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2018

ITÁ N DE ORIXÁ

Leyendas populares de los Orixás


Ilé axé Oxun ni adé mi.
24/06/2018
Itán de Orixá.
El itán o leyenda era la forma que tenían los negros de hacer comprender las
características de cada Orixá, enseñar y preservar su cultura a través del tiempo, ya
que el culto a Orixá es una tradición verbal, narrada de generación en generación.
Existe un antiguo proverbio Yoruba que reza:

“Sin raíz, no hay árbol”.

El gorro de dos colores.


Hace mucho tiempo existía una ciudad donde vivían dos mejores amigos que
jamás discutían. Ellos tenían sus casas una frente a la casa del otro. Se conocían
desde antes de haber nacido incluso y nunca tuvieron un si ni un no. Compartían
todo como mejores amigos se divertían mucho estando juntos. Cuando Exú supo
de su gran amistad decidió desafiar esa relación con su innegable astucia para
invertir situaciones. Tomó un filá mitad rojo y mitad negro, y se lo puso. De
inmediato se dirigió al camino que pasaba entre las casas de estos dos mejores
amigos. Exú paso caminando tranquilo, dejándose ver por ambos vecinos, minutos
después invirtió su filá y volvió a pasar. La tercera vez que pasó llamó mucho la
atención de los dos hombres. El vecino del lado norte, llamó a su amigo del lado
sur y al acercarse le dijo:

- Buen día amigo mío, ¿ya viste pasar aquel extraño hombre del filá negro?

- Buen día amigo mío, estuve viendo pasar a un hombre si, tres veces el pasó
frente a nuestras casas, pero su filá era rojo.

- No mi amigo, aquel hombre que paso tres veces frente a nuestras casas
tenía un filá negro, ¡puedo jurar!!!

- Has visto mal entonces porque era rojo, estoy seguro.

Exú dio una carcajada al verlos discutir tan enérgicamente sobre aquello que habían
visto y burlándose una vez más paso entre ellos mientras discutían.

- ¡Ves! ¡Ahí pasa de nuevo con su filá negro, mira, mira!

- ¿Te burlas de mi? Ese fila que lleva el hombre es rojo lo estoy viendo con
mis propios ojos.

- ¿Me estas llamando mentiroso? ¿Que no ves hombre necio? ¿Acaso no


sabes distinguir los colores?

Y así fue que siguieron discutiendo cada vez mas y mas seguros ambos de lo que habían
visto. Su amistad acabó aquel día, día en que Exú se burló de su destino.

La dualidad de Exú.
Exú puede ser el más benevolente de los Orixá, si es tratado con consideración y
generosidad.

Existe una manera hábil de obtener un favor de Exú.

Y es, prepararle un golpe más astuto que aquellos que el mismo prepara.

Se cuenta que, Aluman, estaba desesperado por causa de una gran sequía. Sus campos
estaban áridos, y la lluvia no caía.

Las ranas lloraban de tanta sed y los ríos estaban cubiertos de hojas secas, que caían
de los arboles. Ningún Orixá escuchó sus quejas y súplicas.

Aluman, decidió entonces, ofrecer a Exú grandes pedazos de carne de chivo. Exú comió
con apetito esta excelente ofrenda.

Solo que Aluman había condimentado la carne con una salsa muy picante. Exu
tuvo sed. Una sed tan grande que toda el agua de todas las jarras de su casa y la de
las casas vecinas, no fueron suficientes para matar esa sed.

Exú desató la lluvia sin pena.

La lluvia cayó. Ella cayó de día, ella cayó de noche. Ella cayó al día siguiente y el día
después, sin parar.

Los campos de Aluman se volvieron verdes, y todos los vecinos cantaban su gloria:

- Joro, jara, joro Aluman, dueño de las palmeras de dendé abundantes. -


Joro, jara, joro Aluman, dueño de los campos de trigo más bastos.
- Joro, jara, joro Aluman, dueño de los campos de frijoles y mandiocas.

Y las ranas carcajeaban y saltaban, y el río corría velozmente.

Aluman, agradecido, ofreció a Exú carne de chivo condimentado en su punto justo.

Había llovido bastante, si continuaba cayendo la lluvia, sería desastroso.

Pues, en todas las cosas de este mundo, el exceso es enemigo de lo bueno.


¡Ogún ye!
Ogún era el más viejo y el más combativo de los hijos de Odudua, el fundador del reino
de Ifé.

Por esto, se lo tomó como regente del reino cuando Odudua, momentáneamente, perdió
su visión.

Ogún era sanguinario y temible.

- “Ogún, el valiente guerrero, hombre loco de los músculos de


acero.

Ogún, aquel que teniendo agua en su casa, se lava con sangre”.

Ogún luchaba sin cesar contra los reinos vecinos. Él traía siempre un vasto botín de
sus expediciones, además de numerosos esclavos.

Todos estos bienes conquistados, se los entregaba a Odudua, su padre, rey de Ifé.

- “Ogún, violento guerrero, hombre loco de los músculos de acero.

Ogún, aquel que teniendo agua en su casa, se lava con sangre”.

Ogún tuvo muchas aventuras amorosas.

El conoció una mujer, llamada Elefunlosunlori, aquella que pinta la cabeza con polvo
blanco y rojo.

Era la mujer de Orixá Oko, el dios de la agricultura.

Otra vez, yendo para la guerra, conoció en los márgenes del río a otra mujer, llamada
Ojá, y con ella tuvo a su hijo Oxosi.

Tuvo también, otras tres mujeres, que tiempo después se volvieron esposas de Xangó.

- ¡Kaboo kabiyecí le alafin Oyó alaiyeluwa!

¡Bienvenido rey Xangó, dueño del palacio de Oyó, señor del mundo!

La primera, Yansá, bella y fascinante, la segunda, Oxun, coqueta y vanidosa y la tercera,


Obba, vigorosa e invencible en la lucha.

Ogún continuó sus guerras. Durante una de ellas, tomó la ciudad de Iré.

Antiguamente esta ciudad estaba formada por siete aldeas.

Por esta razón, hasta el día de hoy se lo llama “Ogún mejé je lodé Iré”, Ogún de las
siete partes de Iré.

Ogún mató al rey de Iré y lo sustituyó por uno de sus hijos, conservando para sí el título
de rey.
El es saludado como Ogún Oniiré. Entretanto el fue autorizado a usar una pequeña
corona, akoró, por lo que también es saludado como “Ogún Alakoró”.

Luego de instalar a su hijo en Iré. Ogún volvió a la guerra muchos años.

La ira de Ogún.
Ogún vuelve victorioso de la guerra a su pueblo. Al llegar camina entre los habitantes
de Iré y nota que nadie sale a recibirlo, por el contrario la gente parece ignorarlo.
Ogún grita entonces:
- ¡Tráiganme algo de beber!

Nadie responde.

- ¿Su rey acaba de llegar victorioso de la batalla y nadie lo recibe?


¡Tráiganme algo para comer!

El pueblo con la mirada hacia el suelo no responde, ignorando las palabras del guerrero.

Ogún se enfurece tanto que empieza a gritar y decapitar a adultos y niños a todo
aquel que lo ha ignorado. Ante tal masacre su único hijo corre para frenar la furia de
Ogún inútilmente ya que era demasiado tarde, Ogún ya había acabado con la vida
de todos los pobladores del lugar.

- ¿Babá Ogún, que has hecho? Era un día de luto, día de silencio,
es por eso que nadie contestaba.

Ogún viendo el desastre que había provocado su ira, decide que ya es tiempo de partir
del aiyé, mundo, desapareciendo por completo.
Oyá y la piel de búfalo.
Una de las insignias más representativas de Yansá son los cuernos de búfalo, es
común ver a Oyá danzando con ellos. Oyá ni o to iwo efon gbe (Oyá es la única que
puede tomar a un búfalo por los cuernos). Ellos también son usados para invocar a
la diosa de los vientos conforme ilustra la historia a continuación.

Ogún fue un día a cazar a la floresta. El estaba expectante, entonces vio un búfalo
viniendo en su dirección.

Ogún calculo la distancia que los separaba y se preparo para matar al animal con su
espada.

Pero vio que el búfalo se detuvo, y de repente, lo vio bajar la cabeza y desvestirse de
su piel. Cuando la piel cayó vio salir una bella mujer.

Era Yansá, vestida con elegancia, cubierta de bellas telas, con un gèlé lujoso amarrado
a su cabeza adornada con collares y brazaletes.

Oyá envolvió la piel y los cuernos de búfalo y los escondió en un hormiguero. Partió
enseguida con pasos suaves en dirección hacia el mercado de la ciudad sin darse
cuenta de que Ogún había visto todo.

Así fue que Oyá partió, Ogún se apodero de sus ropas, fue para su casa, las guardo
en el depósito de provisiones donde guardaba los granos y salió también para el
mercado.

Allí el encontró a la bella mujer y la cortejo, Yansá era bella, muy bella, era la más bella
del lugar, su belleza era tal que cualquier hombre que la viese la desearía.

Ogún fue conquistado por la belleza de Oyá y le pidió casamiento.

Oyá solo le sonrió y rechazó su pedido sin dejarle alternativa.

Ogún insistió y le dijo que la esperaría el tiempo que ella necesitara. El no dudaba de
que ella aceptara la propuesta.

Oyá volvió a la floresta y no encontró su piel ni sus cuernos de búfalo.

- ¡Ah que contrariedad! ¿Que habrá pasado? ¿Qué puedo hacer?

Oyá volvió al mercado ya vacio, y vio que Ogún la esperaba. Ella le pregunto qué fue
lo que hizo con aquello que ella dejara en el hormiguero en la floresta.

Ogún fingió ser inocente y declaró que nada tenía que ver con el hormiguero ni con
lo que habría en el.

Oyá no se dejo engañar tan fácilmente por ese hombre y le dijo:

- Yo se que escondiste mi piel de búfalo. También se que te negaras a


revelarme donde lo has escondido. Por eso voy a casarme contigo y
viviré en tu casa, pero existen ciertas reglas de conducta que vas a
respetar conmigo.

Estas reglas deben ser estrictamente respetadas, también por las demás personas que
viven en tu casa.

Nadie podrá decirme “eres un animal”

No podrán usar cascaras de dendé para hacer fuego.

Nadie podrá hacer rodar un mortero por el suelo de la casa.

Ogún dijo haber comprendido todo correctamente y la llevo para su casa.

Llegados a la casa Ogún reunió a todos los moradores y les explico la nuevas reglas
del hogar y como deberían comportarse. Quedaba claro para todos que nadie
podía discutir con Oyá ni ofenderla. Así fue que se organizo la vida en ese lugar.

Ogún salía a cazar o cultivar el campo. Oyá cada vez que su esposo salía, buscaba en
vano su piel y sus cuernos.

Ella dio a luz un bebe, después un segundo y un tercer bebe… ella dio a luz en
total nueve bebes. Pero las otras mujeres de Ogún vivían celosas y envidiaban la
belleza de Oyá. Cada vez más celosas y hostiles ellas decidieron develar el misterio
del origen de Yansá.

Una de ellas conociendo la debilidad de su marido, embriagó a Ogún con vino de


palma. Ogún embriagado y sin poder controlar sus palabras les conto toda la
historia secreta. Conto que Oyá era en realidad un animal, que su piel y sus cuernos
estaban escondidos en el depósito de granos. Ogún al notar lo que había divulgado
les recomendó encarecidamente:

- Sobre todo no intenten ver la piel pues esto amedrentará a Oyá y desatará su
ira.

Jamás le digan que es un animal.

Luego de esto, al día siguiente cuando Ogún salió al campo, las mujeres se burlaban
e insultaron a Oyá.

- ¡Eres un animal! ¡Eres un animal!

Ellas cantaban mientras hacían sus quehaceres:

- Coma y beba, puede mostrarse pero su piel esta en el depósito de granos.

Cuando las mujeres salieron de la casa entre risas para dirigirse al mercado, Yansá
aprovechó la ocasión para ir en busca de sus pertenencias y corrió hacia el
depósito. Abrió la puerta y bien en el fondo bajo grandes mazorcas de maíz,
encontró su piel y sus cuernos.

Ella los vistió nuevamente y se sacudió con energía.

Cada parte de su cuerpo retomo exactamente su lugar dentro de esa piel.

Más tarde cuando las mujeres regresaron del mercado, Oyá salió bufando llena de ira.
Fue una tremenda masacre por la que todas pasaron.

Con sus enormes cuernos Oyá les rasgó la barriga, piso sus cuerpos, sus cabezas volaron
por el aire.

Oyá a los únicos que dejó vivos fue a sus nueve hijos que la seguían llorando y diciendo:

- ¡Madre! ¡Madre! ¿Eres tú?


- ¿Madre que vas a hacer?
- ¿Madre que será de nosotros?

El búfalo los consoló, rozando sus cuerpos cariñosamente y les dijo:

- Voy a volver a la floresta y allí no es un buen lugar para ustedes.


Pero voy a dejarles un recuerdo.

Se quitó los cuernos, se los entregó y continuó diciendo:

- Cuando cualquier peligro los amenace, cuando necesiten de mis


consejos, froten estos cuernos uno con el otro. En cualquier lugar
que ustedes estén, en cualquier lugar que yo esté los escucharé y
acudiré en su ayuda.
Oyá, Ogún y Xangó.
Cuenta la leyenda que aunque dejó a Ogún por Xangó, nunca dejaron de ser
amantes con Ogún. Otros dicen que se volvieron enemigos irreconciliables, sea lo
que sea siempre se identifican con el gran amor que sintieron.

Oyá danza con la muerte.

Otra leyenda cuenta que estaban todos los Orixás danzando y Xapaná (también
conocido como Babalúaiyé) estaba escondido detrás de la puerta mirando, Ogún
lo vio y preguntó a su madre:
-¿Por qué se esconde mi hermano?-, ella le respondió:
-Porque no quiere mostrar sus llagas.
Entonces Ogún salió, tomó a su hermano y le hizo con pajas de la costa la
vestimenta que lo hace característico. Xapaná volvió a la fiesta y empezó a danzar
junto a los otros Orixás, éstos al verlo se corrieron y lo dejaron bailando solo.
Oyá al verlo fue y danzó junto a él, levantando un viento, el afefe, el cual levantó
las pajas de la costa de Xapaná y lo mostró a sus hermanos con un rostro y cuerpo
hermosos, entonces todos sus hermanos se levantaron y fueron a danzar junto a
él.
Xapaná en agradecimiento a Oyá le dio el poder que tiene sobre los muertos, por
eso se dice que ella danzó con la muerte y la venció.

Oyá Iya omo mesan.


Oyá no podía tener hijos y fue a consultar al babalaô. Este le dijo, entonces, que si
ofreciera sacrificios, podría tenerlos. Uno de los motivos por los cuales no tenía
todavía era porque ella no respetaba su prohibición alimentaria (ebó), que
prohibía comer carne de carnero. El sacrificio sería de dieciocho mil caracoles de
mar (el pago), muchas telas coloridas y carne de carnero. Con la carne preparó un
remedio para que ella lo comiera; y nunca más debería comer de esa carne. En
cuanto a las telas, deberían ser entregadas como ofrenda.
Ella así lo hizo y, tiempo después, dio a luz nueve hijos (número místico de Oyá).
De ahí en adelante ella también pasó a ser conocida por el nombre de "Iyá omo
mésan", que quiere decir "la madre de nueve hijos" y que se aglutina como
"Iyansan".

El culto a Egun.

Hay otra leyenda para explicar el mito de Yansá. En cierta época, las mujeres eran
relegadas a un segundo plano en sus relaciones con los hombres. Entonces ellas
resolvieron castigar a sus maridos, pero sin ningún criterio o límite, abusando de
esta decisión, humillándolos en demasía.
Oyá era la líder de las mujeres, que se reunían en el bosque. Oyá había domado y
entrenado un mono marrón llamado ijimerê (en Nigeria).
Utilizó para ello una rama de atori (ixã) y lo vestía con una ropa hecha de varias
tiras de tela colorida, de modo que nadie veía el mono debajo de las telas.
Siguiendo un ritual, mientras Oyá blandía el ixä en el suelo el mono saltaba de un
árbol y aparecía de forma alucinante, moviéndose como fuera entrenado para
hacerlo.
De este modo, durante la noche, cuando los hombres pasaban por ahí, las
mujeres (que estaban escondidas) hacían aparecer el mono y ellos huían
totalmente asustados.
Cansados de tanta humillación, los hombres fueron con un babalaô para intentar
descubrir lo que estaba sucediendo. A través del merindilogun, y para castigar a
las mujeres, el babalaô les cuenta la verdad y les enseña como vencer a las
mujeres a través de sacrificios y astucia.
Ogún fue el encargado de la misión. El llegó al lugar de las apariciones antes que
las mujeres.
Se vistió con varias telas, quedando totalmente cubierto y se escondió. Cuando
las mujeres llegaron, apareció súbitamente, corriendo, gritando y blandiendo su
espada por los aires.
Todas huyeron desesperadas, inclusive Oyá. Desde entonces los hombres
dominaron a las mujeres y las expulsaron para siempre del culto de Egun; hoy,
ellos son los únicos autorizados para invocarlo y venerarlo.
Pero, aun así, ellos rinden homenaje a Oyá, en su calidad de Igbalé, como
creadora del culto de Egun. Conviene hacer notar que, en el culto, Egun nace en
la selva (igbo igbalé). En Brasil, en el ilê awo, él nace en el cuarto de balé, donde
son colocadas ofrendas de comidas y realizadas ceremonias a los Eguns.
Oyá también es venerada como madre y reina de Egun, como Oyá Igbalé. Y,
como nos explica la leyenda, Oyá, la selva y el mono están íntimamente ligados al
culto, inclusive en relación a la voz del mono como forma de hablar del Egun.

¡Xangó se coronó, Xangó es rey!

Xangó era hijo de Oranian, valeroso guerrero cuyo cuerpo era negro a la derecha
y blanc0 en su lado izquierdo.
Hombre valiente a la derecha y hombre valiente a la izquierda.
Hombre valiente en casa y hombre valiente en la guerra.
Oranian fue el fundador de la ciudad de Oyó en tierras yoruba.
Durante sus guerras, el pasaba siempre por Empé, territorio Tapá, también
llamado Nupé.
Elempé, rey del lugar, hizo una alianza con Oranian y le dio también a su hija en
matrimonio.
De esta unión nació este hijo vigoroso, fuerte a quien llamaron Xangó.
Durante su infancia en Tapá, Xangó solo pensaba en peleas. Se encolerizaba
fácilmente, era impaciente, adoraba dar órdenes y no toleraba reclamos.
A Xangó cuando era niño solo le gustaba jugar a la guerra y a las peleas.
Siempre comandando las travesuras en la ciudad, el iba a robar frutas de los
arboles.
De grande su carácter valiente y atrevido lo llevó a partir en busca de aventuras
gloriosas. Xangó tenía un oşé, un hacha de dos filos, tenía también un saco de
cuero, que colgaba de su hombro izquierdo. En él se encontraban los elementos
de su poder u aşé:
Aquello que él comía para escupir fuego y amedrentar así a sus adversarios, y la
piedra de rayo con las cuales el destruía las casas de sus enemigos.
El primer lugar que Xangó visitó se llamaba Kossó.
Llegando allí, las personas asustadas decían:
- ¿Quién es este peligroso personaje?
- El es brutal y petulante por demás.
- No lo queremos entre nosotros.
- El va a traer caos en nuestra ciudad.
- Nos va a atormentar.
- Nos va a invadir.
- No lo queremos entre nosotros. Que se vaya por donde vino.
Pero Xangó los amenazó con su oşé. Su respiración se transformó en fuego y
destruyó algunas casas lanzando sus piedras de rayo.
Tan grande fue la destrucción y el miedo que provocaba en los habitantes del
lugar que todo el mundo el Kossó tuvo que pedir clemencia gritando:
- ¡Kabiyesi Xangó! ¡Kabiyesi Xangó! Xangó obá Kosso! ( le damos la
bienvenida Xangó, rey de Kossó!).
Cuando Xangó se convirtió en rey de Kossó, puso manos a la obra.
Contrariamente a lo que la gente desconfiaba y temía.
Xangó hacía las cosas con rectitud, alma y dignidad. Todas las reformas que él
imponía eran en beneficio de la comunidad.
Pero esta vida serena no satisfacía a Xangó, a él le gustaban las conquistas, las
aventuras, los desafíos y los viajes.
Así fue que partió para llegar a la ciudad de Iré, donde su rey era Ogún.
Xangó conquista a la mujer de Ogún Oniiré.

Ogún el terrible guerrero, Ogún el poderoso herrero.


Ogún estaba casado con Oyá, señora de los vientos y tempestades.
Ella ayudaba a Ogún en todas sus actividades.
Todas las mañanas Oyá lo acompañaba en la forja y lo ayudaba cargando sus
herramientas.
Oyá era quien soplaba y con el viento avivaba las llamas del fuego de Ogún para
forjar el hierro. Solo se oían el sonido del viento y los golpes de Ogún sobre la
bigornia.
A Xangó le gustaba sentarse frente a ellos y verlos trabajar. De vez en cuando
Xangó centraba su mirada en Oyá quien era una mujer muy bella. Oyá también
espiaba furtivamente a Xangó mientras trabajaba.
Xangó era vanidoso y cuidaba mucho de su apariencia, hasta el punto de trenzar
sus cabellos como los de una mujer.
El se había perforado los lóbulos de sus orejas de las cuales colgaban argollas.
Usaba brazaletes y collares con cuentas blancas y rojas. Elegante y seductor.
Deslumbrada y cautivada por la distinción y el brillo del rey Xangó, Oyá huyó con
él para convertirse en su primera esposa.
Xangó volvió por poco tiempo a Kossó para luego emprender viaje junto a su
mujer y sus súbditos hacia el reino de Oyó, el reino fundado antiguamente por su
padre Oranian, donde el trono estaba ocupado por su medio hermano, mayor que
él, llamado Dadá Ajaká. Un rey pacífico que amaba el arte y apreciaba la belleza.
Xangó se instaló en Oyó en un barrio al que el mismo nombró Kossó y así
conservó su título de Obá Kossó.
Xangó comandaba el ejército de su hermano Dadá.
Oyó se convirtió en un imperio y se expandía al norte, al sur, al este y al oeste.
Xangó lleno de victoria y poder destronó a su hermano Dadá Ajaká nombrándose
Rey de la ciudad de Oyó.
Kabíyecí le Xangó Alafin Oyó Obá oní, Alaiye Oluwo! (domine estas tierras
Xangó, dueño del palacio de Oyó, señor Rey, dueño del mundo señor de las
riquezas).
Xangó construyó un palacio con cien columnas de bronce.
Tenía un ejército de cien mil soldados.
Vivía entre sus mujeres y sus hijos. Oyá, su primera mujer, era bonita y celosa.
Oxun, su segunda mujer que era coqueta y agradable.
Oba, su tercera mujer quien era vital, robusta y trabajadora.
Siete años más tarde finalizo su reinado cuando Oyó es destruido.
Xangó y Oyá se convierten en Orixá.

Xangó y Oyá estaban cansados de las habladurías de los moradores de su reino.


Ellos no toleraban a los mentirosos, un día subieron a lo alto del monte Igbeti
desde donde podía visualizarse todo el reino de Oyó.
Usaron su axé para castigar a los infieles y enviaron rayos a todo aquel que fuese
injusto o hable con mentiras. Para sorpresa de ellos una gran tormenta con rayos
abatió todo el lugar destruyendo todo y a todos incluso a moradores del palacio.
Mujeres, niños, sirvientes, riquezas todo esparcido y reducido a cenizas.
Xangó no soportó haber provocado tal desastre en su búsqueda de justicia pasó
su poder sobre los rayos a Oyá, golpeó fuerte el piso con sus pies y se fundió con
la tierra.
Oyá sola y triste hizo lo mismo pasado un tiempo en Irá.
Oxun y Oba se transformaron en ríos. Ora yeyé o! Eşo Oba.
Xangó ahora es Orixá Kaboo Kabiyeci le!
Oyá Orixá del rayo, Hepa heyi Oyá!!

Padé fun Ibeji.


Moradores de todos lados se dirigían al reino de Oyó con motivo de los festejos
anuales del palacio, allí los esperaba un banquete con las mejores comidas y
carnes asadas de animales que habían sido sacrificados para la ocasión.
Xangó fue personalmente a buscar a Oxalá quien vivía en un poblado antiguo
llamado Ifé, como era muy anciano y no podía caminar largas distancias Xangó,
que era un hombre robusto y fuerte debía cargarlo hasta el palacio de Oyó donde
se celebraría la fiesta.
Como Xangó no tenía paciencia y además era muy altanero solo cargo al babá un
tramo del camino. Lo dejó y siguió ya más ligero su camino a Oyó.
Como sabía que Oxalá iba a estar muy enojado al llegar pensó una forma de
apaciguar al anciano.
Xangó conocía muy bien que la debilidad del viejo eran los niños entonces mandó
a organizar una mesa llena de niños con comida, golosinas y juguetes para que
ellos disfruten.
Ogún al ver a Oxalá a un lado del camino, lo cargó en su caballo y lo llevó hasta el
palacio.
Al entrar Oxalá se sorprendió con la mesa de niños que Xangó había preparado,
emocionado y alegrado por los niños, perdonó la falta de Xangó para luego
disfrutar de la fiesta en el palacio.

Odé, gana el título de Oşosi. (oxosi).

Olofin era un rey africano de la tierra de Ifé, lugar de origen de todas las tribus
yorubas.
Cada año en la época de las cosechas, Olofin conmemoraba, en su reino, la fiesta
de los ñames.
Ningún poblador podía comer los nuevos ñames antes de la fiesta.
Llegado el día, el rey se instalaba en el patio de su palacio.
Sus mujeres se sentaban a la derecha, sus ministros se sentaban a la izquierda, sus
esclavos detrás de él agitando grandes abanicos para espantar las moscas y los
tambores sonaban para saludarlo.
Las personas reunidas comían ñame machacado y bebían vino de palma,
disfrutando la fiesta y divirtiéndose.
De repente un enorme pájaro sobrevoló la aldea.
El pájaro volaba de derecha a izquierda y viceversa, hasta que vino a posarse
sobre el techo del palacio.
La extraña ave había sido enviada por las hechiceras, furiosas por no haber sido
invitadas al festejo.
El pájaro provocaba espanto y temor a todos.
Era tan grande que el rey pensó en primera instancia que era una nube tapando el
sol, cubriendo la ciudad.
Su ala derecha cubría por completo el lado izquierdo del palacio, su ala izquierda
cubría la parte derecha del palacio, el plumaje de su cola barría el patio y su
enorme cabeza cubría la puerta de entrada.
Los habitantes del reino de Ifé horrorizados comentaban:
- ¿De dónde vino este animal para arruinar la fiesta?
- ¡Qué siniestra ave!
- ¿Cómo haremos para librarnos de él?
- Que bicho más feo, que horrible criatura!
- ¡Llamemos a los cazadores!
Desde la aldea de Idó trajeron a Oşotogun, el arquero de las veinte flechas.
Olofin ordenó que éste matase al ave con sus veinte flechas.
Oşotogun altivo y seguro de sí mismo exclamó:
- Que me corten la cabeza si no mato al enorme pájaro!
Lanzo sus veinte flechas y ninguna de ellas lastimo al animal.
El rey mandó a cortar la cabeza de Oşotogun como éste había determinado.
Desde la aldea de Moré, llego Oşotogí, el arquero de las cuarenta flechas.
Olofin le ordenó que los librase del pájaro acabando con su vida.
Oşotogí afirmó:
- Que me condenen a muerte si no mato a este bicho que acecha su aldea!
El cazador lanzó sus cuarenta flechas pero ninguna de ellas hirió al pájaro.
Entonces el rey mando a matar a Oşotogí como éste había proclamado.
Desde la aldea de Ilaré se presento Oşotadotá, el arquero de las cincuenta flechas.
Oşotadotá dijo firmemente:
- Que maten a toda mi familia si no consigo matar a ese pájaro!
El cazador enérgicamente lanzó sus cincuenta flechas, pero ninguna pudo
penetrar la carne de la terrible criatura.
Olofin mando a cumplir con la sentencia.
Desde Iremá llego finalmente Oşotokanşoşo, el arquero de una sola flecha.
El rey le ordenó acabar con la desgracia y matar al pájaro.
Oşotokanşoşo exclamó:
- Que me corten en pedazos si no logro matar aquel bicho!!
Al ver el destino de los otros cazadores la madre de Oşotokanşoşo corrió a
consultar merindilogun para que su hijo tenga mejor fortuna y así ayudar a quien
fuese su único hijo.
- Ah – dijo el adivino- Su hijo está a un paso de la muerte o un paso de la
riqueza. Deberás hacer ebó y que la misma muerte tome la riqueza.
El adivino, entonces le enseñó a la mujer a hacer ebó para agradar a las
hechiceras.
La madre de Oşotokanşoşo hizo lo que le mandaron los caracoles, sacrifico una
gallina abriéndola por el pecho y fue apresuradamente a dejarla en la calle
rezando:
- ¡Qué el pecho del pájaro acepte este presente!!
Fue en el momento exacto en que Oşotokanşoşo lanzaba su única flecha.
El hechizo pronunciado por la madre del cazador llegó a la temible criatura.
Éste quiso aceptar el ebó y relajó el hechizo que lo protegía de las flechas hasta
entonces.
La flecha de Oşotokanşoşo se clavó de lleno en el pecho del animal.
El cuerpo del pájaro abatido cayó pesadamente al suelo y allí permaneció.
La noticia se propagó rápidamente por todas las aldeas aledañas al reino de Ifé.
- Odé Oşotokanşoşo fue quien lo mató.
- Fue el arquero de una sola flecha quien devolvió la alegría a Ifé.
Olofin recompensó al cazador con la mitad de sus riquezas quien se las dio a su
madre y ésta a su vez se las otorgó al adivino que le había salvado la vida a su
hijo. Todos festejaban en Ifé.
El adivino también se unió al festejo cantando y tocando su agogó:
- Oşowusi! Oşowusi! Oşowusi! El arquero es popular!
Y así fue que Odé Oşotokanşoşo, el cazador de una sola flecha paso a ser
conocido como Oşowusi, Oxosi.

*léase ş como sh.


Cómo Erinlé se transformó en un río.

Orunmilá consultó ifá, antes de dejar Ifé, para irse a un país ubicado entre dos
montañas. El babalaó le dijo:
- En este país entre dos montañas al que pretendes ir, encontrarás un buen
amigo. Debes hacer ebó antes de partir, para que tu viaje sea feliz y
provechoso.
Orunmilá hizo las ofrendas pertinentes.
Ofreció cuatro eyelé, palomas y ocho mil búzios de la costa.
Cuando Orunmilá llegó al lugar entre las dos grandes montañas, se hizo amigo de
Erinlé.
Erinlé era un cazador, también era un guerrero.
Erinlé además de todo eso también era un Orixá.
Esa amistad fue linda y grande entre ellos.
Un día Erinlé pidió prestado dinero de Orunmilá. El monto de ese préstamo era
de doce mil búzios de la costa.
Cuando llegó el momento de Orunmilá partir a su casa en Ifé, Erinlé tenía que
devolver el préstamo, pero llegado el día, no consiguió pagar.
Erinlé sintió vergüenza por no cumplir lo pactado con su amigo y fue a consultar
ifá.
- Donde puedo encontrar el dinero para devolver lo que me fue prestado?
Los adivinos le aconsejaron ofrecer en ebó un carnero, un gallo y un perro. Y le
dijeron además que debería ofrecer veinte y un sacos llenos de búzios de la costa.
A lo que Erinlé reclamo:
- ¡Ah! ¡Ya debo doce mil búzios! ¿Dónde podría encontrar todas esas cosas?
Erinlé tenía un talismán en sus manos. En cualquier momento el podría
convertirse en agua gracias a este talismán, solo tenía que desearlo.
Erinlé fue entonces al lugar donde acostumbraba ir de caza. Colocó el talismán en
el piso y entró tierra adentro.
En este lugar había una jarra con agua.
Sus hijos lo buscaron durante mucho tiempo, al ver que no regresaba decidieron
ir a consultar a Orunmilá para que él examinase el caso.
Orunmilá les dijo:
- Deberán hacer ebó para encontrar a vuestro padre. Tal vez no vuelvan a
verlo pero encontrarán una señal de él.
Les dijo además:
- Ofrecerán siete perros, siete carneros, siete gallos y veinte más un saco de
búzios de la costa.
Los hijos de Erinlé hicieron las ofrendas.
Orunmilá les había dicho también que vayan con los carneros, los perros y los
gallos a llamar a su padre. Y así lo hicieron.
Recorrieron todos los lugares donde acostumbraba ir Erinlé.
Cuando llegaron al lugar donde tiempo atrás Erinlé se adentrara, encontraron sus
elementos de caza, su lanza, arco y flechas. Todo aquello que él usaba para la
cacería.
En medio de todo eso, ellos vieron una jarra con agua. La jarra comenzó a
desbordarse. Esta agua era abundante.
Los hijos se arrodillaron y exclamaron:
- Oh Erinlé, odé (cazador), vuelve a casa! Ofrecemos carneros, perros y
gallos!
Y llamaron a Erinlé sin descanso.
Cuando ellos ofrecieron todas esas cosas, el río los siguió a casa camino abajo
En el mismo momento que Erinlé, el río comenzó a correr, Oxun se preparaba
para partir de la ciudad de Ijemu. Ella también empezó a correr.
Ambos se encontraron cerca de la ciudad de Edé, y allí donde se encuentran, el
lecho de estos ríos es suave, ellos están felices.
Sus aguas formaron un gran río y su curso se tornó el mismo.
Osaña, el dueño de las hierbas.

Osaña recibió de Olodumaré el secreto de las hojas.


El sabía que algunas de ellas traían la calma o el vigor.
Otras, la suerte, la gloria, honra, y hasta la miseria, enfermedades y los accidentes.
Los otros Orixá no tenían poder sobre ninguna planta.
Ellos dependían de Osaña para mantener su salud o para el éxito de sus iniciativas.
Xangó, cuyo temperamento es impaciente, guerrero arrogante, irritado con esta
desventaja, usó un astuto plan para intentar usurpar, de Osaña, la propiedad de las
hojas.
Conversó sobre su plan con su esposa, Oyá, la señora de los vientos. Le explicó que,
en ciertos días, Osaña colgaba en un gajo de Iroko, el árbol, una calabaza
conteniendo sus hojas más poderosas.
- Desencadena una tempestad bien brava uno de esos días especiales.- le dijo
Xangó a su esposa.
Oyá aceptó la misión con mucho gusto.
El viento sopló muy fuerte, llevándose el tejado de las casas, arrancando arboles,
arrasando todo a su paso y, el fin deseado, soltando la calabaza del gajo de donde colgaba.
La calabaza voló lejos soltando todas las hojas de su interior, todas ellas volaron en
todas direcciones y los Orixá se apoderaron de ellas.
Cada uno tomo la suya apoderándose de ellas, pero Osaña permaneció siendo dueño
y señor de los secretos de sus virtudes y de las palabras que deben ser pronunciadas
para su acción.
Y así fue que a pesar de haber tomado sus hojas Osaña sigue siendo el dueño de su
axé.
Un cazador se convierte en Orixá Oko.
Olagbirín, aquel que jamás rechaza un combate, estaba en la miseria.
Entonces decidió ir camino al ilé del adivino a consultar los caracoles.
- Que puedo hacer para tener días mejores?
El adivino le aconsejó hacer ebó, ofrendas.
El ebó consistía de dieciséis gallinas de Angola, dieciséis conejos y treinta y dos búzios
de la costa.
Olagbirín es un odé, cazador. No es difícil para él encontrar las gallinas y conejos.
Con esfuerzo y trabajo, él conseguiría encontrar el dinero que pidiera el adivino para
realizar dicho ebó.
Olagbirín vuelve a cazar y mata a un elefante.
Al abrir al animal sus intestinos son como troncos de madera de los cuales él retira
joyas diversas. Collares de perla maravillosos, brazaletes y coronas.
Olagbirín continúa cazando. Mata otros elefantes y en sus intestinos vuelve a encontrar
riquezas, tejidos bellos, perlas, etc.
Olagbirín hizo el ebó como le fue mandado y al sacrificar las gallinas de Angola ellas
gritaron:
- Esto te va a ayudar kan, kan, kan! Esto te va a ayudar kan, kan, kan!
Las ofrendas hechas para el rezan cantando:
- Se él me ayuda, luego tendré dinero. El me ayudará como la gallina de
Angola kan, kan, kan.
- Si él me ayuda, luego conseguiré matrimonio. El me ayudará como la gallina
de Angola kan, kan, kan.
- Si él me ayuda, luego tendré hijos. El me ayudará como la gallina de Angola
kan, kan, kan.
Este cazador llamado Olagbirín, es aquel que nosotros llamamos Orixá Oko, el Orixá
de los campos.
Aquel que cuando se volvió rico, transportaba sus riquezas desde el campo hasta su
casa.
Y las personas decían:
- El Orixá que trae riqueza de los campos, aquel llamado Orixá Oko.
Nacimiento de Oranián.

Cuando Ogún hizo la guerra contra Ogotun, trajo siete mujeres.


Una de estas esclavas, Lakanjé, era tan bonita que la escondió para él, amándola secretamente.
Pero algunos falsos amigos se dispusieron a denunciarlo a su padre.
Odudua, furioso, mando a llamar a Ogún y le dijo gritando:
- Qué atrevimiento! Me trajiste seis mujeres, verdaderamente feas y, según dicen,
dejaste para ti la más bella, que parece ser una joya delicada.
- Ah! Los jóvenes ya no tienen respeto ni consideración por sus padres. A donde
vamos a llegar con tanta insolencia e irrespeto hacia los mayores?
- Ogún tráeme esa mujer sin un minuto más de demora!
Ogún amedrentado por la cólera de su padre, no osó confesar lo que pasaba entre Lakanjé
y él.
Con la muerte en el alma, Ogún entrego a su bella mujer a Odudua.
Éste encantado por su belleza, hizo de ella su compañera predilecta.
Nueve meses más tarde, Lakanjé tuvo un hijo.
Para gran sorpresa de todos, el cuerpo del recién nacido tenia la originalidad de ser
mitad blanco y mitad negro.
Mitad negro, en su lado derecho, pues la piel de Ogún era muy, muy oscura.
Mitad blanco, en su lado izquierdo, pues la piel de Odudua era muy, muy clara.
Odudua confundido, bajó la cabeza y no supo qué decir.
Años más tarde este niño se volvió un famoso guerrero.
Hombre valiente a su derecha, hombre valiente a su izquierda.
Hombre valiente en su casa, hombre valiente en la guerra.
Su nombre era Oranián, fue fundador de la ciudad de Oyó y padre de Xangó.
Dadá Baayani Ajaká es el hermano más viejo de Xangó.
Cuando Baayani y Xangó fueron llamados al mundo, antes aun de nacer allá Baayani
era el más viejo.
Baayani nació primero, era entonces el mayor, y enseguida nació Xangó quien era el
hermano más joven.
Baayani era un ser calmo y pacífico.
Si alguien lo incomoda, el no se enoja ni preocupa.
Si las personas se entregan en actos de violencia, Baayani no se involucra.
El tiene comprensión y sabiduría, pero no tiene fuerza ni bravura.
Estas cualidades, Olodumaré se las dio a su hermano menor, Xangó. Baayani es
consciente de esto y dice de vez en cuando, que si él no es capaz de pelear, agradece
a Olodumaré haberle enviado un hermano valiente.
A raíz de esto, las personas hicieron un proverbio:
“Si Baayani no es capaz de pelear, el tiene un valiente hermano menor”.
Aquellos que Xangó combatiera son incontables. Por causa de Dadá Baayani, Xangó
decía constantemente:
- Si alguien diera señales de descontento, diciendo cosas desagradables en
voz baja o murmurando a traición sobre Dadá Baayani, eso les causará
muchos disgustos, pues se trata de mi hermano mayor.
Es por esta razón que cuando las personas adoran a Xangó, deben adorar primero
a Dadá Baayani.
Cuando los dos bajan a la tierra, Xangó conoce los talismanes para la
protección y la victoria.
Todo lo que las personas pregunten a Baayani, Xangó les responde.
Cuando Dadá Baayani fundó la ciudad de Işelé, él era muy rico. Mucha gente le
pedía dinero prestado.
Cuando se proclamó rey de la ciudad de Oyó, trajo parte de su riqueza y, de vez
en cuando, traía más y más de Işelé.
Baayani era llamado Dadá por sus cabellos anillados. Cuando Xangó quiere
poseer alguno de sus sacerdotes, las personas cantan primero:
- “Dadá ma sokun mon” Dadá no llores mas, no derrames mas lagrimas de
sangre.
Xangó se pone a danzar entonces en honor a su egbon, hermano más viejo, Dadá.
Oxun, ¡Ora yeyé o!

Oxun era muy bonita, agraciada y vanidosa. Como son generalmente las bellas mujeres.
Le gustaban los paños vistosos, cabellos amarrados enroscados como caparazón de
tortuga, tenía, sobre todo, una gran pasión por las joyas de cobre.
Antiguamente, este era un metal precioso, muy apreciado en tierras Yoruba.
Solo una mujer elegante llevaba joyas de cobre pesadas.
Oxun era cliente asidua de los comerciantes de cobre.
Omi ro wanran wanran wanran omi ro!
Que quiere decir, el agua corre haciendo ruido, por los brazaletes de Oxun.
Oxun lavaba sus joyas incluso antes de bañar a sus niños. Pero tiene, a pesar de
eso reputación de ser buena madre y atiende las súplicas de toda mujer que quiera
concebir.
Oxun fue la segunda mujer de Xangó.
La primera se llamaba Oyá y la tercera Obba.
Oxun tiene el humor caprichoso y cambiante.
Algunos días las aguas corren apacibles y calmas, ellas se deslizan con gracia, frescas
y limpias, entre márgenes cubiertos de vegetación.
Permiten pasar de un lado al otro.
Otras veces, sus aguas tumultuosas pasan estruendosas, llenas de correntadas y torbellinos,
trasbordando e inundando campos y florestas.
Y nadie puede atravesar de un lado hacia el otro.
Oxun no toleraría tal osadía! Cuando ella está furiosa, lleva lejos y destruye las canoas
que intentan atravesar el río.
Olowu, el rey de Owu, salía a la guerra acompañado de su ejército. Infelizmente, tenían
que atravesar el río en uno de esos días en que estaba enfurecido.
Olowu hizo a Oxun una promesa solemne, entretanto, mal formulada.
Declaró:
- Si bajas el nivel de las aguas, para que podamos atravesar el río y seguir
camino al campo de batalla, y si yo volviese vencedor, te prometo “nkan
rere”, cosas buenas.
Oxun comprendió que el rey hablaba de su esposa Nkan, hija del rey de Ibadan. Ella
bajo el nivel de las aguas y Olowu continuó su expedición.
Cuando el rey volvió, un tiempo después, victorioso con riquezas considerables, nuevamente
encontró a Oxun con un humor perturbado.
El río estaba turbulento y con sus aguas agitadas.
Olowu mandó a ofrendar sobre las aguas turbias toda suerte de cosas buenas, las nkan
rere prometidas:
Tejidos, búzios, bueyes, gallinas y esclavos;
Miel de abejas y platos de mulukun, comida sabrosa donde se mesclan suavemente,
cebolla, frijoles, sal y camarones.
Pero Oxun devolvió todas esas cosas buenas sobre los márgenes del río.
Era a Nkan, la mujer de Olowu a quien Oxun exigía.
Olowu fue obligado, tuvo que someterse a lanzar a su propia mujer al agua.
Nkan estaba embarazaday el niño nació en el fondo del río.
Oxun, escrupulosamente, devolvió al niño recién nacido diciendo:
- Es Nkan quien me fue solemnemente ofrecida y no su hijo. Tómalo y
cuídalo!
Las aguas bajaron y Olowu volvio tristemente a su tierra.
El rey de Ibadan, al enterarse del trágico fin de su hija, declaro indignado la guerra
a Olowu y lo derrotó, expulsándolo de las tierras.
Origen de la ciudad de Oşogbo.

El río Oxun pasa por un lugar donde sus aguas son siempre abundantes. Por esta
razón es que Laró, el primer rey de este lugar, allí se instaló haciendo antes un pacto
de alianza con Oxun.
En la época en que llegó, una de sus hijas fue a bañarse, y el río la tragó completamente.
Ella salió al día siguente, soberbiamente vestida con ropas caras, declaró que Oxun le
había dado la bienvenida en el lecho del río.
Laró, para mostrar su gratitud, le hizo ebó a Oxun. Mandó traer numerosos peces,
mensajeros de Orun, vinieron a comer en señal de aceptación, los alimentos
lanzados al agua.
Un gran pez llego nadando a la orilla, donde estaba Laró. El pez escupió agua que Laró
recogió en una calabaza y bebió, haciendo así un pacto con el río.
Enseguida extendió sus brazos sobre el agua y el pez salto hacia ellos.
Esto es dicho en Yoruba: “Atewo gba ejá”.
Lo que dio origen al título de los reyes del lugar, Ataojá.
Laró, Ataojá, proclamo entonces que su reino se llamaría “Oxun gbó”, “Oxun está en
estado de madurez, sus aguas son abundantes”.
Dando origen al nombre de la ciudad de Oxogbo.
Todos los años se hacen festejos en el lugar conmemorando estos acontecimientos.

Ogún fue el único en vencer a Obba en combate.

Obba era una mujer llena de vigor y coraje.


Le faltaba tal vez un poco de carisma y refinamiento.
Pero ella no temía a nadie en este mundo.
Su mayor placer lo conseguía en la lucha.
Su vigor era tal que ella decidió que la lucha sería su profesión.
Obba venció todas las disputas que fueron organizadas entre ella y diversos Orixá.
Ella derribó a Obatalá, saco a Oxosi fuera de combate y dejó en el piso a Orunmilá.
Oxumaré no resistió su fuerza.
Obba desafió a Obaluaiye y echó a Exú a correr.
Llegó el turno de Ogún!
Ogún tuvo la precaución de ir primero a consultar el merindilogun.
Los adivinos le indicaron el ebó que debía hacer, consistía en doscientas mazorcas
de maíz y mucha okra.
Ogún debía moler todo en un mortero hasta hacer una pasta viscosa y escurridiza.
Esta sustancia debía ser colocada en una eesquina del terreno donde sería efectuada
la lucha entre ambos.
Ogún siguió fielmente las instrucciones.
A la hora del combate, Obba llegó diciendo:
- El día del encuentro ha llegado. – Ogún confirmó.
- Lucharemos entonces uno contra otro.
La lucha comenzó, al inicio Obba parecía estar dominando la situación.
Ogún reculó en dirección al lugar donde había derramado la ofrenda.
Obba pisó la pasta viscosa y resbaló, ahí fue que Ogún aprovechó para derribarla.
Rápidamente se deshizo de las ropas que vestía y la poseyó allí mismo, desde ese momento
Ogún y Obba fueron marido y mujer.

Obba y Oxun se enfrentan por el amor de Xangó.

Xangó tomo por esposa a Obba, siendo ella su tercera esposa, pues ella era fuerte y
valiente.
La primera mujer de Xangó era Oyá, que era bella y fascinante.
La segunda esposa era Oxun, mujer coqueta y vanidosa.
Al tiempo una rivalidad se estableció entre Obba y Oxun.
Ambas disputaban la preferencia del amor de Xangó.
Obba siempre intentaba robar el secreto de las recetas de Oxun, cuando ella preparaba
las comidas favoritas de Xangó.
Oxun irritada con la actitud de Obba, decidió tenderle una trampa.
Invitó a Obba a presenciar mientras ella preparaba una receta que según sus dichos
era de preferencia de su esposo.
Obba llegó a la hora indicada y encontró a Oxun con un paño amarrando su cabeza,
tapando sus orejas.
Oxun preparaba una sopa para Xangó, donde dos hongos flotaban en la superficie del
caldo.
Oxun convenció a Obba de que se trataba de sus orejas, que ella estaba cocinando,
para de esta forma preparar el plato que mas disfrutaba Xangó.
Luego llegó Xangó, vanidoso y altivo.
Deleitó ruidosamente la sopa de hongos y galante y ansioso se retiró con Oxun al cuarto
matrimonial.
La semana siguiente era el turno de Obba de cuidar al rey.
Ella decidió poner en práctica la maravillosa receta.
Xangó no sintió ningún placer al ver que Obba cortara una de sus orejas.
Por el contrario, encontró ese acto repugnante.
En ese momento, Oxun llegó y se quito el paño de la cabeza, mostrándole a su
rival, que sus orejas no habían sido cortadas, ni comidas. Furiosa Obba se precipitó
sobre ella con impetuosidad. Se armó una verdadera lucha.
Embravecido, Xangó tronó su furia.
Oxun y Obba asustadas huyeron y se transformaron en ríos.
Hasta hoy las aguas de estos dos ríos son tumultuosas, agitadas en el lugar de su
confluencia, en conmemoración de la pelea que enfrentó a Obba y Oxun por el amor
de Xangó.
Odó iya Yemanjá ataramagbá, ajeje lodo, ajeje nilé!

Yemanjá era hija de Olokun, la diosa del mar.


En Ifé, era esposa de Olofin Odudua, con el cual tuvo diez hijos.
Estos niños recibieron nombres simbólicos y todos se volvieron Orixá.
Uno de ellos fue llamado Oxumaré, el arcoíris, aquel que se divide con la lluvia y revela
sus secretos.
De tanto amamantar a sus hijos, los senos de Yemanjá eran inmensos.
Cansada de su estadía en Ifé, Yemanjá huyó en la dirección del “atardecer de la tierra”,
como los Yoruba designaban al oeste, llegando a Abeokutá.
Al norte de Abeokutá, vivía Okeré, rey de Şaki.
Yemanjá continuaba bonita.
Okeré sintió deseo y le propuso matrimonio.
Yemanjá aceptó pero, imponiendo una condición, le dijo:
- Jamás ridiculizarás ni te burlarás del tamaño de mis senos.
Okeré, gentil, trataba a Yemanjá con consideración y espeto.
Pero un día él bebió vino de palma en exceso.
Volvió a la casa ebrio y tambaleante.
Okeré no sabía lo que hacía.
Okeré no sabía lo que decía.
Tropezando con Yemanjá, ésta lo llamo ebrio e impresentable.
Okeré avergonzado y ofendido, gritó:
- Tú, con tus enormes senos balanceantes! Vacilantes y exagerados!
Yemanjá ofendida, huyó como disparada.
Cierta vez, antes de su primer casamiento, Yemanjá recibió de su madre Olokun, una
botella conteniendo una posión mágica pues, como ésta dijera:
- Nunca se sabe lo que pueda siceder mañana.
En caso de necesitarlo, quiebra la botella en el piso liberando la posión.
Recordando estas palabras, en su huída, Yemanjá quebró la botella y de ella nació un
río.
Las aguas tumultuosas de este río, llevaron a Yemanjá en dirección al océano, lugar
de residencia de su madre Olokun.
Okeré, contrariado, quería impedir la huída de su esposa.
Queriendo obstruir su camino, él se transformó en una colina, llamada, todavía hasta
hoy, Okeré, y se colocó en camino del río Yemojá.
Yemanjá quiso pasar por la derecha, Okeré obstruyó su paso a la derecha.
Yemanjá quiso pasar por la izquierda, Okeré obstruyó su paso a la izquierda.
Yemanjá viendo así, bloqueado su camino hacia la casa de su madre, llamó a Xangó,
su hijo más poderoso.
Kaboo kabiyecíle, Şangó, kaboo kabiyecíle obá Kosso!
Xangó acudió con dignidad y seguro de su poder. El pidió una ofrenda de un
carnero y cuatro gallos, un plato de amalá, preparado con harina de ñame y un plato
de gbeguiri, hecho con frijol y cebolla.
Y declaró que, al día siguiente, Yemanjá conseguiría pasar.
Este día, Xangó desató todos los nudos que amarraban a la lluvia.
Comenzaron a aparecer nubes a los lados de la mañana y a los lados de la tarde.
Comenzaron a aparecer nubes por la derecha y por la izquierda del día.
Cuando todas ellas estaban reunidas, llegó Xangó con su rayo.
Se oyó entonces: “Kakara ra ra ra!!!”
Xangó había lanzado un poderoso rayo sobre la colina Okeré.
La colina se abrió en dos: “suichchchch!!”
Yemanjá paso por el medio de la colina hacia el mar, los brazos de Olokun.
Sus hijos la invocaron y saludaron:
- Odo iyá, la madre del río, ella no vuelve más.
Yemanjá, reina de las aguas, quien usa ropas cubiertas de perlas.
Ella tiene hijos en el mundo.
Yemanjá está en todos los lugares donde el mar golpea con sus olas espumantes.
Sus hijos hacen ofrendas para calmarla y agradarla.
- Odó Iyá, Yemanjá, ataramagba. Alafia l’odó, alafia n’ilé!
Madre del río, Yemanjá, que se extendió a lo largo y a lo amplio. Paz en las aguas, paz
en la casa!
Olokun, reina de las aguas.
Olokun, señora de las aguas, consultó el merondilogun, en una época en que sus aguas
no alcanzaban ni para que alguien se lavase el rostro.

Si alguien recogía agua de su lecho, también recogía arena. Ella estaba pobre, era escasa.

Olossá, señora de la laguna, consulto el merindilogun, en una época en que sus


aguas, no eran bastante como para que alguien pudiese lavarse los pies.

Si alguin quisiera lavar sus pies en ellas, se ensuciaría con lodo y arena.

Pues había en la laguna muy poca agua.

Olokun y Olossa fueron, ambas a los pies de Orunmila, a rogarle que exánime su caso.

Podrían ellas volverse las mas bastas del mundo?

Orunmila respondió que, si ellas pudiesen hacer el ebó que él escogiera para cada una
de ellas, sus vidas serían exitosas.

Orunmila le dijo a Olokun que debería ofrendar ileke, un collar con doscientas
cuentas negras y doscientas cuentas blancas, un carnero y veintiséis mil búzios de la
costa.

Luego recomendó a Olossa hacer lo mismo.

Olokun hizo el ebó.

Ella empleó todo lo que poseía.

Ella llegó a trabajar como sierva para conseguir todo lo necesario para el ebó.

Olossa también hizo todo lo posible para hacer el ebó.

Pero ella no consiguió empleo, por lo que no pudo completar la ofrenda.

Oxun, el río, elegante señora que peina sus cabellos con peine de coral, consultó a Orunmila
el día que tenía que conducir a todos los ríos a un lugar.

Los ríos no sabían en qué dirección se dirigirían.

Ellos correrían hacia el frente o lo harían en sentido contrario, hacia atrás?

Ellos habían pedido consejo a Oxun, la señora de los ríos.

Orunmila respondió a Oxun:

- Irás a un cierto lugar y, en este lugar, serás muy bien recibida. Los otros
ríos te seguirán. Ningún otro podrá precederte, en cualquier lugar
donde estés.

Oxun, reunió a todos los ríos.

Y los ríos la siguieron todos juntos.


Cuando llegaron a la orilla de ossa, la laguna, ellos la cubrieron por completo.

Cuando dejaron la laguna, ellos cubrieron por completo okun, el mar.

Se instaló, entonces, la cuestión de saber quién sería la reina de las aguas.


Oxun tomó el ileke que Olokun había ofrendado y Olokun afirmó:

- Estas son mis tierras, pueden estar en ellas.

Ellos discutía si aquí o allí.

Olodumare se manifestó al respecto:

- Aquella que posee las tierras es la reina.

Olokun fue, por derecho, la reina.

Olossa ordenó a los ríos que se retirasen de su territorio.

Pero los ríos no encontraron salida de la laguna.

Así, Olossa fue nombrada segunda de Olokun.

Y cada año los ríos vienen a adorarla.

Este es el origen de la popularidad en el mundo de Olokun y Olossa.


El owó de Oxun, el dinero de Oxun.

Oxun quiso saber cómo andaban las cosas en el mundo.


Oxun descendió al mundo y lo recorrió.

Lo primero que encontró fue que había mucha pobreza en todas partes.

Algunos tenían mucho dinero, pero muchos morían de hambre.

Compadecida de los pobres, y lleno su corazón de misericordia, comenzó a


regalar dinero a los necesitados que se lo pedían.

Cada uno de ellos fue favorecido. Con el dinero que Oxun les había brindado,
corrieron al mercado a comprar comida y ropa.

Los comerciantes comenzaron a sospechar, ellos desconfiaban del dinero,


aparecido milagrosamente.

Los comerciantes fueron a quejarse a Olofin.

Olofin, que sabía lo que estaba pasando, sin pensarlo ordenó, con toda severidad, que
la moneda de Oxun fuera la única que tuviera validez en el mundo.

Por orden de Olofin, Oxun es la única dueña de owó, el dinero.


Oxumaré, se volvió rico y respetado.

Oxumaré era, antiguamente, un adivino. Era adivino del rey Oni.

Su única ocupación era ir al palacio real en el “día del secreto”; el día que da inicio a
la semana de cuatro días de los antiguos Yorubas.

El rey Oni, no era un rey generoso.

Él, cada semana, le daba apenas, una cantidad irrisoria de dinero a Oxumaré que, por
esta razón, vivía en la miseria con su familia.

El padre de Oxumaré tenía un bello nombre.

Lo llamaban “el propietario de la casa de los colores brillantes”. Pero, tal como su hijo,
el no tenía poder.

Las personas de la ciudad no lo respetaban.

Oxumaré, angustiado con esta situación, consultó sus caracoles, preguntándoles, como
podría hacer para volverse rico, respetado, conocido y admirado por todos.

Los caracoles hablaron, y le aconsejaron hacer ebó.

Le dijeron que ofreciese una faca de bronce, cuatro eyelé, palomas y cuatro bolsas de
búzios de la costa.

En el momento en que Oxumaré estaba consumando la ofrenda, el rey mandó


a llamarlo.

Oxumaré respondió firmemente:

- Pues no, llegaré tan pronto como haya terminado la ceremonia.

El rey, irritado por la espera, humilló a Oxumaré, le recriminó la negligencia,


hasta le negó la remesa de su pago habitual.

Entretanto, volviendo a su casa, Oxumaré recibió un recado:

Olokun, la reina de un país vecino, deseaba consultarlo por cuestiones de su hijo, que
estaba enfermo.

El no podía mantenerse en pie, se caía, rodaba por el piso y se quemaba en las


brazas del la hoguera

Oxumaré se dirigió al palacio de la reina Olokun y consultó sus caracoles para


ella.

Todas las enfermedades del niño fueron curadas.

Olokun, encantada con el resultado, recompensó a Oxumaré.


Ella le ofreció, además, como presente, ropas azules hechas con bellos y costosos tejidos.

Olokun le dio muchas riquezas, sirvientes y un caballo, con el cual Oxumaré


retomó el camino a casa con estilo.

Un esclavo hacía girar un guarde sol sobre su cabeza y músicos cantaban en su


honor.

Oxumaré fue a saludar al rey.

El rey Oni, quedo sorprendido y le dijo:

- ¿Oh, de dónde vienes? ¿De dónde salieron todas estas riquezas?

Oxumaré le respondió que la reina Olokun lo había consultado.

- ¡Ah! ¡Fue entonces Olokun quien hizo todo esto por ti!

Estimulado por la rivalidad, el rey Oni le ofreció a Oxumaré una ropa del más
costoso tejido color rojo que existía en el reino, acompañado de otros regalos.

Así fue como Oxumaré se volvió rico y respetado.

Entretanto, Oxumaré no era amante de la lluvia.

Cuando lluvia reunía nubes, Oxumaré agitaba su faca de bronce apuntando al


cielo, como si firmase, de un lado a otro.

El arco-iris aparecía y lluvia junto a las nubes, huían, y todos gritaban:

- ¡Oxumaré apareció!

Oxumaré, se volvió célebre.

En esta época, Olodumaré, el que “es” en todo lo que existe, aquel que extiende la
estera real en casa y camina en la lluvia, comenzó a sufrir de la vista y ya nada mas
divisaba. El mandó a llamar a Oxumaré para consultarlo, y todo el mal de sus ojos
fue curado.

Luego de esto, Olodumaré no dejo a Oxumaré regresar al mundo. Desde ese


día es en Orun que él habita, Oxumaré es Orixá, y solo visita el mundo cada
tres años. Es durante estos años que las personas se vuelven ricas y prosperas.
¡Atotó!

Xapaná nació en Empé, territorio Tapá, también llamado Nupé.

Era un guerrero terrible que, seguido de sus tropas, recorría el cielo y los cuatro
cantos del mundo.

El masacraba sin piedad a aquellos que se oponían a su paso. Sus enemigos, salían
de los combates mutilados o morían de alguna peste. Así llegó Xapaná a territorio
Mahi, en Daomé.

La tierra de los Mahis, abarcaba las ciudades de Savalú y Dassa Zumé.

Cuando supieron de la llegada inminente de Xapaná, los habitantes de esta


región, aterrorizados, consultaron el merindilogun.

Y el adivino hablo así:

- ¡Ah! ¡El gran guerrero llegó desde Empé!


Aquel que se volverá el señor del país.
¡Aquel que tomará esta tierra próspera, ha llegado!
Si el pueblo no lo acepta, él lo destruirá.
Es necesario que supliquen a Xapaná que los perdone.
¡Háganle muchas ofrendas; todas las que él guste: ñame machacado,
porotos, harina de maíz, aceite de dendé, carne picada de buey y mucha,
mucha pipoca!
Será necesario, también, que todos se curven delante de él, que lo respeten
y lo sirvan.
Si el pueblo lo reconoce como babá, padre, Xapaná no volverá a
combatirlos, por el contrario, él los protegerá a todos.

Cuando Xapaná llegó conduciendo a sus feroces guerreros, los habitantes de


Savalú y Dassa Zumé lo reverenciaron, apoyando sus cabezas en el piso y lo
saludaron:

- ¡Totó hum, totó hum! ¡A bá o! ¡Atotó!

Le daban su respeto y sumisión, diciéndole nos inclinamos, calma.

Xapaná aceptó los honores y homenajes diciendo:

- ¡Está bien! ¡Yo perdonaré sus vidas!

Durante mis viajes, desde Empé, mi tierra natal, siempre encontré


desconfianza y hostilidad. Constrúyanme un palacio, es aquí que viviré a
partir de ahora.
Xapaná se instaló así entre los Mahis.

El país prosperó y se enriqueció, y el gran guerrero, no volvió nunca más a Empé,


en el territorio Tapá, también llamado Nupé.

Xapaná es considerado el dios de la varicela, y de las enfermedades contagiosas.

El tiene, también, el poder de curar.

Las enfermedades contagiosas son, en realidad, penitencias aplicadas a aquellos


que lo han ofendido o se conducen mal con él.

Su verdadero nombre, es muy peligroso pronunciarlo.

Por prudencia, es preferible llamarlo Obalúaiye, el señor del mundo u Omolú, el


hijo del señor.

Cuando Xapaná se instaló entre los Mahis, en Daomé, recibió, en esta nueva
tierra, el nombre de Sakpatá.

Ahí también evitaban su nombre, prefiriendo llamarlo Ainon, el señor de la tierra,


o en su defecto, Jeholú, el señor de las perlas.

El acto de ser llamado Jeholú y Ainon, causó mal entendidos entre Sakpatá y los
reyes de Daomé, pues ellos también usaban esos títulos.

Celosos, los Jeholú de Daomé lo expulsaron, obligándolo a volver a Nupé.

Xapaná Sakpatá se vengó, y todos los reyes de las tierras daomeanas murieron de
varicela.

- ¡¡Atotó!!
Discordia entre Nana Burukú y Ogún.
Naná Burukú, es una viejísima divinidad de las aguas, venida desde muy lejos
hace mucho tiempo.

Ogún, es un poderoso jefe guerrero que anda siempre al frente de los oros
Inmoles.

Un día, ellos fueron a una reunión.

Era la reunión de los doscientos Inmoles de la derecha más los cuatrocientos


Inmoles de la izquierda.

Ellos discutían sobre sus poderes.

Ellos hablaban mucho sobre Obatalá, aquel que creó a los seres humanos.

Hablaron sobre Orunmilá, el señor del destino de aquellos seres humanos.

Ellos hablaron sobre Exú:

- ¡Ah! ¡Exú es muy importante, el mensajero!

Ellos hablaron muchas cosas sobre Ogún. Decían por ejemplo, que es gracias a
sus instrumentos que ellos podían vivir.

Declararon que, Ogún por esta razón, era el más importante de los Orixás.

Naná Burukú contestó entonces:

- ¿Por qué dicen eso? ¿Qué importancia tendría el trabajo de Ogún?

A lo que otros argumentaban.

- Es gracias a sus instrumentos que trabajamos por nuestro alimento.


- Gracias a sus herramientas cultivamos nuestros campos.
- Son sus cuchillos con los que cortamos los animales para poder
alimentarnos.

Naná manifestó que no rendiría homenaje a Ogún, por que no podría existir otro
Inmole más importante.

Ogún dijo que, considerando que los otros Inmoles le rendirían homenaje, le
parecería justo que ella también lo haga.

Naná dijo que jamás reconocería su superioridad.

Ambos discutieron por mucho tiempo. Se decidió lo siguiente.


Naná Burukú no volvería a usar nada fabricado con el axé de Ogún,, es decir nada
que sea hecho con metal.

Como los hijos de Naná eran cazadores se servían de un palo con punta afilada
para matar los animales y descuartizarlos.

Los animales ofrecidos a Naná son sacrificados y limpiados con instrumentos de


madera. No se puede usar cuchillo de metal para cortar su carne, por causa de la
disputa que, aquel día enfrentó a Ogún y Naná Burukú.
Exé eee.
Oxaguián era hijo de Oxalufán.

Nació en Ifé, mucho antes de que su padre se proclamara rey de Ifán.

Oxaguián, valiente guerrero, deseaba, él mismo conquistar un reino.

Y partió, acompañado de su amigo Awoledjé.

Oxaguián no tenía todavía este nombre.

Llegó y conquistó un lugar llamado Ejigbó y ahí tomó el título de Elejigbó, rey de
Ejigbó.

Oxaguián tenía una gran pasión por el ñame machacado, comida que los yorubas
llamaban iyan.

Elejigbó comí iyan a todo momento, comía por la mañana, al medio día, luego de
la siesta, a la cena y hasta durante la noche.

Él rechazaba cualquier otra comida, era siempre iyan que debía serle servido.
Llegó a tal punto su obsesión, que hizo fabricar un enorme mortero para moler el
ñame y así preparar su plato favorito.

Impresionados por su manía, los otros Orixá le dieron un nombre, Oxaguián, que
significa “Orixá comedor de ñame machacado” y así obtuvo el nombre por el cual
se lo conoce.

Awoledjé, su compañero, era babalao. Un gran adivino, que lo aconsejaba en lo


que debía o no hacer.

Cierta ocasión, Awoledjé, le aconsejó a Oxaguián hacer ebó.

Debía ofrecer, dos ratones de tamaño medio;

Dos peces, que nadasen majestuosamente;

Dos gallinas, cuyos hígados fuesen bien grandes;

Dos chivas, cuya leche sea abundante;

Dos cestas de caracoles grandes y muchos paños blancos.

Le dijo además, que si él seguía sus consejos, Ejigbó, que era entonces una
pequeña aldea dentro de la floresta, se volvería en poco tiempo, una ciudad
grande, poderosa y poblada con muchos habitantes.

Luego de esto, Awoledjé viajó a otros lugares.

Ejigbó se convirtió en una gran ciudad, como predijeron los caracoles del adivino.
Era cercada con grandes murallas, con fosas profundas, las puertas reforzadas y
con guardias armados que vigilaban la entrada y salida.

Había un gran mercado frente al palacio que atraía, desde muy lejos,
compradores y vendedores de mercaderías y esclavos.

Elejigbó, vivía con lujos, entre sus mujeres y sus servidores.

Músicos cantaban sus alabanzas.

Cuando se hablaba de él, no se usaba jamás su nombre, pues era una falta de
respeto. Debería ser empleada la expresión Kabiyesí, esto es, su majestad.

Al cabo de algunos años Awoledjé volvió.

Él desconocía todavía el nuevo esplendor de su amigo.

Llegando delante de los guardias, en la entrada del palacio, Awoledjé pidió,


noticias de su amigo, como acostumbraba llamarlo, “Orixá comedor de ñame
molido”. Sorprendidos por la insolencia del forastero, los guardias gritaron:

- ¡Qué ultraje referirse de esta manera hacia Kabiyesí! ¡Qué impertinencia!


¡Qué falta de respeto!

Y cayeron sobre él golpeándolo cruelmente, atándolo con cadenas. Awoledjé,


mortificado por los malos tratos, decidió vengarse, usando su axé.

Durante siete años la lluvia no cayó sobre Ejigbó, las mujeres no tuvieron hijos y
los caballos del rey no tenían pasto.

Elejigbó desesperado consulto los caracoles para remediar esta situación. Los
caracoles respondieron:

- Kabiyesí, toda esta infelicidad es resultado de la injusta prisión de un


adivino, es preciso que lo liberes, kabiyesí. Y es preciso que obtengas su
perdón.

Awoledjé fue liberado, quien lleno de resentimiento, fue a esconderse a las matas.

Elejigbó, a pesar de ser un rey tan importante, tuvo que ir a suplicarle a su viejo
amigo que se olvide de los malos tratos recibidos y lo perdonase.

- Bien – le respondió – yo permito que la lluvia vuelva a caer, Oxaguián,


pero hay una condición: cada año en ocasión de tu fiesta, será necesario
que envíes gente a la floresta a cortar trescientas varas. Los habitantes
de Ejigbó, divididos en dos grupos, deberán golpearse unos a los otros,
hasta quebrar todas las varas sobre sus cuerpos.
Desde entonces, todos los años, en el fin de la sequía, los habitantes de Ejigbó,
aquellos de los campos Ixalé Oxolo y de Oké Mapó, se golpean todo un día en
señal de arrepentimiento y con la esperanza de ver nuevamente la lluvia caer.

La tradición de esta costumbre se conservó a través de los tiempos y permanece


viva también en bahía.

Con motivo de las ceremonias en honor a Oxaguián, las personas se golpean unas
a otras, con suaves golpes de varetas y luego reciben una porción de ñame
molido, cuando Oxaguián viene al mundo a danzar con energía, trayendo en su
mano un mortero, símbolo de las preferencias gastronómicas del “Orixá comedor
de ñame machacado”.

¡Exe e! ¡Babá exe e!


Oxalufán, ¡epa Babá!
Oxalufán era el rey de Ilu-ayé, la tierra de los ancestros, en la distante África.

El estaba muy viejo, curvado por la edad y caminaba con dificultad, apoyado en
un gran bastón al que llamaba opaxoró.

Un día, Oxalufán decidió viajar a visitar a un viejo amigo, Xangó, rey de Oyó.

Antes de partir, oxalufan consulto el merindilogun, preguntándole si todo iba a ir


bien, si ese viaje sería placentero.

El adivino le respondió que no efectúe ese viaje.

- Éste será lleno de acontecimientos desagradables y terminará peor.

Pero Oxalufán tenía un temperamento obstinado, cuando hacía un proyecto,


jamás renunciaba.

Le dijo entonces al adivino:

- He decidido hacer este viaje y lo haré, que pase lo que tenga que pasar.

Oxalufan pregunto a los caracoles si haciendo ofrendas el viaje podía mejorar. Y


ellos le respondieron:

- Cualquiera sean las ofrendas este viaje será desastroso.

Y le hicieron además algunas recomendaciones:

- Si no quieres perder la vida en este viaje, deberás aceptar hacer todo lo que
te pidan.
No deberás quejarte de las tristes consecuencias que advendrán. Será
necesario que lleves tres axó funfun, ropas y paños blancos; Será
necesario que lleves jabón y limo de la costa.

Oxalufán partió lentamente, apoyándose en su opaxoró.

Al cabo de algun tiempo andando, encontró a Exú Elepó, dueño del aceite de
dende, en el camino.

Exú estaba sentado al costado del camino, con un recipiente grande lleno de
aceite de dendé.

- ¡ah! ¡Buen día Oxalufán! ¿Cómo va la familia?


- ¡oh! ¡buen día Exú Elepó! ¿Cómo va también la suya?
- ¡ah! Oxalufan, ¿me ayudas a cargar este bote encima de mi hombro?
- Si Exú, claro que si, enseguida.
Pero, de repente, Exú Elepó, volcó el recipiente de aceite rojo sobre Oxalufán.

Este al recordar los consejos, se quedó calmo y no hizo ningún reclamo. Fue al río
a limpiarse y cambiar su atuendo por uno limpio.

Pasó limo de la costa sobre su cuerpo y se vistió de blanco nuevamente y el


anterior quedó cerca del río como ofrenda.

Oxalufán retomó el camino, andando con lentitud, apoyado en su opaxoró.

Dos veces más él se encontró con Exú. Una vez con Exú Onidú, el dueño del
carbón, otra vez con Exú Aladi, dueño del aceite de carozo de dendé.

Dos veces más Oxalufán fue víctima de las armadillas de Exú, ambas semejantes a
la primera.

Dos veces más Oxalufán se sufrió las consecuencias sin quejarse, conservando la
calma.

Exú se divirtió a costas de él, a pesar de todo, sin conseguir quitarle la calma.

Oxalufán, se limpió y cambió por última vez, dejando en las orillas del río la ropa
sucia a modo de ofrenda.

Continuó valientemente su camino, apoyado en su opaxoró, hasta que pasó la


frontera del reino de su amigo, Xangó.

¡Kaboo Kabiyesi, Şangó, Alafin Oyó, Alaiyeluwa!

Bienvenido Xangó, dueño del palacio de Oyó, dueño del mundo.

En la entrada, Oxalufán divisó un caballo perdido que pertenecía a Xangó.

Oxalufán conocía bien al animal, pues, hace tiempo atrás, él mismo se lo había
regalado a su amigo. Le mostró al animal una espiga de trigo para generar
confianza y calmarlo, así podría arrearlo y devolverlo a su dueño.

En ese momento llegaron corriendo, súbditos de Obá Xangó. Ellos estaban


persiguiendo al equino y gritaron:

- ¡¡Un ladrón!! ¡Está robando el caballo del Alafin de Oyó!


- ¡Miserable! ¡Amigo de lo ajeno!
- ¡Cómo han cambiado los tiempos, robando a esa avanzada edad! -
¿Acaso ya no hay más ancianos respetables? ¿Quién diría?

Apresaron a Oxalufán, cruelmente, lo arrastraron, lo golpearon…

Oxalufán recordando los consejos de los caracoles, permaneció callado, no dijo


una palabra.
Oxalufán no podía negarse, ni reclamar, ni contradecir, ni defenderse de lo que lo
acusaban.

Así fue que el viejo, Orixanlá, el gran Orixá fun fun, terminó preso en un calabozo
de Oyó.

Oxalufán, humillado y ofendido usó su axe desde el fondo de la prisión hechizó el


reino de Xangó.

No llovió más, no había cosechas, las mujeres ya no concebían, los animales


morían de hambre y sed, las personas se enfermaban… por siete años el reino de
Oyó fue devastado.

Xangó, consultó el merindilogun para saber el origen de su desgracia.

- Kabiyesi Xangó – le respondió el adivino – Esta desgracia es consecuencia


de un acto repudiable.
Un viejo sufre injustamente, preso hace siete años.
Aunque él nunca se quejó, su cautiverio es la causa de todas las catástrofes
que acechan el reino.

Xangó ordenó que trajeran delante de él al anciano prisionero.

- Ah! ¡Pero vean solo de quien se trata! – gritó Xangó.


Oxalufán, ¡Epa babá! ¡Exé ee!
¡Absurdo, increíble, vergonzoso, imperdonable!
¡Ah, Oxalufán en prisión! ¡Epa Babá!
No lo puedo creer, encima, preso por mis própios súbditos. ¡Hey
ustedes! Mis mogbá, sacerdotes, caballeros, mis músicos, mis
mensajeros y jefes de caballeria, mujeres y iyabás.
¡Todo el pueblo de Oyó!
Todos se vestirán de blanco en señal de respeto al rey fun fun. Todos y
todas guardaran silencio en señal de arrepentimiento.
Vayan de inmediato a buscar agua fresca del río para lavar a Oxalufán.
¡epa babá, epa babá! Es presiso que nos perdones esta ofenza.

Oxalufán dijo, conmovido con la reacción de Kabiyesi Xangó:

- Oyó volverá a ser grande, pero Xangó, comerás en plato de madera como
comí por siete años en la prisión de tu reino, para que nadie olvide este
acto de injusticia.

Este episodio en la vida de Oxalufán es conmemorado, cada año, en todos los Ilé
de axé de Bahia, en el día de las aguas de Oxalá, cuando todos se visten de blanco
y van a buscar agua al río en silencio, para lavas los axés, objetos sagrados de
Oxalá.
Epa, Epa ó Babá!!!
Pelea entre Oxalá y Exú.
Oxalá y Exú discutían sobre quién de ellos era el más viejo.

Exú, decididamente, insistía en ser el más viejo.

Oxalá, decididamente, también, proclamaba con vehemencia que ya estaba en el


mundo cuando Exú fue creado.

El desentendimiento entre ellos era tal, que fueron invitados a luchar entre ellos,
delante de los otros Inmoles, reunidos en una asamblea.

Los caracoles fueron consultados por ambos adversarios, y fueron orientados cada
uno a hacer ebó. Oxalá hizo todas las ofrendas prescriptas. Mientras que Exú,
negligente, dejó todo por la mitad.

El día de la lucha llegó.

Oxalá apoyado en su axé.

Exú, contando con la magia mortal, y la fuerza de sus talismanes.

Todos los Orixá estaban reunidos en la plaza de Ifé. Cuatrocientos a la izquierda


más doscientos a la derecha.

Oxalá dio una palmada sobre Exú, y ¡boom!

Exú cayó sentado.

Los inmoles gritaron:

- Epa!

Exú se sacudió y se levantó.

Oxalá le pegó en la cabeza y él se volvió pequeño.

Todos gritaron:

- Epa!

Exú se sacudió y recuperó su tamaño.

Oxalá tomo la cabeza de Exú y la sacudió violentamente, la cabeza de Exú se


volvió enorme, desproporcional a su cuerpo.

Los inmoles gritaron nuevamente:

- Epa!

Exú frotó su cabeza con ambas manos, y ésta recuperó su tamaño normal.
Los Orixá dijeron:

- Ya está bien, ahora que Exú muestre su poder sobre Oxalá.

Exú caminaba de una lado hacia el otro.

El golpeó su propia cabeza y de allí sacó una calabaza.

Exú abrió la calabaza y tiró su contenido sobre Oxalá.

Una nube de polvo blanco salió de la calabaza y despintó todo color que existía en
Oxalá. Los inmoles gritan todos:

- Epa!

Oxalá se sacudió, refregó su cuerpo, intentando volver a su color. Todo fue en


vano. Desenrolló el paño blanco que tenía en la cabeza, y de allí sacó su axé, su
poder. Tocó con él su boca y llamó a Exú.

Exú contestó con un sí. Entonces le ordenó:

- Ven aquí.

Exú se aproximó. Oxalá continuó:

- Trae tu calabaza.

Exú, la puso en las manos de Oxalá, éste la tomó firmemente, y la tiró dentro de
en su saco blanco.

Todos nuevamente gritaron:

- Epa!
- Oxalá es sin dudas quien tiene el poder. El señor de la iniciativa y del axé,
alabalaxé.
- Oxalá es mayor que Exú, Oxalá es mayor que todos los Orixá.
- ¡La calabaza de orí, la cabeza, que lo volvió fun fun, ahora pertenece a
Oxalá!
- ¡Epa babá!
Rivalidad entre Orumilaia y Osaña.
Orumilaia, Elerin Ipin, el testigo del destino de los seres humanos, necesitaba
un empleado.

Fue al mercado y, entre los esclavos que estaban a la venta, él eligió a Osaña.

La primera tarea que le encomendó, fue deforestar el campo para prepararlo


para nuevas plantaciones.

Entretanto, para desesperación de Orumilaia, Osaña volvió a la noche sin


haber hecho lo que se le ordenó.

Orumilaia le preguntó por qué no hizo nada, a lo que Osaña respondió:

- Todas las plantas, estas hojas, estas hierbas, tienen virtudes. Ellas no
pueden ser destruidas.
- Esta oja, por ejemplo, calma los dolores de dientes; esta otra, protege
contra los maleficios; esta, además también cura la fiebre.
¡Imposible, verdaderamente arrancar tantas plantas tan necesarias para la
salud y la felicidad!

Orumilaia, impresionado, decidió que Osaña deberá permanecer, a partir de


entonces, a su lado, durante las sesiones de adivinación para ayudarlo a escoger
los remedios que deberá prescribir a sus consultantes. Una sórdida rivalidad se
establece, poco a poco, entre estos dioses.

Osaña, sufriendo por ser mantenido en sumisión, se vanagloriaba de ser mas


importante que Orumilaia, pues él poseía el axé de la magia mortal y de la
medicina que preparaba.

Osaña llegó hasta a declararle al rey Ajalayé que él había venido al mundo incluso
antes que Orumilaia, y siendo más antiguo, tenía derecho a su respeto.

El rey Ajalayé le envió, entonces, un mensaje a Orumilaia, quería saber quién de


los dos era más importante. A lo que Orumilaia respondió ser el más viejo, el más
antiguo.

El rey decide someterlos a una prueba.

Él los convocó, pero, acompañados de sus primogénitos.

Orumilaia llegó con su hijo, sacrificio.

Osaña se presentó con el suyo, llamado remedio.

Los dos serán enterrados durante siete días.

Aquel que sobreviva a la prueba y responda primero, con voz fuerte y clara, al
llamado que será hecho al finalizar el séptimo día, verá a su padre ser declarado
vencedor.
Dos sepulturas fueron abiertas.

Sacrificio y Remedio fueron colocados en ellas.

Orumilaia volviendo a casa consultó sus caracoles:

- ¿Mi hijo sobrevivirá los siete días?

Los caracoles aconsejaron ofrecer ekurú, un plato sabroso hecho de frijoles,


pimienta, un gallo, un chivo, dos palomas, un conejo y dieciséis búzios.

Orumilaia preparó cuidadosamente la ofrenda. La cual fue entregada en cuatro


lugares: en la calle, en una encrucijada, delante de Exú y en el mercado.

Exú ejerció su poder y envió al conejo, el cual cavó un túnel hasta la sepultura
donde estaba Sacrificio, el primogénito de Orumilaia.

Así, el conejo llevó agua y alimentos para él.

Remedio, el hijo de Osaña no tenía nada para comer, pero poseía poderosos
talismanes que actuaban sobre la tierra y le permitieron encontrar a Sacrificio en
el fondo de su sepultura, Remedio le pidió comida.

- Ah! ¿Cómo podría yo, hijo de babá Orumilaia darte comida habiendo una
disputa en juego? ¿No te das cuenta que así provocaría la victoria de
Osaña, estando tú vivo al finalizar los siete días?

Remedio insistió y prometió permanecer callado cuando fuera hecha la apelación.

Sacrificio, entonces, le dio comida a Remedio.

Llego el día final de la prueba.

Los jueces llamaron al hijo de Osaña:

- ¡Remedio, Remediooo, Remedioooo!

Pero éste no respondió el llamado, por lo cual los jueces concluyeron en que
Remedio había muerto.

Llamaron luego, al hijo de Orumilaia:

- ¡Sacrificio!

Inmediatamente escuraron un fuerte y claro ¡Sí!

Sacrificio estaba a salvo. Remedio salió igualmente vivo.

Osaña le preguntó la razón de su silencio, cuando fuera llamado por su nombre.

Remedio le contó sobre el pacto que había hecho con Sacrificio.


Comida por silencio.

Este pacto entre ellos se volvió un proverbio: “El sacrificio no deja hablar al
remedio”, lo que significa que el sacrificio es más eficaz que el remedio, razón por
la cual Orumilaia tiene una posición más elevada que Osaña.

Orumilaia, dueño del tercer mundo.


Los buzios fueron consultados por Obá Jegijegin, “el rey comedor de varas de
mimbre”.

Los búzios fueron consultados por Obá Jomijomi, “el rey bebedor de agua”.
Los búzios fueron consultados por Obá Jeunjeun, “el rey comedor de alimentos”.

Obá Jegijegi, es el nombre de Ogún, cuando Olorun creó a los seres humanos,
escogió a Ogún para reinar sobre ellos, para conducir a la humanidad, para cuidar
de ellos.

Ofrendas fueron marcadas para Ogún, antes de su partida.

Ogún no hizo ebó.

Cuando llegó al mundo, Ogún cortó varas de mimbre para que los humanos
comiesen, pero ellos murieron al comerlas, y todos ellos volvieron a Olodumaré.

“No es fácil vivir sobre la tierra”.

Obá Jomijomi, es el nombre de Oxalá.

Olorún volvió a crear a los seres humanos y designó a Oxalá como sucesor de
Ogún para el cuidado de la humanidad.

Ofrendas fueron pedidas a Oxalá, antes de su partida.

Oxalá, se rehusó a hacer ebó.

Cuando llegó al mundo, Orixá nlá le ofreció agua a las personas, ellos bebieron,
pero al tiempo, todos murieron. Todos volvieron a Olorun.

Obá Jeunjeun, es el nombre de Orumilaia.

Olorun creó a los humanos por tercera vez, y antes de hablar, Orumilaia declaró
que él sería el enviado sustituyendo a Oxalá. Olorun estando de acuerdo dijo:

- Bien, yo te elijo.

Orumilaia llamó a los adivinos para que le digan qué ofrendas hacer.

Ellos le dijeron que tenía que llevar muchas semillas: tètè, ekuya, maíz, frijol,
ñame, haba.

Desde el mas allá Orumilaia hizo ebó, el esparció por todo el mundo las semillas y
éstas germinaron sobre la tierra, ellas crecían donde iban cayendo.

Fue ekuya lo que los humanos comían al principio, luego tètè comieron por
mucho tiempo, hasta que el maíz maduró y el frijol fue cosechado y el ñame
produjo sus tubérculos.

El aiyé, mundo, se volvió confortable.

Nadie más murió.

Las personas tuvieron hijos y se volvieron numerosos.


Ogún y Oxalá estaban celosos.

Sus dos primeros mundos no habían tenido éxito, mientras que el tercer mundo
logró la victoria. Entonces ambos decidieron arruinar el aiyé.

Orumilaia consulto nuevamente los caracoles para saber cómo proteger al mundo
y sus criaturas.

Orumilaia recibió las siguientes instrucciones:

Debería encontrar dos perros, matarlos y cocinarlos. Preparar harina moliendo


ñame y ofrendar todo con mucho vino de palma.

Debería matar dos cabras, cocinarlas y cocinar muchos caracoles. Llevar todo a la
encrucijada Aro, que era donde acostumbraban estar los inmoles cuando llegaban
a Ifé.

Cuando los dos Orixá llegaron a Aro, Orumilaia los recibió, vestido de blanco y
les entregó el ebó.

Ellos comieron y quedaron satisfechos. Entonces le dijeron:

- ¿Orumilaia tú nos preparaste toda esta sabrosas comida?

A lo que él respondió que sí. Seguido a eso le dijeron:

- ¡Pero tú posees el destino de este mundo! ¡Solo tú eres el dueño de aiyé!


- Yo no soy el dueño del mundo, ustedes son los dueños del mundo – y les
explicó el porqué de su respuesta:

Los seres humanos deben, al salir el sol, masticar varas para limpiar sus dientes.
Luego de eso, beber agua para enjuagarse la boca.

Y recién después de aquello podrían comenzar a comer.

“¡Aiyé se volvió confortable! Fuimos los terceros en ser creados, Orumilaia tendrá
en sus manos nuestro destino”.

Olofin Odudua crea al mundo en lugar de Oxalá.


Olodumaré, el supremo, residía en Orun, más allá de este mundo que todavía ni
siquiera existía.

El vivía rodeado de seiscientos inmoles. Doscientos permanecían a su derecha y


cuatrocientos a su izquierda.

De los primeros poco hablaremos, ellos eran malos, orgullosos, desleales y


mentirosos.

Ellos discutían y luchaban sin parar.


Olodumaré no tenía un minuto de descanso.

En un instante de impaciencia y cólera, el devolvió a la nada a todos los inmoles


de derecha. Todos menos Ogún.

Ogún, el valiente guerrero. Hombre loco de los músculos de acero que, teniendo
agua en casa, se lava con sangre.

Olodumaré puso a Ogún como guía de los cuatrocientos inmoles de izquierda.

Uno de estos días en el pasado distante Olodumaré los convocó y les dijo:

- Voy a crear otro lugar, un lugar que será para ustedes. Ustedes ahí serán
numerosos.
Cada uno será rey y tendrá un lugar para sí. Cada
uno tendrá su axé y su propio trabajo.

Dio a todos lo que necesitarían y creó a la perfección todo lo prometido.


Olodumaré los volvió a reunir, a los cuatrocientos inmoles.

Orumilaia, Elerín Ipin, el testigo del destino, se mantuvo a su lado.

Todos los inmoles deberán pedir la palabra.

Él mostraría a cada uno de ellos, el camino a seguir.

El primero en responder fue Obatalá, el rey del paño blanco, llamado también
Oxa nlá, el gran Orixá.

Él es el segundo de Olodumaré.

El a él a quien Olodumaré le encargó la creación del mundo, y le dio los poderes,


aba y axé, del mundo, por eso también se lo saluda, alabalaxé.

Obatalá al recibirlos, los examinó y colocó uno sobre su sombrero y el otro dentro
de su saco. El saco de la creación que Olodumaré le confió.

Antes de partir, él fue a pedir la palabra a Orumilaia, para saber el camino que
debería seguir y lo que debería hacer.

Orumilaia le dijo:

- Olodumaré te confió la creación de otro lugar, haz una ofrenda para ser
capaz de realizarla y para que sea a la perfección.

Obatalá que era muy obstinado, respondió:

- Oh, Orumilaia, la misión que tienes nosotros te la dimos, fue decidida por
nosotros, antes de que fueses creado, Olodumaré y yo, Oxalá. Olodumaré,
que es el supremo, me envía en misión a mí, su segundo al mando, ¿y tú
me dices que debo hacer ebó para realizar bien mi trabajo? ¿Qué pasaría
si no hago las ofrendas? ¡Yo! ¡Portador de aba y axé, Alabalaxé!

Obatalá contradijo a Orumilaia. Tapó sus oídos, él no quiso escuchar, él no hizo


ebó.

Todos los demás inmoles, fueron a pedir la palabra de Orumilaia.

Éste eligió para cada uno un camino y ofrendas a realizar.

Olofin Odudua era el más notable. Él era un Orixá funfun.

Pero no tenía la posición ni reputación comparadas a las de Oxalá. Orumilaia le


dijo:

- Si fueses capaz de hacer las ofrendas que voy a indicarte, este mundo que
será creado, será todo tuyo, allí tú serás el jefe.

Olofin preguntó:

- ¿Cuál sería esa ofrenda?

Orumilaia le dijo que ofrende cuatrocientas mil cadenas. Una gallina con cinco
garras, una paloma, un camaleón y además cuatrocientos mil búzios.

Olofin, hizo la ofrenda completa.

Llegó el día de crear el mundo.

Obatalá llamó a todos los Orixás y éstos comenzaron a caminar su camino.

Ya en camino, ellos llegaron a las fronteras del más allá.

Exú onibodé, el guardián de estas fronteras, y mensajero de los demás inmoles,


estaba allí.

Obatalá se rehusó a hacer las ofrendas en este lugar, para que su tarea
encomendada se realice con éxito y su viaje sea feliz.

Exú apuntó una calabaza mágica en dirección a Obatalá, y la sed, comenzó a


atormentarlo.

Él vio una palmera de dendé, agitó su opaxoró, bastón y se sirvió de él para


perforar la palmera. El vino de palma, escurrió copiosamente. Oxalá lo bebió con
ganas.

Cuando estaba ya satisfecho, estaba también por demás embriagado. No sabía


dónde estaba ni lo que hacía. El sueño lo invadió, y allí quedo, tendido en la calle.

Se durmió profundamente. Todos los inmoles se sentaron alrededor.


Por respeto, no osaron despertarlo, esperaba que despierte espontáneamente.

De repente Olofin Odudua, tomó el saco de la creación, caído al lado de Obatalá.

Volviéndose hacia Olodumaré le dijo:

- Quien hiciste nuestro guía, a quien le confiaste el aba y el axé de crear al


mundo, bebe mucho vino de palma.

El perdió el saco de la creación, yo lo traje de vuelta.

Olodumaré le respondió:

- Es así, tú encontraste el saco de la creación, tómalo. ¡Ve a crear el mundo!

Entonces, Olofin Odudua volvió con los inmoles reunidos.

Tomó las cuatrocientas mil cadenas, y todavía en el más allá, las amarró a una
estaca.

Él descendió hasta el extremo de una de ellas, donde vio una sustancia extraña,
de color marrón.

¡Era tierra!

La gallina de cinco garras, voló y fue a parar al montículo de tierra. Ella esparció
la tierra con sus patas sobre la superficie de las aguas.

La tierra se formó y fue creciendo.

Odudua gritó:

¡Ilé Nfé! La tierra se expande. Que vino a ser el nombre de la primera ciudad en el
mundo. Olofin Odudua colocó el camaleón sobre la tierra.

El anda sobre ella, con pasos cautelosos.

Odudua sólo osa descender porque está atado a la puna de una cadena.

La tierra resiste, y él camina.

Su vista no puede alcanzar los límites.

Todos los otros Orixá aún están en Orún.

Odudua los invita a bajar a la tierra.

Apenas algunos de ellos lo siguen.

El resto permanece sentado alrededor de Oxalá adormecido.

¡Obatalá al fin despierta!


Él constata que el saco de la creación le fue robado.

- ¡Ah! ¿Quién osó hacer este hurto?

Los Orixá que permanecían, fieles, le dijeron:

- Fue Odudua quien se apoderó del saco de la creación.

Obatalá comprende lo sucedido. Encolerizado, Oxalá vuelve a Olodumaré


quejándose del robo del cual había sido víctima.

Olodumare le preguntó:

- ¿Qué hiciste para dormirte tan profundamente?

Las personas en esta época no mentían jamás. Entonces, Obatalá respondió con
sinceridad:

- Vi una palmera de dendé, perforé su tronco con mi opaxoró.


De este agujero comenzó a salir agua. De ella bebí y me dormí.
- ¡Ah! – dijo Olodumaré – No bebas más, nunca más de esta agua. ¡Lo que
has hecho fue grave!

Por esta razón, hasta el día de hoy, el vino de palma es prohibido para Oxalá y sus
descendientes.

Olodumaré, declaró:

- No has creado la tierra, tú crearás a todos los seres vivos: los hombres, los
animales, los pájaros y los arboles.

Curiosamente, cinco son las garras de la gallina que esparció la tierra, enviada por
Odudua, como cinco son los continentes, y si además, se pudieran juntar,
formarían la imagen de una gallina.
Guerra entre Oxalá y Odudua.
Odudua había creado el mundo. Pero, llegando, al fin, sobre la tierra, Oxalá
recordó a los Inmoles reunidos que él había sido el encargado, por Olodumaré de
crear el mundo.

Era él, pues, su verdadero señor. Muchos Inmoles le creyeron y se sometieron a


él.

Los seguidores de Oxalá, son aquellos, que hasta hoy, pintan su cuerpo con tiza,
efun.

Son Orixá blancos, Orixá funfun.

Los seguidores de Odudua son los demás.

Ellos son comandados por Ogún y comenzaron a combatir contra Oxalá.

Los que apoyaban a Oxalá, a su vez, se pusieron a combatir a Odudua.

Oxalá los envalentonaba diciéndoles:

- ¡Sean combativos!

Odudua envalentonaba a los suyos diciendo también:

- ¡Sean combativos!

Oxalá no quería someterse a Odudua.


Odudua a su vez, afirmaba que había sido de él, el enviado para crear el mundo.

Esta batalla se volvió una verdadera furia y no tardó en generalizarse.

Los consejeros de Oxalá le decían:

- Encuentra la forma de liquidar a Odudua, pues si el muere, ¿quién si no


tú, serás el jefe? Porque tú no puedes morir.

Odudua, inquieto fue a consultar a Orumilaia, sobre ¿qué debería hacer para no
ser asesinado?

Pues, los que hacían ofrendas para matarlo eran numerosos. Orumilaia le dijo que
hiciera ofrendas, y que él prepararía hojas de Ifá con perfección.

- Es verdad que ellos tienen intención de matarte.

Pero, si hicieses las ofrendas convenientemente no morirás.

Aconsejó que ofrende una vaca sin cuernos, una cabra, un carnero, una paloma,
un caracol y veintiún sacos de búzios de la costa.

Odudua hace la ofrenda para no morir.

Orumilaia aceptó todo y le preparó una medicina protectora con hojas de Ifá.

Después, empapó el cuerpo de Odudua con el medicamento, pronunciando las


palabras encantadas:

- ¡Que este medicamento actúe fuertemente!

¡Las hojas de Iyéyé dicen que vas a vivir, yé!

¡El respeto viene con las hojas de Agidimagbayin!

¡Dios supremo cierra las puertas del mas allá!

¡Nosotros no vamos a morir!

¡Ifá permíteme volverme muy viejo!

El carnero blanco vino con la cabeza cubierta de pelos blancos.

¡Que el pelo blanco crezca en todo mi cuerpo!

¡Cabra! Sustituye mi muerte!

¡Una paloma jamás abre el camino para los muertos!

¡Ifa traiga calma a casa!

¡Padre, dame calma en el camino!


¡Ifá, destruya conmigo el complot del maleficio!

Odudua no murió.

Todos aquellos que prometían a Oxalá matar a Odudua, intentaron tenazmente,


pero, de uno en uno, de dos en dos, todos, absolutamente todos, murieron.

Y Odudua, permaneció siempre allá.

Por esto lo llamaron rey Aboba, nosotros retornamos al mundo y lo encontramos,


aun allá.

La guerra entre Oxalá y Odudua duró mucho.

Hubo un tiempo en que Odudua fue abandonado por todos.

Oxala dijo entonces a los inmoles que querían ayudarlo:

- ¿Todos ustedes, quieren ayudarme a matar a Odudua?

Todos los inmoles respondieron que lo matarían sin perdón, aunque Odudua
tenga muchos talismanes.

Oxala les mostro que cuando Odudua iba a tomar su baño, retiraba todos los
talismanes que poseía consigo.

Era imprescindible elegir ese momento para atacarlo.

Los inmoles se prepararon.

Aquel que lucha con sable, aquel que lucha con fusil, aquel que luchas con arco y
flecha, aquel que tiene el poder sobre el fuego.

Del primero al último, todos se preparaban.

Ellos esperaban que Odudua fuese a bañarse y se despojara de sus talismanes.

Cuando Odudua, enjabono su cabeza, Ogún grito:

- ¡Vengan todos, es el momento!

Ellos se levantaron al mismo tiempo, todos, circundaron a Odudua.

Odudua, viéndolos llegar, tiró jabón sobre ellos.

- Ah!

Algunos cayeron bruscamente sin poder levantarse. Otros se cegaron.

El que recibió la espuma en la boca, no podía abrir más la boca.

El que recibió espuma en las piernas, quedó rengo.


Nadie fue capaz de acercarse a Odudua. Tiempo después, Odudua decidió
vengarse.

¿Qué camino seguir para eliminar a Oxalá?

El encontró un modo.

Mandó a cavar un pozo profundo en el palacio.

Un día en que todos los Inmoles se reunirían en la casa de Oxalá, Odudua se


acercó a ellos y quedó modestamente en el último lugar, fingió considerarse
inferior a Oxalá.

- El dijo, mi padre Oxalá, ahora que la disputa terminó, yo vengo a visitarte.


Yo terminé de pelear, no tengo más rabia.

Reconozco que eres más antiguo que yo.


¡Ah! ¡Basta de lucha! ¡Basta de disputas!
Y tú también deberías, un día, ir a mi casa, para que todos puedan ver que
la guerra, verdaderamente terminó.

Oxalá dijo:

- ¡Nada mal! ¡Iré a saludarte después de mañana!

El pozo que Odudua mandara a cavar, estaba listo.

Odudua mandó a cubrir el pozo con bellas esteras.

Oxalá se preparó para tomar el camino.

Su ropa blanca arrastraba sobre el suelo.

Por donde pasaba, los arboles, caían fuera del camino.

Por donde pasaba, las colinas se volvían planicies.

Por donde pasaba, los pozos se cerraban inmediatamente.

Oxalá iba en dirección al palacio de Odudua.

En una de sus manos, llevaba un bastón de estaño, opaxoró. Los que lo


acompañaban gritaban:

- ¡Alayeluwa, señor del mundo!


¡Esclavos vengan a rendir homenaje!
¡Oxalá fundador de la ciudad de Igbó!
¡Esclavos vengan a rendir homenaje! ¡Oxalá,
señor del opaxoró!
¡Esclavos vengan a rendir homenaje!
Oxalá llegó al palacio de Odudua.

Paso por el pozo, disimulado con las esteras, sin caer.

Oxalá fue en dirección al lugar donde estaban dispuestos los almohadones. Se


sentó confortablemente, e invitó a Odudua a sentarse con él.

Como Odudua dudaba, lo tomo con su mano y lo acercó.

- ¡Ah! ¡Odudua cayó en su propia trampa!

Oxalá volvió triunfante para su palacio. La guerra se eternizada.

Oxalá y Odudua querían, ambos, ser reconocidos como señores de este mundo,
de la creación a la que ambos habían contribuido.

Ellos estaban decididos a destruirlo, si su ambición fuese frustrada.

Orumilaia estaba inquieto con esta interminable guerra.

Ya que, corría riesgo de ser destruido el mundo que Olodumaré le había


encomendado proteger.

Sus recelos se volvían mas fuertes todavía, pues los ejércitos de Oxalá y Odudua
se preparaban para el combate final.

Ambos declaraban que, si eran vencidos, destruirían al mundo.

Orumilaia fue a ver a Oxalá y le dijo:

- Oh! Obatala Oxalá, reflexiona!


¿No fue a ti que Olodumaré mandó a crear al mundo y proteger todo lo
que había en él?
¡El mundo es tuyo!
Odudua me encargo decirte que él tiene vergüenza.
El no osaba venir a pedirte de nuevo.
El quiere solo ayudarte a dirigir el mundo.
¡Todos nosotros te rendimos homenaje! El
mundo es tuyo.

Enaltecido, Oxalá dijo:

- ¿Cómo? ¿Él comprendió finalmente? La cuestión está terminada!

Orumilaia, entonces, se levantó y se fue a la casa de Odudua.

Le dijo:

- Oxalá me encargo que te diga que él no es más que un viejo.


Tú, Odudua, posees el mundo.
¡No sería conveniente que un viejo suplicase a un joven! Es por eso que el
mismo no puede venir a decírtelo. ¡Cuidas, pues, de este mundo!

Odudua declaró:

- Nuestra disputa ha concluido.


¡El mundo no perecerá más!

Así, Orumilaia calmó a Oxalá y pacificó a Odudua!

Ellos celebraron la paz, al fin, recuperada.

Ellos danzaron y danzaron….

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