Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ITÁ N DE ORIXÁ
- Buen día amigo mío, ¿ya viste pasar aquel extraño hombre del filá negro?
- Buen día amigo mío, estuve viendo pasar a un hombre si, tres veces el pasó
frente a nuestras casas, pero su filá era rojo.
- No mi amigo, aquel hombre que paso tres veces frente a nuestras casas
tenía un filá negro, ¡puedo jurar!!!
Exú dio una carcajada al verlos discutir tan enérgicamente sobre aquello que habían
visto y burlándose una vez más paso entre ellos mientras discutían.
- ¿Te burlas de mi? Ese fila que lleva el hombre es rojo lo estoy viendo con
mis propios ojos.
Y así fue que siguieron discutiendo cada vez mas y mas seguros ambos de lo que habían
visto. Su amistad acabó aquel día, día en que Exú se burló de su destino.
La dualidad de Exú.
Exú puede ser el más benevolente de los Orixá, si es tratado con consideración y
generosidad.
Y es, prepararle un golpe más astuto que aquellos que el mismo prepara.
Se cuenta que, Aluman, estaba desesperado por causa de una gran sequía. Sus campos
estaban áridos, y la lluvia no caía.
Las ranas lloraban de tanta sed y los ríos estaban cubiertos de hojas secas, que caían
de los arboles. Ningún Orixá escuchó sus quejas y súplicas.
Aluman, decidió entonces, ofrecer a Exú grandes pedazos de carne de chivo. Exú comió
con apetito esta excelente ofrenda.
Solo que Aluman había condimentado la carne con una salsa muy picante. Exu
tuvo sed. Una sed tan grande que toda el agua de todas las jarras de su casa y la de
las casas vecinas, no fueron suficientes para matar esa sed.
La lluvia cayó. Ella cayó de día, ella cayó de noche. Ella cayó al día siguiente y el día
después, sin parar.
Los campos de Aluman se volvieron verdes, y todos los vecinos cantaban su gloria:
Por esto, se lo tomó como regente del reino cuando Odudua, momentáneamente, perdió
su visión.
Ogún luchaba sin cesar contra los reinos vecinos. Él traía siempre un vasto botín de
sus expediciones, además de numerosos esclavos.
Todos estos bienes conquistados, se los entregaba a Odudua, su padre, rey de Ifé.
El conoció una mujer, llamada Elefunlosunlori, aquella que pinta la cabeza con polvo
blanco y rojo.
Otra vez, yendo para la guerra, conoció en los márgenes del río a otra mujer, llamada
Ojá, y con ella tuvo a su hijo Oxosi.
Tuvo también, otras tres mujeres, que tiempo después se volvieron esposas de Xangó.
¡Bienvenido rey Xangó, dueño del palacio de Oyó, señor del mundo!
Ogún continuó sus guerras. Durante una de ellas, tomó la ciudad de Iré.
Por esta razón, hasta el día de hoy se lo llama “Ogún mejé je lodé Iré”, Ogún de las
siete partes de Iré.
Ogún mató al rey de Iré y lo sustituyó por uno de sus hijos, conservando para sí el título
de rey.
El es saludado como Ogún Oniiré. Entretanto el fue autorizado a usar una pequeña
corona, akoró, por lo que también es saludado como “Ogún Alakoró”.
La ira de Ogún.
Ogún vuelve victorioso de la guerra a su pueblo. Al llegar camina entre los habitantes
de Iré y nota que nadie sale a recibirlo, por el contrario la gente parece ignorarlo.
Ogún grita entonces:
- ¡Tráiganme algo de beber!
Nadie responde.
El pueblo con la mirada hacia el suelo no responde, ignorando las palabras del guerrero.
Ogún se enfurece tanto que empieza a gritar y decapitar a adultos y niños a todo
aquel que lo ha ignorado. Ante tal masacre su único hijo corre para frenar la furia de
Ogún inútilmente ya que era demasiado tarde, Ogún ya había acabado con la vida
de todos los pobladores del lugar.
- ¿Babá Ogún, que has hecho? Era un día de luto, día de silencio,
es por eso que nadie contestaba.
Ogún viendo el desastre que había provocado su ira, decide que ya es tiempo de partir
del aiyé, mundo, desapareciendo por completo.
Oyá y la piel de búfalo.
Una de las insignias más representativas de Yansá son los cuernos de búfalo, es
común ver a Oyá danzando con ellos. Oyá ni o to iwo efon gbe (Oyá es la única que
puede tomar a un búfalo por los cuernos). Ellos también son usados para invocar a
la diosa de los vientos conforme ilustra la historia a continuación.
Ogún fue un día a cazar a la floresta. El estaba expectante, entonces vio un búfalo
viniendo en su dirección.
Ogún calculo la distancia que los separaba y se preparo para matar al animal con su
espada.
Pero vio que el búfalo se detuvo, y de repente, lo vio bajar la cabeza y desvestirse de
su piel. Cuando la piel cayó vio salir una bella mujer.
Era Yansá, vestida con elegancia, cubierta de bellas telas, con un gèlé lujoso amarrado
a su cabeza adornada con collares y brazaletes.
Oyá envolvió la piel y los cuernos de búfalo y los escondió en un hormiguero. Partió
enseguida con pasos suaves en dirección hacia el mercado de la ciudad sin darse
cuenta de que Ogún había visto todo.
Así fue que Oyá partió, Ogún se apodero de sus ropas, fue para su casa, las guardo
en el depósito de provisiones donde guardaba los granos y salió también para el
mercado.
Allí el encontró a la bella mujer y la cortejo, Yansá era bella, muy bella, era la más bella
del lugar, su belleza era tal que cualquier hombre que la viese la desearía.
Ogún insistió y le dijo que la esperaría el tiempo que ella necesitara. El no dudaba de
que ella aceptara la propuesta.
Oyá volvió al mercado ya vacio, y vio que Ogún la esperaba. Ella le pregunto qué fue
lo que hizo con aquello que ella dejara en el hormiguero en la floresta.
Ogún fingió ser inocente y declaró que nada tenía que ver con el hormiguero ni con
lo que habría en el.
Estas reglas deben ser estrictamente respetadas, también por las demás personas que
viven en tu casa.
Llegados a la casa Ogún reunió a todos los moradores y les explico la nuevas reglas
del hogar y como deberían comportarse. Quedaba claro para todos que nadie
podía discutir con Oyá ni ofenderla. Así fue que se organizo la vida en ese lugar.
Ogún salía a cazar o cultivar el campo. Oyá cada vez que su esposo salía, buscaba en
vano su piel y sus cuernos.
Ella dio a luz un bebe, después un segundo y un tercer bebe… ella dio a luz en
total nueve bebes. Pero las otras mujeres de Ogún vivían celosas y envidiaban la
belleza de Oyá. Cada vez más celosas y hostiles ellas decidieron develar el misterio
del origen de Yansá.
- Sobre todo no intenten ver la piel pues esto amedrentará a Oyá y desatará su
ira.
Luego de esto, al día siguiente cuando Ogún salió al campo, las mujeres se burlaban
e insultaron a Oyá.
Cuando las mujeres salieron de la casa entre risas para dirigirse al mercado, Yansá
aprovechó la ocasión para ir en busca de sus pertenencias y corrió hacia el
depósito. Abrió la puerta y bien en el fondo bajo grandes mazorcas de maíz,
encontró su piel y sus cuernos.
Más tarde cuando las mujeres regresaron del mercado, Oyá salió bufando llena de ira.
Fue una tremenda masacre por la que todas pasaron.
Con sus enormes cuernos Oyá les rasgó la barriga, piso sus cuerpos, sus cabezas volaron
por el aire.
Oyá a los únicos que dejó vivos fue a sus nueve hijos que la seguían llorando y diciendo:
Otra leyenda cuenta que estaban todos los Orixás danzando y Xapaná (también
conocido como Babalúaiyé) estaba escondido detrás de la puerta mirando, Ogún
lo vio y preguntó a su madre:
-¿Por qué se esconde mi hermano?-, ella le respondió:
-Porque no quiere mostrar sus llagas.
Entonces Ogún salió, tomó a su hermano y le hizo con pajas de la costa la
vestimenta que lo hace característico. Xapaná volvió a la fiesta y empezó a danzar
junto a los otros Orixás, éstos al verlo se corrieron y lo dejaron bailando solo.
Oyá al verlo fue y danzó junto a él, levantando un viento, el afefe, el cual levantó
las pajas de la costa de Xapaná y lo mostró a sus hermanos con un rostro y cuerpo
hermosos, entonces todos sus hermanos se levantaron y fueron a danzar junto a
él.
Xapaná en agradecimiento a Oyá le dio el poder que tiene sobre los muertos, por
eso se dice que ella danzó con la muerte y la venció.
El culto a Egun.
Hay otra leyenda para explicar el mito de Yansá. En cierta época, las mujeres eran
relegadas a un segundo plano en sus relaciones con los hombres. Entonces ellas
resolvieron castigar a sus maridos, pero sin ningún criterio o límite, abusando de
esta decisión, humillándolos en demasía.
Oyá era la líder de las mujeres, que se reunían en el bosque. Oyá había domado y
entrenado un mono marrón llamado ijimerê (en Nigeria).
Utilizó para ello una rama de atori (ixã) y lo vestía con una ropa hecha de varias
tiras de tela colorida, de modo que nadie veía el mono debajo de las telas.
Siguiendo un ritual, mientras Oyá blandía el ixä en el suelo el mono saltaba de un
árbol y aparecía de forma alucinante, moviéndose como fuera entrenado para
hacerlo.
De este modo, durante la noche, cuando los hombres pasaban por ahí, las
mujeres (que estaban escondidas) hacían aparecer el mono y ellos huían
totalmente asustados.
Cansados de tanta humillación, los hombres fueron con un babalaô para intentar
descubrir lo que estaba sucediendo. A través del merindilogun, y para castigar a
las mujeres, el babalaô les cuenta la verdad y les enseña como vencer a las
mujeres a través de sacrificios y astucia.
Ogún fue el encargado de la misión. El llegó al lugar de las apariciones antes que
las mujeres.
Se vistió con varias telas, quedando totalmente cubierto y se escondió. Cuando
las mujeres llegaron, apareció súbitamente, corriendo, gritando y blandiendo su
espada por los aires.
Todas huyeron desesperadas, inclusive Oyá. Desde entonces los hombres
dominaron a las mujeres y las expulsaron para siempre del culto de Egun; hoy,
ellos son los únicos autorizados para invocarlo y venerarlo.
Pero, aun así, ellos rinden homenaje a Oyá, en su calidad de Igbalé, como
creadora del culto de Egun. Conviene hacer notar que, en el culto, Egun nace en
la selva (igbo igbalé). En Brasil, en el ilê awo, él nace en el cuarto de balé, donde
son colocadas ofrendas de comidas y realizadas ceremonias a los Eguns.
Oyá también es venerada como madre y reina de Egun, como Oyá Igbalé. Y,
como nos explica la leyenda, Oyá, la selva y el mono están íntimamente ligados al
culto, inclusive en relación a la voz del mono como forma de hablar del Egun.
Xangó era hijo de Oranian, valeroso guerrero cuyo cuerpo era negro a la derecha
y blanc0 en su lado izquierdo.
Hombre valiente a la derecha y hombre valiente a la izquierda.
Hombre valiente en casa y hombre valiente en la guerra.
Oranian fue el fundador de la ciudad de Oyó en tierras yoruba.
Durante sus guerras, el pasaba siempre por Empé, territorio Tapá, también
llamado Nupé.
Elempé, rey del lugar, hizo una alianza con Oranian y le dio también a su hija en
matrimonio.
De esta unión nació este hijo vigoroso, fuerte a quien llamaron Xangó.
Durante su infancia en Tapá, Xangó solo pensaba en peleas. Se encolerizaba
fácilmente, era impaciente, adoraba dar órdenes y no toleraba reclamos.
A Xangó cuando era niño solo le gustaba jugar a la guerra y a las peleas.
Siempre comandando las travesuras en la ciudad, el iba a robar frutas de los
arboles.
De grande su carácter valiente y atrevido lo llevó a partir en busca de aventuras
gloriosas. Xangó tenía un oşé, un hacha de dos filos, tenía también un saco de
cuero, que colgaba de su hombro izquierdo. En él se encontraban los elementos
de su poder u aşé:
Aquello que él comía para escupir fuego y amedrentar así a sus adversarios, y la
piedra de rayo con las cuales el destruía las casas de sus enemigos.
El primer lugar que Xangó visitó se llamaba Kossó.
Llegando allí, las personas asustadas decían:
- ¿Quién es este peligroso personaje?
- El es brutal y petulante por demás.
- No lo queremos entre nosotros.
- El va a traer caos en nuestra ciudad.
- Nos va a atormentar.
- Nos va a invadir.
- No lo queremos entre nosotros. Que se vaya por donde vino.
Pero Xangó los amenazó con su oşé. Su respiración se transformó en fuego y
destruyó algunas casas lanzando sus piedras de rayo.
Tan grande fue la destrucción y el miedo que provocaba en los habitantes del
lugar que todo el mundo el Kossó tuvo que pedir clemencia gritando:
- ¡Kabiyesi Xangó! ¡Kabiyesi Xangó! Xangó obá Kosso! ( le damos la
bienvenida Xangó, rey de Kossó!).
Cuando Xangó se convirtió en rey de Kossó, puso manos a la obra.
Contrariamente a lo que la gente desconfiaba y temía.
Xangó hacía las cosas con rectitud, alma y dignidad. Todas las reformas que él
imponía eran en beneficio de la comunidad.
Pero esta vida serena no satisfacía a Xangó, a él le gustaban las conquistas, las
aventuras, los desafíos y los viajes.
Así fue que partió para llegar a la ciudad de Iré, donde su rey era Ogún.
Xangó conquista a la mujer de Ogún Oniiré.
Olofin era un rey africano de la tierra de Ifé, lugar de origen de todas las tribus
yorubas.
Cada año en la época de las cosechas, Olofin conmemoraba, en su reino, la fiesta
de los ñames.
Ningún poblador podía comer los nuevos ñames antes de la fiesta.
Llegado el día, el rey se instalaba en el patio de su palacio.
Sus mujeres se sentaban a la derecha, sus ministros se sentaban a la izquierda, sus
esclavos detrás de él agitando grandes abanicos para espantar las moscas y los
tambores sonaban para saludarlo.
Las personas reunidas comían ñame machacado y bebían vino de palma,
disfrutando la fiesta y divirtiéndose.
De repente un enorme pájaro sobrevoló la aldea.
El pájaro volaba de derecha a izquierda y viceversa, hasta que vino a posarse
sobre el techo del palacio.
La extraña ave había sido enviada por las hechiceras, furiosas por no haber sido
invitadas al festejo.
El pájaro provocaba espanto y temor a todos.
Era tan grande que el rey pensó en primera instancia que era una nube tapando el
sol, cubriendo la ciudad.
Su ala derecha cubría por completo el lado izquierdo del palacio, su ala izquierda
cubría la parte derecha del palacio, el plumaje de su cola barría el patio y su
enorme cabeza cubría la puerta de entrada.
Los habitantes del reino de Ifé horrorizados comentaban:
- ¿De dónde vino este animal para arruinar la fiesta?
- ¡Qué siniestra ave!
- ¿Cómo haremos para librarnos de él?
- Que bicho más feo, que horrible criatura!
- ¡Llamemos a los cazadores!
Desde la aldea de Idó trajeron a Oşotogun, el arquero de las veinte flechas.
Olofin ordenó que éste matase al ave con sus veinte flechas.
Oşotogun altivo y seguro de sí mismo exclamó:
- Que me corten la cabeza si no mato al enorme pájaro!
Lanzo sus veinte flechas y ninguna de ellas lastimo al animal.
El rey mandó a cortar la cabeza de Oşotogun como éste había determinado.
Desde la aldea de Moré, llego Oşotogí, el arquero de las cuarenta flechas.
Olofin le ordenó que los librase del pájaro acabando con su vida.
Oşotogí afirmó:
- Que me condenen a muerte si no mato a este bicho que acecha su aldea!
El cazador lanzó sus cuarenta flechas pero ninguna de ellas hirió al pájaro.
Entonces el rey mando a matar a Oşotogí como éste había proclamado.
Desde la aldea de Ilaré se presento Oşotadotá, el arquero de las cincuenta flechas.
Oşotadotá dijo firmemente:
- Que maten a toda mi familia si no consigo matar a ese pájaro!
El cazador enérgicamente lanzó sus cincuenta flechas, pero ninguna pudo
penetrar la carne de la terrible criatura.
Olofin mando a cumplir con la sentencia.
Desde Iremá llego finalmente Oşotokanşoşo, el arquero de una sola flecha.
El rey le ordenó acabar con la desgracia y matar al pájaro.
Oşotokanşoşo exclamó:
- Que me corten en pedazos si no logro matar aquel bicho!!
Al ver el destino de los otros cazadores la madre de Oşotokanşoşo corrió a
consultar merindilogun para que su hijo tenga mejor fortuna y así ayudar a quien
fuese su único hijo.
- Ah – dijo el adivino- Su hijo está a un paso de la muerte o un paso de la
riqueza. Deberás hacer ebó y que la misma muerte tome la riqueza.
El adivino, entonces le enseñó a la mujer a hacer ebó para agradar a las
hechiceras.
La madre de Oşotokanşoşo hizo lo que le mandaron los caracoles, sacrifico una
gallina abriéndola por el pecho y fue apresuradamente a dejarla en la calle
rezando:
- ¡Qué el pecho del pájaro acepte este presente!!
Fue en el momento exacto en que Oşotokanşoşo lanzaba su única flecha.
El hechizo pronunciado por la madre del cazador llegó a la temible criatura.
Éste quiso aceptar el ebó y relajó el hechizo que lo protegía de las flechas hasta
entonces.
La flecha de Oşotokanşoşo se clavó de lleno en el pecho del animal.
El cuerpo del pájaro abatido cayó pesadamente al suelo y allí permaneció.
La noticia se propagó rápidamente por todas las aldeas aledañas al reino de Ifé.
- Odé Oşotokanşoşo fue quien lo mató.
- Fue el arquero de una sola flecha quien devolvió la alegría a Ifé.
Olofin recompensó al cazador con la mitad de sus riquezas quien se las dio a su
madre y ésta a su vez se las otorgó al adivino que le había salvado la vida a su
hijo. Todos festejaban en Ifé.
El adivino también se unió al festejo cantando y tocando su agogó:
- Oşowusi! Oşowusi! Oşowusi! El arquero es popular!
Y así fue que Odé Oşotokanşoşo, el cazador de una sola flecha paso a ser
conocido como Oşowusi, Oxosi.
Orunmilá consultó ifá, antes de dejar Ifé, para irse a un país ubicado entre dos
montañas. El babalaó le dijo:
- En este país entre dos montañas al que pretendes ir, encontrarás un buen
amigo. Debes hacer ebó antes de partir, para que tu viaje sea feliz y
provechoso.
Orunmilá hizo las ofrendas pertinentes.
Ofreció cuatro eyelé, palomas y ocho mil búzios de la costa.
Cuando Orunmilá llegó al lugar entre las dos grandes montañas, se hizo amigo de
Erinlé.
Erinlé era un cazador, también era un guerrero.
Erinlé además de todo eso también era un Orixá.
Esa amistad fue linda y grande entre ellos.
Un día Erinlé pidió prestado dinero de Orunmilá. El monto de ese préstamo era
de doce mil búzios de la costa.
Cuando llegó el momento de Orunmilá partir a su casa en Ifé, Erinlé tenía que
devolver el préstamo, pero llegado el día, no consiguió pagar.
Erinlé sintió vergüenza por no cumplir lo pactado con su amigo y fue a consultar
ifá.
- Donde puedo encontrar el dinero para devolver lo que me fue prestado?
Los adivinos le aconsejaron ofrecer en ebó un carnero, un gallo y un perro. Y le
dijeron además que debería ofrecer veinte y un sacos llenos de búzios de la costa.
A lo que Erinlé reclamo:
- ¡Ah! ¡Ya debo doce mil búzios! ¿Dónde podría encontrar todas esas cosas?
Erinlé tenía un talismán en sus manos. En cualquier momento el podría
convertirse en agua gracias a este talismán, solo tenía que desearlo.
Erinlé fue entonces al lugar donde acostumbraba ir de caza. Colocó el talismán en
el piso y entró tierra adentro.
En este lugar había una jarra con agua.
Sus hijos lo buscaron durante mucho tiempo, al ver que no regresaba decidieron
ir a consultar a Orunmilá para que él examinase el caso.
Orunmilá les dijo:
- Deberán hacer ebó para encontrar a vuestro padre. Tal vez no vuelvan a
verlo pero encontrarán una señal de él.
Les dijo además:
- Ofrecerán siete perros, siete carneros, siete gallos y veinte más un saco de
búzios de la costa.
Los hijos de Erinlé hicieron las ofrendas.
Orunmilá les había dicho también que vayan con los carneros, los perros y los
gallos a llamar a su padre. Y así lo hicieron.
Recorrieron todos los lugares donde acostumbraba ir Erinlé.
Cuando llegaron al lugar donde tiempo atrás Erinlé se adentrara, encontraron sus
elementos de caza, su lanza, arco y flechas. Todo aquello que él usaba para la
cacería.
En medio de todo eso, ellos vieron una jarra con agua. La jarra comenzó a
desbordarse. Esta agua era abundante.
Los hijos se arrodillaron y exclamaron:
- Oh Erinlé, odé (cazador), vuelve a casa! Ofrecemos carneros, perros y
gallos!
Y llamaron a Erinlé sin descanso.
Cuando ellos ofrecieron todas esas cosas, el río los siguió a casa camino abajo
En el mismo momento que Erinlé, el río comenzó a correr, Oxun se preparaba
para partir de la ciudad de Ijemu. Ella también empezó a correr.
Ambos se encontraron cerca de la ciudad de Edé, y allí donde se encuentran, el
lecho de estos ríos es suave, ellos están felices.
Sus aguas formaron un gran río y su curso se tornó el mismo.
Osaña, el dueño de las hierbas.
Oxun era muy bonita, agraciada y vanidosa. Como son generalmente las bellas mujeres.
Le gustaban los paños vistosos, cabellos amarrados enroscados como caparazón de
tortuga, tenía, sobre todo, una gran pasión por las joyas de cobre.
Antiguamente, este era un metal precioso, muy apreciado en tierras Yoruba.
Solo una mujer elegante llevaba joyas de cobre pesadas.
Oxun era cliente asidua de los comerciantes de cobre.
Omi ro wanran wanran wanran omi ro!
Que quiere decir, el agua corre haciendo ruido, por los brazaletes de Oxun.
Oxun lavaba sus joyas incluso antes de bañar a sus niños. Pero tiene, a pesar de
eso reputación de ser buena madre y atiende las súplicas de toda mujer que quiera
concebir.
Oxun fue la segunda mujer de Xangó.
La primera se llamaba Oyá y la tercera Obba.
Oxun tiene el humor caprichoso y cambiante.
Algunos días las aguas corren apacibles y calmas, ellas se deslizan con gracia, frescas
y limpias, entre márgenes cubiertos de vegetación.
Permiten pasar de un lado al otro.
Otras veces, sus aguas tumultuosas pasan estruendosas, llenas de correntadas y torbellinos,
trasbordando e inundando campos y florestas.
Y nadie puede atravesar de un lado hacia el otro.
Oxun no toleraría tal osadía! Cuando ella está furiosa, lleva lejos y destruye las canoas
que intentan atravesar el río.
Olowu, el rey de Owu, salía a la guerra acompañado de su ejército. Infelizmente, tenían
que atravesar el río en uno de esos días en que estaba enfurecido.
Olowu hizo a Oxun una promesa solemne, entretanto, mal formulada.
Declaró:
- Si bajas el nivel de las aguas, para que podamos atravesar el río y seguir
camino al campo de batalla, y si yo volviese vencedor, te prometo “nkan
rere”, cosas buenas.
Oxun comprendió que el rey hablaba de su esposa Nkan, hija del rey de Ibadan. Ella
bajo el nivel de las aguas y Olowu continuó su expedición.
Cuando el rey volvió, un tiempo después, victorioso con riquezas considerables, nuevamente
encontró a Oxun con un humor perturbado.
El río estaba turbulento y con sus aguas agitadas.
Olowu mandó a ofrendar sobre las aguas turbias toda suerte de cosas buenas, las nkan
rere prometidas:
Tejidos, búzios, bueyes, gallinas y esclavos;
Miel de abejas y platos de mulukun, comida sabrosa donde se mesclan suavemente,
cebolla, frijoles, sal y camarones.
Pero Oxun devolvió todas esas cosas buenas sobre los márgenes del río.
Era a Nkan, la mujer de Olowu a quien Oxun exigía.
Olowu fue obligado, tuvo que someterse a lanzar a su propia mujer al agua.
Nkan estaba embarazaday el niño nació en el fondo del río.
Oxun, escrupulosamente, devolvió al niño recién nacido diciendo:
- Es Nkan quien me fue solemnemente ofrecida y no su hijo. Tómalo y
cuídalo!
Las aguas bajaron y Olowu volvio tristemente a su tierra.
El rey de Ibadan, al enterarse del trágico fin de su hija, declaro indignado la guerra
a Olowu y lo derrotó, expulsándolo de las tierras.
Origen de la ciudad de Oşogbo.
El río Oxun pasa por un lugar donde sus aguas son siempre abundantes. Por esta
razón es que Laró, el primer rey de este lugar, allí se instaló haciendo antes un pacto
de alianza con Oxun.
En la época en que llegó, una de sus hijas fue a bañarse, y el río la tragó completamente.
Ella salió al día siguente, soberbiamente vestida con ropas caras, declaró que Oxun le
había dado la bienvenida en el lecho del río.
Laró, para mostrar su gratitud, le hizo ebó a Oxun. Mandó traer numerosos peces,
mensajeros de Orun, vinieron a comer en señal de aceptación, los alimentos
lanzados al agua.
Un gran pez llego nadando a la orilla, donde estaba Laró. El pez escupió agua que Laró
recogió en una calabaza y bebió, haciendo así un pacto con el río.
Enseguida extendió sus brazos sobre el agua y el pez salto hacia ellos.
Esto es dicho en Yoruba: “Atewo gba ejá”.
Lo que dio origen al título de los reyes del lugar, Ataojá.
Laró, Ataojá, proclamo entonces que su reino se llamaría “Oxun gbó”, “Oxun está en
estado de madurez, sus aguas son abundantes”.
Dando origen al nombre de la ciudad de Oxogbo.
Todos los años se hacen festejos en el lugar conmemorando estos acontecimientos.
Xangó tomo por esposa a Obba, siendo ella su tercera esposa, pues ella era fuerte y
valiente.
La primera mujer de Xangó era Oyá, que era bella y fascinante.
La segunda esposa era Oxun, mujer coqueta y vanidosa.
Al tiempo una rivalidad se estableció entre Obba y Oxun.
Ambas disputaban la preferencia del amor de Xangó.
Obba siempre intentaba robar el secreto de las recetas de Oxun, cuando ella preparaba
las comidas favoritas de Xangó.
Oxun irritada con la actitud de Obba, decidió tenderle una trampa.
Invitó a Obba a presenciar mientras ella preparaba una receta que según sus dichos
era de preferencia de su esposo.
Obba llegó a la hora indicada y encontró a Oxun con un paño amarrando su cabeza,
tapando sus orejas.
Oxun preparaba una sopa para Xangó, donde dos hongos flotaban en la superficie del
caldo.
Oxun convenció a Obba de que se trataba de sus orejas, que ella estaba cocinando,
para de esta forma preparar el plato que mas disfrutaba Xangó.
Luego llegó Xangó, vanidoso y altivo.
Deleitó ruidosamente la sopa de hongos y galante y ansioso se retiró con Oxun al cuarto
matrimonial.
La semana siguiente era el turno de Obba de cuidar al rey.
Ella decidió poner en práctica la maravillosa receta.
Xangó no sintió ningún placer al ver que Obba cortara una de sus orejas.
Por el contrario, encontró ese acto repugnante.
En ese momento, Oxun llegó y se quito el paño de la cabeza, mostrándole a su
rival, que sus orejas no habían sido cortadas, ni comidas. Furiosa Obba se precipitó
sobre ella con impetuosidad. Se armó una verdadera lucha.
Embravecido, Xangó tronó su furia.
Oxun y Obba asustadas huyeron y se transformaron en ríos.
Hasta hoy las aguas de estos dos ríos son tumultuosas, agitadas en el lugar de su
confluencia, en conmemoración de la pelea que enfrentó a Obba y Oxun por el amor
de Xangó.
Odó iya Yemanjá ataramagbá, ajeje lodo, ajeje nilé!
Si alguien recogía agua de su lecho, también recogía arena. Ella estaba pobre, era escasa.
Si alguin quisiera lavar sus pies en ellas, se ensuciaría con lodo y arena.
Olokun y Olossa fueron, ambas a los pies de Orunmila, a rogarle que exánime su caso.
Orunmila respondió que, si ellas pudiesen hacer el ebó que él escogiera para cada una
de ellas, sus vidas serían exitosas.
Orunmila le dijo a Olokun que debería ofrendar ileke, un collar con doscientas
cuentas negras y doscientas cuentas blancas, un carnero y veintiséis mil búzios de la
costa.
Ella llegó a trabajar como sierva para conseguir todo lo necesario para el ebó.
Oxun, el río, elegante señora que peina sus cabellos con peine de coral, consultó a Orunmila
el día que tenía que conducir a todos los ríos a un lugar.
- Irás a un cierto lugar y, en este lugar, serás muy bien recibida. Los otros
ríos te seguirán. Ningún otro podrá precederte, en cualquier lugar
donde estés.
Lo primero que encontró fue que había mucha pobreza en todas partes.
Cada uno de ellos fue favorecido. Con el dinero que Oxun les había brindado,
corrieron al mercado a comprar comida y ropa.
Olofin, que sabía lo que estaba pasando, sin pensarlo ordenó, con toda severidad, que
la moneda de Oxun fuera la única que tuviera validez en el mundo.
Su única ocupación era ir al palacio real en el “día del secreto”; el día que da inicio a
la semana de cuatro días de los antiguos Yorubas.
Él, cada semana, le daba apenas, una cantidad irrisoria de dinero a Oxumaré que, por
esta razón, vivía en la miseria con su familia.
Lo llamaban “el propietario de la casa de los colores brillantes”. Pero, tal como su hijo,
el no tenía poder.
Oxumaré, angustiado con esta situación, consultó sus caracoles, preguntándoles, como
podría hacer para volverse rico, respetado, conocido y admirado por todos.
Le dijeron que ofreciese una faca de bronce, cuatro eyelé, palomas y cuatro bolsas de
búzios de la costa.
Olokun, la reina de un país vecino, deseaba consultarlo por cuestiones de su hijo, que
estaba enfermo.
- ¡Ah! ¡Fue entonces Olokun quien hizo todo esto por ti!
Estimulado por la rivalidad, el rey Oni le ofreció a Oxumaré una ropa del más
costoso tejido color rojo que existía en el reino, acompañado de otros regalos.
- ¡Oxumaré apareció!
En esta época, Olodumaré, el que “es” en todo lo que existe, aquel que extiende la
estera real en casa y camina en la lluvia, comenzó a sufrir de la vista y ya nada mas
divisaba. El mandó a llamar a Oxumaré para consultarlo, y todo el mal de sus ojos
fue curado.
Era un guerrero terrible que, seguido de sus tropas, recorría el cielo y los cuatro
cantos del mundo.
El masacraba sin piedad a aquellos que se oponían a su paso. Sus enemigos, salían
de los combates mutilados o morían de alguna peste. Así llegó Xapaná a territorio
Mahi, en Daomé.
Cuando Xapaná se instaló entre los Mahis, en Daomé, recibió, en esta nueva
tierra, el nombre de Sakpatá.
El acto de ser llamado Jeholú y Ainon, causó mal entendidos entre Sakpatá y los
reyes de Daomé, pues ellos también usaban esos títulos.
Xapaná Sakpatá se vengó, y todos los reyes de las tierras daomeanas murieron de
varicela.
- ¡¡Atotó!!
Discordia entre Nana Burukú y Ogún.
Naná Burukú, es una viejísima divinidad de las aguas, venida desde muy lejos
hace mucho tiempo.
Ogún, es un poderoso jefe guerrero que anda siempre al frente de los oros
Inmoles.
Ellos hablaban mucho sobre Obatalá, aquel que creó a los seres humanos.
Ellos hablaron muchas cosas sobre Ogún. Decían por ejemplo, que es gracias a
sus instrumentos que ellos podían vivir.
Declararon que, Ogún por esta razón, era el más importante de los Orixás.
Naná manifestó que no rendiría homenaje a Ogún, por que no podría existir otro
Inmole más importante.
Ogún dijo que, considerando que los otros Inmoles le rendirían homenaje, le
parecería justo que ella también lo haga.
Como los hijos de Naná eran cazadores se servían de un palo con punta afilada
para matar los animales y descuartizarlos.
Llegó y conquistó un lugar llamado Ejigbó y ahí tomó el título de Elejigbó, rey de
Ejigbó.
Oxaguián tenía una gran pasión por el ñame machacado, comida que los yorubas
llamaban iyan.
Elejigbó comí iyan a todo momento, comía por la mañana, al medio día, luego de
la siesta, a la cena y hasta durante la noche.
Él rechazaba cualquier otra comida, era siempre iyan que debía serle servido.
Llegó a tal punto su obsesión, que hizo fabricar un enorme mortero para moler el
ñame y así preparar su plato favorito.
Impresionados por su manía, los otros Orixá le dieron un nombre, Oxaguián, que
significa “Orixá comedor de ñame machacado” y así obtuvo el nombre por el cual
se lo conoce.
Le dijo además, que si él seguía sus consejos, Ejigbó, que era entonces una
pequeña aldea dentro de la floresta, se volvería en poco tiempo, una ciudad
grande, poderosa y poblada con muchos habitantes.
Ejigbó se convirtió en una gran ciudad, como predijeron los caracoles del adivino.
Era cercada con grandes murallas, con fosas profundas, las puertas reforzadas y
con guardias armados que vigilaban la entrada y salida.
Había un gran mercado frente al palacio que atraía, desde muy lejos,
compradores y vendedores de mercaderías y esclavos.
Cuando se hablaba de él, no se usaba jamás su nombre, pues era una falta de
respeto. Debería ser empleada la expresión Kabiyesí, esto es, su majestad.
Durante siete años la lluvia no cayó sobre Ejigbó, las mujeres no tuvieron hijos y
los caballos del rey no tenían pasto.
Elejigbó desesperado consulto los caracoles para remediar esta situación. Los
caracoles respondieron:
Awoledjé fue liberado, quien lleno de resentimiento, fue a esconderse a las matas.
Elejigbó, a pesar de ser un rey tan importante, tuvo que ir a suplicarle a su viejo
amigo que se olvide de los malos tratos recibidos y lo perdonase.
Con motivo de las ceremonias en honor a Oxaguián, las personas se golpean unas
a otras, con suaves golpes de varetas y luego reciben una porción de ñame
molido, cuando Oxaguián viene al mundo a danzar con energía, trayendo en su
mano un mortero, símbolo de las preferencias gastronómicas del “Orixá comedor
de ñame machacado”.
El estaba muy viejo, curvado por la edad y caminaba con dificultad, apoyado en
un gran bastón al que llamaba opaxoró.
Un día, Oxalufán decidió viajar a visitar a un viejo amigo, Xangó, rey de Oyó.
- He decidido hacer este viaje y lo haré, que pase lo que tenga que pasar.
- Si no quieres perder la vida en este viaje, deberás aceptar hacer todo lo que
te pidan.
No deberás quejarte de las tristes consecuencias que advendrán. Será
necesario que lleves tres axó funfun, ropas y paños blancos; Será
necesario que lleves jabón y limo de la costa.
Al cabo de algun tiempo andando, encontró a Exú Elepó, dueño del aceite de
dende, en el camino.
Exú estaba sentado al costado del camino, con un recipiente grande lleno de
aceite de dendé.
Este al recordar los consejos, se quedó calmo y no hizo ningún reclamo. Fue al río
a limpiarse y cambiar su atuendo por uno limpio.
Dos veces más él se encontró con Exú. Una vez con Exú Onidú, el dueño del
carbón, otra vez con Exú Aladi, dueño del aceite de carozo de dendé.
Dos veces más Oxalufán fue víctima de las armadillas de Exú, ambas semejantes a
la primera.
Dos veces más Oxalufán se sufrió las consecuencias sin quejarse, conservando la
calma.
Exú se divirtió a costas de él, a pesar de todo, sin conseguir quitarle la calma.
Oxalufán, se limpió y cambió por última vez, dejando en las orillas del río la ropa
sucia a modo de ofrenda.
Oxalufán conocía bien al animal, pues, hace tiempo atrás, él mismo se lo había
regalado a su amigo. Le mostró al animal una espiga de trigo para generar
confianza y calmarlo, así podría arrearlo y devolverlo a su dueño.
Así fue que el viejo, Orixanlá, el gran Orixá fun fun, terminó preso en un calabozo
de Oyó.
- Oyó volverá a ser grande, pero Xangó, comerás en plato de madera como
comí por siete años en la prisión de tu reino, para que nadie olvide este
acto de injusticia.
Este episodio en la vida de Oxalufán es conmemorado, cada año, en todos los Ilé
de axé de Bahia, en el día de las aguas de Oxalá, cuando todos se visten de blanco
y van a buscar agua al río en silencio, para lavas los axés, objetos sagrados de
Oxalá.
Epa, Epa ó Babá!!!
Pelea entre Oxalá y Exú.
Oxalá y Exú discutían sobre quién de ellos era el más viejo.
El desentendimiento entre ellos era tal, que fueron invitados a luchar entre ellos,
delante de los otros Inmoles, reunidos en una asamblea.
Los caracoles fueron consultados por ambos adversarios, y fueron orientados cada
uno a hacer ebó. Oxalá hizo todas las ofrendas prescriptas. Mientras que Exú,
negligente, dejó todo por la mitad.
- Epa!
Todos gritaron:
- Epa!
- Epa!
Exú frotó su cabeza con ambas manos, y ésta recuperó su tamaño normal.
Los Orixá dijeron:
Una nube de polvo blanco salió de la calabaza y despintó todo color que existía en
Oxalá. Los inmoles gritan todos:
- Epa!
- Ven aquí.
- Trae tu calabaza.
Exú, la puso en las manos de Oxalá, éste la tomó firmemente, y la tiró dentro de
en su saco blanco.
- Epa!
- Oxalá es sin dudas quien tiene el poder. El señor de la iniciativa y del axé,
alabalaxé.
- Oxalá es mayor que Exú, Oxalá es mayor que todos los Orixá.
- ¡La calabaza de orí, la cabeza, que lo volvió fun fun, ahora pertenece a
Oxalá!
- ¡Epa babá!
Rivalidad entre Orumilaia y Osaña.
Orumilaia, Elerin Ipin, el testigo del destino de los seres humanos, necesitaba
un empleado.
Fue al mercado y, entre los esclavos que estaban a la venta, él eligió a Osaña.
- Todas las plantas, estas hojas, estas hierbas, tienen virtudes. Ellas no
pueden ser destruidas.
- Esta oja, por ejemplo, calma los dolores de dientes; esta otra, protege
contra los maleficios; esta, además también cura la fiebre.
¡Imposible, verdaderamente arrancar tantas plantas tan necesarias para la
salud y la felicidad!
Osaña llegó hasta a declararle al rey Ajalayé que él había venido al mundo incluso
antes que Orumilaia, y siendo más antiguo, tenía derecho a su respeto.
Aquel que sobreviva a la prueba y responda primero, con voz fuerte y clara, al
llamado que será hecho al finalizar el séptimo día, verá a su padre ser declarado
vencedor.
Dos sepulturas fueron abiertas.
Exú ejerció su poder y envió al conejo, el cual cavó un túnel hasta la sepultura
donde estaba Sacrificio, el primogénito de Orumilaia.
Remedio, el hijo de Osaña no tenía nada para comer, pero poseía poderosos
talismanes que actuaban sobre la tierra y le permitieron encontrar a Sacrificio en
el fondo de su sepultura, Remedio le pidió comida.
- Ah! ¿Cómo podría yo, hijo de babá Orumilaia darte comida habiendo una
disputa en juego? ¿No te das cuenta que así provocaría la victoria de
Osaña, estando tú vivo al finalizar los siete días?
Pero éste no respondió el llamado, por lo cual los jueces concluyeron en que
Remedio había muerto.
- ¡Sacrificio!
Este pacto entre ellos se volvió un proverbio: “El sacrificio no deja hablar al
remedio”, lo que significa que el sacrificio es más eficaz que el remedio, razón por
la cual Orumilaia tiene una posición más elevada que Osaña.
Los búzios fueron consultados por Obá Jomijomi, “el rey bebedor de agua”.
Los búzios fueron consultados por Obá Jeunjeun, “el rey comedor de alimentos”.
Obá Jegijegi, es el nombre de Ogún, cuando Olorun creó a los seres humanos,
escogió a Ogún para reinar sobre ellos, para conducir a la humanidad, para cuidar
de ellos.
Cuando llegó al mundo, Ogún cortó varas de mimbre para que los humanos
comiesen, pero ellos murieron al comerlas, y todos ellos volvieron a Olodumaré.
Olorún volvió a crear a los seres humanos y designó a Oxalá como sucesor de
Ogún para el cuidado de la humanidad.
Cuando llegó al mundo, Orixá nlá le ofreció agua a las personas, ellos bebieron,
pero al tiempo, todos murieron. Todos volvieron a Olorun.
Olorun creó a los humanos por tercera vez, y antes de hablar, Orumilaia declaró
que él sería el enviado sustituyendo a Oxalá. Olorun estando de acuerdo dijo:
- Bien, yo te elijo.
Orumilaia llamó a los adivinos para que le digan qué ofrendas hacer.
Ellos le dijeron que tenía que llevar muchas semillas: tètè, ekuya, maíz, frijol,
ñame, haba.
Desde el mas allá Orumilaia hizo ebó, el esparció por todo el mundo las semillas y
éstas germinaron sobre la tierra, ellas crecían donde iban cayendo.
Fue ekuya lo que los humanos comían al principio, luego tètè comieron por
mucho tiempo, hasta que el maíz maduró y el frijol fue cosechado y el ñame
produjo sus tubérculos.
Sus dos primeros mundos no habían tenido éxito, mientras que el tercer mundo
logró la victoria. Entonces ambos decidieron arruinar el aiyé.
Orumilaia consulto nuevamente los caracoles para saber cómo proteger al mundo
y sus criaturas.
Debería matar dos cabras, cocinarlas y cocinar muchos caracoles. Llevar todo a la
encrucijada Aro, que era donde acostumbraban estar los inmoles cuando llegaban
a Ifé.
Cuando los dos Orixá llegaron a Aro, Orumilaia los recibió, vestido de blanco y
les entregó el ebó.
Los seres humanos deben, al salir el sol, masticar varas para limpiar sus dientes.
Luego de eso, beber agua para enjuagarse la boca.
“¡Aiyé se volvió confortable! Fuimos los terceros en ser creados, Orumilaia tendrá
en sus manos nuestro destino”.
Ogún, el valiente guerrero. Hombre loco de los músculos de acero que, teniendo
agua en casa, se lava con sangre.
Uno de estos días en el pasado distante Olodumaré los convocó y les dijo:
- Voy a crear otro lugar, un lugar que será para ustedes. Ustedes ahí serán
numerosos.
Cada uno será rey y tendrá un lugar para sí. Cada
uno tendrá su axé y su propio trabajo.
El primero en responder fue Obatalá, el rey del paño blanco, llamado también
Oxa nlá, el gran Orixá.
Él es el segundo de Olodumaré.
Obatalá al recibirlos, los examinó y colocó uno sobre su sombrero y el otro dentro
de su saco. El saco de la creación que Olodumaré le confió.
Antes de partir, él fue a pedir la palabra a Orumilaia, para saber el camino que
debería seguir y lo que debería hacer.
Orumilaia le dijo:
- Olodumaré te confió la creación de otro lugar, haz una ofrenda para ser
capaz de realizarla y para que sea a la perfección.
- Oh, Orumilaia, la misión que tienes nosotros te la dimos, fue decidida por
nosotros, antes de que fueses creado, Olodumaré y yo, Oxalá. Olodumaré,
que es el supremo, me envía en misión a mí, su segundo al mando, ¿y tú
me dices que debo hacer ebó para realizar bien mi trabajo? ¿Qué pasaría
si no hago las ofrendas? ¡Yo! ¡Portador de aba y axé, Alabalaxé!
- Si fueses capaz de hacer las ofrendas que voy a indicarte, este mundo que
será creado, será todo tuyo, allí tú serás el jefe.
Olofin preguntó:
Orumilaia le dijo que ofrende cuatrocientas mil cadenas. Una gallina con cinco
garras, una paloma, un camaleón y además cuatrocientos mil búzios.
Obatalá se rehusó a hacer las ofrendas en este lugar, para que su tarea
encomendada se realice con éxito y su viaje sea feliz.
Olodumaré le respondió:
Tomó las cuatrocientas mil cadenas, y todavía en el más allá, las amarró a una
estaca.
Él descendió hasta el extremo de una de ellas, donde vio una sustancia extraña,
de color marrón.
¡Era tierra!
La gallina de cinco garras, voló y fue a parar al montículo de tierra. Ella esparció
la tierra con sus patas sobre la superficie de las aguas.
Odudua gritó:
¡Ilé Nfé! La tierra se expande. Que vino a ser el nombre de la primera ciudad en el
mundo. Olofin Odudua colocó el camaleón sobre la tierra.
Odudua sólo osa descender porque está atado a la puna de una cadena.
Olodumare le preguntó:
Las personas en esta época no mentían jamás. Entonces, Obatalá respondió con
sinceridad:
Por esta razón, hasta el día de hoy, el vino de palma es prohibido para Oxalá y sus
descendientes.
Olodumaré, declaró:
- No has creado la tierra, tú crearás a todos los seres vivos: los hombres, los
animales, los pájaros y los arboles.
Curiosamente, cinco son las garras de la gallina que esparció la tierra, enviada por
Odudua, como cinco son los continentes, y si además, se pudieran juntar,
formarían la imagen de una gallina.
Guerra entre Oxalá y Odudua.
Odudua había creado el mundo. Pero, llegando, al fin, sobre la tierra, Oxalá
recordó a los Inmoles reunidos que él había sido el encargado, por Olodumaré de
crear el mundo.
Los seguidores de Oxalá, son aquellos, que hasta hoy, pintan su cuerpo con tiza,
efun.
- ¡Sean combativos!
- ¡Sean combativos!
Odudua, inquieto fue a consultar a Orumilaia, sobre ¿qué debería hacer para no
ser asesinado?
Pues, los que hacían ofrendas para matarlo eran numerosos. Orumilaia le dijo que
hiciera ofrendas, y que él prepararía hojas de Ifá con perfección.
Aconsejó que ofrende una vaca sin cuernos, una cabra, un carnero, una paloma,
un caracol y veintiún sacos de búzios de la costa.
Orumilaia aceptó todo y le preparó una medicina protectora con hojas de Ifá.
Odudua no murió.
Todos los inmoles respondieron que lo matarían sin perdón, aunque Odudua
tenga muchos talismanes.
Oxala les mostro que cuando Odudua iba a tomar su baño, retiraba todos los
talismanes que poseía consigo.
Aquel que lucha con sable, aquel que lucha con fusil, aquel que luchas con arco y
flecha, aquel que tiene el poder sobre el fuego.
- Ah!
El encontró un modo.
Oxalá dijo:
Oxalá y Odudua querían, ambos, ser reconocidos como señores de este mundo,
de la creación a la que ambos habían contribuido.
Sus recelos se volvían mas fuertes todavía, pues los ejércitos de Oxalá y Odudua
se preparaban para el combate final.
Le dijo:
Odudua declaró: