenario del capital.
Dejo para el final la tercera visión, la más conflictiva y pudorosamente
oculta.
La movilidad sostenible
La accesibilidad sostenible
Creación de proximidad
• Acercamiento/descentralización de las grandes unidades de servicios y
equipamientos hasta el radio de acción de las personas andando o de
la bicicleta.
• Recuperación de la habitabilidad integral del conjunto o de partes del
tejido urbano, con el fin de evitar la especialización en alguno de los
usos y la expulsión del resto.
• Rehabilitación/creación de alguna de las funciones urbanas (empleo, co-
mercio, zonas verdes y de esparcimiento) en piezas concretas de la ciudad,
con el fin de eludir su satisfacción a través de desplazamientos lejanos.
251 política
La visión del ecologismo
La clave de la insostenibilidad
• Sobre el tiempo que se nos echa encima: «El legado de Santa Bárbara».
• Sobre la economía del hidrógeno: «La fiebre del hidrógeno».
• Sobre el coche eléctrico: «El coche eléctrico, un grave error» y «Usted va a pa-
gar el coche eléctrico, aunque nunca tenga uno».
251 política
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_in_Towns
251 política
La economía circular,
una reflexión desde la
izquierda ecosocialista
Xabier Pombo
Corresponsable de la Red de Economía Circular y Residuos de IU
¿ Es la economía circular una nueva moda de la que todos hablan? ¿Es la eco-
nomía circular un mero argumento de marketing para las empresas, grandes
o pequeñas? ¿Es la economía circular un nuevo mantra carente de contenido,
149
pero que todos añaden a los títulos de sus informes en la batalla por alcanzar
subvenciones públicas? ¿Es la economía circular una nueva moda ecoverde
que viene a llenar nuestras bolsas de la compra?
La ya manida idea de que debemos cambiar la forma en la que se produ-
ce y consume de una economía lineal a una circular hoy ya no es suficiente.
En una Europa en la que cada uno de nosotros consumimos catorce toneladas
de materias primas al año, el modelo lineal de consumo hacía que estas ter-
minasen perdidas y desperdiciadas en vertederos o incineradoras, muchas de
ellas tras un brevísimo tiempo de uso. El nuevo tiempo, en el que producción
y consumo implican compartir, alquilar y reutilizar, reparar, renovar y reciclar
materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear
un valor añadido y de esta forma extender el ciclo de vida de los productos, si
bien es un buen comienzo, ya no es suficiente.
Lo cierto es que tristemente la economía circular es todo eso, pero tam-
bién es mucho más, es una oportunidad que tiene un planeta superexplota-
do de dejar de serlo, es una oportunidad para el ahorro de materias primas, es
una nueva forma de pensar, organizar, diseñar y producir en la empresa. Es una
oportunidad para un cambio de modelo no solo de producción, sino también
de relación laboral. Es, en definitiva, una oportunidad que, si sabemos tener
una mirada distinta, podría ser un elemento de cambio en lo empresarial, pero
sobre todo en lo social y por supuesto en lo medioambiental.
El modelo capitalista nos ha llevado a vivir como si dispusiésemos de
1,75 planetas para consumir; eso se traduce en que al llegar agosto ya hemos
251 política
consumido lo que podríamos consumir en todo el año en cuanto a materias
primas. ¿Y esto cómo es posible? Si consumimos más es porque lo tenemos,
claman los incrédulos del cambio climático. Lo cierto es que una parte de la
población del planeta consume muy por encima de las posibilidades de este,
mientras empobrece y explota a la mayoría del planeta y de las personas. Ade-
más de lo cual, los recursos y las materias primas son cada vez más escasos y
su extracción es más costosa; esto ya no es discutible, porque así lo aseguran
los mismos defensores del modelo capitalista, su extracción nos cuesta más
y no solo en términos económicos y ecológicos, sino también por las crueles
guerras que generamos para su control y producción.
251 política
una sociedad del reciclado a fin de reducir la producción de residuos y utilizar-
los como recursos» no esconde que lo que hay detrás es una evidencia funda-
mental: los recursos necesarios para el sostenimiento de la economía europea
no solamente son escasos, sino que mayoritariamente son importados de ter-
ceros países ajenos a la Unión Europea. Es este y no otro el principal proble-
ma que pretende paliar la Unión Europea.
Empezamos a adentrarnos en la tormenta perfecta de la crisis de las ma-
terias primas esenciales. Hoy ya nadie pone en entredicho la crisis del petró-
leo como fuente principal de energía que mueve el planeta y todos nos hemos
visto inmersos en la loca carrera sobre las fuentes renovables de energía como
la solución a la misma. Pero ¿es esto cierto? Sí, en parte, pero no si analizamos la
cantidad de materias primas necesarias para realizar un cambio de fuente de
energía sin realizar a la vez un cambio de modelo económico y de vida.
Pongamos un ejemplo: los coches contaminan y los diésel más, afirmación
que hemos oído todos y que ha producido no pocos problemas en el sector del
automóvil. Pues bien, la solución desde la economía tradicional, dominada por
el capitalismo de mercado, es generar una nueva necesidad: cambiemos de co-
che, un nuevo flamante y sostenible coche eléctrico o híbrido. Pero, si analiza- 151
mos la «solución», nos daremos cuenta de que cambiar la flota de coches actual
contaminante a una flota «limpia» requiere una gran cantidad de materias pri-
mas, sobre todo de materias primas esenciales que en la actualidad son difíciles
o caras de conseguir, cuando no insuficientes para las necesidades requeridas.
Como ya hemos indicado, esta y no otra es la preocupación de la Unión
Europea en cuanto a economía circular: la falta de materias primas para se-
guir produciendo de más, para consumir de más, y para que ello sea posible se
han tomado una serie de medidas en las que se basarán las principales políti-
cas de la Unión Europea: residuos, recuperación de materiales, obsolescencia
programada. Estas y otras medidas de las que en algún momento podemos lle-
gar a afirmar: «Si solo se cumpliesen estas medidas, mejoraríamos algo». Pero,
tristemente, ni las medidas son suficientes ni tan siquiera estas son aplicadas
por los países miembros; sobradamente conocidas son las multas que nuestro
país recibe de la Unión Europea por no cumplirlas o la reciente demanda con-
tra el gobierno por parte de organizaciones medioambientalistas por no cum-
plir los mínimos exigidos en gestión de residuos para el 2020.
Además, en relación con las materias primas, hay que tener en cuenta al-
gunos elementos que son esenciales para poner en marcha las energías ver-
des del futuro, como son las denominadas «tierras raras».1 Se denominan así
una serie de materias primas esenciales para el desarrollo de las nuevas tecno-
1 Datos extraídos de Límites minerales de la transición energética, de Alicia Valero Delgado, Ins-
tituto CIRCE, Universidad de Zaragoza.
251 política
logías y las energías renovables. Podemos encontrarlas en la iluminación con
LED, vehículos, electrónica y en las eólicas. Su producción se ha multiplicado
por siete en los últimos cuarenta años. Esas tierras raras no son especialmen-
te extrañas en la naturaleza, aunque requieren mucha energía para poder ob-
tener los elementos que contienen por separado.
Otro de los problemas para Europa es que un 80 % de su producción es
china y este país limitó drásticamente sus exportaciones a 24.000 toneladas,
frente a la demanda exterior, que se cifró en unas 55.000-60.000 toneladas. Pe-
riódicos como el Wall Street Journal o el Financial Times ya alertaron de que «al
controlar la llave de la exportación, China llegará a controlar el desarrollo glo-
bal de las nuevas tecnologías sostenibles».
Como se puede ver, para Europa es imprescindible la recuperación de es-
tos minerales esenciales, entre otros, ya que cuanto más se recupere menos
se dependerá del exterior, porque tristemente Europa depende en cuestión de
materias primas del exterior.
251 política
generar un consumo lineal en el que no hace falta devolver el casco no solo era
más rentable, porque ya no necesitaban embotelladoras cercanas al punto de
consumo y por tanto se lo ahorraban generando grandes fábricas en un país y
distribuyendo para todos, sino que además se producía más, ya que, al no re-
tornar los cascos, se hacía necesario fabricar nuevos cascos, la perfecta cuadra-
tura del círculo capitalista. Este es uno de los muchos ejemplos en los que las
«costumbres» se han ido modificando y no nos hemos dado cuenta. Como se
ve, las costumbres se cambian fácilmente cuando al capital le interesa.
El problema al que nos enfrentamos desde la izquierda es sencillo, pero su
resolución es compleja: producimos productos para los cuales se precisan mate-
rias primas, pero esas materias primas son finitas; por tanto, el modelo produc-
tivo tiende a un colapso, ya que sin materias primas no hay producción. Así de
sencillo, consumimos más de lo que tenemos porque el modelo capitalista pro-
duce de más para consumir de más, y esto es así porque este modelo ha conver-
tido a la ciudadanía en personas consumidoras.
Es, por tanto, fundamental que el nuevo modelo comience por generar per-
sonas usuarias y no consumidoras. Un usuario no se ve impelido a consumir sin
control, un usuario utiliza lo que necesita en un momento determinado para cu- 153
brir una necesidad y, sobre todo, no necesita la propiedad del producto, solo poder
utilizarlo durante el período determinado en el que lo precisa. Un ejemplo bási-
co: la mayoría tenemos un taladro para hacer cuatro agujeros al año. ¿Es necesa-
rio comprar un taladro, si podemos pedirlo, utilizarlo y devolverlo? Está claro que
no. Por tanto, es irrefutable que el paso de personas consumidoras a usuarias solo
nos aporta un mayor bienestar. Y sobre todo un menor uso de recursos esenciales.
Este nuevo modelo requiere algo que será difícil de entender incluso para
algunos miembros de la izquierda. Requiere de un consenso sobre qué es lícito
producir y qué no; qué es esencial para la vida de la sociedad en su conjunto; qué
elementos son imprescindibles y por tanto susceptibles de ser producidos y cuáles
no suponen un aporte para la sociedad y por tanto es innecesario gastar energía y
materias primas en ellos. Pongamos otro ejemplo de lo que podemos ver innece-
sario: la fabricación de armamento. ¿Es necesario gastar miles de millones de di-
nero, generalmente público, en armamento que solo sirve para producir muerte
y opresión? La mayoría creo que afirmaremos que no. Pero pongamos otro ejem-
plo que será más controvertido: ¿es necesario producir coches para todo el mun-
do? No debería ser necesario y no lo sería en una sociedad en la que se priorice el
transporte público, con un modelo distinto de ciudad, donde las empresas no se
encuentren separadas de las tramas urbanas y por tanto no requieran grandes tras-
lados de población a las afueras, una ciudad donde las zonas de compra vuelvan
a estar diseminadas por los barrios y no alejadas de ellos en grandes superficies.
Por supuesto, habrá que tener un mínimo de vehículos destinados a servi-
cios públicos esenciales e incluso los necesarios para traslados ocasionales,
pero estos no tienen por qué ser en propiedad, porque el espejismo capita-
251 política
lista de resolver el problema de la contaminación mediante el coche eléctrico
no se sustenta, ya que no hay materias primas suficientes para la generación
de baterías. Necesitamos vehículos eléctricos, pero también está claro que re-
quieren una planificación en la que se cubran los servicios públicos y esencia-
les, y sobre todo un refuerzo de los servicios públicos en movilidad sostenible.
Es fundamental que la industria pase por una nueva remodelación en las for-
mas y en los objetivos que adapte sus formas de hacer en el consumo y las
formas de vender sus mercancías para cambiar de un modelo depredador del
medio ambiente y explotador de las personas a un nuevo modelo en el que las
materias primas vuelvan a ser parte de los ciclos productivos una vez termina-
da la vida útil de los productos, un modelo circular que requiere de un cambio
no solo en las formas, sino en las mentalidades industriales. Para que esto sea
154 una realidad, es imprescindible que todos los productos estén diseñados des-
de el primer momento para ser reutilizados en un futuro o reciclados en cada
uno de sus componentes de una forma sencilla. También se debe monitorizar
y medir el consumo de recursos incluyendo las huellas de suelo, agua, gases
de efecto invernadero y materiales para lograr ser sostenibles con el planeta.
Es necesario desarrollar leyes y normativas que definan claramente qué
es economía circular y qué es marketing no solo para definir cómo se diseñan
los productos, sino también cuánto deben durar, y acabar con la obsolescencia,
otra lacra del capitalismo. Fue una mera decisión de un grupo de empresas que
el 23 de diciembre de 1924 decidieron que las bombillas duraban demasiado y
que había que hacer que fallasen para poder vender más; así «vio la luz» esta
lacra que según algunos cálculos nos cuesta, de media, entre 40.000 y 50.000
euros por persona a lo largo de nuestra vida.
Existen diferentes tipos de obsolescencia en los que todos reconoceremos
haber caído. La obsolescencia de función, cuando un producto es sustituido
por otro con capacidades y características superiores. Es decir, la misma línea
de dispositivo con capacidades superiores al anterior. La juventud lo recono-
cerá rápidamente en el caso de los móviles o las consolas. La obsolescencia de
calidad se nos aplica cuando el producto debe ser cambiado por mal funcio-
namiento. Por lo general, el mal funcionamiento es programado por el mismo
fabricante con el fin de forzar su renovación a las personas que consumen el
producto electrónico. Estaréis pensando en esa impresora o esa tostadora que
no sabes por qué dejó de funcionar. La más lesiva, probablemente, es la obsoles-
cencia de deseo, cuando se sustituye un dispositivo electrónico por cuestiones
de moda. Esta es la más común y, a pesar de que el producto es completamen-
251 política
te funcional, se persuade a las personas para que adquieran el nuevo modelo,
motivando su sustitución. También es aplicable a la ropa e incluso a los vehícu-
los: cambiamos o tiramos productos por pura moda.
Decrecimiento o ecofascismo
251 política
Juventud Reclusa, publicación hecha a mano por las mujeres presas
en la cárcel de Ventas (Madrid, 1946).
Nuevos modelos de ocio
y cultura
Amadeu Sanchis
Raúl Febrer
Red de Activistas de la Cultura de Izquierda Unida
251 política
Por el contrario, la cultura es algo mucho más amplio, es un ejercicio de
aprendizaje a través de nuestros sentidos, es la punta de lanza desde la que dar
forma a nuestros ideales. Entendido esto último, no se puede pensar en una
cultura educativa y formativa y al mismo tiempo no resaltar el hacerla accesi-
ble, de una manera real y tangible, para todos y todas.
Ahora vayamos con el segundo binomio del concepto «cultura inclusiva».
Empecemos por lo más básico: ¿qué es la inclusión? Si nos limitamos a
su definición, según la RAE es la acción de incluir. Y ¿qué es incluir? Pues, se-
gún la RAE, poner una cosa en el interior de otra o dentro de sus límites. Es
decir, en cierta forma, hacer de dos cosas una sin que ambas pierdan sus carac-
terísticas. Si pensamos en la vida de la palabra, podemos encontrar que apare-
ce asociada a la pedagogía como concepto teórico que surge en torno a 1990 y
viene a sustituir a «integración».
La diferencia entre lo uno y lo otro es que en la integración es la persona
que tiene características diferentes la que se tiene que adaptar, mientras que
en la inclusión se cambia el sistema para incluir a todos. Por eso la relación de
la cultura con nuevos modelos de ocio se hace compleja, si queremos ir más
158 allá de su mero consumo, que, sin restarle la importancia que tiene en apoyo a
los y las profesionales de la cultura, se queda corta en la concepción del cam-
bio social que buscamos los y las comunistas.
La integración a través del ocio es, pues, una pata más del paternalismo
de clases. Y si nos vamos más atrás en el tiempo, todo aquel que no cumplía
con lo esperado, con lo marcado, simplemente era excluido, a menos que ofre-
ciera espectáculo, divertimento.
Pudiéramos pensar que ese paso histórico significó un cambio estable
para acabar con esa exclusión social de la que hablamos, pero por desgracia la
respuesta es negativa.
La cultura sigue siendo en muchas ocasiones una cultura de clases. Una
cultura que no llega a todos y todas. No cabe duda de que es un fruto del capi-
talismo y su cultura. Y aquí enlazamos con la diferencia que hacíamos al prin-
cipio, la cultura capitalista apuesta por un ocio vacío de ideas, de finalidad
transformadora, con un envoltorio innegablemente atractivo para su consumo
masivo, pero ajeno al compromiso social crítico que se le espera.
La dependencia de la cultura de la iniciativa privada ha privado en mu-
chos casos una libertad de acción política, al hacerla dependiente. Pero tam-
bién es cierto que una ayuda pública desmedida puede ser una tentación de
manipulación y control ideológico que vuele por los aires el necesario plura-
lismo creativo sin censuras ni cortapisas de ningún tipo, como ocurre en las
dictaduras y regímenes autoritarios.
Lamentablemente, en el Estado español la administración pública no ha
hecho de la inversión cultural una de sus prioridades, más allá de una inver-
sión deficiente en red de bibliotecas o museos. La creación ha quedado en ma-
251 política
nos no del artista, sino de contratos privados relacionados con los beneficios
económicos a obtener. Bien sabemos que, cuando la administración no da res-
puestas adecuadas, la fragilidad de los trabajadores y las trabajadoras se acre-
cienta y la cultura desde una perspectiva inclusiva no iba a ser una excepción.
Es por todo ello que desde la izquierda debemos plantear la cultura como
un elemento coeducativo cuya relación con el ocio no tenga una base consumis-
ta capitalista, sino más bien alternativa, aunque se den obviamente relaciones
económicas y laborales entre ambos, siendo probablemente uno de los pocos
sectores donde la relación entre lo público y lo privado es necesaria siempre.
Esto no quita que la cultura deba ser considerada como un sector estratégico
de la economía, pero con un trato y consideración diferentes de otros secto-
res como la industria o el transporte.
Para el PCE, la cultura ha estado dentro de la batalla ideológica, y así lo
teorizamos y lo llevamos a la práctica durante la lucha contra la dictadura a
través del concepto creado por Santiago Carrillo de la alianza entre las fuerzas
del trabajo y de la cultura, que desarrolló ampliamente en 1967 en Nuevos en-
foques a problemas de hoy. La importancia de esta nueva alianza en la lucha por
el socialismo se evidenció en los debates que se abrieron en el partido y apa- 159
recieron en varios números de la revista Revolución y Cultura, y fue ratificada
como línea de trabajo en el VIII Congreso del PCE. Esta estrategia sería clave
en el crecimiento del partido entre nuevos sectores profesionales y se ha man-
tenido en el tiempo, adaptándose a los ciclos del capitalismo actual.
Esa visión de la cultura y de sus activos profesionales ha tenido como ob-
jetivo una dignificación de la misma, a la vez que construir una alternativa a la
salida reaccionaria a la crisis capitalista de nuestro país, primero en 2011 con
la llegada del PP al gobierno central y después frente a la amenaza constante
de un PP radicalizado en unión con la extrema derecha contra el gobierno de
coalición entre Unidas Podemos y el PSOE.
Con el nuevo gobierno cobra, por tanto, más sentido, si cabe, una rela-
ción no consumista entre la cultura y los modelos de ocio que pueden surgir a
través de la misma. Es momento de reivindicar, pues, una acción política que
defienda que la cultura no quede reducida a unas instituciones privadas, don-
de solo pueda acceder una élite, sino como un derecho garantizado por parte
de las administraciones públicas. Una política que defienda que no deben es-
catimarse esfuerzos ni presupuesto para apoyar cuantas iniciativas permitan a
los creadores y creadoras acercar su obra a la ciudadanía, muy especialmente
a las clases trabajadoras, muy a menudo despreciadas como público potencial.
El soporte de la administración se convierte así en algo fundamental para
el plural mundo de la cultura, haciéndose eco de las demandas de los creadores
y creadoras, así como del conjunto de trabajadores y trabajadoras de la cultu-
ra que realizan tareas técnicas o administrativas fundamentales para el desa-
rrollo de la misma.
251 política
La importancia del momento es tal que desde IU recogemos y hacemos
nuestras las reivindicaciones de programadores culturales, productoras, edito-
riales, sindicatos de actores y actrices, asociaciones de promotoras, así como
otras a título individual. Todas ellas han quedado reflejadas en los programas
sectoriales y de gobierno, así como en el programa marco autonómico y mu-
nicipal. Y lo más importante, en las medidas para configurar un escudo social
de ayuda a la cultura ante la pandemia.
Precisamente en un momento tan complicado como el actual, pensamos
que hay que centrarse en cómo la covid-19 ha sacado a la luz la relación perni-
ciosa entre cultura y los modelos de ocio basados exclusivamente en el beneficio
rápido, sin consolidar una industria potente, capaz de aguantar el envite que la
pandemia le ha lanzado. De hecho, podemos afirmar sin temor a equivocarnos
que el mundo de la cultura ha sido uno de los más duramente golpeados por la
crisis sanitaria provocada por la pandemia del coronavirus, precisamente por
esa dependencia del consumismo y unas ayudas públicas poco constantes en
el mejor de los casos, a pesar de que este sector está incluido, paradójicamen-
te, entre los más frágiles de cuantos existen en el sufrido tejido productivo es-
160 pañol. En nuestro país, la cultura siempre ha tenido que lidiar con aquello de
que su consumo debe ser gratuito o barato, como algo accesorio a nuestras
vidas, malviviendo de espaldas a la importancia que se le da en otros países.
Es por ello por lo que, desde nuestro punto de vista, el actual gobierno,
que desde un principio ha demostrado tener una especial sensibilidad para con
la cultura, ha de continuar ampliando el plan de choque elaborado hace ahora
un año, para que realmente sea capaz de paliar los efectos devastadores que la
postpandemia está teniendo en todos los sectores de la cultura.
Como en tantas otras ocasiones, las crisis desatan las paradojas del capi-
talismo y de aquellos que más lo defienden. Estas aparecen de manera descar-
nada cuando queda claro que solo la ayuda estatal puede taponar una sangría
de empleos y una crisis estructural. Por eso hay que aprovechar la situación
que la crisis nos ofrece para introducir cambios en los hábitos de consumo cul-
tural que dejen de perpetuar la precariedad como hasta ahora, así como su ale-
jamiento de las opciones de ocio de la clase trabajadora. Los nuevos modelos
de ocio deben descansar, pues, con la cultura como base en su conjunto, ela-
borada desde la coordinación del conjunto de asociaciones del sector con el
objetivo de implementar ayudas a desarrollar por comunidades autónomas y
ayuntamientos. Hay que lanzar el mensaje de que las instituciones públicas se
comprometen a hacer de la cultura un sector estratégico real de nuestra eco-
nomía y nuestra sociedad.
Es necesario hacer efectivas las ayudas y aligerar su tramitación adminis-
trativa, si realmente queremos que el sector privado colabore con lealtad con
el público y este, a su vez, pueda sentar las bases de un nuevo modelo de rela-
ción entre ocio y cultura, sobre todo si recordamos que las pérdidas fueron el
251 política
año pasado de 950 millones de euros, con un 53 % de despidos. El sector más
castigado fue el de la música y las artes escénicas, que depende muchísimo de
los eventos en directo, seguido del sector audiovisual.
Para eso es importante que de una vez por todas se proceda a un cambio
de las relaciones laborales en el mundo del ocio con base en la cultura, ya que
es importante recordar que el trabajo de la mayoría de l@s artistas y, por tan-
to, del personal técnico, auxiliar, tiene un carácter intermitente, lo que acaba
siendo un problema a la hora de poder crear un mínimo de estabilidad labo-
ral en el sector.
El plan de choque aprobado por el Ministerio de Cultura, coordinado con
las consejerías y concejalías de cultura, es una oportunidad de oro no solo para
convertir la cultura en ese sector clave tantas veces reclamado, sino para demos-
trar a creador@s, conciertos al aire libre o en salas de conciertos, bares musicales,
medios especializados, espacios escénicos, librerías, promotoras, editoriales y
discográficas o salas de exposiciones que la subsistencia será cosa del pasado.
A pesar de ser frecuentemente reivindicado, el concepto de cultura de An-
tonio Gramsci debería servirnos para acercarnos más a la realidad de las per-
sonas que, de una manera u otra, están vinculadas al mundo de la cultura. Si 161
el fundador del Partido Comunista Italiano afirmaba que la cultura era «la po-
tencia fundamental de pensar y de saber dirigirse en la vida», la evolución de
las sociedades capitalistas, desde de 1945, amplían y hacen más complejo aún
este concepto, a partir de la irrupción de una cultura de masas que a su vez
tiene ribetes contraculturales, como sucederá con la eclosión del rock and roll
y del pop art.
Imposible que dicha cultura de masas resultara ajena a los ataques invo-
lutivos del neoliberalismo; por el contrario, será presa de una industria voraz
que a la vez crea un público consumidor que se desentiende de los trabajado-
res y trabajadoras del sector.
Si nos centramos en las medidas tomadas para el retorno paulatino de las
actividades culturales, observaremos que, incluso para las autoridades sanitarias,
hay una justificada preocupación en velar por la salud del público, pero una es-
casa referencia a esa misma salud de los profesionales del sector, que es lo que
ha provocado un debate encendido sobre los destinos de las ayudas públicas.
Por ejemplo, en el caso de las artes escénicas los coreógrafos quieren ga-
rantizar la seguridad de los trabajadores que se encuentran encima del escena-
rio, difícil de preservar con unas actuaciones en permanente movimiento; por
no hablar de la seguridad en el backstage, con camerinos que no resistirían ya
de por sí una inspección de sanidad.
La cultura, al haberse profesionalizado, debe ser vista también como un
campo de batalla laboral. Así, aunque no suele tenerse en cuenta, hay claras
diferencias entre trabajador@s y empresa, donde l@s primer@s apuestan por
que se mantengan los ERTE, mientras que los segundos solo los aceptan si el
251 política
Estado les cubre pérdidas y negocia devoluciones de abonos y entradas. En
este sentido, hay que recordar que el IVA cultural del 21 % se aplica sobre todo
a los cachés de l@s artistas, mientras que las entradas gravan con el 10 % de
IVA, lo que explica que desde IU pidamos la reducción de este último al 4 % y
al 10 % para toda la cultura.
El impacto, por tanto, aún durísimo, no debe olvidar las condiciones sa-
nitarias no solo del público, sino también de l@s trabajador@s en teatros, sa-
las de conciertos, espacios públicos o festivales de todo tipo, asegurando en
todo momento el cumplimiento de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales.
Por ello, l@s trabajador@s del sector siguen solicitando la intervención inme-
diata del Ministerio de Trabajo en este nuevo escenario, más allá del propio
Ministerio de Cultura. Algo similar ya se ha producido en países como Fran-
cia o Alemania.
Sirva como ejemplo de lo anterior el caso de los festivales de música, mo-
delo de ocio donde los haya, escenario de intereses contrapuestos entre or-
ganizadores, artistas y público de compleja conciliación, lo que nos sirve de
ejemplo para abrir nuestro concepto de cultura en una sociedad capitalista. La
162 cancelación de los mismos el año pasado llevó a una polémica respecto a la
devolución de las entradas.
Aun siendo bien vista la existencia del bono lanzado por nuestro minis-
terio en su momento, dando la opción de solicitarlo durante sesenta días o pe-
dir el retorno del importe abonado, desde las asociaciones de consumidores se
apuntaba que lo que estaba sucediendo era una resistencia a las devoluciones,
mientras que desde los promotores se afirmaba que esto no era así, ya que las
asociaciones de consumidores no contemplan que la devolución de las entra-
das se convierta en un problema, porque con ellas se adelantan pagos a pro-
veedores y, lo más importante, se paga el caché a l@s artistas. Es entonces una
devolución de un dinero que ya ha sido adelantado, lo que se convierte en un
problema de primera magnitud en caso de verse abocado a realizarse. Es un
ejemplo de la complejidad de la relación entre cultura y unos modelos de ocio
donde el consumo es una de sus bases más importantes.
En definitiva, en un futuro cercano deberá superarse la dicotomía entre
una cultura desde una perspectiva coeducativa y otra que dé lugar a modelos
de ocio, ya que no solo están interrelacionadas, sino que desde la colabora-
ción podrán acabar subvirtiendo el andamiaje de una cultura elitista al servi-
cio de los poderosos.
251 política
China: sociedad, medio
ambiente y cooperación
internacional.
Explorando vías hacia una
sostenibilidad compartida mundial
N uestra Bandera: China inicia este año 2021 habiendo declarado el fin de la
pobreza extrema en un país donde se ha logrado mejorar las condiciones
de vida de más de ochocientos millones de habitantes en las últimas décadas.
Manuel Ruiz Pérez: Realmente estoy asombrado de lo que ha conseguido
China en esa dimensión de pobreza material. Cuando yo empecé a ir por Chi-
na, hace ahora veinticinco años, en 1994 fue mi primer viaje, ya llevaba quince
años del inicio de la reforma y, aun así, era un país extremadamente rezagado.
Además, China se ha convertido en una especie de posible escenario alterna-
tivo para otros países que estaban en situaciones parecidas o peores.
NB: En este sentido, como biólogo-ecólogo que conoce China desde hace vein-
ticinco años, ¿qué te ha llamado más la atención desde un punto de vista am-
biental y social durante estas últimas tres décadas de viajes a China?
MRP: Desde el punto de vista social, cuando yo empecé a ir por allí, la
gente vivía en condiciones muy básicas. En Beijing no había iluminación noc-
turna prácticamente. En un nivel de actitudes, cuando yo llegue allí la gente
no veía el tema ambiental, para ellos el tema urgente era sobrevivir, tanto para
el campesino como para los dirigentes políticos.
Sin embargo, en este período de veinticinco años la mentalidad ha bas-
culado totalmente hacia las cuestiones medioambientales. Ahora hay una
251 política
preocupación ambiental seria, he visto los cierres forzados de fábricas muy
contaminantes, las consideraciones de restauración de paisajes a la China, que
tiene una interpretación de paisaje canónico o ideal diferente a la nuestra y
cuya conciencia ambiental es mayor de lo que se dice en Europa. Esta trans-
formación reciente ha sido radical.
251 política
Siendo la desigualdad uno de los mayores retos de la humanidad, a ni-
vel global la desigualdad planetaria se ha acortado en cierta medida. Y eso que
algunos destacan como gran logro del sistema global mundial es falso. La in-
mensa mayoría de ese acortamiento de la desigualdad se debe precisamente
al tirón gigantesco de China a escala mundial.
NB: China en el tema de las energías renovables está siendo la punta de lanza
en la inversión internacional. ¿Qué tienes que decir al respecto?
MRP: En los circuitos especializados lo saben y lo aplauden, aunque en
algunos casos lo pueden ver como un problema de competencia económica
con Occidente, porque están siempre con el tema de la competencia desleal,
de si copia tecnología, con algo de verdad y mucho de falsedad en esos argu-
251 política
mentos. En los medios populares no saben que China lidera los cuatro sectores
de energía renovable más importantes. Lidera en cuanto a inversión, no nece-
sariamente en cuanto a tecnología, aunque en algunos aspectos su tecnología
puede igualar e incluso superar a Estados Unidos, Europa o Japón.
El balance es de luces y sombras. Luces es todo lo que están haciendo
con las renovables, que es impresionante. Las sombras son todavía la enorme
dependencia de combustibles fósiles y sobre todo del carbón en China, que es
el más agresivo para el clima de todos los combustibles fósiles. Entonces, si
tú quieres puedes presentar uno o puedes presentar el otro, aunque deberían
presentarse ambos. En Occidente, la estrategia es: las luces de China las apa-
gas, las ocultas, y las sombras las resaltas y las oscureces más e incluso añades
sombras inexistentes. Yo creo que nuestra obligación es presentar las luces y
las sombras, si no se pierde la objetividad y la capacidad de entender a ese país.
Esto se aplica tanto a cuestiones ambientales como políticas, económicas, so-
ciales o geoestratégicas.
NB: ¿Crees que existe alguna diferencia cualitativa en el modo en que estos
166 problemas medioambientales se enfocan en China en comparación con las lla-
madas «democracias liberales»?
MRP: Creo que la diferencia fundamental emana de la relación entre po-
lítica y economía. Mientras que en las democracias neoliberales la política es
fundamentalmente la marioneta controlada por la economía, en China la po-
lítica sigue en buena medida controlando la economía. Eso permite que, si tie-
nen un gobierno consciente y con ganas de transformar en la buena dirección
social y ambiental, puedan dirigir la maquinaria económica hacia estos obje-
tivos. China creo que es consciente de muchos de sus problemas ambientales
y quiere abordarlos en la buena dirección. Otra cosa distinta es que vaya a la
velocidad requerida para llevar esta transformación hacia un modelo sosteni-
ble. Mi opinión es que la velocidad actual es insuficiente.
No obstante, lo que es parecido a las democracias neoliberales es que Chi-
na sigue teniendo como objetivo un modelo de sociedad de consumo que no es
extrapolable al conjunto del planeta y, por lo tanto, no es sostenible. Compa-
rando los tres grandes bloques, China, en términos per cápita, está aproxima-
damente a la par con los promedios de la Unión Europea en materias primas,
en consumo físico y energético. Está bastante por debajo en términos per cá-
pita de Estados Unidos. Si ese modelo de consumo lo extrapolas no solamente
a China, Unión Europea y Estados Unidos, sino que metes India, metes otras
zonas de Asia, África o Latinoamérica, eso no lo aguanta el planeta.
NB: En el sentido que decimos que la política está al mando en China, esto
también confiere un medio o largo plazo de planificación y de incidencia po-
lítica que no hay en Occidente.
251 política
MRP: Creo que la planificación, sin duda, es importante. Aunque no sé
si lo de China es solamente eso o es, en buena medida, también la flexibilidad
basada en una filosofía y en una visión del mundo bastante distinta de la nues-
tra, de adaptarse, plegarse, circunvalar los obstáculos.
NB: Eso me recuerda al bambú, que hemos estudiado en nuestros viajes a China.
MRP: Sí, es un «modelo bambú», frente al «modelo roble» (más rígido),
lo que caracteriza a China: es más flexible. Y en ese sentido, en parte es plani-
ficación, indicativa, pero en parte también es capacidad de adaptarse y resistir
el desgaste; si no me salen las cosas por aquí, voy a buscarlo por otro lado. La
Nueva Ruta de la Seda es una respuesta de esa adaptación. Porque China hace
quince o veinte años no tenía la Nueva Ruta de la Seda en la cabeza: China lo
que quería era conseguir el puesto de responsabilidad compartida que le corres-
pondía por tamaño de población y economía en el gobierno mundial, lo que le
negaban descaradamente tanto a nivel de los organismos financieros como en
los organismos políticos de representación internacional, ambos diseñados y
controlados fundamentalmente por Estados Unidos. Ante estos bloqueos sis-
temáticos, China le da la vuelta y lanza el proyecto de Nueva Ruta de la Seda. 167
251 política
reformularla de alguna manera, sería algo parecido al debate del socialismo en
un solo país: ¿puede haber decrecimiento en un solo país?
NB: Creo que el tema del decrecimiento no puede darse en un solo país. Si se
produce una transición hacia un decrecimiento socialmente inclusivo, para
que asimismo tenga un efecto ambiental positivo, el proceso ha de ser glo-
bal, aunque al mismo tiempo debe iniciarlo y liderarlo el país o regiones que
están en la cima material de consumo, economía y tecnología. Y ya no sola-
mente por justicia y equidad, sino, por otro lado, por posibilidades reales de
aplicar dicho decrecimiento en el uso de los recursos y ecosistemas. Porque,
si lo aplica solamente China u otro país o región que esté por debajo tecnoló-
gica, económica y militarmente, lo pueden bloquear, lo pueden atacar, como
se estaba viendo con la guerra comercial de Trump, que parece que será se-
guida por Biden.
MRP: Estamos totalmente de acuerdo. En el fondo, el poder es un con-
cepto abstracto, ejercer fuerza para tu propio beneficio, obligar a otros a hacer
lo que a ti te interesa que hagan, aunque sea en detrimento de sus propios in-
168 tereses. Pero ese concepto abstracto se asienta sobre una base material, tec-
nológica, financiera y militar. De modo que ese cambio de modelo, que para
mí es totalmente necesario, solo lo podría materializar el que esté arriba y con
capacidad, si no de obligar a los otros, de ser invulnerable en caso de dar ese
primer paso. Es uno de los grandes desafíos de la humanidad, porque se tiene
que hacer, pero no sé quién ni cómo lo va a poder hacer. Si hubiese un gobier-
no global multilateral, multipolar, con repartos más apropiados de poder, sería
más fácil de negociar eso. Pero el modelo actual no va por ahí, aquí está el mo-
delo de utilizar la debilidad del otro para arrancarle concesiones y/o destruirlo.
251 política
Además, el principio de prevención tendríamos que usarlo mucho más
y debería ser una pieza fundamental de la política. Debería ser casi filosófico,
como el sentido de la vida y qué es el ser humano, qué es lo que queremos ser,
qué es lo que nos hace felices, qué es lo que yo necesito de verdad. Esa dife-
rencia entre necesidad y deseo que nos permite renunciar a lo superfluo. Yo
no conozco ningún país que esté ahora mismo con un planteamiento centra-
do en el decrecimiento y, ciertamente, China parece estar muy lejos de ello.
251 política
temas hacer un poco más los deberes. Yo animo a que abramos los ojos y dia-
loguemos. El problema también es que ha habido un error en algunos secto-
res ecologistas o afines al decrecimiento. Ahí el hueso duro de roer es aceptar
como uno de los grandes pensadores a quien para mí es un personaje sinies-
tro de la historia, que es Malthus. Pero utilizar a Malthus como paradigma
de los límites de la naturaleza puede provocar un rechazo al propio concep-
to de límite. Eso es un problema todavía no bien resuelto. Ha habido diversos
intentos, pero todavía no se ha conseguido una ubicación apropiada del tema.
NB: Vemos que se produce una clara contradicción entre las mayores emisio-
nes históricas acumuladas totales de Estados Unidos y Europa occidental y
las mayores emisiones actuales de China. ¿Qué autoridad moral puede tener
el llamado primer mundo para exigir a los demás que limiten su contamina-
ción sin querer reducir la propia en Estados Unidos (por ejemplo, el caso de
Trump y el Acuerdo de París)?
MRP: Bueno, cuando estás con el agua al cuello y subiendo de nivel es ló-
gico que te preocupe más quién está vertiendo agua ahora que quién echó el
170 primer metro de agua. Lo que pasa es que si le dices a China (o a India): «Mira,
vamos a ayudarte en esta transición y para ello, en vez de agobiarte, te vamos
a echar una mano», ahí puedes exigirle que reduzca drásticamente sus emisio-
nes, sobre todo si tú haces tanto o más que ellos. Lo que no puedes hacer es,
por un lado, machacarla con todo esto y no apoyarla en estas transiciones y
en las medidas que está tomando, y al mismo tiempo criticarla porque no lo
está haciendo.
Yo estoy dispuesto a aceptar la parte de verdad que tiene la crítica si lo
hago desde un enfoque y actitud de predicar con el ejemplo y querer ayudar a
esos países en esta transición. Si no lo hacemos, no estamos moralmente au-
torizados. Eso nos traslada a dos niveles: el nivel individual y el estatal. A ni-
vel estatal, no hay ningún país desarrollado que esté moralmente autorizado a
dar lecciones. A nivel individual, pues ahí es distinto. Puede que sí, puede que
haya individuos o colectivos que a nivel particular hayan hecho cambios y re-
nuncias… y se sientan moralmente autorizados. Pero son dos escalas distintas.
Yo separaría el individuo o colectivos que actúan con conciencia y principios
morales y los gobiernos y Estados que lo hacen mediante políticas.
251 política
lo mismo, son países que no han tenido tiempo de reacción. Quizás nuestra
obligación es señalar las dos responsabilidades, la antigua y la actual, y pedir
responsabilidad colectiva y pedir que trabajemos todos juntos para resolver
los problemas del cambio ambiental global, que además de al clima afecta a la
biodiversidad, suelos, aguas…
NB: Sí, es clave en este asunto, sin ella no hay solución…; frente a la compe-
tencia, cooperación. En ese sentido, ¿crees que el proyecto de la Nueva Ruta
de la Seda está teniendo un carácter transformador, en cuanto que supone una
mejor redistribución en el poder internacional?
MRP: Yo creo que la Nueva Ruta de la Seda es el proyecto que toca de lle-
no en los tres lados de este gran triángulo de desafíos humanos: la parte am-
biental, la parte de equidad social y la parte de estrategias y gobierno mundial.
Y en dos de ellos podría tocarlo positivamente, pero en uno no creo que lo to-
que positivamente. 171
En temas de igualdad y equidad, no me cabe la menor duda de que, a pe-
sar de todos los problemas, a pesar de todas las dificultades, a pesar de que
China busca lógicamente su propio interés, a pesar de todo, es la mejor opor-
tunidad que está teniendo el llamado tercer mundo. Ante la oportunidad cero,
cualquier otra es mejor, y la Nueva Ruta de la Seda le está ofreciendo oportu-
nidades reales de desarrollo. Y por mucho que critiquen con propaganda los
errores de China, que los está cometiendo, en este sentido, por mucho que la
critiquen, el balance creo que va en la buena dirección.
En lo que concierne a la parte geoestratégica, en el reparto del poder mun-
dial, si consigue mantenerla y aplicar exitosamente el 50 % de los proyectos,
creo que sería un puntal geoestratégico importantísimo para la propia China
y su incorporación al liderazgo mundial, al que habría que sumar otros países
o regiones en la actualidad desposeídos.
Donde no estoy tan seguro es en el tema ambiental y no porque los pro-
yectos chinos sean particularmente malos, que tienen sus cosas buenas y ma-
las. Aquí se olvida, por ejemplo, la contribución a la instauración del nuevo
modelo energético que China está desarrollando en estos países. Si sumamos
la hidráulica más las nuevas renovables, el paquete de energías renovables que
está instalando China en diversos países de la Nueva Ruta de la Seda, especial-
mente en África, es más grande que el de los combustibles fósiles y la tenden-
cia es a ir adquiriendo un peso creciente.
Está claro que las infraestructuras son fundamentales para la aceleración
económica de un país, está claro que la energía es importante sobre todo en
sitios como África, donde la mayoría de la población no tiene acceso a la elec-
251 política
tricidad…, lo que no está claro es dónde nos paramos. Y lo que está claro para
mí es que trasladar niveles de consumo material como los que tiene China en
este momento al resto del planeta subdesarrollado no es viable desde un pun-
to de vista ambiental y humano. De ahí que tengamos que repensarnos global-
mente el modelo y resaltar la parte redistributiva más que la expansiva, algo
que ni China ni nadie parece estar haciendo por ahora.
NB: Yo estaba pensando en qué condiciones se deben dar para que la Nueva
Ruta de la Seda se convierta en palanca de difusión tecnológica, transferencia
tecnológica al tercer mundo.
MRP: Está pasando ya, no tanto como debiera, pero ya está pasando en
informática, en telecomunicaciones, en agricultura, en capacitación de sani-
dad pública, en educación, en ingenierías de otros tipos…, no solamente en
energía. No está pasando a la velocidad que debería, pero todo esto está ocu-
rriendo ya. Lo sé bien, porque he estado en diversos rincones de África y he
vivido en Latinoamérica y en Asia. Yo eso lo conozco y mi impresión es que
China y la Nueva Ruta de la Seda están tratando de aumentar esa capacidad
172 de transferencia, aunque a veces pueda haber límites no solo en el interés y la
capacidad china de hacerlo, sino también en la de los países receptores en re-
cibirla e incorporarla.
251 política
ha visto en México, Estados Unidos, regiones de África, Asia, Europa. ¿Cómo
crees que debemos afrontar estos retos para la salud humana y qué implica-
ciones tiene para la sociedad en China y el mundo? ¿Cómo ha gestionado Chi-
na la irrupción de la pandemia, a la vista de los datos de casos de la covid-19?
MRP: Bueno, en realidad el informe de la OMS presenta cuatro posibles
escenarios de origen del virus, que son analizados usando una escala de 1 (muy
improbable) a 5 (muy probable). El origen zoonótico directo o a través de un
huésped intermedio corresponde a los dos primeros escenarios, siendo la zoo-
nosis con huésped intermedio la más probable según el informe (valoración
entre probable y muy probable). Los otros dos escenarios son introducción a
través de alimentos refrigerados o congelados (posible) y el escape desde un
laboratorio (muy improbable). El informe no es concluyente e insiste en seguir
investigando las distintas hipótesis, pero va a ser realmente difícil encontrar
suficientes pruebas para conseguir un consenso indiscutido sobre el origen
del SARS-CoV-2, aunque por ahora la gran mayoría de expertos se decantan
por el origen zoonótico (a pesar de la insistencia de Estados Unidos y varios
otros países en elevar las probabilidades del escape de un laboratorio; según
ellos, chino, por supuesto). 173
En cualquier caso, hay suficiente evidencia de que factores como la densi-
dad de población, la alteración del medio natural, la disminución de biodiver-
sidad y las prácticas agrarias superintensivas, especialmente las grandes granjas
industriales de animales, favorecen la aparición de nuevas enfermedades y la
intercomunicación física (personas y mercancías) favorece su expansión y con-
versión en pandemias. China puntúa muy alto en todos estos factores de riesgo.
Sobre la gestión de la pandemia, creo que China y otros países y territo-
rios de Asia del Este la han gestionado mucho mejor que nosotros. Mi idea es
que las autoridades chinas, sobre todo a nivel local, que es donde se enfrenta-
ron directamente y en primera instancia al problema, reaccionaron al inicio con
demasiada cautela, dudas y recelos. Pero esta fase fue breve (más breve de lo
que aquí se nos dice) y, una vez entendido lo que pasaba, supieron movilizar a
la población, a técnicos sanitarios, investigadores, y consiguieron pararla casi
totalmente. Esto no es solo mérito político, es también fruto de la experien-
cia de esas zonas de Asia, dado que en lo que va de siglo han sufrido diversos
brotes de epidemias víricas (SARS-Covid-1, MEARS, gripe aviar…) que les han
dado experiencia y conciencia del riesgo. Hay también otros factores cultura-
les, dado que en el este y sudeste de Asia la visión social, el interés colectivo
siguen teniendo un peso importante, mientras que en las democracias neoli-
berales occidentales el individuo se ha erigido casi en la única vara de medir.
A riesgo de alargarme en exceso, merece la pena reflexionar sobre la hi-
pocresía y propaganda que nos invaden en este tema. En los primeros meses
de la pandemia, todo eran descalificaciones, acusaciones y dudas sobre la ve-
racidad de los datos de China frente a la supuesta honestidad y transparencia
251 política
de los nuestros. A mitad del verano pasado, ya era evidente que China había
contenido la pandemia y la mejor prueba era la dificultad que estaba tenien-
do para testar las distintas vacunas que estaban desarrollando ante la falta de
contagios propios, lo que le obligaba a buscar acuerdos de cooperación y tes-
tarlas fundamentalmente fuera de este país. La maquinaria de propaganda oc-
cidental dejó de hablar de datos de China (aunque mantiene la narrativa en
torno a las primeras semanas), pero curiosamente diversos estudios compa-
rativos liderados por investigadores occidentales para evaluar el éxito de las
distintas medidas no farmacéuticas (confinamientos, rastreo, distanciamiento
social…) han excluido a China (y a veces a Vietnam; sí suelen incluir a Taiwán,
Hong Kong y Singapur) de la comparación. No sé los motivos de esta exclu-
sión, pero una posible hipótesis sería evitar que salga bien parada la experien-
cia china frente a las medidas tomadas en nuestros países.
NB: ¿Cómo piensas que se encuentra posicionada la sociedad china con res-
pecto a una transición hacia una sociedad ambientalmente viable y social-
mente más justa que, además, pueda favorecer esa cooperación internacional?
174 MRP: Es difícil de saber, pero hay dos o tres consideraciones que habría
que hacer. La primera, un aspecto de la sociedad china en general es que tie-
nen bastante confianza en su gobierno. Y le dan bastante apoyo y credibilidad.
251 política
minorías muy minoritarias las que dicen o decimos este tipo de cosas. No so-
mos masa, no somos pueblo llano.
251 política
Mundo Obrero manuscrito en el penal de Burgos, julio de 1947.
Arte y militancia
Manuel García *
Crítico e historiador del arte
* Autor de los libros Exiliados (1995), Max Aub: textos sobre artes (2005), Memorias de posguerra
(2014), etcétera, y de los catálogos de las exposiciones Renau (1978), Homenaje a Miguel Hernán-
dez (1985), Genaro Lahuerta (1987), Les cobertes de l’avenir (1993), Homenaje a Manuela Ballester
(1995), El universo de Max Aub (2003), Josep Renau, fotomontador (2006), etcétera.
251 cultura
Gilles Aillaud: Vietnam.
178 La bataille du riz, 1968.
Apenas unos años después de esa experiencia colectiva, los artistas Gilles Ai-
llaud (París, 1928-2005), Eduardo Arroyo (Madrid, 1937-2018) y Antonio Re-
calcati (Milán, 1938) realizarían la obra Vivre et laisser mourir ou la fin tragique
de Marcel Duchamp (1965).
Esta obra colectiva se expuso a través del proyecto Figuration narrative
dans l’art contemporain, que organizó el crítico de arte Gerald Gassiot-Talabot
(1929-2002) en las galerías Europe y Creuze de París en el otoño de 1965. La
1 «J’ai eu l’idée de proposer à cinc de mes amis de peindre ce grand tableau de quatre mètres
sur cinq, car j’ai été totalment bouleversé, vraiment profondement traumatisé par un fait his-
torique qui s’est déroulé à Alger. C’est à dire le viol, d’une jeune militante algérienne de 21 ans,
qui était vierge et musulmane et qui était militante du FLN (Front de Libération Nationale)».
251 cultura
Eduardo Arroyo: Ronda de noche con porras (1975-1976).
2 Jean Paul Ameline y Benédicte Ajac: Entretien avec Eduardo Arroyo, 2 de noviembre de 2007,
reproducida en el catálogo Figuration narrative. París, 1960-1972, pp. 283-287, Centre Georges
Pompidou, 2008.
3 Eduardo Arroyo: «Alors, j’ai compris que c’était fini, que c’était la porte ouverte à tout ce
que je déteste: le marché officiel, le double marché, les oeuvres destinés exclusivement au mu-
sée. Tout ce que je déteste vient de ça et nous savions très bien pourquoi il fallait l’assasiner».
251 cultura
Diez años mas tarde, con motivo de la Bienal de Venecia, el pintor Eduar-
do Arroyo realizaría la obra Ronda de noche con porras (1975-1976), que eviden-
ciaría su compromiso político antes de regresar a España.
Aquella experiencia colectiva marcaría una pauta en relación al concepto
subjetivo del artista como creador individual de una obra, algo que determina-
ría, en cierto modo, la opción de equipo que, desde España, seguirían los ar-
tistas integrados en el Equipo Crónica y el Equipo Realidad y luego, años más
tarde, en el Equipo Límite.
180
251 cultura
El gobierno de Fidel Castro invitaría a un centenar de artistas, galeristas
y críticos de arte europeos para que expusieran su obra y sus ideas en Cuba.
A esa convocatoria serían invitados artistas españoles como Pablo Picas-
so, Joan Miró, Antoni Tàpies, Francisco Bores, Antonio Saura, Eduardo Arroyo,
el Equipo Crónica, etcétera, pero en el mural Cuba colectiva, que se realizó el
17 de julio de 1967, solo aparece la participación personal de Eduardo Arroyo.
Hoy, ese mural en forma de espiral representa una expansiva espiral ecléc-
tica en la que intervinieron más de cien artistas, como Santiago Armada (Cuba),
Eduardo Arroyo (España), Polo Castellanos (México), Gudmundur Erró (Islan-
dia), Ernesto González Puig, Alain Jouffroy (Francia), Raúl Martínez (Cuba), Ro-
berto Matta (Chile), Jacques Monory (Francia), Amelia Peláez (Cuba), Bernard
Rancillac (Francia) y Domingo Ravenet, Mariano Rodríguez y Luis Miguel Valdés,
todos ellos cubanos. Hoy en día es uno de los ejemplos emblemáticos de una
pintura colectiva en plena efervescencia cultural del régimen de Fidel Castro.
El Salón de Mayo inauguraría en La Habana, el 30 de julio de 1967, una
muestra colectiva con más de doscientas obras de los artistas Gilles Aillaud,
Francisco Bores, Enrico Baj, Anne Breivik, Jean Clerte, Lucio del Pezzo, An-
tonia Eiriz, Tetsumi Kudo, Julio Le Parc, Lea Lublin, René Magritte, Man Ray, 181
Roberto Matta, Raúl Milián, Tomás Oliva, Vera Pagava, Pablo Picasso, Arthur
Luiz Piza, Serge Poliakoff, René Portocarrero, Antonio Saura, Antonio Seguí,
Jo Stang, Saul Steinberg, Arvid Udbjorg, etcétera.
Al cabo de los años, Adelaida de Juan, crítica de arte cubana, escribiría lo
siguiente sobre esta experiencia artística: «Es sin duda un hecho relevante en
el historial de artes plásticas de la importancia del Salón de Mayo que su ini-
cial presencia americana haya sido precisamente en La Habana».4
Por su parte, la historiadora del arte cubana Llilian Llanes recordaría en
otro artículo de la misma revista que el Salón de Mayo iba a tener lugar mien-
tras se celebraba en La Habana la Primera Conferencia de la Organización La-
tinoamericana de Solidaridad y el Encuentro de la Canción Protesta en la Casa
de las Américas, por lo que: «La intensidad de los proyectos en los que estaba
envuelta la nación cubana le habían dado una capacidad de convocatoria in-
ternacional sin precedentes, de manera que a todo tipo de encuentro, reunión
o congreso que se organizara asistían personalidades de muy alto nivel, polí-
ticos, creadores, científicos, toda clase de profesionales cuya proyección inter-
nacional era ampliamente reconocida».5
4 Adelaida de Juan: «Lam trae París a La Habana», en La Jiribilla. La Habana, del 8 al 14 de sep-
tiembre de 2012.
5 Llilian Llanes: «El Salón de Mayo en La Habana», en La Jiribilla. La Habana, del 8 al 14 de
septiembre de 2012. Es autora, asimismo, del libro Salón de Mayo de París en La Habana, julio de
1967 (La Habana: Arte Cubano Ediciones, 2012).
251 cultura
182
251 cultura
propuesta de reconciliación de los españoles. Con motivo de la recuperación
de esa obra, la periodista Silvia Hernando escribiría en el diario El País:
Pero la idea del abrazo, según apuntó en su día una investigadora del Centre
George Pompidou, ya la había expresado, en otro cuadro, diez años antes. Geno-
vés añadiría: «Me había olvidado que hace diez años había pintado otro cuadro».
Pero lo importante de ese cuadro es que se convirtió en un cartel con el
que la Junta Democrática reclamó, en 1976, la amnistía.
Genovés, militante entonces del Partido Comunista de España, expresa-
ría con esa obra, como la posterior dedicada a las masas, lo que Josep Renau
definiría como «el espacio del miedo». 183
7 Silvia Hernando: «El abrazo que fue símbolo de la Transición», en El País, 25 de mayo de 2020.
251 cultura
Agustín Ibarrola: Paisaje de Euskadi, ca. 1967.
La creación del Equipo Crónica, integrado inicialmente por los pintores Rafael
Solbes (1940-1981), Joan Antoni Toledo (1940-1995) y Manuel Valdés (1942),
coincidiría con el desarrollo del movimiento artístico de la Estampa Popular
de Valencia (1964-1968), que seguiría, en cierto modo, el discurso artístico pro-
movido desde Madrid en 1959 por el artista José Ortega (1921-1990).
Desde 1966, el Equipo Crónica estaría integrado exclusivamente por Sol-
bes y Valdés, y una de las características de su obra, aparte de la técnica de las
pinturas planas, el uso del proyector de opacos y la realización de series, se-
ría la de interpretar algunas obras y a algunos artistas de la historia del arte.
¿Copia o interpretación?, planteaba la crítica de arte de entonces.
Años más tarde, en una entrevista con Manolo Valdés tras recibir el Pre-
mio Nacional de Artes Plásticas en 1983, confesaría: «Esa es una vieja polémica,
pero aunque es una polémica superada, siempre está ahí: ¿copia o interpreta-
ción? Que además de ser una polémica es un hecho, una realidad a la que te
enfrentas».9
8 José Gandía Casimiro (1996): «Los relatos Estampa Popular», en el catálogo de la exposición
Estampa Popular. Valencia: Instituto Valenciano de Arte Moderno, pp. 104-108.
9 Manuel García (1984): Entrevista con Manolo Valdés. Valencia, diciembre. (Inédita).
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10 Véase el catálogo de la exposición Coŀlectius Artístics a València sota el franquisme. Valencia:
Instituto Valenciano de Arte Moderno, 2015.
251 cultura
186
Equipo Realidad:
Estudio de
cabezas, 1975.
Apenas un par de años antes de que Rafael Solbes y Manolo Valdés hicieran la
serie Variaciones sobre un paredón (1975), presentada en la Bienal de Venecia de
1976, el Equipo Realidad, integrado por Jorge Ballester y Joan Cardells, reali-
zaría la serie Cuadros de historia (1974), que presentarían en la Sala Vinçon de
la capital catalana incluyendo obras como Reconocimiento del cadáver de Cal-
vo Sotelo por el juez de guardia y el médico forense en el cementerio de la Almudena
de Madrid en julio del 36, Muerte de un republicano fotografiado por Robert Capa o
Vista del Alcázar de Toledo durante el asalto del 36.
El Equipo Realidad interpretaba así, con la misma técnica que Rafael Sol-
bes y Manolo Valdés, escenas de la Guerra Civil española, que incluirían en el
libro La Guerra Civil del Equipo Realidad. Cuadros de historia (1973-1976), con un
texto del profesor Facundo Tomás (Valencia, 1981).
La historia y la política aparecían entre las inquietudes de estos artistas
valencianos que en los tiempos de la Transición democrática marcarían una
pauta en la pintura española comprometida, como lo había hecho años antes
Juan Genovés en la Bienal de Venecia de 1966.
251 cultura
187
Esa idea del Equipo Crónica y el Equipo Realidad de trabajar en equipo, que
ponía en cuestión la creación subjetiva del artista, resucitaría, unos años más
tarde, con la aparición en la escena plástica española del Equipo Límite (1988),
integrado por las jóvenes pintoras Esperanza Casa y Carmen Roig, ambas na-
cidas en 1967 y formadas en la Facultad de Bellas Artes de Valencia.
11 José Gandía Casimiro (1993): «Hoy tengo una duda: quizás no eran ellos quienes pintaban,
sino que lo hacían sus imágenes», en el catálogo de la exposición Equipo Realidad. Instituto
Valenciano de Arte Moderno, pp. 18-21.
251 cultura
Su pintura estuvo influenciada por el Equipo Crónica en lo que se refie-
re a la ejecución técnica. Sin embargo, se distanciarían evidentemente de Sol-
bes y Valdés por la iconografía, referida al mundo del kitsch, tatuajes, fondos
psicodélicos y destacando la viveza del color y una temática de clara referen-
cia al feminismo.
Una obra, a veces, que, desde el lenguaje del cómic, cuestionaba la ma-
nipulación de la mujer en el siglo xx. Niñas saeteadas de espadas bajo la ben-
dición de los curas, mujeres atadas de pies y manos al lado de unas geishas,
mujeres peleonas acosadas por vírgenes y tigres. Toda una iconografía neopop
que evidenciaba la explotación religiosa, iconográfica y política de la mujer en
el mundo moderno.
Según afirmaría el profesor Fernando Castro Flórez: «Moviéndose más
allá del pastiche o de la moda reaccionaria de la nostalgia, el Equipo Límite
plantea una pintura narrativa, sosteniendo un importante diálogo con una tra-
dición moderna muy fecunda en Valencia (Equipo Crónica, Estampa Popular
o Equipo Realidad)».
188
Conclusiones
251 cultura
De la agitprop a la política
de comunicación con Manuel
Vázquez Montalbán.
Cómo escribir en Mundo Obrero,
establecer una buena política de comunicación
y penetrar en los medios hegemónicos
251 cultura
De la agitprop a la política de comunicación
251 cultura
El nuevo analfabetismo
MVM no solo fue el primero que nos informó sobre la información, sino
además uno de los pocos que durante cuarenta años insistió constantemente
sobre la necesidad de la alfabetización mediática y de que la izquierda consi-
guiera establecer su propia política de comunicación. Denunciaba que «nunca
están al alcance de la mayoría social todos los instrumentos que hacen posible
la lectura de un medio de comunicación, es la imposición de un nuevo analfa-
betismo: la mayoría silenciada está incapacitada para una lectura que permita
el conocimiento de la realidad más allá de su madriguera electrodoméstica» y
reclamaba «que en las escuelas se enseñe a leer los medios, es decir, a descodi-
ficarlos». En el Panfleto desde el planeta de los simios (1995), recordando sus «cua-
renta años de predicar en el desierto», dejó su penúltima invocación: «Si aún
queda una cierta capacidad de fijar criterios progresistas en la educación, que se
aplique a introducir la enseñanza obligatoria de la descodificación mediática».
251 cultura
El hachazo audiovisual del PSOE
Lo que MVM advertía en Historia y comunicación social (¡1980!) nos sirve toda-
vía como referencia fundamental cuando el PSOE prepara un hachazo audio-
visual. Con ese libro, su exploración más ambiciosa, nos lleva desde el origen
comercial de la información hasta el gran negocio de lo que denomina neoli-
beralismo persuasivo: «La progresiva conversión de la comunicación en per-
suasión social para orientar el consumo de ideas y mercancías».
Resumo a continuación su diagnóstico:
251 cultura
El hachazo convertiría el servicio público esencial en un servicio de in-
terés económico general y reduciría drásticamente el pluralismo informati-
vo: mucho negocio, poco servicio público y nada para las iniciativas sociales.
Mientras la emancipación informativa reclama un avance hacia el equi-
librio entre los tres sectores, la reforma del comando neoliberal del PSOE re-
trocede descaradamente.
Hay que comparar lo que formalmente protege la ley actual con lo que
desampara el proyecto de reforma.
Dice la Ley General de la Comunicación Audiovisual que se debe proteger
«el derecho a que la comunicación audiovisual se preste a través de una plura-
lidad de medios públicos, comerciales y comunitarios». La reforma reduciría
el pluralismo a «medios públicos y de titularidad privada». Retrocediendo de
tres patas (público, negocio y social) a solo dos (públicos y privados), con la
hegemonía de los negocios audiovisuales.
Es una operación de Nadia Calviño, la Isabel Díaz Ayuso del PSOE. Las
dos hablan como si fueran tontas, pero son las más listas para darles todas las
ventajas (todo el poder informativo y comercial) a los negocios.
193
La democratización de la información
Hay que leer con mucha atención lo que MVM escribía para Mundo Obrero
¡en 1977!:
251 cultura
el partido: «La filosofía leninista convierte la comunicación en una herramien-
ta de acción histórica dirigida por los sectores más lúcidos, un instrumento en
manos de la vanguardia para elevar la conciencia histórica del proletariado y
guiarle hacia el objetivo final de la destrucción del sistema capitalista. Pero el
presupuesto leninista se ha llevado hasta unas últimas y discutibles consecuen-
cias que en la práctica arrasan cualquier posible discrepancia». Si esta adver-
tencia sobre la degeneración de la información revolucionaria resultaba polémica
en 1980, con lo que MVM escribió en Informe sobre la información se adelantaba
cuarenta años a los debates sobre la democratización de la información que se
desarrollaron con los gobiernos progresistas en América Latina en torno al so-
cialismo del siglo XXI. Asumiendo que la información era un instrumento es-
tratégico para la Unión Soviética, tanto para la cohesión interna como para la
defensa externa, MVM lamentaba que «nunca haya sido emprendida una real
investigación para comprender las posibilidades prácticas de la libertad de ex-
presión en el seno de un Estado socialista».
MVM recorrió un camino muy bien elaborado para llegar desde el periodismo
clandestino de Mundo Obrero hasta las páginas más leídas del diario El País sin
renunciar a «la emancipación individual y colectiva», consiguiendo una sóli-
da presencia en todos los medios de comunicación (prensa, radio y televisión)
además de la popularidad de sus novelas. La habilidad y la capacidad para pe-
netrar por las brechas del imperio de los medios hegemónicos es la tercera lec-
ción de MVM después de demostrar que se puede hacer un buen periodismo
beligerante y advertir sobre la necesidad de la alfabetización mediática de la
izquierda y de la mayoría social, que necesita saber quién controla y cómo se
manejan los medios de comunicación.
251 cultura
Antología para un
periodismo del futuro *
Francisco Sierra Caballero
www.franciscosierracaballero.net
251 cultura
de ironía, este periodista total que fue Vázquez Montalbán alumbró páginas
excelsas del columnismo patrio con inteligencia, sentido del humor, humil-
dad, distancia y mucha sabiduría popular que tanto y tan bien conocía, desde
lo concreto, fuera en el fútbol, los bares o a través de los paisajes urbanos de
su Barcelona querida transitando barrios como El Raval, por los que deambuló,
desde siempre, su alter ego, Pepe Carvalho. Pero no viene al caso reseñar aquí
las virtudes del oficio de Vázquez Montalbán, una tarea harto inútil, por más
que conocida y que a diario era ratificada por millones de lectores. Sí conviene,
eso sí, apuntar a modo de recordatorio, por apenas ser de dominio público, que
el genio y magisterio que demostró en vida nuestro periodista de cabecera fue
debido, en parte, más allá de la figura de escritor y gran poeta que siempre
fue, al interés que manifestara siempre, a lo largo de su vida, por la comuni-
cación y la trama del periodismo como actividad esencial para la democracia.
De hecho, Vázquez Montalbán (MVM) contribuyó decisivamente a los estu-
dios de comunicación y fue doctor honoris causa por la UAB en Bellaterra por
sus aportes al campo de la comunicología. Su ensayo Historia y comunicación
social (1980) fue por más de tres décadas una obra de consulta obligada en las
196 bibliotecas de las facultades de comunicación en España. En sus propios ar-
tículos reflexionó recurrentemente, como pueden ver en la antología compi-
lada del Archivo Histórico del PCE, sobre la RTVE, sobre la cultura de masas,
la ideología, el periodismo y la manera de perfilar desde la izquierda una van-
guardia informativa que contribuyera al cambio sociocultural necesario en Es-
paña. Tales intereses no siempre coincidieron en el tiempo con las líneas de
actuación preferente de la dirigencia de la izquierda, pero ello no minó la vo-
luntad de entender y pensar un campo apenas explorado, en tanto que aguje-
ro negro, por el movimiento obrero y la teoría marxista.
Ahora, dado que en nuestro país informa quien quiere y como puede y
que los males que identifica MVM, como bien señala en la introducción del li-
bro nuestro director de Mundo Obrero, José Manuel Martín Medem, siguen vi-
vos, conviene, con ocasión de la presentación de este volumen organizada por
la Fundación de Investigaciones Marxistas en el Antiquarium de Sevilla, sacar
algunas lecciones de la lectura para nuestro tiempo a modo de vindicación de
un periodismo por venir y de una crítica que debe seguir cultivándose, como
nos legara a lo largo de su productiva y enjundiosa obra desde el complicado
mirador de la izquierda insobornable.
En las siguientes páginas, se proponen, a este respecto, diez ideas fun-
damentales, a modo de discusión, con las que acometer el reto de una lectu-
ra a contrapelo de la historia de su crítica periodística a partir de esta valiosa
obra que ha desempolvado Atrapasueños rescatando del olvido algunas de las
mejores páginas del periodismo comprometido y militante que tanto echa-
mos en falta en la actualidad. Valgan las siguientes anotaciones, acotadas al
margen, para una crítica de la marginalidad u obliterado interés sobre un tipo
251 cultura
de práctica profesional no tanto en desuso como denostada por una errática
concepción de la tarea de los informadores. Un abordaje histórico-estructural
del sistema dominante de comunicación en España revela, no obstante, cómo
puso en evidencia MVM que:
251 cultura
te ideológico del duopolio televisivo, entre el universo Planeta y Berlusconi,
con medios públicos a la deriva, que el capitalismo de plataformas refuerza y
sostiene de forma intensiva, tal y como hemos visto en golpes de Estado re-
cientes, sea en Estados Unidos o en Brasil, del Norte al Sur global. En otras
palabras, las multitudes hipnotizadas pueden ser domesticadas a falta de cul-
tura sin sueño, por lo que toda política de la representación democrática pasa
por la intervención a este nivel.
4. La actualidad de sus escritos es más que evidente cuando la política del
capitalismo de amiguetes en España rinde de nuevo tributo a la muerte
con la deriva política voxiferante. Cuando, como recuerda MVM, alguien gri-
ta «Viva la muerte» no es que esté dispuesto a morir, es que tiene propensión
a matar. Y en esto los herederos naturales del franquismo sociológico no es
que emulen a Trump, es que nunca se equivocan de objetivo. Por ello tratan
de destruir la cultura que les excluye, porque apuesta por el futuro, y aterrori-
zan a la población en Canarias o los barrios pobres de la periferia de las gran-
des ciudades lo mismo que convocan a las fuerzas militares del golpismo, en
251 cultura
pleno siglo XXI, siguiendo el guion reeditado como farsa de la serie de nues-
tros episodios nacionales por todos conocidos. Cito literal a Manuel Vázquez
Montalbán en este punto: «La derecha nunca tiene en cuenta ni su cotidiana
y a veces bien disimulada represión de las libertades, ni el recurso a la situa-
ción de excepción que convoca en cuanto está a punto de perder el control de
la situación por vía electoral», como ha sucedido hoy con el gobierno de Es-
paña. «Se está creando así —advertía MVM— la falsa impresión colectiva de
que el fascismo se ha ido y nadie sabe cómo se ha ido. ¿Dónde se han metido
los que ayer se pasaban el día expresando su adhesión inquebrantable a los
principios del Movimiento Nacional?». Los pregoneros de la barbarie siguen,
cual ejército de imagineros mayores, en alerta con su perpetua clientela, apro-
vechando la desinformación, el malestar social y, claro está, el patrocinio del
latrocinio de la banca y la oligarquía económica. En suma, la lección que he-
mos de sacar de sus escritos es que el gran fantasma familiar del franquismo
sociológico es la conjura de la reacción cuando ha visto en peligro la supervi-
vencia de sus privilegios materiales e ideológicos. Desde entonces, decía Ma-
nolo, crecimos sorprendidos, como en los tebeos de la época, que siempre el
derecho de conquistar se tradujera en un poder mediocre, cruel, corrupto y en 199
ocasiones grotesco, y en cuanto ha habido oportunidad de echar a estos fan-
tasmones se ha hecho, dentro de lo que cabe, al parecer, añadiríamos nosotros,
no de forma precisamente determinante. No quieren irse del todo, como en el
CGPJ. «Conspiran, perpetúan un poder paralelo basado en el miedo y si llegan
a conseguir sus propósitos de recuperar el castillo, pasarán a degüello a todo
bicho viviente. Odian la vida. Es la perpetua frustración de los fantasmas». Por
ello, hoy como en 1977, lo peligroso del franquismo diluido en el aire y en las
aguas es su mutación en irracionalismo político basado en la deseducación y
la desinformatsia, que se disfraza a veces de radical impaciencia ante los insu-
ficientes progresos de la historia. Conviene por lo mismo tomar en cuenta la
advertencia preclara de MVM en abril de 1977: «Se está armando de argumen-
tación y desquite moral a la reacción franquista y se están prefabricando nue-
vas hornadas de fascistas morales, que pasando de todo llegarán a desfilar, de
buen o mal grado, al paso de la oca. La principal parte de esa responsabilidad
la asume el franquismo y los que se empeñaron en no desfranquizar didácti-
camente al país. Quisieron hacer una reforma desde la legalidad y han prescin-
dido de la pedagogía colectiva que hay en una ruptura». Sería hora de hacerlo,
antes de que nos arrepintamos, como ya advirtieran insistentemente el autor
y más recientemente Julio Anguita.
251 cultura
nismo como posibilidad al eurocarterismo como realpolitik. Nos han robado la
esperanza en un proyecto, el de Maastricht, fruto del cambiazo liderado por el
PSOE, y nos roban la cartera a diario sin pudor ni pausa que haga posible re-
cuperación alguna: primero Felipe González y hoy los peones de la Troika, efi-
caces empleados y opinadores de toda laya siempre dispuestos a robarnos la
cartera. El reto, en este escenario, avizorado por nuestro autor en plena tran-
sición democrática, es qué hacer.
251 cultura
do pareciera que, desde 1980, la función intelectual es inútil, más necesario es
el quiebre y diagnóstico de lo real concreto, confabulando dispositivos eman-
cipadores para liberarnos de la asfixia y el colapso. Frente al tecnocratismo y
la opinión servil de los opinadores de la nada, el periodismo a lo Montalbán
es una intervención partisana necesaria, una cultura periodística perturbado-
ra que piensa y apunta, que describe y moviliza, que educa y enriquece, que
nos hace sonreír y soñar. Frente al descrédito y falta confianza de unos medios
y profesión denostados (léase el CIS a tales efectos), frente a la desconexión y
el aislamiento de la doctrina del shock en forma de propaganda del régimen
del IBEX 35, el columnismo y la praxis periodística que crea puentes, estable-
ce nodos de conexión y construye futuro según el principio esperanza son una
potente alternativa para intervenir y transformar nuestro futuro en común. La
lectura de la obra de Manuel Vázquez Montalbán nos hace recordar, en este
sentido, que es necesario cultivar esta línea de dirección, que hay periodistas
comprometidos, que es posible una comunicología de la praxis, un periodis-
mo para el común de la gente y, por lo mismo, por la posibilidad y por las im-
plicaciones que ello conlleva, esta debiera ser una de las principales hipótesis
comunistas. 201
251 cultura
jor oficio del mundo consiste no en otra cosa que ver, oír y contar bien. Claro
que, como en la Universidad Complutense, décadas después, el germen del
oficio en España nacía imbuido del «espíritu nacional», tal y como escribie-
ra irónicamente Vázquez Montalbán en Triunfo, a propósito de una suerte de
reencarnación de cualquier fase última conservadora del reinado de Isabel II,
la formación impartida basculaba entre Donoso Cortés y Menéndez y Pelayo,
como un armario integrista desplomado, día a día, «sobre nuestras torvas ca-
bezas de hijos del siglo». Quizás por ello, por la querencia que tuvo de profe-
sores y alumnos, fue contratado como profesor, a petición de los delegados de
clase, el curso 1968-1969 para dictar la cátedra Sixto Cámara y, por lo mismo,
por mediación del profesor Moragas, impartió clases de Historia de la Comu-
nicación en la Autónoma de Barcelona el curso 1974-1975, siendo, además de
buena persona, un excelente docente capaz de aportar ensayos de referencia
en un terreno yermo por la herencia de la dictadura, al menos en conocimiento
teórico y conciencia social. De la decencia a la docencia, en fin, siguió el cami-
no previsible para alguien que sabía, al cabo de la calle, dónde habita el olvido
y cómo anidar la esperanza.
202
10. Arte y oficio que muestra la belleza de la épica, del periodismo com-
prometido, del periodismo reposado, del buen hacer cuando el re-
gistro de la actualidad es anatomía de la realidad, y proyección, una lectura a
contrapelo de la historia nos enseña lo que a diario debíamos leer o escuchar
en los medios. Sabemos que la periodística no es una ciencia predictiva, sino
prescriptiva, pero también que toda información tiene una dimensión, inevi-
tablemente, proyectiva, como deja entrever el profesor Gómez Mompart en la
laudatio del Doctorado Honoris Causa que recibió en la UAB Vázquez Mon-
251 cultura
talbán. Hablamos, en palabras del editor Joaquín Recio, de la dialéctica entre
memoria y deseo, pasado y futuro, historia y vida, que se ha manifestado en el
binomio revolucionario generacional Marat/Sade, de cambiar la historia/cam-
biar la vida. El compromiso con la historia, con la realidad social, con la tribu,
con la memoria individual y colectiva, que se traduce en Manolo en la necesi-
dad de comunicar, de intervenir en la realidad, de dar voz, de servir de escriba
de la realidad, es la que da sentido a este oficio y, en consecuencia, la que nos
emplaza también a dar una respuesta crítica para imaginar otra realidad posible.
Este es el legado que nos dejó el autor, peatón bonzo de la historia, cronista
del antagonismo, inmerso en la lucha, militando en la vanguardia, agudizando
la mirada y hasta recuperando la poética de las ironías de la historia. Por todo
ello y muchas cosas más que nos interpelan en el ámbito de la comunicación,
el libro de artículos en Mundo Obrero que aquí reseñamos no es una antología
del pasado, es una ventana abierta al presente-futuro, al principio esperanza,
a la utopía de un periodismo por/venir que es capaz de trascender las tecnolo-
gías de dominio: de Facebook a Google, de Internet y la NSA a los dispositivos
de videovigilancia de la era del perfilado y el Big Data. Ahí es nada. 203
Referencias
Sierra, Francisco (2019): Introducción a la co- — (1979): La palabra libre en la ciudad libre. Bar-
municología. Madrid: ACCI. celona: Gedisa.
Vázquez Montalbán, Manuel (2020): Cam- — (1973): El libro gris de TVE. Barcelona: Edi-
biar la vida, cambiar la historia. Sevilla: Atra- ciones 99.
pasueños Editorial. — (1963): Informe sobre la información. Barce-
— (1980): Historia y comunicación social. Bar- lona: Fontanella.
celona: Bruguera.
251 cultura
Mundo Obrero manuscrito. Prisión de Ocaña, 1948.
Nuestros momentos
no se perderán en el tiempo,
como lágrimas en la lluvia.
Sesenta años de la revista
Nous Horitzons
E ste año la revista Nous Horitzons cumple sesenta años. Por este motivo se ha
publicado un número especial, como un homenaje, felicitación y como una
reivindicación de la fuerza de la razón y la reflexión. Para que todos nuestros
momentos no se pierdan en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Un home-
naje a los hombres y mujeres, a los militantes, a los compañeros y compañe-
ras que lo han hecho posible. A los que lo hicieron durante la clandestinidad
y la oscuridad de la dictadura, desde México, cruzando la frontera desde Fran-
cia para hacerla llegar a Cataluña. Jugándose la vida para defender la vida. A
los que dejaron páginas enteras llenas de inteligencia, de luz, de ideas, de ga-
nas de libertad y justicia, de voluntad de enseñar y aprender, de reflexión para
entender el mundo. De dar a conocer lo que el fascismo quería esconder. Un
reconocimiento a los que han hecho que esta revista se publique en catalán,
siempre, cuando el conflicto lingüístico era poder acabar en la cárcel.
También es una felicitación, ¡estamos de cumpleaños! En tiempos llenos
de incertidumbres y de angustias, donde encontrarnos es un riesgo, felicité-
monos porque cuando apenas sabemos qué pasará el próximo mes sí sabemos
que tenemos un legado, que compartimos valores y proyectos, pase lo que pase,
para construir un mundo lleno de libertad, igualdad y fraternidad. ¿Cuántas
veces, en estos sesenta años, pareció que no había ni solución ni esperanza?
251 cultura
¿Cuántas veces se cayó para volver a levantarnos después? Si la gente del PSUC,
el PCE y tantos y tantas lo hicieron durante la negra noche, nosotros no deja-
remos de hacerlo ahora.
Nous Horitzons es también una defensa enconada de la reflexión para la
acción. De la convicción de que la política sin pensamiento es pura gesticula-
ción. Que las ideologías se transforman, pero que sin ellas la política se que-
da en el corto plazo, sin rumbo, atrapada entre anécdotas y modas. Y si una
cosa sabe la izquierda es que poder sin ideología, gobiernos sin una visión del
mundo acaban convirtiéndolos en simples gestores de la realidad. Es sencillo,
pero parece que habrá que reivindicarlo, si no se lee, no se comprende. Si no
hay espacios de reflexión, la acción se convierte en estados de ánimo vulne-
rables a cualquier circunstancia. Pensar sigue siendo un acto revolucionario.
La historia de esta revista es paralela a la de nuestra historia más recien-
te. Inicialmente trimestral, nació en 1960 con el nombre de Horitzons, aunque
se contemplaron otros, como Perspectiva, Mirador o Trajectòria. En 1962 pasó
a llamarse Nous Horitzons por un problema de marcas registrales, puesto que
existía en México una publicación con el mismo nombre. Nace como resulta-
206 do de una decisión del secretariado del PSUC, que buscaba una apertura hacia
el frente cultural, más allá de la implantación en el mundo del trabajo. Que-
ría ser una mezcla de alto nivel académico, cuidada calidad formal e interven-
ción política. La dirección inicial durante la clandestinidad estaba en manos de
Francesc Vicens, en París. Muchos artículos se escribían en Barcelona, don-
de Francesc Vallverdú ejercía de jefe de redacción. Sin embargo, no era extra-
ño recibir colaboraciones desde Praga o Moscú. Se imprimía en México DF y
se distribuía hacia el resto de América Latina, Europa y, de forma clandestina,
por supuesto, a España y Catalunya. La revista tenía subscriptores en veintidós
países. En 1969 pasó a imprimirse en Marsella. La mera solidez física —por así
decirlo— de Nous Horitzons daba ánimos, en una medida nada despreciable, a
los militantes en particular y a los marxistas en general. Finalmente, en 1977
fue legalizada y sigue publicándose de forma ininterrumpida hasta el día de hoy,
con su número 221 en 2020. En sus páginas se reflejan firmas y reflexiones que
dan una panorámica de sesenta años vistos desde la izquierda por hombres y
mujeres que forman parte de la historia del pensamiento: Manuel Sacristán, Te-
resa Pàmies, Josep Moix, Josep Fontana, Cipriano García, Dolors Calvet, Rafael
Vidiella, Gregori López Raimundo, Giulia Andolfi, Jordi Solé Tura, Oriol Bohi-
gas, Ovidi Montllor, Enrico Berlinguer, Antoni Tàpies, Eric Hobsbawm, Quim
Sempere, Montserrat Roig, Ignacio Ramonet, Francesc Vallverdú, Jordi Solé-Tu-
ra, Francesc Roca, Andreu Mayayo, Manolo Vázquez Montalbán, Enric Cama,
Daniel Innenarity o Jordi Amat. Está claro que el trabajo en red y la conexión
entre grupos afines, aunque fuera analógica y a menudo artesanal en sus ini-
cios, forma parte de nuestra cultura política. Al citar estos nombres parece fá-
cil convocar en un mismo espacio a grandes referencias del marxismo catalán,
251 cultura
artistas, intelectuales de referencia, dirigentes políticos, así como referencias
españolas e internacionales. Sin embargo, es una muestra del prestigio de la
revista, del gusto por la reflexión y por su pluralismo y transversalidad. Como
explicaba Andreu Mayayo, Nous Horitzons era la revista del catalano-marxis-
mo, que comparaba con Serra d’Or, la revista montserratina, en el binomio ca-
tólico-comunista, del antifranquismo catalán.
La revista tenía un precedente inmediato. Entre 1957 y 1959 o 1960 el Co-
mité de Intelectuales de los PSUC sacó la primera revista marxista de crítica
y política cultural editada en la Cataluña del franquismo: Quaderns de Cultura
Catalana. Salieron muy pocos números, pero estaba totalmente escrita e im-
presa en el interior. Constaba de más de veinte páginas por número. La impre-
sión y el primer peldaño de distribución corrieron a cargo de un equipo muy
reducido, pero eficaz, que dirigió el historiador Josep Fontana. Es muy posi-
ble que la aparición de los Quaderns acelerara la de Nous Horitzons, con la que
la dirección del partido pretendía vehicular las energías de un grupo de estu-
diantes y exiliados. Lo hacía, además, para «competir» con Serra d’Or, revista
en catalán y antifranquista publicada por la Abadía de Montserrat. Nous Ho-
ritzons es desde sus inicios un referente del antifranquismo, pero era más que 207
una revista de partido, se consolidó como un espacio común transversal. Más
adelante consigue convertirse en un material de formación política durante
la Transición, con Quim Sempere como director. Sus aportaciones en políti-
ca económica son constantes. En la década de los setenta recoge artículos del
Coŀlectiu Enric Cerdà y en la década de los ochenta y noventa de economis-
tas liderados por Francesc Roca. Se trata de un claro ejemplo de las llamadas
revistas teóricas, hermana de Nuestra Bandera. Sin embargo, como dejó escri-
to Manuel Sacristán, «aspirábamos a elaborar y comprender la realidad con la
teoría disponible y con la crítica. Mucha realidad, toda la posible, igual la bási-
ca que la más sofisticada. Quizás parezca ridículo, a la vista del resultado, pero
el hecho es que cuando menos la redacción de Horitzons en el interior quiso
practicar desde el comienzo un programa gramsciano, un programa de cróni-
ca dialéctica concreta, como la cultura real. Esto no es interpretación a poste-
riori: este programa era explícito y querido por los redactores. Y su realización,
por modesta que fuera, permitió a Nous Horitzons algunos aciertos que no da
vergüenza de recordar: por ejemplo, haber tratado seriamente los problemas
de la mujer cuando no eran muchas las mujeres (y menos aún los hombres)
conscientes de esta problemática».
A partir del nuevo siglo, sus páginas recogen los debates de la nueva iz-
quierda, del ecologismo y del feminismo con mucha intensidad. Una reflexión
conectada siempre con su contexto, con la realidad y con las ganas de saber e
innovar. La revista aspira a continuar siendo una plataforma de reflexión teó-
rica, política y cultural, un estímulo al debate y un instrumento para progresar
en la comprensión de los fenómenos nuevos de nuestra sociedad con la clara y
251 cultura
expresa intención de contribuir al desarrollo de una cultura democrática y eco-
socialista, humanista y crítica; será como siempre una revista catalana y escrita
en catalán, hecha a partir de la convicción de que no hay pensamiento universal
si no arraiga en la realidad concreta —y por tanto, también nacional— que cada
cual vive. Sin embargo, como afirma Giaime Pala, historiador y autor de Cultu-
ra clandestina. Los intelectuales del PSUC bajo el franquismo, sobre la relación en-
tre intelectuales y partidos de izquierdas: «Hoy el panorama es completamente
distinto respecto a hace treinta o cuarenta años: en la actualidad las direcciones
de todos los partidos políticos están formadas en su gran mayoría por personas
con una elevada formación académica. Y esto es algo que pasa también en los
partidos de izquierdas o en las siglas de la llamada “nueva política”, que están
liderados sobre todo por intelectuales o académicos precarios. Hace cuarenta
años esto era impensable, ya que los partidos formaban (e incluían en sus ór-
ganos de dirección) a militantes procedentes de las fábricas, del campo, del co-
mercio de proximidad y de la construcción. Es evidente que la segmentación y
la parcelización que ha experimentado el mundo del trabajo manual desde los
años ochenta, además de poner en dificultad al ámbito sindical, ha mermado
208 su capacidad para seguir proporcionando cuadros políticos a los partidos y de
incidir en sus vidas internas. Y esto es algo que considero negativo y peligroso.
La izquierda tiene que volver a ser representativa de la sociedad en la que ac-
túa y en nombre de la cual quiere gobernar; y ha de esforzarse por volver a dar
dignidad (moral, material y política) al mundo del trabajo».
El 60 aniversario de Nous Horitzons ha coincidido con el nombramiento
de Yolanda Díaz como vicepresidenta del gobierno, mientras el PCE celebra el
centenario de su fundación. El PCE participó en los gobiernos de la Segunda
República durante el período de la Guerra Civil, sin embargo no ejerció una vi-
cepresidencia. El PSUC ostentó por su parte la cartera de Trabajo, en manos de
Josep Moix. Al final, los aniversarios se cruzan, los caminos convergen y la cul-
tura de lucha y gobierno pervive casi un siglo después. También nuestra pro-
funda convicción antifascista. La extrema derecha no es nueva. Pero desde el
fin de la Segunda Guerra Mundial no se había normalizado tanto su discurso,
no había influido tanto en la agenda pública ni había tenido tanta representa-
ción parlamentaria como ahora. Pocos países europeos escapan a esta dinámi-
ca y España, finalmente, no ha sido una excepción. En la mayoría de casos, han
existido tradicionalmente cordones sanitarios y pactos para aislar a estas fuer-
zas y su discurso. Pero la barrera se ha empezado a romper. Los conservadores
británicos han quedado impregnados por las tesis xenófobas de la UKIP, a raíz
del Brexit. En Francia, la saga Le Pen pervive. En Italia, la Liga o ahora Fratelli
d’Italia se reconocen como herederos de Mussolini. En España, nos encontra-
mos con la bienvenida más generosa y rápida vista en Europa a un partido de
extrema derecha, homófobo, xenófobo y nostálgico del franquismo, por parte
de PP y Cs. Hungría y Polonia son directamente gobiernos ultra.
251 cultura
Ante tal impacto, se proponen interpretaciones que nos pueden ayudar a
entender lo que está sucediendo. El miedo y el rechazo a la inmigración, a las
minorías progresivamente más visibles, la pérdida de soberanía hacia poderes
ocultos y globales, la desafección hacia los partidos tradicionales pueden ser
algunas de las causas que ayudan a perfilar el porqué de lo que está pasando.
Pero ¿y si analizamos también el fenómeno desde una perspectiva de historia
vital, de experiencia íntima vivida por los votantes? Cuando miramos nuestras
vidas, cuando nos preguntan cómo nos va, a menudo repasamos el pasado, ex-
plicamos el presente y proyectamos esperanzas para nuestro futuro y el de los
nuestros. Hoy, muchos hombres y muchas mujeres tienen una sensación real
de presente insatisfactorio y de miedo al futuro. Es una combinación muy inten-
sa emocionalmente que tendrá consecuencias también en el comportamiento
electoral. Algunos no cambiarán sus fidelidades o seguirán sin participar, pero
habrá otros que pueden decidir cambiar de voto, arriesgar, optar por aquello que
nunca tenían previsto hacer. Ante un duro presente y un futuro incierto, que no
cumplirá las expectativas esperadas (ni las propias ni las de los más cercanos),
existe un recurso seguro, sólido, balsámico: el pasado, aquello que fuimos; res-
catar nuestro momento glorioso. Ante el desequilibrio vital presente, personal 209
y colectivo, se busca un reequilibrio que devuelva la armonía pasada. Algunas
ofertas electorales lo ofrecen en forma de futuro esperanzador. ¿Cómo? Recupe-
rando la fórmula mágica del éxito, ya conocida y contrastada, por haberla vivi-
do o porque ha sido transmitida por la familia, las películas o la escuela. Trump,
el Brexit, Le Pen operan sobre imaginarios de pasado «imperial», de liderazgo
político, económico y cultural, con una identidad clara, con referentes históri-
cos y simbólicos. Los tres ofrecen soluciones diversas a problemas diversos, en
materia de inmigración, economía o seguridad. Tienen políticas concretas. Pero
lo relevante es que detrás de todas estas medidas y programas hay un sentido
común general, un discurso global y emocional, una moral de referencia: vol-
ver a aquello que un día nos hizo grandes. Cuando Trump, por ejemplo, niega
el cambio climático, lo hace en términos de política medioambiental y de inte-
reses empresariales. Pero también en términos de discurso moral. Make Ameri-
ca Great Again es volver a antes de la globalización, del cambio climático, de la
visibilidad de las minorías y de las mujeres. Todo forma parte de lo mismo. Es
decir, negar el cambio climático como metáfora de la recuperación de los USA
auténticos: trabajadores que tienen trabajo, coche, consumen, con petróleo in-
finito. Trump ha identificado un imaginario tradicional, el American Dream, con
una política, crear puestos de trabajo. Al vincularlas, conecta la vida real con
una metáfora de fuerte contenido épico como país. El American Dream es que tú
tengas un buen trabajo. Es difícil encontrar un mensaje más efectivo. En el caso
británico, el protagonista fue el UKIP, siglas del Partido de la Independencia del
Reino Unido. Un nombre que ya expresa un leitmotiv muy claro, recuperar aque-
llo que nos han quitado. ¿Cómo celebró su líder, Nigel Farage, la victoria del
251 cultura
Brexit? Proponiendo que el 23 de junio, día del referéndum, fuera proclamado
oficialmente Día de la Independencia (recuperada). El UKIP habla de inmigra-
ción, de recuperar la soberanía, de ahorrar gastos destinados a la burocracia de
Bruselas. El discurso visible es este, las propuestas son estas. Pero el argumen-
to de fondo, latente, es volver a ser el Reino Unido líder de la Commonwealth,
la Gran Bretaña de Thatcher y Churchill (Boris Johnson, pro-Brexit de última
hora, también utiliza este último como referente). La narración basada en la re-
cuperación de un pasado mitificado para encarar un presente insatisfactorio y
un futuro negro es una característica común de estos discursos. La nostalgia, el
recuerdo de un tiempo feliz, evocar emociones son herramientas de fuerte po-
tencia movilizadora. Todos buscamos libros, canciones, películas, series, amigos
y conversaciones que nos hagan sentir bien, que nos vuelvan a dar esperanzas
cuando estamos abatidos y desencantados, a menudo recurriendo a los buenos
momentos vividos, a la nostalgia. ¿Por qué la política tendría que quedar fuera
de esta estrategia íntima y personal para sobrevivir a la adversidad?
No podemos perder tiempo. Hace falta que reflexionemos juntos y juntas
sobre qué ha pasado y cómo hemos llegado hasta aquí, pero hay que respon-
210 der, hay que dar una respuesta inmediata. Una respuesta con vocación mayo-
ritaria, lejos de proclamas grupusculares y melancólicas consignas. Respuestas
centradas en la responsabilidad de quien incorpora las tesis de extrema dere-
cha, las blanquea y amplifica, no solo sobre quienes tienen la marca registrada.
Una respuesta que incluya a la mayoría, en términos democráticos y sociales.
En el caso español y catalán, que incluya una salida dialogada, inclusiva y que
rompa trincheras en el bucle infinito del procés. Y todo esto con la recuperación
de la visión de un espacio precursor de la lucha contra el fascismo, el PSUC,
como precedente y guía de luchas que creemos olvidadas, pero que están muy
presentes. Estamos en un estado de emergencia democrática. Ideas antiguas
y ultra se nos presentan hoy en nuevos formatos como pretendidamente mo-
dernas. Se banaliza el mal. La izquierda tiene que salir de su zona de confort
y vincular la justicia social, la transición ecológica y el fortalecimiento demo-
crático como la mejor respuesta a la causa principal del ascenso de la extrema
derecha, la crisis económica y la precarización de las condiciones de vida de
miles de hombres y mujeres. Al miedo, a la incertidumbre y a la extrema dere-
cha se les puede ganar, con política con mayúsculas.
Y para hacer política siempre hay que reflexionar. Pensar para actuar. De-
lante de la aceleración de los procesos políticos hay que tener mirada larga pues-
ta en el horizonte. Cuando se cumplen sesenta años es fácil pensar en cómo
ha pasado el tiempo. Pero Nous Horitzons siempre ha representado saber dar
valor al tiempo, a saber de dónde venimos para saber a dónde vamos, siempre
adelante, con la fuerza de la razón y el sentimiento profundo que nos une por
un mundo más justo, más sostenible, mejor.
Sempre tindrem Nous Horitzons.
251 cultura
Caso Bárcenas,
anatomía de la corrupción
Juan Moreno Redondo *
D urante esta primavera se ha celebrado el juicio oral por el que se han enjui-
ciado una parte de los hechos y conductas relacionados con los denomina-
dos papeles de Bárcenas, en concreto los hechos relacionados con la reforma
211
de la sede de Génova del PP abonada con dinero negro, mientras que la pieza
relativa a las irregularidades sobre la contratación pública en relación a los pa-
gos en dinero opaco reflejados en la contabilidad del extesorero popular con-
tinúa investigándose en el Juzgado Central n.o 5 de la Audiencia Nacional. Ha
sido este primer juicio por la caja B del Partido Popular el cénit de este caso
hasta el momento, transcurridos ya más de ocho años desde que conocimos
esos documentos y las implicaciones políticas y económicas que tenían. Un
caso apasionante desde un punto de vista jurídico penal, pero torticeramente
lamentable desde la óptica social y política por lo que supone de parasitación
de lo público, deslegitimación del sistema democrático y depravación ética.
Pero, ahora que se ha desarrollado este primer juicio oral, conviene vol-
ver la vista atrás y hacer un poco de memoria sobre cómo comenzó el caso.
A mediados de enero del año 2013 conocimos gracias a una pieza judicial
del caso Gürtel cómo el extesorero nacional del Partido Popular, Luis Bárce-
nas, escondía en Suiza más de veinte millones de euros, lo que abrió numero-
sas especulaciones sobre el origen de esos fondos así como sobre el manejo de
dinero negro en la sede de Génova 13. Días después, los conocidos como pa-
peles de Bárcenas se publicaron en el diario El País, en concreto el 31 de ene-
218
II. El PCE en la
inmediata postguerra
y tras la Segunda
Guerra Mundial
(1939-1955)
Diez días felices,
diez años amargos.
La Operación Reconquista
en la estrategia insurreccional
del PCE
E l último ciclo insurreccional del PCE concluyó por agotamiento en 1952, fecha
en la que Santiago Carrillo presentó un balance autocrítico del rumbo seguido
por la organización desde el final de la Guerra Civil. Lamentó los millones de pe-
221
10 Reconquista de España, febrero-marzo de 1944 y 8 de octubre de 1944. Lucha, n.o 14, octu-
bre de 1944.
11 «Manifiesto del comité de UN de Perpignan», 21 de agosto de 1944. Jesús Benito Bermejo
(1990: 390).
12 Ferrán Sánchez (2001: 11).
13 Andrés Sorel (1975: 38). Ferrán Sánchez (2010: 80).
14 Francisco Aguado (1975: 72). Daniel Arasa (1984: 52).
Radiografía de un fracaso
15 Reconquista de España, n.o 46, 19 de diciembre de 1944. «Carta de Lucía a Santi», 22 de octu-
bre de 1944. Nuestra Bandera, 1 de enero de 1945. Fernández Martínez (2002: 51).
16 «Conferencia de Santiago Carrillo», Unidad y Lucha, noviembre de 1944.
17 «Guerrilleros», jacquet 43, AHPCE. Ramón García (2007: 296). Valentín Andrés (2008: 195).
18 «Informe de Carmen de Pedro», 15 de septiembre de 1944, AHPCE.
La paternidad de la retirada
26 Santiago Álvarez (1988) figura entre quienes conceden «pleno valor» al testimonio de Tovar.
27 Sixto Agudo (2003). Fernando Martínez (2002: 9 y 57).
28 Dolores Ibárruri (1985: 566). Fernando Hernández (2015: 163).
230
El método de la «matrioshka»
La «guerra de los diez días» marcó un punto de inflexión en el PCE, ya que fue
utilizada para zanjar la etapa de desenvolvimiento autónomo que, tanto en
España como en Francia, había caracterizado a la organización entre 1939 y
1944. Sus principales dirigentes sostuvieron que la decisión de atacar por los
Pirineos había sido adoptada por Monzón sin contar con su plácet, pero el
desconocimiento aducido tanto en la versión oficial de la operación como en
los testimonios publicados ha sido puesto en entredicho por la crítica espe-
cializada. Aunque esta admite que la orden concreta de cruzar el «Rubicón pi-
renaico» no emanó del Buró Político, considera acreditado que sus miembros,
pese a la distancia, no ignoraban que, en el verano de 1944, incluso desde el
mes de enero, los guerrilleros españoles diseminados por Francia se estaban
concentrando en sus inmediaciones con la intención de infiltrarse en España.
La apelación a la insurrección realizada desde el interior en el mes de junio
por la JSUN concordaba con las directrices divulgadas por la cúpula directi-
va exiliada mediante emisiones radiofónicas, principalmente a través de Ra-
dio España Independiente, en las que, sin una concreción de cómo ni cuándo
proceder, también se recomendaba pasar a la acción con gestos enérgicos que
catalizaran un levantamiento popular. En sendos llamamientos del 6 de junio
31 Dolores Ibárruri: «El movimiento guerrillero, vanguardia de la lucha armada por la recon-
quista de España», 24 de septiembre de 1944, AHPCE.
32 Martorell (2000: 125). Fernando Martínez (2002: 12).
33 Manuel Azcárate (1994: 283).
34 Vicente López Tovar (1986): «Biografía de Vicente López Tovar, coronel de los guerrilleros
españoles en Francia». Toulouse.
35 «Informe de Santiago a Ibárruri», 6 de febrero de 1945, AHPCE. Carlos Fernández (2020: 986).
36 Luis Zaragoza (2009: 133).
37 «A la luz del comunicado de Bucarest», en Nuestra Bandera, n.o 28, junio-julio de 1948.
38 Santiago Carrillo (1993: 413).
Bibliografía
Abad, Irene, y Angulo, José Antonio (2001): Álvarez, Santiago (1988): Memorias III. La
La tormenta que pasa y se repliega. Los años lucha continúa. El exilio, la Segunda Guerra
del maquis en el Pirineo aragonés-Sobarbe. Mundial y el regreso clandestino a España,
Zaragoza: Prames. 1939-1945. Vigo: Ediciós do Castro.
Aguado, Francisco (1975): El maquis en Espa- Andrés, Valentín (2008): Del mito a la histo-
ña. Madrid: San Martín. ria. Guerrilleros, maquis y huidos en los mon-
Agudo, Sixto (1985): En la resistencia france- tes de Cantabria. Santander: Universidad
sa. Memorias. Zaragoza: Anubar Ediciones. de Cantabria.
1 Fernando Hernández Sánchez (2015): Los años de plomo. La reconstrucción del PCE bajo el pri-
mer franquismo (1939-1953). Madrid: Crítica, p. 90.
2 Causa sumarial contra Eugenio Mesón, Domingo Girón, Guillermo Ascanio y dieciocho más
(fueron fusiladas doce personas), julio de 1943, Causa n.o 52012, Fondo Madrid, Lg. 3157, Ar-
chivo General e Histórico de Defensa (AGHD).
3 Partido Comunista de España: «La situación de España y las tareas actuales del Partido», 8 de
julio de 1939, Carpeta 20; «Actividades del Partido en el extranjero después de la derrota. In-
forme de Comorera», 1939, sin fecha, Carpeta 20; y «Notas sobre las debilidades del Partido»,
4 de febrero de 1940, Carpeta 21, Archivo Histórico del PCE (AHPCE).
4 Causa sumarial contra Heriberto Quiñones, 1942, Causa n.o 109539, Fondo Madrid, Caja 3786,
AGHD y DGS Brigada Móvil, fotocopia de un documento original que ha sido ocupado a su au-
tor, Heriberto Quiñones, organizador actual del Partido Comunista de España, 1942, AFNFF,
Doc. 27042, Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH).
6 Carlos Fernández Rodríguez (2020): Los otros camaradas. El PCE en los orígenes del franquis-
mo (1939-1945). Prensas de la Universidad de Zaragoza, pp. 373-420.
8 Causa sumarial contra Francisco García Buendía y otros más, 1944, Causa n.o 289, Fondo
Valencia, Caja 20465, AGHD y Partido Comunista de España, «Informe de Roza» firmado Al-
fredo, Documentos del PCE, Jacques 47-51, 25 de noviembre de 1945, AHPCE.
Bibliografía
Fernández Rodríguez, Carlos (2020): Los Hernández Sánchez, Fernando (2015): Los
otros camaradas. El PCE en los orígenes del años de plomo. La reconstrucción del PCE 249
franquismo (1939-1945). Prensas de la Uni- bajo el primer franquismo (1939-1953). Ma-
versidad de Zaragoza. drid: Crítica.
A Graciliano Ramos, escritor brasileño, autor de una novela que debería figu-
rar en el Antiguo Testamento, la titulada Vidas secas, lo detuvieron varias veces
cuando era un joven periodista. A cada poco, lo prendían y le daban una tremen-
da paliza. Él preguntaba por qué y le gritaban: «¡Por comunista, cabrón!». Pero
Graciliano Ramos no era comunista ni cabrón. Hasta que llegó un día, más que
El día 28 (en el mes de julio) cuando dormía en su celda un preso político, entró
un preso común y le pegó una paliza. Pues bien, metieron en celdas al político y
ahora han hecho lo mismo con todos, en celdas, sin paquete, ni cartas ni nada;
252 pero a los comunes, nada […].2
1 Rivas, Manuel: «La vida es un texto con erratas», en El País Semanal, n.o 2.212, 17 de febrero de
2019, p. 10. Un amigo comunista me contaba que le tuvo que contar a su padre, que había sido
de la División Azul, que era comunista. Él contestó: «Hubiera preferido que fueses maricón».
2 Penal de Ocaña. 1.20.1 Llamamientos 1953, diciembre 15. Carta al Comité Español de la Paz
sobre la prisión y torturas a Telesforo Torres y Luis Arribas. Caja 39, carpeta 10.5.
3 Hernández Sánchez, Fernando (2015): Los años de plomo. La reconstrucción del PCE bajo el pri-
mer franquismo (1939-1953). Barcelona: Crítica, p. 330.
4 AHPCE, Caja 39, Carta n.o 16, Barcelona, 8 de junio de 1952.
Los presos políticos hacían llegar sus reivindicaciones por encima de los mu-
ros y de las fronteras a través de las cartas, que constituían la fórmula para
componer campañas dentro y fuera de España. Los presos eran una platafor-
ma para hacer llegar la voz de las cárceles fuera de ellas. Las conmemoraciones
eran la ocasión para aunar firmas «con motivo del 30 aniversario de la Gue-
rra Civil»5 o con un «mensaje de los presos a la opinión pública internacional
agradeciendo su solidaridad».6
En el exterior, el destinatario podía ser institucional, por ejemplo, la ONU,
pues los últimos acuerdos del franquismo bajo el patrocinio de Estados Uni-
dos la convertían en uno de los objetivos donde agitar, una y otra vez, la cau-
sa de la España democrática. Se seguía agitando con cartas como las que se
enviaban al «al Comité Español de la Paz sobre la prisión y torturas de Teles-
foro Torres y Luis Arribas».7
Tras reconocer las inmensas pérdidas en militantes de primera línea en
condiciones muchas veces terribles —torturados o, en ocasiones, tiroteados
con la aplicación de la ley de fugas en el ámbito guerrillero—, para nosotros, 253
sin embargo, la década de los cuarenta es la que convierte al PCE en el parti-
do por antonomasia del antifranquismo, que va a lograr encabezar la resisten-
cia, aunque sea a costa del heroísmo y del sacrificio.
Los testimonios de los que sobrevivían en Madrid al paso por la Direc-
ción General de Seguridad son referenciales. La historia que cuenta Fernan-
do Hernández Sánchez sobre Asunción Rodríguez, «Choni», es una de ellas y
tiene carácter épico tras sobrevivir a las torturas durante setenta y ocho días
y sus conocidos «interrogatorios».
En los años cincuenta se recupera la memoria de algunas acciones reali-
zadas por la guerrilla. En ese marco, encontramos artículos, folletos y libros
dedicados a Ramón Vía Fernández, un madrileño que fue voluntario contra
la insurrección golpista, luego luchó contra el golpe de Casado y logró salir
de España hacia el norte de África para más tarde incorporarse a la guerrilla
malagueña. Allí desembarcó hasta ser detenido en 1945. Vía se hizo conocido
por su fuga en el llamado «grupo de los veintiséis» y da fe de haber constitui-
do «sesenta y cinco comités de unidad y de lucha y de la distribución regular
5 «Cartas desde la cárcel al pueblo argentino con motivo del 30 aniversario de la Guerra Ci-
vil». Llamamientos 1958, julio/1967, octubre AHPCE.
6 1952, julio/1972. Caja 39, carpeta 4.4.
7 AHPCE. «Carta al Comité Español de la Paz sobre la prisión y torturas de Telesforo Torres
y Luis Arribas», Caja 40, carpeta 9.1.
8 Vía Fernández, Ramón (2013): Yo acuso. Así es la justicia de Franco. Escrito en la cárcel de Má-
laga. Madrid (Puente de Vallecas): Ediciones de la Dehesa-Asociación de Amistad Primero de
Mayo, 2013, p. 14.
9 Hernández Sánchez, op. cit., p. 110.
10 Cazorla, Antonio (2010): Miedo y progreso. Los españoles de a pie bajo el franquismo, 1939-1975.
Madrid, p. 201.
11 Martín Ramos, José Luis (2021): Historia del PCE. Madrid: Catarata, p. 174.
En 1951, el gobierno francés abrió la frontera con España para sus ciudadanos.
Este hecho significó un claro reconocimiento del régimen franquista […] se con-
firmaba la necesidad del «viraje», de abandonar viejas formas de lucha armada y
de poner en pie nuevas formas de opción política, utilizando todas las «posibi-
lidades» legales que existían y las que podríamos ir creando, participando en las
organizaciones del régimen, en todos los ámbitos de su estructura […].14
Antes que empiecen los «incidentes», huelgas, boicots o cualquier otra cosa, el
régimen actúa con vigilancias y registros; después, va a la caza de aquellos que
12 Jorge Semprún noveló dicha huelga en su segunda obra, ¡Libertad para los 34 de Barcelona!,
según reseña de Raquel Vidales con motivo de la publicación de su obra completa en Jorge
Semprún (2021): Teatro completo, M. Aznar Soler y Felipe Nieto (eds.). Sevilla: Renacimiento.
Reseña en El País (Babelia), 20 de marzo de 2022, p. 7.
13 Gallo, Max (1976): Historia de la España franquista. París: Ruedo Ibérico, p. 282.
14 Núñez, Miguel (2002): La revolución y el deseo. Barcelona: Península, p. 246.
[…] el PCE elaboró una política a más largo plazo, de repliegue de la lucha de
guerrillas y de pasar a la utilización de las formas legales de lucha, de modo par-
ticular, dentro de los sindicatos verticales […]. Esta justa política permitirá con-
seguir en poco tiempo un nuevo auge de las acciones obreras que se manifestó
con fuerza visible en la huelga general de Barcelona, de 1951 […].19
Todo el PCE en España pasaba a estar controlado por Carrillo y con ello un cam-
bio de táctica con el movimiento guerrillero como principal guía en la lucha
contra el régimen en una coyuntura internacional (entre 1945 y 1947) donde los
períodos más complicados para Franco habían pasado con el final de la Segun-
da Guerra Mundial.20
La mirada del régimen español a hechos tan traumáticos como el ajusti- 257
ciamiento de Mussolini, Clara Petacci, Storaro y otros miembros del Partido
Fascista italiano, fotografiados una vez habían sido colgados boca abajo pública-
mente, debió hacer pensar (en silencio) a Franco y a los suyos en esa posibilidad.
El régimen busca acallar toda oposición con el recurso a la mano dura de
siempre mientras se reduce progresivamente el número de presos políticos.
Las necesidades propagandísticas y los nuevos padrinos exteriores forzaban
estas dos caras. Lo cierto es que en los cincuenta es constatable una progre-
siva reducción de presos políticos y así era publicitado en la propaganda de
la dictadura.
En el primer lustro de la década, aún se fusilaba por delitos atribuidos
cometidos supuestamente durante la Guerra Civil y en la posguerra. Aún eran
miles los presos que se hallaban en las cárceles o en el trabajo penitenciario
forzado. Todavía se calculaba la existencia de casi veinte mil detenidos en-
tre 1943 y 1952, con fusilamientos de manera regular hasta bien entrados los
años cincuenta.21
La experiencia conocida hasta entonces era que al fascismo solo se le había de-
rrotado militarmente. Muchos no podían imaginar una salida pacífica y lo esen-
cial era popularizar la huelga, difícil pero deseable, para que el cambio no fuera
una simple combinación entre líderes.25
25 Carrillo, Santiago (2012): Mi testamento político. Barcelona: Círculo de Lectores-Galaxia Gu-
tenberg, p. 235.
26 Del Arco, Miguel Ángel, y Hernández Burgos, Claudio (eds.), 2020: «Los años cincuenta, algo
más que una década bisagra», en Esta es la España de Franco. Los años cincuenta del franquismo
(1951-1959). Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza, p. 50.
27 Matthews, Herbert (2006): El yugo y las flechas (original: The Yoke and the Arrows). Madrid:
Espasa Calpe, p. 170.
28 Matthews, op. cit., p. 145.
29 Martín Ramos, op. cit., p. 182.
30 Bueno et al., p. 398.
31 Ana, Marcos (seudónimo de Fernando Macarro), 2008: Decidme cómo es un árbol. Memoria
de la prisión y de la vida. Barcelona: Umbriel-Tabla Rasa, pp. 184 y 186.
Tras sus amos de Washington, los franquistas comienzan a anunciar como in-
minente la firma del monstruoso contrato por el cual se pretende consumar la
venta de España al imperialismo yanqui […].33
32 Cazorla, A. (2020): Miedo y progreso. Los españoles de a pie bajo el franquismo, 1939-1975. Ma-
drid: Alianza, p. 129.
33 Núñez Díaz-Balart, Mirta (2018-2019): «Evocación y olvido de la represión de posguerra en
el tardofranquismo», en Revista de Historia Actual. Cádiz, n.o 16-17, p. 29.
Bibliografía
Ana, Marcos (seudónimo de Fernando Ma- Bueno, M.; Hinojosa, J.; García, C. (coords.),
carro), 2008: Decidme cómo es un árbol. 2007: Historia del PCE. I Congreso, 1920-
Memoria de la prisión y la vida. Barcelona: 1977. Madrid, vol. I.
Umbriel-Tabla Rasa. Carrillo, Santiago (2012): Mi testamento po-
Bayón García, Víctor Manuel (2011): Crónica lítico. Barcelona: Galaxia Gutenberg-Círcu-
de una lucha. Mi actividad en el Partido Co- lo de Lectores.
munista de España. León: PCE León. — (1993): Memorias. Barcelona: Planeta.
1 Resolución del Pleno del Comité Central del PCE, de agosto de 1956.
2 Declaración del Comité Central del PCE de junio de 1956: Por la reconciliación nacional, por una
solución democrática y pacífica del problema español. Véase http://www.filosofia.org/his/h1956rn.htm
A la huelga
E n este día, aniversario de una victoria militar que sin embargo no ha
resuelto ninguno de los grandes problemas que obstaculizaban el
desarrollo material y cultural de nuestra patria, los universitarios ma-
269
251 libros
nández Buey con la religión, con los cris- La conciencia que recorre todas las
tianos y con el cristianismo durante las páginas del libro es la de una gran derro-
últimas dos décadas de su vida. ta histórica del movimiento comunista,
Los textos aparecen ordenados en que se expresa con la desaparición del
tres partes: los que tratan específicamen- socialismo en Europa del Este, la crisis
te de la relación de un intelectual comu- de la deuda en América Latina y que se
nista con la religión; los referidos a tres prolonga en la derrota del movimiento
personalidades clave en la visión del cris- obrero en los países de capitalismo avan-
tianismo que merece la pena en opinión zado ante la ofensiva neoliberal del ca-
de Fernández Buey: Bartolomé de las Ca- pital. Pero una derrota para la que no se
sas, Simone Weil y José María Valverde. ha encontrado aún explicación convin-
De Girolamo Savonarola, cuyo interés le cente ni alternativa orgánica. En esa ta-
llevó a editar una publicación parcial de rea, un ajuste de cuentas teórico, incluso
sus escritos políticos en 2000, nos dice con el Padre Fundador, es una condición
el editor que por razones de espacio no imprescindible: «El hombre no tolera ser
se ha recogido el texto de la introduc- el único que quiere el bien. Le hace falta
ción que redactó para ese libro («Guía un aliado todopoderoso. Si ese aliado no
274 para la lectura de Savonarola»). En una es espíritu será materia. Se trata simple-
tercera parte, se sitúan los textos polí- mente de dos expresiones diferentes del
ticos en forma de tres entrevistas y una mismo pensamiento fundamental. Solo
carta ya mencionada, en los que resue- que la segunda expresión es defectuo-
na la importancia del programa y la nece- sa. Es una religión mal construida. Pero
saria refundación de la izquierda: «Para es una religión. No es por lo tanto sor-
decirlo de manera que me pueda enten- prendente que el marxismo siempre haya
der todo el mundo: en este momento tenido un carácter religioso. Tiene en co-
no solo el gran capital, sino incluso una mún con las formas de la vida religiosa
institución tan decadente y envejecida más severamente combatidas por Marx
como la Iglesia católica u organizaciones un gran número de cosas, y —notable-
no gubernamentales nacidas hace cuatro mente— de haber sido frecuentemente
días tienen más vínculos y más presen- utilizado como opio del pueblo. Pero es
cia internacional que la izquierda política. una religión sin misticismo, en el verda-
Lo cual es nefasto para los trabajadores dero sentido de la palabra».
del mundo y es una ridiculez de dimen- Estas palabras de Simone Weil en su li-
siones históricas, sobre todo teniendo bro Profesión de fe resuenan como un eco
en cuenta que esta izquierda de la que en estas otras de Manuel Sacristán re-
estamos hablando nació anunciando la cogidas en la introducción del libro que
mundialización del capital y declarando comentamos: «[…] el marxismo es una
que los obreros no tienen patria. Así que, tradición del movimiento emancipatorio
vista la cosa de esta perspectiva, no hay moderno, del movimiento obrero. Si hay
duda de que la izquierda política tiene que hacer analogías peligrosas, y es muy
que refundarse. O resucitar, diríamos al- peligrosa la que lleva a decir que el mar-
gunos…» (p. 321). xismo es un sistema científico, es la cien-
251 libros
cia; puestos a hacer analogías me parece de la cultura europea sobre otras cul-
mucho menos falsa la ideología según la turas. Pero también porque su pensa-
cual el marxismo es una religión obre- miento pone ante el espejo a la propia
ra. Me parece mucho menos falso decir cultura y se atreve a argumentar la auto-
que el marxismo es una religión que “el crítica de la misma, precisamente frente
marxismo es una ciencia”. Porque una re- al etnocentrismo y al racismo que han
ligión tiene numerosos elementos de co- acompañado históricamente al pensa-
nocimiento científico […]. La aplastante miento humanista e ilustrado» (p. 165);
mayoría de los militantes marxistas han en Simone Weil (1909-1943), capaz de
sido fieles de una religión; no han sido intuir todas las implicaciones de la vida
cultivadores fríos de unos teoremas, en desgraciada de los seres humanos: «No
absoluto» (p. 43). hay duda de que esta sensibilidad [ante
Una derrota de estas dimensiones el sufrimiento] tiene en ella una dimen-
solo se puede calificar como derrota mo- sión profundamente religiosa y mística.
ral. Y aquí tenemos un comunista lúcido, Pero lo admirable, en su caso, es que esta
buscando entre los escombros, pero ex- dimensión religiosa de su pensamiento
tendiendo la mirada más allá de la ciudad haya ido de la mano con la preocupación
derruida y saqueada, nuevos horizontes social y el interés por la ciencia, y que 275
morales sobre los que reconstruir un pro- haya cuajado en una coherencia prác-
yecto eficaz para los empobrecidos del tica que nos deja sin palabras para ca-
planeta. FFB cree encontrar en el mo- lificar su conducta» (p. 201). José María
vimiento alterglobalizador y en la con- Valverde (1926-1996) representa la ex-
fluencia de las fuerzas rojas, verdes y periencia de lucha compartida con un
moradas los principales mimbres para la militante que desde una moral diferen-
reconstrucción. Pero entiende que hace te comparte la misma ética comunista
falta situar en el terreno cultural la bata- ejemplo de lo que FFB denomina «paso
lla principal. Y la reflexión sobre el sufri- del diálogo a la alianza» (p. 63): «Se re-
miento es lo que le lleva a posar la mirada quiere cierta sensibilidad, y no solo polí-
en Bartolomé de las Casas (1474‑1566) y tica, para ir contra la corriente; la misma
su capacidad de expresar políticamente sensibilidad, por cierto, que se requeri-
(utópicamente) el sentimiento de indig- ría años atrás para llamar cortésmente
nación ante el sufrimiento y su capacidad la atención sobre la imposibilidad me-
de comprender el problema del otro: «Si tafísica de cosas que otros creíamos po-
el pensamiento de Las Casas nos sigue sibles. Y ahí viene el punto en el que se
interesando hasta el punto de haberse juntan, según creo, el cristiano y el co-
convertido en un elemento importan- munista. El tipo de comunismo que José
te de la filosofía de la liberación desde María defendía en los últimos años, tan
la década de los setenta del siglo XX en vinculado a la solidaridad con los pue-
referencia obligada del nuevo indigenis- blos empobrecidos de América Latina,
mo en estos últimos años, es, sobre todo, se puede explicar, me parece, a partir de
porque Las Casas contribuyó a destruir una vivencia cristiana como poca gente
las falacias inductivistas y naturalistas puede tener. No es ninguna casualidad
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el que una buena porción de los comu- tas. Tampoco ha habido aquí un diálogo
nistas que hoy queda, en un mundo en comparable al que se estaba producien-
el que el comunismo se ha hecho muy do en Italia y en Francia» (p. 149).
minoritario, se declaren al mismo tiem- Conviene recordar que el debate mar-
po cristianos. Pues para los comunistas xismo-cristianismo tiene un componen-
“científicos”, para los que no dieron im- te fuertemente práxico en las décadas
portancia a las razones del corazón, para de los sesenta y setenta del siglo XX. Se
los convencidos de que la utopía había trata de articular la lucha en los movi-
sido superada de una vez por todas gra- mientos de liberación de América Latina
cias al materialismo dialéctico, el mundo —Cristianos por el Socialismo, Teología
se vino abajo el día en que descubrieron de la Liberación—, reforzar el marco de
que la dialéctica no era el mejor de los alianzas político-sociales, programáticas
métodos científicos» (p. 290). y electorales en los países de Europa oc-
Es esta búsqueda permanente de ra- cidental con partidos comunistas legales
zones morales para rearmar el proyecto y fuertes (PCF, PCI) o recomponer la he-
emancipador, su programa y su utopía gemonía del poder socialista en países
(en el sentido de las blochianas razones con fuerte contestación interna en Euro-
276 o principios para la esperanza), el reco- pa del Este (Primavera de Praga, Polonia,
nocimiento de la imposibilidad que tiene Hungría…). Por el contrario, dado el mo-
la conciencia laica contemporánea para mento histórico que se vivía en España
«comunicar a los otros una concepción en esos años, la confluencia no fue práxi-
pesimista desesperanzada de la esperan- ca, sino práctica: sin las organizaciones
za» (p. 117), lo que parece animar a FFB obreras cristianas, el movimiento sindi-
a buscar y participar en el «diálogo» en- cal no hubiera sido la punta de lanza de
tre marxistas y cristianos, de forma más la lucha antifranquista.
directa y bilateral en los años noventa, y Cuando se plantea el diálogo en térmi-
más integrada en el proyecto de los fo- nos teórico-prácticos, las organizaciones
ros sociales y el movimiento altergloba- políticas marxistas, en particular la más
lizador en el siglo XXI. extensa entre ellas, el PCE, participa en
La importancia política del diálogo no una reflexión de la que carece de expe-
impide que FFB reconozca que «Todos riencia, cuyos objetivos no tiene claros y
los intentos cuya meta haya sido abrir prima en consecuencia el pragmatismo
un diálogo fecundo entre tradiciones, un y el coyunturalismo, que se puede detec-
diálogo en el que las partes se escuchen tar, por ejemplo, en las contribuciones
sin desnaturalizarse, han sido hasta el de Manuel Azcárate de bienvenida a los
momento muy limitados» (p. 57); «no se cristianos al partido, separando la prácti-
puede decir que hubiera cuajado en Es- ca política colectiva de las creencias rele-
paña un encuentro teórico entre mar- gadas al ámbito de lo individual. En este
xistas y cristianos similar al que estaba sentido, hay que reconocer que en Espa-
siendo potenciado por algunas autorida- ña, cuando se quería buscar intervencio-
des de algunos países de Este de Europa, nes de cierta relevancia teórica, la parte
por la jerarquía vaticana o por los jesui- cristiana del asunto, incluyendo la cris-
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tiano-marxista (Comín, Sánchez Bolado, cristiana, en particular la católica, donde
Díez-Alegría, Reyes Mate, Rafael Belda, la historicidad radical y la tradición como
Rafa Aguirre, Llanos…) estaba mucho fuente de verdad hace que la reinterpre-
mejor preparada intelectualmente que tación permanente del texto, la herme-
la marxista, limitada en su mayor parte néutica, sea práctica normalizada.
al círculo de Sacristán y FFB. Quizá la pregunta principal que puede
Por eso tienen un gran valor histórico, hacer la tradición comunista a la cristia-
y por tanto político, los materiales reco- na no se sitúa en el plano moral, sino en
gidos en este volumen. Apuntan a una el de la mística. Porque lo que sorpren-
necesidad no solo de corregir el rumbo, de no es la reacción ante el sufrimien-
sino de reconstruir el armazón del bar- to humano y la respuesta ante el clamor
co que antes del naufragio llamábamos por la justicia, que se identifica en las
comunismo. figuras que más le llaman a atención a
Aunque para los apremios de enfren- FFB. Más importante es entender cómo
tar la derrota histórica del movimiento de un grupo de desheredados que dicen
obrero FFB no puede acudir más que a que Dios no es un ser inaccesible en un
los debates antiguos y externos. Lo que cielo metafísico, sino un hombre que ha
le lleva a mirar con atención las «prácti- muerto crucificado como delincuente en 277
cas de misericordia», que se sustentan una provincia lejana del Imperio romano,
siempre en el espíritu de rebeldía ante cómo de ese hecho histórico surgen la
el sufrimiento de las masas deshereda- religión, la cultura y la civilización más
das y reconoce que, al menos en la his- longeva de la historia conocida. Cómo
toria de Europa, hasta la Ilustración, pero es que una derrota radical, significada
también después, van casi siempre de la en la muerte de Dios en la cruz, mucho
mano de cristianos más o menos hete- más profunda que la que ha sufrido el
rodoxos (Thomas Münzer, Moro, Savo- movimiento comunista y obrero (a fin de
narola, Las Casas, Weil…). cuentas, Marx murió plácidamente dor-
Pero el mismo contexto de fragilidad mido en una silla antes de la victoria del
del diálogo no evita que, pese a la volun- comunismo y Lenin en una cama antes
tad de escuchar en la historia el hilo de de su derrota), se convierte en la victo-
la rebeldía ante el sufrimiento, en oca- ria más persistente de la historia.
siones se pierda por las ramas. No es la compasión, sino la mística, la
La distinción que FFB hace entre «re- fuerza cultural y moral del cristianismo
ligiones del Libro», donde se expresarían que requiere una nueva interpretación
los valores morales de la justicia, la igual- por parte de las corrientes emancipado-
dad y la solidaridad, y las «religiones del ras. Las de base cristiana también, pero
Templo», donde se concreta una práctica sobre todo el marxismo tiene ahí un va-
institucional de conservación y apoyo al cío que recientemente ha llamado la
poder (p. 123), se ha quedado algo des- atención de algunos marxistas de esa tra-
contextualizada. No se puede situar en el dición estructuralista que tan poco agra-
mismo plano la relación con el «Libro» de daba a FFB o a Manuel Sacristán. Para
las religiones hebraica o islámica, con la Alain Badiou es a san Pablo y no tanto a
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Las Casas a quien hay que escuchar ne- diálogo fe-creencia que se pueda articu-
cesariamente y de quien hay que apren- lar a una experiencia de liberación huma-
der, si el proyecto comunista quiere tener na en el siglo XXI.
algún futuro. Giorgio Agamben —tam- El libro que ahora presentamos sirve
bién deslumbrado como FFB por Simo- como expresión y recuerdo de una eta-
ne Weil— recuerda en El reino y la gloria pa que se cierra y otra que se puede (o
o en El tiempo que resta. Comentario a la no) abrir. FFB nos muestra que la religión
Carta a los Romanos que san Agustín o To- no es una práctica individual, sino un fac-
más de Aquino son más relevantes para tor social y político de primer orden, y
la intelección del mundo moderno que puede ser de opresión o de liberación.
Tomás Moro o Savonarola, para entender Para que se incardine en un proyecto de
la posibilidad de un mundo en el que el emancipación comunista, ciertamente,
verdadero Dios deje de ser el poder de hacen falta comunistas dispuestos a oír
unos hombres sobre otros, en cualquie- en la corriente de los tiempos la voz de
ra de sus manifestaciones —el poder de los oprimidos, compadecerse y rebelar-
las religiones, del dinero, del capital…—. se. Pero dispuestos también a revisar su-
También Slavoj Žižek (El títere y el enano) puestas verdades que ya sucumbieron
278 intuye algo de esto, aunque se le escapa con las críticas de Marx a Feuerbach y
la profundidad del desafío. que paradójicamente forman parte de
En esta búsqueda nos encontramos la idea dominante entre los comunistas
ante la posibilidad de una nueva etapa en ateos sobre el carácter de las religiones
el colloquium interruptus entre marxismo (el opio del pueblo, el Dios hecho a ima-
y cristianismo en el que no sea la religión gen del hombre y demás lugares comu-
como «fenómeno sociológico» (p. 55) el nes). En esta tarea, como se constata en
terreno en el que establezca la comuni- este libro, Francisco Fernández Buey fue
cación (ciencia-religión), sino la fe, en un un ejemplo a tener siempre presente.
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Lo que está ocurriendo
J. M. Mariscal Cifuentes
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derar al nuevo radicalismo de derecha que acontece hoy. Y es que la escritura
como causa de degradación del sistema de Esteban Hernández es menos propia de
«democrático», cuando la verdad es la la erudición que de la sabiduría, es de-
fórmula inversa, conviene atender a los cir, no usa su erudición para mostrarse
procesos y, digámoslo claramente, al pro- a sí mismo, sino para mostrar lo que hay,
ceso dialéctico que habita en cada histo- usando las palabras para lo que son, para
ria y que la enlaza a su vez con la Historia. comunicar-nos, huyendo y anulando la
Si practicando el noble arte de pasear condición posmoderna que con palabras
por los estantes de una librería nos topa- nos dice que las palabras no valen nada y
mos con un volumen cuyo título sea Así que lo habitable del mundo se resuelve
empieza todo, es probable que nuestra vis- en los márgenes. Hernández, al contrario,
ta se dirija a comprobar la sección en la se sitúa en la realidad efectiva y quizás
que nos encontramos. No, no se trata de ahora se entienda el «todo» al que se re-
divulgación científica sobre el Big Bang. fiere el título: para saber que estamos
Tampoco se trata de un libro de filosofía. en un bosque no es necesario conocer
Pero, ciertamente, si alguien de la librería cada uno de los árboles que lo compo-
leyese el libro antes de colocarlo en una nen. Aunque este «todo» del título no
280 sección, tendría serias dificultades para sea El Todo (tampoco, ni lo pretende, es
hacerlo sin más en la sección «Política». un tratado ontológico), lo cierto es que
Y ello es porque Esteban Hernández re- en apenas 250 páginas se describen los
curre elegantemente a herramientas con- procesos, las agencias y las estructuras
ceptuales propias de la historia, la ética, la que pueden dar cuenta de una buena
filosofía, la ciencia, la tecnología, la eco- parte de lo que está ocurriendo, espe-
nomía, la política e incluso de la estética. cialmente de las quiebras y las fallas en
Les haré una revelación o, como se dice la composición y dirección del sistema.
ahora, un spoiler: no entenderán el título Unas fallas que tienen que ver con los
hasta que terminen de leerlo, pero les ade- cambios radicales que se están producien-
lanto que se trata de una advertencia, al do en el capitalismo, que llamamos radica-
modo en que nos la haría el sabio de las les no porque sean cambios de raíz, sino
tabernas. Pero, a diferencia del fatalismo en la raíz. ¿Cómo se resuelve ahora la ley
propio que podría indicar tal advertencia del valor? ¿Cómo el poder militar ha sos-
en labios de un escéptico, Así empieza todo tenido al dólar? ¿Cómo la inteligencia ar-
nos describe un círculo, no un punto en tificial puede arrojarnos a un mal sueño
una línea, es decir, nos indica también, y totalitario? ¿Qué grietas atraviesan el pro-
sobre todo, un nuevo comienzo posible. yecto europeo? ¿Qué es la cultura y en
Los lectores de esta revista, que ten- qué terreno juega? ¿Cómo es posible que
demos a ser marxistas más allá de Marx, los perdedores del modo de globalización
encontrarán en este libro a Marx más allá capitalista no se encuentren en un pro-
del marxismo, es decir, como un clásico yecto de superación? ¿Cuál es el carácter
entre otros que, como clásico, lo es por- de la mutación antropológica que el in-
que es capaz de sugerir con claridad im- dividualismo consumista está causando
portantes pistas de interpretación de lo en nuestro ser humanos? ¿Cómo exacta-
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mente se está produciendo y en manos de yo, con que al menos seamos capaces
quién el proceso de concentración econó- de formularnos tal pregunta asumiendo
mico-financiera? ¿Cómo se está desnacio- todas las consecuencias de su respuesta.
nalizando la economía española? ¿En qué Al pensamiento biempensante, ya sea el
clase de teatro se han convertido las ins- de las élites indolentes que desde el mar-
tituciones? ¿Por qué la batalla de ideas y gen o la atalaya nos hablan de un «deber
de proyectos ha devenido en convertir lo ser» para que seamos los demás los que
común, antaño espacio de reunión, en es- nos manchemos las manos, ya sea el de
pacio de enfrentamiento, de visibilización las élites «culturales» de cierta izquier-
de una culpa pietista en el otro? da a la que le repugnan las manos callo-
Por tratar de responder a estas pre- sas manchadas de barro, a todos ellos,
guntas (con éxito, estimo) resulta tan les molesta el gusano en la manzana y,
amena como esclarecedora la lectura lejos de explicarse cómo ha llegado allí,
de este libro, porque estamos habitua- deconstruyen la manzana para que no
dos, por desgracia, a «ignorar los proble- haya gusano. Pero el gusano sigue ahí.
mas de fondo y prestar toda la atención No les desvelaré la respuesta al qué
a asuntos escasamente relevantes», un hacer que Hernández da, pero sí les daré,
síntoma, demuestra Hernández, típico con Spinoza, una pista que resume tanto 281
de los órdenes en decadencia. No se tra- el contenido del libro como el riesgo al
ta, por lo tanto, de que el autor se halle que intelectuales como Esteban se en-
iluminado por la verdad, sino de cómo frentan: «Y de tal suerte, no cesarán de
da luz y claridad a lo que permanece es- preguntar las causas de las causas, hasta
condido en nuestra vida cotidiana e in- que os refugiéis en la voluntad de Dios,
cluso en nuestra militancia cotidiana. No ese asilo de la ignorancia […]. Y de aquí
hay que afinar la vista, sino, simplemen- proviene que quien investiga las verda-
te, mirar al lugar adecuado, que, más deras causas de los milagros y procura,
allá del ser de las cosas, está en su sien- tocante a las cosas naturales, entender-
do. De ahí que el contenido de este li- las como sabio y no admirarlas como un
bro difícilmente podrá ser invalidado necio sea considerado hereje e impío, y
por lo que suceda. Por ejemplo, aunque proclamado tal por aquellos a quien el
el libro está escrito en plena pandemia vulgo adora como intérpretes de la natu-
pero antes de la derrota de Trump, esta raleza y de los dioses. Porque ellos saben
última no impugna el proceso de deca- que, suprimida la ignorancia, se suprime
dencia del imperio, cuyas grandes tec- la estúpida admiración, esto es, se les
nológicas están siendo, sin embargo, las quita el único medio que tienen de argu-
grandes vencedoras; ni tampoco la pan- mentar y de preservar su autoridad».1
demia nos debe hacer ignorar que las fa-
llas que ha evidenciado ya estaban ahí.
¿Qué hacer? La vieja pregunta leninis-
ta reaparece al final del libro. No les re-
velaré la respuesta, ni la que da el autor
pretende ser definitiva. Le basta, creo 1 Ética I. Apéndice.
251 libros
Revista de Historia de la FIM
Todos los números de Nuestra Historia están
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núm. 1 | 2016 núm. 6 | 2018
Núm. 8
Revista de Historia de la FIM Núm. 8, 2o semestre de 2019
La revolución alemana:
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