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1.- INTRODUCCIÓN
2. – LA EVALUACIÓN DE LA INTERVENCIÓN
Sin embargo, resultará siempre más informativo realizar una evaluación empí-
rica de resultados atendiendo no sólo al impacto general de la intervención sino, de
manera particular, a una serie de elementos específicos y contrastables. Por un la-
do, la evaluación del programa ha de poder reflejar la contribución relativa de cada
componente del mismo, ya sean estos de naturaleza conceptual o instrumental. Por
otro lado, debe permitir conocer en qué medida las características psicosociales de
la población objetivo han podido influir en los resultados obtenidos. Asimismo es ne-
cesario obtener información sobre el grado de estabilidad de los cambios producidos
y de manera central, el grado de generalización de dichos cambios, entendida esta
a su vez con un doble sentido. Primero, hasta qué punto los cambios promovidos
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evaluación externa establece que la evaluación del programa se realiza por institu-
ciones y personas que no pertenecen directamente al equipo que implementa el
programa, ni están vinculadas a la ejecución directa de los contenidos de dicho pro-
grama. La defensa del vínculo interno se fundamenta en que aunque la evaluación
se realiza externamente, las personas que la llevan a cabo mantienen contacto per-
manente con los responsables del desarrollo del programa para conocer en todo
momento en qué medida éste se ajusta al plan previsto. Asimismo, las medidas y
observaciones que se efectúan son llevada a cabo por personal de la institución y/o
del programa. La evaluación debe ser permanente porque permite corregir los erro-
res detectados a lo largo del desarrollo del programa, ajustar el diseño de evaluación
a las características de la institución y procurar que se respeten los requisitos para
una evaluación final lo más objetiva y válida posible. El seguimiento continuado im-
plica, durante y después de la intervención social, una observación de los casos en
el programa, con el propósito de rectificar los errores propios de las fases anteriores
y sobre todo de establecer la estabilidad y permanencia de los méritos del programa
una vez finalizada la intervención.
los anteriores, que no reciben la intervención, pero mediante los cuales se puede
comprobar el efecto real de ésta. Al final de la intervención, y del seguimiento, debe
haber diferencias en las variables objeto de la intervención entre los dos grupos, y
en el grupo de intervención entre los registros iniciales y finales. Los procedimientos
de múltiples componentes son útiles en intervenciones heterogéneas y se funda-
mentan en la asignación de los sujetos a distintos grupos, cuyos resultados se com-
paran una vez finalizado el programa. Cada uno de estos grupos se diferencia de los
restantes porque incluye uno o varios componentes de la intervención que le son
propios. De este modo, si el rendimiento de un grupo dado es mejor al resto se pue-
de concluir que su superioridad está relacionada con dichos componentes. Los dise-
ños de caso único se utilizan cuando la intervención puede afectar de forma indis-
criminada a toda la población y resulta imposible comparar la influencia relativa en
los sujetos. Mediante estos procedimientos es posible evaluar la eficacia a partir de
la observación de lo que sucede cuando se suspende y posteriormente se reinicia la
intervención.
En este caso, sea cual sea la estrategia de evaluación elegida se suele reali-
zar medidas antes del inicio y a la finalización del mismo, lo cual posibilita la valora-
ción de los logros conseguido a raíz de la intervención. Es deseable, además, reali-
zar una tercera medición algún tiempo después de la finalización del programa para
constatar la permanencia de los objetivos alcanzados.
Este enfoque, que él denomina enfoque global, examinaría los programas como
todos, como paquetes integrados que incluyen objetivos operacionales, estrategias y
técnicas específicas, el personal, los usuarios y el contexto en que dicho programa se
aplica. La meta final es identificar combinaciones de características que funcionen con-
juntamente en un nuevo programa y cuyo efecto sea significativamente superior al ob-
tenido por separado. De cara al investigador centrado en el campo de la efectividad de
los programas de rehabilitación, la pregunta clave pasaría de ser "qué funciona" a "qué
combinación de factores es la que contribuye sustancialmente al éxito de un progra-
ma". En términos más estadísticos se pasaría de analizar efectos simples a analizar
interacciones. Una vez aislada dicha combinación y calculada la magnitud del incre-
mento que supone la inclusión del componente clave, habría que determinar "a qué se
debe". Para establecer este "a qué se debe", es decir, el "por qué funciona", más que
el "qué funciona" habría que tener en cuenta una serie de cuestiones que, según Pal-
mer (1995) las revisiones y meta-análisis tradicionales no incluyen.
Además, faltan indicadores empíricos claros que permitan medir el impacto glo-
bal y el de las características del programa (Hollin, 1995). Sin embargo, en todo pro-
ceso evaluativo la selección de los indicadores es un aspecto esencial, en tanto son
los elementos observables que nos van a permitir fundamentar un juicio sobre la
adecuación y ventajas o inconvenientes de la intervención (Casas, 1989 ; Valera,
1996). En este sentido, es esencial tomar en consideración los trabajos preexisten-
tes tanto sobre el objeto de intervención como sobre los procedimientos utilizados,
ya que carece de sentido pretender elaborar un listado de indicadores a modo de
parámetros de evaluación. Sin embargo, algunas características sí pueden ser to-
madas en consideración a la hora de seleccionar los indicadores.